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Con este nuevo medio se comienza a dar lugar a un proceso de enculturación de las clases
populares al capitalismo, llevando a borrar esas barreras de distinción y diferenciación entre
las clases sociales, con “el paso de los dispositivos de sumisión a los de consenso”. De esta
forma, se disuelve el sistema tradicional de diferencias sociales, se constituye a las masas
en clase y surge una nueva cultura, de masa. Sitúa a los medios en el ámbito de las
mediaciones, esto es, “en un proceso de transformación cultural que no arranca con ellos
pero en el que a partir de un momento –los años veinte- van a tener un papel importante”.
Aunque sólo se puede hablar de cultura de masa, según Barbero, cuando la producción
toma tal dimensión. “Pero el consumo requerido por la nueva estructura de la producción
no era un hábito social, antes por el contrario: se enfrentaba a la mentalidad de unas masas
en gran parte sólo recientemente urbanizadas, y para las que la compulsión primaria era la
tendencia al ahorro. El ‘sistema’ requirió entonces educar a las masas en el consumo”. En
este sentido, la publicidad se transformó en la mejor expresión de cómo el consumo se hizo
elemento de la cultura: la materia prima va dejando de ser las necesidades y pasan a serlo
los deseos, las ambiciones y frustraciones de los sujetos.
En ese contexto, el folletín se presenta hoy como una forma de comunicación tradicional,
en comparación con el sistema actual de comunicación posible gracias al proceso de
digitalización que construyó el modelo de “networking” (de muchos a muchos). El folletín,
hacia mediados del siglo XIX, se presenta como un modelo de “broadcasting” (de uno a
muchos).
Sin embargo, según Carlos Scolari (“De los nuevos medios a las hipermediaciones”), con
el proceso de digitalización se pasó del modelo punto-multipunto (broadcasting) al
paradigma de la red, que permite el acceso (multipunto-punto) o el intercambio entre
usuarios (multipunto-multipunto). En esto consiste justamente el nuevo sistema planteado
por Scolari: la networking.
Scolari elige el concepto de hipermediación para definir este nuevo sistema de medios. En
esta noción confluye buena parte de las propiedades que distinguen a las nuevas formas de
comunicación. “Dado que no nos interesa tanto estudiar los medios digitales sino las
(nuevas) mediaciones, podemos dar un ulterior salto semántico y reflexionar sobre el
concepto de hipermediación. Pasaríamos de esta manera del objeto al proceso. O, como
decía hace dos décadas Martín-Barbero, perderíamos el objeto para ganar un proceso: el
proceso de hipermediación”, definió Scolari, al que al mismo tiempo define como
“procesos de intercambio, producción y consumo simbólico que se desarrollan en un
entorno caracterizado por una gran cantidad de sujetos, medios y lenguajes interconectados
tecnológicamente de manera reticular entre sí”. Scolari precisa a un receptor de consumo
activo, rebelde y contrahegemónico de las mediaciones, al que contrapone –con el cambio
de paradigma- un usuario que colabora en la producción textual, la creación de enlaces y la
jerarquización de la información.
“Si la teoría de las mediaciones nos hablaba de los medios masivos y de sus
contaminaciones con la culturas populares, las hipermediaciones construyen su mirada
científica a partir de los nuevos espacios participativos de comunicación y de su irrupción
en lo masivo”, sostuvo el autor.
Para el estudio de las mediaciones, según Scolari, los medios de difusión de masas
cumplieron un papel fundamental. Sin embargo, hoy ese proceso está en discusión: “Tanto
las identidades colectivas como los medios masivos no tienen ni el poder ni la
homogeneidad de que gozaban en las épocas doradas de la Modernidad. Asistimos a una
desmasificación de la información y a una fragmentación de las grandes identidades. Por
otro lado, si los estudios de comunicación han estado en su mayor parte centrados en ciertos
medios, lenguajes y géneros, las hipermediaciones apuntan a la confluencia de lenguajes, la
reconfiguración de géneros y la aparición de nuevos sistemas semióticos caracterizados por
la interactividad y las estructuras reticulares. Los estudios hipermediaticos privilegian el
trabajo en las orillas de los discursos mediáticos, en las zonas de contaminación semiótica
dentro de los entornos digitalizados”.
Martín Barbero
Las diferentes formaciones nacionales toman rumbos y ritmos diferentes. Esa diversidad va
a sufrir desde los años 30 una readecuación fundamental y de conjunto. La posibilidad de
hacerse naciones en el sentido moderno pasará por el establecimiento de mercados
nacionales, y ellos a su vez serán posibles en función de su ajuste a las necesidades y
exigencias del mercado internacional.
El modo de acceso a la modernidad hace visible la discontinuidad simultánea desde la que
América Latina lleva a cabo su modernización.
Hay diferencias del alcance y de ritmo que responden al grado de desarrollo del
“proyecto nacional” que desde la segunda mitad del siglo XIX forjan las burguesías en cada
país.
Solo una transformación podía sacar a estos países definitivamente del estancamiento y
el atraso: “caminar urbano europeizado”. Nace un nuevo proyecto de Nación moderna.
Surge así un nacionalismo nuevo basado en la idea de una cultura nacional. La Nación
incorpora al pueblo.
-Una que identifica el progreso nacional con el de la clase que lo orienta y con el esfuerzo
de industrialización.
-Otra que busca compaginar la nueva nacionalidad con aquella otra Nación que existía
antes y que “viene de abajo”.
En América Latina la idea de modernización que oriento los cambios fue más un
movimiento de adaptación económica y cultural, que de profundización de la
independencia. Se quería ser Nación para lograr una identidad. Pero la consecución de esa
identidad implicaba su traducción al discurso modernizador de los países hegemónicos,
pues solo en términos de ese discurso el esfuerzo y los logros eran evaluables y validados
como tales.
El otro pivote del nacionalismo en los treinta es el rol protagónico del Estado.
Éste ocupo el lugar de una clase social cuya aparición la historia reclamaba sin mucho
éxito: encarnó la Nación e impuso el acceso político y económico de las masas populares a
los beneficios de la industrialización.
En los años 30 muchos Estados buscan en las masas populares su legitimación nacional.
En la ciudad la presencia de las masas fue adquiriendo poco a poco rasgos más marcados.
La ciudad comenzaba a perder su centro. Las masas querían trabajo, salud, educación y
diversión. La masificación ponía al descubierto su paradoja: era en la integración donde
anidaba la subversión.
Para las clases populares la gasificación entraño mas ganancias que pérdidas. La cultura de
masa empezó siendo una cultura no solo dirigida a las masas sino en la que as masas
encontraron reasumidas, de la música a los relatos en la radio y el cine, algunas de sus
formas básicas de ver el mundo, de sentirlo y de expresarlo.
De 1930 a 1960 el populismo es la estrategia política que marca, con mayor o menor
intensidad, la lucha en casi todas las sociedades latinoamericanas(en Argentina , las masas
sacan de la prisión a Perón en 1945).
Los procesos políticos de los años 30-60 se vieron enormemente reducidos por una
teoría de la dependencia que al pensar al Estado como mera correa transmisora de los
intereses de los países hegemónicos impedía pensar el problema nacional en el cuadro de
las relaciones de clase.
Lo masivo se vera atravesado por nuevas tensiones que remiten su alcance y su sentido a
las diversas representaciones nacionales de lo popular y a los conflictos que la
transnacionalización moviliza.
En Argentina encontraremos que es en el circo donde se forja un teatro popular que recoge
la memoria de los payadores y la mitología gaucha. La novela-folletín que se hace teatro en
el circo criollo continua en la radio su fuerte relación con el teatro. El populismo en
Argentina fue una peculiar forma de enchufar lo masivo en una ancha familia de
expresiones populares
Los medios que nombrados hasta ahora -cine, radio y aún más en el caso de la música - son
populares porque eran accesibles a los públicos no letrados. Pero la prensa también ha
participado en el otorgamiento de ciudadanía a las masas urbanas.
Prensa popular chilena: llega al sensacionalismo. Es uno de los productos más repudiados
pero Barbero lo toma en el mismo sentido que a los otros ejemplos. En Chile la izquierda
tenía un peso político importante y su prensa también. Se mantuvo dentro de una matriz
racional iluminista: cultura letrada ,que tiende a considerar cómo influir lo que tiende las
culturas populares.
Desarrollismo y trasnacionalización.
Pensar las tecnologías desde la diferencia cultural no tiene nada que ver con la añoranza
o el desasosiego frente a la complejidad tecnológica o la abstracción massmediática.