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A modo de resumen, retomaré la idea del primer capítulo, para que se pueda entender bien
los primeros momentos en la constitución del psiquismo. Veníamos hablando en el capítulo
anterior la importancia de esos primeros vínculos, y de cómo la madre en su función
materna, se relaciona con el bebé. Relación que crea a través del vínculo con ella, las
primeras inscripciones en el psiquismo del niño.
Para que se entienda la complejidad del proceso, es como si la madre le ofreciera su cuerpo
y su mente al bebé para que experimente a través a ella sus primeras sensaciones,
emociones y pensamientos . Para que experimente por vez primera, la idea de quién es él, y
de cómo es lo que le rodea.
Así, la mamá va transfiriendo desde el primer instante de interacción con el bebé, su modo
de estar, de sentir y de pensar. Y también la idea que ha construido junto al padre, de quién
es él y será su hijo . Y en todo este proceso lento e intenso, que se prolongará mucho
tiempo, se va instalando a modo de huellas en el cuerpo y la mente del niño, las primeras
inscripciones psíquicas. ( imágenes y sensaciones)
Al principio lo hace por medio de detalles pequeños que se van repitiendo, y haciendo
previsibles esos actos cotidianos: el lenguaje, el tono, el contacto con su piel, los afectos
que aparecen, las fantasías, los primeros cuidados, etc . Todo se va registrando de un modo
fragmentado, primitivo, pero natural.
Aunque, hay que decir que el bebé aún no sabe bien, qué o quién le satisface y qué le
frustra. Esto se va complejizando, ya que al principio todo se juega en el cuerpo a modo de
sensaciones. Lo único que puede hacer en un primer momento, es intentar mantenerse en un
equilibrio estable . E Intentar expulsar toda sensación displacentera que rompa su
equilibrio. Para ello , llorará, hará movimientos y sonidos para lograr estabilizarse y
obtener respuestas satisfactorias de la madre. Pero lo interesante es que él no sabe, hasta
que pasa un tiempo, que ese estado de bienestar se lo da la madre cuando atiende bien a sus
necesidades. Porque tampoco discrimina el adentro del afuera, o al “otro-madre-mundo”
de él mismo. Es más, el sabrá lo que significa ser madre con el tiempo.
Cuando va todo bien, y todos estos cuidados se dan de un modo continuo y coherente, sin
grandes sobresaltos o frustraciones, decimos que existe una sincronía en la
interacción madre-bebé.
¿Y en qué consiste?
Una madre que está conectada con su bebé es aquella que se anticipa y responde a las
necesidades básicas de un modo emocional, que no puramente racional. Es decir, que
comprende los deseos internos del bebé . Y le acerca el mundo, por así decirlo, para que
éste se amolde al bebé, y no al revés.
Así, poco a poco, va comprendiendo sus gestos, los movimientos, su sonrisa, su llanto, que
no siempre será igual. Por tanto, a veces acertará y otras no, pero es consciente de ello.
Y el tejido de ese primer vínculo será para el bebé como el molde desde donde ver y
entender el mundo que le rodea (la primera identificación ). Y esta relación será confiable y
segura, o todo lo contrario, según sean las respuestas que él obtiene de su madre.
El bebé en cada gesto, en cada acción que emite, va mirándose en los gestos y en la mirada
de su mamá. Y no será lo mismo una madre que responde a las demandas del niño de forma
angustiada, ansiosa o intranquila. Que una madre que actúa de forma adecuada pero de
forma operativa, poco emocional. O aquella que , aún consciente de su inexperiencia o
miedos, le transmite respuestas adecuadas de forma emocional y equilibrada. Esta última
no solo le transmitirá al bebé la idea de que se hará sujeto, sino que coincidiendo con lo
que él demanda, también le aporta la seguridad y el equilibrio psíquico y emocional que
necesita para crecer . Es decir , una madre que pueda reconocerse en su función materna y
ejercerla de forma equilibrada ayudará a que su hijo funcione y se desarrolle de forma
segura y adecuada. Y dará la base necesaria para que se vayan desarrollando defensas más
saludables, y buenas relaciones con lo de fuera.
Hoy en día hay muchas mamás que no se escuchan a sí mismas, no se reconocen por tanto,
en esta función materna ; ya sea por su propia inseguridad, ya sea porque no se sienten
cuidadas, o porque colocan a otras voces ( suegra, médicos, comadronas…) en el supuesto
saber materno.
¿Eso qué quiere decir? Que una mamá tiene que pasar un tiempo a solas con su bebé en un
primer momento. El tiempo necesario para poder conocerse y reconocerse. Porque ella lo
ha tenido ya dentro, y fantaseó quién era, lo sintió en su cuerpo antes de saber quién era.
Pero ahora se enfrenta con la realidad de quién es de verdad. Ya no está en su fantasía. Este
encuentro con el bebé real es una primera ruptura para la madre con todo su imaginario
materno y transgeneracional.
Y el bebé, por su parte, que también rompió su equilibrio al nacer, necesita recuperarlo
cuanto antes. Necesita sentir una continuidad, entre lo que tenía en el seno materno y lo
que tiene ahora fuera.
Un ejemplo muy bonito y que se entiende muy bien es detenerse a observar lo que sucede
cuando una mamá alimenta a su bebé. Porque entiendes perfectamente en ese preciso
instante, que la mamá no solo lo alimenta con su leche. No solo lo nutre, sino que lo
alimenta emocionalmente. Lo inviste, lo cubre en todas sus necesidades: Primero lo mira, lo
entiende, porque sabe que en ese momento el niño quiere eso y no otra cosa. Lo toca y en
cada gesto de “piel” el bebé se reconoce en su piel, como si fueran UN SOLO SUJETO. Le
aporta calor y lo sostiene transmitiéndole la seguridad necesaria para entregarse
completamente. Decimos que el bebé está en un estado de Dependencia absoluta.
En ese momento el bebé siente que lo tiene TODO y que forma UN TODO mágico
fusionado con la mamá. Hasta cree que él ha creado a la mamá. Está en un estado de total
omnipotencia.
Pero esa fusión es así para el bebé, y lo será durante bastante tiempo, que no para la madre,
que sabe que un ser independiente. Lo aclaro porque en el caso de la mamá, lo normal es
que esté en un estado de “ enamoramiento del bebé” pero de forma pasajera, reconociendo
quién es ella y quién es el bebé. Ya que en algún momento tendrán que separarse.
Cuando hay patología en la madre ( psicosis puerperal) la mamá llega a pensar que forma
un todo con el bebé, que este le pertenece, a modo apéndice, como si fuera una parte suya.
O puede ocurrir todo lo contrario, que la madre no pueda ilusionarse con él e investirlo
emocionalmente. Y por tanto, no solo no lo cuida; sino que se desentiende, y lo abandona
psíquicamente. Incluso hay mamás que están con sus bebés físicamente pero de forma
operatoria, porque sus mentes no están allí, están desconectadas.
Por eso, estos primeros momentos “de conexión” son tan importantes. Y es necesario que
se den, y si cuesta, habrá que ayudar a la madre a crear las mejores condiciones para que
entre ambos se dé esta primera conexión total . Tanto en el Hospital como en los primeros
meses de vida del bebé.
Estos intercambios cotidianos son la base de lo que va a constituir el mundo psíquico del
niño. Entiendo que hablo desde las mejores condiciones, no de casos particulares, que
veremos en algún otro capítulo.
Aclaro que si la madre no puede hacer esta función, se entiende que hay alguien que pueda
ejercer esa primera función materna. ( un enfermero, abuela, padre, cuidadora….) Y cuando
hablo de padre, también puedo ampliar el concepto y hablar de función paterna.
Por otra parte, el ambiente o entorno juega un papel fundamental también, porque según
quién rodee a la madre o según hayan sido las condiciones del parto, la madre puede estar
más ansiosa o estimulada ; o por el contrario puede sentirse muy sola, cansada o deprimida
en el encuentro con el bebé. Y dependiendo de esto reaccionará de una u otra manera.
¿Qué sucede cuando la distancia que hay entre el bebé imaginario y el real es muy grande?
Que se crearán desilusiones y múltiples angustias que formarán ese psiquismo primitivo.
Hoy en día, estamos todos los clínicos de acuerdo con él, porque no se puede concebir la
existencia del bebé como “sujeto” sin la madre, en su sentido más amplio, ya que es ésta, la
que lo rescata de su condición primaria de cachorro humano, de animalito, para
convertirlo en sujeto psíquico.
Decía antes que el bebé no está pasivo frente a los cambios psicológicos de la madre, y él
también puede influir con sus actitudes en los adultos, ya que posee su propia
individualidad, su propia energía, su propia carga genética.
Podríamos pensar, que en el momento en que esa sincronía en la relación madre-bebé se
rompe, se crea un estado de ansiedad y/o trauma que ya veremos como se resuelve.
Yo digo siempre que la primera función del padre, importantísima en estos momentos, es
atender en lo posible a la madre para que ella se puede ocupar del bebé, en plenas
condiciones. Eso no significa solo mimarla y atenderla “funcionalmente”, sino crear las
condiciones necesarias para que estén ambos tranquilos emocionalmente.
Si nos vamos al terreno, es el padre quien tiene que ocuparse de las visitas, y de todo lo
familiar-hospitalario. Y poner límites a los otros, para que madre y bebé estén en un
equilibrio estable.
Por otra parte, los psicoanalistas sabemos muy bien que en la cabeza de la mamá no hay
solo un amor absoluto y puro hacia el bebé, también ella tiene sentimientos encontrados. Y
aparecen en forma de preocupaciones como “¿¿¿ sufriré en el parto, el bebé nacerá bien,
dormirá, me dejará dormir y si llora???”…
Hay madres, que en ese momento, experimentan sentimientos de vacío, otras de absoluta
completud. El caso es que no todas lo pasan de la misma manera, dependerá de cómo esté
constituido su propio psiquismo, cómo sea su relación con el psiquismo del padre y con lo
transgeneracional ( con su propia madre). Y de muchas más variables que aparentemente no
están a la vista.
Al no nombrar mucho al padre, parece que no hubiera entrado aún en escena , o que lo deje
fuera intencionadamente . Pero si no hablo de él, no es porque no esté. No lo hago porque
quiero mostrar muy bien, el grado de relación fusional que se da entre la madre e hijo. Pero
es evidente que él está. Está implícitamente en la función parental. No solo desde la función
biológica de haberlo engendrado , sino que va mucho más allá.
Podemos afirmar que la relación madre-hijo-padre es decir la triangularidad viene dada
desde los comienzos (complejo de Edipo). Y es la madre, por así decirlo, la que puede
introducir al padre en esa relación dándole un “lugar” o dejarlo excluido .
Os daré algún ejemplo que en la clínica podemos observar y que sabemos que tiene que ver
con problemas en estos primeros momentos. Y que influyen, por otra parte, en la
constitución del psiquismo.
1) Cuando la madre está demasiado pegada al niño y no le deja “ser” psíquicamente, como
un ser independiente. Atrapándolo y taponando todo deseo que no parta de ella misma. No
dejando posibilidad al niño a decir que “no” diferenciándose de ella. -Algo básico para que
sea sujeto y no “objeto” en las relaciones-. En estos casos lo que vemos son múltiples
síntomas psicosomáticos en el bebé, como trastornos del sueño, de alimentación o algún
trastorno funcional…
“Cerrar la boca para comer es el primer paso para decirle a la mamá, esta boca es mía”.
Cuando vemos esta fusión total, el padre parece no existir en la escena. Algo tan importante
para que se constituya lo que llamamos la triangulación edípica.
2) En el lado opuesto, están las madres que no pueden crear esa primera ilusión de fusión
con sus hijos, y no les pueden atender, quizá porque están deprimidas o porque su deseo
está en el orden de otras cosas. Y vemos niños con problemas muy concretos que
enmascaran un fondo depresivo, un abandono emocional. Muchos de estos niños presentan
una pseudomadurez, adaptándose a las exigencias de la realidad (en soledad). Y al tiempo
ese falso self. que han creado se desmorona mostrando su verdadera fragilidad .
Conclusión :
El niño tiene que poder identificarse ilusoriamente con una madre que le colme todos sus
deseos, que lo mantenga y lo sostenga en su psiquismo a través de sus cuidados,
pensamientos y emociones que reafirmen su narcisismo, para después, junto con el padre,
ayudarle a desilusionarse poco a poco. Y hacerlo sentir como un otro diferente. Esto le
ayudará a poder identificarse con otr@/@s.
Algo que se ve mucho ahora, es a padres que intervienen demasiado en estos cuidados,
ejerciendo más bien una función nutricia materna. Volviéndose el doble de la madre, más
que ejerciendo la función paterna propia. Y las dos funciones son importantes. Así que, hay
que ser consciente de ello y compensar .
Lo interesante a tener en cuenta, cuando pensamos en el rol paterno, será más que su
presencia física, el lugar que él ocupa en los intereses afectivos de la madre. El padre tiene
que ser no sólo el representante de la ley, en términos psicoanalíticos, sino también objeto
de deseo de la madre.
Con todo esto presente, trabajamos en nuestras consultas, teniendo en cuenta no sólo el
complejo mundo interno de nuestro paciente, sino también, el mundo interno de los padres.
Nuestro encuadre, nuestra forma de trabajar posibilita un espacio común para que varios
discursos puedan ser escuchados.
Esto no significa que en el trabajo con niños, no les demos un lugar propio, único; sino
que en nuestro esquema de pensamiento, tenemos que tener lugar en nuestra mente para
que estos discursos puedan circular, porque éstos nos enseñaran los caminos perdidos que
le ayudaran al niño a entender su sufrimiento y a ocuparse de él.
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Gisela Renes