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Pentateuco Diccionario Bíblico Hitchcock en español

Cinco Rollos o los cinco libros de Moisés.

PENTATEUCO Diccionario de nombres Bíblicos RVA 1909


VOLUMEN (LIBRO) DE CINCO PARTES.

PENTATEUCO Comentario Bíblico Certeza


D. A. Hubbard, B. A. B.D., Th.M., Ph.D., D.D., L.H.D., Presidente y Profesor de Antiguo Testamento del Fuller
Theological Seminary, Pasadena, California, EE.UU.

Los primeros 5 libros del AT (Gn., Ex., Lv., Nm., Dt.) constituyen la
primera sección, y la más importante, de las 3 partes que comprenden el *canon
judaico. Conocida generalmente por los judíos como seµfer hattoÆraÆ, ‘libro de
la ley’, o hattoÆraÆ, ‘la ley’ (véase Köhler y W. Baumgartner, Hebräisches una
aramäisches Lexicon zum Alten Testament³, 1967, pp. 403, para sugerencias
sobre la derivación de esta palabra, que parece significar básicamente
“enseñanza” o “instrucción”), el Pentateuco (gr. pentateujos, ‘[libro] en 5 tomos’)
se conoce también como los “cinco quintos de la ley”. Desde hace un siglo
aproximadamente, muchos altos críticos, siguiendo a Alejandro Geddes (ca.
aproximadamente, alrededor de 1800), han tendido a ignorar la división
tradicional, inclinándose por un “hexateuco” que comprende el Pentateuco más
Josué (cf. J. Wellhausen, Die Composition des Hexateuchs, 1876–7). Por otra
parte, I. Engnell ha propuesto la palabra “tetrateuco” para separar al libro de
Deuteronomio de los primeros 4 libros (Gamla Testamentet, 1, 1945). Los
presupuestos críticos que están en la base de estas sugestiones se examinan
abajo.

La antigüedad de la división en 5 libros la confirman el Pentateuco samaritano y


la LXX (vs. gr. del AT), que le dieron a los libros sus nombres tradicionales; los
judíos los identifican con la primera palabra o frase. Las divisiones entre los
libros las motivaron tanto los temas como consideraciones de orden práctico: los
rollos de papiro sólo podían contener alrededor de una quinta parte de la
toÆraÆ. La tradición judía establece que debe leerse una sección de la ley por
semana en la sinagoga. Llevaba 3 años completar el Pentateuco en Palestina. El
leccionario moderno, en el que el Pentateuco se lee completo en un año, proviene
del que se usaba en Babilonia. Es muy posible que se leyese un salmo junto con la
lectura tradicional de los escritos proféticos (haftraÆ). Los 5 libros del salterio
probablemente han sido acomodados al esquema del Pentateuco (cf. N. H.
Snaith, Hymns of the Temple, 1951, pp. 18–20).

Las referencias al Pentateuco en el AT están restringidas mayormente a los


escritos del Cronista, que se vale de varias designaciones:
 la ley (Esd. 10.3; Neh. 8.2, 7, 14; 10.34, 36; 12.44; 13.3; 2 Cr. 14.4;
31.21; 33.8);
 el libro de la ley (Neh. 8.3);
 el libro de la ley de Moisés (Neh. 8.1);
 el libro de Moisés (Neh. 13.1; 2 Cr. 25.4; 35.12);
 la ley de Jehová (Esd. 7.10; 1 Cr. 16.40; 2 Cr. 31.3; 35.26);
 la ley de Dios (Neh. 10.28–29);
 el libro de la ley de Dios (Neh. 8.18);
 el libro de la ley de Jehová (2 Cr. 17.9; 34.14);
 el libro de la ley de Jehová su Dios (Neh. 9.3);
 el libro de Moisés, siervo de Dios (Dn. 9.11; cf. Mal. 4.4)
No se puede saber con seguridad si las referencias a la ley en los escritos
históricos se refieren al Pentateuco como tal o a partes de la legislación mosaica,
p. ej. la ley (Jos. 8.34); el libro de la ley (Jos. 1.8; 8.34; 2 R. 22.8); el libro de la ley
de Moisés (Jos. 8.31; 23.6; 2 R. 14.6); el libro de la ley de Dios (Jos. 24.26).

El NT usa designaciones similares:


 el libro de la ley (Gá. 3.10);
 el libro de Moisés (Mr. 12.26);
 la ley (Mt. 12.5; Lc. 16.16; Jn. 7.19);
 la ley de Moisés (Lc. 2.22; Jn. 7.23);
 la ley del Señor (Lc. 2.23–24).
Las descripciones del Pentateuco en ambos testamentos sirven para
recalcar su paternidad divina y humana, su autoridad como la ley obligatoria, y su
forma escriturada en el libro.

I. Contenido

El Pentateuco narra las relaciones de Dios con el mundo, y especialmente


con la familia de Abraham, desde la creación hasta la muerte de Moisés. Consta
de 6 divisiones principales.
 Primero, el origen del mundo y las naciones (Gn. 1–11). Esta
sección describe la *creación, la caída del hombre, los comienzos de
la civilización, el diluvio, la tabla de las naciones, y la torre de Babel.
 Segundo, el período patriarcal (Gn. 12–50) narra el llamado de
Abraham, la iniciación del pacto abrahámico, la vida de Isaac, de
Jacob, y de José, y el traslado del clan objeto del pacto a Egipto.
 Tercero, Moisés y el éxodo de Egipto (Ex. 1–18).
 Cuarto, la legislación en Sinaí (Ex. 19.1-Nm. 10.10), que incluye la
entrega de la ley, la construcción del tabernáculo, el establecimiento
del sistema levítico, y los preparativos finales para el viaje de Sinaí a
Canaán.
 Quinto, las peregrinaciones en el desierto (Nm. 10.11–36.13). Esta
sección describe la partida de Sinaí, la aceptación del informe
mayoritario de los espías, el juicio consiguiente de Dios, el
encuentro con Balaam, la decisión de Josué como sucesor de
Moisés, y la distribución de la tierra entre las 12 tribus.
 Sexto, los últimos discursos de Moisés (Dt. 1–34) recapitulan los
acontecimientos del éxodo, repiten y amplían los mandamientos
sinaíticos, clarifican lo relacionado con la obediencia y la
desobediencia, e incluyen las bendiciones para las tribus, que están
preparadas para entrar en Canaán. Esta sección termina con la
críptica descripción de la muerte y sepultura de Moisés.

II. Paternidad y unidad

Durante siglos tanto el judaísmo como el cristianismo aceptaron sin


cuestionamiento la tradición bíblica de que Moisés escribió el Pentateuco. Ben
Sirá (Ecl. 24.23), Filó (Vida de Moisés, 3.39), Josefo (Josefo, Antigüedades de los
judíos 4. 326), la Misná (PirqeÆ AboÆth 1.1), y el Talmud (Baba Batbra 14b)
aceptan unánimemente la paternidad mosaica. El único punto discutido era en
relación con el relato de la muerte de Moisés en Dt. 34.5ss. Filón y Josefo afirman
que Moisés relató su propia muerte, mientras que el Talmud (en el lugar ya
citado) acredita a Josué 8 versículos de la toÆraÆ, presumiblemente los últimos
8.

a. La crítica del Pentateuco hasta 1700 d.C.


La tradición expresada en 2 Esdras 14.21–22, de que los rollos del
Pentateuco, quemados en el sitio de Jerusalén por Nabucodonosor, fueron
escritos nuevamente por Esdras, aparentemente fue aceptada por los Padres de la
iglesia primitiva, p. ej. Ireneo, Tertuliano, Clemente de Alejandría, Jerónimo. Sin
embargo, no rechazaban la paternidad mosaica de la ley original. El primer
indicio escrito del rechazo de dicha paternidad es la afirmación de Juan de
Damasco relativa a los nazarenos, secta de cristianos judíos (cf. PG J. P. Migne,
Patrologia Graeca 94. 688–689). Las Homilías clementinas enseñan que hubo
interpolaciones diabólicas en el Pentateuco para tratar de hacer aparecer a Adán,
Noé, y los patriarcas en posición desfavorable. Cualquier pasaje que no guardase
armonía con las suposiciones ebionitas del autor resultaba sospechoso en este
primer intento de realizar alta crítica. Entre las piedras de tropiezo a la fe que
Anastasio el sinaítico, patriarca de Antioquía (s.s. VII d.C.), intentó eliminar
estaban las cuestiones relacionadas con la paternidad mosaica del Génesis, y las
supuestas discrepancias que contenía dicho libro (cf. PG J. P. Migne, Patrologia
Graeca, 89. 284–285).

Durante la época medieval, estudiosos judíos y musulmanes comenzaron a


señalar supuestas contradicciones y anacronismos en el Pentateuco. Por ejemplo,
Ibn Ezra (m. 1167), siguiendo una sugestión del rabí Isaac ben Jasos (m. 1057) de
que Gn. 36 fue escrito en fecha no anterior al reinado de Josafat por cuanto
menciona a Hadad (cf. Gn. 36.35; 1 R. 11.14), sostuvo que pasajes tales como Gn.
12.6; 22.14; Dt. 1.1; 3.11 eran interpolaciones.

El reformador A. B. Carlstadt (1480–1541), al observar que no había


cambio alguno en el estilo literario de Deuteronomio antes y después de la
muerte de Moisés, negó que Moisés hubiese escrito el Pentateuco. Un católico
romano belga, Andreas Masius, escribió un comentario sobre Josué (1574) en el
que atribuía a Esdras ciertas interpolaciones en el Pentateuco. Posiciones
similares mantuvieron 2 eruditos jesuitas, Jacques Bonfrère y Benedict Pereira. 2
filósofos famosos contribuyeron a preparar el camino para los modernos
propulsores de la alta crítica al hacerse eco, en algunos de sus escritos
contemporáneos de mucha circulación, de las críticas a la unidad de la ley:
Thomas Hobbes (Leviathan, 1651) atribuyó a Moisés todo aquello que se le
atribuía en el Pentateuco, pero sugirió que otras partes fueron escritas más bien
acerca de Moisés que por él mismo; Benedicto Espinosa (Tractatus Theológico-
politicas, 1670) llevó más lejos las observaciones de Ibn Ezra al notar la presencia
de repeticiones y supuestas contradicciones, y llegar a la conclusión de que
Esdras, que escribió el mismo Deuteronomio, compiló el Pentateuco sobre la base
de una cantidad de documentos (algunos mosaicos). La crítica del Pentateuco en
el ss. XVII alcanzó su punto máximo en las obras del católico romano Richard
Simon y el arminiano Jean LeClerc en 1685. LeClerc respondió al punto de vista
de Simon de que el Pentateuco era una compilación basada en muchos
documentos, tanto de origen divino como humano, afirmando que el autor debía
de haber vivido en Babilonia entre el 722 a.C. y la época de Esdras.

b. La crítica del Pentateuco entre 1700 y 1900 d.C.

(i) La cuestión de la paternidad mosaica. A pesar de las


cuestiones planteadas por católicos, protestantes, y judíos en el período
considerado arriba, la gran mayoría de los estudiosos y legos se aferraron a la
creencia en la paternidad mosaica. Se llegó a un hito en la crítica del Pentateuco
en 1753, cuando el médico francés Jean Astruc publicó su teoría de que Moisés
había compuesto el Génesis basándose en 2 meŒmoires antiguas principales y
una cantidad de documentos más cortos. La clave para la identificación de las 2
meŒmoires surgía del uso de los nombres divinos: una empleaba Elohim; la otra,
Yahweh. Astruc sostuvo la paternidad mosaica de Génesis, pero propuso su teoría
de las fuentes múltiples para dar cabida a algunas de las repeticiones y supuestas
discrepancias que habían notado los críticos. J. G. Eichhorn (Einleitung, 1780–
83) amplió los conceptos de Astruc para dar lugar a lo que se denomina “la teoría
documentaria primitiva”. Abandonando la paternidad mosaica, atribuyó la
edición definitiva de los documentos elohísta y yahvista de Génesis y Ex. 1–2 a un
redactor desconocido. K. D. Ilgen (Die Urkunden des Jerusalemischen
Tempelarchivs in ihrer Urgestalt, 1798) llevó esta teoría documental más lejos
todavía cuando descubrió en Gn. 17 fuentes independientes atribuibles a 3
autores, 2 de los cuales usan Elohim y el otro Yahweh.

Un sacerdote católico romano escocés, Alexander Geddes, ahondó en la


identificación de varias de las meŒmoires de Astruc y propuso (entre 1792 y
1800) la teoría fragmentaria, que sostiene que el Pentateuco fue compuesto por
un redactor desconocido, basándose en una cantidad de fragmentos que se
originaron en 2 círculos diferentes: uno elohístico, el otro yahvístico. 2 eruditos
alemanes abrazaron esta teoría y la ampliaron: J. S. Vater (Commentar über den
Pentateuch, 3 t. 1802–5) procuró trazar la formación del Pentateuco a partir de
más de 30 fragmentos; W. M. L. De Wette (Beiträge zur Einleitung in das Alte
Testament, 1807) recalcó el carácter comparativamente tardío de buena parte del
material legal y, significativamente para las investigaciones posteriores, identificó
el libro de la ley de Josías como el de Deuteronomio (en esta identificación se le
anticipó Jerónimo 1,400 años antes).
La propuesta de De Wette de un solo documento básico ampliado por
numerosos fragmentos fue perfeccionada por H. Ewald, quien en 1831 sugirió
que el documento principal debía ser la fuente elohística que contenía el relato
desde la creación hasta el libro de Josué, la que recibió los aportes del yahvista,
quien fue asimismo el redactor final. Si bien Ewald posteriormente se retractó de
esta “teoría complementaria”, la misma persistió en los escritos de F. Bleek (de
libri Geneseos origine, 1836) y F. Tuch (Genesis, 1838).

La “nueva teoría documental” fue apadrinada por H. Hupfeld (Die Quellen


der Genesis und die Art ihrer Zusammensetzung, 1853), quien, como Ilgen,
encontró 3 fuentes independientes en Génesis: el elohísta original (E¹), el
elohísta tardío (E²), y el yahvista (J). Un año más tarde, cuando E. Riehm publicó
su Die Gesetzgebung Mosis im Lande Moab en 1854, que pretendía demostrar el
carácter independiente de Deuteronomio, ya se habían aislado y fechado los 4
documentos principales en el orden siguiente: E¹, E², J, D.

K. H. Graf (en 1866) dio impulso a la sugestión de E. G. Reuss, J. F. L.


George, y W. Vatke, y afirmó que E¹ (llamado PP (código) sacerdotal (del al.
Priester; inf. Priestly), por el código sacerdotal [del alemán Priester], por los
estudiosos modernos), en lugar de ser el documento más primitivo, era el más
tardío. Luego el debate se centró en la cuestión de si E²JDP(E¹) o JEDP
constituiría el orden cronológico correcto. La obra de A. Kuenen, The
Religion of Israel (1869–70), aseguró el triunfo del segundo orden y preparó la
escena para la aparición del actor principal en el drama de la crítica del
Pentateuco, Julius Wellhausen.

(ii) El criterio de Wellhausen. Las importantes publicaciones de


Wellhausen entre 1876 y 1884 dieron a la teoría documental su marco más
convincente y popular. Expresado en forma simple, esta teoría sostiene que J
yahvista (aproximadamente, alrededor de 850 a.C.) y EE; elohísta
(aproximadamente, alrededor de 750 a.C.) fueron combinados por un redactor
(RJE) alrededor del 650 a.C. Cuando DD deuteronomista (leyes deuteronómicas,
aproximadamente, alrededor de 621) fue agregado por RDD (aproximadamente,
alrededor de 550) y PP (código) sacerdotal (aproximadamente, alrededor de
500–450) por RPP aproximadamente, alrededor del 400 a.C. el Pentateuco
quedó básicamente completo. La presentación de Wellhausen comprendía más
que un mero análisis documental. Relacionó sus estudios críticos con un
acercamiento evolucionista a la historia de Israel, que limitaba la historicidad del
período patriarcal y tendía a desmerecer la prominencia de Moisés. La religión de
Israel avanzó de los simples sacrificios en altares familiares en los días del
asentamiento hasta la compleja estructura legalista de Levítico (PP (código)
sacerdotal, perteneciente a la época de Esdras (* Sacerdotes y levitas). En forma
semejante, el concepto de Dios que tenía Israel evolucionó a partir del animismo
y el politeísmo de la época patriarcal, siguiendo con el henoteísmo de los tiempos
de Moisés y el monoteísmo ético de los profetas del ss. VIII hasta llegar al Yahvéh
soberano de Is. 40ss.
Tan fundamentales resultaron para la erudición posterior las ideas de
Wellhausen que su influencia en los estudios biblicistas ha sido comparada
frecuentemente con la de Darwin en las ciencias naturales. Principalmente a
través de los escritos de W. Robertson Smith y S. R. Driver, el análisis
documental de Wellhausen obtuvo gran aceptación. La siguiente síntesis (algo
simplificada) ofrece un bosquejo de las características básicas de los documentos
pentateucos según la escuela de Wellhausen.

El relato yahvista (J) procede, según se afirma, de los primeros años de la


monarquía (aproximadamente, alrededor de 950–850 a.C.). Alusiones a la
expansión territorial (Gn. 15.18; 27.40) y el ascendiente de Judá (Gn. 49.8–12)
supuestamente señalan una fecha salomónica. El documento J yahvista cuenta la
historia de las relaciones de Dios con el hombre desde la creación del universo
hasta la entrada de Israel en Canaán. La combinación de majestad y simplicidad
que se encuentra en J yahvista lo señala como un notable ejemplo de literatura
épica, digno de comparación con la Ilíada de Homero. Con origen en Judá, el
documento yahvista tiene algunos rasgos literarios distintivos, además de la
preferencia por el nombre Yahvéh: sûifh, ‘criada’, se prefiere a <aµmaÆ (EE;
elohísta); se usa Sinaí en lugar de Horeb (EE; elohísta); hay frecuentes
etimologías populares, p. ej. Gn. 3.20; 11.9; 25.30; 32.27.

Intensamente nacionalista, el relato J yahvista registra en detalle las


hazañas de las familias patriarcales, incluso aquellas que no son particularmente
dignas de alabanza. Teológicamente J yahvista se destaca por sus
antropopatismos y antropomorfismos. Dios, en forma cuasi humana, habla y se
mueve entre los hombres, aun cuando nunca se pone en duda su trascendencia.
Las transparentes biografías de los patriarcas, narradas en forma hábil y sencilla,
constituyen un rasgo destacado de J.

El relato elohísta (EE) se fecha generalmente alrededor de un siglo


después de J yahvista, es decir 850–750 a.C. Se ha sugerido origen septentrional
(efraimita) para EE; sobre la base de la omisión de los relatos de Abraham y Lot,
que se centran en Hebrón y las ciudades de la llanura, y la importancia que se
asigna a Bet-el y Siquen (Gn. 28.17; 31.13; 33.19–20). José, progenitor de las
tribus septentrionales de Efraín y Manasés, representa un papel prominente. Más
fragmentario que J yahvista, EE no obstante tiene sus propias peculiaridades
estilísticas: “el río” es el Éufrates; se usa la repetición en las menciones directas
(cf. Gn. 22.11; Ex. 3.4); En las respuestas a la Deidad se usa la expresión “heme
aquí” (hinneµnéÆ).

Si bien es menos digno de mención que J como composición literaria, el


documento EE; se destaca por su énfasis moralista y religioso. Sensible a los
pecados de los patriarcas, EE; intenta racionalizarlos, mientras que los
antropomorfismos de J se remplazan por revelaciones divinas mediante sueños y
mediación angelical. Contribución notable de EE; es la historia de la forma en
que Dios probó a Abraham mediante la orden de sacrificar a Isaac (Gn. 22.1–14).
Con poderosa simplicidad el cuadro del conflicto entre el amor a la familia y la
obediencia a Dios va tomando forma, y con fuerza profética se transmite la
lección relativa a la interioridad del verdadero sacrificio.

El documento deuteronomista (DD deuteronomista), en los estudios


pentateucos, se corresponde aproximadamente con el libro de *Deuteronomio.
Esencial para la hipótesis documental es el parecer de que el libro de la ley de la
época de Josías (2 R. 22.3–23.25) formaba parte, por lo menos, de Dt. Las
correspondencias entre DD y los términos de la reforma de Josías son dignas de
mención: el culto se centraliza en Jerusalén (2 R. 23.4ss; Dt. 12.1–7); se prohíben
específicamente los actos de adoración falsos (2 R. 23.4–11, 24; Dt. 16.21, 22;
17.3; 18.10, 11). DD destaca marcadamente el amor de Dios para con Israel y la
obligación de ella de corresponder, filosofía de la historia que anuncia las
condiciones de las bendiciones y el juicio de Dios, y la necesidad de un vigoroso
sentido de justicia social según los enunciados del pacto. DD, colección de
sermones más que de relatos, ofrece un cúmulo de materiales legales y
exhortativos compilados durante las exigencias del reinado de Manasés y
combinadas con JE después de la época de Josías.

El documento sacerdotal (PP (código) sacerdotal (del al. Priester; inf.


Priestly)) reúne leyes y costumbres de diversos períodos de la historia de Israel y
los codifica de tal modo que queda estructurado el aspecto legal del judaísmo
posexílico. PP contiene algunos relatos, pero se ocupa más particularmente de las
genealogías y los orígenes patriarcales de las prácticas rituales y legales.
Divisiones formales tales como las 10 “generaciones” de *Génesis y los pactos con
Adán, Noé, Abraham y Moisés se atribuyen generalmente a PP. La complejidad
de la estructura legal y ritual de PP se interpreta generalmente como indicación
de fecha posexílica, especialmente cuando PP (p. ej. Ex. 25–31; 35–40; Lv.; las
leyes de Nm.) se compara con el ritualismo sencillo de Jue. y 1 S. Como
documento literario PP no puede compararse con las fuentes más antiguas,
porque la afición a los detalles complejos (p. ej. las genealogías y detalladas
descripciones del tabernáculo) tiende a desalentar la creatividad literaria. La
preocupación del movimiento sacerdotal por la santidad y la trascendencia de
Dios se pone de relieve en PP, donde toda la legislación se ve como un medio de
gracia por el que Dios anula la distancia entre sí mismo e Israel.

c. La crítica del Pentateuco después del 1900 d.C.

El análisis documental no terminó con las investigaciones de Wellhausen.


Rudolf Smend, ampliando una sugerencia hecha en 1883 por Karl Budde, intentó
dividir el documento yahvista en J¹ y J² en todo el hexateuco (Die Erzählung des
Hexateuch auf ihre Quellen untersucht, 1912). Lo que Smend había llamado J¹,
Otto Eissfeldt indentificó como fuente laica (L), por cuanto contrasta
directamente con el documento sacerdotal, y destaca el ideal nómada por
oposición al modo de vida cananeo. El documento kenita (K) o *ceneo, de Julian
Morgenstern, supuestamente vinculado con la biografía de Moisés y las
relaciones entre Israel y los ceneos (Hebrew Union College Annual 4, 1927, pp. 1–
138), el documento SS sur (Sur o Seir) de R. H. Pfeiffer en Génesis, que
corresponde en parte al documento L de Eissfeldt (Zeitschrift für die
alttestamentliche Wissenschaft 48, 1930, pp. 66–73), y la división de Gerhard
von Rad del documento sacerdotal en PA y PB (Die Priesterschrift im Hexateuch,
1934) constituyen refinamientos adicionales de una crítica documental que ha
alcanzado su punto extremo en las detalladas disecciones de PP en la obra de B.
Baentsch sobre Levítico (1900), donde 7 fuentes principales de PP se modifican
aun más por el descubrimiento de uno o más redactores. Esta tendencia a la
atomización está representada en las obras de C. A. Simpson (principalmente The
Early Traditions of Israel: a Critical Analysis of the Pre-Deuteronomic Narrative
of the Hexateuch, 1948).

d. Reacciones ante la teoría de Graf-Wellhausen

Los conservadores, convencidos de que su punto de vista sobre la


inspiración y toda la estructura teológica edificada sobre ella estaban en juego, se
unieron casi inmediatamente en la lucha contra los críticos del Pentateuco. A la
vanguardia de esta reacción marchaban E. W. Hengstenberg (Dissertations on
the Genuineness of the Pentatech, 1847) y C. F. Keil. Después de la aparición de la
monumental síntesis de Wellhausen la batalla fue continuada por W. H. Green
(The Higher Criticism of the Pentateuch, 1895) y James Orr (The Problem of the
Old Testament, 1906), cuyos cuidadosos estudios de los análisis documentales
pusieron de manifiesto el hecho de que resultaban insuficientes tanto en cuanto a
las pruebas literarias como a los presupuestos teológicos. La orientación
impulsada por estos estudiosos fue continuada por las investigaciones de R. D.
Wilson (A Scientific Investigation of the Old Testament, 1926, reimpreso en
1959), G. Ch. Aalders (A Short Introduction to the Pentateuch, 1949), O.T. Allis
(The Five Books of Moses, 1943), y E. J. Young (Introduction to the Old
Testament, 1949; en cast. Introducción al Antiguo Testamento, 1981).

(i) El uso de los nombres divinos. Los ataques conservadores a la


teoría wellhausiana generalmente se han llevado a cabo siguiendo las siguientes
líneas. El uso de los nombres divinos como criterio para separar documentos ha
sido cuestionado en 4 sentidos:

(1) Las pruebas de la crítica textual, especialmente basadas en el


Pentateuco de la LXX (vs. gr. del AT), sugiere el hecho de que había menos
uniformidad y más variedad en manuscritos primitivos del Pentateuco que
en el TM (texto masorético), que se ha usado tradicionalmente como base
del análisis documental (si bien la obra The Divine Names in Genesis,
1914, de J. Skinner ha debilitado la fuerza de este argumento).

(2) El estudio de R.D. Wilson sobre los nombres divinos en el Corán


(Princeton Theological Review 17, 1919, pp. 644–650) evidenció el hecho
de que ciertos suras del Corán prefieren Allah (4; 9; 24; 33; 48; etc.),
mientras que otros prefieren Rab (18; 23; 25–26; 34, etc.), del mismo
modo en que ciertas secciones de Génesis usan Elohim (p. ej. Gn. 1.1–2.3;
6.9–22; 17.2ss, 20, etc.) y otras Yahweh (p. ej. Gn. 4; 7.1–5; 11.1–9; 15;
18.1–19.28, etc.), si bien no hay apoyo alguno entre los entendidos para un
acercamiento documental a los estudios del Corán basados en los nombres
divinos.

(3) El uso de Yahweh Elohim (Gn. 2.4–3.24; cf. también Ex. 9.30) ofrece
un problema especial para la teoría de Wellhausen, ya que comprende la
combinación de los nombres divinos que supuestamente constituyen
claves para la separación de documentos; la LXX (vs. gr. del AT) contiene
muchos más casos de esta combinación (p. ej. Gn. 4.6, 9; 5.29; 6.3, 5),
habiendo también considerables pruebas de nombres compuestos para las
deidades en la literatura ugarítica, egp., y gr. (cf. C. H. Gordon en
Christianity Today, 23 de nov. de 1959).

(4) Es probable que el intercambio de Yahvéh y Elohim en el Pentateuco


refleje un intento por parte del autor de recalcar las ideas asociadas con
cada nombre (cf. I. Engnell, Gamla Testamentet, 1, 1945, pp. 194ss). Estos
y otros problemas relacionados con los nombres divinos hace ya mucho
que han tenido el efecto de hacer que los críticos documentales asignen
menos importancia a lo que en un momento constituía el punto de partida
de todo el proceso del análisis documental.

(ii) Dicción y estilo. Las diferencias de dicción y estilo, eslabón


importante en la cadena de pruebas para la teoría de Wellhausen, han sido
puestas en tela de juicio por una cantidad de conservadores. Se ha recalcado el
hecho de que los relatos del Pentateuco son demasiado fragmentarios para
ofrecer una muestra adecuada del vocabulario de un autor, y que a veces se ha
prestado atención insuficiente al hecho de que diferentes tipos de literatura
requieren vocabularios diversos. Las palabras supuestamente peculiares a un
documento se atribuyen a veces a un redactor cuando aparecen en otra fuente.
Este recurso de valerse de un redactor cuando los hechos ponen en duda las
teorías críticas parecería un método demasiado fácil y conveniente para resolver
los problemas. En lo que hace a cuestiones de estilo, los conservadores y otros
han señalado con frecuencia la subjetividad que se evidencia en tales juicios, y la
gran dificultad que representa someter tales opiniones al análisis científico. Lo
que para un crítico pareciera ser una narración gráfica y vibrante puede parecerle
a otro floja o pomposa. W.J. Martin ha destacado algunas de las dificultades que
encuentran los críticos literarios en su Stylistic Criteria and the Analysis of the
Pentateuch, 1955, si bien es necesario tener precaución en el uso de las analogías
tomadas de la crítica literaria occidental para el estudio de la literatura oriental.

(iii) Relatos dobles. La presencia de relatos dobles (a veces


denominados dobletes) se ha considerado como prueba clave de la diversidad de
fuentes. Aalders (en la obra antes citada, pp, 43–53) y Allis (en la obra antes
citada, pp. 94–110, 118–123) han examinado una cantidad de dichas repeticiones
(p. ej. Gn. 1.1–2.4a; 2.4b–25; 6.1–8, 9–13; 12.10–20; 20; 26.6–11) y han
procurado mostrar que su presencia en el texto no debe necesariamente
interpretarse como prueba de una multiplicidad de fuentes. Por el contrario, la
repetición dentro de la prosa heb. puede tener relación con el uso
característicamente heb. (y más aun, semítico) de la repetición con fines de
intensificación. Las ideas se subrayan en la literatura heb. no por la conexión
lógica con otras ideas, sino por una especie de repetición creadora que procura
influir en la voluntad del lector. (cf. J. Muilenburg, “A Study in Hebrew Rhetoric:
Repetition and Style” en VT Vetus Testamentum Sup., 1, 1953, pp. 97–111; J.
Pedersen, Israel, 1–2, 1926, pp. 123.) El uso litúrgico puede también ser motivo
para la repetición tanto en las porciones narrativas como en las legislativas del
Pentateuco.

Por lo que concierne a Gn., contribución conservadora es la de P. J.


Wiseman en New Discoveries in Babylonia about Genesis, 1936; editado rev.
Clues to Creation in Genesis, 1977. Sugiere el autor que los pasajes toÆleµd_oÆt
(los que comienzan o terminan con la frase “estas son las generaciones …”)
indican las diversas fuentes disponibles a Moisés en la compilación de sus relatos
más primitivos. Este método fue popularizado por J. Stafford Wright en How
Moses Compiled Genesis: A Suggestion, 1946. Para respuestas posibles a la teoría
de Wellhausen sobre la formación del sistema levítico, véase *Sacerdotes y
levitas.

Los conservadores no han sido lerdos para aprovechar las conclusiones de


los no conservadores cuando dichas conclusiones tendían a cuestionar la validez
de la hipótesis documental. El sostenido ataque a las teorías de los wellhausianos
por B. D. Eerdmans constituye un ejemplo de esto. Si bien negaba la paternidad
literaria del Pentateuco por Moisés, Eerdmans defendía firmemente la
autenticidad básica de los relatos patriarcales, y sostenía su confianza en la
antigüedad de las instituciones rituales de P. Además, T. Oestreicher y A.C.
Welch se esforzaron por derrumbar la teoría documental eliminando la piedra
fundamental: la identificación de DD con el libro de la ley de Josías. E. Robertson
(The Old Testament Problem, 1950) considera que Dt. fue compilado bajo la
influencia de Samuel como libro legal para “toda Israel”, que cayó en desuso
cuando la desorganización de la nación hizo imposible su aplicación, y que fue
oportunamente descubierto de nuevo durante el reinado de Josías, en una época
cuando era factible tratar a “toda Israel” como unidad religiosa nuevamente. El
Decálogo y el libro del pacto, con los que los hebreos entraron en Canaán, fueron
conservados en los primeros tiempos de la ocupación en diversos santuarios
locales, donde reunieron a su alrededor cuerpos de leyes y tradiciones
divergentes si bien relacionados; los comienzos de la unificación nacional en los
días de Samuel hacían necesaria la compilación, sobre la base de dicho material,
de un libro legal para la administración central. R. Brinker, discípulo de E.
Robertson, elaboró ciertos aspectos de esta teoría en The Influence of
Sanctuaries in Early Israel, 1946. Valiéndose de criterios lingüísticos y
estilísticos, U. Cassuto (La Questione del.a Genesi, 1934) argumentó a favor de la
unidad literaria de todo el Pentateuco; cf. su Antike and Alter Orient, 1956.

Desde otro ángulo A. R. Johnson nos advierte contra lo que “pareciera ser
un peligro real, en el estudio veterotestamentario en general, de tergiversar lo que
pudieran ser estratos diferentes pero contemporáneos en función de etapas de
pensamiento correspondientes, que pueden disponerse cronológicamente con el
fin de encajar en un esquema evolucionista demasiado simplificado, o en una
teoría semejante de revelación progresiva” (The Vitality of the Individual in the
Thought of Ancient Israel, 1949, pp. 3).

(iv) Crítica de las formas. Sin abandonar la hipótesis documental,


los pioneros de los críticos de las formas, H. Gunkel y H. Gressmann, pusieron el
acento tanto en las cualidades literarias como en el lento proceso de la tradición
oral que dio forma a los diversos relatos, convirtiéndolos en obras maestras
estéticas. Este oportuno alivio del método fríamente analítico de los críticos
documentales, los que en su detallada disección del Pentateuco tendieron a
descuidar la fuerza y la belleza de los relatos, preparó el terreno para las
investigaciones de un grupo de eruditos escandinavos que ha desechado la
hipótesis documental a fin de poner el acento en la tradición oral. Siguiendo la
dirección de J. Pedersen, que en 1931 rechazó formalmente la teoría documental
(Zeitschrift für die alttestamentliche Wissenschaft 49, 1931, pp. 161–181), I.
Engnell (GamluaTestamentet, 1, 1945) afirmó que, lejos de ser el resultado de una
compilación de documentos escritos, el Pentateuco es una combinación de
fidedignas tradiciones orales reunidas y conformadas en 2 círculos
tradicionalistas principales: un “círculo P” responsable del tetrateuco, y un
“círculo D” que conformó los libros de Dt., Josefo, Jue., S., y R. La forma escrita
de los libros queda relegada a épocas exílicas o post- exílicas. Factores claves en
la formación de esta escuela histórico-tradicional son los adelantos en el
conocimiento de la psicología hebrea y la creciente comprensión de la antigua
literatura oriental. Según Engnell, los defensores del método de Wellhausen
tienden a interpretar el AT en función de métodos literarios europeos y de la
lógica occidental. Véase Eduard Nielsen, Oral Tradition, 1954, para una
presentación concisa del enfoque de la escuela escandinava.

Como la preocupación de H. Gunkel con las diversas unidades literarias


(identificables como forma literaria dentro del Pentateuco) representaba una
especie de retorno al método fragmentario de Geddes, Vater, y De Wette, así
también P. Volz (y hasta cierto punto W. Rudolph) propiciaban un reavivamiento
de la hipótesis complementaria restándole importancia al elohísta, quien es
cuando más, en opinión de Volz, editor tardío del gran autor de Gn., el yahvista.
De modo algo semejante G. von Rad (The Problem of the Hexateuch and Other
Essays, trad. ing. 1966 [en cast. Estudios sobre el Antiguo Testamento, 1975]) ha
recalcado el papel dominante representado por el yahvista como recolector a la
vez que autor de los materiales del Pentateuco que adquirieron forma a lo largo
de un extenso período de tiempo, y que tienen tras sí una rica historia de
tradición. Las fechas generalmente aceptadas para los documentos son altamente
tentativas, según von Rad, y representan las etapas finales en la compilación de
los materiales.

La aplicación teológica de las teorías de von Rad en cuanto al Pentateuco


se ha de encontrar en su Old Testament Theology, 1, traducción inglesa 1962 (en
cast. Teología del Antiguo Testamento, 1977). Su teoría de que el Pentateuco se
formó en torno a credos israelitas tales como Dt. 26.5ss ha sufrido recientemente
un proceso de inversión con la sugestión de que la fuente de los relatos del
Pentateuco no son los credos sino su síntesis (J. A. Soggin, OIT, trad. ing. 1976,
pp. 93).

M. Noth (The Laws in the Pentateuch, and Other Essays, trad. ing. 1966
[en cast. Estudios sobre el Antiguo Testamento, 1985]) ha aproximado algunos de
los resultados de la escuela de Uppsala de Engnell et al. sin abandonar el enfoque
documental. Más bien, ha prestado atención preferente a la historia de las
tradiciones orales que subyacen a los documentos, manteniendo al mismo tiempo
un modo de acercamiento a J, EE, y PP que resulta enteramente convencional.
Tal vez su apartamiento de la tradición wellhausiana pueda verse mejor en su
negativa a reconocer un “hexateuco” y su remoción de la mayor parte de Dt. del
ámbito de la crítica del Pentateuco.

En general, los estudiosos contemporáneos prestan más atención a las


formas del material, narrativo, litúrgico, contractual, o legislativo, que la que
prestan a las supuestas fuentes de la hipótesis documental, como lo indican
recientes introducciones veterotestamentarias. Cf. O. Kaiser, OIT, trad. ing. 1975,
que incluye los siguientes capítulos:
 Tipos literarios de narrativa israelita,
 tipos literarios de legislación israelita,
 crecimiento de la narración pentateuca en su etapa preliteraria;
tamb. J. A. Soggin, en la obra antes citada
La relación precisa de la crítica de las formas con la más tradicional crítica
de las fuentes sigue siendo motivo de debate. Lo que está claro es el hecho de que
debe prestarse mucho más atención a la crítica de la redacción, al estudio de la
significación y el impacto de los 5 libros individuales y del Pentateuco en su
conjunto, cualquiera haya sido la forma en que hayan sido compuestos.

(v) Las pruebas arqueológicas. La marcha de la arqueología


moderna ha contribuido a la reevaluación de la hipótesis documental. El carácter
fidedigno básico de los relatos históricos ha sido confirmado vez tras vez,
especialmente en lo que concierne al período patriarcal. (Véase H. H. Rowley,
“Recent Discovery and the Patriarchal Age” en The Servant of the Lord², 1965.)
La reconstrucción evolucionista de la historia y la religión de Israel ha sido puesta
en tela de juicio más de una vez por arqueólogos de jerarquía tales como W. F.
Albright (p. ej. From the Stone Age to Christianity, 1957, pp. 88ss, 282 [en cast.
De la edad de piedra al cristianismo, 1959]) y C. H. Gordon (p. ej. Ugaritic
Literature, 1949, pg. 5–7; “Higer Critics and Forbidden Fruit”, Christianity
Today, 23 de nov. de 1959). Una drástica reevaluación de la hipótesis documental
desde el punto de vista de la religión de Israel surge de las investigaciones de
Yehezkel Kaufmann, quien afirma la antigüedad de PP y su prioridad con
respecto a D. Más todavía, separa el libro de Gn. del resto del Pentateuco,
sosteniendo que se trata de “un estrato en sí mismo, cuyo material es en general
más antiguo” (The Religion of Israel, 1960, pp. 208).

e. La posición hoy
La comprensión que se obtiene sobre la base de estas críticas a la hipótesis
de Graf-Wellhausen, juntamente con la prosecución de las investigaciones por
parte de sus exponentes, ha dado como resultado una modificación considerable
de la teoría más antigua. Las perspectivas evolucionistas sencillas acerca de la
religión y la historia de Israel han sido abandonadas. La autenticidad básica de
los relatos patriarcales se reconoce por muchos eruditos, por cuanto la
arqueología ha arrojado luz sobre el ambiente en que se desenvolvieron los
relatos. El ambiente egp. del ciclo de José y del relato de Éxodo ha sido
confirmado mediante consideraciones arqueológicas, literarias, y lingüísticas (cf.
A. S. Yahuda, The Language of the Pentateuch in its Relation to Egyptian, 1931; C.
H. Gordon, The World of the Old Testament, 1958, pp. 139). El papel de *Moisés
como gran legislador y figura dominante en la religión de Israel ha sido
confirmado.

Si bien no ha sido descartada, la teoría documental ha sido modificada por


estudiosos modernos. La formación de cada documento es excesivamente
compleja, y se considera que representa generalmente toda una “escuela” más
que un solo autor. El crecimiento de los diversos documentos no es consecutivo
sino paralelo, ya que en todos ellos hay elementos antiguos, como lo indica el uso
de los elementos del Pentateuco por los profetas (cf. Aalders, en la obra antes
citada, pp. 111–138). Las minuciosas disecciones de versículos y la asignación
decidida de sus partes a fuentes diferentes se han abandonado en general. Estas
modificaciones a la teoría documental deben considerarse por los conservadores
como una especie de historia clínica, y no como un informe necrológico. La teoría
de Wellhausen se mantiene viva y activa y sigue siendo un constante desafío a la
erudición conservadora, la que a veces se ha conformado con consolarse con las
reacciones en contra de la teoría documental, sin ofrecer una introducción
completa y de peso al Pentateuco, que indique positivamente las pruebas a favor
de la unidad básica de la ley, al tiempo que considere plenamente las indicaciones
de diversidad en que se basa la teoría documental. Nuestro mayor conocimiento
de la literatura del Medio Oriente—gracias a descubrimientos en *Mari, *Nuzi,
*Ugarit, Hatti, *Sumer, y *Egipto—debiera contribuir notablemente a esta tarea.
Siendo que los textos de *Ebla (Tell Mardikh) parecen ser contemporáneos de los
primeros capítulos de la historia bíblica, es posible que iluminen tanto la
literatura del Pentateuco como su fondo cultural.

Los estudios de Aalders han abarcado terreno virgen y señalan el camino


para nuevos adelantos en la investigación. De particular interés son su
reconocimiento de que existen elementos post - mosaicos y no-mosaicos en el
Pentateuco (p. ej. Gn. 14.14; 36.31; Ex. 11.3; 16.35; Nm. 12.3; 21.14–15; 32.34ss;
Dt. 2.12; 34.1–12), y su toma de conciencia del hecho de que ninguno de los 2
testamentos atribuye toda la obra a Moisés, aun cuando ambos le atribuyen
partes sustanciales de la misma. Los grandes códigos legales, por ejemplo, se
atribuyen específicamente a Moisés (p. ej. Ex. 20.2–23.33; 34.11–26; Dt. 5–26;
cf. Dt. 31.9, 24), como también el itinerario de los israelitas mencionado en Nm.
33.2. Por lo que hace a los relatos de Gn., Moisés puede o no haber sido quien los
compiló, basándose en formas escritas y orales. Las pruebas de la edición post -
mosaica del Pentateuco se encuentran en las referencias mencionadas arriba, y
especialmente en la mención de documentos antiguos tales como el “libro de las
batallas de Jehová” (Nm. 21.14). Es difícil fechar la redacción final del
Pentateuco. La sugerencia de Aalders de que tuvo lugar en algún momento de los
reinados de Saúl y David es aceptable, si bien probablemente debiera tenerse en
cuenta en alguna medida la modernización del vocabulario y el estilo.

III. El mensaje religioso del Pentateuco

“El Pentateuco debe definirse como un documento que proporciona a


Israel su comprensión, su etiología de vida. Aquí, mediante narración, poesía,
profecía, legislación, se revela la voluntad de Dios en relación con la tarea de
Israel en el mundo” (A. Bentzen, OIT², 1952, 2, pp. 77). El Pentateuco es un
registro de revelación y respuesta, que da testimonio de los actos salvíficos de
Dios, soberano Señor de la historia y la naturaleza. El acto central de Dios en el
Pentateuco (y en realidad en el AT) es el *éxodo de Egipto. Allí Dios se hizo
presente en la conciencia de los israelitas, y se reveló como Dios redentor. El
discernimiento obtenido sobre la base de dicha revelación les permitió, bajo el
liderazgo de Moisés, reevaluar las tradiciones de sus antepasados, y ver en ellos el
comienzo de las relaciones de Dios que adquirieron plenitud en forma brillante
en la liberación de Egipto.

Habiendo demostrado mediante el éxodo, en forma abierta y poderosa,


que él era Señor, Dios llevó al pueblo de Israel a comprender que él era tanto
Creador y Sustentador del universo como Señor de la historia. El orden es
importante: el conocimiento del Redentor llevó al conocimiento del Creador el
comprender al Dios de gracia los llevó a comprender al Dios de la naturaleza.
La demostración del control que ejercía sobre la naturaleza y que se evidenció
en las plagas, en el cruce del mar, y en la provisión en el desierto, bien puede
haber influido en que los israelitas viesen a Dios como Señor de la naturaleza
tanto como de la historia.

La gracia de Dios no sólo se revela en su liberación y guía, sino también en


la provisión de la ley y en la iniciación del pacto. El compromiso de obediencia
por parte de Israel, su juramento de lealtad a Dios y su voluntad, constituyen su
respuesta; pero incluso su respuesta es un don de la gracia de Dios, porque es él
quien, si bien libre de obligación, ha fijado las condiciones del pacto y ha provisto
el sistema de sacrificios como medio de cubrir la brecha entre sí mismo y su
pueblo. La gracia de Dios demanda el total reconocimiento de su señorío, la
completa obediencia a su voluntad en todas las esferas de la vida. Es una
exigencia de gracia por cuanto comprende lo que es bueno para Israel, lo que la
ayudará a darse cuenta de su verdadero potencial, y lo que ella no podía descubrir
sin la revelación divina.

Cualquiera sea el origen del Pentateuco, para nosotros ahora aparece como
un documento que posee una rica unidad interior. Es el registro de la revelación
de Dios en la historia, y de su señorío sobre la historia. Da testimonio tanto de la
respuesta de Israel como de su fracaso. Sirve de testimonio de la santidad de
Dios, aspecto que lo separa de los hombres, y de su amor lleno de gracia, que lo
liga a ellos bajo condiciones establecidas por él mismo. (* Génesis; * Éxodo; *
Levítico; * Números; * Deuteronomio)

Bibliografía.
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