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Manejo sostenible de tierra


El Manejo sostenible de tierra es un modelo de trabajo adaptable a las condiciones de un
entorno específico, que permite el uso de los recursos disponibles para el desarrollo socio
económico que garantice la satisfacción de las necesidades de la sociedad, el mantenimiento de
las capacidades de los ecosistemas y su resiliencia.

Principios del Manejo Sostenible de Tierra

 El respeto y observancia de los instrumentos regulatorios (legales, técnicos e


institucionales) vigentes, así como los aspectos básicos de planificación, organización,
coordinación y participación comunitaria.
 Las acciones basadas en los resultados de la ciencia e innovación tecnológica y en los
conocimientos locales, tradicionales.
 La respuesta satisfactoria y oportuna a las necesidades de la sociedad y, en específico, en
función del desarrollo rural de manera óptima y sostenida.
 El enfoque integrador de las acciones.
 La selección de la unidad de manejo, bajo un enfoque adaptativo.
 La sostenibilidad de las acciones a corto, mediano y largo plazo a fin de preservar los
recursos naturales y asegurar el desarrollo de las actuales y futuras generaciones.
El Uso estratégico del Manejo Sostenible de Tierra como indicador de desempeño, se
caracteriza por ser:

• Evaluador a corto, mediano y largo plazos


• Interdisciplinario
• Integrador y sinérgico
• Mide beneficios ambientales, económicos y sociales al nivel local y nacional.
• Aplicable a ecosistemas y dimensiones varias
• Permite evaluar beneficios globales (seguridad alimentaria, diversidad biológica,
reducción de la contaminación, capacidad de captura de carbono

La sostenibilidad según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la


Alimentación (FAO), se considera como uso de los recursos naturales sin comprometer su
capacidad de regeneración natural, además afirma que la sostenibilidad no implica
necesariamente una estabilidad continua de los niveles de productividad, sino más bien la
resiliencia de la tierra, es decir, la capacidad de la tierra para recuperar los niveles anteriores de
producción, o para retomar la tendencia de una productividad en aumento después de un
período adverso a causa de sequías, inundaciones, abandono o mal manejo humano.

Guía para la implementación del Manejo Sostenible de Tierras


Paso 1.- Diagnóstico del área: Proceso inicial que describe el área en sus elementos esenciales
y establece la línea base.

o Caracterización general del área


o Identificación de los Servicios de los Ecosistemas
o Determinación de los elementos de Presión
o Determinación de los elementos de Estado
Paso 2.- Elaboración del Plan de Manejo. Conjunto de medidas organizadas y armonizadas,
capaces de conducir el uso de las tierras con máximos resultados productivos, mínimas
inversiones y efectos negativos mitigados. Las medidas contenidas en el plan estarán en
dependencia de las condiciones del sitio, determinadas en el Paso 1, y de su esquema de
desarrollo perspectivo.

Paso 3.- Monitoreo, seguimiento y evaluación de resultados. Monitoreo y seguimiento a través


de:

o Historial del área


o Cumplimiento del Plan de Manejo
o Resultados Indicadores biofísicos
o Indicadores socio económicos
o Indicadores ambientales: nacionales y globales
Paso 4.- Proceso de revisión y otorgamiento de área bajo manejo sostenible

Categorías Cumplimiento PMT

Tierras iniciadas < 50%

Tierras avanzadas 50 -75%

Tierras bajo MST >75%

Áreas bajo Manejo Sostenible

 Aquellas que cumplen más del 75% del Plan de Manejo de Tierras,
 Las que han eliminados los factores antrópicos de origen de la degradación
 Las que han alcanzados 2 impactos en: (la producción de bienes, la calidad de los
suelos, cubierta vegetal, aprovechamiento de los recursos hídricos, económicos y
sociales, y ambientales globales)

Barreras que se oponen al Manejo Sostenible de las Tierras


Las principales barreras que se oponen al desarrollo del MST, están relacionadas con asuntos de
índole subjetiva (organizacional y cognoscitiva) y objetivo (financiero, legal y normativo)
enunciados como aparecen a continuación:

 Barrera 1. Limitada integración intersectorial y limitada coordinación entre las


instituciones.
 Barrera 2. Inadecuada incorporación de las consideraciones del MST a los
programas de extensión y educación.
 Barrera 3. Limitado desarrollo de los mecanismos de financiamiento y de incentivos
favorables a la aplicación del MST.
 Barrera 4. Inadecuados sistemas para el monitoreo de la degradación de tierras y
para el manejo de la información relacionada.
 Barrera 5. Insuficientes conocimientos de los planificadores y decisores acerca de
las herramientas disponibles para incorporar las consideraciones del MST a los
planes, programas y políticas de desarrollo.
 Barrera 6. Inadecuado desarrollo del marco regulatorio y normativo relacionado con
el tema e insuficiencias en la aplicación del existente.

Desarrollo Económico

La mayor parte de la población en los países en desarrollo basa su sustento en la agricultura. El


crecimiento agrícola y las condiciones que enmarcan la distribución de sus productos están, por
lo tanto, directamente relacionadas con la población. La agricultura es también importante
porque si no se desarrolla a un ritmo adecuado, puede convertirse en un obstáculo crítico para
el desarrollo industrial y el de otros sectores. Abastece a la población de un bien salario esencial,
los alimentos; también abastece de materias primas a la industria y, desde otro punto de vista,
puede proporcionar el motivo de expansión industrial al representar un mercado para los bienes
industriales.

En los países industriales, la agricultura absorbe escasamente alrededor del siete por ciento de
la fuerza de trabajo total, mientras que en los países en desarrollo se dedica a este sector entre
el cincuenta y el ochenta por ciento de toda la fuerza de trabajo. Sin embargo, el porcentaje de
producto originado en la agricultura es mucho menor -reflejando así el menor producto por
persona empleada en la agricultura, comparada con otros sectores-. Estas diferencias en la
productividad son mucho mayores en los países en desarrollo que en los industriales.

La baja productividad por trabajador implica que existe una elevada proporción de producto que
es absorbido dentro de la propia agricultura, es decir, de autoconsumo, dejando así poco
excedente para utilizarlo fuera de la agricultura. En un país pobre en desarrollo, una familia de
agricultores produce alimento suficiente para ella y para dos personas más; en contraste, en un
país industrial como Gran Bretaña, la proporción de fuerza de trabajo necesaria para alimentar
el total de su población es menor de un cinco por ciento.
La importancia de la mejora de productividad en la agricultura puede también considerarse
desde otro punto de vista. Cuanto más grande sea la proporción de producto agrícola no
absorbido dentro de la propia agricultura, mayor será el mercado para los bienes no agrícolas.
El crecimiento agrícola, acompañado de un crecimiento en las exportaciones y en la
investigación pública, podría constituir una fuente exógena importante de demanda para la
industria.

El razonamiento anterior puede ilustrarse con la ayuda de la figura 1. En ésta, ON representa el


nivel de empleo en la agricultura; OQ y OC, representan respectivamente los niveles de producto
total y consumo total en el sector agrícola. A un nivel de empleo ON1, el producto total es N1Q1,
el consumo es N1C1, generando un excedente C1Q1 para su uso fuera de la agricultura. El
excedente C1Q1 mantiene un nivel de empleo en los sectores no agrícolas (industriales) que da
lugar a un nivel de producto N1M1. La curva OQ es cóncava, y refleja rendimientos decrecientes
en la agricultura. Esto es debido a que la tierra y otros recursos naturales son finitos, y producen
rendimientos decrecientes al ampliarse la escala de otros inputs. No obstante, el progreso
tecnológico podría desplazar la curva hacia afuera, de modo que para un determinado nivel de
empleo, el producto fuera mayor. Esto también generaría un mayor excedente, permitiendo que
el sector no agrícola mantuviera un mayor nivel de empleo.

La inversión para aumentar la productividad en la agricultura, sin embargo, depende no sólo del
nivel de conocimientos, sino también de las condiciones que rigen la adopción de tecnología:
depende, entre otras cosas, del sistema de tenencia de la tierra que determina la manera de
dividir el producto agrícola entre propietarios y trabajadores de la tierra, de la relación de
intercambio entre agricultura e industria, que determina el precio relativo de los inputs
industriales en relación a los productos agrícolas y del nivel de demanda de productos agrícolas.
A continuación discutiremos estos puntos.

Reforma agraria

Se han intentado reformas agrarias en varios países no sólo con el objetivo de mejorar la
distribución de la renta, sino también como un medio de mejorar los incentivos para el
agricultor. A lo largo de la historia, en muchos países la tierra quedó concentrada en grandes
propiedades. En algunos casos, una parte de la propiedad era cultivada directamente por el
propietario, y el resto se arrendaba a cambio de trabajo o simplemente por un renta, fija o en
función de la producción. En algunos países se desarrollaron grandes plantaciones, que a
menudo pertenecían y eran dirigidas por colonos extranjeros; en algunos países (por ejemplo El
Caribe, las islas Mauricio, o Fiji) se trajo desde el exterior mano de obra para estas plantaciones
como esclavos o trabajo servil; a los trabajadores se les daban a menudo pequeñas parcelas de
tierra para que cultivaran en ella su alimentación y como medio de vincular sus servicios a la
propiedad (Byres (ed.), 1983; Bagchi, 1982).

El razonamiento marshaliano convencional a favor de la reforma agraria sostenía que en una


situación donde se obliga al arrendatario a pagar una parte de la producción como renta al
propietario, éste pierde su incentivo para maximizar la producción; en lugar de aplicar inputs
hasta el punto donde el producto marginal iguala al coste marginal, aplicará inputs únicamente
hasta que su parte de producto marginal iguale al coste marginal. Por otra parte, un arrendatario
no realizaría mejoras de capital sin la seguridad en la tenencia de la tierra. Por lo tanto, sugiere
que una reforma agraria que confiera los derechos de propiedad al arrendatario o que mejore
la seguridad de tenencia, aumentará la productividad. En la práctica, sin embargo, la situación
resulta mucho más compleja de lo que implica el razonamiento anterior. Resulta que (por
ejemplo en el sur de Asia) la tierra es tanto arrendada como dada en alquiler por todo tipo de
agricultores, grandes y pequeños, en gran parte por razones asociadas a la eficiencia operativa.
Además, se adopta el sistema de aparcería para distribuir el riesgo, y a veces esto se asocia con
compartir los inputs. Además en una situación de desempleo y subempleo endémico, un
arrendatario puede no tener más opción que demostrar que está poniendo el máximo de
esfuerzo posible, si no desea ser deshauciado (Bagchi, 1982; Bharadwaj, 1974).

Algunos especialistas han argumentado que el estado actual de las relaciones con la tierra en
muchos países en desarrollo puede que no conduzca al crecimiento agrícola. Señalan que donde
un gran número de familias depende de los préstamos al consumo para hacer frente a sus gastos
de subsistencia año tras año, no sólo puede resultar que el propietario considere rentable
utilizar su excedente agrario para financiar estos préstamos de consumo a altas tasas de interés,
sino que, de hecho, puede que consiga crear dicha situación fijando su proporción de producto
de modo que el arrendatario se vea perpetuamente sin otra alternativa más que la de depender
de los préstamos de consumo (Bhaduri, 1983). Esta visión presupone que el propietario se
encuentra en posición de poder fijar la proporción de producto según su voluntad, pero podría
ser que éste no fuera el caso. Pero tal visión se refiere a aquellas situaciones en las que los
ahorros de un propietario pueden ser absorbidos, bien en inversiones para aumentar la
productividad (por ejemplo el regadío), bien en inversiones improductivas (por ejemplo los
préstamos de consumo a los campesinos pobres). En ambos casos, el propietario obtiene un
rendimiento de su inversión, pero en un caso mediante un aumento de la producción, mientras
que, en el otro, sería a través de un cambio en la distribución de la renta. Podría argumentarse
que en un país como la India, el sistema de castas consigue efectivamente impedir que una parte
de los campesinos accedan a los mercados o a los recursos libremente, creando condiciones
adecuadas para una fuerte demanda de préstamos de consumo. En tal situación, a menos que
la tasa de rendimiento en las inversiones productivas se eleve sustancialmente por medio de la
disponibilidad de nueva tecnología (por ejemplo la electrificación, variedades de semillas de alto
rendimiento), una gran parte de los ahorros rurales pueden continuar destinándose a
inversiones improductivas. El ahorro se destina efectivamente a mejorar la proporción de
productos absorbidos por el prestamista más que a mejorar la producción. En algunos casos esto
puede incluso traducirse en una acumulación de tierra no cultivada directamente, pero
adquirida para evitar que los campesinos más pobres puedan escapar del círculo vicioso de la
pobreza.

Se espera que una redistribución de la tierra aumente la producción en países donde hay un
desempleo o subempleo general, y donde la fuerza de trabajo es el input principal en la
agricultura. En estas situaciones, la productividad de la tierra está inversamente relacionada con
su dimensión, dado que el pequeño agricultor que cultiva por medio del trabajo familiar trabaja
más. El gran agricultor, capitalista, que depende del trabajo asalariado, restringe el input de
trabajo hasta el punto donde el producto marginal es igual al salario (Bharadwaj, 1974). En
situaciones de desempleo endémico en áreas rurales, generalmente se valora la tierra como un
bien precioso y muchos grandes agricultores acumulan tierra aunque no la utilicen
inmediatamente como un bien de producción de rentas, dado que les permite controlar la
población rural. Por estas razones, una redistribución de las propiedades podría aumentar la
producción. Sin embargo, las reformas agrarias pocas veces han tenido éxito. En países donde
la reforma se planeaba como una medida aislada, con frecuencia se conseguía evadirla, y en el
período siguiente generalmente las transferencias de tierra cambiaban de signo a través del
mercado. México, Egipto y la India son buenos ejemplos de este fenómeno (Bagchi, 1982).

Excepciones interesantes del caso anterior son Corea del Sur y Taiwán, donde las autoridades
militares americanas en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial pusieron en marcha
reformas agrarias, de modo bastante riguroso, en un intento de evitar la amenaza de una
revolución comunista (Ghai et al., 1979). En Corea del Sur, se impuso un límite de tres hectáreas
y se abolió virtualmente el mercado de tierra. Esto provocó un aumento de la productividad así
como una reducción de la pobreza. El éxito de la reforma se vio facilitado por el hecho de que la
población urbana industrial empezó a absorber una proporción creciente de la fuerza de trabajo
desde principios de los años sesenta; lo que redujo la presión demográfica en el área rural, la
cual generalmente eleva las tendencias desequilibradoras.

En general, los países que heredaron una economía de grandes plantaciones, a menudo
propiedad de colonos extranjeros, se enfrentaron con una difícil situación. Los propietarios
expatriados a menudo no reinvertían el beneficio en la formación de capital, debido a una real
o imaginaria inseguridad política (p.ej., Papúa Nueva Guinea, Guayana). En algunos países, se
nacionalizaron las plantaciones (p.ej., Guayana) o se desarrollaron esquemas para adquirir una
proporción de las haciendas y transferencias a las comunidades locales, lo que a veces
comportaba un grado de coacción en la adquisición de la tierra (p.ej., Papúa Nueva Guinea,
Kenya). Aunque en algunos casos aumentó la producción, los resultados no eran uniformemente
positivos. El hecho de que los antiguos propietarios no replantaron adecuadamente hizo en
algunos casos disminuir la rentabilidad: en otros casos, la parcelación de las haciendas, la falta
de experiencia y una pobre gestión, habían reducido la productividad (p.ej., Papúa Nueva
Guinea; Sawyerr (ed.), 1984, pp. 50-60).

En los países socialistas, la reforma agraria ocupaba una posición central en la política
económica. Un caso interesante es el de China. Después de la revolución de 1948, la agricultura
china se organizó en comunas. Existían varios niveles, con la familia como unidad básica. La
familia cultivaba una parcela privada (lo cual absorbía menos de un décimo de la tierra total
cultivada), criaba pequeños animales, como los cerdos, recolectaba abono animal para uso
privado y colectivo, y contribuía con su trabajo a las explotaciones comunales. De 30 a 40
familias constituían un grupo de producción, que era la unidad de producción básica; la tierra
cultivada y las herramientas utilizadas pertenecían colectivamente al grupo. Este tomaba las
decisiones de producción y distribuía la renta. Por encima de un grupo de producción se
encontraba una brigada de producción, constituida por 7-8 grupos de producción, y la comuna
popular, que consistía en 13-15 brigadas. La brigada de producción era responsable de servicios
tales como la escolarización elemental y la salud, y también organizaba industrias a pequeña
escala. La comuna se responsabilizaba de los servicios y de las pequeñas industrias a un nivel
más elevado, y también se encargaba de la comercialización y de la administración civil.

Después de restar una parte de producción neta (aprox. un cuarto) para uso colectivo -
impuestos, reservas en efectivo y en grano, y un pequeño fondo de bienestar- el resto lo
distribuía el grupo de producción entre miembros, en base a puntos de trabajo acumulados por
las familias a nivel de grupo, brigada o comuna. Pero también se dada una distribución en base
a un principio de igualdad -según una equivalencia por adulto- y para cuidar las familias en
circunstancias persistentemente difíciles (p.ej., viejos sin hijos) o para ayudar a mantener niveles
mínimos de consumo entre los grupos más pobres de la comuna; tal distribución podía absorber
más de dos tercios de la producción.

El control estatal sobre las comunas se ejercía principalmente a través de los sistemas de oferta
y de comercialización. El Estado recolectaba productos mediante impuestos, imponía cuotas
para entregas al Estado a precios fijos, y para entregas adicionales a precios negociados.
También asignaba los inputs agrícolas y los productos no agrícolas para el consumo. Los planes
agrícolas se preparaban a nivel de comarca y a niveles superiores, y para grupos agregados de
mercancías, a nivel de Estado.

A través del sistema de comunas, China fue capaz de mejorar la distribución de la renta. La
provisión de necesidades básicas, junto con el mantenimiento del sistema de seguridad
alimentaria, fueron grandes logros para China. Se consiguió esto con poca dependencia de las
importaciones, y absorbiendo no más de un quinto de los recursos totales de inversión del
país. El trabajo colectivo a nivel

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