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República Bolivariana de Venezuela.

Universidad de Los Andes.

Facultad de Humanidades y educación.

Escuela de Historia.

Mario Alonso Flores Delgado. C.I. 23 722 072.

Mahatma Gandhi y su filosofía de la historia basada en el Ahimsa.

Hablar de Mohandas Gandhi (1869-1948 d.C.), conocido bajo el título de


Mahatma (alma grande) implica comprender desde múltiples perspectivas (en especial
de las ciencias sociales), el rol de un individuo representativo y que “caracterizó” su
tiempo. Entendiendo dicho tiempo, como la sociedad y cultura de la India en los albores
del siglo XX, y el posterior ocaso del régimen colonial bajo el que la misma estaba
sujeta, el británico, del que Gandhi fue un claro protagonista a la independencia de la
misma.

Pero, de entre las características especiales en el accionar de este personaje, se


encuentra su postura de vida en la “no violencia”, entendida como “ahimsa” en sanscrito
antiguo. Dicha idea, Gandhi la llevaría en praxis a su máxima expresión gran parte de su
vida, y así queda testimoniado no solo en su autobiografía, sino las distintas
perspectivas que en el curso presente nos hemos dedicado a estudiar.

En perspectiva del propio Gandhi, guiándonos de la compilación, escritos


escenciales, del en su momento, secretario privado Nirmal Kumar Bose(pág. 55), este
manejaba una concepción de la filosofía de la Historia, basada en la no violencia. Al
respecto afirma:

Si nos remontamos hasta la época de los primeros documentos históricos y seguimos


el proceso del ser humano hasta nuestros días, descubriremos que ha estado
progresando continuamente hacia la ahimsa. Nuestros antepasados remotos eran
caníbales. Después llegó un momento en que se hastiaron del canibalismo y
empezaron a vivir de la caza. Luego empezó un periodo en que el ser humano se
avergonzó de vivir como cazador itinerante. Entonces desarrollo la agricultura y
comenzó a alimentarse principalmente de lo que producía la madre tierra. Así, dejó
de ser nómada, se hizo sedentario y empezó a llevar una vida civilizada y estable;
fundo las aldeas y ciudades y pasó, de ser miembro de una familia, a ser miembro de
una comunidad y una nación. Estos son signos del progreso de la ahimsa y del
declive de la himsa. Si hubiera sido de otro modo, la especie se habría extinguido ya,
del mismo modo que han desaparecido muchas de las especies inferiores.

Los profetas y avatars han enseñado también, en menos o mayor medida, la lección
de la ahimsa. Ninguno de ellos se ha dedicado a la enseñanza de la himsa. ¿Cómo
podría ser de otra manera? La himsa no necesita ser enseñada- En cuanto animal, el
ser humano es violento, pero en cuanto espíritu, es no violento. En el momento en
que despierta a las insinuaciones del Espíritu que lleva dentro de sí, no puede seguir
siendo violento. O bien avanza hacia la ahimsa o bien se precipita hacia su propia
condenación. Por esta razón, los profetas y avatars han enseñado las lecciones de la
verdad, la armonía, la fraternidad, la justicia, etcétera, que son atributos de la
ahimsa.

No obstante, parece que la violencia persiste, hasta el punto de que hay personas
reflexivas que consideran que es el arma definitiva. Pero como he mostrado, la
historia y la experiencia no les dan la razón.

Si creemos que la humanidad ha progresada constantemente hacia la ahimsa, se


deduce que tiene que progresar hacia ella aún más. Nada en este mundo es estático,
todo se mueve. Si no hay progreso, entonces el retroceso es inevitable. Nadie puede
permanecer fuera del ciclo eterno, excepto Dios mismo.

Harijan, 11 de agosto de 1940.

Tal afirmación en la última década de su vida, es producto de una experiencia y


reflexión minuciosa desde su “despertar” de sentido misión, en sus primeros días en
Sudáfrica, tras haber sido víctima de la discriminación racial. Más allá de si tal
basamento pueda ser discutible desde los círculos académicos más herméticos, la
filosofía practica de Gandhi, basada en la no violencia, en contraparte a la violencia
(himsa), es un paradigma digno de todo reconocimiento posible. Porque la
representación de la misma en su tiempo (y que queda preservada para la historia), es la
perfecta conjugación armoniosa no solo entre las distintas prácticas y religiones
Asiáticas (sean hinduismo, islam, budismo e incluso cristianismo antiguo), sino también
con paradigmas occidentales. Tal es el caso del “control y disciplinamiento” de la
pasiones que Gandhi lleva a cabo, que nos hace remitirnos al recuerdo y legado que el
mismo Platón, en sus múltiples diálogos (como la Republica y el Fedón), trata de
impregnar aun en nuestros días.

Su misma comprensión sobre el movimiento de la vida, es parte de su concepción


“panteísta”, en que Dios no es vislumbrado como una figura de culto ajena a la vida
terrenal, sino como parte onmipresente de toda la vida, representado incluso de forma
relativa en cada uno de nosotros como seres vivientes, en conjugación de lo que Gandhi
menciona sobre la verdad, tanto relativa, como universal.

Al respecto Nelson Mandela, en un artículo preservado para la posteridad en la


revista Times(1999, pág. 2) nos comenta:

Es contrario a Darwin y a su teoría de la supervivencia de los más aptos, al laissez-


faire de Adam Smith y a la tesis de Karl Marx que describe un antagonismo natural
entre capital y trabajo. Ghandi, en cambio, se enfoca en la interdependencia entre las
dos cosas.

Cree en la capacidad del hombre para efectuar cambios y en aplicar la filosofía del
Satyagraha en la lucha contra el opresor, no para destruirlo sino para transformarlo,
para que abandone su opresión y se una a los oprimidos en la búsqueda de la verdad .

Tal reflexión, es una rigurosa comprensión del paradigma de la no violencia, en


contraposición al paradigma contemporáneo (y de alta vigencia en el siglo XIX) del
evolucionismo lineal (que creía Darwin), inspirado paradójicamente en la tradición
cristiana, como en la filosofía de la historia materialista-dialéctica (que creía Marx y se
apoyaba en Adam Smith como referente teórico), de similar corte unilineal y
teleológico.

Su práctica del ashram como unidad política y económica, es algo que en


términos filosóficos para occidente es una ejemplar representación en tanto del ideal
platónico (de las pequeñas polis con alta participación ciudadana), como la
reminiscencia del modo de producción asiático. Donde el campesino es la base
fundamental de actividad económica, y el trueque, el método de compensación y
nivelación de las necesidades básicas a cubrir. Dicha práctica también representa una
refutación, del ideal que todo el mundo puede generar riquezas(como bien menciona
Mandela en el artículo señalado), ya que la riqueza para Gandhi, no es infinita, sino que
tiene finitud, debido a que es originada de la apropiación y transformación de los
recursos naturales, los cuales tienen un límite.

Sin embargo, la concepción y práctica gandhiana, orientada hacia un fin no


violento, no estuvo libre de múltiples vicisitudes. Quizás las más difíciles fueron
aquellas que se presentaron al final de vida y de su primera gran meta: la independencia
del subcontinente Indio. Ya fueran por la postura secularista de Jawarahal Nehru y el
partido del congreso, que a la final se distanciaron del gran ideal conciliador de Gandhi,
como la postura radical y regia del cuasi dictador de la Liga Musulmana, Mohammed
Alí Jinnah(que ni siquiera era practicante de Islam, valga acotar). Son ambas, dos
disyuntivas determinantes e incluso tajantes del proyecto que el Mahatma construyó a lo
largo de su vida. Irónicamente, de este desencuentro acontecido en los albores de la
India independiente, aún perviven como legado negativo en el fraccionamiento de las
diferencias e intolerancias entre la sociedad india e hindú, contra el resto de religiones y
creyentes minoristas. Que decir, de las crecientes tensiones con la vecina república
musulmana de Pakistán, las cuales ya colindan con las amenazas del armamentismo
nuclear.

A manera de conclusión de este ensayo, conviene hoy, más que nunca, estudiar y
rescatar aquellos valores universales que la filosofía y práctica de Gandhi representan,
tales como la tolerancia, el dialogo (sincero y coherente con la acción), el respeto y el
amor. En pro del rescate y contribución de las distintas sociedades, culturas y modos de
pensar individuales, en la convivencia mutua como especie, ante los fantasmas cada día
más inminentes del odio y la intolerancia, que representan la contracara y la “distopia
nuclear”, no solo del ideal gandhiano de la ahimsa, sino también la amenaza más clara,
que nos acercaría a nuestra extinción como especie, llevándonos inclusive, el resto de
vida que hoy habita nuestro planeta tierra.

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