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PERSONAS QUE ACOGEN PERSONAS.

Crónica de la presentación de la casa de acogida “Martín Etxea” en Gallarta, Euskal Herria.


María Luisa nos explica su experiencia personal de acogida en el pueblo mientras que Abdullah
interrumpe la colocación de las pastas y el té, que ofrecerán a las personas del pueblo tras la
presentación, para fundirse en un abrazo con Txus, de la plataforma “Ongi Etorri Errefuxiatuak”
que acaba de llegar.

El espacio

En Gallarta, un pueblo minero de Euskal Herria donde “la palabra solidaridad se encuentra dentro
de cada una de las personas”, como nos cuenta María Luisa, se lleva a cabo la presentación de la
casa de acogida Martín Etxea, uno de los tantos proyectos que, organizados desde diversas
plataformas civiles como “Ongi Etorri Errefuxiatuak”, “Artea Sarea” y “Mundubat”,con el apoyo
fundamental de las vecinas y vecinos de la zona, ofrece espacios a personas migrantes que
necesitan calor y comida.

Tres familias marroquíes -entre hombres, mujeres, niños y niñas suman 13 personas- viven ahora
en la casa del ya difunto Martín, un sacerdote obrero que desde hacía 50 años evangelizaba con la
práctica acogiendo a las personas que lo necesitaran, buscando la manera en la que pudieran
integrarse unos con otros para poder llevar una vida en común. “Un proyecto pionero de
colectividad y de aprendizaje conjunto” nos explica Iñaki, el hermano del sacerdote que, desde
“Mundubat”, se encuentra también implicado en procesos de acogida.

La acción

Pasar los obstáculos que lleva consigo la actual ley de extranjería no resulta nada fácil a la hora de
adquirir algo tan básico para cualquier vecino o vecina como el empadronamiento, la
escolarización o, incluso, la asistencia médica. Pero con el apoyo mutuo de las personas, desde las
doctoras, personal del ayuntamiento, del colegio, de cáritas... se consigue, poco a poco, una vida
digna para estas familias que, en febrero de este mismo año, bajo el frío que trae el norte consigo,
rechazadas por las instituciones y criminalizadas por otros, vagaban por las calles con sus hijos e
hijas.

La búsqueda de la autonomía de estas personas es uno de los objetivos principales para que
puedan salir y dejar espacio a otras que entren. Desde la plataforma nos explican que hoy en día
habrá alrededor de 200 personas que se ven obligadas a dormir en las calles de Bilbao. Todas en
el evento son conscientes de que la responsabilidad primera es de las instituciones y que la presión
civil para que estas actúen es necesaria, pero la sala se llena de vítores cuando una de las presentes
suelta que “si hay diez asociaciones de Ongi Etorri no hay día de pobreza” seguido de “esto no es
un deber del Estado ni de Ongi Etorri si no de toda persona que está en la tierra”.

Las personas

Las historias que nos cuentan las migrantes son diversas, pero coinciden en el hecho poco refutable
de que las diversidades, las supuestas diferencias que vemos, crean unas desigualdades injustas:

Abdullah, emocionado tras el vídeo en el que nos muestran el día a día de la vida en común en la
casa, nos cuenta que es asmático y lo que más agradece es la posibilidad que tiene ahora de poder
ir al médico y adquirir los medicamentos necesarios; Mohssen vino en busca de una vida digna
con su esposa Ghizlane que, embarazada era rechazada en los hospitales por su condición
económica donde, como nos cuenta ella misma después, su salud se vio muy deteriorada; Abdelali
agradece a Ongi Etorri por su ayuda pero, como harán todas en sus intervenciones, en concreto, a
alguna persona con nombres y apellidos: a María Luisa, Ikaki, Olga, Martín, Txus, Imanol, Nadia,
Mikel, Julián, Josito, Isabel o Elenio entre otros; Fadua nos habla de la educación que busca para
sus hijos e hijas, huye de un clima de inseguridad en la zona en la que vivía de Marruecos donde la
droga y la poca higiene le hicieron adentrarse en este camino de búsqueda de la dignidad; por su
parte, los niños y niñas, nos deleitan con el canto de un rap, hermoso a la vez que duro, con letras
que refieren a su condición obligada de migrantes.

El proyecto

Txus nos cuenta que el proyecto se centra en los pilares de la cercanía, con un planteamiento de
acogida de igual a igual, de ayuda mutua; de independencia rápida facilitando el aprendizaje de
idiomas, trabajos, situación legal; y de solidaridad en el que, las propias familias que viven en la
casa, se ayudan unas a otras a medida que van llegando. Igualmente se pregunta ¿hasta cuándo
habrá gente en las calles?, ¿cuánto tiempo tendremos que seguir siendo responsables de esta
situación?, ¿por qué no se da una respuesta institucional?, ¿hasta cuándo se les negará el trabajo
habiendo ofertas para ello?

Acabamos compartiendo calor y comida entre todas, mientras unos del pueblo tocan los
instrumentos típicos de la zona e Isabel, vecina de las familias, nos cuenta encantada que cuando ve
a las más pequeñas le llaman abuela. Pastas y té que nos recuerdan que todas somos personas
necesitadas de sustento y que, si nos organizamos en solidaridad, a nadie le debería faltar, ni en
Gallarta, ni en Cantabria, ni en ningún sitio. Esa noche nos acogen en Bilbao unas personas de la
plataforma que, mientras nos dan las llaves de su casa sin apenas conocernos, nos cuentan sus
planes de acción para abrir una nueva casa de acogida. -¡Estas personas no paran!- pensamos en
alto.

La reflexión
Salimos del evento con ganas de llevar la voluntad de accionar que tiene el pueblo vasco a
Cantabria. ¿Acaso no hay casas vacías esperando ser habitadas por personas que lo necesiten?,
¿acaso no hay personas que podrían emplear parte de sus energías en acoger en sus pueblos a
familias que, de lo contrario, pasarán este invierno en las calles?

No ponemos en duda que con las capacidades y recursos que disponen los países europeos se podría
resolver este conflicto inhumano y, con ello, no dejamos de reclamar que estos hagan frente a lo
que ellos mismo acordaron cumplir en materia de acogida. Este artículo pretende colaborar en la
transmisión de voluntad para animar a que, si la realidad con la que nos topamos cuando
planteamos nuestra idea de acoger, de reclamar vías seguras por las que puedan desplazarse
libremente las personas, es la de un Estado que, excusándose en los trámites burocráticos, va
dejando pasar el tiempo de accionar mientras los inviernos van pasando y las personas que
necesitan calor -físico y humano- ven aumentar sus fríos, se plantee la necesidad, desde la sociedad
civil, de poner en común nuestras pequeñas fuerzas individuales y buscar vías materializadoras
de nuestras exigencias interiores de vivir en un lugar donde la puerta este abierta a todas las
personas “sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de
cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra
condición” como recoge el artículo segundo de la Declaración Universal de los DDHH que
nuestro Estado prometió cumplir.

En Bilbao, el jueves 17 de octubre de 2019.

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