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Al mirar nuestro alrededor se observa que las plantas crecen, los animales se trasladan y que
las maquinas y herramientas realizan las mas variadas tareas. Todas estas actividades tienen
en común que precisan del concurso de la energía. La energía es una propiedad asociada a
los objetos y sustancias y se manifiesta en las transformaciones que ocurren en la naturaleza.
La energía se manifiesta en los cambios físicos, por ejemplo, al elevar un objeto,
transportarlo, deformarlo o calentarlo. La energía está presente también en los cambios
químicos, como al quemar un trozo de madera o en la descomposición de agua mediante la
corriente eléctrica.
El color verde es propio de algunas de las formas de vida más antiguas en la Tierra. La
clorofila es la responsable del color verde de las plantas, las cuales a través del proceso de
la fotosíntesis transforman la luz del sol en energía química natural. Es notable la
concentración de las clorofilas en las zonas templadas y polares de los océanos, en las zonas
costeras es también abundante. Es el pigmento fotorreceptor responsable de la primera etapa
en la transformación de la energía de la luz solar en energía química, y consecuentemente la
molécula responsable de la existencia de vida superior en la tierra; se encuentra en orgánulos
específicos, los cloroplastos, asociada a lípidos y lipoproteínas, se puede encontrar como
suplementos nutricionales, tanto en comprimidos como en líquido.
A mediados de los años 1880, Charles Fritts fabricó la primera célula solar formada por
selenio recubierto con una fina capa de oro y con una eficiencia del 1%. Sin embargo, no fue
hasta 1954 cuando los Laboratorios Bell descubrieron accidentalmente la que sería la primera
célula solar comercial, con el silicio como base. Desde entonces, la tecnología de las celdas
solares ha evolucionado mucho y, hoy por hoy, el futuro pasa por las celdas 'fotosintéticas',
un sistema que imita la actividad de la clorofila en las hojas de las plantas. En esta línea
trabaja el grupo ‘Coloides y Celdas Solares Nanoestructuradas’, encabezado por Juan
Antonio Anta, de la Universidad Pablo de Olavide.
Actualmente coexisten en los laboratorios de investigación tres generaciones diferenciadas
de células solares, que aportan distintas soluciones a un mismo problema: usar el sol como
fuente de energía renovable. Las más extendidas, las de silicio, fueron las primeras en llegar
al mercado y son también las más avanzadas desde un punto de vista técnico, por su larga
trayectoria.
Una prueba de ello es que, pese a haber cumplido los 54 años, todavía se sigue trabajando
con ellas. En este sentido, lo más novedoso es la obtención del llamado ‘silicio negro’ por
parte de investigadores de la Universidad de Hardvard, que permitirá fabricar células solares
con una sensibilidad a la luz, según estimaciones, de entre 100 y 500 veces superior al silicio
normal.
El segundo paso que se ha dado en esta materia son las células de película delgada.
Continuando con el uso de materiales inorgánicos, donde destaca de nuevo el silicio en
distintas variantes, estas placas presentan hasta ahora una eficiencia sensiblemente menor
que la anterior generación, pero cuentan con un buen rendimiento en el espacio.
No obstante, la línea más actual abierta en este campo apuesta por el uso de materiales
orgánicos. Y es que la dificultad de obtener los elementos inorgánicos con la calidad
necesaria para servir como material fotovoltaico, hace estos dispositivos demasiado caros.
Por ello, desde la Universidad Pablo de Olavide se está trabajando en el marco de varios
proyectos, entre ellos el Consolider Hope del Ministerio de Ciencia e Innovación, en la
optimización de la llamada célula de Grätzel, que imita de manera artificial el fenómeno de
la fotosíntesis y tiene, según pruebas realizadas por distintos laboratorios, una eficiencia del
11%.
A grandes rasgos, las células de Grätzel son dispositivos fotovoltaicos introducidos a inicios
de los años 90, que aprovechan la combinación de un semiconductor nanoestructurado
(dióxido de titanio, principalmente) y un colorante orgánico que hace las veces de captador
de luz solar. Este colorante, según señala la investigadora del equipo, Elena Guillén, puede
ser tanto sintético como natural, e incluso permite el uso de la clorofila en este tipo de células.
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