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Dones Ministeriales

“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas;


a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros”.

Efesios 4:11

“Y él mismo constituyó a unos, ____________________; a otros, ________________; a otros,


_____________________________; a otros, ___________________ y ___________________,
a fin de _______________________________________________________________________
___________________________________, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que
todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto,
a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes,
llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para
engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor,
crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien
concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la
actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”
(Efesios 4:11-16).
El Señor ha dado dones ministeriales y llama a hombres y mujeres para que los desempeñen, con
la finalidad de “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”, edificando de esta manera
Su propio cuerpo que es la Iglesia.
Los dones ministeriales enumerados por Pablo son: Apóstol, Profeta, Evangelista, Pastor y Maestro.
Un hombre puede ser constituido por el Señor para desempeñar más de un don ministerial al
mismo tiempo. Aunque pareciera que guardan un orden jerárquico, todos los cinco ministerios
tienen el mismo valor ante el Señor, ninguno puede considerarse mayor que el otro; pero en su
función cada uno es diferente.

1. Apóstol
Este don ministerial hace clara referencia a los hombres que son directamente comisionados por
el Señor para predicar la Palabra y plantar nuevas iglesias, son hombres usados por Dios con
grandes prodigios y señales (2 Corintios 12:12).
Trascripción de la voz griega apóstolos, derivada del verbo griego apóstoles (enviar o despachar).
Este verbo involucra la idea de ser enviado con un propósito especial o con autorización oficial.
En la actualidad Dios sigue levantando apóstoles, la Iglesia está viviendo en estos tiempos finales
la restauración de este ministerio tan necesario para el Cuerpo de Cristo. Los apóstoles no sólo
fundan iglesias, sino que de ellos sale el lineamiento divino para guiar a la Iglesia; tenemos un
ejemplo claro hallado en el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde tuvieron que reunirse y
resolver problemas doctrinales que afectaban a la Iglesia Primitiva (Hechos 15:22-29).
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En resumen, vemos entonces claramente que los apóstoles dirigen, cuidan la doctrina, fundan
nuevas congregaciones, predican la Palabra con poderosas señales sobrenaturales y milagros, y
confirman a la Iglesia en la fe (Hechos 16:4-5).

2. Profeta
Este don ministerial junto con el de apóstol son los que sientan las bases doctrinales y dirigen a la
Iglesia. Sin embargo, sobre el ministerio de profeta recae una gran responsabilidad y autoridad en
materia de la dirección espiritual de la Iglesia, por su misma condición de recibir y hablar de parte
de Dios.
El profeta es un portavoz o vocero de Dios, porque recibe revelaciones directas del Señor y las
transmite a la Iglesia; lo que ellos hablan debe estar en perfecta concordancia con la Palabra de
Dios para que el mensaje tenga la debida autoridad divina.
El ministerio apostólico y profético continúan, hoy en día, en sus funciones, hablando y dirigiendo
sobre la base de la Palabra de Dios; en este sentido el profeta trae palabras acerca de
acontecimientos personales, locales, nacionales e internacionales referentes al papel de la Iglesia
en el mundo. Si es verdad que ya la doctrina fue dada en su totalidad, el ministerio profético sigue
hablando de parte de Dios para guiar a la Iglesia (Efesios 2:20-21).
Su mensaje se relaciona constantemente con sucesos y circunstancias presentes, de orden
político, social o a nivel de congregación. Pero como estas circunstancias son vistas como parte
de la acción de Dios en la historia, el profeta no puede dejar de referirse al futuro para anunciar
lo que Dios hará, para inducir a la acción y para certificar su mensaje. No hay duda alguna de que
la predicación es parte esencial de la función profética.
El profeta al declarar una palabra debe cumplir tres aspectos fundamentales para ser de Dios, ellos
son: “edificar, exhortar y consolar” a los receptores (1 Corintios 14:3).

3. Evangelista
Este don ministerial tiene la función de predicar las buenas nuevas de salvación al mundo perdido;
aquéllos llamados por el Señor para desempeñar este ministerio tienen una gracia divina especial
para ganar almas para Cristo, Dios les capacita para llevar un mensaje que toque corazones,
redarguya las conciencias y ofrezca las respuestas que el hombre necesita.
El evangelista debe depender de una congregación que le cubra y le apoye para desempeñar su
don ministerial de manera que los convertidos sean llevados a una iglesia local para su proceso
normal de discipulado.
El evangelista tiene amor por las almas perdidas, le duelen y siempre procurará buscarlas de la
manera que el Espíritu Santo le revele. El don ministerial de evangelista es uno de los más
conocidos por nosotros en esta región del mundo, junto al don de pastor, que veremos
seguidamente, son los dos ministerios más conocidos.

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4. Pastor
El pastor debe tener siempre una palabra de sabio consejo, corrección, aliento y consolación.
El pastor vela por las ovejas que Dios ha puesto a su cargo y es responsable por cada una de
ellas, sean de la jerarquía que sean y desempeñen el ministerio que sea, por ello la Biblia aconseja
al cristiano someterse al pastor (Hebreos 13:7,17).
El apóstol Pablo nos escribe acerca de las condiciones que deben cumplir los pastores al frente
de la congregación en 1 Timoteo 3:2-7.

5. Maestro
Este don ministerial ocupa el último lugar de la lista que Pablo nos ofrece en su epístola a los
Efesios, pero no por eso es el menos importante, porque el maestro tiene su función bien definida
dentro del Cuerpo de Cristo.
En el Antiguo Testamento el término maestro puede referirse a menudo a un artesano, experto en
su especialidad (por ejemplo, Éxodo 36:4; 2 Crónicas 2:7), pero en el Nuevo Testamento es un
título que por lo general indica uno que enseña, un instructor. En tiempos del post-cautiverio judío
los estudiosos de las Escrituras en la antigüedad solían reunirse en las sinagogas, y los maestros
eran frecuentemente escribas o “doctores de la Ley” (Lucas 2:42-52).
Tanto los discípulos de Jesucristo como sus enemigos casi siempre lo llamaron “Maestro o Rabí”,
que significa lo mismo. De ahí se considera como Maestro uno que sirve de guía.
Este ministerio en la Iglesia se encarga específicamente de escudriñar y profundizar el estudio de
la Palabra de Dios para ofrecer entendimiento al resto de los miembros de la iglesia; así como el
velar por la sana doctrina dentro del Cuerpo de Cristo. El maestro tiene la capacidad divina de
explicar lo que la Biblia dice, interpretar lo que significa y aplicarlo a los corazones de los santos
en la Iglesia.

Unanimidad funcional de los Dones Ministeriales


En su funcionalidad en la edificación para el crecimiento de la Iglesia, los dones ministeriales se
mueven espiritualmente en la misma dirección de la voluntad de Dios. Efesios 4:15-16 dice:
“...crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo,
bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según
la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”.
Dentro del crecimiento integral del Cuerpo de Cristo en la dirección que el Señor como cabeza
imparte, debemos actuar, de manera unánime, bien concertada, ayudándonos unos a otros
dependiendo el don o dones que cada uno ha recibido de Dios; así es como la Iglesia va
edificándose y creciendo.
El Apóstol abre caminos, tiene la visión de Dios para impartir dirección hacia dónde debemos
movernos, con los prodigios y señales que Dios opera a través de él nos confirma en la fe; pero

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éste necesita de la guía y confirmación que el Señor le trae a través del Profeta, ambos necesitan
del Evangelista, con la gracia que Dios ha derramado sobre él, salga en la búsqueda de las almas
perdidas y las traiga a los pies de Cristo, para que luego el Pastor junto con el cuerpo de liderazgo
de la iglesia apacienten, alimenten y discipulen al pueblo de Dios, el Maestro tiene la gran
responsabilidad de instruir a la luz de las Sagradas Escrituras a cada creyente.
Así debe funcionar el Cuerpo de Cristo. Cuando los ministerios trabajan en unanimidad de espíritu
hay bendición y crecimiento, evitando que las falsas doctrinas.

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