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Amnis

Revue de civilisation contemporaine Europes/Amériques

2 | 2011
Memorias de la Guerra Civil española: transmisión, reapropiación y uso, Europa-América Latina
La permanencia de las memorias del conflicto: un compromiso contra el olvido

Memoria de la Guerra Civil e identidades femeninas


1
antifranquistas
ANA AGUADO

Texte intégral

A modo de introducción
1 La historia y la memoria difícilmente pueden separarse o desvincularse al abordar el estudio de la Guerra Civil, de la dictadura y de la
represión franquista, particularmente por lo que respecta a las mujeres como sujetos históricos y a su relación con el binomio represión-
resistencia. Su estudio es un proceso abierto, desarrollado en trabajos que son ya referentes.2 Especialmente, en aquellos aspectos que,
incorporando la perspectiva de género, posibilitan una explicación más compleja de la historia de la Guerra Civil, de la represión y de la
resistencia al franquismo.
2  La reflexión sobre las relaciones entre identidades de género, historia y memoria, es un tema pendiente en el conjunto de debates que
se han desarrollado sobre memoria histórica y memoria colectiva. Está pendiente el desarrollo de una memoria sin exclusiones para una /
historia crítica, desde una perspectiva tanto histórica como política, pues la memoria es siempre una construcción política, con una
existencia simbólica3. Está pendiente también conjugar la memoria individual y colectiva -la pluralidad de memorias- con la exigencia de
un saber crítico, a partir de memorias subalternas o subordinadas, frente a una única «memoria histórica» que puede convertirse
instrumento de poder.4 Entre estas memorias se encuentran las memorias femeninas de la guerra y de la posguerra, y su función como
instrumentos de construcción de identidades femeninas en la resistencia antifranquista.5
3 La reconstrucción del protagonismo de las mujeres republicanas durante la Guerra Civil y la posguerra ha ido adquiriendo relevancia
historiográfica.6, partiendo inicialmente de fuentes biográficas escritas y orales, memorias, diarios. Estos materiales constituyen una
fuente histórica privilegiada -junto a muchas otras- para el análisis de las experiencias de las mujeres en la guerra. Aunque en ocasiones
proporcionen una visión especular respecto a los discursos políticos del momento, muestran la necesidad de analizar las experiencias
femeninas silenciadas no sólo durante el régimen franquista, sino también en la transición democrática, e incluso por parte de la
historiografía especializada.7
4 Entre las definiciones del término «memoria» hay dos particularmente útiles para analizar la memoria femenina de la guerra y su
papel en la formación de las identidades de género. Por un lado, la que entiende que la memoria se constituye a través de la proyección y
el recuerdo de la experiencia individual, y que es -como se ha dicho a menudo- selectiva y generadora de elementos identitarios en el
presente. Por otro lado, la que hace referencia al proceso de apropiación y reconocimiento colectivo de distintas memorias, y, a la vez, de
todo lo que da sentido público a estas experiencias en un período histórico. Y que no puede entenderse como la suma de memorias
individuales.8 La diferencia entre estos dos significados es evidente: el primero alude al recuerdo selectivo y reordenado de lo vivido, y el
segundo se refiere a una creación social que incluye mecanismos de reordenación y apropiación.
5 Partiendo de estos presupuestos, las memorias, las autobiografías o las historias de vida han abierto nuevas posibilidades de acceso a
nuevos sujetos históricos, y a problemáticas históricas poco valoradas tradicionalmente, o poco presentes en las fuentes históricas más
clásicas: a lo cualitativo, a la experiencia humana, lo definido como «lo excepcional normal». Por otro lado, al estudio de «nuevos
sujetos» o de perspectivas históricas vinculadas a la historia cultural o a la historia de las mujeres y del género.

Las palabras de la memoria: subjetividad y memoria femenina


6 En las metodologías en las que lo cualitativo y la experiencia se convierten en ejes, se hace particularmente necesaria la utilización de
fuentes -escritas u orales- en las que el sujeto «toma la palabra». Desde la historia del género concretamente, la recuperación del
«nombre de los sujetos» se ha planteado como algo muy diferente al individualismo metodológico,9 como un espacio privilegiado, a
partir de las perspectivas abiertas por la nueva historia social o la historia cultural. Esto es así sobre todo para el análisis de las formas en
que un determinado contexto histórico y discursivo ha significado y modulado experiencias femeninas para conformar una identidad
común, como «mujeres». Así, interesa analizar las experiencias y las historias de vida de mujeres cuya identidad se ha construido, como
resultado de este proceso de significación, en y desde culturas políticas de izquierda, y más específicamente, desde las culturas políticas
antifranquistas. Con una doble invisibilidad por su situación subordinada culturalmente y por su condición de militantes «secundarias».
Y en consecuencia, con una historia escasamente presente en los «grandes relatos» del franquismo.
7   Por todo ello, los testimonios memorialísticos son fuentes necesarias para estudiar la formación de las identidades de género en
mujeres que vivieron la guerra, la resistencia antifranquista y la represión. Que desarrollaron prácticas en las que se entrelaza cultura
política, referentes ideológicos y trayectorias de vida de mujeres «rojas», de mujeres republicanas que vivieron la guerra y que fueron
represaliadas, encarceladas o exiliadas por la dictadura.10 Sus testimonios muestran no sólo acontecimientos que pueden ser ya
conocidos, sino primordialmente la percepción y la experiencia de los mismos, el significado del recuerdo y también del olvido. Sus
pensamientos, sus sentimientos y su capacidad de acción social.11 Muestran la interrelación entre los momentos históricos –la guerra, la
/
postguerra, la represión-, y las formas en que han sido vividos desde su identidad. Frente a modelos biográficos basados en nociones
como coherencia o linealidad, se muestran –afortunadamente- llenos de silencios, de contradicciones, de aceptaciones, resistencias,
renuncias o rebeldías a los diferentes condicionamientos y contextos.
8 El concepto historia de vida conlleva la voluntad por parte de la persona estudiada –y por quien la estudia- de dotar de significado la
experiencia individual. De contextualizarla de forma útil para el conocimiento crítico histórico.12 Y por esto, la utilización del enfoque
cualitativo, sea en forma de memorias, biografías o historias de vida, ha de someterse a las mismas precauciones y cuidados
metodológicos que el resto de fuentes. En los testimonios memorialísticos de mujeres pertenecientes a las culturas políticas
antifranquistas se encuentran posibilidades hermenéuticas vinculadas a la microhistoria. Para la microhistoria, biografías, memorias y
testimonios proporcionan la capacidad de reconocer en cada vida individual un valor interpretativo propio.
9 Desde la reflexión sobre culturas políticas e identidades de género, lo más relevante para su análisis no es tanto la experiencia de lo
individual que se encuentra habitualmente en los enfoques biográficos, pues las biografías pueden conceder demasiada importancia a las
circunstancias particulares reforzando la idea de que la acción es expresión de una voluntad autónoma, más que efecto de un proceso
histórico que construye a los sujetos.13 Lo más relevante en las historias de vida de mujeres es el cercamiento a las formas culturales en
que ha sido construida su identidad, conformada por el contexto histórico. El acercamiento a los lenguajes y experiencias femeninas de la
guerra y de la resistencia antifranquista. La aproximación a partir de la utilización de las memorias femeninas, no como elementos
discursivos particulares, sino como territorios en los que se ordena la experiencia histórica, entendiéndola como los significados que los
sujetos dan a la realidad en función de las categorías discursivas de que disponen. En este caso, desde las significaciones culturales
construidas en el franquismo.
10 A partir de estos planteamientos metodológicos, con la articulación entre historia y recuerdo selectivo, entre representación y
autorepresentación, y también, entre silencio y olvido, que constituyen la otra cara del recuerdo, hemos analizado testimonios de mujeres
con un activismo político directo en Valencia durante la guerra y la posguerra. Entre otras, Alejandra Soler,14 militante comunista
exiliada; Remedios Montero,15 guerrillera de la Agrupación Guerrillera de Levante; Pilar Soler, de la Agrupación de Mujeres
Antifascistas; o Guillermina Medrano, primera mujer concejal del Ayuntamiento de Valencia y militante de Izquierda Republicana.16

Prácticas y representaciones femeninas en la guerra civil


11 La cultura política de estas mujeres conforma su percepción de los hechos, y también se proyecta en sus conductas, en sus prácticas de
vida, en sus valores, y en sus formas de entender los vínculos políticos, familiares o sociales en que han sido construidas como mujeres en
función de las posibilidades históricas del momento.17 En concreto, la Guerra Civil fue un punto de inflexión con relación a la presencia
de las mujeres en la esfera pública, pero a la vez un paréntesis. El estudio de las transformaciones, continuidades y cambios producidos
durante la guerra implica analizar las formas en que se redefinió, tanto real como simbólicamente, la relación femenino-masculino: la
guerra actuó «acelerando el tiempo histórico» en lo privado y en lo público. Tanto por la ruptura de la cotidianidad como por los cambios
revolucionarios, se modificaron actitudes, costumbres, y normas en el territorio republicano, acompañadas de la incorporación de las
mujeres a la esfera pública, a la política y al trabajo remunerado.
12 La Guerra Civil posibilitó también el aumento de la politización y la extensión de las organizaciones femeninas, como la Agrupación de
Mujeres Antifascistas (AMA) o Mujeres Libres.18 La opción de luchar por la República contra el fascismo significó así para muchas
mujeres la defensa de un estatus político recién conquistado, pero a la vez, una ocasión para redefinir su identidad. Con la propagación
del icono de la «nueva mujer», de la luchadora antifascista, o de la miliciana representada inicialmente en la cartelística, cambiaron las
imágenes y representaciones femeninas: la «nueva mujer» incorporaba referentes emancipadores de la mujer republicana -en oposición
a la «mujer nueva» franquista-, simbolizada en el icono de la miliciana.19 El icono de la nueva mujer mostraba así a las mujeres
/
«metamorfoseadas», ante las cuales se evidenciaban las dificultades culturales masculinas para aceptar los cambios y la remodelación de
la identidad de las mujeres.
13 Sin embargo, los mensajes transmitidos en la cartelística y en las representaciones iconográficas, fueron evolucionando desde las
imágenes novedosas de la feminidad a las de la «madre combativa». Un cambio simbólico con consecuencias contradictorias para los
distintos modelos femeninos, más allá de la dialéctica discriminación/ emancipación. Sus mensajes armonizan el modelo de la mujer-
madre, la función doméstica y maternal, con la presencia femenina en la producción económica como principal mano de obra. Esta
incorporación de las mujeres al trabajo remunerado por necesidades bélicas potenció en los discursos republicanos la exaltación de una
específica «heroicidad femenina» en la retaguardia. De tal forma que la contribución femenina al esfuerzo bélico, manteniendo la
economía, legitimó la demanda de derechos de las mujeres como ciudadanas.
14 Y desde esta contribución femenina se desarrolla en la guerra un nuevo concepto de maternidad: la «maternidad social». Por tanto, la
guerra implicó también la permanencia de modelos de género tradicionales, con la reivindicación y la valoración de las funciones
maternales femeninas. Con la «maternidad social», su significado se amplió al conjunto de la sociedad, más allá de la propia casa, a
través de la readaptación del modelo de feminidad tradicional a las nuevas circunstancias de la guerra. Con la guerra las mujeres fueron
«más madres» que nunca.
15 Así, junto a la mujer nueva, reconversión en clave obrera de la «garçonne»de los años veinte, acabó reapareciendo –si es que alguna
vez había dejado de estar presente- el modelo de la mujer madre, obligada por las urgentes necesidades económicas de la guerra a ocupar
espacios anteriormente masculinos. De esta manera, a pesar de la presencia femenina en el espacio público, tanto en la retaguardia como
en el frente ni siquiera en los momentos de mayor radicalización se logró una ruptura profunda en los modelos de género. Así lo reflejan
las palabras de esta miliciana incorporada a la columna del POUM dirigida por Mika Etchébéhére: «Yo no he venido al frente para morir
por la revolución con un trapo de cocina en la mano».20
16 Por otro lado, en este período el concepto «republicanas» se ampliaría, escondiendo la pluralidad política existente. Este proceso fue
paralelo a la sustitución en el discurso político de la guerra de la República por el antifascismo, y se mantendría posteriormente en el
antifranquismo. Porque entre 1931 y 1936 el referente inmediato de la República fue Francia, pero durante la guerra la ayuda soviética
potenció el referente de la URSS.21 En este contexto, las «republicanas» pasaron a ser conocidas como «rojas» y «antifascistas». Este
cambio obedece también a la polarización política, con el debilitamiento de los partidos republicanos a favor de opciones más radicales
de izquierda. Pero además, la resistencia fue protagonizada fundamentalmente por socialistas, comunistas y anarquistas. Se produjo así
en el imaginario colectivo una progresiva fusión de tendencias fieles a la legalidad republicana, que se prolongó y se fijó en la memoria
colectiva. Proceso debido también a la propaganda franquista, que uniformizó a todas las «rojas» republicanas bajo la óptica del
anticomunismo.
17 Partiendo de este contexto, los elementos más significativos de la conciencia femenina/feminista en las culturas políticas republicanas
durante la guerra pueden analizarse no sólo desde la memoria de la misma reelaborada desde el exilio,22 sino desde el desarrollo de
genealogías femeninas. Desde la evolución de su identidad republicana a partir de sus experiencias de la guerra y la inmediata posguerra.
Y cómo esta experiencia pasó a formar parte de su «estructura del sentir» en término de R. Williams.23 Los nuevos lenguajes y prácticas
desarrollados por estas mujeres modificaron los modelos hegemónicos de feminidad o de masculinidad.
18 Son estos elementos los que explican las posteriores identidades de género en las culturas políticas antifranquistas, pues su experiencia
se alimentó a su vez de la experiencia de aquellas jóvenes republicanas que las habían precedido. Así, eran republicanas, socialistas,
comunistas, identificadas con un determinado proyecto político republicano. Feministas que consideran prioritario ganar la guerra, pero
que desarrollaron en este contexto una fuerte conciencia femenina desde diferentes procedencias políticas. Esta pluralidad política
rompe con estereotipos, ofreciendo una visión compleja de las relaciones entre mujeres, guerra, republicanismo y antifascismo.
19 En su construcción identitaria es clave la equiparación del trabajo de retaguardia –en la producción, en la asistencia, en el cuidado, en
la maternidad social, en la militancia- con el trabajo de primera línea.La excepcionalidad de su protagonismo está determinada por una
/
situación histórica como la guerra, en la que las mujeres muestran un potencial que favorece la desarticulación del esquema simbólico y
cultural tradicional de relaciones de género. Este cambio se percibe también en la dificultad masculina de conceptualizar –incluso
lingüísticamente- un modelo tan radical e insólito como el de la mujer protagonista en la guerra, o simplemente, protagonista en el
espacio público; y de relacionarse con las mujeres como compañeras en ese espacio público/político.
20 En definitiva, a lo largo de las experiencias femeninas de las mujeres republicanas durante la Guerra Civil se fue construyendo una
identidad relacionada con un protagonismo político, con demandas igualitarias, en el que confluyen múltiples dimensiones. Entre ellas,
cuestiones como los afectos familiares, el entorno existencial, la posibilidad de participar de las responsabilidades políticas y económicas
que había proporcionado la República. Y también, la remodelación de valores tradicionales, e incluso lo doméstico, si a las prácticas
domésticas se les asigna el sentido de «cualidades desarrolladas en el ámbito del gobierno de lo privado, pero capaces de penetrar en lo
público».24

Las otras heroínas


21 Las memorias y los testimonios permiten analizar este proceso de formación de identidades de género en el contexto de la guerra y del
primer franquismo, y entre los ejemplos de esta memoria femenina se encuentran los testimonios de dos mujeres antifranquistas con un
marcado activismo político durante la Guerra Civil: Guillermina Medrano, militante de Izquierda Republicana y primera mujer concejal
del Ayuntamiento de Valencia, y Alejandra Soler, miembro del Partido Comunista en Valencia y militante de la Federación Universitaria
Escolar (F.U.E.). Sus trayectorias vitales, a pesar de tener itinerarios distintos, tienen muchos elementos comunes relativos a la
construcción identitaria: el referente de la República como espacio utópico y a la vez real de emancipación colectiva, y como el más
potente referente identitario, que conforma su identidad política.
22 Los recuerdos de Guillermina Medrano, primera mujer concejal del Ayuntamiento de Valencia,25 ponen de manifiesto aspectos como el
mantenimiento en la guerra de asimetrías de género en el seno del republicanismo. Guillermina fue concejal entre 1936 y 1939 por
Izquierda Republicana. Nació en 1913 en el seno de una familia de tradición republicana y socialista, y ejerció como maestra formada en
la pedagogía de la Institución Libre de Enseñanza. Fue una de las mujeres mejor preparadas intelectualmente del republicanismo
valenciano. Durante la guerra se hizo cargo de la «Casa de la Infancia Giner de los Ríos», dependiente del Tribunal Tutelar de Menores
de Valencia.26 En 1938 marchó a París a representar a las Juventudes de Izquierda Republicana en la Alianza Juvenil Antifascista.
Cuando acabó la guerra se exilió primero a la República Dominicana, después a México, y finalmente a Estados Unidos. Su cultura
republicana y su conciencia femenina se concretaron en prácticas de vida desde la niñez que conformaron su identidad, como se
desprende de sus testimonios:

«De niña, yo bajaba a la calle en Carnaval con el gorro frigio y una bandera republicana, y las niñas me preguntaban: ¿De qué vas
vestida? Y yo contestaba: De República

Mi generación leyó mucho. A partir de los doce años, mi tío me ponía el periódico en las manos, el Mercantil Valenciano.

Participé en mítines desde 1933. En mi partido descubrieron que yo podía hablar en los pueblos, y cómo no había muchas mujeres para ir
a los pueblos a hablar, lo tuve que hacer yo.

Mi primer discurso y único en el Ayuntamiento de Valencia –porque el franquismo no permitió que hiciera más- fue decir que yo estaba
allí representando a las mujeres valencianas, y que yo iba a defender a las mujeres valencianas y a los niños.»27

23 Guillermina recordaba el trato escasamente igualitario de dirigentes políticos como el propio presidente Azaña, ante la presencia
femenina en la política. Así, en sus recuerdos sobre el discurso que Manuel Azaña pronunció en el Ayuntamiento de Valencia el 21 de
/
enero de 1937, relata el siguiente episodio:

«…Cuando el alcalde, Cano Coloma, me hizo el honor de presentarme como la única mujer concejal del Ayuntamiento y miembro
destacado de nuestras juventudes de Izquierda Republicana, don Manuel, que no creo que fuera uno de los paladines de la emancipación
de la mujer, me dio ligeramente la mano, mi miró a través de sus gafas midiendo seguramente mi pequeñez y mi juventud…y sin más
comentarios me volvió la espalda para conversar con Largo Caballero y Rafael Supervía, que sería mi compañero durante todos los años
de nuestro exilio.»28

24 Por su parte, la biografía de Alejandra Soler muestra su enorme activismo político y su «agencia» femenina a lo largo de toda una vida
en el seno de la cultura comunista. Una vida con recuerdos desde el final de la dictadura de Primo de Rivera hasta su regreso a España
desde el exilio en la Unión Soviética a comienzos de los años setenta.29 Alejandra nació en Valencia en 1913. Durante el Bienio Negro
ingresó en las Juventudes Comunistas y fue miembro del comité provincial del Partido Comunista. Licenciada en Filosofía y Letras, fue
profesora de historia en el instituto de Tarrasa durante la guerra, a la vez que trabajó en tareas políticas, en campañas de alfabetización y
en la Ayuda al Frente.
25 Finalizada la guerra se exilió primero a Francia junto a su marido, el periodista Arnaldo Azzati. Estuvo en el campo de concentración
Le Pouliquen en Saint Nazaire. Su exilio continuó en la URSS, donde trabajó en Moscú como profesora de historia y de español en la
Escuela Superior de Diplomacia. Desde 1963 dirigió el Departamento de Lenguas Románicas de la Universidad de Moscú, y la edición de
diccionarios de ruso-español. Después de treinta y dos años de exilio regresó a Valencia en 1971. El activismo político de mujeres como
Alejandra Soler adoptó nuevas características identitarias durante la guerra y el exilio, como resultado de la interrelación entre su
militancia antifranquista y su activismo femenino.
26 Sus recuerdos son un observatorio privilegiado para el análisis de la construcción de una específica identidad de género, como
muestran, a modo de ejemplo, estas palabras:

«La llegada de la República a Valencia fue espectacular. Todo el mundo se lanzó a la calle. Yo estaba en el Partido Comunista cuando las
elecciones del Frente Popular. Íbamos a dar mítines dos mujeres y yo. Guillermina Medrano por Izquierda Republicana; Enriqueta Agut
por las Juventudes Socialistas Unificadas, y yo por el Partido Comunista. A mi me han llamado la mar de cosas, me llamaban la
«palometa del Front Popular».

En la guerra hubo un gran movimiento de trabajo de las mujeres. Mujeres Antifascistas existían ya. También estaban las mujeres
libertarias, muchísimas estuvieron como milicianas, más que Mujeres Antifascistas.

Yo daba clases y formaba parte de un organismo adscrito al gobierno, «Ayuda al Frente». Mi trabajo era hacer ropa, enseñar a la gente a
leer y a escribir.

Las mujeres estaban muy atrasadas. Eran el estrato de la sociedad más apartado del desarrollo. La Republica tuvo conciencia de su
marginación. La de las mujeres era otra guerra. Toda una serie de reivindicaciones que se nos debía. Porque las mujeres no eran siervas,
eran personas con derechos, y no habían conocido más que deberes.

En marzo del 38 hubo una semana que cada dos horas venían a bombardear. La gente estaba pendiente de los bombardeo El exilio fue
tremendo. Fue muy doloroso, el desgarramiento interno que uno siente cuando tiene que dejar su casa, su patria, todo a lo que está
acostumbrado, y piensa « ¿hasta cuándo?, ¿y qué va a pasar?».

 No hemos aprendido las lecciones de la historia que debiéramos sabernos de memoria, no hemos aprendido. Porque la Historia es una
gran maestra, y ¡ay de aquél que no sepa aprender las lecciones de la Historia!.»30

27 A partir de la adquisición de la igualdad política con la República, se produjo un salto cualitativo en la construcción de una específica
«identidad de género». Una identidad vinculada a loas culturas igualitarias, que se transmitió posteriormente al lenguaje de la
resistencia antifranquista. Particularmente a las mujeres que militaron desde su entorno familiar y doméstico, con prácticas domésticas /
con capacidad de repercutir en el espacio público.31 Las experiencias de las mujeres republicanas en el exilio muestran, desde una
enorme pluralidad política, la necesidad de cuestionar estereotipos masculinos de heroísmo y de resistencia, desde la puesta en valor de
las relaciones entre mujeres, guerra, antifascismo y resistencia.
28 El camino hacia la legitimación de la presencia femenina en el espacio público quedó truncado con la victoria franquista, cuando la
inflexión de la guerra permitía mostrar la relatividad de las construcciones simbólicas de género. Sin embargo, a lo largo del franquismo,
desde la diversidad de la herencia política republicana, las mujeres antifranquistas continuaron desarrollando identidades de género en
las culturas políticas de la clandestinidad, del exilio y de la oposición a la dictadura.

Memoria e identidades femeninas


29 Una última cuestión derivada de las memorias femeninas de la guerra y de la posguerra remite a la reflexión más amplia relativa a las
relaciones entre culturas políticas, identidades de género y genealogías femeninas. En el proceso de construcción de identidades de
género en las culturas políticas antifranquistas, las mujeres que participaron en la defensa de la República y en la resistencia y oposición
antifranquista, interpretaron su experiencia desde referentes culturales que incluían no sólo una dimensión política colectiva, sino
también una dimensión de «agencia» individual, de rebeldía y protagonismo personal. Estas mujeres actuaron como enlace generacional,
como herederas y transmisoras, entre las que participaron de las culturas políticas igualitarias, republicanas y socialistas, de los años
treinta, y las que participaron en la oposición en los años finales del franquismo, desarrollando culturas ya más específicamente
feministas en la transición a la democracia.32
30 Frente a la afirmación de que el franquismosignificó una ruptura total respecto a cualquier supervivencia de culturas u organizaciones
políticas existentes en la Segunda República, en lo relativo a las identidades de género existió una genealogía. Una línea de continuidad
desde las identidades construidas en la Segunda República y en la guerra, a partir de los significados discursivos republicanos,
igualitaristas y universalistas. Una identidad que se trasladaría en sus lenguajes, en sus referentes, en su militancia, en sus vínculos
familiares, en definitiva, en su memoria y en múltiples formas de herencia política -directa o indirecta- a las mujeres que vivieron en las
culturas políticas antifranquistas. Estas mujeres desarrollaron prácticas de vida desde su conciencia femenina, en el contexto de la
resistencia y oposición antifranquista, y desde los referentes discursivos disponibles; unos referentes que ellas contribuyeron a construir.
En este sentido, las identidades no «preexisten» a sus invocaciones políticas, sino que han sido construidas por ellas.
31 La represión condicionó la militancia, condicionó la lucha antifranquista, y concretamente, la experiencia femenina en la militancia
clandestina. Pero al mismo tiempo condicionó las formas en que se vivía y se percibía esa experiencia desde la identidad femenina,
subordinada también en las culturas de izquierda. Y condicionó también la percepción desde la identidad masculina, porque las
organizaciones antifranquistas, aunque mantuvieron teóricamente discursos igualitaristas, heredaron también prácticas desigualitarias
respecto a la presencia femenina en la política, a pesar de los discursos de reconocimiento de la «tarea-callada-e-imprescindible» de las
mujeres.
32 Esta específica identidad de género se transmitiría al lenguaje político de las mujeres que militaron en la resistencia y oposición al
franquismo. Las culturas políticas antifranquistas, herederas del anterior universalismo republicano –de los principios de igualdad,
libertad, ciudadanía- actuaron como referentes discursivos. Unos referentes que posibilitaron la existencia de una conciencia femenina
para las mujeres inmersas en la «cultura de los vencidos» desarrollada en contextos, públicos y también familiares, de clandestinidad, de
resistencia, de cárcel, de «mujeres de preso», en el activismo político o sindical. De esa lucha y de la experiencia femenina en la
militancia clandestina, interesa no sólo el relato de todas sus manifestaciones, sino sobre todo, cómo se percibía y se significaba esa
experiencia como mecanismo de conformación de la identidad femenina.

/
33 Lejos de la subalteridad que se les atribuye, las actividades y las prácticas políticas de las mujeres fueron esenciales para la misma
existencia de la resistencia antifranquista. En su condición de posibilidad, actuaron tanto los lenguajes políticos igualitarios como los
vínculos personales y familiares, de forma que lo político se convertía en personal. Estos lenguajes, igualitarios e identitarios -un
«nosotras» plural- permitieron a las mujeres, desde estas culturas políticas, desarrollar actuaciones y prácticas específicas, en lo público
y en lo privado, y dotarlas de un significado político transformador.
34 A modo de conclusión, estos elementos identitarios se reflejan y se sintetizan en estas palabras de Remedios Montero, en las que
legitima la acción política desde la rebeldía individual, y desde la herencia ideológica de la República como referente utópico de la
resistencia antifranquista: « ¿Ante tanta injusticia se podía dejar todo por miedo? Te daba más rabia y te trasmitía muchos más valor
para seguir adelante. Había que seguir adelante para volver a conquistar todos esos derechos que la República nos había dado por
una gran mayoría en las urnas.»33

Notes
1  Este trabajo participa del Proyecto I+D+I AR 2008-03970/HIST del Ministerio de Ciencia e Innovación.
2   Es un referente fundamental el trabajo pionero de Di Febo, Giuliana, Resistencia y movimiento de mujeres en España, Icaria, Barcelona, 1984.
También Mangini, Shirley, Recuerdos de la resistencia. La voz de las mujeres en la Guerra Civil española, Barcelona, Península, 1997. Vinyes, Ricard,
Irredentas. Las presas políticas y sus hijos en las cárceles franquistas, Temas de hoy. Historia, Madrid, 2002. Romeu, Fernanda, El silencio roto.
Mujeres contra el franquismo, Gráficas Summa, Oviedo, 1994. Hernández, Fernando, Mujeres encarceladas. La prisión de Ventas : de la República al
franquismo, Marcial Pons, Madrid, 2003. Cuevas, Tomasa, Testimonios de mujeres en las cárceles franquistas, Huesca, Instituto de Estudios
Altoaragoneses, 2004. Verdugo, Vicenta, «  Dones i represssió durant el franquisme  », Afers. La repressió franquista, 45, 2003. pp.  299-317. Yusta,
Mercedes, « Las mujeres en la resistencia antifranquista, un estado de la cuestión », Arenal., 12, nª 1, 2005, pp. 5-34. Una visión global en : Casanova,
J., Espinosa, J, Mir, C. y Moreno, F., Morir, matar, sobrevivir. La violencia en la dictadura de Franco, Crítica, Barcelona, 2002. También : Molinero, C.
Sala, M. y Sobrequés, J.(eds.), Una inmensa prisión. Los campos de concentracióny las prisiones durante la Guerra Civil y el franquismo, Crítica,
Barcelona, 2003.
3  Entre los coloquios sobre este tema : Memoria e identidades. VII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Santiago, Universidad de
Santiago, 2004. Las Fuentes Orales entre la Memoria y la Historia : La complementariedad con otras fuentes, Barco de Ávila, 2007.
4  Pérez Garzón, Juan Sisinio, « Una historia crítica para una historia sin exclusiones » en Gálvez, Sergio y Hernández, Fernando, Presas de Franco.
Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM), Madrid, 2007, pp. 25-27.
5  Llona, Miren, « Memoria e identidades. Balance y perspectivas de un nuevo enfoque historiográfico » en Borderías, Cristina (ed.), La historia de las
mujeres : perspectivas actuales, Icaria, Barcelona, 2009, pp. 355-390. p. 359.
6  Nash, Mary, Rojas. Las mujeres republicanas en la Guerra Civil, Taurus, Madrid, 1999.
7  Aróstegui, J. y Godicheau, F. (eds.), Guerra Civil. Mito y memoria, Marcial Pons, Madrid, 2006.
8  Tavera, Susana, « La memoria de las vencidas : política, género y exilio en la experiencia republicana », Ayer. República y republicanas en España,
60, 2005, pp. 197-224, p. 202. Halbwachs, S., La memoria colectiva, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2004. Del mismo autor Los marcos
sociales de la memoria (1925), Antrhopos, Barcelona, 2004.
9  Hernández Sandoica, Elena, Los caminos de la historia. Cuestiones de historiografía y método, Síntesis, Madrid, 1995.
10  Vinyes, R. : Irredentas. Las presas políticas y sus hijos en las cárceles franquistas. Temas de hoy. historia. Madrid : 2002, pp. , 58. El análisis sobre
esta investigación de Vallejo Nájera está también recogido en : Nadal, A, « Experiencias psíquicas sobre mujeres marxistas malagueñas. Málaga 1939 »,
en Las mujeres y la Guerra Civil Española. III Jornadas de estudios monográficos. Salamanca, octubre 1989. Ministerio de Asuntos Sociales. Instituto
de la Mujer, 1989, pp. 340-350.
11 Nash, Mary, « Dones i transició a Catalunya : memoria i vivències » en Rafael Aracil y Antoni Segura (ed.), Memoria de la Transició a Espanya i a
Catalunya. Sindicalisme, gènere i quesito nacional. vol. II, Edicions Universitat de Barcelona, Barcelona, Centre d´Estudis Històrics Internacionals,
2001, pp. 83- 103.
/
12  Hernández Sandoica, Elena, Los caminos de la historia, pp. 150-151.
13  Scott, Joan, « El eco de la fantasía : la historia y la construcción de la identidad », Ayer. Más allá de la historia social, 62, 2006, pp. 111-138.
14  Soler, Alejandra, La vida es un río caudaloso con peligrosos rápidos, Edición de la autora, Valencia, 2005.
15  Montero, Remedios, Historia de Celia. Recuerdos de una guerrillera antifascista, Railla, Valencia, 2004.
16  Serna, Justo y Pons, Anaclet, Cómo se escribe la microhistoria, Cátedra-Universidad de Valencia, Madrid, 2000.
17   Hernández Sandoica, Elena, «  Joan Scott y la historiografía actual  », en Cristina Borderías (ed.), Joan Scott y las políticas de la historia, Icaria,
Barcelona, 1996, pp. 259-283. p. 276.
18  Nash, Mary, Rojas. Las mujeres republicanas en la Guerra Civil, Taurus, Madrid, 1999.
19  Immagini nemiche. La guerra civiel spagnola e le sue rappresentazioni (1936-1939). Bologna, Compositori, 1999.
20  Echebéhére, Mika, Mi guerra de España, Barcelona, Plaza y Janés, 1987.
21  Prueba de la simpatía que despertó la URSS en los medios progresistas españoles, incluso antes de la guerra, fue la Asociación de Amigos de la Unión
Soviética, que contaba con mujeres como Victoria Kent o Clara Campoamor.
22  Tavera, Susana, « La memoria de las vencidas : política, género y exilio en la experiencia republicana », Ayer. República y republicanas en España,
60, 2005, pp. 197-224. Moreno, Mónica, « Republicanas y República en la Guerra Civil : encuentros y desencuentros », Ayer.República y republicanas
en España, 60, 2005, pp. 165-195.
23  Williams, Raymond, Marxismo y literatura, Península, Barcelona, 1980.
24  Gagliani, Dianella, « La guerra totale e civile : il contesto,la violenza e il modo della politica » en Donne, guerra, política. Esperienze e memorie della
Resistenza, CLUEB, Bologna, 2000.
25  Entrevista a Guillermina Medrano 25 octubre 2001. Exposición coordinada por Ana Aguado Dones del 36, Universidad de Valencia, Valencia, 2001.
26 Este centro durante la República se denominó Asilo de San Eugenio, y durante la guerra pasó a llamarse Casa de la Infancia Giner de los Ríos.
27  Entrevista a Guillermina Medrano, 25 Octubre 2001.
28 Ibid. También en Medrano, Guillermina, «  Rescatando el pasado  » en Nuevas raíces. Testimonios de mujeres españolas en el exilio, Editorial
Joaquín Mortiz/Grupo Editorial Planeta, México D.F., pp. 290-291.
29  Entrevista a Alejandra Soler, 14-7-2002.
30 Ibid.
31  Gagliani, Dianella, « La guerra totale e civile : il contesto, la violenza e il modo della politica », p. 41.
32   Yusta, Mercedes, «  Rebeldía individual, compromiso familiar, acción colectiva  : las mujeres en la resistencia al franquismo durante los años
cuarenta », en Historia del Presente, 4, 2004, pp. 63-92.
33  Entrevista a Remedios Montero, Valencia, 30 Octubre 2003.

Pour citer cet article


Référence électronique
Ana Aguado, « Memoria de la Guerra Civil e identidades femeninas antifranquistas », Amnis [En ligne], 2 | 2011, mis en ligne le 27 octobre 2011,
consulté le 21 novembre 2019. URL : http://journals.openedition.org/amnis/1508 ; DOI : 10.4000/amnis.1508

Auteur
Ana Aguado
/
Universidad de Valencia, Ana.Aguado@uv.es

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