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HENRI LEFEBVRE
23
Presentación de
Ion Martínez Lorea
_g_s
Centro de Investigaciones Sociológicas
Madrid, 2018
Consejo Editorial de la colección Clásicos del Pensamiento Social
DIRECTOR
José Félix Tezanos Tortajada, Presidente del CIS
CONSEJEROS
Antonio Alaminos Chica - Inés Alberdi - Josetxo Beriain Razquin - M.ª Dolores Cáceres
Zapatero - Esther del Campo García - Irene Delgado Sotillos - M.ª Ángeles Durán Heras -
Manuel García Ferrando - Teresa González de la Fe - Julio Iglesias de Ussel - Emilio Lamo
de Espinosa - Ramón Máiz Suárez - M.8 José Mateo Rivas - José Luis Moreno Pestaña -
Benjamín Oltra y Martín de los Santos - Inmaculada Pastor Gosálbez - Alfonso Pérez-Agote
- Ramón Ramos Torre - José Enrique Rodríguez Ibáñez - Carlota Solé y Puig- Eva Sotomayor
Morales - Constanza Tobío Soler - Josep María Valles Casadevall - Fernando Vallespín Oña
SECRETARIA
María del Rosario H. Sánchez Morales, Directora del Departamento de Publicaciones y
Fomento de la Investigación del CIS
Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por
cualquier procedimiento (ya sea gráfico, electrónico, óptico, químico, mecánico, fotocopia,
etc.) y el almacenamiento o transmisión de sus contenidos en soportes magnéticos, sonoros,
visuales o de cualquier otro tipo sin permiso expreso del editor.
NIPO: 788-18-024-0
ISBN: 978-84-7476-767-4
Depósito Legal: M-33958-2018
Fotocomposición e impresión:
Cyan, Proyectos Editoriales, S.A.
Fuencarral, 70. 28004 Madrid
IS
FSC
Esta publicacion cumple los criterios medioambientales en contratación pública
A Mario Gaviria,
inspirador de esta búsqueda
Confiarse a la diferencia absoluta ...
G. F. W. HEGEL, Fenomenología del espíritu
I. La pregunta. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
III. La búsqueda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
V. La filosofía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
. . '
IX . La semantlca
' y la sem10 l ogia ........................... 171
X. La economía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
DE GAVIRIA Y GAVIRIA
Deseo agr adecer a Josetxo Beriain y Cristóbal Torres su i nterés y apuesta por este proyecto
Y al Departam ento de Publicaciones su labor en la edición del texto.
Buen a par te de la i nformación contenida en este primer apartado procede de las conversacio
nes que el autor ha mantenido a lo largo de la última década con Gaviria. La información con
te nid a en él ha sido contrastada con otros protagonistas, así como con las fuentes existentes:
funda menta lmente publicaciones, memorias de proyectos y el archivo personal de Gaviria.
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Poco después de su fallecimiento, la revista Encrucijadas (vol. 15, 2018) ha dedicado a Gaviria
un dosier In memoriam, coordinado por David Prieto Serrano, en el que se recogen diversos
testimonios de personas que compartieron e xperiencias académicas, de activismo y persona
les con él. Acompaña al dosier una completa bibliografía de Gaviria.
Estos estudios se desarrollan tanto en la ciudad de Nancy (en el Centro Univers itario Euro
peo) como en Estrasburgo (en el Instituto de Altos Estudios Europeos).
P R E S E N TAC I Ó N 15
Con rel ación a las referencias bibliográficas, entre paréntesis aparecerá l a fecha de la edición
uti l i zada. Si la fecha fuera distinta a la de l a edición original, esta última aparecerá entre cor
chetes después de la fecha de la edición uti l i zada. Los títulos de las publicaciones aparecen en
castellano si existe traducción, en caso contrario, aparece el título original.
En este libro se reconoce expresamente la preparación de l a antologia por parte de Gaviria.
En el cierre de la introducción comenta Lefebvre: «Es d i fícil e ncontrar términos lo suficiente
mente e fusivos para agradecer a Mario Gaviria su colaboración al escoger, clasificar y revisar
estos textos. En particular, ha tenido la amabilidad de recoger algunos informes de conferen
cias, de las que sólo había escrito el plan, y poner en evidencia las ideas contenidas en ellas.
Por esto, el autor (ego) le debe un reconocimiento sin límites» (1975 [1971]: 18).
Nos apoyamos aquí en el prólogo que Gaviria preparó para l a primera edición de l a versión
castellana publicada por Península de El derecho a la ciudad (1978 [1968]). E xiste una edición
revisada publicada en 2017 por C apitán Swing.
16 I O N M A RT Í N EZ L O R E A
Así lo señalaría en un texto titulado « Pampelune-Pamplona» (que aparecerá en una guía mu
nicipal d e Pamplona di rigida por Gaviria) y en el que rememora cómo en su pueblo, Nava
rrenx, existía un relato que comenzaba con la siguiente frase: « Pamplona, del otro lado de la
luna» (Gavi ria , 1985: 132-133).
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los años) y una avidez por ponerlas, sin saber muy bien cómo, en práctica.
En un texto fundamentalmente autobiográfico y con sus preceptivas dosis
de humor, Gaviria lo explicaba así:
Yo llego de Francia con el título de sociólogo, que no sabía para qué me servía
[...]. Entonces, como soy hiperactivo, decidí hacer unos artículos en el Heral
do de Aragón. Fueron tres series de cinco articulas sobre Zaragoza y su futu
ro. Eran los artículos de un novato que intuía algo pero que no sabía mucho
y estaba viendo si servía para algo lo que yo hacía (Gaviria, 2014: 350).
Esos artículos son leídos por Pedro Bidagor, entonces director general
de Urbanismo, quien propone a Gaviria el análisis sociológico de diez o
quince grandes ciudades españolas.
Junto a Terán y Alonso Velasco, Gaviria participará en disti ntos proyectos como el «Concurso
Nacional de Ideas para la Urbanización de un barrio de viviendas: ordenación del Polígono
Canaletas» (en 1966) o el «Proyecto de Centro direccional. Sandanyola, Barcelona» (en 1969).
El carácter de «iniciador» de la sociología urbana en España es señalado por Jesús Leal y Anna
Alabart en el capítulo « Sociología urbana» editado dentro del volumen titulado La Sociología
en España, editado por el CIS en 2007. En el 1 Encuentro I ntercongresual del Comité de So
ci ol ogía Urbana de la Federación Española de Sociología celebrado en noviembre de 2017 en
Mad rid, Jesús Leal, que fue quien realizó la conferencia inaugural, insistió en la condición de
pio nero de Mario Gaviria de esta disciplina en España.
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Hay que señalar que e l trabajo sobre La Concepción se encarga en 1966 desde el propio
M i n isterio de la Vivienda, en el que Gavi ria trabajaba entonces, mie ntras que el trabajo
sobre el Gran San Bias se real i z a desde el C u rso de Sociología Urbana, 1966-1967, dirigi
do por Gaviria en el marco del Centro de Enseñanza e I nvestigación Sociedad Anónima
(C E I SA), que l i deró José Vida ] Beneyto (véase Vida] Beneyto, 2007; Á lvarez-Uría y Vare la,
2000).
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detalles como el lugar donde localizar las sedes desde donde esperaba diri
gir la investigación: una en las islas Canarias y otra en las islas Baleares. Sin
embargo, por casualidad, en el Seminario del IEAL coincide con el secreta
rio del Ayuntamiento de Benidorm, quien acaba convenciéndolo para esta
blecer la base de operaciones en la ciudad alicantina. Es en 1972 cuando
Gaviria se traslada allí y se instala en la calle Santa Rita con su equipo del
seminario y otros miembros que fueron incorporándose, hasta contar con
cerca de cuarenta personas implicadas en el proyecto. Pasarán en Benidorm
los cuatro siguientes años vinculados a la beca de la Fundación Juan March.
Después, otros dos años más, contratados por el Ayuntamiento para reali
zar el prediagnóstico del Plan General de Ordenación Urbana.
Las premisas de la investigación financiada por la Juan March se apo
yan explícitamente en los postulados de Lefebvre (quien por otra parte se
convertirá en asesor del proyecto): las preguntas que van a guiar la inves
tigación son cómo se produce y cómo se consume el espacio del ocio y del
turístico (Gaviria, 1971; Gaviria, 1974; Gaviria, 1977). En este sentido, la
arquitectura y el urbanismo turísticos ejemplifican para Gaviria las máxi
mas contradicciones de la sociedad de consumo donde se sitúa, por un
lado, el uso necesario del tiempo libre conquistado (no alienado, dirá Ga
viria) y, por otro, la generación de un espacio profundamente mercantili
zado. La existencia de un espacio urbano del ocio y del turismo no es nin
guna novedad histórica, pero sí lo era la intensificación y la especialización
territorial que se estaba produciendo en España como destino vacacional
preferente de la Europa rica. Esto es algo que empieza a detectar Gaviria
y que considera crucial estudiar y también planificar.
En esta línea de trabajo, Gaviria se empeña en poner de manifiesto las
contradicciones presentes en la arquitectura y el urbanismo del ocio y del
turismo. Así, aunque hace hincapié en la existencia de un espacio frag
mentado, depredado medioambientalmente, colonizado y privatizado,
escenario de la producción y reproducción social, cultural y económica
capitalista, pone también énfasis en la existencia a un espacio del ocio
como un ámbito para el disfrute. Por tanto, además de considerar funda
mental controlar y planificar el urbanismo tal como se estaba dando, así
como la necesidad de que tanto los habitantes como los trabaj adores de
los espacios turísticos formen parte de la toma de decisiones y del reparto
de los grandes beneficios que se estaban generando, Gaviria incidía en la
rei vind icación del derecho al disfrute, a la búsqueda de placer, aquí y aho
ra, en el marco tanto de una gran metrópolis, con un valor histórico y cul
tu ral incuestionable como París, en una ciudad histórica como Florencia,
e n un m edio natural como un parque nacional o en la playa urbana de una
c iu d ad tur ística nueva como Benidorm donde, gracias a la alta densidad
Y a la m ezcla de usos, la gente puede disfrutar del encuentro, de la compa
ñí a, de la visión y del contacto de los cuerpos al descubierto, del sol y del
mar, de la música en los bares y cafés o de la comida y la bebida de los
c h ir ingu itos.
22 I O N M A R T I N EZ L O R E A
Stanek ha sido el responsable de una cuidada edición para la versión inglesa de este trabajo
(Lefebvre, 2014; Stanek, 2014).
Como es sabido, la particularidad que atribuye Hobsbawm a este siglo xx corto es que abarca
desde el comien zo de la Primera Guerra Mundial hasta la desintegración de la Unión Sovi ética.
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Como recuerda el historiador británico Perry Anderson, existe una coincidencia en los oríge
nes sociales (medios y medios altos) de los principales pensadores del marxismo occidental:
«Lukács era hijo de un banquero; Benjamin, de un marchante; Adorno, de un comerciantes
de vinos; Horkeimer, de un fabricantes textil ; Della Volpe, de un terrateniente ; Sartre, de un
oficial de la Marina; Korsch y Althusser, de directores de banco; Colletti, de un empleado
bancario; Lefebvre, de un burócrata, y Goldman, de un abogado. Solamente Gramsci se crió en
u nas condiciones de verdadera pobre za» (Anderson, 2012 [1976] : 37).
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contestar que había leíd o y que apro baba a Nietzsche, porque esto me
planteaba dificultades respecto al problema de Dios, en fin, con Dios como
Problema [...]. Mostrándome sobre su mesa una mala traducción de la Ló
gica de Hegel hecha por Vera, pronunció despectivamente una frase del
estilo de: «¿Es que no ha leído ni esto?». Unos días más después comenza
ba la lectura de Hegel que me condujo a Marx (1976 [1975]: 47).
P R E S E N TA C I Ó N 25
'"
Recordemos que Lefebvre tendrá seis hijos: Jean-Pierre, Joel, Roland, Janine, Olivier y, fi nal
mente. Armelle.
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César, es decir, una lealtad política combinada con una labor intelectual lo
suficientemente disociada de los problemas centrales de la estrategia re
volucionaria como para escapar al control o la censura directos. Los prin
cipales escritos de Lefebvre de los años treinta fueron sobre todo de carác
ter filosófico, con un nivel de abstracción que le permitía mantenerse
dentro de los límites de la disciplina del partido. La publicación de su obra
más importante, El materialismo dialéctico, retrasada durante tres años
después de su conclusión, fue recibida con recelos oficialmente; por su
tono y sus preocupaciones, se la puede situar entre la obra anterior de
Lukács, de carácter directo, con sus apelaciones explícitas a la «historia»,
y la obra contemporánea de Horkheimer, de carácter evasivo, con sus ape
laciones cada vez más escurridizas a la «teoría crítica». Lefebvre, aunque
leído por Benjamín (con quien compartía la simpatía por el surrealismo)
en París, permaneció internacionalmente aislado a fines de los años trein
ta; dentro de Francia, su caso era único (Anderson, 2012 [1976]: 50)17•
Además de Anderson, otros autores han abordado desde perspectivas y rigores diferentes este
tipo de posturas de los intelectuales particularmente en el ámbito francés. Es el caso de M i
c h e l Winock ( 2 0 1 0 [1997]); Pascal O r y y Jean-Fran �ois Sirinelli (2007 [2002]); Herbert Lott
man (1982 [1981]) o Tony Judt (1992).
P R E S E N T A C I ÓN 27
Durante toda esa década [de 1940] y hasta la trágica ruptura de su matri
monio, mi base parisina sería el piso más bien sencillo de clase trabajadora
que Henri Raymond y la encantadora Heléne Berghauer tenían en el Bou
levard Kellerman [ ... ] . El piso compensaba la austeridad del mobiliario con
el chispeante humor de Heléne y con un espectacular tapiz de Lurc;at que
más tarde sería vendido en un momento de penuria económica. Como la
amistad de Henri con el novelista libertino Roger Vailland y el filósofo y
sociólogo marxista Henri Lefebvre, el tapiz era una reliquia de la Resisten
cia, en la que había ingresado siendo muy joven. (Fue con el fin de que me
presentaran a Lefebvre por lo que cierta joven, a la que había conocido en
un congreso, también con un pasado en la Resistencia, me llevó al piso de
los Raymond) (Hobsbawm, 2003 [2002] : 301).
-en su caso referido a la década de 1930-, entre los años 1947 y 1955 Lefe
bvre publica una serie de trabajos de divulgación de grandes autores fran
ceses de la literatura en lo que en apariencia es una nueva vía que se aleja de
los cuestionamientos de índole filosófica y política que tanto incomodan al
partido. Escribe así sobre Descartes (1947), Pascal (1949 y 1954), Musset
(1955), Rabelais (1955) y Pignon (1956). Sin embargo, estos trabajos no son
meros «divertimentos» ni ejercicios de simplificación, sino que sirven al
autor para confeccionar una suerte de mapa de los sustratos de la cultura y
el pensamiento burgueses, con el objeto de aprehender mejor la realidad
social, política y cultural de Francia.
Por otro lado, Lefebvre también se convierte en divulgador del pensa
miento marxista, en una labor que podría pensarse facilitaría su situación
dentro del partido pero que acabaría por reforzar su disidencia interna
hasta hacerla insoportable. Las acusaciones de revisionista, reformista y
burgués irán acompañando la publicación de unos textos que evidencia
ban y cuestionaban la ortodoxia estaliniana y estructuralista (que separa
ban al joven Marx del Marx maduro, al Marx «hegeliano» del Marx «ma
terialista») asumida por el partido. Su objetivo no era otro que ofrecer un
pensamiento marxista vivo, en movimiento, insistiendo en el método dia
léctico, alejado pues de clausuras dogmáticas. Todavía dentro del partido
(aunque estuvo suspendido de militancia desde 1953) publicará los si
guientes textos (algunos ya mencionados): Le matérialisme dialectique
(1974 [1939]); Marx et la liberté (1947); El marxismo (1985 [1948]); Pour
connaitre la pensée de Karl Marx (1977 [1948]); Pour connaitre la pensé de
Lenin (1977 [1957]); Problemes actuels du marxisme (1970 [1958]). Ya fuera
definitivamente del partido publicará: Marx (1977 [1964]); Sociología de
Marx (1969 [1966]); El pensamiento marxista y la ciudad (1973 [1972]) y De
l'E tat II. Théorie marxiste de l 'E tat de Hegel a Mao (1976).
Retornando a su experiencia vital, en 1947 se produce su vuelta al
campo educativo, nuevamente como profesor de Filosofía en el Lycée de
Toulouse. Justo un año después, en 1948, accede al Centre National de la
Recherche Scientifique (CNRS) gracias al apoyo de Goerge Gurvitch, a
quien sustituiría, como se ha apuntado antes, en Estrasburgo. En este mo
mento, Lefebvre centra su trabajo en el ámbito de la sociología rural, estu
diando la política agraria y las reformas que en este campo se han produ
cido en la URSS. Señala la cuestión agraria como problema central no
abordado para muchos países y, por ende, considera que debe hacerse un
análisis serio y no dogmático desde la perspectiva marxista. Durante tres
años prepara un «tratado de sociología rural», que se perderá debido al
robo del vehículo donde se encontraba el material destinado al mismo. A
pesar de ello, su ritmo de producción no se detiene, como atestigua la pu
blicación también en 1947 del que será el primer volumen de su trilogía
Critique de la vie quotidienne (2001 [1947]) .
Respecto a los trabajos de temática rural, al margen de la posterior
versión de su tesis doctoral en forma de libro (La vallée de Campan - Étude
P R E S E N TAC IÓN 31
UN PUNTO DE INFLEXIÓN
Basta con revisar los primeros números de la publicación Internationale Situationnsite para
confirmar las reiteradas referencias a Lefebvre. Entre ellas. la cita de La Somme et le reste
que rescata Debord para explicar su «Teoría de los momentos y construcción de situaciones»:
«Esta intervención se reflejaría en el plano de la vida cotidiana en una mejor repartición de
sus elementos y de sus instantes en los "momentos", de forma que intensifique el rendimiento
vital de la cotidianidad, su capacidad de comu nicación, de información, y también y sobre
to do de goce de la vida natural y social. La teoría de los momentos no se sitúa por tanto fuera
de lo cotidiano, sino que se articulará con él uniéndose a su crítica para introducir en ella la
ri q ueza que le falta. Tendrá así que pasar a u na forma nueva de goce particular, unido al total
e n el seno de lo cotidiano, las viejas oposiciones de la ligere za y la pesadez, de lo serio y de la
au se ncia de lo serio» (He nri Lefebvre, La Somme et le Reste). En Internationa/e Situationnsite,
n. º 4, junio de 1960.
34 I O N MARTÍNEZ LOREA
1'
La Revue franfaise de sociologie dedicó su número 9-2 de 1968 a los trabajos de investigación
del !SU. El prefacio de Lefebvre al L'habitat pavillonnaire (Raymond et al., 1967 (2001]) es de
hecho uno de los textos más destacados recogidos en De lo rural a lo urbano (1975 [1970]).
'º
No será este el último destino universitario de Lefebvre, pues a comienzos de la década de
1970 impartirá docencia en Arquitectura dentro de la Escuela Nacional de Bellas Artes.
P R E S E N TAC IÓN 35
El caso de David Harvey supone una excepción temporal pues se nutre de los textos de Lefe
bvre antes que otros autores y hace referencia a los mismos de un modo más temprano. Véase
Ciudades rebeldes. Del derecho a la ciudad a la revolución urbana, Madrid, Akal (2013 [2012]).
l.'
Valgan de ejemplo las traducciones y reediciones que se están realizando (La producción del
espacio en 2013 y El derecho a la ciudad en 2017, ambas en la editorial Capitán Swing), así
como otras i nteresantes publicaciones monográficas a un lado y a otro del Atlántico: la revis
ta Veredas (Universidad Autónoma Metropol itana de México) dedica a Lefebvre un dosier
coordi nado por Daniel H iernaux-Nicolas e n su número 8 de 2004; la revista Urban (Univer
sidad Politécnica de Madrid) dedica también al autor francés su número 2 (nueva serie) de
2011-2012, coordinado por Á lvaro Sevilla Buitrago; desde l a Pontificia U niversidad C atólica
de Chile, Carlos A. de Mattos y Felipe Link coord i na n e n 2015 el ejemplar titulado Lefebvre
revisitado: capitalismo, vida cotidiana y el derecho a la ciudad; fi nalmente, desde la U niversi
dad Alberto Hurtado también de Chile, Fuente: Ivo Gasic, Angelo Narváez y Rodolfo Quiroz
coordinan igualmente en 2015 Reapropiaciones de Henri Lefebvre: Crítica, Espacio y Sociedad
Urbana. Han sido también numerosos los seminarios, jornadas y encuentros dedicados parti
cularmente a la re lectura de El derecho a la ciudad, coincidiendo con el c i ncuenta a niversario
de su publicación origi nal e n 1968.
40 I O N M A R T f N EZ L O R E A
La propuesta
Hay que subrayar que Gaviria en todo momento está pensando en un urbanismo compacto y
denso que fomente la mezcla de usos, con el menor impacto posible sobre el territorio (asu
miendo u n impacto visual que para él tendría sobre todo una dimensión subjetiva), exigiendo
los menores y más eficientes consumos de recursos. Igualmente, destaca la importancia de los
hoteles (con uso mucho más intenso) frente a los apartamentos particulares (util i zados en las
mejores épocas dos meses al año) .
P R E S E NTAC IÓN 43
Dirá Gaviria que los nuevos espacios del ocio y del turismo son cierta
m ente lugares especializados, artificialmente confeccionados para incidir
en una dimensión aislada de la vida social, donde se busca deliberada
mente la obtención del placer, pero que, sin embargo, tienen la capacidad
de atraer a los visitantes debido a la confluencia de las características di
fícilmente replicables de su medio natural y social y ausentes, nunca me
jor dicho, en otras latitudes. Muchas de estas ciudades son descritas por él
como la apoteosis de la «fiesta dionisíaca», con un bello entorno natural,
gran número de horas de sol, agradable temperatura de sus aguas, abun
dancia de alcohol y estimulantes y facilidades para las aventuras eróticas
(Gaviria, 1971).
Sin embargo, asume que del mismo modo que el sector turístico no
puede concebirse al margen de las dinámicas económicas globales ni, por
tanto, de las propias dinámicas económicas de un Estado, el urbanismo
del ocio tampoco puede ser abordado sin tener en cuenta el conjunto del
desarrollo urbano y urbanístico de una sociedad concreta. De hecho -y
aunque esto se produzca desde un análisis, como casi siempre en Gaviria,
netamente optimista, cuando no eufórico-, piensa que el espacio del
ocio, como especialización de la búsqueda de placer, sirve en parte como
laboratorio desde el cual pensar y éjecutar otro urbanismo para el conjun
to de las ciudades. En términos claramente lefebvrianos, evocando a He
gel, apuntará:
Es Nicole Beaurain quien trascribirá el texto manuscrito de Lefebvre a máquina. C abe desta
car, igualmente, que fue ella quien propuso el famoso título al l ibro El derecho a la ciudad. Asi
mismo, formaría parte del entorno de jóvenes que fundaría la Internacional Situacionista en
Estrasburgo y París. Además de traductora y editora, durante años fue directora de la revista
L'Homme et la Société.
46 I O N M A R T i N EZ L O R E A
rechazo del texto por parte de Gaviria con su carácter impugnatorio fren
te ese tipo de espacios del ocio y del turismo en los que él quería ahondar
y que para el autor francés ejemplificaban una de las grandes contradic
ciones de la sociedad capitalista. Cierto es que, como se ha dicho, Lefeb
vre no cuestionaba en ningún caso la búsqueda y generación del placer
sino el marco en el que estas se producían así como la profundidad y al
cance de las mismas. En el fondo, Lefebvre no hace sino mantenerse fiel a
una línea de trabajo abierta durante la década anterior y que concluiría al
año siguiente, en 197426• Nos encontramos pues con una pieza nueva de un
proyecto común, el que tiene que ver con la reflexión sobre la producción
del espacio en la sociedad moderna: sobre la crítica a la planificación ur
banística y a la mercantilización del espacio que se está practicando en
ese momento y sobre las posibilidades que se abren (toma de decisiones,
autogestión, creatividad, uso y disfrute) al asumir el espacio como una
dimensión viva (vivida) y consustancialmente conflictiva.
La apuesta
Situando pues el presente libro, diremos que para entender de dónde par
te hay que ir más allá de la estricta solicitud realizada por Gaviria. Por lo
que debe enmarcarse en su indagación sobre la teoría del espacio. Recor
demos que Lefebvre, llegada la década de 1960, comienza a centrar sus
análisis sobre las problemáticas de la sociedad moderna no ya en los fenó
menos rurales ni en el proceso de industrialización, tampoco en la hege
mónica dimensión temporal que había dominado la reflexión filosófica,
sino en el proceso de urbanización y, por tanto, en las peculiaridades de la
dimensión espacial. La ciudad se convierte en el gran laboratorio social de
la época. Experimentando un proceso de degradación en su centro urba
no y de expansión en sus periferias se le está sustrayendo cualquier carac
terística elemental de la vida urbana. La ciudad como valor de uso desapa
rece y se impone la configuración de un espacio urbano como mercancía
(valor de cambio), que se explica sobre todo cuando apuntamos al ámbito
inmobiliario. Dicho sector viene a superar las debilidades que en ese mo
mento estaba mostrando el sector industrial. Cuando los circuitos econó
micos convencionales se repliegan, dirá Lefebvre, el capital se precipita a
la producción de espacio (espacio como instrumento del capitalismo). La
mercantilización de la vivienda contribuye a un empobrecimiento de la
vida social, una sustitución del habitar en tanto que experiencia de la vida
urbana, apropiación espacial, por un hábitat en tanto que prescripción
arquitectónica y urbanística de una forma a la que deberán adaptarse las
prácticas de los habitantes y usuarios de la ciudad. De este modo, denun
ciará Lefebvre, asistimos a una reducción del espacio vivido a un conjunto
" Aunque ciertamente podemos encontrar en textos posteriores como De /'Etat una conexión
con estos trabajos del periodo urbano.
P R E S E NTACIÓN 47
27
En otro lugar (Martínez Lorea, 2013) hemos p lanteado con mayor detenimiento la relación
entre el espacio percibido, concebido y vivido, propuesto por Lefebvre de una forma más de
sarrollada en La producción del espacio (2013 [1974]), para e xplicar las dinámicas restrictivas
y las posibilidades liberadora s del espacio.
48 I O N M A RT I N EZ L O R E A
formas y normas preestablecidas, que se hacen pasar por las únicas posi
bles e incluso por necesarias y deseables, para experimentar (o generar la
ilusión de que así se experimenta) placer.
En este sentido, este libro es una búsqueda. Podemos decir que Lefeb
vre nos ha entregado un cuaderno de viaje. Un conjunto de anotaciones
ace rca de una búsqueda, aquella que le propusiera Gaviria, pero que él
decidió emprender a través de un camino distinto (no marcado, no señala
do), sinuoso, por medio de distintas disciplinas. Confirma esta sensación la
propia estructura del texto, dividido en capítulos/etapas y subdividido
por puntos que recogen las indagaciones realizadas en forma de impulsos,
de tramos realizados con más o menos energía, con mayor o menos fasci
nación. C ada etapa una disciplina, cada disciplina una averiguación, un
escrutinio, muchas veces frustrante y, al final de la etapa, casi frustrado
en su totalidad. O eso pareciera. Lefebvre reconoce la importancia de la
arquitectura, como también de la economía, la filosofía o la historia, pero
sobre todo subraya sus limitaciones, su condición de ciencias especiali
zadas que actuando en solitario, por separado, no hacen sino ejercer
como legitimadores de unos mecanismos de producción del espacio que
refuerzan las desigualdades sociales. Sin embargo, esa frustración se tor
na en esperanza (que no espera) cuando al leer las notas que dej a el autor
de su búsqueda/recorrido por aquello que él detecta que no es ni la arqui
tectura ni el espacio del placer ofrece las pistas para localizar; a modo de
negativo fotográfico, las grietas, los resquicios desde los que generar un
espacio del placer (utopía negativa). La búsqueda del espacio del placer,
como parte de la problem ática del espacio planteada por el autor, subraya
la centralidad de los usuarios del espacio y de su derecho a autoorgani
zarse, a autogestionarse, a decidir sobre el espacio que desean generar
(como utopía concreta) pero también a cómo desean disfrutarlo (como
creación, como obra).
Antes de continuar, inevitablemente debemos referirnos al término
placer utilizado en este trabajo. Cuando Gaviria recibió el texto entregado
por Lefebvre, se encontró con un cambio muy evidente. Si la propuesta
inicial hablaba de la arquitectura y el espacio del placer (plaisir), Lefebvre
tituló su manuscrito Vers une architecture de lajouissance, lo cual traduci
do literalmente sería Hacia una arquitectura del goce o Hacia una arquitec
tura del disfrute. En este caso, en la traducción castellana se ha optado por
e l uso generalizado del término placer sin pretender con ello un retorno a
la fórmula planteada por Gaviria. El motivo no es otro que el mejor ajuste
a la amplitud de la idea que propone Lefebvre abarcando lo material, lo
sensorial-sensual y lo simbólico, renunciando así a los términos goce o
disfrute por considerarlos más restrictivos y limitados en castellano. En
todo caso, la traducción ha mantenido la máxima coherencia en el uso de
los términos, resp etando siempre el sentido del texto desde la mayor fide
l i dad posible a la literalidad del original francés. Esto no supone la renun
cia a términos como alegría, gozo o disfrute que, como se comprobará, son
so I O N M A R T Í N EZ L O R E A
'" Recordemos que Lefebvre tiene precisamente un texto publicado en 1975 donde realiza su
propia lectura de estos autores: Hegel, Marx, Nietzsche (2010 [1975]). Este libro en la edición
original tiene el significativo título de Hegel, Marx, Nietzsche. O el reino de las sombras.
52 I O N MARTÍNEZ LOREA
BIBLIOGRAFÍA
Gaviria, Mario (dir.) (1977). Benidorm. Ciudad nueva. Madrid: Editorial Nacional.
Gaviria, Mario (dir.) (1985). Guía de Pamplona-Iruña. Pamplona: Ayuntamiento de
Pamplona.
54 I O N M A RT f N EZ L O R E A
La pre gun ta
La edición de este l ibro es el resultado de l a traducción del manuscrito redactado por Henri
Lefebvre durante el año 1973. Salvo contadas excepciones (hechas con el fin de clarificar la
lectura del texto), se ha mantenido el estilo tipográfico y los signos de puntuación tal como los
plasmó Lefebvre de un modo no siempre sistemático en su manuscrito.
'* Las notas a pie de página pertenecen a la labor de edición y traducción realizadas para esta edi
ción, salvo aquellas que Lefebvre indicó en el manuscrito, l as cuales aparecerán entre corchetes.
60 HENRI LEFEBVRE
Octavio Paz, Conju nciones y disyunciones, Barcelona, Seix Barral, 1991 [1969], pp. 73-75.
64 H E N R J LEFEBVRE
Martin Heidegger, «El origen de la obra de arte» (1935-36), en Martin Heidegger, Cam in os
de bosque, Madrid, Alianza, 2003 [1950], pp. 29-30. Edición y traducción de Helena Cortés y
Arturo Leyte.
L A P R E G U N TA 65
En inglés en el original.
LA P REGUNTA 67
En i nglés en el original.
[ Los bonzos, filósofos y teólogos budistas (zen o no) a los que traté de preguntar no respondie
ro n a mis preguntas, que fueron incompren didas o desdeñadas] .
68 HENRI LEFEBVRE
no por ello están menos presentes o presentados. El arte (un cierto arte)
consiste en una elección de tales «significantes», suponiendo que la dis
tinción significante-significado sea aquí pertinente y plenamente escla
recedora. La pobreza de lo percibido solo es aparente y se reduce a una
pobreza de lo concebido, sugestiva (incitadora) de una extrema diversi
dad de presencias (no representaciones). Esbozos estos de un análisis
que después utilizaremos.
Octavio Paz, El laberinto de la soledad. Postdata. Vuelta al laberinto de la soledad, México D. F.,
Fondo de Cultura Económica, 1993, pp. 295-296.
L A P R E G U NTA 69
[Véase G. R. Hocke, Labyrinthe de /'art fantastique: Le maniérisme dans /'art européen, París,
Denoel, 1967; y Claude Arthaud, Les Palais du reve, Grenoble, Arthaud, 1970) . Edición en cas
tellano: G. R. Hocke, El m undo como laberinto. El manierismo en el arte europeo, Madrid, Gua
darrama, 1961. Traducción de José Rey Aneiros.
Ludovico Ariosto, Orlando furioso, Madrid, Espasa, 2000 [1532]. Traducción de José Marí
M icó.
En el manuscrito, Lefebvre escribe C arlos III de Sicilia pero eso no sería correcto. Se refiere
a Carlos 1 1 1 de España o el título que tenía previ amente que era Carlos V, rey de Nápoles y las
dos Sicilias, lo cual sería lo más conveniente pues la referencia aquí tiene que ver con un grupo
es cultórico del palacio de Caserta.
70 HENRI LEFEBVRE
'º
Véase Stendhal, Oeuvres comlpetes, vol. 5 (181 J-1823), Paris, Le Divan, 1937, p. 63.
LA P R E G U N TA 71
Sir Henry Wotton (1568-1639), poeta y diplomático inglés. Alcanzó cierta posición en la Corte
durante el reinado de Isabel 1 , pero a la ca ida del conde de Essex, de quien era secretario, tuvo
que exili arse en Florencia. Sirvió como diplomático en La Haya, Viena y Venecia. Además de
escribir poesía, se ocupó de traducir al inglés Los elementos de Arquitectura, de Vitrubio.
L A P R E G U NTA 73
Premios creados en el siglo XVII por el Estado francés, bajo el reinado de Luis x1v, con el fin de
que los ganadores realizaran una estancia de varios años en la Academia de Francia en Roma.
Se otorgaron en su fo rm a to original hasta finales de la década de 1960 en distintos campos
artísticos, entre ellos, l a arquitectura.
76 HENRI LEFEBVRE
El alcance de la pregunta
En esta ocasión, como en otras anteriores, el autor, a l utilizar el término «Gai Savoir» juega
con el sign ificado en francés («alegre saber») y el título de uno de los libros más importantes
de Nietzsche, Die frohliche Wissenschaft, de 1882. Edición en castellano: La gaya ciencia, Ma
drid, Tecnos, 2016. Traducción de Juan Luis Yerma!.
[Aforismo 240, sobre la casa que el poeta, caso de construirse una, querría levantar, y aforismo
291 sobre Génova], ambos en Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, Madrid, Akal, 2001 (1882],
pp. 195, 213-14. Traducción de Charo Crego y Ger Groot, [Asimismo, sobre l a arquitectura
generalizada, arquitectura de los conceptos y arquitectura de l a sociedad], véase Friedrich
Nietzsche, El libro de/filósofo, Madrid, Taurus, 2000 (1875]. Traducción de Ambrosio Berasaín
Villanueva.
Aforismo 374, en Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, op. cit. , pp. 302-303.
Aforismo 334, en Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, op. cit. , pp. 240-241.
84 H E N R I L E F E BV R E
La cita de Dostoievski proviene de Los hermanos Karamazov, Madrid, Alianza, 2011 [1880] .
Traducción de Augusto Vidal Roget. L a cita de Nietzsche procede de La gaya ciencia, op. cit.
E L A L C A N C E DE LA P R E G U N TA 85
La búsqueda
Véase L. Carroll, Alicia en el país de las maravillas, Madrid, Alianza, 2010 [1865] . Traducción
de Jaime de Ojeda.
Véase Johann Wolfgang von Goethe, Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, Madrid, Cá
tedra, 2000 [1795] . Traducción de M iguel Salmerón.
Alusión a la expresión de Stendhal «La beauté c'est la promesse de bonheur>> («la belleza es la
promesa de la felici dad»). Véase Stendhal, Del amor, Madrid, Alianza, 2011 [1822]. Traducción
de Cnnsuelo Berges.
88 HENRI LEFEBVRE
pa rcelario, gestos que influyen fuera del trabajo y que modelan el cuerpo
y la vida cotidiana. Otros, hasta en la «élite», han quedado atrapados por
la s imágenes, el narcisismo y la abstracción. El espacio social abstracto
incluye esta paradoj a (diabólica) que pasa desapercibida. Es a la vez
homogéneo, en tanto que se somete a normas y obligaciones generales
(el poder político, la dominación económica del dinero), y fragmentado
(dividido en parcelas, en partes, en lotes, en migajas).
La reducción del cuerpo ha seguido a la del «sentido» (valores religio
so y otros). Los órganos han seguido al espacio y el deterioro de este ha
determinado la degradación de aquellos. Reducción y destrucción de lo
vivido por un saber, por un espacio de cosas-signo, sustitución de un re
manente de significaciones (de significantes) por los significados del
cuerpo, suplantación de lo natural por las palabras (la cultura), he aquí la
escena. ¿Qué ofrece al «habitar» una casa moderna? Ninguna referencia
para el cuerpo. Los mismos niños, cuando se les reserva un espacio lúdi
co, no encuentran ni aportan apenas nada más que los juguetes-signo:
fusiles y pistolas en miniatura, escalas, tiovivos. Un objeto más concreto,
un montón de arena, parece una maravilla (y en la periferia lo es tanto
como en un templo budista en Kioto).
No, imposible volver a ese cuerpo-naturaleza, a ese espacio-naturale
za, a esa educación natural con los seres vivos y naturales en la naturaleza.
N o se trata de volver a la naturaleza, a lo original y espontáneo que se
alejan irremediablemente. La tesis de que un estado de gracia, que sería
el estado de naturaleza, podría ser recuperado por los humanos es propia
de una crítica humanista ingenua. Pero el cuerpo está ahí: el mío, el tuyo,
el nuestro. Una especie de pedagogía del cuerpo, de sus ritmos, una espe
cie de enseñanza vendrá a rellenar las enormes lagunas. ¡ Pero qué pala
bras tan feas: pedagogía, enseñanza, rellenar! Claro está que uno no se
apropia del cuerpo con discursos y las referencias al lenguaje caen por su
propio peso en un momento dado. Hace falta una práctica que se dirij a a
la experiencia vital para llevarla al nivel de lo percibido. ¿Cómo reeducar
los cuerpos en el espacio? El deporte ciertamente no basta (aunque el
cuerpo de un portero de fútbol se apropie admirablemente de su espacio
Y se adecúe a él perfectamente), ni las enseñanzas bautizadas como «ex
presión corporal», «aprendizaje mímico»; son solo testimonios de una
exigencia, de una llamada.
Si el espacio-naturaleza ya no puede tener su papel, que el espacio
restringido lo supla, haciendo uso del conocimiento.
4. Por razones que ignoro, siempre he tenido una noción muy viva de mi
cuerpo. Más viva que la gran mayoría de la gente a la que he preguntado.
I nspirada por una especie de sabiduría que bien habría que llamar instin
t iva u orgánica. Mi cuerpo sabe lo que quiere, lo que necesita (incluso en
am or, aunque a quí las cau sas de perturbación se amontonan, y se podrían
d enominar alie nantes) . Sé q ué líneas no hay que traspasar en el trabaj o
90 H E N R I L E F E BV R E
Véase Karl Marx, Manuscritos: economía y filosofia, Madrid, Alianza, 1980 (1932]. Traducción
de Francisco Rubio L lorente.
Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, op. cit.
LA B Ú S Q U E D A 91
El pico del Teide en Tenerife está hecho de los destellos del pequeño
puñal de juguete que las bellas mujeres de Toledo guardan en su pecho
día y noche7.
Cuando lanzado en la espiral de la concha de la isla, sólo se dominan
sus tres o cuatro primeras curvas, parece que se hiende en dos, de manera
que ofrece una mitad levantada y la otra oscilando acompasadamente so
bre el plato cegador de la mar. Aquí está, en el corto intervalo de sucesión
de las magníficas hidras lechosas, las últimas casas agrupadas al sol, con
sus fachadas revocadas de colores inusuales en Europa, como una jugada
de cartas con los dorsos maravillosamente dispares y bañados, sin embargo,
André Breton, El amor loco, Madrid, Alianza, 2000 [1937] , pp. 51-52. Traducción de Juan Mal
partida.
Ibídem, p. 79.
92 HENRI LEFEBVRE
saber con letras de fuego, con las letras del deseo. Esta declaración se
acerca demasiado, en mi opinión, al ej ercicio puramente visual de la fa
cultad llamada en cierta ocasión «paranoica» (lo que me molesta no es lo
visual sino lo paranoico). «El deseo, único resorte del mundo, el deseo
único rigor que el hombre ha de conocer, ¿dónde podré adorarlo mejor
que en el interior de una nube?»13• «No se acabará j amás con la sensación.
Todos los sistemas racionalistas resultarán un día indefendibles en la
medida en que tratan, si no de reducirla al extremo, al menos de no con
siderarla en sus supuestos excesos»14•
Sí, pero ¿qué sensación?, ¿qué excesos? ¿La imagen es traicionada por
lo sensible? Una tesis muy generalizada, breve pero intensamente expre
sada por Marx, declara que todas las formas sociales que han triunfado
en la vida (la sociedad) civil han sido primero experimentadas en la vida
militar. El trabajo asalariado obtuvo sus primeros éxitos, si puede decirse
así, en el ejército. Y también, el gran comercio. De forma natural, el gue
rrero tiene un sentido de su cuerpo tanto como del cuerpo del enemigo y
del espacio circundante. Sobre todo cuando se bate a espada, sable o pu
ñal. Lamentablemente es difícil referirse a esta rica experiencia del espa
cio, quizá demasiado especializada y reservada, sobre todo en Occidente.
En Oriente, no se excluye que la práctica del cuerpo deba mucho a las
«artes marciales». Pero no abordaré esta cuestión.
Tengo mi guía ante mí en la mesa, y la leo como se lee una guía azul15
antes de viaj ar a tal país para saber un poco a qué atenerse. Después de
haberla ojeado distraídamente, uno se cuida muy bien de no llevarla por
temor a quitarle encanto al viaje.
Esta guía es de Brillat- Savarin, Fisiología del gusto16• Esta obra pasa
equivocadamente por ser trivial y pesada, por ser una pedante filosofía
de la cocina. Ahora bien, su autor era filósofo, heredero y continuador de
los empiristas-sensualistas (Condillac), contemporáneo de estos «ideó
logos» de los que nadie discute ya su misión histórica: la teoría de la edu
cación y la realización práctica de las instituciones científicas que surgie
ron de la Revolución francesa (ciencia y tecnología, la Escuela politécnica,
la generalización de la enseñanza de las matemáticas, la concepción de la
universidad laica, etc.). Los ideólogos estudiaron la formación de ideas
que para ellos provenían de los sentidos (individuales). Su pedagogía de
bía permitir a todos (niños, adolescentes, adultos) llegar, a partir de ex
periencias sensoriales, a las ideas más abstractas, las de los matemáticos
y los filósofos.
Ibídem, p. 101.
Ibídem, p. 95.
Referencia a las populares guías de viajes.
Jean Anthelme Brillat- Savarin (1755-1826) publicó en 1825, poco antes de su muerte, el li
bro Fisiología del gusto: meditaciones d e gastronomía trascendente, Barcelona, Óptima, 2001
[1825].
94 HENRI LEFEBVRE
Alusión al libro Del asesinato considerado como una de las bellas artes que Thomas de Quincey
(1785-1859) publ icó en 1827, Madrid, Alianza, 2004. Traducción de Luis Loayza.
Jean Anthelme Brillat-Savarin, Fisiología del gusto, op. cit., p. 29.
•• Ibídem, p. 31.
LA B Ú S Q U E D A 95
6. Y ahora, dej a a un lado este libro. No apunta ni muy alto ni muy pro
fundo. Se queda en la superficie, lo que no está mal ya que marca, seña
la la línea entre lo sensorial y lo sensual. Dej a los libros y ahora empren
de el vuelo ... Sube a tu alfombra mágica, la alfombra voladora de la
imaginación. ¿Dónde quieres ir? Puedes atravesar las épocas y los con
tinentes.
Imagínación: imágenes-recuerdos-sueños y a veces meditaciones y
huellas de reflexiones. Un destello. Como en una novela de ciencia-fic
ción. Paso de un bucle del espacio-tiempo a otro, a través del hiperespa
cio o del continuum. ¿Dónde estoy? ¿Habré regresado a un momento an
terior al capitalismo e incluso al judeocristianismo? ¿A un tiempo original
sin pecado? Es lo que sucede cuando se va demasiado rápido. Retorno al
Paraíso terrestre. Conchas habitadas, chicas-flores, plantas y frutas ani
madas, amantes, desnudos en una burbuja de cristal... ¡Cielos! ¿Estoy
frente al Señor? ¿O voy a encontrarme con la Serpiente? ¿Qué va a suce
derme? Nada. Desgraciadamente, me he perdido en el país de El Bosco.
Huyamos: no hay arquitectura (cosa que ya sabía), ni casas ni vestidos en
el Paraíso. Evito cuidadosamente un espacio de Patinir: a la izquierda, las
delicias de un Paraíso, a la derecha hay magníficas casas y una ciudad
LA BÚSQUEDA 97
"' El autor hace referencia a dos obras de la colección del Museo del Prado. Pri mero alude al
tríptico de El jardín de las delicias (1490-1500), obra de Jheronimus van Aken, El Bosco (1450-
15 16). Después se refiere a un cuadro de Joachim Pati nir (1480-1524), El paso de la laguna
Estigia (1520-1524).
l4
El térm ino de construcción equivalente en español es <<armadura de espera».
98 HENRI LEFEBVRE
Inmensas rocas unidas por pasarelas, por escaleras, que soportan mura
llas y torres. Abajo, grutas, en el suelo de arena seca y blanca. Más arriba,
corredores en las rocas, unos en su estado natural, otros transformados
en salas con chimeneas, asientos tallados en la piedra. Y por todas partes,
plantas, hierbas, matorrales, árboles. Lo mineral y lo vegetal, lo natural y
lo construido, mezclados como piezas de un juego, que se juega yendo de
una a otra, separando o mezclando. Corremos, nos encontramos, encen
demos fuego en una chimenea medieval, saltamos de una roca a otra evi
tando las pasarelas.
Atención a las trampas del sueño. Falkenstein es un espacio de juego,
un castillo de ensueño. Más radiante (en mi opinión) que los de Luis 11 de
Baviera. ¿Placer? Sí, un cierto o incierto placer. Me puedo imaginar me
jor un cuento de hadas que una escena voluptuosa. ¿Arquitectura? Sin
duda. Una nota: las transiciones ofrecen mayor disfrute, placer, alegría,
son más generosas que los estados definidos. Y los elementos mal discer
nibles más que las combinaciones demasiado claras y precisas que se di
rigen al intelecto apartando sentidos, sensaciones y sentimientos. Sin
embargo, el castillo de Falkenstein no me ha convencido. Vayamos pues
más lejos. A otro lugar.
¿A dónde? ¿A la Naturaleza? Una ilusión. El cuadro de paisaje es una
trampa. Una obra, anterior a los productos y, por tanto, al capitalismo.
Viva pues el campo ... hasta cierto punto. Abajo la naturaleza, el naturis
mo, el naturalismo, el retorno a lo espontáneo, a la barbarie, incluso cali
ficada con las palabras del salvaj e (arquitectura salvaje). ¿La Naturaleza?
¿La Physis? Nacimiento perpetuo y muerte incesante. Surgimiento, como
dicen otros, y caída. Juventud y declinar. Lo uno y lo otro, lo uno en lo
otro. Entonces: contraste, ambigüedad, transición. Lo que puede decirse,
no, presentarse en un lugar. ¿Cuál? ¿Los j ardines zen en Kioto? Sí, pero
cuidado con los simulacros helados que fabrica el primero que llega con
cuatro piedras y un saco de arena. ¡Cuidado con reemplazar la naturaleza
por los signos muertos de la naturaleza!
El alto campanario de una iglesia batido por el viento. Bajo el tejado,
al lado de las campanas, una plataforma, una escalera. Una chica desnuda
bajo el abrigo que grita, llora, se inclina. Un sacerdote, otro chico, amante
de la prostituta, hermano del cura, al que el primero persigue maldicien
do, y los dos hermanos tienden los brazos hacia la chica, una prostituta.
Escena muy erótica. ¿El lugar? Este erotismo requiere un doble y triple
sacrilegio. El lugar no tiene nada de propicio para el placer, al contrario
(la escena sucede en El cura C de Bataille25).
Los palacios se suceden: Pitti, Ca' d'Oro, Borghese, los Incas, Angkor
Vat, Tokio, Nagoya ... ¡ Palacios, castillos! Fuera de la cotidianeidad, los
soberanos dioses llevan una vida inhumana y sobrehumana. Cosmos,
" Georges Bataille publicó L"Abbé C en 1950. Edición en castellano: El cura C, Barcelona, Icaria,
1991. Trad ucción de Antonio Desmont.
LA BÚSQUEDA 99
'" Chrétien de Troyes, poeta y escritor de la corte de Champaña en el siglo x 1 1 . La novela É rec et
É nide se fech a hacia 1 1 76. Edición en castellano, Erec .y Enide, Madrid, Alianza, 2011. Traduc-
ción de C arlos Á lvarez Ezq uerra.
100 H E N R I L E F E BVRE
Thomas de Quincey, Confesiones de un inglés comedor de opio, Madrid, Cátedra, 2001 [1827],
pp.133-134. Traducción de Miguel Teruel.
LA B Ú S Q U E D A 101
construida con tal simetría y capacidad, que seis jinetes armados, con la
lanza sobre el muslo, podían subir al tiempo, en línea, hasta lo más alto del
edificio28•
Fran<;ois Rabelais, Gargan túa y Pantagruel (Libro primero, capítulo L I I I), Barcelona, Acanti
lado, 2011 [1532-1564]. pp. 327-328. Traducción de Gabriel Hormaechca.
102 H E N R I L E F E BV R E
A la vez formados y deformados por los gestos del trabajo, los cuerpos
recuperan aquí una cierta plenitud. La desnudez tiene aquí su espacio: al
abrigo de los elementos, gracias a su encuentro. Una especie de cultura
del cuerpo, algo torpe, se esboza. Los niños encuentran aquí el placer
perfecto. No solo ellos. Lo sensual y lo sensorial se reencuentran tam
bién. ¿Quién no ha deseado hacer el amor sobre un lecho de arena, o so
bre las caricias de las olas? ... El cuerpo total empieza a tomar forma. ¿Qué
eran las playas hasta hace muy poco? Lugares temidos, dej ados a los pes
cadores de conchas, a los campesinos recolectores de algas para abonar
los campos, a los rateros de naufragíos. La época moderna ha descubierto
el espacio del disfrute. ¿Quién? ¿Para quién? A fin de cuentas, para el
pueblo, toda distinción de clase se disuelve en esta franj a de tierra junto
al mar. Al menos en nuestros países.
Lamentablemente, las playas no soportan ninguna construcción salvo
las que se hacen olvidar. Un poco más y los edificios aplastarían el espa
cio para disfrutar, perdiendo este su aspecto más característico: la flui
dez, la transición.
Y entonces, ¿la arquitectura?
IV
Las objeciones
Robert Jaulin, Gens du soi, gens de /'autre, París, Union Générale d'Éditions, 1973, p. 225.
LAS OBJECIONES 107
G. F. W. Hegel, Lecciones sobre la estética (parte 1 1 1 , sección 1 , capítulo I I), Madrid, Akal, 2007
[1842] , p. 485. Trad ucción de Alfredo Brotons Muñoz.
LAS OBJECIONES 109
5 . También hay objeciones políticas. No está claro cuáles son las más gra
ves. Algunos dirán que semej ante investigación, la búsqueda de un sueño,
va más allá del reformismo. Un proyecto con apariencia e intención pos
revolucionaria, ¿no es contrarrevolucionario cuando se expresa de forma
prerrevolucionaria?
Poner en suspenso, por un acto de pensamiento, el modo de produc
ción, el Estado, las relaciones sociales y su totalidad, no los dej a fuera ni
los trasciende. Solo la ingenuidad filosófica puede imaginar algo así. En
el modo de producción existente, domina una división del trabajo. La
producción arquitectónica, o simplemente la producción de edificios,
tiene su lugar en esta división del trabajo. A lo sumo, no es cierto que
ocupe un lugar más importante que la producción del acero o del azúcar.
Solo es una rama de la industria entre otras muchas. El modo de produc
ción, como totalidad, como sistema, engloba esos trabajos productivos
repartidos según su ley interna; se impone de tal manera que todo pro
yecto que llega a expresarse es por este hecho recuperable y, antes o des
pués, recuperado.
En el fondo ya se ha respondido a esta vehemente acusación. A me
nudo, solo la tenacidad del dogmatismo puede explicar esta interpela
ción. La concepción de una totalidad cerrada, de un sistema cerrado,
sometido a la ley del todo o nada, que, por tanto, solo puede perseverar o
hundirse, esta concepción desesperante hace ininteligible al pensamien
to que la concibe. ¿De dónde vienen las palabras?, ¿los conceptos?, ¿la
posibilidad de tomar distancia, de tener una perspectiva que permita
aprehender esta totalidad? ¿Cómo un miembro, un partido, un detalle, o
un elemento, pueden comprender el todo? Si «todo» está sometido a una
total idad semej ante, dicha totalidad ordena las ideas, las representacio
nes, el saber, la ciencia. ¿Cómo podría cerrarse una sociedad que consiste
en una base sobre la que se levantan estructuras y superestructuras, o si
se prefiere otra formulación, que consiste en una práctica de la que se
toman representaciones, racionalizaciones y teorizaciones? ¿Cómo po
dría someterse a una sola y única lógica? Las instituciones y los políticos
se esfuerzan en ello, sin nunca lograrlo. Las contradicciones surgen o
renacen. Lo que no quiere decir que, abierta, la sociedad no tenga ningu
na consistencia, ninguna cohesión, y se ofrezca sin defensa a iniciativas
practicadas o espontáneas. Esto significa que puede intentarse abrir una
brecha aquí y allá, aprovechando fisuras, intersticios, fallos y debilida
des. Dicho de otro modo, llevar las contradicciones -unas latentes, otras
manifiestas- hasta el antagonismo. El pensamiento teórico que llega a
definir lo «real», lo existente (la sociedad, el modo de producción), ¿no
es ya una apertura? Atraviesa lo «real» de parte a parte, de su origen a su
eventual desaparición.
¿Recuperación? ¿Reintegración? Sin duda, pero también « apertura»
por vía de la imaginación, que puede poner fin al pseudobloqueo del pen
samiento, a la parálisis de iniciativas prácticas. Por esta vía, o bien se
110 HENRI LEFEBVRE
llega a una incompatibilidad con lo real, lo que haría estallar las contra
dicciones, o bien se llega a una compatibilidad, que no podría dej ar de
aclarar lo real.
Lo grave sería que el proyecto que se cree entregado a lo real se des
vele inspirado por esta realidad (capitalista, estatal, tecnicista y tecno
crática, etc.). Pero es labor de la censura el mostrarlo.
Efectivamente, para qué sirve preguntarse sobre el placer y la morfo
logía adecuada, cuando se sabe que, de aquí a final del siglo, faltarán en el
planeta millones, decenas de millones de viviendas, las más humildes, los
simples abrigos. ¿Para qué, pues, la poesía y esto a lo que todavía llama
mos arte?
Faltan aún algunas preguntas que deben recibir respuesta: ¿Quién
construye la arquitectura del placer, si es que esta es posible? ¿Para
quién? ¿Con qué medios? ¿Qué sistemas, qué técnicas? ¿Será un inmue
ble, un edificio, un castillo, un pueblo, una ciudad? ¿Una «locura» como
se decía en el siglo xvm?
No podemos seguir dejando mucho más tiempo en suspenso las de
mandas y las peticiones sociales. Sin embargo, estas preguntas ¿son per
j udiciales?, ¿son condiciones previas y decisivas? Si la arquitectura del
placer es posible, la demanda va implícita.
La filosofía
G. F. W. Hegel, Lecciones sobre l a estética, Madrid, Akal, 2007 [1842] . Traducción de Alfredo
Brotons Muñoz.
Aristóteles, É tica a Nicómaco, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1994 [349 a. de
C.]. Traducción al castel lano de María Arauja y Julián Marías.
LA F I L O S O F i A 117
«El amor es una alegría acompañada por la idea de una causa exterior», en Baruch Spinoza,
É tica (parte cuarta, proposición XLIV), Madrid, Alianza, 2002 [1677], p. 335. Traducción de
Vida! Peña.
LA F I L O S O F f A 123
9. Hay que esperar a Hegel para que el placer entre oficialmente en la fi
losofía. ¡Pero con qué restricciones! La trilogía «necesidad-trabajo-pla
cer» tiene un papel determinante en la construcción hegeliana de la so
ciedad y del Estado. El placer tiene que ganarse; se merece por el trabajo
productivo. ¿Recompensa? Sí. ¿De la actividad? Ciertamente. ¿De qué
actividad? ¿La del libre ciudadano de la polis? No, la de un miembro res
ponsable de una Nación-Estado, la de una labor útil para la colectividad.
Por tanto, placer definido, racional: limitado a los objetos producidos en
un marco familiar, corporativo, o nacional. Nada en común con la bús
queda romántica y novelesca del amor, expresamente condenada por el
filósofo. Placer racional, normalizado, moralizado. En general y en deta
lle, el del padre de familia, el del funcionario que realiza sus funciones
puntualmente.
El placer en el Logos occidental se desvía un poco más del «alegre sa
ber» y se vuelve satisfacción. Necesidades clasificadas, objetos rubricados,
trabajos organizados, que permitan la satisfacción general en el seno del
Julien Offray de La Mettrie. El arte de gozar, Pamplona, Laetoli, 2015 [1751). Traducción de
Elena del Amo.
124 HENRI LEFEBVRE
10. ¿Qué añade Marx a la teoría del placer? Poco y mucho. Poco: el esque
ma trinitario hegeliano «necesidad-trabajo-placer» sigue en el centro de
su reflexión, de su proyecto, como muestran claramente los Manuscritos
de 1844. Si sobre todo en lo que concierne al Estado, Marx se opone mar
cadamente a Hegel, en cambio sobre este punto importante, lo prolonga.
Y, sin embargo, añade mucho a la teoría. ¿Por qué la clase obrera sigue la
dirección de la sociedad si no es para alcanzar el placer del que le priva la
burguesía al poseer los medios de producción y dirigir la sociedad según
sus intereses de clase? Que los trabaj adores consigan el placer, al mismo
tiempo que el poder (político), constituye el primer «momento» de su
transformación y de la transformación del mundo (de la sociedad y de las
relaciones sociales). El segundo momento es la negación del trabajo en sí
mismo por la automatización del proceso productivo. Este aspecto poco
conocido del pensamiento marxista solo ha sido destacado recientemen
te, al hilo de los «progresos técnicos», de una automatización parcial, de
las nuevas contradicciones que aparecen en consecuencia. Según Marx,
solo la clase obrera puede llevar hasta el final la revolución total y, por
consiguiente, hacer entrar a toda la sociedad en la era del placer. ¿Sin
dificultades? Ciertamente no. Las di ficultades no provienen solo de la
LA F I L O S O F i A 125
G. F. W. Hegel, Fenomenología del espíritu, Méx ico D.F., FCE, 2017 [1807] . Traducción de Gus
tavo Leyv a.
126 H E N R I L E F E BV R E
Friedrich N ietzsche, Así habló Zaratustra, Madrid, Edaf, 2000 [1883-85], p. 78. Traducción de
Carlos Vergara.
Ibidem. p. 60.
128 H E N R I LEFEBVRE
Ibídem, p. 60.
'° Ibídem. p. 70.
Ibídem, p. 74.
«De los sabios famosos», en Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, op. cit. , pp. 117-119.
«De la muerte volu ntaria», en Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, op. cit. , pp. 92-94.
LA F I L O S O F I A 129
Friedrich Nietzsche, La voluntad de poder, Madrid, Edaf, 2000 [1901] . p. 469. Traducción Aní
bal Froufe.
Ibidem , p. 470.
130 H E N R I L E FEBVRE
Véase Martin Heidegger, «Poetically Man Dwells», en Poetry, Language, Thought, Nueva York,
Harper Collins, 2001, p. 2 14.
Véase Martin Heidegger, op. cit., p. 221.
"' Véase Martin Heidegger, «Building, Dwelli ng, Thinking», en Poetry, Language, Thought, op.
cit., pp. 157-1 58.
LA F I L O S O F Í A 133
La antropología
l. Este saber se libra de las taras que las hadas malvadas le concedieron al
nacer. Actualmente se deshace de un ascetismo intelectualista encarna
do (no, desencarnado) por la obra de Claude Lévi- Strauss. Este intelec
tualismo aficionado al despoj amiento reducía las realidades etnológicas
a nomenclaturas, a palabras y a relaciones abstractas entre los conceptos.
Lo mental absorbía lo social y, con ello, lo histórico (el tiempo) en un es
pacio abstracto, el de las formas y las estructuras.
Esta cientificidad cubría una serie de operaciones ilícitas, muy bien
disimuladas bajo el envoltorio estructuralista. En primer lugar, bajo una
apariencia, la de reconocer la especificidad de las realidades considera
das, las sociedades llamadas «arcaicas», sometían sus diferencias a las
categorías del Logos occidental; la actividad destructora de la razón eu
ropea -negadora en la teoría, devoradora en la práctica de todo aquello
que se le resiste- resurgía, justificada; la reducción por el saber comple
taba la reducción por otros medios, y se atribuía haber compensado los
desastres anteriores. Segunda ventaja: la antropología eludía la moderni
dad; parecía abordar indirectamente el estudio del mundo contemporá
neo, pero lo cierto es que desviaba la lucidez crítica girando en torno a las
realidades objetivas. Encontrando en el mundo actual las categorías
«primitivas» (la familia, el intercambio), se llegaba a borrar el capitalis
mo, la burguesía, el imperialismo.
El izquierdismo ideológico es tal que innumerables ingenuos, que se
creían de vanguardia, han tomado esta actitud por audaz, incluso algu
nos por subversiva. Pero se resume en un enorme círculo, el más vicioso
de todos: se piensa a los otros en función de uno mismo, después uno se
136 H E N R I L E F E BVR t
[Véase Robert Jaulin, Gens du soi, gens de /'autre, op. cit., pp. 102 y sigs.].
[Robert Jaulin, Gens du soi, gens de /'autre, op. cit. , p. 434).
LA A N T R O P O L O G f A 137
par a e l que las relaciones y las palabras coinciden, como s i las palabras
most raran las cosas. El nombre propio, dejado aparte por la lingüística
fo rm alista, es un término, un nudo de relaciones, que designa las relacio
ne s entre una persona y los que la llaman así (Claude, Robert, Henri), lo
que conduce fuera del formalismo a buscar quiénes son los otros en cues
tión y qué relaciones tienen unos con otros. Estas relaciones son: de resi
dencia y de distribución o atribución del espacio, de consumo y de pro
du cción, esencialmente, de alimentación3•
Con el espacio y el nombre, la sexualidad se reintroduce en la antro
pología, no la sexualidad del puro placer, ni la reproducción (alguna des
cripción no puede dej arse de lado), sino la sexualidad concreta, la que
exige un lazo y un compañero, una ocasión y una preferencia, en una
palabra, y por parodiar la retórica publicitaria, una sexualidad «persona
l i zada», la que quiere (o rechaza) un compromiso, un matrimonio. El es
pacio de una casa (del terreno asociado, jardín, camino, campos, árboles)
significa la feminidad, madre o esposa. Con el matrimonio, el chico pasa
del espacio de la madre al espacio de la esposa; sale de la madre. El pri
mer espacio del niño es el vientre de su madre; el segundo, la madre y su
espacio, de manera que entre estos tres términos -mujer, casa, tierra- se
establece una proximidad, perceptible y simbólica a la vez. ¿Qué es la
esposa? Otra mujer, otra casa, otra tierra. La esposa es una madre modi
ficada por la salida del espacio de una casa, del vientre de esta última. De
ahí viene la relación entre el matrimonio, la sexualidad, y la organización
espacial y social. «El espacio asociado a la esposa -la casa, su territorio
estará, como el asociado a la madre, ligado a la clase de ésta», es decir, a
la clasificación que define el «mundo de la alianza» en una unidad so
cial4. Dicho de otra forma, en una sociedad ligada a la tierra por la pro
ducción y el consumo (alimentación) la relación sexual que termina (o
no) en matrimonio sucede entre dos personas, ligada cada una a una casa,
a una tierra, a unos padres. El lugar mismo del matrimonio acompaña un
paso recíproco del parentesco a la alianza, de un grupo de parientes a un
grupo aliado, es decir, de consanguíneos o colaterales. La persona, porta
dora de un nombre propio, no es una individualidad abstracta, fuera del
espacio; es quien porta las relaciones sociales y las incorpora material
mente. No basta con hacer intervenir una vaga «localización» de las rela
ciones sociales. Las particiones del espacio son tan fundamentales y es
tructurales como las del tiempo. En cuanto a la nomenclatura (sistema de
apelaciones), esta no se basa solo en la filiación, sino también en las ope
raciones espaciales. Los términos «aliados» y «parientes» poseen, pues,
una connotación espacial; una distancia tanto en el espacio como en la
connotación sexual separa a las personas que pueden casarse o tramar
una intriga de aquellos sobre los que se aplica una prohibición. La
3. Una ilustración: las tiendas de los turkmenos, descritas por los etnólo
gos contemporáneos Jean Cuisenier, Guy Tarade y Olivier Marc; los
pueblos seminómadas que viven en yurtas, tiendas de piel, aún pueden
encontrarse en las afueras de Ulan-Bator (Mongolia Exterior), en Ana
tolia (Turquía) y entre los campesinos uzbekos, kazajos y kirguizos de
las repúblicas soviéticas. La Topa k -ev, una gran tienda circular, se dis
tingue claramente de la Kara-�adir. Esta última, de color negro, hecha
de piel de cabra, se usa como abrigo de los hombres, los jefes y los gue
rreros. La Topa k -ev, de fieltro claro, es para las mujeres, que son quienes
la hacen.
La yurta de las mujeres, mundo cerrado, redondo, reproduce el cos
mos entero. Los chamanes enseñan que el cielo es una cúpula hecha de
LA A N T R O P O L O G Í A 139
Topak-ev Kara-fadir
Móvil (nómadas) Estable (tendencia a la
sedentarización)
Forma redonda (cúpula) Angular - a menudo triangular
Fieltro, lana de ovej a, seda Tendencia a la construcción dura
(ladrillos)
Fecundidad Solidez
Suavidad Tendencia a la forma ascética
Felicidad
La historia
problema (menor o quizá no tanto) para Ja estética: ¿cómo y por qué per
sonas que no pensaban en la belleza llevaron a cabo tan bellas obras? Lo
m ismo sucede con los puertos. Nada más bello que los puertos anteriores
a Ja c olonización: muelles, escolleras, dársenas, todo ello animado por la
uso, sometido a las reglas de la orden y a un horario, no tiene nada que ver
con el intercambio de bienes y la comunicación abstracta de signos.
Analíticamente, el espacio cerrado por su relación con los otros espa
cios de la comunidad monástica se abre a ciertas posibilidades de evoca
ción e incluso de sueño: el cielo, lo divino -la naturaleza (siempre pre
sente en el seno del claustro y representada por las columnas y los
capiteles) -.
Teóricamente, el claustro y el monasterio incorporan en un espacio el
mundo (luego la utopía) de la vida contemplativa definida por una reli
gión. Entre el significado, el impulso místico, y el significante, el espacio
entero, no hay una relación clara. El significante dej a indeterminado el
significado, de manera que cada uno lo descubre por su cuenta. Cuando
el arte y los artistas quieren significar algo -por ejemplo, lo «divino»-,
cuando quieren imponer el sentido y el contenido «significado», caen en
la banalidad del arte llamado religioso. ¿Pero qué artista digno de ese
nombre ignora las virtudes de la expresión indirecta? Hacer correspon
der a cada significante un significado es una ilusión y un error. En los
claustros, un exceso inusitado de signos, símbolos -los capiteles, las
formas arquitectónicas en sí-, se presta a que el imagi nario vuele hacia
la realidad trascendente. El claustro contiene un infinito - fi nito: lo ili
mitad o de lo imaginario, de lo simbólico y del sueño, abierto por un
150 HENRI LEFEBVRE
Constant Anton Nieuwenh uys (1920-2005). Fu ndador junto a Karel Appel y Corneille del gru
po CoBrA (1948-1951).
LA H I S T O R I A 151
Popularizado por los situacionistas, el término détournement es traducido aquí como des
viación .
152 HENRI LEFEBVRE
dominación � � apropiación
\ desvia 1 / .
.
creac10n
d e lejos por las flechas d e la automatiz ación), como todas las zonas de
transición, tiene sus propios conflictos que exasperan las contradic
ciones latentes y las zonas afectadas. Los espacios de ocio exhiben una
mezcla informe y, no obstante, bien determinada de desviación, de apro
piación latente; a través de la tecnicidad se dibuj a una vuelta a lo inme
diato: naturaleza, espontaneidad. El uso aquí se opone fuertemente al
intercambio, aunque su conflicto se disimule detrás de mitos, utopías
abstractas e ideológicas: « ¡ Descubran la región! ¡Vivan la vida natural !
¡Rompan con la vida cotidiana! ... ». Una cierta cultura del cuerpo se esbo
za, se desnuda, reconoce su importancia. El valor de uso se reanima fren
te al valor de cambio.
El análisis crítico no puede considerar la arquitectura del ocio más que
como un simulacro del placer, en un marco que lo prohíbe, el del control
de los poderes económicos y políticos de estos espacios. Sin embargo, se
pueden encontrar ciertos aspectos en los que se deja traslucir una posibi
lidad incumplida: las prioridades del uso, de la naturaleza, de lo inmedia
to, del cuerpo. La utopía del placer tiende hacia lo concreto.
Los espacios de ocio son contradictorios y las contradicciones del es
pacio pueden observarse fácilmente en ellos. Se promete, se anuncia el
uso en estado puro, y la gente cae en los circuitos de cambio. Se promete
la naturaleza y la naturaleza se alej a, cuando no desaparece. Se promete
lo inmediato, y no se da más que la ilusión. Se anuncia la alegría del cuer
po, y este cuerpo no recibe más que una pátina de placer: el bronceado, y
el espectáculo de la carne más o menos desnuda, más o menos bien dis
puesta a un placer hipotético. Parodia del erotismo.
Pero la especialización en el ocio organizado no puede ir muy lejos:
enseguida la producción llama al orden, a la localización del placer.
No es seguro que los interesados experimenten este fracaso. Ellos
también sienten una mezcla de satisfacciones, de alegres descubrimien
tos (sobre todo en el recuerdo de las vacaciones), de frustraciones y de
decepciones; mezcla tan difícil de analizar como el espacio que la genera.
El análisis crítico muestra la burla de los éxitos y el lado lamentable
de los fracasos. En los espacios de ocio, se dibuja un «entorno» promete
dor. Una retórica del espacio, sobrecargada de signos, se corresponde
con la retórica del discurso publicitario, la de los folletos de las agencias
de viajes y de las compañías aéreas. El discurso arquitectónico fecunda la
retórica publicitaria, salvo cuando es a la inversa. Todos los «elementos»
se utilizan, desde la naturaleza hasta las sofisticaciones más ingeniosas
(discotecas, salas de baile, bares, salas de juego, salas de exposiciones). El
resultado es una parodia de la fiesta, la caricatura del placer. La utopía de
los días «libres» dedicados a la fiesta y al placer en un espacio-tiempo
presionado por todos los medios, sometido a las demandas de beneficios
y de recuperación de la inversión.
VIII
La psicología y el psicoanálisis
l.L a psicología del placer y del dolor h a modificado bien poco las decla
raciones de la filosofía. Sin embargo, los psicólogos, los psiquiatras y los
psicoanalistas han contribuido a hacer hincapié en la experiencia vivida
del placer y del dolor, del disfrute y del sufrimiento: en la imposibilidad
de reducirlos a representaciones, al saber, a los discursos (sobre placer,
dolor, etc.). El conocimiento, la filosofía y las ciencias se esfuerzan en
recuperar lo irrecuperable, en reducir lo irreductible. Lo esencial, o lo
que se presume como tal, o lo que es declarado como tal por el conoci
miento, se vuelve contra «lo existencial» para abolirlo. Lo que no tiene
nada que ver con la ideología filosófica del «existencialismo». El descu
brimiento de la especificidad de la experiencia vivida no habría podido
hacer que se tambaleara el edificio -el del saber filosófico y científico,
poco ligado al poder- si no hubiera habido simultáneamente una crisis
de la filosofía, una crisis del saber establecido, una crisis de la moral y del
ascetismo intelectualista, cuestiones bien distintas de una crisis de poder
(crisis no quiere decir desaparición, en efecto, la crisis conlleva una exas
peración de lo que amenaza, la moral, el ascetismo, el culto ascético del
despoj amiento y el poder político).
¿Se debería sacar la conclusión de que estas investigaciones y discipli
nas han restituido el cuerpo, oponiendo victoriosamente los signos del
cuerpo a los «signos del no-cuerpo»? No. Estas investigaciones ocupan
mal un espacio muy disputado. Se mueven en la ambigüedad (además,
han descubierto la ambigüedad como concepto y como realidad).
Por un lado, se instalan en el conocimiento; se ven como conocimien
to; disponen o pretenden disponer de conceptos operatorios, de técnicas
158 HENRI LEFEBVRE
Friedrich Nietzsche, La voluntad de poder, op. cit., citado libremente por el autor.
[Jean Stoetzel, La psychologie socia/e, Paris, Flammarion, 1963, pp. 60-61]. Edición en castella
no, La psicología social, Alcoy, Marfil. Traducción de Juan Díaz Tero!.
LA P S I C O L O G i A Y EL P S I C O A N Á L I S I S 159
Obra de Sigmund Freud publicada en 1920. Edición en castellano: Más allá del principio de
placer, Madrid, Alianza, 1969. Traducción de Luis López-Ballesteros. [Sobre la dinámica ins
tintiva. véase también l a obra de Herbert Marcuse Eros et civi/isation (1955), p. 126]. Edición
160 H E N R I L EFEBVRE
Un terror creciente, cada vez menos aliviado, cada vez más doloroso
-una perturbación del equilibrio inicial y final de lo inorgánico-, es la
manera de perfilarse la trayectoria del ser vivo. Lo que puede generali
zarse a la sociedad y la historia. La lucha consciente por la existencia
tiene las características de una maldición: Ananké. La necesidad históri
ca se define por la acentuación del carácter represivo de la acción pater
nal, erigida en ley. El instinto de muerte se manifiesta tanto en la división
del trabajo como por la moral y la organización económica a partir del
rendimiento y el principio del rendimiento. La libertad se concentra en
lo imaginario, modo de actividad dispensado de la prueba de la realidad,
como decía Marcuse.
Un Ego del placer y un Ego de la realidad se enfrentan, el primero
reculando continuamente en una lucha desigual. El Ego del placer, agra
dable pero inútil, seductor (Narciso, Orfeo) pero falso, luego reprimido,
sale de la conciencia. De ello, simultáneamente, la utopía y el arte, retor
nos a lo reprimido, en el sueño. El arte de todas las épocas presenta una
imagen de la Libertad, es decir, del «hombre» en tanto que sujeto libre,
imagen negadora de la alienación. Esta se representa con apariencia de
realidad, como una realidad aparentemente superada. El arte hace surgir
lo rechazado y lo rechaza de nuevo, mejor, para siempre. Es la muerte del
placer. La muerte y el instinto de muerte triunfan, pese a la lucidez y
brillantez del arte. Vencen sobre el arte porque vencen en el arte. Admitir
que la inmediatez última, la muerte, reproduce la inmediatez inicial, la
relación con la madre, ¿no es asestar un golpe mortal a la vitalidad en el
planeta Tierra? Tan seguro como lanzar el stock de bombas atómicas. Y
esto no supone renegar de la historia y relegarla a la inutilidad, ya que el
arcaísmo retorna sin que desaparezca ninguno de nuestros mitos.
«Todo hombre trata de morir en el mundo, quisiera morir por el mun
do y para él. En esta perspectiva, morir es ir al encuentro de la libertad
que me hace libre de ser, de la separación decidida que me permite esca
par del ser por medio del desafío, la lucha, la acción, el trabajo, y trascen
derme hacia el mundo de los otros»4•
en castellano: Eros y civilización, Barcelona, Ariel, 2010. Trad ucción de Juan García Ponce
y Á lvaro Pombo.
[Maurice Blanchot, L'espace littéraire, Paris, Gallimard, 1955, p. 2 1 7] . Edición e n castel lano:
El espacio literario. Barcelona, Paidós. 1992, p. 154. Traducción de Vicky Palant y Jorge Jinkis.
LA P S I C O L O G f A Y EL P S I C O A N Á L I S I S 161
Stéphane Mali armé, «La tumba de Edgar A . Poe» (1877), en A n tología, Madrid, Visor, 1991,
p. 72. Traducción de Xabier de Salas.
162 HENRI LEFEBVRE
[Pierre Francastel, Peinture et société: Naissance et destruction d'un espace p/astique, de la Re
naissance au cubisme, Lyon, Audin, 1951, p. 217]. Edición en castell ano: Pintura y sociedad:
LA P S I C O L O G I A Y EL P S I C OA N Á L I S I S 165
10. Aparentemente, ¿qué hay más claro y más evidente que un espejo,
superficie brillante? Del espejo derivan el reflejo, la reflexión de manera
que simboliza el pensamiento y la conciencia: superficie reflectante en la
que se forma la imagen transparente de las cosas opacas, en la que se
metamorfosea la opacidad de las profundidades.
Pero he aquí que el espejo muestra enseguida su ambigüedad. Nada
más diferente de la cosa que su imagen, su otro en el espejo. Espejismos
e imágenes, objetos transicionales, pero de qué y hacia qué, los espejos se
desdoblan. El hielo, cruel falsedad, «agua fría de tedio congelada en su
marco>>7, difiere del espejo propiamente dicho, amigable, favorable, sím
bolo humano de deseo y del encuentro de uno consigo mismo, espej o de
la verdad.
Narciso encuentra su imagen sobre el agua lisa del manantial; inme
diatamente el narcisismo se desdobla. O bien Narciso se dej a caer al agua,
y muere a causa del su encuentro, perdido en su reflejo y por su imagen.
O bien se encuentra, en una inmediatez maravillosa de sí a sí, llena de
deseo y el agua de la fuente realiza este milagro, restituye la vitalidad;
Narciso supera las oposiciones «sujeto-objeto», «natural-ficticio», «in
mediatez-mediación»; en lugar del autoerotismo, el mundo se abre a él,
dionisiaco. En el amor, el espejo del Otro (o el Otro como espejo) revela
más que una imagen. El espacio, infinito y finito, anulado o abierto, es «el
Ser amado».
Objeto transicional, o transaccional, ambigüedad y símbolo de ambi
güedad, ¿define el espejo, como creen los psicoanalistas después de
Freud, una «relación fundamental con la realidad»? Si por espejo se en
tiende un objeto localizado, un reflejo preciso, considero que no. Este ob
jeto en que la imagen adquiere un lugar demasiado preciso no puede evi
tar tener solo un papel transitorio. ¿Creen realmente que el niño toma
conciencia de sí, de su cuerpo, de su unidad, en el espejo de su madre? Ya
he respondido a esta tesis y a las objeciones que conciernen a este objeto.
El mejor «espejo», el más fiel, el más favorable, es un árbol, una planta,
una colina, un espacio. El espacio entero sirve de espejo, y si el espacio
traiciona, ¿quién asumirá ese papel? Cuando ciertas personas que mane
j an torpemente el discurso reclaman que se hagan cosas de proporciones
humanas, ¿no están pidiendo un espejo-espacio?
Nacimiento y destrucción de un espacio plástico. Del Renacim iento al cubismo, Buenos Aires,
Emecé, 1960. Traducción de Elena Benaroch.
Stéphane Mallarmé, «Herodías» (1877), en Antología, op. cit., p. 72. Traducción de Rosa Cha
ce!. Lefebvre utiliza al principio de la frase el término «gla ce»,que significa hielo, pero que
puede utilizarse también con la signi ficación de «espejo», creando así un juego de palabras.
166 HENRI LEFEBVRE
Para que sea posible que nazca el placer haría falta abolir las relacio
nes de poder a poder, todos los fantasmas de la fuerza, para restablecer
una inmediatez absoluta (análoga a la relación inicial con la madre) y que
esto se cumpla en la inmediatez en el seno del espacio-espejo por la sú
bita proximidad de uno consigo a través del otro, lo que justifica la pre
gunta que aquí se plantea. El espacio-espejo solo comprende objetos
transicionales o funcionales: reflej a la vitalidad.
Aquel otoño mis paseos fueron más agradables, porque los daba después
de muchas horas de lectura. Cuando me cansaba de haber estado leyendo
toda la mañana en la sala, me echaba el plaid por los hombros y salía; mi
cuerpo, forzado por mucho rato a la inmovilidad, pero que se había ido
cargando mientras, inmóvil de animación y velocidad acumuladas, necesi
taba luego, como un peón al soltarse, gastarlas en todas direcciones. [...] El
aire que hacía tiraba horizontalmente de las hierbecillas que crecían entre
los ladrillos de la pared [ ... ] Las tejas daban a la charca, que con el sol refle
jaba de nuevo, un tono de mármol rosa [ ... ] Y al ver en el agua y en la pared
una sonrisa pálida, que respondía a la sonrisa del cielo, exclamé: «¡Atiza,
atiza, atiza! »8•
Marce! Proust, En busca del tiempo perdido l . Por el camino de Swann, Madrid, Alianza, 1995
[1919-1927], pp. 187-188. Traducción de Pedro Salinas.
168 HENRI LEFEBVRE
Entre l as obras referidas destaca sin duda: Le langage et la société (1966), Paris: PUF.
172 HENRI LEFEBVRE
[Este análisis crítico contempla en particular las i nvestigaciones del grupo «Tel quel», de Jac
ques Derrida, Julia Kristeva, Philippe Sollers y Roland Barthes (Plaisir du texte)]. Edición en
castellano: Roland Barthes, El placer del texto, Madrid, Siglo XXI, 1989 [1973]. Traducción de
Nicolás Rosa.
[Como referencia divertida en este punto: Manuel de conversation a l'usage des membres du
Marché commun dans le cadre de la coopération franco-al/emande, Ludwig Harig (París, Bel
fond, 1973)] .
LA S E M Á N T I C A Y LA S E M I O L O G Í A 175
[Alusión al ensayo de Roland Barthes Le Degré zéro de l'écriture (1953)). Edición en castellano:
El grado cero de la escritura, Madrid, Siglo X X I , 2005. Traducción de Nicolás Rosa.
LA S E M Á N T I C A Y LA S E M I O L O G Í A 179
[Roland Barthes, Le plaisir du text, op. cit., p. 88] . Edición en castellano: Rol and Barthes, El
placer del texto, op. cit. , p . 90.
180 H E N R I L E F E BV R E
Alusiones a Paul Claudel, Connaissance de /'Est (1900); Saint-John Perse, Destierro, Santander,
La isla de los ratones, 1960 [1942). Traducción de Leopoldo Rodríguez Alcalde; Gaston Bache
lard, La poética del espacio (México, Fondo de Cultura Económica, 1965 [1957]). Traducción de
Ernestina de Ch ampourcín.
X
La economía
Véase Donnella y Den nis Meadows, Los límites del crecimiento, Informe del Club de Roma sobre
el predicamento de la humanidad, México FCE, 1972. Traducción de María Soledad Loaeza de
Graue. Bertrand Russell no forma parte del elenco de autores del conocido Informe Meadows
por lo que la referencia que real iza Lefebvre probablemente tenga que ver con la cita del Elo
gio de la ociosidad, de Russell, recogida por los autores del Informe.
184 H E N R I L E F E BV R E
La arquitectura
Hermann Goetz, Inde: cinq millenaires d'art, Paris, Albin Michel, 1960 [1959].
192 H E N R I LEFEBVRE
pero hacia un amor divino que pasaría por el amor carnal. Para los hin
dúes (hinduistas), el amor era un medio de alcanzar el amor de Dios, era
religión, rito, nunca gratuito ni profano, y es por lo que creo que lo han
podido convertir en arte. El erotismo era una forma de oración, de ahí la
expresión extática de los seres representados, éxtasis a la vez carnal y es
piritual, divino. Era el amor absoluto a partir de la carne, pero amor abso
luto por Dios. Quizá el arte gupta en un cierto periodo pudo derivar hacia
un libertinaje simplemente profano, pero los templos no hablan de ello.
Animales, seres humanos, todos son bellos, más o menos estilizados pero
con la misma expresión de éxtasis amoroso en el rostro y con la línea del
cuerpo muy espiritualizada salvo los senos de las mujeres, cósmicos y
redondos como esferas. Amor en el sentido más amplio, no solo erótico
sino amor por la vida bajo todas sus formas, amor por el arte también.
Todos estos personajes no solo hacen el amor, y en las posiciones más
variadas, con las parejas más diversas, con la misma alegría, sino que bai
lan, interpretan música, raramente trabaj an: una cultura del cuerpo total
es la cultivada por los escultores gupta. En cuanto al espacio, está limita
do por el cuerpo mismo, parece que el espacio de la voluptuosidad esté
constituido por el cuerpo del otro. De ahí la importancia de la cultura del
cuerpo puesto que es el cuerpo el que constituye el espacio, los templos
están ahí solo para enseñar esta verdad.
El edificio que habita una Falange no tiene ningún parecido con nues
tras construcciones tanto de la ciudad como del campo; y para fundar
una gran Armonía con 1.600 personas, no podríamos hacer uso de nin
guno de nuestros edificios, ni siquiera de un gran palacio como Versa
lles, ni de un gran monasterio como El Escorial. Si, como intento expe
rimental, solo fundamos una Armonía mínima para 200 o 300 personas,
solo con mucho esfuerzo podríamos compararla con un monasterio o un
palacio ...
Las viviendas falansterianas, plantación o establecimiento de una so
ciedad que opera por Series deben diferir prodigiosamente de nuestros
pueblos y aldeas, que están dedicados a familias que no tienen nada de
societarias y que operan contradictoriamente; en lugar de ese caos de mo
vimientos que rivalizan en suciedad y deformidad en nuestros pueblos,
una Falange se construye como un edificio regular 10• ...
Ibidem, p. 200.
Ibidem, p. 195.
Fragmentos libremente citados por Lefebvre de El Falansterio de Charles Fourier. Edición en
castellano: Doctrina social: (elfalansterio), Madrid, Júcar, 1980. Traducción de José Menéndez
Novel la.
196 H E N R I L E F E BV R E
Conclusiones (mandatos)
La cita original es «aboli bibelot d'inanité sonore», verso de la segunda y defi nitiva versión de
un soneto que Mallarmé publicó en 1899, al no ponerle título se conoce bajo diferentes nom
bres. Véase Stéphane Mallarmé, «Ses purs ongles tres haut dédiant leur onyx», en Antología,
op. cit., p. 70. Traducción de Octavio Paz.
200 HENRI LEFEBVRE
Los otros niveles (el del espacio urbano, el del espacio global) no han
desaparecido. Y sus problemas no se han resuelto. Se dilucidan a lo largo
del despliegue de conceptos. La producción del espacio se dilucida.
11. Así pueden realizarse de forma concreta las condiciones del placer.
Como resultado, la arquitectura implicará un espacio más o menos ana
lógico al cuerpo total. Esto supone que precisamente el arquitecto no
toma como modelo el cuerpo (que no se puede «modelizar» puesto que
es una totalidad inexplorada, a medias conocida y desconocida). No bus
ca ni simbolizarlo ni significarlo. La arquitectura y el efecto arquitectóni
co y la producción del espacio no tienen como objetivo el placer, ni, por
204 HENRI LEFEBVRE
14. ¿Arte del espacio? ¿Espacio del arte o de las artes? Estas preguntas no
parecen estar bien planteadas.
Conseguir el paso de lo sensorial a lo sensual sería una primera fór
mula, mejor que las que se toman prestadas al arte y a su historia.
La importancia de este umbral, convertido en abismo, se ha señalado
a lo largo de este libro. Lo sensorial, su intensificación, «SU explotación»,
es algo que ha intentado y logrado el arte, sin excluir la arquitectura (es
pontánea o sabia). Después llega el umbral, el corte, la cesura. En este
umbral todo se detiene, y llega otra cosa: lo irreal, lo imaginario y la ilu
sión apropiados, o la dura realidad de la dominación. O bien la contem
plación, el sueño, o bien la dura ley del beneficio.
El espacio entero como obra que dej a de oponerse al producto y, por
tanto, que es actividad a la vez productora y creadora, al someter la opo
sición producto- obra, permite una mejor aproximación al problema
central.
La obra era única. El producto, repetitivo, luego acumulativo (repeti
ble y resultado de actividades separadas y acumuladas).
Las obras se han convertido en los decorados de la producción y en
productos consumibles. ¿Podemos plantear hacer de cada fragmento de
espacio, de cada ciudad, de cada sala, una obra única? No. El empleo de
un material o de materiales clasificados, codificados, sometidos a opera
ciones técnicas, no puede excluirse. Que lo repetitivo, el producto, ya no
domine la obra es el objetivo. Se pasa de la utopía reactiva a la utopía
concreta.
HENRI LEFEBVRE