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Bogotá, Colombia - Centro de Estudios de la Orinoquia: CEO

Septiembre de 2019
Documento anexo - resultados de debate: Regionalización de la Educación en Colombia
Equipo: Colere - Grupo de argumentación
Autores: Juan David Duarte Vargas, Maria Paula García Escobar, Victor Miguel Solano
Uturria

En el marco del primer debate político estudiantil organizado por el Centro de Estudios de la
Orinoquia de la Universidad de los Andes, el grupo de estudio Colere de la Pontificia
Universidad Javeriana se permite presentar sus resultados y conclusiones tentativas referentes
a las temáticas discutidas. A continuación, presentamos por puntos de discusión nuestras
conclusiones grupales:

1. Estado de la educación en la actualidad.


Obviando un panorama detallado de cada región, departamento y municipio encontrado en el
territorio nacional por cuestiones de tiempo, se afirma que el estado de la educación nacional
se afina en torno a lógicas propias de otros sistemas sociales existentes en colombia, todos
resonantes en términos de centralización, sea política, económica, administrativa o educativa.
De tal manera, la transferencia precaria de modelos, urgencias, prioridades y necesidades
educativas desde centros de producción nacionales, como las principales ciudades de la
nación, subordina las necesidades locales de mejora (sean educativas, políticas, económicas o
administrativas) situadas regionalmente. De tal manera, consideramos que la condición
precaria de la educación en Colombia se debe a la centralización social nacional, la cual
también encuentra cabida en lo educativo, al fomentar de maneras irreflexivas la impartición de
modelos educativos metropolitanos, o incluso foráneos, a escalas nacionales. Algunos de los
ejemplos aportados por Colere provinieron de un recorrido histórico de formas alternativas a la
educación estatal que han permeado la región colombiana quizás con una mayor efectividad y
democratización, a saber: la educación eclesiástica o misional; la etnoeducación o formas no
instruidas académicamente (comunidades indígenas, afro y campesinas); y la influencia de la
radio y la televisión como fuentes masivas de formación del Estado-nación. Reconocer estas
formaciones ayuda a comprender la desigualdad histórica entre centro y región, a contemplar
las formas locales de producir conocimiento, saberes y de formar individuos y comunidades.
Adicionalmente, se insiste en que la convicción casi dogmática de percibir la educación como la
panacea de todo “mal social” promueve la atomización del tejido social, dificultando el análisis
de las relaciones sociales que contribuyen al estado de la educación nacional, y, en ello, de sus
avenidas de mejora.

2. Educación en regiones.
Desde una visión general nacional, se puede insistir en las dificultades inscritas en lo que
concierne la centralización educativa nacional en tanto la insistencia de modelos, intereses y
lógicas de aprendizaje propias de centros metropolitanos pierden de vista las capacidades y
necesidades educativas de cada región particular. Por ello se insiste en el fortalecimiento de
avenidas alternativas de índole educativo, tales como la etnoeducación (con sus apuestas,
enfoques, metodologías y alcances), las cuales podrían llegar a atender con mayor asertividad
las necesidades formativas y las vocaciones sociales encontradas regionalmente. Ello en miras
a reconocer la fortaleza agropecuaria de la nación, la cual sea por medios campesinos o
indígenas, puede (y debe) contribuir al mejoramiento de las condiciones sociales a escala
regional, misión que no necesariamente depende de la estandarización educativa nacional,
sino de enfoques regionales reactivos a las urgencias y necesidades situadas en cada región
de Colombia.

3. Acceso a oportunidades
Al incluirse aspectos económicos a la discusión referente a las relaciones encontradas entre La
Educación, La Política, y El Territorio, siendo todos estos ejes sociales formalizados
institucionalmente, se hace innegable la condición inter-institucional de la discusión, en
apariencia referente exclusivamente a las condiciones educativas de la nación. De tal manera,
la insistencia en las relaciones hiladas entre estas instituciones sociales delata las causas por
las cuales el retorno de los miembros de una comunidad resulta dispendiosa para el general de
la población nacional que opta por migrar a centros metropolitanos nacionales encausada por
necesidades educativas y laborales. Ello considerando los estímulos económicos (falta de
disponibilidad de un mercado laboral adecuado en la región y falta de equivalencia entre títulos
y puestos de trabajo cualificados), administrativos (falta de insumos infraestructurales) e incluso
socioculturales (vestigios no tan distantes del Conflicto Armado colombiano), que existen para
evitar la posibilidad de que aquellos individuos, una vez finalizado su proceso educativo y de
profesionalización, regresen a sus regiones de origen. Esta diferencia se debe a lo que hemos
resaltado en los dos puntos anteriores.

Por ello, la insistencia sobre la reestructuración del tejido social institucional, en tanto avenida
integral para fomentar el retorno de individuos a sus regiones de procedencia, podría ser una
avenida fértil para promover este interés. Ello considerando cómo al fortalecerse aspectos
sociales, comunitarios, políticos y administrativos, se está fomentando, tanto directa como
indirectamente, el regreso de miembros de la comunidad a sus regiones de origen. Lo anterior
implica: 1) propiciar condiciones materiales adecuadas en las regiones (infraestructura, calidad
de vida mejorada); y 2) facilitando la construcción autónoma de redes de apoyo y sostenibilidad
en las regiones, las cuales sean el “colchón” receptor propicio para que el profesional pueda
retornar y a su vez proponer un beneficio a su comunidad a través de proyectos
autogestionados y con acompañamiento de las entidades educativas que lo formaron.

4. Educación y paz en Colombia.


La articulación entre el cese del conflicto social mediado bélicamente y la educación nos invita
a redefinir lo que se está entendiendo por educación, tanto dentro del debate como a escala
nacional. Es notable la manera en la que las tragedias interactivas del Conflicto Armado son
interiorizadas por el grueso de la población colombiana desde espacios y experiencias que
trascienden la institucionalización educativa. Así las cosas, e insistiendo que la educación es
una práctica constitutiva de toda unidad social, se llama la atención al hecho de que la
enseñanza de la experiencia del conflicto armado rara vez incluye intervención de las
instituciones educativas estatales, más no por ello es un proceso ausente de lógicas
educativas. Por ello, si el objetivo es lograr contribuir al muy anhelado cese de violencia a
escala nacional desde la educación, se debe priorizar y reconocer aquellas experiencias
sociales que, directa pero informalmente, educan sobre el conflicto armado; esto en miras a
reformular las lógicas de interacción social, de solidaridad comunitaria, la participación cívica y
política comunitaria, las redes de abastecimiento económico, entre otros ejes sociales, todos
los cuales contribuyen a la perpetuación del Conflicto Armado en Colombia. La escuela y los
otros espacios formativos regionales deben ser entornos de reconocimiento de las diferentes
aristas del conflicto armado, proponiendo en todo momento encuentros interculturales, zonas
de diálogo y de reconstrucción del tejido social. Estas bases permiten un cambio por fuera del
aula de clases que, no obstante, impacta también al interior de ella.

5. Ronda de Preguntas
a. Relación: Economías Naranja y Educación
El proyecto económico nacional de las economías naranja data la falta de articulación entre
políticas económicas y necesidades educativas y productivas a escala nacional. Debe
considerarse que el interés productivo de las economías naranja pierden de vista el principal
eje productivo en términos de la sociedad colombiana: el campo y la tierra. De tal manera, la
articulación entre los proyectos nacionales de índole económica, como las economías naranja,
y las condiciones de productividad nacional, tales como la producción agropecuaria, deben
lograrse de maneras más directas para incentivar la educación regionalizada de Colombia. Por
ejemplo, incluyendo la proyección industrial agraria, o la inversión regional comunitaria al
proyecto económico en cuestión, se fortalecerán los insumos, directos e indirectos, para
fortalecer la relación entre la planeación económica y la proyección educativa nacional.
Además, la proyección del modelo de economías naranja tal y como se ha planteado por el
gobierno nacional aún requiere de un óptimo enfoque regional si se tiene en cuenta la
insuficiencia infraestructural para los recursos y herramientas TIC, como una suficiente red de
fibra óptica por el territorio nacional, y centros educativos capacitados.

b. Incentivos a la Investigación Nacional


Finalmente, para discutir acerca de los incentivos de la investigación nacional no se pueden
perder de vista los intereses y objetivos que dan lugar a dicha empresa académica, los cuales
en la actualidad parecieran carecer de interés o funcionalidad para tanto el contexto como la
academia colombiana. Al acarrear dificultades bilaterales tanto para la producción investigativa
como para la lectura de dichas investigaciones, se sugiere que la tarea ha de iniciar con una
apropiación intelectual y académica de los contenidos producidos a escala nacional.
Resaltando las utilidades investigativas nacionales transversales, incluyendo aspectos políticos,
económicos, administrativos, productivos, educativos, e incluso internacionales, podría lograrse
fortalecer tanto la investigación nacional como su lectura y seguimiento, al demostrar no sólo su
utilidad pragmática, sino asimismo su necesidad social contemporánea situada en el contexto
colombiano.
Otro aspecto que complejiza el desarrollo de la investigación en Colombia es el desbalance
entre ciertos campos del saber que canalizan la mayor parte de los recursos para financiar
proyectos (lo cual se relaciona con los índices de pertinencia y selección que maneja
Colciencias y con las facilidades económicas con las que cuentan algunas universidades, por lo
general privadas). En medio de estas dificultades se debe propender por generar grupos de
investigación, semilleros y centros de trabajo de carácter interdisciplinario, de tal manera que
sean los proyectos (y no las facultades) las que reciban la financiación por medio de enfoques
integrales, relacionales y procesuales para comprender realidades que involucran factores
sociales, culturales, económicos, jurídicos, ambientales y de cualquier índole. Las
investigaciones interdisciplinares permiten una mejor comprensión de las problemáticas, toda
vez que enriquecen el cuerpo de los equipos de trabajo y mejoran los índices de eficacia. A su
vez, esta transversalidad debe pasar por metodologías colaborativas en las que los sujetos que
serán objeto de las intervenciones (comunidades locales, regionales) puedan ser partícipes a
su vez de la formulación y ejecución del proyecto a un nivel equivalente a los investigadores.
Este esfuerzo, creemos, contribuiría a la construcción de paz y autonomía regional en
Colombia.

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