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© by Editorial POLÉMICA.

Hecho el depósito que fija la Ley 11.723. Impreso


en la Argentina - Printed in Argentina. buenos
Aires, 1975.
V. I. LENIN

LA MUJER
Y EL
PROGRESO SOCIAL

Buenos Aires, 1975


Esta selección ha sido preparada
tomando como base V. I. Lenin.
Acerca del papel de la mujer en la
sociedad. - Moscú, Ed. de la Agencia
de Prensa Nóvosti, 1973.
PROLOGO

Como en todo lo que corresponde a las tres partes


componentes, indisolublemente enlazadas, del marxismo,
Lenin desarrolló fecundamente las ideas de Marx y Engels
sobre el papel de la mujer en la sociedad, las causas de su
situación de inferioridad en las sociedades en las cuales
impera la división de clases, y los factores que deciden su
real liberación.
Marx y Engels ubicaron el problema de la mujer y del
niño, de la familia y el matrimonio, en su insoslayable
marco social. Demostraron que la propiedad privada da
lugar a la división de la sociedad en clases, con sus
antagonismos en todos los órdenes. Apoyándose en las
investigaciones de destacados autores, demostraron,
asimismo, que la aparición de las clases sociales modificó la
familia y la posición de la mujer en ella. La nueva sociedad
clasista organiza el Estado y se asienta, no en unidades
gentilicias, sino en unidades territoriales: “...se trata de una
sociedad en la que el régimen familiar está completamente
sometido a las relaciones de propiedad y en la que se

7
desarrollan libremente las contradicciones de clases y la
lucha de clases...” 1
El incremento de riquezas eleva la posición del hombre
en la familia e impulsa su deseo de que los hijos lo
hereden. Hasta entonces existía la filiación de los hijos por
vía materna y el derecho hereditario materno. Estos
fueron suprimidos y sustituidos por la filiación masculina
y el derecho hereditario paterno. “El derrocamiento del
derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo
femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también
las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida
en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en
un simple instrumento de reproducción. Esta baja
condición de la mujer, que se manifiesta sobre todo entre
los griegos de los tiempos heroicos, y más aún en los de los
tiempos clásicos, ha sido gradualmente retocada,
disimulada y, en ciertos sitios, hasta revestida de formas
más suaves, pero no, ni mucho menos, abolida”.2
En el Manifiesto Comunista, La sagrada familia, La
situación de la clase obrera en Inglaterra, El capital,
encontramos párrafos ntuy reveladores en cuanto al
pensamiento de los creadores del socialismo científico
acerca de los problemas de la mujer. Las dos últimas obras
citadas encierran páginas desgarradoras sobre las
condiciones de trabajo, sencillamente infrahumanas, de
niños y mujeres. Pero señalemos que, en ningún caso,
Marx y Engels propugnan “la vuelta al hogar” —para
expresarlo con palabras de hoy—,

1
Federico Engels. “El origen de la familia, la propiedad privada
y el Estado” (En: C. Marx-F. Engels. Obras escogidas, Buenos Aires,
Ed. Ciencias del hombre, 1973, t. VII, pág. 122).
2
Id., ibíd. (En: C. Marx-F. Engels. Ob. cit., t. VII, pág. 161).

H
pues la incorporación de la mujer a la producción es la vía
para su independencia económica, para su despertar
político, para su lucha contra la explotación, la injusticia,
la humillación, junto con toda la clase obrera y los
trabajadores en general.
Como dato interesante, consignemos que Federico
Engels en Anti Dühring —tras calificar de “magistral” la
crítica que Fourier, el gran socialista utópico francés,
dirigió contra la sociedad burguesa, por las relaciones entre
los sexos y la posición de la mujer vigentes en ella—,
afirma: “El es el primero que proclama que el grado de
emancipación de la mujer en una sociedad dada es el
barómetro natural por el que se mide la emancipación
general”. En términos parecidos se pronuncio nuestro
Sarmiento: “Puede juzgarse el grado de civilización de un
pueblo por la posición social de las mujeres

* *«

Los aportes de Lenin en esta materia configuraron una


verdadera teoría, diáfana e inspiradora: he ahí, para
probarlo, la vital presencia del mundo socialista. Ya
fundado el primer Estado socialista de la historia —mérito
imperecedero de Lenin y del partido bolchevique al frente
de la clase obrera y las masas populares de Rusia—, indicó
con todo detalle el conjunto de medidas prácticas que,
como parte de la construcción del socialismo, conducirían
de la “igualdad ante la ley” a la “igualdad en la vida”.
Lenin marca el camino hacia la liberación femenina:
participar en la lucha, integrar el movimiento
revolucionario de masas. El enfoque es el mismo que
preside su trascendental aporte acerca del nexo que
objetivamente surge entre las trasformaciones de-

9
mocráticas y las trasformaciones socialistas, debido a la
opresión imperialista.
La lucha por la igualdad de derechos de la mujer se aúna
con la lucha general por la democracia, por el progreso
social. Su concreción sólo es posible con el
socialismo, que elimina toda desigualdad social, toda
explotación.
La mujer, pues, no puede alcanzar su igualdad si se aísla
de los demás sectores combatientes de la población. A la
vez, las aspiraciones de esos sectores no pueden
materializarse sin la contribución activa de la mujer.
Más de 57 años de socialismo en la Unión Soviética, la
comunidad de países socialistas —con Cuba en nuestro
continente—, la ola de grandes movimientos de liberación
nacional, las luchas obreras y populares en los países
capitalistas, confirman fehacientemente la concepción
leninista.
No nos proponemos seguir comentando lo que en las
palabras de Lenin resulta totalmente claro. Mencionemos
que, a su juicio, el movimiento femenino debía ser un
movimiento de masas, amplio, que abarcara no sólo a las
mujeres proletarias, sino a todas aquellas que, de una
manera u otra, fueran afectadas por el sistema capitalista.
*•O

Viril linos a un innegable avance en cuanto a los . >Hi mi.


MIIII' la liberación de la mujer. Sólo empe-
• i. iniil. 1 1 ni eionarios, personas de mentalidad
estre-
• II.J i i-i i ii|p mlii. rechazan la posibilidad de que las
iini|iii nuil o de plenos derechos. No obstante, que- . mi i-,
n l.'iiniir a dos tendencias que florecen incluso
Hi
entre quienes se hallan honestamente interesados en los
problemas de la mujer y en su solución.
Una de esas tendencias atribuye al hombre —al varón,
digamos mejor—, la responsabilidad por los siglos de
subordinación de la mujer. Sin ignorar los prejuicios que
aún anidan en muchos hombres —y en no pocas
mujeres—, que dificultan la causa de la liberación
femenina y, por lo tanto, la causa de la liberación humana,
hemos visto que el problema es social: hunde sus raíces en
la sociedad basada en la explotación. Por el contrario, la
sociedad que acaba con la explotación, acaba al mismo
tiempo con la situación de menoscabo de la mujer.
La otra tendencia sostiene que no hay problema
femenino alguno, es decir, no hay reivindicaciones
específicas de la mujer; ésta es tan explotada como
cualquier trabajador, como cualquier víctima del
capitalismo. Se cierra así los ojos a las discriminaciones de
todo tipo que padece la mujer en su remuneración, en sus
derechos civiles, en el acceso a todos los oficios cargos y
profesiones, en su calificación. La mujer trabajadora
tropieza con limitaciones por su sexo, por su edad, por ser
casada. En la práctica, esta tendencia resta fuerzas al
movimiento revolucionario al no facilitar que las mujeres
se incorporen a él a partir de la lucha por sus
reclamaciones particulares, contra la desigualdad.
Para algunas corrientes psicológicas, la única función de
la mujer es ser madre. Llegan a denigrar... ¡los jardines de
infantes!.. . poique “arrebatan” al niño del lado de su
madre. Radican en la insuficiente atención maternal los
males que aquejan a la sociedad, todos los cuales se deben a
la “falta de amor”. El ideal, entonces, sería la madre
enclaustrada en el

11
hogar, dedicada hora tras hora a sus hijos, carente del
derecho a trabajar o ejercer su vocación.
¡Como si e! trabajo de la madre y ama de casa compusiera
un cuadro plácido, idílico! Lo real es, en esos casos, una
mujer nerviosa, agobiada por los quehaceres domésticos, por
los problemas económicos que la golpean cada día y en
forma más directa que a nadie, afligida por la rutina, por
probables frustraciones.
Se ataca a los jardines de infantes y otras instituciones tan
ventajosas para el desenvolvimiento armónico e integral del
niño, enaltecidas por las teorías progresistas sobre psicología
infantil y educación, consideradas como una gran conquista
de la mujer, de la familia y de la sociedad, que puede contar
así con el valioso aporte femenino en las más variadas esferas
de la actividad productiva, tanto material como espiritual.

4» O
<f
Tal aporte lo pone de relieve la Asamblea General do
las Naciones Unidas, que en su resolución del 18 de
setiembre de 1972 proclamo Año Internacional de
Promoción de la Mujer a 1975. En dicha resolución, so
establece, entre otras cosas, la necesidad de reforzar el
reconocimiento universal del principio de la igualdad de
hombres y mujeres, de derecho y de hecho-, se subraya la
responsabilidad y el papel importante de la mujer en el
desarrollo económico, social y cultural a escala nacional,
regional e internacional-, si reconoce la importancia de la
contribución creciente ,lr la mujer al desarrollo de las
relaciones amistosas y la cooperación entre los Estados y el
fortalecimiento di la paz en el mundo.

19
También en 1975 se celebra el 30? aniversario de la
fundación de la Federación Democrática Internacional de
Mujeres, que agrupa a 117 organizaciones nacionales de
101 países, entre ellas la Unión de Mujeres de la Argentina.
El Partido Comunista de la Argentina puede
enorgullecerse de haber sustentado siempre una posición
de principios en lo que respecta al problema femenino, de
haber aplicado creadoramente las enseñanzas leninistas, de
haber contribuido al esclarecimiento de grandes masas
femeninas, a su organización y unidad en la lucha por sus
derechos, por sus más diversas reivindicaciones, en
vinculación con el proceso de liberación nacional y social.

La presente selección comprende una serie de


materiales que reflejan el pensamiento de Lenin acerca del
problema que nos ocupa. Hemos creído conveniente
incluir —a modo de apéndice y como excepción— en la
Pequeña Biblioteca Marxista Leninista, pasajes de las
conversaciones que Clara Zetkin, relevante figura del
movimiento obrero alemán e internacional, mantuviera
con Lenin, y que proporciona elementos sumamente
instructivos, de manera viva y fluida.
Confiamos sin reservas en la utilidad de este breve pero
rico volumen.

Elena Duque

13
I

EL TRABAJO FEMENINO E INFANTIL


BAJO EL CAPITALISMO

Menor salario
El capital, cada vez más poderoso, presionaba en forma
creciente sobre los obreros, convirtiéndolos en indigentes
forzados a dedicar todo su tiempo a la fábrica, empujando
hacia ella a sus mujeres e hijos...
El rendimiento del trabajo aumenta muchas veces
gracias al empleo de las máquinas; pero el capitalista hace
que esta ventaja se vuelva contra los obreros: aprovecha el
hecho de que las máquinas requieren menor esfuerzo
físico, y emplea para trabajar en ellas a mujeres y niños, a
quienes paga un salario menor.

De: “Proyecto y explicación del


programa del Partido So-
cialdemócrata” (En: V. I. Le- nin,
Obras completas, 2? ed., Bs.
Aires, Ed/ Cartago, 1969, t. II,
págs. 93, 94).

Otra consecuencia del uso de las máquinas es la


utilización creciente del trabajo femenino e infantil.

15
La agricultura capitalista formada ha creado, en términos
generales, cierta jerarquía de obreros muy semejante a la
de los obreros fabriles. Así, en las haciendas del sur de
Rusia se diferencian: a) los obreros completos, hombres
adultos, aptos para todos los trabajos; b) los medio obreros,
mujeres y hombres hasta los 20 años; los medio obreros se
dividen en dos categorías: aa) de 12 y 13 a 15 y 16 años,
medio obreros en el sentido estricto de la palabra, y bb)
medio obreros de gran fuerza; “en el lenguaje económico
‘tres cuartos’ de obreros”, de 16 a 20 años, capaces de hacer
todos los trabajos del obrero completo, a excepción de la
siega. Hay, por último, c) medio obreros de pequeña ayuda,
niños de 8 a 14 años; cumplen las funciones de porquero,
guardan los temeros, escardan y guían los caballos en la
labranza. A menudo trabajan sólo por la comida y la ropa.
La introducción de las máquinas agrícolas “desvaloriza el
trabajo del obrero completo” y permite sustituirlo por el
trabajo más barato de las mujeres y los adolescentes. Los
datos estadísticos relativos a los obreros forasteros
confirman el desplazamiento del trabajo masculino por el
femenino; en 1890 se registraron en el pueblo de Kajovka y
la ciudad de Jersón el 12,7 por ciento de mujeres entre los
obreros; en 1894, para toda la provincia, el 18,2 (10.239 de
56.464); en 1895, el 25,6 (13.474 de 48.753). En 1893 había
un 0,7 por ciento de niños (de 10 a 14 años); en 1895, un
1,69 (de 7 a 14 años). Entre los obreros locales de las
grandes haciendas del distrito de Elisavetgrad, provincia de
Jersón, los niños constituyen el 10,6 por ciento (ibíd.).
De: "El desarrollo del capitalismo
en Rusia” (En: V. I.
Lenin. Ob. cit., t. III, págs.
244, 245).

16
Ha disminuido el número de talleres grandes con obreros asalariados: el tanto por ciento de
empresas con mano de obra asalariada ha descendido del 62 al 39. Ello se debe a que los
patronos han pasado a la distribución del trabajo a domicilio. El vasto empleo de la
taladradora (para hacer los agujeros en la tabla) ha acelerado y aliviado uno de los procesos
más importante de la preparación de cepillos. Aumentó la demanda de “plantadores”
(kustares ° encargados de sujetar las cerdas en la tabla) y esta operación que se fue haciendo
cada vez más especializada, ha pasado a las mujeres, como mano de obra más barata, quienes
lo hacen en sus casas y cobran por pieza. Así, pues, el incremento del
trabajo a domicilio ha sido provocado aquí por el progreso de la

El trabajo
técnica (laa máquina
domiciliotaladradora), de la división del trabajo
(las mujeres no hacen más que colocar las cerdas) y de la
explotación capitalista (el trabajo de las mujeres y las
muchachas es más barato). Este ejemplo pone de manifiesto
con especial claridad que el trabajo a domicilio no elimina
en lo más mínimo el concepto de manufactura capitalista; al
contrario, a veces es inclusive un índice de su mayor
desarrollo.
De: “El desarrollo del capi-
lismo en Rusia” (En: V. I.
Lenin. Ob. cit., t. III, pág. 426).

° Kustares: productores de objetos industriales que trabajaban para


el mercado; en esto estriba su diferencia de los remésliniki (artesanos)
que producían por encargo del consumidor. (Ed.)

17
El trabajo a domicilio capitalista va ligado
inevitablemente a condiciones de trabajo en extremo
insalubres. Plena miseria del trabajador, absoluta
imposibilidad de someter a regla alguna las condiciones del
trabajo, utilización de la vivienda como local de trabajo:
tales son las condiciones que trasforman las habitaciones
de los obreros ocupados en su casa en un terrible foco de
infección y de enfermedades profesionales. En las empresas
grandes es posible la lucha contra hechos análogos; en
cambio, el trabajo a domicilio es en ese sentido el tipo más
“liberal” de explotación capitalista.
La desmesurada duración de la jornada es también una
característica esencial del trabajo a domicilio para el
capitalista y las pequeñas industrias en general. Más arriba
se dieron ya algunos ejemplos, comparando la duración de
la jornada en las “fábricas” y entre los lcustares.
En el sistema de trabajo a domicilio se observa casi
siempre la incorporación de las mujeres y de los niños, que
empiezan a trabajar desde la edad más temprana [...].
Uno de los aspectos más nocivos del trabajo a domicilio
capitalista es que conduce a la disminución del nivel de
vida del trabajador. El patrono obtiene la posibilidad de
escoger obreros en sitios apartados, donde el nivel de vida
de la población es especialmente bajo y donde el vínculo
con la tierra permite trabajar por un jornal insignificante.
El dueño de una empresa rural dedicada a la fabricación de
medias, por ejemplo, explica que en Moscú son caras las
viviendas y que a las trabajadoras “hay que [... ] darles pan
blanco [.. . ] mientras que en nuestro pueblo trabajan en su
isba y comen pan negro [...]. ¿Cómo va Moscú a hacernos
la competencia?” En la industria

18
del devanado de hilo de algodón lo extraordinariamente
bajo de los salarios se explica por el hecho de que para las
mujeres, hijas, etc., de los campesinos ese trabajo no es más
que un ingreso adicional. “Así, pues, el sistema existente de
esta producción, para las personas que viven
exclusivamente del ingreso obtenido de ella, hace
descender hasta lo imposible el salario, que para las
personas que viven sólo del trabajo fabril llega a hacerse
inferior al mínimum de necesidades o frena el ascenso de
su nivel de vida. Lo uno y lo otro crean condiciones en
extremo anormales.”
De: “El desarrollo del capitalismo
en Rusia” (En: V. I. Lenin. Oh.
cit., t. III, págs. 456, 457) .

La actual sociedad capitalista oculta en sus entrañas una


multitud de ejemplos de miseria y de opresión que no salta
de golpe a la vista. Las familias deshechas de la gente de las
ciudades, de artesanos, de obreros, de empleados, de
pequeños funcionarios, sufren dificultades indecibles, y en
los mejores tiempos apenas si logran ganarse el sustento.
Millones de mujeres de tales familias viven (o mejor dicho
padecen) una existencia de “esclavas domésticas” que
procuran alimentar y vestir a su familia con unos pocos
centavos, al precio de cotidianos esfuerzos desesperados y
“economizando” en todo... salvo en su trabajo.
Entre esas mujeres el capital emplea con gusto sus
obreras a domicilio, prontas a “realizar un trabajo
complementario” por un salario miserable, a fin de ganar
un pedazo de pan para ellas y su familia. También entre
esas mujeres los capitalistas de todos los países encuentran
(como los propietarios de esclavos de la

19
/

antigüedad y los señores feudales de la Edad Media) tantas


concubinas como quieran al precio más “accesible”. Y
ninguna “indignación moral” (hipócrita en el noventa y
nueve por ciento de los casos) contra la prostitución podrá
nada contra ese comercio del cuerpo femenino: mientras
exista la esclavitud asalariada, la prostitución es inevitable.
Todas las clases oprimidas y explotadas de la historia de las
sociedades humanas se han visto obligadas (y en ello
consiste su explotación) a entregar a sus opresores,
primero su trabajo no pagado y luego sus mujeres, de las
cuales los “señores” hacían sus amantes.
En ese sentido la esclavitud, la servidumbre y el
capitalismo son idénticos. Sólo se modifica la forma de la
explotación; pero la explotación continúa.
En París, “capital del mundo”, centro de la civilización,
acaba de inaugurarse una exposición de los trabajos de las
“obreras explotadas a domicilio”.
Cada objeto expuesto tiene una etiqueta que indica lo
que la obrera a domicilio recibe por su fabricación y
cuánto puede ganar de tal modo por día y por hora.
¿Y esto qué muestra? Una obrera a domicilio no puede
ganar más de 1,25 francos (es decir, 50 kopeks), sea cual
fuera el artículo. La inmensa mayoría de los trabajos
procuran un ingreso infinitamente más bajo. Por ejemplo
las pantallas de lámparas. El salario es de 4 kopeks la
docena. O las bolsas de papel: 15 kopeks el millar, o sea,
seis kopeks por hora. O jueguetes pequeños, con cintas,
etc.: 2 V2 kopeks por hora. O las flores artificiales: de dos a
tres kopeks por hora. O la ropa interior de caballero y de
dama: dos a seis kopeks por hora. Etcétera.
Sería útil que nuestras sociedades obreras y nuestros
sindicatos organizasen una “exposición” similar. No
rendiría los enormes beneficios que obtienen las

20
exposiciones burguesas. Pero una exposición que mostrase
los sufrimientos y la miseria de las mujeres proletarias
prestaría otros servicios: ayudaría a las obreras y esclavas
asalariadas a comprender su situación, a echar una mirada
sobre su “vida”, a reflexionar sobre la forma de liberarse del
yugo eterno de la necesidad, de la miseria, de la prostitución
y de todos los demás ultrajes infligidos a los que nada
poseen.
De: “El capitalismo y el trabajo de
la mujer” (En: V. I. Lenin, ob. cit.,
t. XIX, págs. 277-278).

El trabajo en el campo
El capital comercial de los ganaderos ha puesto
totalmente bajo su dependencia a los pequeños campesinos,
convirtiéndolos en cuidadores de vacas, que crían ganado
para ellos por una miseria, y haciendo de las mujeres de
estos campesinos ordeñadoras a su servicio *. Al parecer, de
esto debería deducirse que no tiene sentido frenar el paso
del capital comercial a capital industrial, que no tiene
sentido mantener la
* He aquí dos comentarios acerca del nivel y de las condiciones de
vida del campesino ruso en general. M. SaltiKov escribe en Pequeneces
de la vida, hablando del “mujik °° emprendedor”. . . “El mujik lo
necesita todo; pero lo que más necesita es [. . . ] la capacidad de
agotarse, de no escatimar el trabajo personal [...]. El mujik
emprendedor se consume simplemente en él [en el trabajo]. La mujer y
los hijos adultos, todos sufren más que si estuviesen en trabajos
forzados.”
V. Véresáiev, en el artículo “Lizar” (Siévemi Kurier, 1899, núm.
1), habla de Lizar, mujik de la provincia de Pskov, que predicaba el
empleo de gotas, etc., para “impedir que aumente la especie”.
"Posteriormente —señala el autor— he oído a muchos médicos de los
zemstvos ®** y en especial a parteras, que con frecuencia tropiezan con
ruegos parecidos

21
pequeña producción, la cual lleva a ubicar el nivel de vida
del pequeño productor por debajo del nivel del bracero.
Peró el señor V. V. razona de otro modo. Se entusiasma
con el “celo” (pág. 73, l. c.) del campesino en el cuidado del
ganado; se entusiasma con “los buenos resultados de la
ganadería” a cargo de la mujer, “que pasa toda la vida con
la vaca y las ovejas” (80). ¡Vaya una felicidad! “Toda la vida
con la vaca” (cuya leche va a parar a la descremadora
perfeccionada); y como recompensa de esta vida, ¡el pago
“de la cuarta parte del valor” de los gastos del cuidado de
dicha vaca! Efectivamente, ¡cómo no manifestarse aquí en
favor de la “pequeña producción popular”!

De: “El desarrollo del capitalismo


en Rusia” (En: V. I. Lenin. Ob.
cit., t. III, págs. 280, 287).
El problema campesino en los modernos Estados
capitalistas es el que con mayor frecuencia da lugar a
confusiones y titubeos entre los marxistas, y a la

entre los maridos y mujeres del campo.” “La vida, que avanza en
determinada dirección, ha utilizado todos los caminos, y en fin de
cuentas ha llegado a un callejón sin salida. No puede escapar de allí.
Y de una manera natural se vislumbra y madura cada vez más una
nueva solución del problema.”
Los campesinos en la sociedad capitalista se encuentran
efectivamente, en una situación sin salida, y en la Rusia de las
comunidades, lo mismo que en la Francia parcelaria, lleva
“naturalmente”... no a la “solución del problema”, claro está, sino a
un medio no natural de aplazar el hundimiento de la pequeña
hacienda. (Nota a la segunda ed.)
a° Mujik: campesino ruso. (Ed.)
*•* Zemstvo: administración local en la Rusia zarista. (Ed.)

22
mayoría de los ataques contra el marxismo por parte de la
economía política burguesa (profesoral).
La pequeña producción en la agricultura —dicen los
marxistas— está condenada, bajo el capitalismo, a la
extinción, a una situación increíblemente disminuida y
oprimida. Dependiente del gran capital, atrasada en
comparación con la gran producción en la agricultura, la
pequeña producción sólo se sostiene por medio de una
desesperada reducción del consumo y de un trabajo difícil y
arduo. El derroche y la pérdida de trabajo humano, las
peores formas de dependencia del productor, agotamiento
de la familia del campesino, de su ganado y de su tierra: esto
es lo que en todas partes el capitalismo lleva al campesino.
Para el campesino no hay salvación, a menos que se una
a la acción del proletariado, ante todo de los obreros
asalariados.
La economía política burguesa y los populistas y
oportunistas que la defienden (aunque no siempre sean
concientes del hecho) tratan de demostrar, por el contrario,
que la pequeña producción es viable y más lucrativa que la
gran producción. El campesino, que goza de una situación
sólida y segura en la sociedad capitalista, no debe tender
hacia el proletariado, sino hacia la burguesía; no debe
tender a la lucha de clases de los obreros asalariados, sino
que debe tratar de afianzar su situación como propietario y
dueño: tal es, en esencia, la teoría de los economistas
burgueses.
Intentaremos comprobar, por medio de datos precisos, la
solidez de las teorías proletaria y burguesa. Tomemos los
datos sobre el trabajo femenino en la agricultura en Austria
y Alemania. En lo referente a Rusia, hasta ahora no existen
datos completos, pues

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el gobierno no desea realizar, sobre bases científicas, el
censo de todas las empresas agrícolas.
En Austria, según el censo de 1902, de 9.070.682
personas ocupadas en la agricultura, 4.422.981, o sea el
48,7 por ciento, eran mujeres. En Alemania, donde el
capitalismo está mucho más desarrollado, las mujeres
constituyen la mayoría de quienes están ocupados en la
agricultura, a saber: el 54,8 por ciento. Cuanto más se
desarrolla el capitalismo en la agricultura, tanto más
recurre al trabajo femenino, es decir, empeora las
condiciones de vida de las masas trabajadoras. En la
industria alemana, las mujeres componen el 25 por ciento
del total de la mano de obra, pero en la agricultura
constituyen más del 50 por ciento. Esto demuestra que la
industria absorbe los mejores trabajadores, y deja a la
agricultura los más débiles.
En los países capitalistas desarrollados la agricultura ya
se ha convertido en una ocupación predominantemente
femenina.
Pero si examinamos la estadística sobre las haciendas de
distintas extensiones, veremos que es en la pequeña
producción donde la explotación del trabajo femenino
alcanza proporciones singularmente grandes. Por otra
parte, incluso en la gran agricultura, la gran producción
capitalista utiliza principalmente el trabajo masculino,
aunque en este sentido no iguala a la industria.
He aquí las cifras comparativas de Austria y Alemania:

24
Tipo de Grupo según la Porcentaje de
hacienda extensión de la mujeres ocupadas
hacienda Austria Alemania

Proletaria .. - Hasta Vz Ha. 52,0 74,1


De Vz a 2 Ha. 50,9 65,7
„2„5 „ 49,6 54,4
Campesina . - „ 5 „ 10 „ 48,5 50,2
„ 10 „ 20 „ 48,6 48,4
Capitalista . ' „ 20 „ 100 . „ 100 46,6 44,8
Ha. y más 27,4 41,0
Para todas las haciendas 48,7 54,8
Vemos que en ambos países opera la misma ley de la
agricultura capitalista. Cuanto menor es la producción,
peor es la composición de la mano de obra y mayor el
número de mujeres en el número total de personas
ocupadas en la agricultura.
La situación general bajo el capitalismo es la siguiente:
en las haciendas proletarias, es decir, en aquellas cuyos
“propietarios” viven principalmente del trabajo asalariado
(peones agrícolas, jornaleros, y en general, obreros
asalariados que poseen una minúscula parcela de tierra),
predomina el trabajo femenino sobre el trabajo masculino, a
veces en proporción enorme.
No hay que olvidar que el número de estas haciendas
proletarias o de jornaleros es inmenso: en Austria asciende
a 1,3 millones, sobre un total de 2,8 millones, y en
Alemania, hay incluso 3,4 millones sobre un total de 5,7
millones.
En las haciendas campesinas, el trabajo masculino y
femenino se emplea casi en igual proporción.
Por último, en las haciendas capitalistas, el trabajo
masculino predomina sobre el trabajo femenino.
¿Qué significa esto?

25
Significa que en la pequeña producción la composición
de la mano de obra es inferior a la de la gran producción
capitalista.
Significa que en la agricultura, la mujer trabajadora —la
mujer proletaria y la mujer campesina— debe empeñarse
siempre mucho más, debe esforzarse al máximo, debe
agotarse en el trabajo en perjuicio de su salud y la salud de
sus hijos, a fin de equipararse en lo posible al obrero de la
gran producción capitalista.
Significa que la pequeña producción sólo subsiste bajo
el capitalismo exprimiendo al obrero más cantidad de
trabajo que la que se exprime al obrero de la gran
producción.
El campesino está más atado, más atrapado que el
obrero asalariado en la complicada red de la dependencia
capitalista. Cree que es independiente, que puede “salir
adelante”, pero en realidad, para subsistir, tiene que
trabajar (para el capital) de modo más arduo que el obrero
asalariado.
Las cifras sobre el trabajo infantil en la agricultura
demuestran esto con mayor claridad aún.

De: “La pequeña producción en


la agricultura” (En: V. I. Lenin.
Ob. cit., t. XX, págs. 28, 29 y
30).

Tremenda opresión
En efecto, tomemos las industrias en que los obreros no
han conseguido aún la protección de la ley y no pueden
ofrecer resistencia a los capitalistas, y comprobaremos que
la jornada es increíblemente larga, hasta de 17 y 19 horas,
que criaturas de cinco o seis

26
años realizan un trabajo extenuante, y que los obreros
padecen hambre constantemente, condenados a una
muerte lenta. Un ejemplo es el de los que trabajan a
domicilio para los capitalistas; jpero cada obrero recordará
otros muchos ejemplos! Ni siquiera bajo la esclavitud y
bajo el régimen de servidumbre existió jamás una opresión
tan tremenda del pueblo trabajador como la que sufren los
obreros cuando no pueden oponer resistencia a los
capitalistas, ni conquistar leyes que limiten la
arbitrariedad patronal.
De: “Sobre las huelgas” (En: V. I.
Lenin. Ob. cit., t. IV, pág. 318).

27
II

LA LUCHA POR LA LIBERACION


DE LA MUJER

La incorporación a la producción:
fenómeno progresista
. . .no es posible imaginarse el ideal de una sociedad
futura sin la conjugación de la enseñanza con el trabajo
productivo de la joven generación: ni la enseñanza e
instrucción sin el trabajo productivo, ni el trabajo
productivo sin la paralela enseñanza e instrucción podrían
ser puestos a la altura que requiere el nivel contemporáneo
de la técnica y el actual estado del conocimiento científico.
Este pensamiento ha sido expresado ya por los grandes
utopistas del pasado; y es también compartido por los
“discípulos” quienes, por esta causa precisamente no se
oponen en principio al trabajo de las mujeres y de los
adolescentes en la industria, consideran reaccionario todo
intento de prohibir en forma absoluta este trabajo y
reivindican sólo la necesidad de que sea ejecutado en las
mejores condiciones higiénicas.

De: “Perlas de la proyectomn-


nía populista” (En: V. I. Le- nin.
Ob. cit., t. II, pág. 477).

29
En particular, hablando de la trasformación de las
condiciones de vida de la población ocasionada por la
fábrica, es preciso advertir que la incorporación de
mujeres y adolescentes a la producción ° es en esencia un
fenómeno progresista. Indudablemente, la fábrica
capitalista coloca a estas categorías de la población obrera
en condiciones particularmente difíciles y para ellas en
especial resulta necesario reducir y regular la jornada,
asegurar salubridad en el trabajo, etc., pero sería
reaccionaria y utópica la tendencia a prohibir por
completo el trabajo industrial de las mujeres y los
adolescentes, o a mantener un régimen patriarcal de vida
que excluyese ese trabajo. Al destruir el carácter cerrado
patriarcal de estas categorías de la población que antes no
salían del estrecho círculo de las relaciones domésticas,
familiares; al atraerlas a la participación directa en la
producción social, la gran industria mecanizada impulsa
su desarrollo, eleva su independencia, es decir, crea
condiciones de vida que están incomparablemente por
encima de la inmovilidad patriarcal de las relaciones
precapitalistas00.

De: “El desarrollo del


capitalismo en Rusia” (En: V. I.
Lenin. Ob. cit., t. III, págs. 560,
561).

* Según datos de la Guía, en 1890, en las fábricas de la Rusia


europea había un total de 875.764 obreros, de los cuales 210.207 (24
por ciento) mujeres, 17.793 (2 por ciento) muchachos y 8.216 (1 por
ciento) muchachas.
°* “La pobre tejedora va a la fábrica tras del padre y del marido,
trabaja junto a ellos e independientemente de ellos. Es un sostén de la
familia, exactamente igual que el hombre.” “En la fábrica [ . . . ] la
mujer es un productor completamente independiente, igual que su
marido.” El indice de alfabe-

30
El propósito de la burguesía es promover trusts,
empujar a niftos y mujeres a las fábricas, someterlos a la
corrupción y al sufrimiento, condenarlos a la miseria.
Nosotros no “reclamamos" semejante desarrollo, no lo
“apoyamos”; luchamos contra él. Pero, ¿cómo luchamos?
Sabemos que los trusts y el empleo de las mujeres en la
industria implican un progreso. No queremos regresar al
sistema de artesanía, al capitalismo premonopolista, al
penoso trabajo doméstico de la mujer. ¡Adelante, a través
de los trusts, etc., y más allá de ellos, hacia el socialismo!

De: “El programa militar en la


revolución proletaria” (En: V. I.
Lenin. Ob. cit., t. XXIV, págs.
86, 87).

tización de las obreras fabriles crece con especial rapidez (Las


industrias de la provincia de Vladimir, III, 113, 118, 112 y otras). Es
completamente justa la conclusión siguiente del senor Jarizoménov:
la industria destruye “la dependencia «económica en que la mujer se
encuentra con respecto a la familia [. . . ] y con respecto al hombre
[ . . . ] . En la fábrica ajena, la mujer se iguala al hombre; es la igualdad
del proletario [ . . . ] . El capitalismo industrial desempeña un papel
notable en la lucha de la mujer por su independencia dentro de la
familia”. “La industria crea para la mujer una situación nueva y
completamente independiente de la familia y del marido"
(luridícheski Viéstnik, 1883, núm. 12; págs. 582, 596). En la
Recopilación de datos estadísticos de la provincia de Moscú (t. vn,
fascíc. II, Moscú, 1882, págs. 152, 138-139) los investigadores
comparan la situación de la obrera en la producción manual y
mecanizada de medias. En la producción manual, el salario diario es
de 8 kopeks; en la mecanizada, de 14 a 30 kopeks. En la producción
mecanizada, la situación de la obrera se describe así: “. . . Ante
nosotros tenemos a una muchacha ya libre de toda traba, que se ha
emancipado de la familia y de cuanto constituye las condiciones de
existencia de la mujer campesina, una muchacha que en todo

31
Protección de la mujer trabajadora
El partido exige:
6^ Prohibición del trabajo de la mujer en todas las
ramas de la producción nocivas para la salud de la mujer;
prohibición del trabajo nocturno; relevar del trabajo a las
mujeres durante ocho semanas antes y ocho semanas
después del parto, sin pérdida del salario y con asistencia
médica y medicinal gratuitas.
7° Instalación de guarderías para niños de pecho y niños
de corta edad y de salas para la lactancia, en todas las
fábricas y otras empresas en que trabajen

momento puede trasladarse de un lugar a otro, pasar de un patrono a


otro, y que en todo momento puede verse sin trabajo [. . . 1 sin un
trozo de pan En la producción ma
nual, la mujer que teje tiene el salario más mezquino, que no bastaría
para cubrir los gastos de la comida, un salario que sólo es posible a
condición de que ella, como miembro de una familia con hacienda,
con nadiel*°°, goce en parte de los productos de esta tierra; en la
producción mecanizada, la obrera, además de la comida y el té, tiene
un salario que le permite [. . .] vivir lejos de la familia y prescindir
del ingreso que ésta extrae de la tierra [ . . . ] . Al mismo tiempo, el
salario de la obrera en la industria mecanizada, en las condiciones
actuales, es más seguro.”

D
e
:


E
000 Nadiel: tierra entregada a los campesinos en usufructo,
l
después de la abolición del régimen de la servidumbre en Rusia, que
se decreto en 1861. Los campesinos no tenían derecho a venderla, d
era de propiedad comunal y para su explotación se distribuía entre e
los campesinos mediante repartos periódicos, (Ed.) s
a
r
r
o
l
l
mujeres; las madres, durante la lactancia, estarán
autorizadas a suspender el trabajo durante media hora, con
intervalos no mayores de tres horas; concesión de subsidio
por lactancia a estas madres y reducción de su jornada de
trabajo a seis horas.
9? Establecimiento de una inspección laboral elegida
por las organizaciones obreras y extensiva a todas las
industrias que utilicen trabajo asalariado sin excluir el
servicio doméstico; nombramiento de inspectores en las
empresas en que se emplee el trabajo femenino.

De: “Materiales sobre la revisión


del programa del partido” ( E n :
V. I. Lenin. Ob. cit., t. XXV,
págs. 459-460).

Por la igualdad de derechos


Pasemos a 1^ parte práctica del programa. No creo que
en lo tocante al primer apartado haya necesidad de
introducir modificaciones esenciales en el “proyecto de
programa” del grupo “Emancipación del Trabajo”, que
reivindica: 9) “revisión de toda nuestra legislación civil y
penal, supresión de la división por estamentos y de los
castigos incompatibles con la dignidad humana”. Aquí
convendría añadir: “plena igualdad de derechos entre la
mujer y el hombre”.
De: “Proyecto de programa de
nuestro partido” (En: V. I. Le-
nin. Ob. cit., t. IV, pág. 243)

La cuestión de los derechos electorales femeninos casi


no suscito discusión en el Congreso. No hubo

33
más que una inglesa, de la ultraoportunista “Sociedad
Fabiana”, que intentó demostrar la posibilidad de una
campaña socialista a favor del sufragio femenino limitado
(calificado y universal). Nadie la apoyó. El fondo de su
idea era muy sencillo: las damas de la burguesía inglesa
esperan obtener derechos electorales, sin hacerlos
extensivos al proletariado femenino.
Simultáneamente y en él mismo local del Congreso, se
celebro la I Conferencia socialista femenina internacional.
Tanto en esta conferencia como en la comisión del
Congreso, se produjo un interesante debate entre los
socialdemócratas alemanes y austríacos a propósito del
proyecto de resolución. En su campaña por el sufragio
universal, estos últimos habían tendido a relegar a segundo
plano la reivindicación de la igualdad de derechos entre el
hombre y la mujer. En el terreno práctico hacían hincapié
en el sufragio masculino. Clara Zetkin y otros
socialdemócratas alemanes señalaron bien a los austríacos
que su actitud era incorrecta, que debilitaba el
movimiento de masas al nb plantear con toda energía la
reivindicación de derechos electorales no sólo para los
hombres, sino también para las mujeres. Las últimas
palabras de la resolución de Stuttgart (“es preciso plantear
la reivindicación del sufragio universal simultáneamente
para los hombres y para las mujeres”) están
indudablemente relacionadas con este episodio de excesivo
“practi- cismo” en la historia del movimiento obrero
austríaco.

De: ‘‘El Congreso Socialista


Internacional de Stuttgart” (En:
V. I. Lenin. Ob. cit., t. XIII, págs.
76-77).

La resolución sobre el sufragio femenino fue aprobada


también por unanimidad. Sólo una inglesa, de la
semiburguesa “Sociedad Fabiana”, defendió la idea de que
es aceptable luchar no por plenos derechos electorales para
la mujer, sino por derechos restringidos en favor de las
clases poseedoras. El Congreso rechazó esto de manera
concluyente y se declaró partidario de que las obreras
luchen por sus derechos políticos, y no en unión con las
defensoras burguesas de los derechos femeninos, sino con
los partidos de clase del proletariado. El Congreso
reconoció que en la campaña por el voto femenino era
necesario defender plenamente los principios del
socialismo y la igualdad de derechos entre el hombre y la
mujer, sin desvirtuar estos principios por ninguna
consideración de conveniencia.
En la comisión surgió una interesante diferencia de
opiniones sobre este punto. Los austríacos (Víctor Adler,
Adelaida Popp) justificaron su táctica en la lucha por el
sufragio universal masculino: en aras de la conquista de
este derecho estimaron conveniente para su campaña, no
presentar en el primer plano la reivindicación de derechos
electorales también para la mujer. Los socialdemócratas
alemanes, en particular Clara Zetkin, habían protestado ya
contra esto cuando los austríacos realizaron su campaña
por el sufragio universal. Clara Zetkin declaró en la prensa
que de ninguna manera debieron abandonar la
reivindicación de derechos electorales para la mujer, que
los austríacos habían sacrificado de un modo oportunista el
principio a la conveniencia y que, lejos de limitar el
alcance de la agitación lo habían ampliado y habrían
incrementado la fuerza del movimiento popular si
hubiesen luchado con la misma energía por los derechos
electorales de la mujer. En la comisión Clara Zetkin contó
con el apoyo total de otra desta-

35
cada socialdemócrata alemana, Zitz. La enmienda de
Adler, que indirectamente justificaba la táctica austríaca,
fue rechazada por doce votos contra nueve (en esta
enmienda sólo se decía que no debía haber intermitencias
en la lucha por el derecho al sufragio efectivo para todos
los ciudadanos, en lugar de señalar que la lucha por el
sufragio siempre debía incluir la reivindicación de la
igualdad de derechos entre el hombre y la mujer). Como
mejor puede ser expresado el punto de vista de la comisión
y del Congreso es con las siguientes palabras de la
mencionada Zitz, de su discurso en la Conferencia
internacional de mujeres socialistas (esta Conferencia se
celebro en Stuttgart al mismo tiempo que el Congreso):
“Tenemos que exigir por principio todo lo que
consideremos justo —dice Zitz—, y sólo cuando nuestras
fuerzas son insuficientes para lograr más, aceptamos lo que
podemos conseguir. Esta ha sido siempre la táctica de la
socialdemocracia. Cuanto más modestas sean nuestras
exigencias, tanto más modestas serán también las
concesiones del gobierno”...

De: “El Congreso socialista


internacional de Stuttgart” (En:
V. I. Lenin. Ob. cit., t. XIII, págs.
90 y 91).

El proletariado no puede triunfar más que a través


de la democracia, es decir, llevando a la práctica
íntegramente la democracia y vinculando con cada paso de
su lucha las reivindicaciones democráticas formuladas del
modo más enérgico. Es absurdo contraponer la revolución
socialista y la lucha revolucionaria contra el capitalismo a
una de las reivindicaciones democráticas, en el presente
caso, a la reivindicación nacional.

38
Debemos combinar la lucha revolucionaria contra el
capitalismo con un programa y una táctica revolucionarios
en torno del conjunto de las reivindicaciones democráticas:
república, milicia, elección de los funcionarios por el
pueblo, igualdad de derechos de la mujer, derecho de las
naciones a la autodeterminación, etc. Mientras exista el
capitalismo, todas estas reivindicaciones sólo son
realizables excepcionalmente, y además de un modo
incompleto y desvirtuado. A la vez nos apoyamos en las
realizaciones democráticas ya conquistadas y denunciamos
su carácter incompleto en el régimen capitalista, exigimos
el derrocamiento del capitalismo, la expropiación de la
burguesía, como base indispensable, tanto para acabar con
la miseria de las masas como para realizar completamente,
íntegramente, todas las trasformaciones democráticas.
Algunas de esas trasformaciones serán iniciadas antes del
derrocamiento de la burguesía, otras en el curso de su
derrocamiento y otras después de dicho derrocamiento. La
revolución social no es una batalla única, sino un período
que comprende toda una serie de batallas por
trasformaciones económicas y democráticas en todos los
órdenes, batallas que sólo pueden culminar en la
expropiación de la burguesía. Justamente en nombre de
este objetivo final, debemos formular en términos
rigurosamente revolucionarios cada una de nuestras
reivindicaciones democráticas.
De: “El proletariado
revolucionario y el derecho de
las naciones a la
autodeterminación” (En: V. I.
Lenin. Ob. cit., t. XXIII, págs.
41-42).

Lo mismo sucede con la cuestión del divorcio. Los lectores


recordarán que este problema fue planteado

37
la primera vez por Rosa Luxemburgo, al discutirse el
problema nacional. Ella expresó la opinión, perfectamente
justificada, de que si defendemos la autono- mia dentro de
un Estado (para una región, territorio, etc.), debemos,
como socialdemócratas centralistas, insistir en que los
problemas nacionales más importantes, y la legislación del
divorcio es uno de ellos, deberían estar dentro de la
jurisdicción del gobierno central y del Parlamento
nacional. Este ejemplo demuestra de modo evidente que no
se puede ser demócrata y socialista sin exigir de inmediato
la plena libertad de divorcio, pues la ausencia de tal
libertad es una opresión adicional del sexo oprimido,
aunque no es difícil comprender que el reconocimiento de
la libertad de dejar al marido ¡no es una incitación a que lo
hagan todas las esposas!
P. Kíevski “objeta”:
¿Cómo sería este derecho (el del divorcio) si en esos casos (cuando
la mujer quiere dejar al marido), ella no pudiese ejer- ;er su derecho?
¿O si su ejercicio dependiese de la voluntad Je terceras personas, o,
peor todavía, de la voluntad de quienes pretenden la ‘mano" de esa
mujer? ¿Propugnaríamos nosotros la proclamación de tal derecho?
¡Claro que no!
Esa objeción revela la más completa falta de
comprensión de la relación que existe entre la democracia
en general y el capitalismo. En el capitalismo son
habituales, no como excepción sino como fenómeno típico
del sistema, las condiciones que impiden “ejercer” sus
derechos democráticos a las clases oprimidas. En la
mayoría de los casos el derecho al divorcio sera
“irrealizable” bajo el capitalismo, pues el sexo oprimido se
halla sometido económicamente, y por más democracia
que exista bajo el capitalismo, la mujer sigue siendo “una
esclava doméstica”, una esclava encerrada en el dormitorio,
en la habitación de los niños, en la cocina. El derecho a
elegir “sus propios” jueces

38
populares, funcionarios públicos, maestros, jurados, etc.,
es, bajo el capitalismo, igualmente irrealizable en la
mayoría de los casos, precisamente a causa del
sometimiento económico de los obreros y campesinos. Lo
mismo sucede en lo que se refiere a la república
democrática. Nuestro programa la define como “gobierno
del pueblo”, a pesar de que todos los socialdemó- cratas
saben muy bien que bajo el capitalismo, aun en las
repúblicas más democráticas, existirá indefectiblemente
corrupción de los funcionarios por la burguesía y una
alianza de la Bolsa con el gobierno, Sólo quienes no saben
pensar o que no conocen el marxismo, deducirán:
¡entonces la república no es necesaria; la libertad de
divorcio no es necesaria; la democracia no es necesaria; la
autodeterminación de las naciones no es necesaria! Los
marxistas saben que la democracia no elimina la opresión
de clase, sino que torna la lucha de clases más directa, más
amplia, más abierta y pronunciada y eso es lo que
necesitamos, precisamente. Cuanto más amplia sea la
libertad de divorcio, tanto más claro será para la mujer que
la fuente de su “esclavitud domestica" es el capitalismo y
no la falta de derechos. Cuanto más democrático sea el
régimen de gobierno, tanto más claro será para los obreros
que la raíz del mal está en el capitalismo y no en la falta de
derechos. Cuanto mas amplia sea la igualdad de derechos
de las naciones (que no es completa sin la libertad de
separación), tanto más claro será para los obreros de las
naciones oprimidas que la causa de su opresión es el
capitalismo y no la falta de derechos, etc. [...]
Toda “democracia” consiste en la proclamación y
realización de “derechos” que, en el capitalismo, son
realizables sólo en muy pequeño grado y solo relati

39
vamente. Pero sin la proclamación de estos derechos, sin
una lucha para hacerlos adoptar ahora, inmediatamente,
sin educar a las masas en el espíritu de esa lucha, el
socialismo es imposible.

De: “Una caricatura del


marxismo y el ‘economismo
imperialista’” (En: V. I. Lenin.
Ob. cit., t. XXIV, págs. 75-77).

17. Abolición de todas las restricciones —sin


excepción— a los derechos políticos de la mujer
comparado con los de los hombres. Debe explicarse a las
masas por qué esta reforma es particularmente urgente
ahora, cuando la guerra y el alto costo de la vida suscitan la
efervescencia de amplias masas y, en particular, despiertan
el interés y la atención de las mujeres hacia la política.

De: “Tareas de la izquierda de


Zimmerwald en el Partido
Socialdemócrata Suiza” (En: V. I.
Lenin. Ob. cit., t. XXIV, pág.
150).

El Soviet de diputados obreros y soldados lucha para


que se convoque inmediatamente la Asamblea
Constituyente y por la participación de los soldados en las
elecciones y en la solución del problema de la guerra y la
paz. El Soviet lucha por la entrega de las tierras del zar y de
los terratenientes a los campesinos. El Soviet lucha por la
república y no quiere ni oír hablar de un nuevo zar
“bondadoso’. El Soviet

40
exige el voto universal e igual para todos los hombres y
mujeres.

De: “A los compañeros que


padecen en los campos de
prisioneros de guerra” (En: V. I.
Lenin. Ob. cit t. XXIX, pág. 387).

La Constitución de la república democrática rusa debe


garantizar:
[...] 149 Instrucción general y politécnica (que
familiarice a los estudiantes con los aspectos teóricos y
prácticos de la ramas más importantes de la producción
gratuita y obligatoria para todos los niños de ambos sexos
hasta los dieciséis años; estrecha relación de la instrucción
de los niños con el trabajo productivo social.

De: “Materiales sobre la revisión


del programa del partido” (En: V.
I. Lenin. Ob. cit., t. XXV, págs.
456 y 457).

No somos utópicos. Sabemos que un trabajador no


calificado o una cocinera no son capaces de dirigir
inmediatamente el Estado. En eso coincidimos con los
kadetes, con Breshkóvskaia y con Tsereteli. Diferimos de
estos ciudadanos, sin embargo, en que exigimos que se
rompa inmediatamente con el prejuicio de que sólo los
ricos o los funcionarios, procedentes de familias ricas, son
capaces de administrar el Estado, llevar a cabo el trabajo
corriente, cotidiano de administración. Nosotros exigimos
que el aprendizaje de

41
las tareas de la administración del Estado sea dirigido por
los obreros y soldados con conciencia de olase, y que ese
aprendizaje comience en seguida, es decir, que se empiece
a hacer participar en seguida en el aprendizaje de esta tarca
a todos los trabajadores, a todos los pobres.
Sabemos que los kadetes están también dispuestos a
ensenar al pueblo los principios de la democracia. Las
señoras kadetes están dispuestas a dar conferencias a las
criadas sobre la igualdad de derechos de la mujer, de
acuerdo con las mejores fuentes inglesas y francesas. Y
además, en la próxima reunión-concierto, ante mijes de
espectadores, se concertará en el estrado un intercambio de
besos: la señora conferenciante ka- dete besará a
Breshkóvskaia, Brcshkóvskaia besará al ex ministro
Tsereteli, y el pueblo, agradecido, recibirá de este modo
una lección práctica sobre la igualdad, la libertad y la
fraternidad republicanas.
De: “¿Podran los bolcheviques
retener el poder?” (En: V. I.
Lenin. Ob t. XXVII, págs 223-
224) .

Incorporación a las funciones públicas y a


la vida política

¿Qué clase de milicia necesitamos nosotros, el


proletariado, todo el pueblo trabajador? Una auténtica
milicia pojmlar, es decir, una micilia que en primer lugar,
esté formada por la población entera, por todos los
ciudadanos adultos de ambos sexos f. ..]
Esta milicia desplegaría las funciones que, hablando en
lenguaje científico, entran dentro de la esfera de la “policía
del bienestar público”, la inspección sanita-

42
ria, etc,, e incorporarían a esta labor a todas las mujeres
adultas. Si no se incorpora a las mujeres a las funciones
públicas, a la milicia y a la vida política, si no se arranca a
las mujeres del ambiente embru- tecedor del hogar y la
cocina, será imposible asegurar la verdadera libertad, será
imposible incluso construir la democracia, sin hablar ya
del socialismo.

De: "Cartas desde lejos. Tercera


carta” (En: V. I. Lenin. Ob. cit., t.
XXIV, págs. 365- .366, 367).

Si las mujeres no participan en forma independiente, no


sólo en la vida política en general, sino también en los
servicios públicos cotidianos y generales, no se puede
hablar, no ya de socialismo, sino ni siquiera de una
democracia plena y estable. Y funciones de “policía”, tales
como el cuidado de los enfermos y de los niños
abandonados, el control de los alimentos, etc., no serán
cumplidas en forma satisfactoria mientras las mujeres no
gocen de iguales derechos que los hombres, no de una
manera nominal, sino efectiva.

De: “Las tareas del proletariado


en nuestra revolución (Proyecto
de plataforma del partido
proletario)” (En: V. I. Lenin. Ob.
cit., t. XXIV, pág. 488).

Ejemplos de combatividad y heroísmo


Durante las jornadas de diciembre, el proletariado de
Moscú nos brindo admirables enseñanzas acerca

43
de cómo “conquistar” ideológicamente a las tropas; por
ejemplo, el 8 de diciembre, en la plaza Strástnaia, cuando
la muchedumbre rodeó a los cosacos, se mezcló y
confraternizo con ellos y los convenció de que volviesen
atrás. O el 10, en la barriada de Presnia, cuando dos
jóvenes obreras, que portaban una bandera roja entre una
multitud de 10.000 personas, salieron al paso de los
cosacos gritando: “[Mátennos! ¡Mientras nos quede vida,
no entregaremos la bandera!”. Y los cosacos, llenos de
confusión, se alejaron al galope, mientras la muchedumbre
gritaba: “¡Vivan los cosacos!”. Estos ejemplos de arrojo y
heroísmo deben quedar grabados para siempre en la
memoria del proletariado.

De: “Las enseñanzas de la


insurrección de Moscú” (En: V.
I. Lenin. Ob. cit., t. XI, pág. 179).

Cierto observador burgués de la Comuna de París


escribía a un periódico inglés en mayo de 1871: “¡Si la
nación francesa estuviera formada sólo por mujeres, qué
nación terrible sería!” Mujeres y niños hasta de trece años
lucharon en la Comuna de París, hombro a hombro con
los hombres. Y no podrá suceder de otro modo en las
batallas futuras por el derrocamiento de la burguesía. Las
mujeres proletarias no mirarán pasivamente cómo la
burguesía, bien armada, ametralla a los obreros, mal
armados o desarmados. Tomarán las armas, como la
hicieron en 1871, y de las actuales naciones atemorizadas,
o más correctamente, del actual movimiento obrero
desorganizado, más por los oportunistas que por los
gobiernos, surgirá, sin duda

44
alguna, tarde o temprano, pero con absoluta certeza, una
liga internacional de las “naciones terribles” del
proletariado revolucionario.
De: “El programa militar de la
revolución proletaria” (En: V. I.
Lenin. Ob. cit., t. XXIV, págs. 86-
87).

Contra la guerra imperialista


En la actualidad se está militarizando toda la vida social.
El imperialismo es una lucha encarnizada de las grandes
potencias por la distribución y redistribución del mundo, y
por ello conducirá inevitablemente a una mayor
militarización en todos los países, incluso en los neutrales
y pequeños. ¿Cómo combatirán esto las mujeres
proletarias? ¿Sólo maldiciendo todas las guerras y todo lo
militar, sólo exigiendo el desarme? Jamás aceptarán ese
vergonzoso papel las mujeres de una clase oprimida y
verdaderamente revolucionaria. Dirán a sus hijos: “Pronto
serás grande. Te darán un fusil. Tómalo y aprende bien la
ciencia militar. Los proletarios necesitan aprenderla no
para disparar contra tus hermanos, los obreros de otros
países, como sucede en la guerra actual, y como te lo
aconsejan los traidores al socialismo; necesitan aprender
esta ciencia para luchar contra la burguesía de su propio
país, para poner fin a la explotación, a la miseria y a las
guerras, y no mediante piadosos deseos, sino derrotando y
desarmando a la burguesía.”
De: "El programa militar de la
revolución proletaria” (En: V. I.
Lenin. Ob. cit., t. XXIV, págs. 86-
87).

4T>
“Por consiguiente, es deber ineludible de los socialistas
de todos los países beligerantes poner en práctica
inmediata y resueltamente la resolución de Basilea, a
saber:
”1) romper todos los bloques nacionales y la Burg-
frieden * en todos los países;
”2) llamar a los obreros de todos los países beligerantes
a librar una enérgica lucha de clase, tanto económica como
política, contra la burguesía de su propio país, burguesía
que amasa beneficios increíbles con los suministros al
ejército y que utiliza el apoyo de las autoridades militares
para amordazar a los obreros e intensificar la opresión de
éstos;
”3) condenar en forma decidida toda votación de
créditos de guerra;
”4) retirarse de los ministerios burgueses de Bélgica y de
Francia, y considerar que la entrada en los ministerios y la
votación de créditos de guerra es una traición a la causa
del socialismo del mismo tipo que toda la conducta de los
socialdemócratas alemanes y austríacos;
”5) tender inmediatamente la mano a los elementos
intemacionalistas de la socialdemocracia alemana que se
niegan a votar los créditos de guerra, y formar, junto con
ellos, un comité internacional para hacer agitación en
favor del cese de la guerra, no en el espíritu de los
pacifistas, los cristianos y los demócratas
pequeñoburgueses, sino en total vinculación con la
propaganda y la organización de acciones revolucionarias
de masas por los proletarios de cada país, contra los
gobiernos y la burguesía de ese país;
”6) apoyar todos los intentos de los socialistas de los
países beligerantes por lograr un acercamiento y
confraternización en el ejército y en las trincheras, a
“ Paz civil. (Ed.)

46
pesar de los bandos de las autoridades militares de
Inglaterra, Alemania, etc.
”7) llamar a las mujeres socialistas de ios países
beligerantes a que intensifiquen la agitación en el sentido
más arriba indicado;

De: “A la Redacción de Nashe


Slovo” (En: V. I. Lenin. Ob. cit.,
t. XXXIX, págs. 215-216).

47
III

EL SOCIALISMO: LIBERACION
EFECTIVA DE LA MUJER

Democracia burguesa y democracia socialista


La posición de la mujer pone en evidencia del modo
más palpable la diferencia entre la democracia burguesa y
la democracia socialista, y da una excelente respuesta al
problema planteado.
En una república burguesa (es decir, donde existe la
propiedad privada de la tierra, las fábricas y talleres, las
acciones, etc.), aunque sea la más democrática de las
repúblicas, la mujer jamás ha tenido derechos
completamente iguales a los de los hombres, en ningún
lugar del mundo, en ninguno de los países más avanzados.
Y ello, a pesar de que han trascurrido más de 125 años
desde la Gran Revolución (democratico- burguesa)
Francesa.
La democracia burguesa promete de palabra la libertad
y la igualdad. Pero en la práctica ni una sola república
burguesa, ni la más avanzada, ha otorgado a la mujer (la
mitad del género humano) plena igualdad de derechos con
los hombres, ante la ley, ni ha liberado a la mujer de la
dependencia y opresión de los hombres.
La democracia burguesa es la democracia de las

4tt
frases pomposas, de las palabras solemnes, de las promesas
liberales, de las consignas grandilocuentes sobre libertad e
igualdad, pero en la práctica, todo esto oculta la falta de
libertad y la desigualdad de la mujer, la falta de libertad y
la desigualdad de los trabajadores y explotados.
La democracia soviética o socialista arrolla con esas
palabras pomposas pero falsas y declara una guerra
implacable a la hipocresía de los “demócratas”,
terratenientes, capitalistas o campesinos ricos que hacen
fortuna vendiendo a precios de especulación sus
excedentes de cereales a los obreros hambrientos.
¡Abajo esas infames mentiras! No puede existir, no
existe, ni existirá jamás “igualdad” entre opresores y
oprimidos, entre explotadores y explotados. No puede
existir, no existe, ni existirá jamás verdadera “libertad”
mientras las mujeres se hallen trabadas por los privilegios
legales de los hombres, mientras los obreros no se liberen
del yugo del capital, mientras los campesinos trabajadores
no se liberen del yugo del capitalista, del terrateniente y
del comerciante.
Que los hipócritas y los mentirosos, los necios y los
ciegos, los burgueses y sus secuaces, traten de engañar al
pueblo con discursos sobre la libertad en general, la
igualdad en general y la democracia en general.
Nosotros decimos a los obreros y a los campesinos:
¡arranquen la careta a esos mentirosos, abran los ojos a los
ciegos! Pregúntenles:
—¿Existe igualdad entre un sexo y otro?
—¿Entre una nación y otra nación?
—¿Entre una clase y otra clase?
—¿Libertad de qué yugo o del yugo de qué clase?
¿Libertad para qué clase?
Aquel que hable de política, de democracia y libertad,
de igualdad, de socialismo, sin plantear estas

50
cuestiones, sin dalles prioridad, que no luche contra
su ocultamiento, encubrimiento y disimulo, es el peor
enemigo de los trabajadores, un lobo con piel de oveja,
feroz adversario de los obreros y los campesinos, un lacayo
de los terratenientes, de los zares y los capitalistas.
Durante dos años el poder soviético, en uno de los
países más atrasados de Europa, ha hecho más por la
emancipación de la mujer, por su igualdad con el sexo
“fuerte”, de lo que hicieron durante ciento treinta años
todas las repúblicas “democráticas” adelantadas e ilustradas
del mundo tomadas en conjunto.
Instrucción, cultura, civilización, libertad, todas estas
palabras altisonantes van acompañadas en todas las
repúblicas capitalistas, burguesas, del mundo, por una serie
de leyes increíblemente infames, repugnantemente sucias,
bestialmente burdas, que establecen la desigualdad de la
mujer en el matrimonio y en el divorcio, que establecen la
desigualdad entre los hijos nacidos fuera del matrimonio y
los “legítimos”, y que otorgan privilegios a los hombres y
humillan y degradan a la mujer.
El yugo del capital, la opresión de la “sagrada propiedad
privada”, el despotismo de la necedad filistea, la codicia del
pequeño propietario; estas son las cosas que han impedido
a las repúblicas burguesas más democráticas abolir esas
leyes infames y repugnantes.
La República Soviética, la república de los obreros y
campesinos, arrolló de un golpe con esas leyes y no dejó en
pie ni una sola piedra de la torre de mentiras burguesas y
de hipocresía burguesa.
De: “El poder soviético y la
posición de la mujer” (En: V. I.
Lenin. Ob. cit., t. XXXII, págs.
100-102).

51
El más mínimo conocimiento de la legislación de los
países burgueses sobre el matrimonio, divorcio e hijos
naturales, así como de la situación real en este terreno,
demostrará, a cualquiera que se interese por el tema, que
la democracia burguesa moderna, incluso en las
repúblicas burguesas más democráticas, revela en este
sentido una actitud verdaderamente feudal hacia la mujer
y los hijos naturales.
Esto, naturalmente, no impide a los mencheviques,
eseristas y a una parte de los anarquistas, así como a todos
los partidos correspondientes de Occidente, continuar
gritando acerca de la democracia y cómo es violada por
los bolcheviques. Pero en realidad, la revolución
bolchevique es la única revolución consecuentemente
democrática con respecto a cuestiones como el
matrimonio, el divorcio y la situación de los hijos
naturales. Y esta es una cuestión que afecta más
directamente a más de la mitad de la población de
cualquier país. A pesar del gran número de revoluciones
burguesas que la precedieron y que se llamaban
democráticas, la revolución bolchevique fue la primera y
la única revolución que llevó a cabo una lucha decidida
en este sentido, tanto contra la reacción y el feudalismo
como contra la hipocresía habitual de las clases ricas y
dominantes.
De: “La significación del
materialismo militante” (En: V.
I. Lenin. Ob. cit., t. XXXVI,
págs. 199-200).

Supresión de la desigualdad ante la ley

Querría decir algunas palabras sobre las tareas


generales del movimiento obrero femenino en la
República
52
Soviética; las que se vinculan, en general, con la transición
al socialismo, y las que en el momento actual son de
particular urgencia. El problema de la situación de la
mujer, camaradas, fue planteado por el poder soviético
desde el primer momento. Me parece que todo Estado
obrero en el curso de su transición al socialismo, se
enfrenta con una doble tarea. La primera parte de esta
tarea es relativamente fácil y sencilla. Se refiere a las viejas
leyes que mantenían a las mujer en una situación de
inferioridad jurídica con respecto al hombre.
Los participantes de todos los movimientos de
emancipación de Europa occidental plantearon desde hace
mucho tiempo, no durante décadas, sino durante siglos, la
reivindicación de que las leyes caducas fueran anuladas y
de que las mujeres y los hombres fueran iguales ante la ley,
pero ninguno de los Estados democráticos europeos,
ninguna de las repúblicas más adelantadas, ha logrado
ponerla en práctica, porque allí donde existe el
capitalismo,- allí donde existe la propiedad privada de la
tierra y las fábricas y talleres, allí donde se mantiene el
poder del capital, los hombres conservan sus privilegios. Y
si en Rusia fue posible llevar esto a la práctica, fue porque
desde el 25 de octubre de 1917 existe en nuestro país el
poder de los obreros. Desde el comienzo mismo, el poder
soviético afirmo ser el poder de los trabajadores, enemigo
de todas las formas de explotación. Se planteó la tarea de
acabar con toda posibilidad de explotación de los
trabajadores por los terratenientes y capitalistas, de acabar
con la dominación del capital. El poder soviético ha
procurado que los trabajadores pudieran organizar su
propia vida sin propiedad privada de la tierra, sin fábricas
de propiedad privada, sin esa propiedad privada que en
todas partes, en el mundo
entero, incluso donde existe plena libertad política,
incluso en las repúblicas más democráticas, mantiene a los
trabajadores en condiciones de verdadera miseria y
esclavitud asalariada, y a la mujer en condiciones de una
doble esclavitud.
El poder soviético, como poder de los trabajadores,
realizo en los primeros meses de su existencia cambios
drásticos en la legislación que atañe a la mujer. En la
República Soviética no ha quedado en pie ninguna de esas
leyes que ponían a la mujer en una situación de
subordinación. Me refiero en particular a esas leyes que
aprovechaban la situación más débil de la mujer V la
ponían en una situación de desigualdad y, con frecuencia
hasta humillante, es decir, a las leyes sobre el divorcio y
sobre los hijos nacidos lucra del matrimonio y sobre el
derecho de la mujer a demandar al padre del niño por
alimentos.
Es precisamente en este aspecto en el que, hay que
decirlo, la legislación burguesa, aun en los países más
adelantados, se aprovecha de la situación de mayor
debilidad de la mujer para humillarla y privarla de
derechos. Es precisamente en este aspecto en el que el
poder soviético no ha dejado absolutamente nada de las
leyes viejas, injustas, intolerables para los trabajadores.
Hoy podemos decir con orgullo y sin ninguna
exageración, que fuera de la Rusia soviética no hay ningún
país en el mundo donde la mujer goce de plenos derechos
y donde la mujer no se encuentre en esa situación
humillante que se siente particularmente en la diaria vida
familiar. Esta fue una de nuestras primeras y más
importantes tareas, f...]
Vemos que en todas las repúblicas democráticas se
proclama la igualdad, pero que en las leyes civiles y en las
leyes referentes a los derechos de la mujer —las que
atañen a su situación en la familia y al divor-

54
ció—, vemos a cada paso que la mujer está en situación de
inferioridad y humillación, y decimos que esto es vulnerar
la democracia, específicamente con relación a los
oprimidos. El poder soviético practica la democracia en
mayor grado que cualquiera de los países más adelantados,
porque no ha dejado en sus leyes ni el menor vestigio de la
desigualdad de la mujer. Repito que ningún otro Estado,
ninguna otra legislación democrática ha hecho por la
mujer ni la mitad de lo que hizo el poder soviético en los
primeros meses de su existencia.
Claro está que las leyes por sí solas no bastan, y de
ningún modo nos contentamos sólo con decretos. En el
aspecto de la legislación, sin embargo, hemos hecho
cuanto dependía de nosotros para poner a la mujer en
condiciones de igualdad con el hombre, y con todo
derecho podemos enorgullecemos de ello. La situación de
la mujer en la Rusia soviética es actualmente ideal,
comparada con su situación en los Estados más
adelantados. Nos decimos, sin embargo, que esto, por
supuesto, no es más que el comienzo.
Debido a sus tareas domésticas, la situación de la mujer
sigue siendo penosa. Para lograr la total emancipación de
la mujer y su igualdad real y efectiva con el hombre, es
necesario que la economía nacional sea socializada y que la
mujer participe en el trabajo general de producción.
Entonces sí la mujer ocupará el mismo lugar que el
hombre.
Claro está que aquí no hablamos de igualar a la mujer
con el hombre en lo que se refiere a la productividad del
trabajo, la cantidad de trabajo, la duración de la jomada, las
condiciones de trabajo, etc.; sostenemos que la mujer no
debe, a diferencia del hombre, ser oprimida a causa de su
posición en el hogar. Todas ustedes saben que incluso
cuando las mujeres gozan de plenos derechos, en la
practica siguen esclavizadas

55
porque todas las tareas domésticas pesan sobre ellas. En la
mayoría de los casos las tareas domésticas son el trabajo
más improductivo, más embrutecedor y más arduo que
pueda hacer una mujer. Es un trabajo extraordinariamente
mezquino y no incluye nada que de algún modo pueda
contribuir al desarrollo de la mujer.
En la prosecución del ideal socialista, queremos luchar
por la realización total del socialismo, y se abre aquí un
amplio campo de acción para la mujer. Realizamos ahora
serios preparativos a fin de desbrozar el terreno para la
construcción del socialismo, pero la construcción del
socialismo comenzará sólo cuando hayamos logrado la
completa igualdad de la mujer, y cuando acometamos las
nuevas tareas junto con la mujer, que habrá sido liberada
del trabajo mezquino, embrutecedor, improductivo. Esta
es una tarea que nos llevará muchos, muchísimos años.
Esta tarea no puede dar resultados rápidos ni producir
efectos brillantes.
Estamos creando instituciones modelo, comedores y
guarderías infantiles que liberarán a la mujer de las tareas
domésticas. Y la tarea de organizar todas estas
instituciones, recaerá fundamentalmente sobre las
mujeres. Hay que reconocer que hoy en Rusia hay muy
pocas instituciones que puedan ayudar a la mujer a salir de
su estado de esclavitud doméstica. El número de ellas es
insignificante, y las condiciones hoy existentes en la
República Soviética —la guerra y la situación alimentaria,
sobre las cuales otros camaradas les han hablado aquí en
detalle— entorpecen nuestra labor en ese sentido.
Debemos decir, sin embargo, que estas instituciones que
liberan a la mujer de su condición de esclava doméstica,
están surgiendo en todas partes donde existe la más
pequeña posibilidad para ello.
Decimos que la emancipación de los obreros deben

56
realizarla los obreros mismos, y exactamente del mismo
modo, la emancipación de las trabajadoras es asunto que
corresponde a las propias trabajadoras. Las trabajadoras
mismas deben preocuparse de que esas instituciones se
desarrollen, y esa actividad producirá un cambio radical en
la situación de la mujer, en comparación con la que
ocupaba en la vieja sociedad, la sociedad capitalista.
Para poder intervenir en política, en el viejo régimen,
capitalista, se requería una preparación especial, de modo
que el papel de las mujeres en la vida política era
insignificante incluso en los países capitalistas más
avanzados y libres. Nuestra tarea es lograr que la política
sea accesible a toda mujer trabajadora. Desde el momento
en que fue abolida la propiedad privada de la tierra y de las
fábricas, y derrocado el poder de los terratenientes y
capitalistas, las tareas políticas se volvieron sencillas, claras
y comprensibles para todos los trabajadores, incluyendo a
las mujeres trabajadoras. En la sociedad capitalista la
situación de la mujer se caracteriza por una desigualdad tal,
que su participación en política sólo representa una
mínima parte de la del hombre. Para que se produzca un
cambio en esta situación es necesario el poder de los
trabajadores, pues entonces las principales tareas de la
política consistirán en asuntos directamente relacionados
con el destino de los trabajadores mismos.
En esto también es esencial la participación de las
trabajadoras, no sólo las que pertenecen al partido y las que
tienen conciencia política, sino también las apartidistas y
las de menor conciencia política. El poder soviético abre un
amplio campo de actividades para las trabajadoras.
Hemos pasado momentos difíciles en nuestra lucha
contra las fuerzas enemigas de la Rusia soviética que la
atacaron. Nos resultó difícil luchar en el campo

57
de batalla contra las fuerzas que desencadenaron la guerra
contra el poder de los trabajadores, y en el terreno del
abastecimiento de víveres, contra los especuladores,
debido al número demasiado pequeño de personas, de
trabajadores, que nos ayudaron sinceramente con su
propio trabajo. También en eso, no hay nada que pueda
apreciar tanto el poder soviético como la ayuda brindada
por las masas trabajadoras apartidistas. Deben saber que en
la vieja sociedad, la sociedad burguesa, se necesitaba,
quizás, una profunda preparación para poder participar en
política y que ello no estaba al alcance de los mujeres. La
actividad política de la República Soviética consiste
fundamentalmente en la lucha contra los terratenientes y
capitalistas, la lucha por acabar con la explotación; en la
República Soviética, por lo tanto, la actividad política se ha
hecho accesible a la mujer trabajadora, y consistirá en que
la mujer emplee su capacidad organizativa para ayudar al
hombre.
Necesitamos no sólo un trabajo de organización que
abarque a millones de personas; necesitamos un trabajo de
organización en ,1a escala más pequeña, y ello da
posibilidad de trabajar también a las mujeres. La mujer
puede trabajar en condiciones de guerra cuando se trata de
ayudar al ejército o hacer agitación en el ejército. La mujer
debe tornar parte activa en todo esto para que el Ejército
Rojo sienta que velan por él, que se preocupan por él. La
mujer también puede trabajar en la distribución de
comestibles, en el mejoramiento de la alimentación del
pueblo y abriendo comedores en todas partes, como los
que abundan en Retrogrado.
Tales son los campos de actividad en que adquiere la
mayor importancia organizativa la participación de la
mujer trabajadora. La participación de la mujer es también
necesaria en la organización y en la direc

58
ción dé las grandes - haciendas experimentales, y no debe
ser sólo en casos aislados. Esto es algo que no puede
llevarse a la práctica sin la participación de un gran
número de trabajadoras. En este terreno, la mujer
trabajadora será muy útil en la tarea de supervisar la
distribución de los alimentos y haciendo que los productos
alimenticios sean de más fácil obtención. Las trabajadoras
apartidistas pueden realizar muy bien esta tarea que
contribuirá más que ninguna otra cosa al fortalecimiento
de la sociedad socialista.
Hemos abolido la propiedad privada de la tierra y
abolido casi por completo la propiedad privada de las
fábricas y talleres; el poder soviético trata ahora de
asegurar que todos los trabajadores, tanto los apartidistas
como los miembros del partido, las mujeres como los
hombres participen en este desarrollo económico. La obra
que ha iniciado el poder soviético, sólo podrá progresar
cuando en lugar de algunos centenares de mujeres,
millones y millones de mujeres participen en ella en toda
Rusia. Estamos seguros que entonces la construcción del
socialismo se habrá afianzado. Los trabajadores
demostrarán entonces que pueden vivir y dirigir su país
sin la ayuda de terratenientes y capitalistas. La
construcción socialista tendrá entonces una base tan sólida
en Rusia, que ningún enemigo externo en otros países, y
ninguno dentro de Rusia, representará un peligro para la
República Soviética.
De: “Las tareas del movimiento
obrero femenino en la República
soviética. Discurso pronunciado
en la IV Conferencia de
trabajadoras apartidistas en la
ciudad de Moscú. 23 de
setiembre de 1919” (En: V. I.
Lenin. Oh cit., t. XXXII, págs.
13-19).

50
Camaradas, las elecciones al Soviet de Moscú muestran
el fortalecimiento del Partido Comunista entre la clase
obrera.
Es necesario que las obreras tomen parte más activa en
las elecciones. El poder soviético es el primero y el único
en el mundo que ha abolido por completo las viejas e
infames leyes burguesas que colocaban a las mujeres en
una situación de inferioridad con los hombres; que
colocaban a los hombres en una situación privilegiada, por
ejemplo en cuanto a los derechos matrimoniales o en
cuanto a los hijos. El poder soviético es el primero y el
único en el mundo que, como poder de los trabajadores, ha
suprimido todos los privilegios que, vinculados con la
propiedad, subsisten en el derecho familiar en favor del
hombre en todas las repúblicas burguesas, incluso en las
más democráticas.
Donde hay terratenientes, capitalistas y comerciantes,
no puede haber igualdad entre el hombre y la mujer, ni
siquiera ante la ley.
Donde no hay terratenientes, capitalistas ni
comerciantes, donde el poder de los trabajadores
construye una nueva vida sin estos explotadores, existe
igualdad entre el hombre y la mujer ante la ley.
Pero esto no basta.
La igualdad ante la ley no es necesariamente la igualdad
en los hechos.
Necesitamos que las obreras consigan la igualdad con
los obreros, no sólo ante la ley, sino en los hechos. Para
ello es preciso que las obreras participen cada vez más en
la administración de las empresas sociales y en la
administración del Estado.
Al participar en la administración, las mujeres
aprenderán con rapidez y se pondrán a la misma altura
que los hombres. *
Elijan más obreras al Soviet, tanto comunistas como
apartidistas. Con tal de que sean obreras honradas,

60
capaces de realizar su trabajo de manera inteligente y
honesta, aunque no sean miembros del partido, ¡elíjanlas al
Soviet de Moscú!
¡Más obreras en el Soviet de Moscú! ¡Que el
proletariado de Moscú demuestre que está dispuesto a
hacer y hace todo lo necesario para la lucha hasta la
victoria, para la lucha contra la vieja desigualdad, contra la
vieja humillación burguesa de la mujer!
El proletariado no puede lograr la victoria completa sin
conquistar la plena libertad para la mujer.
N. Lenin
21 de febrero de 1920.

De: “A las obreras” (En: V. I.


Lenin. Ob. cit., t. XXXII, págs.
405-406).

El capitalismo no puede ser consecuente ni siquiera con


respecto a la igualdad formal (igualdad ante la ley,
“igualdad” del bien alimentado y del hambriento, del
poseedor y el desposeído). Y una de las manifestaciones
más evidentes de esta inconsecuencia es la no igualdad de
derechos de la mujer con el hombre. Ningún Estado
burgués, ni aun el Estado republicano y democrático más
progresista, ha dado la plena igualdad de derechos.
En cambio, la República Soviética Rusa acabó
inmediatamente sin excepción alguna con todos los
vestigios legislativos de la no igualdad de derechos de la
mujer y le aseguró inmediatamente la plena igualdad ante
la ley.
Se dice que lo que mejor caracteriza el nivel cultural es
la situación jurídica de la mujer. Este aforismo encierra una
profunda verdad. Y desde este punto de vista, sólo la
dictadura del proletariado, sólo el Estado

01
socialista pudo lograr y ha logrado el más alto nivel
cultural.
El nuevo, poderoso e inusitado impulso dado al
movimiento obrero femenino está, pues, ineludiblemente
vinculado a la fundación (y consolidación) de la primera
República Soviética y, junto con esto y en relación con
esto, a la Internacional Comunista.
Ya que se trata de aquellos que estaban oprimidos
directa o indirectamente, total o parcialmente, por el
capitalismo, hay que decir que el régimen soviético y sólo
el régimen soviético garantiza la democracia. Esto resulta
claro en la situación de la clase obrera y de los campesinos
pobres. Resulta claro en la situación de la mujer.
Pero el régimen soviético es la batalla final y decisiva
por la abolición de las clases, por la igualdad económica y
social. La democracia, aun la democracia para los
oprimidos por el capitalismo, incluyendo el sexo oprimido,
no es suficiente para nosotros.
El movimiento obrero femenino se plantea como tarea
principal luchar por la igualdad económica y social de la
mujer, y no sólo por la igualdad formal. Lo fundamental es
incorporar a la mujer al trabajo social productivo,
arrancarla de la “esclavitud doméstica”, liberarla de la
subordinación —embrutecedora y humillante— al eterno
tráfago de la cocina y de la atención de los niños.
Se trata de una larga lucha, que necesita una reforma
radical, tanto de la técnica social, como de las costumbres.
Pero esta lucha terminará con el triunfo total del
comunismo.
4 de marzo de 1920.
De: “El día internacional de la
mujer” (En: V. I. Lenin. Ob. cit.,
t. XXXII, págs. 439- 440).

02
Incorporación a la dirección del Estado
Al elegir para jueces sólo a representantes de los obreros
y campesinos que no utilizan el trabajo asalariado para
obtener ganancias, el partido comunista no establece
diferencias entre mujeres y hombres, sino que equipara a
ambos sexos en todos sus derechos, tanto en lo que se
refiere a la elección de los jueces como al ejercicio de
funciones judiciales.

De: “Provecto de programa del


PC(b)R” (En: V. I. Le- nin. Ob.
cit., t. XXX, pág 467).

Tomemos, por ejemplo, los tribunales. Es cierto que


aquí la tarea era más fácil, ya que no fue necesario crear un
nuevo aparato, pues cualquiera puede administrar justicia,
basándose en el sentido revolucionario de justicia de las
clases trabajadoras. Todavía no hemos llegado en este
ámbito hasta el final, pero en una serie de casos hemos
hecho de los tribunales lo que deben ser. Hemos creado
órganos en los cuales pueden desempeñarse sin excepción,
no sólo los hombres, sino también las mujeres, el sector
más atrasado y conservador de la población.

De: “VIII Congreso del PC (b)R”


(En: V. I. Lenin. Ob. cit., t.
XXXI, pág. 50).

i.
Papel de la mujer en la construcción socialista 6.
XII. 1920.

¡Camaradas! Lamento profundamente no haber podido


asistir al Congreso de ustedes. Ruego trasmitir a las
asistentes y a los asistentes mis sinceros saludos y augurios
del mejor de los éxitos.
La participación de las mujeres en el trabajo partidario y
soviético adquiere enorme significación, precisamente
ahora que la guerra ha terminado y el trabajo pacífico de
organización pasa —espero que por mucho tiempo— a
primer plano. Y en este trabajo las mujeres deben
desempeñar el primer papel, papel que, por supuesto,
desempeñarán.
Presidente del CCP V. Uliánov (Lenin)

De: “Saludo a la Conferencia de


toda Rusia de los departamentos
provinciales. Al Presidium de la
Conferencia de toda Rusia de
directores de departamentos
femeninos provinciales" (En: V.
I. Lenin. Ob. cit., t. XXXIV, pág.
78).

Camaradas, puesto que no podré asistir al Congreso de


ustedes, quiero enviarles por escrito mi saludo y mis
mejores deseos de éxito.
En este momento, estamos terminando felizmente la
guerra civil. La República Soviética se fortalece con sus
victorias sobre los explotadores. La República Soviética
puede y debe, de ahora en adelante, concentrai sus fuerzas
en una tarea más importante, más cercana y mas querida
para todos nosotros, para todos los

(14
trabajadores: en una guerra incruenta, en la guerra por la
victoria sobre el hambre, el frío y el caos económico. En
esta guerra incruenta, las obreras y las campesinas están
llamadas a desempeñar un papel particularmente grande.
Que el Congreso de mujeres de la provincia de Pe-
trogrado ayude a crear, consolidar y organizar un ejercito
de trabajadoras para esa guerra incruenta, que debe
reportar y reportará victorias aún mayores al poder
soviético.

Con saludos comunistas

V. Uliánov (Lenin)
10.1.1920.

De: “Al Buró del Congreso de


mujeres de la provincia de Pe-
trogrado” (En: V. I. Lenin. Ob.
cit., t. XXXII, pág. 195).

Lamento profundamente que trabajos urgentes me


impidan asistir a la Conferencia de ustedes. Les envío mis
cordiales saludos y mis mejores deseos de éxito en su
trabajo, particularmente en la preparación del Primer
Congreso Apartidista de toda Rusia de Mujeres de Oriente,
el cual, bien preparado y orientado, ayudará enormemente
a la causa del despertar de la conciencia y de la unidad
organizada de las mujeres de Oriente.

Lenin
De: “Saludo a la Conferencia de
representantes de los d&-

65
parlamentos femeninos de las
regiones y repúblicas soviéticas
de Oriente” En: V. I. Lenin. Ob.
cit., t. XXXV, pág. 153).

El camino para la liberación completa y real


Lo principal, lo fundamental, en el bolchevismo y en la
Revolución de Octubre rusa es la incorporación a la
política, justamente, de los que más oprimidos se
encontraban bajo el capitalismo. Los capitalistas los
sojuzgaban, los engañaban y robaban, tanto bajo la
monarquía como en las repúblicas dcmocraticoburgue- sas.
Esta opresión, este engaño, este robo del trábajo del pueblo
por los capitalistas eran inevitables mientras se
mantuvieron la propiedad privada de la tierra y de las
fábricas y talleres.
La esencia del bolchevismo y del poder soviético es
denunciar la falsedad y el engaño de la democracia
burguesa, abolir la propiedad privada de la tierra y de las
fábricas y talleres y concentrar todo el poder estatal en
manos de las masas trabajadoras y explotadas. Esas masas
toman en sus propias manos la política, es decir, el asunto
de la construcción de la nueva sociedad. Esto no es tarea
fácil, las masas están oprimidas y sojuzgadas por el
capitalismo, pero no hay ni puede haber otra salida de la
esclavitud asalariada y la esclavitud del capitalismo.
Pero no es posible incorporar a las masas a la política sin
incorporar también a las mujeres. Pues bajo el capitalismo
la mitad femenina del género humano está doblemente
oprimida. La obrera y la campesina están oprimidas por el
capital y además, incluso en las más democráticas de las
repúblicas burguesas,

66
carecen, en primer lugar, de algunos derechos, pues la ley
no les concede la igualdad con el hombre; en segundo lugar
—y esto es lo principal— siguen en “esclavitud doméstica”,
siguen siendo “esclavas domésticas ', pues están abrumadas
por el trabajo más mezquino, oscuro, penoso y
embrutecedor: la cocina y en general los quehaceres
domésticos.
La revolución bolchevique, soviética, corta de raíz la
opresión y la desigualdad de las mujeres tan
profundamente, como no soñó hacerlo ningún partido
revolucionario en el mundo. De la desigualdad ante la ley
entre la mujer y el hombre, en nuestro país, en la Rusia
soviética, no ha quedado nada. El poder soviético liquido la
desigualdad particularmente odiosa, miserable e hipócrita
en la legislación sobre el matrimonio y la familia, y la
desigualdad con respecto a los hijos.
Esto es sólo el primer paso para la emancipación de la
mujer. Pero ninguna de las repúblicas burguesas, ni la más
democrática, se atrevió a darlo, y no lo hizo por respeto al
“sagrado derecho de propiedad”.
El segundo paso esencial, es la abolición de la propiedad
privada de la tierra, de las fábricas y talleres. Esto y solo
esto abre el camino para la emancipación completa y real
de la mujer, para su liberación de la "esclavitud doméstica”
mediante el paso de la pequeña economía doméstica
individual a la atención socializada de los servicios
domésticos.
Esta transición es difícil, pues se trata de la tras-
tormacion del “orden” más arraigado, habitual, obstinado y
estricto (a decir verdad, villanía y salvajismo, no “orden").
Pero la transición ha sido iniciada, la obra se ha puesto en
marcha, hemos entrado en una nueva vía.
Y en el Día Internacional de la Obrera, en las
innumerables asambleas de obreras que se colobran on
todos los países del mundo, resonarán los saludos a la Rusia
soviética, que ha sido la primera en iniciar esta tarea
inigualada e increíblemente difícil, pero grande, tarea que
es universalmente grande y verdaderamente liberadora.

De: "Día internacional de la


mujer” (En: V. I. Lenin. Ob. cit.,
t. XXXIV, págs. 452-453).

Tómese la situación de la mujer. En este terreno ningún


partido democrático del mundo, ni siquiera en la república
burguesa más avanzada, ha hecho en decenas de años, ni la
centésima parte de lo que hicimos nosotros en nuestro
primer año de poder. Realmente hemos arrasado las leyes
ignominiosas que establecían la inferioridad jurídica de la
mujer, que restringían el divorcio y lo envolvían en odiosas
formalidades, que negaban el reconocimiento de los hijos
nacidos fuera del matrimonio, que obligaban a indagar la
paternidad, etc., leyes de las cuales, para vergüenza de la
burguesía y el capitalismo, aún pueden hallarse muchas
supervivencias en todos los países civilizados. Nosotros
tenemos mil veces razón para sentirnos orgullosos de lo
que hemos hecho en este ámbito. Pero cnanto más a fondo
limpiamos el terreno de los restos de las viejas leyes e
instituciones burguesas, vemos con mayor claridad que
hemos limpiado el terreno para construir, pero que aún no
hemos empezado a construir.
A pesar de todas las leyes de emancipación femenina, la
mujer sigue siendo una esclava doméstica, porque las
pequeñas tareas domésticas la agobian, la asfixian, la
embrutecen y la rebajan, la atan a la cocina y a ios hijos, y
malgastan sus esfuerzos en faenas terriblemente
improductivas, mezquinas, que desgastan los

<18
nervios, embrutecedoras y agotadoras. La verdadera
emancipación de la mujer, el verdadero comunismo, sólo
comenzarán donde y cuando comience la lucha total
(dirigida por el proletariado que tiene el poder) contra esa
pequeña economía doméstica, o, más exactamente, cuando
comience su trasformación general en una gran economía
socialista.
¿Acaso concedemos, en la práctica, suficiente atención a
este problema, que en teoría todo comunista considera
indiscutible? Por cierto que no. ¿Dedicamos el debido
interés a los brotes de comunismo que ya existen en esta
esfera? No, y mil veces no. Los comedores públicos, las
casas-cuna, los jardines de infantes; he aquí algunos
ejemplos de esos brotes, he aquí los medios sencillos,
ordinarios, sin pompa, sin elocuencia ni solemnidad, que
realmente pueden emancipar a la mujer, disminuir y
suprimir su desigualdad respecto del hombre, en lo que se
refiere a su papel en la producción y en la vida social. Estos
medios no son nuevos. Fueron creados (como todas las
premisas materiales del socialismo) por el gran capitalismo;
pero bajo el capitalismo eran, en primer lugar, casos
aislados, y en segundo lugar —cosa muy importante—, se
trataba, o bien de empresas comerciales con todas las
peores características de la especulación, el lucro, el fraude
y el engaño, o bien de “acrobacias de beneficencia
burguesa”, con toda razón odiadas y despreciadas por los
mejores obreros.
No cabe duda de que el número de estas instituciones en
nuestro país ha aumentado enormemente y que comienzan
a cambiar de carácter. No cabe duda de que tenemos, entre
las obreras y las campesinas, mucho más talento
organizador de lo que parece; tenemos mucha más gente de
la que imaginamos que puede organizar tareas prácticas,
con la cooperación de gran número de trabajadores y de
una canlidnd
(Mi
I

mucho mayor de interesados, sin tantas palabras, sin tanta


alharaca, sin tantas discusiones y sin tanta charla sobre
planes, sistemas, etc., cosa a la que “se inclina' nuestra
presuntuosa “intelectualidad ’ o los "comunistas”
inmaduros. Pero nosotros no cuidamos como debiéramos
estos brotes de lo nuevo.
Fíjense en la burguesía. ¡Qué bien sabe hacer
propaganda de lo que a ella le conviene! ¡Cuántos millones
de ejemplares de su prensa exaltan las empresas que los
capitalistas consideran un “modelo”, y cómo se trasforma a
las instituciones burguesas “modelo” en objeto de orgullo
nacional! En cambio nuestra prensa no se preocupa, o
apenas se preocupa, de describir los mejores comedores
públicos, las mejores casas-cuna, a fin de que, insistiendo
diariamente, se logre trasformar a algunos de ellos en
establecimientos modelo. No les hace suficiente
propaganda, no se refiere, en forma detallada, a la
economía de trabajo humano, a los beneficios que prestan a
los interesados, al ahorro de productos, a la emancipación
de la mujer de la esclavitud doméstica, a los progresos del
estado sanitario, que pueden lograrse con un trabajo
comunista ejemplar y que es posible hacer extensivos a toda
la sociedad, a todos los trabajadores.

De: “Una gran iniciativa” (En: V.


I. Lenin. Ob. cit., t. XXXI, págs.
297-299).

Las mujeres y el éxito de la Revolución


Camaradas, en cierto sentido este Congreso del sector
femenino del ejército proletario, tiene un signifi- ■ iido
especial, porque en todos los países son las mu- quienes con
más dificultad se suman al movi-

.11
miento. No puede haber revolución socialista si la inmensa
mayoría de las mujeres trabajadoras no participan en gran
medida en ella.
En todos los países civilizados, incluso en los más
avanzados, las mujeres no son en realidad más que esclavas
domésticas. En ningún Estado capitalista, ni siquiera en la
más libre de las repúblicas, la mujer goza de plena igualdad
de derechos.
Una de las primeras tareas de la República Soviética es
liquidar todas las restricciones de los derechos de la mujer.
El poder soviético ha eliminado por completo los trámites
para el divorcio, esa fuente burguesa de degradación, agobio
y humillación.
Pronto hará un año que se promulgó la ley que establece
plena libertad de divorcio. Hemos sancionado un decreto
que anula toda diferencia entre hijos legítimos e ilegítimos,
y que elimina las restricciones políticas. En ningún otro
lugar del mundo han sido , consagradas con tanta plenitud
la igualdad y la libertad de la mujer trabajadora.
Sabemos que son las mujeres de la clase obrera las
soportan todo el peso de las leyes anticuadas.
Nuestra ley, por primera vez en la historia, ha eliminado
todo lo que desconocía los derechos femeninos. Pero no es
la ley lo que importa. En las ciudades y en las zonas
industriales, esta ley sobre la plena libertad de matrimonio
se cumple sin inconvenientes, pero en el campo con
demasiada frecuencia es letra muerta. Allí aún predomina el
matrimonio religioso. Ello se debe a la influencia de los
sacerdotes, un mal que es más difícil de combatir que la
antigua legislación.
Debemos ser en extremo cuidadosos cuando
combatimos los prejuicios religiosos; hay quienes causan un
gran daño en esta lucha porque ofenden los sentimientos
religiosos. Debemos hacer uso de la propaganda y

71
la educación. Si hacemos que la lucha se torne demasiado
aguda, podemos provocar sólo el resentimiento popular;
semejantes métodos de lucha tienden a perpetuar la
división de las masas según su credo religioso, siendo que
nuestra fuerza reside en la unidad. La fuente más profunda
de los prejuicios religiosos está en la miseria y la
ignorancia; y ese es el mal que debemos combatir.
Hasta ahora, la situación de la mujer podía compararse
con la de una esclava; la mujer estaba encadenada a las
tareas domésticas y sólo el socialismo puede salvarla de eso.
Sólo será completamente libre cuando trasformemos la
pequeña agricultura individual en agricultura colectiva y
en cultivo colectivo de la tierra. Es una tarea difícil, pero
ahora que se han constituido los comités de pobres, ha
llegado el momento en que se consolida la revolución
socialista.
Sólo ahora comienza a organizarse la parte más pobre de
la población rural, y en estas organizaciones de los pobres
el socialismo adquiere una base sólida.
Antes ocurría con frecuencia que la ciudad emprendía
el camino revolucionario y después de ella actuaba el
campo.
La presente revolución se apoya en el campo, y en ello
reside su significado y su fuerza. La experiencia de todos
los movimientos de liberación ha demostrado que el éxito
de la revolución depende del grado en que participen en
ella las mujeres. El poder soviético hace todo cuanto puede
para que la mujer desarrolle una actividad socialista
proletaria independiente.
De: “Discurso en el I Congreso de
toda Rusia de obreras. 10 de
noviembre de 1918” (En: V. I.
Lenin. Ob. cit., t. XXX, págs. 25-
26).

72
APENDICE
DEL CUADERNO DE ANOTACIONES
DE CLARA ZETKIN

El camarada Lenin habló conmigo repetidas veces sobre


el problema femenino. Evidentemente, atribuía al
movimiento femenino una gran importancia, como parte
esencial del movimiento de masas, del que, en
determinadas condiciones, puede ser una parte decisiva. Se
comprende que concebía la plena igualdad social de la
mujer como un principio completamente indiscutible para
un comunista.
Nuestra primera entrevista prolongada sobre este tema
tuvo lugar en el otoño de 1920, en el espacioso despacho
de Lenin en el Kremlin. Lenin estaba sentado junto a su
mesa, cubierta de papeles y de libros, que hablaban de
ocupaciones y de trabajo, pero no de un “genial desorden”.
—Indudablemente, debemos crear un potente
movimiento femenino internacional sobre bases teóricas
claras y precisas —así inició él, luego de saludarnos,
nuestra entrevista—. Sin teoría marxista no puede existir
una buena labor práctica, esto es claro. Los comunistas
necesitamos también en este problema la máxima pureza
de principios. Debemos delimitar decididamente los
campos entre nosotros y todos los

7a
demás partidos. Verdad es que, lamentablemente, nuestro
II Congreso Internacional no ha conseguido examinar el
problema femenino. Ha planteado la cuestión pero no ha
podido adoptar una posición determinada. El asunto ha
quedado detenido en la comisión. Esta debe elaborar una
resolución, tesis y una línea firme. Pero hasta ahora ha
avanzado poco en sus labores. En este sentido, usted debe
ayudar a la comisión.
Yo había oído hablar a otros lo que ahora me decía
Lcnin y expresé mi asombro al respecto. Estaba llena de
entusiasmo por todo lo que las mujeres rusas habían hecho
durante la revolución y por todo lo que ahora hacen para
su defensa y su ulterior desarrollo. Con respecto a la
situación y a la actividad de las mujeres en el partido
bolchevique, a mí me parecía que en este aspecto el partido
era un modelo. El partido bolchevique es el único que
proporciona al movimiento femenino comunista
internacional valiosas fuerzas, instruidas y probadas,
siendo al mismo tiempo un gran ejemplo histórico.
— Esto es cierto, esto está muy bien —observó Le- nin
con una ligera sonrisa—. En Petrogrado, aquí en Moscú,
en las ciudades y en los centros industriales situados en
lugares apartados, las proletarias se han comportado
magníficamente durante la revolución. Sin ellas no
habríamos vencido. O difícilmente habríamos vencido.
Esta es mi opinión. ¡Qué valentía han demostrado, qué
valientes son hoy! Figúrese los sufrimientos y las
privaciones que padecen. Y sin embargo, se mantienen, se
mantienen firmes, porque quieren defender los soviets,
porque quieren la libertad y el comunismo. Sí, nuestras
obreras son admirables, son combatientes de clase. Se han
hecho merecedoras de admiración y cariño. En general es
preciso reconocer

74
que incluso las clamas “demócratas constitucionalistas” en
Petrogrado, durante la lucha contra nosotros, dieron
pruebas de más valor que los cadetes militares.
Eso es verdad: en nuestro partido hay comunistas
seguras, inteligentes e infatigablemente activas. Podrían
ocupar puestos de responsabilidad en los soviets, en los
comités ejecutivos, en los comisariatos del pueblo, en las
instituciones. Muchas de ellas trabajan día y noche, bien
en el partido, bien entre la masa proletaria y campesina,
bien en el Ejército Rojo. Esto es para nosotros muy valioso.
Y es importante para las mujeres del mundo entero, pues es
un testimonio de la capacidad de la mujer, del alto valor
que reviste su trabajo para la sociedad. La primera
dictadura proletaria abre verdaderamente el camino hacia
la plena igualdad social de la mujer. Desarraiga los
prejuicios más de lo que pudieran hacerlo montañas de
libros sobre la igualdad de derechos de la mujer. No
obstante, a pesar de todo esto, aún no tenemos un
movimiento femenino comunista internacional, y debemos
conseguirlo a toda costa. Debemos emprender
inmediatamente su creación. Sin este movimiento, el
trabajo de nuestra Internacional y de sus partidos no es
completo ni podrá serlo jamás. Y nuestro trabajo
revolucionario debe ser completo. Dígame cómo están las
cosas en cuanto a la labor comunista en el extranjero.
i Le referí todo lo que yo podía conocer dado el escaso e
irregular contacto que entonces existía entre los partidos
adheridos a la Internacional Comunista.. .
Como es lógico, yo le hablé de manera particularmente
detallada sohre la situación en Alemania. Le hice saber que
Rosa Luxemburgo daba gran importancia a la tarea de
incorporar a las más amplias masas femeninas a la lucha
revolucionaria. Cuando fuo
fundado el Partido Comunista, Rosa insistió en que debía
publicarse un periódico consagrado al movimiento
femenino. Cuando Leo Johiches examinó conmigo el plan
de trabajo del partido, durante la última entrevista que
tuvimos —día y medio antes de que lo matasen—, y me
encomendó diferentes tareas, entre ellas figuraba un plan
de trabajo de organización entre las obreras. En su primera
conferencia clandestina, el partido se ocupo de este
problema. Todas las agitadoras y dirigentes instruidas y
expertas que se habían destacado antes y durante la guerra,
casi sin excepción, continuaban dentro de los partidos
soeial- demócratas de ambas tendencias y mantenían bajo
su influencia a las masas de obreras, que vivían un estado
de efervescencia. Sin embargo, también entre las mujeres
se había constituido ya un pequeño núcleo de camaradas
enérgicas y abnegadas, míe tomaban parte en todo el
trabaio v en la lucha de nuestro partido. El propio partido
había organizado va una actividad metódica entre las
obreras. Naturalmente, todo esto no era más que el
comienzo, pero un buen comienzo.
— No está mal, no está mal —dijo Lenin—. La energía,
la abnegación y el entusiasmo de las comunistas, su
valentía y su inteligencia en el período de la actividad
clandestina o semiclandestina abren una buena perspectiva
de desarrollo del trabajo. En el crecimiento del partido y de
su fuerza, la capacidad de atraer a las masas y la
organización de acciones son factores valiosos. Pero ¿cómo
están las cosas en lo que se refiere a la clara comprensión
de las bases de este problema y a la necesidad de instruir a
los camaradas al respecto? Pues esto reviste importancia
decisiva para el trabajo de masas. Y no puedo recordar
ahora quién ha dicho que “para acometer grandes
empresas, hace falta entusiasmo”. Nosotros y los
trabajadores de todo

76
el mundo terir-rnos aún por delante empresas efectiva
mente grandes.. •
Usted debe escribir tc*s¡s directrices sobre el trabajo
comunista entre las mujei-es
Las tesis deben subrayar Con rigor que la verdadera
emancipación de la n>pjn' sólo es posible en el comunismo.
Es preciso esclarti-er profundamente el nexo indisoluble
entre la situac¡¿n de la mujer como persona y miembro de la
sociedad v la propiedad privada sobre los medios de
producción. Así delimitaremos con toda precisión los
canipOS entre nosotros y el movimiento burgu^s por la
‘emancipación de la mujer”. Esto sentará también las bases
para examinar el problema femenino como parte del
problema social, obrero, v Dor lo tonto permitiría vincularlo
firmemente con la lucha proletaria de c!a.<¡e v con ja
revolución. El movimiento comunista femenino debe ser un
movimiento de masas, debe ser v,na parte del movimiento
general de masas, no sólo del movimiento de los proletarios,
sino de todos los explotados y oprimidos, de todas las
victimas del capita]jsrri0i En est;o consiste la importancia del
movimierq0 femenino para la lucha de clase del proletariado
y para su misión histórica creadora-, la organización de la
sociedad comunista. Podemos enorgullecemos. oon razón, de
que la flor y nata de las mujeres revolucionarias militan en
nuestro partido, en ]a Intemaciripa] Comunista. Pero esto no
tiene todavía una importancia decisiva. Debemos atraer a
millones de trabajadoras de la ciudad y del campo para
participar en nuestra lucha, y en particular en la obra do la
construcción comunista de la sociedad. Sin las mujeres no
puede existir un verdadero movimiento de masas.
De nuestra concepción ideológica se desprenden asimismo
medidas de organ¡2ac¿ón. ¡Nada de orga-

77
fundado el Partido Comunista, Rosa insistió en que debía
publicarse un periódico consagrado al movimiento
femenino. Cuando Leo Johiches examino conmigo el plan
de trabajo del partido, durante la última entrevista que
tuvimos —día y medio antes de que lo matasen—, y me
encomendó diferentes tareas, entre ellas figuraba un plan
de trabajo de organización entre las obreras. En su primera
conferencia clandestina, el partido se ocupo de este
problema. Todas las agitadoras y dirigentes instruidas y
expertas que se habían destacado antes y durante la guerra,
casi sin excepción, continuaban dentro de los partidos
soeial- demócratas de ambas tendencias y mantenían bajo
su influencia a las masas de obreras, que vivían un estado
de efervescencia. Sin embargo, también entre las mujeres
se había constituido ya un pequeño núcleo de camaradas
enérgicas y abnegadas, míe tomaban parte en todo el
trabaio y en la lucha de nuestro partido. El propio partido
había organizado ya una actividad metódica entre las
obreras. Naturalmente, todo esto no era más que el
comienzo, pero un buen comienzo.
— No está mal, no está mal —dijo Lcnin—. La energía,
la abnegación y el entusiasmo de las comunistas, su
valentía y su inteligencia en el período de la actividad
clandestina o scmiclandestina abren una buena perspectiva
de desarrollo del trabajo. En el crecimiento del partido y de
su fuerza, la capacidad de atraer a las masas y la
organización de acciones son factores valiosos. Pero ¿cómo
están las cosas en lo que se refiere a la clara comprensión
de las bases de este problema y a la necesidad de instruir a
los camaradas al respecto? Pues esto reviste importancia
decisiva para el trabajo de masas. Y no puedo recordar
ahora quién ha dicho que “para acometer grandes
empresas, hace falta entusiasmo”. Nosotros y los
trabajadores de todo

7fl
el mundo tenemos aún por delante empresas efectiva
mente grandes...
Usted debe escribir tesis directrices sobre el trabajo
comunista entre las mujeres. ..
Las tesis deben subrayar con rigor que la verdadera
emancipación de la mujer sólo es posible en el comunismo.
Es preciso esclarecer profundamente el nexo indisoluble
entre la situación de la mujer como persona y miembro de
la' sociedad y la propiedad privada sobre los medios de
producción. Así delimitaremos con toda precisión los
campos entre nosotros y el movimiento burgués por la
‘‘emancipación de la mujer”. Esto sentará también las bases
para examinar el problema femenino como parte del
problema social, obrero, y por lo tanto permitirá vincularlo
firmemente con la lucha proletaria de clase y con la
revolución. El movimiento comunista femenino debe ser
un movimiento de masas, debe ser una parte del
movimiento general de masas, no sólo del movimiento de
los proletarios, sino de todos los explotados y oprimidos, de
todas las víctimas del capitalismo. En esto consiste la
importancia del movimiento femenino para la lucha de
clase del proletariado y para su misión histórica creadora: la
organización de la sociedad comunista. Podemos
enorgullecemos, con razón, de que la flor y nata de las
mujeres revolucionarias militan en nuestro partido, en la
Internacional Comunista. Pero esto no tiene todavía una
importancia decisiva. Debemos atraer a millones de
trabajadoras de la ciudad y del campo para participar en
nuestra lucha, y en particular en la obra de la construcción
comunista de la sociedad. Sin las mujeres no puede existir
un verdadero movimiento de masas.
De nuestra concepción ideológica se desprenden
asimismo medidas de organización. ¡Nada de orga-

77
nizaciones especiales de mujeres comunistas! La comunista
es tan militante del partido como lo es el comunista, con las
mismas obligaciones y derechos. En esto no puede haber
ninguna divergencia. Sin embargo, no debemos cerrar los
ojos ante los hechos. El partido debe contar con organismos
—grupos de trabajo, comisiones, comités, secciones o como
se decida denominarlos— cuya tarea especial consista en
despertar a las amplias masas femeninas, vincularlas con el
partido y mantenerlas bajo la influencia de éste. Para ello,
naturalmente, es necesario que desarrollemos plenamente
una labor sistemática entre estas masas femeninas.
Debemos educar a las mujeres que havamos conseguido
sacar de la pasividad, debemos reclutarlas v formarlas para
la lucha proletaria de clase bajo la dirección del Partido
Comunista. No sólo me refiero a las proletarias que trabajan
en la fábrica o se afanan en el hogar, sino también a las
campesinas, a las mujeres de distintas capas de la pequeña
burguesía. Ellas también son víctimas del capitalismo y
desde la guerra lo son más que nunca. Psicología apolítica,
no social, atrasada, de estas masas femeninas; estrechez del
campo de su actividad, todo su modo de vida: tales son los
hechos. No prestar atención a esto sería inconcebible,
completamente inconcebible. Necesitamos nuestros
propios organismos para trabajar entre ellas, necesitamos
métodos especia- !■ ■ de agitación y formas especiales de
organización. Nu ■.«■ Irata de una defensa burguesa de los
“derechos I' la mujer”, sino de los intereses prácticos de la i
■ vi iliirlón.
I ili|e a Lenin que sus razonamientos constituían

Iiai-i mi mi apoyo valioso. Muchos camaradas, muy


nanaii cumuladas, se oponían resueltamente a que el
I■■ 1 1li|n irnun niganismos especiales para una labor
TI
metódica entre las amplias masas femeninas. Llamaban a
esto retorno a las tradiciones socialdemócratas, a la célebre
“emancipación de la mujer”. Trataban de demostrar que los
partidos comunistas, al reconocer por principio y
plenamente la igualdad de derechos de la mujer, deben
desarrollar su labor entre las masas trabajadoras sin
diferencias de ninguna especie. La manera de trabajar entre
las mujeres debe ser la misma que entre los hombres. Todo
intento de tener en cuenta en la agitación o en la
organización las circunstancias indicadas por Lenin es
considerada por los defensores de la opinión opuesta como
oportunismo, como traición y renuncia a los principios.
— Esto ni es nuevo ni sirve en modo alguno como
prueba —replico Lenin—. No se deje usted desorientar.
¿Por qué en ninguna parte, ni siquiera en la Rusia soviética,
militan en el partido tantas mujeres como hombres? ¿Por
qué el número de obreras organizadas en los sindicatos es
tan reducido? Estos hechos obligan a reflexionar. La
negación de la necesidad de organismos especiales para
nuestro trabajo entre las amplias masas femeninas es una de
las manifestaciones de una posición muy de principios y
muy radical de nuestros “queridos amigos” del Partido
Obrero Comunista. Según ellos, debe existir una sola forma
de organización: la unión obrera. Ya lo sé. Muchas cabezas
de mentalidad revolucionaria, pero embrolladas, se remiten
a los principios cuando no ven la realidad, es decir, cuando
la inteligencia se niega a apreciar los hechos concretos a los
que se debe prestar atención. ¿Cómo hacen frente estos
sostenedores de la “pon í i de principios’1’ a las necesidades
que nos impone rl desarrollo histórico en nuestra política
revoluciona! Im' Todos estos razonamientos se vienen
abajo unln una necesidad inexorable: sin millones de mojen
t no p"

7<>
demos realizar la dictadura proletaria, sin ellas no podemos
llevar a cabo la construcción comunista. Debemos
encontrar el camino que nos conduzca hasta ellas, debemos
estudiar mucho, probar muchos métodos para encontrarlo.
Por eso es totalmente justo que presentemos
reivindicaciones en favor de la mujer...
Las mujeres deben saber que la dictadura proletaria
significa para ellas la plena igualdad de derechos con el
hombre tanto ante la ley como en la práctica, en la familia,
en el Estado y en la sociedad, así como también el
derrocamiento del poder de la burguesía.
— ¡La Rusia soviética está demostrando esto —
exclamé—, y nos servirá de gran ejemplo!
Lenin prosiguió:
— La Rusia soviética plantea nuestras reivindicaciones
para la mujer bajo un aspecto nuevo. Bajo la dictadura del
proletariado esas reivindicaciones ya no son objeto de
lucha entre el proletariado y la burguesía, sino que son
ladrillos para la edificación de la sociedad comunista. Esto
muestra a las mujeres que están más allá de nuestras
fronteras, la importancia decisiva de la conquista del poder
por el proletariado. La diferencia entre su situación aquí y
allá debe ser establecida con precisión, para que ustedes
puedan contar con las masas femeninas en la lucha de clase
revolucionaria del proletariado. Saber movilizarlas con una
clara comprensión de los principios y sobre una firme base
organizativa, es cuestión de la que dependen la vida y la
victoria del Partido Comunista...
A mi pregunta sobre las condiciones existentes en la
Rusia soviética, Lenin contestó:
— El gobierno de la dictadura del proletariado, en
alianza, naturalmente, con el Partido Comunista y los
sindicatos, hace todos los esfuerzos necesarios para

80
superar las concepciones atrasadas de los hombres y las
mujeres y acabar así con la base de la vieja psicología no
comunista. Es innecesario decir que se lia efectuado la
plena igualdad de derechos del hombre y la mujer en la
legislación. En todas las esferas se observa un deseo sincero
de llevar a la práctica esta igualdad. Estamos incorporando
a las mujeres al trabajo en la economía soviética, en los
organismos administrativos, en los legislativos y en la labor
de gobierno. Les estamos abriendo las puertas de todos los
cursos y centros docentes, para elevar su preparación
profesional y social. Estamos creando diversos
establecimientos públicos: cocinas y comedores, lavaderos
y talleres de reparación, casas-cuna, jardines de infantes,
orfanatos y todo tipo de establecimientos educativos. En
una palabra, estamos aplicando verdaderamente la
reivindicación de nuestro programa de trasmitir las
funciones económicas y educativas de la vida doméstica
individual a la sociedad. De este modo, la mujer es liberada
de la vieja esclavitud doméstica y de toda dependencia del
marido. Se le brinda la plena posibilidad de actuar en la
sociedad de acuerdo con sus aptitudes e inclinaciones. En
cuanto a los niños, se les ofrecen condiciones más
favorables para su desarrollo que las que pudieran tener en
la casa. En nuestro país existe la legislación más avanzada
del mundo en lo que atañe a la protección del trabajo
femenino. Delegados de los obreros organizados la llevan a
la práctica. Estamos organizando casas de maternidad, casas
para la madre y el niño, consultorios para las madres,
organizamos cursillos para aprender a cuidar a los niños de
pecho y de corta edad, exposiciones sobre la protección de
la maternidad y de la infancia, etc. Hacemos los mayores
esfuerzos para satisfacer las necesidades de las mujeres cuya
situación ma-

81
terial no está asegurada y de las trabajadoras afectadas por
el paro forzoso.
Sabemos muy bien que todo esto es todavía poco en
comparación con las necesidades de las masas femeninas
trabajadoras, que esto es aún completamente insuficiente
para su efectiva emancipación. Pero esto representa un
paso gigantesco hacia adelante con respecto a lo que existía
en la Rusia zarista, capitalista. Esto es, incluso, mucho en
comparación con lo que se hace allí donde el capitalismo
ejerce su dominio absoluto. Este es un buen comienzo. El
rumbo es acertado, y lo seguiremos de manera
consecuente, con toda nuestra energía. Ustedes, en el
extranjero, pueden estar seguros de ello. Cada día de
existencia del Estado soviético nos hace ver con más
claridad que no avanzaremos sin el concurso de millones
de mujeres. Figúrese lo que esto significa en un país donde
el 80 % de la población, por lo menos, son campesinos. La
pequeña hacienda campesina significa la economía
doméstica individual y el sometimiento de la mujer a ella.
En este sentido, la situación será para ustedes mucho
mejor, las cosas les serán más fáciles que a nosotros,
naturalmente, a condición de que las masas proletarias de
sus países tomen conciencia de su madurez histórica
objetiva para la conquista del poder, para la revolución. No
desesperemos. Nuestras fuerzas crecen junto con las
dificultades. La necesidad práctica hará que encontremos
nuevos caminos en lo que se refiere a la liberación de las
masas femeninas. Unida al Estado soviético, la solidaridad
fraternal llevará a cabo grandes empresas. Naturalmente,
nos referimos a la solidaridad fraternal en el sentido
comunista, y no en el sentido burgués en que la predican
los reformistas, cuyo entusiasmo revolucionario se ha
evaporado como vinagre barato. Junto a la solidaridad
fraternal debe manifestarse la iniciativa

82
personal, que se trasforma en actividad colectiva y se funde
con ella. Bajo la dictadura del proletariado, la liberación de
la mujer mediante la realización del comunismo tendrá
lugar también en el campo. En este sentido, cifro todas mis
esperanzas en la electrificación de nuestra industria y de
nuestra agricultura. ¡Esta es una obra grandiosa! Las
dificultades que ofrece son grandes, gigantescas. Para
superarlas es necesario desplegar y educar las poderosas
fuerzas de as masas. Millones de mujeres deben participar
en esto...
**6
Mi siguiente conversación con Lenin sobre el
movimiento femenino tuvo lugar unas dos semanas
después. Lenin vino a verme. Como casi siempre, su visita
fue inesperada, improvisada, hecha en un intervalo de la
gigantesca labor del jefe de la revolución victoriosa. Lenin
tenía el aspecto de un hombre muy cansado y preocupado.
Wrangel aún no había sido definitivamente derrotado, y el
problema del abastecimiento de las grandes ciudades se
alzaba ante el gobierno soviético como una esfinge
inexorable.
Lenin preguntó cómo estaban las cosas en relación con
las tesis. Le dije que se había reunido una comisión
numerosa, en la que habían estado presentes y habían
opinado todas las comunistas destacadas que se
encontraban en Moscú. Las tesis estaban preparadas y
ahora tenían que ser examinadas en una comisión más
reducida. Lenin indico que se debía aspirar a que el III
Congreso mundial estudiase la cuestión con la debida
profundidad. Este solo hecho bastaría para acabar con los
prejuicios de muchos camaradas. En primer término
debían encargarse de ello las comunistas, y además muy en
serio.
— No trinar como buenas comadres, sino hablar ,1
plena voz como combatientes, hablar con claridad
—exclamo Lenin con animado tono—. El congreso no es
un salón en el que las damas deban brillar por sus encantos,
comq. se dice en las novelas. El congreso es un campo de
lucha, en el que combatimos a fin de llegar a conocer la
verdad, indispensable para la acción revolucionaria.
Demuestren ustedes que son capaces de luchar.
Naturalmente, en primer término contra los enemigos,
pero también dentro del partido cuando haga falta. El
problema afecta a las grandes masas femeninas. Nuestro
partido ruso apoyará siempre todas las proposiciones y
medidas que ayuden a conquistar a estas masas. Si las
mujeres no están con nosotros, los contrarrevolucionarios
pueden lograr que vayan contra nosotros. Esto lo debemos
tener siempre en cuenta.
— Las masas femeninas deben ser nuestras, aunque
estén atadas con cadenas al cielo —dije, recogiendo la idea
de Lenin—. Aquí, en el centro de la revolución, con su
vida impetuosa, con su pulso acelerado e intenso, he
concebido el plan de un gran acto internacional de las
masas femeninas trabajadoras. El móvil impulsor de mi
idea han sido sobre todo las conferencias y congresos de
mujeres apartidistas. Deberíamos hacer intentos para
convertir estas reuniones nacionales en internacionales. El
hecho indudable es que la guerra mundial, y las
consecuencias derivadas de ella, han conmovido
profundamente a las amplias masas femeninas de las
distintas clases y capas sociales. Atraviesan un estado de
efervescencia, se han puesto en movimiento. Las amargas
preocupaciones para asegurar su subsistencia y dar sentido
a su vida les plantean cuestiones cuya existencia apenas
sospechaba la mayoría de ellas y de las que sólo una
minoría había tomado plena conciencia. La sociedad
burguesa no está en condiciones de darles respuesta
satisfactoria. Sólo la puede dar el comunismo. Debemos
hacer que

84
las amplias masas femeninas de los países capitalistas lo
comprendan, y para ello debemos convocar un congreso
internacional de mujeres apartidistas.
Lenin no contestó en seguida. Se quedo pensativo con la
mirada dirigida, por decirlo así, hacia adentro, apretando
fuertemente los labios y adelantando un poco el labio
inferior.
— Sí —dijo después—, debemos hacerlo. Es un plan
bueno, incluso magnífico, no tiene ningún valor si no es
realizado bien. ¿Ha pensado usted ya cómo ponerlo en
práctica? ¿Cómo concibe usted esto?
Expuse detalladamente a Lenin mis consideraciones al
respecto.. .
Durante mi exposición, Lenin asintió varias veces con la
cabeza e hizo breves observaciones aprobatorias.
— Me parece, Clara —dijo—, que usted ha pensado
muy bien todo este asunto en el aspecto político y, en
líneas generales, también en el sentido organizativo. Estoy
de completo acuerdo con usted en que, en la presente
situación, este congreso podría realizar una importante
labor. Encierra la posibilidad de que conquistemos a las
más amplias masas femeninas, en particular, a las masas de
mujeres dedicadas a trabajos profesionales de toda especie:
obreras industriales, trabajadoras del servicio doméstico,
maestras y otras empleadas. ¡Esto estaría bien, muy bien!
Piense en la situación. En un momento de grandes
conflictos económicos o de huelgas políticas, ¡qué fuerza
significaría para el proletariado revolucionario la
indignación con- ciente de las masas femeninas! A
condición, naturalmente, de que sepamos atraerlas y
retenerlas a nuestro lado. Las ventajas serían grandes,
incluso colosales. Pero ¿qué piensa usted sobre otras
cuestiones? Probablemente, las autoridades públicas
estarán en contra de la convocación del congreso e
intentarán impedir su celebración. Sin embargo,
difícilmente se atreve-

85
rán a tomar medidas brutales contra él. En todo caso, esto a
usted no la asusta. Pero ¿no teme usted que las comunistas,
tanto en los comités como en el propio congreso, se sientan
ahogadas por la superioridad numérica de las
representantes de la burguesía y del reformismo y por su
habilidad, indudablemente superior? Además, y ante todo,
¿está usted verdaderamente segura de la preparación
marxista de nuestras camaradas comunistas y que se puede
reunir entre ellas un grupo de choque que resista con
honor el combate?
Respondí a Lenin que no era de esperar que las
autoridades amenazasen al congreso con su puño de hierro.
Las burlas y los groseros ataques contra el congreso
servirían únicamente de agitación a su favor. Al número y
a la habilidad de los elementos no comunistas podríamos
oponer los comunistas la superioridad científica del
materialismo histórico en el enfoque y la exposición de los
problemas so-> cíales y el carácter consecuente de nuestras
reivindicaciones para la solución de los mismos. Por último
—aunque esto no es todo—, podríamos oponer la victoria
de la revolución proletaria en Rusia y su labor en orden a la
liberación de la mujer. El débil e insuficiente bagaje
marxista de algunas camaradas podría ser equilibrado con
la preparación metódica y el trabajo en común. En este
sentido, de quienes más espero yo es de las comunistas
rusas. Deberían formar el núcleo de hierro de nuestra
falange. Con ellas yo me atrevería á lanzarme
tranquilamente a algo más que a las luchas en el congreso.
Además, incluso si fuésemos derrotadas en la votación, el
hecho mismo de nuestra lucha pondría al comunismo en el
primer plano y tendría una gran importancia desde el
punto de vista de la propaganda, creando al mismo tiempo
para no-
sotras nuevos puntos de apoyo para la labor posterior.
Lenin se echó a reír a carcajadas.
— Sigue teniendo usted el mismo entusiasmo por las
revolucionarias rusas. Así, sí, el viejo amor no se olvida. Yo
creo que usted tiene razón. Incluso la derrota después de
una lucha tesonera sería una ventaja, sería la preparación
de futuras conquistas entre las masas trabajadoras
femeninas. En general, se trata de una empresa en la que
vale la pena arriesgar. Nosotros no podemos en modo
alguno salir perdiendo totalmente. Pero, como es natural,
yo confío en la victoria, deseo la victoria de todo corazón.
Proporcionaría una considerable vigorización de nuestra
fuerza, la ampliación y el afianzamiento de nuestro frente
de lucha, traería a nuestras filas animación, dinamismo y
actividad. Esto siempre es útil. Además, el congreso
suscitaría en el campo de la burguesía y de sus amigos
reformistas una mayor inquietud, inseguridad,
contradicciones y conflictos. Podemos imaginar quiénes se
reunirían junto con las “hienas de la revolución”, y si este
asunto siguiese adelante bajo su dirección, estarían allí
presentes honestas y domesticadas socialde- mócratas bajo
la suprema dirección de Scheidcmann, Diriman y Legien;
piadosas cristianas, unas bendecidas por el Papa y otras
adictas a la doctrina de Lu- tero; auténticas hijas de
consejeros secretos; consejeras de Estado de nuevo cuño;
damas inglesas de buen tono, como señoras y pacifistas,
además de entusiastas sufragistas francesas. ¡Qué cuadro de
caos y de disgregación del mundo burgués sería el que
ofrecería el congreso! ¡Qué cuadro de su falta absoluta de
perspectiva! El congreso acentuaría la disgregación,
contribuyendo a debilitar así las fuerzas de la
contrarrevolución. Todo debilitamiento de las fuerzas dol
enemigo equivale a un acrecentamiento de nuestra

H7
potencia. Yo voto a favor del congreso... Lo apoyaremos
enérgicamente. Manos a la obra. Le deseo éxito en la lucha.
..
Emprendí con alegría y esperanza la labor preparatoria.
Pero la idea del congreso tropezó con la posición de las
comunistas alemanas y búlgaras, que a la sazón dirigían el
movimiento femenino comunista más fuerte después del de
Rusia soviética. Se opusieron categóricamente a la
convocación del congreso.
Cuando se lo comuniqué a Lenin, me respondió:
— ¡Es una lástima, una gran lástima! Estas cama- radas
han desaprovechado una magnífica oportunidad de abrir a
las más amplias masas femeninas nuevas y mejores
perspectivas y de atraerlas así a la lucha revolucionaria del
proletariado. ¡Quién sabe si volverá a presentarse tan
pronto una ocasión tan propicia! Hay que batir el hierro en
caliente. Pero la tarea sigue en pie. Usted debe continuar
buscando el camino para llegar a las masas femeninas,
condenadas por el capitalismo a una tremenda miseria.
Usted debe buscarlo a toda costa. No se puede dejar de lado
esta necesidad. Sin una actividad organizada de las masas
bajo la dirección de los comunistas no puede haber victoria
sobre el capitalismo ni construcción del comunismo...

De: “Recuerdos sobre V. I.


Lenin”, 1970, t. IV, págs. 37- 59
(En ruso).

88
INDICE
Prólogo ......................................................................... 7
I. El trabajo femenino e infantil bajo el capitalismo
15
Menor salario ..................................................... 15
El trabajo a domicilio ......................................... 17
El trabajo en el campo ......................................... 21
Tremenda opresión ................ ........................... 26
II. La lucha por la liberación de la mujer ... 29
La incorporación a la producción: fenómeno
progresista ............................................... 29
Protección de la mujer trabajadora ................... 32
Por la igualdad de derechos ............. ................. 33
Incorporación a las funciones públicas y a la vida
política ........................ ........................... 42
Ejemplos de combatividad y heroísmo . . . . 43
Contra la guerra imperialista ............................. 45
III. El socialismo: liberación efectiva de la mujer 49
Democracia burguesa y democracia socialista 49
Supresión de la igualdad ante la ley ................... 52
Incorporación a la dirección del Estado ...
6
3
Papel de la mujer en la construcción socialista 64
El camino para la liberación completa y real 66 Las
mujeres y el éxito de la Revolución . . . . 70
Apéndice. Del cuaderno de anotaciones de Clara Zetkin
..........................................." ........................... 73
PEQUEÑA BIBLIOTECA MARXISTA LENINISTA

Carlos Marx ♦
formaciones económicas precapitalistas
Carlos Marx ♦ crítica del programa de gotha
Carlos Marx ♦
el dieciocho bromario de luis bo- na parte
Carlos Marx ♦ trabajo asalariado y capital / salario, precio y
ganancia
Carlos Marx ♦ las luchas de clases en francia de 1848 a 1850

Carlos Marx ♦ ludwig feuerbach y el fin de la filosofía clásica


alemana
Carlos Marx ♦
introducción a la critica de la economía política
Marx/Engels ♦ manifiesto del partido comunista
Marx/Engels/Lenin ♦ la comuna de parís
Marx/Engels/Lenin ♦ acerca del partido
Federico Engels ♦ del socialismo utópico al socialismo
científico / el papel del trabajo en la
trasformación del mono en hombre

Federico Engels ♦sobre el problema de la vivienda


V. 1. Lenin ♦¿qué hacer?
V. 1. Lenin ♦quiénes son los “amigos del pueblo" y cómo luchan
contra los social- demócratas

V. Lenin ♦dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución


1,
democrática
V. Lenin ♦
1.
la revolución proletaria y el renegado kautsky
V. Lenin ♦tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo
1.
V. 1. Lenin ♦las tesis de abril
V. Lenin ♦
1.
el “izquierdismo", enfermedad infantil del comunismo
V. Lenin ♦
1.
el imperialismo, etapa superior del capitalismo
V. 1. Lenin ♦ el estado y la revolución
V. 1. Lenin ♦ las tareas de la revolución
V. 1. Lenin ♦ el marxismo y la insurrección
V. 1. Lenin ♦ contra el trotskismo • vol. 1
V. 1. Lenin ♦ contra el trotskismo vol. II
V. Lenin ♦ la cuestión militar y el trabajo político en las
1.
fuerzas armadas
V. 1. Lenin ♦ fraseología seudorrevolucionaria
V. 1. Lenin ♦ lucha sindical y lucha política
V. 1. Lenin ♦ un paso adelante, dos pasos atrás
V. 1. Lenin ♦ la cultura y la revolución cultural
V. 1. Lenin ♦ el imperialismo hoy
V. 1. Lenin ♦ ¿qué es el poder soviético?
V. 1. Lenin ♦ la mujer y el progreso social

/
\
Se termnó de imprimir el 5 de
abril de 1975 en Talleres
Gráficos “ROLDAN” S. R.. L.,
Sarmiento 9718, Matanza, Pcia.
de Buenos Aires.
Edición de 6.000 ejemplares.

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