1. Clara afirmación de la espiritualidad del hombre y de su puesto privilegiado en el
cosmos. “Esta posibilidad de tomar distancia frente a sí y frente a las cosas lo distingue del animal que vive sumergido en las exigencias perentorias del instinto” (p.21). “La posible continuidad de sangre que hay entre la bestia y el hombre jamás llegará a superar la esencial discontinuidad metafísica existente entre el espíritu y la sangre” (p.36). “La vocación es la categoría fundamental que separa el comportamiento global del animal y el comportamiento global humano” (p.111). “Desde el momento en que el futuro no está prefijado y predeterminado totalmente en sus tendencias inferiores, el hombre necesita construirse su existencia concreta (...) su humanidad personal debe ser conquistada. No se le da la humanidad como se le da la animalidad a la bestia” (p.22). 2. El espíritu es lo más vital. La inteligencia no es una potencia fría. La voluntad no es ciega, es racional. “El espíritu es lo más poderoso (...) Todas estas poderosas realidades (la materia, lo técnico-automático, lo económico, la sangre, el instinto) no están llamadas a regir sino a ser regidas desde una más potente interioridad espiritual” (p.34). “El intelecto es vida; más aún, es la más alta expresión de la vida humana en general. Es la facultad del ser. (...) En la inteligencia arraiga una tendencia fundamental, a saber, la voluntad. Esta presencia del ojo intelectual en la inmanencia del proceso volitivo, hace que éste sea un proceso libre. La inteligencia (...) desde el momento en que es una facultad abierta a la totalidad de lo real posibilita a la voluntad la opción entre los distintos bienes que se le ofrecen” (p.103). 3. Buena concepción de la libertad. Distinción libertad de y libertad para. La libertad tiene estos dos aspectos. El primero implica indeterminación respecto de los bienes, y esto se da cuando hay mayor vida inmanente y mayor espontaneidad. “La espontaneidad exige como lógico correlato la independencia. A medida que aumenta la espontaneidad en el obrar, tanto más capacitado se halla un ser para independizarse del medio y organizar desde sí sus operaciones. (...) El primer momento significa ser libre frente a la coacción exterior material y social, y frente a la coacción interior del instinto, la pasión o el lastre de la rutina. La libertad (...) exige una desvinculación como presupuesto de su momento positivo” (p.113). El segundo aspecto es la autodeterminación a los bienes. “Esta etapa de independencia está toda ella dirigida al momento perfectivo y realizador, a saber, la libertad para“ (p.113). “El momento previo por el que me experimento desatado de las coacciones (...) me lleva a una nueva atadura perfeccionadora y realizadora” (p.114). 4. Teoría de los estratos. El hombre como unitas multiplex, un todo con partes jerarquizadas. Hay tres estratos: estrato somático (herencia, sexo, sistema nervioso, sistema endocrino, identidad física y estructuración morfológica), estrato psíquico (imágenes, recuerdos, instintos, emociones, sensaciones, percepciones, tendencias y afectos) y estrato espiritual (factores intelectivos, factores volitivos). Hay en ellos una jerarquización. El estrato espiritual rige y el estrato psíquico y somático obedecen. Pero para ello es necesario un ideal poderoso (en el orden espiritual) que con su fuerza atractiva convoque a la totalidad del ser humano. Los factores orgánicos y psíquicos integran profundamente la personalidad. Pero no son ellos determinantes de la personalidad. “En la medida en que el hombre no logre centrar su vida en torno al eje del ideal, los otros factores comienzan a adueñarse de la conducción del psiquismo” (p.82). Hay, tanto en el estrato somático como en el psíquico, una cierta indeterminación que aguarda ser informada, ordenada, conducida por el espíritu (El ejemplo clásico que propone Aristóteles es el de la indeterminación de la mano del hombre). “La teleología más profunda de los poderes inferiores no se agota dentro del área operacional específica sino que se dirigen más allá de sí mismas, pues ellas son por naturaleza para las superiores. (...) Se trata de una colaboración interior de lo afectivo con los fines del espíritu” (p.92-93). Héctor Mandrioni toma de Santo Tomás (De verit. Q.25, a.4) las tres formas de ordenación que impone el espíritu a las tendencias inferiores. 1) Represión (la más básica, simplemente no efectuar la operación) 2) Cautivación (la inteligencia puede dirigir las imágenes y así puede cautivar la afectividad proponiendo imágenes adecuadas a la finalidad racional) 3) Atracción (el apetito sensible concupiscible e irascible sigue, acompaña el movimiento de la voluntad, cuando el movimiento de la voluntad es intenso en su intencionalidad hacia algo). Por ejemplo, quiero adelgazar para mi casamiento: es tanto mi deseo que ni siquiera me dan ganas de comer. 5. Prioridad de la interioridad sobre la exterioridad. “Lo más profundo no está en las cosas de la naturaleza sino en el espíritu del hombre (...) Cuanto más alta es la vida, tanto más su término queda en el interior del viviente. (...) La interioridad es la raíz de todos nuestros gestos exteriores” (p.34). “En la interioridad espiritual radica lo decisivo (...) por eso el secreto y la soledad suelen ser el clima que rodean las decisiones más hondas del hombre (...) Esta soledad ante Dios es lo que lo hace único ante frente a la masa y el número” (p.37) Movimiento plotiniano y agustiniense “hacia adentro y hacia arriba”, “hacia afuera y hacia abajo”. 6. El hombre es naturalmente metafísico y religioso. “Si el mundo es sentido hoy como algo inhóspito, si el hombre contemporáneo se experimenta en su interior como solitario y desamparado, se debe a ese vacío metafísico-religioso que ha caído sobre la humanidad occidental” (p.31). 7. El hombre es esencialmente relacional. “La creatura humana es un ser esencialmente vinculado y sólo gracias a estas nativas vinculaciones es como llegará a su perfeccionamiento. (...) El hombre mónada cerrada, tal como lo entendiera, por ejemplo, Leibniz, ha cedido su lugar a la existencia humana entendida como una red de relaciones. (...) Se comprueba la necesidad del otro para poder desplegar el espíritu” (p.47). 8. Concepción de la persona. “La llama por su nombre: ¡Violaine! Es su nombre, es la palabra que la define y que responde al ser mismo de la creatura humana, es Dios que la convoca. (...) Ese verbo exterior no es más que la exteriorización de aquel verbo interior, de aquella palabra esencial que la constituye como persona.(...) Persona es todo el hombre, pero sobre todo el hombre con esa determinada y especial relación con lo divino: sólo se es persona ante Dios, y la vocación es la que define esa peculiar manera de hallarse vinculado a Él, a través de la tarea singular encomendada” (p.65). “Pero el hombre, por el contrario, a diferencia del animal, está llamado a ser algo más que el género: es una individualidad hecha para ser espíritu” (p.121). Persona dice más el esse que la esencia. La persona se mueve, para Mandrioni, en estos dos órdenes: el de la universalidad y en el de la unicidad. “Por la libertad el hombre elige en el seno de lo universal aquella perspectiva que para él es única” (p.123). “La existencia, en el hombre precede a la esencia (cita de L.Lavelle)” (p.136). El hombre debe “inventar” su esencia individual (término de Mandrioni), es decir, sería aquello que uno más propiamente es. Si lo quisiéramos expresar en vocabulario más preciso, podríamos decir que la esencia individual es el ser propio, el ser del ente personal. Debo descubrir -no aquello genérico común a todos los hombres- sino aquello único, aquello que realiza, perfecciona mi propia realidad. Por ejemplo, Sócrates debe buscar su “socrateidad”, aquello que lo realiza a él y únicamente a él (de más está decir que esta entificación sucede siempre en el orden de la naturaleza humana; no se trata de negar la “esencia hombre” ni que haya bienes que se corresponden con ella, sino tan sólo destacar la prioridad del ser en la persona. La persona, por la intensidad de su ser (debida a la amplitud de su esencia) no dice in recto la esencia sino el esse. Y, por este ser suyo, la persona es la más única, el ente más singular. Este es el fundamento de la vocación. El bien que la persona debe conseguir, su camino de vida entificante, perfeccionante debe ser único, propio de cada ente personal, estrictamente singular). 9. El hombre como ens naturale y ens spirituale (p.134). El hombre como ens naturale y ser habitante de una esfera cósmico-material, está sujeto a las inexorables vicisitudes de las cosas: está sujeto al destino. Pero en tanto ens spirituale, el hombre está destinado necesariamente al fin último, a saber, el Bien Supremo. “La naturaleza humana es un necesario, indefectible y perenne tender a la felicidad” (p.134). La vocación, por esto, se mueve justamente entre medio de estas dos determinaciones que tiene el hombre. “Entre estos dos fines abarcadores se encuentra la libertad del hombre, ejercida sobre los bienes particulares, que son como escalones que llevan al fin último y por ende al Bien Supremo, fundamento de la felicidad” (p. 135).