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Sicilienne – Gabriel Fauré

Gabriel Fauré (1845-1924) compuso la obra Sicilienne como pieza orquestal para una
producción de la obra de Moliere Le Bourgeois gentilhomme. Posteriormente, Fauré
reelaboró la pieza para violonchelo y piano, antes de incluirla como música incidental
para una producción de la obra de teatro Malleterlincks Pélleas et Mélisande.

Análisis de la obra
Para llevar a cabo un análisis de la obra, describiremos los detalles de la misma respecto
a cuatro elementos musicales: el sonido, la melodía, el ritmo y la armonía.
Sonido
En lo que se refiere a las cualidades básicas del sonido (timbre, intensidad, altura,
textura y articulación), cabe destacar lo siguiente: en primer lugar, los instrumentos que
aparecen en la partitura son el violonchelo (cuerda frotada) y el piano (cuerda
percutida). Es preciso señalar que en algunos compases encontramos efectos como el
pizzicato (compases 10, 11, 67, 85 y 86) y la sordina (69-86) realizados por el
violonchelo. En relación a la dinámica, la obra se desarrolla principalmente en piano y
pianissimo (15-17, 22-25, 44-61, 70-86) y en ciertos pasajes se contrasta con el forte
(26, 28, 32, 62, 66) mediante constantes crescendos y diminuendos, simulando así una
especie de acento más prolongado, y al mezzoforte (18-21). Sobre la altura y la textura,
dado que se trata de una melodía acompañada, en la que el violonchelo hace la melodía
y el piano el acompañamiento, podemos observar que la melodía del cello se ubica en
una tesitura centrada-alta, mientras que la del piano es centrada, salvo en algunos casos
en los que se superpone una tesitura alta (44-62). Por último, en cuanto a la articulación,
predomina el legato.
Melodía
La melodía es apasionada y se desarrolla en gran medida por grados conjuntos (3, 4, 15-
25, etc.), aunque también por grados disjuntos, a través de intervalos mayoritariamente
disonantes (10, 11, 26, etc.). Cabe destacar en la melodía el cromatismo, que se produce
en gran cantidad de compases (4, 16, 18, 24, 25, etc.). La melodía en arco no es tan
frecuente y se presenta en pocos pasajes (29, 65, 67). La melodía del violonchelo está
acompañada por acordes que realiza el piano, en forma de arpeggios. Por último, la
obra carece de ornamentación y esto se puede deber a que se quiera expresar cierta
sencillez o discreción.
Ritmo
Respecto al ritmo, el tempo inicial de la obra queda expresado al principio de la
partitura: andantino. Asimismo, es regular, pues no hay cambios de pulso y también se
refleja en la carencia de matices (en ningún momento aparece un ritardando ni un
accellerando). Sin embargo, que el ritmo sea o no regular depende también de la
interpretación de la pieza, dado que es común en las obras románticas que el tempo sea
rubato (producido por ligeros ritardandos o accellerandos), para así lograr mayor
expresividad.
Las figuras predominantes en la melodía son las corcheas, las negras (2, 6, 10, 14) y la
sucesión de corcheas con puntillo y semicorcheas (3, 4, 8, 12, 20). La alternancia de
estas figuras da lugar a numerosas síncopas. En el piano, sin embargo, hay mayor
variedad rítmica, pues, dependiendo del pasaje, predominan unas figuras, como las
semicorcheas (1,2,3,4), las negras, corcheas y negras con puntillo (18,19,20), y la
corchea con puntillo ligada a la semicorchea (44,45,55).
Armonía
La armonía que se presenta en la partitura es muy compleja, con rasgos plenamente
románticos. Como en tantas de las obras románticas, predomina el modo menor frente al
mayor (la tonalidad principal es Sol menor). En este tipo de armonía son fundamentales
el cromatismo, las disonancias, las modulaciones, las inflexiones tonales, y todo ello se
funde con el objetivo de obtener una música más expresiva, exótica e incluso mística,
que lograse quebrar con las reglas del Clasicismo.
El cromatismo se expresa a través del empleo de notas que tienen una relación de
semitono. En gran cantidad de compases podemos observar este proceso: por ejemplo,
en el piano, entre los compases 2 y 3 (paso de mi natural a fa natural), en el compás 7
(La bemol a Sol natural y Do natural a Si natural) y en el compás 8 (Mi a Mib y Fa# a
Sol), y en el violonchelo, entre los compases 10 y 11 y en el compás 16 (Fa a Mi, Mi a
Mib y Mib a Re). Asimismo, el uso de los cromatismos facilita los procesos
modulantes.
La modulación se produce en gran cantidad de compases. Los cambios de tonalidad se
ven con mayor facilidad en los arpegios del piano. Ejemplos de modulaciones
encontramos en los compases 3 y 4 (se modula de Sol menor a Re menor, tonalidad
vecina), entre los compases 43 y 44, en los que se cambia de la tonalidad de Sol menor a
una tonalidad vecina: Mib Mayor. Esta modulación se realiza mediante el empleo de un
acorde pivote o mixto, en este caso el acorde de Mib Mayor, compartido por ambas
tonalidades. El regreso a la tonalidad de Sol menor aparece entre los compases 61 y 62.
También podemos observar diversas inflexiones tonales, como ocurre entre los
compases 58 y 61, y los compases 77 y 80 (se intenta modular a Mib, aunque se
interrumpe el proceso en el segundo acorde del compás 80. Cabe destacar también las
progresiones por terceras, propias de la música romántica.

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