Sei sulla pagina 1di 4

ADORACIÓN MATUTINA

Alex Reinmueller

Veamos con equilibrio los sentimientos de culpa (2 Sam. 12;13)

Un hermano se siente culpable por cosas que hizo antes de bautizarse. Un padre
se siente mal porque sus hijos dejaron la verdad. Una hermana se siente culpable
al divorciarse de su esposo infiel. ¿Qué tienen todos ellos en común? Que un
equivocado sentimiento de culpa los abruma. Una comediante dijo: “Las religiones
son un sentimiento de culpa con distintos días festivos”. ¿Por qué suelen sentirse
culpables las personas religiosas? ¿Sirve de algo sentirse así? En la Biblia se
relaciona la culpa con el pecado, la transgresión y las leyes divinas. Busquemos
Gálatas 3:19 y veamos el efecto que la Ley mosaica ejercía sobre los israelitas.
Dice: “Entonces, ¿por qué la Ley? Fue añadida para poner de manifiesto las
transgresiones”. Sí, la Ley les recordaba todos los días a los israelitas que eran
pecadores, pues dicha Ley era perfecta, pero imposible de cumplir a la perfección.
Por eso, ellos siempre se sentían culpables. ¿Por qué hizo eso Jehová? ¿Por qué
les dio la Ley, que los hacía sentir así? Hablemos de tres razones. Primero, es
bueno sentirse culpable si uno ha hecho algo malo, pues recordamos que Jehová
es el Soberano del universo y que sus normas son justas. Además, eso indica que
la conciencia nos funciona. Segundo, tenemos que reconocer que, a veces,
aunque aún no hayamos hecho algo malo, la verdad es que nos gustaría hacerlo.
En esos momentos, la culpa es un buen aliado. Es como el dolor físico, que puede
estar alertándonos sobre un problema de salud. Pues el dolor provocado por la
culpa podría estar avisándonos de ciertos peligros en sentido moral o espiritual. Y,
tercero, cuando la culpa motiva al pecador a confesar, tanto él como el
perjudicado sienten alivio. Quien ha pecado puede recibir el perdón, mientras que
la víctima suele sentirse mejor al ver que este la quiere lo suficiente como para
disculparse. Ahora bien, podemos llegar a sentirnos culpables aunque no lo
seamos. Y dicho sentimiento de culpa puede causarnos mucha angustia e incluso
hacernos demasiado críticos con nosotros mismos. Así que veamos tres casos en
los que un sentimiento de culpa fuera de lugar nos puede frenar, y qué hacer para
ADORACIÓN MATUTINA

seguir adelante. El primer caso tiene que ver con lo que llamaremos “la culpa
continua”. Cometimos un error, ya nos hemos arrepentido y todos nos han
perdonado... menos nosotros mismos. Así que seguimos dándole vueltas al
asunto, lo que nos roba la alegría y las fuerzas. ¿Qué debemos hacer? Pensemos
en el apóstol Pablo, quien a veces se sentía atribulado por cosas que había hecho
en el pasado. ¿Qué hacía en esos momentos? La respuesta la encontramos en
Primera a los Corintios, capítulo 15, versículos 9 y 10. Como sabemos, antes de
bautizarse, Pablo persiguió a los cristianos. Incluso aprobó el asesinato de
Esteban. ¿Cómo se sentiría al pensar en todo aquello? Leamos sus palabras en el
versículo 9: “Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de
ser llamado apóstol, porque perseguí a la congregación de Dios”. Para quien tiene
un puesto de responsabilidad, como Pablo, el sentimiento de no ser digno de nada
puede ser aplastante. Y eso es justo lo que el Diablo quiere: que dudemos de que
Jehová aún nos ve con buenos ojos. Y este enemigo ataca en el peor momento,
cuando ya nos sentimos decepcionados, aplastados por el peso de nuestros
errores y defectos. Pero Pablo no se dejó vencer, no cedió ante la presión.
Leamos sus palabras en el versículo 10: “Mas por la bondad inmerecida de Dios
soy lo que soy. Y su bondad inmerecida que fue para conmigo no resultó ser en
vano, sino que trabajé laboriosamente mucho más que todos ellos, pero no yo,
sino la bondad inmerecida de Dios que está conmigo”. Sí, Pablo estaba seguro de
que Jehová lo aceptaba como era. Él sabía que no podía cambiar el pasado, por
mucho que quisiera. Pero valoraba la bondad inmerecida de Jehová y dejaba que
él lo usara en su servicio. Como Pablo, nosotros ya nos hemos arrepentido de
nuestros pecados y los hemos confesado como corresponde. Por eso, podemos
estar seguros de que Jehová ya nos ha perdonado. Sí, él promete perdonar
generosamente a sus siervos. No dudemos de su palabra y aceptemos su
misericordia. Hablemos ahora de un segundo caso. Se trata de “la culpa por
no hacer más”. Esta hace que la persona sienta que no ha hecho lo suficiente para
ayudar a alguien más. Quienes están cuidando a otros pueden sentir esa clase de
culpa. Aun cuando están haciendo todo lo que pueden, se sienten mal por
no poder hacer más. Una hermana que cuidaba de sus padres envejecidos
ADORACIÓN MATUTINA

comentó en una ocasión: “Es sumamente difícil tener que decir: ‘Es que no puedo
hacer nada más por ti’”. ¿Qué puede ayudarnos en un caso así? Bien,
identifiquemos en Eclesiastés 7:16 algo que todos debemos evitar: “No te hagas
justo en demasía, ni te muestres excesivamente sabio. ¿Por qué debes causarte
desolación?”. Dicho en otras palabras, no hay que ser perfeccionistas. Y es que el
deseo de hacer las cosas bien puede hacernos caer en el perfeccionismo. Si nos
obligamos a hacer más de lo que queremos, debemos o podemos, vamos a
fracasar... y nos sentiremos frustrados. Un ejemplo: hay quienes cuidan a sus
padres envejecidos con la idea de pagarles todo lo que hicieron por ellos cuando
eran pequeños. ¡Pero pagarles a nuestros padres todo lo que nos han dado es
imposible! Si pensamos así, siempre nos sentiremos culpables. Y, si esa es
nuestra motivación, terminaremos agotados y no seremos de mucha ayuda. ¿Qué
es mejor hacer? Repartir la carga. La familia, los amigos, los vecinos y los
profesionales de la salud pueden ayudar. Así que pidamos ayuda, y hagámoslo
con toda franqueza. Solo insinuarlo no siempre funciona. Quizás nos sorprenda
ver cuánta gente está dispuesta a echarnos una mano cuando se lo pedimos. Por
último, tenemos el caso de “la culpa imaginaria”, que también paraliza a algunas
personas. Es sentirnos responsables de algo que no fue culpa nuestra. Una
hermana llamada Theresa, cuya hija murió en un accidente automovilístico, dice:
“¡Cuánto lamento haberle pedido que saliera aquel día!”. Otra hermana expresa:
“Cuando te divorcias, el sentimiento de culpa puede ser abrumador, aunque
no seas tú quien falló”. ¿Qué se puede hacer en situaciones así? En primer lugar,
es importante no tragarse esos sentimientos. Es mejor abrirse con un amigo que
muestre empatía. Y, si nos dice que el dolor puede hacer que nos culpemos sin
una razón válida, no dudemos de sus palabras. En segundo lugar, recordemos
que, por mucho que amemos a alguien, no podemos controlar lo que ocurre en su
vida. Eclesiastés 9:11 hace esta afirmación que se cumple en todos y cada uno de
nosotros: “Regresé para ver, bajo el sol, que los veloces no tienen la carrera, ni los
poderosos la batalla, ni tienen los sabios tampoco el alimento, ni tienen los
entendidos tampoco las riquezas, ni aun los que tienen conocimiento tienen el
favor; porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos”. En efecto,
ADORACIÓN MATUTINA

no nos culpemos por cosas imposibles de controlar. Y, si creemos que hemos


cometido un error, primero asegurémonos de que realmente fue así. Hablemos
abiertamente con un buen amigo y centremos nuestra vista en el futuro. Centrarse
en lo que pudo haber sido no cambiará nada, y solo nos hará más difícil seguir
adelante. Así que no permitamos que la culpa imaginaria nos domine.
En resumen, la culpa puede y debe motivarnos a confesar cualquier pecado, y a
hacer lo que se espera de nosotros. Pero un equivocado sentimiento de culpa es
peligroso. Puede hacernos sentir aplastados y frenarnos de darle a Jehová lo
mejor. No, ¡que no nos paralice la culpa! Concentremos nuestras energías en lo
que sí podemos hacer y en el maravilloso futuro que nos espera.

Potrebbero piacerti anche