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Capítulo 3

Consolidación política, auge económico y


movilización obrera

Tal como había sido pensado originariamente, el proyecto político de


Juan Domingo Perón había quedado trunco. Entre 1944 y 1945, pese a sus
reiterados intentos, no había podido cerrar acuerdos ni con la Unión Cívica
Radical (UCR), ni con los conservadores para que pusieran a su servicio
maquinarias electorales eficaces. Su intención inicial había sido conformar
una coalición de orden y paz social. Sin embargo, entre ese proyecto y el
resultado final hubo grandes diferencias, la mayor de las cuales fue el lugar
obtenido por los trabajadores y sus organizaciones sindicales, quienes de
pieza im portante pero complementaria, habían pasado a ser el principal
soporte del gobierno.1 Esto limitó y moldeó el naciente peronismo.
El proceso abierto el 17 de octubre de 1945 estuvo acom pañado por
lo que el historiador inglés Daniel James definió como un «espíritu de
irreverencia y blasfemia ( . . . ) una suerte de “antiteatro”, basado en el
ridículo y el insulto, contra la autoridad simbólica y las pretensiones de la
elite argentina».2 El 4 de junio de 1946, al asumir la presidencia de la Nación,
Perón era consciente de esto y de las dificultades políticas que acarreaba la
posición ganada por los sindicatos. Por eso, uno de sus objetivos iniciales fue
delimitar y canalizar la movilización sindical y menguar su poder político y
social; todo esto lo hizo sin desatender la justicia social, uno de los pilares
del peronismo.
Estos primeros treinta meses fueron de fortalecimiento político, creci­
miento económico y movilización obrera. Cómo se conjugaron estos tres
factores es lo que se propone describir este capítulo, para luego analizar sus
vínculos con la dinámica sindical textil y metalúrgica.

1. J. Torre, ed. Nueva Historia Argentina. Vol. 8: Los años peronistas: (1943-1955).
Buenos Aires: Sudamericana, 2002, págs. 28-30.
2. D. James. Resistencia e integración: El peronismo y la clase trabajadora argenti­
na, 1946-1976. Buenos Aires: Sudamericana, 1990, pág. 50.
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La consolidación política
El peronismo que asumió el poder en junio de 1946 era una expresión
política joven e inestable. Se trataba de una coalición conformada apenas
medio año atrás, con varios frentes de conflicto interno abiertos, que había
enfrentado y vencido a los sectores más poderosos del país, en medio de
un clima de movilización social inédito. Por todo esto, Perón consideró
necesario estabilizar la situación, legitimarse y fortalecerse políticamente.3
En esta etapa inicial, el gobierno apostó a descomprimir el clima de
polarización, generar consensos amplios y conquistar la aceptación de los
grandes grupos económicos con los que se había enfrentado meses atrás. En
este sentido, buscó atemperar el carácter de clase que lo había acompañado
durante la campaña.4
En pos de construir una nueva legitimidad, alejada de la im agen auto­
ritaria del gobierno militar, se propuso respetar las libertades políticas. No
hubo ataques ni am enazas a los demás partidos en estos primeros meses.
Hubo sí un enfrentam iento directo con la Corte Suprema de Justicia de la
Nación y con la Unión Industrial Argentina (UTA). Con la Sociedad Rural
Argentina (SRA), en cambio, se llegó a un acuerdo de convivencia pacífica.
Esta búsqueda de un consenso más amplio fue exitosa: en 1948, en las
elecciones parlam entarias, el peronismo sumó apoyos y superó así el 60 %
de los votos.5
En la coalición, para contrabalancear la impronta obrera y estabilizarla,
se tom aron dos caminos complementarios. Por un lado, Perón fortaleció a
sus otros dos apoyos clave: las Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica.6 Por
el otro, en lo que respecta a la organización partidaria, con la creación del
Partido Peronista (PP) se intentó desindicalizar el movimiento y asignarle
mayor autonomía a sus elites políticas.7
El gobierno necesitaba un partido unificado, homogéneo y disciplinado;
por lo tanto, el PP (inicialmente llamado Partido Unico de la Revolución
Nacional) fue pensado en ese sentido. Sin embargo, pese a estas intenciones
3. L. Zanatta. Breve historia del peronismo clásico. Buenos Aires: Sudamericana,
2009; L. Doyon. Perón y los trabajadores: los orígenes del sindicalism o peronista,
1943-1955. Buenos Aires: Siglo XXI, 2006.
4. Ibíd.
5. E Waldmann. El peronismo, 1943-1955. Buenos Aires: Hyspamérica, 1985;
F. Luna. Perón y su tiempo. Buenos Aires: Sudamericana, 1992.
6. R. Potash. El ejército y la política en la Argentina. Buenos Aires: Hyspamérica,
1985; L. Caimari. Perón y la Iglesia Católica: religión, Estado y sociedad en la Argentina,
1943-1955. Buenos Aires: Ariel, 1995; L. Zanatta. Perón y el m ito de la nación
católica: Iglesia y Ejército en los orígenes del peronism o (1 9 4 3 -1 9 4 6 ). Buenos Aires:
Sudamericana, 1999.
7. M. Mackinnon. Los años form ativos del partido peronista: 1946-1950. Buenos
Aires: Instituto Di Telia, 2002; O. Acha. «Sociedad civil y sociedad política durante el
primer peronismo». En: Desarrollo Económico, vol. 44, n.° 174: Buenos Aires (2004).
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originales, la conformación del PP y la disolución del Partido Laborista (PL)


no implicaron que el movimiento sindical perdiera su posición política, por
lo menos, no en la zona urbana.8
Como bien lo m uestra Moira Mackinnon, la inm ensa mayoría de los
conflictos en relación con la estructuración del PP se vinculó a la partici­
pación sindical en él.9 Tanto los laboristas como los radicales renovadores
habían aceptado integrar el nuevo partido, pero sin renunciar a sus ideas y
reivindicaciones, por lo que las tensiones precedentes se trasladaron dentro
del partido único. El punto máximo de conflicto fue entre septiembre y di­
ciembre de 1947, también un momento sensible en el ámbito sindical: en las
mismas horas en que se realizaba el primer Congreso General Constituyente
del PP, Aurelio Hernández presentaba su renuncia como secretario general
de la Confederación General del Trabajo (CGT). Recién a mediados de 1948,
se generó una nueva dinámica interna, donde el recurso clave fue la repre­
sentación por cuotas en las listas entre candidatos políticos y sindicalistas.
Aunque ya sin partido propio, las organizaciones obreras mantuvieron a lo
largo del período una fuerza innegable en el campo de la política.10
Más allá de estas tensiones internas, los primeros tres años políticos
del peronismo pueden ser considerados exitosos. A partir de una victoria
sorpresiva, alcanzada por una alianza electoral heterogénea e inestable, el
peronismo logró consolidarse en el gobierno al lograr un apoyo electoral
de casi dos tercios del electorado en apenas dos años. Es im portante aquí
recordar que entonces esta fuerza no tenía el halo de perennidad que tiene
hoy; por eso, la importancia de esta consolidación en la que fue clave el
aspecto económico.

El auge económico
Los principales ejes político-económicos del prim er peronismo fueron
una fírme política de distribución del ingreso, la expansión del empleo y
el aum ento de la participación del sector público en el sistema productivo.
En un comienzo, esta política fue realm ente exitosa. En los primeros tres
años, se produjo una acelerada expansión económica sustentada en una
situación excepcionalmente favorable de la balanza de pagos.11 Mientras,
se registraba una creciente participación de los asalariados en el ingreso

8. Para un análisis sobre el Partido Peronista en el interior del país, véase


D. Macor y A. Tcach. La invención del peronismo en el interior del país. Santa Fe:
Universidad Nacional del Litoral, 2003.
9. Mackinnon, Los años form ativos del partido peronista: 1946-1950.
10. Ibíd.
11. Entre 1938 y 1948, hubo diez años consecutivos de superávit de balanza
comercial. Entre 1941 y 1948, ocho años de superávit de la cuenta corriente; y
entre 1940 y 1947, siete años seguidos de acumulación de reservas. R Gerchunoff
y D. Antúnez. «De la bonanza peronista a la crisis de desarrollo». En: Nueva Historia
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nacional, impulsada por un incremento tanto del salario real como de la


ocupación de mano de obra.
Se apostó con fuerza al crecimiento del mercado interno protegido, pues
finalizada la Segunda Guerra Mundial, se consideraba seriamente el peligro
de una crisis de subconsumo en la sociedad argentina a partir del regreso
al mercado de las principales economías mundiales. Era esta una cuestión
de vital im portancia tanto para la supervivencia de sectores industriales
desarrollados intensamente gracias a la sustitución de importaciones, como
para contener la cuestión social.12 Por eso, y en pos de evitar una brusca
caída del empleo urbano luego de 1946, el gobierno se propuso dom inar
los resortes estratégicos de la economía sobre la base de la utilización de
distintas herram ientas: nacionalizaciones de los servicios públicos, rescate
de la deuda pública externa, empleo de un sistema de control de cambios,
nacionalización del sistema bancario, control del Estado del comercio exte­
rior de cereales, apoyo directo a las industrias m ediante créditos baratos,
y estímulo al poder comprador del mercado interno urbano por medio del
aum ento del poder adquisitivo y el nivel de vida de la clase obrera y las
capas m edias.13
Ciertas políticas se habían aplicado antes de junio de 1946, durante el
gobierno militar, en momentos en que Perón tenía en él una ascendencia
indiscutible. En marzo de ese año, se nacionalizaron el Banco Central y
los depósitos bancarios. También se impuso el control de buena parte del
comercio exterior, lo que permitía desligar los precios de los alimentos en el
mercado interno de los vaivenes internacionales y trasladar gran parte del
excedente agroexportador al sector urbano-industrial.14
En paralelo, se tom aban medidas directas de apoyo a la industrializa­
ción. Un tiempo antes, se había empezado a organizar el Banco de Crédito
Industrial15 y se había creado la Secretaría de Industria y Comercio (SlyC). A
partir del decreto 14.630 de 1944, se le había dado forma al primer régimen

A rgentina. Vol. 8: Los años peronistas: (1 9 43-1955). Ed. por J. Torre. Buenos Aíres:
Sudamericana, 2002.
12. A. Ferrer. La economía argentina: las etapas de su desarrollo y problemas
actuales. México, DF: FCE, 1963.
13. R. Bitrán. El Congreso de la Productividad. Buenos Aires: El Bloque, 1994;
E. Basualdo. Estudios de historia económica argentina: desde mediados del siglo XX
a la actualidad. Buenos Aires: Siglo XXI, 2006; R Gerchunoff y L. Llach. El ciclo de
la ilusión y el desencanto: un siglo de políticas económicas argentinas. Buenos Aires:
Emecé, 2010.
14. Para una historia del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio,
véase S. Novick. IAPI: auge y decadencia. Buenos Aires: Centro Editor de América
Latina, 1986.
15. N. Girbal Blacha. Mitos, paradojas y realidades en la Argentina peronista,
1946-1955: una interpretación histórica de sus decisiones político-económicas. Bernal:
Universidad Nacional de Quilmes, 2003.
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de promoción industrial, que le otorgaba al gobierno autoridad para declarar


de interés nacional determ inada industria por un período de entre dos y
cinco años; eso implicaba beneficios específicos, como cuotas de importación
para bienes similares, tipos de cambio preferenciales para la introducción
de maquinarias e insumos, y, en algunos casos, la elevación de los derechos
aduaneros.16
En el Plan Quinquenal de comienzo de gestión, para la política industrial,
se estableció, en primer lugar, que se protegerían las manufacturas existen­
tes, especialmente la textil algodonera y la metalúrgica, y, en segundo lugar,
que se estimularía el desarrollo de nuevas industrias destinadas a sustituir
importaciones, como la producción de acero, laminados y productos quími­
cos básicos. El aceleramiento del proceso de sustitución de importaciones, al
expandir actividades de uso intensivo de mano de obra, generaba un alto
nivel de empleo.17
Sin embargo, esta bonanza económica fue corta. Más allá de las políticas
específicas que pudo aplicar el gobierno, el modelo de crecimiento continua­
ba dependiendo de las divisas ingresadas por la exportación de productos
agropecuarios y su desviación hacia las urbes. La industria necesitaba de
estas para hacerse de m aterias primas y m aquinaria, y para solventar los
altos salarios. En consecuencia, la caída del volumen exportado, el deterioro
de los términos de intercambio a partir de 1949 y dos cosechas perdidas
a comienzo de la nueva década, derivaron en un dramático descenso de
ingresos de divisas y en una seria crisis económica, que se expresó en un
incremento de la inflación y una caída de la actividad industrial.18
Antes de este desenlace, los tres años de prosperidad económica habían
sido la base a partir de la cual se había producido un marcado mejoramiento
del nivel de vida obrero. Las políticas económicas y sociales gubernamentales
explican en parte esta transformación.

La justicia social
La justicia social fue uno de los principios fundam entales del primer
peronismo. A lo largo de esos años, se impuso la idea de que era el gobierno
el que aseguraba el bienestar de los más necesitados a través de distintos
mecanismos. En verdad, esto se observó en determinadas políticas estatales,
por ejemplo, el núm ero de personas con cobertura de seguridad social,
que se incrementó en más de un millón de personas en cinco años. Como
complemento, en las áreas de salud y de vivienda, se originó una fuerte
16. C. Belini. La industria peronista: 1946-1955, políticas públicas y cambio
estructural. Buenos Aires: Edhasa, 2009.
17. Ferrer, La economía argentina: las etapas de su desarrollo y problemas actuales.
18. Gerchunoff y Llach, El ciclo de la ilusión y el desencanto: un siglo de políticas
económicas argentinas; Basualdo, Estudios de historia económica argentina: desde
mediados del siglo XX a la actualidad¡
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redistribución de los recursos estatales hacia los trabajadores. El control


del precio de los alquileres hizo que solo aum entaran un 27,8% en doce
años, en un mercado inmobiliario en el que, en 1947, más del 70% de las
viviendas del área m etropolitana estaba ocupado por inquilinos. En 1946,
el número de camas en hospitales era de menos de setenta mil. Ocho años
después, existían más de ciento treinta mil. En paralelo, hubo campañas
masivas y nacionales para erradicar enfermedades endémicas. Con evidencia,
la presencia del Estado aumentó rotundamente en estos ámbitos.19
El bienestar también incluía factores ajenos a la estatalidad. En los años
peronistas, hubo un rápido crecimiento de servicios sindicales, tales como
centros de turismo, asistencia médica de todo tipo, planes de vivienda,
asesoramiento legal, comercios subsidiados y educación, particularm ente
de tipo profesional. Grandes responsables de este otro bienestar fueron
entonces las organizaciones obreras, pues en ellas reposaron funciones que,
en otras latitudes, eran parte del Estado de Bienestar. Peter Ross observa
en esto un signo de desigualdad y un fracaso del gobierno; sin embargo,
también puede ser pensado como una señal de empoderamiento sindical.20
El bienestar y la justicia social eran también (y centralm ente) mejores
salarios y mejores condiciones de trabajo. Según Pablo Gerchunoff y Damián
Antúnez, durante el primer trienio peronista, los salarios reales se incremen­
taron un 40 %. Mientras la tasa de crecimiento del PBI fue del 8 % anual,
la del consumo fue del 14%. En paralelo, el ritmo de incremento de los
precios se mantuvo cerca del 15 % anual, a la par que el de los países más
importantes de América Latina.21 La distribución del ingreso fue favorable a
los trabajadores en este período. •

El fin del laborismo y el desplazamiento de Luis Gay


¿A qué se debió esta mejora de las condiciones de vida obrera? ¿Cuál
fue el actor principal? ¿El gobierno peronista o la movilización obrera? ¿O
ambos? Este libro se propone demostrar que la movilización obrera impuso
condiciones durante los primeros tres años peronistas, que corrió los límites
que el gobierno quiso establecer a través de distintos controles.
La mayoría de las interpretaciones clásicas sobre el peronismo^ plantea
otra cosa: el dominio estatal sobre un movimiento sindical pasivo. Según
Hugo del Campo, por ejemplo, la etapa abierta en 1943 se cerró defínitiva-

19. J. Torre y E. Pastoriza. «La democratización del bienestar». En: Nueva Historia
Argentina. Vol. 8: Los años peronistas: (1943-1955). Ed. por J. Torre. Buenos Aires:
Sudamericana, 2002.
20. Según Ross «el peronismo clásico no instituyó un Estado de Bienestar, y
fracasó en la construcción de un sistema equitativo, perdurable y justo». R Ross.
«Justicia social: una evaluación de los logros del peronismo clásico». En: Anuario del
IEHS, n.° VIII: Buenos Aires (1993), pág. 107.
21. Gerchunoff y Antúnez, «De la bonanza peronista a la crisis de desarrollo».
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mente con la disolución del PL y el desplazamiento de Luis Gay de la CGT


en enero de 1947, para iniciar «un proceso de concentración del poder que
haría desaparecer cualquier resto de autonom ía del movimiento sindical,
subordinándolo a un régimen político cada vez más autoritario».22 La investi­
gación que aquí presentamos demuestra lo contrario. Precisamente, los doce
meses que siguieron a la caída de Gay fueron los de mayor movilización
obrera en toda la década peronista. Esto no quita que los dos hitos que
menciona Del Campo no fueran de relevancia.
El PL fue disuelto el 23 de mayo de 1946. Luego de una pequeña re­
sistencia inicial, la inmensa mayoría de sus miembros se sumó al nuevo
partido y se desempeñó en cargos de im portancia.23 El fin del PL supuso
límites a la expresión política sindical; sin embargo, eso no significó que
esta desapareciera. Determinados dirigentes sindicales ocuparon puestos
en el flamante partido y en el Estado. Eran de origen sindical quienes se
hicieron cargo de los ministerios del Interior, de Relaciones Exteriores y de
Trabajo.24 También hubo sindicalistas que se transformaron en asesores de
la Secretaría de Trabajo y Previsión (STyP), que fueron representantes en
comisiones encargadas de proyectar y regular la legislación laboral, en el
Instituto Nacional de Bienestar Social y en el Consejo Nacional Económico.
Incluso la CGT participaba en reuniones de gabinete.25 Perón no estaba en
condiciones de desprenderse de su principal apoyo político ni tampoco podía
subordinarlo por decreto.
La elección de Luis Gay como secretario general de la CGT fue también
una m uestra de ese poder. Gay no contaba con el respaldo de Perón. En
noviembre de 1946, acababa de finalizar el mandato del ferroviario Silverio
Pontieri y, para elegir su sucesor, se conformó una comisión especial de
veinticinco miembros. El candidato oficial del gobierno era Ángel Borlenghi.
Sin embargo, en esa prim era instancia, Borlenghi solo obtuvo tres votos.
Luis Gay (del sindicato telefónico) tuvo diez y Juan Rodríguez (Unión
Ferroviaria), doce. Luego, en una votación general del Comité Central, Gay
venció por 40 a 37.26 El ahora secretario general de la CGT había sido uno de
los líderes principales del PL; había estado asociado con las señales iniciales
22. H. Del Campo. Sindicalismo y peronismo: los comienzos de un vínculo perdu­
rable. Buenos Aires: siglo XXI, 2005, pág. 16.
23. E. Pont. Partido Laborista: Estado y sindicatos. Buenos Aires: Centro Editor
de América Latina, 1984; Macldnnon, Los años form ativos del partido peronista:
1946-1950.
24. Angel Borlenghi, del Sindicato de Empleados de Comercio, era el ministro
del Interior. Atilio Bramuglia, abogado de la Unión Ferroviaria, era ministro de
Relaciones Exteriores. José María Freire, del Sindicato del Vidrio, era ministro de
Trabajo.
25. Doyon, Perón y los trabajadores: los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-
1955.
26. Del Campo, Sindicalismo y peronismo: los comienzos de un vínculo perdurable.
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de resistencia a su disolución, lo que no le fue perdonado. En enero de 1947,


luego de una maniobra del gobierno, debió renunciar a su nuevo cargo.27
En su lugar, asumió Aurelio Hernández, quien no era un recién llegado
al mundo sindical, ya que había sido un cuadro importante del movimiento
obrero preperonista.28 A lo largo del año anterior, había ocupado cargos
importantes en el nuevo universo sindical.29 A fines de 1947, renunció, y fue
reemplazado por José Espejo, del Sindicato de la Alimentación.
Además de cuestiones político-partidarias, el desplazamiento de Gay
había sido motivado por razones sindicales. El gobierno precisaba frenar la
movilización en los lugares de trabajo y bajar la tensión entre capital-trabajo,
y para eso necesitaba una CGT más leal.30 Esto, sin embargo, no bastó. La
movilización obrera en estos primeros treinta meses fue la mayor de todo el
período peronista.

La movilización obrera
Los conflictos protagonizados por los trabajadores y sus organizaciones
entre 1946 y 1948 fueron juzgados erróneam ente por distintas vertientes
historiográficas. Algunos especialistas los consideraron maniobras guberna­
mentales; es decir, huelgas que poseían todo el apoyo estatal detrás. Otros,
simplemente, no los tuvieron en cuenta, no los estimaron importantes.31 En

27. Del Campo, Sindicalismo y peronismo: los comienzos de un vínculo perdurable.


28. Su militancia fue precoz y amplia. Además de ocupar cargos en distintas
organizaciones, fue director de las publicaciones La Batalla Sindicalista y Acción
Obrera, y redactor de Bandera Proletaria y El Obrero Maderero. Datos extraídos de
A. Hernández. Salario vital. Buenos Aires: Biblioteca del Enfermero, 1943.
29. Era secretario general de la Asociación del Personal de Hospitales y Sana­
torios Particulares. Fue candidato legislativo en las elecciones de febrero de 1946.
Incluso firmaba notas en el periódico de la central obrera. Contradictorio con lo que
luego plantearía, uno de sus artículos comenzaba así: «Una clase rica, inescrupulosa,
corrompida, inepta, rapaz y torpe ha engañado, oprimido y explotado sin tasa ni
medida al pueblo laborioso argentino de la ciudad y el campo». CGT. 1 de mayo de
1946.
30. Más allá de esta afirmación, en este punto no concordamos con Louise
Doyon, quien plantea que luego de la caída de Gay: « ( ...) la CGT dejó de aspirar
a ser un representante del movimiento obrero ante el gobierno, para comportarse
más bien como el representante del gobierno en el movimiento obrero». Doyon,
Perón y los trabajadores: los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-1955, pág. 232.
Consideramos que la situación en la central obrera era más compleja que esta
afirmación.
31. Véase, por ejemplo, los casos de R. Alexander. The Perón era. Nueva York:
Columbia University Press, 1951; G. Germani. Política y sociedad en una época de
transición: De la sociedad tradicional a la sociedad de masas. Buenos Aires: Paidós,
1962; M. Peña. Masas, caudillos y elites: La dependencia argentina de Yrigoyen a Perón.
Buenos Aires: Ediciones Fichas, 1971; J. Mafud. Sociología del peronism o. Buenos
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este sentido, Louise Doyon realizó un aporte fundamental, pues sus trabajos
fueron de los primeros en resaltar la trascendencia de estos hechos en el
desarrollo del gobierno y los sindicatos.32
Doyon refutó las interpretaciones que entendían la derrota del proyecto
laborista como el hito que había marcado el fin de la historia del movimiento
obrero en tanto actor social en el peronismo. En cambio, la investigadora
considera que esto había cerrado «(. . . ) la puerta a su pretensión de tener
una voz independiente en las decisiones políticas. Sin embargo, no canceló
su protagonismo como actor colectivo en las luchas sociales (. .. )».33 En su
tesis, demostró cómo gran parte de las reformas laborales se debieron a la
organización y las luchas obreras, y que, con el correr del tiempo, esta persis­
tente capacidad de los trabajadores para articular sus intereses corporativos
fue generando fuertes tensiones dentro de la coalición gobernante.
En estos años, el número de afiliados a los sindicatos se triplicó: pasó
del medio millón al millón y medio. El mayor crecimiento se produjo en
la industria. Allí, en 1945, había algo más de doscientos mil afiliados. Tres
años después, rozaban los ochocientos mil.34 Esto alteró la relación de
fuerzas internas del movimiento sindical, ya que la Unión Ferroviaria, aunque
continuó siendo el sindicato más grande, comenzó a tener un contrapeso en
las nuevas organizaciones industriales. El Estado apoyó esta sindicalización,
pero esto no la explica completamente; para eso, es necesario reflexionar
sobre el alto nivel de movilización obrera.
Entre 1946 y 1948, solo en Buenos Aires, hubo cerca de trescientas
huelgas, con más de un millón de huelguistas y ocho millones de días
perdidos.35 Este gran aum ento solo era comparable con el ocurrido diez
años antes, en 1935-1936. Pararon trabajadores de la carne, azucareros,
panaderos, textiles, metalúrgicos, petroleros, obreros de la construcción, del
transporte, portuarios, municipales y bancarios, entre otros. Más allá de
esta amplitud, Doyon pudo establecer una lista de principales modalidades
de huelga en el período: no fueron un fenómeno confinado a Buenos Aires
y sus alrededores, sino que tuvieron proporciones nacionales; fueron más
frecuentes en la industria; la mayoría de las disputas fue prom ovida y
dirigida por las organizaciones sindicales reconocidas; el grueso de ellas
respondía al objetivo de ampliar los derechos de los trabajadores; la mayor

Aires: Américalee, 1972; W. Little. «La organización obrera y el Estado peronista,


1943-1955». En: Desarrollo Económico, vol. 19, n.° 75: Buenos Aires (1979).
32. Doyon, Perón y los trabajadores: los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-
1955.
33. Ibíd., pág. XXIII.
34. En 1948, la mitad del personal asalariado en la industria estaba afiliado a
algún sindicato.
35. Ibíd., págs. 252-275.
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proporción de los paros se había producido en el contexto del proceso de


negociación colectiva.36
Esta movilización obrera no solo impuso mejoras salariales. También
impulsó una legislación social paralela, superior a la im plantada por el
gobierno, pues, a partir de los convenios colectivos, se conformó un cuerpo
legal amplificador del espíritu de la normativa general.37 Hubo, además, una
innegable redistribución del poder en los lugares de trabajo. El gobierno, por
su parte, no apoyaba automáticamente cualquier huelga; tampoco sostenía
cualquier reivindicación. Se encontraba siempre más predispuesto a negociar
las dem andas salariales que a tratar reclamos acerca del control sobre el
proceso de trabajo; intentó contener estos últimos, aunque sin mucho éxito.
En estos treinta meses iniciales, el gobierno encontró serias dificultades
para neutralizar el conflicto social. Esto es innegable; la pregunta es por qué.
Según Doyon:

«Perón pudo, en efecto, sofocar las pretensiones de autonom ía


política de los sindicatos, pero no pudo o no quiso anular su
función como agentes de la lucha económica. ( . . . ) el cese de
la dialéctica política entre la CGT y el gobierno no anuló la
participación de los sindicatos en la redefinición del lugar de los
trabajadores en el ámbito del trabajo y la sociedad».38

En relación con este tipo de planteos, se puede hacer la mayor crítica al


trabajo de la historiadora. En primer lugar, en nuestra investigación, plan­
teamos que la dialéctica política entre el gobierno y la CGT no desapareció,
que la central obrera no fue una parte del Estado ni estuvo controlada
completamente por las altas esferas políticas del peronismo. La CGT debía
responder ante sus representados, los sindicatos nacionales, y esto limitaba
la ascendencia del gobierno sobre ella (que, sin dudas, era muy grande).
Este trabajo de investigación se focaliza precisamente en estos sindicatos
nacionales y en su poder dentro del movimiento obrero organizado. En
segundo lugar, aquí también se intenta demostrar que Perón quiso, pero no
pudo anular la función de los sindicatos como agentes de la lucha económica.
Existe mucha distancia entre no querer y no poder.
Lo anterior nos lleva al punto nodal por discutir con la obra de Doyon:
la distinción que realiza entre lo político y lo económico. A lo largo de su
tesis, vuelve una y otra vez a resaltar la convivencia de la falta de autonomía
política de los sindicatos, con una alta movilización obrera, exclusivamente
económica. Primero, deberíamos plantearnos cuán contradictorio era esto;
sobre todo, si tomamos en cuenta que el gobierno intentó desde un primer
36. Doyon, Perón y los trabajadores: los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-
1955.
37. Ibíd., pág. 286.
38. Ibíd., pág. 240.
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momento frenar la conflictividad y el avance sindical sobre prerrogativas


empresarias. Además, aquí consideramos que no hay conflictos puramente
políticos y otros puram ente económicos: ambas dimensiones están entre­
lazadas perm anentem ente. Luego, pensamos que la tensión política entre
sindicatos y gobierno se expresó en los años iniciales a través de estos ciclos
de huelgas, pero tam bién dentro del Partido Peronista (PP) y del Estado
mismo. La dialéctica política entre estos actores no cesó durante este período
inaugural. En realidad, el gobierno no pudo dejar de depender políticamente
de los sindicatos de m anera tan rápida, ya que eran la colum na vertebral
de su fuerza política. Las organizaciones sindicales, por su parte, fluctuaban
entre su identidad peronista y sus intereses particulares, conscientes de que
estos, en ocasiones, eran contradictorios.

A modo de cierre
Los treinta meses iniciales fueron los más fructíferos del gobierno. Perón
capitaneó una economía en pleno crecimiento al mismo tiempo que ampliaba
sus apoyos y su legitimidad, y profundizaba su política social. Fue la época
de oro del peronismo.
En paralelo a este auge económico, aumentaron los niveles de conflictivi­
dad laboral. Esta movilización le permitió al sindicalismo alcanzar gran parte
de sus antiguas reivindicaciones. Los convenios colectivos firmados gracias
a las luchas obreras incluyeron conquistas que la legislación peronista no
consideraba.
Fue un momento de ofensiva, de mejoras en los ingresos y en las con­
diciones de trabajo, una coyuntura donde viejas prerrogativas patronales
fueron puestas en discusión. En este sentido, en la actividad industrial se
avanzó más gracias al poder creciente de las organizaciones sindicales en la
negociación colectiva general y en los lugares de trabajo.
Con altos niveles de movilización obrera, los sindicatos metalúrgicos y
textiles desempeñaron un importante papel durante estos primeros treinta
meses. Ambos protagonizaron resonantes conflictos, tanto en Buenos Aires
como en el interior del país, en el plano general, en la rama y en la empresa.
Lograron organizarse masivamente: en 1948, los principales sindicatos de
estas actividades tenían cien mil afiliados. Se ubicaban dentro de los cinco
más poderosos del movimiento sindical argentino y habían transformado el
equilibrio de fuerzas dentro de la CGT.
Como ya hemos dicho, el mayor estudio sobre el movimiento sindical
entre 1946 y 1955 fue realizado por Louise Doyon. Sin embargo, debido
a la propia naturaleza del trabajo, no tuvo para estos dos casos el grado
de profundidad que aquí consideramos necesario. No dio cuenta de los
vaivenes dirigenciales, de las luchas en las empresas textiles (en el período,
hubo huelgas de más de un mes en Sudamtex, Alpargatas y Argos), de la
82 M AR C O S SCHIAVI

puja por el reconocimiento de las comisiones internas, de la agremiación


conjunta metalúrgica, de las tensiones intersindicales en el gremio textil,
del enfrentam iento de la UOM con Aurelio Hernández, de la presencia
comunista en las organizaciones, entre otras cosas. En el caso textil, además
de falencias, en el trabajo de Doyon hay inexactitudes: la huelga de la
subrama cotton y medias circulares no fue en septiembre de 1947 ni duró
quince días; se desarrolló en julio y agosto a lo largo de cuarenta y cinco
días; y la huelga de octubre de 1947 no fue únicam ente de la subrama
algodón, sino que incluyó toda la actividad. Según la historiadora, se trató
de una huelga violenta; sin embargo, ninguna de las fuentes consultadas
m enciona actos o hechos que nos lleven a considerar el conflicto de ese
modo.39 Los siguientes cuatro capítulos buscan profundizar estos puntos,
para desentrañar la dinámica sindical particular en textiles y metalúrgicos
durante los primeros treinta meses de gobierno peronista.

39. Doyon, Perón y los trabajadores: los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-
1955, pág. 264.
Capítulo 4

La organización del gremio metalúrgico

Con el peronismo en el poder, en apenas unos años, la Unión Obrera


Metalúrgica (U O M ) se convirtió en un sindicato nacional con miles de
afiliados. Para 1948, había superado los cien mil; de esta manera, casi la
totalidad de los trabajadores del sector estaba organizada.
Estos primeros tres años de gobierno peronista fueron clave en la historia
de la joven UOM no solo por su crecimiento. En ellos, devino un sindicato
único, centralizado y con una impresionante inserción capilar en los lugares
de trabajo. Logró, además, agremiar en una misma organización a empleados
y obreros. En un primer momento, todo esto se tradujo en beneficios directos
para el grem io en su conjunto. La UOM era, a fines de la década de 1940,
uno de los sindicatos más poderosos de la Argentina, y eso se notaba en la
relación capital-trabajo.
El presente capítulo analiza este devenir tomando como puntos salientes
los intentos de conformar una federación nacional, la intervención del
sindicato, la asunción de Hilario Salvo como secretario general, la conversión
de la UOM en una organización nacional, las incorporaciones de sindicatos
provinciales como seccionales, las reacciones patronales, la reglamentación
de las comisiones internas, y la imposición de la agremiación conjunta.

La organización de la Unión Obrera Metalúrgica


Entre junio de 1946 y fines de 1948, la UOM se convirtió en el sindicato
nacional único del gremio metalúrgico. Lo hizo bajo el liderazgo de Hilario
Salvo, su secretario general hasta 1951. En este apartado se analizan estos
dos puntos.
En marzo de 1946, el secretario general de la UOM era Graciano Alvarez,
quien había sido recientemente elegido luego de ejercer la secretaría de la
seccional Villa Lugano.1 Para entonces, el sindicato contaba con ochenta
mil afiliados y, políticamente, había una línea clara: Álvarez definía a los

1. La com isión directiva se com pletaba con Pablo Brandi, secretario adjunto;
M ateo Piccolo, tesorero; A d olfo Orozco, organización; Carlos Avendaño, prensa; y
84 M A R C O S SC HIAVI

comunistas como charlatanes y anarquizantes, y defendía con vehemencia


la creación del Partido Laborista y la inserción en él de la U O M ,2 pues
representaba la oposición obrera a:

«los viejos politiqueros que eternamente han entregado la econo­


mía, las finanzas, la cosa pública y hasta la vida de la población
en manos del gran capital, de los terratenientes y de las fuerzas
imperialistas que desean convertir la Argentina en una vulgar
colonia, para explotarla y oprim irla».3

Reproducía así un discurso confrontativo, típico también de cierto pero­


nismo inicial, en el que lo nuevo se enfrentaba a las grandes corporaciones
nacionales y extranjeras que explotaban al pueblo.
A mediados de mayo, Alvarez anunció que, en apenas unos días, quedaría
constituida la Federación Obrera Metalúrgica, que agruparía a todos los
obreros del gremio en el país y contaría en su seno con el aporte de más de
cien mil afiliados, que era el caudal de socios de los sindicatos de Avellaneda,
9 de Julio, Venado Tuerto, Mercedes, Arrecifes, San Miguel, Morón, Córdoba,
Bahía Blanca y la UOM de Buenos Aires. Esta última cumplía con la tarea de
organización y creación de la entidad de carácter nacional.4
Una de sus reivindicaciones inmediatas era el proyecto de reglamenta­
ción del trabajo insalubre y enfermedades profesionales en las diferentes
ramas de la industria metalúrgica. Otra era la obtención del estatuto, cuyo
estudio estaba cerca de culminar. Como base para su elaboración, había
servido de m odo especial el convenio metalúrgico español, aunque tam­
bién habían sido consultados los de Bélgica, Alemania, Inglaterra y Estados
Unidos.5
Este proyecto no prosperó, como tampoco sucedió con la Federación e,
incluso, con la comisión directiva. A mediados de año, la Confederación
General del Trabajo (CGT) intervino el sindicato y designó como delegado

los vocales José Utera, Nicolás Gutiérrez, Luis Bomemezon, Concepción Chiara, ítalo
Luzzi, Luis Frasusti y Carlos Sotelo.
2. El 15 de noviem bre de 1945, la Asamblea General de Delegados de la UOM
había perm itido a la com isión directiva actuar en política. Teniendo en cuenta «las
horas difíciles que vivía el país», el sindicato se incorporó al Partido Laborista «por
haber sido este creación de varias organizaciones grem iales y por ser su je fe el
coronel Perón». Esta inform ación la hemos extraído de las notas que tom ó Louise
Doyon para su investigación doctoral a las cuales he podido acceder gracias a Juan
Carlos Torre y Gustavo Contreras quienes me facilitaron el material. Sus notas serán
citadas con la sigla ALD (Archivo Louise Doyon).
3. El Laborista. 30 de enero de 1946.
4. El Laborista. 15 de mayo de 1946.
5. Ibíd.
la o r g a n iz a c ió n del g r e m io m e t a l ú r g ic o 85

a Anselmo M alvicini,6 quien dispuso la caducidad de las autoridades de la


UOM, con excepción de las comisiones internas y delegados. En la inter­
vención, sus colaboradores fueron Nicolás Giuliani, ítalo Luzzi, Concepción
Chiara, Ángel Di Pascua, Juan Marchetti, Gregorio Borodavka, José Spiglich
e Hilario Salvo.7
Convocada por el equipo interventor para el I o de agosto de 1946, la
asamblea general de delegados de la UOM tuvo como orden del día los
siguientes temas: informe de la intervención y de la labor cumplida por los
colaboradores; balance general del mes y medio de intervención; informe
sobre la marcha de las negociaciones colectivas, y confirmación o renovación
de la comisión directiva surgida de la asamblea del 14 de junio. Asistieron
al encuentro cuatrocientos delegados, quienes aprobaron por unanimidad
el informe presentado por el interventor.8 Sus colaboradores informaron
que, en el aspecto administrativo, había habido una mejora sustancial, ya
que, frente al desastre económico precedente, se había acumulado en un
mes más de quince mil pesos. En relación con el petitorio, se aprobó la
siguiente escala salarial: oficiales, $ 1,55; medio oficial, $ 1,15; peón, $ 0,95;
se trataba de un documento que incluía salarios un 10% más altos que los
solicitados nueve meses antes.9
En lo que respecta a la comisión directiva, se ratificaron las autoridades
elegidas un mes y m edio atrás. El nuevo secretario general, Hilario Salvo,
al dirigir unas palabras, manifestó que «haría todo lo que estuviera a su
alcance para que la UOM no fuera alejada de su com etido y para que los
comunistas que ahora se manifestaban hermanos no pudieran hacer de
la UOM un campo de acción para sus fines partidistas y para maniobrar
contra el país y contra los gobernantes que los trabajadores eligieran el 24
de feb rero».10 La nueva comisión directiva quedó compuesta por Hilario
Salvo, secretario general; Nicolás Giuliani, secretario adjunto;11 Víctor Gozzi,
secretario administrativo; Concepción Chiara, tesorero; Alberto Marchetti,
protesorero; vocales: Orlando Carone, ítalo Luzzi, Ángel Di Pasqua, Mario
Muzzoppappa, Santiago González, José Luis Rams, Flavio Danieli, Gregorio
Borodavka, Adolfo Castaño y Félix Montenegro.

6. El Laborista. 26 de junio de 1946, Malvicini era hombre de la Unión Ferroviaria.


El 16 de octubre de 1945, había votado contra la huelga general.
7. Según Robert Alexander esta intervención se debió a la excesiva influencia
que tenían los comunistas en la UOM. R. Alexander. The Perón era. N ueva York:
Columbia University Press, 1951, pág. 91.
8. La Hora. 2 de agosto de 1946; y El Laborista. 3 de agosto de 1946.
9. Ibíd. Analizaremos en profundidad el acuerdo salarial en el capítulo siguiente.
10. El Laborista. 3 de agosto de 1946.
11. Giuliani provenía del Sindicato de Obreros de la Industria M etalúrgica. El
único de los líderes metalúrgicos del cual sabemos con certeza que pasó de una
organización a la otra. T. Di Telia. Perón y los sindicatos: el inicio de una relación
conflictiva. Buenos Aires: Ariel, 2003.
86 M A R C O S SCH IAV I

Una publicación oficial de la UOM editada siete años después describe


así los orígenes del sindicato y este episodio:

« ( . . . ) al calor revolucionario del año 1943, algunos de los hom­


bres que surgieron en la Dirección del Gremio no supieron vivir
el momento ni interpretar el m ovim iento revolucionario. Este
grado de anarquización en nuestro gremio dio como resultado
la reacción de los delegados, provocándose un congreso el día
14 de junio de 1946 radiando en esa oportunidad a todos los
miembros administrativos, los cuales no supieron cumplir con
sus deberes, surgiendo a la vez, una nueva comisión, la que en
ese momento adquiría el compromiso moral de cambiar funda­
mentalmente la organización. ( . . . ) pero junto con ello, nuestra
organización sufría un nuevo traspié como consecuencia de la
acción de los elementos que habían sido desplazados, quienes
habían creado dentro de la CGT una corriente propicia para la
intervención de nuestro gremio. Al mismo tiempo debemos decir
que esta ha llegado a nuestra organización; a la vez destacamos
que su labor no duró más de dos meses y a cuyo término las
autoridades designadas por la CGT auscultaron la voluntad de
los afiliados, quienes confirmaron en forma definitiva como sus
legítimos representantes a la comisión directiva que surgió del
14 de junio, empezando desde ese momento una acción intensa
dentro de nuestra organización que comprendió la organización
de los establecimientos metalúrgicos de Capital Federal cons­
tituyéndose sus respectivos Cuerpos de Delegados, luchando
por su reconocimiento y estabilidad, facilitando de esta mane­
ra la labor sindical y el reconocimiento de los derechos de los
trabajadores».12

Como deja entrever el fragmento anterior, una vez en funciones, la nueva


dirigencia se propuso reestructurar, a la mayor brevedad, la organización
interna del sindicato. Esta reorganización comenzó declarando caducas las
autoridades de la seccional Villa Lugano, de donde era originariamente el
anterior secretario general.13 Unos meses después, se intervino otra de las
seccionales más importantes: Avellaneda.14
Además, fue necesario que la nueva dirigencia se abocase inm ediata­
mente a la organización de las distintas especialidades que formaban parte
de la rama, tales como máquinas de contabilidad, registros mecanizados,

12. UOM. M em oria y Balance. Correspondiente al ejercicio 1946-1952. Buenos


Aires: Unión Obrera Metalúrgica, pág. 14.
13. El Laborista. 9 de agosto de 1946.
14. La Época. 22 de diciembre de 1946, y A los compañeros de SIAM. Avellaneda,
28 de m ayo de 1947.
la o r g a n iz a c ió n del g r e m io m e t a l ú r g ic o 87

máquinas de coser y de la industria del calzado, telecomunicaciones, radios


y afínes. Esto era urgente, pues en numerosos establecimientos, y principal­
mente en los más grandes, donde se concentraban distintas especialidades,
la UOM tropezaba con serias dificultades para hacer respetar el derecho de
agremiación y las conquistas que se iban obteniendo.15
Restaba aún organizar el gremio en el ámbito nacional. Hasta entonces,
la UOM solo representaba a los trabajadores metalúrgicos de la ciudad de
Buenos Aires y algunos de sus alrededores. Este fue otro de los desafíos que
se planteó la nueva comisión directiva.

La organización del interior del país


Como es sabido, no hubo finalmente ninguna Federación Obrera M e­
talúrgica. El proyecto de Alvarez quedó trunco. Se impuso una línea más
centralizadora; se optó así por la unión en lugar de la federación. En estos
primeros años, los distintos sindicatos del interior del país se fueron trans­
formando en seccionales de la UOM, en un proceso no exento de violencia.
La organización del interior de la Argentina no solo era importante
para fortalecer el sindicato. Era necesaria para homogeneizar condiciones y
derechos. Según la propia UOM, de esa manera:

«se garantizaban las conquistas obtenidas, porque de lo con­


trario o las industrias emigraban al interior o de lo contrario
hacían em igrar el trabajo, donde al no existir organización ni
convenios que reglamentaran las condiciones de trabajo, fijación
de categorías y jornales básicos, les resultaba mucho más fácil
obtener grandes ganancias, explotando de esta manera con ma­
yor facilidad a los trabajadores del interior del país, resistiendo
a la vez con mayor holgura cualquier lucha que se planteara
por mejoras, creando con ello un clima de desocupación e in-
certidumbre para los obreros de Capital y Gran Buenos Aires,
debilitando de esta forma la organización y rompiendo así con
las conquistas y los convenios. De igual manera resultaba peli­
groso dejar de contemplar los intereses de nuestros Compañeros
del Interior, por cuanto al no tener salarios que les permitiera
vivir dignamente, con toda lógica orientarían sus pasos hacia los
centros poblados e industrializados, creando de esta manera una
mayor oferta de brazos; circunstancia siempre bien empleada
por los industriales... » . 16

No podemos dejar de resaltar lo complejo y lúcido de este análisis. Las


condiciones laborales debían ser parejas para evitar ganancias empresarias

15. UOM, M em oria y Balance.


16. Ibíd., págs. 16-17.
88 M A R C O S SCH IAV I

diferenciales. No podía haber peronismo (en realidad, lo que el peronismo


representaba en la transformación de la relación capital-trabajo) en una
sola región del país, pues debilitaba el proceso general y socavaba el poder
sindical.
La mayoría de las seccionales del Conurbano bonaerense se conformó en
1946. El interior del país se fue sumando a lo largo de 1947. Las «anexiones»
de las seccionales eran decididas por el propio sindicato del interior e
incluían, en ciertas ocasiones, la visita de una delegación desde Buenos Aires.
Un caso paradigmático fue Córdoba, donde, a fines de septiembre de 1946,
se efectuó una asamblea convocada por el Sindicato Obrero Metalúrgico
de la provincia, en la que se resolvió la incorporación a la U O M ;17 un mes
después, recibió la visita de Salvo.
Al tratarse de seccionales y no de sindicatos autónomos, las organiza­
ciones en el interior del país perdían margen de maniobra, cuestión que
llevó a conflictos abiertos en algunos casos. Por ejemplo, el 9 de agosto de
1948, en una reunión de delegados de la seccional Mendoza, se rechazó la
intervención dispuesta por la central pues se consideró que la m edida era
inconsulta y arbitraria; por eso, se confirmó la comisión directiva vigente. El
comunicado emitido cerraba aseverando que:

«Los métodos intervencionistas, puestos en práctica en forma


discrecional por el repudiado ex secretario de la CGT Aurelio
Hernández, hicieron escuela en algunos dirigentes que tratan
de frenar a toda costa la lucha de los obreros por la conquista
de sus más caras reivindicaciones».18

Un día después, una nueva reunión terminó con dos heridos de bala,
como consecuencia de disparos realizados por uno de los enviados de la
intervención. En las horas siguientes, fueron detenidos distintos dirigentes
metalúrgicos mendocinos. En medio de este clima, el 14 de agosto se realizó
una asamblea, que la prensa comunista describió así:

«Esta asamblea que había sido citada primero por la comisión


directiva del gremio, fue luego convocada por Salvo. Nunca se
vio en esta seccional una asamblea tan anormal, pues de los
trescientos presentes, la mitad eran policías uniformados y de
civil, funcionarios de la STyP y elementos extraños denunciados
por divisionistas provocadores... » .19

A fin de mes, cinco dirigentes mendocinos seguían detenidos, sometidos


a proceso, acusados de «perturbadores gremiales».20
17. La Hora. 24 de septiembre de 1946.
18. La Hora. 11 de agosto de 1948.
19. La Hora. 19 de agosto de 1948.
20. Para el caso de la ciudad de Tandil (Buenos A ires), véase D. Dicósim o. «El
sindicalismo en los primeros gobiernos peronistas. Burocratización y representación
la o r g a n iz a c ió n del g r e m io m e t a l ú r g ic o 89

El caso de Mendoza muestra cómo la organización del interior del país


conjugaba disciplinamiento y persecución a comunistas Con estos métodos,
la UOM logró armarse rápidamente en el ámbito nacional, consolidando una
unión en lugar de una federación y subordinando los distintos sindicatos
provinciales. Esta organización, más el liderazgo indiscutido de Hilario Salvo,
le dio a la UOM en esos primeros años una estabilidad y una centralización
que la fortalecieron al negociar con los industriales.

Las relaciones industriales metalúrgicas


Desde el mismo inicio del gobierno peronista, el sector patronal metalúr­
gico destacó una cantidad de novedades que consideraba alarmantes en las
relaciones industriales: el aumento del costo de la mano de obra, la caída en
el rendimiento obrero, la indisciplina, el ausentismo y el poder desmedido de
las comisiones internas. Eran todas novedades hijas del peronismo, ligadas
al poder sindical, al apoyo gubernamental y a un «preocupante» cambio en
la subjetividad de los trabajadores.
A mediados de 1946, Nicolás Carbone, interventor de la Unión Industrial
Argentina (U IA ), recibió una nota enviada por la empresa TAMET, cuyo
eje era el rendim iento obrero. En ella se solicitaba que, a través de la
UIA, se gestionase la realización de una propaganda oficial por medio de
carteles, difusión radial y gráfica, mediante la cual se buscara obtener un
mayor rendimiento y una mejor asistencia de los trabajadores. La nota
llamaba la atención respecto de la notable disminución de la productividad
obrera, aunque evitaba referirse a sus causas. En cuanto a la inasistencia,
comparaba el 5,5% de 1939 con el 11% de por entonces, lo que generaba
desorganización y perturbación en el trabajo. Por eso, TAMET consideraba:

« ( . . . ) por encima de la acción que incumbe a cada industrial pa­


ra hacer desaparecer esos factores, puede el Superior Gobierno
estimular el trabajo, la disciplina y la asistencia por m edio de
una propaganda intensa cuyos resultados redundarán en be­
neficio no ya de la industria sino de la propia campaña de
abaratamiento de la vida, cuyos resultados positivos interesa a
todos asegurar».21

Esta situación se transformó en rutina. El ausentismo del que se lamenta


amargamente TAMET acompañó las reivindicaciones patronales durante una
década. A finales de 1946, la Cámara Argentina de la Industria Metalúrgica
(CAIM) solicitaba a la Secretaría de Trabajo y Previsión (STyP) que estudiara
una reglamentación para el pago de salarios en las faltas por enfermedad

en la seccional Tandil de la Unión Obrera Metalúrgica, 1946-1955». En: Anuario del


IEHS, n.° 7: Buenos Aires (1993).
21. Metalurgia. Julio de 1946, pág. 13.
90 M A R C O S SCHI AVI

que facilitara la obtención del beneficio aludido, pero que, al mismo tiempo,
reprimiera los abusos.22 Unos meses después, en una nota publicada en
Metalurgia, el órgano de la CAIM, se afirmaba:

« ( . . . ) la comprobación de la enfermedad tal como hoy se ha­


ce favorece las maniobras de aquellos obreros que se valen de
subterfugios para cobrar haberes indebidos. Resulta así un fac­
tor que estimula el ocio, en momentos precisamente en que
los industriales se ven obligados a eliminar todo m otivo de
improductividad, a fin de mejorar sus costos y aumentar el ren­
dimiento del trabajo. A nuestro juicio, el pago de jornal íntegro
desde el primer día de enfermedad es la causa principal de los
abusos a los que nos referim os».23

Estas reivindicaciones patronales se entrelazaban, a su vez, con el pro­


blema metalúrgico más determinante del momento: la competencia con
la industria extranjera. Para los industriales, los costos de producción (de
la materia prima y de la mano de obra) eran los que llevaban a que la
competencia con el exterior en pie de igualdad fuese utópica. En el caso
particular del costo de la mano de obra, a comienzos de 1948, la CAIM
publicó un estudio en el que se determinaba el porcentaje de aumentos
directos e indirectos que el nuevo convenio representaba en relación con lo
fijado en agosto de 1946:24 se sumaba el 51,38% de aumento promedio de
salario mínimo directo en todas las categorías y el 16,38% correspondiente
a cargas adicionales (escalafón, licencias, salario familiar, etcétera).25
A esto, los industriales agregaban su preocupación por la productividad.
En septiembre de 1948, Metalurgia publicó declaraciones de Alberto Schárer,
su vicepresidente primero, en las que resaltaba que la caída de la produc­
tividad se había producido pese a que los industriales habían mejorado,
modernizado y ampliado sus plantas con nueva tecnología y sistemas de pro­
ducción, y a que habían reconvertido los ambientes de trabajo, propiciando
todo aquello que tendiera a ser más beneficioso para el desempeño humano.
Entonces, ¿cuáles eran las causas?
Como factor principal, Schárer indicaba el ya mencionado ausentismo
( « ( . . . ) el obrero gana hoy lo suficiente para poder perder uno o dos días de

22. Metalurgia. Diciembre de 1946, pág. 5.


23. M etalurgia. M arzo de 1947, pág. 10.
24. Uno de los objetivos de este estudio fue ser presentado ante entes estatales
que tenían acuerdos firmados con empresas metalúrgicas. Con esto, se buscaba
presionar para poder ajustar los precios estipulados en los contratos.
25. N o solo esto preocupaba al sector industrial, aunque sin duda era lo central.
En esos mismos días, solicitaron la revisión de los decretos que fijaban precios
m áxim os al hierro lam inado, p lom o en lingotes y plom o viejo de recuperación y
estaño, y soldaduras de estaño; también, que se analizara la com petencia que las
empresas estatales pudieran generar.
LA O R G A N I Z A C I Ó N DEL GR E MI O ME TALÚRGICO 91

labor por mes, sin que su presupuesto se resienta»):26 las faltas injustificadas
habían aumentado en el último lustro sustancialmente, y eso generaba un
desorden productivo de envergadura. Como faltas injustificadas, incluían
aquellas para las que se informaban problemas de salud de difícil confirma­
ción médica. En relación con esto, Schárer se preguntaba:

«[la s enfermedades] se han acrecentado tanto en los últimos


tiempos que me hace reflexionar sobre si nuestros obreros antes
concurrían enfermos a nuestras fábricas o si ha decrecido el
nivel de la salud pública; el lumbago, los dolores de muelas,
y los síndromes psíquicos, difíciles de constatar por nuestros
médicos son hoy las más comunes de las enferm edades... »,27

Un segundo punto era la declaración de insalubridad en ciertos sectores;


esto conllevaba un aumento de mano de obra que no estaba acompañado de
un incremento de la producción. Para revertir esta situación, su propuesta
era mayor educación obrera, eliminación de ciertos elementos de las leyes
obreras, una más prudente actuación de la justicia del trabajo, y, por último
- y este es el planteo más llamativo de to d o s - la puesta en marcha del
Instituto de Remuneraciones, para evitar de una vez por todas los convenios
colectivos.
Como tercer factor, Schárer mencionaba la indisciplina. En este punto,
la actuación de las comisiones internas y la agremiación conjunta jugaban
un papel central. En ese sentido, afirmaba:

« ( . . . ) Ya un jefe no puede observar a un subordinado, sin que


este responda airadamente, porque sabe que aunque la obser­
vación fuera justa toda una organización sindical está de su
parte y no son pocos los jefes, capataces o encargados que se
han visto suspendidos por la imposición de una comisión in­
terna. El patrón que antes adoptaba una actitud enérgica en
esas emergencias, opta hoy por dejar pasar hechos y actos que
antes no hubiera tolerado. Influye muchas veces el tem or a un
paro u otros actos pasivos o de fuerza, que pueden perjudicarlo
doblem ente».28

Esta aseveración muestra solo en parte lo problemáticas que resultaban


ser las comisiones internas para el sector patronal. Eran uno de los mayores
obstáculos con los que debía lidiar este sector en su campaña por alcanzar
un mayor rendimiento obrero.

26. Metalurgia. Septiembre de 1948, pág. 23.


27. Ibíd.
28. Ibíd.
92 M A R C O S SC HIAVI

La visión patronal sobre las comisiones internas tuvo diferentes etapas.


Luego de una primera instancia donde se propugnaba su disolución, se
comenzó a bregar para que fueran funcionales a sus intereses:

« ( . . . ) Esperábamos que la responsabilidad y la mesura tradicio­


nales de nuestros obreros perfeccionarían el funcionamiento de
las comisiones y llegarían a hacer de ellas eficaces colaboradores
en un mutuo y fructífero entendimiento. Lamentamos tener que
reconocer que en muchos casos no ha sido así. Hay comisiones
internas que no ajustan su cometido a la función específica que
les corresponde y en vez de contribuir a la mejor armonía entre
patronos y obreros por el leal cumplimiento de las obligaciones
de unos y otros, se arrogan derechos y atribuciones que ninguna
legislación les acuerda, desvirtuando totalmente las finalida­
des que motivaron su creación y transformándose en fuente de
desorden, indisciplina y anarquía».29

Ante esto, la patronal metalúrgica volverá una y otra vez a propugnar


el control y la reglamentación de las comisiones internas. Sin embargo, y
debido a la imposibilidad de imponer una reglamentación adecuada, la CAIM
com enzó a buscar soluciones parciales, como lo demuestra la propuesta
aparecida a comienzos de 1948 en la sección «Contestando a los socios» de
M etalurgia:

«Le aconsejamos, por otra parte, que simultáneamente con el


reconocimiento de la comisión interna y delegados establezca
en un reglamento, a convenir entre esa firma y dichos represen­
tantes, las atribuciones y deberes de los mismos. A los efectos
de que le sirva de orientación, le recomendamos el proyecto
de reglamento preparado por esta cámara y que considera que
debe regir el desempeño de aquellos delegados».30

Se entrevén aquí dos de los desafíos que enfrentaban en las plantas a


las organizaciones obreras con los industriales: primero, la lucha por su
reconocimiento; luego, el intento de control de sus funciones. En ambos
casos, el papel de la UOM fue importante tanto para propiciarlas como para
reglamentarlas.

Las comisiones internas metalúrgicas


Los trabajos de Victoria Basualdo31 sobre comisiones internas y cuerpos
de delegados son la base a partir de la cual parte nuestro análisis. Nos

29. Ibíd., pág. 13.


30. Metalurgia. Abril de 1948, pág. 13.
31. D. Azpiazu, M. Schorr y V Basualdo. La industria y el sindicalismo de base en
la Argentina. Buenos Aires: Atuel, 2010; y V Basualdo. “ Labor and structural change:
la O R G A N I Z A C I Ó N DEL GREMIO META LÚR GICO 93

apoyamos en ellos para caracterizar la organización sindical en los lugares


de trabajo.
El cuerpo de delegados es un órgano colegiado que comprende a la
totalidad de los delegados de un establecimiento laboral. El número de
delegados permitidos en una planta se encuentra regulado y se relaciona
con la cantidad de trabajadores ocupados en el establecimiento. Para ser
candidato a delegado, por lo general, se debe estar afiliado a la organización
sindical legalmente reconocida.
La comisión interna también es un cuerpo colegiado y está compuesta
por un número reducido de delegados que, de acuerdo con los distintos
reglamentos internos de las organizaciones sindicales, pueden ser elegidos
por la totalidad de los trabajadores del establecimiento por voto simple y
directo, o por los mismos integrantes del cuerpo de delegados. La comisión
interna representa a la totalidad de los trabajadores de la fábrica ante la
patronal y presenta sus reclamos. Es una instancia superior al cuerpo de
delegados.
Ambos forman parte de la estructura sindical, lo que los convierte en la
articulación entre los trabajadores del establecimiento y el sindicato nacional.
El tipo de vínculo que los conecta es fijado por estatuto.
Durante el peronismo, adquirieron una importancia clave en varios
sentidos: fueron parte importante de la explicación del elevado grado de
afiliación alcanzado; garantizaron una efectiva aplicación de la legislación
laboral y de los acuerdos colectivos; transformaron las relaciones en el
ámbito de la producción; por último, tuvieron un papel determinante en la
dinámica del conflicto sindical.32
En lo que respecta a la organización de los lugares de trabajo, el caso
metalúrgico fue paradigmático. Las comisiones internas del sector, fom en­
tadas por los comunistas desde por lo menos una década atrás, buscaron
el reconocimiento tantas veces negado por los industriales. Durante 1946,.
en los periódicos, aparecía reiteradamente la aceptación empresaria de las
comisiones internas.33 Sin embargo, esta no era automática, y en repetidas
ocasiones, lograrla implicó llevar a cabo conflictos prolongados.34

shop-floor organization and militancy in Argentine industrial factories (1943-1983)” .


Tesis doct. Columbia University, 2010.
32. Ibíd.
33. Entre mayo y julio fueron reconocidas las comisiones internas de La Cantá­
brica, TAMET, CATITA, Talleres Coghlan, entre otras.
34. A esta propia m ovilización obrera se le debe agregar la defensa legal que
tenían los delegados. A mediados de mayo de 1946, el director general de Trabajo y
Acción Social Directa, Hugo A. Mercante, firm ó una resolución a partir de la cual
se le aplicó a la firma Juan M aría Ricciuti una multa de 100.000 pesos debido a
que no había cumplido con una intimación anterior de disponer la reincorporación
de un d elegado obrero despedido sin causa justificada. La sentencia afirma que el
despido sin causa justa de un delegado o representante obrero puede ser considerado
94 M A R C O S SCHI AVI

Lo ocurrido en SIAM, una de las empresas más importantes de la rama,


fue una muestra de esa resistencia patronal a reconocer las comisiones
internas. Además, este caso es interesante porque en él se observa el tenso
vinculo entre el sindicato y la organización en la base.
El 11 de septiembre de 1946, los cuatro mil quinientos obreros de SIAM3s
comenzaron una huelga de brazos caídos en la fábrica de Piñeiro (Avellane­
da). Reclamaban el establecimiento de las diversas categorías de acuerdo
con el nuevo convenio metalúrgico. Por entonces, la empresa aplicaba la
categorización, pero, según denunciaban los obreros, la forma en la que
lo hacía rebajaba las categorías reales de cada operario e impactaba en
sus salarios. Los aumentos salariales según convenio que debían regir eran
de alrededor de $ 0,30 por hora; sin embargo, solo se habían concedido
incrementos de $ 0,10 y $ 0,15. Trabajadores entrevistados por el periódico
comunista La Hora explicaban la situación:

« - ¿Cuál es la razón de la huelga que han iniciado?


» - La empresa ha burlado el convenio y nos ha puesto a todos,
casi al 95% , como peones. Aquí tiene usted varios casos entre
los que estamos con usted.
» - Y o - [decía] Serafín D ía z- entré hace cinco años en la fábrica
como medio oficial y ahora me ponen como peón ( . . . ) .
» - Lo que queremos - [decía otro obrero] - es que se nos dé la
categoría que nos corresponde de acuerdo con nuestra capaci­
dad».36

La categorización era un tema nodal en el conflicto. N o obstante, como


muestra el siguiente fragmento, también existían tensiones relacionadas con
la organización sindical:

un m edio extorsivo, m ediante el cual la patronal podría optar por desprenderse de


cuanto d elegad o opusiera trabas o reparos al capricho o inconducta patronal. La
norma que protegía a los representantes obreros, siempre según la sentencia, era la
ley de Asociaciones Profesionales. El Laborista. 15 de m ayo de 1946.
35. Osvaldo C oggiola sostiene que la tendencia posadista del trotskismo argen­
tino contaba con sus principales posiciones sindicales en textiles y m etalúrgicos, y
que llegó a controlar la com isión interna de SIAM. Aunque no especifica la fecha,
la postura que tom aron la UOM y el gobierno nos puede hacer suponer que ya por
entonces esta línea tenía peso en la empresa. O. C oggiola. H istoria del trotskismo
argentino (1929-1960). Buenos Aires: Centro Editor de Am érica Latina, 1985; véase
tam bién E. G onzález. El trotskismo obrero e intem acionalista en la Argentina. Del
G O M a la Federación Bonaerense del PSRN (1 9 4 3 -1 9 5 5 ). Buenos Aires: Antídoto,
1995; y A. Rojo. El trotskismo argentino y los orígenes del peronismo. Buenos Aires:
Ediciones CEIP, 2002.
36. La Hora. 13 de septiembre de 1946.
la O R G A N I Z A C I Ó N DEL GREMI O META LÚR GICO 95

«-Nosotros pedimos que la Secretaría intervenga y haga cumplir


el convenio. La casa dice que hay sabotaje, pero es una infame
mentira. Nuestro paro se realiza en perfecto orden. La casa pide
que renuncie la comisión interna. Seguramente será para poner
a los suyos. Pero la comisión interna la hemos elegido nosotros
y la defenderem os».37

El 13 de septiembre, la medida fue declarada ilegal por el gobierno.


Horas después, en una asamblea a la que asistieron cerca de quinientos
obreros, un representante de la UOM y un delegado de la STyP exhortaron a
los obreros a volver al trabajo. La asamblea, pese a esto, resolvió continuar
con la huelga y reafirmar la confianza en la comisión interna, que, hasta
entonces, había tenido a su cargo las gestiones para solucionar el conflicto.
Esta, luego de recibir el apoyo de una asamblea realizada en el club Renaci­
miento, decidió tres días después por votación secreta volver al trabajo con
la condición de que se resolviera el problema de la categorización (se llegó
a un acuerdo por el cual la organización obrera de la fábrica estudiaría las
calificaciones con los delegados de cada una de las secciones) y se ratificase
el reconocimiento de la comisión interna.38
La existencia de comisiones internas de esta envergadura en estable­
cimientos donde la sindicalización había sido hasta entonces dificultosa
fortalecía al sindicato metalúrgico. Reconociendo esta importancia, la di­
rección de la UOM buscó mantenerla alineada a sus políticas. Por eso, ante
la radicalidad de la comisión interna de SIAM, optó por intervenirla junto
con la seccional Avellaneda, donde la primera tenía una fuerte ascendencia.
Obviamente, esto no se logró sin conflicto.
El Congreso General de Delegados de la seccional Avellaneda que se
debía realizar el 21 de diciembre de 1946, cuyo objetivo era refrendar la
intervención, sorpresivamente no se pudo llevar a cabo por falta de número
de participantes; esto era una muestra de resistencia. Sin embargo, y pese a
la imposibilidad de refrendarla, la dirección de la UOM tomó la resolución de
declarar a Víctor Gosis y Santiago González interventores de la seccional.39
Esta resistencia inicial perduró en el tiempo. Meses después, en una
asamblea efectuada el 27 de abril de 1947, los delegados rechazaron un
informe de la intervención, pues en él no se había notificado cuáles eran
los cargos que pesaban sobre los antiguos miembros de la comisión interna.
Luego, la nueva junta de delegados de SIAM decidió reclamar ante la inter­
vención la convocatoria a una asamblea general que tratase particularmente
esas acusaciones:

37. Ibíd.
38. La Hora. 17 de septiembre de 1946.
39. La Época. 22 de diciembre de 1946.
96 M A R C O S SCH IAV I

« ( . . . ) defendemos el derecho de todos los trabajadores a cono­


cer lo que hacen sus dirigentes, porque los obreros somos los
que damos la fuerza y sin nosotros es imposible la organización,
porque nada debe hacerse en secreto o en pequeños círculos
sino públicamente, ya que si representamos de verdad a los
trabajadores no tenemos por qué ocultarles nada, jugando a las
escondidas».40

Para gestionar esto y hacer frente a cualquier cuestión que pudiera


surgir hasta la resolución del problema, se nombró una comisión provisoria
integrada por Roberto Puricelli (fundición), Alejandro Cinikas (edificio J),
Oscar Martínez (m ecánica), Marcelo Foshi (caldería) y Dante M inazzoli
(edificio A ).41
El conflicto se destrabó parcialmente cuando, el domingo 3 de agosto de
1947, se realizó un nuevo congreso de delegados de la seccional Avellaneda,
presidido por Hilario Salvo, en el que se concluyó que era conveniente
que en la nueva comisión directiva de la seccional no figurara ninguno de
los integrantes de la anterior. Esta quedó integrada por quince obreros de
quince fábricas distintas. Su secretario general pasó a ser Daniel Astengo, de
TAMET.42 Pese a este avance, nada ocurrió con la comisión interna de SIAM,
que continuó intervenida hasta fines de 1947.
Este caso deja entrever que la relación de la dirigencia de la UOM
con sus comisiones internas era de mutua necesidad y desconfianza. El
sindicato nacional no se oponía al surgimiento de comisiones internas, pues
lo fortalecía como organización, pero al mismo tiempo, buscaba ajustar sus
controles, lo que era también necesario para su afianzamiento. La actividad
sindical en la fábrica legitim aba la presencia de la UOM mientras esta les
aseguraba protección a las comisiones internas. Como bien lo dice David
Montgomery, esta militancia en las fábricas no podría haber adoptado una
forma abierta y crónica sin contar con defensas sindicales y legales: «Para
comprender y apreciar la importancia de las luchas en el centro de trabajo
debe tenerse en cuenta toda la red de controles sociales que lo rodean».43
En síntesis, ambos se necesitaban. Cuán conflictivo era el vínculo dependía
de factores políticos y de relaciones de fuerza.

40. A los compañeros de SIAM. Avellaneda, 28 de mayo de 1947.


41. Ibíd.
42. La Hora. 4 de agosto de 1947.
43. D. M ontgom ery. El control obrero en Estados Unidos: estudios sobre la his­
toria del trabajo>, la tecnología y las luchas obreras. Madrid: M inisterio de Trabajo y
Seguridad Social, 1985, pág. 194.
la O R G A N I Z A C I Ó N DEL G RE MIO ME TA LÚR GI CO 97

La reglamentación de las comisiones internas


Claus Offe y Helmut Wiesenthal plantearon44 que, en todos los países
capitalistas, los sindicatos fueron aceptados como un elemento indispensable
de representación de intereses, de orden y predicción sin el cual sería mucho
más complejo controlar los conflictos laborales. Ahora bien, para cumplir esa
función, pero también para negociar en condiciones favorables, los sindicatos
debían cerciorarse de que sus miembros no llevasen a cabo imprudentemente
su voluntad de acción. Es decir, los sindicatos debían evitar las huelgas
«salvajes» de sus afiliados para fortalecer su poder de negociación.
Al ser reconocidas las organizaciones de base, el nuevo desafío que se
les presentaba a los sindicatos era cómo regular su funcionamiento para
evitar conflictos inorgánicos. Durante el peronismo, el reiterado pedido
empresario de que se reglamentaran las comisiones internas hizo presuponer
la inexistencia de ese tipo de controles. Distintos autores niegan la existencia
de tal reglamentación.45 Daniel James, por ejemplo, sostiene que «no existía
en los contratos ninguna especificación detallada concerniente a la índole
de la representación sindical, sus formas o sus poderes».46 Sin embargo, en
nuestros dos casos de estudio, la situación es diferente. Tanto el sindicato
metalúrgico como el textil se dieron una reglamentación interna.47
El 8 de noviembre de 1946, se realizó una asamblea general de dele­
gados y comisiones internas metalúrgicas a la que concurrieron cerca de
quinientos delegados de Buenos Aires y ciudades del Conurbano. En ella,
fue aprobada una reglamentación para comisiones internas que contema
dieciséis artículos.48 Lamentablemente, no pudimos acceder a este reglamen­
to; solo lo conocemos a través de los comentarios de la prensa comunista y
patronal.
En él, se estipulaba que la forma de elección de delegados se haría
con la participación de todos los obreros en asamblea. Las autoridades
de fiscalización del acto de constitución de las comisiones internas serían,
exclusivamente, de la Comisión Administrativa Central (CAC) perteneciente
a la UOM, la cual tenía también la capacidad de dejar caduca toda comisión.
Esto implicaba, sin duda, un grado de control central muy alto.

44. C. Offe y H. Wiesenthal. «Dos lógicas de la acción colectiva». En: Cuadernos


de Sociología UBA, n.° 3: Buenos Aires (1985).
45. L. Doyon. Perón y los trabajadores: los orígenes del sindicalismo peronista,
1943-1955. Buenos Aires: Siglo XXI, 2006; D. James. «R acionalización y respuesta
de la clase obrera: contexto y limitaciones de la actividad grem ial en la Argentina».
En: Desarrollo Económico, vol. 21, n.° 83: Buenos Aires (1981).
46. Ibíd., pág. 334.
47. Más adelante, en el capítulo destinado a analizarlo específicamente, obser­
varemos el caso textil.
48. El Laborista. 9 de noviembre de 1946.
98 M A R C O S SCH IAV I

Otro punto de discusión era un apartado del capítulo «Normas de proce­


dim iento», en el que se propugnaba:

«Tratar en lo posible para que se eleve la producción en canti­


dad y calidad, sin que signifique un sacrificio físico, sino como
obligación moral y para bien de todos los compañeros y para la
economía de la Nación en especial».49

Para los comunistas, esto implicaba un grave peligro, pues, a su entender,


las comisiones internas debían luchar por disminuir el esfuerzo físico de los
trabajadores. Sin embargo, lo que generaba mayor inquietud en los m ili­
tantes comunistas eran las penalidades por indisciplina que el reglamento
establecía: suspensión del trabajo sin goce de sueldo de entre uno y quince
días, e, incluso, separación del establecimiento.50
Este reglamento implicó una transformación considerable de los lugares
de trabajo en dos niveles. En lo que respecta al nivel sindical, podem os
afirmar que supuso un mayor poder de las comisiones internas sobre los
trabajadores en la planta e imaginamos que también una mayor injerencia de
la dirigencia sobre ellas. Por otro lado, respecto a la relación capital-trabajo,
conllevó una mayor fuerza de estas organizaciones, que se advierte en los
documentos oficiales de las cámaras empresarias. Por lo que deja entrever el
descontento patronal, este reglamento se aplicó a lo largo de toda la década.
El editorial de Metalurgia de junio de 1947 se tituló «L a actuación
de las comisiones internas de obreros». En el texto, se transcribía una
presentación efectuada al ministro de Trabajo, José María Freire, en la
que se denunciaban ciertas acciones protagonizadas por las comisiones
internas consideradas como extralimitaciones de insólita gravedad. En este
caso particular, una de ellas había aplicado por sí sanciones disciplinarias
a obreros: los había suspendido, tal como lo estipulaba el reglamento. La
nota explicaba que, cuando el obrero suspendido había intentado ocupar su
puesto de trabajo (desconociendo la medida), dos miembros de la comisión
se habían presentado en el lugar y lo habían obligado a retirarse:

«N o creemos necesario destacar lo absurdo de esta situación. Un


reciente fallo judicial pone en duda el derecho del patrono de
suspender al obrero por razones disciplinarias, al establecer que
solo es justificada la suspensión por “razones de ordenamiento
económico” . Sin embargo, una comisión de obreros no solamen­
te castiga a un compañero de trabajo con suspensiones, sino que
también actúa con poder de policía al obligarlo a retirarse del
establecimiento después de haber ocupado su puesto. ( . . . ) sería
aceptar una usurpación de su autoridad [patronal] que haría

49. Orientación. 15 de enero de 1947.


50. Ibíd.
LA O R G A N I Z A C I Ó N DEL GRE MIO META LÚR GICO
99

ilusorias la disciplina, el orden y el respeto de atribuciones que


Ies son inalienables».51

Además del caso específico, los industriales denunciaban que algunas


comisiones internas se arrogaban derechos y atribuciones que ninguna
legislación les asignaba, generando desorden y anarquía; por eso, solicitaban
al ministro medidas urgentes.
A este resquebrajamiento de las jerarquías, a este nuevo e innegable
poder obrero en las fábricas, se les sumó tiempo después la agremiación
conjunta: una de las características más importantes de la organización
sindical metalúrgica.

La agremiación conjunta
A mediados de 1948, la STyP le confirió la representación de los emplea­
dos metalúrgicos a la UOM. Quedaba así atrás la disputa con la Unión de
Empleados de la Industria Metalúrgica (U EIM ). Los obreros y empleados
pasaban a afiliarse dentro de una misma organización. Capataces, superviso­
res, oficiales y peones, entre otros, pasaban a integrar un único sindicato en
condiciones de igualdad, lo que resquebrajaba, sin duda, la rígida jerarquía
industrial; sobre todo, la de las grandes plantas. Esta victoria de la UOM
implicó no solo enfrentarse a los deseos del sector patronal, sino también a
los de la dirección de la CGT y, aunque no explícitamente, a los del gobierno;
una victoria que se reconstruye en este apartado.
En septiembre de 1946, en la sede de la UOM, había quedado consti­
tuida la comisión provisoria de la rama de empleados, liderada por Pablo
Bassi, quien se desempeñaba en la fábrica CATITA.52 Dos meses después,
esta comisión presentó el petitorio de aumentos de sueldos para los em ­
pleados.53 Antes de considerarlo, la patronal planteó la inconveniencia de
la agremiación conjunta de empleados y obreros; abría, de este modo, una
discusión que tardó casi dos años en saldarse.
En primer lugar, el petitorio no solo propugnaba la agremiación conjunta,
sino que también delimitaba quién era y quién no era «em pleado»:

«Queda entendido por empleados a los administrativos, técnicos,


de ventas, de taller, capataces, porteros, ordenanzas, serenos y
chauferes de administración, es decir todas aquellas personas
que perteneciendo al personal de empresas metalúrgicas no
hayan sido beneficiadas con el convenio firmado por la UOM el
día 28 de agosto».54

51. Metalurgia. Junio de 1947, pág. 3.


52. El Laborista. 18 de septiembre de 1946.
53. Metalurgia. Diciembre de 1946, págs. 5-7.
54. Metalurgia. Diciembre de 1946.
100 M A R C O S SCH IAVI

La negativa reacción patronal frente a este punto fue clara y lógica. El


23 de diciembre de 1946, dirigieron una nota a Hugo A. Mercante, director
general de Trabajo y Acción Social Directa, en la que expresaban:

«La presentación del petitorio por la UOM, representando con­


juntamente a obreros y empleados, crea un problema fundamen­
tal, no solo a nuestra industria, sino a la industria en general del
país. No se trata de un problema de orden económico, si bien es
cierto que repercutirá en la economía de la industria sino de un
problema de principios fundamentales de los cuales no podemos
apartarnos».55

Afirmaban que perjudicaría aún más el nivel del rendimiento obrero, que
no había mejorado hasta ese momento. Lo afectaría, pues:

« ( . . . ) importaría, como decimos, un grave riesgo para el mante­


nimiento de la disciplina y el respeto jerárquico, ya muy dismi­
nuidos, y de los controles indispensables para el regular funcio­
namiento de las fábricas y, lógicamente, para el mantenimiento
e incremento de la producción ( . . . ) . No se puede esperar que
estos empleados tengan la autoridad necesaria sobre los obre­
ros, si están agremiados en el mismo sindicato, en el que se
encuentran en una inferioridad aproximada de diez a uno».56

Teniendo en cuenta la reglamentación de las comisiones internas impues­


ta por la UOM, en la que se incorporaba la capacidad sindical de sancionar
a miembros de la organización mediante suspensiones y despidos, si los
capataces formaran parte de la UOM, esta, en alguno de sus niveles organi­
zativos, podía imponerles una sanción. Quien debía vigilar y controlar podía
llegar a ser castigado por aquellos a los que vigilaba y controlaba. El sector
patronal no podía aceptar esto; no sin presentar antes oposición.
El no reconocimiento de la validez de la agremiación conjunta hizo
inviables las negociaciones. El 15 de marzo de 1947, la representación
patronal en las reuniones paritarias aceptó comenzar a tratar el convenio,
pero haciendo la salvedad de que eso no implicaba el reconocim iento de
la rama de empleados de la UOM y que el convenio al que se arribara no
sería firmado hasta que no se resolviera el problema de la agremiación de
empleados.57
Tres días después, se realizó una nueva reunión. En representación de
los empleados metalúrgicos, asistieron Pablo Bassi, Sabas R. Avendaño,
Orlando Carone y Nicolás Giuliani; este último, en su carácter de secretario

55. Metalurgia.
56. Ibíd.
57. Metalurgia. M arzo de 1947, págs. 3-6.
LA O R G A N I Z A C I Ó N DEL GR EM IO ME TAL ÚRG ICO 101

adjunto de la UOM. De los representantes patronales, los más destacados


fueron Torcuato Sozio (SIA M ), Marcos Zimmermann (S IA M ) y José María
Menéndez (TAMET). En ella, la UOM propuso aumentos que iban del 65%
al 35% , dependiendo del sueldo del em pleado, y la igualdad del salario
masculino y femenino; el sector patronal se mostró dispuesto a aceptar los
incrementos con porcentajes menores (de entre el 40% y el 2 0 % ), pero no
la equiparación de género. Ante esta contrapropuesta, y luego de más de
cuatro meses de negociación demorada, la representación de la UOM afirmó
que se estaban «m ofando» del sindicato.58
A comienzos de abril de 1947, sorpresivamente, un grupo de empleados
metalúrgicos constituyó una entidad denominada Unión Empleados de la
Industria Metalúrgica (U EIM ), la cual presentó un petitorio el 11 de abril
que reemplazaba al de la UOM. En él, los aumentos iban del 65 % al 15 % y
los salarios femeninos se igualaban con los de los varones solo en el caso de
los sueldos mínimos. Rápidamente, los industriales tomaron la UEIM como
interlocutor válido y deseable. La CGT la apoyó, y miembros del gobierno la
recibían y reconocían su legitimidad.
El origen de este nuevo sindicato es confuso. En la M em oria y Balan­
ce, publicada por la UOM en 1953, la versión oficial del sindicato era la
siguiente:

«D ado esa posición patronal de resistencia a la unificación de


los obreros metalúrgicos, fue preciso desarrollar una intensa
lucha e incluso, para concretar las mejoras, hubo que hacer un
convenio en el cual se daba la sensación de que los empleados
pertenecían a una institución completamente aparte, y este
hecho ha dado lugar a que los hombres que habían surgido como
dirección de esta especialidad, se creyeran con el derecho y la
autoridad e incluso con la fuerza suficiente para constituirse en
una organización independiente, ( . . . ) y en un acto de traición,
resolvieron separarse del seno de la Unión Metalúrgica, creando
para esto un sindicato denominado “Empleados Metalúrgicos”,
sito en la calle Bilbao 3702».59

Es difícil delimitar cuándo la UEIM actuó bajo las órdenes de la UOM y


cuándo la traicionó. También lo es caracterizar cuál fue el papel de la CGT
en esta división.60

58. Ibíd.
59. UOM, M em oria y Balance, pág. 14.
60. En su edición del 13 de mayo, La Vanguardia, el periódico socialista, analizó
este conflicto añadiendo com o factor para tener en cuenta la conflictiva relación
entre la CGT y la UOM: «Esta división [interna a la U O M ] radicaría algunas de sus
causas en el hecho reciente de la elección de secretario de la CGT por el com ité
confederal y en el cual la delegación metalúrgica se mostró generosa con el señor Gay,
M A R C O S SC HI AV I
102

A comienzos de mayo de 1947, una asamblea aprobó el convenio. Diez


días después, una numerosa manifestación de empleados metalúrgicos afi­
liados a la UOM se reunió frente a la STyP. Denunciaban las anormalidades
con las que se había efectuado la asamblea gremial que había considerado
el convenio y buscaban reafirmar la necesidad de la agremiación conjunta.61
Sin embargo, pese a esta manifestación, la separación entre empleados y
obreros parecía haberse impuesto. El 11 de septiembre, María Eva Duarte de
Perón, Orlando M aroglio (presidente del Banco Central) y Hugo Mercante
se reunieron con una comitiva de la UEIM encabezada por Pablo Bassi y
Armando Godoy.62 Con este encuentro, los legitimaban y reconocían. Mien­
tras, la comisión reorganizadora de la rama de empleados de la UOM hacía
saber que continuaba con su labor en pos de que los empleados volvieran a
estrechar lazos con los obreros.63
A comienzos de 1948, la UOM presentó su proyecto de escalafón para
empleados, es decir, el nuevo convenio colectivo.64 No obstante, y a pesar de
que este proyecto fue presentado el 30 de enero, recién a partir del mes de
septiembre se pudo comenzar a negociar. En junio, Pablo Bassi, secretario
general de la UEIM, había entregado una copia del petitorio de empleados,
el que se sumaba al que con anterioridad había presentado la UOM. En
una nota dirigida a la STyP, la cámara empresaria metalúrgica preguntaba
cuál era en conclusión el representante sindical de empleados metalúrgicos
reconocido por el Estado. La discusión del convenio estaba paralizada debido
a esto, lo que había llevado a que un congreso de delegados de empleados
amenazara con llegar a la huelga si la STyP no resolvía el inconveniente
confiriendo la representación, por lo menos, a una de las organizaciones.
Finalmente, a mediados de julio de 1948, la prensa inform ó que la
representación quedaba en manos de la UOM.65 Así informaba Metalurgia la
resolución gubernamental a sus afiliados:

«Los empleados metalúrgicos, como es sabido, se hallan agremia­


dos en dos asociaciones sindicales, la UEIM y la rama empleados

con las consiguientes consecuencias para la buena marcha de la organización con


respecto a la Secretaría de Trabajo. El actual secretario de la UOM, señor Salvo, debe
tener m uy presente esas circunstancias». La Vanguardia. 13 de m ayo de 1947. La
prensa comunista, por su parte, se preguntaba: «¿Por qué la dirección de la CGT no
solo no trató de solucionar el entredicho, sino que favoreció rápidamente la escisión,
contrariando el artículo IV de sus estatutos que dice: “ no podrá form ar parte de la
CGT más que un sindicato por cada industria” ?». Orientación. 17 de septiem bre de
1947.
61. La Época. 11 de m ayo de 1947.
62. El Laborista. 12 de septiembre de 1947.
63. El Laborista. 18 de septiembre de 1947.
64. La Época. 28 de enero de 1948.
65. La Época. 15 de julio de 1948.
la O R G A N I Z A C I Ó N DEL GR EM IO ME TAL ÚR GI CO 103

de la UOM. Ambas entidades, en franco tren de obtener proséli­


tos, compitieron en la tarea de acumular peticiones sin orden
ni concierto, que luego sometieron a la Secretaría de Trabajo
y Previsión para su discusión con los patronos. El organismo
oficial acaba de pronunciarse por el de la rama de empleados
de la organización obrera y ha citado ya a los representantes
patronales para iniciar las discusiones».66

El hecho de que el gobierno reconociese oficialmente a la UOM provocó


perplejidad y sorpresa en los industriales. A partir de ese momento, no
solo tenían que lidiar con un sindicato metalúrgico único y poderoso, sino
que debían negociar un petitorio «resultado de la competencia sindical y
que, como tal, había servido de bandera para disputar la supremacía en el
grem io».67

El convenio de empleados de 1948"


Hacía tiempo que se conocía extraoficialmente el petitorio presentado
por la UOM en enero de 1948, pero el sector patronal no creía que se le
fuera a dar curso en la forma en que había sido entregado. A su entender,
tenía cláusulas que no podían ser aceptadas de ninguna manera, como la
obligación patronal de someter a la aprobación de la comisión interna los
aumentos que desease efectuar, el pago de adicional por título universitario
o secundario, o el incremento automático del aguinaldo.68
Abierto el debate paritario, el primer punto de discusión fue la retro-
actividad. Mientras la UOM quería que lo acordado tuviese vigencia desde
febrero, el sector patronal consideraba que solo podría pensárselo desde
el momento en que se había confirmado la representación de la UOM en
empleados. A lo largo de septiembre de 1948, se fueron acordando y discu­
tiendo ciertos artículos menores, y se dejaron los más sensibles para el final:
se convino la entrega de guardapolvos, se retiró el pedido de bibliotecas, se
planteó la imposibilidad de instalar los comedores solicitados.69

66. Metalurgia. Agosto de 1948, págs. 3-4.


67. Ibíd.
*. El convenio de empleados de 1948 se analiza en este capítulo pues lo consi­
deramos clave en la organización del sindicato. Este fue el convenio que confirmó la
agrem iación conjunta de empleados y obreros en la UOM.
6 8 .Ibíd.
69. En esta primera ronda de negociación, se fijó, por ejemplo, el artículo 20, que
estipulaba que las comunicaciones de carácter general dirigidas al personal debían
efectuarse siempre en idioma castellano. En el acta, se sumó que los representantes
de la UOM querían asentar com o expresión de anhelo el deseo de que el personal
que hablara en idioma español aparte de su idioma nacional lo utilizara dentro de los
establecimientos. Ministerio de Trabajo. Serie Homologación de Convenios Colectivos
104 M A R C O S SC H IA V I

Un punto importante de discusión se relacionaba con el vínculo entre


los convenios y las leyes. Por ejemplo, en el caso de las modificaciones al
régimen de antigüedad, la representación patronal planteó que rechazaba
de plano el artículo propuesto, pues esta cuestión estaba regida por la ley
11.729 y porque, según lo expuesto en el punto 10 de la resolución oficial
del 15 de noviembre de 1947, no eran materia de convenio los asuntos
contemplados expresamente en las leyes. Por su parte, el sindicato insistió
en la petición, ya que lo que se buscaba era ampliar los beneficios que la
norma reportaba.70
La UOM volvería sobre este punto en las negociaciones de convenios
obreros: cuando la patronal buscaba ajustarse a limitaciones legales, el
sindicato planteaba que los convenios debían correr la ley más allá, a favor
de los trabajadores.
Otro de los puntos de discusión era la cuestión de las inasistencias. El
artículo 22 del petitorio estipulaba las condiciones para solicitar permisos
sin goce de sueldo; para la representación patronal:

« ( . . . ) el mismo es inaceptable ya que ( . . . ) se convendría una


fórmula que permitiría toda clase de abusos y serviría para
incrementar el ausentismo que es uno de los problemas que más
preocupa en la actualidad a las autoridades nacionales, así como
también a las organizaciones sindicales e industriales».71

Recién en la segunda semana de octubre, se empezó a negociar salarios.


Sin embargo, rápidamente, el nudo del problema se desplazó hacia las
clasificaciones y a quiénes quedaban incluidos en el convenio. Una de las
cuestiones determinantes era la inclusión o no en el convenio de jefes,
subjefes y capataces.72
Luego de dos pedidos de cuarto intermedio y de una nueva dilatación
por parte de la delegación patronal, los representantes de la UOM definieron
su actuación como totalmente desconsiderada para con la parte empleada,
«a quien burlan con un ardid cuya única finalidad será el desconcierto y la
intranquilidad en la masa general de empleados por la tardanza en arribar a
una solución».73 El sindicato amenazó con posibles conflictos en caso de que
no se agilizaran las negociaciones y no comenzara a discutirse sobre bases
sólidas. Pese a esto, a finales de octubre, las tratativas seguían trabadas. La

de Trabajo p o r Actividad. Caja 73, expediente 58.958/48, Convenio 233/48. AGN-DAI,


fojas 109-123.
70. Ministerio de Trabajo, Serte Homologación de Convenios Colectivos de Trabajo
p o r Actividad. Caja 73, expediente 58.958/48, Convenio 233/48, foja 155.
71. Ib id.
72. Ibíd., foja 167.
7 3 . Ibíd.
LA O R G A N I Z A C I Ó N DEL GRE MIO ME TAL ÚRG ICO
105

patronal no estaba dispuesta a acordar sobre antigüedad, salarios y ciertas


categorías en las condiciones planteadas por el sindicato.
El 22 de noviembre de 1948, la SiyP se volcó en favor de los empleados
en un punto clave: consideró que los capataces debían ser incluidos en
el convenio. Modificaba así lo expresado al com ienzo de las discusiones,
demostrando el poder de negociación de la UOM. La representación patronal
se notificó y debió aceptar.74
Pese a esta victoria, en esa misma reunión, luego de meses de demora y
negociaciones, la UOM informó:

«Siendo las 2 hs. de la mañana del 23 de noviembre, la UOM,


hace saber al funcionario actuante de la Secretaría de Trabajo
y Previsión y Señores representantes de la industria, que desde
las 0 hs. del día de la fecha, 23 de noviembre, de acuerdo a
las resoluciones expresas emanadas de sus órganos representa­
tivos, el personal de empleados de todos los establecimientos
metalúrgicos de la República, se encuentran en estado de huelga
como consecuencia de la intransigencia y dilación de los repre­
sentantes de la industria en la solución del convenio colectivo
de trabajo en discusión ( . . . ) » . 75

Esto implicaba la suspensión de las tratativas, pues la normativa impedía


cualquier negociación sin que se normalizaran las tareas de la rama. La huel­
ga había sido decidida días atrás, en un congreso, el 16 de noviembre.76 Para
el 2á, quedaban pendientes los puntos más importantes: sueldos, categorías
de capataces, fecha de retroactividad y personal excluido.
La huelga se prolongó menos de cuarenta y ocho horas. Durante ese
período, se impidió ingresar a los establecimientos a jefes y personal no
adherido al paro. La Época informó el 24 que si el conflicto no se resolvía
rápidamente, a las 22 horas de ese mismo día, los obreros metalúrgicos
declararían la huelga en solidaridad con los empleados.77 El rápido levanta­
miento de la medida hizo que apenas dos días después se restablecieran las
negociaciones. A simple vista, por lo que se desprende de las actas, gracias
a esa breve huelga, la UOM impuso sus condiciones. El 20 de diciembre
de 1948, se firmó el convenio que confirmaba la agremiación conjunta de
empleados y obreros, lo que reforzó el poder de esta organización.78

74. Ibíd., foja 196.


7 5 .Ibíd.
76. La Época. 23 de noviembre de 1948.
77. La Época. 24 de noviem bre de 1948.
78. Ministerio de Trabajo, Serie Homologación de Convenios Colectivos de Trabajo
p o r Actividad. Caja 73, expediente 58.958/48, Convenio 233/48, fojas 217-237.
106 M A R C O S SCHI AVI

A modo de cierre
La UOM había podido organizarse rápidamente en el ámbito nacional;
había consolidado una unión centralizada y logrado la subordinación de
la mayoría de los demás sindicatos del interior del país. Todo esto, bajo
el liderazgo indiscutido de Hilario Salvo. En menos de tres años, había
alcanzado un gran poder de negociación que impactó en las relaciones
industriales: conllevó mejores salarios y condiciones de trabajo, y un mayor
control obrero sobre la producción. El descontento patronal fue una muestra
de esto. La consolidación y la reglamentación de las comisiones internas
fueron un componente necesario de este nuevo poder sindical. A eso debía
sumarse que, pese a la oposición patronal, se había logrado im poner la
agremiación conjunta. En el camino se había enfrentado con la CGT y, en
cierta medida, con los deseos del gobierno.
De esta manera, se terminaba de dar forma a una organización pode­
rosa, nacional y articulada directamente con las bases movilizadas. Esto
impactó en el vínculo con la patronal, pero también en sus relaciones político-
sindicales. Por fuerza propia y por posición estratégica de la actividad, la
UOM se convertía en un actor clave de la política argentina. Su fortaleza la
situó como garantía de una nueva legalidad industrial conformada por las
reformas laborales peronistas, pero, sobre todo, por los convenios colectivos.
Capítulo 5

Negociación y conflicto metalúrgico

Durante los primeros treinta meses de gobierno peronista, la Unión


Obrera Metalúrgica (U O M ) consiguió, mediante negociaciones colectivas,
importantes avances en el mejoramiento de las condiciones de trabajo para
sus representados. También ganó mayor poder en los lugares de trabajo.
El peón metalúrgico que en 1945 ganaba $ 0,70 por hora a fines de 1948
cobraba $ 1,75. En el mismo período, el oficial pasó de $ 1,04 a $ 2,75. Aun
teniendo en cuenta el proceso inflacionario (1 5 % anual), el salario real de
los metalúrgicos aumentó considerablemente en esos años, al igual que sus
derechos en la planta. El camino para lograrlo incluyó la negociación y el
conflicto, la firma de convenios colectivos y la huelga general de noviembre
de 1947.
Las negociaciones colectivas por actividad fueron el método elegido para
regular salarios y condiciones de trabajo durante el peronismo. En el caso
metalúrgico, cada año se repetía la misma dinámica: la UOM presentaba
un petitorio, que se discutía durante meses en la Secretaría de Trabajo
y Previsión (STyP) en el marco de una comisión paritaria integrada por
empresarios y sindicalistas. En ciertos casos (1946 y 1948), pese a múltiples
tensiones y amenazas, se firmó el acuerdo sin conflicto. En 1947, en cambio,
la negociación derivó en una huelga general metalúrgica.
Este capítulo busca dar cuenta de este proceso de avance obrero. Está
organizado de manera cronológica, separado en dos apartados: uno centrado
en la negociación; otro, en la huelga de noviembre de 1947.

Las negociaciones colectivas


En su discurso en la Bolsa de Comercio de agosto de 1944, Perón afirmó
que el problema social se resolvería obrando conscientemente en búsqueda
de una perfecta regulación entre las clases. A lo largo de su presidencia, la
negociación colectiva fue el principal instrumento utilizado para alcanzar
esa armonía. Las resoluciones y decretos sobre asociaciones profesionales de
1944 y 1945 habían estipulado un nuevo formato de negociaciones entre
108 M A R C O S SCHIAVI

capital-trabajo, con énfasis en los acuerdos por rama, donde la STyP debía
aprobar los términos de todos los convenios antes de que pudieran ser
considerados válidos; a partir de eso, pasaban a tener fuerza de ley. Louise
Doyon considera que la elección de la negociación contractual en lugar de la
legislación garantista, fue una opción gubernamental que respondía a una
preferencia por un método pragmático y flexible, que «era un incentivo para
la extensión de la sindicalización».1 Dos elementos, consideramos, pueden
relativizar las afirmaciones de Doyon. En primer lugar, el desarrollo de la
negociación colectiva anterior a 1943 puede llevar a considerar que, más
que una elección del gobierno, optar por estos acuerdos fue algo impuesto
por la situación. En segundo lugar, el hecho de que no fuera necesario estar
afiliado al sindicato para obtener las conquistas firmadas no incentiva per se
la extensión de la sindicalización.
La predominancia de los convenios implicaba la adopción de un sistema
de regulación que partía de la idea de que un compromiso entre capital
y trabajo m ediado por el Estado, podía manejar la econom ía de manera
efectiva y duradera. Esto no solo operaba en el plano económico, sino que
también determinaba parcialmente la organización sindical. El sociólogo
francés Alain Bihr sostiene:

«a l transformar la negociación en una finalidad exclusiva de


su práctica y al “instrumentarla” como mecanismo del manejo
capitalista sobre el proletariado, el compromiso fordista acentuó
los aspectos más detestables de dicha organización. Es así porque
supone una centralización de la actividad sindical de todos los
niveles; porque por definición solo negocian los responsables
sindicales; en fin, por incluir una tecnicidad y un profesionalismo
creciente de los negociadores (en materia jurídica, contable o
financiera); la práctica sistemática de la negociación solo podría
favorecer a las tendencias de separación entre la base y la cúpula
inherentes a dicha organización, a la autonomización creciente
de la dirección y a la reducción consecuente de las iniciativas
de la base, en suma, a la burocratización de las organizaciones
sindicales. Del mismo modo, esto favorecía necesariamente a su
corporativismo, dado que la tendencia era que la negociación se
efectuase empresa por empresa o rama por rama».2

La negociación colectiva por rama conlleva una mayor centralización y


burocratización de las organizaciones obreras. En el sindicalismo peronista,
a este factor estructural se sumó la identificación de la dirigencia con un

1. L. Doyon. Perón y los trabajadores: los orígenes del sindicalismo peronista,


1943-1955. Buenos Aires: Siglo XXI, 2006, pág. 116.
2. A. Bihr. Du «g ra n d s o ir » a « l ’alternative» . Paris: L’atelier, 1991, págs. 52-53.
N E G O C IA C IÓ N y C O N F L I C T O META LÚR GICO 109

movimiento político que hizo de la lealtad y la verticalidad dos de sus


principales valores.
En el caso metalúrgico, la complejización de la organización sindical
y de las regulaciones de las relaciones industriales se produjo en apenas
unos años. Los convenios colectivos firmados pasaron rápidamente de ser
meras tablas salariales, a reglamentar la inmensa mayoría de las prácticas
originadas dentro de las fábricas. De esta manera, la UOM se introducía en
terrenos antes solo dominados por la patronal, como el manejo de vacantes,
suspensiones, despidos, ascensos, etcétera.

La negociación de 1946
A fines de marzo de 1945, luego de meses de reuniones, el gobierno laudó
en la negociación metalúrgica de salarios (se lo llamó laudo M ercante).3
Tomando como base los salarios del 15 de octubre de 1944, se determinaron
aumentos de entre el 15% y el 8% , y se fijaron salarios mínimos por hora
de $ 1,04 para oficiales, $ 0,82 para operarios prácticos, $ 0,76 para peones
prácticos y $ 0,70 para peones.4
En mayo de 1946, la UOM presentó un nuevo petitorio. En un comienzo,
el sector patronal se negó a considerarlo, pues a su entender había trans­
currido poco tiempo desde el laudo Mercante.5 La propuesta salarial de la
UOM era: oficial, $ 1,70; medio oficial, $ 1,35; operario práctico, $ 1,30;
peón práctico, $ 1,25; peón, $ 1,10. Se trataba de una propuesta mucho más
ambiciosa que la realizada en medio de la campaña electoral a fines de 1945:
los salarios pedidos eran mayores y, además, se sumaban reivindicaciones
relacionadas con la clasificación.6 Esta negociación se efectuó en medio de
la intervención que sufrió el sindicato entre junio y agosto.
La patronal metalúrgica, por su parte, preparó un m em orial con fecha
28 de junio de 1946 para presentar en la reunión paritaria; en él, solicitaba
considerar que esta negociación se desarrollaba en paralelo a la campaña
gubernamental pro abaratamiento del costo de vida, y también que, dentro
de los puntos fijados en ella, estaba evitar el exceso de exportaciones, racio­
nalizar la distribución, castigar la especulación y, sobre todo, reducir costos
de producción. En pos de reforzar este argumento, citaba al propio Perón:

3. El nombre se debe a la participación central que tuvo D om ingo Mercante en


la resolución de la negociación.
4. Revista Trabajo y Previsión. Julio-diciembre de 1945, págs. 1044-1045.
5. Toda esto ocurría en medio de un incremento de la competencia externa que
la patronal metalúrgica consideraba altamente gravosa. Durante el prim er trimestre
de 1946, el comercio de importación (dentro del cual maquinarias y vehículos habían
experim entado una im portantísima alza) había operado por 1.807.682 toneladas,
mientras que el año anterior, durante el m ism o lapso, el volum en había sido de
919.573 toneladas. Metalurgia. Junio de 1946, págs. 4-7.
6. Ibíd.
110 M A R C O S SCHIAVI

«Los trabajadores tienen también su cooperación, y ella ha de


ser aumentando el rendimiento de su trabajo para producir
más. Esa es la misión de todo trabajador en todo momento
y su cooperación en el taller, en la fábrica y en el campo, ha
de ser asegurar para el país el mayor grado de producción
posible, rindiendo con su trabajo y en todas las horas el máximo
posible».7

Es muy importante tener en cuenta esta idea. Revela que la preocupación


del gobierno por incrementar la producción estuvo presente desde su mismo
inicio, que no fue un aspecto propio de la etapa de crisis. Lo que se debe
considerar entonces es cómo este discurso se vinculó con políticas concretas
a lo largo de los años.
Ante el petitorio sindical, los industriales opusieron un aumento salarial
sin traslado a los precios, pero con el compromiso obrero de incrementar el
rendimiento y con el estatal de limitar las importaciones. El aumento tendría
en consideración, además, el incremento indirecto del poder de compra
obrero debido al (posible) éxito del plan de abaratamiento (el aumento del
costo de vida anterior a mayo de 1945 ya había sido contem plado por el
laudo Mercante, mientras que el posterior había sido, a su vez, cubierto
por la imposición del aguinaldo) y el esfuerzo industrial de la renovación
de maquinarias. Teniendo en cuenta esto, y reconociendo que el momento
110 se presentaba adecuado para otorgar un aumento, pero como signo de
buena voluntad, los industriales ofrecían llevar los salarios por hora a una
franja de $ 1,20 a $ 0,82 para los hombres mayores de 22 años.8
El 25 de ju lio de 1946, se reunieron por primera vez en la comisión
paritaria los representantes patronales con una delegación sindical cuyos
miembros eran José Spiglich, ítalo Luzzi, Nicolás Giuliani, Carlos Monza y
Roberto Ortega. Allí, luego de una larga discusión, la UOM propuso sueldos
de entre $ 1,60 y $ 1 la hora según la categoría y de $ 0,80 para las
mujeres (en ambos casos, mayores de 22 años).9 Cuatro días después, en
una nota dirigida al secretario de Trabajo y Previsión, José María Freire,
los industriales plantearon que el aumento pedido era desmedido y que se
agregaba a una serie de problemas graves que atravesaba la actividad.10
El 30 de julio, se llegó a un acuerdo que duraba un año. Los aumentos
salariales fueron de entre el 35 y el 5 0 % .n En el cuadro 5.1, se observan

7. Metalurgia. Junio de 1946.


8. Ib id.
9. Metalurgia. Julio de 1946, págs. 5-8.
10. Días antes, el 16 de julio, habían dirigido una nota al secretario de Industria
y Comercio planteándole la necesidad de que este participara en la negociación, pues
los aumentos solicitados por el sindicato ponían en peligro los acuerdos de precios y,
sobre todo, la propia actividad metalúrgica, ibíd., pág. 9.
11. La Hora. 2 de agosto de 1946.
N EG O C IA C IÓ N y c o n flic to m e t a l ú r g ic o 111

A B C D E
Peón $ 0,70 $ 1,10 $ 0,82 $ 1,00 $ 0,95
Peón práctico $ 0,76 $ 1,25 $ 0,88 $ 1,10 $ 1,00
Operario práctico $ 0,82 $ 1,30 $ 0,94 $ 1,20 $ 1,10
Medio oficial $ 0,72 $ 1,35 $ 0,84 $ 1,25. $ 1,15
Medio oficial adelantado $ 0,82 $ 0,94 $ 1,30 $ 1,20
Oficial $ 1,04 $ 1,70 $ 1,20 $ 1,60 $ 1,55

Cuadro 5.1 - Salarios por hora {en pesos). A= Laudo Mercante; B= I Propuesta UOM;
C= Propuesta Patronal; D= II Propuesta UOM; E= Acuerdo Final. Fuente: elaboración
propia en base a Metalurgia.

las propuestas de la UOM y de la patronal, y el monto finalmente acordado.


Además, se definió cómo se llevaría a cabo la determinación de las categorías
en cada establecimiento.
Las comisiones internas de cada fábrica conjuntamente con los respec­
tivos patrones, establecerán la clasificación de los obreros de acuerdo a la
calificación, en los casos en que esta labor no hubiere sido efectuada antes
de ahora. Cuando no hubiese acuerdo se elevarán los antecedentes a la
Comisión Paritaria General para la resolución definitiva.12
De esta manera, las comisiones internas lograban un fuerte poder en
cada planta. Participar de la clasificación significaba determinar actividades
y salarios.
La firma del convenio se oficializó en un acto en el Luna Park casi un mes
después. Aquiles Merlini, presidente de la Cámara Argentina de la Industria
Metalúrgica (C A IM ), fue uno de los oradores. Junto a los trabajadores e
industriales, se encontraba José María Freire. Merlini comenzó afirmando:

«Acabamos de firmar un convenio de trabajo con nuestros obre­


ros que representará una substancial mejora en el estándar de
vida de los mismos. Nos congratulamos por ello y deseamos
estar siempre en condiciones de poder pagar los altos salarios
fijados en esta oportunidad.. . » .

Sin embargo, muy pronto sus palabras abandonaron el tono componedor


del inicio para plantear los problemas que los aumentos salariales desme­
didos conllevarían. La dicotomía que presentaba era entre pleno em pleo y
salarios altos:

« ( . . . ) Los industriales metalúrgicos tememos haber transpuesto


ese tope [salarial] y contemplamos hoy el porvenir con grandes

12. Metalurgia. Julio de 1946, pág. 8.


112 M A R C O S SCHIAVI

inquietudes. N o estamos seguros de poder mantener el actual


índice de ocupación».

Según Merlini, se avecinaban grandes sacrificios, más aún teniendo


en cuenta el restablecimiento de la actividad industrial mundial. Por eso
esperaba la ayuda de los trabajadores y hacía un llamado en esta línea:

«Nunca nos la han regateado [la colaboración]; pero en la hora


presente, en que está enjuego el porvenir de todos, la esperamos
más franca y decidida. En este sentido nos resultaron alentado­
ras las expresiones de los obreros que integraron la delegación
que gestionó el convenio. Encontramos en ellos la comprensión
clara del problema y el firme anhelo de contribuir a resolverlo
en el aspecto que está a su alcance: mayor y mejor rendimiento
( . . . ) . Estamos seguros que no faltará, como no faltará tampoco
la sana disciplina y el respeto recíproco, imprescindible para que
la armonía y el rendimiento del trabajo se complementen y den
sus frutos».13

Este mismo tipo de discurso se repitió un año después en las negociacio­


nes de 1947, y Merlini volvió a pronunciarlo en todas las que protagonizaron
los metalúrgicos hasta 1955. Lo que lo diferenció en cada caso fueron los
efectos logrados con él y lo cercano que se encontraba el gobierno a este
discurso.
Para la UOM, la firma del convenio fue un éxito. Desde un comienzo,
el proceso de negociación había estado acompañado de una fuerte movi­
lización de base, en gran medida fomentada por la propia dirigencia. En
plena discusión paritaria, todas las comisiones internas fueron citadas por
la comisión directiva para interiorizarlas sobre la marcha del petitorio y
prepararlas con el objeto de defenderlo.
El mismo acto de la firma fue masivo.14 Según El Laborista había allí
cuarenta mil personas; para La Hora, treinta mil. En su discurso, el secretario
general, Hilario Salvo, señaló la trascendencia del acto y la necesidad de
superarse día tras día para así competir con la producción extranjera, abas­
tecer a la Nación y, si fuera posible, conquistar mercados en el exterior. Una
vez concluido el encuentro, una gran masa de trabajadores se dirigió a la
Casa de Gobierno. Encabezados por dirigentes y funcionarios, se acercaron
a la Plaza de Mayo, donde luego de unos minutos, en uno de los balcones
de la Casa Rosada, Perón salió a saludar.15

13. Metalurgia. Agosto-octubre de 1946, pág. 20.


14. El Laborista. 28 de agosto de 1946.
15. Ibíd.; y La Hora. 29 de agosto de 1946.
N EG OC IA C IÓ N y c o n flic to m e t a l ú r g ic o 113

El c o n v e n io d e 1946 e n las fá b rica s

Pese a lo efusivo de su firma, el convenio recibió críticas dentro del


gremio, motorizadas, sobre todo, por militantes comunistas. El problema
fundamental era su implementación en las fábricas. Tiempo después, en una
publicación oficial, la propia UOM reconoció que el convenio tenía fallas
importantes:

« ( . . . ) con la fijación de categorías y salarios por ramas, práctica­


mente estábamos creando una división dentro del gremio, como
si en cada especialidad y en la misma categoría la capacidad
y la necesidad de los obreros lo determinaría el capital de la
empresa, o bien la importancia de fabricación que este tenía
en el concierto industrial, con las diferencias de salarios y las
categorías inferiores, subdividido en ramas creaba el complejo
de inferioridad y desconcierto, dado que unas tenían mayor
porcentaje y otras mayores exigencias».16

La división del convenio en tantas categorías de trabajo se contradecía


con el deseo sindical de homogeneización salarial. Además, esta complejiza-
ción favorecía a la patronal, pues facilitaba la colocación de toda clase de
trabas al convenio. Uno de los ejemplos mencionados en las fuentes era la
figura del m edio oficial adelantado, que realizaba casi todas las tareas del
oficial; esto permitía que los industriales, en vez de tomar oficiales, pidieran
medio oficiales y así rebajaran de categoría a la mayoría de los primeros.17
Los oficiales desaparecían de las fábricas. En Klockner, uno de los grandes
talleres de la ciudad de Buenos Aires, varios capataces habían expresado que
sus respectivas secciones no tenían más que tres o cuatro de ellos.18 Este era
apenas uno de los tantos problemas de aplicación. En una carta dirigida a
La Hora, un obrero de Klockner planteaba:

«El sistema estándar tiene por objeto dividir el trabajo, con vis­
tas a un mayor rendimiento en la producción. Y así, una puerta
o cualquier otro objeto que en un taller pequeño em pieza y
termina un mismo operario, en Klockner pasa por una cantidad
de manos: marcadores, armadores, soldadores, revisadores, etc.
Este sistema, que evidentemente deja mayor ganancia a la em ­
presa, no puede ser pretexto para negar la especialidad a ningún
obrero. La categoría, entonces, debe fijarse teniendo en cuenta
la especialidad y la antigüedad en el trabajo. Por ejemplo: ¿qué

16. UOM. M em oria y Balance. Correspondiente al ejercid o 1946-1952. Buenos


Aires: Unión Obrera Metalúrgica, pág. 23.
17. La Hora. 13 de septiembre de 1946.
18. La H ora. 19 de agosto d$ 1946.
114 M A R C O S SCHIAVI

categoría corresponde a los armadores? Salvo rara excepción,


son todos oficiales armadores ( . . . ) » . 19

Daba cuenta así de la dificultad de la categorización en una rama como


la metalúrgica, con grandes brechas organizativas y tecnológicas. En cada
empresa, la puesta en marcha del convenio se encontraba con problemas
diferentes. Por eso, las comisiones internas eran un mecanismo clave para
controlar e imponer su aplicación.
Aunque el Estado había aumentado su alcance a través de la incorpora­
ción de más inspectores industriales, el sindicato y las comisiones internas se
convirtieron rápidamente en garantes de la legalidad industrial. Observemos
el caso de la empresa Establecimientos Santa Rosa SA (San Justo), la que
se había negado a dar cumplimiento al convenio metalúrgico firmado. Ante
esto, los obreros hicieron un paro de media hora que derivó en un lock-out
patronal. Pese a la condena de la delegación de la STyP, luego de diez días
de pronunciado el fallo, la empresa seguía sin cumplir con las disposiciones.
Esto llevó a que, el 13 de noviembre de 1946, se realizara un paro general
de veinticuatro horas en todo el partido de La Matanza. Rápidamente, y con
la intervención de Freire, se resolvió el conflicto de modo favorable para los
trabajadores.20
En la Compañía Argentina de Talleres Industriales, Transportes y Anexos
(CATITA), otra de las grandes empresas de Buenos Aires, también hubo
problemas con la implementación del convenio. Su política laboral era de
las más estrictas. En ella, el férreo dominio ejercido por capataces, cronome­
tristas, apuntadores y controles de fabricación permitía aumentar los ritmos
de trabajo de manera incesante. La empresa utilizaba un régimen de premio
o bonificación a la mayor producción, muy resistido en el gremio. Así lo
describió un obrero en La Hora:

«Cuando iniciamos la elaboración de un producto, luego de ha­


bernos puesto de acuerdo con el capataz respecto a cómo se ha
de tomar el trabajo, se nos envían los cronometristas. Estas per­
sonas, cronómetro en mano, comienzan a medir el tiempo que
tardamos para realizar la operación que nos ha sido asignada. Si
se trata de limar, comienzan a hacernos observaciones: apriete
más la lima; dele más recorrido; yo creo que se puede limar más
ligero, ¿no es cierto? Total, si se gasta le damos una nueva. Y así
se acucia al obrero, se le presiona brutalmente, hasta arrancar
el mínimo de tiempo posible para confeccionar la pieza».21

La dirección de CATITA era denunciada por los brutales ritmos impuestos,


el excesivo control, los maltratos, y también por haber intentado crear

19. La Hora. 20 de agosto de 1946.


20. La Hora. 15 de noviem bre de 1946.
21. La Hora. 2 de agosto de 1946.
N EGO CI ACI ÓN y c o n fl ic to m e t a l ú r g ic o 115

tiempo atrás un sindicato «am arillo».22 La firma del convenio metalúrgico


y sus nuevas categorías derivó, como era de esperar, en un conflicto. Sus
obreros revelaron la maniobra patronal de rebajar categorías para así evitar
aumentos de salarios: a más del 75 % de los trabajadores se los había
calificado con categorías inferiores. La comisión interna inform ó en un
comunicado que las categorías existentes anteriores al petitorio no podían
ser desconocidas como tales y bajo ningún concepto rebajadas.23 Ante la
presión sindical, la dirección de la empresa debió ceder.
A lo largo de toda la actividad metalúrgica, se prolongó durante meses el
problema de las categorías. La primera semana de marzo de 1947, la UOM
emitió un comunicado en el que informaba que, a partir del día 15 de ese
mes, dejaban de actuar las comisiones paritarias y solicitaba la aplicación de
multas a todas las empresas que no hubieran cumplido con el convenio.24
Los convenios se convertirían en la ley dentro de las fábricas. Como
parte de la UOM, las comisiones internas serían las principales encargadas
de hacer que se cumplieran, y eso les asignaba un poder desconocido hasta
entonces. El convenio de 1947 no haría más que profundizar esta situación
al avanzar sobre planos no explorados por su predecesor.

La negociación de 1947
La dinámica de la negociación colectiva anual hacía que, apenas conclui­
da la aplicación de un convenio, se debiera comenzar a discutir el siguiente.
Ya a mediados de febrero de 1947, cuando aún no habían dejado de actuar
las comisiones paritarias anteriores, un grupo de metalúrgicos comunistas
editaron un folleto, donde, luego de reafirmar el valor de la unidad gremial
y del reconocimiento logrado por las comisiones internas, reclamaron que,
en el próximo convenio, se alcanzara un incremento salarial de entre el 50
y el 70%. Además, proponían establecer escalas comunes en casi todas las
ramas y la eliminación de la categoría medio oficial adelantado, que había
servido solo para que, con menores salarios, las empresas tuvieran mano
de obra de oficiales. Otros de los puntos reivindicados eran: en tareas insa­
lubres, que se pagaran ocho horas y se trabajaran seis (declarar fundición,
laminación y soldadura eléctrica como insalubres); igual salario para las
mujeres; que el aprendiz pudiera formarse en un oficio en horas de trabajo
gracias a la implantación de escuelas dentro de las fábricas; pago íntegro
por accidente de trabajo; salario familiar; y medio jornal a quien hiciera el
servicio militar.25 A lo largo de este trabajo, podrá observarse cómo muchas
de las reivindicaciones comunistas, ya fuera desde el Sindicato de Obreros
de la Industria Metalúrgica (S O IM ) primero o desde dentro de la UOM

22. La Hora. 4 de agosto de 1946.


23. La Hora. 9 de agosto de 1946.
24. El Laborista. 8 de marzo de 1947.
25. La Hora. 15 de febrero de 1947.
116 M A R C O S SCHIAVI

luego, se convertían en propuestas que la dirigencia sindical llevaba a las


negociaciones. La militancia comunista, perseguida y disminuida, sobrevivió
en el gremio metalúrgico durante toda la década
Cuatro meses después, el 29 de junio de 1947, se realizó en Parque
Norte una asamblea general de delegados de la UOM Capital y Avellane­
da, dedicada íntegramente a considerar el proyecto de convenio para ser
presentado ante la STyP. Ante cerca de cinco mil personas, habló Salvo; se
detuvo, particularmente, en aquellos puntos referidos a la enseñanza de los
aprendices y en cómo esta impactaba en las calificaciones. El nuevo antepro­
yecto tenía como uno de sus objetivos unificar las categorías y los salarios
de las distintas subramas; también, establecer conquistas de orden social:
casamiento, fallecim iento, servicio militar, accidente, trabajos peligrosos,
calorías, insalubridad, salario familiar.26
La dirigencia metalúrgica buscó legitimar sus reivindicaciones mediante
un discurso productivista, de eficiencia y progreso tanto para el capital como
para el trabajo. El I o de julio, La Época publicó una entrevista a Hilario
Salvo, en la que este afirmó que la organización procuraba que las mejoras
solicitadas fuesen paralelas al rendimiento del trabajador, «ya que esta
política gremial cuando se cumplía estrictamente resultaba beneficiosa para
el propio patrón».27 Según Salvo, la lucha sindical, al obligar al industrial
a renovar su plantel mecánico y a introducir perfeccionamientos técnicos,
defendía el interés nacional.
Otro punto que resaltó y que consideró una interesante innovación fue
la tarjeta de producción:

«Se trata de introducir en cada empresa, como una reivindica­


ción obrera, un documento en el cual constará la ocupación de
cada obrero durante cada una de las horas en que trabajó. El
documento de referencia se extenderá por duplicado, quedando
una de las copias en poder del obrero y la otra será entregada al
patrono. Se trata, en verdad, de establecer la veracidad de cier­
tas afirmaciones, según las cuales, la mano de obra metalúrgica
argentina es demasiado cara».28

El objetivo de esto era establecer costos reales, ya que en numerosas opor­


tunidades los industriales habían cargado a los salarios los costos excesivos
de su producción. Era una herramienta de control sindical.
Una semana después, en un nuevo reportaje, Salvo se centró en las
calificaciones; informó sobre la nueva tabla, que incorporaba especialidades
que anteriormente no existían. Las nuevas categorías eran operario, peón,

26. La Época. 29 de junio de 1947.


27. La Época. 1 de julio de 1947.
2 8 . Ibíd.
NEGOC IACI ÓN y c o n flic to m e t a l ú r g ic o 117

operario práctico, medio oficial, operario especializado y oficial. Para Salvo,


esta calificación fomentaba el perfeccionamiento obrero, pues:

« ( . . . ) cuando el patrono no favorece el aprendizaje de un ope­


rario práctico, haciéndolo cumplir tareas en las diferentes es­
pecialidades del taller, el operario, al cabo de un tiempo, se
convierte en operario especializado, remunerado con $ 2 por
hora. En cambio, si lo hace trabajar en las diversas secciones,
favoreciendo su conocimiento del oficio, el obrero se convierte
en medio oficial, categoría D, remunerado con $ 1,90».29

Por su parte, los militantes metalúrgicos comunistas consideraban que el


proyecto incluía importantes reivindicaciones obreras, pero también cláu­
sulas que no favorecían al gremio; por ejemplo, el cobro de la cotización
sindical por parte de la patronal. Estas críticas se enmarcaban en una política
comunista de unidad y de inserción dentro del sindicato.30
Desde la otra vereda, los industriales plantearon que los aumentos so­
licitados (acompañados de cambios en las categorías) eran exagerados. A
esto se sumaba el pedido de ampliaciones en beneficios acordados por leyes
recientes. Este deseo de modificar por convenio leyes de carácter social era
considerado inaceptable, pues era el Congreso de la Nación el que debía
introducir modificaciones y porque, en caso de que se llevaran a cabo estos
cambios, se desvirtuaría el principio de igualdad ante la ley.31 Por todo esto,
sostenían que la firma de este proyecto podía llevar a la industria a una
situación muy riesgosa.
Las propuestas del sindicato eran más ambiciosas que las del año anterior.
Ahondaban en el control sindical sobre espacios antes reservados al libre
albedrío empresario. Ante esto, al comenzar la negociación, la posición
patronal fue más fuerte. Por su parte, en un primer momento, el gobierno se
mantuvo neutral.
El 14 de agosto de 1947, comenzaron las reuniones en la STyP. La repre­
sentación patronal concurrió llevando mandato de una asamblea realizada
días antes, en la que se había planteado que el anteproyecto presentado
implicaba la anulación completa del anterior, la reclasificación de los obre­
ros y la modificación de leyes nacionales, y que ninguno de estos puntos
era admisible.32 Por lo tanto, su mandato era únicamente discutir salarios,
previo estudio del encarecimiento del costo de vida y consultas a todas las
ramas de la actividad metalúrgica. Hilario Salvo, el único representante de
la UOM presente, luego de escuchar los planteos patronales, consideró que
era:

29. La Época. 10 de ju lio de 1947.


30. La Hora. 5 de ju lio de 1947.
31. Metalurgia. Agosto de 1947, págs. 3-10.
32. Ibíd.
118 M A R C O S SCHIAVI

«d e todo punto de vista inadmisible la pretensión de la repre­


sentación industrial de eliminar de la discusión del convenio
todas las disposiciones sobre clasificación del personal conteni­
das en el proyecto sometido a su consideración, y lo es por las
siguientes razones: a) porque es indiscutible el derecho de los
obreros metalúrgicos de procurar el ajuste de sus clasificaciones
de acuerdo a normas justicieras que la experiencia demuestre
ventajosa. Que la propia manifestación de los señores indus­
triales corrobora este punto de vista al admitir la existencia de
dificultades en la clasificación de los personales. Que la clasi­
ficación que se propicia ha consultado los intereses conjuntos
puestos en ju ego, y no representa en modo alguno dificultades
para su aplicación; b) porque considera contrario a los principios
de armonización entre el capital y el trabajo la imposición por
la parte patronal de una norma de tal naturaleza que importe
la virtual eliminación de un capítulo del petitorio que todavía
no se ha entrado a considerar ( . . . ) . En cuanto a la eliminación
de un régimen convencional de prestaciones de carácter social,
por entender que las mismas son de carácter legislativo y su
sanción corresponde al Poder Legislativo, desde ya rechaza esa
absurda pretensión por cuanto es precisamente de la esencia de
las convenciones de carácter colectivo, establecer normas sobre
las condiciones de trabajo que excedan las prestaciones de la ley
vigente, o cubran sus omisiones ( . . . ) » . 33

Salvo explicitaba un punto clave de nuestra investigación: para sindicatos


como la UOM, las llamadas leyes sociales fomentadas por el peronismo
eran un piso, un punto de partida. El techo de los derechos obreros era
marcado por los convenios, cuyo resultado e instrumentación dependían de
la organización y movilización obrera.
Apenas unas horas después de la primera reunión, el 17 de agosto, la
UOM realizó un congreso extraordinario de delegados, en el que se informó
sobre la tenaz oposición con la que se habían encontrado los representantes
sindicales. A partir de la reacción de ciertos delegados, se llegó incluso a
señalar la necesidad de declarar la huelga, cuestión que se pospuso.34
Los industriales consideraban inadmisibles e irresponsables muchas de
las propuestas: la ampliación de la nómina de las tareas insalubres, la nueva
categoría de trabajos peligrosos (que incluía un 3 0 % más de jorn al), el
recargo por altas calorías, los $ 15 mensuales por hijo, los diez días de
licencia extras por casamiento y los cinco por fallecim iento de parientes

33. M etalurgia. Agosto de 1947.


34. La Época. 18 de agosto de 1947.
NEG OC IACIÓ N y c o n fl ic to m e t a l ú r g ic o 119

cercanos, el sábado inglés pago, el aumento suplementario por antigüedad,


etcétera. Así resumían su opinión en relación con la propuesta sindical:

«Los capítulos siguientes del convenio proyectado dan la impre­


sión de que han sido estructurados con un solo propósito: pedir,
sin detenerse a pensar si es justo, o siquiera lógico, lo que se
pide».35

Según sus cálculos, contando los aumentos de jornal, el salario familiar,


la antigüedad, el sábado inglés y el pago por servicio militar, la incidencia
económica del nuevo convenio llegaba al 85% . Si a esto se agregaban
las leyes sociales y los montos correspondientes a trabajo peligroso, altas
calorías e insalubridad, la incidencia ascendía al 117%. Las negociaciones
no podían, a su entender, ser de esta naturaleza:

«Si cada año se debe resolver un pedido de mejores condiciones


de trabajo, que no puedan financiarse por el mayor rendimiento
del mismo, ya sea por mejoramiento de los equipos o eficien­
cia de la mano de obra, y si además dicho pedido, en vez de
ajustarse a las necesidades reales, se abulta con el deliberado
propósito de obtener mayores ventajas en las negociaciones, se
desvirtúan las funciones de los sindicatos obreros y la razón
de ser de los convenios colectivos, que pierden seriedad y res­
ponsabilidad, y se sigue forzando la marcha de la inflación al
incorporar más dinero a la corriente circulatoria sin incorporar a
la vez la correspondiente cantidad de productos al m ercado».36

En este fragmento, el sector patronal plantea nuevamente un punto ya


deslizado por A. Merlini un año antes, convertido tiempo después en una de
sus principales reivindicaciones: el establecimiento de un vínculo necesario
entre aumento de productividad obrera e incremento salarial.
Benjamín Coriat, al retomar el concepto del Estado-Plan keynesiano,
sostiene que, a partir del New Deal, la relación capital-trabajo se encontraba
circunscripta a dos novedades: «una, de forma, es el establecimiento de
contratos debidamente negociados que se intenta obtener; otra, de fondo, es
que el contenido del contrato consiste en hacer que la elevación del nivel del
salario dependa del incremento de la “productividad”» .37 En nuestro caso,
el segundo de estos puntos no se cumplía. Los trabajadores metalúrgicos se
opusieron durante toda esta década a los intentos patronales de atar salarios
con productividad.

35. Metalurgia. Septiembre de 1947, pág. 3.


36. Ibíd.
37. B. Coriat. El taller y el cronóm etro: Ensayo sobre el taylorismo, el fo rd is m o y
la producción de masa. México, DF: Siglo XXI, 1993, pág. 100.
120 M A R C O S SCHIAVI

Control sindical y reglamentación de comisiones internas


Las discusiones más arduas en este tipo de negociaciones se producían
en torno a la cuestión del poder en las fábricas. Lo salarial era importante
pero, en un punto, contingente. Los industriales contaban con herramientas
para que el impacto de un aumento salarial fuera menor. El problema era
el control sindical sobre la producción, los intentos de los sindicatos por
manejar ciertos resortes que, hasta entonces, eran potestad indiscutible de
la empresa. En este sentido, el caso metalúrgico fue paradigmático.
El 16 de septiembre de 1947, se realizó la primera discusión pública
del petitorio.38 La representación patronal se había presentado llevando
el mandato de una asamblea en la que se había resuelto no aceptar una
fecha de retroactividad superior a cincuenta días y no negociar nuevas
clasificaciones. El primero de los artículos analizados era determinante, pues
nacionalizaba el acuerdo:

«El presente convenio es de jurisdicción nacional y se aplicará


para toda la industria metalúrgica en general y en todo el terri­
torio de la República Argentina. Igualmente se aplicarán en la
actividad metalúrgica, las leyes y decretos nacionales y disposi­
ciones legales aplicables en la Capital Federal, especialmente la
ley 11.729, en lo referente a enfermedades, sin perjuicio de las
disposiciones de carácter local».39

Por primera vez,40 las condiciones de trabajo acordadas tendrían así un


carácter nacional, no así los salarios, que debían discutirse por regiones
o ciudades importantes (artículo 3). En estos puntos, la CAIM no mostró
grandes desacuerdos.
Donde se presentaron inconvenientes fue en la discusión de los artículos
relacionados con las clasificaciones; por ejemplo, en el artículo 14:

«Dentro de las distintas categorías que se especifican en el pre­


sente convenio, todos los obreros que soliciten rendir pruebas
para pasar a categorías superiores, podrán hacerlo sin ningún
tiempo establecido. Serán autoridades para controlar dicho exa­
men la Comisión de Relaciones del Establecimiento, conjunta­
mente con la parte patronal del mismo ( . . . ) » . 41

38. Metalurgia. Septiembre de 1947, págs. 7-11.


39. Ibíd.
40. Esto llevaría a arduos conflictos en el interior. El caso de Rosario (Santa
Fe) fue el más prolongado y resonante, véase S. Simonassi y L. Badaloni. « “ . . . Por
lo menos hem os salvado el honor” . Los industriales metalúrgicos en un contexto
de conflictividad laboral, Rosario, 1947-1948». En: Revista Avances del Cesor, n.° V:
Rosario (2005).
41. Metalurgia. Septiembre de 1947, págs. 7-11.
n e g o c ia c ió n y c o n fl ic to m e t a l ú r g ic o 121

En distintas reuniones, la patronal planteó su desacuerdo con este tipo de


artículos. En este caso específico, lo hizo porque consideraba improcedente
que pudiera ser facultad de la comisión interna determinar la capacidad del
obrero para tareas distintas de las que realizaba o para categorías en las que
no hubiese vacantes.
Otro elem ento importante del convenio, al que ya nos hemos referido,
se relacionaba con sus alcances normativos y con la manera en que estos
se vinculaban con las leyes nacionales. Desde un inicio, la patronal se
negó a considerar materia de convención aquellos artículos previstos en la
legislación nacional o provincial. La defensa obrera de este caso tendió a
remarcar que las leyes a las que se hacía referencia no solían ser aplicadas
en los establecimientos. Su presencia dentro del convenio les daba más
fuerza.42
Durante el mes de septiembre, las negociaciones continuaron, pero
sin que se pudiera avanzar en temas significativos. Hubo varias reuniones
semanales, pero en cada una de ellas no se trataban más de tres artículos
y, en muchas ocasiones, finalizaban sin acuerdo. Algunos de los puntos
más discutidos, y que no llegaron a resolverse, fueron la insalubridad, los
trabajos peligrosos, el pago de adicionales por traslados, el sábado inglés
pago, la agremiación obligatoria y el sustancial artículo 20 sobre salarios por
rendimiento («Ningún patrón podrá fijar bases de rendimiento de trabajos o
tareas y en los establecimientos que dé premios, deberán ser para todos los
obreros sin excepción»).43
Los artículos del petitorio que se proponían limitar libertades y atribucio­
nes patronales eran los que más resistencia generaban, ya que eran aquellos
donde estaba en ju ego el poder y el control sindical. Ejemplo de esto eran:

«4 9 ° Todo cierre o fiesta dispuesto por voluntad de los patro­


nes, no incluido en leyes o decretos nacionales o provinciales,
dará derecho al obrero a percibir el jornal correspondiente. Se
contemplarán los casos fortuitos de duelo.
»54° En toda la industria metalúrgica se crea la tarjeta de produc­
ción, controlada diariamente por el obrero, patrón y comisión
interna».

El 27 de septiembre, al poner sobre la mesa de discusión el primero de


estos artículos, los industriales afirmaron que buscaba limitar un derecho
fundamental de los patrones y que, en consecuencia, no podía ser tenido en
cuenta. Como respuesta, la representación de la UOM negó que existiera tal
vulneración de derechos, sino que era:

4 2 . Ibíd.
4 3 . Ibíd.
122 M A R C O S SCHIAVI

« ( . . . ) simplemente la defensa material de los obreros, que no


pueden someter su hogar a las contingencias arbitrarias patrona­
les; que, por otro lado, la producción en un momento decisivo
como el que vive el país no puede estar sometida al criterio
unilateral de los industriales».44

Un elemento para resaltar es la presencia de cierta preocupación sindical


sobre la producción y sus ritmos. Mientras el sector industrial planteaba que
su caída se debía a la merma de la disciplina y el rendimiento obrero, para
los sindicatos, detrás del problema se encontraba el sabotaje empresario
que, a partir de la inflación y la especulación, buscaba medrar la estabilidad
del gobierno peronista.
En el caso de la tarjeta de producción (artículo 54), los industriales
consideraban que, por su complejidad, el problema debía ser materia de un
profundo estudio realizado por especialistas y que los controles previstos
en el artículo complicarían aún más la cuestión. En realidad, no estaban
dispuestos a medir y controlar la productividad junto con las comisiones
internas. Por su parte, la UOM dejó constancia de la mala voluntad patronal
para tratar ambos artículos, que tenían como misión esencial producir más, y
afirmó que «estas trabas a la buena disposición obrera para levantar el nivel
de producción de la industria desvirtúan las declaraciones patronales que
están en ese mismo fin».45 La representación obrera culminó su intervención
asegurando:

«la parte patronal ha argumentado públicamente sobre el sabo­


taje que hacen los obreros en la industria, cuando ellos mismos
se ofrecen a documentar en una tarjeta la verdad o la falsía de
tales manifestaciones los patronos no la aceptan. La representa­
ción obrera, además, manifiesta que la no aceptación por parte
de los señores industriales de la injerencia obrera en las tarjetas
de contralor de la producción importa una subestimación del
valor del trabajador en el proceso total de la industria ( . . . ) » . 46

En ambos artículos, se reivindicaba la capacidad de los trabajadores de


llevar adelante los procesos productivos, esto es, una cierta soberanía obrera
en la fábrica. Esto formaba parte de una revalorización más general del
papel de los trabajadores en la sociedad.
Desde comienzos de octubre, comenzaron a analizarse nuevamente los
artículos que no habían sido convenidos antes. En la mayoría de los casos,
las partes mantuvieron sus posiciones. En esta instancia de la discusión, se
plantearon dos puntos que intranquilizaban seriamente a los industriales:

44. Metalurgia. Octubre de 1947, págs. 8-9.


4 5 . Ibíd.
46. Ibíd.
n e g o c ia c ió n y c o n flic to m e t a l ú r g ic o 123

el ausentismo y las comisiones internas. En relación con el primero de


ellos, la patronal propuso la incorporación al convenio de un reglamento de
inasistencia que sirviera para controlar los abusos.
El asunto de las comisiones internas era más complejo. Inicialmente, la
UOM había propuesto sumar al convenio su propio reglamento de comisio­
nes. En la reunión del 29 de septiembre, los industriales manifestaron que
no aceptaban ese reglamento, pero que estaban dispuestos a realizar otro
en conjunto; frente a esto, los representantes de los trabajadores plantearon
su voluntad de negociación, pero siempre basándose en el vigente, pues, a
su entender, «había dado resultados altamente positivos»;47 confirmaban así
que el reglamento creado por la UOM a fines de 1946 había sido impuesto
de facto en las fábricas.
Unos días después, los industriales llamaron la atención sobre la oposi­
ción obrera a confeccionar la normativa mencionada. En esa misma reunión
del 14 de octubre de 1947, también se discutieron otros dos reglamentos:
el de asistencia y el de aprendizaje. El sector patronal planteó que, luego
de dos reuniones fallidas mantenidas por la comisión que tenía por objetivo
convenir los tres reglamentos, había resultado imposible llegar a un acuerdo;
en particular, en lo referido a la organización obrera en planta, pues la
representación sindical había insistido en arrogarse injerencia en asuntos de
disciplina interna de los establecimientos. Al negarse la patronal a conceder
este tipo de intervención, el sindicato retiró el artículo sobre reglamentación
del convenio: «siendo una aspiración obrera de la que se ha desistido, no
considera necesario insistir al respecto, toda vez que libremente hizo el pedi­
do y libre y voluntariamente lo retiró».48 En este mismo encuentro, según
consta en el apéndice (véase pág. 355 en este volum en), los industriales
presentaron su propia propuesta de regulación de comisiones internas.
La UOM se opuso a este o a cualquier otro reglam ento que no fuera
el propio. Sin embargo, aunque ese documento no se impuso, resulta de
utilidad para conocer cuáles eran los objetivos del sector patronal. En primer
lugar, puede sorprender el deseo de que en todo establecimiento hubiese
comisión interna. Sin embargo, al observar las limitaciones de número, de
características de sus miembros, de movilidad, de las formas y contenidos de
las demandas canalizadas, se puede comprender mejor el porqué del anhelo
patronal de llevar esta organización a cada planta. Buscaban convertir las
comisiones internas en entes de canalización y control del conflicto en el
lugar de trabajo, hacerlas corresponsables del aseo, seguridad, rendimiento
y disciplina de la fábrica. Legitimadas por el sindicato, y sin posibilidad
alguna de decidir ceses de actividad, estas se convertían en organizaciones
de control más que de representación.49

47. Ibíd.
48. M etalurgia. N oviem bre de 1947, pág. 20.
49. M etalurgia. Noviem bre de 1947.
124 M A R C O S SCHIAVI

El rechazo sindical a este proyecto se sumó a la larga lista de reclamos


insatisfechos y negociaciones truncas que llevaron a la huelga de noviembre
de 1947. A comienzos de octubre, luego de ser recibido por María Eva Duarte
de Perón junto a una delegación de la UOM, J. L. Rams, ante la consulta
periodística de si había dificultades en la negociación metalúrgica, había
contestado: «Siem pre las hay, cuando se trata de romper viejos y arcaicos
sistemas de explotación del hombre por el hombre ( . . . ) » . 50
En medio de una fuerte m ovilización del gremio, el 17 de octubre, los
industriales presentaron su posición definitiva en relación con los salarios.
Esta propuesta fue considerada insatisfactoria por la UOM: ofrecían cerca
de la mitad de lo que se solicitaba en el petitorio.51 Ante esto, el sindicato
consideró:

1. Que ha tenido especialmente en cuenta su negativa termi­


nante a considerar aspectos de importancia extraordinaria
como la tarjeta de producción, y otros de real interés como
las compensaciones por servicio militar, remuneraciones
especiales en tareas peligrosas, etc.
2. Que entiende que en lo que se refiere a salario fam iliar
y a bonificaciones por antigüedad, la proposición de la
industria es irrisoria.
3. Que considera que la propuesta de salarios, después de las
manifestaciones de buena voluntad exteriorizada por los re­
presentantes obreros al deponer su punto de vista sobre las
categorías proyectadas, importa un desconocimiento de las
sentidas necesidades de los trabajadores metalúrgicos y de
la realidad que existe en otros sectores del trabajo, donde
los salarios que se perciben son sensiblemente superiores a
los devengados en nuestra industria.
4. Que ha tomado en cuenta de una manera muy particular la
intransigencia carente de derecho del sector patronal de la
cromo hojalatería, que por un acto voluntario y arbitrario
puso fin a las tramitaciones.
5. Que ha considerado la posición carente de espíritu conci­
liador en el aspecto básico de la ley 11.729, cuya reglamen­
tación acordada no quiso ser estudiada con posteridad.52

Por todo esto, la UOM se veía forzada a declarar la huelga general en


principio ese día; sin embargo, no se llevaría a cabo hasta entrado el mes

50. La Época. 4 de octubre de 1947.


51. Metalurgia. Noviem bre de 1947, pág. 20.
52. Metalurgia. Noviem bre de 1947, pág. 23.
N E G O C I A C I Ó N Y C O N F L I C T O M ET AL ÚRG ICO 125

de noviembre. Las negociaciones se encontraban en un atolladero; por eso,


restaba demostrar fuerza y esperar la reacción del gobierno.

La huelga metalúrgica de 1947 y su contexto


La huelga metalúrgica de 1947 no fue un hecho aislado. En el segundo
semestre de 1947, hubo diversas medidas de fuerza de gran relevancia
(portuarios, textiles, ferroviarios, entre otros). Además, hubo tensiones
internas y cambios en la dirigencia cegetista (desplazam iento de Aurelio
Hernández, asunción de José Espejo). Dentro de los primeros tumultuosos
años peronistas, fue un momento de alto nivel de conflicto, una coyuntura
en la que se intervinieron gremios importantes, se realizaron diversos y
polémicos congresos obreros y se intensificó la campaña anticomunista en
el mundo del trabajo. En la ciudad de Buenos Aires, en 1947, se produjo
el mayor número de huelgas y de días de trabajo perdidos durante todo el
peronismo.53 En nuestro caso particular, desde la asunción de Perón hasta
noviembre de 1947, el gremio metalúrgico solo había protagonizado un
número reducido de conflictos particulares en empresas, como el que se
produjo en SIAM, en septiembre de 1946; la mayoría de ellos, debido al
no reconocimiento de las comisiones internas y los convenios colectivos. La
última gran huelga metalúrgica se había desarrollado cinco años atrás, en
1942.
En este contexto, la UOM encabezó en noviembre de 1947 una huelga
que no contó con el apoyo explícito ni del gobierno ni de la Confederación
General del Trabajo (C G T ). Con ella, logró imponer un convenio nacional
muy avanzado que reportó a la UOM un sustancial aumento de poder. Este
apartado comenzará con el análisis de ese contexto, para luego centrarse
específicamente en la huelga y su resultado.

El gobierno y las primeras huelgas


Distintos autores han señalado que el gobierno apoyó las huelgas de los
trabajadores durante los primeros años peronistas, las que incluso formaban
parte de su estrategia.54 Si consideramos como apoyo no reprimir cualquier
conflicto, entonces sí lo hubo. Ahora bien, si repasamos discursos y resolucio­
nes gubernamentales, si prestamos atención a los dichos de los secretarios
generales de la CGT, observaremos que estas luchas fueron en gran medida

53. En 1947 hubo en Buenos Aires 541.377 huelguistas y 3.467.193 días per­
didos. Doyon, Perón y los trabajadores: los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-
1955, pág. 252.
54. G. Germani. Política y sociedad en una época de transición: De la sociedad tra­
dicional a la sociedad de masas. Buenos Aires: Paidós, 1962; M. Peña. Masas, caudillos
y elites: La dependencia argentina de Yrigoyen a Perón. Buenos Aires: Ediciones Fichas,
1971.
126 M A R C O S SCHIAVI

impuestas por el movimiento obrero pese a la oposición oficial. El gobierno


y la CGT intentaron atemperar una movilización que, como bien dice Louise
Doyon, «no dejó al régimen otra opción que secundar una ola de demandas
que afectó, primero, el desenvolvim iento del capitalismo industrial, para
complicar, después, la cohesión de la coalición gobernante».55
A cinco meses de asumir Perón, la S iyP recordó a los sindicatos que
haría una estricta aplicación de las disposiciones referentes a las huelgas.56
Informó que todo conflicto que se hubiera iniciado sin agotarse las instancias
de conciliación y arbitraje sería declarado ilegal. El objetivo era frenar una
serie de huelgas consideradas artificiales. El aumento de la movilización
obrera había comenzado a preocupar al gobierno. Esto lo llevó a buscar
responsables. Según El Laborista:

«e l origen de esta aparente anarquía, nacida al falso calor de


una supuesta justicia social, hay que buscarlo en aquellos pac­
tos de “ oro” que firmaron los comunistas y los patrones de la
Unión Industrial en la campaña previa a las elecciones ( . . . ) .
Los agitadores del Komintern anunciaron su arrepentimiento
y disolvieron aquella serie inmensa de falsos sindicatos, para
refundir su acción en los órganos sindicales peronistas. La buena
voluntad de estos permitió que numerosos elementos inasimila­
bles, hombres probados en las directivas de agitación y sabotaje,
ingresaron a las filas gremiales, de las que se hallaban apartados
durante la campaña electoral».57

Durante la década aquí analizada, la prensa peronista fue construyendo


un discurso en el que todo conflicto sindical tenía un origen comunista.
Como chivo expiatorio, su presencia fue denunciada una y otra vez. De esta
manera, se intentaba ocultar la decisión de los sindicatos peronistas de ir a
la huelga.
En este discurso antihuelguístico y anticomunista, la nueva dirección de
la CGT, encabezada por Aurelio Hernández, desempeñó un papel predomi­
nante. Esto, más las reiteradas intervenciones a organizaciones sindicales,
reportó al dirigente un desprestigio creciente en el m ovim iento obrero y
provocó que, a menos de un año de asumir, Hernández debiera renunciar al
cargo.
El 9 de febrero de 1947, el diario peronista La Epoca anunciaba: «Con
Don Aurelio Hernández la Revolución llega hasta lo más profundo de la CGT.
Quizá nunca haya llegado a la central obrera un hombre de tan probada

55. Doyon, Perón y los trabajadores: los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-
1955, pág. xxiii.
56. El Laborista. 22 de noviem bre de 1946.
57. Ibíd.
N E G OC IA C IÓ N y C O N FL IC TO ME TA LÚR GI CO 127

militancia y de tan amplia capacidad. (. . . ) » . 58 Generalmente, se afirma


que los líderes cegetistas posteriores a Luis Gay eran figuras desconocidas
o recién llegadas al mundo sindical.59 Este no fue el caso: a los veinte
años, Hernández había sido designado delegado en el Congreso Obrero
Internacional de la Madera celebrado en París (Francia); fue secretario de la
Comisión Nacional de Organización y Propaganda de la Federación Obrera
Regional Argentina del IX Congreso; en 1921, al crearse la Unión Obrera
Local de Buenos Aires, fue electo secretario general; durante dos períodos,
perteneció al comité central de la Unión Sindical Argentina. Se trataba de
un cuadro histórico del sindicalismo argentino.
Transcurridos apenas unos días de la asunción, Hernández llam ó la
atención sobre las declaraciones de huelgas y conflictos que se desarrollaban
de manera inconsulta sin motivos que las justificaran.60 Diez días después,
en el acto en el que Perón le entregó el original de la Declaración de los
Derechos del Trabajador,61 Hernández denunció una maniobra comunista
de sabotaje mediante la organización de huelgas.62 A comienzos de marzo,
sumó una nueva exhortación a todos los obreros para que emplearan el
máximo de sus fuerzas en pos de la elevación de la producción al mayor
rendimiento posible.63
En agosto de 1947, apareció una nota en La Época titulada: «ÍBasta de
huelgas ilegítimas!» En ella, se afirmaba que había casi una huelga sorpresiva
por día y que eran en realidad:

«problem as artificiales y conflictos dirigidos; los obreros resul­


tan así el instrumento maleable de inspiraciones y camarillas
astutas, que no tienen nada que ver con el gobierno obrero del
país ( . . . ) . Es una obra canallesca de sabotaje, dirigida contra
el creciente triunfo de la tendencia obrerista del gobierno del
general Perón ( . . . ) . En un momento en que el propio presidente
de la República está indicando y pidiendo la multiplicación del
esfuerzo argentino para trabajar y producir más, base impres­
cindible para alcanzar niveles normales de vida en todos los

58. La Época. 9 de febrero de 1947.


59. Doyon, Perón y los trabajadores: los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-
1955.
60. La Época. 14 de febrero de 1947.
61. Los «Derechos del Trabajador» fueron proclamados el 24 de febrero de 1947.
Eran: derecho de trabajar; derecho a una retribución justa; derecho a la capacitación;
derecho a condiciones dignas de trabajo; derecho a la preservación de la salud;
derecho al bienestar; derecho a la seguridad social; derecho a la protección de la
familia; derecho al m ejoram iento económico; derecho a la defensa de los intereses
profesionales.
62. La Época. 25 de febrero de 1947.
63. El Laborista. 2 de marzo de 1947.
128 M A R C O S SCHIAVI

órdenes y para llegar al saneamiento profundo de la economía


popular, en horas en que una campaña de abaratamiento de
la vida crece en intensidad y obtiene resultados prácticos, las
huelgas ilegítimas son un atentado al bienestar público y una
traición a los ideales del gobierno revolucionario».64

Estas medidas de fuerza eran caracterizadas como traiciones al gobierno.


Sin embargo, no cesaban. En ese mismo momento, paraban fideeros y pana­
deros.65 Mayoritariamente eran protagonizadas por sindicatos identificados
políticamente con el peronismo, como la UOM.

El desplazamiento de Aurelio Hernández


Los meses finales de 1947 fueron el marco de un enfrentamiento abierto
entre la UOM y la dirigencia de la CGT. El análisis de estos conflictos
evidencia ciertos malestares existentes en el sindicalismo peronista y abre
interpretaciones posibles acerca de las relaciones de fuerza en su interior.
Estas tiranteces se manifestaron en público a mediados de octubre,
precisamente en una fecha clave de la liturgia peronista: durante los festejos
por el 17 de octubre. Ese día, en la Plaza de Mayo, la columna de la UOM era
una de las más numerosas. Al ingresar a la Plaza, al frente de ella marchaba
un camión con altavoces que pedía a los presentes que permitieran el avance
de la manifestación hasta el frente de la Casa Rosada, pues «se quería hacer
saber al general Perón que Hernández era un traidor». Iban con carteles que
decían: «Hernández debe irse».66
La UOM no era el único sindicato opuesto a la dirigencia de la CGT. Un
día antes, se había inaugurado el Congreso Nacional Obrero. Ese mismo día,
el delegado de la Unión Obrera Maderera dio lectura a una declaración de su
organización junto con la Federación Argentina de Portuarios, el Sindicato de
Industrias de la Alimentación, el Sindicato de Industrias del Vidrio y la UOM;
en ella se expresaba que el Congreso no había sido legalm ente convocado.
Aunque no fue atendida, esta sería la primera de una considerable lista de
incidentes ocurridos en esos cinco días de deliberaciones.67
El 19 de octubre, Floreal Figueroa, delegado del Sindicato de la Construc­
ción de Santa Fe, afirmó que la CGT debía apoyar las huelgas que tuvieran
por objeto obtener alzas salariales y no oponerse a ellas. Luego de ser in­
terrumpido por otros delegados que pidieron que cesara su intervención,
Figueroa continuó con su declaración asegurando que «los enemigos de los
obreros no eran otros que los dueños de los frigoríficos, de las empresas

64. La Época. 2 de agosto de 1947.


65. La Época. 7 de agosto de 1947.
66. La Prensa. 18 de octubre de 1947.
67. Ibíd.
NE G O C IA C IÓ N y c o n f l ic to m e t a l ú r g ic o 129

eléctricas, de las fábricas que explotaban a los trabajadores y el imperialismo


yanqui».
El objetivo de la dirigencia de la CGT era disciplinar a los sindicatos
adheridos y golpear fuertemente los resabios comunistas que quedaban en
las organizaciones. El último día del Congreso, José Alonso, delegado de
la Federación Obrera Nacional del Vestido, leyó un proyecto de declara­
ción, luego aprobado, que llamaba a restablecer un clima de tranquilidad
sindical evitando la participación de factores externos y las perturbaciones
izquierdistas. Además, se quería «expresar el más franco repudio al comu­
nismo, teoría extranjerizante e intem acionalista».69 Por su parte, Antonio
Valerga, vicepresidente tercero del Congreso, afirmó: «H em os derrotado
al comunismo en todos los congresos provinciales y los hemos derrotado
también aquí. Podemos decir que hemos triunfado».70 Durante esa semana,
el secretariado de la CGT resolvió repudiar públicamente las actividades
del Partido Comunista en América y denunciar las actividades subversivas
realizadas en la Argentina. En el mismo comunicado, se informaba que la
central obrera había asumido una actitud enérgica y procedido a desalojar a
los comunistas de todos los puestos de dirección sindical.
El mayor problema de esta dirección dentro del movimiento sindical no
era, sin embargo, con los comunistas. Ciertos sindicatos de envergadura cri­
ticaban las arbitrariedades e injerencias desmedidas de la CGT. Por ejemplo,
Raúl Costa, secretario general del Sindicato de la Alimentación, apuntó:

«Este congreso está dando muchos dolores de cabeza, porque


dejando a salvo los móviles que se invocaron para organizarlo,
está poniendo en evidencia algunos procedimientos con los
cuales lejos de facilitarse la libre expresión del pensamiento de
los delegados, se pretende coartar ese derecho que es inalienable
en una asamblea de esa naturaleza y en una época de libertad,
franqueza y sinceridad como la que propugna y garantiza la
Revolución.
»Pareciera que algunos de los hombres que dirigen la central
obrera temiesen a las críticas de los delegados, que han con­
currido al congreso convencidos de que este responde más a
un mezquino propósito de interés personal que a la elevada
finalidad con la cual se lo ha disfrazado (. . . ) » . 71

Hernández tenía varios frentes abiertos en el mundo sindical: la con-


flictividad obrera, la pervivencia del comunismo y el malestar de ciertos
sindicatos nacionales, dentro de los cuales se encontraba la UOM.

68. Orientación. 22 de octubre de 1947.


69. La Prensa. 21 de octubre de 1947.
7 0 . Ibid.
71. La Época. 18 de octubre de 1947.
130 M A R C O S SCHIAVI

A fin de octubre, la CGT hizo público un texto donde negaba rumores en


los que aparecía opuesta a la resolución de los conflictos metalúrgicos. La
comunicación se cerraba afirmado lo siguiente: «La verdad es que la CGT no
ha tenido ni tiene ninguna intervención en el conflicto, y que, por otra parte,
la UOM tampoco lo ha solicitado».72 Unos días después, la UOM realizó
en Rosario (Santa Fe) una asamblea general convocada por la dirección
de la seccional. En ella, junto con los temas particulares del sindicato, el
secretario general de la seccional sostuvo que los escándalos ocurridos en el
Congreso de la CGT no habían sido responsabilidad de los comunistas, sino
de aquellos que habían dirigido el Congreso, en referencia a Hernández.
Todo este descontento general se resolvió a comienzos de diciembre
cuando, al comenzar las deliberaciones en el Comité Central Confederal de
la CGT, fueron aceptadas las renuncias de A. Hernández y de los demás
miembros de la comisión directiva.73 Veinticuatro horas después fue elegido
José G. Espejo como secretario general.
El cambio de nombres no conllevó un cambio de línea en relación con
las huelgas. Unos días después, el nuevo dirigente máximo de la CGT habló
por Radio del Estado. A llí dijo:

«Desconfiemos de las demandas desmedidas de aumentos de


salarios. Queremos lo que honradamente vale nuestra labor. No
necesitamos esa perturbación extranjera, que pregona libertad
desmedida, mientras que en la cuna de su falsa doctrina la masa
trabajadora soporta la más terrible de las dictaduras, sin ningún
tipo de posibilidad de recuperación. Que sigan agitando sus
fantasmas los mentados apóstoles de la redención social, pero
no en nuestra tierra. No nos engañará su canto de sirena, que al
proponernos desmedida paga a nuestra labor solo contribuirá a
traer la inflación».74

Apenas una semana después, Antonio Valerga, el secretario adjunto, de­


claró que el nuevo secretariado consideraba necesario dar a los trabajadores
y sus dirigentes una ruta clara y terminante, y poner fin a la carrera de
salarios.
No hubo una versión oficial acerca del porqué de la caída de Hernández.
En lo que se refiere al enfrentamiento con la UOM, es posible suponer
dos causas: una, el reconocimiento de Hernández al sindicato paralelo de
empleados del sector; otra, la falta de apoyo a la huelga metalúrgica. En este
último punto, y teniendo en cuenta el vínculo gobierno-CGT, si el gobierno
esperaba que Flernández frenara la conflictividad obrera, no quedaban dudas

72. El Líder. 28 de octubre de 1947.


73. La Época. 2 de diciembre de 1947.
74. La Prensa. 7 de diciembre de 1947.
n e g o c ia c ió n y c o n flic to m e t a l ú r g ic o 131

de su fracaso. El año de su gestión fue el más conflictivo de todo el período.


Allí también puede buscarse una de las causas de su caída.

La UOM, rumbo a la huelga


Esta era la situación a finales de 1947. Desde el gobierno peronista y
la CGT, se insistía en la necesidad de disminuir los conflictos laborales en
pos de aumentar la producción. Pese a esto, ciertos sindicatos continuaron
protagonizando medidas de fuerza; en el caso de la UOM, fue con resultados
positivos tanto económica como organizativamente.
La Epoca denunció el 21 de octubre que elementos comunistas en el seno
del gremio metalúrgico pretendían llevar a los obreros a la huelga. Afirmaba
que en el último congreso la mayoría se había opuesto a la huelga y que,
pese a ello, los comunistas habían proseguido trabajando para crear «un
clima favorable al conflicto», llegando incluso a anunciar para el viernes 17
el inicio del paro, que se había logrado evitar. La nota se cerraba con un
llamamiento a evitar cualquier cese de actividad:

«El general Perón les ha indicado el camino a seguir: el trabajo


no es solo un derecho, sino un deber social. Suspenderlo, mien­
tras se tramitan gestiones de mejoras, resulta hoy un crimen».75

En respuesta, la prensa comunista denunció una campaña contraria a


los trabajadores protagonizada por los diarios La Época y Democracia. Este
último había afirmado que la moción de huelga era una «intrigante actitud
comunista». En relación con el primero afirmaron:

« ( . . . ) La Epoca no repara en los medios y miente; miente cuan­


do dice que un Congreso de quinientos delegados rechazó la
declaración de huelga. Los congresos realizados últimamente
por la UOM contaron con la asistencia de más de cuatro m il
delegados y en ningún momento fue rechazada la declaración
de la huelga. Miente cuando dice que las negociaciones con la
patronal progresan “satisfactoriamente” ( . . . ) » . 76

Los comunistas llamaban a la unidad y a estrechar filas dentro de la UOM


respaldando a los dirigentes. Según ellos, la huelga era pura responsabilidad
de la patronal y no una «campaña comunista». Se leía en Orientación:

«Es bien conocida la ideología de los dirigentes de la UOM; sin


embargo, cuando estos dirigentes, respondiendo a la voluntad
de su gremio, tratan de hacer valer el derecho obrero a una

75. La Época. 21 de octubre de 1947.


76. Orientación. 22 de octubre de 1947.
132 M A R C O S SCHIAVI

vida más digna, se les acusa de comunistas con el propósito de


presionar sobre ellos y lograr la división del grem io».77

Para el sindicato metalúrgico, la situación se complejizaba: las negocia­


ciones estancadas llevaban a la huelga, que sería mirada con malos ojos
por la CGT y el gobierno, sobre todo, teniendo en cuenta el apoyo crítico
comunista. Por esto, el 22 de octubre, la dirigencia de la UOM dio a conocer
un comunicado en el que negaba rotundamente la influencia que en ella
podía tener el comunismo. Se intentaba despegar de un apoyo que se expe­
rimentaba como peligroso. Pensando en la reciente experiencia textil,78 la
UOM buscaba mostrarse ajena a la «confabulación foránea»79 y defendía la
declaración de la huelga, en principio, que habían realizado el 17 de octu­
bre. Se aclaraba que cualquier medida que se tomase sería responsabilidad
de la dirigencia en pleno acuerdo con los afiliados y previa consulta a los
delegados.
Apenas unos días después, el 24 de octubre, la CAIM junto a otras
entidades menores le enviaron una nota a Miguel Miranda, el hombre fuerte
del equipo económ ico peronista, en la que se definía la situación como de
grave perturbación. Luego de meses de negociación infructuosa, y pese a
que, según planteaban, habían aceptado dar ciertas concesiones sustanciales
y un incremento salarial equivalente al 45 %, «se encontraban frente a un
estado de intranquilidad generado por una declaración de huelga general en
principio».80 Este estado se concretaba en trabajos a desgano y negativas de
producir a premio. Aseveraban que las desconsideradas peticiones obreras
eran el origen del problema; decían que tanto las salariales como las de
condiciones de trabajo traspasaban límites legales y avanzaban en ciertos
casos sobre el poder del industrial en su planta:

« ( . . . ) Por otra parte, pretenden implantar la tarjeta de produc­


ción para fiscalizar, con participación de las comisiones internas,
el rendim iento diario del obrero. Los industriales no pueden
menos que aplaudir todo intento en este sentido, pero solo acep­
tarán en sus establecimientos los efectivos sistemas de control
de la producción aplicados por la moderna doctrina de la or­
ganización industrial. Abrigan sus fundadas dudas respecto a
la eficacia de una intervención obrera que parte de los mismos

77. Orientación.
78. La Asociación Obrera Textil (A O T ) había protagonizado una huelga general
a com ienzos de octubre de 1947. Sin apoyo en la CGT ni en el gobierno, la huelga
fue un fracaso y d erivó en la intervención del sindicato. La prensa peronista había
acusado a la dirigencia de la A O T de ser funcional a los intereses comunistas. Un
análisis detallado se encuentra en el capíuilo 7.
79. La Época. 24 de octubre de 1947.
80. Metalurgia. Octubre de 1947, pág. 13.
NE G O C IA C IÓ N Y C O N FL IC TO ME TAL ÚRG ICO 133

delegados que se han opuesto a incorporar al convenio las nor­


mas para el desempeño de las comisiones internas, tendientes
a delim itar las atribuciones, deberes y derechos de esos orga­
nismos, y el reglamento de inasistencias, destinado a poner fin
a los abusos que se cometen al amparo de una interpretación
viciosa de la ley 11.729, dos de los factores más importantes de
la baja producción que se viene registrando. Este control sindical
no es otra cosa que una intromisión en el derecho privativo del
em pleador de dirigir su empresa, en franco desconocimiento
del régim en del capital humanizado que rige nuestro país y,
aceptándolo, se llegaría a fomentar doctrinas ajenas a nuestra
idiosincrasia ( . . . ) » . 81

Las negociaciones parecían haber llegado a un callejón sin salida. Más


que la cuestión salarial, el poder y este control sindical que denunciaba la
patronal se observaban como límites al acuerdo. A fines de octubre, solo la
intervención del Estado parecía ser la solución del conflicto.
En los primeros días de noviembre, se realizó en el Parque N orte una
asamblea general convocada por la UOM. A llí se trató la marcha de las
gestiones y se informó que estas estaban interrumpidas debido a la intran­
sigencia patronal. Varios de los oradores plantearon la necesidad de que
el grem io fuese a la huelga. Sin embargo, cuando ya la asamblea estaba
desarrollándose, se hizo presente J. M. Freire, quien aseveró que Perón
estaba dispuesto a intervenir en el problema y que consideraba necesario
darle un nuevo plazo a la comisión paritaria. Debido a esta intervención, se
resolvió conceder un plazo mayor y declarar la huelga en principio, la que
se haría efectiva cuando lo dispusiera la dirigencia del sindicato.82
Al informar sobre la inminencia de la huelga, La Época llamó a la refle­
xión de las partes, a que ambas consideraran lo necesario que era mantener
el ritmo de producción. También se dirigió particularmente al sindicato para
que tuviese en cuenta cómo se relacionaba este conflicto con la política
comunista.
Pese a esto, el 11 de noviembre, comenzó una huelga de cuarenta y ocho
horas. Concluida, los obreros volverían al trabajo solo en las empresas que
hubieran aceptado el petitorio. Ya iniciada la medida, se desarrollaba sin
inconvenientes; las guardias puestas por los obreros en las proximidades de
las plantas cumplían su cometido sin dificultad, ya que no había quienes
pugnaran por entrar al trabajo. La UOM había tomado ciertas precauciones
técnicas para así evitar inconvenientes futuros; por eso los hornos Siemens-

8 1 . Ibíd.
82. El Laborista. 4 de noviem bre de 1947.
134 M A R C O S SCHIAVI

Martin tuvieron una guardia especial durante las primeras cuarenta y ocho
horas a fin de asegurar la fusión del mineral existente.83
El sindicato informó que un día después de iniciada la huelga ya habían
firmado de manera individual cerca de ciento cincuenta industrias. El proce­
dimiento era el siguiente: la patronal interesada en aceptar debía concurrir
a la sede de la UOM (H ipólito Yrigoyen 3354) acompañada por la comisión
interna del establecimiento; luego, debía llegar a la STyP para su ratificación.
Una vez realizado todo esto, la huelga se levantaba automáticamente.
La cuestión de la disciplina gremial de los industriales sería uno de los
temas más discutidos durante estos días. En su llamado a asamblea gene­
ral extraordinaria, la CAIM expresó: «Recom ienda asimismo a todos los
industriales metalúrgicos abstenerse de adoptar ninguna determinación de
carácter particular sin consultar previamente a este organismo patronal».84
Las cámaras negaban la existencia de esos acuerdos, y esto llevaba al absur­
do de que se negara que hubiera actividad en las fábricas. Los industriales
afirmaban que la huelga era total, mientras la UOM hablaba de su parciali­
dad. El editorial de noviembre de Metalurgia, en su párrafo más significativo,
sostuvo:

«El paro se hizo efectivo el 11 y duró hasta el 15 del corriente.


Los dos primeros días los obreros permanecieron en sus puestos
de trabajo haciendo la llamada huelga de “ brazos caídos” . Los
dos días siguientes, permanecieron de guardia en los alrededores
de los establecimientos previo anuncio de la UOM de que se
reanudaría el trabajo en todos aquellos talleres que aceptaran
firmar el petitorio. No es necesario decir que fueron muy pocos
los patronos que quebraron la solidaridad, y todos ellos de
muy escasa significación material, dado el reducido número de
obreros que ocupan».85

Mientras la cámara metalúrgica negaba las firmas, al tercer día del


conflicto, las empresas que habían firmado superaban las trescientas; la gran
mayoría de ellas eran pequeñas y medianas. Las grandes fábricas mostraban
la mayor resistencia.

El laudo metalúrgico
Finalmente, el 15 de noviembre, el Estado laudó.86 Esto determinaba
la vuelta al trabajo. En la mañana del 16, en la tercera asamblea general
metalúrgica del mes, Hilario Salvo sostuvo que el grem io había obtenido

83. La Época. 12 de noviem bre de 1947.


84. La Prensa. 12 de noviem bre de 1947.
85. Metalurgia. Noviem bre de 1947, pág. 3.
86. La Época. 16 de noviem bre de 1947.
n e g o c ia c ió n y c o n f l ic t o m e t a l ú r g ic o 135

Precedentes Petitorio UOM Propuesta patronal Resolución


Peón $ 0,95 $ 1,50 $ 1,25 $ 1,40
Medio oficial $ 1,15 $ 1,90 $ 1,40 $ 1,70
Oficial $ 1,55 $ 2 ,3 5 $ 1,90 $ 2,20

Cuadro 5.2 - Salarios por hora propuestos (en pesos). Fuente: elaboración propia en
base a Metalurgia.

lo que se había planteado. Por la tarde, lo comunicó a través de Radio del


Estado.87 Orientación, por su parte, tituló «El grem io metalúrgico impuso
parcialmente su convenio».88
Para los industriales, el laudo había sido claramente desfavorable. En una
solicitada publicada días después, afirmaron que la resolución significaba
un recargo en el costo de la mano de obra de 400 millones de pesos por
año, aumentos salariales del 60% a más del 120%, un escalafón superior al
solicitado por los mismos obreros y un aumento desproporcionado para las
mujeres.89 En la memoria del 43 ejercicio de la CAIM, publicada en marzo
de 1948, se expresó claramente cuál fue la lectura que los patrones hicieron
de esta resolución:

«Ingrata sorpresa produjo a los industriales esta resolución, que


satisfizo, en los puntos considerados por la misma, casi en su
totalidad las demandas obreras, y en algunos, como el llamado
“escalafón”, hasta fueron superadas (. . . ) » . 90

La resolución de la Dirección General de Trabajo y Acción Social Directa


intimaba a los trabajadores metalúrgicos a reanudar sus tareas. En lo que
respecta a salarios, lo pedido por la UOM inicialmente había oscilado entre
el 50 y el 70% . La última propuesta patronal apenas rondó el 30% . Lo
fijado, finalmente, fue entre el 40 y el 50% . En el cuadro 5.2, se observan
tres casos: peón, medio oficial y oficial.
En la resolución, se entrevén algunas claves del conflicto para tener en
cuenta: la resistencia de la UOM a que mediara la STyP y la reiteración del

87. El 17 de noviem bre, la Cámara Industrial de Rosario hizo saber que no le


había sido presentado ningún petitorio y que no tenía conocim iento oficial de la
resolución. Así com enzaba un conflicto que se prolongaría por varios meses; véase
Simonassi y Badaloni, « “ . . . Por lo menos hemos salvado el honor” . Los industriales
metalúrgicos en un contexto de conflictividad laboral, Rosario, 1947-1948».
88. Orientación. 19 de noviem bre de 1947.
89. La Prensa. 20 de noviem bre de 1947.
90. Metalurgia. M arzo de 1,948, pág. 10.
136 M A R C O S SCHIAVI

llamado a aumentar la producción. A l com ienzo de sus considerandos, se


afirmaba:

«Q ue tras reiteradas gestiones conciliatorias las partes no han


arribado a una solución que contemple sus respectivos intereses
por lo que la parte obrera ha declarado el estado de huelga gene­
ral en la industria a partir del día 11 del corriente, rechazando
previamente la mediación del señor secretario de Trabajo y Pre­
visión en el diferendo, la que fue aceptada por la representación
patronal;
»Que la autoridad no puede admitir el temperamento obrero por
cuanto ello implicaría dejar al arbitrio de una de las partes la
prolongación de un estado en medio social, creando un ambiente
de intranquilidad pública, por lo que corresponde arbitrar las
soluciones que en forma adecuada permitan poner fin al mismo;
»Que es deber de la hora para todos los trabajadores del país
aplicar patrióticamente sus empeños a una obra de colaboración
con el magno plan quinquenal del gobierno, con una mayor
contracción en sus tareas, superando paulatinamente sus rendi­
mientos en beneficio de una mayor producción ( . . . ) . » 91

Establecía una asignación mensual de $ 10 pesos por hijo, $ 100 por


nacimiento y la percepción para todos los obreros, a partir del tercer año
de antigüedad en el establecimiento, de un aumento de $ 0,02 por hora,
progresivo por cada año de trabajo hasta los veinticinco años. El artículo 9
imponía que los jornales de todas las mujeres mayores de 18 años fuesen
del 80% de aquellos fijados para el personal masculino.92
La CAIM presentó una nota una semana después en la que pedía que se
aclarasen ciertos puntos. Por ejemplo, reafirmar que las asignaciones por
hijo correspondían solo a los legítimos; aclarar que los jornales femeninos
debían tomarse sobre el salario del peón, ya que no se habían determinado
categorías ni en este ni en el convenio anterior para las trabajadoras.93
El 20 de diciembre de 1947, luego del fracaso de la segunda tanda de
negociaciones, una nueva resolución fue dada a conocer. Los obreros, dentro
de las distintas categorías, podían rendir dos veces por año una prueba de
suficiencia para optar a categorías superiores (implicaba un grado de control
sobre el manejo de personal). Aquellos que trabajaran en tareas peligrosas y
con altas calorías percibirían un adicional de un 20% sobre el salario básico.
En caso de que fuese necesario realizar horas extras, debería contarse con la
conformidad de la organización obrera. En relación con el reglam ento de

91. Revista Trabajo y Previsión. Enero-diciembre de 1947, pág. 385.


9 2 . Ibíd.
93. Metalurgia. Enero-febrero de 1948, págs. 5-7.
NE G O C IA C IÓ N y c o n flic to m e t a l ú r g ic o 137

a 1 Días festivos, 6 días 2,05%


2 Días vacaciones, 12 días (promedio) 4,10%
3 Días enfermedad, 12 días (promedio) 4,10% 10,25%
b • 4 Aguinaldo 8,33%
5 Preaviso (promedio efectivo de varios asociados) 3,00% 11,33%
c 6 Incidencia del factor b sobre factor a 1,16%
d 7 Jubilación (11% + 3%) 14,00%
e 8 Incidencia del factor d sobre los tres ant. 3,18%
f 9 Instituto de Remuneraciones 0,25%
10 Accidentes de trabajo 5,00%
11 Aprendizaje 1,00%
12 Impuesto universitario 2,00%
13 Despido 8,33% 16,58%
g 14 Incidencia del factor f sobre el a 1,70%
Total 58,20%

Cuadro 5.3 - A menos de un año del laudo de 1947, y en medio de la negociación


del convenio de empleados, la UOM presentó, el 26 de octubre de 1948, un pedido de
aumento de un 40% de emergencia para los obreros. Metalurgia. Diciembre de 1948,
págs. 3-4. Su objeto era compensar el alza del costo de vida. El salario solicitado era
$ 3,08 para el oficial; $ 2,38 para el medio oficial; $ 2,10 para el operario; y $ 1,96
para el peón. Según la CAIM, ese 40% se convertía en más del 60% si se tomaba
en cuenta «el costo invisible». Metalurgia publicaba cómo determinaba la patronal el
«costo invisible», el cual ascendía a 58,20% : Determinación del costo invisible.

comisiones internas y de inasistencias, la resolución recomendaba constituir


una comisión especial integrada por representantes de las partes y de la
secretaría, la cual no se concretó.94
Luego de meses de negociación, y de una huelga corta pero fuerte, el
Estado terminó laudando en gran medida en favor de los trabajadores. Sin
embargo, sobre dos puntos clave, no se decidió: tarjeta de producción y
comisiones internas. En ese caso, la salida fue de compromiso. La cuestión
del poder en las plantas era un tema mucho más sensible que el salarial; se
lo veía de difícil resolución por parte del Estado.
138 M A R C O S SCHI AVI

Las negociaciones de 1948


En una nota enviada el 12 de noviembre a Miguel Miranda, los indus­
triales planteaban, además de la desmesura del pedido, la imposibilidad
de afrontar este aumento si no se les permitía trasladarlo a los precios;
también decían que cualquier modificación de los salarios se condicionaría a
la prórroga del convenio por un año más.95
Sin embargo, por divisiones dentro de las cámaras industriales, por la
inflexibilidad obrera y las presiones estatales, el 10 de diciembre, aceptaron
un aumento del 25 % sin oponer condiciones previas ad referéndum de una
asamblea de industriales por realizarse a la brevedad. Así, el oficial pasaba
a ganar $ 2,75 por hora mientras el peón subía hasta $ 1,75. Una semana
después, los industriales informaron a J. M. Freire que la asamblea había
aceptado el aumento, pero que este solo se acordaría a los obreros que
tuvieran una asistencia perfecta y hubieran trabajado efectivamente todas
las jornadas laborables de la quincena.96
Por esos días, en El Cronista Comercial apareció una nota editorial rela­
cionada con esta cláusula en la que valorizaban su utilidad en pos de hacer
comprender al obrero que el salario y sus condiciones de vida dependían de
la producción que realizara, ya que «sin producción abundante no habría
justicia social posible». Cerraba el texto el siguiente fragmento:

«Asistencia perfecta y trabajo efectivo es una cláusula que debie­


ra estar incorporada a todos los convenios de mejoras obreras.
Su cumplimiento evitaría muchas situaciones injustas, incluso la
peor de las explotaciones: la del obrero cumplidor y capaz por
parte de sus compañeros incapaces o disipados».97

Sin embargo, no fue posible imponer esta propuesta. En enero, el órgano


de la CAIM anunciaba que, en la disposición del director nacional de Trabajo
y Acción Social Directa que declaraba vigente el aumento, no se había hecho
lugar al pedido en el sentido de que dicho aumento solo se hiciese efectivo a
los obreros que tuvieran asistencia perfecta. Los obreros habían amenazado
con huelgas a partir del 15 de enero de 1949 si no se les abonaba el aumento
sin distingos. Por eso, el gobierno firmó esa disposición.
En lo referente a la negociación entre capital-trabajo, el período 1946-
1948 se cerraba con otra imposición obrera. La crisis económ ica que se
abriría en los meses siguientes reconfiguraría la situación.

94. Revista Trabajo y Previsión. Enero-diciembre de 1947, págs. 390-395.


95. Ibíd.
96. Metalurgia. Diciembre de 1948, pág. 6.
97. El Cronista Comercial, 21 de diciembre de 1948.
n e g o c ia c ió n y c o n flic to m e t a l ú r g ic o
139

A modo de cierre
Las negociaciones entre el capital y el trabajo en la industria metalúrgica
entre 1946 y 1948 conllevaron un incremento sustantivo del salario real
y un avance importante del sindicato sobre prerrogativas empresarias. Por
medio de los convenios firmados, la UOM logró establecer altos salarios y
cierto control sindical sobre las relaciones industriales. Para imponer esto
en cada fábrica, fueron determinantes las comisiones internas. El sector
patronal, por su parte, se mantuvo a la defensiva.
La huelga de noviembre de 1947 fue un momento de quiebre. Gracias a
esa m ovilización obrera, la UOM pudo imponer condiciones en m edio de
un contexto en cierto punto desfavorable debido a la posición del gobierno
y la CGT en contra de las huelgas en general. El convenio obtenido en esa
ocasión fue uno de los más avanzados de la época.
En apenas unos años, la UOM logró ubicarse en un lugar central en
el m ovim iento obrero organizado y, por ende, en la política argentina en
tiempos peronistas. En parte, esto se debió a la propia centralidad de la
industria metalúrgica, pero también fue resultado de la conform ación de
una organización poderosa, con un alto potencial de movilización. Cuando
en 1949 la crisis transformó la perspectiva económica, social y política, la
UOM se propuso defender lo ganado.
Capítulo 6

Organización textil y conflictividad en las


empresas

A comienzos del gobierno peronista, el grem io textil se había tornado


impredecible. En esos primeros meses, ni la Asociación Obrera Textil (A O T)
ni ninguna otra organización obrera tenía el poder necesario para contro­
lar la alta conflictividad que protagonizaban las comisiones internas y los
sindicatos autónomos por empresa.
Tanto para el gobierno como para la patronal, era necesario estable­
cer una regulación del conflicto que dotara de previsibilidad el ritmo de
producción textil. Para lograrlo, el primer paso era conformar un sindicato
único y poderoso que acordara salarios y condiciones de trabajo estables.
Era imperioso canalizar la movilización social que el triunfo peronista había
generado. Por eso, la apuesta gubernamental fue empoderar y asentar en el
gremio a la joven AOT.
Para el gobierno peronista, la producción textil era determinante no
solo por el volumen del personal ocupado, sino, sobre todo, por el impacto
de los precios textiles en la inflación. Un aumento en la productividad de
esta actividad implicaba una caída de precios que podría influir de manera
positiva en la economía. Esto llevó a que, rápidamente, en el grem io textil,
fuera central la cuestión de la productividad, limitando en cierta medida las
prácticas y el discurso sindical.
En 1946 y 1947, esta preocupación gubernamental convivió con la mul­
tiplicación de los conflictos obreros textiles. Pese a que las negociaciones
se efectuaban por rama (algodón, lana, medias, etcétera), una parte impor­
tante de los conflictos se desarrolló por empresa. Este tipo de conflictividad
descentralizada, donde la lucha específica en un establecimiento tenía un
peso muy alto, fue una de las particularidades del caso textil en los primeros
tiempos peronistas. Obviamente, esto se vinculó estrechamente con el tipo
de sindicalización que se dio en el gremio.
En este capítulo, nos proponemos observar la conformación de la AO T y
la injerencia que tuvieron en ella los problemas ecónomicos de la actividad
142 M A R C O S SCHIAVI

textil y la conflictividad en los lugares de trabajo. Para eso, nos centramos


en cuatro casos relevantes: Sudamtex, Grafa, Argos y Alpargatas.

Organización, relaciones industriales y conflictividad


Para comprender la dinámica sindical textil, se deben tener en consi­
deración diversos factores. En primer lugar, la propia historia del gremio
y sus condiciones estructurales, que habían hecho de la negociación por
empresa una práctica usual. También, la importancia de condiciones de
trabajo particulares en el mundo textil, cuestión que encontraba su forma
de negociación ideal en la misma planta. Y, por último, las luchas por el
reconocimiento de la organización sindical en el lugar de trabajo.
Otro factor era que, a comienzos de 1946, no se había asentado aún un
sindicato fuerte en la rama. La Unión Obrera Textil comunista, su sindicato
más importante hasta 1943, había sufrido la represión gubernamental. La
Unión Obrera Textil socialista había colapsado luego de acercarse al peronis­
mo en un primer momento, para después romper con él en septiembre de
1945. Recién a partir de este quiebre se había creado la AOT.
Esta descentralización de los conflictos se explica también gracias a
otro elem ento: en el gremio textil, no hubo sindicato único durante los
primeros años peronistas. Este es un hecho que la literatura sobre el tema
no menciona. A partir de 1946, compitieron por la representación sindical
distintas organizaciones que se reivindicaban como peronistas: el Sindicato
de Obreros Textiles Unidos (SOTU) y la Federación Obrera Textil Argentina
(FOTA) son los dos casos más importantes. En un panorama textil con plantas
fabriles grandes sin agremiar o con sindicatos autónomos, la movilización y
la combatividad de los sindicatos por rama impactaban en sus posibilidades
de sumar adherentes.
La A O T utilizó estos conflictos por empresa para ir fortaleciéndose.
Debemos recordar que poseía una estructura muy débil a comienzos de
1946 (tenía apenas dos meses de existencia). Más allá del apoyo que le
dio el gobierno, la dirigencia de la A O T debió ir armando un entramado
de alianzas en distintas fábricas, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires
y sus alrededores, para poder imponerse como sindicato mayoritario. Se
construyó a partir de las organizaciones de base y no al revés.
Por último, pero no menos relevante, se encontraban los límites que la
industria textil determinaba a las prácticas sindicales. En esta coyuntura, en
la segunda mitad de la década del cuarenta, los problemas textiles eran los
precios y la productividad; el nivel de actividad continuaba siendo alto.
O R G A N I Z A C I Ó N TE X TI L Y C O N F L I C T I V I D A D EN LAS E M P R E S A S 143

Inflación y producción en la industria textil


El mayor problema económico en los primeros años del gobierno peronis­
ta fue la inflación .1 Dentro de un panorama general de crecimiento sostenido,
el aumento de los precios era ostensible. Aunque, comparativamente, sería
menor que el de los años de crisis (1949-1952), este incremento preocupaba
a gobierno, industriales y sindicatos .2 Todos consideraban que una parte
significativa de la solución era alcanzar mayores niveles de productividad.
Tanto la inflación como la caída de la producción industrial eran leídas
como problemas políticos, atravesadas por la dicotomía gobierno-oposición.
Desde la prensa peronista, se denunciaba sabotaje y se señalaba como los
mayores responsables de la especulación a los industriales y comerciantes
textiles:

«Hoy, cuando no pueden burlar el derecho obrero, cuando de­


ben pagar jornales dignos de seres humanos, y cuando deben
respetar al proletariado, han variado la táctica y modificado
sus planes. Esconder las mercaderías produciendo injustificada
escasez, elevar a cifras escandalosas los precios (. . . )» . 3

Según El Laborista, únicamente una mayor producción sofocaría la espe­


culación del hilado y del tejido. Los precios eran altos porque los industriales
habían menguado la producción ex profeso. Ante eso, la operación debía
ser doble: por un lado, controlar los precios y la mercadería de los grandes
industriales textiles; por el otro, incrementar la producción .4
Esta preocupación no era solo de la prensa. El 13 de junio de 1946,
Perón anunció el inicio de la campaña de sesenta días para abaratar los
artículos de primera necesidad. Hacía apenas diez días que había asumido.
En su discurso dijo que, si en el término de sesenta días los comerciantes
no se ponían «a tono » 5 con las circunstancias, se establecerían los precios
fijados por el Consejo Nacional de Posguerra, y aquellos que no pudieran
vender a esos precios deberían cerrar. A mediados de julio, el secretario de
Industria y Comercio, Rolando Lagomarsino, firmó un decreto destinado a
reprimir las maniobras especulativas de hilado de algodón, lana y rayón. En
la resolución, se establecía que toda persona o entidad que tuviera en su

1. R Gerchunoff y L. Llach. El ciclo de la ilusión y el desencanto: un siglo de


políticas económicas argentinas. Buenos Aires: Emecé, 2010; V Basualdo. “Labor
and structural change: shop-floor organization and militancy in Argentine industrial
factories (1943-1983)” . Tesis doct. Columbia University, 2010.
2. Ante los altos precios del calzado popular, El Laborista titulaba a comienzos de
junio de 1946: «Los Descamisados ya no tienen Alpargatas. Solo un medio tendrán
ahora para suplir su ausencia: calzar libros». El Laborista. 3 de junio de 1946.
3. El Laborista. 7 de junio de 1946.
4. El Laborista. 9 de junio de 1946.
5. El Laborista. 14 de junio de 1946.
144 M A R C O S SCHIAVI

poder hilados quedaba obligada a formular por escrito y bajo juramento la


denuncia correspondiente de estos .6
Desde el sector patronal, se afirmaba que el encarecimiento de las mer­
caderías textiles se debía a un aumento del precio de los hilados, de los
salarios, de las cargas sociales, y a la caída de la producción por obrero:

« ( . . . ) a causa de exceso de “ enfermedades pagas” y de días


feriados y de la falta de un verdadero espíritu de trabajo, conse­
cuencia en algunos casos de una insuficiente retribución, pero
en otros de una indebida interpretación de la justicia social que
no significa amparo a la haraganería sino oportunidad de trabajo
debidamente remunerado y protección ante la imposibilidad de
practicarlo ».7

Para los industriales, el camino a seguir para limitar los aumentos no era
el control de precios: era necesario restablecer el equilibrio entre oferta y
demanda, y frenar nuevos aumentos de costos. Los precios de la actividad
textil eran los que estaban más controlados. En ciertas oportunidades, los
determinaba directamente la Secretaría de Industria y Comercio (SlyC ); en
otras, el sistema se basaba en limitaciones de ganancias .8
En paralelo a estos controles, se buscaba incrementar la producción. El
14 de agosto de 1946, desde la sede de la SlyC, Perón anunció la batalla
de la producción. Unos meses después, en el mensaje que dio al cumplirse
cuatro meses de su gobierno, afirmó:

«para lograr la victoria debemos permanecer unidos, con la


mirada puesta en el esplendoroso porvenir económico de la Pa­
tria, y mantenernos fieles a la consigna del momento: ¡producir,
producir, producir !».9

La preocupación por la producción y los precios tampoco le fue ajena al


sindicato. A mediados de 1947, la AOT, a través de J. L. Grioli, planteaba la
necesaria colaboración que podía brindar el sindicato en la campaña contra
la carestía. Su propuesta incluía la formación de comisiones técnicas especia­
les para cada rama de la industria textil, las cuales deberían establecer los

6. El Laborista. 16 de julio de 1946.


7. Gaceta Textil. 1946, pág. 3, edición especial.
8. Estos controles incluían medidas policiales para la represión del agio. En
septiembre de 1947, la Secretaría de Industria informó que Sudamtex, una de las
firmas algodoneras más importantes, encarecía artificialmente los precios mediante
operaciones comerciales con empresas ligadas a ella. Afines de 1947, se inició una
investigación que involucró a Sedalana y llevó a sus directivos a prisión. Gaceta Textil.
Octubre de 1947, pág. 4.
9. El Laborista. 6 de octubre de 1946.
O R G A N I Z A C I Ó N TE X T I L Y C O N F L I C T I V I D A D E N LAS E M P R E S A S 145

precios de cada artículo, dejando un margen de ganancia para el fabricante.


Obviamente, en estas comisiones debía haber participación del sindicato.
No solo se debería controlar la fabricación, sino también la distribución. La
A O T proponía un control sindical sobre la producción, que ni gobierno ni
patronales estaban dispuestos a apoyar.
A finales de ju lio de 1947, la propia A O T presentó un proyecto de ley
de producción. Establecía la creación de un consejo integrado por ocho
miembros: un representante del Consejo Económico Nacional; un represen­
tante del Banco Industrial; un representante de la Secretaría de Industria y
Comercio, un representante de STyP, dos representantes patronales y dos
obreros. Se proyectaba formar un fondo de reserva para cubrir las pérdidas
que podría ocasionar la colocación en mercados del exterior del excedente
de los productos elaborados a bajo costo. Se buscaba garantizar el trabajo
para evitar la desocupación, aumentar la producción para abaratar costos y
conseguir que, entre la oferta y la demanda, no entrara en ju ego la mano
de obra. El 30 de julio, se realizó una concentración textil en la plaza del
Congreso, cuyo objetivo fue apoyar la presentación del anteproyecto de la
ley.10
Estos pedidos de mayor producción, los controles de precios, la especula­
ción, los problemas estructurales de la industria textil 11 fueron, sin embargo,
contemporáneos de un sostenido crecimiento de ella. Entre 1946 y 1950,
el número de establecimientos creció un 43% ; el personal, un 34% ; la
potencia instalada, un 78 %; y la fuerza motriz por obrero, un 35 %. Recién
a partir de 1950 el debilitamiento de la demanda empujó al sector a una
recesión que se prolongó hasta 1953. Los obreros textiles -q u e en 1946 eran
117.110- y los empleados -q u e llegaban a 9.4 66- en cuatro años pasaron
a ser 153.876 y 16.250, respectivamente. Mientras tanto, la participación de
la rama en el valor de producción total pasó de 12,6% a 15,5% .12
Dentro de este panorama de expansión, las trayectorias para cada su-
brama fueron diferentes. Hasta 1950, mientras las industrias algodonera y
del rayón conocieron un gran auge, la producción de hilados y tejidos de
lana sufrió una crisis que se extendería por años. En la industria algodonera,

10. La Época. 31 de julio de 1947.


11. Uno de ellos era la renovación técnica. La producción local de maquinaria
no cubría las necesidades de la actividad. Recién en 1940 se había creado Famatex
SRL, una empresa especializada en la fabricación de telares para la industria lanera.
Dos años más tarde, la Compañía General Fabril Financiera SA y Sedalana SA
fundaron Talleres Coghlan SA, el emprendimiento más importante en la industria
de maquinaria textil. Hasta finales de la década de 1950, era la única empresa
sudamericana que fabricaba equipos completos para hilanderías y tejeduría de
algodón.
12. RA. Censo Industrial. IV Censo General de la Nación. 1946; C. Belini. La
industria peronista: 1946-1955, políticas públicas y cambio estructural. Buenos Aires:
Edhasa, 2009.
146 M A R C O S S C H IA V I

entre 1945 y 1950, se sumaron unos 278.000 husos.13 La industria hilan­


dera de algodón tenía un tamaño medio de poco más de trece mil husos
por planta; superaba los tamaños de las industrias brasileña y mexicana.
La expansión de la capacidad instalada fue acompañada del crecimiento
de la producción, aunque a un ritmo menor. En hilanderías, se produciría
una fuerte concentración expresada en el hecho de que, en 1955, trece esta­
blecimientos poseían más del 5 0 % de los husos instalados. Las tejedurías
de algodón también vivieron un gran auge, pues doblaron su cantidad de
telares entre 1945 y 1952 (de 14.224 a 26.987). En ese mismo período, se
pasó de un 33 % de telares automáticos a un 45 %, y la producción de tejidos
creció el 45 %. En relación con el rayón, entre 1946 y 1954, la producción de
hilados y tejidos se duplicó. Se sumaron nuevos productos (nylon y fibraza)
y nuevas empresas, como Reysol SA (1948) y Sniafa (1952). En cambio, la
producción de lana creció menos a partir de 1945, porque a esa fecha ya se
había completado la sustitución de importaciones .14

La organización de la Asociación Obrera Textil


La AO T fue fundada el 27 de octubre de 1945 en el sótano de la Unión
Tranviaria Autom otor en M oreno 2900 (Buenos Aires). Integraron su pri­
mera comisión directiva Mariano Tedesco (secretario general), Lucio Cano
(secretario adjunto), José Grioli (secretario administrativo), Enrique Galliero
(tesorero) y Antonio Ciurlande (protesorero). Estos jóvenes la convirtieron
en apenas unos meses en el sindicato textil más importante de la Argentina.
En octubre de 1946, ya tenía 65.000 afiliados .15 No lo hicieron solos: para
alcanzar ese objetivo, contaron con un fuerte apoyo del gobierno peronista.
Sin embargo, y aun contando con esa ayuda, llevar a cabo esta tarea im­
plicó enfrentar tres grandes desafíos. En primer lugar, el elemento ideológico.
La AOT era un sindicato de carácter apolítico (su dirigencia estaba influencia­
da por la corriente sindicalista) que se proponía organizar un gremio donde
el comunismo y el socialismo tenían una importante ascendencia sobre la
militancia de base. En segundo lugar, la descentralización de la conflictivi-
dad. Para consolidar la organización, era imperioso fortalecer la dirección y
reglamentar las funciones de las instancias intermedias del sindicato (com i­
siones de rama y comisiones internas). En tercer lugar, la competencia con
otros sindicatos. La A O T no era la única organización cercana al gobierno,
sino que convivía con distintos sindicatos en la actividad.

13. Belini, La industria peronista: 1946-1955, políticas públicas y cambio estruc­


tural.
14. J. Schvarzer. La industria que supimos conseguir. Buenos Aires: Planeta,
1996.
15. AOT. «Recordemos lo pasado. Unirse y trabajar para que no se repita». En:
Órgano oficial de la AO T, n.° 1: (octubre de 1946).
O R G A N I Z A C I Ó N T E X T I L Y C O N F L I C T I V I D A D E N LAS E M P R E S A S 147

Aunque determinante en su consolidación, el apoyo del gobierno era


también un problema por resolver para la dirigencia textil. En octubre de
1946, en su órgano oficial, la A O T explícito cuál era entonces su posición
política:

«Se dio a nuestra Asociación el carácter apolítico que le corres­


pondía, repudiando abiertamente a los gobiernos inhumanos,
oligárquicos y antiargentinos, apoyando, con las fuerzas legales
de la agremiación y la justicia social y con el caudal humano
de las masas oprimidas, a los gobiernos obreros y argentinistas,
no persiguiendo con eso, un fin político, sino, la independencia
moral y material de la Patria.
»N o nos situaremos a la sombra de ninguna bandería política,
porque consideramos que es dentro de la más absoluta prescin-
dencia ideológica como se debe crear y defender el verdadero
sindicalismo para no contrarrestar su fuerza autonómica ».16

La línea sostenida era la del sindicalismo: la centralidad estaba puesta en


la organización y movilización obrera por encima de partidos y líderes. En
un discurso dado el 11 de octubre de 1946, Tedesco afirmó:

«Amigos: somos hijos de nosotros mismos. Somos hijos de nues­


tro propio dolor y de nuestras propias esperanzas. Los peronistas
no somos obra de ningún partido y de ningún político ( . . . ) . Aho­
ra les salen muchos dueños al 17 de octubre, pero la verdad
es una sola, la verdad, es que en aquella jornada no hubo más
dirigente que la lealtad popular que no traiciona nunca a quien
no la engaña, y que estuvo con Perón porque Perón nunca había
engañado a su pueblo.
»El sindicato en lugar del comité; el sindicato, sin interferencias
de políticos, como única manifestación de la voluntad popu­
lar».17

La última de estas afirmaciones, la idea del sindicato como única mani­


festación de la voluntad popular, estaba en las antípodas del pensamiento
de Perón. El desplazamiento de Tedesco a comienzos de 1947 y la asunción
de Luis Cano como secretario general pudieron haber descomprimido esta
situación. Sin embargo, los hechos de octubre de 1947 demostraron que los
problemas del gobierno con la AO T no estaban resueltos.
Meses antes de su renuncia, Tedesco había logrado darle cierta organi­
zación interna al sindicato. Se habían conformado filiales en Avellaneda,

16. Ibíd.
17. Ibíd.
148 M A R C O S S C H IA V I

Belgrano, Dique Luján, 4 de Junio, Jáuregui, Moreno, Patricios, Ramos Mejía,


San Martín, Villa Lugano, Vicente López, Valentín Alsina, Villa Dominico,
Rosario y M orón .18 Salvo la de Rosario, todas las demás se situaban en
Buenos Aires y sus alrededores. Además, y como reflejo sindical de la natura­
leza de la negociación colectiva textil, se establecieron comisiones de rama:
algodón (dirigida por José Mujica); lana (dirigida por Norberto Framini) ; 19
seda; tintorerías industriales; bolsa; cotton y circulares; cáñamo, yute, sisal
y formio; tejido de punto; cintas y elásticos.
Estas comisiones de rama tenían un reglamento estatutario que, entre
otras cosas, establecía que sobre el total de sus miembros debía haber un
70 % de argentinos; indicaba que debían ser elegidos en asamblea ordinaria
de secretarios de comisiones internas; que en los pedidos de mejoras, paros
y huelgas, debían consultar con el consejo directivo, que se reservaba el
derecho de intervenir en cualquier momento la comisión de rama .20
Las comisiones internas también tenían un reglamento estatutario (véase
pág. 349 en este volum en), cuyo objetivo principal era imponer un mayor
control de la dirigencia sobre ellas. Establecía que las comisiones internas
tenían totalmente prohibido hacer propaganda política dentro de la planta y
debían consultar con las comisiones de rama cualquier situación que impli­
cara pedidos de mejoras, paros, huelgas y sanciones a obreros afiliados. Con
este documento, la dirección de la AO T buscaba canalizar la m ovilización
de sus bases. Un ejemplo de esto era el artículo 23:

«De ninguna manera deberá pensar o dejar que un obrero así lo


piense que el hecho de estar defendidos por esta asociación ante
los poderes públicos les da el derecho de estar continuamente
en pugna con el establecimiento y considerar graves a hechos
que pueden ser simples».

Con estos dos reglamentos, el Consejo Directivo de la A O T aspiraba a


alcanzar un mayor dominio dentro del sindicato. Aún le restaba resolver
su vínculo con las otras organizaciones obreras y con los empleados de la
industria textil.
En un primer momento, al igual que la Unión Obrera Metalúrgica, la
AOT propuso una salida federada al problema de la existencia de múltiples
organizaciones. En febrero de 1947, en el local central de la Confederación
General del Trabajo (CG T), se realizó una reunión en la que se constituyó
la Confederación Obrera Textil de la República Argentina (C O T R A ). Partici­
paron representantes de la AOT, de la Federación Obrera Textil Argentina
(FOTA), de la Sociedad Mejoram iento Obreros Hilanderos de Bernal, del

18. AOT, «Recordemos lo pasado. Unirse y trabajar para que no se repita».


19. No debe confundirse a Norberto Framini con Andrés Framini. Este era, por
entonces, secretario adjunto del Sub Consejo Directivo de Valentín Alsina.
20. Ibíd.
O R G A N I Z A C I Ó N T E X TI L Y C O N F L I C T I V I D A D EN LAS E M P R E S A S 149

Sindicato Obrero Textil de Avellaneda (Campomar) y de la Sociedad Textil


Autónoma y Gremial «Seis de Septiembre», con sede en Valentín Alsina .21 Sin
embargo, y pese al entusiasmo inicial, esta confederación no tuvo existencia
real. El tiem po demostró que la apuesta sindical era la confluencia de las
distintas organizaciones en una unión como la AOT.
En lo que respecta a los empleados, también al igual que la UOM, la
AO T tenía proyectada la agremiación conjunta de estos con los obreros.
A comienzos de 1947, organizó su rama de empleados administrativos;
en marzo, ya formaban parte de ella establecimientos como Sudamtex,
Piccaluga, Adot, Sedalana, Grafa, Alpargatas y Masllorens de Avellaneda,
entre otros. Sin embargo, y pese a su veloz crecimiento, este también sería
un proyecto trunco. El sindicato textil no tuvo la fuerza del metalúrgico para
imponerlo .22

Sudamtex y el asentamiento de la AOT


Una de las primeras grandes huelgas donde la A O T tuvo una presencia
destacada fue la del personal de Sudamtex, empresa estadounidense en la
que se desempeñaba la mayoría de los fundadores de la asociación. En esta
fábrica, trabajaban cerca de cuatro mil obreros. Su importancia, la coyuntura
política y sindical, más el origen del capital de la empresa hicieron que el
apoyo a la medida fuera unánime en la prensa peronista y comunista .23
El conflicto comenzó el 12 de mayo de 1946, fecha en la que se realizó
una asamblea de todo el personal de Sudamtex para considerar el convenio
sobre m ejoram iento económico y condiciones de trabajo presentado a la
empresa. Mariano Tedesco, secretario general de la AOT, explicó allí cómo
en reiteradas ocasiones se había intentado obtener su aceptación sin ningún
éxito. Ante esto, la asamblea decidió declarar la huelga en reclamo del
cumplimiento estricto del trabajo a destajo, la humanización de las tareas y
aumentos de salarios .24
Lanzada la huelga, la A O T dio a conocer una resolución por la que
pedía a los trabajadores de las demás fábricas de la industria textil que no
adoptaran ninguna medida en favor de los compañeros de Sudamtex. El
sindicato no tenía ni las fuerzas ni las herramientas organizativas necesarias
para lanzar una acción general que pudiera controlar.
Luego de casi un mes de negociaciones en la Secretaría de Trabajo y
Previsión entre la comisión interna y los representantes de la empresa, en
una nueva asamblea efectuada el 9 de junio, se ratificó la medida. La AOT,
que hasta ese momento había sostenido la huelga y resguardado la situación
económica de los obreros con su fondo social, invitó a todos los afiliados a

21. La Hora. 7 de febrero de 1947.


22. El Laborista. 7 de marzo de 1947.
23. El Laborista. 12 de mayo de 1946; y La Hora. 13 de mayo de 1946.
24. Ibíd.
150 M A R C O S S C H IA V I

colaborar económ icam ente .25 El secretario general de la comisión interna,


Julio Barbiero, expresó su satisfacción por la numerosa concurrencia a la
asamblea y bregó por el mantenimiento de la unidad .26
Luego de un mes de huelga, con las negociaciones empantanadas, el
periódico peronista El Laborista tituló: «La irreductible intransigencia pa­
tronal impone la intervención de la Sudamtex ».27 Ahora bien, ¿cuáles eran
las reivindicaciones que la patronal no estaba dispuesta a negociar y que
llevaban a la prolongación del conflicto?

«Las demandas obreras reconocen el principio inmanente de


toda justicia: la defensa de la propia vida afectada por el ambien­
te saturado de polvo y pelusas de la materia prima del hilado;
la jornada agobiadora de quienes deben atender a la vez do­
ce máquinas textiles que succionan sus energías y postran el
cuerpo; la mala aplicación del destajo en la labor; la desconsi­
deración del personal superior ante la más imperiosa demanda
y el propósito oculto de los patrones de dividir gremialmente a
los trabajadores ».28

En el petitorio presentado, se solicitaba la disminución de telares para los


tejedores, el escalafón, el reajuste del trabajo a destajo, la mensualización
de los mecánicos y las jornadas de seis horas para la sección cardas.
Ante esto, la patronal se mantenía fírme; llegó incluso a comentar la
posibilidad de fomentar la intervención de la embajada estadounidense. El
Laborista, por su parte, planteaba que la única solución era la intervención
del Estado en la empresa, que debía basarse en tres puntos:

«solucionar el conflicto gremial concediendo las mejoras pedidas,


reanudar de inmediato la producción a fin de que el mercado
negro, por falta de existencias, no conspirara contra el éxito de
la campaña de los sesenta días, y establecer que el margen de
utilidades de la fábrica permitía rebajar los precios del tejido en
un cincuenta por ciento ».29
25. La Hora. 10 de junio de 1946.
26. La prensa comunista llamaba la atención sobre un tema recurrente en el
período: la problemática del género y la representación sindical. « ( . . . ) Una cosa
que les causa extrañeza [a las mujeres de Sudamtex] es la carencia de participación
femenina en la comisión interna de la fábrica, como también la casi nula promoción
de mujeres para cargos directivos en los organismos gremiales en una industria con
tan alto porcentaje de mujeres obreras. En el caso particular de Sudamtex, donde
los obreros hace más de 45 días que están en huelga, no hay una sola mujer ni en
la comisión interna ni en el comité de huelga, siendo como son las mujeres, en ese
establecimiento, numéricamente superiores ( . . . ) » . La Hora. 26 de junio de 1946.
27. El Laborista. 20 de junio de 1946.
2 8 .Ibíd.
29. El Laborista. 22 de junio de 1946.
O R G A N I Z A C I Ó N T E X T IL Y C O N F L I C T I V I D A D EN LAS E M P R E S A S 151

Según este periódico, la posición de la empresa era de intransigencia ha­


cia sus obreros y de «franco alzamiento e insolencia frente a las autoridades
nacionales».30 Su intransigencia no hacía más que aumentar el valor de sus
grandes stocks; por eso, su actitud era calificada de sabotaje. En el editorial
de El Laborista del 24 de junio se afirmaba:

«Cuatro mil obreros de la Sudamtex mantienen firmemente su


actitud de huelga, frente a la sordidez patronal, y a la insolencia
prepotente de los negreros que constituyen su Directorio. Uno
solo de los enunciados motivos de la huelga -hum anización
del trabajo- nos retrotrae a épocas que ya creíamos para siem­
pre superadas, y en las que la explotación del hombre por el
hombre había adoptado caracteres bestiales. Cuatro mil hogares
proletarios afrontan el sacrificio simultáneamente en esta lucha.
Firmes y resueltos, se han cuadrado frente a los diez chacales
del Directorio local, dispuestos a hacer respetar sus derechos, a
obtener condiciones de trabajo propias de la condición humana
de los trabajadores, y consonantes con las conquistas sociales
alcanzadas ( . . . ) .
»Está en juego, no solo el interés de cuatro mil familias proleta­
rias, sino el prestigio de nuestro gobierno, de nuestro país y de
nuestra soberanía. Están saboteando el aumento de la produc­
ción; es decir, atentando, deliberadamente, contra “los sesenta
días” . Las fábricas no pueden constituirse en ínsulas legendarias,
ajenas a la legislación y a las costumbres, y a los procedimientos
que rigen para el resto de las actividades en todos los órdenes.
En ellas debe imperar también la justicia social, que inspira
todas las acciones de este gobierno surgido del pueblo, para
interpretarlo y defenderlo del hambre y de la explotación ( . . . ) ,
»La huelga de Sudamtex tiene un significado trascendente. No es
una huelga más en la nómina de las registradas y que tuvieron
siempre justo m otivo por parte de los trabajadores. El proleta­
riado empuja con las huelgas el progreso social hacia delante y
acelera el desarrollo del progreso técnico, progresos ambos que
el capitalismo no impulsa nunca espontáneamente (.. . ) » . 31

En este fragmento, se plantean diversas y trascendentales cuestiones. En


primer lugar, la importancia de la lucha en pos de mejores condiciones de
trabajo. Luego, el enfrentamiento con el imperialismo y cierta tensión con
el capitalismo en general. Pero, sobre todo, se evidencia el vínculo entre
defensa de la Nación, peronismo y conflicto social. El triunfo de la huelga

30. Ibíd.
31. El Laborista. 24 de júnio de 1946.
152 M A R C O S S C H IA V I

sería el de la Nación frente a quienes se le oponían. La movilización obrera


era caracterizada como un factor de progreso, tanto social como técnico; y
en este sentido, también era importante que la victoria fuera rotunda.
El 25 de junio, con la intervención de Perón y Angel Borlenghi, se llegó
a un acuerdo entre la empresa y la AOT. Se solucionaba un conflicto que
llevaba más de cuarenta días. Los aumentos obtenidos para los mecánicos de
tejeduría y tejedores eran de $ 0,20 por hora, y de $ 0,15 para el resto del
personal. Se cumpliría estrictamente la ley 11.729, se pagarían 25 jomadas
por los días de huelga y se continuaría con el estudio en lo vinculado a la
humanización del trabajo .32 Tanto el periódico peronista como el comunista,
consideraron el fin de la huelga y el acuerdo como un triunfo pese a las
reivindicaciones que aún quedaban sin lograr, muchas de ellas, de gran
importancia .33
La participación de Mariano Tedesco y de la AO T en la huelga de Sudam-
tex fue central. Al ser la mayoría de los fundadores del sindicato trabajadores
de esta empresa, era necesario que se alcanzara una victoria que lo asentara,
que le diera prestigio en las demás plantas textiles. Así lo recordó Tedesco
tiempo después:

«una huelga que aun los mismos obreros de Sudamtex recuer­


dan; detrás de los intereses de Sudamtex se m ovía incluso la
embajada estadounidense; y era tal la justicia de nuestro recla­
mo que fue un triunfo completo; primero por la actuación de la
Secretaría de Trabajo, segundo por la unidad de los trabajadores,
porque fue una huelga total y durante cuarenta y dos días nadie
entró a trabajar una hora; y finalmente hubo comprensión de
parte del industrial y firmeza del ministerio, y en el grem io en
sí, la huelga se ganó ».34

El caso de Sudamtex demuestra el peso que tenían las organizaciones


en los lugares de trabajo del mundo textil a comienzos del peronismo, ya
fueran estas comisiones internas o sindicatos autónomos. También señala lo
duro del conflicto capital-trabajo, más allá del apoyo del gobierno. La lucha
por mejores condiciones de trabajo y por el reconocimiento del sindicato en
la planta constituyeron los motores del conflicto textil en 1946 y 1947.

Las comisiones internas y las condiciones de trabajo: el caso Grafa


Como el ejem plo de Sudamtex evidencia, las fuentes recabadas relati-
vizan la expresión de Torcuato Di Telia sobre la facilidad de la A O T para

32. El Laborista. 26 de junio de 1946.


33. El Laborista. 27 de junio de 1946; y La Hora. 27 de junio de 1946.
34. Entrevista a Mariano Tedesco, 6 de abril de 1972, Archivo Historia Oral,
Universidad Torcuato Di Telia, pág. 61.
O R G A N I Z A C I Ó N T E X TI L Y C O N F L I C T I V I D A D EN LA S E M P R E S A S 153

ingresar en las fábricas .35 Sí, seguramente, fue menos difícil que para los
sindicatos anteriores, pero eso no implica que los empresarios estuvieran dis­
puestos sin más a reconocer a toda organización de base. Ese reconocimiento
modificaba indefectiblemente las condiciones vigentes.
Durante 1946, el proceso de asentamiento sindical en el lugar de trabajo
fue incesante y tumultuoso. A mediados de mayo, la Manufactura A lgo d o ­
nera Argentina validó su comisión interna, y en La Castelar SA, se había
logrado que se la reconociera luego de que la empresa hubiera cesanteado a
su secretario general y que el personal parara dos turnos. A fines de agosto
de 1946, la comisión interna de Piccaluga informaba sobre las conquistas
logradas en los tres establecimientos de la empresa: sala cuna, instalación
de cuartos de vestir, y aplicación de la ley 11.729 de indemnizaciones,
enfermedades y vacaciones pagas .35
Estos avances no se conseguían únicamente gracias al apoyo estatal,
sino que se necesitaban múltiples pequeños conflictos. Prom ediando julio
de 1947, en la empresa Kutner se produjeron paros parciales en cada turno
con m otivo del despido de siete delegados (la comisión interna íntegra) y
dos obreros, quienes habían sido acusados de haber violado el domicilio de
la fábrica. La A O T respaldó los paros y expresó que el sindicato no podía
permitir la violación del decreto-ley 28.852, en particular, del artículo 51,
que establecía la ilegalidad del despido de los delegados .37
Las reivindicaciones por mejores condiciones de trabajo eran un factor
clave en estas luchas por empresa, independientemente del aumento salarial.
Fueron una bandera de los sindicatos textiles, tanto de los identificados con
el peronismo como de los que lo hacían con el comunismo. Parte fundamen­
tal de la militancia sindical en la planta consistía en denunciar la situación en
la que se encontraba el personal. Por ejemplo, la prensa comunista dedicaba
varios números consecutivos a informar sobre las condiciones de trabajo
específicas de una planta. En abril de 1946, uno de los casos analizados fue
Grafa, una de las fábricas más grandes de la ciudad de Buenos Aires.
Estos informes permiten conocer en profundidad la condición obrera allí.
En la «continua » 38 de hilar, por ejemplo, había ocho secciones chicas donde

35. Tres años más tarde, en noviembre de 1945, El Obrero Textil, en uno de
sus últimos números, todavía acusaba que en Campomar de Avellaneda existía una
«Asociación Sindical Textil» amarilla, pero a esta altura posiblemente se trataba de
un engendro distinto, o sea, la Asociación Obrera Textil que estaba organizando
Mariano Tedesco con apoyo de la Secretaría de Trabajo y Previsión, y que por lo
tanto no tenía dificultades en entrar a empresas grandes o medianas. T. Di Telia. «La
Unión Obrera Textil, 1930-1945». En: Desarrollo Económico, vol. 33, n.° 129: Buenos
Aires (1993), pág. 115.
36. La Hora. 22 de agosto de 1946.
37. La Hora. 24 de julio de 1946.
38. La «continua» era un tipo de máquina textil particular, clave en la sección
de hilados.
154 M A R C O S S C H IA V I

trabajaban unas cuatrocientas obreras en dos turnos; el empalme les exigía


trabajar continuamente agachadas.39 En el cuarto piso, se ubicaban tejeduría
y cardado, donde se fabricaban frazadas de lana, medialana y algodón. En
todos los turnos, se desempeñaban unos ciento veinte obreros, que atendían
cuarenta y dos telares. Así se describía su jornada:

«Tiene que ir dos metros más allá, inclinarse y sacar la trama del
cajón. Es redonda y larga, como una morcilla. Ahora, vuelva al
telar, saque la lanzadera que viene y ponga la otra. ¡En seguida!
La máquina debe pararse apenas y reiniciar su marcha de nuevo.
Sus movimientos deben ser exactos y rapidísimos. No debe usted
perder ni un segundo, porque la lanzadera ya viene caminando.
Al minuto tendrá que repetir la operación. Y a los dos minutos
otra vez. Y así continuamente. A razón de sesenta veces por
h o ra ... Ni piense siquiera en que está cansado. Olvídese de
eso. Apenas se distraiga, perderá un tiempo precioso. Además,
recuerde que estos telares son muy viejos. Cuando los compraron
ya estaban muy usados, y hace veinte años que están a q u í...
Por lo tanto, se le han de descomponer tres y cuatro veces en el
día ».40

La denuncia de estos ritmos de producción excesivos generaba las condi­


ciones de posibilidad del asentamiento de organizaciones de base, más en
una fábrica como Grafa, donde, hasta ese momento, la sindicalización había
sido muy débil. A mediados de julio de 1946, la AOT publicó un comunicado
dirigido a los trabajadores de la empresa. En él, se aseveraba:

«Empeñados en la humana tarea de despertar en la conciencia


de esos pulpos patronales una clara convicción de lo que es la
justicia social, la AO T invita a todos los compañeros de Grafa
a estrechar filas en nuestra Asociación, exhortándoles a la vez
a poner de manifiesto una vez más el espíritu de lucha tantas
veces puesto en evidencia y solo esta vez amparados por una
auténtica organización obrera ( . . . )» .41

La activación fue rápida. Un mes después, el 18 de agosto, en una


asamblea extraordinaria, el personal de Grafa resolvió ir a la huelga al
no lograr las mejoras solicitadas: obtención de un 2 5 % en concepto de
aumento salarial, reconocimiento de la comisión interna adherida a la AOT y
cumplimiento integral de la ley 11.729 (particularmente, pago de los días de
enferm edad). Las decisiones fueron tomadas por cerca de tres mil obreros.

39. La Hora. 18 de abril de 1946.


40. La H ora. 23 de abril de 1946.
41. El Laborista. 23 de julio de 1946.
O R G A N I Z A C I Ó N T E X T IL Y C O N F L I C T I V I D A D E N LA S E M P R E S A S 155

Menos de una semana después, se firmó el acuerdo por el cual se aumentaba


$ 0,20 por hora a todo el personal y se reconocían los otros dos puntos. En
la asamblea en la que se informó acerca de este triunfo, Mariano Tedesco
explicó que la principal conquista era el reconocimiento de la comisión
interna, garantía para mantener los avances logrados .42
A partir de entonces, los conflictos se profundizaron, ya que se multi­
plicaron las reivindicaciones por mejores condiciones de trabajo. El pedido
de declaración de insalubridad 43 de secciones clave de la fábrica como tin­
torería, hilandería y tejeduría (en número y en ubicación en el proceso
productivo) fue uno de los casos en que las posiciones fueron muy difíciles
de conciliar. Así se describían las condiciones de trabajo en esas áreas:

« [e n Tintorería] los obreros trabajan envueltos en nubes de


vapor m ezclado con emanaciones ácidas tan densas que en
determinados momentos no se ve un metro más adelante. El
ambiente es húmedo. El piso está siempre mojado y con charcos
de agua. En blanqueo el maquinista es continuamente salpicado
así como cualquiera que se acerque.

»[E n Hilandería y Tejeduría] allí también predomina el ambiente


húmedo y caluroso. El vapor es librado al ambiente por unas
cañerías especiales, pues así lo requiere el proceso técnico de
elaboración. El vapor condensado llueve sobre los obreros. Pe­
ro hay algo más: la pelusa que, finísima, flota en el aire y se
deposita en todas partes».44

Durante el mes de julio de 1947, se realizaron paros parciales en Grafa


debido, precisamente, a la resistencia patronal a cumplir con las disposi­
ciones sobre salubridad. En agosto, luego de veinte días de conflicto, los
trabajadores lograron que se establecieran como insalubres las secciones
cardas, batanes y desperdicio (no así hilandería y tejeduría). El movimiento
había sido liderado por la comisión interna .45
Grafa fue una de entre tantas experiencias en las que el fortalecimiento
de la organización de base se dio a partir de la defensa de las condiciones
de trabajo obrero. En este caso, la A O T se encontró ante un personal no
organizado en el que se observaba cierta presencia comunista. Distinta fue la
situación cuando se enfrentó a sindicatos autónomos no comunistas, como
la fábrica Argos, ubicada en Valentín Alsina.

42. El Laborista. 25 de agosto de 1946.


43. Esta declaración implicaba que los obreros pasaban a trabajar solo seis horas
y mantenían el salario por ocho.
44. Orientación. 5 de febrero de 1947.
45. La Época. 31 de julio de 1947; La Hora. 22 de julio de 1947, y 3 de agosto
de 1947.
156 M A R C O S S C H IA V I

Argos y el Sindicato de Obreros Textiles Unidos


Tal como mencionamos al comienzo de este capítulo, la A O T no fue
hasta 1949 el sindicato único del gremio textil. Existían otras-Organizaciones,
sobre todo, en los alrededores de la ciudad de Buenos Aires, que, pese a no
poder firmar convenios generales, mantuvieron su predominancia en zonas
y establecimientos particulares. El Sindicato de Obreros Textiles Unidos
(SO TU ) fue uno de ellos. El conflicto desatado en la empresa lanera Argos
de Valentía Alsina a mediados de 1947 confirmó las tensiones intersindicales
que generaba esta situación.
El 21 de marzo de 1947, la comisión interna, adherida al SOTU, presentó
a la empresa Argos un petitorio, firmado un mes y medio después, que incluía
diversas mejoras que, en algunos casos, superaban el 10 % de aumento
salarial. El inconveniente surgió transcurridos cuatro días de la firma, cuando
la Cámara Argentina de la Industria Textil (subrama lana) propuso un
agregado al convenio vigente en lana que incluía un suplemento transitorio
de $ 0,25 por hora para los hombres mayores de 22 años. Este incremento
podía ser absorbido por aumentos anteriores, y eso fue lo que intentó realizar
la empresa. Su propuesta era reconocer el nuevo monto, pero dejar de
hacerse cargo del aporte jubilatorio del 8 % tal cual lo venía haciendo. Este
punto llevó a discusiones que derivaron, a fines de mayo, en la resolución
obrera de paralizar las acciones y tomar la fábrica .46
A mediados de junio de 1947, el sindicato comunicó que cesaba la huelga
(había sido declarada ilegal por el gobierno) y que se aguardaría el arbitraje
de la delegación regional de la STyP en Avellaneda en relación con el 8 % de
los aportes jubilatorios a cargo de la empresa .47 Cuando la STyP finalmente
confirmó que el aporte debía ser realizado por los obreros, el SOTU decidió
desconocer el laudo y declarar, el 23 de junio, la iniciación del trabajo a
desgano .48
Diez días después, la STyP nuevamente declaró ilegal la medida, mientras
el SOTU definía la posición estatal como un:

«arbitrario fallo de los funcionarios de la Delegación Regional de


Avellaneda de la STyP ( . . . ) que no ha contemplado los intereses
obreros y en cambio están al servicio de la patronal. La empresa
amparada por los funcionarios mencionados ha com etido un
despojo a sus obreros al descontar con retroactividad los aportes
jubilatorios, que desde el mes de septiembre estaban a cargo de
la firma ».49

46. La Época. 4 de junio de 1947.


47. La Época. 14 de junio de 1947,
48. La Hora. 24 de junio de 1947.
49. La Hora. 9 de julio de 1947.
O R G A N I Z A C I Ó N T E X T I L Y C O N F L I C T I V I D A D E N LA S E M P R E S A S 157

El sindicato se enfrentaba así a la delegación estatal, complicando aún


más su situación. A esto se sumarían luego las tensas relaciones con la AOT,
que buscaba atraer hacia su organización a los trabajadores de Argos.
Durante el tiempo en que la policía recorría las distintas secciones y
permanecía junto a los obreros mientras trabajaban, la empresa despedía al
secretario general y a la totalidad de los miembros de la comisión interna.
El 11 de julio, todo el comercio de Valentín Alsina cerró sus puertas en
solidaridad con los trabajadores de Argos y pararon por veinticuatro horas
todos los trabajadores textiles del partido de 4 de Junio (Lanús); entre ellos,
se encontraban aquellos ocupados en empresas del tamaño de Campomar y
Teubal.50
En la segunda semana de julio, la patronal dispuso la clausura de la
fábrica y la suspensión por tiempo indeterminado de todo el personal hasta
tanto los trabajadores no proporcionaran seguridades de que las tareas se
realizarían normalmente. La medida afectaba a tres mil obreros. En una
nueva solicitada, la empresa describía este hecho como «fruto de una minoría
que agresivamente impedía a la mayoría trabajar» 51 y denunciaba el intento
de este pequeño grupo de dirigentes de imponer salarios diferenciales a los
uniformemente establecidos para la totalidad de la rama de la lana.
La empresa había cerrado sus puertas. El SOTU había decretado una
huelga que no era apoyada por la STyP. El periódico peronista La Época, por
su parte, pedía que se levantase la medida, ya que «e l país reclama menos
huelgas y más trabajo »,52 mientras que La Hora aseveraba:

«El gobierno debe poner en vereda a esta empresa imperialista,


que resta al consumo interno las mercaderías que tanta falta
hacen a la población en general. No es posible que frente a un
plan de incremento industrial de la producción, una empresa
obre de esta forma por llevar adelante un capricho frente a sus
trabajadores. El gobierno tiene en sus manos los instrumentos
necesarios para hacer volver a la producción a la mencionada
fábrica... ».53

Un punto clave del conflicto residía en que reconocer las reivindicaciones


de los obreros de Argos implicaba romper con la homogeneidad salarial, por
lo menos, en la rama lana. Esto sería un duro golpe tanto para el gobierno
como para el sindicato mayoritario. Lo era para la política gubernamental de
regulación del conflicto y equilibrio salarial, y también para la AOT, cuyos
representados pasarían a ganar menos que los del SOTU.

50. La Hora. 13 de julio de 1947.


51. La Época. 15 de julio de 1947.
52. La Época. 25 de julio de 1947.
53. La Hora. 17 de julio de 1947.
158 M A R C O S SCHIAVI

A comienzos de agosto, por medio de telegramas, la empresa citó a todos


los obreros para que retomaran el trabajo; anunciaba, al mismo tiempo, que
abría sus puertas nuevamente. Pese a que la policía garantizó la libertad de
trabajo, pocas decenas de obreros se presentaron .54 No obstante, se produ­
jeron incidentes entre los piquetes de huelguistas y los que entraban, que
derivaron en la intervención policial y la detención de un número importante
de integrantes del primer grupo. Esta represión incluyó la clausura del local
del SOTU, aunque la medida fue dejada sin efecto rápidamente .55 Los facto­
res políticos e intrasindicales empezaban a tensionarse por la prolongación
del conflicto y por el clima político particular de esos días. Para la segunda
semana de agosto, en La Época, directamente, se caracterizaba la medida
como una maniobra comunista. Mientras tanto, la postura de la AO T era ya
de claro enfrentamiento con el SOTU; incluso denunciaron que miembros
del sindicato habían baleado en Valentín Alsina un camión en el que viajaban
varios de sus militantes .56
El 19 de agosto, se publicó una carta de Lucio Cano, por entonces
secretario general de la AOT. Fue el comienzo de un intercambio de notas
en las que se discutió con intensidad, entre otras cosas, la legitim idad del
m odelo sindical peronista. En ella, Cano afirmaba:

«En el mes de septiembre de 1946, entre la AO T y la CAIT, ante


la SiyP, se firmó un convenio de la rama lana, para toda la
industria del país, convenio este que para llegar a su finalización
tuvo la A O T que efectuar paros parciales en todos los estable­
cimientos de la rama. Estos paros se iniciaron con dos horas
diarias y fueron en aumento hasta llegar a cuatro horas por día.
En ese entonces, el único establecimiento textil que no efectuó
dicho paro fue Argos. En pago a esa traición, la patronal pagó el
8 % voluntariam ente... ».57

La carta cerraba con un llamado a la cordura y propugnaba la vuelta al


trabajo en la fábrica. Tres días después, el SOTU contestó la nota de la AOT.
Firmaba el texto A lfredo Insúa, su secretario general, y toda la comisión
directiva. Denunciaron que, en el conflicto del año anterior, la A O T había
acordado con los industriales simular paros parciales para engañar a los
trabajadores y así atraerlos hacia la AOT, «copando el movimiento iniciado
por nosotros y posesionándose de las directivas del sindicato». Además, la
AOT no había consultado acerca del convenio presentado ni respetado uno

54. La Época. 11-12 de agosto de 1947.


55. La Hora. 10 de agosto de 1947, y 12 de agosto de 1947.
56. La Época. 13-16 de agosto de 1947.
57. La Época. 19 de agosto de 1947, de la huelga de la lana de 1946 nos
referiremos en el capítulo 7.
O R G A N I Z A C I Ó N T E X T IL Y C O N F L I C T I V I D A D EN LAS E M P R E S A S 159

anteriormente confeccionado por el SOTU. Por eso, sus dirigentes habían


resuelto no participar del paro de 1946. En relación con la firma del nuevo
aumento salarial acordado y los inconvenientes que esto había generado
en Argos, el texto planteaba que, al no ser el SOTU parte firmante, no se le
podía imponer cláusulas perjudiciales .58
En su respuesta, Cano reafirmaba el derecho de la AO T para negociar en
representación de todos los trabajadores textiles, estuvieran o no afiliados al
sindicato:

« ( . . . ) sobre el anteproyecto de convenio presentado en A ve­


llaneda en el mes de abril de 1946 [por el SOTU] será cierto
que ello lo hayan presentado, lo que sí podemos afirmar todos
los dirigentes y el decreto 23.852, que los únicos que tienen
derecho a peticionar en forma colectiva son las asociaciones con
personería gremial, que se les concede después de haberse com­
probado que tienen la mayoría de afiliados dentro del gremio.
Esta mayoría en aquel entonces de la AO T, que contaba con
sesenta mil afiliados contra seis mil que contaba el SOTU ( . . . ) .
La AOT no consultó al SOTU porque no recibimos directivas de
nadie que no sean nuestros afiliados ( . . . ) . Si bien es cierto que
primero fue fundado el SOTU que la AOT preguntamos nosotros:
¿por qué la AOT llegó a agrupar a noventa mil afiliados? Y, ¿por
qué al SOTU le queda un resto de dos mil afiliados ?».59

El SOTU se mantenía como sindicato autónomo no reconocido y por eso


no podía firmar acuerdos a nivel rama. Su existencia se sustentaba, entonces,
en el diferencial que podía alcanzar en las plantas donde representaba a la
mayoría de los trabajadores, a través de firmas particulares y privadas. En
una nueva nota, el SOTU afirmaba:

«En lo que respecta a los noventa mil afiliados que dice haber
agrupado la A O T se debe a la gran colaboración prestada por
algunos funcionarios de la STyP que llegaron hasta el hecho
insólito de concurrir a un establecimiento textil cuyo personal
está afiliado a este sindicato y obligarles a afiliarse a la A O T
para solucionarle un conflicto ».60

Pese a las denuncias de La Epoca, este no era un sindicato comunista. En


realidad, parecía responder a una vieja herencia sindicalista de autonomía.
Muchas fábricas del sur del Conurbano bonaerense estaban en posiciones
semejantes.

58. La Época. 22 de agosto de 1947.


59. La Época. 27 de agosto de 1947.
60. La Epoca. 3 de septiembre de 1947.
160 M A R C O S S CH IA V I

Finalmente, el 8 de septiembre de 1947, los periódicos informaron sobre


la resolución del conflicto, que incluyó la reincorporación de los doscientos
cincuenta trabajadores despedidos, la garantía horaria de mil seiscientas
horas mensuales (e l único establecimiento de la rama que gozaba de este
beneficio), el 50% de las horas perdidas en caso de deficiencias técnicas, y
aumentos salariales por encima del convenio que equiparaban el importe
del 8 % que se venía reclamando .61
Este triunfo no implicó un fortalecim iento del SOTU, que comenzó
a decaer tiempo después. El m odelo sindical peronista, inexorablemente,
llevaba a la centralización. En el caso textil, dem oró más tiempo, pero se
logró, aunque con resultados mucho menos satisfactorios que en el sector
metalúrgico.

Conflicto y sindicalización en Alpargatas


El estudio en profundidad de la conflictividad y la sindicalización en Al­
pargatas merece especial atención por su importancia económica y sindical.
Además, condensa los tres problemas fundamentales del período 1946-1947
observados arriba: los conflictos en la planta por el reconocimiento de la
organización sindical, la búsqueda de mejoras en las condiciones de trabajo,
y el vínculo entre militancia por empresa y sindicalización por rama. En
primer lugar, demuestra que el reconocimiento de las comisiones internas
fue un proceso arduo, que contó con una persistente resistencia patronal,
un apoyo relativo del gobierno, y que dependió de la movilización constante
de las bases obreras. En segundo lugar, en estos primeros tiempos, los traba­
jadores textiles (en este caso, los de Alpargatas) lograron imponer límites a
ciertas prerrogativas empresarias y ganaron poder en sus plantas, incluso
por fuera de los convenios colectivos por rama. Por último, la conformación
del sindicato único textil fue un camino largo en el que la organización por
empresa cumplió un papel clave. En síntesis, reafirma lo observado en los
casos anteriores.
Durante la década peronista, la Fábrica Argentina de Alpargatas fue una
de las empresas más grandes del país .62 Sin duda, la m ayor de las textiles
algodoneras. Ocupaba alrededor de diez mil obreros, cerca del 10% del
total de la actividad. Era dominante en la industria y clave en el gremio:
lo que ocurría en Alpargatas impactaba en toda la subrama algodón. Esta
gigantesca fábrica estaba ubicada en el barrio de Barracas, en el corazón
industrial de la ciudad de Buenos Aires, rodeada de frigoríficos y empresas
metalúrgicas .63

61. El Laborista. 8 de septiembre de 1947.


62. L. Gutiérrez y J. Korol. «Historia de empresas y crecimiento industrial en la
Argentina. El caso de la Fábrica Argentina de Alpargatas». En: Desarrollo Económico,
vol. 28, n.° 11: Buenos Aires (1988).
63. Schvarzer, La industria que supimos conseguir.
O R G A N I Z A C I Ó N T E X T IL Y C O N F L I C T I V I D A D EN LAS E M P R E S A S 161

Recientemente, Mariela Ceva publicó una síntesis de su tesis doctoral,


cuyo objeto de estudio fueron la Fábrica Argentina de Alpargatas y la A lgo ­
donera Flandria en el período 1887-1955. Se centró, particularmente, en el
vínculo entre empresas, trabajo e inmigración. A propósito de la conflictivi-
dad y la sindicalización en Alpargatas durante el peronismo, y a diferencia
de lo expresado por nosotros en el párrafo anterior, afirma:

«Si el rastreo lo hacemos desde la documentación de la empresa,


nos encontramos con escasísimas referencias a “huelgas” ; si lo
trasladamos a entrevistas, también pasan desapercibidas por
nuestros entrevistados. Si la búsqueda la orientamos hacia el
exterior de la firma y miramos en la prensa del momento, los
resultados son aún más pobres. El único periódico que da cuenta
de un suceso es La Vanguardia.

» ( . . . ) Sí parece más claro que el sindicalismo no había logra­


do, en el período 1944-1950, ocupar un espacio preciado en
ámbitos como eran justamente estas firmas que contaban con
gran cantidad de asalariados. Quizá uno de los motivos fuera,
como señala Di Telia, que eran empresas modernas, eficaces,
con mejores condiciones de trabajo y atención al personal y, por
lo tanto, eran vistas como un empleo deseable por buena parte
del gremio, a pesar de su política antisindical».64

Ceva solo menciona en su trabajo dos huelgas: una en 1946 y otra en


1952. Al referirse a la primera, única que desarrolla, se basa exclusivamente
en el periódico socialista La Vanguardia.65
Nuestra investigación demuestra que lo afirmado por Ceva es incorrecto.
El período 1946-1947 está repleto de acciones y m ovilizaciones de los
trabajadores de Alpargatas, informadas por diversas publicaciones tanto
comunistas (La Hora y Orientación) como peronistas (.El Laborista y La
Epoca). Esta dinámica sindical llevó finalmente a que la comisión interna de
Alpargatas se convirtiera en la más importante del gremio. A lo largo de esta
década, su devenir influenció con fuerza la AO T en reiteradas ocasiones.

La fábrica «modelo»
Ceva acierta cuando describe la imagen que tenía Alpargatas: la de un
buen lugar para trabajar. Por lo menos, esa idea de empresa m odelo estaba
instalada en ciertos sectores de la sociedad; incluso así lo expresó Perón en

64. M. Ceva. Empresas, trabajo e inm igración en la Argentina: los casos de la


Fábrica Argentina de Alpargatas y la Algodonera Flandria, 1887-1955. Buenos Aires:
Biblos, 2010, págs. 78-79 y 82.
65. Ibíd., págs. 81-82.
162 M A R C O S S CH IA V I

alguna ocasión .66 Las crónicas obreras sobre la planta dan cuenta de otra
realidad, una muy alejada del ideal de «fábrica m odelo».
A comienzos de 1946, La Hora dedicó a Alpargatas un informe (publicado
durante varios días) en el que retrataba las condiciones de trabajo:

«Pregunte usted a cualquiera. Le dirán:


» - ¿La Fábrica Argentina de Alpargatas? ¡Es una empresa m ode­
lo .. . !
»Habrán de repetírselo muchas veces, hasta que usted quede
convencido. Son muchos los que en Buenos Aires están con­
vencidos del carácter ejemplar de Alpargatas. Muchos, sí. Pero,
casualmente, ninguno ha trabajado en la fábrica ».67

, Con esa introducción, el informe describía y denunciaba distintas condi­


ciones de trabajo: «e l “infierno blanco” de la hilandería con la fatídica pelusa
flotando en el aire»; «trabajadoras azuzadas por el temor de que los hilos
se corten y las máquinas se detuviesen e incendiasen»; «la mirada de los
jefes, capataces y policías internos que consideraban delito la conversación
entre obreros»; «el ajetreo permanente de los tejedores que atendían catorce
telares cada uno». Ninguno de aquellos que afirmaban las bondades de la
empresa había «afrontado la tremenda fatiga del estándar, hasta que los
brazos caen vencidos, las rodillas se doblan, núblase la vista, y se pierden el
sueño y hasta las ganas de com er... ».68
Por su parte, Alpargatas proclamaba los beneficios que concedía a los
obreros: salarios superiores y servicios sociales desconocidos en otras em­
presas. Sin embargo, esto era acompañado de sobreexplotación. Según La
Hora, la fábrica les ponía a los obreros el «anzuelo» de una mayor ganancia
siempre y cuando se entregaran más frenéticamente al trabajo, convertido
en una tortura:

«¡M ás ligero! ¡Cada vez más ligero, mientras dure el aliento y


los músculos conserven un gramo de vigor! ¡Hay que hacer cien
puntos, porque de lo contrario vienen la suspensión y el despido!
¡Hay que estar pronto cuando cae la levada, para sacar el rollo y
poner la barreta enseguida, antes que la máquina se atore! Hay
que unir rápidamente el hilo -q u e se rompe a m en u d o - para
que la máquina siga caminando sin cesar.
»H ay que convertirse en una furiosa veleta, en un torbellino
incansable, en una máquina más. Hasta que, de pronto, el te­
jed or da una vuelta y cae desmayado, bajo los potentes focos

66. La Hora. 10 de enero de 1946.


67. Ibíd.
6 8 .Ibíd.
O R G A N I Z A C I Ó N T E X T I L Y C O N F L I C T I V I D A D EN LAS E M P R E S A S 163

nocturnos que debilitan la vista; o la hermosa muchacha de


rostro crispado sufre un ataque, o los nervios estallan ».69

En la planta baja de hilandería -H 1 - era donde se empezaba a trabajar


el algodón en bruto que llegaba en fardos. En esos maquinones -h ab ía cerca
de c a to rce- se hacían los rollos de algodón con los que luego trabajaban
en las cardas. Cada maquinista tenía a su cargo seis de esos maquinones.
En H2, la situación empeoraba, pues cada obrero debía cuidar treinta y seis
cardas. Normalmente, los rollos se cargaban por atrás y la mecha caía hacia
delante; sin embargo, cuando había humedad, la mecha salía hacia abajo y
era preciso atenderla continuamente. Cada 45 minutos, se sacaba la levada;
además, era necesario sacar la basura y los desperdicios. Veintinueve de las
cardas estaban en el primer piso y otras siete en el segundo, por lo que había
que subir y bajar para atenderlas. En H5, se encontraba la continua de hilar.
Allí se trabajaba la mecha de algodón a fin de preparar el hilo que usaban en
H 6, donde se hacían los conos para las urdidoras que abastecían a la sección
telares. Los obreros debían atender entre cuatro y siete máquinas a razón
de ciento veinte bobinas por cada una de ellas: «El hilo se rompía muy a
menudo -so b re todo los días secos- y para volver a unirlo había que sacar
el ovillo, colocar un palito en el medio y volver a introducirlo en la máquina
anudándolo para que siga haciéndose el hilo ».70
Al igual que en hilandería, en tejeduría, los obreros entraban media hora
antes para preparar las máquinas. Como cobraban por tanto, en relación
con los puntos que hacían, esta fracción de tiempo no era computada en el
salario. La humedad, lo mismo que en hilandería, era intensísima y el ritmo,
agotador. Sin embargo, en ciertas ocasiones, esa velocidad era inútil, ya que,
cuando se terminaba el cilindro, la máquina quedaba un tiempo parada a la
espera del maquinista de anudar.
Los canilleros eran una categoría distinta de operarios, encargados de
abastecer los telares poniendo las canillas, o sea, las bobinas que iban dentro
de las lanzaderas. Según el cronista, «se requiere de ellos la velocidad de
un centro forw ard y la fuerza de un levantador de pesas».71 En la sección
brines - T 7 - terminaba el trabajo de tejeduría, el último tramo en el que
estaba la máquina que sanforizaba el brin y la plegadora que lo doblaba. En
ella, se trabajaba a destajo; en sanforizado, la paga era por día.
Este ritmo había sido impuesto con habilidad por la patronal. En la nota
del 14 de enero de 1946, se describe cómo se implantó el tan resistido
estándar:

«A l lado de cada muchacha o cada hombre, se colocaba un alto


empleado de la casa -habilitado o coparticipante en las utilida­

69.Ibíd.
70. La Hora. 15 de enero de 1946.
71. La Hora. 15 de enero de 1946.
164 M A R C O S S C H IA V I

d e s - cronómetro en mano. Así iba controlando a cada operario


en forma individual, para establecer el ritmo de producción de
cada tarea. Una vez concluido ese estudio, se fijaron nuevas
tarifas y nuevos mínimos. Los obreros, que ya apenas podían dar
abasto, se vieron enfrentados al despido, o a dar un rendimiento
doble por un jornal más o menos igual. En H2 los maquinistas te­
nían antes a su cargo dieciocho o veinte máquinas y les pagaban
1,10 la hora. Hoy, les dan unas moneditas más. Exactamente:
1,35. Pero, ¿cuántas cardas tienen que cuidar? ¡Treinta y seis! O
sea, casi el doble. ¿Quién hizo negocio, aquí?».72

Estos datos señalaban el alto grado de explotación que sufrían los traba­
jadores de la empresa. Ahora bien, lo que resta aún por saber es por qué un
empleo en Alpargatas era igualmente considerado deseable. En este sentido,
un punto fundamental era el alto jornal, incluso a sabiendas del excesivo
esfuerzo que se necesitaba para alcanzarlo. Otro eran las distintas ventajas
extras que la empresa brindaba en relación con servicios y protección social.
Al referirse a la ausencia de sindicato en esta fábrica, tanto Di Telia como
Ceva consideran esas ventajas como parte necesaria de la explicación .73 Sin
embargo, los informes obreros desmienten la importancia de esos beneficios.
Además, ante el cambio de coyuntura política que significó el triunfo pero­
nista, los trabajadores de Alpargatas se organizaron de manera expeditiva.
Esto nos lleva a considerar la política antisindical de la empresa como el
factor clave antes de 1946.

La lucha por el reconocimiento


En 1944, había habido un intento de organización en Alpargatas;, en
septiembre, se había formado la Federación Gremial Alpargatas. Sin embar­
go, y pese a que la STyP había asegurado que evitaría las represalias, su
presidente y varios obreros fueron despedidos por la dirección .74 Con esos
despidos, les bastó para desarticular esta experiencia.
Un año y medio después, el clima político posterior al 17 de octubre de
1945 no le permitía a la empresa reprimir de manera tan eficaz. A fines de
enero de 1946, se conformó la Comisión Provisoria del Sindicato y Mutual
del Personal de la Fábrica Argentina de Alpargatas. En una entrevista, su
secretaria, Lidia Martínez, afirmaba:

72. La Hora. 14 de enero de 1946.


73. Ceva, Empresas, trabajo e inmigración en la Argentina: los casos de la Fábrica
A rgentina de Alpargatas y la Algodonera Flandria, 1887-1955, pág. 82; T. Di Telia.
Perón y los sindicatos: el inicio de una relación conflictiva. Buenos Aires: Ariel, 2003,
págs. 281-282.
74. La Hora. 10 de enero de 1946.
O R G A N I Z A C I Ó N T E X T I L Y C O N F L I C T I V I D A D EN LAS E M P R E S A S 165

« ( . . . ) A través de los fracasos anteriores, hemos comprendido


que se debieron a la infiltración de tendencias ajenas a los pro­
pósitos gremiales. Por eso, el sindicato que hemos creado tiene
un definido carácter libre e independiente y tiene por exclusivo
objeto los intereses del personal, pudiendo y debiendo partici­
par en él obreras y obreros de cualquier ideología o posición
política ».75

De clara vinculación comunista, este sindicato llamó inmediatamente a


una asamblea y comenzó a confeccionar un programa de mejoras que incluía,
en primer lugar, la humanización del trabajo estándar. Luego, proyectaba
exigir la reducción del número de máquinas por obrero en ciertas secciones,
solicitar que se concedieran las vacaciones de acuerdo con la antigüedad y
se abonaran íntegramente los días perdidos por enfermedad. Otra de sus
aspiraciones era terminar con los cambios de sección, que se traducían en
sensibles rebajas de jornal .76
A fin de marzo de 1946, en momentos de acercamiento comunista-
peronista, en una nueva asamblea se resolvió por mayoría la afiliación del
sindicato a la A O T en carácter de comisión interna y el nombramiento de
una nueva dirección a cargo de Antonio Príncipe y Andrés López. A l pasar
de ser sindicatos por empresa a comisiones internas, ganaban la protección
del sindicato nacional reconocido por la STyP, pero perdían libertad.
Como era de esperar, la empresa se negó a reconocer la organización
sindical, lo que provocó reiterados conflictos a lo largo de 1946. El primero
de esos ceses de actividades se produjo a comienzos de abril:

«El barrio de Barracas está convulsionado. Pequeños grupos


de obreros por todos lados. Agentes de policía distribuidos en
las veredas y el escuadrón en la calle. Los vecinos, a pesar de
la fuerte lluvia, asoman por los zaguanes. Los peatones que
transitan miran el movim iento y preguntan qué pasa... ¡Los
obreros de Alpargatas están en huelga! Sí. Los obreros de la
fábrica de Alpargatas están en huelga porque no quieren más
pelusa para sus pulmones, porque no quieren más humedad para
sus huesos, porque no quieren dedos cortados por las voraces
máquinas, porque no quieren estándar, porque no quieren... »,77

El 9 de abril, la STyP informó que había quedado resuelto el conflicto en


Alpargatas porque la empresa había reconocido a la AO T como representante
gremial de su personal. Per se, eso no solucionaba el conflicto, pues quedaba
pendiente el problema de los despedidos. Un día después, se realizó una

75. La Hora. 8 de febrero de 1946.


76. La Hora. 15 de febrero de 1946, y 18 de febrero de 1946.
77. La Hora. 10 de abril de 1946.
166 M A R C O S S CHI AV I

asamblea para decidir si se levantaba el paro o no, cuestión que finalmente se


hizo. Andrés López, miembro de la comisión interna, comenzó la asamblea
destacando la fuerza y la unidad de la medida. Un representante de la
A O T afirmó: «En adelante todos deben permanecer unidos, sin diferencias
de ninguna clase: comunistas, peronistas, socialistas, para defender sus
intereses de clase».78 Estos hechos no implicaron el reconocimiento definitivo,
ya que los acuerdos a los que se llegaba eran inestables. Incluso, el apoyo
del gobierno parecía no alcanzar.79
El siguiente enfrentamiento se debió a que la empresa pretendió digitar
los miembros de la comisión interna para asegurarse de que esta fuera un
canalizador del conflicto, que lo regulase y no que lo motorizase. Se oponía
a los elegidos por los trabajadores en una asamblea de dos m il obreros
realizada el 12 de mayo, lo que, en los hechos, significaba dejar de reconocer
la organización.
En esa asamblea, se había anunciado que la dirección de Alpargatas
acababa de aceptar la comisión interna y a los delegados por sección, que su­
maban más de trescientos, y que se había establecido que cualquier reclamo
debía hacerse en primera instancia ante el delegado interno. Habían estado
presentes integrantes de la cúpula de la CGT. Los cinco miembros de la
comisión habían sido votados por aclamación: Antonio Príncipe (secretario
general), Andrés López (secretario adjunto), Vicente Spadoni (tesorero),
Vicente Amores (secretario de actas) y Osvaldo Eiryer (protesorero ).80
Ante la oposición patronal, el 23 de mayo de 1946, la STyP debió dictar
una resolución en la que intimaba a Alpargatas a reconocer la comisión
representativa de los obreros de su establecimiento. Este documento no
solo es ilustrativo de la oposición patronal a la representación sindical en la
planta, sino que también muestra cuál era la política del gobierno en esos
primeros días. Los considerandos decían:

«Que como consecuencia de la reunión celebrada ante esta Se­


cretaría, con fecha 9 de abril ppdo., la Fábrica Argentina de
Alpargatas ha reconocido a la Asociación Obrera Textil como
representativa del personal de su establecimiento, y convenido
la designación de una comisión interna, compuesta por un dele­
gado de cada sección, la que no debe exceder de diez miembros;
»Que teniendo en cuenta que la AOT goza de personería gremial
otorgada en virtud de las disposiciones instituidas en el decreto
23.852/45, es indudable que, de conformidad con el inciso
I o del artículo 33 del mismo, le asiste derecho a defender y
representar ante los empleadores los intereses profesionales,

78. La Hora. 11 de abril de 1946.


79. El Laborista. 14 de abril de 1946.
80. La Hora. 13 de mayo de 1946.
O R G A N I Z A C I Ó N T E X T I L Y C O N F L I C T I V I D A D EN LAS E M P R E S A S 167

prescindiendo del reconocimiento que al efecto pudiera hacer la


empresa;
»Que, por otra parte, en virtud del artículo 40 del mismo decreto,
los trabajadores tienen derecho a peticionar a los empleadores,
por sí, o por intermedio de sus representantes y a elegir a es­
tos “libremente”, derecho que en el presente caso han ejercido
mediante la designación de la comisión por interm edio de la
asamblea respectiva;
»Q ue en estas condiciones, la parte patronal se halla obligada
legalm ente a reconocer la expresada comisión, em ergen del
ejercicio de derechos incuestionables y exclusivos de los tra­
bajadores, pues en caso contrario, su actitud configuraría las
prácticas desleales y contrarias a la ética de las relaciones profe­
sionales del trabajo, especialmente calificadas y reprimidas por
la legislación sobre asociaciones profesionales;
»Q ue la injerencia patronal con respecto al m odo y la forma
de designación de la representación obrera no encuentre jus­
tificativo alguno en el presente caso, desde que la expresada
comisión ejerciera funciones de representación y defensa de
los intereses profesionales y su reconocimiento no supone la
delegación de facultades por parte de la empresa en la direc­
ción del establecimiento que le sean privativas en su calidad de
patrono ».81

La intimación obligaba a la empresa a reconocer, en los tres días si­


guientes, la comisión interna nombrada en asamblea el 12 de mayo. De lo
contrario, su actitud podía ser considerada práctica desleal.
Pese a esta resolución oficial, la empresa siguió sin reconocer la organi­
zación sindical. En una nueva asamblea llevada a cabo el 7 de julio de 1946,
de los tres puntos que reclamaban los obreros, uno era el reconocimiento
de la comisión interna. Los otros incluían la reincorporación de tres obreros
despedidos y la reglamentación del trabajo en las secciones insalubres.82
Allí se aprobó la proposición de Andrés López (ahora secretario general) de
realizar paros de brazos caídos parciales, los que comenzaron el jueves 11
de julio (una hora en los tres turnos). De no resolverse los inconvenientes
planteados, la estrategia era continuar con la implementación de los paros
y aumentar su duración un cuarto de hora por día hasta llegar a la huelga
(que se decidiría en asamblea general).83
Luego de cinco días de paros parciales, la empresa cedió ante las deman­
das exigidas: reconoció la comisión interna y reincorporó a los despedidos.

81. Revista Trabajo y Previsión. Abril-junio de 1946, págs. 545-546.


82. La Hora. 10 de julio de 1946.
83. El Laborista. 12-13 de julio de 1946.
M A R C O S SCHIAVI
168

Finalmente, Alpargatas aceptaba una comisión interna compuesta de cinco


miembros, delegados de cada departamento y un subdelegado por cada
sección y turno, los que, a su vez, dependerían de la A O T .84
A fines de julio, se efectuó una nueva reunión, a la que asistieron cerca de
tres mil obreros y cuyo objetivo era informar acerca de la victoria alcanzada.
Luego de que los reincorporados y el secretario general, Mariano Tedesco,
se dirigieran a la asamblea, cerró el acto Andrés López, quien expresó los
próximos objetivos:

«lo fundamental es la humanización del trabajo, puesto que


la máquina no debe servir para explotar al hombre, sino para
liberarlo. Por lo tanto lo básico a conseguir es el cambio del
régim en de trabajo, para hacerlo más digno, más justo y más
humano ».85

Tal como afirmamos antes, cambios en las condiciones de trabajo y en


su ritmo eran una de las reivindicaciones fundamentales de las comisiones
internas, tanto en Alpargatas como en las demás fábricas textiles. A partir de
la lucha ganada, esta exigencia no pudo ser desconocida ni por la empresa
ni por el sindicato.

La lucha por las condiciones de trabajo


El reconocimiento de la comisión interna no significó el fin de la con-
flictividad. Los trabajadores de Alpargatas buscaron imponer a la dirección
de la empresa nuevas condiciones, mientras instancias superiores, tanto
gubernamentales como sindicales, intentaban controlarlos.
El 20 de octubre de 1946, una nueva asamblea general de los obreros
de Alpargatas se desarrolló en el club Sportman, del barrio de Barracas.
Uno de los temas centrales fue la dem ora en la solución de los problemas
planteados en el petitorio presentado dos meses atrás. Ante la falta de
respuesta patronal, en señal de protesta, se decidió iniciar paros parciales.86
Sin embargo, a los pocos días, la medida fue levantada por pedido de la
A O T y la STyP .87 Mientras, en la prensa peronista, comenzaron a aparecer
ataques a la comisión interna y sus prácticas: el 27 de octubre, El Laborista
denunció el accionar comunista en Alpargatas .88
El convenio se firmó veinte días después. En la asamblea que lo apro­
bó, estuvieron presentes María Eva Duarte de Perón, José María Freire y
Mariano Tedesco, nombres que demostraban la importancia del acto .89 El

84. El Laborista. 18 de julio de 1946; y La Hora. 18 de julio de 1946.


85. La Hora. 29 de julio de 1946.
86. La Hora. 22 de octubre de 1946.
87. La Hora. 24 de octubre de 1946.
88. El Laborista. 27 de octubre de 1946.
89. Ibíd.
O R G A N I Z A C I Ó N T E X T I L Y C O N F L I C T I V I D A D E N LAS E M P R E S A S 169

convenio contemplaba las siguientes mejoras: cumplimiento de las leyes


11.729 (indemnizaciones, vacaciones y enfermedad) y 9.688 (accidente de
trabajo); once días pagos a cada obrera u obrero que contrajese matrimonio;
dos mamelucos al año; reincorporación de seis despedidos; $ 100 por naci­
miento de hijo; salario familiar mensual de $ 10 por hijo y un aumento de
$0,10 por hora para todo el personal. En lo que respecta al trabajo insalubre,
una comisión se ocuparía de los estudios correspondientes .90
A l igual que en los hechos de julio de 1946, El Laborista resaltó el
papel del sindicato al titular: «Gran triunfo de la Asociación Obrera Textil.
Acepta la Fábrica Argentina de Alpargatas el convenio de mejoras ».91 De esta
manera, la AOT se veía fortalecida dentro de la fábrica.
Sin embargo, y pese al reciente acuerdo, a los pocos días de firmarlo,
durante la segunda semana de diciembre de 1946, com enzó una huelga
de brazos caídos en la sección hilandería, que, luego de dos jornadas, se
extendió a todos los establecimientos de la fábrica. Entre las causas del
conflicto se encontraban incumplimientos y abusos patronales, y nuevos
reclamos obreros.
Fue una de las huelgas más prolongadas del período. El sábado 4 de
enero de 1947, se realizó una gran asamblea general, en la que se reafirmó
la resolución de continuar con la huelga, con la presencia de José Luis
Grioli y Mariano Tedesco. Allí se comentó que la situación parecía no tener
solución a corto plazo, sobre todo, teniendo en cuenta la aptitud de la
empresa de abandonar la mesa de negociación en la STyP .92 Durante la
segunda semana de enero, la huelga de brazos caídos, que durante veintiún
días habían mantenido los obreros de Alpargatas, se transformó en una
huelga total. La decisión de que el personal saliera a la calle para hacer
más combativa la acción obrera había sido tomada por la AOT. Ante esta
situación, a mediados de mes, la empresa volvió a negociar. El 18 de enero,
ya había un acuerdo parcial que contemplaba: el pago de lim pieza de
máquinas; el establecimiento de una comisión paritaria para discriminar
las tareas; la form ación de juntas médicas para estudiar el problema del
rendimiento físico, que estarían integradas por un delegado de Salud Pública,
un representante obrero y otro patronal; la realización de una pericia con
respecto a las rebajas de salarios; y los cambios de secciones en los casos en
que el trabajo afectara físicamente a los obreros. El 22 de enero, luego de
más de cuarenta días de conflicto, se aprobó el convenio en asamblea .93

90. La Hora. 11 de noviembre de 1946.


91. El Laborista. 14 de noviembre de 1946.
92. La Hora. 5 de enero de 1947; y La Época. 5 de enero de 1947.
93. Apenas dos días después de firmado el acuerdo, la CGT organizó uná
manifestación a Plaza de Mayo par apoyar a Perón y el Plan Quinquenal. En los
registros fotográficos publicados por La Época, se pudo observar un cartel, portado
170 M A R C O S SCHIAVI

Con esta firma, en menos de dos años, la comisión interna de Alparga­


tas lograba establecerse como una de las organizaciones clave del gremio
textil, del cual representaba alrededor de un 10% . Primero, la constante
movilización y las distintas medidas de fuerza habían obligado a que la
empresa la reconociera. Una vez asentada, su objetivo fue lograr mejores
salarios y condiciones de trabajo para los obreros y obreras de Alpargatas.
Esto impactó no solo en la fábrica, sino que marcó parámetros en la rama
algodón y en la industria textil en su conjunto.

A modo de cierre
A l com enzar el gobierno peronista, la A O T se convirtió en el principal
sindicato textil. Llegó a tener más de sesenta mil afiliados apenas un año
después de su fundación. Sin embargo, no logró estabilizarse ni extenderse
tan eficazm ente como la UOM. Esto se puede explicar a partir de la con­
fluencia de elementos políticos, estructurales e históricos: las tensiones en
su interior, la tendencia textil a la descentralización de la negociación y el
conflicto, y la competencia con otras organizaciones sindicales.
Los cuatro casos analizados en este capítulo (Sudamtex, Grafa, Argos
y Alpargatas) confirman algunas de las afirmaciones deslizadas al comien­
zo de él. En prim er lugar, demuestran el volumen y la importancia de la
m ovilización obrera en las fábricas textiles. A lo largo de 1946 y 1947, los
activistas sindicales de base debieron, primero, entablar una ardua lucha
para que las comisiones internas fueran reconocidas por la patronal; y luego,
más allá de los convenios por subrama, propiciaron mejoras salariales y de
condiciones de trabajo. El avance sindical que significaron estos conflictos
por empresa transformó la relación capital-trabajo en la industria textil.
En segundo lugar, se observa el vínculo directo de esta m ovilización
con la dinámica de sindicalización de la rama. La A O T se fue conformando
y luego fortaleciendo a partir de la lucha, ya fuese en la planta o en la
subrama (com o se verá en el capítulo 7). Las victorias en Sudamtex y en
Alpargatas legitimaron un sindicato aún en formación que debía lidiar' con
la supervivencia de otras organizaciones sindicales.
Este entrelazam iento entre conflicto y organización, más la tendencia
textil a la descentralización de la negociación, le permitió a la A O T crecer
de forma acelerada sobre la base de alianzas, pero también le confirió una
inestabilidad perdurable que, a largo plazo, la debilitó.

por la delegación textil, con la leyenda: «Solicitamos que se nacionalice la F. A. de


Alpargatas». La Época. 25 de enero de 1947.
Capítulo 7

La regulación del conflicto textil

Hasta la llegada del peronismo al poder, las negociaciones colectivas


realizadas en la industria textil habían sido por rama; además, y en paralelo
a esto, se acordaban condiciones particulares en algunas empresas. Con el
correr de los años, la negociación se fue concentrando, volviendo cada vez
más raros los acuerdos particulares. Hubo un doble proceso de regulación
del conflicto textil: por un lado, la centralización de la negociación colectiva;
por el otro, la de las organizaciones obreras.
Las ramas textiles eran algodón, lana, cotton y medias circulares, tejido
de punto, seda y tintorerías industriales, entre otras. En este período, cada
año, hubo acuerdos en todas ellas. De esas negociaciones hubo cuatro que
despertaron particularmente el interés del gobierno, los industriales y los
medios periodísticos: en 1946, se trató de seda y lana; en 1947, cotton y
medias circulares; y en 1948, otra vez la negociación de la rama lana.
En paralelo, luego de la renuncia de Mariano Tedesco como secretario
general, la Asociación Obrera Textil (A O T ) vivió tiempos convulsionados.
Bajo la dirección de Lucio Cano, protagonizó diversos conflictos, y en octubre
de 1947, fue intervenida por la Confederación General del Trabajo (CG T).
El hecho que desencadenó la intervención fue la única huelga general de
toda la rama textil realizada a comienzos de ese mes.
Este capítulo está dividido en dos apartados ordenados cronológicamente.
El primero se centra en las negociaciones colectivas y los conflictos que
derivaron de ellas. Analiza los primeros tres casos que se mencionaron antes.
El segundo describe el proceso de intervención del sindicato y el conflicto de
la lana en 1948. Los dos buscan demostrar el avance de la regulación sobre
la movilización obrera textil.

Conflicto y negociación por rama textil


En este apartado, se estudian tres negociaciones realizadas entre 1946 y
1947: las de las ramas seda, lana, y cotton y medias circulares. Fueron las
tres que generaron más reacciones en las fuentes consultadas. Analizarlas
172 M A R C O S SCHIAVI

permite observar qué se discutía por entonces en las negociaciones y cuál


fue la posición tomada por el sindicato. La AOT, al alcanzar acuerdos relati­
vamente favorables en estos tres casos, logró fortalecerse como organización.
Esto, sin embargo, no implicó que llegara a una mayor estabilidad en sus
niveles dirigenciales.

La negociación de la seda
El 8 de septiembre de 1946, tuvo lugar en el estadio de la Federación
Argentina de Box la Asamblea General de los Trabajadores de la Seda. Había
sido convocada por la comisión de la rama de seda de la A O T para informar
sobre el estado de las tramitaciones del convenio, que llevaban ya tres
meses. Las reivindicaciones principales eran el salario mínimo, las cuarenta
horas de trabajo semanales, el cumplimiento íntegro de la ley 11.729 de
indemnizaciones, vacaciones y enfermedades pagas, y por el respeto de la
organización obrera:

«Por encima de las caprichosas interpretaciones patronales so­


bre la ley 11.729, especialmente en vacaciones y enfermedades,
debemos imponer definitivamente su estricto cumplimiento en
todo el territorio de la República. Para conseguirlo, nuestra m e­
jor arma es la organización. La organización seria y responsable,
portavoz de todas nuestras inquietudes y anhelos, en la que cola­
boren todos, absolutamente todos los obreros de la industria ».1

La AO T llamaba a sus afiliados y al gremio en general a movilizarse y a


reforzar la organización en cada fábrica de la rama:

«Para la aplicación del convenio y la solución de todos los proble­


mas que se presenten en los distintos establecimientos es preciso
fortificar al máximo las comisiones internas. Es necesario que
comprendamos la importancia que reviste para nosotros la exis­
tencia de comisiones internas capaces, apoyadas firmem ente
por el personal, como pilares fundamentales de la organización
obrera ».2

El convenio vigente databa de 1939; solo había sufrido modificaciones


salariales con el correr de los años. Se hacía imperioso firmar uno nuevo,
pues durante ese tiempo se habían ido introduciendo, en las relaciones y
procesos industriales, transformaciones que imponían a los trabajadores
mayores conocimientos técnicos y esfuerzos .3

1. Asamblea General de los trabajadores de la Seda. AOT, septiembre de 1946.


2. Ibíd.
3. La Hora. 5 de octubre de 1946, y 7 de octubre de 1946.
la R E G U L A C I Ó N DE L C O N F L I C T O T EX TI L 173

Uno de los objetivos sindicales era alcanzar un salario mínimo de $ 15,20


diarios para los tejedores, sin ninguna clase de reducciones ni condiciona­
mientos por la cantidad de producción. Los tejedores eran por entonces
aproximadamente el 4 4 % de los obreros de la rama y estaban bajo el
sistema de destajo .4
A fines de octubre de 1946, en momentos en que parecía destrabarse
la negociación, los industriales se negaron a reconocer el derecho de or­
ganización en planta y por ende, a tratar con las comisiones internas: se
preguntaban si era legal o no que se las reconociera, qué tipo de reglamento
interno tenían para su funcionamiento y los alcances de sus funciones. Esta
era la respuesta patronal al proyecto sindical sobre reajustes de tarifas.
Según la prensa comunista, el objetivo de esta maniobra patronal era
claro: «im pedir que en los reajustes de las tarifas y condiciones de trabajo
intervengan las comisiones internas que han elegido los obreros de cada
personal».5 La definición de las tarifas era un punto sensible en la industria
de la seda; casi la mitad de su mano de obra dependía de esa definición. Dejar
ese elemento en manos de las comisiones internas impactaba directamente
en la dinámica económico-social de la actividad. Discutir en cada fábrica las
tarifas implicaba considerar los artículos, la velocidad de las máquinas, el
ancho, la calidad y el grosor de las tramas e hilados, entre otros puntos.
Es imposible comprender las transformaciones que generaron los con­
venios colectivos en esos años sin tener en consideración las comisiones
internas. Ellas eran las encargadas de hacer cumplir la nueva legalidad
industrial y, en ciertos casos, las responsables de imponer una propia y
superadora. Los industriales, primero, se opusieron a reconocerlas. A l no
poder impedir su asentamiento, buscaron convertirlas en canalizadoras del
conflicto.
El 6 de noviem bre de 1946, la A O T anunció que se había llegado a un
acuerdo por el convenio de la seda. Los aumentos de salarios oscilaban entre
el 3 0 % y el 60% . El 14 de diciembre, para tratarlo, la A O T convocó a una
asamblea, presidida por Norberto Framini. El convenio se firmó, pero la
reunión concluyó con un tumulto .6

La negociación de la lana
El I o de septiembre de 1946, la AOT publicó un comunicado en relación
con el convenio de la rama lana. En él afirmó:

«El convenio de la lana tan ansiosamente esperado por más


de cincuenta mil trabajadores, está siendo discutido con la se­
renidad que el mismo requiere por la subcomisión respectiva.

4. Ibíd.
5. La Hora. 28 de octubre de 1946.
6. La Hora. 8 de noviembre de 1946, y 15 de diciembre de 1946.
174 M A R C O S S C H IA V I

Son muchos los intereses puestos en juego en esta emergencia


por algunos industriales para que el convenio no se fírme. A
los industriales les interesa romper la poderosa organización
de la A O T porque les molesta tener su personal organizado en
instituciones insobornables y dirigidos por honestos y auténticos
obreros ( . . . ) . Pretenden por otra parte los señores industriales
que les hagamos el juego declarando la huelga a la industria
en oportunidad ventajosa para ellos, pero la AO T lo hará cuan­
do así convenga a los intereses que entusiasta y valientem ente
defenderá hasta su obtención total. Por consiguiente ningún
obrero parará una máquina hasta tanto se lo ordene la A O T y
esta sabrá hacerlo en la hora que considere oportuno ».7

A l igual que en otros casos, ya fuera a nivel planta o a nivel rama, la


AOT se enfrentaba de manera directa con la patronal. La tan mentada idea
peronista de armonía de clases no se aplicaba en esos primeros meses de
gobierno. El sindicato entendía la postura patronal como una provocación,
como un hecho antiperonista. El conflicto de clase era leído como un proble­
ma entre gobierno y oposición. Defender al gobierno implicaba movilizar al
gremio en contra de la patronal.
Unos días después, la A O T informó que, luego de haber agotado todos
los recursos posibles, se había visto obligada a decretar paros parciales de
dos horas por turno en todos los establecimientos laneros ;8 estos paros se
irían incrementando en cantidad de horas con el correr de los días. Las
mayores empresas afectadas eran Campomar, de Avellaneda y de Belgrano,
Piccaluga, Teubal y Masllorens, entre otras. A lo largo de esa primera semana,
se realizaron diversas reuniones de delegados, miembros de comisiones
internas y activistas en el ámbito de la empresa .9 La m ovilización en las
bases era muy importante: expresaba el nivel de activación sindical y la
fluidez de la relación dirigencia-militancia de fábrica.
Por ejemplo, el 8 de septiembre de 1946, en el club Sportman se realizó
una asamblea del personal obrero de las tres fábricas de Piccaluga (Lanín,
Universidad y Suárez). Allí, Mateo Franco, el secretario general de la co­
misión interna de Lanín, anunció que había pedido el 3 0 % de aumento
hasta que se firmara el convenio de la rama. También de Lanín, Antonio
Banegas, resaltó la conformación de comisiones femeninas y reivindicó la
necesidad de aumentar los salarios de las mujeres, lo que era importante
también para los hombres, ya que corrían el riesgo de ser reemplazados por
las «más baratas» obreras .10 En esta empresa, la influencia comunista era

7. El Laborista. 1 de septiembre de 1946.


8. El Laborista. 6 de septiembre de 1946.
9. El Laborista. 10 de septiembre de 1946; y La Hora. 5-6 de septiembre de
1946.
10. La Hora. 19 de septiembre de 1946.
L A R E G U L A C I Ó N D E L C O N F L I C T O TE X T IL 175

importante desde antes de 1943. En realidad, la presencia de los comunistas


era relevante en toda la rama lana.
El 12 de septiembre, se publicó una solicitada de los industriales textiles
de la lana en la que afirmaban que, ante los paros de brazos caídos que
se realizaban desde el 3 de septiembre, consideraban necesario remarcar
que, durante cuatro meses, la delegación patronal había concurrido a la
preparación del convenio y que, sin embargo, «a pesar de la buena voluntad
puesta por los representantes patronales no fue posible dar término a los
trámites, pues los representantes obreros no ponen fin a sus solicitudes... » .n
En segundo lugar, llamaban la atención sobre los «caracteres particularmente
ingratos» que habían tenido las últimas conversaciones. La solicitada cerraba
con los montos salariales propuestos.
El 15 de septiembre, en una nueva asamblea de delegados, se resolvió
em plazar a la patronal por tres días para que considerara la reclamación
obrera. En caso de que no hubiera respuesta satisfactoria, la AO T convocaría
inmediatamente a una asamblea general para que esta declarara, si era
necesario, la huelga total por tiempo indeterminado .12
Todo parecía encaminado hacia un conflicto mayor. Sin embargo, el
18 de septiembre, el sindicato informó que levantaba la medida de fuerza
para allanar el final de las negociaciones .13 Dos días después, se firmó
el convenio, que fue reafirmado en una asamblea realizada en el Luna
Park.14 En representación de los industriales, firmaron Juan Campomar,
Pablo Masllorens y Nisim Teubal, entre otros. Por la AOT, los tres firmantes
más destacados fueron Mariano Tedesco, José Grioli y Norberto Framini.15

11. El Laborista. 12 de septiembre de 1946.


12. La H ora. 16 de septiembre de 1946.
13. El Laborista. 21 de septiembre de 1946.
14. El convenio tenía las siguientes partes: a) introducción (partes contractuales,
duración, estabilidad, denuncia de incumplimiento); b) clasificación y calificación
del trabajo (consideraciones previas, obreros nuevos, cómputo de la antigüedad,
clasificación y calificación, cambio de puesto, definiciones generales); c) remunera­
ciones (sueldos y salarios mínimos, remuneraciones superiores, jornada de trabajo y
pago de horas extras, tareas de ambos sexos, remuneraciones a destajo, producción
mínima, defectos imputables, interrupciones); d) disposiciones generales (limitacio­
nes por edad, escasez de trabajo, multas, amonestaciones, suspensiones, despidos,
paralización de las tareas, accidentes de trabajo, salario familiar). Revista Textil,
octubre de 1946.
15. La militancia comunista criticó fuertemente a Tedesco y a los demás diri­
gentes. En La H ora se objetaron los logros concretados: «Se ha llegado al máximo
de las concesiones. Baste decir que las proposiciones sostenidas por el Sindicato
en materia de salarios, no es lo aprobado por los personales y delegados en mayo.
Están muy por debajo de los aumentos, en muchos casos, que se consideró necesario
reclamar en vista del costo de la vida ( . . . ) la opinión de la AOT no ha sido firme y
clara. Se ha confiado demasiado en una discusión sin intervención de la gran masa
176 M A R C O S SCHIAVI

La A O T publicó una semana después un Boletín inform ativo para los


obreros de la lana, en el que dieron a conocer el acuerdo firmado:

«Hemos tenido que vencer, para lograr este convenio, múltiples


inconvenientes. Pero nos consideraremos suficientemente paga­
dos, si todos los obreros beneficiados por el mismo, defienden
el nombre de la AOT, en cualquier terreno que se plantee su
discusión» .16

Esta firma, más allá de las críticas realizadas por los comunistas, fortale­
ció a la AOT en el sindicalismo textil. Fue importante en su enfrentamiento
con el Sindicato de Obreros Textiles Unidos de Valentín Alsina .17

La negociación de cotton y medias circulares


En la segunda semana de julio de 1947, la A O T declaró la huelga en
principio para la rama cotton y medias circulares. El sindicato pretendía
que los industriales garantizaran treinta y seis horas semanales de trabajo
como mínimo; estos se habían negado a aceptarlas, pues las consideraban
un «seguro de paro», por el cual se relevaría al obrero de las «naturales
contingencias de la industria ».18
El 25 y 26 de julio, en los principales diarios de Buenos Aires, se dieron
a conocer solicitadas firmadas por la cámaras patronales Asociación Textil
Argentina (ATA) y Asociación Fabricantes de Medias de la Confederación
Argentina de Industrias Textiles, en las que buscaban exponer «los términos
del problema ».19 Primero, denunciaban los altos salarios que se habían visto
obligados a firmar: según el nuevo acuerdo, un tejedor cotton pasaba de un
salario de entre $ 400 y $ 800 a uno de entre $ 800 y $ 1.400; las costureras
cotton de entre $ 300 y $ 420 a entre $ 550 y $ 700. En segundo lugar,
consideraban intempestiva la medida de fuerza e informaron que habían
solicitado al gobierno que la huelga se declarase ilegal. En una nota enviada
al secretario de Trabajo y Previsión, José María Freire, expresaban:

«Todo conflicto de derechos o de intereses presenta dos fuerzas


igualmente respetables en pugna. Por un lado, el capital soste­
niendo su derecho a la integridad de una ganancia razonable y
por el otro, el trabajo reclamando condiciones de tarea y salarios
que se adapten a. las exigencias crecientes de la vida moderna

de obreros y se ha llegado ahora a una situación en que la patronal quiere utilizar


estas debilidades, para imponer sus puntos de vista y desprestigiar a la organización
obrera». La Hora.
16. Boletín inform ativo para los obreros de la lana. Septiembre de 1946.
17. Véase capítulo 6.
18. Gaceta Textil. Agosto de 1947, pág. 4.
19. Gaceta Textil. Julio de 1947, pág. 18.
L A R E G U L A C I Ó N DE L C O N F L I C T O TE X T IL 177

( . . . ) . Cuando cualquiera de estas fuerzas, olvidada de su misión


específica y del límite de sus derechos, invade el ámbito de los
derechos de la otra, el ideal de cooperación común que debe
inspirar la tarea diaria queda destruido ».20

En otras negociaciones textiles - también en algunas metalúrgicas - los


industriales plantearon como aquí que ciertas propuestas sindicales invadían
ámbitos ajenos, que tenían la voluntad de im poner un control sindical
desmedido en la legalidad industrial.
A fines de julio, la huelga persistía incluso luego de una reunión con
Miguel Miranda, en la que el alto funcionario peronista había intentado
convencer a los trabajadores de cesar con las medidas de fuerza. Llevaba casi
dos semanas; estaba acompañada de piquetes en las inmediaciones de las
fábricas y la A O T amenazaba con extenderla a toda la industria textil .21 La
prensa comunista reclamaba la intervención estatal y que la AO T declarara
una huelga general del gremio en solidaridad con los trabajadores de esta
rama. 22
El 4 de agosto de 1947, ATA envió una nota al gobierno en la que alertaba
sobre una novedad en el conflicto:

« ( . . . ) La huelga, en consecuencia, estaría destinada a afectar


nuestros intereses, pretendiéndose con esa situación de hecho
presionar nuestro ánimo y no cejar en el empeño hasta nuestra
aceptación. Pero he aquí que a partir del día 30 de julio últi­
mo la situación parece haber variado fundamentalmente y los
trabajadores textiles solicitan que sea el Honorable Congreso
de la Nación el que Ies otorgue la garantía solicitada. No fo r­
mularemos juicio sobre el particular, pero es necesario tener en
cuenta que la huelga continúa. Llegamos a la conclusión que
la situación de hecho, la presión moral, etc. se está ejerciendo
no ya contra nosotros, sino contra el Estado mismo, situación
que nos parece agrava la actitud de los trabajadores y evidencia
nítidamente el carácter ilegal de la medida adoptada ».23

Los integrantes del sector patronal colocaban al gobierno junto a ellos


como víctimas de las presiones sindicales. Planteaban que la huelga afectaba
sus intereses particulares, pero lo que la volvía más grave e ilegal era cómo
se relacionaba con los intereses generales que representaba el gobierno
nacional. En realidad, su intención era inclinar la balanza y lograr el auxilio

20. Ibíd., pág. 19.


21. La Época. 24 de julio de 1947.
2 2 .Ibíd.
23. Gaceta Textil. Agosto de 1947, pág. 3.
178 M A R C O S SCHIAVI

gubernamental, pues consideraban que el silencio oficial era interpretado


por los trabajadores como un apoyo sin reservas a sus planteos.
Tres días después, los empresarios presentaron una nueva nota. Reforzan­
do la anterior, en ella, volvieron a definir la cláusula de la garantía horaria
como un «seguro contra paro». Nuevamente, el problema de la huelga era
planteado como algo que excedía de la propia rama. También, como un
desafío a los intereses del gobierno y, por ende, de la Nación:

«Es lamentable que, precisamente en estos momentos en que


por boca del Excmo. Señor Presidente de la Nación que insta
a diario a una mayor producción, como único medio eficaz de
reducir los costos industriales, abaratar la vida y combatir la
creciente inflación, una importante rama de la industria per­
manece inactiva por exclusiva determinación de un Sindicato
de obreros oficialmente reconocido; todo lo cual resulta más
lamentable aún en momentos en que esta rama de la industria
viene trabajando con ritmo completo y acelerado, de donde
quedaría inexistente la preocupación obrera ».24

Pese al tono de estas notas, los industriales no obtenían las respuestas


esperadas. En un telegrama del 16 de agosto dirigido a Freire, la cámara
empresarial se lamentaba de que incluso no era recibida por este, ya que,
los días 12 y 14, sus representantes se habían presentado en la Secretaría de
Trabajo y Previsión (STyP), y no habían podido entrevistarlo .25
Ciertos medios ligados al gobierno presionaban también para acabar
con la medida de fuerza. La Epoca, consecuentemente con sus críticas a las
huelgas de esa coyuntura, sostuvo en relación con la garantía horaria:

«Com o no se tiene una legislación sobre dicho particular, ajusta­


da a sus lógicas consecuencias jurídicas, ha sido imposible hasta
el momento poder acceder a la petición obrera, tanto por parte
de la STyP como de las firmas explotadoras de la mencionada
industria ( . . . ) . Entendemos, lo repetimos, que por otra parte
se justifica también que los trabajadores tengan un seguro de
trabajo en cuanto a la jornada horaria a cumplirse Sin
embargo, creemos que los inconvenientes jurídicos con los cua­
les se tropieza, no hacen valedera una huelga que contribuye a
disminuir la producción... ».26

La AOT, por su parte, mantenía la medida y la denuncia de sabotaje


empresario. Afirmaba que estos, en pos de mantener elevado el precio de las

24. Gaceta Textil. Agosto de 1947.


25. Gaceta Textil. Agosto de 1947, pág. 6.
26. La Época. 13 de agosto de 1947.
la R E G U L A C IÓ N DEL C O N F LIC T O TEXTIL 179

mercaderías, no querían firmar ninguna garantía horaria. El 21 de agosto,


en respuesta a un telegrama enviado por funcionarios de la STyP donde
se solicitaba que se fijase la posición patronal final, la ATA especificó una
vez más los motivos de su intransigencia: la imposibilidad de asegurar su
cumplimiento, la imposición desigual y, finalmente, la responsabilidad del
gobierno y no de los empresarios en resolver el problema de la escasez de
trabajo .27
Finalmente, el 28 de agosto de 1947, después de cuarenta y seis días de
una huelga que había afectado a miles de obreros, se llegó a un compromiso.
Una resolución gubernamental fue el medio para destrabar el conflicto: en
ella, se intimaba a reanudar las tareas con normalidad y otorgaba la garantía
horaria de forma provisional. Los empleadores debían proporcionar trabajo
en forma continuada durante treinta y seis horas semanales, salvo razones de
fuerza mayor, las cuales, de existir, debían ser acreditadas fehacientemente.
Pese a la rigidez patronal y las presiones del gobierno, el sindicato logró
imponerse.
Como veremos a continuación, esto melló el apoyo de la CGT y el
gobierno a la dirigencia de la AOT. Un mes después, a comienzos de octubre
de 1947, un nuevo conflicto, de mayor envergadura (incluyó a todo el
grem io) y por fuera de las negociaciones colectivas, dio como resultado la
intervención del sindicato.

Huelga e intervención de la AOT


Este apartado tiene por eje central la intervención que sufrió la A O T
entre octubre de 1947 y diciembre de 1948. Comienza analizando la huelga
general que derivó en el desplazamiento de la dirección sindical, y cierra
con la huelga de la lana y las elecciones de finales de 1948. Estas páginas
buscan demostrar cómo se entrelazaban en el gremio textil dos tendencias
contradictorias: por un lado, una intensificación de los métodos de control
dentro de las organizaciones sindicales y, por el otro, la pervivencia de una
movilización obrera que, pese a la represión y las persecuciones, continuaba
marcando límites a los demás actores sociales y políticos.

27. Llamativamente, en esta nota aparecía una importante preocupación em-


presaria propia de la coyuntura: la inclusión de capataces, encargados y empleados
en los convenios obreros: «Es evidente que la facultad de disposición de la empresa
y de aquellos que por delegación de la misma ejercen las funciones de control y
vigilancia, no puede ser cercenada en modo alguno. No es admisible y menos aún en
estos momentos en que el Superior Gobierno insta a una mayor producción, que los
jefes y capataces de un establecimiento se rijan por un convenio formalizado para
los obreros que de ellos dependerán, y mucho menos aún que eventualmente tengan
que atenerse a las instrucciones que pretendan darles los delegados y representantes
del sindicato dentro de los distintos locales de la fábrica». Gaceta Textil. Agosto de
1947, pág. 8.
180 M A R C O S S C H IA V I

La AOT, camino a la huelga


En septiembre de 1947, la prensa comunista denunció que unas doscien­
tas fábricas textiles pequeñas y medianas habían paralizado totalmente su
producción. Pedían medidas urgentes al gobierno, el restablecimiento de las
actividades mediante la incautación de las fábricas paralizadas y el control
obrero de la producción .28 También por esos días, Lucio Cano, secretario
general de la AO T, llamaba la atención sobre los cierres .29 En paralelo, el
periódico peronista El Líder estaba embarcado en una campaña de denuncia
de sabotajes industriales: sostenía que había empresas de distintas activida­
des que buscaban menguar su producción para incrementar los precios e,
indirectamente, sabotear los planes del gobierno. Titulaba: «La canalla textil
será intervenida. También Sudamtex, como Sedalana y Piccaluga, conocerá
los rigores de la justa ira popular. Una vez probados sus delitos sus autores
serán deportados ».30
Esta era la situación cuando, el 19 de septiembre de 1947, la AO T
decretó un paro de veinticuatro horas en repudio al sabotaje empresario. La
medida incluía manifestaciones callejeras. Sin embargo, finalmente, nada de
lo anunciado se llevó a cabo. Un día después de dar a conocer la medida, el
consejo directivo de la AOT se entrevistó con el presidente. Según la crónica
periodística:

«El general Perón, con su elevado criterio comprendió el pro­


blema abarcándolo en toda su magnitud y tuvo palabras de
encomio por la loable inquietud de los trabajadores que, identi­
ficados con su obra de gobierno, se muestran firmes y decididos
a prestarle todo su apoyo. Pidió a los dirigentes que depositaran
en sus manos la tarea de procurar una solución a ese conflicto.
De inmediato se consagró a ese propósito; y pocas horas después
pudo informarles que la solución estaba lograda ».31

Ante el conflicto inminente, Perón se presentaba como último recurso. No


obstante, unos días después, Norberto Framini, secretario de organización
de la AOT, informaba:

28. «Mientras que de todas las esferas se reclama el aumento de la producción


y no pocas veces se acusan a los obreros y especialmente a los comunistas de ser
los saboteadores, en nuestra industria los patrones paralizan las fábricas, y están
suspendiendo gran cantidad de obreros creando una difícil situación en los hogares
de los trabajadores, además de disminuir la producción. El Consejo de Asesores debe
exigir el rápido funcionamiento de todas las fábricas; si los patrones no lo quieren
hacer, que el gobierno las incaute y con la participación en el control por parte de
los obreros, las ponga en funcionamiento». Orientación. 1 de octubre de 1947.
29. El Laborista. 9 de septiembre de 1947.
30. El Líder. 23 de septiembre de 1947.
31. El Líder. 20 de septiembre de 1947.
la R E G U L A C I Ó N D E L C O N F L I C T O T EX TI L 181

«la AOT está preocupada y alarmada por la difícil situación que


están creándole al gremio la actitud reprobable de los estable­
cimientos textiles al disponer cierres arbitrarios de fábricas o
injustas e inexplicables suspensiones de numerosos personales.
No es que ello nos sorprenda pero sí nos preocupa e inquieta
seriamente... ».32

Como lo muestran los dichos de este dirigente, la situación parecía no


haber cambiado pese a la intervención presidencial.
La A O T declaró la huelga general el I o de octubre de 1947 debido a
la disconformidad con el cierre de cientos de establecimientos, la falta de
fueloil, que llevaba al cese de actividades en algunas fábricas, el despido de
delegados en distintas empresas y la discrepancia entre algunos patrones y
obreros en referencia a la aplicación de convenios vigentes.
La medida había sido resuelta sin previa asamblea del sindicato, decisión
que rápidamente generó disidencias dentro del mismo consejo directivo
de la A O T y en ciertos delegados de fábricas, quienes repudiaron el paro
declarado y lo desconocieron .33 Un núcleo de veinticuatro miembros del
sindicato dio a conocer, el 3 de octubre por la noche, una declaración en la
que expresaron que la huelga había sido resuelta sin que los trabajadores
supieran su causa; la definieron como «una maniobra patronal comunista» 34
e invitaron a los trabajadores a reintegrarse a sus labores.
Unos días después, se publicó una entrevista con un dirigente textil,
quien, ante la pregunta de por qué se había prescindido de la asamblea de
delegados en la declaración de la huelga, afirmó:

«El jueves, cuando el secretario general de la AOT, Lucio Cano,


se hallaba ausente en Córdoba se presentaron al local de la
Asociación unos quinientos individuos de la Fábrica Argentina
de Alpargatas exigiendo a los miembros del consejo que se ha­
llaban en ese momento reunidos que se decretase la huelga
general por veinticuatro horas como protesta por lo que venía
ocurriendo en el referido establecimiento donde se había des­
pedido a veinte delegados y adoptado otras disposiciones que
los obreros consideraban atentatorias contra sus intereses. Lo
que los obreros ignoraban es que la comisión interna actuaba en
combinación con la patronal, pues la filial Patricios está copada
por los comunistas y esto lo sabe todo el mundo ».35

No se puede afirmar con certeza qué parte de la dirigencia de la A O T y


de la conducción de la comisión interna de Alpargatas estuviera constituida

32. El Líder. 22 de septiembre de 1947.


33. El Líder. 3 de octubre de 1947.
34. El Líder. 4 de octubre de 1947.
35. La Época. 6 de octubre de 1947.
182 M A R C O S S C H IA V I

por comunistas. Lo que sí se observa en este período es un intento de


acercamiento de la militancia comunista al sindicato .36 También se advierte
la utilización de este supuesto «com plot comunista» por parte de medios
peronistas y sindicalistas opositores para desestabilizar el consejo directivo
de la AOT.

La huelga y la crisis de la dirigencia de la AOT


La decisión tomada por la dirigencia de la A O T no contaba con impor­
tantes apoyos ni dentro ni fuera del sindicato. En un comunicado, la STyP
había desmentido haber autorizado el movimiento huelguístico:

«tales versiones son absolutamente infundadas y solo pueden


atribuirse a la acción disolvente y perturbadora de quienes se
hallan empeñados en una obra negativa inspirada en propósitos
ajenos a los auténticos intereses gremiales ».37

La posición de la CGT era también poco condescendiente tanto con el


sindicato textil como con los industriales de la rama:

«La clase patronal, en forma subrepticia unas veces, ostensible


otras y utilizando elementos adictos, perfectamente disfrazados
de “revolucionarios”, viene desarrollando un plan premeditado
en el terreno de la producción con sentido puramente políti­
co, a cuyo ju ego no pueden prestarse honestamente las clases
laboriosas. La finalidad perseguida es evitar el aumento de la
producción y con el pretexto de la escasez artificial originada por
maniobras perfectamente descubiertas y producido el conflicto,
dan a este un sentido puramente político, ya para obtener sus
propósitos de aumentar el precio de los productos que elabora o
bien para hacer aparecer a los cuerpos directivos del gobierno
en posición adversa a las aspiraciones de las clases trabajadoras
( . . . ) . La huelga, arma específica y perfectamente legal de los
trabajadores, debe ser el recurso extremo y no una gimnasia
porque en este caso adquiere carácter político y no beneficia
sino que por el contrario perjudica a la causa obrera ( . . . )» . 38

36. Una asamblea de delegados de la AOT realizada en esos días había sido
considerada por la prensa comunista «un paso adelante en la marcha hacia la cons­
trucción del potente sindicato que pueda enfrentar con éxito todos los problemas que
en los momentos actuales tienen que enfrentar los trabajadores textiles». Orientación.
17 de septiembre de 1947.
37. Gaceta Textil. Octubre de 1947, pág. 11.
38. Ibíd., pág. 12.
LA R E G U L A C I Ó N D E L C O N F L I C T O T E X T I L 183

En este fragmento, se asociaba conflicto social con uno político, donde


el clivaje era gobierno-oposición. Pero en este caso, luchar estaba emparen­
tado con ser antiperonista. La CGT afirmaba que tanto comunistas como
industriales estaban unidos, enfrentados al gobierno; por eso, ante esto, el
camino sindical correcto era evitar el conflicto.
El caso textil no era un ejemplo aislado. Por entonces, la CGT se oponía a
este y a cualquier movimiento huelguístico semejante. En la inauguración del
nuevo local de la central obrera, en Moreno 2033 (Capital Federal), Aurelio
Hernández resaltó la necesidad de organizar y disciplinar las fuerzas de
trabajo. En este sentido, toda declaración de huelgas debía tener lugar luego
de la intervención de la CGT. El examen de todos y cada uno de los problemas
debía ser realizado por la central.39 La apuesta era la centralización del
conflicto, que la CGT controlara y tuviera real injerencia en las decisiones de
los sindicatos por rama. Según Hernández, «no debía jugarse con las huelgas
pues estas beneficiaban a los comunistas, a la oligarquía y al imperialismo ».40
En ese mismo acto, Perón aseveró: « ( . . . ) Hemos llegado a nuestros días
dando todo lo que ha sido posible dar. Ahora hay que comenzar a dar con
prudencia, porque para dar es menester construir primero ».41 En su editorial
del 2 de octubre, La Época afirmaba:

«En último caso, los trabajadores redimidos por la política de


justicia social del Gral. Perón, están obligados a meditar antes de
cesar la producción, primero por instinto de propia conservación,
y segundo, por lealtad y por agradecimiento a un gobierno que
les sacó de la esclavitud política, social y económica, dándoles
derechos que jamás tuvieron, y llevándolos a representaciones
parlamentarias y funciones públicas».42

El planteo era transparente: las posiciones de poder que los sindicatos


habían conseguido debían ser compensadas con paz social y moderación. Ese
era el acuerdo que reivindicaba el ala política del peronismo representada
por La Época. Para un sector importante de los trabajadores y militantes
sindicales, la ecuación era distinta: el peronismo equivalía a conflicto social,
a avance obrero.
En medio de ataques internos y externos, la dirigencia de la AOT reafirmó
que estaba, había estado y estaría totalmente identificada con el gobierno.
En esas horas, una delegación sindical (sus integrantes eran Atilio López,
Francisco Pérez, Antonio Ordaz y Andrés Framini) había visitado La Epoca
y afirmado que no había filtración comunista alguna en el sindicato, sino
que la huelga era producto del sabotaje a la producción que efectuaban los

39. La Prensa. 4 de octubre de 1947.


40. Ib id.
41. Ibíd.
42. La Época. 2 de octubre de 1947.
184 M A R C O S SC HI AV I

patrones mediante detenciones de máquinas y jornadas, suspensiones de


turnos, y represalias contra comisiones internas y delegados.
El 3 de octubre, La Época informó que, en veinticuatro horas, los textiles
volverían al trabajo, que el paro llegaba a su fin por las gestiones que se
venían realizando en paralelo a la dirigencia y porque la mayoría de los
obreros entendía que los reclamos podían sostenerse sin dejar de trabajar.43
Por su parte, el secretario general de la Federación Obrera Textil Argentina
(FOTA ),44 Femando Lara, anunció que no habían acatado la huelga. Además,
sostuvo que correspondía a los organismos oficiales, y no a algún sindicato,
reprimir la situación creada por los industriales.45 Esto hacía que veinte mil
obreros de la zona sur del Conurbano bonaerense siguieran realizando su
labor.46
En esas mismas horas, la recientemente creada Agrupación Textil Pero­
nista (ATP) dio a conocer un comunicado en el que censuraba la actitud de
1 lo que llamó «elementos perturbadores»;47 responsabilizaba a los miembros
del Consejo Directivo de la AOT por haber sumido al gremio en la anarquía
y asumían «toda la responsabilidad emergente de la lucha por recuperar la
AOT de los tentáculos comunistas».48 En otro comunicado, informaron sobre
el ataque sufrido por una delegada de fábrica, que había sido herida de
gravedad en un piquete comunista al presentarse en la fábrica para ordenar
la vuelta al trabajo.
Más allá de su discurso y prácticas, lo que llama la atención de esta
agrupación textil peronista es su misma existencia: en esos primeros años
de gestión, para disputar poder en sindicatos usualmente identificados con
el gobierno, se crearon esta y otras organizaciones oficialistas.

Final de la huelga e intervención


A partir del 6 de octubre, la huelga comenzó a declinar.49 Muchos obreros
habían regresado al trabajo, ya que habían acatado la decisión del grupo
sindical disidente, que actuaba en el local de las Agrupaciones Gremiales
Peronistas. Según los disidentes, su exhortación había sido aceptada por más

43. La Época. 3 de octubre de 1947.


44. La FOTA era muy fuerte en el sur del Conurbano bonaerense. Agrupaba a
los personales de gran parte de las fábricas textiles de Avellaneda, Quilmes, Cuatro
de Junio (Lanús) y Lomas de Zamora. Era una federación de sindicatos locales y por
empresa, con influencia en La Bernalesa, Fabril Financiera y Ducilo, entre otras.
45. La Época. 3 de octubre de 1947.
46. Por otro lado, la dirigencia de la FOTA responsabilizaba a la AO T por la
disolución y el fracaso de la COTRA. El Laborista. 8 de octubre de 1947.
47. La Época. 5 de octubre de 1947.
48. Ibíd.
49. El Laborista. 7 de octubre de 1947.
LA R E G U L A C I Ó N D E L C O N F L I C T O TE X TI L 185

de la mitad de los trabajadores, y fue casi total en Buenos Aires, Quilmes,


Avellaneda, Lomas de Zamora y Vicente López .50
Un día después, acorralada, la dirigencia de la AO T dispuso la vuelta al
trabajo. A lo largo de esas jornadas, el sindicato había intentado realizar
asambleas generales. Sin embargo, las dos programadas no habían podido
desarrollarse por falta de permiso policial. Se había intentado tener una
entrevista con Perón, pero también se fracasó. El 8 de octubre, la FOTA
reivindicó la unidad del gremio, la convergencia hacia una fuerte institución
y llamó a desplazar a los dirigentes de la AOT:

« ( . . . ) no cometer el error de confirmarlos [a los dirigentes] o


reponerlos al frente de las organizaciones por cuanto su conti­
nuidad sería perjudicial para el movim iento textil ya que ello
traería aparejado a la desconformidad reinante la inseguridad
que sus decisiones han provocado ».51

Dentro del sindicalismo textil, esto evidenciaba que la posición de la


dirigencia de la AOT estaba seriamente debilitada.
Los comunistas, por su parte, habían apoyado la huelga plenamente. La
habían definido como una «excelente expresión de la combatividad del gre­
mio y como una importantísima experiencia del combate de la clase obrera
argentina ».52 Consideraban que sus causas eran justas y habían criticado la
suspensión policial de las asambleas programadas, los mensajes emitidos
por la radio que tergiversaban la realidad de los hechos y la detención de
centenares de obreros textiles .53
Este apoyo complicaba aún más la posición de la dirección de la AOT. El
Consejo Directivo había convocado, para el domingo 19 de octubre, a una
reunión en su local (Ecuador 628), a la que debían asistir los secretarios de
ramas y comisiones internas, pero las fuerzas policiales impidieron que se
realizara. Unos días después, el sindicato fue intervenido por la CGT.
El 24 de octubre de 1947, la llamada comisión de conciliación de la AOT
hizo público un manifiesto a través del cual pretendía hacerles saber a sus
asociados que debían mantener estricta disciplina y no dejarse influenciar
por personas extrañas a los intereses del gremio. También se informó que la
A O T no estaba intervenida, sino que se había constituido una comisión de
conciliación presidida por delegados de la CGT, cuyo objetivo era reorganizar
el sindicato y su padrón para llamar a elecciones rápidamente. El documento
concluía exhortando a mantener la unidad gremial y a sostener el ritmo de
trabajo .54

50. Ibíd.
51. El Laborista. 8 de octubre de 1947.
52. Orientación. 8 de octubre de 1947.
5 3 .Ibíd.
54. La Prensa. 25 de octubre de 1947.
186 M A R C O S S CHI AV I

Mientras, la prensa comunista manifestaba que la intervención textil


violaba los estatutos y las normas sindicales:

«La intervención se produce justamente cuando el sindicato


comenzaba a tomar el camino de su independencia y de la lucha
abierta por finalizar algunos convenios como el de la lana y el
de la seda y cuando millares de obreros y obreras del algodón
reclaman la revisión de un convenio firmado contra su voluntad.
¿No será que se quiere im pedir que los obreros arranquen a
la patronal nuevos y mejores convenios, que se conquiste el
derecho a trabajar seis horas en trabajos insalubres, que la
mujer logre igual salario por trabajo igual del del hombre ?».55

Ante este panorama, y pese al deseo de algunos militantes, el camino


recomendado en el semanario comunista Orientación era resistir dentro del
sindicato, sobre todo, en las comisiones internas.
La intervención no solo fue en el campo dirigencial, sino que también
implicaba alcanzar un mayor control sobre las seccionales y comisiones
internas. En Manufactura Algodonera Argentina, el local sindical había
sido avasallado y se había destituido la comisión interna .56 Días después,
una delegación obrera de la empresa visitó El Laborista, donde solicitaron
el cese de la intervención de su comisión interna; en la última elección,
había salido triunfante con una diferencia de más de mil votos. Informaron,
además, que se los estaba tildando de comunistas y se les hacía imposible
la vida en la fábrica; consideraban que era una afrenta, luego de haberse
«jugado la vida » 57 por el peronismo, que en esos momentos se los considerara
infiltrados.
A comienzos de diciembre de 1947, la intervención logró imponer un
veedor en Alpargatas, lo que significaba una intervención encubierta .58
Horas después, este veedor citó a un delegado de sección y le pidió que
renunciara, ya que, com o era comunista, no estaba identificado con la
política oficialista .59
Se abría una nueva etapa, en la que los conflictos por empresa fueron
esporádicos, las negociaciones, más centralizadas y la presencia comunista,
perseguida. A l comenzar su gestión, dos eran los desafíos sustanciales de
la intervención. Por un lado, regular el conflicto capital-trabajo de una
manera más eficaz, evitar los paros sorpresivos, los conflictos por empresa y
la rebelión de las comisiones internas en las plantas. Por el otro, lograr la
estabilización de la A O T y la unificación de todos los textiles en una única

55. Orientación. 5 de noviembre de 1947.


56. La Hora. 4 de noviembre de 1947.
57. El Laborista. 8 de noviembre de 1947.
58. La Hora. 3 de diciembre de 1947.
59. La Hora. 4 de diciembre de 1947.
la r e g u la c ió n del c o n flic t o t e x til 187

y poderosa organización, y alcanzar un acuerdo para la incorporación de


los otros sindicatos del sector. Cecilio Conditti ,60 su interventor, se propuso
llevar a cabo estos objetivos a lo largo de su año de gestión. En los próximos
apartados, observaremos cuáles fueron las medidas que tomó y cuáles, sus
alcances.

Un premio a la productividad
Hemos comentado antes que el sector patronal textil mostraba una per­
sistente preocupación por la caída del rendimiento obrero. Según un estudio
de la Organización Internacional del Trabajo (O IT ), entre 1939 y 1947, la
productividad de la mano de obra textil argentina había disminuido casi un
20 %.61 En realidad, más que una caída en el rendimiento, había habido una
reducción de la explotación gracias, por un lado, a las limitaciones impuestas
a los industriales por los convenios colectivos y las comisiones internas, y,
por el otro, al incremento del ausentismo del personal.
A estos elementos se agregaba un aumento real del costo de la mano
de obra. Jorge Katz plantea que, entre 1946 y 1954, las negociaciones
obrero-patronales habían perdido parte de su significado, pues los aumentos
de salarios no guardaban relación alguna con los cambios observados en
la productividad de cada industria. En el caso textil, una reducción en el
producto per cápita era acompañada de aumentos salariales similares a los
de otras industrias, y eso generaba que sus márgenes de beneficios brutos,
obviamente, decrecieran .62
Todos estos factores eran resaltados en el discurso de los industriales del
sector. Asimismo planteaban que lo que ocurría en el ámbito político-sindical
impactaba en la subjetividad del trabajador. Así se describía a los obreros
textiles en Gaceta Textil, una publicación patronal:

« ( . . . ) Su única preocupación pareciera ser cobrar un buen


salario. En cuanto a trabajar, esta es una palabra que resuena
con efectos dañinos en los oídos de muchos obreros. No se
les hable de trabajar. “ ¡Trabajar! ¡Que trabaje el patrón, que
demasiada plata gana a costa de nuestro sudor! Pero que nos
pague la indemnización por despido. Y que nos pague el preaviso

60. Conditti, originalmente, pertenecía a la Asociación de Trabajadores del


Estado (ATE). En la reunión del 16 de octubre de 1945 en la CGT, había votado
a favor de la huelga. Luego de ser interventor en la AOT, en febrero de 1949, fue
designado para la misma función en el sindicato de gráficos. En junio de ese año,
fue nombrado agregado obrero ante el Ministerio de Relaciones Exteriores.
61. OIT. Los salarios en la industria textil: estudio internacional. Ginebra, 1952,
pág. 69.
62. J. Katz. «Características estructurales del crecimiento industrial argentino.
1946-1961». En: Desarrollo Económico, vol. 7, n.° 26: Buenos Aires (1967).
188 M A R C O S SCHIAVI

también, y además la jubilación y las vacaciones. Para qué nos


vamos a sacrificar, trabajando como esclavos, si lo tenemos
al patrón a nuestra merced y gana y si nos echa nos llamará
de nuevo mañana mismo, ese u otro; porque no conseguirán
obreros ”».63

En este fragmento, se condensaba gran parte de la mirada patronal sobre


la coyuntura: el pleno empleo, más la ascendencia política y sindical de
los obreros, había transformado las relaciones de fuerza en el mundo del
trabajo textil.
En este contexto, el papel de la intervención fue, desde un comienzo,
acercar posiciones con los industriales. En consonancia con esto, se firmaron
convenios donde se plasmaban algunos de los anhelos industriales. A co­
mienzos de 1948, los representantes de la Cámara Argentina de la Industria
Textil (CAIT) y la intervención de la AO T llegaron a un acuerdo para aplicar
un plan de incentivo a la productividad en la rama algodón; con tal inicia­
tiva, se buscaba dar por satisfechas las aspiraciones obreras de aumentos
salariales fuera de lo estipulado por convenio. El acuerdo era el siguiente:

«Los operarios pertenecientes única y exclusivamente a la rama


de algodón, cuyos servicios se remuneran por hora, día o a
destajo, regidos por el Convenio suscripto ante la Secretaría de
Trabajo y Previsión, el 29 de abril de 1947, gozarán del PREMIO
A LA PRODUCTIVIDAD siguiente.
»Únicam ente los servicios prestados por el personal aludido
durante cada quincena íntegramente trabajada con jornadas
completas de trabajo real y efectivo, se remunerarán con un
premio del diez por ciento ( 10 % ) sobre el salario que perciban
los obreros; es decir, las horas trabajadas se pagarán con un
premio del diez por ciento ( 10 % ) sobre dichos salarios, siem­
pre que trabajen íntegra y efectivamente todas las horas que
correspondan al horario quincenal de trabajo dispuesto por el
empleador ( . . . ) .
»N o se considerará con derecho a gozar de este prem io a todo
obrero que no haya cumplido su horario quincenal completo,
aunque su ausencia o interrupción en la prestación de las tareas
tenga por m otivo causas ajenas a su voluntad como ser: enfer­
medades y accidentes inculpables o del trabajo, maternidad,
permisos, licencias, vacaciones, llegadas tarde y salidas antes de
finalizar la jornada ( . . . ) .
»El empleador podrá modificar los horarios actuales con arreglo
a las necesidades o conveniencias del trabajo, casos fortuitos o

63. Gaceta Textil. Edición especial. 1948, pág. 38.


la r e g u l a c ió n del c o n f l ic t o t e x til 189

fuerza mayor, sea prolongado o reduciendo la duración de las


jornadas, días y número de horas de trabajo, o bien efectuando
las redistribuciones que estime del caso».64

Más que acuerdos por productividad, lo eran de presentismo, destinados


a menguar los altos índices de ausentismo. Se intentó imponer este mismo
tipo de acuerdo en el gremio de metalúrgicos, y no se logró. En este sentido,
la intervención de la A O T fue más eficaz.
Su objetivo era establecer cierta disciplina y orden con el fin de beneficiar
el desarrollo de una industria que comenzaba a mostrar signos de crisis. Con
esta misma actitud conciliadora, se buscó negociar los convenios colectivos.
Eso no im pidió que la rama lana fuera a la huelga en 1948, demostrando
así los límites del control de la intervención y las tensiones en el interior del
gremio entre la AO T y la FOTA, uno de los sindicatos textiles paralelos que
mencionamos anteriormente.

La huelga de la lana de 1948


A mediados de 1948, la intervención de la AOT, al conocer la situación
de intranquilidad que se vivía en la rama lana, hizo público un comunicado,
en el que informó:

«cualquier medida de paralización total o parcial que, por cuen­


ta propia realizara cualquier establecimiento, sin previa consulta
o autorización de la AOT, será inmediatamente desautorizada,
quedando por lógica consecuencia sin el apoyo de la organiza­
ción que los agrupa ».65

Uno de sus objetivos centrales era evitar que hubiera conflictividad por
empresa. Para reforzar el poder de la organización, necesitaba disciplinar a
sus afiliados.
El convenio se había presentado a comienzos de año, ya que el anterior
había vencido el 21 de marzo de 1948. El petitorio original proponía salarios
de $ 2,60 para los oficiales, $ 2,40 para los medio oficiales y maquinistas, y
$2,10 para peones y ayudantes. La respuesta patronal era aumentar $ 0,12
para las mujeres y $ 0,15 para los hombres, montos muy alejados de los
propuestos por los sindicatos. Ante este retraso en la firma, en la prensa
peronista se informaba sobre los avances de las gestiones paritarias y se
realzaba la necesidad de la demora en el tratamiento .66 Los comunistas
planteaban, por su parte, que el objetivo de la patronal era dilatar la firma

64. Ibíd., pág. 164.


65. La Época. 22 de junio de 1948.
66. La Época. 22 de junio de 1947 y La Época. 23 de julio de 1948.
190 M A R C O S S CHI AV I

de un convenio despojado de todo contenido reivindicativo, pero con el


agregado del llamado «estímulo a la producción ».67
En una asamblea efectuada el dom ingo 11 de julio de 1948, la FOTA
resolvió declarar la huelga, en principio, en virtud de que la firma del
convenio se había demorado demasiado. La intervención de la AO T declaró
que ni autorizaba ni aceptaba la decisión, pues la consideraba inconsulta
e innecesaria; además, esta resolución no respetaba el acuerdo al que días
antes habían llegado representantes de la AOT, la FOTA y el SOTU; en él,
se había convenido no realizar ninguna medida de fuerza hasta tanto se
agotaran los recaudos legales .68
A pesar de la decisión de la AO T de evitar el conflicto, a fines de agosto
comenzaron a desarrollarse paros parciales en diversos establecimientos
textiles. La STyP consideró que esto respondía a elementos perturbadores
infiltrados.69 El primero de estos movimientos se produjo en las tres fábricas
Piccaluga, donde, el 23 de agosto de 1948, se paralizaron las tareas por dos
horas .70
Ante esta situación, a finales de agosto, fueron convocados todos los
secretarios generales de las comisiones internas. En esa reunión, Conditti
inform ó que era muy difícil la negociación debido a la postura patronal
y que era necesario tomar una resolución. Varios secretarios propusieron
comenzar lo antes posible con paros parciales. Norberto Framini, secretario
de la rama, apoyó estas iniciativas. Sin embargo, y pese a las propuestas
mayoritarias de parar inmediatamente, el interventor decidió declarar la
huelga en principio, es decir, en suspenso.71
Mientras tanto, se extendían los paros en distintas fábricas, y los sindi­
catos paralelos a la A O T no seguían sus directivas. En Valentín Alsina, los
trabajadores de Campomar, Argos y La Proveedora Giardino, agrupados en
el SOTU, realizaron el 31 de agosto un paro de veinticuatro horas .72 La
FOTA declaró la huelga a partir del 2 de septiembre .73 Dos días después, La
Hora titulaba «Más de veinte mil trabajadores de la lana están en huelga » 74 y
denunciaba las maniobras dilatorias de Conditti. En Campomar Avellaneda,
Intela, La Emilia (las tres de la FOTA), Piccaluga, Campomar Valentín Alsina,
Argos y varias más, la huelga era total.
El 8 de septiembre de 1948, y pese a la oposición del interventor, en una
asamblea realizada en el Luna Park, veinte mil trabajadores textiles afiliados

67. Orientación. 5 de mayo de 1948, y 12 de mayo de 1948.


68. La Época. 13 de julio de 1948.
69. La Época. 25 de agosto de 1948.
70. La Época. 24 de agosto de 1948.
71. La Hora. 31 de agosto de 1948; y La Época. 31 de agosto de 1948.
72. La Hora. 1 de septiembre de 1948.
7 3 .Ibíd.
74. La Hora. 4 de septiembre de 1948.
la R E G U L A C I Ó N DE L C O N F L I C T O T EX TI L 191

a la AOT declararon la huelga general.75 Un día después, la industria lanera


mostraba una adhesión total a la medida. Se había comenzado a organizar
comités de huelga y comités interfabriles .76
Los comunistas denunciaban que Conditti negociaba de espaldas al
gremio la firma del convenio con aumentos menores, como un 15% menos
para las mujeres; no había ninguna mención sobre la garantía horaria de
cuarenta horas; tampoco sobre escalafón, mejoras de tarifado en tejeduría
ni bonificaciones especiales. El periódico Clase Obrera, dirigido por Rodolfo
Puiggrós, afirmaba:

«cuarenta mil obreros textiles de la rama lana, después de ocho


meses de inútiles esperas y de largas promesas, han paralizado
el trabajo para arrancar de empresas, que cierran sus balances
con ganancias de muchos millones de pesos, salarios que les per­
mitan afrontar la compra de las mercaderías más indispensables,
que cada día se encarecen ».77

Durante el quinto día de huelga, la A O T volvió a responsabilizar a


las empresas por la medida de fuerza; realzaba el bajo nivel salarial de los
textiles en relación con sus abultadas ganancias.78 El sindicato había radicado
el diferendo en el Consejo Económico Nacional, que debía pronunciarse
rápidamente. A la espera de esta resolución, se decidió continuar con la
huelga.
En paralelo, la dirección de la A O T condenaba las actividades de los
comités interfabriles que actuaban sin autorización .79 El de la zona Noroeste
había resuelto movilizarse y pedir una entrevista con el gobernador de la
provincia de Buenos Aires, Domingo Mercante .80 Por su parte, el comité
de la zona Barracas solicitaba intervenir en la discusión del convenio y la
realización de una asamblea general. Días después, en una asamblea de
secretarios generales de comisión interna, Conditti increpó a los que habían

75. La Epoca. 9 de septiembre de 1948.


76. La Época. 10 de septiembre de 1948; y La Hora. 10 de septiembre de 1948.
77. Clase Obrera. Septiembre de 1948, era el órgano del Movimiento Pro Con­
greso Extraordinario del Partido Comunista, un desprendimiento del PC que apoyaba
al gobierno peronista.
78. El 13 de septiembre, a la huelga de la-lana, se sumó la huelga general decre­
tada por el sector de empleados administrativos, encargados de sección y capataces
de la industria textil. La medida fue tomada por la Federación de Empleados Textiles
cuyo secretario general era Aurelio Marco, y se debió a la negativa empresaria de
considerar un pedido de mejoras presentado en enero. Al aceptar la patronal volver a
negociar, la medida fue levantada dos días después. El convenio se firmó a comienzos
de diciembre de 1948.
79. La Época. 15 de septiembre de 1948.
80. La Hora. 13 de septiembre de 1948.
192 M A R C O S SCHIAVI

formado parte de la comitiva que había visitado a Mercante y los amenazó


con expulsarlos, lo que se llevó a cabo menos de una semana después.
En esa misma reunión, Conditti planteó que «se estaba con Perón o
contra Perón», en clara alusión a los comunistas. Ya entonces, en distintas
seccionales y comisiones internas, se expulsaba a trabajadores por ser miem­
bros del Partido Comunista (P C ). Asimismo los comités interfabriles dejaban
entrever un atisbo de crisis interna en el gremio, en el que las institucio­
nes existentes - y a fueran comisiones internas, seccionales o sindicatos-
parecían no poder canalizar la conflictividad .81
Finalmente, y en medio de una movilización obrera considerable, a fin de
septiembre se logró firmar el convenio colectivo. El 29 de ese mes, Conditti
inform ó que había llegado a un acuerdo; el 30, se realizó una asamblea
general de la rama para considerarlo y el I o de octubre se regresó al trabajo.
Ese mismo día, la A O T denunció que un grupo de perturbadores había
impedido violentamente la entrada de los obreros a las fábricas de Valentín
Alsina y A vellaneda .82 Se cerraba así una de las huelgas más largas de la
rama textil.

El final de la intervención
El prim er objetivo de la intervención, alcanzar una pax textil, no pudo
cumplirse. Además, en el plano organizativo, la intervención se había fijado
otras dos metas: normalizar la A O T y unificar el grem io textil. La primera
de ellas se realizó a finales de 1948. La segunda, pese a ciertos intentos, no
pudo conquistarse; la huelga de la lana y las rispideces intersindicales que
generó fueron el mayor obstáculo con el que se encontró.
La división sindical se había acrecentado con el correr del conflicto de
la lana. La A O T había presentado el proyecto original del convenio sin
discutirlo en una asamblea, mientras que las otras organizaciones habían
propuesto reformas que no habían sido apoyadas por la AOT. A esto se
sumaba el hecho de que algunas fábricas (Argos, Campomar -Valentín
A ls in a - Piccaluga y otras) se habían lanzado a la lucha antes de que la
medida fuera declarada oficialmente. La crítica del periódico properonista
Clase Obrera se centraba en Conditti:

«Durante su gestión al frente de la intervención de la AO T, el


señor Conditti ha puesto en evidencia su condición de elemento
patronal que practica métodos contrarios a la democracia sindi­
cal, interviniendo filiales y a las comisiones internas, por el solo
hecho de haber sido elegidas democráticamente y expresar las
aspiraciones de la masa ( . . . ) . La conducta de Conditti tiende en

81. La Hora. 21-22 de septiembre de 1948.


82. La Época. 1 de octubre de 1948.
LA r e g u l a c i ó n d e l c o n f l i c t o t e x t i l 193

los hechos a hacer recaer sobre el gobierno la responsabilidad


de lo sucedido y objetivamente favorece a los conspiradores
antinacionales que no cejan en sus objetivos de utilizar a los
obreros para sus repudiables planes ».83

Este tipo de planteos expresaba algunas de las tensiones latentes en el


movimiento sindical peronista. Esos «m étodos contrarios a la democracia
sindical» se asentaron en el período siguiente, a partir de 1949, ya sin la
intervención, aunque no de forma gratuita ni para los dirigentes ni para la
organización en su conjunto.
La A O T comenzaría esa nueva etapa con autoridades elegidas por sus
propios afiliados. El I o de noviembre de 1948, culminaron las elecciones
convocadas para la normalización del sindicato. Hubo en ellas cuatro listas:
la Azul, encabezada por Antonio Ciurlande, quien había sido recientemente
designado para asistir a la Conferencia Internacional del Trabajo en Ginebra;
la Marrón, a cuyo frente estaba Andrés Framini; la Amarilla, de Mariano
Tedesco; y la Verde, de Miguel Figueroa. En total, votaron dieciocho mil
afiliados .84 Resultó ganadora la lista Azul, por lo que fueron elegidos Ciur­
lande, secretario general; Julio Barbiero, secretario adjunto; José Luis Grioli,
secretario administrativo; y Antonio Hermida, tesorero. Gran parte de la
dirigencia anterior volvía a encabezar el sindicato. Mariano Tedesco y Lu­
cio Cano, los dos secretarios generales que había tenido la AOT, quedaron
afuera.
Entrevistado algo más de un mes después, Grioli afirmó:

«Es nuestra preocupación darle al grem io su verdadera carac­


terística revolucionaria, es decir, dotarlo de conquistas reales y
efectivas. Creemos que ha sido superada ya la lucha de clasifi­
cación de trabajo y de salarios y que, en consecuencia, se debe
ir un poco hacia las metas de la estabilización de la industria,
fomentando la producción, que traería una serie de ventajas
económicas para el pueblo ya que se abaratarían los artículos
de nuestra industria ( . . . ) . En otros aspectos lucharemos por la
salud del obrero desde todos sus ángulos. Llevaremos el control
de la enfermedad con el mismo derecho y obligación que la
patronal, constatando todos los casos, para evitar los abusos
patronales, y de los médicos que, en algunos casos solo sirven
intereses capitalistas. También se controlará a los malos obreros
que han hecho de las conquistas revolucionarias un profesiona­

83. Clase Obrera. Septiembre de 1948.


84. La Época. 1 de noviembre de 1948, el color de las listas no se relaciona­
ban estrictamente con ninguna corriente política sindical; en muchas ocasiones su
elección se debía a cuestiones azarosas.
194 M A R C O S SCHIAVI

lismo de la enfermedad y el despido, utilizando el sindicato y su


fuerza para burlar el sentido claro del grem io ... ».8S

Los tiempos cambiaban, y comenzaba una etapa de crisis económica y


mayor control político-sindical. Aunque había avanzado, la AO T todavía no
se había asentado completamente. La etapa 1949-1951 sería de consolida­
ción organizativa, pero también de crisis. La textil fue una de las actividades
industriales que más sufrió sus efectos.

A modo de cierre
Entre 1946 y 1948, la AO T se convirtió en el principal sindicato textil.
Tenía miles de afiliados y una importante red de comisiones internas. Había
logrado mejoras salariales y de condiciones de trabajo mediante negociacio­
nes colectivas y gracias a la movilización de los obreros que nucleaba. Sin
embargo, no había podido estabilizarse. Su primer secretario general había
renunciado y el segundo había sido desplazado por una intervención de la
CGT. Además, no había unificado aún a todos los trabajadores textiles en un
sindicato nacional único. Todo esto debilitaba la organización tanto en el
gremio como en la negociación con el sector patronal.
La intervención buscó establecer controles más estrictos y, por eso, se
propuso dominar ciertas organizaciones intermedias. No obstante, ese mayor
control y la persecución de militantes sindicales no implicaron el cese del
conflicto. La huelga de la lana de 1948 fue un ejemplo de esos límites.
El desafío de la nueva dirigencia textil era cómo manejar el conflicto,
asentar la organización y lograr que el sindicato se mantuviera poderoso.
La crisis abierta en 1949 no haría más que complicar la situación, ya de por
sí compleja si recordamos que la organización textil y la identidad política
peronista estaban, desde sus orígenes, relacionadas con la conflictividad
laboral.

85. La Época. 29 de diciembre de 1948.


Ill

La política sindical durante la crisis


(1949-1951)
En los primeros treinta meses del gobierno peronista, los gremios meta­
lúrgico y textil tuvieron, en cierta medida, un desarrollo sindical semejante.
En ellos, se conformaron poderosos sindicatos de alrededor de cien mil
afiliados, de los que formaban parte muchas y activas comisiones internas.
Este proceso se dio dentro de instituciones centralizadas como la Unión
Obrera Metalúrgica (U O M ) y la Asociación Obrera Textil (A O T ), pues los
proyectos de crear federaciones nacionales habían fracasado. Ambos sindi­
catos firmaban convenios colectivos de trabajo amplios, que trascendían la
estipulación salarial, lo que generaba una nueva legalidad industrial.
Se trataba de dos organizaciones jóvenes que habían ocupado el espacio
perdido por sindicatos comunistas. Además, creadas a partir del apoyo de
sindicatos de servicios, habían contado con la presencia de socialistas entre
sus fundadores. Hasta allí llegaban las semejanzas más relevantes. Luego,
hubo claras diferencias.
La mayor de esas diferencias residía en que sus fuerzas político-sindicales
no eran equivalentes. Hechos ocurridos en 1947 y 1948 demuestran que
la UOM tenía m ayor poder político dentro del m ovim iento sindical y en
las negociaciones con el capital. En 1947, mientras la A O T era intervenida
por la Confederación General del Trabajo (CG T), la UOM se enfrentaba
con Aurelio Hernández, quien, días después, dejaba su cargo de secretario
general. A comienzos de 1948, la AOT firmó un acuerdo salarial vinculado
estrechamente con el presentismo obrero. El mismo tipo de acuerdo fue
rechazado drásticamente por la UOM a fines del mismo año.
Ahora bien, ¿a qué se debía esta diferencia de fuerza entre ambas orga­
nizaciones de obreros industriales? En primer lugar, a factores económicos
estructurales, al desarrollo propio de las actividades industriales específicas.
Otras causas estaban ligadas a cuestiones organizacionales de los propios
sindicatos. La A O T no logró asentar una dirección estable, fue intervenida
durante un año y se enfrentó a otras organizaciones textiles. En cambio, la
UOM se conformó como un sindicato estable y previsible, que agremiaba
empleados y obreros, dirigido rígidamente por Hilario Salvo, y en el que
funcionaban comisiones internas poderosas, pero también controladas. El
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sindicato metalúrgico logró un equilibrio organizacional y de movilización


que le perm itió detentar un poder interno y externo que la A O T no pudo
conseguir.
Esta era la situación a comienzos de 1949, momento en el que comienzan
a sentirse los primeros signos de un cambio de ciclo económico. Entre 1949
y 1951, los años finales de la primera presidencia de Juan Domingo Perón,
se vivió en la Argentina una importante crisis económica, que impactó
tanto a nivel político como social. La dinámica sindical no fue ajena a este
cimbronazo.
En los casos estudiados en este trabajo, puede afirmarse que los dirigen­
tes sindicales metalúrgicos y textiles decidieron sacrificar reivindicaciones
económicas particulares de sus gremios y reforzaron la represión interna;
esto conllevó a un debilitamiento de los lazos organizacionales y a una caída
del poder de negociación de los sindicatos, principalmente, del textil.
Para Rainer Deppe, Richard Herding y Dietrich Hoss ,1 la relación entre
base, sindicatos y partidos (sobre todo, cuando estos últimos son gobierno)
difiere radicalmente según los cambios cíclicos de las distintas economías.
Durante los períodos de prosperidad, cuando se obtienen concesiones de los
empresarios con mayor facilidad, existe una mayor probabilidad de conflicto
entre los partidos, que recomiendan moderación salarial, y los sindicatos,
que están bajo la presión de la base. También, entre el liderazgo sindical y su
base. En cambio, en las etapas de declive económico, cuando la clase obrera
se ve obligada a defenderse de los ataques a sus empleos y condiciones
de vida, y apenas hay posibilidades de éxito económico en el ámbito de la
fábrica o a través de negociaciones salariales a mayor escala, el compromiso
se desplaza a la arena política. Los trabajadores esperan medidas políticas
que protejan sus intereses. Normalmente, los partidos cimentados en los
sindicatos adoptan estas expectativas cooperando con mayor intensidad en
la reforma política o, al menos, en programas de intervención estatal. Estos,
sin embargo, están ligados en su mayoría a acuerdos de moderación salarial
de mayor o menor alcance.
¿Fue esto lo que ocurrió durante el segundo trienio peronista? Entre
los años 1949 y 1951, los niveles de m ovilización y conflictividad obrera
disminuyeron drásticamente, en particular, en el sector industrial. Según
Louise Doyon, a mediados de la primera presidencia de Perón, se produjo
un eclipse de la iniciativa obrera mientras, en paralelo, el gobierno revertía
su política tolerante hacia las huelgas y la CGT aumentaba su función
disciplinaria interviniendo en mayor medida en la dinámica interna de los
sindicatos. Aunque es un elem ento importante en la explicación, Doyon

1. R. Deppe, R. Herding y D. Hoss. «Relación entre acción sindical y los partidos


políticos». En: El resurgimiento del conflicto de clases en Europa Occidental a p a rtir de
1968. Compilado por C. Crouch y A. Pizzorno. Vol. 2. Madrid: Ministerio de Trabajo
y Seguridad Social, 1991.
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no considera la caída de los niveles de conflictividad sólo a partir del giro


conservador de la política sindical del gobierno. Sostiene que influyeron
otros factores, entre ellos, las mejoras obtenidas por los obreros y/o los
niveles de institucionalización alcanzados en la relación capital-trabajo .2
Lo que esta autora no observa es que, en medio de la crisis económica,
ciertas decisiones sindicales pueden explicarse desde lo político. Es decir, la
existencia de opciones elegidas a partir del reconocimiento del papel político
que les correspondía a los trabajadores, fuesen estas opciones sindicales o
gubernamentales. En la nueva etapa abierta en 1949, plantea Doyon, las
relaciones Estado-sindicatos se reconfíguraron:

«la sombra proyectada por el gobierno sobre el m ovim iento


obrero organizado adquirió progresivamente tal magnitud que,
a fines de la década, éste comenzó a asemejarse a un cuasi
apéndice administrativo del régimen peronista ».3

Confunde las intenciones del gobierno con lo realmente ocurrido. En


verdad, este buscó controlar los sindicatos y, en ciertos casos, lo logró. Sin
embargo, esta operación no fue todo lo exitosa que hubiera querido. Lejos
estuvieron las organizaciones obreras de ser «apéndices administrativos»,
incluso en momentos de crisis económica.
Esta sección tiene por objetivo estudiar los cambios y las continuidades
en la dinámica sindical metalúrgica y textil. Se compone de tres capítulos. El
primero («Crisis económica y disciplina sindical») presenta el período: en él,
se analiza la situación política, económica y sindical general. Los siguientes
(«L a UOM en tiempos de crisis» y «Unidad y crisis tex til») examinan por
separado el devenir de cada uno de los casos abordados en este trabajo.

2. L. Doyon. Perón y los ti'abajadores: los orígenes del sindicalismo peronista,


1943-1955. Buenos Aires: Siglo XXI, 2006.
3. Ibíd., pág. 295.

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