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Manuel Fernández del Riesgo

La ambigüedad
social de la religión
Manuel Fernández del Riesgo

La ambigüedad
social de la religión
Ensayo de sociología crítica
desde la creencia

EDITORIAL VERBO DIVINO


Avda. de Pamplona, 41
31200 ESTELLA (Navarra)
1997
A Manuel, Amparo y Cruz,
siempre presentes

Cubierta: Miren Sornt.


© Manuel Fernández del Riesgo - © Editorial Verbo Divino, 1997.
Printed in Spain. Fotocomposición: Larraona, A. M. Larraona, 5.
31008 Pamplona. Impresión: Gráficas Lizarra, S. L., Ctra. de Tafa-
11a, Km. 1. 31200 Estelia (Navarra). Depósito Legal: NA. 56-1997.

ISBN 84 8169 141 0


Contenido

Presentación 11

Introducción 17

1. La religión como parte de la cultura 25


1. La cultura: una interpretación humana de la
realidad 25
2. La religión como universo simbólico 35
3. Lo sagrado y lo profano: una primera aproxi-
mación sociológica 41
4. Lo sagrado y lo profano: una aproximación
fenomenológica 50
a) Lo sagrado como orden y ámbito de la rea-
lidad 54
b) El misterio como realidad determinante del
ámbito de lo sagrado 59
c) Las mediaciones objetivas del misterio 61
d) La actitud religiosa 64
e) Las expresiones de la actitud religiosa 66

2. Esbozo de u n modelo teórico-sociológico sobre


el hecho religioso 69
1. Presupuestos mctodológico-teóricos: la neutra-
lidad axiológica, y la religión como factor social
interdependiente 69

7
2. U n análisis funcional y dialéctico de la religión 77 11. La mediación hermenéutica 226
3. Religión, moral y legitimación 84 12. Una sola historia 233
4. La organización religiosa 93 13. A modo de conclusión 244

3. El nacionalcatolicismo 107 5. Una reflexión crítica de cara al futuro 251


1. A modo de prolegómeno , 107 1. La religión como alienación y la religión co-
2. La historia teológico-metafísica y la corriente mo liberación 252
tradicionalista 109 2. La religión en una sociedad secularizada 261
3. Los años 30, la oposición a la II República, y 3. El «reencantamiento» del mundo y la inflación
la guerra civil 116 de lo religioso 280
4. De los años 40 a los 70. La ideología del fran- 4. La teología de la liberación y el fin del «so-
quismo 132 cialismo real» 300
5. La oposición al régimen y la transición a la 5. La necesidad de una nueva «mediación socio-
democracia 143 analítica» 315
6. A modo de conclusión 163

4. La teología de la liberación latinoamericana.... 169


1. El marco histórico y el contexto socio-econó-
mico de la teología de la liberación 169
2. Liberación frente a dependencia 176
3. El compromiso de los cristianos en los proce-
sos de liberación 184
4. Una teología desde la praxis y para la praxis
liberadora 188
5. La opción p o r los pobres 193
6. La función política de la teología de la libe-
ración 196
7. El Vaticano I I y la teología de la liberación .... 198
8. La mediación socioanalítica 201
9. Marxismo y teología de la liberación 205
10. El tema de la lucha de clases y el problema
moral de la -violencia 212

8 9
Presentación

La religión es un fenómeno con muchas caras, una de


ellas es su rostro social. Y lo que llama rápidamente la
atención del estudioso es que este rostro social es jánico:
mira hacia la derecha y hacia la izquierda; es fuente de
integración social y de cambio; de ideologización y de
desideologización; de liberación y de servidumbres socia-
les. Por esta razón, los espíritus poco atentos a las vicisi-
tudes de la historia, o demasiado apresados por sus cir-
cunstancias, han calificado unilateralmente a la religión.
Así, para unos, la religión era un fenómeno fundamental-
mente ideológico, tergiversador de la realidad y enemigo
del cambio social; por esta razón había que combatirlo
hasta su erradicación. Para los que se posicionaban en el
bando contrario, la religión era la clave de la estabilidad y
de la integración social; un factor de cohesión y salud
social.
Se podrían proseguir las visiones unilaterales y en
confrontación polar desde lo dramático hasta lo anecdó-
tico o lo risible. Pero lo importante de esta movilidad
social de la religión por todos los escalones de lo ideoló-
gico, político y sodal es percatarse de su gran ambigüe-
dad. Es un mérito de este estudio sociocultural de la reli-
gión el plantear ya desde el título la tesis fundamental que
lo recorre y vertebra: la ambigüedad social de la religión.
La religión es u n fenómeno atravesado por los condicio-

11
namientos ideológicos y sociales, políticos y económicos, que hablar de una vigilancia crítica frente a la religión.
culturales y comunicacionales. La realidad social se refle- Este análisis debe dejar bien claro en el ánimo de todo lec-
ja -como vieron bien los fundadores de la sociología de la tor y estudioso que la peligrosidad de la religión sólo
religión- en esta interpretación humana de la realidad y puede ser combatida con un plus de racionalidad crítica y
forma de existencia que es la religión. de conciencia de los usos ideológicos de diverso signo que
se pueden hacer jugar a la religión. Este estudio colabora
El profesor Manuel Fernández del Riesgo ha tenido el
a esta conciencia crítica; no a una desactivación de la reli-
acierto de elegir para corroborar la tesis de la ambigüedad
gión en la neutralidad que supondría la liquidación de la
social de la religión dos fenómenos cercanos a nuestra
misma religión, sino a una conciencia de sus funciones
historia y vividos por muchos de nosotros (aunque
sociales y de la potenciación de todo lo que hace de la reli-
comiencen a ser historia desconocida para las jóvenes
gión un elemento básico de la salud, salvación, humanas.
generaciones): el nacionalcatolicismo y el movimiento de
las comunidades de base y la teología de la liberación. Este estudio no sólo pone de manifiesto la ambigüe-
Dos fenómenos político-sociales y culturales complejos y dad social, es decir, política e ideológica de la religión cris-
donde la religión -cristiano-católica por más señas- ha tiano-católica, sino que plantea la corrección de ciertas
jugado un papel importante y opuesto. H e aquí la ambi- tesis de la secularización que han encontrado un gran eco
güedad detectada por el profesor Fernández del Riesgo: en nuestro entorno cultural. La «privatización de la reli-
ésta se manifiesta hasta los límites de la polaridad en lo gión», por ejemplo, como explicitación del fenómeno de
político e ideológico y en momentos en los que se pone la creciente pérdida de influencia social de la religión, ha
en juego el giro o cambio social. Es decir, la religión es un conducido a la proclamación de la invisibilidad social de
gran acompañante, o es fácilmente utilizable, por los la religión. Sin embargo, vista la religión desde la teología
movimientos sociales tendentes a provocar un cambio de la liberación, o desde el fenómeno complementario y
social importante. Y también por sus contrarios. De ahí reactivo a la misma, como es la religión política conserva-
que casi siempre la religión acompañe los dramas sociales dora y neoconservadora, tendríamos que matizar la tesis
de las colectividades. de la privatización. La religión no ha dejado de estar pre-
sente en la plaza pública, aunque esta presencia es cam-
La tesis de la ambigüedad vista desde esta perspectiva
biante y va variando acomodándose a circunstancias y
nos conduce a tener que hablar de la peligrosidad de la
momentos socioculturales. Deberíamos ser menos apre-
religión. La religión es peligrosa porque es importante
surados a la hora de cantar la inanidad social y político-
para los individuos y las colectividades. Frente a los que
ideológica de la religión. Asimismo se debiera ser menos
nos la quieren presentar como un fenómeno de poca
simplista a la hora de denunciar o elogiar el «compromi-
monta, que se tona o se deja, como un vaso de vino o de
so político de los cristianos»: no se puede mirar sólo hacia
agua, lo que este estudio sugiere es más bien lo contrario:
un lado. A estas conclusiones, sencillas pero muy impor-
la religión se tona y se deja vertiendo sangre. Por las
tantes, y por ello fáciles de olvidar, nos conduce el estudio
opciones religiosas pasan posicionamientos existenciales e
del profesor Fernández del Riesgo.
ideológicos m u y importantes para el individuo y la socie-
dad. Claro está que esta peligrosidad nos conduce a tener El autor es cuidadoso para sugerir el cambio de sensi-

12 13
citas no sólo los datos estadísticos, sino la historia, la teo-
bilidad religiosa al que parece estamos asistiendo en el logía, las ideologías políticas, religiosas y culturales, y ese
momento actual. N o s lo expone suficientemente al final «esprit de finesse», que diría Pascal, sin el cual no hay
del libro para que no tomemos su confrontación funda- creación humana alguna.
mental como el «porvenir de la religión», a pesar de que
un avizorador tan fino como Harvey Cox, en un estudio José María Mardones,
no muy lejano, sugería que esta contraposición entre inte- enero 1997
grismo o tradicionalismo y progresismo —que vista desde
Norteamérica se transformaba en evangelismo funda-
mentalista frente a progresismo liberacionista— marcaría
lo más importante del futuro de la religión cristiana. Pero
sin duda, esto nos dice Manuel Fernández del Riesgo, el
fenómeno religioso ofrece en la actualidad otros rasgos
sociales que conviene tener también en cuenta.
Estamos, parece, ante el umbral de un tipo de religio-
sidad más fluida y emocional, más centrada en el indivi-
duo y proclive a visiones holistas y místicas de la realidad.
Detrás se intuyen muchos problemas de la denominada
«sociedad del riesgo» (U. Beck) y un modo de presencia
social diferente d e las anteriores, aunque no menos empe-
ñada —¿ilusoriamente?— en dar respuesta a los desafíos de
la realidad. Allí donde la realidad es sacudida aparece la
religión. Quizá si fuera cierta esta tercera forma de pre-
sencia de la religión en la sociedad actual, el futuro de la
religión, diríamos parodiando a H . Cox, discurriría por el
triángulo formado por las tendencias neotradicionales o
fundamentalistas, lis crítico-sociales o liberacionistas y la
nueva sensibilidad neomística, sin olvidar las numerosas
hibridaciones a que pueden dar lugar estos tipos en la rea-
lidad creyente e institucional concreta.
Tenemos q u e alegrarnos, querido lector, por tener
este estudio de Manuel Fernández del Riesgo que recuer-
da muy bien lo que es el análisis social de un fenómeno
tan complejo c o m o el religioso: una exploración sociocul-
tural de la realidad que viven los hombres y mujeres de un
determinado período de nuestro tiempo, donde se dan

15
14
Introducción

Una reflexión sociológica sobre la cuestión religiosa


nos enfrenta al hecho evidente del «ateísmo práctico» de
muchos de nuestros conciudadanos. Por este tipo de
ateísmo entendemos una mentalidad y una actitud o dis-
posición que prescinden de la hipótesis de Dios en la pra-
xis de la vida cotidiana. N o es raro encontrarnos hoy con
hombres y mujeres que viven movidos por un horizonte
de intereses en el que el valor religioso está ausente. Son
hombres y mujeres que viven dinamizados por un hori-
zonte axiológico puramente inmanente. Pensemos, por
ejemplo, en qué medida prima hoy la búsqueda del éxito
profesional, el beneficio económico, el prestigio social, y
la búsqueda de la segundad en competencia con el placer.
Como nos recuerda J. Martín Velasco, la oferta del mer-
cado con su aluvión de bienes exacerba la capacidad po-
sesiva, atrofiando otras actitudes, y obstruyendo la capa-
cidad de la conciencia de cara a otros intereses que no
sean los puramente inmediatos.
Una característica de la indiferencia religiosa actual es
su carácter masivo. «Así, mientras católicos, protestantes,
hindúes, musulmanes, etc., habrían evolucionado a lo lar-
go de nuestro siglo multiplicando sus cifras de 1900 por
cuatro o por cinco, el número de agnósticos y ateos, prác-
ticamente insignificante a comienzos de nuestro siglo, se
habrá multiplicado para el año 2000 por cuatrocientos,

17
llegando a la cifra de más de mil trescientos millones». Y
con relación a España basten estos datos: «En 1982 se de- que la religión deberá entrar en declive a medida que el
claraban ateos el 7'3 % de los españoles e indiferentes el carácter incomprensible del mundo y la experiencia hu-
11'5 %. En un estudio reciente, estas mismas categorías mana de desamparo menguan, gracias al progreso de las
de personas han evolucionado así: ateos, 5 %; indiferen- ciencias. Dentro de esa lógica, la religión se convierte en
tes, 21 %» '. H o y la indiferencia religiosa y el ateísmo po- impensable para el científico, e innecesaria para el inge-
demos decir que no son algo propio de las minorías inte- niero. A la mentalidad científico-técnica le interesan las
lectuales o de la burguesía que emergió en la época de la explicaciones racionales, y no las causalidades sobrenatu-
Ilustración, ni siquiera del proletariado alejado de la Igle- rales \ Y desde luego hay que reconocer que el saber po-
sia, sino de las clases medias. Y como señala el autor antes sitivo y la eficacia técnico-funcional de la actividad profe-
citado, es una cuestión práctica o vivida, más que el resul- sional y doméstica son poco propiciadores de la sensibili-
tado de una reflexión crítico-teórica; no se trata tanto de dad y preocupación por las «cuestiones últimas». Esas
una decisión personal reflexiva y madura, como de algo que nos recuerda Luigi Giussani: «¿Cuál es el significado
que viene propiciado por las condiciones de vida, que lo último de la existencia?, ¿Por qué existen el dolor, la
acaba convirtiendo en una especie de a priori social. muerte? ¿Por qué vale la pena vivir realmente? O, desde
otro punto de vista: ¿De qué y para qué está hecha la rea-
A la configuración de este horizonte de sentido pura- lidad?» \ Y la razón profunda de ello radica en que, epis-
mente inmanente también ha coadyuvado el funcionalis- temológicamente hablando, la ciencia está constitutiva-
mo especializado de la técnica y su autosuficiencia, que ha mente limitada para poder dar respuestas a esas preguntas
promovido —como afirma S. Giner- Ja tecnificación de los que se han llamado «primeras» o «últimas», y que son
problemas vitales y la «terapeutización» de la sociedad a origen de la religiosidad \
base de expertos y conocimientos fragmentarios \ En es-
te mismo sentido observa José María Mardones que Es más, la actual mecanización y robotización han
«nuestra sociedad se sostiene a sí misma. N o mira más acabado por delimitar y empobrecer las inquietudes cog-
arriba o más abajo para dar cuenta de las vicisitudes que nitivas del ciudadano medio. «Apriete el botón, que los
acontecen en su seno» 3. Piensa P. L. Berger que partien- técnicos saben por Ud.» 7. Tanto se ha progresado en esta
do del presupuesto de que la religión descansa en la in- línea, q u e hoy se habla ya de que estamos en la «sociedad
comprensibilidad del mundo y en el desamparo que ex- digital». Esto es, una sociedad
perimenta el hombre en su seno, es comprensible pensar
4
Cf. P. L. Berger, Una gloria lejana, Herder, Barcelona 1994, 40 y
42.
1 5
J. Martín Velasco, El malestar religioso de nuestra cultura, Pauli- L. Giussani, El sentido religioso, Encuentro, Madrid 1988, 61.
nas, Madrid 1993, (nota 6), 82 y 83; cf. también P. González Blasco y J. '' Cf. J . L. L. Aranguren, La religión, hoy, en R. Díaz-Salazar, S. Gi-
González-Anleo, Religión y sociedad en la España de los 90, SM, Ma- ner, F. Velasco (eds.), Formas modernas de religión, Alianza Universi-
drid 1992, 23-48. dad, M a d r i d 1994, 23.
2 7
Cf. S. Giner, Ensayos civiles, Península, Barcelona 1987, 140 ss. Cf. L. González-Carvajal, Ideas y creencias del hombre actual,
3 Sal Terrae, Santander 1991, 77. Como observa atinadamente García
J. M. Mardones, Para comprender las nuevas formas de la reli-
gión, Verbo D i v i n o , Estella 1994, 31. Bacca, la mayoría de los humanos «no se ha enterado de qué es un au-
to, un a v i ó n , la luz eléctrica (...), ni de la portentosa cantidad y calidad

18
19
«en la que lo que realmente cuenta es el dedo, y no el cerebro. siones, los términos y símbolos religiosos han quedado
Donde la acción física sobre el mundo pasa a ser sustituida por reducidos a un mero recurso retórico del discurso oficial
la mística del mando a distancia, que permite ejercer un poder o político, de eso que ha venido a llamarse la «religión ci-
sobre los objetos tecnológicos sin necesidad de tocarlos o, al
menos, con sólo apretar el botón» *. vil».

Por todo esto, muchas personas se contentan con un N o obstante, la sociedad y los grupos humanos no
siempre han presentado estos niveles actuales de seculari-
pragmatismo que les sirve para solucionar los problemas
zación, entendiendo por ésta última la sustracción de la
y satisfacer las necesidades inmediatas de la vida cotidia-
sociedad del control y la dominación de las instituciones
na. Para el «hombre secular», la vida «es - como dice H.
y los símbolos religiosos. Es más, ni siquiera estamos de
Cox - una serie de problemas, no un misterio insondable. acuerdo con la tesis de que la religión no siga pesando en
Pone entre paréntesis las cosas que no pueden resolverse esta sociedad secularizada; lo que ocurre es que sus for-
y trata de las que sí lo pueden» v. Su posible necesidad de mas de presencia o incidencia han variado, pero sigue te-
tener un esquema cognitivo o visión de conjunto del uni- niendo que ver -en alguna medida— con los procesos de
verso está reprimida u olvidada, o, todo lo más, es algo configuración, mantenimiento y cambio de la realidad so-
que cada cual, como puede, intenta solucionar en la inti- cio-cultural. En verdad tiene razón H . Cox cuando sos-
midad. Esta «religión invisible», como la ha llamado Th. tiene que la significación o influjo de la religión no está en
Luckmann l0, parece indicar que lo religioso ha perdido el proceso de decadencia. H o y no resulta convincente la te-
protagonismo que tenía en las sociedades de antaño; pro- sis conservadora de que el mundo moderno es menos re-
tagonismo de u n fenómeno, hasta ahora universal, que ligioso que los mundos que nos han precedido. Ni siquie-
muchas veces rayaba en lo hegemónico. Esto último, por ra es tan evidente el tópico de que el medio urbano es hos-
la sencilla razón de que en muchas sociedades de las lla- til a la religión: «La ciudad no impide hoy a la gente ser
madas «primitivas» la organización y prácticas religiosas, religiosa. Desde las masas de los astilleros de Gdansk has-
más que una institución diferenciada, era un aspecto de ta las florecientes iglesias baptistas de Houston, pasando
por las favelas de Sao Paulo y las plataformas de incinera-
las actividades del grupo. Venía a ser un centro funda-
ción de Benarés a orillas del Ganges, no parece que la re-
mental de integración y cohesión de la sociedad como un
ligión esté desapareciendo, sino creciendo en número y
todo. La inflación religiosa de la sociedad secularizada se
densidad» ". Y en realidad las relaciones entre religión y
refleja no sólo en esa privatización a la que acabamos de modernidad son más complicadas de lo que parece. P. L.
aludir, sino también en el hecho de que, en muchas oca- Berger nos recuerda cómo en el mundo islámico, por
de ocurrencias, trucos, artimañas y artificios, cálculos y teorías que en- ejemplo, la modernidad no ha significado secularización.
carnan o enmaterializan todos esos inventos» (J. D. García Bacca, Elo- Los movimientos de contrasecularización y de revitaliza-
gio de la técnica, Antliropos, Barcelona 1987, 305). ción religiosa son un hecho en muchas partes del mundo.
8
J. Bustamante, Sociedad informatizada, ¿sociedad deshumaniza-
da?, Gaia ediciones, Madrid 1993, 114.
' H . Cox, La ciuiad secular, Península, Barcelona 1968, 86.
10
Cf. Th. Luckmann, La religión invisible, Sigúeme, Salamanca " H . Cox, La religión en la ciudad secular. Hacia una teología
1973. postmoderna, Sal Terrae, Santander 1985, 75.

20 21
N o sólo en el mundo no-occidental (este y sudeste asiáti-
co, África subsahariana, el sur de África, y el mundo mu- Un estudio sociológico de la religión parece, pues, ser
sulmán en general), sino también en América del norte y de utilidad aún en nuestros días. Nosotros vamos a pro-
del sur, en Rusia, Checoslovaquia, Polonia, y en el oeste ceder haciendo, en primer lugar, una referencia al contex-
europeo, es una realidad constatable. Por todo ello coin- to más amplio en el que la religión debe ser ubicada: la
cidimos con P. L. Berger y F. Ferrarotti: no parece que es- cultura y la sociedad. Una vez cumplimentada esta tarea,
temos asistiendo al final de lo sagrado, ni a la muerte de la desarrollaremos un modelo teórico sociológico sobre el
religión u. hecho religioso, que nos servirá para analizar dos com-
plejos fenómenos socio-religiosos: el que en la historia de
Esta paradójica situación de secularización y pervi- nuestro país se ha denominado el «Nacionalcatolicismo»,
vencia de lo religioso a la vez no debe de extrañarnos si y el de las «Comunidades de base» y la Teología de la li-
caemos en la cuenta de que, probablemente, no ha habido beración en América Latina. El resultado de estos análisis
una actividad y grupo institucional que presenten un aba- nos servirá para destacar el protagonismo social de la re-
nico tan amplio de expresión cultural y de implicación so- ligión. U n protagonismo de cara tanto al mantenimiento
cial. La religión ha tenido que ver con la moral y el siste- del orden institucional como al cambio social. Esto es lo
ma de valores, con las organizaciones familiar y política, que en nuestro modelo teórico llamamos «la ambigüedad
con el mundo del arte y de la cultura material, con guerras social de la religión». Por último, los resultados de nues-
y revoluciones, etc. Estamos convencidos de que el estu- tro estudio también nos ayudarán a reflexionar sobre el
dio de la sociedad exige todavía el de la religión, y ello tema de la religión en nuestro contexto social actual, para
porque, como afirma Milton Yinger, «dondequiera que se destacar la permanencia de esa ambigüedad funcional-dis-
mire, lo mismo en una aldea primitiva que en una ciudad funcional de la religión. A ello añadiremos que el «reen-
comercial o en una moderna metrópoli, se encuentra la re- cantamiento de la sociedad secularizada» refuerza la tesis
ligión entretejida en la trama de la vida social. Las creen- de la ambigüedad con otra nota novedosa: la inflación y la
cias, los ritos y las estructuras de los grupos son enorme- pérdida d e identidad de lo religioso.
mente variables, pero no faltan en ninguna sociedad» °.
Es más, para este autor, la religión es uno de esos «prerre-
quisitos funcionales» sin los que la sociedad no podría
existir.

12
Cf. P. L. Berger, Una gloria lejana, 43, 47, 49 ss; F. Ferrarotti, Una
fe sin dogmas, Península, Barcelona 1993, 124. «En Estados Unidos, se-
gún un sondeo de opinión (1987), el 94% de las personas creen en Dios;
en Alemania (1989), el 70%; en Gran Bretaña, las tres cuartas partes de
personas creen en un "ser sobrenatural"». (H. D . Mandrioni, Religión,
ética y estética, en edición de J. G. Caffarena, Religión, Trotta, CSIC,
Quinto Centenario, Madrid 1993, 197).
13
J. Milton Yinger, Religión, persona, sociedad, Razón y Fe, Ma-
drid 1969, 7.

22
23
1
I,
La religión como parte
de la cultura

1. La cultura: una interpretación


h u m a n a de la realidad
U n o de los pioneros de la antropología británica, E.
B. Tylor, consideró que «la cultura o la civilización, to-
mada en su amplio sentido etnográfico, es ese complejo
conjunto que incluye el conocimiento, las creencias, las
artes, la moral, las leyes, las costumbres y cualesquiera
otras aptitudes y hábitos adquiridos por el hombre como
miembro de la sociedad» '. La cultura, concretando un
poco más, se puede entender, como la entiende un discí-
pulo norteamericano del autor citado, Kroeber, como una
«medida ideacional», que se refiere a las normas, creencias
y actitudes conforme a las cuales vive la gente de un gru-
po. Este sentido ideal o normativo también es defendido
por u n clásico del funcionalismo, Harry M. Johnson: «La
cultura consiste en pautas abstractas de y para vivir y mo-
rir. Estas pautas abstractas son culturales en la medida en
que s o n aprendidas directa o indirectamente en la interac-
ción social y en la medida en que son parte de la orienta-

' E. Burnett Tylor, Cultura primitiva, 1. Los orígenes de la cultura,


Ayuso, Madrid 1977, 19.

25
ciencia de que hablamos un tanto vagamente, esto es, con-
ción común de dos o más personas» 2. El carácter abstrac-
siderando algo que es abstracto como si fuera concreto.
to de la cultura significa para este autor que la cultura se
manifiesta en la conducta de los actores sociales y en sus Entendiendo la cultura como un horizonte normativo,
resultados, pero no se identifica, sin más, ni con la con- se comprende que exista básicamente, para Harry M.
ducta particular, ni con sus resultados tangibles. Y ello es Johnson, en la mente humana, y que otro autor funciona-
así, porque la conducta del individuo implica no sólo obe- lista, K. Davis, sostenga que «las ciencias sociales se dedi-
diencia al orden cultural, sino también elementos no cul- can al estudio de fenómenos mentales, antes que físicos» \
turales, únicos e irrepetibles, es decir, la idiosincrasia del Y es que las conductas, los acontecimientos y los objetos
sujeto. En este sentido, siempre será posible una contras- culturales consisten o dependen de una interacción signi-
tación entre el yo socializado y el no socializado. Este úl- ficativa, de una simbolización o tráfico de significantes
timo es fuente de elección no socializada del individuo, entre los actores sociales \ Tráfico —en su mayor parte de
que puede dar pie a la lectura contrastante y crítica, y a palabras-, pero también de gestos somáticos, sonidos mu-
una conducta desobediente. Por este motivo, frente a la sicales, artefactos simbólicos, etc.,.y en verdad, como di-
«conciencia social» en la que tanto insistió E. Durkheim ', ce Cliford Geertz, de cualquier cosa «que esté desemba-
también se puede hablar de la «conciencia individual», en- razada de su mera actualidad y sea usada para imponer
tendida como el universo privado, la esfera íntima del su- significación a la experiencia». En este sentido, «la cultu-
jeto, configurada por aquellas experiencias únicas e irre- ra consiste en estructuras de significación socialmente es-
petibles y por el margen de autonomía de dicho sujeto a
tablecidas», o también en «sistemas en interacción de sig-
la hora de asumir y protagonizar los papeles sociales. La
nos interpretables» 7, lo que permite una concepción her-
conciencia individual pone, por así decirlo, su «marcha-
menéutica o semiótica de la misma. La ciencia de la cultu-
mo personal» en el pensamiento y en la conducta singula-
ra no será tanto una ciencia experimental en busca de le-
res 4. Así, la conducta es cultural, pero, en sentido estric-
yes, como una ciencia interpretativa en busca de significa-
to, no es la cultura. Y lo que otros autores llaman la «cul-
ciones; lo que le interesa es interpretar el flujo del discur-
tura material», los objetos modelados por el hombre, son
so social, rescatar lo dicho en todo comportamiento cul-
culturales, pero como objetos concretos no son parte de
tural, que es interacción simbólico-comunicativa. La cul-
la cultura. Sólo podremos hablar de cultura refiriéndonos
a las plantas cuidadas o a los automóviles si tenemos con- tura es el fruto de un acto interpretativo y un dinamismo
creador de sentido. Como afirma el antropólogo y soció-

5
2
K. Davis, La sociedad humana, I, Eudeba, B. Aires 1972, 6.
H . M. Johnson, Sociología, Paidós, B. Aires 1968, 107. 6
3
«Lo esencial, pues, es la interacción significativa entre distintos
Cf. E. Durkleim, De la división del trabajo social, Schapire, B. individuos. Cosas tales como el status social, la solidaridad del grupo,
Aires 1967, 74 ss; I. Durkheim, Las reglas del método sociológico, La el intercambio económico, la producción tecnológica (...) entrañan un
Pléyade, B. Aires 1972, 31 ss. conocimiento mutuo, una actividad voluntaria y una comunicación
4
El sujeto individual es algo más que el conjunto de sus papeles so- simbólica. Sin el contacto de una mente con otra, no existirían» (K. D a -
ciales: el Sr. X «es más que un simple portador de posiciones sociales, y vis, o. c, 6).
sus amigos saben algunas cosas de él que no saben ni pueden saber sus 7
C. Geertz, La interpretación de las culturas, Gedisa, México 1987,
conocidos fugaces ni el sociólogo» (R. Dahrendorf, Homo sociologicus, 52, 2 6 y 27.
Akal, Madrid 1975,36).

27
26
logo g i n e b r i n o J e a n Ziegler, ella «recoge el s e n t i d o d e la cidad de dar r e s p u e s t a s adaptativas d e u n m o d o i n m e d i a -
experiencia y d a s e n t i d o a la experiencia» *. to (salvando las modificaciones d e u n cierto aprendizaje
p o r vía de experiencia ,0) es a lo q u e Xavier Z u b i r i d e n o -
R e s u m i e n d o , p o d e m o s decir q u e la c u l t u r a ha p r o p i - m i n ó «justeza».
ciado el c o n o c i m i e n t o , las técnicas, los valores y p a t r o n e s
d e c o n d u c t a q u e , a lo largo del t i e m p o , han posibilitado a Pues bien, c o m p a r a t i v a m e n t e h a b l a n d o , el animal h u -
la h u m a n i d a d sobrevivir t a n t o física y social c o m o espiri- m a n o es u n animal «desajustado». El h o m b r e ha p e r d i d o
t u a l m e n t e , así c o m o controlar, en la m e d i d a de lo posible, el a m b i e n t e «específico», sólidamente e s t r u c t u r a d o p o r la
el m u n d o material q u e le ha r o d e a d o . T a m b i é n p o d e m o s p r o p i a o r g a n i z a c i ó n instintual de q u e g o z a b a el animal'.
añadir q u e la cultura ha sido creada, c o m p a r t i d a y t r a n s - Ya n o vive en u n « m u n d o cerrado», cuyas estructuras es-
mitida en el s e n o de la sociedad h u m a n a , y q u e , mientras taban básicamente d e t e r m i n a d a s p o r el capital b i o l ó g i c o .
q u e la evolución orgánica ha estado y sigue e s t a n d o rela- E n t é r m i n o s c o m p a r a t i v o s , la organización instintual del
cionada, f u n d a m e n t a l m e n t e , con los p r o c e s o s genético- h o m b r e está «subdesarrollada»; sus instintos, en alguna
hereditarios, en c a m b i o la evolución social y cultural del medida, s o n inespecíficos o carecen d e u n a dirección u n í -
ser h u m a n o se basa, f u n d a m e n t a l m e n t e , en la a c u m u l a - voca ", n o i m p o n e n un c o m p o r t a m i e n t o c o m p u l s i v o , si-
ción y transmisión d e c o n o c i m i e n t o s y experiencias d e n o q u e el h o m b r e tiene la capacidad de distanciarse y t o -
u n a generación a otra. Para t e r m i n a r esta a p r o x i m a c i ó n a m a r perspectiva d e la realidad. P o r eso sus relaciones c o n
la n o c i ó n d e cultura, n o s parece o p o r t u n o r e c o r d a r la el m e d i o se ha d i c h o que son d e «apertura al m u n d o » .
acertada definición del profesor d e la U n i v e r s i d a d d e
C l a r o q u e esta «indeterminación psicobiológica» d e la
M o n t r e a l G u y R o c h e n la cultura se p u e d e e n t e n d e r
c o n d i c i ó n h u m a n a , esta n o especialización, se ve c o m p e n -
«como un conjunto trabado de maneras de pensar, de sentir y sada p o r u n a formidable capacidad d e invención, gracias a
de obrar más o menos formalizadas, que, aprendidas y com- la i m a g i n a c i ó n y a la inteligencia. D e este m o d o , u n a d e -
partidas por una pluralidad de personas, sirven, de un modo bilidad b i o l ó g i c a se convierte en u n a gran ventaja n. A n t e
objetivo y simbólico a la vez, para constituir a esas personas en
u n a s i t u a c i ó n dada, el ser h u m a n o descubrirá u n a gama d e
una colectividad particular y distinta» '.
p o s i b i l i d a d e s y tendrá q u e elegir y crear sus p r o p i a s espe-
A h o r a bien, ¿ p o r q u é el ser h u m a n o necesita d e la cul- cializaciones y determinaciones; ellas q u e d a r á n objetiva-
t u r a p a r a p o d e r vivir y desarrollarse? E n t é r m i n o s gene- das en el o r d e n simbólico-cultural. C o m o sostiene acerta-
rales, en el animal, la situación estimulante p o r u n lado y d a m e n t e C . G e e r t z , «el h o m b r e es precisamente el animal
sus capacidades psicobiológicas p o r o t r o , d e t e r m i n a n
u n í v o c a m e n t e una serie d e respuestas q u e establecen y
10
restablecen c o n t i n u a m e n t e u n equilibrio d i n á m i c o , a d a p - Cf. E. O. Wilson, Sociohiología. La nueva síntesis, Omega, S. A.,
tativo y d e supervivencia. Al carácter formal d e esta capa- Barcelona 1980, 156-157; W. H. Thorpe, Naturaleza animal y natura-
leza humana, Alianza Universidad, Madrid 1980, 158 ss.
" Cf. P. L. Berger, Th. Luckmann, La construcción social de la rea-
lidad, Amorrortu, B. Aires 1972, 66 ss; E. Coreth, ¿Qué es el hombre?,
8
J. Ziegler, Ltvictoria de los vencidos, Ed. B, Barcelona 1988, 29. Herder, Barcelona 1978, 102.
v 12
G. Rocher, Introducción a la sociología general, Herder, Barcelo- Cf. K. Jaspers, Origen y meta de la historia, Alianza Universi-
na 1972, 111-112. dad, Madrid 1980,61-62.

28 29
principio de la razón o el espíritu, que establece un hiato
que más depende de esos mecanismos de conducta extra-
entre el impulso y la acción, posibilitando la curiosidad
genéticos, que están fuera de su piel, de esos programas
intelectual. Esta autonomía o independencia existencial es
culturales para ordenar la conducta». E insiste nuestro au-
libertad frente al medio, que eleva a la dignidad de obje-
tor: «Entre lo que nuestro cuerpo nos dice y lo que tene- tos las resistencias exteriores. Objetos que el hombre pue-
mos que saber para funcionar hay un vacío que debemos de modificar viviéndolos como valiosos. De este modo, el
llenar nosotros mismos, y lo llenamos con información (o mundo para el ser humano viene a consistir en «un hori-
desinformación) suministrada por nuestra cultura. La zonte vasto que rompe por definición cualquier limita-
frontera entre lo que está innatamente controlado y lo ción precisa y elimina toda fijación, siendo por lo mismo
que está culturalmente controlado en la conducta huma- más amplio que el espacio vital inmediato» '\ En la mis-
na es una línea mal definida y fluctuante». Hay cosas que ma línea, Ortega y Gasset sostenía que la vida humana es
están genéticamente controladas, como nuestra capacidad preocupación e historia, pues el hombre tiene que hacer-
de respirar (aunque quepa en relación con ella una sobre- se a sí mismo, eligiendo sus propias posibilidades y ela-
determinación cultural: el ejercicio del yoga). En otras no borando su propio proyecto, acertándose o desacertán-
vemos su vinculación genética: nuestra preferencia por el dose en el empeño.
socialismo o por el capitalismo. Y hay otras intermedias:
En fin, el hombre es el animal cultural porque vive y
«Entre los planes fundamentales para nuestra vida que es-
actúa conforme a una serie de concepciones, normas y va-
tablecen nuestros genes -la capacidad de hablar o de s o n r e í r - y
la conducta precisa q u e en realidad practicamos - h a b l a r inglés loraciones que recibe del medio social, y que él mismo se
en cierto t o n o de voz, sonreír enigmáticamente en una delica- da en la interacción significativa con sus prójimos. Por es-
da situación social- se extiende una compleja serie de símbolos ta razón, si podemos afirmar que el ser humano posee una
significativos con cuya dirección transformamos lo p r i m e r o en naturaleza (ciertas constantes antropológicas, tales como
lo segundo, los planes fundamentales en actividad» l3 . la «apertura al mundo», la curiosidad intelectual, la capa-
Las alternativas o soluciones culturales serán, además, cidad de comunicación, la capacidad de elección (morali-
continuamente rectificadas, mejoradas, trascendidas. De dad) y de transformación del entorno, y ciertas necesida-
ahí la enorme plasticidad y capacidad de adaptación de la des afectivas, que nos permiten hablar de un cierto dina-
especie humana. Mientras que el mundo animal es el mismo teleológico definidor de lo humano), es más signi-
mundo de lo inmediatamente dado (inmanencia), el del ficativo sostener que el hombre crea, construye su propia
hombre es el d e la trascendencia, porque el sujeto huma- condición o modo de ser. Esto es, el hombre es el animal
no es portador de una conciencia y libertad otorgadoras cultural «por naturaleza». La cultura es una necesidad
de sentido ,4. A l no estar inmediatamente vinculado al ins- funcional sin la que, por su propia condición, el hombre
tinto, el h o m b r e puede distanciarse del entorno y abrirse no podría sobrevivir.
a una realidad libre y personal. Aquí entra en juego el
La cultura como producto social. De alguna manera
hemos aludido ya a la dimensión social de la cultura. Y es
15
C. Geertz, o.c, 51, 55 y 56.
14
Cf. A. Gehlen, El hombre. Su naturaleza y su lugar en el mun-
do, Sigúeme, Salamanca 1980, 388; G. Bataille, Teoría de la religión, 15
E. Coreth, o. c., 99.
Taurus, Madrid 197!, 24 y 27.

30
31
que la interpretación humana de la realidad -en términos en cuanto facticidad objetiva trasciende al individuo en
generales- no es un producto del individuo aislado, sino particular, pero, a la vez, es una construcción elaborada
del grupo. Y ha sido mérito de la sociología fenomenoló- por la actividad de los actores sociales, que expresa un sig-
gica del conocimiento el haber hecho especial hincapié en nificado subjetivo. Por tanto, y analíticamente hablando,
esta cuestión "'. El mundo en que vivimos, compuesto por el mundo de vida puede ser considerado como una reali-
las interpretaciones y concepciones que elaboramos acer- dad objetiva y como una realidad subjetiva. Lo primero,
ca de los objetos que nos rodean (resistencias exteriores) porque la realidad sociocultural trasciende, en el espacio
y de los semejantes con los que interactuamos, es una y en el tiempo, al actor social en particular. Es una reali-
construcción social. Y la sociología del conocimiento ha dad que éste encuentra «ya hecha» cuando entra en esce-
estudiado y analizado los mecanismos mediante los cua- na; es una realidad que comparte en el presente (no es al-
les tiene lugar esta construcción social de la realidad. go que posea en exclusiva); y lo más seguro es que le so-
brevivirá en el futuro. Lo segundo, porque es una realidad
P. L. Berger y Th. Luckmann han sabido destacar el que tiene que ver con la actividad subjetiva, y también
protagonismo del conocimiento en la sociedad, y tienen el porque es aprendida e internalizada por el sujeto vía so-
mérito de haber planteado un modelo circular y dialécti- cialización (enculturación).
co que resalta la interacción dialéctica entre el individuo y
la sociedad, entre la personalidad y la cultura. Según di- La condición social de la cultura queda especialmente
cho modelo, la realidad sociocultural es un producto hu- puesta de manifiesto en el proceso de objetivación de la
mano que acaba objetivándose, vía consenso, y a la vez el misma. La realidad de mi vida diaria la aprehendo como
hombre es u n producto social '7. La realidad sociocultural una realidad ordenada y objetivada (es decir, válida, en ge-
neral, para mis semejantes). Es una realidad configurada
por una serie de objetos, que como tales han sido desig-
"' Cf. P. L. Berger, Th. Luckmann, La construcción social de la rea- nados y construidos antes de que yo entrase en escena. Y
lidad, A m o r r o r t u , B. Aires 1972. Desde su método fenomenológico
esto es posible porque la expresividad del ser humano es
descriptivo, estos autores entenderán por «realidad» la cualidad por
medio de la cual los actores sociales reconocen los fenómenos como in- capaz de objetivarse, esto es, de manifestarse en una serie
dependientes de sus deseos y voliciones; y por «conocimiento» el con- de productos que quedan al alcance de todos, viniendo a
vencimiento o la certidumbre de la realidad de los fenómenos que dan constituir un mundo común. Sin estas objetivaciones, la
contenido a sus conciencias. Pero estos autores abren un paréntesis
realidad sociocultural no sería posible ls. Esta objetivación
acerca del carácter último de dicha realidad y de su conocimiento. Y es
que el problema crítico de la verdad de la interpretación humana com- que viabiliza la expresividad humana se consigue por me-
pete a la filosofía, no al sociólogo. P. L. Berger insiste claramente en dio de los símbolos, entendidos como indicios o señales
ello: «El sociólogo en cuanto tal se detiene siempre en el papel de re- de significados subjetivos. El símbolo viene a ser «cual-
portero: informa del hecho de que tales o cuales personas están con-
quier objeto, acto, hecho, cualidad o relación que sirve de
vencidas de que "conocen" tal o cual cosa, y de que esa convicción su-
ya tiene tal o c u a l consecuencia. En cuanto aventura una opinión per- vehículo de una concepción - la concepción es el signifi-
sonal sobre la validez objetiva que ella puede tener, se está saliendo ya
de sus límites» (F. L. Berger, Rumor de ángeles, Herder, Barcelona
18
1975,22). «Estoy rodeado todo el tiempo de objetos que "proclaman" las
17 intenciones subjetivas de mis semejantes» (P. L. Berger, Th. Luckmann,
Cf. P. L. Berger, Th. Luckmann, o. c, 84; P. L. Berger, Para una
teoría sociológica de la religión, Kairós, Barcelona 1971, 15. o. c, 53).

33
32
cado del símbolo» ". El símbolo se convierte, pues, en una acciones habitualizadas por tipos de actores» ". La insti-
formulación tangible o fijación en forma perceptible de tución social -sistema vertebrado de normas que orienta,
ideas, actitudes, juicios, creencias y deseos. regula y posibilita la praxis de un grupo de actores- im-
plica en la vida de la sociedad «la trabazón de las acciones
De entre todos los sistemas simbólicos, destaca el habituales de una sociedad de actores» 22. Estas tipifica-
lenguaje como sistema vocal. Podemos decir, ciertamen-
ciones recíprocas (vividas por los actores sociales como
te, que una gran cantidad de objetivaciones de nuestra vi-
expectativas mutuamente referentes), al transmitirse de
da cotidiana descansan en la significación lingüística.
generación en generación, se convierten en históricas y
Además, el lenguaje, debido a su trascendencia espacio-
temporal (lenguaje escrito o grabado...), se convierte en objetivas. Da la impresión de que adquieren una realidad
un formidable depósito objetivo (compartido) de una propia que las reviste de autoridad social, convirtiéndolas
gran cantidad de significados y experiencias, ayudando en externas y coercitivas para el individuo ( E . Durkheim).
así a conservar la memoria del individuo y de la colecti- La objetivación viene a ser, por tanto, el proceso por el
vidad. que los productos culturales externalizados llegan a al-
canzar el estatuto de institución objetiva.
Está claro, pues, que la cultura en general, y el mun-
do de la vida cotidiana, son el producto de una actividad La institución, en fin, permite que las generaciones se
creadora humano-social. Este proceso objetivador tiene aprovechen de los'hallazgos y conquistas de sus antepasa-
para P. L. Berger y Th. Luckmann tres momentos consti- dos, evitando de este modo que el mundo tenga que ser
tutivos: la externalización, la habitualización y la institu- inventado siempre desde cero, y que el progreso y la his-
cionalización 20. La externalización es una necesidad an- toria sean posibles, siempre que no caiga, como tendre-
tropológica. Ya dijimos antes que la relación del sujeto mos ocasión de ver, en extralimitaciones reificadoras.
humano con el exterior es de «apertura al mundo»; el
hombre es u n dinamismo intencional que se abre al exte-
rior; dinamismo que descansa en sus pulsiones instintua-
2. La religión como universo simbólico
les, en sus necesidades afectivas y en su curiosidad inte-
lectual. Sólo por medio de esa apertura, a través de la cual La cultura como interpretación humana de la realidad
recibe y crea significados, el hombre descubre y crea su se estructura y sistematiza en diversos niveles de elabora-
mundo humano. Este mundo cultural se va decantando ción teórica. El de mayor amplitud corresponde a lo que
mediante el alumbramiento de hábitos adquiridos por re- se llaman «los universos simbólicos». Ellos vienen a ser
petición en losmodos de actuar y de pensar, que terminan
cuerpos de tradición teórica que integran sectores distin-
por convertirse en pautas y normas, y en concepciones
tos de significados, terminando por abarcar el orden ins-
acerca de la realidad. Por último, «la institucionalización
titucional en su totalidad. Se llaman «universos» porque
aparece cada -vez que se da una tipificación recíproca de
vienen a ser marcos de referencia general en que quedan

" C. Geertz,». c, 90. P. L. Berger, Th. Luckmann, o. c, 76.


20
Cf. P. L. Berger, Th. Luckmann, o. c, 73 ss. ' N . Abercrombrie, Clase, estructura y conocimiento, Península,
Barcelona 1982,234.
34
35
grandes acontecimientos y sucesos colectivos relevantes
ubicados o integrados los diversos ordenes instituciona-
dentro de una unidad coherente que incluye pasado, pre-
les. Dentro del universo se desarrolla toda la experiencia
sente y futuro. Por esta razón, el universo simbólico pue-
humana, constituyéndose a modo de «matriz de todos los de ayudar al individuo a vincularse no sólo con sus con-
significados objetivados socialmente y subjetivamente temporáneos, sino también con sus antepasados y con sus
reales» 23. El universo simbólico suele aportar una teoría herederos en una totalidad significativa que trasciende la
general del cosmos y del hombre, y podemos encontrarlo finitud de la existencia individual. Pensemos en todas las
en los mitos, la religión, el arte, la filosofía... teologías y filosofías de la historia que se han alumbrado
El universo simbólico tiene una función ordenadora o a lo largo del quehacer cultural del hombre... Como dice
nómica, es decir, «pone cada cosa en su sitio». Y es que el Salvador Giner,
hombre necesita vivir en un mundo con sentido; por ese «para nosotros estatuir la corriente y el sentido o dirección de
motivo, su construcción-interpretación de la realidad, su los sucesos es una necesidad. Los sucesos inconexos nos dan
mundo, procura que sea un «cosmos», esto es, algo en or- vértigos. Hay que entrelazarlos, atribuirles causas, razones y
den; orden que quedará garantizado por leyes y normas. fuerzas que los muevan. Esta necesidad de coherencia es de to-
El ser humano repudia instintivamente el caos terrorífico. da época y lugar. Vivir sin un relato sobre los orígenes y algún
En ese sentido tiene razón Jcan Ziegler cuando afirma que designio del presente y el porvenir se hace insoportable (...). Es
la cultura es un intento de rechazar la nada: «Las obras de un imperativo social» 27.
arte, las palabras de los poetas, las piedras talladas, las En la vida del individuo y de su colectividad suelen
imágenes pintadas muestran la cultura de un pueblo. Es- aparecer situaciones y experiencias atípicas, marginales y
tablecen la permanencia frente al caos de los días. Frente desnomizadoras, donde el orden y el sentido que se pre-
a la nada crean y ordenan un mundo de belleza, de razón, suponen en la vida cotidiana parecen tambalearse, emer-
de sentido. La ordenante amplitud de este mundo se opo- giendo la amenaza del caos. Hay muchas experiencias
ne al nocturno caos, al desorden, a la nada» ". Como afir- donde comprobamos dolorosamente la indiferencia de la
ma otro sociólogo, una sociedad con su correspondiente realidad y de la vida, que no parecen doblegarse a nues-
cultura «es la unidad de supervivencia humana» 25.
tros deseos. El mal lo podemos definir como la diferencia
La función ordenadora del universo simbólico procu- entre nuestros deseos y la realidad de la experiencia; esa
rará, por ejemplo, el ordenamiento de las diversas fases de diferencia a la que difícilmente nos adaptamos emocional
la biografía del sujeto. Ahí están para testimoniarlo la ri- e intelectualmente. El mal es esa experiencia que nos pa-
queza y variedad de los ritos de pasaje y de iniciación de rece sin sentido y rechazable, aunque alcancemos una ex-
las culturas primitivas 2<>. Pero en un marco más amplio, plicación científica de la misma. Somos conscientes de
procura también ordenar la historia, ubicando todos los que ese consorcio de fuerzas y sustancias, a la postre enig-
máticas e inasibles que nos ha originado, algún día «nos
borrará del mapa». Hay una radical no correlación entre
23
P. L. Berger, Th. Luckmann, o. c, 125.
24
J. Ziegler, o. c, 29.
25
Th. E. O'Dea, Sociología de la religión, Trillas, México 1978,12. 27
S. Giner, El destino de la libertad, Espasa-Calpe, Madrid 1987,
26
Cf. J. Martía Velasco, Introducción a la fenomenología de la re- 76.
ligión, Cristiandad, Madrid 1982, 94-96.
37
36
los deseos del y o y la totalidad, que nos hace constatar la prensiva, tanto de las desgracias y catástrofes colectivas
no racionalidad completa de lo real, y que -como dice Sa- (terremotos, epidemias, guerras...), como de la muerte.
vater- impide la reconciliación entre lo que somos para Este universo procura orientar al sujeto hacia la realidad
nosotros y aquello en lo que somos 21i. Pues bien, los uni- tal como está definida, y si aquél se pierde, lo reintegra y
versos simbólicos han intentado enfrentarse con esta ex- lo rehabilita. Procura ayudar a asumir las frustraciones;
periencia del mal para procurar alumbrar una interpreta- así, por ejemplo, frente a la injusticia social se habla de
ción que nos ayude a asumirla, aunque sea con un míni- una recompensa en la vida de ultratumba, o se la conside-
mo de coherencia y dignidad. Y en esta tarea ha destaca- ra como manifestación de un orden sobrenatural; o pue-
do especialmente el universo simbólico religioso. Las re- de legitimar el enfrentamiento y la lucha a partir de la de-
ligiones han procurado una diversidad de teodiceas (ex- nuncia profética... y frente a la muerte se procura dar sen-
plicaciones de las experiencias anómicas en términos de tido a la misma, y se ritualiza para buscar la rehabilitación
legitimación religiosa) que intentan mantener al individuo de las personas afectadas y recomponer las relaciones so-
en un mundo con sentido, aun en el contexto de estas ex- ciales rotas, es decir, se busca reafirmar la solidaridad del
periencias límite M. La religión, desde esta perspectiva, grupo, su funcionalidad y el sentido de la acción humana.
viene a ser un universo simbólico que objetiva un cosmos La muerte quizá sea la experiencia más contundente de
sagrado, y que intenta tener en cuenta y comprender las esa indiferencia de la realidad a la que ya hemos aludido,
situaciones disfuncionales que atentan contra el orden y y que acaba cuestionando la totalidad de la vida y de la
el sentido. Se esfuerza por buscar una explicación com- realidad toda: «Efectivamente, la pregunta sobre la muer-
te desata en cascada otras muchas: el sentido de la vida, el
significado de la historia, la validez de exigencias éticas
28
Cf. F. Savater, Lo que no creo, en A A . W . , Dios como problema absolutas (como justicia, libertad, dignidad), la posibili-
en la cultura contemporánea, Egea, Bilbao 1989, 93-94.
dad de la esperanza... Y, sobre todo, la pregunta sobre la
«Las interpretaciones del mal en las diversas religiones puede de-
cirse que forman un vasto continuo. El mundo puede ser considerado
muerte es una variante de la pregunta sobre la singulari-
básicamente bueno, concibiéndose entonces el mal y el sufrimiento co- dad, irrepetibilidad y validez del individuo concreto, que
mo problemas concretos, no la última trama del mundo, con los que el es en definitiva quien sufre» 30. Pues bien, la religión, co-
nombre puede esperar luchar con éxito. La interpretación homérica de mo nos recuerda acertadamente P. L. Berger, intenta man-
la religión griega, el confucionismo clásico y los humanismos moder-
nos están cerca de esta posición. O se puede concebir también el mun-
tener la realidad socialmente construida «legitimando las
do como repleto de mal, pero «santificable», de todos modos. Esta es la situaciones marginales en términos de una abarcante rea-
posición ambivalente de las tradiciones clásicas musulmana y cristiana lidad sacra. Ello permite al individuo que pasa por estas
(...). N o hay p o r qué entregarse a la desesperación ni a la resignación situaciones continuar "existiendo" en el mundo de su so-
porque, con la ayuda de Dios, el hombre puede luchar con el mal y el
sufrimiento c o n suficiente éxito como para que merezca la pena, inclu-
ciedad no "como si nada hubiera ocurrido" (...), sino en el
so aunque el éxito definitivo no se consiga (...) en la tierra. La tercera convencimiento de que aún estos sucesos y experiencias
posición es m á s radicalmente pesimista. El mal y el sufrimiento son lo ocupan un lugar en un universo con sentido. Así hasta es
que, de modo inevitable, le cae en suerte al hombre en la tierra; la úni-
ca manera de luchar con ellos es rechazando el mundo, retirándose de
la vida. Esta e s la visión dominante en el hinduismo y más especial-
30
mente en el budismo» (J. Milton Yinger, Religión, persona, sociedad, F. Ramos, J. M. y J. Sánchez-Caro, La muerte: realidad y miste-
116-117). rio, Salvat, Barcelona 1982, 41.

38 39
posible tener una "buena muerte", es decir, morir rete- 3. Lo sagrado y lo profano: una primera
niendo hasta el final una relación significativa con el no- aproximación sociológica
mos de su sociedad» 3I.
La sociología del conocimiento nos ha llevado a des-
Podemos, pues, concluir este punto afirmando que tacar a la religión como un universo simbólico que obje-
los universos simbólicos, en términos generales, son pro- tiva un cosmos sacralizado. Esta definición nos remite,
clamaciones de que la realidad es humanamente significa- pues, a la noción de lo «sagrado». Thomas F. O'Dea nos
tiva. La construcción de un «cosmos» es un intento de puntualiza que «la experiencia religiosa es una respuesta a
afirmar la validez de la existencia humana. Y el universo cosas o eventos que se experimentan como sagrados».
simbólico religioso proporciona un contexto total de sen- Ahora bien,
tido objetivo e integral. Pero en este caso, el significado y
la validez remiten a una instancia sagrada que nos tras- «qué clase de objeto o evento crea esta impresión de poder y
ciende. Como dice P. L. Berger, la «religión es la empresa produce esta forma específica de respuesta? (...) y, en fin, ¿por
qué el poder percibido como sagrado hace un llamado al cre-
humana por la que un cosmos sacralizado queda estable-
yente?, ¿por qué los seres humanos entran en relación con las
cido»; cosmos sagrado que «emerge del caos y continúa cosas sagradas?» 33.
enfrentándose a éste como a su terrible contrario» ".
Como punto de partida para intentar contestar a estos
Teniendo en cuenta que el abordaje de lo sagrado-re- interrogantes, pueden ser útiles las aportaciones que tiene
ligioso se ha llevado a cabo desde la investigación socio- al respecto el pionero de la sociología de la religión E.
lógica y etnológica, la investigación fenomenológica y la Durkheim.
historia comparada de las religiones, vamos a intentar, en
primer lugar, una aproximación sociológica sobre el he- E. Durkheim, partiendo del presupuesto metodológi-
cho religioso. Las limitaciones e interrogantes que surgi- co de que se podía llegar a la esencia de un fenómeno so-
rán de ella n o obligarán a tener también en cuenta algunas cial observando sus formas o manifestaciones más ele-
aportaciones dd campo de la fenomenología. Todo ello mentales M, estudió el totemismo australiano. En la creen-
nos servirá para plantear algunos presupuestos previos de cia de que el totemismo australiano era la forma más sim-
cara a la elaboración de nuestro propio modelo teórico- ple y primitiva de religión conocida, E. Durkheim coinci-
sociológico. dió con Smith, el primer Frazer (el segundo sitúa al tote-
mismo en la categoría de lo mágico), Jevons, Wundt,
Freud y Mclennan ".

Th. F. O'Dea, Sociología de la religión, 39.


Cf. E. Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa,
Schapire, B. Aires 1968, 99 y 427.
Sin embargo otras investigaciones cuestionaron que los rasgos
31
P. L. Berger, Para una teoría sociológica de la religión, Kairós, que E. Durkheim consideraba esenciales del totemismo fueran tales
Barcelona 1971, 72-73. (Goldenweiser); cf. S. Lukes, Emile Durkheim. Su vida y su obra, CIS,
32
P. L. Berger, Aira una teoría sociológica de la religión, 46 y 48. Siglo XXI, Madrid 1984, 257, 447-449; E. E. Evans-Pritchard, Las teo-
rías de la religión primitiva, Siglo XXI, Madrid 1974, 95-96.

40
41
catrices); y objetos totémicos en los que se dibuja o gra-
El totemismo australiano, según E. Durkheim, estaba ba el tótem 37.
relacionado con la organización ciánica de la sociedad, y
Ahora bien, lo interesante es que las realidades toté-
el clan era un grupo de unas características muy singula-
micas provocan u n comportamiento que E. Durkheim
res: «En primer lugar, los individuos que lo componen se
considera típico del orden religioso. Son prácticas de abs-
consideran unidos por un vínculo de parentesco, pero de
tención (los miembros del clan deben abstenerse de tocar
una naturaleza muy especial. Este parentesco no proviene al tótem y sus representaciones, de comer al animal o
de que mantienen unos con otros relaciones definidas de planta totémicos, salvo en determinadas ocasiones, etc.); o
consanguinidad; son parientes por el solo hecho de que prácticas positivas, que son formas explícitas de respeto.
llevan el mismo nombre. N o son padres, madres, hijos o De este modo se va configurando el universo de las cosas
hijas, tíos o sobrinos unos de los otros en el sentido que sacras, que incluye plantas, animales, representaciones y
actualmente damos a esas expresiones; y sin embargo se objetos, y por último hasta a los propios individuos del
consideran formando una misma familia (...) por el solo clan. Todos ellos se entienden como modalidades del ser
hecho de que están colectivamente designados por la mis- totémico. Esto último se debe a que para el hombre pri-
ma palabra. Y si decimos que se consideran como de una mitivo la identidad de nombre implica también la identi-
misma familia, es que se reconocen unos a otros deberes dad de naturaleza, de tal modo que el hombre se conside-
idénticos a los que, en todo tiempo, han incumbido a los ra dotado de una doble naturaleza; en él —como dice nues-
parientes: deberes de asistencia, de venganza, de duelo, tro a u t o r - coexisten dos seres, un hombre y un animal o
obligación de no casarse entre sí, etc.». Este nombre co- planta 3*.
lectivo con el que se designa al clan «es también el de una
especie determinada de cosas materiales con las cuales En general, para el indígena australiano, la realidad
cree mantener relaciones muy particulares (...); sobre to- queda dividida en dos categorías fundamentales, y es esto
do son relaciones de parentesco. La especie de cosas que lo que especialmente queríamos destacar: la realidad de
sirve para designar colectivamente al clan se llama tótem. las cosas profanas y la realidad de las cosas sagradas. Con
El tótem del clan es también el de cada uno de sus miem- relación a las primeras, el hombre se conduce de modo
bros» 3 \ Los objetos que pueden servir de tótem pertene- «económico», controlándolas y manipulándolas, o consu-
cen, generalmente, al reino animal, aunque también al ve- miéndolas en función de sus necesidades. Frente a las co-
getal, y más raramente son objetos inanimados. El tótem sas sagradas, su comportamiento es todo lo contrarío, es
a veces es u n objeto en particular, pero lo más frecuente «antieconómico»; son conductas «inútiles» desde la pers-
es que sea u n a especie o una variedad. También se en- pectiva del pragmatismo y la eficacia que impera en la vi-
cuentran las representaciones figuradas del tótem ( peda-
zos de madera,piedras pulidas...), que son los emblemas 37
Cf. E. Durkheim, Las formas elementales..., 45, 114, 116-119,
o blasones; dibujos sobre el cuerpo (escarificaciones, ci- 120-124.
38
Cf. E. Durkheim, Las formas elementales..., 139-140,156. De ahí
también la relación de parentesco que hemos señalado. El tótem es
abuelo, padre, hermano mayor o incluso amigo (cf. E. Durkheim, Las
36
E. Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa, 108; cf. formas elementales..., 142-143).
también 177.

43
42
dad absoluta en relación con lo profano: «... lo sagrado y
da profana. Son interdicciones y ceremonias de culto y de lo profano han sido concebidos p o r el espíritu humano
festejo. siempre y en todas partes como géneros separados, como
En la medida en que todas las realidades totémicas dos mundos entre los cuales no hay nada en común. Las
participan de la sacralidad, ésta, piensa E. Durkheim, no energías que obran en uno no son simplemente las que se
puede residir en sus diferencias. Los sentimientos seme- vuelven a encontrar en el otro, con algunos grados más;
jantes que todas esas cosas suscitan en el fiel sólo pueden son de otra naturaleza» 43. Son dos mundos antagónicos
provenir de un principio común. Para nuestro autor, esta que están radicalmente disociados en la mente humana,
es una fuerza anónima e impersonal, que se encuentra en hay entre ellos una especie de «vacío lógico» que hace que
las realidades totémicas sin confundirse con ninguna de al creyente le repugne que las cosas de ambos mundos se
ellas; ninguna la posee por entero 3V. El tótem «no es más confundan o entren en contacto; tal promiscuidad le re-
que la forma material con la que se representa a la imagi- sulta intolerable 44.
nación esta sustancia inmaterial, esta energía difusa a tra-
E. Durkheim, llevado por su especial interés por re-
vés de todo tipo de seres heterogéneos, que es, ella sola, el
saltar el protagonismo explicativo de lo social, acabó por
verdadero objeto de culto» ,0. Parece ser, por un lado, a
defender la idea de que el significado del significante sa-
modo de fuerzas materiales que engendran efectos físicos,
grado no era sino la misma sociedad y la autoridad moral
pero también posee carácter moral, ya que el fiel del tó-
que de ella dimanaba. Llegó a convencerse de que el tó-
tem se siente obligado, como ya hemos señalado, con res-
tem simbolizaba a la vez al clan y a la fuerza sagrada: «Si
pecto al resto de los miembros del clan.
es pues, a la vez, el símbolo del dios y de la sociedad, ¿no
El origen de la religión está, pues, para E. Durkheim, será porque el dios y la sociedad no son más que uno?
en la distinción entre lo profano y lo sagrado, y en su re- ¿Cómo el emblema del grupo hubiera podido llegar a ser
conocimiento 4I. Lo sagrado es considerado superior en la figura de esta casi divinidad si el grupo y la divinidad
dignidad y e n poder 42; y se especifica por su heterogenei- fueran realidades distintas? El dios del clan, el principio

grado significa «lo que es real», «lo que existe», «la realidad por exce-
^ Cf. E. Durkheim, Las formas elementales..., 199-200.
40 lencia», o «la existencia cuasi absoluta» (cf. J. Ries, Lo sagrado en la
E. Durkheim, Las formas elementales..., 200.
41
historia..., 173 ss; J. M. Mardones, Para comprender las nuevas formas
Otras manifestaciones de esta fuerza pueden ser el mana de los de la religión, Verbo Divino, Estella 1994, 21).
melanesios y l o s polinesios, el orenda de los iroqueses, el wakan de los 43
E. Durkheim, Las formas elementales..., 42.
sioux o el m a n i t ú <le los algonquinos. De modo general, el mana viene 44
a ser como la matriz de lo sagrado. Incluso «la noción fundamental hin- Recordemos, en este sentido, que el término hebreo qadosh, que
dú de brahmán perpetúa el mana tanto en los Vedas como en los Upa- parece tener cierta correspondencia con términos como sacrum, hagios,
nishad» (J. R i e s , Lo sagrado en la historia de la humanidad, Encuentro, hieros, etc., significa «poner aparte» (cf. J. Ries, o. c, 195 ss; J. M. Mar-
Madrid 1989, 2 5 . Iste tema fue especialmente investigado por H . H u - dones, o. c, 21). N o obstante, esta tesis de la radical alteridad debe ser
bert y M. M a u s s ) . matizada, pues es un hecho que la realidad profana puede llegar a ser
42 mediación sacramental de lo sagrado o, como luego veremos, del mis-
Idea q u e no desmiente la etimología de la palabra «sagrado». Pa-
terio tremendo y fascinante. Por esta razón, H. D. Mandrioni habla de
ra los estudiosos procede de la palabra sakros, relacionada al parecer
«solidaridad» entre ambos niveles de realidad (cf. H . D. Mandrioni, Re-
con el término germánico sakan, el hitita saklai, el griego hagios y la
ligión, ética y estética, 196).
raíz etrusca sac. Li investigación lingüística viene a concluir que lo sa-

45
44
particular, lo cual convertiría a la religión en un amor ido-
totémico, no puede ser, pues, otra cosa que el clan mismo, látrico y en una alucinación colectiva, que venera a una
pero hipostasiado y representado a la imaginación bajo sociedad transida de valores, pero también de miserias e
las especies sensibles del vegetal o del animal que sirve de injusticias; o bien consiste en la adoración de una socie-
tótem» 45. En el totemismo los miembros del clan adoran dad ideal, autoridad moral sublime; pero entonces será la
sin saberlo a su propia sociedad, siendo lo sagrado una re- idea de lo sagrado-ideal, que alberga el hombre en su con-
presentación de la fuerza colectiva que dimana del propio ciencia, lo que idealiza a la sociedad. Es cierto que E.
colectivo. Para el sociólogo francés, es la sociedad la que Durkheim fue consciente de esta dificultad, y quiso sol-
es capaz de suscitar en el hombre el sentimiento de lo di- ventarla afirmando que en las religiones también se había
vino, pues la sociedad es para él el mandato que se nos im- sacralizado al mal. En los sistemas maniqueos por ejem-
pone, y una realidad cualitativamente superior al indivi- plo 47. Una sociedad crea su propio ideal a través de su
duo. Y es especialmente en la efervescencia de la festivi- propia experiencia llena de tensiones, por medio de las
dad colectiva donde el individuo participa de la fuerza del cuales se hace, se destruye y se rehace. Pero en verdad
grupo que lo exalta y lo transfigura, creyéndose transido nuestro autor se contenta con trasladar el problema a la
de la fuerza sagrada. Las sociedades, por tanto, son pro- sociedad hipostatizada. N o hay que olvidar que, a la pos-
clives a concebir dioses cuando se encuentran en el estado tre, la sociedad está compuesta por actores sociales, y las
de exaltación que produce la extrema intensidad de la vi- aspiraciones e idealizaciones del bien y del mal que en ella
da social. La creación de lo sagrado no es sino un traspa- se alumbran no son sino las de sus propios componentes.
so de potencia. Para E. Durkheim, por tanto, la religión es Su teoría no deja de ser más que una hipótesis curiosa, pe-
un fenómeno radicalmente social, tanto en su origen y na- ro falta de una sólida argumentación. En este sentido
turaleza, como en su finalidad. Es una emanación de la puntualiza L. Kolakowski: «Esta explicación no aclara
conciencia colectiva, que, como veremos, tiene una im- por qué la gente de todo el mundo necesitaba de este tipo
portante función social. En este sentido podemos decir de fantástica proyección de la "totalidad" social y no po-
con Julien Ries que es «un a priori absoluto y un fenóme- día darse por satisfecha con medios más sencillos de for-
no necesario d e la vida colectiva» 46. talecer la solidaridad tribal. Tampoco explica cómo eran
capaces de crear, con ese fin, un universo imaginario sin
Estimo, n o obstante, que, a este respecto, la teoría de semejanza alguna con el mundo empíricamente conocido
E. Durkheim no está sólidamente fundada, o al menos y que no era sugerido, en absoluto, por la experiencia». El
nos resulta erizada de dificultades que no tienen contesta- hecho de que algunas normas y hábitos funcionalmente
ciones satisfactorias. Siguiendo el comentario de R. Aron, importantes para la sociedad se mantengan y conserven
podemos decir que si Dios no es sino una representación mediante su sacralización no obliga a identificar necesa-
simbólica de la sociedad, esto se puede entender de dos riamente lo sagrado con la sociedad. Esto último, como
maneras. O bien consiste en la adoración de una sociedad dice el autor polaco, «no es una hipótesis sociológica, si-
no una especie de metafísica social; presupone un meca-
45
E. D u r k h e i m , Las formas elementales..., 218; cf. también 219-220.
46
Cf. E. Durkheim, Las formas elementales..., 225-226; R. Aron, 47
Las etapas del pensamiento sociológico, II, Siglo Veinte, B. Aires 1970, Cf. E. Durkheim, Las formas elementales..., 431-432.
69; J. Ries, Lo sagrado en la historia de la humanidad, 21 y 22.
47
46
cuestión se complica aún más si recordamos —como ya he-
nismo por el cual lo profano se convierte en lo sagrado, y
mos indicado- que para el segundo Frazer el totemismo
ese mecanismo, aparte de no ser observable, no puede
tiene que ver más propiamente con la magia y no con la
operar a menos que lo sagrado esté ya presente en la con-
religión. Y Claude Lévi-Strauss ve en él simplemente un
ciencia social» 48. La explicación del sociólogo francés
sistema de clasificación social, en el que con imágenes
adolece, pues, de una «petitio principii».
particulares se construyen esquemas conceptuales ". Di-
Digamos también que los datos etnológicos de E. gamos, por último, que ninguna de las grandes religiones
Durkheim resultan hoy, cuando menos, discutibles. Así, (budismo, judaismo, cristianismo e islamismo) han tenido
por ejemplo, puntualiza J. Martín Velasco: «En relación a como origen una inspiración colectivista, ni la constitu-
los datos australianos en que se apoya su interpretación, ción de la religión ha coincidido con el de una sociedad.
se ha observado que el clan no es la unidad primaria de Han surgido, más bien, a partir de un número reducido de
agrupación de las poblaciones australianas, sino que suce- adeptos alrededor de un profeta o maestro excepcional.
de a la horda, por lo que, si la función de la religión con- En verdad, E. Durkheim no abordó el problema de las
siste en mantener la solidaridad de los grupos, serían las grandes personalidades religiosas que, precisamente, sue-
hordas las que deberían haber instituido los ritos produc- len ir en contra de las tendencias dominantes de la con-
tores de la exaltación colectiva que ha dado origen a la re- ciencia religiosa colectiva ".
ligión» ". Y de una manera más general y más contun-
dente afirma el antropólogo británico E. E. Evans-Prit- Sin embargo, al margen de estos aspectos polémicos
chard: «No hay manera de averiguar nada sobre la histo- de la interpretación durkheimiana de la religión, hay
ria del totemismo ni en Australia ni en ninguna parte. otros que sí vamos a tener especialmente en cuenta en
Afirmar que el totemismo australiano reviste la forma nuestro modelo. En primer lugar, esa concepción de lo sa-
originaria del totemismo es una arbitrariedad, basada en grado como lo radicalmente distinto de lo profano, lo
el supuesto de que la forma más sencilla de religión co- «totalmente otro» cualitativamente superior en poder y
rresponde necesariamente a los pueblos de cultura y or- en dignidad. Y, en segundo lugar, el hecho de que la fe en
ganización social más sencilla» 50. Basta recordar que hay la existencia de los objetos y seres sagrados se procure
pueblos muy primitivos que son monoteístas. Añadamos mantener y renovar mediante las creencias y las prácticas
a ello que el totemismo no tiene por qué ser una religión rituales. Las primeras suelen formularse en cosmologías y
necesariamente ciánica. La etnografía nos informa de teologías, y suelen decirnos de qué manera este mundo
pueblos con clanes que no poseen totems, y viceversa 5I . La nuestro visible está relacionado significativamente con el
m u n d o sagrado. Las prácticas rituales son comporta-
48 mientos simbólicos pautados en los que se aviva el senti-
L. Kolakowski, Si Dios no existe, Tecnos, Madrid 1985,142 y 222.
49
J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión,
Cristiandad, Madrid 1982, 38.
52
50
E. E. Evans-Pritchard, Las teorías de la religión primitiva, Siglo Cf. C. Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje, FCE, México 1964,
XXI, Madrid 1974, 111; cf. también S. Luckes, Emile Durkheim. Su vi- 60 ss; Id., El totemismo en la actualidad, FCE, México 1965.
53
da y su obra, C I S , Siglo XXI, Madrid 1984, 470. Cf. A. Fierro, Sobre la religión, Taurus, Madrid 1979, 80; S. Luc-
51
Cf. R. Lówie, Religiones primitivas, Alianza Universidad, Ma- kes, o. c, 512; I. Zeitlin, Ideología y teoría sociológica, Amorrortu, B.
drid 1976, 152-153. Aires 1970, 302-303.

48 49
miento religioso, junto con la adhesión a las creencias y a
los códigos y normas de conducta. Con ellas puede tam- una interpretación global para desvelar más directamente
bién renovarse el sentido de pertenencia al grupo, la con- el carácter específico de lo religioso, esto es, aquello que
ciencia de identidad colectiva. Por todo ello, E. Durkheim permite llamar religión a una multitud de fenómenos muy
insistió en la función integradora y de cohesión social de variados. Pretende ser una interpretación total, que toma
la religión. Esta tesis será generalizada por el enfoque como punto de partida las manifestaciones históricas del
funcionalista (Malinowski, Radcliffe-Brown, Yinger, hecho religioso.
etc.): «La función esencial de lo religioso es la integración Claro que aquí se plantea el problema de en virtud de
social» 5 \ Pero para no caer en una definición tan «gene- qué criterio seleccionamos los hechos singulares para
ral» en la que cabrían una gran diversidad de fenómenos, abordar el análisis fenomenológico. Evidentemente aquí
y que dejaría desdibujado lo esencial del fenómeno reli- juega como criterio seleccionador una definición a priori
gioso, es por lo que deberemos tener en cuenta ahora al- o pre-comprensión de la religión. Esto obliga a «recorrer
gunos de los resultados del abordaje fenomenológico de un círculo» con tres niveles. Primer nivel: vendrá deter-
la religión, que abundan y enriquecen algunas de las apor- minado por dicha pre-comprensión, en la que incidirán
taciones del análisis durkheimiano 55. una serie de factores, como la tradición y el lenguaje, da-
tos históricos, y una cierta comprensión que los acompa-
ña. Segundo nivel: comparación y organización de los da-
4. Lo sagrado y lo profano: tos históricos seleccionados, y alumbramiento de una ti-
una aproximación f e n o m e n o l ó g i c a pología o configuraciones. Todo ello podrá llevar a una
hipótesis interpretativa, encaminada a elaborar la esencia
La fenomenología de la religión, como el resto de las o estructura del fenómeno religioso. Tercer nivel: volver a
ciencias de la religión, se mantiene en contacto con los da- referir esa noción de religión a los hechos para corregir las
tos positivos. Es más, se apoya en las aportaciones de la limitaciones de la propia pre-comprensión y enriquecer la
historia de las religiones, de la antropología cultural, de la definición 56.
etnografía, etc. Pero mientras que el resto de las ciencias
estudian algún aspecto del hecho religioso, ya sea el so- Como hemos indicado, la finalidad del análisis feno-
cial, el psíquico, su devenir histórico o, más recientemen- menológico es destacar la especificidad del hecho religio-
te, el geográfico y ecológico, la fenomenología procura so, evitando los reduccionismos precipitados y empobre-
cedores, pues este hecho constituye una experiencia sui
generis. Con este fin, la fenomenología, más allá de pro-
54
A. Fierro, Sobre la religión, 26; cf. también 198, 233-234.
55
«Si por religión se entiende todo aquello que en una sociedad
56
asegura funciones de integración, de establecimiento de sentido o de Cf. J. Martín Velasco, La fenomenología de la religión en el cam-
personalización, entonces, por definición, no hay sociedad humana sin po de los saberes sobre el hecho religioso. Status quaestionis, en J. G ó -
religión. Sólo q u e en esta última entran por igual las creencias teístas y mez Caffarena y J. M. Mardones (eds.), Cuestiones epistemológicas.
las éticas ateas, las agrupaciones de culto y los movimientos políticos, Materiales para una filosofía de la religión, I, C S I C , Anthropos, Barce-
los mitos y la concepción científica del mundo» (A. Fierro, Sobre la re- lona 1992, 40; J. Martín Velasco, Fenomenología de la religión, en Filo-
ligión, 27). sofía de la religión. Estudios y textos, edición de Manuel Fraijó, Trotta,
Madrid 1994, 84.

50
51
curar una acumulación de datos y aspectos parciales, bus- lo» 5'. Para la captación de esa intencionalidad es positivo
ca la estructura, el logos interno del fenómeno: «La feno- una cierta simpatía o congenialidad, ya que se trata de una
menología de la religión intenta destacar la estructura, la inteligibilidad o captación «desde dentro» del fenómeno.
ley que rige la organización y el funcionamiento de los di- Esto es, a la comprensión no se llega por vía de observa-
ferentes aspectos del hecho religioso manifestado en las ción y deducción lógica, sino por caminos más inmedia-
diferentes religiones de la historia» v . Todo ello iluminará tos y globales, tales como la intuición o percepción direc-
también la situación existencial del hombre religioso. ta, o «la codificación de datos cualitativos recogidos en la
Ahora bien, en la medida en que esa estructura es signifi- situación de observación participante» ''°. N o obstante, es-
cativa, esto es, sus elementos son portadores de una signi- ta comprensión no significa, necesariamente, que el suje-
ficación o intención específica, el método fenomenológi- to que investiga tenga que pasar por la misma experiencia
co debe ser descriptivo-comprensivo. Cada fenómeno de del sujeto religioso, ni ser miembro y creyente formal de
esta índole está constituido por un aspecto intencional o un grupo religioso en particular. Se trata básicamente de
«noesis», y por un aspecto objetivo o «noema» que ilu- comprender la intención del sujeto '"'.
mina y determina la mencionada intención subjetiva. Y
«la referencia de los aspectos materiales de un hecho o Digamos también que, frente a los saberes normati-
realidad a la intención específica del sujeto proporciona la vos, como la filosofía y la teología, la fenomenología, tal
significación o el sentido del mismo» 5S. Por ello, la com- como aquí la entendemos, es una descripción comprensi-
prensión consiste en que el investigador comunique o sin- va que deja en reserva el problema de la verdad y del va-
tonice con la intención subjetiva que anima al hecho que lor del hecho religioso. N o comporta una valoración ni
estudia, en este caso el religioso. De alguna manera impli- positiva ni negativa del mismo: «El fenomenólogo de la
ca una hermenéutica del hecho humano-religioso, es de- religión da por supuesto que existe el hecho religioso, pe-
cir, la intención, el motivo, la finalidad del sujeto que se ro no que exista con razón o que exista "como debe exis-
«encarna» en la materialidad del significante tienen que tir". Tampoco, sin embargo, acepta previamente razones
ser «leídos» por el fenomenólogo. De este modo, la her- o principios que pongan en entredicho la existencia de ese
menéutica hará inteligible el contenido esencial y trans- hecho, lo descalifiquen a priori o lo condenen a ser una
histórico de los hechos religiosos. Hay que aprehender el pseudorrealidad» 62. Plantear el problema de la verdad de
sentido presente en la estructura a la que se accede por un esas manifestaciones simbólico-religiosas es algo que co-
paso previo descriptivo. N o hay que olvidar que «en la
realidad religiosa coinciden (...) la referencia a una expe-
riencia del sujeto, de la que es expresión y la referencia a M
J. Martín Velasco, La fenomenología de la religión en el campo
un "objeto", la realidad de la religión, de la que es símbo- de los saberes sobre el hecho religioso. Status quaestionis, 5 1 .
60
A. Fierro, Comprensión y explicación del hecho religioso, en J.
G ó m e z Caffarena y ]. M. Mardones (eds.), Cuestiones epistemológicas.
Materiales para una filosofía de la religión..., I, 66.
57 61
J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión, Cf. A. Fierro, Comprensión y explicación, 76-77; J. Martín Ve-
62. lasco, Fenomenología de la religión, 71.
5
* J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión, ''" J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión,
63. 58.

52 53
rresponde a la filosofía de la religión ''\ N o obstante, esta
singulares; o, como dice Martín Velasco, «la matriz de la
descripción comprensiva puede ayudar a clarificar la ver-
que proceden y en la que se hallan las manifestaciones ori-
dad del hecho religioso de varios modos: eliminando del
ginarias, tanto de la intención religiosa como del término
núcleo esencial los elementos espurios, destacando la in-
que la suscita». Esto quiere decir que la categoría de lo sa-
tención genuina que subyace a toda manifestación reli-
grado no se refiere, en exclusiva, ni al elemento objetivo
giosa, lo que hará más inteligible el abigarrado mundo re-
(las mediaciones materiales), ni al elemento subjetivo, si-
ligioso, y por vía de comparación se podrá establecer qué
no que los abarca a ambos, como al término de la actitud
fenómenos religiosos están más cerca del tipo ideal que se
religiosa. En este sentido, es un concepto con alcance to-
proponga.
talizador y «es un a priori último, objetivo y subjetivo a
En resumen, y metodológicamente hablando, la feno- un tiempo, desde el que se comprenden tanto los objetos
menología de la religión viene a ser «la interpretación des- como los actos religiosos» tó. Lo sagrado como orden de
criptiva y no normativa del hecho religioso a partir de sus realidad implica no sólo una peculiar referencia del hom-
innumerables manifestaciones, descripción que trata de bre a lo real, sino también un «clima», una «atmósfera» de
comprender su estructura significativa y la ley que rige su significación y de valor "'.
desarrollo» M. Esto último porque el fenómeno religioso
no existe de una vez por todas, sino que se va configuran- Lo primero que caracteriza a este ámbito es que su-
do y construyendo a través de un proceso histórico. pone «una ruptura con la vida ordinaria»; lo que M. Elia-
de denominó «una ruptura de nivel» ". Algo que, como
vimos, señaló especialmente E. Durkheim. Aunque noso-
a) Lo sagrado como orden tros no entendemos lo sagrado tanto como un conjunto
y ámbito de la realidad de objetos separados del conjunto de los objetos profa-
nos, como una ruptura de la homogeneidad de la realidad
Ya hemos visto que una descripción comprensiva de y de la existencia, que quedan introducidas en un orden
los rasgos esenciales de la religión exige hacer referencia de ser radicalmente diferente al referirse, tanto el sujeto
tanto a los elementos materiales como al elemento formal religioso como el objeto, a una realidad absolutamente
o intencional que, precisamente, convierte al primero en distinta. El orden de lo sagrado se define, pues, por su
«campo significativo específico». Partiendo de este presu- trascendencia. Esta ruptura se muestra en una serie de
puesto, lo sagrado se puede entender como el ámbito de manifestaciones religiosas. Destaquemos algunas de ellas.
realidad en el que se inscriben todos los hechos religiosos En primer lugar, la experiencia de lo numinoso í,s. Fue R.

63
Cf. J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la re- 65
J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión,
ligión, 69, 81-83; J. Martín Velasco, La fenomenología de la religión en
86 y 89.
el campo de los saberes sobre el hecho religioso, 53, 54-55; J. Martín Ve-
lasco, El encuentro con Dios. Una interpretación personalista de la reli- ** Cf. J. Martín Velasco, Fenomenología de la religión, 74.
67
gión, Cristiandad, Madrid 1976, 169-178. Cf. M. Eliade, Tratado de historia de las religiones, I, Cristian-
64 dad, Madrid 1974, 17 ss.
J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión, 68
65; cf. también 70-71, 77-78, 80. En Roma una de las palabras que designan la divinidad es nu-
men. Y «hasta el tiempo de Augusto y de Cicerón, numen se utiliza con

54
55
O t t o el que con su conocida expresión del «mysterium soluta de ser, de obediencia rendida ante la absoluta supe-
tremendum et fascinans» resaltó «lo esencial de la expe- rioridad, constituye la más clara expresión en el orden
riencia religiosa en su dimensión psicológica» ". Lo sa- subjetivo de la "ruptura de nivel" provocada por la apari-
grado es captado por un sentimiento específico, el senti- ción de lo sagrado» ". El segundo elemento de este senti-
do de lo numinoso, de carácter no racional pero con al- miento de respeto, lo fascinante, lleva a la misma conclu-
cance cognoscitivo. Es un sentimiento de respeto peculiar sión. La atracción fascinante implica asombro y admira-
que, como substrato de la vivencia religiosa, «abarca una ción, el quedar maravillado. Esta fascinación también se
gama de matices que se extiende del temor a la entrega de diferencia cuantitativa y cualitativamente de la que pueda
sí mismo pasando por la admiración y el anhelo» 70. Este producir cualquier experiencia ordinaria, al identificarse
sentimiento implica la vivencia de la ruptura, especial- con la fascinación que supone el enfrentarse a «lo total-
mente con los matices de lo tremendo y lo fascinante. Lo mente otro». Además, a diferencia de la admiración del fi-
tremendo implica un estado de ánimo que se identifica lósofo, que mueve al cuestionamiento de la realidad, ésta
con un miedo que se diferencia cuantitativa y cualitativa- anima al reconocimiento, a la invocación, y a la entrega
mente del simple temor que remite a una causa concreta. confiada 74.
El sentimiento radical de lo tremendo es vivido por el su-
jeto religioso como suscitado por una realidad cuya pre- Vemos, pues, cómo la categoría de lo sagrado, desde
sencia pone en cuestión los fundamentos del propio ser, el lado irracional hace relación a los sentimientos religio-
haciéndole sentirse radicalmente inseguro. Es un temor sos. Pero desde el lado de la razón pura, R. O t t o también
primario ante lo desconocido, de lo cual nada se sabe 7I. Es concibe lo sagrado como una categoría a priori, a modo
la resonancia subjetiva de la aparición del misterio, de «lo de una disposición originaria del espíritu. En esta segun-
totalmente otro». Este sentimiento tiene, en fin, toda una da modalidad, el origen de lo sagrado se encuentra en una
serie de matices, que J. Martín Velasco resume muy bien: revelación interior independientemente de toda reflexión
«Lo tremendo con sus armónicos de sobrecogimiento an- mental. Como categoría racional, lo sagrado proporcio-
te la majestad divina, de sentimiento de pecado ante la na las ideas de lo absoluto, de la perfección y de la nece-
santidad augusta n, de anonadamiento ante la plenitud ab- sidad. Por tanto, para R. Otto, a la base del desarrollo del
pensamiento religioso de la humanidad se encuentra un
complejo juego de elementos racionales e irracionales.
el genitivo de u n nombre divino, y con la intención exclusiva de expre- J u n t o a este tipo de manifestación, R. O t t o también re-
sar una voluntad especial de un dios. A partir de Augusto, numen pasa
conoce las históricas o exteriores por medio de signos
a ser el nombre poético de la divinidad. También designará tanto los di-
versos dominios del dios como lo invisible misterioso» (J. Ries, Lo sa- que reconocen los que poseen una facultad de adivina-
grado en la historia de la humanidad, 156). ción: los profetas, genios religiosos y fundadores de las
" Cf. R. Otto, Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de grandes religiones.
Dios, Alianza, Madrid 1980, 22 ss; 40 ss.
70
J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión, 92.
71 73
Cf. G. van der Leeuw, Fenomenología de la religión, F C E , Mé- J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión,
xico, B. Aires 1964, 446. 93.
72 74
Lo sagrado es lo numinoso percibido como la trascendencia ab- Cf. J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la re-
soluta, y lo s a n t o es lo sagrado aprehendido en cuanto valor. ligión, 93-94.

56 57
pronunciado, y si se hace, se deberá hacer en una voz y
Esta ruptura que supone la experiencia de lo sagrado lenguaje no ordinarios. N o parece que todas las prohibi-
no sólo se expresa en disposiciones interiores, sino en ac- ciones de esta índole tengan un fundamento religioso, pe-
ciones exteriores o rituales ". Tal es el caso de los ritos de ro sí es cierto que muchas acciones rituales, objetos y per-
iniciación de las religiones primitivas. A través de ellos se sonas religiosas son objeto de prescripciones del tabú 77.
da a modo de un cambio ontológico de la existencia, el ac-
Todas estas experiencias, actitudes y manifestaciones
ceso a una forma sobrenatural de ser, a una forma de vida
dan testimonio de la ruptura de nivel que implica el ám-
superior. El acceso a los misterios sagrados de la tribu,
bito de lo sagrado. Pero ¿qué realidad determina el esta-
por ejemplo, implica un cambio personal y una renova-
blecimiento de dicho ámbito?
ción corporal y espiritual que conlleva una capacitación
religiosa y moral. En las grandes religiones hay compor-
tamientos que serían equivalentes funcionales de este rito. b) El misterio como realidad determinante
En las religiones proféticas se da la conversión, y en las del ámbito de lo sagrado
místicas la iluminación La conversión supone crisis radi-
cal que produce una transformación o renovación total de De manera muy general, podría decirse que el centro
la existencia. Todo ello se traduce en una situación de ple- de lo sagrado es una «potencia» impersonal y difusa, que
nitud y en una nueva visión de la realidad 7 \ sería vivida como encarnada en las diversas realidades que
componen el mundo de lo sagrado. Esta potencia en Po-
Por último, recordemos el fenómeno del «tabú» que, linesia se la denomina «mana», término que, como ya vi-
de alguna manera, también expresa la «ruptura de nivel». mos, se ha divulgado. «Mana significa una potencia mis-
El término «tabú» procede del área cultural de la Poline-
teriosa y activa, de alguna manera sobrenatural, que en-
sia, e indica tanto la presencia de una determinada reali-
cierra en sí eficacia, honor, riqueza y que puede aparecer
dad, que es encarnación de una potencia, como la actitud
ligada a las personas, acciones o cosas más diversas» 78. Pa-
de prohibición con relación a ella. La prohibición tiene
ra G. van der Leeuw, el origen de la religión habría que si-
que ver con el carácter peligroso de la realidad que es ob-
jeto del «tabú». Esta realidad no debe tocarse, ni comer- tuarlo en esta presencia de la potencia extraordinaria y pe-
se, ni siquiera acercarse a ella, salvo en casos especiales y ligrosa que puede ir acompañada del «tabú» ". N o obs-
por personas autorizadas para ello; su nombre no debe ser tante, para J. Martín Velasco, la noción de potencia no es
suficiente como determinante del orden de lo sagrado. Y
es que la relación con la potencia exige una determinada
75
El ritual es una forma de comunicación no verbal con el miste-
rio, y la oración es la forma principal de comunicación oral. Pero la ora- 77
Cf. E. K. Nottingham, Sociología de la religión, Paidós, B. Aires
ción puede ser una forma de comportamiento complejo que, de alguna 1964,24; J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión,
manera, «participa al mismo tiempo de la naturaleza del rito y de la 100; J. G. Frazer, La rama dorada, FCE, México, Madrid, Buenos Aires
creencia» (J. Cazeneuve, Sociología de Marcel Mauss, Península, Barce- 1981, 235-310; M. Eliade, Tratado de historia de las religiones, I, 40.
lona 1970, 82; cf. también 86). 78
76 J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión,
Cf. J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la re-
105-106.
ligión, 95-98; M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Guadarrama, Madrid n
1967 178-195; R. Hertz, La muerte y la mano derecha, Alianza, Ma- Cf. G. van der Leeuw, Fenomenología de la religión, primera
drid 1990, 92-93. parte.

58 59
forma de reacción p a r a q u e sea religiosa; a d e m á s , «... m á s «es la conciencia de indignidad, de la falta de valor y de senti-
q u e d e t e r m i n a r la p o t e n c i a a lo sagrado, es la relación c o n do de la propia existencia en cuanto separada de la realidad que
lo sagrado lo q u e d e t e r m i n a si la p o t e n c i a es o n o t é r m i - se hace presente en la manifestación de lo sagrado».
n o de u n a actitud religiosa» 80. Para aludir a la realidad d e -
El misterio es t r a s c e n d e n c i a activa: el misterio inter-
t e r m i n a n t e del o r d e n d e lo s a g r a d o hay q u e utilizar u n a
pela al h o m b r e , y éste se ve c o n c e r n i d o p o r aquél. E n la
categoría más amplia: el misterio. «El misterio es lo q u e
m e d i d a en q u e el misterio es inaccesible para el h o m b r e ,
tienen de c o m ú n t o d a s las formas d e divinidad, es decir, sólo si aquél t o m a la iniciativa, el ser h u m a n o p o d r á «ras-
todas las configuraciones q u e el sujeto ha d a d o d e lo q u e trear» su presencia. N a t u r a l m e n t e esto propicia u n a c o n -
es el t é r m i n o de su actitud religiosa» sl . ¿ Q u é característi- cepción personal del misterio s \
cas tiene la realidad a la q u e a p u n t a este t é r m i n o ?

El misterio es realidad o n t o l ó g i c a m e n t e s u p r e m a :
c) Las mediaciones objetivas del misterio
«En el asombro religioso se hace presente la superioridad
ontológica del misterio como plenitud absoluta de ser, en com- Sin estas mediaciones n o sería posible ni la presencia
paración con la cual el hombre se experimenta como "polvo y i n t r a m u n d a n a del misterio, ni la t o m a d e conciencia p o r
ceniza", es decir, como interiormente amenazado por la nada».
p a r t e del ser h u m a n o . Las hierofanías, c o m o m u y bien es-
El misterio es absoluta s u p e r i o r i d a d axiológica: t u d i ó M . Eliade, son la manifestación de la realidad tras-
c e n d e n t e en la realidad i n t r a m u n d a n a *\ El dirá acto de
«El misterio no sólo desconcierta al hombre, sino que al
mismo tiempo lo maravilla. La plenitud de ser (...) brilla para él manifestación d e lo sagrado, n o s o t r o s d i r e m o s del miste-
como el valor supremo, y al mismo tiempo que lo anonada, le rio, en u n o b j e t o p r o f a n o . Implica la paradójica coinci-
atrae como lo más sublime». dencia d e lo t r a s c e n d e n t e y lo p r o f a n o , d e lo a b s o l u t o y
d e lo relativo. El misterio n u n c a jamás se presenta en sí
El misterio es santidad augusta: la excelsa realidad del
m i s m o , en estado p u r o ; p o r esta r a z ó n , p a r a el h o m b r e
misterio deja al d e s c u b i e r t o la indignidad h u m a n a , q u e se
sólo será posible su experiencia mediata. La realidad na-
vive c o m o conciencia de p e c a d o . P e c a d o e n t e n d i d o más
c o m o situación global q u e c o m o u n a transgresión m o r a l .
L o característico d e esta situación 82
J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión,
113-114,117-118,120-121.
80
*3 Cf. M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Madrid 1967; íd., Trata-
J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión, do de historia de las religiones, I. «Mucho se ha discutido sobre la eti-
107. mología de la palabra hieros. Las últimas investigaciones confirman su
81
J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión, origen prehelénico y nos orientan hacia el sánscrito isirah, "fuerte, vi-
112. Siguiendo a este autor, en nuestro análisis lo sagrado no se identi- vificante" (...). En los textos homéricos, hieros no se pone a cualquier
fica con lo numinoso, de lo que el misterio sería un elemento. Frente a sustantivo y nunca se aplica a una persona. Cualifica a los seres consi-
esta concepción de R. Otto, para nosotros lo sagrado, como hemos vis- derados como fuertes, a las realidades que son poderosas». No obstan-
to, es el ámbito donde se inscriben tanto la realidad subjetiva como la te, «el concepto de relación con el poder divino permitirá la aplicación
objetiva y el término de la actitud religiosa. Haciendo esta salvedad, nos de hieros al culto y que este vocablo sea la palabra para lo sagrado cul-
identificamos con la caracterización del misterio que lleva a cabo R. tual en el mundo helénico» (j. Ries, Lo sagrado en la historia de la hu-
Otto. manidad, 144 y 145).

60 61
ñas...), la perennidad (las estaciones...), la enormidad (el
tural, ahora, remite al misterio, y éste, sin mundanizarse
mar, el cielo, el desierto...). Realidades, pues, que evocan
ni objetivarse, se presencializa en la mediación. Por eso se
en el hombre lo grandioso, lo elevado y lo superior a él.
comprende que el símbolo será el lenguaje de la hierofa-
Aunque hay que reconocer que también hay hierofanías
nía. «Mediante el símbolo, el mundo habla y revela moda-
tomadas del mundo cercano y cotidiano, más «débil y fa-
lidades de lo real que no son evidentes por sí mismas» S4.
miliar», como animales y plantas. Esto significa -como
La hierofanía, en cuanto realidad simbólica, implica una observa J. Martín Velasco- que aunque hay cierta relación
transformación de la realidad mundana, que hace posible entre las kratofanias y las manifestaciones hierofánicas, en
la «presencia opaca» o la «presencia mediata» de una verdad ninguna realidad es hierofánica por su propia con-
realidad invisible; esto es, de una realidad que no es ase- dición, y que cualquier realidad puede llegar a serlo. En
quible por la experiencia común y la lógica funcional. Y fin, con la historificación del misterio también han tenido
en la medida en que hay una distancia insalvable entre lo que ver los gestos, las danzas, los juegos, los instrumentos
evocado y la evocación, los símbolos religiosos - c o m o musicales, la arquitectura, los medios de transporte (ca-
afirma J. M. Mardones— «revelan velando y velan reve- rros, barcas...), artes, técnicas, actos fisiológicos (vida se-
lando»; o como dice J. Martín Velasco, «la hierofanía es xual), etc. En este sentido, como ha observado M. Eliade,
en realidad la huella de una ausencia que sólo se hace resalta la variedad y heterogeneidad de las hierofanías, de
presente como ausente» ". Además, la transformación de tal modo que es posible que nada haya escapado a la
la realidad mundana en símbolo hierofánico no es el fru- transfiguración hierofánica *".
to de una elección arbitraria por parte del sujeto religio-
so, sino que descansa en una relación noético - noemáti- Digamos, por último, que la ambigüedad que impli-
ca, en la que se establece una relación de la realidad invi- ca la «encarnación» del misterio (lo «totalmente otro» se
sible con la existencia del sujeto, de la cual éste no dis- hace de alguna manera semejante, siendo a la vez total-
pone, «sino que le habita y le precede y se hace presen- mente diferente), presenta un peligro: la proximidad de
te para él justamente en la mediación de la realidad sim- lo divino en la mediación objetiva puede llevar a inten-
bólica» 8''. tar disponer de ello, y ponerlo a nuestro servicio. Esto
implica una actitud idolátrica. La idolatría, en este sen-
Las realidades hierofánicas suelen tener algunas pro- tido, «designa la confusión del misterio con sus media-
piedades que facilitan la expresión de la relación con lo ciones y el intento por dominarlo mediante el dominio
«totalmente otro», y que muchas veces tienen que ver con de estas últimas» 8*. La idolatría implica, pues, el intento
la manifestación de la potencia, ya sea la eficacia (el agua, de relacionarse con el misterio mediante una actitud má-
la fertilidad...), la inaccesibilidad (los astros, las monta- gica.

84
J. Ries, o. c.,82. 87
85 Cf. J. Ries, o. c, 72; J. Martín Velasco, Introducción a la fenome-
J. M. Mardones, Para comprender las nuevas formas de la reli- nología de la religión, 123 y 133; J. Martín Velasco, Fenomenología de la
gión, Verbo Divino, Estella 1994, 23; J. Martín Velasco, El malestar re- religión, 82; M. Eliade, Tratado de historia de las religiones, 1, 35, 51-55.
ligioso de nuestra cultura, Paulinas, Madrid 1993, 128. 88
86 J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión,
J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión,
139.
133.

63
62
d) La actitud religiosa que invita al h o m b r e al acogimiento. T o d o ello encierra
u n a nueva forma d e ser en la que la realización de sí m i s -
Teniendo e n c u e n t a la estructura y el logos i n t e r n o del m o n o se basa en el p o s e e r d o m i n a n t e , sino e n la disposi-
o r d e n de lo s a g r a d o , q u e n o es sino d i n a m i s m o i n t e n c i o - ción d e entrega y d e acogida ". Esta actitud d e trascendi-
nal y simbólico (relación n o é t i c o - n o e m á t i c a ) , p o d e m o s m i e n t o n o es sino la r e p e r c u s i ó n en la subjetividad del ca-
afirmar q u e la m e d i a c i ó n objetiva del m i s t e r i o es insepa- rácter s u p r e m o del m i s t e r i o . La única relación con éste es
rable de su resonancia subjetiva. La actitud religiosa es el la q u e le r e c o n o c e c o m o c e n t r o de la realidad. Al sujeto
aspecto subjetivo sin el q u e la mediación objetiva y sim- religioso sólo le cabe «descentrarse, salir d e sí m i s m o ,
bólica se malograría. E n este sentido precisa, c o n r a z ó n , J. inaugurar u n a actitud extática d e r e c o n o c i m i e n t o de la s u -
M a r t í n Velasco q u e «esta mediación es m e d i a c i ó n del a b - p e r i o r dignidad, d e la a b s o l u t a supremacía del misterio».
s o l u t o y del h o m b r e , y q u e p o r eso la realidad n a t u r a l hie- Este t r a s c e n d i m i e n t o t a m b i é n nos hace caer e n la c u e n t a
rofánica sin la referencia al h o m b r e n o revela, n o dice ni de q u e el misterio n o p u e d e ser, desde las p r o p i a s p o s i b i -
hace presente nada» m. lidades del ser h u m a n o , o b j e t o d e su c o n o c i m i e n t o , ni d e
sus deseos. D e s d e esta óptica resulta t o t a l m e n t e inadecua-
A l g u n o s han creído e n c o n t r a r en este e l e m e n t o subje-
da la interpretación filosófica d e la religión c o m o a u t o -
tivo lo c o m ú n s u b y a c e n t e a la diversidad d e realidades
p r o y e c c i ó n ilusoria del h o m b r e (Feuerbach):
hierofánicas. El misterio n o lo dan las cosas en sí m i s m a s ,
sino la n a t u r a l e z a de las actitudes y los s e n t i m i e n t o s q u e «El Dios del hombre religioso, en la medida en que es el
las refuerzan. Así, el carácter de lo sagrado consistirá «en misterio, no es una realidad que el hombre busque espontá-
actitudes mentales sostenidas e m o c i o n a l m e n t e » *°. La ac- neamente, sino una realidad que en un momento dado se le
titud religiosa suele ser de aceptación o b e d i e n t e , d e a b a n - impone» v2.
d o n o , d e t r a s c e n d i m i e n t o y de salvación. P o d e m o s decir E s t e trascendimiento es t a m b i é n salvación p a r a el
q u e el carácter básicamente extático de la actitud religio- h o m b r e . D i c e G . van der L e e u w q u e «la salvación es u n
sa implica u n a nueva forma d e usar las facultades p o r par- p o d e r q u e se experimenta para bien» n. N o s o t r o s d e c i m o s
te del h o m b r e . Así, la razón, ahora, n o explica, ni c o m - q u e la salvación es el misterio v i v i d o c o m o bien y c o m o
p r e n d e , s i n o que escucha; la v o l u n t a d n o d o m i n a , sino fin, c o m o garantía de nuestra p l e n i t u d . Plenitud s o b r e a -
b u n d a n t e y gratuita, frente a la cual t o d o s los bienes m u n -
^ J. Martín Velasco, o. c, 132. d a n o s q u e d a n convertidos en « p e n ú l t i m o s » .
'" E. K. Nottingham, Sociología de la religión, 21; cf. también T.
Parsons y otros, Sociología de la religión y de la moral, Paidós, B. Ai-
res 1968, 92 y 123. Haciendo referencia a este factor subjetivo escribe
R. Lowie: «Nunca olvidaré cómo un indio * despertó en cierta ocasión
mi curiosidad ofreciéndose a mostrarme "la cosa más grande del mun-
do": cómo levantó reverentemente un paño tras otro y cómo, al final, " Cf. M. Beuchot, La experiencia religiosa, en Religión, edición de
lo que quedó ante mi vista no era más que un manojo de plumas, algo J. Gómez Caffarena, Trotta, Madrid 1993, 123 ss; J. Martín Velasco, Fe-
sin la menor importancia para el observador ajeno, pero para su pro- nomenología de la religión, 80.
92
pietario un símbolo de un pacto con el mundo sobrenatural» (N. Lo- J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión,
wie, Religiones primitivas, Alianza Universidad, Madrid 1976, 38). 143 y 145.
v3
'"' Indio Cuervo del este de Montana (EE.UU). G. van der Leeuw, Fenomenología de la religión, 93.

65
64
e) Las expresiones de la actitud religiosa
N a t u r a l m e n t e , esta expresión d e la actitud religiosa se
La expresión es u n a necesidad p r o p i a d e n u e s t r a c o n - dará en t o d o s los niveles d e la existencia h u m a n a : en el n i -
dición. N u e s t r a c o r p o r e i d a d y n u e s t r a m u n d a n e i d a d ha- vel racional (las d o c t r i n a s religiosas); en el nivel d e la a c -
cen que n u e s t r o s actos necesiten u n p u n t o d e a p o y o o b - ción (culto y servicios d e la divinidad); en el nivel del s e n -
jetivo. Y en este sentido nuestra actitud religiosa se reali- timiento y la e m o c i ó n (fiestas y manifestaciones artísti-
za en expresiones referidas a u n o b j e t o . E x p r e s i o n e s q u e cas); y en el nivel c o m u n i t a r i o (organizaciones sociales).
t e n d r á n u n a estructura simbolizante. D i c h a estructura
C o m o r e s u m e n d e este abordaje f e n o m c n o l ó g i c o d e
t e n d r á u n aspecto objetivo (las m e d i a c i o n e s objetivas) y
la religión p o d r í a m o s decir que la actitud, la experiencia y
u n aspecto subjetivo (la intención expresiva del sujeto),
el c o m p o r t a m i e n t o religiosos tienen seis e l e m e n t o s fun-
c o m o ya vimos. D e s d e aquí se c o m p r e n d e q u e la p r e s e n -
dacionales, q u e J. M a r t í n Velasco sintetiza así:
cia del misterio n o es vivida c o m o u n m e r a presencia físi-
ca, la p r o p i a de la realidad m u n d a n a . E n este sentido, «El sujeto, el objeto o término, la relación entre ambos, las
n u e s t r o análisis f e n o m c n o l ó g i c o se sitúa equidistante del mediaciones en las que se encarna y se expresa esa relación, las
funciones que ejerce en la vida de la persona y de la sociedad,
subjetivismo religioso, q u e considera le mediación c o m o
y el orden de realidad en que todos esos elementos se inscriben
mera p r o y e c c i ó n de situaciones subjetivas, y del s u p r a n a -
y que los dota de peculiar significado» ".
t u r a l i s m o objetivista, q u e hace de la mediación u n a encar-
nación empírica del misterio. Y es q u e la realidad s i m b ó - Esta breve a p r o x i m a c i ó n fenomenológica del h e c h o
lica juega su función significante en la m e d i d a en q u e en religioso tiene c o m o finalidad reforzar u n p r e s u p u e s t o
ella u n a «previa presencia inobjetiva d e esa realidad s o - f u n d a m e n t a ] del m o d e l o teórico sociológico s o b r e el h e -
b r e n a t u r a l e n la conciencia del sujeto se hace p o r vez p r i - c h o religioso, q u e vamos a desarrollar a c o n t i n u a c i ó n :
mera v o z y presencia expresa en la insustituible media- evitar el e x t r e m o de una explicación reduccionista. Es d e -
ción del s í m b o l o » "". cir, la especificidad o idiosincrasia de la experiencia reli-
giosa, d e la q u e da testimonio el p r e s e n t e análisis f e n o m e -
n o l ó g i c o , nos anima a plantear en n u e s t r o m o d e l o teórico
- c o m o v e r e m o s - u n a interacción dialéctica e n t r e religión
'" J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión, y sociedad. U n m o d e l o , p u e s , q u e destacará a la religión
154; cf. también 309-312. Naturalmente, las grandes experiencias reli-
c o m o variante dependiente y c o m o variable i n d e p e n d i e n -
giosas son las propias de lo que M. Weber denominó los «virtuosi reli-
giosos». Pensemos en la visión de la forma universal de Krishna en el te; es decir, que destacará t a n t o su aspecto funcional-
Bhagavad Gita, en Moisés ante la zarza ardiendo, o en la visión del tro- a d a p t a t i v o c o m o su aspecto disfuncional-crítico.
no de Isaías. Pero la gente de a pie no solemos tener este tipo de expe-
riencias. Nosotros lo que podemos hacer es informarnos de estos acon-
tecimientos, meditarlos y conseguir algún fruto o recompensa de ello.
Fruto que puede ser «una identificación con el suceso, una perspectiva
procedente de él, y quizá un leve eco de la experiencia original» (P. L.
Berger, Una gloria lejana, 167). Es lo que el autor llama modestamente
«experiencias trascendentes de segunda mano», que nos proporcionan
vida y elevación espiritual; son a modo de reproducciones de las expe-
riencias fundacionales.
,5
J. Martín Velasco, Fenomenología de la religión, 85.

66
67
2
Esbozo de un modelo
teórico sociológico
sobre el hecho religioso

1. Presupuestos metodológico-teóricos:
la neutralidad axiológica, y la religión
como factor social interdependiente
Hasta ahora hemos tomado conciencia de que la reli-
gión es una porción importante de la cultura, entendida
como una interpretación humana de la realidad. Es un
universo simbólico que apunta a un «saber de ultimida-
des», que descansa en la experiencia o el encuentro con el
misterio. Ello constituye el ámbito de lo sagrado. A esta
primera conclusión hemos llegado con la ayuda de algu-
nas aportaciones del campo de la antropología, y de la
mano de la sociología del conocimiento y de la fenome-
nología del hecho religioso. Pero, ¿qué puede añadir a es-
to una profundización sociológica al tema en cuestión?
Comenzaremos por afirmar que la sociología científi-
ca, en la medida en que incorpora un método positivo, se
encuentra con una limitación epistemológica parecida a la
de la fenomenología como aquí la hemos entendido: ella
n o tiene competencia para pronunciarse sobre la validez o
aceptación de los valores y símbolos religiosos en cuanto

69
tales. El carácter de trascendencia que posee la experien- conducta religiosa, al poner de manifiesto toda una serie
cia religiosa la sitúa fuera del alcance de la ciencia empíri- de motivos e implicaciones sociales de las creencias y de
ca. N o es cometido de la sociología el estudio de la natu-
los comportamientos religiosos? ¿No acabarán las cien-
raleza y de la esencia misma de la religión, sino más bien
cias de la religión por elaborar u n discurso de la sospecha
la investigación de las relaciones recíprocas entre la reli-
«que hiera de muerte la autoimagen» del creyente? Y a la
gión y los fenómenos socio-culturales, así como de las re-
laciones entre las variadas formas de expresión de la ex- inversa, también el no creyente encontró dificultad en
periencia religiosa. La sociología se interesará, pues, por considerar y valorar, en orden a su función social, fenó-
la experiencia religiosa del misterio en tanto en cuanto di- menos de los que estaba convencido que carecían de vali-
cha experiencia se relaciona, influye y es influida por los dez objetiva, al ser meras proyecciones imaginativas de
grupos y sistemas sociales. Pero ello al margen de cual- los temores y deseos humanos. Superar estas dificultades
quier intención apologética o iconoclasta. Más allá de dis- significa intentar un análisis explicativo y comprensivo
cutir acerca de la esencia de la religión, lo que le interesa- sin prejuicios y sabiendo la justa medida y el alcance de
rá al sociólogo es analizar cómo la religión influye opera- nuestra investigación 2.
tivamente en lo social, y es influida por esto. En esta mis-
ma línea afirma Thomas F. O'Dea: «A la sociología de la Hay que reconocer que la investigación sociológica
religión no le concierne la verdad o valía de las creencias de alguna manera relativiza el hecho religioso. Desde la
sobrenaturales en que se basa la religión. Se interesa en los perspectiva de la sociología del conocimiento, por ejem-
efectos de éstas en la experiencia histórica y en el desarro- plo, «la comunidad de fe aparece (...) como una entidad
llo de las sociedades humanas» '. Y esto es posible porque construida, es decir, edificada a través de una historia es-
la religión, como ya hemos visto, es un macrofenómeno pecífica humana y por seres humanos; y a la inversa, des-
humano que se objetiva en símbolos, lenguajes, compor- mantelable o bien construible mediante estos mismos me-
tamientos rituales, códigos de conducta e instituciones, canismos». Pero no se podrá olvidar el carácter parcial de
que pueden ser abordados por el sociólogo, aunque éste este enfoque del fenómeno en cuestión, y por tanto el ca-
sea consciente de las limitaciones que encierra su propio rácter también relativo de esta investigación, que ubica el
método y, por tanto, no pudiendo aspirar a dar un valor hecho religioso en la dinámica social de su originación y
de explicación absoluta a sus afirmaciones. Esto último desenvolvimiento. De este modo, como observa P. L. Ber-
sería caer en el extremo del reduccionismo, peligro en el ger, el relativizador queda relativizado, «y lo que viene a
que cayó E. Durkheim, como vimos. continuación (...) no es, contrariamente a lo que algunos
Reconozcamos, no obstante, en honor de la verdad, de los primeros sociólogos del conocimiento temían, la
que las ciencias humanas acerca de la religión crearon un parálisis total del pensamiento. Más bien es una nueva li-
profundo desasosiego y desconfianza entre los creyentes. bertad y una mayor flexibilidad en las cuestiones relativas
Y es que la sombra del reduccionismo siempre planea so- a la verdad» 3. En este sentido, una multiplicidad de enfo-
bre estas ciencias. La psicología y la sociología de la reli- ques y disciplinas puede enriquecer el campo de investi-
gión ¿no acabarán por desustancializar y deslegitimar la gación del fenómeno religioso.

2
Cf. B. R. Scharf, El estudio sociológico de la religión, Seix-Barral,
Barcelona 1974, 14.
' Th. F. O'Dea, Sociología de la religión, 159. 3
P. L. Berger, Rumor de ángeles, Herder, Barcelona 1975, 73 y 80.

70 71
Con relación a la «neutralidad axiológica» que defen- caer en la cuenta de esta doble posibilidad, basta recordar
demos, diremos lo siguiente. H o y sabemos que la elabo- dos ejemplos bien explícitos: 1) el protagonismo de la éti-
ración de una teoría científica implica toda una actividad ca calvinista en el desarrollo de la sociedad 7; 2) el proce-
selectiva y creadora por parte del investigador, donde so de secularización. Y es que las actitudes humanas acer-
pueden jugar presupuestos teóricos, intereses, valores, ca del «más allá» tienen importantes implicaciones prácti-
etc. Y es que, sin olvidar la importancia capital de la in- cas en la vida del «más acá», esto es, en la vida social. Tie-
vestigación de los hechos y de la lógica inductiva para la ne razón H . M. Johnson cuando mantiene que «lo que los
elaboración de las hipótesis científicas, en la elección de la sociólogos pueden hacer es observar el hecho empírico de
cuestión a investigar, en la manera de abordarla, en la que, en cierta medida, la gente se comporta de manera di-
construcción de los conceptos, etc., hay una labor de se- ferente de acuerdo con su religión, y que esto sucede
lección que implica referencia a presupuestos, necesida- sean sus creencias religiosas «verdaderas» o no» *. Y esto
des, intereses, etc. Y de lo que se trata es de ser conscien- es así porque, desde las investigaciones de M. Weber, sabe-
te de esta «antecámara de la ciencia», como la denominó mos la importancia que tienen los valores en general, y los
R. Dahrendorf *, para tener una idea clara de las posibili- religiosos en particular, en la organización social y en el
dades y limitaciones de nuestra propia investigación. Es devenir histórico. El comportamiento de los hombres y la
más, será necesario poner estos presupuestos sobre el ta- organización de la vida colectiva han dependido y siguen
pete en el diálogo científico para saber a qué atenernos. Y dependiendo de visiones del mundo y de las orientaciones
donde habrá que aplicar lo que Juan Estruch llama la ideológicas y religiosas. De modo inverso, también la pra-
«desimplicación afectiva» será en determinadas etapas de xis social y las concepciones e intereses que en ellas se de-
la investigación \ Es decir, habrá que ser celoso en la tarea sencadenan influyen en el modo de vivir la religión y los
de prescindir de nuestras opciones ideológicas y axiológi- compromisos prácticos que ésta alumbra. En este sentido
cas (en este caso religiosas o agnósticas) en la deducción concebimos en nuestro modelo la religión como «variable
lógica de las conclusiones y en la verificación de las hipó- interdependiente» \ esto es, como una variable que tanto
tesis. Esta neutralidad axiológica fue especialmente rei- puede ser independiente como dependiente, según el as-
vindicada, y n o por casualidad, por el más importante so- pecto que en un momento determinado se estudie. Es un
ciólogo de la religión, Max Weber *. factor que interactúa con los demás, pudiendo ser tanto
elemento condicionador como elemento condicionado.
Digamos también que desde las investigaciones de K.
Marx, E. Durkheim, M. Weber, E. Troeltsch, H . Lenski, Para abundar en este presupuesto de la religión como
etc., se sabe que la religión y la sociedad se condicionan factor interdependiente, vamos a tener en cuenta la apor-
mutuamente. La religión influye en el comportamiento
social, y este último en el comportamiento religioso. Para
7
Cf. M. Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo,
Península, Barcelona 1973.
4 8
Cf. E. Lamo, Juicios de valor y ciencia social, Fernando Torres, H . M. Johnson, Creencias religiosas y ritual, en T. Parsons y
Valencia 1975, 57; M. K. Cohén, Razón y naturaleza, Paidós, B. Aires otros, Sociología de la religión y de la moral. 93-94.
1965, 120. * Cf. F. Fernández, Aclaraciones. Marco teórico de referencia, en
5
Cf. J. Estrucli, La innovación religiosa, Ariel, Barcelona 1972,17. A A . W . , Catolicismo en España. Análisis sociológico, Instituto de So-
6
Cf. M. Weber, El político y el científico, Alianza, Madrid 1972. ciología Aplicada, Madrid 1989, 2 1 .

72 73
der un condicionamiento general de la superestructura
tación del planteamiento marxista, aunque es una aporta- (entendida como la conciencia que tienen los hombres de
ción que nosotros asumimos con sus correspondientes su propia realidad y de sus conductas, y que integra tam-
matizaciones críticas. bién a las instituciones) por parte de la infraestructura l2.
Hay otros textos donde se reconoce la relativa autonomía
Ya sabemos que K. Marx fue uno de los pioneros de
y protagonismo de la superestructura l3. Y en fin, hay tex-
la sociología del conocimiento al señalar el origen social
tos donde, frente a una visión excesivamente mecanicista-
de la conciencia. El conocimiento y el lenguaje tienen un
economicista, que entiende el pensamiento como mero
origen o determinación social, pues la conciencia es con-
reflejo mecánico de las condiciones materiales, E Engels
ciencia del proceso de vida real del hombre. El ser huma-
defiende el genuino pensamiento de Marx, reconociendo
no produce sus ideas condicionado por la infraestructura
económica, es decir, por las condiciones materiales de vi- el protagonismo de la superestructura sobre la infraes-
da. K. Marx y F. Engels plantearon así un nuevo a priori tructura ". La diversidad de textos es muestra de la com-
del conocimiento: las condiciones sociomateriales. La éti- plejidad del tema; y reconocer el protagonismo y la rela-
ca, el derecho, la filosofía y la religión no tienen un desa- tiva autonomía de la superestructura es invalidar una vi-
rrollo autónomo, ahistórico o asocial, sino que son con- sión economicista y poco dialéctica sobre el origen del
tenidos de la conciencia que están en función del proceso pensamiento, que deja abierta la polémica acerca de la na-
social total, pues es «la vida la que determina a la con- turaleza y el alcance del conocimiento y de los valores '5.
ciencia» l0. A partir de esta hipótesis, Marx y Engels resal-
taron que las ideas dominantes de una sociedad suelen ser 12
Cf. K. Marx, F. Engels, La ideología alemana, 50-51; K. Marx,
las ideas de la clase dominante de la misma "; ideas por su- Contribución a la crítica de la economía política, Alberto Corazón, Ma-
puesto particulares y clasistas. De este modo, añadían a la drid 1970,37.
13
problemática científico-sociológica otra de carácter filo- Cf. K. Marx, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Ariel,
Barcelona 1971.
sófico-epistemológico. Según K. Marx, las doctrinas di- 14
Cf. Carta de Engels a J. Bloch (24 septiembre 1980), en Marx,
cen relación a la realidad, pero a través del prisma defor- Engels, Sobre arte y literatura, Ciencia Nueva, Madrid 1968, 71.
mador de los intereses de clase. Por esta razón, las doctri- 15
Pensamos que en las tareas morales que hacen referencia a un
nas ideológicas son formas de conciencia falsa, en la me- contexto histórico-social se vislumbran valores que tienen una trascen-
dida en que los intereses particulares son revestidos, en dencia metacoyuntural, aunque las consecuencias prácticas de los mis-
mos se instrumenten conforme a las posibilidades y condiciones histó-
esa ocasión, d e una pretendida, pero falsa, universalidad ricas. Y es que el valor, que en último término no se puede definir al ser
ahistórica. una experiencia originaria del ser humano, está revestido de un carácter
transindividual e ¡ncondicionado por el que se nos impone, y que des-
Es esta u n a compleja cuestión que, en verdad, no que- cubrimos en la certeza intuitiva, en la estimación axiológica. Tiene ade-
dó suficientemente tratada en la obra de K. Marx. En sus más un cierto carácter ideal, trascendiendo toda realización particular.
escritos nos encontramos con textos que parecen defen- Es precisamente por esto por lo que se convierte en un criterio para
juzgar a aquélla. En este sentido, el valor se nos aparece como un mar-
co utópico que convoca a una realización cada vez más perfecta; es una
llamada a una tarea de perfeccionamiento infinita. Conforme a esta re-
10
Cf. K. Marx, F. Engels, La ideología alemana. Pueblos unidos, ferencia que es el valor, el hombre tendrá que juzgar de la conveniencia
Grijalbo, Montevideo, Barcelona 1974, 26. e inconveniencia de cada acción. En este último consistirá la «valora-
" Cf. K. Marx, F. Engels, La ideología alemana, 50-51.
75
74
Diremos simplemente que, con relación a este condicio- por la «correspondencia de estructuras y funciones entre
namiento social de la conciencia, somos partidarios del diversos niveles sociales, debido a una lógica homogénea
presupuesto teórico que defiende la interacción dialéctica que tiende a reproducirse en todas partes». Este concepto
entre infra y superestructura o, dicho de otro modo, de permite entender al grupo institucional eclesiástico «co-
una «sobredeterminación» entre una y otra. Y será en el mo un subsistema sólo en parte independiente del sistema
análisis sociológico concreto donde habrá que determinar social global y en estrecha relación con los demás subsis-
el protagonismo de ambos factores "'. temas sociales» ".
Nuestro modelo deja abierta, pues, la posibilidad de Ahora bien, también es posible que, en un momento
que la fe religiosa se concrete y explicite en mediaciones dado, suya una cultura religiosa con valoraciones y prác-
teóricas y prácticas que estén condicionadas por la clase ticas que, animadas por un espíritu profético y la idiosin-
social a la que pertenezcan los sujetos religiosos, por sus crasia del mensaje, fomente la desestabilización y el cam-
concepciones e intereses, y por sus opciones fundamenta- bio sociales. Iniciativa que, seguramente, sintonizará y se-
les de vida; también los poderes sociales pueden «utilizar» rá apoyada por los sectores marginales, por los perdedo-
el referente religioso como garantía metasocial del orden res de la sociedad.
establecido. Así, pues, la religión puede reflejar las rela-
ciones asimétricas y de poder que se dan en la sociedad, y En resumen, podemos decir que las características de
el discurso religioso aparecer políticamente mediatizado la sociedad y el lugar que se ocupa en ella pueden ser un
por estar al servicio de los intereses de los privilegiados. reto frente al cual el discurso puede construirse y el com-
promiso vivirse de dos maneras: o adaptándose a los inte-
Esta posibilidad de la adaptación del fenómeno reli- reses de los sectores dominantes y del orden social vigen-
gioso al orden social establecido puede venir propiciado te, o reaccionando como instancia crítica y deslegitima-
por lo que expresa el término «trasversalidad», esto es, dora de esos intereses y de ese orden "\

2. U n análisis funcional y dialéctico


ción», transida de relativismo y «situaciones históricas», y en donde ju-
de la religión
gará la opción responsable, creativa y arriesgada del sujeto moral. Y es
aquí donde cabrá un cierto análisis sociológico de la moral, es decir, de Pensamos que un enfoque sociológico que puede
los factores y condiciones que inciden en el compromiso mora!.
ayudarnos a cumplir con estos presupuestos metodológi-
"' En este sentido pensamos con Lucien Sebag que «la historia no
puede (...) finalizar nunca en una teoría general donde determinados cos y teóricos a los que acabamos de aludir es el funcio-
factores - lo económico, lo político o lo religioso - revelasen ser las ver- nalista. Pero un funcionalismo debidamente matizado y
daderas fuerzas motrices de todo devenir. N o s descubre más bien una enriquecido. En este sentido pensamos en un modelo
serie de reenvíos permanentes (...). Tales reenvíos son propiamente in-
finitos; en ningún momento es posible, en el seno del proceso histórico
17
en curso, desvelar las fuerzas que serían las primeras en todas partes y C. Pereda, M. A. de Prada, Proyecto de un análisis sociológico de
siempre; la misma noción está desprovista de sentido. Las prioridades la Iglesia española, en AA.VV., Analizar la Iglesia, HOAC, Madrid
descubiertas son siempre relativas a tal sociedad, a tal fase de su desa- 1981, nota 22, 66.
rrollo» (L. Sebag, Marxismo y estructuralismo, Siglo XXI, Madrid 1972, Cf. R. Díaz Salazar, El capital simbólico. Estructura social, polí-
140). tica y religión en España, H O A C , Madrid 1988, 51.

76 77
interpretación humana, una personalidad equilibrada y
teórico que esté abierto tanto al estudio de la integración
una red de interacciones 20. Pues bien, con relación a estos
como al del conflicto y el cambio sociales. Será, pues, un
sistemas podemos afirmar que la religión ha jugado un
modelo que estime no solamente las bases de la estabili-
importante protagonismo como orientadora de la perso-
dad, sino también las raíces potenciales del cambio. Este
nalidad, como mantenedora de la cultura, y como regula-
marco teórico tendrá una cierta concepción organicista de
dora del sistema social.
la sociedad, pero será consciente de que el organismo so-
cial, en su dinamismo, puede engendrar tensiones y verse Como orientadora de la personalidad ha proporcio-
atravesado de conflictos. Es decir, el organismo también nado y sigue proporcionando apoyo, consuelo y reconci-
es sujeto de desorganizaciones y del cambio transforma- liación ante las incertidumbres, los sufrimientos y los fra-
dor. Por esto último, nuestro modelo también incorpora casos y transgresiones que padecen y protagonizan los se-
elementos de la «sociología dialéctica». res humanos. Proporciona a la vez una identidad y una
seguridad con su fundamentación trascendente de la na-
Dentro de nuestro modelo, por «función» entendere-
turaleza y el destino humanos. La religión también ha
mos aquellas consecuencias observables que propician o
promovido la cultura en la medida en que, en términos
favorecen la adaptación, el ajuste, la supervivencia y el de-
generales, ella ha tenido que ver con el desarrollo de la
sarrollo del sistema social; al contrario, por «disfunción»
simbolización, el lenguaje, el pensamiento, el arte, la mo-
entenderemos las consecuencias que entorpecen, dismi-
ral y el derecho. Y como reguladora del sistema social ha
nuyen la adaptación del sistema, y que promueven, pues,
promovido y legitimado el orden institucional y ha ayu-
la modificación intrasistemática o el cambio social ". Del
dado al control y a la cohesión de dicho sistema.
mismo modo denominaremos «integración» a la interac-
ción de las partes de una unidad para conservar la identi- N o obstante, la religión también ha jugado un papel
dad del todo. En el ámbito de lo humano, la integración disfuncional para la personalidad, la cultura y la sociedad.
puede ser: psicológica (una personalidad integrada será Así, con la sacralización de ideas y valoraciones de vigen-
aquella cuyos diversos componentes están en armonía, sin cia transitorias, con la intolerancia y el fanatismo, ha fo-
grandes tensiones y conflictos); cultural (de esta integra- mentado el desarrollo de personalidades neuróticas y de-
ción gozará aquella sociedad cuyo orden institucional no sequilibradas, ha impedido el avance del saber y el pro-
presente graves fisuras, esto es, cuyos valores, normas y greso moral, e indirectamente ha propiciado el subdesa-
concepciones no impliquen contradicciones insalvables); rrollo y la desestabilización social. También ha propicia-
y social (cualidad de aquella sociedad en la que el indivi- do la inhibición de la crítica y de la protesta, con su espí-
duo jugando sus roles satisface sus necesidades y colabo- ritu reconciliador mal entendido, impidiendo los cambios
ra al buen funcionamiento de la sociedad toda). La acción y transformaciones oportunos para la adaptación de la so-
social en su desenvolvimiento necesita e implica los tres ciedad a las nuevas circunstancias y posibilidades. Por úl-
sistemas: el cultural, el psicológico y el social; esto es, una timo, con la denuncia profética y la praxis comprometida

20
" Cf. R. K. Merton, Teoría y estructuras sociales, F C E , México Cf. T. Parsons, El sistema social, Revista de Occidente, Madrid
1972, 50-52 y 61. 1976, 15-32.

79
78
ha promovido el conflicto, la innovación y el cambio so- base de la coacción económica, militar y política, sino
ciales. también por medio del poder simbólico de persuasión.
De esta manera - c o m o dice A. Touraine-, no sólo será la
A la luz de estos datos generales, es razonable afirmar
clase dominante, sino también la dirigente. En esta línea
que en el campo religioso (la porción del espacio social
desea usar selectivamente la religión para convertirla en
compuesto por el conjunto de instituciones y actores re-
un «aparato ideológico del Estado» n. En términos gene-
ligiosos en interrelación) se reflejan las características y
rales, podemos decir que es posible que los intereses y ex-
tensiones sociales. Y en su respuesta, la religión ha jugado
pectativas de las diversas clases incidan en la manera de vi-
un papel funcional-adaptativo, o bien uno disfuncional y
vir la religión. Abundando en ello, afirma O t t o Maduro
crítico. Todo esto se comprende si caemos en la cuenta de
que «el rechazo o aceptación (...) de una religión, su in-
que toda religión es una realidad situada en un contexto
terpretación selectiva, su difusión (masiva o sectorial, len-
social, y por tanto no opera en el vacío. Los actores so-
ta o rápida) y sus expresiones a nivel práctico variarán sig-
ciales no sólo comparten la religión en cuestión, sino to-
nificativamente de una clase social a otra en el seno de una
da una vida colectiva multidimensional (lingüística, cultu-
misma época y sociedad» 23. Y en la medida en que pue-
ral, familiar, política, económica...) con la que están pro-
den florecer estrategias de resistencia, si las relaciones asi-
fundamente imbricados. Todas estas condiciones posibili-
métricas se exacerban y la explotación se acentúa, las cla-
tan y delimitan a su vez la acción de la religión en una so-
ses y sectores dominados también ejercerán limitaciones
ciedad determinada. La sociedad suele estar estructurada
y orientaciones sobre las actividades que se realicen en su
mediante unos grupos institucionales (que van desde la
ámbito, y entre ellas las religiosas. Esto es, las clases y sec-
familia a la empresa y el Estado) que implican una serie de
tores explotados buscarán una cierta autonomía simbóli-
costumbres, usos, códigos, etc., que determinan lo normal
ca frente a la hegemonía de las clases dominantes, y para
y lo anormal, lo prohibido y lo permitido. En este orden
la consolidación y crecimiento de esta conciencia crítica
normativo se reflejan muchas veces las relaciones asimé-
tricas y la desigualdad de oportunidades, que están inscri-
tas en la propia estructura de esos grupos institucionales, política, en la que cobra especial relieve el conocimiento como fuente
empezando, naturalmente, por el económico Estas es- de poder y explotación. El factor propiedad / no-propiedad está ahora
tructuras conflictivas condicionarán qué acciones son to- sobredeterminado por el conocimiento de tal modo que es posible que
el enfrentamiento entre las clases sociales no se deba ahora sólo a que
lerables y hasta qué punto, cuáles son intolerables, y cuá- unos poseen las riquezas y la propiedad y los otros no, sino «a que las
les primordiales y urgentes. Y es que la clase y sectores clases dominantes están integradas (también ahora) por quienes deten-
dominantes 2' no sólo querrán conseguir la hegemonía a tan el conocimiento, por quienes detentan las informaciones» (A. Tou-
raine, La sociedad post-industrial, Ariel, Barcelona 1973, 65). Y ello a
pesar de que se haya conseguido, en las sociedades occidentales, un me-
jor nivel de vida, gracias al aumento de la productividad, de los salarios,
21
Las características de la sociedad actual han llevado a no pocos de los servicios sociales, y de los canales de la participación sindical y
autores a la necesidad de revisar críticamente el modelo de análisis de política.
22
K. Marx y F. Engels sobre las clases sociales, para así hacerlo operativo Cf. L. Althusser, Escritos, Laia, Barcelona 1974, 105-170; L. Al-
de cara al estudio de nuestra realidad social. La explotación-domina- thusser, Nuevos escritos, Laia, Barcelona 1978, 83-107, 137-160.
23
ción, en un mayor o menor grado, puede que continúe, pero ahora en O . Maduro, Religión y lucha de clases, Ateneo, Caracas 1979,
el contexto de u n a mayor complejidad estructural socioeconómica y 110.

80 81
también podrán buscar el concurso de la religión. Incluso
en este juego de fuerzas cabe la posibilidad de que el fac- ciológico que estamos desarrollando, como un fenómeno
tor religioso pueda ser factor activo del conflicto y cam- ambiguo que ha merecido desde los elogios más sublimes
bio sociales. Y ello por la sencilla razón de que el campo hasta los reproches más resentidos, ya que unas veces ha
religioso también es medio de acción de la sociedad sobre propiciado la creatividad y la tolerancia, y otras compor-
sí misma. N o podemos olvidar que los actores producen tamientos regresivos e intolerantes; unas veces ha propi-
sus relaciones y estructuras sociales también mediante ac- ciado la integración y la estabilidad, y otras la tensión y el
ciones que «están limitadas y orientadas —entre otras co- conflicto 2 \ Y, desde luego, en esas funciones y disfuncio-
sas- por una visión del mundo, la que ellos comparten» 24. nes ha jugado tanto el papel de variable dependiente co-
Estas visiones y orientaciones pueden jugar un papel de mo el de variable independiente. La religión es influida y
iniciativa. condicionada por la realidad social, y viceversa. Es decir,
no renunciamos ni a K. Marx, ni a M. Weber.
Por tanto, nuestro modelo teórico sociológico es hí-
brido, al no ser sólo funcionalista, sino también dialécti- Alfredo Fierro, refiriéndose concretamente al cristia-
co, ya que destaca la posibilidad de tensiones y conflictos nismo, y destacando el antagonismo de funcionalidades
en el seno del organismo social, y porque mantiene una políticas que ha desempeñado a lo largo de la historia,
interacción constante entre la visión del mundo y las rela- también ha señalado, sociológicamente hablando, su ca-
ciones y estructuras sociales. Esto, además, significa reco- rácter ambiguo 2,\ Pero, para Fierro, la razón última de es-
nocer la autonomía relativa de la religión, ya que la visión ta ambigüedad de la religión reside en la insuficiencia de
del mundo elaborada por la sociedad o por ciertos gru-
pos, condicionada por ciertas características objetivas, pe-
25
ro no siendo un mecanismo reflejo de las mismas, juega Cf. Th. F. O'Dea, Sociología de la religión, 10; P. Flores d'Arcais,
El desafío oscurantista, Anagrama, Barcelona 1994, 215; F. Ferrarotti,
un papel en el posterior desarrollo de estas mismas carac- Una fe sin dogmas, Península, Barcelona 1993, 104. G. Hermet y R. Dí-
terísticas objetivas, influyéndolo de un modo funcional o az-Salazar también insisten en la ambigüedad social de la religión al ha-
crítico. La religión, insistimos, como mediación de la ac- cer referencia a las funciones «para-partidarias» que el grupo institu-
ción de los sujetos sociales sobre sí mismos, define tam- cional religioso ha jugado en relación con el Estado: o bien ha jugado
la función legitimadora del poder y el «orden» establecido, convirtién-
bién lo pensable y lo impensable, lo permitido y lo prohi- dose en un «aparato ideológico del Estado» (tradición constantiniana y
bido, lo deseable y lo indeseable. Toda visión religiosa li- protestante), o bien ha jugado el «rol tribunicio», en el que supliendo
mita y orienta también la ulterior actividad de los creyen- generalmente el papel de los partidos políticos - p o r la ausencia de los
tes. De esta manera, en la medida en que la religión influ- mismos- ha defendido las clases y grupos oprimidos (cf. R. Díaz Sala-
zar, Iglesia, dictadura y democracia. Religión y sociedad en España
ye en la producción, reproducción y transformación de (1953-1979), H O A C , Madrid 1981, 101, 103, 111).
las relaciones sociales, podrá jugar un papel funcional o 26
Para nuestro autor, mientras que la Iglesia oficial y jerárquica ha
disfuncional para el «orden» establecido. solido jugar un papel conservador e integrador, la «religión popular» y
la secta han jugado un papel disfuncional y crítico o revolucionario
La religión se nos revela, pues, desde este modelo so- (mesianismos-milcnarismos). Por ello la religión cristiana «ha sido una
religión atestataria/contestataria, conservadora/progresiva, autorita-
ria/humanizante, opio/protesta». Y estas contraposiciones las remite a
24 una básica: «religión de la clase dominante/religión de la clase ascen-
O. Maduro, Religión y lucha de clases, 166-167.
diente» (A. Fierro, Sobre la religión, Taurus, Madrid 1979, 90).

82
83
su contenido. La religión se le aparece «como una matriz contribuye a la cohesión social y al mantenimiento del or-
formal de alusiones simbólicas que puede ser llenada con den colectivo. Esto lo consigue, especialmente, mediante
muy distintos contenidos. La forma religiosa por sí sola la protección y la sacralización de las normas y los valo-
es indecisa y no determinante de la sustancia a la que con- res. Evidentemente esto tiene que ver con la espinosa
figura» 2?. Es decir, el sentido definitivo de la religión, en cuestión de la legitimación. En nuestro contexto, esta te-
cada caso, proviene de contenidos extrarreligiosos. La re- mática nos obliga a hacer unas consideraciones previas
ligión es sólo una ideología (contenido de conciencia) y sobre las relaciones entre religión y moral.
una praxis simbólica que no tiene suficiente especificidad
propia. La religión es simplemente una de las respuestas En primer lugar, está claro que la religión tiene que ver
históricas a necesidades humanas no específicamente reli- con la moral. Como nos dice Martín Velasco, lo sagrado
giosas: la necesidad de sentido y de simbolización 21í. En está éticamente cualificado; implicación que se nos vuelve
fin, la teoría de la religión que subyace en su discurso se comprensible si caemos en la cuenta del carácter totaliza-
identifica con una teoría del símbolo. Nosotros, desde dor que tiene la relación del hombre con lo divino. Por es-
nuestra concepción de la religión como un universo sim- ta razón, la religión suele comportar una doctrina moral o
bólico peculiar, y desde la fenomenología de lo sagrado, a un código de normas que debe regir la conducta de los cre-
la que hemos aludido más arriba, nos resistimos a este re- yentes. Sin embargo la relación de la religión y de la moral
duccionismo, que acaba diluyendo lo específico de la re- ha dado lugar a posiciones para todos los gustos.
ligión. La ambigüedad social de la religión que aquí de-
fendemos no proviene de la falta de identidad de la reli- Para algunos, la religión y la moral no sólo son inse-
gión o de su formalismo semántico, sino de que las con- parables, sino que vienen a ser la misma cosa. Caso típico
cepciones y valores religiosos en su concreción práctica e fue el del neokantismo de principios de siglo, que acabó
histórica necesitan de unas mediaciones que los constri- disolviendo la religión en la ética, al identificar el objeto
ñen y los posibilitan, ya sean económicas, políticas, mo- de la relación religiosa con el objeto de la relación etica. Se
rales o ideológicas en general. Y esas valoraciones y com- concebía el comportamiento del hombre ante lo divino
promisos sociales pueden enriquecer la explicitación del como una forma más de cumplimiento del deber, como
mensaje religioso, o hacer una lectura selectiva del mismo una regulación de la justicia que media entre el hombre y
que acabe deformándolo. Esto es algo que, con relación al Dios. Y Dios, «eticizado», aparecía como la «meta supre-
catolicismo, lo veremos al considerar dos fenómenos reli- ma a la que el hombre ordena su esfuerzo moral en la his-
giosos: el llamado en nuestros lares «nacionalcatolicis- toria» 2*. Esta posición lo que hacía era llevar hasta sus úl-
mo», y la «teología de la liberación latinoamericana». timas consecuencias la solución kantiana: lo único especí-
fico que le quedaba a la religión era la idea de Dios como
supremo legislador. La religión consistía en el cumpli-
3. R e l i g i ó n , moral y legitimación miento del deber como mandamiento divino 30.

Ya hemos señalado cómo la religión, muchas veces, 29


O . González de Cardedal, Etica y religión, Cristiandad, Madrid
1977, 129.
27
A. F i e r r o , Sobre la religión, 102. 30
Cf. I. Kant, La religión dentro de los límites de la mera razón,
2
* Cf. A. Fierro, Sobre la religión, 243. Alianza, Madrid 1969.

84 85
Para otros, el fundamento y auténtica razón de ser de
moral». La idea de «pecado» y la idea de lo «moralmente
la moral está en la religión. La primera es una consecuen-
cia derivada de la segunda. H a y que reconocer que, de he- malo» no son sinónimas, aunque en muchos casos «un ac-
cho, a lo largo de la historia humana, la mayoría de los sis- to concreto puede caer bajo ambas prohibiciones» 32. El
temas morales han gozado de una legitimación religiosa. acto moralmente malo implica la transgresión de una
El orden universal y las leyes poseían un fundamento di- norma que dicta la conciencia, y el pecado es una trans-
vino. Hay autores protestantes, por ejemplo, «para quie- gresión de la voluntad de Dios, que rompe la amistad con
nes el hombre sólo descubre los valores éticos como el re- él, y ello aunque el contenido de la norma moral y el del
verso de la revelación, siendo ésta la única fuente para su mandamiento divino puedan ser idénticos.
descubrimiento». Si antes no se dejaba hueco para la reli- La moral tiene que ver con nuestra necesidad de ele-
gión por parte de la moral, ahora ocurre lo contrario: «la girnos, de hacernos a nosotros mismos en interacción con
religión incluye y engloba a la actitud ética, arrancándole los demás, obrando conforme a valores y principios que
su autonomía y su significación específica» ". nos dicta la conciencia práctica; a través de ella, se nos im-
pone el imperativo absoluto de hacer el bien y evitar el
Para otros, se da un antagonismo irreconciliable entre
mal. En cambio, en el caso de la religión, como ya vimos,
la ética y la religión. Implican dos tipos de actitudes y
lo que se le impone gratuitamente al hombre, y a lo que
comportamientos incompatibles, pues el desarrollo de la
se abre, es al misterio fascinante, que le hace tomar con-
primera exige la eliminación de la segunda. Es algo propio
ciencia de su insuficiencia y pecaminosidad, y que se le
del humanismo ateo de la modernidad. La autonomía de
ofrece como la esperanza de una plenitud. Podemos decir
la moral es incompatible con la teonomía: el hombre o
que la intencionalidad del acto religioso dice relación a la
Dios. Se trata de un ateísmo moral: a través de la actitud
cualidad de lo santo, lo divino o lo numinoso; en cambio,
religiosa, el hombre dejar de estar en sus propias manos,
la intencionalidad del acto moral dice relación a lo bueno
pierde su autonomía, su capacidad autolegisladora, y se
y a lo justo. La actitud religiosa se caracteriza por la nota
abandona a la omnipotencia divina y su inteligencia pro-
de la receptividad (reconocimiento en la plegaria, en el sa-
vidente. (Ejemplos: el humanismo marxista y el existen-
crificio y en la acción de gracias, y respuesta de entrega y
cialismo de J. P. Sartre).
disponibilidad); en cambio, en la actitud ética aparece la
Pero hay una cuarta posición que defiende que, aun- nota de la voluntariedad (esfuerzo por ser bueno y justo).
que la moral ha tenido que ver mucho con la religión, és- En fin, la experiencia religiosa viene presidida por la lógi-
ta no puede ser reducida a aquélla. Hay una diferencia ex- ca de la sobreabundancia, y la experiencia moral por la ló-
plícita entre la actitud religiosa y la actitud ética. En tér- gica de la equidad. 33 .
minos generales podemos decir que «la moral se preocu-
N o obstante, también es cierto que el misterio puede
pa de la relación de hombre a hombre; la religión, de la re-
lación del hombre a un poder o idea más elevados, a ve-
ces, aunque no siempre, acompañando a la preocupación 32
J. Milton Yinger, Religión, persona, sociedad, 44.
33
Cf. O . González de Cardedal, Etica y religión, 135-136; J. Mar-
31 tín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión, 192-193,
O. González de Cardedal, Etica y religión, 131.
196-197; H . D. Mandrioni, Religión, ética y estética, 198-199, 201.

86
87
acabar por concernir al hombre creyente, moviéndolo a no hablará ya sólo de obligación, sino de gracia y de pre-
un compromiso práctico. Y lo que ocurre es que, aunque sencia de Dios.
los valores éticos y los religiosos son distintos, «cuando
La apertura de la vida moral a la religión se puede dar
unos y otros son vividos hasta el fondo se descubren en
porque en aquélla los hombres han encontrado exigen-
una manifiesta relación, relación que los vuelve insepara-
cias y paradojas que, si no las leen como «cifras de tras-
bles, hasta el punto de poder hablarse de una "teonomía
cendencia» }'\ los sumergen, al menos, en la perplejidad.
de la moralidad", porque Dios se deja sentir, a la vez que
Así, por ejemplo, la responsabilidad moral que lleva a
como el santo, como el valor supremo y el bien último del
asumir de modo incondicional el riesgo y el sacrificio, in-
hombre, y en él puede encontrar su cumplimiento la pro-
cluso de la propia vida, la exigencia de perfeccionamien-
funda necesidad humana de dar un rostro personal a todo
to inacabable de la vida moral (siempre podemos ser más
aquello frente a lo que está, a lo que obedece y a lo que
justos), la «exigencia de eternidad» del amor auténtico, el
sirve» 34. Entonces el hombre que vive la teonomía moral
triunfo del malvado y la derrota del inocente, etc., sólo
descubre en el deber moral, en la realización del bien, la
nos acaban de ser inteligibles, en alguna medida, si reco-
presencia vocante de Dios. El valor ético no aparece ya
nocemos una dimensión absoluta y metahistórica en la
sólo bajo la perspectiva del deber, sino como interpela-
persona humana. Esto es, las exigencias éticas de la per-
ción, y el compromiso moral no es sólo ya fruto del res-
sona humana sólo, encuentran una respuesta última, si la
peto a la ley, sino reconocimiento personal. La ética en-
hay, en la religión 37.
cuentra así, más allá de su relativa autonomía 35, una fun-
damentaron última y trascendente, quedando «sacra-
mentalizada». Como afirma Olegario González de Car-
36
dedal, el hombre religioso, en su compromiso práctico, Cifra entendida como experiencias y situaciones que orientan
nuestros pensamientos hacia la trascendencia.
37
C o n relación a la última de las paradojas, comenta Adela Corti-
na en línea con la tradición kantiana: «Dios tiene que existir para que se
destruya un absurdo lógico-humano, lógico-moral: que los hombres
34
O. González de Cardedal, Etica y religión, 136. buenos, como muestra la experiencia, no reciban más pago que la des-
35
Esta autonomía es hoy reconocida, por ejemplo, por la teología gracia y, sin embargo, los malvados gocen de la felicidad. El orden de la
católica. En alguna medida, el hombre es inteligible sin relación con naturaleza ¿es insensible al orden moral? La experiencia de esta contra-
Dios: «No necesitamos a Dios como fundamento directo de nuestra ac- dicción (...) es la que exige que exista un Dios para que el mundo mo-
ción ética. La moralidad con una base autónoma guarda relación con el ral humano no se vea abocado al absurdo» (A. Cortina, Etica mínima,
valor humano de cada individuo etsi deus non daretur. Y aquí, en pri- Tecnos, Madrid 1992, 222). Dios es, pues, necesario para confiar y es-
mer lugar, la humanidad como tal tiene una exigencia responsable pro- perar que exista -sin incoherencias- un orden moral. Naturalmente,
pia» (E. Schillebeeckx,/es«s en nuestra cultura. Mística, ética y política, Dios aparecerá como «conector de virtud y felicidad» para aquel que
Sigúeme, Salamanca 1987, 66). Básicamente, la ética es un proceso de está interesado por la virtud y porque exista un orden moral. Implica,
descubrimiento humano. N o es, primeramente, Dios quien dice esto es pues, el argumento, una razonabilidad interesada, que no es sino fe fi-
éticamente bueno o malo, sino que es el hombre el que lo dice por me- losófica, fe en el hombre, opción por el sentido como presupuesto fun-
dio de su experiencia y reflexión. Otra cosa es que el cristiano acabe damental. Esta vinculación de la actitud moral y del problema de la es-
percibiendo la ética autónoma en el contexto de una práctica acorde peranza y el sentido está muy bien expresada en el siguiente texto:
con el reino de Dios, colocándola en el plano de la vida teologal (cf. E. «Quizá (...) es legítimo formular, como último acto de fe que aún pue-
Schillebeeckx, Soy un teólogo feliz, Atenas, Madrid 1994, 107-109; E. den compartir humanistas, teístas v no teístas, algo de este estilo: en su
Schillebeeckx,/cs«'s en nuestra cultura, 66-67). secular esfuerzo moral, y pese a sus fracasos, la humanidad se merece

88 89
En nuestro modelo teórico no nos vamos a decantar busca garantizar un consenso ininterrumpido acerca de
por ninguna de las posturas reseñadas. N o es la ocasión los caracteres básicos del mundo social. El control social
apropiada, teniendo en cuenta la naturaleza y objetivo de persigue el mantener las resistencias individuales o de
nuestra investigación. Pero lo que sí vamos a destacar es grupo dentro de límites aceptables». Ahora bien, este in-
que la «sacralización» de la moral ha jugado su baza a la tento de mantenimiento del mundo social exige la legiti-
hora de legitimar las normas de conducta y el orden ins- mación. En la socialización de los nuevos miembros sur-
gen inevitablemente muchos «por qués» que hay que
titucional, y a veces hasta extremos que pueden resultar
contestar; y también será necesario «recordar» y justificar
poco tranquilizadores.
las normas a los adultos que las olvidaron en ocasiones.
Como nos recuerda P. L. Berger, la precariedad de los En fin, la praxis del control social exige la legitimación, ya
«nomoi» humanos del mundo social se intenta combatir que la facticidad del orden institucional «es lo que es
con la socialización y el control social. «La socialización puesto en duda por aquellos que se resisten a que les sea
aplicado el control social» w. La legitimación viene a ser
una objetivación de significado de segundo orden, gracias
que no sea fallida su esperanza: se merece que exista Dios» (J. Gómez a la cual el orden institucional (objetivación de primer or-
Caffarena, El teísmo moral de Kant, Cristiandad, Madrid 1983, 247).
Evidentemente, como también comenta E. Schillebeeckx, si los seres den) llega a estar objetivamente disponible y a ser subje-
humanos son la única fuente de valor y de sentido, no hay garantía de tivamente plausible. La legitimación tendrá tanto conteni-
que el mal no vaya a tener la última palabra. Aparece así una aporía éti- dos cognitivos como normativos, pues justificará tanto lo
camente insoluble. En un planteamiento puramente secular, ¿dónde ra- que es como lo que debe ser; intentará ofrecer validez
dica la esperanza en la victoria final del bien sobre el mal? Desde luego
la convicción moral de que el justo se halla del lado de lo cierto no de- cognitiva a los significados objetivos y adjudicará digni-
ja de ser un fundamento para la esperanza, pero el tozudo desmentido dad normativa a los imperativos prácticos.
de la experiencia histórica la reviste de la amenaza del espejismo. Por
eso tiene razón E. Schillebeeckx cuando afirma que «... sin la espiritua- Ahora bien, en los mecanismos de la legitimación, la
lidad del creyente o vida teologal, la ética puramente humana exige a tradición religiosa ha tenido un papel destacable, pues ha
menudo demasiado de los seres humanos» (E. Schillebeeckx, Jesús en
procurado reforzar y dar consistencia definitiva al orden
nuestra cultura, 69). Además, la esperanza intrahistórica, a la postre,
deja sin respuesta a los definitivamente vencidos de la historia, que exi- sociocultural al relacionarlo con la realidad última sagra-
gen una «indemnización». Por tanto, sólo Dios puede ser la garantía de da, allende las contingencias humanas. ¿Cuál ha sido la
una definitiva recopilación integral y salvadora. Sólo Dios puede ser el «receta» básica de esta legitimación religiosa? Pues ha
excedente o superávit en que descanse la esperanza teológica. Aquella
consistido, muchas veces, en «la transformación de los
que puede garantizar que el asesino no triunfe sobre la víctima. Por tan-
to, la fundamentación última o religiosa de la ética -más allá de su rela- productos humanos en facticidades suprahumanas y no
tiva autonomía—, es decir, su integración en la esfera religiosa, es la que humanas» ". Pero esto puede implicar el fenómeno de la
puede iluminar una posibilidad de superar la impotencia, la insuficien- «reificación» y el alumbramiento de una conciencia mix-
cia de la acción moral. Es la única posibilidad de que no se resquebraje
tificada. La reificación, como paso extremo de la objeti-
la fundamentación de la actitud moral, y no mermen las posibilidades
del término «sentido» (cf. E. Schillebeeckx, Jesús en nuestra cultura, 75-
79, 82-83; M. Horkheimer, La añoranza de lo completamente otro, en
AA.VV., A la búsqueda del sentido, Salamanca 1976, 106; M. Eraijó, 38
P. L. Berger, Para una teoría sociológica de la religión, 51 y 54.
Racionalidad de las convicciones éticas, en J. Gómez Caffarena, Reli- 3
gión, Trotta, CSIC, Quinto centenario, Madrid 1993, 174). * P. L. Berger, Para una teoría sociológica de la religión, 135.

91
90
vación —para P. L. Berger y Th. Luckmann—, consiste en En el contexto de esta problemática nos urge la si-
aprehender el orden institucional como una facticidad no guiente pregunta: toda legitimación, y especialmente la
humana. En la reificación se acaba concibiendo los fenó- religiosa ¿tiene que ser necesariamente mixtificante y alie-
menos humanos como no humanos o suprahumanos, es nadora? Nosotros procuraremos contestarla analizando,
decir, como hechos de la naturaleza (resultado de las leyes más adelante, las dos experiencias históricas que ya hemos
cósmicas) o manifestación de la inescrutable voluntad di- anunciado (el nacionalcatolicismo y la teología de la libe-
vina. El mundo de vida, entonces, se experimenta como ración), que son dos maneras distintas de entender y vivir
facticidad extrema, como un «opus alienum». El hombre el compromiso religioso.
ya no es productor, sino sólo producto; las instituciones
adquieren un status ontológico, más allá de la actividad y
significación humanas; el orden normativo se percibe en- 4. La o r g a n i z a c i ó n religiosa
tonces como un destino inevitable que nos exime de res-
ponsabilidad. De esta manera se «ontologiza» nuestro Como afirma Th. O'Dea,
cosmos, y con ello nuestras interpretaciones adquieren
«a partir de las respuestas del hombre a las experiencias reli-
una apariencia de inevitabilidad, firmeza y perennidad, giosas, se forman los grupos religiosos y se desarrollan las ins-
que resulta sumamente útil para los fines de la legitima- tituciones religiosas, las ideas religiosas son elaboradas y sus
ción. Pero estos mecanismos tienen sus costes. Y es que la prácticas estandarizadas» 4I.
reificación legitimadora conlleva una conciencia alienada
El proceso de institucionalización, como ya vimos,
al no percibir, ésta última, la relación dialéctica que se da
consiste en que las ideas, las creencias y las prácticas ad-
entre el individuo (productor) y el orden sociocultural (su
quieren un reconocimiento y validez trans-subjetivas, es-
producto). La conciencia reificada, en la medida en que
to es, entran a formar parte de la orientación vigente de
no es dialéctica, es falsa por su unilateralidad; es concien-
una sociedad. Y la organización religiosa surge cuando se
cia alienada, ya que olvida que si sus contenidos son pro-
da, en la evolución de la sociedad, un proceso de especia-
ductos por la socialización, ella es productora por la ex-
lizaron funcional. En las sociedades primitivas, el fenó-
tcrnalización-objetivación. Y es que el hombre no puede
meno religioso puede ser «difuso», dándose lo que J.
reducirse a mera facticidad, a menos que falsifique su pro-
Martín Velasco llama el «pansacralismo». La religión está,
pia experiencia integral. Lo que suele ocurrir es que, en
de alguna manera, presente e impregnando toda la praxis
función de la seguridad y reforzamiento del orden insti-
social. El grupo y los especialistas religiosos surgen con el
tucional, se acaba cayendo en la «male fe», en la huida de
proceso de complejificación y diferenciación de la estruc-
la propia libertad, en la evasión de la «agonía» del elegir,
tura social, y la correspondiente especialización funcio-
convirtiendo lo que en parte es voluntario en necesario e
nal.
inamovible 40.
La institucionalización de la religión se da, tanto a ni-
40
Cf. P. L. Berger, Th. Luckmann, La construcción social de la rea- vel intelectual, como cultual y organizacional: «De la
lidad, 116-117; P. L. Berger, Para una teoría sociológica de la religión,
143; P. L. Berger, Introducción a la sociología, Limusa, México 1979,
200. 41
Th. O'Dea, Sociología de la religión, 53.

92 93
práctica surgen credos y teologías; del culto, elaborados ser una representación simbólica e ideal de las aspiracio-
símbolos litúrgicos; de la hermandad, la organización nes más altas y elevadas de un grupo, o de la sociedad.
eclesiástica». Por medio del culto, como conjunto de ges- La institucionalización a nivel intelectual se consigue
tos y palabras, objetos y signos («vehículo simbólico»), se a dos niveles: uno pre-racional (el mito), y otro racional
manifiestan sentimientos, actitudes, y se establecen rela- (los sistemas teológicos).
ciones con el misterio, y entre los fieles y los especialistas
religiosos. El culto, que suele iniciarse de modo espontá- Por último, a nivel organizacional, la institucionaliza-
neo, poco a poco se estandariza -vía habitualización-, ción implica una diferenciación interior a los grupos reli-
emergiendo un conjunto de reglas que aseguran su man- giosos, con diversos status y roles, relaciones jerárquicas
tenimiento y continuidad. A través de esta institucionali- entre líderes fundadores y seguidores, clérigos y laicos, etc.
zación del ritual se procura compartir las actitudes origi- Es cierto que la institucionalización surge de la nece-
nales de los creyentes, es decir, las actitudes expresivas ge- sidad de conseguir la estabilidad y la continuidad, y de
nuinas. «El resultado de este compartir y de esta objetiva- proteger y preservar la pureza y genuidad de las creencias.
ción es el ritual establecido que ahora produce actitudes Se establecen, pues, los oficios, se define la doctrina, y se
en lugar de expresarlas directamente. El ritual representa institucionaliza el culto. En este sentido afirma P. L. Ber-
la formalización de conductas en la presencia del objeto ger que sin la institucionalización no existiría la historia
sagrado» 42. El culto religioso puede reforzar la solidari- de la religión.
dad del grupo, y de la sociedad en general si la religión en
cuestión goza de hegemonía. De ahí el importante papel La religión institucional, en cuanto obra de seres hu-
integrador que E. Durkheim otorgó a la religión, y que ya manos, está sujeta a las condiciones que generalmente li-
señalamos. Así los cultos negativos o ascéticos resaltan lo mitan la organización humana, y de este modo está suje-
peculiar y diferencial del misterio o lo divino, lo mismo ta a la imperfección y al cambio. Así, no debe extrañar-
que los cultos positivos (sacrificios de consumación, ritos nos, en principio, la discrepancia que podemos observar
miméticos, ritos representativos o conmemorativos, y ri- entre los ideales éticos de una religión y su incorporación
tos piaculares que rehabilitan frente a las desgracias, etc...) a las instituciones llenas de mediatizaciones. N o se da una
ayudan de alguna manera a la viabilidad del grupo o de la correspondencia automática entre los elevados ideales y
sociedad 43. Los individuos por medio de estas celebracio- las formas institucionales 44. Y en fin, poco a poco, la or-
nes simbólicas se renuevan interior y moralmente; y, en ganización religiosa se ve sometida a unos «dilemas» que,
general, en ellas se recuerdan las actitudes correctas, se re-
nuevan el sentimiento de afiliación al grupo, la conciencia 44
Con relación a la Iglesia católica comenta Reyes Mate: «La ins-
de identidad colectiva, y la fidelidad a los códigos de con- titucionalización de las estructuras eclesiales se hace a partir del dere-
ducta y a los valores. En este sentido, la religión viene a cho romano considerado como expresión cualificada del derecho natu-
ral y al que la Iglesia prestó una aureola sobrenatural. La concepción
romana de la sociedad, autoridad, justicia, ciudadanía pasan a la Iglesia
(...). El jurismo romano sustituye al mesianismo semita, definiendo la
42 comunidad apostólica como un conjunto de "poderes" recibidos de
Th. O ' D e a , Sociología de la religión, 58 y 60.
43
Dios y sublimados en la realeza terrenal de Cristo» (R. Mate, El ateís-
Cf. E. Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa, mo, un problema político, Sigúeme, Salamanca 1973, 79).
311-423.

95
94
como comenta E. Nottingham, pueden observarse si- tabilizado y ha alcanzado formas organizadas, se puede
guiendo la evolución del movimiento religioso, enten- dar una expansión y diversificación, que puede aportar
diendo a éste último como el intento de propagar una tensiones y desvirtu amiento. De esta manera aparecen los
nueva religión, o de reformar una ya existente. «dilemas o paradojas de la institucionalización».
En el movimiento religioso, la primera fase está do- - Dilema de la motivación mixta. En el período for-
minada por la personalidad del fundador. Este último po- mativo o carismático, los movimientos religiosos satisfa-
see un poder de fascinación y atracción que lleva a los cen necesidades mediante los genuinos valores religiosos
hombres hacia él. Max Weber llamó a este atributo «ca- proclamados por el líder o fundador. Pero con el proceso
nsina». El carisma religioso se suele entender como una de institucionalización pueden aparecer otras motivacio-
cualidad excepcional que Dios da de un modo arbitrario nes que acaben alterando, manipulando o relegando los
e imprevisible. Es un don personal que implica la meta- valores religiosos. Así, con los profesionales y especialis-
noia del que lo posee, pero que está a beneficio del grupo. tas (cuerpo de sacerdotes), aparecen individuos a los que
El carisma está relacionado con la innovación axiológica la religión, aparte de las satisfacciones religiosas, propor-
y la dispensa de sentido 4 \ En esta primera etapa de for- cionan también prestigio social, poder, emolumentos eco-
mación, el movimiento suele presentar el carácter fluido e nómicos, influencias, etc. Esta innovación en la genuina
informal del grupo primario. El pequeño grupo de los se- motivación puede acabar desvirtuando los valores origi-
guidores es estimulado por el estrecho contacto con el narios.
fundador, que le confiere cohesión y orientación. El gru- — Dilema simbólico: Objetivación y alienación. La
po suele estar preocupado por conseguir una audiencia de participación colectiva y la continuidad en el culto y prác-
cara a la propagación de las nuevas enseñanzas, y no tan- ticas religiosas exigen la objetivación simbólica. Pero el
to por los problemas de organización interna y de forma- uso de los símbolos propicia la «rutinización» de los mis-
lización doctrinal. mos, adquiriendo éstos «características prosaicas y coti-
dianas», y convirtiéndose en algo «usual y esperado». Es-
En la segunda fase del movimiento, los seguidores del
ta rutinización banalizante significa que «los símbolos
fundador carismático se ven ante la necesidad de aclarar y
pierden su contacto significativo con las actitudes subjeti-
resolver problemas relativos a la organización, a la creen- vas de las que se derivaron originalmente, y por consi-
cia y al ritual. Las exigencias para incorporarse al grupo guiente pierden su poder de despertar y afectar a las acti-
religioso se vuelven más explícitas, la doctrina se fija y tudes y emociones. La objetivación, necesaria para la per-
construye teóricamente para su conservación, alumbrán- manencia, conduce finalmente a la alienación» "''. La repe-
dose un credo oficial y perfilándose las líneas de autori- tición amortigua el carácter extraordinario del ritual, y el
dad. símbolo pierde resonancia, es decir, el significado emo-
En la tercera etapa, en la que el movimiento se ha es- cional original. La alienación del símbolo significa que és-
te pierde su utilidad expresiva original y genuina.

45 4
Cf. M. Weber, Economía y sociedad, I, FCE, México 1969, 193; '' J. y F. Rubio Carracedo, Religión y cambio social, Ricardo Agui-
F. Ferrarotti, Una fe sin dogma, 229. lera, Madrid 1974,91.

96 97
- Dilema del orden administrativo. La rutinización aceptada» 4S. Las componendas de la religión con la socie-
del carisma suele ir acompañada del surgimiento de orga- dad acaban haciendo a aquélla depositaría y valedora de
nizaciones formales de estructura burocrática que pueden los intereses de las élites poderosas y dirigentes. Esto se
ser un obstáculo para la revisión y el cambio. El cuerpo de traduce en la connivencia del poder religioso con el poder
funcionarios acaba perdiendo contacto con la base, con la político y el económico. Todos los poderes hacen causan
masa de los fieles. común por el «orden». En esta situación es fácil que la re-
- Dilema de la limitación: «La sustitución del espíritu ligión acabe por imponerse por la coacción de los poderes
por la letra». El mensaje religioso con sus implicaciones constituidos, en menoscabo de la gcnuina adhesión libre
éticas debe ser preservado, y para ello, como ya hemos in- y personal. La religión, de este modo, acaba convirtién-
dicado, se procura su formulación en definiciones y en un dose en una «costumbre social» que la desvirtúa; y mu-
cuerpo doctrinal. «Pero estas definiciones, por más elabo- chas veces se combina una religiosidad oficial con un
radas que sean, no pueden abarcar todo el contenido del práctico escepticismo.
significado original, y corren el peligro de perder su espí- Con los dilemas de la motivación mixta del orden ad-
ritu y convertirse en una complicada serie de formulacio- ministrativo y del poder tiene que ver el fenómeno que G.
nes dogmáticas o legalistas, marcadas además por los con- Girardi denomina «eclesiocentrismo». Y es que la institu-
flictos de los que surgieron y el significado cultural co- ción religiosa puede convertirse, de medio para la realiza-
rriente en aquel tiempo» 47. La actitud farisaica, denuncia- ción de sus fines específicamente religiosos, en fin de su
da en los evangelios del Nuevo Testamento, es un ejemplo propia acción, y esto se traduce en que la institución se
bien conocido. El dilema de la limitación se traduce, pues, convierte, «de lugar de búsqueda de la verdad y de escu-
en que el significante siempre es insuficiente y puede aca- cha de la palabra, en criterio último y exclusivo de la mis-
bar por traicionar al significado original. Traición que, a ma; de institución nacida para servir, en complejo aparato
veces, consiste en absolutizar la relativa adaptación del de poder, preocupado por ser, en representación de Dios,
mensaje a una circunstancia y momento histórico parti- reconocido y servido» 4,). Este convertirse en su propio fin
cular. Esto ha solido pasar con relación al tratamiento de hace a la institución proclive al entendimiento con los po-
los problemas morales, con la consiguiente legitimación deres sociales y el surgir del «constantinismo», haciéndo-
reificadora y alienante. la funcional con relación al sistema social.
- Dilema del poder: Conversión y coerción. «Cuando Estos dilemas de la institucionalización son vividos
la organización religiosa se institucionaliza y se acomoda por uno y otro tipo de organización religiosa con una y
a la sociedad y sus valores, la fe es reforzada por la opi- otra intensidad.
nión pública y las ideas comunes de respetabilidad. Con
mayor precisión, la fe es reforzada por la validación con- Fue Ernst Troeltsch quien, estudiando las sociedades
sensual y por la aprobación y el refuerzo de la autoridad cristianas, elaboró una tipología de los grupos religiosos,

4I<
Th. O'Dea, Sociología de la religión, 131.
4
' G. Girardi, La túnica rasgada. La identidad cristiana, hoy, entre
J. y F. Rubio Carracedo, Religión y cambio social, 91. liberación y restauración, Sal Terrae, Santander 1991, 29.

98
99
inspirándose especialmente en la contraposición de M. de la organización; en fin, se establece reciprocidad y en-
Weber de «iglesia» y «secta». Esta tipología se ha ido en- tendimiento con el poder secular. Con relación a este úl-
riqueciendo, según el contexto europeo o norteamerica- timo, la Iglesia se sirve de los poderes de la sociedad para
no, para hacerla operativa de cara al análisis de la comple- sus fines espirituales, pero a cambio suele acabar plegán-
jidad y variedad de las organizaciones religiosas. Al res- dose a los intereses de aquéllos, quedando ligada a la suer-
pecto son significativas las aportaciones de Richard Nie- te de los que dominan en un período histórico determi-
buhr, Howard Becker, J. Milton Yinger, etc. La tipología nado. Por ello, si la Iglesia domina al mundo, también es
fundamental del segundo es la que vamos a tener en cuen- dominada por él.
ta en nuestro modelo teórico. — Secta: E. Troeltsch la define del siguiente modo: «La
- Iglesia: Este grupo institucional es definido en estos secta es una sociedad de tipo voluntario, compuesta por
términos por E. Troeltsch: «La Iglesia es una institución creyentes cristianos relacionados de acuerdo con criterios
que ha sido dotada de la gracia y salvación como resulta- muy estrictos y solidarios entre sí por el hecho de que to-
do de la obra de redención; así, pues, puede acoger a las dos ellos han experimentado un "segundo nacimiento".
masas y adaptarse al mundo, porque, en cierta medida, Estos creyentes viven aparte de la sociedad, en grupos li-
puede permitirse ignorar la necesidad de santidad efectiva mitados y reducidos, dan más importancia a la ley que a
en favor de los tesoros objetivos de la gracia y la reden- la gracia y, dentro de su propio círculo, establecen en di-
ción» 50. El caso histórico que está a la base de este con- verso grado un orden cristiano basado en el amor. Todo
cepto-tipo es indudablemente la Iglesia católica romana, ello se hace para prepararse y esperar la llegada del reino
que ocupa un lugar destacado entre los grupos cristianos de Dios» 5I.
y es, de ellos, el que mayor extensión geográfica ha con- Si el tipo de organización «Iglesia» es proclive a expe-
seguido. rimentar todos los dilemas de la institucionalización, la
La Iglesia hace hincapié en su universalidad dentro de secta es proclive a vivir el de la limitación si se cae en una
un territorio dado, sea nacional o internacional; se preo- excesiva reificación de las normas y leyes, y el del poder,
cupa por hacer participar de los bienes de la gracia y los aunque en esta ocasión no por sus componendas munda-
sacramentos a toda la sociedad; la adhesión al credo es nas, sino por la idiosincrasia de su propia organización in-
más importante que las exigencias morales en relación terna, que puede atentar contra la libertad individual. La
con la salvación; son miembros de ella todos los nacidos secta suele ser un grupo no muy extenso, en el que se in-
dentro del territorio en cuestión en virtud de su residen- gresa voluntariamente y no por mero nacimiento (perte-
cia (es, pues, una organización inclusiva); estructura auto- nencia, pues, no inclusiva). La autoridad suele ejercerse en
ritaria y tradicional; ni se aparta del mundo ni es hostil función del carisma personal, y la disciplina se la observa
con relación a él, ya que su fin es controlarlo en función por medio de la vigilancia mutua de sus miembros. La ri-
gidez de sus prácticas y creencias puede agudizar la dis-
tinción entre su mundo aislado y el exterior. General-
50
E. Troeltsch, The social teachings of Christian Churches, The
Macmillan C o . , Nueva York 1931, 993-994, citado por B. R. Scharf, El 51
estudio sociológico de la religión, 144. E. Troeltsch, o. c, 993-994, citado por B. R. Scharf, o. c, 144.

100 101
mente son hostiles a las otras sectas e iglesias, mantenien-
Iglesia Episcopal Luterana, que es Iglesia en Inglaterra y
do el exclusivismo, la intolerancia, la pureza de su estilo Suecia, es denominación en EE.UU.).
de vida y la confraternidad interna.
Es un grupo de considerable tamaño, que recluta a sus
La causa del sectarismo, en el caso del cristianismo, ha miembros otra vez desde el nacimiento. La autoridad se
sido el exceso de mundaneidad de la Iglesia católica en jerarquiza y la organización se burocratiza. Se relajan los
ciertas épocas, intentándose, como reacción, acentuar la estrictos requisitos religiosos y morales anteriores a la
vida moral y religiosa frente a la cristiandad oficial. Algu- secta, siendo la disciplina, ahora, más formal y conven-
nas de ellas pretendían ofrecer más autoestima al indivi- cional que ferviente y exigente. Se relaja, pues, el exclusi-
duo. vismo y la intolerancia de la secta por su éxito y adapta-
La secta, en fin, aspira a la perfección interior y per- ción al mundo, frente al cual ya no se es ni indiferente, ni
sonal, y no al dominio del mundo. Su actividad frente a se le combate, sino que se coopera con él. La denomina-
este último y el Estado puede ser de indiferencia, de re- ción, pues, adquiere las características de la organización
signación o tolerancia, o de animosidad u hostilidad. Sec- eclesiástica, y es una más de las «Iglesias» que se ve obli-
tas típicas fueron los primeros grupos protestantes euro- gada a convivir en un territorio común, renunciando a as-
peos, y los actuales grupos protestantes no ortodoxos en piraciones universalistas o hegemónicas. En la denomina-
EE.UU. ción pueden darse los dilemas de la Iglesia, pero por su
mayor tolerancia es la que mejor se adapta a la sociedad
Digamos, por último, que en el actual contexto de moderna.
«reencantamiento» de lo que ha venido a llamarse la
«postmodernidad», se está dando un tipo de secta que de- Culto: Para algunos estudiosos, la categoría de culto
tenta unas notas alarmantes de cara a la opinión pública. es una reelaboración de la categoría que E. Troeltsch de-
Bajo la aparente oferta de reconocimiento individual, de nominó «mística», y que creyó encontrar en las ciudades
relaciones personalizadas y participativas, de afecto y de finales del medievo. En este tipo de organización, si así
acogimiento («narcisismo guiado»), se ocultan otros inte- se la puede llamar, destacaban el individualismo y la li-
reses menos confesablcs: manipulación de la mente, des- bertad para intercambiar ideas en un contexto de sincre-
vinculación total del medio, explotación económica y se- tismo ideológico y de orden social atomizado. Pero ac-
xual, etc. (CEIS, Edelweis, Agora, Arco Iris, Niños de tualmente son tan heterogéneos los grupos a los que se
Dios...). Suelen caer en sus redes personas marginadas, denomina con esta categoría, que ésta parece un comodín
frustradas, con baja autoestima, con problemas de sole- para aglutinar a todos aquellos grupos «religiosos» que
dad, incomunicación, adolescentes inadaptados, etc. no se adecúan a los anteriores tipos de organización. Con
relación a la secta, implica una ruptura más profunda res-
Denominación: Suele ser una secta que se adapta y pecto a la tradición religiosa. El ingreso en este tipo de or-
acomoda a la organización social y a la cultura del entor- ganización no es exclusiva, permitiendo la participación
no (Metodistas, Presbiterianos, Baptistas...). También en otros tipos de grupos religiosos. El compromiso por
pueden ser «Iglesias» a las que las circunstancias les ha t a n t o es menor, y la asociación es más transitoria que la
obligado a aceptar el status de la denominación. (Así, la p r o p i a de una secta. La organización del culto es más des-

102 103
cuidada e informal. La conducción suele ser carismática, rechazo y la resistencia más o menos pasiva o activa. De
y su contenido doctrinal sincretista, mezclándose elemen- ahí la ambigüedad social de la religión.
tos de diversas creencias. Pensemos en cultos de corte es-
piritista, teosofías, y organizaciones como «Nuevo pensa- Con los presupuestos metodológicos ya indicados, y
miento», «Ciencia cristiana», etc. con este modesto aparato teórico, vamos a abordar ahora
el análisis de los dos fenómenos socio-religiosos ya men-
Suele ser una oferta que se da en las grandes urbes, pa- cionados.
ra individuos desarraigados, frustrados y desorientados,
necesitados de relaciones personales, y que viven con pro-
blemas de adaptación en contextos sociales de un acen-
tuado y abigarrado pluralismo cultural, y con un ritmo
acelerado de cambio. (Pensemos en la Roma y la Alejan-
dría del mundo antiguo, o en el Londres y el Nueva York
de nuestros días). Las personas que se adhieren a estas
prácticas suelen estar liberadas de sus antiguos controles
sociales, y ven a las religiones tradicionales con menos ca-
pacidades para enfrentarse a los problemas de la vida ac-
tual. Este tipo de organización es posible que se enfrente
con problemas de simbolización y de comunicación.
En resumen, podemos decir lo siguiente. El esbozo de
modelo teórico sociológico que hemos desarrollado pre-
senta, en principio, una concepción organicista de la so-
ciedad, pero siendo consciente, a su vez, de que el orga-
nismo social es también sujeto de desorganizaciones. Es,
pues, un modelo funcional-dialéctico. Funcional, porque
contempla la división social y complementariedad de los
grupos institucionales de cara a la satisfacción de las ne-
cesidades sociales. Dialéctico, porque hace hincapié en las
tensiones y conflictos, y en la interacción constante entre
las visiones del mundo (especialmente la religiosa) y las
relaciones y estructuras sociales. La religión es influida y
condicionada por la realidad social, y viceversa; es, pues,
la religión u n factor interdependiente. Por último, la ti-
pología de la organización religiosa nos da testimonio de
que las relaciones de la religión con el resto de la sociedad
cubre un arco que va desde el ajuste más óptimo hasta el

104 105
3
El nacionalcatolicismo

1. A m o d o de p r o l e g ó m e n o
El 27 de noviembre de 1975, en la homilía que el car-
denal Tarancón pronunció en la eucaristía que celebró en
la iglesia de los Jerónimos de Madrid, con motivo de la
coronación de don Juan Carlos I como rey de España,
afirmó lo siguiente: «La fe cristiana no es una ideología
política, ni puede ser identificada con ninguna de ellas,
dado que ningún sistema social o político puede agotar
toda la riqueza del evangelio, ni pertenece a la misión de
la Iglesia presentar opciones o soluciones concretas de
gobierno en los campos temporales de las ciencias socia-
les, económicas o políticas. La Iglesia no patrocina ningu-
na formación de ideología política, y si alguien utiliza su
nombre para cubrir sus banderías, está usurpándolo ma-
nifiestamente» '. Con este texto contrasta frontalmente la
historia de las relaciones de la Iglesia y el Estado Español
en el correr de este siglo que se aproxima a su fin.
D e manera general, podemos decir que, en la historia
de España que va desde la restauración monárquica en la
figura de Alfonso XII (1875), hasta el fin de la dictadura
del general Franco (1975) y el advenimiento de la demo-

' Citado en F. Blázquez, La traición de los clérigos en la España de


Franco. Crónica de una intolerancia (1936-1973), Trotta, Madrid 1991,10.

107
R. Díaz Salazar, el N C consiste en «la asunción y plasma-
cracia, la Iglesia católica ha sido secuestrada, y se ha deja- ción práctica, política y eclesial, que el régimen franquista
do secuestrar, por la derecha política. Incluso, en la pri- y la Iglesia española hacen de la ideología construida por
mera mitad del siglo XX, se prestó al juego de una dere- una serie de pensadores tradicionalistas (M. Menéndez y
cha premoderna, condenando sin paliativos el liberalis-
Pelayo, R. de Maeztu y M. García Morentc, principal-
mo, el anarquismo y el socialismo. En este juego, la Igle-
mente) en referencia a la España y al catolicismo del siglo
sia, como contraprestación, buscó la seguridad, las pre-
XVI, y en contraposición a las medidas de cambio y mo-
bendas y privilegios que facilitaran su labor pastoral.
dernización que ciertos sectores de la sociedad española
Lo que se ha llamado el nacionalcatolicismo (NC) 2 iniciaron en los primeros treinta años del siglo y que, so-
viene a ser una ideología político-religiosa 3 que, tras la bre todo, llegaron en parte a cuajar en la II República» \
proclamación de la consustancialidad entre lo nacional y
lo católico, separó el liberalismo económico de su versión Para el N C , la identidad española consistía -como ya
política para procurar una legitimación cristiana del capi- hemos dicho- en una consustancialidad del elemento ca-
talismo. Este «liberalismo económico santificado» fue el tólico con lo nacional: consustancialidad que se decantó a
que —como afirma R García de Cortázar- permitió el ate- lo largo de la historia de España. Esta tesis fue validada
soramiento en la tierra sin hipotecar el cielo, compatibili- por una especie de historia teológico-metafísica, que aca-
zando la cuenta bancaria con la religiosidad empresarial. bó legitimando un modelo de sociedad y de Estado inte-
El N C ha sido también la teología política que inspi- grista e inalterable. Sin embargo, para otros, el N C que
ró a la Iglesia Española, especialmente desde los años 30 a surgió de la guerra civil fue sólo «una recuperación ficti-
los 60; asumida por Franco, se convirtió en la «ideología cia de religiosidad» ''. Por ello creo que el tema merece un
del franquismo» que legitimó la forma de Estado confe- análisis más detallado.
sional surgido tras la guerra civil de 1936, y que alumbró
una peculiar visión de la historia de España y un modelo
2. La historia teológico-metafísica
de sociedad. Incluso, de un modo más genérico, para al-
gunos fue «un ambiente, una situación, una actitud, una y la corriente tradicionalista
mentalidad y un estado de ánimo» 4. En este sentido, para Según esta concepción histórica, la identidad españo-
la nace nada menos que con "la conversión de Recaredo"
2
(587), proclamada en el III Concilio de Toledo (589). Su
Según J. González-Anleo, el término nacionalcatolicismo se de-
be al profesor López Aranguren; pero para el profesor V. Pérez Díaz, crecimiento se desarrolla en los siglos de la Reconquista
siguiendo al P. Alvarez Bolado, dicho término fue usado anteriormen- que culmina en la segunda mitad del siglo XV bajo las
te por defensores del régimen franquista (cf. J. González-Anleo, Cato- banderas de los "Reyes Católicos", que concluyen el pro-
licismo nacional: nostalgia y crisis, Paulinas, Madrid 1957, 101; V. Pérez
ceso de unificación territorial, política y religiosa» 7.
Díaz, La primacía déla sociedad civil, Alianza Editorial, Madrid 1993,
nota 6, 178; A. Alvarez Bolado, Tentación nacional católica en la Igle-
sia de hoy: Iglesia hoy, n. 94 [1981] 231).
3
R. Díaz Salazar, Iglesia, dictadura y democracia. Religión y socie-
Entendemos aquí por «ideología» un conjunto de ideas, imáge- dad en España (1953-1979), H O A C , Madrid 1981, 68-69.
nes y valores que permiten la autorrepresentación de un colectivo.
4
' R. Díaz Salazar, El capital simbólico, 28.
A. Botti, Cielo y dinero. El nacionalcatolicismo en España (1881-
A. Botti, Cielo y dinero, 18; cf. R. de Maeztu, Defensa de la his-
1975), Alianza Universidad, Madrid 1992, 17-18.
panidad, Fax, Madrid 1952, 186 y 193.

108 109
La salvaguardia y conservación de la nueva identidad contra la Ilustración, y en una corriente tradicionalista
católica estuvo a cargo de la Santa Inquisición, y se en- que, caracterizada por el «intransigentismo», se opondrá
grandeció y reafirmó con la expansión colonial, la expul- al espíritu liberal de las Cortes de Cádiz de 1812. Este tra-
sión de los judíos (1492), y la resistencia frente a la Re- dicionalismo, en el contexto de una visión maniquea de la
forma protestante 8. N o obstante, para esta visión de la historia donde luchan la España y la Anti-España, esto es,
historia de España, con la llegada de los Borbones se ini- el bien y el mal, opone a las corrientes políticas de la mo-
cia una etapa de decadencia. El racionalismo ilustrado, el dernidad el absolutismo católico. Como comenta José
liberalismo, el positivismo, el anarquismo, el socialismo y Luis Abellán, «la unión de la política y de la religión
el comunismo fueron «fuerzas secularizadoras» que des- -"alianza de trono y altar"- en la defensa de los intereses
truyeron la unidad y el equilibrio político-religioso y fo- estamentales del Antiguo Régimen es lo que caracteriza el
mentaron la apostasía de las masas '. De esta manera se llamado "mito reaccionario", que ve en esa concepción el
configuró la «Anti-España» que, como enemigo, azotará bien absoluto, mientras que todo el sistema de reformas
la historia moderna de nuestro país. propugnado por la Ilustración y el liberalismo se identifi-
ca con el mal absoluto» l0. En definitiva, frente a los valo-
Las raíces del N C están, pues, en la reacción católica res modernos de libertad, igualdad y democracia, el N C
levantará su voz a favor del autoritarismo, la disciplina, la
jerarquía y una mezcla de religiosidad y militarismo.
" N o obstante, para otra versión de nuestra historia, la expulsión
de los judíos a cargo de los Reyes Católicos (1492) nos dejó sin finan- Elemento importante de esta corriente antiliberal, du-
cieros, sin comerciantes y sin doctores, y la expulsión de los moriscos rante el siglo XIX, será el carlismo. Su origen hay que si-
a cargo de Felipe III (1609) nos despojó de artesanos y agricultores, con tuarlo en los dos primeros tercios del siglo XIX, como un
efectos especialmente negativos en la economía valenciana y en los
campos del sur del Ebro, en Aragón. Además, «el odio que profesaban
movimiento armado (bandas guerrilleras) que combatió a
las clases altas a las comunidades judías, y la envidia de las bajas a la la «Francia atea» durante la guerra de la Independencia, y
prosperidad de los árabes en Andalucía y Levante, ofrecieron el nece- posteriormente al gobierno liberal de 1821. En su evolu-
sario apoyo popular a la expulsión» (J. L. Yuste, Las cuentas pendien- ción como fenómeno político y en su configuración como
tes de la política en España, Espasa-Calpe, Madrid 1986, 30; cf. también
partido influyen toda una serie de cuestiones, que Alfon-
E. Gaicano, Las venas abiertas de América latina, Siglo XXI, Madrid
1985, 37-38; R. Tamames, La España alternativa, Espasa-Calpe, Ma- so Botti resume muy bien: «dinástica, la primera (la rei-
drid 1993, 39). En definitiva, el proyecto de la Casa de Austria de con- vindicación del trono por parte de don Carlos, hermano
figurar una Europa católica bajo su hegemonía trajo nuestro desangra- de Fernando VII, que apela a la ley sálica contra la hija de
miento económico y humano. C o n este duro juicio de inspiración libe- éste, Isabel). Política, la segunda (la lucha entre antilibera-
ral-ilustrada, desde luego contrasta el pensamiento tradicionalista que
justifica la política de los Austrias en función de los altos ideales reli-
les y liberales, respectivamente colocados detrás de don
giosos (cf. R. de Maeztu, Defensa de la hispanidad, 157). Carlos y de Isabel); social, la tercera (el conflicto entre el
v
También la versión liberal-ilustrada de nuestra historia contrasta campo y la ciudad); regionalista y foralista, la cuarta (la
en su juicio sobre los primeros Borbones con la versión negativa de los
tradicionalistas: Tras la muerte de Carlos II (1700), Felipe V, Fernando
VI y Carlos III trajeron aires renovadores de Francia, y desde la prác- 10
J. L. Abellán, Historia crítica del pensamiento español, IV, Espa-
tica de un despotismo ilustrado intentaron una recuperación económi-
sa-Calpe, Madrid 1984, 175.
ca y una modernización política y cultural. Intento que se hundirá con
la subida al trono de Carlos IV, tras la muerte de Carlos III (1788).
111
110
reivindicación de las autonomías y de los privilegios fora- maniquea a la que ya hemos aludido. Postuló una monar-
les vasco-navarros de origen medieval, contra el carácter quía autoritaria, defensora de los intereses de la Iglesia, a
centralizador del Estado liberal), y más tardíamente, des- los que debían de estar supeditados incluso los intereses
de el fin del siglo XIX, la cuestión de la identidad de Na- del Estado 13. Sin embargo, hay que reconocer que desde
varra (considerada por el naciente nacionalismo vasco la restauración borbónica (1875) esta corriente perderá
parte inalienable de la patria vasca y por los carlistas par- fuerza y protagonismo, sobre todo con la fundación de la
te integrante de la patria española). En fin, el problema re- Unión Católica de Alejandro Pidal y Mon en 1881, que
ligioso, fundamento o solapa de las cuestiones anteriores, busca la unificación de los católicos, más allá de las deses-
siendo el carlismo propugnador de un catolicismo intran- tabilizadoras influencias del carlismo.
sigente, ultramontano e integrista, dotado de firmes vín-
En la segunda mitad del siglo XIX, el pensamiento
culos sociales en algunas zonas del mundo rural» ". N o
tradicional católico será reforzado con la notable aporta-
obstante, el carlismo perderá relevancia a fines de siglo,
ción del polígrafo Marcelino Menéndez y Pelayo (1856-
para renacer brevemente durante la guerra civil de 1936, y
1912) que, en su polémica sobre la ciencia española con
entrar luego en un proceso de declive del que no se recu-
Gumersindo Azcárate (1840-1917), reivindicará, frente a
perará l2.
la tesis de que nuestra decadencia cultural fue consecuen-
O t r o elemento que enriquecerá la corriente tradicio- cia de la cerrazón .e intolerancia de la Inquisición, una re-
nalista será el integrismo de los neocatólicos, entre los que generación alimentada por la figura de Luis Vives y por el
destacan Cándido Nocedal (1821-1885) y Francisco Na- esfuerzo por cristianizar el Renacimiento. Para el ilustre
varro Villoslada (1818-1895). Son fieles a Isabel II hasta su santanderino, el primer elemento de unidad lo encontró
caída, tras la revolución de 1868, pasando entonces a de- España en el latinismo-romanismo (lengua, arte, dere-
fender la candidatura de los carlistas, y conformando con cho), pero la raíz más profunda la encontró en la unidad
ellos la comunión católico-monárquica. Pero en 1875 se de la creencia: en el cristianismo ". El carácter nacional
distancian de los carlistas, para acabar fundando un parti- viene, pues, troquelado por la fe católica.
do integrista en 1888, con el hijo de Cándido Nocedal,
Añadamos también que las desamortizaciones que tu-
Ramón Nocedal (1842-1907). N o obstante, desde el pun-
vieron lugar en el siglo XIX 15 obligaron a la Iglesia a un
to de vista ideológico, no están lejos de la tradición carlis-
cambio en su sistema económico, que significó, a la pos-
ta e influenciados por el pensamiento de Juan Donoso
Cortés (1809-1853), figura representativa del pensamien-
to católico conservador. Este autor mantendrá la visión 13
Cf. J. Donoso Cortés, Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo
y el socialismo, en Obras Completas, BAC, Madrid 1970.
'4 Cf. M. Menéndez y Pelayo, Historia de los Heterodoxos Espa-
" A. Botti, Cielo y dinero, 33. ñoles, II, BAC, Madrid 1987, 1036-1038.
12 15
Para una información sobre la evolución y desmembramiento La primera fue la de Julián Álvarez de Mendizábal (1836-1837)
del carlismo, cf. G. Hermet, Los católicos en la España franquista, I. Los durante la regencia de la reina María Cristina de Ñapóles, cuarta espo-
actores del juego político, CIS, Siglo XXI, Madrid 1985, 87 ss; G. Her- sa de Fernando VII y madre de la futura reina Isabel II. La segunda, la
met, Los católicos en la España franquista, II. Crónica de una dictadu- de Pascual Madoz (1855), siendo ya reina Isabel II y jefe de gobierno el
ra, CIS, Siglo XXI, Madrid 1986, 405 ss. general Espartero.

112 113
tre, su adaptación al capitalismo en ciernes. Las cicateras
indemnizaciones y resarcimientos por las expropiaciones p o s t e r i o r m e n t e la A C N P acabará p o r separarse de dicha
inmobiliarias (concordato de 1851) aportaron a la Iglesia formación política, a u n q u e sin r e n u n c i a r a la idea de c o n -
una cierta liquidez. El clero secular invirtió especialmen- seguir formar u n gran p a r t i d o conservador-tradicionalista.
te en títulos del Estado, y el religioso en la industria. A E n estos años, sin olvidar la figura de Eugenio d ' O r s '",
modo de resumen, podemos decir con A. Botti: es quizá R a m i r o de M a e z t u (1874-1936) el autor más desta-
«Entre las postrimerías del siglo XIX y el primer decenio cable del tradicionalismo católico. U n tradicionalismo al
del nuevo se pueden dar por concluidos dos procesos funda- que quiso imprimir u n cierto aire renovador, a u n q u e c o m -
mentales: el de la transición al capitalismo, y el de la integra- patible con las más puras esencias d e u n catolicismo tradi-
ción de la Iglesia católica en él» "'. cional, que quedará vertebrado en la idea de hispanidad, d e
D u r a n t e el intervalo de la dictadura del G e n e r a l P r i - la q u e más adelante h a b l a r e m o s .
m o de Rivera (1923-1930), el a n t i g u o p r o y e c t o d e f u n d a r El matiz r e n o v a d o r d e su p e n s a m i e n t o estuvo en su
u n gran p a r t i d o nacional católico c o m o expresión d e la i n t e n t o de c o m p a g i n a r el desarrollo del capitalismo c o n la
derecha volvió a c o b r a r vida en la « U n i ó n Patriótica» tradición católica. Influenciado p o r la lectura d e M . W e -
(1924) c o m o ú n i c o p a r t i d o de la dictadura. A él se incor- b e r ", destacó la moral c o m o variable i n d e p e n d i e n t e , q u e
p o r a r o n figuras dcstacables de la A C N P ", c o m o V í c t o r d e b e orientar y a l a q u e d e b e estar supeditada la e c o n o m í a
Pradera, J o s é M . Gil Robles y Jesús Ibáñez Martín. P e r o liberal 2 0 . Su concepción «económica» d e la democracia, a
la q u e en el f o n d o identifica c o n el capitalismo, le hace
"' A. Botti, Cielo y dinero, 48. El capitalismo se reforzará en Espa- verla c o m o u n sistema q u e p u e d e p r o m o v e r la r e d u c c i ó n
ña entre 1915-1920, aprovechando la neutralidad de nuestro país en la d e las desigualdades sociales, m e j o r a n d o las c o n d i c i o n e s
I Guerra Mundial. Se desarrolló la exportación, y junto a ello crecieron
d e vida de la clase obrera, y p r o m o v i e n d o el bienestar d e
los sectores del carbón, la industria hidroeléctrica, la química, la textil
y la siderometalurgia. También se dieron sustanciosos beneficios en la la clase media. Su democracia viene a ser s i m p l e m e n t e la
banca y en las compañías navales. «dictadura d e la mayoría», d o n d e se n o t a la ausencia del
17
La Acción Católica Nacional de Propagandistas (ACNP) fue papel d e la oposición, del d e r e c h o de las m i n o r í a s , de la
fundada por el jesuita Ángel Ayala (1867-1960) en 1908. Se convirtió en división de poderes, etc.
el crisol de la primera generación de democristianos españoles. Se pen-
só en una organización confesional que actuase como grupo de presión, Se inspira en el m o d e l o d e sociedad n o r t e a m e r i c a n a , y
y fuese caldo de cultivo de futuros políticos que actuarían en sintonía
con el episcopado. Junto a Ayala, destacará también Ángel Herrera n o s recuerda q u e en ese país enriquecerse es algo vivido
Oria (1886-1968), fundador de la Editorial Católica y organizador con
aquél de la Acción Católica. El talante democrático de la ACNP es más 18
de fachada que de fondo, pues sus protagonistas están convencidos de Eugenio d'Ors (1881-1955) avaló la dictadura del general Primo
que el pueblo necesita de la guía de una minoría ilustrada. En 1974 cam- de Rivera, y luego mostraría afinidades con la falange. Pero, en térmi-
biaron de nombre, denominándose desde entonces Asociación Católi- nos generales, su pensamiento descansaba en tres ideas vertebrales: ca-
ca de Propagandistas (ACP). Los propagandistas mantuvieron una ac- tolicidad, hispanidad y clasicismo.
titud flexible frente a los regímenes políticos (a priori ninguno deber ser " Cf. M. Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo,
condenado, salvo que presente incompatibilidades con la doctrina ca- Península, Barcelona 1973.
tólica); esto les permitió sobrevivir desde la monarquía de Alfonso XIII 20
Cf. R. de Maeztu, El sentido reverencial del dinero, Editora Na-
hasta la dictadura franquista y la transición a la democracia. cional, Madrid 1957, 132; R. de Maeztu, Norteamérica desde dentro,
Editora Nacional, Madrid 1957, 112.
114
115
como una obligación moral relacionada con el ideal de la insistiendo en la unión entre el Estado y la Iglesia, en una
riqueza. organización corporativa para afrontar las cuestiones eco-
«Este sentido reverencial del dinero, esta conexión de la nómico-sociales y, frente al socialismo y la democracia,
economía y la moral, es el secreto del poderío anglosajón» 2I. destacará el papel de las minorías dirigentes y de las clases
medias.
El dinero debe ser fuente de riqueza, de ahí la virtud
del ahorro inversor. La debilidad ibérica está en esta falta Otro factor que vino a enriquecer la corriente tradi-
de una ética que legitime la laboriosidad, el trabajo y el cionalista fue el elemento católico-fascista de los años 30.
ahorro. Hay que saber compaginar catolicismo y capita- La falange, sin ser confesional, respetó a la religión cató-
lismo, como M. Weber supo compaginar capitalismo y lica, y consideró que la autonomía de España dependía
calvinismo. El enriquecimiento debe tener, desde luego, del fascismo que no se desentendía totalmente del elemen-
una proyección social; de esta manera, el dinero es un to religioso. Naturalmente, esto es predicable no del na-
bien que promueve la independencia nacional. Nosotros cionalsindicalismo, sino del falangismo joseantoniano ".
tenemos todavía que descubrir que el despilfarro es in- Es José Antonio Primo de Rivera quien hablará de la pa-
moral y la inversión católica, y tenemos que aprender a tria como una unidad de destino en lo universal, inspira-
saber compaginar vida contemplativa con vida activa. En do en la tradición católica de la Contrarreforma. La co-
los países hispanos puede surgir «una síntesis salvadora munidad de destino tiene que ver con los valores eternos
de religión y economía». Y se pregunta Maeztu esperan-
zadamente si así se podrá pensar en la mejora del mundo tibáñez del Río (diciembre de 1931), que tuvo entre sus animadores
como en la obra de Dios, y viceversa. Entonces, el traba- destacados a Eugenio Vegas y a Ramiro de Maeztu. La línea de la re-
jo será sacramento 21. vista sintonizaba con el pensamiento de Donoso Cortés, Vázquez de
Mella y Jaime Balines. «Los 88 números de "Acción Española" apare-
cidos entre 1931 y 1937 retoman los grandes temas del antiliberalismo,
de la contrarrevolución legítima contra el mal encarnado en la demo-
3. Los a ñ o s 30, la oposición a la II República, cracia y el socialismo, de la identificación de la "esencia" de España con
y la g u e r r a civil el catolicismo y la monarquía autoritaria, del papel predestinado del
pueblo español como salvador de una civilización cristiana agonizante
en otras partes de Europa y también del antisemitismo cristiano» (G.
En el fondo, Ramiro de Maeztu no deja de alinearse Hermet, Los católicos en la España franquista, I, 90).
con la corriente tradicionalista, católica, monárquica y 24
El fascismo español se vio aquejado de cierta heterogeneidad:
contrarrevolucionaria, que tendrá su órgano de expresión «Era un movimiento heterogéneo fundado por la unión de distintos
en la revista «Acción Española» 2\ Corriente que seguirá grupos que en el tema que nos ocupa iban desde el nacionalismo arre-
ligioso y anticlerical de Ramiro Ledesma-Ramos, a unas posiciones con
cierta afinidad con el nacionalcatolicismo de Onésimo Redondo, un ac-
tivista educado en los jesuítas. José Antonio, aunque católico practi-
21
R. de Maeztu, El sentido reverencial del dinero, 252. cante, era hostil a la política clerical, y la religión no era un tema cen-
22
Cf. R. de Maeztu, El sentido reverencial del dinero, 252-253,255, tral para él, mientras que el esteta Ernesto Giménez Caballero, con su
275, 280-281. El pensamiento de Maeztu tuvo una proyección en los bagaje cultural y vanguardista y su conexión italiana, aportaba una vi-
años siguientes. Al ser reeditado, en 1957, El sentido reverencial del di- sión secularizada historicista del catolicismo» (J. J. Linz, Religión y po-
nero influyó en los economistas del Opus Dei. lítica en España, en R. Díaz Salazar, S. Giner (comps.), Religión y so-
23
« A c c i ó n Española» fue una revista fundada por el conde de San- ciedad en España, CIS, Madrid 1993, 13).

116 117
que abren a la trascendencia. La patria es de índole espiri-
apoyo la raza común (...), la historia, la lengua y sobre to-
tual, y por medio de ella el hombre trasciende a Dios. N o
do la religión» ". También Ramiro de Maeztu sintonizó
obstante, en términos generales, el catolicismo en la prác-
con esta idea, y consideró que la crisis de la hispanidad es-
tica no dejó de tener un cierto carácter «instrumental» y
taba en el proceso de descatolización secularizadora. Sólo
«utilitario», debido a su fuerte presencia en ciertas capas
la recuperación de la tradición católica ayudaría a recupe-
sociales relacionado con el sentimiento nacional. Además,
rar los lazos con los pueblos hispánicos. Ramiro de Maez-
el verdadero motor de la regeneración para la falange no
tu dirá con rotundidad que la patria es espíritu. El patri-
radicaba en esta religiosidad, sino en el ideal de la integra-
monio espiritual de la patria se concretaba en sus obras de
ción nacional, que no dejaba de chocar con el carácter
arte, en sus monumentos y en sus construcciones utilita-
hasta cierto punto transnacional de la Iglesia. Por ello, el
rias, en el idioma, en sus hazañas históricas, y, en fin, en
fascismo español, junto a su anticomunismo y antilibera-
sus gustos y costumbres. La patria «es una sinfonía o sis-
lición, postulaba la separación de la Iglesia y el Estado,
tema de hazañas y valores culturales», dirá Maeztu; la pa-
para mantener siempre las manos libres... Digamos tam-
tria no es sino una comunidad espiritual que descansa en
bién que en sus inicios no fue un fenómeno político rele-
valores e ideales que se asocian a los elementos ónticos
vante, sin embargo llegaría a alcanzar cierto relieve en la
(tierra y raza) u. En este contexto, el concepto de hispani-
guerra civil del 36 y con la hegemonía del Eje Berlín-Ro-
dad le sirve a Maeztu para revalidar un pensamiento polí-
ma en Europa. Por estos años también se cultiva la idea de
tico del más puro corte tradicionalista, que identifica el
«hispanidad». Temática retórica que inició el sacerdote
destino histórico de España con su función evangelizado-
vasco Zacarías de Vizcarra en unas colaboraciones en
ra. La razón de España es «la de Isabel la Católica, la de
«Acción española» 25; residente en Buenos Aires, fue co-
Carlos V, la de Felipe II, la de la Contrarreforma, la de la
nocido por Ramiro de Maeztu cuando fue embajador de
Ley de Indias...». «Para los españoles no hay otro camino
España en Argentina durante la dictadura del general Pri-
que el de la antigua monarquía católica, instituida para
mo de Rivera 2,\ El ideal hispánico lo identifica este sacer-
servicio de Dios y el prójimo» ". El concepto de hispani-
dote con la voluntad de «restablecer los antiguos vínculos
dad va unido al de la monarquía misionera y el imperio
con las ex-colonias americanas, tomando como punto de
como instrumento de salvación de los pueblos. La reli-

25
N o obstante,para el profesor J. L. Abellán, la hispanidad fue un 27
A. Botti, Cielo y dinero, 84. El panhispanismo es posible que
concepto que p u s o en circulación don Miguel de Unamuno en 1909, en
también tuviera como origen una reacción frente a nuestra humillante
su texto Sobre la argentinidad, y que vuelve a retomar en su artículo
derrota frente a EE.UU.: «Justamente a partir del 12 de octubre de
Hispanidad. C o n este término Unamuno parece aludir «a un senti-
1915, en Madrid, Barcelona y otras ciudades del país y del sur de Amé-
miento supranacional que vincula a todos los pueblos que hablan la len-
rica, se empieza a celebrar la Fiesta de la Raza, que un Real Decreto de
gua española y se sienten moralmente vinculados por algo que está más
1917 institucionaliza como fiesta nacional» (A. Botti, Cielo y dinero,
allá de sus respectivas patrias nacionales, aunque no llega a definirlo de
54). Tras la guerra civil del 36, Franco volvería a implantar la Fiesta de
manera más precisa» (J. L. Abellán, Historia crítica del pensamiento es-
la Raza y de la hispanidad con la finalidad de distanciarse de los regí-
pañol, V (III), Espasa-Calpe, Madrid 1991, 319).
26
menes de Hitler y Mussolini, tras la derrota del Eje.
Ramiro d e Maeztu fue embajador a fines de 1927. Y el P. Zaca- 28
Cf. R. de Maeztu, Defensa de la hispanidad, Fax, Madrid 1952,
rías de Vizcarra seríaluego consagrado obispo de Toledo (1947) y nom-
brado consejero general de Acción Católica. 185-188, 191-192,199.
2¡>
R. de Maeztu, Defensa de la hispanidad, 222-223, 235.

118
119
gión y la monarquía católica española son la fuente de la burguesía liberal, la clase obrera y los jornaleros agrícolas no
comunidad hispánica. La hispanidad, más que una raza, estuvieron ligados a este tipo de pensamiento, al ser las fuerzas
que un marco geográfico o la lengua, es un «sentimiento sociales portadoras de la modernización» 30.
de unidad», una «comunidad permanente» que descansa N o obstante, durante este período que estamos anali-
en valores e ideales civilizatorios. La reivindicación de la zando, probablemente la expresión política más significa-
hispanidad servía así para reivindicar una ideología políti- tiva de la derecha fue la C E D A (Confederación Española
ca conservadora y la idiosincrasia de España frente a la de Derechas Autónomas), coalición electoral formada el 5
Europa liberal y secularizadora. El panhispanismo tam- de marzo de 1933 de cara a las elecciones de noviembre
bién fue cultivado por el fascismo español, aunque ahora del mismo año. Fue creación del ya mencionado Ángel
prevaleciendo los aspectos políticos y económicos sobre Herrera, director del periódico «El Debate», y liderada
los religiosos. Así, por ejemplo, Ramiro Ledesma ve en la por José M. Gil Robles. Coaligó corrientes reaccionarias
hispanidad un antídoto contra los separatismos autóno- y reformistas diversas, y fue apoyada por el sector católi-
mos, y Onésimo Redondo insistirá en que debe procurar- co moderado. Como comenta Guy Hermet, fue más con-
se la unificación cultural y de intereses económicos con fesional que demócrata cristiana, y más corporativista y
los pueblos de Hispanoamérica. elitista que democrática. Acabó hundiéndose tras la victo-
ria electoral del Frente Popular en 1936 y el desencadena-
Es cierto que la religión católica tuvo que ver como miento de la guerra civil.
un significativo ingrediente en el nacimiento de la nacio-
nalidad española. Pero este elemento es elaborado ideoló- Ahora bien, el acontecimiento político-social más no-
gicamente para oponerse a la modernidad. Una España table en esta década de los 30 fue la proclamación de la II
atrasada y desenganchada de Europa intenta ver la raíz de República. Ella fue el último intento esperanzador, anterior
su postergación en la crisis de sus principios religiosos. a nuestra actual monarquía parlamentaria, de alumbrar un
Esto llevó a una sustitución e identificación excesiva en- modelo regenerador y democrático. Esto último se refleja
tre lo nacional y lo católico. Se alumbró así una mentali- en el repertorio de soluciones para atacar graves proble-
dad incapaz de comprender los nuevos acontecimientos, mas, que se propuso la República en el primer bienio:
y la posibilidad de incorporarlos al modo de ser español.
— «separación Iglesia-Estado, para construir una so-
Actitud reificadora que choca con el carácter irreversible,
ciedad definitivamente libre de interferencias dogmáticas;
dialéctico e innovador del proceso histórico y de sus po-
sibilidades. D e esta manera se propone ahora la España — autonomía de las regiones, dándose respuesta al fe-
del siglo X X los mismos objetivos y metas que se propu- deralismo subyacente (...);
so en el siglo XVI. Actitud reificadora y antimodernista, — reforma agraria, destinada a acabar con una situa-
que elimina la posibilidad de diálogo entre el evangelio y ción social insostenible en las zonas del latifundio, y para
la nueva cultura, y favorece los antagonismos sociales: realizar la devolución histórica de la expoliación en favor
del proletariado agrícola;
«La ideología nacional-católica estuvo vinculada princi-
palmente con los grupos sociales "anti-modernos": la aristo-
cracia, la alta burguesía, la fracción conservadora de la peque-
30
ña burguesía y ciertos sectores del pequeño campesinado. La R. Díaz Salazar, Iglesia, dictadura y democracia, 84-85.

120 121
- contribución de la renta, como primer síntoma pro- A la institución eclesial, la identificación de catolicis-
gresivo de nuestro viejo sistema tributario; mo y nacionalismo le impedía ver la distinción entre so-
ciedad autónoma e Iglesia como comunidad de creyentes.
- plan de obras públicas, para combatir el paro y ha- Por otro lado, la miseria material de los obreros, y el con-
cer posible el sueño regeneracionista de Costa; comitante consentimiento de la Iglesia con su silencio, ha-
- generalización de la instrucción pública (...); cía que la clase trabajadora percibiera al catolicismo como
el «sacralizador» de la injusticia, y al patrono autodecla-
- difusión de la cultura (...); rado católico como la encarnación de la misma. La Iglesia
- entrada de España en el mundo de la investigación no supo socializar en el auténtico mensaje evangélico, ni
(...)» 3I. Pero como afirma José Luis Yuste, la inexperien- ejercer con claridad suficiente la denuncia profética, que
cia de unos y la impaciencia e intolerancia de otros, uni- habría llevado a los luchadores por la justicia a sintonizar
do al difícil contexto internacional con la ascensión de los con ella. Frente a esta posibilidad, la Iglesia condenaba a
fascismos en Europa, radicalizó las posturas, y la Repú- las organizaciones de izquierda, y así «el pueblo concluía
blica acabó arrasada por los dos extremos de la derecha y que el catolicismo era la religión de los burgueses y el co-
de la izquierda. munismo la religión de los trabajadores» 33. Estas identifi-
caciones se vieron favorecidas por una agudización de los
En términos generales, la Iglesia mantuvo durante la conflictos y una radicalización de los antagonismos ideo-
II República una actitud de ambigüedad: «Si por una par- lógicos, en el contexto de una degeneración de la vida po-
te se acata al régimen popular, por otra se alerta a todos lítica, propiciada por una atomización de partidos políti-
los católicos contra la situación. La Iglesia en España no cos nada operativa, que acabó desbordando a las institu-
se abrió en los años 30 al horizonte cultural de su época,
ciones del Estado y al propio gobierno.
vivía un ambiente reactivo enfrentada a los movimientos
de cambio social» ". A través de las organizaciones confe- H o y se sabe que uno de los errores más graves y de
sionales intentó una contrasociedad no contaminada de mayores costes sociales y políticos de la II República fue
democracia y anticlericalismo. Probablemente en esta su manera de tratar la cuestión religiosa. Los artículos 26
época, la mayoría de los españoles combinaban ciertos y 27 de la Constitución de 1931 establecían la separación
sentimientos religiosos mezclados con indiferencia hacia de la Iglesia y el Estado, la supresión de la retribución del
la institución. Pero no hay que olvidar que, con la caída clero y de la enseñanza religiosa y la posibilidad de disol-
de la monarquía en 1931, accedieron al protagonismo po- ver las ordenes religiosas con votos especiales. Entre 1932
lítico las fuerzas que la restauración monárquica no supo y 1933 se disolvió la Compañía de Jesús y se confiscaron
integrar: socialistas, anarquistas, comunistas, republica- sus bienes, se implantó el divorcio, se anularon los presu-
nos y regionalistas, muchos de ellos con actitudes y sen- puestos del clero y del culto, y se prohibió a los religiosos
timientos anticlericales.
ejercer la enseñanza. A ello añadamos la incapacidad de
los gobiernos republicanos para controlar el orden públi-
31
R. Tamames, La España alternativa, Espasa-Calpe, Madrid
1993, 63.
32
C. Pereda, M, A. de Prada, Proyecto de análisis sociológico de la 33
R. Díaz Salazar, El capital simbólico, 36.
Iglesia española, e n AA.VV., Analizar la Iglesia, 80.

122
123
co, que se tradujo, entre otras cosas, en la quema de edifi- Esta situación de violencia y degradación social trajo
cios eclesiásticos y el asesinato de sacerdotes y religiosos. como consecuencia que la República fuera perdiendo el
Esta violencia contra el clero y los religiosos se pro- apoyo de importantes sectores sociales que poseían senti-
longaría durante la guerra civil. Valgan como datos explí- mientos religiosos. A este respecto, recordemos que el
citos los siguientes: «De julio a diciembre del 36 habían descrédito en que había caído la monarquía durante sus
sido asesinados 11 obispos y el administrador apostólico últimos años hizo que parte de la Iglesia y de un número
de Orihuela, Juan de Dios Ponce y Mozo; y que en once considerable de católicos moderados no manifestaran una
meses y medio fueron asesinados cerca de 6.832 entre sa- actitud hostil frente al régimen republicano. Además, el
cerdotes y religiosos» ". La explicación más racional de régimen contó con políticos católicos, la mayoría monár-
esta «devastación sacrofóbica» consiste en considerar a quicos desengañados 3*. Y esta situación de violencia anti-
este fenómeno como la expresión violenta de la animad- clerical también hace comprensible que el «levantamiento
versión de ciertos sectores sociales contra una institución militar de 1936», como reacción, consiga fácilmente el
religiosa que se había aliado y legitimaba la política y la apoyo de la jerarquía eclesiástica 37.
economía de los poderosos 35.
La Iglesia no fue conspiradora del levantamiento mi-
litar, pero, como puntualiza Feliciano Blázquez, también
34
es cierto que no ÍUG neutral, sino beligerante: «Legitimó la
F. Blázquez, La traición de los clérigos, nota 27, 25; cf. también
G. Hermet, Los católicos en la España franquista, II, 55-62; A. Monte-
sublevación, condenó a los de un bando y santificó a los
ro, Historia de la persecución religiosa en España (1936-1939), BAC,
Madrid 1961. Este último estudio arroja los siguientes datos: 4.184 sa-
cerdotes y seminaristas, 2.365 religiosos, y 283 religiosas entre 1936 y Por último recordemos también que la persecución religiosa no
1939. tuvo lugar sólo en la zona republicana, sino también en la «nacional».
35
Ahora bien, sin invalidar el peso de este argumento, los motines Allí se cebó contra los que no comulgaban con el «alzamiento»; espe-
iconoclastas es posible que pudieran tener otros motivos profundos, cialmente contra clérigos y laicos vascos. N o es fácil un cálculo exacto,
conscientes o inconscientes, que habrían dado a esta conducta violenta pero se piensa que hubo, entre 1936 y 1937, entre 14 y 17 ejecuciones
otro contenido simbólico; una significación cuya gramática no estaba a de sacerdotes y religiosos. La represión carcelaria fue mucho mayor
flor de piel, relacionada con la división de los sexos. El sacerdote y su durante la contienda civil, lo mismo que las ejecuciones tras la libera-
aparato ceremonial contaban con el colectivo femenino, y por medio de ción de las zonas «rojas». Entre 1937 y 1939 se habla de un millar de
él influían en la sociedad impidiendo el progreso con el que se identifi- ejecuciones en el País Vasco (cf. G. Hermet, Los católicos en la España
caba el varón. D e esta manera, la Iglesia aparecería como símbolo y ale- franquista, II, 113-116).
goría del poder femenino, frente a la pretendida hegemonía masculina, 36
He aquí algunos de los católicos relevantes en la «otra España»:
y la religión c o m o algo propio de mujeres. En la «matrifocalidad» del J. Bergamín y el grupo de la revista «Cruz y Raya», los militantes del
hogar español, la mujer controlaba la educación de los hijos y era leal a P N V y la U D C (Unión Democrática Cristiana), el presidente de la re-
lo tradicional frente al avance de la ciencia y de la conciencia revolu- pública don Niceto Alcalá Zamora, don M. Maura, ministro de la go-
cionaria. Y esta actitud y actividad era tutelada por el sacerdote. Quizá bernación, militantes de Acció Catalana, Osear Pérez Solís, secretario
esto explique el hecho de que el anticlericalismo de muchos intelectua- general del PCE, Andrés Ovejero, miembro del PSOE durante la II Re-
les rezume misoginia (Proudhon, Cabet, el pensamiento libertario es- pública, etc. (cf. R. Díaz Salazar, Iglesia, dictadura y democracia, nota
pañol, etc.), y q u e la violencia sacrofóbica estuviese también alimenta- 119,255).
da por una oposición y lucha contra esta distribución del poder entre 37
Cf. F. Lannon, Privilegio, persecución y profecía. La Iglesia cató-
los sexos (cf. M. Delgado, Las palabras de otro hombre. Anticlericalis-
lica en España (1875-1975), Alianza Universidad, Madrid 1990, 203-
mo y misoginia, Muchnik editores, S. A., Barcelona 1993).
234.

124 125
ciudades (septiembre de 1936), habló de la guerra como
del otro (...). N o supo desarrollar entonces un ministerio
«cruzada por la religión, por la patria y por la civiliza-
de reconciliación entre los españoles (...). En la parte su-
ción», e identificó los dos bandos con «las dos ciudades»
blevada se identificó de inmediato patriotismo y religión
de san Agustín 41. De esta manera volvía a aparecer el mi-
frente a los ateos y a los "sin-patria"» 3*. En este sentido
to de «las dos Españas» de don M. Menéndez y Pelayo;
es clave -en términos generales- la unilateralidad de los
visión maniquea que, como vimos, identificaba el ser es-
obispos españoles en sus cartas pastorales, que, de alguna
pañol con el ser católico y la «Anti-España» con el libe-
manera, significó la legitimación del alzamiento por parte
ralismo laico y el pensamiento de izquierda. Se irá produ-
de la Iglesia institucional 3'. Pensaban los obispos que la
ciendo, pues, una instrumentalización y trágica identifica-
victoria de los llamados «nacionales» sería una ocasión
ción de religión y política. Incluso coincidiendo la fase
para la recatolización y la superación del anticlericalismo bélica con el período litúrgico, se llega a interpretar la
de los años republicanos. guerra en clave cuaresmal: «La cuaresma guerrera» no es
El calificativo de «cruzada», que se utilizó para legiti- sino el castigo de la justicia divina 42. Idea también soste-
mar y validar la contienda iniciada por los sublevados, es nida por el primado de España, Isidro Goma y Tomás. En
bien explícito al respecto. Uno de los primeros en utili- su carta pastoral La cuaresma de España (febrero de 1937)
zarla (agosto de 1936) es el obispo de Santiago de Com- reivindica la recristianización de la sociedad y la confe-
postela, Tomás Muñiz, que concibe el enfrentamiento co- sionalidad del Estado 43.
mo una lucha por la fe de Cristo y por la libertad de los
pueblos. De este modo, la compenetración de la jerarquía Un dato que revela el grado de integración y colabo-
eclesiástica y el ejército «nacional» llevó a la considera- ración de la Iglesia con las fuerzas «nacionales» es la po-
ción de la contienda como «guerra santa». De esta forma, testad de los párrocos para expedir certificados de buena
el N C se fue conviniendo en un ingrediente fundamental conducta de cara a la depuración de los enemigos de iz-
de la rebelión militar con fines legitimadores, a la vez que quierda en las zonas republicanas que se iban reconquis-
una religión que se había quedado sin una satisfactoria es- tando.
tructura de plausibilidad iba a intentar recuperarla a tra- Un documento importante de cara a la opinión públi-
vés de la victoria militar. Y de esta manera, «nos encon- ca internacional fue la Carta colectiva de los obispos del 1
tramos ante u n a plena religiosización de un conflicto bé-
lico, originado por causas políticas y socioeconómicas» 40.
41
El futuro primado de España, Enrique Pía y Deniel, E. Pía y Deniel, Las dos ciudades: Boletín del obispado de Sala-
manca, 30 septiembre 1936, en A. Montero, Historia de la persecución
siendo aún obispo de Salamanca, en la pastoral Las dos religiosa en España, 688-708.
42
M. de Castro Alonso, Carta pastoral a la cuaresma de 1937 so-
38
F. Blázquez, Li traición de los clérigos, 13. bre las enseñanzas de los tiempos presentes: Boletín obispal de Burgos,
3 15 febrero 1937 (cf. A. Botti, Cielo y dinero, 92-93).
' Cf. A. Alvarez Bolado, El acompañamiento eclesial a la guerra 43
civil y al Estado emergente, en AA.VV., La Iglesia católica y la guerra I. Goma, La cuaresma de España. El sentido cristiano-español de
civil española. Cincuenta años después, Fundación Friedrich Ebert - la guerra: Boletín obispal de Toledo, 28 febrero 1937. Este prelado, que
Instituto Fe y Secularidad, Madrid 1990, 163-220. sucedió en la sede de Toledo al cardenal Vidal i Barraquer (abril 1936),
40 procuró la adhesión de la mayoría del episcopado a la «causa nacional».
R. Díaz Salazar, El capital simbólico, 40.

127
126
de julio de 1937, redactada por Isidro Goma y Tomás (y fricciones con el régimen franquista. Así, por ejemplo, la
perfeccionada en su estilo por el arzobispo de Madrid-Al- censura prohibió, a finales del verano de 1939, una pasto-
calá Eijo y Garay). En ella se resaltaba la lucha contra el ral del cardenal (Lecciones de la guerra y deberes de la
comunismo, para tranquilizar a la opinión pública y cla- paz), donde pedía perdón a los enemigos y solicitaba al
rificar la perplejidad de algunos intelectuales católicos ex- gobierno que se guiase por el bien común y la tranquili-
tranjeros 44. Se criticaba también a los católicos vascos dad pública 45.
aliados «antinaturales» de la República (PNV). Natural- La respuesta del general Franco a la legitimación reli-
mente, el hecho de que hubiese católicos en el bando con- giosa del «Alzamiento Nacional» fue desarrollar -como
trario atentaba contra la concepción de «cruzada» de la afirma Feliciano Blázquez- «una legislación inflacionista-
guerra, y el nacionalismo vasco también cuestionaba la mente católica»: formación religiosa en las escuelas; ins-
idea-mito de la hispanidad. pección en materia de enseñanza; censura de espectáculos,
La carta pastoral no fue firmada, a pesar de los es- de la información y de las obras literarias y artísticas en
fuerzos del cardenal Isidro Goma, por el cardenal arzo- general por parte de la Iglesia; amplias inversiones en se-
bispo de Tarragona, Vidal i Barraquer, que ya se encon- minarios y centros religiosos; exención del servicio mili-
traba en el exilio, concretamente en la cartuja de Lucca tar para clérigos, religiosos y seminaristas, y de impuestos
(Italia). Tampoco la firmó monseñor Mateo Múgica, exi- para las instituciones religiosas y para los legados y dona-
liado de su diócesis de Vitoria. De alguna manera, la acti- ciones hechos en su beneficio; establecimiento del 25 de
julio como fiesta nacional, reconociéndose a Santiago
tud de estos dos obispos frente al primado de Toledo es
apóstol como patrono de España (decreto de 21 de julio
una prueba de cómo los conflictos político-sociales pue-
de 1937); restablecimiento de la Compañía de Jesús (de-
den reflejarse y «atravesar» a la Iglesia institucional. Es-
creto de 3 de mayo de 1938); la protección oficial de la re-
pecialmente Vidal i Barraquer fue reconocedor de la legi-
timidad constitucional de la República, muy sensible pa-
ra la defensa de la libertad e independencia de la Iglesia 45
Próximo a su muerte, el cardenal Isidro Goma (finales de la pri-
frente al poder político, y del ciudadano y del creyente mavera de 1940) reconoció estar un tanto desengañado del régimen
para criticar las leyes injustas. Otras figuras que intenta- franquista, reconsiderando también la figura de Vidal i Barraquer en re-
ron ser reconciliadoras, frente al carácter beligerante de la lación con la famosa pastoral colectiva (cf. G. Hermet, Los católicos en
la España franquista, II, 167-168). Otra figura que resultó polémica pa-
mayoría del episcopado, fueron monseñor Marcelino ra el régimen del general Franco, aunque esta vez por motivos diferen-
Olaechea, arzobispo de Pamplona, que a pesar de ello tes, fue el cardenal Segura. Fue expulsado de España por el gobierno re-
protestó contra las matanzas perpetradas por los «nacio- publicano el 13 de junio de 1931, y destituido por Pío XI de la sede de
nales», y el obispo de Avila, monseñor Moro Briz. Inclu- Toledo en octubre del mismo año. Volvió a España en condición de ce-
sante, quedándose en el país vasco hasta que fue nombrado arzobispo
so el propio cardenal Isidro Goma no dejó de tener sus de Sevilla (13-9-1937), tras el fallecimiento del cardenal Ilundain. Este
prelado mantuvo siempre una actitud hostil contra el régimen de Fran-
co y los falangistas por su talante autoritario y ultraconservador en
cuestiones de moralidad pública, y por ser un monárquico que deseaba
44
Cf. Carta colectiva de los obispos españoles a los de todo el la vuelta del rey, y no la excesiva prolongación del dictador en el poder.
mundo con motivo de la guerra de España, Pamplona 1937, en Isidro Hasta su muerte (1957) fue el «aguafiestas del nacionalcatolicismo» (cf.
Goma, Por Dios y por España, R. Casulleras, Barcelona 1940, 560-590. G. Hermet, Los católicos en la España franquista, II, 124 y 169).

128 129
ligión católica, reconocida como religión del Estado en el co español (1939) del dominico Ignacio González y Me-
artículo 6 del Fuero del Trabajo (promulgado el 9 de mar- néndcz-Reigada se puede leer: «El caudillo es como la en-
zo de 1938); anulación del matrimonio civil, al adquirir carnación de la patria y tiene el poder recibido de Dios
esa eficacia el canónico (decreto de 12 de diciembre de para gobernarnos» 4*. Textos como éste significarán pasos
1938); concesión de franquicia postal a los obispos y vica- hacia una «sacralización legitimadora» del régimen de
rios capitulares (decreto de 1 de abril de 1939); deroga- Franco.
ción de la ley del divorcio (decreto de 13 de septiembre de
1939); y, en fin, el 2 de noviembre, se estableció el presu- El reconcimiento de pleno derecho del Estado Nacio-
puesto pare el clero (entonces la nada desdeñable cantidad nal tuvo lugar con las respectivas designaciones del nun-
de 54.600.000 ptas.) 4*. Evidentemente, los privilegios con- cio vaticano (Cayetano Cicognani) y el embajador espa-
cedidos a la Iglesia en España por esta época son más am- ñol en la Santa Sede (José Yanguas Mesía) en mayo y ju-
plios que en cualquier otro país europeo. También fue sig- nio de 1938. Y el espaldarazo definitivo al régimen del
nificativa la presencia de los clérigos en cargos del Estado, dictador vendría con la alocución de Pío XII, del 16 de
presencia que iba desde los nombramientos de capellanes abril de 1939, en la que exaltaba a la heroica España, que
del Frente de Juventudes y de los sindicatos, hasta los había salido en defensa de la fe, y esperaba que, con la
nombramientos de miembros del Consejo de Falange, del ayuda de Dios, volvería al «camino de su tradicional y ca-
Consejo del Reino, del Consejo de la Regencia, y de las tólica grandeza» 4'.
Cortes. Como afirma Víctor Pérez Díaz, el nuevo Estado
Desde luego esto no quiere decir, que, a lo largo de los
fue confesional «ad nauseam».
años, la Iglesia y el régimen franquista no tuvieran sus
De esta manera quedaba establecida «una sociedad de fricciones. V. Pérez Díaz las resume muy bien: «La Iglesia
seguros mutuos»: «La Iglesia respaldaba moralmente al hubo de soportar la absorción de las asociaciones agrarias
Estado y el Estado convertía a la Iglesia en una "Iglesia de católicas, las federaciones de estudiantes católicos y los
poder". Todo el aparato público estaba a disposición de la sindicatos católicos por el aparato falangista, como antes
institución eclesiástica». Volvía a florecer una situación de tuvo que aceptar la desaparición de los partidos políticos
«cristiandad», «donde el Estado era el Estado de la Iglesia católicos (...). Tuvo que esforzarse en proteger, en su mo-
y la Iglesia lo era del Estado» 47. En el Catecismo patrióti- mento, las ramas especializadas de Acción Católica. N u n -
ca quedó satisfecha con la regulación de la enseñanza uni-
versitaria y las limitaciones de facto al desarrollo y la ayu-
46
Con el sentido «cáustico» que le caracteriza, afirma Gustavo da a las universidades de la Iglesia» 50. U n tema especial-
Bueno: «En la España de Franco no se podía vivir sin Dios (...). N o po-
dían vivir sin D i o s , por supuesto, los sacerdotes (...) que vivían del al-
tar; ni tampoco podían vivir sin Dios los ateos declarados, a quienes se
les daba, si no la muerte física como en la Edad Media, sí la muerte ci-
vil; no podía vivir sinDios la práctica totalidad de la población que só- 48
Citado por F. Blázquez, o. c, 39.
lo a través de D i o s podía recibir el nombre, casarse o enterrar a sus
" AAS 31 (1939), citado por F. Blázquez, o. c, 45.
muertos» (G. Bueno, La influencia de la religión en la España demo- 50
crática, en AA.VV., La influencia de la religión en la sociedad española, V. Pérez Díaz, La primacía de la sociedad civil, Alianza Edito-
Libertarias/Prodhufi, Madrid 1994, 79). rial, Madrid 1993, 171. Para una visión más amplia de esta compleja
47
problemática, cf. G. Hermet, Los católicos en la España franquista, II,
E B l á z q u e z , La traición de los clérigos, 44 y 50. 100, 125-133, 178-180,229,245-247.

130 131
mente espinoso fue el de la renovación del concordato y «recatolización» de los jóvenes de la clase media se incul-
la cuestión de la presentación de los obispos. Para el go- caron actitudes de autocontrol, disciplina, heroísmo ascé-
bierno, tras el paréntesis de la II República, el concorda- tico; lo último en consonancia con una moral sexual que
to vigente era el de 1851, que contemplaba la catolicidad concebía la sexualidad exclusivamente al servicio de la
del Estado y el derecho real de designación de los obis- procreación, en el seno del matrimonio. Esta función mo-
pos. Pío XII deseaba que el Estado español renunciara a ralizadora convirtió a la Iglesia en un formidable aparato
este derecho, y que se negociara un nuevo concordato. de legitimación y control sociales.
N o obstante, el 7 de junio de 1941, se firmó un acuerdo Todo esto implicaba, evidentemente, una mirada mo-
entre la Santa Sede y el gobierno, en el que se mantenía la ral sobre el tejido social interesada, esto es, condicionada
presentación de los obispos, y se contemplaba el jura- por el lugar que la Iglesia ocupaba en el sistema social.
mento de fidelidad al Estado por parte de los nuevos obis- Una Iglesia tutelada y protegida por el poder político, co-
pos. También se establecía el compromiso del gobierno a mo contraposición se volvía sumisa, olvidando su genui-
negociar un nuevo concordato lo antes posible. na función evangelizadora-liberadora.
En contraste con esta situación de «Iglesia triunfante» Por estos años, la revista «Escorial», impulsada por
y aliada con el poder político, Vidal i Barraquer, «el car- Dionisio Ridruejo, Pedro Laín Entralgo y Antonio Tovar
denal de la paz», desde su exilio italiano, seguía siendo (antes de que se alejaran del Régimen, cosa que ocurrió en
contrario a esta religión e Iglesia politizados en el peor los años 50), iba dirigida al sector intelectual, y buscó la
sentido en que podían serlo. legitimación del levantamiento y del régimen franquistas
por parte de católicos y falangistas. En ella colaboraron
4. D e los a ñ o s 40 a los 70. Ramón Menéndez Pidal, Julio Caro Baroja, Xavier Zubi-
L a i d e o l o g í a del f r a n q u i s m o ri, Julián Marías, etc. La publicación quería ser instru-
mento del encuentro de la tradición con la modernidad,
La connivencia con el poder político se fue también
con la finalidad de cristianizar el capitalismo y la técnica,
reflejando en el condicionamiento social del discurso éti-
y evitar así la deshumanización que se nos venía encima.
co-teológico. E s cierto que a la Iglesia se le concedió la
Junto a esta revista, un auténtico «laboratorio ideológico
potestad del magisterio moral, pero quedó recortado y re-
del Estado franquista» fue el Instituto de Estudios Políti-
ducido por una sensibilidad propia de un moralismo «Vic-
toriano» y burgués, protector de las buenas y castas cos- cos (1939), y su revista (1941). El Instituto ayudó a des-
tumbres. C o m o nos recuerda Feliciano Blázquez: «Paté- marcar la ideología oficial del régimen de las concepcio-
tico resulta h o y repasar los boletines eclesiásticos de los nes totalitarias, para hacerlo más «presentable», tras la II
años cuarenta y cincuenta. Los obispos españoles se mos- Guerra Mundial. En su publicación vuelven a brillar los
traron fecundísimos en ofrecer textos sobre cines, bailes, ideales del N C y del concepto de hispanidad. Tarea esta
playas, modas, pero ni una palabra sobre el "estraperlo", última a la que también ayudó el ilustre filósofo don Ma-
gran escándalo déla época, ni sobre derechos humanos, o nuel García Morente ". Vale la pena recordar aquí sus tex-
sobre la tolerancia y respeto a las ideas ajenas» 5I. En la
52
51 M. García Morente, formado en la escuela neokantiana, fue fi-
F. Blázquez, Ldtraiáón de los clérigos, 80.

133
132
tos Ideas de la hispanidad, e Ideas para una filosofía de la que es la nación española, el modo de ser hombre propio
historia de España. Identificado con las concepciones po- de nuestra nación. Y con ello está vinculado el concepto
lítico-religiosas del más puro tradicionalismo, y animado de hispanidad, cuya definición será objeto de su filosofía
por un misticismo teológico, arremete contra los intentos de la historia de España M. Siguiendo la tradición ya mar-
de racionalización sistemática de las filosofías de la histo- cada par Zacarías de Vizcarra y Ramiro de Maeztu, nos
ria modernas, que son «filosofía de la historia sin Dios». dirá que, en sentido concreto, hispanidad alude al «con-
La realidad histórica, como la realidad personal, es libre. junto de los pueblos o naciones que han brotado de la
Su tratamiento deberá ser, pues, biográfico. Así se podrá raíz española (...). Hablan español, piensan en español,
estudiar la vida de un pueblo. Morente afirmará que en la sienten a la española; son católicos (...). Estas naciones
vida humana hay una «unidad fundamental, que imprime hispánicas (...) forman, juntamente con la madre España,
al conjunto carácter y estilo personal. Mas esa unidad (...) una singularísima colectividad». Y, en sentido abstracto,
es la profunda, auténtica y verdadera persona». Y «la filo- hispanidad es «ese vínculo impalpable, invisible, inmate-
sofía de la historia de una vida será, pues, precisamente la rial, intemporal, que reúne de modo tan singular a todas
definición de esa vida, la captación -en la unidad del con- las naciones hispánicas sobre la tierra, ese vínculo pura-
cepto y del símbolo— de lo que se ofrece, disperso y dilui- mente espiritual». La hispanidad, más profunda que la
do a lo largo del tiempo, en el despliegue de la melodía vi- lengua, las instituciones o la tradición -dirá Morente- «es
tal». Ahora bien, en la medida en que la nación es una aquello por cual lo español es español. Es la esencia de lo
«quasi-persona», la filosofía de la historia de la misma español». Ahora bien, «en el hombre hispánico la religión
consistirá en «reducir a la unidad de una definición y sim- no es una dimensión de la vida, sino la aspiración más
bolización esencial todo lo que en el seno del alma nacio- profunda del alma». Hispanidad en este sentido es «como
nal ha vivido, vive y seguirá viviendo» ". España es una una misión, como una vocación religiosa (...). En cierto
«unidad espiritual», y una «unidad de vida»; una perso- modo, el pueblo español se considera a sí mismo (...) co-
nalidad colectiva en la que destaca una meta, una empre- mo pueblo, no diré elegido, pero sí especialmente llama-
sa. Meta o empresa que se irá decantando, y estará a la ba- do por Dios a la vocación religiosa de conquistar la gloria
se de las diversas tareas de los distintos períodos históri- para sí y para los demás hombres» ". La unidad gloriosa es
cos. Todo ello nos ayudará a definir esa «quasi-persona»

54
En el texto que comentamos, el autor divide la historia de Espa-
gura destacable del medio universitario liberal y republicano. Catedrá- ña en cuatro períodos: 1) De los últimos decenios del imperio romano
tico de ética de la Universidad Complutense (1912), y decano de la Fa- a la invasión árabe, en el que la aportación para la formación de las na-
cultad de filosofía (1931). En la época final de su vida dio un giro hacia ciones se debe a la monarquía visigoda y al cristianismo (3 ó 4 siglos);
el tomismo, y protagonizó una conversión que le llevó al sacerdocio 2) De la invasión árabe al año 1942, en que tiene lugar la formación de
(1940); a partir de entonces, se convirtió en el «cantor del catolicismo nuestra nacionalidad católica (7 siglos); 3) Alrededor de dos siglos mar-
de reconquista de la posguerra civil» (G. Hermet, Los católicos en la Es- cados por la expansión de la hispanidad, pues España asume la misión
paña franquista, I, 97). de catolizar el mundo; 4) Desde la mitad del siglo XVII, España se ais-
53
M. García Morente, Ideas para una filosofía de la historia de Es- la para no contaminarse de la modernidad racionalista y paganizante.
paña (Discurso correspondiente a la apertura del curso académico En los dos siglos siguientes habrá minorías intelectuales que pretenden
1942-1943), Universidad Central de Madrid, Imprenta gráfica univer- la europeización de España, y gobernantes que intentan desviar a Es-
sal, Madrid 1942,26-28. paña de su vocación fundamental.

134 135
precisamente el lazo entre los pueblos hispánicos. Como camino de la santidad como la aceptación y desarrollo del
vemos, todo un discurso de análisis histórico, de filosofía papel profesional, familiar, etc., que a cada uno le ha toca-
política y de exaltación espiritual, que sirve para reivindi- do vivir. Lógicamente, este tipo de espiritualidad puede
car a la España premodema frente a la modernidad euro- alumbrar una concepción religiosa proclive a legitimar el
pea liberal, racionalista y secular. «desorden institucionalizado»: «La santificación del tra-
bajo que tiene como fundamento es, entonces, la santifi-
O t r o portador del N C fue y sigue siendo el Instituto
cación de la división capitalista del trabajo: obvio que re-
Secular del Opus Dei, cuyo título oficial es «Sociedad Sa-
sulte una especie de equivalente weberiano de la ética cal-
cerdotal de la Santa Cruz». Su fecha de fundación, más
vinista del capitalismo» ". A nivel teórico, el Opus Dei no
allá de la polémica sobre sus orígenes, fue el 2 de octubre
formula ningún programa político, e incluso reconoce la
de 1928. Pero su proselitismo está sobre todo documen-
separación de la religión de la política; pero esto no quita
tado a partir de los años 40. Organización intermedia en-
la proyección política y social en la práctica 5S. Es más, su
tre la orden religiosa y la asociación de laicos, que en la
concepción desidcologizada de la política, como una sim-
actualidad depende directamente de la Santa Sede, esca-
ple técnica, le permite una cómoda inmersión en las clases
pando al control tutelar del episcopado nacional por ha-
y grupos dominantes del régimen franquista (burguesía
ber conseguido la condición de prelatura personal 5 \ Nos
media y alta, el mundo financiero e industrial, profesiones
interesa recordar aquí, más allá de la historia interna de la
liberales y el mundo universitario), convirtiéndose en un
Obra, su proyección religioso-política. Los motivos de
importante grupo de presión... Todo ello al margen tam-
esta organización son los mismos con los que, de alguna
bién de realizar una labor pastoral en el sector débil de la
manera, se identificaron la A C N P y la Compañía de Je-
sociedad. Los políticos del Opus Dei tuvieron, como lue-
sús: procurar formar católicos que pudieran tener un pro-
go veremos, un papel especialmente relevante en el llama-
tagonismo en la vida política y en las esferas del poder y
do período «tecnocrático» del régimen franquista.
del mundo intelectual. La organización es autoritaria, pa-
ternalista, jerarquizada (numerarios, supernumerarios, La segunda mitad de la década de los 40 resultó un
agregados y cooperadores), divulgadora de una espiritua- momento tremendamente difícil para el régimen del ge-
lidad tradicional con notas de pietismo, puritanismo, y neral Franco. Y es que, tras el final de la contienda civil,
una concepción individualista de la santidad. España conoció un período de tres lustros de miserias,
privaciones, y desprestigio y aislamiento internacionales.
La espiritualidad del Opus Dei va al encuentro de un
El triunfo de los Aliados sobre Alemania, Italia y Japón
mundo que, en principio, acepta tal cual es, y concibe el
colocó a España en una situación internacional precaria.
En la Conferencia de Postdam (1945), EE.UU., la URSS,
y el Reino Unido no apoyaron la solicitud de nuestro
55
M. García Morente, Ideaspara una filosofía de la historia de Es- país para entrar en la O N U ; y en enero de 1946, EE.UU.,
paña, 44, 45-46, 81-82; cf. también M. García Morente, Idea de la his-
panidad, Espasa-Calpt, Madrid 1939.
56 57
Cf. A. Fuenmaj'or, V. Gómez-Iglesias, J. L. Illanes, El itinerario A. Botti, Cielo y dinero, 116.
58
jurídico del Opus Dei. Historia y defensa de un carisma, Eunsa, Pam- Cf. A . Moneada, La zozobra del milenio, Espasa-Calpe, Madrid
plona 1989. 1995, 149; R. Díaz Salazar, Iglesia, dictadura y democracia, 126-127.

136 137
el Reino Unido y Francia firmaron una nota oficial en la tural y reivindicaban una mayor justicia social. En 1945
que rechazaban la legitimidad del gobierno español. La también se difundiría la pastoral conjunta de carácter so-
declaración fue reafirmada oficialmente en la O N U (di- cial de los obispos de Andalucía Oriental, en la que se re-
ciembre 1946), con la recomendación a todos los países de clamaba el derecho al trabajo, la igualdad de salarios para
que retirasen a sus embajadores. El aislamiento interna- ambos sexos, la existencia de sindicatos confesionales in-
cional también alcanzó el bloqueo económico, no llegan- dependientes, y de asociaciones obreras y patronales se-
do a España el Plan Marshall (1948) de ayuda para la re- paradas, y en contra, por tanto, de la estructura corpora-
construcción, que benefició a otros países europeos. La tivista del sindicalismo oficial.
única excepción en este aislamiento fueron Portugal, gra- Curiosamente, la propia evolución de la situación po-
cias al Pacto Ibérico de 1942, y las importaciones de pe- lítica internacional, con la consolidación de la «guerra
tróleo de Argentina, gracias a las buenas relaciones de fría» y la política de bloques (1947), acabaría benefician-
Franco con el general Perón (1948). do al régimen franquista. Franco supo, hábilmente, desta-
El cardenal E. Pía y Deniel, ya nombrado primado de car el carácter anticomunista y católico de su régimen po-
España, saldrá en defensa del régimen en una carta pasto- lítico. Junto a ello se dio la circunstancia de que EE.UU.,
ral en mayo de 1945, en la que destacaba la neutralidad de a partir de 1948, en el contexto de esa política de bloques,
España en la Segunda Guerra Mundial ". Es cierto que en buscó aliados en.su política anticomunista, y se fijó en Es-
esta pastoral, como en otra posterior (28-8-1947), tam- paña por su alto valor geoestratégico. Aprovechando esta
bién recomendaba el prelado la adaptación a las nuevas coyuntura, los políticos democristianos y de la Acción
circunstancias, y que en definitiva el Caudillo debería ha- Católica (Martín Artajo, Fernández Ladreda, Ruiz Gimé-
nez) intentaron «lavarle la cara» al régimen con el fin de
cer desembocar la situación actual en una monarquía re-
conseguir conquistas políticas y diplomáticas. Conquistas
presentativa. D e modo más inmediato, el arzobispo de
que, poco a poco, fueron llegando, y que fueron pasos de-
Toledo sugería que las Cortes tuviesen un papel legislati-
cisivos hacia el desbloqueo internacional: suspensión de
vo y no meramente consultivo, y cierta libertad de pren-
las sanciones exteriores por parte de la O N U (1950); res-
sa. Pía y Deniel también apoyó los movimientos apostó-
tablecimiento de relaciones diplomáticas con EE.UU.
licos obreros. Por ésta y otras razones, el «cardenal del ré-
(1951); ingreso en la F A O (1951); en la U N E S C O (1952);
gimen» no dejó de tener ciertos roces y tensiones con el
acuerdos bilaterales con EE.UU. (1953); concordato con
poder franquista.
la Santa Sede (1953)60; admisión en la O C D E (1959); y, en
Otras voces discrepantes también se alzaron en esta fin, visita a España del general Eisenhower (1959).
primera mitad de la década de los 40. Dignas de reseñar
son las pastorales sociales de monseñor Pildain, obispo de 60
En la firma del concordato (25-3-1953) pesó más la política an-
Las Palmas (1943), y monseñor García Castro, obispo de ticomunista del Vaticano que las reticencias que mantenía la Santa Sede
Calahorra (1944), en las que denunciaban el paro estruc- sobre la ideología político-religiosa de la dictadura española y las fric-
ciones existentes entre cierto sector del episcopado español y el gobier-
no. El concordato contempla la confesionalidad del Estado, el efecto
pleno del matrimonio católico, la protección económica de la Iglesia
5
' E. Pía y Denitl, Conducta de España en la guerra y en la paz: p o r parte del Estado, garantías para la enseñanza religiosa, exención del
Ecclesia, n. 200 (1945), citada en A. Botti, Cielo y dinero, 122.

139
138
Con el declinar de los años 50, se inicia lo que se ha en el N C . El bienestar económico traerá la apatía ideoló-
llamado «el período tecnocrático». Período que algunos gica, adobada con tintes de pragmatismo político. Y es
estudiosos del tema consideran que se inició con el quin- que se piensa que el desarrollo económico tiene una fuer-
to gobierno de la dictadura (del 5-2-1957 al 10-7-1962), za integradora por encima de las creencias y desavenen-
en el que ya aparecen dos miembros del Opus Dei, Al- cias políticas. Sólo bastará con unos principios básicos de
berto Ullastres y Navarro Rubio ocupando, respectiva- alcance nacional que sirvan pare reivindicar el liderazgo
mente, la cartera de comercio y la de hacienda. Este pe- del general Franco y su dictadura, ahora tecnocrática. En
fin, las grandes ideologías se desdibujan y evolucionan
ríodo tecnocrático se consolidaría con el reajuste ministe-
hacia un acercamiento recíproco, lo que significa que es-
rial del 7 de julio de 1965, que dio amplia presencia a los
tamos en el crepúsculo de las ideologías; o dicho de otra
tecnócratas católicos. En el nuevo giro de la política espa-
manera: el desarrollo político identificado con el econó-
ñola tuvo un papel destacable un miembro del Opus Dei,
mico traerá «el fin de las ideologías» ''. Lo que ahora de-
Laureano López Rodó (secretario general técnico de la
be primar es una racionalización eficaz de la administra-
presidencia del Gobierno y brazo derecho del Almirante
ción y de la gestión económica. En definitiva de lo que se
Carrero Blanco, otro miembro del Instituto Secular). Los
trató fue de adaptar el catolicismo contrarrevolucionario
miembros del Opus Dei desplazaron a los hombres de
al nuevo contexto técnico, económico y sociopolítico de
Acción Católica, como antes éstos habían desplazado a
la sociedad industrial, o, como dice Alfonso Botti, soldar
los falangistas. la ética tradicional con la razón instrumental del capitalis-
La política económica tomó un nuevo rumbo con el mo. A ello coadyuvó el ya mencionado Laureano López
plan de estabilización de julio de 1959, y con los tres pla- Rodó con su tecnocratismo desarrollista, y Rafael Calvo
nes de desarrollo (1964-67, 67-72 y 72-75). Los tecnócra- Serer con una especie de tradicionalismo actualizado que
tas dieron más prioridad al desarrollo económico que a la espiritualizaba el mundo técnico a base del humanismo
posible apertura política. Se insiste en la distinción entre cristiano ''2.
el liberalismo económico y el político; algo ya tradicional
El desarrollo económico e industrial se veía propicia-
do por la apertura a los capitales extranjeros. En 1957, Es-
servicio militar para los clérigos, la soberanía espiritual e independen-
cia de la Iglesia como «sociedad perfecta» y su capacidad patrimonial.
Pero como contraprestación, también se conservaba el derecho de pre- " Cf. G. Fernández de la Mora, El fin de las ideologías, Rialp, Ma-
sentación de los obispos por parte del Jefe del Estado. Con el concor- drid 1965.
dato, la Iglesia, pues, seguía manteniendo su función legitimadora so- 1,2
Calvo Serer posteriormente evolucionaría hacia un liberalismo
bre el régimen político de Franco. Tras la firma del concordato, le fue
democrático y pluripartidista al servicio de una monarquía, que segui-
concedida a Franco la máxima distinción vaticana: la Orden Suprema
ría viendo en el catolicismo un elemento fundamental de cohesión. Es-
de Cristo (diciembre 1953), y fue investido doctor «honoris causa» por
te planteamiento le llevaría a la oposición al régimen franquista. Diga-
la Universidad Pontificia de Salamanca (mayo 1954) (cf. G. Hermet, II,
mos, por último, que la presencia de los tecnócratas comenzó a cono-
o. c, 197, 234, 239-240; C. Pereda, M. Á. de Prada, Proyecto de análisis
cer su declive con el gobierno del 11 de junio de 1973, que llevará a la
sociológico de la Iglesia española, en AA.VV., Analizar la Iglesia, 83; R.
vicepresidencia del gobierno al falangista Torcuato Fernández Miranda.
Díaz Salazar, Iglesia, dictadura y democracia, 118-119; G. Puente Ojea,
Y su quiebra final vendrá con el asesinato de Carrero Blanco el 20 de
Del confesionalismo al criptoconfesionalismo, en AA.VV., La influencia
diciembre de 1973.
de la religión en la sociedad española, 96-97.

141
140
5. La o p o s i c i ó n al régimen
paña era admitida en el Fondo Monetario Internacional
y la transición a la democracia
para la Reconstrucción y el Desarrollo (BIRD). Otros
dos factores favorecedores fueron el turismo y la emigra- Hay que reconocer, no obstante, que la oposición al
ción de mano de obra. Podemos decir que la década de los régimen en el ámbito intelectual católico se inició antes,
60 fue la del «milagro español». Un milagro que no deja- en la misma década de los años 50. Son intelectuales que
ba de tener también su lado criticable. Así, los buenos ne- evolucionaron desde posiciones conservadoras (falange,
gocios no dejaban de basarse en los salarios todavía bajos, tradicionalismo o nacionalcatolicismo) a planteamientos
en un sindicato controlado y obediente, en concesiones más liberales de la política. Así, José Luis López Arangu-
privilegiadas desde la administración, en ventajas fiscales ren, Pedro Laín Entralgo y Joaquín Ruiz Giménez pasa-
y subvenciones a fondo perdido. Y el I N I era un ente pú-
ron a defender posiciones demócratacristianas, posición
blico que canalizaba los recursos del Estado hacia los ne-
que ya anteriormente habían defendido José Bergamín y
gocios particulares *3.
la revista «Cruz y Raya» (abril 1933-julio 1936), y el ex-
A pesar de todo, la integración de la economía espa- falangista Dionisio Ridruejo evolucionó hacia plantea-
ñola en la economía capitalista internacional produjo un mientos propios de un socialismo moderado, llegando a
auge económico y la sucesiva conquista de mejoras socia- fundar «Acción Democrática» (1956), grupo de carácter
les. Pero todo ello va a traer consecuencias políticas im- socialdemócrata. Otra figura de la corriente demócrata-
previstas por el poder. El desarrollo del sector terciario y cristiana, M. Giménez Fernández, fundó en 1956 la
la industrialización-urbanización, tradicionales portado- Unión Demócrata Cristiana (UDC), que luego acabaría
res de la secularización, van a alumbrar una sociedad con denominándose Izquierda Demócrata Cristiana (IDC).
nuevas inquietudes y necesidades políticas y de organiza- Revolucionarios católicos (Julio Cerón, I. Fernández de
ción, que hace que el régimen de Franco comience a ma- Castro, Alfonso Comín y J. R. Recalde) crearon el FLP
nifestar sus primeros síntomas de desajuste. Hay una mi- (1956-1957), grupo que se identificaba con un marxismo
noría obrera concienciada e intelectuales que comienzan a
no dogmático, a la izquierda del PCE. Todo este abiga-
denunciar las contradicciones entre el desarrollo socioe-
rrado fenómeno de militancia y oposición al régimen sig-
conómico y el inmovihsmo político. La oposición co-
nificó que sectores católicos sintonizaran con ideales de-
mienza a movilizarse y a cobrar formas hasta ahora no
mocráticos, e incluso socialistas, y alimentaran las reivin-
vistas, que tendrán un hito, en la década siguiente, con el
dicaciones aperturistas. Planteamiento crítico y progre-
asesinato por parte de ETA del almirante Carrero Blanco
(1973). La desaparición de este militar-político significó la sista con el que también tuvieron que ver eclesiásticos co-
eliminación de u n grave obstáculo para la posibilidad de mo el P. José M. Llanos e instituciones como el Instituto
un cambio político tras la muerte del dictador. Social León XIII (1951), la revista de espiritualidad de
Enrique Miret Magdalena (1953), y la cátedra Pío XII de
la Universidad. En la segunda mitad de los años 60 cobra
especial relieve el sector avanzado de la democracia cris-
63
tiana representado por J. Ruiz Giménez y el equipo de la
Cf. P. Castellano, Yo sime acuerdo, Temas de hoy, Madrid 1994,
Revista «Cuadernos para el Diálogo» (1963). En esta re-
83-86.

142 143
vista expresaron su oposición al régimen franquista ele- Especialmente relevante fue el protagonismo en la
mentos significativos de la democracia cristiana y de dis- oposición de la J O C y la H O A C en los años 50 y 60 (de-
tintas formaciones socialistas y comunistas M. claraciones críticas, animación de jornadas de huelgas...).
Por este motivo, la jerarquía eclesiástica, presionada por
Pero en estos años no solamente se mueve el sector in-
el gobierno, destituyó en 1957 a G. Rovirosa (presidente
telectual. En la segunda mitad de los años 50 se publican
de la H O A C ) , y en 1963 a Tomás Malagón (consiliario
una serie de estudios-encuestas que testimonian la lejanía
nacional de la H O A C ) , y el movimiento aperturista de
de la clase trabajadora de la Iglesia y las prácticas religio-
Acción Católica acabó por ser controlado por obispos
sas ''5. Estas prospecciones eran reflejo, por parte de orga-
conservadores como monseñor Morcillo y monseñor
nizaciones confesionales con vocación evangelizadora, de
Guerra Campos, que en 1966 destituyeron a sus dirigen-
una inquietud por el mundo obrero y las cuestiones so-
tes y consiliarios. También fue clausurada la revista «Sig-
ciales. Se iba tomando conciencia de que el intento de re-
no». Este desmantelamiento se culmina con el nombra-
catolización «desde arriba» no tenía efectos positivos de
miento, en 1969, de una comisión de apostolado seglar,
cara a los «derrotados de la guerra civil».
configurada principalmente por obispos conservadores y
En 1946 recibió la Acción Católica su estatuto del presidida por monseñor Abilio del Campo, obispo de Ca-
episcopado. A partir de entonces nace la Hermandad de lahorra '*. A finales de los sesenta y principios de los se-
Obreros de Acción Católica ( H O A C ) (1946); la Juventud tenta, la J O C y la H O A C , como únicos movimientos ac-
Obrera a partir de grupos surgidos en el País Vasco, Bar- tivos de la Acción Católica, se verán disminuidos en su
celona y Madrid, que en sus novenas jornadas, celebradas protagonismo por la competencia de los sindicatos clan-
en Madrid (1956), adoptará el nombre de Juventud Obre- destinos y las comisiones obreras.
ra Católica (JOC); la Juventud Universitaria Masculina y
Pero mientras tanto había tenido lugar el I Congreso
Femenina (JUMAC y JUFAC); el Movimiento de Apos-
Nacional de la J O C (1-7-1960), en el que nació la Unión
tolado Rural, etc. El movimiento obrero, que se desarro-
Sindical Obrera (USO) como forma de lucha contra el
lló en la década de los 60, tuvo dirigentes que provenían
sindicalismo vertical de la dictadura y que acabaría unién-
de estos ambientes y organizaciones religiosas, que ya es-
dose, en vísperas de la transición democrática, a la UGT;
tuvieron presentes en las huelgas de los años 50 en Cata-
y un grupo de la H O A C se aglutinó en torno a la edito-
luña y en el País Vasco.
rial ZYX, creada por Teófilo Pérez Rey, de inspiración
anarco-cristiana. En fin, entre 1956 y 1958 aparecieron las
primeras organizaciones juveniles de oposición política ''7.
64
Curiosamente li revista la haría desaparecer con la transición a
la democracia... « L a difisión informática del Sr. González, los Sres. Ri-
vera, Sarasola y Zayasque unieron el hundimiento de la revista al de to- "' Este giro conservador se reflejó en una disminución de la mili-
dos los demás m e d i o s Je comunicación que, o bien creó la Ejecutiva so- tancia en la Acción Católica, que pasó «de un millón y medio de afilia-
cialista, o bien en favorabilísimas condiciones se adjudicó tras la liqui- dos a principios de los sesenta a una organización estancada de unos
dación-desamortización de la llamada Prensa del Movimiento» (P. Cas- cien mil afiliados en 1972» (V. Pérez Díaz, La primacía de la sociedad
tellano, o. c, 141). civil, 204).
65 67
Duocastella (1955); H O A C (1958); Mundo Obrero (1958). ASU: Asociación Socialista Universitaria; U D E : Unión D e m o -

144 145
En 1959 se fundó la rama catalana del FLP, uno de cuyos
A partir de los años 50 también se desarrollan las pro-
fundadores fue el ya citado Alfonso Comín, que luego
testas del clero vasco y catalán contra el régimen fran-
encabezaría el Movimiento de cristianos por el socialismo
quista. Así, por ejemplo, la carta colectiva, firmada por
(1953) '*. Este movimiento significó, de modo especial,
339 sacerdotes vascos, al arzobispo de Pamplona, y a los
que ya se podía ser católico, antifranquista y de izquier-
obispos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria (30-5-1960).
das. Esta sintonía entre pensamiento cristiano y socialis-
En dicho texto se denunciaba la falta de libertades, la tor-
mo también fue protagonizada por colaboradores de la
tura policial, y se acusaba al mismo Franco y a su sistema
revista «El Ciervo». Lanzada en 1951 por la ACNP, se li-
político. También fue notable la misiva de los sacerdotes
beró de su tutela, y entre 1955-1957 se convirtió en un ór-
de la unión misional del clero de la archidiócesis de Ta-
gano representativo de la joven inteligcntsia católica. Des-
rragona al nuncio. El factor religioso, sintonizando con
taca en ella la colaboración de Alfonso Comín, Juan Lo-
los valores nacionalistas de defensa de la lengua vernácu-
renzo Gomis, José M. Llanos, José M. Diez Alegría, etc.
la en la Iglesia, convirtió a los santuarios de Aránzazu y
La publicación evolucionó con la radicalización de los
de Montserrat en símbolos religioso-nacionalistas. El
sindicatos progresistas de Acción Católica, llegando en
abad de Montserrat, monseñor Escarré y la revista de di-
1966 a romper con la jerarquía, acusándola de no ser fiel
cho monasterio «Scrra d'Or» protagonizaron una signifi-
al espíritu del Concilio 6*.
cativa oposición catalana frente al régimen. Entre 1962 y
1963 tuvieron lugar unos «affaires» muy desagradables.
crática de Estudiantes; FLP: Frente de Liberación Popular de Julio Ce-
El cardenal Montini (futuro Pablo VI) solicitó la clemen-
rón, anteriormente citado.
M
Cf. A. Fierro, R. Mate, Cristianos por el socialismo, Verbo Divi-
cia para los anarquistas condenados a muerte, Conill y
no, Estella 1977. Mur. Con este motivo, el abad Escarré publicó unas de-
" Históricamente ha habido en España una controversia entre el claraciones en el periódico Francés «Le Monde» (13-11-
cristianismo y la izquierda. Hasta el X Congreso del PSOE (Toulouse, 1963) en las que denunciaba al régimen de Franco que,
agosto 1967), no aparece una declaración que abra la posibilidad de un aunque oficialmente era cristiano, no obedecía a los prin-
encuentro entre socialismo y cristianismo. En su declaración final, tras
reconocer el carácter laico del socialismo como doctrina, reconoce que cipios básicos del evangelio. La crítica y la protesta se ex-
no es antirreligioso y que no tiene por qué implicar contradicción con tenderán poco a poco a otras zonas del país, animadas por
la religión: «Socialismo y cristianismo, en tanto que religión del amor los movimientos del apostolado obrero y los intelectua-
al prójimo, son absolutamente conciliables. N o puede ni debe haber les. Así, en septiembre de 1966, los sacerdotes jóvenes de
conflictos entre el socialismo democrático, que aspire a la total dignifi-
cación del h o m b r e , y la Iglesia, sobre todo la Iglesia postconciliar» (ci-
tado por R. Díaz Salazar, El capital simbólico, 78). Se citó en tres oca-
siones la Populorum frogressio de Pablo VI, y se elogiaron las figuras Pero quizá haya sido el PCE el partido que con mayor interés ha-
de Juan XXIII, d e Pablo VI y el Concilio Vaticano II. N o olvidemos ya planteado la cuestión de la militancia cristiana en sus filas. «Entre fe-
que la Pacem in terrisQuan XXIII) significó el desbloqueo para el diá- brero de 1975 y septiembre de 1976, el PCE, el PC de Euskadi y el
logo entre cristianos y marxistas, al reconocer el papa que podía haber P S U C emitieron tres declaraciones programáticas tituladas "La mili-
elementos dignos d e tener en cuenta en el socialismo y en el comunis- tancia de cristianos en el partido". En dichas declaraciones, el PCE afir-
mo, allende las cuestiones filosóficas. A nivel internacional, los encuen- maba la superación de la doctrina de Lenin sobre estos temas y expre-
tros entre cristianos ymarxistas fueron en: Salzburgo (Austria) el 29-5- saba su opción de admitir a los cristianos con su fe, indicando que la fe
1965; en Chiemsee (Alemania) el 28-5-1966; y en Marienbad (Checos- cristiana ejercía en muchas ocasiones una función liberadora, y que en
lovaquia) el 27-4-1 967. la futura sociedad socialista un cristianismo no alienante tendría un lu-
gar destacado» (R. Díaz Salazar, El capital simbólico, 83).

146
147
la llamada «Operación Moisés» redactaron un documen- tructura política. Ambos presupuestos cuestionaban gra-
to (según algunos firmado por unos 4.000 clérigos) sobre vemente las hasta ahora vigentes relaciones entre el Esta-
el «aggiornamento» de la Iglesia, donde se denunciaba la do Español y la Iglesia. Junto a ello también se proclama-
excesiva docilidad de los obispos frente al Estado y las al- ba la «Iglesia de los pobres y del servicio», ideal que cho-
tas esferas económicas y sociales. Dicho documento fue caba frontalmente con la «Iglesia del poder». Precisamen-
enviado al papa y a la Conferencia episcopal. La Opera- te el sector eclesiástico que sintonizó con el ideal conciliar
ción Moisés fue finalmente descubierta y desmantelada se convertirá en el fermento crítico fundamental frente al
por la policía. El 1 de mayo de 1967, los sacerdotes de 15 sistema establecido.
parroquias de Vallecas denunciaron en un mensaje con-
junto la estructura de la sociedad española, etc. Figuras El sindicato de C C O O tuvo su origen en unas comi-
comprometidas en este movimiento de protesta son, entre siones que los obreros creaban de manera transitoria para
otros, el canónigo de Málaga José M. González Ruiz, el la resolución de problemas puntuales, al margen del siste-
jesuita José M. Llanos, y Mariano Gamo, párroco de Mo- ma sindical oficial. Y «parece ser que este nombre fue uti-
ratalaz. A partir de 1967, la detención e inculpación de sa- lizado por primera vez en 1956 en un conflicto laboral en
cerdotes será cosa frecuente, lo que llevará a la apertura de la mina asturiana "La Camocha". A partir de 1962 surgen
la prisión concordataria de Zamora. con fuerza en Vizcaya y entre 1964 y 1966 se extienden a
Madrid y Barcelona». Más concretamente, «las Comisio-
A este despertar a una conciencia crítica ayudaron, nes Obreras de Barcelona nacieron en noviembre de 1964
cómo no, en estos años, una serie de documentos impor- en una asamblea celebrada en la parroquia barcelonesa de
tantes, como las encíclicas de Juan XXIII, y sobre todo el S. Medir» ". En su acto fundacional participaron sacerdo-
gran acontecimiento eclesial del Concilio Vaticano II 70. tes y militantes de la H O A C y de la J O C . Y en sus pri-
En el terreno económico, el Concilio mantuvo la tradi- meros años de andadura la presencia de militantes católi-
cional postura de aceptar un capitalismo reformado, que cos es notable, sobre todo en Madrid y en el País Vasco.
practicará una economía mixta; en el plano cultural acep-
tó los valores modernos de la democracia, la tolerancia y En estos años también se recrudecen las huelgas y ma-
la libertad, y también asumió valores de la Ilustración co- nifestaciones estudiantiles, que alcanzarían un momento
mo la razón y la ciencia, esta última siempre que estuvie- crítico con la expulsión de sus cátedras de los profesores
se al servicio del hombre, y abrió el diálogo con la filoso- J. L. López Aranguren, E. Tierno Galván y A. García
fía moderna. Todo esto supuso ya una sorpresa para el Calvo (agosto 1965).
episcopado español; pero lo que resultó una gran conmo-
En este ambiente caldeado por tensiones sociales y
ción para dicho episcopado, y un gran reto para el régi-
políticas nos llegó la Declaración sobre la libertad religio-
men de Franco, fue el principio de la libertad religiosa, y
sa del Concilio Vaticano II (7-12-1965). En consonancia
la correspondiente independencia de la Iglesia de toda es-
c o n ella, el 28 de junio de 1966 se promulgó la Ley de li-
bertad religiosa. Con ella se aceptaba el matrimonio civil,
70
Convocado por Juan XXIII, su sesión de apertura tuvo lugar el
11 de octubre de 1962; su clausura, ya bajo el pontificado de Pablo VI,
fue el 8 de diciembre de 1965.
R. Díaz Salazar, Iglesia, dictadura y democracia, 215.

148
149
la no obligatoriedad de los actos religiosos en el servicio
militar, la opcionalidad de la enseñanza religiosa en las es-
con motivo de su primer encuentro nacional (19-3-1976).
cuelas, etc. Se resquebrajaba así la «unidad católica» del
Intentan protagonizar una evangelización liberadora, sa-
N C . Algo que también se vio propiciado por la «relaja-
biendo que a Dios se le encuentra entre los pobres y mar-
ción de las costumbres» debido al consumismo, el hedo- ginados, y vertebrar comunidades donde sea posible el
nismo, que hicieron acto de presencia con la sociedad del encuentro interpersonal y la comunidad de bienes. Desde
bienestar, el turismo y los movimientos migratorios urba- su opción por los pobres, su inquietud se identifica con el
nos. empeño por vivir la fe en conexión con los problemas de
Entre 1965 y 1969 aparecen también las comunidades la vida diaria, y la lucha por la liberación de la injusticia.
cristianas populares, que surgieron de parroquias de su- En este compromiso quieren fomentar la corresponsabi-
burbios urbanos, en medios obreros y universitarios, en lidad, la creatividad y el talante profético n. Estas comu-
sectores rurales, y en el seno de la emigración europea. En nidades propiciaron la encarnación en la Iglesia de las
Madrid, por ejemplo, alcanzan cierta «fama» la parroquia contradicciones sociales:
de Moratalaz, presidida por el ya citado Mariano Gamo, «... la Iglesia en España (...) sigue identificada en gran medida
que en diciembre de 1969 sería condenado a tres años de con los opresores. Mientras en los últimos años, otro sector de
cárcel, y la parroquia de las chabolas del Pozo del Tío cristianos, pertenecientes a las clases oprimidas o que han he-
cho una opción por esas clases, quieren hacer de la Iglesia de
Raimundo, animada por José M. Llanos. Cuatro aconte-
Cristo una fuerza liberadora» 74.
cimientos propiciaron el nacimiento de estas comunida-
des: «el Concilio; la crisis de los movimientos de Acción En un intento de sintonizar con el Concilio, los obis-
Católica, que ocasionó el distanciamiento de los laicos pos reunidos en la II Asamblea Plenaria (10-16 julio 1966)
comprometidos de la institución eclesiástica; la contesta- deciden presentar a la Santa Sede la renuncia a sus privile-
ción de curas y laicos a la Iglesia oficial por su complici- gios concordatarios - institucionales, algo que volverán a
dad con el régimen y por el excesivo autoritarismo de los repetir en la III Asamblea, en noviembre de 1966. En fin,
obispos; la burocratización de las estructuras parroquia- en 1969, los obispos renunciaban a sus cargos políticos de
les» 72. Serán los militantes de los movimientos apostóli- procuradores en Cortes, con la excepción de monseñor
Cantero Cuadrado, arzobispo de Zaragoza, que aceptó
cos especializados ( H O A C , J O C . ) los que en gran me-
ser Consejero del Reino.
dida iniciarán estas comunidades. Conscientes de lo ina-
decuado del N C y de la descristianización del pueblo, in- Un tema de litigio que muestra el carácter conflictivo
tentarán un testimonio de pobreza y de solidaridad, y la que van tomando, en estos años, las relaciones de la Igle-
reivindicación de las libertades públicas. Estas comunida- sia y el Estado es la cuestión del concordato. Ya en el año
des, en su desarrollo, se inspiraron en la «teología de la li- 1968 hubo un cruce de cartas entre el Generalísimo y Pa-
beración» y e n el «movimiento cristiano por el socialis-
mo». De ello d a testimonio el documento que se redactó 73
Cf. J. J. Tamayo Acosta, Comunidades cristianas populares, Si-
gúeme, Salamanca 1981; J. M. Castillo, La alternativa cristiana. Hacia
una Iglesia del pueblo, Sigúeme, Salamanca 1980.
74
J. Rey, J. J. Tamayo Acosta, M. J. Antón, Por una Iglesia del pue-
F. Blázquez, la traición de los clérigos, 186. blo, Mañana, Madrid 1976, nota 147, 41.

151
blo VI al respecto. El tema va adquiriendo el carácter de hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso y su palabra ya
un «proyecto imposible», al chocar reiteradamente el go- no está en nosotros. Así, pues, reconocemos humilde-
bierno español con la diplomacia vaticana. Así, en sep- mente y pedimos perdón porque nosotros no supimos a
tiembre de 1970, la Santa Sede se niega a aceptar la fór- su tiempo ser verdaderos ministros de reconciliación en el
mula «argentina» contenida en el anteproyecto que había seno de nuestro pueblo, dividido por una guerra entre
presentado Antonio Garrigues 75. Tampoco la XIII Asam- hermanos» ". C o m o señala Feliciano Blázquez, «el poder
blea plenaria del episcopado (30 noviembre - 15 diciem- político tembló». En los artículos 11 al 20 de las conclu-
bre 1970) acepta un texto preparado por el mencionado siones se refleja el cambio ideológico del catolicismo de
embajador Garrigues, al considerarlo «excesivamente lai- nuestro país. Se reivindica en ellos una libertad de expre-
co». Poco a poco se decantará la idea de acuerdos parcia- sión, el derecho a la libre asociación y reunión en cuestio-
les en vez de un nuevo concordato 7<\ nes sindicales y políticas, y una mayor participación de
los ciudadanos en la gestión de las cuestiones públicas. En
Un acontecimiento que marcó un giro importante en el artículo 21 se denunciaba la insuficiencia con relación a
la evolución de la conciencia eclesiástica fue la Asamblea los derechos del hombre. Y en los artículos 44 y 45 se rei-
conjunta de obispos y sacerdotes (13 al 17 septiembre vindicaba la independencia de la Iglesia con relación al
1971), a cuya celebración se opusieron los sectores con- Estado, y la no presencia de clérigos en los órganos de po-
servadores, especialmente el Opus Dei. En esta ocasión y der 71í. La XV Asamblea plenaria del episcopado (29-11-
por primera vez de un modo más solemne, la Iglesia ma- 1971 al 14-12-1971) aprobó las posiciones de la Asamblea
nifestaba su deseo de modificar su modo de presencia en conjunta.
la sociedad y de renunciar a todo privilegio jurídico, com-
partiendo la situación legal propia de cualquier ciudada- En los años 70 siguen multiplicándose las manifesta-
no. Era necesario, pues, relativizar las fórmulas de pre- ciones del clero contra el régimen, y la utilización de lo-
sencia de la Iglesia en la sociedad, para estar siempre en cales religiosos por los grupos de oposición clandestina.
una actitud de búsqueda y revisión. Un hito en esta acti- Sigue la detención de sacerdotes, como el caso del P. Dal-
tud de revisión lo marcó la proposición n. 34 que, aunque mau, del P. García Salve, miembro de Comisiones Obre-
no salió aprobada, tuvo 137 votos positivos frente a 107 ras, o del P. Acosta Louso. También se multiplican las
negativos o de abstención. Rezaba así: «Si decimos que no multas entre los clérigos. Habrá además denuncias de la
jerarquía sobre estas detenciones y los atentados a la li-
bertad, y se justificarán, incluso, las ocupaciones de los
75
Esta fórmula contemplaba por parte del Vaticano una prenotifi- templos. Tales son los casos, por ejemplo, de monseñor
cación del obispo que se designaba al gobierno español, con el serio Cirarda (obispo de Bilbao), de Díaz Mcrchán (obispo de
compromiso de buscar un entendimiento en caso de que hubiese desa-
cuerdo (cf. G. Hermet, o. c , II, 445-446). Oviedo), de monseñor Añoveros (obispo de Bilbao), y de
* El acuerdo parcial por el cual España renunciará al derecho de monseñor Iniesta (auxiliar de Madrid). La tensión tendrá
presentación de los prelados no tendrá lugar hasta el 28 de julio de
1976, una vez fallecido Franco. Y establecida la democracia, las relacio-
nes entre la Iglesia y el Estado conseguirán una nueva regulación por
77
medio de acuerdos parciales en temas jurídicos, económicos, docentes, Citado por F. Blázquez, La traición de los clérigos, 200.
78
etc. Cf. G. Hermet, o. c, II, 433.

152 153
un momento crítico con el famoso proceso de Burgos. La miento de un poder que camina hacia su fin. N o obstan-
Santa Sede intervino a favor de los militantes vascos con- te, pensamos que el papel efectivo de muchos cristianos,
denados a muerte. Los reos serán, finalmente, indultados seglares y clérigos, en los acontecimientos de estos años,
de la máxima pena. hace el juicio del ex-embajador en el Vaticano, cuando
menos, un tanto unilateral n. En este sentido nos parece
El cardenal Tarancón, que había sido nombrado pre- más ponderado el juicio de J. J. Linz: El cambio de la Igle-
sidente de la Conferencia episcopal el 6 de marzo de 1972, sia entre 1965 y 1975 no puede ser interpretado como una
fue la mano maestra que imprimió un giro a la Iglesia en mera «respuesta política pragmática a la situación», aun-
sintonía con el cambio que exigían el Concilio y la evolu- que «no puede excluirse algún cálculo racional sobre el
ción de los acontecimientos políticos. El 27 de enero de futuro político»; a la base estuvo la voluntad que surgió
1973, la jerarquía eclesiástica, bajo la tutela de dicho car- de mantener la independencia de la Iglesia y su integridad,
denal, publicó un documento titulado La Iglesia y la co- animada por los vientos renovadores del Vaticano II.
munidad política. Era una manifestación clara de «desen-
ganche» de los obispos del régimen franquista. Se volvía a Una radical deslegitimación del modelo de desarrollo
y crecimiento económico promovido por el gobierno de
repetir la idea de que la Iglesia renunciaba a todo privile-
Franco en los años 70 fue el documento Actitudes cristia-
gio, se declaraba defensora de los derechos humanos, y se
nas ante la actual situación económica (16-9-1974), de la
identificaba con la misión liberadora total del hombre,
Comisión Episcopal de Apostolado Social (CEASO).
que implicaba, en última instancia, la liberación de la raíz
Texto posteriormente asumido como nota por la Comi-
de toda alienación, el pecado. Aunque era una liberación
sión permanente de la Conferencia episcopal. Se denun-
que, se entendía, implicaba también la liberación de toda
ciaban los desequilibrios de la distribución de la renta, el
forma de esclavitud social, cultural, económica y política.
paro, la inflación, la invalidez del sistema impositivo, la
Con relación a esto último, se reivindicaba el legítimo
especulación del suelo, la acumulación capitalista, y se
pluralismo político para que cada ciudadano determinara
reivindicaban cambios estructurales radicales m.
libremente sus compromisos sociales y políticos. Se plan-
teaba, pues, una desacralización des-reificadora de la con- En el ámbito rural, la actividad deslegitimadora des-
frontación política, pues es éste un ámbito donde se con- pierta hacia mediados de los años 60, donde se desarrollan
trastan las valoraciones con un margen de relatividad, conflictos esporádicos. Los conflictos irán in crescendo
donde juega la libertad humana, eso sí, orientada por los en los años 70. En este contexto es obligado recordar la
valores éticos y religiosos. La nota discordante fue el presencia cristiana en las actividades reivindicativas en el
obispo de Cuenca, monseñor Guerra Campos que, no es- campo andaluz a través del Sindicato Obrero del Campo
tando de acuerdo con el documento, deja de asistir a las (SOC, agosto 1976). En su creación intervino el sacerdo-
reuniones de la Conferencia episcopal.

Gonzalo Puente Ojea, desde su hipercrítico anticleri- ™ Cf. G. Puente Ojea, Del confesionalismo al criptoconfesionalis-
calismo, se cuestiona sobre la sinceridad de estas revisio- mo, en AA.VV., La influencia de la religión en la sociedad española, 98.
80
nes y arrepentimientos, y piensa más bien en una manio- Cf. Comisión Permanente del Episcopado Español, Actitudes
bra de cínico pragmatismo en la que se procura el aleja- cristianas ante la actual situación económica, P P C , Madrid 1974.

154 155
te Diamantino García Acosta, párroco de los Corrales españoles, en el discurso de apertura de la XXIII Asam-
(Sevilla), fallecido el 9 de febrero de 1995, junto a F. Ca- blea de la Conferencia episcopal (15 diciembre 1975), la
sero y M. Manaute. El SOC, con una significativa im- primera tras la recién estrenada monarquía, afirmó: «La
plantación en Sevilla, Cádiz y Córdoba, ha desarrollado consigna de que España no podía dejar de ser católica sin
una importante actividad de concienciación y de motiva- dejar de ser España ya no sirve para expresar hoy las nue-
ción social. vas relaciones entre la Iglesia y el Estado, entre la religión
También ha sido significativa la presencia de católicos y la patria, ni entre la fe y la política». Con relación a los
y consiliarios de la JARC en el resurgir del sindicalismo compromisos políticos de los cristianos, Tarancón afirmó
agrario en otras regiones como Cataluña, Valencia, etc. que la Iglesia no podía asumir ni el apoyo a la política es-
tablecida ni a la oposición; en este sentido, la misión de la
En el contexto de todos estos acontecimientos, Fran- Iglesia no debería ir presidida ni por el partidismo ni por
co se daba cuenta de que perdía su más fiel aliado de an- el neutralismo ". Todas estas manifestaciones significaban
taño. La Iglesia pretendía convertirse de la «Iglesia del una clara deslegitimación del N C y de la mutua manipu-
poder» en la «iglesia de la reconciliación, del servicio y el lación que ello había implicado para la Iglesia y el poder
testimonio profetico». Por esta razón, Guy Hermet llama secular. De esta manera, la Iglesia intentaba sintonizar con
a este período (1968-1975) «el franquismo sin Iglesia». la coyuntura que ahora se dibujaba, una transición hacia
la democracia y un sistema de libertades y de pluralismo
En el año 1975, probablemente se alcanzó la máxima
ideológico, pero desde la perspectiva de su propia natura-
tensión en las relaciones entre la Iglesia y el régimen ya
leza y misión. Transición legitimada por las fuerzas socia-
moribundo, debido a tres acontecimientos: la prohibición
les y económicas (Pactos de la Moncloa y Constitución de
gubernativa de las Asambleas cristianas de Vallecas y de
1978). La Iglesia como grupo institucional de la sociedad
Las Palmas, promovidas respectivamente por los obispos
civil, y muchos cristianos comprometidos en diversos ni-
A. Iniesta y J. A. Infantes Florido, y el arresto domicilia-
veles, habían jugado un papel fundamental para que ese
rio de monseñor Añoveros con motivo de la publicación
cambio se produjera sin grandes traumatismos sociales.
de una homilía suya titulada El cristianismo, mensaje de
Compromiso y militancia que muchas veces, como ya he-
salvación para les pueblos, en la cual reivindicaba la iden-
mos visto, tuvo que ver con los partidos y sindicatos de
tidad cultural del País Vasco 8I. A ello debemos añadir el
izquierda, pero también con los sectores reformistas del
intento frustrado de Pablo VI a favor de los cinco activis-
franquismo 83.
tas del FRAP y de ETA, ajusticiados el 28 de septiembre
de 1975. A primeros de octubre de 1977, el entonces presiden-
Franco moría el 20 de noviembre de 1975, y el carde- te del gobierno, Adolfo Suárez, convocó a representantes
nal Tarancón, a quien Pablo VI había encomendado la di-
82
fícil tarca de la reconciliación, y de que el factor religioso Cf. F. Blázquez, La traición de los clérigos, 236; R. Díaz Salazar,
Iglesia, dictadura y democracia, 315-316.
no volviera a sermotivo de conflicto y disensión entre los 83
En un importante documento de 1976, al que ya hemos aludido,
el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) reconocía el desta-
81
cado papel de los cristianos en la lucha por el advenimiento de la de-
Cf. R. D í a z Salazar, El capital simbólico, 110-111. mocracia: «Movimientos obreros tales como la H O A C , J O C , A C Ó ,

156 157
de todos los partidos políticos del parlamento para alum- las reformas más profundas quedaron para más adelante.
brar acuerdos que hicieran viable una alternativa política. N o obstante, el clima de consenso y las medidas adopta-
Estos acuerdos de la Moncloa se firmaron el 25 de octu- das permitieron la redacción de la Constitución de 1978.
bre de 1977, y fueron aprobados por el congreso en for- Dicha Constitución fue el fruto de un pacto político en-
ma de moción. Se consensuaron medidas a corto plazo de tre los diversos grupos y estuvo inspirada en tres grandes
saneamiento en política económica, y la idea de poner en corrientes ideológicas: el liberalismo, el socialismo demo-
marcha el proceso de democratización de las instituciones crático y el humanismo cristiano. Del primero se recogen
económicas y sociales. Las medidas de gran alcance se re- los derechos del ciudadano y sus libertades frente al Esta-
ferían a la reforma fiscal, a la política educativa, a la polí- do; del segundo, la igualdad de oportunidades y los dere-
tica de urbanismo y vivienda, a la reforma de la seguridad chos sociales; y del tercero, la dignidad de la persona y la
social y del sistema financiero, a reformas de la política defensa de los derechos humanos **.
agraria y pesquera, a reformas de la empresa pública, etc. Otro elemento que ha propiciado que el factor reli-
Las medidas a corto plazo fueron tomadas; sin embargo, gioso no haya sido motivo de disensión grave fue el ca-

habrá de chocar necesariamente con los egoísmos (...) de muchos, una


V O C , JARC, otros movimientos e instituciones de diferentes estilos
campaña, incluso en ej campo político, que estimule a los hombres a
como Agermanament y otros orientados más bien hacia las clases me-
aceptar y seguir ese camino, puede ser una aportación muy interesante
dias, tales como Pax Christi, Pax Romana, Justicia y Paz, Comisión de
para el futuro social de nuestro pueblo (...). Es esa una tarea muy pro-
defensa de los derechos humanos, Equipos de matrimonios (...) han si-
pia de los cristianos en los momentos actuales» (Partidos de inspiración
do fermento de democracia y de transformación social. Se han multi-
cristiana: Ecclesia, n. 1.826 [1977] 15-16, en J. L. Recio, O. Uña, R.
plicado las declaraciones contra la represión y contra la tortura, y po-
Díaz Salazar, o. c, 96-97). Muchos cristianos «llegan al socialismo, más
dríamos citar un serie de acciones en las que la Iglesia ha jugado un pa-
que por análisis científicos de la realidad o en nombre de una específi-
pel relevante y que por su importancia pasarán a la historia como pasos
ca teoría política, por razones fundamentalmente religiosas o éticas,
concretos hacia la democracia en Cataluña». La amplitud e importancia
porque entienden que no se puede ser prójimo del caído más que asu-
del fenómeno hace improcedente, dice el documento, considerarlo me-
miendo la causa del explotado» (Por un partido laico. A propósito de la
ro oportunismo coyuntural. Y mis adelante afirma: «Estos cristianos
presencia de cristianos en el Partido Socialista: Pastoral misionera 7
que viven una fe liberadora son los primeros en criticar y oponerse a to-
[1979] 615-621, en J. L. Recio, O. Uña, R. Díaz Salazar, o. c, 144).
do uso de la religión como opio del pueblo y vienen desarrollando una 84
Algunas voces críticas se han levantado contra la lectura de la
profunda crítica d e las manipulaciones ideológicas de que ha sido obje-
transición democrática como «modélica», ya que lo que sucedió no fue
to el mensaje evangélico: secuestro de la fe cristiana por parte de la bur-
un auténtico cambio renovador, sino un entendimiento entre los nue-
guesía, instrumentalización en manos del capital» (Declaración del Co-
vos dirigentes democráticos y los dirigentes del franquismo, que malo-
mité Central del PSUC, La militancia de los cristianos en el Partido, en
gró la posibilidad de un auténtico proceso constituyente democrático.
J. L. Recio, O . U ñ a , R. Díaz Salazar, Para comprender la transición es-
La representatividad popular y la discusión pública fueron sustituidas
pañola. Religión y política, Verbo Divino, Estella 1990, 86 y 88). Esta
por un consenso entre líderes de partidos y figuras significativas de la
apertura de los cristianos hacia el compromiso socializante también
vida política. Tuvieron lugar una serie de maniobras que acabaron con
quedó bien explicitada en diversos textos del cardenal Tarancón. H e
la claudicación de la izquierda. En julio de 1974 se constituyó en París
aquí dos como ejemplo: «En el momento actual, cuando la Iglesia se ha
la Junta Democrática, en la que estaban representados el PCE (Santia-
comprometido públicamente con la justicia, queriendo ser "la voz de
go Carrillo), el PSP (Enrique Tierno Galván), el PTE y el sindicato
los que no tienen voz", y cuando ha señalado a los hombres una reali-
C C O O , junto a monárquicos juanistas (constitucionalistas). Y en junio
dad que ya es irreversible -la socialización de la que habló claramente
de 1975 se constituyó la Plataforma Nacional de Convergencia Demo-
Juan X X I I I - c o m o camino para que se puedan conseguir las aspiracio-
crática, que agrupaba al PSOE (Felipe González), varios partidos de-
nes de los h o m b r e s , y cuando esa nueva orientación de la humanidad

159
158
rácter no confesional de los partidos políticos. Como ob- progresista fue para el PSOE y el PCE *5. Esta situación
serva Rafael Díaz Salazar, la gran novedad en esta cues- ha sido favorecida por la propia Iglesia que fue contraria
tión ha sido que, por primera vez en la historia de Espa- a los partidos confesionales y al control del voto político.
ña, no hay una identificación del catolicismo con la dere- Es oportuno recordar aquí otra vez al cardenal Tarancón:
cha, y a su vez la izquierda ha cesado de ser, en su gran «El Concilio propone un principio claro y terminante: La
mayoría, anticatólica. Así, U C D y AP tuvieron un signi- comunidad política y la Iglesia son independientes y au-
ficativo voto católico, pero el voto católico también estu- tónomas. Lo cual significa que la Iglesia como tal -el cris-
vo y está presente en los partidos democristianos del País tianismo- no puede estar ligada a ningún régimen políti-
Vasco (PNV) y de Cataluña (CiU), y el voto cristiano co y menos, evidentemente, a una tendencia política que
ineludiblemente ha de ser germen de división». Y más
adelante insiste en el carácter relativo que significa el ám-
mócratacristianos (Ruiz Giménez) y socialdemócratas, y grupos de iz- bito de los compromisos y proyectos políticos e intra-
quierda enemigos del revisionismo del PCE (ORT, MCE, trotskistas,
maoístas, etc.). Estos últimos con poco peso y pronto irradiados de la
Plataforma. El deseo de efectividad política llevó a la Junta Democráti-
ca a integrarse con la Plataforma en lo que se denominó la Coordina- en estos doce últimos años ha habido una tarea de profundización de-
dora Democrática o «Platajunta». Se consiguieron consensuar unos mocrática que se ha malogrado debido a la ausencia de una adecuada
puntos mínimos de cara a buscar una salida política para el país: amnis- clase política (cf. P. Castellano, Yo sime acuerdo, Temas de hoy, Madrid
tía política y la convocatoria de elecciones para Cortes Constituyentes. 1994; G. Fuente Ojea, Del confesionalismo al criptoconfesionalismo, en
N o obstante, esta vía rupturista no se llevó a cabo. La monarquía de AA.VV., La influencia de la religión en la sociedad española, Liberta-
don Juan Carlos apostó por una vía reformista a partir de las institu- rias/Prodhufi, Madrid 1994, 83-146; J. L. Vázquez, J. Memba, La gene-
ciones y leyes franquistas. En este sentido, el rey no estuvo de acuerdo ración de la democracia. Historia de un desencanto, Temas de hoy, Ma-
con el planteamiento de su padre, el conde de Barcelona, que creía que drid 1995; A. García Trevijano, El discurso de la república, Temas de
la restauración monárquica debería ir precedida de una ruptura formal hoy, Madrid 1994).
con el Estado de la dictadura. El gobierno de Adolfo Suárez, tras la di- 85
Según la encuesta DATA de 1982, en las elecciones de ese año, el
misión de Arias Navarro, concedió una amnistía parcial, y se puso a voto recogido por el PSOE, según la religiosidad, fue el siguiente: 5 %
elaborar un proyecto de Reforma política. La ley de Reforma política de «muy buenos católicos», 17% de «católicos practicantes», 29% de
fue aprobada por las Cortes el 18 de noviembre de 1976, y en referén- «no muy practicantes», 2 7 % de «no practicantes», 15% de «indiferen-
dum nacional ei 15 de diciembre del mismo año. Todo ello sin contar tes», y 4 % de «ateos». Y con relación a los votantes del PCE, los resul-
con los partidos, que fueron legalizados después. La Plataforma, es de- tados arrojados fueron éstos: 4 % de «muy buenos católicos», 4% de
cir, Felipe González, buscó el acuerdo con la democracia cristiana y los «católicos practicantes», 13% de «no muy practicantes», 16% de «no
liberales, y garantizó la continuidad de la monarquía católico-franquis- practicantes», 2 3 % de «indiferentes», 2 8 % de «ateos» (en R. Díaz Sa-
ta. Actitud claudicatoria que también fue protagonizada por el PCE. Se lazar, El capital simbólico, 82 y 85). Los resultados de una encuesta
eliminaba así la posibilidad de un pacto del PSOE y el PCE con las de- realizada por IDES en junio de 1987 dio estos resultados: en el PSOE,
más formaciones progresistas para instrumentar una consulta popular 27'9% «católicos practicantes», 5 0 7 % «católicos no practicantes»,
y democrática acerca de la futura forma de Estado. La transición estu- 17'5% «ninguna, ateo, agnóstico o indiferente», 2'7% «otras». En el
vo, pues, en manos de la U C D , el PSOE y las fuerzas monárquico-ca- P C / I U : 9'9% «católicos practicantes», 3 3 ' 8 % «católicos no practican-
tólicas. En esta coyuntura hay que reconocer que, aunque la Iglesia tes», 53'6% «ninguna, ateo, agnóstico o indiferente», 2 ' 8 % «otras» (en
procuró mantener su independencia como actitud básica, se dio un J. L. Recio, O . Uña, R. Díaz Salazar, o. c, 48). Y la encuesta llevada a
cierto apoyo de algunos obispos a la U C D y a la ACNP. El «taranco- cabo por DATA sobre votos en las elecciones generales de 1993 según
nismo» propició de alguna manera una política de centro. niveles de religiosidad dio los siguientes resultados: «muy buen católi-
Es difícil hoy evaluar los riesgos y costes sociales y políticos de esa co»: 1% (IU), 3 1 % (PSOE), 1% (CDS), 46 % (PP), 8 % (abstención).
transición rupturista que no fue; pero lo que también es cierto es que «Católico practicante»: 3 % (IU), 34% (PSOE), 2% (CDS), 34% (PP);

160 161
mundanos: «Los hombres en general y los católicos se- 6. A m o d o de conclusión
glares en particular son hoy más conscientes de que la ini-
ciativa y la responsabilidad en los problemas temporales Con Alfonso Botti diremos que «el N C es una ideo-
les pertenece a ellos, y que pueden también actuar en ese logía elástica, compleja y con una larga duración. En su
campo con absoluta libertad, siempre que permanezcan ámbito gravitan valores, referencias, símbolos, mitos, in-
fieles a las exigencias de su fe». Para dar mayor autoridad terpretaciones historiográficas, sentimientos de identidad
a su planteamiento, el cardenal recuerda el texto conciliar y pertenencia, propósitos económicos y políticos...» "7.
bien explícito al respecto: «A nadie le está permitido rei- Como dice este autor italiano, quizá sea exagerado consi-
vindicar en exclusiva a favor de su parecer la autoridad de derarlo como un sistema de pensamiento, no tiene ni ri-
la Iglesia, ya que dentro de la fidelidad del evangelio ca- gor ni fuste para ello, pero posiblemente sea algo más que
ben soluciones distintas - y hasta divergentes- para los una simple mentalidad ideológica. En él destacan dos
problemas temporales» s \ Toda una seria advertencia pa- componentes fundamentales: 1) La consustancialidad en-
ra evitar la tentación de sacralizar y reificar soluciones y tre lo nacional y lo católico. 2) La distinción entre el libe-
medidas que siempre tendrán una validez relativa y co- ralismo como sistema económico y el liberalismo como
yuntural. ideología política. Distinción que tiene como finalidad le-
gitimar la economía de libre mercado desde el propio ca-
N o obstante, y como luego veremos, para la madura- tolicismo tradicional.
ción de la sociedad democrática, las partes afectadas, po-
der religioso y poder secular, tienen que concienciarse y El primer componente se defendió con una abundan-
clarificar suficientemente el carácter no exclusivamente te aportación retórica (símbolos, discursos, solemnida-
privado del hecho religioso, y el carácter laico de la polí- des...) y una singular interpretación de la historia de Es-
tica estatal. paña -la que hemos llamado concepción teológico-meta-
física—. En esta variopinta tarea cooperaron tanto la Igle-
sia como el sector tradicionalista católico de la intelectua-
lidad.
Esta concepción teológico-metafísica llevó a cabo, co-
8% (abstención). «No muy practicante»: 6% (1U), 40% (PSOE), 2 %
(CDS), 2 3 % (PP); 1 1 % (abstención). «No practicante»: 1 1 % (IU), mo hemos dicho reiteradamente, una identificación de lo
3 6 % (PSOE), 2%(CDS), 1% (PP); 12% (abstención). «Indiferente»: nacional y lo católico, que destacaba una imbricación en-
17% (IU), 3 3 % (PSOE), 2 % (CDS), 10% (PP); 14% (abstención). tre Iglesia y comunidad política, y el protagonismo de
«Ateo»: 28% (IU), 24% (PSOE), 4 % (PP); 20% (abstención). (J. R-
Montero, Las dimensiones de la secularización, en R. Díaz Salazar, S.
una providencia divina que convocaba a España a la mi-
Giner, Religión y sociedad en España, CIS, Madrid 1993, 215). Aunque sión de la catolización universal. Frente al espíritu ilustra-
se da una atenuación en la correlación entre religión y partidos más am- do, el liberalismo y los ideales revolucionarios se opuso,
plia que en Europa, el centro-derecha sigue siendo más practicante que como reacción, el absolutismo y tradicionalismo católicos
la izquierda. P o r ello dicha correlación no ha desaparecido del todo,
aunque se ha perdido la unanimidad del voto católico con relación a la (carlismo, J. Donoso Cortés, M. Menéndez y Pelayo, el
identidad ideológica.
"' ¿Partidos políticos cristianos?: Ecclesia, n. 1.826 (1997) 14-15, en
87
J. L. Recio, O. Uña, R. Díaz Salazar, o. c, 93 y 94. A. Botti, Cielo y dinero, 141.

162 163
integrismo de Acción Española, Eugenio d'Ors, Zacarías dicaciones realizadas por el sector trabajador durante el
de Vizcarra, Ramiro de Maeztu, García Morente, etc.), siglo XX, a una validación del capitalismo sin democracia,
que acabaron fraguando la idea de hispanidad, muy vin- mediante una integración entre catolicismo y economía
culada a la experiencia de la expansión colonial. Hispani- de libre mercado. Fue la vía católica a la modernización
dad entendida como el modo de ser español y lazo espiri- (Maeztu, ACNP, Opus Dei...).
tual-cultural que nos unía a los pueblos hispanoamerica-
Durante la II República, el N C se convierte en la
nos, y en el que lo católico se destacaba como elemento
ideología de la oposición, siendo el elemento común de la
esencial. Pero todo ello, en la práctica, se tradujo en una
reacción conservadora, ya sea Acción Española o el na-
legitimación del régimen y de la política conservadores
ciente fascismo. En la etapa franquista, la vertiente fascis-
(ya fuese la monarquía o la dictadura). Los creyentes es-
tán en su derecho de construir una «teología de la histo- ta totalitaria acabó muriendo (1939-1942), para imponer-
ria» en la que destaquen la posibilidad de que los españo- se la autoritario-corporativista que, a través de una larga
les cristianos hayan podido ser llamados por Dios a im- singladura, irá evolucionando según las circunstancias.
portantes tareas evangelizadoras en determinadas coyun- En el desarrollo de esta ideología, evidentemente la
turas históricas. Esta tarea incluso fue animada y apoyada Iglesia católica tuvo un protagonismo singular; se convirtió
por la política estatal. Pero de ahí se hizo una extrapola- en un «aparato ideológico» con una importante función de
ción sacralizadora de unas políticas particulares, que se cohesión social y de legitimación del poder político.
identificaban con los intereses de sectores sociales deter-
minados y de partidos concretos: nobleza, terratenientes, Con todo esto está relacionado el tipo de organiza-
industriales y capitalistas, y partidos conservadores. Sa- ción religiosa que buscó la jerarquía eclesiástica. Es la que,
cralización que choca frontalmente con el carácter uni- siguiendo la tipología de E. Troeltsch y H. Becker, hemos
versal del evangelio y el espíritu ecuménico. La «teología» llamado «Iglesia». Organización que disfruta de hegemo-
y las actitudes y compromisos de los actores del N C coin- nía para desarrollar su actividad sin competencia, y a la
ciden con la tipificación que hace José Antonio Gimber- que idealmente pertenecen los individuos nacidos en el
nat del fenómeno del «clericalismo»: en la dimensión in- territorio de su asentamiento. Este tipo de organización
telectual, dogmatismo y actitud impositiva; en el ámbito suele llegar a un buen entendimiento con el poder políti-
moral, intransigencia e intolerancia; y en lo cultural y po- co, y también se enfrenta con los dilemas de la institucio-
lítico, un premodernismo que pretende la hegemonía so- nalizacion.
cial de lo que entiende por cultura católica **.
El carácter inclusivo de la organización, al que acaba-
Con relación al segundo componente (distinción en- mos de aludir, facilitó el «catolicismo sociológico», don-
tre liberalismo económico y político), diremos que su de había mucho de presión social, costumbre o tradición,
función legitimadora llevará, frente a las luchas y reivin- y no tanto de compromiso y asunción critica, responsable
y personalizada. A esta Iglesia Guy Hermet la denomina
«Iglesia monopolio» o «Iglesia nativa», y en ella se es ca-
8li
Cf. J. A. Gimbernat, El clericalismo en cuanto motivo de in- tólico por filiación y no por elección. Esto es natural-
creencia, en AA.VY, Dios como problema en la cultura contemporánea,
Egea, Bilbao 1989,235ss.
mente el dilema «conversión-coerción».

164 165
Al convertirse la jerarquía eclesiástica en elemento de
la oligarquía en el poder, y experimentar el proceso de bu- entender el compromiso religioso del Opus Dei y de las
rocratización y especialización funcional, vivió los dile- Comunidades de base durante el franquismo, y la lectura
mas de la «motivación mixta» y del «orden administrati- de las necesidades sociales y el papel de la Iglesia del car-
denal Tarancón en las postrimerías de la dictadura y en la
vo». Recordemos que los valores religiosos hay momen-
transición política, frente a las actitudes de los obispos
tos en que pueden quedar desplazados y mediatizados
Morcillo, Cantero Cuadrado y Guerra Campos, son
por otros intereses (privilegios sociales, intereses econó-
pruebas bien explícitas al respecto. Estas tensiones y divi-
micos, prebendas de diversa índole, etc.), y fomentarse,
siones llevan al teólogo a la perplejidad o «al escándalo».
además, posturas inmovilistas. En este sentido, la oferta Como comenta Giulio Girardi:
del general Franco fue realmente tentadora. Por último,
los dilemas del «simbolismo» y de la «limitación». Por un «El escándalo de las divisiones ¿está verdaderamente en el
lado está el constante inconveniente de que la rutiniza- hecho de que las Iglesias no profesen el mismo credo o en el
hecho de que los explotadores profesen el mismo credo que los
ción de los símbolos acaba alejándolos de sus experiencias explotados, sin sentirse acusados por ello? ¿De que los ricos
significativas originarias, perdiendo su poder evocativo compartan en la Iglesia la eucaristía con personas con las que
primitivo; pero sobre todo la connivencia con el poder en la vida no comparten absolutamente nada?» *'.
político llevó a una adaptación parcial e interesada del
El dilema de la «limitación» se puso también de ma-
mensaje original, en función de construir una garantía
nifiesto en el magisterio moral, que reveló una sensibili-
metasocial, una legitimación religiosa del «orden estable-
dad especial por la moral privada, y cerró los ojos -salvo
cido». En este sentido, el discurso religioso de la jerarquía excepciones- a las graves cuestiones sociales, lo que im-
española estuvo condicionado por unas situaciones e in- plicaba una legitimación concomitante del orden econó-
tereses sociales coyunturales, que pretendieron revestir de mico autoritario-corporativo. Aunque también es cierto
necesariedad y universalidad. La posición ocupada en la que, a medida que fueron pasando los años, la Iglesia fue
estructura social, en definitiva las relaciones de la jerar- cobrando un papel más activo en la denuncia profética
quía con el poder, condicionó selectivamente la procla- frente a estas cuestiones.
mación del mensaje y el modo de vivir el compromiso re-
ligioso. La legitimación religiosa se puso al servicio de la En resumen: la Iglesia española posibilitó una legiti-
mación sacralizadora de un orden que consistió, básica-
lógica de los que dominaban (trasversalidad). A lo largo
mente, en construcciones sociales e instituciones transidas
de la historia moderna y contemporánea, la Iglesia insti-
de relativismo histórico.
tucional española, salvo excepciones, estuvo al lado del
absolutismo político, sintió nostalgia de la tradición en la N o obstante, la posición social de determinados sec-
experiencia republicana, y se alió con la restauración bor- tores de la comunidad cristiana (Comunidades de base,
bónica y con la dictadura. En cuanto subsistema social, la H O A C , J O C , JEC, etc..) fue un reto para, desde la idio-
Iglesia reflejó las relaciones asimétricas, esto es, se vio sincrasia del mensaje evangélico y la experiencia religiosa,
atravesada por los conflictos y luchas sociales. Las dispa-
res actitudes de los cardenales Isidro Goma y Vidal i Ba- "* G. Girardi, La túnica rasgada. La identidad cristiana, hoy, entre
rraquer durante la guerra civil del 36, el diverso modo de liberación y restauración, Sal Terrae, Santander 1991, 434.

166 167
hacer una contralectura de la realidad social y política,
que vieron como garantizadora de la alienación.
También tuvieron un papel activo en la denuncia crí-
tica ciertas figuras de la jerarquía (Pildain, Iniesta, Taran-
cón, el abad de Montserrat monseñor Escarré, etc..) y nu-
merosas asociaciones y grupos de sacerdotes. Entre estos 4
últimos destacaron José M. Llanos, José M. González
Ruiz, José M. Diez Alegría, Mariano Gamo, etc. La reli- La teología de la liberación
gión aparece, pues, también en el caso español, como latinoamericana
agente dinamizador del conflicto y el cambio socio-polí-
tico. Y de hecho jugó un importante papel en la transición
a la democracia de los años setenta. El análisis histórico-
sociológico que hemos intentado llevar a cabo ratifica,
pues, de alguna manera, la tesis fundamental de nuestro
modelo teórico: la ambigüedad social de la religión, que 1. El marco histórico y el c o n t e x t o socio-
aparece tanto como factor de la cohesión como del con- e c o n ó m i c o de la teología de la liberación
flicto y el cambio sociales. En ese dinamismo social se
La teología de la liberación (TL) no ha tenido el sufi-
destaca como variable dependiente e independiente, en
ciente eco en los seminarios y facultades de teología eu-
interacción dialéctica con el resto de los subsistemas so-
ropeos. Su «audiencia» se ha concretado en determinados
ciales (económico, político, cultural, etc.)
teólogos críticos y en movimientos cristianos renovado-
En el próximo capitulo analizaremos otro fenómeno res surgidos tras el Vaticano II. Padeció especial ataque
por parte del Vaticano entre 1984-1985, aunque poste-
histórico y socio-religioso en el que vuelve a probarse la
riormente -como puntualiza Juan José Tamayo Acosta-
operatividad de nuestro modelo teórico, y en el que des-
se han matizado las posturas y actitudes críticas, abrién-
taca especialmente la religión como factor activo, como
dose un compás de espera, que ha permitido, incluso, una
variable independiente, del conflicto y el cambio sociales. etapa de cierto diálogo clarificador. Diálogo que, sin em-
bargo, no se ha traducido en la práctica en una satisfacto-
ria rehabilitación «oficial».
Más que ser un corpus doctrinal acabado y cerrado, la
TL es
«un quehacer teológico abierto, plural y en proceso, que se en-
cuentra en desarrollo permanente, tanto temático como meto-
dológico, hacia adentro y hacia afuera, al tiempo que ha servi-
do de inspiración a otras formas de hacer teología en clave li-
beradora en contextos de opresión afines al suyo» '.
J. J. Tamayo Acosta, Para comprender la teología de la liberación,

168 169
los países latinoamericanos se dé una gran variedad de
Desde la sociología del conocimiento ya hemos visto grupos étnicos, de idiosincrasias culturales, y de situacio-
que el conocimiento desinteresado es una abstracción que nes políticas y económicas. Y es de notar que los elemen-
no corresponde a la realidad. Por el contrario, nuestra re- tos diferenciadores que influyen en las características de
flexión y nuestro pensamiento no son un mero reflejo-re- cada país se pueden rastrear desde la época precolombina.
producción de la realidad objetiva, como creía el positi- Así, por ejemplo, «... los incas y los aztecas eran más se-
vismo, sino que están motivados por intereses y necesida- dentarios, pacíficos, cultos y avanzados en la agricultura,
des. En verdad sostenemos una mirada selectiva sobre la la construcción y el trabajo con los metales que los arau-
realidad a la que, en alguna medida, conformamos y pro- canos y caribes, que eran más bien nómadas, cazadores y
ducimos. guerreros. El nivel de ocupación de los territorios y la
Y esto es especialmente evidente en la TL. Un discur- densidad de población también eran muy diferentes» 2.
so que en parte se gesta en el seno de comunidades cris- Pero sobre todo lo peculiar de la colonización hispano-
tianas ubicadas social e históricamente, y fuertemente portuguesa tuvo una gran trascendencia histórica, que
comprometidas en movimientos que luchan por la eman- ayuda a comprender la posterior y diferente evolución de
cipación social y política. Entre 1959 y 1979 tuvo lugar, en las colonias americanas del norte y del sur.
términos generales, la crisis y desintegración de la demo-
A América central y del sur llegaron de España solda-
cracia cristiana, y el surgimiento y desarrollo de la llama-
dos de fortuna, «licenciados de la guerra contra el moro»,
da Iglesia popular en América Latina. El discurso de la
y aventureros sin familias, con el propósito de alcanzar la
TL se ha concebido como parte constitutiva de una pra-
fama, la notoriedad y el enriquecimiento que sus países
xis de liberación, y sólo en su seno tiene una significación
les negaban. Fue, pues, una ocupación militar en busca de
propia.
lucro, aunque fuera acompañada también de un propósi-
Esto nos obliga a hacer una breve referencia al marco to de enculturación y cristianización. Esto hace compren-
histórico y social en el que nace esta teología. sible que los españoles replicaran en suelo americano la
sociedad de la que provenían, con sus órdenes y jerarquía
«El concepto de América Latina tiene plena validez estamental, con sus privilegios y franquicias propias de la
como común denominador geográfico para designar a los nobleza y la Iglesia, su organización económica, su orden
países que se hallan al sur de los Estados Unidos». Sus inquisitorial, etc. Una réplica, pues, del «sistema pseudo-
rasgos comunes son «el hablar lenguas latinas y el haber medieval-modernizante» de los Reyes Católicos, con el
tenido una historia vinculada por muchos siglos a España propósito de alcanzar el propio beneficio. Por el contra-
y Portugal principalmente». Por tanto, podemos decir rio, el colono de América del norte arribó al nuevo conti-
que las posibles señas comunes de identidad colectiva de nente con otras actitudes y circunstancias personales.
estos países, que provienen de su pasado reciente, son el Abandonaba un tipo de sociedad que lo había rechazado
haber experimentado una colonización «sui generis», la por motivos religiosos, étnicos o sociales, y frente a una
lengua y la religión. N o obstante, esto no quita que entre
2
L. de Sebastián, Mundo rico, mundo pobre. Pobreza y solidaridad
Verbo Divino, Estella 1990,9. La TL ha ejercido su influencia en la teo- en el mundo de hoy, Sal Terrae, Santander 1992, 133, 134, 137.
logía africana y asiática.

171
170
sociedad más clasista, buscaba alumbrar una sociedad ción que devolviera las tierras a sus auténticos dueños (los
más igualitaria y productiva. El hecho de venir acompa- indígenas y sus sucesores inmediatos, los mestizos), y
ñado de su familia motivó que el mestizaje fuera muy es- alumbrara una sociedad multirracial y más igualitaria. Las
caso. Además, no actuaron como agentes coloniales al consecuencias de todo ello, para el futuro de las antiguas
servicio de la acumulación capitalista del viejo continen- colonias hispano-lusitanas, es que se quedaron sin una au-
te, sino que promovieron el propio desarrollo. Así, téntica revolución burguesa que transformara las estruc-
América del norte pronto consolidó un sistema econó- turas sociales y económicas. Tuvieron que contentarse
con ciertos cambios políticos, más de fortuna que de con-
mico autónomo.
tenido. «De esta manera, sociedades con una estructura
Todos sabemos que, en Europa, bajo el feudalismo, de poder de corte medieval entraron en el siglo XX bajo
las comunidades campesinas fueron obligadas al someti- la apariencia (y sólo la apariencia) de Estados modernos».
miento de los señores feudales, lo que se consiguió bajo la Teniendo en cuenta que la democracia auténtica es in-
imposición de las armas y la persuasión religiosa. El clero compatible con las diferencias y las desigualdades escan-
católico, vinculado a la aristocracia feudal, en muchas dalosas, se comprende que en Latinoamérica la democra-
ocasiones, por lazos de parentesco, económicos y religio- cia no haya echado raíces profundas. «De esta manera, los
sos, se prestó a esta legitimación del régimen feudal. Y na- nuevos Estados comenzaron su vida con un importante
turalmente, los conquistadores que arribaron, en el siglo sesgo antidemocrático, a pesar de sus constituciones de
XVI, a Latinoamérica eran portadores de las estructuras corte y letra liberal»; y «la desigualdad propia de las épo-
feudales que, en colaboración con la institución religiosa, cas pasadas se consolidaba, mientras se revestía de simbo-
repitieron, de alguna manera, en el nuevo continente. logía democrática e igualitaria para preservarla del cam-
Aunque también es cierto que hubo, por parte de la Igle- bio» 3. Lo que ha funcionado es una democracia más apa-
sia, voces críticas frente al régimen de inhumana explota- rente que real, con órganos de poder pretendidamente le-
ción de los indígenas. Basta recordar aquí a figuras como gitimados (elecciones manipuladas, corruptelas y artima-
Antonio Montesinos, Bartolomé de las Casas y Antonio ñas...), pero carentes de una representatividad verdadera.
Valdivieso. El poder oligárquico se mantiene controlando la financia-
ción y la comercialización, pues no ha podido ser derro-
Tras la independencia, tuvo lugar la disgregación del cado por una auténtica estructura de poder popular. En
imperio colonial, motivada por los intereses locales de los verdad el liberalismo económico se ha combinado con un
grupos económicos poderosos, y los de las potencias ex- absolutismo político en la práctica.
tranjeras, que protagonizaron el reparto del mercado.
Ahora bien, hay que destacar que la estructura social con- «El liberalismo económico (...) n o permitió que se tocase
tinuó prácticamente igual, e incluso se agudizó la jerar- la estructura de los estamentos heredados de la colonia, sino
que los profundizó, incentivando el interés individualista, el
quización social y la concentración del poder económico,
sentido absoluto de la propiedad privada y la libertad irrestric-
ahora en manos de las élites criollas, que se enriquecieron
con los mercados internacionales de materias primas. Los
indígenas y mestizos pobres continuaron sufriendo y pa-
3
deciendo la explotación, quedando pendiente la revolu- L. de Sebastián, Mundo rico, mundo pobre, 146, 148.

172 173
de vida de la población no es una prioridad importante,
ta de comercio, para favorecer a la aristocracia latifundista y a
la nueva oligarquía» 4.
porque los compradores de sus productos son extranjeros
(...). La riqueza, sobre todo, se obtiene (aunque sus raíces
Cuando el capitalismo comienza a penetrar en Amé- están en la producción nacional) y se guarda, en buena
rica Latina a finales del siglo pasado y comienzos del pre- parte, fuera del país. La moneda que interesa no es la del
sente, lo hace reestructurando el modo de producción país, sino la que sirve para pagar las importaciones: ése es
feudal hasta ahora vigente. Pero es un capitalismo depen- el sistema monetario que preocupa y al que se trata de
diente a nivel tecnológico y financiero. Por eso se afirma mantener sano; el otro, el del país, sólo vale en cuanto
que la economía latinoamericana es una «economía no fuente adicional de enriquecimiento; de ahí que su sanidad
nacional». La economía nacional se caracteriza porque la importe ni poco ni mucho a las "élites" económicas» 5. Por
riqueza se gesta y circula por el propio territorio, la in- estas razones, insistimos, en términos generales, en Amé-
versión suele estar al servicio de la propia economía del rica Latina no existe una auténtica economía nacional, al
país, se potencia la industria autóctona y el sistema pro- estar la producción, el comercio y las finanzas al servicio
ductivo nacional, la propia moneda, y el comercio inte- de intereses extranjeros.
rior. Se procura el bienestar social estableciéndose una
adecuada política fiscal y el desarrollo de servicios y bie- Secularmente, en la división internacional del trabajo,
nes públicos, e institucionalizándose las reivindicaciones unos países básicamente ganan y otros pierden. Pues bien,
sociales (política sindical y empresarial), etc. Pero nada, o desde la colonización a América Latina le ha tocado per-
muy poco de esto, hay en América Latina. der. A lo largo de la historia moderna y contemporánea,
las inmensas riquezas y recursos nacionales han estado, y
Básicamente, la situación económica viene determina- siguen estando, al servicio de las necesidades ajenas. Pen-
da por una política colonialista del comercio, patrocinada semos en el café, el azúcar, el algodón, el cacao, las frutas,
por las potencias extranjeras, y la connivencia de los po- la carne, los metales preciosos, el cobre, el hierro, el esta-
deres nacionales, a base de la exportación de materias pri- ño, el cinc, la bauxita, el manganeso, el tungsteno, el pe-
mas, y de productos con un bajísimo coste de extracción tróleo, etc. La historia de América Latina es la historia del
y producción (mano de obra barata), que permite cuan- saqueo y del despojo. Basta pensar en Brasil, Argentina,
tiosos beneficios a los exportadores nacionales y a los im- Chile, Colombia, México, Bolivia, Guatemala, Perú, Ve-
portadores extranjeros. La producción exportadora pue- nezuela, etc. Españoles y portugueses, y luego ingleses y
de llegar a significar hasta la mitad del producto nacional, norteamericanos, han sido protagonistas de esta magna
y la economía está al servicio de centros comerciales y de empresa *.
inversión extranjeros. Esta economía no nacional queda
muy bien resumida por Luis de Sebastián: «El mercado y
la base de las ganancias no están en el país. Por eso la apli- 5
L. de Sebastián, Mundo rico, mundo pobre, 150.
cación del mercado mediante mejora de las condiciones * Cf. E. Galeano, Las venas abiertas de América Latina, Siglo XXI,
Madrid 1985. Recordemos, como ejemplo, que se calcula que, entre
1760 y 1809, el excedente económico evadido de México por medio de
4
las exportaciones de plata y oro rondarían los 5.000 millones de dóla-
G. Iriarte, Para comprender a América Latina. Realidad socio-po- res.
lítica, Verbo Divino, Estella 1991, 87.

175
174
EE.UU., en función de sus intereses económicos y apoyados por organismos internacionales en cooperación
geoestratégicos (por ejemplo en la etapa de la «guerra con los gobiernos nacionales, e inspirados en el ideal de-
fría» tras la II Guerra Mundial, y cuando la «amenaza del sarrollista 8. Este proyecto, que llegaron a avalar el presi-
comunismo» tras el triunfo de la revolución cubana de Fi- dente J. F. Kennedy y la Iglesia católica, pretendía trans-
del Castro), se ha inmiscuido y ha controlado la política plantar a estos países las estructuras económicas de los
de estos países, propiciando la entronización o la caída de países desarrollados noratlánticos. Pero fue un intento
los gobiernos. Recordemos, como ejemplos, los gobier- que descansaba en un supuesto falaz (la diferencia entre
nos proamericanos de Batista, Pérez Jiménez, Duvalier, subdesarrollo y desarrollo era meramente cuantitativa), y
Somoza, etc., y, por contraposición, la trágica caída del ré- acabó en fracaso. Las políticas desarrollistas lo único que
gimen democrático chileno y el asesinato de su presiden- hicieron fue «consolidar el sistema económico imperante
te Salvador Allende en 1973. Por otro lado, las grandes y yuxtaponer estáticamente, dentro de cada país, las so-
corporaciones multinacionales, a través de sus filiales, han ciedades desarrolladas a las subdesarrolladas» '. La teoría
controlado y se han apoderado de los procesos internos desarrollista pretendía superar en estos países los lastres
de industrialización de estos países. Se exportan fábricas a sociales, culturales y económicos de la sociedad premo-
Latinoamérica, arruinando las nacionales, y luego se na- derna, imitando el modelo de los países desarrollados. Es-
cionalizan, a precio de oro, cuando dejan de ser rentables. ta teoría fue reivindicada por la Escuela de Chicago (Mil-
Con su actividad «exportadora», lo que Latinoamérica en ton Friedman) y su «monetarismo» (libertad de mercado
verdad garantiza es su desocupación y su miseria, debido y acción subsidiaria del Estado). Identificada, a la postre,
al desequilibrio entre el precio de sus materias primas y con la ideología del neoliberalismo, defendió la idea de
los precios de los productos manufacturados que com- llevar a cabo un desarrollo económico autosustentado, a
pra... base de la ampliación del mercado interior y el desarrollo
industrial que, de modo mimético, alumbrara en Argenti-
«Si le pagasen precios decentes por sus materias primas y na, México, Chile, Colombia, Brasil, etc., el modelo de la
sus productos agrícolas, estos países serían capaces de costear
su progreso con medios propios. Según cálculos de Unicef, si sociedad del bienestar. Pero el desarrollismo fue un pro-
las naciones industriales ofrecieran condiciones justas al Tercer yecto dominado por una perspectiva simplemente econo-
Mundo, sus ingresos de exportación anuales aumentarían en micista-modernizante, que no valoró los factores políti-
unos 50 mil millones de dólares» 7. cos y los aspectos conflictivos del proyecto. Esto se tra-
dujo, en la práctica, en que los cambios que se intentaban
introducir se querían llevar a cabo en el marco institucio-
2. Liberación frente a dependencia nal existente, sin cuestionarlo. Esto significaba no sólo

Es cierto que, a partir de la década de los 50, se in-


tentó sacar a los pueblos latinoamericanos de la situación
8
de postración, mediante programas de política económica Algunos de estos organismos internacionales fueron: FMI, Alian-
za para el Progreso, CEPAL, BID (Banco Interamericano de Desarro-
llo), C A F (Cooperación Andina de Fomento), etc.
9
J. J. Tamayo Acosta, Para comprender la teología de la liberación,
7
H . Zuber, Los desheredados, Plaza y Janes, Barcelona 1994, 107. 32.

176 177
respetar los intereses económicos de las grandes institu-
Además, este fenómeno global de la dependencia tie-
ciones económicas internacionales en connivencia con las
ne unos mecanismos financieros que lo convierten en un
élites nacionales dominantes, sino incluso favorecer y callejón sin salida: el problema de la deuda externa. Y es
acrecentar sus beneficios. que para intentar rehabilitar y relanzar sus economías
Como contralectura crítica, y frente a esta política de- «los países se hipotecan endeudándose con la banca ex-
sarrollista, surgió la teoría de la dependencia, que desen- tranjera y con los organismos internacionales de crédito,
mascaró la cruda realidad de la práctica imperialista. Es la con lo que multiplican el caudal de las próximas san-
dinámica capitalista la que establece un centro que se en- grías». El Fondo Monetario Internacional y el Banco
riquece, y una periferia que se empobrece en medio de Mundial presionan «para que los países latinoamericanos
tensiones y desajustes sociales. Desarrollo y subdesarro- remodelen su economía y sus finanzas en función del pa-
llo caracterizan las relaciones del centro con la periferia. go de la deuda externa». Pero esto produce un círculo vi-
En el centro están las instancias de decisión (Nueva York, cioso que estrangula la economía: «Los empréstitos au-
Tokio, Londres, París...) que deciden e influyen en el fu- mentan y las inversiones se suceden, y en consecuencia
turo económico de la periferia. En América Latina, la in- crecen los pagos por amortizaciones, intereses, dividen-
fluencia de EE.UU. no es sólo una variable externa, que dos y otros servicios; para cumplir con esos pagos se re-
influye a través del comercio exterior o de la financiación curre a nuevas inyecciones de capital extranjero, que ge-
económica, sino que actúa como un factor en el propio neran compromisos mayores, y así sucesivamente» u. Val-
seno de las estructuras nacionales, garantizando la depen- ga como ejemplo que, en 1975, Brasil, México, Chile y
dencia económica, tecnológica, política, cultural-educati- Uruguay tuvieron que dedicar aproximadamente la mitad
va, y de consumo. Incluso el desarrollo, cuando se da, es de sus ingresos por exportación al pago de amortizacio-
inducido desde el exterior y sobredeterminado por inte- nes, intereses y conceptos similares. La deuda resulta ya
reses ajenos ,0. El subdesarrollo latinoamericano es la otra técnicamente impagable, sobrepasando, en el conjunto de
cara de la moneda, o el coste que tiene el desarrollo de los los países latinoamericanos, el billón de dólares. La tram-
países ricos y dominadores. Entre subdesarrollo y desa- pa de la deuda, o la espiral del endeudamiento como tam-
rrollo hay una relación causal: hay países subdesarrolla- bién se la ha llamado, está garantizada por una serie de
dos porque hay países superdesarrollados. Relación cau- factores, entre los que caben destacarse los siguientes: los
sal que tiene que ver con relaciones asimétricas y de ex- altos intereses de los créditos, el bajo precio de los pro-
poliación. En síntesis, podríamos decir que el subdesarro- ductos latinoamericanos que se exportan, la fuga de capi-
llo no es sino una forma de dependencia económica, que tales, el proteccionismo que impide la competencia leal.
se traduce en una desnacionalización o «satelización» de La globalidad y el alcance disfuncional de la deuda exter-
las economías nacionales, y que exige también otras su-
bordinaciones políticas y culturales ".
na, B. Aires 1969; F. H . Cardoso, E. Faletto, Dependencia y desarrollo
en América Latina, Siglo XXI, México 1969; Fr. Himkelammer, El sub-
10 desarrollo de América Latina: un caso de desarrollo capitalista, Paidós,
Cf. G. Iriarte, Para comprender a América Latina. Realidad so-
B. Aires 1970; O . Sunkel, El marco histórico del proceso de desarrollo y
cio-política, 14 7-149.
subdesarrollo, 1LPES, Santiago de Chile 1967.
Cf. A. G . Frank, Capitalismo y subdesarrollo en América Lati- 12
E. Galeano, Las venas abiertas de América Latina, 342, 391.

178
179
na la ha convertido, más allá de un problema económico, lo inhumano de la economía de estos países y de la «ex-
en un problema político y ético de gran alcance. H o y sig- plotación colonial» es la marginación de los más débiles:
nifica la amenaza del hambre, de la mortalidad infantil, los niños de la calle. La mitad de los aproximadamente 80
del desempleo masivo, de la inestabilidad política, etc. Por millones de estos niños que hay en el mundo viven en
todo ello, hoy ha llegado a ser «no sólo un imposible eco- América Latina. Son mendigos, ladronzuelos, limpiabo-
nómico, sino también un imposible político y moral» ". tas, prostitutas infantiles, cuando no son manipulados por
el narcotráfico. Son los «piretes» o «meninos» brasileños,
Latinoamérica es la sociedad de las grandes desigual-
o los «gamines» colombianos que, con frecuencia, son
dades sociales y económicas (los ingresos de las clases su-
asesinados por los «escuadrones de la muerte» para lim-
periores pueden significar multiplicar por mil lo que gana
piar las calles de delincuencia, que resulta molesta para el
un trabajador humilde), y de una pobreza provocadora.
comercio, o para traficar con sus órganos l4.
Ya a mediados de los años 70, se cuantificaban en 110 mi-
llones las personas de extrema pobreza, y en muchos La teoría de la dependencia, a la que hemos aludido,
países la malnutrición superaba el 40% de la población. critica, por otra parte, la idea de desarrollo en la que de-
En la actualidad, la cifra de la extrema pobreza alcanza los senmascara claras connotaciones ideológicas, y la sustitu-
270 millones. Si no se toman medidas, desgraciadamente, ye, como veremos, por la de «liberación».
la cifra seguirá aumentando.
En los años 50, el término «desarrollo» se solía usar
Un fenómeno desgarrador, y que es bien explícito de como sinónimo de crecimiento económico, que se puede
incluso cuantificar con índices como la renta per capita, el
13
producto nacional bruto, el grado de consumo, el núme-
G. Iriarte, Para comprender a América Latina. Realidad econó-
mica, Verbo Divino, Estella 1991, 52. La pregunta que ha surgido fren-
ro de automóviles, de escuelas o de hospitales, etc. Fren-
te a este grave problema es si hay obligación moral de pagar la deuda. te a este simplismo, hay que recordar que el subdesarro-
Ante el carácter asimétrico de las relaciones en que descansan estas ac- llo-desarrollo es un complejo proceso estructural que al-
tividades comerciales y económicas, y su carácter fuertemente especu- canza a muchos niveles de la realidad social. En los años
lativo, son varias las voces que han dado una respuesta negativa. Pablo
VI denunció, en la Populorum progressio, la inmoral dictadura econó-
60 se desarrolló una concepción más integral que se
mica que se da en el intercambio mundial. Juan Pablo II denunció en la orientaba en este sentido, y que hablaba de un proceso so-
Laborem exercens el error del economicismo que se traduce en una pu- cial global que comprendía una pluralidad de aspectos:
ra crematística, y en la Sollicitudo rei socialis volvió a denunciar los me- económico, social, político y cultural. Claro que la consi-
canismos económicos que garantizan las inadmisibles relaciones norte-
sur. El documento de la Pontificia Comisión Justicia y Paz, titulado Al
deración unitaria de estos aspectos exigía tener especial-
servicio de la comunidad humana: una consideración ética de la deuda mente en cuenta la distribución de las riquezas y las rela-
internacional (27-12-1986), llegó a plantear la posibilidad de la condo- ciones sociales. Cuestiones éstas que se iluminan desde
nación de la deuda. Y los obispos de EE.UU. también se han pronun- criterios éticos y desde una perspectiva humanista del de-
ciado sobre la cuestión planteando desde la moratoria hasta la condo-
nación total. H a y desde luego un argumento de peso: «Cualquier valor
o derecho se transforma en un anti-valor o anti-derecho si su realiza- 14
«De 1988 a 1991, más de siete mil niños perdieron la vida a ma-
ción conlleva el sacrificio de la vida, o aquello que es necesario para la nos de los escuadrones de la muerte, según el informe de una comisión
vida de otro ser humano» (G. Iriarte, Para comprender a América La- de investigación del parlamento brasileño» ( H . Zuber, Los deshereda-
tina. Realidad económica, 105). dos, 63).

180 181
sarrollo. Esta concepción, en combinación con la teoría
ternacional. El fracaso de los intentos reformistas lo de-
funcionalista, implicó tomar conciencia de que el proble-
muestra.
ma era muy complejo, e implicaba, sobre todo, una di-
mensión política. El poder político debía ser el cataliza- El proceso de liberación puede tener muchas dimen-
dor que integrase los diversos aspectos del problema. El siones, pero sobre todo implica una visión holista de la vi-
desarrollo así considerado era algo más que la mera mani- da humana en su devenir histórico, que lucha por desem-
pulación técnica de unos recursos, y exigía una transfor- barazarse de todo lo que representa un obstáculo para el
mación radical del conjunto de las relaciones sociales y ejercicio de la libertad y la realización de sí misma. En es-
económicas en el seno de cada país, y también un cambio te sentido, tanto una sociedad sumida en graves carencias
en sus relaciones exteriores con los países industrializa- materiales, como una sumida en la abundancia pueden ser
dos. Como nos recuerda el teólogo peruano Gustavo Gu- opresoras y negadoras de la dignidad humana. Y ello por
tiérrez, entender el desarrollo desde una perspectiva hu- la sencilla razón de que la liberación se fundamenta en el
manista es concebirlo como un «tener más para ser más» hecho de poder realizar una vida auténtica. La liberación,
(Populorum progressio). Desde este enfoque, el desarrollo pues, descansa en la idea de libertad como capacidad de
se ubica en un contexto más amplio, en «una visión en la autorrealización y autoconquista de sí mismo en cohe-
que la humanidad aparece asumiendo su propio destino». rencia con unos valores definidores del sentido de la rea-
Y esto significa colocar el concepto de desarrollo en el lidad humana. La-libertad entendida por tanto como la
contexto más amplio de la «liberación». Además, la con- conquista de un proceso histórico. Y es que, desde la mo-
ciencia crítica que conlleva la teoría de la dependencia-li- dernidad, el hombre quiere ser sujeto de su propia histo-
beración acaba alumbrando la legitimidad de alternativas ria; una historia que sea el proceso de la mayoría de edad
drásticas y revolucionarias: «El desarrollo debe atacar las del hombre, que se emancipa de las servidumbres. Poco a
causas de la situación y entre ellas la más profunda es la poco, las ciencias humanas y sociales son mediaciones que
dependencia económica, social, política y cultural de unos le van a permitir al individuo un mayor control racional
pueblos en relación a otros, expresión de la dominación de sus propias iniciativas. Control que implicará una libe-
de unas clases sociales sobre otras (...). Únicamente una ración psicológica y moral. El proceso de liberación en-
quiebra radical del presente estado de cosas, una transfor- tendido de este modo implicará
mación profunda del sistema de la propiedad, el acceso al
«no sólo mejores condiciones de vida, un cambio radical de es-
poder de la clase explotada, una revolución social que
tructuras, una revolución social, sino mucho más: la creación
rompa con la dependencia, puede permitir el paso a una
continua, y siempre inacabada, de una nueva manera de ser,
sociedad distinta, a una sociedad socialista. O por lo me- una revolución cultural permanente» "'.
nos hacer que ésta sea posible» '\ Y es que el auténtico de-
sarrollo es incompatible con el marco del capitalismo in- El proceso de concienciación en los países latinoame-
ricanos tuvo lugar en interacción dialéctica con las con-
mociones y conflictos sociales. En su devenir histórico,
15 este proceso tuvo dos momentos constitutivos: uno fue el
G. Gutiérrez, Teología de la liberación, Sigúeme, Salamanca
1984, 50,52; cf. también L. Boff, Teología del cautiverio y de la libera-
ción, Paulinas, Madrid 1935, 20.
"' G. Gutiérrez, Teología de la liberación, 61-62.

182
183
gnoseológico-crítico d e s e n m a s c a r a d o r d e la ideología d o - d e los p o b r e s » , «son c o m u n i d a d e s martiriales, q u e c o m -
minante; el o t r o fue el d e la praxis liberadora encaminada p a r t e n la vida y las luchas del p u e b l o , sufren persecución
a q u e estos p u e b l o s fueran d u e ñ o s d e sus p r o p i o s desti- p o r defender la justicia y llegan h a s t a d a r la vida p o r los
nos. h e r m a n o s » ". Se trata d e u n a n u e v a f o r m a d e o r g a n i z a r la
c o m u n i d a d a n i m a d a p o r la palabra, y vivificada p o r los
La categoría crítica d e la «liberación», c o m o aquí la s a c r a m e n t o s y los ministerios en q u e participan activa y
h e m o s p r e s e n t a d o , ha significado el n a c i m i e n t o de u n a creativamente los laicos. L a capacidad d e decisión se dis-
nueva conciencia histórica, u n a nueva m a n e r a d e e n t e n - t r i b u y e de m o d o más participativo, d á n d o s e u n aleja-
d e r y c o m p r e n d e r el p a s a d o , el p r e s e n t e , y d e i l u m i n a r las m i e n t o de la hipercentralización jerárquica y autoritaria.
posibilidades ocultas d e cara al f u t u r o . E s t e p e n s a r y ac- Estas c o m u n i d a d e s se c o n v i e r t e n en auténticas «escuelas
t u a r en t é r m i n o s d e libertad implica - c o m o dice L e o n a r - d e democracia», « d o n d e t o d o se discute y se decide en c o -
d o Boff— u n giro h e r m e n é u t i c o y u n n u e v o estado d e m ú n , d o n d e se a p r e n d e a p e n s a r críticamente 20. E s t o
conciencia q u e a l u m b r a nuevas realidades en m u c h o s se t r a d u c e en u n a p o t e n c i a c i ó n de los ministerios laicales
c a m p o s , d e s d e la política y la sociología a la m i s m a t e o - d e la palabra, d e la educación en la fe, d e la animación li-
logía. túrgica, d e la consolación y el a c o m p a ñ a m i e n t o d e la j u s -
ticia, etc. Se da u n a revitalización d e la d i m e n s i ó n caris-
mática y diacónica-de la c o m u n i d a d d e creyentes. Esta r e -
3. El c o m p r o m i s o d e l o s c r i s t i a n o s vitalización es interpretada c o m o u n a auténtica «eclesio-
en los procesos de liberación génesis» 2I. E n estas c o m u n i d a d e s se realiza lo q u e el a n -
t r o p ó l o g o ginebrino Jean Ziegler c o m e n t a d e m u c h a s cul-
U n factor q u e ha j u g a d o u n a baza f u n d a m e n t a l en el t u r a s del llamado m u n d o s u b d e s a r r o l l a d o :
n a c i m i e n t o d e la T L h a sido la participación d e u n gran
n ú m e r o d e cristianos d e estos países en los p r o c e s o s d e li- «La luz, la ayuda nos viene del tercer mundo (...). El sen-
tido de la vida comunitaria, la solidaridad entre hombres, el go-
beración, su c o m p r o m i s o en la lucha p o r la e m a n c i p a c i ó n
ce del instante vivido y la dignidad constituyen los tesoros de
política y e c o n ó m i c a , a n i m a d o s p o r los p r o p i o s p r e s u -
estas comunidades (...) los hombres de vientre vacío que, des-
p u e s t o s de s u fe religiosa. D e esta última b r o t a para ellos de hace siglos, alimentan a occidente con sus materias primas y
el i m p e r a t i v o m o r a l , q u e les lleva al c o m p r o m i s o prácti- su trabajo, conservan en el fondo de su miseria un tesoro de
c o - r e v o l u c i o n a r i o ". E s t e c o m p r o m i s o p r á c t i c o ha b r o t a - símbolos capaces de explicar y dirigir la vida» 22.
d o entre los m i e m b r o s de las c o m u n i d a d e s eclesiales de
base d e A m é r i c a L a t i n a '". N a c i d a s «entre los m á s p o b r e s
" J. J. Tamayo Acosta, Para comprender la teología de la liberación, 45.
20
L. Boff, Iglesia: carisma y poder. Ensayo de eclesiología militan-
17
Cf. M. López Vigil, J. Sobrino, La matanza de los pobres. Vida te, Sal Terrae, Santander 1982, 25.
21
en medio de la muerte en El Salvador, HOAC, Madrid 1993. En este li- Cf. M. de C. Azevedo, Comunidades eclesiales de base, en I.
bro se presenta el testimonio de algunos cristianos-guerrilleros del Ellacuría, J. Sobrino, Mysterium liberationis, II, Trotta, Madrid 1990,
FMLN. 247-249; L. Boff, Eclesiogénesis. Las comunidades de base reinventan la
18
Cf. M. de C. Azevedo, Comunidades eclesiales de base. Alcance Iglesia, Sal Terrae, Santander 1979.
11
y desafío de un nuevo modelo de ser Iglesia, Atenas, Madrid 1986; C. J. Ziegler, La victoria de los vencidos, Ediciones B, Barcelona
Floristán (ed.), Comunidades de base, Marova, Madrid 1971. 1988, 222-223.

184 185
Más allá de la religión privada, o «invisible» como la pobres, pero ya nunca consiguió ser una Iglesia de po-
llama Th. Luckmann, propia de la sociedad del bienestar, bres. Ahora ya no se ve a los pobres únicamente desde
estas comunidades, constituidas sobre todo por oprimi- una perspectiva caritativa y asistencial, sino sobre todo
dos y explotados, ven en la pobreza el signo de los tiem- política: son las clases populares el nuevo sujeto histórico
pos que les convoca a la acción liberadora. Como dice que probablemente decidirá los destinos de la sociedad
Leonardo Boff, «el pobre, por el mero hecho de su pre- futura» 2i. Y es desde aquí desde donde se perfilará el tra-
sencia, hace una llamada utópica para un tipo de convi- to y la relación con las otras clases sociales. Es por ello un
vencia, en la que no haya pobreza ni estructuras que creen modelo de Iglesia muy interesado en el cambio social, y
la explotación del hombre por el hombre» ". En las co- en el alumbramiento de estructuras de justicia.
munidades de América Latina, el «hoy de Dios» se des- Desde estos presupuestos teológico-espirituales es
cubre en el clamor de los pobres o, como comenta Jon So- comprensible que estas comunidades hayan tenido, en las
brino, recordando a monseñor Romero y a san Ireneo, «la últimas décadas, un papel crítico-profético, y una proyec-
gloria de Dios es el hombre que vive», es «la vida contra ción política:
la muerte de la mayoría de los pobres, oprimidos y espe-
ranzados» 24. A los pobres se les ve no sólo como porta- «En unos casos, como en El Salvador, acompañando al
pueblo crucificado y formando parte de ese pueblo que lucha
dores de carencia y debilidad, sino como sujetos históri-
por la paz basada en la justicia y la igualdad. En otros, como en
cos del proyecto cristiano en el mundo, y por tanto como Chile, defendiendo los derechos humanos de un pueblo some-
sujetos del cambio y de la evangelización emancipadora. tido bajo la dictadura militar. En otros, como en Brasil, de-
Se trata, pues, no de una Iglesia para los pobres, sino con nunciando las injusticias y abogando por una sociedad justa y
los pobres. Más allá del modelo de Iglesia como «gran solidaria. En otros, en fin, como en Nicaragua, integrándose
institución», cuyo centro sociológico y cultural se en- activamente en el proceso de construcción de una sociedad
cuentra en el sector «pudiente» de la sociedad y que prac- nueva y de un hombre nuevo» 2 \
tica una caridad asistencial, este nuevo modelo de comu- Esta concepción del compromiso de la fe hace que la
nidad tiene su centro sociológico y cultural en el mundo comunidad política y la religiosa sean espacios abiertos
de los pobres, y practica la fraternidad y la solidaridad en por los que transita el cristiano. En la segunda celebra y
medio del pueblo. Iglesia hecha, pues, desde los pobres, toma conciencia de las exigencias prácticas de su fe, y en
desde su impotencia y desde sus anhelos de liberación. la primera actúa junto con otros ciudadanos comprome-
Son ellos el auténtico lugar teológico desde el que se cons- tidos.
truye la comunidad. El aspecto novedoso y rupturista de
esta manera de entender a la comunidad de creyentes lo «Ambos espacios quedan cubiertos por la realidad del rei-
no de Dios que, aunque bajo signos diferentes, se realiza en
expresa m u y bien Leonardo Boff. «Desde los tiempos de
uno y otro espacio» 27.
Teodosio, la Iglesia fue ciertamente una Iglesia para los
25
L. Boff, Iglesia: carisma y poder, 27.
2I
23 ' J. J. Tamayo Acosta, Para comprender la teología de la libera-
L. Boff, Teología del cautiverio y de la liberación, 261.
24 ción, 46.
J. Sobrino, Comunión, conflicto y solidaridad eclesial, en I. Ella- 27
L. Boff, Iglesia: carisma y poder, 25.
curía, J. Sobrino,Mysterium liberationis, II, 222.

187
186
Esta opción por los pobres y la justicia ha devuelto la fícilmente escaparán a la lógica interna de toda afirma-
credibilidad a la Iglesia latinoamericana. Una Iglesia que ción. Afirman algo, no nada. Tienen pretensión de vali-
hoy goza de figuras carismáticas y simbólicas en la vida y dez» 30. Y la fe, como experiencia, es un modo de situarse
en la muerte 2*. en el mundo y de interpretar la realidad toda, a partir del
Dios que se revela en Jesucristo. Pero en la medida en que
Resumiendo, podemos decir, con Juan José Tamayo,
el teólogo vive en un tiempo histórico, su reflexión tendrá
que el contexto y las condiciones socio-históricas y reli-
que tener en cuenta los desafíos que le vienen de la reali-
giosas que, a modo de placenta nutriente, han posibilita-
dad social e histórica. En este sentido, Clodovis Boff ha-
do la TL han sido
bla del necesario compromiso social del teólogo: «Toda
«la irrupción de los pobres en la historia, los movimientos p o - teología en cuanto práctica social determinada y en cuan-
pulares d e liberación, la teoría de la dependencia, y la inserción to producción significante, así como todo teólogo en
de los cristianos c o m o actores conscientes d e gran importancia,
cuanto productor de conocimientos y de significaciones
y n o c o m o simple comparsa, en los procesos sociopolíticos de
liberación» 2V.
específicas, están socialmente situados, insertos y hasta
comprometidos en la articulación del conjunto social,
sciens nesciens, volens nolens» 3'. Esto casa perfectamen-
4. U n a teología desde la praxis te con nuestro modelo teórico-sociológico y su presu-
puesto epistemológico. Tenemos una mirada y una refle-
y para la praxis liberadora
xión interesadas sobre la realidad, y se da una interacción
La teología, en general, considera la realidad del hom- dialéctica entre la teoría y la acción. En este sentido, el
bre y de la historia a la luz de la revelación divina. Inten- compromiso y las opciones prácticas que protagoniza en
ta además colocar la experiencia religiosa a la escala de la su vida el teólogo influirán en el contenido de su teología,
razón. En este sentido no es viable una teología sin racio- en el objeto teórico de su reflexión, y viceversa. Las cues-
nalidad. Esto último porque el teólogo no renuncia a la tiones relevantes serán aquellas del presente donde se jue-
pretensión de verdad de sus enunciados. «Por muy para- ga el futuro. Evidentemente, la posición y los intereses
dójicos que sean los asertos de la convicción religiosa, di- sociales le ayudarán a descubrir la relevancia de determi-
nadas cuestiones. Como dice Clodovis Boff, no todos es-
tán interesados en la misma teología. Esto tiene que ver
28
Recordemos, a modo de ejemplo: Osear Arnulfo Romero, obis- con el «círculo metodológico» al que luego aludiremos al
po asesinado d e El Salvador, voz profética de los pobres expoliados; Pe-
hablar de la «mediación socioanalítica». El descubrimien-
dro Casaldáliga, obispo defensor de los colonos sin tierra (posseiros)
frente a los latifundistas (fazendeiros) del Mato Grosso (Brasil); Leóni- to de las cuestiones que nos acucian y nos comprometen
das Proaño, voz de los indígenas de Chimborazo (Ecuador); Helder lo podemos hacer, en primer lugar, «a nivel de la sensibi-
Cámara, ya jubilado, que fue voz profética en medio de las favelas de
Recife (Brasil); los cardenales Arns y Lorscheider, defensores de la TL,
también en Brasil; Ignacio Ellacuría y los jesuítas de la Universidad
Centroamericana (UCA), de la que el primero era rector, así como co- 30
M. Fraijó, Racionalidad de las convicciones religiosas, en edición
laborador de monseñor Romero, asesinados por los militares. de J. Gómez Caffarena, Religión, Trotta, CSIC, Quinto Centenario,
" J. J. Tamayo Acosta, Para comprender la teología de la libera- Madrid 1993, 173.
ción, 35. 31
Cl. Boff, Teología de lo político, Sigúeme, Salamanca 1980, 296.

188 189
mo histórico; algo que además es tachado de «cinismo» 3 \
lidad», donde se ubica el momento ético profetice - en de-
De ahí la importancia que da esta teología a la «ortopra-
terminadas circunstancias reaccionamos con indignación,
xis». La creencia sin la práctica adecuada es sospechosa e
denuncias, movilizaciones, etc. En este sentido, Leonardo
Boff habla de una primera «articulación sacramental» incompleta: «Creer en Cristo es también asumir su prác-
(luego vendrá la articulación crítico-teórica propia de la tica; porque una profesión de fe sin seguimiento es in-
teología). El pueblo, mediante un conocimiento intuitivo completa, tal como se afirma en Mateo: " N o todo el que
y sapiencial que ya está animado por la fe, toma concien- dice Señor, Señor entrará en el reino de los cielos, sino
cia de la opresión y de la necesidad de la liberación, lo que aquel que hace la voluntad de mi Padre" (7,21). La orto-
lleva a la denuncia profética y al compromiso práctico. doxia, la recta opinión exige una ortopraxis, es decir, un
Por tanto, «no es más que en la praxis y en su lenguaje comportamiento acorde con la opinión expresada» 3 \ N o
existencial o ilocucionario donde el teólogo encuentra la sólo debemos pensar y formular nuestras verdades de fe,
posibilidad o el permiso de discernir la relevancia históri- sino que debemos «hacer la verdad» en la medida en que
ca de los imperativos del momento» 32. La TL es, pues, estamos llamados a ser coprotagonistas de la creación co-
una reflexión que surgirá de una praxis experimentada a la mo historia de salvación. La buena noticia tiene que con-
que, a su vez, querrá iluminar para que sea y siga siendo vertirse en buena realidad v .
verdaderamente liberadora. Por esta razón, es frecuente N o debemos dejar la ortopraxis en las manos de los
encontrarnos en los teólogos de la liberación con la afir- no creyentes, afirman los teólogos de la liberación, aun-
mación de que la reflexión crítico-teológica es «acto se- que también ellos pueden protagonizarla sin saberlo. Es
gundo» o «palabra segunda», con lo que se quiere decir una teología, pues, que intenta alejarse del «platonismo
que la experiencia se ha dado antes que la teoría. Es, pues, teológico», que concibe el objeto de su reflexión como
una teología íntimamente ligada a la existencia del pueblo, una realidad eterna, ahistórica, cuya relación con la histo-
de su fe y de su lucha. Clodovis Boff insiste en que la teo- ria sería, todo lo más, tangencial. Frente a ello, este «hacer
logía exige un momento preteológico: «Hacer liberación»
como compromiso práctico de la fe 33. En este sentido
35
también se habla de una teología desde la praxis y para la «Si la situación histórica de dependencia y dominación de dos
praxis. Desde la experiencia existencial, la teología debe tercios de la humanidad, con sus 30 millones anuales de muertos de
hambre y desnutrición, no se conviene en el punto de partida de cual-
orientar y descubrir nuevas posibilidades para la praxis. quier teología cristiana hoy (...), sus preguntas no serían preguntas rea-
El esquema sería: praxis-teoría-praxis 34. La teología no les (...); frente a los problemas del mundo de hoy nuestros escritos de
puede quedarse en una mera elucubración teórica si no teología se reducen a cinismo» (H. Assrturut, Teología desde la praxis
quiere caer en un idealismo incapaz del necesario realis- de la liberación, Sigúeme, Salamanca 1973, 40).
36
G. Gutiérrez, Beber en su propio pozo, Sigúeme, Salamanca 1993,
69; cf. también 107.
37
Cf. H . Assmann, Teología desde la praxis de la liberación, Sigúe-
32
C. Boff, Teología de lo político, 333. me, Salamanca 1973, 22; J. M. Bonino, La fe en busca de eficacia. Una
33 interpretación de la reflexión teológica latinoamericana de la liberación,
Cf. O Boff, Epistemología y método, en I. Ellacuría, J. Sobrino,
Mysterium liberationis, I, Trotta, Madrid 1990, 81-82. Sigúeme, Salamanca 1977, 107; J. Sobrino, Resurrección de la verdade-
34 ra Iglesia. Los pobres, lugar teológico de la eclesiología, Sal Terrae, San-
Cf. E. Dusscl, Discernimiento: ¿cuestión de ortodoxia u ortopra-
tander 1981, 136.
xis?: Concilium 159 (1978) 552-567.

191
190
la verdad» liga la fe a la dimensión ética y política de la 5. La o p c i ó n por los pobres
realidad, ya que implica el tener eficacia histórica. Tan im-
portante es esta eficacia histórica para H u g o Assmann, Teniendo en cuenta todos estos presupuestos, se com-
que llega a afirmar: «La pura denuncia puede ser una for- prende que esta teología se construya desde la opción y la
ma sublimada de alienación, simple catarsis verbal procla- óptica de los pobres. Para la Biblia, la pobreza es un esta-
matoria» 3*. Todo dualismo y todo dogmatismo abstracto do escandaloso que atenta contra la dignidad humana, y
resultan sospechosos de manipulación ideológica intere- es contrario a la voluntad de Dios. En la tradición bíblica
sada. Como sostiene Clodovis Boff, la prueba crucial de hay una condena contra todas las formas de abusos que
la vida de la fe y de la razón teológica es el «experimen- generan pobreza. Gustavo Gutiérrez lo resume muy bien:
tum crucis». Mientras que un teólogo europeo, simpati- «Se condena el comercio fraudulento y la explotación (Os
zante de la TL, sostiene que es la ortopraxis la nueva 12,8; Am 8,5; Miq 6,10-11; Is 3,14; Jr 5,27; 6,12); el acapa-
fuente de la ortodoxia: ramiento de tierras (Miq 2,1-3; Ez 22,29; Hab 2,5-6); la
justicia venal (Am 5,7; Jr 22,13-17; Miq 3,9-11; Is 5,23;
«En otras palabras, mediante la ortopraxis p o d e m o s con- 10,1-2); la violencia de las clases dominantes 2 Re 23,
fesar de nuevo y expresar con palabras nuevas una ortodoxia
30.35; Am 4,1; Miq 3,1-2; 6,12; Jr 22,13-17); la esclavitud
auténtica y relevante» 3V.
(Neh 5,1-5; Am 2,6; 8,6); los impuestos injustos (Am 4,1;
Para estos teólogos, la liberación se debe dar a tres ni- 5,11-12); los funcionarios abusivos (Am 5,7; Jr 5,28). En
veles: liberación político-social de los sectores oprimidos el Nuevo Testamento también se condena la opresión de
y explotados de la sociedad, como consecuencia de las es- los ricos, en particular en el evangelio de Lucas (6,24-25;
tructuras políticas y económicas; liberación del hombre, 12,13-21; 16,19-31; 18,18-26); y en la Carta a Santiago
consistente en que éste vaya tomando progresiva y res- (2,5-9; 4,13-17; 5,1-6)» 4I. En la tradición bíblica, «pobre»
ponsablemente las riendas de su propio destino, y actua- es todo aquel que sufre la marginación, pero entendida de
lizando sus capacidades creativas; liberación del pecado, un modo global que incluye, pero va más allá, de la pura-
como la raíz última de todo mal y sufrimiento. Para esto mente material y económica: «Los pobres son los oprimi-
último es fundamental la comunión con Cristo, vencedor dos en sentido amplísimo: los que sufren opresión y no se
del egoísmo y de la muerte, como fundamento de toda pueden defender, los desesperanzados, los que no tienen
fraternidad. Y las tres deben ser dialécticamente asumi- salvación (...), todos los que padecen necesidad, los ham-
das. Esto quiere decir que la liberación ético-política y la brientos y sedientos, los desnudos y forasteros, los enfer-
soteriológica van íntimamente unidas, manteniendo la mos y encarcelados (...), los que lloran (...), los que están
primera la supremacía de la urgencia y la segunda la del agobiados por el peso, los últimos, los sencillos, los per-
didos, los pecadores» 42. La pobreza además tiene un ca-
rácter colectivo, estructural y conflictivo. Hay una rela-
38
H. Assmann, Teología desde la praxis de la liberación, 153.
39
E. Sch¡Ilebeeckx,/es«5 en nuestra cultura. Mística, ética y políti-
41
ca, Sigúeme, Salamanca 1987, 104. G. Gutiérrez, Teología de la liberación, 372.
40 42
Cf. C. Boff, Epistemología y método, 85-86; F. Ferrarotti, Una fe J. Jeremias, Teología del Nuevo Testamento, I, Sigúeme, Sala-
sin dogmas, Península, Barcelona 1993, 33. manca 1974, 138; G. Girardi, La túnica rasgada, 30-31.

192 193
ción dialéctica entre pobreza y riqueza: existen pobres
dialécticamente superada en una fe que confiesa que todo
porque hay ricos. viene de Dios, pero de un Dios que promete la salvación
Y como sostiene el teólogo de la liberación belga Jo- a pesar de todo. Una salvación que el creyente dice tener
seph Comblin, para que una teología sea auténticamente en primicias en Cristo muerto y resucitado. Esto signifi-
cristiana tiene que dejar y hacer hablar a los pobres, pues ca superar una teología de la retribución, y abrirse a una
el privilegio de hablar de Dios no puede ser sólo de los ri- teología del amor libre y gratuito de Dios, que está muy
cos ". Pero, ¿cómo hablar y anunciar la salvación de un por encima de las categorías humanas acerca de la justicia.
Dios que se revela como amor paterno a los hombres que Esto significa que, más allá de una mentalidad retributiva,
viven inmersos en la noche de la injusticia, de la enferme- hay que «creer por nada», desde la gratuidad amorosa de
dad, del asesinato y de la expoliación? Efectivamente, Dios. Un amor que nos convoca a la solidaridad con los
«hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente (...) es más débiles, que son los preferidos de Dios. Sólo así ire-
un desafío para todo creyente. Especialmente en situacio- mos iluminando un sentido de la historia. Por eso, la fe de
nes en que ese hecho adquiere proporciones masivas. los comprometidos en la lucha y animados por la TL es
Desde América Latina esto da lugar a una óptica teológi- «una fe humedecida por las lágrimas y enrojecida por la
ca propia» 44. La experiencia del mal parece negar la justi- sangre» 4 \ Y será la pobreza entendida en sentido positi-
cia y el amor de Dios, especialmente si el que sufre es una vo, entendida como humildad y disponibilidad, que nos
víctima inocente. Pero curiosamente el Dios de Jesús, co- lleva a acoger a Dios y su Palabra, la auténtica «infancia
mo última revelación del misterio, viene a ser la panifica- espiritual». Una actitud de apertura a Dios que, como lo
ción de una profunda tradición bíblica, al manifestarse contrario al orgullo y a la autosuficiencia, es exaltada en
como el que hace suya la causa de los pobres. Una exi- los salmos (9,10,25,34,37...) y en las bienaventuranzas (Mt
gencia del Dios bíblico es el compromiso con los olvida- 5,1), es la que nos puede llevar a abrir los ojos ante el es-
dos. Y su mayor manifestación, Jesús de Nazaret, no vie- cándalo y a vivir la pobreza como un compromiso de so-
ne a traer complejas explicaciones y justificaciones del su- lidaridad, de protesta y de liberación. Un amor que debe-
frimiento, sino, según él, a liberarnos del pecado y de la rá tener consecuencias y alcance político: «En efecto, dar
muerte. La esperanza y la fuerza de la fe en el Dios bíbli- de comer o de beber es en nuestros días un acto político:
co y en el Padre que se revela en Jesús vendrá de la con- significa la transformación de una sociedad estructurada
fianza última en el amor gratuito de Dios. Esto quedó, de en beneficio de unos pocos que se apropian de la plusva-
alguna manera ya desvelado en el libro quizá más crítico lía del trabajo de los demás. Transformación que debe por
de la Biblia frente al problema del mal, de la justicia y de tanto ir hasta cambiar radicalmente el basamento de esa
la retribución, el libro de Job. sociedad: la propiedad privada de los medios de produc-
ción» •"'. La práctica política como práctica de amor pue-
La aparente irracionalidad moral de Dios sólo queda de quedar sacramentalizada, adoptando el punto de vista

43
Cf. C. Boff, Epistemología y método, 85-86. 45
44 G. Gutiérrez, Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente,
G. Gutiérrez, Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente, 16.
Sigúeme, Salamanca 1988, 42. 46
G. Gutiérrez, Teología, de la liberación, 264.

194 195
de los pobres, que es el punto de vista de todos, es decir, pero también social-colectivo. «Según san Pablo, el peca-
de los intereses comunes. Como comenta Giulio Girardi, do se encarna en las estructuras sociales, en la prepotente
en una sociedad dividida en clases, el amor sólo es uni- sabiduría del mundo, en la civilización humana que cons-
versal si es clasista: triñe a actuar de determinada manera...» ". Y es que las es-
tructuras no son neutras, sino que en ellas se objetiva la
«La o p c i ó n preferencial p o r los pobres es precisamente la bondad o maldad de los actores y de los grupos sociales.
traducción en determinados contextos históricos de una exi-
Naturalmente, esto es un planteamiento teológico que lu-
gencia universal del a m o r » ".
cha contra la privatización de la fe, porque entiende que
la liberación del pecado exige la liberación social. O dicho
de otra manera, la liberación económico-política debe ser
6. La función política de la teología
expresión objetiva de la conversión interior-subjetiva.
de la liberación Por ello esta teología contempla lo que llama la «santidad
Desde esta óptica de los pobres se entiende que la her- política» (Ton Sobrino). La política aparece en su óptica
menéutica que llevarán a cabo los teólogos de la libera- como una exigencia de la santidad, que se traduce en
ción asumirá la dimensión política, y que no se manten- «amor político». Un amor que intenta responder a la pre-
drán neutrales o indiferentes ante las opciones más fun- gunta bíblica: «¿Dónde está tu hermano?», asumiendo la
damentales en este terreno. Dentro de su ubicación social tarea de luchar con eficacia contra la pobreza 50. Teología
e histórica, no hay ninguna teología que sea neutra políti- encarnada que entiende la «salvación situacional» en el
camente hablando. El saber teológico, entre otras cosas, contexto de «los signos de los tiempos». El compromiso
se ve interpelado por las exigencias de los problemas rea- práctico que esto encierra implicará una serie de opciones,
les. Por esta razón no puede dejar de ser «partidario»: que serán revisables a la luz de los datos y resultados de
las ciencias sociales. Esto es lo que Ignacio Ellacuría en-
«Dado que en concreto se encuentra siempre ubicado en tendía por un «realismo creyente». La Iglesia como insti-
situación de "partido", no le queda más remedio que tomar
tución religiosa no deberá entrar en el terreno de las es-
conciencia de ello y definir con toda lucidez los fines posibles
y deseables de su destino» 4*. trategias técnicas pormenorizadas, pero sí deberá, desde
el punto de vista ético, dar orientaciones generales. En es-
Para estos teólogos, el crecimiento del reino de Dios te sentido deberá quedarse en la «política con mayúscu-
les lleva a enfrentarse con el pecado y la injusticia, y a las», como dice Leonardo Boff (denuncia de la injusticia,
caer en la cuenta de que, junto con el drama de la intimi- búsqueda del bien común, promoción del derecho...), y
dad humana, aquí está implicada la dimensión económi- n o entrar en la «política con minúsculas» (autonomía de
co-política. Isto no es sino caer en la cuenta de la bidi-
mensionalidad del pecado, que es individual-subjetivo,
49
J. P. Miranda, Marx y la Biblia. Crítica a la filosofía de la opre-
sión, Sigúeme, Salamanca 1972, 215; cf. también J. I. González Faus,
47
G. Girardi, La túnica, rasgada, 336. Proyecto de hermano. Visión creyente del hombre, Sal Terrae, Santander
48 1987,237-238.
C. Boff, Teología de lo político, 348; cf. también M. de C. Aze- 50
vedo, Comunidades eclesiales de base, en I. Ellacuría, J. Sobrino, Mys- Cf. J. J. Tamayo, Presente y futuro de la teología de la liberación,
terium liberatioús, II, 261. San Pablo,Madrid 1994, 69-70.

196 197
los partidos políticos y de la sociedad civil, donde se da la
competencia de los técnicos y especialistas...). Sin un tratamiento suficientemente amplio, no obs-
tante, la «Constitución dogmática sobre la Iglesia» (Lu-
men gentium) ya aludió a «la Iglesia de los pobres» ". La
7. El Vaticano II y la teología Iglesia debe vencer la tentación del poder y de la riqueza
de la liberación dando testimonio de la pobreza de Cristo, y estando al
servicio de los pobres. Algo que de modo lapidario nos
Los documentos del magisterio eclesiástico, en los recuerda el texto con el que se abre la «Constitución pas-
años 60, a partir del pontificado de Juan XXIII, comen- toral sobre la Iglesia en el mundo actual» (Gaudium et
zaron a hacerse eco del tema del desarrollo y de los desa- spes): «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las an-
justes y conflictos sociales que padecía el mundo. Mater gustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de
et magistra y Pacem in terris fueron encíclicas que aludie- los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y espe-
ron a ellos, denunciando las injusticias, señalando la nece- ranzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.
sidad de que el desarrollo económico estuviese al servicio Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco
del hombre, de que las estructuras económicas fueran en su corazón» 53. Esta cuestión es la que será especial ob-
conformes a la dignidad humana y, en fin, reivindicando jeto de reflexión por parte de los teólogos de la liberación.
la solidaridad internacional. Los aires renovadores que Y en la conferencia de Puebla, once años después de la de
acompañaron a estos documentos dieron su fruto en el Medellín, en 1979', a pesar de las presiones del sector con-
gran acontecimiento del Concilio Vaticano II. En él, la servador del episcopado, volvió a proclamarse la solidari-
Iglesia católica se autorrevisó críticamente y recuperó su dad con los pobres y sus derechos.
vocación humanista-evangélica, en un diálogo con la cul-
tura moderna y una serie de confesiones cristianas y no
cristianas. En la medida en que se movió en el marco cul- no II por parte de la T L significó reconocer la validez de la tendencia
tural del Primer Mundo, no prestó suficiente atención a la progresista de dicho Concilio. Lo más grave del Concilio es que no se
realidad latinoamericana. Pero aquí ocurrió lo contrario consiguió una síntesis suficientemente consensuada de esta posición
progresista con los planteamientos más conservadores. Se llegó a acuer-
que con el nacionalcatolicismo. Mientras que, para este dos de mero compromiso. La concepción progresista promovía la aper-
último, el Concilio supuso su descalabro definitivo, para tura y diálogo con el mundo moderno, mientras que los conservadores
las comunidades eclesiales de base latinoamericanas supu- defendían el inmovilismo y monolitismo eclesiásticos: «El diálogo con
el mundo» intentó, reconociendo la relativa autonomía del mismo, es-
so un catalizador que potenció su propia reflexión teoló- crutar «los signos de los tiempos», para buscar una enculturación ade-
gica. En el contexto de una fidelidad creadora, la TL de- cuada del mensaje de la salvación. Y con este intento sintoniza la TL.
sarrolló las potencialidades del Concilio, e incluso las en- Sin ser propiamente un teólogo de la liberación, Karl Rahner compren-
riqueció. Lo que la II Conferencia Episcopal Latinoame- dió la coherencia profunda entre el espíritu innovador del Concilio y
los desarrollos de la TL. Quince días antes de morir escribió una carta
ricana hizo en Medellín (1968) fue aplicar los criterios y al cardenal Landázuri de Lima (16-3-1984) defendiendo la TL. El gran
las grandes líneas conciliares a la realidad de los países la- teólogo alemán no estuvo de acuerdo con el giro restauracionista que
tinoamericanos 5I. ha promovido su antiguo colaborador el cardenal Ratzinger.
" Cf. Lumen gentium, 8, en Concilio Vaticano II. Constituciones.
51
Decretos. Declaraciones, BAC, Madrid 1965, 20-21.
La aplicación y desarrollo de los ideales y directrices del Vatica- 53
Gaudium et spes, 1, en Concilio Vaticano II, 209.

198 199
Una gran intuición del Concilio fue recalcar la nece- discerniendo los caminos de la gracia y los escenarios del
sidad de escrutar «los signos de los tiempos», que vienen pecado». Esto es lo que se llama la «mediación herme-
a ser los acontecimientos culturales, sociales, económicos néutica».
y políticos, que pueden ser un reto para la conciencia cris-
tiana atenta a la realidad de su época, y donde ésta puede — «Por último, es necesario proponer pistas de acción
descifrar la voluntad de Dios como tarea de concreación pastoral mediante las cuales la Iglesia y los cristianos con-
por parte de los creyentes. Precisamente la Iglesia latino- tribuyan al proceso de liberación integral» 5 \ Esto es lo
americana destacó un signo sobre todos los demás: los que se llama la «mediación práctica».
pobres. «Y desde ese signo mira al mundo, relee la histo-
ria, juzga a los culpables, interpreta la realidad, reformula
el mensaje cristiano y pretende transformar la vida» M. 8. La mediación socioanalítica
Quizá lo más novedoso al respecto de la TL haya sido el
La teología -como nos recuerda Clodovis Boff— ge-
haber dado un paso más allá de lo puramente descriptivo,
neralmente se movía dentro del espacio que le ofrecía la
y haber elaborado un análisis estructural y etiológico de
mediación filosófica. Pero a estas alturas de la historia, y
la injusticia social y las relaciones asimétricas.
con los retos económico-sociales y políticos que nos
Diremos, por último, que los pasos metodológicos de plantean los actuales «signos de los tiempos», deberá ser
la TL son los siguientes: estigmatizada de ideológica una teología que se contente
«con un discurso filosófico-antropológico, pasando en si-
— «Se parte de una indignación ética frente a la pobre- lencio las relaciones sociales del hombre, como por ejem-
za, no querida por Dios para sus hijos, al mismo tiempo plo su situación de clase, su actitud política, etc., redu-
que se hace una experiencia religiosa de cara a los pobres, ciéndose a la captación de los rasgos comunes a todos los
en quienes está presente el siervo sufriente, Jesucristo». Es hombres, tomados en su trascendentalidad» M. La racio-
el momento ético-profético, o lo que, como ya dijimos, nalidad teológica deberá contar hoy día con las ciencias
Leonardo Boff llama la «articulación sacramental». humanas y sociales.
— Se intenta descubrir los mecanismos que garantizan El cristiano y el teólogo comprometido en la vida so-
y producen la pobreza institucional, mediante una lectu- cial y política necesitan de una reflexión teológica que ilu-
ra científica de la realidad (análisis históricos, políticos y mine desde la fe su propio enfrentamiento con esa reali-
económicos). Esto es lo que se llama la «mediación socio- dad. Pero esto exige el paso previo de apropiarnos de di-
analítica». cha realidad socio-política en toda su complejidad. Y es
— U n a vez decodificada la miseria, desde un punto de aquí donde aparece la necesidad de la «mediación socioa-
vista etiológico, hay que hacer una lectura teológica de es- nalítica» o, dicho de otro modo, el concurso de las cien-
te macrofenómeno «con los ojos de la fe y de la teología
55
L. Boff, Iglesia: carisma y poder, 41; cf. también L. Boff, Teolo-
54
gía del cautiverio y de la liberación, 37-38; C. Boff, Epistemología y mé-
J. J- Tamayo Acosta, Para comprender la teología de la libera- todo, 101.
ción, 43. 56
C. Boff, Teología de lo político, 50.

200 201
Por otra parte, esta mediación no puede consistir en la
cias sociales. Este concurso es una de las novedades que
«inocente» asunción de cualquier sociología. El análisis
presenta la T L . La interacción entre praxis social y refle-
social que se lleva a cabo estará condicionado y posibili-
xión teológica obliga a tener en cuenta dicho concurso. La
tado por determinados criterios científicos, políticos y
mediación de esta racionalidad de las ciencias sociales es
éticos (teología moral). Desde el punto de vista científico
necesaria si queremos tener una teología históricamente
se escogerán las teorías que aporten más explicaciones, y
significativa. Diríamos que «las ciencias humanas son el
desde el punto de vista de la teología moral habrá que es-
puente de unión entre la palabra y su verificación históri-
coger la teoría que responda mejor a los valores que se es-
ca en la praxis liberadora» ". Hay que reconocer, además,
timen decisivos. El poder explicativo de la teoría remite
que con esta medida la TL intenta ser fiel a las directrices
precisamente a los problemas concretos que se consideran
del Vaticano II w. La «mediación socioanalítica» es nece-
importantes resolver. Y esta última consideración descan-
saria para descubrir los signos de los tiempos, y para ha-
sa en la opción ética. Estos dos momentos, el ético (teo-
blar un lenguaje inteligible y abierto a las necesidades y
logía moral) y la elección de la teoría social, están dialéc-
expectativas de los hombres y mujeres de hoy. Este as-
ticamente relacionados, y constituyen el «círculo meto-
pecto fue resaltado por las Conferencias de Medellín y de
dológico». La fe obliga a escoger aquellos modelos teóri-
Puebla. Y es que los complejos hechos sociales no hablan
cos y aquellas categorías que mejor descifren el pecado es-
por sí mismos, sino que tienen que ser interpretados por
tructural, y planteen opciones más adecuadas como me-
las correspondientes disciplinas críticas. Son estas ciencias
diación de la salvación y de la liberación integral de los se-
humanas y sociales las que nos permiten el acceso a la rea-
res humanos. Y por contraposición, no se podrán escoger
lidad social y política. La reflexión teológico-hermenéuti-
aquellos modelos que oculten o disimulen el dominio y la
ca lo que intenta es liberar unas significaciones religiosas
explotación alienantes é°. Todo esto al margen de respetar
de esta realidad, que actuará como «materia prima». Por
el rigor metodológico en las teorías que se apliquen; esto
esta razón tendrá que recabar información acerca de la
es, respeto a la autonomía de la disciplina en cuestión, y
realidad que va a tratar, a través de la «mediación socioa-
rechazo de todo dogmatismo.
nalítica». Esta última «prepara para la teología el texto
que hay que leer o la materia prima que hay que transfor- En el caso de la TL, la mediación socioanalítica es
mar» ". consecuencia y es medio para tomar conciencia de una
historia de pueblos oprimidos. Y los principales elemen-
tos socioanalíticos destacados por la mediación de las
57
J. J. Tamayo, Presente y futuro de la teología de la liberación, San ciencias sociales, tal como las usan los teólogos de la libe-
Pablo, Madrid 1994, 57. ración, son los siguientes:
5S
«Por otra parte, los teólogos, guardando los métodos y las exi-
gencias de la ciencia sagrada, están invitados a buscar siempre un modo
más apropiado de comunicar sus conocimientos a los hombres de su 60
época (...). H a y que reconocer y emplear (...) los descubrimientos de las Cf. L. Boff, Teología del cautiverio y de la liberación, 45; G. G¡-
ciencias profanas, sobre todo en psicología y en sociología, llevando así rardi, La túnica rasgada, 223-224,281-282; C. Boff, Teología de lo po-
a los fieles a u n a más pura y madura vida de fe» (Caudium et spes, 62, lítico, 126-127; H. Assmann, Teología desde la praxis de la liberación,
en Concilio Vaticano II, 303). 141; J. J. Tamayo Acosta, Para comprender la Teología de la liberación,
59 251.
C. Boff, Teología de lo político, 73; cf. también 70 y 83.

203
202
— El fracaso del reformismo y del desarrollismo. fendemos en este libro). Frente a ello, Leonardo Boff re-
cordará que para «amar inteligentemente» y ser eficaz en
— El poner de relieve los mecanismos de explotación-
el compromiso histórico hay que reconocer los mecanis-
dominación del imperialismo y del nacionalismo. La so-
mos que crean, perpetúan y agravan el empobrecimiento.
ciedad latinoamericana experimenta tales contradiccio-
nes, que la solución no puede ser sino transformaciones Por último, digamos que la «mediación socioanalíti-
fundamentales de cara a configurar una nueva estructura ca» se integra en el discurso de la TL, no sólo como un
social, política y económica. simple instrumento explicativo, sino como elemento
constitutivo, incorporándose de un modo «metabólico»
— El punto nuclear estratégico-táctico será la opción
en dicho discurso. Este elemento pre-teológico será reela-
revolucionaria como vía hacia el socialismo. borado, según la pertinencia propia de la teología, para así
En el alumbramiento de estos resultados han prestado quedar orgánicamente integrado en el conjunto de la pro-
su servicio la teoría de la dependencia en particular, y el ducción teológica. Hay que reconocer, no obstante, que
marxismo en general. Concretamente en la Conferencia esta mediación socioanalítica presenta una serie de ele-
de Medellín se recurrió ya varias veces a la primera teoría mentos que han sido punto de polémica y de «quebrade-
para explicar la realidad del continente latinoamericano. ros de cabeza».
Frente a la teoría positívista-funcionalista que, a partir de
una concepción organicista de la sociedad, se preocupa
9. M a r x i s m o y teología de la liberación
exclusivamente por destacar la complementariedad y ar-
monía de los grupos institucionales, los teólogos de la li- La utilización del marxismo por parte de los teólogos
beración prefieren la sociología dialéctica, que les permi- de la liberación ha significado «una revolución epistemo-
te una lectura conflictiva de la realidad que están vivien- lógica en la historia mundial de la teología cristiana» a.
do: «La historia reciente de América Latina (y del mun- Pero también ha sido motivo de controversia y de sospe-
do) es un desmentido cabal a esta ideología (teoría fun- cha por parte de sus adversarios. Bástenos, a título de
cionalista), porque revela la normalidad de lo contrario. ejemplo, el siguiente párrafo de la Instrucción de la Sa-
Esta ideología se evidenció como arma poderosa del capi- grada Congregación para la Doctrina de la Fe, del año
talismo, necesitado de crear un manto ideológico propicio 1984, titulada Algunos aspectos de la teología de la libera-
a la integración de las contradicciones estructurales» 6I. El ción: «Préstamos no criticados de la ideología marxista y
funcionalismo así entendido es proclive a dejar las cosas el recurso a la tesis de una hermenéutica bíblica domina-
como están, y defiende una visión descriptiva y estática de da por el racionalismo son la raíz de la nueva interpreta-
las clases sociales; entre ellas sólo cabe la competitividad ción que viene a corromper lo que tenía de auténtico el
y la emulación al servicio de la movilidad social. N o con- generoso compromiso inicial en favor de los pobres» *\
templa la necesidad de cambios estructurales. (Algo con
lo que desde luego no comulga el modelo teórico que de-
62
E. Dussel, Teología de la liberación y marxismo, en I. Ellacuría,
J. Sobrino, Mysterium liberationis, I, 123.
63
Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Algunos aspec-
" H. Assmann, Teología desde la praxis de la liberación, 164. tos de la teología de la liberación, PPC, Madrid 1984, V, 10.

204 205
La Instrucción denuncia una serie de reduccionismos y también hay cristianos entre los ricos: «Presente en una
peligros. Así, por ejemplo, el reduccionismo de h aspira- sociedad capitalista, en la que una clase se enfrenta a otra,
ción evangélica a la liberación a una pura liberación te- la Iglesia, precisamente en la medida en que ahonda esa
rrestre; esto no significa sino la reducción del mensaje presencia, no puede escapar (...) a la división profunda
evangélico a un simple humanismo terrestre (cap. IV, V, que separa a los hombres que acoge dentro de ella (...). Lo
VI). Pero la liberación de la esclavitud radical del pecado más grave es que, entre los cristianos de América Latina,
no se puede identificar con la liberación de las esclavitu- no sólo hay diferentes opciones políticas, dentro de un
des terrenales. Se denuncia también la asunción acrítica marco de un libre juego de ideas, sino que la polarización
del marxismo, y la existencia de una hermenéutica bíblica de esas opciones y la dureza de la situación colocan a unos
dominada por el racionalismo, con lo que se alude a cier- cristianos entre los oprimidos y perseguidos y a otros en-
tre los opresores y perseguidores; a unos entre los tortu-
tos elementos del marxismo. En relación con esto último
rados y a otros entre los que torturan o dejan que se tor-
se denuncia la identificación de la categoría bíblica de po-
ture» ,>5. Y esto se refleja también entre las posturas de la
bre con la marxista de proletariado. También se cuestiona
jerarquía y los líderes religiosos '*.
la viabilidad de separar el materialismo dialéctico del his-
tórico, y la concepción de una «Iglesia popular» como
una «Iglesia de clase». Sin embargo para los teólogos de la 65
G. Gutiérrez, Teología de la liberación, 179.
liberación no se trata, sin más, de confundir los pobres del "' Podríamos decir, en términos generales, que contra la teología de
evangelio con los proletarios de Marx, sino de compren- la liberación se han aliado los poderes políticos y económicos del con-
tinente latinoamericano, que lógicamente han visto en ella un elemento
der el vínculo que puede existir entre ambas categorías en desestabilizador, junto con los sectores eclesiásticos tradicionales y pre-
el seno de una conciencia cristiana, que intenta vivir con conciliares. Quizá la figura más emblemática de esta oposición sea la
coherencia su fe en un contexto histórico determinado. del cardenal Alfonso López Trujillo, que intenta «espiritualizar» los te-
Pensamos que el problema de fondo está en las conse- mas fundamentales de la TL, despojándolos de su sentido crítico de la
realidad. Es refractario a la teoría económica de la dependencia por su
cuencias práctico-políticas de una opción por los pobres inspiración marxista. Otra figura emblemática es el teólogo B. Klop-
tal como la viven las comunidades de base latinoamerica- penburg, que ve en la TL el peligro de reducir la teología a simple po-
nas; una opción que desde luego va en contra de los inte- litología, y de unir de modo indisoluble evangelio y socialismo.
reses de los sectores hegemónicos y dominantes de la so- El nombramiento de López Trujillo como secretario general del
C E L A M en la XIV asamblea del mismo propició un giro involucionis-
ciedad latinoamericana, con los que se alian algunos sec- ta a la Iglesia Latinoamericana. Ello se tradujo en un proyecto de aco-
tores de la jerarquía eclesiástica. Lo que existe a la base de so y derribo de la TL con motivo de la Asamblea de Puebla en 1979. In-
la polémica es una lectura distinta de las estructuras so- tento que resultó frustrado, porque los documentos preparatorios y de
consulta fueron criticados y rechazados por un gran número de comu-
ciales M. La cruda realidad es que la opción por los pobres
nidades y movimientos eclesiales. N o obstante, los documentos de
divide a la propia Iglesia en general, y a la latinoamerica- Puebla no mantienen ya el radicalismo de los de Medellín. Se volvió a
na en particular. De alguna manera, si optamos por los la carga en la Declaración de los Andes, fruto de un encuentro convo-
oprimidos nos alistamos contra los opresores. Y el pro- cado p o r la revista «Communio» en su edición latinoamericana, y cele-
brado en Chile en 1985. Una vez más se acusa a la TL de ser tributaria
blema está en que, como nos recuerda Gustavo Gutiérrez, del marxismo y de graves desviaciones ideológicas (cf. Resumen de la
Declaración: Vida Nueva, n. 1.498 (1985)). A pesar de ello, la jerarquía
chilena, que no fue informada del encuentro, no se identificó con esta
64
Cf. G. Girardi, La túnica rasgada, 282, 295, 321.

207
206
En verdad, los teólogos de la liberación mantienen un
radical es la del pecado» ". Que la lucha entre el bien y el
espíritu crítico frente al marxismo, haciendo un uso selec-
mal pasa por el interior de cada persona es algo que no
tivo de sus posibilidades teóricas al servicio del compro-
niega la TL. Lo que ocurre es que insiste especialmente en
miso de su fe y del drama de la expoliación del pueblo la-
el pecado social porque es el más olvidado. En este senti-
tinoamericano. Con relación a la liberación radical, tras la
do, no creo que la TL plantee de un modo unilateral la
lectura de muchos textos de teólogos de la liberación, nos «exteriorización de la moral, la espacialización del con-
adherimos a las palabras de Juan Luis Segundo: «En rea- flicto ético, la extroversión del bien y del mal (...) en es-
lidad, ninguno de nosotros -incluyo a todos los teólogos tructuras» '*. Pero es evidente que hay estructuras que son
que pueden ser considerados tales y que conozco en la objetivación del poder del pecado y negadoras de la vi-
América Latina- dudó jamás en admitir que la liberación da. En verdad, pecado es todo aquello que Dios no puede
aceptar ". A la base de toda esta crítica hay una defectuo-
Declaración. Las condenas volvieron a repetirse en el Sínodo Extraor- sa comprensión de una tesis fundamental de la hermenéu-
dinario Latinoamericano de 1985. Otra figura contraria a la TL es el tica de la TL, la que se denomina, como veremos, «una
cardenal brasileño Araújo Sales. En el bando contrario nos encontra- sola historia».
mos a figuras como los cardenales brasileños A. Lorscheider e I. Lor-
scheiter, defensores de la TL, a la que ven como una teología adaptada Lo que los teólogos de la liberación hacen, repetimos,
a la realidad latinoamericana, en línea con el espíritu del Vaticano II.
es echar mano de aspectos científico-sociológicos del
Los ataques también procedieron de Europa. Algunos casos más
significativos fueron los siguientes. El encuentro de Villa Emaús (Ro-
ma 1976) sobre «Iglesia y liberación», bajo la dirección de A. López El otro documento es la carta del pontífice, en abril de 1986, entregada
Trujillo y F. Hengsbach, con obispos y teólogos latinoamericanos y eu- por el cardenal Gantin a los obispos de Brasil, donde confiesa la utili-
ropeos; el de Roma de 1982 sobre «La concepción cristiana de la polí- dad y conveniencia de la TL (Vida Nueva, n. 1.528 [1986] 33-37). Es
tica económica mundial frente al marxismo», otra vez con la participa- quizá el texto romano que de modo más explícito ha reconocido a la
ción de A. López Trujillo y el cardenal J. Hoffmann, arzobispo de Co- TL. El primer documento citado también reconoce la liberación como
lonia; las Conversaciones de Toledo, convocadas por el Primado Mar- elemento esencial del evangelio, y afirma que la historia de la salvación
celo González Martín y animadas por obispos y teólogos de orienta- va ligada a la historia humana por mejorar las condiciones de vida. N o
ción preconciliare integrista; el Documento de la Comisión Ideológica obstante, se sigue dando en este texto una contraposición entre la «doc-
Internacional «Promoción humana y salvación cristiana» (1977), que trina social de la Iglesia» y la TL. Aquélla se sirve de categorías toma-
atacó duramente los peligros del reduccionismo de la TL, y resaltó los das del reformismo liberal democrático. Y comenta críticamente G. Gi-
aspectos espiritualistas de la fe en detrimento de sus dimensiones ético- rardi: «Si para la Iglesia la convergencia, aunque sea sólo parcial, entre
políticas. En fin, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, cristianismo y marxismo es alarmante, la convergencia con el reformis-
presidida por el cardenal Ratzinger, también denunció los peligros de la mo liberal democrático es, en cambio, perfectamente normal, lo mismo
TL. U n texto-conferencia de dicho cardenal fue un avance de lo que se que las alianzas políticas y culturales que implica con la gran burguesía
convertiría en la ya citada Instrucción, titulada Algunos aspectos de la occidental y con las potencias imperialistas» (G. Girardi, La túnica ras-
teología de la liberación. gada, 102).
H a y que reconocer, no obstante, que el clima de tensión y conde- " J. L. Segundo, Teología de la liberación. Respuesta al cardenal
na que dio como fruto los procesos contra Leonardo Boff y Gustavo Ratzinger, Cristiandad, Madrid 1985, 115.
Gutiérrez se ha atemperado, y han aflorado actitudes más flexibles. De ''* Cf. J. M. Ibáñez-Langlois, Teología de la liberación y lucha de
ello dan testimonio dos documentos importantes. Uno es la Instruc- clases, Palabra, Madrid 1985, 177.
ción de la Congregación para la Doctrina de la Fe, titulada Libertad " Cf. I. Ellacuría, Historicidad de la salvación cristiana, en I. Ella-
cristiana y liberación ( P P C , Madrid 1986), que apareció tras la visita ad curía, J. Sobrino, Mysterium liberationis, 1,356; J. I. González Faus, Pe-
limina de una representación de obispos chilenos al papa Juan Pablo II. cado, en I. Ellacuría, J. Sobrino, Mysterium liberationis, II, 98-99.

208 209
marxismo, pero sin asumir su filosofía materialista y atea,
el determinismo histórico y el hipereconomicismo. Esto Además, en su asunción crítica, los teólogos latinoa-
significa que trazan una línea de demarcación entre el ma- mericanos resaltan la importancia de la superestructura y
terialismo histórico, que ellos utilizan como recurso teó- el mundo de la conciencia y de la libertad, frente a los ex-
rico debidamente matizado, y el materialismo dialéctico. cesos de un determinismo materialista. Esto es compren-
La famosa Instrucción del año 1984 no cree que sea via- sible si recordamos que los teólogos de la liberación son
ble esa distinción-separación epistemológica entre los as- hombres de profunda espiritualidad, y que dialogan con
pectos científico-sociales y los filosóficos del marxismo. el marxismo de Gramsci, Lukács, de la Escuela de Frank-
Nosotros creemos que sí, en línea con otras declaraciones furt a través de Marcuse, de Bloch, A. Sánchez Vázquez,
más flexibles del magisterio 70. etc. Están, pues, especialmente influenciados por el «mar-
xismo humanista», sin olvidar el sociológico y económi-
Y en esta línea, los teólogos de la liberación distin- co de los teóricos de la «Dependencia» (Orlando Fals-
guen entre la lógica histórica del marxismo y las doctrinas borda, Theotonio Dos Santos, Faletto, Cardoso, etc.) El
metafísicas más o menos implícitas en el mismo, asumien- marxismo, en fin, es sólo un instrumento que les resulta
do el marxismo en lo que tiene de teoría pretendidamen- útil a la hora de convertir la fe en una fuerza histórica li-
te científica, pero no de Weltanschauung omniexplicativa.
beradora ". Puntualicemos, además, que el encuentro crí-
Ellos utilizan el modelo teórico del materialismo históri-
tico con el marxismo no se ha tenido primeramente en un
co en la medida que consideran que es el que mejor expli-
ámbito teórico libresco, sino en el seno de un proceso de
ca la situación histórico-social en que se encuentran. En-
lucha y transformación histórica. Y es en la práctica don-
tre otras cosas, proporciona un mejor conocimiento de la
de el cristiano se ha encontrado con el desafío del marxis-
realidad social latinoamericana, de sus mecanismos de
mo, apremiado por las exigencias políticas y sociales de su
opresión, de sus estructuras, y ayuda a plantear prácticas
compromiso. Y será también en la práctica donde se po-
liberadoras en sintonía con los intereses de los olvidados
drá evaluar, en último término, la viabilidad u oportuni-
de la historia.
dad de este recurso. Serán por tanto las relaciones prácti-
70
cas entre cristianos y marxistas en América Latina una de
H e aquí un texto significativo: «Se ha de distinguir cuidadosa-
las fuentes importantes para reflexionar sobre la posibili-
mente entre las teorías filosóficas sobre la naturaleza, el origen, el fin
del mundo y del hombre, y las iniciativas de orden económico, social, dad de utilizar la teoría marxista. Podemos recordar, al
cultural o político, por más que tales iniciativas hayan sido originales e respecto, algunos casos históricos. Así, por ejemplo, una
inspiradas en tales teorías filosóficas; porque las doctrinas, una vez ela- colaboración de gran significación fue la que se llevó a ca-
boradas y definidas, ya no cambian, mientras que tales iniciativas, en-
bo en el gobierno de Salvador Allende (1970-1973), en el
contrándose en situaciones históricas continuamente variables, están
forzosamente sujetas a los mismos cambios. Además, ¿quién puede ne- seno del Frente Popular, entre marxistas y el M A P U (mo-
gar que, en la medida en que estas iniciativas sean conformes a los dic- vimiento cristiano surgido de la Democracia Cristiana).
tados de la recta razón e intérpretes de las justas aspiraciones del hom- También fue relevante el testimonio de la J U C y de la
bre, puedan tener elementos buenos y merecedores de aprobación?»
J O C chilenas. Otra prueba histórica fue la revolución
(Juan XXIII, Pacem in terris, Apostolado de la Prensa, S. A., Madrid
1963, 50). En línea parecida se pronuncian la Carta Apostólica Octogé-
sima adveniens (1971) de Pablo VI, y la Carta del General de los jesuí-
tas P. Arrupe e n t o r n o al significado del análisis marxista (1980). 71
Cf. G. Girardi, Fe cristiana y materialismo histórico, Sigúeme,
Salamanca 1978, 37.
210
211
sandinista y la presencia de cristianos en el FSLN. En fin, N o obstante, creemos que estas acusaciones son con-
podemos decir, en términos generales, que muchos cris- secuencias que quizá puedan extraerse, en términos gene-
tianos de las Iglesias de Chile, Nicaragua, Guatemala, El rales, de una evaluación crítica del marxismo-leninismo
Salvador, etc., supieron compatibilizar su fe con su com- ortodoxo, pero no de la problemática de la lucha de cla-
promiso revolucionario. ses tal como la aborda la TL.
Hay que comenzar diciendo que para la TL la lucha
10. El tema de la l u c h a de clases y el problema de clases no es algo que dependa de nuestras opciones éti-
co-religiosas, ni de presupuestos teóricos, sino que -pri-
moral de la violencia
mariamente- es un hecho social constatable en la sociedad
Estas son problemáticas que especialmente han dado latinoamericana. Incluso abordar esta cuestión tampoco
lugar a la polémica y a la condena moral por parte de los es de una originalidad desmedida. Ya incluso los Padres
adversarios de la TL. En la ya citada Instrucción de 1984 de la Iglesia denunciaron que, cuando había pobres y ri-
se puede leer: «Lo que (...) han acogido como principio no cos, no era debido a la voluntad de Dios, sino a la inco-
es el hecho de las estratificaciones sociales con las desi- rrecta apropiación por unos pocos de los bienes que el
gualdades e injusticias que se les agregan, sino la teoría de creador había dispuesto para ser disfrutados por todos.
la lucha de clases como ley fundamental de la historia. Se Como comenta Juan Luis Segundo, «casi se podría decir
saca la conclusión de que la lucha de clases entendida así que el instrumento de análisis que consiste en sospechar
divide a la Iglesia y que en función de ella hay que juzgar que las diferencias sociales más estructurales se deben a
las realidades eclesiales. También se pretende que es man- apropiaciones indebidas de bienes comunes es más cris-
tener, con mala fe, una ilusión engañosa el afirmar que el tiano que marxista» ". Lo que ocurre es que la sociología
amor, en su universalidad, puede vencer lo que constitu- dialéctica ayuda a analizar las causas materiales de esos
ye la ley estructural primera de la sociedad capitalista. En antagonismos: es la estructura económica y las relaciones
esta concepción, la lucha de clases es el motor de la histo- sociales de producción, determinadas por formas de pro-
ria» 72. Y no acaban aquí las consecuencias. Del presu- piedad privada de los bienes de producción, que implican
puesto de la lucha de clases se derivan otras graves con- una acumulación desorbitada del control de la produc-
clusiones: la sociedad se fundará en la violencia, se llega al ción al servicio de intereses muy particulares, lo que da
amoralismo político, se impone la aniquilación del enemi- lugar a la contraposición objetiva de los intereses antagó-
go de clase, se niega la trascendental distinción entre el nicos entre empresarios y trabajadores. Curiosamente
bien y el mal, a dicha lucha quedan supeditados todos los hay importantes documentos del magisterio que se hacen
campos de la existencia, etc. ". eco de estos antagonismos sociales, desde la Quadragesi-
mo anno de Pío XI, hasta la Laborera exercens de Juan Pa-
blo II. Y por supuesto, también son constatados en los
72
Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Algunos aspec-
tos de la teología de la liberación, IX, 2-3. 74
J. L. Segundo, Teología de la liberación. Respuesta al cardenal
73
Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Algunos aspec- Ratzinger, 139; cf. San Juan Crisóstomo, In Ep. I ad Tim., cap. IV, hom.
tos de la teología de la liberación, VIII, 6, 7, 8, 9; IX, 7. XII; San Ambrosio, In Psalmum CXVIII, sermo VIII, n. 22.

212 213
Documentos de las Conferencias del Celam de Medellín
afirma con toda honestidad Juan Luis Segundo, «es éste
y de Puebla.
uno de los problemas más intrincados con que el evange-
Hay que reconocer -como ya indicamos al desarrollar lio ha debido enfrentarse desde su mismo origen. Y que si
nuestro modelo teórico sociológico- que en las socieda- no me equivoco, no tiene ni tendrá solución clara y satis-
des occidentales avanzadas, las del llamado «capitalismo factoria, sino, a lo más, aproximaciones que permitan
humanizado», estos antagonismos de clase, tal como los aminorar los daños y colaborar, en la pobre medida en
entendía el marxismo clásico, se han visto atemperados que pueden hacerlo los seres humanos (...), al reino de
por una serie de mecanismos económicos y de mediacio- Dios presente ya misteriosamente en la historia» 77.
nes institucionales, y además se han multiplicado las fuen-
tes de conflicto. La propiedad sí, pero también la infor- El amor real y eficaz se vive en un contexto socio-his-
mación, el conocimiento, el feminismo, la xenofobia, el tórico concreto, que debe llevar al desmontaje de las es-
racismo, etc. Todo ello, además, ha provocado un fraccio- tructuras y situaciones de manipulación y de explotación,
namiento y desdibujamiento de la clase trabajadora, y la y esto implicará tensiones y conflictos. Y es que - como
ausencia de una clara conciencia de clase, y de un proyec- afirma Giulio Girardi - «optar por los pobres» es luchar
to revolucionario. N o obstante, en América Latina, don- contra las estructuras causantes de la pobreza. N o pode-
de la explotación llega a límites brutales, en el contexto de mos entender el amor cristiano que tiende a la reconcilia-
una práctica capitalista colonial devastadora, el aparato ción como una mera ideología de pacificadores a ultran-
teórico del marxismo en este tema resulta, a nivel analíti- za; esto es, el amor universal no se debe identificar con
co, operativo. Como comenta Gustavo Gutiérrez, la lu- evitar el enfrentamiento a toda costa, incluso a base de
cha de clases es un hecho cuyo reconocimiento depende una armonía ficticia 7li. Es cierto que el amor universal es
de la racionalidad científica, y ante el que es imposible la aquel que desde la solidaridad con los oprimidos busca
neutralidad sin caer en el cinismo moral. Y lo peor es que también liberar a los opresores de su egoísmo. «Pero a es-
esta división implica en la práctica enfrentamientos y vio- to no se llega sino optando resueltamente por los oprimi-
lencia 75. dos, es decir, combatiendo contra la clase opresora. Com-
batir real y eficazmente, no odiar; en eso consiste el reto,
Evidentemente, el problema práctico que se le plantea nuevo como el evangelio: amar a los enemigos» ". A los
aquí al creyente es el siguiente: ¿cómo vivir la caridad oprimidos hay que amarlos liberándolos de su esclavitud,
evangélica en este difícil contexto, y cómo compaginar la y a los opresores abriéndoles los ojos para que vean su
universalidad del amor con la opción por los oprimidos? propia iniquidad y liberándolos del poder que les enaje-
Especialmente lo último, porque las exigencias del amor na. Con relación al amor, no se trata de un puro romanti-
debe llevarnos a «suprimir la apropiación por unos pocos cismo, especialmente respecto de los enemigos:
de la plusvalía creada por el trabajo de los más, y no ha-
cer llamamientos líricos a la armonía social» n. Y como
77
J. L. Segundo, Teología de la liberación. Respuesta al cardenal
Ratzinger, 147.
71t
75
Cf. G. Gutiérrez, Teología de la liberación, 352-353. Cf. G. Girardi, La túnica rasgada, 215; H. Assmann, Teología
76
G. Gutiérrez, Teología de la liberación, 355. desde la praxis de la liberación, 94.
" G. Gutiérrez, Teología de la liberación, 357.

214
215
«Amarlo como enemigo supone detectarlo c o m o enemigo do ser humano está invitado. Este carácter transclasista
y amarlo c o m o amaba Jesús a sus enemigos: n o se negaba al tiene también un fundamento histórico-sociológico en el
trato con ellos, pero cuestionaba las actitudes que los esclavi-
caso de América Latina, debido a la respuesta positiva de
zaban y l o s hacía precisamente enemigos (...). Jesús se oponía,
disputaba, argumentaba (...) en u n profundo c o m p r o m i s o con
ciertos elementos de la clase media al compromiso de la li-
la persona» *°. beración. Sin el apoyo de estos elementos, las comunida-
des de base hubieran languidecido por falta de líderes y
Es importante también destacar que, para esta teolo- animadores.
gía, el pobre y oprimido, más que ser objeto de benefi-
cencia, se convierte en el sujeto del juicio y de la salvación Desde este profundo planteamiento, suena a retórica
del rico. El pobre es el que puede salvar al rico, al mos- idealista, que esconde la huida del compromiso de la cari-
trarle la ceguera de su alienación. La miseria del oprimido dad y de la justicia, suena a «opio del pueblo», el afirmar
puede ser un reflejo en el que, a modo de espejo, el rico que la opción por el pobre es poner límites al amor uni-
puede llegar a tener conciencia de su propia degeneración versal del evangelio.
y esclavitud. Como observa un teólogo europeo, N o obstante, no debemos disimular el drama que su-
pone este compromiso por la justicia, que se concreta en
«sólo los pobres conocen la opresión que nace de la exclusivi-
dad de la riqueza. Sólo los humillados conocen el dolor de la una opción de clase, tal como es vivida en la sociedad la-
humillación. Sólo los odiados conocen la miseria que arrastra tinoamericana. Hay que asumir el enfrentamiento social
consigo el odio. Los ricos, los opresores, los que odian son cie- con su concomitante carga de violencia. Debemos, pues,
gos para comprender esto (...). Son los oprimidos los que tie- recordar cómo plantea la TL el drama moral de la violen-
nen en la mano la llave para liberar a la humanidad de la o p r e - cia.
sión» *'.
Por desgracia, la violencia es una de las grandes cons-
Digamos también que el carácter transclasista de la li- tantes de la historia. Y ningún movimiento revoluciona-
beración, que plantea esta teología, descansa en que pro- rio ha podido prescindir radicalmente de ella 82. Por otra
pone en su proyecto un «plus» que va más allá de lo es- parte, no podemos reflexionar sobre la violencia de una
trictamente económico-político. La realización liberado-
ra que busca es integral, abarcando, junto a la libertad ma-
82
terial y social, la satisfacción incluso del «hambre de sen- «La experiencia histórica del pasado demuestra que, en las so-
ciedades divididas en clases antagónicas, los grandes cambios sociales
tido y de misterio»; es una liberación radical que intenta que han entrañado una verdadera transformación revolucionaria de la
superar la raíz de toda alienación y de la muerte. Y en esa sociedad casi nunca han podido prescindir de la violencia» (A. Sánchez
radicalidad tiene, o quiere tener, una eficacia a la que t o - Vázquez, Filosofía de la praxis, Grijalbo, México 1967, 306). K. Marx
fue consciente de ello al hablar de la violencia como de «la partera de la
historia»; y se sensibilizó con este drama al afirmar: «Hemos de decir a
los gobiernos: sabemos que sois una fuerza armada dirigida contra los
proletarios; actuaremos pacíficamente contra vosotros allí donde ello
80
L. Boff, Teología del cautiverio y de la liberación, 224. nos sea posible y con las armas cuando sea necesario». Resumen del
81
J. Moltmann, Crítica ideológica de la religión política, en J. B. discurso de K. Marx acerca de la acción política de la clase obrera (K.
Metz, J. Moltmann, W. Oelmüller, Ilustración y teoría teológica, Sigúe- Marx y E Engels, Obras, t. 17, citado por A. F. Shiskhin, Etica marxis-
me, Salamanca 1973,42. ta, Grijalbo, México 1966,126). Además es una violencia que se evalúa

216 217
manera selectiva y cínica, hablando sólo de algunas for- Es cierto que la paz es un bien absoluto que se desea
mas de violencia. Porque si es cierto que la violencia ar- por sí mismo, no a modo de instrumento o medio para
mada es la que espectacularmente nos impacta, junto a otra cosa. Pero el problema está en que, muchas veces,
ella está la terrible violencia estructural o institucional, plantear y reivindicar la paz auténtica, que está en rela-
que quizá sea la peor de todas. H a y estructuras políticas, ción dialéctica con la justicia, resulta confhctivo y engen-
culturales y socioeconómicas que privan a muchos seres dra violencia.
humanos de lo más elemental, matando incluso sin derra- El ya citado Diez Alegría, teólogo español simpati-
mamiento de sangre. Como nos recuerda Juan Hernán- zante de la TL, distingue cuatro tipos de violencia:
dez Pico, en los pueblos de Latinoamérica «se representa
sobre todo como el aire que respiramos, como el pan que - La violencia estructural, de naturaleza económico-
no se puede llevar a la boca de los hijos, como el ocio im- social-jurídico-cultural, que garantiza la opresión de de-
puesto por el desempleo, como las casas de cartón o de la- terminados actores sociales.
ta que cada lluvia nueva y torrencial desbarata y sepulta, — La violencia revolucionaria (o revolución de las es-
como los cuerpos desnudos y harapientos de los niños, tructuras), que tiene como finalidad un cambio de las es-
como la desesperación de vivir sin salud, como una losa tructuras de tal modo que las hasta ahora establecidas
institucional que violenta la vida y arrebata la alegría del sean suprimidas y sustituidas por otras.
futuro. Se trata de la violencia institucionalizada, que ga-
rantiza la muerte en vida para las mayorías. La violencia se — La no-violencia activa, «entendida como ejercicio de
vive también como el medio supremo de gobierno por el procedimientos no armados de oposición activa y efectiva
terror, como instrumento represor de toda justa conspira- al orden establecido, considerado injusto y opresivo» 85.
ción a la dignidad y a la vida» s \ Además, la violencia que (Pensemos, por ejemplo, en manifestaciones pacíficas, en
se suele denunciar es la que está al servicio de la revolución. huelgas de brazos caídos, etc.).
El profesor Diez Alegría observa con cierta ironía: - La violencia armada, en la que el uso de las armas
«Es impresionante hasta q u é p u n t o la mentalidad conser-
puede estar al servicio de una dictadura mantenedora de
vadora (o reaccionaria) se escandaliza d e la violencia revolu- una violencia estructural, o al servicio de un Estado de-
cionaria, guerrillera, terrorista, y es a la vez favorable al au- mocrático y perseguidor del bien común. También se da
m e n t o d e los armamentos, a la legitimación de la guerra inter- la posibilidad de que los ciudadanos utilicen este tipo de
nacional, a la existencia de armamentos atómicos» *4. violencia para realizar una violencia revolucionaria arma-
da contra el Estado injusto.
como medio para eliminar definitivamente la violencia en el futuro. Por
ello afirma Merleau Ponty: «La tarea esencial del marxismo será, pues, Este panorama nos da idea de la complejidad del p r o -
buscar una violencia que se supere en el sentido del porvenir humano» blema. Además, el superar la violencia, sobre todo la es-
(M. Merleau Ponty, Humanismo y terror, La pléyade, B. Aires 1968, tructural con la correspondiente violencia armada a su
238).
83
servicio, no es fácilmente compaginable con el estricto
J. Hernández Pico, Revolución, violencia y paz, en I. Ellacuría,
J. Sobrino, Mysterium liberationis, II, 603-604.
84
J. M. Diez Alegría, Proceso a la violencia, Mañana, Madrid 1978, 85
47. J. M. Diez Alegría, Proceso a la violencia, 11.

218 219
uso de la no-violencia activa, si nos atenemos al criterio doble serie de textos del Nuevo Testamento es ya una
de la eficiencia. En verdad, la paz y la violencia pueden confirmación de que las normas evangélicas representan
enfrentarse aporéticamente en la práctica, abocando la «principios» de orientación y no «proposiciones» estáti-
conciencia del individuo a un drama moral. Frente a la camente definidas que deben ser aplicadas casuísticamen-
violencia institucionalizada y vesánica, los pobres han in- te» "7. Debe el cristiano, pues, identificarse con una ética
tentado realizar su proyecto de justicia por caminos pací- de principios entendidos como direcciones de valor, que
ficos e institucionales. Pero el «desorden establecido» les exigirán, luego, su realización concreta e histórica. Y es en
ha impedido el intento, incluso les ha negado el fruto del este segundo nivel donde aflorarán las proposiciones y
éxito. Los ejemplos de Guatemala en 1954, y de Chile en normas, que estarán mediatizadas por las conyunturas
1973 son bien explícitos al respecto. Ante esta situación, particulares, siendo por tanto revisables; y será también
la pregunta clave para la TL es la siguiente: en este nivel donde brillarán la opción y la creatividad
«¿Qué dice el Dios de Jesucristo de esta historia humana morales del sujeto humano. La proposición-opción, en la
conflictiva que se debate entre el poder establecido y una nue- medida en que es una respuesta ante una situación real
va sociedad? ¿Cómo se discierne el seguimiento de Jesucristo iluminada por la sabiduría moral de los principios, no
en la lucha por la paz revolucionaria que usa el instrumento de puede, en su contenido, deducirse matemáticamente, sino
la violencia?» s'\ que muchas veces estará transida de incertidumbres y de
Es cierto que las primeras referencias bíblicas a la vio- riesgos donde palpitará la responsabilidad moral. Ahora
lencia la relacionan con el pecado y la envidia fraterna bien, dentro de esta ética de los principios en tensión dia-
(Gn 4,5-12; 3,16). Pero luego la conquista de la tierra pro- léctica que aparece en el evangelio, nos da la impresión de
metida parte de un acto de intervención de Dios en la his- que la violencia es rechazada cuando es expresión del co-
toria para liberar a su pueblo de la opresión (éxodo). razón que odia al hermano, pero queda abierta otra posi-
Yahvé también aparece como suscitador y conductor de bilidad: que sea utilizada también contra el mal y el peca-
guerras santas. Y cuando nos acercamos al NT, nos en- do. Y sobre todo, en el evangelio nos encontramos con el
contramos con la complejidad paradójica. Así, por un la- principio supremo que puede ser el elemento aglutinador
do, Jesús defiende una actitud de contestación y procla- o de síntesis, y que puede dictar la última palabra en cada
mación firme y enérgica del reino que no repara en cos- situación: «El amor al prójimo a nivel evangélico impulsa
tos, ya sea la división, la muerte, el abandono de los pa- al perdón, a la mansedumbre, al amor del mismo enemi--
dres y de los amigos, etc. (Le 12,4; 12,51-53; 14,26; 14,33; go y opresor. Pero, a la vez, impulsa inexorablemente a
Mt 10,34-36; Me 11,25; Jn 2,15); pero, por otro lado, lla- oponerse a la injusticia, a luchar con todas sus fuerzas
ma a la mansedumbre y a la paciencia ante la injusticia, a contra la opresión de los inocentes y los débiles: luchar
devolver bien por mal, al amor a los enemigos... (Mt 5,21- hasta la muerte, sin retroceder ante la oposición, afron-
24; 5,38-48; 1 Tes 5,15; Rom 12,17-21). José M. Diez Ale- tando las laceraciones y los rompimientos que puedan
gría puntualiza al respecto: «El carácter dialéctico de esta ocasionarse». Por tanto, el evangelio está lejos, tanto del
espíritu de violencia alimentado por el odio, como del es-

' J. Hernández Pico, Revolución, violencia y paz, 606. 1,7


J. M. Diez Alegría, Proceso a la violencia, 30.

220 221
píritu de conformismo inhibidor. Hay que reconocer, no negativos» de esta violencia, en principio legítima. Y Ella-
obstante, que «las actitudes de no violencia activa, lleva- curía también matizará que la lucha armada es siempre un
das a cabo con valor y con riesgo personal (eventualmen- mal, mayor de lo que se piensa, que será utilizable sólo
te incluso d e la vida), constituyen la línea a que natural- cuando estemos seguros de que con ella se evitan males
mente apunta la moral evangélica». Pero junto a ello, tam- mayores (la hambruna de los pobres y la conculcación de
bién hay que reconocer que, «a la luz del Nuevo Testa- sus derechos fundamentales). Sin embargo él también in-
mento (...), no se puede afirmar que el uso de la fuerza ar- sistirá, teniendo en cuenta los subproductos negativos, en
mada sea absolutamente incompatible con la profesión de el potencial deshumanizante de la violencia armada. Por
cristiano». La no-violencia hay que entenderla, pues, co- esta razón reconoce que la paz y el trabajo por la paz co-
mo principio o dirección de valor, pero no como una pro- mo utopía es la primera exigencia del evangelio. Sin ges-
posición que afirme, de modo absoluto e incondicional, tos utópicos, sin gestos de «gracia», difícilmente rompe-
que toda violencia armada en defensa de la justicia sea remos la espiral de la violencia s '.
inadmisible. El espíritu de la violencia será ajeno al evan- Si ubicamos esta problemática en el contexto social c
gelio, pero ello no legitima un pacifisno sin más. Como si- histórico de América Latina, el problema se debería plan-
gue puntualizando Diez Alegría, «no se puede decir, in- tear de este modo: una revolución de estructuras, en estos
condicionalmente, que quien ejercita acciones de violen- países, ¿es viable por vías legales? Pero, ¿dónde están esas
cia armada (...) no puede tener amor al prójimo, incluso al vías? ¿Y por las vías ilegales de la no-violencia activa (de-
enemigo (...). Aquí está en juego la complejidad de una si- sobediencia civil, huelgas, manifestaciones, no participa-
tuación histórica y social, que es una situación de peca- ción en elecciones manipuladas...)? El testimonio de la
do». Quizá forzando las cosas al límite, podemos decir historia es pesimista al respecto. Conviene recordar aquí
que el espíritu evangélico llama con fuerza «a vencer la la sentencia de Giovanni Sartori: «Las revoluciones son
violencia (armada) con la no violencia (enérgicamente ac- necesarias bajo regímenes "sordos", desprovistos de me-
tiva): a vencer el mal con el bien». Es más, hay que reco- canismos de cambio. Por consiguiente, las autocracias y
nocer que «la acción de matar al prójimo (...) entraña siem- dictaduras, las monarquías absolutas son sistemas a des-
pre un contraste doloroso con la aspiración a la fraterni- truir, y basta» v0. En todo caso, en una evaluación que
dad, al amor y al servicio universal de los hombres» **. combine la ética de los principios con la ética de la res-
ponsabilidad (ética de las consecuencias), se tendría que
Jon Sobrino, al abordar esta difícil cuestión afirma
tener en cuenta toda una serie de factores económicos,
que la lucha revolucionaría deberá regirse por el principio
de la proporcionalidad: los bienes materiales deberán ser
conquistados por la lucha cultural, los políticos por la lu-
m
cha política, y sólo se podrá atentar contra la vida mate- Cf. J. Sobrino, Jesucristo liberador. Lectura histórico-teológica de
Jesús de Nazaret, Trotta, Madrid 1993, 274-275, 278, 280. La experien-
rial cuando está en grave peligro esta misma vida material, cia nos enseña que la violencia engendra violencia, alumbrándose fácil-
aunque siempre atentos al peligro de los «subproductos mente una espiral difícil de controlar...
w
G. Sartori, La democracia después del comunismo, Alianza, Ma-
drid 1993. 50; cf. también J. M. Diez Alegría, Cristianismo y propiedad
*" J. M. Diez Alegría, Proceso a la violencia, 31, 33, 38, 45, 46, 68- privada, Egea, Bilbao 1994, 101.
69.

223
222
políticos, sociales, etc., y o p t a r r e s p o n s a b l e m e n t e con in- d e la fuerza q u e proteja al i n o c e n t e y haga efectivos sus
c e r t i d u m b r e y riesgo. I n c e r t i d u m b r e y riesgo q u e m u c h a s derechos» ,} .
veces significará «ensuciarse las manos» y colocar p o r en-
A ñ a d a m o s a esto q u e ni P a b l o V I en la Populorum
cima de u n a « p u r e z a m o r a l ideal» el bienestar y la liber-
progressio, ni la Gaudium et spes del Vaticano II, h a n c o n -
tad de los d e m á s '". Siempre planeará el gran riesgo d e las
d e n a d o t o d a clase d e violencia d e u n m o d o indiscrimina-
víctimas i n o c e n t e s q u e hace el p r o b l e m a , a nivel teórico-
d o . La violencia a r m a d a se p o d r á justificar, c o m o ú l t i m a
abstracto, i n s o l u b l e n. El p r o b l e m a sólo q u e d a plantearlo
posibilidad y en casos límite, u n a v e z agotadas t o d a s las
desde la ó p t i c a d e u n a «etica d e situación» bien entendi-
alternativas, y e v a l u a n d o s i e m p r e la posibilidad d e u n a
da; es decir, de u n a ética que t a n t o h u y a d e u n a ética teó-
no-violencia activa masiva.
rico-intrinsecista r a d i c a l m e n t e absoluta, c o m o d e u n
p r a g m a t i s m o e x t r e m o q u e en su relativismo se acerque F r e n t e a la o p c i ó n d e los cristianos d e las c o m u n i d a -
peligrosamente al nihilismo m o r a l . Y el «situacionismo des d e base latinoamericanas, q u e h a n o p t a d o p o r la v i o -
cristiano», i n s p i r a d o en esta ética de situación presidida lencia armada, d i r e m o s , c o n J o s é M . D i e z Alegría, q u e
p o r la «ley del a m o r » , a la q u e ya h e m o s a l u d i d o , deberá
«puede haber situaciones sumamente complejas en que haya
m a n t e n e r s e equidistante t a n t o del «legalismo» (cumpli-
que suspender el juicio y respetar opciones trágicas en que se
m i e n t o literal y c o m p u l s i v o d e la ley), c o m o de u n «es- opta por un supremo sacrificio de sí mismo» w .
p o n t a n e í s m o » q u e prescinda d e t o d a ley y d e t o d o p r i n -
cipio... U n a ética del « a m o r agapeísta» d e b e r á llevar al El cristiano, a d e m á s , n o d e b e olvidar q u e , en la Biblia,
cristiano a ser « o b r a d o r d e lo ó p t i m o » , del m a y o r bien la p a z , en última instancia es u n regalo, u n d o n divino y
para el m a y o r n ú m e r o d e personas posible. O c o m o dice u n a u t o p í a , que acaba asociándose al reino de D i o s . J e s ú s
J o s e p h Fletcher, «el ágape n o es más q u e la b u e n a v o l u n - m u r i ó p o r la paz, y u n a r e v o l u c i ó n a n i m a d a p o r el espíri-
tad a c t u a n d o en c o m p a ñ í a d e la r a z ó n , es decir, b u s c a n d o tu d e caridad y la pasión p o r la justicia p u e d e , p a r a la T L ,
lo q u e es más beneficioso p a r a el p r ó j i m o , p e r o s o p e s a n - ser signo y «anticipación i n c o m p l e t a del reino d e D i o s » .
d o c u i d a d o s a m e n t e t o d o s los factores q u e inciden en u n a Para terminar, r e c o r d e m o s la equilibrada declaración
situación d e t e r m i n a d a » . Este situacionismo cristiano, ani- a la q u e se llegó en la Conferencia celebrada en B e i r u t
m a d o y m o d e r a d o p o r la p r u d e n c i a y la equidad, p u e d e , (1968), patrocinada p o r el C o n s e j o M u n d i a l d e las Iglesias
en u n a situación d e t e r m i n a d a , llevar a «un u s o a m o r o s o y la C o m i s i ó n Pontificia d e Justicia y Paz:
«Son posibles las revoluciones sin uso de la fuerza. Todo
nuestro esfuerzo debe dirigirse a lograr el cambio pacíficamen-
" Cf. P. L. Berger, Una gloria lejana, 255, 258. te. Sin embargo, cuando el derecho en uso está enraizado en el
n
«De aquí que, si los hombres se obstinan en cerrar la posibilidad statu quo y quienes lo sustentan no permiten cambio alguno,
de superación de sus injusticias, sin necesidad de insurrección violenta, la conciencia humana puede llevar a los hombres a una revolu-
crean ellos, por su culpa, una situación éticamente insoluble, pues la in-
surrección violenta tiene aspectos inadmisibles, pero tampoco es moral
colaborar indefinidamente en el mantenimiento de un "orden" sustan-
,3
cialmente injusto» (J. M. Diez Alegría, Actitudes cristianas ante los pro- J. Fletcher, Etica de situación, Ariel, Barcelona 1970, 102, 104.
blemas sociales, Estela, Barcelona 1967, 289; cf. también J. L. Segundo, "" J. M. Diez Alegría, Proceso a la violencia, 97; cf. también J. Flet-
Teología de la liberación. Respuesta al cardenal Ratzinger, 165). cher, Etica de situación, 234.

224 225
ción violenta c o m o último recurso, en plena responsabilidad
claramente aceptada, sin odio ni resentimiento. U n a grave cul- ilusorio pretender un conocimiento objetivo, tal como lo
pa pesó entonces sobre quienes se opusieron al cambio» V5. entiende el positivismo o un saber histórico, de la palabra
de Dios, que acabará legitimando una interpretación fun-
damentalista-literal de los textos sagrados. Para la teolo-
11. La mediación hermenéutica gía, la misma Escritura, sin dejar de ser revelación, es ya
interpretación y expresión del misterio de Jesús desde un
Hemos dicho que la T L es reflexión crítica desde la lenguaje, unos símbolos y estructuras mentales, que im-
praxis y para la praxis; pero esta reflexión -como «acto ponen una tamización a lo inobjetivable.
segundo»- hay que hacerla desde la fe. La «pertenencia
teológica» es la formalidad que nos autoriza a definir un El teólogo y el exégeta saben que lo importante es la
lenguaje como teológico. Y este objeto formal de la teo- adhesión del creyente al misterio del Dios vivo y personal
logía viene determinado por el horizonte de comprensión que se manifiesta y comunica en Jesús de Nazarct. Pero
especial que nos proporciona la fe. Esto nos lleva a consi- por nuestra condición de «homo loquens» necesitamos
derar la segunda mediación: la hermenéutica. Por esta úl- verbalizar nuestro reconocimiento y adhesión a dicho
tima se entiende una interpretación actualizada de la pala- misterio. Y es en esta formulación donde entran una serie
bra de Dios, para que resulte iluminadora de cara a las de variables culturales y mediaciones simbólicas. Su vali-
cuestiones que hoy nos acucian y comprometen, para que dez residirá, no obstante, en que nos permite reconocer la
alumbre nuevas posibilidades en función de las nuevas si- presencia salvadora del misterio. Por otro lado, ninguna
tuaciones que se van viviendo. Se trata, pues, de actualizar agota lo insondable manifestado y vivido. En este sentido,
la inteligibilidad de los textos sagrados, buscando, ade- la doctrina no es la última instancia, ello sería rigidez
más, la relación entre la fe y la propia experiencia. El tex- dogmática. Como observa, con razón, Leonardo Boff:
to-mensaje hace relación a una experiencia como origen, «La doctrina es siempre traducción histórico-cultural de
y busca producir una experiencia como resultado en el la revelación de Dios (...) en la historia, nuestras formula-
oyente o lector. Pero para que la experiencia continúe, el ciones expresan la verdad absoluta, pero no logran expre-
mensaje transmitido debe ser comprensible para el que sar todo lo absoluto de la verdad. En lo que se dice que-
escucha en cada situación histórica. da siempre lo que no se dice» "'. El problema hermenéuti-
co reside en esta pregunta: «¿Cómo entender la palabra de
La moderna teología es consciente de que hoy resulta Dios que se encuentra en palabras humanas?» *7. El peli-
gro está en absolutizar lo relativo, esto es, en la sacraliza-
ción del lenguaje-instrumento. H o y se sabe que determi-
" Citado por J. Hernández Pico, Revolución, violencia y paz, 621. nados escritos de la Iglesia primitiva se convirtieron en el
Teniendo en cuenta todo este complejo planteamiento, nos parece des- canon de la fe cristiana. Pero esos escritos, tal como se en-
proporcionada e injustificable la lapidaria sentencia del teólogo conser- cuentran hoy, son el fruto de una superposición de capas
vador Ibáñez Langlois: «El problema etico de la teología de la libera-
ción comienza con la justificación de la violencia en cuanto eficaz, si-
gue con el cuestionamiento del amor como principio, y termina en la
amoralidad del utilitarismo» (J. M. Ibáñez Langlois, Teología de la li-
beración y lucha de clases, 132). "' L. Boff, Iglesia: carisma y poder, 89.
w
L. Boff, Iglesia: carisma y poder, 137.

226
227
redaccionales, lo que implica una distancia entre el texto labra exige que el mensaje se haga presente en su integri-
en su forma actual y las «ipsissima verba Jesu». Estos tex- dad al hombre de hoy. Y para captar la relación entre el
tos han sido elaborados y reelaborados en función de si- sentido en sí, y el sentido que puede tener para el creyen-
tuaciones y necesidades de las comunidades cristianas. Y te en situación, hacen falta el texto y la historia. Así, para
una vez fijados, han seguido siendo vividos y comentados la TL, «la hermenéutica parece (...) como el discernimien-
por dichas comunidades hasta nuestros días. De este mo- to de la palabra que viene y comunica el Espíritu de vida
do se ha decantado la tradición. Digamos que los mismos y de amor en la práctica histórica de liberación de los p o -
evangelios vienen a ser «el producto de una tradición, es- bres» l0'. De esta manera, el sentido de Dios seguirá acon-
to es, el resultado del trabajo de la lectura de la comuni- teciendo en la historia, y la fidelidad al evangelio de las
dad primitiva» ,s . Y cada comunidad deberá leerlos en comunidades indicará «que existe una identidad funda-
función de sus necesidades y aplicarlos a su situación. Por mental de significaciones que atraviesa las lecturas sucesi-
esta razón afirma Gilberto da Silva que «la Biblia se lee no vas» l02. Identidad que se pondrá de manifiesto en la rela-
sólo como una historia del pasado, sino también y sobre ción entre contexto y mensaje, relación homológica u ho-
todo como espejo de la historia que acontece hoy en la vi- mosémica en que latirá el «Espíritu».
da del pueblo (...); se acentúa la actualidad de la palabra de
Dios. Dios habla hoy a través de la vida iluminada por la Planteada en su última radicalidad, la cuestión herme-
Biblia». N o se trata tanto de interpretar la Biblia, como de néutica le lleva a Leonardo Boff a sostener que «el evan-
«interpretar la vida con la ayuda de la Biblia» vv. Y es que gelio no es el texto de los cuatro evangelios, ni está al mis-
la propia experiencia de la vida les puede proporcionar a mo nivel que dichos textos. El evangelio es como la fuer-
los creyentes claves hermenéuticas que los exégetas igno- za instauradora (...), una especie de vida que crea estruc-
ran. turas, articulaciones y osamentas que manifiestan la vida
(...), pero no pueden ser identificadas con la vida» ,03. En
Los textos fijados y reconocidos como canónicos, de la misma línea sostiene E. Schillebeeckx que decir «sic et
algún modo tienen un sentido objetivo, y desde la fe de- simpliciter» que la Biblia es la palabra de Dios no se co-
be el creyente procurar entender lo que Dios le dice en rresponde con la realidad. Es sólo indirectamente la pala-
esos textos sagrados que testimonian la plenitud de la re- bra de Dios. Los escritos bíblicos «son testimonios de
velación en Jesucristo '00. Pero la misma fidelidad a la pa- hombres de Dios que han vivido una historia y han ma-
nifestado a Dios» l04. Todo esto viene a significar que la
necesaria formulación dogmática para conservar el depó-
98
C. Boff, Teología de lo político, 275. sito de la fe es una clave decodificadora que se realiza en
" G. da Silva, Hermenéutica bíblica, en I. Ellacuría, J. Sobrino, unas circunstancias particulares y válida para un tiempo.
Mysterium liberationis, I, 171.
100
Ciertamente ya no se escriben nuevos evangelios, y en ese sen-
tido el testimonio apostólico que encierran los evangelios posee una
singularidad especial que no pueden tener los sucesivos testimonios de 101
G. da Silva, Hermenéutica bíblica, en o. o, 173.
las generaciones posteriores de creyentes. La autoridad especial que p o - 102
see el texto sagrado deriva de ser el primer testimonio de los primeros C. Boff, Teología de lo político, 278.
105
testigos del Verbo Encarnado (cf. L. Boff, Iglesia; carisma y poder, 144; L. Boff, Iglesia: carisma y poder, 142.
104
E. Schillebeeckx,/esas en nuestra cultura. Mística, ética y política, 59). E. Schillebeeckx, Soy un teólogo feliz, 72.

228 229
así, la Biblia se convierte en un libro de vida que descubre
Pretender para ella una validez atemporal es caer en «una
el sentido actual: la necesidad de la conversión personal y
forma patológica de verdad». N o hay una única forma de
el cambio de estructuras. La Biblia como «libro segundo»
anunciar la verdad, y el fundamentalismo puede ser la ab-
se pone al servicio del «libro primero» que es la vida mis-
solutización del texto, de la imagen, y de la letra más allá
ma. Esto, evidentemente, exige un conocimiento crítico,
de su potencialidad decodificadora. Superar este peligro
exegético, de la Escritura, y la mediación socioanalítica a
es ser consciente de la condición simbólica o sacramental
la que ya hemos aludido. La razón de ser de la hermenéu-
de toda mediación, en la que lo invisible y lo divino se ha-
tica está en la dimensión histórica de la revelación y de la
cen visible y humano. Mediación que es, pues, siempre
fe (el logos de la fe es histórico, como sostenía I. Ellacu-
presencia y ausencia, como dialéctica insuperable en la
ría), en la imposibilidad de determinar de una vez y de
historia de la salvación. Algo en lo que ya insistimos en el
modo definitivo toda la esencia de la revelación, allende
abordaje fenomenológico de la experiencia religiosa. Si
los contextos históricos.
absolutizamos u «ontocratizamos» los significantes, se
sustituye la experiencia viva del misterio por la indoctri- Esta interpretación actualizada de la palabra implica,
nación reificadora, convertida, probablemente, en ideolo- pues, lo que se ha llamado el «círculo hermenéutico»: La
gía como instrumento al servicio del poder. La fetichiza- TL «se mueve (...) en la circularidad hermenéutica que se
ción de la mediación alumbra un discurso eselerotizado da entre el análisis de la situación latinoamericana y la
que lleva a la muerte. De este peligro huye el discurso de praxis histórica de los creyentes a la luz de la palabra de
los teólogos de la liberación, para que sea funcional de ca- Dios, de una parte, y el análisis o relectura de la palabra
ra a la proclamación y comunicación del misterio gratui- de Dios desde la situación concreta y la praxis liberadora,
to, y guía del compromiso, de la ortopraxis, que convier- de otra» l0''. En función de nuestras necesidades actuales y
te al factor religioso en instancia animadora del cambio li- de nuestro modo de experimentar y valorar la realidad en
berador. el contexto del cambio social, actualizamos continuamen-
te la interpretación de la palabra. Y a la inversa, la Escri-
Los teólogos de la liberación procuran mantener una tura se convierte en un código interpretativo de los acon-
relación dialéctica entre el texto bíblico y la experiencia tecimientos del presente (los signos de los tiempos). La
histórica de los cristianos del continente latinoamericano, propia experiencia del compromiso liberador nos propi-
entre la palabra de Dios y la situación del presente. Por cia para leer de un modo especial algunos temas del evan-
esta razón sostienen que «los pobres leen la Biblia en una gelio. Y esta lectura «sui generis» interpela dicha expe-
situación de sufrimiento y de dominación económica y
política. N o es una lectura teórica ni una búsqueda de
ideas. Es una cuestión de vida o muerte, de libertad o do-
106
minación. Buscan en la Biblia la verdad que los libere, luz J. J. Tamayo Acosta, Para comprender la teología de la libera-
ción, 103; cf. también J. J. Tamayo, Presente y futuro de la teología de la
para analizar la sociedad y sus estructuras de violencia,
liberación, 58 ss; J. L. Segundo, Liberación de la teología, Carlos Loh-
fuerza que sustente su resistencia y su lucha por un mun- lé, B. Aires 1975,11-45; G. Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 12,122-
do nuevo de vida, de libertad y de solidaridad» ,0\ Sólo 123; J. Martín Velasco, Increencia y evangelización, Sal Terrae, Santan-
der 1988, 211; E. Schillebeeckx,/es«s en nuestra cultura. Mística, ética
y política, 23-24.
G. da Silva, Hermenéutica bíblica, 170.

231
riencia. Y es así como los explotados descubren con gran 12. Una sola historia
sorpresa que «no es la Sagrada Escritura la que confirma
a los otros en el saber, el poder y la posesión con que do- Lo que acabamos de indicar nos lleva al siguiente in-
minan la vida del pueblo empobrecido. Descubren exac- terrogante: ¿Historia de la salvación o salvación de la his-
tamente lo contrario de lo que siempre se consideró doc- toria? Esta es una falsa disyuntiva para la TL, para la que
trina confirmada por la palabra de Dios» ,07. El Dios de la no tiene sentido oponer el verticalismo al horizontalismo,
Biblia es un Dios comprometido con el hombre, con su li- o la trascendencia a la inmanencia. La construcción de la
beración, y especialmente sensible con la causa de la jus- ciudad temporal no es sólo un proceso de humanización,
ticia y de la solidaridad. sino que ella es también la concrctización del proceso de
la salvación. Y ello porque para esta teología hay una úni-
Esta hermenéutica destaca especialmente a la TL co- ca vocación para el hombre, la de la salvación, superado-
mo una teología política que reelabora el resultado de la ra de todo dualismo temporal-espiritual, sagrado-profa-
mediación socioanalítica, desvelando el sentido último de no, natural-sobrenatural. Esta es la tesis fundamental que
las cuestiones y prácticas sociales y políticas a la luz del
Dios que se reveló en Jesucristo. De este modo, «las cien-
cias sociales proporcionan una materia prima a la teolo-
«neojudaísmo» por parte de una teología conservadora. El «neojudaís-
gía, unos datos para ser procesados teológicamente» m. El mo» consiste, para esta teología, en una exégesis que implica la inver-
texto político-socioeconómico, podríamos decir que aho- sión de los símbolos para impedir una «espiritualización», a partir del
ra es descifrado de acuerdo con la «sintaxis» de la fe. Así, NT, de las realidades históricas que narra el AT. Así, por ejemplo, en
por ejemplo, la «dependencia» analizada por la mediación vez de ver en el éxodo una figura del bautismo, se ve en el bautismo un
símbolo de la liberación política. En cambio, para la teología ortodoxa
socioanalítica ahora es interpretada en términos de «peca- y tradicional, desde la perspectiva que abre el NT, la liberación social y
do». El segundo momento epistémico descansa sobre el política del pueblo de Israel y todos los acontecimientos en general que
primero que aportan las ciencias sociales. Y el resultado es le afectan y protagoniza, no son sino figuras o símbolos de una libera-
caer en la cuenta de que la liberación, de la que habla la ción radical de la esclavitud del pecado. Frente a esta crítica, la TL afir-
mará que, siendo nosotros mismos un principio hermenéutico, es des-
teoría de la dependencia, no es sino una modalidad de la de nuestra propia situación desde la que tenemos que leer la palabra de
salvación religiosa. Es decir, la liberación es ahora inter- Dios; siempre hay un lugar social de la verdad teológica. Pero la her-
pretada por estos teólogos como un «acontecimiento pís- menéutica de la TL no llega a un neojudaísmo radical, de tal modo que
tico», al estar cargado o transido de significación y valor interprete las realidades sobrenaturales (reino, sacramentos...) como
signos y figuras de las realidades temporales en las que vendrían a cum-
salvíficos "". plirse la intención y palabras de Jesús, como sostiene el teólogo con-
servador J. M. Ibáñez Langlois (cf. Teología de la liberación y lucha de
clases, 132-183). De lo que se trata, para estos teólogos de la liberación,
I0? es de vivir la fe en la propia situación histórica. La hermenéutica no tra-
C. Mesters, La interpretación de la Biblia en algunas comuni- ta de inventar de nuevo el misterio, sino de actualizarlo desde la propia
dades de base (Brasil): Concilium 158 (1980) 219, citado por J. J. Tama- experiencia, en la que también Dios nos habla. Es posible que ciertas
yo Acosta, Para comprender la teología de la liberación, 107. frases o afirmaciones de la TL, entresacadas de su contexto, parezcan
108
F. Moreno Rejón, Moral fundamental en la teología de la libe- implicar un cierto reduccionismo práctico-político, que atente contra
ración, en I. Ellacuría, J. Sobrino, Mysterium liberationis, I, 280. lo más irreductible del misterio cristiano. Así el autor antes citado sos-
I0
'' La práctica de este círculo hermenéutico, en la medida en que tiene que Gustavo Gutiérrez presenta a Jesús convertido en un semi-
propicia una lectura política de la Sagrada Escritura ha sido tachada de zelota, luchador contra la opresión, y ajusticiado gracias a un contu-

232 233
sostiene la mediación hermenéutica de la TL "°. Como
mejor de los casos a ocasión y lugar para la adquisición de
nos recuerda J. Martín Velasco, la vida cristiana «ha sufri-
méritos» "'. Frente a esta devaluación de la intrahistoria,
do durante siglos una especie de escatologización abusiva la TL, con la tesis de que hay «una sola historia», sostie-
que llevaba a orientarla exclusivamente hacia la salvación ne que la salvación ha comenzado desde siempre, no de-
del alma en el más allá de la muerte. El más acá, el mundo pendiendo exclusivamente del anuncio de la buena nueva
y la vida en él quedaban así calificados o reducidos en el de Jesús y su acogida explícita, sino del carácter escatoló-
gico-universal de la acción salvadora del Señor Jesús, que
abarca toda la historia, desde su principio hasta el final (cf.
berilio fariseo-romano (cf. Teología de la liberación y lucha de clases, Mt 25,31 ss; Le 10,25 ss; Me 10,45; Gal 5,6; 1 Pe 3,19ss;
190). Pero la lectura de los textos de la TL, teniendo en cuenta sus pre- 4,6). La salvación se da, pues, «antes y fuera del Jesús his-
supuestos metodológicos, desautorizan exageraciones de esta naturale-
tórico, pero no por eso independientemente del Kyrios
za.
110
La preocupación por respetar la gratuidad del orden sobrenatu-
glorioso» "2. En este sentido, la historia de la salvación no
ral, y la novedad del estatuto existencial del hombre llamado a la filia- se puede reducir a la historia del judaismo o del cristia-
ción divina, llevó, en el pensamiento teológico tradicional, a la hipóte- nismo, sino que la historia toda se encuentra bajo la guía
sis de la «naturaleza pura», construcción mental caracterizada sólo por del Dios que libera desde la misma creación. Esto signifi-
su no repugnancia hacia lo sobrenatural. U n concepto abstracto de pu-
ro valor lógico. Clodovis Boff lo llama «concepto puramente operato-
ca para la TL una distinción entre lo real y lo conocido o,
rio», «artefacto con función analítica», o «concepto residual» (cf. C. como sostiene E. Schillebeeckx, una distinción entre la
Boff, Teología de lo político, 190). N o obstante, para evitar las desvia- historia de la salvación y la historia de la revelación. Y es
ciones que encierra todo dualismo, ya Tomás de Aquino insistió en la que la salvación llega a todo hombre como invitación, pe-
profunda unión del orden natural y del sobrenatural, reconociendo la
presencia en el hombre de un innato deseo de ver a Dios, que sólo la
ro no así la revelación como toma de conciencia del mis-
gracia podía colmar y cumplidamente. Pero más allá de este plantea- terio revelado en Jesús. Y la respuesta a la salvación se
miento abstracto-esencialista, el planteamiento histórico-existencial in- presentará, o bien bajo forma religiosa concreta, o bien
sistirá en la existencia de una única vocación: «la comunión gratuita con bajo forma de imperativos éticos (cf. Rom 2,6-16; y Gau-
Dios. De hecho, no hay, no ha habido nunca una naturaleza pura, un
hombre no invitado a la comunión con el Señor, no marcado por la gra-
cia» (G. Gutiérrez, Teología de la liberación, 104). En la misma tesis in-
siste Reyes Mate: «Hay que guardarse, sin embargo, de interpretar ese nir?» (C. Boff, Teología de lo político, 191). Y Juan Luis Segundo, si-
orden natural como un estado histórico. El único estado histórico es el guiendo a su maestro de Lovaina Leopoldo Malevez, nos recuerda que,
sobrenatural, al que el hombre ha estado destinado desde un principio. en el Segundo Concilio de Orange (529), y en el seno de las disputas en-
El orden natural terrestre es una abstracción, fruto de la reflexión filo- tre los agustinianos y los pelagianos, se insistió en que el inicio o pre-
sófica» (R. Mate, El ateísmo, un problema político, Sigúeme, Salamanca paración de la fe era ya sobrenatural, pues nadie se puede preparar pa-
1973, 63). El teólogo peruano nos recuerda que K. Rahner habló de un ra algo que le supera absolutamente. Pero esa preparación también in-
«existencial sobrenatural»: «La voluntad salvífica universal de Dios cluía el camino recorrido por el pagano, guiado por la buena voluntad
crea en el hombre una afinidad profunda que se traduce en una gratui- y el amor (cf. J. L. Segundo, Teología de la liberación. Respuesta al car-
ta determinación ontológico-real de su naturaleza» (G. Gutiérrez, Teo- denal Ratzinger, 100). El Concilio Vaticano II, en fin, en su constitu-
logía de la liberación, 104). En la misma línea se mueve Clodovis Boff ción Lumen gentium, 16, ratificó la doctrina de Orange. Para una vi-
que, comentando la relación de la salvación con la naturaleza, se pre- sión más amplia de esta compleja problemática, cf. H. de Lubac, El mis-
guntará: «¿No será preciso concebir más bien esa relación como "algo" terio de lo sobrenatural, Estela, Barcelona 1970.
constitutivo del propio ser, como una dimensión óntica de tal categoría 111
que hace del hombre un ser-abierto, un ser-llamado, esperado, por ve- J. Martín Velasco, El malestar religioso de nuestra cultura, 311.
"2 C. Boff, Teología de lo político, 194.

234 235
dium et spes, 22). En este sentido sostiene acertadamente ma constructora del reino de Dios. La relevancia del amor
Clodovis Boff: «En el primer caso, la existencia absoluta en la concepción cristiana de la realidad propicia una asi-
aparece con los rasgos del absoluto personal, que se ma- milación positiva de la secularidad. Tanto esto es así, que
nifiesta como tal. En el segundo caso, esa misma exigen- la identidad cristiana se define primariamente no por ser
cia se presenta bajo los rasgos todavía abstractos de unos creyente o no creyente, sino por el amor al hermano. Y es
valores que buscan o más concretamente de un rostro de- el amor fraterno el camino, el itinerario para llegar a co-
finido, el del prójimo, como interpelación a la acogida, a nocer a Dios. Y es esta relevancia del amor, como ya he-
la justicia y al servicio. Tanto en un caso como en otro no mos indicado, la que permite incorporar al proyecto sal-
hay duda para la teología: en esta decisión se decide la sal- vífico a los que no conocen a Dios, pero obran rectamen-
vación» "3. Y esto es así porque, como insiste este teólogo te. Esto significa mantener una lúcida tensión entre mun-
de la liberación, «la salvación puede ser independiente de daneidad o autonomía del mundo secular, y una diviniza-
la conciencia, pero no de la práctica del agapé» "4. Esto ción sacramental del mundo y de la historia: «Estamos,
que parece elevada especulación teológica tiene, sin em- pues, ante la afirmación de un mundo cada vez más autó-
bargo, importantes consecuencias prácticas para la TL, nomo, "no religioso" o, positivamente, un mundo mejor.
pues será la categoría de agapé la que permite una herme- Pero también ante la vocación única a la salvación que va-
néutica teológica de la praxis política como actividad sal- loriza cristianamente -aunque de modo diferente al del
vífica, que puede legitimar el compromiso revolucionario. pasado- toda la historia humana» '". La vida presente de-
Todo este planteamiento de «una sola historia» también ja de ser «una prueba para la salvación ultramundana»; la
hace comprensible y legítima la cooperación práctica de salvación se inicia ya real y concretamente en la intrahis-
los creyentes y no creyentes en la acción liberadora, ya toria, implicando a la realidad toda, a la que transforma y
que contempla la posibilidad de los «cristianos anóni- pretende llevar a su plenitud. Espiritualidad, pues, nada
mos», más allá de las fronteras visibles de la Iglesia. Y es evasiva y lejos del dualismo maniqueo, que invalida la clá-
que «la historia humana es la historia salvadora de Dios, sica crítica de la religión como «opio del pueblo» "*. El
y ello independientemente de que nosotros nos percate- «más allá» implica la transformación y la realización ple-
mos de esta estructura de salvación como gracia» "\ Hay na de la vida presente. El carácter último y absoluto de la
por tanto una revalorización religiosa del actuar del hom- salvación no desvaloriza este mundo, sino que le da su
bre, sea cristiano o no. La razón de ello está en el valor verdadero sentido y consistencia. Sentido y consistencia
salvífico del amor, que está más allá de una explícita mo- que comienzan ya a fraguarse en la ortopraxis.
tivación religiosa '"'. Toda acción liberadora es por sí mis-
La tesis de «una sola historia» consiste pues, en esta
concepción integral de una salvación histórica-metahistó-
rica: «no hay dos historias, una profana y otra sagrada
113
C. Boff, Teología de lo político, 197. Basta recordar la parábola "yuxtapuestas" o "estrechamente ligadas", sino un sólo
del juicio final (Mt 25,31 ss), y el alcance salvífico del amor (Le 10,25 ss;
Gal 5,6; 1 Jn 3,14; 4,7).
117
" 4 C. Boff, Teología de lo político, 199. G. Gutiérrez, Teología de la liberación, 108.
115
E. Schillebeeckx,/es«í en nuestra cultura. Mística, ética política, 25. "* Cf. F. Ferrarotti, Una fe sin dogmas, Península. Barcelona 1993,
'"' Cf. G. Girardi, La túnica rasgada, 383. nota 8, 28.

237
devenir humano asumido irreversiblemente por Cristo, con plena autosuficiencia, sin el concurso del misterio
señor de la historia (...). La historia de la salvación es la gratuito, que convoca, fecunda y anima. Por ello nos pa-
entraña misma de la historia humana» (...), hay una sola rece injusto el juicio critico de la teología conservadora:
historia. Una historia «cristofinalizada» "'. Como dice E. «La teología de la liberación alimenta un profundo recha-
Schillebeeckx, «extra mundum nulla salus», esto es, no zo hacia todo lo que, en la historia de la salvación -es de-
hay salvación religiosa fuera del mundo. La historia pue- cir, en la historia a secas- no sea pura historia: el "en sí"
de ser leída desde varios puntos de vista, ya sea el econó- de la verdad, el "deberás" del precepto, la "eternidad" de
mico, el político, el psicológico, y también el teológico. la escatología, la "verticalidad" del culto». Y aún nos pa-
Desde este último punto de vista, se lee como historia de rece más inapropiado lo que sigue: «Rehuye toda sobre-
salvación o de condenación, según el hombre se abra al naturaleza inserta en el orden natural, toda preexistencia
misterio del amor o lo rechace. Lo profano y lo sagrado anterior a la historia, omite toda postexistencia, interpre-
son dos articulaciones y lenguajes diferentes de la misma ta en lenguaje inmanente toda trascendencia» ,22. Lo que la
realidad: «La sacramentalidad se caracteriza por el desci- TL nos quiere decir, y lo hemos visto de modo reiterado,
framiento explícito de la liberación-salvación y por el es que el Dios de Jesús es un Dios cercano, encarnado y
nombramiento del misterio que lo penetra y lo circunda comprometido con el hombre, al que convoca, a su vez, a
todo. La profanización prescinde (...) de su tematización. la liberación, por encima de discursos abstractos y elucu-
Pero vive también bajo el mismo vigor estructurante del braciones formales. Pero la TL no defiende un mesianis-
misterio escondido y oculto en la profanización» '20. En- mo terreno como parece sostener el autor citado l2\ Lo
tre la salvación cristiana y la liberación histórica se da, que ocurre es que la distinción lógico-teológica entre na-
pues, una profunda relación, ya que lo sobrenatural y lo turaleza y gracia no nos debe llevar a un dualismo eva-
natural muestran una unidad intrínseca, aunque no una nescente de este mundo, ni a un esplritualismo desencar-
estricta identidad l2'. nado. N o obstante, el compromiso histórico no debe lle-
var a reducir la religión a politología. En este sentido, los
Teniendo en cuenta todo lo dicho, la tesis de «una
teólogos de la liberación no tendrían nada que objetar a
sola historia» no implica un radical monismo histórico
las palabras de J. Moltmann: «La teología política (...) no
que identifica la autocreación del hombre en la historia
quiere resolver la fe cristiana en política ni sustituir al
con la historia de la salvación sin más, sin dejar protago-
cristianismo por un humanismo. (...) ni convertimos la re-
nismo a la iniciativa gratuita de Dios. La TL no cae en el
ligión en política, como nos exigen nuestros amigos de iz-
inmanentismo historicista, ni la historia se autorredime
quierda y los marxistas, la política acabaría siendo nuestra
religión» l24. En sintonía con este planteamiento están las
"* G. Gutiérrez, Teología de la liberación, 199-200; cf. también H.
Assmann, Teología desde la praxis de la liberación, 145; R. Oliveros, 122
J. M. Ibáñez Langlois, Teología de la liberación y lucha de cla-
Historia de la teología de la liberación, en I. Ellacuría, J. Sobrino, Mys- ses, Palabra, Madrid 1985,142.
terium liberationis, I, 27, 32-33. 123
120 Cf. J. M. Ibáñez Langlois, Teología de la liberación y lucha de
L. Boff, Teología del cautiverio y de la liberación, 96. clases, 146, 188-189.
121
Cf. I. Ellacuría, Historicidad de la salvación, en I. Ellacuría, J. 124
J. Moltmann, Crítica de la religión política, en J. B. Metz, J.
Sobrino, Mysterium liberationis, I, 327, 329, 335, 337-338. Moltmann, W. Oelmüller, Ilustración y teoría teológica, 45.

238 239
declaraciones de los obispos peruanos referentes a la TL: La categoría evangélica de «reino de Dios» también
«De no hacer la distinción, la gracia se ve absorbida por la ayuda a destacar la sacramentalidad de la historia profana.
naturaleza, Dios por la historia (...). La escatología se di- El reino viene a significar «la totalidad de la realidad crea-
luye en el proceso evolutivo de la historia y el reino de da, inserta en el misterio de Dios. Entonces es liberación
Dios se logra sólo por los esfuerzos de los hombres». Pe- del dolor, de la alienación, de la injusticia, de la muerte.
ro luego puntualizan acertadamente, manteniendo una Entonces es realización cabal de lo que el hombre puede
tensión dialéctica entre naturaleza y gracia, que queda ex- y de lo que Dios quiere de él como liberación para el
presada en la categoría de sacramentalidad: «Por otra par- amor, para la comunicación, para la vida en plenitud» (cf.
te, de no mantener la unidad entre las dos dimensiones, Le 17,21; 18,21; Mt 11,3-5). En la superación de las opre-
queda negada la realidad de nuestra fe (...). U n mesianis- siones es donde se mediatiza el reino de Dios. Y la pro-
mo inmanentista no puede dejar de conducir a las más yección actual de esta concepción del reino la expresa
amargas desilusiones, pero renunciar a toda esperanza de Leonardo Boff en estos términos: «Pues bien, para noso-
mejorar este mundo ya desde ahora es negar el poder sal- tros hoy la libertad para los presos significa la revisión de
vador del Señor. La lucha contra el mal en este mundo es todo el aparato de la justicia, la luz para los ciegos es la or-
responsabilidad humana, ayudada por la gracia, pero el ganización de la sanidad pública con los medios adecua-
triunfo definitivo contra el mal y la muerte es don de Dios dos, y año de gracia del Señor equivale a la concreción de
que esperamos. A él está reservado poner fin a la historia, la justicia social, especialmente la que se refiere a la distri-
así como fue él quien le dio inicio» l2\ A la teología con- bución más equitativa de los bienes y al disfrute de los de-
servadora lo que en verdad le «duele» es que la TL criti- rechos humanos fundamentales (ése era el sentido origi-
que una espiritualidad privada individualista y «burgue- nal bíblico del año de gracia del Señor)» ,2'\ Para Gustavo
sa» que no da suficiente relieve al pecado estructural y a Gutiérrez hay dos temas bíblicos que refuerzan especial-
la ortopraxis, y esto le lleva, de un modo unilateral, a de- mente la tesis de «una sola historia»: la relación entre la
nunciar los peligros del «reduccionismo». creación y la salvación, y las promesas escatológicas.

La Biblia no habla de la creación para elucubrar filo-


125 sóficamente sobre el origen del universo, sino que habla
Conferencia Episcopal del Perú, octubre 1984, 52-53, citado por
R. Antoncich, Teología de la liberación y doctrina social de la Iglesia, en de un Dios que actúa y salva en la historia, de tal modo
I. Ellacuría, J. Sobrino, Mysterium liberationis, I, 149. También debe- que la creación no es una etapa previa a la salvación, sino
mos decir que la TL implica la conversión del corazón, la oración, la vi- que está, al unísono, íntimamente ligada a ella. La crea-
da interior, la celebración litúrgica y los sacramentos. Sin una profunda ción es considerada o contemplada en el contexto de la
espiritualidad no se entenderían sus planteamientos. J. M. Ibáñez Lan-
glois parece dudar de ello (cf. Teología de la liberación y lucha de cla- salvación l27. El Dios bíblico aparece como protagonista
ses, 152-159, 169-170), pero hay multitud de páginas que lo ratifican: cf. de una historia de salvación, y en función de esa salvación
G. Gutiérrez, Teología de la liberación, 266-268; I. Ellacuría, Utopía y va apareciendo como dominador y señor del mundo. De
escatología, en I. Ellacuría, J. Sobrino, Mysterium liberationis, I, 423; J.
Sobrino, Liberación con espíritu. Apuntes para una nueva espirituali-
dad, Sal Terrae, Santander 1985; G. Gutiérrez, Beber en su propio pozo,
Sigúeme, Salamanca 1993; S. Galilea, El futuro de nuestro pasado. Los l2
'' L. Boff, Teología del cautiverio y de la liberación, 85-87.
místicos españoles desde América Latina, Narcea, Madrid 1985. 127
Cf. G. Gutiérrez, Teología de la liberación, 204.

240 241
hacia el presente y orienta el futuro. «En efecto, el men-
tal modo que, teológicamente hablando, el concepto pri-
saje profético anuncia y se realiza en un acontecimiento
mario no es tanto el de creación como el de «alianza», y
histórico próximo y, al mismo tiempo, se proyecta más
la primera idea está implícita en la segunda. En definitiva,
allá de esa concreción (...). La profecía escatológica desig-
si Yahvé lo puede todo, ¿no será porque lo ha hecho to- na, pues, un acontecimiento determinado, y en él a otro
do? Esta idea será explicitada por los profetas exílicos (Je- más global y pleno al que la historia debe abrirse» ,y>. Y es-
remías, Deuteroisaías, etc.), y se usará el término bara pa- ta tensión dialéctica entre presente y final valoriza al pri-
ra aludir a la acción creadora exclusiva de Yahvé '2*. mero, pues la promesa se va cumpliendo a través de acon-
La salvación como nueva creación y cumplimiento se tecimientos históricos que, a la vez, son nuevas promesas
dibuja en la experiencia del éxodo. Yahvé libera de la es- que van jalonando el camino hacia el definitivo cumpli-
clavitud de Egipto para constituir a Israel una nación san- miento. Las promesas escatológicas van teniendo un cum-
ta. El éxodo es camino largo y dificultoso hacia la tierra plimiento histórico, a la vez que nos catapultan hacia una
prometida donde se establecerá una sociedad libre. Y es reconciliación final que sobrepasa nuestras iniciativas. Es-
en esta historia de liberación política donde se va a jugar catología, pues, que revaloriza y densifica el presente his-
la historia de la liberación sobre el pecado y la injusticia. tórico. La espera de la parusía es una espera activa, que
Los teólogos de la liberación han asociado esta experien- entraña compromiso atento a los signos de los tiempos, y
cia de opresión-liberación del pueblo de Israel con la ex- que se traduce en lucha y solidaridad por la justicia. Esto
periencia de opresión-liberación de los pueblos latinoa- último porque creer en la resurrección, para los teólogos
mericanos, sirviéndoles el éxodo bíblico como «motivo de la liberación, es asumir una praxis de resucitados, que
impulsor» de la praxis liberadora. Como Israel, el pueblo no es sino rebelarse contra toda forma de cruxifición, es
latinoamericano vive en una actitud y situación de éxodo, decir, de explotación y expoliación del hermano, y contra
de camino en busca de liberación, y es ahí donde tiene lu- las estructuras sociales que lo garantizan.
gar el encuentro con el Señor que va delante y convoca...
Por último, la aceptación de la promesa escatológica
En fin, será la alianza la que dará pleno sentido a la li- les lleva, a estos cristianos de las comunidades de base, a
beración de Egipto, alianza que llegará a su pleno cumpli- vivir el compromiso en continua superación y conver-
miento en la obra de Cristo, que también es representada sión, y por tanto a vivir desinstalados: «La polaridad dia-
en un contexto de creación (Col 1,15-20; 1 Cor 8,6; Heb léctica entre la insatisfacción escatológica por aquello que
1,2; Ef 1,1-22; 2 Cor 5,17). todavía no es y la anticipación efectiva de lo que ya pue-
de y debe ser desinstala al cristiano verdadero de cual-
Con relación a las promesas escatológicas, Gustavo
quier tipo de acomodo al statu quo» "°. Esta tensión dia-
Gutiérrez nos recuerda que, en la Biblia, lo escatológico
léctica entre el «ya» y el «todavía no» propicia una actitud
no es sólo el cumplimiento de la historia, y lo que está
antirreificadora ante los compromisos y soluciones hu-
más allá de la historia. En los profetas, por ejemplo, mira


' G. Gutiérrez, Teología de la liberación, 218.
128
Cf. J. L. Ruiz de la Peña, Teología de la creación, Sal Terrae, San- 130
H . Assmann, Teología desde la praxis de la liberación, 57.
tander 1986, 29-30.

243
manos, pero también una toma de conciencia de que el en la contraposición y crítica a la teología de la liberación
progreso temporal y el crecimiento del reino no son dos de figuras como el cardenal colombiano Alfonso López
realidades radicalmente distintas. De este modo, la espe- Trujillo, el cardenal brasileño Araújo Sales, y el mejicano
ranza escatológica refuerza la urgencia y la importancia monseñor Ernesto Corripio Ahumada, frente a los carde-
sacramental de las tareas y compromisos intrahistóricos. nales brasileños A. Lorscheider e I. Lorscheiter, el obispo
catalán Pedro Casaldáliga, los brasileños Antonio Frago-
so y H . Cámara, el salvadoreño, ya desaparecido, Osear
13. A m o d o de conclusión Arnulfo Romero, el mexicano Sergio Méndez Arceo, ya
jubilado, y el ecuatoriano Leónidas Proaño, también ya
En el modelo teórico-sociológico sobre la religión desaparecido '".
que hemos desarrollado hablamos de la «trasversalidad»,
que nos posibilita considerar al grupo religioso como un Desde el punto de vista de la organización institucio-
subsistema relacionado dialécticamente con los demás nal no es fácil encasillar a las comunidades de base en la ti-
subsistemas sociales. Relación dialéctica en la que la co- pología que presentamos en nuestro modelo teórico. Su
rrespondencia de estructuras y funciones entre los diver- espíritu renovador frente a la Iglesia burocratizada y je-
sos subsistemas (o parte de ellos) era posible porque po- rárquica le acerca a la secta, pero se distingue de ésta últi-
ma por su organización no autoritaria y porque, desde
día imponerse una lógica homogénea entre ellos. Esto se
luego, no se aleja de la sociedad. Por la importancia de lo
traducía en afirmar que en las diversas formas de vivir la
carismático y por el talante participativo y democrático se
religión incidía el lugar que se ocupa en el entramado so-
acerca al culto, pero se aleja del sincretismo y el bajo ni-
cial y eclesial. Por tanto, las contradicciones y tensiones
vel de compromiso propios de éste último. Por otro lado,
de la sociedad y sus subsistemas pueden estar presentes en
son grupos religiosos que no quieren dejar de comulgar
la praxis y el pensamiento religiosos. En este sentido, es-
con la Iglesia jerárquica y oficial, aunque sea críticamen-
tá claro que la ubicación social de las comunidades ecle-
te. N o constituyen, por tanto, una Iglesia paralela, sino
siásticas de base latinoamericanas, como contexto social
que componen un movimiento de renovación eclesial.
en el que se alimentó la TL, hace que éstas vivan las con-
tradicciones y tensiones sociales del sistema; del mismo Quizá lo más peculiar de estos grupos institucionales
modo hace que la TL sea proclive, como hemos visto, a se pone de manifiesto analizando cómo viven los «dile-
comulgar con las denuncias de la lógica de la dominación mas de la institucionalización». El bajo nivel de profesio-
y de la dependencia, con las teorías crítico-económicas de nalización y de espíritu especialista-corporativo hace que
la liberación. estas comunidades «desclericalizadas» no vivan especial-
mente el dilema de la «motivación mixta», ni el dilema del
Esto hace también comprensible que la Iglesia latino-
americana sea una Iglesia, como ya vimos, dividida por
131
los conflictos sociales, pues hay cristianos entre los más Es ilustrativa la historia de la Iglesia latinoamericana que ha re-
construido Enrique Dussel, en la que destaca tanto las gestas de la mis-
pobres de los pobres, pero también entre las clases po-
ma en favor del pobre como sus alianzas y complicidades con los do-
seedoras y controladoras del poder económico y político. minadores (cf. E. Dussel, Historia general de la Iglesia en América La-
A nivel jerárquico institucional, esta división se encarna tina, I, Sigúeme, Salamanca 1983).

244 245
son definitivas sintoniza con la actitud anti-idolátrica de
«orden administrativo». N o hay intereses espurios (pro-
la Biblia, que se opone a los ídolos como representaciones
pios del corporativismo clerical) que mediaticen o margi-
colectivas de las valoraciones del clan o de la tribu. Y es
nen los auténticos valores religiosos, ni la estructura bu-
que la creencia en Yahvé relativiza todas las valoraciones
rocrática es obstáculo para la revisión y el cambio, ni el
humanas y sus representaciones. Los ídolos son chapuzas
clero pierde el contacto con la masa de fieles. El tipo de li-
humanas con las que los hombres quieren huir de su res-
turgia participativa y espontánea, en constante renova-
ponsabilidad. A través de la divinización de sus obras, el
ción, tampoco hace que el «dilema simbólico» tenga espe-
hombre lo que busca es la autojustificación fraudulenta '".
cial incidencia en estas comunidades, más allá de la que
implica la mera práctica simbólica. Por otro lado, la im- Añadamos a esto que el espíritu utópico-escatológico
portancia de la mediación hermenéutica, que resalta la di- de la TL, que resalta la presencia del reino y el «todavía
mensión histórica de la revelación y de la fe, y la impor- no» de su afirmación definitiva, es un antídoto contra la
tancia de la ortopraxis que sacramentaliza la única histo- tentación reificadora. La actitud crítica de la TL y el com-
ria de los hombres, es un antídoto contra el peligro de ab- promiso de las comunidades en la práctica emancipativa
solutizar la adaptación, a un tiempo y a un lugar, del men- revolucionaria, en fin, les hace vivir de un modo especial
saje y el compromiso evangélicos. La TL no es proclive a el «dilema del poder». La única coacción que se ejerce es
caer en la tentación de la idolatría política, esto es, de la le- sobre las autoridades políticas y las instancias del poder
gitimación sacralizadora y rcificadora de las estructuras económico para que dejen de apoyar y sostener las es-
político-sociales y sus intereses. Esta actitud anti-reifica- tructuras de pecado. Y la asunción personal y responsable
dora también se encarna en la condena bíblica de la idola- del compromiso cristiano hasta niveles, a veces heroicos y
tría, que implica la relativización de las obras y de las va- dramáticos, hace que la religión desaparezca en estos con-
loraciones humanas, y con la que precisamente sintoniza textos como «costumbre social».
la TL. E. Fromm nos recuerda que en la tradición bíblica
la idolatría consiste en «rendir culto al trabajo de nuestras Un aspecto que ha sido puesto en cuestión son las al-
propias manos, y por tanto de hacer del hombre un su- ternativas prácticas en el campo social y político con las
bordinado de las cosas y, en este proceso, llegar a ser él que parece solidarizarse la TL. Nos referimos concreta-
mismo un cosa. Los ídolos contra los cuales lucharon los mente a su opción por el socialismo. En principio, esta
profetas del Viejo Testamento fueron ídolos de piedra o opción no debe extrañarnos, una vez que los teólogos de
de madera, árboles o montes. Los ídolos de nuestros días la liberación asumen la teoría sociológica del marxismo
son líderes, instituciones -especialmente del Estado-, la como instrumento científico-analítico. Es cierto que los
nación, la producción, la ley y el orden, y cada una de las teólogos en cuanto teólogos no tienen que hacer filosofía
cosas hechas por el hombre (...). El concepto de la enaje- política, ni teoría económica, pero sí pueden tener orien-
nación es idéntico al concepto bíblico de idolatría» m. La taciones y direcciones de valor que pueden, en un mo-
madurez propia de la modernidad consistente en no afe-
rramos a la ilusión precrítica de que nuestras valoraciones
133
Cf. J. B. Metz, La autoridad eclesiástica frente a la historia, en J.
,32 B. Metz, J. Moltmann, W. Oelmüller, Ilustración y teoría teológica, 59-
E. Fromm, La revolución de la esperanza. Hacia una tecnología 60.
humanizada, FCE, México, Madrid, B. Aires 1980, 135.
247
246
mentó determinado, expresarse acudiendo a determina- y los sociólogos, como los teólogos de la liberación, ten-
das corrientes de pensamiento. drían que reflexionar sobre esta importante cuestión. En
esta línea, hay que reconocer que los recientes aconteci-
N o obstante, el tema de la opción socialista está falto
mientos del Este Europeo, o sea, el fin del «socialismo
de un tratamiento en mayor profundidad. Tiene razón
real» constituye u n reto para la reflexión crítica. Esto es
Juan José Tamayo al afirmar que con el término «socialis-
algo a lo que aludiremos en nuestra reflexión final.
mo» «los teólogos de la liberación se refieren más direc-
tamente a la ruptura política y económica con el capitalis- Digamos, por último, que el estudio metodológico y
mo que a un modelo político y económico perfectamente analítico-comprensivo que hemos realizado del discurso
diseñado» ,M. El mismo Gustavo Gutiérrez reconoce que de la TL, como las alusiones a su enraizamiento histórico-
no se trata de una orientación monolítica, sino que hay genético en determinados grupos religiosos, hacen desta-
una diversidad, tanto en el campo teórico como en el car, en este caso, a la religión como variable independien-
práctico-estratégico ,5 \ Lo que tienen claro es la necesidad te dinamizadora del conflicto y cambio sociales.
de desmantelar las estructuras socioeconómicas del capi-
talismo neocolonial, que impiden un relanzamiento de las
economías nacionales, y eso les lleva a la crítica de la pro-
piedad privada egoísta, especuladora e insolidaria. Recor-
demos las palabras del episcopado nicaragüense: «Si el so-
cialismo significa (...) preeminencia de los intereses de la
mayoría nicaragüense y un modelo de economía planifi-
cada socialmente, solidaria y progresivamente participati-
va, nada tenemos que objetar» "''. En verdad, lo que los
teólogos de la liberación encuentran en la racionalidad so-
cialista es una interpretación histórica que les ratifica en la
necesidad de la negación y de alumbrar nuevas alternati-
vas, y un instrumento que les ayuda a configurar una teo-
logía comprometida, que no sólo implica interpretar, sino
transformar al mundo. Si alguna vez hubiera en esos paí-
ses cambios sustantivos e innovaciones creativas, a la luz
de la propia experiencia, tanto los teóricos de la economía

134
J. J. Tamayo Acosta, Para comprender la teología de la libera-
ción, 66.
135
Cf. G. Gutiérrez, Teología de la liberación, 129.
I5<>
Compromiso cristiano para una Nicaragua nueva, 17 noviem-
bre 1979, citado por E. Dussel, Teología de la liberación y marxismo, en
I. Ellacuría, J. Sobrino, Mysterium liberationis, I, 120.

248 249
5
Una reflexión crítica
de cara al futuro

En nuestra investigación hemos procurado mantener


el presupuesto metodológico de la «neutralidad axiológi-
ca», especialmente' en lo referente a las deducciones lógi-
cas de nuestro modelo, y a la constatación de los datos y
acontecimientos histórico-sociales. Sólo en algunas oca-
siones hemos cometido alguna «transgresión», especial-
mente cuando hemos abordado cuestiones éticas (la con-
ciencia mixtificada, el problema moral de la violencia), y
cuando hemos señalado la insuficiencia de la acción hu-
mana como cifra de trascendencia; del mismo modo he-
mos manifestado ciertas concepciones gnoseológico-on-
tológicas (lo específico y no reductible de la religión...), y
hemos hecho algunas apreciaciones críticas con relación a
algunos aspectos ideológicos. Pero es especialmente en
esta conclusión final donde vamos a manifestar, de modo
explícito, ciertos juicios de valor y a pronunciar ciertas
preferencias religiosas y políticas; algo que corresponde
claramente a una reflexión crítica. Creo que es el momen-
to oportuno de hacerlo, si queremos que el esfuerzo de la
investigación sociológica sirva para alumbrar alternativas
prácticas, y de esta manera, la ciencia, como mediación
instrumental, se convierta en algo útil y significativamen-
te humano. A partir de ahora, realizamos, pues, una so-
ciología crítica iluminada desde la creencia.

251
1. La religión como alienación cia de lo numinoso con los sentimientos de lo tremendo y
y la religión como liberación lo fascinante, los rituales de iniciación, la conversión y la
iluminación). La realidad que determina este ámbito de lo
En nuestros presupuestos teóricos más generales he- sagrado es el misterio. Misterio que se manifiesta en las
mos entendido la cultura como esa mediación simbólica mediaciones objetivas o hierofanías. El aspecto subjetivo
que el individuo y la sociedad necesitan para sobrevivir y que corresponde a la mediación hierofánica, y sin la que
desarrollarse física, social y espiritualmente. Los seres hu- no sería posible, es la actitud religiosa de trascendimiento
manos viven y actúan conforme a una serie de concepcio- y de salvación. Esto último remite a la constitución tras-
nes, normas y valoraciones que reciben del mundo social, cendental del fenómeno religioso, al proceso de constitu-
y que ellos mismos establecen en la interacción significa- ción del objeto por parte de la conciencia o, mejor, de la
tiva. La cultura, en este sentido, es una necesidad funcio- intencionalidad religiosa '.
nal sin la que, por su propia condición, el hombre no po-
dría existir. Estos presupuestos refuerzan el que el modelo teóri-
co-sociológico de la religión que hemos desarrollado evi-
También señalamos que la cultura se estructura y sis- te caer en planteamientos reduccionistas, y que, por el
tematiza en diversos niveles de elaboración teórica. El contrario, resalte el factor religioso como factor social in-
más omniabarcante es el que denominamos «universo terdependiente.
simbólico», y que viene a ser un horizonte último de in-
teligibilidad. La religión destaca como una de las modali- Nuestro modelo teórico parte de la radicación social
dades del universo simbólico más relevante de las que se de la religión, es decir, que la religión es una parte consti-
han dado en la historia de la cultura humana. La función tutiva de la existencia social humana. El comportamiento
de los seres humanos y su organización de la vida colecti-
nomizadora y protectora frente al caos y la experiencia
va han dependido y siguen dependiendo de visiones del
del mal de este universo simbólico, que objetiva un cos-
mundo y de organizaciones ideológicas y religiosas; y, vi-
mos sagrado, ya vimos que ha sido notable.
El análisis fenomenológico, con su interpretación glo-
' El mérito y el límite de la fenomenología está en lo siguiente: «En
bal, nos ha permitido poner de manifiesto lo específico de el acto religioso aparece así el objeto; la pregunta es si tal objeto tiene
la religión. Y es que la vuelta a las cosas mismas y a la da- también consistencia propia "fuera" de la relación intencional. En otras
ción originaria posibilitan la intuición de las esencias es- palabras, ¿basta la evidencia fenomenológica para fundar filosófica-
mente la realidad de su objeto o se requiere otro tipo de fundamenta-
condidas en el enjambre de la multiplicidad de los datos. ción metafísica?» (A. Torres Queiruga, La constitución moderna de la
Hemos destacado la estructura significativa, el logos in- razón religiosa, Verbo Divino, Estella 1992, 130-131). Es ésta una de las
terno del fenómeno religioso; de esta manera, la fenome- grandes tareas de la filosofía de la religión. La descripción fenomenoló-
nología se abre a la hermenéutica del hecho humano-reli- gica y el análisis hermenéutico deben abrirse a la reflexión ontológica,
tal como lo hace, por ejemplo, Henri Duméry. Este autor llega a desve-
gioso. Lo sagrado como ámbito de realidad en que se ins- lar un sujeto trascendental en el que su actividad constituyente es posi-
criben los hechos religiosos implica una ruptura de nivel. bilitada por el absoluto que le constituye (cf. H . Duméry, Critique et
Esta trascendencia del orden de lo sagrado se muestra en Religión, Sedes, París 1957). D e este modo se pasa de una «definición
ostensiva» de la religión, que solamente clarifica su objeto, a una «defi-
una serie de manifestaciones como ya vimos (la expenen-
nición sustantiva» que sostiene su realidad.

252 253
ceversa, la praxis social y los intereses que en ella se de-
Esta ambigüedad la hemos visto confirmada en el aná-
sencadenan influyen en el modo de vivir la religión. Fac-
lisis histórico-sociológico que hemos llevado a cabo de la
tor, pues, el religioso, tanto activo, que toma la iniciativa
Iglesia católica española contemporánea, al hilo de nues-
(variable independiente), como condicionado o que se
tro estudio del nacionalcatolicismo. En él la Iglesia se ha
pliega (variable dependiente). En definitiva, las caracterís-
revelado, tanto como agente de la cohesión y la legitima-
ticas de la sociedad y el lugar que se ocupa en ella pueden ción, como del conflicto y el cambio.
ser un reto frente al cual la interpretación y el compromi-
so religiosos pueden desarrollarse, como ya vimos, de dos Como agente de la cohesión, la Iglesia católica espa-
modos: o adaptándose a los intereses de los sectores do- ñola intentó una legitimación que acabó sacralizando un
minantes y del orden social vigente, cuya lógica se impo- orden institucional en sintonía con intereses y valoracio-
ne y se reproduce en todos los subsistemas sociales (tras- nes particulares, transidos de relativismo histórico. Y es-
versalidad), o reaccionando como instancia crítica desde to nos lleva a nuestra primera puntualización crítica.
los recursos de la propia idiosincrasia del universo sim- Evidentemente, al nivel del pensamiento y de la con-
bólico religioso. Modelo abierto, pues, tanto al estudio de ciencia, y en cuanto que una fenomenología descriptivo-
la integración como del conflicto y del cambio sociales. comprensiva suspende el juicio sobre la verdad o falsedad
En este contexto, el campo religioso (instituciones y acto- crítico-epistemológica de los contenidos doctrinales, es
res religiosos) puede ser medio de acción de la sociedad legítimo admitir el mundo como una proyección y crea-
sobre sí misma, y reflejo adaptativo de la sociedad. Inte- ción humanas. El hombre tiene que optar entre posibili-
racción constante, por tanto, entre la visión religiosa del dades mediadas por la interpretación. Ahora bien, desde
mundo y las relaciones y estructuras sociales. En esta in- el pluralismo cultural del que dan testimonio la historia y
teracción, repetimos, la religión ha jugado tanto un papel la sociología de la religión, se puede denunciar como
«mala fe» y alienación una legitimación clausuradora del
funcional como disfuncional, de ahí su carácter ambiguo
diálogo contrastante con otras posibilidades o construc-
desde el punto de vista sociológico.
ciones humanas, que el hombre puede percibir en sí mis-
La organización religiosa aparece, como también he- mo o en otras culturas. Teniendo en cuenta que nuestro
mos visto, cuando en la evolución de la sociedad surge un mundo se «planetiza», resulta hoy más que nunca anacró-
proceso de especialización funcional. Esta organización nico el etnocentrismo. La apertura al otro ayudará a enri-
institucional se produce por la necesidad de procurar es- quecer y a mantener críticamente nuestra propia identi-
tabilidad y continuidad a la pureza y genuidad de las dad. Incluso la teología católica partidaria del ecumenis-
creencias y prácticas religiosas. Pero esto somete inexora- mo, partiendo de la tesis de que «todas las religiones son
verdaderas», defiende la idea del diálogo enriquecedor 2.
blemente la religión a los ya comentados dilemas de la
Y evidentemente se da la alienación y falsa conciencia no
institucionalización. Estos dilemas tal como son vividos
dialéctica cuando se procura, en función de la seguridad y
por los distintos tipos de organización testimonian, una
vez más, que las relaciones de la religión con el resto de la
2
sociedad cubren un arco que va desde el acoplamiento Cf. A. Torres Queiruga, El diálogo de las religiones, Fe y Secula-
funcional-armónico hasta el rechazo y la resistencia. ridad, Sal Terrae, Madrid, Santander 1992; J. Martín Velasco, Dios en la
historia de las religiones, Fundación Santa María, Madrid 1985.

254
255
el poder, absolutizar alternativas que son relativas porque nuestras decisiones morales y políticas en función de
no se ve con total claridad cuál de ellas es la óptima, o por nuestras necesidades, posibilidades y valoraciones. Y ello
lo menos el mal menor; cuando se niega la opción moral como consecuencia de una exigencia de coherencia racio-
del hombre con sus incertidumbres y riesgos, mediante nal y práctica-moral que experimentamos. Y algo pareci-
una sacralización precipitada e interesada de determina- do debe ocurrir con nuestras opciones y compromisos re-
das formas políticas, económicas o de sexualidad; cuando ligiosos.
de modo más o menos consciente se ocultan intereses in-
confesables o se identifica la voluntad de Dios con los in- Claro que en estas tareas nadie tiene derecho a impo-
tereses particulares de los poderosos; y, en fin, cuando, ner sus soluciones a los demás, y nadie debe caer en la ilu-
precipitadamente se hace a Dios responsable de determi- sión prc-crítica de creer que sus valoraciones son definiti-
nadas desgracias humanas, exceso de una teodicea popu- vas. Esto no significa que debamos identificarnos con el
lar de mentalidad punitiva. Todo esto es mixtificación burdo consensualismo, que ahora tanto se practica en la
alienante, que niega el papel opcional y creador del ser retórica política. El problema crítico de la verdad y el
humano en muchas situaciones complejas y difíciles. A problema práctico del bien no se pueden reducir a un pro-
este fenómeno de la sacralización reificadora y mixtifica- blema de consenso, pues ello sería acercar peligrosamen-
dora se le puede aplicar la crítica nietzscheana a las «con- te la verdad y la moral a la opinión. Los criterios de ver-
vicciones». La convicción, dice Nietzsche, fija al hombre, dad y de validez no pueden ser lo aceptado socialmente
le aprisiona haciéndole perder otras posibilidades, le hace sin más. La discusión y el diálogo serán, desde luego, una
corto de visión, parcial e inflexible en la determinación de mediación positiva a la hora de clarificar los criterios de la
los valores. El convencido es proclive al fanatismo. Fren- verdad y de la obligación moral, pero éstos deberán tener,
te a él, el espíritu grande es el escéptico que es capaz de en último caso, un carácter supraconvencional. Y esto nos
asomarse a todos los abismos sin necesitar de seguridades debe llevar a hacer algunas precisiones sobre la filosofía
e incondicionalidades. N o obstante, frente al titanismo de los valores.
del «superhombre», nosotros reconocemos que tenemos,
El valor lo apreciamos como una instancia o marco
por nuestra propia condición, una cita inevitable con la fi-
nitud. Tenemos que elegir, aunque sea de un modo hu- utópico, que convoca a una realización cada vez más per-
milde, y siendo conscientes de nuestros condicionamien- fecta; en este sentido podemos decir que lo vivimos como
tos y coyunturas relativizadoras. Pero ahí también puede una llamada a una tarea de perfeccionamiento ilimitada. Y
haber grandeza moral y coherencia racional: «Ni parece conforme a esta referencia que es el valor, tendremos que
posible carecer de convicciones, ni es viable poseerlas to- juzgar de la conveniencia e inconveniencia de cada acción.
das. Lo mismo ocurre en el campo religioso: la humilde En esto consistirá la valoración transida de relativismo y
adscripción a una convicción religiosa, compartida con situacionismo histórico y social. Y es ahí donde jugará la
otros, puede no carecer de grandeza, ni tal vez de racio- opción creativa y responsable del ser humano. En este
nalidad» 3. Nuestra opción será arriesgada, pero compati- sentido, frente a una moral de proposiciones (moral reifi-
ble con nuestra necesidad de legitimar, de alguna manera,

de J. G ó m e z Caffarena, Religión, Trotta, CSIC, Quinto Centenario,


3
M. Fraijó, Racionalidad de las convicciones religiosas, en edición Madrid 1993,167-168.

256 257
cada), lo que hay que reivindicar es una moral de princi- Esta posibilidad, por ejemplo, late en el universo simbó-
pios, de direcciones de valor, abierta a la complejidad va- lico del mundo bíblico.
riante de la realidad concreta e histórica, que no sólo deja Según los estudiosos, en ese universo simbólico se da:
abierto un margen para, sino que exige el papel activo de un desencantamiento de la naturaleza (Génesis), una de-
la conciencia personal, la acción arriesgada y responsable sacralización de la política (Éxodo), y una desconsagra-
del sujeto ético. ción de las valoraciones (pacto del Sinaí y condena de la
Esta opción arriesgada y responsable en el ámbito de idolatría) \ Esto significa, respectivamente, un predomi-
la decisión y el compromiso morales y políticos concre- nio del hombre como sujeto de la historia sobre la natu-
tos se pone también de manifiesto porque en esa tarea el raleza, la legitimidad de la desobediencia frente a un po-
sujeto ético deberá estar iluminado no sólo por una ética der político sacralizado y esclavizador, y la legitimidad y
de principios o direcciones de valor, ética de convicción, compatibilidad de una utopía ético-religiosa con el relati-
sino también por una ética de la responsabilidad o de las vismo del compromiso humano. Y, en fin, nos pregunta-
consecuencias, que, a veces, puede entrar en conflicto con mos: ¿hay alguna «ley» más anti-reificadora que la del
aquélla. Y desde luego no hay recetas hechas, sino que amor evangélico, que viene a ser una llamada a la libertad
ambas éticas tienen que complementarse en cada situa- e imaginación creadoras del hombre en una continua su-
ción particular. Max Weber lo dijo muy bien cuando es- peración? Esta libertad como fruto del amor creador ha-
cribió: «Nadie puede, sin embargo, prescribir si hay que ce comprensible la afirmación de Manuel Fraijó: «Un
obrar conforme a la ética de la responsabilidad o confor- hombre al que en todo momento se le dice lo que debe
me a la ética de la convicción; o cuándo conforme a una y hacer, deja de ser hombre. Ser hombre es poner en juego
cuándo conforme a la otra» 4. Habrá que mantener un di- caudales de fantasía creadora, de riesgo y de improvisa-
fícil y a veces dramático equilibrio entre el respeto a de- ción» 7. Y en la misma línea, la teología de la liberación, y
terminados valores y la responsabilidad de las consecuen- los creyentes de las comunidades que a ella se adhieren,
cias. Esto vimos que tiene plena vigencia en el problema sostienen que la fe es una oferta siempre nueva, que pro-
moral y teológico de la violencia. cede de la iniciativa gratuita de Dios que convoca al hom-
bre en su libertad creadora y responsable, eso sí, orien-
Ahora bien, no toda legitimación está reñida con esta tándole hacia la solidaridad y el amor. Ese Dios se les re-
libertad humana a la que estamos aludiendo. Es más, co- vela, según ellos, no como el que exime de la angustia del
mo nos recuerda Manuel Fraijó, los hombres profunda- elegir, sino como el que precisamente cuestiona todas
mente religiosos no han sido proclives a consagrar la rea- nuestras seguridades. Este planteamiento es un antídoto
lidad existente, sino que, todo lo contrario, han actuado contra la tentación de absolutizar las mediaciones socioa-
como críticos del sistema dominante 5. Y en este sentido
cabe que «la desalienación sea religiosamente legitimada».
* Cf. H. Cox, La ciudad secular, Península, Barcelona 1968, 39 ss;
J. Martín Velasco, El malestar religioso de nuestra cultura, 137, 154; J.
4
M. Weber, Elpolíticoy el científico, Alianza, Madrid 1972, 175. M. Mardones, Secularización, en edición de J. Gómez Caffarena, Reli-
5 gión, 116.
Cf. M. Fraijó, Jesús de Nazaret y la fe en Dios, en AA.VV., Dios 7
como problema en la cultura contemporánea, Egea, Bilbao 1989, 165. M. Fraijó, Jesús de Nazaret y la fe en Dios, 167.

258 259
nalíticas y hermenéuticas. Frente a ello, el intento de iden- Sarniento estático y cerrado a todo cambio y explicitación.
tificar la universalidad del mensaje evangélico con los in- Se identifica con una heteronomía mal entendida en el
tereses y valoraciones de determinados grupos y clases campo del pensamiento y de la moral. Códigos y normas
sociales de un modo incondicional «produce no sólo una eternas e inamovibles que chocan fundamentalmente con
adulteración de la fe (incredulidad), sino un conflicto po- la libertad y la historicidad de la condición humana, y su
lítico: un grupo particular -la Iglesia- se erige en repre- dignidad. Menosprecio de la razón y sometimiento anti-
sentante de los intereses de toda la comunidad social. N o rracional y acrítico 10. Pensamos, con José Prades, que la
hace falta mucha imaginación para que alguien que no única religiosidad que en el futuro podrá tener carta de
pertenezca al grupo en cuestión denuncie el engaño reli- ciudadanía será aquella que sacralice la autonomía perso-
gioso» *. Esto es algo que desde luego propició el nacio- nal y la solidaridad entre los grupos humanos ".
nalcatolicismo.
La contraposición de los fenómenos socio-religiosos
que hemos estudiado nos hace caer en la cuenta de que 2. La religión en u n a sociedad secularizada
hoy resulta cuestionable cualquier religión que atente La problemática a la que alude este epígrafe, en lo re-
contra los derechos humanos, que fomente la reificación, ferente a las relaciones entre la sociedad civil y el Estado,
los dualismos maniqueos, el miedo y los resentimientos; está muy bien resumida por R. Díaz Salazar: «Durante la
y que frente a esta religión como alienación, que no im- transición democrática hamos constatado que en la socie-
plica sino una degeneración y patología religiosas, sólo dad española está por resolver la constitución de un nue-
debe tener futuro una religión como liberación, es decir, vo modelo de relaciones Iglesia-Estado, más allá de las
aquella que legitima y sostiene la dignidad absoluta de la nuevas formulaciones jurídicas establecidas. La configu-
persona y su libertad responsable. Desgraciadamente, la ración de un Estado laico, de un neoconfesionalismo en el
religión, muchas veces, ha sido instrumentalizada para Estado, o de un laicismo estatalizante es el triple dilema
humillar y torturar al hombre. Se ha abusado del nombre en el que nos encontramos». Y lo que aquí está en juego
de Dios en determinados planteamientos éticos y políti- «es la regulación, el control y la inspiración ordenadora
cos. N o obstante, hoy sabemos que una religión que de la sociedad civil» u. Tiene razón este autor cuando afir-
ofenda y destruya al hombre es —como dice E. Schillebe- ma que es ahora cuando vuelve a plantearse de nuevo la
eckx- una forma equivocada de creer en Dios v. Desde es- problemática que quedó pendiente desde la II República:
ta óptica quedan en entredicho, desde luego, el integrismo la determinación del lugar y el papel de Iglesia en una so-
y el fundamentalismo religiosos, que por desgracia vuel-
ven a resurgir en nuestros días. Son reacciones intoleran-
tes y antimodernas, que con una mentalidad verticalista y 10
Cf. F. Velasco, La religiosidad integrista y la religiosidad ilustra-
teocrática todo lo sacralizan y lo hacen inamovible. Pen- da en el proceso de modernización de España, en R. Díaz Salazar, S. Gi-
ner, Religión y sociedad en España, CIS, Madrid 1993, 339, 356, 359 ss.
" J. Prades, La religión y el centro sagrado de la sociedad, en R.
8
R. Mate, El ateísmo, un problema político, 190. Díaz Salazar, S. Giner, F. Velasco, Formas modernas de religión, Alian-
v
E. Schillebeeckx, Soy un teólogo feliz, 95, 124; E. Schillebeeckx, za Universidad, Madrid 1994, 126.
jesús en nuestra cultura. Mística, ética y política, 71, 73. 12
R. Díaz Salazar. El capital simbólico, 53.

260 261
además, puede ser un punto de referencia crítico muy sa-
ciedad pluralista, y en la que se ha perdido la hegemonía
ludable para el poder gubernamental y su propia autorre-
católica. El no creyente tiene derecho a solicitar al cre-
yente que no pretenda imponer su fe y su moral, atentan- visión.
do contra la libertad de conciencia de los ciudadanos; pe- La religión deberá buscar una nueva forma de presen-
ro el creyente podrá denunciar a su vez que, tras la pro- cia en la sociedad secular. Pero ello requiere superar, tan-
clamación de la no confesionalidad del Estado, se preten- to el laicismo que rechaza toda forma de presencia de los
da en la práctica inculcar un anticlericalismo y agnosticis- grupos religiosos incluso en la sociedad civil, debido a
mo a ultranza. que quiere imponer sus creencias y valores, como los re-
La Iglesia española en la nueva situación sociopolítica flejos resacralizadores de los que aspiran a recuperar un
tiene que acabar de aprender a asumir el carácter laico del predominio social de la religión, bajo el pretexto de que
nuevo Estado y el pluralismo sociocultural que ello con- ellos son los que deben definir la moralidad de una socie-
lleva, y que viene a ser fuente de un ordenamiento social dad con hondas raíces religiosas. Se deben superar los ves-
y jurídico que ya no está vinculado a una sola magnitud tigios del integrismo del régimen anterior, pues la Iglesia
cosmovisional, la de la Iglesia católica. La institucionali- no tiene necesidad de prostituirse al servicio de determi-
zación de una sociedad con un Estado aconfesional no nados intereses ideológicos y políticos para alcanzar re-
tiene por qué pasar necesariamente por la religión. Es conocimiento social ". Sólo reconociendo la laicidad del
cierto lo que afirma P. Flores d'Arcais, si lo referimos a Estado tendrá la Iglesia la libertad para jugar su papel de
los universos simbólicos y a las «éticas de máximos», de «denuncia profética». El Estado, por un lado, deberá
las que luego hablaremos: el Estado laico «será indiferen- crear y salvaguardar un espacio donde los diferentes gru-
te en materia de contenidos religiosos (ya sean éstos me- pos de la sociedad puedan desenvolverse, conforme a sus
tafísicos o morales) y neutral respecto a las diversas pre- propias creencias y valores, teniendo como límite el res-
sunciones de verdad» 13. Pero, junto a ello, también hay peto a los derechos de los demás, y la aceptación del mar-
que reconocer que la prepotencia y el espíritu hegemóni- co común que son los derechos fundamentales; y, por
co del partido hasta hace poco en el gobierno (PSOE) le otro lado, los grupos religiosos deberán respetar la laici-
impidió, en más de una ocasión, respetar la autonomía de dad del Estado, y abrirse a un diálogo respetuoso y cola-
la sociedad civil (presupuesto, por otro lado, inviolable de borador de cara a buscar el bien fundamental: la dignidad
la auténtica democracia). En la sociedad civil operan gru- de la persona humana.
pos e instituciones que tienen derecho a levantar su voz, a
El punto fundamental que debe iluminar esta delicada
crear sus corrientes de opinión y a demandar al Estado
cuestión de las relaciones del Estado y la institución reli-
garantías para su libre desarrollo. Y en ese contexto, la re-
giosa es que «la sociedad es algo más que el Estado, y
ligión sigue siendo una de las posibles instancias estructu-
rantes de sentido y de orientación axiológica. Todo ello,
14
Cf. V. Mayoral, Introducción, en AA.VV., Laicidad 2000, Popu-
13 lar, Madrid 1990, 8; J. M. Mardones, Para comprender las nuevas for-
P. Flores d'Arcais, El desafío oscurantista, Anagrama, Barcelona
mas de la religión, Verbo Divino, Estella 1994, 34.
1994, 132-133.

263
262
aquélla no puede ser modelada únicamente por éste, por-
que entonces estaríamos ante un totalitarismo» l5. Ni si- des y creencias cristianas y la legislación del Estado laico.
Esto en verdad no debe de extrañarnos. Lo que sí es la-
quiera los partidos políticos deben arrogarse la represen-
mentable es que estas tensiones y conflictos, que siempre
tatividad social en exclusiva. La democracia participativa
deben respetar, por supuesto, la libertad de conciencia y
debe ser más rica y plástica en su expresividad y partici-
el derecho de las minorías, no se evalúen, a la postre, co-
pación sociales: partidos, pero también movimientos so-
mo expresión del dinamismo y de la capacidad de auto-
ciales y organizaciones de toda índole, entre ellas las reli-
corrección de la sociedad, sino que en ellos se vislumbran
giosas. Y en esta situación la Iglesia católica tiene que
posturas recalcitrantes, mala voluntad y nostalgia por la
aprender a competir con otros universos simbólicos, pues
situación de monopolio de antaño.
ya no tiene la hegemonía y el monopolio de las definicio-
nes éticas y religiosas de la sociedad. En el contexto del En todo este período histórico la Iglesia desde luego
pluralismo sociocultural en que nos encontramos, debe- no es que haya confiado en los socialistas, pero éstos han
remos mantenernos equidistantes del fanatismo propio de recelado especialmente de aquélla. Y esto resulta, hasta
una ortodoxia reificadora y del relativismo nihilista que a cierto punto, paradójico. Mantenemos esto último, por-
priori niega toda posibilidad de verdad en general, y reli- que, como nos recuerda Abel Hernández, en sus orígenes
giosa en particular. Aquí aparece la tolerancia como la vir- Felipe González se movió en la órbita de la J O C , mantu-
tud que puede propiciar el diálogo clarificador, entendido vo contactos con el grupo de la Izquierda demócrata-cris-
como «un viaje en común hacia la verdad». Y es que la tiana de Manuel Giménez Fernández, y parte de su pri-
verdad que se «resiste a la relativización» sólo podrá mer equipo se nutrió de los grupos cristianos comprome-
emerger a través del contraste en el decurso histórico y tidos. Es más, como todos sabemos, los sindicatos y los
social de la conciencia. En esta tarea la Iglesia católica partidos de izquierda, como una gran parte del núcleo de
puede poner su grano de arena para salvar a la sociedad los que, años más tarde, iban a controlar el ámbito de la
desmoralizada del suicidio epistemológico y ético que la cultura y las comunicaciones, se nutrieron también de ele-
amenaza '\ mentos procedentes de organizaciones cristianas progre-
sistas. A pesar de ello, el PSOE, una vez conquistado el
N o obstante, hay que reconocer que este «camino co- poder, y hasta su relevo por el Partido Popular, mantuvo
mún hacia la verdad», y esa colaboración en un clima de un actitud crítica y hostil frente a la Iglesia. Es posible que
entendimiento y mutuo respeto, en el caso de la Iglesia y esto se explique en parte porque en los equipos dirigentes
del Estado, en la larga etapa del gobierno socialista, no ha se mantenga más o menos latente o explícito el laicismo y
sido nada fácil; por el contrario, se ha visto lleno de difi-
el anticlericalismo de lo que fue su corriente liberal-radi-
cultades. En este nuevo sistema social que se ha configu-
cal ". La Conferencia episcopal se ha quejado especial-
rado desde la transición, es posible que se den, y de hecho
mente de la legislación del aborto, de la política educati-
se han dado, ciertas tensiones y fricciones entre las actitu-
va, y del tratamiento que se da en la RTVE a las cuestio-

15
R. Díaz Salazar, El capital simbólico, 58-59.
"' Cf. P. L. Berger, Una gloria lejana, 64, 102-103. " Cf. A. Hernández, El quinto poder. La Iglesia de Franco a Feli-
pe, Temas de hoy, Madrid 1995, 55, 153, 184.

264
265
nes religiosas y morales. Acusó al partido en el gobierno blea plenaria y su declaración final (26-11-1977), en la que
de querer minimizar la proyección pública de la Iglesia, el cardenal Tarancón se preocupa por la presencia institu-
de buscar su «privatización» IS. cional de la Iglesia. Ya en el discurso de apertura de dicha
Pero, junto a ello, hay que reconocer que la Iglesia je- asamblea, el cardenal manifestaba sus inquietudes por as-
rárquica ha ido, poco a poco, dando un giro conservador. pectos éticos de la futura Constitución, y por la mención
Como comenta R. Díaz Salazar, la Iglesia mantuvo una expresa en ella de la Iglesia ". Aparecía, pues, la tentación
actitud abierta y positiva desde la homilía del cardenal Ta- del confesionalismo camuflado, que lleva a Puente Ojea a
rancón ante el rey con motivo de su coronación hasta las hablar de un Estado «criptoconfesional», y el peligro de
primeras elecciones generales de junio de 1977. Pero las convertirse de nuevo en una estructura de poder. Con el
cosas parecen cambiar a partir de la redacción y aproba- curso de los años de la consolidación de la democracia, la
ción de la actual Constitución. Da la impresión de que la Iglesia se ha ido aproximando a posturas de centro-dere-
Iglesia impulsora de la transición se ha visto sobrepasada cha (Asambleas Plenarias XXXVIII y XL, de junio de
por ésta, de tal modo que de una actitud abierta y respe- 1983 y febrero de 1984). Al gobierno socialista se le aca-
tuosa con el pluralismo ha pasado a una actitud de mayor bó criticando como culpable de la secularización y des-
desconfianza y cerrazón. A veces parece dejarse vencer moralización de la sociedad (Documento de la Conferen-
por el temor de perder influencia, exigiendo derechos en cia episcopal de noviembre de 1990). Y en la misma línea,
virtud del cuestionable catolicismo sociológico, o reivin- el papa Juan Pablo II, en una asamblea de obispos espa-
dicando su mención explícita en la Constitución. Da la ñoles (23 de septiembre de 1991), manifestaba su preocu-
impresión de que reconocía la aconfesionalidad del Esta- pación por el neopaganismo que invadía a la sociedad es-
do, pero a la vez buscaba la situación favorable de una pañola. Críticas que desde luego no carecen de funda-
«Iglesia amparada». Esto se nota desde la XXVII Asam- mento, pero que también sirven como ocasión para mani-
festar una cierta nostalgia por el régimen de cristiandad
que ve en la modernidad las raíces de los males que aque-
'* Especialmente tensa fue la confrontación entre la Iglesia y el go- jan hoy a la sociedad, tales como el individualismo, el nar-
bierno socialista a causa de los libros de religión en el año 1983. Los
textos de 5 o y 6 o de EGB no recibían la autorización del Ministerio de
cisismo, el hedonismo y el materialismo 2°.
Educación para su uso en las escuelas. El motivo fue la criminalización
del aborto, que, a juicio del gobierno, hacía aparecer a los socialistas co- Este giro conservador se ha visto favorecido, además,
mo inmorales y asesinos. Al final de un difícil callejón sin salida, se por el pontificado de Juan Pablo II, que, frente al de Pa-
acordó añadir unas hojas con criterios pedagógicos para uso de los pro- blo VI, parece padecer un cierto «síndrome restauracio-
fesores. La batalla de fondo era la libertad de expresión de la Iglesia
como institución de la sociedad civil, frente a la voluntad laicista del go-
nista». El actual pontífice defiende el proyecto de restau-
bierno de querer desterrar la enseñanza confesional de la escuela públi- ración de la identidad cristiano-católica sobre el modelo
ca. La ley orgánica del derecho a la educación ( L O D E ) fue motivo de
discusión, porque a juicio de la Iglesia no respetaba suficientemente los
derechos de los católicos en el campo de la enseñanza. Digamos, tam- " V. E. Tarancón, Discurso de apertura de la XXVII Asamblea Ple-
bién, que en los medios de comunicación estatales no hay un trata- naria de la CEE: Vida Nueva, n. 1.106 (1977) 8-12.
miento e información religiosa de calidad como ocurre en otros países, 20
Cf. R. Díaz Salazar, Iglesia, dictadura y democracia, 346-348; S.
y se echa de menos la existencia de espacios que permitan el encuentro
Giner, S. Sarasa, Religión y modernidad en España, en 11. Díaz Salazar,
entre la cultura católica y la laica (cf. A. Hernández, El quinto poder).
S. Giner, Religión y sociedad en España, CIS, Madrid 1993, 84.

266 267
polaco. Un modelo que se caracteriza por un estrecho se abra al modelo de sociedad capitalista, aunque recono-
vínculo o fusión entre la Iglesia y la nación y su historia ciendo que esta última está necesitada de reformas y de un
profana. Juan Pablo II en su proyecto reivindica un «mo- urgente rearme moral 2 2 .
nopolio del sentido», que se traduce en un «eclesiocen-
trismo católico». Esto último significa que el catolicismo Creo que este giro restauracionista tiene el peligro de
es la respuesta verdaderamente válida a los problemas del malograr conquistas que costaron mucho alcanzar, y po-
hombre contemporáneo y el fundamento sólido de la éti- sibilidades dignas de tener en cuenta. Especialmente cree-
ca y de la convivencia civil. Planteamiento, pues, que pa- mos que la modernidad, a priori y de modo global, no
rece cuestionar la conquista de la modernidad, la autono- puede ser estigmatizada por un creyente cristiano a la luz
mía de lo secular, y que, a la postre, descalifica el intento del Vaticano II, que ha sido desde luego la proclamación
de diálogo planteado por el Concilio Vaticano II con el más importante y de mayor autoridad eclesial de las últi-
mundo moderno. Un diálogo que ha llevado a muchos mas décadas. Dos características de la modernidad han si-
cristianos a un excesivo conformismo con el mundo, y a do el control humano sobre la naturaleza, y la proclama-
un desdibujamiento de la identidad cristiana. N o se ha sa- ción de la igual dignidad de todos los seres humanos. Lo
bido evaluar los peligros de un excesivo antropocentris- que ocurre es que lo primero, en términos generales, se ha
mo que, unido al marxismo y al liberalismo radical, ha conseguido, y lo segundo, entendido como autonomía
promovido el desplazamiento de Dios y la degradación para todos, igualdad de oportunidades y libertades como
secularizadora. Una degradación que tiene sus señas de poder con-diviso, es una asignatura pendiente. Y el pro-
identidad en un racionalismo y en un hedonismo indivi- blema está en que la ausencia de la segunda exigencia ha-
dualista que, en sus excesos, han malogrado al hombre ce que la dominación material del mundo alcance cotas de
contemporáneo. La sanación de este mal sólo puede venir
por la reivindicación de la autoridad doctrinal de la Igle-
22
sia católica, y la afirmación del valor universal de la pro- Cf. Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza, Plaza y
Janes, Barcelona 1994. Es significativo, al respecto, el simposio celebra-
clamación cristiana tal como se ha llevado a cabo en occi- do en el Vaticano, en noviembre de 1985, sobre «Iglesia y economía».
dente. Frente al ecumenismo conciliar, esto se traduce en El simposio lo que buscaba en el fondo era un relanzamiento del mo-
que el eclesiocentrismo se tiñe de restauración eurocén- vimiento democristiano en Europa y en el mundo en general, obra es-
trica. El anticomunismo del papa Wojtyla hizo que la ac- pecialmente del cardenal Ratzinger, y patrocinado por la Democracia
Cristiana Alemana con la colaboración del O p u s Dei y Comunión y
ción de la Iglesia convergiera con la de los países occiden- Liberación. La orientación fue neocapitalista, en concordancia con el
tales, pues para él la civilización cristiana no es otra que la auge de los movimientos neoconservadores, y el declive de la TL y los
civilización occidental ". Esta ubicación geopolítica del movimientos progresistas. Y aunque acabó sin conclusiones, «sentó las
catolicismo hace comprensible la desconfianza del papa bases del papel conjunto del Vaticano y poderosas instituciones alema-
nas y centroeuropcas para impedir que el incremento del subdesarrollo
frente a los intentos liberadores de las comunidades de económico facilitara en Iberoamérica y en otros puntos sensibles del
base latinoamericanas y su TL, y que, por contraposición, Tercer Mundo el avance del marxismo (...). Para este impulso de desa-
rrollo, "inspirado en ideas cristianas", las multinacionales exigían que la
Iglesia frenara a los "agitadores sociales" de la teología de la liberación,
que querían unir a Marx y a Cristo, una mezcla explosiva y revolucio-
21
Cf. G. Girardi, La túnica rasgada, 48-49, 56, 71, 83, 86, 94, 109- naria que asustaba a los inversores» (A. Hernández, El quinto poder,
111,114. 244-245).

269
manipulación inquietantes, que da como fruto un indivi-
duo alienado. increencia, que ha quedado máximamente expresada en la
exaltación de una búsqueda del bienestar consumista y de
Pensamos que la «autonomía ilustrada» bien entendi- un individualismo hedonista. Estas actitudes son la expre-
da no es incompatible con la actitud del creyente "; en sión práctica de una permisividad y relativismo irrespon-
cambio sí lo es esta modernidad «lobotomizada» que pa- sables, que son síntomas de una grave desmoralización de
decemos. La tragedia de este siglo que se acerca a su fin no nuestra sociedad 24. H o y es típico un individuo narcisista,
se debe sin más a la Ilustración en cuanto espíritu crítico desenganchado, instalado en la provisionalidad, y que se
y reivindicador de una secularización, sino a un desen- adhiere a un «sistema de felicidad» que se identifica con
cantamiento mal entendido que, combinando la unilate- salud, dinero, placer (valores materiales), o éxito personal,
ralidad de la razón positiva con el hedonismo individua- poder, imagen atractiva y amor como triunfo personal
lista e insolidario, ha dado como fruto el sujeto débil y (valores ideales). Individuo, pues, que se instala en la fini-
desustancializado de la postmodernidad. Pero la hibris tud y se apega a la «mitología de la tierra» 25. Curiosa-
técnico-consumista no tiene por qué ser el fruto necesario mente, esta desmoralización ha adquirido expresión teó-
del deseo del hombre moderno de alcanzar la «mayoría de rica en lo que ha venido a denominarse la «ética del post-
edad». El gran reto que la modernidad ilustrada plantea al deber», que no es, a nuestro modesto juicio, sino una
creyente es el que éste sepa compatibilizar la autonomía pseudorecuperación de la ética y de la moral. Con este
de la ciencia con la apertura al misterio, y la autonomía de planteamiento se quiere superar la ética moderna e ilus-
la moral con una teonomía bien entendida, que convoca a trada, que ya no sirve, pues a pesar de que se sustentaba
la libertad humana, pero que a la vez es garantía contra el sobre la pura razón y los sentimientos, no dejaba de ser
nihilismo irracional. Es más, creemos que el hombre cre- una ética del deber y del sacrificio; una ética en la que, al
yente, y el ethos evangélico, pueden aportar su grano de fin y al cabo, latían las reminiscencias religiosas del impe-
arena a completar ese proyecto inacabado que ha sido la rativo del deber y la renuncia de sí. Ahora se plantea la su-
modernidad ilustrada. peración del deber como la forma religiosa de esa ética lai-
ca. Esta «ética del post-deber», denominada también «in-
Desgraciadamente, el giro conservador, en el caso de
la Iglesia española, ha sido alimentado, a su vez, como re-
acción frente a la práctica del partido hasta hace poco en
24
el gobierno (PSOE), que ha fomentado una cultura de la H e aquí un testimonio de alguien que precisamente no puede ser
tachado de clerical: «La religiosidad que alcanzó su quintaesencia o al-
caloide en el misticismo de nuestros clásicos se ha esfumado en pro de
una situación de descreimiento general, de despreocupación por lo tras-
23 cendente. Además, ha desembocado en una pérdida de valores éticos.
F. Ferrarotti afirma, aludiendo a la tesis de Norbert Greinacher:
«L'as raíces de la Ilustración y de la Revolución francesa contienen va- Aquí no se tiene, no ya miedo, ni siquiera prevención. N o hay respeto
lores profundamente cristianos. Es obvio que no sólo se trata de «Li- por casi nada. El "ordeno y m a n d o " de antaño no ha generado hogaño
berté, Egalité, Fraternité», sino también de otros valores, como la razón la reverencia por la convivencia, la solidaridad y la observancia de las
crítica, los derechos individuales, las libertades (...). El no haber reco- leyes. Por el contrarío, hay u n sentimiento generalizado de que cada
nocido a tiempo estas raíces cristianas de la Ilustración fue una verda- uno puede hacer lo que quiere... mientras n o le descubran» (R. Tama-
dera tragedia para la Iglesia católica» (F. Ferrarotti, Una fe sin dogmas, mes, La España alternativa, Espasa-Calpe, Madrid 1993, 23).
55). 25
Cf. A. Blanch, La increencia en la cultura actual, en AA.VV.,
Dios como problema en la cultura contemporánea, 59-60.

270
271
dolora» y «débil», que se impone en la cultura cotidiana, peor de los capitalismos, el especulativo, cuyo verdadero
es la que se identifica con los deseos inmediatos, la pasión objetivo no es la creación de tejido industrial ni de pues-
del ego, y la felicidad individual. Es la ética del bienestar, tos de trabajo, sino el rápido enriquecimiento de unos po-
de los derechos subjetivos, y de un «individualismo res- cos privilegiados: «Bajo la égida socialista, la cultura es-
ponsable» que busca ciertos compromisos, pero descarta peculativa y financiera se ha impuesto a la empresarial,
el heroísmo; esto se traduce en el intento de reconciliar la haciendo nacer una generación de hombres de negocios
ley moral con el placer y el «self-interest». Es la ética del vinculada a operaciones mercantiles rápidas en las que se
amor propio que descuípabiliza el egocentrismo. A todo consiguen plusvalías impresionantes (...). El éxito econó-
lo más que llega es a la generosidad fácil, puntual y espec- mico se apoya ahora no en el mantenimiento de un pro-
tacularizada. (Ejemplo: las ayudas y socorros que se pi- yecto productivo, sino en el manejo de información pri-
den por los medios de comunicación social). Pero la im- vilegiada y en una buena red de conexiones con el poder,
potencia de esta ética se delata en sus frutos prácticos: a costa muchas veces del sacrificio de principios éticos» 29.
jungla de intereses, repliegue sobre sí mismo, abstencio- Todo ello implica, pues, el tráfico de influencias que aca-
nismo, falta de sensibilidad hacia el bien común, atención ba corrompiendo a la clase política. El dinero sucio ha da-
a los beneficios inmediatos, etc. 2\ En definitiva, no con- ñado gravemente la imagen de los políticos profesionales,
sigue compatibilizar bienestar, consumo y rentabilidad lo que se convierte en una nota más de la desmoralización
con protección al medio y justicia social... de nuestra sociedad, que promueve el desencanto y el es-
Por todo ello, nuestro país sigue siendo testigo del cepticismo ,0. Este clima también aqueja a nuestra demo-
«hombre viejo» que, según I. Ellacuría, domina en la civi- cracia, que se ve afectada por una crisis moral. Se practica
lización noratlántica y occidental, donde el pragmatismo, el «voto cautivo» mediante la utilización de los fondos del
el hedonismo y el egoísmo insolidario no dejan espacio PER, que institucionaliza una sociedad de parados sin es-
para el profetismo y la utopía 27. tímulos para la promoción profesional y la picaresca del
indigente crónico, el uso indiscriminado de los fondos del
Lo que predomina es la búsqueda del enriquecimien- INSERSO, y el clientelismo político de los «enchufados»
to rápido que se concreta en la acumulación desigual y en en una administración que crece desorbitadamente 3I.
la práctica de la «cultura del pelotazo» 2S. Es el éxito del Además, en nuestra democracia el consenso se ha reduci-

' Cf. G. Lipovetsky, El crepúsculo del deber. La ética indolora de


los nuevos tiempos democráticos, Anagrama, Barcelona 1994. M
F. García de Cortázar, J. M. González Vesga, Breve historia de
Cf. I. Ellacuría, Utopía y profetismo, en I. Ellacuría, J. Sobrino, España, Alianza, Madrid 1994, 639.
Mysterium liberationis, I, 393-394, 419-421. 30
Según datos de 1993, con la frase «cada año que pasa es más alto
2
* En una encuesta llevada a cabo en 1993, el 6 8 % de los consulta- el nivel de corrupción de los políticos que están en el poder» estaba
dos creía que la gente que le rodeaba se movía fundamentalmente p o r muy de acuerdo un 4 6 % , bastante de acuerdo un 3 5 % , y sólo un 16%
dinero. Un 2 1 % estaba muy de acuerdo con la tesis de que «el dinero rechazaba la proposición (cf. A. de Miguel, La sociedad española 1994-
ayuda a la felicidad», un 4 4 % estaba bastante de acuerdo, y un 18% p o - 95, 618).
co de acuerdo. También se detectó que sólo un 3 7 % veía muy mal que 31
«... uno de cada 3,8 afiliados del PSOE desempeñaba un cargo
se deje de presentar la declaración de la renta (cf. A. de Miguel, La so-
público en 1984» (F. García de Cortázar, J. M. González Vesga, Breve
ciedad española 1994-95, Universidad Complutense, Madrid 1995, 608,
historia de España, 639). La proporción desde entonces no creemos que
610,612,633).
haya disminuido, sino todo lo contrario...

272 273
propia democracia no podrá sobrevivir sin esos mínimos
do muchas veces a un burdo pacto estratégico, en el que
éticos. La convivencia humana requiere para su viabilidad
predomina un pragmatismo coyuntural sobre los valores
un ordenamiento jurídico básico que, en último término,
de una «ética mínima», que deberían ser irrenunciables...
descanse en unos valores fundamentales que constituirán
Y una democracia que consista en un mero procedimien-
la ética civil.
to formal que identifique, a la postre, la norma con la vo-
luntad de la mayoría, es una democracia desustantivada Tenía razón el profesor Aranguren cuando sostenía
que va a la deriva: «La convicción de que los consensos que para que los españoles seamos capaces de alumbrar
son pactos estratégicos, en los que cada cual defiende sus un nuevo sistema de relaciones entre modernidad, laici-
intereses individuales rabiosamente hasta llegar a un equi- dad y religión, hace falta una ética civil como garantía bá-
librio dependiente de la correlación de fuerzas, desvirtúa sica de la convivencia social. Y para ello es urgente que
de raíz el profundo sentido de la democracia» ". Una de- superemos el vacío ético, la indolencia de la razón, y la
mocracia así entendida sólo es compatible con un escepti- frivolidad cultural que padecemos. N o obstante, hay que
cismo, pues la verdad depende ahora de los diversos y va- reconocer que en una sociedad como la nuestra, donde se
riables equilibrios políticos. Pero esto significa que la jus- ha dado y mantenido una unión política entre la Iglesia y
ticia y la moralidad son sustituidas por el pacto y la fuer- el Estado, y la vigencia de un solo código moral, el del na-
za electoral. Todo esto da como fruto el desencanto y la cionalcatolicismo, no se podía sino propiciar la pasividad
banalización de la democracia 33. Para que la democracia aerifica y el vasallaje moral. Se daba, como comenta la
no degenere y se convierta en una trampa, es conveniente profesora Adela Cortina, la sumisión acrítica al código
recordar las acertadas palabras de Juan Pablo II: «La au- moral propuesto por los elementos de la jerarquía ecle-
téntica democracia es posible solamente en un Estado de siástica aliados con el sector dominante de la sociedad.
derecho y sobre la base de una recta concepción de la per- Este monismo moral impuesto, y la pasividad correspon-
sona humana» M. Y esto nos lleva a recordar la necesidad diente, nos ha hecho olvidar que «somos los ciudadanos
irrenunciable para toda sociedad de una ética civil enten- quienes hemos de hacer el mundo moral y, por tanto,
dida como una «ética de mínimos». Esta ética civil hará quienes hemos de reflexionar acerca de qué sea lo justo y
relación a unos mínimos axiológicos y normativos com- lo injusto, aunque sea buscando la ayuda de asesores ade-
partidos por los ciudadanos, más allá de que éstos puedan cuados, el apoyo de gentes que nos merezcan confianza» 5 \
tener sus discrepancias con relación a la concepción glo-
Pero desgraciadamente esta urgente y necesaria tarea ha si-
bal del hombre o a determinados ideales éticos o religio-
do solapada por el efecto del péndulo, y del monismo co-
sos. Esta ética mínima se identifica con esos «principios,
activo se ha pasado a una anarquía moral, que ha confun-
valores, actitudes y hábitos a los que no podemos renun-
dido la auténtica tolerancia, propia de la sociedad demo-
ciar sin renunciar a la vez a la propia humanidad» 35. Y la
crática y pluralista, con el «todo vale» del subjetivismo re-
lativista, que nos aboca a un nihilismo moral, a la crisis de
32 contenidos objetivos en el campo moral. Lo que se ha im-
A. Cortina, Etica mínima, Tecnos, Madrid 1992, 157.
33
Cf. J. L. Velázquez, J. Memba, La generación de la democracia.
Historia de un desencanto, Temas de hoy, Madrid 1995, 192-193.
34 '6 A. Cortina, La ética de la sociedad civil, Alauda-Anaya, Madrid
Juan Pablo II, Centesimus annus, PPC, Madrid 1991, n. 46, 87. 1994,41.
35
A. Cortina, Etica mínima, 28.

275
274
puesto en la «postmodernidad» es una desfundamenta- bles (sana intolerancia), los ideales de felicidad o máximos
ción de la ética que disuelve la objetividad con el pretex- morales nos atraen e invitan. En el primer caso, se trata de
to de que ésta es sinónimo de coacción y falta de libertad. principios y direcciones de valor; en el segundo, de con-
sejos.
Para salir de esta desmoralización social, que tiene de-
vastadores efectos, hace falta ser capaces de fundamentar La ética civil o de mínimos deberá decantarse del diá-
racionalmente unos valores mínimos compartidos por los logo contrastante entre las éticas de máximos, y deberá
ciudadanos. Esta básica convicción racional sería el antí- significar, como comenta acertadamente Olegario Gonzá-
doto contra ese politeísmo subjctivista y nihilizador que lez, la conquista por parte de la sociedad de «un punto de
impide la rehabilitación moral de nuestra sociedad. confluencia histórica y de convergencia teórica en que los
grupos humanos pensantes, activos y desiderativos, las
Desde luego, esta «ética de mínimos», en la medida en llamadas minorías de sentido, de acción y de utopía, coin-
que también existen «éticas de máximos», no agotará la ciden fundamentalmente al pensar lo humano y al pro-
experiencia ética de los ciudadanos, pero será la base para yectar su realización social en el tiempo» 3'. Los máximos
un proyecto concorde de convivencia que deberá ir cre- morales serán, pues, los puntos de referencia que le servi-
ciendo y desarrollándose. La «ética de máximos» hace re- rán a la ética civil para su continua revisión y perfeccio-
lación a las exigencias que los distintos grupos presentan, namiento. Y en este sentido creemos que una ética reli-
haciéndolas derivar de la especial experiencia religiosa, giosa, en nuestro caso la ética cristiana, puede dialogar y
ética o estética que ellos viven y practican con especial de- articularse con otras éticas creyentes y no creyentes, de
dicación. Las «éticas de máximos» son aquellas que «tra- cara a construir la ética cívica, sin perder por ello su espe-
tan de dar razón del fenómeno moral en toda su comple- cificidad. Pero para ello hay que superar dos malentendi-
jidad y por eso entienden la moral como el diseño de una dos: el eclesiocentrismo y el laicismo. El primero no re-
forma de vida felicitante» 37. Las «éticas de máximos» con- conoce la autonomía de una ética laica, es decir, de aque-
figuran, pues, ideales de felicidad en los que no tienen por lla que no hace referencia, ni negativa ni positiva, a Dios.
qué estar de acuerdo todos los ciudadanos, y en los que El segundo considera necesario, para la realización de una
puede descansar un sano pluralismo de la sociedad. vida humana digna y libre, la eliminación de todo refe-
La «ética de mínimos» hace relación a las exigencias rente religioso. Este último planteamiento consideramos
de justicia, esto es, a «aquellos bienes básicos, mínimos, que es equivocado e injusto, pues desde la «ambigüedad
de los que creemos que toda persona debería disponer pa- social de la religión» que hemos analizado en el presente
ra realizar sus aspiraciones a la felicidad» 3li. En cambio, la ensayo, comprobamos que si la religión muchas veces ha
«ética de máximos» como invitación a la felicidad hace re- promovido la alienación y el fanatismo, otras ha promo-
lación a lo bueno. Y mientras que las exigencias de justi- vido la liberación emancipadora. Pero también rechaza-
cia debemos experimentarlas como exigencias irrenuncia- mos el eclesiocentrismo, que niega la legitimidad y auto-
nomía de una ética laica. Desde la mayoría de edad alcan-
37
A. Cortina, Etica aplicada y democracia radical, Tecnos, Madrid
3
1993,202. ' O . González de Cardedal, El poder y la conciencia, Espasa-Cal-
38
A. Cortina, La Ética de la sociedad civil, 53. pe, Madrid 1984, 71.

276 277
puede provenir de la «sacramentalización» de los mismos.
zada por el sujeto en la modernidad ilustrada, rechazamos Entre esos máximos se encuentra el ethos evangélico, que
todo paternalismo moral. En definitiva, ni laicismo ni fi- la Iglesia deberá recordar continuamente para, desde la
deísmo, que consideramos dos formas de dogmatismo in- denuncia profética, ayudar a la remoralización de la so-
compatibles con la tarea de construir una ética civil, tan ciedad. De ese ethos podemos destacar las siguientes di-
necesaria para nuestra sociedad democrática. recciones de valor:
Suscribimos la tesis de Adela Cortina de que, para que - El valor absoluto de la persona, que no deberá ser
un acuerdo consensuado tenga legitimidad y sentido, de- nunca medio, sino fin. Esto exige la denuncia de todas
berá descansar en unas condiciones básicas, que no son si- aquellas situaciones que impliquen explotación y aliena-
no la estima de una actitud dialógica, y el reconocimiento ción material y espiritual del ser humano, y el reconoci-
de unos derechos y valores fundamentales. Y esas condi- miento de la libre y responsable creatividad del hombre
ciones serán el contenido de la ética civil. Explicitando es- en la historia. Presupuesto axioiógico que servirá para la
to último, diremos que esos derechos que hay que respe- legitimación última y la protección de los derechos de la
tar como base de todo acuerdo democrático son los si- primera y segunda generación. Y desde la solidaridad que
guientes: los derechos de la primera generación, que no implica la fraternidad de los hijos de Dios, se podrán legi-
son sino los derechos civiles y políticos de la tradición li- timar los derechos de la tercera generación.
beral (el derecho a la vida, a la libertad de pensamiento, de
expresión, de asociación y de desplazamiento, y el dere- - Primado del ser sobre el tener, que condenará todo
cho a participar en la vida política de la comunidad). Aquí consumismo y productivismo acrítico y a ultranza. Des-
están presentes las libertades de un Estado de derecho. de aquí se pueden deslegitimar la crematística de un capi-
Los derechos de la segunda generación, que no son sino talismo que todo lo sacrifica al aumento incondicional de
los de la tradición socialista (los derechos económicos, so- los beneficios, y el materialismo hedonista que deshuma-
ciales y culturales). Sin estos derechos es hipócrita reivin- niza al sujeto humano.
dicar la libertad. Los derechos de la tercera generación - Preeminencia del agapé sobre el logos. Esto exige el
son básicamente el derecho de toda persona a nacer y vi- rechazo de toda razón unidimensional, empobrecedora
vir en un ambiente sano, incontaminado, y el derecho a en la tarea de desentrañar toda la riqueza de la realidad.
nacer y vivir en un mundo en paz. Los valores guías que Desde aquí se fundamentan la crítica de un positivismo a
orientan estas tres generaciones de derechos son, respec- ultranza, y esa ética del postdeber que empobrece las po-
tivamente, la libertad, la igualdad (justicia) y la solidari- sibilidades de la persona humana. Frente a ello habrá que
dad. Ellos son los valores mínimos de la ética civil, y los procurar compatibilizar la racionalidad con la necesidad y
derechos mencionados, sus concreciones. posibilidad de comunicación con el misterio.
Hemos dicho que la ética de mínimos puede alum-
brarse a partir del diálogo consensuador y contrastante
entre las éticas de máximos. Estas pueden ser referentes
últimos desde los cuales se pueden proclamar, proteger y
enriquecer los contenidos de la ética civil. Su refuerzo

278 279
3. El «reencantamiento» del mundo
y la inflación de lo religioso de se recortaba y destacaba la dignidad del sujeto huma-
no como creador de la ciencia, descubridor del universo,
Pero, ¿tendrá éxito la Iglesia católica española en su y racionalizador de la política y de la economía. Esta re-
tarea testimonial y de denuncia profética, en una sociedad volución y sus teóricos desarrollaron una racionalización
aquejada por lo que Gabriel Amengual ha denominado la de la vida social y política, que la desacralizó y la hizo bri-
«segunda secularización»? 40. Esta última consiste en la llar en su autonomía humana. Autonomía que también
crisis de las estructuras de pensamiento que se presenta- afectó a la ética, que ahora descansaría en la razón prácti-
ron como herederas de las teológicas en la sociedad mo- ca y en los sentimientos. El fruto de todo ello es que el
derna; esto es, crisis de los ideales ilustrados y de las imá- destino de la historia también quedaba en manos del
genes racionalizadas del mundo de la modernidad, crisis hombre. Era la autonomía de la intramundaneidad, que
de la razón, de la metafísica, y el debilitamiento de un su- proclama la «mayoría de edad» de la condición humana.
jeto desustantivado. Lo que ha sobrevivido es una razón En este contexto, la secularización consistió en la sustrac-
fragmentada de validez coyuntural, que flota en un con- ción de algo al dominio de la institución religiosa. Al
texto nihilista propio de algo a lo que ya hemos aludido, principio fueron bienes raíces, y luego la praxis económi-
la postmodernidad. La crisis de los meta-relatos se tradu- ca y política, y valores e ideales. Se entendió que ello era
ce en la ausencia de signos escatológicos, ya sean los pro- necesario para la emancipación de la razón, el protagonis-
pios del cristianismo, como los de cualquier versión secu- mo del hombre, y la desfatalización de la historia. El op-
larizada, como la marxista por ejemplo 4I. En el curso de timismo ilustrado, en fin, albergó la esperanza de que el
la modernidad, el yo se ha vuelto cada vez más solitario, cultivo de las ciencias y de las artes no sólo propiciarían el
e incluso en algunas corrientes filosóficas ha acabado por control de la naturaleza en función de las necesidades hu-
debilitarse y desaparecer: estructuralismo, desconstructi- manas, sino que también promovería, mediante el trata-
vismo... Y en la postmodernidad sólo parecen quedar miento adecuado de la política y de la moral, una socie-
convicciones puntuales para salir del paso, e interpreta- dad más humana, unas instituciones más justas, y la feli-
ciones locales y cambiantes que parecen casar con ese in- cidad de los hombres. Y todo ello sin necesidad de refe-
dividualismo hedonista de la «ética del postdeber» a la rentes religiosos. Por eso la modernidad secularizada per-
que ya nos hemos referido. dió la capacidad para ver un mundo habitado por lo sa-
grado, y despreció los signos y símbolos religiosos. Éstos
Sabemos que, a partir del Renacimiento, y sobre todo ya no eran necesarios para promover la disciplina social y
de la Ilustración, se alumbró una nueva cosmovisión don- la moralización. La cobertura religiosa ya no era necesa-
ria ,2.
Cf. G. Amengual, Una segunda secularización: la crisis de la ra-
zón, en J. Gómez Caffarena y J. M. Mardones (eds.), Estudiar la reli-
N o obstante, el proyecto moderno en su desarrollo
gión. Materiales para una filosofía de la religión, III, CSIC, Anthropos, histórico se ha revelado grávido de contradicciones e irra-
Barcelona 1993, 155 ss. cionalidades. La hegemonía del mercado en la práctica
Cf J. Gómez Caffarena, Contextos actuales para la cuestión de
Dios, en A A . W . , Dios como problema en la cultura contemporánea, 42
139. Cf. J. M. Mardones, Secularización, edición de J. Gómez Caffa-
rena, Religión, 109-111.

280 281
acabará relegando las cuestiones éticas. Lo que termina-
rán imperando es el «homo aeconomicus» y su enriqueci- tifista, y que reacciona con la protesta postmoderna y el
miento. El maquinismo y la revolución industrial se pon-
repliegue individualista y narcisista.
drán al servicio de la ideología del crecimiento sin trabas,
que convertirá a la sociedad en una megamáquina dedica- Pero curiosamente en una sociedad como la nuestra,
da a la producción. Y de este modo, el intento de racio- marcada por altos índices de deshumanización, se está
nalización integral de toda la realidad humano-social que- produciendo, como paradójica reacción, lo que los soció-
dó malogrado por su sometimiento a la unilateral racio- logos de la religión han llamado «el reencantamiento del
nalización económica. La crematística y el pragmatismo mundo». Las preguntas últimas vuelven a florecer cuando
tecnocrático dieron como fruto la «perversión de la Ilus- cae el mito del cientifismo. Y es que la hegemonía de la ra-
tración», de tal modo que «al final de la Ilustración no zón científico-técnica al servicio del poder de la sociedad
aparece (...), como esperaban Kant y todos los ilustrados, capitalista acaba por asfixiar al individuo. Este reencanta-
el hombre mayor de edad, sino el becerro de oro, conoci- micnto confirma la sentencia de F. Ferrarotti de que «el
do ya desde el Antiguo Testamento» 43. La modernidad ha sentido no puede morir». La razón instrumental no sabe
acabado presentando muchas «caras y cruces». Así, por decirle al hombre quién es él, y tanto el sujeto como la so-
ejemplo, nos ha aportado la ciencia, pero no la sabiduría ciedad necesitan de una proyección fuera de sí, de una di-
para controlar los abusos de la investigación (hoy nos en- mensión utópica e ideal para situarse y autoevaluarse.
frentamos a las ventajas, pero también a los peligros de la Frente a la lógica del mercado y la racionalidad burocrá-
manipulación genética); la tecnología, pero no la «energía tica, se produce como reacción una recuperación de lo sa-
grado, y la búsqueda de significados metautilitarios 44. En
espiritual» para controlar los riesgos imprevisibles y no
este sentido, se da la paradoja de que la secularización se
tan imprevisibles de la alta tecnología (ejemplo: las cen-
convierte en la condición para que se dé la expansión de
trales nucleares); la industria, pero no la suficiente sensi-
lo religioso. Y es que la desertización de la vida exaspera
bilidad ecológica para racionalizar la expansión de la pro-
como reacción las expectativas del ser humano, produ-
ducción; democracia, pero no la ética política y la moral
ciendo una erupción de nuevas formas religiosas 4 \
en general, capaces de someter a los grupos de poder, y de
hacer desaparecer las relaciones asimétricas y la escanda- Ahora bien, el «clima postmoderno» ha afectado de
losa hambruna del mundo; la producción de bienes que algún modo a este renacer religioso, que se tiñe de las no-
pueden mejorar la calidad de vida, pero no los criterios tas del subjetivismo y la atomización. Es posible por ello
éticos que eviten el engaño de la manipulación consumis- que el problema del futuro de la religión afecte más a sus
ta. El fruto de todas estas contradicciones es el sujeto ro- formas tradicionales que a la misma religión. Según Aran-
botizado y heterodirigido, que a la postre se siente estafa-
do, y que ha perdido su identidad. Un sujeto que ha ex-
44
perimentado en sus carnes las insuficiencias del mito cien- Cf. F. Ferrarotti, El destino de la razón y las paradojas de lo sa-
grado, en R. Díaz Salazar, S. Giner, F. Velasco, Formas modernas de re-
ligión, 307,311.
45
Cf. J. Estruch, El mito de la religión, en R. Díaz Salazar, S. Gi-
" M. Frisch, Adiós a la Ilustración, El Mundo, 30-6-1990, 4. ner, F. Velasco, Formas modernas de religión, 278-279; A. Alvarez Bo-
lado, Mística y secularización. En medio y a las afueras de la ciudad se-
cularizada, Sal Terrae, Santander 1992, 23.
282
283
guren, «asistimos al retroceso de las Iglesias y al avance de
las religiones» •"'. Subjetivización que, unida al antiautoritarismo, el an-
tiinstitucionalismo y a la mentalidad consumista, puede
Así, en primer lugar, se observa un desajuste entre la arrojar luz sobre el carácter paradójico de cierta religiosi-
religión tradicional y la nueva cultura juvenil, que entre dad juvenil. Los jóvenes suelen aceptar ciertas verdades
otras cosas se traduce en el fracaso de la socialización re- religiosas y pasar de otras, no confían en la Iglesia, pero
ligiosa en el ámbito escolar y familiar. Algunas de las ob- tampoco muestran una animosidad notable sobre ella; se
jeciones que, según el profesor Aranguren, la juventud entusiasman con la figura de Juan Pablo II, pero olvidan
plantea a la religión institucional son: su «aire rancio» de- sus enseñanzas en materia de moral sexual y familiar. A
bido al gusto por las ceremonias anquilosadas y su men- esta manera de comportarse la ha llamado González-An-
talidad cerrada y dogmática; se les aparece como algo an- leo la «religión light»: «Un tipo de religiosidad caracteri-
ticuado y no abierto a la sensibilidad juvenil; su organiza- zado por su ausencia de dramatismo, su incoherencia
ción administrativa y burocrática, frente a la que se rei- doctrinal, su talante asistemático —las creencias no se tra-
vindican la fiesta, la alegría y la espontaneidad; y su ino- ducen necesariamente en normas para el comportamiento
peratividad de cara a la denuncia de los males de nuestra personal y sus ritos no exigen un soporte institucional—,
sociedad y su superación. Los jóvenes parecen desear una su declaración de independencia en el terreno de los com-
nueva estructura, más abierta, en la que quepan más fácil- promisos personales y éticos», etc. Es, por tanto, una
mente la crítica y la contestación, y una flexibilidad que práctica alejada de una religión «que impone exigencias y
permita desde la pertenencia total hasta la participación
eventual 47 . Da la impresión de que una religión excesiva-
mente organizada y la «hierocracia» bloquean, en lugar de practicantes arreligiosos
estimular, la religiosidad entre los jóvenes. Parece surgir 1960 76% —
1975 32% 20%
una religiosidad «no orientada a las Iglesias», debido al 1989 15% 38%
desfase entre la religión institucional y la religiosidad in- 1991 13% 32%
dividual. La primera no tiene ya el protagonismo de anta- Obsérvese que entre practicantes y agnósticos suman, en 1991, el
ño en la producción de significantes en la vida privada o 4 5 % (= 13% + 32%); luego habrá que pensar que hay una mayoría
del grupo. El gran número de «creyentes pero no practi- (55%) que habrá que clasificar como jóvenes que creen en algo, aunque
no practiquen (cf. A. de Miguel, La sociedad española 1992-1993.
cantes» de nuestra sociedad, especialmente entre los jóve- Alianza editorial, Universidad Complutense, Madrid 1992, 425). El
nes, es un indicador bien explícito de esta subjetivización descenso de la práctica religiosa en la población en general también
de la religión 4li. queda reflejada en estos datos:
fuente católicos practicantes
1970 De Miguel 64%
1976 Andrés O r i z o 56%
46 1982 DATA 36%
J. L. L. Aranguren, La religión boy, en R. Díaz Salazar, S. Giner,
F. Velasco, o. c, 21. 1988 DATA 31%
47 1989 González Blasco 27%
Cf. J. L. L. Aranguren, La religión hoy, 35-37.
48
1992 De Miguel 26%
El declive de la práctica religiosa entre los jóvenes arroja datos 1993 D e Miguel 30%
significativos, según una encuesta de González Blasco:
Cf. A. de Miguel, La sociedad española 1994-95, 659.

285
normas de pertenencia y que reclama un compromiso
afectivo y efectivo con la Iglesia» ". Es una «religión por las tradicionales. C o n ello tienen que ver concepciones re-
libre» que implica subjetivismo y desinstitucionalización ligiosas no teístas, y una especie de «bricolage» donde se
religiosos, que se traducen en esa desconexión entre creen- mezclan, según la propia iniciativa, elementos cristianos
cias, prácticas y aceptación de la normativa eclcsial 50. Lo con los de otras tradiciones religiosas, especialmente
emocional y estético-expresivo se pone por encima del orientales. En fin, van surgiendo nuevos significantes sa-
dogma, lo que puede implicar una desustantivización que cros, a través de los cuales se procura la construcción de
acaba poniendo en peligro el edificio de las creencias. És- la identidad personal y social. Es más, la indiferencia con
to puede terminar alumbrando una «religión vacía» ". Sin relación a la religión tradicional puede ir acompañada de
embargo, es curioso que no hayan crecido entre los jóve- la promoción de valores «a los que se concede rango ab-
nes los ritos laicos que podrían sustituir a las celebracio- soluto porque originan una adhesión incondicional que
nes religiosas de los grandes acontecimientos (matrimo- puede muy bien constituir una manifestación secular de
nio, nacimiento y muerte). Siguen teniendo, pues, elevada una actitud equivalente a la religiosa» ". En este contexto
aceptación la ritualización y simbolización religiosas. se ha hablado de la «religión civil». Para Salvador Giner,
ello da testimonio de que no es posible, a la postre, una
Pero, más allá de ciertas creencias y prácticas cristia- coordinación secular y laica de la realidad social, y de que
nas «por libre», se observa también en la juventud «un los anhelos de trascendencia se acaban refiriendo a la ac-
desplazamiento de la sacralización», entendiendo por ello tividad profana; como dice este sociólogo, «se incorpora
el emerger de otras simbolizaciones religiosas distintas de hoy a lo profano la sed por lo numinoso». La religión ci-
vil viene a consistir «en el proceso de sacralización de
4
* J. González-Anleo, Los jóvenes y la religión light: Cuadernos de
ciertos rasgos de la vida comunitaria a través de rituales
Realidades Sociales, n. 29-30 (1987) 29 y 30. públicos, liturgias cívicas o políticas y piedades populares
50
Así, p o r ejemplo, a inicios de los 90, sólo el 3 % de los jóvenes de encaminadas a conferir poder y a reforzar la identidad y
15 a 24 años desaprueban el vivir juntos sin casarse, y el 44% no des- el orden de una colectividad socialmente heterogénea,
carta realizar en un futuro ese tipo de relación. El 80% de los jóvenes atribuyéndole trascendencia mediante la dotación de car-
entre los 18 y 24 años aprueban la posibilidad de una maternidad solte-
ra, y sólo el 2 9 % de estos jóvenes están a favor de la indisolubilidad del ga numinosa a sus símbolos mundanos o sobrenaturales,
matrimonio. Las relaciones prematrimoniales son aprobadas por el así como de carga épica a su historia» ". Una religión que,
8 1 % de los jóvenes entre 18 y 25 años. N o obstante, las relaciones ex- aunque puede invocar a veces a las divinidades, se ve abo-
tramatrimoniales son rechazadas por el 61 % de dichos jóvenes, una vez cada a la sociolatría y la politolatría, viniendo a componer
estabilizada la pareja (cf. R. Díaz Salazar, La institución eclcsial en la so-
ciedad civil española, en R. Díaz Salazar, S. Giner, Religión y sociedad una especie de «trascendentalismo mundano» M. La reli-
en España, 302 ss). gión civil, en verdad, no es algo novedoso, pues ya en la
51
Esta reelaboración subjetiva de las creencias religiosas, incluso a
nivel general, se refleja en los siguientes datos: En 1991, en España, un
8 0 7 % afirmaba creer en Dios, pero sólo un 50% tenía una concepción
52
personal del mismo. En la vida tras la muerte creía un 42%; en el cielo, J. Martín Velasco, El malestar religioso de nuestra cultura, 95.
53
un 4 8 % ; en la resurrección, un 3 3 % ; y en el alma, un 60% (cf. R. S. Giner, La religión civil: Diálogo filosófico, n. 21, vol. VII
Díaz Salazar, La religión varía, en R. Díaz Salazar, S. Giner, F. Velasco, (1991) 360.
Formas modernas de religión, 78-79). 54
En el caso estadounidense, la separación de la religión y del Es-
tado va acompañada de una legitimación del Estado en términos reli-
286
287
antigüedad clásica hubo religiones civiles (Grecia y Ro- Pero el proceso del reencantamiento en expansión ha
ma), y también en la modernidad se habló de religión es- hecho que lo sagrado haya ido impregnando campos cada
tatal (Hobbes), de religión del ciudadano (Rousseau), y vez más amplios y diversos, llegando a afectar a la músi-
de religión civil (Tocqueville). Y la razón profunda de es- ca, a las drogas, etc. Se está dando una especie de sacrali-
te fenómeno radica - como señala José M. Mardones - en zación de lo secular y cotidiano, que le lleva a Santiago G.
el hecho de que la solidaridad e interdependencia no pue- Noriega a hablar de lo «sagrado laico», o lo «sagrado no
den descansar sólo en el contractualismo. «Dicho más po- religioso» Wl.
sitivamente: la conciencia de interdependencia o la vincu-
El exceso de racionalismo burocrático y de dominio
lación del interés propio en interés común (...) debe ser
funcional-técnico, que deja a un lado las cuestiones últi-
vista como trascendiendo la elección humana. Tiene que
mas, ha promovido, como reacción, lo que José M. Mar-
estar vinculada a alguna cosmovisión, a algún aparato me-
dones ha llamado «la venganza de lo reprimido» 57; ello se
tafísico mediante el que las personas interpretan su desti-
ha traducido en la búsqueda de lo anómalo, de lo sor-
no, comprenden el mal y el bien en sus vidas y dan senti-
prendente y de lo maravilloso como modo de reivindicar
do de ello en rituales» 5 \ Se da una especie de «autoado-
la necesidad de trascendencia. Y es que, tras tres siglos de
ración» de la comunidad política, para reforzar y asegurar
Ilustración y de racionalidad instrumental, la sociedad se
la fidelidad de los ciudadanos. Esto se da especialmente en
resiente al carecer.de respuestas para cuestiones funda-
una modalidad de la religión civil: el nacionalismo. Na-
mentales que siguen latentes. La modernidad del cicntifis-
cionalismo que puede alimentarse del mito de la diferen-
mo se revela impotente ante el desarme de sentido, que
cia exclusiva, del mito de la pureza, o del mito del peligro
ella misma provocó al desechar el universo simbólico re-
de exterminio, y que puede alimentar la violencia y el te-
ligioso. Y si el individuo no encuentra ya atractiva la reli-
rrorismo más reprobable. N o obstante, también tiene sus
gión tradicional, colocará en su lugar sustitutos o equiva-
manifestaciones lúdicas y festivas, sacralizadoras del Esta-
lentes funcionales, ya sean prácticas y experiencias ocul-
do y de la comunidad nacional, que pueden ir desde las
tistas, mágicas, místico-religiosas, astrología, futurología,
competiciones deportivas a las celebraciones aniversarios,
o movimientos utópicos, ecologistas, pacifistas, feminis-
y las celebraciones folclóricas. (Ejemplo: Inauguración
tas, etc. El ser humano, sin la cobertura de una memoria
del Parlamento, fiesta de la Constitución, día de la comu-
histórica, que antes le procuraba orden y sentido, se sien-
nidad autónoma, una boda real, pero también un partido
te presa de la angustia de la desorientación y busca segu-
de fútbol o una competición de traineras...). Generalmen-
ridad intentando conocer el futuro mediante las artes adi-
te en esas celebraciones se busca reactivar la conciencia de
vinatorias, ya sea el tarot, la quiromancia o la astrología.
identidad colectiva y principios e ideales de convivencia o
Se ha dado una revitalización del gusto por lo esotérico,
de diferenciación.
de tal modo que nueve de cada diez personas dicen cono-

giosos, más allá de cualquier religión particular. La Constitución se


56
convierte en el texto fundamental de esta religión civil, que defiende y Cf. S. González Noriega, Lo sagrado en las sociedades seculari-
exige la obediencia incondicional a una moral laica. zadas: Isegoría, n. 8 (1993) 136.
57
J. M. Mardones, Para comprender las nuevas formas de la reli- Cf. J. M. Mardones, Raíces sociales del ateísmo moderno, Funda-
gión, 76. ción Santa María, Madrid 1985, 40 ss.

288 289
cer su zodíaco. Los jóvenes especialmente sienten un gran producir la «pietas profana» que hoy rinde culto a la sa-
interés por la adivinación del porvenir (horóscopos y car- lud del cuerpo, al cultivo del deporte y de la gimnasia, a la
tas). La práctica de la cartomancia se da en un 27% de los cirugía estética, y a la transhumancia erótica ''. Este «zo-
jóvenes y en un 9% de los adultos; y, en general, un 23% co del espíritu» implica una mercantilización de lo reli-
de los españoles consultan al horóscopo, un 2 1 % afirman gioso en un contexto de pluralismo cultural, que lleva a la
creer en ciencias ocultas y poderes paranormales, y entre «religión privada», donde cada uno practica un sincretis-
un 10 y 20% dicen haber tenido diversas experiencias de mo a su modo de entender, con la correspondiente subje-
tipo paraespiritual. Y no se trata de ignorancia, pues los tivización precaria de lo religioso. En ese contexto, la lla-
jóvenes suelen tener más instrucción que las generaciones mada «pietas profana» tiene que ver con un intento de
de adultos, y las clases altas desde luego no son ajenas a «sacralización de las relaciones sociales en la cotidiani-
estas prácticas. Aunque también es posible que en todo dad». Intento que, como hemos dicho, se da en el ámbito
esto haya algo de una moda que facilita las relaciones so- del deporte, de la música, del sexo, del culto al cuerpo,
ciales 5S. etc. Énfasis en el placer, la autoexpresión inmediata, la re-
ligación o el estar juntos (grupos emocionales), el estado
Este tipo de conducta es posible que se vea potencia- fusional de la cultura rock, la dietética, etc. A la base de
da en el próximo lustro por la proximidad de cambio de todo ello quizá el intento de alcanzar el «paraíso perdido»
milenio. El milenarismo está asociado al desencanto, la o el «estado adámico» ". En el fondo se trata de la bús-
frustración y el miedo. El actual está asociado a las gran- queda de valores para procurar saciar la sed de identidad,
des amenazas que se ciernen sobre nosotros (la guerra nu- de orientación y de «salvación» de unos ciudadanos per-
clear, la explosión demográfica, la epidemia del SIDA, la didos en la vorágine de la sociedad compulsiva y anóni-
depredación del planeta, e t c . ) . El paso del segundo al ter- ma.
cer milenio no dejará de ser un «acontecimiento simbóli-
co» en el que la magia de las cifras hará concentrar en ese En el recuento de este abigarrado mundo del «reen-
«paso» el catastrofismo que tantos análisis prevén en cantamiento» no puede faltar una mención expresa a las
nuestra compleja situación contemporánea ". sectas y los nuevos movimientos religiosos. Son forma-
ciones religiosas que presentan una organización tipo
Por todo esto, hoy asistimos a una especie de sincre- «culto». Esto es, comunidades emocionales, a base mu-
tismo o «helenismo religioso», que configura una vario- chas veces de creencias provisionales, donde se consumen
pinta oferta espiritual. Oferta que J. González-Anleo ha las preferencias del momento, y que José Casanova des-
denominado el «zoco del espíritu» 60 y que ha llegado a cribe muy bien: «Asociaciones poco firmes de gente con

58
Cf. A. de Miguel. La sociedad española 1994-1995, 673 ss; R.
Díaz Salazar, La transición religiosa de los españoles, en R. Díaz Salazar, " Cf. S. Giner, Ensayos civiles, 185; S. Giner, El destino de la liber-
S. Giner, Religión y sociedad en España, 113. tad, Espasa-Calpe, Madrid 1987, 154-155.
5 1,2
' Cf. A. Moneada, La zozobra del milenio, Espasa hoy, Madrid Cf. J. M. Mardones, Para comprender las nuevas formas de la re-
1995. ligión, 91-112; M. Maffesoli, El tiempo de las tribus, Icaria, Barcelona
60
J. González-Anleo, El zoco del espíritu: Cuadernos de Realida- 1990; A. de Miguel, El aula en el aire, Eudema, Madrid 1987, 16; B. S.
des Sociales, n. 35-36 (1990) 101. Turner, Elcuerpo y la sociedad, FCE, México 1989.

290 291
una religiosidad privada y ecléctica, a veces nada más que de la Cienciología, Nueva Acrópolis, N e w Age,...) tó. En
agencias de servicios que comercializan todo tipo de psi- términos generales podemos decir que estos movimientos
coterapias de salvación, que combinan doctrinas psicoló- sectarios vienen a ser sociedades compuestas por miem-
gicas con un barniz de ideología científica, ideas espiri- bros con creencias estrictas, y a veces también transitorias
tuales orientales y técnicas de meditación» ". Fenómeno y sujetas al cambio acomodaticio, con un cierto grado de
en expansión en los últimos años, hasta tal punto que, en austeridad y ascetismo, que se apartan del mundo por no
1991, un 45% de los españoles declaraba conocer varias comulgar con sus exigencias y que, como agrupamiento
sectas, y un 8% tener contactos frecuentes con algunas. de «voluntarios convertidos», conciben una salvación se-
La ley de libertad religiosa desde luego ha propiciado es- lectiva. Muchas veces se caracterizan por las notas del sin-
te fenómeno, aunque hoy es difícil calcular el número cretismo y del control de la mente. Su organización suele
exacto de su volumen M. Las sectas que operan en España ser jerárquica y piramidal, viniendo a ser «instituciones
son sobre todo de origen norteamericano, asiático y lati- totales» (E. Goffman), o «voraces» (Lewis A. Coser), que
noamericano. N o obstante, algunas son de origen espa- acaparan al individuo exigiéndole una entrega incondicio-
ñol: Rachimura (Pedro Vivancos, Barcelona, 1975), El nal, incompatible con otros compromisos sociales y hu-
Palmar de Troya (Clemente Domínguez, Sevilla, 1972), y manos. Las sectas parecen ofrecer la oportunidad de un
Arco Iris (Emilio Fidel, Pamplona, 1978). Una posible reconocimiento individual, de unas relaciones personali-
clasificación de estos nuevos movimientos religiosos es la zadas y participativas, que luego muchas veces se degra-
que los divide en tres grupos: los inspirados de modo pe- dan («narcisismo guiado»), procuran afecto, acogimiento
culiar y sui generis en la tradición cristiana, muchas veces y u n camino de realización y salvación bajo el guía caris-
con un talante fundamentalista (Testigos de Jehová, Mor- mático. Pero muchas han presentado aspectos inquietan-
mones, El Palmar de Troya...); los influenciados por tra- tes que han llegado a la opinión pública, y que han pro-
diciones religiosas orientales (Haré Krishna, la Medita- movido, en 1988, la creación de una Comisión parlamen-
ción Trascendental del gurú Maharaj-Ji o «Misión de la taria para su investigación: manipulación de la mente (la-
Luz divina», la Meditación trascendental de Maharis- vado de cerebro), desvinculación social total, explotación
hi,...); y los grupos que practican el sincretismo esotérico, económica, promiscuidad y explotación sexual... **. Te-
a veces con componentes científico-filosóficos (la Iglesia niendo en cuenta todo lo dicho, se comprende que los in-
dividuos más proclives para ser «víctimas» de las sectas
son personas desvinculadas de la familia, desconectadas
63
J. Casanova, El «revival» político de lo religioso, en R. Díaz Sa-
lazar, S. Giner, F. Vclasco, Formas modernas de religión, 245.
1,4 65
«Es difícil calcular el número exacto de españoles adheridos a las Cf. J. M. Mardones, Para comprender las nuevas formas de la re-
sectas. Las cifras oscilan entre 87.000 miembros pertenecientes a 46 ligión, 113-128; Las sectas en España: Cuadernos de Realidades Socia-
grupos (Azcona, 1990) y 500.000 pertenecientes a 300 grupos (Salarru- les, n. 35-36 (1990); M. Guerra Gómez, Los nuevos movimientos reli-
llana, 1990). Otras fuentes enumeran 27 sectas con un total de 76.130 giosos (las sectas), Eunsa, Pamplona 1993.
adeptos. Las más importantes numéricamente son los Testigos de Jeho- w
' Ceis, Edelweis, Agora, Arco Iris, Niños de Dios... Se han crea-
vá (65.000) y los Mormones (15.000)» (R. Díaz Salazar, La transición do también asociaciones civiles para la lucha y la recuperación de jóve-
religiosa de los españoles, en R. Díaz Salazar, S. Giner, Religión y socie- nes que han estado bajo la influencia de las sectas: Asociación Pro-Ju-
dad en España, 112). ventud, Asociación Ijzis, Asociación Libertad, Croas...

292 293
Lo abigarrado y variopinto de estas nuevas simboli-
de la sociedad en que viven, con sentimientos de margi-
zaciones, y el hecho de que elementos de las religiones
nación, con crisis afectivas y espirituales, con problemas
tradicionales se integren ahora incluso en otras realidades
de comunicación, decepcionadas del catolicismo institu-
socioculturales, hace que Alfredo Fierro hable de que se
cional, etc. Objeto especial del celo proselitista de las sec-
está dando una centrifugación de las entidades constituti-
tas son los jóvenes con problemas sociales, de inadapta-
vas de la religión tradicional, que puede llevar a la disolu-
ción familiar, con crisis psicológicas propias de la madu-
ción del concepto de religión como unidad epistemológi-
ración de la personalidad, etc.
ca significativa ". Así, por ejemplo, los símbolos religio-
El espectáculo de esta caleidoscópica espiritualidad sos son, ahora, elementos estéticos en celebraciones lúdi-
nos hace interrogarnos acerca del posible agotamiento de co-musicales, adornos que no tienen por qué expresar ne-
la religiosidad cristiana tradicional, víctima, tal vez, de un cesariamente convicciones religiosas, y el rito de la pascua
exceso de ¡nstitucionalización burocrática, de intelectua- se integra en el concierto de navidad y en las celebracio-
lismo dogmático, o excesos de «logificación de la reli- nes civiles del año nuevo. En el contexto de esta ambi-
gión» (José M. Mardones). Pero, por otro lado, este mis- güedad, R. Díaz Salazar habla de «símbolos flotantes»
mo reencantamiento parece validar la tesis durkheimiana propios de «un período de transición simbólica» falto to-
de que no puede haber sociedad sin religión, y por ello és- davía de una suficiente institucionalización.
ta no está destinada a desaparecer, sino a transformarse, a
cambiar su forma de presencia, y a lo mejor algunos con- Esta desarticulación y degradación de lo religioso ha
tenidos. Nuestra crisis es pues más de metamorfosis que potenciado los planteamientos integristas y conservado-
de abolición de la religión. Ahora da la impresión de que res como reacción defensiva de la religión tradicional. Re-
la experiencia de lo sagrado escapa al control de su tradi- acción anti-ilustrada y contramoderna, que se opone a la
cional organización institucional, que procuraba gestio- «privatización del catolicismo», entendiendo por ésta úl-
narla socialmente. N o obstante, ese pluralismo y mercan- tima «el retraimiento institucional respecto de la política»
tilización de lo sagrado, donde las diversas ofertas compi- que practicó la Iglesia durante la primera etapa de la tran-
ten en libre concurrencia, e invitan a que cada cual, priva- sición. Esta privatización se articulaba con la «estrategia
damente, «cocine» su propia solución, o todo lo más lo de la mediación», o presencia de los creyentes en la socie-
haga en el contexto de la pequeña comunidad emocional, dad como «fermento», que reforzaba esa menor visibili-
produce un cuarteamiento de las cosmovisiones sagradas, dad social del catolicismo. H o y el sector conservador
y la provisionalización de las actitudes y de las conviccio- (Opus Dei, Comunión y Liberación, Comunidades neo-
nes. Estamos en el mundo relativizado de las preferencias, catecumenales...) sintoniza con los planteamientos de la
donde nada se da por sentado, y donde una mayor liber- jerarquía que quiere recuperar la presencia institucional
tad de elección va acompañada de una pérdida de la cer- cristiana (prensa, TV, escuela, universidad, sindicatos,
teza. Recomposición, pues, de lo religioso, libre y eclécti- etc.). Tendencia que busca una «desprivatización», que se
ca, a base de retazos de acá y de allá. Este «bricolage» ori-
gina el fenómeno del «creyente difuso», que protagoniza
un desdibujamiento o despiezamiento de las identidades ''7 Cf, A. Fierro, Filosofía y ciencias de la religión, en J. Gómez Caf-
religiosas tradicionales. farena y J. M. Mardones (eds.), Estudiar la religión. Materiales para una
filosofía áe la religión, III, CSIC, Anthropos, Madrid 1993, 43.

294 295
identifica con una remoralización de la cultura y la esfera lo religioso fuera de la armadura institucional y la apro-
pública, y una repolitización de la religión. Todo ello muy piación, uso, manipulación, etc., de los símbolos y de la
en línea con el giro restauracionista del papa polaco ''". experiencia religiosa fuera de las instituciones especializa-
das en la religión» ". Las prácticas ocultistas y esotéricas
La tesis de nuestro modelo teórico, «la ambigüedad
rayan a veces en lo mágico, cuando no en un uso terapéu-
social de la religión», también queda, pues, confirmada en
tico, como si fuesen «analgésicos» que se expenden en
la transición a la democracia, encarnada en ese vaivén de
esos servicios especiales que explotan comercialmente las
la jerarquía, que va desde una actitud abierta y colabora-
necesidades más profundas de la condición humana.
dora, hasta los planteamientos más conservadores, des-
confiados y nostálgicos de etapas anteriores. Reacción, Creemos que hoy se llama religión a demasiadas co-
por otro lado, propiciada por el laicismo, más o menos sas, dándose una proliferación del vocabulario religioso,
solapado o manifiesto, practicado por el gobierno del que implica una auténtica inflación del término «reli-
PSOE. Actitud conservadora que se refuerza también, gión». Por ello, pensamos que hoy es necesaria, a pesar de
por otro lado, ante el reencantamiento disgregador de lo las dificultades, una definición sustantiva de religión, a
religioso. Y este último fenómeno viene a enriquecer cuya elaboración pueden ayudar las aportaciones de la fe-
nuestra tesis de la ambigüedad, pues ésta ahora tiene no nomenología. Desde este análisis comprensivo, ya vimos
sólo un alcance social, sino también entitativo. que es esencial a la religión la experiencia gratuita del mis-
terio, con la correspondiente «ruptura de nivel». Expe-
Y es que «la venganza de lo reprimido», o el mencio-
riencia que el sujeto humano, a lo largo de su dilatada his-
nado «rcencantamiento», está haciendo florecer una mul-
toria, cree haber tenido, y en la que ha jugado su baza un
titud de equivalentes funcionales de la religión tradicional
rico mundo simbólico (hierofanías). Pero sospechamos
en la sociedad secular, en los que aparecen comporta-
que, en ese reencantamiento del que ahora se habla, hay
mientos «polimorfos» difíciles de clasificar. Se está dando
muchos símbolos que carecen de suficiente densidad sig-
además un abuso de la analogía para reforzar la polisemia
nificativa, la realidad objetiva a la que apuntan no tiene la
de los términos, y se acaba llamando «religión» a multi-
suficiente relevancia ontológica ni axiológica, y la actitud
tud de comportamientos simbólicos que nada o muy po-
con la que se relaciona tampoco es la genuinamente reli-
co tienen que ver con ella. Sospechamos que hay mucho
giosa (actitud de trascendimiento y salvación). Todo ello
de falso sucedáneo que ayuda a la pérdida de identidad de
coadyuva también a la ausencia de una auténtica escatolo-
lo religioso y a su trivialización. Se da una banalización
gía.
del misterio, que es sustituido por una sacralización de lo
cotidiano. De cobertura general y última, lo sagrado ha Con relación a la religiosidad juvenil, podemos afir-
pasado a ser condimento de cualquier cosa. Se ha dado mar que las reivindicaciones de una institución más flexi-
una «fluidificación» o «diseminación» que desinstitucio- ble, que deje más espacio a la libertad y a la espontaneidad
naliza la práctica religiosa; esto significa «la presencia de participativa, y a la búsqueda de nuevas mediaciones ex-

6
''* Cf. J. M. Mardones, La desprivatización del catolicismo en los * J. M. Mardones, Para comprender las nuevas formas de la reli-
años ochenta: Sistema, n. 97 (1990) 128 ss. gión, 154-155.

296 297
presivas, pueden ser un medio de sana renovación e inno-
vación, que necesita una comunidad viva. Pero la «reli- relativa autonomía al orden natural, y convoca al hombre
gión light», con su falta de coherencia doctrinal y prácti- a una tarea histórica responsable y creativa como proyec-
ca, puede acabar en «la ruptura del edificio de las creen- to de salvación. Esto último quedó muy bien iluminado,
cias», y en un vaciamiento o desustantivización. Por otro como vimos, con la tesis de «una sola historia», que de-
lado, el emotivismo religioso no es incompatible con una fiende la TL. Y en este mismo sentido también resulta
sana racionalización que proteja y conserve el depósito de operativa la distinción que hace Th. Luckmann entre la
la fe, haciéndolo presente desde la hermenéutica que exi- «pequeña trascendencia» (sacralización del propio ego o
gen los nuevos signos de los tiempos. Y es que no se pue- de los alteri ego = erotismo, familismo, devoción a los
de romper con la tradición, pues sin memoria no se pue- amigos...), la «trascendencia intermedia» (nación, raza,
de tener una identidad propia. sociedad sin clases...), y la «gran trascendencia» (que re-
mite a lo totalmente otro) 7 I . La fe y la espiritualidad cris-
Con relación a la llamada «pietas profana», exaltacio- tianas pueden asumir las dos primeras trascendencias, pe-
nes lúdico-estéticas y hedonistas, podemos afirmar con ro sin caer en la idolatría. Esto es, se ama a Dios sobre to-
rotundidad que se da un abuso de la analogía y la metáfo- das las cosas para amar adecuadamente a todas las cosas
ra. Y ese «plus» que implica lo que ha venido a denomi- en Dios, colocando a cada una en su lugar ".
narse la «religión civil» descansa en la paradójica insufi-
ciencia de todo proyecto humano vinculante. La insufi- Creemos que la «auténtica religión» en general, y el
ciencia salvífica del proyecto ético-político es una amena- cristianismo en particular, deben ayudar a reivindicar, de
za que puede debilitar el compromiso de los ciudadanos, nuevo, lo genuino y específicamente religioso. Y desde
y se procura paliar reforzando los ideales, la tradición y la ahí coadyuvar a acabar el proyecto ilustrado o, más bien,
autoridad, ubicándolos en el ámbito de la deidad, lo cual como afirma H . Küng, a alumbrar «una Ilustración más
no deja de ser también un abuso y una extrapolación ile- allá de la Ilustración», pues ésta debe ser revisada y supe-
gítima, pues la relativa trascendencia de la sociedad con rada en un nuevo paradigma que plantee una razón inte-
relación al sujeto en particular no tiene suficiente densi- gral que pueda desvelar todas las dimensiones de la reali-
dad ontológica para ello. dad olvidadas, y entre ellas la religiosidad de la condición
¿Qué reto le presenta a la «auténtica religión» esta so- h u m a n a n . Creemos que la modernidad ha podido ser an-
ciedad de la «segunda secularización» (postmodernidad) tirreligiosa en un momento histórico determinado, pero
y del «reencantamiento» polimorfo?
Ya vimos, al contraponer «la religión como libera- grandes religiones: Concilium, n. 228 (1990) 308; H . Küng, Proyecto de
ción» a «la religión como alienación», que, a la larga, sólo una ética universal, Trotta, Madrid 1991, 82 ss.
71
tendrá futuro (o al menos eso es lo que deseamos) una re- Cf. Th. Luckmann, Religión y condición social de la conciencia
moderna, en X. Palacios, F. Jarauta (eds.), Razón, ética y política. El
ligión que legitime la autonomía personal y la solidaridad conflicto de las sociedades modernas, Anthropos, Barcelona 1988, 87-
entre los pueblos 70. Y en este sentido, el cristianismo tie- 108.
ne, en principio, especial «porvenir», ya que reconoce una 72
Cf. A. Alvarez Bolado, Mística y secularización. En medio y a las
afueras ¿e la ciudad secularizada, 25.
73
Cf. H. Küng, Teología para la postmodernidad, Alianza, Madrid
Cf. H . Küng, A la búsqueda de un etbos básico universal de las
1989, 18ss.

299
no lo es por «esencia». La relativa autonomía de la ética y nencia entre otros muchos. En la medida en que tiene que
de la actividad científica como condiciones del progreso adoptar una actitud más tolerante, y renunciar a aspira-
humano tienen cabida y pueden recibir una «última legi- ciones universalistas y hegemónicas, va adquiriendo algu-
timación» en un universo simbólico como el cristiano, nas características propias de la «Denominación» (E. Tro-
que mantiene una tensión dialéctica entre inmanencia y eltsch). N o obstante, nuestra sociedad occidental, y la es-
trascendencia, que compatibiliza el control de la naturale- pañola en particular, siguen teniendo unos fundamentos
za con la adoración del misterio. Y es que una cosa es el judeo-cristianos que se traducen en un horizonte axioló-
«secularismo» como visión de la realidad cerrada a toda gico y jurídico (valores, derechos humanos...) que hace
trascendencia, y otra cosa la «secularidad» como visión y que no haya desaparecido la religión tradicional como
actitud que, reconociendo la autonomía del mundo y del instancia significativa y estructurante de nuestra sociedad.
hombre en la historia, la hace compatible con la presencia En este sentido, nuestra Iglesia católica sigue teniendo
y acción de Dios en dicha historia. Diríamos que la secu- importantes campos de influencia, en cuanto que es dis-
laridad es la legitimación religiosa de una justa mundanei- pensadora de servicios, productora de valores y de senti-
dad, de una justa desacralizacion, y de una justa emanci- do, y lugar de acogida fraternal. Su papel significante y de
pación. Todo ello ha supuesto un reto de adaptación, pu- orientación no parece, pues, que vaya a desaparecer, pero
rificación y revisión crítico-hermenéutica de la propia re- su protagonismo social está hoy sujeto a una nueva for-
ligión. La TL ha puesto su grano de arena al respecto con ma: la competencia, y a una nueva exigencia: renovarse
su concepción «sacramentalizada» de la historia. simbólicamente y a nivel de organización, para hacer más
eficaz su capacidad de comunicación y de compromiso.
Este es un reto del que no debiera huir, y en el que toda-
vía no ha sabido dar pasos decisivos. Esto es algo urgente
4. La teología de la liberación ante la crisis de civilización y de modelos de referencia
y el fin del «socialismo real» que padecemos, y ante la necesidad de rearme moral de la
sociedad. H o y se hace necesario explotar «las virtualida-
El pluralismo y el sincretismo simbólico a los que he-
des públicas del mensaje evangélico para la vida social» ".
mos aludido hacen que, desde luego, hoy el sujeto pueda
negociar su identidad en cada situación con muchos sig- Es cierto que todavía quedan en la Iglesia católica es-
nificantes. Y la competencia de universos simbólicos nos
recuerda que la Iglesia católica española empieza a perder
algunas de las características propias de la «Iglesia» como 74
R. Díaz Salazar, El capital simbólico, 231. H e aquí dos testimo-
tipo de organización religiosa. Así, por ejemplo, ha deja- nios de personas que no se caracterizaron precisamente por sus «sim-
patías» hacia la religión: «Puedo asegurar que lo que el mundo necesi-
do de ser «organización inclusiva» en la medida en que ya ta es amor cristiano o compasión» (B. Russell, Etica y política en la so-
no todo el mundo es «católico por nacimiento», e «insti- ciedad humana, Hermes, México 1957, 9). Poco antes de morir, H.
tución totalitaria» en la medida en que ya no se impone Marcuse confesaba a J. Habermas la relevancia fundante de la piedad
para lacondición moral del hombre: «¿Ves? Ahora sé en qué se fundan
como única legitimación del mundo. Como observa R.
nuestros juicios valorativos más elementales: en la compasión, en nues-
Díaz Salazar, la Iglesia católica ya no es un grupo de refe- tro sentimiento por el dolor de otros» (J. Habermas, Perfiles filosófico-
rencia para toda la sociedad, sino sólo un grupo de perte- polítias, Taurus, Madrid 1984, 296).

300 301
pañola grupos y movimientos minoritarios que aspiran a
una nueva eclesialidad que sea expresión de una fraterni- tervención de los poderes públicos a favor de los más dé-
dad viva y comprometida. Una de las fuentes de su mane- biles, de un sólido compromiso de toda la sociedad con
ra de entender la fe es la TL. Pero ¿tiene todavía futuro la solidaridad, y de un marco jurídico asegurador del va-
una teología de esa índole? lor de la persona). A C T U A R (En el documento final se
afirma que la nueva evangelización incluye la promoción
Es cierto que, en la Conferencia del CELAM de San- humana y la transformación cultural. Pero se echó de
to Domingo (12-28 octubre 1992), la presión conserva- menos una reflexión sobre la iniciativa política y social
dora fue mayor, y de alguna manera se corrió un velo de de los pobres) n. Algunos aspectos positivos son, no obs-
silencio sobre la TL. También es cierto que su eco en la tante, los siguientes: el destacar los nuevos sujetos de la
prensa internacional fue menor que el de las conferencias evangelización (mujeres, indígenas, afroamericanos,
de Medellín y de Puebla. En el documento final se nota mestizos), una sensibilidad para la denuncia ecológica,
la ausencia de una referencia al método y a los conteni- que lleva a reivindicar el que el criterio de la acción hu-
dos de la TL. Parece ser que este silencio fue pactado por mana no sea el mero desarrollismo económico, y la nece-
renovadores y conservadores, ante la lamentable valora- sidad de la reforma agraria.
ción que pretendían hacer éstos últimos como condición
A pesar del acoso recibido, podemos afirmar que la
para que pudiera ser citada 7 \ A la postre, se impuso,
TL no ha muerto, ni a nivel práctico ni a nivel teórico.
frente a la TL, la teología de la reconciliación de los di-
C o n relación a lo primero, baste recordar la revolución
versos sectores sociales, como quiso Juan Pablo II. La
zapatista en el Estado mexicano de Chiapas y figuras co-
marcha atrás está en la involución del método. El méto-
mo monseñor Samuel Ruiz, obispo de San Cristóbal de
do de Medellín y de Puebla fue el siguiente: VER (Aná-
las Casas, o las comunidades eclesiásticas de base de Bra-
lisis de la realidad mediante el recurso de las ciencias so-
sil. Su número actual puede estar entre las sesenta y las
ciales). J U Z G A R (Inteligir la realidad así analizada, des-
ochenta mil. Intentan una renovación a partir de la ecle-
de la fe; reflexión teológica desde el lugar del pobre). siología del Vaticano II y el espíritu de Medellín. Se ex-
A C T U A R (Ortopraxis). En Santo Domingo el método tienden tanto por el ámbito rural como el urbano, y su-
se altera: J U Z G A R (El punto de partida es la «ilumina- ponen un elemento básico de una nueva estructura ecle-
ción teológica», que da como fruto un texto sin base en sial. En ellas es destacable el protagonismo de los laicos,
la experiencia. En el discurso inaugural Juan Pablo II ha- t a n t o en actividades pastorales como de asistencia social,
bló de la opción por los pobres, pero concretándose en dándose una organización participativa. En un 70% exis-
una acción liberadora inspirada en la doctrina social de la ten grupos de reflexión bíblica, procurándose un enlace
Iglesia). VER (Se habla del empobrecimiento, de los de- entre la lectura y la vida de la comunidad. Corresponden-
sastres ecológicos, etc., pero se acaba optando por la eco- cia que también se observa entre las actividades cúlticas y
nomía de mercado. Es cierto que se apostilla que esta las actividades de promoción social y de organización po-
economía deberá ir acompañada de un espacio para la in-
76
Cf. A. Tornos, El catolicismo latinoamericano. La Conferencia
Cf. J. J. Tamayo, Presente y futuro de la teología de la liberación,
de Sanio Domingo - 1992, Sal Terrae, Fe y Secularidad, Cantabria, Ma-
d r i d 1993.

302 303
pular 77. A nivel teórico, la TL sigue mostrando una vita- la implantación de la dictadura y el «derecho divino» o
lidad que da como fruto una serie de publicaciones, don- hereditario-tradicionalista, y por otro la victoria del libre
de las comunidades pueden adquirir autoconciencia teó- mercado sobre la economía planificada. La economía ca-
rica de sí, y donde dicha teología se autorrevisa y se enri- pitalista aparece como la única vía hacia el desarrollo, la
quece, reformulándose en función de los nuevos signos de productividad, y como condición de la democracia ".
los tiempos 7*.
Es cierto que el socialismo en su práctica histórica no
Considero que es ahora el momento oportuno de re- ha sabido compaginar planificación económica con go-
coger un tema que dejamos planteado en la «conclusión» bierno democrático. Es más, la burocratización económi-
de la TL. Tema que adquiere especial interés si intentamos ca y política ha significado la desmotivación y falta de
reflexionar, como luego lo haremos, acerca de la posibili- rentabilidad de la primera, y la ineficacia de la segunda.
dad de una TL en el seno del Primer Mundo. Es el reto Los países del Este, en términos generales, se han caracte-
que supone «el fin del socialismo real». La caída del mu- rizado por una estructura económica obsoleta, atraso tec-
ro de Berlín (9-11-1989), y la disolución de la Unión So- nológico, baja productividad y rentabilidad de las empre-
viética, significaron el adiós del comunismo en occidente, sas, deuda externa, y falta de competitividad en el merca-
y la supervivencia de la «democracia occidental» como do internacional. Una economía desmotivada, burocrati-
única alternativa. Por un lado, la democracia queda ahora zada, sin incentivos y poco participativa. A ello añadamos
como único principio de legitimidad, que deja desfasados el agotamiento de materias, una industria antiecológica,
una escasez de bienes de consumo y, en fin, la disfunción
de una planificación hipercentralizada (desconexión de
77
Los ciatos citados han sido obtenidos gracias a la información re- las empresas, mala distribución de los recursos, etc.). To-
cibida de Pedro Ribeiro de Oliveira, profesor de ciencias de la religión
de la Universidad Federal de Río de Janeiro. do ello aportó el «socialismo de la escasez». La economía
7
' H e aquí algunos ejemplos: H . Assmann y F. Hinkelammert han soviética, por ejemplo, fue una economía altamente cen-
elaborado una teología denunciadora de la idolatría del mercado (H. tralizada y jerarquizada. Desde la máxima instancia (El
Assmann, F. Hinkelammert, A idolatría do mercado, Voces, Petrópolis Gosplan) se imponían los objetivos de producción, la
1983; F. Hinkelammert, Sacrificios humanos y sociedad occidental: Lu-
cifer y la bestia, DEI, San José de Costa Rica 1991); J. Sobrino ha desa-
acepción de recursos, etc. La gestión económica era eva-
rrollado un nuevo principio teológico, el principio de misericordia, y luada por el grado de cumplimiento de dichos objetivos,
una rica cristología a base de una lectura histórico-teológica de Jesús de sin tener en cuenta otros importantes aspectos, como la
Nazaret (I. Sobrino, El principio-misericordia, Sal Terrae, Santander mejora de la calidad, el abaratamiento de los costos de
1992; Id., Jesucristo liberador, Trotta, Madrid 1991); E. Dussel profun-
diza en una teología de la alteridad (E. Dussel, 1492. El encubrimiento
producción, etc. Y esto implicaba una economía reificada
del otro, Nueva Utopía, Madrid 1992); L. Boff abre una nueva reflexión y compulsiva que, bajo la apariencia de racionalidad, en-
teológica que se enfrenta al problema ecológico como un «signo de los cerraba graves irracionalidades. N o existía además capaci-
tiempos» (L. Boff, Ecologia-mundialidade-mistica, Río de Janeiro dad técnica para planificar con eficiencia una economía de
1993; otro tanto ocurre con el feminismo (AA. W , El rostro femenino
de la teología, D E I , San José de Costa Rica 1986; I. Gebara, M. a Cl.
20 millones de artículos, y la concentración del poder fa-
Bingemer, María, mujerprofética, San Pablo, Madrid 1988). Para una
información más amplia, cf. J. J. Tamayo, Presente y futuro de la teolo- 7
gía de la liberación, 6 ss. * Cf. P. L. Berger, La revolución capitalista, Península, Barcelona
1984,49, 79 ss, 91, 101,141,225.

304 305
que la organización socioeconómica no funcionara ade-
vorecía los abusos y el establecimiento de privilegios. Por
otro lado, en la medida que el plan económico producti- cuadamente n.
vo era más fácil de cumplir si las cotas de producción eran A n t e este fracaso, en Europa la alternativa anticapita-
menores y mayor era la mano de obra y el número de ma- lista ha sido abandonada prácticamente por los partidos
quinarias, esta economía tendía a dificultar el crecimiento de izquierda, y en su lugar se ha apostado por posturas re-
de la productividad, y a favorecer el derroche de recursos formistas que, asumiendo la economía de mercado, hacen
productivos. Añadamos a ello que la desmotivación para planteamientos «socialdemócratas», cuando no claramen-
mejorar la productividad por parte del director de la em- te liberales. Y hasta la China comunista trata de evolucio-
presa y la seguridad en el empleo creaban unas circuns- nar hacia una liberalización de la economía. Y aunque es-
tancias y complicidades negativas de cara al desarrollo te tipo de economía puede convivir con regímenes políti-
económico. El cuadro se completaba con una economía cos no democráticos, ese acoplamiento será cada vez más
sumergida y prácticas de corrupción. Una economía, difícil. Por ello, el éxito del mercado acabará por deman-
pues, aquejada de falta de motivación, de responsabilidad, dar democracia en este país.
y sin capacidad de innovación tecnológica 80. Esto último
N o obstante, hay que reconocer que, en la «democra-
por la falta de un mercado competitivo que obligaría a in-
cia capitalista», la economía de mercado impuso sus con-
novarse continuamente. John E. Roemer lo resume muy
diciones al discurso de la teoría política, y el liberalismo
bien: «El fracaso de las economías del tipo soviético se de-
ha prevalecido sobre la democracia. Esto significa que, en
bió a la conjunción de tres características que les eran pro-
la práctica, los criterios económico-crematísticos del capi-
picias: 1) la asignación de la mayoría de los bienes por
talismo y el individualismo han prevalecido sobre los
parte de un aparato administrativo, bajo el cual los pro-
ideales comunitarios de la democracia. En definitiva, el
ductores no se ven forzados a competir unos con otros;
«capitalismo real» tampoco parece ser la panacea ideal. La
2) el control directo de las empresas por unidades políti-
«sociedad del bienestar», como su fruto más maduro, pre-
cas; y 3) falta de competitividad y democracia políticas» •".
senta graves disfunciones, que ya hemos señalado en la
Junto a ello, el idealismo de un planteamiento que, con-
presente obra: consumismo manipulado, vida heterodiri-
fiando en el altruismo del «hombre socialista», no creyó
giday robotizada, competitividad deshumanizante, paro
necesarios los incentivos económicos para unas buenas
estructural, marginación y delincuencia juveniles, indus-
relaciones funcionales entre ejecutivos y trabajadores de
trias contaminantes y atentados ecológicos, relaciones
las empresas y granjas agrícolas, y entre planificadores es-
norte-sur, etc. Con relación a esta última cuestión, pode-
tatales y ejecutivos de las empresas. Pero en la práctica los
mos decir lo siguiente: el Tercer Mundo aparece cada vez
intereses grupales o corporativistas y la desvinculación
más debilitado, irredento y sin futuro. Y ello porque los
entre el interés del individuo y el de la sociedad hicieron
países del Primer Mundo necesitan los recursos materia-
les del Tercer Mundo, pero no a sus pobladores, que se

80
Cf. J. Albarracín, La economía de mercado, Trotta, Madrid 1991, 5!
76-81; G. Sartori, La democracia después del comunismo, 91. Cf. A. Schaff, Perspectivas del socialismo moderno, Sistema, Crí-
81 tica, Madrid 1988, 108; R. Cotarelo, La izquierda: desengaño, resigna-
J. E. Roemer, Un futuro para el socialismo, Crítica, Grijalbo,
ción ^¡utopía, Ediciones del D R A C , Barcelona 1989, 85 ss.
Mondadori, Barcelona 1995, 57; cf. también 170.

307
306
convierten en población sobrante, en desecho. Por ello Esta transnacionalización significa que se debilita el
hoy se habla de «capitalismo sacrificial», que descansa en protagonismo de la economía nacional, pues los intereses
unas relaciones asimétricas, que se irán acentuando cada de los países quedan subordinados, como decimos, a los
vez más si no se toman medidas correctoras y alternativas. de la corporación multinacional. Este capitalismo sin
Valga como dato que, si en 1950 los ingresos en los países fronteras y su «lógica transnacional» ya no entiende de
ricos eran 15 veces más altos que en los pobres, para el justicia, ni de equidad, ni del bienestar de los subditos de
año 2000 se calcula que habrá que hacer la multiplicación un país, ni le importa la precarización del trabajo. Esto es
por 30 83. algo que se materializa especialmente en la política discri-
minatoria que lleva a cabo el capital financiero con rela-
Además se ha dado una «transnacionalizacion» de la ción a la concesión de créditos, a la especulación moneta-
economía a nivel mundial, que no parece entender de so- ria, y la participación en el capital de las grandes empre-
lidaridades, sino de márgenes de beneficio. Las empresas sas. En definitiva, se debilitan las tradicionales relaciones
multinacionales tienden a montar sus centros de produc-
entre el poder político y el poder económico 8 \
ción en países con mano de obra barata y bajos índices de
conflictividad laboral (sur de Asia, América Latina...), Curiosamente, el comunismo está en crisis porque los
mientras que los centros de planificación y de dirección, hombres -como comenta G. Girardi- no hemos sido ca-
como los financieros y de investigación científica, siguen paces de ponerlo"en práctica. Quizá sea un «régimen para
estando en los países ricos. Y esto es posible gracias a los dioses», como pensaba J. J. Rousseau de la democracia di-
avances de los transportes, de la robótica y de los circui- recta. En cambio, el capitalismo también está en crisis, pe-
tos informáticos. Esto significa que no sólo los hombres ro esta vez porque sí ha sido puesto en práctica, y está
están siendo sustituidos por las máquinas, sino que los mostrando su lógica letal.
trabajadores de los países ricos están siendo sustituidos Esta vasta problemática, en el ámbito latinoamericano
por los trabajadores de los países pobres. Claro que esto
exige, como reacción, una democratización del Estado y
no significa que, de modo global, la población del Tercer
de las relaciones económicas a nivel nacional e internacio-
Mundo esté dejando de ser la «población sobrante» de
que antes hemos hablado, pues, al menos hoy por hoy, no nal. Y aunque esto desde luego hoy es todavía un deseo
se trata tanto del desarrollo de estos países como de utili- más que una realidad, están surgiendo nuevos movimien-
zar su mano de obra de manera interesada. Y si en algu- tos populares que quieren protagonizar nuevas formas de
nos de estos países (sur de Asia...) se está produciendo un lucha, que significan el paso de la confrontación político-
proceso de industrialización vertiginoso, con una cierta sur, 1iiwan, Singapur y Hong-Kong), hay que reconocer que el Estado
subida del nivel de vida como efecto concomitante, ello ejerce un papel nada desdeñable a través de los planes quinquenales y
está siempre sobredeterminado por los intereses de la del Ministerio de Asuntos Económicos. Se puede hablar de un «capita-
economía transnacional M. lismo autoritario» (cf. J. E. Roemer, Un futuro para el socialismo, 144
ss; M H a r r i n g t o n , Socialismo. Pasado y futuro, Sistema, Madrid 1992,
83
Cf. J. J. Tamayo, Presente y futuro de la teología de la liberación, 220).
79-81. *Cf. A. Moneada, La zozobra del milenio, 74 ss, 83-34, 107; J. Al-
Con relación a los cuatro «tigres» del oriente asiático (Corea del barracín, La economía de mercado, 57-73, 93-103.

308 309
militar a la confrontación cultural, ética y religiosa. Es un la mayoría oprimida y sufriente. En este sentido, la TL la-
creciente protagonismo de la sociedad civil, donde se pue- tinoamericana ha tenido que hacer frente a la segunda
den dibujar los nuevos sujetos y lugares teológicos, que se Ilustración, esto es, a la reacción crítica del marxismo
incorporan a la lucha por la emancipación de la sociedad frente al capitalismo real 8S. Como dice Juan Hernández
(movimientos indígenas, de negros, de mujeres, etc. "'). Pico, «en Europa se teologiza desde la abundancia y aquí
desde la escasez de la vida» 8*. Y esto ha significado que las
Pero y en los países occidentales de la democracia li- Iglesias y la teología del mundo rico han acabado, muchas
beral, ¿hay posibilidad de que surjan sujetos y movimien- veces, encontrándose bien instaladas y volcadas hacia lo
tos animados por una teología de la liberación? intraeclesiástico, es decir, hacia el culto y la elucubración
En principio, como nos recuerda J. J. Tamayo, la teo- abstracta-idealista, que resultaba funcional para el sistema
logía del Primer Mundo se vio obligada a responder a social, y no valoraban con suficiente sentido crítico el
unos retos distintos de los del mundo latinoamericano: costo del desarrollo: la pobreza del Tercer Mundo. En las
los retos de la primera Ilustración. Es decir, tuvo que res- prudentes, moderadas y equilibradas Iglesias europeas no
ponder a los desafíos que provenían de la ideología libe- es fácil que surjan invitaciones al radicalismo evangélico
ral, del espíritu racionalista-ilustrado, de la modernidad que cuestiona el orden político y económico.
sccularizadora y, en fin, del ateísmo y la indiferencia reli-
Es cierto qu.e se ha desarrollado una teología europea
giosa. H a tenido, pues, que dialogar con el burgués ateo o
progresista, que ha destacado la dimensión práxica y po-
escéptico, e intentar compatibilizar el evangelio con el
lítica de la fe, y por tanto su desprivatización, y que ha
ideal del hombre que accedía a la mayoría de edad inte-
desligitimado el statu quo de la sociedad occidental. In-
lectual y moral. Incluso ya vimos que la fe cristiana po-
cluso que habla de la identificación con los oprimidos, y
dría poner su grano de arena en ese intento por acabar el
del Dios de Jesús como el Dios de los pobres. Es el caso
proyecto de la modernidad, actualmente malogrado S7.
de J. Moltmann y de J. B. Metz. Pero es una teología que
Por contraposición, la TL latinoamericana ha tenido se resistía a tomar partido en una situación concreta, por-
que hacer frente, no al ateísmo intelectual y político, sino que le faltaba una sólida «mediación socioanalítica». En
a los ídolos que siembran la muerte, y dar una respuesta a este sentido es una teología que adolecía de falta de rea-
lismo histórico, que le impedía iluminar opciones políti-
cas de cara al compromiso histórico ,0. La TL latinoame-
"'' Cf. J. J. Tamayo, Presente y futuro de la teología de la liberación, ricana critica a esta teología por la ausencia en ella de un
84 ss, 96 ss. tratamiento más a fondo de la praxis liberadora, lo que le
87
Así, es posible desde una crítica trascendente que afirme la dig- lle-va a pensar la realidad, pero no a transformarla.
nidad de la persona humana, la hermandad de la humanidad y la santi-
dad de la vida, reafirmar los valores modernos de la ciencia, el desarro-
llo económico, el imperio de la justicia, el orden democrático como ga- 88
rantía de la libertad, la búsqueda de la felicidad, la autonomía del yo y Cf. J. J. Tamayo Acosta, Recepción en Europa de la teología de la
la pluralidad de intereses, pero más allá de cómo se han plasmado y de- libeación, en I. Ellacuría, J. Sobrino, Mysterium liberationis, I, 54-55.
gradado en la sociedad burguesa capitalista (cf. J. Casanova, El «revi- " J. Hernández Pico, Revolución, violencia y paz, en I. Ellacuría,
val» político de lo religioso, en R. Díaz Salazar, S. Giner, F. Velasco, For- J. Sobrino, Mysterium liberationis, II, 616.
,0
mas modernas de religión, 259). En este sentido comenta H . Assmann: «Los contenidos socioa-

310 311
N o obstante, a lo largo de las décadas de los 70 y de sar a la eficaz defensa de los derechos de los pobres. Fi-
los 80, se han ido sucediendo una serie de importantes y guras destacables de este intento son, entre otros, J. B.
clarificadores encuentros entre teólogos del «centro» y de Metz, J. Moltmann, N . Greinacher, G. Girardi y F. H o u -
la «periferia», que han servido para un mayor conoci- tart; y entre nosotros, I. González Faus, José M. Castillo,
miento, para superar juicios apriorísticos y descalificacio- Diez-Alegría, etc.
nes precipitadas, y el mutuo enriquecimiento '". La fecun-
didad de este diálogo es señalada por Manuel Fraijó: «La Especialmente J. B. Metz y J. Moltmann, desde una
teología de la liberación puede ayudar a la teología euro- postura crítica frente a la TL, han evolucionado hacia
pea a ser más concreta y a estar más atenta al clamor de los posturas que han sabido evaluar el reto de la TL latinoa-
otros pueblos. Puede enseñarnos a ser más profétícos y mericana n. Han reconocido que esta teología puede ayu-
menos académicos. A su vez, la teología europea puede dar a superar los planteamientos privatizantes e indivi-
ayudar a la teología latinoamericana a progresar en todo dualistas, y a establecer nuevos nexos entre mística y po-
lo que sea fundamentación teórica» '2. En esta línea de diá- lítica, teología y praxis.
logo, en Europa se está elaborando una «teología de la li-
Concretamente J. B. Metz ha sabido asimilar los inte-
beración» propia, que no es un simple mimetismo de la
rrogantes y la carga profética de la TL latinoamericana
latinoamericana, sino que intenta la «reflexión crítico-
para aplicarlos al Primer Mundo. Su fruto ha sido el desa-
profética desde los nuevos sujetos y movimientos alterna-
rrollo de una teología política que reconoce en las vícti-
tivos». Reflexión que sin embargo puede iluminarse des-
mas y en los explotados el lugar epistemológico y el suje-
de los retos y enseñanzas de la TL latinoamericana. Algu-
to de la liberación. Y desde la solidaridad comunitaria y la
nos de ellos podemos recordarlos brevemente: frente a los
compasión, reivindica la necesidad de una democratiza-
excesos del individualismo de la modernidad, recordar
ción de la economía a nivel mundial.
que el sujeto del acto de fe es un yo intersubjetivo, que
reivindica el carácter comunitario del cristianismo y la La TL europea tendrá que hacer frente irremisible-
centralidad de la koinonía en la vida de fe; frente a la civi- mente a los retos de la marginación y de la injusticia, con
lización de la riqueza, promover una «civilización de la las características que ello conlleva en nuestro «mundo
austeridad compartida» (J. Sobrino - I. Ellacuría); frente a desarrollado». Es una teología que desde luego no se po-
la retórica defensa de los derechos humanos, se exige pa- drá hacer desde la instalación en el poder y en la idolatría
del tener (bienes y dinero acumulados desde la insolidari-
dad), sino desde la experiencia personal y estructural de la
nalíticos, usados como contexto de reflexión, permanecen bastantes va-
gos. Hay una especie de miedo a nombrar directamente los mecanismos
91
de dominación» (H. Assmann, Teología desde la praxis de la liberación, J. Moltmann, El Dios crucificado, Sigúeme, Salamanca 1975; Id.,
83). La Iglesia, fuerza del espíritu, Sigúeme, Salamanca 1978; J. B. Metz, Un
" El Escorial (1972), Ginebra (1973), Detroit (1975 y 1977), Méxi- nuevo modo de hacer teología. Tres tesis, en AA. VV., Vida y reflexión-
co (1977), Ginebra (1983). Aportes de la teología de la liberación al pensamiento teológico actual,
92
M. Fraijó, Teología de la liberación: elogio y preguntas, en J. A. CEP.Lima 1983; Id., La teología en el ocaso de la modernidad: Conci-
Gimbernat, C. Gómez, La pasión por la libertad, Verbo Divino, Este- lium,n. 191 (1984) 31-39; Id., Teología europea y teología de la libera-
lia 1994, 231. ción, en AA. VV., Cambio social y pensamiento cristiano en América
Latirá, Trotta, Madrid 1993.

312
313
alienación y la pobreza. La marginación debe convertirse
en categoría teológica, a través de la cual se debe descubrir 5. La necesidad de una nueva
a Dios como aquel que convoca a la liberación de los no- «mediación socioanalítica»
sujetos, de los miembros del «cuarto mundo»: drogadic-
El fin del «socialismo real» significó el fin del socia-
tos, disminuidos psíquicos y físicos, parados, mendigos,
lismo de tipo soviético. Pero esto no significa necesaria-
prostitutas, mujeres maltratadas y violadas, enfermos de-
mente el certificado de defunción de todo socialismo.
sahuciados, y los que, en fin, no han tenido oportunida-
Adam Schaff nos recuerda que, a lo largo de la experien-
des; la nueva pobreza como subproducto del sistema, que
cia revolucionaria, surgieron otros planteamientos socia-
es la expresión de la irracionalidad y el fracaso del mismo.
listas que se opusieron al tipo de socialismo que alcanzó
Es el costo de la exaltación de la felicidad privada. Los
la hegemonía: «No sólo denunciaron los falsos presu-
cristianos deberán estar presentes en los nuevos movi-
puestos del socialismo real, sino que algunas de estas ten-
mientos sociales, que luchan por la incorporación a la his-
dencias incluso vaticinaron sus futuras desviaciones y su
toria de estos no-sujetos, como condición de posibilidad
fracaso (por ejemplo Kautsky, Plejanov, y Rosa Luxem-
para el desarrollo de la nueva TL europea. N o será posi-
burgo)» ,5. N o obstante, la posibilidad de plantear un
ble una auténtica «ortopraxis» sin la incorporación de los
«nuevo socialismo» como teoría que, a partir del análisis
vencidos y desechados de la sociedad y la cultura de la sa-
de la sociedad actual, dibuje alguna alternativa, nos obli-
tisfacción insolidaria al proceso liberador.
ga a destacar algunas peculiaridades de nuestra situación
En la medida en que la teología debe ser «acto segun- presente, y a preguntarnos también qué queda del mar-
do», sería muy conveniente «la existencia de procesos de xismo.
liberación que impulsaran la transformación de las es-
Uno de los aspectos más relevantes de nuestro tiempo
tructuras actuales y la existencia significativa y relevante
presente es la revolución microelectrómca, y sus conse-
de cristianos en dichos procesos» ''4.
cuencias sociales: la automatización de la producción y de
Sin embargo ya hemos indicado que para que esta TL los servicios a un ritmo realmente asombroso. Tanto que
europea, como conciencia crítica, ayude a los sujetos de la se está dando un salto cualitativo. Si en la primera revolu-
ortopraxis a tomar partido de una manera eficaz y con- ción tecnológica se sustituyó la fuerza física por la má-
creta, hace falta que desarrolle una adecuada «mediación quina, la nueva microelectrónica está suponiendo la susti-
socionalítica». Sólo un acertado análisis etiológico de las tución de la fuerza intelectual del hombre. La introduc-
estructuras de la pobreza puede ¡luminar alternativas de ción de la «inteligencia artificial» con los computadores
liberación. Y ésta es una tarea por hacer. d e la quinta y sucesivas generaciones va a significar la pro-
gresiva desaparición del trabajo humano en el sentido tra-
dicional del término. Desde luego es muy probable que
en despacio de 50 años haya perdido el relieve que toda-
vía hoy tiene en nuestra sociedad. Y esto significa, por un
,4
J. J. Tamayo Acosta, Recepción en Europa de la teología de la li-
beración, en I. Ellacuría, J. Sobrino, Mysterium liberationis, I, 71.
'"A. Schaff, Humanismo ecuménico, Trotta, Madrid 1993, 16.

315
lado, que uno de los fundamentos del marxismo, la ex- pronto comprobó la necesidad de usar precios para reali-
plotación del trabajador por medio del alquiler de su zar el cálculo económico, y que «la contabilidad basada
esencia como fuerza de trabajo para la obtención de plus- en alguna "unidad natural", como la cantidad de energía o
valía, se desdibuje, y por otro lado la garantía de que el de trabajo incorporados en las mercancías, simplemente
paro estructural no desaparezca, sino que crezca progre- no podía funcionar» '"'. La mayoría de los estudiosos de la
sivamente. Lo primero significa también que el proleta- economía coinciden en reconocer la necesidad del merca-
riado dejará de constituir una mayoría en las sociedades do como elemento regulador de los precios y costes, y co-
«más avanzadas», ni siquiera ya hoy constituye el sector mo mecanismo de distribución de bienes y de servicios.
social más necesitado; por eso antes hemos hablado de la El mercado «no puede ser sustituido por mecanismos pla-
«nueva pobreza». Todo ello significa que los conflictos y nificadores, al menos en una sociedad en la que las tran-
tensiones sociales se desplazarán. En nuestra sociedad ya sacciones económicas son infinitas, y donde la gama de
sabemos que la fuente de las relaciones asimétricas y de productos y servicios ha alcanzado un grado gigantesco
injusticia no sólo está en la propiedad de los medios de de diversificación» '". El intento de «simular un mercado»
producción, sino también en el conocimiento y la infor- por parte de la economía cstatalizada resulta técnicamen-
mación privilegiados, y también se van extendiendo el ra- te inviable w. En definitiva, hoy por hoy, no se ha encon-
cismo, la xenofobia, etc. Y lo segundo, el paro estructural, trado otro mecanismo de organización económica más
significa la necesidad de buscar alternativas al trabajo asa- eficaz, y que mejor impulse el dinamismo y la innovación.
lariado tradicional; nuevas ocupaciones con las que el su- Quizá las tesis de Marx que todavía hoy resulten ope-
jeto dote a su vida de sentido, y que la sociedad conside- rativas para el análisis crítico sean las siguientes: la con-
re aceptables o necesarias. Con relación a esto último, cepción social del individuo, esto es, el sujeto se constru-
surgen inmediatamente las preguntas: ¿y cómo se podrán ye a través de las mediaciones sociales, y hay que evitar las
retribuir esas nuevas actividades?, ¿habrá nuevas empre- relaciones alienadas; y la alternativa es el socialismo. El
sas?, ¿o será la administración la encargada de proporcio- socialismo deberá evitar que los productos del sujeto aca-
nar los fondos necesarios?, ¿se impondrá una nueva dis- ben actuando independientemente de su voluntad, y que
tribución del producto social más solidaria, para hacer re- n o pueda realizar sus objetivos percibiendo su propia vi-
vertir parte del mismo en los ciudadanos que se consagren da como extraña. El socialismo habrá que entenderlo co-
a estas nuevas actividades? m o la «utopía» de una sociedad que niegue toda explota-
ción del hombre por el hombre, y garantice la igualdad de
¿Y qué queda del marxismo para hacer frente a esta
nueva realidad? Desde luego hay tesis que actualmente
resultan caducas: la socialización de los medios de pro- *J. E. Roemer, Un futuro para el socialismo, 45.
ducción entendida como una radical estatalización, y la •" M. Escudero, La transición al postcapitalismo, Sistema, Madrid
dictadura del proletariado. Lo segundo, por la pérdida de 1992,92.
protagonismo social del proletariado, y lo primero por lo " G. Sartori, Teoría de la democracia, 2. Los problemas clásicos,
Alianza Universidad, Madrid 1988, 483, 487-488; E. M. Urcña, El mito
ineficaz de una economía hipercentralizada, y la compro-
del cristianismo socialista, Unión Editorial, S. A., Madrid 1984, 114; R.
bada necesidad funcional del mercado. El socialismo Cotarelo, La izquierda: desengaño, resignación y utopía, 183.

316 317
oportunidades. Y todo esto nos hace caer en la cuenta de
ridad n o sólo técnica, sino también moral de la economía
que la libertad económica, frente a una inoperante econo-
de libre mercado, como sostiene Rafael Termes. N o s pa-
mía hipercentralizada, debería estar al servicio del desa-
rece u n esfuerzo de optimismo difícil de sostener. Y es
rrollo del espíritu de iniciativa, pero dentro de un orden:
que el mecanismo de «la mano invisible» (Adam Smith),
el interés social. Nos da la impresión de que el gran reto
más allá de su hipotética eficacia técnico-económica, deja
que hoy se nos plantea es el de desarrollar una democra-
mucho que desear desde el punto de vista moral. La li-
cia no sólo social, sino también económica, que sepa com-
bertad jurídico-económica no es condición suficiente,
paginar, con imaginación y habilidad, libertad creadora
aunque pueda serlo necesaria, para la prosecución del
con eficiencia y solidaridad. Ello exigirá también la im-
bien común. El mecanismo del mercado tiene que ser co-
plantación de una nueva lógica social, una nueva raciona-
rregido por criterios de justicia. Nuestro autor reconoce
lidad o una auténtica transmutación cultural, que nos
que hay que mejorar los resultados del proceso económi-
ayude a pasar del progreso como producción-consumo, al
co de asignación de recursos y bienes, mejorando el siste-
progreso como trabajo creativo y ocio cultural, de una ci-
ma ético-jurídico-institucional, para así construir un «ca-
vilización del tener a una civilización del ser, de una so-
pitalismo bueno» '". Pero esa corrección no puede estar
ciedad del redistribuir a una sociedad del compartir. Esto
inspirada sino en el ideal socialista, tal como aquí lo he-
exigirá, evidentemente, el triunfo de una nueva ética polí-
mos planteado. Ideal que curiosamente sintoniza con el
tica presidida por el valor de la solidaridad. Una ética que,
ethos que late en la «mediación hermenéutica» de la TL
como componente irrenunciable de esa «ética mínima»
latinoamericana. El testimonio del filósofo marxista A.
que ya hemos reivindicado en este libro, vea a la solidari-
Schaff es bien explícito al respecto: «Más de una vez he
dad como condición de la auténtica libertad, antes inclu-
constatado, y lo quiero subrayar aquí, que, en la perspec-
so que la propiedad. Esta solidaridad debe ir más allá de
tiva de los valores humanos, es posible construir desde el
la mera autonomía y competitividad, que supone la eco-
evangelio, especialmente desde el sermón del monte y la
nomía de libre mercado del liberalismo. Y en este sentido
carta de Pablo a los Corintios (1 Cor 13), un sistema es-
no deberíamos renunciar hoy a un socialismo como a una
pecíficamente socialista. Esto es lo que han hecho los de-
forma de ser crítica, como un horizonte moral que se
fensores de la teología de la liberación, al resucitar las
identifica con el ideal y la preocupación porque la pro-
ideas del cristianismo primitivo». E insiste a continua-
ducción y la economía estén guiadas y sometidas a la éti-
ción: «La relevancia del cristianismo en nuestro tiempo,
ca y a la política, esto es, porque el mercado esté presidi-
c o m o en otras épocas, consiste en que inculca en la con-
do y orientado por la solidaridad y no por el puro bene-
ciencia humana unos valores sociales comunes que cons-
ficio, porque la propiedad no esté por encima de la de-
tituyen, desde siglos, el objetivo de la lucha social de la iz-
mocracia, porque la abundancia no sea preferible a la
quierda» '00. Y he aquí otro testimonio, que me parece
equidad y a la justicia, y porque se dé el predominio de las
oportuno citar también, esta vez de un teólogo creyente:
personas sobre las cosas. Este socialismo debe intentar
una democratización de la sociedad y de la economía.

Pero, ¿cómo hacerlo? Esto hoy está por inventar. " Cf. R. Termes, Antropología del capitalismo. Un debate abierto
Desde luego el camino no es sostener, sin más, la superio- P l a z a yjanés, Cambio 16, Barcelona 1992, 176, 183, 200-201.
,0,
A. Schaff, Humanismo ecuménico, 46 y 47.

318
319
«Me parece enteramente fundado afirmar que la "utopía" talista se a p o y a , al m e n o s p a r c i a l m e n t e , en los vicios \
cristiana es enteramente coincidente con la "utopía" comunis- egoístas de la n a t u r a l e z a h u m a n a y es, en ese sentido (...), ¡
ta: cada uno según sus posibilidades y a cada uno según sus ne-
más p r a g m á t i c o q u e su o p o n e n t e , p o r lo cual tiene éxitos
cesidades, en perfecta y plena solidaridad l01. Aquí "utopía" (...)
e c o n ó m i c o s s u p e r i o r e s l04. Para q u e el socialismo funcio-
se toma (...) como "idea fuerza" en el horizonte de la realidad,
que impulsa a que se busquen modos y formas de realización, ne c o m o sistema e c o n ó m i c o haría falta el « h o m b r e n u e - \
de acercamiento a esa "meta". vo» d e la ética cristiana, ética de la c o m p a s i ó n y d e la s o -
lidaridad. P a r a esta ética entre el sujeto y el no-sujeto (el
Me atrevo, por tanto, a decir, sin vacilar, que ser "antico-
ser h u m a n o al q u e se le ha despojado d e su dignidad al n e -
munista" es "no ser cristiano" en sentido genuino y originario
(...). Estar "prendado" del capitalismo es "no ser cristiano" con gársele sus d e r e c h o s ) se establece u n a relación q u e impide
autenticidad» l02. q u e p u e d a h a b e r sujetos mientras h a y a no-sujetos. E s t o
ú l t i m o se c o n v i e r t e en el principio d e la universalidad éti-
Esta sintonía entre el ideal socialista y el ethos evan- ca, pues sólo c u a n d o el no-sujeto a b a n d o n e su i n h u m a n i -
gélico ha t e n i d o u n t r a t a m i e n t o sistemático en la T L lati- d a d p o d r á el p r e t e n d i d o sujeto alcanzar su dignidad l0 \
n o a m e r i c a n a . Baste r e c o r d a r a q u í la ética de la liberación Ignacio Ellacuría p e n s a b a en u n a socialización q u e fo-
planteada p o r el filósofo y t e ó l o g o E n r i q u e D u s e l que, a mentara la iniciativa social y c o m u n i t a r i a y se mantuviese
través d e su metafísica de la alteridad, reivindica la digni- equidistante del individualismo y del estatalismo. ¿Y q u é
d a d y libertad del o t r o . Y t o d o ello se t r a d u c e en lo q u e es dice la Iglesia católica en su máxima expresión jerárquica?
para él el criterio a b s o l u t o de f u n d a m e n t a c i ó n de la ética: J u a n Pablo II en la Centesimas annus, y en línea con sus
liberar al p o b r e l03. O la figura d e Ignacio Ellacuría, q u e escritos anteriores (Laborem exercens, 1981, y Sollicitudo
c o n c i b i ó la ética c o m o la bisagra entre la mística y la p o - rei socialis, 1987), insiste en el e r r o r a n t r o p o l ó g i c o del s o -
lítica, q u e reivindicó u n a civilización de la p o b r e z a c u e s - cialismo, q u e concibe al h o m b r e c o m o «una molécula del
t i o n a d o r a d e la a c u m u l a c i ó n del capital, y q u e p l a n t e ó la organismo social» a c u y o f u n c i o n a m i e n t o d e b e s o m e t e r -
satisfacción universal de las necesidades c o m o el p r i n c i p i o se, al margen de su o p c i ó n responsable. F r e n t e a ello, J u a n
f u n d a m e n t a l d e u n desarrollo h u m a n i z a d o r . Según él, Pablo II observará q u e n o es p o s i b l e c o m p r e n d e r al h o m -
« p u e d e sostenerse q u e el ideal socialista está más cerca en b r e sólo desde la c o n s i d e r a c i ó n económica y su p e r t e n e n -
lo e c o n ó m i c o d e las exigencias u t ó p i c a s del reino. El ideal cia a u n a clase social, sino q u e «al h o m b r e se le c o m p r e n -
e c o n ó m i c o socialista se a p o y a en valores p r o f u n d o s del d e de manera más exhaustiva si es visto en la esfera de la
h o m b r e y n o p r o s p e r a e c o n ó m i c a m e n t e precisamente p o r cultura a través de la lengua, la historia y las actitudes q u e
su idealismo m o r a l , q u e n o tiene en c u e n t a el estado e m - asume ante los a c o n t e c i m i e n t o s fundamentales d e la exis-
p í r i c o de la n a t u r a l e z a h u m a n a . El ideal e c o n ó m i c o c a p i - tencia c o m o son nacer, amar, trabajar, m o r i r » 10\ Pensa-

101
Cf. K. Marx, Critica del programa de Gotha, Materiales, Barce- '" I. Ellacuría, Utopía y profetismo, en I. Ellacuría, J. Sobrino,
lona 1978, 95. Mystmum liberationis, I, 430.
102 105
J. M. Diez Alegría, Cristianismo y propiedad privada, Egea, Bil- Cf. R. Mate, La razón de los vencidos, Anthropos, Barcelona
bao 1988,45. 1991,19; A. Cortina, La moral del camaleón, Espasa-Calpe, Madrid
103
E. Dussel, Etica de la liberación. Hipótesis fundamentales: Con- 1991,50y53.
111
cilium, n. 192 (1984). Juan Pablo II, Centesimas annus, PPC, Madrid 1991, n. 24, 53-54.

320 321
mos que este «economicismo» que el papa critica es posi- sistema como tal, de su lógica y de sus estructuras, de un
ble que sea aplicable al marxismo-leninismo ortodoxo, mayor hincapié en el «pecado estructural». Viene bien re-
pero no desde luego a la TL latinoamericana. También cordar el juicio de Diez Alegría sobre el capitalismo, te-
critica Juan Pablo II la lucha de clases al no estar limitada niendo en cuenta la lapidaria frase de Jesús: «No podéis
y regulada por criterios éticos. Pero esta concepción de la servir a Dios y a las riquezas» (Mt 6,24; Le 16,13), y que
lucha de clases tampoco tiene que ver con la que plantea el capitalismo es una estructura social al «servicio del di-
la TL, que no se identifica sin más con la prevalencia de la nero»: Hay algo muy grave... «Se trata de la oposición ra-
fuerza sobre el derecho y la dignidad de la persona hu- dical del "espíritu" del capitalismo (de la ideología básica
mana. El papa, manteniendo una postura equidistante del del capitalismo) al genuino cristianismo, tomado en su
socialismo hipercentralizado y del liberalismo a ultranza autenticidad originaria» m.
que inhibe al Estado de toda tarea, reivindica una combi- El pontífice plantea la posibilidad de una economía de
nación del principio de subsidiaridad con el de solidari- libre mercado, pero guiada y corregida por los ideales del
dad, que implica tanto la actividad autónoma de la socie- humanismo cristiano, que exige un uso social de la pro-
dad civil como cierta función reguladora del Estado, para piedad. Pero, ¿cómo hacer esto? Porque llevar esto a la
de ese modo compaginar el interés individual con el de la práctica con eficacia probablemente implicará una trans-
sociedad en su conjunto. Del mismo modo, la propiedad formación cualitativa del capitalismo.
privada como ampliación de la libertad y garantía de la
autonomía personal y familiar debe estar subordinada al El intento de contestar a este interrogante exige con-
cretar las mediaciones técnicas y socioeconómicas necesa-
bien común. En definitiva, Juan Pablo II condena tanto al
rias para ello. Y en esta línea se ha hablado de una «eco-
comunismo alumbrador de una ineficaz economía estata-
nomía de mercado de carta social», y también de un «so-
lizada y de la pérdida de libertades, como al capitalismo
cialismo de mercado».
salvaje y puramente crematístico. Dice un sí a la economía
de mercado, pero guiada por los ideales de un humanismo Se trata de superar la hegemonía de la razón mercan-
ético-trascendente que resalta el uso social de la propie- til y del individualismo posesivo. Esto significa que la de-
dad. La tesis del pontífice viene a decirnos que sólo el mocracia política debe completarse con una democracia
cristianismo permite una fundamentacion válida de un ca- social. De esta manera se intentará compatibilizar libertad
pitalismo de rostro humano orientándolo en sus fines, y con igualdad (de oportunidades). Se trata de un difícil
poniéndolo al servicio de los valores fundamentales de la equilibrio en el que hay que compaginar la dosis necesa-
persona. ria de iniciativa individual para el progreso económico
con la cohesión social que requiere toda sociedad para
N o obstante, hay que reconocer que el especial inte- sobrevivir. Ante este problema, «la fórmula de la demo-
rés que pone el papa en los aspectos morales y espiritua- cracia liberal es la igualdad a través de la libertad (...), no
les, en línea con su filosofía y teología de la persona hu-
mana, y en el contexto del clima «restauracionista» de su
pastora], le lleva a denunciar toda una serie de lacras del
capitalismo real, pero se nota la ausencia de una crítica del J. M. Diez Alegría, Cristianismo y propiedad privada, 39.

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la libertad por medio de la igualdad» l0\ Este es el orden mas de propiedad social, de estructura social de acumula-
procedimental entre libertad e igualdad para la democra- ción, etc. "°.
cia liberal. N o obstante, pensamos que si intentamos re-
correr la primera ruta, podemos quedarnos a medio Intentando alumbrar alternativas en este empeño, hay
camino, si a la vez no procuramos recorrer también la se- estudiosos que son partidarios del llamado «socialismo de
gunda. Es decir, todos seremos iguales por ser libres políti- mercado», que intenta combinar eficacia con igualdad. El
mercado y las empresas no deberán operar en el vacío, si-
camente hablando si, a la vez, procuramos ser libres porque
no apoyados por toda una serie de instancias e institucio-
somos iguales socioeconómicamente hablando. La primera
nes, pero no se cree imprescindible la propiedad pública
exige un estado constitucional de inspiración liberal; la se-
tal como la entendió el marxismo soviético. Las empresas
gunda, una democratización de la economía. O, dicho de
podrán funcionar independientemente del control directo
otro modo, no podemos aspirar a una democracia política
del Estado, pero a cambio tendrán «comités de dirección
si renunciamos a una democratización de la economía.
representativos de los trabajadores o de instituciones va-
Pero, ¿cómo se puede conseguir una democratización rias (bancos, fondos mutualistas, fondos de pensiones)
de la economía que integre al mercado como elemento di- que tienen acciones en las empresas o son responsables de
namizador y racionalizador? Este es un reto que aún no su financiación» "'.Se procurará que la distribución de los
ha obtenido una respuesta suficientemente satisfactoria. beneficios sea relativamente igualitaria, y estará abolido el
Se requerirá un cierto control social o político de la utili- derecho a la acumulación privada e ilimitada de capital y
zación del capital acumulado y de los recursos naturales. medios de producción. Habrá también un cierto control
Una especie de capitalismo en la producción y de socia- o planificación de la inversión. Así el Estado podrá ofre-
lismo en la inversión y en la distribución. Deberán ins- cer incentivos para la inversión en determinados sectores
trumentarse mecanismos de cohesión que posibiliten un o incluso participar él directamente. Esto será también
mayor control de los salarios por todos los protagonistas aplicable al campo de la investigación, educación, bienes
de la producción, y una participación más directa en las públicos, etc. '
empresas. Por ejemplo, mediante la creación de «fondos
Realmente es éste un mundo muy complejo que nece-
de asalariados» como cauce de intervención «en la gestión
sita de la imaginación creadora y el rigor científico de los
de los procesos acumulativos, en las decisiones sobre las
técnicos y especialistas. Pero creemos que los esfuerzos
innovaciones, sobre las finalidades del proceso producti-
de las ciencias sociales por superar un capitalismo deshu-
vo», etc. Im. En este sentido se ha hablado de un «postca-
manizador de cara a alumbrar estructuras socioeconómi-
pitalismo» consistente en una democratización del merca-
cas y políticas más justas y fraternas deberán ser tenidos
do, que posibilite a todo sujeto activo de la producción y
de la praxis económica participar en los diversos niveles
de la economía. En esa línea habrá que buscar nuevas for-
m
M. Escudero, La transición al postcapitalismo, Sistema, Madrid
108
1992,22, 136; M. Harrington, Socialismo. Pasado y futuro, 244, 251,
G. Sartori, Teoría de la democracia, 2, 474. 254, 264-268; J. I. González Faus, El engaño de un capitalismo acepta-
I0V
A. Occhetto, Un año interminable, El País-Aguilar, Madrid ble, Sal Terrae, Santander 1983, 70.
1990, 76. 111
J. E. Roemer, Un futuro para el socialismo, 52.

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en cuenta por los teólogos europeos de la liberación a la
hora de construir su «mediación socioanalítica». Esta úl-
tima ya sabemos que es imprescindible si quieren desa-
rrollar una teología que tenga una proyección histórica y
una eficacia social.
Digamos, por último, que el catolicismo español (in-
cluyendo jerarquía, animadores de comunidades y fieles
de a pie) debería huir de la tentación del rcstauracionismo
proclive a legitimar el neocapitalismo, y de contentarse
con una espiritualidad privada. Junto a ello, sería muy
conveniente buscar nuevas formas de presencia en la so-
ciedad, más allá de galicalismos y de repliegues sectarios.
Y en ese esfuerzo de renovación sería ideal que una TL
del Primer Mundo fuera fuente de inspiración y de análi-
sis. De este modo se evitarían planteamientos reificadores
y mixtificantes, y la Iglesia católica española pondría su
grano de arena de cara a suavizar la ambigüedad social de
la religión, al decantarse más como factor de la crítica y de
la innovación que de la legitimación del orden social. Se
convertiría así en una institución de la sociedad civil, a
través de la cual la sociedad podría continuamente revi-
sarse y trascenderse a sí misma.

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