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evelaciones sobre el comando de la muerte que

dirigió el coronel Plubio Hernán Mejía


Su segundo al mando en el Batallón La Popa, el coronel Gómez
Naranjo, declaró ante la JEP sobre las atrocidades que cometieron en
alianza con Jorge 40 y los paramilitares del Bloque Norte
Por: Las2orillas | mayo 09, 2019

El coronel Plubio Hernán Mejía y sus 14 hombres de confianza regresaron al

Batallón de la Popa, en Valledupar, como héroes. Aunque ya era costumbre que

cada vez que salían a realizar algún operativo o control por la zona se

presentaban con una o dos bajas del enemigo, aquel octubre de 2002

liquidaron 18 supuestos guerrilleros del ELN en un enfrentamiento en la

hacienda El Socorro, en la vereda Bosconia, al sur del Cesar. Ni el mejor

comando contraguerrilla tenía en su historial una hazaña de tal magnitud,

mucho menos cuando los 14 soldados terminaron sin un solo rasguño.


Todos querían escuchar la historia completa, cómo había sido el

enfrentamiento, cuántas horas había durado y cuál el soldado que más

guerrilleros había matado. Era de noche, y el enemigo los sorprendió

patrullando la zona. Respondieron con fuego y en medio de la oscuridad, sin

saber muy bien cómo, los hombres del coronel Mejía, conocidos como el

comando ‘Zarpazo’, terminaron aniquilando a los guerrilleros del ELN.

El coronel Mejía llegó al Batallón de la Popa por orden del entonces presidente

Andrés Pastrana. Lleno de condecoraciones, Mejía era uno de los sabuesos

militares más fogueados de la guerra. Se incorporó a sus filas a los 16 años y

siempre fue el primero de su curso. A los 22, ya con el grado de subteniente,

cobró fama al rescatar entre los hierros chamuscados y la lluvia de metralla que

dejaba la toma del Palacio de Justicia al magistrado Humberto Murcia Ballén.

Salió del Palacio en camilla con las piernas heridas, pero convertido en héroe.

Sus mejores años de tropero los tuvo en el sur del país, combatiendo al Bloque

Sur de las FARC en Putumayo y Caquetá. Por la experiencia que le había curtido

la piel y le había incrustado una mirada capaz de escrudiñar el pasado de

cualquiera, era el hombre perfecto para asumir la comandancia de uno de los

batallones más importantes en el país. En el Cesar, los paramilitares

convirtieron el departamento en un campo de batalla para exterminar a los

grupos guerrilleros que vieron cómo Jorge 40 los fue expulsando poco a poco.

Pastrana lo llamó para poner orden, especialmente después del asesinato de la

exministra Consuelo Araújo.

Sin embargo, en 2006 durante el gobierno Uribe, las denuncias contra el

coronel Mejía y sus hombres saltaron a la luz pública. Los indígenas Kankuamos

hablan de abusos por parte de los soldados y asesinatos extrajudiciales. Entre

2002 y 2004 aumentaron las muertes de los indígenas en la zona, crímenes

que alcanzaron la cifra de 53 homicidios en el primer semestre de 2003.

Precisamente, ese año Ever de Jesús regresaba a Guatapurí después de estar

en Valledupar haciendo vueltas para recibir un apoyo económico por el

asesinato, el 16 de abril, de su padre a manos de paras dirigidos por Hugo

Montero, cuando en plena vía tres civiles que hacían retén lo bajaron del bus
donde venía. Junto a él estaba Gabriel Mujuy, defensor delegado para asuntos

Étnicos de la Defensoría del pueblo. A pesar de sus reclamos se lo llevaron y no

volvieron a saber de él hasta dos días después, el 29 de agosto, cuando

apareció en la morgue de Valledupar, con amplias costras de sangre

desfigurándole la cara y vestido con ropas camufladas. Lo habían hecho pasar

como un miembro de las Autodefensas muerto en combate por el batallón La

Popa.

El entonces ministro de Defensa Juan Manuel Santos hizo eco de las denuncias,

y anunció varias investigaciones contra los soldados de La Popa. Pero fue el

relato de Edwin Manuel Guzmán, ex suboficial del Ejército y desmovilizado del

Bloque Centauros de las AUC, el que puso bajo la lupa de la justicia el nombre

del coronel Hernán Mejía.

Se descubrió lo impensable. Guzmán relató, como testigo directo, de la reunión

que tuvo Mejía con el comandante del Bloque Norte de las AUC, Jorge 40, en

una hacienda infestada de paramilitares. En la cita también estuvo el temible

Hernán Giraldo, Óscar José Ospino, alias ‘Tolemaida’, Enrique López, alias

‘Omega’ y David Hernández, alias ‘39’, un militar retirado y amigo del coronel

Mejía.

Cuando Mejía solo llevaba diez días al frente del Batallón de la Popa, le dijo que

agarrara una pistola, se subiera al carro del batallón y lo llevara a una reunión

donde los esperaban. Cuando llegaron a la finca estaba toda la cúpula del

Bloque Norte, y Mejía saludó con gran afecto a ‘39’. Ese día Jorge 40 acordó

pagarle a Mejía 30 millones mensuales por la alianza a la que habían llegado.

Todas las bajas de los paramilitares pasarían como positivos del Batallón.

Con la investigación avanzando, la operación Tormenta quedó en entredicho. La

hazaña realmente había sido una limpieza al interior de los paramilitares. Los

supuestos guerrilleros aparecieron con los camuflados llenos de barro, pero el

brazalete del ELN como nuevo. Lo que se supo un par de años después fue la

verdadera razón de su muerte: por lo menos diez cuerpos tenían un tiro de

gracia en la nuca, algo imposible en un combate por la noche. Finalmente, los


cuerpos, a pesar de tener las distinciones de la guerrilla, aparecieron con los

calzoncillos marcados con las siglas de las Autodefensas.

El comando de la muerte que comandaba Hernán Mejía tenía el apoyo del

coronel Heber Hernán Gómez Naranjo, el segundo al mando en el Batallón La

Popa y conocedor de todas las operaciones junto a los paramilitares. Fue él

quien no investigó al detalle sobre los reportes de la muerte de los 18

supuestos guerrilleros que dieron de baja, y coordinaba todo cuando Mejía

estaba ausente.

Hoy tanto Mejía como Gómez Naranjo se sometieron a la JEP. El primero

asegura que va al tribunal de paz no para responsabilizarse de todas las

ejecuciones extrajudiciales, sino para limpiar su nombre. Mejía fue condenado

en 2013 a 19 años y 6 meses de prisión por su participación y responsabilidad

en la conformación de una alianza con los paramilitares que delinquían en la

región. Siempre lo negó e incluso escribió un libro que tituló Me niego a

arrodillarme donde afirmaba que había sido parte de un complot de Santos a

quien llamó traidor. Ahora recobró su libertad y se le ha visto en eventos y

cocteles vistiendo el uniforme militar.

Por su parte, Gómez Naranjo rindió en noviembre de 2018 versión libre en la

JEP y aseguró que el Batallón La Popa era una máquina de muerte. Aunque

durante la investigación inicial que condenó a Mejía, Gómez declaró diciendo no

saber nada, hoy su relato ha cambiado para esclarecer uno de los capítulos

oscuros de las Fuerzas Armadas.

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