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V

DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA
17 de junio - 8 de julio de 1924

Informes

Primera parle

Cuadernos de Pasado y Presente/55


Córdoba
Publicación periódica mensual
Director: José Aricó
Serle; Problemas del movimiento obrero

Tapa: Miguel De ‘Lorenzl


Primera edición, agosto de 1975
© Ediciones Pasado y Presente
Distribuido por Siglo XXI Argentina Editores S. A.
Derechos reservados conforme a la -ley N? 11.723
Impreso en Argentina - Printed in Argentina
EDWARD H. CARR

EL V CONGRESO DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA

E l V Congreso de la Internacional Com unista, reunido en tre el 17 de


junio y el 8 de julio de 1924, contó con la participación de 406
delegados de 41 países, de los cuales 324 tenían derecho a voto.1 Su
ta re a e ra insólitam ente compleja. E l 111 Congreso de la Com intern
de 1921, reunido luego de la im plantación de la n e p , hab ía hecho
sonar una nota de “re tira d a ” en la m archa hacia la revolución m un­
dial. E sta no ta se intensificó en el IV Congreso de noviembre de
1922, que por prim era vez se encontró claram ente enfrentado a la
perspectiva de un a prolongación indefinida de las relaciones entre
la Unión Soviética y el superviviente mundo capitalista, y reconoció
que la esperanza de revolución m undial se basaba únicam ente en la
potencia y el -prestigio de la Unión Soviética.2 El acontecimiento de
m ayor trascendencia ocurrido en el ámbito de la Com intern entre sus
IV y V Congresos fue el fracaso de la ten tativ a revolucionaria ale­
m ana de octubre de 1923. E l V Congreso difícilm ente podía no re­
fle ja r la brecha creciente entre el partido que tenía en su activo
u n a revolución victoriosa y aquellos otros que habían fallado en el
intento de hacerla, o que ni siquiera habían hecho tal intento.3 Lo
acontecido reforzó inevitablem ente aun m ás el prestigio y el predo-
1 Protokoll: fü n fte r K ongress der Knmmuvi-sfichen Internationale
(s,d.), ii, p. 1054. E l inform e de la comisión p a ra la verificación de los
m andatos, P ia ti V sem irni K ongréss K om m unistícheskogo In tern a d o -
nata, 1925, II, pp, 259-60, reconocía 336 delegados con plenos derechos
y 168 delegados con derecho al-voto consultivo, comprendiendo en la
últim a categ o ría 70 delegados de la P ro fin tern y 30 de o tras organiza­
ciones; 207 delegados con plenos derechos y 80 delegados con derecho
al voto consultivo venían de países de fu e ra de la URSS (ibíd., p. 235).
2 Véase E. H. C arr, L a revolución bolchevique, M adrid, Alianza,
t. 3, pp. 395-97, 453-62.
3 R appoport enfrentó la cuestión con g ra n vigor en el congreso del
partido fran cés dos años después: “ U stedes recuerdan la fam osa fa r ­
sa: «N ada que declarar». No teníam os nada que declarar tan to a
propósito de u na revolución victoriosa, como de ideas originales. Su-

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minio ruso en el seno de la Comintern y popularizó la opinión de
que los otros partidos, p a ra situarse en posición de alcanzar el m is­
mo éxito, debían prim ordialm ente seguir el modelo ruso, y som eterse
a la conducción rusa. E s ta im presión fu e consolidada por el veredicto
■oficial pronunciado sobre la d erro ta alem ana, considerado un resul­
tado no de las condiciones objetivas, sino de la debilidad, y especial­
mente de la dirección oportunista, del partido alenián. L a m oraleja
de lo ocurrido no íu e la convicción de que in te n ta r una revolución
p ro letaria en Occidente era un error, sino que los partidos occidenta­
les no habían sido, h asta el momento, capaces de aprender de la ex­
periencia ru sa cómo hacer una revolución,
El diagnóstico del fracaso alem án eorao producto de una desviación
“b ra n d lerian a’' hacia la derecha había sido espontáneam ente adop­
tado en el seno del propio k fd , y provocó, con el activo apoyo de
Zinóviev y del CMC, el alejam iento de quienes lo conocían en ese mo­
mento en favor de los dirigentes de la izquierda del partido. Así, la
otra m oraleja extraída en la Comintern de los acontecimientos ale­
m anes de octubre de 1923 —paralelam ente a la conclusión acerca de
la necesidad de aceptar la dirección ru sa—- fue la necesidad de un
giro a la izquierda. Y esto concordaba con las lecciones extraídas
do la controversia sobre Trotski, que había estado desde un principio
estrecham ente vinculado con el fracaso alemán. T rotski mismo había
sido denunciado como e] autor de una desviación de derecha en el
partido ruso. Los grupos de los partidos extranjeros —especialmen­
te de los p artidos alem án, polaco y francés— que habían demos­
trado el m ayor ardor en sostenerlo, se encontraban ellos mismos
bajo fuego como derechistas. Se volvió un estereotipo en los partidos
com unistas atrib u ir cualquier caída o desviación de la línea oficial
a erro res de derecha, y buscar remedio en un retorno a los bien
experim entados principios de la izquierda. El Y Congreso de la
Com intern no encontró ninguna dificultad en las principales cues­
tiones que en frentaba por medio de este recurso fam iliar.
El suceso m ás im portante que signó el V Congreso fue la llegada
al poder del gobierno laborista en G ran B retañ a y el reconocimiento
de ju re de la Unión Soviética,4 Bien pronto sobrevino la desilusión

cedió por fuerza de los acontecimientos que los autores de la prim era
revolución victoriosa se encontraran en Kusia”, V Congrés N ational
du Par ti CoynmuTi-iste Fran^ais, 1927, p. 405.
- Manuilslíi señaló la llegada al poder del gobierno laborista b ritá ­
nico, la “discusión del partido ruso” y la derrota alem ana, como los
tres acontecimientos que “provocaron la crisis de la Cominte-rn” Kom-
munisticheski internacional, n. 7, 1924, coll 17-20.

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hacia Mac Donald y sus m inistros. Pero ésta no cambió el hecho del
reconocimiento o la convicción de que el acceso al poder del P artido
L aborista co n stituía un síntom a de la creciente revuelta de los
obreros británicos contra el orden constituido. También aquí pareció
m aduro el momento p a ra un giro a la izquierda. P or lo mismo, tanto
desde el punto de v ista del gobierno soviético, como desde el de la
Comintern —y los intereses de uno y otro eran en el pensam iento
de los rusos indisociables— la situación en G ran B retañ a era motivo
de optimismo, y com pensaba. plenam ente el tem porario fracaso ale­
mán. E n un a c a rta circular a los partidos fechada el 5 de abril de
1924, en la que se anunciaba el orden del día del inm inente Y Con­
greso, Zinóviev sugirió este cambio de acento:

“ Por p rim era vez en la h isto ria del movimiento laborista inglés
se h an creado ahora las condiciones p a ra el establecimiento de un
partido com unista de m asas. E n este sentido lo que está sucediendo
en el movimiento laborista inglés es m ás im portante que los acon­
tecim ientos alem anes.” 5
E l tem a de la sustitución de A lem ania por G ran B retañ a como
esperanza y preocupación principal de la 'Comintern se pudo oír con
frecuencia en los meses siguientes.0 E speranzas sim ilares se expre­
saron en alguna ocasión con respecto a F ra n c ia ; en un inform e a
la Academia Comunista del 19 de febrero de 1925, Rádek llamó la
atención sobre la fu erza creciente de los partidos francés y británico,
y agregó: “E n A lem ania la curva está en una etapa descendente” .7
Tal situación parecía ju stific ar un fundado optimismo. En su c a rta
circular Zinóviev tuvo dificultades p a ra señalar algún éxito, pos­
terio r al IV Congreso de dieciocho meses antes, que fuese digno de
nota y mereciese ser celebrado. Pero describió a la Comintern como
p resa en ese período “entre dos oleadas de revolución p ro leta ria”,

5 Pra/vda, 10 de abril de 1924; Internationale Presse-Korrespondenz,


n. 46, 18 de abril de 1924, p. 536.
6 “L a ta re a principal de la Internacional Com unista — dijo Zinóviev
en su discurso de a p e rtu ra del Congreso—, se h alla ahora tran sferid a
a In g la te rra en todo y por todo” (Protokoll: fiin fte r K ongress der
Kommv/nistischen Internationale (s, d.) , í , p. 77) ; el obsequioso P ap p er
agregó que “la d erro ta alem ana de octubre y la victoria del P artido
L aborista inglés, el gobierno laborista de In g late rra, han trasladado
el centro de gravedad de n u estra s ta re a s actuales de A lem ania a In ­
g la te rra ” (ibíd.., p. 304).
7 M ir ov ai a p o l í t i k a v , 1924- godú, ed. F . R otshtein, 1925, p. 27.

7
u n a de las cuales había pasado y la o tra no había partido todavía.®
E n ese período Kámenev afirm ó que, si se observaba al mundo ca­
p italista, en cualquier lu g ar se confirm aba el mismo diagnóstico:
“enferm edad incurable”,9 E n oin discurso en la escuela de los secre­
tarios de p artido en la víspera del V Congreso, S talin no encontró
sino características alentadoras en la situación internacional: la
incapacidad de la s potencias im perialistas p a ra realizar u n a paz
durable; el aum ento de poder y de prestigio de la Unión Soviética;
la creciente atracción de las m asas de los países capitalistas 'hacia
la Unión Soviética. Y term inó saludando ueJ éxito de nuestra polí­
tica exterior en el curso de este año”,10
Después que el nuevo culto del leninismo hubo sido honrado con
una solemne ceremonia en el mausoleo de Lenin,11 Zinóviev inauguró
los trab ajo s del congreso con el acostum brado inform e sobre lo
actuado por el ceic , q-ue era de hecho una -declaración política sobre
la situación del momento. E l diagnóstico político fundam ental no
suscitó casi controversias. Todos estuvieron de acuerdo en que la
causa de la revolución m undial había sufrido un retroceso respecto
a las esperanzas precedentes. Zinóviev repitió aproxim adam ente en
los mismos térm inos lo que T rotski ya había dicho al III Congreso:
"Hem os evaluado mal los tiem pos: hemos contado en meses cuando
debíamos contar en años".12
Pero la resolución del IV Congreso, que había tomado nota del
surgim iento del fascismo, tam bién había considerado un desarrollo
a ltern ativ o :

s P a ra la c a rta véase nota 2. L a oleada revolucionaria constituía


una de las m etáfo ras preferidas en este período. E n una -conferencia
del partido en Moscú, Kámenev adm itió que todavía no era seguro
si “la novena y últim a oleada <3e la avanzada proletaria contra el
b alu arte del capitalism o será cosa de m añana o de pasado m añana”,
Pravdth, 10 de mayo de 1924. Las instrucciones form ales del Kpd a su
delegación al congreso definían tam bién el período en curso como un
período "en tre dos oleadas revolucionarias”, Die T a k tik der Kom m u-
yj-stischen Internationale, 1924, p. 38.
b Pravda,, 10 de mayo de 1924; en el m anifiesto del Congreso sobre
el décimo aniversario de la g u erra, redactado por T ro tsk i (véase p.
85), se afirm aba audazm ente que “ en E uropa no hay un solo punto
sano” .
Stalin, Sochinéut, Yi, 235-39. [E n esp. Obras, VI, 248-253.]
11 Véase C arr, 11 socialismo in u n solo paese, T urín, E inaudi, 1969,
i, p. 509.
12 Protokoll; fünfte-r K ongress der K om m unistischen Internationale
(s.d.), I, 5; p a ra el discurso de T rotski en el II I Congreso, véase
C arr, L a revolución bolchevique, -eit. pp. 396-97.

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“Esto no excluye que en el fu tu ro próxim o en algunos im portantes
países pueda seguir a la reacción burguesa una era «dcanocrático-
pacifista». E n In g la te rra (reforzam iento del P artid o L aborista en
las últim as elecciones), en F ra n c ia (donde era inevitable un período
de dominio del llam ado «bloque de las izquierdas»); .im período ta l
de transición «dem ocrático-pacifista» es extrem adam ente probable, y
esto puede a su vez provocar un retorno de las esperanzas pacifistas
en la A lem ania burguesa y socíaldem ocrática/' 1 3
A hora que el P artid o L aborista británico y el “bloque de las iz­
quierdas’1 en F ra n c ia se encontraban en el poder, y m a s a s d e elec­
tores alem anes burgueses y social dem ócratas estaban por ceder fren te
a las ilusiones del plan Dawes, esta profecía había encontrado una
brillan te confirm ación. E l advenimiento de la era democrático-paci-
fis ta fu e saludado como “ 1111 signo del colapso del capitalism o”. E l
plan Dawes rep resentaba “un lazo alrededor del cuello de la clase
obrera alem ana’1; y cuanto m ás tiempo perm anecía en el poder el
P artid o L aborista británico, tan to menores re su lta rá n las ilusiones
que podía haber inspirado. Los ataques a los partidos socialdemó-
e ra ta s de todos los países, con la variación de ataques personales a
Hádele, constituyeron el recurrente leitm otiv del discurso de Zinóviev:
“L a social demoer acia europea según el conocimiento real que tenemos
de ella, no rep resen ta a h o r a n a d a m á s , hablando objetivam ente, que
u n t e r c e r ’ p a r t i d o d e la burguesía- mundial?’, y el P artido Socialde-
m ócrata Alemán era definido como “un ala del fascism o”. L a denun­
cia de los socialdem ócratas no representaba ninguna novedad en la
teo ría y en la retó rica bolchevique. Pero hab ía adquirido de la retórica
experiencia alem ana, en el curso de la cual se había intentado, sin
éxito, colaborar con los socialdem ócratas, un relieve que había faltado
en las expresiones m ás m oderadas que se habían oído en los Con­
gresos II I y IV. E n el presente contexto esta denuncia parecía indi­
car un deslizamiento decisivo hacia la izquierda, y dio lu g a r a em­
barazados comentarios sobre la política del fren te único, que había
representado la m anzana de la discordia en tre Zinóviev y Rádelc
desde que hab ía sido p r o c la m a d a , p o r e l CEilG en diciembre de 1921,14
¿Qué base quedaba ahora p a ra un fren te único con los socialdemó­
cratas? D esafortunadam ente, la resolución del IV Congreso de la
‘Comintern hab ía proclam ado enfáticam ente “la indispensabilidad
de la táctica del fre n te único" y hab ía invitado a apoyar “gobiernos
de trab a jad o res’*, incauta definición p a ra designar coaliciones de
izquierda de todo tipo. Zinóviev tra tó ahora de explicar m ejor su

13 Komviimisticheslri internación al v dokm nentach (1923), p. 298.


14 Véase 'Carr, L a revolución bolchevique, pp. 396-97,
aceptación precedente de los pasajes cruciales de aquella resolución,
ocultando graciosam ente el fren te único bajo el m anto de "fren te
úínico de las bases” (expresión con la que se señalaba una política
consistente en poner a los otros partidos de izquierda contra sus
propios jefes) y haciendo p asa r su interpretación original de un
“gobierno de trab a jad o res" como sinónimo de un gobierno soviético
o do la dictadura del proletariado. Los fracasos del pasado fueron
atribuidos a una fa lsa interpretación dada por la derecha a las
consignas del fren te único y del gobierno de los trabajadores, la
cual era responsable de la derrota alem ana de octubre de 1923 y fue
inm ediatam ente relacionada con la oposición tro tsk ista en el partido
ruso. U n breve llamado de atención a un compañero de la llam ada
"izquierda” que rechazaba com pletam ente la táctica del fren te único
llevó a la conclusión de que "nosotros, la genuina «izquierda» de la
Comintern, debemos tom ar la dirección de la cam paña contra la
derecha”. E sta s críticas m oderadas a los “ultraizquier d istas” no in­
fluyeron seriam ente sobre el tono fundam enta] del discurso, que
representó la te n ta tiv a por p arte de Zinóviev de g ara n tiz a r p a ra sí
y p a ra la Comintern u n a posición bastante má¿ a la izquierda de
aquella adoptada en el IV Congreso.15
E l inform e político de Zinóviev fue inm ediatam ente seguido por
un inform e de V arga, el experto económico de la Comintern, sobre
la situación económica m undial. E l III Congreso de la Comintern
de 1921 había ya diagnosticado "u n a ofensiva contra las m asas
trab a jad o ras tanto en el fren te económico como en el político”. El
IV Congreso de noviembre de 1922, en un capítulo de su resolución
titulado " la ofensiva del capital” adm itía que la burguesía había
<freforzado su dominio político y económico, y comenzado una nueva
ofensiva contra el proletariado”.16 A ntes -del V Congreso, reunido
en el verano de 1924, el éxito de esta ofensiva había alcanzado u n a
evidencia am enazadora, con la recuperación que siguió a la prim era
depresión económica de la posguerra, con la estabilización m onetaria
alem ana, con la v asta ayuda del plan Dawes y con la penetración
del capital norteam ericano en E uropa. E n mayo de 1924, V arga
había publicado un folleto titulado ¿Ascenso o caída, del capitalismo?,
■cuyas conclusiones anunciaban que "la aguda crisis social del capi­
talism o” de posguerra había sido "am pliam ente superada”, y parecía
adm itir la verosim ilitud de un largo diferim iento de su caída defi-

15 E l discurso de Zinóviev se encuentra en Protokoll: fü n fte r K on-


gress der Komm-unistischen Internationale (s.d.), i, pp. 42-107.
1 e K om m unhticheski internacional v dokumentach, 1933, pp. 166,
296-97.

10
ni Uva. Cuando V arg a fue llamado a hacer su inform e al V Congreso
sobre la situación económica m undial, p arecía ju stificad a una nota
menos pesim ista. N ada, explicó ahora, podía a lte ra r la certeza áe
la caída del capitalism o, que había ya entrado en su últim a fase.
Pero, “dentro de la crisis general del capitalism o” pueden tener
lugar variaciones, tanto bajo la form a de parciales recuperaciones
como de diferencias entre los distintos países: el capitalism o no
era y a un sistem a m undial uniform e. L a etapa presente, aunque no
ofreciese ninguna prueba objetiva de la caída del capitalism o, ofre­
cía “posibilidades objetivas de luchas victoriosas p a ra el p ro leta ria­
do1’.17 E sta oscura expresión sonaba parecida a un compromiso entre
la conciencia profesional de V a rg a y la necesidad áe u n a plataform a
revolucionaria tal como p a ra satisfacer a la izquierda.18
L as dificultades de la posición, tan to de Zinóviev como de V arga
debían aparecer en el curso de los debates. Treint, el delegado
francés, ap^oyó a Zinóviev afirm ando que el peligro 'principal pro­
venía no de la izquierda sino de la derecha. Un delegado alem án,
que hablaba cubriéndose con el nombre de Rwal, declaró im púdica­
m ente que en octubre de 1923 “ el partido alem án y la C om intern en
su conjunto estaban en condiciones de p lantearse en form a aguda la
cuestión de la tom a del poder”. M urphy, el delegado británico, in­
trodujo el prim er elemento de duda llam ando la atención sobre el
hecho de que el fre n te único constituía la base esencial de la táctica
del partido británico.19 Roy, el delegado hindú, m ientras saludaba
como positiva la atención tardíam ente dedicada a 'Gran B retaña,
se dedicó a d e stru ir las difusas ilusiones sobre las perspectivas deí
C fg b . E l proletariado británico como clase estaba “ extraviado y em­
papado h asta la m édula de un espíritu im perialista consciente o in­
consciente". Viviendo del beneficio ex tra del imperialismo, no había
perdido todavía su fe ni en el gobierno laborista ni en la democracia
burguesa. No se podía llegar a ningún resultado h asta que el
CFGB no se convirtiese en un partido de m asas activo en todo el im­
perio.20 N adie se m ostró propenso a recoger el hábil desafío de Roy.
Rádek habló como el principal disidente de la línea oficial, habiendo

17 Pratoholl: fü n fte r K ongress der Ko'imm mistischen In t cm-afi onale


(s.d .), i, pp. 108-31.
18 T rotski definió m ás tard e a V a rg a como un “ Polonio teórico” ;
un “tra b a ja d o r ú til y calificado”, que “proporciona argum entos eco­
nómicos a la línea económica de quien sea”, Archivo T rotski, T. 3129,
P- 5-
lí5 FrotoJ-oll: fü n fte r K ongress der K om mwnistischen Internationale
(s.d .), I, pp. 138, i 42-44.
20 Ibíd., pp. 149-53.

11
obtenido permiso p a ra expresar un punto de vista personal 21; últim o
ejemplo en la histo ria del partido ruso de oposición autorizada. Atacó
la posición de Zinóviev en cuanto representaba “la liquidación de
las decisiones del IV Congreso”, y desafió a Zinóviev . a decir si '
rechazaba realm ente toda coalición con los socialdemócratas. R efi­
riéndose a V arga, leyó extractos de su folleto del mes precedente,
oponiéndolo a los pasajes m ás belicosos de sn inform e: en el Con­
greso, declaró, “la palom a había rugido como un león”.23 A Rádek
le respondió R uth Fischer, Las instrucciones de la delegación alem a- *
n a estaban decididamente m arcadas por un espíritu de circunspec­
ción hacia el fre n te único y definían la consigna del gobierno de los
trab ajad o res c o m o “su p erad a”.23 L a m ayoría de la delegación ale­
m ana, bajo la enérgica dirección- de R uth Fischer, formó eí ala
izquierda del Congreso, m ientras la delegación británica formó la
derecha. Aquella declaró que Rádek y sus p artid a rio s “no creían m ás
en una revolución alem ana y europea” y predijo como inm inente
"u n a aguda -crisis revolucionaria”. L a situación en el partido b ritá ­
nico era totalm ente diferente de la de los “partidos m ás m aduros” : ■ i
su actitud de debilidad fre n te al P artido L aborista era el resultado ¡j
de su “inexperiencia”.24 B randler, que no era miembro de la delega­
ción alem ana y no tenía derecho de voto, defendió no sin dignidad
su pasado político, pero sin resultado. U n delegado afirm ó crítica­
m ente que las tesis de V a rg a habían sido concebidas deliberadam en­
te en térm inos m ás optim istas que su análisis, con el fin de ju stific a r *
la política de “izquierda”. P or o tra parte, un miembro de la izquierda
alem ana atacó la s tesis como reflejo de las doctrinas d errotistas de !
la derecha, y expresó la opinión de que sería peligroso adm itir que \
eí capitalism o pudiese gozar de una recuperación, aun tem poraria.25
La corriente se inclinaba con fu erza hacia la izquierda. T ogliatti,
que participaba bajo el seudónimo de Ercolí y tenía una posición de
centro en la delegación italiana, fuertem ente dividida, expresó agu­
dam ente el tem or de que el único resaltado de los debates fu e ra
su stitu ir am biguas fórm ulas de derecha con am biguas fórm ulas de
izquierda,26 B ordiga apareció en el Congreso como el único portavoz ¿
A
21 P a r a la posición de Rádek en este período, véase C arr, U in terreg -
no 1928-19%, T urín, E inaudi, 1965, pp. 223-27.
22 p ra to ko ll: fünft& r K ongress der Kommumstischen- Internationale
(s.d.), I, pp. 163-90.
25 Die T a ktik der K.anvm.unistischen Internationale, 19.24, p. 42. ^
24 protokoll; fünft& r Kongress der K om m m dstischen Internationale
(s.d .), I, pp. 191-209.
2* Ihíd., pp. 362-53, 388.
2,0 Ibíd.t p. 377,

12
de la “ultraizq u ierda”, calificando abiertam ente a la resolución del
IV Congreso de “ desconsideración” , proclam ando “el fren te único de
las bases y no de las a ltu ra s ” y pidiendo “un fu n e ral de tercera
clase” p a ra la táctica y la consigna de “u n gobierno de trab a jad o ­
re s”.27 V a rg a y Zinóviev respondieron las ponencias. V arga se de­
fendió un poco torpem ente de los ataques que se le habían hecho,
adm itiendo una cierta diferencia entre el folleto y las tesis, pero
afirm ando que la situación del mundo ca p ita lista había ido deterio­
rándose en los últim os dos meses.28 Zinóviev ex trajo las conclusiones,
señalando que el debate hab ía sido “m ás amplio que nunca” , y que
habían participado 62 oradores. Como en su discurso de ap e rtu ra, se
inclinó decididamente a la izquierda, tomando a Rádek y los social-
dem ócratas como adversarios principales, y a que la intervención de
B ordiga le ofrecía la posibilidad de equilibrar su posición con alguna
fu e rte punzada contra la ultraizquierda. En un pasaje, citado con
frecuencia posteriorm ente, se am paró discutiendo la posibilidad de
dos altern ativ a s: o u n a ráp id a m aduración de la revolución en
E u ro p a en el lapso de tres, cuatro o cinco años, o una lenta y g ra ­
dual m aduración en un largo período. L a distancia que separaba la
izquierda de la derecha se cubrió con esta fórm ula.29
P arecería que en la comisión política, encargada de esbozar u n a
resolución, la oposición de derecha i\o se hubiese hecho oír. Pero
B ordiga persistió en defender su propia posición y presentó un
proyecto alternativo del m ayoritario. L a batalla se renovó en la sesión
p len aria a la que se rem itió la comisión. U na vez m ás B ordiga la-

57 Ibíd„, pp. 394-406; el rol de B ordiga -como jefe de la ultraizquierda


fu e señalado por el jefe polaco Domski, que lo definió, después del
V Congreso, en un artículo en el N o v y j przeglad, (citado por J . A.
Regula, Historio, 'K om m nistycznej P a rtji Polski, 1934, p„ 116), como
“una de las em inentes fig u ra s de la In tern acio n al”. E l otro “extrem is­
t a de izquierda” de im portancia sim ilar de este período era Korsch,
un eulto m arx ista que había sido m inistro del gobierno de coalición
d e T u rin g ia de 1923, y director del periódico teórico del kpd>, Die In ­
ternationale; éste, a diferencia de B ordiga, no disponía de un amplio
respaldo en su propio partido. K orsch no habló en el Congreso sino
p a ra in terru m p ir nno de los discursos lanzando el insulto de “ impe­
rialism o soviético” (G. H ilger y A» M eyer, The Incom patible Allies>
1953, p. 108; el p asa je se encuentra omitido en la edición alem ana de
esta obra, G. H ilger, W ir urul der Kr&ml, 1955, pero el hecho es bien
cierto ). La acusación de “imperialismo rojo” había sido ya adelanta­
da luego del discurso de B u jarin en el IV Congreso (véase p. 947).
Protoícoll: fü n fte r K ongress der Ko'mnwwnistiscken Internationale
(s,d.), I, pp. 441-42.
29 Profnkoíl: fünft& r Kongress der K o m i?mn rs tis ah en Internationale.
(s.d.), I, pp. 453-5Ó9.

1%
mentó el hecho de que la resolución no rechazase de un modo su fi­
cientemente decidido las fórm ulas am biguas sobre el fren te único y
sobre el gobierno de los trab a jad o res adoptadas por el J.V Congreso..
B u jarin replicó que B órdiga era un individualista que no comprendía «
la necesidad de un acercam iento a las m asas. L a resolución proyec­
ta d a fue entonces aprobada por una m ayoría aplastante, m ientras
la moción de B órdiga obtuvo solam ente ocho votos.30 M ientras se plan-
teaba como objetivo la reafirm ación de las decisiones del J.V Congre­
so, la resolución rechazaba firm em ente todo intento de hacer de la ¿
política del fren te único “ algo m ás que un método revolucionario de
agitación y de movilización de las m asas” o “ de utilizar la consigna
del gobierno de los obreros y campesinos, no con el objetivo de una
agitación en favor de la dictadnra proletaria, sino con el de crear
u na coalición democrático burguesa”.31 Las tesis de V arga sobre la ]
situación económica, a las cuales se había referido la comisión co- ¡
rrespondiente encargada de p resen tar un proyecto, fueron adoptadas ]
p or unanim idad, ya que se hacía co n star que, presumiblem ente a ¡
consecuencia de u n a presión de la izquierda, aquellas habían sido
ulteriorm ente m odificadas en el seno de la comisión a fin de hacerlas ■
más favorables a las perspectivas de una acción revolucionaria,^
E n su form a final las tesis insistían en el carácter excepcional de
la prosperidad capitalista en N orteam érica, que contrastaba con l a .
m iseria y el caos del capitalism o en E uropa, y sobre el caos m undial
rein an te en el sector agrícola. Pero la •conclusión fin al (p arecía ser t
poco m ás que -una banalidad retó rica: '
“Si logram os finalm ente disgregar la influencia de los «partidos
socialdemócratas y nacional-fascistas sobre el proletariado, m ovilizar a
la m ayoría del proletariado en sus estrato s decisivos bajo la dirección
de los partidos com unistas en la lucha por el poder estata l y a r ra s ­
tr a r en u na lucha u n ita ria contra los propietarios ru rales y los
cap italistas a los trab a jad o res del campo que sufren la crisis a g raria,
entonces estas luchas en el actual período de declinación del capi­
talism o conducirán a luchas por el poder coronadas por el éx ito ."33

30 Jbíd., il, pp. 592-604, 617; de los ocho disidentes, siete e ra n ‘


miembros de la delegación italiana, el otro u n miembro de la dele­
gación fran cesa relacionado estrecham ente con em igrados italianos en
F ran cia que h abían pasado a form ar p a rte del partido francés. E l
contraproyecto de B ordiga no -parece haber sido publicado.
31 Kom-immisticheski internacional -v dokum entach, 1933, p. 393.
32 Protokoll: fü n fte r K ongress der K om viunistischen Inter-vatiow lc ¡
(s.d.), II, pp. 1004-7.
33 La resolución se encuentra en K om m unisfichesk i internacional v
dokumentach, 1933, pp. 415-26.

14
A lgunas de las m ismas cuestiones estaban presentes en la larg a
resolución del Congreso sobre los “Problem as de tá c tic a ”, según la
cual el mundo había entrado en una “ etapa dem ocrático-pacifista” :
desde G ran B retañ a y F ra n c ia “las ilusiones «democrático-paciíis-
tas»” habían penetrado “incluso en A lem ania”. Definiendo el período
como “u na época entre dos revoluciones o en tre dos oleadas del
avance revolucionario”, la resolución adelantaba la consideración de
que era probable que tal período fuese p articularm ente fé rtil en des­
viaciones. A segurando su propósito de m antener el equilibrio entre
los dos extremos, denunciaba “las desviaciones de u ltraizquierda” que
habían encontrado su expresión tanto en la política sindical como
“en una general negación «de principios de la táctica de m aniobra” .34
Pero esto constituía solam ente el preludio de la seria em presa de
exponer las desviaciones de la derecha. El fre n te único, declaraba
la resolución, podía o no im plicar acuerdos negociados con los jefes
do otros p artid o s; pero no podía lim itarse a tales acuerdos. E l “fren te
tínico de las basesrf constituía p a rte esencial de aquél. El “gobierno
de obreros y campesinos”, lejos de im plicar una coalición, era sim ­
plem ente “u na traducción al lenguaje de la revolución, al lenguaje
de las m asas trab a jad o ras, de la consigna de la «dictadura del pro­
letariado»”. Lo cual im plicaba lógicam ente una alusión al “ carácter
burgués y antiobrero” del “llam ado «gobierno laborista» de Mac
Donald” ,35 Cuando esta resolución llegó al Congreso en su sesión
final, B ordiga adoptó una nueva línea. Aunque siguiera estando en
desacuerdo con p a rte de su lenguaje, esta resolución se había alejado
tan to de la posición del IV Congreso y acercado tan to a sus opinio­
nes, que estaba dispuesto a votarla. No hizo ninguna objeción a los
ataques dirigidos contra la ultraizquierda, puesto que éstos eran
claram ente irrelevantes respecto a las opiniones expresadas por la
delegación italian a. L a resolución se aprobó, por lo tanto, por
unanim idad.36 Sucesivas ambigüedades concernientes a la estrateg-ia
y la táctica estaban latentes en estas resoluciones del V Congreso.
L a actitud de la 'Comintern hacia la táctica del fre n te único seguía

34 P a ra la cuestión sindical véase pp. 5'26-31; el rechazo de la


“m aniobra” era u n a referencia a los intelectuales de izquierda del
partid o alem án (véase E. H. 'Carr, I I socialimn,o in wn solo pítese,
Torino, E inaudi, 1989, pp. 103-4).
35 KoTnjnurdstioheski interna,tional v dokumenta-ch, 1933, pp. 397-
415. i i - i i
36 protokoll; fü n fte r K ongress der K om?mmistischen Internationale
(s.d.), ii, pp. 1011-12.

15
fluctuando entre los dos extrem os; y estas fluctuaciones re flejab an
las variables actitudes de las relaciones soviéticas con el resto del
mundo. Reconocer la división entre los “ dos campos” —el soviético
y el cap italista— como única contradicción efectiva en la escena
internacional, significaba rechazar el fre n te único, considerado poco
m ás que un expediente propagandístico accidental. Reconocer la exis­
tencia de u n a fra c tu ra en el mundo cap italista como una contradic­
ción esencial del capitalism o, y t r a t a r de aprovechar ta l fra c tu ra
en inter-és de la seguridad y del poder soviético, significaba conside­
r a r el fre n te único como elemento esencial de la política exterior.
Ninguno de los puntos de v ista h a b ría podido ser m antenido incon­
dicionalmente con exclusión del otro.
Las m ismas ambigüedades aparecían en las resoluciones especia-
les dedicadas a “el gobierno lab o rista de In g la te rra ” y al “ í as cismo” .
La dificultad en cuanto a la posición a adoptar hacia el P artido
L aborista británico se rem ontaba a Lenin, quien habló con mordaz
desprecio de sais dirigentes, y especialm ente de Mac Donald, pero
impuso al c p g b que tr a ta r a de fo rm a r p a rte de aquél. E n el período
en que se reunió el Y Congreso, en junio de 1924, el gobierno labo­
rista había revelado suficientem ente su propensión al compromiso y
su tibieza h acia los acuerdos anglo-soviéticos, como p a ra haber per­
dido todo lo que le hubiese quedado de la popularidad de que gozaba
inicialm ente en Moscú. Zinóviev afirm ó desenfadadam ente que los
com unistas era n “la única fu erza de la escena m undial a la que el
«gobierno laborista» no había echado tie rra en los ojos", y recordó
la m etáfo ra de Lenin del sostén dado por la cuerda a quien está
por ser ahorcado.37 B ajo la presión de estas consideraciones, la re ­
solución adoptó u n a línea fuertem ente orientada a la izquierda y
revolucionaria:
“L a ta re a de la Internacional Com unista y de su sección, el P artid o
Comunista de In g la te rra , es a rra n c a r el movimiento obrero de las
manos de sus jefes reaccionarios, d estru ir la ilusión, todavía existen­
te entre las m asas, de que la liberación puede ser obtenida a través
de un lento proceso de reform as p arlam en tarias, y explicar a los
trab ajad o res que es sólo a trav és de u n a lucha de clases sin com­
promisos y el socavamiento del poder de la burguesía que pueden
liberarse del peso de la expropiación capitalista.”
Por o tra p a rte era evidente que la hostilidad hacia el P artid o
L aborista inglés era menos clara e incondicional en la delegación
b ritán ica que en las otras delegaciones. Y no hubo nadie que tom ase

w Ibid., I, pp. 462-63.

16
en consideración el abandono o la modificación de la política consis­
ten te en t r a t a r de obtener la afiliación al P artid o L aborista: la
directiva de sostener los movimientos de m inoría en el ala izquierda
im plicaba la intención de perm anecer dentro del P artido L aborista
y de los sindicatos,38 P a ra el c p g b la política del fren te único seguía
siendo de capital im portancia. E n esta cuestión, como en ta n ta s otras,
el V Congreso acentuó de un modo m ás claro el sentido revoluciona­
rio de su propio lenguaje sin a lte ra r la política usual.
L a cuestión del fascismo presentaba u n a m ayor complejidad. La
m archa sobre Roma de Mussolini había ocurrido pocas sem anas antes
del IV Congreso de la Com intern de noviembre de 1922. E n esta
ocasión B ordiga hab ía sostenido que «1 fascism o "no había aportado
nada nuevo a la política burguesa” y en su diagnóstico lo presentaba
como “la encarnación de la lucha contrarrevolucionaria combinada
de todos los elementos burgueses”.39 Pero este argum ento no se había
discutido seriam ente; y fu e ra de u n a mención en la resolución ge­
neral sobre la táctica, acerca de la necesidad de “métodos ilegales
de organización” en la lucha contra “el fascism o internacional”, y
con excepción de u n a referencia en passant a la “victoria de la
reacción fa sc ista ’' en la resolución sobre el P artid o Com unista
Italiano,40 el IV Congreso no se pronunció sobre el fascismo. E sta
ta re a quedó p a ra la sesión del CEEC de junio de 1923, y se volvió cada
vez m ás delicada a causa de la proclam ación por p a rte de Rádek de

38 K om m unisticheski internacional v dokum entach, 1£33, pp. 445-48.


3D Proiokoll des vierten K ongresses der K otm nunistischen In tern a -
tionale, 1923, p. 341. L a m isma línea se h ab ía seguido, antes de la
tom a del poder, en las tesis adoptadas por el per bajo la dirección
de B ordiga en el .Congreso de Roma de m arzo de 1922 (véase p. 148) :
éstas defin ían al fascism o como “un estadio n a tu ra l y previsible
e?n el curso del desarrollo del ordenam ieuto capitalista, una expre­
sión específica de las funciones y de las tare as del estado democrá­
tico” (citado en T ridcat’el zizni i bor’by’ ItaU jansoj Kowimunistisches-
koi parti, trad . ru sa del italiano, 1953, p. 143).
i0 K om m unisticheski internacional v dokum entach, 1933, pp. 297,
358; p a ra la ú ltim a resolución véase C arr, L a revolución bolchevique
cit., p. 466. Zinóviev, hablando eu el II I Congreso del KXM en diciem­
bre de 1922, sobre las noticias re la tiv a s al asesinato de Narutowicz.
el presidente polaco, atribuyó el asesinato de R athenau y de N aru-
towicz a “bandas fascistas", y continuó: “L legará el momento en que
tendrem os que hacer e n tra r en acción a los nuestros y, si es nece­
sario, com batir contra las bandas fa sc ista s con las pistola en la
mano” (B ericht vom 3. K ongress der K om m unistischen Jugendinter-
natw nale, 1923, p. 232). Pero tales expresiones se oían ra ram en te
en boca de jefes soviéticos.

17 '
la “línea Schlageter”.*1 La resolución finalm ente adoptada describía
al fascismo como “expresión de la desintegración de la economía
cap italista y del colapso del estado burgués”. Esto representaba el
resultado de la pérdida de la fe en el socialismo y en el proletariado
de p a rte de los sectores, antes sim patizantes, de la pequeña y me­
diana burguesía y de los intelectuales, pérdida debida a la debilidad y
a la traición de los jefes social dem ócratas. E n estas circunstancias,
“la burguesía tomó al fascismo a su servicio”, y sustituyó “el apa­
rato coercitivo del estado burgués llamado «no político» con los
órganos abiertam ente te rro rista s del fascismo. Al referirse a la
“ línea Schlageter”, la resolución replicaba que “los elementos revo­
lucionarios confundidos —e inconscientes— que se encontraban en
las filas fascistas debían ser atraíd as a la lucha de clases p ro leta ria”.
Además, si bien se declaraba que el fascism o tenía carácter in ter­
nacional, se tra ta b a principalm ente como un fenómeno italiano.42
En el X III Congreso del partido ruso, de mayo de 1924, B u jarin
trazó un paralelo en tre e] fascismo y el giro a la izquierda que se
estaba produciendo en el mundo ca p ita lista:
“ El fascism o es Ja coalición de la burguesía con Jos socialistas,
esto es, la táctica de bloques de la izquierda y la táctica del fascis­
mo, tienen. .. Tin único e idéntico significado, puesto que el fascismo,
no es violencia p u ra y simple sin n ad a más, como piensa cierta gente,
sino un método que en cierta medida ofrece una alianza, y se apo­
dera de una determ inada p arte de las m asas populares."
Como los bloques de izquierda, el fascism o estaba inspirado por
la “necesidad objetiva de la burguesía de conducir a u n a cierta p arte
de las m asas tra s la m eta del reaetivam iento del capitalism o”,*3
E n el V Congreso de la Com intern, B ordiga inició u n a vez m ás la
discusión sobre el fascismo, repitiendo en sus líneas fundam entales
el diagnóstico por él ofrecido en el IV Congreso. No había habido
ninguna revolución en Italia, declaró, sino sólo “un cambio del p e r­
sonal gubernam ental de la clase burguesa”, que no había implicado
ningún cambio de p ro g ram a; el fascism o e ra la continuación de la
democracia burguesa, y no representaba nada sustancialm ente nuevo.
Subrayó nuevam ente con energía el paralelo entre fascismo y so-
cialdem ocracia:
“El fascismo repite fundam entalm ente el viejo juego de los p a r­

41 Véase C arr, Interregno citv pp. 172-74.


K ovim im isticheski internacional v dokum entach, 1933, rpp. 379-
83. _ , t . ■ ^ i
43 T rinadcatyj s’ezd Rossiskoi Komniunistickeslcoi p a rti {bolshevi-
kov), 1924, p. 326.

18
tí dos burgueses de izquierda, es decir apela al proletariado en nom­
bre de la paz civil. T ra ta de alcanzar ese objetivo form ando sindi­
catos de trab a jad o ras de la industria y de la ag ricu ltu ra, que luego
conduce a colaborar prácticam ente con. la organización de los em­
pleadores.”
E n esta contexto B ordiga confirmó su oposición a toda táctica de
fren te único. E l -partido- italiano h ab ría debido dedicarse a la
liquidación de todas las otras oposiciones an tifascistas y a la “ ac­
ción ab ierta y directa por p a rte del movimiento com unista”/ 4 El
otro orador fu e un delegado alem án presentado con el nombre de
F reim uth, quien condenó la línea Schlageter y la incapacidad de
ac tu a r dem ostrada en octubre de 1923, y expresó la opinión de que
en el pasado e] k fd había aceptado aparecer “más bien como el ala
extrem a de la resistencia socialdem ócrata al fascismo que como una
fuerza activa y dirig en te'’. Al fascism o se lo podía e n fre n ta r sola­
m ente con la fu e rza —-“ con los métodos y las técnicas de batalla del
comunismo revolucionario”— ; esto form aba p a rte de la nueva táctica
de izquierda adoptada por el KPD en el Congreso de F ran c fo rt. E l
fren te único podía venir solam ente “de la base”. Al fascismo se lo
debía com batir combatiendo a los reform istas; “la socialdemocracia
y el fascism o representan dos métodos distintos p a ra alcanzar el
mismo objetivo”.■ 45 L as únicas novedades de la resolución (mucho m ás
breve q u e la del c b ic de -un año antes) eran la traslación del a c e n t o
de Ita lia a Alem ania, donde el fascismo había sido ‘'obligado a apo­
y a r y a defender e l dominio de l a g ra n burguesía”, y la afirm ación
de que “fascism o y socialdemocracia representan los dos filos de la
m isma arm a, esto es, de la dictadura del capital en g ran escala”.40
L a ecuación así establecida entre socialdemocracia y fascismo, que

44 P rotokoll: fü n fte r Kongress der Kom rnunistischen Internatio­


nale (s, d ,)? II, pp. 715-51; p a ra los pasajes citadas véase pp. 719-20,
745-49; la versión ra s a del prim ero de estos pasajes, P ia ti F s em.irvi
K ongress KoniriiunistichesJcogo Interna,clónala-, 1925, I, pp. 687-S8,
tiene m uchas v arian tes respecto a la alem ana.
45 Protokoll: fü n fte r K ongress der K om m un is ti?, clien Internationa la
(s. d .), II, pp. 765-67; la identidad de F reim u th no se ha estable­
cido.
46 K om m unisticheski internacional v dokiwicntach, 1933, pp. 448-
49," la resolución sobre la táctica unía tam bién fascismo y socialde­
m ocracia como form as alternativas con que la burguesía “se esfuerza
p or enm ascarar el carácter capitalista de su dominio y darle carac­
terísticas m ás a menos «populares»” (ibíd., p. 401). E l III Congreso
de la P ro fin tern se pronunció enseguida de modo aún m ás acentuado,
afirm ando que “fascismo y democracia son dos form as de la dictadura
bu rg u esa”, DesiaV let Profinterna- v rczoliucmch. l&S'O, p. 144.

19
al ex asp erar la hostilidad de ios com unistas hacia los socialdemó­
cratas, aparecía como el corolario n a tu ra l del giro hacia la izquierda,
estuvo cada vez m ás de moda en la propaganda com unista de los
años siguientes.*7 P or o tra p a rte la resolución prescribía “el esfuer­
zo por conseguir un fre n te único de todas las m asas trab a jad o ras
co n tra el fascism o” y “la lucha por un fre n te internacional unificado
del proletariado am ante de la paz bajo la dirección de la In te rn a ­
cional Com unista”. L a directiva política que su rg ía de esto era lo
suficientem ente am plia como p a ra cubrir casi cualquier interpretación
que la p ráctica pudiese dictar.
La o tra declaración política de carácter general em anada del con­
greso fue un m anifiesto por el 10? aniversario del fin de la g u erra
de 1914, preparado por Trotslíi "según instrucciones del P residium ” ,
Su fraseología se inclinaba sin vacilaciones hacia la izquierda. La
g u erra era atrib u ida no sólo a la codicia de la burguesía, sino tam bién
a la traición a las luchas de los trab ajad o res llevada a cabo por
los socialdemócratas. Estos, no menos que los gobiernos im perialistas,
eran responsables del “insensato” tra ta d o de paz. L a oleada revolu­
cionaria de posg uerra había sido rechazada “por los esfuerzos uní-
dos del fascism o y de la socialdemocracia” . E l inform e de los exper­
tos sobre la reconstrucción —"un plan m onstruoso p a ra esclavizar a
las m asas de trab a jad o res europeos puesto en m archa por el capital
anglosajón con la ayuda del m ilitarism o fra n c é s”-— había sido apro­
bado por los partidos de la II Internacional. L a lucha contra el mi- j
litarism o y el peligro de g u e rra se podía em prender solamente ne-

47 E n su inform e a una reunión de partido de Leningrado el 9


de julio de 1924 sobre el V Congreso de la Comintern, Zinóviev
llevó a sus extrem os la tesis de que el capitalism o europeo estaba
moviéndose en tre los “dos polos” del fascismo y de la soeialdemo-
e ra d a : tan to el fascismo como el menebevismo representaban dos
síntom as del capitalism o declinante, Interna,tionale Presse-Korree-
pondenz, n. 104, 11 de agosto de 1924, p. 1335; el inform e aparece
tam bién en P ravda el 22 de julio de 1924. S talin repitió el diagnóstico
dos meses después con m ayor precisión: “ E l fascismo es una orga­
nización de choque de la burguesía y que cuenta con el apoyo activo
de la socialdemocracia. L a socialdemocracia es, objetivamente, el ala
moderada del fascism o”, Sockinenia, VI, 282 [en esp., n , 296]. E n
su discurso del 28 de julio de 1924, T rotski hizo una distinción m ás
n eta entre ellos: “La d erro ta de la revolución alem ana h a abierto
un nuevo p e río d o ,., de dominio de p arte de los elementos demo-
crático-pacifistas de la sociedad burguesa. E n lu g ar de los fascistas '¡
se adelantan pacifistas, dem ócratas, mencheviques, radicales y otros
partidos de filisteos”, E uropa und A m erika, 1926, p, 16; p a ra este
discurso véase p. 21, nota 50.

20
gando a los estados capitalistas los medios p a ra equilibrarse por el
rearm e, y con las actividades revolucionarias en las fábricas de a r­
m as y municiones y en las vías fé rrea s. No se descuidaban los a n ta ­
gonismos dentro del mundo capitalista; y la pugTia de intereses entre
el Imperio británico y los Estados Unidos se señalaba como el m ás
fu erte de tales antagonism os.48 Pero, como convenía al tono revolu­
cionario del documento, el m ayor acento caía sobre la cam paña revo­
lucionaria contra el mundo capitalista. “L a socialdemocracia debe
ser expulsada y la burguesía despojada del poder; nosotros debemos
to m ar el poder y hacerlo deslizar por carriles socialistas” . E l m a­
nifiesto fu e adoptado por unanim idad sin discusión.40 Dio el tono a
m uchas actividades de la Com intern en los últimos meses de 1924. En
un discurso pronunciado en la Sociedad Científica M ilitar algunos
días después de la clausura del Congreso,, Trotski sorprendió con una
la rg a disquisición destinada a dem ostrar que las condiciones objetivas
estaban m ad u ras p a ra la revolución en E u ro p a :
“Lo que fa lta es el facto r final, el elemento subjetivo: la concien­
cia está re tra s a d a con respecto al ser.”
Repitió su propio diagnóstico del fracaso alem án de 1¡323:
“ Sólo u na cosa se demostró que fa lta b a en aquel momento. Lo que
fa lta b a en el partido com unista era el grado necesario de penetración,
determ inación y capacidad de com batir p a ra llevar adelante una
ofensiva en el momento justo y alcanzar la victoria.” 50
"Cuatro años después, en u n a ca rta al VI Congreso de la Comin­
tern , T rotski describía como “una fa lsa valoración” el punto de vista
adoptado en el V Congreso de “que la situación revolucionaria conti­
nuase desarrollándose y que se estuviese a. punto de em prender en
breve b atallas decisivas”,51 Pero en aquella época T rotski mismo

48 Véase pp. 446-47.


49 Protokoll: fü n fte r K ongress d&r K om m unistischen Internatio­
nale (s jd ). Ti, pp. 619, 871; el texto se en cu en tra en P ia ti V sem irvi
Kongress K ow m itnis tich es hago Internación ala, 1925, ii, pp. 200-1, y en
In t erna ti ovale P r es&e-Korr e*pondeqi¡z} n. 89, 1'6 de julio de 1924,
pp. 1118-19, L a P ro fin tern , en el II I Congreso inm ediatam ente
siguiente, emitió tam bién una proclam a por el 10” aniversario de la
g u e rra m undial, DesiaV let Profinterna, v rezoliuciach, 1930, pp. 149-
61.
50 T rotski, E uropa and A m erika , 1926, p. 12; el discurso, dicho
el 28 de julio de 1924, se publicó originalm ente en Pravda y en
Izvestia el 5 de agosto de 1924. Pocas sem anas después Trotski
extendió el mismo diagnóstico a la situación de 1918-19 (véase p. 540).
51 T rotski, The Third International A fte r L en in, New Y ork 1936,
p. 250 [hay v aria s ediciones en e s p .]; el original ruso de esta c a rta
se encuentra en los Archivos T rotski, T 3117.

21
h abía contribuido, consciente o inconscientemente, a esa valoración.
N i la cuestión a g ra ria ni la nacional fuerou sistem áticam ente de­
batidas en el Congreso. Lo cual, en verdad, no ocurrió accidentalm en­
te, ya que ni la u n a ni la o tra se adaptaban fácilm ente al esquema
del giro a la izquierda. La consigna del partido ruso de “ aliarse” con
los campesinos, como tam bién las precedentes tom as de posición de
la Com intern,52 dictaban u n a política de apoyo a los campesinos que
tra ta b a n de conquistar la tie rra y de convertirse en campesinos p ro ­
pietarios. De todos modos, este apoyo al program a de los partidos
ag rario s en toda E uropa oriental im plicaba el riesgo de reforzar el
capitalismo m ás que de subvertirlo, y parecía inconciliable con cual­
quier proyecto de revolución proletaria. E n el congreso, V arga fue el
único que señaló este problem a,53 y como enfatizó Zinóviev, ninguno
de los G‘2 oradores dedicó alguna atención seria a la cuestión ag ra ­
ria .54 B u jarin , en un discurso sobre el proyecto de program a de la
Com intern,55 m ientras insistía sobre el principio m arx ista de que
el cultivo en g ran escala era más progresista que el cultivo en peque­
ña escala, observaba que “ el peso social de los cam pesinos” no podía
ser ignorado, y que era urgente que se liberase a la ag ricu ltu ra del
“yugo de la in d u stria ” que le había impuesto el capitalism o; y Tbal-
heimer, replicando en el mismo debate a BTijarin, afirm aba que la-
exigencia de la división de la tie rra en tre los campesinos no signiíi^
caba que la C om intern hubiese caído en la pasada h erejía de los revi­
sionistas alemanes y dem ostrase preferencia por el cultivo en peque­
ñ a escala.56 Sólo se dedicó una sesión al debate sobre la cuestión
ag raria, que fu e abierto por Kolarov. quien m ás bien superficialm en­
te rozó la relación existente entre el fren te único y los partidos a g ra ­
rios. La táctica del fren te único de las bases podía aplicarse a todos
estos partidos. Pero sólo unos pocos —mencionó como ejemplos la
Unión B úlgara de los Campesinos y, con algunas reservas, el P artid o

52 La tom a de posición m ás autorizada fu e una resolución del


II Congreso de 1920, K oim m w istícheski internacional v dokmnentaeh,
1933, pp. 132-39. [Véase en esp. en Los cuatro primeros congresos
de la Internacional Comunista, Cuadernos de Pasado y Presente,
n* 43, Córdoba, 1973, pp, 161-72.]
53 Protokoll; fü n fte r K ongress der K om m unislischen Internationa-
nale (s, d.), 31, p. 794.
54 Protokoll; fü n fte r K ongress der K om m nnistischen Internationa-
nale (s. d.), i, p, 463; tam bién V a rg a señaló esta general despreocu­
pación (ibíd., ii, p. 793).
55 P a ra esta discusión véase pp. 951-53.
se Protokoll: fü n fte r K ongress der Komrnunistischen Intern.atio~
nale (s. d.), n , >pp. 528-30, 579-80.

22
Republicano C roata de los Campesinos y el P artido Americano da
los Ag'ricultores-—■ eran suficientem ente revolucionarios p a ra la apli­
cación del fren te único total, es decir, aquel que incluía el acuerdo
ca-n su s jefes.57 N inguno de los jefes de delegación participó en el
debate y no se propuso ni adoptó ninguna resolución sobre la política
ag raria. U na resolución de práctica, que saludaba la fuiidacióu de
la Internacional Campesina (K restin tern ) exhortaba a los partidos
com unistas a m antener contactos perm anentes con las organizaciones
afiliadas a ella en los países respectivos, y a “ apoyar todos los mo­
vimientos de campesinos dirigidos a m ejorar su situación o a condu­
cir a una lucha general contra las clases dom inantes”, y adelantaba
la hipótesis de que ésta podría requerir “la constitución de un bloque
en tre obreros y campesinos por un período m ás o menos prolongado”.5*
La "cuestión nacional y colonial” anduvo un poco mejor. Dos p á­
rrafo s de la resolución general del inform e del CEIC se referían a la
im portancia del derecho a la autodeterm inación y al apoyo al “mo­
vimiento de liberación de los pueblos coloniales y de todos los pueblos
orientales’7,ñ9 y M anuilski, en una etapa u lterior del congreso, hizo
un inform e p artic u la r sobre la cuestión.60 Hábilm ente distinguió entre
cuatro tipos de problem as. El prim ero nacía en los países coloniales
y semicoloniales (como China e Indonesia), donde el deber de los
p artid o s com unistas era apoyar a los partidos de la burguesía nacio­
nal en rebeldía contra el imperialism o europeo: los partidos británico
y fran cés se habían m ostrado remisos en sostener tales movimientos
de rebelión. E l segundo aparecía en T urq uía y Egipto, donde ciertos
com unistas habían puesto un énfasis injustificable en el apoyo a los
gobiernos de la burguesía nacional. E l tercer tipo de problem as había
surgido en A lem ania y en los Balcanes, y se re fería a la vieja cues­
tión de quién debía ser el detentador del derecho de autodeterm ina-
ción.Gi Aquí se h abían cometido dos errores opuestos. E n Alemania,
Thalheim er había identificado la causa del conranismo con la del
nacionalismo burgués alem án en la lucha contra el trata d o de Ver-
salles.152 E n otros países, algunos com unistas no habían llegado a
reconocer del todo la validez de los resentim ientos de las m inorías 11 a-

5T Ibíd., p p . 7 8 6 -8 8 .
58 The-sen und Resolutionen des V. W eltkongresses der K om vum is-
iischen Intem a fiovale, 1924, pp. 134-36.
50 Komvuimsti-chesk-i interim cional v dokum entach, 1933, p. 296.
60 Protakoll: fü n fte r K ongress der KojnnnivnistiscKen Internatio­
nale, (s. d.), n , pp. 620-37.
61 Véase C arr, L a revolución bolchevique, t. i, pp. 286-89.
63 C arr, Interregno, pp. 261-64.

23
cionales burguesas (como por ejemplo los eslovacos, los croatas, Ios-
eslovenos). El cuarto tipo de problem as su rg ía del irredentism o n a­
cional, que aspiraba a la reunificación con los com patriotas de otros
estados (los alem anes de Polonia o 'Checoslovaquia, los m agiares de
R um ania, etc.) : algunos comunistas de los países interesados se h a ­
bían m ostrado hostiles al reconocimiento de la validez de tales reivin­
dicaciones. E n el caótico debate que siguió, delegados de varios países
tra ta ro n de defenderse de los reproches de M anuilski, E n tre los que
con m ayor energía participaron en el debate estaban Roy, que repi­
tió obstinadam ente los argum entos adelantados en el II Congreso de
1920, y N guyen Ai Quoc (seudónimo de Ho Chi M inh), el delegado'
de Indochina; y tuvieron lu g ar cambios de opiniones m ás moderados'
sobre problem as del nacionalism o en T urquía y Egipto.63 Dos delega­
dos norteam ericanos hablaron extensam ente sobre la cuestión n eg ra.04
No obstante, pz^evaleció la impresión de que en lo que respecta a la
cuestión nacional los jefes de la Com intern estaban interesados pre~
ferentem ente, por aliora, en u tilizarla como medio p a ra imponer me­
didas disciplinarias a grupos recalcitrantes de los partidos europeos..
E n los Congresos III y IV, el interés por ‘los movimientos ex tra euro­
peos se había m ostrado todavía superficial.
E sta im presión se confirmó -cuando M anuilski se refirió en la ú lti­
m a sesión del Congreso al tra b a jo dela comisión constituida para,
t r a ta r la cuestión.65 La comisión estaba dividida en cinco secciones:
cuestión colonial. Extrem o Oriente, Medio Oriente, Balcanes y E u ro p a
central, y cuestión negra. Pero las resoluciones que debían h a b e r
preparado no estaban prontas, y M anuilsld propuso rem itirlas al
CEIC p a ra su eventual aprobación en nombre del Congreso.66 E l resto
del discurso estuvo dedicado a contestar críticas particularizadas. No
se dijo nada m ás de las resoluciones de las -distintas secciones, con
excepción de una resolución sobre E uropa ce n tral y los Balcanes, que-

63 P a ra estas discusiones véase pp. 583-85 (Roy y Nguyen Ai


Quoc), pp. 604-5 (T u rq u ía ), y pp. 614-15 (E g ip to ).
Gá P rotokoll: fü n fte r Kongress der KommunistiscJiEn Internatio­
nale ( s . d . ) , II, pp. 666-69, 704-8.
65 p ro to ko ll: fü n fte r K ongress der Kojm m inistisehen Internatio­
nale (s. d . ) , II, pp. 999-1004.
6(i Según la versión fran cesa de los trab a jo s V B Congres de VInter-
national Com,muñíste', 1924, p. 327, M anuilski presentó un proyecto
de resolución sobre E u ro p a central, y propuso p asa r las cuestiones
en suspenso al CEIC am pliado. Propuso además constituir una comi­
sión p a ra e n fre n ta r las ‘'cuestiones controvertidas”, que debía p re­
sumiblemente re ferirse al c r i c ; puede ser, sin embargo, que se tr a te
de una confusión con la comisión constituida por el CEIC (véase e n
la presente edición p . 408].

24
■fue publicada p o r el Presidium del c e ic algunas sem anas m ás tard e
como resolución del Congreso. Se re fe ría a la creación, por obra de
los tra ta d o s de V ersal Ies y de Saint-G erm ain, de “nuevos pequeños
estados im perialistas — Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, R um a­
n ia, Grecia”— ; y prescribía “en el presente período prerrevoluciona-
rio” a los partidos com unistas de E uropa central y de los Balcanes la
consigna: “separación nacional de los pueblos oprimidos de Polonia,
R um ania, Checoslovaquia, Y ugoslavia, Grecia” . Solicitaba a los p ar­
tidos com unistas, especialm ente de Polonia, R um ania y H ungría, lle­
var adelante “u n a lucha firm e y enérgica contra el antisem itism o” .
Y dedicaba un a sección a la “ cuestión u c ra n ia n a ” en Checoslovaquia
(R utenia su b carpática), Polonia (G alitzia oriental) y R um ania (Be-
sarab ia y B ucovina). E l objetivo era “la reunión en una república
soviética de los óbreros y campesinos de los territo rio s ucranianos
ahora divididos en tre Polonia, Checoslovaquia y R um ania” ; y se die­
ron instrucciones a los partido-s de “ apoyar la consolidación de los
p artid o s com unistas y de las organizaciones de estas regiones”,67 Los
otros aspectos de la cuestión nacional elevados al Congreso se eva­
cuaron con las decisiones del c e ic de fo rm a r una comisión perm anente
com puesta por miembros de los partidos inglés, belga y fran cés y por
un -representante del OEiC p a ra seguir la cuestión n eg ra y p a ra “or­
g a n iz a r la p ropaganda en tre los negros", y Tina comisión perm anente
bajo la presidencia de un miembro del partido am ericano p a ra vigi­
la r la cuestión nacional y el movimiento revolucionario en Oriente.68
M ás allá de las am bigüedades de la “era dem ocrático-paciíista” y de
la táctica del fren te único, m ás allá de las com plejidades de las des­
viaciones de derecha y de izquierda, estaba la im portantísim a cuestión
del inform e de los partidos constituyentes de la Com intern sobre su
órgano central, y de los otros partidos sobre el partido ruso que cons­
titu ía el núcleo central de la institución. Form alm ente, el partido ruso
•era sólo uno en tre los partidos miembros,* sus recientes disensiones
no podían in tere sa r a la Comintern menos que las que se encontraban
en los otros partidos. L a teo ría de que el Congreso M undial de la
Internacional Com unista representaba la m ás alta corte de apelacio­
nes en todas las cuestiones re la tiv a s a los partidos que la constituían
continuaba siendo propugnada; pero su aplicación al partido ruso
ten ía en este período un sentido de irrealidad. N adie suponía que

07 Thesen. und Resohiiionen des V, W el i k ongre-s s es der Komimmis-


tischen Internationale, 1924, pp. 129-31. P a ra las secciones de la
resolución relativas a cada partido en p a rtic u la r véase pp. 1.67-68,
187, 203, 213.
P rotokoll: fü n fte r K ongress der K orm nunistischen Internatio-
■nale (s. d .), II, pp. 103€-31.
cualquier cosa que el Congreso pudiese hacer o decir podría influen­
c ia r el desenlace de la escisión en tre los dirigentes rusos. Pero el
grupo m ayoritario estaba ansioso de obtener el aval form al de los;
partidos com unistas del mundo por su acción -contra T rotski; y el.
grado de agilidad m ostrado por los jefes de los otros partidos en acor­
d ar este aval se consideró en la organización ce n tral de la Comintern
como la prueba reveladora de su lealtad. Cuando T rotski apareció en
la trib u n a en la sesión de a p e rtu ra del Congreso, fue saludado por
un fragoroso aplauso, y fue electo, junto con Zinóviev, B u jarin y
Stalin, p a ra fo rm ar p a rte del P residium del Congreso.09 Pero, inicia­
dos los trab ajo s, prevaleció la disciplina. Cada jefe de partido im por­
tan te se unió a su turno al coro de las denuncias, e hizo todo lo que
pudo p a ra declarar a la oposición existente en su partido culpable
de trotskism o; y ninguno de los que hablaron en nombre ‘de las diver­
sas oposiciones de partido —ni siquiera Eádek— osó defender a T rots­
ki. Después de hacer un inform e al Congreso sobre la situación econó­
mica de la Unión Soviética, Rikov term inó con una declaración breve
y relativam ente no provocativa sobre la “discusión del p artid o ” e
insistió sobre la unanim idad con que se había condenado la oposición
en el XXII Congreso del partido.70 Todo peligro de que el veredicto-
fuese controvertido en el congreso de la Com intern fu e alejado por
el rechazo opuesto por Trotski a una invitación a exponer su ‘ caso
en el Congreso.7* la única participación que tuvo en los trabajos fue-
la elaboración del m anifiesto, ajeno a las controversias, publicado
p or el congreso sobre el décimo aniversario de la g uerra. F ue nom­
b rada u na comisión p a ra discutir los asuntos del partido r u s o ,72 pero,
supuesto que se ’h aya reunido, no se hizo nunca mención de su activi­
dad. E n la sesión p len aria se adoptó sin discusión una resolución
que haciendo el elogio de los sucesos del partido raso, señalaba que
éste había ya condenado la oposición en sus propias filas como un
producto de la “influencia pequeñoburguesa” ,' que los representantes
de la oposición habían rechazado la invitación a exponer su caso en
el Congreso de la C om intern; y que la oposición ru sa había recibido
ayuda de los exponentes de "una desviación (o portunista) de derecha”1
do otros países. El Congreso avaló form alm ente las resoluciones de
la conferencia y el congreso del partido ruso, y condenó la plata-

69 P rotokoll: fü n fte r K ongress der K om m unisiischen Internatio­


nale (s. d ), I, p. 2.
70 Ibíd., ri, pp. 561-69.
71 Véase C arr, Socialismo, i, p. 512.
73 P rotokoll; fü n fte r K ongress der K om m univtischen Intcrnatio--
nale (s, d .), II, p. 1061.

26
fo rm a de la oposición,73 No se nom braba a T rotski en la resolución.
Entonces, cuando tuvieron lu g a r las elecciones del CEIC al fin del
congreso, de acuerdo con el nuevo trá m ite instaurado por el IV Con­
greso,74 T rotski y Rádek fueron excluidos de la lista. E ra ésta la
prim era sanción form al a la que estuvo sujeto Trotski, que •continua­
ba siendo miembro del Comité C entral del partido ruso y de su Polit-
h u ró ; Rádek h abía y a perdido su puesto en el Comité C entral del
partido dos meses antes, en el X III Congreso. Stalin, que antes del
V Congreso no había tenido -parte alguna en los asuntos de la Comin­
tern , fu e electo p a ra el ceic.75 No había hablado en la sesión plena-
ria del Congreso, contentándose con d ejar a Zinóviev las candilejas.
Pero había estado activo en las comisiones,76 y había circulado libre­
m ente entre los delegados, haciendo buena im presión por no haber
intervenido en la o rato ria y por su atención, paciente, inform al, por
toda cosa que se estuviese desarrollando.77 M anm lski se presentó cla­
ram en te al Congreso ■como un hom bre de Stalin, refiriéndose a la
"línea L enin-S talin” en la cuestión nacional — una innovación sorpren­
den te en el verano de 1924.78
L a controversia con T rotski se expresó tam bién en una nueva con­
signa que pasó a fo rm a r p arte en el V Congreso del arsenal de la
C om intern: la dem anda de la balchevización de los partidos comunis­
tas. Al -condenar a Troiski, los jefes rasos habían proclam ado que
no era un verdadero bolchevique y habían insistido en el bolchevismo
d el partido. L a preocupación por los otros partidos amenazados por
la s herejías y desviaciones era una inyección de bolchevismo: debían
:segnir el ejemplo del partido raso y “bolchevizarse” a sí mismos. E ste
térm ino hizo su aparición en un artículo de T re in t publicado en m ar­
zo de 1924 en el diario del partido fran cé s:
“ N u estra divisa es clara: no desbolchevización del partido ruso,
sino al contrario bolchevización de todos los partidos com unistas” .70

73 K om m unisticheski internacional v dokum entach, 1933, pp. 162-


163.
74 Véase C arr, Rívoluzione, pp. 1218-19.
75 protokoll: fü n fte r K ongress der K om m unisiischen Internatio­
nale (s. d ) , II, p. 1021.
70 P a ra la comisión polaca véase pp. 184-86.
77 R. Fischer, S ta lin and Gemía,n Com m unism , H a rv ard 1948, pp.
404-5.
78 P rotokoll; fü n fte r K ongress der K om m unisiischen Internatio­
nale (s. d ), n , pp. 622, 1002; N guyen Ai Quoc (véase p. 84) cita
tam bién a S talin a propósito de la cuestión nacional (ibíd., p. 6 8 6 ).
79 B u lletin Cornnuniiste, n. 13, 28 de marzo de 1924, p. 322.

27
G uralski planteó siiriultáneam ente en el partido alemán el mismo
tem a con un lenguaje casi id é n tic o ;30 y en el mismo mes una resolu­
ción de la conferencia del partido polaco hablaba de la “ta re a de bol-
clievización del p artid o ”.81 E n el V Congreso de la Com intern fue
una vez m ás T re in t quien retomó la expresión haciendo referencia
directa a lo acaecido en el partido ruso:
“E stam os decididamente en contra de una de sbolcheviz ación del p a r­
tido ruso y por la balchevización de los partidos herm anos, por la
creación de un partido bolchevique m undial, en el que debe tra n s ­
form arse la Internacional Com unista, inspirada por el espíritu de
L enin”.82
Después de lo cual casi todo orador que quería dem ostrar su hosti­
lidad a la derecha y al trotskism o habló de la bolchevización de su
p artido.83 Zinóviev encaró nuevam ente la medida en la p arte fin a l
de su discurso de conclusión; 8i y la resolución sobre el inform e del
CEIC exigía “la bolchevización de los partidos com unistas, fieles eje­
cutores de las directivas de Lenin, y al mismo tiempo capaces de to­
m ar en cuenta la situación concreta de cada país”. L a resolución
sobre la táctica profundizó más en la cuestión. Proclam aba “la bol­
chevización de los partidos y la form ación de un único partido m un­
dial” como “la ta re a central del período actu al”. L a bolchevisacióu
no debía in terp re tarse como “una transposición m ecánica de la expe­
riencia ín teg ra del partido bolchevique ruso en todos los otros p a r­
tidos’'. Pero se declaraban esenciales a un partido bolchevique algu­
n as cualidades y deberes. Debía seT un p artid o de m asas; debía ser
capaz de “m aniobras estratégicas co n tra el enemigo” -—su táctica no
debía ser “dogm ática” o “sectaria” ; debía ser un partido m arxista,
revolucionario, con el objetivo de la victoria del proletariado sóbre­
la b urguesía; debía ser un partido centralizado, monolítico, que no
to lerara fracciones; y debía com prom eterse en un trab ajo df? propa­
ganda reg u lar y de organización en el interior de los ejércitos b u r­
gueses. E n pocas p alabras, bolchevización significaba “ el traslado a
nu estras secciones de todo lo que había y hay de internacional y de
valor general en el bolchevismo ru so ” ; y o tra resolución del congreso
sobre la Comintern y su propaganda de partido subrayaba con ener­

80 Véase C arr, Interregno, p. 228,


81 K P P : TJckwaly i Rezolucje, n (1955), 39.
82 Protofeoíl: filn fie r Kongress der Kommunistisch&n Internatio­
nale (s. d .), I, p. 1-39.
83 Véase por ejemplo, ibíd.} p. 209 (R uth F isch er), 217 (flrsel),.
351 (K uusinen), 363 (H ansen).
84 Ibíd,r p. 508.

28
g ía que la bolchevización podía ser obtenida solam ente “inyectando
el marxismo-leninismo en la conciencia de los partidos comunistas y
sus miem bros” .85 L a consigna de la bolchevización de los partidos
h abía surgido casi autom áticam ente de los debates del V Congreso.
E s ta fu e despees saludada como la nota dom inante del congreso; el
V Congreso, escribió M amiilski, “puso en el orden del día la bolche­
vización de los partidos com unistas europeos’1.86
Kesultó por eso n a tu ra l que el V 'Congreso hubiera dedicado g ra n
p a rte de su atención a los asuntos de cada partido en p articu lar. Los
cuatro partidos nombrados en la resolución general del V Congreso
sobre la táctica fueron los partidos británico, francés, alem án y che­
coslovaco: éstos e ra n los m ás im portantes. Pero, adjunto a ésta, el
Congreso aprobó resoluciones p artic u la res sobre los -partidos polaco,
italiano, sueco, nornego e islan d és; y se consideraron en comisiones
del Congreso tam bién los asuntos de los partidos búlgaro, austríaco
y japonés. L a exigencia de una disciplina estricta y de la aceptación
sin discusión de las decisiones de la autoridad central fue uniform e;
del mismo modo la consigna de la bolchevización representó p a ra to­
dos los partidos el elemento m ás im portante. Pero otras disposiciones
reflejab an las am bigüedades y las imprecisiones de la linea general y
de las diferentes situaciones de los diversos países interesados. Un
estudio de la política de la Com intern en este período exig’e un cierto
examen de la política im puesta a los principales partidos y de la
táctica adoptada en las relaciones con ellos.

85 K om m unistickeski internacional v dokum entach, 1933, pp. 411-


12, 429. Que la consigna fuese todavía nueva y poco fam iliar lo
dem uestra el uso, en la versión ru sa , de dos form as altern ativ as
del térm ino (Bolshevizacia y Obolshevichanie; se encuentra tam bién
la form a Bolshevizirovanie en un artículo de P ravda del 20 de enero
de 1925); después Bolshevizacia se convirtió en la form a aceptada.
86 K om m unisticheski Internacional, n. 2 (39), 1925, p. 5.

29
V
DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA
(17 de junio - 8 de julio de 1924)
I
\

í
j
SESION INAUGURAL

en el Gran Teatro de Moscú,


17 de julio de 1924

P residente: Kolarov.
O radores: Kolarov, M iliutin, Zinóviev, Rikov, Lozovsky, Geschke,
T rein t, S tew art,

kolarov. C am aradas: E s la quinta vez que los representantes de los


obreros y cam pesinos revolucionarios de todos los países se reúnen
en la cap ital de la Unión de las Repúblicas Soviéticas. D urante los
dieciocho meses que nos separan del últim o Congreso m uchas cosas
se h an modificado en la situación internacional, así como en noxestro
Partido.
L a Internacional Comunista y todo el proletariado han tenido que
llevar un a d u ra lucha en todos los frentes. Hemos sufrido derrotas
que nos h an costado m uchas víctim as y m uchas pérdidas. N uestro
prim er recuerdo debemos consagrarlo al g ra n jefe de la revolución
m undial: Lenin.
(Los delegados se ponen de p ie; la orquesta toca una m archa f ú ­
nebre.)
Debemos tam bién rem em orar a D im itri Blagoev, uno de los fu n ­
dadores del P artid o Socialdem ócrata de R usia y fundador del P artido
Com unista búlgaro.
(Los delegados se ponen de pie; la orquesta toca la m archa f ú ­
nebre.)
No podernos comenzar n u estra s ta re a s sin dedicar tam bién u n re ­
cuerdo a los miles de obreros y campesinos m uertos en los combates
revolucionarios.
C am aradas: no sólo tenemos que llo rar víctim as; tam bién tenemos
que celebrar los éxitos que la Internacional C om unista y sus seccio­
nes h an obtenido. N uestros partidos se h a n reforzado, y nuestro p a r­
tido m undial, la Internacional Comunista, ve lleg-ar con tranquilidad
los acontecimientos, consciente de la victoria final. Declaro abierto

33
el Quinto Congreso de la Internacional Comunista. ( Ovación, Los
asistentes cantan L a Internacional. E n ese momento aparece T rotski
en el escenario. Se oyen gritos: “¡Viva- el E jército R ojo! ¡ H u r ra l”.)

M iliutin propone, en nombre de todas las delegaciones, el siguiente


buró: Zinóviev, presidente; C lara Zetkin, Stalin, B u ja rin y Trotski
(R u sia ); Thaelm an y Geschke (A lem ania); T re in t y Sellier (F ra n ­
cia) ; B ordiga ( I t a l i a ) ; Sm eral y M ouna (C hecoslovaquia); Kolarov
(B alcan es); K rajew sky (P o lo n ia); K atayam a (Japón) (Gritos de:
“¡ V ivan los pueblos de O riente/" ) ; Roy (India) ; S'tewart (In g late­
r r a ) , y Dunne (E stados Unidos de A m érica).
P a ra el secretariado se propone a P iatnitski, Mac Manus, N eurath,
Doriot y S tirn er {aplausos).
Tanto el Buró como el S ecretariado son. elegidos p a r unanim idad.

ZINÓvieV. A nte el Quinto Congreso se debe p lan tear el problem a del


program a de la Internacional Comunista. Crear un program a que
satisfag a todas las necesidades del movimiento y corresponda a nues­
t r a teo ría es una d u ra ta re a . H ay dos nom bres que son la expresión
p erfecta de ese p ro g ram a: M arx y Lenin. La Internacional Comunis­
ta se creó bajo la égida de M arx, y ludió y creció bajo la conducción
de Lenin.
C am aradas: estoy convencido de que el Quinto Congreso m archará
de todo corazón por el camino que V ladím ir Ilich les ha trazado al
proletariado m undial y a la revolución internacional.
Cuando m urió M arx, Engelg escribió que el proletariado perdía
el centro adonde acudían en busca de consejo en los momentos críti­
cos los obreros franceses, rusos, norteam ericanos y alemanes.
Lenin, al m orir, le ha dejado al proletariado un centro al que los
obreros de todos los países acuden en busca de apoyo: la In te rn a ­
cional Comunista. E l Quinto Congreso m o strará a todo el mundo
que el gu ía genial del socialismo internacional no trab a jó en vano
entre nosotros.
Ante todo debemos celebrar la m em oria de n u estra s víctim as. E n ­
viamos nuestros saludos m ás sinceros a los participantes de la insu­
rrección de Cracovia, a los obreros y los campesinos polacos, de los
que la g u ard ia blanca se venga en estos momentos, y a los obreros
y los campesinos búlgaros que gimen en los calabozos y el destierro.
Saludamos a los miles de obreros alem anes que han sido arrojados a
la cárcel con la ayuda de la socialdemocracia blanca, a los revolu­
cionarios indios recientem ente condenados a largos años de prisión, y

34
al P artid o -Comunista egipcio, que acaba de s u frir u n a derrota tra s
de haber intentado ocupar las fábricas. Pensam os en todas las víc­
tim as de n u estra s juventudes. Recientem ente se ejecutó en Polonia
al joven cam arad a E ngel; otros obreros jóvenes de Polonia han acu­
m ulado en u n as pocas sem anas m ás o menos quinientos años de p ri­
sión. Pensam os en la heroica propaganda de los jóvenes obreros
franceses y alem anes en el R uhr. L a Internacional Comunista h a rá
todo por sostener al movimiento internacional de los jóvenes, rpues
no h ay un solo movimiento revolucionario que sea ta n rico en prom e­
sas.
Los acontecimientos no se han desarrollado con la rapidez que
descontábamos. Pero no tenemos por qué desesperar cuando m iram os
a trá s p a ra ver el camino recorrido. E n estos cinco años hemos visto
destronar a un a media docena de reyes y hemos conquistado la sexta
p a rte del globo. D u ran te el mismo período la I I Internacional ha
vuelto al poder por segunda vez, pero sólo p a ra defender a la b u r­
guesía.
Muchos de nuestros partidos han sufrido el bautismo de fuego y
han debido e n tra r en un período de ilegalidad. No por ello h an deja­
do de fortalecerse.
Inauguram os nuestro Congreso poco tiempo antes del décimo an i­
versario de la g u erra. E n tre fines de julio y principios de agosto
contamos con organizar una g ra n Sem ana Internacional contra la
G uerra. I r á dirigida no sólo contra la burguesía, sino tam bién contra
la socialdemocracia, cuya responsabilidad en la g u erra no es menos
pesada. Si hay un momento en que debamos con singular rigor mos­
t r a r que la socialdem ocracia es n u estra enemiga a m uerte, ese es,
justam ente, el del décimo aniversario de la g u erra. L a II Internacio­
n al se ocupa ahora del inform e de los expertos; Crispien acaba de
inm ortalizarse con la sentencia de que el inform e de los expertos es
la capitulación de la burguesía fren te al m arxism o. E s un buen
burgués, contento de si mismo, y sin duda h a confundido a M arx
con el actu al presidente del Consejo del Reich.
E l problem a de la g u e rra m undial no podrá d ejar de ser actual
m ientras estos ch arlatan es conserven algun a influencia sobre las
m asas. N unca olvidaremos de qué modo se condujeron estos señores
a principios de la g u e rra ; jam ás les perdonarem os los trece millo­
nes de m uertos, los diez millones de m utilados, los veinte millones de
heridos de la g u e rra m undial.
N uestro Congreso ten d rá que resolver m uy im portantes asuntos.
Los acontecimientos de A lem ania y su apreciación deben tener el m a­
yor alcance sobre la suerte de la Internacional. E l “gobierno obre­

35
ro” de In g la te rra y n u estra actitud p ara con él; el ‘‘bloque de las
izquierdas" en F ra n c ia y el papel del P artido Comunista fran cé s;
la experiencia búlgara, la política italiana, n u estra discusión en R u­
sia, que ha conmovido a un g ra n número de partidos y cuyo balan­
ce harem os ahora, m ás la táctica del fren te único: todos estos pro­
blemas ag u ard an una solución de nuestro Congreso.
B ajo la influencia de reveses se h a intentado re v isa r n u estra tá c ­
tica del fre n te único. N aturalm ente, no es una táctica que tenga la
pretensión de constituir una doctrina. No es m ás que una aplicación
parcial del marxismo eu una época determ inada. No por ello estim a­
mos menos el hecho de ser una de las arm as m ás poderosas de la In ­
ternacional Comunista.
Tendremos que d iscutir muy im portantes asuntos del movimiento
sindical internacional. Tendremos que discutir n u estras ta re a s en
Alem ania, en In g late rra, en F ran cia, en Polonia, en Escandinavia, en
los Balcanes. Tendremos que ju zg ar los resultados de la nueva po­
lítica económica. Grandes problem as se alzan ante nosotros. Desde
el fondo de nuestro corazón deseamos resolverlos dentro de las ense­
ñanzas de M arx y Lenin.
Estoy convencido de que nuestro Congreso significará un jalón en
el camino de la revolución m undial. Justam ente p a ra ello se reúnen
aquí los representantes de cincuenta y dos partidos comunistas, de
cincuenta y dos partidos obreros; p a ra ello se han reunido aquí los
m ejores com batientes del movimiento obrero, p a ra re g resar luego a
tra b a ja r con el espíritu de nuestro m ayor m aestro. (Prolongados
aplausos.)

Se cede la p alab ra a Rikov, quien habla en nombre del Comité Cen­


tra l del P artido Comunista ruso.

L as secciones de la Internacional Com unista se han conver­


r i i í OV.
tido en verdaderos partidos de masas. Hemos visto, en cambio, que
los partidos de la II Internacional sostienen cada vez más ab ierta­
mente a la burguesía. L a Unión Soviética existe desde el C uarto
Congreso. L a m uerte de Lenin h a conmovido profundam ente a toda
la Internacional. H a fortalecido la unión en el seno del P artido Co­
m unista ruso y agrupado en torno de éste a los sin partido. L a dis­
cusión h a concluido con el voto unánim e de los setecientos setenta
delegados al X III Congreso. Los “reclutas de Lenin” prueban que
la Internacional Com unista posee en el P artido Comunista ruso la
m ás fiel v anguardia. L a acumulación de la energía revolucionaria

36
prosigue. Los obreros y los campesinos rusos se m antendrán firm es
h a sta la revolución mundial,

LOZOVSKY saluda al Congreso en nombre de la Internacional Sindical


Roja y de los sindicatos de la Unión Soviética.
Como el corresponsal del órgano sindical ruso hab ía pedido su
opinión al líder tradeunionista inglés, Thom as, sobre el problema
colonial, éste respondió,», ¡que no tenía opinión al respecto! Otro
rasg o : en el último congreso alem án, H ilferding declaró que no h ay
que dejarse llevar por el rom anticism o revolucionario de Oriente, sino
perm anecer en el terreno firm e de Occidente, Sin em bargo, no h ab rá
salv ataje 'de la hum anidad o b rera sin los pueblos orientales explotados,
sin la revolución m undial,
A los aplausos frenéticos de toda la sala, el orador responde, p a ra
te rm in a r: “ ¡Viva la Revolución u n iv ersal!55.
Los obreros que p articiparon en la conferencia sindical del d istri­
to de Sokolniki saludan al Congreso y prom eten que el proletariado
de Moscú ap o rta rá a la revolución m undial su concurso inconmo-
vible.
A nte la m esa del Presidium desfila una delegación de jóvenes pio­
neros con pañuelos de seda y al son del tam bor. El orador de la dele­
gación, un muchacho de unos 13 años llamado Semenkovsky, saluda
al Congreso e invita a los delegados a educar a sus hijos en el espí­
ritu revolucionario.
E ste llam am iento es seguido de saludos de toda una serie de dele­
gaciones de las fábricas de Moscú: l a g ra n em presa T rojgórnaia, la
fáb rica Ikarius, la im prenta número cinco, la im prenta del Comisa­
riato de las V ías de Comunicación, la fá b rica Dux, la fáb rica “ C lara
Zetkin” ; la fá b rica textil “C om intern” da lectura a una resolución
que designa, a Zinóviev sastre de honor y le envía ropa de trab ajo .
Los obreros de -la fáb rica “ E l P roletariado Rojo” ap o rta n al Con­
greso un m artillo de hierro, símbolo de la lucha contra la burgue­
sía. U n rep resen tante de cuatrocientos estudiantes de la U niversidad
Com unista Sverdlov declara que los estudiantes se ponen a disposi­
ción de la Internacional, E n la últim a discusión h an permanecido
fieles a las directivas del leninismo, y lo seguirán siendo h a sta el
final. Además se pronuncian varios discursos de bienvenida en nom­
bre de las obreras del distrito de Sokolniki, de los ferroviarios, de
la fá b rica de caucho B ogatyr, de la fáb rica de automóviles Amo, de
los obreros del d istrito de Bogorodsk, etcétera.
GESCHKE (A lem ania) responde, en nombre de todos los delegados, a

37
los discursos de saludo: Acogidos con un am or sin límite, con un
ferviente entusiasm o, sentimos su rg ir en nosotros la idea de que he­
mos llegado a Moscú, la capital de la revolución m undial, no para
endilgaros frases vacías, sino p a ra adquirir nuevas fuerzas con mi­
ras a n u estras luchas fu tu ra s. Lenin y a no está. P or grande que sea
la brecha form idable que su m uerte h a abierto en el fren te del pro­
letariado internacional, por grande que sea nuestro dolor, no nos
abandonam os a la tristeza, pues sabemos que el leninismo triu n fa rá .
Pensad en la m iseria de los proletarios del mundo capitalista y ayu­
dadlos, p a ra que lo que en la R usia soviética h a pasado a ser reali­
dad se realice en todos los países. Proceded de m anera que el te rro r
blanco ceda fren te al te rro r rojo, de m anera que la dictadura de la
burguesía sea rem plazada por la dictadura del proletariado. ¡A ntes
m orir en las llam as de la revolución que p u d rirse en el aliento pesti­
lente del capitalism o!

KOLAE0V, propone, en nombre del Presidium , dirig ir el siguiente lla­


mam iento al ejército rojo, a la flota y a la aviación, (E ntusiastas
aplausos, aclamaciones, hurras por Trotski.)

AL EJÉRCITO, LA FLOTA Y LA AVIACIÓN ROJOS

Soldados del E jército Rojo: hemos sufrido una grave pérdida en el


intervalo del C uarto al Q'uinto Congreso. N uestro m aestro Vladím ir
Ilich Lenin, que enseñaba a los trab ajad o res de todos los países que
sólo una lucha organizada e incesante puede p erm itir derrocar el
poder del capital y establecer la verdadera fratern id ad entre los pue­
blos liberados, ha m uerto. P resentes aquí, en la capital de la Unión
de las Repúblicas Soviéticas, bajo v u estra protección, hallam os un
g ran consuelo en el hecho de que Lenin continúa viviendo en la gran
Unión Soviética, en la Internacional Comunista, siem pre creciente, y
en el E jército Rojo, campeón de las conqnistas de la Revolución.
Queridos cam aradas: al saludaros en nombre de millones de t r a ­
bajadores, consideram os de nuestro deber recordaros cjue el poder
del capitalísim o no se ha roto aún y que los explotadores fo rja n
nuevas cadenas p ara los oprimidos y los desheredados: p re p ara n
nuevas carnicerías. Todo el odio de los señores de la tie rra , de los
banaueros, de los industriales de todos los países, se dirige contra
el único Estado obrero y campesino, fortaleza de los trabajadores.

38
E stad en guardia, recordad que el peligro de g u e rra habrá de subsis­
tir m ientras el poder perm anezca en manos de los opresores.
Los desheredados de todo el mundo, los siervos del sistem a del sa­
lario,. los esclavos de las colonias, vuelven su m irada hacia vosotros
y en vosotros ven a los soldados del único ejército que defiende a los
trab a jad o res; siguen con atención vuestros trabajos, vuestros com­
bates, vuestros éxitos.
L a Internacional Com unista sabe que el gobierno soviético reduce
incesantem ente, en su deseo de paz, los efectivos del E jército Rojo.
L as divisiones territo ria le s constituyen ahora la m ayor p a rte de las
f u e r z a s arm adas de la Unión Soviética. Cuanto menos numeroso es el
E jército Rojo, m ás breve es el servicio m ilitar, y tam bién m ás pronto
debe hallarse el E jército Rojo, en cualquier tiempo, p a ra rechazar
las agresiones, vengan de donde vinieren.
L a Internacional Comunista, conocedora de vuestro sublime y glo­
rioso pasado, m ira con audacia el porvenir, convencida de que, lle­
gado el momento, el E jército Rojo cum plirá cou honor su deber.
¡Viva el E jército Rojo, protector de los oprimidos y los deshere­
dados í
¡Viva la revolución social universal!

E l llam am iento es aprobado por unanim idad.

TREINT (F ra n c ia ) tra e a los trab a jad o res de Moscú el saludo de


los com unistas franceses.
La lucha llevada en F ra n c ia ha dado sus fru to s: el m inisterio de
Foincaré ha sido derrocado. U na nueva tendencia reina ahora. La
burguesía de izquierda sostenida por los socialistas, h ab rá de pro­
poner u na nueva paz de Versalles, que será ta n d u ra como la prim era,
pero mucho m ás hábil e hipócrita.
E l orador da lectura a una resolución contra el te rro r blanco.

CONTEA EL TERROR BLANCO

E l Quinto Congreso M undial se reúne en momentos en que en un


g ra n número de países se desencadena el te rro r blanco m ás cruel.
M illares de obreros, campesinos, com unistas y sindicalistas gimen
en las cárceles de Alem ania, Polonia, B ulgaria, Italia, Irlanda, E s­
pañ a y Japón.
Centenares de irlandeses son detenidos y arrastra d o s ante los t r i ­
bunales por haber protestado contra el m ilitarism o inglés. Veinticinco

39
m il revolucionarios indios que luchan por lib ertar a su país de la
esclavitud colonial, son enterrados por el imperialismo en los cala­
bozos británicos.
E n Polonia, las condenas, las ejecuciones sin juicio, las to rtu ra s
que recuerdan las peores épocas de la E dad Media y las b árb ara s
violencias de los verdugos encarnizados contra los cautivos de la gue­
r r a de clases escriben cada día nuevas páginas en el sangriento
m artirologio del proletariado m ilitante.
Ita lia es el país de los asesinatos en masa, de los pogroms, del
fu ro r desenfrenado de las bandas fascistas. E n Japón se aprovechan
los terrem otos p a ra suprim ir a los revolucionarios. E n pLumania se
fu sila a los detenidos con el pretexto de “ten tativ a de evasión".
E n E sp añ a se asesina en las esquinas a los jefes de los sindicatos.
Tales son los episodios de la la rg a serie de las represiones ejercidas
por la burguesía contra los m ilitantes del movimiento obrero y
revolucionario.
El Quinto Congreso, reunido en la capital de la Revolución M un­
dial, os dirige su caluroso saludo a través de los m uros de vues­
tr a s cárceles, a todos vosotros, com batientes de la Comuna universal;
a vosotros, obreros alem anes; a vosotros, m arineros alem anes, sol­
dados de la insurrección; a vosotros, insurrectos búlgaros, campesi­
nos, que habéis tomado la s arm as p a ra echar abajo a la dictadura
fa scista ; a vosotros, obreros de Cracovia, a los que la burguesía po­
laca se p re p a ra p a ra condenar; y tam bién a vosotros, heroicos prole­
tario s de I ta lia ; a vosotros, defensores de la independencia irlandesa;
a vosotros, revolucionarios indios.
No hay sacrificio que los comuneros de todos los países no estén
dispuestos a soportar por la g ra n causa de la liberación de los
trab a jad o res y los oprimidos. Las condenas, las to rtu ra s, el te rro r:
n ad a nos detendrá.
L a h o ra de la victoria está cercana. E l proletariado m undial libe­
r a r á a los prisioneros de la burguesía, derrocará el poder de los
verdugos capitalistas y reconstruirá todo el mundo en una comuna
universal.

L a resolución es aprobada por unanim idad.

stewart (G ran B retañ a) da lectura a una resolución co n tra la


opresión de los pueblos coloniales.

40
A LOS PUEBLOS HERMANOS DE ORIENTE

La m uerte de Lenin, que lia asestado un duro golpe al corazón de la


clase obrera universal, h a encontrado un eco profundo tam bién entre
vosotros, pueblos oprimidos de Oriente.
V uestras dem ostraciones de duelo, v u estra s reuniones consagradas
a la gloriosa m em oria de Lenin y mil otros signos de vuestro dolor
h an probado que Lenin h a sido p a ra vosotros un guía y que sai
nom bre es él signo de reunión de todos los pueblos sublevados.
L as consignas de Lenin son las vuestras.
E l testam ento revolucionario de nuestro querido Illch ha 'sido com­
prendido por cada campesino turco, por cada ambal persa, por los
nóm adas de A fg an istán y los fellahs de Egipto, por los estibadores
japoneses, los ferroviarios chinos y los culíes coreanos. Él os in sp ira rá
en los combates inevitables que tendréis que llevar p a ra conseguir
un m ejor porvenir.
La Internacional Comunista, juntam ente con el proletariado m un­
dial, sigue con atención la heroica lucha que lleváis p a ra conquistar
v u estra independencia, p a ra rechazar el yugo hum illante del capital.
L a burguesía im perialista, que tr a ta de apoderarse de nuevos m er­
cados, considera los países de Oriente como un objeto de explotación
sin lím ite, como la fuente de su poderío colonial.
Todos vosotros, millones de habitantes de las v astas extensiones
del Cercano, del Medio y del Extrem o Oriente, sólo sois esclavos
p a ra la burguesía, nacidos p a ra crear con vuestras manos la riqueza
de la clase dirigente de E uropa occidental y de E stados U nidos de
Am érica,
D urante la g u erra, los capitalistas de todos los países m ultipli­
caron las prom esas de autonom ía, de home-rule y casi de indepen-
dencia.
No era m ás que u n a astucia de la burguesía, que procuraba m an-
tener en los momentos críticos a las colonias bajo su dominio y ase­
g u ra rse un ejército de refuerzo, una abundante reserva hum ana p a ra
recomponer sus ejércitos diezmados.
Inm ediatam ente después de la guerra* la burguesía im perialista,
violando cínicam ente sus compromisos, recomenzó con encarnizam iento
a asfix iar a la India, a saquear a China, a re p a rtirse a T urquía, a
sojuzgar a P ersia.
E n resp u esta a ta u ía arbitrariedad, vosotros, oprimidos de Oriente,
os habéis levantado como un solo hombre p a ra defender vuestra
in depen dencia.
Sabed que no sois los únicos en combatir.

41
La sim patía de lo m ejor del proletariado de todos los países está
con vosotros. La burguesía que os oprime y os explota en las-
colonias y semicolonías oprime asimismo a la clase obrera de E uropa
y América.
N uestros caminos conducentes a la destrucción del presidio capi­
ta lista y a la supresión de toda opresión son idénticos.
L a liberación efectiva y definitiva de los oprimidos de Oriente y
-de los explotados de Occidente sólo es posible m ediante u n a estrecha
alianza, m ediante una lucha codo con codo contra el im perialism o.
Los campesinos de todos los países se ag ru p an ahora bajo la ban­
dera de la Internacional Com unista. Vuestro lugar, campesinos de
Oriente, está junto a vuestros herm anos occidentales.
El Quinto Congreso de la Internacional Com unista os tiende una
mano fra te rn a l de ayuda m u tu a en la lucha común.
Dirige su saludo a los jóvenes partidos comunistas de Oriente, que
luchan valientem ente en condiciones particularm ente duras, en países
atrasados en los que subsisten los vestigios del feudalism o, en los
que las to rtu ra s y las condenas alcanzan a les m ejores cam aradas.
Luchando infatigablem ente contra los im perialistas y los feudales
nativos, los partidos com unistas de Oriente continuarán sosteniendo
todo movimiento sincero de liberación nacional que tienda a echar
abajo al yugo opresor del capital extranjero y oponga, con ello,
un fren te único an tim perialista a la burgnesía explotadora del uni­
verso.
E l Quinto Congreso de la Internacional Comunista os saluda tam ­
bién a vosotros, pueblos de T urquía y A fganistán, que habéis recha­
zado el fardo de la dependencia nacional y los ataques de los bandidos
im perialistas.
Al mismo tiempo envía su cordial saludo al P artido K uom intang de
China y al P artido Popular Revolucionario de Mongolia, que fo rja n
el sublime porvenir de s t í s pueblos.
La- hora del castigo del capitalism o se acerca. Los obreros de todos
los países, unidos a los oprimidos de O riente bajo la bandera des­
plegada de la Internacional -Comunista, se p re p ara n p a ra el com bate
decisivo, p a ia el g ra n torbellino que h ab rá de -echar abajo a la
jfortaleza del capitalism o, p a r a la lucha por la conquista del poder
y la instauración de la Unión U niversal de las Repúblicas Socialistas
Soviéticas, paTa la construcción del comunismo en todo el mundo.
L a resolución es adoptada por unanim idad.
El Congreso confirm a la decisión del Ejecutivo relativa a las
demostraciones que h ab rán de organizar todas las secciones, desde
el 27 de julio h asta el 4 de agosto, contra la g u e rra y contra los

42
socialpatriotas. Las demostraciones no se deben organizar en ningún
caso de mancomún con la socialdemocracia.
E l Congreso adopta el siguiente llam ado a los “R eclutas de Lenin” :

SALUDO FRATERNAL A LOS “ RECLUTAS DE L E N IN ”

E n la hora fa ta l p ara los trab ajad o res de todos los países en que
nuestro m aestro ha dudado de vivir, la clase obrera de la Unión
Soviética h a m ostrado nuevos caminos a los oprim idos y los deshere­
dados, al enviar al P artido Com unista a sus m ejores hijos p a ra que
continúen defendiendo, en un esfuerzo común, la g ra n causa de la
liberación del trab a jo , de conform idad con el testam ento de Lenin.
Los “reclutas de Lenin” no son sólo el testimonio de la confianza
de que goza el P artido Com unista ruso; son una nueva fuente de
energía y valor en la dura lucha contra los expoliadores de todos los
países.
Queridos cam aradas: no sólo los tra b a ja d o re s de la Unión Soviética
siguen con entusiasm o -vuestros esfuerzos por re fo rz a r el P artido
Comunista tra s la m uerte de su fundador y guia. Los trab ajad o res
de todos tos países siguen con sostenida atención todos los a c o n t e ­
cimientos que se producen en la República del T rabajo en estos días
difíciles en que la hum anidad tra b a ja d o ra h a perdido a su m ejor
guía. N uestro consuelo se h alla en que el esp íritu de Lenin h a
permanecido en el corazón de la clase obrera que llevó a cabo la
Revolución de Octubre. Estam os firm em ente convencidos de que vues­
tro ejemplo será seguido por los proletarios de todos los países, que
consideran a Lenin no sólo conio el jefe de la revolución rusa, sino
tam bién como el m aestro de los oprimidos de todos los países. La
Internacional Comunista os recuerda, por vía de su Quinto Congreso,
que al reuniros bajo la b andera de Lenin habéis asumido 'sublimes
aunque graves compromisos.
E l P artido Com unista ruso ha sido y sigue siendo el modelo de una
disciplina de hierro y de una infatigable energía. H abéis entrado
en este partido en momentos en que él perdía a su m ejor jefe.
H abéis m ostrado así que comprendéis con claridad las tare as que
se imponen a la clase obrera de la Unión Soviética. Son ta re a s
inm ensas. Los explotadores de todos los países prefieren ahogar en
sangre a la hum anidad antes que rendirse. Por eso debemos esperar
■duros combates, combates que h ab rán de exigir la concentración de
to d as las fuerzas de los trab ajad o res a trav és de inauditas dificul­

43
tades, Al afiliaros os habéis convertido en los herm anos de arm a s
de los com batkm tes del proletariado m undial.
L a Internacional Comunista 05 saluda, firm em ente convencida de
que ju stificaréis la confianza de la clase obrera, que os h a designado
p a ra defender la bandera del leninismo.
¡Viva el P artido Com unista rusoí
¡V iva la promoción de Lenin!
Se levanta la sesión al canto de L a Internacional.

44
SEGUNDA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin y en la Plaza Roja,


ante la tumba de Lenin, 18 de junio de 1924

P residente; Kolarov.
O radores: Kolarov, Kalinin, R uth F ischer y Roy.

kolarov com unica que los obreros de Moscú se han reunido en l a


P laza R oja y que el prim er punto del orden del día previsto por el
E jecutivo ampliado —"Lenin y la Internacional Com unista”—
se debe tr a ta r delante del mausoleo de Lenin.
Los delegados se encam inan, con la banda al fren te, a la Plaza
R oja, donde las delegaciones de las fábricas, con innum erables ban­
deras rojas, esperan. Los delegados desfilan ante la tum ba de Lenín.
E l P residium se in stala en la trib u n a del mausoleo, y Kolarov
da la p alab ra a Kalinin. p a ra el inform e acerca de

LENIN Y LA INTERNACIONAL COMUNISTA

k a l i n i n . C am aradas: mucho antes del Congreso cada 'uno de vosotros


sabía y a que su prim era p alab ra e sta ría dedicada a Lenin, Jefe de
la revolución, ru sa , jefe de la Internacional. E l estudio del leninismo
en todas sus etapas es una de las tareas m ás im portantes del p ro ­
letariado internacional. Su doctrina h a enriquecido no sólo a loa
bolcheviques rusos, sino tam bién a todos los partid o s com unistas, con
u n a enorme experiencia, de la que extraerem os d u ra n te muchos años
n u estras respuestas a los m ás complicados asuntos.
Las tres ideas principales de Lenín e ra n : la alianza de los obreros
y los campesinos, la solución del problem a nacional y la dictadura
del proletariado.
L a idea de la alianza de los obreros y los campesinos lo preocu­
pab a desde la m ás an tig u a época de su actividad, Form uló el problem a
de m anera tal que todo im ijik pudiera comprenderlo.

45
El problem a nacional está estrecham ente ligado al problem a cam­
pesino, y Lenin dedicó tam bién a él toda su atención. L a población
de la Unión Soviética se compone de rmiclias naciones que se encuen­
tr a n en diferentes niveles de cultura. L a solución del problema
nacional es, por tanto, un asunto vital p a ra el poder soviético. Coma
en todos los- asuntos, Lenin llevó una lucha encarnizada contra todas
las desviaciones.
La traición de muchos líderes obreros de Occidente golpeó grave­
m ente al proletariado ruso, pero bajo la influencia de su jefe pudo,
pese a todo, comprender que únicam ente el Estado Soviético y que
únicam ente la dictadura del proletariado pueden conducir al socia­
lismo.
Al aplicar estas tres ideas de Lenin debemos comprender que son
a m a s p a ra n uestra lucha revolucionaría.. V uestra ta re a , ejecutores
del testam ento de Lenin es é s ta : no sólo h ay que conservar éstas
arm as de la lucha em ancipadora del proletariado, arm as específicas
del leninismo; además hay que tem plarlas y fo rja rla s aun más.

RUTH FiSCHEtt (A lem ania). La obra de Lenin está g rabada no sólo


en el corazón de los obreros y los campesinos- rusos. Lenin es el
símbolo de la revolución en todos los países de la tierra . Pero es,
sobre todo, el símbolo de la revolución p a ra el proletariado alemán.
El P artid o 'Comunista de Alem ania, que lam enta profundam ente no
haber todavía expulsado a su burguesía y no haber aún conquistado
el poder, no ignora que sólo gracias a Lenin podrá obtener la victoria.
L a idea de Lenin e stá profundam ente g rabada en la clase obrera
alem ana, que alza a Lenin contra las m anifestaciones nacionalistas.
U na ciudad situ ad a en el corazón mismo de la región m inera e
in d u strial de A lta Silesia se llam a Hindenburg'O, del nom bre del g ra n
carnicero de la g u e rra m undial, pero ahora tiene m ayoría comunista^
y nuestros cam aradas han decidido tra sfo rm a r a Hindenburgo en
Leninburgo,
La burguesía sabe que no tiene enemigo m ás peligroso que el
P artid o Comunista, inspirado por el leninismo. L a T ercera In te rn a ­
cional, fundada por Lenin, proseguirá, pese a todas las dificultades,
su camino, partiendo de Rusia, a trav é s de E uropa y de todo el
mundo. 'Gracias a Lenin venceremos a la burguesía, y la bandera
ro ja flam eará no sólo sobre Moscú, sino sobre B erlín y toda la tie rra .
El leninismo d ará la victoria a la revolución universal. (E ntusiastas
aplausos.)

46
ROY (In d ia ). E n este día, en que los representantes del proletariado
revolucionario se hallan reunidos aquí, en el corazón de . la revolución
m undial, p a ra trae ro s el saludo de los explotados de todos los países,
debemos recordar que el Quinto Congreso es el prim ero que se efectúa
sin nuestro venerado Lenin.
Lenin ha m uerto, pero h a dejado u n ejército compacto, un ejército
d>e hierro, que h ab rá de conquistar la victoria bajo ía bandera del
leninismo. No es el momento de d eclarar lo que la Internacional
Com unista y el proletariado todo deben a Lenin. Sólo querría des­
ta c a r no más que un punto. F ue Lenin quien creó u n a verdadera
Internacional. L a antigua Internacional, dirigida por los socialpa-
trio tas, era cosa de los obreros europeos y tal vez norteam ericanos.
Lenin supo reu n ir en torno de él no sólo al proletariado de E uropa
y Estados Unidos, sino tam bién a los oprimidos y los explotados de
las colonias y semicolonias. Sabemos que la revolución m undial sólo
vencerá gracias al leninismo. ¡Viva el leninismo! (Aplausos prolon­
gados.)

Se levanta la sesión. Conducidos por el Presidium , los delegados


desfilan ante la s diputaciones obreras, vivam ente aclamados.

47
TERCERA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin,


19 de junio de 1924

Presidente: 'Geschke.
O rador: Zinóviev.

Orden del día: P or proposición de la delegación holandesa, se com­


pleta el Presidium con la inclusión de W injkoop.
Se adopta el orden del día tal cual lo fijó el Ejecutivo Ampliado
en su sesión del 12 de junio, a saber:
1. L en in y la Internacional Comunista,.
In fo rm an tes: Kalinin, R usia; R uth Fischer, A lem ania; Roy, India*
2. La, actividad y la táctica del Ejecutivo.
Info rm an te: Zinóviev.
3. La, situación económica mundial.
Info rm an te: V arga.
4. E l asunto del programa.
In fo rm an tes: B u jarin , Thalheim er.
5. L a táctica sindical.
In fo rm an tes: Lozovski, Heckert,
6. Problema, na,ciana,L
Inform antes: M anuilski, Roy.
7. Problemas de organización.
Los inform antes serán designados ¡por la Comisión de Organización,,
8. L a propaganda.
Los inform antes serán designados por la Comisión de Propaganda~
9. E l fascism o.
In fo rm an tes: Bordiga, Ita lia ; F reim uth, Alemania..
10. E l problema, de los intelectuales.
In form ante: C lara Zetkin.

48
11. Situación económica, de la Unión Soviética,.
In fo rm a n te : Kolarov.
12. L a Internacional de los Campesinos.
In fo rm an te: Rikov.
13. E l m ovim iento de los Jóvenes,
14. E l Socorro Rojo Internacional,
15. Problemas atinentes a, las diferentes secciones:
a) R u sia;
b) A lem ania;
c) Italia.
d) B u lg aria;
e) In g la te rra ;
/) E stados Unidos;
g) -Japón.
16. Problema, cooperativo.
17. Elección del E jecutivo y del presidente de la Internacional Co­
munista,,

E l Congreso decide añ ad ir al orden del día un inform e de Riazánov


acerca del In stitu to M arx-Engels,
El Congreso adopta, por tanto, el siguiente reglam ento:
L as sesiones plenarias del Congreso se re alizará n de las 10 a las
15 y de las 17 a las 24.
Se concede un a hora a los inform antes p a ra su inform e y media
hora p a ra la réplica.
Los delegados tienen el derecho de h a b la r dos m inutos sobre el
reglam ento. A este respecto se les concede la p alabra u n a sola vez.
Cada delegado puede tom ar la p alab ra dos veces acerca de cada
asunto: p rim era vez, quince m inutos; la segunda vez, cinco.
Los pedidos de p alabra y las proposiciones se deben dirigir por
escrito al Buró. Se procederá a votación nom inal a pedido de tres
delegaciones con voz deliberativa.
A proposición de los cam aradas alem anes se decide que esas tre s
delegaciones deben tener por lo menos seis delegados con voz deli­
berativa.
E l Congreso ra tific a en seguida la Comisión de V erificación de
los M andatos, que se compone de los siguientes cam aradas:
P iatn itsk i, T rilisser, Kreibich, W aletsky, A m ter, T erracini, Dimi-
trov, M aranne, Petrov, Geschke, S tew art, Schefflo y U nger.
E l Congreso ra tific a igualm ente las demás comisiones.

49
ACTIVIDAD I>EL EJECUTIVO ( 1922- 1924 )

E n este Congreso debemos buscar el camino del porvenir.


z in ó v ie v .
Pero antes hay que exam inar un poco el camino recorrido, ante
todo porque p o r prim era vez estam os privados de la dirección y la
colaboración de Lenin, luego porque la situación internacional
es poco mtíios que integram ente nueva, y por último porque nuestro
Congreso actual es, por así decir, un jubileo.
No hace mucho conmemoramos el quinto aniversario de la in te r­
nacional Comunista. Tenemos a n u estras espaldas cuatro congresos
mundiales, cuatro congresos que han m arcado otras ta n ta s etapas en
la historia del movimiento obrero revolucionario. Perm itidm e, pues,
u n rápido análisis de la h isto ria de la Internacional Comunista.
E xam inaré dos puntos.
El prim ero: “ ¿Cuáles eran n uestras fuerzas al principio y cómo
han crecido en el curso de estos años?”.
El segundo: “La lucha de las tendencias en cada congreso”.

De la sociedad de propaganda al Partido. Hoy está claro que la


Internacional Comunista sólo era en sus prim eros años una sociedad
de propaganda. Entonces no nos dábamos cuenta de ello. Nos creía­
mos muy fuertes, cuando a decir verdad no teníam os siquiera partidos
comunistas. ¿(Cuál era la causa de ese e rro r de visión? E l descontento
espontáneo de las m asas, a la salida de le g u erra im perialista, era
extrem ado, y lo considerábamos como una fuerza com unista o rg a­
nizada, E ra un error.
El ejemplo del P artido alemán b a s ta rá p a ra m ostrarlo.
Después del P rim er Congreso, d u ra n te la insurrección esparta-
quista, en enero de 1920, la repulsión de las m asas por la burguesía
y en parte, tam bién, por la socialdemocracia era un fenómeno ele­
m ental: no nos figurábam os, nosotros, com unistas, ser los dirigentes
del movimiento. Con el tiempo, ahora vemos que la insurrección
■espartaquista (de la que no tenemos por qué avergonzarnos, pues
fue una de las luchas m ás gloriosas de la clase obrera) sólo había-
hallado un partido com unista extrem ad am enté débil, u n a e s p e c ie
de g ran sociedad de propaganda que apenas encaraba la c o n q u is t a
de las m asas.
Otro tanto ocurría en los demás países.
P a ra apreciar bien el punto en que estamos debemos tener e n
cuenta los comienzos. Pese a todos los defectos de n u estra organiza­
ción, ya hemos dejado de ser en muchos paísesj no obstante, una

60
simple sociedad de propaganda, p a ra convertirnos en un partido co­
m unista y a veces h a sta en un partido de m asas.

Contra las tendencias. Con respecto a la histo ria de las lu d ias de


tendencias en el seno de la Internacional Comunista, es necesaria;
}o es p a ra a c la ra r las luchas que apenas podremos ev itar en el Quin­
to Congreso.
Todo el mundo sabe, y re su lta inútil probarlo aquí, que el bolche­
vismo nació de la lucha co n tra el oportunisnio¡ contra la derecha,
co n tra los socialdem ócratas, co n tra los centristas. E l comunismo surgid
de la Segunda Internacional, Desde entonces podemos c a p ta r dos
grandes corrientes dentro de la Internacional: por un lado, los an­
tiguos socialdem ócratas; por el otro, la nueva generación obrera,
que creció du ran te la g u erra y después de ella. Ambas corrientes
tienen sus p artes fuertes y sus p artes débiles. Todo el mundo sabe
que la táctica de la Internacional Comunista, la táctica del bolche­
vismo y del leninismo, se constituyó principalm ente du ran te la lucha
contra la socialdemocracia, co n tra la derecha, contra el centrísm o, y
ni qué decir que el leninismo debía com batir, y efectivam ente com­
bate, las supervivencias de espíritu socialdem ócrata dentro de la
Internacional C om unista.
Pero lo que es mfenos conocido es que el bolchevismo tuvo- que gue­
rr e a r contra otras desviaciones, a las que a menudo se califica de
“izquierda” o de “extrem a i z q u i e r d a / ’ Evidentem ente, no son desvia­
ciones de “izquierda” (nada hay m ás de “ izquierda” que el m arxism o
revolucionario, el leninism o), pero así se las llam a. Pues bien, yo
digo: co n tra esas desviaciones de “izquierda” el bolchevismo ha lib ra­
do batallas encarnizadas mucho antes de la revolución, y dentro de
la Internacional C om unista su fundador y m aestro, Lenin, h a soste­
nido grandes luchas contra ellas; ahora el Comité Ejecutivo tendrá
que continuarlas.

Los cuatro •primeros congresos

E l P rim er Congreso se llevó a cabo en un momento en que la victoria


ru sa estaba aún candente y en que la d erro ta de los esp artaq u istas no
aparecía con m ucha claridad. T ran scu rrió sin m ayores conflictos de
tendencias. T anto como me acuerdo, no tuvimos más que un solo
voto, pero muy interesante, p ara saber sí convenía fu n d a r inm edia­
tam ente la Internacional Comunista. E l rep resen tan te alem án estaba
en contra.

51
E n el Segundo Congreso ya teníam os tendencias bien m arcadas,
y entablam os la lucha ante todo co n tra la derecha. Recordáis, por
cierto, los veintiún puntos, dirigidos contra el centrism o. P or o tra
p arte, Lenin tuvo que defender el parlam entarism o revolucionario,
atacado, entre otros, por B ordiga. Hubo tam bién un problem a sin­
dical: algunos cam aradas norteam ericanos, como John Reed, y asi­
mismo alem anes querían salir de los sindicatos reform istas, y Lenin
debió com batir duram ente ese error. Además hubo que lu ch ar contra
el k a p d (P artid o Com unista Obrero de A l e m a n i a ) , contra la extrem a
izquierda y contra los sindicatos que decían: “No necesitamos p a r­
tido.”
Por lo tanto, durante el Segundo Congreso, lucha contra los cen­
tris ta s y al mismo tiempo contra la supuesta izquierda, lucha llevada
por Lenin. Hubo asimismo un desacuerdo sobre la en trad a de los
com unistas ingleses en el Labour P a rty . M’uchos no querían oir h a­
blar de ello, y no sólo los ingleses; así, por ejemplo, ’Wijnkoop, que
hoy está en tre nosotros, bregó entonces como un león p a ra que los
com unistas ingleses no e n tra ra n en el Labour P a rty . É l veía opor­
tunismo.
Tercera eta p a ; el T ercer Congreso. A ún recordáis nuestros ataques
contra la “teo ría de la ofensiva”, aparecida después de la insurrec­
ción de marzo. Se vio en ellos una lucha contra la tendencia revolu­
cionaria. No era más que una lucha contra desviaciones de izquierda.
L a llevó Lenin, y enriqueció sobrem anera a la Internacional Comu­
nista. Al mismo tiempo prosiguió u n a lucha encarnizada co n tra Levi
(a Levi se lo excluyó del T ercer C ongreso), contra las tendencias
oportunistas en Italia, pero al mismo tiempo contra T erracini, contra
Bordiga, contra tan to s cam aradas que todavía hoy alegan ser de
la “extrem a izquierda”. Se puede decir que, en el Tercer 'Congreso,
Lenin desarmó por anticipado la posición actual de Bordiga.
El C uarto Congreso está ciertam ente presente en vuestra memoria.
Proporcionó la consigna de gobierno obrero, aprobó la táctica del
fren te único y al mismo tiempo criticó y rechazó las tesis rom anas
de “izquierda7’, de las que aún tendrem os que hablar.

E l leninismo integral. Y a veis, pues, cam aradas, que la Internacional


Comunista ha llevado desde un p rim er momento, en el terreno del
leninismo, una g u e rra encarnizada contra los cen tristas y los opor­
tu n ista s por una p aite, y contra las desviaciones de extrem a izquierda
por la otra.

52
H ay cam aradas, cam aradas que no son malos revolucionarios, que
a menudo nos form ulan este reproche: el E jecutivo ta n pronto está
contra la derecha y ta n pronto contra la izquierdaj ¿cuál es, pues,
s u principio? H abría que ser form al de una vez por todas y dejarse
de golpear hoy por un lado y m añana por el otro.
Desde luego, ¿acaso el m ejor medio de term in ar con las desviacio­
nes llam adas de extrem a izquierda no consiste en perseguir sin treg u a
las fa lta s oportunistas de la derecha? (A plausosJ Pero la inversa
no es menos cierta. No hay que decirnos que carecemos de principio
porque a veces luchemos contra desviaciones de extrem a izquierda.
¿Qué diríais si alguien se p re sen tara diciendo: “ Soy m arxista y
acepto el m arxism o, abstracción hecha de lo que M arx escribió contra
Proudhon, quien tam bién se calificaba de muy «a la izquierda», a la
izquierda del m arxism o” ? E l m arxism o menos la condenación del
proudhonismo y a no es m arxism o. Otro tan to ocurre con el leninismo.
Sé de buenos cam aradas que dicen: “ Sí, todo lo que Lenin ha escrito
es excelente, pero la enferm edad in fa n til no es ta n b u en a; acaso hay
ahí una desviacioncita a la derecha p o r p a rte de Lenin. E n la In te r­
nacional Com unista no hay «enferm edad infantil.» Si somos niños,
entonces somos niños prodigios, exentos de las enferm edades de la
in fan cia7’.
Pues bien, el leninismo sin las ideas desarrolladas en la E n ferm e-
dad in fa n til y a no es leninismo. Reconozcámoslo francam ente. Los
cam aradas que querrían sostener el leninismo sin esas ideas me re ­
cuerdan al campesino de los tiem pos de la Revolución F rancesa que
decía: ¡Viva el rey, pero sin la gabela! í'72is a s J
C am aradas, proseguimos el camino que Lenin nos enseñó y que
no es por cierto “sin principio”. No hay que decir como los pequeños
■burgueses: Si atacas hoy la derecha y m añana la “extrem a izquierda” ,
careces de -principio. F iguráos que tenemos que d irig ir un barco de
gaierra en medio de m inas. No tenemos plano, y las m inas se en­
cuentran ta n pronto a la derecha y ta n pronto a la izquierda. ¿L la­
m aréis “sin principio” al capitán que dé rodeos? Hablo así porque
buenos cam aradas de “izquierda”, como B ordiga, form ulan sincera­
m ente esa acusación de incoherencia co n tra la Internacional Comu­
nista. N uestros adversarios de la II Internacional hacen, por lo
demás, otro tanto.

L a enseñanza de Lenin. Os citaré el artículo de Lenin titulado So-


bre la. significación del oro antes y después de la victoria, píen,a del
socialismo. E s, en mi opinión, uno de los m ás im portantes y m ás
am pliam ente revolucionarios. He aquí el p asa je : “E l peligro mayor

53
y acaso el imico peligro para u n verdadero revolucionario es lo, e>xa-
goración del espíritu revolucionario, el olvido de los lím ites y las-
condiciones de la. aplicación de los métodos 7'evoludonarios. Los ver­
daderos revolucionarios han solido rom perse la crisma, sobre todo,
al escribir la p alab ra Revolución con m ayúscula, es decir, cuando
h an querido hacer de la ‘revolución.’ algo divino, cuando h an perdido
de ese modo la cabeza y la capacidad de pesar con sangre fr ía en
qué momento, en qué condiciones y en qué esfera de acción hay que
actu ar revolucionariam ente, en qué momento, en qué condiciones
y en qué esfera h ay que saber em plear los procedimientos reform istas.
Revolucionarios verdaderos sólo pueden perecer (no en el sentido de
la, derrota exterior, sino en el sentido del aplastamiento interior de
su causa) si pierden la sangre fría, y creen que la 1grande y victo­
riosa revolución m undial’ puede y debe resolver absolutamente toáos­
los problemas en todas las circunstancias y todos los terrenos por la
vía revolucionaria.”
Me ag rad aría hacerle oír estas palab ras al cam arada B ordiga; la­
m entablemente, no h a llegado aún, Pero el cam arada Rossi, que es de
la misma tendencia que él y que se encuentra presente, h abrá de
leérselas, así se lo ruego, lo menos dos veces por día durante su estada
en Moscú. Será p a ra él de un excelente provecho. (Aplausos).

Del IV al V Congreso

Paso ahora a la época entre el C uarto y el Quinto Congreso. Tam bién


en ella hubo u n a vivísim a lucha de tendencias. In te n ta ré señalar lo
más im portante de ésta.

Contra los errores de derecha. Inmediatamente, después del Cuarto


Congreso M undial, fue la cam paña contra F rossard. El capítulo está,
cerrado, como sabéis. A hora podemos expresar a F ro ssard los a g ra ­
decimientos del P artido francés y de la Internacional. Produjo el
efecto de un em plasto que hubiera absorbido todo lo malo y enfermo
que había en el P artido.
Segunda b a talla: contra el Partido Obrero Noruego. Es un1 partido-
sem irreform ista y sem isindicalista de derecha. Lian, uno de los jefes
del partido y los sindicatos, es un v u lg a r socialtraidor. E l propio Hoeg-
lund convendrá en ello.
E n Italia la lucha estuvo dirigida contra los jefes de la derecha del
P artid o Socialista.

54
E n Suecia, el Ejecutivo debió corregir los errores de la m ayoría.
E n qué medida lo logró, no lo sabemos aún.
Además, los acontecimientos de B ulgaria. Las desviaciones de dere­
cha son de diversa índole: v aría n con las tradiciones y la cu ltu ra de
cada país. E n B ulgaria no son lo que son en Suecia; en In g la te rra sen
m u y distin tas de las de N oruega; en R usia —n u e stra oposición— no
s-e parecen a las de F ran cia. Pero pese a ello son siem pre desviacio­
nes de derecha. Conocéis las decisiones adoptadas por el Ejecutivo
en el asunto búlgaro. Los m ejores jefes del P artido han reconocido
que el Ejecutivo tenía rató n .
Paso al P artid o alemán. Tam bién en él h a proseguido la lucha
contra la derecha. Se suele pretender, como por ejemplo en la prensa
checa, que el Ejecutivo h a dado al tra s te con la antigua dirección.
Debo ac la rar que este m érito no corresponde de m anera exclusiva ai
E jecutivo; al contrario. Demasiado tiempo hemos sostenido a los an ­
tiguos dirigentes, par razones respecto de las cuales hemos de in­
sistir.

L a discusión ru sa. Luego la discusión rusa, de la que el Congreso


se te n d rá qu-e ocupar. E l P artido ruso h a caracterizado las desvia­
ciones aparecidas en su seno como peqiieüobuíguesas. Llevan un ca­
rá cter o riginal: son de suma im portancia internacional. Tengo a mi
T ista un número del V orw aerts, de Scheidemann, que dice, a propó­
sito del P artido Comunista raso: “¿Dónde está ahora la oposición que
seis meses a trá s daba tanto que h ab lar y en la que en todas p artes se
basaba ta n ta esperanza?”.
Son, como sabéis, esperanzas no realizadas, y espero que jam ás se
realicen. (Aplausos.) Pero «1 mismo núm ero del Vorwa&rts dedica a]
cam arad a R ádek un artículo en el que se dice que Rádek se dis­
tingue de los demás jefes de la Internacional Comunista, por sus pun­
tos de v ista ta n sanos como clarividentes. No quiero pensar que
Rádek merece plenam ente la aprobación del órgano socialdemócrata,
pero en p a rte la merece. Y si todavía no ve claro, espero que el
artículo lo h ag a reflexionar.

L a desviación de derecha en F rancia. El Ejecutivo h a debido


combatir, desdichadam ente, una nueva “derecha” dentro del P artido
francés. Y a dije que F ro ssard se había atraído todo lo m alsano que
hab ía en el P artido. P a ra h ab lar de un modo más prudente, hay que
decir “casi todo”.
Algunos de los errores de esa derecha son m uy peligrosos. No
hace mucho oímos «en el R eichstag que Loebe se felicitaba de que

55
“ el gobierno lab o rista inglés y el bloque de las izquierdas en F ra n c ia
ab ran u n nuevo capítulo de la h isto ria”. Cuando u n socialdem ócrata
habla de e sta m anera, es un m al a medias. P ero cuando Rosmer escri­
be en nom bre de su partido algo análogo acerca del gobierno la­
borista de In g la te rra , entonces tam hién él se erige en el vocero de
ilusiones p acifistas y dem ocráticas. Quiere decir que en el P artid o
fran cés tenemos u n a derecha. P or suerte es num éricam ente débil, Y
pienso que h a b rá de vivir casi tanto como el m inisterio de M arsaL
(.ffisa sj
El E jecutivo h a rá cuanto esté a su alcance p a ra no p erm itir que
tampoco la derecha representada por Souvarine se desarrolle, este Sou--
v arine que se re fu ta a sí mismo a medida que m ás h ab la y que no
tiene, en general, peor enemigo que él mismo; Rosmer y M onatte, de
quienes esperam os algo m ejor, tam bién la representan, y el P a rtid a
fran cés h a combatido ju s ta y resueltam ente esta tendencia.

L a desviaciones en N orteam érica e Inglaterra, Hemos tenido algunas


desviaciones de derecha en el movimiento norteam ericano a propó­
sito del “tercer p artid o ” y de La F ollette: ciertos cam aradas desea~
ban fo rm a r un bloque electoral con esta organización pequeñobur-
guesa. E l problem a era difícil. Vacilam os porque conocemos m al a
N orteam érica, porque nuestro movimiento todavía se h alla allí poco
desarrollado y porque la idea de un partido obrero independiente es
allí aún demasiado reciente. E l obrero norteam ericano todavía vota
por los p artidos burgueses, pues sigue alim entando la esperanza de
convertirse en Tin pequeño patrón. Al fin al el Ejecutivo se decidió con­
t r a esa táctica, y los acontecim ientos dem ostraron que había tenido
razón.
Tam bién en el P artid o inglés h a habido desviaciones de derecha.
Dos o tre s meses antes de este Congreso redacté una c a rta atrayendo
su atención sobre los g rav es erro res cometidos en la aplicación de
la táctica del fren te único.

Contra la extrem a izquierda y el revisionismo teórico. Y a veis que


el E jecutivo h a combatido la derecha en sus diversas form as. Al m is­
mo tiempo hemos tenido que sostener u n a cam paña co n tra la extrem a
izquierda.
E n lo que concierne al P artid o alem án, hubo momentos en que
éram os m uy pesim istas. Conocéis las dos c a rtas del Ejecutivo y m i
artículo. Tem íam os que en el problem a sindical nuestros cam aradas
fuesen víctim as de Tina nueva táctica que podía re su lta r m uy dañina.
Hemos com batido las desviaciones de “extrem a izquierda”, con razÓB

56
y con b astan te éxito. Hubo un momento en que no sólo la izquierda,
sino tam bién el centro y b a sta algunos derechistas declararon inevi­
table la escisión sindical. E n cuanto a la derecha, no puedo afirm arlo
con certidum bre, pero si soy categ-órico en lo que atañ e al centro. Dos
influyentes cam arad as de esta tendencia vinieron a Moscú a suplicar­
nos que no atacásem os la extrem a izquierda, pues todos los obreros
alem anes querían abandonar los sindicatos. E ra , según ellos, un “ fe­
nómeno irresistible". Sin em bargo, prohibim os la escisión y tuvimos
éxito. E ra el buen camino, y el P artid o alem án entró tam bién en
él en el Congreso de F ra n c fo rt. Aquel peligro y a no existe en el
P artid o alem án, y nos alegram os mucho de ello.
Si hubiéram os carecido de firm eza, nuestro P artid o h ab ría estado
perdido. E n lu g ar de un g ra n partido de m asas, h a b ría pasado a ser
un a secta. Debemos, pues, com batir la "ex trem a izquierda”. E s pe­
queña, lo sé; pero los pequeños arroyos form an grandes ríos.
Si querem os m antener nuestros principios, si el leninismo no es
u n a fra s e p a ra nosotros, debemos reco rd ar el p asa je que he citado de
Lenin. Tampoco dejarem os que se desarrolle el revisionismo teórico,
que parece convertirse en un fenómeno internacional. E n Italia,
G raziadei reim prim e en volumen sus an tig u o s artículos del tiempo en
*jue e ra revisionista social dem ócrata. Lúkács, en H u n g ría, hace otro
tan to respecto de la filosofía y la sociología. U n a tendencia p a re ­
cida tenem os en el P artido alem án, con Korsch.
E n el últim o núm ero de Die In te r n a tio n a le re v ista del P artido ale­
m án, encontram os un artículo de un ta l Borís, quien se enrola en la
'^extrem a izquierda”. Lo entrego a Bujarin, para que lo critique en
su discurso acerca del program a. ¡E l ta l B orís pretende que no hay
s up e r g a n anc i as coloniales I E s toda la II Internacional. Todo el
im perialism o de la socialdemocracia descansa en la existencia de la
superg an an cia que los E stados im perialistas sacan de las colonias.
S erá conveniente, pienso, que demos al cam arad a Korsch, director de
la revista, el consejo amistoso de estudiar m arxism o y leninismo. Me
he enterado de que £l Comité C entral alem án h a adoptado una resolu­
ción por la que desautoriza el artículo de Borís. E s tá bien, pero no
b asta. No es pedir demasiado expresar el deseo de que Die Internationale
se encuentre en m anos m arx istas y no en las m anos de personas que
aún tienen que estudiar m arxism o.

No su bes timemos el 'peligro de derecha. Así, cam aradas, lo repito,


en el curso del año pasado hemos tenido que d irig ir el noventa por
ciento de nuestros golpes contra las desviaciones de derecha. Pienso
que en el presente Congreso o cu rrirá lo mismo. Cuanto m ás se estu-

57
dian los documentos de n u estra s secciones, m ás se da cuenta uno de
que el peligTo do derecha es ■difícilmente exageradle, como que es
m ayor que nunca, no porque nuestros m ilitantes sean malos, sino por­
que así lo quiere el período actual de la historia.
E stam os en tre dos olas de revolución, y es n a tu ra l que se produz­
can tendencias de derecha. L as supervivencias socialdem ócratas son
m ayores que le que nunca habríam os podido fig u rarn o s. Debemos
d esa rraig a rlas y lo harem os, pero sólo si rechazam os toda concesión
al radicalism o verbal y al revisionism o teórico, sólo si reprim im os las
desviaciones de extrem a izq-uierda no bien comienzan a tom ar im por­
tancia.

La situación en el momento del V Congreso

¿Cuál es la situación en el momento de in au g u ra rse el Quinto Con­


greso? Muchos encuentran demasiado lento el curso de los aconteci­
mientos, Todos estam os descontentos de com probar q u e la victoria no-
h ay a llegado aún y no parezca ten er prisa de llegar. A guardábam os
la revolución alem ana, y no llegó. L as dificultades son enormes. Sub­
jetivam ente, todo esto es just-o: todo anda con dem asiada lentitud.
Pero objetivam ente me parece que el curso de los acontecimientos no
es ta n lento. Cuando una mosca se posa sobre u n a m uela inm ensa que
g ira a toda velocidad, tiene la sensación de no moverse. Lo mismo
ocurre con nosotros. L a m uela de la h isto ria m undial g'íra, no obs­
tan te, m uy rápidam ente.
He .aquí «1 balance de los últim os cinco años.
1) U na media docena de m onarquías se h an venido abajo, lo que-
no es poca cosa. La destrucción del zarism o tiene una im portancia
enorme p a ra la revolución m undial.
2) U na sexta p a rte del globo es n u estra . F a lta n las otras cinco
p artes, pero esto no im pide que tengam os firm em ente la prim era,
3) El movimiento h a sido en extrem o acelerado en A sia y las de­
más com arcas lejanas, debido a la g u erra.
4) El capitalism o de los países avanzados se siente conmovido y
en p arte desorganizado.
5) La aristo cracia obrera y la pequeña burguesía se han convertido,
en la persona de los socialdem ócratas, en u n a p a rte in teg ra n te indis­
pensable de los gobiernos burgueses. E s tam bién un progreso. C ierta­
mente son contrarrevolucionarios y traidores. Pero desde el punto de
v ista objetivo se tra ta >de un paso adelante, pues es un síntom a de dis­
gregación de la burguesía.

58
■6) Los p artid o s com unistas h an crecido. Y a no somos simples
sociedades de -propaganda; nos estarnos conyirtiendo en partidos co­
m unistas universales.
E ste balance es un poco m agro; esperábam os m ás, pero no es tan
_malo como se lo suele considerar.
D urante el año tran scu rrid o hemos visto producirse ím petus revo­
lucionarios en B u lgaria, A lem ania y Polonia. Claro está que no es
un efecto del a z a r: es el signo de que nos hallam os e n tre dos olas
de revolución. E n general, muchos acontecim ientos se han producido
en política internacional y en el movimiento obrero: el advenimiento
del gobierno lab o rista en In g la te rra , las elecciones alem anas, fr a n ­
cesas e italian as, el gobierno obrero en D inam arca, el progreso de
corrientes pequeñoburguesas en N orteam érica, una huelga de seis
meses en N oruega, la liquidación de la Internacional I I 1/2, la confe*
rencia internacional de los tran sp o rtes, u n a ola de huelgas en In ­
g la te rra , la huelga de los ferro v iario s en China, la huelga de quince
mil obreros textiles en India, e tc ., etc. No podemos, por tanto, que­
ja rn o s de f a lta de acontecimientos. No tenem os la victoria cabal.
P ero hacia allá vamos.

La situación económica mundial

Veamos la situación económica del rrrando. Oiremos a este respecto el


inform e de V arg a. T anto como puedo juzgarlo, me parece que las
consideraciones de V a rg a son juiciosas. N adie h a observado en ellas
n ad a que sea inexacto. E l Tercero y el C uarto Congreso h an juzgado
la situación. No hay m ayor cosa que cam biar a lo que se h a dicho.
E l capitalism o se encuentra, como entonces, en un período de de­
cadencia. Observamos el comienzo de una nueva crisis económica en
N orteam érica, y una crisis de la ag ric u ltu ra en todo el mundo. Vemos
producirse un progreso parcial en algunos países de E uropa, corrien­
tem ente en un país a expensas de otros. L a socialdem ocracia estim a
que volveremos a la norm alidad. H ilf erding exulta. Dice que nos di­
rigim os hacia u n a estabilización. A firm a en la re v ista G esellschaft
que la estabilidad se restablecerá al mismo tiem po que la seguridad
de E u ro p a C e n tra l.. . Sí, algo le f a lta a su optimismo, y es que
se,mejante seguridad es absolutam ente im posible de crear. Sólo existe
en la R usia de los Soviets, el país del que Iíilferd in g escribe que la
situación no es aún norm al.
Si es norm al que la m oneda de A lem ania, de A u stria y de Polonia
caig a catastróficam ente, y luego se eleve, y luego vuelva a caer,

59
como es inevitable; si eso es norm al, ¡perfecto! Os deseamos que
continuéis aaí mucho tiempo aún. Si lo que le sucede al franco es
norm al, le deseamos que du ran te algún tiem po siga en ese tre n de
norm alidad. Si es norm al que la crisis a g ra ria cause estragos en todo
el mundo, que el cuarenta por ciento de los g ra n je ro s norteam ericanos
se vean reducidos a la m iseria, que h ay a siete millones de desocu­
pados; si , ’do eso es norm al, es una prueba m ás de la violencia de
la crisis los E stados burgueses. L a lucha de clases
se ex acerba; el nivel de los salarios cae cada vez m ás. E n A lem ania
es e n tre un veinte y un cu aren ta por ciento m ás bajo que en 1932; la
sem ana de tra b a jo supera en mucho las cu aren ta y ocho horas. H a sta
en In g la te rra el salario re al no es a menudo m ás que las tre s cu artas
p arte s del salario de p re g u erra . E n F ran cia, donde no hay desocupa­
ción y donde existe u n a g ra n inm igración, el encarecim iento de la vida
es mucho m ás rápido que el aum ento de salarios. E n Alem ania, en
A u stria, en H ungría, en un altísim o núm eros de países, el salario real
sólo alcanza el cincuenta o seten ta y cinco p o r ciento de p reg u erra.
No sólo de m an era relativa, sino adem ás absoluta, la situación de la
clase obrera em peora de día en día. Comprobémoslo. L as cosas no van
ta n i’ápido como lo esperábam os, Pero el período de crisis, de deca­
dencia, de declinación del capitalism o prosigue.

L a situación política internacional

E n política la crisis es aún m ás evidente que en el terreno de la


economía, pues la política es u n baróm etro m ás rápido y a menudo-,
m ás sensible.
E n este punto nuevam ente tenemos la fase “ dem ocrática”, “paci­
fis ta ” ; dice la resolución del C uarto Congreso: "L o que caracteriza
a la situación política internacional del momento es el fascismo, el
estado de sitio y la ola en ascenso del te rr o r blanco contra la clase
obrera. Esto no excluye dentro de poco tiem po y en los países m ás
im portantes la posibilidad de que la reacción burguesa declarada ceda
su lu g ar a un a era «dem ocrático-pacifista»

La fase deynocrático-paeifista. E sto se escribió en 1922. L a In te rn a ­


cional Com unista había previsto dieciocho meses antes la era “demo-
crático-pacifista”.
Ahora ocurre a la in v ersa; entrados en la era “demoorático-pa-
cifista” , tenemos que prever u n a nueva era de estado de sitio y de

60
fu rio sa contrarrevolución burguesa. L a e ra “dem ocrático-pacifista”
no d u ra rá mucho tiem po m ás. Lo habíam os dicho en la m ism a reso­
lución: “E n In g la te rra (el fortalecim iento del L abour P a rty en las
ú ltim as elecciones) y en F ra n c ia (el advenim iento fa ta l del Bloque
de las Izquierdas) es m uy probable un período tran sito rio «democrá-
tico-paeifista». Puede ser que provoque u n re to ñ a r de ilusiones p a­
cifistas en la A lem ania burguesa y social dem ócrata. E n tre el presente
período de dominación im púdica de la reacción bu rg u esa y el triu n ­
fo cabal del proletariado revolucionario se ubican v aria s etapas, y
son posibles los m ás variados episodios tra n sito rio s”.
L a In tern acio n al Com unista previo estos acontecim ientos de p ri­
m ordial im portancia. Y ah o ra aquí los tenemos, realizados. L a era
“dem ocrático-pacifista’" h a llegado p a ra los principales países de E u ­
ro p a: en In g la te rra , el gobierno lab o rista; en F ran c ia , el bloque de
las izquierdas, con el que los socialdem ócratas están virtualm ente en
el poder; en D inam arca, un gobierno obrero; en A ustria, u n a gran
victo ria socialdem ócrata; en Bélgica, m uy probablem ente Vandervel-
de m añ an a en el poder; en Japón, un nuevo gobierno “de izquierda” ;
en Checoslovaquia y en Polonia, un probable reflejo de la victoria del
bloque de las izquierdas, ya que estos países son vasallos de la
F ra n c ia b u rguesa. E n los E stados U nidos de A m érica se sostienen
las conclusiones de los expertos, y se delinea un movimiento en favor
de un “terc er p artid o 55. Además registram os el reconocimiento de la
U nión de los Soviets por un g ra n núm ero de países. Todo esta
constituye, en conjunto, una era dem ocrático-pacifista. Sin duda va
a d esp ertar nuevas ilusiones en tre los obreros socialdem ócratas o sin
partido, y en tre nosotros, en tre los com unistas menos tem plados, va
a refo rzar a la “ derecha”. Tenemos que darnos cuenta de ello.

“T e r a p é u tic a b u r g u e s a en lugar de “cirugía". L a burguesía h a re­


emplazado los métodos quirúrgicos por métodos “ terapéuticos”. Co­
nocéis el inform e de los expertos, Y a lo he dicho: en mi opinión, es
un nudo corredizo en el cuello de la clase obrera alem ana. Sólo que
la cuerda es de seda. R esulta menos fe a de ver, y seguram ente se
la a p re ta rá poco a poco, con pausas. ¡E sto es lo que los social­
dem ócratas llam an pacifism o y triu n fo de la dem ocracia! Combati­
remos la decisión de los expertos. Pero no h ay que hacerse ilusiones:
su aplicación es extrem adam ente utópica. Cuanto m ás se intente re­
m endar los desacuerdos en tre burguesías im perialistas, m ás se dife­
rirá todo este tra b a jo de com postura. T al cual u n viejo calcetín: cuan­
to más se le cosen los agujeros, m ás se d esg arra. Pues bien, cuanto
m ás se digan estos señores: todo anda bien, nos hemos reconciliado

61
y tenemos un program a único, m ás claro se v erá que las conclusiones
de los expertos no son m ás que un papel mojado. C laro está que pese
a lodo las combatiremos con toda n u estra energía y que desenmasca­
rarem os la traición social dem ócrata.
¿Qué sucederá con esta era dem ocrátíco-pacifista? E l gobierno del
bloque de izquierdas co n trib u irá no poco a ilu s tra r la situación. Ob­
servad la declaración de H erriot. Los socialistas franceses votan
por la ocupación del R uhr, y ten d rá n la obligación de v o tar el p re­
supuesto. No está lejano el tiem po en que el gabinete de H erriot
h ará, sin duda, fu sila r a los obreros. Se decidirá a ello ta n pronto
como sus predecesores, los Poincaré y compañía. No creo, pues, que las
ilusiones dem ocrático-pacifistas duren mucho en F ran cia.

E l gobierno, laborista, durará. E n In g la te rra el gabinete de Mac Do-


nald no será, al parecer, un episodio momentáneo. Muy por el con-
trario . Estim o que el Labour P a rty p a rtic ip a rá varios años en el
poder dentro de diversas combinaciones gubernam entales. H a pasado
a ser dem asiado fu e rte p a ra que deje de ser un fa cto r gubernam ental,
y el poder de la burguesía se h a conmovido en exceso.
Se puede decir, en sum a, que la socialdemocracia internacional se
h a convertido actualm ente en un tercer partido de la burguesía,. En
N orteam érica se habla de un tercer p artid o : el de la “dem ocracia”.
Pero en E u ro pa es la socialdem ocracia, ta l cual la conocemos, quien
desempeña ese papel.
Es m uy posible que el gabinete laborista, de acuerdo con H erriot,
p reste su concurso d u ra n te cierto lapso a la socialdem ocracia ale­
m an a y la pong-a nuevam ente en m archa. De ahi se derivarán, sin
fa lta , ilusiones dem ocráticas. E l Quinto Congreso debe h a lla r el medio
de com batirlas, de abordar a los obreros socialdem ócratas o sin
partido, de m eterles en la cabeza el verdadero sentido de los aconte­
cim ientos y m ostrarles que todo este “pacifism o” no es m ás que pura
pólvora p a ra distraerlos.
La decisión de los expertos contiene exigencias salvajes. La clase
obrera alem ana aún no ha hecho oír su voz, y la clase obrera in­
ternacional alzará la suya. A ún cuando carezca todavía de la fuerza
necesaria p a r a d esc artar tales exigencias, es de nuestro deber mos­
tra rle s a los obreros el fondo de esa m aquinación y destacar, m ás
que nunca, nuestro punto de v ista com unista. N u e stra agitación debe
cam biar de carácter, ya que la situación es nueva.

E l -peligro de guerra. Tomemos como ejemplo el problem a del desarme.


¿No es acaso el momento, p a ra nosotros, com unistas, de lanzarles a

62
los social dem ócratas la p re g u n ta que en otros tiempos formuló F ríe-
drich Engels en un célebre folleto: ¿Puede E uropa desarmarse?
¿No debemos decirles ah o ra: en In g la te rra el poder pertenece a los
vuestros, a la II In tern acio n al; en .Rusia el gobierno es soviético y
está em parentado eon los principios de la I I I In ternacional; los co­
sacos ya uo están allí, el zarism o ya no está allí, y el gobierno de los
Soviets está dispuesto en todo in stan te a desarm arse? Tenéis un
gobierno obrero en In g la te rra y el bloque de las izquierdas en F r a n ­
cia, con los socialistas, qne virtualm ente p artic ip a n en el gobierno.
E n N orteam érica se anuncia una era “ dem ocrática”. Sois fu ertes en
A u stria, en Bélgica. P or o tra p a rte decís que no queréis g u erra. ¡ Pues
bien! ¿Qué obstáculo hay? ¿Sostendréis nuestro plan de desarm e?
No sólo eluden el problema, sino que adem ás en In g late rra, en
F ra n c ia y en todas p a rte s apoyan los arm am entos. He citado el de­
sarm e como u n ejemplo. P odríam os m ultiplicarlos. Tal es, a bulto,
la situación internacional.

E l problema'■ del poder en el orden del día. A menudo se dice que


la situación es norm al, que el capitalism o se estabiliza; todo parece
m arch ar sobre ruedas, y sin em bargo las crisis de gobierno se su­
ceden. E n el curso de estas últim as sem anas h an saltado u n a m edia
docena de gobiernos. Sin duda, no los h a barrido el viento de la Re­
volución, pero ya hay allí un síntom a de inseguridad. La situación
política, ín teg ra, lo confirm a.
L a burguesía ya no puede gobernar como antaño. U u poder fran­
cam ente, p u ram en te o, m ejor dicho, suciam ente burgués ya no es po­
sible. L a burguesía está obligada a re c u rrir a tru co s: de ahí el go­
bierno “obrero” en In g la te rra y el bloque de las izquierdas con los
socialistas en F ran cia. E n otros tiempos en In g la te rra reinaba el
sistem a de los dos partidos. ¿Qué vemos ahora en aquella cindadela
del capitalism o? L a socialdemocracia sirve de “tercer p artid o ” a la
burguesía. Ni aú n la burguesía inglesa, la m ás poderosa de todas,
puede ya gobernar con los antiguos m étodos; se a fe rra a am gobierno
obrero. E n el Continente la burguesía se a f e rra ta n pronto al fa s ­
cismo y ta n pronto a la socialdemocracia. Los fa scista s son la mano
derecha, y los social dem ócratas la m ano izquierda de la burguesía.
Ese es el hecho nuevo. Se ha planteado el problem a del poder, y tal
es el m ejor síntom a de la frag ilid a d del equilibrio capitalista.

L a socio ldemocracia. tercer partido de la burguesía. Por segunda vez


la I I Internacional llega al poder. Estuvo en él por vez prim era du­
ra n te la g u e rra . Los motivos de la burguesía eran entonces compren-'
sibles. ¿P ero hoy, en tiempo “norm al” ?
Justam ente, es que este tiem po “norm al" no lo es tanto. Muy pro-
bable es que llegue el día en que en los principales E stados de E uropa
prosperen m inistros socialdem ócratas. L leg ará el día en qne la b u r­
gu esía no podrá gobernar de otro modo. E s ta rá obligada a valerse de
'los socialdem ócratas como de un terc er partido. Éstos lo consienten.
Ese es el rasgo m ás característico del presente período. L a II In ­
tern acio n al provee de m inistros a In g la te rra y tam bién, virtualm ente,
a F ran cia. L a burguesía re c u rrirá a ella en B élgica y en o tras p artes,
como ya 'lo h a hecho en D inam arca. ¿Qué significa esto? L a social­
democracia afirm a s«r hostil a la burguesía. ¿Qué se d iría si, por
ejemplo, el gobierno soviético designara al general Denikin como mi­
nistro? Se d iría que es la prueba de que ya no puede gobernar como
antes, que está desquiciado, qne el problem a del poder se h a converti­
do p a ra él en actual. P a ra la burguesía, la socialdemocracia no es
del todo, pese a sus afirm aciones, lo que D enikin es p a ra nosotros.
Sin em bargo, la situación de los burgueses e stá lejos de ser estable
si se h allan obligados a ejercer provisionalm ente el poder por m e­
diación de nn gobierno obrero, y ello no sólo en países pequeños co­
mo E sto n ia o D inam arca, sino incluso en In g la te rra . N ada m u estra
m ejor h a sta qné punto bambolea la burguesía y es revolucionaria la
situación.
Mucho se h a discutido en el P artid o alem án con respecto a “la
victoria del fascism o sobre la República de Noviem bre". Hoy el pro­
blem a está norm alizado, tan to p a ra A lem ania como p a ra los demás
países. L a “ teo ría” según la cual el fascism o h a b ría “vencido” a la
socialdem ocracia es falsa. L a socialdemocracia constituye el tercer
partid o de la burguesía. E sa es la clave de n u e stra táctica. La teoría
que afirm aba que el fascism o h ab ía triu n fad o sobre la socialdemo-
cracia e ra fa ls a y debía conducir a consecuencias oportunistas. De
Tiaber sido cierto que la socialdem ocracia combatió y fue vencida,
entonces h a b ría que acercarse a ella, y no a ta c a rla a m ás y m ejor.
Pero como la socialdemocracia no ha peleado y no ha sido vencida,
los com unistas deben seguir u n a táctica m uy distinta de la de Rádek.
E l hecho esencial es que la socialdemocracia se h a convertido en un
ala del fascism o. E n F ran cia, por ejem plo, con motivo de las elecciones,
h abía listas comunes de los partidos burgueses y del P artid o Socia­
lista, La única diferencia consistía en que los nombres de los b u r­
gueses estaban a la derecha y los de los socialistas a la izquierda,
pero en la m ism a boleta. ¿E s necesario d a r otras pruebas? E n F ran c ia ,
el P artid o Socialista es el ala izquierda de la burguesía. Todavía ju eg a

64
a las escondidas y no p artic ip a desembozad ám ente en el gobierno, pe­
ro es uno de los elementos de éste: a m edida que pase el tiempo se lo
v erá con m ayor claridad. La II Internacional se ha convertido en el
ala izquierda de la burguesía, en uno de los partid o s gubernam entales
burgueses. Esto m u estra a la vez la traició n de la socialdemocracia
y la inseguridad de una burguesía obligada a re c u rrir a sem ejante
medio.

Problemas de táctica

Llego ah o ra al problema de la tá-cUca. A nte todo, algunas generali­


dades. E ra m i creencia que el problem a de la conquista de la m a­
yoría, como condición de la victoria sobre la burguesía y la socialdemo­
cracia, h abía quedado plenam ente resuelto en el T ercer Congreso.
P arece que aún se necesitan algunas explicaciones.

L as conclusiones oportunistas de H uía, L a conducta de algunos jefes


del P artid o checoslovaco lo m uestra. H e leído un artículo de H uía
que p ro cu ra contradecirm e.
Cito tex tualm ente: “R esulta evidente que la conquista de la m ayoría
de las categorías m ás im portantes de la clase obrera no es una ex­
presión precisa y determ inada. Su interpretación puede conducir a
una contradicción, pues la conquista de la m ayoría de las categorías
m ás im portantes se la puede entender como la. conquista de la mino­
ría del p ro letariad o en su conjunto, sobre todo si no se sabe a qué
se califica de decisivo, cuáles son las categorías más im portantes y
cuáles son sim plem ente im portantes, cuya conquista bien puede de­
satenderse, según su rg e de la cita de Zinóviev”.
H u ía es uno de los p artid a rio s más devotos de la In tern acio n al; lo
conozco personalm ente como un buen com unista. De ahí que el sín­
tom a sea m ás a larm an te; es una prueba m ás de que algo podrido
hay en el reino de D inam arca, quiero decir, en el P artid o checo, y
que h ay personas que quieren a cualquier precio e x tra e r conclusiones
oportunistas. No os abrum aré con contra citas, aunque las h ay a re u ­
nido. Sólo diré que el T ercer Congreso había adoptado, bajo la direc­
ción de Lenin, u n a resolución que decía que procuram os conquistar a
la clase obrera organizando sus elementos “ socialm ente decisivos”.
Ja m á s he tenido la intención de dar una fórm ula irreprochable, pero
la idea e ra ju s ta en su generalidad. Sólo que es necesario que todo
el mundo sepa por qué hay que conquistar a la m ayoría: por la lucha
revolucionaria, p a ra derrocar al capitalism o.

65
¿De qué modo com prender el artículo de H uía? Según él, antes de
pen sar en la revolución se debería conquistar y organizar una m a­
yoría del noventa y nueve por ciento, estadísticam ente probada. E s
un a idea m eram ente oportunista que nos conduciría por u n camino
falso si la adoptásem os de m an era efectiva. Pienso que una de las
ta re a s m ás im portantes del Congreso consistirá en exam inar el pro­
blema de la conquista de la m ayoría. N ada nuevo tendrem os que de­
cir, pero nos alzarem os co n tra la revisión de la fórm ula del T ercer
Congreso. H ay cam aradas que se preocupan poco por tener la m ayo­
r ía y que se desentienden de este problem a cardinal. 'Combatimos
a estas personas de “extrem a izquierda”. Pero no son m ás que una
m inoría insignificante; son revolucionarios de sentim iento. No son
peligrosos. E l verdadero peligro lo constituyen quienes exigen una
m ayoría fija d a por la estadística de noventa y nueve por ciento, o
poco menos, antes de querer oír h ab lar de batalla revolucionaria.

L a conquista de la m ayoría. E n lo que concierne a la conquista de la


m ayoría, pienso que debemos confirm ar las fórm ulas del T ercer Con­
greso. Debemos darnos cuenta de que el día lleg ará en que este pro­
blema su rja prácticam ente ante nosotros. E n varios países tendemos
ya a la conquista de la m ayoría; se acerca el in stan te en que seremos
tan fu e rtes como lo fu e la I I Internacional en el apogeo -de su poderío.
Nos hallam os, pues, expuestos a los mismos peligros. N aturalm ente,
el peligro no es com pletam ente igual, pues la socialdemocracia está
ju n to a nosotros, y ella es quien absorbe los peores elementos. Cuanto
m ás escandalosas sean las traiciones de los socialdem ócratas, m ás
fu e rtes seremos. Debemos, pues, continuar luchando p a ra a r r a s tr a r
a la m ayoría de las categorías decisivas del proletariado. E s una de
las consignas esenciales de Lenín. Pero no significa en modo alguno
que regresem os a la socialdemoci*acia.
Conocéis tam bién el m agnífico tra b a jo de Lenin acerca de los re ­
sultados de las elecciones a la C onstituyente en Rusia. Hicimos estas
elecciones estando en el poder. Sin. em bargo, nuestro P artido sólo
recogió nueve millones y medio de votos de tre in ta y seis millones,
contra veinticinco de los socialistas-revolucionarios y los m enchevi­
ques. L enin lo confiesa: aún no poseíam os la m ayoría num érica, pero
teníam os la m ayoría respecto de los puntos decisivos, en el in stan te
decisivo, y eso era lo principal. Si H uía quiere ser discípulo do Lenin,
eso es lo que debe enseñar a los obreros checos: la m ayoría en el
punto decisivo y el in stan te decisivo.
¿Acaso el m ayor peligro consista en u n a intervención revolucionaria
prem atu ra? Bien sabéis que este peligra no existe en Checoslovaquia.

66
Entonces, ¿a qné tiende el artículo? ¿Qué significa en realidad, des­
pués de la discusión del P a rtid a alem án y de to d a la Internacional
Com unista? Sostiene a la derecha. H a b ría que decirlo claram ente.
Espero que H uía no persevere en su error. Pero si piensa de otro
modo, si él y los cam aradas checos que lo sostienen quieren erig ir su
erro r en teoría, entonces h a b rá b a talla en tre la luternacional Co­
m unista y ellos: de u n a teoría como ésa se piiede derivar una prác­
tica análoga a la de la derecha alem ana, con la diferencia de que
en muchos aspectos dentro del P artid o checo las consecuencias serán
peoreá.
Se d u d a actualm ente de las fu e rza s del P artid o alem án. E i Vor-
wa&ris cita con g;ra<n aleg ría la fra s e de Rádeik que •dice que su
victoria electoral no es tan brillan te. Sin embargo, si tenemos en e]
P arlam ento un a proporción de sesenta y dos com unistas por cien so­
cialdem ócratas, es prueba de que nos aproxim am os a la conquista de
la m ayoría del proletariado. L a socialdem ocracia nos llevaba una ven­
ta ja enorme en m ateria electoral; h a s ta no obreros votan por ella.
Y si se tom an las c ifra s de las elecciones en los consejos de em presa,
nos son aún m ás favorables. V arga y sus colaboradores han trazado
el cuadro respectivo. E sto no quiere decir que podamos echarnos a
dorm ir sobre nuestros laureles, ya que, si cometemos fa lta s, podemos
p erder las m asas conquistadas.

Conquístennos a los campesinos. P or lo tanto, en Alem ania hemos


progresado. Acaso tam bién en otros partidos. Pero las nueve décimas
p artes de la Internacional Com unista deberían ocuparse menos de
“alta política” y m ás de estas sencillas cosas: apoyarse en las cé­
lulas de fá b rica (sin lo cual no hay P artid o Com unista) ; poseer una
buena táctica en los sindicatos y organizar en ellos fracciones co­
m unistas p a rá conquistarlos desde ad en tro ; poseer una buena po­
lítica cam pesina: aquél que no sabe tr a b a ja r con los campesinos no
es leninista. Ya he hablado de la m iseria agrícola del mundo entero.
Debería b astar p a ra llevarnos a redoblar n u estra actividad entre los
campesinos. L a clase cam pesina está arrinconada en la desesperación.
H a sta ahora, ni aún los partid o s com unistas de los países netam ente
agrícolas, como los de los Balcanes y Polonia, han hecho el necesario
esfuerzo. Conocéis los resultados de las elecciones en la R usia de los
C árpatos. Muchos cam aradas checos, sobre todo los m ilitantes de
aquella provincia, han llevado heroicam ente adelante su cam paña,
a despecho de todos los peligros. Pero tengo la im presión de que el
P artid o en su conjunto no ap recia en su ju sto valor el problem a
campesino. E s necesario que en lo fu tu ro no se produzcan ya casos

67
como el de R um ania, donde nuestros cam aradas no sabían cuántos
campesinos había, cuál era el régim en agrario, etcétera, ¿C uál fue
el g ra n pecado del P artid o búlgaro en junio de 1923? Precisam ente,
la ausencia de contacto revolucionario con los campesinos y de ideas
claras acerca del papel de la clase cam pesina. Después se corrigió,
y ah o ra progresa rápidam ente.

Las reivindicaciones parciales. Dos p alab ras acerca de las reivindica­


ciones parciales. Si nos hemos separado de los mencheviques, no ha
sido porque estuviéram os contra las reivindicaciones parciales, sino
porque vinculábam os éstas a los problem as fundam entales de la re­
volución. P a ra los mencheviques las reivindicaciones parciales son
un medio de rem plazar la revolución por la evolución refo rm ista;
p a ra nosotros son uno de los medios de p re p a ra r la revolución. Cuan­
do los cam aradas alem anes pelean por la jo rn a d a de ocho h o ras y la
am nistía, se t r a t a de reivindicaciones parciales en fav o r de las cuales
debemos intervenir resueltam ente, si queremos ser un partido de
m asas. ¿Pero ese es el propósito fin al? N o; sólo son reivindicaciones
parciales. E n principio, la confiscación del cincuenta y uno por ciento
de los valores reales de la g ra n burguesía, que nuestros cam aradas
reclam an, no se distingue en nada de las demás reivindicaciones p a r­
ciales. Sólo que es necesario descubrir en todo in stan te la reivindica­
ción que in teresa a las m asas y ponerla al servicio de la preparación
de la revolución. La verdadera "izquierda” de la Internacional Co­
m unista, que es realm ente leninista, n ad a puede o bjetar en principio
a la táctica de las reivindicaciones parciales; debe saber b asarse en
ésta p a ra llevar u n a política realm ente revolucionaria y no evolu­
cionista.

Un giro en el m ovim iento obrero inglés. E l problem a sindical habrá


de ser uno de los m ás im portantes del Congreso. Tenemos hechos
nuevos m uy im portantes. He aquí, por ejemplo, lo que escribe M ax
Beer, un ex soeialdem ócrata que h a hecho abandono de su p artido
y que conoce perfectam ente el movimiento obrero inglés: “Veo tre s
acontecim ientos revolucionarios en este país. E l prim ero es el movi­
miento p artid a rio de la C arta M agna; el segundo, la fundación del
Labour P a r ty y la lucha contra el viejo tradeunionism o; y el tercero,
que abre una nueva época, es el comienzo de su liberación del refor-
mismo”. Se t r a t a de un proceso que comenzó en 1917, con la revolución
ru sa ; se h a desarrollado paulatinam ente h a sta llegar a un punto en el
que la cantidad se tro ca rá en calidad.
A grandes líneas, todo ésto m e parece cierto. Observad lo que ocu-
rre. B ruscam ente, un cam arada como Cook, que se h alla bastante
cerca de nosotros, conquista el g ra n sindicato de los m ineros. Sólo
son, n aturalm ente, signos, síntom as, pero no h ay que descuidarlos.
L a actitud de los ingleses en Viena, en el Congreso de la In te rn a ”
cional de A m sterdam , es un acontecim iento. Desde luego, no son
personas consecuentes, pero la m asa las im pulsa. Cuando se pusieron
de pie y !l e g rita ro n a Sassenhaeh: "¿D ónde e stá Rosa Luxem burg?
¿Dónde está L iebknecht?”, pues bien; ¿qué significan tales pregun­
ta s? Los sindicatos ingleses eran h a s ta ah o ra el principal apoyo de
A m sterdam . P a ra esa Internacional re p resen ta n lo que el P artido
ruso y el alem án p a r a la Internacional Com unista. Si los partidos- co­
m unistas ruso y alem án p ronunciaran aquí, en este Congreso, dis­
cursos anticom unistas, ¿no d iría todo el m undo que es la crisis de la
Intern acio n al Comunista,, la v erd ad era crisis, y no la que a diario
nos tra e Hádele en un bolsillo de su chaleco y pese a la cual somos
m ás fu e rtes cada día? La crisis que observamos en tre la gente de
A m sterdam es una crisis verdadera. Los ingleses no h an hecho m ás
que re p e tir lo que nosotros decimos: los socialdemócratas. son los
asesinos o los cómplices de los asesinos de Eosa Luxem burg y de
I ta r l Lieblmecht. Claro está, son inconsistentes, no tienen p ro g ram a
y sim plemente h an querido destacar, en el momento de las conversa­
ciones anglo-soviéticas, que desdan acercarse a los sindicatos rusos.
Pero no por ello es un síntom a menos serio.
N u e stra ta re a esencial actualm ente está en In g la te rra . Si obtene­
mos en es^ país un P artid o Com unista de m&sas, habrem os logrado la
m itad de la v icto ria en toda E uropa. E l terreno está listo.
¿Qué h ay que h acer p a ra restablecer la u nidad del movimiento sin­
dical en el mundo? Los perros m ás viejos de la socialdemocracia, los
alem anes, los belgas, los franceses, no quieren la unidad. Y a decla­
ram os en el C uarto Congreso que hacían cuanto estab a a su alcance
p a ra escindir a los sindicatos, y que por lo tanto debíamos defender
a cualquier precio la unidad. Lo hemos conseguido en A lem ania; de­
bemos conseguirlo en todas p artes. E s un problem a que tenemos de­
lan te y debemos exam inarlo a fondo.

La táctica del frente único

Paso a la táctica del fre n te único. No h ay que d iscu tirla como Tin
“ objeto en sí”. L a táctica del fre n te tínico sigue siendo ju sta , pero
h ay que exam inarla concretam ente p a ra cada país. Sin em bargo,
no puedo excusarm e de expresar algunas consideraciones generales.

69
¿Qué h a sido p a ra nosotros la táctica del fren te único? Me parece
que todo se a c la ra rá si echamos un vistazo al camino recorrido.
En 1921-22 comenzamos a com prender, prim ero, que no tenemos la
m ayoría de la clase o brera; en seguida, que la socialdemocracia to­
davía es fu e rte ; en tercer lugar, que nos hallam os a la defensiva,
m ien tras que el enemigo ataca (por ejemplo, las huelgas del año pa­
sado, como las de In g la te rra , han sido en sai m ayoría huelgas defen­
sivas) ; y en cuarto lu g ar, que los combates decisivos no están aún
a la orden del día. T ra s los prim eros combates se nos hizo presente
la relación real de fuerzas y tuvim os conciencia de no ser m ás que
una m inoría. He ahí la base de la táctica del fre n te único.

S u deformación. La h isto ria se burló de esa consigna, cosa que, por


lo demás, suele ocurrirles a todas las consignas. Comprendíamos la
táctica del fren te único como u n a táctica revolucionaria en un pe-
período de am inoración de la revolución. Pero hubo en n u estra s filas
cam aradas que hicieron de ella u n a táctica de evolución, una táctica
de oportunismo. E ra una m aniobra estratégica, pero algunos cama-
ra d as vieron en ella una política de alianza con la socialdemocracia,
una coalición “de todos los partidos obreros75, sea dicho sin ofender
al P artid o checo.
H ay un P artido Com unista que últim am ente h a adoptado una re~
solución “ de no publicar” , declarando: “ M aniobra estra té g ica: ¡m uy
bien! Pero no hay que decirlo ta n a menudo ni ta n públicam ente,
pues de ese modo los adversarios h ab rán de aprovecharse”.
C am aradas, es u n a ingenuidad pueril, o bien, incluso, reform ism o.
Reformismo, m ás bien, pues quienes han planteado de esa m anera
el problem a hace ya mucho que dejaron de ser niños.
L a peor desgracia de nuestros partidos es e sta: cuando se les pro­
pone una estra te g ia revolucionaria contra su m ás astuto enemigo,
contra la socialdemocracia, inm ediatam ente in ten tan “pro fu n d izar”
esa estrategia, in te rp re ta rla y deducir de ella toda una teoría, que
al fin y al cabo es lo contrario de una teo ría com unista.
El P artid o Bolchevique ha efectuado en el curso de la revolución
u n g ra n núm ero de m aniobras estratégicas. E l genio de Lenin con­
siste en g ra n medida en su a rte de la estra te g ia revolucionaria. Pe­
ro siem pre supim os lo que' queríam os. Conocíamos el estado de áni­
mo de las m asas y sabíamos que queríam os luchar h asta el final.
¡Sabíamos que íbamos hacia la victoria, que suprim iríam os política­
m ente a los mencheviques y a los socialistas-revolucionarios. L a g ra n
desgracia de n u estra s m ás jóvenes secciones consiste en que prim ero
lestiman inadm isible toda m aniobra estratégica, y en segundo lugar,

70
así que se hacen de alguna, le asignan inm ediatam ente ta l "serie­
dad", que la tran sfo rm an en sistem a “profundo”. E sto explica las
nueve décimas p a rte s de nuestros reveses.
Ciertos p artidos y ciertos m ilitantes no han sabido o no han que­
rido com prender que la táctica del fren te único sólo es p a ra la In te r­
nacional Comunista un medio de a g ita r y m ovilizar las m asas.

E l gobierno obrero y campesino.De igual modo, se ha interpretado


el gobierno obrero y campesino cual si sig n ificara el gobierno de
todos los p artidos políticos m ás algunos partidos campesinos. No
obstante, la h isto ria de la revolución ru sa b a m ostrado que no era
m ás que el “seudónimo” 'de la d ic ta d u ra del proletariado; nada m ás.
Cuando, después de las jo rn ad as de julio de 1917, vimos que nuestro?
asuntos m archaban bien, que los obreros y los campesinos estaban
con nosotros, que podíamos con b astan te facilidad conquistar una
p a rte de los campesinos, se planteó el problem a de fo rm u lar lo me­
jo r, lo m ás sencillam ente, lo m ás claram ente posible nuestros fines.
L a “d ictad u ra del p ro letariad o ” era poco accesible a las m asas. ¿Có­
mo h ab ría n podido el m ujik analfabeto y el soldado com prender es­
ta s voces latin a s: dictadura del proletariado? Entonces las tra d u ji­
mos al ruso, diciendo: “ Campesino, obrero, soldado, ves los bandidos
que nos dirigen. Tememos la fuerza, tenem os las arm a s: ¿quieres
crear un gobierno de los obreros y los cam pesinos?”. El campesino,
el obrero, el soldado 110 estaban obligados a saber qué significa la
dictad u ra del proletariado, pero com prendieron lo que significa “el
gobierno obrero y cam pesino”.
Algunos cam aradas nuestros h an comprendido el gobierno obrero
y campesino como si a b a rca ra a “todos” los partidos obreros en co­
m ún con algunos partidos campesinos, trasform ando así la consigna
en su contrario.
C ontra ese e rro r hay que lev an tarse de la m an era m ás categórica.

h a fórm ula del fren te único. Como se sabe, el problem a del fren te
único por abajo o por a rrib a ha provocado m uchas disputas. Consi­
dero que sería ju s ta la siguiente fórm ula:
E l fre n te único por abajo es siem pre indispensable, excepto, qui- \
zá, en los ra ro s momentos de g u e rra civil declarada, cuando hay que j
com batir con las arm as h a sta a algunos obreros contrarrevolucioua-
rios (-aunque la h isto ria de la revolución ru s a m u estra que, aun en \
tales casos extrem os, siempre hemos logrado re a liz a r el f m i t e único
por abajo: en el momento de la ofensiva de K erensky sobre P eters- ;

71
burgo movilizamos una p a rte de -los obreros socialistas-revoluciona­
rios contra su propio gobierno, y m archam os con ello s).
E l fre n te único a la vez por abajo y por a rrib a se lo debe aplicar,
no siem pre, pero s í con frecuencia, en los países donde somos mino­
ría . Pienso que nadie, ni aun entre los m ás “izquierdistas”, lo n eg a rá
p a ra In g la te rra , A u stria o Bélgica, donde sólo poseemos h a s ta ahora
u n a m inoría insignificante. Por supuesto, h ay que precaverse contra
las adulteraciones oportunistas y em plear esta táctica como método
de agitación y movilización, y no como método de coalición política
con los socialdemócratas.
P o r fin, el fre n te único sólo por arrib a. Supongo que aquí hay
que decir: ; jam ás!
Lam entablem ente, en la p ráctica h a sido precisam ente este últim o
método el que se h a empleado con m ayor frecuencia: escribir ca rtas
abiertas a los socialdemócratas, m antener conversaciones in term in a­
bles e inútiles con los jefes p a ra elaborar “p rogram as comunes” . To­
do esto es fácil.
P or lo tan to , el fren te único por abajo casi siem pre; el fren te
único por abajo y por a rrib a con b a sta n te frecuencia, tom ándose to ­
das las precauciones p a ra que se ponga al servicio de la movilización
revolucionaría de las m asas; el fre n te único sólo por arrib a, jam ás,

rádek. Muy ju sto .

H a sta R ádek lo encuentra justo. Con todo, ¿qué hemos


z in ó v ie v .
visto? El C uarto Congreso votó u n a resolución acerca del gobierno
obrero. Debo confesar que en el c u r s o de su elaboración se hicieron
dem asiadas concesiones; éstas podían parecer m atices de redacción,
pero en. rig o r se las trasform ó en concesiones políticas a la derecha.
Tomad, por ejemplo, el siguiente p a s a je : “A la coalición, ab ierta o
enm ascarada, de la burguesía y la socialdemocracia^ los comunistas
oponen el fre n te único de todos los tra b a ja d o re s y la coalición eco­
nóm ica y política de todos los obreros p a ra lu ch ar contra el poder
burg u és y derrocarlo definitivam ente. L a alianza de todos los obre­
ros contra la burguesía h a rá que todo el organism o adm inistrativo
pase a manos de gobiernos obreros, y con ello mismo consolidará la
dominación y las posiciones de la clase o b rera”.
Desde el punto de v ista de la agitación política y de la m aniobra
estratégica, es u n a fórm ula admisible.
E n setiem bre de 1917,, en un artículo Acerca de los compromisos,
Lenin hablaba de un posible acuerdo con los mencheviques y los so­
cialista s-r evolución arios p a ra la form ación de un gobierno responsa­

72
ble ante los Soviets: “Nos encontram os en presencia de un v iraje ta n
brusco y original de la revolución misa., que nu estro P artid o puede
proponer un compromiso voluntario, no a la burguesía, que es nues­
tro directo y principal enemigo de clase, sino a nuestros m ás cerca­
nos adversarios, al p artido dom inante de la pequeña burguesía demo­
crática, a los socialistas-revolucionarios y a los mencheviques. A
título de excepción, y sólo en v irtu d de u n a situación especial, que
evidentem ente h ab rá de m antenerse poco tiem po, podemos proponer
u n compromiso a estos partidos, y me parece que debemos hacerlo.,.
P o r n u e stra p a rte es u n compromiso volver a n u e stra reivindicación
an te rio r a ju lio : todo el poder a los Soviets, gobierno socialista"
revolucionario y m enchevique responsable ante los Soviets. Ahora, y
solam ente ahora, quizá en el curso de estos pocos días, de una o dos
sem anas, un gobierno c o i u g éste s e podrá b asa r y consolidar pacífi­
camente. P odría, con un altísim o grado de probabilidad, asegurar el
progreso pacífico de toda la revolución ru sa y, con posibilidades ex­
trao rd in a riam en te grandes, el progreso del movimiento m undial h a ­
cia la paz y el triu n fo del socialismo. Sólo con m iras a ese desarro­
llo pacífico de la revolución, en nom bre de u n a posibilidad extrem a"
dam ente r a r a en la h isto ria y extrem adam ente preciosa, sí, sólo en
nombre de esta posibilidad, pueden y deben, en mi opinión, los bol­
cheviques, los p artid a rio s de la revolución universal, los p artid a rio s
de los métodos revolucionarios, consentir en ese compromiso”.
Y m ás ad elante: “ El objetivo de un partido verdaderam ente revo­
lucionario no consiste en proclam ar el rechazo, por lo demás impo­
sible, de todo compromiso, sino, a trav é s de los compromisos —por lo
mismo que son inevitables— , perm anecer fiel a sus principios, a su
clase, a su deber revolucionario, a su obra de preparación y educa­
ción del pueblo con m iras al triu n fo de la revolución”.
E r a , cam arad a Sm eral, u n a m aniobra estratégica. Se tra ta b a de
u na “coalición honesta”. E n una agitación de esa especie, son adm i­
sibles m atices verbales. ¿Acaso te n ía Lenin la intención de hacer la
paz con los m encheviques y e n tra r en u n gobierno de “todos” los
partidos obreros, o en un gobierno de todos los p artid o s obreros y
campesinos? P or n ad a del mundo. E r a una m aniobra estratégica.
Pero cuando se quiere “p ro fu n d iz ar”, e rig ir en sistem a la m aniobra,
e rig irla en teoría, cuando se im agina seriam ente que se puede e n tra r
en un a coalición dem ocrática y pacífica con “todos los p artid o s obre­
ro s”, que sólo de nom bre son obreros y que en realidad son el tercer
partid o de la burguesía, sem ejante actitud sólo puede re m a ta r en el
oportunism o.

73
E l episodio sajón. E n Sajonia h a alcanzado su apogeo el e rro r opor­
tu n ista. R ápidam ente nos hemos dado cuenta de que en Sajonia se
desarrollaba la m ás halad! de las comedias p arla m en tarias de coali­
ción.
P a ra ju stific a r lo que ha ocurrido en S ajonia no se podría p re­
tender que hayam os sobrestim ado las posibilidades revolucionarias.
P o r lo que a mí compete, digo que si alguna vez se re p ro d u jera la
situación ipolítica de 1923 nuevam ente d eclararía que la revolución
llam a a la puerta. De nada tenemos que arrep en tim o s. E n octubre
los rep resen tan tes de los principales partidos com unistas se hallaban
reunidos aquí. Nadie dijo cosa alguna contra el punto de v ista del
Ejecutivo. Todos estaban de acuerdo con la orientación hacia la re­
volución. Pero la responsabilidad principal recae en el Ejecutivo y
en los partidos alem án y ruso. Repito que si alguna vez se reproduce
ía m isma situación, nos lim itarem os a v erificar m ejor las cifras, a
contar mey’or n u estras fu erzas; pero nuevam ente e s ta rá a la orden
del día la revolución.
S obrestim ar sus probabilidades no es lo peor. Lo peor es lo que
h a 'S u ced id o en Sajonia. Lo peor es que en nuestro P artido se hayan
revelado m uchos restos de la infección socialdem ócrata. R ádek ha
preguntado, con motivo de la “experiencia*’ sajona, si todos habíam os
leído como él los periódicos alemanes y si conocíamos todos los de-
ta J le s . Los obreros, los bolcheviques de Moscú y L e n ín g r a d O j l e han
respondido: “E n efecto, no conocemos la Lengua alem ana; no e sta ­
m os en condiciones de leer los periódicos alemanes. Pero hemos he­
cho tre s revoluciones: una en 1905 y otras dos en 1917, y hemos te ­
nido a Lenin como guía. Y tenem os bastan te buen sentido p a ra com­
prender que lo que h a ocurrido en Sajonia es una triv ial comedia
p arlam en taria. L a experiencia sajo n a nos h a m ostrado qué se hace
del fren te único y del gobierno obrero en e l ala derecha de la In te r­
nacional Com unista".
L a resolución del C uarto Congreso e ra ju sta. Muchos p asajes de
ella son, incluso, excelentes. M uchas de las predicciones que ella con­
tiene se han verificado. P ero había que ver una m aniobra estratég i­
ca, y no construir encima toda una teo ría “dem ocrática” y declarar
que tendrem os que a tra v e sa r toda una época con gobiernos compues­
tos por com unistas y por “todosJÍ los partidos obreros y h asta cam­
pesinos dentro del m arco de la “ dem ocracia”.

Los errores checoslovacos. Después del Congreso de Leipzig se llevó


a cabo el Congreso del P artid o C om unista checoslovaco. Tomemos
conocimiento de las resoluciones <ie P raga; encontram os esto; “El

74
gobierno obrero puede ser sólo u n a transición pacífica a la dictadura
del proletariado. Es. una ten ta tiv a de la clase obrera por aplicar la
política obrera dentro del m arco y con los medios de la democracia
burguesa, apoyándose en los órganos proletarios y en el movimiento
de las m asas p ro leta rias”.
Es la repetición lite ral de la resolución de Leipzig. No sé qué pasó;
si fue espontáneo, o si se t r a t a del efecto de un “p la n ”.
E n todo caso, quien piensa de ese modo e n tra en conflicto con el
comunismo, con el leninismo. Se representa un pacífico período tr a n ­
sitorio de gobierno obrero, u obrero y campesino, una evolución den­
tro del m arco de la democracia.
Después de Leipzig y P rag a , y sobre todo después de Sajonia, hay
que dejarse de brom ear. E n adelante erstá claro que no se tr a ta ya de
p alab ras, sino de dos sistem as políticos. L a izquierda alem ana, de la
que d u ra n te mucho tiempo pensam os que exageraba (y en ciertos
casos verdaderam ente e x a g e ra ), h a salido teniendo razón. H a sido
la única en predecir la salida de la experiencia sajona. Esto nos ha
determ inado a cam biar de opinión respecto de ella.

La, táctica del fre7ite único subsiste. ¿Qué es la tác tic a del fren te
-único? ¿Qué es el gobierno obrero, y qué es el gobierno obrero y
campesino? In ú til t r a t a r de intim idarnos, como h a solido hacerlo
Rédele, diciendo que em prendem os una revisión de las decisiones de]
C uarto Congreso y, en general, de casi todas n u estra s anteriores de­
cisiones. ¿A qué vienen palabras ta n terribles? Sim plem ente desea­
mos m ejo rar las fórm ulas exageradas, im prudentes y falsas que R á­
dek logró m eter en las resoluciones del C uarto Congreso. Queremos
proceder de tal modo que no se pueda ya u tiliza r e&tos textos a ton­
tas y locas. Queremos proporcionar una fórm ula que resulte clara
p a ra todos, u n a fórm ula que todos com prendan. Estam os por la apli­
cación de la tá c tic a del fren te único con m iras a la conquista de la
m ayoría de la clase obrera; la táctica del fre n te único sigue ín te g ra ­
m ente en vigor. Estam os por la consigna de gobierno obrero y cam­
pesino. E l P artid o alem án declara en su resolución, y con razón:
“P a ra un país como Ita lia la consigna de gobierno obrero y campe­
sino es p e rfe c ta ”. Supongo que tam bién e? aplicable a F ran cia y a
cierto núm ero de otros países,
¿Cuál es el origen de e sta consigna? Se ha dicho que Rádek la
h abía inventado, la había forjado ín teg ra . Esto no corresponda a la
realidad. Nació de la revolución rusa, R ádek la deformó. Queremos
u tilizarla como la utilizó la revolución rusa.

75
rádejk .E n R usia hicimos coalición con lo s socialistas-revolucionarios
de izquierda.

ZINÓVIEV. Tampoco decimos que en Occidente no aceptarem os en un


gobierno soviético un trozo separado de la socialdem ocracia y dis­
puesto a sostenernos provisionalm ente. Los socialistas revoluciona­
rios de izquierda eran un trozo separado del P artid o Socialista-
Revolucionario y que llevaba tr a s de sí a u n a p a rte del campesinado.
N osotros los tomamos a remolque. Pero m uy pronto, no bien se la rg a ­
ron a h ab lar su lengua socialista-revolucionaria, nos desem barazam os
de ellos. E ra una estra te g ia completam ente ju sta . E n cambio, la
alianza con el partido socialista-revolución ario y el partido menche­
vique h ab ría sido un e rro r en octubre. Yo mismo, en determ inado mo­
mento, com partí ese e rro r. Pero rápidam ente lo comprendimos y lo
reparam os; pocos días después, Lenin escribía que el conflicto había
term inado y que h ab ía que retom ar la lucha en común.
¿Y ahora q u erríais llevar esa política a la práctica de loa demás
partidos com unistas? ¡P o r nada del mundo!
La excusa de las fa lta s cometidas en el curso de la revolución ru sa
consiste en que no se re p itan en las o tra s revoluciones.
Lo mismo respecto de la tá ctica del fre n te único. No se t r a t a de
rev isarla. No hay necesidad. No se tr a t a de in v en tar u n a “nueva'*
táctica ; sin vacilar un solo instante, digo que, a despecho de las fa l­
ta s cometidas en su aplicación, la táctica del fre n te único puede car­
g arse en nuestro activo. Se tr a ta sim plemente de precaver a la In ­
ternacional Com unista contra su interpretación oportunista.

i o s éxitos del fren te único, Tomemos cualquier p aís; In g la te rra , poT


ejemplo. E n In g la te rra se han cometido graves fa lta s en este te rre ­
no. R uth F ischer h a comunicado a la Internacional sus impresiones.
E stoy com pletam ente de acuerdo con ella respecto de la actitud adop­
tad a por F ergusson d u ra n te la cam paña electoral: si uno oculta su
fisonom ía com unista, ¿ p a ra qué la cam paña electoral? Newbold, an­
tiguo miembro del P arlam ento inglés, nos preguntó m uy seriam ente
d u ra n te toda u n a velada, a B u jarin y a mí, si en casas excepcionales
le estaba perm itido h ab lar en el P arlam ento contra la fracción del
L abour P a rty . Le contestam os: “ ¡P a ra eso está usted a h í!”.
No obstante, pese a todos estos errores, la táctica del fre n te único
no h a dejado de ten er en In g la te rra una im portancia positiva. E n
las secciones locales de los sindicatos los obreros comunistas h an p ro ­
cedido la s m ás de las veces m uy juiciosam ente, y han ganado mucho
con ello.

76
Tam bién el P artid o checo h a aplicado esta táctica dentro de'l marco
local. E n Alemania,, igualm ente, se han hecho ¡buenas cosas. Los erro­
res han residido principalm ente en el parlam entarism o y en las con­
versaciones con los jefes en el seno de los sindicatos, de las munici­
palidades, etcétera. A hí es donde chocamos con la m u ralla oportu­
n ista. Pero en la p ropaganda local, en las fábricas, a pesar de la
incom prensión de los dirigentes, la aplicación por abajo h a arrojado
buenos resultados.
P a ra los socialdem ócratas, p a ra los reform istas, el “gobierno obre­
ro ” puede co n stitu ir toda una época. D’A ragona, por ejemplo, dijo en
el Congreso de Yiena, llevado a cabo por los am sterdam ienses en ju ­
nio de 1923: “ E l m ejor medio de ev itar u n a nueva g u e rra es fo rm ar
lo m ás que se pueda gobiernos obreros”. P a ra este probado reform is­
ta, el gobierno obrero es un remedio p a ra todos los m ales; h asta per­
m ite ev itar la g u erra. P a ra nosotros no es n ad a de eso. La resolución
del C uarto ‘Congreso lo dice con b astan te justeza.

E l problema del gobierno obrero

- La m ism a resolución contiene el siguiente p a sa je : “ Todo gobierno


burgués es a l mismo tiem po oin gobierno ca p ita lista ; pero no todo
gobierno obrero es necesariam ente un gobierno proletario, es decir,
u n instrum ento revolucionario del poder proletario. L a Internacio­
nal C om unista debe considerar las siguientes posibilidades: 1) Un
gobierno obrero lib eral; sem ejante gobierno h a existido en A u stralia
y puede su rg ir dentro de poco en In g la te rra . 2) U n gobierno obrero
socialdem ócrata (A lem ania). 3) Un gobierno obrero y campesino; su
eventnalidad es plausible en los Balcanes, en Checoslovaquia, etc. 4)
U n gobierno obrero con participación de los com unistas. 5) U n go­
bierno obrero auténticam ente revolucionario, al que únicam ente el
P artid o Com unista puede realizar en su form a p u ra ” .
Sí, hay gobiernos obreros liberales, como por ejemplo el del La-
bour P a rty , actualm ente en el poder. P a ra D ’A ragona, todo gobier­
no obrero, sea cual fuere, es bueno. Tengo miedo de que R ádek y
B ran d ler vean las cosas m ás o menos con los mismos ojos, así como
algunos cam aradas checoslovacos.
E n cuanto a nosotros, digamos fran cam en te que el “gobierno obre­
ro '’ y el “gobierno obrero y cam pesino” nos im portan sobre todo co­
mo método de agitación y organización de las m asas p a ra la lucha
revolucionaria. Sin duda alguna, debemos aprovechar las situaciones

77
creadas debido a gobiernos obreros liberales como «1 de Mac Donald.
L a fórm ula de "gobierno obrero” es p a ra nosotros la más popular,
la m ás generalm ente accesible, la m ás adaptada a la conquista de lag
m asas. E l obrero y el campesino m a rc h ará n por el gobierno obreroj
y luego ad v ertirán que el gobierno obrero es, precisam ente, la dicta­
d u ra del proletariado.
Sé que algunos cam aradas de izquierda alim entan una fu e rte aver­
sión p a ra con la táctica del fre n te único en general. P a ra consolarlos
les diré esto; p a ra nosotros la táctica del fren te único y del gobier­
no obrero 110 es m ás que? un arm a p a ra la movilización y la organi­
zación de las m asas obreras. No os g u sta esta arm a. Muy bien, os
ofrezco un com prom iso: ta n pronto como hayáis conquistado la aplas­
tan te m ayoría de los obreros de vuestro país, os liberarem os inme­
diatam ente de su empleo. (Risas.)

H ay que adaptarse al m edio. No se tr a ta en modo alguno de p a sa r a


todos los partidos por el mismo molde. E l problem a hay que p la n te a r­
lo de m anera concreta p a ra cada país en p artic u la r. H ay un prover­
bio ruso que recomienda no echar a perder un tonel de miel con unas
pocas gotas de alquitrán. Rádek y los demás teóricos de la derecha
quieren sin remedio alguno mezclar su alq u itrán oportunista con la
miel de la táctica del fre n te único. E s necesario d e rra m a r sobre la
tie rra -ese alq u itrán y conservar lo bueno que hay, p a ra luego pro­
porcionar la miel a las capacidades de cada país.
E n A lem ania la situación ha m adurado de ta l modo, que y a es
tiempo de proclam ar: ¡unidad por abajo! Pero en Polonia ocurre
probablem ente de muy distinta m anera, así como en A u stria y los
demás países. Todo el a rte de la Internacional consiste en ad ap tar
su táctica a las diferentes condiciones, que son m uy diferentes y v a ­
riad as.
Concluyo, u n a vez m ás: el gobierno obrero y campesino no es nada
más que un método de agitación, de propaganda y movilización de
las m asas. Como ya lo dije en 1922, es el seudónimo de la dictadura
del proletariado. E n nuestro P artido ruso nadie lo h a rebatido; p a ra
nosotros estab a absolutam ente claro. N uestro pecado consiste en no
haber comprendido inm ediatam ente que Rádek y sns consortes no
discutían con nosotros sobre detalles de redacción, sino que tra-sfor­
inaban la táctica del fren te único en u n a táctica reform ista.

¡A tención al cam pesinado! Probablem ente recordáis que fu i el in i­


ciador de la consigna de gobierno obrero y campesino en el Ejecutivo
ampliado. ¿Qué motivo me guiaba? L a convicción de que en algunos

78
países comenzamos a aproxim arnos, y con b a sta n te rapidez, a la con­
quista del poder. De ninguna m anera es cuestión de ja c ta rse por
haber advertido entonces que la situación en A lem ania m aduraba.
No, pero algo me decía que en ciertos países la conquista del poder
comenzaba a volverse cosa actual. Y por eso, desde entonces, no he­
mos perdido ocasión de rep etirle al P a rtid o : ¡ atención al cam pesina­
do! E s evidente que un partido que no tiene aún en vista la con­
q u ista del poder no necesita esa consigna. Signe siendo semicorpo-
rativo, puram ente obrero. Pero desde el momento en que se convier­
te en un P artid o Com unista serio, en un partido de m asas, debe tener
en v ista la conquista del poder, y entonces se debe p re g u n ta r cómo
h ab rán de conducirse los campesinos y qué im presión les ca u sará el
crecimiento del partido obrero. He ahí por qué la consigna de gobier­
no obrero y campesino es el signo de que en algunos países, dentro
de un fu tu ro b a sta n te próximo, h a b rá de p lan tearse el problem a de
la conquista del poder. E sta consigna es la expresión del hecho de
que el proletariado debe tener la hegem onía dentro de la revolución,
y el P artid o dentro del proletariado. H a sta cierto punto, es una eta­
pa en tre la pro p ag anda y la agitación de m asa y la acción revo­
lucionaria.

H a y que distinguir entre agitación y propaganda. P lejánov expresó


esto, cuando era m arxista, en térm inos lapidarios: la propaganda es
la trasm isión de cierto conjunto de ideas a T in pequeño círculo de
personas; la agitación es la trasm isión de una idea fundam ental a
am plias m asas. E l origen de la consigna "gobierno obrero y campe­
sino” radica en el hecho de que en ciertos P artid o s estam os obliga­
dos a p asa r de la propaganda del comunismo a la agitación en las
m asas populares y a la preparación de la lucha por el poder. Al
poner por delante la lucha por el poder debemos dar con u n a consig­
na contundente, que sea popular, que te n g a g ra n fu erza de atracción
y que, in te rp re ta d a en su sentido verdaderam ente revolucionario, pue­
da servirnos de im án p a ra con los elem entos a los que debemos, o
bien g a n a r, o bien n eu tralizar.

Las desviaciones de izquierda en la táctica del fr e n te único. A todos


los cam aradas, y en p a rtic u la r a los cam aradas del P artido alemán,
que después de la experiencia y las fa lta s de S ajonia se tap an los
oídos no bien oyen h ab lar de fre n te único, recomiendo reflexionar
seriam ente en todos estos asuntos. B urían, un cam arada de izquier­
da, escribe, por ejemplo, en Checoslovaquia que la táctica del fre n te
único es la fuente principal del revisionismo. No es cierto. Aquel que

79
es revisionista siem pre h a llará un pretexto cualquiera f m a s , excla­
maciones: ¡M uy bien!); lo h a lla rá en el parlam entarism o o en cual­
quier o tra p arte . N'unca triu n farem o s sobre la socialdemocracia si
le tem em os a n u e stra sombra. Sólo hay que tom ar la táctica y p u r­
g a rla de todas las im purezas oportunistas. Siem pre h ab rá personas
p a ra las -cuales el fren te único h a de ser una fuente de revisionismo.
Tomemos todo lo bueno y leninista que tiene.
La consigna de gobierno obrero es adecuada p a ra ganarnos la con­
fian z a no sólo de la clase obrera, sino tam bién de todos los oprim i­
dos. Nosotros, la v erd ad era izquierda de la Internacional Comunista,
debemos hacernos cargo de este trab a jo a fin de disipar las fa lta s
de ía derecha, convencer a quienes desean dejarse convencer y com­
batir a los otros. El Quinto 'Congreso no debe decir que el fre n te
único es falso, sino elaborar m edidas preventivas co n tra las defor­
maciones y efectu ar u n a especie de vacunación -contra el oportunis­
mo, como se hace co n tra las enferm edades contagiosas.
E n A lem ania el absceso h a reventado* L a coronación lógica de
la desviación de dereeha se produjo en S ajonia, Si en Checoslovaquia
no se h a llegado a eso, es porque los acontecim ientos no h a n
alcanzado aún la m ism a m adurez, ya que de otro modo, con el Con­
greso de P ra g a y el artículo de H uía, -con la oscuridad de la línea
de conducta de] Comité C entral, si la situación se volviera seme­
ja n te a la de Alem ania, iríam os rectam ente a un nuevo fracaso*

Las tareas concretas de los 'partidos

Paso ah o ra al últim o capítulo: el -papel de nuestros principales p a r ­


tidos. E n esto estoy de acuerdo con el Parti-do Com unista alem án:
hay que d a r a cada P artido indicaciones concretas. Tal será la ta re a
del Quinto Congreso.

Sección inglesa. Desde el punto de v ista político, la sección m ás


im portante de la Internacional Com unista no es la sección alem ana,
ni la sección rusa, sino la sección inglesa. E stam os ante un hecho
extraño*, nuestro P artido, con sus tre s mil o cuatro mil miembros,
tiene, no obstante, una influencia considerable. Y es que el p artid o
de Mac Donald apenas es m ás fuerte. Su diario, el N ew Leader,
tira quince mil ejem plares; el nuestro, cincuenta y cinco mil. E n
In g la te rra no existe tradición de partid o s de m asa.

80
Los obreros ingleses todavía siguen a Ma-c Donald y h a sta a veces
h ab lan de él -con cierto -cariño. E sto lo vimos en tre nosotros en los
prim eros meses de K erensky. No se lo podía critica r como no fu e ra
m ediante rodeos; -durante u n a hora h ab ía que decir: “K erensky es
perfecto; K erensky es un g ra n hom bre", p a r a luego in sin u ar: “ Acaso
puede com eter aquí y allá alguna f a lta '5. Los obreros sostienen aún
a Mac D onald; todavía están llenos de ilusiones, P o r lo demás, Mac
D onald cuenta con la suerte de no ten er m ayoría en el P arlam ento.
Puede entonces 4ecir a los obreros: “Yo q u e rría hacer más, pero
no puedo; después de las elecciones, cuando tengam os la m ayoría,
m ostrarem os lo que somos, m archarem os como leones, conmoveremos
m ontes y selvas”.
L a situación no es sencilla. E l gobierno de Mac Donald se encuen­
tr a aú n en la fas-e ascendente de sru popularidad; pero si deseáram os
a g u a rd a r tranq u ilam ente su declinación, no necesitaríam os partido
com unista. Los socialdem ócratas m orirán solos, sin nosotros, hoy o
m añana. N u e stra razón de ser consiste precisam ente en ac tiv a r este
proceso. P or eso n u estro P artido debe desde ahora lu ch ar resu elta­
m ente co n tra Mac Donald, a fin de que la m asa, cuando se h ay a
convencido de la doblez de Mac Donald, agradezca a los com unistas
el hecho de h ab er sabido ver claro mucho tiempo antes.
E n 1921, Lenin s-e vio obligado a com batir a W ijnkoop y otros
de la izquierda, p a r a que los com unistas entrasen en el L abour
P a rty , E n 1924, la posición h a cambiado. Tenemos un gobierno labo­
rista . Tenemos a Mac Donald. N uestro puñado de com unistas debe:
1) trasform arsB en un partido de m asa; 2) -editar un diario, pese
a las inquietudes de los cam arad as ingleses, que encuentran esta
ta re a por encima de sus fu erzas; 3) m ezclarse m ás en la vida de
los sindicatos, a. fin de a g ru p a r -en ellos un ala izquierda; 4) dedicar
m ás atención a la juventud, cuyo movimiento apenas acaba de em­
p ezar; 5) e n c a ra r audazm ente el problem a colonial, como cuadra
a los bolcheviques; 6) com batir las desviaciones de derecha en
todas p artes donde existan.
P o r im portancia política, el P artid o francés ocupa actualm ente la
segunda fila, como consecuencia de la nueva orientación internacional
(la e ra democrático-^) acifistá) a que me be referido.

L a sección francesa. E l P artid o fran cés h a realizado grandes pro­


gresos. Posee un sólido núcleo de izquierda, al que sostenemos por
todos los medios. E l antiguo centro y la izquierda sedeben soldar
en un a izquierda com pacta en el m ejor sentido de la palabra, sin
fracciones, y tr a b a ja r con el esp íritu de la Internacional Comunista.

81
El P artid o fran cés debe ganarse los grandes centros obreros. P or el
momento sólo predom ina en P arís. E s un m agnífico punto de apoyo.
En cambio, el antiguo 'Comité C entral de B randler lo te n ía todo,
salvo B erlín y H am burgo. R ápidam ente se advirtió que tampoco
contaba con todas las Federaciones. E n Suecia, H oeglund lo tiene
todo, excepto Estocolmo, No quiero sacar conclusiones.
A hora tenemos que ten er en cuenta las ilusiones creadas por el
bloque de las izquierdas. E s conveniente aplicar la táctica del fre n te
único de una m anera un tanto nueva. L a socialdemocracia fran cesa
h a querido ju g a r con tiento al no e n tra r en el gabinete, sin dejar
de ap robar el presupuesto, la ocupación del R uhr, etcétera, E s una
p a rte oculta del gobiexno. Tam bién nosotros seremos astutos y les
diremos a los obreros socialistas: “No es vuestro gobierno; no son
los vuestros quienes se sientan en el parlam ento. ;.Por qué ta n ta s
precauciones? Es -un gobierno burgués. ¿P or qué no lu ch ar ju n to s
contra él por la am nistía, por la evacuación del R uhr, por m ejores
salarios, por el reconocimiento de la URSS, por la jo rn a d a de ocho
horas, etcétera?”. E n el momento en que la socialdemocracia p asa
a ser oficialm ente el tercer partido de la burguesía, y a no se t r a ta
de aplicar el fr e n te único por arrib a. E n el momento en que los
jefes socialdem ócratas e n tra n a m edias con la burguesía en las com­
ponendas gubernam entales, la situación no puede ser m ás favorable
p a ra llam ar a los obreros socialistas a la lucha en común con nosotros,
prim ero en el terreno económico y luego en el político.
Si lo logram os, contarem os con una posición m uy favorable. Pese
a que las lum breras de la socialdem ocracia h a b rán de com prom eterse
en combinaciones con la burguesía, anudarem os, por medio de la
lucha económica, estrechas relaciones con la m asa de los obreros so­
cialistas y sin partido. E l socialismo se dividirá de ese modo en dos
alianzas. El descontento de las m asas ir á en aum ento; la desocu­
pación se ag rav ará, la situación económica em peorará y el memo­
rándum de los expertos no será de u tilid ad alguna. U na situación
ideal p a ra la conquista de los m ejores elementos de la clase obrera.
Los objetivos esenciales del P artido francés consisten en la con­
quista de los centros industriales fu e ra de P a rís y en la consolida­
ción del ap arato del P artido.
Tenemos en P a rís 8.000 miembros, 50.000 suscritores de L ’H uvia-
nité y 300.000 electores. ¿Qué significa esto? Esto m uestra que la
organización va a la zaga. L a Federación del Sena debería tener
25.000 miembros.
H ay que errad ica r las últim as supervivencias del frossardism o. E l
antiguo centro debe m arch ar audaz y sinceram ente con la izquierda.

82
E l P artido debe ganarse, con las brillantes cualidades de los obre­
ros parisienses, a los obreros de provincia, sobre todo en momentos
en que las lum breras socialistas se eucuentran com prom etidas en una
combinación gubernam ental con la burguesía.
E l movimiento de las células de fá b rica t o d a v í a está en embrión.
Se h abla mucho de alta política, pero todavía no hay m ás que ciento
veinte células de fábricas. No se puede tom ar en serio este resultado.
Las células y los comités de fá b ric a : tales son las prim eras exigen­
cias que le planteam os a l P artid o C om unista francés.
L a consigna de gobierno obrero y campesino es m ás conveniente
en F ra n c ia que en cualquier o tra p arte . Debe dirigirse al campesino,
a las capas cam pesinas inferiores. U na buena prensa com unista, un
ap arato sólido y m ejores relaciones internacionales: he ahí los objetivos.

E l problema alemán está, claro en su conjunto. Pasemos ahora al


P artid o alem án. Tenemos en el orden del día un punto especial: el
problem a alem án. Mi opinión es la de que podemos sacarlo tra n q u ila ­
mente, pues en su conjunto está claro. E l año últim o se habló y
escribid especialm ente del P artid o alem án. No veo ahora un problem a
p articu larm en te alem án. L a situación en A lem ania es difícil. Laa
perspectivas políticas siguen siendo, en lo esencial, las m ismas, g rá ­
vidas de revolución. Las nuevas luchas de clases ya han comenzado;
un combate gigantesco se h a entablado. E l P artid o Com unista sigue el
itin erario señalado por la Internacional. La crisis h a sido profunda,
los peligros eran inmensos, y el P artid o se veía amenazado de
escisión. Los cam aradas polacos han preguntado por qué desautoriza­
mos ta n rápidam ente al antiguo Comité C entral de B tan d ler. E s que,
si hubiéram os tardado, la escisión h ab ría sido inevitable. L a crisis
era de ta l modo aguda, que ahora podemos decir que se la solucionó
de manera, relativam ente satisfactoria.

rutH f i s c h e r ., ¡M uy b ie n !

G raves dificultades se encuentran en e l problem a de los


z in ó v ie v .
sindicatos. H ay que oponerse im placablem ente a las m ínim as velei­
dades de re v isa r las decisiones de F ra n c fo rt y de re a b rir la discu­
sión sobre el abandono de los sindicatos.
L a situación en el parlam ento tampoco es sencilla. A hora tenemos
en F ra n c ia y en Alem ania, en ambos parlam entos, una situación
sem ejante a la que Lenin denom inaba “la situación del péndulo”. Pue­
de su'ceder que n u e stra fracción sea el apoyo decisivo p a ra fo rm a r tal
o cual m ayoría. De ahí grandes dificultades tácticas.

83
E l P artid o alem án tiene g ran d es lagunas en la acción entre los
cam pesinos. H ay que g a n a r el tiempo perdido.
Además se podrían c itar muchos problemas parciales, pero no lo
h aré. E l P artid o alem án h a m ostrado estar sano en su conjunto, y
h a dado fácilm ente cuenta de graves males. Si su organism o no hubie­
r a sido ta n robusto, ta n proletario, habríam os sufrido un daño
inmenso.
Si la extrem a izquierda in ten ta aún volver a sa lir a la super­
ficie, nuevam ente la com batiremos. Si la antigua desviación de
izquierda se pone de m anifiesto en el problem a sindical, la comba­
tirem os. M antenemos con el Comité 'C entral decididas relaciones am is­
tosas. No hay motivo ninguno que pueda im pedirnos com batir sus
fa lta s, de p resentarse éstas. Lo hemos hecho y volveremos a hacerlo.
E l P artid o alem án tiene, al igual que cualquier otro partido, el
derecho de criticar al Comité Ejecutivo, y hace amplio uso de ese
derecho. Si nosotros no necesitam os gente que siem pre nos lleve el
apunte tampoco el P artid o alem án necesita un Comité E jecutivo que
no diga abiertam ente lo que debe decir. E l Comité Ejecutivo
puede y debe critica r y corregir lo que es necesario. Pienso que los
■elementos de izquierda, que componen la m ayoría del P artid o Comu­
n ista alem án, serán los prim eros en decir que hemos procedido bien
al in terv en ir en contra de la nueva táctica sindical. Si algunos
pudieron im ag in ar que el Comité Ejecutivo abandonaría al P artido
alemán a la extrem a izquierda, ahora pueden ver que estaban equi­
vocados.

E l Partido checoslovaco. Paso al P artido checoslovaco. Y a me he


referido de paso a él, y poco tengo que añadir, Tengo la im presión
de que es u n partido que su fre la f a lta de una dirección revolucio­
n a ria estable y que tra b a je de m an era sistem ática. Su acción está
un poco abandonada al azar. E n cuanto se presentan elecciones o algo
por el estilo, una g ra n anim ación se produce, tra s lo cual el trab a jo
languidece de nuevo. Pienso, pues, que el P artido checo tiene que
¡hacer g randes progresos. H ay que in fu n d ir nuevas fuerzas p ro leta rias
•en el Comité C entral,
Los elementos revisionistas que todavía existen deben desaparecer.
Si puedo aú n esperar que el cam arada H uía rep are pronto su fa lta ,
no tengo casi esperanzas en lo que atañe a Vanek. No tenemos razón
alguna p a ra dudar de la buena voluntad del cam arada Smeral, pero
debemos exigir la corrección de la fa lta contenida en el p asa je citado
de la resolución de P ra g a , que ha sido rechazada en A lem ania y

84
en toda la Internacional Com unista. E s necesario que tam bién en el
P artid o checo se la rechace.
De modo m uy especial, es conveniente que el P artid o checoslovaco
preste atención a los asuntos de orden nacional y campesino.

E l Partido polaco. Y a sabéis que la sección polaca h a sido durante


mucho tiempo re p u ta d a como u n a de las m ejores. E sto es todavía
cierto respecto de la clase obrera polaca, sus tradiciones revolucio-
n a ria s, sus m agníficos m ilitantes, que soportan todo el peso de un
partido ilegal. Me veo forzado, a confesar que la situación no es ta n
b u en a en lo que atañ e a los dirigentes. H an m ostrado dem asiada
diplomacia en el problem a ruso y en el alem án. Los cam aradas del
Comité C entral polaco conocen m ejor que nadie la situación en R usia,
y b a sta n te bien la situación en A lem ania. A hora se han plegado a
n u estra opinión, o al menos lo dicen, pero su declaración tiene un
defecto: se h a hecho esperar. H ay un proverbio ruso que se burla
de quienes sirven la m ostaza después de cenar. Aunque la m ostaza
p u ed a ser ú til a veces después de cenar, pese a todo -preferiríam os,
cam aradas, ten erla du ran te la cena.
E n lo que concierne a la aplicación de la técnica del fre n te único,
lo s propios cam aradas polacos h an reconocido en su congreso que
habían cometido grandes desviaciones de derecha.
L a pren sa h a criticado en re ite rad as oportunidades la conducta de
Krulikow sky en la D ieta, P or mi p arte, ta n to como he podido
seguirla, la encuentro heroica {Rádek: ¡M u y bien!) y revolucionaria.
Pero no podría decir otro tanto del órgano dirigente del P artido.
¿Dónde estaba nuestro P artid o d u ra n te la insurrección de Cracovia?
E s ta b a ausente. Su, ausencia absoluta en el momento de la suble­
vación de los regim ientos in v ita a reflexionar. Sabemos lo que es
tra b a ja r ilegalm ente. Conocemos la acción heroica de los miembros
del Comité C entral que m ilitan en Polonia. Pero la dirección política
.sufre de un exceso de diplomacia. E sto y convencido de que cuando
los com unistas obreros se enteren de lo que cojea, en qué h a fallado
la dirección, en qué consiste realm ente la divergencia en tre ella y la
Internacional y, en p artic u la r, el P artid o ruso, se pondrán inm edia­
tam ente de n uestro lado, y no del lado de la diplomacia. L a diplo­
m acia es u na cosa buena contra nuestros enemigos, contra los social­
dem ócratas y la burguesía, pero sólo co n tra ellos. E n n u estras filas,
en n u estra Internacional, no hay lu g a r p a ra la diplomacia.
Si la sección polaca quiere recu p erar su an tig u a reputación, de
ser u n a de las m ejores secciones bolcheviques, debe corregir las
fa lta s com etidas por su Comité C entral.

85
La sección italiana. Pasem os a Italia.
A nte todo, n u estra actitud p a ra con el Comité C entral del P artid o
socialista. Me parece que debemos decidir la fusión inm ediata con los-
“terzin tern acionalistas”. L a h o ra h a llegado, ¿Deben los “terzinter-
n acio n alistas” e n tra r en el Comité C entral después de la fusión?
N aturalm ente, deben e n tra r. No debemos in sistir demasiado acerca
de los veintiún puntos. Hace ya dos años que estos cam aradas
quieren unirse a nuestro P a rtid o ; nosotros mismos les hemos dicho:
“ Perm aneced en vuestro antiguo partido a fin de efectu ar dentro
de él la conquista”. P a ra el P artid o Socialista italiano hay que dejar
en vigor la antigua resolución del Comité E jecutivo de 'la In te rn a ­
cional Comunista, es decir, la posibilidad de aceptarlo como partido
sim patizante.
Recordáis que en el C uarto Congreso n u e stra extrem a izquierda
decía que el P artido Socialista no tenía consigo a los obreros, sino
sólo a los empleados y a la pequeña burguesía. Las elecciones
m ostraron, no obstante, que se halla sostenido por centenares de
miles de buenos proletarios. Sin duda, Lazzari, Clerici y otros no son
com unistas, pero sí revolucionarios de sentim iento. He recibido ú lti­
m am ente u n a ca rta del viejo Lazzari en la que ine escribe: “Ese
es un problem a de conciencia: por u n lado el P artido, por el otro la
Internacional Com unista”. No puede violar la disciplina, pero perm a­
nece fiel a la T ercera Internacional. E l político Vella es ahora, al
parecer, un hom bre term inado, h a sta p a ra el P artid o Socialista
Italiano. Debemos, por lo tanto, d ejar la .puerta abierta y m antener
en vigencia n u estra an tig u a decisión. Pero el P artido Socialista ag ru p a
además a miles de obreros convencidos de pertenecer a medias a la
T ercera Internacional y de que h ay sim plemente una desm teligencia
que hay que despejar.
En lo que concierne a. nuestro P artid o Comunista, las elecciones
dem ostraron que es fu e rte y robusto, con un excelente núcleo prole­
tario. E ste P artido es todo nuestro sostén, toda n u estra esperanza;
es el único representante en Italia de la Internacional Comunista.
Pero las debilidades que hemos criticado siguen en pie. Sabéis que
h ay tres fracciones. No s-é cuál de ellas dispone de la m ayoría real.
E sperarem os p a ra sacar conclusiones, pero sé que la fracción de
extrem a izquierda e stá equivocada. B ordiga exige la aprobación de las
tesis de Roma de 1922, de toda la política del P artido Comunista
italiano, de la táetica seguida con respecto a los arditi del popólo,
es decir, de lo que hemos criticado cien veces, con Lenin mismo.
Rossi, amigo de B ordiga, escribe: “ U na táctica que ag u ard a su
in sp iració n o indicaciones de la situación no es com unista” .
P reg u n to : ¿a qué debemos ad a p ta r m aestra tá c tic a sino a los hechos
y a la situación concreta? E n la izquierda ita lia n a hay ese tipo de
d octrinarios que piensan que podemos p a r tir a la g u e rra después
de haber elaborado de u n a vez por todas, basándonos únicam ente en
Jos principios, cierta alquim ia táctica válida p a ra la eternidad.
N atu ralm en te, no debemos envilecer n u e stra tá c tic a y cam biarla a
gusto y p alad a r de las m ínim as m odificaciones de la situación. E sto
e stá claro. Pero no por ello necesitam os menos, nosotros, com unistas,
ten er en cuenta los hechos. Que debíamos a d a p ta r la táctiea comu­
n ista al medio era algo ta n evidente, que re su lta superfluo h ab lar de
ello. Sólo cam aradas sin contacto con las m asas, y no m arxistas,
pueden p reten d er lo . contrario.
E l problem a italiano es m uy delicado. B ordiga y sus amigos son
buenos revolucionarios, fieles a la Internacional, pero las debilidades
que Lenin criticab a en ellos existen aún. La situación no se p resen ta
bajo una luz que obligue a la Internacional a ceder. B ordiga y sus
amigos son quienes deben ceder: desem barazados de su dogmatismo,
no podrán d ejar de ser m ás útiles a la revolución italiana.
P-ermitidm-e que no me deteng'a en los dem ás partidos, pues me
fa lta tiempo. Lo que he dicho se puede apliear a ellos.

L a IC J, nuestro orgullo. Sólo unas pocas observaciones acerca de


las organizaciones au xiliares de la Internacional,
L a Internacional de las Juventudes es nuestro orgullo y n u estra
esperanza. E n ñu seno m ad u ran las v erd ad eras generaciones comu­
n istas y los verdaderos caudillos com unistas. Y a hemos superado ahí
a la socialdemocracia. E n la Unión de las Repúblicas Soviéticas la
ICJ cu en ta con 700.000 miembros, contra 400.00'0 de antes; en Ale­
m ania, 70.000 contra 28.000. E n el R uhr n u e stra ju v en tu d está por
encima de todo elogio. L a ICJ es la m ano derecha de la In te rn a ­
cional Comunista.
Tam bién el Socorro Rojo Internacional funciona m uy bien. De igual
m an era el Socorro Obrero. Sabéis que la socialdem ocracia alem ana h a
organizado u na v erd ad era cruzada co n tra él y ha invitado a los
socialdem ócratas a abandonarlo. H a y asim ismo que señ a la r los éxitos
de la Intern acio n al D eportiva. Pero el movimiento femenino necesita
un fu e rte aliento. Muy poco hemos hecho en este terreno.

Problema de organización. Me pareee que h a llegado el momento


de p lan tear eon toda seriedad y de resolver el problem a de la orga­

87
nización de nuestros partidos sobre la base de las células de empresas..
Se nos dice que de este modo perderem os cierto núm ero de miembros.
Sin em bargo, debemos explicar a los obreros que el P artid o se debe
b asar, a cualquier precio, en u n fundam ento in d u stria l: la organi­
zación con arreg lo al lu g ar de domicilio es una herencia de la social-
demoeracia. L a socialdemocracia creó un ap a rato electoral p a ra fines
electorales. Allí donde nuestro P artid o Com unista se construyó d e
igual m an era se aproxim a a la socialdemocracia. Debemos recons­
tru irlo con arreglo al principio dei lu g ar de trabajo, a fin de n a
ten er que in sistir m ás en este problem a en el Sexto 'Congreso.

L a dirección sin Lenin. P a ra term in ar, algunas p alab ras aún acerca
de la dirección in te rn a de la Internacional. Me veo nuevam ente
obligado a c ita r p alab ras del cam arada B ordiga, quien h a planteado
intrépidam ente, no se lo puede negar, el problem a. H e aquí lo que
ha dicho: “¿Dónde e stá la g a ra n tía de que la Internacional se con­
v e rtirá en el P artid o 'Comunista m undial? E ;1 hecho de que en el
Comité E jecutivo tra b a je n los m ejores cam aradas del P artid o ruso
no es suficiente, pues se tr a ta de toda una situación histórica^ L as
audacias que hemos arriesgado h a sta aquíj porque las in sp irab a un
genio como Lenin. deben descartarse por el momento como peligrosas
p a ra el movimiento com unista del proletariado”.
C am aradas: las cerem onias no son de nuestro agrado, y debemos
declarar fran cam en te que respecto de este problem a B ordiga tien e
parcialm ente razón. No le reprocharem os en absoluto la observación
de que la confianza ya no puede ser tan ilim itada como cuando
estaba Lenin. N osotros mismos no tenemos ya la confianza que te ­
níam os en otro tiem po en nosotros mismos, cuando sabíam os que
naiestras 'decisiones serían en últim a instancia revisadas y f por así de­
cir, ra tific ad as por 'Lenin, cuyo juicio ten ía esa m adurez, esa objetivi­
dad, esa previsión y esa ortodoxia m a rx ista inhallables en o tra parte.
Lenin ya no existe. No hay otro Lenin en el mundo, y pese a todo
hay que d irig ir la 'lucha del p roletariado m undial. Se impone, pues,
la siguiente conclusión: la dirección internacional debe volverse m ás
colectiva; todos los partidos deben enviar al Comité Ejecutivo a los
m ejores discípulos de M arx y Lenin, a los m ejores cerebros, a -los me­
jores organizadores. Pero una vez constituido el órgano rector, com­
puesto por los m ejores com unistas de todo el mundo, no 'debe haber
lu g ar p a ra una disciplina fo rm al: debe re in a r una verdadera disci­
plina com unista y p ro letaria. No estam os disgustados con B ordiga;
no somos lo b astan te tontos p a ra creer que, m uerto Lenin, n ad a h a

88 I
I
B-
cambiado. Al contrario, cam aradas de todos los partidos, os dirigim os
u n llam am iento fra te rn a l. Lenin no está ya, y debemos crear un
-órgano colectivo, un órgano de hierro, que desempeñe verdaderam ente
u n papel recto r y que encarne la razón colectiva de todos los partidos.
Estos últim os tiem pos h a habido casos de violación de la disci­
plina. Algunos h an quedado im punes. Podemos c itar dos: a la derecha»
por p a rte de Hoeglund, que ha sostenido a T ran m ael; y a la
izquierda, por p a rte de B ordiga, que h a rechazado el m andato de
diputado, pese a la insistencia del P artid o y del Comité Ejecutivo.
Hemos procurado liquidar estos casos sin alboroto inútil, en vista
de que estim am os sobrem anera a los cam aradas en cuestión. Hoeglund
m ostró d u ra n te la g u e rra ser un buen revolucionario. B ordiga tiene
asim ismo notables m éritos. P ero debo decir que, si el Congreso no
adopta seguridades' contra la repetición de sem ejantes violaciones
de la disciplina, no podemos asum ir toda la responsabilidad. La
disciplina debe ser aun m ás fu e rte ahora que en tiempos de Lenin;
si no, ya no seríam os m ás que la Internacional II Vz. Y a no seríamos
los depositarios de las enseñanzas de M arx y Lenin. Seríam os apenas
levem ente superiores a Crispien. Queremos un P artid o Com unista
indivisible, sin fracciones ni grupos.
E l PCR. E n lo que atañe a nuestro P artid o C om unista ruso, me
doy m uy clara cuenta de que no le a g rad a a todo el mundo. E n todo
caso, declaro que es un partido bien disciplinado y que se siente
honrado de darle a la Internacional C om unista lo m ejor de él. P or
n u e s tra p a rte decimos a todos los cam arad as: ¡Creemos una disci­
p lin a aun m ás severa que antes!
L a nueva coyuntura política en E u ro p a y el prolongado período
de crisis económica .en el mundo hacen su rg ir an te nosotros ta re a s
colosales. Sólo podremos cum plirlas si observam os la disciplina
como el deber prim ordial.
R esulta fácil ser disciplinado cuando uno se encuentra en la m a­
yoría, cuando se puede fácilm ente hacer tr iu n fa r todo lo que se
considera útil p a ra el movimiento. Pero h ay que ser disciplinado
h a sta cuando se está en la m inoría. Hubo un tiempo en que aceptá­
bam os en las fila s de la II Internacional la disciplina, no por tem or,
a conciencia. Después estuvim os obligados a co n stitu ir una fracción
de izquierda dentro de la II Internacional (WijnJcoop: ¡M uy b ie n !),
a l'uch-ar por todos los medios posibles contra el oportunism o y,
eu fin, a producir u n a escisión en la Internacional. E ra legítim o
entonces, pero no puede serlo en la II I Internacional, en la Internacio­
nal de Lenin, en el P artido Com unista m undial, que debe ser indivi­
sible y monolítico.

89
No pretendem os que todo sea perfecto en tre nosotros, pero corre­
gimos progresivam ente las imperfecciones. Cuando oímos palab ras
sem ejantes a las que se nos h a n trasm itido y que provienen de algunos
jefes 'de n u e s tra oposición: “E sp erad : en octubre h a b rá un déficit de
400.000.000 de rublos en el presupuesto soviético y entonces veremos
quién ten ía razón y quién estaba equivocado’', la Internacional Comu­
n ista debe hacer imposibles p alab ras como éstas. (Ruidosos aplausos,)
Si n u e stra adhesión a la doctrina de Lenin no es m eram ente exte­
rio r, si queremos una v erd ad era Internacional Com unista leninista,
si la resolución sobre la bolchevización de los partidos no es u n a
fra se vacía, entonces necesitam os una disciplina fé rre a , entonces
debemos erra d ic a r todas las supervivencias de la socialdemocracia,
del federalismo, del autononiismo, etcétera, etcétera.

La. I I Internacional declina; la, I I I Internacional prospera. No de­


bemos tem er decirlo: no hemos caído del cielo: salimos del seno de la
II Internacional. La ideología socialdem ócrata burguesa y pequeño-
burguesa nos persigue aún. E s la desgracia de n u estra clase; de otro
modo, h a ría ya mucho que habríam os vencido a la burguesía y a
la socialdemocracia. Pero debemos luchar contra este peligro enér­
gica, valientem ente, con continuidad y encarnizam iento, como cuadra
a revolucionarlos leninistas.
No debemos abandonarnos al pánico cuando su rge la oposición de
derecha. Analizad las fa lta s, luchad y venceréis. Cread u n a verdadera
Internacional Comunista.
La IJ Internacional todavía es num éricam ente fu e rte, pero sus
días están contados.
E n otros tiempos señalábam os las perspectivas de una m anera
demasiado esquem ática: la época de la II Internacional concluye;
la época de la II I Internacional Com unista comienza. H istóricam ente
es cierto, pero en la vida social no re s u lta ta n sencillo. E l fin al de
la II Internacional y el comienzo de la época de la Internacional
Com unista coinciden en el tiempo, y ambos ex istirán de m anera
p aralela cierto núm ero de años. L a I I Internacional desaparecerá
progresivam ente de la escena. Declina. Nosotros prosperam os; ven­
ceremos. P a ra ello se necesita u n a disciplina fé rre a y u n verdadero
P artid o Comunista m undial, que es la 'Internacional Comunista. No
en vano hemos ju rad o a c tu a r y luchar con el esp íritu de las ense­
ñanzas de Lenin. E n n u e stra condición de verdadero P a rtid o Comu­
n ista m undial, debemos com batir el oportunism o de la derecha y
explicar ía s fa lta s de la izquierda.

90
Necesitam os u n órgano rector de hierro, porque debemos atenernos
a g randes luchas, ¿Quién de nosotros h ab ría pensado en el Cuarto
Congreso que en octubre de 1923 tendríam os que exam inar seria­
m ente el problem a de la revolución alem ana? Y, sin embargo., los
acontecim ientos estaban próximos. Los acontecim ientos m aduran con
m ayor rapidez que la que les suponernos;, y no obstante nos parece
que su ritm o es aún dem asiado lento. E s tá claro que entre el Quinto
y el Sexto Congreso tendrem os que a fro n ta r combates decisivos en
m uchos puntos del globo. Debemos e s ta r preparados p a ra convertirnos,
no sólo de p alab ra, sino en la realidad, en un verdadero P artido
Com unista m undial e invencible. (Prolongados aplausos. Los delegados
3e ponen de pie y ea-ntcm La Internacional.)

91
CUARTA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin,


20 de junio de 1924

P residente: Geschke.
O rador: V arga.

LA SITUACIÓN ECONÓMICA DEL MUNDO

v a r g a . Los acontecim ientos de estos tre s últim os años h an confir­


mado la idea fundam ental de las tesis del T ercer Congreso, a saber,
que la sociedad cap italista se encuentra actualm ente en un período de
crisis, con altern an cia de altos y bajos.
Pi,esulta difícil definir qué hay que entender por período de crisis
del capitalism o. Diré que un período de crisis es un período en el
que las contradicciones de la sociedad capitalista se acentúan a tal
¡punto, que la unidad de la economía m undial se desquicia; que la
producción, ascendente en capitalism o norm al, perm anece estancada
o se reduce; que, por consiguiente, la burguesía ya no puede asegu­
ra rle al proletariado un nivel de existencia conveniente y que, como
consecuencia, se ofrece la posibilidad objetiva de luchas victoriosas
por el poder. Los burgueses y los socialdem ócratas pretenden que
la crisis y a h a sido superada, o se está en vías de su p erarla. E s ta
concepción es falsa. Probablem ente la crisis ad q u irirá desde este
año form as particularm ente agudas.
La producción m undial no ha alcanzado aún, en 1923, que es el
m ejor año de la posguerra, el nivel de 1913,
Con respecto a la ag ric u ltu ra, cabe com probar que la superficie
sem brada es sumamente, in ferio r a la de 1913: p a ra el trigo candeal
en 1922, 17 por ciento m enos; p a ra la avena, 13 p o r ciento; cebada,
24 por ciento; centeno, 8 por ciento. P o r o tra p a rte observamos en
el algodón, el caucho y o tras m aterias prim as una tendencia cons-
cíente del capitalism o a reducir la producción p a ra obtener m ás altas
ganancias.
E n la in d u stria pesada, la producción de carbón alcanza exacta­
m ente la de p re g u erra , m ien tras que el hierro y el acero están aún
muy lejos de ésta. L a capacidad de producción de la in d u stria
pesada no se u tiliza en su totalidad. En. In g la te rra sólo tra b a ja n
194 altos hornos de 457 existentes; en N orteam érica, sólo 270 altos
hornos de 420 a principios de año, 230 en el mes de mayo y en este
momento probablem ente no m ás de 200. E n A lem ania la in d u stria
pesada ha estado p a ra d a d u ra n te todo el año.
H a sta es un e rro r h a b la r ahora de una, producción m undial y
com pararla con la de otros tiempos. L a economía m undial actual se
divide con u na claridad b astan te notable en dos p a rte s : E stados
Unidos y las colonias británicas, donde el capitalism o se encuentra
aún, en la curva ascendente, y el viejo te rrito rio in d u strial de E uropa,
donde s u fre u na crisis especial. U na p a rte cada vez m ayor de la
producción to ta l la provee N orteam érica, y otra, p a rte cada vez más
pequeña, E uropa, E n 1913 E stados Unidos producía el 40 por ciento del
h ierro ; ahora, el 62 por ciento. Antes, el 42 por ciento del acero;
ahora, m ás del 60 por ciento. Antes, el 75 por ciento del petróleo:
ahora, el 72 por ciento. Por el contrario, en 1913 In g la te rra produjo
10.200.000 toneladas de acero: hoy, sólo 7-600.000. E n 1913, A lem ania
produjo 19.200.000 toneladas de acero; hoy, 5.000.000.
Uno de los signos m ás im portantes de esta crisis es la desocu­
pación. Comprobamos el curioso hecho de que en los países im por­
tan tes, en los que durante este período la economía cap italista se
h ab ría presu n tam en te saneado, el num ero de los desocupados h a se­
guido siendo el mismo. Hoy se evalúa el núm ero de los desocupados
en 4 ó 5 millones. Son, cifras oficiales; la c ifra real es por cierto
au n m ás alta. A ntes de la g uerra, la desocupación era un fenómeno
pasajero , m ien tras que ahora se h a vuelto perm anente. E n In g la­
te rr a h ay obreros que no tra b a ja n desde hace tres años y a los que
el capitalism o h a sido incapaz de ocupar incluso du ran te la fase
p róspera que acaba de pasar.
Llego ah o ra a un problem a vivam ente discutido, sobre todo en el
P artid o alem án: la acumulación.
¿H ay acum ulación? Debemos hacer la distinción entre la acum ula­
ción de riquezas y la acumulación de capital, L as riquezas son pro­
ductos acumulados en su form a n a tu ra l, y el capital comprende la
p a rte de esas riquezas en poder de cap italistas que adem ás se valen
de ellas p a ra la explotación. Podemos resolver el problem a si estu­
diamos las sum as depositadas en la s cajas de ahorro, las emisiones,

93
etc. Sin embargo, en la actual época de depreciación de la moneda
todas esas observaciones son muy hipotéticas. Además, la interde­
pendencia aetual de las socied-ades por acciones im pide casi toda
posibilidad de distinguir una nueva acumulación de las diferentes
form as de interpenetración de las acciones y el capital. H ay, no
obstante, algunos criterios, como la construcción y la producción de
hierro y acero. A hora bien, según estos signos, advertim os que
en E stados Unidos ha habido por cierto acumulación de riquezas,
pero que no se podría decir otro tan to de los países europeos. L a crisis
de viviendas ha alcanzado el estado agudo en E uropa, y el cap ita­
lismo h a sido incapaz de hacer rev iv ir la construcción de edificios.
Por tanto, no es capaz de una acumulación norm al de riquezas o de
capital. A menudo se asigna a este problem a una im portancia polí­
tica que no merece. E n Vie Ouvricre el cam arada Olliver re b a tía la
opinión de la Internacional Com unista sobre la crisis de la economía
m undial. D u ran te la g u e rra y la p re g u e rra el capitalism o h ab ría
acumulado tanto, que ahora ya ni se podría h ab lar de crisis. N a tu ­
ralm ente, es posible que durante u n a crisis haya acumulación del
capital y que sean posibles algunos éxitos del proletariado, prosi­
guiéndose la acumulación a expensas de las clases inedias, ta l cual
lo hemos visto en Alem ania, donde, de una riqueza total dism inuida,
una p a rte m ayor h a pasado a m anos de los m ayores capitalistas.
L a acumulación no se ha originado, luego, por adquisición de nuevos
valores, sino por expropiación de algunas categorías sociales. La
situación era, así, favorable al p roletariado tan to como a rru in ab a a
las clases medias.
E n cambio, la concepción de algunos cam aradas alem anes, que
dicen que no h ay acumulación y que la suerte del capitalism o ya h a
sido decidida, es muy peligrosa. El capitalism o sólo puede ser derro­
cado gracias a ingentes luchas llenas de sacrificios, aun cuando ya
no pueda acum ular. E l capitalism o, como organización que sirve p a ra
oprim ir al proletariado, puede d u ra r aun cuando ya no acumule, si
el proletariado no le pone térm ino por la fuerza.
Observando la situación económica de los tres últim os años, vemos
estos tres grandes fenómenos nuevos: 1) el fin de toda economía
cap italista m undial que form a un todo; 2) una ■crisis especial de los
países in d u striales de E u ro p a occidental en medio de la crisis general;
y 3) la crisis ag raria.
Debemos destacar la existencia de Rusia, república inm ensa fu e ra
de la economía capitalista, donde el gobierno proletario está hoy ta n
firm em ente asentado, que ni aun los adversarios m ás encarnizados
esperan ya su caída.
Tam bién hay que destacar la ausencia de u n a coyuntura única
m undial. E l m ejoram iento en un país se ve compensado las m ás de
las veces por la agravación en los demás países. L a a lta coyuntura
n orteam ericana es un fenómeno aislado. R esulta característico que
precisam ente en su apogeo sea pasiva la balanza comercial de Estados
'Unidos. L a economía cap italista m undial y a no form a un todo. T am ­
bién F ra n c ia h a atravesado u n a coyuntura especial, basada en la
inflacción len ta y en la necesidad de re co n stru ir las regiones asoladas:
cuando la reconstrucción h ay a concluido, la prosperidad se acabará.
E l movimiento de los cambios constituye otro rasgo característico
de la descomposición de la economía capitalista. Se habla mucho de la
estabilización del cambio en A u stria, A lem ania y Polonia, pero gran
núm ero de otros países han entrado en el período de depreciación de
la moneda. Y a no hay un solo país de E u ro p a cuyo cambio esté a la
p a r con el dólar. Se m archa, no hacia una m ejora, sino hacia una
agravación.
O tro elemento im portante lo constituye el estancam iento del movi­
miento internacional de capitales. Aunque la ta s a del interés haya
subido e n E u ro p a a 40, -SO, 60 y h a sta 100 por ciento, en lu g a r de 2,
3 ó 4 p o r ciento como en E stad o s Unidos, ningún ca p itaj afluye de E s­
tados Unidos a E uropa, porque la seguridad de las inversiones en- E u ro ­
p a no parece suficiente. He ahí por qué el oro refluye a E stados Unidos,
donde se h a n acum ulado ya tales reservas, que no se sabe qué
hacer con ellas. Los billetes de banco se encuentran cubiertos en m ás
del 80 por ciento por oro, y si esto continúa la emisión de billetes
d ejará de ser lucrativa. Sin embargo, las m onedas europeas hacen las
m ás locas escapadas, por fa lta de g a ra n tía .
Paso ah o ra a la crisis especial de los países industriales de E uropa
central. Estos países vivían de la im portación de productos alim en­
ticios y de la exportación de productos m anufacturados. Su posibi­
lidad de exportación se h a reducido cada vez m ás en el curso de las
ú ltim as décadas, como consecuencia de la industrialización de los
países de u ltra m a r y de la crisis a g ra ria . Vemos, en efecto, que
todos los E stados se esfuerzan por tener sus propias in d u strias; hasta
las colonias inglesas levantan b a rre ra s aduaneras contra los pro­
ductos in d u striales de In g la te rra . De este modo se empequeñece
cada vez m ás la base vital de los países industriales de E uropa.
La crisis a g ra ria reduce aun m ás el poder de com pra ele los países
agrícolas en los países industriales.
L a crisis a g ra ria la causa el hecho de que en casi todos los países
del mundo los precios de los productos industriales son superiores

95
en mucho a los precios de los productos agrícolas. E ste fenómeno se
observó p rim eram ente en R usia y E stados Unidos. P rim ero se pensó
que se tra ta b a de un fenómeno privativo de estos países, pero se
term inó por convencerse de que se re p etía en casi todas partes.
O tra causa de la crisis a g ra ria es la organización de los tru s ts
d u ra n te la g u erra y la posguerra. Casi todos los productos indus­
tria le s se vendieron a precios artificiales de monopolio, m ien tras que
la lib ertad de los precios se m antuvo in tacta en el caso de la ag ri­
cu ltu ra , donde resulta imposible a g ru p a r a millones de. productores
en cartels o tru sts. L as “tije ra s” no son por sí m ism as la 'crisis
ag raria, pero en tran a serlo allí donde la ta sa de los arrendam ientos,
los intereses y los im puestos son ta n altos, que los productores ya
no pueden pagarlos, teniendo en cuenta los precios relativam ente bajos
de los productos agrícolas.
Muchos arren d a ta rio s h an abandonado sus g ra n ja s, y muchos otros
sólo han podido re sistir gracias a los bancos, que prefieren pro­
longar los préstam os antes que perder todo su crédito debido a la
em igración de los fa rm ers. Pero en muchos sitios h a sta los propios
bancos h an quebrado.
L a crisis a g ra ria es asimismo m uy aguda en los Estados europeos.
D u ran te cierto tiem po perm aneció oculta por la inflación, que Ies
perm itía a los productores agrícolas p a g a r sus im puestos, intereses,
etcétera, en dinero que se desvalorizaba a ojos v ista s; pero en el
momento de la estabilización la crisis a g ra ria se revela en toda
su gravedad. H ay países en los que es posible que la crisis a g ra ria
no sea m ás que un fenómeno pasajero. L as ta rifa s proteccionistas en
A lem ania pueden a ten u a rla de m anera notable. L a crisis a g ra ria es
de u n a sum a im portancia política, pues acerca a los campesinos
medios y pobres al proletariado. P o r último, una causa im portante
de la crisis a g ra ria es la crisis de la in d u stria : el hecho de que
h a y a millones de desocupados y de que se hayan reducido los salarios
desemboca en u n a considerable reducción de la v en ta de víveres.
Todos los fenómenos que he citado p a ra caracterizar la economía
cap italista nos llevan al resultado de que los antagonism os de clases
se han acentuado sobrem anera. Me sorprende que H ilferding diga
lo mismo. ¿E n qué consiste la acentuación?
E n prim er lu g ar, la concentración de la producción, la cen tra­
lización de las fo rtu n as, la form ación de tru s ts y de konz&rits
llevan a cabo progresos desm esurados, Al mismo tiempo las clases
medias se han visto sum am ente expropiadas, sobre todo en los países
ccn inflación. E l abismo entre el pequeño grupo de cap italistas que
gobiernan y la pequeña y m ediana burguesía se vuelve cada vez

96
más profundo. U n a p a rte cada vez m ayor de la pequeña burguesía
se p ro letariza y cae bajo la explotación del capitalism o.
E n segundo lu g ar, paralelam ente a ese proceso prosigue otro -de
interpenetración de los intereses del gran, capital de los diferentes
países. P or un lado veremos la alianza de los Morg-an con Schneider,
Stinnes, etc.; por el otro, Rockefeller y los grupos cap italistas de
diferentes países europeos, cuya dependencia respecto de E stados
Unidos aparece cada vez con m ayor claridad.

Las fjerspectivas. Nos hallam os en el comienzo de u n a de las m ás


graves crisis de E stados Unidos. E ra de p re v er; la habíam os a g u a r­
dado ya p a ra fines de 1923. Todas las inform aciones que nos llegan
de E stados Unidos dicen que la producción cae con u n a rapidez
jam ás v ista en ese país. E l tru s t del acero, por ejemplo, tra b a ja b a
en m arzo al 100 por ciento de su capacidad, y a fines de mayo sólo
al 60 por ciento. H ay un millón de autom óviles sin vender. L a indus­
tr ia de la construcción se h a reducido en mayo en un 23 por ciento,
y en N ueva Y ork, incluso, en un 70 por ciento; etcétera, etc. Los pro­
ductos in d u striales norteam ericanos se a rro ja n ahora sobre el mercado
europeo y rep resetan la m ayor competencia a la in d u stria europea;
la crisis actual no dejará, por cierto, de pesar sobre E uropa. La
burguesía n o rteam ericana no quiso creer en la crisis económica.
Su optimismo a rra s tró incluso a una p a rte del P artid o Com unista.
L a crisis pasó a ser m a te ria de discusión en tre los cam aradas
norteamericanos. E l camarada Pepper era de la opinión de que la
crisis e ra actual, pero la m ayoría la ag u ard ab a p a r a después. E sa
m ayoría se 'basaba en un inform e mío. Pero no te n ía razón; mi
inform e se relacionaba sólo con 1923 y no podía ser aplicable a 1924.
Creemos que vamos hacia u n a crisis m undial general. L a socialde­
m ocracia rebate con toda su energía n u estra opinión. Cree que la
solución del problem a de las reparaciones conducirá al m ejoram iento
de la situación europea. He ahí por qué se h a c ía necesario que nos
ocupásemos en detalle de estos asuntos de política económica, que se
h allan en relación con el problem a de las reparaciones.
P rim ero se intentó sacarle por la fu erza a A lem ania reparaciones
en m oneda e x tra n je ra . Pero la ten ta tiv a rem ató en el hundim iento de
la m oneda alem ana, desquició el capitalism o alem án h a s ta en sus
profundidades e hizo su rg ir el peligro, o de u n a revolución proletaria,
o de un a reacción nacionalista. Se hizo presente el hecho de que el
problem a de las reparaciones es insoluble por esa vía. Pero no era
ta n sólo un problem a económico, sino tam bién un asunto de potencia.
M ediante las condiciones de las reparaciones, A lem ania debe quedar

97
elim inada como E stado independiente y convertirse en presa de las
grandes potencias im perialistas.
Dos concepciones se en fren taro n : prim eram ente, la de la in d u stria
pesada fran cesa, que tendía a anexarse el R u h r y la m argen izquierda
del Rin desde un punto de v ista económico y político, a cre a r u n
centro de la in d u stria pesada en E uropa occidental y a establecer
la hegemonía do F ra n c ia en el continente europeo.
E sta concepción de potencia política fue m uy peligrosa p a ra In g la ­
te rra , pnes podía desembocar no sólo en la snperioridad m ilitar, sino
adem ás en la superioridad económica de F ra n c ia sobre ella. L a o tra
concepción, la de G ran B retañ a, com prendía que la superioridad
m ilitar m om entánea de F ra c ia privaba a In g la te rra de la posibilidad
de oponerse por la violencia a los proyectos im perialistas franceses.
He ahí por qué In g la te rra se contentaba con im pulsar a Aleanania
contra F ran c ia y a F ra n c ia contra Alem ania, debilitándolas sim ul­
táneam ente p a ra poder, en seguida, dictar sus condiciones. E ra u n a
política que debía re m a ta r en los puntos esenciales p a ra la victoria
de la política inglesa, y a que aun cuando F ra n c ia hubiera vencido
m ilitarm ente en el R uhr, donde la resistencia p asiva se desarmo
p rem atu ram en te debido a la traición de la burgnesía alem ana, no
podía m an ten er económicamente esa posición. In g la te rra quería, desde
luego, debilitar tam bién a Alem ania. En el caso de u n a reducción
de las ca rg as de las reparaciones, la burguesía alem ana debía de
presen tarle a la in d u stria inglesa u n a form idable competencia, h a ­
biéndose podido desem barazar de sus deudas in te rn a s d u ra n te el
período de inflación.
E l inform e de los expertos constítnye u n a ten ta tiv a de la burgne­
sía aliada p a ra resolver en común el problem a de las reparaciones.
P ersigue un doble fin : 1) im pedir ‘l a revolución p ro leta ria, o u n a ac­
ción de revancha nacionalista, dejando viva a la burguesía alem ana,
pero 2) dejándola vivir de tal m an era que la burguesía de la E ntente
conservara en sus manos el control de A lem ania a fin de im pedir una
competencia peligrosa de la burguesía alem ana. De modo^ pnes, que
A lem ania se convierte en u n a colonia de la b u rguesía aliada.
Políticam ente, el revés de la política fran cesa y la victoria de la
política anglo-am ericana constituyen una coalición que va de M or­
gan a P aul Leví p a ra im pedir la revolución pro letaria.
Pero lo que h a de f a lta r será la condición m ás esencial del sa­
neamiento, y a que A lem ania no podía, sin u n a fu e rte crisis de la
economía inglesa y francesa, ex p o rta r las m ercancías necesarias p a­
ra el pago de las reparaciones. No creo, pues, que se ju stifiq u e la
esperanza de H ilferding.

98
R esulta in teresante observar que son ju stam en te los socialdemó-
cratas los m ás optim istas, Y es n a tu ra l, pues la ta re a de los partidos
soeialdem ócratas consiste en in citar a las m asas del proletariado a
ren u n ciar a los medios revolucionarios. Su optimismo no lo com par­
ten los medios dirigentes económicos de In g la te rra . H allam os el m ás
negro pesimismo en las afirm aciones de los políticos economistas de
In g la te rra . P aralelam ente a este pesimismo vemos rean im arse en In­
g la te rra , por Tina p arte, el m althusianism o y, por la o tra, la em igra­
ción a las colonias” . Además, E stados U nidos prohíbe ésta. Esto
nos m u estra que la bnrguesía m isma de E stados Unidos no espera que
la recuperación h ab rá de proseguir de m an era ilim itada. Políticam ente,
la prohibición de la inm igración constituye u n a coalición e n tre la
aristo cracia obrera, las organizaciones fascistas y la g ra n burguesía
norteam ericana a fin de d esc artar a los elementos obreros revolucio­
narios o sensibles a las ideas revolucionarias.
L a socialdemocracia extrae consecuencias pacifistas de la interpe­
netración de los intereses de la burguesía internacional. Cree que es
u n a interpenetración ta n adelantada, que en el fu tu ro re su lta impo­
sible toda g u erra. Pero es ta n inexacto como la hipótesis de N orm an
Angel antes de la g u e rra m undial. No hay que sobrestim ar esa in ter­
penetración Todavía se h a lla lejos de ser lo b astan te adelantada como
p a ra su p erar los antagonism os de intereses.
P a ra resum ir, podemos señalar las perspectivas siguientes p a ra los
años 1924-1925: graves crisis en Estados Unidos y» en conexión con
ellas, u na agravación de la situación económica en E u ro p a; y la
posibilidad objetiva de luchas proletarias que desemboquen en éxitos.
Si no logram os u n ir a las m asas obreras, reco n stru ir el P artid o sobre
un a base sólida y g a n a r a los campesinos p a ra n u e stra causa, esa
posibilidad puede estropearse. E n este caso, el capitalism o podría su­
p e ra r pasajeram ente la crisis a expensas del proletariado. Toca al
proletariado aprovechar la posibilidad de luchas revolucionarias
p a ra im pedir esta segunda eventualidad. (-<4plausos.)

99
QUINTA SESION

en la safa San Andrés del Kremlin,


20 de junio 'de 1924

P residente: Geschke.
O radores: T reint, Rwal, M urphy, Jacquem otte, Petrovsky y Roy.

Se da lectu ra a un llam ado contra la opresión de los pueblos de


O rien te:

¡A los proletarios de todos los países /

E n la lucha que prosigue por su liberación, la clase obrera de


todos los países se h alla som etida a las persecuciones encarnizadas,
a las atroces represiones de las clases dirigentes. L a pandilla b u r­
guesa internacional no sabe de merced ni piedad cuando se tr a ta
de an u lar a sus enemigos de clase. Venga con crueldad todos los aten­
tados contra su dominación y contra sus riquezas. Los pueblos oprim i­
dos de O riente y las secciones orientales de la Internacional Com unista
tienen p articu larm en te que s u frir la vindicta iracunda de ’l a b u r­
guesía im perialista, que, en su fu ro r exasperado, se vuelve m ás atroz
a medida que se acerca su ú ltim a hora.
El telégrafo nos tra e de China una noticia indignante y com pleta­
m ente in au d ita: el 25 de mayo, en H ang-K eu, después de intolerables
suplicios, fu e ejecutado el presidente del Comité E jecutivo del Sin­
dicato de F erroviarios, Yan-Te-chen, al mismo tiem po que otros cua­
tro obreros.
Hace y a mucho que los im perialistas de todos los países hacen
cuanto desean en elterrito rio de China, sojuzgada y desgarrada.
E n interés de su política de ra p iñ a , de explotación im púdica e
inhum ana opresión, el im perialism o internacional sostiene artific ia l­
m ente en China a pandillas m ilitares, a las que instiga contra los
trab ajad o res chinos.

100
Los generales Wu>Pei-fu, Chan-Tso-lin y otros no son m ás que
los instrum entos del im perialism o norteam ericano y europeo, A espal­
das de cada uno de esos generales se alza un grupo de potencias im pe­
rialistas.
E l im perialism o internacional opone todas sus fu erzas al desarro­
llo de -China. 'Cada te n ta tiv a de liberación del inmenso pueblo chino
es considerada por los violadores ex tran jero s como un crim en pasible
de m uerte. ' \ '!
E l im perialism o universal carga con la responsabilidad ín teg ra del
asesinato de nuestros cam aradas chinos.
E l V Congreso de la Internacional C om unista p ro testa co n tra esas
ejecuciones indignantes e in v ita al P artid o Com unista chino, así
como eí K uoniintang, partido amigo, a -continuar con la m isma energía
su ard u a lucha por la g ra n causa de la liberación de las m ultitudes
chinas, sofocadas por el yugo b árb aro e inhum ano de la opresión
capitalista.
¡Viva la lib ertad de los países oprim idos de O riente!
¡Viva la unión de los pueblos sojuzgados con los obrerois y los cam­
pesinos de Occidente I
¡Viva la revolución internacional!

Se abre el debate sobre el inform e del Ejecutivo y la situación eco­


nómica m undial. i

TREINT, F ra n c ia v a hacia la inflación p a ra reem bolsar s u s 'd e u d a s


a corto térm ino (bonos del Tesoro y préstam os M organ). Va hacia
la vida ca ra porque los precios de su m ercado tienen tendencia a ele­
v arse al nivel de los precios m undiales.
E s tos dos fenómenos, que ejercen una reacción m utua, determ inan
la b aja de los salarios reales y la proletarización de las clases me­
dias, y crearán una aguda situación de lucha de clases entre el co­
munismo y el fascismo.
E n tales condiciones, el P artido debe ponerse a la a ltu ra de su
ta re a , y lo h a rá al re a g ru p a rse en torno de la izquierda, cuya fu erza
ha sido su b ray ad a p o r Zinóviev. Con su propio movimiento acerca
de los problem as internacionales 'form ulados ante este Congreso, la
izquierda le h a m ostrado el camino a l P artid o francés. Es lo bastante
fu e rte como p a ra a r r a s tr a r al P artido sin necesidad de form ar fra c ­
ción.
L a lucha co n tra el plan de los expertos deberá ser no sólo u n a
lucha franco-alem a na, sino una lucha de toda la Internacional Comu­
n ista que contenga, no u n a crítica negativa, sino consignas positivas.

101
E l congreso m undial, deberá adoptar u n a resolución a l respecto, a n ­
tes de separarse.
Zinóviev ha rozado el problem a de la unidad sindical.
La unidad sindical 110 es un problem a de principio, sino de táctica.
Si se producen circunstancias históricas en las que se? hallen en con­
tradicción la u n id ad sindical y el interés revolucionario, elegimos la
revolución.
No nos encontram os en u n a situación como ésa.
E n tre dos oleadas revolucionarias, la de ayer y la de m añana, los
refo rm istas tienen interés en lim itar el campo de acción de los co­
m unistas, m anteniendo o creando la escisión sindical.
Pensam os que h ay que internacionalizar la actitud de la c g t ü en
el problem a de la un id ad : regreso a la unidad sindical internacional
m ediante la convocatoria de un congreso m undial común de todos los
sindicatos, con el derecho p a ra todas las tendencias de organizarse en
la Internacional Sindical U nificada,
Así se verá desenm ascarada la m aniobra de nuestros reform istas,
que consiste en decir: ¡R ealizad prim ero la unidad sindical in tern a­
cional!
N uestros partidos com unistas h an crecido. Son capaces de tra b a ja r
en los siudicatos, y no se podría t r a t a r de debilitar la ISR que nos
conducirá h a s ta la realización de la unidad sindical internacional.
Estam os com pletam ente de acuerdo respecto del fre n te único ta l
como lo h a form ulado Zinóviev. E l gobierno obrero es el sinónimo, in­
teligible p a ra todo trab a jad o r, de la dictadura p roletaria.
P ero la d ictad u ra p ro le ta ria no cae del cielo. I>ebe com entar; el
gobierno obrero es el sinónimo de la dictadura p ro letaria que da
comienzo.
Por eso, aprobam os la decisión de fo rm a r el gobierno obrero en Sa­
jonia, decisión adoptada en la Conferencia de Moscú en setiem bre de
1923. La lucha estaba decidida; se tra ta b a de u tilizar a Sajonia como
plaza de arm as p a r a la acción com unista.
Condenamos form alm ente los erro res de Sajonia, No se recurrió a
las m asas p a r a la lucha; no se constituyeron soviets; no se armó
al proletariado. Hubo la lim itación de h acer combinaciones p a rla ­
m entarias con los socialdem ócratas de izquierda, cuando a la p rim era
traición h abía que encarcelarlos o fusilarlos.
E stam os co n tra la sajonización del fre n te único.
~E\ fren te único es u n a táctica de m ovilización revolucionaria de las
m asas, y no u n a alianza organizada con los jefes socialdem ócratas.
L a en tra d a de los com unistas en u n gobierno de coalición con los p a­
cifistas burgueses p a ra im pedir u n a intervención contra la revalu-

102
ción alem ana no era, en teoría, fa lsa . Pero el grado de evolución, in­
suficiente, del P artid o checoslovaco no le (permitía soportar, sin
com prom eter gravem ente su salud, contactos gubernam entales con la
burguesía.
H ay una derecha internacional que se h a puesto de m anifiesto re s­
pecto del problem a alem án y, tam bién en tre nosotros, respecto del
problem a inglés.
L a democracia dentro del P artid o , considerada de una m anera pu­
ram ente form al, reunió, al lado de cam arad as que se equivocaban p a­
sajeram ente, todo lo que e ra oportunista en nuestros partidos.
L a In ternacional Com unista debe lu ch ar contra las desviaciones de
derecha y de izquierda.
No se puede subordinarlo todo a B ordiga, cuyo valor conocemos y
que h a dado al P artid o Com unista italiano su herm osa tradición de
heroísmo proletario.
Pero el peligro principal está en la derecha, m ien tras que en el
T ercer Congreso estaba en la izquierda.
No se puede aplicar la m ism a tá ctica en 1921 y en 1923. No se
puede ac tu a r del mismo modo fren te al putsch de m arzo de 1921,
aplastado como consecuencia de errores izquierdistas, y fren te a la
revolución de m asas, perdida en 1923 como consecuencia de errores
oportunistas.
Gobierno lab o rista y Bloque de las Izquierdas hacen que la demo­
cracia burg u esa encuentre eco en nuestros propios partidos.
L a SI Internacional se com prom eterá cada vez m ás y d ejará li­
bre sitio p a ra el renacim iento de la ideología de la (Internacional II y
Vs, que am enaza con renacer en n u estra s propias filas.
L a lucha co n tra la b u rguesía implica, m ás que nunca, la lucha
contra la socialdemocracia fu e ra y la lucha contra la derecha dentro
de la Internacional.
B e m anera, pues, que estam os:
C ontra la desbolchevización del P artido ruso;
P o r la bolchevización de los partidos herm anos,'
P o r la realización del partido bolchevique m undial en que debe
convertirse la Internacional Com unista, anim ada por el esp íritu de
Lenin.

Rw a l (A lem an ia). Después de octubre, eí P artid o alem án y la In te r­


nacional Com unista podían p lan tear el problem a de la tom a del po­
der. No h ay en A lem ania u n solo proletario que no com prenda que
entonces se h a b ría debido en tab lar resueltam ente la lucha, sin t r a t a r
de ev itarla. Si ocurrió de d istin ta m anera, fue culpa de cam aradas

103
a los que se puede considerar como la m ejor p a rte de la H In ­
ternacional, pero que seguram ente son la peor de la III.
Los acontecim ientos nos h an hecho com prender cuál debe ser el'
papel del P artido. U na dirección oportunista hace fra c a sa r la m ejor
táctica. E s ta lección nos h a costado muy caro, pero bien lo valía la
form ación de un verdadero partido bolchevique. Todo obrero compren-'
de ahora que el P artido debe apoyarse en los grandes centros indus­
triales, Debemos tender: 1) a u n ir a A lem ania revolucionaria y
Polonia revolucionaria (desde el R uhr h asta la A lta S ilesia; desde
H am burgo, p o r Halle, h a sta B aviera, con B erlín como c e n tro ); 2)
a cre a r u n a Leningrado y un Moscú alemanes.
Zinóviev ten ía razón en decir que la situación internacional e ra
favorable. E n Polonia tuvim os la sublevación de Cracovia, pero com­
probamos, como en tre nosotros, la ausencia de dirección bolchevique y
enérgica. Cuando nos enteram os de que la dirección del P artid o po­
laco sostenía a la derecha alem ana, ya no puede asom brarnos que se
hayan cometido sem ejantes fa lta s.
E l país m ás im portante desde el punto de v ista político es, como h a
dicho Zinóviev, In g la te rra . Pero al mismo tiempo debemos declarar
que la revolución alem ana no e stá lejos. Se halla estrecham ente vin­
culada al problem a polaco y al checoslovaco. E l P artido polaco h a
tard ad o dos meses en desautorizar el voto p-or el servicio de seis meses
de Krulilíowslíi. A suntos tales son. entre nosotros, en la A lta Silesia,
de la m ayor im portancia.
Hemos entablado la lucha contra el inform e de los expertos. Hemos
hecho huelga durante dos sem anas en el R uhr. Luchamos en A lta Si­
lesia. Los campesinos nos sostienen.

m urphy (In g la te rra ). Zinóviev parece haber asignado una im portan­


cia p articu larísim a al problem a del fren te único. Se h a comprobado
que muchos cam aradas aún tienen dudas respecto de esta táctica, o
desean su m odificación; pero esto sería un g ra n pecado. L a m ayoría
de los erores cometidos en la aplicación vienen del hecho de que la
m ayoría de nuestros partidos apenas están convirtiéndose en comu­
nistas. La creación de un partido de m asa en 'Gran B retañ a es im­
posible sin el m antenim iento del fren te único.
Pedir el abandono del fren te único por rasones tales como las que
se h an dado es un erro r. El L abour P a rty no se confunde con el go­
bierno laborista, sino que rep resen ta al movimiento de la clase obre­
ra organizada en G ran B retañ a, y quienes ncs proponen separarnos
del Labour P a rty nos proponen sep a rar ncs de la clase obrera.

104
E l P artid o inglés, aunque pequeño, e stá convirtiéndose en u n p a r ti­
do de m asas, como lo prueba su actividad en las a^ecientes huelgas de
los ferro v iario s y en la elección de A. J . Cook coma secretario de
los mineros.

JACQUEMOTTe (B élgica). Zinóviev h a señalado e n e l inform e del E je­


cutivo los progresos realizados en la organización de nuestros partidos.
Son progresos desiguales, y en ap ariencia h a sta h ay en algunos países
cierto pataleo, .Es el caso, en especial, de Bélgica, donde nuestros
efectivos no superan los 500 ó 600 m iem bros. Pero las apariencias pue­
den ser engañosas. No se puede d eterm in ar la im portancia de un
partido com nnísta exclusivam ente por el num ero de sus efectivos.
Zinóviev sólo hab la de Bélgica p a ra señalar la posibilidad del
•advenimiento de un gobierno lab o rista bajo la dirección de V ander-
velde. H abríam os preferido el reproche de pasividad o inactividad,
pues al míenos en ta l caso se h a b ría hecho la dem ostración de que
p a ra la Internacional el P artid o belga existe. L a burguesía belga
h a asignado m ás im portancia que el E jecutivo a la existencia de nues­
tro P artid o . E n ocasión de n u e stra cam paña contra la ocupación del
R uhr, ta l como en F ran c ia , la burguesía urdió un complot, que por lo
demás se vino lam entablem ente abajo.- Aprovecham os la ofensiva de
la bu rg u esía p a ra am pliar n u e stra influencia en la clase obrera. Y
así transform am os n u e s t r o órgano central, L a D rapeau R ouge7 de
sem anario que era, en diario, desde el prim ero de enero de 1924.
Se ha hablado 'con razón de la posición de nuestro P artid o fre n te ai
gobierno de Mac Donald, ¡Lia eventualidad del acceso al poder de
un gobierno V andervelde no se excluye con m otivo de la próxim a
consulta electoral o de u n a crisis política en el seno de la burguesía
belga. Pensam os que no es necesario a g u a rd a r el acontecimiento
p a ra f ija r n u estra táctica, de acuerdo con la Internacional.
Pese a n u estra debilidad num érica, n u e stra sección belga ha m ani­
festado en el curso del año tran scu rrid o c ie rta actividad. ‘Con el apo­
yo de la Intern acio n al -podremos proceder m ejor y c re a r en Bélgica,
después de h ab er descartado las tendencias sectarias que no han
desaparecido del todo, un verdadero p artido com unista de m asas.

PETTtoYSKi (R u sia). E l análisis form ulado p o r Zinóviev del movi­


miento inglés es justo. Sólo conviene destacar que, m ientras en les
círculos burgueses aum enta la popularidad del gobierno de Mac Do­
nald, el disgusto de los obreros por él va en aum ento. Los progresos
de la supuesta ala izquierda m uestran que algo nuevo se ag ita en las

105
filas obreras y las hace accesibles a la influencia del movimiento re­
volucionario.
L a c ifra aproxim ativa de 3.500 com unistas no m erece la considera­
ción de ínfim a s i se tienen en cuenta las condiciones y se considera
que el Independent Labour P a rty tampoco tiene m ás que un núm ero
relativam ente pequeño de miem bros. E n el curso de la cam paña elec­
toral, ta n criticada, el congreso del P artido Com unista adoptó una
resolución que declaraba que el gobierno de Mac Donald es una v er­
güenza y m archa tr a s las huellas -de ’los Scheidemann y los Noske. El
Independent L abour P a rty y el L abour P a rty re cu rre n a la bnrguesía,
m ientras que el P artido C om unista re cu rre a los obreros.
E l cam arad a M urphy ten ía razón al decir que rom per con el L a­
bour P a rty es rom per con el movimiento de la clase obrera. Los líde­
res del Labour P a rty se p o n d rían m uy contentos si procediéram os
así, y nosotros mismos renunciaríam os a nuestro mejor* campo de
actividad. La tá ctica del fren te único no siem pre h a sido aplicada con
ex actitud; tan to s errores se h a n cometido. Pero sigue siendo cierto
que en lo fu tu ro el campo del movimiento obrero será el campo de
n u estra s batallas.
L a p ren sa b urguesa monopolizada es m ás poderosa en In g la te rra
que en cualquier p aís; sin em bargo, hay que in te n ta r fu n d a r un
diario com unista, pues sería u n a vergüenza p a ra In g la te rra que no
ex istiera m ás que un diario y que éste fu e ra el vocero, no de la clase
obrera, sino de los servidores del rey,

ROY (In d ia ). Al in sistir en el problem a inglés Zinóviev ‘lo h acía a pro­


pósito, aunque un poco tarde. L a fo rtaleza de la d ictad u ra burguesa es
ahora In g la te rra , y si lo perdemos de v ista nunca llegarem os al fin
deseado de la revolución m undial. L a burguesía e stá ahora a la cabeza
del movimiento de recuperación de la burguesía en todo el mundo. De
ahí la necesidad de un fu e rte p artid o com unista inglés; pero de ahí
a la realización h ay u n trecho largo. M urphy y Petrovski no han
expuesto bien los hechos.
Tenemos cierta tendencia a olvidar que las Islas B ritánicas no son
más que el núcleo de un dominio financiero y económico mucho m ayor.
Si ignoram os las fuentes de las que la m etrópoli tom a su alim ento,
continuarem os errando. E l movimiento obrero inglés se ha desarro­
llado sim ultáneam ente con el im perialism o inglés. E l proletariado in ­
glés está imbuido del esp íritu del im perialism o inglés. El P artido
Comunista debe lu ch ar contra esa p articularidad. H a sta ahora la
Internacional Com unista no le h a m ostrado el camino.

106
Sin d e ja r de e s ta r seguros de que la clase obrera inglesa se desa­
rro lla rá en u n a orientación revolucionaria, debim os ser re alista s y
com probar que hoy por hoy sigue siendo fiel a sus jefes reform istas
y h a sta al sistem a burgués.
L*a ta re a del P artido C om unista inglés supera los lím ites de las
Islas B ritán icas. Como la burguesía depende de un proletariado so­
bornado en detrim ento de los obreros de las demás p a rte s del Im perio,
el P artid o inglés debe extender su actividad tam bién a todo el Imperio,

107
SEXTA SESION

en la sai a San Andrés del Kremlin,


21 des junio de 1924

P residente: Treint.
Oradores: Bossi, Smera] y Rádek.

ACTIVIDAD DEL EJECUTIVO Y SITUACIÓN ECONÓMICA MUNDIAL


(c o n tin u a c ió n )

ROS SI (Ita lia ). E n el artículo d e Lenin que Zinóviev nos aconseja


leer no hallam os cosa alguna, con que condenar a la izquierda del
P artido Com unista italiano, pues éste siempre h a combatido la f r a ­
seología ex trem ista del viejo revolucionario italiano.
Desde ]a fundación del P artido C om unista n u estra actitud apuntó
a rom per los -puentes en tre nosotros y los jefes oportunistas y ce n tris­
tas. E s evidente que adem ás pensam os en extender n u estra concepción
fu e ra de nnestro P artido, a toda la Internacional. H ay u n a fra s e es­
tereotipada, siem pre repetida, sobre u n a izquierda ita lia n a a !l a que
aflig iría un esp íritu sectario, tendencias abstractas, fórm ulas nebulo­
sas, A firm am os que en toda, n u e s tra actividad no se podría encontrar
el m enor vestigio de todo esto.
El problem a italiano, como en general todos los problem as de las
diferentes secciones de la Internacional Comunista, es el resultado
de un a diferencia de opiniones sobre la táctica general de la In te rn a ­
cional C om unista y su aplicación.
Rechazamos la in terp retació n que en febrero de 1922 dio el E je ­
cutivo Ampliado de n u e stra s tesis en Roma. E l texto orig in al hab ía
sido concebido de e sta m a n e ra : “ No se puede exigir que en un período
determinado, o en vísperas de una acción general, los partidos h ay an
satisfecho la condición de haber agrupado bajo su dirección, o incluso
en sus filas, a l a m ayoría del proletariado. Carece absolutam ente de

108
sentido com parar el núm ero de los proletarios agrupados en organi­
zaciones p a rtid a ria s, hom ogéneas y disciplinadas, con el núm ero de
los proletarios no organizados”. ¿Se pnede decir que sea esto una con­
cepción an ti com unista?
■Creemos ser uno de los prim eros p artid o s en aplicar el fren te
único por abajo. Toda n u estra actividad, desde agosto de 1921 h a sta
el día de hoy, ha apuntado a su aplicación. P ero es conveniente, decir
con toda claridad de qué m an era táctica se lo puede aplicar. A firm a­
mos de nuevo que en el P artid o C om unista italiano no h ay nadie que
pueda estar en contra de la táctica del fre n te único. Las diferencias
■de opinión que se han m anifestado en el P artid o italiano son las mis­
m as que las que se han m anifestado en el conjunto de la Internacional
Com unista en tre los elem entos oportunistas y a veces liquidadores y
los elementos preocupados por m antener m uy alto el nivel revolucio­
n ario del P artid o y de las m asas.
Zinóviev explica que el gobierno obrero es el sinónimo de la dicta­
d u ra p ro leta ria. Podemos acep tar esta definición, como la aceptam os
en ju n io de 1922, pero debemos ag re g a r que la realización de tal
consigna sólo se puede llev ar a cabo g racias a una conquista directa
del poder político por el p roletariado. Se debe p recisar esto, a fin de
e v ita r que grav es fa lta s v ayan a renovarse. Si no, nos veríam os
forzados a p re fe rir que se la abandone por completo^ y a que, si hace­
mos el balance de las v en taja s y los inconvenientes, veremos que
estos últim os llevan decididam ente la delantera.
Zinóviev ha citado un p asa je de mi artículo, que supuestam ente
debe p ro b ar un encarnizam iento incurable en la reiteración de las
fa lta s tácticas. 'Creemos que u n a traducción exacta y cabal del p asa je
no proporciona esa prueba. P o r todas p arte s se nos rem ite a la d octrina
de Lenin sobre la flexibilidad de las m aniobras revolucionarias, sobre
los compromisos, «te. L a elasticidad táctica, a la que muchos señalan
como el oportunism o de Lenin, no es o tra cosa que la táctica flexible
y audaz del g ra n jefe que siem pre tiene en v ista la fin alid ad y que
posee una intuición genial. P ero existe el peligro de que en la p eriferia
do la In tern acio nal centenares de pequeños L enin s u rja n y se apo­
deren del arm a que L enin sabía m an ejar, pero que en m anos de esa
o tra gente puede a c a rre a r la d erro ta de la revolución proletaria.
Negamos que exista hoy por hoy en la Internacional Com unista un
peligro de izquierda o, según u n a expresión aun peor intencionada,
una tendencia liquidadora de izquierda. L a táctica consistente en adm i­
n is tr a r golpes a d ie stra y sin iestra es, en verdad, fácil, ipero no
siem pre es la m ás lógica.

109
El período actual se ca racteriza por u n a ap a ren te -estabilización de
la situación económica, ta l como lo h a dem ostrado V arg a. E ste pe­
ríodo coincide, desde el punto de v ísta político, con la form ación de
gobiernos rad icales y socialdem ócratas y puede ser fácilm ente u ti­
lizado por la socialdemocracia y la burguesía p a r a desviar al prole­
tariad o del P artid o de la Revolución.
E n un período de este tipo se ponen de m anifiesto tendencias li­
quidadoras y te n ta tiv a s de fraternización por p a rte de algunos jefes
supuestam ente com unistas can los adversarios oportunistas y cen tristas.
E s necesario que el P artid o posea una táctica que siem pre lo 'dis­
tin g a de los demás partidos proletarios o pretendidam ente proletarios,
y que posea en él mismo una disciplina rigurosa, y una fu e rza o rg á ­
nica que proporcionen a sus m ilitantes u n a corrección m arx ista no
sólo desde el punto de v ista intelectual, sino tam bién desde, el punto
de v ista m oral. E n pro de todo ello, la Internacional C om unista debe
rep ro b ar tod-a tendencia de derecha y dejar de construir a rtific ia l­
m ente un peligro de izquierda im aginaria. N unca h ab rá peligro de
izquierda en la Internacional C om unista si ésta sigue siendo el mo­
vimiento de izquierda del proletariado m undial.
Hemos seguido atentam ente la crisis del P artid o Comunista alemán,
ta n rica en experiencias y enseñanzas. Debemos decir que respecto de
algunos puntos im portantes h ay m atices en tre nosotros y la izquierda
alem ana. P ero aceptam os una p a rte de la crítica que de los últimos
acontecimientos han form ulado los cam aradas, pues concide con la
nu estra sobi'e diferentes aspectos. Expresam os el deseo de que los
cam aradas de la izquierda alem ana se hallen en condiciones de p ro ­
porcionar al heroico proletariado alem án una fu e rte dirección le-
ninista.

sm er al (Checoslovaquia). Con posterioridad al últim o Congreso, he­


mos promovido u n a serie de acciones; en ningún momento nuestro
P artido h a perm anecido inactivo. E s cierto que1 se han cometido al­
gunos errores. P a ra criticarnos se puede poner de relieve lo que se
debería haber hecho y no se hizo. No obstante, los ejemplos citados
por Zinóviev son, en parte, m al entendidos, y en p a rte sobrestimados.
Lo que h a dicho de las elecciones en la R usia de los C árpatos no
corresponde a la realidad.
H uía jam ás ha elaborado el razonam iento que le endilga Zinóviev.
L a dirección del P artid o tomó la iniciativa en el problem a nacional:
n u estra fracción p arla m en taria intervino en co n tra de la opresión
del pueblo eslovaco. E n lo que atañ e al movimiento de los consejos de
fábricas, hemos igualm ente dirigido u n a g ra n acción, y de igual modo

110
la reorganización del P artid o sobre la b ase de 'las células de em presas
se debe a la in iciativ a de la dirección, que p a ra ap licarla necesitó y
necesita aún so b rep asar gran d es obstáculos.
Tampoco hemos perm anecida sin tom ar posición en el problem a
campesino. Si hacemos a un lado al P a rtid o ru so y al búlgaro, de
todas las secciones de la Internacional somos nosotros Quienes hemos
organizado el m ayor número de campesinos. N u e stra actividad se 3ia
centrado sobrem anera en la descomposición del P a rtid o A g ra rio y de]
P a rtid o Clerical.
Checoslovaquia no fia atravesado grandes conflictos exteriores ni
catástro fes in ternas, Eo* nin g u n a p a rte , en ningún E stado han sido
ta n generales y fu e rte s las ilusiones obreras. Si a p esa r de toda
el P artid o Com unista posee hoy ciento tre in ta mil m iem bros de trece
millones y medio de habitantes, y si en lina p a rte del E stado y a se
h a conquistado a la m ayoría de la clase obrera y de los elem entos im­
p o rtan tes del campesinado, ¿no os parece que re su lta profundam ente
contrario a 'la verdad acu sar de a p a tía a su dirección? L a cam paña
que hemos llevado co n tra la corrupción ha provocado u n a g rav e crisis
del gobierno de coalición, h a trasto rn a d o todo el sistem a gubernam en­
ta l y conmovido fu ertem ente la confianza del campesinado y de la
pequeña b u rg u esía cotí, respecto a los dirigentes.
D u ran te la crisis revolucionaria alem ana, el Comité C entral se
esforzó por o rien ta r toda la actividad del P artid o hacia la revolución
que se p erfilab a. P a r a m o strar cuál fu e n u e stra acción en tre los
soldados, baste decir que con motivo de las últim as elecciones m uni­
cipales del S!5 al 40 por ciento de los soldados que tom aron p a rte
en ella vo taro n por los com unistas.
E n lo que concierne a las tesis de nuestro Congreso de febrero de
1923 acerca del gobierno obrero, cuando las redactam os estábam os
todos, sin excepción, únicam ente convencidos de que respondían: a las
decisiones del C uarto Congreso, F ueron adoptadas por unanim idad y
obtuvieron el voto favorable del rep resen ta n te del E jecutivo.

rádek. E l discus o de Zinóviev me obliga a explicar mi punto de vista.


C uatro problem as se h an form ulado: 1) cómo nació n u e stra táctica
del fren te único, qué es y qué era; 2) las experiencias del año pasado,
sobro todo en A lem ania; 3) cuál e& la situación m undial y qué hay
que h ac er; 4) de qué m anera se debe f ija r la lín ea tá c tic a com unista
dentro de n u estro P artido,
Zinóviev afirm a que en 1919-1920 la In tern acio n al Com unista se
componía en Occidente de pequeños p artid o s de propaganda y que
sólo en 1921 nos convertim os en partidos de m asa.

111
E s u n a afirm ación que carece de fundam ento. E n 1919 nuestro pe­
queño P artid o Com unista ya estaba en A lem ania a la cabeza de una
g ra n lucha revolucionaria de m asas, tanto como después de 1920.
Nos apoderam os del poder en B av iera y lo defendimos. N uestro pe­
queño P artid o húngaro se apoderó del poder y lo defendió con las
amxas en la m ano du ran te cuatro meses y medio.
E n los años 1918, 1919 y 1920 le arrancam os grandes m asas a la
socialdemocracia, y después da H alle nos convertimos en un p artid o
de m asas. Pero como hemos traducido al alem án el latín “dictadura de?I
pro letariad o ” , en cada Congreso procuram os saber qué significa esta
traducción.
No todos los cam aradas com prendieron inm ediatam ente la situación.
E s u n hecho histórico que cierto número de ellos vieron la c a rta abierta
del 8 de enero como u n a desviación oportunista. G racias a la in te r­
vención de L enin se restableció el sentido de la táctica del fre n te
único y de la c a rta ab ierta de conform idad con la s decisiones del
T ercer Congreso. E sas desintelígencias se pusieron de m anifiesto en
las divergencias acerca de las reivindicaciones del período de tra n si­
ción, acerca de la confiscación de los val-ores reales y acerca del pro­
g ram a fiscal, y e ra n divergencias que tam bién teníam os el E jecuti­
vo, Se m an ifestaron 'asimismo en el problem a del gobierno obrero
y campesino.
¿Cómo se h abía planteado en el C uarto Congreso el problem a del
gobierno obrero y campesino? Zinóviev h a explicado aquí que se daba
perfectam ente cuenta de que la consigna del gobierno obrero, en tanto
coalición con los demás partid o s obreros, podía ser oportunista, pero que
él cedió. No sé si la induje a la tentación, -pero sigue en pie el
hecho de que, en la sesión de la comisión del C uarto Congreso, \ M ar­
g a rita pecóí
C am aradas, aunque el papel de M efístófeles, o incluso el de Fausto*
sea m uy halagüeño p a ra mí, debo, no obstante, d estru ir la leyenda.
Tenemos el prim er proyecto de la resolución, Zinóviev h a escrito:
“A'l defender la tác tic a del fre n te único, los com unistas no deben
ren u n ciar en determ inadas circunstancias, a la form ación de un go­
bierno de consuno con los partidos no com unistas”. E n u n segundo
p asaje dice que los com unistas no renuncian a entendim ientos con los
demás partidos obreros, ni a ú n en el caso en que los jefes de éstos
sean socialdem ócratas o socialistas cristianos.
Las resoluciones de Leipzig y P ra g a no eran m ás que la re ite ra ­
ción de esa resolución, cuya liquidación se encuentra ah o ra en juego.
No se tr a ta de fó m m las ab stra ctas. ¿E n qué piensan las m asas
obreras cuando hablan de gobierno obrero? E n In g la te rra piensan.

112
en el L abour P a rty . E n A lem ania, en las países donde el capitalism o
so descompone, fre n te único significa que los com unistas y los social-
demócrata.?, cuando sobreviene la huelga, en lu g a r de com batirse
m archan hombro con hombro. E l gobierno obrero tiene p a ra las masas,
obreras la m ism a significación. Cuando ,se pronuncia e sta palabra,
•piensan en el gobierno concertado de todos los partid o s obreros.
E n el C uarto Congreso declararnos que la revolución podía exigir de-
nosotros: 1. Que les propusiéram os a las m asas obreras e n tra r en coa­
lición h a sta con la socialdem ocracia; 2. Que en determ inadas circuns­
tancias estemos dispuestos a poner en p rá ctica esa coalición, y no
sólo a predicarla. ¿Y nunca se h a comprendido todo esto? Sm eral,
cuya situación no es de las m ás divertidas, no es el único en poder
decir que se lo h a indi? cid o en erro r. B ajo la influencia de Zinóviev,
muchos otros m ilitantes h an sido inducidos en e rro r. Tengo acá un
artículo de Kleine, fechado el prim ero de febrero de 1923, en el que
polemiza contra la izquierda en v ísp eras del Congreso del P artido, an­
tes de h ab er ap-arecido las tesis de B ra n d a r, y dice: "L a voluntad
que hemos expresado estos últimos tiempos, con.' m ucha frecuencia, der
tom ar las m ás in trépidas iniciativas con m iras a la lucha concertada
p or la defensa, de los intereses del proletariado, en común, con los
partid o s reform istas, no es n n a astu cia ni una m aniobra táctica, sino
un hecho. Es lo mismo que ocurre con la eventualidad que pusim os
en evidencia respecto de la form ación de un gobierno obrero: no es
u na astu cia ni una sim ulación”.
H e ahí, pues, lo que decía Kleine antes del congreso del P artido.
P ero se suceden los acontecim ientos de S ajonia, y nuestro presidente
del día de hoy, T reint, escribe -un artículo relativo a la salida de
las elecciones fran cesas. E l artículo se cierra con estas p a la b ra s: “ E l
gobierno obrero -es u n a etapa hacia la d ictad u ra”. Luego escriba
otro artículo en el que repite que el gobierno obrero no es u n a dic­
tad u ra , sino u n a etapa» Pero ayer sube a e sta trib u n a y dice: “Com­
pletam ente de acuerdo con Zinóviev: el gobierno obrero es la dictadura
del p ro letariad o ’*.
Zinóviev ten ía razón en decir si consciente o inconscientem ente
tuvim os en el C uarto Congreso u n a actitud oportunista, debemos sacar
enseñanza de ello.
Paso ah o ra a la segunda p a rte : “N u e stra experiencia’’.
Después de los acontecim ientos de B ulgaria, el P artid o Com unista
búlgaro les propuso a loa social dem ócratas, que acababan de sostener
a Zankov, fo rm ar un bloque. Luego decidimos aquí que el P artido
alem án debía e n tra r en el gobierno sajón,. T ra s la d erro ta de Sajonia,
nu estro s cam aradas franceses les propusieron a los socialistas, con

113
nuestro asentim iento, form ar bloque con ellos p a r a las elecciones
que se efectúan- en F ran c ia de voto por lista. € am aradas, apreciemos
an te todo la s dos iniciativas, que no acarrearo n ca tá stro fe alguna y
como consecuencia de las cuales el bloque no se llevó a cabo porque el
adversario lo rechazó. Se hablaba el siguiente lenguaje: el gobierno
obrero es la dictadura del proletariado, es un sinónimo, un seudónimo
de ésta. H asta aquí siem pre he creído que se echaba mano a un seu­
dónimo cuando se ten ía algo que esconder t Pero si se dice: Mi apellido
es Hase, pero me llamo Rádek, ¡pues bien, queridos cam aradas, esto
no tiene sentido común!
Ahora, la terc era explicación: es una fórm ula de des enm ascara­
miento. Sabemos que los socialdem ócratas no pueden com batir y j a ­
más com batirán. Pero les proponemos com batir con nosotros p a ra
desenm ascararlos. T re in t sabía que los socialistas no consentirían
ninguna especie de bloque con nosotros. P o r eso pudim os perm itirnos
el lujo de proponerles u n a alianza. D eclinaron n u estra proposición,
y ya están desenm ascarados. Volveríam os inoperante el desenmasca­
ram iento si declarásem os de una buena vez que no se t r a t a de luchar
juntos, sino de q u itar u n a m áscara. E l sentido de n u estra táctica
del fren te único consiste, precisam ente, en el hecho de e s ta r honesta
y realm ente dispuestos a hacer un trecho de camino con cualquier
partid o obrero que quiera com batir.
(Exclamaciones: ¡Pero los s od a Id emó crat as nunca com batirán!)
S ería pisotear los intereses de la clase obrera no consentir en la
unión del proletariado en cada etapa de la lucha, sin ninguna reserv a
m ental y con toda conciencia.
C am aradas, puesto que el Ejecutivo les h a perm itido a los búlgaros
y los franceses hacer lo que h an hecho, no tiene el Ejecutivo el derecho
do decir: E ra un ensayo, pero sabíam os que los otros no aceptarían.
E n setiem bre habíam os decidido que los m ilitantes alem anes debían
e n tra r en el gabinete sajón. Y eu tra ro n . Sufrim os -una estrepitosa
derrota. E n su folleto titulado Los problema,s de la revolución ale­
mana, redactado con posterioridad a la derrota, Zinóviev no consideró
que la e n tra d a en el gobierno sajó n fue u n a fa lta . Muy por el contra­
rio, dijo que era u n g ra n éxito p a r a nosotros, pese a la derrota.
Zinóviev no dirige c rític a ninguna al P artid o C om unista por haber
decidido t r a t a r de apoderarse del poder. E l P artid o no tuvo en cuenta
la fa lta de arm as. Como la g u e rra civil y la insurrección no son
ocasiones de heroísmo estéril, sino que deben proponerse por fin la
victoria, m ás h ab ría valido no lanzarse a la aventura. T al es la
crítica form ulada por Zinóviev.

114
C am aradas, el caso de S ajonia no fue una comedia (parlam entaria,
sino la trag e d ia de un P artid o C om unista que h ab ía aprendido a
p re p ara rse p a ra el combate.
¿E n qué consiste ia profunda enseñanza de la experiencia sajona?
Si no lo comprendemos, nos ag u ard an nuevos reveses. A nte todo,
esto: no se puede s a lta r a pies ju n tillas de golpe y porrazo, sin to m ar
impulso. A ntes de desplegar u n a am plia actividad¡ u n a actividad que
alcance a las m asas, no se puede e n tra r en el com bate por el poder
de la noche a la m añana, basándose en una simple decisión.
E s evidente que en esto estoy com pletam ente de acuerdo con Zinóviev:
sin fren te único p or abajo., no hay fren te único por arrib a.
Sin organización de m asas, todo gobierno obrero e stá condenado a
m uerte. E s tá obligado, o bien a re tira rs e sin haber peleado, o bien
a s u frir la derrota.
Zinóviev n<o ha dicho con toda claridad si en lo fu tu ro excluye de
una vez por todas la eventualidad de. un gobierno de coalición con
los social dem ócratas, h a s ta en un caso en que seamos m ás fuertes
que en Sajonia. ¿Cuál es a este respecto el punto de v ista del E jecu­
tivo?
No creo que Zinóviev responda negativam ente, pues en tal caso
sig nificaría que no nos está perm itido prom over u n a fru c tífe ra agi­
tación en tre las m asas de los obreros socialdem ócratas, en v ista de que
no tendrem os el medio de m ostrarles el camino de la salvación.
A hora, dos p alab ras respecto de la organización de la revolución.
E s u n a organización, que puede consistir en o rie n ta r to d a la táctica
com unista de m anera de a r r a s tr a r la m ayor cantidad ‘p osible de obre­
ros, de orgamzarlo.s p a ra la lucha, de p rep ararlo s p a ra ella, de m ane­
ra, pues, que se vuelvan lo b astante inteligentes como p a ra que el
P artid o pueda h acer la revolución. O bien, consiste en tener en cuen­
ta la situación y aprovechar toda ocasión favorable p a ra e n tra r, en
el curso de los próxim os meses, o incluso de las próxim as sem anas,
en el combate decisivo. E n cuyo caso esta últim a concepción exige
u na intensificación e x tra o rd in aria , u n a concentración de todas las
fu erzas en el sentido de la preparación m ilitar, pues aquel que dice:
Siem pre sabrem os en contrar arm as, ese subestim a la experiencia de
la revolución, la de la revolución rusa.
F reim u th dice: eada día entablam os el com bate por el p-oder tal
como se nos presenta. E sto quiere decir que cada uno de nuestros com­
bates es u n combate por el poder. E s justo. P ero aquí se dice
que el P artid o 'Comunista alem án está dispuesto en todo in stan te a
llev ar al p ro letariado al poder íntegro. (Rut/?, F ischer: E s ju s to ). Digo
que si cada d ía estáis -dispuestos a hacerlo y no lo hacéis, sois unos

115
crim ínalas p a ra con el proletariado alem án. Zinóviev ha dicho que en
F ra n c ia y A lem ania hemos llegado a la conquista de la m ayoría del
p ro letariado. Zinóviev se equivoca. Y su erro r se vincula a la a fir­
mación de los cam aradas de izquierda que dicen hallarse cada día
en condiciones de en tab lar el com bate por el poder t o t a l . . . (E xcla ­
m aciones: ¡E stam os dispuestos!) ¡D ispuestos! Uno no- está -dispuesto
a hacer una cosa cuando no puede hacerla. (Exclam aciones.)
C am aradas, ¿en qué consiste el e rro r de apreciación de la situación?
Los cam aradas h an dicho con convicción y con razón: “ E n Alem ania
hemos sufrido u n a derrota colosal”. Y después de haber dicho esto
siguen pese a todo convencidos de que nada h a cambiado y de que
m añ an a estarem os nuevamente* dispuestos. E s una g rosera ilusión.
Si los m ilitantes franceses fu e ran ta n fu e rtes como se nos h a
dicho, ¿cómo se explica que no haya habido la menor m anifestación
en P a rís m ien tras los obreros del ítu h r eran fusilados por la tro p a
francesa?
T rein t escribe en un artículo de L a Internacional Comunista: “U na
inm ensa m ayoría del proletariado fran cés e stá aú n pletórica de ilu­
siones p acifistas y dem ocráticas". ¿Y A lem ania? Queridos cam aradas,
pienso que el Congreso ten d rá , en el curso del tra b a jo de las comi­
siones, la posibilidad de desem brollar no sólo la situación presente,
m om entánea, del P artid o alem án, sino adem ás la que lo- aguarda.
Sesenta y dos diputados representan a los cuatro millones de p ro ­
letario s que han pasado por todos los torm entos de la ilegalidad.
A hí están, por p rim era vez, en el R eichstag. ¿Qué oímos? Oímos unos
cuantos discursos p arlam en tario s m ás acerca de los cuales no deseo
ponerm e pesado. Cuando ante el R eichstag alem án se p lan tea el pro­
blema del inform e de los expertos, que quiere reducir al proletariado
alem án a la esclavitud, el P artid o Com unista tiene el deber, no de
pronunciar unas cu a n ta s palab ras de índole general, sino de d a r una
respuesta al problem a planteado por los millones de proletarios ale­
m anes, cuyo corazón palp ita. Y no lo habéis hecho. U na pasm osa
pasividad rein a etn, el P artid o alem án. E ste es un fenómeno ex trem a­
dam ente grave.
Paso al problem a siguiente. Se t r a t a de saber, sí o no, si podremos
conquistar los sindicatos, si nos hallam os en condiciones de a g ru p a r
las m asas p a ra la revolución. R ogaré a Lozovski, quien acaso está
m ejor versado que yo en este tipo de cosas, que venga a esta trib u n a
y diga qué piensa de la orientación im presa a nuestro tra b a jo sindical.
C am aradas, me diréis que los cap italistas a rro ja n a ‘los obreros a la
calle, los reducen a la desocupación, y que los sindicalistas desocu­
pados ya no están en condiciones de p a g a r sus cotizaciones y salen,

116
así, de los sindicatos. D iréis que los am sterdam ienses nos expulsan.
E s cierto. P ero se t r a t a de saber si no lo hacemos todo p a ra fa ci­
litárselo, o bien si, por el contrario, lo hacem os todo p a r a im pedírselo.
El Congreso ten d rá que apreciar la orientación adoptada por el
P artido. Nos hallam os an te la am enaza próxim a de un em pequeñeci­
m iento del campo de influencia del P artid o . Y este es e] m ayor peli­
gro que pueda •amenazamos. L a Internacional C om unista h a librado
g ran d es b atallas en el curso de casi todos sus congresos. Zinóviev ha
planteado al fin a l de su discurso el problem a de la disciplina. Si en
el seno de la Internacional nos lim itam os a observar la disciplina
oficial, nos transform arem os en un esqueleto oficial y no seremos
y a u n a In tern acional con vida.
L a m inoría, cualquiera que sea y sea cual fu e re su orientación, no
sólo tiene que plegarse a las decisiones de la In tern acio n al; tam bién
tiene el deber, en el intervalo e n tre dos Congresos, de aplicar sus
decisiones, en su agitación y su organización, en todos los asuntos.
Los m ilitantes rusos, que tam bién pueden, naturalm ente, cometer
fa lta s, son los prácticos del m ovim iento obrero, y Zinóviev, por más
que diga y vuelva a decir mil veces que de boy en adelante nunca
m ás fo rm a rá bloque con los soci aldemócr ata s, no por ello dejará
de form arlo en la p rim era ocasión en que sea necesario. Entonces
d irá que la situación se h a modificado y que se t r a t a de una m aniobra.
E s necesario resolver n u estra s querellas. P ero después de haber
batallado aquí, tenemos el deber y la posibilidad de tra b a ja r positiva,
-concretamente, allá, como nos lo h ay a ordenado nuestro Ejecutivo
o n uestro P artido. E l tiem po y la experiencia nos mostrarán quién
de nosotros ten ía razón y quién estaba equivocado. (A plausos en al­
gunas bancas.)

117
SEPTIMA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin,


21 de junio de 1924

Presidente: T reint.
O radores: R u th Fischex, W ensel, Boshkovich y H rsel,

RUTH FiSHfiR (A lem ania). E l valor internacional del P artid o alem án


sólo se puede co m p arar con el del P artid o ruso. Si h a cometido
fa lta s ta n g raves corno las de octubre, la Internacional Com unista de­
be -examinar las causas que pudieron acarrearlas. É stas no son propias
de algunas personas; son mucho m ás p ro fu n d as: son fa lta s
oportunistas de derecha, y R ádek no tiene el derecho de apelar a ellas,
como lo hizo en el C uarto 'Congreso. E l C uarto «Congreso vio los peligros
do derecha y procuró luchar -contra ellos. E l gobierno obrero fu e
presentado y a entonces como consigna de propaganda, y y a entonces se
intentó buscar un entendim iento con los elementos de izquierda. Pero
los congresos de Leipzig y P ra g a co n tra dijeron al C uarto Congreso.
I^eipzig em pujó al P artid o al borde de la escisión, B ran d ler estaba
dispuesto a abandonar B erlín, H am burgo y el R u h r únicam ente ¡para
realizar sus fines. Sólo el C om ité Ejecutivo pudo im pedírselo.
L a p ráctica sajo n a reveló por fin que la tendencia de B ran d ler y
Rádek era oportunismo. H ace años que se viene preparando la política
que en tre g a al P artid o Com unista a la socialdem ocracia y que tiende,
no a la dictadura del proletariado, a la lucha por el poder, sino a las
consignas interm edias.
Esos cam arad as h an perdido la fe en la revolución. Y a antes de
octubre Rádek escribió en P ravda un artículo de absoluta desesperan­
za sobre la revolución alem ana.
De allí la idea de que el P artid o C om unista alem án no puede luchar
sin la socialdemocracia, de que el P artid o C om unista alem án no es el
facto r decisivo del movimiento obrero y que debe adherirse a la
socialdemocracia.

118
E s ta com?epelón h a engendrado tendencias abiertam ente liquidacío-
n ista s (Levi, F rie sla n d ), las tesis de Leipzig” sobre el gobierno obrero,
la acción de R athenau. Desde a b ril de 1923 B ran d ler empezó a p re­
conizar u n a política de alianza con la socialdem ocracia y la aristo ­
cracia o b rera p a ra obtener u n gobierno obrero dentro del m arco de
la democracia.
E s ta revisión sistem ática del comunismo, a la que el Ejecutivo sólo
consideraba como u n a torpeza de fórm ulas, tiene su aspecto económico
en la captación de los valores reales. N adie e n tre nosotros estaba, en
general, en co n tra de las reivindicaciones parciales. Pero se tra ta b a
de u n a consigna ta n com prom etida a los ojos de la d a s e obrera, que
no (podía d esp e rtar eco alguno. Con todo, R ádek y com pañía hicieron
de ella un p rogram a económico p a ra el gobierno obrero.
Así pues, cam aradas, fue en escala internacional un fenómeno m u­
cho m ás profundo, y el C uarto Congreso no lo h ab ía observado. Sme-
ra l form uló, con ,su extrem ada prudencia, estos problem as al C uarto
Congreso: “ ¿E l gobierno obrero es sólo un fenómeno pasajero, o
puede lleg ar a ser, en determ inadas circunstancias, una. etapa m ás
la rg a en el seno de la dem ocracia bu rg u esa?”. Los congresos de
Leizpig y P ra g a respondieron en el mismo sentido que Sm eral.
E n las tesis del C uarto (Congreso había m uchísim as fórm ulas m uy
poco claras. E l gobierno obrero es, como coalición de los partidos
obreros, la liquidación de nuestro P artid o . Al P artid o Socialdem ócrata
Independiente se lo liquidó de etap a en e ta p a bajo el pretexto del
fre n te único. Además, en momentos en que en la socialdem ocracia co­
m ienza un proceso de descomposición, sólo se puede sep a rar a las
m asas de los caudillos m ostrándoles con la m ayor clarid ad posible
nuestro verdadero ro stro com unista.
N adie dentro del P artid o alem án e s ta rá en co n tra del gobierno
obrero y campesino, según la fórm ula de Zinóviev, seudónimo de la
dictad u ra del proletariado, consigna de agitación.
A menudo se h a dicho que la izquierda alem ana está contra la
táctica del fre n te único en sí. Y a hemos visto suficientes fases del
fren te único p a ra poder distinguir en él tre s etapas. L a p rim e ra era
u n a te n ta tiv a de ju n ta r a las m asas y fo rm a r órganos proletarios, a
fin de com batir por las reivindicaciones cotidianas, E n el curso de
esta etap a se entablaron conversaciones con la burocracia. E n p rin ­
cipio no renunciam os a tales conversaciones. P ero en n u e stra opinión
los com unistas deben e n tra r en conversaciones con los jefes a fin de
s e p a ra r a las m asas de éstos; p o r eso la derecha nos h a acusado de
q u erer hacer fra c a sa r las negociaciones.

119
E n la segunda etapa, caracterizada por la acción de R athenau, se
estuvo de acuerdo d u ra n te algún tiem po con la socialdemocracia.
L a te rc e ra etap a fu e la eta p a sajona. Aquí comienza el crim en.
E sta revisión de la teoría com unista del Estado alcanza su paroxism o
en la famosa, tesis de la victoria del fascismo sobre la república ale­
m ana. Se opone fascism o y república alem ana como dos fuerzas
enemigas, cuando son dos fenómenos de la m isma d ictad u ra capitalista.
No es u n a tendencia especial de Alem ania, sino muy común a toda,
la Internacional. E n 1922 el cam arada holandés W ijnltoop declaraba
que los com unistas y los social dem ócratas eran por igual dos partidos
m arxistas, dos ram as de un mismo árbol, ¡y que sólo luchaban e n tre
sí en lo atinente a los métodos por em plear!
P a r a term in ar, rep ito : no nos negamos a re u n ir las m asas p a ra
la lucha ni a restablecer el fre n te único en las em presas, como ta m ­
poco a cualquier o tra m aniobra que desemboque en la movilización
de las m asas. Lo que queremos son decisiones que excluyan to d a es­
pecie de radekismo, todo tipo de desviación y aberración en el pro­
blem a del gobierno y del f r e n t e único.
Paso a los acontecim ientos alem anes y a las circunstancias que-
determ inaron la d e rro ta del P artido. El resultado de la concentración
del movimiento en Sajorna y T u rin g ia fue una dispersión com pleta
del P artid o . E s ta s secciones h ab ían quedado sep arad as de Berlín,,
de Colonia, de W iasserkante.
Veamos los acontecim ientos que p re p ara ro n a octubre. Hádele acaba
de decirnos, hoy, -que la fa lta consistió en no haber sabido apoyarse
en las m asas obreras. E s falso. Cinco veces la izquierda le propuso al
Gamité C entral convocar al congreso de los consejos de em presas
sajones. Pero B randler h ab ía decidido re u n ir al congreso de todas la s
regiones y no sólo al de S ajonia y T uringia, pues en este últim o caso
se h ab ría visto cuestionada la alianza con los socialdem ócratas. Se
sacrificó la movilización de la s m asas *a la relación con los socialdemó­
cratas. E n el curso de las m ayores dificultades de la burguesía, to d a
n u estra política se preocupó por no dejarnos provocar. L a te o ría e ra :
es mucho m ás difícil contener a los obreros que llevarlos a l combate»
Teníamos u n a fuerza como nunca antes. Con motivo de la jo rn a d a
an tifascista deseábam os organizar u n a m anifestación im portante:
B randler y Rádek 'la prohibieron. C uanto m ás nos alejam os de octubreP
más nos convencemos de que el P artido podría y debía com batir. (Apro~
b avión es.) Si fue im potente,, es porque se .hallaba preso de una enfer­
medad oportunista, radekista, de la que hemos logrado liberarnos,
Tenemos dos polos p a r a m o stra r adonde nos ha llevado la política
ra d ek ista: en Chémnite se decidió, bajo la dirección de B randler y la

120
in flu en cia de Rádek, no ir al com bate; en Ham burgo los obreros m ar-
chaban con las m anos vacías contra la burguesía. E sto m u estra el
dique que sep ara a la m asa de los m iembros y de la dirección de nuestro
P artido. N u estro P artid o superó rápidam ente la crisis. Hemos olvidado
los meses horribles de invierno, las heridas se h a n cerrado y ya no
háy odio e n tre B erlín y Halle. L a unidad re in a -en el P artid o . Zinóviev
y R ádek h an hablado de una p resu n ta desviación de extrem a izquier­
da. E l Congreso de F ra n c fo rt ha tomado una posición sin. am bigüe­
dades contra estas tendencias, al igual que las instrucciones a los
delegados del 'Congreso, E l Comité C entral piensa que el artícu lo de
B orís, v aria s veces citado, es menchevismo bajo u n a capa de izquierda,
y com batirá to d a te n ta tiv a de desm oralizar al P artido. Sin em bargo,
el peligro m ayor no reside en las desviaciones de extrem a izquierda,
sino en la derecha. Si la posibilidad revolucionaria no perm ite
lu chas inm ediatas p o r el poder, un p artid o de m asa en E u ro p a puede
fácilm ente alcanzar un estado de ánimo que im pulse a u n trab a jo

“ positivo” re fo rm ista dentro del m arco del capitalism o.
P o r mi p arte, no creo en u n a época p ac ifista dem ocrática; pero si
llega, claram ente veremos que nos será necesario contar con recaídas,
y deberemos -combatir con ta n ta m ás seriedad la tendencia oportunista.
E n el aspecto sindical, hoy hemos superado las m ayores dificultades
v el P artid o se ha erguido seriam ente en el Congreso de F r a n c f o r t
contra las tendencias de escisión.
Hemos escrito en n u estra s tesis que el problem a inglés se halla en
el centro de la Internacional. Pero tam bién en A lem ania nos encontra­
mos, como consecuencia del plan de los expertos, en vísperas de luchas
encarnizadas. E n el C uarto Congreso no se previeron los aconteci­
m ientos de octubre. En. el Quinto Congreso no hay que dejarse sedu­
cir por H e rrio t y Mac Donald y volver a caer en una fa lta análoga,
Q u erría además decir dos p alab ras acerca de nuestro P artid o inglés.
E n mi opinión, la inexperiencia de n u e stra sección inglesa es la
responsable de su debilidad con respecto a los refo rm istas.
E s ta es la im presión que me h an producido los cam aradas ingleses:
cada miembro tiene dos c a rta s p a rtid a ria s : la del P artido Com unista
y la del L abour P a rty . Tengo la im presión de que el miembro p e r­
tenece du ran te la sem ana al Labóur P a rty , y el domingo, p a ra des­
cansar, ju eg a un poquito al com unista.
E n el C uarto Congreso sostuvim os la fusión en el problem a italiano,
y pensamos que la Internacional C om unista debe hacer todo lo posible
p a ra aseg u rarle al P artido italiano la unidad y la posibilidad de
tra b a ja r. H ay excelentes elem entos en la izquierda italian a.
Deseamos que el Quinto Congreso m undial concrete las ta re a s p rá c ­

121
ticas de las diferentes s e s io n e s y que adopte u n a actitud c la ra co n tra
el radekism o y el brandlerism o en escala internacional. ¡Que las de­
cisiones de este 'Congreso contra esas desviaciones oportunistas sean
ta n unánim es como las del X III Congreso del P artid o ruso!

wenze L (Checoslovaquia) deposita u n a declaración en nombre de la


delegación checa:
Sin un a condenación categórica de las tendencias oportunistas, la
colaboración del P artido checo con la Internacional Com unista dentro
del esp íritu de todas las decisiones de la Internacional nos sparece com­
prom etida. L a m ayoría de la delegación h ab ría debido, o bien p ronun­
ciarse contra todas las tendencias oportunistas, o bien hacer lo contra­
rio, pues en este últim o caso el V -Congreso 'habría tenido al menos
la posibilidad de resolver, de u n a vez por todas, los problem as en
litigio.
E n la declaración de la m ayoría se h a hablado mucho acerca del
trab a jo práctico del P artido. Los resultados obtenidos, nadie los niega»
Zinóviev h a señalado ta n sólo que en ciertos terrenos, precisam ente
en aquellos que tienen una estrecha relación con la preparación de
la revolución p ro letaria, como por ejemplo el problem a campesino, se
h a hecho m uy poco.

(F ederación B alcánica). E n los B alcanes se h a encen­


b o s h k o v ic ii
dido el incendio universal. La situación no es hoy m ejor que en 1914,
Los Balcanes son el puente por el que los im perialistas se encami­
n an al A sia Menor y al Á frica; allí se entrecruzan los in tereses de
F ran cia, In g la te rra e Italia. Además existe o tra serie de riv alid a­
des e n tre los E stados balcánicos.
E l gobierno rum ano provoca la g u e rra y ejerce presión sobre Y u­
goslavia p a ra obtener de ella una alianza m ilitar co n tra los Soviets..
Los im perialism os francés e inglés lian hecho de los E stados balcáni­
cos su s vasallos, y por eso reinan allí la reacción y el te rr o r blanco..
Los asuntos m ás candentes son: el problem a nacional y el pro­
blema ag rario . De ahí que los partidos com unistas de los Balcanes*
vinculen el problem a nacional al problem a ag rario y al del gobierno
obrero y campesino, y prep aren el terren o p a ra la fu tu ra Federación';
B alcánica de la s Repúblicas O breras y Cam pesinas.

HR5EL (Juventudes Checoslovacas). L a m ayoría de la delegación, a l


solicitar un a revisión de las decisiones del últim o Congreso del P a r­
tido tocante al fre n te único, h a b ría debido condenar fran cam en te el
oportunismo. No por casualidad h a dejado de hacerlo, esto p ru eb a

122
sencillam ente, que en el P artid o checo hay tendencias oportunistas.
Se las en cu en tra no sólo en el artículo de H uía, sino tam bién en
cierto núm ero de otros artículos de V anek y de F riedrich, así como
en proclam as de la fracción p a rla m e n ta ria que no h an sido desauto­
riza d as por la dirección del P artido,
H a faltado u n a dirección política d ia ria en los asuntos m ás im por­
ta n te s, y de ahí cierta pasividad del P artid o .
Zinóviev tiene absoluta razón en querer “'refre scar” el Comité
C entral m ediante el agregado de elem entos proletarios. La juventud
com unista de Checoslovaquia está, en sum a, com pletam ente de a c u er­
d a con lo que h a dieho Zinóviev, y ap oyará con todas sus fu erzas al
P artid o p a ra activarlo y bolchevizarlo.

123
OCTAVA SESION

en Ja sala San Andrés de! Kremlin,


23 de junio de 1924

P resid en te; Kolarov.


O radores: B randler, Ng-ayen Ai Quoc,* T halheim er y Kleine.

ACTIVIDAD DEL EJECUTIVO Y SITUACIÓN ECONÓMICA MUNDIAL


(c o n tin u a c ió n )

B randleír (A lem ania), L as acusaciones que se nos h an form ulado


son: 1) haber traicionado a la revolución, habiéndonos cobardemente
su straíd o del com bate; 2) querer revisar el comunismo y la teo ría
de Lenin sobre el E stad o ; 3) no habe^r comprendido que al P artid o
sólo se lo podía salv ar m ediante la lucha co n tra la pequeña burgue­
sía y la socialdemocracia.
No nos re-conocemos culpables de haber, ante todo, aplicado y reali­
zado (con todas n u e stra s fu erzas) la línea del Tercero y el C uarto
Congreso. No lo lam entam os, pues consideram os que es una línea
ju sta , no sólo en lo que -atañe al pasado, sino tam bién al día de hoy.
Declaram os que no se le puede a trib u ir la derrota de octubre. La
pasión no siem pre les perm ite a los cam aradas ver las cosas como
son. E n lu g a r de las fa lta s que realm en te hemos cometido, se nos
suponen otras im aginarias. A m i parecer, fuim os vencidos porque
nos propusim os la ofensiva en vez de la defensiva allí donde el adver­
sario se había apoderado de la in iciativ a y porque apreciam os m al la
relación de fuerzas. No somos los únicos en c a rg a r con la respon­
sabilidad de esta fa lta . L a cometimos todos ju n to s: la izquierda, el
centro, la derecha, el Ejecutivo y los representantes, de los demás
partidos que tom aron p arte en la s deliberaciones decisivas.

* Seudónimo que Ho Chi Minh u tiliz a ra con m ás frecuencia que


o tro s d u ran te la década del 20.

124
Después de la crisis de R athenaú debíamos habernos vuelto nueva­
m ente aptos p a ra la lucha: a) preparándonos p a ra la situación ile­
gal; 6) preparándonos m oral y m aterialm ente p ar# la guerra civil.
Esto sucedía en agosto de 1922, E n lo que a ta ñ e a la organización,
nuestra proposición de poner en la base del P a rtid a a las células de
fá b ricas hab ía encontrado poco eco. Zinóviev nos reprocha ser teó ri­
cos de la revolución. E s un reproche que p a r a mí sigue siendo incom­
prensible. Somos de la opinión de que el P artid o sólo puede m arc h a r
al com bate si está organizado. Si 'a rrastra m o s a la cla&e o b re ra a la
lucha sin. haber realizado el máxim o de preparación, si con toda lige­
reza la exponemos a los golpes, no será a la burguesía, entonces,
sino ciertam en te a nosotros a quienes responsabilizarán las m asas.
Hemos hecho p o r la organización de la revolución m ás que los cam a­
ra d a s que no hacen m ás que h a b la r de organización.
L a fis u ra en tre B erlín y las o tra s Federaciones y a ex istía; nos­
otros no somos su autor. Podíam os adm itir a los cam aradas de la
oposición de Berlín, Maslov y R u th F íscher, en el Comité C entral y
c e rra r de común acuerdo la fisu ra , o bien no adm itirlos y c e rra r
la fis u ra sin ellos. Elegimos la segunda vía. E ra un e rro r. Cuando
Cu'H'O llegó al gobierno ío saludam os con u n a m ovilización m asiva
de la clase obrera, como nunca se lo había hecho. E n respuesta a la
declaración gubernam ental, el Congreso de los Comités de F áb rica s
del Reich publicó su p ro g ram a p a ra el p ro letariad o alem án. Lo hici­
mos todo por la realización de ese program a. ^
E n el Rulir, en la región del Rin, en ’W estfalia, en A lta tíilesia y
en A lem ania ce n tral nuestro tra b a jo de -organización fu e m uy fecun­
do. E n los centros avanzados de B erlín, Hamburg-o, F ra n c fo rt del
Meno, en los que el poder del gobierno no se había aún debilitado
tanto, fracasam os.
Cuando la ocupación del Uuh.r, lanzam os la .consigna: lucha no sólo
co ntra Bornearé, sino tam bién contra Cuno. Llevamos la propaganda
con todas n u e stra s fuerzas y obtuvimos gran d es éxitos, pero no po­
díamos, sin embargo, enviar a los obreros alem anes a 'exponerse a
las bayonetas fran ce sa s y alem anas. Cada vez se hacía m ás claró
que la s dos b u rguesías buscaban un acuerdo, prep aran d o u u a carnicería
de la clase o b rera. Consideram os, no como oportunism o, sino un de­
ber com unista retro ceder ante la lucha. H abíam os lanzado la consigna
an tifa sc ista p a r a v e r qué podíamos hacer por n u e stra s propias fuerzas
sin la ayuda de los soeialdem ócratas, e innegablem ente registram os ain
éxito. Pero natu ralm ente, tr a s el prim er intento de movilización, no
podíam os acep tar el combate, pues fa lta b a n los p re p ara tiv o s de orga­
nización.

125
Pasem os ah o ra a la derrota de octubre.
Estuvim os entonces cuatro sem anas en Moscú con el propósito de
conferenciar sobre la situación política, y precisam ente du ran te ese
tiempo los cam aradas que ahora nos dirigen los m ás ardorosos repro­
ches ten ían en sus nia-nos la dirección. P recisam ente en e sa época se
cometieron los en'ores decisivos. Cuando regresé a A lem ania no que­
daba m ás que o rd en ar la re tira d a, pues los prep arativ o s eran insu­
ficientes y fa lta b a la voluntad de luchar. L a e n tra d a en el gobierno
sajón se efectuó pese a. mi consejo y pese a la resistencia de los ca­
m arad as sajones, y aúu hoy considero como mi m ayor fa lta haberm e
dejado finalm ente persuadir. E ntram os en el gobierno sajón p a ra
ase g u rar n u estra m archa adelante: 1) arm ando al proletariado, y
2) asegurando nuestro abastecim iento. E n la conferencia de Chem-
nitz vimos que los obreros seguían creyendo que la e n tra d a de las
tro p as en 'Sajonia iba dirigida contra B aviera. Denuncié en esa con­
ferencia la traición de la soeialdemocracia. Pero -si hubiéram os corri­
do el riesgo de la lucha habríam os ido solos al encuentro de un san­
g riento aplastam iento y de un te rro r blanco espantoso, como el que
sufrió el p ro letariad o húngaro después del derrocam iento del gobier­
no de los Soviets. L a pequeña burguesía estaba dispuesta a m arch ar
resueltam ente co n tra la clase obrera en A lem ania ce n tral y a enten­
derse, p a ra ello, con los franceses. N uestros comités de control eran
responsables de ello; en efecto, habían llevado una lucha mucho m ás
viva co n tra la pequeña burguesía que contra los grandes capitalistas.
El pánico que se apoderó luego de nuestro P artido se debió no ta n ­
to a la d erro ta como a los conflictos internos. P rn eb a de ello es que
h a sta diciembre nuestros efectivos siguieron en aum ento. F ue des­
pués. con la lucha por el poder dentro de n u estra s propias filas,
cuando se declaró el pánico. Todas las elecciones que se realizaron
desde entonces han señalado una regresión, y esto ha de continuar-
L a política actual hace m uy difícil g an a rse nuevas sim patías. L a
fuerza .combativa de la clase o b rera no se ha -quebrado aún, pero la
capacidad com bativa del P artido C om unista está en peligro.
N unca podremos hacer del P artid o Com unista alem án u n partido
v erdaderam ente revolucionario, a la a ltu ra de su ta re a , m ientras no
se hayan reconocido exactam ente las reales fa lta s que condujeren a
la derro ta de octubre.

nguyen a i q u o c (Indochina). L a suerte del proletariado m undial de­


pende en g ra n m edida de las colonias. É stas sum inistran, víveres y
soldados a las potencias im p erialistas; si queremos dom inar a estas
últim as, debemos com enzar por p riv arla s de colonias. L a burguesía

126
fran cesa no necesita fascism o. C uenta con s u s tro p as de color. Según
la estad ística oficial, en el ejército fran cés hay 468.000 soldados fr a n ­
ceses y ZO'G.OOO soldados de color. P ero en realidad la proporción de
los soldados de color e s mucho m ayor, pues su tiem po de servicio
d u ra m ás.
Y E s preciso p re s ta r m ás atención a las colonias que h a s ta a h o r a .\
E s el deber de los p J n g l é s ^ en m uy p rim er lu g ar. J

t h a l h e im e k (A lem ania). Zinóviev h a dicho que no le a g rad a l a di­


plom acia dentro de l a Internacional Com unista. S ea; prescindiré de
ella.
L a crítica de la actividad de la In tern acio n al me h a parecido muy
breve; sin em bargo, -es absolutam ente indispensable, ahora, cuando
nos fa lta n L enin y s u segura dirección. L a situación actu al nos tra e
cruelm ente a la m em oria la m u erte de Lenin.
T anto en B u lg aria como en A lem ania hemos sufrido graves reve­
ses, y el P artid o búlgaro y el alem án han sido duram ente criticados.
Con todo? hay que decirlo fra n c a m e n te : en ambos casos la f a lta ha
es trib a do en el Ejecutivo?"
Me conform aré con h a b la r de A lem ania. H a sta aquí el Ejecutivo
no h a utilizado h a s ta el fondo las enseñanzas de octubre. U n proble­
m a de prim ordial im portancia en lo fu tu ro es el de la introm isión de
la I n t e r n a c i o n a l eñ la dirección de los partidos. N adie niega que en
determ inadas circunstancias esa introm isión es necesaria. Pero n i
en octubre, ni antes de octubre ni en enero h a resultado fru c tífe ra pa­
ra n u estro P artido. Al contrarío, las intervenciones de la Internacio­
nal siem pre h an cansado grandes crisis. R ecordad lo que dijo Lenin
de la continuidad necesaria de la dirección: que sin u n a necesidad
com pletam ente urgente, jam ás se la debe rom per, E n el P artid o ruso
se conoce el valor de la vieja guardia. P ero en la In tern acio n al se h a #*
olvidado que tam bién las demás secciones poseen tradiciones comu­
n istas encarnadas en algunos elementos dirigentes.
L a hegem onía del P artid o ruso en la Internacional es una necesi­
dad histórica. Los otros partid o s tienen prim ero que in s ta u ra r en sus
respectivos países la d ictad u ra del proletariado.
E l centro de n u estros esfuerzos debe constituirlo el combate contra
el reform ism o, co n tra la oleada dem ocrático-pacifista que en estos
días vuelve a levantarse. Pero no podremos te rm in a r con e sta oleada
m ediante la sim ple agitación, sobre todo cuando y a rom pe sobre Ale­
m ania. Los am sterdam ienses h an ganado terren o este año, ni du­
darlo. E l problem a consiste en saber si los partidos em p lea ^ p a ra
combatirlos, los métodos precisos^ No me parece.

127
La Intern acional tiene miedo de v er que se form e en su seno, co­
mo en el P a rtid o ruso, u n a oposición y un grupo de derecha. No
existe ese fan tasm a. Nos hemos pronunciado claram ente co n tra la
oposición ru sa , ta n to en el caso ruso como en el alem án. Pero debo
p ro te s ta r co n tra lo que se h a dicho respecto del radekismo. Rádek
h a p restado grandes servicios al P artid o alem án en u n a época de las
m ás críticas. El P artido y la Internacional tienen aú n mucho que
apren d er de él.
No estoy convencido de que la línea de conducta actu al del P a rti­
do alem án de la Internacional Com unista sea huena; pienso que con­
duce al P artido a un escollo. A dvierto peligros, y os los prevengo.
Sin embargo, debo declarar, que como m ilitan tes disciplinados, nos
•someteremos absolutam ente a las decisiones de la Internacional Co­
m unista y perm anecerem os en los puestos en los que el E jecutivo nos
ubique,

k l e i n e . E n 1923 pudimos, por p rim era vez, profundizar los asuntos


esenciales y v er qué necesitábam os p a ra conquistar el poder: la bol­
chevización de los partidos, su vinculación orgánica con los millones
de obreros que v otan por nosotros y la continuación de la lucha por
la m ayoría del proletariado. B randler h a olvidado la g ra n reunión de
los funcionarios berlineses del P artid o Socialdem ócrata que se p ronun­
ció p o r la huelga gen eral; olvida a S ajonia, a T u rin g ia y a A lta Si­
lesia. L a conferencia de Chemnitz cambió rápidam ente de dirección,
porque nuestros m inistros dijeron du ran te horas y horas, en sus re s ­
pectivos discursos, que lo habían hecho todo por m ejo ra r la situación
y prom etieron continuar haciéndolo todo por m ejo ra rla aún m ás.
B ran d ler tr a tó entonces a los socialdem ócratas con suavidad; no h i­
zo n ad a por destacar con precisión la diferencia e n tre ellos y nos­
otros. L a situación era revolucionaria; los obreros pedían lucha.
H ay situaciones en las que un P a rtid o C om unista no puede decir:
"‘Retrocedamos porque somos dem asiado débiles”. Ni el proletariado ni
el P artid o han comprendido la re tira d a de octubre. N o e ra y a u n a
re tira d a ; e ra un pánico. Y ese pánico fu e la causa de la crisis.
E n lo fu tu ro pedimos que se e x tra ig a n todas las consecuencias. El
e rro r del fre n te único en A lem ania ha consistido en subestim ar el
papel del P artido. E l P a rtid o debe ir siem pre adelante de la m asa, y
conducirla.

128
?■ NOVENA SESION
li­

li en ía sala San Andrés del Kremlin,


P noche del 23 de junio de 1924

I
i?
|v

P residente; Kolarov.
O radores: Schuller, Riensi, Thaelm ann, K uusinen y B u jarin .

ACTIVIDAD DEL EJECUTIVO Y SITUACIÓN ECONÓMICA MUNDIAL


(c o n tin u a c ió n )

sch uller (In ternacional de los Jó v en es). Si alguien no hubiera reco­


nocido aú n que hay en el seno de la Internacional C om unista una
tendencia o p ortunista, y a se le h a b rá hecho claro como consecuencia
de los discursos de Rádek, B ran d ler, T halheim er y Sm eral.
R ádek hace 'depender la posibilidad ‘de u n a coalición con la social­
dem ocracia del hecho de que la socialdem ocracia perm anezca o no
vinculada a la burguesía. C am aradas, lo sabem os: la socialdem ocra­
cia perm anecerá h a sta el fin vinculada a la burguesía. ¡Y h a b ría de
considerársela como u n partido obrero con el que fu e ra posible una
alianza, un gobierno obrero común! Debemos to m ar aquí c la ra posi­
ción contra este revisionism o; de otro modo, puede convertirse en una
enferm edad devastadora.
L a declaración checa no dice con claridad s i confirm a o no con­
firm a las tesis de P ra g a . E stam os en co n tra de la concepción de
Rádek, no porque la situación h ay a cambiado, como piensa la dele­
gación checa, sino porque e s ta concepción y a e r a fa ls a en el Cuarto
Congreso y en P rag a .
Rádek y B ran d ler h an intentado, p o r así decir, asu sta r al Congreso.
Según ellos, querríam os liquidar la táctica del fre n te único. No que­
remos liquidar la táctica del fre n te único, sino ta n sólo las ideas de
Rádek acerca del fre n te único.

129
E stam os en vísperas de grandes combates, y por ello debemos pro­
testa]’ con la m ayor energía co n tra las profecías de d e rro ta s que
hemos oído en los diferentes discursos de los cam aradas Hádele, B ran d ­
ler y T halheim er. No tenemos nin g u n a razón de ser ta n pesim istas;
todavía tendrem os que su p erar dificultades, pero las afrontarem os con
valor y las superarem os.

r ie n z i ( I ta lia ) . L a m inoría d e l a delegación del P artid o Com unista


italian o ap rueba sin reservas el inform e de Zinóviev.
E s un inform e que no m arca en modo alguno “la liquidación ge­
n eral de la táctica del fre n te único” : las c a rtas del P residrám >al P a r­
tido Com unista alem án, la fórm ula proporcionada por T re iu t y el
discurso de R uth Fischer, que habla de las “m aniobras” útiles y con­
siguientem ente admisibles, lo dem uestran.
La fórm ula de gobierno obrero y campesino como sinónimo de dic­
ta d u ra del proletariado es útil, porque en la situación actual cons­
titu y e u n a reacción necesaria a las interpretaciones reform istas.
El juicio político que los obreros y los com unistas de A lem ania h a n
pronunciado al desplazar claram ente a la izquierda la dirección del
P artid o es justo, pero puede haber “in ju sticia s” personales.
Respecto del problem a ruso, todos los partidos com unistas tenían
el deber de to m ar posición, y la m ayoría del P artid o Com unista f r a n ­
cés ha tenido razón en no a-ceptar una posición de “neutralidad*\ Nos
solidarizam os con el Comité C entral del P artid o Com unista ruso. L a
intervención de T rostki y la oposición ha impedido desarrollar todas
las ‘consecuencias de la moción votada en diciembre.
E n Ita lia estam os por la fusión inm ediata cou los “terzinternacio-
n alista s” y por la continuación de la tá c tic a del fre n te único con el
P artid o Socialista italiano a fin de conq uistar a los obreros que lo
siguen.
L a situación ita lia n a p resen ta desde ahora serias perspectivas de
acción política; b asta que la unidad de dirección se realice sin equí­
vocos.
Con respecto a esta unidad somos favorables a toda concesión de
form a, pero las concesiones en el terreno de la disciplina ten d rían
-enojosas conseeuencías.
Una delegación de campesinos pobres de Ucrania envía un estan­
darte a la delegación alemana. Uno de sus miembros saluda en tér­
minos calurosos al Congreso y al proletariado alemán. S u discurso es
acogido con entusiasmo. E l Congreso canta L a Internacional. Thael-
vrann responde en nombre de lo, delegación alemana, y Kola-rov en
nombre del Congreso.

130
thaelm anN (A le m a n ia)„ E l problem a alem án es u n problem a in ter­
nacional, y la s diversas secciones deben sacar enseñanzas de él.
Con posterioridad al C uarto Congreso tenem os que re g is tra r dos
g ran d es d erro tas, que son de la m ayor im portancia p a r a ju zg ar aoer-
• ca de la posición de los p artid o s: La d erro ta b ú lg a ra y. la d erro ta de
octubre en A lem ania. E l P artido búlgaro no supo a tac ar en el mo­
m ento decisivo. E n octubre, el P artid o alem án dio, a decir verdad, la
señal del combate, pero 110 hizo nada por aceptarlo realm ente, cuando
la situación e ra objetivam ente revolucionaria. E l P artid o búlgaro
intentó al menos derrocar a] gobierno de Zankov u n a vez que el E je-
cutivo hubo atra íd o su atención sobre sus errores. El P a rtid o Comu-|
| n ista alem án, en la persona de su dirección, ni au n después de la I
1 d erro ta de octubre ha reconocido sus fa lta s, pp.ro ha construido euh
' | teo ría de la victo ria del fascism o sobre la República Alem ana. *
C am aradas, la d erro ta no es u n asento personal, sino un problem a
político. Consiste en sab e r si el P artido cumplió con su deber como
la situación lo exigía. Cuando B ran d ler procura llev ar al p rim er p la ­
no asuntos form ales y d ejar en silencio la s enseñanzas políticas, de­
bemos p ro testar. In te n ta o cultar el hecho de que ya en nuestro Con­
greso de Leipzig habíam os reconocido que la ocupación del R uhr en­
tr a ñ a r ía u n a exacerbación revolucionaria y que el P artid o se v ería
llam ado, al cabo de unos meses, a hacer la revolución p ro letaria.
E n 1923, cuando en el R u h r y A lta Silesia se m o straro n los prim e­
ros signos de u na ferm entación revolucionaria, las Federaciones de
izquierda exigieron que el Partido se encauzara h acia la revolución.
P ero B ran d ler nos dice en el Congreso de W asserk an te: “ Si no os de­
já is de p arlo te ar, se os expulsará del P a rtid o ”.
E n el movimiento de Cuno se pudo com probar que las m asas tenían
m ucha m ás in iciativa que lo que el Comité C entral había creído. E n
H am burgo, y -a despecho de la fu e rza de la socialdem ocracia, o rg a­
nizamos la huelga general, m ien tras que en S ajonia, h acia la que se
orien tab a toda 'la política del Comité C en tral, la hu elg a general fu e
rechazada. La dirección no ten ía el estado de ánimo ideológico y po­
lítico necesario. R ote Fafine, explicando poco tiem po an tes del movi­
miento de Cuno que el P artid o no ten ía el m enor interés en derrocar
al gobierno porque las m asas no querían luchar, produjo en la clase
o b rera la im presión de que el P artid o no se proponía seriam ente echar
ab ajo al gobierno.
B ran d ler ju z g a por el lado técnico, P ero todo jefe revolucionario
debe ten er en cuenta la voluntad de lucha de la clase obrera, La
comedia p arla m en taria de S ajonia quedó in au g u ra d a con el discurso
en que Zeigrier decía que el propósito de la en tra d a de los comunistas

131
en el gobierno e ra ev itar la g u e rra civil. Los m inistros com unistas
no co n trad ijeron esta opinión, ni en el P arlam ento, ni en el P artido.
De la m ism a m anera, los obreros no comprendieron, que B oettcher
declarase que él no era responsable ante el general MuIIer, sino
an te la m ayoría del P arlam ento.
Pasem os ahora a octubre. Cuando se le comunicó a B ran d ler que,
según las inform aciones tra su n ta d a s po*r los ferroviarios, a la Reichs-
•wehr se le hacía abandonar sus guarniciones p a ra enviarla a Sajonia,
era deber de todo el P artid o d irig ir un m anifiesto a los ferroviarios
p a ra que no dejaran p a s a r nin g ú n tre n de la Reichswehr, No fue así.
E l Comité C entral no comprendió nada del juego de la burguesía en
Sajonia y, de consuno con la socialdemocracia, embaucó al p ro leta­
riado-.
Cuando B randler afirm a aquí que el proletariado sajón estaba
persuadido de que la R eichsw ehr que invadía a. S ajonia ‘e ra enviada
contra B aviera, prueba con ello su incapacidad. L a invasión de la
Reichswehr h ab ría debido ser la señal del com bate en toda, la
línea.
B ran d ler explica que el pánico que se declaró después de la re ti­
ra d a quebró la fu e rza com bativa del P artid o C om unista alem án.
Es evidente que te n ía que generarse un pánico después que el P a r­
tido se h ab ía orientado durante un mes hacia la revolución y luego
se tocaba a re tira d a . Pese a esa crisis, recogimos 3.700.000 votos.
E s u na prueba de que habíam os paliado las to n terías de octubre
y de que habíam os vuelto a a g ru p a r al proletaríado en torno de
nosotros.
Los miembros del P artid o que d u ra n te el Congreso estaban en con­
tr a de n u estra táctica nos dan ahora su confianza. E l P artido se ha
consolidado. Tenemos ante nosotros grandes tareas. Si se aplica el
inform e de los expertos, sig n ificará el estran g u l am iento de la clase
obrera alem ana. E s m uy posible que la burguesía atraviese cierta
época de tregua, du ran te la cual se esfo rzará por introducir la
j o r n a d a de once a catorce horas. P ero así como en. Ita lia la posición
de M ussolini se h a visto conmovida por el atentado cometido contra
un ¡socialdemócrata, así tam bién es posible que en A lem ania se pro­
duzcan grandes crisis. Esperam os que el Congreso señale los medios
de llevar a cabo lo que en 1917 realizaron lo-s obreros y los cam pe­
sinos rusos: la victoria de la revolución, la fra te rn id a d de arm as
de los obreros y los cam pesinos alem anes y rusos, u n a m u ralla sólida
y blindada co n tra la burguesía m undial. Nos hemos fija d o la
siguiente ta re a : ¡la v icto ria de la revolución alem ana, la victoria
de la revolución m undial!

13?.
KUUSiNTcN (F in la n d ia ). Los miembros del Comité C entral y de las
direcciones regionales del P artid o O brero Revolucionario detenidos
en agosto de 1.923 h an sido condenados antes de ayer. Estos cama-
ra d a s se h ab ían pronunciado públicam ente por la adhesión a la
Internacional Com unista. Ochenta y nueve m ilitan tes se h an repartido
trescientos años de prisión.

E l Congreso adopta la siguiente moción:


"E l V Congreso M undial expresa la indignación de toda la In te r­
nacional Com unista contra la in au d ita condena clasista y el te rro r
de la burguesía finlandesa, A l mismo tiem po dirige, por sobre la
cabeza del gobierno finlandés, su saluda cálido y fra te rn o a los
m ilitantes revolucionarios que combaten por la liberación del prole­
tariad o finlandés. L a Internacional C om unista 'está firm em ente deci­
dida a sostener la lucha de clases revolucionaria de los obreros y los
campesinos pobres de F inlandia h a sta el d ía en que el gobierno
de los g u ard ia s blancos sea juzgado p o r la Revolución P ro le ta ria ”.

Se h a preguntado aquí si existe o no un problem a alem án.


b u ja r in .
Muy bien se puede responder sí y no. E l problem a •alemán, existe,
pues todas las secciones tienen sus problem as de organización, sus
problem as p e r resolver. E n otro sentido, no existe, pues la coyuntura
política y a no es tan. aguda como en octubre, y al parecer la crisis
del P artid o se h a resuelto.
A lgunos cam arad as han p reguntado: “ Si tenem os tendencias social-
dem ócratas, ¿por qué no se nos expulsa?’’. E s que hay que distinguir
entre los soeialdem ócratas y las tendencias social dem ócratas. E sta s
últim as pueden, en una situación crítica, volver se m uy peligrosas,
y nuestro deber es ahogarlas en la cuna.
Creo, no obstante, que somos ahora l-o b a stan te grandes como p ara
dejarnos de an d a r averiguando si alguno es de la derecha o de la
izquierda. Lo que necesitam os es d ar con u n a política ju sta. Según
los casos, h ay que orientarse, ya a la izquierda, ya a la derecha.
Las dos problem as principales que se nos p lan tean son los del
fre n te único y el gobierno obrero, en relación con la experiencia
sajona.
Rádek ha n arrad o que algunos cam aradas, a los que no menciona,
vacilaron en rep etid as oportunidades con respecto al problem a del
fre n te único. Yo e ra de ellos. Mi pnn to de v ista prim itivo era
erróneo. E xagerábam os los peligros sin v er suficientem ente las ven­
ta ja s. Lenin ten ía razón.
¿E s cierto, ahora, que hay en tre nosotros cam aradas que desean
el abandono de la táctica del fre n te único? Creo que estos cama-
ra d a s sólo existen en la im aginación de Rádek. Únicamente combatimos
cierta in terp retación de esta táctica.
Pasem os ahora a l gobierno obrero. Los gobiernos obreros pueden
ser de m uy diferente índole. H a sta u n gobierno obrero que realice la
v erd ad era dictadura del proletariado puede ten er form as m uy v a­
riad a s. C itaré como ejemplo la dictadura ru sa y la h ú n g ara. E stá
fu e ra de -duda que en H u n g ría había un gobierno obrero de dictadura,
y qu© tam bién en R usia teníam os igualm ente, cuando los s oci alistas-
revolucionarios de izquierda se sentaban con nosotros en el gobierno,
n n a dictadura proletaria. A hora bien, m ien tras que en H u n g ría la
situación favoreció a los socialdemócratas, en R u sia reforzam os
nuestra P artido y minamos, en cambio, las fuerzas de nuestros
“ aliados”.
Lo esencial en un gobierno obrero consiste en des a rro lla r la situ a ­
ción, no en re fre n a rla .
B ran d ler h a dicho: “ Queríam os g a n a r tiem po p a ra p re p a ra r” . Pero
esto sólo ten d ría sentido si se hubiera hecho algo en tretan to . Ahí
está toda la fa lta . Jam ás podremos olvidar los discursos que se
p ronunciaron en honor de “la constitución” ; jam ás podremos olvidar
que la indemnización de la fam ilia real de Sajonia en tró en el
orden del día. R ádek dice: “Eso depende de la coyuntura parlam en­
t a r ia ”. Pero si sois de la opinión de que la co y u n tu ra p arla m en taria
puede disculparlo todo, entonces no deberíais haber estado en 1914
en co n tra del voto de los créditos de g u erra.
^ N uestro Comité 'C entral alem án llevó en octubre una política!
quo h acía im posible el desarrollo de la revolución. No reprocham os 1
a nuestros cam aradas no haber procurado in s ta u ra r ía dictadura del 1
p ro letariad o ; les reprocham os no h aber hecho cuanto estaba a su I
^alcance p a ra p re p a ra rse p a ra la d ictad u ra del proletariado.
¿Se puede a firm a r que nuestros erro res se vinculan con los erro res
an terio res? No es de dudar que el problem a de la utilización del
E stado dem ocrático burgués se halla, ta l como lo h a form ulado
B ran d ler en Konde, en conexión con esos errores.
No es de d u d ar que la perturbación in tern a del P artido h a desem­
peñado un papel en la derrota de octubre. L a principal condición
necesaria p a ra que el 'Comité C entral del P artido pueda d irigir
la lucha consiste en gozar de suficiente autoridad. No era el caso en
octubre.
Dos p alab ras m ás acerca de la situación general de la Internacional
Comunista. L a crisis que surgió en el curso del año pasado ue es

134
un fenómeno accidental. H ay u n a conexión e n tre la -crisis ru s a y la
crisis alemana., la búlgara, la fran cesa, etcétera. L as causas de e stas
crisis h an sido de dos tipos. E l contacto cGn las capas pequjeño-
b urguesas tuvo p o r consecuencia ciertas tendencias pequeñoburg’uesas
en el seno de nuestros partidos. P or o tra p arte , n u estra s d erro tas de
B u lg aria, A lem ania, etcétera, no dejaron de ten er sú repercusión.
E ste período de crisis será superado. E n la lucha co n tra las des­
viaciones se form an los verdaderos p artid o s bolcheviques.

135
DECIMA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin,


24 de junio de 1924

P residente: Thaelmaim.
O radores: L arkin, K rajew aki, Kolarov, Lenski, N e u rath y Pepper.

ACTIVIDAD DEL EJECUTIVO Y SITUACIÓN ECONÓMICA MUNDIAL


( c o n t in u a c ió n )

JIM l a r r iN (In g la te rra ). L a afirm ación del ca m a rad a Petrow ski


puede o rig in ar alg u n as desinteligencias. E s cierto que d u ra n te los
cinco últim os meses se h a puesto de m anifiesto un descontento" notable
en tre las m asas del L abour P arty. Mac Donald ju eg a u n juego audaz
y hábil al p o p u larizar consignas como la asistencia de los desocupa­
dos, la construcción de casas, etcétera. Algunos hechos parecen indicar
que por tales medios h a b rá de obtener un aum ento en la m ayoría
en las próxim as elecciones.
H ay m ás de 5.000.000 de trad eu n io n istas afiliados al L abour P a rty .
L a dirección de estas m asas se h a lla en m anos de funcionarios que
le han inculcado a l P artido el pacifism o y demás doctrinas democrá­
ticas burguesas. El P artid o ¡sigue siendo, no obstante, u n partido
de m asas proletarias. N u e stra ta re a es penetrarlo h asta lo m ás
hondo. E n todo el país, en todas las federaciones locales y en los
consejos de los sindicatos, n u estra s fracciones se a ta re a n dentro del
L abour P a rty , R enunciar a ello se ría reducirnos a una sexta, lo cual
está en to ta l oposición con el verdadero e sp íritu del leninismo. Y no
se t r a t a de u n a m era opinión, y a de la m inoría, y a de la m ayoría,
sino del punto de v ista unánim e de la delegación inglesa, del Ejecutivo
y del Congreso del P artido.

krajew s Ki (P olonia). U n partido revolucionario no debe avergon­


zarse de confesar sus fa lta s. L a p a rte del Comité C entral que m ilita

136
en Polonia h a adoptado u n a resolución en la que reconoce que su
c a rta de diciembre e ra u n e rro r político. E n esa c a rta respondíam os
claram ente, como bolcheviques, a u n a p re g u n ta políticam ente aguda.
H a b ría sido p referible ca lla rse an tes que hacer observaciones de
orden general. Hace y a mucho que vemos p ro p ag arse en. el seno del
P artid o polaco las tendencias oportunistas y que tra ta m o s de comba­
tirla s . Pero los m ilitantes que prevalecen en el Comité C entral no
vieron que hab ía u n a estrecha conexión e n tre estos problem as y los
de R usia y Alem ania.
Se h a dicho aquí que el P a rtid a polaco te n ía excelentes miembros
bolcheviques, pero no dirección bolchevique. E ste a se rto está lejos de
ser exacto.
E n lo que atañ e a n u e stra actitud respecto del campesinado, en el
c u r s o de n uestro Segundo Congreso le dedicamos u n a g ra n atención.
Tam bién en el problem a nacional obtuvimos grandes progresos con
esta consigna: ni autonom ía ni referéndum , pues las m asas de las
regiones ocupadas y a se han pronunciado por la Unión de las Repú­
blicas Soviéticas.
Dos p a la b ra s con respecto a las acciones de m asas. Se nos h s
acusado de no to m ar p a rte en 'la insurrección de Cracovia. E s ta
insurrección no fu e m ás que un breve episodio de larg o s combates»
E n A lem ania se ag u a rd ab a la revolución, y estim am os de n u estra
deber f ija r lo principal de n u e stra atención en los campos estratégicos
do A lta Silesia, Dombrowo, V arsovia y Lodz. N adie en Polonia creí©
en la posibilidad de u n a insurrección en ■Cracovia,
Con respecto al fren te único, hemos cometido las m ism as fa lta s
que los demás partidos. Tam bién nosotros cometimos desviaciones de
derecha, pero las hemos combatido. E s tá claro,, no obstante, que
no se puede te rm in a r con tales erro res m ien tras no se vea que son la
consecuencia de n n a aplicación oportunista de la táctica del fren te
único a lo larg o de todo el período exam inado. No h ay que perder
de vista que el propósito del fre n te única es la unidad por abajo.

kolarov (B u lg a ria ). R ádek h a declarado que la d erro ta de nuestro


P artid o e ra decisiva. P ues bien, ni la d erro ta de junio n i la de
setiem bre h an sido decisivas. E l P artid o C om unista búlgaro vive
aú n y se p re p a ra p a ra nuevas luchas. R ádek h a dado como explicación
de nuestro revés las condiciones internacionales desfavorables para
una acción revolucionaria en un país pequeño como B ulgaria, Decla­
ram os que nuestro P artido no necesita que se lo ju stifiq u e; ha
cometido f a lta s . y las h a reconocido, pero éstas no son las que enu­
m era Rádek. L a situación internacional no h a desempeñado papel

137
alguno en la actitud adaptada por el Comité ¡Central del P artid o
Com unista búlgaro fren te al golpe de Estado -de junio últim o. A rg u ­
m entos de c a rác te r y tá c tic a internos determ inaron su actitud.
R ádek h a visto la causa principal de la d erro ta en la poca atención
que nuestro P artido parece haber prestado a la propaganda e n tre
los campesinos. Es com pletam ente falso. Pocos partidos hay en la
In ternacional Com unista que h ay an trab ajad o tan to con los campe*
sinos pobres.
L a fa lta principal residió en la actitud de nuestro P artid o fren te
a la organización política de los campesinos, fren te al gobierno
campesino.
T ra s la g ran victoria obtenida por el gobierno cam pesino en las
elecciones de 1923, nadie c re ía en la posibilidad del golpe de E stado.
Además, el P artido se dejó im presionar por la cam paña antiobrexa
y anticom unista del gobierno campesino. E n el m om ento del golpe de
E stado las cárceles estaban repletas de com unistas.
P or lo que compete al fre n te único', una de las fa lta s com etidas
por nuestro P artido consiste en la inaplicación de la tá c tic a en toda
su am plitud. No e ra posible hacer la coalición con la U nión Cam­
pesina m ien tras ésta se h a lla ra en el poder. Pero -después del revés
de junio las cosas cam biaron, y nuestro P artid o adoptó el fren te
único tan to p or a rrib a como por abajo y dio comienzo a u n a acción
que se desarrolló favorablem ente en este sentido. L a consigna de
g-obierno obrero y campesino se trasform ó, con posterioridad a los
acontecim ientos de junio y setiembre, en una consigna de lucha
revolu ci onari>a.
No es exacto decir que las condiciones exteriores no perm iten un
m ovimiento revolucionario. Nosotros, representantes de los países
balcánicos, consideram os que la situación sigue siendo revolucionaria,
sigue g rá v id a de consecuencias que pueden e sta lla r en cualquier
momento. P o r ello aprobam os com pletam ente la línea del Comité
Ejecutivo, que organiza y conduce la lucha revolucionaria en todos
los países.

len sk i (polaco de F ra n c ia ), Lo principal del discurso de Zinóviev


•ha consistido en echar luz sobre dos asu n to s: el del fren te único
y el del gobierno obrera y campesino. L a fórm ula elegida perm ite
consolidar los partidos com unistas revolucionarios con m iras a poste­
rio re s luchas.
No quiero decir n ad a acerca de la s elecciones alem anas. Pero el
resultado de las elecciones fran cesas h a sido, pese a las dudas form u­
lad as por Rádek, brillantísim o, ta n to desde el punto de v ista cuan-

138
tita tiv o como desde el punto de v ista cualitativo. P o r p rim era vez
en la h isto ria del movimiento obrero revohicicmaria, el P artid o Co­
m unista fran cés h a ganado m ás de un m illón de votos, luchando contra
las ilusiones dem ocráticas.
L a situación en el P artido polaco es mucho menos feliz.
L a responsabilidad de las fa lta s com etidas 110 debe recaer sobre
las organizaciones. E l único responsable es el Comité C entral. Las
fa lta s en los asuntos principales, los del fre n te único y el gobierno
obrero y campesino, se han rep ara d o h a s ta ahora. Como se lo ve
según su resolución, el Comité C entral quiere obtener un bloque
revolucionario de los obreros y los cam pesinos por medio de com bina­
ciones p arla m en tarias y h a sta poniéndose de acuerdo con los partidos
socialtraidores, que son aun m ás pérfidos y aun m ás oportunistas
que la izquierda socialdemócr a ta de A lem ania.
Los m ilitantes del Com ité C entral polaco reconocen aquí su erro r
anterio r respecto del problem a ruso y del problem a alem án. La des­
g ra c ia es que, si de .palabra han cambiado, de heclio continúan oscilando
en tre la izquierda y la derecha, e n tre el 'Comité C entral y la oposición.
Zinóviev se equivoca en decir que los e rro re s del P artid o polaco
m erecen un a pequeña “corrección”. N o; se los debe co rreg ir radical­
mente, E s pr&ciso fo rm a r en el P artid o C om unista polaco un núcleo
bolchevique de dirección revolucionaria, si queremos que esté a la
a ltu ra de los combates que lo ag u ard an .

NEURATEE ( Checoslovaquia). L a delegación checoslovaca reconoce en


su declaración la u tilid ad y, en varios puntos, la exactitud de la
crítica form ulada por Zinóviev,
Algunos m ilitantes, Sin eral en tre ellos, planteaban de la siguiente
m anera el problem a: atravesam os un período de consolidación del
capitalism o, un período que d u ra rá b a sta n te ; nuestro, deber es com­
b a tir por las reivindicaciones cotidianas, por la construcción orgánica
del P artid o y el parlam entarism o com unista.
E n realidad., en tram os *en un período de lucha de clases exacerbada.
L a burguesía .alemana continuará su ofensiva, y se rá necesario que
la clase o b rera h a g a cuanto pueda por e v ita r esos ataques. Luego
será el turno del capital de los demás países, el de Checoslovaquia en
p artic u la r. N u estras secciones deben, sobre todo en los principales
países capitalistas, p re p ara rse p a ra duros combates. E l P artid o
alem án y a e stá pronto. E n cuanto al P artid o checo, no podemos decir
otro tanto,
R eferente al gobierno obrero y campesino, no hay que du d ar de
que, a la p rim era agravación de la situación, M asaryk, Remas y los

139
demás fo rm a rá n bloque con los fascista s co n tra los com unistas.
Se puede d a r una situación en la que el P artid o checo te n g a que
sopesar seriam ente la eventualidad de un gobierno obrero y cam­
pesino. Los miembros del P a rtid a checo siem pre c e rra rá n filas en
torno de la Intéruacional Com unista y del P a rtid o Com unista ruso,

PEPPER (E stad os XJnidos). Temo que nuestro Congreso sea demasiado


alem án o al menos demasiado europeo-central y muy poco m undial.
E s cierto que el problem a alem án ha sido el problem a esencial y
v ital de la Internacional. Pero la Internacional tiene que resolver
otros problemas. L a d e rro ta de octubre y el acceso al poder de
M ac Donald han trasladado el centro de gravedad a In g la te rra ,
N uestro objetivo inm ediato es ahora la form ación de u n g ra n P artido
Comunista, inglés.
E n los E stados Unidos, en Canadá, en Á frica del sur,, en A u stralia,
etcétera, el fren te único se llevará a cabo de u n a m an era comple­
tam ente diferente que en el continente, donde se lo h a realizado sin
vinculación orgánica. La táctica del fre n te único se h a visto im pul­
sada ta n lejos, que los miembros del P a rtid o C om unista son a la vez
miembros de otros partidos, como el Labour P arty. N aturalm ente,
no debemos perder de vista que los partidos laboristas no son partidos
políticos sem ejantes a los partidos continentales. No son m ás que
un bloque de partid o s políticos, sindicatos y o tra s organizaciones
obreras. No se hallan constituidos por adhesión individual, sino por
afiliación de organizaciones íntegras.
Los partidos- laboristas son el resultado de condiciones históricas de­
term inadas. Se crearo n en los países donde la aristocracia obrera
se desarrolló y fortaleció ta n tem prano, que ahora u n ancho foso la
sep ara de las m asas p ro letarias. E n esos países, donde los intereses
comunes del proletariado no h an aparecido aún con claridad, no
podía haber partidos de m asas. P o r eso los sindicatos fu ero n los
prim eros en desarrollarse, y luego echaron los cimientos del partido
político obrero, co n trariam en te al continente, donde la socialdemo-
cracia prim ero se desarrolló y en seguida fundó los sindicatos»
Tampoco debemos perder de v ista el papel de los pequeños partidos.
Vemos ju n to a los sindicatos pequeñas sectas disciplinadas y basadas
en la adhesión individual que p en e tran en las organizaciones de m asa
y facilitan la. form ación de los grandes p artidos políticos. E n In g la ­
te r r a este papel lo h a desempeñado el Independent Labour P a rty ;
en los E stados Unidos, nuestro W orkers P a rty . R esulta significativo
que el Independent L abour P a rty , con sus 50.000 miembros, esté
a la cabeza de los cuatro o cinco millones de miem bros con que

140
■cuenta el L abour P a rty , y que n uestro pequeño W orkers P a rt y haya
logrado dom inar u n congreso en el que se h allab an representados
600.000 obreros y granjeros.
E n los E stados Unidos, tenem os, en lug-ar de u n Labour P a rty ,
Un Labour and F a rm e r P arty , que organiza a la vez a los obreros
y los campesinos pobres.
Además, el movimiento se. vincula al de la pequeña burguesía y
h a sta a los campesinos ricos, de quienes le cuesta separarse.
¿C uál debe ser ahora n u e s tra táctica respecto del Labour P a rty ?
Hubo un tiempo en que nuestros partid o s no querían a d h e rir al
L abour P a rty . A hora quieren e n tra r en él a cualquier precio, aun
a costas de n u e stra independencia política y h a s ta a expensas de
n u estra libertad de crítica. N i u n a ni o tra ac titu d son com unistas.
M urphy se equivoca cuando dice que al salir del L abour P a rty
inglés saldríam os del movimiento obrero. C ada com unista puede,
:gracias a su sindicato, se g u ir siendo miembro del L abour P a rty .
P-ero el P artid o Com unista no debe en modo alguno, en ¡su condición
de partido, perm anecer en el L abour P a rty . (ApZa/usos.) Las con­
diciones históricas deben dictar n u e stra actitud. Hoy estoy en fav o r
-de la adhesión del P artid o Com unista inglés al Labour P a rty ,
m añana puedo esta r en contra. Todavía debemos perm anecer en el
L abour P a rty , pues éste goza aún de la confianza de sus m iem bros.
P rim ero, las m asas obreras ven que -el L abour P a rty sólo en a p a­
riencia h a conquistado el poder. Segundo* todavía no hem os sabido
p ro p ag ar en In g la te rra la idea de la revolución p ro leta ria. Desde
el punto de v ista de la organización, el P artid o Com unista debe
e sta r en el seno del Labour Party; desde el punto de v ista ideológico,
debe perm anecer fu e ra de él.

141
UNDECIMA SESION

en la sala San Andrés de) Kremlin,


noche de[ 24 ae junio de 1924

P resid en te: Thaelznann.


O radores: Dunne, Chasseigne y C lara Zetkin.

ACTIVIDAD DEL EJECUTIVO Y SITUACIÓN ECONÓMICA M U N D IA L


( c o n t in u a c ió n )

dunne (E stad o s U nidos). N unca hubo un g ra n partido revoluciona­


rio en los E stados Unidos, y todas las te n ta tiv a s por crearlo fr a c a ­
saron. N uestro pequeño partido nunca se h a visto en la necesidad,
como los p artid o s europeos, de a rra n c a r a las m asas de la influencia
de loa caudillos socialdem ócratas, Al m argen de él, no hay p artido
revolucionario.
H a sta ahora, la clase obrera n orteam ericana h a estado demasiado
bien pagada, alim entada y vestida p a ra ten er una m entalidad
revolucionaria.
N u estras trade-unions, que com prenden cu atro millones de tra b a ja ­
dores, son las m ás reaccionarias del inundo. Defienden el capitalism o
y el imperialism o. L a ta re a principal de nuestro p artid o consiste en
o rganizar y d irigir a nuestros veinte millones de proletarios indus­
triales. U na lucha a m uerte se h a entablado en tre los com unistas y
todas las fracciones de la burguesía. Los diez o doce millones de
negros, la ra za m ás explotada de E stados Unidos, dirigidos por
personas cuya función consistía en m antenerlos al servicio esclavi­
zado de la burguesía, lian sido arro jad o s a la in d u stria p a ra
hacerles a los obreros blancos u n a com petencia aun m ás difícil debido
a la afluencia de dos millones de gran jero s, echados de sus tie rra s
por la b ancarrota. E n e sta lu-eha nuestro partido se convertirá en
un p artid o de m asas. L a experiencia de los dos años pasados le h a
proporcionado el saber y la habilidad necesarios.

142
CBASS e i g n e (Ju v en tu d F ra n c e s a ). Tengo q u e destacar el completo
acuerdo que existe e n tre nosotros y el inform e Zinóviev.
E n F ra n c ia tenemos u n a situación que, si no es inm ediatam ente
revolucionaría, no se parece, pese a todo, a la que R ádek parecía
señalar. Con la adopción del p la n de los expertos, el bloque de las
izquierdas llev ará fa ta lm e n te a grandes desilusiones. Respecto de esta
eventualidad, como respecto de una contraofensiva posible del g ran
capitalism o, estemos preparados. E s necesario que seamos un partido
de m asa, y p a r a ello el P artid o fran cé s debe co n tar con un fu erte
núcleo bolchevique.
L a izquierda de] P artido, francés acepta integram ente todos los
puntos de v ista de la Internacional, y estam os dispuestos a tra b a ja r
en pleno acuerdo con ella. P o r lo dem ás no obstante lo qu«e ha
dicho Hádele, nuestro P artid o ya h a dado m uchas pru eb as de v ita­
lidad. U n alto núm ero de obreros socialistas afluyen a sus fila s como
consecuencia de, la te n ta tiv a de fre n te único llevada a cabo por el
Bloque Obrero y -Campesino en el curso de la cam paña electoral,
E n el momento de la ocupación del R uhr em prendim os dentro del
ejército de ocupación u n a agitación que desembocó en. innum erables
casos de fra te rn id a d en tre soldados franceses y obreros alem a­
nes.
E n este Congreso, donde se h a m anifestado u n a ta n fu e rte te n ­
dencia de derecha., no re su lta ag rad ab le ten er que com batir errores
de extrem a izquierda, pero tal es, no obstante, el caso de Italia.
H ay qu« com batir los errores de B ordiga, ta n to como el revisionismo
de Graziadei y Bombacci.
L a reorganización de los partidos sobre la base de las células se
debe efectu ar en el curso del p resen te año, porque únicam ente esta
reform a conducirá a su proletarizac.ión y le p e rm itirá rep resen tar,
llegado el momento, su papel rector.
El C uarto Congreso y la Internacional de los Jóvenes hab ían im ­
p artid o las directivas p a ra el tra b a jo en los ejército s: se h an aplicado
en m uy pocos partidos. E s preciso h acer p e n e tra r las ideas com unistas
en el ejercito sosteniendo las reivindicaciones p a rtic u la re s de los
soldados.

c l a r a z e t k i n . Se h a afirm ado que la d erro ta de octubre había s id o


el resultado de u n a política pequeñoburguesa y oportunista prose­
gu id a por el P artid o desde 1921. Se h a hablado aquí de brandlerism o
y de radekism o. P ero h a s ta la d erro ta de octubre el Comité C entral
estuvo aprobado por el Ejecutivo. A sí pues, sí el P artid o es culpable,
el E jecutivo lo es ta n to como él.

143
Se h a afirm ado que B randler había elegido intencionalmentfe &
S ajonia p a ra -llevar a cabo allí su política reform ista de fren te único,
porque en ese país las m asas com unistas y a e ra n oportunistas.
B ran d ler h a sobrestim ado la im portancia de S ajonia, no porque h ay a
creído que las m asas com unistas estaban allí im pregnadas de esp íritu
socialdem ócrata, sino, al contrario, porque pensó, erróneam ente, que
las m asas social dem ócratas y a habían, ■sido gan ad as por n u e stra
influencia y estaban dispuestas a lu ch ar ju n to a nosotros.
E l 9 de noviembre, los fascista s se prep arab an p a ra proclam ar la
m o n arq u ía; la agresión de los fascistas en el S ur fue detenida por
Sajonia y T uringia.
Yo veo las cau sas de la d erro ta de octubre en u n a serie de hechos
que requieren una severa -crítica de la actitud a n terio r del P artido.
L a ocupación del R u h r to rn a b a revolucionaria la situación. E l P artid o
h ab ría debido d irig ir las fuerzas revolucionarias que surgían y con­
ducirlas a la lucha, por la conquista del poder. Pero no supo com prender
a tiempo la situación. H a b ría sido necesario ac tu a r en el Parlam ento,
on los concejos m unicipales, en las reuniones, en la s m anifestaciones,
en los consejos de fábricas. H a b ría sid-o necesario a sig n a r a los con­
sejos de fáb ricas un papel políti-co y hacer de ellos, como años atrás, el
punto de apoyo .de u n a acción m asiva.
Cuando la dirección advirtió su erro r, se puso febrilm ente - a orga­
nizar el arm am ento del P artido. Poro el arm am ento debe ir a la p a r
con la conciencia de Ja necesidad de la lucha arm ada. Los factores
m orales deben reem plazar la insuficiencia de arm as. E n la lucha
sen tirá el p ro letariado la necesidad de arm arse m ejor p a ra vencer al
adversario. E l P artid o hizo m uy poco p a ra explicar esto a las m asas.
Su política y su acción no se vinculaban a la s m asas. P o r eso- el go­
bierno obrero de S ajonia fue u n form idable erro r. E l gobierno obrero
sólo podía ten er sentido si hubiera sido la coronación de un movimiento
de m asa, apoyado en los órganos -del p roletariado al m argen del
P arlam ento, es decir, en los consejos de fábricas, en los congresos
del proletariado, en las fuerzas arm adas de la clase obrera. Se pensó,
por el co ntrario, que el gobierno obrero sería el punto de p a rtid a
de un movimiento de m asas y del arm am ento del proletariado. Así se
cometieron diferentes fa lta s en la aplicación de la tá ctica del fren te
único. El resultado fu e : ni hombres, 'ni arm as. Aquí se ba afirm ado
que la re tira d a ordenada por el P artid o no correspondía a la voluntad
revolucionaria de las m asas y del P artido. No es justo. L as m asas no
estaban p rep aradas. E l P artido no supo u tiliz a r su estado de ánimo re­
volucionario. H a sta -la. insurrección de Ilam b u rg o prueba esto que digo.
Toda mi adm iración por los centenares de héroes que com batieron en
H am burgo no im pide com probar que ni los -demás m iem bros del Partido^
ni el resto del proletariado de Hamburgro afirm aro n su solidaridad.
Y, no obstante, había 14.000 com unistas e n H am burgo.

thaelm ann. No tenían arm as.

CLAKA z e t k i n . Lo sé, ca m a rad a Thaelm ann, pero carecían. d e resolu­


ción p a ra apoderarse de ellas.
H abéis dicho, cam aradas, que hubo fraca so porque el P artid o había
dado la orden de re tira rse . Estim o que eso es inexacto. Los aconteci­
mientos de 1918 en A lem ania m ostraron que la voluntad iTevolucionaria,
sin 'tener necesidad de consignas de la m ayoría del P artido, por en­
tonces en el poder, se lanza adelante, aún co n tra la voluntad del P artido.
Si tom am os en consideración la situación de octubre de 1923, debemos
decirnos que B randler, al no aceptar el combate, no sólo actuó como
inevitablem ente había que actu ar, sino que adem ás prestó u n g ra n
servicio al P artido, E n el caso contrario, en efecto, el P artid o se
h ab ría hecho añicos, y la flo r y n a ta del proletariado de S ajonia y Tu-
rin g ia h ab ría perecido.
E n mi opinión, el P artid o no h a salido aún de u n a penosa crisis de
crecim iento y todavía no es apto p a ra la lucha. E n apoyo de lo que
digo cita ré sólo unos hechos. El prim ero de mayo, que h a b ría debido
ser m ás que nunca una jo rn ad a de m anifestación co n tra la reacción,
fracasó lastim osam ente en B erlín y en el resto de Alem ania, salvo r a r a s
excepciones. Hecho característico, el Comité C e n tra l h a b ía discutido
larg am en te para saber si había que hacer frente único o dejar que
los diversos sectores organizaran la jo rn a d a de acnerdo con las circuns­
tan cias, La agresión de la policía berlinesa co n tra la m isión comexcial
ru s a ex ig ía u na vigorosa cam paña de pro testa. Se debería haber
invitado a las m asas a u n a violenta lucha co n tra el im perialism o f r a n ­
cés y el im perialism o m undial, y tam bién c o n tra la burg u esía ale­
m ana, dispuesta a vender a Alem ania. Se h ab ría debido exponer y u ti­
lizar el problem a nacional desde nuestro punto de v ista revolucionario
de la conquista del poder. H abía que in te re sa r a la pequeña y la m edia­
n a burguesía. Pero el P artid o se contentó con reuniones y m anifes­
taciones. L as eleccíoníss revelaron .un crecim iento muy feliz del P artido
Com unista, y, no obstante, los seis m illones de s u fra g io s obtenidos
por la socialdem ocracia y los- votos p u ram en te proletarios que logró
el fascism o son u n a som bra m uy seria. L a dem ostración de n u estra
fracción del R eiehstag’, el día de la a p e rtu ra del P arlam ento, me place
sobrem anera, pero carece de vinculación con las m asas. L as m a­
nifestaciones de m asas fa lta ro n , pese a que deberían h ab er sido de
peso. E n la circunscripción de H alle-M erseburgo obtuvimos 186.000

145
.sufragios; los socialdem ócratas, 110.000. ¿Dónde estaban, pues, nues­
tro s electores d u ra n te la m anifestación, y qué se decía del fren te
único por abajo?
E stos últim os meses, las huelgas h a n prolif erado como nunca. ¿E n
dónde h a estado el P artid o a la cabeza del movimiento? Sólo en A lta
Silesia. Como consecuencia de la pasividad o, p o r lo menos, de la in-
-suficiente actividad del P a rtído, las masas han vuelto a caer bajo la
conducción de A m sterdam . Hemos podido advertirlo después -de las
elecciones de los consejos de em presas y delegados sindicales. Hemos
sufrido im portantes pérdidas fre n te a una consolidación de la social-
democracia.
Todos estos hechos m e perm iten a firm a r que el P artido no h a adqui­
rido aún la solidez, el poder y la actividad capaces de perm itirle
re u n ir las m asas p a ra la acción.
Acaso no se haga e sp e ra r u n a agravación de la situación m undial.
E n A lem ania la crisis puede verse precip itad a por la decisión de los
expertos. M ás qnie nunca debemos m ovilizar todos nuestros esfuerzos
para ganarnos las m asas y llev arlas al combate. El P artido h a comen­
zado a p re p a ra rse p a ra el com bate de m añana, poniéndose de acuerdo
con los partid o s com unistas de los países vecinos. Perfecto. Sin em bar­
go, la movilización internacional no debe llevarnos a olvidar que cada
p ro letario debe com batir y vencer a su im perialism o en su propio
territo rio . E n seguida, el proletariado debe procurarse aliados. ¿Qué
ocurre con los problem as representados por la cuestión nacional, el
campesinado y la pequeña burguesía? ¿Dónde están los- principios
concretos y prácticos de ¡nuestra política? N i el inform e de Zinóviev
ni los debates h an establecido todavía con nitidez la táctica que hay
que seguir p a r a realizar el fren te único. Zinóviev h a comentado las
decisiones del C uarto Congreso como u n exeg-eta de la B iblia o de los
Evangelios. Yo soy del parecer de L-utero: “Dejemos tranquilo al V er­
bo”. Las resoluciones del C uarto Congreso deben prescindir de expli­
caciones e interpretaciones. Si no son y a suficientes, se la s debe
cam biar. Si controvertim os p a ra sab er qué h a redactado Zinóviev solo
;y qué h a redactado con Rádek, y de qué m anera com prender ta l o
cual pasaje, h a b rá que reconocerles a otros cam aradas el derecho de
in te rp re ta r tam bién a su m an era las decisiones.
E l fren te único tiene dos consecuencias. P rim eram ente, cada P a r­
tido Com unista, disciplinado, centralizado, debe intervenir a c a ra des­
cu b ierta y no hacer depender jam ás sus actos de la m an era de v er de
los dem ás; debe in terv en ir como gmía revolucionario de las m asas. E n
seguida, siem pre debe e s ta r en contacto con las m asas y estrechar
éste luchando p o r sus reivindicaciones cotidianas.

146
Respecto del gobierno obrero y campesino, no puedo aceptar la.
declaración de Zinóviev, de que es un seudónimo, u n sinónimo o Dios
sabe qué otro ónimo de la d ictad u ra del proletariado. E sto era quizá
ju sto paira Rusia. Pero no ocurre lo mismo en el caso de los países
en los que el capitalism o se en cu en tra vigorosam ente desarrollado.
A hí el gobierno obrero y campesino ■©& la expresión política de u n a
situación en la que la b u rguesía y a no puede m antenerse en el poder,,
m ien tras que el proletariado no se en cuentra todavía en condiciones,
do im p la n ta r su d ictadura. Los obreros esperan de ese gobierno una
política obrera y revolucionaria que re su lta imposible sin u n a in te r­
vención d ictato rial en la economía ca p ita lista y en la propiedad p riv a ­
da. De modo, pues, que e stá claro que un gobierno obrero nunca podría
apoyarse en -la fuerza de u n P arlam ento. Debe apoyarse en los órganos
del poder revolución ario de los obreros al m argen del P a rla m e n to ; el
Congreso de los Soviets y el proletariado en arm as. E l período de loa
gobiernos obreros revolucionarios, en el verdadero sentido de la p alabra,
no puede ser de la rg a duración. E l gobierno obrero no es u n a etapa
obligatoria hacia la dictadura.
No creo que la ola dem ocrática y pacifista, cuya im portancia ha
sido tan re salta d a p o r los oportunistas, sea de la rg a duración ni de
g-ran fuerza. Soy, pues, de la opinión de que cad a destello de poder
real que pueda conquistar el proletariado debe ser empleado h a sta el
fin. L a bu rg u esía se h a lla desquiciada. Y a no se atiene a sus métodos,,
legales o ilegales; re cu rre a los oportunistas y a los reform istas para,
em baucar a los obreros. Los partidos com unistas deben tra z a r entre
ellos y los refo rm istas u n a clara línea dem arcatoria. L as circ u n sta n ­
cias actuales exigen la to ta l independencia de los partidos comunistas,
en su condición de guías revolucionarios de la clase p ro letaria. E s un
problem as de prim erísim o orden,
H ay, p o r o tra p arte, un peligro de izquierda. L a idea de que el P a rti­
do a solas, sin la s m asas, es capaz de em prender acciones revoluciona­
ria s decisivas conduce al putschismo. He oído decir, por ejemplo, que
el P artid o Com unista alem án h ab ría debido lu ch ar en octubre por el
poder, aú n cuando pese a todo las m asas hu b ieran perm anecido p a­
sivas. Eso h a b ría sido u n a reiteración de la acción de m arzo. Si
queremos en co n trar la posición buena, ta n to respecto de los demás
p artidos obreros como respecto de las m asas, debemos asim ilar las en­
señanzas de la revolución ru s a y del P artido C om unista ruso sobre la
■disciplina, la centralización, la organización y la táctica entre las m a­
sas. N u estro P artid o debe ser el cerebro, el centro organizador. L as m a­
sas y el p artid o son los factores activos de la revolución. Desde
este punto de v ista, ta n to como desde todo?, los demás, los partidos

14T
com unistas no deben d e ja r de bolchevizarse. E s necesario que cada
m ilitan te esté imbuido de e sta id ea: “ Si m i labor, si m i voluntad, no
es m ás que u n a ínfim a gota, acaso es precisam ente la gota d estinada
a hacer que desborde la copa revolucionaria”. Si llegamos a tra b a ja r
de e sta m an era, si logram os com batir así, la ola co n tin u ará su as­
censo, la voluntad de las m asas se u n irá bajo la conducción del P artido
Com unista con m iras al asalto, y con un poderío irresistible la m area
revolucionaría se p re cip ita rá y se p u lta rá a la sociedad burguesa.

148
DUODECIMA SESION

en ¡a sala San Andrés del Kremlin,


25 de junio de 1924

P resid en te: S tew art.


O rad o res: W ijnkoo’p , Hoeglund, K uusinen, Dengel, Alonzo, F reim uth,
H ansen y Mac M anus,

ACTIVIDAD DEL EJECUTIVO Y SITU A C IÓ N ECONÓM ICA M U N D IA L


(c o n tin u a c ió n )

w ijn k o o p (H o lan da). L a discusión a le m a n a pesa como una p e s a d illa


3 obre este (Congreso. P a ra que la revolución pueda lle g a r es necesario
no s ó lo que el P artid o 'Comunista esté p rep arad o p a r a ella, sino ade­
m ás que h a y a u n a situación objetiva favorable. L a delegación, alem ana
debe convenir en que h ay en E u ro p a u n a especie de estabilización.
Ülsto no significa, natu ralm en te, que renunciem os a 'la revolución.
L a revolución llegará, y nosotros debemos p re p a ra r a nuestro P artid o
p a ra ella.
Los acontecim ientos alem anes no constituyen m ás que un episodio.
Debemos lan za r n uestro ariete revolucionario contra el m ayor factor
del capitalism o m undial: «1 im perio británico. Debemos preocuparnos
m ás por el problem a colonial.
A lgunas p alab ras acerca del movimiento holandés. E s cierto, como
dice Zinóviev, que en otros tiempos no queríam os que los com unistas
en trasen en el Labor;r P a rty . E s ta posición no e ra definitiva. Por
o tra p arte , el reproche que se le d irig e a R avensteyn, de no haber
saludado al gobierno lab o rista como u n a v icto ria de los obreros, se
b asa en u na fa ls a noticia.
Lo prin cip al estrib a, a nuestro parecer, en n u estra s relaciones con
el P artid o de las Indias N eerlandesas. Allí hemos hecho un tra b a jo
modelo p a ra llevar a cabo nuestro p ro g ram a: liberación absoluta de
Indonesia del capitalism o holandés.

149
Aunque vivíamos en un pequeño y tranquilo país, ya hemos sosteni­
do duros combates, tan to durante )a g u e rra como ahora, en los conflic­
tos sindicales en los que nuestros cam aradas se h an comprometido.

HQEGLUND (S u ecia). P or fin nos dam os cuenta de que el fre n te único


sólo puede re alizarse por la base. H ace ya mucho que la socialdem ocra­
cia sueca es lo que Zinóviev h a denominado un te rc e r partido b u r­
gués. P or eso no nos hacemos ilusiones sobre la posibilidad de ganarnos
a sus jefes p a ra la lucha de clases. E<n setiem bre se efectu arán las
elecciones legislativas, y ta l vez los com unistas obtengan la m ayoría
con los social dem ócratas. E s posible que u n a alianza ocasional y libre de
diferentes p artidos obreros en un gobierno obrero y campesino pueda,
ser útil a la causa del proletariado, E s necesario que ©1 Congreso im ­
p a r ta directivas c la ra s en este problema.
Zinóviev se h a referido a mi actit/ud en el problem a noruego. No he
estado de acuerdo con los tranm aelistas, ni respecto de los -principios,,
ni respecto de la política; sólo que m e oponía a la escisión. Con pos­
terio rid ad a ésta, el P artid o noruego se aleja cada vez m ás del co­
munismo.
No hay en el seno del P artid o sueco divergencia alguna, ni de p rin ­
cipio, ni de táctica, ni de política. Pero una serie de graves in fra c ­
ciones a la disciplina por p a rte de algunos cam arad as de la m inoría
en asuntos personales o de organización nos han forzado a convocar
a un congreso ex trao rd in ario . Schuller nos reprocha haberlo convoca­
do dem asiado pronto. Y a lo aplazam os -una vez, y, como las elecciones-
se efectu arán en setiem bre, es tiem po de sobra de que entrem os firm es
y unidos en. la cam paña. Espero que -el excelente consejo de Zinóviev,
de saber ser disciplinado cuando se e stá en m inoría, se aplique también,
a la m in o ría del P artido sueco.
Se le han reprochado al P artid o sueco tendencias oportunistas. Co­
mo V arg a ha proporcionado la base económica de las conclusiones po­
líticas de Zinóviev, debe de h allarse cerca de éste un diablillo oportunis­
ta . La extrem a izquierda alem ana califica a B u jarin de oportunista
incurable. Me encuentro, pues, en buena com pañía. Desde luego, tantea
en S'uecia como en otras p arte s h a habido descarrilam ientos oportunis­
tas, pero no h ay que ex agerar. E l P artid o sueco sostiene con su co-razón
y su san g re a la R usia soviética y a la Internacional Comunista. Nos
esforzam os por c re a r tam bién en Suecia un verdadero y buen Partido-
Comunista. con una disciplina fé rrea , condición de la victoria.

(F in la n d ia ). L a delegación finlandesa e stá com pletam ente


x u u s in e n

de acuerdo con las m iras políticas expresadas por Zinóviev»

150
E n el C uarto Congreso, Lenin nos proclamó su últim a lección:

“ Aprended, sobre todo, de la experiencia ru s a ”.
E l m ejor método de aprender es aprender p o r la lucha. E l leninis­
mo es el a rte proletario de la victoria. E n A lem ania el P artido hizo
m uchas cosas útiles antes de octubre, pero no laicho. Su dirección
hizo lo que todas las tro p a s del general Seeckt 110 supieron h ac er: lo­
gró im pedir, el pasado otoño, todas las acciones de m asa del proletariado.
Lo liizo p w q u e e ra incapaz de com batir. Y ahí es donde veo oportunis­
mo. H ay tam bién una v erd ad era desviación a la izquierda, que desea
la lu d ia revolucionaria, ciegam ente, sin relación con las condiciones
del momento. De igual modo, el fre n te único sólo puede ser un método
de movilización de las m asas par'a la lucha y en la lucha. La táctica
del fren te único debe hallarse siem pre en conexión con acciones re­
volucionarias.
E n N oruega teníam os un P artido que no quería luchar. No logram os
reen cau zar a T ranm ael p o r el buen camino. E l P artid o noruego sabo­
teó todas las decisiones de la Internacion al C om unista y reprim ió
sistem áticam ente a la m inoría com unista. De ese modo se originó la
escisión. No tenemos que lam en tar nada. E n las últim as luchas econó­
m icas vimos que el p artido de T ranm ael saboteaba la lucha de clases.
E n el momento de las escisión H oeglund dirigió ataques extrem adam ente
vehem entes y desleales co n tra el E jecutivo. A hora reconoce sus errores.
Hoeglund dice que en Suecia no h ay op o rtu n istas ni divergencias de
principio. Sin em bargo, no podemos p erm itirle a un P artid o que cultive
sistem áticam ente la inactividad. E n la lucha por los sindicatos, así
como en la reorganización del P artido, la dirección no ha dado prueba
de iniciativa. De igual m anera en la lucha contra la socialdemocracia.
Cuando un gobierno isocialdemócTata tom a el poder en D inam arca,
H oeglund can ta el elogio de su pacifism o.
P a ra él no hay m ás que un a d versario ; la m inoría de su P artid o y
Xas Juventudes, a las que quiere recordarles la disciplina porque ob­
serv an la disciplina con respecto a la Internacional.
Al p a sa r re v ísta a n u estra s secciones com unistas debemos, pese a
todo, convenir en que se h a efectuado cierto comienzo de bolchevización.
Siguiendo las indicaciones de Lenin, debemos a p re n d e r a lu ch ar m ejor
y m ás ju stam en te p a ra obtener la victoria.
U na delegación de Grozny saluda al Congreso en nombre de doce
m il obreros de las explotaciones petrolíferas,

dengel (A lem ania). E l problem a alem án h a o c u p a d o un sitio muy


g ra n d e en este Congreso. E n cambio, apenas se h an discutido otros
problem as, como por ejemplo el de las perspectivas económicas. Sólo

151
unos pocos cam arad as han tocado las tesis de V arga, y re su lta un hecho-
notable que -sean ju stam en te los representantes de la derecha los que
están de acuerdo con ellas.
V a rg a dice que la situación no está c la ra y que p o r e sta razón ta m ­
poco se pueden te n e r perspectivas precisas. E s u n erro r. H ay no
pocas cosas que no están claras, ni en su libro, ni en su inform e.
Pero distinguim os en ellas, pese a todo, una tendencia que debe ser
com batida con la m ayor energía posible: V arg a cree posible u n regreso
del capitalism o al estado norm al. E ntrevé, como Kautsiky, un periodo
posim perialista durante el cual los intereses del capitalism o se
an u d arán entre ellos h asta el extrem o de que se podrán su p rim ir las
contradicciones. Pero ocurre que no contam os con ninguna razón
p a r a form ular sem ejante suposición. L as contradicciones del c a p ita ­
lismo subsisten en toda su gravedad. Vemos, por el contrario, que se1
acentúan.
De igual modo, la actitud de V a rg a con respecto al inform e de los
expertos m an ifiesta tendencias p acifistas. A dopta el punto de v ista de
la pren sa inglesa, inspirado por la City.
Por último, afirm a que la crisis llega a 'su fin y pretende, no obs­
tan te, que ésta puede además conducir a la revolución, si ¡los p artid o s
com unistas m u estran suficiente voluntad. E se no es un. punto de vista
m arx ista. L as situaciones revolucionarias sólo se pueden u tiliz a r c o r
la voluntad de lucha de la clase obrera, pero sin u n a situación revolucio­
n a ria la voluntad de individuos o del P artido no puede h ac er
nada.
E stoy convencido de que el Congreso se atendrá a l punto de v ista de
Lenin, en el sentido do que la g u e rra m undial h a abierto la época
de la revolución. Sin duda, es necesario v e r si el capitalism o puede, en
general, salvarse de la crisis, pero somos de la opinión -de que sus
contradicciones, lejos de debilitarse, se h an fortalecido- aún m ás.
E l problem a de las reparaciones debe se g u ir ocupando el centro de
n u estro estudio económico, pues es el absceso que m ad u ra en el cuerpo
del capitalismo.
El punto de v ista inglés tiende abiertam ente a im pedir la exporta­
ción alem ana. E l pago de las reparaciones volverá necesaria ésta, la
cual conduciría, asi, a la ru in a del capitalism o inglés. E stas contra­
dicciones, lejos de m e jo ra r la situación m undial del capitalism o, no>
hacen m ás que ag rav arla .
L a delegación alem ana está convencida de que seguimos estando
en el período de la revolución m undial y de que m uy pronto en Alema­
nia se fra n q u e a rá la próxim a etapa. Todas las decisiones que tom e el
Congreso deberán, por lo tan to , o rien tarse por el problem a alem án.

152
p u e s t o q u e é s t e s e r á e n u n f u t u r o p r ó x i m o e l p r o b l e m a d e c is iv o d e l a
I n te r n a c io n a il.

_a.l o n z o (E sp a ñ a ) le e la sig u ie n te d e c la r a c ió n :
“Desde hace cu atro años, sin interrupción, la burguesía española em­
plea sistem áticam ente el terrorism o a fin de d estru ir las organizaciones
políticas y revolucionarias del proletariado.
E l golpe de E stado m ilitar h a tenido por resultado la intensifica­
ción de la represión. E l D irectorio m ilita r, instrum ento de los peo­
res reaccionarios capitalistas, no titu b e a en a se sta r a los tra b a ja d o ­
res revolucionarios los m ás form idables golpee.
E n el desarrollo de esta política de te rro r, am enaza con ap licar
l a pena de m uerte, despreciando' la ju sticia, a nuestro cam arad a J u a n
B a u tista Acher, “E l poeta”, prisionero de la lucha social.
J. B, Acher, además de sus cualidades de com batiente por la causa
del proletariado, es un. g ra n a r tis ta que pone su plum a al servicio
de la -causa revolucionaria. Su vida está en sumo- peligro.
j La solidaridad internacional de los trab a jad o res revolucionarios
pueden salvarlo l
¡A rranquém oselo al verdugo!”
L a delegación española somete a la aprobación del Congreso la
resolución siguiente:
“ E l V Congreso M undial de la 'Internacional Com unista envía sus
m ás vivos saludos al cam arada A cher y p ro testa con la m ayor ener­
g ía co ntra Jos siniestros designios de los verdugos españoles que
detentan el poder y que quieren e je c u ta r al joven a rtis ta y valiente
■obrero.”

FREIMUTH le e la s ig u ie n te d e c la r a c i ó n en nom b re de la d e le g a c ió n
a le m a n a :
“E n el curso de los debates sobre el inform e del Comité Ejecutivo
varios rep resen tan tes de la tendencia R ádek-B randler condenados
por el ‘Congreso de F ra n c fo rt han expresado de m an era detallada
sus concepciones personales acerca del problem a alem án. La delega­
ción alem ana h a oído pacientem ente esas su p erfin as exposiciones de
u n a concepción a la que juzga, unánim em ente, falsa. Las mociones
presen tad as por los representantes de esas tendencias no obtuvieron
u n solo voto en el Congreso de F ra n c fo rt. Los p artid a rio s de tales
tendencias no representan, pues, a nadie m ás que a sí mismos y sus
errores. A fin de disim ularlo insisten en las im perfecciones que to­
davía existen en la política del P artid o alem án y especulan con los
fu tu ro s reveses del P artid o . L a crítica de estos defensores de una

153
■política en b an c arro ta está dirigida en apariencia contra el P a rtid a
alem án, pero en rig o r contra el Ejecutivo y toda la Internacional,
y ap u n ta a re fo rz a r las tendencias de derecha en el seno de la
Internacional Comunista. E l P a rtid a alem án, p o r su lado, hace
ya mucho que h a pasado al orden del día en lo que atañe a la
crítica estéril d e una tendencia liquidada. Sólo piensa en consa­
g ra rs e a la rectificación de las imperfecciones que aún subsisten,
en su política y que son una herencia de las fa lta s pasadas y a tender
con todos sus esfuerzos hacia el propósito de alcanzar, gracias a un
tra b a jo enérgico, -los nuevos objetivos fijados p o r la unanim idad del
Congreso de F ran cfo rt. E l P artid o alem án espera que el V Congreso,
con sus decisiones y su apreciación de las tendencias de derecha,
liquide éstas de m an era ta l que sus representantes ya no puedan p re ­
sen tarse a ningún Congreso de la Internacional C om unista/’

H ANSEN (N o ru eg a). Pese a los grito s de los reform istas y de los


sem irreform istas, debemos m ira r c a ra a c a ra los hechos, no o cu ltar­
nos las fa lta s com etidas y reconocer que hay en n u estra s filas, ade­
m ás de desviaciones tácticas, tm oportunism o orgánico. Con dolorosa
sorpresa hemos asistido a la d erro ta de n u estras m ás experim entadas,
secciones. El P artido noruego saluda cordialm ente la liquidación del
brandlerism o y espera que el Quinto Congreso la consume,
¿Qué les h a faltad o a nuestros partidos en el momento decisivo?
Les lia faltado una concepción teórica ju s ta y un verdadero espíritu'
bolchevique. Stroem escribe en su h isto ria de l’a revolución ru sa
que en E u ro p a el p rim er papel la desem peñan las organizaciones eco­
nómicas. Stroem , quien dirige, con Hoeglund, el P artid o sueco, se-
h a pronunciado de ese modo contra la bolchevisación de los partidos
europeos.
H ay secciones que todavía no h an aprendido a llevar a cabo la
propaganda y la agitación revolucionarias. H a sta h ay algunas que
se n ieg an a com pren der las batallas que se lib ran en los países
vecinos y a plegarse a ellas. E l P artid o sueco pertenece, por desgracia,
a esa categoría. L a lucha de clases se h a agravado en N oruega; nues­
tro P artid o no era lo bastan te fu e rte p a ra im pedir la d erro ta. En-
enero form am os, pues, la Federación Escandinava. Tomamos deci—
síones muy im portantes sobre los problem as de táctica y em pren­
dimos u n a acción de auxilio p a ra los obreros en lucha. Pero el P artid o
sueco ha sostenido débilmente esta acción. Llegó uu momento en que
las m asas obreras protestaron con sum a violencia contra L ian y
Tranm ael. El órgano de Hoeglund escribía entonces, p a ra el júbilo
de los tran m a elistas: “ ¡No hay roces en los sindicatosV\ E n este"

154
período de duras luchas que atravesam os tenemos, no obstante, el
derecho de exigir que H oeglund no observe a N oruega con el teles-
-copio al revés de un lite rato político, sino con los ojos de un hermano
de arm as solidario»

M a c M A N U s (In g la te rra ) da le ctu ra a la declaración siguiente, fo r­


m ulada p o r la delegación b ritán ica unánim em ente:
1) L as tendencias de “ derecha’'5 que se han m anifestado en diferen­
tes partidos, especialm ente en el alem án, el ruso, ol polaco, el che­
coslovaco y otros, no pueden considerarse como desviaciones locales
o nacionales. Observamos un desarrollo general de tendencias opor­
tu n ista s en diferentes partidos, inclusive el de G ran B retañ a, y vemos
en él el resultado del lento desarrollo de la revolución social.
2) Los inform es y las declaraciones de los diferentes partidos
dem uestran que, aunque esas desviaciones de “derecha"’ se expresan
reg u larm en te con aspectos diferentes en diferentes países, siem pre
tienen algo en común. Los grupos oportunistas abusan c o t l frecuencia
d e la aplicación de -los justos principios del fre n te único. Por esta
razón, estam os plenam ente de acuerdo con el hecho de que el Congreso
M undial debe no sólo exponer los métodos que h ay que adoptar en la
aplicación del fre n te único, sino tam bién proporcionar un plan de
acción concreto p a ra cada partido. E l Congreso debería in sistir sobra
todo y de m anera- p a rtic u la r en el hecho de que el fre n te único debe
considerarse como u n a consigna puesta al servicio de la movilización
de las m asas obreras p a ra la acción revolucionaria bajo la acción
-del P artid o Comunista.
3) E n lo que concierne a G ran B retaña, sugerim os que hay que
ad o p tar u n a posición m ás enérgica contra los jefes del Labour P a rty ,
así como contra la política del gobierno laborista, que se h a convertido
■en un a p u ra m e n tira y que es lisa y llanam ente un, gobierno capitalista
e impeírialista.
4) Considerando al L abour P a rty como una mezcolanza de diferentes
uniones y diferentes organizaciones obreras, el P artido Comunista
debe lu ch ar en este campo a fin de obtener la dirección del movimien­
to obrero de G ran B retaña. Con este propósito, el P artid o Com unista
b ritánico debe co n tin u ar luchando p a ra obtener la admisión en el
'L ab o u r P a rty . E n ninguna circunstancia, sin em bargo, puede el P a r­
tido Com unista, po*r mucho que se esfuerce en que se lo adm ita, sacri­
ficar su derecho a la acción independien-te y a la crítica m ás cabal.
5) E l problem a de las ca n d id atu ras p arla m en tarias contra los
candidatos del L abour P a rty es un asunto de táctica y no de princi­
pio. E l P artid o Com unista tiene por ta re a v igilar por que la selección

155
de los candidatos no se efectúe sino con posterioridad a u n a detenida y
c lara discusión, no a p u erta s ce rra d as delante de los comités, sino
delante de las grandes m asas. E n esta lucha, candidatos com unistas
basados en la p latafo rm a del P artid o se deberían, oponer a los can­
didatos del Independent L abour P a rty y del L abour P a rty . Si no
obstante se designa al candidato d:el L abour P a rty co n tra la voluntad
del P artid o Com unista, no debemos en este momento, en las presentes
circunstancias, en que el P artid o C om unista es todavía débil, oponer
en las elecciones un candidato del P a rtid o al candidato del Labour
P a rty , recordando que, en v irtu d del reglam ento del L abour P a rty ,
los grupos que oponen sus candidatos a los candidatos lab o ristas co­
rre n el ¡riesgo de que se los expulse del P artid o , E n ese momento-
todas las acciones de este tipo que em prendiéram os no h a ría n m ás
que perm itirles a los viejos jefes desem barazarse del núcleo comunis­
ta, que organiza y moviliza a los elementos revolucionarios dentro
del m ovimiento laborista. Pero, aún cuando sin oponer u n candidato
n u estro a los candidatos laboristas, deberíam os -participar en la cam­
p añ a con el fin único de pedirles a los electores que reclam en que los
candidatos lab oristas efectúen u n a acción revolucionaria. De este
modo, el fren te único se convierte en una b a talla y no en u n a con­
cesión.
•6) Los candidatos com unistas sólo se deben designar y elegir sobre
la base de u n a política com unista orguHosa y activa. E n ningún caso
se debe desig n ar a nuestros candidatos simplemente como rep resen tan ­
tes del ala izquierda del Labour P a rty . Desde el comienzo de la cam ­
p añ a hay que expresar claram ente 'los propósitos por los que em prende
la lucha el candidato com unista. H ay que recordar que es de sum a
im portancia g an a rse a las m asas p a ra el comunismo antes que g an a r
un asiento p arlam en tario sobre u n a p latafo rm a laborista vaga y opor­
tu n ista .”
Nos p reparam os p a ra som eter proposiciones concretas acerca de
este punto a la Comisión Política así como a la Comisión británica.
A hora sometemos e sta declaración al Congreso a fin de ev itar de­
sinteligencias respecto de la posición del P artido Com unista de G ran
B retaña,

156
DECIMOTERCERA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin,


noche del 25 de junio de 1924

P resid en te: S-tewart.


O radores: Piccini, E tcoIí , K atayam a, M ontefiore, Samo en, Kreibich,
W olf y Bordiga,

ACTIVIDAD DEL EJECUTIVO Y SITUACIÓN ECONÓMICA MUNDIAL


(c o n tin u a c ió n )

PICCINI (I ta lia ). E n este momento se desarrollan en Ita lia aconteci­


m ientos cuyo alcance no se puede aún apreciar. Si nuestro P artid o
lo g T a ponerse a la cabeza del movimiento, es posible que se entable
u n a lucha decisiva co n tra el fascismo. La burguesía, que lo sabe,
em puja al fascism o h acía la v ía de la democracia. Tampoco es impo­
sible que el fascism o re c u rra , p a ra consolidar su posición, a u n a nueva
m arch a sobre Roma.
E l p ro letariado tiene nuevam ente conciencia de ser un fa c to r de­
cisivo en la vida política del país. A la p rim era ocasión reto m ará
la lu ch a y la c o n tin u ará h a sta el com hate decisivo, h a s ta la victoria.
P iccini lee el siguiente llamamiento & los trabajadores italianos.
“ O breros y cam pesinos de Ita lia :
E l fascism o h a añadido u n nuevo crim en a la la rg a lista de asesi­
natos, saqueos y crím enes que fo rm an el balance de su lucha encar­
nizada co n tra el p roletariado italiana. Después de haber dado muerte-
a cen ten ares de obreros y campesinos revolucionarios, después de h a ­
ber encarcelado y m artirizado a miles de tra b a ja d o re s com unistas y
socialistas, acaba de asesin ar al diputado Matfceottíj secretario del
partid o reform ista. L a supuesta b u rg u esía liberal, que ha favorecido
la acción an tip ro letaria del fascism o, expresa ahora u n a indignación
hipócrita. E n vano espera e v ita r la responsabilidad de su complicidad

157
con el fascism o. Los jefes reform istas, que predicaban la resignación
cuando el fascism o se encarnizaba tra s los tra b a ja d o re s de otros p a r­
tidos, aún ahora, cnando el secretario de su p artid o ha sido asesinado,
in ten tan d esa rm ar la indignación de las m asas obreras, m an ten er las
ilusiones p acifistas y la utópica esperanza de u n a restau ració n demo­
c rática y p arlam en taria. P ro cu ran con esta política sostener las ba­
ses de la d ictadura fascista.
E l V Congreso de la Internacional Comunista se inclina an te esta
nueva víctim a y p artic u la rm en te ante los modestos héroes que se han
sacrificado en la lucha co n tra la dictadura fascista. E stim a que su
deber es m o strarles a los trab a jad o res y los m ilitantes de Ita lia y
de los demás países las lecciones políticas que se desprenden de estos
acontecimientos.
M ientras la s m asas p ro letarias, sin distinción de partidos, m ani­
fiestan su firm e voluntad de em prender la lucha ^ocr el derrocam iento
del fascismo, el partido y los sindicatos reform istas, sostenidos por
la tu rb ia actitud de los jefes m axim alistas, no se atreven a u n ir las
p ro testas de las m asas p ro leta rias en u n a sola y grande acción, a
re u n ir a la s m asas obreras p a ra ponerlas en movimiento y lanzarlas
c o n tra el fascism o. Esos jefes contrarrevolucionarios rrraestran, con
su táctica d erro tista , su f a lta de confianza, en la voluntad com bativa
de los p roletarios italianos y prueban de ese modo su complicidad
política con l o s gu ard ias blancos crim inales.
¡ C am ara d as!
Al fascism o sólo se lo puede com batir m ediante la unión de los
obreros y los cam pesinos decididos a organizar sn defensa y a res­
ponder’ con la acción revolucionaria a la violencia fascista. Pero loa
jefes reform istas, cegados por sus prejuicios pacifistas y democráticos,
siem pre han evitado el com bate y buscado compromisos con el fascis­
mo. Colaborando con los jefes m axim alistas, siem pre vacilantes, los
jefes ¡reform istas h an concluido con los fascistas un pacto que les
perm ite ase sta r todos sus golpes co n tra los obreros y los campesinos
revolucionarios. Pero el proletariado ha roto ese pacto en un instante,
pues era necesario unirse p a ra lu ch ar c o n tra el te rr o r en ascenso.
¡ Obreros y campesinos de Italia! E l crim en de los asesinos de M at-
teo tti será presentado a las m asas por los partidos constitucionales
y por los socialistas como un simple caso de ju stic ia crim inal. Debéis
oponeros a ello y p la n te a r el problem a del régim en mismo. L a unidad
de acción, el reforzam iento de v u estra s organizaciones de clase y de
vuestros sindicatos, -el restablecim iento de los consejos de fá b ricas y
del fren te único de todas las fu erzas revolucionarias: ta l es el único
camino que puede llevaros a triu n fa r sobre vuestros opresores.

158
¡ Obreros y campesinos italian o s! L as consignas que impone la si­
tuación actual s-on las m ism as que el P a rtid o 'Com unista h a defendido
desde hace tan to tiem po y que deben g u ia r vuestros esfuerzos por
la lucha decisiva co n tra la d ictad u ra fa sc ista :
1 D esarm e de las bandas fascistas y disolución de la milicia,
n ac io n a l;
2r Derrocamiento del gobierno de asesinos;
3 I/ucha de los obreros y los campesinos co n tra elte rro r;
4 Form ación de cen tu rias p ro le ta ria s arm ad as;
5 C reación de consejos de fá b ric a s;
Liberación de los trab a jad o res encarcelados;
7 L ibertad de organización, de reunión y de prensa p a ra la clase
obrera.
U nid v u estra voluntad y vuestros esfuerzos en pro de estas con­
signas, que ex presan las n e c e s i d a d e s inm ediatas de v u estra defensa.
¡T rab ajad o res de todos los p artidos!
¡T rab ajad o res u n itario s y m ax iin a lista s! E l asesinato de u n jefe
que creía en los métodos dem ocráticos de lucha contra el fascismo
debe sacaros del e rra r y m ostraros el peligro de da tác tic a re fo r­
m ista, que an u la vuestros esfuerzos sin ah o rraro s los golpes. R echa­
zaréis definitivam ente esta táctica p a r a uniros a los trab a jad o res
com unistas, p a ra u n ir v u estras fuerzas con las de ellos en un solo
frente, p a ra com batir de m an era im placable a vuestros opresores bajo
la b an d era de la Internacional p ro leta ria revolucionaria, heredera
de la táctica experim entada de Lenin, que en la R usia z a rista condujo
a los obreros y los campesinos a la v ictoria y que h a rá triu n fa r
al p ro letariad o de todo el mundo.
]Viva el fre n te único de los tra b a ja d o re s y los cam pesinos de
I t a lia !
¡V iva la lu cha de clases revolucionaria co n tra el fascism o!
jV iva la Internacional C om unista!”
ERGOLI * (¡Italia). N uestro P artido se eonstitnyó cuando el movimiento
obrero italiano estaba irrem ediablem ente condenado a la derrota.
E n ta le s condiciones, su constitución era u n problem a de vida o
m uerte, y la línea que siguieron los dirigentes en los prim eros años
fu e buena, aun cuando no h ay a estado de completo acuerdo con la
de la Internacional.
E n el Congreso de Roma, al v o tar las tesis que la Internacional
desautorizó, abrim os u n a crisis internacional p a ra ev itar una crisis
intern a, que habría- tenido consecuencias mucho m ás graves. Sin duda,
había en ello una contradicción, de las que hemos sido los prim eros

* Seudónimo utilizado por Palm iro T ogliatti.

159
en s u frir las consecuencias, puesto que en n uestro P artido hubo de
constituirse, bajo el pretexto de fidelidad a la Internacional, u n
grupo de derecha en el que e n tra n muchos elementos a los que debe­
mos com batir. Bástem e, cam aradas, con c ita r el nombre de Bombacci
y el de G raziadei.
Pero hoy n u estro P artid o debe proponerse la ta re a de convertirse
en un partid o de m asas. No es este un problem a que se pueda resolver
si no abandonam os el terren o de las tesis de Rom a y no modificam os
el esp íritu con que B ordiga ha dirigido el P artid o d u ra n te los años
pasados.
P a ra llevar a los sectores fundam entales del proletariado a luchar
en el terren o de la conquista del poder debemos efectu ar u n a m anio­
bra. H ay cam aradas que nos dicen que la posibilidad de las m aniobras
debe ser lim itada, ahora, cuando y a no contam os con un je fe como
Lenin. Respondemos que Lenin ¡trazó u n a tá ctica válida en todos
los tiem pos allí donde existen p a rtid o s com unistas sólidos y pro fu n ­
dam ente ligados a la clase obrera.
Creemos que la tác tic a del fre n te único es condenable sólo cuando
su aplicación lleva a olvidar el papel que el P artid o Com unista debe
desem peñar en el desarrollo revolucionario. L a fórm ula de Zinóviev
sobre el gobierno obrero y campesino debe ser com pletada con las
explicaciones de B u jarin , que nos aclaran toda su significación polí­
tica e histórica.
Estam os, en fin, en contra de toda proposición de acoger al P a r ­
tido Socialista italian o en la Internacional como p artid o sim patizante,
proposición que se h a b ría form ulado en los térm inos y las condiciones
del Ejecutivo A m pliado de junio.

katayam a (Ja p ó n ). L a delegación japonesa lam enta que Zinóviev


h ay a hablado ta n poco acerca de Oriente. E l inform e y las tesis de
V arg a sólo tom an en cuenta a E u ro p a y N orteam érica, sin m encionar
siquiera la sensible depreciación del yen.
L as consignas de fre n te único y gobierno obrero y campesino, tales
como la s h a definido Zinóviev, tam hién son buenas p a ra Oriente,
tra s habérselas adaptado. E n O riente el problem a ag rario es el m ás
im p ortante de todos. Sin em bargo, en India, China y otros países
coloniales se d esarrolla el capitalism o después de la g u erra. H e ahí
por qué la consigna de gobierno obrero y campesino se puede adoptar,
y se debería e stu d ia r cuidadosam ente su aplicación en Oriente.
Con respecto al fre n te único, debería ser un fren te único de todas
las secciones de la Internacional co n tra la opresión im perialista.
H asta ahora no ha habido vinculación entre las secciones pertene­

160
cientes a los países explotadores -de Occidente y las secciones de los
países explotados de Oriente.
E n lo que concierne a las dudas de B ordiga sobre la hegemonía
ru sa dentro de la Internacional, no h a y que olvidar que R usia se
h a convertido, al cabo de cinco años, en uno de los países m ás
poderosos de E uropa.
Estoy, pues, en contra de la dirección de la revolución mundial
por cualquier otro partido que no sea el ruso.

p o ra montepío be (A u stra lia ). Los problem as que debe e n fre n ta r el


P a rtid o au stralian o son b a sta n te análogos a los que se le plantean
al P artid o b ritán ico ; e n tra d a en el Labour P a rty , fren te único de los
trab ajad o res, creación de partidos verdaderam ente vivos.
Pero el P artid o Comunista de A u stra lia tiene que su p erar m ayores
dificultades, debidas en p a rte a la extensión de A u stralia, que es
m ayor que el Reino Unido. Sin em bargo, s u población es sólo de cinco
millones y medio, y se ag ru p a principalm ente en las grandes ciudades
de la costa.
Los sindicatos australianos son asimismo en extrem o conservadores
y firm em ente devotos de la te o ría “ A u stra lia p a ra los blancos’'.
P iensan que el tra b a jo de los nativos h a ría b a ja r el nivel de existencia
del obrero au straliano. E l P artid o 'Com unista debe recordarles lo
que dijo M arx : “T rabajadores de todos los p a í s e s . . . ”, y no “ T ra b a­
jadores blancos de todos los países, ¡u n io s!”.
Como ejemplo del tra b a jo com unista efectuado por el P artid o Co­
m u n ista au stralian o baste c ita r una reciente noticia publicada en el
T im es: los dos p artid o s ca p italistas h a n unido sus fu e rza s p a ra
com batir a los obreros. Lo que ha provocado a larm a e n tre los capi­
ta lista s h a sido la habilidad del P a rtid o C om unista p a ra introducirse
en el Labour P a rty y co n stitu ir p au latin am en te en él un ala izquierda.
E l A u stra la sia n t periódico capitalista, declara que a las secciones del
Labour P a rty se les abren dos caminos opuestos al com unism o:
1) o bien ex p u lsar a los com unistas por la violencia individual (prueba
de que en A u stra lia y a se conoce el fascism o), 2) o bien ad o p tar una
resolución que los excluya. C ualquiera de estas vías, dice el periódico,
escindiría al L abour P a rty en dos fracciones casi iguales.
A u stra lia y a h a conocido varios gobiernos laboristas, y los comu­
n istas saben que tales gobiernos es m uy poco lo que pueden. En 1911
y 1912 el gobierno lab o rista de las N uevas Gales del Sur, presidido
por M r. Holm an, abogado, y el gobierno lab o rista federal, presi­
dido por Mr. Hugues-, abogado, tom aron el poder. Al e sta lla r la
g u erra, ambos abogados se volvieron im perialistas.

161
Si el P artid o C om unista de G ran B retañ a se in te re sa ra por el
Pacífico y A u stralia, quedaría abierto el camino hacia la form ación
do un verdadero partido de m asas) los obreros com prenderían lo que
significa la revolución y se ag ru p arían en torno de él p a ra defender
su causa.

SAMOe n (J a v a ). Wijnkoop afirm a que el P artido Com unista holandés


h a llevado aína acción intensa en las colonias holandesas. No h a
sido así. Si el movimiento es robusto en las colonias holandesas, 'lo
es, no gracias a la influencia del P artid o holandés, sino g racias a la
influencia de la revolución ru sa. E l tra b a jo en las colonias holandesas
se h a visto incluso debilitado por las disensiones del P artid o holandés.
Ju stam en te en el momento de las divergencias en tre el P artid o
C om unista y la ñ a s (Unión Sindical N acional) estalló, el año pasado,
la huelga de los ferroviarios de Jav a . Se la aplastó, y g ra n núm ero
de cam aradas fueron encarcelados. Aconsejamos al P artid o holandés
que en lo fu tu ro tra b a je m ás activam ente, y esperam os que el
Comité E jecutivo conceda m ás atención a las colonias.

KREIBICH (Checoslovaquia). N adie piensa n eg a r q u e l a Internacional


ten g a que com batir las desviaciones de derecha e izquierda y seña­
larle a cada p artid o su camino ¡político, Pero la m an era en que lo
h a hecho no es indiferente. Se h a tom ado la costum bre de extenderse
respecto de artículos, resoluciones y tesis, desatendiendo e l t r a ­
bajo efectivo de los partid o s y las perspectivas económicas y polí­
ticas de cada país. N uestros cam aradas a g u a rd an del -Congreso nue­
vas directivas, consejos, perspectivas políticas. ¿Cuál se ría su im­
presión si nosotros nos ocupáram os aquí únicam ente de los a rtíc u ­
los de H uía y V an ele y continuáram os llorando el oportunism o de
Sm eral ?
D ifícilm ente com prenderá la clase obrera que la m anera en que
un partido h a tomado posición respecto del problem a ruso y del
alem án sirva de criterio p a ra juzgarlo.
Zinóviev h ab ría debido señalar o tras causas de nuestro éxito
en la R usia subcarpática. T anto allí como en Eslovaquia la revo­
lución h ú n g a ra nos h a representado m uchas v en tajas.
El inform e y las tesis de V a rg a son dem asiado imprecisos en lo
referen te al próxim o período. Pienso que no hay en ellos nada, que
pueda hacer en trev er un período de consolidación.
E n cuanto al fre n te único por abajo o por arrib a, lo esencial no
consiste en saber si los jefes socialdem ócratas quieren com batir, cosa
que nadie puede creer seriam ente, sino en saber si las m asas social-

162
dem ócratas están decididas a com batir y de qué modo podremos
darles la oportunidad.
E s falso q<ue el gobierno obrero pueda ser com patible con un período
de consolidación del capitalism o; ju stam en te entonces es cuando
se vuelve imposible. Sólo se lo puede considerar en un período revo­
lucionario. E s el últim o medio, la últim a m edida destinada, en un
agudo período revolucionario, a g an arse la m ayoría de los obreros
p a ra la d ictad u ra del proletariado. De ello resu lta, por lo tanto, que
es falso -contar con la duración prolongada de un gobierno obrero.

w o lf (M éxico). Los E stados Unidos se h an convertido en el centro


de gravedad del capitalism o y la revolución. M organ es el verdadero
au to r del detenim iento de la caída del franco. E l general Dawos, la ­
cayo de M organ, impide el aplastam iento de Alem ania. El pro leta­
riado europeo tiene, pues, un peligroso enemigo en los E stados Unidos.
P ero tiene en el proletariado de A m érica la tin a 'un aliado poderoso.
L a Internacional no lo sospecha suficientem ente.
L a im portancia de A m érica la tin a p a r a los E stados U nidos es
inm ensa, pero ni Zinóviev ni los com unistas estadounidenses la re­
conocen. L a población de A m érica la tin a ig u ala a la de los Estados
Uni-dos. Cuando a N orteam érica com enzaron a fa lta rle los m ercados
de E uropa, Am érica la tin a los reem plazó. Además, A m érica latin a
es un a fu en te de m aterias prim as. E l petróleo de México apenas h a
comenzado a b ro tar, y y a las cuatro quintas p arte s v an a los E stados
Unidos. E norm es yacim ientos de m inerales se en cu en tran asimismo
en P erú y Chile.
Los E stados Unidos se valen de todos los m edios: invasión arm ada,
penetración fin an c iera y tam bién revoluciones p a ra asegurarles a sus
cap italistas la posibilidad de explotar las riquezas de A m érica latina.
H ay resisten cias: en Venezuela los líderes de la lucha co n tra el im­
perialism o h a n sido, por desgracia, liberales pequeñoburgueses, y
no el P a rtid o Com unista. E n P erú no fueron los nuestros quienes
lanzaron el llam am iento a la sublevación, sino un profesor burgués.
L a Confederación del T rabajo norteam ericana, en manos de los
Gompers, h a tom ado franco partido por el im perialism o. E l P artido
Com unista norteam ericano no ha hecho la m enor te n ta tiv a por obs­
tacu lizar las em presas de los E stados Unidos en México.

b o r d ig a . Creo que e n este Congreso era necesaria una discusión ge­


n eral acerca de la táctica. U na cosa es d iscutir respecto de la línea
tá ctica de la In tern acional en general, y o tra discutir .tan sólo sobre
la táctica aplicada con posterioridad al últim o congreso.

163
O tra observación. E n realidad, aquí no se enjuicia al Comité E je ­
cutivo, sino que el Comité Ejecutivo enjuicia a los partidos. (A plau­
sos y risas.) Cada -orador responde tan sólo a lo que Zinóviev ha
dicho de su P artid o y perm anece en los lím ites cerxados.de sus asun­
tos nacionales.
Zinóviev nos ha proporcionado un resum en de la situación m un­
d ial; de un a m anera general, estam os de acuerdo. M om entáneam ente,
el mundo parece orientarse, en efecto, hacia u n a política burguesa
de izquierda, pero no m e parece que l a ofensiva del ca p ital haya
cesado o dism inuido. E l capital puede em plear medios m uy dife­
rentes. C uenta con un medio de derecha; la reacción abierta, el
estado de sitio, el te rr o r; y tiene métodos de izquierda: la m entira
dem ocrática, la ilusión de la colaboración de clases. Pero todos sus
medios ap u ntan al mismo fin.
Debemos a g u a rd a r su fusión.
¿Qué consecuencia sacar? L a o b ra de los partidos com unistas —y
en esto estam os com pletam ente de acuerdo— no consiste ta n sólo en
hacer la p ro p ag an d a de nuestro p ro g ram a m áximo, de n u e stra ideo­
logía m arx ista, sino en estudiar, en segmir todos los episodios p a r ti­
culares de la vida obrera, en p artic ip a r en todos los conflictos, en
valem os de éstos p a ra enseñarle al proletariado a luchar y p a ra
conducirlo hacia la revolución.
Firente único por abajo y por a rrib a ; he 'ahí u n a fórm ula bastan te
buena. Unión de la clase obrera ín teg ra, y no coalición de los es­
tados m ayores. Si no queremos comprometer todo nuestro tra b a jo de
preparación revolucionaria, no debemos siquiera d e ja r suponer que
h ay a otro p artid o revolucionario fu e ra del P artido Com unista, o que
los p artid o s socialdem ócratas y los p artid o s com unistas sean fra c ­
ciones p aralelas separadas por casualidad, pero que pueden m arch ar
y luchar ju n tas.
Sin embargo, Zinóviev no excluye p o r completo el fre n te único por
arrib a.
¿E n qué sentido se lo puede aceptar? Desde mi punto de vista,
el fren te único jam ás debe ser un bloque de partidos políticos. Su
base puede h allarse en o tra s organizaciones de la clase obrera, sus­
ceptibles de s e r conquistadas por u n a dirección com unista y de hacér­
selas revoluci onarias.
Hoy la situación nos desaconseja la táctica de coalición con los
social dem ócratas. Pero n ad a nos g ara n tiz a que m añana no se desee
recom endar la experiencia. D iferim os de Zinóviev en el sentido de
que creemos que u n a tá c tic a de alianza con los partidos oportunistas
nunca es útil, ni cuando la situación es revolucionaria y re su lta evi­

164
dente que el Partido Comunista puede desempeñar un papel autó­
nomo, ni euando es desfavorable y la hora de la acción final parece
lejana.
Se nos dice que el C uarto Congreso cometió erro res que se están
rectificando. Tomamos nota de la rectificación, por cierto con placer.
(R isa s. ) Pero vemos tam bién que esos e rro re s fueron errores de la
dirección de la Internacional y, hay que decirlo, del C uarto Congreso
íntegro.
L a tá c tic a -del fre n te único, en su sentido revolucionario, debe
m antenerse; no se puede ren u n ciar a ella. Pero pedimos textos que
liquiden claram ente la táctica del gobierno obrero.
D ecir que el gobierno obrero es el seudónimo de la d ictad u ra del
proletariado no nos parece feliz. Se nos a firm a : si decimos “ dicta­
d u ra del p ro letariad o ”, las m asas no com prenden; si decimos “gobierno
obrero”, com prenderán, y ganarem os adhesiones e n tre los elementos a
los que todavía no hemos podido alcanzar con n u e stra propaganda teórica.
A eso se reduce el papel de la fórm ula. A hora bien, yo rebato incluso
esto. L as p alab ras “d ictad u ra del p ro letariad o ” han suscitado tales
acontecimientos, h a n interesado de ta l m an era a las m asas, que h a sta
fu e ra de la R usia soviética se sabe m uy bien qué es la d ictad u ra del
proletariado y se la pide por instinto, a p esar de los jefes 'socialdemó­
cratas. !
¿P ero qué puede com prender por “gobierno obrero” un simple
trab ajad o r, un simple campesino, cuando desde hace tre s años noso­
tros, loa jefes del movimiento obrero, no hemos llegado a dar al
respecto u n a definición satisfac to ria? (A plausos.)
Solicito un entierro de terc era clase ta n to p a ra la táctica como
p a ra la p alab ra del “Gobierno O brero”^
Se nos dice: la Internacional va h acia la izquierda, ¡y todavía no
estáis contentos!
A dm itam os que la Internacional vaya a la izquierda. Pero si me
atengo al discurso que pronuncié en el 'C uarto Congreso veo que lo
quo hemos criticado es precisam ente esa oscilación ta n pronto a la de­
recha y ta n pronto a la izquierda, según se c re a in te rp re ta r el desa­
rrollo de los acontecim ientos, -U na oscilación a la izquierda provoca
o tra m ás fu e rte a la derecha.
A ntes de co n tin u ar debo corregir u n a opinióii que Zinóviev m e
atribuye. P are cería que he dicho: o el Congreso acepta mis ideas,
es decir, las de la izquierda italiana, o bien organizarem os dentro de
la Internacional u n a fracción de izquierda. No he dicho esto. H e dicho
que, en el caso de verificarse u n a desviación h acia un revisionismo
de derecha, h ab ría que responder con la constitución de una fracción

165
■de izquierda. E s algo com pletam ente diferente, y le ruego a Zinó­
viev que torne nota. Así cae el famoso dilem a. H a sta resu ltab a r i ­
dículo form ularlo. De antem ano se lo había resuelto, en fav o r de la
Internacional, contra el pobre individuo que soy.
Queremos una v erd ad era centralización, u n a v erd ad era disciplina.
P a ra ello se necesita clarid ad en la dirección tá c tic a y continuidad
en la posición de n u estra s organizaciones fre n te a los dem ás p artid o s.
P or eso, vuelvo a decirlo, estam os en co n tra de la fusión con otros
partidos, en ¡contra del p a ra sita je y tam bién en c o n tra de la. in stitu ­
ción de partidos sim patizantes que se encuentren en la comodísima
situación de aprovecharse de la bandera de la Internacional, de no
comprometerse en nada y de poder p re p ara r, bajo nuestro “ control”,
la traición del proletariado.
Se nos dice: “No tenéis confianza en la Internacional. V uestro
lenguaje significa que no estáis seguros de que la Internacional haya
de seguir siem pre siendo revolucionaria. La existencia a su fre n te del
P artid o Bolchevique es, no obstante, suficiente g a ra n tía de que la
Internacional no se irá a la d erecha”.
L a im portancia de la contribución que el bolchevismo h a propor­
cionado al movimiento de liberación del proletariado m undial consiste,
ju stam ente, en la situación com pletam ente espacial en que se encon­
tra b a el P artid o ruso. No se hallaba en presencia de un capitalism o
desarrollado y un proletariado numeroso. Tomó su teo ría (revolucio­
n a ria allí donde ex istía el g ra n capitalism o y la aplicó de u n a m a­
n era grandiosa en 'donde te n ía probabilidades de fra c a sa r.
Si el P artid o Bolchevique pudo realizar esa síntesis del desarrollo
p a rtic u la r de R usia con la experiencia revolucionaria m undial, fue
porque sus jefes se vieron forzados a em igrar y a vivir en medio del
capitalism o occidental. Lenin es m undial y no solam ente ruso. Nos
pertenece a todos.
E n la situación presente la Internacional debe devolver al P artid o
ruso u n a g ra n p a rte de los muchos servicios que h a recibido de él.
E l g ra n peligro de un revisionism o de derecha amenaza, al P artido
raso, y los demás partid o s deben sostenerlo, apoyarlo. E n la In tern a­
cional debe encontrao- el exceso de fu e rza s que necesita p a ra atra v e­
sar e sta situación verdaderam ente difícil. L a verdadera g a ra n tía
descansa en el problem a revolucionario de todo el mundo.
Las m asas de Occidente son m ás revolucionarias que lo que se
cree. N aturalm ente, p a ra co n tar con las condiciones que perm iten
el desarre lio triu n fa l de la revolución en los demás países, se deben
producir ciertas circunstancias, y es necesario que estemos, p o r nues­
tro lado, a la a ltu ra de la situación.

166
U n a situación políticam ente favorable se puede y a com probar en
el p ro letariad o de Occidente, Hemos visto elecciones en el P arlam en­
to en tres grandes países. E n todas p a rte s hemos intentado hacer esas
elecciones en coalición con otros partidos. Pero en todas .partes debimos
h acerlas solos, bajo la bandera c o m u n i s t a . A nte los grupos burgueses
de derecha y de izquierda hemos ostentado nu estro p ro g ram a comu­
n ista in teg ral y llam ado al p roletariado a responder a él. Casi al
mismo tiempo, en tre s grandes países u n núm ero considerable de
obreros se h an m ostrado dispuestos a seguir al P artid o Comunista.
E sto tiene un a im portancia diez veces m ayor que si en u n país h u ­
biéram os seguido la tá ctica de la colaboración, en otro la de la coali­
ción y en otro la tá c tic a autónom a.
Tenemos confianza en la Internacional, porque la Internacional es
el proletariado de todo el mundo en lucha por su m anum isión de la
explotación ca p ita lista, porque la Internacional es la revolución rusa,
es la victoria ¡rusa, es la tradición m aravillosa del movimiento de
liberación del proletariado ruso, es la tradición revolucionaria de
todos los dem ás países»

167
DECIMOCUARTA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin,


28 de junio de 1924

Presidente; Winjkoop.
Oradores: F ried, Bucle, B aer, A m ter, Ternik, De V isser, Lozovski
Vasílíev, Grzegorze'wski, Samuelson, Gorski y F íala.

ACTIVIDAD DEL EJECUTIVO Y SITUACIÓN ECONÓMICA MUNDIAL


(c o n tin u a c ió n )

FRlED (C hecoslovaquia). Zinóviev h a señalado alg u n as fa lla s y a l­


g u n as tendencias o p ortunistas del P artido -checoslovaco. L as expli-
ciones de la m ayoría de la delegación checoslovaca no han. ap o r­
tado luz alguna a este p r oh lema. E n u n a sesión del Comité C entral un
miembro influyente ha declarado con -cierta acrim onia que Zinóviev
quería s e r no sólo el general, sino además el confesor de la revolución.
Zinóviev no se contenta con la n z a r la consigna de fre n te único, sino
que tam bién p re g u n ta a las secciones con qué fin quieren éstas
em plear esa táctica p a ra la conquista de las m asas y p o r u n a coa­
lición con los social dem ócratas. Y h a s ta aquí la delegación se h a
negado a confesarse. E s u n a actitud sospechosa, pues quien no tiene
pecados en su conciencia tampoco tem e la confesión.
E n ambos problem as, el alem án y el ruso, el P artid o checo desem­
peña u»n papel im portante. E l E stado checo cum ple las funciones de
gendarm e de la E n ten te a espaldas de Alem ania. L a revolución ale­
m ana no podrá hacer firm em ente pie m ien tras no se haya cubierto
por el lado de Checoslovaquia. E sto exige del P artid o Com unista
u n a actitu d clara y decidida.
Toda la actividad del P artido checoslovaco reside en la agitación
y la propaganda. E n el caso de la discusión sobre la ley de protección,
que am enaza cotn. arrinconarlo en la ilegalidad, se ha conformado con

168
discursos p arlam en tarios, en lu g a r de o rg a n iz ar u n a acción de m a­
sas -enérgica. L a fracción p a rla m e n ta ria h a considerado la posibili­
dad de ap elar a la Sociedad de las Naciones en fa v o r de la R usia
de los 'C á rp a to s. . . N o se h a agrupado a los centenares de miles de
desocupados. L a consigna de d ictad u ra p ro le ta ria h a desaparecido
sin d e ja r huellas. Sólo en los últim os tiem pos se lia dado prueba
de alg u n a actividad en el problem a cam pesino. Pero en el problem a
nacional no se h a hecho nada, p o r así decir. E l P artid o no desa­
rro lla n in g u n a agitación antim ilitarista,, no p re p a ra a la s m asas
p a ra la g u e rra civil. E l P artid o crece rápidam ente, pero las an tig u as
y ]as nuevas m asas no se han fundido, y- siem pre se puede tem er el
peligro de que, el d ía en que la situación se ponga seria, Checoslova­
quia reedite el ejemplo búlgaro en u n a fo rm a agravada. L a m ayoría
nos acusa^ a nosotros, m inoría, de e sp íritu de fracción y de violación
de ’l a disciplina. No se puede t r a t a r n i de u n a cosa n i d e la o tra, y a
que en el P artid o apenas se han profundizado los problem as m ás im­
p o rtan te s y no se h a presentado posibilidad alg u n a de ad o p tar una
posición clara. E l P artido, sobre todo en E slovaquia y en: la R usia
de los C árpatos, se resiente vivam ente de la ausencia de un P artid o
Com unista húngaro. E s ta re a de la Internacional, incluso en interés
del movimiento revolucionario en Checoslovaquia, contribuir p o r
todos los medios posibles a la regeneración del movimiento com unista
en I-iungtría. E l Congreso debe e n c a rrila r al P artido checoslovaco por
la v ía recta. • . -j íf J

BUCK (C an ad á). H a sta ahora el C ongreso se h a ocupado m uy poco


do la s secciones de habla inglesa. E n C anadá el P artid o su fre u n a
enorme influencia ta n to de Inglaterra como de >la fu e rza num érica
del movimiento en los Estados Unidos.
E l P artid o canadiense h a m ilitado en las trade-unions, etc., in­
fluyendo y controlando sus secciones, pero sin, resultado. No consigue
revolucionar las m asas. Se le reclam a al P artid o algo m ás que u n a
influencia ideológica. Si queremos re a liz a r el fre n te único, debemos
b asa r nuestro tra b a jo en las fáb ricas. E n los d istrito s m ineros y a
se h an form ado m uchas organizaciones sobre e sta base. Al mismo
tiempo, en alg u n as ¡ciudades se h a m antenido la an tig u a form a de
la s secciones locales. Se h a podido com probar que en todas p a rte s don­
de h ab ía grupos basados en la in d u stria el Partido- realizaba pro»
gresos ideológicos, tácticos, etc. E n esos d istrito s el L abour P a rty
e ra igualm ente m ás fu e rte y activo que en o tras partes. Efectivam ente,
en muchos sitios el Labour P a rty h a sido form ado casi íntegram ente
por el P artid o Comunista.

169
La solución del problem a del fren te único en Canadá, en E stados
Unidos y m G ra n B retañ a consiste en b asar el P artid o en las f á ­
bricas y las in d u strias.
E n C anadá y E stados Unidos un gobierno obrero y campesino
sería -un gobierno liberal-laborista. E n C anadá los arren d a ta rio s de
tie rra s tienen m ás de 100,000 m iem bros políticam ente organizados, y
no son revolucionarios.

bARr (A lem ania). W ijnkoop tra sla d a el centro de gravedad revolu­


cionario de E uropa central y E u ro p a oriental a In g la te rra y N orte­
am érica. E sto re su lta extraño viniendo del P artid o holandés, en
cuyas proxim idades se opera u n a concentración del ca p ital in te rn a ­
cional : la unión del carbón del Hoihr con el hierro lorenés.
Dos p alab ras acerca de los ataques dirigidos por los vencidos de
noviem bre co n tra el P artido alem án. Cuando R ádek explica que el
P artid o alem án no ha. hecho nada co n tra el inform e de los expertos,
debo responder que el P artid o ha basado en ello, por lo contrarío,
toda su cam paña electoral. En lo que concierne a las elecciones de
los consejos de fábricas, hemos obtenido grandes éxitos en todas
p a rte s donde el P artid o se ha hallado en condiciones de m a rc h a r
adelante- N aturalm ente, en los sitios donde se ha arro jad o a la calle
al diez por ciento de los com unistas, después de luchas que d u ra ro n
meses enteros, no podíam os obtener el mismo éxito. L a constitución de
u n nuevo Comité C entral, reconocido p o r unanim idad, significa que en
el P artid o y a no hay lu g a r p a ra las tendencias reform istas. A la
réplica de B randler, de que no condujim os todas la s luchas de 1924,
sino que la s condujeron los social dem ócratas, he de oponer las luchas
■en W estfalia y en la región del Rin, donde en tre 600 y 700 m il obre­
ro s lucharon d u ra n te seis u ocho sem anas, y las m inas de hulla del
"Rin, donde 40 mil obreros lucharon durante diez semanas, bajo nues­
t r a dirección.
N uestra ta re a debe consistir en re fo rz a r el P artid o de m an era de
esta r prontos, hoy, a, luchar por un aum ento de salario de 10 pfénniga
y e s ta r m añana, asimismo, e n condiciones de subir a las barricadas
con la clase obrera.
E stos últim os d ías hemos visto cómo responde el P artido Com unista
en el R eíchstag a los ataques de la reacción. E l m inistro de Justicia
bávaro, Roth, form uló la opinión de que el pistoletazo dirigido co n tra
Lenin era una cosa excelente: nuestros cam arad as a g a rra ro n por el
cuello al m inistro de Justicia. Y después, cuando los com unistas aban­
donaron dem ostrativam ente la sala, el social dem ócrata Rosenfeld se
vio asimismo forzado a p ro testar. A sí comprendemos n u e stra tac-

170
tica. No es una tác tic a pasiva, sino u n a tác tic a ofensiva, de m anera
que siem pre estem os en cada situación en condiciones de lanzar re ­
sueltam ente a la lucha a la v an g u a rd ia del p roletariado: el P artido
Comunista,

am ter (E stados Unidos de A m é r i c a ) . E l Congreso ha desatendido


por completo a N orteam érica, m ien tras que el inform e Dawes lo de­
cidió finalm ente, no la a lta finanza inglesa, sino el im perialism o nor­
team ericano. E l im perialism o norteam ericano :está extendiéndose no
sólo a la A m érica del s u r y C anadás sino tam bién a las A ntillas y
A m érica cen tral. H a .representado ■un. g ra n papel en el aplazam iento
del reconocimiento de la R usia soviética por 'China. A hora iuvade a
E u ro p a y el O riente y alcanza su pun to culm inante en Alem ania.
Pasando a la crisis a g ra ria , el ca m a rad a D unne pretende que y a no
es necesario constituir un fre n te único con los .campesinos. E sa es
una concepción com pletam ente fa lsa . Los dos ¡países m ás afectados
por la crisis a g ra ria son la R usia soviética y N orteam ericana. S ería
un e rro r considerable excluir a los cam pesinos trab ajad o res. L a co­
operación de los obreros y los campesinos es una trad ició n en N or­
team érica. E n muchos estado-s el P artid o obrero y cam pesino abarca
amplios grupos de obreros industriales que ejercen sobre él un control
cabal. E n efcros, el P artid o obtiene sus miembros, de preferencia, en tre
los campesinos.

ternik. (A lem ania), L a delegación alemana ve con placer la dis­


cusión prom ovida por el discurso de B ordiga acerca de la a ltu ra de
los principios. Aquí tenem os que d iscu tir no sólo problem as tácticos,
sino tam bién los principios fundam entales de la Internacional.
E l leninismo significa l<a lucha dentro de la sociedad ca p ita lista por
reivindicaciones parciales, pero prosiguiendo la org*anización de la
revolución. Rádelc en cu en tra putschism o en ello y por eso nos p ro ­
pone organizar, cuando nos hallam os en el um bral de la revolución»
u n millón de miembros. Zetkin dice que si la situación hubiera sido
revolucioníiíria, las m asas h ab ría n hecho la revolución aún en contra
del P artid o . E sta concepción es la crític a m ás acerba que se le pueda
hacer al P artido, E n octubre de lí)23 el P artid o descendió al papel
que h ab ía desempeñado la socialdem ocracia en 1918. Los obreros
ag u ard ab an la señal por p a rte del P artid o Com unista, y no- e n ta ­
blaron la lucha precisam ente porque esa señal no se? dio.
E l cam arad a Thalheim er h a hablado de la continuidad de la direc­
ción. Con ello quiere decir que en A lem ania hemos jubilado a la vieja
g u ardia. C am aradas, nosotros sostenem os al Comité C entral ruso,
no porque sea la v ieja guardia, sino porque es la vieja g u ard ia bol­
chevique.
E n A lem ania ya se delinea u n movimiento de m asas co n tra el in­
form e de los expertos. E n un fu tu ro próximo tendrem os que a fro n ta r
nuevam ente luchas decisivas. P or eso es de nuestro interés que en
los países lim ítrofes h a y a tam bién buenos partidos bolcheviques. Por
eso se debe cen su rar severam ente las fa lta s oportunistas del P a r­
tido checoslovaco. Debemos rom per claram ente con todo reform ism o,
con toda tendencia liquidacionista, como h a hecho el X IIí Congreso
del P artid o Com unista ruso. Sólo entonces podremos decir que el
p rim er congreso convocado despnés de la m uerte de Lenin h a con­
tinuado dirigiendo la revolución con el espíritu de Lenin.

de v i s s e r (H o lan d a). E l P artid o holandés viene llevando desde 1909


u na lucha encarnizada co n tra el reform ism o, y después de la g u e rra
m undial ha luchado por el fre n te único revolucionario. Me sorprende
oír que se relacione a W ijnkoop con Hoeglúnd, cuando siem pre he­
mos estado de acuerdo con Zinóviev, L as dificultades con la oposi­
ción de izquierda de G orter-Pannekoek se han superado, y el P artid o
tiene que conform arse de acuerdo con las enseñanzas de Lenin acerca
de la E n ferm edad in fa n til. L a delegación ru s a que fue a H olanda en
ab ril reconoció los m éritos del P artido holandés como partido revolu­
cionario y leninista. Algunos elem entos de oposición h an abandonado
el P artid o y ah cura se dirigen como grupo independiente a la In te rn a ­
cional. Soy de la opinión de que la Internacional debe rechazar esas
ten tativ as.
E n lo que atañ e al discurso del cam arada Samoen, me lim ito a
hacer observar que y a en. 1911-1912 una serie de cam aradas holan­
deses e ra n m uy activos en los m ovimientos de las Indias. Samoen
h a reconocido en diferentes reuniones que el P artido holandés h a
llevado a cabo u n a agitación profunda.

lozovSKi (R u sia). L a p re g u n ta esencial a la que voy a responder


es la siguiente: "¿ H a apresurado la táctica del E jecutivo el creci­
miento del movimiento com unista internacional, y qué método hay que
em plear en lo fu tu ro ? ’'.
El objetivo p o r alcanzar es la organización de la revolución, y
todos los procedim ientos tácticos que aum enten la capacidad com bativa
de la clase* obrera, conduzcan a la descomposición del reform ism o y noa
aproxim en a la revolución victoriosa son buenos.
B ordiga le h a reprochado a l E jecutivo te n e r dem asiada flexibilidad.
Tiene u n a concepción m ás bien e x tra ñ a de la táctica bolchevique. L a

172
Internacional no es u n a e sta tu a de bronce inm utable; no es u n autó­
m ata que siem pre ejecute los mismos m ovim ientos; no debe ser rígida
como un poste de telégrafo. ¿Qué diríam os de u n general que se \
/ g u ia ra por las “leyes inm utables” de la g u erra, sin a d a p ta r sus |
planes a las condiciones cambiantes, que no su p iera m odificar ráp id a- j
m ente la disposición de sus tro p a s y p a s a r de la ofensiva a la de- |
fensiva, de los combates en campo raso a la g u e rra de posición, I
l. etcétera . . . ?
U n estudio atento de -las obras y la actividad política de Lenin
le ‘r e s u lta ría de sum o provecho al cam arada B ordiga.
La Internacional Com unista no puede acep tar la consigna de frente
único solam ente por abajo, como t ¡un poco la extensión de e sta táctica
a todos los países, independientem ente de las condiciones concretas.
Lo que im porta es la m an era en que se puede m ovilizar a la s m asas
en torno de n u estra s consignas; lo que im porta s o x l las decenas y las
centenas de miles de obreros a los que podemos llegar. Los comités
de fáb ricas y los sindicatos son un terren o n a tu ra l p a ra la aplica­
ción de la táctica del fren te único a tra v é s del cual es posible
conquistarse a la m ayoría de la clase obrera.
L a tran sfo rm ación de la Internacional C om unista en un P artido
Intern acio n al Bolchevique, unido y fuerte, es un proceso m uy largo
y doloroso. Sólo se ;lo podrá acelerar sí el núcleo d irig en te de la In te r­
nacional sabe seguir, según las circunstancias, ta n p ro n to u n a línea
de derecha, ta n pronto una de izquierda, en sentido convencional, por
supuesto. Los cincuenta y cuatro partidos com unistas tienen una p a ite
cada yez mayor en la solución de los problemas internacionales.

(R usia de los C árpatos). E l P artid o Com unista, van g u ard ia


VAS í l i e V
de los obreros y los campesinos de la R usia de los C árpatos, me ha
encomendado salu d ar al Congreso .Mundial, no sólo en nombre de
nuestro P artido, sino tam bién en el de todos esos obreros y cam ­
pesinos que recientem ente h an obtenido u n a m agnífica victoria elec­
to ra l y que h a n m ostrado que e'l cam pesinado es capaz, con la
condición -de que se le consagre la atención requerida, de lu ch ar
activam ente p o r la (revolución.
L a R usia de los C á rp a to s' es u n a colonia de la República Checos­
lovaca. Sus m asas obreras y cam pesinas son p re sa de u n a explotación
indecente. H a n llegado al P artido C om unista p a ra conquistar su
libertad y la d ictad u ra del proletariado.
C am aradas, nosotros amamos a nuestro P artido. Pesro este am or noa
fu e rz a a ex p resar nuestro descontento p o r su política. Otro tanto
se puede decir respecto del problem a nacional. Queremos que la
R usia de los C árpatos se u n a a la Unión de las Repúblicas Socialistas
Soviéticas, y exigimos que n uestro P artid o se pronuncie con toda
claridad. ¿Qué hace, en cambio, la dirección del P artido? P ronuncia
discursos en el Parlam ento.
E n n u e stra región persiste la situación revolucionaria. Se la debe
u tilizar, y por consiguiente es necesario que el P artid o en tre resuel­
tam ente en el camino de la lucha bolchevique.

GRZEGORZEWSKi (P olonia). Al com batir las desviaciones oportunistas


no hay que p erd er de v ista sus verdaderas bases. Lo digo porque
algunos cam aradas olvidan, en las críticas que le dirigen al P artid o
polaco, las verdaderas fa lta s y sólo se atienen a m ezquindades. Si
queremos sa n e a r al P artid o polaco de sus vicios oportunistas debemos
ir b asta sus causas profundas.
El P artid o polaco, pese a su pasado revolucionario, no tiene que
aplicar la política de m aniobra revolucionaria con m iras a la conquista
de las m asas. Se nos acusa de oportunism o. N uestro oportunism o es
no h ab er aprovechado suficientem ente la situación p a ra actuar, no
haber aplicado la táctica del fre n te único con sentido revolucionario.
E n su m ayoría, la delegación polaca se h a pronunciado sin re se r­
vas p o r el Comité C entral del P artid o Comunista ruso. Adoptó esta
actitud, no aquí, en el Congreso, sino hace mucho tiempo, tra s una
la rg a lucha en tre dos tendencias. Me asom bra que la m inoría no
bay a enunciado claram ente su opinión.
N unca hemos estado por 'la oposición. E n ningún caso se debe
estim ar n u e stra actitud como favorable a la oposición. Solamente
hemos dicho: “ C am aradas, no tiré is contra la oposición con balas
d u m - d u m ” . D e igual m an era en el problem a alemán.

SAMCJELSON (S uecia). H oeglund se ha levantado contara una form ula


clara por el arm am ento del proletariado. P o r supuesto, p o r razones
“de tác tic a ” ; pero siem pre es así. Si se quiere im pedir u n a cosa Gus­
t a , nunca se lo hace por principio, sino siem pre, y únicam ente, “por
táctica” . E n el problem a del centralism o, Hoeglund, descontento con
las decisiones del C u arto Congreso, amenazó incluso' con renunciar
a su m andato de miembro del E jecutivo.
De igual modo en el problem a noruego. E n un artículo que escribió
el 5 de noviem bre últim o se solidarizó con los tran m aelistas. P ersigue
a la izquierda del P artido y tr a ta de se p a ra r de sus puestos a los
cam aradas que se le oponen.
H a llevado una cam paña encarnizada en su periódico P olitiken contra
la Ju v en tu d sueca, que se solidariza con la Internacional Comunista.

174
H oeglund habló ayer de n u e stra infracción, a la disciplina. ¿E n
qué consiste e sta infracción? E n el hecho de que no toleram os que
n u estra m ayoría socave la autoridad de la Internacional, Hoeglund
no está por la disciplina y el centralism o en l'a Internacional. Pero
sí está por la m ás severa disciplina dentro del P artid o Comunista
de Suecia.
La m inoría sueca es de la m ism a opinión que Zinóviev, en el sen­
tido de que hoy por hoy es m ás necesario q>ue nunca contar con un
P artid o Com unista combativo, con una disciplina de la acción como
pírincipio fu n d am ental d e la In tern acio n al 'Com unista. Si se lo
reconoce, las actuales divergencias de opinión en el P artid o sueco
des ap arecerán.

g o r s k i (Juventudes Com unistas polacas). Puedo d ec la rar en nombre


de la Ju v en tu d Com unista polaca que las crítica s form uladas por
Zinóviev -al P artid o polaco son ju sta s en general. D entro del tra b a jo
ilegal os especialm ente necesario que la dirección del P artid o tenga
un a línea c la ra y precisa.
Observamos aquí, en el 'C o n g T e so , cierto giro a la izquierda por
p a rte d e los cam aradas d irig en tes polacos, pero en la práctica ese
giro no se hace sentir. La fórm ula adoptada por la dirección acerca
del fre n te único y el gobierno obrero y campesino no es de derecha
ni de izquierda; sencillam ente carece de claridad, y eso es lo peor.
Se dice que no debemos adm itir compromiso alguno; no obstante,
se d e j a la p u e rta ab ierta a un bloque electoral en determ inadas con­
diciones.
L a Ju v en tu d Com unista ha criticado abiertam ente a la dirección
del P artido. E stam os con Zinóviev cuando afirm a la necesidad de
u n saneam iento dentro del P artid o polaco. Queremos que cesen les
ataques contra los cam arad as de izquierda; y que el P artid o dé un
resuelto golpe de tim ón a izquierda.

FIALA (A u s tria ). El 'Comité C entral del P artid o ‘Com unista a u stría ­


co y la m ay o ría de la delegación se h an pronunciado sin reservas por
la línea del E jecutivo. E n lo.que concierne a la aplicación del fren te
único, la g ra n m ayoría de la delegación e s tá de acuerdo con el
punto de v ista de Zinóviev. E n re ite ra d a s oportunidades se han
m anifestado lig eras desviaciones en ocasión de las elecciones m uni­
cipales, pero el P artid o siem pre las h a com batido, sin p erm itirles ex­
tenderse. Pensam os que los cam aradas del antigno Comité -Central
alem án no supieron aplicar de m anera conveniente la tác tic a del
fre n te único.

175
DECIMOQUINTA SESION

en la Sala San Andrés del Kremlin


noche del 26 de junio de 1924

Presidente: W ijnkoop.
O radores: V arga, Zinóviev.

C IE R R E D E LA DISCUSIÓN

varga. Los debates h an estad a casi del todo dedicados a los asuntos
políticos; un ínfim o núm ero de oradores se ocupó del problem a eco­
nómico, y por rem ate éstos h ablaron no -tanto de la situación de
hecho como de la tendencia, lo que no es juicioso, pues a la perspectiva
sólo se la puede descubrir después de haber esclarecido' los hechos.
Se me acusa de no h ab e r dado un fundam ento suficientem ente ¡revo­
lucionario a m is conclusiones, pero ni los hechos en los que me
baso ni la s conclusiones que saco de éstos son falsos.
E n el intervalo en tre mi folleto, escrito en abril, y mi discurso en
el Congreso se h an presentado hechos nuevos que h a n requerido una
profundización de las perspectivas. Cada día que p asa se a g ra v a m ás
la crisis en N orteam érica, en Alem ania, en A lta Silesia y en R um a­
n ia ; h a sta en In g la te rra , ju stam en te la sem ana pasada, señaló un
recrudecim iento de la desocupación. E sto h a sido lo que me determ i­
nó a p re sen tar en mi inform e la crisis c a p ita lista con un m atiz de
agravación (respecto de mi folleto.
D unne me im puta una sobr estim ación de la crisis norteam ericana.
Pero los propios inform es burgueses revelan u n a disminución de pro­
ducción, que en la m etalu rg ia h a alcanzado, por ejemplo, al 30 por
ciento en dos meses. Oreo que nunca, h a s ta hoy se había re g istra d o
crisis -tan grave. Sin em bargo, la crisis n o rteam ericana reviste as­
pectos m uy especiales. Corrientem ente, cad a comienzo de crisis eco­
nómica va acompañado por u n a crisis m o n etaria; <no es este el caso
presente. E l m ercado m onetario sigue siendo absolutam ente norm al „

176
E l capitalism o supera la crisis a expensas del proletariado, redu­
ciendo la producción, y no los precios.
W ijnkoop h a dicho que E uropa ce n tral y los B alcanes se vuelven
colonias de E u ro p a occidental. Es u n a concepción falsa. H ay en tre
In g la te rra y la F ra n c ia im perialista u n a com petencia encarnizada por
la dom inación de E uropa. L as reparaciones no son en el fondo n ad a
m ás que este problem a: ¿se convertirá A lem ania en u n a colonia de
F ran cia, de In g la te rra o de E stados U nidos? No se tra ta , pues, de
E u ro p a occidental; se tr a t a de un cuerpo a cuerpo e n tre las grandes
potencias im perialistas por la hegemonía en E u ro p a cen tral. L a in­
d u stria pesada, las bancos y el m ilitarism o de F ra n c ia desean una
A lem ania desm em brada, como antes de 1870. Toda la g u e rra del
R u h r h a rem atado en la victoria m ilitar de los franceses. La debilidad
económica de F ran cia, u n a prueba de la cual es la crisis del franco,
h a compelí do, no obstante, a su burguesía a renunciar a los fru to s
de su v icto ria m ilitar y a subordinarse a la política anglo-norteam e-
rican a.
Dengel se h a ocupado en detalle de mis tesis. H a dicho que única­
m ente la derecha e s tá de acuerdo con ellas; sin em bargo, la dele­
gación ru s a las h a aceptado en principio. E n cu e n tra fa lsa su tenden­
cia. Se tra ta , me parece, de saber si u n capitalism o “n orm al” puede
restablecerse. E n ©1 curso de estos últim os cinco años hemos visto ante
todo, inm ediatam ente después de la g u erra, que la b u rg u esía retrocedía
en toda la línea fre n te al proletariado. Dos años después com enzaba la
ofensiva capital. Pero los antagonism os se h an acentuado en el seno
mismo del cap ital: la decisión de los expertos s e h a pronunciado en
fav o r del pequeño grupo de los m ayores cap italistas. U na g rave crisis
a g ra ria cau sa estrag o s en todo el mundo, y en Occidente h ay una
crisis especial, determ inada por la industrialización de los países
agirícolas. Políticam ente, sin em bargo, el capitalism o se h a consoli­
dado, S ería u n a «utopía negarle toda posibilidad de superación de la
crisis.
Dengel ha declarado que yo supongo, como K autsky, u n a época
superim perialista, en la que las contradicciones del capitalism o son
ta n enormes, que se aniquilan, ¿E s posible que cesen los antagonism os
en tre gran d es potencias im perialistas? Sí3 es posible. L a g u erra
m undial suprim ió a tre s grandes potencias de siete que h ab ía: Rusia,
A u stria-H u n g ria y A lem ania. Se puede p en sa r que en el curso de
la próxim a g u e rra u n a o dos potencias serán nuevam ente a rro jad as
p o r la borda y degradadas al nivel de objetos de la política impe­
rialista. N ada contrario al m arxism o hay en la suposición de que
u na sola potencia im perialista, o el im perialism o anglo-norteam eri-

177
cano unificado, puede som eter al resto del m undo de m anera de
hacer imposible toda g u erra. Si Dengel entiende d e este modo el
superim perialism o y niega su posibilidad, jam ás le daré la razón.
Dengel estim a m uy peligroso p a ra la Internacional Com unista
aceptar ¡este punto de vista. Muy p o r el contrario. Si se comprueba
un a tendencia del capitalism o a fortalecerse, ca llarla sig n ificaría
traic io n a r los intereses del proletariado. No quiero decir que el capi­
talism o tien d a a sanearse, pero digo enérgicam ente que, de p re s e n ta r­
se una perspectiva como ésta, s e ría peligroso d e ja r de re g is tra rla .
Dengel pertenece al núm ero de los antileninistas de lo que se llam a
la izquierda alem ana, aunque se h ay a pronunciado contra ésta. Se
lo ve por su im putación de “voluntarism o7': concedo, dice, u n a m uy
grande im portancia a la voluntad de lucha del proletariado. ¿Pero
no s&rá una contradicción condenar a ¡la derecha por no haber querido
com batir en una situación revolucionaria y, por o tra parte, rep ro ch ar­
me que destaque que la voluntad de lucha del proletariado es un
facto r indispensable de su victoria?
Dengel ve una contradicción en el hecho de. que hablo, por una p a r ­
te, de la tendencia de los países cap italistas a aislarse y, por la o tra ,
del intrincam iento internacional de los intereses capitalistas. No
hay en ello la m enor contradicción. La burguesía de cada p aís asp ira
a aseg u rarse el monopolio del m ercado in terio r y se rodea de u n a
a lta b a rre ra de aduanas. E l capital extranjero, que h a sta entonces
había llevado ta l o cual m ercancía a ese país, reduce, naturalm ente,
la producción de tales artículos.
El órgano teórico del P artid o alem án ha publicado estos últim os
tiem pos un g ra n núm ero de ataques co n tra m í. Se reducen, en su
esencia, a reprocharm e no haber redactado u n a teo ría del período de
crisis que sea ta n c lara como la del m arxism o aplicado al capitalism o
norm al. Debo destacar que aún nadie h a construido esa teoría, M arx y
Exigels estudiaron veinte años el capitalism o, y sólo después de veinte
años de observación escribieron E l capital, A hora, cuando el cap italis­
mo se h a complicado sobrem anera, es n atu ralm en te aún menos posible
exigir u n a te o ría im provisada. Los cam aradas que me form ulan
reproches no han proporcionado nada que sea positivo, ni la m enor
ten tativ a de análisis real. .
Perm itidm e, p a ra term in ar, que toque un asunto del que no se ha
hablado cabalm ente. Hace cinco años había, adem ás de Rusia, otro
p aís firm em ente p ro letario : H ungría. L a dictadura p ro leta ria en
H u n g ría duró cu a tro m eses y medio. Pero el proletariado húngaro
no se h alla representado en este Congreso. No hay P artid o Com unista
húngaro. E ste hecho no se debe a la carencia de la em igración ni

178
a un mal fraccionam iento. Muy por el c o n tra rio : hay fracciones por­
que no hemos logrado crear en H u n g ría un movimiento que sea via­
ble. E s u n hecho que merece ser sopesado, pues allá existe un fu e rte
movimiento obrero. Los sindicatos húngaros son los únicos del m undo
cuyo efectivo h a aum entado estos tre s últim os anos. L a verdad es
que la d ictad u ra h ú n g a ra ¡se ha efectuado antes de 'la creación o rg á­
nica de un P artido Com unista. L a burguesía h a sentido qué era la
dictad u ra p ro letaria, de modo que las persecuciones de la reacción
contra los com unistas han adquirido p a rtic u la r violencia. L a ta re a del
P artid o h úngaro en la h isto ria es excepcional: después de la dicta­
dura, reto m ar por el principio la creación de un p artido com unista
a trav é s del te rro r y la ilegalidad. H a lleg-ado el tiempo de e n c a ra r
francameaute este problem a. S ería bueno que el 'Congreso en c a rg a ra
al Ejecutivo hacer un enérgico esfuerzo por su p erar las divergencias
de fracciones en ©1 seno del P artido húngaro.
El movimiento obrero h ab rá de fu n d ir esas fracciones en un bloque
que ten g a un solo y mismo fin : echar los cim ientos de u n verdadero.
P artid o Com unista húngaro. U na vez tom adas las prim eras m edidas,
las sem illas revolucionarias dejadas en las m asas por la dictadura
crecerán rápidam ente, y el P artido C om unista húng-aro adquirirá la
grandeza y .la fu erza que por su pasado h a m erecido. (Aplausos.)

S e cede la palabra a Zinóviev para el cierre de la discusión.

Los debates h an sido m á s notables q u e nu n ca: sesenta y


z in ó v ie v .
dos oradores b an hecho uso de la palabra, sin contar las declaraciones.
Muchos discursos nos han sum inistrado u n a docum entación preciosa.

L a economía, m undial. Me detendré ante todo, u n a vez más, en el


análisis de la economía m undial. Y a he declarado que estoy de acuerdo,,
en general, con el folleto y las tesis de V arga. N aturalm ente, h ay que
hacerles algunos retoques, y nadie, sin duda, los objetará.
D u ran te es-te período hemos aprendido m ucho; en tre o tra s cosas,
esto : que hay que em plear con prudencia las p a la b ra s “nau frag io del
capitalism o”. E l n au frag io del capitalism o es fa ta l. El capitalism o
está condenado. Pero hay que ten er en cuenta la noción de tiempo.
Conocéis la m an era en que aprecia Dengel el inform e de V arga. E s
cierto qoje, después de la declaración de la delegación alem ana, este
juicio p a rtic u la r sólo tiene ya una im portancia secundaria. Pero
pese a todo es conveniente entenderse, aún con cam aradas aislados
y sobre todo con cam arad as ta n apreciados como Dengel, respecto
del fondo del debate. P or lo demás, Kreibich, que pertenece a otro

179
m atiz político, aprecia el inform e de V arga de la m ism a m anera que
Dengel.
Dengel estim a que no es fo rtu ito el hecho de que R ádek y otros
cam aradas de -la derecha (ya no recuerdo exactam ente quiénes) se
solidaricen co n ■V arga. Míe parece que eso es ser víctim a de ’un ardid
de gnierra de Rádek.
H abéis observado, sin duda, que Rádek busca en todas p arte s la
debilidad de la izquierda y t r a ta de explotarla. A sí con el inform e
de V arga. Los sentim ientos de un revolucionario, y sobre todo de un
revolucionario alemán, son m u y comprensibles, Dengel h a b ría querido
que n u estros econom istas establecieran un plan preciso y claro : el
capitalism o va a derrum barse, la revolución es inm inente. H ay que
ag u ardarlo, hoy m ás bien que m añana. E ste estado de ánimo es
comprensible sobre todo después de la d e rro ta de octubre, después
de haber logrado sacudirse el yugo de la derecha. Se experim enta un
verdadero deseo de lu c h a r; los paños se cierran solos, y se quiere
que los teóricos dem uestren que la revolución es p a ra m añana.
Pero, cam aradas, nosotros queremos vencer y no am enazar con el
puño; ahora bien, p a ra ello es necesario ver la s cosas -como son.
V arg a debería habernos pintado la situación económica del mundo
y no ta n -sólo la de Alem ania. A lem ania «s un país m uy im portante
p a ra la Revolución; pero, como m uy ju stam en te se lo h a señalado,
los países anglosajones, In g la te rra sobre todo, tam bién tienen ira-
portainicia, M arx dijo u n a vez: la Revolución sin. In g la te rra es u n a
tem pestad en u n vaso de agua. Por lo demás, h a sta en A lem ania hay
tam bién, pese a m últiples síntom as de decadencia y putrefacción.' del
capitalism o, ciertos síntom as de consolidación. Cada obrero lo siente
en su fáb rica. ¡N o hay necesidad algrina p a ra nosotros de a firm a r
lo que t l o es. E xisten, en fin, en, general, p re g u n ta s a las que l i o
re su lta fácil responder de sopetón sí o no. Con todo, el sentido de
muchos artículos y de m uchos discursos, se reduce a esto; sí sí, no no,
y n ad a más.
L a situación es compleja, y no es culpa de V arg a que compro­
bemos en ella algunos 'signos favorables al -capitalismo. E s lam entable,
pero es así.

E l “pacifismo** de V arga. Aquí se h a dicho: V arga h a dado m ues­


tra s de “desviaciones p acifistas". Si se juzga por su físico, es quizá
m uy cierto, (ü-íscr-s.) Acaba de m o strarlo ; en su lu g ar, yo no h ab ría
sido ta n “p ac ifista” con respecto a Dengel. (Risas.) No obstante,
considero jiusto el cuadro que h a trazad o de m an era científica.
H acer el análisis de la situación económica internacional es cosa
difícil y compleja, l ,a situación está m uy em barullada, y no se la
puede ap reciar con datos subjetivos. V arg a concluye de este modo:
"“E n casi todo el globo rein a la crisis a g ra ria - en N orteam érica co­
m ienza una crisis industrial. E n E u ro p a la crisis se h a atenuado en
•ciertos países sólo en detrim ento de otros. L a condición de 'la clase
o b rera em peora, no sólo de una m anera re la tiv a , sino tam bién de una
m an era absoluta, y los antagonism os de clase se exacerban’'.
¿Se puede calificar esto de pacifism o? V a rg a estim a ju stam en te
que en sem ejante situación económica un fa c to r subjetivo puede
desem peñar el papel decisivo, y que este fa c to r es el grado de orga­
nización del proletariado, su voluntad de tom ar el poder y de
e n fre n ta r la lucha, la fuerza, en fin, de Jos p artid o s com unistas. La
situación objetiva puede se r ta n revolucionaria como se quiera,
pero si fa lta la voluntad de to m a r el poder, si no h a y P artid o
Com unista, entonces nada saldrá de ella.
Se necesita sajigre .fría. ¿Qué h ab ría ocurrido si en el T ercer Con­
greso hubiéram os decidido que el capitalism o está dando su últim o
suspiro, y sí en <el 'Cuarto o en el Q uinto hubiésemos visto que el
capitalism o se m antiene aún con b astan te solidez en no pocos países?
13s poco probable que esto hubiera contribuido a re a lz a r nuestro
prestigio.

Las dos -perspectivas del capitalismo. Dos perspectivas son pasibles.


E l capitalism o puede todavía v eg etar d u ra n te un período re la ti­
vamente .largo, sin vivir realm ente, pero tam bién sin; m orir. O bien
los acontecim ientos irá n mucho m ás rápido, y el capitalism o se ven­
d rá abajo mucho antes en ciertos países im portantes y degenerará
m ás rápidam ente en los demás.
L a Internacional Comunista, que organiza la Revolución m undial,
debe p rever am bas eventualidades. Si el ritm o del derrum be del
capitalism o so acelera, ta n to m ejor. P ero no h a b ría que establecer
n u e stra tá c tic a exclusivam ente por la perspectiva m ás ventajosa. No
h ay razón alguna de a ta c a r a V a rg a cuando d a m u estras de circuns­
pección en el análisis de .la economía m undial.
E n suma, estim o que sus tesis son ju sta s. Podemos, eso sí, con­
s e n tir el deseo de la delegación alem ana, de que describan, de una
m an era m ás com pleta la s perspectivas revolucionarías, sobre todo
p a r a Alem ania, E n general, recom endaré, sobre todo a los cam aradas
jóvenes, que se -las estudie con to d a seriedad..

L a situación política y la “era de-in oorático -pa rifis ta,T. Me a g ra d a ría


a h o ra hacer algunos añadidos a m i inform e en cuanto a la situación

181
política internacional. He comprobado que el fascism o y la reacción
burguesa alcanzaron su apog-eo durante nuestro 'Cuarto Congreso, pero
que ya habíam os previsto u n a nueva era, “dem ocrática7' y “p ac ifista”^
La predicción se h a justificado, pero el nuevo período 110 será
de la rg a duración. E n m uchos países la situación volverá a a g r a ­
varse, y se restablecerá el estado de sitio y el fascismo re c u p e ra rá
fuerzas.
D u ran te la g u e rra im perialista la situación era extrem adam ente
tensa, y en casi todas p arte s se había decretado el estado de sitio.
H acia iel fin de la guerra, venios y a cierto florecim iento de la “dem o­
cracia”, algunas revoluciones burguesas dem ocráticas. Luego, r á p i­
damente, llega un período de fascism o, una form idable reacción
burguesa en casi todos los países decisivos. No hubo un P artid o Co­
m unista en condiciones de llevar a la clase obrera al combate y
vencer a la burguesía. P or fin, he aquí u n a nueva ola de dem ocracia
y pacifismo.
Los señores socialdem ócratas consideran este fenómeno de una
m anera sim plista: estado die sitio - democracia - estado de sitio - de­
m ocracia - estado de sitio - democracia, y así sucesivam ente h a s ta
el infinito. Pero no es cabalm ente así.

L a crisis del r é g im e v ■ f a s c i s t a en I t a l i a . Ved, por ejemplo, a- Italia.


Acaso sea exagerado decir que allí se encrespa u n a nueva ola revo­
lucionaria, que estallan huelgas generales, etcétera, pero resulta,
innegable que la situación ha cambiado. U n ejem plo: L ’Unílá, el ó rg a ­
no com unista, ha aparecido dos veces seguidas con un títu lo sen­
sacional: “ ¡A bajo el gobierno de los asesinos!” , y Mussolini no lo
ha prohibido. E s un síntom a evidente de la proxim idad de u n a e ra -nue­
va. Pero si verdaderam ente la dem ocracia burguesa triu n fa de
nuevo, e sta “dem ocracia" y a no se rá la de 1920. L a clase obrera
es o tra. H a perdido sus ilusiones. Se h a enriquecido de experiencia,
política.
Puede suceder que se suplante el régim en de M ussolini por una.
“dem ocracia”, quie no h ab rá de parecerse a la de 1920 y bajo la. j
cual se p re p a ra rá la dictadura del proletariado.

¿Durará mucho tiempo la era, dem ocrático-pacifista? ¿C uánto du­


ra rá la era dem ocrático-pacifista? No se lo puede decir con exactitudr
pero será, en la m edida en que se pueden fo rm u lar pronósticos,
de co rta duración, h a sta en F ran cia, el p aís por excelencia de la
democracia burguesa» . E l bloque de las izquierdas se g a s ta rá a llí
con una rapidez m ayor que la que se supone. Su situación es m uy

182
inestable: no tiene m ás que 300,000 votos de m ayoría (el Bloque
Nació-nal, con todos sus m atices, ha obtenido 3.600.000 votos y el
Bloque de las Izquierdas 3.900.000). H e rrio t h a comenzado su acti­
vidad m inisterial designando seis m in istro s que fo rm aro n p a rte del
gabinete de Poíncaré y conservando casi in ta c ta la orientación de la
política exterior. E l bloque de las izquierdas h a hecho grandes pro­
m esas a la clase obrera y no puede cum plir ninguna. Podemos, pues,
suponer que la era dem ocrática y p ac ifista te rm in a rá en F ran cia
dentro de n m y .poco tiem po. Si la clase o b rera y su P artid o Comunis­
ta son débiles, entonces será el fascismo.
¿Qué significación tiene p a ra el capitalism o esta era pacifista y
dem ocrática? ¿S eñala el fortalecim iento de la burguesía, o, por el
co ntrario, la disgregación del capitalism o? Evidentem ente, la segunda
hipótesis es la ju sta. Los acontecim ientos se suceden con b astante
rapidez, aunque no siem pre lo observemos. Os acordáis de las crisis
que atravesó la burguesía antes de la g u e rra ; el caso D reyfns
pareció un a crisis colosal del régim en, como tam bién la lucha en
P ru s ia contra el sistem a electoral de tre s grados. ¿Pero qué era
en com paración con lo que vemos? P or ejemplo, cuando antes de
la g u erra hubo en Bélgica uína huelga por el su fra g io universal,
R osa Luxem burg escribió estudios acerca de ta l acontecimiento.
Com parado con lo que acurre ahora casi a d iario: el asesinato de
M atteotti, la ocupación del R uhr, el asesinato de R athenau, las
insurrecciones de B ulgaria. H am burgo y Cracovia, el bloque de las
izquierdas en Francia, el “gobierno obrero” en Inglaterra y D ina­
m arca, inm ensas oleadas de huelgas, el movimiento revolucionario
de Oriente, etcétera. Si se produce u n a huelga de 500.000 obreros,
le dedicamos veinte lín eas y adelante. ¿No prueba esto los form ida­
bles progresos de la lucha de clases y la rapidez con que vamos hacia
la victoria?
Los cretinos socialdem ócratas piensan que h an llegado los tiempos
de bendición en que por fin se podrá re sp ira r a gusto y decirse que
el capitalism o se ha consolidado. No sospechan siquiera que la era
dem ocrático-pacifista es la expresión, el síntom a de una lucha de
clases in au d ita. E s la m ejor p rueba de que el capitalism o ya no puede
re in a r con los viejos métodos, y al mismo tiem po desquicia aún
m ás al capitalism o, ya trasto rn a d o por la g u erra.
E n el terren o político los síntom as suelen ser m ás precoces, m ás
nítidos y sensibles que en el campo económico. L a economía es la
'base de todo; pero antes de que tal o cual proceso m adure y se
m anifieste en su totalidad, en el momento era, que un cambio apenas
se insinúa, los síntom as suelen ser m ás característicos.

183
Lo rep ito : la, era dem od'ático-pacifista es el índice del deterioro-
del capitalism o, de su declinación- y su crisis irremediable. C uanto
hacen M ussolini y Pom paré por u n lado y Mac Donald y H erriot
por el otro beneficia a la revolución proletaria.>. Que adopten la vid'
de la “democracia” q la del fa-scismo, poco im porta. Todos llevan-
agu a al molino de la revolución pro letaria.
El capítulo de la 'historia en que nos hallam os es el de la descom­
posición del capitalism o. L a social democracia in te n ta sa lv a r a la
burguesía, pero el salvavidas que le a rro ja no vale nada, porque-
está hecho de u n a m ateria que 'se deshilacha.
E l gobierno “obrero” de Mac Donald, objetivam ente contrarrevo­
lucionario, desem peñará finalm ente <un papel negativo, no p a ra no­
sotros, sino p a ra la burguesía. Lenin tuvo m il veces razón en decir
en el Segundo Congreso que en In g la te rra el poder ib a a p asa r a un
gobierno obrero, y que los com unistas deberían sostener a éste, pero-
de la m ism a m an era en que la cuerda sostiene a l ahorcado. Cuando
la burguesía m ás inteligente del mundo, apela a su menchevismo,,
he ahí la prueba de que y a no puede re in a r con los antiguos métodos^
Debemos considerar con toda fria ld a d la situación, Necesitam os
en p a rte m odificar n u estra agitación, puesto que atravesam os una
nueva e ra dem ocrático-pacifista, Tenemos que explicarle a la clase
obrera de todo el mundo qué significa esta era. Necesitamos hacerle
com prender que no puede ser durad era, que es u n a nueva im postura
do la socialdemocracia. Somos la única fu e rza a la, que no h ayan
cegado ese gobierno “obrero”, esa “dem ocracia”, ese “pacifism o1';
precisam ente p o r esto debemos descubrir y revelar todos los rasgos
por los que el actual régim en de la burguesía se distingue de 'su
régim en antiguo.

Comunismo y campesinos. Q uerría h ab lar de un problem a al que la


discusión apenas ha rozado. Es el problem a campesino.
E l V orw aerts del 19 de junio inform a, en un artículo titulado-
“L as doce menos cinco”, que el doctor Schlittenbauer, diputado popu­
lista al L an d tag bávaro, h a form ulado en ese parlam ento la siguiente
declaración (cito textualm ente) : “L a crisis está- lejos de haber sido
superada. E n un horizonte sombrío y confuso nos ag u ard a no sólo
el comunismo, sino tam bién la revolución social cam pesina. Si la
política actual del gobierno y el R eichstag p a ra con los cam pesinos
se prolonga aunque sólo sea seis meses m ás, el peligro será inm i­
nente. Tal es la lógica irrevocable de los acontecimientos, pues la
situación presente re su lta insoportable: a rru in a a la a g ric u ltu ra
con u n a rapidez vertiginosa. Cuando el yugo se h ay a vuelto imposible

184
de tolerar, cuando la posición económica se h ay a definitivam ente
desquiciado, se p roducirá la explosión: se rá Xa revolución cam pesina.
No olvidéis que será u n a revolución radical, cruel, terrible. La
h isto ria os enseña que la revolución cam pesina es el fuego, son los
incendios y 'las horcas doblándose b ajo los cuerpos. E s necesario
(prevenir e sta revolución. A h o ra es el m om ento; ahora o nunca-. A
m ediodía suena rel re lo j’7,
¡ Pues bien! Si yo no su p iera de A lem ania n ad a m ás que lo que
dice este burgués, sus solas palabras me p ro b a ría n que la situación
es crítica, p o r mucho que no h ay a en tre los campesinos muchos
revolucionarios conscientes y tengam os, ta n luego, que conquistarnos
a ciertos elem entos campesinos y n e u tra liz a r otros.
Acaso se encuentre en n u e stra extrem a izquierda alguien capaz
de p en sa r: “ Somos los p artid ario s de la d ictad u ra del p ro le ta ria d o ;
el problem a campesino no nos llega”. O bien: "F orm arem os u n a
comisión cam pesina ante el Comité 'C entral”, p a ra escribir tesis
que nadie, ¡ay!, leerá. E n treta n to , el p artido contrarrevolucionario
de AverescOj R um ania, convocó recientem ente a un congreso en el
que p artic ip a ro n 10.000 campesinos. Son cam pesinos ricos, proba­
blemente, pero no por ello el núm ero de 10.000 d eja de s e r im ponente.
Los p artid o s burgueses de Polonia convocan en V arsovia a congresos
campesinos con un g ra n número de delegados. E l L an d ta g bávaro
considera u n a am enaza inm inente de revolución cam pesina.
E s preciso ad o ptar m edidas revolucionarias. ¡B asta de tesis, b a s ta
de re p etir el infundio socialdem ócrata según el cu a l n ad a tenem os
■que h acer con los campesinos! P erfectam en te; mientras sigamos
hiendo un partid o corporativo, no tenem os que preocuparnos por los
campesinos. Pero sí realm ente queremos obtener la hegemonía del
p ro letariad o en la revolución, debemos llevar n u e stra propaganda
al fondo de la población campesina.
Actuemos como lo hicimos en R u sia: no bien advertíam os que
los obreros de una fá b ric a sim patizaban con nosotras, los reuníam os
y les decíamos: hablad en nuestro fav o r e n tre los campesinos. Elegid
en tre vosotros a unos veinticinco m uchachos y enviadlos a hacer
p ropaganda en tre los campesinos de u n a provincia. ¿Se necesita
dinero? E l P artido no lo tiene. Haced una colecta e n tre vosotros;
fo rm ad grupos que com prendan a cinco com unistas y veinte sin
partido, y enviadlos p o r Tino o dos meses a-1 campo. Nosotros m an­
tendrem os a sus fam ilias h a sta su regreso. N uestros m ejores ag ita­
dores e ra n las m ujeres. Los obreros escribían, a sus aldeas, enviaban
panfletos, periódicos, m ensajeros. Im aginad ah o ra que el P artid o ale­
m án h ag a lo mismo. D isfru ta del g en e ral beneplácito de la clase

185
obrera y posee cantidades de afiliados en un altísim a núm ero de-
em presas. Si se ocupa verdaderam ente, si hace p a rtic ip a r en ese
trab a jo no sólo a los com unistas, sino tam bién a los sin partido, con
la ayuda de los comités de fá b ricas, no p asa rán m ás de unos pocos-
meses cuando y a h ab rá que re g is tra r resultados indudables. L a pro­
pag an d a e n tre los campesinos nos ay udará, a su vez, a p en e trar en
los ejércitos.
Si lo que el diputado bávaro h a dicho es cierto, si los campesinos
se h allan en sem ejante ferm entación, el hecho debe de rep ercu tir en
el ejército, en el que, si bien hay m uchos oficiales provenientes de
la nobleza, h ay aun ¡más hijos de campesinos.
Así pues, cam aradas, he ahí uno de los problem as esenciales que se
le plantean a la Internacional. Preocupémonos menos de saber qué di­
jo Rádek en el Tercero o el C uarto 'Congreso y u n poco m ás de zan­
j a r este problem a prim ordial. L as tesis son buenas, pero no es
suficiente escrib irlas; además es necesario alzar a su nivel a las
m asas obreras y cam pesinas.
¿Qué diríais de un cirujano que se p re p a ra ra p a ra operar a un
paciente y h u biera olvidado auscultarle el corazón? Sin embargo,
queréis efectu ar u n a operación quirúrgica im portantísim a — d erro tar
a la b urguesía— y olvidáis averiguar por la situación en los países
agrícolas y por los elementos de la población que en ellos soit
m a y o ría .. .

La, táctica. Paso a los problem as de táctica. Aquí se h a dicho que


pretendem os re v isa r la táctica del fre n te único elaborada por el
C uarto 'Congreso. Después de Rádek, esto lo h an repetido otros
cam aradas, y tam bién, con g ra n p esa r mío, C lara Zetkin.
L as decisiones elaboradas por un Congreso deben, llegado el caso,
ser corregidas y m odificadas p o r el siguiente, pues de otro modo po­
dríam os prescindir de su convocatoria. M odificar o com pletar tal'
o cual p a rte de una resolución no significa re v isa r y liquidar toda
una táctica.
Bien concebís el trasfondo de esa im putación: ¿revisar las deci­
siones del Tercero y el C uarto Congreso? Pero, cam aradas, no somos
nosotros quienes emprendemos la revisión; son R ádek y la derecha.
L a derecha se desenm ascara. A cusa p a ra no sentirse acusada.

Xm s desviaciones de derecha de Rádek. C lara Zetkin dice: “Durante-


cuatro o cinco años el Ejecutivo h a seguido a Rádek, y luego, de-
súbito, lo h a relegado a la derecha”. No f<ue el Ejecutivo quien,
siguió a Rádek, sino Rádek al Ejecutivo (aprobaciones), lo que era.
loable. Me parece que no es difícil ds ver. Cito en apoyo algunos
hechos. E s iirudLS'p'ensable, pues el problem a de -saber quién siguió a
quien presen ta u n a im portancia política.
Como sabéis, de ordinario los disentim ientos se acum ulan poco
a poco y sólo al fin, cuando la cantidad se tra n sfo rm a en calidad,
■“bruscam ente” se a-cusan dos tendencias opuestas. U n rápido cálculo
m e perm ite destacar una decena de disensiones en tre Rádek y no­
sotros en el tran sc u rso de estos años.
L a prim era, b a stan te grave y seria, se originó en el Segundo
•Congreso M undial, T al vez algunos cam arad as recuerden el discurso
que pronuncié en el Ejecutivo, en el que decía: “ Combatiremos im pla­
cablem ente la derecha”. Entonces se tra ta b a de Grispicn, D ittm an
y otros, que nos asediaban p a ra e n tra r en la Internacional. Declaré
que com batiríam os a esos señores como a enemigos de clase. E n lo
tocante a los sindicalistas de izquierda, de extrem a izquierda, por
entonces e ra n m uy populares. A barcaban, por lo demás, elementos
obreros decentes y revolucionarios. Sus ideas eran b astan te confusas,
pero yo los consideraba cam aradas de lucha. E n todo caso, no eran
-enemigos de clase. Levi juzgaba que la Internacional C om unista no
debía acep tar m ás que a los “verdaderos com unistas”, y por nada
del mundo a los sindicalistas revolucionarios. E l problem a del P a r­
tido Com unista obrero en A lem ania se planteaba asimismo con acui­
dad ; yo opinaba que debíamos aceptarlo en calidad de partido
;sim patizante. Levi y la derecha del Com ité C entral alem án, y ta m ­
bién Rádek, estab an en contra»
E l segundo disentim iento tuvo que ver con el P artid o Com unista
■obrero después del Congreso. E n re ite rad as oca.siones chocamos con
este motivo.
E l tercero tuvo por origen la p rim e ra c a r ta ab ierta del Comité
C entral alem án a los socialdem ócratas; la escribió Rádek. Algunos
cam aradas, B u jarin y yo en tre ellos, estábam os en contra de esa
ca rta, pues tem íam os que Levi y los elem entos sumisos a su influen­
cia hicieran de esa táctica, en lu g ar de u n a e stra te g ia revolucionaria,
lo que en efecto hicieron. L a intervención, de L enin puso las cosas
en sil lu g ar. Nos dedicamos a v igilar a Levi aun con m ayor atención.
Consecuentemente, Lenin reconoció que teníam os razón.
E l cu a rto diferendo se produjo con motivo de >la conferencia de las
tre s Internacionales en B erlín. Recordáis, sin duda, que la posición
de Rádek fu e condenada en dos artícu lo s: uno de Leilin y otro mío.
R ádek hab ía trasg redido los lím ites del fre n te único y hab ía cometido
el mismo erro r de oportunism o que ahora.
D ígam e, C lara Zetkin, si en ese tiempo es el E jecutivo y Lenin

187
los que van con R ádek, o si es Rádek quien v a con el Ejecutivo,
Rádek reconoció sus erro re s y transigió.
N u e stra quinta divergencia estalló a propósito del problem a no­
ruego. H abíam os enviado a Rádek a N oruega y allí él se había
apresurado a c e rra r un compromiso con Tranm ael.
La sexta provino de la actitud adoptada por R ádek con respecto a
la izquierda alem ana. Todos saben perfectam ente que e n tre Rádek
y yo hace ya mucho que prosigue una sorda lucha. Rádek adoptaba
en gen eral la línea de B ran d ler y apoyaba, salvo ra ra s excepciones,
las m edidas que tom aba éste co n tra la izquierda. No siem pre he
sostenido a la izquierda, pues todavía no conocíamos a los nuevos
jefes y pensábam os que quizá R ádek los conociera m ejo r que nosotros.
Pero hay un punto respecto del cual jam ás he tenido la m enor duda, y
es que a cualquier precio debíamos e n tra r en acuerdo con la izquierda.
Séptim a divergencia: ¿es el gobierno obrero, sí o no, un seudónimo
de la d ictad u ra? Más adelante h ab laré de esto.
Octava divergencia: el ‘Congreso de Leipzig. Se tra ta b a de la tesis
del gobierno obrero dentro del m arco de la democracia burguesa*
tesis a la que yo criticaba, juntam ente con B u jarin , y que R ádek
defendía.
Novena divergencia: el p ro g ram a fiscal, la confiscación del 51 por
ciento, etcétera. E stábam os en contra; no quiere decir que renunciá­
ram os en general a las reivindicaciones parciales, sino que estam os
en pro de las reivindicaciones que puedan in tere sa r a las m asas y
no de las reivindicaciones artific ia le s inventadas en el gabinete.
L a décima divergencia es la m ás im portante. D u ra n te las jo rn ad as
de setiem bre y octubre de 1923, estuvim os de acuerdo en todo. Y a he
n arrad o de qué modo se opuso R ádek a la organización de la jo rn ad a
an tifascista. Pero no es lo .principal. Más grave es la posición que
adoptó en la conferencia que efectuam os en setiem bre en Moscú con
los cam aradas alem anes. Form ulábam os de este modo el problem a:
¿no es tiempo de lan za r en A lem ania la consigna de los Soviets de
D iputados obreros? R ádek estab a en contra, y por desgracia los
rep resen tan tes de la izquierda com partieron su opinión.
E l Congreso no com eterá la ingenuidad de creer que el Ejecutivo
h a seguido a R ádek d u ra n te cinco años, y luego, súbitam ente, h a
term inado por a d v e rtir sus errores. Lo contrario es lo verdadero.
E l mismo fenómeno se produjo respecto de Zetkin. Lo lam ento,
pero debo absolutam ente decirlo aquí. C lara Zetkin desistió de 1.-.
posición del Ejecutivo, Hubo u n momento en que se había solidari­
zado con nosotros, incluso acerca del asunto m ás litigioso p a r a ella,,
esto es, la comedia p arla m en taria de Sajonia.

188
A Hádele le desag rad a que yo llam e comedia p a rla m en taria lo que
sucedió en S ajonia. Perm itidm e que me detenga en esto. A l -contrario
de lo que él afirm a, he aquí lo que escribí, con m otivo de n u e stra
e n tra d a en el gobierno, e n m is artículos sobre Los problemas de la
revolución alema/na: “L a e n tra d a de los -comunistas alem anes en el
gobierno sa jó n sólo tien e sentido si se la rodea de las m ás seguras
g a ra n tía s , si el a p a ra to adm inistrativo <se pone al servicio de la
cau sa obrera, si decenas de miles de obreros se arm a n p a ra luchar
co n tra el fascism o bávaro y alem án, si no de p alab ra, sino de hecho,
comienza el despido en m asa de los funcionarios burgueses m an­
tenidos desde 'Guillermo II, sí se tom an inm ediatam ente m edidas
económicas p a r a in stitu ir un régim en revolucionario que afecte direc­
tam en te a la burguesía. Si el actual gobierno sajón sabe atenerse
a ello p a ra tra n s fo rm a r a S ajonia en un p aís ¡rojo que se vuelva, ai
■menos en cierta m edida, el punto de concentración de todas -las fu e r­
zas p ro le ta ria s ¡revolucionurias del país, el «proletariado alem án
lo com prenderá y lo sostendrá. Si se produce, por el contrario, la
inversa, los com unistas alem anes deberán aprovechar todo el episo­
dio sajón únicam ente p a ra dem ostrarles una vez m ás a los obreros-
la inconsistencia de la socialdemocracia y la putrefacción co n tra rre­
volucionaria de sus jefes. Rechazamos la aplicación del fren te único
como medio d e eludir los objetivos revolucionarios” .
Eso es lo que escribía yo a comienzos de la “experiencia sajo n a”.
A penas h ab ían tran sc u rrid o unos pocos días cuando y a me daba
p erfecta cu en ta de que la -derecha del P artid o alem án estaba tra n s ­
form ando n u estra táctica en una comedia oportunista.
E l 5 de noviembre de 1923 propuse d irig ir al P artid o alem án una
c a rta confidencial que -dijese que la experiencia sajona degeneraba en
u n a com edia p arla m en taria. No tenemos que avergonzarnos de esa
c arta. Yo hab ía escrito el borrador. L a comisión de redacción incluía
a Kolarov, K-uusinen y algunos otros. C lara Zetkin p articip ab a acti­
vam ente en esas ta re a s y aportó v a ria s correcciones de estilo y
enm iendas políticas. L a c a rta fu e aprobada por unanim idad. ¿E l
E jecutivo siguió a Zetkin, o bien Zetkin siguió entonces al E jec u ti­
vo? Zetkin siguió al Ejecutivo, y estaba bien. Lo que está m al es qne
ah o ra Zetkin no quiera seguirlo, aunque la .situación sea mucho m ás
clara que en noviembre. Lo que está m al es que y a no m arche con
nosotros, y ello p o r am istad, por com pañerism o, po-r sentim iento de­
solidaridad, por no rom per con quienes abandonaron la línea de la
In ternacional Com unista,
C itaré la resolución del C uarto Congreso, ya que se quiere crear

139
toda una leyenda de revisión y liquidación del fren te único y del
gobierno obrero.
Esto es lo que dijo el 'Congreso:
La táctica del fre n te único -significa que la v an g u a rd ia com unista
m arch a a la cabeza de la lucha diaria, de masas po>r los intereses m ás
inm ediatos. E n pro de esa lucha, los com unistas están dispuestos
'incluso a e n tra r en conversaciones con los traid o re s que son los jefes
Eoeialdem ácratas y am sterdam ienses. L a ten ta tiv a de la II Internacio­
nal, de in te rp re ta r el fre n te único como una fusión de todos los
“ p artidos obreros” , debe s e r resueltam ente descartada.
> L a existencia do partid o s com unistas independientes y su completa,
libertad de acción p ara eon la burguesía y la socialdemocracia, con-
I trarrevolucionaria es u n a g ra n -conquista del proletariado, a la que
líos com unistas jam ás renunciarán. Sólo los partidos com unistas de-
Ifienden los intereses de todo el proletariado.
I De ig u al modo, la táctica del fren te único no significa cabalm ente
I “ combinaciones electorales” en tre jefes que persigan tal o c u a l pro-
¡p ósito p arlam entario.
^ * T a -táctica del fre n te único no es o tra cosa que la proposición
form ulada p o r los com unistas, de lu ch ar en común con ellos, a todos
los obreros pertenecientes a los dem ás partidos o grupos o sin
partido, por la defensa de los intereses elementales y vitales de la
clase obrera co n tra la burguesía. Toda acción por la m ás ínfim a
reivindicación es una fu en te de educación revolucionaría, pues
la experiencia del combate convencerá a los trabajadores de la nece­
sidad de la revolución y les m ostrará la significación del comunismo.
E s sum am ente im portante, al aplicar la táctica del fre n te único,
tender no sólo a la agitación, sino tam bién a la propaganda. (Obser­
vadlo: agitación y organización; n ad a m ás.) H ay que u tilizar toda
ocasión p a ra c re a r organizaciones que puedan serv ir de puntos de
apoyo e n tre tías m asas o breras (comités de fábricas, comisiones de
comités de acción, e tc .).
El objetivo p rin cip al de la tá ctica del fre n te único es u n ir m ediante
la agitación y la organización a las m asas obreras. E sta táctica
sólo se la puede llevar, verdaderam ente, por abajo, entre las grandes
masas obreras; los com unistas deben tam bién a veces negociar con
los jefes de los partid o s obreros enemigos, pero las m asas deben
e s ta r siem pre al corriente de esas conversaciones. Ni aun en e"¡
curso de las negociaciones se pueden lim itar la ñide p en done ia del
Partido Comunista ni la de su propaganda. E s tá claro que la táctica
del fren te único debe ser aplicada de diversas m aneras, según los
países y de acuerdo con las condiciones concretas. Pero cuando en

190
un g ra n país ca p ita lista las condiciones objetivas ya han m adurado
p a ra la revolución socialista y los partid o s socialdem ócratas, dirigi­
das por los jefes contrarrevolucionarios, quieren a sabiendas dividir
la clase obrera, en ese caso la táctica del fre n te único ten d rá una
significación decisiva p a r a toda una época.
Todo eso sigue siendo justo aún ahora.
E n la resolución acerca del gobierno obrero leemos:
“ Como consigna -de agitación, el gobierno obrero (u obrero y cam ­
pesino) se ¡puede aplicar en casi todas partes. Pero como consigna
política de actualidad, el gobierno obrero tiene sobre todo im portancia
allí donde la sociedad burguesa es p articu larm en te inestable, donde la
relación de las fu erzas en tre los obreros y los burgueses pone en el
orden del día el problem a del gobierno como necesidad práctica.
A hí, 'la consigna del gobierno obrero es el -corolario de toda la
táctica del fre n te único*. Los partid o s de las Internacionales II y II Y2
quieren salv ar la situación en esos países preconizando y realizando
la coalición de la b u rguesía con los socialdem ócratas. L a reciente
te n ta tiv a de algunos p artid o s de 'la I I Internacional (en Alem ania,
por ejem plo), de rechazar la participación en un gobierno de coalición,
pero sin d e ja r de p ra cticarla bajo u n a form a velada, no es o tra
cosa que u na m aniobra p a ra ap acig u ar a las m asas, u n a astucia p a ra
em baucar a los obreros. A la coalición, declarada o enm ascarada, de
los socialdem ócratas con la burguesía, los com unistas oponen el fre n te
único de todos los trab a jad o res y la coalición de todos los partidos
obreros en el terreno económico y político para la lucha contra el
poder b urgués y por su derrocam iento final. L a lucha concertada de
todos los obreros co n tra la burguesía h a r á que el E stado pase a
manos de un gobierno obrero que robustezca la dominación y las
posiciones de la clase obrera.
“Los objetivos elementales del gobierno obrero consistan, en, arm ar
al proletariado, en desarm ar las organizaciones c o n t r a r r evoluciona-
rias, en d.ecretar el control de la producción, en hacer que el peso de
los im puestos recaiga sobre las clases posey entes y en quebrar la
resistencia de la, burguesía contrarrevolucionaria,,
“U n gobierno obrero como éste sólo es pasible si nace de la lucha
de las m asas y se apoya en órganos obreros combativos, constituidos
de m anera d irecta por las m asas oprim idas, P ero b a sta un gobierno
obrero surgido de una combinación de fu erzas p arla m en tarias, es
decir, un gobierno de origen m eram ente parlam entario,, p u ed e con­
tribuí?' a avivar el movimiento obrero”.
(Como por ejemplo, ahora, el gobierno de Mac Donald.)

191
“ Claro está que la creación de un v erd ad era gobierno -obrero y
su m antenim iento en el terreno de la política revolucionaria -sólo
serán posibles en una -lucha encarnizada o, incluso, la g u e rra civil.
L a sola te n ta tiv a del p roletariado de c re a r un gobierno obrero cho­
cará desde el principio con u n a g ra n resistencia de la burguesía.
Por eso la consigna de gobierno obrero puede u n ir a los proletarios y
desencadenar la lucha revolucionaria.
“ E n ciertos casos, lo& com unistas deben e s ta r dispuestos a fo rm a r
u n gobierno obrero en el que participen partid o s obreros y organi­
zaciones obreras no com unistas. Pero sólo pueden hacerlo si , existen
garantías de que ese gobierno obrero luchará contara, la burguesía con
*el espíritu que queda señalado. P o r eso las condiciones de la p artic i­
pación de los com unistas en un gobierno de ese tipo son la s siguientes:
1 Asentim iento de la Internacional C om unista;
2 E l control m ás estricto del P artid o sobre los com unistas que
p articip en en el gobierno;
3 Su estrecho contacto con las organizaciones revolucionarias de
m a sa s ;
4 L a com pleta libertad de agitación del P artid o Com unista.
“ Con todas su s v en tajas, la consigna de gobierno obrero conlleva,
de igual modo que toda, la táctica del fren te único, ciertos peligros.
P a ra evitarlos, los partid o s no deben olvidar que cada gobierno
b u rg u és es al mismo tiem po un gobierno ca p ita lista ; pero no todo
gobierno obrero es necesariam ente un gobierno proletario, es decir,
un instrum ento revolucionario del poder del proletariado,
“L a In ternacional Com unista debe considerar las siguientes even­
tualidades ;
1 U n gobierno obrero liberal. E ste tipo de gobierno h a existido
•en A u stralia, y en un fu tu ro próxim o puede p re sen tarse en In g la te rra ;
2 U n gobierno obrero sodaldeTnócrata (A le m a n ia );
3 U n gobierno obrero y campesino. E s posible en los Balcanes,
en Checoslovaquia, etc.;
4! U n gobierno obrero con la participación de los com unistas;
5 U n verdadero gobierno obrero, proletario, al que sólo el P a r­
tido Com unista puede re a liz a r en su fo rm a integral.
“Los dos prim eros tipos no son en realidad gobiernos obreros, sino
coaliciones enm ascaradas e n tre la burguesía y los jefes obreros con­
trarrevolucionarios. A sem ejantes 'gobiernos obreros* las tolera en
los momentos críticos la burguesía debilitada p a ra inducir al prole­
taria d o en e rro r respecto del verdadero c a rác te r social del Estado,
o incluso p a ra rechazar, con la ayuda de los jefes obreros comprados,
la ofensiva revolucionaria del proletariado y g a n a r tiempo. Los comu­

192
n istas n-o pueden p a rtic ip a r en ellos. P or el contrarío, deben descu­
b rirles im placablem ente a las m asas el verdadero ca rá c te r de esos
gobiernos sendo obreros. E n el actual período de decadencia del
capitalism o, cuando la ta re a principal consiste en a tra e rse a la m a­
yoría del proletariado a las filas de -los que combaten por la revolución
p ro letaria, esos gobiernos tam bién pueden acelerar objetivam ente la
disgregación del poder burgués.
“Los com unistas están dispuestos a m arc h a r con aquellos obreros
qne no h an comprendido aún la necesidad de la d ictad u ra del prole­
tariado, -con los obreros socialdem ócratast socialcristianos, sindicalistas,
sin partido, etc. E stá n dispuestos, por consiguiente, a sostener en
d eterm inadas condiciones, y bajo determ inadas garantía®, un gobierno
obrero no com unista. Pero deben declarar abiertam ente a los obreros,
en toda circunstancia, que únicam ente la dictadura del proletariado
asegura la verdadera emancipación clase obrera. Los dos tipos
que siguen de gobierno obrero (3 y 4) en los que dos com unistas
pueden p a rtic ip a r no son todavía d ictad u ra del p ro letariad o ; no son
siquiera u n a fo rm a tra n sito ria históricam ente indispensable, pero
pueden convertirse en un im portante punto de p a rtid a p a ra la con­
q u ista de ésta. U nicam ente el gobierno obrero com unista ('5- tipo)
es la v erd ad era ^dictadura del proletariado».”
Y ah o ra os p regunto: ¿cnál es el partido obrero que, el P artido
Com unista ap arte, puede resolver la ta re a elem ental: desarm ar a la
b urguesía, a rm a r al proletariado, hacer recaer el peso de los im­
puestos sobre los ricos y q u eb rar la resistencia d.e la burguesía
contrarrevolucionaria? Sólo un gobierno revolucionario, dirigido úni­
cam ente por el P artido Com unista, es capas de ello. ¿Qué sentido
tiene lo que acabo de cita r? Hemos dicho al obrero socialdem ócrata:
“ E stas en fa v o r del gobierno -de coalición; aú n -tienes fe en la
coalición y crees que los com unistas están en co n tra de la unidad.
No, no estam os en co n tra de la unid ad ; estam os en fa v o r de la
unidad contigo y h a s ta entrarem os en un gobierno de coalición de
todos los p artid o s obreros, pero con u n a pequeña condición: que
realice ciertas reivindicaciones elem entales, como d e s a rm é a la b u r­
guesía, a rm a r a los obreros, etcétera. E n otros térm inos, estam os en
co n tra de la coalición con los socialdem ócratas y con los partidos
‘obreros' que en realidad no son partidos obreros. P ero en v ista de
que no lo com prendes y nos acusas de no querer re a liz a r el frente
único, te entregam os u n a fórm ula que -habrá de abrirte- lo-s ojos. Sí,
estam os en fav o r de u-rt gobierno de coalición que desarm e a la b u r­
guesía, arm e a los obreros, etc é te ra ”.
P a ra todo com unista el sentido de esta fórm ula es claro: estam os

193
en co ntra de un. gobierno de coalición de los partidos “obreros” que
no pueden llev ar a cabo ese program a.
¿P or qué hemos expresado de esta m anera nuestro pensam iento?
A lgunos cam arad as m e han criticado haber traducido la expresión
“dictad u ra del proletariado’7 del la tín al ruso. Se deduciría que no
he sido m ás que un simple trad u c to r. No; lo que he querido es tra d u ­
cir esa noción a una lengua popular, revolucionaria, inteligible p a ra
todos, a fin de que seamos, no u n a secta, sino un partido de m asas.
Leed lo que ¡escribió Lenin en E l renegado K w iitsky sobre los 'acon­
tecim ientos de 1918 en A lem ania: “Y a no hay necesidad de escribir
acerca de ello; los propios acontecim ientos h an dem ostrado que el
térm ino latino de d ictad u ra del proletariado se h a traducido a la
lengua de la Revolución”.
No se tr a ta ta n sólo de popularizar u n a consigna, sino que debemos,
como partido de m asas, en carn ar n u estra s consignas, hacerlas re a li­
dades, y eso es lo que significa tra d u c ir p alab ras latin as a la lengua
de la Revolución. De otro modo seríam os m arx istas de 1847, m arx istas
del M anifiesto comunista, y -no m a rx ista s d t 1924.
Hemos atravesado una época en la que los socialdem ócratas toda­
vía estaban en m ayoría, en la que se nos acusaba de introducir la
división en el movimiento obrero, en la que toda n u estra estra te g ia
consistía en m ostrarles con ejemplos a los obreros socialdem ócratas
de Q u é se tra ta b a ,
“Estam os en fav o r de la unidad contigo; estam os dispuestos a
fo rm a r u n a coalición de todos los partidos obreros, h a sta con los
jefes socialdem ócratas, pero con ta l que consientan en hacer lo que
tú, obrero socialdem ócrata, necesitas, es decir, desarm ar a la b u r­
guesía, a rm a r a los obreras, etcétera. ¿Lo quieren? D ate cu en ta
tú solo. Si no lo quieren, ¡pues bien!, vente con nosotros, hagam os
la unidad por abajo, a despecho de los jefes socialdem ócratas.” En
otros térm inos, no le decimos al obrero socialdem ócrata: “E stam os en
co n tra de la coalición de los partid o s ‘obreros* porque sus jefes son
contrarrevolucionarios", sino que le decimos,' “Irem os a la coalición
si tms jefes socialdem ócratas aceptan n u estra s condiciones elem entales
(que, h arto bien lo sabemos, p a ra ellos son in acep tab les)” .
E n el C uarto Congreso cité los cumplidos que Benes, el m inistro de
Relaciones E x tra n je ra s checo, d irig ía -a los com unistas: "No se puede
n eg ar —decía— que los com unistas tienen esp íritu inventivo. Saben
presentarles a los obreros siem pre lo mismo con diferentes form as.
Por ejemplo, hubo un tiempo en que hacían agitación por la form a­
ción de soviets. Como esa agitación no diera los resultados aguardados,
la p araro n , p a ra recom enzarla seis meses después bajo la fo rm a de

194
comités del fre n te único”. Y yo decía: “ ¡Bravo, Beños! H a com pren­
dido -usted el fondo del asunto m ejor que algunos líderes obreros de
su .país”.
¿Cómo pueden K reibich y Sm eral olvidar el secreto, conocido en
1922, de que la consigna no es m ás que u n a fórm ula de agitación?
Me p arecía y a absolutam ente claro con motivo del C uarto Congreso:
‘‘Pienso que nuestros debates actuales, en p a rtic u la r después de los
trab a jo s de la comisión, no nos llevarán a ren u n ciar a la consigna
de gobierno obrero, L a coiisigna sigue siendo ju s ta , si se la- considera
como un medio de encarar a las m asas”.
E s un método inatacable. Sólo debemos aplicarlo de m anera con­
veniente. Im plica los m ismos peligros que la tác tic a del fre n te único.
Cuando se h ab la de gobierno obrero, se comienza por pensar en com­
binaciones p arlam en tarias, distribución de ca rte ra s, etcétera . . „
¿H ay 'algo m ás claro, cam arada R ádek?
Además, yo decía en mi conclusión: “P or eso pienso que podemos
em plear con confianza la consigna del gobierno obrero, con la con­
dición de que com prendam os bien de qué se tr a ta . A y de nosotros si
sostenemos así sea un sólo in stan te que el gobierno obrero debe re a­
lizarse fatalm ente, que es realizable por vías pacíficas, que reem pla­
z a rá a la g u e rra civil. Si sem ejantes ideas se m an ifiestan en tre
nosotros, debemos com batirlas resueltam ente y hacerle com prender a
la clase o b rera que el gobierno obrero sólo puede realizarse derro­
cando, an te todo, y venciendo a la b u rg u esía’7.
Míe asom braba el hecho de que se h ab lara de gobierno obrero como
si el poder no perteneciera todavía a nadie. P a ra fo rm a r un gobierno
obrero, decía yo, h ay que 'arran carle el poder a la burguesía, que
lo detenta, ¿Oreéis que ©lia está dispuesta a ceder, diciendo:
“E s tá bien, habéis hallado una nueva fórm ula, y estam os listos p a ra
abandonar el poder” ? No, de m anera que necesitamos organizar la
clase obrera y vencer a la burguesía. E s una “b ag a te la” que no hay
que olvidar.
Si releéis m is discursos, pienso que ju zg aréis que no son malos,
aún ahora. V eréis en ellos claram en te expresada la idea de que el
gobierno obrero no es m ás que una consigna de agitación, un camino
p a r a obtener la d ictad u ra del proletariado, la conquista de las m asas.
¿Cómo h a b la r de revisión? No, evidentem ente ¡para R ádek sólo es
u n a “consigna d e agitación” co n tra la Internacional Comunista.
E sta m añ an a he releído los discursos y las resoluciones del E je ­
cutivo -Ampliado de junio de 1923. Yo form ulaba de esta m anera
el problem a del fren te único:
¿En qué consiste en el fondo la tá c tic a del fre n te único? ¿E s sólo

195
una m aniobra, o expresa un sincero deseo de unión con los obreros
socialdem ócratas?
“ Respondemos: ¿había en los prim eros años de la Internacional
Com unista, en 1919-192'ü, uno solo de nosotros que xlo deseara un
acercam iento y h asta la -confraternización con los obreros social-
dem ócratas? Pienso que no,
“A hora bien, ¿aplicam os en 1919-1920 la táctica del fre n te único?
No, P o r lo tanto,, poco menos que h a sta el Segundo Congreso 'deseá­
bamos el acercam iento con los obreros socialdem ócratas, y sin em bargo
no se hablaba siquiera die fícente único.
“ Siempre deseamos acercarnos a los obreros socialdem ócratas, por
la sencilla razón de que 'siempre seremos p artid a rio s de la unión de
la clase obrera, condición de la victoria.
"¿Pero cuál es el hecho nuevo que comenzamos a p re p a ra r en 1920,
que form ulam os en. 1922 y que realizam os ahora a todo vapor? E s
lo que llam am os una m aniobra estratég ica. A este respecto conviene
detenerse en el problem a de las m asas y los jefes.
“ [ . . . ] Debemos darnos cuenta de la relación que ¡existe e n tre la
consigna de g-obierno obrero y campesino y n u e stra vieja fórmula- de
dictad u ra del proletariado. H a b rá cam aradas que, m uy sorprendidos,
nos form ulen esta p re g u n ta : puesto que planteáis la consigna de
gobierno obrero y campesino, ¿renunciáis, pues, a n u e stra vieja
fórm ula de d ictad u ra del proletariado? ¿Seguimos siendo., como antes,
un p artid o obrero, o nos hemos convertido en un partido obrero y
campesino?
“Quien com prende la tác tic a del fre n te único y la estra te g ia po­
lítica del proletariado debe comprende/}' que la consigna de gobierna
obrero y campesino es un medio de llegar o- la dictadura del profeta^
Hado, y no la negación de ésta,.
No es ren u n ciar a la d ictad u ra del proletariado h ab lar de
gobierno obrero y campesino, pues no h ay otro camino que el de la
dictad u ra del proletariado p a ra lib e ra r a la hum anidad del yugo del
capital. L a única clase revolucionaria h a s ta el fin es la clase obre­
ra . Pero e sta clase y su p artid o pueden actuar hábil o torpem en­
te, Si son hábiles, alcanzarem os antes n u estro propósito y con menos
gastos. L ograrem os en p a rte n eu tra liz ar y en p arte ganarnos una
im portante fracción de los cam pesinos y de la pequeña burguesía.
Si somos torpes, si. comprendemos la misión liberadora del proleta­
riado con u n a estrechez corporativa, atrasarem os el momento de la
victoria.
“Estim am os, pues, que ya es tiempo de generalizar la consigna
de gobierno obrero y campesino.
Los peligros que conlleva e sta consigna consisten en- el
hecho de que algunas fracciones n u estras, aú n débiles y poco m arxis­
tes, pueden in te rp re ta rla con el espíritu de los socialistas-revolucio­
n ario s de izquierda. Recordáis que e ra éste, un p artid o que
declaraba ser un partido de los obreros, los campesinos y los inte­
lectuales.
“Los peligros que se desprenden de la fó rm u la de gobierno obrero
y campesino se relacionan con el hecho de que nuestros partidos,
todavía débiles, pueden perder su c a rá c te r de clase. Se deben to m ar
sin ta rd a n z a m edidas preventivas.
<fE s necesario que sepamos m o strarles el camino -de la liberación
a todos los elementos de la población que tvo están directam ente
interesados en el ‘d ominio del capital
Rádek, Zetkin y K reibich a firm a n que el gobierno obrero es la
coalición -de todos los partid o s obreros. E n tal caso el gobierno obrero y
campesino se ría la coalición de todos los p artid o s obreros y campesinos.
B asta p lan tea r el problem a p a ra com prender h a sta qué punto es
erróneo y ex trañ o a l m arxism o, ¿Cómo se puede a firm a r que el
gobierno obrero y campesino se b asa en la coalición de los p artid o s
obreros y campesinos, cuando en todo el mundo no h ay quizá un
solo partid o cam pesina verdaderam ente revolucionario?
Zetkin pretende que “p a ra R usia el gobierno obrero y campesino
es tal vez válido”, pero que p a ra los países adelantados de E uropa
occidental ya no conviene quizá. E s la renovación de ciertas ideas
de Levi. Levi hab ía construido toda u n a teo ría m uy lógica: “ Honor
y g lo ria a 'la revolución ru sa , que h a vencido al zarism o. Pero no
obstante sólo es u na revolución cam pesina de ain p a ís atrasado. E n
nuestros países de Occidente h ay que seguir u n a táctica radicalm ente
diferente, Sin los obreros socialdem ócratas no harem os nada. Debe­
mos acercarnos a ellos”.
De ahí la te o ría de la coalición de todos los p artid o s obreros.
Si Zetkin quiere decir que en Occidente, antes de la victoria da
la revolución p ro letaria, gobiernos “obreros” como el de Mac Donald
o el de Selieidemann lleg arán inevitablem ente al poder, es cierto.
¿P ero acaso son esos los gobiernos obreros que reivindicam os? N ues­
tro s gobiernos obreros son el resultado de la lucha de la clase obrera
por la revolución p ro letaria. O bjetivam ente, el gobierno “obrero” de
Mac Donald es un progreso, tam bién él. E l capitalism o es un progreso
respecto del feudalism o; la dem ocracia bnrg'uesa es un progreso con
respecto a la m o narquía reaccionaria. Pero nosotros queremos otra
cosa, queremos un gobierno auténticam ente obrero. No es la coalición
de todos los p artid o s “obreros” lo que nos conducirá <a ello.

197
Indudablem ente, en los países -de capitalism o altam ente desarrollado
h a y que a c tu a r un tan to distinto que en R usia. Las form as de agitación
no se pueden tra sla d a r m ecánicam ente de un 'país a otro.
Pero en el problem a card in al de la dictadura del proletariado, en
lo que atañ e a la consigna de gobierno obrero y cam pesina -conside­
ra d a como el seudónimo, el método y el m edio de aproxim arse a
la d ictad u ra del proletariado, ¿qué diferencia se puede establecer
en tre Alem ania y Rusia, o bien en tre A lem ania y N orteam érica?
E n A lem ania como en R usia hay cam pesinos y hay obreros.
E n el período tran sito rio que atravesam os, la fórm ula de gobierno
obrero y cam pesino nos parece la m ás adecuada. A las obreros serial-
dem ócratas les d eclaram o s: “E stam os dispuestos a e n tra r en un
gobierno que se lim ite a aceptar n u estras m ás elem entales condiciones:
desarm e de la burguesía y arm am ento de la clase obrera” .

L as decisiones del I V Congreso. Rádek h a creído confundirnos al


pregun-bar: “ Perfecto, ¿por consiguiente nunca se fig u ra rá u sted
©n un solo y mismo gobierno con los socialdem ócratas?”
Pero lo im portante no es saber si en u n solo y mismo 'gobierno
nos sentarem os o no con socialdem ócratas, sino antes bien estable­
cer que hay aquí dos sistem as políticos que se levantan, uno contra el
otro. '' ii (
Os reco rdaré u n a vez m ás la experiencia de la revolución rusa,
n a únicam ente porque amemos la revolución ru sa (todos la am am os),
sino además porque es u n a legítim a fuente de enseñanzas.
B u ja rin ya h a dicho que tuvim os un gobierno en el que particip aro n
los socialistas-revolucionarios de izquierda, que entonces re p resen ta­
ban a determ inados elem entos obreros y campesinos. ¿Puede ocurrir,
en Alem ania, por ejemplo, que el gobierno com unista contenga cierta
fracción socialdem ócrata?
Me parece que sí. ¿Qué eran los socialistas-revolucionarios de iz­
quierda? E ra n u n a fracción del P artid o Socialista-Revolucionario se­
p a ra d a de su foca ce n tral y que en determ inado momento, bajo la
presión de los acontecim ientos revolucionarios, nos ofreció cierto apoyo»
Dicho sea de paso, siem pre enarbolaron un “izquierdism o” extrem o,
de m anera, pues, que exteriorm ente eran m ás izquierdistas que los co­
m unistas m ismos y te n ía n cierto ascendiente sobre una p a rte de la
clase o b rera y el campesinado. Los llevamos a remolque, los u tili­
zamos, y luego los m ejores de ellos vinieron a nosotros, así que
hubieron aprovechado las lecciones de la revolución, m ientras que los
dem ás se pasaron al campo de la contrarrevolución, como c u a d ra a
pequeños burgueses furibundos.

198
E l año pasado, du ran te las jo rn ad as de octubre en Alem ania, se
me dijo que h ab ía entre los socialdem ócratas algunas personas que,
llegado el caso, se vendrían con nosotros.
Surge un problem a: ¿debe-mas hacer p a rtic ip a r en el gobierno a esa
fracción que se separe de la socialdemocracia- en descomposición y que
encarne a los obreros com bativos? N atu ralm en te, y nadie h ab rá de
oponerse. E l caso se h a producido.
H e ah í un sistem a de política. Aquí tenem os otro, tam bién propor­
cionado por la revolución rusa. Cuando el gobierno de K erensky n au ­
fra g a b a en setiem bre de 1917, y los mencheviques vieron perdida la
causa, lanzaron la consigna “m inisterio socialista homogéneo”. E n
rigor, se proponían fo rm a r un gobierno SR -m enchevique-laborista; en
u n a p alab ra, dem ócrata burgués intelectual-cam pesino, con cierto
tin te de bolchevismo.
Como veis, ese h ab ría sido nada menos que un gobierno homogéneo.
H a b ría incorporado a bolcheviques que ap untaban a la revolución, men­
cheviques que la com batían y socializas-revolucionarios tam bién
contrarios a la revolución. Los mencheviques y los SR defendían
esta ensalada llam ándola m inisterio socialista homogéneo. Denomina­
ban socialista y homogéneo lo que por n ad a del mundo era homogéneo
ni socialista,.
¿C uál era ¡su segunda intención? Me parece que en ese momento
buscaban u n a fórm ula cómoda p a ra ab o rd ar las m asas; en otros
térm inos, u n seudónimo p a ra su política. P a r a los mencheviques aque­
lla consigna de “m inisterio socialista hom ogéneo” era el seudónimo de
su política “dem ocrática”, es decir, burguesa. ¿P or qué esa consigna,
y no o tra? P o rq u e ,la s ideas socialistas gozaban de g ra n popularidad,
porque casi todo el mundo asp irab a entonces al socialismo.
Recuerdo que los obreros de la fá b ric a Putilov, de P etrogrado
—la cindadela m ás fu erte del bolchevismo— , nos enviaron u n a dele­
gación de bolcheviques y sin p artid o p a ra -declararnos: “U n gobierno
de coalición con la burguesía s e ría inadm isible; lucharíam os contra
él h asta n u estra últim a g-ota de sangre, ¿pero qué podríam os ob­
je ta rle a un m inisterio socialista hom ogéneo?” . Tuvimos qne expli­
carles que aquella dichosa fórm ula no era m ás que un seudónimo de
la dem ocracia burguesa.
Y a véis, pues, que el asunto no es ta n sencillo' como parece.
Si R ádek me p re g u n ta : “¿E s que los socialdem ócratas nunca se
sen tarán en un solo y mismo gobierno con nosotros?, yo le respondo:
“ Se h a visto sen tarse con nosotros a los SR- de izquierda, esos residuos
del P artid o Socialista-R evolucionario” .

199
P ero 'lo que usted quiere, Hádele, nos recuerda al m inisterio homo­
géneo o a la coalición de todos los p artid o s obreros.
Rádel* h a recordado lo que yo h ab ía dicho de los socialcristianos. Sí,
me h a sucedido decir que teníam os que d eclaram os dispuestos a
m arc h ar con todos .los obreros, h a sta con los socialcristianos, pero con
u n a condición: desarm e -de la bnrguesía, arm am ento de la clase obrera,
etcé tera__
Eso es todo lo que quería decir del gobierno obrero y campesino y
de la supuesta revisión de n u e stra táctica.

E l derrotism.o de Rádek. Según Rádek, he cometido el e rro r de opi-


naT que comenzamos siendo sólo una sociedad de propaganda, p a r a
convertim os después, poco a poco, en p artid o s d e m asas. E s útil
poner a la luz este asunto. Tiene u n a g ra n im portancia de actualidad
p a ra n u e stra táctica. Rádek pretende que no fuim os sólo una sociedad
de propaganda. ¿Acaso los esp a rta quistas no com batieron valientem en­
te? ¿Acaso no hubo repúblicas soviéticas en G aviera y H ungría?
Rádek atrav iesa actualm ente un 'período al que podemos llam ar
derro tista. Todo le parece bueno con tal que le sirv a p a ra probar
que retrocedemos.
Los p artid a rio s de B randler responsabilizan a la. izquierda, actual­
m ente en el poder dentro del P artido, de los seis millones de votos
que obtuvieron 'los socialdem ócratas en las últim as elecciones. ¡Ya
van seis sem anas que la izquierda e stá en el tim ón, y la socialdermo-,
cracia no ha sido aún v en cid a! Entendám onos: jam ás hemos -pensado
en reprocharle a B randler no h a b e r triunfado. N o le decimos: ¿por
qué no has vencido? Le decimos: ¿ p o t qué no hiciste todo lo posible
por vencer?
Y a es tiempo de te rm in a r con estas jerem iadas acerca de la supe­
rio rid ad de los socialdem ócratas en ta l o cual elección. A l fin y a l
cabo, vuestro problem a se reduce -a esto: ¿por qué no habéis tom ado
aún el poder? ¿P o r qué la izquierda no h a vencido a ú n a la burguesía
y la socialdemocracia? Con n n a aplicación propia de abeja, Rádek
recoge todo lo que le es posible recoger p a r a tra z a r el -cuadro sombrío
que responde a sus m iras. E n F ra n c ia la situación no vale nada,
en A lem ania a ú n no hemos vencido, e tc é te ra .. . Sin el m enor género
de duda, no hay que c e rra r los ojos a nuestros aspectos débiles, pero
el modo de v er de Rádek no es o tra cosa que derrotism o. De creerle,
en otros tiempos éram os poderosos, estábam os en el poder en H u n g ría
y B a viera, y a h o r a .. . E s cierto que al fin a liz a r la g u erra la s m asas
eran espontáneam ente m uy revolucionaria?, y ag u ard ab an de un día
p a ra el otro la caída del capitalism o; pero ni en Alem ania, ni en

200
H u n g ría , ni en B&viera teníam os un verdadero p artido comunista.
E n eso reside la causa del fracaso. Y eso R ádek no lo ve.
Se d iría que existe contradicción: efervescencia espontánea m uy
g rande y p artidos débiles, reducidos a sociedades de propaganda. Pero
Itaüia ofrece un ejemplo clásico 'al respecto: todo un m ar de fu ria
e indignación contra la g u erra, y al mismo tiem po to ta l ausencia de
partido. Cierto es que estab a el P artido Socialista con sus veinte
mil miembros, y que este partido adhería a la I I I Internacional, pero
el comunismo sólo ag ru p ab a a u n pequeño círculo de pro p ag an d istas:
no era m ás que u n a fraccioncita d en tro del “g ra n P artid o S ocialista”.
A ntes de term in ar con R ádek desearía m encionar otro aspecto.
Rádek h a declarado: Si somos ta n malos, si somos reform istas,
que se nos expulse.
Si esto lo "hubiera dicho otro, lo "habríamos tom ado en serio; pero
Rádek habla a menudo, ta l cual escribe, antes de h aber pemsado. N un­
ca liemos dicho que él y sus p artid a rio s sean reform istas, pero tan to
él como sus correligionarios tienen desviaciones pequeíioburguesas, y
el P artid o 'Comunista y la Internacional los deben enderezar.

Los m ilitantes checos y su diplomacia.. Paso ahora a los m ilitantes


checos. H an form ulado dos declaraciones, am bas p o r escrito y redac­
ta d a s con m ucha circunspección. Sm eral leyó una y Kreibich la otra.
Sm eral declaró que la delegación se en cu en tra, en general, de acuerdo
con nosotros respecto del gobierno obrero, K reibich por su p a rte
declaró lo co n tra rio : la resolución del C uarto Congreso habla de la
coalición de todos los partidos obreros, etcétera.
L a responsabilidad de las desviaciones oportunistas del P artido
Com unista checo incum be a Sm eral. Y por eso es necesario que nos
expliquemos con él con toda franqueza. Todos conocen los aspectos
positivos de Sm eral. E n un período en que h ay que conquistarse
a la m ay o ría del proletariado, a rra n c a rle las m asas a la social­
democracia, Sm eral es absolutam ente irrem plazable, pues conoce el
país y conoce a su proletariado. Pero en la s fó rm u las del T ercero
y el C uarto Congreso relativ as a la conquista de la m ayoría del
proletariado no h ay n ad a que cam biar, excepto u n a cosa: h ab ría
que añ ad ir que necesitam os la m ayoría, no por la m ayoría en sí,
sino con m iras a la lucha revolucionaria. P a r a Checoslovaquia sería
útil.
De ninguna m an era tenemos la intención de provocar una crisis
en el P artid o checoslovaco. Conocemos qué re p resen ta su fu e rza : es un
partid o proletario de excelente composición; su personal es bonísimo.
H a p restado grandes servicios a la causa com unista. H a sabido

201
perfectam ente adherirse a ella p a ra se p a ra r a la m ayoría de la
socialdemocracia. P ero no es el momento de intercam biar dulzuras
diplom áticas. N uestro Congreso tlo es un parlam ento burgués.
N u estro s delegados deben h ab lar abiertam ente, incluso brutalm ente,
en fav o r o en contra del Ejecutivo, poco im porta. E l Congreso
no debe lim itarse a declaraciones en el papel. E n m i opinión, el
P artid o checo debe re p a ra r lo que hay que re p a ra r, evitando los sa­
cudones profundos y las crisis. Y podrá hacerlo, si los m ilitantes
que lo dirigen así lo quieren.
La m inoría de la delegación checoslovaca se h a pronunciado ■en el
Congreso en contra del oportunism o de Sm eral y Kreibich, y m erece
todo nuestro apoyo. Que Sm eral m ismo se apresure a co rreg ir su
línea de conducta, y entonces podremos prescindir de conflictos in­
ternos.
Kreibich se lam enta de que la Internacional Com unista saque
conclusiones y juzgue p o r tesis, artículos y citas. Antes, cuando esta­
ba en la izquierda, él hacía lo mismo. ¿P or qué no ju z g a r según los
artículos, citas y las resoluciones? Ciertam ente, no es suficiente,
peiio ya es una base p a ra pronunciar un juicio. Kreibích h a ría bien
en no in sistir en sus errores de derecha m ás que lo que insistió
an tañ o en sus erro res de izquierda. Se había zambullido en la iz­
quierda, ¿y ahora, p a ra restablecer el equilibrio, quiere zam bullirse
en la derecha?
Lenin le aplicó entonces un correctivo d e los más punzantes. E l
Ejecutivo debe reem plazar colectivam ente a Lenin. E stá dispuesto
colectivamente a azotar a Kreibich p a ra que abandone sus errores
de derecha, como hace mucho abandonó sus errores de izquierda.
Más adelante dijo K reibich: Lenin no perm itió que en la resolución
del Congreso se lla m a ra c e n trista a Sm eral, y tachó la palab ra.
E r a justo, ¿P ero acaso estam os diciendo que sea Sm eral un ce n trista ?
E n ningún momento. No se t r a t a realm ente de provocar u n a crisis
del P artid o checoslovaco. Amamos al P artid o checo y consideramos
que es un partido fundam entalm ente proletario y sano, Pero no
cerram os los ojos ante las flaquezas de sus jefes y pedimos que se
term in e con las declaraciones p a rla m e n ta ria s y se co rrija lo que h ay
que corregir.

H oeglund debe reconocer su error. Dos p alab ras acerca de Hoeglund.


'Cada ves que converso con él o que lo oigo h ab lar en la trib u n a me
digo: “ ¡Qué inteligente es! ¡C uántas cosas podría hacer, no sólo
en u n pequeño país como Suecia, sino en la Internacional íntegra, si
no in sistiera en sus e rro re s !” .

202
Cuando uno posee condiciones ta n em inentes, ¿a qué defender una
cau sa 'evidentemente inj-usta y condenada de antem ano desde el punto
de v ista com unista? Tal cual en otro tiem po defendió a Lian y
T ranm ael, ahora d isp u ta con excelentes elementos com unistas de su
propio partid o por problem as de prestigio o p o r sus propios errores
oportunistas. No quiere reconocer siquiera h ab e r cometido alguna ves
por casualidad, errores. Todos hemos cometido errores m uy im nor-
tan tes. Sí no tuviéram os la valen tía de reconocerlos, no e sta ría bien.

L as fa lta s de Bordiga. Como postre tenemos a Bordiga.


E n determ inado momento de su discurso, B ordiga se ha comportado
como un 'diplomático, cosa que no condice con él. Será, quiero e sp e ra r­
lo, por p rim era y últim a vez en su vida. R ecordáis lo q*ue dijo acerca
de la necesidad de organizar en la Internacional u n a fracción de
izquierda. H a negado haberlo dicho, señalando que sólo organizaría
un a fracción en el caso de que la Internacional se desplazara hacia
la derecha y se volviera reform ista.
Pues bien, públicam ente le doy mi p alab ra a B ordiga de que si algu­
na vez la In ternacional se vuelve reform ista, o incluso sem irrefo n n ista,
seré el prim ero en fo rm a r la fracción de izquierda. (Ajylausos.)
B ordiga p re g u n ta que quién puede g a ra n tiz a r que ila Internacional
Com unista no h a b rá -de tran sfo rm arse en u n a Internacional re fo r­
m ista. P a ra m í es nina preg u n ta absurda.
B ordiga sabe perfectam ente que en el seno de la II Internacional
form am os u na fracción de izquierda y que com batim os en Zim-
m erw ald y en o tras p artes. E s la m ejor- p ru eb a de que, si alguna
vez sucediera lo que él tem e, podría dorm ir tranquilam ente. Pero
pienso que n ad a p o r él estilo ocurrirá. B ordiga niega, por lo dem ás,
las p alab ras que se le atribuyen. P ero aquí tenem os un artículo
suyo, fecha el 5 de m ayo; h a caído hoy en m is m anos por casualidad,
y dice: “El problem a de las fracciones p e rd e rá su actualidad sólo el
día en que nos hayam os aproxim ado a las form as de organización
de que se ha hablado m ás a rrib a (método individual, nada de fusión,
etcé tera ). De otro modo, la existencia de u n a fracción de izquierda
en el seno de la Internacional se volverá indispensable”.
De m anera, pues, que esa existencia s e rá indispensable, no en el
caso de que nos transform ásem os en o p o rtu n istas y reform istas, sino
en el caso de que no com partiésem os el punto de v ista de B ordiga en
ta l o cual asunto de detalle, en el caso, p o r ejemplo, de que no dié­
ram os n uestro asentim iento a. la idea de que n u n ta h ay que fusio­
n arse con otros p artid o s y no fo rm a r jam ás dentro de los demás
partid o s núcleos.

203
Me p reg u n to : ¿dónde está, pues, el verdadero B ordiga? ¿E s el
que vimos en el artículo del 8 de mayo últim o, o bien el que hemos
oído en esta sala el 25 de junio? (.Ap/ausos.)
Y paso a los tres problem as que m ás esencial im p o T t a n c ia pre­
sentan p a ra B ordiga. A nte todo, estim a en principio inadm isible la
unión de un partido -comunista con cualquier otro p artid o ; en segundo
lu g ar, 'es adversario de la form ación de núcleos en los dem ás p a rti­
dos, y está, en tercer térm ino, en co n tra de la admisión en el seno
de la Internacional de partidos sim patizantes.
¿Qué se le puede ob jetar a la fusión del P artido Com unista con un
partido o una fracción de partido que no es com unista, pero que
quiere serlo? ¿No resultó ú til a la Internacional y al P artido alem án
la fusión de los es p a rta quistas con la izquierda de los independientes
después de H alle? Sí, sin -duda, pues tuvo por resultado fin al la
formación de un poderoso P artid o 'Comunista.
Considerad ah o ra un pequeño país como Bélgica. Teníam os allí
un pequeño P artid o Com unista, que se h a unificado con el ala izquier­
da del P artid o Socialdem ócrata p a ra fo rm a r un P artido Com unista
más im portante, ¿H an tenido razón los belgas? Pienso que sí.
Bordiga razona en abstracto. N unca hay que olvidar que la í í
Internacional nació tre in ta años antes que nosotros. Loa partidos
com unistas se reclu tan a la vez en la generación joven y en tre loa
m ejores elementos de la II Internacional. ¿Por qué tendríam os que
pronunciarnos en co n tra de lo que ocurrió en H alle y Bélgica y en
contra de lo que se producirá m añ an a en Italia, donde u n a fracción
del P artid o Socialista v a a unírsenos?
E n cuanto a fo rm a r núcleos en las demás partidos, ¿por que no?
Decidimos que los com unistas ingleses e n tra ra n en el L abour P a r-
ty, y lo hicieron. N adie va a pedir ahora que salgan. E l Labour P a rty
es uno de los partidos m ás im portantes de la II Internacional, y sus
m asas tienen sum a inclinación a atender a n u estra propaganda, Debe­
mos p e n e tra r en ellas p a ra ganárnoslas p a ra el comunismo. Me gus­
ta r ía saber qué determ ina a B ordiga a pronunciarse “en principio”
en contra de ello.
T ercer problem a: los partidos sim patizantes.
Conozco tre s casos de este tipo. E l P artido Com unista Obrero
alem án, el P artid o Obrero norteam ericano y el P artido Obrero fin ­
landés h an form ado o fo rm an aún p a rte de n u estra Internacional en
calidad de sim patizantes. A hora se t r a t a de adm itir o no adm itir a una
fracción de] P artido S ocialista italiano, tam bién como sim patizante.
¿Tuvimos razón de acep tar en el seno de la Internacional a los
elem entos sindicalistas sim patizantes? Sí, pues eso nos perm itió edu­

204
carlos y conquistar nuevos m ilitan tes revolucionarios. De igual modo
respecto del P a rtid o C om unista Obrero de A lem ania, cuyos m ejores
obreros se p asaro n a nuestro lado, m ien tras que los jefes m ostraban
su fa lta de espíritu revolucionario.
¿Por qué se em pecina B ordiga? E s tá equivocado en los tres casos.
Dice que, si no transigim os en los tre s problem as, h a rá una fracción.
C am aradas, espero que no tengam os que elegir en tre B ordiga y la
Internacional.
A cerca del fre n te único, B ordiga h a hecho un ensayo de índole
hum orística. Bien, dice; si no se tr a ta m ás que del giro “gobierno
obrero”, estam os dispuestos a hacer esta concesión. Siem pre hemos
pensado que no -era m ás que u n “g iro” .
Y a veis a B ordiga junto a Rádek, Se ponen de 'acuerdo p a ra p re­
tender que queremos re v isa r la táctica del C uarto Congreso. Los
extrem os se tocan. L a extrem a izquierda coincide a menudo con la
extrem a derecha.
No soy historiador, pero debo b asarm e en la historia. B ordiga
h a recordado el Ejecutivo Ampliado que se llevó a efecto en febrero
de 1922. Me parece que él, m ás que cualquier otro m ilitante, debe
de te n e r interés en no detenerse demasiado en ese recuerdo. ¿P or
qué? Os lo voy a decir.
Tomé la p alab ra con respecto al gobierno obrero y d ije : “ Es un
sinónimo -de la d ictad u ra del p roletariado; todo lo dem ás son des­
viaciones socialdem ócratas”.
¿Y qué decía entonces nuestro amigo B ordiga? E stab a con Daniel
E enoult y h a s ta con F ro ssard en contra del Ejecutivo, ¡en contra de
la tác tic a del fre n te único!
L a delegación del Comité C entral italiano, dirigida entonces por
B ordiga, hab ía concluido una alianza política con la derecha francesa
co n tra el E jecutivo . . .
B ordiga dice que ¡nunca h a estado en co n tra de la tá c tic a del
fren te único. A hora bien, nadie en la Internacional Com unista ignora
que los cam arad as italian o s h an destacado de m anera ostensible ser
p artid a rio s del fre n te único sólo en el campo económico, pero no en
el político. ¿Qué punto de v ista es ése? ¿Se lo puede defender? Es
una doctrina m uy original, m uy “ita lia n a ”, ¿Cómo se puede decir
que >la lucha que se lleva actualm ente co n tra Musso-lini sea u n a lucha
únicam ente económica y no política? L a lucha por la jo rn ad a de
ocho horas es económica, pero en las circunstancias actuales adquiere
al mismo tiem po un carácter político. Cada vez que rogam os a Bordi­
ga que abandone esa distinción artific ia l y anticom unista, en tre lucha
política y lucha, e c o n ó m ic a , se niega a hacerlo. Ve en ella el honor

205
y la dignidad del P artido Com unista italiano. No es un principio;
es un fetiche.
M ás de u n a vez he intentado h a lla r el origen de la posición fósil
de los m ilitan tes italían-os tipo B ordiga. No reside, naturalm ente, en
las particu larid ades individuales de ta l o cual jefe. E s el producto
de to d a la h isto ria del movimiento obrero italiano.
L a fu en te p rim era se h alla en el antiguo P artido Socialista, que
ju n tab a, sin distinción, a T u ra ti, B ordiga y S e rra ti y en el que
todos acudían a cohabitar. A h o ra se produce u n a reacción original.
P a rte del deseo de te n e r un P artid o Com unista restringido, pero*
verdaderam ente firm e y puro, aunque tenga, incluso, que prescindir
de las m asas. E s un deseo com prensible; pero, cam aradas, de L iorna
acá y a han pasado tre s o cuatro años.
Los acontecimientos se suceden, la revolución se desarrolla, el mo­
vim iento italiano renace. Muy pronto la clase obrera v a nuevam ente
a desem peñar un papel im portante y re g resará .al movimiento -enri­
quecida de u na abundante experiencia. E l movimiento ya no será el
do 1919-1920. H ace y a mucho que h ab ría que h aber term inado con
los fetiches y encam inarse a la Internacional Com unista. No se t r a t a
de tra z a r u na dem arcación entre el fre n te único económico y el polí­
tico, sino de g an arse las m asas por medio de la lucha económica ta n to
como de la lucha política y hacerlas e n tra r p o r el camino que conduce
a la Internacional Comunista.
Los medios de acción cam bian según el país. Los de In g la te rra no
son los de N orteam érica, que no son los de Italia, Los principios
rígidos hay que arro jarlo s p o r la borda.
L a situación, $n E stados Unidos. U nas palabras respecto al discurso
de A m ter sobre la situación norteam ericana. Debo decir que A m ter
suele p re s ta r al movimiento norteam ericano servicios m uy especiales.
E l Ejecutivo tiene plena confianza en el Comité C entral, a cuyo
fren te se en cu entran F oster y R utenberg, los dos m ejores m ilitantes
de E stados Unidos. Los dos grupos unidos p o r estos líderes deben t r a ­
b a ja r de consuno, sin fraccionarse. Sabemos que la situación es seria,
pero la lín ea e stá d ad a y se la ap licará hon rad a y revolucionariam ente.
E s necesario que ayudemos a los can tarad as norteam ericanos y
tam bién a los cam arad as ingleses. P or cierto que -se observan algunas
desviaciones de derecha, pero aquí es com pletam ente distinto de lo
que ha ocurrido con la derecha alem ana. Y se explica, p o r la fa lta
de experiencia y organización. Son partidos todavía jóvenes. E s ne­
cesario que les proporcionem os u n a ayuda de bien entendida cam a­
rad ería. No se necesitan lucha de tendencias ni fracción. E l Ejecutivo
po n d rá fin al fraccioni&mo norteam ericano.
Resumo todo lo que y a se h a dicho. Considero, cam aradas, que
hay, sin duda, cosas que se deben m odificar en sus fórm ulas, pero la
línea del II I y el IV Congreso subsiste. Lo que tenem os que rev isar y
liquidar son las alteraciones oportunistas.
E l proletariado de todo el mundo y los jefes socialdem ócratas y to-
- dos nuestros adversarios pueden saber en qué consisten n u estra s m a­
n iobras estratég icas. No tenem os que tem erlo, cam arada Smeral. En
cierto sentido, se puede decir que toda n u e stra tá ctica es sólo tina
m aniobra, y carece de razón que se dé a m enudo a esta p alab ra un
sentido peyorativo. ¿Q ué im porta que nuestros adversarios sepan que
estam os dispuestos a m aniobrar cada vea que sea necesario? Se
eng añ a quien supone que proyectam os la unión política <0001 todos
los p artid o s políticos. E l p roletariado internacional y la socialde­
m ocracia co n trarrev olucionaria de todos lo'g países se lo dicen cla­
ram ente, y la opinión expuesta aqní por algún ovs cam aradas, como
p o r ejemplo Rádek, no es la opinión de la Internacional Com unista. La
In ternacional 'Comunista com parte el punto de v ista opuesto, ©1 punto
de v ista del m arxism o revolucionario, del leninismo.

Necesitamos un P artido m undial leninista. Term ino. Hemos procedido


a un intercam bio de ideas, a veces bastan te brusco, pero nues­
tro ideal no consiste en m ezclar lo forío y lo caliente p a ra obtener
lo tibio. L a Internacional Com unista debe ser u n monolito. L a opinión
de la derecha sólo recogerá en este Congreso una in significante m inoría
de sufragios, Discutim os con ardor, defendem os calurosam ente nues­
t r a opinión, pero las decisiones pronunciadas p o r la instancia suprem a
son decisivas.
U n a vez adoptada la decisión, la m inoría y a no puede continuar
actuando como en el pasado. D u ran te el Congreso, “h asta la últim a
gota de tu san g re” ; pero una vez que n u e stra in stan cia ju ríd ica su­
prem a — pues p a ra los com unistas no existe trib u n al m ás alto que
éste^— un a vez que el Congreso h ay a pronunciado su decisión, h ab rá
que ap licarla de m an era rig u ro sa y en pleno acuerdo.
U n m ilitan te ruso que no p artic ip a personalm ente en el trab ajo
internacional, pero <jue lo sigue con toda atención y con buen ojo
y m ejor oído, me h a dicho: “ Observo vuestro Congreso y advierto que
no se parece a los anteriores”. E n otro tiem po los delegados no era n
m ás que huéspedes, a los que se recibía jubilosam ente en Moscú.
A hora son com unistas que tienen en sus m anos el destino de su P a r ­
tido, a veces im portante, que analizan con m adurez, que form ulan de­
cisiones debidam ente elaboradas y que se sienten los iguales de los
m ilitantes rusos; son los dueños de la Internacional Com unista.

207
U na nueva generación de jefes se levanta. H ay delegaciones, como
por ejem plo la delegación alem ana, que incluyen a obreros en cuyo
activo se cuentan ¡cinco 'años y m ás de encar-celamiento. No son y a sólo
los m ilitantes rusos, sino tam bién sus herm anos e x tra n je ro s quienes
rep resen tan en adelante p a ra la revolución elementos altam ente cali­
ficados. Tal es la fisonom ía de nuestro Congreso,
Mucho se ha hablado de bolchevización de los partidos. No hay
que entender la bolchevización como la trasposición autom ática a
Alem ania y los dem ás países de la experiencia ru sa. S ería u n erro r,
y Lenin ya nos lo había advertido. P or bolchevización entendemos el
hecho de que los partid o s deben asim ilar lo general, lo internacional
que hay en el bolchevismo. Por bolchevización de los partid o s en ten ­
demos un odio in tran sig en te p a ra con la burguesía y la traición de
los jefes socialdem ócratas, así como la inadm isibilidad de cualquier
m aniobra estra té g ica en la lucha contra el enemigo. L a bolchevización
es la voluntad irreductible de lu ch ar por la hegemonía del p ro leta ria­
do. L a bolchevización es la form ación de u na organización centralizada,
monolítica, fuertem ente coherente y dispuesta a desem barazarse f r a ­
ternalm ente y en am istad de to d a desinteligencia dentro de sus
propias filas, como nos lo enseña Lenin, L a bolchevización es el
m arxism o en acción, es la consagración a la idea de la d ictad u ra del
proletariado y al leninismo.
V arios partidos de los que no se h a hablado aquí h an efectuado
grandes progresos. Tomad, por ejem plo, el P artido español. Centena­
re s de m ilitantes españoles h a n pasado por la cárcel. E n ese clásico
país del sindicalismo y el anarquism o el bolchevismo está propa­
gándose. U n sólido núcleo de honrados y modestos proletarios revo­
lucionarios se h alla en form ación y dispuesto a tr a b a ja r seriam ente
por la 'revolución p ro letaria, (Aplausos.)
G randes progresos h a realizado asimismo el P artido francés, al
que últim am ente aú n socavaba el oportunism o. Tam bién el P artido
búlgaro ha aprendido mucho. Esperem os que rehuya toda recidiva de
oportunism o.
N u e stras sociedades de p ro p ag an d a se h an trocado en fu e rte s o rg a ­
nizaciones tem pladas en la lucha. A p a r tir de este Quinto Congreso
tenemos el derecho de darnos el título de P artid o M undial. E l mismo
esp íritu p e n e tra rá todas las resoluciones del Congreso. Los ca m a ra­
das que han defendido opiniones d istin tas de las opiniones de la
m ayoría se p legarán a n u estra s decisiones, que h ab rán de ser el
fru to de la experiencia y el pensam iento colectivo de lo m ejor, lo m ás
honesto y revolucionario que h ay en la clase o b rera de todo el mundo.
(Aplausos prolongados. Los delegados cantan L a Internacional.)

208
DECIMOSEXTA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin,


27 de junio de 1924

P re sid e n te : Geschke.
Or ado r : B u j ar in.

E L PROBLEMA DEL PROGRAMA

b u j a k i N . L os inform antes designados por e l Ejecutivo somos d o s :


T-hal’h eim er y yo, y nos hemos distribuido la ta re a . E l inform e de T hal-
heim er no será en modo alguno la co n tra p arte del mío, sino su
complemento.
Hemos tra ta d o -con (bastante detenim iento el problem a del program a
en el an terio r Congreso. Y a se h a n exam inado los puntos m ás
im portantes.
H abía dos asuntos respecto de los cuales existía desacuerdo. E l
prim ero, puram ente teórico: la acumulación del capital, la teo ría
de Rosa Luxem burg. E n la discusión actual en sesión -p-lenaría lo
dejamos a un lado, no- porque no estem os en condiciones de discutirlo,
ni porque lo considerem os secundario, sino únicam ente porque es
demasiado teórico p a ra p re sta rse -a un debate en una asamblea, tan
num erosa. E l segundo asunto acerca del cual ex istía desacuerdo, el
de las reivindicaciones parciales y las consignas de transición, quedó
resuelto en el C uarto Congreso,
P o r consiguiente, hoy tr a ta r é sólo de asuntos nuevos, es decir, no
tocados en los inform es anteriores. Os proponemos —y pienso que es
tam bién la opinión de la Comisión— ad o p tar en este Congreso un
proyecto que, aunque no tiene carácter definitivo, sirve de objeto
a la discusión en el seno de los partidos.
. Necesitam os un p ro g ram a prim eram ente p a ra la educación ideoló­
gica de nuestros partidos, luego p a r a f i j a r los fines y los medios

209'
de n u e stra acción y por últim o p a ra dem ostrar y sellar n u estra
unidad.
No com parto en modo alguno el escepticismo del cam arada Máslov,
quien se pronuncia co n tra la adopción de un p ro g ram a en general:
los p reparativos no son suficientes y además no se h a n resuelto algu­
nos asuntos puram ente teóricos. Máslov propone ad o p tar un simple
plan de acción. Pienso que no es justo y que los diferentes documen­
tos y a adoptados por la Internacional Com unista nos proporcionan
suficientes m ateriales. H a sta los asuntos puram ente teóricos, con m uy
pocas excepciones, se pueden considerar, en conjunto, como suficien­
temente estudiados.
P rim er problem a: n u e stra concepción del mundo.
En ninguno de los proyectos que se presen taro n en el C uarto
Congreso se decía u n a sola p alab ra al ¡respecto. Pero la experiencia ha
m ostrado la necesidad de .discutir este problema. E n el Ejecutivo
Ampliado sostuvimos u n a g ra n discusión sobre el problem a religioso.
Otros casos m ás soitilcs, por así decir, nos señalaron, con una form a
menos b ru tal que el problem a de la religión, el peligro.
Observamos en tre los partidos com unistas, y aún m ás en los p a r­
tidos socialdem ócratas, un regreso al hegelianismo, filosofía pre-
m a rx ista e idealista. E n tre los so'cialdemócr a ta s e sta tendencia se
m an ifiesta con m ayor violencia en Cunow, sobre todo en sus escritos
acerca del E stado. No me puedo extender al respecto; pero que
ex iste un a tendencia de este tipo en la socialdemocracia, no hay la
menor duda. En los partidos com unistas, el regreso al viejo hegelia­
nismo puede, sin ser ta n acentuado como en tre los socialdem ócratas
y pese a su form a sutil, tener consecuencias peligrosas.
E n el P artid o italiano tenem os u n a desviación ideológica a la que
se podría c a ra c te riz a r como un voluntarism o idealista, en contradic­
ción con el m arxism o. E n el P artid o miso tenemos asimismo desvia­
ciones de este género, pero de o tra form a, como la del positivismo
agnóstico. Todo ello equivale a considerar caduco el m aterialism o
m arx ista. Es un peligro ta n to m ayor cuanto que en la h o ra actual
la ciencia burguesa, la filosofía y la ideología burguesas su fre n un
acentuadísim o proceso de disgregación, se tiñen de m isticism o y
pueden, en una época de general perturbación y estado caótico,
contam inar a una p a rte del proletariado.
P or eso el p ro g ram a debe contener un p á rra fo sobre n u estra
filosofía. Debe ser <un p á rra fo form ulado de una m anera concisa y
precisa. Diremos en él que nos atenem os al m arxism o m ateria lista
revolucionario. E s una fórm ula suficientem ente elástica, pero re ­

210
sulta absolutam ente necesaria p a ra proclam ar n uestro m arxism o re­
volucionario y p revenir los peligros que be brevem ente esbozado.
El" segundo grupo de asuntos es de índole económica.
Tam bién aquí encontram os la influencia de la ideología burguesa.
Me a g ra d a ría p re sen tar al Congreso u n a c rític a del artículo del
cam arad a Borís publicado en Die InternaM onale. No significa que la
atrib n y a im portancia alguna a sus argum entos, sino que es un artículo
que nos revela el peligro en su form a m ás g ro se ra y vulgar. Y no
se .podría observar como fo rtu ito el hecho de que un órgano científico,
a cuyo fren te se hallan personas instruidas, pueda publicar seme­
jan tes to n terías, sem ejante fá rra g o socialdem ócrata. Se me t r a ta en
él de pequeño burgués furibundo, expresión m edianam ente ridicula.
Borís envía al diablo a toda la burguesía y toda la pequeña burguesía.
No desea en absoluto m arch ar con ningún partido revolucionario df*
las colonias, pues son partid o s burgueses. No quiere o ír h ab lar
de socialización radical. Quiere socializarlo todo, b a s ta el cesto de los
papeles de la Internacional. L a economía es un todo, explica, y por
consiguiente h ay que socializar todo o no socializar nada. Pero bajo
esa apariencia rad ical encontram os, p alab ra por p alabra, una teo­
ría m eram ente social dem ócrata, y no comprendo cómo la redacción
de In ternationa le no lo h a advertido.
Os icitaré un ejemplo p a ra m ostraros de q'ué se tra ta . U na de las
diferencias principales en tre la II y la I I I Internacional consiste en
la doctrina del im perialism o, en esa doctrina según la cual algunos
grandes E stados explotan colonias y e x tra e n de ellas beneficios
extraordinarios, g racias a los cuales corrom pen ciertas categorías
de la clase obrera, la s que form an la base de la política socialdemó-
c r a t a . Tenemos en e s ta doctrina un arm a sólida contra la social­
democracia, u n a excelente arm a p a r a establecer una vinculación entre
E u ro pa occidental y E stados Unidos de A m érica, en tre el proleta­
riado in d u strial y los pueblos coloniales.
Y ahora, ¿qué nos propone el m uy perspicaz B orís? C ritica de
este modo m i proyecto 'de p ro g ram a: “E l salario de los obreros
continentales no h a sido elevado por la burguesía p a ra corresponder
a los obreros por medio de ganancias e x tra o rd in a ria s; no hay m ás que
u n a sola ganancia, y a esa se la crea en la producción por el
so b retrab ajo ”.
Y esto: “No ¡se puede h ab lar de beneficios ex traordinarios e x tra í­
dos de las colonias”.
Y después de haber expuesto nuestro com ún punto de v ista ; “ Y se
le propondrá a la Internacional C om unista que eleve a la a ltu ra de
un p ro g ram a e s ta absurdidad, que a p u n ta a la conciliación de las

211
clases. L as tesis son aún m ás alocadas en la sección dedicada a la
g u e rra y la posguerra. P a ra el siglo diecinueve B u jarin podía
u tiliza r a K arl M arx, a quien ha deformado. P a ra el comienzo del
veinte se vale de H ilferding, a quien reproduce fielm ente, porque
teóricam ente es su alumno. P ero tam bién desarrolla teo rías p ro p ias
desprovistas de sentido sobre el capitalism o de E stado".
De m anera, pues, que toda la doctrina de la sohreganancia es
an tim arx ista y loca y ap u n ta a la conciliación social, etcétera. Pero
an te todo una pequeña observación. Borís dice que esta doctrina no
es m arx ista, que es esencialm ente a n tim arx ista: no puede h ab er
sobreganancia, y no se puede ni se debe h a b la r de explotación de un
país p o r o tro: es una absurdidad. Tomemos un au to r que no es en
modo alg'uno un pequeño burgués furibundo: el venerado K a rl M arx.
Tenemos su teo ría de la plusvalía, segundo volumen, segunda p a rte :
“ La propia teo ría de R icardo considera, cosa que Say no observó, que
tre s jo rn ad a s de trab a jo de un p aís pueden cam biarse por u n a jo r­
nada de otro. La ley del valor su fre aquí modificaciones esenciales.
L a m ism a relación que h ay en tre las jo rn ad as de tra b a jo de los
diferentes países existe en u n m ism o país entre el tra b a jo calificado
y complejo y el tra b a jo no calificado y simple. E n este caso, el país
m ás rico explota al m ás pobre, aún cuando este últim o g’ane con
el intercam bio, ta l cual lo h a expuesto J. S. Mili en su libro Som e
u n settled questions," etcétera.
Vemos, pues, que la doctrina de la sobi’eganancia de los países
ricos es bien m arxista. M arx lo dejó escrito ce por be. Pero M arx
p a rte aquí de la hipótesis —de la hipótesis, solamente— de u n in te r­
cambio pacífico en tre los países. No habla de los resultados que se
desprenden de la presión directa del aparato de gobierno. ¿Qué
deberemos decir si tom am os en. consideración los medios de fuerza?
El problem a sería claro y com prensible h a sta p a ra un niño. U nica­
m ente el cam arada B orís cree que se t r a t a de una doctrina insensata.
Pasem os ahora a su argum entación sobre el salario. N aturalm ente,
si la bu rg u esía corresponde a la clase obrera, sólo puede hacerlo
elevando los salarios. E sto es absolutam ente justo. Si consideráis el
caso de los E stados im perialistas, es cierto que el obrero percibe su
re n ta en form a de salario, Pero no es ese el problem a. Debemos p re ­
gu n tarn o s por qué ese salario supera el térm ino medio de los salarios.
So podría responder: los salarios son m ás altos porque la fu e rza de
trab a jo es distinta, porque su calificación es m ás elevada. Y sería
cierto, pero h ay que ir aún m ás lejos: ¿de dónde proviene p a ra esas
categorías de la clase obrera la posibilidad de tra n sfo rm a r su fuerza
de tra b a jo en fuerza calificada? A esto es a lo que hay que responder.

212
N atu ralm en te, p a ra el cam arad a Borís este problem a, que es decisivo,
no e x is te ., E l salario de toda aristo cracia o b re ra responde a una
fu erza de trab a jo m ás calificada. ¿Pero por qué es m ás calificada
esta fu erza de tra b a jo ? Casi toda la clase obrera de los países
ca p ita listas se h alla en la situación de u n a aristo cracia con respecto
a los p a ria s de la clase obrera. Ese es el problem a esencial. La
resp u esta 'la da n u e stra doctrina, fun d ad a p o r M arx, fecundada por
Lenin, d esarrollada por Engels y m encionada «n nuestro program a
ruso. E ste problem a no existe p a ra el cam arada Borís.
Sin estas prem isas estam os desarm ados co n tra la aristo cracia obre­
ra , contra la corrupción de la clase obrera, c o n tra la política im peria­
lista. E stam os Im posibilitados p a ra explicar teóricam ente estos
fenómenos esenciales. Eng-els habla, como lo saben h a s ta quienes
no tienen Uto g ra n conocimiento del m arxism o, de u n proletariado b u r­
gués en Lig-1 a te rra . Probablem ente es algo insensato a los ojos del
cam arad a Borís, puesto que no conoce la lite ra tu ra m arxista.
Llego al segundo asunto,
A comienzos de la g u e rra vimos que economistas burgueses re a l­
m ente enloquecidos inventaban, p a ra ju s tific a r la g u e rra im perialista,
la teo ría de ¡la g u e rra útil al progreso de las fu erzas productivas.
Hubo, en efecto, un g ra n desarrollo de la m etalurgia, de la s in d u strias
bélicas, de la. in d u stria pesada, etcétera. Y ese desarrollo condujo
a la disminución de la desocupación. Pero h ab ía que ser m uy super­
ficial -para d e ja r de observar que todos esos fenómenos sólo eran, en
realidad, <un colosal proceso de destrucción de fu e rza s productivas y
capital. L as to n terías de esos economistas burgueses desaparecieron
poco después de h ab er comenzado Ja g u e rra . A hora, al cabo de algunos
años, el fogoso B orís, que de n in g u n a m an era es un poseído ni un
loco, escribe esto : ^B u jarin afirm a que la g u e rra tuvo por resultado
l a destrucción de u n a cantidad e x tra o rd in a ria de medios de produc­
ción. Pero la verdad es lo contrario”.
Y en otro m om ento: “No se puede h a b la r de destrucción de fuerzas
productivas debido a la g u e rra ”.
¿.Así, pues, que cuando diez millones de hom bres h a n caído sig­
nifica, según el m uy perspicaz B orís, que hemos obtenido un incre­
mento de fu erzas productivas? ¿Cuando se destruyeron tan to s con­
voyes significa que hemos recibido u n aum ento de los medios de
comunicación? ¿L as fáb ricas y las aldeas asoladas en F ra n c ia y
B élgica rep resen tan un aum ento de fu erzas productivas?
Y a véis las proporciones. Los simples liberales, los pacifistas, los
eclesiásticos, los economistas burgueses: todos ven m ás o menos las
debilidades económicas del mundo ca p ita lista. N inguno la s niega. Pero

213
el socialdernácrata, supuesta-mente m arx ista, 'dice: “ E l capitalism o se
h a fortalecido con la g u e rra " . S uena como la invocación a úna
nueva g u erra. Y ahora surge un presunto com unista que emplea el
mismo lenguaje. L a “teo ría de la prosperidad” no es o tra cosa que
la justificación teórica de la g u e rra im perialista. Si la g u e rra im ­
p eria lista e n tra ñ a u n aum ento de las fuerzas productivas, ¿por qué
tan to escándalo co n tra ella?
L a tercera teo ría es la de las crisis.
Todos conocemos el g ra n debate entablado e n tre nosotros y los
socialdem ócratas acerca de este p r o b le m a . Loe revisionistas, con
Blernstein a la cabeza, h a n sido los prim eros en t r a t a r de dem ostrar
que la integración de la in d u stria y la form ación de monopolios le per­
m itirá n al capitalism o te rm in a r con las crisis. H ay diferente m atices
en esta teoría. E n su form a m ás grosera se en cu en tra en tre los revi­
sionistas puros. U n a vez 'desaparecidas las divergencias entre ra d i­
cales ortodoxos y u ltrarrev isio n istas, K autslty escribe, antes de la
redacción <fcí p ro g ram a d e Goerlitz?, que en la te o ría del desarrollo del
sistem a cap italista -sólo debemos conceder u n “m odesta lu g a r” a la
teo ría de la s crisis. E s que según él el mundo ca p ita lista h a recu ­
perado aún m ás arm onía. ¿'Cuál es nuestro propio punto de vista?
M uchas veces hemos exam inado este asunto y probado, creo, que en una
ra m a -de la producción se podrá a ten u a r la an a rq u ía m ediante el
monopolio, pero que los tru s ts , lejos de impedir la s crisis, las repro­
ducirán a u n a potencia superior. Llega Borís y propone: “ Cuanto-
m ás p erfecta es la cohesión orgánica de una ra m a , m ás sistem ática­
mente se la dirige. E sto conduce, naturalm ente, no al debilitam iento}
sino a] fortalecim iento de ¡la com petencia capitalista. L a dirección
sistem ática conduce a u n a lim itación sistem ática de la producción, que
rem plaza parcialm ente la s crisis” .
E s puro revisionism o y p u ra socialdemocracia.
H ay adem ás o tra doctrina socialdem ócrata. E s ta pretende que
du ran te la guerra y la ferm entación revolucionaria se pueden pro­
ducir casos en los que el proletariado revolucionario, si quiere
llevar victoriosam ente a cabo su revolución, debe ten er en vista la
necesidad de la continuidad del proceso de producción. Así hablan
K autsky, H ilferding, etcétera. A la interpretación bolchevique del m a r­
xismo revolucionario responden: Sea, conquistam os el ap arato guberna-
m ental, pero perdem os todo crédito, cerram os las fábricas, etcétera-
N aturalm ente, si empleáis los postes del telégrafo p a ra hacer b a­
r r i c a d a s no favorecéis él desarrollo de la producción. L a revolución'
.tiene, como la g u e rra , sus gastos de producción: es la destrucción
provisional de las fuerzas productivas.

214
Borís, por su p a ite , reconstruye desde el comienzo toda la doctrina
de la continuidad de la producción. Démosle, dice, la fórm ula m ate­
m ática. Y la da tan m atem ática, que de la caída p a sa je ra de las
fu erzas productivas "hace un hecho ■absoluto. Luego declara que B u jarin
“q u e rría seriam ente que el régim en económico del comunismo em­
p ezara literalm ente desde cero como medios de producción y consumo”.
P a sa a lo absoluto, y además por m i culpa. P or ejemplo, si m atem á­
tica, h istórica o lógicam ente transform am os la to n te ría re la tiv a ¿e
Borís en u n a to n te ría absoluta, obtenemos igualm ente un hermoso
resultado. Pero nos basta con ten er que hacer su to n te ría relativa.
¿Qué h ay en el fondo de todo esto? U na restau ració n de la doctrina
sc-cialdemócrata, y n ad a m ás.
L a doctrina social dem ócrata afirm a la im posibilidad de la revolu­
ción: antes de la g u e rra las fuerzas productivas no se h allab an lo
b asta n te d esarro llad as p a ra p erm itir la realización del socialism o:
d u ra n te la g u e rra la revolución social es imposible porque las fuerzas
.productivas están p erturbadas, y después de 'la g u e rra hay que es­
p e ra r a que estas fuerzas se desarrollen más, h a s ta que sobrevenig-a
u n a nueva g u erra, y así por el estilo. E n la doctrina de Borís tene­
mos u na reproducción am pliada de esta to n te ría . Ved qué colmo:
negación de la sobreganancia, negación de la aristo cracia obrera, la
g u e rra como fuente de prosperidad con justificación de los socifll-
p atrio tas, toda u n a teo ría de las crisis, la d octrina socialdemócra+a
acerca de la continuidad del proceso de producción .. . H ay en ello
algunos elem entos que parecen m uy radicales, pero es u n radicalism o
que oculta la bosta socialdemócrata.
■Cuando cam aradas de izquierda e s c r ib e n c o s a s tales, e] peligro es
aún m ayor, pues si la izquierda, que en tá c tic a y política se orienta
debidam ente, se perm ite estas to n terías, lo com prom ete todo. N inguna
consideración de sim patía es v álida: es necesario que nos levantem os
sin m isericordia co ntra los errores y desenm ascarem os a los cam aradas
que se hacen culpables de ellos.
Paso ah o ra a otro problem a teórico al que no se h a tocado en las
discusiones precedentes; el de las crisis, no como fenómeno especí­
fico del período de transición, sino en general. Como sabéis, en tre
m arx istas la discusión es am plia. E xisten dos fórm ulas fundam ental­
m ente d iferen tes: desproporcionalidad y subconsumo. E n nuestro
proyecto evitarem os estas fórm ulas. Pienso que debemos h a lla r una
expresión m ás pru d ente del proceso de descomposición del ca p ita lis­
mo. Y a vemos — es un hecho em pírico— la disgregación cap italista,
pero dentro de este vasto proceso registram os procesos p arciales de
regeneración. E l cuadro es, pues, mucho m ás variado de lo que

215
creíamos. Tenemos que buscar una definición tra n s ito ria . Y p resen ta
el problem a gin detenerm e en m ás com entarios. H ay que ten er e a
v ista u n período m ás extenso, los procesos fundam entales de la
revolución, p ro leta ria en su conjunto y sus procesos secundarios.
P or ello entiendo que la revolución p ro leta ria no es toda la revolución
m undial y que existen otros procesos de descomposición que poseen u n
g ra n alcance revolucionario, como por ejemplo las crisis nacionales.
No so-n en modo alguno revoluciones proletarizas, si se las considera
de m an era aislada. Asimismo, las sublevaciones coloniales, ca d a ves.
m ás frecuentes, son- sobre todo movimientos de la pequeña burguesía
y de los elementos nacionalistas de la burguesía. Tomados por sepa­
rado, estos procesos secundarios no form an p a rte de la revolución
p ro letaria. E n la m ayoría de los casos no e stá n dirigidos p o r el
proletariado. Pero no h ay que aislarlos. Tienen en l a h isto ria del
mundo un alcance revolucionario. Y cuando el p roletariado tom a su
dirección, conduce a las dem ás clases, porque son agentes de la revo­
lución m undial.
Puede p arecer paradójico, pero así es. Borís no com prende abso­
lu tam en te nada de ello; no ve la significación objetiva de estos pro­
cesos secundarios.
D entro del período de transición y quizá por m ás tiem po hay que
m encionar la coexistencia de form as de organización opuestas, b u r­
guesas y p ro letarias, de u n a economía p ro leta ria y de restos del
régim en comercial, in d u strial y financiero del capitalism o. Es um¡
cuadro m uy abigarrado. Tam bién mencionaremos la s diversas organiza­
ciones cap italistas y las form as iniciales de la sociedad en construcción.
Debemos señalar que con posterioridad a la conquista del poder
político nos hallarem os en presencia de nuevas leyes de la evolución
social. L a ley del capitalism o es la m ultiplicación de los antagonism os,
aum entando en cada eta p a h a s ta h acer s a lta r todo el sistem a de pro­
ducción. Después de la conquista del poder por el p roletariado la ley
ya no se rá la exasperación, sino la dism inución de los antagonism os.
U n ejem plo: diversas fo rm as económicas se hallan en com petencia;
si los antagonism os que la s sep aran se vuelven cada vez m ás fu e rte s,
salta toda la sociedad. Pero esperam os que la com petencia excluya
poco a poco las form as económicas que nos son hostiles. Los an ta g o ­
nismos que continúen existiendo después de la conquista del poder
político se volverán cada vea m ás insignificantes, h a s ta su com pleta
desaparición, y entonces tendrem os l a sociedad comunista. N a tu ra l­
m ente, se pueden producir conflictos portadores de un carácter ca­
tastró fico : sublevación de la b u rguesía o de los grandes campesinos^
etcétera.

216
Adem ás debemos m encionar la idea de que d u ra n te el período de
tran sició n es necesario fo rm a r un bloque del proletariado con algunas
ca te g o rías del campesinado» Incluso dentro de la Internacional
C om unista se abre paso u n a peligrosa tendencia que no quiere com-
•prender el problem a de las relaciones e n tre el p roletariado y el
«campesinado. E s estratég ica y tácticam ente necesario que conside­
rem os a los campesinos como aliados nuestros, pero no hay que dedu­
cir de ello que debemos tran sfo rm arn o s en u n p artido obrero y
campesino. M uy p o r el contrario, cuanto m ejor m antengam os nuestro
c a rá c te r p ro letario, m ás éxito ten d rá n u e s tra política, cam pesina.
Podemos tra z a r un perfecto paralelo en tre nuestro bloque y el
bloque de las clases poseyentes. H ay u n a g ra n diferencia en tre los
g ran d es pro p ietarios de bienes raíces y la b u rg u esía industrial, lo
cual no les -impide .form ar bloque y ofrecerse m utuam ente un cons­
ta n te apoyo. A este bloque oponemos el de los obreros y los cam­
pesinos. L a diferencia en tre el proletariado y el -campesinado no ha
desaparecido m ás que la que sep a ra al bien ra íz del capital burgués, p e ­
ro así como toda la clase dirigente form a u n bloque nosotros de­
bemos, a lo larg o de todo el período de transición, fo rm a r el blo­
que del proletariado y el campesinado, p a ra apoyar, consolidar y
a s e g u ra r n u e s tra política.
Y paso a la nueva política económica.
P rim ero un pequeño prólogo. Con posterioridad al establecim iento
de la nueva política económica, todos o casi todos los com unistas r u ­
sos, y tam bién nuestros amigos ex tran jero s, tuvieron la sensación de
h ab er cometido algo no del todo ortodoxo y tener que ju stific arse .
E sa sensación nos llevó a considerar la nueva política económica
casi exclusivam ente desde el punto de vista de la oportunidad polí­
tica, como u na concesión política a la pequeña burguesía. No creíam os
que fu e ra buena en sí, ni racional, sino sólo que la exigían, ciertas
consideraciones políticas. Así considerábam os las cosas, pero ahora
me parece que lo verdadero es ju stam en te lo contrario. L a única
política económica buena del proletariado, la política que asegura
el crecim iento de las fuerzas de producción, es lo que denominamos
uueva política económica. E l comunismo d e g u e rra no era o tra cosa
que un b o rrad o r de la nueva política económica, un borrador que se
biso necesario por consideraciones políticas, p o r la g u e rra civil
contra la bu rg u esía y la pequeña b urguesía. Debemos ten er siem pre
presente esta idea, y debo detenerm e en ella.
C am aradas, el hecho principal, el fenómeno esencial, ese que el
p roletariado te n d rá ante sí después de h ab e r conquistado el poder
político, ea u na extrem ada diversidad de las fo rm as económicas. En

217
n in g u n a p arte , ni aun en los países m ás adelantados desde el punto
de v ista cap italista, las fu e rza s de producción se encuentran lo
bastan te desarrolladas como p a r a que hayan desaparecido todas las
capas interm edias. ,
N ingún m arx iata sostendrá que la revolución social sólo puede
producirse él día en que haya desaparecido el últim o pequeño b u r­
gués, el últim o artesano, el últim o pequeño cap italista. S ería una
exageración estúpida, im aginada por nuestros. adversarios p a ra r i ­
diculizar a M arx.
Siem pre hamos pensado, todos, que la revolución h a b rá de produ­
cirse, no cuando h ay a desaparecido el últim o campesino, sino cuando
los antagonism os del sistem a capitalista hayan engendrado conflic­
tos sociales suficientem ente violentos. P or tanto, en todos los países,
sin excepción, y guardando, naturalm ente, todas las proporciones, ten ­
dremos que habérnoslas con form as económicas sum am ente diversas,
y ese es el hecho esencial.
Con é) se relacionan otros dos hechos de la vida económica y política.
A nte todo este: la diversidad de las form as económicas engendra
la diversidad de las clases, las diversas capas sociales. Si todavía te ­
nemos pequeñas em presas, tenem os pequeños productores. Si tenemos
u n a pequeña explotación ru ra l, tenem os campesinos. M ientras te n ­
gam os pequeñas em presas ca p italistas, tendrem os pequeños ca p ita lis­
tas y artesanos. A la diversidad de las form as económicas corresponde
la diversidad de las clases y las capas sociales.
I)e ello se d eriva un últim o hecho, que desempeña un g ra n papel
con posterioridad a la conquista del poder. Si lo perdem os de vista
corremos el riesgo de elaborar una política com pletam ente inexacta,
inoportnna y dañina. E s la diversidad de los estim ulantes económicos:
no bien tenemos diversas form as económicas, tenemos tam bién diver­
sos estim ulantes económicos. Los motivos que se h allan en la base
de la producción del campesino no son los que ae h allan em la base de
la producción del g ra n capitalista. Los estim ulantes de las em presas
socializadas son distintos de los del g ra n cam pesino; ni aun los
estim ulantes del g ra n campesino son los del pequeño campesino.
;.De qué modo se plantea, luego, el problem a central de n u e stra
política económica? E s el problem a de la coordinación y la subordi­
nación relativ a de las form as económicas en prim er l u g a r , de las
clases en segundo y de los estim ulantes en tercero.
Tenemos que consolidar, naturalm ente, la hegem onía económica de!
proletariado. N u e stras emjyresas socializadas deben poseer la hege­
monía, y tedas las demás fo rm as interm edias, con sus estimulantes-
propios, deben som eterse a esa hegemonía.

218
Precisam ente en eso consiste el complicado a r te de la política
económica del proletariado. Si como se im agina B orís “no hubiera
diferencias ni oposiciones”, entonces podríam os re a liz a r el socialismo
de golpe y porrazo. N uestro respetado contradictor a r ro ja por la
.b o rd a todo el período de transición, precisam ente porque se despren­
de de la índole heterogénea de las form as económicas. E l período de
transición es aquel en el que la s form as económicas m ás adelantadas
elim inan a las demás por la vía de la com petencia.
Y a se com prende por qué no podemos em prender la socialización
com pleta como la entiende Borís. S ería una c a ricatu ra . T rostid lea
decía un día a los o iltracentralistas que su centralism o co nsistía en
erig ir en medio de la P laza R oja un tin te ro m onstruoso al que
todos los escritores de la Unión Soviética debían ac u d ir a m o jar su
plum a. L a socialización to tal es imposible, porque las form as econó­
micas son, y a lo hemos dicho, extrem adam ente diversas. No nos h a­
llam os en condiciones de re a liz a rla ; no contam os con la organización
suficiente p a ra socializarlo todo, h a sta las parcelas 'Campesinas.
E s a es la p rim e ra razón; la segunda !es política: sublevaríam os co n tra
el proletariado vencedor a toda la pequeña bu rg u esía y a todos les
artesanos. E n te rc e r lugar, p a ra socializar de un golpe una economía
disem inada necesitaríam os u n a adm inistración gigantesca, cuyo costo
sería m ás pesado que el de la an arq u ía actual. Se lo vio en el comu­
nismo de g u e rra . L a hipercentralización acarreó, precisam ente, una
h ip e rtro fia del ap a rato burocrático, que devoraba todo. Aún ahora
sufrim os consecuencias de esa enferm edad.
L a nueva política económica es la única política económica ju s ta y
re al del p ro letariado. P o r .política ju s ta entiendo u n a política que
tie n d a al increm ento de las fuerzas de producción. Si nos situam os
en este punto de v ista y hacemos la com paración en tre la nueva polí­
tica económica y la política económica del comunismo de g u erra, la
diferencia será clarísim a.
¿Qué era el comunismo de g u erra? E r a el consumo racional de las
reservas existentes. Se em bargaba o requisaba de la casa de cada
campesino, en todas partes, todo lo que se podía, p a ra alim entar el
eiército y el proletariado de las ciudades. E ra entonces la única
"política practicable, la prim er m aniobra estra té g ica que nos fo rta ­
leció en el terren o económico. Nos apoderam os del poder d e las
organizaciones económicas; destruim os algunas de éstas, y por fin
—y esta es la justificación del comunismo de g u e rra — distribuim os
racionalm ente e n tre los consumidores las reserv as disponibles. No
por’jpmo-s a n im a r al 'mismo tierno o a la s fu erzas productivas, ni que
decirlo. ¿Cómo hacer p ro g resar la ag ric u ltu ra, cuando arrebatábam os

219

>
todo el excedente de la cosecha? ¿Donde estaba el estim ulante eco­

"i~ Tn
nómico del campesino? No llevamos a cabo la subordinación económi­
ca de la pequeña producción ni, p a r consiguiente, la de la clase
cam pesina y sais estim ulantes. P o r eso sufrim os, desde el punto de
v ista de la s fuerzas de producción, un retroceso: los cam pesinos y a
no q u erían producir.
T al fu e el origen de un conflicto en tre n u e stra política de E stado
y los estim ulantes económicos de los pequeños productores, conflicto
que im posibilitaba la coexistencia de estas form as económicas y le­
v an tab a *1 g rito de las clases afectadas. S uerte que nosotros mismos
hayam os dado el necesario golpe de timón.
Menciono otro argum ento de Borís. B orís ju s tific a su idea de so­
cialización to tal diciendo que la economía de u n país es nan todo. E sto
parece m uy radical, ñero en el fondo es oportunism o. L a economía
es un todo, p era un todo lleno de oposiciones. P ro letariad o y burguesía
fo rm an en cierto sentido un todo social, pero un todo que contiene
contradicciones. Tam bién las form as económicas son fenómenos en
extrem o contradictorios. Ahí está todo.
L a p a rte pro-letaria de la economía (p a ra h a b la r como B o rís), es

.J., M
decir, la s em presas socializadas de la in d u stria y la ag ricu ltu ra, eli­

ji.iIiinl Iifjn,ór,
m in arán por la competencia a las form as re ta rd a ta ria s del -capitalis­
mo privado: los pequeños productores. Antes pensábam os poco m ás
o menos así: poseemos u n a p a rte de la economía, y elem entos que
nos son socialm ente hostiles omedio hostiles poseen la otra. Sin
necesidad de re c u rrir al mercado, valiéndonos de los medios directos
del poder, los suprim irem os. E n .realidad, la experiencia, y no sólo
la de Rusia, sino tam bién la de los dem ás países, m uestra que no se

' --'■-i
saldTa de la producción an árq u ica como no sea por el mercado, por
la com petencia en tre la economía p ro le ta ria de Estado, entre las
em presas socializadas, y todas las dem ás form as económicas, E xte-
■riormente, el método es el de la economía capitalista. L a g ra n dife­
ren cia consiste en que en la economía ca p ita lista las grandes y
m edianas em presas se encuentran en manos del capital privado, y
entre ellas y las grandes em presas p ro letarias se establece una
competencia que es u n a lucha revolucionaria, u n a lucha de clase
en tre p ro letariado y burguesía. E l fenómeno prosaico de la com peten­
cia se convierte en una form a específica y nueva de la lucha de
_____ _________________ __________________ . . _ .

clases. P or <un lado las grandes em presas con u n contenido prole­


tario, y por el otro form as que tienen un contenido social com pletam en­
te diferente. Acaso, esto es lo que m ás im porta com prender, pues
todas las dudas, todas las desinteligencias, todos los ataques de que
son blanco la N e p y el estado actual de R usia se explican por la

220
incom prensión de e sta fo rm a íntegram ente nueva de la lueha de
clases que es la com petencia económica, E x te r iorm ente, todo sigue
siendo casi como en el régim en ca p ita lista ; el productor recibe
su salario y todo el proceso se desenvuelve como en la sociedad ca­
p italista . P ero lo im p o rtante es que bajo esa identidad form al hay u n a
diferencia de principio. Al t r a ta r de la economía de la d ictad u ra
pro letaria, nunca olvidemos que a la diversidad de las fo rm as económi­
cas responde u n a no menos g rande diversidad d e contenido social.
Con esto se relaciona, ¡en mi opinión, el problem a de la sistem a­
tización de la econom ía después de la conquista del poder. E n otro
tiempo creíam os que bastab a calcular, organizar un plan y aplicarlo
m ecánicam ente, sin m ás ni m ás. A hora vemos que la dificultad se
encuentra en la base, en la realización: sólo podemos aplicar un plan
si poseemos la base m ateria l indispensable. E s ta base e x istirá cuando
las fo rm as económicas re ta rd a ta ria s hayan sido sup lan tad as por las
grandes em presas de contenido proletario.
Se puede establecer cierto paralelo entre la producción cap italista y
la producción del período de transición. P or un lado tenem os la
centralización del cap ital y la exclusión de las form as re ta rd a ta ria s
por la 'competencia h a s ta en el capitalism o de E stado. E n tre nosotros
o curre otro ta n to : exclusión de las form as económicas re ta rd a ta ria s
por la competencia, centralización, creación de ama base p a ra una
economía racional. P ero el lim ite no es y a el capitalism o de E stad o ;
m el socialismo.
L am en tarse de que ss h ay a cedido a los pequeños productores, in ­
cluso a los capitalistas, y todo otro tipo de jerem iadas de la misma
ralea, es no h ab er comprendido n ad a de los hechos. E n la fase inicial
la superioridad de las grandes em presas no aparece, pues d u ra n te el
proceso de g en eral desorden económico son difíciles de ad m in istrar.
Lo mismo ocurre en el campo com ercial: las m áquinas están ahí.
pero no h ay dem anda ni hay capital disponible p a ra poner todo en
movimiento. P ero apenas dé comienzo la -competencia en tre las g ra n ­
des y las pequeñas em presas tendrem os de m an era inm ediata u n a
g ra n superioridad de la g ra n producción. L a capacidad de las g ra n ­
des em presas au m en tará con creciente rapidez, ¿E n qué se ve la
menor razón de pesimismo? Tendrem os que a tra v e s a r crisis, pero
éstas desap arecerán cuando se h a y a realizada la economía sistem a­
tizada, Acaso tengam os que re g is tra r crisis todavía d u ra n te v arias
decenas de años, pero la exclusión progresiva, de las form as económi­
cas no p ro letarias es la única línea ju sta , es la perspectiva de victo­
ria de n u estro desarrollo social.
L a contradicción en tre la form a c a p ita lista y el contenido prole­

221
tario es el problem a m ás im portante y tam bién el m ás oscuro. Pero
si hemos comprendido lo que acabo de exponer, el asunto en sí mismo
es sencillo. Tenemos realm ente form as c a p ita listas: régim en de sa­
lario, circulación m onetaria en vez de distribución de productos, bancos
y bolsas —sí, h a sta bolsas, esos santuarios de la clase ca p italista— ;
tenemos competencia y b a s ta ganancias en n u estra s em presas de
E stado. Pero podemos hacer una com paración con el dominio m ilita r:
nuestro ejército es m uy sem ejante a un ejército burgués. A ntes
creíam os que el ejército proletario se debía construir de una m an era
d istin ta: n ad a de disciplina im puesta, sino ta n sólo una disciplina
consciente. L a experiencia 'ha m ostrado que no se puede t r a t a r de
disciplina consciente en el sentido literal de la p alabra, aunque
desde luego la conciencia desem peña entre nosotros un papel infini­
tam ente m ayor que en los demás ejércitos. Aplicamos d iversas medi­
das compulsivas, y h a sta fusilam os a los desertores. Es ciertam ente
el grado m ás alto de com pulsión estatal. L a e stru c tu ra de nuestro
ejército es, pues, sem ejante a la del ejército burgués. Pero el carác­
ter social es distinto, y eso es lo que im porta.
Del mismo modo, la nueva política económica, que y a no es ta n
nueva, en cierra grandes contradicciones, no sólo entre la fo rm a y el
contenido, sino tam bién de u n a índole m ás seria, sobre todo en la fa se
inicial do la política económica del proletariado. N u e stra economía
socializada se d esarrolla paralelam ente. De allí una contradicción en­
tre la lógica de n u estra economía y la lógica de la economía de los
pequeños cap ita listas y los com erciantes privados. No es ya una
oposición e n tre fo rm a y contenido, sino una oposición en tre form as
y fu erzas sociales. N aturalm ente, la lucha de clases, bajo su nueva
fo rm a de eficacia -económica, decidirá.
U n a aclaración m ás. H e dicho que llegarem os al socialismo a
trav és de ciertos combates económicos, d u ra n te los cuales las grandes
em presas e sta rá n en m anos del proletariado. E n realidad, el proceso
no es ta n sencillo, porque la d ictad u ra p ro leta ria puede cooperar con
los pequeños productores sometidos a su hegemonía. E sto interesa
p articu larm en te al campesinado. Se puede considerar una situación
en la que el proletariado y las grandes em presas p ro letarias form en
bloque con los pequeños productores, cooperen con ellos. E stos p ro ­
ductores constituyen, ju n tam en te con la em presa privada, un fa cto r
nad a desdeñable.
A lgunas observaciones sobre el comunismo de g u erra h a rá n com­
prender que la nueva política económica no es una corrección del
comunismo de g u e rra , sino que es, m uy por el contrario, la única
política racional del proletariado, y que el comunismo de g u erra era

222
sólo u na v a ria n te de ella. ¿Cómo así? Porque 110 lo dictaban razones
económicas, sino las exigencias de 'la lucha política. E n muchos casos
hay conflicto en tre las exigencias económicas y las necesidades de la
g u e rra política. D u ran te el período de insurrección, por ejemplo,
destruim os; y cuando defendemos la p a tria , destruim os igualm ente.
Cuando le hacemos la g u e rra a la burguesía y debemos quebrar a la
pequeña burguesía, necesitam os tom ar m edidas en consecuencia: de­
bemos em bargar las fuentes de su riqueza m aterial. Le hemos quitado
todo al campesino. E ra una necesidad, pero necesidad de orden m ilitar.
Si hubiéram os actuado de otro modo, habríam os sido vencidos. A hora
bien, la v icto ria era la condición previa de todo nuestro posterior
desarrollo. E se es todo el comunismo de g u erra.
Lo repito e insisto: las exigencias de la g u e rra política en trañ ab an
inevitablem ente en el dominio económico u n a caída de la producción.
U n a vez alcanzados los fines políticos, consolidado nuestro poder y
organizada la d ictad u ra del proletariado, —la hegem onía del prole­
tariado ya es un hecho, y sólo se tr a ta ya de poner en movimiento
la producción, p a ra in crem entarla—, el comunismo de g u e rra debía
desaparecer. No planteo el problem a de saber cuál de las dos políticas
debe 'ser an terio r. E n tre nosotros la política de g u e rra h a precedido
a la nueva política económica. Acaso en otros países o cu rra de otro
modo.
Termino, Pero aún q u erría decir algunas p alab ras acerca del
problema agrario. Se lo ha discutido un tan to en nuestros congresos.
Tenemos las tesis de Lenin y los trab a jo s de las comisiones. Pero aún
merece ciertas observaciones.
E n tre la II y la II I Internacional este problem a abre un abismo.
E s absolutam ente cierto que la II Internacional no concedió casi
atención alg u n a a l problem a campesino y a g ra ria . Sin em bargo, algu­
nos cam arad as tienen tendencia a deducir de n u e s tra actitud p a ra
con el campesinado la idea de que en la a g ric u ltu ra la pequeña explo­
tación es casi ta n buena como la g ra n explotación. Según ellos, de­
beríam os org an izar partidos campesinos, o tra n s fo rm a r nuestros p a r­
tidos en partid o s obreros y cam pesinos. Debemos su b ra y ar, por el
contrario, que en principio somos p a rtid a rio s de la g ra n explotación
agrícola. Consideramos que es <un progreso y que sólo gracias a ella
desarrollarem os las fuerzas productivas de la ag ricu ltu ra.
Sólo que el problem a no se p lan tea ya como antes. A ntes de la
g u erra, en tiem pos de lo que se llam a capitalism o norm al, teníam os
que b a r re r las supervivencias del régim en feudal p a r a deslindar nues­
tro fu tu ro campo de b atalla. P reguntábam os: ¿quién vencerá: la g ran
em presa o la pequeña? Y al revés de los revisionistas respondíam os:

223
la g ra n explotación señala u n progreso sobre la pequeña. Hoy y a no
tenem os que hacer pronósticos acerca del desarrollo de la ' economía
ru ra l. Se t r a t a de que hallem os un aliado contra el capitalism o. Es
u n a orientación com pletam ente nueva. P a ra ello, y a expensas de la
g ran propiedad, podemos ad m itir el parcelam iento de la ag ric u ltu ra a
fin de g anarnos las sim patías de los campesinos, ya que ese es el pro­
pósito. Y a no -se t r a t a de epilogar con respecto a la superioridad de
la g ra n explotación, sino de d a r con el medio de q u eb rar al c a p ita ­
lismo. De ah í deriva todo el resto. P a ra conservar -con nosotros al
campesinado debemos darle algo, y ese algo difiere según los países y
según la im portancia social re la tiv a de la población cam pesina. E stos
reveses del proceso revolucionario se com pensarán con el tiempo, pues­
to que poseemos las prem isas de la dictadura, toda la in d u stria está
en n u estra s manos y contam os con la posibilidad de aplicar a la
ag ric u ltu ra procedim ientos mucho m ás progresistas.
H ay aquí u n a im portante observación que hacer desde el punto de
v ista de la teoría. U n a de las m ayores contradicciones del sistem a
c a p ita lista es que, sobre todo en las últim as décadas, se h a abierto
una especie de abismo en tre la in d u stria y la ag ric u ltu ra. H ay una
creciente desproporción e n tre el aum ento de las fuerzas productivas
de la in d u stria y el de la ag ricu ltu ra. L a econom ía ru r a l se h a
hallado, por así decir, bajo el ymgo de la in d u stria; podemos liberar­
la de él, y la liberarem os, aboliendo la desproporción inherente al
sistem a cap italista. Si desde el punto de vista económico salimos
perdiendo con el parcelam iento de los grandes dominios, e sta pérdida
quedará am pliam ente compensada con la cooperación cam pesina y con
la intervención sistem ática de la in d u stria socializada en la a g ric u ltu ra.
E n este punto conviene m encionar lo que escribió Lenin ©n su
últim o artículo. Hemos tenido u n a fo rm a especial de “ socialismo ag ra ­
rio ” o cooperativo incluso en plena prosperidad capitalista. E ra una
ideología com pletam ente original. T enía su base m ateria l en la or­
ganización de los campesinos bajo la hegem onía de los grandes propie­
tario s y el clero, sindicatos agrícolas, cooperativas y o tra s instituciones,
como por ejemplo en D inam arca. N aturalm ente, era u n a utopía, e ra
u na ilusión sem k ap italista, creer que las tendencias surgidas en
ese terren o podrían oponerse al capitalism o. Pero con la dictadura
p ro letaria todo -cambia.
C am aradas, estim am os que, las decisiones del C uarto Congreso a p a r­
te, debemos ten er en nuestro p ro g ram a u n a p arte táctica y estratégica.
M ás adelante habrem os de in sistir al respecto, cuando se haya
pronunciado la comisión y tengam os a la v ista un proyecto definitivo.
Resumo. Como base, tomo los inform es presentados en el C uarto

224
Congreso. E n cuanto a los hechos nuevos, propongo considerar como
la política económica del proletariado victorioso u n estudio m ás
detallado de la nueva política económica.
E stoy en contra de la adopción inm ediata del p ro g ra m a definitivo.
Considera que e s ta r á bien si salimos de este Congreso con el presente
proyecto adoptado y si lo proponem os a la discusión p a ra que en el
próxim o Congreso- se lo adopte definitivam ente.

225
DECIMOSEPTIMA SESION

en el Gran Teatro de Moscú


noche del 27 de junio de 1924

P residente: Zinóviev.
O rador: Rikov.

LA SITUACIÓN ECONÓMICA DE LA UNIÓN SOVIÉTICA


Y LOS RESULTADOS DE LA DISCUSIÓN EN EL FC RUSO

MKOV. E n el C uarto Congreso, Lenin y T rotski inform aron acerca


del problem a ruso. Lenin ya no está, pero en este Quinto- Congreso
h ab ría tenido que destacar éxitos mucho m ayores que los que pudo
su b ray ar hace dieciocho meses.
L a nueva política económica a p u n tab a principalm ente, dentro de
la idea -de Lenin, al aspecto de los campesinos. E n sus principios
fundam entales, era conceder a los campesinos la libertad de disponer
de los productos de su tra b a jo . Podemos considerar que hoy p o r hoy
y a se h a n puesto en ejecución las disposiciones principales de la
nueva política económica. Hace algunos meses se publicó una ley
sobre el im puesto único; éste es íntegram ente pagable en dinero:
hemos excluido de las relaciones e n tre el gobierno y los campesinos
los últim os vestigios de prestaciones en especie, pues hemos basado
estas relaciones en el principio del libre intercam bio dem ercan­
cías.

Los resultados de la nueva política económica,. Poner a la luz la si­


tuación económica de la R usia soviética en la h o ra actual es, por
tanto, hacer el balance de la nueva política económica. E s un asunto
ta n amplio, que me lim itaré a tre s campos principales: 1) la indus­
tria y la situación de la clase o b rera; 2) la ag ricu ltu ra, y 3) la
circulación de las m ercancías y la circulación m onetaria.

226
Como térm ino de com paración, tomemos adem ás las cifras de
p reg u erra. A decir verdad, el régim en de p re g u erra no se puede
considerar en m an era alguna como el ideal de un partido y un Estado
socialistas, y a que hicimos la revolución de O ctubre p a r a cam biar ese
régim en. No dudo de que con el ■correr de los próxim os años dejarem os
de esta r obligados a tom ar como térm ino de com paración lo que
ex istía, sino que tom arem os lo que -debe ser, es decir, la realización
de los fines que nos proponemos p a ra un período inm ediato de tre s
o cinco años.

E l estado de la indu stria


y las condiciones de los obreros

E [n estos m om entos poseemos m ás o memos el 45 por ciento de la


in d u stria de p re g u erra . E n sí m ism a no es u n a c ifr a enorme. L a
m ayoría de los países ca p italistas pueden ofrecer c ifra s mucho m ás
altas. Como valor absoluto, no se la podría considerar, por tan to ,
consoladora; sin em bargo, adquiere otro c a rá c te r si se observa la
dinám ica.

L a dinám ica de n u estra i n d u s t r i a E n 1920 sólo teníam os el 15 por


ciento 'de la in d u stria de p reg u erra. Quiere decir que lo hemos t r i ­
plicado. No está m al. Aunque h a sta ah o ra nos hallemos m ás a tra s a ­
dos que la m ayoría áe los países burgueses, nos desarrollam os con
una rapidez mucho m ayor que la de cualquiera de ellos. Si continuam os
con la m ism a velocidad, en un fu tu ro próximo no sólo los habrem os
alcanzado, sino que los superarem os. Cada año proporciona una
m ejora m ayor que el año precedente.

L a in d u stria liviana. E l increm ento de la in d u stria no es igual en


todas las ram as, y la in d u stria liviana cobra m ucha m ás velocidad que
la in d u stria pesada. Y a conocemos algunas secciones de la in d u stria
liviana que h a n alcanzado el nivel de p re g u erra , y en conjunto la
sum a de su producción supera el 50 por ciento de p re g u erra . La
in d u stria electrónica, por ejemplo, m u estra el 90 por ciento. De igual
modo, la in d u stria del lino casi ha alcanzado su antiguo nivel,
A fin de m o stra r el ritm o del desarrollo en la s d iversas ram as,
elegiré como ejemplo el algodón. E n 1920 la producción de cotonadas
era de un millón de puds; en estos momentos tenem os cinco millones,
o sea, un aum ento de cinco veces. E n este terren o el instrum ental de
n u estra s fáb ricas nos perm ite desarrollos u lterio res cuyo lím ite sólo

227
depende de la capacidad de absorción del m ercado y de los fondos
disponibles. E ste ejemplo no es único.

La in d u stria pesada. E l estado de la in d u stria pesada no es ta n sa­


tisfactorio. Mucho tiem po hemos vivido con las provisiones de m ineral
y m etales d ejadas por la época anterior, y no había necesidad urgente
alguna de intensificar la producción. Sólo en los últim os tiempos se
ha dejado sen tir la f a lta de hierro y m ineral.
Se puede ju z g a r el desarrollo de la m etalu rg ia por los siguientes
datos. La fabricación de fundición h a pasado de 7 millones de puds
©n 1920-21 a 36 millones. E n el prim er año de la mueva política
económica el aum ento fu e de 3 m illones; el segundo, de 8 millones,
y el tercero, según datos aún aproxim ativos, debe alcanzar 20 m illo­
nes. L a c ifra absoluta es todavía m uy insignificante.

E l com bustible mineral. N uestros progresos son mucho m ayores en


lo que respecta al com bustible m ineral.
Todos aquellos que h an vivido mucho en R usia conocen las graves
crisis de combustible, esa com pleta escasez que conoció R usia antes
y después de Octubre. Saben igualm ente que d u ra n te estos últim os
años ya no se ha producido n in g u n a crisis de calefacción en la Unión
de las RSS. A l contrario, tenem os u n excedente y comenzamos a
exportarlo. Tam bién nuestro presupuesto del com bustible ha cam biado;
se compone en g ra n p a rte de com bustible m ineral, m ien tras que
antes se reducía principalm ente a la m adera.
Tenemos un excedente de petróleo, y la exportación de los produc­
tos petrolíferos al ex tran jero está m uy cerca de su nivel de p re g u erra .
Me lim itaré a estos datos, por lo dem ás m uy incompletos, M uestranP
lo repito, que hoy por hoy todavía no hemos alcanzado los resultados
necesarios. Pero de mes en m es y de año en año el desarrollo de
n u e stra in d u stria se acelera.

L a situación financiera de la in d u stria „ E ste increm ento de la pro­


ducción h a tenido sai repercusión en el m ejoram iento de la situación
fin an ciera de la in d u stria. Antes, la m ayoría de nuestros tru s ts fu n ­
cionaban con pérdida o no daban m ás que u n beneficio com pletam ente
insignificante, pero y a en el ejercicio de 1922-23 las deducciones
sobre los beneficios de la in d u stria en fav o r del gobierno se elevaban
m ás o menos a 20 millones, P a ra el año en curso se puede p rev er que
d arán por lo menos 40 millones. No sólo se h a organizado la indus­
tria , sino que adem ás ésta comienza a re d itu a r, aun cuando todavía poco.
E n el 'Cuarto Congreso, Lenin declaró que ya habíam os acumulado

228
20 millones, y en esos 20 millones com prendía el comeTeio exteTÍoT,
el beneficio bancario y todas las ren tas de la in d u stria. E ste año
la in d u stria sola nos da m ás o menos 40 m illones. U n a g ra n p a rte
de este beneficio queda, por lo demás, en la in d u stria misma, a fin
de am p liar su capital de circulación y co n trib u ir a su restauración.
L a balanza activa del comercio exterior nos da m ás o menos 100 millo­
nes. 'Como no tengo c ifra s a mano, no puedo proporcionaros una idea de
lo que red itú a n nuestros bancos. Pero en todos los casos la c ifra de
sus beneficios es incom parablem ente superior a la que había p re­
sentado Lenin.

L a situación de la clase obrería. E l m ejoram iento de la in d u stria no


podía d e ja r de e n tra ñ a r u n a m ejora de la suerte del obrero, amo
del poder político. D u ra n te estos tre s últim os años la clase obrera
h a crecido num éricam ente y m ejorado su situación m aterial. Y a este
propósito, ta l cual lo hemos señalado respecto de la industria,
no q u ería que los miembros de la Internacional Com unista lleg aran
a p en sa r un in stan te que consideram os la situación como ideal y buena:
reconocemos que no tenemos aún el mínimo necesario. Pero lo m ejora­
mos cada año.

La, clase obrera crece. P aralelam en te al desarrollo de -la industria,


la clase obrera h a aum entado num éricam ente. H acia mediados de
1922 su fu e rz a num érica se estim aba en m ás o menos 1.260.000. Aho­
ra debe «levarse a 1.600.000. En esta c ifra no se contem plan los
ferroviarios, que son m ás o menos 1.000.000: unos 800.000 obreros
perm anentes y '200,000 obreros tem porarios. Tampoco contamos el pro­
letariad o del comercio, las oficinas, la Instrucción Pública ni, en fin,
esa m asa de obreros circunstanciales que se em plean en la tala, las
tu rb eras, etcétera.
De noviembre de 1922 a febrero de 1924 el núm ero de los obreros
h a aum entado en la in d u stria del com bustible de 151.664 a 207.737;
en la m etalu rg ia, de 246.759 a 281.691; en la in d u stria textil, de
312.000 a 374.000. E ste proceso continúa aú n ; si la in d u stria textil
h a intensificado este año su producción en un 30 por ciento, m ás
o menos, el núm ero de los obreros debe de h aber aum entado, n a tu ra l­
m ente, en proporción. E n conjunto, estos últim os quince meses la
cantidad de obreros empleados en la in d u stria e sta ta l ha aum entado un
20 por ciento.

L a desocupación. P aralelam ente al aum ento innegable del núm ero de


obreros ocupados, observamos un aum ento del núm ero de los desocu-

229
padc-s anotados en la Bolsa. Es-te número oscila en torno del millón.
H a sido m ás alto.
E s un hecho lam entable, contra el que hay que luchar a cualquier
precio. E n tre los desocupados, una c u a rta p a rte pertenece a la cate­
g o ría de los obreros industriales, y los dem ás son empleados de oficina
y braceros. Debo decir que, por mi parte, no asigno una fe cabal a
la estadística oficial de n u estra s Bolsas de T rabajo. No creo en ella,
porque, en v irtu d de las condiciones de c o n tra ta que se exponen en
n u estra legislación y que s<e aplican de una m an era im placable, en tre
nosétros cada cual se inscribe en la Bolsa de T rabajo. E n ella se ,ins-
criben todos los a rtis ta s y todos los cantantes sin tra b a jo y una
cantidad innum erable de “ señoritas soviéticas” (em pleadas no cali­
ficad as). Se inscriben no sólo quienes buscan trab a jo , sino tam bién
quienes se rehúsan a aceptarlo cuando se les ofrece alguno y que
sencillam ente buscan las v e n ta ja s y los favores concedidos a la con­
dición de desocupado. E n repetidas oportunidades hemos comprobado
que cada vez que n u estras autoridades judiciales detenían a algunos
especuladores p a ra deportarlos a la región del P echora (en la Gober­
nación de A rcán g el), estos se hallaban infaliblem ente inscriptos como
desocupados en la Bolsa de T rabajo. P or eso me parece que las cifras
oficiales superan la s proporciones de la verdadera desocupación. Pero
en conjunto hay que reconocer un aumento.
U n a prim era causa es el éxodo de los campos hacia la ciudad. D u­
ra n te el período del comunismo de g u e rra m últiples obreros abando­
naron la ciudad por el campo. M ien tras la situación en las ciudades
y la situación de los obreros siguieron sin m ejorar, la atracción de
la ciudad sobre el campo era absolutam ente nula. Recuerdo que en
otro tiempo buscábamos el medio de volver a llam ar a las fábricas, a
la in d u stria, a los obreros que habían partido al campo. Ahora,
g racias al m ejoram iento de la -situación, y a no h ay necesidad de
esto.
L a segunda razón es una m edida excelente, que por desgracia no
h a sido aplicada con suficiente rig o r; quiero h ab lar de la dismi­
nución de las adm inistraciones de todo tipo, soviéticas, industríales,
cooperativas y otras. E sta m edida h a engendrado cierta desocupación
en tre los elementos intelectuales y pequeño burgueses que sum inistran
empleados. P or eso en la estad ística recién citada el lu g a r de los
obreros industriales es sólo del 25 por ciento. E l otro 75 por ciento
comprende, ju n tam en te con los braceros, al personal de las ofi­
cinas.
P o r último, o tra fu en te de desocupación es la desmovilización del
ejército, llevada a cabo en la p rim av era de este año.

230
L a lucha contra la desocupación. ¿C uál es el principal remedio contra
la desocupación? E n mi opinión, es el desarrollo de la industria. Si
hubiéram os dispuesto de grandes recursos p a ra la lucha co n tra la
desocupación, yo h a b ría propuesto -emplearlos, en p rim er lu g ar, dan­
do tra b a jo a los desocupados al poner en m arch a a la s fáb ricas que
todavía están cerradas.
L a asistencia a los desocupados se efectúa por interm edio de las
ca ja s de seguro. Los consejos de Com isarios del Pueblo de U crania,
R usia y o tras repúblicas han votado recursos especiales, cierto es
que m uy modestos, p a ra la organización de trab a jo s públicos. También
algunos Comités Ejecutivos locales. Pero el principal remedio con­
siste en la política del P artido, que se esfuerza por d esarro llar nues­
t r a in d u stria y aum entar el núm ero de obreros empleados.

E l salario aum enta. N ada diré de la jo rn a d a de trab ajo , y a que en


este aspecto tenemos la legislación m ás p erfec ta del m undo. G racias
al control -de los sindicatos y de los comités de fábrica, se la aplica
con la m ayor exactitud. E n cuanto al salario actual, evaluado según
su poder de com pra, v a ría entre el 65 y el 75 por ciento de p reg u erra.
No e n tra n en esta cifra todo tipo de privilegios y favores que reci­
ben los obreros de las fá b ricas y las ciudades en el goce de los
servicios m unicipales. Desde luego que es insuficiente. Pero d u ran te
estos dos últim os años el salario medio ha aum entado dos veces y
m edia; desde el últim o Congreso de la Internacional Comunista, es
decir, al cabo de un año y medio, ha pasado del 40 al 65 y 70 por
ciento de p re g u erra . Aum enta, pues, de m an era constante y m archa
a la p a r con la in d u stria. D u ran te los tres próxim os meses los salarios
se elevarán un 10 por ciento en las dos ram as m ás atra c a d a s: el
fe rro c a rril y la in d u stria textil. H ay que añ ad ir que h a sta en ésta
tenem os ya salarios '¿u-e superan los de p re g u erra en algunos tru s ts
y ciertas fábricas, De ninguna m an era significa esto que se haya
alcanzado la holgura. Al contrario, estim am os necesario «levar los sa­
lario s en la in d u stria tex til por sobre el nivel de p re g u erra , porque
entonces era el tra b a jo peor pagado.
E n los meses que h an precedido al Quinto Congreso el aum ento del
salario h a am inorado su m archa de un modo considerable, y debo decir
que los propios obreros h an apoyado esta am inoración. D u ran te estos
últim os meses el gobierno y el P artido h a n efectuado la reform a mone­
ta ria , cuyo éxito reclam aba la m ayor reducción posible de los gastos.
E s •necesario que em itam os lo menos posible papel monedaj que p e r­
manezcamos d entro de los lím ites que re sg u ard an de to d a depreciación
a este papel. Debemos observar el período de la refo rm a m onetaria

231
s
como el período en ©1 que la clase obrera se h a m ostrado especialm ente
consciente, consintiendo sacrificios p a ra a se g u ra r la estabilidad de
n u e stra moneda. E sa es la m ás preciada conquista del período tr a s ­
currido.

L a productividad del trabajo. P a ra term in ar con la in d u stria, indi­


caré aú n un hecho de la m ás a lta im portancia, que m u estra de una
m an era decisiva, a los ojos de todo economista, h a s ta qué punto es
seria la recuperación in d u s tria l; la producción h a aum entado m ás
rápidam ente que el núm ero de los obreros empleados. E sto m u estra
que la productividad del obrero y la organización d-e n u e stra in d u stria
han m ejorado.
Sin em bargo, estoy lejos de p reten d er que hayam os resuelto por
completo el problem a de la elevación del rendim iento. Aún fa lta n
progresos p o r realizar.

E l papel del capital privado n ativo en la, industria,. Uno de los ca­
m arad as de la Internacional 'Comunista me h a preguntado qué im por­
tan cia tiene el ca p ital privado en la in d u stria de la URSS.
A este respecto ¡me lim itaré a c ita r u n a cifra. L as em presas privadas
proporcionan sólo el 4 por ciento de toda la producción industrial. E n
m anos del cap ital privado sólo quedan em presas que no ocupan m ás
de 17 obreros cada una, térm ino medio. E sto m uestra que el papel del
capital privado en la in d u stria es com pletam ente insignificante y que
por este lado no hay motivos p a ra tem er invasión alguna.
Los tran sp o rte s ferroviarios, fluviales y m arítim os están p o r com­
pleto en m anos del Estado.

K l desgaste de las m aquinarias. N uestro pnnto m ás débil —y no me


parece posible ocultarles a los -cam aradas de la Internacional Comu­
n ista las lag u n as y los puntos débiles de que sufrim os— es el desgaste
de n u estra m aq u in aria in d u strial. No contam os con recursos suficien­
tes p a ra re s ta u ra r de u n a m an era adecuada el capital constante de
•la in d u stria, p a ra elevar la técnica de la producción a un grado supe­
rior. E l proceso de increm ento que os be descrito se h a producido con
el in strum ental y las fá b ricas que heredam os de la sociedad capi­
ta lista y del régim en z a rista . E n los últim os años no hemos construido
una sola fá b rica im portante. Sólo en estos momentos se halla® en
vías de construcción las p rim eras fábricas, y las term inarem os
muy p ronto; se las 'ha construido con arreg lo a la ú ltim a p alab ra de la
técnica, pero sólo pertenecen a algunas ram as, ram as no clasificadas

232
en p rim era fila : in d u stria del vidrio, in d u stria química, in d u stria de
la m adera, etcétera.

L a electrificación. L a electrificación es poco menos que la única cosa


nueva que hayam os introducido h a sta ah o ra desde el punto de vista
del perfeccionam iento di) n u e stra técnica. E incluso1 no vamos con la
rapidez que sería necesaria y que nosotros m ism os habíam os proyec­
tado años a trá s. E l año próximo inaugurarem os, v a ria s centrales
nuevas: las de Vóljov con -55 m il kilovatios, S h a tu r con 32 m il kilo­
vatios, Nishni-Nóvg-orod con 20 m il kilovatios, S htérovka con 20 mil
kilovatios y v aria s o tras de potencia ya in ferio r. E n 1824 sólo hemos
podido proporcionar a la electrificación créditos m uy lim itados, unos
51 m illones de rublos.

N uestros progresos se deben a la, acum ulación interna-. E l últim o


Congreso Nacional del P artid o adoptó u n a resolución acerca de la
necesidad de acelerar el desarrollo de la in d u stria m etalúrgica y de
la electrificación. Pero e sta aceleración se h alla condicionada por la
acumulación que llevamos a cabo en el in terio r del país. H a sta ahora
hemos restau rad o n u e stra economía en presencia de un perm anente
bloqueo p o r p a rte de los países burgueses. Conversamos con Mac Do-
n a ld como <en otros tiem pos conversam os con Lloyd George, y h a s ta
ahora m ás o menos con la m ism a fo rtu n a . No hemos cerrado tra ta d o
alguno, y no sentim os que h a y a en el dado adversario el m enor deseo
de lleg ar a u n entendim iento p a r a poner a n u e stra disposición un
préstam o e inversiones de los capitales 'libres de Occidente en n u estra
economía.

L as concesiones. Sin em bargo, n u e stra ¡acumulación socialista es


b astan te rápida. A um enta año tra s año y nos h a dado la posibilidad
de v o ta r en el últim o Congreso u n a ¡resolución de acuerdo con cuyos
térm inos debemos m ostrarnos prudentes en la atribución de concesio­
nes. De ah í que en n u e stra s ‘c o n v e r s a c i o n e s con M-ac Donald. en cara­
rem os el tem a de la s concesiones con m ucho m ayor precaución que
con Ucrquart, aunque Mac Donald pertenezca la la I I Internacional
y U rq u a rt no. De nin g u n a m anera quiero decir que nos hayam os
vuelto hostiles ia to d a atribución de co h esio n es, pero pesarem os con
mucho m ayor a t e n c i ó n los aspectos ventajosos y los desventajosos.
N u e stras exigencias aum entan.
E¡1 papel del capital concesionario y a no es, hoy, m ás im portante
que el del cap ital privado nativo.

233
La agricultura y el campesino

N u estra Unión de Repúblicas Socialistas es una región agrícola por


excelencia. De 130 m illones de habitantes, m as o menos 100 millones
son campesinos. N u e stra economía agrícola se compone de pequeñas
explotaciones, de explotaciones campesinas, y tal es su carácter dis­
tintivo. No tenem os ningún g ra n dominio, ninguna “fáb rica de g ra ­
nos” y carne. Casi todas las tie rra s que se confiscaron en el momento
de líx Revolución de Octubre, y que alcanzaban, si no me equivoco,
a 30 millones de hectáreas, las hemos distribuido a los campesinos.

L as empresas modelos. El E stado sólo h a conservado m ás o menos


dos millones de hectáreas de tie rra cultivable, o no cultivable, y ésta
so la debe em plear en m o n tar em presas modelos p a ra el cultivo de
semillas, cría de caballos, etcétera, etcétera. E l papel de estas explo­
taciones modelos consiste en poner ante los ojos de los campesinos
ejemplos concretos de métodos perfeccionados de cultivo y horticultu­
ra, consiste en ayudar a 'los campesinos a m ejorar su explotación,
poniendo a su disposición m ejores semillas, ganado reproductor,
etcétera.

E l estado de la economía rural. L a explotación campesina es, por lo


tanto, el fundam ento de la producción agrícola. H ay en tre 18 y 20
millones de tales explotaciones.
D u ran te el comunismo de g u e rra la economía ru r a l se basaiba en
e] monopolio y el im puesto en especie, únicam ente el gobierno ten ía
el derecho de com erciar los granos. Los campesinos estaban obligados
a en treg arle al gobierno todo el excedente de sus productos, fu e ra de
la cantidad estrictam ente necesaria p a ra las necesidades de su explo­
tación, es decir, p a ra la siem bra de sus campos y el consumo de su
fam ilia y sus aním ales. Además, m asas de campesinos fueron movi­
lizadas; d u ran te la g u e rra civil teníam os bajo bandera m ás de cinco
millones de hombres, la m ayoría de los cuales se componía de la b ra ­
dores y obreros agrícolas. Los blancos m ovilizaban por su p a rte los
de las regiones p o r ellos ocupadas. Los cam pesinos se hallaban exhaus­
to s, debido, por u n a p arte , a la movilización de la m ano de obra y,
p o r -la otra, a la requisición del ganado y los caballos. El fren te llegó
Tpor todas p arte s a las p u erta s de Moscú, y Kolchak, D enikin y otros,
cada vez que avanzaban, efectuaban en tre los campesinos requisiciones
de grano, ganado y a veces h a sta de utensilios y h erram ientas.
E l cam pesino perdía así todo in te ré s en producir, y de ahí 'una
grave reducción de la superficie sem brada. L a nueva política económL

234
ca vino a reconocerle al campesino el derecho de disponer de log
productos de su trab a jo , pagando sólo un impuesto al gobierno, y
con ello dio u n gigantesco im pulso a 'la economía ru ra l. E l comunismo
de g u e rra había provocado pro testas en m asa de los campesinos. La
nueva política económica selló, por el contrario, la alianza e n t r e el
obrero y el campesino -e hizo desaparecer las revueltas campe­
sinas.

E l saneamiento de la economía campesina. Tom ando como base el


nivel de p reg u erra, la superficie sem brada dism inuyó en 1920 el 12
por ciento; en 1921, el 22, y en 1922 el 34 por ciento. Con posterioridad
a 1922, cambio brusco: el campesino com ienza a recu p erarse de las
consecuencias del ham bre, y en 1923 sólo tenem os u n a reducción del
28 por ciento. E n éstos momentos, la superficie sem brada oscila entre
el 85 y el 90 por ciento, térm ino medio, de p re g u erra .
E l aum ento de la producción cam pesina quedó de m anifiesto ccn
motivo de la crisis del pasado otoño.
Hubo u n a b aja de los precios debida al hecho de que las 'cantidades
disponibles de productos agrícolas e ra n superiores a las necesidades
del m ercado in tern o : teníam os un excedente de m ás de 200 millones de
puds. La ag ric u ltu ra sólo puede proseguir sin interrupciones su desa­
rrollo con la condición de que conquistem os el m ercado exterior. E n
n u e stra economía nacional no tenemos dos planos contiguos —la eco­
nom ía r u r a l y n u estra in d u stria— , sino un triángulo en el que el comer­
cio exterio r con E uropa occidental form a obligatoriam ente un lado.
B e o tra m anera, no nos hallam os en condiciones de establecer e n tre la
a g ric u ltu ra y la in d u stria el equilibrio necesario p a ra el rápido
desarrollo de n u estra ag ricu ltu ra. Y a hemos exportado de la cosecha
de 1923 m ás o menos 180 millones de puds de trigo. Esto nos h a
dado la posibilidad de aum entar en m ás del 60 por ciento el precio
de los cereales, de ig u a la r sensiblem ente estos precios en el te rrito rio
de la Unión y, con ello, de aproxim ar la hoja in fe rio r de las <<;tije ra s ”3
que rep resen ta los precios de la ag ric u ltu ra, a la h o ja superior, que
re p resen ta los precios de los artículos m anufacturados.
O tra c a rac te rístic a del auge de la economía r u r a l: en 1922 te n ía ­
mos u n as 55 mil hectáreas p lan tad a s de algodón en T u rk están y
T ra scau c asia; en 1923, 200.000, es decir, cuatro veces m ás, y en .1924,
400 mil, por ta n to , u n nuevo aum ento del doble. Sin em bargo, todavía
no alcanzam os m ás que un poco m ás de la m itad de la superficie de
p re g u erra , y este año estam os obligados, p a ra satisfac er las necesi­
dades de la in d u stria, a im portar una cantidad de algodón casi igual
a la que cosechamos.

235
Las perspectivas. E n la economía general de la Unión de las R epú­
blicas Socialistas Soviéticas la cosecha tiene una im portancia de p ri-
m erísim o orden, y sus proporciones dependen, como consecuencia de
la técnica aú n poco desarrollada, del tiem po y las condiciones clima­
tológicas. L a superficie sem brada es superior, como he dicho, a la del
año últim o; pero a ju z g a r por las previsiones actuales, la cosecha
h a de ser apenas igual a la del año pasado. Hay, pues, una dism inu­
ción del rendim iento por hectárea.
De esta m an era tendrem os la posibilidad, después de haber satisfe­
cho las necesidades del m ercado interno, de co n tin u ar la exhortación
del trig o casi en las m ism as proporciones que el año último, es decir,
unos 200 millones de puds.
La p artic u la rid ad de la cosecha de este auo consiste en una d istri­
bución mucho m ás d isp ar que el año pasado. Tenemos una buena
cosecha en Siberia, alrededor de Moscú, en la región central, y nue­
vam ente tenemos una m ala cosecha en ciertas regiones que ya habían
sufrido el ham bre en 192-1, es decir, en la región de los alem anes del
Volga, en la provincia de Z aritsyn, en una p a rte de la gobernación
de S arátov y en u n a p a rte de la gobernación de Stavrópol. E sta m ala
cosecha alcanza a un poco m enos de 1/5 del territo rio que había
sufrido en 1921. E n lo que atañe al rendim iento medio por hectárea,
es casi el mismo en las regiones dam nificadas en 1921,

E l socorro a las regiones defid-tarias. E'l Comité C entral del partido


y el Consejo de los Com isarios del Pueblo estiman, en la convicción
de que el país posee ahora todos los medios de ev itar u n a calam idad
en las regiones dam nificadas, que es necesario acudÍT inm ediatam ente
en socorro del campesino. Lo prim ero que hay que hacer es m antener
en esas regiones la superficie sem brada, y el gobierno y a h a tomado
m edidas p a r a que el próximo año no se la dism inuya en u n a sola hec­
tárea, Podemos hacerlo sin im ponerle sacrificios dem asiado pesados
al E stado y sin dirigirnos a ninguna sociedad de socorro norteam erica­
na o por el estilo. E n el otoño deberemos proporcionar a los campesi­
nos de las regiones d eficitarias sem illas p a ra las siem bras del otoño;
p a T a ello h a b rá que to m ar 10 millones de puds de los 200 millones de
excedente aguardado, lo que en d efin itiv a es bastan te poco.
Pero la m ala cosecha h a alterado considerablem ente nuestros cálcu­
los. E sperábam os que el año próximo establecería un Técord, le h a ría
d ar un salto a toda n u estra economía.. Las previsiones prim itivas era n
em inentem ente fav o rab les; esperábam os 400 ó 500 millones de puds
de excedente p a ra 'la exportación al ex tra n jero . E ste p ro g ram a se ha
visto reducido.

236
L a circulación de las mercancías. Paso ah o ra al problem a que h a cons­
titu id o uno d« los puntos de p a rtid a d e la discusión, en nuestro P a r­
tido : 'la crisis de venta y los métodos em pleados por el Comité C entral
p a ra com batirla.
U n delegado me hizo observar, d u ra n te u n a charla, que, si tuvié­
ram os u n plan a n u e stra disposición, podríam os p rescindir del examen
do las crisis en la R usia Soviética. Respondí a ese cam arad a que ta m ­
bién yo lo deseaba. Si la Internacional C om unista q uisiera señalarnos
cómo hacerlo, ejecutaríam os inm ediatam ente su program a, dentro de
los plazos previstos y de conform idad con el alm anaque; pero el
cam arada quo me hablaba de ese modo no pudo proporcionarm e la
receta.

L a crisis de otoño. E l rasgo característico de la crisis ha sido1 la


reducción de la salida de las m ercancías, la depresión de los m ercados,
en u n a tem porada en la que teníam os precisam ente el derecho de
e sp e rar una, reactivación comercial. H ay que a trib u ir este fenómeno
a la brusca d iferencia en tre los precios de los productos agrícolas y
los de los artículos m an u factu rad o s (las “tije r a s ” ) . E n octubre
los productos industriales se habían encarecido tre s veces m ás que
los productos agrícolas con respecto a la situación de p reg u erra.
Debido a esa desproporción, la in d u stria se halló de pronto an te
u n m ercado m uy reducido p a ra la salida de sus productos, D u ran te el
prim er período de la nueva política económica, que había durado
u n año y medio, hab ía prosperado principalm ente aprovisionando el
mercado interno de i a ciudad, es decir, la población u rb a n a y la de
las fábricas. L a ciudad e ra -lo b astan te rica p a r a d a r a la in d u stria la
posibilidad de crecer d u ra n te ese p rim er período. E*1 salario de los
obreros y empleados aum entaba proporcionalm ente a la carestía y
m antenía el poder de com pra. H a sta el otoño últim o, el m ercado ab­
sorbía el 70 por ciento de la producción to ta l de n u e stra in d u stria, y
sólo el 30 por ciento salía al campo.
Muy pronto la ciudad se encontró satu ra d a, y la am pliación de]
m ercado sólo se podía efectuar, de allí, en beneficio del campo. La
condición de la conquista del m ercado r u r a l era ¡la aproxim ación de los
precios in d u striales y agrícolas, o, en otros térm inos, la b a ja de
los productos in dustriales y el alza de los productos agrícolas.
Cuando los cam arad as leyeron en la p ren sa e x tra n je ra el inform e
de n u e stra discusión, ta l vez pensaron que las fá b ricas se cerraban
en tre nosotros, que se despedía a los obreros y que la s organizaciones
^económicas estab an en plena b an c arro ta . Debo decir que incluso en la
época de la crisis y de la discusión sobre la crisis no sólo no hubo

237
m ayor cierre de fábricas, ni despido en m asa de obreros, sino que la
curva de n u e s tra industria, en lo que respecta al personal empleado
y al rendim iento, continuó m ostrando u n a tendencia ascendente.
El sem estre d u ra n te el cual se produjo la crisis m u estra u n im por­
ta n te aum ento de la producción in d u strial con respecto al sem estre
an terio r. O portunam ente se planteó el problem a de las m edidas p re­
ventivas p a ra im pedir consecuencias fatales.
P o r un a p arte, como consecuencia de la s com pras in tensificadas de
trig o por el gobierno p a r a la exportación —com pras que en breve
plazo igualaron los precios y los hicieron subir en m ás del 150 por
ciento—, y por ’l a otra, debido a la b aja forzosa de los productos in ­
dustríales (térm ino medio, 25 p o r ciento), se obtuvo entre los precios
un a proporción que posibilitó la ubicación de los productos industriales
en el m ercado campesino, y y a 'en febrero n u estra s bolsas de t r a ­
bajo revelan u n a anim ación del m ercado y una am pliación de la
circulación de las m ercancías, sin parangón ni aun en los meses m ás
favorables antes de la crisis^
A partir^. de enero-febrero del año en curso tenem os una situación
mucho m ás favorable a la ag ric u ltu ra gue lo que había esperado
n u estra comisión nacional del plan, cuando se m anifestaron los p ri­
meros síntom as de la crisis.

Las causas de las crisis. E n el momento de n u estra discusión, la


oposición responsabilizó a la m ayoría del Comité C entral y al gobier­
no de la desproporción de los precios. P retendía que é sta se debía al
hecho de no h ab e r aplicado con suficiente vigor el “p la n ” económico.
E n realidad, el m al no se debió a la f a lta de plan, sino a la an arq u ía
de la economía cap italista, de la que no habíam os podido aún, desem­
barazarnos al cabo de cinco años.
E l desacuerdo entre el desarrollo de la ag ric u ltu ra y el de la
in d u stria no lo cream os nosotros. Tiene su ra íz en la historia. Cuando
la clase obrera y la in d u stria h ay an adquirido una situación prepon­
d erante, en otros térm inos, cuando ocupen el prim er lugar, que hoy
por hoy pertenece a la ag ric u ltu ra, con sus 100 millones de campesi­
nos, entonces y a no necesitarem os la nueva política económica: 1&
N e p e n tra rá en el dominio del pasado.
Com prender bien esto es com prender el papel fundam ental de la
nueva política económica, es decir, el papel d e la época de transición.
D entro de nuestros O b je tiv o s de la época de transición, en las p a rti­
culares condiciones en que nos encontram os, en tra n precisam ente el
crecimiento de la clase obrera, en núm ero, organización y conciencia,,
y el desarrollo de la in d u stria. E ste proceso im plicará u n a progresiva

238
dism inución de la desproporción entre la a g ric u ltu ra y la industria.
Hemos heredado del pasado ruso precisam ente la m ayor despropor­
ción que se pueda h a lla r en cualquier país de E u ro p a : 100 m illones de
campesinos fre n te a 'los 30 millones de población u rbana. A hí se
en cu en tra el origen de las crisis.

E l mercado. E l peligro de las crisis se ve agravado por la organización


insuficiente de nuestro m ercado y los obstáculos que se oponen a
ella. E l comunismo de g u e rra no nos legó sistem a alguno de órganos
comerciales, pues n u e stra s relaciones con el campesino se basaban
en el im puesto en especie. E n tram o s en la nueva política económica
con un a in d u stria nacionalizada, con tran sp o rte s nacionalizados, pero
sin n in g u n a organización del comercio y la circulación de las m ercan­
cías. Hubo que crear de la cabeza a los pies el ap arato comercial y el
mercado. E l E stado no podía contar ni con los hombrea ni con los
medios p a ra o rg an izar de la noche a la m añ an a el comercio en el
seno de un a población de 130 millones de h ab itan tes. P or eso, hablando
del mercado, los órganos gubernam entales sólo pudieron apoderarse,
y esto h a s ta hoy, de casi todo el comercio m ay o rista y de la m itad del
comercio m ediano; pero en lo que respecta al comercio m inorista,
se h allab a h a sta el pasado otoño en un 85 p o r ciento en m anos del
com erciante privado y del cap ital privado. L a desproporción entre la
a g ric u ltu ra y la industria, con un m ercado no organizado y el papel
preponderante del c a p ita l privado en el comercio m inorista, puede,
n aturalm ente, en g en d rar todo tipo de crisis.
E l 'Comité C entral, las conferencias y el últim o Congreso Nacional
del P artid o h an reconocido que en la fase actual de la nueva política
económica el problem a es la organización del m ercado y del comercio.
N uestros esfuerzos d u ra n te los prim eros dos años de la nueva po­
lítica económica se consagaron principalm ente a la restauración de la
ag ric u ltu ra y la in d u stria; ahora debemos p en sa r sobre todo en
o rganizar el comercio y la circulación.
E n este terreno, y al m argen de la dificultad que ya he mencionado,
esto es, la débil organización y la flo ja preparación de nuestros
órganos comerciales p a ra la conquista del comercio, tropezam os ade­
m ás con otras dificultades, derivadas de la índole m isma -de las re la­
ciones com erciales. E l comercio es un punto de rem ate en el que se
encuentran y e n tra n en contacto práctico dos elementos complemen­
te diferentes de n u e stra vida económica. Uno es el organism o comer­
cial de Estado, con su 'complicada organización, su contabilidad, su.
in iciativ a fatalm en te lim itada por los reglam entos, y con su enverga­

239
d u ra relativam ente considerable de sus operaciones, que necesariam en­
te imponen cierto análisis p relim inar de las condiciones del m ercado;
en u n a palabra, el capitalism o de E stado con los métodos que se
derivan de él. Y el otro elemento es el consum idor diseminado, no
organizado y que no se p re s ta h a s ta a b a ra a u n a evaluación, siquiera
relativa, de sus necesidades y sus dem andas.

L a cooperación. L a organización del m ercado se debe efectu ar p rin ­


cipalmente, m ediante la cooperación. P o r eso el movimiento coopera­
tivo bajo la d ictad u ra o b rera adquiere tuna im portancia com pletam ente
distinta de la que tiene en la sociedad burguesa. P o r medio de la
cooperación no se puede cam b iar el régim en ca p ita lista ni echar abajo
el régim en cap italista, p ero tra s la conquista del poder por el prole­
tariad o la cooperación es u n fa c to r de prim erísim o orden .para la
reconstrucción socialista de la sociedad, Únicam ente la cooperación nos
perm ite, como re g la general, organizar al pequeño p roductor y al
consumidor, o rg an izar a los campesinos y vincularlos a la industria
estatal. Los prim eros logros de n u e stra política económica tienen por
condición p rev ia el éxito de n u e stra cam paña por la cooperación.

La cooperación y el capital privado. ¿P o r qué es ta n im portante p a ra


nosotros este problem a en estos momentos? Lo es porque dentro del
campo de la circulación de las m ercancías y el comercio se encuentra
eí g ra n núcleo del cap ital privado, y porque sólo ahí puede rá p id a ­
m ente desarro llarse, organizarse, arra ig a rse , consolidarse y hacer sen­
t ir su influencia, adem ás de económica, política.
D entro de la cadena de las relaciones comerciales e n tre el pequeño
p roductor ¡rural disem inado y la g ra n in d u stria organizada se puede
deslizar el interm ediario privado, el c a p ita lista privado, sobre todo
si la cooperación no se halla suficientem ente desarrollada. A provechán­
dose de la insuficiente organización del m ercado, el interm ediario, o
el ca p ita lista privado, se puede ap o d e rar d e la posición dom inante,
prim ero en la esfera del comercio m in o rista y luego m ás lejos. E l
único medio de e v ita r la d ictad u ra del interm ediario y del ca p ita lista
p a rtic u la r en el comercio m inorista es la organización de los consu­
midores en cooperativas, que los ponen en d ire c ta relación con el
comercio estata l. L a s cooperativas sólo podrán adquirir, naturalm ente,
un lu g a r predom inante si logran vender cada vez m ás b arato. E l
progreso de la cooperación y del comercio de E stado señ a la rá el
crecimiento del elemento socialista c o n tra el elem ento b urgués en el
único sector de nuestro fre n te económico donde el capital privado pue­
de rep resen tar u n a am enaza p a r a nosotros.
E l P artid o h a tom ado como consigna la organización del mercado^
de modo de proporcionar a los órganos gubernam entales y a la co­
operación auto ridad sobre el comercio m in o rista e igualm ente sobre
el m ayorista.

L a organización del comercio no as la condenación de la N&p. Se ha


visto en esas d irectivas u n a intención de abandonar la Nep. Al menos
así las h an in terp re tad o los nepm cnses (los com erciantes privados) y
quienes sostienen a estos.. He dado con esta explicación en los órganos
de la p ren sa m enchevique y socialista-revolucionaria. Se fig u ra n que
por h ab e r introducido la nueva política económica querem os g a ra n ti­
zarles a los ca p ita listas privados la hegem onía plena y cabal del
mercado. E s u n a equivocación, pues en n in g u n a de n u estra s resolucio­
nes se puede h a lla r cosa alguna al respecto. P ero por otro lado tam ­
poco hem os puesto en el orden del d ía la liquidación del capital
privado en el comercio.
N u e stra política tiende a re fo rza r la cooperación y el comercio
gubernam ental, a fin de ponerlos en condiciones de convertirse en los
amos del m ercado y el comercio. Debemos lle g a r a este fin a toda
costa. Si las principales posiciones económicas en la in d u stria y los
trasp o rte s se h allan en n u estra s m anos, no podemos ad m itir que las
relaciones en tre in d u stria e sta ta l, es decir, la clase obrera, y la
ag ricu ltu ra, es decir, la clase cam pesina, se encuentren en buena p a rte
en las m anos de los ca p italistas privados.
Do n in guna m an era tenem os ia intención de adoptar m edida ad­
m in istra tiv a o disciplinaria a lg u n a c o n tra el .rom eraante privado, pero
tomamos todas las m edidas económicas p a ra a y u d a r y fa c ilita r el
desarrollo de n u estro comercio de E stad o y de n u e stra cooperación,
tanto por el lado de la in d u stria como p o r el financiero y fiscal.
Siem pre hemos asignado, y continuarem os haciéndolo, a los problem as
del comercio un a im portancia ta n alta, que p o r decisión del P artid o
estam os organizando en estos momentos u n C om isariato del Comercio
In terio r, en las atribuciones del cual en tra n la organización del m er­
cado y la conservación y el .aliento p o r todos los m edios posibles de
nuestro comercio cooperativo y estatal.

Las finanzas
Paso ahora a las finanzas. L a situación fin a n c ie ra re fle ja de m anera
excelente la economía política de la República,* es un espejo y una
p ru eb a de la ju steza de n u estra política económica.

241
La. reform a financiera. E l hecho m ás im portante de n u estra política
fin an ciera es la reform a m onetaria, que acaba de llevarse a cabo. Si
no hubiera ninguna estadística rela tiv a a este problem a y sí el
escritor fu tu ro , por ejemplo dentro de trescientos o cuatrocientos años,
no tu v iera a su disposición m ás que un solo documento, este p o r el
cual en 1924, en el mes de junio, la Unión de las Repúblicas Sovié­
ticas Socialistas d a térm ino a la reform a m onetaria, se vería obligado
a sacar la conclusión de que en este período hemos gozado de un
período de prosperidad y g ra n desarrollo económico. (Aplausos.) Es
completamente imposible que un país económicamente en decadencia
pueda efectu ar la reform a m onetaria como lo bemos hecho nosotros.
La an tig u a m oneda soviética prestó grandes y preciosos servicios.
Sirvió d u ran te la revolución y la g u e rra civil. Pero p a ra las clases
trab a jad o ras, y en prim er lu g a r p a ra los campesinos, la dism inución
de su poder de com pra tom aba la form a de im vexdadero y m uy pesado
im puesto. El E stado mismo perdió el año último^, nada m ás que d u ran ­
te el tiem po necesario p a ra el tra n sp o rte del dinero recibido m ediante
sus C ajas,..m ás o menos 100 millones de rublos. Cada campesino y
cada obrero se sentían diariam ente lesionados por la b a ja de sus
rublos, no bien quedaba entre sus manos u n a suma, por m ínim a
que fuese. E l obrero salía perdiendo con cada día de atraso en el co­
b ro de su salario. No hab ía posibilidad alguna de a h o rra r; el- dinero,
como u n a b rasa viva, quem aba las manos, y todos se esforzaban por
lib erarse de él lo antes posible. Cuando me tra ía n balances en los que
se h ab ían sumado los rublos-papel p a ra todo un año, me decía a m i
mismo que sum ar esos rublos del 1- de enero al 31 de diciembre equi­
v alía casi a sum ar libras esterlinas con peniques. Sem ejantes balances
no daban la m enor idea de la situación fin an ciera de u n a em presa.
L a ca restía de los precios, entre o tras causas, estaba provocada por
el hecho de que en el precio de las m ercancías se com prendía además
la g a ra n tía de la pérdida eventual sobre el curso del dinero. E r a por
lo demás imposible establecer dónde term in ab a el precio norm al y la
ganancia normal,, y dónde comenzaba la especulación. Todo ello
desorganizaba al máximo el mercado. Se hacía imposible calcular el
precio de coste, prever los gastos, y era imposible establecer ur.
presupuesto.

La moneda estable y el p lan . G racias a la reform a m onetaria nos h a


resultado posible por prim era vez b asar n u e stra economía en un plan
y establecer u n a contabilidad en las fábricas, en los tru sts, etcétera;
nos h a sido posible dirig ir verdaderam ente n u estra economía.
P a ra llevarlo a cabo se necesitaban grandes restricciones en los

'242
glastos y en el recurso de la emisión. H abía que llevar nuestros gastos
al nivel de los recursos reales por p ercib ir en fo rm a de re n ta s no
fiscales y m ediante la p uesta en circulación de m oneda en metálico
y operaciones de crédito.
Term inam os el ejercicio de 1923-24 con u n déficit mucho m enor que
el del año últim o, aunque nuestro presupuesto h ay a aum entado este
año m ás de 400 millones de .rublos: 1.’765 millones <ie rublos en lug’a r
de los 1.335, lo que a rro ja un aum ento de m ás del 30 por ciento.
P a ra salv ar el déficit recurrim os el año pasado a la emisión p o r u n a
sum a de 380 millones de rublos, m ientras que este año sólo hemos
recurrido a ella por 170 m illones: la m itad.
Los últim os meses del año p resupuestaria «n cursa se equilibrarán
sin; n inguna emisión. E l presupuesto del próximo ejercicio, 1924-25,
prevé un to tal de 2.100 millones de rublos, y nos proponemos prescin­
d ir por completo de emisiones, o de re c u rrir a ellas aun mucho menos
que este año.
Lim ito a ello mi exposición acerca de n u e stra situación financiera.
É sta da testim onio de que el país h a entrado en estos momentos en
u na e ra de consolidación y progreso.
T al es la situación en los principales campos de naiestra vida eco­
nómica, ¿Se la puede considerar buena? Yo no lo diría. Sólo nos
estam os acercando, encarando la realización de n u estra s ta re a s esen­
ciales; entram os en la prim era clase de la construcción socialista.

Formemos organizadores obreros. O rganizar u n a economía socialis­


ta en uno de los países m ás atrasados y m enos cultos, sin ningún
apoyo y sin n in guna ayuda de las potencias ric a s: he ahí u n a ta re a
extrao rd in ariam ente complicáda. E n el C uarto Congreso de la In te r­
nacional 'Comunista, Y ladím ir Ilich dedicó una p a rte de su discurso
a predicarnos la instrucción. N os instruim os, decía, por las fa lta s que
cometemos cada día. No teníam os experiencia alguma en m ateria de
adm inistración de gobierno. N unca -en la h isto ria nadie h ab ía aún
buscado la solución de problem as ni ejecutado tra b a jo s como los que
se im ponen al P a rtid o Com unista ruso. Nos instruim os por n u estra
cuenta y riesgo. Y en estos momentos todavía no podemos decir que
hayam os atravesado el prim er, ciclo de enseñanza p re p ara to ria . La
form ación de la clase obrera y su preparación p a ra asum ir la direc­
ción del p rim er país socialista del mundo prosiguen efectuándose en
experiencias concretas, en realizaciones p articu lares, intentando u n ir
ju n ta s las d iferen tes p a rte s de n u estra economía..
P or eso el P artido busca nuevos talentos de organización en el
seno de la clase obrera, hom bres p a ra los cuales la organización de

243
la sociedad sea como su problem a personal y que ten g an u n a com­
prensión adecuada de todos los problem as que la sociedad soviética
y el P artid o están llam ados a resolver.
N uestro ap a rato adm inistrativo comprende centenares de miles de
empleados, la abrum adora m ayoría de los cuales b an recibido su sello
definitivo, han adquirido sus costum bres en la an tig u a sociedad. Co­
mo la m ayoría de ellos perm anecen insensibles a los problem as v ita ­
les del P artid o y de la clase obrera, no pueden a p o rta r al tra b a jo ese
entusiasm o y esa conciencia que son necesarios p a ra la ráp id a ejecu­
ción de las ta re a s form uladas por el P artido. Deform aciones pequeño-
burguesas y desviaciones burocráticas son, pues, inevitables.
P a ra cam biar y perfeccionar ese aparato h a reorganizado el P a r­
tido la Comisión C entral de Control, E nm endar la adm inistración,
poner a los obreros de la s fá b ricas al corriente del funcionam iento de
éstas, p re p a ra r nuevos m ilitan tes que hayan adquirido en las comi­
siones de control la experiencia de la organización y la dirección: he
ahí vuna de los principales m isiones de la nueva Comisión y sus
órganos.
A fin de hacer p asa r u n a cantidad suficiente de los miembros del
P artid o por las comisiones de control, la composición de éstas se ha
am pliado de m anera considerable. L a Comisión Central, con sus ór­
ganos de provincia (en 51 provincias) cuenta con 800 m iem bros, el
70 por ciento de los cuales son obreros fabriles. L as comisiones h a­
cen p a rtic ip a r en sus órganos auxiliares a una g ra n cantidad de
obreros sin partido.

La vinculación con las m asas. No nos podemos ase g u rar co n tra las
dificultades políticas si las organizaciones obreras no p artic ip a n con
nosotros en la construcción política y económica. Los sindicatos, sin
d ejar de tener que vigilar, como el P artido, por los intereses de los
obreros, deben al mismo tiem po ser u n a escuela de construcción eco­
nómica. La discusión h a revelado que la vinculación entre las o rg a­
nizaciones sindicales y los obreros, e n tre los órganos del P artid o y
los obreros sin partido, dejaba mucho que desear. E n algunos casoü
hemos visto u n a ru p tu ra o un peligro de ru p tu ra . De igual modo se
podía tem er el distanciam iento de los órganos dirigentes del P artido
(los com ités de provincias y -de “secciones” ) de la m asa de los miem­
bros. E stos fenómenos no eran portadores de un c a rác te r general,
pero parecían sintom áticos y, por eso mismo, peligrosos. Si se gene­
ra liz aran y d esarro llaran , podrían a c a rre a r u n a seria enferm edad.

244
L a lucha contra la apatía, la rutina y el burocratism o en el Partido,
D entro -del núm ero de sus ta re a s principales, cada partido obrero
debe co n tar la dirección de las m asas sin p artid o y el m antenim iento
de un contacto estrecho e inm ediato con ellas. E n tre nosotros eata
vinculación e stá asegurada por un g ra n núm ero 'de organizaciones
soviéticas y sindicales, por conferencias de obreros sin partido, por
“conferencias de producción”, por las asam bleas generales de obre­
ros, por la creación de células especiales de aliento a un alto número
de funciones económicas, por las organizaciones del P artido, por la
participación de los obreros sin partido en nuestros órganos de con­
trol, etcétera, etcétera.
E n el período de la g u e rra civil y del comunismo de g u e rra la ta ­
re a principal era la defensa de la República y del poder socialista. El
elemento coercitivo desempeñaba necesariam ente un g ra n papel. T er­
m inada la g u erra, y con el nivel m aterial elevándose al mismo tiem ­
po que la iniciativa de la clase obrera, los métodos del comunismo de
g u e rra estab an ya fu e ra de lu g a r. E ra necesario b o rra r sus últimos
vestigios. E s el fin que persiguió n u e stra resolución acerca de la de­
m ocracia in te rn a del P artido. Se 5a adoptó p o r unanim idad. No des­
pertó n in g u n a objeción. Después, teníam os el derecho de creer qwe
todos se pondrían m anos a la obra p a ra aplicarla con la m ism a u n an i­
m idad, Y precisam ente cuando comenzábamos a q u erer realizarla se
desencadenó la discusión.

L a discusión. L a -discusión se extendió por todo el P artido, de arrib a


abajo, en proporciones verdaderam ente “bolcheviques57 y, creo, des­
conocidas en E uropa, Personalm ente, me sucedió una vez tener que
d iscutir desde la s seis de la tard e h a s ta las diez de la m añ an a del
día siguiente. E'l tem a principal de la discusión e ra n los ataques con­
t r a el Comité C entral, en p a rtic u la r la acusación de incapacidad. No
creo que pueda h a b e r políticos que p ro fie ra n sem ejante acusación
contra el órgano dirigente de su partido y no pidan al mismo tiempo
su renuncia, P or m i p a r te debo decir que si me fu e ra dado ver a un
Com ité ¡Central poniendo a l país al borde del abismo, p o r su ceguera
y su incapacidad, ex ig iría inm ediatam ente su renuncia y la convo­
cación del Congreso.
De e s ta m anera, habían precedido a la discusión acusaciones sin
ejemplos, basadas en el presunto peligro de una crisis que debía
desarro llarse en la economía nacional y el P artid o y que al fin a l no
se produjo. Y como no se produjo, tembló el piso bajo los píes de la
o p o sició n ... E n lo que concierne a sus pretensiones esenciales, la
discusión quedó, por tanto, liquidada.

245
EL P artido y el aparato. Con el pretexto de democracia, la oposición
lanzó la consigna de re fu n d ir todo el ap a rato del P artido, h acerla
añicos.
¿Qué es el ap arato del P artid o ? E s el Comité C en tral; son tos co­
mités provinciales; son los com ités regionales, los secretarios, etcé­
tera , es decir, todo lo que contribuye a su funcionam iento. R efundir
todo el ap arato, hacer que deje de ser lo que gobierna al P artid o
p a ra que el P artid o lo gobierne a él: ¿qué significa todo esto? D u­
ra n te los congresos el P artid o propone resoluciones, y el Comité
C entral, dentro de los lím ites de éstas, siem pre h a gobernado y siem­
pre h ab rá de gobernar. De igual m anera en lo que atañ e a los con­
gresos provinciales y a los com ités y a todo el P artido.
No es ju sto oponer el P artid o al aparato y el ap a rato al P artido.
E l P artid o es la organización de los partidarios de una m ism a doc­
trin a, pero no se puede o rg a n iz ar a los p artid a rio s de una m isma
doctrina sin órganos apropiados, y éstos no son o tra cosa que el a p a­
rato . La oposición del ap a rato al P artido y del P artid o al a p a ra to
es u na oposición pequenoburguesa y anarquista. E l erro r ea grave,
en v ista de la com plejidad de la situación existente entre nosotros.
E n uno de su s últim os artículos Lenin a tra jo especialm ente la aten ­
ción sobre este aspecto; fue, por así decir, su testam ento: en R usia
tenemos la d ictadura de un proletariado num éricam ente abogado en
un m ar de elem entos pequeñoburgueses.
C iertas categorías de m iem bros del P artido no pueden d e ja r de-
sen tir el contragolpe de esos estados de ánimo que se encuentran en
algunas clases y algunas capas de la población. N uestros m ilitantes
del ap a rato económico se encuentran, en m érito a la índole m ism a
de su actividad, en perm anente contacto con los elementos bu rg u e­
ses de la nueva política económica. N aturalm ente, no podemos salir
de fiadores de que la ideología burguesa nunca h ab rá de contam inar
a algunos de olios. Todo esto favorece el nacimiento en el seno del
P artid o de todo tipo de desviaciones pequeñoburguesas, eco de los
procesos que se d esarro llan en todo el país.

■E l Partido y los grwpos. N uestro P artid o sólo se puede m antener en


el poder si sigue siendo absolutam ente compacto e indivisible. L a dic­
ta d u ra de la clase obrera en la Unión de las Repúblicas Socialistas
Soviéticas descansa en la alianza con los campesinos. E sta alianza
descansa a su vez en la unidad del P artid o . Todavía tenemos todo
tipo de form as económicas y, por consiguiente, de intereses m a te ria ­
les y tendencias políticas. Si en el in terio r del P artido surgen fra c ­
ciones y grupos, por u n a fa ta lid a d ineluctable h ab rán de convertirse

246
en centros de atracción p a ra las tendencias burguesas. L a discusión
nos lia ofrecido un ejemplo sorprendente de ello. L a oposición que se
organizó d u ran te la discusión y que condujo la lucha contra la m a­
y o ría del Comité -Central pasó a ser el centro -de atracción de las
fu erzas hostiles, tan to dentro del país como fu e ra de sus fro n ­
teras.

Los viejos y los jóvenes. U na segunda divergencia im portante estalló


respecto del problem a de los viejos y los jóvenes. E xiste entre nos­
otros u n a expresión m uy p a rtic u la r: “la v ieja g u a rd ia ” . P o r ello en­
tendemos los miembros del P artid o que recibieron el bautism o de
fueg-o, que se hicieron bolcheviques en el período ilegal del P artid o y
que a veces cu en tan con una antigüedad de v a ria s decenas de años
de tra b a jo revolucionario. E n el momento de la discusión, T rotski
expresó üa opinión de que la juventud era el m ejor baróm etro, la me­
jo r expresión del estado de ánimo del P artido y de la clase obrera. E n
lo que respecta a la vieja guardia, la h isto ria conocía casos en los
que había degenerado. Por ejemplo, la dirección del P artido alemán,
degenerado en un p artid o burgués, se alejó de los obreros y de la
revolución. No se dijo que la m ism a degeneración, podía ocurrim os a
nosotros, pero todo el mundo vio en ese ejemplo una sutil alusión
a esta posibilidad. N aturalm ente, la vieja g n a rd ia no podía d e ja r
p a sa r esos ataques, que constituían no sólo u n a m aniobra estratégica,
sino tam bién u na fa lta política. E s falso pretender que la juventud
que estudia en los establecimientos de enseñanza superior sea el me­
jo r baróm etro del estado de ánimo de la clase obrera y el m ejor cri­
terio de la actividad del P artido. E l principal baróm etro del estado
de ánimo p o lítico ,, el único criterio verdadero de la exactitud de su
política, la tínica base inconmovible, es la clase obrera, son los obre­
ros fabriles, y no adm itim os la m enor excepción a este respecto. La
juventud de los establecim ientos de enseñanza superior abarca a
quienes y a h an roto con la producción y la clase obrera y que se tra s -
form an en intelectuales rojos. Pero aun cuando en tre nosotros todos
los intelectuales sean rojos y com unistas, aun entonces, el P artido
te n d rá su base fundam ental de clase en el obrero fa b ril y no en el
intelectual. (Aplausos.)
No tañem os en n u estra vieja g u ard ia , por lo demás, n ad a que íe
pueda p arecer a Scheidem ann. E sta v ieja g u a rd ia h a llevado durante
v a ria s decenas de años el peso de la lucha con el capitalism o, con el
zarismo, y h a creado la organización del P artid o Bolchevique leni­
nista. (Aplausos.) N uestro P artido no p resen ta com petencia alguna
entre los viejos y los jóvenes. Al contrario, los viejos ag u ard an con

247
im paciencia que se los releve, pues n u estra s fila s ra le a n y y a nos
re su lta difícil com pletarlas.

L a fa lta capital de la oposición. U n a p a rte de la oposición sostuvo


incluso la necesidad de p erm itir las fracciones y los grupos, y la
o tra reclam aba la lib ertad de los "grupos”. Pero la diferencia entre
una fracción y uji grupo es poco menos la m ism a que existe entre u n
pionero y u n joven pionero. E s ta actitud se ju stific a b a por la p re­
su n ta ausencia de peligro p a ra la unidad del P artid o y su hegemonía
política. Y esto e ra lo erróneo y peligroso.
E n las condiciones políticas de nuestro país, con la relación exis­
tente en tre la clase obrera y la clase cam pesina y fre n te a la fo rm a­
ción de diferentes capas burguesas sobre la base de la nueva política
económica, de la diferenciación de la población cam pesina y del c re ­
cimiento del grupo de cam pesinos acomodados, en este conjunto de
hechos, digo, estrib a la posibilidad de grupos políticos variados que
incidan sobre n uestro P artid o . A esto hay que añ ad ir la influencia
b u rguesa proveniente del ex tran jero , pues nuestro E stado es en todo
el mundo el "único ejemplo de d ictad u ra de la clase obrera. E n la
Unión de la s R epúblicas Socialistas Soviéticas el P artid o Com unista
es no.tsólo el partido dirigente, sino además el -único g ra n partido le­
gal. A ctúa en un país que es quizá m ás rico en influencias -pequeño-
burguesas que la m ayoría de los países de Occidente; estas influen­
cias deben necesariam ente te n e r algún eco en determ inados g ru p o s
de n uestro P artid o . L as condiciones en medio de las cuales se desen­
vuelve la actividad del P artid o encubren posibilidades de escisión.
P o r eso el Congreso del P artid o h a prohibido especialm ente la fo r­
mación de to d a fracción.
Vemos u n a concepción pequeñoburguesa en el hecho de rep resen ta r
a n uestro P artid o como si estuviera compuesto por m últiples grupos,,
apareciendo el Comité C entral y la política del P artido sólo como un
nexo en tre los grupos. E s a b rir la p u e rta no sólo a l relajam iento de
la unidad y la disciplina, sino tam bién a la eventual form ación y a
la existencia legal en el seno del P artid o de fracciones que sólo ven­
d ría n a ser, en definitiva, el resu ltad o de influencias pequeñobur-
guesas.

L as antiguas discusiones y la últim a discusión. L a oposición con la


que tenem os que habérnosla posee u n ca rá c te r distinto. Desde los
tiem pos de V ladím ir Ilich hemos tenido tre s discusiones sobre los sin­
dicatos, sobre el centralism o dem ocrático y sobre la oposición obrera»
C ada u n a de estas oposiciones ha sido condenada por el P artid o y

248
p o r el propio V ladím ir Ilich como pequeüoburguesa. Se h a conde­
nado a la oposición obrera como desviación an a rq u ista y sindicalista.
E n la s firm a s de los docum entos que hemos recibido y en las listas
de los in fo rm an tes que h a n hablado contra el Comité C entral encon­
tra ré is a los jefes de la v ieja oposición del centralism o democrático,
condenada a causa de su c a rác te r pequen oburgués, a los p artid ario s
de la oposición de T rotski en el problem a de los sindicatos y, por fin,
a los rep resen tan tes de la oposición obrera.
P or p rim era vea en la h isto ria de nuestro P artid o to d a la oposi­
ción se h a fundido en un solo bloque, y por p rim e ra vez esta opo­
sición -unificada no h a obtenido un solo voto en el Congreso, (A p la u ­
sos.)

L a derrota de la oposición. Con posterioridad al X II Congreso, algu­


nos miem bros de la oposición pretendieron que nuestros congresos y
n u e stra s conferencias tra n sc u rría n bajo u n a presión ta l, que todas las
voces discordantes e ra n sofocadas. E ra en la época en que Lenin
luchaba personalm ente co n tra Saprónov y T rotski ejercía u n a pre­
sión mucho m ás fu e rte que la n u estra, por su autoridad y S'U energía.
N osotros no poseemos la autoridad de que gozaba el cam arada Lenin,
y ta l vez esto explica que los d iferen tes elementos de la oposición se
hay an reunido. H a sta las elecciones se h a n efectuado en condiciones
que favorecían m uy p articu larm en te la expresión de to d as las opi­
niones en el P artid o . Hemos tenido el Congreso m ás numeroso de la
h isto ria de n u estro P artid o , y a que se duplicaron las proporciones
de la representación. L as elecciones se 'llevaron a cabo algunos meses
después de la disensión, cuando todos los asuntos en litigio habían
salido a luz en la p re n sa y las reuniones, tr a s la adopción de la reso­
lución acerca de la dem ocracia en el P artido, en la que se dice que
todos cuantos in ten ten c e rra rle la boca a un cam arad a d u ra n te el
exam en de los asuntos en las células se h a rá n pasibles de sanciones
an te el trib u n a l del P artid o . A hora bien, la oposición no obtuvo un
solo voto, y el Congreso adoptó por unanim idad la resolución que
reprobaba a la oposición como viciada de desviaciones pequeñobur-
guesas. (A plausos.)

Después del inform e de Rikov, los re p resen ta n te s de las células co­


m unistas de las grandes fá b ricas de Moscú tom an la p alab ra p a ra
salu d ar al Congreso y d arle a conocer la actitud de los com unistas
de Moscú en la discusión del P artid o . Todos los oradores declaran
que la d a s e obrera de Moscú h a sostenido resueltam ente la resolu­

249
ción del X III Congreso y que rechaza la s desviaciones pequeñobur-
guesas de la oposición.
Kolarov responde en nom bre del Congreso; les expresa a los obre­
ros y las obreras de Moscú el agradecim iento del Congreso y prom e­
te qfUQ este h a r á cuanto esté a su alcance por llevar al proletariado'
a la victoria.

250
DECIMOCTAVA SESION

en ja sala San Andrés del Kremlin,


28 de junio de 1924

P resid en te; Geschke.


O radores: Thalheim er y Geschke.

E L PROBLEMA DEL PROGRAMA ( c o n t i n u a c i ó n )

t h a l h e i m e r . B u ja rin y a o s lo d i j o : m i ta re a consistirá, no en hacer


un contrainform e, sino en com pletar el inform e de él aprovechando
los debates que se h an originado aquí. E n lo esencial, hemos podido
'llegar al m ás perfecto acuerdo. Os in fo rm a ré brevem ente acerca del
aspecto en que se hallan los asuntos litigiosos que tuvieron algún
papel en el Congreso anterior.
E l p rim er problem a que se discutió fn e el de la acumulación, es
decir, la teo ría de Rosa Luxemburg: sobre la acum ulación del capital.
Hemos convenido en descartarlo p o r el m om ento del texto del pro­
g ram a. U n a discusión teórica debe haher m adurado antes de que se
la concluya.
E l segunde problem a, acaso el m ás im portante, que se tocó en el
ñltim o Congreso es el de la s reivindicaciones tra n sito ria s y las con­
signas p arciales: ¿deben fo rm a r p a rte del p ro g ram a general de la
Internacional, o no? E l C uarto 'Congreso decidió que las reivindica­
ciones tra n s ito ria s y las consignas parciales se ase n ta rán , en p rin ­
cipio, en el p ro g ram a general, y de m an era detallada en los p ro g ra ­
m as nacionales. Suele generalm ente adm itirse que Lenin tuvo una
p a rte decisiva en esas decisiones, y que t ío h a y por qué cam biarlas.
Mis explicaciones se lim itarán principalm ente a los debates que se
han originado h a sta ahora en el seno de la comisión del program a.
No me detendré en todos los detalles, sino que in fo rm aré sobre los
puntos que pueden servir p a ra esclarecer la discusión actu al y faci­
lita r la fu tu ra discusión.

251
Seguiré el orden cronológico.
El p rim er punto desarrollado en debate p o r B u jarin es el problem a
de las form as de tran sició n del capitalism o al socialismo, de la n ep
y el comunismo de g u erra, en la medida en que tienen una im por­
tan cia general. Con respecto a la n b p y a la im portancia que tenga
m ás a'llá de R usia, en los demás países, como preparación p a ra el
socialismo, no h a habido divergencias de opiniones; todos hemos es­
tado de acuerdo con B u jarin . S in em bargo, una discusión in teresan te
se entabló a propósito del comunismo de g u e rra . E l problem a discu­
tido era este: ¿es el comunismo de g uerra, como e ta p a que precede
por lo general a la NEP, necesario, o no lo es?
E l segando problem a consistía en saber de qué ¡manera debíamos
hacer e n tra r en e l p ro g ram a el hecho de que la NEP es de im portancia
general. Se decidió que se ac ep taría en el program a a 'la NEP con su
form a concreta, pero sólo su contenido.
¿Cuál es su contenido? Cálculo [económico] capitalista, conservación
de la moneda, tru sts, bancos y bolsas. P a ra resum ir: form as capitalis­
tas, cambiando fundam entalm ente su contenido.
Quizá sea in tere sa n te m encionar que M arx previo los contornos
generales de la transición del capitalism o al socialismo, a la que
nosotros llam am os n e p . Os recordaré el tercer tomo de E l capital,
además de los com entarios al p ro g ram a de Gotha, donde dice que la
transición se deberá hacer m ediante las form as económicas here­
dadas del -capitalismo, y que sólo después, en el curso de u n a evolución,
en la que tam bién nos desem barazarem os de estas form as, podremos
e n tra r en el comunismo.
Lleguemos al comunismo de g u e rra ; debo defenderlo un tanto de
B ujarin . ¿E n qué consiste el comunismo de guerra? E n el fondo, es
el consumo racional y centralizado, adaptado a las necesidades de la
g u erra. Tiene p o r condición la existencia -de reservas que posibilitan
la vida económica. Siem pre hay que in sistir en la presencia -de estas
reservas. La política del comunismo de g u e rra no h a b ría sido posible
en R usia sin las reservas dejadas p o r el zarismo.
¿C uál es la ca racterística del comunismo de g u e rra desde el punto
de v is ta económico? L a supresión de la moneda, la extrem ada cen tra­
lización, la prohibición dol comercio libre, la parálisis del pequeño
comercio y la requisición en el campo. P a ra ju z g a r acerca del sitio
que el comunismo -de g u e rra debe ocupar en el program a, es preciso
recordar que salió, no de artículos previos del program a del P artid o
Com unista ruso, sino ciertam ente de la-s exigencias -de la estra te g ia
revolucionaria.
Ilubo dos exigencias principales.

252
E n p rim er ■término, hab ía quo ex p u lsar a la burg u esía de las
posiciones económicas que podía u tiliza r p a r a la lucha política. Pero
las posiciones económicas que se destruyeron lo fueron m ás allá de
toda m esura económica, a causa de la estra te g ia revolucionaria, que
buscaba el aplastam iento total de la burguesía. E s una necesidad que
d u ra rá b a s ta que la burguesía haya sido verdaderam ente d erribada
y se scxmeta al poder de la clase obrera, a la d ictad u ra proletaria.
E n segundo térm ino, había que aprovisionar al ejército y a la
población in d u strial de las ciudades. Cabe señalar que las requisi­
ciones se efectu aro n en una época en la que los obreros de las ciuda­
des les h ab ían dado la tie rra a los campesinos, de m anera, pues, que
los víveres que les quitaban sólo constituían u n anticipo abonado a la
clase obrera en concepto de la tie rra .
E n busca de la fórm ula general de las relaciones de la n e p con el
comunismo de g u erra, debemos darnos cuenta de que la n ep no h ab ría
sido posible en R usia sin 'la etapa precedente del comunismo de g u e rra .
No h a b ría sido posible, porque la resistencia de la burguesía debía
quedar destrozada antes de que ésta estuviera dispuesta a some­
terse a la dirección de la clase obrera. Podemos, pues, decir que un
período m ás o menos largo de comunismo de g u e rra precederá a la
n e p tam bién en las revoluciones fu tu ra s.

H a sta que p u n to debe y puede ir el comunismo de g u e rra , es cosa


que dependerá esencialm ente de las condiciones nacionales e in te rn a ­
cionales en las que el proletariado tome el poder, es decir, de lo que
sea necesario p a ra que la burguesía se som eta a la dirección de la
clase obrera.
Será, desdo luego, diferente según los países. D ependerá de la
fu e rza de la clase obrera fre n te a da bu rg u esía y a los elementos
pequeñoburgueses. Dependerá tam bién de la situación internacional.
E s tá claro que u n a revolución p ro leta ria que sobrevenga en presencia
de u na m adurez revolucionaria y a m uy avanzada en los países ve­
cinos y que eche abajo al adversario no al eabo de años, sino m edian­
te u n asalto b astan te breve, deberá m odificar las form as y la
duración del comunismo de g u erra.
De igual modo, las form as de la nueva política económica v a ria rá n
según tos p aíses; el p la n general, el esquem a y la b ase de la nueva
política económica s u frirá n cambios según el lu g ar y la época.
Dependen del grado de centralización de la in d u stria, del lu g ar
que ocupe é s ta fre n te a la economía cam pesina, de su organización
técnica, de sus relaciones con el capital comercial, el pequeño comer­
cio, etcétera.
No podremos f ija r en el program a todas estas variaciones concre­

2T
§8
tas. E s imposible; nadie puede preverlas. Debemos contentarnos con
exponer las líneas fundam entales de la nueva política económica,
fo rm a general de la transición del capitalism o al socialismo, y las
lín eas fundam entales del comunismo de g u erra, corrección de lo que
sea económicamente racional por las necesidades de la estra te g ia re ­
volucionaria, es decir, de la victoria sobre la burguesía, de la g u e rra
civil y la resistencia a las intervenciones foráneas.
Otro punto que se discutió fu e el de la e stru c tu ra de la d a s e
obrera. A la comisión del program a se le proporcionó un inform e
detallado acerca de las diferentes categorías de la clase obrera y
sus relaciones con las tendencias, grupos y bloques políticos. U n .punto
principal que se señaló fu e el papel de la aristo cracia obrera en la
época im perialista, en conexión con la hegem onía im perialista de
algunos países, y la vinculación de esa aristocracia con el oportunis­
mo, con las tendencias o p o rtu n istas en ia clase í.brera. Se reconoció
que tales categorías sólo son p asa je ras y que la evolución tiende a
suprim irlas, a niv elar sus condiciones y consecuentemente su orienta­
ción ideológica y que, por encim a de todas las diferencias, la clase
o b rera es económicamente una. La unidad de la clase obrera, basada
en el lu g ar que ocupa dentro del proceso de producción, es lo que nos
perm ite som etería a una dirección única: la del P artido Comunista.
E l C uarto Congreso había decidido proporcionar, como introducción
al p ro g ram a nacional, u n a clasificación de los países desde el punto
de v ista de la e stra te g ia revolucionaria, de la conquista del poder.
V a rg a h a inform ado al respecto y h a presentado un proyecto d® cla­
sificación. L as ideas desarrolladas son las siguientes.
P rim eram ente se puede considerar la m adurez económica, y en­
tonces tenem os tre s tip o s: 1) países que aún se pueden desarrollar
en el seno de la economía c a p ita lista ; 2) países que h a n alcanzado o
superado el apogeo ca p ita lista ; 3) E stados soviéticos, en los que el
proletariado h a tom ado el poder y salido, por tan to , del m arco
capitalista.
Un segundo punto de v ista divide a los países según sean sujetos
u objetos de la política im p erialista, independientes o parcial o
ín teg ram en te dependientes de la s grandes potencias im perialistas.
U n terc er punto de v ista es la e s tru c tu ra social, a saber, la
relación e n tre las diversas clases, teniendo p articu larm en te en cuenta,
naturalm ente, a la d a s e obrera.
E n la discusión se insistió de modo especial en un p<unto im por­
tan te, cual es el de tra z a r el lím ite en tre nosotros y la Segunda
In tern acio n al: hay que distinguir la m adurez desde el punto de v ista de
la estrateg ia revolucionaria y la m adurez desde el punto de vista

254
del desarrollo del socialismo. D iferentes elementos determ inan la
m adurez revolucionaria y la instauración del socialismo. E s ta ú ltim a
exige cierto grado de desarrollo técnico y 'económico de la in d u stria,
cierto grado de centralización y tam bién cierta relación en tre la indus­
t r ia y la economía no capitalista.
U n a confusión típica de estos dos puntos de v ista encontram os en el
caso de Kaxitsky, en la m anera en que éste t r a t a la revolución rusa, pues
ahí es en donde vemos de un modo especialm ente claro su distinción.
Desde el punto de v ista de la m adurez revolucionaria, la experiencia
ha m ostrado que R usia estaba m ás ad elan tad a que todos los dem ás
países de E uropa. P ero una vez conquistado el poder político, se
hizo presente el hecho de que se hallaba a tra sa d a en lo atinente a la
p reparación p a ra el socialismo. A m bas cosas están estrecham ente
ligadas. La re la tiv a inm adurez económica de R usia, es decir, su
num erosa población cam pesina fre n te a la clase obrera industrial,
provocó u n a notable coincidencia de la revolución p ro leta ria y la
revolución cam pesina y} como consecuencia, u n a p a rtic u la r m adurez
revolucionaria, sin d ejar de p re se n ta r especiales dificultades p a ra
la in stau ració n del socialismo.
L a comisión prestó atención a un porm enorizado inform e sobre el
p ro g ram a ag rario , por lo mismo que debe e n tra r en el p ro g ram a
general. L as tesis de Lenin acerca del problema agrario en el Tercer
Congreso y las tesis del C uarto Congreso sirvieron de base.
E l punto discutido fue n u e stra ac titu d p a ra con los proyectos
burgueses de reform a a g ra ria , como la distribución de la g ra n pro­
piedad e n tre campesinos pobres.
Los p artidos com unistas, sobre todo cuando detrás de sí tienen
m asas, no pueden perm anecer indiferentes ni ser hostiles a este
problema, y además tampoco deben quedarse a la cola del movimiento.
No pueden d ejar de im pulsarlo y proporcionarle consignas que lo
anim en revolucionariam ente, como por ejemplo reclam ar la d istrib u ­
ción de la tie rra a los campesinos pobres sin indem nizar a los grandes
propietarios. E s, en efecto, característico de to d as la s refo rm as a g ra ­
ria s burguesas que la distribución de la tie rra se efectúe sólo con
indemnización. N osotros insistirem os en nuestro p ro g ram a respecto
de la no indemnización.
Nos hemos preguntado sí una orientación como esta podía depender
de la m archa m ás o menos ráp id a de la revolución. L a comisión
declaró que no. E l hecho de que debamos sostener este movimiento se
desprende de la situación revolucionaria en general.
Además se discutió este problem a; pequeña o g ra n explotación, es
decir, la línea de principio que nos sep ara de las concepciones re p re­

255
sen tad a s en otro tiem po por los revisionistas como David. S uperficial­
m ente se podría p en sar que, al reclam ar el rep arto de la tie rra ,
estaríam os acercándonos un ta n to a las concepciones revisionistas.
N ad a de eso. Lo hacem os p o r estra te g ia revolucionaria, m ientras que
David lo hace por política reform ista. Pero adem ás delimitamos nues­
t r a posición, declarando: en principio preconizamos la g ra n empresa,
h asta en la a g ric u ltu ra . Tam bién en la ag ric u ltu ra alentam os el
desarrollo de la g ra n em presa. Lo hacem os por las v ías política y
económicamente posibles, pero en principio nos atenem os sólo a eso,
por el hecho de ser la base del socialismo.
Otro punto que tam bién desempeña cierto papel en la socialdemo­
cracia. Sabéis que la socialdem ocracia h a acentuado estos últim os
años el antagonism o e n tre el obrero de la ciudad, com prador, y el
campesino, vendedor de productos alimenticios. Al su b ra y ar ese
antagonism o, h a querido te n d e r un puente en tre el obrero y la b u r­
guesía c o n tra los pequeños campesinos. ¿Qué tenemos que objetarle?
N atu ralm en te, debemos eonvenir en que existe un antagonism o entre
el obrero y el cam pesino en el problem a del precio de los víveres. Pero
este antagonism o en tre el obrero comprador y el campesino vende­
dor queda sobrem anera sobrepasado por el antagonism o existente
en tre el obrero y el cam pesino por un lado y los grandes cap italistas
y las g ran d es te rra te n ie n te s por el otro. De este modo corregim os
radicalm ente la fa ls a orientación de la socialdemocracia.
Adem ás se habló de la nacionalización de la tie rra , y nos p re g u n ­
tam os h a sta qué punto había que ase n ta rla en el program a. Con
respecto a la g ra n propiedad, no h ay discusión posible. E l único pro­
blem a que se p lan tea es respecto de su extensión y de la pequeña
y la m ediana propiedad. L a comisión sacó la conclusión d e d e ja T a un
lado el asu n to y no h a b la r de nacionalización de la pequeña y la
m ediana propiedad, pero sí de h a c e r fig u ra r en el p ro g ram a la
advertencia de que la u s u ra y la especulación sobre la tie r r a serían
im pedidas por la ley. Quiero además añ a d ir que los mismos efectos
so pueden obtener en lo que concierne a la pequeña y la m ediana
propiedad p o r d iferen tes medios jurídicos. Se puede extender j u r í ­
dicam ente el principio de la nacionalización a la pequeña y la
m ediana propiedad, especificando que el campesino no es propietario
de la tie rra y no puede considerarla en usufructo, de m anera que la
venta y cualquier otro trasp a so del suelo quedan prohibidos. Pero
tam bién se puede decir, como lo hace el program a alem án, que la
propiedad de los pequeños y los m edianos campesinos no se tocará,
sino que m edidas legislativas re strin g irá n la com pra y venta, el
derecho de herencia y el derecho de enajenación.

256
Estim am os p referible esta segunda form a como form a general, pues
el espíritu de propiedad se h alla mucho m ás arraig ad o en el campesino
occidental que en el campesino ruso.
Pasem os ah o ra al problem a nacional. T am bién él h a sido esclare­
cido en su s aspectos generales por Lenin y las tesis de nuestros con­
gresos. No es ú til que mencione aquí los puntos que y a se h an defini­
do; me lim itaré a enum erar aquellos de los que se tra tó en la comisión
del pro g ram a.
E l prim er asunto es este; ¿en qué m edida deben los partid o s comu­
n ista s de las naciones oprim idas hacer uso del derecho, que a esas
naciones se les reconoce, de disponer de si m ism as h a s ta la sep a ra­
ción? E s decir, ¿en qué m edida y desde qué punto -de v is ta deben
poner en p rá ctica esta consigna del program a? L a resp u esta es de
que h ay que p a r tir de consideraciones generales, es decir, de que el
punto de v ista nacional siem pre se debe subordinar a l pun to de v ista
de la lucha de clases internacional.
E l segundo aspecto consiste en saber si la consigna del derecho
de la s naciones de disponer de sí m ism as es suficiente p a ra resolver
todos los problem as nacionales. E xisten, se observó, problem as nacio­
nales en los países como E stados U nidos de A m érica, de población
extrem adam ente m ezclada, donde no se puede h ab lar, pese a todo,
de autodeterm inación sin h ab lar del problem a racial. L a comisión
del p ro g ram a es del p arecer de que la consigna del derecho de las
naciones de disponer de sí m ism as debe com pletarse con el siguiente:
“Igu ald ad de todas las p a rte s de la nación y de todas 'las ra z a s ”.
Tam bién se discutió en la comisión si el p ro g ram a debería d a r una
definición de nación. Se vio que re su lta imposible en c o n trar u n a
definición de nación que s a tisfa g a todas las necesidades, y la comisión
es de la opinión de que lo m ás im portante p a r a n u e stra lucha consiste
en d a r un a definición política, p a ra que sepamos en dónde in terv e n ir
y en dónde no intervenir. A nte todo h ay que saber si las clases t r a ­
b ajad o ras de u n país p lan tean el problem a nacional. Si este problem a
existe p a ra la clase obrera, si existe p a r a los cam pesinos trab ajad o res,
entonces debe n atu ra lm e n te ex istir tam bién p a r a el P a rtid o Comu­
n ista , y éste no puede desatenderlo.
Tuvimos además que exam inar el problem a de la nueva fo rm a de
los gobiernos burgueses. Se habló del fascism o y del gobierno laboris­
ta . Se estudiaron los diferentes tipos de gobierno fascista,, Y se con­
vino en que el fascismo tiene y a varios tipos nacionales, pues re su lta
imposible considerar que sean idénticos el fascism o italiano, con sus
modos de desarrollo y gobierno, y el fascism o alem án; existen dife­
rencias nacionales.

257
¿Qué régim en sucederá al fascismo? H ay v a ria s hipótesis. E l
fascism o puede ser reem plazado por la d ictad u ra p ro leta ria o por
fo rm as interm edias. La comisión juzgó que no se pued£ p ro fetizar
en este asunto, sino que hay que dejarlo abierto, porque existen posi­
bilidades diferentes.
No h ab laré del problem a de los intelectuales, porque fig u ra en el
orden del día.
Kuusinen nos ha dado un inform e acerca del papel del P artido.
D estacaré sólo un punto. Hemos estado de acuerdo en q<ue la concep­
ción fija d a en el M anifiesto C om unista respecto del papel del P artid o
ha sido hoy superada por los acontecim ientos y debemos llevarla al
nivel de n u estra experiencia.
También tuvim os una discusión b astan te profunda acerca del cen­
tralism o dem ocrático. ¿H ay o no que conservar esta expresión? Se
la criticó por el hecho de no ex p resar suficientem ente la síntesis de
am bas concepciones: “centralism o” y “ dem ocratism o” . Después de
debates b astan te prolongados, la comisión term inó por decidirse a
conservarla, porque recibió una definición m uy precisa gracias, sobre
todo, a Lenin.
La comisión discutió las ideas de Rosa Luxem burg acerca de la
organización. Habiendo analizado sus causas históricas, estuvo de
acuerdo en que tales ideas han sido hoy superadas por los hechos
y en que ya nadie las defiende. A ntes de la revolución rusa, nadie,
ni aun Rosa Luxem burg veía ni podía w t los problem as de organiza­
ción desde el punto de v ista de la insurrección arm ada. A hora, este
es el punto de vista ruso.
Se tra tó el problem a: partido del pueblo y partido de clase. E ste
asunto h a desempeñado cierto papel asimismo en la socialdemocracia,
que se proclam a, como es sabido, partido popular, es decir, que agrupa
a la clase obrera y a los demás trab a jad o res. N osotros tenem os la
pretensión de ser u n partido popular, pero en n n sentido com pleta­
m ente distinto. Queremos ser el partido del pueblo por el hecho de
que, como p artido revolucionario del proletariado, tomamos la direc­
ción de las demás clases trab a jad o ras.
Otro punto que se examinó es el de la filosofía com unista. Y a B u ja­
rin h a hablado extensam ente al respecto. E l problem a que se tra tó
en la comisión fue este: ¿h asta qué punto es necesario porm enorizar
este asunto? ¿Se lo debe t r a t a r a fondo, o bien lim itarse a señalar
brevem ente el punto de v ista del P artido Com unista? Nos decidimos
por la segunda solución, y decimos: el P artido Com unista defiende
el punto de v ista del m aterialism o dialéctico.
El últim o punto, el de los principios de tá ctica y estrategia, no

258
lo tra tó aú n la comisión. U na p a rte de los debates ha pasado a ser
inútil ahora, y la o tra p a sa rá a la comisión.
P a ra te rm in a r, compruebo que d u ra n te los tra b a jo s de la comisión
no se reveló divergencia alguna de principio en la Internacional. He
ahí por qué B u ja rin y yo somos de la opinión de que este Congreso
debe adoptar en principio el proyecto de p ro g ra m a t a l cual su rja
de los trab a jo s <3e la comisión, a fin de que se lo pueda enviar como
proyecto oficial a todas las secciones de la Internacional Comunista
p a ra su discusión y m ejora. Hecho esto, el E jecutivo Ampliado o el
próximo Congreso ad o p tarán el program a con su fo rm a definitiva.

Geschke propone, en nombre del Presidium , ap lazar los debates h asta


que el proyecto. de la comisión del p ro g ram a llegue a m anos de los
delegados.
Se p resen ta al Presidium la siguiente proposición:

“ Las delegaciones abajo firm an tes hablan en nom bre de partidos


que h an seguido con g ra n atención, desde un p rim er momento, la
discusión del P artido Com unista ruso y que se han pronunciado clara­
m ente p or el Com ité C entral del P artid o C om unista ruso. E stos p a rti­
dos han actuado así porque han visto en las proposiciones de la
oposición u n a am enaza a la dictadura del proletariado y a la unidad
del P artid o Com unista ruso. Con su actitud, la oposición ru sa se
alaaba de m an era objetiva no sólo contra el Comité C entral del P artid o
Com unista ruso, sino tam bién contra toda la Internacional Comunis­
ta , pues u n a am enaza a la dictadura del proletariado en la Unión
de las Repúblicas Soviéticas y un debilitam iento del P artido ruso,
el único que puede m antener a esa dictadura, a te n ta ría n co n tra la
herencia de Lenin, que es lo m ás preciado p a ra todo com unista. L a
Internacional Com unista debe, pues, exigir que todos sus miembros,
que todas su s secciones, rechacen clara y enérgicam ente las concep­
ciones no leninistas co n trarias a ’los intereses de la revolución m un­
dial y capaces de a te n ta r contra la au to rid ad de la vieja guardia
bolchevique, que conduce no sólo el E stado soviético, sino tam bién la
Intern acio n al Comunista.
E l V Congreso debe ra tific a r la resolución del X III Congreso del
P a rtid o C om unista ruso y su b ray ar que la s -concepciones de la oposi­
ción ru sa constituyen desviscioties pequeñoburg’üesas y oportunistas.
Afirm am os, por tanto, claram ente que el problem a ruso no es ub.
problem a nacional, sino u n problem a de im portancia internacional. Si
h ay delegados que no estén aún convencidos y que quieran, tra s el

259
inform e de Rikov, ex p resar o tra opinión, proponemos a b rir el debate
acerca del inform e de Rikov, a fin de que defiendan su punto de
v ista. Proponem os igualm ente conceder dos horas a u n re p resen tan te
de la oposición ru s a p a r a a b rir los debates.”

F irm an esta proposición la delegación alem ana, la francesa, la in ­


glesa y la norteam ericana.
Se la acepta por unanim idad, con aplausos del Congreso.

Se d a lectu ra de la declaración siguiente, en nom bre de la m ayoría


de la delegación polaca.

“h a m ayoría de la delegación polaca declara que:


1. L as intervenciones de la m inoría de la delegación (P ruchniak,
W arsky, W aletsky y Koszczewa) tienen un c a rá c te r fraccional, pues
se las h a form ulado sin. el conocimiento de la delegación.
2. E n su declaración la m inoría h a omitido h ab lar de su actitud
respecto del problem a ruso y el problem a alemán, que constituyen el
fondo de la crisis por la que a tra v iesa actualm ente el Comité C entral
polaco.
3. K rajew ski y Grzegorzewski h an refutado en sus discursos los
ataques c o n tra los diputados com unistas, que han llevado en la Dieta,
en las peores condiciones, una infatigable acción com unista. L a de­
claración de la m inoría a este respecto era, por lo tanto, su p erflu a.”

260
DECIMONOVENA SESION

sn ia sala San Andrés del Kremlin,


noche del 23 de junio de 1924

P resid en te: Kolarov.


O radores: Geschke, Mac Manus, R uth F ischer, Bordiga, B-ujarín,
T haelm ann y Macci,

U n a delegación de obreras y obreros de Leningrado saluda al Congre­


so y le ofrece u n grupo en bronce.
L a cam arada Anisím ova envía a las obreras alem anas del cuero,
en nom bre de las obreras del cuero de Leningrado, una bandera roja,
que es recibida por la cam arada W ilde en nom bre de las obreras ale­
m anas. E l cam arada Gómich, en nom bre de los obreros del caucho de
la fábrica Treugolnik, de heiim grado, ofrece a la delegación alem ana
u n a b an d era ro ja, destinada a los obreros de Ludw igshafen. E l ca­
m a ra d a Smolin, en calidad, de re p resen ta n te de los obreros de las
fáb ricas Putilov, envía una bandera -roja a los obreros de K rupp.
Todos los delegados se ponen de pie y c a n ta n La, Internacional.
T haelm ann agradece a los obreros de L eningrado en nom bre de los
obreros alem anes.
Geschke da lectu ra a u n a declaración de la m inoría de la dele­
gación sueca.
Mac M anus da lectu ra de la siguiente p ro testa contra las perse­
cuciones de los revolucionarios en la In d ia por el gobierno laborista
inglés:
“Pocos días después de la condena de cu atro com unistas a cuatro
años de rig u ro sa cárcel, tre s nuevos arresto s se h an efectuado en
la India. L a m ay oría de los ciudadanos detenidos son cam pesinos
pobres acusados de haber hecho pro p ag an d a bolchevique. Su caso
p a sa rá ante el trib u n a l el 15 de m ayo. L a p re n sa im perialista no
h a dicho p alab ra acerca de estas persecuciones m asivas.
L a intolerable explotación de que esos pobres campesinos son

261
víctim as los decidla a lan za r la consigna de em bargo de las grandes
propiedades y rep arto de la tie rra .
E l gobierno de Mac Donald no sólo sanciona la persecución de los
com unistas indios, sino que además se a p resu ra a socorrer a la g ra n
propiedad reaccionaria. E l V Congreso de la Internacional Comunis­
t a llam a la atención del p roletariado del mundo entero y m uy p a r ­
ticu larm en te de G ran B re ta ñ a sobre esta política im perialista del
p resunto gobierno laborista, y los in v ita a una enérgica protesta.
E l V Congreso envía a los obreros y los campesinos -de la India
la seguridad -de su solidaridad en el combate contra el im perialism o,
un combate qne se lia vuelto tanto m ás agudo cuanto que un su­
puesto gobierno lab o rista se b a convertido en el instrum ento dócil
del im perialism o. In v ita a la clase obrera de G ran B retañ a a cum plir
con su deber p a ra con los obreros y los campesinos indios, persegui­
dos y sojuzgados, y a elevar una p ro testa que obligue al gobierno
labo rista a d e ja r en libertad a los prisioneros y a cesar la cam­
p añ a de persecución contra la clase obrera india.”
El Congreso adopta esta p rotesta por uuaním idad.

RESOLUCIONES SOBRE LA ACTIVIDAD DEL EJECUTIVO

E n nom bre de la comisión política, R uth F ischer (A lem ania) tom a


la p alab ra a propósito de la resolución sobre -el inform e del Comité
E jeeutívo.
L a resolución presentada fue som etida a u n exam en en profundi­
dad por la ■comisión y se la adoptó después de u n a serie de enm ien­
das. El proyecto B ordiga provenía de una concepción del todo d ife­
rente. B ordiga no atac a las tendencias y desviaciones de derecha, sino
a la In ternacional C om unista y a su Comité Ejecutivo, B usca las
causas de las fa lta s del período tran sc u rrid o , no en las tendencias de
derecha, sino en la política del E jecutivo y las decisiones del C uarto
Congreso. E sto contradice por completo a los hechos. E n lo que
concierne al fre n te único, divide el problem a en un asunto económico
y otro político, y rechaza en absoluto el fren te único político. Pide
que se abandone absolutam ente el gobierno obrero y campesino, h a s­
t a como consigna de agitación.
E l proyecto B ordiga quedó rechazado en contra de su voto, pues
esta resolución constituiría en cierta medida u n apoyo p a ra el ala
derecha de la Internacional.
La Comisión recom ienda al Congreso adoptar esta resolución por
una m ayoría lo más fu e rte posible.
bordiga. B.uth F ischer lia -exagerado el alcance de n u e stra actitud
al darle el carácter de u n a lucha co n tra la Internacional ín teg ra y
co n tra el Comité E jecutivo.
Si hemos sentido la necesidad de p re se n ta r una resolución diferen­
te de la resolución votada por la comisión, es porque encontram os
que é sta no proporciona g a ra n tía s suficientes contra la derecha, y
contra el peligro de oportunism o de derecha.
. Con toda sinceridad nos hemos aplicado al tra b a jo de crítica ver­
daderam ente revolucionaria. P or eso lam entam os esta r solos y que
los cam arad as de la izquierda alem ana nos digam que estam os al
servicio de la derecha, Pero a p esar de todo m antenem os n u estra
resolución h a sta el voto del Congreso,

b i t j a r i n . N o venirnos aquí a d iscutir contra B ordiga; n o s contenta­


mos con com batir el bordiguism o ta l cual aparece on nuestro P artido
italiano, B ordiga dice que él defiende el m arxism o contra el oportunis­
mo del Ejecutivo. Pero es él quien m an ifiesta tendencias revisionis­
tas, aunque con una form a poco ordinaria. M arx te n ía siem pre en
v ísta a las m asas, B ordiga y sus p artid a rio s las olvidan por com­
pleto. Uno de los últim os núm eros del Sta to O'pcraAo define de la
signiente m an era el papel del P artid o : “ A la m inoría te rro ris ta de
la burguesía oponemos la m ayoría te rro ris ta del proletariado” . E sta
definición m u estra que el au to r del artículo comprende a las m asas
menos que M ussolini. Nosotros, los m arx istas, hemos aprendido de
M arx y hasta de Lassalle que la clase obrera debe vencer porque
pone en movimiento a las m asas contra el ap arato del Estado b u r­
gués. E n el caso del proletariado, la m asa compensa los otros medios
de lucha que le fa lta n .
B ordiga íios reprocha ser pesim istas; pesim ista es m ás bien su
propia concepción^ E n sus tesis leem os: “ Es una ilusión in fan til
im aginarse que podemos conquistarnos las m asas m ientras rein a el
fascism o’'. He ahí una idea que no tiene evidentem ente nada en común
con el m arxism o. B ordiga y sus amigos no com prenden e l . papel
de las m asas; quieren tra n sfo rm a r el P artid o en u n a secta, y de
este e rro r se desprenden todos los demás.
N osotros decimos: Debemos ganarnos a la m ayoría del p roletariado;
lo m ás será lo m eior. E l punto de v ista de B ordiga parece sig n ificar:
lo menos será lo m ejor.
De ese punto de v ista se deriva la oposición, al fre n te único. B ordiga
p lan tea el problem a de ta l m anera, que según él no podemos propo­
nerlo m ás que a las organizaciones no políticas, sindicatos, comités
de fábricas, etcétera, pero er> ningún caso a las organizaciones polí­

263
ticas. Nosotros, que no somos pesim istas, estam os convencidos de que
la exasperación de la lucha de clases te rm in a rá por escindir a los
p artid o s oportunistas y que una p a rte v endrá h acia nosotros. Tó­
canos apreí par ese momento. L a teo ría de la m in o ría . es capaz de
a rru in a r d u ra n te m uchos años no sólo al P artido, sino adem ás a todo
el movimiento obrero de un país. No debemos perm itirlo. Si no nece­
sitam os m ayoría, de qué nos sirven la fusión y la creación de las
células com unistas.
H a habido <un gobierno obrero en Kusia, en H u n g ría y asimismo
&n Sajonia (aunque en este último país no h ay a sido excelente), y
el gobierno obrero, es, p o r lo tan to u n hecho. B ordiga niega los
hechos cuando no concuerdan con su teoría de la m inoría te rro rista .
Dice que el gobierno obrero es una consigna oportuni-sta y peligrosa.
¿Qué hace con la experiencia internacional, con la experiencia de la
revolución ru sa ? G racias a n u estra táctica hemos ganado 2a re ­
volución.
A hora, dos p alab ras acerca de la disciplina internacional. Leemos
en el periódico recién m encionado: “L a táctica fusionista de la In ­
ternacional carece de utilidad, y es necesario que nuestro P artid o
se oponga activa y resueltam ente a ella. ¡Ya hemos hablado b astan te
do disciplina! üuando la Internacional v a hacia la derecha, debemos
fo rm a r un a fracció n de izquierda. . Aquí no se tr a ta de" una fra c ­
ción de izquierda, sino sim plemente de ü n a fracción antioom unlsta.
Y a Jo vem os: al menos tenem os u n a tendencia hacia el t r anm a el i smo.
B ordiga y sus p a rtid a rio s son, en cierto sentido, excelentes revolu­
cionarios. Pero lo que hacen aquí sólo puede ten er m alas consecuen­
cias. Solemos sorprender en tre ellos palabras muy peligrosas,
p articu larm en te a propósito de la disciplina internacional,

TH AEl/M ANN (A lem ania). Em las tesis que presenta acerca de la


táctica de la Internacional, B ordiga no opone u n a táctica clara a la
de la In tern acional Com unista. Si se condena la táctica del E jecutivo,
o si se la reprueba en ta l o cual problem a, entonces es necesario
oponerlo o tra táctica, u n a que h ag a aparecer claram ente los puntos
litigiosos. El juicio sobre la tá c tic a del Ejecutivo, ta l como se lo
exp resa en las tesis de Bordíg-a, proporciona objetivam ente un apoyo
al ala derecha.
B ordiga no rechaza por principio el fre n te único, pero es de la
opinión de que h a b ría que hacer u n a diferencia en tre el fre n te
único económico y el fre n te único político. Quiere decir que en
Italia, en el campo sindical, tal vez se podría hacer el fre n te único
por abajo, pero no en el campo político. No podemos aceptar como
com unista esta doctrina sindicalista, ya que, si se está en favor del
fre n te único por abajo en los sindicatos, tam bién h a y que e sta r en
fav o r de él en política, visto el procesa de descomposición de los
partid o s socialdem ócratas y la necesidad de g a n a r a lap m asas p a ra
la revolución p ro letaria.
Cuando tomamos posición fre n te al problem a italiano y vimos que
Levi defendía a S errati, el P artid o alem án se alsó categóricam ente
contra éste, sosteniendo la escisión y la form ación de u n P artid o
Com unista. L a p ráctica dio la razón al P artid o alem án. Las m asas
revolucionarias de Ita lia se b a n agrupado en el p a rtid o Comunista.
Si se deja a las m asas obreras en los partid o s m axim .alistas o
socialistas, sin in te n ta r descomponer estos partid o s y gan arse a las
m asas p a ra la revolución p ro leta ria, se comete u n e rro r.
No b ay que re ch asa r la tác tic a -del p a ra sita je , como quiere B ordiga.
E n A lem ania hemos- adquirid© m ucha experiencia en este terreno.
E l p a rtid o Com unista se hizo fu e rte cuando se escindió el P artid o
Independiente y u n a g ra n p a rte -de sus m iem bros en tró en la Liga.
E sp artaco .
Con motivo del g ra n movimiento de los A rd iti del Popolo, en 1921,
el P artid a italiano se negó a aprovechar ese movimiento popular,
aunque Lenin se lo pidió expresam ente. Lenin ten ía razó n y B ordiga
estab a equivocado. E n algunas regiones de Ita lia 'hasta -se obligó
a los «.am aradas, a despecho de la prohibición del P artid o y a espaldas
de la dirección, a fo rm a r bloque con ese grupo, que a. decir verdad no
e ra sindical o social dem ócrata, «sino que esta b a com puesto por obreros,
artesan o s y com erciantes y era, por lo tan to , sem iburgués, pero que
com batía seriam ente co o tra el fascismo.
E n lo que ata ñ e a la consigna de gobierno obrero, B ordiga la
rechaza como consigna de agitación, ta l como se la h a 'definido en el
Congreso actual. E s -de la opinión de que esta consigna debilita a la
de la dictad u ra del proletariado. E n A lem ania hemos hecho 'una ex­
periencia b astan te triste de e sta consigna, Pero tenemos otros países
cap italistas en los que h a b rá de -desempeñar u n gran, papel como
consigna de agitación. E n el sentido que el Congreso M undial lo
asigna, p o d rá p re s ta r grandes servicios.
E n la conferencia de los secretarios federales, a fin es de m ayo de
1924, B ordiga expresó al fin al de su discurso que, si . el Quinto
Congreso de la Internacional no acepta su línea, él c re a rá una fra c ­
ción de izquierda, pese a la voluntad de la Internacional.
Cam aradas, debemos h ab lar .seriamente. E l cam arada B ordiga debo
decirnos con toda claridad y precisión por qué h a concebido esa idea y
de qué modo piensa llevarla a la práctica. Si el Ejecutivo se h a

265
visto con sum a frecuencia forzado a fo rm a r u n a fracción de izquierda
en u n a determ inada sección p a ra acentuar la lucha co n tra el opor­
tunism o y p a ra m a te ria liz a r las decisiones de un Congreso M undial,
ello h a sido una necesidad política y revolucionaria, y n ad a tiene
que v er con la form ación de una fracción de izquierda contra el
E jecutivo.
Debemos tam bién exam inar si es justo que un jefe de partido se
niegue a someterse, en sai voluntad de im pulsar adelante la revolución,
al Comité C entral y a acep tar un m andato parlam entario. U na ac­
tividad revolucionaria en el parlam ento burgués, sobre todo contra
Mussolini, es capaz de im pulsar adelante la revolución, como, bien
lo vimos en ocasión del atentado contra M atteotti. E n A lem ania los
com unistas lanzan su p ro g ram a a las m asas tam bién por esa vía y
realizan desde lo alto de la trib u n a p arlam en taria lo que el proleta­
riado revolucionario pide.
Tengo el encargo de declararos, en nombre de la delegación alem ana,
que aprobam os unánim em ente el proyecto de resolución de la comisión
y que desaprobam os las tesis del cam arada B ordiga. Opone la si­
guiente declaración al proyecto de resolución de la izquierda ita lia n a :
La delegación alem ana se alza contra la resolución presen tad a por
la izquierda italiana.
L a izquierda italia n a es incapaz de oponer a la táctica de la
In ternacional Com unista u n a nueva linea clara de táctica, Sti apre­
ciación de >la actividad del E jecutivo no corresponde a los hechos
y constituye objetivam ente un -apoyo a las concepciones presentadas
*por el a la derecha de la Internación al.
Aunque la izquierda italia n a se haya aproxim ado en su resolución
■a las concepciones de la Internacional (sobre todo en el problem a
de la táctica del fren te único) 3 quedan, no obstante, desviaciones de
las concepciones y las decisiones de la Internacional Com unista
míe merecen ser rechazadas.
E n el problem a del gobierno obrero y campesino, la izquierda
ita lia n a solicita rechazar e s ta consigna, aun coma consigna de agi­
tación, porque debilitaría la propaganda por la consigna de dictadura
<del proletariado. E ste peligTo no existe, y el Congreso declara
expresam ente que el gobierno obrero y campesino no es o tra cosa
q u e u n a consigna de agitación p o r la d ictad u ra soviética.
L a táctica de fusión con otras organizaciones com unistas, el
p a ra sita je de otros partidos y ]a aceptación de partidos sim p atizan ­
tes quedan rechazados so pretexto de que es u n a táctica únicam ente
aplicable en el período de creación de la Internacional. E n co n tra de
sem ejante afirm ación es preciso com probar que 12- in ternacional Co­

266
m unista todavía tiene que crear verdaderos partid o s bolcheviques en
una serie de países im portantes, de m uñera que la táctica propuesta
por la izquierda ita lia n a c o n tra rre sta los intereses de la Internacional
y del movimiento revolucionario. P articu larm e n te en lo que con­
cierne a Italia, pensamos, sin d e ja r de reconocer los grandes y he­
roicos actos del P artid o Comu-nista italiano, que un verdadero p a rtid o
de m asas com unista sólo se lo- podrá crear m ediante la fusión con los
p artid a rio s sinceros de la I I I Internacional que se cuentan en el
P artid o Socialista italiano, si el núcleo com unista sabe a se g u rar la
dirección del fu tu ro partido unificado.
L a delegación alem ana cree que el hecho de que la izquierda ita ­
lian a no quiera consentir en la resolución de la Comisión P olítica y
h ay a presentado su propia resolución constituye u n a fa lta política.
E s ta últim a resolución difiere de la resolución de la Comisión P olítica
en el hecho de esforzarse en rechazar la responsabilidad principal de
las desviaciones oportunistas que h a n cometido m uchas secciones
bajo la dirección de la derecha con respecto al IV Congreso y con
respecto al Ejecutivo, Eai la práctica, la izquierda italia n a defien­
de las concepciones profesadas -por el ala derecha de la In te rn a ­
cional.
Zinóviev mismo ha com probado que las decisiones del IV Congreso
contienen p asajes pocos claros. Pero es sostener a la derecha alem a­
n a p reten d er que ésta h ay a aplicado de una m an era ortodoxa las
decisión-es tá ctica s de la Internacional. Al contrario, la derecha h a
falseado el sentido revolucionario, com prensible p a r a todo «varxista,
de, la táctica y las decisiones de la Internacional.
L a delegación alem ana h a m anifestado en el Congreso la firm e
voluntad de todo 'el P artid o alem án de lu ch ar con toda su energía
contra las desviaciones oportunistas en el seno del P artid o alem án
y de la Internacional Comunista. Es de la opinión de que, incluso
con posterioridad al V 'Congreso M undial, no se su p erarán 'los peli­
g ro s ■oportunistas y de que toda la Internacional debe consolidarse,
exterm inando sin piedad todas las tendencias de derecha.
L a delegación alem ana invita a la izquierda ita lia n a a sostener
con toda su en ergía esta lucha llevada en común p o r el P artid o ruso,
el alemán, el francés y otros partidos. E sp era que -la izquierda ita lia n a
y, sobre todo, el cam arada B ordiga, de conform idad con su declaración,
en el plenario del Congreso, e jec u tará n no sólo form alm ente, sino
con plena convicción las decisiones del Congreso, no sabotearán la
fusión con los m axim alistas y aio con tin u arán negándose a p a rtic ip a r
en el tra b a jo del P artido en los centros dirigentes.

267
B órdiga da lectu ra a ¡una declaración, que en su stan cia dice:
B u jarin h a ‘b asado su discurso cu un artículo publicado en un
órgano oficial de nuestro P artid o que y a no está dirigido por la te n ­
dencia a la que represento. E se artículo sólo com prom ete la respon­
sabilidad de su au to r. No m e parece ta n g ra v e que u n sim ple obrero,
trn cam arada de nuestro P artid o , que acaso se encuentra en la extrem a
izquierda, diga cosas que no son ju stas. Lo que sí es m uy 'grave p a ra
el movimiento com unista es que todo un g ra n jefe, un m arx ista como
B u jarin , consagre u n a h o ra y m edia al artículo de un m ilitante cual­
quiera.
Por v a ria s p a rte s se h a dicho que la exposición de nuestro punto
de v ista acerca de la dirección general de la Internacional Com unista
no es b astan te clara. U n proyecto completo de tesis sobre la táctica
se rá presentado a la Comisión por la izquierda italian a. Pedimos
que se designe a un ca m a rad a nuestro, a m í p o r ejemplo, como co-in-
f arm ante. Así ten d ré la posibilidad de d esarro llar n u estra tesis y
los puntos que todavía no están claros.
Se acusa a la izquierda ita lia n a de hacerle el juego a la derecha.
Se afirm a que Rádek h a votado conmigo. No es cierto. H a habido dos
resoluciones, y Rádek no h a votado ■ninguna de la s dos. Sólo podía
v o ta r u n a resolución aún m ás a la derecha. E stáis entre nosotros y
Rádelc; p a ra d arle la mano a Rádek tendríam os que p a sa r sobre
vosotros.
Se contradice cuando por una p a rte se nos t r a t a de an tim arx istas,
de te rro rista s, de pequeños burgueses, de seudoanarquistas, y por
la o tra se nos llam a, en un giro decisivo de la historia, a to m ar la
dirección del movimiento proletario en Italia. E sta m anera de dis­
c u tir no me parece digna de u n a Internacional Comunista.

b t j j a r i N . Tengo que decir dos p alab ras. Si e l artículo de que hemos


tra ta d o no salió de l a plum a de B ordiga, no p o r ello d eja de ser
am síntom a del estado de ánim o que B ordiga h a hecho nacer en el
P artid o italiano.

BORDIGA. E l texto citado por B u ja rin no e s m ás que la versión, no


revisada por m í, de uno de m is discursos. Yo dije esto: Si en lo
fu tu ro la In ternacional se o rien ta ra hacia la derecha, entonces pro­
cu raríam o s co n stitu ir en la Internacional u n a fracción de izquierda.

Jíacchi declara que, en su condición de miembro de la delegación


francesa, en su condición de organizador de los em igrados italianos

268
actualm ente afiliados al P artid o fran cés, vota, p o r el proyecto de la
izquierda italian a.
E í Congreso p asa a la votación de la s resoluciones. L a resolución
de la Comisión es adoptada p o r casi todos los delegados, contra 8
votos y una sola abstención. (A plausos.)
G-eschke lee este teleg ram a; “L a comisión in te rp a rla m e n ta ria de los
diputados com unistas fran ceses y alem anes, re u n id a el 22 de junio
en Colonia p a ra p re p a ra r en común la acción sistem ática co n tra el
plan de los expertos, envía sus m ejores votos al Y Congreso. E n todos
los problem as la C onferencia h a adoptado p o r unanim idad decisiones
que ase g u rará n la movilización del p roletariado francés y alem án
co n tra la nueva ofensiva contrarrevolucionaria’'.

269
VIGESIMA SESION

en la saJa San Andrés de) Kremlin,


30 de junio de 1924

P residente: Smeral.
O rad o r: M anuilski.

Se da lectu ra a un intercam bio de cartas entre Kolarov y Trotski»


El Congreso tom a nota.

EL PROBLEMA N A C IO N A L Y COLONIAL

m a n u il s k i.No es la p rim era vez, que en nuestros congresos in te r­


nacionales se p lantea el problem a nacional. E n e l Segundo Congreso
ya habíam os trazado la línea de principio. ¿P or qué no in sistir en ella?
¿Acaso los acontecim ientos sobrevenidos desde entonces nos obligan a
re v isa r n u estras posiciones? De .ninguna m anera. L a ju steza de la
línea m arcad a p o r e l Segundo C ongreso h a sido confirm ada p o r todo
el ■curso de los acontecim ientos en E u ro p a y las colonias. E stos ú lti­
mos tiempos hemos asistido a im decidido increm ento del movimiento
nacional y revolucionario. L a huelga de los tejedores de Bornbay, que
duró varios meses y term inó en u n a carnicería, m uestra su amplitud.
Siempre en la India, tenemos u n a sublevación de los campesinos en
la provincia de N-akba. Se pueden c ita r m últiples hechos sem ejantes.
Por o tra p arte, en E uropa, en los E stados con fu e rtes m inorías
nacionales, observamos u n a exacerbación de los conflictos nacionales.
El tra ta d o de V ersalles y los tratad o s que siguieron a éste h an
balcanizado la E uropa central. E n lu g a r de los grandes im perios que
form aban unidades económicas y te rrito ria le s, ban constituido un
mosaico de nuevos E stados denom inados E stados Nacionales. Países
que h asta ahora nunca habían conocido la opresión nacional, como

270
Alem ania, hoy la conocen. Es uno ae los rasgos característicos de
la descomposición capitalista.
A ntes de la guerra, S ervia ten ía 3 millones de habitantes. E n
estos momentos, Y ugoslavia tiene 11.850.000, de los cuales 5 millones
son servios, o sea., el 42,4 por ciento; 2.800.000 son croatas, o sea,
el 23,7 por ciento; 950.000 son eslovenos, o sea, el 8 por ciento; más
o menos 750.000 son servio-croatas m usulm anes, o sea, el 6,3 por
ciento; 600.000 son macedonios, o sea, el 5 por ciento; 600.000 son
alemanes, o sea, el 5 por ciento; 500.000 son húngaros, o sea, el 4
p or ciento, y 650.000 son “diversos", o sea, el 5,6 por ciento. Es el
m ás perfecto tipo de E stado m ultinacional.
Checoslovaquia tiene 13 millones xk de h ab itan tes, de los cuales
el 44 por ciento, o sea. 6.000.000, son checos. Se h a anexado regio­
nes de in d u stria textil, m inera y del vidrio, cuya población, exclusi­
vam ente alem ana, es de 3.700.000 h ab itan tes; en otros térm inos,
los alem anes constituyen el 27,4 p o r ciento del E stado checo. Las
o tras nacionalidades son: 2 millones (14,8 por ciento) de eslovacos;
700.000 (5,9 por ciento) de h ú n g aro s; 400.000 (2,9 por ciento) de u c ra ­
nios de la R usia su b c a rp á tic a ; 360.000 (2,7 por ciento) de judíos; sin
co n tar un 1.9 p o r ciento de “diversos” .
Polonia, otro E stado construido por el tra ta d o de Ver salles, reúne
30 m illones de hab itantes. Loa polacos no son m ás de 15.800.000, es
decir, el 52,7 por ciento. El resto de la población, oprim ida por los
propietarios de bienes raíces y la burguesía polaca, está form ado por
ucranios (6.300.000: 21 por ciento), judíos (3.300.000: 11 por ciento),
rusos blancos (2.200.000: 7,3 por c ie n to ), alem an es (2.100.000: 7
p o r ciento) y nacionalidades diversas (300.000: 1 por ciento).
Además podemos c ita r a R um ania, donde las m inorías nacionales
form an casi la te rc e ra p a rte de la población (30 por ciento) ; Grecia,
donde sólo el 68,4 por ciento es población griega, y L ituania, donde
los lituanos no son m ás que el 70 por cím to.
¿Qué conclusión sacar de estas c iíra s? Que el problem a nacional
es agudo en E u ro pa central y que se necesita h ab er perdido el sen­
tido de la realidad p a ra negarlo.
Veamos ahora las colonias. E l ejemplo típico del esclavismo colonial
es In g late rra. M ientras que -la superficie de la m etrópoli es de
314.000 kilóm etros cuadrados, la de las colonias es de casi 40 millones,
o sea, 130 veces m ayor. G ran B re ta ñ a cuenta con 46 millones de
h ab itan tes; las colonias, con 429 m illones: por cada inglés hay
nueve esclavos coloniales.
¿Se puede rom per el im perialism o de In g la te rra sin poner en
movimiento a esa m asa colonial? E l im perialism o siem pre sab rá re­

271
p rim ir el movimiento obrero en In g la te rra , si el proletariado inglés
no es capaz de privarlo de la reserva hum ana que representan las
colonias.
L a situación os igual respecto de los dem ás países poseedores de
colonias, aunque «n m enor grado. F ran cia, que cuenta con 39 m illones
do franceses, tiene 54 m illones de súbditos. L a pequeña Bélgica, cuya
superficie expresada en m illones de kilómetros cuadrados es de 0,03,
ocupa u n a superficie colonial de 2,42. E l núm ero de belgas apenas
supera los 7 millones, m ien tras que la población colonial es de 17
millones y medio. H olanda tien e 49.5 millones de esclavos coloniales
p a ra 7 millones de h ab itan tes.
Echadle u n a m irad a al m ap a de preguerra, y ante vosotros se
alzará el estrem ecedor cuadro del so juzgam iento de la hum anidad. De
los 134 millones de kilóm etros cuadrados que componen los continentes,
90 millones son colonias. De los 1.750.000.000 de habitantes que hay
en el universo, 1.250.000.000 se h allan sojuzgados por el im perialism o.
No sólo no tenemos que re v isa r las decisiones del Segundo Congreso,
sino que, por el contrario, h a y que buscar los m ejores medios de
aplicarlas.
¿P or qué se plantea en el V Congreso el problem a nacional?
Hemos asentado el problem a nacional en el orden del día del Quinto
Congreso por tre s razones.
La p rim era es la de que en el Segundo Congreso, basándonos en- la
rica experiencia ru s a de Lenin y S talin, lanzam os la idea del fren te
único revolucionario e n tre el proletariado, los pueblos oprimidos y
las colonias. Pero no la concretam os. No era posible entonces, pues
no teníam os experiencia internacional acerca de los métodos de re a ­
lización de ese fre n te único. Después de cu atro años hem os acumulado
la experiencia necesaria y h a llegado el momento de condensarla.
L a segunda razón es la de que en varios países nuestros jóvenes
partid o s com unistas h an desatendido el fre n te único revolucionario
con las nacionalidades oprim idas y h an cometido no pocas faltas. A l
análisis de éstas dedicaré la segunda p a rte de m i inform e.
P or último, la te rc e ra razón es la de que con posterioridad al
Segundo Congreso se produjo u n acontecim iento del m ás alto alcance
político. Quiero h ab lar de la fundación de la Unión de las Repúblicas
Socialistas de 'los Soviets, que m u estra la solución que ¡puede ac ep tar
el problem a nacional bajo el régim en de la dictadura del proletariado
en un p aís agrícola con m últiples nacionalidades.
Insisto en estos tre s puntos.
Dos problem as se le p lanteaban al Segundo Congreso.
P rim ero : ¿en qué m edida puede el p roletariado u tiliza r el moví-

272
m iento nacional de los pueblos y las colonias que despiertan p a ra
cum plir con su m isión: lib erar a la hum anidad del yugo del im­
perialism o ?
Segundo: ¿en qué m edida serán los pueblos coloniales, apoyándose
en la ayuda efectiva del proletariado internacional, capaces de e v ita r
las fa ses del desarrollo ca p ita lista p a ra a r rib a r inm ediatam ente
a las fo rm as superiores de la economía socialista conquistadas por
el proletariado de los países 'con capitalism o adelantado? E ste pro­
blem a contenía en germ en la idea del fren te revolucionario, cuyos
detalles m aduraron en los posteriores congresos.
Gomo ya dije, no podíamos entonces f i j a r los métodos prácticos de
realización del fre n te único entre el proletariado y las colonias. Sólo
ah o ra podemos, g racias a la experiencia adquirida, fo rm u lar nuevos
problem as. Se dividen en cu a tro grupos.
1. N uestros p artidos en caran el problem a nacional, p o r desgracia,
con sum a timidez, y a menudo este déficit es causa de que escape
de n u e stra s m anos la dirección del movimiento em ancipador, que
pasa a los elementos nativos nacionalistas.
E n este punto h ay que relacionar el problem a de n u estras relaciones
ton los diversos comités nacionales o insurreccionales. E l yugo im­
p erialista, que después de la g u e rra h a alcanzado su punto culm inante,
favorece el desarrollo de este tipo de organizaciones. E l Comité nía-
cedonio do Theodore A lexandrov es un ejemplo al respecto.
2. E l Cercano O riente. E n el Segundo Congreso fijam os la actitud
do los jóvenes p artidos com unistas p a ra con el movimiento de em an­
cipación nacional de la burguesía que sube al poder. Pero desde enton­
ces la situación h a cambiado en dos países de O riente: necesitam os
d eterm inar n u e stra actitud p a r a con u n a bu rg u esía que ya, ha llegado
al poder. E n T u rquía, después de v a ria s g u e rra s revolucionarias y
liberadoras llevadas por Kemal B a já co n tra los ejércitos extranjeros,
la joven, b u rg u esía h a sido llevada al poder por u n movimiento po­
p ular, E n E gipto lo h a resuelto todo el gobierno inglés m ediante
u na “refo rm a p o r a r r ib a ” : el regreso del d estierro de Zaglul B a já y
la devolución del poder a sus m anos. Son dos procesos diferentes, pe­
ro sus consecuencias sociales y políticas son análogas. E n ambos casos
ha triu n fad o la b u rguesía nativa. No obstante, en u n a situación ta n
clara como e sta nuestros cam aradas tu rco s h an cometido graves
erro res de táctica. P o r ejem plo, su órgano, A id yn e L y k , recomendó
sostener el c a p ita l nacional co n tra el cap ital extranjero; Observamos
la m ism a tendencia que existía en R usia con motivo del m arxism o
legal de S truve, que invitaba a la clase o b re ra a sostener el cap italis­

273
mo ruso. Como los stru v istas rusos, los cam aradas turcos confunden
el desarrollo de las fuerzas de producción con el desarrollo del capital.
De cualquier modo, debemos elaborar directivas que preserven a
nuestros jóvenes partid o s de la reiteración de estos errores.
3. Se h a puesto en discusión en la prensa com unista, especialmente
en A lem ania y los Balcanes, el principio de la libre disposición de
los pueblos b a sta la separación, principio adm itido por el Segundo
Congreso.
Nosotros hemos resuelto este problem a; todavía no está claro p a ra
muchos cam aradas europeos. E n nuestro Octavo Congreso ruso algu­
nos cam aradas estim aban que el único portador del derecho a la
separación en la época ca p ita lista es el proletariado del país in tere­
sado; otras —-la extrem a izquierda— afirm a b an incluso que los pro­
blem as de libre disposición y separación no eran de com petencia de
tal o cual proletariado inspirado por sus intereses nacionales, sino
que se los debía norm ar con arreglo al interés de la lucha p ro leta ria
en su conjunto, y que el p o rtad o r de ese derecho e ra la Internacional
Com unista. Y a veis, cam aradas, a qué absurdidades habíam os llegado.
V arios años de to rm en ta han pasado desde entonces; p a ra el P artid o
ruso el problem a ha quedado definitivam ente resuelto. B asta en cada
caso con som eter a un exam en atento la coyuntura histórica en la
que se orig in a la libre disposición de cada ' nación. Tomemos dos
ejemplos concretos.
L a ocupación del R uhr planteó el problem a nacional ante el P a r­
tido Comunista. E n p rim er térm ino se puso de m anifiesto, pese a todo,
una tendencia dispuesta a negarlo. E sta tendencia, evidentem ente
falsa, se isp iraba en la s teorías de R osa Luxem burg. P or o tra p a rte
apareció en Jnternationale una serie de artículos de Thalheim er que
caían en el e rro r contrario: Thalheim er olvidaba que A lem ania tiene
un proletariado industrial desarrollado y se encuentara en la fase
d e tran sició n del capitalism o al socialismo. La línea táctica que le
traz ab a al P artido parecía ig n o rar los antagonism os de clases, como
sí A lem ania hubiera regresado, g racias a la ocupación del R uhr, a
u n estado económico y social ta n prim itivo como el de M arruecos.
Un e rro r aún m ás grave es el del alem án Borís. E ste au to r, con­
traria m en te a Thalheim er, señala al proletariado como po rtad o r del
derecho de libre disposición en las colonias y condiciona su derecho
a la se p a ra c ió n ... ¡a la form ación de repúblicas soviéticas!
E s el problem a de la posibilidad de la “separación” bajo el
régim en im p erialista dentro del marco del Estado burgués. Lenin
oponía en otro tiem po a los adversarios rusos del derecho a la
separación el ejemplo de N oruega. E n cambio, sí exam inam os aten­

274
tara en te la actitu d de nuestros cam arad as de los Bal-canes, debemos
reconocer que es negativa.
Hacen depender el derecho a la separación de la form ación de u n a
F ederación B alcánica de Repúblicas Soviéticas. ¿Qué significa esta
condición? Los B alcanes son el nudo de la política im p erialista de
las grandes potencias europeas. A g u a rd a r la instauración del gobierno
obrero y campesino en los Balcanes, esa c ita de todos los im perialism os,
sería a g u a rd a r la victoria del proletariado internacional, se ría aplazar
mucho tiem po un problem a de la m ás inm ediata actualidad. E stá
fu e ra de duda que la burguesía es incapaz de resolver el problem a n a­
cional, Pero esto no quiere decir que debamos d iferir h a sta la victoria
de la revolución social el ejercicio por p a rte de los pueblos oprimidos
de su derecho a la separación.
4, Los irredentism os, y a entre E stado obrero y cam pesino y E stado
burgués, y a en tre dos E stados burgueses. E l problem a adquiere ac­
tualm ente una acuidad p a rtic u la r debido a que el rep arto del mundo
después de la g u erra ha desm em brado las naciones y los Estados.
U n p rim er grupo de irredentism os in teresa a la Unión Soviética y
los E stados lim ítrofes. E n su Segundo Congreso el P artido polaco
decidió apoyar a los ucranianos y los rusos blancos anexados a
Polonia que luchan por re in te g rarse a la URSS. Observamos u n a
actitu d análoga en tre los com unistas de E stonia, de la R usia su-bcar-
pática, etcétera. Pero tam bién tenem os una actitud com pletam ente
opuesta. P or ejemplo, la Conferencia checoslovaca realizad a en 192.1.
en Reichenberg (los com unistas todavía se hallaban en el seno del
P a rtid o so c ia lista e n calid ad de oposición) decidió, al e x a m in a r el
problem a del irredentism o revolucionario, que en caso de revolución
p ro leta ria victoriosa en A lem ania los 3 millones y medio de a l e m a n e s
anexados a Checoslovaquia no debían sep a rarse del E stado checoslo­
vaco. Tom aba tal decisión por los intereses de la revolución proletaria
en Checoslovaquia.
Si nuestros p artidos están dispuestos a reconocer como legítim o
el irredentism o revolucionario, entonces niegan el irredentism o entre
E stados burgueses. P or ejemplo, las tesis sobre el problem a nacional
adoptadas por el Segundo Congreso del P artido Com unista polaco no
dicen un a sola p a la b ra del derecho a la separación d.e millones de
alem anes anexados a Polonia. De igual modo el P artid o checoslo­
vaco.
El P artid o rum ano se h a pronunciado en fa v o r de ia formación' de
u n a República T ransilvánica Independiente, oponiéndose a las aspi­
raciones de la población h ú n g a ra de T ransilvanía, que tiende hacía
H u n g ría. E s ta posición expresa el tem or de que el derecho a la libre

275.
disposición se convierta objetivam ente en un sostén de los gobiernos
ca p italistas extranjeros.
Y a véis lo complicado que es el problem a nacional y cuánta flexi­
bilidad revolucionaria deben m o stra r nuestros partidos p a ra concretar
el derecho a la libre disposición.

E rrores de los partidos en el 'problema nacional

Los erro res cometidos se pueden reducir a algunos tipos esenciales


m uy característicos de supervivencias socialdem ócratas.
E l punto de v ista de ciertos cam aradas yugoslavos, en tre ellos
Sima M arkovich y Miloikovích, actualm ente en, la cárcel, se relacionan
con el prim er tipo. Según ellos, el problem a nacional en Y ugoslavia
es un a invención burguesa. S aber si los servios, los cro atas y los
eslovenos fo rm an tre s nacionalidades o u n a sola no presen ta m ás
que un interés teórico y en n ad a puede in flu ir sobre la política del
P artid o . Miloikovích va m ás lejos. A firm a que en Y ugoslavia no'
existen cabalm ente nacionalidades, 'Sino ta n sólo diferencias lin g ü ísti­
cas, y que todo se reduce a u n a revisión de la Constitución. E l proble­
m a macedónico sólo se lo puede resolver, según M arkovich, p o r el
triu n fo del proletariado europeo sobre la burguesía. L a consecuencia
p rá ctica que se desprende de ello para, el P artid o es la pasividad.
L a posición de nuestros cam arad as griegos en el problem a m a­
cedónico tiene que v er con la m ism a categoría de errores. H ace algu­
nos meses el Comité Ejecutivo de la Federación Com unista de los
B alcanes, previendo <un conflicto arm ado en los Balcanes, lanzó u n
m anifiesto por el que in v itab a al proletariado a reclam ar la inde­
pendencia de M acedonia. E l P artid o C om unista griego no ha publicado
ese m anifiesto. H a sta ha protestado contra él.
E l segundo tipo de erro res se explica por supervivencias socxal-
im perialistas. L a escuela au stría c a -se situó du ran te la g u e rra en la
p latafo rm a del m antenim iento de la integridad del te rrito rio a u stría ­
co. La escuela social-im perialista de ‘Gunow, Lepcha, etcétera, considera
un 'Estado cuyas fuerza® de producción desborden las fro n teras.
E ste punto de v ista se aproxim a al de un célebre social-colonizador
holandés.* Van Ifol, quien preconizaba en uno de los congresos de la
II Internacional una política colonial al uso de los partidas socialis­
ta s. A hora bien, por tris te que resulte decirlo, halla cierto eco entre
algunos miembros inconsecuentes de nuestros partid o s. H ace un
año la Internacional Com unista convocó a los esclavos de la s colo­
n ias a la sublevación contra sus opresores. L a sección del P artid o
C om unista fran cés de Sidi-bel-Abbes, A rgelia, votó u n a resolución
condenan-do ese llam am iento a hom bres de -otra raza, explotados por
el im perialism o francés. P regunto a los cam aradas franceses en qué
documentos h an proclam ado el derecho de separación de las colonias.

SELLIEB. E n el p ro g ram a -del P artid o .

Ma n u i l s k i ,H ay actualm ente en F ra n c ia 800.000 indígenas. P reg u n ­


to qué habéis hecho p a ra organizarlos, p a ra fo rm a r entre ellos cuadros
de agitadores revolucionarios p a r a las colonias. E l ejército fran cés
cuenta con 250.000 negros. ¿Creéis que se puede hacer la revolución
si m añ an a esos 250.000 están contra vosotros del otro lado de la b a­
rric ad a? ¿P odrá v u estra clase obrera g a n a r una sola huelga si la
bu rg u esía dispone de reservas neg ras, a las que puede lan zar en
cualquier momento co n tra ella? ¿H abéis hecho p ro p ag an d a an tim ilita­
ris ta entre los soldados ¡negros?
De las banca,s francesas: ¡Sí, sí!
No, no tengo conocimiento de ningún documento serio. Voy a citaros
un hecho que es insignificante, pero característico. D u ran te el Con­
greso de L-yon la Internacional C om unista había -dirigido un llam a­
m iento a los obreros franceses y a los pueblos coloniales. L a redacción
de L ’H wm anité, al publicarlo, suprim ió intencional m ente las p alab ras
iCa los pueblos coloniales”, ¿Es posible con sem ejante m entalidad hacer
pro p ag an d a enérgica en tre los indígenas? Deseo que el P artid o fr a n ­
cés regrese, p o r lo menos en este asunto, a las tradiciones jau re sista s.
M uchas cosas nos separan, en la p rá ctica y la teoría, del difunto
jefe del P artid o Socialista francés. Pero su voz se levantaba siem pre
resueltam ente co n tra las av en tu ras coloniales. A cordaos de su v a­
lien te cam p añ a co n tra la av entura m arroquí. J a u r é s no estab a en
fa v o r de la separación de las colonias, pero sab ía a tra e r la atención
del país sobre el problem a colonial.
Voy a citaros otro hecho, este ya m ás reciente. E n las últim as
elecciones, de siete candidatos designados en. las colonias no había
uno sólo que fu e ra indígena. ¿P or qué no habéis podido h a lla r como
candidatos nad a m ás que rep resen tan tes de la raza dom inante?
N uestros cam aradas ingleses han, perm anecido a ú n m ás pasivos.
E llos son los m ás afectados por el prejuicio colonial. M arx escribió
u n a vez que el obrero inglés nunca será libre m ien tras tam poco lo
sea Irlan d a. H abía comprendido perfectam ente que el proletariado
inglés jam ás rom perá el poderoso organism o del Im perio B ritánico
m ien tras no se sienta sostenido por los pueblos sojuzgados. E sta s
p a la b ra s fu ero n dichas hace ya mucho, cuando el Im perio B ritánico

277
no e ra aún la m ayor potencia del mundo, -una potencia que ocupa
poco menos de la te rc e ra p a rte del globo. En ninguno de los muchos,
documentos que hemos tenido que exam inar hemos encontrado u n a
sola p alab ra por la que el P artido inglés se declare resueltam ente en.
favor de la independencia de las colonias. Otro tan to se puede decir
en lo que respecta a Irla n d a, A hora que el gobierno obrero de Mac
Donald está en el poder no habéis sabido aprovechar la m enor ocasión.
p a ra p resen tar el problem a ante la opinión proletaria. L a opresión
en las colonias inglesas continúa. Lord Reading, el célebre verdug'o
de la India, sigue en su puesto. Os estam os m uy reconocidos por haber
g ritad o en el momento de las intervenciones co n tra la revolución ru s a :
“ ¡No toquéis la R usia de los Soviets!” . L a Internacional Comunista,
os fe lic itará mucho m ás el día en que gritéis con todo vuestro v alo r:
“ ¡D ejad las colonias I”.
El tercer tipo de erro re s se vincula a las teorías de Rosa Luxem burg,
a lo que se p odría lla m a r el nihilismo nacional: bajo el régim en del
imperialism o, todo movimiento nacional está condenado a ser explotado
por las potencias im perialistas. Los partidos proletarios deben, p or
tanto, rechazar com pletam ente de su program a la autodeterm inación de
los pueblos. E sta teo ría es la expresión de la infancia del movimiento'
obrero, cuando la tom a del poder e ra aún un lejano sueño.
Únicamente el bolchevismo len in ista h a planteado el problem a de la.
toma del poder como un problem a de actualidad, y ha sabido relacio­
n a r a él los intereses de los millones de hombres que dentro de la
escala social constituyen los peldaños medios y cuya conducción h a b rá
de ser tan im portante p a r a el triu n fo de la revolución p ro letaria.
B asta tom ar algunas resoluciones tácticas de nuestros partidos euro­
peos p a ra ad v ertir que todavía no nos hemos desembarazado por com­
pleto de la influencia de Rosa Luxemburg-. Ya os he mencionado a
■los cam aradas yugoslavos, que subordinan la libre disposición de los
pueblos a la v ictoria del proletariado en los Balcanes y toda E uropa.
L a actitud de algunos cam aradas alem anes re fle ja aún con m ayor
claridad la influencia de Rosa Luxem burg.
Pasemos ahora al cu a rto tipo de erro res: los de los. cam aradas
turcos de A id ine I/yk, que están, en rigor, en favor de la colabora­
ción del proletariado con la burguesía. E s ta posición n ad a nuevo tie ­
ne en sí. Aquellos que recuerden la actitu d de los socialdem ócratas
ucranios y los socialistas polacos de la an tig u a A ustria verán que
es u n a posición que tiene su origen en la ideología sociabpatriota de
la I I Internacional.

278
La Unión de las Repúblicas Socialistas de los Soviets:
solución del problema nacional

Paso ahora a m i últim a p a rte : la U nión de las Repúblicas Socialis­


ta s de los Soviets, form ada en el intervalo e n tre el C uarto y el Quin­
to Congreso. Sabéis que desde el punto de vista nacional R usia es
aun m ás compleja que el antiguo Im perio A ustro-H úngaro. A ustria-
H u n g ría no te n ía m ás que once nacionalidades; R usia tiene m ás de
un centenar, gran des y pequeñas, disem inadas en el inmenso te rr i­
torio del antiguo im perio de los zares. Resolver el problem a nacional
en tales condiciones era en extrem o difícil. N u estra solución debe ser­
v ir de lección a todos nuestros cam aradas del ex tran jero .
O tra dificultad consistía en el hecho de que el proletariado era,
sobre todo, ruso, m ien tras que la m asa cam pesina era en g ra n p a rte
de d iferen tes nacionalidades. L a URSS tiene m ás o menos 6 9 millo­
nes de rusos y 6-5 millones de h ab itan tes de o tras nacionalidades.
N uestro prim er objetivo fue establecer el nexo en tre los 3 millones
de proletarios rusos y la g ra n m asa cam pesina heterogénea.
P o r último, aquella m asa heterogénea se h allaba en diferentes g r a ­
dos de desarrollo económico. Tenemos por u n a p a rte grandes centros
industriales, y por la o tra 10 millones de nóm adas. No era suficiente
proclam ar la igualdad form al de los pueblos. Eso no h ab ría tenido
m ás resultados prácticos que la proclam ación de la igualdad por la
Revolución F ran cesa. Queremos una igualdad económica efectiva, úni­
ca g a ra n tía del desarrollo norm al de los pueblos que fo rm an p a rte de
n u e stra República O brera y Cam pesina. E r a u n a ta re a que debíamos
resolver con n u estra s propias fu erzas y con m uy lim itados recursos
económicos.
L enin h a dicho que R usia es, por su situación geográfica, un puente
n a tu ra l en tre A sía y E uropa. Justo. N u e stra revolución posee una
doble fisonom ía. H a actuado sobre el p ro letariad o europeo, al que ha
devuelto la confianza en sí mismo y hecho entrever la posibilidad de
apoderarse del poder. Pero su influencia no h a sido m enor sobre los
pueblos de Oriente. Después de la revolución de 1904-1905, K autsky
h abía predicho que la revolución ru sa d esp e rtaría a los pueblos de
O rien te a la vida nacional. E s ta profecía se h a verificado. Después
de la Revolución de Octubre, la R usia soviética se ha convertido en
el punto de atracción de todos los pueblos de O riente. Ello obliga al
P artid o C om unista y al p roletariado ruso a ju s tific a r las esperanzas
de los pueblos orientales. Rodeados de E stados capitalistas, jam ás
habríam os logrado m antener la independencia de las R epúblicas So­
viéticas si no hubiéram os form ado en tre los pueblos oprimidos y el

279
proletariado ruso nn fren te único, que va desde el Báltico h a s ta las-
lejanas llan u ras del Asia. E l renegado P aul Levi puede iro n iza r
cuanto le plazca acerca del comunismo b asb k ir y calmucos. De ese mo­
do no hace m ás que poner de m anifiesto sus instintos colonizadores».
G racias a dos métodos hemos logrado llevar a cabo la unión f r a ­
te rn a l de n u estra s nacionalidades.
A nte todo hemos reconocido sin reservas el derecho de cada pueblo^
a disponer de sí mismo y h asta a sep ararse bajo el régim en soviético.
L a proclam ación de este principio nos h a perm itido p aralizar el n a ­
cionalismo de los pueblos en. otro tiem po oprimidos p o r el zarismo jr
debilitar, con ello, la influencia de los p artid o s pequeñoburgueses^
que se aprovechaban de los odios nacionales p a ra sem brar la des­
confianza.
U n notable artículo de n u e stra C onstitución le perm ite a toda n a ­
cionalidad adherida a la u r s s , salir de ésta en cualquier momento.
E ste derecho no se halla lim itado por nin g u n a form alidad; se realiza,
m ediante un acto unilateral del miembro adherente. Desde luego, los
profesores de derecho constitucional burgueses no com prenden n ad a
de esto. E n un estudio sobre la índole ju ríd ica de n u estra Unión obre­
ra y campesina, M iliúkov dice que nuestro E stado no es u n a persona,
ju ríd ica, teniendo en cuenta la fa lta de todo elemento de coerción, y
que, por consiguiente, no puede tom ar compromiso internacional al­
guno. Miliúkov pensaba que su análisis jurídico cau saría sensación
en tre los E stados burgueses e im pediría el reconocimiento de la ukss.
Pues bien, cam arad as: ju stam en te esa fa lta de toda coerción haee
tan fu e rte n u estra influencia m oral sobre los pueblos adheridos a la
URSS.
Seguidam ente, hemos mancornomizado los principales elementos de
n u estra s riquezas y nuestros recursos naturales, propiedad com ún
que pertenece ahora a todos ¡los pueblos d e la URSS. La teoría bur­
guesa h a adaptado la concepción de propiedad p riv ad a al E stad o
moderno. Según el derecho burgués, todas las riquezas son propiedad
de la .población que vive de ellas. R esulta n a tu ra l que en tales condi­
ciones los problem as de vías m arítim as, puertos, fro n te ra s y aduanas
adquieran u n a im portancia decisiva y se conviertan en la fu en te d e
conflictos arm ados. La Unión Soviética h a creado u n a nueva teo ría :
según ésta, el problem a de las fro n te ra s sólo tiene una im portancia
accesoria. E n n u e stra Unión Soviética, el hab itan te de M urm ansk
•tiene los mismos derechos sobre los pu erto s del M ar N egro o l a
cuenca del Dónetz que el campesino de P ó ltav a y el m inero del D6-
netz, y los h ab itan tes de Odesa y el Dónetz tienen los mismos dere­
chos sobre las m inas de oro de Siberia que el campesino siberiano y

280
«1 nóm ada -del T urkestán. L as fro n te ra s en tre los E stados adheridos
-a la URSS sólo tienen u n a im portancia ad m in istrativ a y no pueden
ser objeto del m enor conflicto.
L a form ación de n u estra U nión Soviética puede ser un poderoso
medio de p ropaganda p a ra nuestros partid o s europeos; l<?s perm ite
oponer la solución soviética del problem a al método burgués. P o t eso
n u estra p ráctica debe ser objeto de atención de todo el proletariado
europeo. Con esta observación general he de te rm in a r. Pienso que la
Comisión Nacional del Quinto Cong-reso to m a rá decisiones que nos
p erm itirán estim u lar el movimiento nacional en los diferentes países
y darle fo rm as revolucionarias. E l tiem po de las declaraciones gene­
ra le s h a pasado. A hora se necesita u n a positiva acción revoluciona­
ria en las colonias y en tre las m inorías nacionales. Si lo logram os, ya
tendrem os la m itad de las probabilidades p a ra el éxito de la Revolu­
ción m undial, p a ra la causa a la que servim os y que la Internacional
Com unista defiende. (Aplausos,)

i
281
VIGESIMO PRIMERA SESÍON

en la sala San Andrés del Kremlin,


1? de julio de 1924

P residente: Geschke.
O radores: Roy, K atayam a, Boshkovich, Kreibich, Ternik, Jackson y
Guilbeaux.

EL PROBLEMA NACIONAL Y COLONIAL ( c o n t in u a c ió n )

HOY (In d ia ). Ya no es necesaria h ab lar d e la im portancia del proble­


m a colonial. Su im portancia ha pasado a s e r , por así decir, uri axioma,
de la Internacional Com unista y sus secciones. A ntes de re p a s a r el
movimiento revolucionario de los países coloniales y semicoloniales
después del últim o Congreso, hay que recordar las tesis votadas por
el Segundo Congreso, pues únicam ente gracias a ellas com prendere­
mos la significación de las acontecim ientos pasados y del movimiento
actual.
Debo ante todo com probar que la resolución sobre el inform e del
E jecutivo contiene u n a cláusula que no corresponde a las tesis adop­
tad as por el Segundo Congreso.
L a resolución dice que, a fin de g a n a r a los pueblos coloniales y
semicoloniales, debe haber “u n desarrollo de las relaciones directas
del E jecutivo con los m ovimientos de emancipación nacional1’. E s
cierto que siem pre debemos ten er relaciones con esos movimientos
nacionales, pero u n movimiento que h ay a podido tener una significa­
ción revolucionaria en 1920 ya no tiene el mismo valor en 1924. Cla­
ses que hayan podido ser las aliadas del proletariado revolucionario
en 1920 no lo serán en 1924, E se es el peligro de una fórm ula rígida,
y esa es la causa de n u estra im potencia. Si deseamos m ejorar las c g -
sas, debemos rectificar este e rro r fundam ental. L a tesis del Segundo
Congreso nos m uestra el camino, al destacar la im portancia de un

282
movimiento de clase: “Debemos d ar en la m ayor m edida posible un
c a rá c te r revolucionario al movimiento campesino, organizar a los
campesinos y a todos los explotados en Soviets y realizar así la -unión
m ás estrecha en tre el p roletariado com unista de E u ro p a occidental y
el movimiento revolucionario de Oriente, así como de los países colo­
niales y sojuzgados5'.
Debemos, pues, ten er relaciones directas con las m asas y no con
los “m ovimientos de em ancipación nacional” . Éstos abarcan todo
tipo de clases y fines.
¿Qué resultados prácticos han arrojado b a s ta ahora n u estras la la ­
ciones con el movimiento de liberación nacional? N inguno. E n efecto,
■podemos dividir los países coloniales en tre s grupos: 1) los países en
lo s que la fo rm a dom inante es aún el feudalism o; 2) los países
semicoloniales que se aproxim an a un E stado nacional, pero que se
h allan fin an c iera y m ilitarm ente dominados por países im perialis­
ta s ; 3) las colonias puras, com pletam ente dom inadas por el im pe­
rialism o.
E l prim er grupo no desempeña por el momento un g ra n papel,
porque aunque h ay a allí frecuentes revueltas, éstas son desorganiza­
das y a menudo están dirigidas por reaccionarios, traidores, etcétera.
R esulta difícil darles una orientación revolucionaria, pero h ab ría que
reconocerlos como aliados y sostenerlos con algo m ás que con reso­
luciones.
E n el segundo grupo están P ersia, China, etcétera. E s igualm ente
difícil encontrar un carácter político uniform e entre las diferentes
elases sociales. Pero esta es u n a razón m ás p a ra observar con sumo
cuidado los hechos y no com prom eterse en fórm ulas.
A ntes de co n tin u ar es preciso a c la ra r u n a m ala comprensión. No
es exacto que yo sostenga la autodeterm inación p a ra las m asas t r a ­
bajad o ras solam ente y no p a ra las nacionalidades. E l derecho de las
naciones oprim idas a disponer de sí m ism as debe ser defendido, pero
debemos en co n trar los medios de m ateria liz ar ese derecho. No es el
proletariado solo quien tiene el derecho de disponer de sí mismo. Lo
tienen por igual to das las clases. Pero debemos an alizar las condicio­
nes sociales a fin de com prender qué clase desempeña el m ayor papel
en la lucha p o r la m aterialización del derecho, y debemos buscar un
contacto directo con esa clase,
M anuilsld h a dicho que el año pasado se reanim ó de m anera sen­
sible el movimiento nacionalista en la s Indias británicas. E n 1920 y
1921, el movimiento nacionalista, dirigido por líderes burgueses y
pequeñoburgueses, había efectivam ente provocado te rro r entre los
im p erialistas británicos. Pero ese período ya h a pasado. S ería erró ­

283
neo pretender lo co n trario o considerar la huelga de Bombay como
u n a p ru eb a del poderío del movimiento nacionalista,
¿Qüé h a sido la huelga de Bombay? E n u n país com pletam ente dis­
tinto se la h a b ría considerado como de p rim era im portancia revolu­
cionaría; pero como h a ocurrido en un país colonial, nadie sabe n ad a
de ella. D urante tre s meses 150,000 hom bres y 30.000 m ujeres h an
hecho huelga co n tra el im perialism o cap italista indio y británico.
.Fue un movimiento verdaderam ente revolucionario, y nada tiene
que ver con el movimiento nacional. Tuvo su origen en el conflicto
entre los interese® c a p ita lista s indios y británicos en la in d u stria tex­
til. D u ran te Ja g-uerra, y después de ella, los trab a jad o res habían
obtenido un-os pequeños aum entos de salarios bajo la presión del go­
bierno, que quería paz. Cuando los em presarios in ten taro n a rreb a­
ta rle s a la s m asas esas conquistas, los obreros se negaron a acep tar
sus condiciones. Los jefes nacionalistas —pequen aburgueses y hum a­
n itario s, radicales y fabianos, que dirigen siem pre los sindicatos—
fueron a aconsejarles que acep taran los salarios de ham bre que se
les ofrecía y ello en nom bre del interés nacional. Si los obreros no
aceptan la q u ita, el algodón de L ancashire podría e n tra r y venderse
m ás b arato que el algodón i n d io ... P or p rim era vez en la h isto ria,
los obreros indios rechazaron a sus líderes y entablaron la lucha.
Los obreros en tra ro n en la lucha sin sus jefes, Se am etralló a la
gente en todas p a rte s donde hubo la menor alteración. E l lock-out
afectó a 83 molinos. Hubo u n -gran núm ero de casos de m uerte
por inanición, y cuando p o r fin se oi'ganizó un com ité de socorro, el
congreso nacional se negó a concederle subvenciones, ¡E sa es la re­
crudescencia del nacionalism o!
M anuilski h a hablado tam bién de la lucha de los campesinos. L a
lucha del cam pesinado es u n a lucha de clase de los campesinos explo­
tados co n tra los terraten ien tes indios, y prosigue de modo paralelo
a la lucha de los obreros de las ciudades contra los capitalistas in ­
dios. E n 1920 y 1921, por el contrario, los campesinos y los propie­
ta rio s súblevado-s e ra n dirigidos por los burgueses y los pequeños
burgueses, que no com prendían la significación de las fuerzas revolu­
cionarias a las que llam aban a la acción. E l movimiento nacionalista
se h alla hoy dividido por la lucha de clases. ¿Con qué clase debemos
ten er nuestro “ contacto directo” ?
Los pequenoburgueses signen encadenados, por su ideología, al
feudalism o y a la g ra n propiedad, y se h allan separados de las m asas;
pero si organizam os a los campesinos y a los obreros, tom arán en sus
manos a los pequeñoburgueses, que en estos momentos están dispues­
tos a c e rra r compromisos con el im perialism o por la paz y el dinero*

284
Si descubren que luchando m ás te n d rá n el apoyo de las m asas, enton­
ces se sen tirán fortalecidos y se inclinarán menos a los compromisos.
E n cuanto a la burguesía nacional, ésta sostiene al im perio y h a sta
h a pedido que el ejército y las relaciones exteriores perm anezcan bajo
el gobierno británico. E l indio burgués sabe que el descontento de
las m asas es un descontento económico y no nacionalista, y quiere
que se lo p ro teja co n tra los explotados. E l capitalism o indio se a rro ­
j a en los brazos del im perialism o británico.
E n Egipto, asimismo, Zaglul h a empleado m ás frases revoluciona­
ria s que cualquier otro. E l pueblo egipcio lo b a aceptado como líder.
P ero Zag-lu] h a tom ado el poder explotando el movimiento nacionalis­
ta de las m asas, y las explota cad a vez m ás. Todo el Comité C entral
del P a rtid o C om unista de E gipto está en la cárcel, terriblem ente
mal trata d o . Yernos, pues, que un gobierno nacionalista puede e s ta r
en el poder sin que se realice ninguna liberación nacional. L a em an­
cipación nacional sólo po d rá llevarse a cabo cuando el im perialism o
h ay a sido vencido, y el p roletariado egipcio, p o r m uy joven e inex­
p erto que sea, debe d irig ir al campesinado hacia ese fin. Los comu­
n istas deben an im ar a los burgueses y a los pequeñoburgueses a
■combatir el im perialism o y p lan tea rse reivm*dicacion.es cada vez m a­
yores, pero sin ningún ■compromiso.

jcatayama, Lenin dio un nuevo sentido al problema nacional. L a II


Internacional no e ra más que un instrum ento del im perialism o. La In ­
ternacional Com unista sabe que sin la caída del im perialism o la revo-
lució m undial es imposible y que la lucha de las colonias y Las semicolo-
nias no puede ser sep arad a de la lucha del proletariado de los países
im perialistas.
H ay diferentes tipos de m ovimientos nacionales, según el régim en in­
terno del país, y la ta re a de la Internacional C om unista consiste en
fo rm u lar la táctica co rrecta con respecto a cada uno de ellos. “ E l go­
bierno obrero y cam pesino” es la consigna m ás im portante p a ra el
movimiento nacional proletario.
J ap ó n es de sum a im portancia p a ra la revolución oriental, porque es
el único país c a p ita lista e im perialista de Oriente. L a g'uerra y el
terrem oto h an comprometido seriam ente el prestigio internacional de
Jap ó n , ta l cual se pone de m anifiesto a trav é s de la ley de inm igración
norteam ericana, recién prom ulgada, y Jap ó n comienza a volverse hacia
la R u sia soviética y China p a ra com batir al im perialism o occidental.
E l P artid o Com unista japonés tiene u n a im p o rtan te ta r e a : de él de­
pende la su erte de la revolución de todo Oriente. Ve crecer su influen­
cia y h a anudado relaciones con el movimiento coreano y chino.

285
E l W orkers P a rty de E stados Unidos debe e n tra r en relaciones con
•el movimiento nacional que crece en las F ilipinas.

BOSHKOVICII. Y ugoslavia, que reúne a los servios, l o s croatas y los es­


lovenos, ha surgido como consecuencia del derrum be m ilitar de Alem a­
n ia y A u stria. Su bu rg u esía afirm ab a todavía en 1917 y 1918 que los
servios y los croatas no constituyen m ás que una sola nación. T ras
el fracaso de la ofensiva ru sa contra Y arsovia y el revés revolu­
cionario en Italia, comenzó una rivalidad entre la burguesía servia
por una p a rte y la b u rg u e sía croata y eslovena por la otra, Y ah o ra
aparece la idea de tre s naciones diferentes.
Con -la dominación de la burguesía servia, el te rr o r y la reacción cau­
san estragos.
E n agosto de 1921 se prom ulgó la ley de protección del Estado, qué
condena a veinte años de cárcel y h a sta a la pena de m uerte por efec­
tu a r propaganda com unista. La H u n g ría soviética, la revolución alem a­
na y la revolución ru sa h an influido notablem ente sobre la política
in terio r de Yugoslavia. Cuando nuestro P artido pasó a ser ilegal, se vio
que no había tenido suficientem ente en cuenta el problem a nacional. P or
desgracia, no -reina todavía 'el acuerdo entre todos nuestros cam aradas.
Debemos llevar nna cam paña cuya consigna sea; “Abajo la g u e rra ”,
ama cam paña que debe e s ta r especialm ente vinculada al problem a nacio­
nal. Se t r a t a de organizar el fre n te único con los partid o s pequeño-
burgueses y las organizaciones cam pesinas, con el partido de Radich,
con m iras a acciones comunes co n tra la hegemonía de la burguesía
servia.

KKEIBIOH (C hecoslovaquia). N uestro deber es disipar las ilusiones n a ­


cionales de lucha em ancipadora, como todas las demás ilusiones. La
revolución p ro le ta ria es la única capaz de desembocar en la em ancipa­
ción de las nacionalidades. Sin em bargo, el derecho de disponer de su
destino no quiere decir que los p artid o s com unistas deban en todos los
casos pronunciarse en favor de la autonom ía. Debemos considerar en
cada caso p a rtic u la r el interés de la revolución p roletaria.
Tom aré como ejemplo a Checoslovaquia. U n estado joven como ella,
aun cuanido oprim a m inorías nacionales, no debe ser puesto en un
mismo nivel con los poderosos E stados im perialistas. La burguesía
checa oprime a la R usia subcarpática. Exigirem os la unión de la R usia
subearp ática y la G alitzia oriental a la U R SS, pues en esa unión coin­
ciden el movimiento nacional y el interés de la revolución p ro letaria. P e­
ro no podemos fom entar artificialm ente movimientos nacionales. En
Eslovaquia h ay un fu e rte movimiento en fav o r de la autonom ía: pode­

286
mos tom ar su dirección y quitarle su c a rá c te r reaccionario-. P ero Eslo-
vaquia no tiende a la independencia, pues un E stado eslovaco in­
dependiente se v ería , constantem ente presionado por Polonia y por
H u ngría.
D istinto es respecto de Bohemia, Mor avia y Silesia. H ace ya siglos
que estas regiones fo rm an un todo económico con el E stado checo. L a
Bohemia alem ana e stá altam ente desarrollada desde el punto de vista
industrial. E l problem a de su separación de Checoslovaquia y su unión
a A lem ania es m uy complicado. P a ra una A lem ania p ro letaria, Bohe­
m ia, a rran c ad a de la república burguesa de Checoslovaquia, se ría un
peligroso balasto, y p o r o tra p a rte esa unión le h a ría perder al mo­
vim iento checoslovaco preciosas tro p as de combate.
Si la revolución p ro le ta ria llegara a Checoslovaquia antes que a Ale­
m ania, tendríam os -que oponernos por fuerza al irredentism o de esas
regiones alem anas, que en ta l caso sólo podría llev ar un carácter con­
trarrevolucionario, pues la separación de estos países y su unión a u n a
A lem ania cap italista obligaría al proletariado checoslovaco a ca p itu lar
fren te al capitalism o checo.
Por último, la separación de esas regiones dentro del m arco de la
sociedad ca p ita lista equivaldría a tra n s fo rm a r el E stado checoslovaco,
privado de su centro industrial, en una colonia del im perialism o alem án.
N u estra lucha por la emancipación nacional de las m inorías 110 debe
desembocar en <un recrudecim iento de la opresión nacional.

(A lem ania), M anuilski y Roy tienen razón en decir que hay que
t e k n ik .

p recisar el problem a nacional respecto de cada p aís por separado si


querem os que el derecho de los pueblos a disponer de su destino adquie­
ra un alcance revolucionario.
E l punto de v ísta que N eu rath y yo hemos defendido contra Thalhei-
m er en el problem a del R uhr fu e e s te : no se t r a t a de una lucha nacio­
nal del pueblo oprimido de A lem ania; se t r a t a de la continuación de la
g u e rra im perialista. Aquí se aplica la fórm ula de Lenin: transform ación
de la g u e rra im perialista en g u e rra civil, T halheim er y Rádek decían
que en el R u h r no se podía tr a ta r de g u e rra im perialista, puesto que
ya no hab ía im perialism o alem án, E l Congreso debe de una vez por todas
disipar las confusiones.
E n A lta Silesia hemos zanjado el problem a nacional con un espíritu
cabalm ente proletario, realizando el fre n te único del proletariado contra
la bu rgu esía polaca.
Kreibich en este Congreso y Dollzal en la prensa h an pretendido que
nuestro deber en el problem a nacional checoslovaco consistía en no ori­
g in a r peligro alguno p a r a la independencia republicana. N ada m ás

287
cómico que la ta l independencia republicana. Coincide en un todo con el
E stado checoslovaco, que no es o tra cosa que un suburbio del im peria­
lismo francés. No debemos solidarizarnos con el Estado checoslovaco;
debemos fo rm u lar con toda claridad, fren te a la concepción burguesa,
qué entendemos por autodeterm inación. Si no, nos veremos hundidos
en el p antano del social-patriotism o. L as comisiones ten d rán que bus­
ca r un a fórm ula clara y precisa del derecho de los pueblos a disponer
de su destino, p a ra ev itar toda confusión con el nacionalism o 'burgués.

ja c k so n (E stados U nidos d e A m érica). E l hecho nuevo del problem a


negro en N o rteam érica es la m igración de los negros del S u r de los
E stados Unidos hacia el N orte. D urante la g u e rra se h ab ían sentido
atraídos por los altos salarios, pero hay algo m ás q u e razones económi­
cas en esa m igración. E s 'la expresión de la creciente sublevación de los
negros contra las persecuciones de que son víctim as en el S ur. Y el
resu ltad o es este: los negros, al encontrar en el N orte un nivel de exis­
tencia m ás alto y careciendo de organización, se convierten en in stru ­
m entos de los explotadores co n tra los obreros blancos organizados, cuyo
nivel de vid a b a ja como consecuencia de esa inm igración.
E l problem a negro les p re sen ta a los com unistas un problem a psi­
cológico especial. A los negros se los combate, no como clase; sino como
raza. H a sta la burguesía n egra, que vive en la holgura, su fre perse­
cuciones; se h an desarrollado u n a cu ltu ra y una psicología p artic u la res
de los negros. L as ideas de M arx apenas se hallan difundidas en tre
los negros, porque ni los socialistas ni aun los com unistas h an reconoci­
do aún que se los debe abordar de u n a m anera especial. Los periódicos
que convienen al cerebro de los blancos no convienen al de los negros.
Los mismos discursos, la m ism a propaganda, las m ism as publicaciones,
no son suficientes. E l negro no siente enem istad alguna co n tra el comu­
nismo, sino que quiere sab e r de qué modo s a tis fa rá é ste sus necesidades
particu lares.
E n febrero de 1924 se llevó a efecto u n Congreso en el que los negros
de todas las clases estab a n representados. Lo dom inaron los negros pe-
queñoburgueses, pero los com unistas pudieron introducir algunas ideas
clasistas en el program a.
Los negros del S ur tra b a ja n sobre todo en la agricultura, y allí se
desarrolla un movimiento agrícola. Los com unistas deben sacar provecho
da él.

E l problem a de las nacionalidades y los pueblos oprimidos


■Gu i l b e a u x .
tiene u na im portancia de prim er orden.

288
Lenin asignaba al estudio de este problem a u n a p artic u la rísim a sig­
nificación. Y es que, en efecto, el problem a de las nacionalidades de­
sempeñó un g ra n papel en la revolución ru sa. L a liberación de los
pueblos oprim idos tuvo ta n ta im portancia como la adhesión de loa campe­
sinos pobres a la revolución social y al comunismo.
Lenin distinguió ambos m ovim ientos: el movimiento dem ocrático b u r­
gués, al que debemos com batir, y el movimiento nacionalista revolucio­
nario, merecedor de nuestro aliento.
M anuilski propone u n a excelente aplicación de las tesis de L enin:
con stitu ir p artid o s campesinos revolucionarios en ín tim a vinculación
con los p artid o s com unistas.
Sus reproches al P artid o fran cés están m ás que justificados. Jau rés,
que pertenecía a la II Internacional, hizo m ás co n tra el im perialism o
fran cés que el P artido Comunista,
E l P artid o inglés h a hecho m uy poco en fav o r del movimiento revolu­
cionario de las colonias. Pero el P a rtid o inglés es pequeño por su núm ero.
Creo que h ay que ser m ás severo con el P artido fran cés, que a g ru p a
a 60.000 afiliados.
Como en el problem a del p arlam entarism o y la prensa, el P a rtid o
francés m u estra pasividad y reform ism o en el problem a im p erialista y
colonial. E n otros tiem pos se había designado u n a comisión colonial.
¿Qué hizo esta comisión? E l P artid o debería elegir u n a comisión de es­
tudios de dos o tre s cam aradas, que em prendieran <un viaje a las colo­
nias y estu d iara n en el terren o m ism o el m edio de c r e a r c en tro s de
agitación y propaganda.
E n las recientes elecciones legislativas el P artid o debería h ab er p re ­
sentado un núm ero m ayor de candidatos indígenas. E n el grupo p a rla ­
m entario h ab ría n hecho fa lta algunos rep resen tan tes de estos países
atrasad o s que se h allan bajo el yugo del capitalism o fran cés y que
h ab ría n seguram ente denunciado las fechorías de la p re su n ta civiliza­
ción. Se necesitó u n mes p a ra qaie & H uvianité se decidiera a publicar
la p rim era c a rta ab ierta de Roy a Mac Donald. L a p re n sa del P artid o
es m ás que insuficiente en lo que respecta al problem a im p erialista y
colonial.
A cerca del problem a de los Balcanes, cuya im portancia h an se­
ñalado varios oradores, L ’H iim aniié no ha dicho casi nada. De igual
modo con respecto al problem a de A lbania. L a prensa burguesa fr a n ­
cesa m u estra los intereses de la F ra n c ia im p erialista en Siria.
L 'H um anité, en cambio, publica un llam am iento de la Internacional
Com unista en la te rc e ra p ágina y en caracteres pequeños, m ientras

289
que en la prim era página, y con enormes titu lares, re la ta los debates
del P arlam ento adornados con com entarios reform istas.
Form ulo el deseo de que los cam aradas <Ie los países occidentales,
de modo especial los cam aradas franceses, estudien los problem as
que se han plantead-o y a loa que la Revolución ru sa y a h a dado so­
lución, L a em ancipación definitiva del proletariado sólo se puede
realizar con el concurso de los pueblos atrasados y oprimidos.

290
VIGESIMOSEGUNDA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin,


noche del 19 de julio de 1924

P re sid e n te : Geschke.
O radores; Sellier, Rossi, Mann, Jim L arkin, N guyen Ai Quoc, Bouglas,
Máximos, T reint, Vasíliev, Georgescu, Pepper, S h i n w h a , A m ter y
F aru k .

EL PROBLEMA NACIONAL Y COLONIAL ( c o n t in u a c ió n )

s e l ijb h ( F ra n c ia ). Manui'lski h a destacado l a actividad insuficiente


del P artid o fran cés en la pro p ag an d a en las colonias y h a s ta en la
m etrópoli en fav o r de la independencia de las colonias. La sección
fran cesa reconoce que su esfuerzo actual se h a lla lejos de e s ta r a la
a ltu ra de la ta re a inm ensa que le incumbe. Pero im porta a ju s ta r
ciertas exageraciones.
L a tesis esclavista adoptada el año pasado por la pequeña sección
de Sidi-bel-Abbcs no es cabalm ente un hecho de todo el P artido, en
el que h a provocado inm ediatam ente la s m ás vehementes p ro testas.
L a dirección h ab ría expulsado a esta sección si ella m ism a no hubiera
tom ado la precaución de correr a reu n irse con el grupo F rossard.
Tampoco es ju sto subestim ar n u estro esfuerzo de p ro p ag an d a
colonial. N uestro P artid o tomó, de acuerdo con la CGTü, la iniciativa
de a g ru p a r sm diealm ente a los obreros e x tra n jero s e indígenas que
tra b a ja n en F ran cia. Hemos organizado la propaganda en las colonias
por interm edio de los elementos indígenas presentes en la m etrópoli,
trab a jad o res y soldados. Hemos editado tre s núm eros de L u C ásem e
en lengua árabe. E l periódico tunecino d,el P artido, fundado p o r
Louzon, que reg u larm ente t i r a una edición en lengua árabe, debido a
la incesante persecución de que es objeto acaba de re ap arecr con u n
nuevo nombre. Por último, eru ocasión de la s elecciones legislativas,

291
el periódico de A rgel L a I/u tte Sociale tiró igualm ente una edición
árab e p a ra los tre s departam entos de A rgel, Q r á n y C onstan tina.
E l P artido había designado al cam arada indígena Ben Lekahl Mah-
mud, encarcelado en M aguncia por su valiente acción en el R uhr,
como candidato del P artid o en Argelia. Ú nicam ente la imposibilidad
de efectu ar en el tiem po requerido las indispensables form alidades
impidió que se co n cretara esta candidatura. E n cambio, n u estra
Federación del Sena presentó en P a rís al cam arada á rab e H adyali,
esta can d id atu ra tuvo h a sta en E gipto repercusiones cuyos ecog nos
llegaron, a P arís.
L a independencia de las colonias fig u ra en el p ro g ram a del P artido,
y é ste se dirigió recientem ente, m ediante un núm ero especial de
L ’Hwmanite , a los once millones de electores franceses. E n la
C ám ara se h a m encionado esa independencia, y M arcel Cachin la h a
reivindicado en L ’H um anité. Destacamos su necesidad en todos nues­
tro s grandes m anifiestos, y el grupo com unista en el P arlam ento h a
depositado a este respecto un pedido de interpelación.
Ya dicho esto, todo el mundo en el P artido fran cés e stá de acuerdo
en reconocer la absoluta necesidad de activar nuestro esfuerzo en
las colonias. Pero en tal caso se tr a ta de u n im portantísim o asunto
d e organización, y se lo debe resolver en u n a comisión com petente y
no an te eJ Congreso. ¿H ay idea del aparato que s e necesita^para lle g a T
a 59 millones y medio d e h ab itan tes de una población distribuida en el
Á frica oriental, en M adagascar, en el Á frica occidental, con Dabomey,
Senegal, Sudán, u n a p a rte del Congo; en las A ntillas, con G uadalupe
y la M artinica; en A sia, en Indochina, en Á frica del norte, con
Túnez, A rgelia y M arruecos?
Debemos: 1) arm onizar nuestros esfuerzos con nuestros partidos
herm anos de In g la te rra y B élgica; 2) construir un a p a ra to de a g ita ­
ción y pro paganda por el modelo del que la Internacional h a orga­
nizado p a ra O riente y que constituye, hoy por hoy, a n a de sus
m ás poderosas palancas revolucionarias.
Sólo con estas dos condiciones esenciales estarem os en disposición de
cum plir suficientem ente n u e stra ta re a por la emancipación de los
pueblos coloniales oprimidos por el im perialism o francés.

kossi (I ta lia ). C am aradas: la necesidad de precisar la táctica de


la In tern acional en los problem as nacionales y coloniales queda igual­
m ente dem ostrada por las g rav es fa lta s y las insuficiencias que
el inform ante h a destacado en la actividad de las m ás im portantes
secciones de la Internacional Com unista. Los problem as nacionales
y coloniales, de acuerdo con la enseñanza de Lenin, se p lan tean sin

292
contradicción en el mismo terren o en que se desarrolla la lucha contra
el capitalism o.
E s indispensablbe en c o n trar la solución de estos problem as.
L as tesis y las resoluciones sobre los problem as nacionales y colonia­
les son casi siem pre aceptadas, pero sólo hallan ama m uy prudente
aplicación. M anuilski lo h a recordado al P artid o inglés y al francés.
L a consigna g eneral debe ser: lucha de los países ojnñmidos contra el
ÍTnperialisTn-0 m uvdial en alianza- con el proletariado de las m etrópolis.
E s evidente que la lucha co n tra el im perialism o cap italista se debe
o rg an izar en el te rrito rio de los países oprim idos, pero el im pulso
■lo deben d a r los p artid o s com unistas de los países -caloñó za do res.
Los oportunistas deben com batir las tendencias reform istas y oportu­
n istas, b astan te difundidas en algunos? países, especialm ente en In g late­
rr a , donde son la expresión de los intereses de ciertas categorías de
aristo cracia.
L a utilización en los países oprimidos de todas las clases sociales
co n tra el im perialism o no debe im pedir que se constituyan en esos
países p artidos com unistas que luchen a la vez contra el im perialism o
m etropolitano y co n tra la burguesía local.
E l derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos no debe hacer­
nos olvidar de la lucha en común de los proletariados co n tra el ca­
pitalism o.
M anuilski tiene razón en creer que la concepción de algunos ca­
m arad as alem anes sobre la agitación com unista en el R u h r fue un.
error. En un país en el que existe un fuerte proletariado, el problema
nacional no puede b o rra r las reivindicaciones de clase.
E l Quinto Congreso debe g aran tizarle s a los cam arad as coloniales
que los problem as coloniales y -nacionales ocuparán un lu g ar cada
vez m ayor en n u estra s tareas.

M A N N , Al to m ar la p alab ra acerca del problem a negro, h ab laré ex­


clusivam ente de la Unión S udafricana, que tiene u n a población de
seis millones de negros y un millón y medio de blancos, la m itad de los
cuales son ingleses y la o tra m itad holandeses, y seiscientas m il
“persanas de color”.
E l bóer es un colono o un propietario de la tie rra . Pero en v ista
de la fa lta de tie rra s los jóvenes g ra n je ro s holandeses han debido
abandonar sus g ra n ja s e irse a tr a b a ja r a las m inas. L as m inas de
oro del R and pertenecen a los ingleses. Los m ineros nativos, que
alcanzan a 230.000, son vigilados por 27.000 blancos. L a actitud de
éstos p a ra con los nativos la determ ina el régim en h ab itu al de los
arrendam ientos, en los que el negro e ra un esclavo, frecuentem ente

293
apaleado por el bóer. A unque los ingleses no se h ayan acostum brado
a golpear a los nativas, de todos modos los tr a ta n c o r l o a p aria s.
No es sorprendente que los boys indígenas m iren a los blancos con
desconfianza. E n los conflictos industriales que se producen de tanto
en tanto, los blancos nunca hacen causa común con los indígenas.
E n el tOabo h ay u n a población indígena especial m ente c o n tra ta d a en
■loa p uertos y que h a vivido mucho tiem po en las ciudades. M uestra
u n a g ra n capacidad de organización. D u ran te la g u e rra , 300 indígenas
pidieron un aum ento del 50 por ciento de su salario, que e ra de
4 chelines por día, y declararon la huelga al no concedérseles el
aum ento. Los blancos sabotearon la huelga, y el movimiento fracasó.
No obstante, poco tiem po después aquellos 30;0 habían organizado
una unión de 300.000, y ésta pidió hace poco un aum ento del 100 por
ciento y al cabo de tre s días obtuvo satisfacción. Esto prueba qu-e los
negros poseen coraje proletario, fuerza de huelga y habilidad de
organización.
U na “Unión In d u strial y Comercial” se compone exclusivam ente
de negros y organiza a los trab a jad o res de los puertos, a los m ineros,
a los trab a jad o res a domicilio y a otros trab a jad o res negros de
ambos sexos.

JIM l a r k in . Los p r o le ta r io s ir la n d e s e s se s u b le v a r o n en 1916, no


en 1917. Se su b le v a r o n com o r e v o l u c i o n a r io s c o n sc ie n te s , porque
d u ra n te m ucho t ie m p o se h a b ía n educado c o m o r e v o l u c i o n a r io s .
E n Irla n d a hemos creado un ejército in d u strial del proletariado
y le hemos dado una expresión política. E n 1914 lanzamos un m anifies­
to al proletariado m undial, invitándolo a deponer las arm as, y nos
negamos a m arc h a r por los káiseres, los reyes ni los presidentes.
No estam os solam ente en Irlan d a. Somos millones en In g late rra, en
Escocia, en los E stados Unidos, en A u stra lia y en Á frica de] sur.
E s deber de la Internacional C om unista a r ra s tra r a esta m asa, com­
p u esta en su m ayor p arte por proletarios, al g ra n movimiento
com unista.

NOUYEN a i QUOC. Me contento con com pletar las críticas del cam a­
ra d a M anuilski, Los nueve países colonizadores, es decir, In g la te rra ,
F ran cia, E stados Unidos, E spaña, Italia, Japón, Bélgica, P o rtu g al y
H olanda, poseen, juntos, una población de 310.200.0{)0 h ab itan tes y una
superficie de 11.470.000 kilóm etros cuadrados. Estos países explotan
un dominio colonial cuya extensión su p era los 55.500.000 kilóm etros
cuadrados ‘con tuna población de 560.200.000 alm as. Los paísiea
colonizados son pues, cinco veces m ayores que los países colonizadores,
y la población de estos últim os e 3 en 3/5 in ferio r a la de ]os prim eros.
Las cifras son aún m ás elocuentes respecto de G ran B retañ a y
F ran c ia . L a p rim era posee u n a población ocho veces y media m ayor
que su población m etropolitana y un territo rio colonial doscientas
tre in ta y dos veces m ás vasto que su territo rio nacional. E l te rrito rio
colonial de F ra n c ia es diecinueve veces m ás que el suyo propio, y
sus colonias tienen 16.600,000 hab itan tes m ás que ella.
Es, por tanto, absolutam ente necesario que nuestros p artid o s do
G ran B retañ a y F ra n c ia cuenten con u n a política colonial m ás activa,
y enérgica; si no, la consigna "acción de m asa” seguirá siendo estéril.
A hora bien, h asta hoy han estado inactivos. La p ren sa de] P artid o
no h a asignado a este g ra v e problem a el sitio y la im portancia que
merece.
Me perm ito fo rm u lar las siguientes proposiciones, a la.9 que con­
sidero realizables inm ediatam ente:
1. T ribuna colonial en U H u m a vité.
2. In ten sificar la p ropaganda y el reclutam iento entre los in­
dígenas.
3. E n v iar indígenas a la Univ-ersidad C om unista de Moscú,
4. O rganizar a los indígenas que tra b a ja n en Francia»
5. O bligar a los m iem bros del P artid o a in tere sa rse en el problem a
colonial.

DOUGLAS (G ran B re ta ñ a ), E l P artid o británico es una de las secciones


m ás débiles -de la Internacional Com unista y tiene que hacer fren te
a las m ás pesadas ta re a s. M anuilski declara que no hicimos n ad a con
motivo de la huelga de Bombay y el proceso de Caw npore; si hubiera
leído el W orkers WcékXy, h ab ría visto qué p ro p ag an d a no dejam os de
llevar.
Roy h a hecho demasiado hincapié en el d esp ertar de los obreros y
h a dism inuido la im portancia de los movimientos nacionalistas. E n
E gipto grupos de obreros ocuparon las fábricas, pero los socialdemó­
c ra ta s los traicionaron.

MAXIMOS (G recia). M anuilski h a querido h ac er creer que el P a r­


tido griego se in teresa mucho m ás por las fro n te ra s de Grecia que
por las resoluciones de la Federación B alcánica y el movimiento re­
volucionario.
La Grecia burguesa se encuentra en g u e rra desde 1912; tr a s la
g u e rra balcánica, la g u e rra con B ulgaria, y luego la g u e rra europea.
H a logrado llev ar sus fro n te ra s h a s ta la T ra c ia oriental, cerca do
C onstantinopla.

295
E l P artido Com unista griego h a lanzado todas sus fu erzas no sólo
co n tra la g u e rra p a trio te ra , sino tam bién por el derecho de las n a­
cionalidades. L as tre s c u a rta s p a rte s de sus miembros fueron a la
cárcel por defender el problem a nacional. Cada m inoría nacional en ­
cu e n tra en nosotros un defensor, porque la lucha nacional de las mi­
n o rías es al mismo tiem po u n a lucha contra la clase dom inante.

trbint . E l P artid o fran cés e stá de acuerdo eon M anuilski respecto


de la m an era de ap licar a la situación presente la s decisiones del Se­
gundo Congreso. Sim plem ente deseo señalar que M anuilski h a exa­
gerado un poco en su crítica, Guilbeaux h a exagerado las exageracio­
nes de M anuilski.
C uando se critica a un P artid o , cuando se c rític a a la Internacional,
h ay que p re g u n ta rse : ¿de qué fuerzas se disponía? ¿Se prom ovieron
todas las fu erzas que era posible prom over? ¿Se dirigió 'la actividad
en un a buena dirección? ¿Se distribuyeron ju stam en te las fu e rz a s de
que se disponía e n tre las diferentes ram as de la actividad revolu­
cionaria?
M anuilski h a tenido cabalm ente razón al indicar que, desde su
punto de v ista social dem ócrata, Ja u ré s había comprendido la im por­
tan cia de los problem as coloniales.
P ero nosotros debemos decir que las soluciones de Ja u ré s eran r a ­
dicalm ente fa lsa s. E n 1905 J a u ré s saludaba el acuerdo de A lgeciras,
y en 1.911 el tra ta d o franco-alem án sobre M arruecos como u n a prueba
de la posibilidad de poner de acuerdo a los capitalism os rivales y evi­
t a r la g u erra.
Ja u ré s aprobaba desde un punto de v ista pacifista, sin su b ra y a r su­
ficientem ente el c a rá c te r im perialista de esos acuerdos, que re m a ta ­
ban en una explotación de M arruecos p o r p a rte de los sindicatos
iratoercapitalistas.
Desde su punto de v ista p acifista, J-anrés se -oponía,, sin duda, a
nuevas expediciones coloniales, pero sólo consideraba la liberación de
los pueblos coloniales y a sometidos al capitalism o francés reclam an­
do p a ra los indígenas los derechos de ciudadanos franceses.
Pues bien, debemos decirlo claram ente, porque nuestro P artid o ya
h a crecido lo b a sta n te como p a r a que no se pueda ju g a r m ás con su
sentim ental!dad; estam os en co n tra de la tradición de Ja u ré s, tanto
en este terren o como en todos los dem ás.
J a u ré s se equivocó; expresó de m anera genial los errores de la
II Internacional, y p o r eso la tradición ja u re sista es ta n peligrosa.
No queremos lib e ra r a los pueblos coloniales haciéndolos partícipes
de la dem ocracia burguesa demtro del m arco de los E stados im peria­

2%
listas m odernos; queremos liberarlos sosteniendo ios movimientos de
liberación nacional, yendo h asta la insurrección y la proclam ación de
la independencia,
Al coordinar esos m ovimientos p o r la independencia de las colonias
con la lucha del proletariado de la m etrópoli destruirem os la base
del im perialism o.

(U cran ia occidental). TJna p a rte de las p rem isas de la fu tu ra


y a s íl ie y

revolución en Polonia es, la lucha de clases ap arte, el problem a ucranio


y el ruso blanco. L a lucha nacional de las m asas u cran ias y ruso-
blancas se h alla íntim am ente vinculada a la lucha social y económica
de los campesinos contra los terraten ien tes y los b u ró c ratas polacos.
La única actitud ju s ta del P artid o Com unista es pronunciarse p o r ia
separación de las. tie rra s ucran ias y ruso-blancas de la Polonia ac­
tu a l y su reintegración a U crania y a la R usia blanca soviéticas.
E s evidentem ente conveniente destacar que esto sólo es realizable
por u na revolución social en Polonia.
E l P artid o C om unista de U c ran ia occidental se propone lu ch ar por
la adm isión del proletariado ucranio en los sindicatos.

g e o r g e sc u (R u m an ia). R um ania e s el ejemplo clásico de uu país


en el que el P artid o Com unista puede aprovechar el problem a nacio­
nal en interés de la revolución. L a sexta conferencia balcánica nos h a
proporcionado un p ro g ram a com pletam ente claro. Hemos reconocido
la consigna del derecho de las naciones a disponer de sí m ism as h a sta
la separación total, y la hemos observado. L as grandes persecucio­
nes a que h a estado expuesto nuestro P artid o después de la confe­
rencia de V iena m u estran que h a tra b a ja d o bien.
M anuilski no h a m encionado el problem a besarábico, ignoro por qué
razones, y h a hablado aún menos de la a c titu d del P artid o ru m an a
con respecto a este problem a. Nos h a acusado de no h sh e r tom ado una
posición c la ra fre n te al irredentism o húngaro, P-uedo declarar, en
nombre de la delegación rum ana, que n u estra actitud en ese asunto fue
ta n clara como en el problem a besarábico.
M anuilski nos recom ienda no sólo sostener a los partidos cam pe­
sinos y pequenoburgneses, sino .también im p u lsar la creación de éstos.
Pienso que debemos reflexionar seriam ente en ello, pues la diferencia
en tre un mero apoyo p o r conceder y la creación de sem ejantes partidos
es muy grande.

PEPPEE (E stados Unidos de A m érica). E stoy com pletam ente de acuer­


do con Roy en el sentido de que los partid o s europeas y am ericanos

29T
xi'O -comprenden bien el problem a nacional. F ero el reproche sólo
puede alcanzar a u n a u o tra sección, no a la Internacional íntegra.
L a Internacional es m ejor que sus secciones. Es, incluso, la recto ra
iderológica de los cam aradas que aquí se lam entan. E lla les h a p ro ­
porcionado la trib u n a desde lo alto de la cual pueden lan za r sus
quejas.
E n lo que atañ e al problem a irlandés, Lenin nos presentó a Irlan d a,
y a du ran te la g u e rra im perialista, como el ejemplo de un país en
el que es posible u n a g u e rra nacional revolucionaria.
Roy generaliza demasiado su experiencia de la India. Pienso que
la burguesía india no es todavía tan contrarrevolucionaria, que sus
intereses se identifiquen ¡por completo con. los del im perialism o b ritá ­
nico. P odrá p erseg u ir mil veces al proletariado, y sin embargo su
papel con respecto al im perialism o británico será objetivam ente re ­
volucionario.
M anuilski ha insistido con razón en la im portancia revolucionaria
de la consigna del derecho de las naciones a disponer de sí m ism as.
Pero pienso que h a hablado poco y nada del otro aspecto -del problem a.
L a o tra consigna que necesitam os es la de la plena igualdad de ’l as
nacionalidades y las razas. E n muchos países no somos capaces de
distin g u ir la s nacionalidades y las razas, de m anera que la autodeter­
m inación no ten d ría sentido p a ra los negros norteam ericanos ni,
en general, p a r a todo el problem a nacional de los E stados Unidos,
dondo viven proletarios de 56 naciones sin poder d esa rro llarse porque
carecen de p re n sa en sai lengua m atern a. Allí la consigna de absoluta
igualdad de derechos es u n a consigna verdaderam ente revolucio­
n aria.
Tam bién en A u stra lia se tr a ta , no de autodeterm inación de un E s­
tado, sino de la posibilidad de inm igración de las razas “de color” .
E s en estos momentos el caso en el conflicto yanqui-nipón. He ahí
por qué, en mi opinión, no podríam os lanzar como terc era consigna
la del derecho a la libre em igración e inm igración.

SH INW HA (C h in a). Los chinos tienen que luchar a la vez co n tra los
im p erialistas ex tran jero s y contra los m ilitarism os nativos, que en
realid ad son a,gentes de los im perialistas. E n los doce meses pasados
el im perialim o h a alcanzado e n tre nosotros su apogeo,cosa que se
d em u estra con los ejem plos siguientes:
1. Carm en, un com erciante norteam ericano que quería p a sa r f r a u ­
dulentam ente 60 mil dólares en dinero, disparó sobre los soldados que
se esforzaban por detenerlo, y éstos le dieron m uerte. C hina debió
p a g a r u n a indem nización de 50 mil dólares.

298
2. E n H ankeu, trescientos chinos empleados en u n a em presa inglesa
fu ero n despedidos por h a b e r constituido un sindicato, y se detuvo
a tres de los “'cabecillas”. Hubo dem ostraciones, pero los soldados
británicos las reprim ieron, y los navios de g u e rra ingleses am enazaron
con bom bardear la ciudad. T re in ta y tres obreros fueron arro jad o s
a la cárcel.
3. E l gobierno fran cés h a logrado fo rz a r al gobierno chino a p a g a r
en oro la inm ensa indem nización debida a los franceses por el caso
de los boxers, en lu g ar de p ag a rla en francos, m oneda sum am ente
depreciada.
4. Jap ó n h a conservado P o rt A rth u r y Dalny.
5. U n grupo de bandidos asaltó el año pasado un tre n en Lishen
y capturó a cien chinos y veinte ex tran jero s. Como consecuencia del
incidente, los m inistros de 'Gran B retañ a, E stados Unidos, Japón,
F ra n c ia e Ita lia dem andaron y obtuvieron del gobierno chino una
indem nización de 8.700 dólares por cada e x tra n jero capturado, la
organización de una *‘fu erza de protección de los fe rro c a rrile s’' (en­
carg ad a, en realidad, de co n tro lar los fe rro ca rriles) bajo el comando
de ex tran jero s y la destitución de varios altos funcionarios.
6 . E l gobierno «chino h a sido forzado por las g ran d es potencias
a au to riz ar la exportación del algodón.
7. L a com pañía anglo-norteam ericana de tabacos, que fa b rica en
C hina cig arrillos con tabaco chino, goza, de nn>a to ta l .exención de
im puestos, lo que constituye u n a pérd id a de 200 millones de dólares
p a ra el fisco chino,
8. In g la te rra h a enviado veinte barcos de g u e rra a C antón a fin de
obtener la en tre g a de las aduanas recuperadas por Sun Yat-Sen.
9. In g la te rra , F ran cia, Japón, E stados U nidos e Ita lia pretenden
c re a r un a base naval en el Yang-Tse.
L a arro g an cia de los im perialistas h a provocado u n a acentuación del
movimiento nacionalista, del que los com unistas comienzan a to m ar
la dirección. Todos los m iem bros del P artid o h a n recibido la orden
de ad h e rir al Hom indan p a r a tran sfo rm arlo de organización que
pro cu ra conquistar te rrito rio s por 5a fu e rz a de las arm as en una
organización que represente realm ente a la s m asas. Sun Y at-Sen h a
sostenido activam ente este tra b a jo .
E l p ro g ram a político recién adoptado por el Hom indan reclam a
la abolición del control ex tran jero en China, la abrogación de los
acuerdos injustos con las potencias e x tra n je ra s, el repudio de los
préstam os contraídos por el gobierno irresponsable de Pekín, el
su frag io universal, la libertad de p a la b ra , asociación y prensa, leyes
laborales, la reorganización de la vida a g r a ria y la nacionalización

299
de los tran sp o rte s. L as potencias e x tra n je ra s deben devolver sus
concesiones; las re n ta s así obtenidas se em plearán en ponerle fin al
bandolerismo.

amter (E stados Unidos de A m érica). C am aradas: el problem a negro


es en sí un problem a de raza. Pero p a ra el P artid o francés, el inglés
y otros es principalm ente un problem a colonial.
Los obreros de los países im perialistas no se in teresan en el pro­
blem a negro. Viven generosam ente de la s ganancias arreb a ta d as por
la burguesía a la s colonias y se oponen a los movimientos que tienden
a. la liberación de éstas y al m ejoram iento de la suerte de los pueblos
coloniales. Temen u n a b a ja de su propio nivel de vida después de la
liberación de los pueblos coloniales.
Con respecto al Á frica del sur, M ann no nos b a proporcionado un
cuadro com pletam ente exacto. ¿Cuál es el rasgo fundam ental de la
situación? No que el im perialism o b ay a expropiado a los negros, no
c*ua los jefes de las trib u s sean obligados a en v iar boys a las e x p lo ta
■ciones, sino que los im perialistas, al arreb a ta rles la tie rra a los negros,
fu erzan a éstos a em ig rar a las regiones industriales y a tra b a ja r
allí p o r salarios de ham bre, E n K enya se ba privado a lá población
n eg ra de sus m ás fundam entales derechos, de toda la tie rra fé rtil,
y se la h a expulsado a las ciudades de la costa p a ra que tra b a je n
en éstas.
H ace dos años el gobierno británico envió bombas y aviones a las
ciudades en las que el pueblo h ab ía protestado co n tra el régim en que
le hace la vida imposible. E l tra b a ja d o r negro y a no puede p a? aí
librem ente, sin pasaporte, de u n a región a otra, de una ciudad a o tra .
Donde se -encuentre, en todas p a rte s tiene que re g istra rse . N ingún
negro puede salir del Á frica del su r, a no ser como m arinero o de
«contrabando.
L as trode-unions blancas tienen prejuicios contra las unión s ne­
g ras, y éstas son m uy débiles, porqne, ta n pronto como logran d ar
■con un jefe capaz, los ca p italistas lo sobornan y lo corrompen. Sin
em bargo, dentro de poco h a b rá algún cambio, pues se h a abolido u n a
ley que les prohibía a los indígenas tr a b a ja r como obreros califi­
cados.
E n los E stados U nidos el problem a negro es un problem a agrario,
y no industrial. M uy a menudo el negro es granjero y pertenece ¡a
la clase m ás em pobrecida de los E stados Unidos. P ag a el arren d a­
m iento de su g r a n ja con la cosecha, y debe recibir todo cuanto
necesita del com erciante o del propietario. De ese modo, siem pre está
endeudado y encadenado por vida al dueño de la tie rra . Si el algodón
su fre alg u n a enferm edad, el g ra n je ra negro se encuentra degradado
a u n a condición in ferio r a la de los esclavos. E n la in d u stria se ha
solido em plear a los negros como rom pehuelgas; no obstante, allí
donde los blancos los reciben bien, los negros sostienen firm em ente
a éstos, como lo p rueban las huelgas de los m etalúrgicos y los
m ineros. E n los E stados Unidos hay 484 sindicatos negros,
¿Qué debemos pedir p a r a los negros? Ellos mismos deben form ular
sus reivindicaciones. A nte todo deben o rg an izar u n a conferencia que
solicite su adm isión en los grandes sindicatos. E n realidad, la Fede-
ra tio n of L abor se opone a ella, aunque preten d a lo contrario.
Los negros del Á frica y de A m érica deben v incularse e n tre sí m e­
diante la propaganda. L a dirección intelectual se encuentra en Nueva
York, y todo el movimiento podría ser dirigido por la p ren sa de los
E stados Unidos. Pero la prensa inglesa no llega al negro africano,
y debido a esto algunos m arineros deben llevar hojas volantes, al
uso de los indígenas, p a ra comenzar la pro p ag an d a en Á frica.

FaiíUK (T u rq u ía ). E l problem a nacional se p resen ta en T u rq u ía bajo


cuatro fo rm as: 1) las relaciones del p roletariado con el nacionalism o
revolucionario en la esfera positiva (política, económ ica); 2) las
relaciones del p ro letariado con el nacionalism o revolucionario en la
esfera n eg ativ a, es decir, en la lucha co n tra el im perialism o por
la emancipación nacional y en la lucha contra las instituciones
feudales y m edievales; 3) las relaciones del proletariado con las
m in o rías; 4) la s relaciones del proletariado con el nacionalism o
im perialista.
E l proletariado de T urquía, de acuerdo con su ideología puram ente
p ro leta ria, h a colaborado y seguirá colaborando con el nacionalism o
revolucionario sólo en la esfera negativa, es decir, p a ra abolir las
capitulaciones, vencer la opresión im perialista del capital e x tra n ­
jero, c re a r u n régim en al que 'los ex tra n jero s deban som eterse, llevar
la lucha por la liquidación del sultanato, el califato, las in stitu ­
ciones religiosas, etcétera. Pero colaborar p a ra au m en tar el poder
de los burgueses, jam ás.
L a fo rm a m ás im portante del problem a nacional es la lucha que
co n tinúa co n tra el im perialism o francés. Después de la ru p tu ra de
la Conferencia de Cuerno de Oro, tam bién en Mosul ge p re p a ra una
insurrección co n tra el im perialism o inglés. E l P artid o Com unista
turco sostiene a estos movimientos co n tra los im perialistas y espera
que la Internacional Com unista tam bién h a b rá de sostenerlos. En

301
esto ejecutam os el testam ento del g ra n Lenin, quien, en co n tra de
otro testam ento, le recom ienda al p roletariado m undial conquistar,
no el territo rio de O riente p a r a colonizarlo, sino el corazón de O riente,
acudiendo en su ayuda en la lucha, co n tra el im perialism o capitalista,
enemigo común del O riente oprimido y del proletariado m undial.

302
VIGESÍWIOTERCERA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin,


2 de julio de 1924

P residente: W ijnkoop.
O rador: Bordiga.

EL FASCISMO

A nte e^l C uarto Congreso rendí Tin inform e acerca del fa s ­


b o e d ig a .
cismo en un giro com pletam ente decisivo: en el momento de la
conquista del poder p o r Mussolini. A hora estam os en otro giro de
la h isto ria fa sc ista ; determ ina a éste, como sabéis, el asesinato de
M atteotti.
Se h a dicho que el fascism o se p re sen taría como la negación del
período d u ra n te el cual la burguesía liberal y dem ocrática de izquierda
se encontró en el poder en Italia. E l fascismo serla una aguda
reacción co n tra la política de concesiones de G iolitti. Nosotros pensa­
mos, por el co ntrario, que entre ambos períodos existe una relación
dialéctica, que la p rim e ra actitud de la b u rguesía d u ra n te la crisis
en qme cayó el E stado en la posguerra era la preparación n a tu ra l
del fascism o.
E l fascism o comienza en la s regiones agrícolas. He ahí un hecho
del todo característico ; pero no hay que e x tra e r de él la conclusión de
que el fascism o es m eram ente un movimiento de la bu rg u esía a g raria,
de los gran d es p ro p ietarios de tie rra s. Al contrario, engloba tam bién
a la g ra n b u rg u esía in d u strial y a la g ra n burguesía fin an ciera y
com ercial; es u n a te n ta tiv a de unidad contrarrevolucionaria de todas
las fu erzas burguesas. E n un prim er m om ento el fascism o se p resenta,
no como u na organización de las altas clases sociales que acabam os de
m encionar, sino como un movimiento de las clases m edias, de les
antiguos com batientes, de la burg u esía Intelectual y de todas esas
capas a las que el proletariado no h a logrado a r r a s tr a r .

803
E l fascismo no es un movimiento revolucionario; es u n movimiento
de conservación que no tra e ningún program a nuevo. Sólo ap o rta un
fa cto r que les fa lta b a por completo a los antiguos p artid o s: una
organización política y m ilitar.
¿Qué relaciones h ay e n tre el fascismo y el proletariado?
E l fascism o es, por definición, un movimiento antisocialista y, por
consiguiente, an tip ro letario . Se presenta, desde el prim ero h asta el
últim o momento, como el destructor de las conquistas, aun las m ás
insignificantes, de la clase obrera, Pero, a p esar de todo, el fascismo
no es la a n tig u a reacción de extrem a derecha con su estado de sitio,
con el te rro r, con sus leyes de excepción, con la prohibición oficial
de las organizaciones ro jas y revolucionarias. E s un movimiento m ás
moderno y astuto, que al mismo tiempo p ro c u ra m anipular a las m asas
del proletariado y adopta, sin vacilar, el principio de la organización
sindical. T ra ta de fo rm a r organizaciones económicas de trabajadores.
H ay que señalar que ese es u n argum ento m uy fu e rte co n tra el
sindicalismo y h asta co n tra el sindicalismo revolucionario, que p re­
tenden que el arm a m ás decisiva p a ra la lucha del proletariado es la
organización económica. Los hechos nos dem uestran que esta arm a
puede lo m ás bien se r explotada con un propósito contrarrevolucio­
nario.
E n guiña, el fascism o no h a hecho m ás que reto m ar bajo u n a nueva
luz la a n tig u a p latafo rm a de los partid o s burgueses de izquierda y
de los p artid o s socialdem ócratas, es decir, la colaboración! de -clases.
E l fascism o explota igualm ente, en este sentido, la ideología nacional
y p atrió tica.
Los fascistas h an conquistado sin lucha arm ada el poder; hubo
un a movilización del fascism o que am enazaba con apoderarse revolu­
cionariam ente del poder, y en determ inado momento una especie de
sitio. Pero la resistencia no se efectuó. L a lucha arm ad a no llegó
a originarse, y u n compromiso ocupó su lugar.
Negam os en absoluto que se tr a te de u n a revolución, como sostiene
el fascism o a cada momento. L a revolución no es una cosa que se
pueda poner en el bolsillo de nadie; ni d m ás audaz jefe político
puede hacer su rg ir los acontecim ientos a su voluntad.
P or lo tanto, no h a habido revolución; h a habido u n cambio del
personal dirigente de la clase burguesa. E ste cambio no representa
un cambio del program a de la bu rg u esía italia n a desde el punto de
v ista económico y social, ni aun desde el punto de vista político interno.
H a habido, es cierto, persecuciones contra los com unistas, Pero se
las b a efectuado dentro del m arco de las antiguas leyes judiciales.
No h a habido leyes judiciales excepcionales. Las antiguas leyes son

304
m uy dem ocráticas y liberales, y «esto nos h a perm itido, felizmente,
zafarnos del juicio intentado contra nosotros. No significa que no
h ay a habido m uy graves persecuciones contra el poletariado, pero
digo que en el proceso com pletam ente político con el que se ha inten­
tado asestarle un golpe al estado m ayor revolucionario la nueva
situación cread a por el fascism o no tía cambiado n ad a del curso de
las cosas.
E n realidad, la situación económica no es buena. E l valor de la
lira ha alcanzado hoy su m ás bajo nivel. A esto M ussolini responde
que h a b ría podido alcanzar un nivel aun m ás bajo si no hubic/ra
estado el fascism o : es nin argum ento que no se sostiene.
E l gobierno fa scista no h a cumplido con sus prom esas, y una
g ra n desilusión se h a apoderado de la clase en la que h a querido
apoyarse el fascismo,, es decir, la clase m edia.
A hora deseo h a b la r de los métodos del gobierno fa scista con res­
pecto al proletariado propiam ente dicho. Hace un in stan te os dije que
nuestro proceso h a m ostrado la incapacidad de los medios de defensa
oficiales del E stado fascista. Pero éste emplea muchos otros métodos
contra el proletariado, y h a n resultado ser m uy graves cuando se h a
podido cu lp ar a nuestros cam aradas de h ab e r cometido crím enes de
derecho común, como suele decirse, y que en realid ad habían sido
encuentros sangrientos en tre fascistas y proletarios, y en p rim era
línea, desde luego, los com unistas.
L a m ás completa im punidad aseg u ra a los fascistas, aun cuando
h a y a co n tra ellos pruebas abrum adoras; pero a los obreros que se
h an defendido se les aplica condenas terribles. Hay una amnistía
que absuelve a todos aquellos que h a n cometidos crím enes con u n
propósito nacional, es decir, a los fascistas, m ien tras que losrevolu­
cionarios suelen recibir condenas de diez y veinte años.
Tenemos, efectivam ente, un régim en que emplea m uy bajos medios
contra la clase obrera. Oficialm ente se resp etan •todas las g aran tías.
Se pueden co n stituir partid o s com unistas, movimientos anarquistas,
etcétera; pero en realidad liay una form idable coerción. O ficialm ente
hay lib ertad de prensa, pero los prefectos de provincia pueden sus­
pender en cualquier momento los periódicos.
E l régim en fa sc ista ejerce u n a presión form idable p a ra compeler
a los obreros a e n tra r en los sindicatos fascistas. Se destruyen las
sedes de los sindicatos rojos. Pero la acción en las organizaciones
in d u stríales no h a tenido m ayor éxito. E n realidad, el p roletariado
italian o e stá desorganizado. No se halla sin di caliza do A veces, no
obstante, los obreros hacen agitación bajo el pabellón de los sindicatos
oficiales fa sc ista s: es una posibilidad de defender sus reivindicaciones.

306
L as m edidas del gobierno fascista han causado un movimiento de
descontento en la clase m edia y en tre los pequeños campesinos, a los
que gradualm ente expropia el g ra n cam pesinado. Asimismo, han su r­
gido conflictos en tre fa sc ista s extrem istas y fa scista s revisio­
nistas.
El fascism o no tiene n ad a nuevo en política exterior. H a habido,
es cierto, el reconocimiento' de los Soviets, pero el proletariado italiano
no se h a dejado llevar por el juego de la prensa fascista. E l capi­
talism o italiano ten ía interés en entenderse con Rusia. E l proletariado
ha in terp retad o este reconocimiento, no como un signo de debilidad
de la R osia soviética, sino como un signo de debilidad del fascism o.
E l fascismo llamó a elecciones. Ganó, pero no por ello el éxito de
los com unistas ha sido m enos notable.
El movimiento de descontento que comenzaba a desarrollarse en los
medios decepcionados por el fascism o se ha acentuado después de la
desaparición del diputado socialista M atteotti.
H ay un enorme m ovimiento de descontento en las clases m edias,
P ero es preciso distinguir en tre este movimiento y el estado de ánimo
de estas clases, por una p arte , y los de la clase obrera, por la otra.
La oposición que acaba de fo rm arse co n tra el fascismo esp era llevar
a un cambio por medios pacíficos y legales. A su vez, el proletariado
tiene la clara sensación de que al fenómeno de ex a g eració n . de las
fu erzas de la derecha h ab rá que responder con un fenómeno opuesto,
con medios de lucha violenta, que podrán restablecer la situación
sólo después de nuevos períodos de luchas y en el caso de la dicta­
d ura p ro letaria.
E n los comienzos del caso M atteotti todos los partidos de oposi­
ción, y h a sta el P artid o Com unista, p articiparon en las p ro testas
p arlam en tarias. Pero después se llevó a cabo la separación de los
partidos. La fracción p a rla m e n ta ria com unista no se asoció -a las
declaraciones de los otros partidos. Todos los demás partidos, b a s ta
los m axim alistas, han constituido un Comité Común de Oposición
P arlam en taria. H a ocurrido algo m uy curioso. El P artid o Com unista
propuso, como medio de p ro testa co n tra el asesinato de M atteotti,
la huelga general. Ya habían estallado huelgas espontáneas. N a tu ra l­
m ente, todos los dem ás partidos se opusieron a la proposición del
P artid o Com unista y preconizaron una huelga de diez m inutos. ¡Pero
h asta las organizaciones de los fascistas y los patronos adhirieron a
esta proposición! De ello resultó que ta l huelga perdió toda im por­
tan cia política, toda im portancia de clase. R esulta evidente que única­
m ente los com unistas propusieron la única fo rm a de p ro testa que
debía ser eficaz.

306
¿Cuál es la situación del gobierno de M ussolini actualm ente, y
cuáles son las perspectivas? El fascism o lia sufrido una derrota, u n a
derro ta m oral y política cuyo ■desarrollo- puede ser interesante. L a
situación puede cam biar con m ás rapidez, de lo que creíam os antes
de este asunto. E s evidente que la posición de los fascistas será
mucho m ás difícil en lo fu tu ro y que la posibilidad de acción a n ti­
fa scista ha sido de algún modo trasfo rm ad a por les acontecim ientos
que acaban de producirse.
E l problem a que se les plantea a los revolucionarios es este: ¿cómo
debemos explotar esta situación y qué actitud hay que adoptar?
E l P artid o debe su b ra y ar su papel autónomo. Debe ad o p tar la con­
signa. de liquidación de todas las oposiciones an tifa sc ista s y su rem ­
plazo por u na acción am plia y directa del movimiento com unista.
Estam os en presencia de ciertos hechos que ponen en evidencia a
nuestro P artido. Desde hace algún tiempo, desde las elecciones, desde
otras m anifestaciones y dem ostraciones de la actividad y vitalidad
de nuestro P artido, el lenguaje de los adversarios ha cambiado p a r a
con nosotros. L a prensa fa scista siente la necesidad de polem izar
con nosotros todos los días a propósito del caso M atteotti, y esto a tra e
la atención g eneral sobre nuestro P artido y su ta re a original, d istin ta
de la de todos los otros movimientos de oposición.
E l P artid o ¡Comunista es el único p artid o que ofrece los medios
de acción capaces de cam biar la s i t u a c i ó n . Debemos llevar nuestra,
ta re a de agitación en oposición y en lucha con el p artid o socialista
y d máxima lista. En este sentido se debe explotar absolutamente la
situación. Desde luego, no es la simple agitación polém ica lo necesario,
sino tam bién el agrupam iento de las m asas y la realización de su
unidad. Sólo cuando ‘ hayam os realizado esta unidad poseeremos de
verdad la base del desarrollo de la lucha contra el fascismo.
Se tr a ta de una cosa m uy distin ta de una acción llevada por u n a
m inoría te rro rista . Jam ás hemos tenido esta idea; si hay un movi­
m iento que con su ac titu d crítica h ay a procurado disipar la ilusión
de un a acción de los m inorías te rro rista s, ese es ju stam en te el nuestro.
E stam os convencidos de que son las m asas las que deben e n tra r
en movimiento, la clase obrera y su aliados campesinos, pero con el
estado m a y o T , con la dirección proporcionada por el P artid o Comu­
nista.
E l fascismo es un fenómeno internacional. E n Ita lia había condi­
ciones favorables: una unidad nacional y religiosa. No se las encuen­
t r a tan perfectam ente en otros países, como por ejemplo Alem ania,
donde es evidente que se puede d esarro llar u n fascismo, pero con

807
•otra, form a, con otro contenido, m ás bien pequeño burgués, y sin. alianza
■completa con la g ra n burguesía
P a ra com batir el fascism o en el e x tra n jero los com unistas italianos
cuentan, no con la hipócrita adhesión de la burguesía en u n a cam ­
p añ a m oral, sino con la solidaridad revolucionaria de los obreros de
todos los países.

308
VÍGESIMOCUARTA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin,


noche del 2 de julio de 192*

P resid en te: "Wijnkoop.


O ra d o r: F reim uth.

e l f a s c is m o (c o n tin u a c ió n )

N i en el inform e im preso ni en el discurso de B ordiga s e


f r e im u t h .
h a determ inado con clarid ad la esencia del fascism o. E s necesario
que recordem os sus orígenes p a ra saber qué enfrentam os ahora.
E l fascismo no es o tra cosa que u n a reacción contra el movimiento
revolucionario de posguerra. Destaco que la g u e rra term inó, no porque
un ejército venciera al otro, sino porque en las naciones beligerantes
fe rm en tab a la revolución. Los gobiernos dem ocrático-pacifistas que
tom aron el poder después de la g u e rra eran dem asiado débiles p a ra
h acer fre n te a la oleada com unista y revolucionaria. L a sociedad
ca p ita lista am enazada, encontró inm ensos medios p a ra p ro b a r con su
pro p ag an d a que la realización de las reivindicaciones p ro letarias
e r a impasible. E l fascism o vive aún hoy de esa propaganda, pues
la ideología fa sc ista se basa principalm ente en la pro p ag an d a a n ti­
bolchevique que vimos en los periódicos revolucionarios de 1918-1920.
Al servicio de la publicidad contrarrevolucionaria se hallaba, en prim er
lu g a r, la socialdemocracia. K autsky, el heraldo científico de la social­
dem ocracia escribió folletos que se distribuyeron por millones en tre
la clase obrera. Aquella difusión g ra tu ita de los folletos de K autsky
logró en g ra n p a rte d istra e r a los obreros de la lucha revolucionaria.
Pese a todo, los p artid o s dem ocrático-pacifistas no pudieron -soste­
nerse solos, y vemos que la burguesía reúne a las clases sociales en
■degeneración p a ra conducirlas a u n a san g rie n ta lucha contra los
obreros.

309
El gobierno supuestam ente “revolucionario” de Eberrt-Scheidemann-
H a ase apeló al perro sanguinario de Noske. Os acordáis de aquella
época, cuando las tropas reaccionarias se arro ja ro n contra el prole­
tariado revolucionario, la época de la g u e rra civil en B erlín, H am -
burgo, Brem en, Dusseldorf, Munich . . . Entonces se crearon en A le­
m ania los prim eros núcleos fascistas.
El fascismo no es la pequeña burguesía que in ten ta hacer u n a
política independiente, como dice el inform e impreso. E s cierto en
alguna m edida, pero no es lo esencial. Lo esencial del fascismo es-
la form a de lucha que se crea la burguesía p a ra a b a tir a la revolu­
ción, p a ra a se g u ra r la existeucia de la sociedad capitalista. E l fa s ­
cismo es el arm a de la burguesía contra el p roletariado revoluciona­
rio. Por cierto que la pequeña burguesía constituye la m ateria con
que se ha forjado la h erram ien ta del fascismo. Pero lo decisivo no
es la m ateria con que se h a hecho u n a h erram ien ta; lo decisivo
son los fines a cuya servicio está ésta, y el fascism o sólo está al
servicio de la conservación y seguridad del dominio clasista de la
burguesía.
Sabemos que, en su desarrollo tanto en Ita lia como en Alemania,,
el fascismo debía entablar 'la lucha contra el Estado actual.
El fascism o no es o tra cosa que la co n trap arte del movimiento
proletario revolucionario, de la revolución p ro letaria y social, y h e
ahí por qué debemos sacar de él ta n ta s lecciones -como de !los propios
movimientos revolucionarios.
Sólo deseo bosquejar a grandes rasgos el desarrollo del fascism o'
alem án en sus diversas fases. Podemos com probar que el fascism o
alem án h a recorrido cuatro fases esencialm ente diferentes en tre sí,
h a s ta llegar a ser lo que es ahora en Alem ania.
Podemos lim itar la p rim era fase a la época a la que podríamos^
d ar por títu lo : “De E b e rt a K ap p ”, es decir, desde el prim er go­
bierno "revolucionario” h a s ta el golpe de mano kappista. Vemos n a ­
cer las p rim era s organizaciones fascistas, que todavía no llevan la
im pronta ni los rasgos del fascism o en su form a actual, pero que-
y a son las m ism as organizaciones que existen en nuestros días y
dirigidas p o r las m ism as personas. E n esa época la form aciones
p aram ilitare s se constituyeron como las prim eras organizaciones con­
t r a el p ro letariado revolucionario. Ju n to a esos cuerpos se consti­
tuyeron los cuerpos de voluntarios, las asociaciones estudiantiles, la s
asociaciones de ex oficiales, etcétera. Y en tercer lu g ar vemos nacer
organizaciones de derfensa b u rguesa: la Orgesch, la Orga, etcétera^
Todo aquello se creó en connivencia con el gobierno social demócrata,
burgués. Los obreros, que por entonces no sólo organizaban demos-
traciones, sino que además dirigían la lucha por la conquista del
p o d er, por el poder de los soviets obreros, por la existencia de los
comités de soldados, sólo pudieron ser vencidos por los cuerpos de
guerrilleros, los oficiales y generales contrarrevolucionarios del a n ­
tiguo ejército.
- Pero m uy pronto se hizo claro que las organizaciones contrarrevo­
lucionarias 110 querían desem peñar el papel de lacayos del gobierno
burgués social dem ócrata, sino que querían ser patrones en su casa.
Y aquellas form aciones se proponen, poco tiem po después, derrocar
el régim en dem ocrático-pacifista.
L lega entonces la segunda fase del fascism o. E l golpe de mano
ka.ppista infunde te rro r en el gobierno dem ocrático-pacifista, que
entabla la lucha contra los cuerpos creados por él mismo. In v ita a
los obreros a proclam ar la huelga general. La dictadura m ilita r que
K app deseaba e rig ir se rompe ante la resistencia de la clase obrera.
E n la seg u n d a fase se agrupan todos los elementos que habían p a r ­
ticipado, de m anera activa o como sim patizantes, en el putsch de
K app y que liabían visto d e stru ir sus organizaciones, y se reúnen
en organizaciones secretas. Y de ese modo advierten que no podrán
subsistir, como les ocurre a todas las organizaciones secretas, en la
lucha activa, en la lucha contra el régimen, pretendidam ente demo-
■crático. Y vemos de nuevo los métodos de lucha propios de todas las
organizaciones secretas: te n ta tiv a s de putsch y golpes de mano, te ­
r r o r individual y asesinato. E n esa época el fascism o se proponía
no la -lucha co n tra el proletariado, sino la conquista del poder, p a ra
alzarse en seguida co n tra el proletariado. Entonces fue cuando se
llevaron a cabo los aten tad o s m ortales contra E rzberger y R athenau.
Ambos crím enes -provocaron u n a fu e rte reacción p ro g resista del
proletariado. H a sta se puede decir que provocaron u n a oleada más
vigorosa de movimientos de m asas que el asesinato de Liebknecht y de
Rosa Luxem burg pocos años antes.
E sa fase del fascismo duró h a sta el momento en que se sintió lo
b astan te fu e rte p a ra convertirse en un movimiento de m asa.
Los fascistas se calificaban de enemigos m ortales del m arxism o. Pe­
ro ningún movimiento h a ,j ustificado de ta l m anera al m arxism o
como lo h a hecho el fascismo. E n el período de unos pocos años venios
su-cederse fases p a r a recorrer las cuales el movimiento obrero em­
pleó v aria s decenas de años.
E n la te rc e ra fase del fascism o vemos crecer un movimiento de
m asas al que debemos dedicar la m ayor atención. Después de las
elecciones en el R eichstag oímos voces que decían: los fascistas no
son. ta n form idables como se había pensado. Yo q u e rría preveniros

311
contra esta ilusión-, sobre todo porque este movimiento de m asa no
nació en el curso de seis años de república gloriosa, sino en veinte
meses, y por todas p artes re g istra los éxitos que le conocemos.
E l fascismo comienza a constituir partidos. Prim ero, en el sur de
A lem ania, el partido obrero nacional-socialista. Allí espera encon­
t r a r las tro p as de asalto p a ra su em presa contrarrevolucionaria. E l
segundo p artido se fundó en el N orte, con el nombre de P a rtid o
Volkisch, en recuerdo del movimiento nacional de 1813. E stos dos
p artidos basan su p olítica en la descomposición de la sociedad b u r­
guesa en Alem ania. L a política de cum plimiento del tra ta d o de V er-
salles y el constante argum ento de la carg a de las reparaciones h an
sum inistrado al fascism o gus m ejores argucias.
E n política exterior, el fascism o y sus organizaciones políticas pro­
clam an la g u e rra de revancha contra F ran c ia , la g u e rra de revancha
contra In g la te rra ; en u n a palabra, la g u e rra de revancha co n tra todos
aquellos que oprim en a A lem ania, R esistencia activa contra la ocu­
pación del R uhr, y no resistencia pasiva, tal como la que practicab a
el gabinete de Cuno. E n política interior, el fascism o pide la lucha
contra el m arxism o, co n tra el judaism o, co n tra el capital u su rario ,
contra el parlam entarism o; pide la dictadura volkisch.
Los fascistas tienen su p ro g ram a obrero, su p ro g ram a p a ra las clases
m edías y su program a ag ra rio ; en u n a palabra, program as p a ra todas
las clases, a fin de c re a r un amplio movimiento de m asas. Su p ro g ra ­
m a obrero comprende, como prim ea punto, la reivindicación de las ocho
horas. Reclam a seguros sociales que superan en mucho todo lo que
h a sta entonces se conocía b ajo ese rótulo. Reclama la supresión
de las clases. E n la sociedad fascista, patronos y obreros, capitalis­
tas y trab ajad o res, deben com poner u n a m ism a fam ilia, ten er los
mismos derechos y los mismos deberes. P redican la necesidad del
capital productivo, co n trariam en te al c a p ita l judío y financiero. P re ­
dican la com unidad de trab a jo , la necesidad de las asociaciones que
reúnen a patronos y obreros. H enry F ord, el g ra n capitalista n o rtea­
m ericano, es su ideal, y el sistem a de explotación de éste debe se r
introducido tam bién en Alem ania. Tal como p a ra la clase obrera, el
fascism o alem án tiene tam bién un p ro g ram a p a ra las clases m ediasr
las que tam bién se deben beneficiar con seguros sociales. Otro tan to
ocurre con el program a ag rario , en el que declaran que todo tra b a ­
ja d o r agrícola y todo campesino deben poseer un bien propio y que
hay que liberarlos de la dom inación judía.
L a época gubernam ental desde noviembre de 1922 h asta setiem bre
de 1923 es la época en que m ás p ropaganda ha hecho el fascismo, t r a ­
tando de convertirse en un movimiento de m asas. F ue no sólo la

312
época en que el fascism o g an ab a terren o en tre las m asas, sino tam ­
b ién la época en que la revolución com enzaba a ad q u irir un nuevo
vuelo. Y esto p rueba, imposible m ejor, la tesis de que el fascismo es
el pendant de la revolución, y de que precisam ente en épocas revolu-
•d o n a ría s ju n to al m ovim iento revolucionario está el movimiento que
m ás dominio tiene de las m asas.
¿Qué hicimos cuando en A lem ania la sociedad burgmesa estaba
am enazada por la descomposición y la m uerte? Desde luego, trazam os
•grandes perspectivas, m ostrando lo que o c u rriría en A lem ania como
consecuencia de la ocupación del R uhr. P ero sólo después del fascis­
mo comenzamos u na viva propaganda, que alcanzó su apogeo con
motivo de la jo rn ad a an tifascista, a fines de junio. Entonces se reveló
que el fascism o no reu n ía m ás que estados de ánimo. D u ran te aquel
tiempo las organizaciones fascistas no se atrev ían en ninguna p arte
a p resen tarse en público, porque el movimiento com unista les oponía
u n dique form idable. E s cierto que hubo u n a serie de orientaciones
fa lsa s en n uestro P artido, que im pidieron que el movimiento recogiera
sus fru to s. L a Federación de B erlín, que había proyectado realizar
su jo rn a d a an tifa sc ista en la ci-udad m onárquica de Potsdam , i'ecibió
■la orden de no ir a Potsdam , p a ra no correr el riesgo de s u frir un
revés. Pese a ello, la jo rn ad a a n tifa sc ista m arcó u n a recuperación
gloriosa del proletariado.
Después de la jo m a d a an tifa sc ista se hizo claro que el movimiento
com unista era el centro de atracción de todos los elementos que bus­
caban un a salida a la economía ca p ita lista p ertu rb ad a. E n esa época
tuvim os grandes m asas bajo n u e stra influencia. No sólo neutralizam os
a los campesinos, sino que h a sta obtuvimos notables éxitos al lo g rar
reunirlos en organizaciones favorables a la ideología del comunismo.
Podemos v erific ar en esa época el nacim iento de toda una serie de
organizaciones cam pesinas. Todas aquellas capas se ganaron, no con
un a p ro p ag an d a teórica o activa, sino con la lucha activa y revolu­
cionaria.
Fenómenos sem ejantes comprobamos tam bién en tre las clases me­
dias de las ciudades, sobre todo en B erlín, donde, por ejemplo, los
comités de control proletarios obtuvieron, al confiscar los víveres,
la aprobación o ral de los pequeños com erciantes.
E l hecho de no haber desencadenado la lucha en octubre nos llevó
a un, sensible retroceso. L a te rc e ra fase del fascism o está coronada
por el golpe de m ano de H itler. Pienso que es falso h ab lar de
“pu tsch ”. E s un g ra n movimiento insurreccional, que h a b ría llegado
a alguna finalidad si sus jefes h u b iera n tenido un poco de sentido
político.. P o r p rim era vez los fascistas entablan la lucha arm ada,

313
y después de unos pocos m iuutos no queda fa n ta sm a que no h a y a
sido echado. Comparemos esto con la lucha que el proletariado sos­
tuvo días antes en H am burgo. D urante tre s días y tre s noches
doscientos m ilitantes revolucionarios resistieron las arm as homicidas,
las bayonetas, Jas am etralladoras y los carros de asalto. E sa lucha m ues­
tra , co ntrariam ente a la insurrección de H itler, que la lucha revo­
lucionaria en A lem ania tiene las m ayores probabilidades. Se apoya
en el entusiasm o de los proletarios revolucionarios, que a p esa r
de todas las derrotas siem pre están dispuestos a retom ar las arm as.
E n circunstancias como las de octubre, con un poco de audacia el
P artid o Com unista podrá cum plir con la ta re a que se propone.
Después de H itler entram os -en la c u a rta fase del fascismo. E l
fascismo, que en su p ro g ram a declaraba la g u erra a l parlam entarism o,
p artic ip a en las elecciones provinciales y generales. L as elecciones
nos m uestran la fu erza del movimiento fascista, pero tam bién la aren a
sobre la que se asienta como movimiento de m asas, El € de abril
los fa scista s pudieron re g is tra r u n éxito notable en las elecciones
de la D ieta b ávara, pero y a en las elecciones al R eíchstag se produce
en Munich un grandioso v iraje . Los fascistas perdieron m ás o menos
u n a c u a rta p a rte de sus votos, en beneficio de los pangerm anistas.
Pero lo que resu lta en extrem o destacable p a ra el movimiento obrero
es que el fascismo obtuvo éxitos sin la menor duda considerables en
u na serie de regiones industriales. E n A lem ania el fascism o se h a
atraído una p a rte de la clase obrera m ediante una serie de métodos,
cou dinero y con instituciones sociales.
N uestro P artido h a cometido errores, como nuestros partidos h er­
manos. En la insurrección k ap p ista prim ero proclamó la neutralidad.
Cometimos, pues, la m isma fa lta que nuestros amigos búlgaros en
junio últim o. Pero el proletariado com batiente la corrigió muy pronto.
L a clase obrera pasó de la resistencia p asiva de la huelga general a
la resistencia activa co n tra el gobierno socialdem ócrata contrarrevo­
lucionario. P o r p rim e ra vea hay en A lem ania un ejército rojo creado
p o r el proletariado revolucionario com batiente. Los métodos que he­
mos aplicado en la s sublevaciones c o n tra el fascismo, como por
ejemplo con motivo de los asesinatos de E rzberger y R athenau, no
se han apoyado en. el ím petu y la fu e rza revolucionaría que habíam os
visto en ocasión de la insurrección k ap p ista. Entonces el m ovim iento
com unista parecía ser m ás bien la cola de la resistencia socialdemó-
c ra ta contra el fascismo antes que una fu e rza activa y dirigente. No
sabíamos lu ch ar independientem ente contra el fascismo, o no éram os
lo suficientem ente fu e rtes p a ra hacerlo.
El medio de propaganda m ás conocido lo h an constituido la c a rta

314
de S chlageter y la cam paña subsiguiente. Y a entonces se pensaba que
el P artido Com unista aplicaba un método erróneo. E s seguro que el
fascism o y el comunismo se oponen m utuam ente, a tal punto que
en tre ellos resu lta com pletam ente imposible toda alianza.
He aquí las proposiciones que forirrulam os p a r a la lucha fu tü ra
contra e-1 fascism o:
1. D esenm ascarar en los parlam entos el program a fascista. De­
bemos desplegar u n a p ropaganda viva por las reivindicaciones levan­
tad as por los fascista s; poner a éstos en tre la espada y la pared y
obligarlos a realizar su program a allí dond-e se da la posibilidad.
2. S ubordinar la propaganda an tifa sc ista a los comités centrales
de los partidos.
3. L levar a cabo una pro p ag an d a activa en tre los pequeños cam ­
pesinos y las clases m edias, ju stam en te en los partidos en los que
estas clases son num erosas,
4. L u ch ar activam ente -contra los acuerdos internacionales, las re­
paraciones, el inform e de los expertos, etcétera.
5. -Constituir organizaciones de lucha contra el fascismo.
6. O rg an izar contradem ostraciones contra las “jo rn ad a s alem anas'’
y las demostraciones m onárquicas y fascistas.
7. Discusiones públicas con -los fascistas.
8. P ro p ag an d a de principio contra el fascism o y contra la demo­
c ra c ia , por la d ictad u ra del proletariado.

315
11

V1GES1M0GUINTA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin,


3 de julio de 1924

P re sid e n te : Smeral.
O radores: Kolarov, T rein t, Thaelm ann, N guyen Ai Quoc, V arga, Gr-
dont, B ringolf, A m ter, W olf y Popescoi.

E L PROBLEMA AGRARIO

kolarov. E n casi todo 3 los congresos se vuelve a discutir el problem a


agrario, pero bajo diferentes aspectos. Si ■en el Segundo Congreso
nos ocupamos del p ro g ram a general de la Internacional Comunista, y
en el C uarto del p ro g ram a de acción en el dominio agrario, en el
Quinto Congreso nos ocupamos de la fu erza política y revolucionaria
que reside en la m asa de los cam pesinos. Los p artid o s com unistas
son partid o s de m asas, y la revolución social, por la que tra b a ja n ,
sólo puede ser el resultado de la acción revolucionaria de las m asas.
Se t r a t a de saber dónde están las m asas. De una m anera general,
p a ra nosotros las m asas están, en p rim er lu g ar3 en la s ciudades:
es la clase p ro letaria. Pero en las nueve décim as p a rte s de los países
la m asa está tam bién en el campo. B a sta echar un vistazo a las
estadísticas.
En In g la te rra sólo el 9 por ciento de quienes p artic ip a n activ a­
m ente en la producción se ocupan en la a g ric u ltu ra : es el país m ás
industrializado del mundo. E n Bélgica, el 23 p o r ciento. E n B ul­
garia, el 83 p or ciento. .En A lem ania, casi el 29 por ciento. E n Di­
n am arca, el 82,6 por ciento. E n Italia, el 59,4 por ciento. E n N oruega,
h ay 23.5 por ciento de campesinos. E n F ran c ia , 41,2 por ciento. E n Ho­
landa, el 29 por ciento. E n Suiza, 31 por ciento. E n Suecia, 50 p o r ciento.
En A u stria (A ustria antigua), 56,8 por ciento. E n H ungría, con C roacia
y Eelovenia (H u n g ría áe p re g u e rra ), 64,3 por ciento. E n E sp añ a,

316
56,3 por ciento. E n los E stados Unidos, 33,2 por ciento. E n Japón».
64 p o r ciento. E n C hina, {JO por ciento. E n la Y ugoslavia actual, 80
por ciento.
Pero h ay que hacer u n pequeño análisis de la diferenciación de
clases.
E n Alem ania, del 29 por ciento que tra b a ja en el campo las tre s
c u a rta s p a rte s son obreros y em pleados. Gomo veis, en A lem ania el:
problem a campesino se p resen ta con el aspecto de la conquista, en
p rim er lu g a r, de los obreros agrícolas. E n F ran c ia , del 41,2 p o r
ciento, que constituyen easi 8 m illones y medio de campesinos, el
60 por ciento son asalariados y el 40 p o r ciento re sta n te tra b a ja
p or su cuenta. Allí el problem a cam pesino se p resen ta con el aspecto^
de la conquista de los obreros agrícolas, pero tam bién de los peque­
ños campesinos, de los pequeños g ra n je ro s que tra b a ja n por su
cuenta. E n Y ugoslavia —en C roacia y Eslovenia—■ el 72 p o r ciento
de los labradores poseen tie rra s no m ayores de 5 hectáreas. Son
sem iproletarios o pequeños campesinos. E n B osnia-H erzegovina el
77 p o r ciento poseen tie rra s que no su p eran las 5 hectáreas
E n Jap ó n el 64 por ciento de los habitantes se ocupan en la a g ri­
culturas pero el 70 por ciento de ellos son sólo g ra n je ro s o pequeños
propietarios y g ra n je ro s a la vez; el 89 por ciento de los propietarios
no poseen m ás de 2 hectáreas.
E s ta s c ifra s nos m uestran, pues, que u n a p a rte de las m asas t r a ­
b ajadores a las que debemos conquistar p a ra la revolución se en­
cu e n tra en el campo. L a h isto ria h a dem ostrado la im portancia de
las m asas cam pesinas p a r a la revolución. Se sabe que todos los mo­
vim ientos revolucionarios de las ciudades h an sido sofocados por medio
de las m asas cam pesinas. Tenemos el ejemplo de la Comuna de P arís.
Tenemos tam bién el ejemplo de la revolución de 1905 en Rusia,
cuando el g ra n movimiento de los obreros de Pe tro grado, Moscú y
todas las grandes ciudades de R usia fu e sofocado por los cosacos y
los soldados, que sólo son, hablando con propiedad, campesinos. E s
un hecho 'reconocido p o r los grandes escritores revolucionarios, como
K arl M arx, en p rim er térm ino, y P a u l L a fa rg u e en F ran cia.
E n 1905, cuando R usia se encontraba en v ísp eras de la revolución
bu rg u esa y de-moer ática, I ienin h a b ía comprendido la im portancia de
la conquista de las m asas cam pesinas p a r a el movimiento revolucio­
nario, y hab ía lanzado la consigna: d ictad u ra del proletariado y los
campesinos. L a revolución bu rg u esa y dem ocrática en R usia, una
vez realizada con la ayuda de los obreros y los campesinos, debía
serv ir de prólogo a la revolución socialista en Occidente. E n 1917
habían m adurado las condiciones p a ra la revolución socialista, y Le-

31T
nin reem plazó la an tig u a consigna de “dictadura del proletariado y
los cam pesinos” por la consigna de “dictadura del proletariado y los
campesinos pobres”, E ra la revolución socialista en la propia R usia.
Los p artidos com unistas y la Internacional (Comunista deben buscar
los medios de v in cn lar a los trab ajad o res de las ciudades con las
m asas cam pesinas pobres, de a tra e r a éstas hacia el partido de la
revolución, de hacer p a rtic ip a r activam ente en el movimiento revolu­
cionario a las que se puedern g a n a r p a ra la causa com unista, y neu­
tra liz a r a las dem ás, de modo de a rre b a ta rle a la burguesía la
posibilidad de sublevar al campo contra el proletariado y la revolución.
¿E xisten condiciones objetivas que posibiliten la conquista de las
m asas cam pesinas? L a Internacional h a respondido de m anera a f ir­
m ativa.
E stas condiciones son de c a rác te r económico y político. E l fa cto r
-económico m ás g rave es la crisis agraria de ru é nos h a hablado
V arga.
Desde el punto de v ista político, vemos que la burguesía aprovecha
su poder p a ra a rro ja r sobre las m asas cam pesinas, poco capaces de
resistir, todas las ca rg as de la g u e rra y de las consecuencias de la
g u e rra m edíante el aum ento de los impuestos. E n todos los países
donde el arrendam iento de la tie r r a desempeña un g ra n papel asisti­
mos a u na seria agravación de la ta sa de arriendo. Y adem ás están
tam bién las am enazas de g u erra, que se vuelven cada vez m ayores.
U n g ra n hecho h a ejercido asimismo una influencia inm ensa sobre
las m asas cam pesinas: es el ejem plo de la revolución rusa, que ha sido
la p rim era en en tre g a r la tie rra a los campesinos. L a revolución rusa,
•que h a sido el resultado de la alianza revolucionaria entre ios obreros
y las m asas cam.pesinas. les h a abierto los ojos a los cam pesinos de
E u ro p a y Am érica.
D urante la g u e rra se produjo una revoluciónarisación de las m asas
cam pesinas y un reagrupam iento en las organizaciones campesinas.
Hemos comprobado el hecho en A lem ania. E n Badén se fonnó una
unión campesina de propietarios pequeños y medianos con tendencia
radical que participó en las elecciones de 1920. E n octubre del año
pasado vimos constituirse una “ Comunidad de T ra b ajo ” entre v aria s
organizaciones de campesinos pobres, arren d atario s, colonos, etcétera,
que engloban, ju n tas, un millón de miembros. E sta “Comunidad de
T ra b ajo ” h a adherido al Consejo Internacional de Campesinos. Tam ­
bién en F ra n c ia asistim os a la form ación de una Unión de Campesi­
nos de c a rá c te r radical. Igual movimiento en los E stados Unidos.
Checoslovaquia, Polonia, Croacia. B u lg aria y muchos países orientales.
La radicalización de las organizaciones cam pesinas debería con-

318
(lucir, natu ralm en te, a la unión de la s fuerzas políticas y revolucio­
n a ria s del campo en u n a Internacional de Campesinos.
La iniciativa del acercam iento debe provenir de los partidos comu­
n istas y de la Internacional Comunista. Los campesinos no vendrán a
nosotros por su p ropia iniciativa, o bien, sí m an ifiestan algunas ve­
leidades de acercársenos, pronto las p erd erá n si por su p a rte los
p artid o s com unistas y la Internacional (Comunista no hacen los es­
fuerzos necesarios p a ra atraerlos, p a ra vincularlos política y o rg á­
nicam ente al movimiento revolucionario.
Paso a la táctica que h ay que seguir. H ay que d istin g u ir dos
aspectos: la conquista de la s m asas no organizadas y n u estra táctica
respecto de las organizaciones económicas, políticas, culturales, etcé­
tera , que existen en casi todos los países.
H ay que considerar que las condiciones de existencia de las m asas
pobres en los diferentes países son m uy diferentes y que resu lta m uy
difícil fo rm u lar reg las válidas p a ra todos. Debemos ten er u n a táctica
flexible, capaz de ad ap tarse a. la diversidad de las condiciones de
vida de los campesinos, de sus movimientos y sus l'uchas. H ay que
tener en cu en ta todas las condiciones especiales que determ inan en
nn país un estado de ánimo revolucionario. Si se puede fo rm u lar una
reg la general, quiere decir que nuestros program as de acción deben
ser siem pre, concretos y no contener fórm ulas a b stra c ta s, incom pren­
sibles p a ra las m asas. Los campesinos tienen esp íritu práctico, espí­
ritu u tilita ris ta ; no h an m adurado gracias a grandes ideas ab stra ctas,
y sólo se los puede ganar m ediante la voz de su interés inm ediato.
Tenemos, en p rim er lu g ar, Zas organizaciones profesionales de los
obreros agrícolas. N u e stra táctica p a ra con estas organizaciones está
determ inada, desde -luego, por n u e stra g eneral táctica sindical. Pero
lo que h ay que destacar aquí es la posibilidad de in flu ir a los obreros
agrícolas por la m asa de los pequeños campesinos, en medio de los
cuales viven, y, recíprocam ente, la posibilidad de u tiliza r los obre­
ros agrícolas p a ra la propaganda revolucionaria entro las m asas
cam pesinas pobres.
U na segunda form a de organización es la organización de los peque­
ños arrendatarios, que en varios, aspectos re p resen ta u n a organización
profesional. H ay que h a lla r la posibilidad de vin cu lar e sta form a de
organización a las organizaciones profesionales de los obreros agríco­
las, vinculación directa de éstas con el P artid o Com unista, y a filia rla s
al Consejo Internacional de Campesinos. E s preciso fo rm a r células
y, en ayuda de éstas, ase g u rarse su dirección. H ay que p ra cticar el
fre n te único .a la vez p o r abajo y por a rrib a .
E n tercer lu g ar, están las organizadores de los pequ.oños cam pesi­

319
nos y las unió v-en campesinas. De una m an era general, estas orga­
nizaciones poseen un -carácter social heterogéneo. N uestro propósito
debe consistir en elim inar de su dirección al elemento rico. N uestro
método de acción debe se r el de constituir células en estas organizacio­
nes y p ra cticar el fre n te único por a rrib a en ciertos casos.
E n las cooperativas y los sindicatos agrícolas debemos seguir poco
m ás o menos la m ism a táctica de penetración com unista y t r a t a r de
fo rm a r u n a oposición de izquierda p a ra expulsar de la dirección al
elemento rico. Otro tanto se puede decir de las demás organizaciones
de c a rá c te r cu ltu ral, deportivo, etcétera.
Pero donde el problem a se vuelve m ás difícil es con las uniones
cam pesinas que tienen un carácter político predom inante. Tenemos
p artidos de este tipo en Checoslovaquia, Polonia, B ulgaria, R um ania,
Croacia y o tra s p arte s. L a táctica del f¡rente único por ahajo se
impone, evidentem ente, p a r a acercarnos a las m asas organizadas en
esos partidos.
Contamos con e sta posibilidad, por ejemplo, en B u lg aria respecto
de la Unión Cam pesina, cuya m asa está ya en g ra n p a rte anim ada
por un esp íritu revolucionario. Con respecto a e sta unión, el fre n te
único puede y debe ser practicado a la vez por abajo y p o r a rrib a . La
m ism a solución en determ inadas condiciones puede volverse igualm en­
te necesaria en lo que atañ e al P artid o Campesino Republicano de
Croacia, al P artid o de los G ran jero s de Estados Unidos, etcétera.
E s un problem a m uy complicado, y no se lo puede resolver m e­
diante un a general prescripción obligatoria p a ra todos los países.
El Consejo Internacional de Campesinos, que se constituyó en
Moscú como consecuencia de la p rim era conferencia internacional de
campesinos, ofrece sum a im portancia política y revolucionaria. Sus
esfuerzos por a g ru p a r en torno de él todas las organizaciones cam ­
pesinas m ás o menos revolucionarias deben recibir el apoyo de toda
la Internacional.

T re in t d a lectura, en nom bre de la delegación francesa, a la siguiente


declaración:
“Los socialistas acaban de com eter en F ra n c ia nn nuevo crim en con­
t r a el p ro letariado del R uhr, contra el proletariado alem án y contra el
proletariado internacional.
Al ren o v ar en la paz la política de traición y unión sag rad a de 1914,
acaban de v o tar en el P arlam ento fran cé s los créditos p a ra la ocupa­
ción del R uhr.
De este modo le perm iten a la b u rguesía im perialista fran cesa po­
n er las bayonetas, las am etralladoras y los cañones de su ejército al

320
servicio del capitalism o ingles, del francés, del alem án y del belga,
que están asociándose p a ra ex p lo tar en común, por un modelo aún
m ás grave, al proletariado del R uhr.
Jo rn a d as de trab a jo de 10, 12 y 14 horas en cambio de salarios
dism inuidos y lucha a m ano arm ad a de las fu erzas com binadas del
m ilitarism o francés y de la policía y el fa-scismo alem anes co n tra las
huelgas y contra las organizaciones obreras del R uhr son el punto
de p a rtid a de la agravación de la ofensiva c a p ita lista en E u ro p a y en
todo el mundo.
Conservación de la ocupación del R uhr, es decir, del m ás im por­
ta n te d istrito m inero de E uropa, por los ejércitos de la burguesía
im perialista fra n c e sa : esto significaj tam bién, la continuación de la
política co n trarrev o lu cionaria dirigida co n tra todo intento del p ro ­
letariad o alem án de liberarse del yugo de su capitalism o.
Los socialistas de F ran c ia , p a ra sostener el gobierno de H errio t,
p a ra m an ten er en tre bam balinas su colaboración vergonzosa con el
gobierno del Bloque de las Izquierdas, no vacilan en llev ar u n a po­
lítica dirigida en p rim er lu g ar co n tra el proletariado alem án y,
consecuentemente, co ntra el proletariado m undial y contra la Re­
volución.
E sta actitud debe ab rirles los ojos a aquellos obreros alem anes que
se h an dejado in flu ir h asta ahora por su s socialdem ócratas.
Los socialdem ócratas alem anes, que no desaprueban a su s cómplices
franceses, porque tra b a ja n , como éstos, por la resta u rac ió n del ré g i­
m en capitalista a costas de la clase obrera, continuarán formando
p a rte de la m ism a Internacional que los que en F ra n c ia en tregan el
proletariado del R u h r al capitalism o internacional.
A sí estalla el carácter de la II Internacional, que al servir, por
u n a p arte , los intereses del capitalism o co n tra el proletariado y al
re fle ja r en su seno, por la otra, los antagonism os en tre los im perialis­
mos rivales pone de m anifiesto h a lla rse socavada por las m ism as
contradicciones m ortales que el mundo cap ita lista.
De este modo aparece, con m ás clarid ad que nunca, la decadencia
de la II Internacional.
A ntes de 1914, la n eg ativ a a aprobar el presupuesto de los E stados
burgueses era cosa adm itida casi sin discusión en la m ayoría de los
p artidos socialistas.
Al su stitu ir definitivam ente esa p ráctica por la unión sag rad a
con la bu rg u esía y v o tar los créditos p a ra la ocupación del R uhr, los
socialistas franceses siguen abiertam ente a los jefes de la socialdemo­
cracia alem ana y al gobierno lab o rista de In g la te rra por el camino
de la traición.

321
E n 1923, apenas pasado el 11 de enero, los socialistas se alzaban
en el P arlam ento fran cés contra la ocupación del R uhr y se declara­
b an dispuestos a luchar contra ella m ediante la huelga general.
No era m ás que u n a p u ra comedia p arla m en taria.
Poco después, las Internacionales refo rm istas rechazaban, sin pro­
te sta alg u n a de los socialistas franceses, las proposiciones de la In ­
ternacional C om unista y de la Internacional Sindical R o ja con m iras
a p re p a ra r en común una huelga general de los tra b a ja d o re s de
Occidente .contra La ocupación del R uhr y los peligros de la g u erra.
Los socialistas de F ra n c ia sólo lucharon de p alab ra contra la ocu­
pación del R u h r y pretendieron que la adopción del plan de los
expertos debía, de im plicar la re tira d a de esa ocupación.
P u ra comedia electoral p a ra a r r a s tr a r a los obreros por las huellas
del Bloque de las Izquierdas.
Éste sustituyó a P oincaré sólo p a ra p ra cticar luego, notablem ente,
la m isma política que .la del Bloque Nacional.
Hoy los socialistas sostienen a la vez el plan de los expertos y
el m antenim iento de la ocupación. Se unen a H erriot, que se une a
Poincaré.
Los socialistas franceses y la II Internacional arreg lad a en H am -
burgo aparecen cada vez con m ayor claridad como los peores in stru ­
m entos empleados por -la b u rguesía p a ra salv ar al capitalism o,
redoblando la explotación y la opresión del proletariado del R uhr, de
E uropa y del mundo.
E n el histórico período que se abre, la lucha contra la burguesía, la
lucha c o n tra el p lan de los expertos, adquiere cada vez m ás el c a rá c te r
de un combate sin piedad contra la Internacional de la traición so-
cialdem ócrata.
L a Internacional C om unista debe arran c arle a é sta los obreros a
los que todavía engaña y conducirlos a l combate decisivo co n tra todas
las fu erzas cap italistas, que v an desde el fascismo h a sta la social­
democracia.
E n esa lucha, el P artid o Com unista francés y el P artido Com unista
alemán, siem pre m ás estrecham ente unidos, sabrán, bajo la dirección
de la Internacional Com unista, llevar al proletariado a la victoria
revolucionaria.
¡A bajo el régim en ca p ita lista!
; Abajo el plan de los expertos y la ocupación del R uhr!
¡Abajo la socialdem ocracia internacional!
jV iva la Revolución M undial!”
THAELMANN. L a declaración de la delegación francesa m uestra la
ju steza del análisis efectuado por nuestro Congreso del po sterio r
desarrollo de los acontecim ientos universales. E l resultado de n u estra
discusión sobre la situación del mundo no lia sido aún form ulado en
las tesis y ya adquiere una fu e rz a excepcional.
L a posición de los socialistas franceses con respecto a los créditos
•del R u h r desenm ascara la verdadera esencia de la nueva ola demo-
crátíco-pacifista y determ ina el papel que desem peñará la I I In te rn a ­
cional en este asunto.
B ajo un a form a nueva se nos p resen tan la a n tig u a lucha de la
bu rg u esía internacional tendiente a conservar el orden ca p ita lista y
la an tig u a traició n de los socialdem ócratas, así como el b ru ta l ataque,
a la vez insidioso, de la contrarrevolución.
L a decisión contrarrevolucionaria de los expertos constituye actual­
m ente el foco en torno del cual van a a g ru p a rse las esperanzas y las
fu erzas de la contrarrevolución. C om batirla es deber no sólo de
los com unistas franceses, sino tam bién de todas n u e stra s secciones.
Creo ex p resar loa sentim ientos del Congreso al re p e tir: UJAbajo los
expertos y la ocupación del R u h r! ¡A bajo la Internacional de la im­
po stu ra social dem ócrata! {Abajo el engaño del pacifism o burgués
democrático! ¡Viva la Revolución M undial!”.

NGTJYEN a i q u o c (Indochina). E n las colonias fran cesas la i n d u s t r i a


y el comercio se h allan m uy poco desarrollados. De 55.571.000 indíge­
nas que las pueblan el 95 pOT ciento son campesinos. E stá n absoluta­
m ente explotados. He aquí algunos ejemplos.
E n Indochina, en ocasión de la conquista, los cam pesinos fueron
expulsados por la g u erra. Y a term inadas las hostilidades, regresaron
a sus aldeas, 'para en contrar sus tie rra s ocupadas por perm isionarios
que h ab ían seguido al ejército. A. menudo se conceden terren o s ocu­
pados y cultivados por los hab itan tes de la aldea, que estab an allí
desde hacía siglos. Los campesinos anam itas se ven, de ese modo,
obligados a convertirse en siervos y a tr a b a ja r su propio campo p a ra
nuevos amos ex tran jero s.
Los perm isionarios franceses reciben g ra tu itam en te no sólo las
tie rra s, cuya extensión supera las 20 mil o 25 mil hectáreas, sino
tam bién todas las facilidades de explotación, así como la mano de
obra, proporcionada por las aldeas.
Así despojados, los campesinos an am itas no tienen siquiera el de­
recho de d isfru ta r tranquilam ente de lo poco que les queda. Los
im puestos inm obiliarios se han triplicado en el espacio de unos pocos
años.
Los campesinos anam itas están adem ás agobiados por servicios

323
obligatorios, im puestos, la gabela, los préstam os forzosos, las suscrip­
ciones obligatorias, etcétera.
E n A rgelia, Túnez y M arruecos el capitalism o francés p ractica la
m ism a política. Se declara que todas la s tie rra s fé rtile s y cultivables
son tie rra s de colonización, y se expulsa a los campesinos indígenas
hacia las m ontañas o las altiplanicies. Las com pañías concesionarias,
los especuladores y los grandes funcionarios se re p a rte n las colonias.
E l Banco de A rgelia y de Túnez obtuvo, en 1914, 12.258.000 francos
de beneficio con un capital de 25.000.000 de francos.
L a Com pañía F ranco-A rgelina posee 324.000 hectáreas de las me­
jo res tie rra s . L a Com pañía de F osfatos y F erro carrile s de G&fsa h a
obtenido 50.000 h ectáreas de minas, m ás u n derecho de preferen cia
en torno de éstas, etcétera, etcétera.
L a colonización fran ce sa h a hecho desaparecer la propiedad colec­
tiv a. Además h a hecho desaparecer la pequeña propiedad, p a ra tra n s ­
fo rm a rla en g ra n propiedad de concesión. A los indígenas se les h a
robado m ás de 5.000,000 de hectáreas.
E n 15 años se les h a arreb atad o a los campesinose de K abilía 192
mil hectáreas, o sea, anualm ente, 12.000 hectáreas, E ste térm ino
medio subió a 14.540 u n a vez que F ra n c ia hubo ganado la g u e rra del
derecho.
A ctualm ente 1.070 franceses ocupan 500.000 hectáreas del suelo
m arroquí. L a m iseria de la población indígena es espantosa. H asta
cuando la cosecha es buena, g ra n núm ero de campesinos van a dispu­
tarles a los p erro s el contenido de los tachos de b asu ra de la ciudad.
Si la cosecha llega a fa lta r, siem bran con sus huesos los caminos y
la llan u ra.
E n el Á frica occidental y ecuatorial la situación de las campesinos
es aún m ás espantosa. Se los expropia y se los obliga a tra b a ja r
g ratu itam en te p a ra las com pañías concesionarias. E s necesario seña­
la r el sistem a de los rehenes. Ancianos, m njeres y niños son e n c ar­
celados, m altratados, torturados, ham breados, m artirizados y, alg u n as
veces, asesinados. E n alg u n as regiones se conserva un núm ero de
rehenes igual al núm ero de trab a jad o res, a fin de im pedir que
éstos huyan. Si los indígenas logran ocultarse en las m ontañas, en­
tonces se les destruye sus aldeas, se les quema sus casas y se les
devasta sus campos. E ste sistem a h a despoblado regiones enteras.
Cabe ag re g a r que en ciertas colonias, como M adagascar, la Reunión,
A rgelia, etcétera, se ham brea a la población indígena sustituyendo
el cultivo de cereales por otros cultivos, m ás solicitados por la in­
d u stria fran cesa y, por consiguiente, m ás ventajosos p a ra los
colonos.

824
Tócale a la Intern acional ay udar a esos desventurados campesinos
a organizarse. E lla debe m ostrarles el camino de la revolución p ro ­
le ta ria y de la emancipación.

E l Ejecutivo m e h ab ía encargado re d a c ta r un g ra n lib r o sobre


•v a r g a .
el problem a ag rario . E l p rim er fascículo acaba de aparecer. Pero
la calidad de mi tra b a jo se ha resentido p o r el poco interés que le
h an testim oniado los m ilitantes. Ruego a los cam arad as presentes que
m e faciliten la composición de los fascículos siguientes con el envío
de m ateriales y haciéndom e partícip e de sus críticas y sus consejos.
E l campesino carece de e sp íritu -de clase. E n la in d u stria vemos lo
claram ente que se diferencian e n tre si el asalariado, el capataz y el
cap italista, m ientras que en la a g ric u ltu ra se p asa im perceptiblem ente
de un a categ o ría a la otra. L a causa de ello es que el principal medio
de producción es el suelo mismo y se lo puede d istrib u ir sin a te n ta r
contra la producción m ientras que en la in d u stria la fragm entación
de u n a g ra n em presa o, por el contrario, el engrandecim iento de un
taller h asta las dimensiones de u n a fá b rica gigantesca son técnica­
m ente imposibles. E s preciso estudiar los hechos agrícolas mucho m ás
en detalle que la in d u stria si queremos alcanzar m ejores resultados.
¿Qué debe hacer el P artid o C om unista si en un p aís ca p ita lista
ae inicia un fu e rte movimiento cam pesino p a ra tom ar posesión de
u n a p a rte de las tie rra s de los grandes propietarios? ¿Debe observar
n eutralidad, o sostener el movimiento? Soy de opinión de que, tal cual
se dice en las tesis del C uarto Congreso, los comunistas deben soste­
n er el movimiento y llevar m ás lejos las reivindicaciones campesinas.
Por ejemplo, si el campesino exige una distribución de las tie rra s
por un precio módico, el P artid o Com unista debe decir: “Os soste­
nemos, pero form ulam os la reivindicación, m ás am plia, de la con­
fiscación de la tie rra y su distribución g ra tu ita en tre los cam pesinos”.
L a ex trem a izquierda nos dice que los campesinos, u n a vez a rre ­
glados, d ejarán de ser un elemento revolucionario. Evidentem ente, lo
ideal sería que la revolución cam pesina y la p ro le ta ria coincidieran
y que los campesinos recibieran g ra tis su tie rra de m anos de la
d ictad u ra p ro letaria.
Pero debemos asum ir el riesgo de v e r que los campesinos alcancen
su fin antes de la tom a del poder por el p roletariado, pues nos
re su lta imposible g an arnos al cam pesinado si le negam os el derecho
a sus reivindicaciones fundam entales. Sólo m archando con los cam­
pesinos y revolucionarizando sus reivindicaciones podemos esp e rar
que harem os a c tu a r en nuestro sentido a las fuerzas revolucionarias
laten tes que residen en el seno del campesinado.

325
ordqnt (P o lo nia). Kolarov ha dicho que es necesario organizar
sindicatos de labradores y establecer un contacto e n tre el pequeño
cam pesino y las federaciones de trab ajad o res de la tie r r a y los bosques,
que cooperativas -campesinas, etcétera, deben ser puestas en m archa
y que todas esta s organizaciones se deben realizar por abajo. Pero
no ha dicho cómo hay que hacerlo.
No estoy en fa v o r de la creación de partidos campesinos.
No tenem os que h acer propaganda por ellos. E xisten. ¿Qué actitud
debemos ad o p tar al respecto? No olvidemos loa principios del leninismo.
El campesinado debe convertirse en aliado del proletariado. Debemos
establecer un estrecho contacto con los partid o s campesinos que quie­
ren liberarse de la dom inación burguesa. Reducir el cam pesinado a
las organizaciones económicas es ponerles freno a >sus aspiraciones
políticas.

BRINGOLF (S u iza). E n el 'Segundo 'Congreso la comisión a g ra ria estuvo


presidida por Lenin. L as tesis que se elaboraron en ella se ven, por
lo general, adm itidas, pero m uy poco practicadas. Nos hemos lim itado
a fo rm a r an te los Comités C entrales secciones a g ra ria s que elaboraban
un program a, pero que no lo aplicaban. Tal fue el caso en Suiza,
E s necesario que aprendam os a hablarles a los cam pesinos en su
lengua. La term inología habitual de n u estra propaganda no vale nada
en el campo.
M ientras no nos hayam os ganado a los cam pesinas, haciéndonos
com prender por ellos, nuestro p ro g ram a agrario perm anecerá e¡n el
papel, sobre todo en los países donde las organizaciones cam pesinas
son fu ertes. E sto tiene que v er p articu larm en te con Suiza. Suiza
es un país pequeño, pero su cam pesinado está m uy bien organizado
bajo la dirección del doctor L an r, cuyas m iras superan las fro n te ra s
suizas. Su divisa es la lucha contra el- industrialism o.
Quiere internacionalizar sus ideas, G eneralm ente se piensa que los
campesinos no se interesan m ás que en proposiciones prácticas, pero
tam bién tienen g ra n inclinación a p re s ta r oídos a la demogogia y
las utopías.
Tenemos que m atizar n u e stra propaganda de acuerdo con las p a r­
ticularidades de la situación cam pesina en O riente y Occidente.
E n Suiza y A lem ania del sur se tra ta , ante todo, de aliviar a los
campesinos del peso de las hipotecas. S erá bueno em plear p a ra la
p ro p ag an d a en el campo a obreros industriales.

a m tef.(E stad os Unidos de A m érica). E l problem a ag rario es en


E stados Unidos uno de los problem as m ás im portantes que tengan
que e n ire n ta r los com unistas. Los siguientes hechos lo pro b arán . E n
1910 el 33 por ciento de la s personas que ejercían alguna profesión
e ra n traba!] a dores agrícolas. E n 1920 ese núm ero h a dejado de
crecer proporciónalm ente a la población, y ahora h asta h a caído al
2-6 por ciento. L a cosecha se h a increm entado en u n 37 por ciento
en veinte años, y el núm ero de los tra b a ja d o re s de la tie rra sólo
en un 5 por ciento. E sto indica que h a habido innegablem ente, un
m ejoram iento de los métodos de explotación ru ra l, pero no señala que
el fa rm er norteam ericano está en m ejor situación que antes. Lo cierto
es lo contrario. 'Con posterioridad a 1880 el núm ero de arren d a ta rio s
morosos con 'sus arriendos ha subido del 25 al 28 p o r ciento. E l g ra n je ro
debe d estinar el 16 por ciento de su re n ta a im puestos. Debe p a g a r
el interés de las sum as con las que tra b a ja . Debe p a g a r ta rifa s de
tra n sp o rte extrem adam ente altas p a ra conducir sus productos al
mercado, a casi el 34 por ciento de su valor. Debe p a g a r un 10’ por
ciento a las com pañías p a ra que le alm acenen su grano. El g ra n je ro
no recibe m ás que un tercio, o poco menos, del salario del obrero
in d u strial.
E n los E stados Unidos los g ra n je ro s no constituyen u n a clase
distinta. Las g ra n ja s cam bian continuam ente de propietarios, y m u­
chas de ellas son ocupadas por personas que sólo llegan p a ra tom ar
posesión. Bancos ru ra le s quiebran porque los g ran jero s son incapaces
de p a g a r sus deudas y los correspondientes intereses, que se h an ele­
vado de 4 mil millones en 1920 a 7.800 m illones en 1924. Los bancos
del E stado no titu b e an en tom ar lo qne se les debe. H ay dos
millones de trab a jad o res agrícolas en N orteam érica. E stá n desorga­
nizados, excepción ¡hecha de los 11.00-0 IWW. Los g ra n je ro s pobres son,
no obstante, un facto r político. E s u n a de las clases m ás explotadas
y oprim idas de E stados Unidos; sus m iem bros se h a n sublevado.
Su movimiento es aún vago y confuso, pero asp iran al poder político.
Los obreros tienen los mismos intereses que los g ra n je ro s explota­
dos, y hay que reconocer que el P artid o C om unista ha explotado ple­
nam ente el descontento de los g ran jero s. E l F ederated F a rm e r L abour
P a rty p ro cu ra la cooperación en tre los obreros y los g ra n je ro s ex­
plotados,

WOLF (M éxico). E n los países ag rario s los com unistas se encuentran


fren te a ta re a s especialm ente difíciles. E n México tenemos u n gobier­
no pequeñoburgués sem isocialista que actualm ente distribuye la tie­
r r a en tre los campesinos. Los campesinos se han reconciliado en p arte
•con este gobierno y h an cerrado sus oídos a nuestra, propaganda. E ste

327
hecho h a b rá de repetirse en diferentes países de E u ro p a cuando p a r­
tidos campesinos tom en allí el poder.
Antes de la conquista española, los indios vivían bajo un sistem a
de comunismo prim itivo. Los españoles in tro d u jero n la esclavitud, y
d u ran te los tre s siglos siguientes la tie rra se concentró tanto, que
en 1910 m ás del 95 por ciento de la población ru r a l no ten ía absolu­
tam en te n ad a de tie rra . Todos los bienes p ertenecían a dos o tre s
individuos.
E l revolucionario a g rario Z apata y los campesinos que lo seguían se
sublevaron en 1910 pidiendo u n a redistribución de la tie rra . Z ap ata
adhirió a todas las fracciones revolucionarias, u n a tra s o tra, porque to-
•» das le prom etieron la distribución de 'la tie rra . Pero u n a y o tra vez
lo decepcionaron. Cuando se produjo la revolución rusa, Z ap a ta re­
conoció inm ediatam ente la im portancia del acontecim iento y fav o re­
ció, entonces, la unión de los campesinos con los obreros revolucionarios.
Lo asesinaron en 1919, pero la revolución a g ra ria continúa.
E l gobierno campesino d istrib u y e la tierra , pero sólo en la m edida
en que esa distribución im pide la sublevación cam pesina.
Los com unistas combaten an te todo la cesión individual de peque­
ñ as parcelas de tie rra a los campesinos, porque a éstos les re s u lta
imposible tr a b a ja r en las condiciones propias de México en ta n
¡pequeña escala; luego combaten toda cesión que sólo sea provisional
y dependa de decisiones de c o rta duración. E n te rc e r lu g a r combaten
la distribución de la tie rra nacional no cultivada, pero reivindican la
tran sfo rm ació n de esas tie rra s en g ra n ja s comunales explotadas en
común. E n cu a rto lu g ar combaten la consigna del gobierno “a cada
cual su lote”, oponiéndole la consigna com unista “a cada cual la
tie rra que pueda tr a b a ja r ”. E n quinto lu g a r defienden al gobierno
pequeñoburgués socialdem ócrata actualm ente en el poder. E n sexto
lu g ar combaten los métodos legales de distribución del suelo, preco­
nizando la tom a y defensa de la tie r r a por los campesinos mismos y
reclam ando p a ra éstos el derecho de p o rta r arm as. E n séptimo lu g ar
estudian las necesidades especiales de los campesinos a propósito
de la irrigación, los créditos, etcétera. Y en octavo lu g a r constituyen
exitosam ente fracciones com unistas en el partido agrario, causando
así u n a división en éste respecto del problem a de saber si el campe­
sino debe aliarse con el L abour P a rty am arillo o con los com unistas.
E l campesino de México es capaz de lu ch ar por la consigna de
gobierno obrero y campesino. H a respondido a la propaganda comu­
n ista en el problem a de la portación de arm as y en el del parcela-
m iento de la tie rra y el sistem a de propiedad privada.

328
p o p e s c u (R u m an ia). E n R um ania los campesinos no son, n i pequeños
propietarios, n i obreros libres, ni a rren d a ta rio s, pues no tienen el
derecho de e n a je n a r el suelo y el subsuelo que han recibido después de
tre s sublevaciones sucesivas. Sus parcelas son, p o r lo demás, ta n
exiguas, que están obligados a tr a b a ja r p a r a los grandes te rra te n ie n ­
tes. Desde el punto de v ista económico y jurídico, el campesino se
encu en tra en u n a situación de sem iesclavftud.
E l “partid o cam pesino” es -un p a rtid o de g ra n d es campesinos e
intelectuales urbanos y ru ra le s que tienden actualm ente al poder y
quieren re p rim ir el movimiento obrero y cam pesino que se anuncia.
E n sum a, el ta l partido campesino es el equivalente del fascism o.
E l cam pesinado se ve cada vez m ás proletarizado, pero es u n a pro-
letarización difícil de evaluar, pues se carece de estadística. El
P artid o C om unista ha ofrecido en re ite ra d a s oportunidades el fren te
único al partid o campesino. T ra s la traic ió n del ala derecha de éste,
acaso se form e en R um ania un partido campesino revolucionario.
Como consecuencia de las persecuciones de las que somos blanco
nos re su lta m uy difícil m antener contacto con el cam pesinado. P ro ­
gresam os, sin embargo, desde este punto de vista. E stoy seguro de
que el P artid o Com unista rum ano h a rá cuanto esté a su alcance por
m ejo rar la situación del campesino, y estoy convencido, por o tra p arte ,
de que la Internacional Cam pesina nos ayudará.
g|í:'

VIGES1M0SEXTA 5ES8QN

en la sala San Andrés del Kremlin,


4 de julio de 1924

P residente: W ijnkoop.
O radores: Sellier, Kolarov y U nger.

Al comenzar la sesión un rep resen ta n te de u n a escuela m ilitar saluda


al Congreso. B ordiga le responde en nombre de éste.
A ntes de p a sa r al orden del día, Sellier presenta al Congreso una
resolución de pro testa co n tra el ¿asesinato del cam arad a Ilech por
la reacción ru m an a :
U n teleg ram a de R um ania nos tra e la noticia de que el cam arad a
Ilech, secretario del P artido C om unista p a ra la región de K xonstadt
(T ra n silv a n ia ), acaba de ser cobardem ente asesinado en las m azm o­
r r a s de la policía por agentes de seguridad. E ste salvaje asesinato no
es m ás que la consecuencia del sistem a tradicional de supresión de
los m ilitan tes de la clase o b rera de R um ania por la burguesía ru m a ­
na. Al mismo tiempo, en las cárceles de B ucarest, Kichiney, Sibiu,
D oftano y la fortaleza de J ila v a decenas de cam aradas m ueren debi­
do a la huelga de ham bre, a la que los im pulsa la burgmesía, deseosa
de desem barazarse de ellos por este otro pérfido medio.
E l Congreso, al to m ar conocimiento de tales crímenes, que golpean
al P artid o C om unista y a l movimiento obrero de R um ania, p ro testa
en nombre de la Internacional C om unista co n tra la oligarquía de
los boyardos y los cap ita listas raímanos, que, azorados por el ascenso
revolucionario de las fro n te ra s y el in terio r del país, creen poder
escapar a la revolución m anteniendo y reforzando -el te rro r blanco.
E l Congreso envía al valiente P artido Comunista, y a la clase obrera
de R um ania su saludo de fr a te rn a l solidaridad, convencido de que
el proletariado rum ano y su P artid o de clase seguirán, como en el
pasado, por la v erd ad era v ía revolucionaria.
Se aprueba la ¡protesta -por unanim idad.

330
EL PROBLEMA AGRARIO ( f i n )

KOLAROV. Luego de los debates que se han originado con respecto al


problem a de los campesinos, q u erría detenerm e en tre s asuntos. El
prim ero recae sobre el c a rá c te r y los porm enores de nuestro program a
de acción atinente a los campesinos, el régim en a g rario y la conse­
cuente necesidad de diversificar igualm ente nu estro program a de
acción. Ya se sabe que en R usia el problem a de la tie rra y tam bién
el de la paz y la lucha co n tra la g u e rra fueron los principales en
a r r a s tr a r a las m asas cam pesinas a la revolución. E x isten muchos
países en los que el problem a de la tie rra , es decir, el problem a de
la -confiscación de los grandes dominios inm obiliarios y su distribu­
ción en tre los campesinos, debe de desem peñar el mismo papel re­
volucionario.
E n muchos países la burguesía y a h a heicho v o tar y aplicar reform as
ag ra ria s. Son, en fin de cuentas, engañifas, y la burguesía se esfuerza
ahora por re cu p erar todas las concesiones que se vio obligada a hacer
en los momento de fervor revolucionario.
L a crítica de esas reform as debe h a lla r su lu g ar en nuestro p ro ­
g ram a de acción. No sólo h ay que hacerles v er a los campesinos su
insuficiencia; adem ás hay que im pulsar a éstos a am pliar aquéllas,
es decir, a reclam ar la confiscación de los bienes y su distribución
g ra tu ita en tre los campesinos.
E l problem a de la anulación de las deudas hipotecarías y de todas
las demás deudas que g ra v an la tie rra desem peñará asimismo un
g r a n papel revolucionario, al igual que el de los im puestos,
Pero la crisis a g r a ria p lan tea ante los campesinos el problem a de
la lucha contra el capital, contra el monopolio del cap ital tan to co­
m ercial como hancario e in d u s tria l. . . Los pequeños campesinas son
víctim as de la especulación de los grandes capitales, de los grandes
bancos, de las grandes sociedades agrícolas, que pagan sus productos
a precios irrisorios y que por o tra p a r te explotan a los consumidores
sin salv ag u a rd ar a los pequeños productores.
E l problem a de la lucha co n tra la g u e rra en todos los países h abrá
de ad q u irir un a im portancia política revolucionaria cada vez m ayor.
A medida que crezca el peligro de una nueva g u erra, la propaganda
y la lucha co n tra la g u e rra , organizadas por los partid o s comunistas,
in flu irán a las m asas cam pesinas y las o rien ta rán hacia las filas
de éstos.
Por último, la situación política, el te rr o r blanco y la violencia
que causan estragos en todos los países, no sólo entre los obreros,
sino tam bién en tre los campesinos, serán tam bién un objeto de lucha

331
común entre unos y otros. A esa lucha se vincula u n a serie de asuntos
concretos. E n muchos países hay todavía condenados de guerra.
H ay condenados por asuntos conexos a la reform a ag ra ria , a loa
movimientos revolucionarios campesinos de 1918, 1919 y 1920. Pues
bien, el problem a de la am nistía en esos países deberá desem peñar
asimismo un g ra n papel p a ra el levantam iento <le los campesinos
y su vinculación con la clase obrera.
He ahí u n a serie de problem as concretos y prácticos que debemos
t r a ta r en nuestro p ro g ram a de acción. Ni qué decir que cada partido
com unista no v a a d esarro llar todos estos puntos en su program a.
E s necesario ad ap tarse a las condiciones locales, lo cual supone, antes
que nada, un estudio especial, minucioso y detallado de la condición
en que se encuentran los campesinos en tre los cuales h ay que inducir
la lucha.
Los p artidos com unistas deben organizar comisiones especiales para
la p ro paganda y agitación en tre los campesinos.
Pero lo que tiene sum a im portancia es la m inuciosa organización
de secciones de ataque p a ra las neeesidades del movimiento revolu­
cionario en el campo. H ay que a tra e r especialm ente la atención de
los partidos com unistas sobre este problema. E l campo es pobre de
fuerzas intelectuales com unistas. E s deber de los partidos com unistas
p ro cu rarle esas fuerzas. Si no se las puede h a lla r allí mismo, entonces
es necesario enviarlas de o tra p a rte . H ay que organizar esas secciones,
que deben dirigirse, p articu larm en te los domingos y feriados, provistas
de lite ra tu ra y de todos los demás medios de propaganda, a las comu­
n as y desplegar allí u n a agitación enérgica respecto de todos loa
asuntos que in teresan a la m asa cam pesina. De nin g ú n modo debe
ser u n a p ro p ag an d a general. Al contrario, hay que concentrar la
atención de n u estra s secciones de propaganda en los problemas espe­
ciales y concretos que poseen carácter local. E n cada aldea, en cada
d istrito ag rario , h ay problem as especiales que son de p alp itan te actu a­
lidad p a ra la población. E s preciso estudiarlos, y es preciso hacer de
ellos el objeto de la pro p ag an d a y la agitación.
C am arad as: ya que el fin de n u e stra propaganda en el campo debe
ser el de llevar a cabo la alianza revolucionaria en tre los campe­
sinos y los obreros, es necesario d irig ir n u e s tra acción de tal m anera
que esa alianza se realice en los hechos, se cum pla en todo momento,
y los cam pesinos se conviertan en los aliados n atu rales de la clase
o b rera contra los mismos opresores. P a r a ello es necesario, en prim er
lu g ar, difundir las reivindicaciones de la clase obrera en tre los cam­
pesinos, dem ostrando a las m asas de éstos la posibilidad de re u n ir
y defender juntos, en un común esfuerzo, los intereses de los obreros

332
y los de los campesinos. E n segundo lu g ar, cu an ta vez se presente
un asunto político atin en te a ¡os obreros, siem pre hay que pensar
en su influencia sobre las m asas cam pesinas, en la repercusión que
te n d rá en ellas. H ay que acostum brarse a t r a t a r los intereses de loa
campesinos y los de los obreros de u n a m an era sim ultánea.
E l terc er asunto en que he 'de detenerm e brevem ente es el de la
organización.
¿E s necesario, p a ra a tra e rs e a las m asas cam pesinas, ver en el
P artid o Com unista a la única organización que se les debe reco­
m en d ar a los cam pesinos y a cuyas fila s se los debe a tra e r? No es
difícil responder a la preg u n ta. L a base de los p artid o s com unistas
sigue siendo siem pre la clase obrera, y consiguientem ente ni qué
decir que corríam os el riesgo de tr a s f orinar esa base de nuestros
p artid o s si abriéram os de p a r en p a r las p u erta s a las m asas cam­
pesinas no organizadas. E n tal caso, luego, ¿hay que abandonar a
las m asas cam pesinas y a alcanzadas por n u estra propaganda y n u estra
organización? C orreríam os el riesgo de d e ja r que volvieran a caer bajo
la influencia de los p artid o s burgueses o social-patriotas.
¿Qué especie de organización debemos sostener, recom endar y h asta
crear, de ser ello necesario? No es un partido campesino lo que
debemos crear. E l P artid o C om unista es el dirigente político tanto
de las m asas cam pesinas como de los obreros. Lo necesario ea orga­
nizar a los cam pesinos en grupos económicos, a los obreros agrícolas
en organizaciones profesionales, a los pequeños arren d a ta rio s en orga­
nizaciones de g ran jero s, de pequeños propietarios productores y uniones
-de campesinos pobres.
Claro está que con el sostén o la creación de tales organizaciones
de c a rác te r económico no se excluye en realidad que h ay a que inte­
re sa rla s en los asuntos políticos. Al contrario, deberíam os t r a t a r de
elevar a las m asas cam pesinas desde la defensa de sus intereses
económicos h a s ta las reivindicaciones de c a rác te r político.
Pero, cam aradas, se nos p lan tea el problem a de saber si en d eter­
m inadas concesiones no será necesario organizar tam bién partidos
políticos de campesinos. Creo que debemos responder de m anera nega­
tiv a. Pero ta l solución no excluye la posibilidad de apoyar en deter­
m inadas condiciones a las uniones de campesinos que p resen tan carácter
político y además ayudarlas, como por ejemplo después de un golpe
de Estado. E n B ulgaria, cuando la U nión C am pesina fue el blanco de
los feroces ataques de la contrarrevolución, de la burguesía, de los
socialpatriotas, el P artido C om unista la ayudó a reconstituirse, y
«sa actitu d contribuyó en mucho al desarrollo de la influencia del
P artid o Com unista sobre las m asas cam pesinas.

333
EL MOVIMIENTO DE LOS JÓVENES

unger. La m anera en que un partido se ocupa de las Juventudes-


mide su grado de bolchevización, L a conquista de la juventud obrera
p a ra la Internacional Com unista interesa a l fu tu ro de n u estra In te r­
nacional.
Tres asuntos tr a ta r é en mi inform e: 1) L as decisiones adoptadas
por el últim o Congreso M undial de la Internacional Comunista y el
tercer C ongreso M undial de las Juventudes con respecto al tra b a jo de
la Internacional C om unista de las Juventudes; 2) Las enseñanzas
que h a extraído la i c j de su trab ajo basado en esas decisiones; y
3) Las ta re a s que se le plantean a la ICJ en el porvenir.
La juventud obrera, que se había contado entre los m ilitantes m ás
resueltos contra la g u e rra im perialista y que se hallaba, plena, de
entusiasm o, en las p rim eras filas de !l a revolución proletaria, h a p er­
dido su voluntad de lucha en el curso de la declinación revolucio­
n aria. La influencia de nuestro movimiento y a no es tan grande como
en los prim eros años de posguerra, aunque sus efectivos no h ay a n
disminuido. Se h an buscado nuevos caminos p a ra ca p ta r m ejor a la
juventud obrera, y hoy podemos comprobar que las decisiones de
nuestro T ercer Congreso y del C uarto de la Internacional Comunista
nos han servido de mucho. N uestro movimiento no sólo h a ~ crecido
num éricam ente; además se h a vuelto m ás activo. Desde luego que
estos éxitos no se deben únicam ente a buenas resoluciones ni a u n a
buena dirección, sino en g ra n p a rte a los acontecimientos.
T res son los objetivos que se nos p lan tea n : la participación en las
luchas de la clase obrera y en la solución de los problem as de táctica
y principio de la Internacional C om unista; en seguida, la propa­
g anda en el ejército y la lucha co n tra las nuevas g u e rra s; por último,
el traslad o del centro de gTavedad de las Juventudes a las fábricas.
N u e stra intervención decisiva en las luchas de la clase obrera se
acentuó en la crisis del R uhr. L as Ju v en tu d es de A lem ania y F ran c ia
ya habían llevado antes de la ocupación una g ra n cam paña política
en ambos países. Se preocuparon entonces por realizar entre loa
obreros alemanes y los soldados franceses de las regiones ocupadas
u n a alianza destinada a hacer a b o rta r los proyectos de los im peria­
listas franceses y alem anes. O rganizam os una sem ana de propaganda
internacional contra la g u e rra y el m ilitarism o, y la llevamos a cabo
poco antes de la conferencia de F ra n c fo rt. En aquella ocasión la I C J
dirigió a .la s otras dos Internacionales de los Jóvenes un ofrecim iento
de fren te ú n ico; como lo habíam os previsto, se lo rechazó.

334
N u e stra segunda cam paña política internacional fue la del frente
único con motivo de la fusión de las dos Internacionales Socialistas
de los Jóvenes, en oportunidad del Congreso de H am burgo. E sa acción
nos reportó igualm ente u n a serie de im portantes y muy valiosos éxi­
tos, como que g racias a ellos pudimos cum plir un activo trab a jo entre
la 'juventud socialista de A lem ania y A u stria. Después, cuando la
situación política in te rn a de A lem ania se agravó, ese trab ajo con­
tribuyó a red u cir la esfera de influencia de las juventudes socialistas
y a arran c arles considerables efectivos.
Tomamos p a rte activa en la discusión que comenzó en Alem ania
y R usia después de la d erro ta de octubre, haciendo lo posible por
esclarecer a nuestros miembros. L a ICJ h a defendido activa y p e r m a ­
nentem ente la línea de la Internacional Com unista.
P or supuesto que las Juventudes h an participado en las luchas que
estallaron en diferentes países.
E n B u lg aria la Juventud reconoció de manera, inm ediata la justeza
do la lín ea de la Internacional. E n setiem bre, cuando la situación te
agravó, estuvo en tre quienes querían la lucha. Después de la derrota,
trab a jó activam ente p a ra poner en práctica lecciones extraídas por
la Internacional C om unista y por el P artid o búlgaro.
N u e stra organización fran cesa h a movilizado c o n tra F ro ssard a sus
m ejores m ilitantes.
E n N oruega las Juventudes C om unistas constituyeron con la m i­
n o ría del P artid o Obrero un núcleo de oposición a las tendencias
ce n trista s y socialdem ócratas.
H a sta en O riente se encuentran las Juventudes Com unistas en el
centro de la vida política.
Un erro r cometido en el pasado consideraba la actividad política
de las Juventudes como secundaria: se asignaba un carácter apolítico
a su actividad económica, sindical y educadora, a sus esfuerzos por
la conquista de las Juventudes del campo, al trab a jo entre los niños.
Siem pre nos opusimos enérgicam ente a esa tendencia.
U n segundo error, que se puso de m anifiesto en el curso del año
pasado, consistía en p resen tar la actividad política como la tare a
principal de las Juventudes Com unistas. E ra igualm ente u n a falta,
pero m uy n atu ra l. T ra s esa tendencia se ocultaba la que habíam os
condenado en el Segundo Congreso M undial de la ICJ y en el Tercer
Congreso M undial de la Internacional Com unista, a saber, la ten ­
dencia que quería d ar a las Juventudes el tra b a jo político dirigente.
E n cuanto al trab a jo en el ejército y a la lucha contra la am enaza
•de g u erra, la crisis del R uhr fue n u estra p rim era cam paña de g ran
envergadura.

335
Pero la actividad de n u estra s Juventudes en este terreno no es
todavía suficiente. L a única excepción es n u estra organización fr a n ­
cesa. Podemos decirlo con orgullo: h a efectuado un tra b a jo modelo;
Pasemos ahora a la reorganización de las Juventudes sobre la
base de las células de fá b ric a . E l propósito era re fo rz a r el núcleo
proletario de nuestro movimiento.
L as dificultades ideológicas y objetivas eran grandes. No nos es­
pantam os.
Hoy podemos decir que hemos vencido la s peores dificultades y
que de aquí en adelante podremos proseguir el tra b a jo m etódica
y exitosam ente. Tires de n u estra s m ás im portantes secciones, la
sección ru s a ap arte, re g istra n grandes éxitos: n u estra s organizaciones
de A lem ania, F ra n c ia y Checoslovaquia.
Im p ortantes éxitos hem os obtenido asimismo en F ran c ia , donde las
Juventudes Com unistas dom inan hoy en g ra n p a rte de las fábricas.
E n Checoslovaquia tenemos y a m ás de cien células.
N uestro tra b a jo h a obligado a los partidos com unistas a ocuparse
a ten ta y seriam ente de este problem a y a em prender p rácticam ente
la reform a. Tales los casos de Alem ania, F ra n c ia y Checoslovaquia,
precisam ente donde podíamos com probar las m ayores resistencias pro­
venientes de los partid o s com unistas.
E n los demás terrenos, n uestro movimiento sólo h a podido desa­
rro lla r u n a actividad que re su lta insuficiente.
Se ba hecho m uy poco por conquistarse a la juventud agrícola.
O tro tra b a jo que hemos descuidado es la educación de nuestros
miembros y de la s m asas de la ju v en tu d obrera*
E l tra b a jo e n tre los niños ha sido asimismo insuficiente.
E n m uchas organizaciones podemos com probar un g ra n aum ento de
los efectivos du ran te el año pasado: en Rusia, de 420.000 a 700.000;
en A lem ania, de 28.000 a 70.000 (esto, an tes de la lucha de octubre'
pero con la suspensión del P artid o y las discusiones in tern a s en el
período de ilegalidad, los efectivos se h a n reducido m ás o menos
a 40 m il); en F ran c ia , de 4.000 a 7.000; en Ita lia , de 2.000 a 4.500;
en E stados Unidos, de 2,000 a 5.000; en Checoslovaquia, de 8.000 a
13 mil quinientos, y p o r últim o, p a ra n om brar una organización orien­
tal, en Mongolia, de 2.500 a 3.000.
Dos p alab ras a ú n sobre n u estras relaciones con los partidos comu­
nistas. No sólo hemos tenido en algnnos países, como p o r ejemplo
Suecia, N oruega y Checoslovaquia, disensiones políticas e n tre los
p artidos y las Juventudes, sino que adem ás hay toda una serie de
países en los que las decisiones del T ercer Congreso M undial sobre
n u estra independencia como organización no se han realizado, aún del

836
todo, como en Polonia. E n B u lg aria sólo en el curso de este año hemos
logrado ad q u irir cierta independencia, después que los acontecimientos
de junio y setiem bre rectificaron fundam entalm ente todo el movi­
miento.
Si consideramos la experiencia del período trascu rrid o , podemos
com probar que no es necesario u n cambio fu n d am en tal de n u e stra
línea.
L a joven g u ard ia de la clase obrera, la Internacional Comunista
de los Jóvenes, se h a lla rá siem pre en la v a n g u a rd ia en la m archa
hacia la organización m undial leninista y bolchevique. (Aplausos.)

U n a delegación de los obreros de B akú envía aína b an d era a los


obreros textiles del n o rte de F ran c ia , a los aplausos del Congreso.

337
VIGESSftfl OSEPTIMA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin,


5 de julio -de 1924

P resid en te: W ijnkoop.


O radores: Lozovski y H eckert.

LA TÁCTICA SINDICAL

LOZOVSKI. E l problem a de n u e stra táctica sindical se p lan tea inevita­


blemente en todos los congresos y todas las sesiones del Ejecutivo
Ampliado de la Internacional Com unista, La causa de ello es él hecha
de constituir uno de los problem as m ás complejos de la táctica comu­
nista. 'En rigor, ¿cuál es el papel de los sindicatos en la lucha de la
clase obrera? E n el pasado eran órganos de resistencia co n tra la
explotación. Después de la g u e rra se traaform aron, bajo la influencia
de la burguesía, en auxiliares del E stado burgués. Sólo p au latin a­
m ente se liberaron de la influencia de la burguesía y el reform ism o.
h a sta tran sfo rm arse , en m anos de los com unistas, en órganos de asalto
co n tra el régim en cap italista.
Los sindicatos son el nexo n a tu ra l e n tre el P artido y la clase
obrera. Sólo m ediante este e n g ran aje puede el P artido p en e trar en el
movimiento obrero, y por eso la Internacional Comunista h a prestado
siempre ta n g rande atención al movimiento sindical.
P a ra tra z a r n u estra línea de conducta destinada al próximo período
es necesario ante todo darnos clara cuenta del movimiento obrero
internacional en estos momentos. La Internacional Com unista debe
proceder en un a coyuntura social y económica determ inada, y la
p rim era condición de toda su actividad consiste en estudiar esa
coyuntura.
La re tira d a general de la clase obrera h a llegado a su fin. E n m u­
chos países la clase obrera h a pasado a la contraofensiva. E n

:338
In g la te rra , de modo especial, se observa du ran te los últim os meses
u n a g ra n ola de huelgas económicas cuyo alcance político es cada
vez m ayor. E l alcance de esas huelgas es tan to m ayor cuanto que el
gobierno obrero h a desempeñado •constantemente el innegable papel
de defensor de los intereses, de la burguesía.
H a sta en Alem ania, donde la clase obrera se encuentra en u n a
situación difícil, la últim a defensiva de los m ineros puede considerarse
como un éxito: logró rechazar el ataque, y esto es m uy im portante,
sobre todo p a ra el proletariado alem án, que todavía 110 se h a repuesto
de la derro ta de octubre. E n N oruega, una huelga de seis meses no ha
conseguido doblegar a la clase obrera ni a los sindicatos. E n algunas
in d u strias h asta se han obtenido algunos aum entos de salarios. T am ­
bién en F ran c ia se observa cierto núm ero de huelgas ofensivas. E n
un a p alab ra, se puede estim ar que la re tira d a ha llegado a su fin.
y que entram os en un nuevo período de actividad, en el que los
conflictos económicos irá n agravándose, los combates ofensivos y
defensivos se h a rá n cada vez m ás violentos y la inestabilidad política
de los países ca p italistas au m en tará de modo ininterrum pido.
Los dos últim os años de la lucha de la clase obrera lian fortalecido
en todos los países los vínculos en tre las clases dom inantes y los
jefes de los sindicatos reform istas. Vemos liquidados una m asa de
conflictos -con la ayuda de los jefes sindicales reform istas.
Se puede decir que el reform ism o h a alcanzado su colmo. Comenzó
por la defensa nacional, p a ra desembocar en la defensa de los bene­
ficios patronales.
Los métodos de lucha de los am sterdam ienses h a n seguido siendo
ta n platónicos e ineficaces como antes. Pese a sus p ro testas verbales,
la In ternacional de . A m sterdam h a apoyado la ocupación del R uhr.
Se h a aferra d o al inform e de los expertos como a una tab la de
salvación.
Ese papel am arillo debía fa talm en te in crem en tar el descontento de
las m asas. E n estos momentos la influen cia de la. Internacional
Com unista y de los partidos com unistas sigue en aum ento en los
sindicatos; nuestros partid o s y las m inorías revolucionarias desem­
peñan un papel cada vez m ayor en las luchas económicas del prole­
tariado.
Ejem plos de ello hemos tenido en A lem ania e In g la te rra , donde
un g ra n núm ero de huelgas “no oficiales” se han desencadenado
contra la voluntad de los jefes y se las h a conducido con la p a r ti­
cipación directa de los com unistas.
Si consideramos a F ran cia, vemos h a s ta qué punto h a adquirido
influencia el P artid o Com unista en la CGT. No hay un p a í s en el

339
que el P artid o Com unista no h ay a aum entado su im portancia dentro
del movimiento obrero y en el que el problem a de la actitud p a ra
con los com unistas no esté en el orden del día. H a sta en Japón,
Ohina e India este asunto se halla en el orden del día.
Los éxitos com unistas en el movimiento sindical h an exacerbado el
encarnizam iento de los reform istas co n tra los com unistas “ desorgani­
zadores”.
L a evolución de la Internacional de A m sterdam , la transform ación
de sus jefes en instrum entos de la reacción fascista, en am arillos,
h a originado en las m asas el deseo de expulsar de las filas prole­
ta ria s a los traid o re s y además h a llevado a la desesperación a
ciertos medios obreros p o r la eficacia de la consigna de conquista
de los sindicatos. E ste estado de ánimo se ha puesto sobre todo de
m anifiesto en A lem ania con la salida de los sindicatos y las te n ta ­
tiv as de c re a r u n a nueva táctica, a la que por lo demás se la h a
rechazado en el Congreso de F ra n c fo rt. No obstante, es un estado
de ánimo que subsiste.
E l fracaso de la política in terio r y exterior de los gobiernos b u r­
gueses h a term inado por d isg u sta r a las m asas p ro letarias y cam pe­
sinas, y esto ha conducido en algunos países (In g la te rra , F ran cia,
D inam arca) a la form ación de gobiernos de izquierda sem isocialistas,
cuya ta re a consiste en enm ascarar con frases la antigua política
burguesa. Así comprobamos u n a nueva oleada de ilusiones reform istas,
un a segunda juventud de la Sociedad de las Naciones y de la Oficina
In ternacional del T rabajo.
Hay que ten er presentes todos estos rasgos generales de la situ a ­
ción si se desea f i j a r n u e stra táctica en el movimiento sindical.
La táctica de la Internacional C om unista siem pre se h alla determ i­
nad a por la co yuntura en la que hay que actuar. Tenemos u n a nueva
coyuntura, nuevos factores, y por lo tan to necesitamos ver qué sigue
siendo ju sto en n u e stra an tig u a táctica, qué hay que rechazar y
qué introducir.
E n toda la actividad de la Internacional Comunista se distingue
la idea de la lucha por la unidad. E s n a tu ra l p reg u n tarse si esta
idea no h a envejecido. L a U nidad no es u n fin en sí, sino un medio.
L a unidad sindical es el m ejor campo de acción p a ra la actividad
com unista y crea las m ás favorables condiciones p a ra la conquista
de m asas. P artiendo de este principio, la Internacional C om unista se
h a pronunciado resueltam ente contra la destrucción de los sindicatos
y h a opuesto a esta consigna la consigna de su conquista, pues la
conquista de las m asas es inconcebible sin la de los sindicatos.
¿E n qué consiste esta últim a? H ay cam aradas que dicen; “Jam ás

340
lograrem os conquistar los sindicatos, porque de una u o tra m anera
la burocracia reaccionaria conservará sus posiciones”. E s innegable
que la b urocracia no tiene interés en ser m inoría y que h a rá todo
lo que pueda por conservar, aunque m ás no sea form alm ente, la
m ay o ría en los sindicatos. Pero la conquista de los sindicatos nada
tiene en común con la conquista de la burocracia reaccionaria y su
ap arato . Lo necesario es conquistar las m asas sindicalizadas, y en esto
nin g u n a burocracia reaccionaria, ningún ju ram en to de fidelidad, como
en Alem ania, pueden im pedir que los com unistas increm enten su
influencia en las m asas. La salida de los sindicatos no es un signo
de actividad, sino u n síntom a de desesperación. Si se lo com prende de
p a rte de los obreros sin partido, es com pletam ente inadm isible de p a r­
te de los com unistas. Si algún com unista afirm a que ya no -puede
perm anecer en los sindicatos, a pesar de las decisiones de la In te r­
nacional Com unista y del P artido Com unista, es un m al com unista,
pues se deja a r r a s tr a r por sus impulsos.
H ay otro problem a vinculado a éste. Si lucham os por la unidad,
si combatimos co n tra la destrucción de los sindicatos y tratam o s de
conquistarlos, ¿cuál debe ser n u e stra consigna p a ra con los obreros
110 sindi caliza dos o que abandonan su sindicato? N u e stra consigna
debe ser: “Regreso a los sindicatos”. Sé que en A lem ania esta
consigna tropieza con una g ra n resistencia, que muchos obreros dicen:
“ ¿P o r qué tengo que pagarles cotizaciones a los b u ró cratas sindicales?”.
Pero problem as como estos no se arre g la n desde el punto de vista
de las cotizaciones, sino desde el punto de v ista de los objetivos de
política general que tenemos por delante.
¿Qué hacer en los países donde el movimiento sindical ya se ha
escindido, como en F ra n c ia y Checoslovaquia? ¿Podemos lan za r allí
la consigna de regreso a los sindicatos? No, pues bajo este aspecto
re su lta inaplicable. E n este caso la princip al consigna debe ser la
unidad m ediante un congreso general. L a lucha por la unidad no
se debe realizar p o r la form a, sin h a lla r su expresión en cam pañas
serías. Si de tan to en tanto publicam os declaraciones contra la unidad,
realizarem os m uy poca obra. L a lucha por la unidad debe ser una
acción sistem ática en todas las fá b ric a s; debe consistir en hacer pro­
p ag an d a por la unidad, en hacer com prender, allí donde ya se h ay a
producido la escisión, la necesidad de un congreso de unificación.
E n n ingún caso se les puede d ejar a los refo rm istas escisionistas el
monopolio de la unidad. Eso sería un peligro p a ra el movimiento
obrero y p a ra el P artid o Comunista, que v ería inevitablem ente dis­
m in u ir sus posibilidades de conquistarse a la m ayoría de la clase
obrera. Pero no b asta con rep etir m ecánicam ente la palab ra Unidad.

341
A c tu a r de este modo se ría fetichism o y no comunismo. A veces es
necesario, en nombre de esta m isma unidad, a g ru p a r a los sindica-
lizados excluidos o a los obreros que se "han retirado de los sindicatos
y co n tin u ar con ellos la lucha por la unidad. De esa m anera la
consigna de la lucha por I b . unidad no contradice en n ad a a la nece­
sidad de crear, en determ inados casos, organizaciones paralelas, y
refo rzarlas. Lo esencial es que esas organizaciones -combatan por l a
unidad.
De cuando en cuando aparece en los medios com unistas el deseo
de encontrar nuevas form as de organización obrera. H ay cam aradas
que estim an que con la creación de nuevas form as de organización
se lo g rará a rra n c a r a las m asas obreras de la influencia burguesa.
E stas te n tativ as se h an producido en E stados Unidos, Se han mos­
trado con especial vigor en Alem ania, después de la revolución de
noviembre de 1918, y allí reaparecen de tanto en tanto.
H ay que llevar una enérgica acción por la trasform ación de los
sindicatos de oficio en sindicatos de industria, pero allí donde los sin­
dicatos centralizados e stá n en manos de los b u ró cratas sindicales,,
que sofocan la iniciativa social, es necesario luchar contra el cen tra­
lismo que tra b a las iniciativas, por una libertad m ayor de las orga­
nizaciones locales. A nte todo hay que com prender que los sindicatos
no son una form a accidental del movimiento obrero, una form a a la
que se puede abandonar en cualquier momento p a r a adoptar otra.
Hace y a mucho que la situación está lejos de ser excelente en la
Internacional de A m sterdam . Se lo h a visto de m anera p a rtic u la r en
su último congreso de Viena. L a Internacional de A m sterdam no es
m ás que la sum a de las organizaciones nacionales de los países de la
E nten te som etidas a 'la dirección política de los b u ró c ra ta s reform istas.
Desde su creación la -Internacional de A m sterdam no h a sido m ás
que un instrum ento de la E ntente, H a representado su papel de u n a
m anera decidida y consecuente. Pero hace ya tiempo que p asa p o r
■una crisis. Sin embargo, hace sólo dieciocho meses que é sta se h a
agravado de m anera especial bajo la influencia creciente de los
partidos com unistas y de la acción de la ISR.
L a crisis sólo h a dado con su expresión cabal después 'de la ocupación
del R uhr, cuando algunos de los iefes de la Internacional de Ams­
terdam , en p a rtic u la r Finim en, comenzaron a ver su im potencia, sin
com prender perfectam ente las causas de ésta. L as luchas in testin as se
h an agravado en p a rtic u la r alrededor de la consigna del fre n te único:
¿con quién m archar? ¿Con el ala derecha de la cla-se obrera, o con el
ala izquierda de la burguesía? Sin em bargo, la izquierda se inclina
h acia el fren te único con la p arte revolucionaria del m ovimiento
obrero.

342
E sas contradicciones se han m anifestado con toda claridad en el
“último congreso de Viena, en el que la descomposición de la In te rn a ­
cional de A m sterdam se h a m ostrado a plena luz. L as divergencias
incum bían a dos problem as: la actitud respecto de los sindicatos rusos,
.y las relaciones en tre las federaciones internacionales de la in d u stria
y la Internacional de A m sterdam . E n el fondo, am bas cuestiones eran
u na sola, pues la lucha en tre las federaciones y la Internacional de
A m sterdam tiene por causa las relaciones entre las prim eras y lo?
•sindicatos rusos.
Debemos decirles claram ente a los dirigentes del ala izquierda que
su m an era de p lan tear el problem a no nos satisface en modo alguno.
Los jefes de la izquierda no se dan bién cuenta de que es necesa­
rio ‘cam biar de los pies a la cabeza to d a su política, de qaie los p a lia ti­
vos y a no pueden servir de nada. No debemos vacilar en critica r
la inconsecuencia, los titubeos, la exagerada prudencia de los jefes
del movimiento sindical inglés, pero al hacerlo no debemos olvidar
que se dirigen a la izquierda.
Los com unistas deben estar siem pre dispuestos a entenderse con
los trab a jad o res que asp iran a com batir a la bu rg u esía; nunca deben
negarse a em prender acciones -comunes.
Si examinamos con atención la acción de los partidos com unistas de
todos los países, su innegable crecimiento, se observa cierto número
de defectos Que será absolutam ente necesario co rreg ir si querremos
in crem en tar n u estra influencia.
Son muchos los países en los que los partidos com unistas no han
creado aún fracciones en los sindicatos. H ay una g ra n cantidad de
razones p a ra ello, pero no por ello el hecho es menos cierto. E n gene­
ral, los p artidos com unistas se ocupan poco y nada de la acción
sindical. E l P artid o holandés y el belga, por ejemplo, se han lim itado
h asta ah o ra a un a simple propaganda y no han hecho nada por o rga­
n izar a las m inorías de los sindicatos reform istas. La m ism a observa­
ción es ju s ta con respecto a otros partid o s. E s el vicio principal de los
p artidos com unistas. M ientras -los partidos com unistas no consideren
la organización de fracciones sindicales como una de sus ta re a s m ás
im portantes, no p o drán sacar cabal provecho de la sim patía de que
gozan eíi las m asas.
N uestros partidos descuidan en dem asía a ciertas organizaciones
paralelas, tales como el ñ a s , en H olanda, los Caballeros del T rabajo
en Bélgica y el Consejo Obrero en los E stados Unidos.
E n algunos países como F ra n c ia hay cierta tendencia a concentrar
to d a la atención en los sindicatos revolucionarios y a no hacer nada
en los sindicatos refo rm istas paralelos. E n donde existen organiza­

343
ciones paralelas, el P artid o Comunista debe ser p articularm ente acti­
vo con m iras a la creación de núcleos en las organizaciones reform istas.
Al desatender esto reducim os voluntariam ente el alcance de n u e s tra
acción y aplazam os la restau ració n de la unidad. E s tam bién poco
racional hacer que los obreros abandonen los sindicatos re fo rm ista s
p a ra llevarlos a afiliarse a los sindicatos revolucionarios. E s im pres­
cindible que en los sindicatos reform istas queden com unistas, p a ra
defender en ellos las ideas com unistas.
Muchos partidos llevan u n a propaganda dem asiado a b stra c ta en
los sindicatos y se lim itan a a b ita r problem as políticos de índole
general. Sin duda que es necesario hacerlo, pero eso sólo es in su ­
ficiente.
Es necesario elaborar una plataform a sindical p a ra todo el mo­
vim iento en general y por industrias. Defecto común a todos los
partidos es el de no saber aprovechar los grandes conflictos económi­
cos a fin de crear órganos de representación obrera en el momento en
que m ás tensa es la lucha. L a elección por los huelguistas de un Comité
de huelga o de un Com ité de Acción es u n a excelente oportunidad.
Ciertos p artid as no com prenden con suficiente claridad que el
terreno del fre n te único es la fábrica, el comité de fá b rica y el sindi­
cato. E n ese terren o podremos m o stra r prácticam ente, en los problem as
diarios, la diferencia que existe entre nosotros y los reform istas. E n
ese terren o h ay que proponer sin descanso la unidad de acción, la
creación de comités, etcétera. Sólo al tom ar la fábrica, el comité
de fá b rica y el sindicato como campo de acción del fre n te único, sólo
al aprovechar los conflictos económicos p ara in sistir ante los obreros
respecto de n u estra voluntad de unidad, llegarem os a sustraerlos de
la influencia reform ista. Los partidos com unistas deben no sólo sostener
los movimientos de oposición, sino además ayudarlos, im pulsarlos,
ap o rta r claridad al descontento de las m asas, organizar el movimien­
to. Al a c tu a r de esa m an era deben nuestros partidos t r a t a r de
a r r a s tr a r a la p latafo rm a de la ISR al m ayor núm ero posible de
obreros sin partido o socialdem ócratas de izquierda.
Toda esta acción debe ten er una base práctica, que depende del
país y la in d u stria. H ay que aprovechar el descontento provocado por
las traiciones de los funcionarios sindicales. A éstos hay que desenmas­
cararlos sistem áticam ente. H ay que s a c a r a luz lo que hicieron du­
ra n te la g u e rra y después de ella. H ay que hacerles com prender a
las m asas la necesidad de expulsar a los traid o re s de las organizacio­
nes sindicales. Y hay que hacer de esta necesidad la consigna popular.
Cuanto m ás hayam os popularizado la consigna, m ejor lograrem os
echar de los sindicatos a los b u ró cratas sindicales.

344
El defecto m ás grave de toda n u e stra acción sindical es la fa lta
de células com unistas en las fábricas. M ientras no hayam os procedido
--a su creación no nos hallarem os en condiciones de tom ar en n u estras
m anos la dirección del movimiento sindical. E s u n problem a de fu n ­
dam ental im portancia. Sin los órganos de base que constituyen las
células de fáb ricas no se puede e sp e rar a r r a s tr a r a las m asas a la
lu ch a. Si se me -pregunta cuál es '1a ra íz de todas n u estra s debilida­
des en la acción sindical, respondería sin titu b e a r: el origen de n u estra
debilidad reside en la f a lta de células en las fábricas.
L as ta re a s próxim as de la In tern acio n al C om unista y de los p a rti­
dos com unistas se desprenden de lo que acabam os de decir.
Se debe tra s la d a r el centro de gravedad de la acción sindical a las
m asas, es decir, a las fá b ricas. De ello se deriva la necesidad de
crear comités de fábricas. H ay que com batir en especial las ten tativ as
de crear sucedáneos de comités de fábricas.
E n los países donde el movimiento sindical no se h a escindido se
"han form ado pequeños sindicatos, la m ayoría de las veces dirigidos
por com unistas. Los tenem os en Alem ania, en los E stados Unidos, en
Bélgica, en H olanda, etcétera. Sin d ejar de continuar n u estra acción
'■en las v iejas organizaciones reform istas, sin d ejar de desarrollar
n u e s tra actividad con m iras a la creación de fracciones y m inorías,
es necesario u n ir entre sí a las organizaciones independientes y vin­
cularlas de un a u o tra m anera a las m inorías.
L a salida del los sindicatos re p resen ta u n g ra n peligro p a ra el
m ovim iento com unista y h ay que oponerse a ella de la m anera m as
decidida.
E l problem a de la organización de los obreros no sindicalizados se
'p lantea con aguda p artícnlaridad. Y se p lan tea porque hace y a tiem po
que h a cesado la afluencia de las m asas a los sindicatos: desocupación,
crisis económica, traición de los funcinonarios, etcétera. Un alto
núm ero de obreros h a n abandonado los sindicatos. ¿Qué hacer p a ra
o rg an izar estas m asas? Lo m ejor es a g ru p a rla s en los comités de
fá b ric a s. E sto atañe asimismo a los obreros que h a n abandonado los
'sindicatos. L a organización de los obreros en torno de los com ités de
fáb ricas y :l a creación de com ités de huelga en caso de conflicto:
tales son los medios de u n ir grandes m asas no sindicalizadas. Es
evidente que en las in d u strias en las que no existen todavía sindicatos
(las de E stados Unidos, por ejem plo) es necesario re c u rrir a la
■crí1ación de sindicatos. Pero el centro principal de reunión debe seguir
siendo el com ité de fábrica.
Comúnmente, los partidos com unistas conceden u n a m isma atención
a los obreros de todas las in d u strias. E s necesario conceder una
atención especial a ciertas ram as de la in d u stria que ten d rá n que'
desem peñar un papel p a rtic u la r en las próxim as luclia-s de clases..
Por ejemplo., los obreros de los transportes, las m inas, la m etalurgia,
las in d u strias químicas, la electricidad, el gas. deben desem peñar un-
papel p articu larm en te notable en la lucha por el poder.
Si los p artidos com unistas no logran crearse serios puntos de apo­
yo entre esas categorías de trabajadores, la revolución es imposi­
ble, aun cuando se llegue a conquistar a la m ayoría de las demás r a ­
m as de la in d ustria.
A fin de p re p a ra r acciones comunes en tre trab a jad o res de dife­
ren tes países, a fin de oponerse a las excitaciones chovinistas de la
prensa burguesa, h ay que proceder a la fundación de comités de in ­
d ustrias entre dos países; por ejemplo, comité franco-alem án de los
m ineros, comité franco-polaco de los ferroviarios, etcétera. H ay asi­
mismo que crear com ités que agrupen a los obreros de todas las indus­
tria s : comité anglo-ruso, ruso-polaco, etcétera. La Conferencia de
F ra n c fo rt, en m arzo de 1923, h a preconizado este tipo de comités. Por-
desgracia los partidos com unistas no han hecho n ad a en este sentido.
No h ay que perder de v ista que únicam ente extendiendo y estrechando
esta red de comités lograrem os im pedir los conflictos internacionales
y o rganizar acciones sim ultáneas de cada lado de las fro n te ras.
E l movimiento sindical de las colonias no debe verse desatendido.
No existe, por así decir, lite ra tu ra de propaganda p a ra las colonias.
Si nuestros partidos continúan en la pasividad, en n ad a se distin­
g u irán de los socialdem ócratas. Deben seguir atentam ente el creci­
m iento del movimiento sindical de las colonias y oponerse a su b u r­
guesía, que p rocura sofocar el movimiento obrero colonial.
Todavía hay países en los que en cuentra crédito el principio de la.
autonom ía sindical. E ste principio es ahora el signo de reunión contra
la Internacional Comunista, la Internacional Sindical R oja y la re ­
volución rusa. E s un principio p articu larm en te acreditado en F ra n c ia y
E spaña, donde los anarquistas, aliados a los jefes fascistas, llevan una
lucha encarnizada co n tra los partidos com unistas. E l P artid o debe-
responder a la consigna de autonom ía sindical acercándose de m anera
p ráctica a las m asas y a las organizaciones sometidas a la influencia
anarcosindicalista.
Por o tra p arte , conocemos poco y n a d a a nuestros enemigos.
Conocemos su política, pero no sus organizaciones. Y sin em bargo la.
organización de combate de los patronos es p a ra nosotros <3e p a r ti­
cular interés. Los patronos tienen sus agentes, pagados o g ra tu ito s,,
en nuestro propio medio. Disponen de toda una serie de instituciones
cuya e stru c tu ra y cuya actividad nos son desconocidas. No nos damos

346
■cuenta de su actividad sino en el momento de los conflictos. Conocer
a l enemigó es u n a necesidad esencial del éxito. H ay que ponerle
fin a esta indiferencia p a ra con problem as ta n serios. Necesitam os
no sólo estu d iar al enemigo, sino además c re a r ju n to a los partidos
y los Sindicatos un servicio de contraespionaje económico. Y sólo
cuando estemos en condiciones de determ inar las fu erzas del enemigo
tendrem os posibilidades de éxito.
E l últim o problem a digno de n u e stra atención es, por fin, la con­
servación de las relaciones en tre los sindicalizados movilizados. E n
o tra época existía en los sindicatos franceses el Son du Soldat; era
p a ra los sindicatos un medio de con'servar su influencia, sobre los
miembros movilizados. A hora ese tipo de vínculo ya no existe en
nin guna -parte. Se lo debe restablecer por interm edio de las ju v en tu ­
des com unistas y los sindicatos. Cada obrero movilizado debe seguir
siendo miembro de su sindicato, y éste debe velar por que sus miembros
"bajo b andera no se separen de -la clase obrera.
Tales son las ta re a s que se alzan ante la Internacional Com unista
y sus partidos. E s n a tu ra l fo rm u la r la p r e g u n t a ; ¿debe o no debe
cam biar su política la Internacional Com unista? Podemos responder
con toda decisión: too. E l Quinto Congreso debe aprobar todas las
decisiones de los congresos anteriores. Debemos reconocer fra n c a ­
m ente que la línea tra z a d a era ju sta , que el trab a jo c u m p lid o ha
arrojado, pese a todas sus im perfecciones, m uy buenos resultados, y
-que si nos hemos desarrollado en m uchísim os países, si nos hemos
convertido era ellos en organizaciones de m asas, h a sido gracias
a n u estra táctica sindical. No debemos cam biar ésta; la debemos
perfeccionar, aguzar, flexibilizarla. Y todo esto sólo se puede hacer
si todos los partidos comprenden la enorm e im portancia de los
sindicatos p a ra -la lucha de la clase obrera. Los sindicatos tienen
un lu g ar determ inado en la lucha de clases; están destinados a de­
sem peñar un papel aun m ayor al día siguiente de la revolución. He
ahí por qué no renegam os ni un ápice de las decisiones tom adas,
y continuarem os h a s ta el fin la conquista de los sindicatos, es decir,
la conquista de las m asas.

Al térm ino deldiscurso de Lozovski se p resen ta u n a delegación de


la décima división de cazadores del E jército R ojo; en su nombre, el
cam arad a O utm ann, vivam ente aclam ado por los delegados, entrega
al Congreso una bandera p a ra los tra b a ja d o re s de Hamlrurgo. Koeppen
"le responde en nom bre de los obreros de H am bnrgo, y Thaelm ann y
Lozovski en nombre del Congreso.
Roy felicita a C lara Zetkin con motivo de su 67“ aniversario. Los
delegados se levantan y trib u ta n a Zetkin u n a en tu siasta ovación.
E n su respuesta, Zetkin expresa sus sentim ientos de fra te rn id a d
por todos los cam aradas m uertos por la revolución o que combaten
al servicio de ella.
Se concede la p alab ra a H eckert, segundo inform ante acerca del
problem a sindical.

h e c k e r t . Si nos querem os o rien ta r con respecto al problem a sindical,


indudablem ente es necesario que nos demos u n a cu en ta exacta del
movimiento de la clase o b re ra y de las perspectivas económicas ge­
nerales.
Lozovski dice que la ca ra c te rístic a de este año consiste en el hecho
de haber cesado la re tira d a general de la clase obrera, y que ade­
más se han puesto claram ente de m anifiesto las relaciones dé la
burocracia sindical con la burguesía.
E n tan to a la p rim era característica, no somos cabalm ente de
la m ism a opinión, a p esa r de nuestro deseo. Venios, sin duda, en
algunos países cierta detención, acaso aparente, de la re tira d a , y
vemos que prosiguen ciertas luchas económicas. Pero en general la
ofensiva del capital continúa. L a aceptación del inform e de los ex­
p ertos es la exitosa continuación de esa ofensiva. Se p a sa rá de la
jo rn a d a de nueve horas a la de diez y de once h o ras; se b a ja rá n
aun m ás los salarios de los obreros, y esto rep erc u tirá en las condi­
ciones de tra b a jo de los demás p a í s e s .
He allí por qué nosotros, com unistas alemanes, siem pre hemos in ­
sistido en el problem a de las reparaciones. Ni en la clase obrera
inglesa ni en la clase obrera fran ce sa hemos visto u n a oposición
seria contra el inform e de los expertos. ¿Por qué? Los obreros de
esos países creen que el inform e anuncia la paz, Y la ola p acifista
crece en el proletariado, y tam bién ert A lem ania concluye por re fo rz a r
el reform ism o.
Lozovski dice adem ás que el hecho de que la influencia de la iSít
haya aum entado poderosam ente es u n a característica de n u e stra
época. E spero que sea justo, pero yo no podría decirlo con u n a cer­
teza absoluta. Tengo la sensación de que precisam ente como conse­
cuencia de la ola pacifista estam os detenidos.
Dice Lozovski que en A lem ania no se h a captado bien la necesidad'
de la ccmguista de los sindicatos. El movimiento revolucionario ale­
m án h a sufrido, al parecer, las m ás graves oscilaciones. Lo sabemos
muy bien, pero no podríam os explicar con ta n ta sencillez las osci­
laciones. H ay que buscar sus causas, que son m uy variadas.
El aña pasado, cuando bajo la política de los jefes sindicales re­
formista-s el proletariado alem án vio em peorar sus condiciones de
tra b a jo día tra s día» se desarrolló una anim osidad extrem a contra
la b urocracia sindical y h a s ta contra los sindicatos en general,
Pero en 1923 "hemos tenido u n movimiento revolucionario, en gene­
ra l ascendente, que condujo a u n a situación en la que du ran te la
huelga contra Cuno la burocracia sindical carecía casi de influencia
sobre las m asas. Si en el m es de agosto n u e stra s fu e rz a s hubieran
bastado p a ra im p u lsar adelante él movimiento, m uy bien habríam os
podido — estoy firm em ente convencido de ello— a r ro ja r a la calle
a la burocracia sindical. Pero desde agosto hemos visto, por diferen­
tes causas, em peorar n u estra posición y dism inuir n u e stra s fuerzas.
D ism inuyeron aun m ás después de la d erro ta de octubre. L a buro­
cracia sindical se aprovechó de esa situación p a ra alinearse en u n
todo junto a la b u rg u esía; votó el estado de sitio y los plenos poderes,
que dan a la bu rg uesía la posibilidad de a rre g la r las condiciones de
tra b a jo a su gusto y p alad ar. E ntonces comenzó u n a h uida de los
sindicatos tal, como nunca habíam os visto en Alem ania. F ue un
reflu jo debido a la crisis colosal en que se h allab a A lem ania. Como
consecuencia de la crisis inflacionaria, los sindicatos se encontraban
en b an c arro ta fin an c iera y ya no podían conducir el movimiento.
Los miembros huyeron y la desocupación aum entó.
E n ese período de crisis procuram os a rra n c a r los sindicatos de
manos de la burocracia con motivo de la conferencia de W eim ar.
Creíamos que en W eim ar podríam os hin car el mojón que m arc ara el
fin de cierta etap a tra s la viciarla. No e stab a n dadas las condiciones
y caímos en u n atolladero. N uestro p ro g ram a no perm itió su re a li­
zación en la situación nueva.
L as epím ones de Tomskí y Lozovski que oímos en enero, según
las cuales difícilm ente se h ab ría podido e v ita r la escisión, no pudieron
hacer desaparecer las oscilaciones en n u e stra filas.
Pienso que los cam arad as fran ceses nos h a n dado un consejo
mucho m ejor, a sab e r: que en la situación actual no había en modo
alguno que escindir los sindicatos.
L a decisión de la c g t alem ana de excluir de los sindicatos a to d o
com unista que constituyera fracciones, que hiciera tra b a jo revolu­
cionario en los sindicatos, que d ifundiera ideas com unistas, provocó
u n a oscilación aun m ayor. P asaro n de la am enaza a la ejecución.
E n la resolución adoptada a propósito del problem a sindical no se
dice que no h ay que constituir organizaciones p a ra le la s; por el con­
trario , se proclam a como una v irtu d la constitución de esas organiza­
ciones, de m an era que los cam aradas que rodean aSchum acher casi
han visto ap ro b ar su fa lsa táctica.

349
Lo decimos -con toda fra n q u e z a : fuim os al Congreso de F ra n c fo rt
con cierta -desesperanza, porque si en -esa época hubiéram os organizado
un referéndum en tre nuestros miembros, la m ayoría h a b ría optado por
el abandono de los sindicatos» P ero la decisión de F ra n c fo rt nos
ayudó a su p erar la crisis; si la aplicamos, la situación será mucho
m ás fácil. P ero tam bién nos vemos sostenidos p o r n u e stra propia
experiencia de las organizaciones independientes; las tenem os en
n uestro país y son era p a rte el producto de elementos revolucionarios
impacientes, aun cuando en p a rte y a m ayor el producto de las ex­
clusiones efectuadas por los amstexdaxnien ses. ¿Qué organizaciones
tenemos en A lem ania y qué i-deas hallam os representadas en ellas?
A nte todo, la Unión de los T rabajadores M anuales © Intelectuales.
Hemos entablado luchas violentísim as en e sta organización y con
sus teóricos. A hora, -después de cinco largos y am argos años, hemos
logrado in tro d u cir el orden.
Tenemos u n a organización muy im portante: la de los obreros de
la construcción expulsados. H a despertado «grandes ilusiones en el
alm a de m uchos obreros revolucionarios. C reían éstos, p o r ejemplo,
que una organización como la de los obreros de la construcción de
Chémnitz; s e ría m ás capaz que los grandes sindicatos de conducir
a los obreros m ediante su -estrategia de huelga. Casi todas la s orga­
nizaciones independientes son el producto -de las luchas entabladas
contra A m sterdam y de la p rá ctica de exclusión de los am sterdam ien-
ses. Pero la existencia do organizaciones independientes conduce a la
form ación de una nueva ideología, de un egoísmo de organización,
E sas organizaciones opinan que constituyen el núcleo de sindicatos
nuevos y paralelos. B e ahí surge siem pre el g rito : “ ¡Salid de los
sin d icato s!”. Al t r a t a r de las organizaciones independientes podemos
re g is tra r un fenómeno p a rtic u la r: la form ación de pequeños grupos
de aristó cratas obreros; en B erlín, p o r ejemplo, u n a asociación de
torneros. A su fre n te se h allan personas que hara desempeñado un
papel b astan te im portante en el m ovimiento revolucionario, como
B ichard M uller, y que no h an reconocido que la -constitución de
esos grupo-s de aristo cracia obrera divide a los obreros y proporciona
a los -capitalistas todas las v en taja s.
¿Qué lección general debemos sa c a r de la existencia de las orga­
nizaciones independientes? Sólo puedeu defender los intereses de sus
m iem bros en -circunstancias bien determ inadas. No se conviertn en
organizaciones d irigentes del movimiento revolucionario, sino que
vienen, sin quererlo, a la cola -de éste.
U n problem a muy im portante es el de los inorganizados. E n A lem a­
n ia su núm ero ha aum entado en extrem o estos últim os años. N uestros

350
cam aradas sacan de ello la conclusión de que- hay que or gañiz ai-los
en nuevas organizaciones paralelas. Pero y a sabemos que las organi­
zaciones p aralelas no hacen m ás que au m en tar n u estra s dificultades.
Lozovski dice que debemos organizar a los expulsados por los con­
sejos de em presas. E s lo que dice y a la fam osa resolución de enero.
Lo hemos intentado, pero los resultados obtenidos h a sta aquí son
negativos. Tal vez se deba al hecho de que el movimiento de los
comités de fáb ricas se encuentra actualm ente gravem ente am enaza­
do. Después de cad a huelga se arroja a la calle a sus miembros.
Dos p alab ras acerca de un asunto m uy im portante, al que Lozovsln
apenas h a rozado; el de Jos sindicatos de la in d u stria. H a pasado
a .ser consigna en toda A lem ania. Ya he dicho que en torno de una
pequeña organización se reúnen cad a vez m ás obreros; esa organización
de in d u s tria crece. Pero si p reg u n táis 'a los cam aradas en qué se
distingue esa organización de las organizaciones profesionales de los
am sterdam ienses, no os podrán responder. H ay que expresar con
ted a claridad que las organizaciones de la in d u stria no pueden nacer
de ese modo. ‘Sólo pueden n acer de la s grandes luchas dirigidas por
el p ro letariad o y en el curso de las cuales éste h a de su p e ra r la
vieja fo rm a de organización.
U nas p a la b ra s m ás acerca del agrupam iento de la oposición. E n
Alem ania &s m uy difícil a g ru p a r a u n a oposición en p a rte dentro
de los sindicatos y en p a rte fu e ra de ellos, en los que h a constituido
nuevas organizaciones, porque la idea -de lo que debemos hacer no
es única.
E n el centro de todo nuestro m ovimiento sindical se encuentra la
lucha por la jo rn a d a de ocho horas. Debemos reconquistar 'una po­
sición que hemos perdido. P a ra ello necesitam os el apoyo de la In te r­
nacional y u na táctica clara y unida, u n a concepción firm e y sólida,
En diciembre últim o, bajo la im presión de la g ra n d erro ta del pro­
letariado, los em presarios aum entaron la jo rn a d a de los m ineros
del R u h r; sin pedirles opinión a los obreros, los pontífices sindicales
Suprim ieron sim plem ente la jo rn a d a de siete h o ra s en las m inas.
L a depresión sobrevenida después de las b atallas que perdimos
nos h a llevado a. creer que los obreros, en la situación actual, 111
tienen g an as ni son capaces de com batir.
E l proletariado in d u strial de R enanra nos h a sacado de nuestro e rro r
al probarnos, en enero, febrero y m arzo, con u n a lucha de larg'a-s
sem anas en la que tom aron p a rte 700.000 obreros, que los obreros
quieren y pueden aún com batir. Debemos u tiliza r de una m anera
conveniente esa voluntad y esa capacidad, pero p a ra ello debemos
p re p a ra r bien los compromisos, a fin de que no concluyan sin efecto

351
algun-o. E l hecho es que todo nuevo revés conduce, en la situación
dada, a u n a depresión nueva.
L a heroica lucha de L udw igshafen y la de los m ineros renano-
westfíilianos nos h an proporcionado las m ism as experiencias.
¿Qué lecciones h an sacado nuestros obreros de la traic ió n de la
burocracia sindical? ¿Se h a acentuado el estado de ánimo antisindical?
No. Pese a la traic ió n de la burocracia sindical, los obreros han
comenzado a reconocer —y tam bién en A lta Silesia, donde lucharon
co-n m ayor heroicidad— que deben volver a e n tra r en los sindicatos
p a ra que la bu<rocracia no pueda hacer de éstos organizaciones de
rom pehu elgas.
Debemos in te n ta r no sólo d irig ir el movimiento, sino además d iri­
girlo lo m ás favorablem ente posible. H e ahí por qué tenem os, como
u n a de n u estra s m ás im p o rtan tes tare as, la ta r e a de elaborar una
estra te g ia de las huelgas, sacando provecho de toda la experiencia
adquirida en los diferentes países.
E n A lem ania hem os visto, pues, que los obreros se sienten incli­
nados, incluso en la situación actual, a u n a acción directa contra
la p atro n al.
Hemos visto adem ás que las m ujeres desem peñan ahora un papel
distinto del de otros tiem pos. A ntes .siempre se decía que las m ujeres
les im pedían a los hom bres p a rtic ip a r en las huelgas, que se a ferra b an
a ellos p a r a retenerlos. A hora la m u jer se h a situado delante del
hombre y le h a dicho que p o r ese salario de culi no debe ir al
trab a jo . L as m ujeres h a n form ado piquetes; en Ludw igshafen, don­
de h ab ía estado de sitio, gan aro n la calle. L as m ujeres h a n entablado
luchas arm ad as contra los rom pehuelgas. E s la movilización de las
m ujeres por n u estra 1-ucha. Hemos realizado u n a experiencia m uy
im p o rtan te con las “tro p a s de educación”, que iban de casa en
casa explicando a la s m ujeres y a los hom bres por qué y cómo
se lucha y de qué m an era h ay que com batir a los rom pehuelgas.
Deseo recordaros adem ás la necesidad de las relaciones del prole­
tariad o com batiente de las ciudades con la gente del campo. E n A lta
Silesia, en S ajonia, en R enania, en todas esas huelgas hemos visto
a los pequeños cam pesinos y a los trab a jad o res agrícolas dispuestos
a aliarse con los com batientes de las ciudades m ediante grandes
e n tre g a s de víveres. H ay que aprovecharlo. S erá n u e s tra sm yehka
de Alem ania, m ientras aguardam os conquistar el poder, como en R usia.
E n el Congreso de V iena h a cristalizado, a ju zg ar p o r lo que se
h a dicho, un ala izquierda, que da la apariencia de que en A m sterdam
parece e s ta r preparándose cierto giro. No -sentiríamos en extrem o
contentos de que así fuese. Pero queremos preveniros co n tra las

352
ilusiones. Hemos visto que esa “izquierda” es m ás perniciosa que
los pontífices de la derecha p a ra el desarrollo de u n a ideología revo­
lucionaria del proletariado. No debemos volver a c a e r en este g rav e
e rro r; si no, correríam os el riesgo de los m ayores peligros. Os rogam os
hacer todo lo posible p a r a que el Congreso no precipite a nuestro
movimiento en sem ejante peligro. Y esperam os que, si no tom am os
por este camino, -lograremos proseguir en n u estro país u n a tác tic a
sindical revolucionaria firm e, c la ra y vigorosa, que se rá u n ejemplo
p a r a la lueha co n tra los am sterdam ien ses de todos los elem entos
revolucionarios de la Internacional S indical R oja y de la In te r-
cional Comunista,
(A plausos.)

353
VIGESIMOCTAVA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin,


noche del 5 de julio de 1924

P resid en te: W ijnkoop.


O rador: Schum acher.

LA t á c t ic a s i n d i c a l ( c o n t i n u a c ió n )

SCHUMACHER. L a resolución adoptada por unanim idad en Francfort


dice: “El P artid o C om unista alem án quiere m ovilizar los comités
de fáb ricas revolucionarios y las organizaciones revolucionarias de
la in d u stria p a ra creacr, an tes de la conquista del poder, órganos
do lucha económicos y po-seer, después de la conquista del poder,
órganos de reconstrucción económica p ro letaria”.
P o r tan to , si Lozovski declara hoy que las organizaciones de in d u s­
tr ia no son necesarias, lo suyo no corresponde a la decisión del Con­
greso de F ra n c fo rt, a >la que podemos considerar —-convengo en
ello—■ como suprim ida por el congreso m undial. De esa decisión cito
además este siguiente p asa je esencial: “Todo aquel que huye de los
sindicatos facilita el tra b a jo reform ista. H ay que acentuar el trab a jo
en los sindicatos p a r a c a p ta r a las m asas obreras todavía síndica-
lizadas, p a ra efectu ar su educación política y conducirlas bajo la
dirección del P artid o Com unista. Todo aquel que huye de los sindi­
catos, rompiendo la disciplina, daña a l P artido y a la revolución”.
A nte todo hay que p ro b a r que las organizaciones independientes
h an pecado h a s ta ah o ra co n tra este p e s a je de la resolución de
F ra n c fo rt, Tomo la resolución sobre el problem a sindical: “H e ahí
p or qué el P a rtid o debe d a r comienzo a la m ás enérgica y útil
acción en la s fá b ricas p a ra a g ru p a r a los no organizados, a los que
han salido o ifrieron expulsados. E stos tra b a jo s p reparatorios p a ra
los no organizados y p a ra todos aquellos que han. sido expulsados por
los am sterdam ienses, se deben cum plir en escala nacional”.

354
Sostengo que en el Congreso de F ra n c fo rt n u estra izquierda venció
■a B ran d ler no sólo g racias a la revelación im placable de los pecados
que B lander cometió en octubre, sino tam bién por las concesiones que
se hicieron en el problem a sindical.
U n a p rueba de ello la su m in istra la resolución adoptada por
unanim idad antes del Congreso de F ra n c fo rt en una sesión de los
delegados del Buró Am pliado de la fracción de los m etalúrgicos de
B erlín y que dice, en tre otras cosas, que la ta re a m ás urgente del
P artid o es c a p ta r inm ediatam ente a los no organizados en las fábricas
m ediante comités de fábricas revolucionarios.
He aquí o tra prueba de ello. E n una reunión de los funcionarios
de la Federación de B erlín, a la que asistieron m ás o menos mil
personas, se adoptó u n a resolución en la que encuentro e sta fra se :
<fE l Gongreso sindical debe comenzar inm ediatam ente, así que h ay a
im partido las directivas políticas, la creación de organizaciones de
in d u stria con un a dirección única p a ra todos los problem as” .
A hora se pretende que las organizaciones independientes defienden
el punto de v ista que reza: “ Salid de los sindicatos y cread inm edia­
tam ente organizaciones independientes”.
Las organizaciones afiliadas al C artel independíente de B erlín han
declarado en repetidas oportunidades que no pensaban re tira r a sus
miembros de las antiguas organizaciones, sino que -se sen tía n au to ­
rizadas y obligadas, sobre la base de la resolución de F ra n c fo rt,
a re u n ir a los que salieran, a los expulsados'•y a los no organizados
en u n a organización que lle g a r a a c o n v e rtirse en o rg a n iz a c ió n de
in d u stria. Tenemos absoluta necesidad de nuevas fo rm as de lucha,
porque no se h a probado que los am sterdam ienses no h a b rán de con­
tin u a r sus m aquinaciones con u n a fu e rz a diez veces m ayor.
Me a g ra d a ría d estru ir o tra opinión. E n el Congreso de F ra n c fo rt se
tomó u n a decisión que es falsa, esto es, la de que es posible en tab lar
luchas de m asas y grandes acciones sin organizaciones sólidas, úni­
cam ente m ediante los comités de fáb ricas. E n países con una clase
obrera educada en el 'espíritu de organización sólo se g an an luchas
políticas si se cuenta con form as de organización, si se u tilizan las
que existen y se crean otras nuevas. L as luchas de los últim os meses
— H eckert no p o dría rebatirlo— se hicieron triz a s co n tra la sólida
fo rm a de organización de los am sterdam ienses, a la que no podíamos
oponer un a organización sem ejante.
L as células de fá b ricas tampoco son capaces de sostener mucho
tiem po huelgas económicas y políticas.
No predicam os la salida de los sindicatos; nadie puede probarlo.
P ero decimos con toda la necesaria claridad: los no organizados no

355
deben ser ¡reunidos por los com ités de fábricas, y los expulsados, los
que h an salido no deben ser reag ru p ad o s p o r tip as poco sólidos de
formaciones. H ay que re ag ru p a rlo s en organizaciones que lleguen a
convertirse en organizaciones de industria.
Lo que he dicho aquí no es m i parecer personal. E s la opinión de
las organizaciones independientes de los 30.000 obreros reunidos en
el cartel de B erlín.

356
VSGESIM ONOVENA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin,


7 de julio de 1924

P resid en te: Geschke.


O radores; Seelig-, Kohn, Sem ard, K ucher, B ordiga, Rienzi, K atayam a,
Zinóviev y R u th Fischer.

LA TÁCTICA S IN D IC A L ( c o n t i n u a c i ó n )

se e lig (A lem an ia), Lozovski no tiene del todo Tazón cuando dice
que la ofensiva del capital se h a detenido y que la clase obrera h a
pasado a -la ofensiva. Más razón tiene H eckert en decir que la
detención de la ofensiva p atro n a l es sólo p a sa je ra . El inform e de
los expertos obligará a la b u rguesía alem ana a e n ta b la r una ofensiva
au n m ás en carnizada co n tra la clase obrera. De ese modo se acen­
tu a rá la lucha de clases internacional. Y cuanto m ás se ensañe la
lucha de clases, m ás se en carnizará la lucha en los sindicatos entre
las m asas revolucionarias y la dirección refo rm ista.
Debemos t r a t a r con todas n u estra s fu erzas de perm anecer en los
sindicatos. E stá claro que cuanto m ás tra b a ja n en ellos los comu­
n istas, m ás re c u rre la burocracia (reform ista 'a la táctica de la
expulsión. P ero s e ría u*na g rav ísim a f a lta hacer de necesidad v irtu d .
L a m ayor f a lta que podríam os com eter s e ría la creación de o rg a­
nizaciones p aralelas. H a sta el últim o congreso de la U nión de T ra ­
b ajadores M anuales e Intelectuales lo h a reconocido.

KOHN (C hecoslovaquia). Estim am os exagerado decir que el retroceso


g eneral do los trab a jad o res h a cesado, perro en general podemos
ase g u rar, a l menos en lo que respecta a n u estro país, que du ran te el
año tra n sc u rrid o h a habido te n ta tiv a s de contraofensiva. Seríam os
m alos e stra te g a s si no pensáram os a tiem po en u n ir todas la s ten ­
tativ as aislad a s y p re p a ra r u n a ofensiva general del proletariado.

357
E n lo que concierne a los sindicatos, es justo decir que come me­
j o r se puede llegar a las M asas es con la consigna de unidad. S ería
ira, -error ¡creer que la 'aplicación de n u e stra táctica de conquista de
la s m asas p ro d u cirá el efecto de que los reform istas nos echen de los
sindicatos. E n Checoslovaquia tenemos nu estro s propios sindicatos,
nacidos de la tá ctica escisionista de los reform istas. Pero nuestro
P artid o in siste en que los cam aradas que h an perm anecido en los
sindicatos re fo rm ista s continúen m ilitando en ellos.
E n A lem ania es excepcionalm ente actu al el problem a de la o rg an i­
zación de los no si dicaliza dos y de los expulsados. No es solución
re u n ir a -los no sindiealizados en taimo de los com ités de fábrica.
H eckert tiene razón cuando dice que la organización de los no
sindiealizados en pequeños sindicatos, que no representan o tra cosa
-que un -accesorio de los am sterdam ienses, carece de valor. Omite
decir, sin em bargo, q»ué camino aconseja. A n uestro parecer, re su lta
absolutam ente necesaria u n a organización ce n tral de los expulsados.
La coordinación internacional de n u estra acción es m uy im portante.
D u ran te la huelga, de los m ineros del R uhr aguardam os febrilm ente
el momento en que pudiéram os ju n tarn o s con nuestros cam aradas
alem anes. E s absolutam ente indispensable que tengam os comités de
acción internacionales p a ra las in d u strias m ás im portantes.
Tenemos un movimiento de consejos de fábricas. Lo cream os d u ran ­
te las jo rn ad a s de octubre en A lem ania; cayó tr a s la d erro ta alem ana,
p a ra renacer de nuevo d u ra n te la huelga del R uhr.

SHMArd (F ra n c ia ). Tenemos que d a r respuesta a algunas críticas


que nos h a form ulado Lozovski en lo que atañe *a la s comisiou-es sin­
dicales. Las comisionéis sindicales no tienen m ayor influencia en la
base, y ison débiles. Pese a ello-, el P artid o h a hecho en este sentido
un g ra n esfuerzo.
E n lo que concierne a la actividad de los com unistas en el seno
de los sindicatos reform istas, reconocemos que es insignificante; pero
osto tien e que v er con la debilidad de los com unistas en el seno
mismo de los sindicatos reform istas. N u e stra actividad a l respecto
sólo se d eja ver en los sindicatos textiles de la región del N orte.
Y ahora, cam aradas, el problem a de la unidad. Los jefes refo r­
m istas, ta n to en F ra n c ia como en o tra s p artes, nos declaran: “ Si
vosotros, revolucionarios, estáis en favor de la unidad orgánica,
¿por qué no la proponéis intem acionalm ente?^. Se tr a ta , pues, de
dem ostrar no sólo a los obr-eros franceses, sino tam bién a los tra b a ­
jadores de los demás países que la Internacional Sindical R oja y
los partidos com unistas no están en co n tra de la unidad sindical.

358
Me sorprende que los cam aradas, alem anes tom en la posición que
h an tomado. Pensam os que la táctica de unidad es un medio de
g an a rse a las m ases refo rm istas que todavía siguen a sus jefes y
que penetrando en ellas nos re su lta rá posible denunciar las tr a i­
ciones de éstos. No podríam os hacerlo si nos aislásem os, como tiene
la intención de hacerlo Bordiga,
B ordiga dice además que la base del fre n te único se puede h a lla r
en organizaciones obreras d istin ta s de los partidos políticos, en
organizaciones susceptibles de conquista por una dirección sindical.
No comprendemos que en. Italia, donde el movimiento sindical se
h alla dividido en cinco o seis p a rte s, se sostenga sem ejante punto
de vista. E n F ra n c ia tenemos la experiencia de la división. Sabemos
qué n efasta es p a ra el movimiento revolucionario. La clase obrera
e stá en contra de los jefes reform istas, pero e stá en fa v o r de la
unidad con, las m asas obreras y adm ite que se puedan efectuar
negociaciones con los jefes reform istas.
No seguimos a nuestros cam aradas alem anes cuando expresan su
repugnancia a encontrarse con los jefes reform istas. Jo u h au x y Bi-
d egaray em plean el mismo lenguaje cuando dicen que no quieren
enco n trarse con Sem ard y Momnousseau. Con todo, 110 es ese el p ro ­
blem a; nuestro fin consiste en llevar a cabo la unidad del proletariado.
Se 1106 diee. como argum ento apabullante, que en A lem ania hay asco
por los refo rm istas eomo consecuencia del movimiento de octubre.
L a situación en A lem ania no es la m ism a que en F rancia. La in­
m ensa m a y o ría de la clase o b re ra v a to d a v ía tra s los je fe s re fo rm is ­
tas. No nos explicamos, pues, que los cam aradas alem anes estén
en contra de la unidad sindical.
C am aradas: es cierto que existe en la Internacional de A m sterdam
un 'ala izquierda que está tácticam ente en fav o r de la unidad. En
el Congreso de V iena el problem a dom inante h a sido el de las re la­
ciones en tre las federaciones nacionales de in d u stria : en razón de la
posición de izquierda adoptada por alg u n as de estas federaciones
en el seno de la Internacional Sindical de A m sterdam , tenem os el
deber de sostenerlas.
E l bloque re fo rm ista de A m sterdam tiene fisu ra s. E n éstas hemos in­
troducido n u estra táctica del fre n te únieo internacional. Hoy debe­
mos in tro d u cir la cuña de la unidad orgánica internacional, y es­
tam os de acuerdo con las tesis form uladas por Lozovski, porque
pensamos que les perm iten a los partid o s com unistas g a n a r en
influencia en el seno de las m asas p ro letarias.
Se dice que el P artido Com unista ruso es de la opinión de que el
momento actual parecer ser el m ás propicio p a ra la reunión de todas

359
la s fu erzas sindicales. L a delegación alem ana opina lo contrario.
Yo digo que en todos los países se puede p re g u n ta r al proletariado
—-ix> a los jefes socialdem ócratas, sino a los obreros— si están en
fav o r o en co n tra de la tá ctica de unidad. E stoy persuadido de que
todos los obreros, sin distinción de tendencia, están en fa v o r de la
unidad sindical, y com eteríam os u n a fa lta suprem a si no supiéram os
u tiliz a r ese deseo de unidad.
E n F ran cia, aunque a l comienzo hayam os aplazado, como conse­
cuencia de algunas dificultades, la aplicación de la tá c tic a del fre n te
único, la hemos aplicado apenas hemos podido hacerlo. Pedimos
tan to a nuestros cam arad as alem anes como a nuestros cam arad as
italianos, que pueden ten er ciertas dificultades en la aplicación de
la táctica de unidad, que acepten las tesis de Lozovski y tra b a je n en
común en la aplicación in teg ra l de la táctica del fre n te único y de
unidad orgánica.
i '
i
kuchek (E stados Unidos de A m érica). E s dudoso que lo que Lozovski
h a dicho acerca del debilitam iento de la ofensiva del capital pueda
ten er aplicación en los E stados Unidos, pues allí encontram os que en
la in d u stria básica se h a intensificado la presión patronal, y nos h a ­
cemos al hecho de que los cap ita listas tra te n de sac ar todas las ven­
ta ja s posibles de la crisis fu tu ra , en el sentido de aum entar las
horas de tra b a jo y dism inuir los salarios.
Nos hallam os fre n te a u n a situación diferente de la de nuestros
cam arad as europeos, que tienen, que com batir a los sindicatos social-
dem óoratas y reform istas. L a A m erican F ederation of Labor no
está afiliad a a A m sterdam , pero es au n m ás reaccionaria, y n u estra
ta re a es probablem ente m ás sencilla.
Me opongo a la proposición de los sindicatos rusos de afiliación
a A m sterdam , pero por o tra p a rte no puedo sostener la posición
adoptada por Schum acher. Sigo pensando que debemos d ejar por
cuenta de los refo rm istas la responsabilidad de la escisión. Nosotros
debemos m an tener la unidad el m ayor tiem po posible, pero no de­
bemos hacer un fetiche de ella.
Si abordam os a los obreros como es debido, se u n irá n a. la o rg a ­
nización. E s imposible hacerlos e n tra r en la A m erican F ederation of
Labor, porque ésfca se niega a acep tar los obreros no calificados.
Entendem os que h ay que som eter a la Internacional Sindical Roja
v aria s proposiciones, en tre ellas la siguiente: o rg a n iz ar un g ran
núm ero de sindicatos independientes que sirvan de centros de acción
común, Deseamos qué el Comité de Acción sea definitivam ente co­
nocido como el re p resen tan te de la isr y que sirv a p a ra reu n ir los
esfuerzos que se deben efectu ar en las uniones profesionales y las
uniones industriales.
L a Política de la i s k p a ra con los iww h a sido falsa. Los iww cuen­
ta n con buenos elementos revolucionar ios.
E n este momento h ay una g ra n inquietud en tre los obreros, una
inquietud -causada por la presión económica de los dos o tre s últim os
años, y los com unistas deben aprovecharla p a ra o rg a n iz ar a los
obreros 'en sindicatos controlados p o r ellos; de otro modo, algún otro
grupo hostil to m ará la iniciativa.

b o r d ig a .
E l discurso de Sem ard me •obliga a decir 'algo m ás acerca
del m uy delicado problem a de la unidad internacional. L a izquierda
italian a siem pre ha estado en contra de la tá c tic a de salir de los
sindicatos refo rm istas. E n Ita lia no hem os tenido m ayores dificultades
al respecto. Y a establecido esto, paso entonces a la polém ica prom ovida
por Sem ard an tes de h aber podido ex p resar n u estro punto de vista.
Sem ard nos dice: Sostenéis en Ita lia el fre n te único sólo sobre
la base de los sindicatos, y p o r consiguiente debéis dividir vuestro
P artid o en dos g ru p o s: uno que te n d rá que hacer el fre n te único
porque e s tá en los sindicatos, y otro que no podrá hacerlo, porque no
está en los sindicatos. Pues bien, digo que re n el P artid o italiano no
existen estáis categorías, como tam poco deben -existir en ningún
p artid o m arx ista. E n tre nosotros, todo el m undo se ocupa de los
sindicatos.
Sem ard nos h a -dicho: Puesto que estáis en fa v o r de la táctica
del fre n te único en los ¡sindicatos, debéis e s ta r en fa v o r de la uni­
dad en el terren o de la organización. Son dos problem as comple­
tam ente diferentes. Aquí no se puede sostener e s ta te s is : si 'aceptáis
el fre n te único debéis a c ep tar la un id ad ; en ta l caso, los cam aradas
que aceptan el fren te único e n tre p artid o s políticos deberían acep tar
tam bién la unidad orgánica de los partido® políticos.
E n cuanto a la fusión de la isa con la Internacional >de A m sterdam ,
m e lim itaré a decir que se t r a t a -de u n a resolución que únicam ente
el Congreso de la Internacional Com unista puede tom ar. No es este
u n problem a que lo pueda resolver otro órgano, ni la i s r ni el ,
E jecutivo Ampliado, n i u n a comisión especial. Si tenem os que dis­
c u tir este problem a, entonces nos oponemos a -la unión de am bas
organizaciones sindicales.
L as condiciones form uladas p a ra la realización de la unidad son­
de ta l índole, que fatalm en te deben re m a ta r en u n rechazo de la
Internacional de A m sterdam . V osotros decís: jT an to m ejor!, pues
harem os la proposición, A m sterdam se n eg ará y una vez m ás se

361
h a b rá probado a n te los obreros que estam os en favor de la unidad .
¿Poro qué im presión recibirá la clase obrera? Temo que vaya a creer
que hemos intentado liq u id ar n u estra internacional y que sólo porque
A m sterdam h a rechazado n u estras proposiciones la liquidación h a
quedado sin efecto. E sto d ificu ltará en mucho nuestro trab ajo .
Se habla mucho de la izquierda de A m sterdam . Y se nos recalca la
im portancia de la posición que h a tomado. La proposición de la
unidad sindical revela, a nuestro parecer, una tendencia de extrem a
derecha. Debido a que en la Internacional de A m sterdam se com­
prueba la existencia de u n a izquierda se nos pide que nos precipite­
mos hacia ella. S em ejante proposición nos m uestra el peligro de una
táctica de derecha a la que debemos oponemos.

RLBNZI. La intervención d e B ordiga nos obliga a p recisar nuestro


punto de v ista. B ordiga h a empleado la expresión de liquidación do
la i s r como posible resultado, incluso como resultado probable, de
las proposiciones de unidad. Pienso que es sum am ente peligroso em­
p lear tales p alab ras y relacionarlas con n u estra cam paña por la
unidad.
L a constitución de la i s r , en 1920, respondió a la -necesidad de
a g ru p a r en torno de una cen tral revolucionaria el m ovim iento sindi­
cal. L a In ternacional de A m sterdam se había convertido en una
internacional caprichosa, y es del todo evidente que la iniciativa de
la ISP fue, en cierto sentido, u n ita ria , y a que perm itió s u p e ra r las
dificultades que 'había creado la política sindical de A m sterdam .
¿Se puede h ab lar de liquidación? Claro está que no. La táctica de
la unidad es la continuación de la lucha entablada por la constitución
-de la ISR.
D u ran te cierto tiem po hemos d isfru tad o de una situación fa v o ra ­
ble, porque teníam os todas las v e n ta ja s de la defensa de la unidad.
A hora debemos atenernos a u n a ofensiva de los reform istas de
A m sterdam p o r expulsarnos de e sta posición. L a táctica de la unidad
nos d ará la posibilidad de conservar la iniciativa.
En lo que compete a Italia, la cam paña por la unidad favorecerá
el regreso de las m asas a los sindicatos.
E s evidente que los .detalles de la táctica del fren te único deben
ser m inuciosam ente exam inados, y esto incumbe, según nosotros, al
Comité Ejecutivo Ampliado.

KATAYAMA. H a sta el g ra n terrem oto de setiem bre, l o s sindicatos


japoneses se h allaban en la defensiva co n tra la ofensiva general del
capitalism o. Casi todas las huelgas se perdieron, y el núm ero de
lo>s sindicalistas disminuyó considerablem ente.

362
Pero después del terrem oto los capitalistas in ten taro n hacer recaer
toda la carg a de la ca tá stro fe sobre los trab a jad o res. Éstos te r ­
m inar oh por sublevarse, y ah o ra nos encontram os con que las huel­
gas son huelgas ofensivas y los efectivos de los sindicatos aum entan
de nuevo.
Tenemos un fre n te único sindical. H a sta los sindicatos coreanos se
han afiliado a los sindicatos japoneses, y e n tre ellos existen buenas
relaciones.
H a sta este últim o tiem po la Internacional de A m sterdam y la
l\l Internacional habían ejercido m uy poca influencia en el Extrem o
Oriente. Pero ah o ra estas dos organizaciones llevan u n a intensa pro­
pag an d a entre los obreros orientales y lo g ran cierto éxito. H ay que
velar p o r ello,

dunne (E stados Unidos de A m érica). L a comprobación de Losovski,


de que la ofensiva 'Capitalista h a fracasado, es ju s ta -en lo que res­
pecta a Estados Unidos, pues han. aum entado las posibilidades de
tra b a ja r y los salarios se han. elevado. A cerca de la lucha contra
la Internacional de A m sterdam , ella re su lta difícil p a ra los ca m a ra ­
das norteam ericanos, pues la A m erican F ederation o í Labor está
aun m ás a la derecha que la Internacional de A m sterdam . Si se llega
a un entendim iento cualquiera con A m sterdam , se verá m ás claro el
fin. E n E stados Unidos tenemos varios Schum acher, todo un grupito
cuyo jefe es Kucher, E xiste en E stados U nidos u n a v ieja tradición
de abandonar los sindicatos; espero que este congreso le ponga té r­
mino.
K'ücher h a procurado dar la im presión de que los sindicatos nor­
team ericanos son reaccionarios. P a r a él, hechos como la huelga de loa
m ineros, en la que p artic ip a ro n 500.000 hombres, y la huelga de
los ferroviarios, en la que p articip aro n otros 400,000, no significan
nada. E l grupo K lueher sostiene asimismo que los trab ajad o res or­
ganizados no tra b a ja rá n con los no organizados. E n los Estados
Unidos los elementos m ás inteligentes y m ilitantes se en cu en tran en
los sidicatos, porque ven que la acción, colectiva vale m ás que cual­
quier organización. E l tra b a jo com unista en los sindicatos produce
sus efectos. E l P artid o ■Comunista dom ina la oposición contra los
b u ró cratas sindicales y el gobierno cap ita lista. No hay grupos so­
cialdem ócratas que actúen como tapón en tre el E stado cap italista y
el P artid o Comunista.
H a sta que el problem a norteam ericano se arreg le definitivam ente,
el P artid o estadounidense nunca será un partido de magas.
ZINÓVIEV. El problem a sindical tiene u n a im portancia excepcional.
D e ja r ambiguo este punto sería causarle un grave daño a todo el
movimiento.
E n este 'Congreso m uchos han hablado de bol cheviz ación, de fidelidad
al leninismo. P referiríam o s que se h a b la ra menos de ello y que se
hiciera más. (Aplausos.)
E l punto de v ista del leninism o se nos aparecerá con toda claridad
si consideram os su práctica. Sabéis que la p rim era escisión en tre bol­
cheviques y m encheviques se operó en 1903. Pero en los sindicatos
los bolcheviques procedían de m uy distinto m odo: jam ás tr a ta r o n de
dividir a un solo sindicato, ni antes de la revolución, ni después
de ella,

r á d e k ., ¡M u y b ie n !

Después de octubre los sindicatos aún se hallaban, en g ra n


z it íó v ie v .
porté, en m anos de los m encheviques; sin em bargo, hicimos todo lo
posible por e v ita r la escisión. Después, cuando los mencheviques no
fo rm aro n m ás que n n a m in o ría insignificante, nuestro P artid o lo
hizo todo p o r conquistar los sindicatos desde adentro, sin escisión.
Así pues, no debéis olvidar la an títesis de estos últim os veinticinco
años: en el campo político, escisiones reiteradas que nos h an valido
el títu lo de divisionistas profesionales; en el campo -sindical, ni una
sola escisión, ni en la época en que estábam os en m inoría, ni desde
que tenemos la m ayoría. E s uno de los hechos esenciales de la
historia del bolchevismo.
Quien se dice leninista y pretende bolchevizar el P artid o no t r a t a r á
de dividir los sindicatos. Eso sería favorecer el menchevismo, aunque
Schum acher alegue ser de la izquierda. Y a conocemos esa “ izquierda”.
Hace tre s años Schum acher estab a aquí como re p resen tan te del P a r ti­
do Social dem ócrata Independiente, ¡y ahora la Internacional no
está, p a ra su gusto, b astan te a la izquierda í

RÁDEK. ¡O curre con m ucha frecuencia!

L a lucha p o r la unidad sindical e s específica del bol­


z in ó v ie v .
chevismo. ¿P o r qué? ¿P o r am or a los mencheviques, o porque loa
sindicatos constituyen p a r a nosotros u n a form a de movimiento sa­
grado e intangible? N o; sim plemente porque tenem os en ellos el
centro alrededor del cual se agrupa toda la clase obrera.
Recientem ente se decía en el P artid o alem án: “Y a tenem os b astan te
de sindicatos; nos g u s ta ría algo nuevo”. Eso será lo que se quiera,

364
menos bolchevismo. N i G rassm ann, ni d’A ragona, n i Legien im agina­
ron los sindicatos; son u n a fo rm a dada p o r la h isto ria a la organiza­
ción p ro le ta ria bajo el capitalism o. Conocemos u n a fo rm a nueva: los
soviets. Pero tam poco ella parece de n u estro ag rad o . N uestro Segundo
Congreso adoptó u n a resolución sobre las condiciones en las que se
pueden c re a r soviets. Leedla, Los soviets aparecen la v ísp era de la
revolución, como el em brión del gobierno obrero o de la d ictad u ra
del proletariado.
Los com ités de fáb ricas se vuelven poco a poco una nueva form a
del movimiento obrero, pero dentro del movimiento profesional. Los
sindicatos siguen siendo, aun después de la victoria del proletariado,
¡la organización principal. D a fe de ello la h isto ria de la única
revolución victoriosa: la Revolución R usa. S ería, pues, u n a g ran
ingenuidad creer que se puede crear a voluntad u n a nueva form a de
movimiento obrero y despreciar la fo rm a antigua, única h a sta en­
tonces. L enin nos h a enseñado que el movimiento sindical es, pese
a to d as las traicio nes de la socialdemocracia, la fo rm a históricam ente
dada de la unión de todo el proletariado. P or eso los jefes socialde­
m ócratas se esfuerzan por d e s tru ir la unidad de este movimiento y
echar de él a los com unistas. Y por eso decíamos en el Tercero y
el C uarto Congreso que los socialdem ócratas están interesados en
d e stru ir e sta unidad, ta n to como nosotros en salv ag u a rd arla . Nos
se rá ú til no sólo antes, sino tam bién después de la victoria. Lenin
repitió a menudo que si después de 1917 no hubiéram os tenido con
nosotros a los sindicatos, n u e stra d ictad u ra no h a b ría durado un mes.
E llos nos ayudaron a organizar la in d u stria, el E jército Rojo, etcétera.
E l leninismo en m ateria sindical es la lucha co n tra la escisión.
E l leninism o consiste en com penetrarse de la verdad de que no
hay m arxism o in tran sig en te s in una organización del proletariado.
E l m arxism o sin u n a organización de m asas y a ¡no es m arxism o.
E n el C uarto Congreso declaram os, y esto es absolutam ente cierto
h asta el día de hoy: “ C uanto m ás convienen los jefes de la social­
dem ocracia en que la clase obrera está, en el fondo, con nosotros, m ás
in ten tan dividir los sindicatos". P iensan p a r a su coleto: “ Si las
organizaciones obreras deben caer en m anos de los com unistas, que sea
en estado de frag m entos y restos, y no como sindicatos, que serían
p a r a ellos un a rm a de p rim era calidad”.
E s cierto que si echamos una ojeada a los sindicatos ingleses y
alem anes, que to d avía ae en cu en tran en m anos de la socialdemocracia,
re su lta difícil creerlos capaces de p re s ta r ja m á s el m enor servicio
a la revolución p ro letaria. Y, sin em bargo, es seguro. Los sindicatos
rusos no e ra n en m an era alguna superiores a ellos cuando estaban

365
prisioneros de los mencheviques, Pero cuando llegó la hora decisiva,
nos desem barazam os de los mencheviques, y el esp íritu de disciplina,
las costum bres organizativas, en fin, todo lo bueno que du ran te dece­
nas de años se había acumulado en los sindicatos proporcionó, u n a
vez en manos de los com unistas, un arm a incom parable a la Re­
volución.
Todo aquel que piense seriam ente en la revolución proletaria y
en la conquista de la m ayoría de la clase obrera no debe tra ta r a la
ligera, la unidad sindical, L a bolchevización es una táctica de lucha
sincera por la unidad del m ovim iento sindical y por la predominancia
del comunismo en el seno de éste. E l leninismo exige la unidad sin­
dical a to d a costa.
C uanta m ás provocación em plean los socialdem ócratas, m ás debe­
mos m aniobrar, estrech ar n u estra s filas en los sindicatos, ¿Por qué?
Porque en los sindicatos se encuentran nuestros herm anos de clase.
Aquí se h a dicho: “ Si al gobierno burgués sólo se lo puede tom ar
por la fuerza, a los sindicatos tam bién” . E sta com paración carece de
valor, pues los sindicatos están compuestos por obreros, y éstos,
pese a sus errores, e s ta rá n con nosotros en el momento deseado.
E n el P artid o alem án se habla mucho de una tá ctica nueva:
el schumackerismo. L a desgracia es que, además de los sostenedores
del =chumacberismo integral, hay semi-Sehumachers, que defienden,
con m ayor o m enor perseverancia, el mismo error. Más vale ten er
que vérselas con un verdadero Schum acher, que plantea el problem a
en toda su am plitud.
Estam os separados de los socialdem ócratas por toda n u e stra filo*
sofía. se dice, y por eso no podemos perm anecer con ellos en los
sindicatos. E s exacto que los socialdem ócratas no son m ás que
lacayos de la burguesía y que nosotros somos com unistas. No ne­
cesitábamos de Schum acher p a ra hacer tam año descubrimiento.
Además se dice: “Los jefes socialdem ócratas nos provocan p a ra
expulsarnos. P or co n sig u ien te... debemos irnos’\ ¡Pues bien! Ellos
cumplen con sus funciones de lacayos de la burguesía al provocarnos
y al rom per los sindicatos. P o r n u e stra parte, nosotros que no
somos soñadores, direm os: “ Que los p erros sig an siendo perros y
los lacayos, lacayos, pero nosotros conservarem os a cualquier precio
n u estra sangre f r ía y llegarem os a conquistar a la m ayoría de nuestros
cam aradas de clase en los sindicatos”. Esos m alditos lacayos de la
burguesía todavía los dirigen, pero no los d irig irán siempre. L legará
el momento en que tendrem os a la m ayoría de los obreros de
nuestro lado. Sean cuales fueren los sacrificios que tengam os que
hacer, no renunciarem os a la tarea.

366
Tam bién los mencheviques rusos eran lacayos de la burguesía y
tam bién ellos querían expulsarnos de los sindicatos. L a m isma lucha
se desarrolló en tre nosotros. Pero nosotros nos dijim os: “ Cuanto
m ás nos provoquen, m ás debemos conservar n u e s tra sangre fría,
perm anecer en los sindicatos y conquistar en ellos, pese a todo, la
m ay o ría”. E n la Internacional Com unista hemos tenido desde un
p rim er momento cam aradas que in ten taro n tom ar por otro camino.
E n el P rim ero y el Segundo Congreso hubo delegados de E stados
Unidos e In g la te rra que declararo n que no podían perm anecer er.
sem ejantes sindicatos. Lenin los combatió sin piedad.
A hora estos cam aradas dicen: “Todos somos leninistas, pero que­
remos abandonar los sindicatos reform istas, de los que nos separa
toda n u estra ideo-logia” . ¡Pues hien, no! L a táctica de la Internacional
Com unista consiste en tr a b a ja r en los sindicatos tales cuales son.
Lenin envió a nuestros prim eros m ilitantes rusos a los sindicatos
reaccionarios fundados por los gendarm es za rista s, por el gen-ara!
Zubátov, p a ra g a n a r a im a p a rte de sus miembros a n u estra influen­
cia. Debo co nfesar que los Dissm ann, los G rassm ann, los D ’A ragona.
los Gompers, apenas difieren de aquellos gendarm es. Pero si entram o?
en los sindicatos za rista s p a ra conquistarnos a la m ayoría de los
obreros, bien podemos perm anecer- en los sindicatos de los G rassm ann
y los D’A ragona. Si no, n u e stra voluntad de conquistarnos a la
m ayoría obrera no p asa de ser u n a frase. R esulta imposible conquis­
ta rs e a la m ayoría si uno se niega a d ar con ella. Peor au n : lleváis
a g u a al molino de los g en d arm es. Schum íicher se cree de la izq u ierd a,
pero en realidad tra b a jó p a ra los G rassm ann y los Dissm ann.
P o r eso no adm itim os el m enor compromiso al respecto. Y y a que
este problem a h a surgido una vez más, la Internacional Comunista
responderá con .toda claridad: “Debemos perm anecer en los sindicatos”.
¿P o r qué nos expulsan los jefes socialdemócratas?- Porque tem en que
lleguemos a conquistarnos a la m ayoría de los obreros. ¡Si hay un
problem a a propósito del cual la Internacional C om unista arriesgue su
cabeza, ese -es precisam ente el problem a de los sindicatos! Si hay
un problem a capaz de perder al P a rtid o alem án, es el problem a de
los sindicatos.
Hoy me decía un cam a rad a : “E n las elecciones m unicipales de
Al ton a sufrim os un fra c a so ’7. N aturalm ente, toda derrota, por insig­
nifican te que sea, es desagradable. Pero nosotros no somos de esos
revolucionarios que siem pre exigen, a toda costa, v icto rias; las derrotas
son posibles, sólo que, a pesar de las d errotas, debemos continuar
la lucha.
Si la doctrina leninista en m ateria sindical no tom a la delantera,

367
si el P artid o alem án no se h alla representado en los sindicatos,
entonces será p a ra nosotros la d erro ta to tal.
E n este p u n to la oposición no proviene de los “profesores”, sino
de buenos obreros. Y ahí e s tá el peligro.
Puedo com prender que un obrero m uestre el puño al solo nom bre
de G rassm ann y com pañía y que prefiera, en lu g a r de p a g a r cotiza­
ciones a unos traidoras, com prar leche p a r a sus niños. Pero como
miembro de la clase obrera, ese obrero se equivoca.
Después de la d erro ta de octubre, después de la comedia de Sa­
jonia, era inevitable u n a crisis. No son m ortales estas pruebas.
Pero si el P artid o en su condición de tal, si buenos m ilitantes, que
rep resen tan su núcleo, no saben qué pensar, entonces es verd ad era­
m ente inquietante. E l P artid o no puede seguir u n a linea com unista
si no tien e directivas c la ra s en este problema, grave entre todos.
Debemos desechar to d a oscuridad, toda reticencia.
La resolución de F ra n c fo rt es teóricam ente válida y sum inistra ¡a
base de u na tác tic a sindical verdaderam ente leninista, pero no puede
quedar en el papel. Hemos tenido a este respecto m uchas conversa­
ciones con nuestros cam arad as alemanes, que tienen m uy buenos
aspectos. Pero su aspecto vulnerable es el de que en el problem a
sindical todavía se continúa u n a lucha en el fondo de ellos mismos.
Se p reg u n tan si perm anecer en los sindicatos no es u n a form a de
oportunism o. H ay que llevar a buen fin esa lucha in terior.
Schumachetr h a citado cantidades de resoluciones que d a ta n del
período de transición del P artid o Com unista alem án. No son resolu­
ciones probatorias. Hemos vacilado respecto de muchísimos problem as j
no hemos nacido com unistas. ¿Y entonces? ¿Debemos prolongar du­
ra n te años enteros este período de cambio? S ería u n a desgracia. Los
argum entos de Schumachetr no tienen, pues, ningún v alo r; se los
refu tó teóricam ente en F ra n c fo rt, y ahora se t r a t a de refu tarlo s en
la práctica.
C harlando con un cam arad a berlinés, uno de esos proletarios que
son el fundam ento del P artido, creí com prender que sen tía cierta
vergüenza ante las -masas en perm anecer en los sindicatos socialde­
m ócratas. La em presa en la -que tr a b a ja cu en ta con 30.000 obreros,
solam ente 1 .0 0 0 6 2 .0 0 0 de los cuales están sindicalizados; los dem ás
no quieren oír h a b la r de sindicatos, y él experim enta cierta vergüen­
za en decirles que en tren .
Conocemos las m asas y ya hemos tenido que en carar a m illares y
mili aires de obreros. Conocemos a esa gente que dice: “ ¡Sindicatos!
No tengo n ad a que hacer en ese negocio” . A veces tienen u n a a p a­
riencia m uy radical, pero ni e n tra n en el P artid o ni tom an p a rte en

368
la lucha revolucionaria. Y encima p re g u n ta n : “¿Dónde estab a el
P artid o cuando nos equivocamos? ¿A caso no está p a ra corregir nues­
tra s fa lta s ? 1'. Sin esos 30.000 obreros y sus p ares no podemos hacer
la revolución, pero los podemos convencer de la necesidad de p er­
m anecer en los sindicatos, sin lo cual n u n ca podríam os d erro car el
régim en burgués.
Podemos perdonar todas las fa lta s, pero e sta es u n a piedra atad a
al cuello; por culpa de ella no podemos co rrer. Schum acher afirm a
que h ab la en nom bre de 20.000 cam aradas. Conocemos esos sindicatos
localistas desde los tiem pos del finado L egien; por entonces se daban
m ás o menos las m ism as c ifra s. E speram os que de esos 20.000
obreros 19.000 m archen con la Internacional Com unista cuando esta
im p a rta u n a directiva precisa. Respecto de los otros, m om entánea­
m ente tendrem os que decirles adiós, pues no podemos form alizar
compromiso ninguno con ellos. Schum acher es un soldado de la revo­
lución; el P artid o h a decidido, y él debe obedecer. No creo que el
P artid o alem án soporte mucho tiem po m ás el sehumaclierismo.
Schum acher se defiende; ífDe ninguna, m anera predicam os el aban­
dono de los sindicatos; no decimos irs e de los sindicatos, sino ta n sólo
o rganizar sindicatos independientes, h acer sindicatos de in d u stria ”.
Desde luego, el P artido e stá en fa v o r de los sindicatos, ¿pero acaso
Schum acher nos cree lo bastan te ingenuos p a r a no com prender do
qué se tra ta ? Quiere ponernos ante hechos ya realizados que violan
la línea del P artido.
Debemos re a g ru p a r a los obreros que h an salido de los sindicato?,
y -ello con la consigna: “ ¡Regreso a los sindicatos!” . S í, volvamos a
los sindicatos reaccionarios, contrarrevolucionarios, m encheviques, 'po­
liciales, soci-aldcmóera-tas. / Volvamos a ellos para; crear u n centro d@
unión de nuestras fu erza s! Si no, sólo seremos unos ch arlatan es de la
revolución, pero no leninistas; jam ás podremos d estru ir el régim en
burgués, n i siquiera conquistar seriam ente a la m ayoría obrera. No es
este el momento de brom ear.
,E1 sentido objetivo de lo que nos ofrece Sctm m acher es este: “ A ban­
donemos el movimiento obrero ta l cual es, con sus debilidades, y, por
consiguiente, abandonemos a la clase obrera ta l cual es”. No nos
hagam os ilusiones: no podemos c re a r sindicatos propios en A lem ania;
y au n cuando llegáram os a fundarlos, no podríam os conducirlos al
combate. Si lo intentáram os, perderíam os la batalla. Los obreros
que d esertaran se p re cip ita rían entonces en brazos de los socialde­
m ócratas. ¡ i | "l 1
H ay u n a nueva fo rm a de acción: los com ités de fáb rica. P ero los
sindicatos siguen siendo, incluso después de la revolución — como

369
lo vemos por la revolución ru sa— y pese a sus defectos y sus debi­
lidades, pese a las v en taja s que h an dado h a sta ahora a los social-
dem ócratas, esa form a re al del movimiento obrero contemporáneo tan
apreciada por M arx y Lenin,
E n este problem a h ay que conseguir el máximo de claridad. Si
Schum acher na se somete, entonces queda fu e ra de la Internacional
Com unista. Si a g ru p a a '20.000 obreros p a ra a p a rta rlo s de los sindi­
catos y el fre n te único, son otros tan to s m ilitan tes que nos quita.
E n todo caso los n eu traliza, los paraliza.
Paso al segundo asunto. ¿Cuál sórá nuestra, actitud para con la
Internacional Sindical de A m sterdam ? E ste problem a tiene sólo u n a
im portancia secundaria. B ordiga ha afirm ado que elab o rar el plan
de ciertas negociaciones con A m sterdam es com unicarle a todo el
movimiento un c a rá te r de extrem a derecha. No es la p rim era vez
que se nos reprocha ir a la derecha. Lenin decía en el T ercer Congreso
M undial: “Yo hago aquí el derechista contra la teo ría de la ofensiva”.
Que tam bién a nosotros se nos acuse de ser de la derecha, ni lo
tememos, ni hay en ello cosa alguna que sea ta n terrible. L a verdadera
izquierda está siempre donde están los obreros, A rrancarles a los
socialdemócratas las masas obreras: esa es la verdadera, orientación
revolucionaria leninista.
Se h a citado el m em orándum de la delegación alem ana que sólo
hoy he podido ten er a la v is ta ; no conocemos con exactitud la fecha
de su redacción. Rogamos al Congreso que no juzgue ¡nuestra opinión
por este documento. No re fle ja la opinión del P artido t u s o ; es
inexacto. S urge de él que estaríam os aspirando a casam os con A m s­
terdam . Temo que lo hayan escrito cam aradas que realm ente prepa­
ra ro n un m atrim onio de este tipo dentro del gobierno obrero de
Sajonia. No ven m ás que esta a lte rn a tiv a : alianza con A m sterdam
o abandono de 'los sindicatos.
Se puede fo rm u lar de otro modo el problema. Inform áos de los
mencheviques rusos. De ninguna m anera concluimos m atrim onio alguno
con ellos. Pero no por ello nos fuim os de los sindicatos, donde nos
oprim ían. No conquistam os los sindicatos en veánte meses, sino en
veinte años. Si buscáis u n a receta que os g aran tice la victoria
■en veinte meses, nosotros no podemos dárosla; sólo unos ch arlatan es
se podrían en carg ar de esa ta re a . Sabemos que pese a todos los
obstáculos conquistarem os a la m ayoría de los obreros. Si no lo lo g ra­
mos, no h ab rá revolución proletaria. N i h a b la r de m atrim onio con
A m sterdam . Y a hemos visto un “m atrim onio” de este tipo en Sajonia,
pero no en la revolución ru sa.
E sto confirm a que el P artid o alem án debe reflexionar. Si en estos
momentos tiene aún algunas objeciones co n tra las conversaciones con
Am-sterdara, las tiene por causas puram ente in tern as, porque no com­
bate dentro de él lo-s obstáculos contra la unidad sindical.
Me parece que algunos cam aradas piensan de este m odo: “Que los
sindicatos rusos entren por sí solos en conversaciones con A m sterdam ;
no tenem os n ad a en co n tra de ello, ¡Pero que no se nos fuerce en
A lem ania a tr a b a ja r -dentro de los sindicatos!”. ¿É s este un. punto
de v ista internacional? Si los sindicatos rusos negociaran con Anís-
terdam fu e ra <de la Internacional Sindical R oja, se ría una verdadera
capitulación de la Internacional 'Com unista y de la Internacional
Sindical Roja. Jam ás o cu rrirá. N uestros sindicatos son leninistas;
actúan, no como sindicatos rusos, sino -como p a rte in teg ra n te de la
In ternacional Sindical R oja, y h ab rán de ejecuta* lo que ella decida.
Tampoco los cam aradas alem anes deben ju z g a r desde su punto de
v ista nacional, sino -desde el punto de v ista internacional.
Observando el Congreso, vemos tre s grupos de delegados. Prim ero,
los países en los que los com unistas y a tienen la m ayoría en los
sindicatos, como F ra n c ia ; en este caso es relativam ente fácil tom ar
u na resolución en lo que concierne a la fusión con los refo rm istas:
la m inoría debe sencillam ente som eterse a la m ayoría.
E n seguida,, los países en los que no somos un factor esencial en
el movimiento sindical. A hí los cam aradas son m ás o menos indife­
ren tes al problema.
Y, por último, en el tercer grupo se encuentran A lem ania y Che­
coslovaquia, donde no -contamos todavía con la mayoría., pero nos
hallam os a punto de adquirirla, y donde se d e sa rro lla un a lucha
encarnizada en tre com unistas y socialdem ócratas. Aquí es p a rtic u la r­
m ente arduo el problem a. Lo comprendemos. Pero si hay dificultades,
no pueden ser decisivas.
T anto desde el 'p u n to de v ista internacional como desde el punto
de v ista nacional, la proposición de la delegación ru sa es absoluta­
m ente ju sta .
B ordiga dice: “E l m em orándum reconoce que p a ra nosotros sería
la m u erte m oral si form uláram os a los caballeros de A m sterdam
algunas proposiciones y ellos las re ch az ara n ”. ¿De dónde salen estas
ex tra ñ as m iras? Si form ulam os una proposición a nuestro enemigo
de clase y éste la rechaza, ¿significa que se nos h ay a vencido m oral­
m ente? Tomemos ejem plos de la vida política. El gobierno ruso le
propuso el desarm e a la b u rguesía internacional. L a burgriesía se
negó. ¿E s un a d erro ta m oral p a ra nosotros? Si declaram os a los
señores socialdem ócratas que somos p artid a rio s de la unidad sindical
internacional y ellos rechazan n u e stra proposición, ¿será nuestro
suicidio m oral? De -ninguna m anera. Ved de qué m an era en B erlín

371
el V ori'jaerts echa espum a de ra b ia co n tra toda unidad sindical in te r­
nacional. ¿P or qué? Porque tem en que la unidad se vuelva contra
ellos. C ualesquiera que sean las consecuencias, no nos pueden ser
desfavorables.
Se dice en el m em orándum que la delegación alem ana y todo el
P artid o alem án se h a n pronunciado co n tra la fundación de u n a In te r­
nacional Sindical R oja, pero que, desde el momento que se la h a
fundado, hay que conservarla.
Es inexacto. No fue el P artido alem án, Bino P aul Levi, quien se
oponía a la fundación de la Internacional Sindical R oja. H ay u n a
g ra n diferencia. E l P artid o alem án estaba con nosotros. L a In te r­
nacional Sindical R oja se fundó en un momento en que parecía que
podíamos a b rir u n a brecha en el fren te enemigo m ediante u n ataque
fro n ta l y co n quistar ráp id am en te los sindicatos. Recuerdo m uy bien
la p rim era sesión. L a delegación ita lia n a estab a re p resen ta d a por
D 'A ragona; la delegación inglesa, p o r R obert W illiam s. Algunos
congresistas presen taro n enm iendas de izquierda. P a r aquel entonces
h a sta h ab ía en Moscú u n profesor español que declaró: “Yo soy
reform ista, pero los obreros españoles son com unistas y exigen que
me in teg re a la T ercera In tern acio n al”. Le respondim os: “M ientras
no sea usted com unista de convicción, no se lo puede acep tar en; la
Internacional C om unista”. Tales eran las circunstancias. E ra en el
tiempo en que creíam os que habríam os de conquistar en breve plazo
a la m ay o ría de los obreros. Y a sabéis que luego el movimiento
disminuyó en intensidad; todos los problem as, todas las dificultades
tácticas de la Internacional C om unista durante estos cinco años
encuentran allí su origen. L a socialdemocracia se consolidó de un
modo general, y tam bién en los sindicatos. A hora debemos comba­
tirla con medios m ás lentos y tortuosos. E n e&to consiste la novedad
de la situación que no queréis com prender.
E n seguida se p re g u n ta qué h ay de nuevo en In g la te rra ,
L a novedad es la form ación de u n a supuesta izquierda, qiie en
realidad no lo es. No olvidéis que In g la te rra es el país que posee
el movimiento obrero m ás desarrollado. Desde este punto de vista,
W ijnkoop te n ía innegablem ente razón cuando afirm aba que el movi­
miento obrero inglés posee u n a im portancia decisiva. E n todo caso,
u n nuevo capítulo v a a abrirse en su histo ria. Todavía no sabemos de
dónde su rg irá e¡l g ra n P artid o Com unista inglés. ¿V endrá por in te r­
medio d e S tew art y Mac M anus? Tam bién puede ven ir de o tra p a rte :
no h ay que p erder esto de vista.
Y a les he dicho a los cam arad as alem anes que es del todo n a tu ra l
que seamos apegados a n u e s tra organización. Yo soy apegado a Lud-

372
'wigshafen o H am burgo. Pero cualquiera que sea el respeto que se
deba a Ludw igshafen, H am burgo y Leningrado, debo decir que
Londres tiene por cierto su im portancia.
Lo que sucede en In g la te rra tiene im portancia m undial. No podemos
ignorarlo. De otro modo deberíam os fu n d a r una Internacional ruso-
alem ana. Pero tenem os UJm Internacional m u n d ia l un P artid o m un­
dial. Que los cam arad as alem anes no digan, por ta n to : “¿Q ué nos
im p o rtan los sindicatos rusos e inglesesV \ Nos im portan mucho,
pues constituyen u n a p a rte im portantísim a del movimiento obrero.
¿'Cuál es el hecho nuevo? Que la In tern acio n al de A m sterdam
oomienza -a dislocarse y que en el m ovim iento obrero inglés se delinea
un proceso de u n a im portancia e x tra o rd in aria . No me hago ilusiones.
E stoy absolutam ente convencido de que la izquierda inglesa no es
todavía revolucionaria y de que h a s ta ahora no vale m ás que la
izquierda socialdem ócrata alem ana. P ero no p o r eso deja de ser todo
un acontecimiento su aparición.
Al movimiento sindical ru so se le lia dirigido u n a proposición.
Me p reg u n to : “¿Tiene im portancia este hecho p a r a R usia y para
In g la te rra ? ” , Sí, y m uy grande. L a respuesta de nuestros sindicatos
ru sos te n d rá graves consecuencias en Londres.
¿Qué hay, pues, que responder? D iré que h ay que responder de
conform idad c o ji el punto do v ista de toda la Internacional. Acaso
algunos piensen que en esto desempeñan, algún papel consideraciones
diplom áticas. N ad a de eso. Mac DonaUI tem e m ás que a la peste
u n acercam iento a nosotros del m ovimiento inglés.
E l m em orándum alem án pretende que ese acercam iento obstacu­
liz a ría la movilización de las m asas contra el plan de los expertos.
E s de ta l ingenuidad, que no encuentro siquiera réplica. C am arada
H e c k e rt: ¿cómo usted, que en S ajonia m ostró u n a experiencia p a rla ­
m en taria ta n g rande (r is a s ), puede d a r prueba de ta n profunda
ingenuidad? ¿Supone de verdad que Mac D onald o G rassm ann, o
incluso el V orvm crts, creen sinceram ente en el m atrim onio en tre
nosotros y ellos? E n todo caso s e ría Tino de esos m atrim onios en el
que los caballeros pierden b astan te m ás de la m itad de sus cabellos.
Al co ntrario, la primiera p re g u n ta que form ularíam os, si llegáram os
a las conversaciones, sería é sta: “¿Qué pensáis, señores, del p ro ­
yecto de: los expertos?”. Los arrinconaríam os en tre la espada y la
pared, los com peleríam os a responder. ¿C uál es la política de la
Segunda Internacional y la de A m sterdam con respecto al p r o y e c t o
de los expertos? Su política es la de 1914. E s la continuación de la
tra ic ió n socialdemócrata, pero por otros medios. E s la m ism a enga­
ñ ifa de las m asas que el 4 de agosto de 1914. Quieren concluir el

37a
asunto en secreto. E n el momento en que podamos llevar el debate-
ai terren o internacional, ellos serán los em barazados, y en modo alguna
nosotros.
De modo, pues, que los argum entos del m em orándum alem án son
erróneos. E n realidad, no existe m ás que un obstáculo delante de los-
cam aradas alem anes: todavía no h an renunciado al schumacherism o.
Debemos agradecer a la linter nación al de A m sterdam , aunque sólo
sea por la ocasión que nos da de hacer s u rg ir u n a vez m ás an te el
Congreso M undial este problem a y plantearlo de m anera categórica
ante el P artid o alem án. Si alguien cree realm ente que se 'tra ta de un
m atrim onio con A m sterdam , entonces de n ad a sirve co n tin u ar h a ­
blando: póngaseme de p a tita s en la calle. P o r m i p a rte no vacilaría-
en hacerlo con quienquiera que apuntase a sem ejante m atrim onio.
Queremos em plear n u e stra s arm as según las exigencias de la lucha
de clases. Con todo, éstas son de ta l índole en estos momentos, que
debemos t r a t a r de 'conservar, tomando p o r caminos apartados, la.
unidad de los sindicatos y conquistar la m ayoría en ellos. E n otro
tiempo esperábam os un ataque frontal. Se vio que e ra imposible»
Hoy perseguim os el mismo fin por una vía m ás lenta. Debemos
vencer a to d a costa. Quien esté sinceram ente en fav o r de la m ilitancia
en el seaio de los sindicatos de su país tam bién h a d e estarlo e n la
unidad internacional. E s tá c laro : quienes cojean desde el punto de
vista nacional son ios mismos que cojean desde el punto de v ista
internacional, (Risas, aprobaciones.) )
Preparem os, pues, el terren o ; irem os a las m asas coji la consigna
de unidad. No tenem os n a d a que tem er. Si nuestros enemigos nos
expulsan, (responderemos con u n a cam paña general en favor de la
unidad; la llevarem os en In g la te rra , en Alemania, en F ran c ia , en todo
el mundo.
E n el m em orándum se dice: “ Las m asas obreras siem pre alim entan
cierta desconfianza p a ra con u n a política de m aniobra que no dé
sensibles resultados inm ediatos”.
No es exacto. Los obreros no son niños. Saben que la lucha de
clases es una g u e rra en la que se necesita estrateg ia. D aré un breve
ejemplo de ello. Todos aquellas que conocen la psicología del obrero
ruso saben que nuestro P artid o debe su m ayor popularidad a su
política exterior, es decir, precisam ente en un -campo en el que
m aniobram os con respecto a l enemigo. A las m asas des agrada. Se
dicen: "N uestro P artid o sabe m aniobrar; es el m ás astuto. Sabe
defender nuestros intereses”. Me parece que o tro ta n to ocurre en,
A lem ania. Y a sabéis que las m ás de las veces se hace recaer las-
fa lta s de los jefes sobre las m asas. Los obreros com prenderán p erfec-

374
tam en te n u estra política p a ra con .los líderes socialdem ócratas contra-
ir evolucionarlos.
H ay que -dar m uerte al schum acherism o en el P artid o alem án en
p a rtic u la r y en la Internacional en general. Los obstáculos son
grandes. L a b u rg u esía aú n es fu e rte . Se la h a conmovido, -sin duda
alguna, pero conviene .no ex a g e ra r su debilidad. E s mucho m ás fu erte
que nosotros; sus días están contados, y la harem os añicos si no
cometemos fa lta s dem asiado groseras. P ero el m ayor peligro p a ra
«1 P artid o alem án es, hoy por hoy, subestim ar a la burguesía y a la
socialdemocracia. Comprendemos los sentim ientos revolucionarios de
los obreros alemanes. Pero no es suficiente. H ay que m ostrarse como
verdaderos discípulos de L enin y ver a su verdadera luz la fu erza
y las astucias de la burguesía.
Y a tenem os b astan te schum acherism o nacional e internacional.
D iscutirem os cada paso n uestro con respecto a A m sterdam , pero no
diigamos que necesariam ente nos deben llevar a un m atrim onio.
No os invitam os a una conv<?rsación hacia la extrem a derecha, como
pretende Bordiga, sino, por el contrario, a una ofensiva co n tra los
lacayos de la burguesía por la conquista de la m ayoría en los .sindi­
catos y en la Internacional. (Prolongados aplausos.)

euth f is c h e r (A lem ania). E stoy obligada a d eclarar que Schuma-


eh er no h a h a b la d o en. nom bre del P artid o . Hemos tenido serias
d ificu ltad es en el problem a sindical y estaríam os locos si no dijéram os
que subsisten.
L a táctica de la burocracia sindical, que carg a con la directa res­
ponsabilidad de la situación m iserable de la clase obrera, h a creado
en el p ro letariado alem án el deseo de te rm in a r con los sindicatos
refo rm istas, un deseo que cree h a lla r salida en la creación de nuevas
organizaciones. H ay que com prender que no se t r a t a de u n a fa n ta sía
de com unistas indisciplinados; si to d av ía no tenem os dificultades
m ayores, es g ra cias a la reoríentación del P artid o , que se h a esfor­
zado por poner el problem a sindical en u n a v ía razonable.
Necesitam os el apoyo del Congreso M undial p a r a term in ar con
Schum acher y los suyos. Schum acher h a hecho aquí una cobarde y
lam entable re tira d a . Todo aquel que tuvo la ocasión de oírlo en
A lem ania sabe que propagó abiertam ente la creación de nuevas o rg a­
nizaciones de in dustria.
E l Congreso de F ra n c fo rt — tal fu e n u e s tra m ayor obra— adoptó
decisiones precisas acerca del problem a sindical, decisiones que dicen
que h ay que perm anecer en los sindicatos. F ue un real progreso
después de la crisis del invierno, y sólo quienes h a n sabido del estado

375
de ánimo de nuestros m iem bros pueden ju zg ar al respecto. Con poste­
rio rid ad al Congreso de F ra n c fo rt hemos hecho otros progresos, pero-
debemos, prudentem ente, preg u n tarn o s de qué m an era los podemos
a-celerar sin com prometerlos. E l criterio propuesto por los cam aradas,
rusos como resp u esta a la proposición de los am sterdam ienses no es.
apropiado p a ra ayudarnos en nuestro tra b a jo sindical.
E stam os lejos de q u erer defender aquí un punto de v ista estrecho
y provinciano. P ero la im portancia del problem a inglés >no debe
llevarnos a p en sa r que la reorientación de la “izquierda” inglesa p u ed a
hacerles com prender a los obreros una ac titu d como ésa. Se t r a t a
de saber cómo querem os p ro p a g ar la unidad internacional. L as masas-
alem anas no creen en la posibilidad de fo rz a r a los am sterdam ienses
a u n ifica r el m ovim iento sindical sobre u n a base revolucionaria. He
ahí p or qué el P artid o alem án se h a alzado con toda su energía co n tra
un paso ta n decisivo antes de que las m asas h ay a n comprendido qué
ha. cambiado en el m ovimiento sindical y antes de que la “izquierda”
h ay a definido su punto de vista.
E n estos momentos, tan to en la escala alem ana como en la escala
internacional, un acercam iento a los am sterdam ienses nos significará,
m ás perjuicios que v en tajas. Tal es la opinión del P artid o alemán,,
y ruego al Congreso to m ar nota de ella.

376
TRIGESIMA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin,


noche dsl 7 de julio de 1924

P resid en te: Geschke.


O rad o res: Schum acher. Geschke. Lozovski, Riazánov. C lara Zetkin.
P ia tn itsk i, Rossi- y Schuller.

LA TÁCTICA S IN D IC A L ( f i n )

“SCHTJMACHEE (A lem ania). R u th F isher, Zinóviev y Lozovski, y tam ­


bién H eckert, h an buscado m inuciosam ente al responsable de la discu­
sión sobre el problem a sindical. Los tre s e stá n de acuerdo en que
hay que d a r con alguien, y h a n pronunciado su nom bre. Pero si la
divergencia de m iras q uedara re su e lta con el ahorcam iento de una
persona, sería fácil de resolver. L a responsabilidad de los desacuerdos
'incumbo a la línea seguida en el problem a •sindical desde la fundación
de la i s r . E n el P rim ero y en el Segundo Congreso de la ¡Internacional
Com unista, y en el Congreso de fundación de la i s r , se dijo que en
determ inadas circunstancias no se puede v ac ila r a n te una escisión.
N uevas organizaciones se fundaron, o se invitó a fu n d a rlas. N o se
le puede co n ta r d u ra n te cinco años s-eguidos a un obrero alem án
que los líderes sindicales son granudas y traid o re s 3 sin d ejar de
decirle que debe perm anecer e n su sindicato.
Q uienquiera que piense en. liquidar a la ISR te rm in a rá por liquidar
a la Intern acio n al Comunista,
Siem pre hemos dicho que no hay que s a lir de u n a m an era m ecánica
de los sindicatos. Todo aquél que lance sem ejante consigna se equi­
voca, pues h ay sindicatos de los que es im posible irse sin proporcionar
a la b urocracia la ocasión de un triunfo- b arato. N uestros cam aradas
•deben cum plir eon su deber en los sindicatos. Pero los com unistas que
aú n están en los sindicatos no son com unistas, puesto que, si hubieran

377
hecho su deber ta l como lo prescriben n u estra s directivas, hace ya<.
m ucho que los h ab ría n echado a la callé. Allí donde los sindicatos-
se dividen, donde el g ra n ejército de los no organizados crece cada-
vez m ás, hay que xeagruparlo, es decir, c re a r organizaciones de in­
d u stria p a ra d ar a la clase obrera, junto con el apoyo político, e l
apoyo de u n a organización sindical.

Geschke fo rm ula la siguiente declaración en nom bre de la delegación;


alem a n a:
“ La delegación alem ana rechaza unánim am ente las concepciones re­
presen tad as en el Congreso por Schum acher. E stas concepciones-
están.’ en contradicción con las decisiones de la Internacional Comu­
n ista, así como con las decisiones del Congreso de F ra n c fo rt.
L a delegación alem ana declara que el P artid o alem án luchará con
toda su en ergía y pese a todas las consecuencias co n tra todas las'
desviaciones en el problem a sindical.”

heckert. Schum aclier carece de m andato p a r a hab lar en nom bre d e 1


2 0 .0 0 0m iem bros de las organizaciones independientes. Las organi­
zaciones independientes de B erlín se hallan reunidas en un cartel,
al fren te del cual está u n cam arada que en la ú ltim a sesión del'
Comité Nacional del T rabajo declaró no estar de acuerdo con Schu-
m aclier. L a enferm edad rep resen tad a por S c h u m acher se circunscribe-
de m anera esencial a B erlín, pero h a sta en B erlín se h alla en
disminución.
Zinóviev os h a dicho que en el problem a sindical se impone una
lección de leninismo-. Yo sólo q u erría que esto se hiciera siem pre a
tiempo y con la necesaria energía. Deseo citaros algunas frases de-
un a lección de este tipo (la resolución acerca del problem a sindical
alem án, en enero de 1924). E l Congreso decidirá si e ra la orientación
que se necesitaba. L a resolución habla de la organización de los 1
expulsados y “ dem ás”. ¿“D em ás'5? Son los que se fueron o los no>
organizados*. “E s necesario em plear métodos diferentes y variados:
comités de fábricas, com ités de control, sindicatos paralelos de expul­
sados, uniones, comités de obreros, comités de sin trab a jo , etcétera,
sin atarse definitivám ente las manos con un método o una fórm ula” .
H a b ría resultado útil decir entonces a los cam aradas alem anes:
“No h ag áis to n terías; lograd que esos elementos vuelvan a los sindi­
catos'’. Con respecto a la consigna “ Salvemos los sindicatos”, leemos:
“Los sindicatos no se pueden salv ar por la an tig u a vía. Es necesario*

378
reo rg an izarlo s a fondo m ediante los comités de fábricas que tienen
por fin la organización de in d u stria y rem plazar el reform ism o por
la ideología revolucionaria”.
L a idea en sí m ism a no es fa lsa . P ero en conexión con el resto
fu e un estim ulante p a ra los Schum acher y consortes, que se aprove­
charon larg am ente de ella»
Si en u n a situación ta n c rític a -como la que atravesábam os enton­
ces se nos dio sem ejante resolución, no es asomhroso que las difi­
cultades, lejos 'de dism inuir, aum entaran.
E n el fondo estam os de acuerdo con Zinóviev respecto del problem a
'sindical, pero consideram os necesario d estac ar que las exageraciones
a las que él se p re sta han desembocado a menudo en lo contrario
del resultado buscado.

LOZOVSKI, A nte fcodo, l o s a s u n t o s g e n e r a l e s . Cierto n ú m ero d e ram a-


ra d a s h a n p r e s e n t a d o a q u í o b j e c io n e s c o n t r a e l p r i m e r p á r r a f o de
m i s t e s i s , e n e l q u e d i g o q u e e l T e tr o c e a o g e n e r a l s e h a l l a a c t u a l m e n t e
d e t e n id o .
Creo que la situación internacional es, pese a todo, la que he ex­
puesto,
Cuando decimos que la re tira d a general se h a detenido y que en
diferentes países se producen com bates parciales en diferentes indus­
tria s , sim plemente queremos decir que en 1924 la situación difiere
d£ la que teníam os en 1922 o 1923. E n 1924 hemos visto girandes
conflictos 'económicos en In g la te rra , y h a s ta con resultados. Hemos
visto d u ra n te los prim eros meses de 1924 el mismo fenómeno en
F ran c ia . Lo hemos visto en Checoslovaquia, etcétera. E sto prueba que
la re tira d a no es general, que la ofensiva del cap ital se h a detenido,
que hay u n a situación nueva. No digo que h ay a u n a ofensiva general.
.No. H ay ofensivas parciales, huelgas defensivas, cierto recrudecim iento
de, la actividad.
Un asunto que ha provocado vivos debates es el de la unidad.
¿E s o no es necesario cam biar la consigna de la Internacional Comu­
n ista de conquista de los sindicatos?
Tenemos aquí divisionistas confesos. Tenemos tam bién divisionistas
vergonzantes.
Schum acher h a pronunciado u n discurso que no corresponde a sus
actos. H ace mucho m ás que lo que dice. P re p a ra la escisión, y viene
a contarnos que sólo organiza a los que se h an ido.
H a b ría que decir la verdad. H ay en el P artid o alem án u n a fuerte
-corriente obrera contra los sindicatos. E s m uy comprensible. Pero
lo que no lo es tan to es que haya com unistas a su frente, com unistas

379
que. en lu g ar de reflex io n ar en el fenómeno y com batirlo, im aginan
u n a teo ría p a ra ju s tific a r el asco instintivo y la pasividad de loa
obreros.
Schum acher in ten ta an te todo encontrar al culpable. H a citado,
b astan te a propósito, cierto núm ero de resoluciones, pero h a olvidado
la del Congreso de F ra n c fo rt en la que se dice textualm ente que el
P artido no p e rm itirá que sus miembros efectúen u n a política personal
en los sindicatos.
Schum acher dice: “Sí. a menudo sucede que en un congreso m un­
dial uno esté aislado y que en el siguiente tenga la m ayoría” .■>
Puedo tran q u ilizarlo : jam ás te n d rá la m ayoría en los congresos de
la Internacional Com unista, porque en la teo ría que él h a bosquejado
aquí no h ay nada de comunismo y sí mucho de anarquism o. Quienes
conocen el movimiento sindical de los países latinos y, sobre todo, la
ideología an arcosindicalista os lo dirán.
H ay u n a cosa cierta en las palabras de K ucher y D unne: Schu-
m acher no es un tipo alem án; es un tipo internacional. Sí, esos
obreros que se van, que buscan rem ediar con paliativos y expedienten
las enferm edades del movimiento obrero, que creen que con el senti­
miento se pueden com batir las fu e rtes organizaciones reform istas, que
creen que con el abandono de los sindicatos se puede resolver el g ra n
problem a de la conquista de las m asas obreras; sí: esto es un
fenómeno internacional. Y si combatimos a Schum acher lo hacem os
no sólo porque él y sus amigos desorganizan el movimiento sindical
en A lem ania, sino tam bién porque por todas p a rte s hay Schum acher
que hacen lo mismo.
E ste fenómeno internacional se explica por la ta re a que h ay que-
cum plir y la fa lta de educación de nuestros partidos.
Schum acher h a dicho adem ás que la culpa es de Lozovski. Tam bién
R uth F ischer h a encontrado que el p ad re de la escisión es Lozovski.
H eckert dice: “N o; la culpa es de Zinóviev’5. Al parecer, somos
nosotros quienes hem os obligado a nuestros cam aradas a ab an d o n ar
los sindicatos.
Sabemos m uy bien cómo tra s c u rrió el 'Congreso de F ra n c fo rt. Yo
h abía sido delegado por la Internacional Com unista. H eckert asistía
a él. Debe de saber que la c a rta de Zinóviev contra la escisión produjo
u n a g ran perturbación en el Congreso y que los cam arad as de izquierda’
no quisieron, d u ra n te sem anas, publicarla. Tuvimos que com batir a la
extrem a izquierda, y cuando añadí en .la resolución propuesta que era
necesario poner a todos los traid o re s fu e ra del movimiento sindical
se me objetó: “N o: el hecho es que, si decimos que h ay que poner
a fu e ra a los traidores, quiere decir entonces que h ay que perm anecer

380
en el movimiento sindical”. Se tachó el p asa je p a ra no h erir a la
extrem a izquierda.
De modo, pues, que la p atern id ad del e rro r pertenece a nuestros
■camaradas del p a rtid o alem án y no a la Internacional Com unista
ni a la i s r . Cuando decimos conquista de los sindicatos, es evidente
que se t r a t a de la m asa obrera. Todo el mundo lo comprende. Pero
cada vez que los cam aradas quieren seg u ir o tra táctica, comienzan
p or decir que no está del todo claro.
L a situación actual no puede d u ra r: 20.000 obreros com unistas de
B erlín se han ido de los sindicatos, y tenemos sindicatos, como el
de los m etales, en los que en las últim as elecciones teníam os la m a­
y oría y ahora tenem os sólo el 25 por -ciento. E n los sindicatos de los
que desertan los com unistas los socialdem ócratas conservan su fuerza.
¿E sto es lo que buscáis con v u e stra táctica? ¿E sto es una táctica
len in ista bolchevique? No, será todo lo que queráis, menos bolche­
vismo, menos tá ctica de la Internacional Com unista.
¿De dónde proviene, en el fondo, la tendencia a cre a r pequeños
sindicatos? U n ca m a rad a del R u h r o de H am burgo lo decía muy
bien en F ra n c fo rt; "C uando los socialdem ócratas a rro ja n fu e ra a
algunos obreros, no se produce la escisión; pero si por desgracia
ponen fu e ra a cinco o seis b u ró cratas com unistas, éstos tr a ta n de
h acer un pequeño sindicato p a r a continuar su ta re a ”. Cierto núm ero
de funcionarios de los sindicatos m etalúrgicos exigieron en enero la
escisión. A hora bien, esos burócratas, esos funcionarios, miembros
del P artid o C om unista, ¡se fueron del P artid o Com unista y en tra ro n
en el P artid o Socialdem ócrata!
E n B erlín hay una asociación que se llam a “ Organización de
In d u stria de Alem ania. Sección M etales”. ¿Quién la h a creado? Nueva-
vam ente, un ex funcionario de los sindicatos m etalúrgicos de B erlín.
No tiene tra b a jo ; lo han echado, y entonces h a montado su pequeño
negocio.
No basta d ec ir: “ E stam os en co n tra de la escisión”. Adem ás es
necesario que los com unistas que se h a n ido de los sindicatos vuelvan
a éstos. Se dice que h a b rá u n a decena de miles de buenos com unistas
que los abandonarán.
Los buenas com unistas n o ' los abandonarán.
A hora me perm itiréis que pase a un asunto del que se h a hablado
aquí y al que yo -no me h ab ía referid o : la unidad internacional.
Schum acher dice: “U sted, Lozovski, y usted, Zinóviev: ambos sois
liquidadores. Queréis d estru ir n u e stra o b ra : la Internacional Sindical
R oja”.
A hora bien, ¿cuál es la situación?

381
¿E s la Internacional de A m sterdam la m ism a de un año a trá s?
H ay cam aradas que responden: “ Sí, pues h a sta en In g la te rra hay
b u ró c ratas trad eu n io n istas que firm an resoluciones anticom unistas”.
Desde luego, pero nunca hay que ju zg ar el movimiento sindical
por sus dirigentes. L a tá ctica com unista consiste en v er qué h a
cambiado en la m aga pese a la c a ricatu ra que de ella nos presentan
los jefes de izquierda o derecha. A hora bien, si desde este punto de
v ista trata m o s de ex am in ar qué ocurre en el movimiento sindical
de A m sterdam , qué o cu rre en In g late rra, debemos decir: “ Algo ha
cambiado”, pues asistim os al fenómeno de que el secretario general
de la Federación de M ineros de G ran B retañ a h ay a sido designado
con el voto de los com unistas y obtenido, por el p ro g ram a de la
i s r , 217.000 votos, m ientras que los que estaban en contra sólo han

obtenido 200.000, etcétera. Además tenemos la conferencia de los


m ineros del P aís de Gales, que cuenta con 200.000 obreros organi­
zados que hace dos sem anas aprobó una resolución de adhesión a la ISR.
Siem pre sigo preguntándom e de qué modo van a in flu ir sobre los .
obreros las proposiciones que vamos a form ularle a A m sterdam .
¿Podrem os con ello m ovilizar las m asas y a tra e rla s a nosotros?
¿Podrem os p e n e tra r en los sindicatos reform istas? ¿Podremos, incluso
a costa de la prom iscuidad con los Jouhaux y otros, alcanzar a la
claso obrera?
Yo y los dem ás siem pre hablam os de la m asa, m ien tras que
nuestros adversarios hablan siem pre del desagrado de h ab lar con Jou-
haux. . t
Cuando Schum acher viene a defender contra m í a la ISR, puedo
decir efue tam bién yo he tra b a ja d o algo por la i s r y que no tengo
la intención de liquidarla. Al contrario, creo que liquidarem os a la
Internacional de A m sterdam ; tengo la m ás profunda convicción
al respecto.
E stam os en fa v o r de la unidad, porque ésta nos da la posibilidad
de au m en tar nuestro campo de acción com unista.
N u estras proposiciones h an provocado u n a g ra n inquietud en la p ren ­
sa socialdem ócrata.
Tenemos una decisión de la Internacional de A m sterdam : el Con­
greso en carg a a su buró e n tra r en conversaciones con los sindicatos
rusos p a ra lo g rar el acuerdo sobre la base del program a y los
estatu to s de la Internacional de A m sterdam .
A 'una proposición política hay que d a r u n a resp u esta tam bién
política. A una proposición fo rm ulada abiertam ente por la vía de la
prensa de todo el mundo, es necesario que el movimiento obrero ín ter -

382
nacional dé u n a resp u esta general, política, p a ra el movimiento obre­
ro internacional»
H ay -tres m uñeras de responder. L a p rim e ra es m andar al diabla
a esa gente. Se hace m uy rápido y sin em plear el cerebro. Me a g ra ­
d aría sab e r quiénes son los cam aradas que proponen esta solución.
A ju z g a r por sus palabras, creo que B ordiga es uno de ellos, y
luego Schum acher y los demás. Pero si damos e s ta respuesta, nuestros
adversarios h ab rán ganado la p a rtid a .
H ay o tra posibilidad: los sindicatos rusos e n tra n en la In te rn a ­
cional de A m sterdam ; reconocen el p ro g ram a de ésta. Se disuelve la
i s r y se restablece la unidad. Tam bién es u n a solución. Creo q u e
todas estam os en contra de ella, porque los sindicatos rusos son una
p a rte del movimiento sindical revolucionario in tern acio n al; no pueden
ten er u n a táctica propia, m arg in ad a de la Internacional Com unista
y de la Internacional Sindical Roja.
Queda la te rc e ra po-sibilidad. A u n a proposición que tiende a desor­
g an izar el movimiento sindical in te rn a c io n a l'y a inducir en e rro r a
las m asas obreras, nosotros oponemos un congreso internacional de
unidad, con representación proporcional. Respondemos con una propo­
sición de unidad.
R uth F isch er viene a decirnos: “ Pero v u estra proposición cae del
cielo. H ay que p re p a ra r a las m asas. No votéis: vamos a p re p a ra r
a las m asas”.
¡B ien! ¿Pero sobre qué base vais a p re p a ra r a las m asas sí no
tenemos tom ada u n a decisión?
E stoy en favor de la preparación, estoy en fa v o r de la realización
de m ítines, de asam bleas generales en las fábricas. Pero p a ra ello
votemos antes lo que queremos. Sí no, la preparación se h a r á de una
m anera en Alem ania, de o tra en Bélgica, de o tra en E spaña, a la
española, y en N orteam érica a la am ericana. (Apíítttsos.)
L a Internacional C om unista debe saber cam biar de táctica cuando
las condiciones cambian, Si nos inmovilizamos, jam ás llegarem os a
vencer a nuestros enemigos.
Ellos son elásticos, cam bian sus métodop, buscan nuevas posibili­
dades de organización. L a Internacional Com unista, que está al vo­
lan te de la revolución, debe poder evolucionar, porque si uno va
siem pre derecho term in a por rom perse la cabeza.
E n eso consiste el leninismo. L enin siem pre sabía v ira r en los
giros peligrosos. Si consideráis los veinte años de existencia de nues­
tro P artid o y los siete años de n u e stra revolución, veréis cuántos
giros peligrosos hemos pasado gracias a la elasticidad del bolchevismo.

388
No seamos sectarios, n i tem am os a nadie. ¿Decís que na podéis
sentaros a la m ism a miesa con Jouhaux? ¿Teméis por v u e stra virtud?
1 Débil v irtu d ! No os sentam os a la m ism a m esa con él por sus
bellos ojos, sino porque h ay millones de obreros que están con él
y porque b ay adem ás decenas de millones que no están con nosotros
ni con él.
H ay que lan za r u n a nueva consigna, p lan tear ante la clase obrera
el problem a de la unidad m undial y no dejarles el monopolio de la
unidad a los reform istas, que quiebran el movimiento sindical, que
quiebran la revolución. ( V ivos aplausos.)

PRO PO SICIÓ N D E RIAZÁNOV

Los debates acerca del program a, al igual que los debates


r ia z á n o y .
sobre la teo ría de 1& acum ulación de Rosa Luxem burg en la Comisión
alem ana, h an m ostrado to d a la necesidad de u n estudio en p ro fu n ­
didad del m arxism o. Corremos el riesgo de conocer el luxem burguism o
y el leninismo desdo la A h a s ta la Zeta e ignorar los elem entos del
m arxism o. Que to d av ía h ay m ucho que aprender en la escuela del m ar­
xismo revolucionario, unos pequeños extractos de los libros de M arx
y Engels lo dem ostrarán.
Uno de los problem as m ás arduos es la vinculación en tre el cam ­
pesinado y el proletariado, o, en otros térm inos, de qué m an era se
puede h ac er com prensible y aceptable p a ra el cam pesinado la dicta­
d u ra del proletariado. E ste problem a y a lo planteó en toda su am plitud
M arx, y así encontram os este espléndido p asa je : “ Si logram os poner
en movimiento las m asas cam pesinas y llevarlas a u n a coalición con
el proletariado, tendrem os dentro de la revolución p ro leta ria un coro
sin el cual el solo de la clase o b re ra se volvería m uy pro n to el canto
del cisne en las naciones cam pesinas”.
Mucho se h a pretendido que el m arxismo' anterior al 48 y 49 era
h arto m ás revolucionario que el m arxism o posterior al 48. H e dado con
estas afirm aciones h a s ta en los periódicos com unistas. De ahí que
result-e necesario m o stra r que to d a la doctrina del comunismo revo­
lucionario de M arx y E ngels se elaboró de u n a m an era aun m ás
precisa y profunda t r a s la experiencia de los años revolucionarios
48-49. M arx delineó la c a ra c te rístic a clásica de la d ictad u ra del prole­
tariad o en 1850.
Lam entablem ente, la 'joven generación no se puede en tre g a r al
estudio por f a lta de los m ateriales necesarios. También a la generación
an terio r les fa lta b a n éstos. Voy a d ar algunos ejemplos al respecto.

384
Mi viejo amigo M ehring h ab ía publicado las obras de M arx y Engels
an terio res a 1849. P-ero fue una publicación m uy defectuosa. No había
sido posible conseguir los libros en los que M arx y E ngels habían
señalado to d as las desviaciones burguesas, desde las m ás reaccio­
n a ria s h a sta las m ás revolucionarias., H a s ta m e costó un triu n fo
obtener no hace mucho esos m anuscritos. P o r p rim e ra vez tenem os
la fo to g rafía de todos los m anuscritos no im presos de Engels y M arx.
Adem ás de L a ideología alemana tenem os toda u n a serie de m anus­
critos que Engels redactó- a comienzos del 80 como complemento a su
A nti-D ühring. E stos m anuscritos se h allab an literalm ente enterrados.
Pude convencerme de que, B em stein ap arte, nadie sabía n ad a de ellos.
Si consideram os ah ora los libros im presos, vemos que se los sometió,
sobre todo después de 1883, cada vez m ás a la cen su ra de la dirección
del P artid o alem án.
Únicam ente los dirigentes sab ían que E ngels había expresado en
su introducción a L a lucha de clases en Francia, su s puntos de v ista
sobre la posibilidad de luchas de b arricad a s t r a s la revolución del
1848. B ernstein y todos los dem ás siem pre hab ían pretendido que
E ngels se hab ía convertido en un oportunista en sus últim os años.
H e podido h a lla r el original, y ah o ra vais a v e r lo que se le había
suprim ido: “ ¿S ignifica esto que en lo fu tu ro el combate callejera y a
no debe desem peñar nin g ú n papel? De ninguna m anera. E sto sólo
sig nifica que las condiciones posteriores a 1848 se han vuelto mucho
m ás desfavorables p a ra los insurrectos y m ucho m ás favorable
para los militares. E n lo futuro todo combate callejero sólo puede
verse coronado por el éxito si otros factores corrigen esa inferioridad
de la situación. Cada vez será m ás ra ro que se p resen te en el
comienzo de u n a ;gran revolución, y asimismo en el curso posterior
de ésta, y se lo deberá e n ta b la r con fuerzas m ayores. E sta s fuerzas
p re ferirán , como d u ra n te toda la revolución fran cesa, el 4 de setiem bre
y el 31 de octubre d e 1870 en P arís, un ataque directo antes que la
táctica pasiva de las b arricad a s” .
E n modo alguno se tr a ta , p o r consiguiente, de una renuncia a la
revolución violenta, al com bate de b arricad as, como se nos lo había
representado.
Otro ejemplo. U n a de las m ayores ta re a s que haya efectuado Engels
después de la m u erte de M arx f*ue la publicación d e los tomos segando
y tercero de E l capital. Sólo aquellos que ten g an acceso a los m anus­
critos de M arx y E ngels pueden re p re se n ta rse el tra b a jo colosal que
el viejo E ngels llevó a cabo adem ás de sus o tra s contribuciones a la
Internacional. Pero hace y a tiem po que pensábam os que no era todo.
Si ah o ra os digo que las teo rías isobre la plusvalía, que la ma-

385
y a ria de vosotros conocéis, se ex trajero n de un m anuscrito dos veces
m ás voluminoso, com prenderéis cuántas contribuciones in teresan tes se
pojeden en c o n trar aún al problem a de sab e r quién tiene razón, por
ejemplo, e n tre Rosa Luxemburg- y B u jarin . P a r a com prender teórica­
m ente todas las leyes del desarrollo ca p ita lista, es de p rim era im por­
tancia contar con todas las investigaciones en las que M arx, abrazando
por prim era vez la tradición científica de los clásicos de la economía
política, intentó ex p licar el proceso general d© la producción que ni
aun éstos másanos h ab ían jam ás comprendido. Desde este punto de
vista, es im portantísim o que lleguemos a publicar, en la edición com­
pleta dse M arx y Engels, como tercera p a rte todos los ¡manuscritos de
M arx, sin n inguna abreviación, si® nin g ú n retoque; en u n a p alab ra,
tales como M arx los escribió. P o r ejemplo, quien no h a leído el libro
H err V ogt, quien no h a comprendido este libro, nunca p o d rá c a p ta r
el papel que desempeñó M arx en los años 18-60-61 como anticipador del
movimiento de Lassalle.
N uestro propósito consiste a n te todo en p u b licar u n a edición com­
pleta en des mil ejem plares de una técnica perfeccionada p a r a todas
la s grandes bibliotecas. Ju n tam en te con esta ta re a h ay o tra no menos
im portante. A penas se puede esperar que u n a edición de 50 tomos,
o poco menos, sea abordable por todos. E s, pues, necesario te n e r en
v ista p a ra cada país u n a selección; de la s o b ra s de M arx y Engels.
E n esta selección deben e n tr a r las cosas m ás im portantes, señalando
todas la s etap a s de su .pensamiento. E sa es la p rim era p a rte , el fu n ­
damento, la p a rto general de to d as la s ediciones p a r a todos los
países. Luego viene u n a seg u n d a p arte , ad ap tad a a la s necesidades
nacionales de cad a cual.
E stos últim os años he logrado re u n ir m uchos m ateriales. Os a g ra ­
decería in finitam ente &i cad a m iem bro del P artido, y no ta n sólo el
P artido, nos ay u d ara en n u e stra labor. D irijo a todos los p artid o s el
ruego de en v iar al In stitu to M arx-Emgels, p o r interm edio de la
Intern acio n al Com unista, todo lo in tere sa n te que posean, pues lo que
es in teresan te p a r a ellos lo es igualm ente p a ra nosotros.
En. seguida, m is queridos cam arad as alem anes, la ciencia prole­
ta ria se distingue de la ciencia b urguesa en u n aspecto: el científico
burgués cree que por sobre sus archivos, por sobre s u lab o r científica,
no hay n a d a ; no com prende que en las relaciones sociales se produce
un a tran sfo rm ación radical, que el desarrollo de la la c h a de clases
suscita u n a nueva corriente de ideas y que el m ejor medio de ca p to r
la m arch a de toda la sociedad c a p ita lista anterior es d e s tru irla por
completo. Muy distinto es lo que ocurre en el caso del científico pro­
letario. Se produce u n a calm a sú b ita, u n a pequeña tre g u a : se encierra

386
en su habitación a estudiar. Pero cuando se p asa de nuevo a las
a rm a s sabe que, si se llega a d erro car a la burguesía y a establecer
la dictad u ra del proletariado, la ciencia recibirá la posibilidad de
desarrollarse.
Os deseo m ucha suerte en vuestro tra b a jo revolucionario, pero no
olvidéis que sin teo ría revolucionaria no hay buena p ráctica revo­
lucionaria. (Prolongados aplausos.)

S e adopta por unanim idad la resolución propuesta por Riazdnov.

EL PROBLEMA DE LOS INTELECTUALES

clara z e t k i n . Decenas de m iles d e ávidos ojos se fija n hoy eai el


problem a de los intelectuales. E s que la crisis de los intelectuales
es a la vez la crisis del tra b a jo intelectual en la sociedad burguesa.
N os anuncia que la sociedad burguesa y a no puede conservar y
d esa rro llar su propia civilización. E l problem a de los intelectuales
d eja de in te re sa r a los intelectuales o a la sociedad b urguesa; in te­
re sa al proletariado, pues la m isión h istó rica del p roletariado consiste
en d esarro llar las fuerzas de la producción y de la civilización m ás
a llá de los lím ites en que las en c ie rra la sociedad burguesa.
L a crisis de la vida intelectual y la crisis de los intelectuales
p rueban que h a y aún b u en a distancia en tre el proceso de derrum ­
bam iento y descomposición del régim en burgués, que y a está m uy
avanzando, y la creación de u n a producción y una civilización comu­
nistas.
E l antagonism o social e n tre el tra b a jo intelectual y el m anual,
en tre los intelectuales y el proletariado, descansa en el hecho de que
al tra b a jo intelectual no se lo puede rem plazar por la m áquina, y se
necesita un tiempo de aprendizaje m ás largo p a ra fo rm a r tr a b a ja ­
dores intelectuales. P eto es un antagonism o social que se b o rra delante
del fa c to r decisivo: el antagonism o en tre la propiedad y la esclavitud,
en tre el cap ital y el trab a jo . E l intelectual se en cu en tra en la so­
ciedad c a p ita lista ; e stá sometido a sus leyes, que lo h a n transform ado
de un hom bre que ejercía librem ente su profesión en un vendedor,
ta l comió el pequeño ca p ita lista o como el proletario. Y a en el M ani­
fiesto com unista M arx destacó con en e rg ía que el intelectual, el cien­
tífico, el a r tis ta no son m ás que vendedores de m ercancías. E ste
c a rác te r relaciona al intelectual con el proletario por su oposición
al cap ital y lo sep a ra de la b u rguesía p o r un antagonism o insoluble,
p or su papel de vendedor m inorista o vendedor de su fu erza de

387
trab a jo . E l interés histórico de los intelectuales exige que éstos
lleven ju n to al p roletariado la lucha co n tra la producción y la
dominación de la burguesía.
Vemos que, en general, no es a sí y que los intelectuales se sien­
ten, por el contrario, íntim a y firm em ente vinculados a la sociedad
burguesa. E sto se explica p o r el desarrollo histórico de los intelec­
tuales como ca te g o ría social, estrecham ente em parentado con el d esa­
rrollo de la producción .capitalista y de la sociedad burguesa. La
burguesía no pudo d esarro llar la producción m ás allá de los lím ites
de la economía feudal sin el concurso m ás amplio y decisivo de los
intelectuales. Pero adem ás loa necesita p o r o tra cosa. Sólo con su
ayuda ha logrado tra n sfo rm a r toda la su p erestru ctu ra ideológica de la
sociedad feudal. Los intelectuales burgueses se hallaban al fre n te
de todo el movimiento reform ista y (revolucionario g racias al cual la
sociedad feudal se trasfo rm ó en sociedad burguesa. L a im portancia
de los intelectuales p a r a el desarrollo de la economía ca p ita lista
aum entaba a m edida que la b u rguesía se desarrollaba, consolidaba
sy. posición dom inante en la sociedad y se erigía, m ediante la lucha
revolucionaria, en clase dom inante. Pero la b u rg u esía no re trib u ía
a los intelectuales de acuerdo con su im portancia: sólo- los apreciaba
por la plusvalía que ellos le proporcionaban directam ente. Los inte­
lectuales que no le red itu ab an cosa algtuna y que ejercían o tras
funciones sociales eran, en la consideración de la burguesía, im pro­
ductivos, comilones ociosos. Únicam ente cuando la .plusvalía se volvió
ex trao rd in ariam ente considerable comenzó la burguesía a d arse el
lujo de a r r o ja r unos re sto s de su riqueza a los intelectuales que
no tra b a ja b a n de m an era d irec ta al servicio de la producción. Pero
los intelectuales no sacaron las necesarias consecuencias de esa situ a­
ción. No se sen tían separados de la burguesía, sino p a rte de ella.
V ivían en la ilusión de re p resen ta rse u n a ciencia libre, u n a c u ltu ra
libre. E s cierto que, en com paración con la s condiciones de existencia
de la clase obrera, los intelectuales te n ía n u n a posición m ás venta-
josa, u n a posición que los aislaba. P ero el interés de la burguesía
por la gan ancia y la acum ulación no pudo conservar m ucho tiem po
a esa posición: clase dirigente, la burguesía debía esforzarse por
b acer re in a r tam bién en el tra b a jo intelectual “el equilibrio e n tre
la o fe rta y la dem anda”.
E sa m erm a en la situación de los intelectuales dio origen al pro­
blema de éstos. P a ra la sociedad burguesa este problem a fu e u n a
cabeza de M edusa, u n problem a que le anunciaba que y a no poseía
ella el medio de crearles a los intelectuales u n a situación social
com patible con u n a ■existencia “ conform e” a su posición y su pro­
fesión.
U n fenómeno general y m uy carac te rístic o fu e la oposición de los
intelectuales a la educación y la actividad profesionales de la muijer.
E l tem or de que la m u jer te n g a acceso a las profesiones “elevadas’'
míuestra que la sociedad burguesa ya no puede asegurarles a los
intelectuales una re n ta conveniente que les p erm ita m antener a sus
m ujeres.
Pero adem ás comprobamos otro fenóm eno en la sociedad burguesa.
M ás o menos desde la penúltim a década del pasado siglo encontram os
algo así como u n a epidem ia de proposiciones de reform a social de
todo tipo provenientes de profesores, de T e f o m a d o r e s agrarios, etcétera.
Todos tienen en común el hecho de descubrir súbitam ente el problem a
social, la fo rm a gigantesca del p roletariado com batiente que se aden­
t r a por el camino de la revolución. Su posición interm edia en tre dos
grandes clases hace de ellos los apóstoles de la arm onía de clases.
R echazan la lucha de clases, rech azan c o n m ayor T a z ó n la revolución
y lo esp eran todo de la victoria de la razón ta n to en la burguesía
explotadora como en el p roletariado que p l a n t e a sus reivindicaciones.
E sta s tendencias hallan en A lem ania u n a expresión c a rac te rístic a
en el “socialismo de p u lp ito ”. E n F ra n c ia vemos los p a rtid a s burgue­
ses radicales con m ayores o m enores ingredientes sociales. E n Ingla­
te rr a e s el clásico m ovim iento re fo rm ista de la F ab ian Society, o el
socialismo su p uestam ente constructivo de g r a n p a rte del L abour
P a rty .
U n a lín ea d irec ta conduce de los reform adores sociales al im peria­
lismo. C edí Rhodes, el fam oso im perialista, h a pronunciado e s ta frase,
ta n c a ra c te rístic a : “ Im perialism o o revolución”. A sí se planteaba,
en efecto, el problem a. Los reform adores -sacíales pensaban re a liz a r
reform as, pero no a expensas de la ganancia n i de la posición domi­
n an te de la b u rg u esía: sólo pudieron en co n trarles u n a base económica
en la explotación de los pueblos coloniajes y semicoloniales. L a preo­
cupación m ism a por su propia existencia hizo tam bién de ellos los
campeones del im perialism o. E n su p a tria y a no h allab an ocupación, 1
y las colonias ofrecían u n a base p a r a a s e g u ra r su existencia. He
ah í pOT qué el im perialism o e n c u en tra a sus p ro tag o n istas precisa­
m ente e n tre los intelectuales. 'Sostenes de la idea im perialista,
h an logrado en g a ñ ar a las m asas y envolverlas en esas ilusiones que
h an posibilitado el constante arm am ento de todas las naciones presu n ­
tam ente civilizadas. H a n creado la fu n e sta psicosis g racias a la
cual la g u e rra h a podido d u ra r años. Y debido a u n ju sto pago
no h ay u na clase que h a y a sido golpeada con m ayor rudeza por
las consecuencias de la g u e rra m undial.

389
L a m iseria de los intelectuales es un fenómeno internacional.
P o r cierto que en A lem ania es m ás aguda, pues allí la s repercusiones
de la g u e rra que su fre n todas las naciones debieron a g ra v a rse por
las consecuencias de la d e rro ta , Pero n ad a es m ás falso que p re sen tar
la m iseria de los intelectuales como la su erte de la nación vencida.
E n F ran cia, que es u n a de las potencias victoriosas, vemos el mismo
fenómeno. L as re n ta s de los intelectuales lian dism inuido allí de una
m an era cansí der able 3 y a menudo se halla por abajo de las resitas
de los obreros calificados.
L a m isma crisis se m uestra, en el m ás rico y m ayor de todos los
países, es decir, en los E stados Unidos, pero con u n a form a m ás
aten u ad a y en o tra s condiciones. Donde parece ser m ás débil es en
In g la te rra , aunque el núm ero de los nuevos pobres h ay a crecido
notablem ente.
C am aradas: la crisis de los intelectuales ha desembocado en ttn
nuevo fenómeno: la *'‘politización”. E n todos los países ca p ita listas
vemos un a fu e rte politización de la pequeña b u rguesía y los inte­
lectuales. L a m ás vigorosa expresión política de los Intelectuales es
el fascismo. Los intelectuales no sólo son en todos los países, y en
alto número, los sostenes del fascism o; adem ás son los creadores de
su ideología. E l fascism o ¡no es m ás que la continuación del ideal
im perialista mezclado con citas nacionales y sociales.
E l pacifism o burgués es una consecuencia del movimiento de
refo rm a social de los intelectuales, ta l como el fascism o, sólo que
en lu g a r de apoyarse en la fu e rza social de u n a clase depauperada
se apoya de m an era principal en ciertas capas de la b u rg u esía al
m argen de los grandes tru s ts , en la in d u stria de transform ación, en
el pequeño capital com ercial, los empleados, etcétera.
L as repercusiones de la c t í s í s son de la m ayor im portancia histó­
rica p a ra el tra b a jo intelectual en la sociedad burguesa. P o r todas
p arte s la exploración científica dism inuye, y s u fre la form ación
de los intelectuales en las universidades, las escuelas politécnicas,
etcétera.
L a bu rg u esía se siente ya, como clase dirigente, tra s to rn a d a a
ta l punto, que ahora deposita m ucha m ás confianza en los bastones
y las am etralladoras que en sus profesores. M ientras se hallaba en
su línea ascendente y revolucionaria, la burguesía pro cu rab a f ija r
el sentido de su existencia h istórica en u n a filosofía. Hoy es incapaz
de ello. Y a no tiene filosofía única y sintética p o r la que pueda
d em o strar su razón de ser como in sp irad o ra de u n a civilización
superior.
E l mismo hecho observam os en el dominio del a rte . E l a r te y a

390
no es la expresión de belleza de u n a g ra n sensación colectiva y de
acontecim ientos vividos; h a pasado a ser un buen negocio del em­
presario cap ita lista. E l arte , medio suprem o de educación del pueblo,
se h a convertido en u n medio de producción, de g anancia burguesa.
E l em presario de a r te explota al a r tis ta ta n to como el p a tró n ex­
plota al obrero. Otro signo característico de la decadencia del a rte
nos lo ofrece la p o rn o g rafía dibujante, can tan te, v ersifican te y escri­
biente en todos los países, que es la m ás floreciente de t-odas las
ram as. E l a rte y a no se vincula a la vida, y e sta es la pru eb a: la
g u e rra fu e el acontecim iento m ás form idable del últim o período; pese
a ello, no b a producido en ningún dominio del a rte , en país alguno,
una o b ra a rtís tic a d igna de él. No hay m ás que u n documento sem e­
jan te, pero no es artístico ni científico; es político y expresa un
irresistib le sentim iento colectivo: la Revolución R usa. E s ta revolu­
ción nos m u estra la voluntad de c re a r u n a civilización apoyada por
la idea com unista; m u estra el cam ino desde este tris te p resen te hacia
el porvenir. Lo característico- de la decadencia de la civilización
b urguesa es, ju stam ente en un cam po <jue debería v in cu lar ciencia
y arte, la decadencia d e la educación. L a sociedad burguasa se opone
prácticam ente al progreso de la pedagogía. L a educación se halla
dom inada p o r el antagonism o de clase e n tre el p roletariado y la
burguesía.
L a In tern acio n al C om unista es, an te los intelectuales sufrientes,
el g ra n trib u n o que defiende con to d a s u en e rg ía los in tereses de
todas las clases explotadas. Los p artid o s com unistas reconocen ple­
nam ente la im p ortancia que los intelectuales pueden te n e r p a ra el
proletariado en la lucha p o r el poder. Sin duda, to d a la orientación
psicológica y la situación social de los intelectuales nos dicen que
n u n ca h an de s e r los protagonistas de la revolución p ro leta ria, como
lo fu ero n de la revolución burguesa. P ero no debemos subestim ar
su concurso. Sí en n u e s tra lucha p o r el poder p a rtic ip a ra u n m ayor
núm ero de intelectuales, ello volvería imposibles todas la s organiza­
ciones como la A yuda Técnica, etcétera* Los intelectuales pueden
se r de e x tra o rd in a ria im portancia p a r a la descomposición del E stado
capitalista,
P ero nosotros, cam arad as —nosotros, los com unistas—, debemos
m ira r m ás lejos. Debemos a p re c ia r desde hoy m ism o en el aliado
de hoy por la conquista del poder al aliado de m añana, u n a vez
conquistado el poder político. D espués de la conquista del poder
se rá de la m ay o r im portancia p a r a el desarrollo de la producción
que contemos con fu erzas cien tíficas y técnicas en núm ero suficiente.
L a asistencia proveniente de los intelectuales se rá p articu larm en te

391
preciosa p a ra países que su fre n de u n a fa lta re la tiv a de riquezas
n atu rales, como por ejem plo Alem ania, o p a ra los E stados agríco­
las aislados y bloqueados por los países cap italistas. L a -disolución
de la ideología burguesa y su remplazo p o r la ideología com unista
sólo se p o d rán e fe c tu a r en el nivel de la ideología burguesa. Y
la ideología com unista, fu e rz a actuante de la su p erestru ctu ra ideo­
lógica, sólo se po d rá d esa rro llar, volverse dom inante y reem plazar
a la ideología b urguesa en una lucha constante co n tra ésta.
De ahí ]a g ra n im portancia que debemos a trib u ir al desarrollo
de la ideología com unista después de la conquista del poder. L a
II I Intern acional tien e que resolver u n a ta re a que la II Internacional,
vergonzosam ente, descuidó. L a II Internacional renunció a las dispu­
ta s de g ra n en v erg ad u ra con la ideología burguesa. Declaró neutros
los g ra n d es campos de la vida cu ltu ral. Renunció, ©obre todo, a
com batir la ideología burguesa en el terren o religioso, proclam ando
a la religión asunto privado. E sta orientación fue perniciosa p a ra
ella. Como la ideología burguesa se h a b ía insinuado p o r m il peque­
ños can'ales en sus p ro p ias filas, la II Iternacional perdió la fu erza
y la voluntad revolucionarias. Se privó, además, de la fu erza pro­
p ag ad o ra que h ab ría podido ejercer sobre intelectuales cuyos in te­
reses profesionales e intelectuales se h a lla n en la m ás exfbremada
contradicción con la ideología burguesa. Y p o r últim o impidió que
el socialismo o comunismo como filosofía, como doctrina social, se
convierta en u n a fu e rz a creadora en la vida de los individuos y en la
vida de la s m asas.
L a c a tá stro fe de la g u e rra fu e la capitulación d e la ideología
socialista fre n te a la ideología burguesa. Toda la h isto ria del re-
form ism o desde entonces no h a hecho m ás que co n firm ar que la II
Intern acio n al renunció por completo a vencer a la ideología burguesa
y rem p lazaría por la ideología com unista o socialista del proletariado
re volu eionario.
■Camlaradas, por ahí debe com enzar la actividad consciente de la
Intern acio n al Com unista. No puede m ira r de brazos cruzados la
crisis de la vida intelectual, de la civilización burguesa. Debe d a r a
esa crisis un contenido positivo, en lu g a r del contenido negativo que
tieue. P a ra el rem plazo de la ideología burguesa p o r la ideología
com unista los intelectuales h a b rá n de ser m uy preciosos aliados.
H e ahí p o r qué tra ta m o s de ganarlos y hacer de ellos nuestros
aliados «n la lucha p o r la revolución p ro letaria. A l co n tin u ar con
n u estra p ro p ag an d a en sus medios debemos som eter a su considera­
ción todo el comunismo, ta n to como ideología de la lucha revolucio­
n a ria del p roletariado como ideología de la reconstrucción creadora.

392
D ebonos hacerles com prender que los com unistas deben ser prim ero
destru cto res p a r a poder convertirse en creadores. Debemos 'hacerles
com prender que el comunismo creador defiende los intereses de los
intelectuales y de la civilización intelectual, P ero también, debemos
convertirnos en los fieles re p resen ta n te s do sus reivindicaciones, en
el sentido de que la dom inación de la clase b u rg u e sa es incapaz da
satisfacen la s necesidades de los intelectuales y resolver la, crisis
del tra b a jo intelectual. Debemos re c h a z a r con. to d a en e rg ía cualquier
política de casta» Sem ejante política «sitaría en aguda contradicción
com el espíritu del comunismo, que tiende a abolir to d a división de
casta.
Debemos aprovechar todos los antagonism os sociales que se m ues­
tr a n en el campo de tos intelectuales; debemos aplicam os a su
orientación nacional, pro fu n d izarla y p ro fesarla, p a ra que ise tra n s ­
form e en u n a concepción nueva, y p a r a que ellos se convenzan do
que este problem a sólo se podrá resolver como u n a p a rte de la lucha
de clase revolucionaria e internacional.
Pero todo com unista debe alzarse oon toda su en e rg ía contra la
submer-sión del P a rtid o Com unista p o r los intelectuales. Únicam ente
deben ten er acceso a él intelectuales probados, intelectuales respecto
de los cuales estem os seguros de que y a h a n ro to ideológicam ente to­
das las b a rre ra s sociales que a ú n los se p a ra n del proletariado.
Con respecto a los intelectuales afiliados a l P artid o , no debemos
pro seg u ir u n a política de elogios, de admiraciófn, pero tam poco la
política de m ano dura. E sto es válido ta n to p a ra la época an te rio r a la
tom a del poder como p a ra la época p o sterio r a la tom a del poder.
E n la lucha el proletariado h a de a p re n d e r aun m il veces m ás que
el intelectual, que es un aliado vacilante. Debemos te n e r en cuenta el
hecho y no asom brarnos si, a cada perspectiva de echar abajo la
dominación b u rguesa, los intelectuales desertan del campo de la
. revolución. L a d u ra época tra n s ito ria no m o s tra rá a los intelectuales
corno héroes del ideal, sino como perso n as que hacen unía política
real. No debemos olvidar que h a de form arse, pese a todo, u n a ca p a
de intelectuales que se alin earán conscientem ente del lado de los
com unistas. E sos intelectuales nos p re s ta rá n m uy buenos servicios; no
sólo lu c h a rá n a n u estro lado, 'sino que adem ás nos a y u d a rá n en la
reconstrucción: d arán el ejem plo a los dem ás.
E n la d ictad u ra soviética de B a vi era p a rtic ip a ro n en u n principio
muchos intelectuales, pero después de la s a n g u in a ria d e rro ta huyeron
en m asa y h a s ta se pasaro n al enemigo. P ero no querem os olvidar
qaa el soñador socialista-revolucionario L an d a u er y el com unista
consciente Le vine h an sido intelectuales. L a república soviética hún-

393
g ara, con su existencia de 131 días, conoció a los intelectual fes como
aliados y aprendió quó pocos seguros y corrom pidos pueden ser. S«
la proclam ó en m edio de u n a g ra v e crisis intelectual» Los intelectuales
húngaros ju ra r o n prim ero luchar por la re sta u rac ió n de los H abs-
burgo; luego, a s í que se hubo producido la revolución burguesa, se
pasaron a la república burguesa de K aroly, y en seguida a la repú­
blica soviética. P a ra m!uehos la idea nacional estrib ab a en la adhesión
a la república soviética. E speraban que restableciera a la a n tig u a
H u n g ría. E s m uy característico que a cada índice dem ostrativo de la
firm eza de la república soviética au m en tara inm ediatam ente el núm e­
ro de los intelectuales, incluso el de lo® oficiales que se ponían a
disposición de la dictadura. Después de la caída de la república
soviética, todos los intelectuales se presen taro n como abogados, jue­
ces y verdugos, como los enemigos, los peores enem igos dél proletag­
riado revolucionario. De aquellos medios salieron los “ H úngaros
D espiertos’7. Pero fueron tam bién intelectuales los que en la rep ú ­
blica llevaron la b an d e ra de los Soviets y afro n taro n el ham bre, y
conocieron el destierro y la m uerte. A ún hoy m uchos de ellos son
pro tag o n istas de lia revolución m undial y de la Internacional Co­
m unista.
N atu ralm ente, los efectos de la d ictad u ra p ro leta ria en R usia
fueron mucho m ás im portantes e instructivos. G ran p a rte de los
intelectuales salía de la pequeña burguesía, y por eso fueron líderes
de la lucha c o n tra el zarism o. U n a p a rte fue aun m ás lejos: h a sta
Ja revolución p ro letaria. Los socialistas-revolucionarios, los menche­
viques, etcétera, fueron los cam peones de la revolución social, h a sta
el momento en que la revolución social se hizo realidad. L a m ayoría
de los intelectuales se p asaro n entonces a la contrarrevolución. Los
intelectuales sabotearon la revolución como agentes de la c o n tra rre ­
volución in terio r o e x tra n je ra . C laro e stá que esa conducta de los
prim eros .tiempos posteriores a la conquista del poder influyó sobre
la actitu d del p roletariado p a ra con ellos. De ahí explicables des­
viaciones. Pero el gobierno soviético se d a p erfecta cuenta de que
u n a separación de c a s ta e n tre el p roletariado y loa intelectuales no
es- com unista. E l fin no es c re a r nuevas castas, sino d estru ir todas
las c a sta s y todas las clases. La participación de los intelectuales
en el P artid o Com unista resolverá toda u n a serie de problem as, como
por ejemplo el del v alo r social y el tra b a jo intelectual y m anual.
E n mi opinión, l a política de educación del gobierno de los Soviets
es com pletam ente ju s ta en su búsqueda de la general elevación
del nivel de c u ltu ra popular, de m anera que deje de h aber e n tre
trab a jad o res intelectuales y m anuales el antagonism o de los hom bres

394
in stru id o s y los no instruidos y las m ás am plias m asas puedan no
sólo recibir la ciencia y d is fru ta r del arte, sino adem ás crearlos.
L a educación por el tra b a jo colectivo es de u n a especial influencia
p a ra el trab a jo colectivo. C ontribuirá en g ra n m edida a b o rra r el
antagonism o e n tre los tra b a ja d o re s m anuales e intelectuales.
Sabemos m uy bien que la U nión de las R epúblicas Socialistas de
los Soviets deben p a g a r -una ta s a de aprendizaje m uy a lta parra que
la d ic ta d u ra p ro le ta ria pueda d ar el ejem plo al proletariado revo­
lucionario en otros países. Aquí, en el terren o de las repúblicas so­
viéticas, se lo g ra rá hacer lo que la sociedad burguesa, con toda su
civilización, no h a podido hacer, esto es, u n ir en u n a síntesis el
im perio del Galileo con el del César, los valores cu ltu rales de la
an tig ü ed ad con los del cristianism o, fu n d irlo s en u n a civilización
su p erio r: el comunismo. H a sta ahí se elev ará el hom bre del porvenir,
que no h a de llev ar ni las huellas de u n a icasta intelectual, n i las
huellas 'de un a casta p ro letaria, el hom bre que sólo se rá u n hom bre
física e intelectualm ente desarrollado en plenitud.
L a vid a fu e rza a los intelectuales a la alian za con el proletariado
revolucionario. Nosotros, los com unistas, con el reconocim iento de
la tendencia del desarrollo histórica hemos anticipado la lib ertad
que h a da re a liz a r la sociedad com unista. H e ahí p o r qué responde­
remos, resueltos a a c tu a r: ¡Querem os! (Prolongados y entusiastas
aplausos.)

EL PROBLEMA DE LA ORGANIZACIÓN

PIATNISK I. E l C uarto Congreso M undial le h ab ía confiado al C om ité-


E jecutivo la ta re a de re u n ir todas las decisiones de organización
del Tercero y el C uarto Congreso p a r a com pletar los estatutos
adoptados en el Segundo Congreso. E n u n a sesión am pliada el
Buró de Organización adoptó y publicó un proyecto de estatutos, al
que la Comisión do Organización del Q uinto Congreso tomó por
base. T ra s u n a detallada discusión, la 'Comisión aceptó por unanim idad
u n proyecto en el que sólo h a n quedado de los e statu to s aprobados
por el Segundo Congreso tres a rtíc u lo s: el 2 -, el 3 9 y el 1 0 -.
Lo Comisión h a conservado el preám bulo adoptado por el Segundo
Congreso, sin cam biarle nada, aunque mucho de lo que en él se dice
-se relaciona m ás bien con el program a. P ero esa introducción m u estra
claram ente que la Internacional Com unista es la legítim a heredera
de la gloriosa I Internacional, cuyas ideas fu ero n traicionadas por
la I I Internacional.
E n los debates sobre la actividad y la tá ctica del Comité Ejecutivo

395
se habló de la conquista de la m ayoría de la clase o b rera por ©1
P artid o Com unista y del tra b a jo en tre las capas pobres de la pobla­
ción cam pesina.
La Comisión ha estimado necesario decirlo en el primer artículo.
Los artículos 47, 59 y 6 ? son nuevos. E l antiguo esta tu to no decía
quién puede s e r m iem bro de u n P artid o C om unista y de la Intem acio-
mal Comunista. L a Comisión h a adoptado la fam osa fórm ula d ad a
por Lenin en 1903 en el Segundo Congreso del P artid o Socialdemó-
crajta Obrero de R u sia : “Puede se r m iem bro del P a rtid o aquel que
reconoce el p ro g ram a y los estatutos del P a rtid o (del P artid o Co­
m u n ista y do la Internacional C om unista), que m ilita en u n a orga­
nización del Partidlo, e tc é te ra ■.
L a 'Comisión h a estim ado necesario fo rm u lar con m ayor precisión
la m an era en que -se deben c o n stru ir los partidos, y por eso el
p á rra fo sexto dice que la in tern acio n al C om unista y sus p artid o s se
basan en el centralism o democrático.
Los p á rra fo s 49, 59 y deben e n tra r en los estatu to s de todos los
p artid o s com unistas.
Según los antiguos estatu to s, se convocaba anualm ente al Congreso.
L a Comisión propone convocarlo u n a vez; cada dos años.
Los estatutos com prenden una nueva sección acerca de las sesiones
am pliadas del 'Comité E jecutivo. Sólo después del I I I CongTesó se h a
convocado a Ejecutivos Am pliados. Estos E jecutivos h an m ostrado
ser m ás apropiados al tra b a jo que los congresos; no son ta n consi­
derables, se los puede re u n ir con m ayor rapidez y tienen la suficiente
autoridad, y a que todos los partid o s p articip an en ellos.
Se h a intercalado u n a nueva sección sobre la Comisión Internacio­
n a l de Control. E l C uarto 'Congreso había obligado a dos secciones,
la fran cesa y la alem ana, a fo rm a r u n a comisión de control. Pero en
todo el período tran sc u rrid o e n tre el C uarto y el Quinto Congreso no
se reunió un a sola vez. Sin em bargo, ese órgano es necesario, y por eso
hemo;; incluido el artículo 279, que determ ina la s funciones de la Co­
misión Intern acional de C ontrol directam ente elegida por el Congreso.
E n el C uarto Congreso se decidió que los congresos de la s seccio­
nes deben realizarse sólo después del Congreso M undial, E l artículo
329 o to rg a a las 'secciones el derecho de convocar a los congresos e n
cualquier momento, con la sanción del Comité Ejecutivo. Os ruego
adoptar estos estatu to s p o r unanim idad.

Rossi da lectu ra a u n a declaración por la cual la izquierda italia n a


r e tira la s enm iendas form uladas p o r ella a la Comisión y aprueba
los estatu to s.

396
L a fra s e del artículo l 9: “ . . . p o r la conquista de la ¡mayoría de
la clase o b rera” fu e tom ada, sin duda, de las tesis de L enin en el
Segundo Congreso, pero e ra una concesión a la derecha, y Lenin lo
lam entó poco después en u n a ca rta. Se p re s ta a in terpretaciones es­
ta d ístic as com-o las de H uía. E l proyecto italiano pro p o n ía: “ P a r a la
conquista de las m ás am plias ca p as de la d a s e o b re ra ” .
Tam bién com prendía u n a estipulación que pro h ib ía c re a r fracciones:
la, Comisión la rechazó, porque h a b ría igualm ente prohibido al Comité
E jecutivo c re a r fracciones en los p a rtid o s en caso necesario. La
izquierda ita lia n a no adm ite el fraccíonism o por arrib a.
Excluía, la existencia de partid o s sim patizantes, que am enaza con
p oner e n u n mismo plano en u n p aís ¡al P a rtid o C om unista y a u n
p artid o o p o rtu n ista.
P o r últim o exigía p a ra los m iem bros de los com ités cen trales y del
Comité E jecutivo de la Internacional C om unista u n a antigüedad de
p or lo menos dos años en u n partido reg u larm en te adherente a la
In tern acio n al Com unista. L a Comisión tem e d e sc a rta r de u n a m anera
tan- autom ática a dem asiados cam aradas, pero todo esta tu to impone
lím ites.
T ras u n a br&ve respuesta de P ia tn itski, se •pone a votación el pro­
yecto de estatutos y se lo adopta por unanim idad.

LAS CÉLULAS DE FÁBRICAS

s c h t il l e r , E l Congreso "ha cen trad o su atención, e n tre o tra s cosas,,


en la bolchevización die los partidos. U no de los elem entos m ás im­
p o rtan te s de la bolchevización es su reorganización sobre la base de
las células de fá b ricas. E s ta ta re a se la tra tó en el T ercer C ongre­
so sin u n a com prensión suficiente, y 'hasta después del C uarto Congreso,
an tes do la decisión del Ejecutivo de enero, únicam ente la In tern acio ­
n a l de los Jóvenes y el P artid o alem án tra b a ja ro n en este terren o .
E l grado actu al de n u e stra experiencia y sobre todo las enseñanzas
de las lu ch as revolucionarias en A lem ania nos m u estran que la r e ­
fo rm a es u n a necesidad vital. S in ella no h ay partido de m asas ni
u n verdadero p artid o de lucha.
No se t r a t a de un cambio su p erficial de 'estructura, -tal como se
lo h a creído en m uchos partidos. Se h a pensado que es posible c re a r
células de fá b ric a s sin re fo rm ar de modo esencial la a n tig u a estru c­
tu r a de los p artidos. P ero eso es completamente! falso. Desdo luego,
la reorganización debe efectu arse con prudencia y método, pero pese
a todo debe ser u n a reorganización fu n d am en tal y cabal. A este
respecto no debe h ab e r la m enor confusión.

397
E l P a rtid o checoslovaco se ha form ado u n a idea fa ls a ; se h a
íig u ra d o que prim eram ente h a b ría que c re a r fracciones en las fá ­
b ricas, y poco a poco tra n sfo rm a rla s en células. E s im posible e inútil.
Sem ejantes fracciones no son viables. L a reorganización sólo se
puede e fectu ar seriam ente si se les d a a las células lo a n te s posible
todos los derechos y todos los deberes de urna organización >de partido.
E s inevitable c ie rta tran sició n , pero debe ser m uy breve. E l tem or
de que fa lte n funcionarios p a ra la nueva organización es com pleta­
m ente in ju stificado, pues precisam ente la creación de las células
de fáb ricas y la -reorganización del P artid o harán: s u rg ir m uchas
energ ías que n o podían m anifestarse aún.
L a resolución del E jecutivo de enero prevé las células de calle p a­
ra re u n ir a los m iem bros del P artid o que no tra b a ja n en fáb ricas.
Tam bién a este respecto se h a n afirm ado varios errores. Suele tom arse
a las células de calle por u n a necesidad de principio. Se dice que
el P artid o tiene dos bases: las células de fá b ric a s y las células de
calle. Se quiere componer las células de fá b ricas no sólo con ca m a ra ­
das que tra b a ja n en fábricas, sino tam bién con desocupados y
aislados. Se tom an, p o r últim o, las células de calle como la continua­
ción de la sección te rrito ria l que h a funcionado h a s ta ahora..
Se debe re ch az ar todo esto. El problem a de la s células de fáb ricas
es u n problem a de principio, pero no lo es el de las células de calle.
Los p artid o s 'deben (sencillamente m ejo ra r su composición social
p a ra ten er u n a sólida m ay o ría p ro leta ria y consolidar y fo rtific a r
las células.
Muchos p artid o s poseen todavía m uy m alos efectivos. P o r esta
razón 3r porque la organización de las células es aún' débil, podemos
considerar p a ra la transición, y como una posibilidad, la form ación
de células de calle a fin ,de re u n ir a los miembros que no tra b a ja n en
fábricas. P ero las células de calle no deben ser 'consideradas como
la base de la organización, ni se la s debe t r a t a r en u n pie de igualdad
con las células de fábricas.
Cada p artid o debe em prender su reorganización de acuerdo con un
plan determ inado y p a r a u n a fecha fija . E ste plazo no debe ser
„ demasiado la rg » : de tre s a cinco meses b a sta rá n . H ay que com enzar
por 'las regiones industriales, y en ellas p o r las localidades y o rg an i­
zaciones m ás im portantes. Tam bién en las ciudades h ay que comen­
z a r p or los barrios m ás vigorosos e industriales. L as células, una
vez constituidas, deberán a filiarse a su sección local. Los m iem bros
de la sección te rrito ria l se rá n ^registrados de nuevo en la ¡célula
de fáb rica, y en ésta s a tis fa rá n sus cotizaciones. Hecho esto, las
direcciones federales y locales se reco n stitu irán sobre la base de la

398
resolución, de enero. Todo ello exige, natu ralm en te, u n tra b a jo p a r­
tic u la r y p articu larm en te duro del Comité C entral y demás órganos
dirigentes. E l buró de organización de cada partido debe consagrar a
ello en los próxim os meses la m ayor p a rte de sus fuerzas. H ay que di­
rig ir la reorganización, en v iar in stru cto res a las federaciones, etcétera.
E l Comité E jecutivo de la Internacional Com unista, por su p arte ,
debe co n tro lar e in sp ira r en detalle el tra b a jo de loa partidos.
L a Comisión de Organización del Congreso propone confirm ar la
resolución de enero, y adem ás p re sen ta u n a resolución, que ella h a
aprobado p or unanim idad. L as decisiones de este Congreso no deben
seg u ir siendo le tra m u erta.
N ingún p artid o debe m o strar la m enor debilidad. L as secciones de
la Internacional que ya han comenzado, como la Internacional de los
Jóvenes y los partidos de F ra n c ia y Alem ania, la reorganización pue­
den re g is tra r de&de ahora im portantes éxitos. Se han arraig ad o m ás
en las m asas, ©u influencia se h a fortalecido, se h a acentuado el
caráo ter m ilitante de s u s organizaciones, s u s efectivos han; aum enta­
do, etcétera.
L a -reorganización com pleta m u ltip licará todos estos éxitos y creará
un partid o verdaderam ente proletario. Cuando nuestros partidos eu­
ropeos y el P a rtid o norteam ericano se h ay an r e o r g a n i z a d o sobre t a
base de las células de fábricas, se h ab rá creado la p rim era g a ra n tía
de victo ria de la revolución p ro letaria.

IN F O R M E DE LA COMISIÓN DE MANDATOS

hace uso de
p ia t n is k i la p alab ra p a ra in fo rm ar acerca de la Co­
m isión de M andatos:
M andatos concedidos p a ra 41 países con voto deliberativo: 336.

M andatos concedidos p a ra 41 países con voto consultivo:


a) p artid o s G2

b) 9 organizaciones 30

c) m andatos individuales 6

d) d e le g a d o s de la isr 70

T otal de m andatos con voto consultivo 168

399
E F E C T IV O S de las s e c c io n e s de la in t e r n a c io n a l c o m u n is t a

IV Congreso V Congreso

Nom bre del Partido


M iembros A spirantes MIombros A spirantes

1. RSFSR 345.000 83.000 244.466 209.753


2. U cran ia 40.705 12.035 39.177 37.556
3. R usia B lanca 2.890 600 6.433 3.605
4. A rm enia 2.244 2.490 1.875 2.442
5. A zerbaáján 6.468 2.579 7.163 10.152
6. G eorgia 11.470 11.570 10.964 2.713
7. A lem ania 2 6 6 .2 0 0 —* 350.000 —
ap-rox.
8. F ra n c ia 78.828 5.000 50.000 —
9. Ita lia 24.638 — 12 .0 0 0 —
10. Checoslovaquia 170.000 — 130.000 —
11. In g la te rra 5.116 — 3.000 —
últ. datos
12 Irla n d a 40.000 — 50 —
13. B u lg aria (ilegal) 40.000 — — —
14. Y ugoslavia (ilegal) 2 .0 0 0 —■ — —'
15. R um ania 2 .0 0 0 —. 2.500 —
16. G recia — —. 2 .2 0 0 450
17. T u rq u ía 300 —. 600 350
18. Polonia (ilegal) 1 0 .0 0 0 - 5.000 —
19. F in lan d ia (ilegal) —» — —
20. E sto n ia (ilegal) 2.800 —. 3.250 —
21. L etonia (ilegal) 1.500 —. 1 .0 0 0 —
22, L itu an ia (ilegal) —■ —■ —
23. Suecia 12.143 —- 1 2 .0 0 0 —
24. N oruega 48.00© 16.000
an tas de PC
escisión
25. D inam arca 1 .2 0 0 —. 700 —
26. H olanda 2.500 —- 1:700 —*
27. Bélgica 517 —■ 590 —
28. Suiza 5.200 —■ 4.000 —
29. A u stria 16.000 —• —
30. H u n g ría —■ — — —
31. Islandia 450 —• 450 —.

400
IV Congreso Y Congreso
Nom bre del Partido
M iem troa A spirantes M ierntros A spirantes

32. E sp a ñ a 65.000 5.000


33. P o rtu g al 1.700 __ 700 —-
34. USA ( v e ) 8 .0 00 _* disuelto _,
,j (W orkers Patrsty,
six n p a tiz a n te ) 1 2 :0 0 0 __ 27.000 ._.
35. 'Canadá 4.810 __ 4.000 __
SS. A u stra lia 500 _. 250 ---
37. Á frica del su r 200 __ 400 _.
38. México 1.500 __ . 1.0 0 0 ---
39, A rg en tin a 3.500 —■ 3.500 —■
40. Chile 2 .0 0 0 __ 2.0 0 0 —■
41. U ru g u ay 1.0 0 0 600 —-
42. B rasil (a h o ra ile g a l; a es­
te P artid o lo debe adm itir
el V 'Congreso e n la ig 500 _ _- 350 —-
43. Jap o n (ilegal) —- — —■
44. China — .—. so o —■
45, Jav a — —• 2 .0 0 0 —■
46. In d ia —. —. — —,
47. Corea (ilegal) — — ----
48. P e rsia 1.0 0 0 —■ 600 —
49. Mongolia (sim patizante) — —- 4.000 —
50. E gipto —- — 700 —*
51. P alestin a — —- 10 0 —
52. ic j 760.000 — 850.000 -
53 . A m érica c e n tra l (a ú n no
adm itido) — —' 50 - -

401
DISTRIBUCIÓN DE LOS MANDATOS

D e leg a ­ Número
V oto Voto dos de de m an­ M andatos
Nombre del P artido d elib e­ consul­ la, ISR datos fij a.clos
rativo tivo con voto fijado por el V
consult. III Cong. C ongreso1

1. A u stria 3 3 20
2. A zerb aiján 2 2 — 10 ---- ■
3. U S A ( sim patiz. ) —■ 9 1 30 —
4. In g la te rra 10 — ■ — . 30 —■
5. Arg-entina 1 — . — . 5 —
6 . A rm enia 1 1 — . 5 — .

7. R usia B lanca 2 — ___ _ — 5


8 . Bélgica 1 — — . 20 —

9, B u lg aria 3 1 1 30 —

10, B rasil 1 — — , — 5
11. A lem ania 40 — 16 40 — ■

12 . Holand-a 2 1 — 20 —

J.3, Grecia 2 1 — . — 5
14. Georgia 2 2 2 10 —

L5. D inam arca 2 — — 10 —

16. Egipto 1 — • — — 5
17. IGJ 15 9 — 40 — ■

18. In d ia 2 __ __ — 10
19. E sp añ a 3 1 20 —

^0. Ita lia 18 — 7 40 —

2 1 , 'Canadá 2 — ___ _ __ 10
22. China 2 .2 — i — . 10
23. L etonia 2 — . —_ 20 — .

24. L itu an ia 2 — 2 10 — 1

25. México 1 — . 5 — .

26. N oruega 8 — . — 30 —

27. P e rsia 2 — — 10 —

■28. Polonia 14 3 1 30 ____

¿9. P o rtu g al 1 — . — . — 5
30. R usia IOS 1 26 40 —

1 L as cifras señaladas en la quinta colum na indican el núm ero de


m andatos acordados en el V Congreso a los partidos que no tuvieron
voto deliberativo en los congresos anteriores o que no particip aro n
en estos.

402
DISTRIBUCIÓN DE LOS MANDATOS (c o n tj
D eleg a ­ Número
Voto Voto dos de d e m an ­ M andatos
Nom bre del Partido delibe­ consul­ la ISR datos fijados
rativo tivo con voto fijado por el V
consult. III C?ong. Congreso 1

31. R um ania 4 2 20
32. U cran ia 9 X ---- 30 __ _
33. F in lan d ia 6 2 — 20 ___
34. F ran c ia 22 3 , 6 40 __ .
35. Checoslovaquia 20 — 3 40 ___ _
36. Suiza 3 — —. 20 ___
37. Suecia 7 —■ —. —. 20
38. Y ugoslavia 5 — X 30 —.
■89. Java. 2 —■ —■ — 10
40. Jap ó n 1 X 2 — 20
41, E sto n ia 2 X —■ xo —
42. T urquía 2 1 — 10 —.

1 L as cidras señaladas en la q u in ta coltimna indican el núm ero


de m andatos acordados en el V C ongreso a los p artid o s que no tuvie­
ron voto deliberativo en los congresos an terio res o que no p artic ip a­
ron en estos.

PAÍSES QUE SÓLO TIEN EN VOTO CONSUI/TIVÓ

V otos Número de m an­


Nom bre del .Partido datos fijado por
consultivos
el III Congreso

X. A u stra lia 5
2. H u n g ría 20
3. Indonesia
4. Irla n d a
5. Islan d ia
'6 . I ta lia (terzm i)
7. Corea
8. Mongolia
9. J o r e s m

14

403
Organizaciones con voto consultivo

1. L a CGT R usa 4
2, L a C E de la IC (miembros que no form an
p a r te de la s delegaciones) 4
3. S ecretariado Fem enino 1
4. Consejo Internacional Campesino 2
5. Socorro Obrero Internacional 1
6 . Socorro Rojo 2
7. B uró d e l a i s r 7
8 . In ternacional R oja de los Deportes 1
9. Comisión C entral de Control del PCR 8

30

IN F O R M E S ACERCA DE LOS DELEG ADOS

Se exam inaron 249 form ularios de investigación que englobaba a


36 países, sin incluir a las repúblicas de la URSS.
177 form ularios fu ero n llenados por los delegados con voto deli­
berativo, y 72 p o r los delegados con voto consultivo.
(Los d ato s señalados ¡no expresan exactam ente la composición del
V Congreso, en v ista de la inexactitud de las respuestas dadas en
alg u n as indagaciones.)

Sexo
V arañes M ujeres

Votos deliberativos 168 9


Votos consultivos 68 4
P o rcen taje de m ujeres delegadas: 7,34 %.

E dad
N úm ero de delegados

M enores de 25 años 21
De 25 a 35 años 110
De 35 a 45 años 88
M ayores de 45 años 28
404
CONDICIÓN

Votos Votos
deliberativos consultivos

Obreros 84 34
Intelectuales 60 24
Em pleados 33 4
P o rcen taje de obreros 47'5:1> 50,76
P o rcen taje global de obreros 48,01
(Los delegados de la u uss no e n tra n en la determ inación del por­
centaje.)

f u n c io n e s de los delegados en el p a r t id o

Votos Votos
deliberativos consultivos

M iembros y suplentes de los


com ités centrales, m iem bros de
los presidium s de federaciones
(B alcánica, etcétera) 83 8
JC 6 4
M iembros de los cc de las
Miembros de los com ités re ­
gionales 31 10
F uncionarios responsables, ins­
tru cto res, organizadores 29 11
R edactores de periódicos comu­
n istas 5
M ilitantes 2 1

FUNCIONES DE LOS DELEGADOS EÑ LÓS SINDICATOS

M iembros de los órganos d iri­


gentes cen trales 9 10
M iembros -de los órganos d iri­
gen/tes de la s uniones regionales 5 —
M iembros de los com ités cen*-
tra le s de las federaciones de ofi­
cios 7 2
F uncionarios sindicales 7 7

405
INSTRUCCIÓN

P rim a ria 32
Media 52 23
Superior 38 11

TIEMPO DE PARTICIPACIÓN E N EL MOVIMIENTO

P o lític a SincLieal

AÑO
V otos Votoa V otos V otos
d e lib e ra tiv o s consultivos d e lib e ra tiv o s consultivos

- .
1885 1
1887 — 1 — 1
1888 1 1 — 1
1889 — 1 — 1
1890 1 2 1 ---
18% 2 — — ---
1897 2 2 2 1
1898 2 2 1 . —
1899 2 — 1 2
1900 3 1 2 1
1901 1 1 _ —
1902 6 1 3 2‘
1903 4 1 2 —
1904 8 1 5 1
1905 6 3 4 4
1906 12 ■5 3 ■2
1907 2 3 7 —
1908 9 2 9 3
1909 8 4 3 6
1910 11 3 12 4
1911 7 —■ 4 ■3
1912 16 5 4 7
1913 15 3 4 —■
1914 6 2 5 3
191'5 4 1 4 —
1916 9 2 4 1
1917 9 1 5 1
1918 12 6 7 —

406
TIEMPO DE PARTICIPACIÓN EN EL MOVIMIENTO

Política. S in d ical

ASO
V otos V otos V atoa Votoa
d e lib e ra tiv o s consultivos d e lib e ra tiv o s consultivos

1919 11 6 10 4
1920 12 3 8 2
1921 10 3 8 —
1922 — ■ — 3 1
1923 - —- — . 4 1
1924 — — 1 —

E n seguida de la lectu ra del inform e de la Comisión de M andatos


se pone a votación la proposición siguiente, que es aprobada por
u n an im id ad :
“E l Y Congreso en carg a al CE de la IP e fectu ar u n a nueva d istri­
bución de los votos en tre los diferentes países y p re sen tarla para
su ratificació n al V I 'Congreso”.

407
TRIGESIMOPRIMERA SESION

en la sala San Andrés del Kremlin,


8 de julio d e 1924

P resid en te: Kolarov.


O radores: Mamiuilski, Pépper, B ujarin, T haelm ann, B ordiga, E re olí,
R uth F isher, Kolarov, Stanislanki, Geschke, T sjákaia, P íestj ovskir
S tew art, V asíliev y Zinóviev.

EL PROBLEMA NACIONAL

m a n u i l s k i . L a comiaióra N acional y Colonial p resen ta sólo u n a re­


solución sobre E u ro p a c e n tra l; los dem ás ©©untos los deberá resolver
el E jecutivo Ampliado.
L a Comisión h a comprobado v a ria s desviaciones. Como en el Se­
gundo Congreso, Roy ex ag era el movimiento social en la s colonias
en detrim ento del movimiento nacicxnial. P retende que 1922 se h ab ría
caracterizado por la descomposición del movimiento nacional, Sin
em bargo, hemos asistido al éxito de éste en T urquía y Egipto.
Adm itam os que en la In d ia la lu ch a d e clases se h a desarrollado
de u n a m an era relativ a. S ería no te n e r sentido de la realid ad gene­
ra liz a r el hecho a todos los países coloniales. E n T únez y A rgelia
hemos tenido el año ¡pasado, en total, ocho huelgas, iy en ellas to ­
m aro n p a rte ochocientos obreros!
Roy pretende d ejar de solidarizarse con el antiguo e rro r de Bu j a ­
rán, que -sólo le reconocía el derecho de autodeterm inación a la clase
tra b a ja d o ra , pero no a las nacionalidades. E n realidad, vuelve a caer
en un e rro r análogo y h a s ta agravado, puesto que se t r a t a de países
atrasados. É l mismo reconoce que en el Á frica central, p o r ejemplo*
el movimiento nacional no ha siquiera comenzado. E n tales con­
diciones, ¿cómo p re te n d er que estam os en tran d o en u n período seme­
ja n te al de los países europeos, en loa que existe lucha de clases?
L a verdad es que h a y que b u scar u n a Ju sta proporción <entre el
m ovim lm to social y el movimiento 'nacional. ¿P uede el derecho
de autodeterm inación hallarse en contradicción con el in teré s de la
revolución? Si Roy h u b iera planteado de este m oda el problem a,
podríam os d iscu tir con él.
Paira no c ita r m ás que u n ejem plo; ¡después de la revolución de
octubre los finlandeses pidieron su separación. Concedérsela era
s ep a rar tle la revolución todo u n te rrito rio poblado por p ro letario s
p a ra hacerlo e n tra r en un E stado burgués. No obstante, los bolche­
viques estuvieron e n fa v o r de la separación, porque e ra un form i­
dable medio de ag itación co n tra la solución b urguesa del problem a
[nacional. Pero no se pueden d a r fórm ulas, gen erales; hay que resolver
los casos concretos de acuerdo icíon la situación,
Kreibich p retende que el P artid o chocoslovaco no debe p e rm itir la
separación de la p a rte alem ana de 'Checoslovaquia, con el p re te x to 1
de -que en tre esos alem anes no h ay movimiento se p a ra tista . A un cuan­
do el hecho fuese exacto, ©1 arg u m en to carece de -sostén, pues el
bolchevismo siem pre h a 'sostenido el derecho absoluto de las naciones
a disponer de ellas m ism as. H ay en ello u n a supervivencia de la
social democracia,.
Lo m ás g ra v e es que K reibich e stá a la izquierda, dentro de su
partido, en el problem a nacional: el resto del P artid o le n ieg a la au­
tonom ía a la p ro p ia E sloraquia, Queda allí, pues, urna g ra n p a rte de
nacionalismo, y h ay que com batirlo sin la menor debilidad. Nos lecha­
rem os en co n tra toda la opinión burguesa, pero hay que .tener la
v alen tía d<3 a fro n ta rla : es el único medio de fo r ja r u n P artido
Com unista.
W arsky, asim ism o, afirm a em la subcomisión polaca que en p a r te
alg u n a de Polonia h ay u n a m ayoría alem ana com pacta. Pero sabemos
que en A lta 'Silesia h a y d istrito s como el de K attovitz, donde, de
27.000 votantes, ¡sólo 4.000 se pronunciaron p o r Polonia! Los dos
tercios de la E nten te, p o r Alem ania. E s preciso que los cam aradas
polacos form ulen convenientem ente el problem a de A lta Silesia,
así como, p or lo dem ás, el de L itu an ia. l i a n reconocido sel derecho
de las poblaciones ruso-blancas y u c ra n ia s de u n irse a la República
Soviética. E s necesario que den u n paso m ás.
E n lo que respecta a los problem as litigiosos, propongo que se
nom bre un a comisión, com puesta p o r B u jarin , M anuilski, Mac M anus,
Petrov, T reint, Roy, Kiazin, K atay am a, S talin, K aspárova y B ri-
quet, p a ra p re p a ra r las tesis definitivas acerca del problem a nacional.

409
LA SITUACIÓN ECONÓMICA MUNDIAL

pepper (E stad o s Unidos de A m érica). L a Comisión ha adoptado l a s


tesis d e V a rg a como base, h a aportado a e ll a s im portantes m odifica­
ciones después de u n a discusión en profundidad y por últim o h a
■■adoptado todo por unanim idad.
Hemos tenido divergencias d e opiniones sólo sobre cuatro asuntos.
Prim eram ente, la delegación alem ana quería u n a ca ra c te rístic a m ás
p recisa y clara de la situación alem ana; pero pudim os com probar que
las tesis eran, en conjunto, concretas y ju stas.
E l segundo asunto consistía en sab er si podemos o no podemos
decir que y a no existe u n a economía m undial homogénea. T ra s u n
prolongado debate, sacam os la conclusión de que la afirm ación es
ju s t a ; pero hemos redactado el p asa je de u n a m an era m ás p recisa;
-al mismo tiem po comprobamos la tendencia co n tra ria, com pletam ente
mueva, que ¡representa la nueva ofensiva im perialista de N orteam érica
y G ran B retañ a.
E l te rc e r problem a im portante consistía en saber si las -tesis ex­
presab a ji de u n a m an era suficientem ente contundente la s perspectivas
revolucionarias. Toda la Comisión ha sido de la opinión de que en
varios p asajes debíamos expresam os con algo m ás de concreción.
E l últim o asunto que tra ta m o s fu e este: después del T ercer Con­
greso M undial, ¿so h a ag rav ad o la situación, o h a seguido siendo la
m ism a? Hemos comprobado que la disolución de la econom ía cap italis­
t a h a realizado im portantes progresos en muchos países.
Puedo decir que las tesis de V a rg a han prestado g ran d es servicios
-como un fundam ento p a ra establecer nuestro juicio sobre la situación
económica m undial. P ero algunos cam arad as -alemanes .también h an
contribuido en mucho a fo rm u lar n u e stra s tesis de u n a m an era m ás
■nítida y clara y, sobre todo, a a firm a r la perspectiva revolucionaria.
Se adoptan p or unanim idad /as tesis de la Com isión P o lític a sobre
-la situación económica m undial.

:e l program a

. Los trab a jo s de la Comisión del P ro g ra m a se p re sen tan de


b u ja r in
esta m an era: en la Comisión propiam ente dicha, en la subcomisión
especial y en las pequeñas comisiones hemos adoptado c ie rta s en­
m iendas. E n conjunto, hemos aportado m ás o menos u n a s cincuenta
modificaciones de orden secundario. L a m ay o ría de las delegaciones

410
están de acuerdo respecto del contenido. No f a lta m ás que rev isar
la form a. P o r eso os propongo ad o p tar la resolución.
Se adopta la m oción p o r unanim idad.

LA TÁCTICA

thaelm ann (A lem ania). L a Comisión política h a debido t e m a r posi­


ción respecto de dos directivas tá ctica s p ro p u estas por un lado por
el P artid o ruso y p o r el otro p o r B ordiga.
L a subcomisión, que en principio había resuelto to m ar p o r b ase
el proyecto ruso, h a comprobado que la s tesis p resen tad as por B ordiga
no s e -apartan, m ayorm ente de éste. A cerca de la apreciación de la
situación internacional, el problem a del poder, la s condiciones previas
de la creación de los p artid o s com unistas, el fre n te único-, el movi­
m iento obrero, las reivindicaciones parciales, la bolchevización de las
p artid o s j la s ta re a s concretas de las principales secciones de la
Intamacioínial Comunista, se lia logrado establecetr una opinión común
7 unánim e. Si las ¡tesis de B ordiga y la izquierda ita lia n a rechazan
en principio él gobierno obrero y campesino, podemos no obstante
com probar que con respe-oto a puntos como el fre n te único todos loa
m iem bros están de acuerdo.
H em os in ten tad o m ejorar e l proyecto, señ alar un progreso sobre
las tesis tá ctica s del C uarto Congreso. Y d e este modo le hemos
dado al fre n te único u n a fó rm u la com pletam ente c l a r a : se h a e sta­
blecido que el gobierno obrero y cam pesino es u n a comisigna de a g ita ­
ción p a ra la d ictad u ra del proletariado, y que, en cuanto al papel de
los p artid o s com unistas en la revolución, tenem os an te nosotros ta re a s
m uy im portantes, aunque era diversos países el ritm o no sea ta n
rápido com o habríam os podido esp e rar.

b o r d ig a . L a izquierda italiana^ au n cuando sin e sta r de acuerdo


v o ta rá el proyecto Zinóviev, porque m are a u n progreso respecto de
las resoluciones del C uarto Congreso. L as reserv as recaen únicam ente,
p o r lo demás, sobre ciertas fórm ulas a tin e n te s al fre n te tínico, al
gobierno obrero y a algunos asuntos secundarios. L a condenación
de las desviaciones de “extrem a izquierda” no a ta ñ e en modo alguno
a las oposiciones realm ente sostenidas por la izquierda italia n a.

411
EL PROBLEMA ITALIANO

m a n u il s k i.L a comisión ita lia n a se ¡ha puesto de a c u e r d o , po r u n a ­


nimidad, .sobre u n p ro g ram a de acción p a r a « 1 P artid o 'Comunista
italiano. E ste problem a no h a sido aceptado p o r la izquierda ita lia n a .
La ítnternaoicxiral debe fo rm u lar u n llam am iento a la clase obrera
p a ra d em ostrarle la absoluta necesidad de la fusión e n tre el P artid o
Com unista y la fracción terzin tern acio n alista del P artid o m áxim a-
lista.
De ig u al modo, la. Internacional debe denunciar la n eg ativ a de
l a izquierda a e n tr a r en los órganos rectores del P a rtid o Comunista,
E ste te rc e r documento se rá elaborado y votado p o r el E jecutivo Am­
pliado. L a tendencia que se dice de izquierda es en realid ad u n a
tendencia 'de abstención en la acción, y se la debe c ritic a r como
c o n tra ria a los intereses de 'la revolución. L a ¡solución de la crisis
ita lia n a dependerá principalm ente, después de la decisión unánim e de
la comisión, de la actitu d de la izquierda.
Espero que desemboquemos, no em u n a sum isión form al, sino en
u n a disciplina de corazón a fin de aplicar la s resoluciones aprobadas.

e r c o l i . E l centro del P a rtid o Com unista italiano está de acuerdo


con el p ro g ram a político elaborado por la comisión italian a. E stim a,
eso sí, que la conquista de las m asas socialistas debería p lan tearse,
no y a en el terren o en que se h a desarrollado h a s ta ah o ra la acción de
la Internacional, sino en el terren o que im pone la crisis política
que se d esarro lla (actualmente. Además, el centro pide que el Congreso
vote de m an era explícita respecto de la e n tra d a de los teraintenxa-
cionalistas en el B uró Político del P artido.

EL PROBLEMA INGLÉS

ü tjth f is c h e r(A lem ania) in fo rm a en nom bre de l a comisión inglesa:


L a comisión inglesa h a logrado elab o rar urna resolución com pleta
sobre la tá c tic a del gobierno obrero y sobre el papel práctico -del
Labour P a rty , E speram os que esta resolución no quede como un
pedazo de papel.
Todos estam os convencidos de que el movimiento inglés es de la m a­
y o r im portan d a p a ra la Internacional Com unista, y esperam os que la
atención que ésta le dedique contribuya a o rig in ar un movimiento
realm ente com unista (revolucionario e n tre la s m asas.
Se adopta p o r unanim idad la resolución de la com isión inglesa .

412
EL PROBLEMA AGRARIO

k o l a r o V. L a Comisión A g ra ria h a adoptado p o r unanim idad la reso­


lución elaborada. Conviene sólo añ a d ir la enm ienda siguiente al
p á rra fo quinto: “Los partidos com unistas tien en el deber de d a r u n a
p artic u la r atención a la organización de los obreros agrícolas” .
L a comisión ru s a h a llegado -asimismo- a la aceptación unánim e de
la resolución propuesta, excepción hecha de u n a s pocas m odificaciones
de form a.

L A TÁCTICA SIN D IC A L

STAN i s l á n s k i (P o lo n ia ). E n nom bre de las delegaciones poloca, rusa,


norteam erican a y balcánica, propongo la siguiente resolución: “ El
V Congreso M undial de la ic aprueba la s directivas -propuestas por
Lozovski en lo q u e abañe al movimiento sindical, L a redacción defi­
n itiv a de ellas queda confiada a u n a comisión com puesta p o r los
cam arad as Losovski, ífcadetsky Sém ard, Dvmne, Kohn, u n cam arad a
inglés, u n ca m a rad a polaco, un ca m a rad a italiano y un cam arad a de
los países balcánicos, a d esignar por sus delegaciones.
“E l V Congreso tra s la d a el cu arto 'capítulo a l E jecutivo A m plia­
do p a r a t r a t a r a fondo los problem as vinculados al Congreso de V iena
de la Federación Sindical Internacional e im p a rtir la s directivas
corr espondientes’
P resento adem ás la siguiente resolución: “ E l Y Congreso M undial
d eclara que la posición de Schum acher y otros en d problema- sindical
y su actividad sindical ee h a lla n en contradicción con b u ¡ s decisiones.
Condena p o r p eligrosa p a ra la revolución la tá c tic a que tiende a
c re a r u n m ovim iento de éxodo fu e ra de los sindicatos y que preconiza
la escisión sindical en A lem ania.
“ E l V 'Congreso M undial in v ita a todos los obreros que se han
m archado de los sindicatos a re g re s a r a éstos, e in v ita en general
a todos los obreros a organizarse sindicalm ente. D estaca que los
sindicatos constituyen « 1 punto de reunión d e todos los explotados
donde los com unistas pueden d e sa rro lla r su actividad propagandística
y revolucionaria. A bandonar los sindicatos es d e se rta r de la revo­
lución y colaborar con los enemigos del p ro letariad o ”.
E l Congreso adopta ambas proposiciones .

L a delegación alem ana declara con respecto a l a resolución


x je sc h k e .
sindical (unidad internacional) : “L a delegación alem ana piensa que

413
la fecha elegida -para -dar 1 -os pases propuestos no es útil en este-
momento. Opina que una am plia preparación en las m asas y una real
comprensión de este problem a por las m asas son la condición del
éxito. No obstante, consiente en que se traslad e al E jecutivo Am pliado
el problema, con la esperanza de que se lo g ra rá te n e r en cuenta su
punto de v ista, de m an era que la decisión se pueda llevar a cabo
con toda conciencia y no ta n -sólo por disciplina.
"L a delegación rechaza enérgicam ente toda te n ta tiv a de co n sid erar
esta declaración como u n antagonism o de principio e n tre la s con­
cepciones del P artid o ruso y el alem án en el problem a sindical y
en el problem a de la unidad. L uchará con toda su energía p o r u n
tra b a jo sindical verdaderam ente com unista en A lem ania” ,

LAS JUVENTUDES COMUNISTAS

thaelm ann (in form ante de la Comisión de Juventudes). E l pro­


yecto de la Comisión de Juventudes h a tenido p articu larm en te en
cuenta el tra b a jo activo de las Juventudes en el ejército y las orga­
nizaciones m ilitares, así corno los p rep arativ o s prácticos p a r a las
ta re a s im puestas por la g u e rra civil y el tra b a jo p o r las células
de fábricas. Se h a puesto especialm ente d e relieve que el P a rtid a
Com unista no h a sabido sostener aún de u n a m an era p rá ctica en
las fáb ricas la cam paña de la s Juventudes p o r el antim ilitarism o. E s
lo que todavía le f a lta hacer. E n Suecia el P a rtid o h a atacado la
organización de las Juventudes porque ésta in te n ta b a recordarle la s
decisiones del Congreso M undial. E n Checoslovaquia fu e igualm ente
el Páintido quien no comprendió que la s células de fábrica® >so:n nece­
saria s p a ra la revolución p ro letaria. L a Juventud, que quiere tr a b a ja r
por las células de fábricas, se h a visto abandonada p o r los adultos.
L a comisión de Juventudes expresa 'aquí el deseo de que los p artid o s
com unistas se iiniteresen m ás por ed tra b a jo práctico de 'las Juventudes
en pro de la preparación de la insurrección arm ada.
S e aprueban las tesis por unanim idad.
A proposición del P residium , el Congreso encomienda a B u ja rin
y Thaelm ann saludar al I I I Congreso de lat IS R en su sesión de aper­
tura.

t s j á k a i a . P rotesto en nombre de los cam arad as georgianos contra


las declaraciones de los mencheviques Jo rd a n ia y Chjeidze. Los
mencheviques georgianos son agentes de loa cap ita listas de 3a E n ­
tente, pagados p o r les im perialistas p a ra que h ag an cam paña c o n tra

414
el poder de los Soviets. Los mencheviques no sólo h an obstaculizado
el movimiento revolucionario en Georgia du ran te los últim os siete
años, sino que adem ás h an com batido a toda la Revolución, y luego,
vergonzosam ente, se h a n puesto a salvo llevándose valores y gruesas
sum as, que ah o ra utilizan p a ra o rg an izar com ités antibolcheviques en
el ex tra n jero . L a Internacional C om unista y todos los cam aradas
deben ad h e rir a esta protesta,
P iestjo vski da lectura al proyecto de resolución de la Comisión del
Socorro R ojo, Se la adopta por unanim idad,

b u ja r in (en n-ombre de la comisión n o ru e g a). Sabemos que, con


posterioridad a la escisión del P a rtid o noruego, la s g ran d es luchas
h an term inado con la com pleta b a n c a rro ta de los tran m aelistas. E n tre
los adictos a T ranm ael hay u n a fu e rte corriente que quiere re g resar
a la Intern acio n al Com unista. H ay en este partido, a l m arg en de
los jefes, elementos proletarios b astan te sanos que en c o n trará n el
camino de la Internacional a pesar de la resistencia de sus jefes. La
orientación seniisocialdem ócrata y sem isindicalista de los jefes como
T ranm ael ha quedado desenm ascarada d u ra n te los grandes conflictos
por los que ha atravesado el movimiento obrero noruego. N uestro
P artid o h a adquirido u n a g ra n autoridad. E s joven, pero y a h a p ro b a­
do que puede sostener b atallas decididam ente serias. Debemos utilizar
la situación actu al p a r a conquistarnos al resto de los obreros noruegos.
Se adopta por unanim idad la resolución propuesta,

STErwART (In g la te rra ). B ajo el gobierno de Zaglul B ajá, en E gipto,


se detuvo en¡ m arzo de es-te año por lo menos a once de nuestros
cam arad as com unistas, y desde esa fecha están, en Ja cárcel. Se los
culpa de to d a u n a serie de crím enes co n tra el gobierno de Egipto.
Voy a Leeros no m ás que u n a sola fra se de los cargos que se les
im p u tan : “H an pedido el derrocam iento de la m onarquía, base de
la constitución, y su rem plazo por u n a sociedad com unista, declaran­
do que -tras la realización de sus intenciones sobrevendrían los m ejores
resultados. Con este fin h an constituido un partido denominado « P ar­
tido Com unista de Egipto, sección de la In tern acio n al Comunista»,
cuyas condiciones aceptan. E l P artid o actú a de acuerdo con las ins­
trucciones de la Inibemacional, que apuntan, a la destátución del re y
y a la confiscación de la propiedad p riv ad a mediajnte la am enaza y
la violencia. L levan todo tipo de p ro p a g an d a en tre los obreros, los
pequeños campesinos, etcétera, cometiendo, asi, crínuenes- punibles
por la ley . .
Deseamos que el Quinto Congreso refuerce la p ro testa del P a r­

415
tido Com unista de Egipto, pero -deseamos mucho m á s: queremos que-
la s secciones de la Internacional Com unista b ag an del ininterrum pido
encarecíam iento de nuestros cam arad as un asunto capital, y que
en todos los países donde sea posible form ulen peticiones y lleven
a -cabo, adem ás, dem ostraciones fre n te a los consulados egipcios.
Ew nombre del P residium , solicito a l Congreso de la Internacional
C om unista ad optar e s ta resolución y em prender 'las diligencias ne­
cesarias p a ra que se la ejecute en todo el mundo.

VASÍIJEV (U c ra n ia ). Q u erría fo rm u lar la siguiente declaración en


nom bre del P artido C om unista de U cran ia O ccidental: “ Si en las
tesis acerca del problem a nacional hemos em pleado el vocablo^ «auto­
nomía», lo bemos hecho en el mismo sentido que tien e esta p alab ra
en el texto definitivo de la resolución y que h a tenido en el inform e
hecho p o r M anuilski en nom bre de la Comisión.
“Si autonom ía significa negación de la dirección del Comité C en tral
polaco, siem pre hem os sido, y aún hoy lo somos, contrarios a una
autonom ía tal. No h a habido en este asunto divergencia de opiniones-
e n tre nosotros y M anuilski.
“N u e stra línea en el problem a de organización h a quedado c la ra ­
m ente fija d a por la s resoluciones del I I Congreso del P artid o Comu­
n is ta polaco y de la V C onferencia del P artid o Com unista de -Ucrania
Occidental. L a Comisión N acional y Colonial la h a aprobado p o r
unanimidad'. P o r eso mismo re su lta .tanto m ás lam entable que M anuils­
ki h ay a presentado la sitrn ación de u n a m an era com pletam ente errónea,
al decir que e n tre él y nosotros h a habido conflicto en la Comisión,
“M anuilski acusa a las m asas obreras y cam pesinas de U crania
Occidental y a nuestro P artid o , que re fle ja el estado d e ánim o d e
ellas, de d esear la unión inm ediata con la U cran ia soviética. Pensam os
que los esfuerzos por a rra n c a rse lo an tes posible del E stado ca p italista
y ad h erirse a la Unión de las R epúblicas Socialistas de los Soviets
son loables. Nos sentim os orgullosos del estado de ánim o de n u estras
m asas o b reras y cam pesinas y les deseam os a todos los p artid o s
herm anos que rein e en ellos el mismo estado de ánimo, pues aseg u ra
la v ictoria de la revolución m undial”.

EL NUEVO EJECUTIVO

Zinóviev es elegido presidente del E jecutivo por unanim idad. (Pro­


longados aplausos.)
E l nuevo E jecutivo queda compuesto de la siguiente m an era:

416
Bélgica,: Jajcquemotte.
Bulgaria.: K olarov; suplente, D im itrov.
C hina: Gheu Du-siu.
Alem ania: Gesch-ke, Schlecht, R osenberg; suplente, R obert, R uth
F ischer, T haelm ann.
In g la te rra : P ollitt, M ac M an u s; suplentes, S tew art, <Jallacher.
Finia,odia y países lim ítrofes: K u u sin en ; suplente, M itzkevitch.
Fra.ncia : Sénnard, T rein t, Sel'lier; suplente, Guy Je rra m , S. G irault,
Doriot.
Holamdat Wíjm.koop,
India,: Roy
Irla n d a : suplente, Larkin.,
Italia-: B órdiga, E tcoII; suplentes, Marco, Rienzi, M affi.
Japón: Kjatayama,
J a v a : Samuel.
Ju ventudes: Vuyóvich, Schüller, Chasseigne.
A?nérica La,Una: Penelón.
Y ugoslavia: Bosfrkovich, M arinotich; suplente, Sémich.
N oruega: S chefflo; suplente, H asen.
A ustria,: F ía la
Polonia,: G-regorzewski; suplentes, Bogutski, Nedohytny.
B u m a>nia: Ohri stoscu.
Suecia: H óglund, K hilbnm ; suplente, Sam uelson.
E sp a ñ a : P érez, Solís.
Checoslovaquia: N e u rath , .Smeral, M ouna; suplentes, Vercik, Do-
•brovolny, Zapotocky.
U cranm : M anuilski, Fruinze.
URSS; Zinóviev, B u jarin , S talin, Kamenev, R ikov ; suplentes, Sokol-
mikov, T ro tsk i, Lozovski, P ía tn itsk i.
Estadas Unidos: Dos c a m a ra d a s ; suplente, Dunne.
Personalm ente: 'C lara Z etkin; suplente, Bel*a Kun.
Sede del E jecutivo: Moscú»

Co-n^luida la elección, ©e d a la p a la b ra a un'a -serie de delegados de


los obreros de Moscú, L eningrado y o tra s ciudades, y a rep resen tan ­
tes de los cam pesinos d e d iferentes regiones de la U nión Soviética.
Todos ellos salu d an al Co-ugreso y envían b an d eras y regalos simbó­
licos al p ro letariado 'alemán, francés, inglés, norteam ericano, indio e
italian o .

417
DISCURSO DE CLAUSURA POR ZINÓVIEV

zin ó v iev . C am aradas: perm itidm e exponeros u n a -cita del presidente-


de la I I Iíte rn ación al. (A tra e la atención del lector sobre una fo to g ra fía
que representa al B uró de la I I Internacional en 191U-) A llí hallam os
a un p residente: el presidente E b e rt; -tres prim eros m inistros, ac­
tuales o an tiguos: Mae Dormid (In g la te rra ), S tauning (D inam arca)
y B ran tin g (Suecia) ; y siete ex miembros de diferentes gobiernos:
Guesde (F ra n c ia ), Nemec (Checoslovaquia) , S k aret (A u s tria ), K a u ­
tsk y (A lem ania) —éste tam bién fue m inistro—, Vandervelde, etcé­
te ra . . . P ues bien, la Internacional C om unista se complace en ten er
fotos de sus congresos m uy distin tas de las fotos de que hab la V an-
dervelde. V erdaderam ente, parece que el m ejor medio de lleg ar a
presidente o m inistro de un gobierno burgués es p asa r prim ero p o r
la escuela de la II Internacional,,
Pienso, cam aradas, que no hay que subestim ar en nuestros congresos
« 1 elemento sentim ental. Hoy be visto en la sala cantidades de obreros-
rusos, alem anes y de otros países, obreros que probablem ente h a n
vivido m uchas b atallas y que no han podido v er estas escenas de-
eo n fratern id ad sin ‘d e rra m a r lágrim as. E s ta s delegado nos de una. %
fáb rica a otra, de un b arrio a otro y de u n centro ¡de movimiento-
obrero a otro centro no son una casualidad. Sem ejantes escenas de­
co n fratern id ad con tales sensaciones son sencillam ente imposibles en
la II Internacional. E s la I I I Internacional -tal cual la conocemos, ta l
cual la hemos deseado, ta l como la queremos. Uno de los obreros m ás
sencillos —h asta creo que e ra un obrero sin partido— h a dicho hoy:
“Proceded como procedió L enin; él soldó el P artid o Bolchevique, de'
m an era que hoy es un bloque firm e y sólido5'.
E ra un m etalúrgico el que liablaba, e hizo, según es costum bre'
en los obreros p a ra ilu s tra r su pensam iento, u n a com paración con su
tra b a jo : “ H ay -entre nosotros, los m etalúrgicos —-dijo—, soldadores;
en caliente y soldadores en frío. Pues bien, Lenin nos enseñó a sol­
d a r en caliente, y la Internacional C om unista debe soldar de igual m o­
do su edificio y su organización”.
E n este Congreso, pese a las fa lta s y los defectos que se pueden
com probar e n tre todos nosotros, teníam os el deseo de soldar en
caliente, y pienso que hemos soldado en- caliente n u e s tra Internacional,
corno Lenin nos enseñó a hacerlo y como lo exigen las necesidades;
de la -clase obrera. Tal es, en mi opinión, lo esencial. No es u n a
g ra n desgracia si cometemos tal o cual e rro r; lo corregirem os. La
experiencia del movimiento obrero internacional nos ay u d ará a efec­
tu a r la corrección. Lo que im porta es que n u e stra Internacional no--

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■sea lo que M ax A dler b a dicho de la .II In te rn a c io n a l: que le fa lta
-alma, porque nosotros soldam os -en caliente, porque lo que hacemos
"viene del alm a, porgue verdaderam ente hablam os de alm a acerca
-de la clase o b rera com batiente, ta l cual es, con sus lados flacos y sus
lados fu ertes. Eso es lo m ás im portante, Y eso es lo que sincera y
honestam ente todos hemos querido cum plir en común, y lo hemos
cumplido.
Otro cam arada, u n obrero sin partido, h a expresado el estado de
ánim o de la clase o b rera trusa e n dos p a la b ra s: "N'osotros, los obreros
rusos —dijo—, ya nos hem os hallado o tra s veces en u n a situación
m u y difícil, hem os tenido que com batir con u n m al revólver contra
piezas de a r tille ría pesada en la s m ás difíciles circu'nst ancias, y
ahora seguim os con la m ayor atención a la clase o b rera internacional
com prom etida en -la lucha. No bien vemos que lleváis la del an tera por
un momento, nos sentim os aliviados. P ero si vemos que es la burguesía
quien la lleva, el obrero ruso agacha p o r u n m om ento la cabeza; pero
-estamos firm em ente convencidos de que la v icto ria fin al será, pese
a todo', v u e stra y n u e stra ” .
¿Se puede ex plicar con m ayor secillez, con m ayor modestia, con
m ayor brevedad, los verdaderos sentim ientos de 'Solidaridad in te rn a ­
cio n al que inspiram, a la clase o brera ru s a y a -la -me;jor p a rte de
la clase o b re ra de todo el m undo? ¿Se pueden ex p resar esos sen ti­
m ientos m ejor que lo ha hecho este obrero sin p artido? Todos estos
mom entos inolvidables de n u estro 'Congreso son p a r te in teg ra n te de
^nuestro tra b a jo , no míenos- im portantes que las tesis, pues las tesis
■son le tr a m u erta si les f a lta el alm a, si no soldamos en caliente,
.si los destellos del leninismo, como h a dicho aquí otro obrero, no
e sta lla n realm ente e n tre nosotros, encendiendo todo lo bueno, sincero
.y revolucionario que h a y en la clase obrera internacional.
¿'Cual es el resu ltado de nuestro Congreso? Pienso que lo m ás im­
p o rta n te es habernos vuelto a e n c o n tra r después de dieciocho meses
-de la peor ¡reacción. Todos lo hemos sentido: no se han roto n uestras
fu e rza s; h a n aum entado.
E n segundo térm ino, n u estro tra b a jo h a sido u n tra b a jo de lim pieza
•de n u estra .táctica, eobre todo de desm onte de la tá c tic a del frente
único, de b a rrid o de las desviaciones o p o rtu n istas. E s un facto r m uy
im portante. La táctica es n u e stra arm a, y ésta -debe e s ta r lim pia
p a ra la victoria..
E l te rc e r resu ltado es la orientación de la Internacional Com unista
respecto de la fa se del presunto pacifism o democrático. Debíamos
darnos cu en ta de l a situación internacional p a ra no pasearnos como
-ciegos por el campo de batalla, p a ra que n u e stra dirección —la cabe­

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za, el cerebro de la clase o b re ra— pueda cum plir su m isión histórica.
E l cu a rto resultado, resultado esencial, es la bolcheviza-ctón -del
P artid o . E sa es la g r a n consigna del Quinto Congreso M undial. Debe
ser la consigna d u ra n te to d a una serie de meses, de años ta l vez.
Depende de -la buena volutntad. Todos queremos c re a r partid o s ¡real­
m ente bolcheviques. P ero la s -dificultades suelen se r grandes. L a
tradición del movimiento obrero en los diferentes países es tam bién
d iferente. E l oportunism o se halla a ú n profundam ente arraig ad o en
n u estro movimiento. H ay en n u estra s fila s restos de ideología b u r­
guesa. Vivimos, respiram os en la sociedad burguesa, y ella nos
intoxica.
L a quinta ca ra c te rístic a es la confirm ación de la consigna ír¡Id
a las m asas!”. A parentem ente es sencillísim a; h a s ta parece ele­
m ental. Pero es la m ás im portante de todas las consignas precedentes.
Y a 'la consigna “ ¡Id a las m asas!” añadim os: “ ¡Id a las m asas
p o r la bolchevización del P artid o I”.
Debemos explicarles e s ta consigna a todos los obreros del mundo.
La estad ística h a m ostrado que el 44 p o r ciento de los delegados
a este 'Congreso son simples obreros. Un congreso internacional es la
élite de los p artid o s com unistas; si tenemos en él 44 por ciento de
obreros (sin la delegación ru sa , que elevarla m ás esta c ifra ), no es to ­
d avía suficiente, pero no obstante m uestra el rostro político de la
Internacional Com unista. Debemos fo rja r nuevos líderes -de la m asa.
N adie p odrá conducir ¡a la clase obrera internacional a la victoria
como no se a ella m ism a. ¡ Q>ue l a élite de los obreros de la s fá b ricas
sea llam ada a la dirección, con todas sus debilidadesj por u n tiempo,
incluso, con prejuicios, pero con el puño férreo de los verdaderos
proletarios, hijo de la única clase que ten g a la m isión histórica
de triu n fa r sobre la burguesía!
C ontinuarem os p o r este camino. E xigirem os que a la cabeza de
todos los p artid o s com unistas b ay a tan to s obreros como sea posible,
quo u n viento v erdaderam ente fresco sople las organizaciones c e n tra ­
les de nuestros partidos. Crecemos p o r vías diferentes: p o r la orga­
nización de la s juventudes, como y a lo hem os dicho en este Congreso;
por 'la Internacional Sindical, por la Internacional C am pesina, que
no es u n a organización puram ente com unista, pero que a g ru p a todo
lo que dentro del cam pesinado es revolucionario.
Y a se ve concretam ente el camino por el que reunirem os todos
n u estra s fu erzas p a ra asestarle a la burguesía el golpe decisivo. Cre­
ceremos por la organización de los Jóvenes, por la Internacional
Sindical, por los partid o s del C ercano y el Lejano Oriente, p o r 'los
g rupos nacionales, que son aún num éricam ente débiles, pero que p a r a

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nosotros son de sum a im portancia, y p o r la Internacional Cam pesina.
E sos son los canales que convergen en su to talid ad en el gran, río
de la revolución p ro le ta ria victoriosa.
T erm in aré recordándoos una vez m ás la sem ana de pro p ag an d a del
décimo aniversario de la g u erra. Queremos ser leninistas. Lo que
L enin nos h a enseñado con respecto a la g u e rra es una p a rte im ­
p o rtan tísim a del leninismo. No voy a 'explicaros aquí l‘a doctrina, pero
y a sabéis que se h a convertido en u n a co rrien te internacional.
A hora hay que c a p ta r la p rim era ocasión p a r a m o stra r que q u e r e ­
mos ap reciar los verdaderos éxitos de nuestros partidos, al ver
qué h a rá n d u ra n te la sem ana de dem ostración co n tra la g u erra,
sem ana de odio co n tra la burguesía y la -dirección contrarrevolucio­
n a ria de los p artid o s social dem ócratas. Todos cuantos regresen ahora
a su casa deben desplegar el m ayor esfuerzo posible p a ra que esas
dem ostraciones sean verdaderam ente internacionales, p a ra que se
conviertan en u n a sola g ra n dem ostración de la Internacional Co­
m unista. (Aplausos J
INDICE

E d w ard H. C arr
E l V Congreso de la Internacional Comunista, 5
V Congreso de la Internacional Comunista, 31
Sesión in au g u ra l 33
SegTmda sesión 45
T ercera sesión 48
C u arta sesión 92
Q uinta sesión 100
S exta sesión IOS
Séptim a sesión 118
O ctava sesión 124
N ovena sesión 129
Décim a sesión 136
U ndécim a sesión 142
Duodécim a sesión 149
D ecim otercera sesión 159
DecimOCTiarta sesión 168
Decim oquinta sesión 176
Decimosexta sesión 209
Decim oséptim a sesión 226
Decim octava sesión 251
Decimonovena sesión 261
V igésim a sesión 270
V igésim oprim era sesión 282
Vigésimo segunda sesión 291
V igésim otercera sesión 303
Vigésimo c u a rta sesión 309
Vigésimocfuinta sesión 316
V igésim osexta sesión 330
V igésim oséptim a sesión. '338
Vigésimo etava sesión 354
Vigésim onovena sesión 357
T rigésim a sesión 377
T rigésim oprim era sesión 408

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