Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
1. J. Torre, ed. Nueva Historia Argentina. Vol. 8: Los años peronistas: (1943-1955).
Buenos Aires: Sudamericana, 2002, págs. 28-30.
2. D. James. Resistencia e integración: El peronismo y la clase trabajadora argenti
na, 1946-1976. Buenos Aires: Sudamericana, 1990, pág. 50.
72 MAR COS SCHIAVI
La consolidación política
El peronismo que asumió el poder en junio de 1946 era una expresión
política joven e inestable. Se trataba de una coalición conformada apenas
medio año atrás, con varios frentes de conflicto interno abiertos, que había
enfrentado y vencido a los sectores más poderosos del país, en medio de
un clima de movilización social inédito. Por todo esto, Perón consideró
necesario estabilizar la situación, legitimarse y fortalecerse políticamente.3
En esta etapa inicial, el gobierno apostó a descomprimir el clima de
polarización, generar consensos amplios y conquistar la aceptación de los
grandes grupos económicos con los que se había enfrentado meses atrás. En
este sentido, buscó atemperar el carácter de clase que lo había acompañado
durante la campaña.4
En pos de construir una nueva legitimidad, alejada de la im agen auto
ritaria del gobierno militar, se propuso respetar las libertades políticas. No
hubo ataques ni am enazas a los demás partidos en estos primeros meses.
Hubo sí un enfrentam iento directo con la Corte Suprema de Justicia de la
Nación y con la Unión Industrial Argentina (UTA). Con la Sociedad Rural
Argentina (SRA), en cambio, se llegó a un acuerdo de convivencia pacífica.
Esta búsqueda de un consenso más amplio fue exitosa: en 1948, en las
elecciones parlam entarias, el peronismo sumó apoyos y superó así el 60 %
de los votos.5
En la coalición, para contrabalancear la impronta obrera y estabilizarla,
se tom aron dos caminos complementarios. Por un lado, Perón fortaleció a
sus otros dos apoyos clave: las Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica.6 Por
el otro, en lo que respecta a la organización partidaria, con la creación del
Partido Peronista (PP) se intentó desindicalizar el movimiento y asignarle
mayor autonomía a sus elites políticas.7
El gobierno necesitaba un partido unificado, homogéneo y disciplinado;
por lo tanto, el PP (inicialmente llamado Partido Unico de la Revolución
Nacional) fue pensado en ese sentido. Sin embargo, pese a estas intenciones
3. L. Zanatta. Breve historia del peronismo clásico. Buenos Aires: Sudamericana,
2009; L. Doyon. Perón y los trabajadores: los orígenes del sindicalism o peronista,
1943-1955. Buenos Aires: Siglo XXI, 2006.
4. Ibíd.
5. E Waldmann. El peronismo, 1943-1955. Buenos Aires: Hyspamérica, 1985;
F. Luna. Perón y su tiempo. Buenos Aires: Sudamericana, 1992.
6. R. Potash. El ejército y la política en la Argentina. Buenos Aires: Hyspamérica,
1985; L. Caimari. Perón y la Iglesia Católica: religión, Estado y sociedad en la Argentina,
1943-1955. Buenos Aires: Ariel, 1995; L. Zanatta. Perón y el m ito de la nación
católica: Iglesia y Ejército en los orígenes del peronism o (1 9 4 3 -1 9 4 6 ). Buenos Aires:
Sudamericana, 1999.
7. M. Mackinnon. Los años form ativos del partido peronista: 1946-1950. Buenos
Aires: Instituto Di Telia, 2002; O. Acha. «Sociedad civil y sociedad política durante el
primer peronismo». En: Desarrollo Económico, vol. 44, n.° 174: Buenos Aires (2004).
CONSOLIDACIÓN POLÍTICA, AUGE EC O N Ó M ICO Y MOVILIZACIÓN OBRE RA 73
El auge económico
Los principales ejes político-económicos del prim er peronismo fueron
una fírme política de distribución del ingreso, la expansión del empleo y
el aum ento de la participación del sector público en el sistema productivo.
En un comienzo, esta política fue realm ente exitosa. En los primeros tres
años, se produjo una acelerada expansión económica sustentada en una
situación excepcionalmente favorable de la balanza de pagos.11 Mientras,
se registraba una creciente participación de los asalariados en el ingreso
A rgentina. Vol. 8: Los años peronistas: (1 9 43-1955). Ed. por J. Torre. Buenos Aíres:
Sudamericana, 2002.
12. A. Ferrer. La economía argentina: las etapas de su desarrollo y problemas
actuales. México, DF: FCE, 1963.
13. R. Bitrán. El Congreso de la Productividad. Buenos Aires: El Bloque, 1994;
E. Basualdo. Estudios de historia económica argentina: desde mediados del siglo XX
a la actualidad. Buenos Aires: Siglo XXI, 2006; R Gerchunoff y L. Llach. El ciclo de
la ilusión y el desencanto: un siglo de políticas económicas argentinas. Buenos Aires:
Emecé, 2010.
14. Para una historia del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio,
véase S. Novick. IAPI: auge y decadencia. Buenos Aires: Centro Editor de América
Latina, 1986.
15. N. Girbal Blacha. Mitos, paradojas y realidades en la Argentina peronista,
1946-1955: una interpretación histórica de sus decisiones político-económicas. Bernal:
Universidad Nacional de Quilmes, 2003.
CO NS O LID A CIÓ N POL ÍTICA, AUGE EC O N Ó M IC O Y MOVILIZACIÓN OBRERA 75
La justicia social
La justicia social fue uno de los principios fundam entales del primer
peronismo. A lo largo de esos años, se impuso la idea de que era el gobierno
el que aseguraba el bienestar de los más necesitados a través de distintos
mecanismos. En verdad, esto se observó en determinadas políticas estatales,
por ejemplo, el núm ero de personas con cobertura de seguridad social,
que se incrementó en más de un millón de personas en cinco años. Como
complemento, en las áreas de salud y de vivienda, se originó una fuerte
16. C. Belini. La industria peronista: 1946-1955, políticas públicas y cambio
estructural. Buenos Aires: Edhasa, 2009.
17. Ferrer, La economía argentina: las etapas de su desarrollo y problemas actuales.
18. Gerchunoff y Llach, El ciclo de la ilusión y el desencanto: un siglo de políticas
económicas argentinas; Basualdo, Estudios de historia económica argentina: desde
mediados del siglo XX a la actualidad¡
MARCOS SCHIAVI
76
19. J. Torre y E. Pastoriza. «La democratización del bienestar». En: Nueva Historia
Argentina. Vol. 8: Los años peronistas: (1943-1955). Ed. por J. Torre. Buenos Aires:
Sudamericana, 2002.
20. Según Ross «el peronismo clásico no instituyó un Estado de Bienestar, y
fracasó en la construcción de un sistema equitativo, perdurable y justo». R Ross.
«Justicia social: una evaluación de los logros del peronismo clásico». En: Anuario del
IEHS, n.° VIII: Buenos Aires (1993), pág. 107.
21. Gerchunoff y Antúnez, «De la bonanza peronista a la crisis de desarrollo».
CONSOLIDACIÓN POL ÍTICA, AUGE EC O N Ó M IC O Y MOV ILIZACIÓN O B RE RA 77
La movilización obrera
Los conflictos protagonizados por los trabajadores y sus organizaciones
entre 1946 y 1948 fueron juzgados erróneam ente por distintas vertientes
historiográficas. Algunos especialistas los consideraron maniobras guberna
mentales; es decir, huelgas que poseían todo el apoyo estatal detrás. Otros,
simplemente, no los tuvieron en cuenta, no los estimaron importantes.31 En
este sentido, Louise Doyon realizó un aporte fundamental, pues sus trabajos
fueron de los primeros en resaltar la trascendencia de estos hechos en el
desarrollo del gobierno y los sindicatos.32
Doyon refutó las interpretaciones que entendían la derrota del proyecto
laborista como el hito que había marcado el fin de la historia del movimiento
obrero en tanto actor social en el peronismo. En cambio, la investigadora
considera que esto había cerrado «(. . . ) la puerta a su pretensión de tener
una voz independiente en las decisiones políticas. Sin embargo, no canceló
su protagonismo como actor colectivo en las luchas sociales (. .. )».33 En su
tesis, demostró cómo gran parte de las reformas laborales se debieron a la
organización y las luchas obreras, y que, con el correr del tiempo, esta persis
tente capacidad de los trabajadores para articular sus intereses corporativos
fue generando fuertes tensiones dentro de la coalición gobernante.
En estos años, el número de afiliados a los sindicatos se triplicó: pasó
del medio millón al millón y medio. El mayor crecimiento se produjo en
la industria. Allí, en 1945, había algo más de doscientos mil afiliados. Tres
años después, rozaban los ochocientos mil.34 Esto alteró la relación de
fuerzas internas del movimiento sindical, ya que la Unión Ferroviaria, aunque
continuó siendo el sindicato más grande, comenzó a tener un contrapeso en
las nuevas organizaciones industriales. El Estado apoyó esta sindicalización,
pero esto no la explica completamente; para eso, es necesario reflexionar
sobre el alto nivel de movilización obrera.
Entre 1946 y 1948, solo en Buenos Aires, hubo cerca de trescientas
huelgas, con más de un millón de huelguistas y ocho millones de días
perdidos.35 Este gran aum ento solo era comparable con el ocurrido diez
años antes, en 1935-1936. Pararon trabajadores de la carne, azucareros,
panaderos, textiles, metalúrgicos, petroleros, obreros de la construcción, del
transporte, portuarios, municipales y bancarios, entre otros. Más allá de
esta amplitud, Doyon pudo establecer una lista de principales modalidades
de huelga en el período: no fueron un fenómeno confinado a Buenos Aires
y sus alrededores, sino que tuvieron proporciones nacionales; fueron más
frecuentes en la industria; la mayoría de las disputas fue prom ovida y
dirigida por las organizaciones sindicales reconocidas; el grueso de ellas
respondía al objetivo de ampliar los derechos de los trabajadores; la mayor
A modo de cierre
Los treinta meses iniciales fueron los más fructíferos del gobierno. Perón
capitaneó una economía en pleno crecimiento al mismo tiempo que ampliaba
sus apoyos y su legitimidad, y profundizaba su política social. Fue la época
de oro del peronismo.
En paralelo a este auge económico, aumentaron los niveles de conflictivi
dad laboral. Esta movilización le permitió al sindicalismo alcanzar gran parte
de sus antiguas reivindicaciones. Los convenios colectivos firmados gracias
a las luchas obreras incluyeron conquistas que la legislación peronista no
consideraba.
Fue un momento de ofensiva, de mejoras en los ingresos y en las con
diciones de trabajo, una coyuntura donde viejas prerrogativas patronales
fueron puestas en discusión. En este sentido, en la actividad industrial se
avanzó más gracias al poder creciente de las organizaciones sindicales en la
negociación colectiva general y en los lugares de trabajo.
Con altos niveles de movilización obrera, los sindicatos metalúrgicos y
textiles desempeñaron un importante papel durante estos primeros treinta
meses. Ambos protagonizaron resonantes conflictos, tanto en Buenos Aires
como en el interior del país, en el plano general, en la rama y en la empresa.
Lograron organizarse masivamente: en 1948, los principales sindicatos de
estas actividades tenían cien mil afiliados. Se ubicaban dentro de los cinco
más poderosos del movimiento sindical argentino y habían transformado el
equilibrio de fuerzas dentro de la CGT.
Como ya hemos dicho, el mayor estudio sobre el movimiento sindical
entre 1946 y 1955 fue realizado por Louise Doyon. Sin embargo, debido
a la propia naturaleza del trabajo, no tuvo para estos dos casos el grado
de profundidad que aquí consideramos necesario. No dio cuenta de los
vaivenes dirigenciales, de las luchas en las empresas textiles (en el período,
hubo huelgas de más de un mes en Sudamtex, Alpargatas y Argos), de la
82 M AR C O S SCHIAVI
39. Doyon, Perón y los trabajadores: los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-
1955, pág. 264.
Capítulo 4
1. La com isión directiva se com pletaba con Pablo Brandi, secretario adjunto;
M ateo Piccolo, tesorero; A d olfo Orozco, organización; Carlos Avendaño, prensa; y
84 M A R C O S SC HIAVI
los vocales José Utera, Nicolás Gutiérrez, Luis Bomemezon, Concepción Chiara, ítalo
Luzzi, Luis Frasusti y Carlos Sotelo.
2. El 15 de noviem bre de 1945, la Asamblea General de Delegados de la UOM
había perm itido a la com isión directiva actuar en política. Teniendo en cuenta «las
horas difíciles que vivía el país», el sindicato se incorporó al Partido Laborista «por
haber sido este creación de varias organizaciones grem iales y por ser su je fe el
coronel Perón». Esta inform ación la hemos extraído de las notas que tom ó Louise
Doyon para su investigación doctoral a las cuales he podido acceder gracias a Juan
Carlos Torre y Gustavo Contreras quienes me facilitaron el material. Sus notas serán
citadas con la sigla ALD (Archivo Louise Doyon).
3. El Laborista. 30 de enero de 1946.
4. El Laborista. 15 de mayo de 1946.
5. Ibíd.
la o r g a n iz a c ió n del g r e m io m e t a l ú r g ic o 85
Un día después, una nueva reunión terminó con dos heridos de bala,
como consecuencia de disparos realizados por uno de los enviados de la
intervención. En las horas siguientes, fueron detenidos distintos dirigentes
metalúrgicos mendocinos. En medio de este clima, el 14 de agosto se realizó
una asamblea, que la prensa comunista describió así:
que facilitara la obtención del beneficio aludido, pero que, al mismo tiempo,
reprimiera los abusos.22 Unos meses después, en una nota publicada en
Metalurgia, el órgano de la CAIM, se afirmaba:
labor por mes, sin que su presupuesto se resienta»):26 las faltas injustificadas
habían aumentado en el último lustro sustancialmente, y eso generaba un
desorden productivo de envergadura. Como faltas injustificadas, incluían
aquellas para las que se informaban problemas de salud de difícil confirma
ción médica. En relación con esto, Schárer se preguntaba:
37. Ibíd.
38. La Hora. 17 de septiembre de 1946.
39. La Época. 22 de diciembre de 1946.
96 M A R C O S SCH IAV I
La agremiación conjunta
A mediados de 1948, la STyP le confirió la representación de los emplea
dos metalúrgicos a la UOM. Quedaba así atrás la disputa con la Unión de
Empleados de la Industria Metalúrgica (U EIM ). Los obreros y empleados
pasaban a afiliarse dentro de una misma organización. Capataces, superviso
res, oficiales y peones, entre otros, pasaban a integrar un único sindicato en
condiciones de igualdad, lo que resquebrajaba, sin duda, la rígida jerarquía
industrial; sobre todo, la de las grandes plantas. Esta victoria de la UOM
implicó no solo enfrentarse a los deseos del sector patronal, sino también a
los de la dirección de la CGT y, aunque no explícitamente, a los del gobierno;
una victoria que se reconstruye en este apartado.
En septiembre de 1946, en la sede de la UOM, había quedado consti
tuida la comisión provisoria de la rama de empleados, liderada por Pablo
Bassi, quien se desempeñaba en la fábrica CATITA.52 Dos meses después,
esta comisión presentó el petitorio de aumentos de sueldos para los em
pleados.53 Antes de considerarlo, la patronal planteó la inconveniencia de
la agremiación conjunta de empleados y obreros; abría, de este modo, una
discusión que tardó casi dos años en saldarse.
En primer lugar, el petitorio no solo propugnaba la agremiación conjunta,
sino que también delimitaba quién era y quién no era «em pleado»:
Afirmaban que perjudicaría aún más el nivel del rendimiento obrero, que
no había mejorado hasta ese momento. Lo afectaría, pues:
55. Metalurgia.
56. Ibíd.
57. Metalurgia. M arzo de 1947, págs. 3-6.
LA O R G A N I Z A C I Ó N DEL GR EM IO ME TAL ÚRG ICO 101
58. Ibíd.
59. UOM, M em oria y Balance, pág. 14.
60. En su edición del 13 de mayo, La Vanguardia, el periódico socialista, analizó
este conflicto añadiendo com o factor para tener en cuenta la conflictiva relación
entre la CGT y la UOM: «Esta división [interna a la U O M ] radicaría algunas de sus
causas en el hecho reciente de la elección de secretario de la CGT por el com ité
confederal y en el cual la delegación metalúrgica se mostró generosa con el señor Gay,
M A R C O S SC HI AV I
102
A modo de cierre
La UOM había podido organizarse rápidamente en el ámbito nacional;
había consolidado una unión centralizada y logrado la subordinación de
la mayoría de los demás sindicatos del interior del país. Todo esto, bajo
el liderazgo indiscutido de Hilario Salvo. En menos de tres años, había
alcanzado un gran poder de negociación que impactó en las relaciones
industriales: conllevó mejores salarios y condiciones de trabajo, y un mayor
control obrero sobre la producción. El descontento patronal fue una muestra
de esto. La consolidación y la reglamentación de las comisiones internas
fueron un componente necesario de este nuevo poder sindical. A eso debía
sumarse que, pese a la oposición patronal, se había logrado im poner la
agremiación conjunta. En el camino se había enfrentado con la CGT y, en
cierta medida, con los deseos del gobierno.
De esta manera, se terminaba de dar forma a una organización pode
rosa, nacional y articulada directamente con las bases movilizadas. Esto
impactó en el vínculo con la patronal, pero también en sus relaciones político-
sindicales. Por fuerza propia y por posición estratégica de la actividad, la
UOM se convertía en un actor clave de la política argentina. Su fortaleza la
situó como garantía de una nueva legalidad industrial conformada por las
reformas laborales peronistas, pero, sobre todo, por los convenios colectivos.
Capítulo 5
capital-trabajo, con énfasis en los acuerdos por rama, donde la STyP debía
aprobar los términos de todos los convenios antes de que pudieran ser
considerados válidos; a partir de eso, pasaban a tener fuerza de ley. Louise
Doyon considera que la elección de la negociación contractual en lugar de la
legislación garantista, fue una opción gubernamental que respondía a una
preferencia por un método pragmático y flexible, que «era un incentivo para
la extensión de la sindicalización».1 Dos elementos, consideramos, pueden
relativizar las afirmaciones de Doyon. En primer lugar, el desarrollo de la
negociación colectiva anterior a 1943 puede llevar a considerar que, más
que una elección del gobierno, optar por estos acuerdos fue algo impuesto
por la situación. En segundo lugar, el hecho de que no fuera necesario estar
afiliado al sindicato para obtener las conquistas firmadas no incentiva per se
la extensión de la sindicalización.
La predominancia de los convenios implicaba la adopción de un sistema
de regulación que partía de la idea de que un compromiso entre capital
y trabajo m ediado por el Estado, podía manejar la econom ía de manera
efectiva y duradera. Esto no solo operaba en el plano económico, sino que
también determinaba parcialmente la organización sindical. El sociólogo
francés Alain Bihr sostiene:
La negociación de 1946
A fines de marzo de 1945, luego de meses de reuniones, el gobierno laudó
en la negociación metalúrgica de salarios (se lo llamó laudo M ercante).3
Tomando como base los salarios del 15 de octubre de 1944, se determinaron
aumentos de entre el 15% y el 8% , y se fijaron salarios mínimos por hora
de $ 1,04 para oficiales, $ 0,82 para operarios prácticos, $ 0,76 para peones
prácticos y $ 0,70 para peones.4
En mayo de 1946, la UOM presentó un nuevo petitorio. En un comienzo,
el sector patronal se negó a considerarlo, pues a su entender había trans
currido poco tiempo desde el laudo Mercante.5 La propuesta salarial de la
UOM era: oficial, $ 1,70; medio oficial, $ 1,35; operario práctico, $ 1,30;
peón práctico, $ 1,25; peón, $ 1,10. Se trataba de una propuesta mucho más
ambiciosa que la realizada en medio de la campaña electoral a fines de 1945:
los salarios pedidos eran mayores y, además, se sumaban reivindicaciones
relacionadas con la clasificación.6 Esta negociación se efectuó en medio de
la intervención que sufrió el sindicato entre junio y agosto.
La patronal metalúrgica, por su parte, preparó un m em orial con fecha
28 de junio de 1946 para presentar en la reunión paritaria; en él, solicitaba
considerar que esta negociación se desarrollaba en paralelo a la campaña
gubernamental pro abaratamiento del costo de vida, y también que, dentro
de los puntos fijados en ella, estaba evitar el exceso de exportaciones, racio
nalizar la distribución, castigar la especulación y, sobre todo, reducir costos
de producción. En pos de reforzar este argumento, citaba al propio Perón:
A B C D E
Peón $ 0,70 $ 1,10 $ 0,82 $ 1,00 $ 0,95
Peón práctico $ 0,76 $ 1,25 $ 0,88 $ 1,10 $ 1,00
Operario práctico $ 0,82 $ 1,30 $ 0,94 $ 1,20 $ 1,10
Medio oficial $ 0,72 $ 1,35 $ 0,84 $ 1,25. $ 1,15
Medio oficial adelantado $ 0,82 $ 0,94 $ 1,30 $ 1,20
Oficial $ 1,04 $ 1,70 $ 1,20 $ 1,60 $ 1,55
Cuadro 5.1 - Salarios por hora {en pesos). A= Laudo Mercante; B= I Propuesta UOM;
C= Propuesta Patronal; D= II Propuesta UOM; E= Acuerdo Final. Fuente: elaboración
propia en base a Metalurgia.
«El sistema estándar tiene por objeto dividir el trabajo, con vis
tas a un mayor rendimiento en la producción. Y así, una puerta
o cualquier otro objeto que en un taller pequeño em pieza y
termina un mismo operario, en Klockner pasa por una cantidad
de manos: marcadores, armadores, soldadores, revisadores, etc.
Este sistema, que evidentemente deja mayor ganancia a la em
presa, no puede ser pretexto para negar la especialidad a ningún
obrero. La categoría, entonces, debe fijarse teniendo en cuenta
la especialidad y la antigüedad en el trabajo. Por ejemplo: ¿qué
La negociación de 1947
La dinámica de la negociación colectiva anual hacía que, apenas conclui
da la aplicación de un convenio, se debiera comenzar a discutir el siguiente.
Ya a mediados de febrero de 1947, cuando aún no habían dejado de actuar
las comisiones paritarias anteriores, un grupo de metalúrgicos comunistas
editaron un folleto, donde, luego de reafirmar el valor de la unidad gremial
y del reconocimiento logrado por las comisiones internas, reclamaron que,
en el próximo convenio, se alcanzara un incremento salarial de entre el 50
y el 70%. Además, proponían establecer escalas comunes en casi todas las
ramas y la eliminación de la categoría medio oficial adelantado, que había
servido solo para que, con menores salarios, las empresas tuvieran mano
de obra de oficiales. Otros de los puntos reivindicados eran: en tareas insa
lubres, que se pagaran ocho horas y se trabajaran seis (declarar fundición,
laminación y soldadura eléctrica como insalubres); igual salario para las
mujeres; que el aprendiz pudiera formarse en un oficio en horas de trabajo
gracias a la implantación de escuelas dentro de las fábricas; pago íntegro
por accidente de trabajo; salario familiar; y medio jornal a quien hiciera el
servicio militar.25 A lo largo de este trabajo, podrá observarse cómo muchas
de las reivindicaciones comunistas, ya fuera desde el Sindicato de Obreros
de la Industria Metalúrgica (S O IM ) primero o desde dentro de la UOM
4 2 . Ibíd.
4 3 . Ibíd.
122 M A R C O S SCHIAVI
47. Ibíd.
48. M etalurgia. N oviem bre de 1947, pág. 20.
49. M etalurgia. Noviem bre de 1947.
124 M A R C O S SCHIAVI
53. En 1947 hubo en Buenos Aires 541.377 huelguistas y 3.467.193 días per
didos. Doyon, Perón y los trabajadores: los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-
1955, pág. 252.
54. G. Germani. Política y sociedad en una época de transición: De la sociedad tra
dicional a la sociedad de masas. Buenos Aires: Paidós, 1962; M. Peña. Masas, caudillos
y elites: La dependencia argentina de Yrigoyen a Perón. Buenos Aires: Ediciones Fichas,
1971.
126 M A R C O S SCHIAVI
55. Doyon, Perón y los trabajadores: los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-
1955, pág. xxiii.
56. El Laborista. 22 de noviem bre de 1946.
57. Ibíd.
N E G OC IA C IÓ N y C O N FL IC TO ME TA LÚR GI CO 127
77. Orientación.
78. La Asociación Obrera Textil (A O T ) había protagonizado una huelga general
a com ienzos de octubre de 1947. Sin apoyo en la CGT ni en el gobierno, la huelga
fue un fracaso y d erivó en la intervención del sindicato. La prensa peronista había
acusado a la dirigencia de la A O T de ser funcional a los intereses comunistas. Un
análisis detallado se encuentra en el capíuilo 7.
79. La Época. 24 de octubre de 1947.
80. Metalurgia. Octubre de 1947, pág. 13.
NE G O C IA C IÓ N Y C O N FL IC TO ME TAL ÚRG ICO 133
8 1 . Ibíd.
82. El Laborista. 4 de noviem bre de 1947.
134 M A R C O S SCHIAVI
Martin tuvieron una guardia especial durante las primeras cuarenta y ocho
horas a fin de asegurar la fusión del mineral existente.83
El sindicato informó que un día después de iniciada la huelga ya habían
firmado de manera individual cerca de ciento cincuenta industrias. El proce
dimiento era el siguiente: la patronal interesada en aceptar debía concurrir
a la sede de la UOM (H ipólito Yrigoyen 3354) acompañada por la comisión
interna del establecimiento; luego, debía llegar a la STyP para su ratificación.
Una vez realizado todo esto, la huelga se levantaba automáticamente.
La cuestión de la disciplina gremial de los industriales sería uno de los
temas más discutidos durante estos días. En su llamado a asamblea gene
ral extraordinaria, la CAIM expresó: «Recom ienda asimismo a todos los
industriales metalúrgicos abstenerse de adoptar ninguna determinación de
carácter particular sin consultar previamente a este organismo patronal».84
Las cámaras negaban la existencia de esos acuerdos, y esto llevaba al absur
do de que se negara que hubiera actividad en las fábricas. Los industriales
afirmaban que la huelga era total, mientras la UOM hablaba de su parciali
dad. El editorial de noviembre de Metalurgia, en su párrafo más significativo,
sostuvo:
El laudo metalúrgico
Finalmente, el 15 de noviembre, el Estado laudó.86 Esto determinaba
la vuelta al trabajo. En la mañana del 16, en la tercera asamblea general
metalúrgica del mes, Hilario Salvo sostuvo que el grem io había obtenido
Cuadro 5.2 - Salarios por hora propuestos (en pesos). Fuente: elaboración propia en
base a Metalurgia.
A modo de cierre
Las negociaciones entre el capital y el trabajo en la industria metalúrgica
entre 1946 y 1948 conllevaron un incremento sustantivo del salario real
y un avance importante del sindicato sobre prerrogativas empresarias. Por
medio de los convenios firmados, la UOM logró establecer altos salarios y
cierto control sindical sobre las relaciones industriales. Para imponer esto
en cada fábrica, fueron determinantes las comisiones internas. El sector
patronal, por su parte, se mantuvo a la defensiva.
La huelga de noviembre de 1947 fue un momento de quiebre. Gracias a
esa m ovilización obrera, la UOM pudo imponer condiciones en m edio de
un contexto en cierto punto desfavorable debido a la posición del gobierno
y la CGT en contra de las huelgas en general. El convenio obtenido en esa
ocasión fue uno de los más avanzados de la época.
En apenas unos años, la UOM logró ubicarse en un lugar central en
el m ovim iento obrero organizado y, por ende, en la política argentina en
tiempos peronistas. En parte, esto se debió a la propia centralidad de la
industria metalúrgica, pero también fue resultado de la conform ación de
una organización poderosa, con un alto potencial de movilización. Cuando
en 1949 la crisis transformó la perspectiva económica, social y política, la
UOM se propuso defender lo ganado.
Capítulo 6
Para los industriales, el camino a seguir para limitar los aumentos no era
el control de precios: era necesario restablecer el equilibrio entre oferta y
demanda, y frenar nuevos aumentos de costos. Los precios de la actividad
textil eran los que estaban más controlados. En ciertas oportunidades, los
determinaba directamente la Secretaría de Industria y Comercio (SlyC ); en
otras, el sistema se basaba en limitaciones de ganancias .8
En paralelo a estos controles, se buscaba incrementar la producción. El
14 de agosto de 1946, desde la sede de la SlyC, Perón anunció la batalla
de la producción. Unos meses después, en el mensaje que dio al cumplirse
cuatro meses de su gobierno, afirmó:
16. Ibíd.
17. Ibíd.
148 M A R C O S S C H IA V I
30. Ibíd.
31. El Laborista. 24 de júnio de 1946.
152 M A R C O S S C H IA V I
ingresar en las fábricas .35 Sí, seguramente, fue menos difícil que para los
sindicatos anteriores, pero eso no implica que los empresarios estuvieran dis
puestos sin más a reconocer a toda organización de base. Ese reconocimiento
modificaba indefectiblemente las condiciones vigentes.
Durante 1946, el proceso de asentamiento sindical en el lugar de trabajo
fue incesante y tumultuoso. A mediados de mayo, la Manufactura A lgo d o
nera Argentina validó su comisión interna, y en La Castelar SA, se había
logrado que se la reconociera luego de que la empresa hubiera cesanteado a
su secretario general y que el personal parara dos turnos. A fines de agosto
de 1946, la comisión interna de Piccaluga informaba sobre las conquistas
logradas en los tres establecimientos de la empresa: sala cuna, instalación
de cuartos de vestir, y aplicación de la ley 11.729 de indemnizaciones,
enfermedades y vacaciones pagas .35
Estos avances no se conseguían únicamente gracias al apoyo estatal,
sino que se necesitaban múltiples pequeños conflictos. Prom ediando julio
de 1947, en la empresa Kutner se produjeron paros parciales en cada turno
con m otivo del despido de siete delegados (la comisión interna íntegra) y
dos obreros, quienes habían sido acusados de haber violado el domicilio de
la fábrica. La A O T respaldó los paros y expresó que el sindicato no podía
permitir la violación del decreto-ley 28.852, en particular, del artículo 51,
que establecía la ilegalidad del despido de los delegados .37
Las reivindicaciones por mejores condiciones de trabajo eran un factor
clave en estas luchas por empresa, independientemente del aumento salarial.
Fueron una bandera de los sindicatos textiles, tanto de los identificados con
el peronismo como de los que lo hacían con el comunismo. Parte fundamen
tal de la militancia sindical en la planta consistía en denunciar la situación en
la que se encontraba el personal. Por ejemplo, la prensa comunista dedicaba
varios números consecutivos a informar sobre las condiciones de trabajo
específicas de una planta. En abril de 1946, uno de los casos analizados fue
Grafa, una de las fábricas más grandes de la ciudad de Buenos Aires.
Estos informes permiten conocer en profundidad la condición obrera allí.
En la «continua » 38 de hilar, por ejemplo, había ocho secciones chicas donde
35. Tres años más tarde, en noviembre de 1945, El Obrero Textil, en uno de
sus últimos números, todavía acusaba que en Campomar de Avellaneda existía una
«Asociación Sindical Textil» amarilla, pero a esta altura posiblemente se trataba de
un engendro distinto, o sea, la Asociación Obrera Textil que estaba organizando
Mariano Tedesco con apoyo de la Secretaría de Trabajo y Previsión, y que por lo
tanto no tenía dificultades en entrar a empresas grandes o medianas. T. Di Telia. «La
Unión Obrera Textil, 1930-1945». En: Desarrollo Económico, vol. 33, n.° 129: Buenos
Aires (1993), pág. 115.
36. La Hora. 22 de agosto de 1946.
37. La Hora. 24 de julio de 1946.
38. La «continua» era un tipo de máquina textil particular, clave en la sección
de hilados.
154 M A R C O S S C H IA V I
«Tiene que ir dos metros más allá, inclinarse y sacar la trama del
cajón. Es redonda y larga, como una morcilla. Ahora, vuelva al
telar, saque la lanzadera que viene y ponga la otra. ¡En seguida!
La máquina debe pararse apenas y reiniciar su marcha de nuevo.
Sus movimientos deben ser exactos y rapidísimos. No debe usted
perder ni un segundo, porque la lanzadera ya viene caminando.
Al minuto tendrá que repetir la operación. Y a los dos minutos
otra vez. Y así continuamente. A razón de sesenta veces por
h o ra ... Ni piense siquiera en que está cansado. Olvídese de
eso. Apenas se distraiga, perderá un tiempo precioso. Además,
recuerde que estos telares son muy viejos. Cuando los compraron
ya estaban muy usados, y hace veinte años que están a q u í...
Por lo tanto, se le han de descomponer tres y cuatro veces en el
día ».40
«En lo que respecta a los noventa mil afiliados que dice haber
agrupado la A O T se debe a la gran colaboración prestada por
algunos funcionarios de la STyP que llegaron hasta el hecho
insólito de concurrir a un establecimiento textil cuyo personal
está afiliado a este sindicato y obligarles a afiliarse a la A O T
para solucionarle un conflicto ».60
La fábrica «modelo»
Ceva acierta cuando describe la imagen que tenía Alpargatas: la de un
buen lugar para trabajar. Por lo menos, esa idea de empresa m odelo estaba
instalada en ciertos sectores de la sociedad; incluso así lo expresó Perón en
alguna ocasión .66 Las crónicas obreras sobre la planta dan cuenta de otra
realidad, una muy alejada del ideal de «fábrica m odelo».
A comienzos de 1946, La Hora dedicó a Alpargatas un informe (publicado
durante varios días) en el que retrataba las condiciones de trabajo:
69.Ibíd.
70. La Hora. 15 de enero de 1946.
71. La Hora. 15 de enero de 1946.
164 M A R C O S S C H IA V I
Estos datos señalaban el alto grado de explotación que sufrían los traba
jadores de la empresa. Ahora bien, lo que resta aún por saber es por qué un
empleo en Alpargatas era igualmente considerado deseable. En este sentido,
un punto fundamental era el alto jornal, incluso a sabiendas del excesivo
esfuerzo que se necesitaba para alcanzarlo. Otro eran las distintas ventajas
extras que la empresa brindaba en relación con servicios y protección social.
Al referirse a la ausencia de sindicato en esta fábrica, tanto Di Telia como
Ceva consideran esas ventajas como parte necesaria de la explicación .73 Sin
embargo, los informes obreros desmienten la importancia de esos beneficios.
Además, ante el cambio de coyuntura política que significó el triunfo pero
nista, los trabajadores de Alpargatas se organizaron de manera expeditiva.
Esto nos lleva a considerar la política antisindical de la empresa como el
factor clave antes de 1946.
A modo de cierre
A l com enzar el gobierno peronista, la A O T se convirtió en el principal
sindicato textil. Llegó a tener más de sesenta mil afiliados apenas un año
después de su fundación. Sin embargo, no logró estabilizarse ni extenderse
tan eficazm ente como la UOM. Esto se puede explicar a partir de la con
fluencia de elementos políticos, estructurales e históricos: las tensiones en
su interior, la tendencia textil a la descentralización de la negociación y el
conflicto, y la competencia con otras organizaciones sindicales.
Los cuatro casos analizados en este capítulo (Sudamtex, Grafa, Argos
y Alpargatas) confirman algunas de las afirmaciones deslizadas al comien
zo de él. En prim er lugar, demuestran el volumen y la importancia de la
m ovilización obrera en las fábricas textiles. A lo largo de 1946 y 1947, los
activistas sindicales de base debieron, primero, entablar una ardua lucha
para que las comisiones internas fueran reconocidas por la patronal; y luego,
más allá de los convenios por subrama, propiciaron mejoras salariales y de
condiciones de trabajo. El avance sindical que significaron estos conflictos
por empresa transformó la relación capital-trabajo en la industria textil.
En segundo lugar, se observa el vínculo directo de esta m ovilización
con la dinámica de sindicalización de la rama. La A O T se fue conformando
y luego fortaleciendo a partir de la lucha, ya fuese en la planta o en la
subrama (com o se verá en el capítulo 7). Las victorias en Sudamtex y en
Alpargatas legitimaron un sindicato aún en formación que debía lidiar' con
la supervivencia de otras organizaciones sindicales.
Este entrelazam iento entre conflicto y organización, más la tendencia
textil a la descentralización de la negociación, le permitió a la A O T crecer
de forma acelerada sobre la base de alianzas, pero también le confirió una
inestabilidad perdurable que, a largo plazo, la debilitó.
La negociación de la seda
El 8 de septiembre de 1946, tuvo lugar en el estadio de la Federación
Argentina de Box la Asamblea General de los Trabajadores de la Seda. Había
sido convocada por la comisión de la rama de seda de la A O T para informar
sobre el estado de las tramitaciones del convenio, que llevaban ya tres
meses. Las reivindicaciones principales eran el salario mínimo, las cuarenta
horas de trabajo semanales, el cumplimiento íntegro de la ley 11.729 de
indemnizaciones, vacaciones y enfermedades pagas, y por el respeto de la
organización obrera:
La negociación de la lana
El I o de septiembre de 1946, la AOT publicó un comunicado en relación
con el convenio de la rama lana. En él afirmó:
4. Ibíd.
5. La Hora. 28 de octubre de 1946.
6. La Hora. 8 de noviembre de 1946, y 15 de diciembre de 1946.
174 M A R C O S S C H IA V I
Esta firma, más allá de las críticas realizadas por los comunistas, fortale
ció a la AOT en el sindicalismo textil. Fue importante en su enfrentamiento
con el Sindicato de Obreros Textiles Unidos de Valentín Alsina .17
36. Una asamblea de delegados de la AOT realizada en esos días había sido
considerada por la prensa comunista «un paso adelante en la marcha hacia la cons
trucción del potente sindicato que pueda enfrentar con éxito todos los problemas que
en los momentos actuales tienen que enfrentar los trabajadores textiles». Orientación.
17 de septiembre de 1947.
37. Gaceta Textil. Octubre de 1947, pág. 11.
38. Ibíd., pág. 12.
LA R E G U L A C I Ó N D E L C O N F L I C T O T E X T I L 183
50. Ibíd.
51. El Laborista. 8 de octubre de 1947.
52. Orientación. 8 de octubre de 1947.
5 3 .Ibíd.
54. La Prensa. 25 de octubre de 1947.
186 M A R C O S S CHI AV I
Un premio a la productividad
Hemos comentado antes que el sector patronal textil mostraba una per
sistente preocupación por la caída del rendimiento obrero. Según un estudio
de la Organización Internacional del Trabajo (O IT ), entre 1939 y 1947, la
productividad de la mano de obra textil argentina había disminuido casi un
20 %.61 En realidad, más que una caída en el rendimiento, había habido una
reducción de la explotación gracias, por un lado, a las limitaciones impuestas
a los industriales por los convenios colectivos y las comisiones internas, y,
por el otro, al incremento del ausentismo del personal.
A estos elementos se agregaba un aumento real del costo de la mano
de obra. Jorge Katz plantea que, entre 1946 y 1954, las negociaciones
obrero-patronales habían perdido parte de su significado, pues los aumentos
de salarios no guardaban relación alguna con los cambios observados en
la productividad de cada industria. En el caso textil, una reducción en el
producto per cápita era acompañada de aumentos salariales similares a los
de otras industrias, y eso generaba que sus márgenes de beneficios brutos,
obviamente, decrecieran .62
Todos estos factores eran resaltados en el discurso de los industriales del
sector. Asimismo planteaban que lo que ocurría en el ámbito político-sindical
impactaba en la subjetividad del trabajador. Así se describía a los obreros
textiles en Gaceta Textil, una publicación patronal:
Uno de sus objetivos centrales era evitar que hubiera conflictividad por
empresa. Para reforzar el poder de la organización, necesitaba disciplinar a
sus afiliados.
El convenio se había presentado a comienzos de año, ya que el anterior
había vencido el 21 de marzo de 1948. El petitorio original proponía salarios
de $ 2,60 para los oficiales, $ 2,40 para los medio oficiales y maquinistas, y
$2,10 para peones y ayudantes. La respuesta patronal era aumentar $ 0,12
para las mujeres y $ 0,15 para los hombres, montos muy alejados de los
propuestos por los sindicatos. Ante este retraso en la firma, en la prensa
peronista se informaba sobre los avances de las gestiones paritarias y se
realzaba la necesidad de la demora en el tratamiento .66 Los comunistas
planteaban, por su parte, que el objetivo de la patronal era dilatar la firma
El final de la intervención
El prim er objetivo de la intervención, alcanzar una pax textil, no pudo
cumplirse. Además, en el plano organizativo, la intervención se había fijado
otras dos metas: normalizar la A O T y unificar el grem io textil. La primera
de ellas se realizó a finales de 1948. La segunda, pese a ciertos intentos, no
pudo conquistarse; la huelga de la lana y las rispideces intersindicales que
generó fueron el mayor obstáculo con el que se encontró.
La división sindical se había acrecentado con el correr del conflicto de
la lana. La A O T había presentado el proyecto original del convenio sin
discutirlo en una asamblea, mientras que las otras organizaciones habían
propuesto reformas que no habían sido apoyadas por la AOT. A esto se
sumaba el hecho de que algunas fábricas (Argos, Campomar -Valentín
A ls in a - Piccaluga y otras) se habían lanzado a la lucha antes de que la
medida fuera declarada oficialmente. La crítica del periódico properonista
Clase Obrera se centraba en Conditti:
A modo de cierre
Entre 1946 y 1948, la AO T se convirtió en el principal sindicato textil.
Tenía miles de afiliados y una importante red de comisiones internas. Había
logrado mejoras salariales y de condiciones de trabajo mediante negociacio
nes colectivas y gracias a la movilización de los obreros que nucleaba. Sin
embargo, no había podido estabilizarse. Su primer secretario general había
renunciado y el segundo había sido desplazado por una intervención de la
CGT. Además, no había unificado aún a todos los trabajadores textiles en un
sindicato nacional único. Todo esto debilitaba la organización tanto en el
gremio como en la negociación con el sector patronal.
La intervención buscó establecer controles más estrictos y, por eso, se
propuso dominar ciertas organizaciones intermedias. No obstante, ese mayor
control y la persecución de militantes sindicales no implicaron el cese del
conflicto. La huelga de la lana de 1948 fue un ejemplo de esos límites.
El desafío de la nueva dirigencia textil era cómo manejar el conflicto,
asentar la organización y lograr que el sindicato se mantuviera poderoso.
La crisis abierta en 1949 no haría más que complicar la situación, ya de por
sí compleja si recordamos que la organización textil y la identidad política
peronista estaban, desde sus orígenes, relacionadas con la conflictividad
laboral.