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Gabinete de Psicología en Tenerife

¿Te perdono?
Publicado por Tais Pérez

Perdonar no es un acto altruista, es egoísta. Yo soy egoísta. Primero me quiero a mi misma y luego
quiero a la gente que me rodea. Siempre he pensado que no se puede querer “bien” a alguien si uno
no se aprecia. Por ello, estoy totalmente a favor de perdonar. Lo hago por mi, no por la persona a la
que perdono.

No perdonar lleva a sentimientos de rabia, resentimiento, frustración. Un


cúmulo de sentimientos negativos que nos alejan de ser felices, nos mantienen
unidos a esa otra persona y por tanto, privados de nuestra libertad. Y yo, creo
que ya lo he dicho en otras ocasiones, he elegido ser feliz y para ello, entre
tantos otros esfuerzos, intento perdonar.

¿Qué es perdonar?
La Real Academia de la Lengua Española define perdón como la remisión de la
pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente.
Cuando escuchamos la palabra perdón asociamos siempre un culpable, puede
ser uno mismo o un tercero. Parece que muchas veces no solo resulta difícil
perdonar a alguien, también lo es perdonarnos a nosotros mismos.

Ahora bien, perdonar no es anular, como si nada hubiera ocurrido; ni es olvidar,


como si fuera posible una amnesia súbita; ni es no tenerlo en cuenta, ser
imprudente y no aprender de la experiencia. Perdonar no significa ser ni ciego
ni ingenuo. Lo hecho, hecho está y no hay nadie que lo cambie.
Perdonar no implica tampoco otorgar clemencia y suspender el castigo
impuesto.
Perdonar es dejar de odiar, es acabar con el rencor, terminar con el
resentimiento. Perdonar es renunciar a la venganza
Perdonar es un proceso
El perdón es una decisión, elegimos perdonar o no hacerlo. No hay perdón a
medias, aquí no hay medias tintas.
En general, todos tenemos heridas, traumas que nos invaden de sentimientos
negativos y dolorosos hacia los demás y nosotros mismos. Cuando me aferro al
odio y a la ira solo me hago daño a mi misma. Y esto es lo primero que tenemos
que saber para convencernos de que perdonar es la mejor opción.

¿Por qué guardamos rabia hacia alguien?


Mantenemos rencor en el tiempo porque quién nos hace daño es una persona
importante para nosotros y probablemente no queremos perder la relación que
tenemos con ella o no queremos perder nuestro rol de víctima frente a esa
situación. En definitiva, no nos responsabilizamos de lo que nos ha ocurrido,
sino que esperamos que el otro haga algo para aliviar nuestro dolor. Pero, solo
nosotros somos responsables de nuestros propios sentimientos,
independientemente de lo que nos hayan hecho. Y la buena noticia es que cada
uno tiene el poder para transformar sus vivencias en aprendizajes y crecimiento
personal.
2 condiciones…
Los estudios acerca del acto de perdonar indican que tiene que darse dos
condiciones para que esto suceda:
1. El ofensor tiene que mostrar arrepentimiento.
2. El ofendido no puede guardar rencor.

¿Cómo lo hacemos?
Si no quieres que el rencor se adueñe de tu vida, lo primero que debes hacer
es darte cuenta y reconocer abiertamente que te han hecho daño sin
recriminar, solo informando. A partir de aquí, tomamos una decisión: ¿le
perdono?
Estas preguntas pueden ayudarnos a decidir:
– ¿Quién nos causa ira?
– ¿Cuál es la dimensión de nuestros sentimientos dolorosos?
– Nos enfocamos en el incidente: ¿la causa tuvo lugar hace mucho tiempo?, ¿se
mantuvo en el tiempo? Conviene analizar los detalles específicos.
– ¿Quién es el responsable del incidente?
– ¿Cometió realmente una injusticia?
– ¿Estamos precipitándonos en sacar conclusiones?, ¿hay algún malentendido?
– ¿Nuestras expectativas con respecto a la otra persona son demasiado altas?
– ¿Qué razones tiene para comportarse así?
Cuando decides perdonar no lo haces por sentirte obligado y das el paso sin
dudar. Una vez compartida la decisión, empieza el duro proceso de recuperar la
confianza en la persona que nos ha hecho daño. Mientras que la decisión de
perdonar es algo personal, recuperar la confianza es cosa de dos, deben
ayudarse el uno al otro.
Una vez pasadas estas dos primeras fases comenzamos con el proceso
cognitivo. Nos centraremos en crear pensamientos dirigidos al perdón. Será
más fácil si pensamos en la persona como un todo. No solo nos centramos en lo
que nos hizo sino que evaluamos todo lo que ella significa. No debemos olvidar
que lo que nos ha hecho puede haber sido un error o que determinadas
circunstancias le han empujado a comportarse de la manera en que lo hizo.
En esta etapa la empatía es crucial, ponernos en el lugar de la otra persona y
entender desde su punto de vista por qué ha actuado de esa manera. A mi
personalmente me ayuda mucho pensar en tres cosas, si falla una voy a la
siguiente:
1. ¿Qué hubiera hecho yo en esa situación siendo esa persona?
2. ¿Cómo hubiera actuado yo?
3. ¿He actuado así en alguna circunstancia parecida en el pasado?
Una vez estemos seguros de creer firmemente en lo que estamos pensando,
verbalizamos estos pensamiento a la persona que queremos perdonar.

Y damos paso al siguiente estadio, el proceso emocional. Como aún no existen


las máquinas del tiempo y no podemos volver atrás en el tiempo y evitar que
ocurra lo acontecido, deberemos trabajar a este nivel. Y ello implica ser capaces
de sentir y pasar a una nueva etapa de nuestra vida en la que elegiremos qué
lugar ocupará la persona que hemos perdonado. Porque perdonar no conlleva
sostener la misma relación que teníamos con la otra persona.

El proceso de perdonar es complejo. Pero una vez terminado nos sentimos


aliviados y liberados pudiendo llegar a entender que las situaciones dolorosas
son oportunidades para crecer, tomar consciencia y desarrollar la empatía.
“De pequeños los niños aman a sus padres, cuando crecen los juzgan y sólo a veces
los perdonan. En eso, dicen algunos, consiste la madurez». Oscar Wilde.
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