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Universidad Sergio Arboleda

Escuela de Filosofía y Humanidades


Seminario de Kant
Daniela Chavarro Fonseca

Ensayo sobre Filosofía Práctica en Kant

Immanuel Kant, nacido en Könisberg en 1724 y muerto en la misma ciudad,


el año 1804, ha ejercido gran influencia en el pensamiento contemporáneo.
Ciertamente su reflexión abarca numerosos temas, pero gira sobre todo alrededor
de tres críticas principales: La crítica de la Razón Pura, La crítica de la razón práctica
y la crítica del juicio. Mientras que el inicio de la Modernidad está marcado por la
palabra clave método, base de la filosofía cartesiana, podemos decir que el final de
la época lo caracteriza la palabra crítica, de la filosofía kantiana. La crítica en Kant,
tanto en materia de gnoseología como de ética, pretende establecer los límites de
la razón, de acuerdo a la experiencia.
La filosofía práctica en Kant es expuesta principalmente en dos obras: Los
fundamentos para una metafísica de las costumbres, de 1785, y la crítica de la razón
práctica de 1788. Mientras que en la Crítica de la Razón pura Kant criticó el exceso
de la razón teórica, al pretender trascender la experiencia y creyendo que puede
conocer lo nouménico, la crítica de la razón práctica pretende mostrar que ésta no
puede quedar ligada exclusivamente a la experiencia.
En la Ética kantiana podemos encontrar de hecho rastros de diversas
corrientes y autores que explican mejor el camino que siguió el filósofo alemán para
el desarrollo de su pensamiento. En primer lugar, por un lado, vemos la influencia
del racionalismo, en cuanto al examen de la conciencia y el desarrollo de éste para
llegar a la verdad y, por otro lado, vemos también el Empirismo de Hume, en cuanto
que la experiencia fundamenta las ciencias. En segundo lugar, hemos de recordar
que Kant creció en un ambiente pietista. De ahí que el protestantismo de Lutero
marcara profundamente su Ética, ciertamente en la doctrina del libre examen de
conciencia: la conciencia misma dándose leyes, por fuera de un marco eclesial. Y,
por último, el pensamiento de Rousseau que afirma que la sociedad es capaz de
darse una moral con independencia de la Iglesia, basada estrictamente en la razón.
De hecho en su obra el Emilio encontramos una reflexión adecuada para sostener
la tesis precedente.
En este ensayo, teniendo en cuenta que la principal pregunta de la moral
kantiana es ¿qué debo hacer?, nos preguntaremos ¿cómo el hombre puede
establecer sus propias normas de conducta? Para responder a esto, expondremos
en primer lugar el imperativo categórico, que encontramos en la obra los
fundamentos para una Metafísica de las costumbres. Luego, explicaremos su
condición de posibilidad, que es la razón humana, para concluir con una pequeña
reflexión sobre la libertad.
Es de notar que, a pesar de que encontramos tres fórmulas del imperativo
categórico en Los fundamentos, sólo una de ellas permaneció en la Crítica de la
razón Práctica. Ësta pone en evidencia la pura forma de la ley moral, que es la
universalidad, o sea su validez sin excepciones. Lo que definimos como imperativo
categórico es pues una máxima, del sujeto, que se convierte en ley para todo
hombre. Es decir que pasa de ser subjetiva a ser objetiva. Y la encontramos así
expresada: “Actúa de modo que la máxima de tu voluntad tenga siempre validez, al
mismo tiempo, como principio de una legislación universal.”
Para explicar qué es un imperativo, dentro de la ética kantiana debemos
entender lo siguiente. Pata el filósofo alemán los principios prácticos son
determinaciones generales de las que dependen reglas prácticas particulares.
Ahora encontramos pues dos tipos de reglas prácticas: máximas e imperativos.
Mientras que las máximas son principios prácticos que sólo se aplican a lo sujetos
individuales, es decir que son de carácter puramente subjetivo, los imperativos son
objetivos-válidos para todos-. Estos últimos son reglas que expresan la necesidad
objetiva de la acción. Ahora bien, dentro de los imperativos, encontramos también
dos tipos: hipotéticos y categóricos.
Pues bien, todos los imperativos mandan, ya hipotética, ya categóricamente.
Aquellos representan la necesidad práctica de una acción posible, como
medio de conseguir otra cosa que se quiere (o que es posible que se quiera).
El imperativo categórico sería el que representase una acción por sí misma,
sin referencia a ningún otro fin, como objetivamente necesaria. (Kant, Pág.
88)
El imperativo hipotético es un imperativo condicionado, puesto que si la
voluntad quiere alcanzar determinado objetivo, está condicionada y así determina
la voluntad. Esto quiere decir que estos imperativos son válidos en la hipótesis que
se quiera tal fin, pero objetivos porque son válidos mientras se quiera ese fin. En
cambio, los imperativos categóricos determinan la voluntad prescindiendo de los
efectos que puedan tener. Son leyes prácticas que resultan válidas
incondicionadamente para el ser racional. Sólo estos son leyes morales, puesto que
son universales y necesarios. Es de notar que no lo son de la misma forma que lo
son las leyes naturales. Mientras que éstas no se pueden incumplir, las leyes
morales pueden no cumplirse. En efecto la voluntad humana no está únicamente
sujeta a la razón, sino también a la sensibilidad. La necesidad de la ley moral radica
en la su validez para todos los hombres sin excepción. Validez que a la vez radica
en la razón pura, en tanto que capaz de realizar juicios sintéticos a priori que rijan
la acción.
La ética kantiana, en contraposición con el Empirismo y el utilitarismo,
fundamenta la ética en la esencia de la ley y no es su contenido. Es decir que no
tiene en cuenta que la ley determine la voluntad por la bondad o la nobleza de las
acciones, o incluso que la complazcan o no. Para Kant esto es la ley material que
no debe fundamentar la ética.
Por eso, en cuanto al deber, Kant nos dice en la Fundamentación para una
Metafísica de las Costumbres que, en primer lugar, que la ley moral no se cumple
por conveniencia, ni por inclinación, sino que sólo el deber por el deber posee su
“genuino valor moral”. En segundo lugar que el principio de acción buena
moralmente no está tampoco en el propósito, sino en la máxima o imperativo
categórico que decidió tal acción. Si ahí se encuentra el principio del querer, nos
encontramos frente a una acción buena. Y por último Kant nos dirá que la acción se
hace necesaria por respeto a la ley. Aunque la acción no se lleve a cabo, la
racionalidad se impone y la hace necesaria.
La ética debe estar fundamentada entonces en la forma de la ley: “la esencia
del imperativo, pues, consiste, en que tenga validez en virtud de su forma de ley,
gracias a su racionalidad” (Reale, pág.763) Pasemos entonces a exponer la razón
pura como fundamento de la ética.
Hemos de decir que la razón humana no es únicamente teórica, es también
práctica en tanto que es capaz de determinar la voluntad y la acción moral.
(…) nos ha sido concedida la razón como facultad práctica (es decir como
facultad que ha de tener influjo sobre la voluntad), resulta que el destino
verdadero de la razón tiene que ser el de producir una voluntad buena, (…),
buena en sí misma, cosa para la cual la razón es absolutamente necesaria
(…). (Kant, pág.96)
El objetivo de la razón es determinar la voluntad. Kant busca demostrar que hay una
razón pura práctica que “por sí sola, sin intervención de motivos que dependan de
los impulsos y de la sensibilidad, es decir de la experiencia) puede mover y
determinar la voluntad para eliminar cualquier problema posterior que haga
referencia a su legitimidad y sus pretensiones. Esta vez, por lo contrario, será
criticada no la razón pura práctica, sino la razón práctica empíricamente
condicionada que pretende determinar la voluntad”. (Reale, p. 761) Entiéndase
“pura”, según lo que nos dice el mismo autor como la razón que no está mezclada
con nada empírico y en la medida en que es capaz de obrar por sí sola, y por lo
tanto a priori.
La existencia de una razón práctica pura posibilita la existencia de leyes
morales que tengan un valor universal. La ley moral es pues el imperativo categórico
dentro del sistema kantiano, que proclama el deber por el deber mismo. El
imperativo moral es pues una síntesis a priori que no está fundada ni en la intuición
sensible ni en la experiencia y por lo tanto es de carácter nouménico. De ahí la
diferencia entre la crítica de la razón especulativa y la práctica que, a su vez,
distingue las dos obras más importantes del autor.
Sin embargo, se debe tener en cuenta que la gnoseología en Kant tiene una
labor ética. De hecho, el establecer los límites de la razón, como busca hacerlo
Kant, a través de su filosofía, da pie para establecer las ideas en tanto que son
principio de acción. Es decir que la ideas son verdades o paradigmas que son
orientadores de la conducta humana. Kant distinguiendo dos usos de la razón, como
ya lo hemos dicho, a saber, la razón teórica, que corresponde a la relación entre el
sujeto y los conceptos, fenómenos e ideas, y la razón práctica, que corresponde a
la relación entre sujeto y acción. Pero, detrás de la acción, debemos tener en cuenta
que, en Kant, existen unos conceptos racionales o ideas que rigen la acción misma.
Es precisamente este lo que pretende mostrar Kant con su obra sobre los
Fundamentos. Para que se dé una filosofía moral, el sujeto, en tanto que ser
racional, debe formular las leyes para que el comportamiento moral se pueda dar.
Tal filosofía tiene como base el deber y las leyes morales, éstas últimas son de
necesidad absoluta y encuentran su fundamento a priori. La ley moral encuentra su
fundamentación en la filosofía pura. La Metafísica de las Costumbre se hace pues
necesaria, no sólo por un motivo especulativo, como lo es el explorar las fuentes de
los principios a priori, según nos lo dice Kant en el prólogo ya mencionado. Sino
porque “las costumbres quedan expuestas a toda suerte de perversidades, mientras
falte un hilo conductor y norma suprema de su correcto enjuiciamiento” (Kant, P.69).
El único fundamento de la moral ha de ser la razón práctica y lo que se derive de
ella.
Kant subraya que la Ética ha de encontrarse por delante de la antropología
práctica, es decir que debe ser anterior a ella. Lo que equivale a decir que la ética
debe ser anterior a la experiencia del hombre y, propiamente hablando, a las
costumbres. La Ética debe entonces construirse sin que el sujeto se centre en las
costumbres y depurando de ella cualquier elemento empírico. Para que haya leyes
morales que tengan un valor universal, la ética debe fundamentarse en lo a priori,
es decir antes del obrar mismo.
No sobra decir algunas palabras sobre el concepto de buena voluntad en
Kant, teniendo en cuenta que la razón es la que determina la voluntad. En los
Fundamentos, Kant dice que: “ni en el mundo ni en general, fuera de él es posible
pensar nada que pueda ser considerado bueno sin restricción excepto la buena
voluntad”.
Podemos entonces decir que el valor moral de la acción no reside en el efecto que
se espera de ella, sólo en la voluntad de un ser racional, “único lugar donde puede
ser encontrado el bien supremo e incondicionado.” Ahora bien, para que una acción
sea realmente buena dentro del sistema de Kant, debe ser llevada a cabo por y sólo
por la buena voluntad. De hecho, Kant considera la buena voluntad como la
condición imprescindible para “hacernos dignos de ser felices”. La buena voluntad
ha de ser entendida como el querer en tanto que nada puede añadir o mermar el
fracaso o la utilidad. No hay buena voluntad ni por la idoneidad de la acción, ni por
que se logre lo propuesto, sino porque precisamente el querer es lo único que hace
buena a la voluntad.
La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, no es buena por
su adecuación para alcanzar algún fin que nos hayamos propuesto; solo es
buena por el querer, es decir, en sí misma, y considerada por sí misma es,
sin restricción, muchísimo más valiosa que todo lo que por medio de ella
pudiéramos realizar en provecho de alguna inclinación y, si se quiere, de
suma de todas las inclinaciones.
La razón es pues como gobernante de la voluntad, y debe ser entendida
como la capacidad práctica que debe tener un influjo tal sobre la voluntad de modo
que logre generar una voluntad buena en sí misma y no como medio con respecto
a un propósito. La buena voluntad sigue un principio a priori, es decir que se cumple
la ley que el mismo sujeto se ha dado y esta ley es conforme a la razón.
Por último, una vez hemos hablado del imperativo categórico como la ley
moral y hemos expuesto que, para Kant, se trata de un hecho de razón, debemos
hablar de la libertad como su fundamento y condición. En efecto, Kant nos dice:
La conciencia de esta ley fundamental puede llamarse un hecho de la razón,
no porque se la pueda deducir de datos racionales precedentes, por ejemplo,
de la conciencia de la libertad […], sino porque se nos impone por sí misma,
como una proposición sintética a priori. (Kant en Reale, pág. 766)
Ahora bien, a su vez, la libertad puede ser definida como la independencia de la
voluntad, respecto a la ley natural de los fenómenos. El deber, pues se fundamenta
en el hecho de que el hombre es capaz de actuar. Su libertad se encuentra
precisamente ahí, independientemente de que el hombre actúe moralmente o no,
su libertad le permite cumplir con su deber.
Podemos además añadir a esto, el hecho de que la voluntad del hombre
puede determinarse por sí sola, encontramos aquí un aspecto positivo de la libertad:
la autonomía. Para Kant, la acción no puede encontrar su principio ni su bondad en
ningún tipo de sentimiento: sea éste, por ejemplo, el temor al castigo o el deseo del
premio. Es precisamente en este punto donde radica la diferencia entre autonomía
y heteronomía del sujeto. Puesto que el sujeto autónomo se da sus propias normas
de conducta, sustentando ésta en el entendimiento. Mientras que el heterónomo
actúa de acuerdo a su entorno, se adecúa a las normas que éste le impone. Y en
esto precisamente consiste la minoría de edad de la que habla Kant.
Hemos de concluir que la ética kantiana, la cual marca radicalmente la
historia del pensamiento, es pues una ética rigorista, que difícilmente se puede
concebir como práctica. Es decir, ¿hasta qué punto podemos considerar que el
hombre logra actuar, determinándose sólo por el deber mismo? Para Kant no
debemos actuar para alcanzar la felicidad, motor de otras éticas, como la
aristotélica, por ejemplo, sino que sólo cumpliendo con el deber nos hacemos dignos
de ser felices. ¿Puede el hombre conformarse con esto?

BIBLIOGRAFÍA
Kant, I. (2002). Fundamentación para una Metafísica de las Costumbres. (R.
Aramayo, Trad.) España, Madrid: Alianza Editorial
REALE G., Historia del Pensamiento Filosófico y Científico, Barcelona 1999, Herder

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