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La emigración sueca a los Estados Unidos en el siglo XIX y principios del XX llevó unos 1,3

millones de suecos a dejar su patria y emigrar a dicho país. A pesar de que las tierras
fronterizas de los Estados Unidos tuvieron un efecto de llamada sobre las clases bajas de toda
Europa, otros factores animaron especialmente a los suecos a tomar el camino de la
emigración. Existía un amplio resentimiento contra la represión religiosa llevada a cabo por
la luterana Iglesia de Suecia y el conservadurismo social y el esnobismo clasista de
la monarquía sueca. El crecimiento demográfico y las malas cosechas provocaron que las
condiciones de vida en el campo empeoraran. En contraposición, las noticias procedentes de
los primeros emigrantes suecos presentaban el Medio Oeste de Estados Unidos como
un paraíso terrenal lleno de oportunidades y alababan la libertad religiosa y política
estadounidense.
La máxima afluencia de emigrantes suecos se produjo en las décadas posteriores a la Guerra
de Secesión (1861-1865). Según el censo estadounidense de 1890, la población de origen
sueco rondaba las 800.000 personas. La mayoría de los emigrantes se convirtieron en
clásicos pioneros, despejando y cultivando las praderas de las Grandes Llanuras, aunque
otros se quedaron en las ciudades, especialmente en Chicago. Normalmente las jóvenes
solteras pasaron de trabajar en la agricultura en Suecia a trabajar como criadas en las
ciudades. Muchos suecos ya establecidos en los Estados Unidos visitaron su país natal a
finales del siglo XIX y sus narraciones ilustran las diferencias entre las costumbres y formas de
ambos estados. Algunos realizaron el viaje con la intención de pasar sus últimos años en
Suecia, pero cambiaron de opinión cuando se encontraron con lo que ellos pensaban que era
una aristocracia arrogante, una clase trabajadora ordinaria y degradada y una falta de respeto
hacia las mujeres.
Tras un descenso en el número de emigrantes en la década de 1890, este volvió a crecer
provocando una alarma nacional en el país de origen. En 1907 se instituyó una
prolongada comisión parlamentaria para la emigración. Esta recomendó reformas económicas
y sociales para reducir la emigración al «traer lo mejor de América a Suecia». Las principales
propuestas de la comisión se implementaron rápidamente: sufragio universal femenino,
mejores viviendas, desarrollo económico general y una educación popular más amplia. Es
difícil evaluar el efecto de estas medidas, ya que la Primera Guerra Mundial (1914-1918)
estalló un año después de que la comisión publicara su último volumen, reduciendo la
emigración a un mero goteo. Desde mediados de la década de 1920 ya no se volvió a producir
una gran emigración desde Suecia a los Estados Unidos.

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