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La vida en Cristo clase 001:

F1M 001
Principios de la moral

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En este nivel de formación se realizará la lectura del libro “Reglas para el discernimiento de Espíritus” de
Ludovico María Barrielle y de la Carta Encíclica Veritatis Splendor. Al final de cada clase se encuentra la lectura
asignada, la cual será socializada la clase siguiente.

Es importante que los misioneros tengan claro que nuestra formación está estructurada según las cuatro
grandes ramas de la teología:

 Teología Bíblica: dedicada al estudio de las Sagradas Escrituras.


 Teología Dogmática: comprende el estudio de la Cristología, de Dios uno y trino, la mariología, la
sacramentología, la eclesiología, etc.
 Teología Pastoral: trata de la misión propia de la Iglesia que es la evangelización.
 Teología Moral: la que iniciaremos su estudio en este nivel.

Todas las clases montadas por el Centro de Formación no pretenden coartar el Espíritu, sino que son una ayuda
para que el Formador tenga los lineamientos para desarrollar el tema, pero este debe ser nutrido por el
predicador. El formador debe orar y preparar la clase.

Introducción
“Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado
libremente al hombre para hacerle partícipe de su vida bienaventurada” (Catecismo, 1) y para ello lo ha llamado
a amarle, pues en ello el hombre logra encontrar su realización, que no es más que la santidad. Pero no se
puede amar aquello que no se conoce, por lo que el hombre encuentra de parte de su Creador un segundo
llamado a conocerlo con la luz natural de la razón (cf. Const. dogm. Dei Filius, c.2) pues aquello que no pasa por
la razón no puede ser creído por el corazón.

Este llamamiento, al conocimiento de Dios y de su Voluntad, se hace apremiante en el ámbito de la


Evangelización a la que todo cristiano se siente urgido por el amor de Cristo (cf. Catecismo, 3), y no en vano nos
dice el apóstol Pedro que debemos estar dispuestos a dar razón de nuestra fe (cf. I Pe 3,15).

Por otro lado, el llamado a amar a Dios se cimienta en el libre albedrío, y esta libertad propia del obrar humano
es la que fundamenta el estudio de la moral (cf. Catecismo, 1749). La moral no debe ser concebida simplemente
como el conjunto de normas y reglas para ir al Cielo, sino como el comportamiento que día a día sostiene y
alimenta mi amistad con Cristo.

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Nombre: Jessica Paola Barrera
Fecha: 02/05/2015
La vida en Cristo clase 001:
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Antes de adentrarnos en el estudio de la moral como tratado teológico, es necesario comprender que todo el
tema de la teología moral se resume en una respuesta de amor a Aquel que me amó primero (cf. I Jn4, 10), en
palabras de nuestra Santa Madre Iglesia:

A veces, en las discusiones sobre los nuevos y complejos problemas morales, puede parecer como si la moral
cristiana fuese en sí misma demasiado difícil: ardua para ser comprendida y casi imposible de practicarse.
Esto es falso, porque —en términos de sencillez evangélica— consiste fundamentalmente en el seguimiento
de Jesucristo, en el abandonarse a él, en el dejarse transformar por su gracia y ser renovados por su
misericordia, que se alcanzan en la vida de comunión de su Iglesia. (Veritatis Splendor, 119)

La moral es el estudio de los actos humanos considerándolos en orden a su fin sobrenatural 1, es decir, la moral
no tiene más fin que ayudar al hombre en su camino de santidad; en resumen, la moral estudia la vida en Cristo.
El estudio de la moral es importante para los cristianos encaminar su obrar, conocer las normas que el Señor ha
dejado para evitar el mal y alcanzar la felicidad, y para no solo evitar el mal, sino también perfeccionarse a
través del ejercicio de las virtudes.

1. La dignidad humana
Para comenzar, debemos abordar el tema de la dignidad humana, pues la gran cantidad de errores y
deformaciones en el juicio moral que sufrimos hoy en día tienen su origen al perder de vista el gran valor del
que Dios dotó al hombre al hacerlo a su imagen y semejanza, al llamarlo a la bienaventuranza divina, al hacerlo
partícipe de la gracia (cf. Catecismo, 1700). Cuando se comprende la grandeza de la dignidad humana, se puede
entender el gran deseo de Dios por salvar a los hombres y del demonio por perderlos.

Cuando Dios hizo la creación vio que estaba bien, pero cuando creó al hombre vio que estaba muy bien (cf. Gen
1), y decidió someter la creación a este:

Creó pues Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó.
Después los bendijo Dios con estas palabras: «Sed fecundos y multiplicaos, henchid la tierra y sometedla;
mandad en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la tierra» (Gen 1,
27-28)

Dios ha elevado la dignidad del hombre por encima de todas sus criaturas:

¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él,


el hijo de Adán para qué de él te cuides?

1
Cf. Royo Marín, A. (1964) Teología moral para seglares. Madrid: Biblioteca de Autores Católicos.

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Apenas inferior a un dios lo hiciste,


coronándolo de gloria y esplendor;
señor lo hiciste de las obras de tus manos,
todo lo pusiste bajo sus pies. (Salmo 8, 5-7)

La dignidad del hombre solo puede ser descubierta en plenitud a la luz de Dios pues

“cuando Dios desaparece, el hombre no llega a ser más grande; al contrario, pierde la dignidad divina,
pierde el esplendor de Dios en su rostro. Al final se convierte sólo en el producto de una evolución ciega,
del que se puede usar y abusar. Eso es precisamente lo que ha confirmado la experiencia de nuestra
época. El hombre es grande, solo si Dios es grande”. (Benedicto XVI, homilía del 15 de agosto de 2005)

“Dotada de un alma espiritual e inmortal, la persona humana es la única criatura en la tierra a la que Dios ha
amado por sí misma” (Catecismo, 1703), “Él mira a cada hombre y lo ama como si fuera la única criatura sobre
la tierra” (Youcat, 280) y al entregar a su Hijo Único para salvarnos, el Padre quiso manifestarle al hombre la
plenitud del propio hombre pues convirtiéndose en uno de nosotros, el Hijo hace posible que podamos
convertirnos en hijos de Dios y partícipes de la naturaleza divina (cf. Dignitas Personae, 7). “El misterio del
hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (Gaudium et Spes, 22)

1.1. La libertad humana


Dios ha creado al hombre dotándolo de iniciativa y del dominio de sus actos: “Al principio el Señor creó al
hombre y lo dejó a su propia voluntad” (Eclo 15, 14). “Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia
decisión para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena
y bienaventurada perfección” (Gaudium et Spes, 17)

“La libertad es el poder radicado en la razón y en la voluntad de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello”
(Catecismo, 1731) y mientras dure nuestra vida en la tierra, la libertad implica la posibilidad de elegir entre el
bien y el mal, de crecer en perfección o de flaquear y pecar. La libertad caracteriza los actos propiamente
humanos (Catecismo, 1732) y por esta el hombre se hace responsable de sus actos en la medida en que éstos
son voluntarios.

En la medida en que el hombre hace más el bien se va haciendo más libre pues no hay verdadera libertad sino
en el servicio del bien y de la justicia; cuando se hace el mal, el hombre se hace esclavo del pecado (Catecismo,
1733). Por esto, “la libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios” (Catecismo, 1731).

Dios quiere para el hombre la plenitud, pero no se la impone pues por amor no busca violentar su libertad, sino
que se vale de infundir en su ser el deseo de alcanzar la verdadera felicidad que no es más que la

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bienaventuranza de la que lo ha hecho heredero al compartirle su naturaleza divina. Es por esto que en medio
de su libertad, el hombre tiene una tendencia natural a buscar el bien y evitar el mal, sumado a las instrucciones
que durante toda la historia de la revelación Dios le ha dado al hombre para hacer un buen uso de su libertad.

“Para ser libres nos libertó Cristo” (Ga 5,1)

Tarea
Leer el prólogo y el capítulo 1 (Reglas elementales para el discernimiento de los espíritus) del libro “Reglas para el
discernimiento de Espíritus” de Ludovico María Barrielle y realizar un corto resumen.

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