Josué H.

Contreras Álvarez

Educación ambiental ¿Una solución sustentable?

En la actualidad el escenario ambiental depara un camino difícil por recorrer. La

sociedad como las instituciones somos parte del problema y la solución. No obstante, la
problemática ha llegado a puntos críticos y de relacionarnos con la naturaleza y otros
seres humanos es una esperanza para el futuro.

Abordaré tres de las principales problemáticas de la ciudad de México. Uno de ellas es

el desproporcionado crecimiento de la población, al existir una concentración de 9
millones en la capital y alrededor de 21 millones en toda la zona metropolitana del Valle
de México provoca un deterioro en los recursos, además de provocar una desigualdad
en el acceso a ellos. Otra problemática y quizá la que más afecta a la ciudad es la falta
de agua y con ello la sobreexplotación y deterioro de los mantos acuíferos,
considerando que gran parte de ella es destinada para el uso doméstico. Por último la
calidad de aire ha ido en decremento desde las últimas décadas y ante respuestas por
parte de las instituciones no se han podido aminorar las consecuencia por el cambio
climático.

Continúo con la definición de desarrollo sostenible, y por qué ha sido expuesta con la
ruta a seguir para garantizar la demanda de nuestros recursos sin perjudicar ni privar de
estos a las generaciones futuras. Expondré algunas ideas sobre el desarrollo sostenible
y los diferentes impactos tanto positivos como negativos.

La última parte de mi investigación se enfoca en una alternativa que tenemos para

hacer frente a los problemas ambientales. Propongo a la Educación ambiental como
una genuina ruta de acción para mejorar la calidad de vida de los seres humanos y la
naturaleza, también es parte de un proceso civilizatorio que requiere el compromiso de
todos los niveles de la sociedad.

Inicio este ensayo con la mención de dos eventos importantes para nuestro estudio.
Uno es la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Entorno Humano,
celebrada en Estocolmo en el año de 1972. La segunda es la celebrada en 1992 en Río
de Janeiro, conocida como la Cumbre de la Tierra. Son treinta años los que las separan,

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es un tiempo considerable para actuar sobre los problemas que el ser humano ha
ocasionado a su ambiente. Empiezo con una pregunta ¿Qué ha cambiado?

Actualmente, año 2019, los tratados y acuerdos internacionales siguen celebrándose.

Las cifras y datos sobre el impacto de la naturaleza son cada vez más crudos,
añadiendo el factor del tiempo. No obstante la falta de resultados considerables no es
responsabilidad de unos pocos, mucho menos de las instituciones. Hay que rescatar de
este análisis el cambio de perspectiva que están impulsando estos acuerdos. A
principios del año en curso fue aprobado el Geo 6. En 2019, Programa de las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente establece un tema concreto pero totalmente cierto (las
cursivas son mías)

El sexto informe Perspectivas del Medio Ambiente Mundial (GEO 6), que se centra en el
tema Planeta sano, personas sanas, tiene por objeto ayudar a los responsables de formular
políticas y a toda la sociedad a alcanzar la dimensión ambiental de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible, los objetivos ambientales acordados internacionalmente y los acuerdos ambientales
multilaterales.

En el presente, las condiciones ambientales son visiblemente deterioradas, tienden a

seguir su ritmo de degeneración provocado por la acción humana y en un sentido
irónico por su falta de acción. La vida en las capitales mundiales ha perdido su calidad,
al menos en una proporción significativa. Por lo que pensar en personas sanas tampoco
coincide con la realidad ambiental que vivimos, por ejemplo, en la ciudad de México.

La gran metrópoli de la ciudad de México, tiene su origen en la fundación de

Mexico-Tenochtitlan resultado del gran urbanismo que propició el asentamiento del gran
imperio mexica en el islote de un gran lago. Después de ocho siglos el ambiente ha
cambiado de una manera inimaginable y se ha consolidado como una de las ciudades
más importantes del mundo, sin importar, que la región donde las condiciones
ambientales de por sí son desfavorables para el desarrollo de una gran ciudad. En un
estudio de Exequiel Ezcurra, et al (1991) “Con velocidades de viento sumamente bajas,
sin la presencia de ríos cercanos, en un área de alto riesgo sísmico y ubicada sobre el

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lecho lodoso de un antiguo lago, la ciudad de México enfrenta riesgos ambientales de

gran magnitud”

Para fines de este ensayo sólo describiré tres problemas ambientales de la ciudad de
México, al considerarlo sino los más importantes, son problemas que afectan en lo
cotidiano la vida de sus habitantes.

Como habitante de la ciudad de México, durante la última década he notado un

incremento desproporcionado en la población. Una ciudad que ya nunca duerme, que
resiste los pasos de 20 millones de personas y respira todo tipos de gases
contaminantes.

Una ciudad centralizada de oportunidades y servicios aún es el objeto de deseo de

muchas personas, sin embargo este fenómeno no solo reduce la calidad de vida de sus
habitantes sino que de no poner atención al problema del crecimiento la ciudad puede
sufrir de megacefalia.

El problema de la ciudad de México no es sólo un problema de tamaño, es, sobre todo,

un problema de crecimiento. El rápido aumento de la población (4.8% anual), la expansión de la
mancha urbana (5.2%) y el aumento del parque automotriz (6%), hace muy difícil abastecer de
servicios a la ciudad, y mantener al mismo tiempo la calidad del ambiente. La creciente
demanda de satisfactores y el consumo que provoca el crecimiento poblacional son de los
principales responsables de los grandes problemas ambientales que enfrenta la ciudad.
Exequiel Ezcurra y et al. (1991)

El proceso de expansión de la población no es un fenómeno que se presentó de un día

para otro, es parte del desarrollo del país y podemos identificar cuatro fases: una
primera etapa de expansión, una segunda de conurbación, la tercera de metropolización
y la última de periurbanización. El resultado de estas fases ha provocado que la
población de la Ciudad de México rebase los límites territoriales por esta causa en la
actualidad la mancha urbana y así su impacto en su ambiente lo vemos no solo en la
ciudad sino en toda la zona metropolitana del valle de México (ZMVM).

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Como una consecuencia a este crecimiento desproporcionado de la población de la

ciudad de México, los recursos son cada vez más escasos e imposibilitados a cubrir la
creciente demanda. Tal es el caso del agua, un recurso que en la actualidad ya
presenta problemas y existen sectores de la sociedad que no pueden satisfacer sus
necesidades por lo que es un tema central en temas de impacto ambiental. Es
importante recalcar que no es un problema actual, desde 1998 ya se consideraba como
una gran problemática según Conde (1998)

“Probablemente el problema más agudo de la Zona Metropolitana del Valle de México

(ZMVM) es el de sus limitaciones hidrológicas, ya que se encuentra en una cuenta
prácticamente cerrada y a más de dos mil metros de altura, sobre una superficie crecientemente
asfaltada y con una alto concentración de población y centralización de actividades
económicas”(p.135).

El agua es un elemento en contacto con la totalidad de personas en la vida cotidiana.

Esto nos lleva a pensar en la disyuntiva existente en el uso de este recurso. Por un lado
tenemos la gran posibilidad de disminuir nuestro consumo diario y hacer un mejor uso
del agua, no obstante la poca racionalidad ambiental en la sociedad es poca lo que
causa el desperdicio y la contaminación de este líquido vital. El porcentaje que se
destina al uso doméstico es por mucho el más alto según estudios de Conde (1998)

“El 67% se destina al uso doméstico; 17% al uso industrial y 16% a servicios como
escuelas, hospitales, oficinas, etc. En el distrito federal cada persona consume 364 litros de
agua al día. En el estado de México, 230 litros. En algunos países europeos, 120 litros. Lo que
implica que en la ZMVM se consumen dos o tres veces más (p.137-138)

Acciones en conjunto de la sociedad y las instituciones son primordiales para atender la

problemática del agua en la ZMVM. En principio la solución se encuentra del lado de la
sociedad civil, sin embargo como se expuso anteriormente la alta concentración de
población provoca la insuficiencia para abastecer a toda la población. Para aminorar la
carga a los mantos acuíferos y garantizar su futura existencia es trascendental la
creación de nuevos sistemas de captación y tratado de agua, por la gobernanza de
nuestra ciudad debe propiciar este tipo de acciones y que la población sume esfuerzos.

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Datos según nos dan una perspectiva de las diferentes rutas de acción, pero hace
evidente que la problemática del agua nos ha sobrepasado.

La lluvia desempeña un papel central en la recarga de estos mantos, ya que, al escurrir

por la superficie, se filtra y nutre a los mantos. Se extraen del subsuelo 45m3 cada segundo,
mientras que se reponen naturalmente solo 25m3.” (Conde, 1998, p.136)

Para terminar de esbozar el escenario de algunas de los problemas ambientales que

sufre la ciudad de México y la Zona Metropolitana es necesario mencionar las
condiciones actuales del aire. A tan solo una semana de sufrir una contingencia
ambiental de grandes proporciones, perjudicando la salud de los pobladores, sobre todo
de los sectores vulnerables y afectando las actividades, incluidas las académicas,
durante varios días el problema parece más que evidente. Sin embargo esta situación
no es una ninguna novedad para los habitantes de la ciudad.

La percepción que tiene un ciudadano en relación con la calidad del aire es mala. Esta
situación ha permanecido durante un largo tiempo, y al parecer no se ha podido generar
las condiciones para un mejoramiento en la calidad de este. Es importante definir el
origen de esta problemática para realizar una adecuada evaluación de las acciones, En
1991, Ezcurra et al. Establece que...

La degradación de la calidad del aire básicamente radica en la existencia de cerca de

30000 establecimientos industriales y en la presencia de alrededor de tres millones de vehículos
automotores. Las emisiones de estas fuentes y las características geográficas y climáticas de la
zona, no permiten, en las condiciones actuales, garantizar una buena calidad de aire.

Si fijamos la atención en el año de la publicación de este estudio, es lógico pensar que

las condiciones actuales son mucho peores a las descritas, también es constatar que
desde esa época ya se tenía conocimiento de la problemática del aire. ¿Por qué no se
han hecho las acciones necesarias para reducir las emisiones de gases contaminantes?
¿Cuáles han sido las limitantes para la implementación de programas o normativas de
esta índole? Revisemos algunas de las acciones implementadas por el gobierno según
(Gobierno de la Ciudad de México, 2016).

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Entre las acciones compartidas de estos dos programas destacan la promoción y el uso
de la bicicleta como modo de transporte no contaminante, la implementación de nuevos
corredores de Metrobús, acciones de modernización y eficiencia energética en el Sistema de
Transporte Colectivo (STC), utilización de combustibles menos contaminantes en vehículos de
transporte de pasajeros, promoción del uso de vehículos híbridos y eléctricos para transporte
particular, así como diversas campañas de educación ambiental.

Al revisar cada una de las iniciativas creadas por el gobierno de la CDMX es importante
recalcar que no son acciones que se enfoquen en atender el origen de la problemática,
si bien son acciones que buscan reducir la emisión diaria de gases contaminante y
buscan atender las consecuencias que la movilidad provoca en el ambiente, los
resultados obtenidos están lejos de favorecer las condiciones para el saneamiento del
aire.

Los pronósticos en los problemas expuestos no son nada alentadores. La condición

ambiental no ha parado de deteriorarse no solo en la ciudad de México si no en el
mundo. Por lo que estos problemas involucran todo el planeta, tanto en los sectores
políticos, sociales y económicos. Una de las principales tareas de los organismos
internacionales es unificar los esfuerzos y trazar una línea de acción. Para llevar a cabo
dicha tarea la ONU, se ha dado a la tarea de recabar la información y ofrecer una serie
de recomendaciones. En 2019, Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente establece que

El informe GEO 6 está basado en informes anteriores y proporciona una vez más un
análisis sobre el estado del medio ambiente mundial, las respuestas normativas a escala
nacional, regional y mundial y las perspectivas para el futuro previsible. Difiere de anteriores
informes en el énfasis depositado en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y
en la presentación de posibles medios con los que agilizar el logro de esos objetivos.

Una de las constantes en las posturas para trabajar en los impactos ecológicos de las
últimas décadas es el término de desarrollo sostenible. Es tan grande su incorporación
en una nueva mentalidad ambiental que ha sido tomado como un estandarte para la
concientización de la relación entre la sociedad y la naturaleza. En la actualidad pensar

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verde es pensar en sustentabilidad, pero ¿a qué nos referimos cuando usamos este
término?

En un primer acercamiento el término de sustentabilidad podría parecer sencillo de

entender, y no es más que satisfacer las necesidades de las generaciones actuales sin
privar a las siguientes de los recursos para cubrir sus necesidades básicas. (Martínez,
2001) Sin embargo las implicaciones son diversas, tanto en materia de patrimonio
natural como de economía. Estas son las vertientes que han dominado el concepto de
desarrollo sustentable o sostenible.

El principio de sustentabilidad emerge del contexto de la globalización como la marca de

un límite y el signo que reorienta el proceso civilizatorio de la humanidad. La crisis ambiental
vino a cuestionar la racionalidad y los paradigmas teóricos, negando a la naturaleza. La
sustentabilidad ecológica aparece así como un criterio normativo para la reconstrucción del
orden económico, como una condición para la supervivencia humana y soporte para lograr un
desarrollo durable, problematizando las bases mínimas de la producción (Leff, 2007, p.17)

La aplicación de un desarrollo sustentable en principio es una de las posibles soluciones

a los problemas ambientales que aquejan en la actualidad. Una de las razones es el
actual modelo económico en el que estamos inmersos, para cambiar las condiciones
que en gran medida han ocasionado el impacto ambiental se necesitaría de un proceso
radical, un cambio de sentido en la forma en que los seres humanos nos
desenvolvemos con nuestro entorno. Dada la dificultad de llevar esto a la realidad lo
que nos queda es empezar a transformar el modelo actual.

Regreso el tema de la ciudad, ya definido el término de sustentabilidad, es importante

identificar la forma en que esta estrategia tenga resultados positivos para mejorar las
condiciones ambientales y así la adecuación de estas pautas puede aminorar los
principales problemas ecológicos que vive la ciudad de México en la actualidad. Al
pensar en una ciudad de las magnitudes como ésta, el urbanismo es una rama que
debe trabajar bajo una visión sustentable.

La tarea de hoy del urbanismo sostenible, es encontrar soluciones de asignación de

espacios físicos para la expansión urbana, de asignación de actividades sociales y económicas

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y de nuevas ideas y diseño de construcción, que faciliten la compatibilidad entre servicios

ambientales de la ciudad con las acciones humanas propias de una urbe, con la intención de
minimizar los impactos negativos de éstas en el entorno y potenciar el desarrollo social y
económico. (Ramírez & Sánchez, 2009)

Sin embargo nos encontramos lejos de las metas del desarrollo sostenible. Ante esta
realidad es necesario dejar de sobrestimar al desarrollo como la solución de nuestros
problemas y actuar con un pensamiento crítico. Es necesario revalorar las acciones
emprendidas a partir del desarrollo sustentable e identificar los verdaderos alcances que
se pueden lograr con esto modelo económico. Por otra parte hay que tomar en cuenta
que la sociedad también tiene un papel determinante en el logro de los objetivos
trazados por organismos internacionales. El conjunto de factores involucrados ya está
en movimiento, E. Leff ve este proceso con tintes Hegelianos.

El tiempo que forja un desarrollo sustentable no es solo aquella dimensión en el tiempo

inherente a eventos y procesos externos y objetivos, sino un tiempo fenomenológico: el tiempo
que construye la historia, el tiempo que da forma a diferentes mundos de vida, el tiempo que
toma cuerpo en identidades que configuran sentidos existenciales, que movilizan procesos
sociales y emancipan voluntades de cambio; el tiempo que desencadena al mundo con nuevos
significados que organizan lo material y lo simbólico en el encuentro de la ecología con la cultura
(Leff, 2007, p.89)

Es relevante mencionar los aspectos negativos del concepto desarrollo sustentable. En

una sociedad absorbida por la lógica del consumismo hay una tendencia hacia la
perversión de las ideas. Existen múltiples ejemplos de cómo las modas son creadas y
controladas para fines económicos, olvidando el aspecto social y sobre todo ecológico.
El desarrollo sustentable no se salva de esta condición y en los diferentes niveles de
acción vemos la intromisión de la racionalidad económica que se opone a un cambio
verdadero estableciendo con el discurso de sustentabilidad una estrategia de simulación
y perversión del pensamiento ambiental (Leff, 2007, p.17).

Sin embargo esto no debe fragmentar la visión del desarrollo sustentable, ni desestimar
el lema Planeta sano, personas sanas. Si no todo lo contrario, fomentar un compromiso
al cumplimiento de los objetivos, repensar la forma en que nos relacionamos con el

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ambiente, modificar hábitos en pro de un bienestar colectivo y educar para un mejor

mañana.

En este sentido, el concepto de ambiente se enfrenta a las estrategias fatales de la

globalización. El principio de sustentabilidad emerge como una respuesta a la fracturada razón
modernizadora y como condición para construir una nueva racionalidad productiva fundada en el
potencial ecológico y en nuevos sentidos civilizatorios a partir de la diversidad cultural del
género humano. (Leff, 2007, p.30).

Una de las razones que me motivó a hacer este análisis, de las condiciones ambientales
actuales en la ciudad de México y de un posible paradigma que pueda amortiguar la
carga de la misma, es resultado de la interiorización de los procesos con los que
establecemos nuestros niveles de relación con la naturaleza. Recuerdo que en mi niñez
la naturaleza era otra o al menos se veía diferente; recuerdo lo sublime de los cielos,
sobre todo en la playas que no estaban contaminadas; recuerdo el olor de las plantas
despertado por el rocío de la mañana; recuerdo la vez que mi padre me pidió tierra de
mi casa y no podía creer que no tenía acceso a ella por estar rodeado de concreto;
recuerdo ver a un empleado de limpieza arrojar una botella vacía desde un camión de
basura; recuerdo tres árboles en la plaza de Santo Domingo, hoy sólo queda uno.

El camino más directo a una transformación de nuestro entorno empieza por nosotros.
Sin duda es un lugar común llegar a este tipo de conclusión, pero en la sencillez surge
la voluntad de la acción ambiental. En un mundo donde nos relacionamos todo el
tiempo, la particularidad de nuestra percepción tiene una repercusión a nuestro
alrededor. Es preciso encontrar nuevo canales de comunicación con la naturaleza para
repensar la manera en que nos concebimos, nos relacionamos con otros seres
humanos y con el mundo en su totalidad.

El análisis interdisciplinario de las relaciones sociedad-naturaleza surge de la

especificidad de los procesos socioambientales como sistemas complejos: por una parte, se
trata de aprehender una realidad multidimensional en la que confluyen procesos no lineales, de
diferentes niveles de espacialidad y temporalidad, con diferentes formas de interdependencia,
de donde emergen nuevos procesos que establecen variadas sinergias y retroalimentaciones,
tanto positivas como negativas. (Leff, 2007, p 250).

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Como una posible alternativa para cultivar este pensamiento, apuesto por la educación,
pero no cualquier tipo de educación, una ambiental. Pero qué hace diferente a este tipo
de enseñanza, cómo puede transformar nuestras relaciones y qué tipo de conocimiento
se quiere generar. Inmersos en un proceso de aprendizaje continuo, la realidad de los
individuos, se somete a transformaciones motivadas por diferentes factores. Ante la
situación del cambio global la adquisición de nuevos conocimientos es fundamental
para una mejor toma de decisiones a corto, mediano y largo plazo. Y no sólo es el
conocimiento el ingrediente que hace falta para estar a la altura de nuestras
circunstancia sino lo que representa este aprendizaje, una experiencia que nos
devuelve lo humano, Así surge la educación ambiental, que (Novo, 2009) la define con
gran precisión.

Lo específico de esta educación es, por tanto, que, sin abandonar los problemas de los
individuos, extendió sus objetivos al contexto, incorporando las relaciones entre los sujetos y la
naturaleza y con los demás seres humanos, en una escala que vincula lo local con lo global.
Este ensanchamiento de los horizontes del saber, supuso un gran compromiso con el
conocimiento y situó a la educación ambiental como una vía de replanteamiento de nuestras
relaciones con la biosfera, a la vez que un instrumento de transformación social y
empoderamiento de los más débiles, todo ello con la meta final de conseguir sociedades más
armónicas y equitativas. (p.198)

La implementación de este tipo de educación tendrá impactos positivos tanto en los

seres humanos como en el medio ambiente. Este efecto radica en la diferencia como se
concibe en contraste de la educación tradicional. El quehacer de la EA no solo busca la
implementación de programas sino la incorporación del pensamiento ecológico en las
ramas ya existentes del conocimiento, logrando una sinergia para el beneficio de la
sociedad y la naturaleza.

A través de la adquisición de nuevos conocimientos seremos capaces de considerar

aspectos que estaban fuera de nuestro alcance. Como resultado de la educación
ambiental seremos conscientes de los elementos que conforman la nueva realidad que
vivimos. Pensemos que es momento de construir una nueva humanidad a la altura de
su historicidad, y sobre todo congruente con los objetivos planteados de manera global.

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En medida que estos saberes se alineen con las estrategias del desarrollo sostenible
descubriremos nuevas rutas que permitirán abordar los actuales y futuros problemas
ambientales, está documentado que la educación ambiental se planteaba algunas de
las cuestiones que posteriormente el desarrollo sustentable hizo propias. Para mostrar
los alcances de este conocimiento, analicemos el término ambiente y como este
después de tener varios significados a través de los años, se ha consolidado como un
referente ecológico. En 2007, Left establece que

El ambiente aparece como un sistema productivo fundado en las condiciones de

estabilidad y productividad de los ecosistemas y en los estilo étnicos de las diferentes culturas
que los habitan. La articulación de los procesos ecológicos, tecnológicos y culturales determinan
las formas de apropiación y transformación de la naturaleza y genera una productividad
ecotecnológica sustentable y sostenible. (Leff, 2007, pp.67)

La educación ambiental busca transformar la mentalidad, sólo en este punto es donde el

conocimiento se mezcla con la acción. Y de la misma forma de la acción regresa al
interior del individuo. Esto se refleja en una nueva forma de percibir el mundo, y con ella
un marco de interacción con la realidad.

La abstracción de racionalidad ambiental surge como una condición en los individuos

involucrados en un desarrollo ecocentrista que les permite establecer nuevas relaciones
con su entorno. En medida que los individuos comiencen a actuar bajo las
consideraciones adquiridas en su aprendizaje, surge una necesidad de compartir esta
experiencia y ampliar su margen de acción. El surgimiento de organizaciones civiles
preocupadas por aspectos ecológicos es un motor imprescindible para la buena
administración de los recursos existentes.

La racionalidad ambiental se construye y concreta en una interrelación permanente entre

teoría y praxis. La cuestión ambiental incluida su problemática gnoseológica, surge en el terreno
práctico de una problemática social generalizada que oriente el saber y la investigación hacia el
campo estratégico del poder y de la acción política… La racionalidad ambiental incorpora un
conjunto de valores y criterios que no pueden ser evaluados en términos del modelo de
racionalidad económica, ni reducidos a una medida de mercado. Sus principios constituyen una

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estrategia conceptual que orienta la realización de los propósitos ambientales, frente a

constreñimientos que la institucionalización del mercado y la razón tecnológica imponen a su
proceso de construcción. (Leff, 2007, pp.172-173)

De regreso a la actualidad, en los escenarios más complicados, cuando la educación

ambiental está limitada a su contexto y no es suficiente para afrontar los problemas
ambientales. La misma EA ofrece una nueva salida, una ventana hacia la formación de
ciudadanos ambientales. Personas involucradas en el aprendizaje mediante la
adquisición de conocimientos de manera consciente, enfocada y humanizada que se
complemente con la acumulación de experiencia, para así construir una sólida base de
criterios.

El concepto de formación ambiental resulta pertinente para comprender la

transformación de la realidad que induce la problemática ambiental del desarrollo. La formación
implica un proceso más orgánico y reflexivo de reorganización del saber y de la sociedad en la
construcción de nuevas capacidades para comprender e intervenir en la transformación del
mundo(...)La formación ambiental cobra así un doble sentido: es un proceso de creación de
nuevos valores y conocimientos, vinculado a la transformación de la realidad para construir una
formación ambiental, entendida como una estructura socioeconómica que internalice las
condiciones ecológicas del desarrollo sustentable y los valores que orientan a la racionalidad
ambiental. En este sentido, el concepto de formación ambiental articula las formaciones
ideológicas y conceptuales, con los procesos de producción y adquisición de conocimientos y
saberes, en un proyecto histórico de transformación social. (Leff, 2007, pp. 271-272)

Por esta razón la educación ambiental y la formación ambiental son un motor de

transformación para el logro de los objetivos, apostar por la formación de individuos que
se construyan como ciudadanos ambientales, que disfruten de una vida sana, en
armonía con el presente y restablezcan el espíritu de la naturaleza.

En conclusión la educación ambiental tiene que tener un protagonismo en la actualidad.

El cambio climático es una realidad que está deteriorando nuestra calidad de vida, a
pesar de los programas y lineamientos que se están implementando hace ya algunas
décadas. En la ciudad de México lidiamos a diario con las problemas ambientales, en
otras palabras estamos totalmente relacionados con el problema. ¿Cómo actuar ante

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este terrible presente? ¿Es posible pensar en la extinción si las condiciones no

mejoran? ¿Habremos fallado como humanidad?

La vida de los seres humanos vacila entre la incertidumbre y la decadencia. Cuándo fue
la última vez que la sociedad tuvo un verdadero logro. Han pasados cientos de años sin
un cambio de paradigma y las consecuencias de este pasado están saliendo a brote,
inundándonos de problemas casi irreparables.

La educación ambiental es una salida de emergencia, pero salida al fin. Las

posibilidades que nos ofrece son atractivas antes un futuro desalentador. Ante esta
realidad los seres humanos debemos aceptar el reto y buscar un equilibrio, ahora a
favor de la naturaleza porque ella ya hizo mucho por nosotros.

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