Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Haley.
Introducción
Definición de un problema
La primera entrevista puede durar media, una o varias horas. El terapeuta puede
proponer enseguida un cambio o, quizá, proceder pausadamente y no solicitar de
inmediato ninguna acción. Puede entrevistarse a una o varias personas en la primera
visita, incluyendo solamente a miembros de la familia o citando además a amigos y a otros
profesionales.
Cuando se creía que el problema terapéutico era un fenómeno individual, parecía
razonable entrevistar a una sola persona. Es mucho más sensato entrevistar al grupo
natural en cuyo seno se manifiesta el problema, iniciando así de inmediato la búsqueda de
una solución. Aunque, una vez iniciado el tratamiento, el terapeuta puede querer
entrevistar individualmente a los miembros de la familia con un propósito determinado, al
principio es mejor conocer a todos cuantos habitan el hogar, para captar rápidamente el
problema y la situación social que lo genera.
Una entrevista comienza con el primer contacto establecido con relación a un problema.
Por lo común, alguien solicita telefónicamente una entrevista, recogiéndose ya entonces
cierta información. El terapeuta debe pedir que todos cuantos habiten en el hogar asistan
a la primera entrevista. Al presentarse la familia, la entrevista recorre las siguientes
etapas: 1) etapa social: se saluda a la familia, procurando que se ponga cómoda; 2) etapa
de planteo del problema; se inquiere acerca del problema presentado; 3) etapa de
interacción: se pide a los miembros de la familia que conversen entre sí; 4) etapa de
fijación de meta: se solicita a la familia que especifique los cambios que desea lograr.
Finalmente, se fija día y hora para una nueva sesión, a la que asistirá toda la familia o parte
de ella.
1) La etapa social:
Al entrar al consultorio se sentarán donde y como lo deseen, una vez que se haya
presentado, el terapeuta deberá dirigirse a cada integrante de la familia y preguntarle
cómo se llama. Conviene obtener una respuesta de cada persona, para definir la situación
en el sentido de que todos son importantes y están involucrados en ella. Durante esta
etapa social, el terapeuta también puede averiguar quién vive en el hogar.
Mientras la familia se acomoda, el terapeuta puede observarla para tener una idea de
cómo empezar la etapa siguiente. La mayoría de las familias que vienen con un problema
se colocan a la defensiva con respecto a él, han probado toda clase de remedios sin
resultado alguno, por lo que pueden ver en este pedido de ayuda la prueba de su fracaso.
El terapeuta debe observar el estado de ánimo de la familia, dato necesario para conseguir
que cooperen en el cambio. Quizá se muestren más animosos de lo que en realidad están,
o se sientan desgraciados o irritados, o están desesperados, o acuden por obligación,
porque alguna autoridad judicial o escolar les indicó que lo hicieran.
La conducta de los niños dará ciertos indicios sobre lo que les han dicho sus padres acerca
del lugar de la sesión. Si el niño parece temeroso del terapeuta, su miedo puede indicar
que interpreta la visita como un castigo o que cree que lo abandonarán allí. Si se muestra
amable y curioso, es señal de que tal vez le han dicho que visitarían un lugar agradable
Hasta esta altura de la entrevista se ha mantenido un diálogo social con la familia, que
puede ser muy breve o bien prolongarse durante algunos minutos; pero es preciso pasar
de esta etapa a la de terapia, donde la situación ya no es de tipo social sino que obedece a
un propósito. Lo habitual es que el terapeuta les pregunte por qué han venido o qué
problema los aqueja.
Frecuentemente, una familia llega al consultorio sin saber por qué se ha convocado a
todos sus integrantes. Resulta oportuno que el terapeuta aclare cuál es su posición en el
asunto, puede decirles: «Quise que hoy vinieran todos los miembros de la familia para ver
qué opina cada uno de ustedes sobre la situación». Esta u otras frases parecidas ofrecen,
al menos, a la familia una explicación parcial de su presencia en el consultorio, haciendo
que sus integrantes se sientan dispuestos a expresar sus opiniones.
Preguntar: «¿Por qué motivo han venido a verme?». Con estas palabras, la familia puede
optar por centrar su respuesta en el problema o en el cambio deseado. En principio,
cuanto más general y ambigua sea la pregunta, tanto más campo se dará a los miembros
de la familia para exponer sus puntos de vista.
¿A qué miembro de la familia debe dirigirse la pregunta?
El terapeuta tiene una tarea que cumplir, y para lograrlo debe hacer que la familia
participe. A menudo, entre sus integrantes hay uno capaz de hacerla volver al consultorio,
por lo que deberá dispensársele un tratamiento más respetuoso. Recomendamos dirigirse
en primer término al adulto que parezca estar más desligado del problema, tratando con
la mayor atención y respeto a la persona más capaz de traer a su familia a nuevas
entrevistas. El que mayor preocupación demuestra suele ser aquel sobre quien recae
principalmente el problema.
En algunos casos, el terapeuta mira hacia el piso o el techo y pregunta, sin dirigirse a nadie
en particular: «¿Alguien puede decirme cuál es el problema?». Esta actitud suele sacar a
relucir al vocero de la familia, además de informar sobre la posición que ocupa en ella el
padre, pues si este responde explicando el problema es más probable que sea un partícipe
espontáneo en los asuntos familiares.
En esta etapa, el terapeuta no debe brindar su consejo aunque se lo pidan, en cuyo caso
responderá aproximadamente así: «Necesito saber más sobre la situación antes de estar
en condiciones de decir qué podría hacerse». Si alguien interrumpe a su interlocutor, el
terapeuta no intervendrá de inmediato: lo dejará hablar un poco para observar
brevemente la índole de la interrupción y luego terciará para reanudar el diálogo original,
pudiendo advertirle a la otra persona que ya le llegará el turno. Todos deben tener
oportunidad de manifestarse. Se reclamará la atención de quien se muestre distraído.
Si uno de los padres interrumpe reiteradamente a los demás, el terapeuta debe intervenir
para que todos puedan expresar una opinión; además de cuidar que todos hablen deberá
dirigir la situación, pues si la familia toma las riendas seguirá conduciéndose tal como lo ha
hecho en el pasado y no habrá cambio.
Mientras alguien habla, el terapeuta observará las reacciones de los demás. Cuanto mayor
sea el interés y participación de quienes escuchan, cuanto más los irrite y perturbe lo que
se dice, tanto mayor será la probabilidad de que esa familia se encuentre en estado de
crisis, lo cual implica inestabilidad. Por el contrario, cuanta más calma e indiferencia
demuestren, más probable será que la situación familiar sea razonablemente estable, y
por lo tanto quizá difícil de cambiar.
De hecho, hay tres maneras distintas de recibir información sobre el problema, las que
deben aplicarse en diferentes momentos de la entrevista. En su primera indagación el
terapeuta dejará que la familia exprese el problema metafóricamente. Avanzada la
entrevista, luego de la etapa de interacción, se necesita contar con una formulación más
concreta y detallada del problema y de las metas a alcanzar, a fin de poder utilizar
eventualmente lo manifestado para comprobar los resultados y determinar si la terapia ha
tenido éxito. Esta segunda exposición debe especificar aspectos tales como «cuántas veces
por día ocurre el hecho» y «cuánto dura», suministrando datos que sirvan de base de
referencia. En tercer lugar, hacia el final de la entrevista, y en relación con el paso anterior,
el terapeuta pedirá que le resuman la cuestión y definan los cambios deseados;
concretamente. , ¿Cuáles son las metas que desearía alcanzar la familia? Estas tres formas
distintas de abordar el problema son necesarias, y suministrarán información diferente.
Comúnmente, los miembros de una familia atribuyen el problema a una sola persona, en
tanto que la tarea del terapeuta consiste en encararlo pensando en más de una, ya que
este enfoque lo capacita al máximo para lograr el cambio. De ahí que mire el problema
desde una perspectiva distinta que la de los integrantes de la familia, pero no tiene que
persuadirlos de que piensen igual que él. Aceptará lo que digan aparentando conformidad,
aunque mentalmente vea el problema bajo un lente distinto.
3) La etapa de interacción:
A veces, un terapeuta advierte que ha dado paso a esta con-versación familiar antes de
haber concluido la etapa previa, en la que cada uno expresaba, su opinión. En un caso así,
debe interrumpir la disputa y retornar al punto de partida, para completar la primera
etapa.
Si una familia define como problema la angustia de uno de sus miembros, ese no es un
problema resoluble; el problema será el modo en que se manifieste esa angustia y la
reacción de la persona angustiada. Ninguna categoría de diagnóstico tradicional es un
problema resoluble.
Una de las razones más importantes por la que debe especificarse claramente el problema
es que así el terapeuta podrá saber si ha tenido éxito o no. Se presume que al terminar el
tratamiento, y en una ulterior entrevista de seguimiento del caso, el terapeuta querrá
saber bien definidamente si ha alcanzado o no sus objetivos terapéuticos. Si el contrato es
confuso, también lo será la evaluación de los resultados.
Conclusión de la entrevista
La primera entrevista debe concluir con la concertación de una nueva cita, lo cual puede
plantear varias cuestiones, quizá se haya advertido durante la sesión que la presencia de
algún otro miembro de la familia es esencial para la terapia, en el proceso de conclusión
de la entrevista entra en juego, justamente, convenir la asistencia de esa persona y discutir
la manera de hacerla concurrir. Algunos terapeutas de orientación directiva son lo
bastante hábiles y expertos como para tener pensada una directiva al término de la
primera sesión, la que pueden proponer como «tarea para el hogar», que la familia deberá
cumplir entre una sesión y otra.
Resumen
En síntesis los miembros de una familia llegan al consultorio sin saber a ciencia cierta qué
anda mal en el grupo, aunque comúnmente creen que es una persona en particular,
afectada por un determinado conjunto de problemas; suelen suponer que la causa de
esos problemas está en el pasado, más que en la situación presente. La primera entrevista
debe esclarecer la estructura familiar, y en su trascurso el terapeuta y la familia deben
llegar a algún acuerdo acerca de la naturaleza del problema y las metas u objetivos de la
terapia. A esta altura, la tarea del terapeuta es comprender el problema y formularlo de
manera tal que pueda hacerse algo al respecto.
En la etapa social, el terapeuta se une a la familia haciendo que todos se sientan cómodos
y se consideren partícipes de la reunión; en la de planteo del problema, procura que todos
aporten sus ideas acerca de este; en la de interacción, involucra a todos entre sí, y no
excluye a nadie cuando se trata de especificar qué cambios desean obtener mediante la
terapia. La índole de los problemas determinará el procedimiento que seguirá el terapeuta
después de la primera entrevista. Asimismo, cabe esperar que en las entrevistas
subsiguientes se plantearán nuevos problemas y deberán fijarse nuevas metas.
CAMBIO
Las soluciones que ésta ha intentado no son más que repeticiones estereotipadas de
interacciones ineficaces, que sólo pueden reforzar los afectos sin producir cambios. El
terapeuta de tendencia estratégica considera que el síntoma es una solución protectora: el
portador de síntoma se sacrifica para defender la homeostasis de la familia. El
estructuralista, que considera la familia como un organismo, no discierne en esta
protección una respuesta acorde al fin, «auxiliadora»,sino la reacción de un organismo
sometido a tensión. La tarea del terapeuta es cuestionar la definición que la familia da del
problema, así como la índole de su respuesta. El objetivo es modificar o reencuadrar la
concepción que la familia tiene del problema, moviendo a sus miembros a que busquen
respuestas afectivas, cognitivas y de conducta, diferentes. Las técnicas que están al
servicio de estas estrategias son la escenificación, el enfoque y el logro de intensidad
Cuestionamiento de la estructura familiar
La concepción del mundo de los miembros de la familia depende en gran medida de las
posiciones que ellos ocupan dentro de diferentes bolones familiares. Aumentar o aminorar
la proximidad entre los miembros de holones significativos puede dar lugar a diferentes
modos de pensar, sentir y actuar, hasta entonces inhibidos por la participación en el
subsistema. A medida que vivencia las interacciones de la familia, se forma un diagnóstico
vivencial de su funcionamiento. Este mapa de familia señala la posición recíproca de los
miembros. Las técnicas de que se dispone para esta estrategia son la fijación de fronteras,
el desequilibramiento y la enseñanza de la complementariedad. Por cuestionamiento de
las reglas que limitan la experiencia de las personas, el terapeuta actualiza aspectos
soterrados de su repertorio. Como consecuencia, los miembros de la familia se perciben a
sí mismos y perciben a los demás obrando de diferente modo. La modificación del
contexto produce un cambio en la experiencia. Otra técnica para modificar la índole de la
relación es llevar a los miembros de la familia a que enfoquen en su vivencia la realidad de
constituir un holón.
La terapia de familia parte del supuesto de que las pautas de interacción obedecen a la
realidad tal como es vivenciada y contienen esta modalidad de experiencia. Entonces, para
modificar la visión de la realidad por la que se rigen los miembros de la familia es
preciso elaborar nuevas modalidades de interacción entre ellos. Las técnicas utilizadas al
servicio de esta estrategia son los constructos cognitivos, las intervenciones paradójicas y
la insistencia en los lados fuertes de la familia. El terapeuta toma los datos que la familia le
ofrece y los reorganiza. La realidad conflictiva y estereotipada de la familia recibe un
encuadramiento nuevo. Aparecen posibilidades nuevas por el hecho de que los miembros
de la familia se vivencian a sí mismos y vivencian a los demás de manera diferente.
REENCUADRAMIENTO
Todas las familias imprimen en sus miembros la configuración exclusiva que los
identifica como tales. Este cuadro o imagen, que los psicólogos individuales llaman rol,
es un proceso interpersonal continuo. También las familias poseen un cuadro dinámico
que se ha formado en su historia y que encuadra su identidad de organismo social. Cuando
acuden a la terapia, traen consigo esta geografía de su vida en la definición que le dan.
Han hecho su propia evaluación de sus problemas, de sus lados fuertes y de sus
posibilidades. La terapia parte, en consecuencia, del choque entre dos encuadres de la
realidad. El de la familia es pertinente para la continuidad y el mantenimiento de ese
organismo en condiciones más o menos estables; el encuadre terapéutico atiende al
objetivo de hacer que la familia avance hacia un manejo más diferenciado y eficiente de su
realidad disfuncional. El terapeuta inicia su encuadramiento tomando en cuenta lo que la
familia considera importante. Pero ya el modo en que recoge información dentro del
contexto de la familia encuadra lo recogido de manera diversa. Entonces la tarea del
terapeuta es convencer a los miembros de la familia de que el mapa de la realidad por
ellos trazado se puede ampliar o modificar. Las técnicas de escenificación, enfoque y
obtención de intensidad contribuyen al logro de un encuadramiento terapéutico.
ESCENIFICACIÓN
En la escenificación, el terapeuta asiste a los miembros de la familia para que interactúen
en su presencia, y ello con el propósito de vivenciar la realidad familiar como aquéllos la
definen. Después reorganiza los datos, poniendo el acento en ciertos aspectos y
cambiando el sentido de lo que ocurre; introduce nuevos elementos e insinúa modos
diferentes de interactuar, que de este modo se actualizan dentro del sistema terapéutico.
ENFOQUE
El terapeuta seleccionará y organizará estos datos dentro de un esquema que les confiera
sentido. Para hacer esto hace falta, en primer lugar, que el terapeuta seleccione un que y,
en segundo, que elabore un tema para trabajar sobre él. Al mismo tiempo desechará los
diversos campos que, siendo interesantes, no son por el momento útiles para su meta
terapéutica. En la sesión escogerá ciertos elementos de la interacción de esta familia y
organizará el material de manera que guarde armonía con su estrategia terapéutica. El
esquema del terapeuta incluye tanto una meta estructural como una estrategia para lograr
esa meta. El terapeuta que elabora un tema investiga en profundidad un campo limitado.
Tiene que advertir que tan pronto como ha empezado a elaborar un enfoque, queda
programado. Empieza a ignorar información. En consecuencia, debe mostrarse hiper
sensitivo a los indicadores de alerta. El enfoque lo hace vulnerable a los peligros de la
absorción. El oficio del terapeuta es asistir al cambio familiar, no hacer que ellos se sientan
cómodos.
El enroque al servicio del cambio
La reorganización jerárquica del tema familiar es otro aspecto del enfoque; en efecto, por
el hecho de destacar el terapeuta temas que a su juicio son de primera prioridad, suele
modificar la idea que la familia se ha formado sobre lo que es importante.
INTENSIDAD
Los miembros de la familia tienen una sensibilidad auditiva discriminatoria, que presenta
campos de sordera selectiva regulados por su historia común. Puede ocurrir que
los miembros de la familia oigan el mensaje del terapeuta, pero sin asimilarlo dentro de su
esquema cognitivo como una información nueva. Esta última impone el reconocimiento de
una «diferencia», pero los miembros pueden oír lo que el terapeuta les dice como si fuera
idéntico o semejante a lo que siempre oyeron dentro de la familia. Pueden, en
consecuencia, no oír, por más que el terapeuta haya conquistado su atención y por más
que ellos escuchen. Las construcciones cognitivas por sí mismas rara vez tienen el poder
suficiente para provocar el cambio familiar. No obstante, los terapeutas con frecuencia
consideran que un mensaje se recibió por el solo hecho de haberlo enviado. Pero un
mensaje terapéutico tiene que ser «reconocido» por los miembros de la familia, lo que
significa que deben recibirlo de un modo que los aliente a experimentar cosas según
modalidades nuevas. Cuando en una sesión los miembros de la familia dan muestras de
haber alcanzado el límite de lo aceptable emocionalmente y emiten señales en el sentido
de que sería conveniente disminuir el nivel de la intensidad afectiva, el terapeuta tiene que
aprender a ser capaz de no responder a ese requerimiento, a pesar de haber sido educado
toda su vida en sentido opuesto.
Cambio de la distancia
Esto es válido no sólo para la distancia física medible, sino para distancias psicológicas
menos visibles. El cambio de la distancia que se mantiene automáticamente puede
producir un cambio en el grado de atención al mensaje terapéutico.
REESTRUCTURACIÓN
El terapeuta que trabaje con estas familias tendrá que interponerse en esas interacciones
demasiado armoniosas diferenciando y delineando las fronteras de los holones familiares
a fin de hacer sitio a la flexibilidad y el crecimiento. Los individuos pertenecen a una
multiplicidad de holones y cumplen papeles diferentes en cada uno de ellos. En cada holón
se activan segmentos del repertorio vivencial de los individuos. Las aptitudes que
corresponden a un holón pueden o no ser convocadas en otros holones, pero forman
parte del repertorio posible. Señalan Peter Berger y Thomas Luckmann: «Toda actividad
humana está sujeta a la habitualización. Cualquier acción que se repite con frecuencia se
fija en una pauta que después se puede reproducir con economía de esfuerzo y que el
ejecutor percibe de manera inmediata como tal. Entonces ciertas cosas no se hacen
porque convengan, sino porque son correctas». La terapia es un proceso en que se
cuestiona el «así se hacen las cosas». Las interacciones cotidianas dentro de un subsistema
tienden a organizar los hechos de la vida compartida de manera de mantener incólume el
mayor tiempo posible la índole de la relación. Hay tres técnicas principales para cuestionar
la estructura de holón de la familia. Las técnicas de fijación de fronteras están destinadas a
modificar la participación de los miembros de diferentes holones. El desequilibramiento
modifica la jerarquía de las personas dentro de un holón. Y la complementariedad
cuestiona la idea de jerarquía lineal.
FONTERAS
Las técnicas de fijación de fronteras regulan la permeabilidad de las que separan a los
holones entre sí. He aquí el concepto rector: participar en el contexto específico de un
holón específico requiere respuestas específicas para ese contexto. Las técnicas de fijación
de fronteras pueden apuntar a la distancia psicológica entre los miembros de la familia y a
la duración de la interacción dentro de un holón significativo.
Distancia psicológica
Duración de la interacción
DESEQUILIBRAMIENTO
Alianza alternante
La meta de esta técnica consiste en atribuir a cada subsistema pericias diferentes
y complementarias; de este modo, en lugar de competir por la jerarquía dentro del mismo
contexto, los miembros de la familia ensayarán nuevas modalidades de relación en un
marco más amplio.
COMPLEMENTARIEDAD
La idea de que los seres humanos son unidades entra en conflicto con la concepción de la
interdependencia de todas las cosas. La relatividad y la relación polar de todos los
opuestos no designan más que dos lados de la misma realidad:puesto que todos los
opuestos son interdependientes, su conflicto nunca puede traer por resultado la
victoria total de uno de los polos, sino que siempre será la manifestación de la acción
recíproca entre los dos. Una de las metas en terapia de familia es ayudar a los miembros
de ésta a que vivencien su pertenencia a una entidad que rebasa el sí-mismo individual.
Esta operación, lo mismo que la técnica de desequilibramiento, apunta a modificar la
relación jerárquica entre los miembros de la familia, con la diferencia de que esta vez se
cuestiona la idea íntegra de jerarquía. En primer lugar, cuestionará el problema: la
certidumbre de la familia de que existe un paciente individualizado. En segundo lugar,
cuestionará la idea lineal de que un miembro de la familia controla al sistema, cuando en
verdad cada uno de los miembros sirve de contexto a los demás. En tercer lugar,
cuestionará el modo en que la familia recorta los sucesos; para ello introducirá un marco
temporal más amplio que enseñe a los miembros de la familia a considerar su conducta
como parte de un todo más vasto.
El terapeuta cuestiona la idea de que un solo miembro puede controlar el sistema familiar.
Más bien cada persona es el contexto de las demás. Existe una técnica genérica
para apuntalar el concepto de reciprocidad: el terapeuta expone la conducta de un
miembro de la familia y atribuye a otro la responsabilidad de esa conducta.
REALIDADES
Una familia no sólo tiene estructura, sino un conjunto de esquemas cognitivos que
legitiman o validan la organización familiar. La estructura y la estructura creída se apoyan y
se justifican entre sí, y cualquiera de ellas puede ser la vía de acceso para la terapia. De
hecho, la intervención terapéutica siempre influirá sobre ambos niveles. Todo cambio en la
estructura de la familia modificará su visión del mundo, y todo cambio en la visión del
mundo sustentada por la familia será seguido por un cambio en su estructura, incluidos los
cambios en el uso del síntoma para el mantenimiento de la organización familiar. Cuando
acude a la terapia, la familia presenta sólo su percepción restringida de la realidad. Pero el
terapeuta, que és un creador de universos, ofrecerá a la familia una realidad diferente.
Sólo utilizará los hechos que la propia familia reconoce verdaderos, pero a partir de ellos
edificará un ordenamiento nuevo.
El terapeuta procura presentar algunos de los diferentes universos parciales que se sitúan
fuera del núcleo básico de universo de la familia, v que sus miembros ignoran. El terapeuta
sabe que éstos interpretan la realidad de la familia desde la perspectiva de los holones que
constituyen. En consecuencia, la interpretación de los universos transmitidos y de la
atipicidad es una cuestión de perspectiva. Y es posible modificar las perspectivas.
CONSTRUCCIONES
El terapeuta empieza por aflojar la rigidez del esquema preferencial. También desestima
muchos de los hechos que la familia presenta y selecciona la «realidad terapéutica» con
arreglo a la meta terapéutica. El objetivo es siempre convertir a la familia a una
concepción diferente del mundo, que no haga necesario el síntoma, y a una visión de la
realidad más flexible y pluralista, que admita una diversidad dentro de un universo
simbólico más complejo. Las técnicas para modificar la realidad de la familia se agrupan en
tres categorías principales. Estas son la utilización de símbolos universales, de verdades
familiares y el consejo profesional.
Símbolos universales
Con esta técnica, el terapeuta presenta sus intervenciones como si se apoyaran en una
institución o en un acuerdo que rebasaran el ámbito de la familia. Cuando obra de este
modo pareciera que se refiere a la realidad objetiva. En el caso de algunas familias se
puede decretar que determinado orden moral, por ejemplo Dios, la sociedad o la
decencia, prescribe el camino correcto. Esto mismo se puede lograr apoyándose en el
sentido común o en la experiencia común. También puede ser útil decretar que la tradición
prescribe determinada manera de obrar. La fuerza de las construcciones universales reside
precisamente en el hecho de que se refieren a cosas que «todo el mundo conoce».
Verdades familiares
El terapeuta presta atención a las justificaciones que la familia aduce para sus
interacciones y utiliza su misma concepción del mundo para extender su modalidad de
funcionamiento.
Consejo especializado
PARADOJAS
El empleo que hacemos de las paradojas se basa en tres conceptos que admitimos
como supuestos: la familia es un sistema autor regulador; el síntoma es un mecanismo
de autorregulación y, por último, el concepto de resistencia sistémica al cambio, que es
consecuencia de los dos anteriores. Utilizamos las paradojas sobre todo como instrumento
clínico para enfrentar esta resistencia y evitar una lucha por el poder entre la familia y el
terapeuta. Las paradojas ni son siempre necesarias, ni siempre deseables. Nuestro criterio
para su empleo se basa en la evaluación que hacemos del grado de resistencia al cambio
en la parte del sistema que el síntoma regula. Reservamos las intervenciones paradójicas
para las pautas interactivas larvadas, de larga data, repetitivas, que no responden a
intervenciones directas como serían las explicaciones lógicas o las sugerencias racionales.
Las intervenciones se pueden clasificar como directas o basadas en la aceptación, por el
hecho de que el terapeuta espera que la familia las aceptará; y como paradójicas y
basadas en el desafío, por el hecho de que el terapeuta espera que la familia las desafiará.
Cada familia posee en su propia cultura elementos que, si se los comprende y se los utiliza,
se pueden convertir en instrumentos que permitan actualizar y ampliar el repertorio de
conductas de sus miembros.
Contrato Matrimonial y Terapia de Pareja. Sager.
Técnicas
Las técnicas específicas para la terapia de pareja pueden tomarse de todas las formas de
terapia basadas en cualquiera de los enfoques teóricos, o apoyarse en las ventajas que
ofrecen ciertas modalidades. Como ocurre a menudo en psicoterapia, puede pasar mucho
tiempo entre la elaboración de una técnica y su engarce en una teoría determinada.
Como terapeutas, trabajamos con fenómenos demasiado complejos como para encararlos
basándonos en un concepto lineal del cambio, regido por el principio de causa y efecto;
esto nos obliga a volcar todos nuestros conocimientos y experiencias en la tarea.
Contrato único
Desde los comienzos del tratamiento suelo orientar a los cónyuges hacia la elaboración de
un contrato único, como un medio para mejorar su relación, el camino que seguimos y que
nos conduce hacia el objetivo del contrato único es obra de la terapia. Las cláusulas
contractuales no deben ser elegidas por mí, sino por los dos esposos. Yo procuro guiarlos,
facilitarles el trabajo, quitarles los obstáculos del camino. Les hago notar las áreas
conflictivas, congruentes y complementarias. Ideo tareas para cambiar su comportamiento
recíproco, y les doy mi interpretación de su dinámica intrapsíquica y sistémica cuando lo
creo útil. Relaciono el presente con el pasado (su relación con sus progenitores, el
matrimonio de estos, el rol que les asignaron en su familia de origen, su relación con los
hermanos menores, el modo en que todo esto puede afectar su actual conducta marital ) y
con otras experiencias de la vida cuando es lo indicado. Manipulo su sistema en nombre
de ellos, con su consentimiento y cooperación. El rol del terapeuta se parece un poco al de
un guía experto que ha sido contratado para ayudar a los clientes a obtener mejor pesca,
pero sin garantizarles el éxito.
Este guía procura establecer las condiciones más factibles y expeditivas para el logro del
objetivo genera, A veces, el guía se ve ante un conflicto: su deber es no conducir el bote
hacia aguas revueltas que resulten demasiado peligrosas para sus clientes, pero sabe que
puede haber buena pesca en el remanso profundo que hay más allá de los rápidos. Es
preciso optar. Por lo común, no les hará cruzar los rápidos con peligro para sus vidas:
quizás haya pesca en lugares más seguros, o bien los clientes —en nuestro caso la pareja—
comprenderán que su expedición conjunta debe terminar. Mediante los contratos
individuales y el contrato de interacción se trata de llegar a un contrato único conjunto que
remplace a los unilaterales, con sus cláusulas ocultas y no acordadas. El terapeuta se vale
de su pericia para ayudar a reducir la cantidad y efectos nocivos de las estipulaciones
conflictivas, ya sean conocidas o recién descubiertas. No es necesario que todas las
cláusulas del contrato único sean agradables u óptimas para ambos cónyuges; en él puede
haber muchas transacciones, muchas cláusulas complementarias negativas y positivas que
complacerán o no a los dos esposos, pero que, al menos, les resultarán factibles y podrán
ser aceptadas sin rencor, sin una sensación de capitulación o derrota. Ambos deben ser
capaces de cumplir su parte del contrato, y estar motivados para ello. Por lo general, para
llegar al contrato único (se lo llame o no así) la pareja necesita tener plena conciencia de
las áreas conflictivas de sus contratos individuales, o por lo menos de las más espinosas.
Aunque pueden establecerse acuerdos verbales con respecto a un parámetro, lo usual es
que no puedan cumplirse por mucho tiempo cuando existe un conflicto subyacente en
otro parámetro relacionado con las áreas temáticas de las categorías 1 y 2. En este caso,
tal vez haya que eludir el área problema reduciendo la angustia de alguna manera
apropiada, o bien tratar los factores etiológicos más antiguos. Una vez que la pareja se ha
aproximado al contrato único, debe revisarlo periódicamente, pues los objetivos, fines y
necesidades van cambiando en el curso del ciclo matrimonial y dentro de cada individuo.
Comunicación
Es el instrumento del terapeuta. La dilucidación de los contratos individuales para que los
cónyuges tomen plena conciencia de ellos, así como la búsqueda de un contrato único,
constituyen una inteligencia mutua trasmitida por la comunicación.
Objetivos
La tarea del terapeuta es ayudar a la pareja a fijar objetivos que le ayuden a obtener lo que
realmente quiere. Esto suele definirse mejor en términos conducíales, aun cuando se
requiera insight para contribuir a producir el cambio.
La fijación de objetivos es una técnica básica, aplicable a todas las modalidades de terapia
y sistemas teóricos, que pone en práctica ciertos supuestos teóricos importantes: 1) enrola
a la pareja y al terapeuta en la búsqueda común de un objetivo, hecho que Karl Menninger
dejó en claro al definir el contrato psicoanalítico (1958); 2) los objetivos motivan a las
personas y hacen que sus sistemas cognitivo y afectivo se incorporen al proceso
terapéutico; 3) el individuo que es responsable de la fijación consciente de las propias
metas en la vida, y que actúa para alcanzarlas sin conflicto alguno, ha dado un paso hacia
la madurez; 4) la incapacidad de esforzarse por alcanzar objetivos razonables constituye
una evidencia a priori de que un factor negativo está actuando en el sistema marital, o en
un subsistema; 5) compete al terapeuta ayudar a la pareja a sortear o apartar los
obstáculos de su camino, cuando los esposos tienen genuinos deseos de alcanzar sus
objetivos.
Tareas
Las tareas destinadas al logro de objetivos deben tener en cuenta la dinámica del sistema
marital y las necesidades y psicodinámica de cada esposo. Asimismo, deben enseñar y
facilitar el cambio mediante la experiencia, sin provocar angustia o resentimiento en grado
tal que asegure su rechazo (a menos que busquemos este rechazo con fines terapéuticos
predecibles). Al aclarar las áreas problemáticas y la dinámica subyacente, los contratos
matrimoniales facilitan sobremanera la creación de tareas adecuadas. En verdad, nos
sirven de guía para fijar tareas que cambien la conducta, o que pongan a prueba las áreas
de resistencia si tal es su propósito, y ayudan a los esposos a satisfacer recíprocamente sus
necesidades inconscientes.
La elaboración de tareas que rocen los deseos y necesidades inconscientes de cada
cónyuge constituye un desafío fascinante para el terapeuta, quien debe examinar
rápidamente las cláusulas inconscientes de los contratos para poder utilizarlas como guía.
El trabajo decisivo del tratamiento es remover los obstáculos que impidan llegar al
contrato único. Algunos de los problemas son de tal naturaleza, que a veces requieren ser
tratados en sesiones individuales o con una terapia de insight más intensa. Asimismo, es
posible que en un momento dado convenga recurrir a la terapia marital conjunta o
concurrente, terapia familiar (con asistencia de los hijos, hermanos menores y/o
progenitores del cónyuge, según corresponda), terapia de grupo o psicofármacos, con toda
probabilidad, la simple decisión de cambiar la propia conducta tendrá el mismo «éxito»
que la resolución de dejar de fumar, o empezar a hacer gimnasia, que solemos tomar cada
Año Nuevo... La motivación y disposición al cambio deben estar presentes en todos los
niveles de conciencia.
El trato sexual se considera universalmente como una función, y aun un deber, primordial
dentro del matrimonio, y para muchas personas sólo es lícito entre cónyuges.
El sexo es sólo una de las hebras que forman el cordón conyugal, pero está
inextricablemente entretejida con las otras hebras que han mantenido unida a la pareja.
Cuando algunas de ellas comienzan a gastarse, es preciso identificar y reforzar las que
corresponda para que la relación, ahora tensa, no se deshilache y deshaga. A veces, la
única hebra a reforzar es la sexual; en tales casos, la atención terapéutica se concentra en
el tratamiento sexual. Empero, es más frecuente que la disfunción o insatisfacción sexual
esté tan íntimamente ligada a otros problemas interacciónales que un tratamiento
limitado al parámetro sexual ayudará poco o nada a corregir toda la relación conyugal. Por
consiguiente, es de primordial importancia que, al seleccionar los enfoques terapéuticos,
actuemos con plena conciencia de la interrelación existente entre les diversos parámetros
y definamos la conexión entre la disfunción sexual y otros aspectos de desavenencia
conyugal. Cuando hay una disfunción sexual y la pareja se ajusta a los criterios
precedentes, suele ser conveniente tratar primero dicha disfunción —a menos que los
objetivos de la pareja den prioridad a otras cuestiones—, recordando que el problema es
una manifestación del contrato interaccionar.
El área sexual no está aislada de las otras áreas de funcionamiento conyugal. Todas son
manifestaciones de un mismo sistema diádico. El especialista en terapia marital debe
sentirse tan cómodo y competente al tratar los problemas sexuales de sus pacientes, como
cuando se ocupa de cualquier otra área. Esto significa que debe tener cierto conocimiento
y competencia en materia de terapia sexual; empero, también debe sentirse libre de
derivar a sus pacientes a especialistas en dicha terapia si advierte que está yendo más allá
de su saber y experiencia, o se está adentrando en áreas que no le interesan demasiado.
La connotación positiva
En resumen, la connotación positiva nos permite: Situar a todos los miembros de la familia
en un mismo plano en relación con el sistema, sin connotarlo como moralista, evitando así
trazar líneas arbitrarias de demarcación entre unos y otros. Acceder al sistema mediante la
confirmación de su línea homeostática .Connotar positivamente la tendencia
homeostática para provocar, paradójicamente, la capacidad de transformación, pues
la connotación positiva abre camino a la paradoja.
En algunos casos se trata de una prescripción inocua, en apariencia, que apunta a varios
objetivos:
Las dificultades de la primera sesión no son tan grandes cuando la familia llega
angustiada, en plena crisis, y no especialmente presionada por las insistentes
recomendaciones de quien los envía. En esos casos es posible en la primera sesión,
llegar a la prescripción del síntoma al paciente designado; siempre y cuando se tenga
cuidado de connotar positivamente el síntoma en sentido sistémico, poniéndose de
parte de la tendencia homeostática.