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Régimen electoral y prácticas electorales.

(Estudio comprendido entre los años 1925 y 1958)

La Constitución Política de 1925 reformó y amplió las normas electorales del texto constitucional
anterior cuyas principales diferencias en materia de elecciones con el periodo parlamentario son: el
Presidente de la República sería elegido por votación popular directa, y el Parlamento, por un sistema
de elección plurinominal proporcional, que consistió en un complejo esquema conocido como sistema
de “cifra repartidora”1; las elecciones serían organizadas y controladas por un organismo central
administrativo (Dirección General de Registro Electoral) y calificadas por un tribunal de derecho
(Tribunal Calificador de Elecciones, creación más benemérita de la democracia chilena).
Posteriormente se crearon diversas normas complementarias que importaron frecuentes revisiones y
correcciones referidas a registro electoral y requisitos para ejercer el derecho a sufragio, el cual se
extendió expresamente a las mujeres en 1934 para las elecciones municipales y en 1949 para las
parlamentarias y presidenciales2; distribución de distritos electorales; periodo de los mandatos;
reglamentación de partidos políticos y procedimientos de votación.

Las votaciones ocurren pacíficamente en un ambiente de respeto cívico. El escrutinio ha de ser


certificado por los tribunales calificadores provinciales, y las contiendas son resueltas por el Tribunal
Calificador de Elecciones. La democracia debía encontrar su máxima expresión, obedeciendo la
institucionalidad y la ley. En las elecciones los partidos políticos jugaban un rol esencial, coordinador e
interrelacionador. Son ellos quienes realizan las campañas y preparan las papeletas que entregan a los
votantes antes o al momento de sufragar, además de encargarse de vigilar que las votaciones a su favor
no sean alteradas o impedidas por los bandos contrarios.

El mecanismo de votación y escrutinios estaban diseñados para funcionar en un escenario de


moralidad pública. No obstante, existían las Prácticas Electorales, maniobras de los partidos políticos
efectuadas durante las campañas y antes de ellas para captar votantes. Se realizaron en el periodo
parlamentario por la vía del cohecho, el voto cautivo campesino y el clientelismo, pero al retomar el
presidencialismo el ambiente ha cambiado, el electorado es diferente y las estrategias de los partidos
también. La población en general se ha ido politizando porque los partidos políticos acercan sus
propuestas a los intereses de obreros y clase media, a las penurias de los cesantes y las precarias

1
El sistema de “cifra repartidora” o “cuociente electoral” fue elaborado por el belga Victor D’Hondt a fines del siglo XIX. Para mayor
información, Federico G. Gil, El sistema político de Chile. Editorial Andrés Bello, Santiago, 1969. Capítulo 5: Elecciones y
procedimientos electorales – Representación proporcional (pp. 234 y sgtes.).
2
Ley 5.537 y ley 9.292, respectivamente.
condiciones laborales. Muestra del proceso de politización son las movilizaciones de masas que hace
Alessandri hacia 1915 y 1920, superando las prácticas electorales, con un discurso preocupado de la
legalidad y la libertad, adosado a su personalidad carismática y la figura de defensor de los intereses del
pueblo confeccionada por los partidos que lo apoyaban. Ibáñez también llegaría a la presidencia como
caudillo popular autoritario, y las Juntas de Gobierno que lo sucedieron en 1932 también ocuparon
medidas populistas en su momento. Debido la politización del pueblo, hay un cambio de tácticas en las
prácticas electorales las que serán distintas entre los sectores de izquierda y derecha. El cohecho, el
clientelismo y el voto cautivo campesino permanecieron, pero su acción fue disminuyendo.

Los partidos de izquierda exaltaron el rol de los trabajadores, destacaron la reivindicación del
pueblo y el enfrentamiento con las clases dominantes, atrayendo grandes masas hacia si. El que
socialistas y anarquistas organizaran fuerzas entre las ligas de arrendatarios para oponerse a los abusos
de los arrendadores, la adhesión de la FOCH3 a la Internacional Sindical Roja, el fuerte impulso a la
sindicalización obrera y campesina, cuya cabeza fue la Confederación Nacional de Sindicatos y luego
la CTCH4, que al margen de los fines sindicales, propiciaba la organización obrera para la lucha contra
la explotación del régimen capitalista hasta llegar al socialismo integral, son hechos que dieron lugar a
la confusión entre política sindical y partidista.

No obstante mantener una alta proporción de votantes, la derecha se ve amenazada por las
destrezas de la izquierda. Ya no hay mercado para cohechar, pues los trabajadores, que se organizaron
como tales, incorporaron, también, los ideales socialistas a sus intereses. Se prevé, además, la
sindicalización campesina, lo que acabaría con el voto cautivo con que contaban los terratenientes. Al
no poder competir ya en lo pragmático por cubrir los sufragios de clase media y baja, la derecha va a
optar por usar prácticas parlamentarias para mantener su poder. De ese modo, la negociación y la
cooptación con los gobiernos radicales serán sus herramientas para influir determinantemente en las
decisiones del Congreso, con el fin de impedir aquellas leyes que lesionaran sus intereses, logrando
penetrar la alianza de centro-izquierda.

“…A pesar de todas estas distorsiones en la representación popular, la clase política con poder en
el legislativo y en el Ejecutivo contenía en si toda una amplia gama social: desde obreros a
empresarios, y a todo el espectro ideológico desde Comunistas hasta Conservadores…”5
3
Federación Obrera de Chile.
4
Confederación de Trabajadores de Chile.
5
Sofía Correa, “La democracia que tuvimos, la democracia que no fue”, en Revista de Sociología N° 14, 2000. pág. 120.
Las reformas esenciales en cuanto a procedimiento de votación que tendieron a corregir los
“vicios”6 que desviaban la correcta expresión de la soberanía nacional fueron la ley 6.825 de 1941, que
entregó a las Fuerzas Armadas el control total de las elecciones para impedir la violencia extremista,
castigaba el cohecho y facilitaba su denuncia, y la ley 12.891 de 1958 que crea la Cédula Única e
introduce el cierre de las secretarías de propaganda, poniendo fin definitivo al cohecho.

El presidencialismo tuvo que enfrentarse en la realidad con poderosas herramientas de los


partidos políticos, tanto dentro del Congreso, como fuera de él. Aquí, en la calle, los partidos
elaboraron sus ideologías, sus pilares y acogieron ceremoniosamente adeptos a sus doctrinas. El
Presidente de la República era el corazón del país, pero los partidos políticos eran sus manos y pies.

6
El cohecho también es visto no como “vicio” por algunos autores, sino como “correctivo al funesto sufragio universal”, según cuenta
Rafael Agustín Gumucio en sus Apuntes de Medio Siglo, o como parte constitutiva del sistema electoral chileno, según señala Sofía
Correa en ob cit.
Bibliografía:

Federico G. Gil, El sistema político de Chile. Editorial Andrés Bello, Santiago, 1969. Capítulo 5:
Elecciones y procedimientos electorales.

Ricardo Cruz-Coke, Historia Electoral de Chile 1925 – 1973, Editorial Jurídica de Chile. Santiago,
1984.

Sofía Correa Sutil, Con las riendas del poder. La derecha chilena en el siglo XX. Editorial
Sudamericana. Santiago, 2005. Capítulo 2: Habrá que compartir el poder.

Sofía Correa Sutil, “La democracia que tuvimos, la democracia que no fue”, en Revista de Sociología
N° 14, 2000.

Sergio Villalobos y otros, Historia de Chile, Editorial Universitaria. Santiago, 1976. Volumen 4.

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