Sei sulla pagina 1di 80

Cronología

• Herodes el Grande comienza su reinado 37 a.C.


• Nace Jesús 6/5 a.C.
• Huida a Egipto 5/4 a.C.
• Muerte de Herodes el Grande 4 a.C.
• Regreso a Nazaret 4/3 a.C.
• El niño Jesús visita el templo 6/7 d.C.
• Tiberio César coronado emperador 14
• Comienza el ministerio de Juan 26
• Jesús inicia su ministerio 26/27
• Jesús escoge a los doce discípulos 28
• Jesús alimenta a cinco mil 29
• Jesús es crucificado, resucita y asciende al cielo 30
PROPÓSITO:
Presentar la persona, obra y enseñanzas de Jesús
AUTOR:
Juan Marcos. No fue uno de los doce discípulos, pero acompañó
a Pablo en su primer viaje misionero
(Hechos 13.13).
DESTINATARIO:
Los cristianos en Roma, donde se escribió el Evangelio
FECHA:
Entre 55 y 65 d.C.
MARCO HISTÓRICO:
El Imperio Romano bajo Tiberio César. El Imperio, donde se
hablaba un solo idioma, contaba con un excelente sistema de
transporte y comunicaciones. Además estaba maduro para
escuchar el mensaje de Jesús, el cual se expandió con rapidez
de provincia en provincia, y luego de nación en nación
VERSÍCULO CLAVE:
«Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para
servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (10.45).
PERSONAS CLAVE:
Jesús, los doce discípulos, Pilato, los líderes religiosos y los judíos
LUGARES CLAVE:
Capernaum, Nazaret, Cesarea de Filipo, Jericó, Betania, Monte de
los Olivos, Jerusalén, Gólgota CARACTERÍSTICAS PARTICULARES:
Marcos fue el primer Evangelio que se escribió. Hay treinta y un
versículos que no se citan en los demás Evangelios. Marcos
narra más milagros que cualquier otro de los Evangelios.
¡SOMOS el número uno...! ¡Los más grandes, fuertes y
hermosos... campeones! Cada día estas proclamas audaces
afirman declaraciones de supremacía. Todos queremos ser
triunfadores. Perdedores son los que no quedan en los primeros
lugares. En directo contraste están las palabras de Jesús: «Y el
que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos.
Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para
servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (10.44, 45).
Jesús es lo más grande que existe, Dios encarnado, nuestro
Mesías, pero entró en la historia como siervo. Este es el mensaje
de Marcos. Escrito para animar a los cristianos romanos y probar
más allá de toda duda que Jesús es el Mesías, Marcos presenta
una rápida sucesión de vívidos cuadros de Jesús en acción y nos
revela su verdadera identidad más por lo que hace que por lo
que dice. Es Jesús en movimiento.
Marcos no habla del nacimiento de Jesús, comienza su Evangelio
con la predicación de Juan el Bautista. De ahí, pasa rápidamente
por el bautismo de Jesús, la tentación en el desierto y el llamado
a sus discípulos. Marcos entra de lleno en el ministerio público
de Jesús. Vemos a Jesús enfrentándose a los demonios, sanando
a un leproso, perdonando y sanando al paralítico cuyos amigos
bajaron ante la presencia del Señor.
Luego, Jesús llama a Mateo (Leví) y tiene una cena con él y sus
cuestionables socios. Este incidente inicia el conflicto con los
fariseos y otros líderes religiosos que lo condenaron por comer
con pecadores y quebrantar el día de reposo.
En el capítulo 4, Marcos se detiene para dar una muestra de las
enseñanzas de Jesús: la parábola del sembrador y la ilustración
de la semilla de mostaza. Luego vuelve a entrar de lleno en la
acción. Jesús calma la tempestad, echa fuera demonios y sana a
la hija de Jairo.
Después de regresar a Nazaret por unos días y experimentar el
rechazo en su ciudad natal, Jesús comisiona a los discípulos a
esparcir la semilla de las buenas nuevas por todo lugar.
Aumenta la oposición de Herodes y los fariseos; decapitan a
Juan el Bautista, pero Jesús sigue adelante y alimenta a cinco
mil, ayuda a la mujer sirofenicia, sana a un sordo y alimenta a
cuatro mil personas.
Finálmente llegó el momento de enfrentar a los discípulos con su
verdadera identidad. ¿Sabían en realidad quién era Él? Pedro lo
proclamó como el Mesías, pero de inmediato demostró que no
entendía la misión de Jesús. Después de la transfiguración, Jesús
continuó enseñando y sanando, confrontando a los fariseos en
cuanto al divorcio y al joven rico acerca de la vida eterna. El
ciego Bartimeo recibe sanidad.
Los acontecimientos se desplazan con rapidez hacia el clímax.
La Santa Cena, la traición, la crucifixión y la resurrección se
presentan dramáticamente, junto con más enseñanzas de Jesús.
Marcos nos muestra a un Jesús activo: ¡sirviendo, sacrificándose,
salvando! Al leer Marcos, esté listo para la acción, permita que
Dios actúe en su vida y sienta el desafío a moverse para servir
en este mundo.
De los cuatro Evangelios, la narrativa de Marcos es la más
cronológica; es decir, la mayoría de los relatos siguen el orden
en el que ocurrieron. No obstante ser el más breve de los cuatro
Evangelios, Marcos contiene la mayor cantidad de relatos; está
lleno de acción. La mayoría de la acción se centra en Galilea,
donde Jesús comenzó su ministerio. Capernaum le sirvió como
base de operaciones (1.21; 2.1; 9.33), desde donde visitó
ciudades como Betsaida, donde sanó a un ciego, (8.22ss);
Genesaret, donde realizó muchos milagros (6.53ss); Tiro y Sidón
(al norte), donde realizó muchas sanidades, echó fuera
demonios y se encontró con la mujer sirofenicia (3.8; 7.24ss); y
Cesarea de Filipo, donde Pedro declaró que Jesús era el Mesías
(8.27ss). Después de su ministerio en Galilea y sus regiones
adyacentes, Jesús se dirigió al sur, hacia Jerusalén (10.1). Antes
de marcharse, dijo a sus discípulos en tres ocasiones que le
crucificarían allí, pero que resucitaría (8.31; 9.31; 10.33, 34).

Capítulo 1
Cuando uno experimenta la emoción de un gran acontecimiento,
siente que debe contárselo a alguien. Contar la historia puede
hacer revivir la experiencia pasada. Al leer las primeras palabras
de Marcos se siente esa emoción. Imagínese en medio de la
multitud mientras Jesús sana y enseña. Imagínese como uno de
sus discípulos. Reaccione a sus palabras de amor y de estímulo.
Y recuerde que Jesús vino por cada hombre y por cada mujer,
por quienes vivimos hoy en día y por los que vivieron hace dos
mil años.
Marcos no fue uno de los doce discípulos de Jesús, pero es muy
posible que haya conocido a Jesús personalmente. Escribió este
Evangelio en forma de relato ágil, como una novela popular. El
libro presenta a Jesús como un hombre que respaldaba sus
palabras con hechos que siempre demostraban quién era: el Hijo
de Dios. Debido a que escribió su Evangelio para los cristianos
de Roma, donde se adoraban muchos dioses, quería que
supieran que Jesús es el único y verdadero Hijo de Dios.
¿Por qué vino Jesús en aquel momento preciso de la historia? El
mundo civilizado gozaba de una relativa paz durante el gobierno
de Roma. Viajar era fácil y había un idioma común. Quizás las
noticias acerca de la vida, muerte y resurrección de Jesús se
esparcieron con rapidez por el vasto Imperio Romano.
En Israel, las personas comunes y corrientes estaban listas para
seguir a Jesús. Durante cuatrocientos años no tuvieron profeta
de Dios, desde los días de Malaquías (el escritor del último libro
del Antiguo Testamento). Cada vez estaban más expectantes por
la pronta llegada de un gran profeta o quizás el Mesías
mencionado en el Antiguo Testamento (véase Lucas 3.15).
Isaías fue uno de los más grandes profetas del Antiguo
Testamento. La segunda mitad de su libro está dedicada a la
promesa de la salvación. Isaías escribió sobre la venida del
Mesías, Jesucristo, y acerca del hombre que anunciaría su
venida, Juan el Bautista. El llamado de Juan a la gente de
«preparad» significaba que tendrían que abandonar su manera
de vivir, renunciar a sus pecados, buscar el perdón de Dios y
establecer una relación con el todopoderoso Dios mediante la fe
y la obediencia a su palabra que es la Biblia (Isaías 1.18–20;
57.15).
En Marcos 1.2, 3 tenemos una cita tomada de Malaquías 3.1 e
Isaías 40.3.
Cientos de años antes, el profeta Isaías predijo la venida de Juan
el Bautista y de Jesús. ¿Cómo lo supo? Dios prometió a Isaías
que un Libertador vendría a Israel y que una voz se alzaría en el
desierto para prepararle el camino. Las palabras de Isaías
alentaron a muchos al hacerles mirar hacia el futuro, al Mesías.
Saber que Dios cumple sus promesas nos consuela. Marcos
escribió mucho sobre el futuro y Dios cumplirá sus promesas. Al
leer este libro, que es parte de la Palabra de Dios,
comprendamos que es algo más que una historia: es Dios que
revela sus planes en cuanto a la historia de la humanidad.
¿Por qué será que el Evangelio de Marcos comienza con la
historia de Juan el Bautista y no menciona el nacimiento de
Jesús? En aquellos tiempos, a los oficiales romanos de
importancia siempre les precedía un anunciador o heraldo.
Cuando el heraldo llegaba a un pueblo, la gente sabía que algún
personaje prominente estaba al llegar. Ya que Marcos escribió
sobre todo para cristianos romanos, comenzó su libro con Juan el
Bautista, cuya misión era anunciar la venida de Jesús, el hombre
más importante que jamás haya vivido. A los cristianos romanos
no les hubiera interesado tanto el nacimiento de Jesús como el
heraldo que le preparó el camino.
Juan decide vivir en el desierto: (1) para mantenerse alejado de
las distracciones y poder oír mejor las instrucciones divinas; (2)
para lograr la total atención del pueblo; (3) para simbolizar un
violento rompimiento con la hipocresía de los líderes religiosos
más interesados en sus lujosos hogares y posiciones de
autoridad que en la obra de Dios; (4) para dar cumplimiento a
las profecías del Antiguo Testamento que decían que Juan sería
una «voz que clama en el desierto; preparad camino a Jehová»
(Isaías 40.3).
En el ministerio de Juan, el bautismo era una señal visible de
que una persona decidía cambiar, dejar su forma de vida de
pecado y egoísmo y volverse a Dios. Juan adoptó una conocida
costumbre y le dio un nuevo sentido. Los judíos a menudo
bautizaban gentiles, los que se convertían al judaísmo. Pero
bautizar a un judío como señal de arrepentimiento fue una
radical desviación de la costumbre judía. La iglesia primitiva le
dio al bautismo un significado mayor, al asociarlo con la muerte
y resurrección de Jesús (véanse, por ejemplo, Romanos 6.3, 4; 1
Pedro 3.21).
El propósito de la predicación de Juan fue preparar al pueblo
para aceptar a Jesús como el Hijo de Dios. Cuando Juan lanzó al
pueblo el reto de confesar sus pecados individualmente, señaló
el comienzo de una nueva forma de tener relación con Dios.
¿Es necesario que usted cambie antes de oír y entender el
mensaje de Jesús? La gente tiene que reconocer que necesita el
perdón antes que pueda aceptar el perdón; el verdadero
arrepentimiento debe producirse antes de que la persona tenga
verdadera fe en Jesucristo. Como preparación para recibir a
Cristo, debemos arrepentirnos y renunciar a las atracciones del
mundo que llevan a la muerte, a las tentaciones pecaminosas y
a las actitudes perniciosas.
La vestimenta de Juan no era precisamente el último grito de la
moda de aquellos días. Se vestía como el profeta Elías (2 Reyes
1.8) para distinguirse de los líderes religiosos cuyas largas
túnicas reflejaban el orgullo que sentían por su posición (12.38).
La sorprendente apariencia de Juan reflejaba su extraordinario
mensaje.
Aunque Juan era el primer profeta genuino en cuatrocientos
años, Jesús el Mesías sería infinitamente mejor que él. Juan
puntualizó cuán pequeño era ante Aquel que venía. No se
consideraba digno ni siquiera de realizar para Él las tareas más
humildes, como desatar la correa de sus sandalias. Lo que Juan
comenzó, Jesús lo finalizó. Lo que Juan preparó, Jesús lo realizó.
JESÚS COMIENZA SU MINISTERIO
Cuando Jesús salió de su hogar en Nazaret para comenzar su
ministerio, dio dos pasos preparatorios: permitir que Juan le
bautizara en el río Jordán y enfrentar la tentación de Satanás en
el áridodesierto de Judea.
Después de las tentaciones, volvió a Galilea y fijó su base de
operaciones en Capernaum.
Juan dijo que Jesús bautizaría con el Espíritu Santo y fuego y que
enviaría el Espíritu Santo para que viviera en cada creyente. El
bautismo en agua que Juan predicaba preparaba a la persona
para recibir el mensaje de Cristo. Demostraba humildad y
señalaba la disposición de abandonar el pecado. Este era el
comienzo del proceso espiritual. Cuando Jesús bautiza con el
Espíritu Santo, sin embargo, toda la persona se reforma por
dicho poder. Este bautismo es el resultado de la obra completa
de Jesús.
Si el bautismo de Juan era solo arrepentimiento de pecados,
¿por qué se bautizó Jesús? Hasta los más grandes profetas
(Isaías, Jeremías, Ezequiel) tuvieron que confesar sus pecados y
arrepentirse. Jesús no, porque fue sin pecado. Aunque no era
necesario, Jesús se bautizó por estas razones: (1) para testificar
de su consagración a su misión de traer el mensaje de salvación
a todas las naciones; (2) para demostrar que Dios aprobaba y
respaldaba su misión; (3) para identificarse con nuestra
condición humana y pecadora; (4) para comenzar oficialmente
su ministerio público (Juan 1.31–34); (5) para darnos un ejemplo
que hemos de imitar. El bautismo de Juan era diferente del
bautismo cristiano en la iglesia (véase Hechos 19.2–5).
Jesús creció en Nazaret, donde vivió de niño (Mateo 2.22, 23).
Nazaret era una pequeña aldea en Galilea, ubicada a medio
camino entre el mar de Galilea y el mar Mediterráneo. La ciudad
era despreciada y evitada por muchos judíos porque tenía la
reputación de ser independiente. Nazaret era un cruce de
camino para rutas de intercambio y tenía contacto con otras
culturas (véase Juan 1.46).
El Espíritu Santo descendió en forma de paloma sobre Jesús y
una voz desde los cielos proclamó en nombre del Padre que
Jesús es su divino Hijo. Aquí vemos a los tres miembros de la
Trinidad juntos: Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu
Santo.
Satanás es un ángel que se rebeló contra Dios. Es real, no es
simbólico, y siempre trabaja en contra de Dios y de quienes lo
obedecen. Tentó a Eva en el Edén y la persuadió a pecar; tentó a
Jesús en el desierto y no logró que cayera. Ser tentado no es
pecado. Tentar a otros o ceder a la tentación sí lo es. Si desea
más información acerca de la tentación de Jesús, lea Mateo 4.1–
11.
Para identificarse por completo con el ser humano, Jesús tuvo
que enfrentar la tentación de Satanás. Ya que Jesús enfrentó la
tentación y salió victorioso de ella, puede ayudarnos en dos
formas muy importantes: (1) a manera de ejemplo en cómo
enfrentar la tentación sin pecar, y (2) como ayudador que sabe
qué necesitamos, ya que Él pasó por esa misma experiencia. (En
Hebreos 4.15 encontramos más referencias a Jesús y la
tentación.)
Jesús se apartó de la gente y se fue al desierto, donde Satanás
lo tentó. La tentación nos resulta mala solo cuando cedemos a
ella. No debemos aborrecer los momentos de prueba, porque a
través de ellas se fortalece nuestro carácter y Dios nos enseña
valiosas lecciones. Cuando enfrentemos a Satanás y tengamos
que vérnosla con sus tentaciones y la confusión que nos
presenta, recordemos a Jesús. Él usó la Palabra de Dios frente a
Satanás y triunfó. Nosotros podemos hacer lo mismo.
Los ángeles son mensajeros celestiales que cumplen la voluntad
de Dios o la comunican a los hombres. El término ángel significa
mensajero y generalmente identifica al más alto grado de seres
espirituales que habitan en la presencia de Dios. Pero también
puede referirse a los ángeles de Satanás (Mateo 25.41) y parece
aplicarse a los pastores que sirven de mensajeros de Dios a las
siete iglesias de Asia (Apocalipsis 1–3). La presencia de Dios en
forma angélica es obvia en Génesis 16.7–14; 22.11–19; Éxodo
3.2–4; Jueces 2.1; 6.11–14; 13.3. La palabra griega ángelos, que
en algunos casos se traduce como mensajero, se emplea
también para designar a hombres en pasajes como Lucas 7.24 y
Santiago 2.25. Las escrituras declaran que los ángeles son: (1)
seres creados (Colosenses 1.16); (2) innumerables (Daniel 7.10);
(3) de diversos órdenes y rangos (Judas 9); (4) poderosos
(Salmos 103.20); (5) espíritus sin cuerpos materiales (Hebreos
1.14); (6) libres de limitaciones físicas (Hechos 12.5–10); (7)
sumamente sabios (2 Reyes 14.20); (8) capaces de presentarse
en forma humana (Juan 20.12).
¿Cuáles son las buenas nuevas de Dios? Estas primeras palabras
de Jesús en Marcos nos dan la esencia de su enseñanza: que el
tan esperado Mesías había vino para iniciar el Reino personal de
Dios en la tierra. La mayoría de las personas que oyeron este
mensaje estaban en la opresión, pobres y sin esperanzas. Las
palabras de Jesús fueron buenas nuevas para ellas porque les
ofrecían libertad, bendiciones y esperanzas.
La pesca era la industria más importante en torno al mar de
Galilea. La pesca con redes era el método más usado.
Capernaum, que llegó a ser el nuevo centro de operaciones de
Jesús, era en ese tiempo la más grande de alrededor de treinta
aldeas de pescadores situadas alrededor del mar (Mateo 4.12,
13).
Se suele pensar que los discípulos de Jesús eran grandes
hombres de fe desde que se unieron a Jesús. Pero la verdad es
que tuvieron que crecer en la fe de igual modo que cualquier
creyente (Marcos 14.48–50, 66–72; Juan 14.1–9; 20.26–29).
Al parecer, esta no fue la única vez que Jesús llamó a Pedro
(Simón), Jacobo y Juan para que le siguieran (en Lucas 5.1–11 y
en Juan 1.35–42 leemos de otras dos veces). Tardó en que el
llamado de Jesús y su mensaje penetraran, pero lo importante
es esto: aunque tenían mucho que crecer, le siguieron.
Asimismo, tenemos preguntas y vacilaciones, pero nunca
debemos dejar de crecer al seguir a Jesús.
Debido a que el templo en Jerusalén estaba demasiado lejos
para que muchos judíos viajaran hasta allí para adorar
regularmente, muchos pueblos tenían sinagogas que servían
como lugares de adoración y escuelas. Desde los tiempos de
Esdras, alrededor de 450 a.C., un grupo de diez familias judías
podía fundar una sinagoga. Allí, durante la semana, los niños
varones estudiaban la Ley del Antiguo Testamento y la religión
judía. Las niñas no se admitían. Cada día de reposo, el Sabat, los
hombres se reunían para escuchar la enseñanza de la Palabra de
Dios a través de un rabí. Debido a que los rabinos o maestros no
eran permanentes, los principales de la sinagoga
acostumbraban pedir a los maestros visitantes que hablaran. Por
eso Jesús a menudo hablaba en las ciudades que visitaba.
Jesús se acababa de mudar de Nazaret a Capernaum (Mateo
4.12, 13). Capernaum era una ciudad muy próspera, con
grandes riquezas, al igual que grandes pecados y decadencia.
Debido a que acuartelaba muchos soldados romanos, la
influencia pagana del Imperio Romano se encontraba
dondequiera. Era el lugar ideal para que Jesús enfrentara a
judíos y a gentiles con las buenas nuevas del Reino de Dios.
A menudo, los maestros judíos citaban a famosos rabinos para
dar más autoridad a sus palabras. Pero Jesús no necesitaba
hacerlo. Como era Dios, conocía perfectamente las Escrituras y
su significado. Él era la autoridad suprema.
Los demonios son espíritus de maldad bajo las órdenes de
Satanás. Su trabajo es hacer pecar a la gente. Satanás no los
creó, porque Dios es el Creador de todo; son ángeles caídos que
se unieron a Satanás en su rebelión. En su estado de
degeneración pueden hacer que una persona quede muda,
sorda, ciega o demente. Pero siempre que se enfrentaron a
Jesús, perdieron su poder. Dios pone límites a lo que hacen; no
pueden hacer nada sin su permiso. Durante el tiempo en que
Jesús vivió en la tierra, a los demonios se les permitió estar muy
activos para demostrar de una vez y para siempre que Cristo
tiene poder y autoridad sobre ellos.
Para muchos sicólogos la posesión demoníaca es una forma
primitiva de describir las enfermedades mentales. Sin embargo,
está claro que un demonio era el que controlaba a este hombre.
Marcos enfatiza las luchas contra el poder demoníaco para
demostrar la superioridad de Jesús. Narra muchos relatos que
muestran a Jesús echando fuera demonios. Jesús no tenía que
realizar un elaborado ritual de exorcismo. Su palabra era
suficiente para expulsar a los demonios.
Los demonios supieron enseguida que Jesús era el Hijo de Dios.
Al incluir este hecho en su Evangelio, Marcos estableció las
credenciales de Jesús, mostrando que hasta el mundo de las
tinieblas lo reconocía como el Mesías.
Cada escritor de los Evangelios escribió desde una perspectiva
un tanto diferente; por eso los relatos tienen detalles diferentes
en cada Evangelio. En Mateo, Jesús tocó a la mujer. En Marcos,
la ayudó a incorporarse. En Lucas, le habló a la fiebre que al
instante la dejó. Pero no hay conflicto en los relatos. Cada
escritor escogió enfatizar detalles diferentes del mismo caso con
el propósito de resaltar ciertas características de Jesús.
La gente se acercó a Jesús al atardecer cuando el sol se ponía.
Era el día de reposo (1.21) que comenzaba con la puesta del sol
del viernes y terminaba con la puesta del sol del sábado. Los
líderes judíos decían que era contra la Ley sanar en el día de
reposo (Mateo 12.10; Lucas 13.14). La gente no quería
quebrantar esta Ley, ni la que prohibía viajar en el día de
reposo. Por eso esperaron hasta el atardecer. Después de la
puesta del sol, las multitudes se sintieron en libertad de buscar
a Jesús para que los sanara.
¿Por qué Jesús no quería que los demonios revelaran quién era?
(1) Al mandar a los demonios que guardaran silencio,
demostraba su autoridad y poder sobre ellos. (2) Jesús quería
que la gente creyera en Él por sus palabras y hechos, no por lo
que pudieran decir los demonios. (3) Jesús quería revelar su
identidad como el Mesías según su propio programa y no
conforme al de Satanás. Este quería que la gente siguiera a
Jesús por su popularidad y no porque era el Hijo de Dios, el que
podía liberarlos del pecado y su poder.
Jesús dedicaba tiempo a la oración. Buscar tiempo para orar no
es fácil, aunque la oración es el vínculo vital entre nosotros y
Dios. Como Jesús, debemos buscar tiempo para hablar con Dios,
aunque eso signifique que tengamos que levantarnos antes que
el día aclare.
Los romanos dividieron el territorio de Israel en tres regiones:
Galilea, Samaria y Judea. Galilea estaba en la región más
septentrional y tenía alrededor de 100 km de largo por unos 50
de ancho. Jesús pasó mucho tiempo de su ministerio en esta
región, un lugar ideal para enseñar, sobre todo porque había
más de 250 poblaciones y aldeas concentradas en esta pequeña
región, con muchas sinagogas.
Con relación a Levítico 13 y 14 los líderes judíos declararon que
la lepra era inmunda. Esto quería decir que a los leprosos se les
prohibía participar en toda actividad religiosa o social. Debido a
que la Ley decía que cualquier persona se hacía inmunda por el
contacto con un inmundo, algunos tiraban piedras a los leprosos
para mantenerlos a distancia. Pero Jesús tocó a los leprosos.
El verdadero valor de una persona no es externo, sino interno.
Aunque una persona esté enferma o deformada, en su interior
no es menos valiosa ante Dios. Nadie es tan repugnante como
para que Él no lo toque. En un sentido, todos somos leprosos
porque nos ha deformado la fealdad del pecado. Pero Dios, al
enviar a su Hijo Jesús, nos ha tocado para darnos la sanidad.
Cuando se sienta rechazado por alguien, deténgase y piense
qué siente Dios por esa persona y por usted.
Aunque la lepra era incurable, diversas clases de enfermedades
de piel se clasificaron como «lepra». Según las leyes del Antiguo
Testamento (Levítico 13; 14), cuando un leproso se curaba debía
presentarse ante un sacerdote para ser examinado. Luego el
leproso debía dar una ofrenda de gratitud en el templo. Jesús se
ajustó a estas leyes al enviar al hombre al sacerdote,
demostrando el total respeto que tenía por la Ley de Dios.
Enviar el leproso sanado al sacerdote constituía una forma de
verificar el gran milagro ante la comunidad.

Capítulo 2
La necesidad del paralítico movió a sus amigos a la acción y lo
llevaron a Jesús. ¿Actúa cuando reconoce la necesidad de
alguien? Muchas personas tienen necesidades físicas y
espirituales que usted puede suplir por usted mismo o junto con
otros que también tienen compasión o interés en el caso. La
necesidad humana movió a estos cuatro hombres. Deje que
otras necesidades también le conduzcan a usted a una acción
compasiva.
Las casas en los tiempos bíblicos se construían de piedra. Tenían
techos planos hechos con barro mezclado con paja, y escaleras
exteriores que conducían al techo. Estos amigos quizás llevaron
al inválido por las escaleras exteriores hasta el techo. Allí,
fácilmente, pudieron haber roto el techo de lodo y paja para
bajar a su amigo hasta donde estaba Jesús.
En lugar de decirle al paralítico: «Estás sano», Jesús le dijo: «Tus
pecados te son perdonados». Para los líderes judíos era una
blasfemia pretender hacer algo que solo Dios podía hacer. De
acuerdo a la Ley judía, este pecado merecía la muerte (Levítico
24.15, 16).
Los líderes religiosos entendieron muy bien que Jesús afirmaba
que era el Mesías, pero el juicio que emitieron fue erróneo. Jesús
no blasfemó, porque lo que dijo era cierto. Jesús es Dios y lo
demostró sanando al paralítico (2.9–11).
Esta es la primera vez en Marcos que Jesús se refiere a sí mismo
como el «Hijo del Hombre». El título Hijo del Hombre enfatiza
que es totalmente hombre, mientras que Hijo de Dios (véase
como ejemplo Juan 20.31) enfatiza que es totalmente Dios.
Como Hijo de Dios, Jesús tiene la autoridad de perdonar
pecados. Como hombre, puede identificarse con nuestras
profundas necesidades y sufrimientos y ayudarnos a vencer el
pecado (véase la nota a 8.29–31).
Leví es otro nombre con el que se conoce al discípulo Mateo, el
que escribió el Evangelio que lleva su nombre. Si desea más
información acerca de Mateo, véase su perfil en Mateo 9.
Capernaum era un centro militar clave para las tropas romanas,
así como una floreciente comunidad comercial. Varios caminos
de importancia se cruzaban en Capernaum y por ellos pasaban
los comerciantes que viajaban a Egipto, en el sur, o a
Mesopotamia, en el norte.
Leví (Mateo) era un judío nombrado por los romanos para
recolectar impuestos en aquella zona. Recaudaba no solo de los
habitantes de la ciudad, sino también de los comerciantes que
pasaban por la misma. El sistema establecía que estos
funcionarios podían quedarse con un porcentaje de los
impuestos que cobraban, pero se quedaban con mucho más,
con lo que se enriquecían desmesuradamente. Los judíos
odiaban a los cobradores de impuestos por su fama de
estafadores y por estar al servicio de Roma. A los judíos les dolía
pensar que parte del dinero recolectado era para financiar
religiones y templos paganos.
El día que Leví se encontró con Jesús, organizó una reunión en
su casa para presentarlo. No desperdició ni un minuto en
empezar a testificar. Algunas personas creen que los nuevos
creyentes deben esperar, madurar o recibir preparación antes
de empezar a hablar de Cristo. Pero como Leví, los nuevos
creyentes deben enseguida hablar a otros de su fe, sea cual
fuere el conocimiento, los recursos o la experiencia que tengan.
«Esa chusma», decían los fariseos santurrones para describir a
la gente con la que Jesús comía. Pero la asociación de Jesús con
los pecadores obedecía a que los amaba y a que sabía que
necesitaban lo que tenía que decirles. Le dedicó tiempo a quien
necesitaba o quería escuchar su mensaje: pobres, ricos, malos,
buenos. Nosotros también debemos ser amistosos con quienes
necesitan a Cristo, aunque sean personas que no se vean como
la mejor compañía. ¿Habrá personas ante cuya reputación usted
se comporta con negligencia? Quizás esas personas sean las
más necesitadas de ver y oír el mensaje del amor de Cristo en
usted y a través de usted.
Juan tenía dos propósitos: hacer que la gente se arrepintiera de
sus pecados y prepararla para la venida de Cristo. Este fue un
tiempo de seria reflexión que incluía ayuno, señal externa de
humillación y pena por el pecado. El ayuno despoja al cuerpo de
comida; el arrepentimiento despoja nuestra vida de pecado. Los
discípulos de Jesús no necesitaban ayunar en preparación para
su venida, porque Él estaba con ellos. Jesús, sin embargo, no
condena el ayuno. Él mismo ayunó cuarenta días (Mateo 4.2).
Pero enfatiza el ayuno con
buen propósito. Los fariseos ayunaban dos veces a la semana
para mostrar cuán santos eran. Jesús explicó que el que ayuna
solamente para impresionar a otros lo hace por gusto.
Jesús se comparó a sí mismo con un esposo porque en el
Antiguo Testamento el término equivalente a esposa se aplica a
menudo a Israel y esposo a Dios que ama a Israel (Isaías 62.5;
Mateo 25.1–14; Apocalipsis 21.2).
Un odre era una piel de cabra cocida por los bordes para formar
una bolsa hermética. El vino nuevo, al fermentar con el tiempo,
hace que el odre se estire. El vino nuevo, sin embargo, no puede
ponerse en un odre estirado porque la piel demasiado rígida se
rompe. Los fariseos eran tan rígidos como aquellos viejos odres.
No podían aceptar que la fe en Jesús no fuera restringida ni
limitada a ideas o reglas de hombres. Nuestro corazón, al igual
que un odre, se puede endurecer e impedir que aceptemos la
nueva vida que Cristo nos ofrece. Mantengamos nuestros
corazones abiertos y dóciles para aceptar la verdad del mensaje
transformador de Jesús.
PROMINENTES GRUPOS RELIGIOSOS Y POLÍTICOS JUDÍOS
Nombre y referencias selectas
Descripción
De acuerdo con Jesús En desacuerdo con Jesús
Jesús y sus discípulos no robaban cuando recogieron granos de
trigo en aquel sembrado. Levítico 19.9, 10 y Deuteronomio
23.25 dicen que los agricultores judíos tenían que dejar sin
segar las esquinas y los lados de las porciones de tierra que
sembraron para que los viajeros y los pobres lo tomaran y
comieran. Jesús, al caminar junto al sembrado, no violaba la
propiedad privada, pues comía del trigo dejado para ese
propósito.
La Ley de Dios decía que las cosechas no podían recogerse en el
día de reposo (Éxodo 34.21). Esta Ley prevenía a los agricultores
de codicia y les exigía no olvidarse de Dios en el día de reposo.
También protegía a los cosechadores de que los sometieran a un
exceso de trabajo.
Los fariseos creían que Jesús y sus discípulos, al arrancar las
espigas y frotarlas en sus
manos para limpiar el trigo, cosechaban. De ahí que acusaron a
Jesús de quebrantar la Ley. Pero era evidente que Jesús y sus
discípulos no arrancaban el trigo por lucro, sino que buscaban
algo de comer. Los fariseos interpretaron tan obcecadamente la
Ley, que pasaron por alto su verdadera intención.
Los dirigentes religiosos judíos estaban tan enredados en sus
leyes que perdieron de vista lo que era bueno y correcto. En
Marcos 3.4 Jesús enmarca que el día de reposo es para
descansar y adorar, pero que eso no significa que no movamos
un dedo para ayudar a otros. No dejemos que nuestro día de
reposo llegue a ser un tiempo de egoísta indulgencia.
Jesús usó el ejemplo del rey David para señalar lo ridículas que
eran las acusaciones de los fariseos. Jesús dijo que Dios
estableció el día de reposo para nuestro beneficio, no para el
suyo. Dios no se beneficia con que descansemos el día de
reposo, pero al descansar y concentrarnos en Dios, nos
recuperamos física y espiritualmente. Para los fariseos, las leyes
sabáticas llegaron a ser más importantes que el propósito
mismo del día de reposo. David y Jesús entendieron que la
verdadera intención de la Ley de Dios es promover el amor a
Dios y a los demás. No guardamos ciegamente una ley sin mirar
con cuidado la razón de ser de tal ley. El espíritu de la ley es por
lo general más importante que la letra.
Los «panes de la proposición» eran los que se ponían delante de
Dios en el tabernáculo. Cada sábado, doce panes cocidos se
colocaban sobre la mesa en el Lugar Santo. Después los
sacerdotes comían los panes viejos. Si desea más información
sobre los panes de la proposición, véanse Éxodo 25.30 y Levítico
24.5–9.

Capítulo 3
Ya los líderes judíos se declararon en contra de Jesús. Están
celosos de su popularidad, sus milagros y su autoridad al hablar.
Valoran tanto su posición en la comunidad y sus oportunidades
de ganancia personal que perdieron de vista la meta de todo
líder religioso: conducir la gente a Dios. Si alguien debía haber
reconocido al Mesías, eran ellos, pero no quisieron hacerlo
porque no estaban dispuestos a perder sus apreciadas
posiciones ni su poder. Cuando Jesús puso al descubierto sus
verdaderas actitudes, automáticamente se transformaron en
enemigos del Mesías y empezaron a buscar la forma de que la
gente también se volviera en contra suya para detener su
creciente popularidad.
Jesús se enojó al ver la actitud despiadada de los fariseos.
Enojarse, en sí mismo, no es malo. Depende de lo que nos hace
enojar y lo que hacemos con el enojo. Con mucha frecuencia
expresamos nuestro enojo de manera egoísta y perjudicial. Jesús
en cambio expresó su enojo corrigiendo un problema: sanó la
mano al hombre. Aplique su enojo a buscar soluciones
constructivas más que a agravar el problema provocando pena
en la gente.
Los fariseos eran un grupo religioso que con celo seguía la Ley
del Antiguo Testamento así como sus tradiciones. Eran
respetados en la comunidad, pero odiaban a Jesús porque se
enfrentó a sus orgullosas actitudes y a sus poco honorables
motivaciones.
Los herodianos eran un partido político judío que esperaba
restaurar en el trono la línea
de Herodes el Grande. Jesús era una amenaza para ellos porque
desafiaba sus ambiciones políticas. Fariseos y herodianos, por lo
general enemigos, unieron sus fuerzas en contra de Jesús
porque este los desenmascaraba y socavaba su poder y
reputación.
Jesús realizó una buena obra, pero los fariseos lo acusaron de
quebrantar la Ley que prohibía brindar atención médica el día de
reposo, salvo en casos de vida o muerte. Irónicamente, los
fariseos que acusaban a Jesús de quebrantar el día de reposo al
sanar a alguien, planeaban un asesinato.
Aunque Jesús era blanco del fuego de los líderes religiosos,
seguía ganando popularidad entre el pueblo. Algunos eran
curiosos, otros buscaban sanidad, otras evidéncias para usarlas
en su contra y otros querían saber si en realidad era el Mesías.
La mayoría no entendía la verdadera dimensión de lo que
ocurría entre ellos. Hoy en día, la gente sigue al Señor por
idéntica variedad de razones. ¿Cuál es la razón primordial por la
que usted sigue a Jesús?
Los demonios sabían que Jesús era el Hijo de Dios, pero no
querían renunciar a sus malos propósitos. Saber de Jesús o
incluso creer que Él es el Hijo de Dios no garantiza la salvación.
También hay que desear seguirle y obedecerle (Santiago 2.17).
Jesús advirtió a los demonios que no divulgaran que era el
Mesías, porque no deseaba que alimentaran falsas ideas
populares. La inmensa multitud estaba a la espera de un líder
político y militar que los libertara del yugo de Roma. La
enseñanza recibida decía que el Mesías profetizado en el
Antiguo Testamento sería esa clase de hombre. Jesús quería
enseñarle al pueblo la clase de Mesías que era, tan distinto al de
sus expectativas. Su reino es espiritual. Y comenzaría, no con el
derrocamiento de los gobernantes, sino con el derrocamiento del
pecado en los corazones de la gente.
Jesús estaba rodeado de seguidores, de los cuales escogió a los
doce que serían sus compañeros da cada día. No los seleccionó
en base a su fe, porque era vacilante. Tampoco los escogió por
talentos y habilidades que a lo mejor tenían, porque ninguno se
destacaba por sus habilidades. Los discípulos representaban una
amplia gama de trasfondos y experiencias de la vida, pero al
parecer no tenían más potencial de liderazgo que los que no se
escogieron. La única característica que tenían todos era su
decisión de obedecer y seguir a Jesús. Después de la ascensión
fueron llenos con el Espíritu Santo y jugaron papeles
determinantes en el crecimiento de la iglesia primitiva. No nos
descalifiquemos en nuestro servicio a Cristo por no tener las
mejores credenciales. Para ser un buen discípulo sencillamente
hay que estar listo a seguir a Jesús con un corazón dispuesto.
¿Por qué Jesús escogió doce hombres? El número doce
corresponde a las doce tribus de Israel (Mateo 19.28), con lo
cual se muestra la continuidad entre el antiguo sistema religioso
y el nuevo basado en el mensaje de Jesús. Muchos seguían a
Jesús, pero los doce recibieron la preparación más intensa.
Podemos ver el impacto de estos hombres en el resto del Nuevo
Testamento.
Los zelotes eran judíos nacionalistas que se oponían a la
ocupación romana en Palestina.
Con las multitudes presionándolo, Jesús ni siquiera tenía tiempo
para comer. De ahí que sus amigos y familiares viajaron desde
Nazaret para llevarlo a su casa (3.31–32).
Pensaban que se había convertido en un fanático religioso. Les
preocupaba esta posibilidad, pero no tomaban en cuenta el
propósito de su ministerio. Aun sus más allegados fueron lentos
en comprender su verdadera identidad.
Los fariseos no podían negar los milagros de Jesús ni su poder
sobrenatural. Negaban, sin embargo, que viniera de Dios,
porque de aceptarlo habrían tenido que reconocer también que
era el Mesías. Y su orgullo no les permitió dar ese paso. Por eso,
en un intento por destruir su popularidad entre la gente, lo
acusaron de actuar con el poder de Satanás. En la respuesta de
Jesús, versículos 23 al 26, vemos que el argumento de estos
líderes judíos no tenía ningún sentido (Beelzebú se refiere a
Satanás).
Aunque permite a Satanás actuar en el mundo, Dios sigue en
control de todo. Jesús, en su condición de Dios, tiene poder
sobre Satanás; puede echar fuera demonios y poner fin a sus
terribles obras en la vida de la gente. Un día, Satanás será
derrotado para siempre y nunca más volverá a actuar en el
mundo (Apocalipsis 20.10).
Algunas veces los cristianos se preguntan si han cometido el
pecado de blasfemar contra el Espíritu Santo. Este no es un
pecado del cual los cristianos deben preocuparse, pues se trata
de una actitud de incredulidad y falta de arrepentimiento.
Rechazar a propósito la acción del Espíritu Santo es blasfemia
porque es rechazar a Dios mismo. Los dirigentes religiosos
acusaron a Jesús de blasfemia, pero irónicamente blasfemaron
cuando cara a cara lo acusaron de estar poseído por Satanás.
María era la madre de Jesús (Lucas 1.30, 31) y sus hermanos sin
duda eran los hijos que María y José tuvieron después de Jesús
(véase también 6.3). Muchos cristianos, sin embargo, creen la
antigua tradición según la cual María tuvo un solo hijo. Si esto es
verdad, tal vez los «hermanos» de Jesús eran sus primos (en esa
época se acostumbraba llamar hermanos a los primos). Hay
quienes dan otra alternativa: cuando José se casó era viudo y
estos hermanos de Jesús eran hijos del primer matrimonio de
José. En ese caso, serían medios hermanos de Jesús (véase
Marcos 6.3, 4). Según vemos en el versículo 21, la familia de
Jesús no logró entender a plenitud el ministerio de Jesús. Jesús
explicó que nuestra familia espiritual establece relaciones que
en último término pueden ser más importantes y perdurables
que las relaciones formadas en nuestras familias carnales.
La familia de Dios es de brazos abiertos y no excluye a nadie.
Aunque Jesús amaba a su madre y a sus hermanos, también
amaba a quienes lo amaban. Jesús no hacía acepción de
personas, sino que concedía a todos el privilegio de obedecer a
Dios y ser parte de su familia. En nuestro mundo, cada vez más
computarizado e impersonal, las relaciones afectuosas entre los
miembros de la familia de Dios adquieren una mayor
importancia. La iglesia puede dar amor y cuidado personal que
mucha gente no encuentra en ninguna otra parte.

Capítulo 4
Jesús hablaba por parábolas y, a través de las historias que
contaba, enseñaba a la gente. Esas historias eran parábolas. La
parábola usa escenas conocidas para explicar verdades
espirituales. Este método de enseñanza obliga al oyente a
pensar. Y oculta la verdad a quienes son demasiado obstinados
o tienen prejuicios para atender la enseñanza que se
les da. La mayoría de las parábolas tiene un punto central, por
lo cual debemos ser cuidadosos en no ir más allá de lo que Jesús
quiso enseñar.
La semilla se plantaba o sembraba a mano. Los agricultores iban
por el terreno lanzando puñados de semillas que sacaban de
unos sacos grandes que llevaban colgados de los hombros. Las
plantitas no crecían en el orden que crecen ahora gracias a la
maquinaria que se usa para plantarlas. Por diestros que fueran
los agricultores, no podían evitar que las semillas cayeran en el
camino o entre las piedras y las espinas, ni que las arrastrara el
viento. Lanzaban las semillas en abundancia y lograban que
gran parte de estas cayeran en buena tierra asegurando la
cosecha.
Escuchamos con nuestros oídos, pero hay una forma más
profunda de oír, con el corazón, necesaria para captar el sentido
espiritual de las palabras de Jesús. Algunas personas en la
multitud buscaban alguna evidencia en contra de Él; otros en
realidad querían aprender y crecer. Las palabras de Jesús son
para los que le buscan con sinceridad.
Algunas personas no entienden la verdad de Dios porque no
están listas. Dios revela su verdad a los que desean andar en
ella, a los que quieren vivirla. Cuando usted habla de Dios, sin
duda no lo entenderán si no están aún preparados. Sea paciente
y aproveche cada oportunidad para hablar de la verdad de Dios;
pida que el Espíritu Santo abra el corazón de sus oyentes para
que reciban la verdad y la experimenten.
Las cuatro clases de suelo representan cuatro maneras
diferentes en que la gente reacciona a la Palabra de Dios. Por lo
general, pensamos que Jesús hablaba de cuatro clases distintas
de personas. Pero Él también hablaba de: (1) diversas épocas o
fases en la vida de la persona, o (2) cómo estamos dispuestos a
recibir el mensaje de Dios en algunos aspectos de nuestra vida y
cómo lo rechazamos en otros. Por ejemplo, usted quizás sea
receptivo a Dios en cuanto a su futuro, pero cerrado respecto a
cómo usar su dinero. A lo mejor es como la buena tierra en
cuanto a las demandas de adoración de Dios, pero como el
rocoso respecto a sus demandas de dar a los necesitados.
Debemos procurar, siempre, ser como la buena tierra en cada
aspecto de nuestra vida.
LOS DOCE DISCÍPULOS
Las preocupaciones mundanas, la falsa sensación de seguridad
que produce la prosperidad y el deseo por las cosas, plagaron a
los discípulos del primer siglo tal como lo hacen hoy. Con cuánta
facilidad las rutinas diarias se recargan de cosas. Una vida llena
de búsquedas materiales nos dejan sordos ante la Palabra de
Dios. Manténgase firme a fin de oír cuando Dios habla.
Si una lámpara no ayuda a ver, de nada sirve. ¿Está nuestra
vida mostrando a otros cómo es posible encontrar a Dios y vivir
para Él? Si no es así, pregúntese qué «almudes», ocultan su luz.
La autocomplacencia, el resentimiento, la dureza de corazón o la
desobediencia pueden ser «almudes», que impiden que la luz de
Dios brille a través de usted para bendición de otros.
La luz de la verdad de Jesús se nos revela, no se esconde. Pero
no estamos en capacidad de ver ni usar toda esa verdad ahora
mismo. Solo en la medida que ponemos las enseñanzas de Dios
en práctica entenderemos y veremos más de esa verdad. La
verdad es clara, pero nuestra capacidad para comprenderla es
imperfecta. En la medida que obedezcamos, iremos aguzando
nuestra visión y aumentando nuestra comprensión (véase
Santiago 1.22–25).
Esta frase significa simplemente que tenemos el deber de usar
bien lo que tenemos. No es cuestión de cuánto tenemos, sino de
cómo usamos lo que tenemos.
Esta parábola acerca del Reino de Dios, narrada únicamente por
Marcos, revela que el crecimiento espiritual es un proceso
continuo y gradual que culmina en una cosecha de madurez
espiritual. Podemos entender el proceso de crecimiento
espiritual comparándolo con el lento pero seguro crecimiento de
una planta.
Jesús usó esta parábola para explicar que aun el cristianismo
tenía un comienzo muy pequeño, llegaría a crecer hasta
transformarse en una comunidad mundial de creyentes. Cuando
se sienta solo en su relación con Dios, acuérdese que Él está
construyendo un reino mundial. Tiene fieles seguidores en cada
parte del mundo y nuestra fe, no importa cuán pequeña sea,
puede juntarse con la de otros para lograr grandes cosas.
Jesús adaptó sus métodos a la capacidad y los deseos de
entender de su audiencia. No habló en parábolas para confundir,
sino a fin de desafiar a los que sinceramente lo buscaban a
descubrir el verdadero sentido de sus palabras. Muchas de las
enseñanzas de Jesús fueron en contra de la hipocresía y los
motivos impuros, tan comunes en los líderes religiosos. Si
hubiera hablado directamente en contra de ellos, su ministerio
público se habría visto estorbado. Los que escuchaban de
verdad a Jesús podían entenderlo.
El mar de Galilea está a poco más de doscientos metros bajo el
nivel del mar y se encuentra rodeado de montañas. Los vientos
soplan con bastante intensidad en las regiones cercanas al mar
y provocan violentas e inesperadas tormentas. Los discípulos
eran pescadores experimentados, toda su vida pescaron en
aquel lago, pero en esta tempestad el pánico los dominó.
Los discípulos se asustaron porque la tempestad amenazaba
destruirlos y parecía que Jesús no se daba cuenta ni se
preocupaba de lo que pasaba. Era una tempestad física, pero
hay tormentas que se producen también en otro sentido. Piense
en las tormentas de su vida, en las circunstancias que provocan
en usted gran ansiedad. Cualquiera que sea su dificultad, tiene
dos opciones: preocuparse y suponer que a Jesús no le importa o
resistir el miedo y poner toda su confianza en Él. Cuando el
pánico quiera hacer presa de usted, confiese su necesidad a
Dios y confíe en que Él cuidará de su vida.
SANA UN ENDEMONIADO
Desde Capernaum, ,Jesús y sus discípulos cruzaron el mar de
Galilea. De repente, se levantó una tempestad, pero Jesús la
calmó. Al llegar a latierra de los gadarenos, Jesús echó fuera los
demonios de un hombre, mandándolos a un hato de cerdos que
se precipitaron por un despeñadero y se ahogaron en el mar.
Los discípulos andaban con Jesús, pero lo subestimaban. No
comprendían que su poder se aplicaba también a aquella
situación. Jesús ha estado con nosotros durante veinte siglos y
pese a ello, al igual que los discípulos, subestimamos su poder
en cuanto a resolver las crisis de nuestras vidas. Los discípulos
todavía no conocían bien a Jesús, pero nosotros no tenemos la
misma excusa.

Capítulo 5
Aunque no estamos seguros a qué se debe la posesión
demoníaca, sabemos que los demonios usan el cuerpo en forma
destructiva para distorsionar y destruir la relación y la
semejanza del hombre con Dios. Aun hoy en día los demonios
son peligrosos, poderosos y destructivos. Aunque es importante
que reconozcamos su actividad maligna, debemos mantenernos
alejados de ellos y evitar cualquiera relación con las fuerzas
demoníacas o el ocultismo, aunque sea por curiosidad (véase
Deuteronomio 18.10–12). Si resistimos al diablo y sus
influencias, huirá de nosotros (Santiago 4.7).
El demonio dijo que su nombre era «Legión». Una legión era la
unidad más grande en el ejército romano y consistía entre tres
mil y seis mil soldados. Es obvio que este hombre no estaba
poseído de un solo demonio, sino de muchos.
A menudo, Marcos resalta la sobrenatural lucha entre Jesús y
Satanás. La meta de los demonios era, y sigue siendo, controlar
a los humanos en los que habitaban; la meta de Jesús era, y es,
la liberación de esas personas del pecado y del control de
Satanás. Los demonios sabían que no tenían poder sobre Jesús;
por eso cuando lo vieron le rogaron que no los enviara a un
lugar distante (llamado «abismo» en Lucas 8.31). Jesús accedió (
5.13), pero puso fin a su obra destructiva entre los hombres.
Pudo haberlos enviado al infierno, pero no lo hizo porque la hora
del juicio aún no había llegado. Al final, por supuesto, todos los
demonios serán enviados al fuego eterno (Mateo 25.41).
De acuerdo con la Ley del Antiguo Testamento (Levítico 11.7),
los cerdos eran animales «inmundos». Esto significa que los
judíos no los comían y ni siquiera los tocaban. Este incidente
ocurrió al sudeste del mar de Galilea, en la región de los
gadarenos, habitada por gentiles, lo que explica por qué aparece
en este relato un hato de cerdos.
Después de tan maravilloso milagro de salvarle la vida a un
hombre, ¿por qué la gente quiso que Jesús se fuera de allí? Le
pidieron que se fuera porque estaban atemorizados de su poder
sobrenatural, poder que parecía incontrolable. Es posible que
también hayan temido que Jesús continuara eliminando sus
fuentes de subsistencia por lo que hizo con sus cerdos. Preferían
su fuente de ingresos y su seguridad.
Jesús le dijo al hombre que fuera a sus amigos y les hablara de
su milagrosa sanidad. Muchas veces Jesús solicitó de quienes
recibieron sanidad que no se lo dijeran a nadie. ¿Por qué este
cambio? He aquí unas posibles respuestas: (1) El hombre
poseído de demonios estaba solo e incapacitado para hablar.
Contar a otros lo que Jesús había hecho por él probaría su
liberación. (2) Esta era una región mayormente gentil y pagana,
por lo cual Jesús no esperaba que le siguieran grandes
multitudes ni líderes religiosos que se le opusieran. (3) Al enviar
al hombre con estas buenas noticias, Jesús expandía su
ministerio a pueblos gentiles.

EL TOQUE DE JESÚS
¿Con qué clase de gente se relacionó Jesús? ¿A quién consideró
lo bastante importante para tocar? Aquí vemos a mucha gente
que Jesús conoció. Algunos lo alcanzaron, Él alcanzó a otros.
Independientemente de cuán famoso o desconocido, rico o
pobre, joven o anciano, pecador o santo, Jesús se interesa por
todos de igual manera. Ninguno está fuera del alcance del toque
amoroso de Jesús.
Jesús habló con: Referencias
Este hombre fue un poseído de demonios, pero ahora era un
ejemplo viviente del poder de Jesús. Quiso irse con Jesús, pero Él
le dijo que se fuera a su casa y contara su historia a los suyos. Si
usted ha experimentado el poder de Jesús, también es un
ejemplo viviente.
¿Es entusiasta como aquel hombre para dar las buenas nuevas a
los que le rodean? Así como hablamos a otros de un médico que
sana determinada enfermedad física, debemos hablar de Cristo,
el que sana nuestros pecados.
La región de las Diez Ciudades, llamada Decápolis, estaba
ubicada al sudeste del mar de Galilea. Diez ciudades, cada una
con su gobierno independiente, formaban una alianza para
protegerse y aumentar el comercio. Varios siglos antes las
fundaron mercaderes griegos e inmigrantes. Aunque también
había judíos por allí, eran una minoría. Muchos de estas diez
ciudades siguieron a Jesús (Mateo 4.25).
Jesús cruzó de nuevo el mar de Galilea y tal vez desembarcó en
Capernaum. Jairo era el jefe elegido de la sinagoga local. Tenía
que supervisar la adoración, velar para que la escuela semanal
funcionara y cuidar del edificio. Muchos jefes de sinagogas
estaban estrechamente vinculados con los fariseos. De ahí que
presionaron a algunos para que no respaldaran a Jesús. El que
Jairo se inclinara ante Jesús fue un acto significativo y quizás
cuidadoso de respeto y adoración.
Esta mujer tenía un mal incurable que le provocaba estar
siempre sangrando. Quizás era un desorden menstrual o uterino
que la hacía ritualmente impura (Levítico 15.25–27),
excluyéndola de la mayor parte de sus relaciones sociales con
otros judíos. Estaba desesperada por que Jesús la sanara, pero
sabía que si lo tocaba, por la Ley judía también lo considerarían
«inmundo». No obstante, lo tocó por fe y sanó. A veces creemos
que nuestros problemas nos alejan de Dios. Pero Él siempre está
listo para ayudarnos y nunca deberíamos dejar que el miedo nos
impida acercarnos a Él.
Jesús no se enojó con la mujer por haberlo tocado. Sabía que lo
había hecho, pero aun así se detuvo y preguntó quién había
sido, para enseñarle algo acerca de la fe. Aunque la mujer sanó
en el mismo momento en que lo tocó, Jesús le dijo que su fe la
había sanado. Fe verdadera significa acción. La fe que no se
pone en acción no es fe.
La crisis de Jairo lo hizo sentirse confundido, temeroso y sin
esperanza. Las palabras que Jesús le dijo en medio de la crisis
nos hablan también a nosotros: «No temas. Cree solamente». En
las palabras de Jesús había esperanza y promesa. La próxima
vez que usted se sienta como Jairo, trate de ver sus problemas
desde el punto de vista de Jesús. Él es la fuente de toda
esperanza y promesa.
Con fuertes lamentos y llantos se acompañaba a los que morían.
La falta de lamentos y llantos en un funeral era la peor
desgracia y deshonor. Algunas personas, a menudo mujeres,
hacían del duelo una profesión. Los familiares del muerto les
pagaban por llorar sobre el cadáver. El día del entierro el cortejo
iba por las calles seguido por las plañideras, los familiares y los
amigos.
Las plañideras empezaron a burlarse de Jesús cuando Él dijo:
«No está muerta, sino duerme». La niña estaba muerta, pero
Jesús usó la imagen del sueño para indicar que su condición era
temporal y que sería restaurada.
Jesús toleró la impertinencia de la multitud porque quería
enseñar una importante lección acerca de mantener la
esperanza y la confianza en Él. Hoy en día, muchos en el mundo
se ríen de las cosas que dice Dios porque les parecen ridículas.
Cuando se sienta empequeñecido al expresar su fe en Jesús y
esperanza de la vida eterna, recuerde que los
incrédulos no ven desde la perspectiva de Dios. Si desea más
información acerca de la vida después de la muerte, véase 1
Tesalonicenses 4.13, 14.
PREDICACIÓNEN GALILEA
Después de regresar de Capernaum a su ciudad natal, Nazaret,
Jesús predicó en las ciudades de Galilea y mandó a sus
discípulos a predicar también. Después de reunirse de nuevo en
Capernaum, se fueron en barca a descansar solo para
encontrarse con las multitudes que los siguieron a lo largo de la
ribera.
Talita cumi es una expresión en arameo, uno de los idiomas
originales de Palestina. Los discípulos y Jesús no solo hablaban
arameo, sino tal vez griego y hebreo también.
Jesús no solo demostró gran poder, sino también una tremenda
compasión. Cuando ejerció poder sobre la naturaleza, los
demonios y la muerte, lo hizo por compasión hacia un
endemoniado que vivía en medio de los sepulcros, hacia una
enferma y hacia los familiares de una niña muerta. Los rabinos
de la época consideraban inmundas a tales personas. La gente
de la sociedad las evitaba. Pero Jesús se acercó a ellas y ayudó a
cada una según su necesidad.
Jesús dijo a los padres de la niña que no divulgaran la noticia del
milagro. Quería que los hechos hablaran por sí solos y el
momento no era el más propicio para una confrontación con los
líderes religiosos. Jesús todavía tenía mucho por hacer y de
ninguna manera quería que la gente lo siguiera solo por ver los
milagros que hacía.

Capítulo 6
Aunque Jesús enseñaba con eficiencia y sabiduría, la gente de
su pueblo lo veía simplemente como un carpintero. «Él no es
mejor que nosotros; solo es un humilde obrero», decían. Se
ofendían al ver que impresionaba a los demás y lo seguían.
Rechazaban su autoridad porque era uno de ellos. Creían
conocerlo, pero sus nociones preconcebidas no les permitían
aceptar su mensaje. No permita que los prejuicios le cieguen
ante la verdad. Trate de ver, en Jesús, lo que es.
Jesús dijo que un profeta (o sea, un siervo de Dios) nunca recibe
honra en su propia tierra. Pero eso no hace su trabajo menos
importante. Una persona no necesita que le reconozcan ni
honren para ser útil a Dios. Si sus amigos, vecinos o familiares
no aprecian su trabajo cristiano, no deje que su actitud afecte su
servicio a Dios.
Jesús pudo haber hecho grandes milagros en Nazaret, pero no
quiso hacerlos por el orgullo y la incredulidad del pueblo. Los
milagros que hizo tuvo muy poco efecto en la gente porque no
quería aceptar su mensaje ni creer que vino de Dios. De ahí que
buscó en otra parte personas que respondieran a sus milagros y
a su mensaje.
Los discípulos se enviaron en parejas. De haberlo hecho en
forma individual, habrían llegado a más lugares, pero ese no era
el plan de Cristo. Una ventaja en ir de dos en dos era que podían
darse ánimo y apoyo, sobre todo al enfrentar el rechazo.
Nuestras fuerzas vienen de Dios, pero Él suple muchas de
nuestras necesidades a través del trabajo colectivo. Como
servidor suyo, no trate de caminar solo.
Marcos destaca que a los discípulos se les instruyó de no llevar
nada, excepto bordón, mientras que Mateo y Lucas relatan que
Jesús les dijo que no llevaran bordón. Quizás Mateo y Lucas se
referían a un garrote que podían usar como arma de defensa, en
tanto que Marcos hablaba de una vara de pastor. En cualquier
caso, el punto en los tres relatos es el mismo: los discípulos iban
a salir al mismo tiempo, sin mucha preparación, confiando en el
cuidado de Dios en vez de sus propios recursos.
Los judíos piadosos sacudían el polvo de sus pies después de
pasar por ciudades o territorios gentiles, en señal de rechazo a
las influencias y prácticas gentiles. Cuando los discípulos
sacudían el polvo de sus pies al salir de una ciudad judía, daban
una vívida señal de que el pueblo rechazaba a Jesús y su
mensaje. Jesús aclaró que el pueblo era responsable de la forma
en que respondía al evangelio. Los discípulos no serían culpados
si la gente rechazaba el mensaje, siempre que lo presentaran
con fidelidad y esmero. Nosotros no tenemos la culpa de que
alguien rechace el mensaje de salvación de Cristo, pero tenemos
el deber de proclamarlo con fidelidad.
HERODES ANTIPAS
A la mayoría de la gente no le gusta que le señalen sus pecados,
mucho menos en público. La vergüenza de verlos expuestos es a
menudo peor que el castigo al que se hace acreedor el que
peca. Herodes Antipas fue un hombre que experimentó la culpa
y la vergüenza.
La despiadada ambición de Herodes era de dominio público,
como lo era su matrimonio ilegal con Herodías, la mujer de su
hermano. Un hombre hizo de los pecados de Herodes un asunto
público. Aquel hombre fue Juan el Bautista. Juan estuvo
predicando en el desierto y miles acudieron a escucharle. Al
parecer, Juan usó el estilo de vida de Herodes como ejemplo
negativo. Herodías estaba particularmente ansiosa de acallar a
Juan. Como solución, Herodes puso a Juan en la cárcel. Herodes
apreciaba a Juan. Para él, quizás Juan fue uno de los pocos
hombres que decía solo la verdad. Pero la verdad acerca de su
pecado era una píldora amarga que tuvo que tragarse y Herodes
titubeaba en el punto de conflicto: no podía dejar que Juan
estuviera siempre recordándole al pueblo la pecaminosidad de
su líder, pero al mismo tiempo temía que Juan muriera. Así,
decidió no tomar ninguna determinación al respecto. Pero
Herodías le
tendió una trampa y a Juan lo ejecutaron. Por supuesto, esto
solo hizo que la culpa de Herodes fuera mayor.
Al oír de Jesús, de inmediato Herodes lo identifica con Juan. No
sabía qué hacer con él. Como no quería repetir el error cometido
con Juan, trató de amenazarlo antes de su último viaje a
Jerusalén. Cuando ambos se encontraron brevemente durante el
juicio de Jesús, el Señor no le dirigió la palabra. Herodes
demostró ser un pésimo oyente de Juan y Jesús no tenía nada
que agregar a las palabras de Juan. Herodes reaccionó con
despecho y mofa. Después de rechazar al mensajero, le pareció
fácil rechazar al Mesías.
Para cada persona, Dios elige la mejor forma de revelarse. Usa
su Palabra, las circunstancias, nuestras mentes u otra persona
para captar nuestra atención. Él es persuasivo y persistente,
pero no obliga a nadie. Desatender o resistir el mensaje de Dios,
como lo hizo Herodes, es una tragedia. ¿Cuán consciente está
usted respecto al interés que tiene Dios por entrar en su vida?
¿Lo ha recibido?
Puntos fuertes y logros:
• Construyó la ciudad de Tiberias y otros proyectos
arquitectónicos • Gobernó en la región de Galilea bajo el poder
romano
Debilidades y errores:
• Se consumía en la búsqueda de poder
• Pospuso decisiones o decidió mal por estar bajo presiones
• Se divorció de su esposa para casarse con la mujer de su
medio
hermano, Felipe
• Metió en la cárcel a Juan el Bautista y más tarde ordenó su
ejecución
• Jugó un pequeño papel en la ejecución de Jesús
Lecciones de su vida:
• Una vida motivada por la ambición casi siempre se caracteriza
por ser autodestructiva
• Por lo general, las oportunidades de hacer el bien vienen en
forma de decisiones que debemos tomar
Datos generales:
• Dónde: Jerusalén
• Ocupación: Tetrarca romano de la región de Galilea y Perea
• Familiares: Padre: Herodes el Grande. Madre: Maltace. Primera
esposa:
hija de Aretas IV. Segunda esposa: Herodías
• Contemporáneos: Juan el Bautista, Jesús, Pilato
Versículo clave:
«Porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y
santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy
perplejo, pero le escuchaba de buena gana» (Marcos 6.20).
La historia de Herodes Antipas aparece en los Evangelios.
También se menciona en Hechos 4.27; 13.1.
Herodes, como muchos otros, deseaba saber quién era Jesús.
Incapaces de aceptar la declaración de Jesús de que era el Hijo
de Dios, muchas personas elaboraban explicaciones de su poder
y autoridad. Herodes pensaba que Jesús era Juan el Bautista
resucitado, en tanto que los que conocían el Antiguo Testamento
creían que se trataba de Elías (Malaquías 4.5). Otros incluso
creían que era un profeta, maestro en la tradición de Moisés,
Isaías o Jeremías. Todavía hoy la gente tiene que definirse en
cuanto a Jesús. Algunos piensan que si pueden decir lo que Él
es: profeta, maestro, buen hombre, logran disminuir el poder de
su demanda sobre sus vidas. Pero lo que piensen no cambia lo
que Jesús es.
Palestina estaba dividida en cuatro regiones, cada una
gobernada por un «tetrarca». Herodes Antipas, llamado rey
Herodes en los Evangelios, era gobernador de Galilea; su
hermano Felipe gobernaba en Traconite e Idumea. La esposa de
Felipe era Herodías, pero lo dejó para casarse con Herodes
Antipas. Cuando Juan los confrontó a los dos por cometer
adulterio, Herodías planeó matarlo. En lugar de dejar su pecado,
trató de desembarazarse de aquel que sacó aquello a la luz
pública. Era exactamente lo que los líderes religiosos trataban
de hacer con Jesús.
Herodes arrestó a Juan el Bautista bajo presión de su esposa
ilegítima y sus asesores. Aunque admiraba la integridad de Juan,
al final terminó ordenando su muerte. Sus amigos y familiares
pudieron más. Lo que hacemos bajo presión a menudo
demuestra lo que somos.
En su condición de tetrarca bajo la autoridad romana, Herodes
no tenía reino que dar. Su oferta de la mitad de su reino fue su
manera de decir que daría a la hija de Herodías casi cualquier
cosa que pidiera. Cuando frente a sus invitados Herodías pidió la
cabeza de Juan el Bautista, hubiera sido muy vergonzoso para
Herodes no complacerla. Las palabras comprometen. Como las
palabras nos pueden conducir a cometer grandes pecados,
debemos ser muy cuidadosos al usarlas.
Marcos usa la palabra apóstoles una sola vez (3.14). Apóstol
significa «enviado» como mensajero o misionero. La palabra
llegó a ser título oficial de los discípulos después de la muerte y
resurrección de Jesús (Hechos 1.25, 26; Efesios 2.20).
Cuando los discípulos regresaron de su misión, Jesús se fue a
descansar. Llevar a cabo la obra del Señor es muy importante,
pero Jesús reconocía que hacer una obra eficaz para Dios
requiere descanso y recuperación de las fuerzas. ¡Pero a Jesús y
sus discípulos no siempre les fue fácil descansar cuando lo
necesitaban!
La multitud se veía muy desvalida, como ovejas sin pastor. Es
muy fácil dispersar las ovejas; sin un pastor las ovejas están en
serio peligro. Jesús sabía que Él era el Pastor que debía
enseñarles todo lo que necesitaban saber y cuidarlas para que
no se extraviaran de Dios. Véanse Salmo 23; Isaías 40.11 y
Ezequiel 34.5ss, donde se hacen descripciones del Buen Pastor.
En este capítulo vemos cómo muchas personas examinan la
vida y el ministerio de Jesús: sus vecinos y su familia, el rey
Herodes y los discípulos. Pero ninguno lo aprecia por lo
que Él realmente es. Los discípulos siguen ponderándolo, aún
turbados, aún incrédulos. No se dan cuenta que Jesús puede
darles el sustento. Están tan preocupados con la imposibilidad
de la tarea, que no pueden ver lo posible. ¿Permite que lo que
parece imposible en el cristianismo le impida creer en lo
posible?
VERDADERO LIDERAZGO
Marcos nos da algunos de los aspectos más relevantes en el
carácter de Jesús.
Jesús como líder
Jesús pidió a sus discípulos que buscaran comida para más de
cinco mil personas. Ellos preguntaron asombrados si iban y
buscaban doscientos denarios de pan. ¿Cómo reaccionamos
cuando se nos encomienda una tarea imposible? Una situación
imposible para los humanos es simplemente una oportunidad
para Dios. Los discípulos hicieron lo que pudieron: recolectaron
la comida disponible y organizaron a la gente en grupos. Luego,
en respuesta a la oración, Dios hizo lo imposible. Cuando
enfrente una tarea igualmente difícil, haga lo que está en sus
posibilidades y pida a Dios que haga lo demás. Él puede hacer
que suceda lo imposible.
JESÚS CAMINA SOBRE EL AGUA
Después de alimentar a la gente que lo siguió para escucharle
en Betsaida, Jesús despidió a la gente, pidió a sus discípulos que
se fueran a Betsaida en barca y Él se fue a orar. Los discípulos
se encontraron con una tempestad y Jesús se acercó a ellos
andando sobre el mar. Desembarcaron en Genesaret.
Los discípulos se sorprendieron al ver a Jesús andar sobre el
mar. Debían haberse dado cuenta entonces que Él podría
ayudarles cuando estuvieran en dificultad. Aunque lo perdieron
de vista, Él no los perdió de vista a ellos. Su preocupación
superaba la falta de fe. La próxima vez que se encuentre en
«aguas profundas», recuerde que Cristo sabe de sus angustias y
tiene cuidado de usted.
Los discípulos estaban asustados, pero la presencia de Jesús
ahuyentó el temor. Todos sentimos miedo. ¿Tratamos de
arreglárnoslas solos o dejamos que Jesús nos ayude? En tiempos
de temor o incertidumbre es reconfortante saber que Cristo está
siempre con nosotros (Mateo 28.20). Reconocer su presencia es
el antídoto contra el miedo.
Los discípulos no querían creer, quizás porque: (1) no podían
aceptar que aquel ser humano llamado Jesús era el Hijo de Dios;
(2) no se atrevían a creer que el Mesías los escogió como sus
seguidores. Era demasiado bueno para ser cierto; (3) todavía no
entendían el verdadero propósito de la venida de Jesús a la
tierra. Su incredulidad tomó la forma de falta de entendimiento.
Aun después de ver a Jesús alimentar milagrosamente a cinco
mil personas, no podían dar el paso final hacia la fe, a creer que
Él era el Hijo de Dios. Si lo hubieran hecho, no se habrían
maravillado que anduviera por las aguas. No podían transferir a
sus vidas la verdad que ya sabían acerca de Él. Leemos que
Jesús caminó por las aguas y aun así a menudo nos
maravillamos que pueda obrar en nuestras vidas. No solo
debemos creer que los milagros en verdad ocurrieron; debemos
transferir la verdad a las circunstancias de nuestras vidas.
Genesaret era una pequeña pero fértil llanura al oeste del mar
de Galilea. Capernaum, donde Jesús vivía, se encontraba en la
orilla norte de esta llanura.

Capítulo 7
Los líderes religiosos enviaron investigadores desde su sede en
Jerusalén para que observaran a Jesús. No les gustó lo que
encontraron, porque Jesús los increpó por guardar la Ley para
parecer santos y no para honrar a Dios. El profeta Isaías acusó
de lo mismo a los líderes religiosos de sus días (Isaías 29.13).
Jesús uso las palabras de Isaías para acusar a esos hombres.
Marcos explicó estos rituales porque escribía a personas que no
eran judías. Antes de cada comida, los judíos devotos llevaban a
cabo una breve ceremonia, lavándose manos y brazos de cierta
manera. Para ellos era un símbolo de que estaban limpios de
cualquier contacto que pudieran haber tenido con alguna cosa
considerada impura. Jesús dijo que los fariseos estaban
equivocados al pensar que serían aceptos a Dios solo porque se
lavaban por fuera.
Hipocresía es pretender ser algo que no se es, sin tener
intención de serlo. Jesús llamó a los fariseos hipócritas porque
adoraban a Dios no porque lo amaran, sino porque les
beneficiaba, los hacía parecer santos y fortalecía su posición
social en la comunidad. Somos hipócritas si: (1) damos más
importancia a la reputación que al carácter, (2) cumplimos con
rigor ciertas prácticas religiosas, pero dejamos que nuestros
corazones se mantengan lejos de Dios, y (3) destacamos
nuestras virtudes y los pecados de los demás.
Los fariseos agregaron cientos de sus reglas y regulaciones
insignificantes a las santas leyes de Dios, y trataban de forzar a
la gente a que las obedecieran. Decían que conocían la voluntad
de Dios para cada detalle de la vida. Los líderes religiosos de
hoy en día también tratan de agregar reglas y reglamentos a la
Palabra de Dios, con lo que provocan no poca confusión entre los
creyentes. Es idolatría pretender que nuestra interpretación de
la Palabra de Dios es tan importante como la Palabra de Dios
misma. Es sobre todo peligroso fijar parámetros no bíblicos para
que otros los cumplan. En lugar de eso
busquemos en Cristo la dirección para nuestra conducta y
dejemos que Él guíe a los demás en los detalles de sus vidas.
Los fariseos usaban a Dios como excusa para no ayudar a sus
familiares, sobre todo a sus padres. Creían que era más
importante dar dinero al templo que ayudar a los padres
necesitados, no obstante que la Ley de Dios dice
específicamente que debemos honrar a padre y madre (Éxodo
20.12) y cuidarlos en sus necesidades (Levítico 25.35–43). (Para
una explicación de Corbán, véase la nota a Mateo 15.5–6.)
Debemos dar dinero y tiempo a Dios, pero nunca debemos usar
a Dios como excusa para dejar de cumplir nuestros deberes.
Ayudar a quienes lo necesitan es una de las formas más
importantes para honrar a Dios.
¿Nos preocupa más la dieta que el alma? Según interpretaban
las leyes sobre la comida ( Levítico 11), los judíos creían que
podían ser puros delante de Dios por lo que dejaban de comer.
Pero Jesús dijo que el pecado comienza en las actitudes y en las
intenciones de la persona. No abrogó la ley, sino que pavimentó
el camino para el cambio aclarado en Hechos 10.9–29 cuando
Dios quitó las restricciones culturales respecto a la comida. Los
hechos externos no nos purifican, sino que llegamos a ser puros
en lo interior cuando Cristo renueva nuestras mentes y nos
conforma a su imagen.
RELATOS DEL EVANGELIO QUE APARECEN SÓLO EN MARCOS
Sección
Tema Trascendencia
Una mala acción comienza con un simple pensamiento. Nuestros
pensamientos pueden contaminarnos, llevándonos al pecado. Si
damos cabida a pensamientos de lujuria, envidia, odio y
revancha, nos guiarán a cometer malas acciones. Dios permita
que no nos vuelvan indignos ante Él. Por eso Pablo aconseja en
Filipenses 4.8: «Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo
lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen
nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto
pensad».
MINISTERIO EN FENICIA
El ministerio de Jesús fue a todos los pueblos: primero a los
judíos luego a los gentiles. Jesús llevó a sus discípulos desde
Galilea hasta Tiro y Sidón, grandes ciudades en Fenicia, donde
sanó a la hija de un gentil.

Jesús viajó unos 45 km hasta Tiro y de ahí fue a Sidón. Eran dos
ciudades portuarias del Mediterráneo, al norte de Israel. Ambas
poseían un floreciente comercio y eran prósperas. En los días de
David, Tiro mantenía relaciones amistosas con Israel (2 Samuel
5.11), pero tiempo después la ciudad llegó a ser famosa por su
maldad. Su rey afirmaba ser Dios ( Ezequiel 28.1ss). Tiro se
regocijó con la destrucción de Jerusalén en 586 a.C. porque sin
su competencia, el comercio y las utilidades de Tiro
aumentarían. Fue en medio de esta cultura materialista y
pecaminosa que Jesús llevó su mensaje. Es interesante que
enfatizara la importancia de la pureza interna, precisamente
antes de visitar Tiro.
Marcos la llama sirofenicia y Mateo la llama cananea. La
designación de Marcos hace referencia a su trasfondo político.
Su audiencia romana podría identificarla con facilidad por la
parte del imperio de donde procedía. La descripción de Mateo se
creó para su audiencia judía, los que recordaban a los cananitas
como acérrimos enemigos cuando Israel se estableció en la
tierra prometida.
Perrillo se refiere a una pequeña mascota, no a un animal que
anda suelto comiendo carroña. Jesús simplemente quería
explicar que su prioridad era alimentar a los hijos (enseñar a sus
discípulos), no permitir a las mascotas interrumpir la comida
familiar.
La mujer no discutió. Usando los términos que Jesús escogió,
declaró que estaba dispuesta a que la consideraran una
interrupción mientras recibiera la bendición de Dios para su hija.
Es irónico, pero muchos judíos perdieron la bendición y la
salvación de Dios porque rechazaron a Jesús, mientras que
muchos gentiles encontrarían la salvación reconociendo a Jesús.
Este milagro muestra que el poder de Jesús sobre los demonios
es tan grande que Él no necesita estar presente físicamente
para liberar a alguien. Su poder trasciende las distancias.
Jesús le pidió a la gente que no divulgara la noticia de su
sanidad porque Él no quería que lo vieran simplemente como
alguien que hacía milagros. No quería que la gente perdiera su
verdadero mensaje. Si enfatizamos lo que Cristo puede hacer
por nosotros, olvidaremos escuchar su mensaje.
CONTINÚA SU MINISTERIO
Después de hacer un rodeo para regresar a Galilea a través de
Decápolis (diez ciudades), Jesús volvió a Dalmanuta donde los
líderes judíos cuestionaron su autoridad. Desde ahí se fue a
Betsaida y a Cesarea de Filipo. Allí habló con sus discípulos
acerca de su autoridad y las cosas que ocurrirían.

Capítulo 8
Este es un milagro distinto al de la alimentación de los cinco mil
descrito en el capítulo 6. En aquella ocasión, casi todos eran
judíos. Esta vez, Jesús ministraba a una multitud de gentiles en
la región de Decápolis. Las obras y el mensaje de Jesús
empezaban a tener impacto en un gran número de gentiles. El
hecho de que Jesús ministrase con mucha compasión a los no
judíos, daba gran confianza al público de Marcos, que era en su
mayoría romano.
¿Alguna vez le ha parecido que Dios ha estado tan ocupado con
asuntos más importantes que no le ha sido posible ocuparse de
sus necesidades? Así como Jesús se ocupó de aquella gente y su
necesidad, Él se ocupa de las nuestras cada día. En otra ocasión
Jesús dijo: «No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o
qué beberemos, o qué vestiremos?[...] vuestro padre celestial
sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas» ( Mateo 6.31,
32). ¿Tiene preocupaciones que, según su parecer, no le
interesan a Dios? Para Él no hay asunto demasiado grande ni tan
pequeño que escape a su interés.
Los fariseos trataban de explicar los milagros anteriores de Jesús
diciendo que fueron obras de la suerte, la coincidencia o el
poder de Satanás. Demandaban una señal en el cielo, algo que
solo Dios podría hacer. Jesús rechazó tal demanda porque sabía
que ni un milagro como ese bastaría para convencerlos. Ya
habían resuelto no creer. Los corazones pueden llegar a ser tan
duros que ni siquiera los acontecimientos y demostraciones más
convincentes los hacen cambiar.
Marcos menciona la levadura del rey Herodes y de los fariseos,
mientras que Mateo habla de «la levadura de los fariseos y de
los saduceos». La audiencia de Marcos, en su mayoría de
gentiles, tiene que haber oído hablar del rey Herodes, pero no
necesariamente de la secta judía conocida como los saduceos.
Así, Marcos describe la parte de la declaración de Jesús que
muchos de sus lectores podían entender. Cuando Marcos se
refiere al rey Herodes, habla de los herodianos, grupo de judíos
que respaldaban a dicho rey. Muchos de ellos eran también
saduceos.
En este pasaje la levadura simboliza lo malo. Como una pequeña
cantidad de levadura es suficiente para hacer una hornada de
pan, asimismo, los corazones endurecidos de los líderes judíos
podían penetrar y contaminar la sociedad entera y lograr que se
levantara contra Jesús.
¿Cómo es posible que los discípulos después de ser testigos de
tantos de los milagros de Jesús, fueron tan lentos en descubrir
su verdadera identidad? Lo vieron alimentar a más de cinco mil
personas con cinco panes y dos peces (6.35–44), pero vuelven a
dudar que pudiera alimentar a otro grupo grande.
Muchas veces somos también terriblemente lentos en
comprender. Aunque Cristo nos ha ayudado a salir airosos de
tentaciones en el pasado, nos cuesta creer que pueda hacerlo
aún en el futuro. ¿Está su corazón demasiado cerrado para
recibir todo lo que Dios puede hacer por usted? No sea como los
discípulos. Recuerde que Cristo lo ha hecho y tenga fe para
creer que lo volverá a hacer.
¿Por qué Jesús tocó al hombre dos veces antes que pudiera ver?
Este milagro no era difícil para Jesús, pero quiso hacerlo por
etapas, quizás para mostrar a los discípulos que algunas
sanidades serían graduales y no instantáneas, o para demostrar
que la verdad espiritual no siempre se percibe con claridad
desde el principio. Sin embargo, antes que Jesús se fuera, el
hombre se sanó por completo.
Cesarea de Filipo era una ciudad bien pagana, conocida porque
adoraban dioses griegos y tenían templos dedicados a la
adoración del antiguo dios Baal. Herodes Felipe, mencionado en
Marcos 6.17, cambió el nombre de la ciudad de Cesarea a
Cesarea de Filipo, para que no la confundieran con la costera
ciudad de Cesarea (Hechos 8.40), capital del territorio
gobernado por su hermano, Herodes Antipas. Esta ciudad
pagana, donde reconocían a muchos dioses, fue un lugar
apropiado para que Jesús pidiera a los discípulos que
reconocieran su identidad como Hijo de Dios.
Para leer la historia de Juan el Bautista, véase Marcos 1.1–11 y
6.14–29. Para leer la historia de Elías, véase 1 Reyes 17–20 y 2
Reyes 1–2.
Jesús consultó a los discípulos sobre quién creía la gente que era
Él; luego les preguntó: «¿Quién decís que soy?» No es suficiente
saber lo que otros piensan de Jesús. Usted debe saber, entender
y aceptar que Jesús es el Mesías. Debe pasar de la simple
curiosidad al compromiso, de la admiración a la adoración.
El nombre Hijo del Hombre es el que Jesús utiliza más para
referirse a Él mismo. Proviene de Daniel 7.13 donde hijo de
hombre es una figura celestial, la que al final de los tiempos
tiene autoridad y poder. El nombre se refiere a Jesús el Mesías,
el hombre representativo, el agente humano de origen divino
vindicado por Dios. En este pasaje, Hijo del Hombre está
estrechamente vinculado a la confesión de Pedro sobre Jesús
como Cristo y confirma su significado mesiánico.
A partir de este momento, Jesús habló claramente acerca de su
muerte y resurrección. Comenzó a prepararlos para lo que le
acontecería diciéndoles en tres oportunidades que pronto
moriría (8.31; 9.31; 10.33, 34).
¿Por qué Jesús pidió a sus discípulos que no dijeran a nadie la
verdad acerca de Él? Jesús sabía que necesitaban más
instrucción acerca de la obra que realizaría con su muerte y
resurrección. Sin más enseñanza, los discípulos solo tendrían el
cuadro a medias. Cuando confesaron que Jesús era el Cristo, aún
no sabían todo lo que significaba.
De ahí en adelante, Jesús habló clara y directamente a sus
discípulos acerca de su muerte y resurrección. A fin de empezar
a prepararlos para lo que le sucedería, les dijo en tres
oportunidades que pronto moriría (8.31; 9.31; 10.33, 34).
En ese momento, Pedro no consideraba los propósitos de Dios,
sino solo sus deseos y sentimientos naturales. Quería que Cristo
fuera el Rey y no el siervo sufriente profetizado en Isaías 53.
Estaba listo para recibir la gloria de ser seguidor del Mesías,
pero no la persecución.
La vida cristiana no es un camino pavimentado hacia las
riquezas y el ocio. A menudo significa duro trabajo, persecución,
privaciones y sufrimiento profundo. Pedro vio solo una parte del
cuadro. No repitamos el mismo error; en cambio, fijémonos en lo
bueno que Dios puede producir de lo aparentemente malo y en
la resurrección que sigue a la crucifixión.
A menudo Pedro era el que hablaba a nombre de los discípulos.
Al dirigirse a él, Jesús sin duda hablaba a todos en forma
indirecta. Es extraño, pero los discípulos trataban de evitar que
Jesús fuera a la cruz, su verdadera misión sobre la tierra.
Satanás tentó a Jesús en el mismo sentido (Mateo 4). Mientras
que los motivos de Satanás eran diabólicos, a los discípulos los
motivaba el amor y la admiración que sentían por Jesús. Sin
embargo, la tarea de los discípulos no era guiar y protegerlo,
sino seguirle. Solo después de su muerte y resurrección llegarían
a entender cabalmente por qué Jesús tenía que morir.
Los romanos, la audiencia original de Marcos, sabían lo que
significa cargar con una cruz. La crucifixión era una forma de
ejecución usada por los romanos en los casos de criminales
peligrosos. El prisionero cargaba su cruz hasta el lugar de la
ejecución, con lo cual demostraba sumisión al poder de Roma.
Al hablar de llevar la cruz, Jesús quiso ilustrar el sentido de lo
que se requiere para seguirle. No está en contra del placer;
tampoco quiere decir que debemos buscar dolor
innecesariamente. Lo que quiso decir fue que seguirle, momento
tras momento, requiere de esfuerzo heroico y de hacer su
voluntad aun en los momentos difíciles, cuando el futuro se
presenta incierto.
Gastarnos por la causa de las buenas nuevas no significa en
manera alguna que nuestras vidas carezcan de valor. Significa
que nada, ni siquiera la vida misma, es comparable con lo que
podemos ganar con Cristo. Jesús quiere que decidamos seguirle
en lugar de llevar una vida de pecado y autosatisfacción. Quiere
que dejemos de tratar de controlar nuestras vidas y dejar que Él
las controle. Esto tiene sentido porque solo Él, como Creador,
sabe lo que es vivir en verdad. Nos pide sumisión, no
autodesprecio; nos pide despojarnos del egocentrismo que nos
dice que sabemos mejor que Dios cómo conducir nuestras vidas.
Muchas personas se pasan la vida buscando placer. Jesús dijo,
sin embargo, que el placer centrado en las posesiones, la
posición o el poder, al fin y al cabo no valen nada. Todo lo que
posea en la tierra es temporal; no debe obtenerse a cambio de
su alma. Si trabaja arduamente para conseguir lo que quiere, es
posible que llegue a tener una vida «placentera», pero al final
verá que es hueca y vacía. ¿Está dispuesto a hacer de la
búsqueda de Dios algo más importante que la egoísta búsqueda
del placer? Siga a Jesús y sabrá lo que significa realmente
disfrutar la vida y a la vez tener vida eterna.
Jesús constantemente invierte la perspectiva del mundo al
hablar de salvación y perdición, de pérdida y hallazgo. Aquí nos
confronta con una elección. Quienes se avergüencen de Jesús y
lo rechacen en esta vida, lo verán con claridad en el día del
juicio, pero ya será demasiado tarde. Quienes lo vean así ahora
y lo aceptan, escaparán de la vergüenza del rechazo en el juicio
final.

Capítulo 9
¿Qué quiso decir Jesús cuando afirmó que algunos de sus
discípulos verían el advenimiento del Reino? Hay varias
posibilidades. Quizás predecían su transfiguración, resurrección
y ascensión, la venida del Espíritu Santo en Pentecostés o su
Segunda Venida. La transfiguración es una buena posibilidad
porque es el acontecimiento que
sigue en el relato del texto. En la transfiguración (9.2–8), Pedro,
Jacobo y Juan vieron la verdadera identidad y el poder de Jesús
como Hijo de Dios (2 Pedro 1.16).
No sabemos por qué escogió a Pedro, Jacobo y Juan para esta
extraordinaria revelación. Quizás eran los mejor preparados para
entender y aceptar la gran verdad que se les reveló. Constituían
el círculo íntimo del grupo de los doce. Estaban entre los que
primero oyeron el llamado de Jesús (1.16–19). Encabezaban la
lista de los discípulos en los Evangelios (3.16). Y estuvieron
presentes en ciertas sanidades en las que otros se excluyeron
(Lucas 8.51).
Jesús llevó a los discípulos al monte Hermón o al monte Tabor. A
menudo una montaña se asociaba con cercanía a Dios y mejor
disposición a recibir sus palabras. Dios les apareció a Moisés
(Éxodo 24.12–18) y a Elías (1 Reyes 19.8–18) en una montaña.
La transfiguración reveló la verdadera naturaleza de Cristo como
Hijo de Dios. La voz de Dios separó a Jesús de Moisés y Elías
presentándolo como el esperado Mesías con la más completa
autoridad divina. Moisés representaba la Ley y Elías a los
profetas. Su aparición junto a Jesús simbolizaba el cumplimiento
tanto de la Ley del Antiguo Testamento como de las promesas
de los profetas.
Jesús no era una reencarnación de Elías ni de Moisés. No era uno
de los profetas. Como el unigénito Hijo de Dios, los superaba en
mucho su autoridad y poder. Muchas voces tratan de decirnos
cómo vivir y conocer a Dios personalmente. Algunas de esas
sugerencias ayudan; otras, no. Primero debemos oír a Jesús y
luego evaluemos esas voces a la luz de la revelación de Jesús.
Jesús pidió a Pedro, a Jacobo y a Juan que no dijeran nada acerca
de lo presenciado porque no los comprenderían hasta que Él
resucitara. Entonces se darían cuenta que solo muriendo podía
resucitar, mostrando su poder sobre la muerte y su autoridad
para ser Rey de todo. Los discípulos no serían testigos poderosos
de Dios mientras no captaran por completo esa verdad.
Era natural que los discípulos se sintieran confundidos acerca de
la muerte y resurrección de Jesús, pues no podían ver el futuro.
Por otro lado, tenemos la Biblia, que es la verdad total revelada
por Dios. La Biblia nos da el significado completo de la muerte y
resurrección de Jesús. No tenemos, entonces, excusa para
nuestra incredulidad.
Cuando Jesús dijo que Elías sin duda ya había venido, se refería
a Juan el Bautista ( Mateo 17.11–13), quien desempeñó el rol
que Elías profetizó.
A los discípulos les fue difícil entender que su Mesías tendría que
sufrir. Los judíos que estudiaban las profecías del Antiguo
Testamento esperaban que el Mesías sería un gran rey, como
David, que aplastaría al enemigo: Roma. Su visión se limitaba a
su tiempo y experiencia.
No lograban captar que los valores del Reino eterno de Dios eran
diferentes a los valores del mundo. Querían alivio para sus
problemas, pero la liberación del pecado es más importante que
la del sufrimiento físico y de la opresión política. Nuestra
comprensión y apreciación de Jesús debe ir más allá de lo que Él
puede hacer por nosotros aquí y ahora.
¿Por qué los discípulos no pudieron echar fuera al demonio? En
Marcos 6.13 leemos que salieron en misión a las aldeas y
echaban fuera demonios. Quizás recibieron una autoridad
especial solo para ese viaje; o tal vez su fe decayó. Marcos
cuenta esta historia
para mostrar que la batalla con Satanás es difícil y creciente en
conflictos. La victoria sobre el pecado y la tentación viene a
través de la fe en Jesucristo, no mediante nuestro esfuerzo.
Estas palabras de Jesús no significan que podemos obtener
automáticamente cualquier cosa que deseamos si pensamos en
forma positiva. Él dice que cualquier cosa es posible con fe
porque nada es demasiado difícil para Dios. No podemos
obtener por arte de magia cada cosa que pedimos en oración;
pero con fe, podemos tener cualquier cosa que necesitamos
para servirle.
La actitud de confiar que la Biblia llama creencia o fe (Hebreos
11.6), no es algo que podamos obtener sin ayuda. Fe es un don
de Dios (Efesios 2.8, 9). No importa cuanta fe tengamos, nunca
alcanzaremos el punto de autosuficiencia. La fe no se almacena
como se guarda el dinero en el banco. Crecer en la fe es un
proceso constante de renovación diaria de nuestra confianza en
Jesús.
Jesús dijo a sus discípulos que tendrían que enfrentar
situaciones difíciles que resolverían únicamente a través de la
oración. La oración es la llave que destraba la fe en nuestras
vidas. La oración eficaz requiere de una actitud (completa
dependencia) y una acción (pedir). La oración demuestra
nuestra confianza en Dios cuando con humildad le invitamos a
que nos llene de poder. No hay sustituto para la oración, sobre
todo en circunstancias que parecen imposibles.
A veces Jesús limitaba su ministerio público en preparar bien a
sus discípulos. Reconocía la importancia de equiparlos para que
siguieran adelante cuando Él regresara al cielo. Toma tiempo
aprender. El crecimiento espiritual profundo no se consigue en
un instante, no importa la calidad de la experiencia ni la
enseñanza. Si los discípulos necesitaban periódicamente
separarse del trabajo para aprender del Maestro, cuánto más
nosotros necesitamos alternar el trabajo con el aprendizaje.
Al salir de Cesarea de Filipo, Jesús inició su último recorrido a
través de la región de Galilea.
¿Por qué los discípulos temían preguntar a Jesús acerca de su
muerte? Quizás porque los amonestaron la última vez que
reaccionaron ante las palabras de Jesús (8.32, 33). Para ellos,
Jesús estaba obsesionado con la muerte. Pero la verdad era que
los discípulos estaban mal orientados, pues no hacían más que
pensar en el reino que creían que Jesús fundaría y en las
posiciones que ocuparían en el mismo. Les preocupaba lo que
les ocurriría si Jesús moría y, por consiguiente, preferían no
hablar de sus profecías.
A los discípulos los sorprendieron en sus constantes discusiones
acerca de logros personales y los conminaron a contestar la
pregunta de Jesús. Es siempre doloroso comparar nuestros
motivos con los de Cristo. No es malo que los creyentes tengan
aspiraciones ni que sean laboriosos, pero es pecado tener
aspiraciones inapropiadas. El orgullo o la inseguridad pueden
llevarnos a valorar más la posición o el prestigio que el servicio.
En el Reino de Dios, tales motivos son destructivos. Debemos
luchar por el Reino de Cristo y no para nuestro beneficio.
Jesús enseñó a sus discípulos a recibir a los niños. Esto fue algo
nuevo en una sociedad donde los niños por lo general se
trataban como ciudadanos de segunda clase. Es importante no
solo tratar bien a los niños, sino enseñarles acerca de Jesús. La
Escuela Dominical para niños nunca debe considerarse menos
importante que el estudio bíblico de los adultos.
Más preocupados por la posición en su grupo que por liberar a
los atormentados por los demonios, los discípulos sintieron celos
de un hombre que sanaba en el nombre de Jesús. Hoy en día,
muchas veces hacemos lo mismo al no participar en causas
dignas porque: (1) no son miembros de nuestra denominación,
(2) no se relacionan con la clase de gente con la que nos
sentiríamos bien, (3) no hacen las cosas como nosotros las
haríamos, (4) nuestros esfuerzos no reciben suficiente
reconocimiento. La buena teología es importante, pero eso
nunca será excusa para evitar ayudar a los que padecen
necesidad.
Jesús no dice que ser indiferente o neutral respecto a Él es tan
bueno como entregarnos a Él. Como lo explicó en Mateo 12.30:
«El que no es conmigo, contra mí es». No obstante, sus
seguidores no se parecerían ni pertenecerían al mismo grupo. La
gente que está del mismo lado que Jesús posee la misma meta
de edificar el Reino de Dios y no debería permitir que sus
diferencias interfieran en alcanzar la meta. Jesús enseñó que
gente muy diversa le seguiría y haría obras en su nombre. Todos
los que tienen fe en Cristo están en condiciones de cooperar. La
gente no tiene que ser igual a nosotros para seguir a Jesús.
Lucas 9.48 enseña que nuestra preocupación por otros es la
medida de nuestra grandeza. A los ojos de Jesús, quienquiera
que reciba a un niño recibe a Jesús; dar un vaso de agua a
alguien en necesidad es lo mismo que dar una ofrenda a Dios.
Por contraste, causar daño a otros o no interesarnos en los
demás es pecado. Es posible que descuidados y egoístas logren
un grado de grandeza a los ojos del mundo, pero la grandeza
permanente solo se mide por las normas de Dios. ¿Qué usamos
como medida de grandeza: realización personal o servicio
desinteresado?
Esta advertencia contra causar daño a los pequeñitos en la fe se
aplica tanto a lo que hacemos personalmente como maestros y
ejemplos como a lo que permitimos en nuestro compañerismo
cristiano. Nuestros pensamientos y acciones deben motivarlos el
amor (1 Corintios 13) y debemos ser cuidadosos cuando de
juzgar a otros se trata (Mateo 7.1–5; Romanos 14.1–15.4). Sin
embargo, tenemos el deber de enfrentar los pecados flagrantes
en la iglesia (1 Corintios 5.12, 13).
Jesús usó un lenguaje bastante fuerte para ilustrar la
importancia de quitar el pecado de nuestras vidas. La disciplina
que duele es necesaria en los verdaderos seguidores. Ceder a
una relación, trabajo o hábito contrario a la voluntad de Dios
pudiera ser tan doloroso como cortarse una mano. Nuestra meta
máxima, sin embargo, vale todo sacrificio, Cristo es más
importante que cualquier pérdida. Nada debe interponerse en el
camino de la fe. Debemos ser despiadados en remover el
pecado de nuestras vidas para evitar sufrir por toda la
eternidad. Hagamos nuestra decisión desde una perspectiva
eterna.

ÚLTIMO VIAJE A JUDEA

Jesús dejó Capernaum en forma silenciosa y se encaminó hacia


la frontera de Judea antes de cruzar el río Jordán. Allí predicó
antes de ir a Jericó. Este viaje a Galilea fue el último, no
regresaría antes de su muerte.
Con estas extrañas palabras, Jesús quiso señalar las
consecuencias serias y eternas del pecado. Para los judíos,
gusanos y fuego representaban los dolores internos y externos.
¿Qué sería peor?
Jesús usó la sal para ilustrar tres cualidades que deben hallarse
en la vida de su pueblo: (1) Deberíamos recordar siempre la
fidelidad de Dios; la sal se usaba en los sacrificios para recordar
el pacto de Dios con su pueblo (Levítico 2.13). (2) Deberíamos
ser eficaces en sazonar el mundo en que vivimos, así como la
sal lo es en dar sabor a la comida (véase Mateo 5.13). (3)
Deberíamos neutralizar la moral decadente de la sociedad, así
como la sal preserva los alimentos de la descomposición.
Cuando perdemos el deseo de «dar sabor» a la tierra con el
amor y el mensaje de Dios, nos volvemos inservibles para Él.

Capítulo 10
Los fariseos intentaban atrapar a Jesús con sus preguntas. Si
Jesús decía que defendía el divorcio, apoyaba la conducta de los
fariseos y estos dudaban que hiciera tal cosa. Si hablaba en
contra del divorcio, las multitudes no estarían de acuerdo con
esa posición. Y lo que es más importante, provocaría la cólera
del rey Herodes, quien dio muerte a Juan el Bautista por hablar
en contra del divorcio y del adulterio (6.17–28). Esto era lo que
los fariseos querían.
Los fariseos veían el divorcio como un asunto legal más que
espiritual. Jesús aprovechó la oportunidad para hablar del
propósito de Dios en cuanto al matrimonio y exponer los
motivos egoístas de los fariseos. No les interesaba lo que Dios
quería que fuera el matrimonio, sino que se casaban por
conveniencia. Además, citaban a Moisés de mala fe y fuera de
contexto. Jesús mostró cuán superficial era el conocimiento de
esos legalistas.
Dios permitió el divorcio como una concesión ante la
pecaminosidad de la gente. No aprobaba, pero lo instituyó para
proteger al inocente en medio de una mala situación. Es
lamentable que los fariseos usaran Deuteronomio 24.1 como
una excusa para el divorcio. Jesús explicó que esta no fue la
intención de Dios; por el contrario, Dios quería que la gente que
se casaba considerara su matrimonio como algo permanente.
No vayamos al matrimonio pensando que siempre está la opción
del divorcio, sino comprometidos a permanecer.
Tendremos una mejor posibilidad de que nuestro matrimonio
resulte. No seamos duros de corazón como los fariseos,
hagámonos el firme propósito, con la ayuda de Dios, de
permanecer juntos.
Las mujeres se trataban como objetos. El matrimonio y el
divorcio se consideraban como una transacción similar a
comprar o vender tierra. Pero Jesús condenó esta práctica y
aclaró la intención original de Dios: que el matrimonio produjera
unidad (Génesis 2.24). Jesús dignificó el ideal de Dios en cuanto
al matrimonio y dijo a sus seguidores que vivieran de acuerdo
con él.
A menudo se criticaba mucho a Jesús por pasar demasiado
tiempo con cierto tipo de personas: niños, recaudadores de
impuestos, pecadores (Mateo 9.11; Lucas 15.1, 2; 19.7).
Algunos, incluso los discípulos, pensaban que Jesús debía pasar
más tiempo con los líderes importantes y con la gente devota,
porque era la mejor manera de mejorar su posición y evitar
críticas. Pero Jesús no necesitaba mejorar su posición. Era Dios y
anhelaba hablar con los más necesitados.
Los adultos no son tan confiados como los niños. Todo lo que los
niños necesitan para sentirse seguros es una mirada de amor y
un toque afectuoso de alguien que se ocupe de ellos. No
requieren una completa comprensión intelectual. Nos creerán si
confían en nosotros. Jesús dijo que todos debemos creer en Él
con esta clase de fe infantil. No necesitamos entender todos los
misterios del universo; será suficiente saber que Dios nos ama y
nos ha perdonado de nuestros pecados. Esto no significa que
debemos ser niños inmaduros, sino que debemos confiar en
Dios con la sencillez y pureza de un niño.
Este joven quería estar seguro de poseer la vida eterna y por
eso preguntó cómo lograrla. Dijo que jamás quebrantó ni
siquiera una de las leyes que Jesús le mencionó (10.19), y tal
vez guardaba hasta la versión llena de pretextos de los fariseos.
Pero Jesús, lleno de amor, irrumpió a través del orgullo del joven
con un desafío a que expusiera sus verdaderos motivos: «Vende
todo lo que tienes, y dalo a los pobres». Aquí estaba la barrera
que podía mantener a aquel joven fuera del Reino: su amor al
dinero. El dinero representaba su orgullo, el éxito logrado y la
autosuficiencia. Es irónico, pero su actitud lo incapacitaba para
guardar el primer mandamiento de no permitir que nada llegara
a ser más importante que Dios (Éxodo 20.3). No pudo cumplir el
requerimiento que Jesús le hizo: entregar corazón y vida a Dios.
El joven se acercó a Jesús deseando saber qué hacer; y se fue
viendo lo que era incapaz de hacer. ¿Qué barreras le impiden
entregar su vida a Cristo?
Cuando Jesús le hizo esta pregunta, en realidad le decía:
«¿Sabes con quién hablas?» Como solo Dios es en verdad
bueno, el joven llamaba a Jesús «Dios». Por supuesto, esto era
correcto, pero él no se dio cuenta de ello.
¿Qué significa para usted su dinero? Aunque Jesús le dijo a este
joven que vendiera todo lo que tenía y lo diera a los pobres, no
denota que Jesús pide a todos los creyentes que vendan sus
posesiones. La mayoría de sus seguidores no lo vendieron todo,
pero usaron sus posesiones para bendición de otros. En cambio,
esta historia nos muestra que no debemos permitir que haya
algo que nos frene a seguir a Jesús. Debemos quitar toda
barrera que nos impida servir a Dios en forma plena. Si Jesús le
pidiera su casa, ¿se la daría? ¿Y el automóvil? ¿Y su nivel de
ingresos? ¿Su posición en la escalera de la promoción? Su
reacción mostrará su actitud hacia el dinero, si es su servidor o
su amo.
Jesús manifestó un amor verdadero hacia este hombre, aun
sabiendo que no le seguiría. El amor verdadero es capaz de dar
una clara advertencia; no se anda por las ramas respecto a la
verdad. Cristo nos amó tanto que murió por nosotros, pero sigue
dando claras advertencias. Si su amor fuera superficial, nos
aprobaría en todo; pero como su amor es completo, nos
presenta retos de cambios en nuestra vida.
Jesús dijo que era muy difícil para un rico entrar en el Reino de
Dios, porque el rico tiene todas sus necesidades básicas
resueltas y llega a confiar demasiado en sí mismo. Cuando se
sienten vacíos, compran cualquier cosa para suavizar el dolor
que pudo haberles llevado hacia Dios. Su abundancia llega a ser
su pobreza. La persona que tiene todo lo que quiere en esta
tierra puede carecer de lo más importante: la vida eterna.
Los discípulos estaban asombrados. ¿No son las riquezas
bendiciones de Dios, recompensas por ser uno bueno? Aun hoy
en día este falso concepto es muy común. Aunque muchos
creyentes gozan de gran prosperidad material, otros tantos
viven en dura necesidad. Las riquezas no prueban que uno tiene
fe, ni parcialidad de Dios.
Jesús aseguró a sus discípulos que cualquiera que diera algo de
valor por su causa sería recompensado cien veces más en esta
vida, aunque no necesariamente de la misma forma. Por
ejemplo, si la familia de alguien lo rechaza por aceptar a Cristo,
ganará una familia de creyentes más grande. Junto con estas
recompensas, sin embargo, recibimos persecución porque el
mundo odia a Dios. Jesús enfatizó la persecución para
asegurarse que no lo siguiéramos por egoísmo, solo pensando
en las recompensas.
Jesús dijo que en el mundo venidero, los valores serán a la
inversa. Los que buscan posiciones e importancia aquí en la
tierra, no la tendrán en el cielo. Los que son humildes serán
grandes en el cielo. La condición corrupta de nuestra sociedad
alienta la confusión en los valores. Nos bombardean mensajes
que nos dicen cómo ser importantes y sentirnos bien, y las
enseñanzas de Jesús en cuanto a servir a otros parecen
extrañas. Sin embargo, los que sirven a los demás están mejor
calificados para ser grandes en el reino de los cielos.
Los discípulos temían lo que les esperaba en Jerusalén, porque
Jesús les habló de enfrentar persecuciones.
La muerte y resurrección de Jesús no debió sorprender a los
discípulos. Aquí les explicó con toda claridad lo que le ocurriría.
Es lamentable, pero no entendieron bien lo que les dijo. Jesús
afirmó que Él era el Mesías, pero ellos creían que el Mesías era
un rey conquistador. Les habló de la resurrección, pero no
entendían cómo una persona podía volver a la vida después de
estar muerta. Debido a que Jesús a menudo hablaba por
parábolas, es posible que los discípulos pensaran que sus
referencias a la muerte y a la resurrección eran otra parábola
que no entendían. Los Evangelios incluyen las profecías de Jesús
acerca de su muerte y resurrección para demostrar que ello
estaba en el plan de Dios desde el principio y no se trataba de
un accidente.
Marcos narra que Juan y Jacobo fueron a Jesús con una petición;
en Mateo, también la madre hizo la petición. No hay
contradicción en los relatos: madre e hijos estaban de acuerdo
en hacer la petición de permitirlos ocupar lugares de honor en el
Reino de Cristo.
Los discípulos, como muchos judíos de hoy en día, tenían una
idea errada del reino mesiánico predicho por los profetas del
Antiguo Testamento. Creían que Jesús establecería un reino
terrenal que liberaría a Israel de la opresión romana y Jacobo y
Juan querían lugares de honor en él. Pero el Reino de Jesús no es
de este mundo; no se centra en palacios ni tronos, sino en los
corazones y en las vidas de los creyentes. Los discípulos no lo
entendieron sino hasta después de la resurrección de Jesús.
Jacobo y Juan dijeron que estaban dispuestos a sufrir toda
prueba por Cristo. Ambos la sufrieron: Jacobo murió como un
mártir (Hechos 12.2) y a Juan lo forzaron a vivir en el destierro
(Apocalipsis 1.9). Es fácil decir que estamos dispuestos a sufrir
por Cristo, pero la mayoría nos quejamos cada día cuando cosas
insignificantes nos irritan. Si decimos que estamos dispuestos a
sufrir en gran escala por Cristo, debemos estar listos a sufrir la
irritación que se origina al servir a otros.
Jesús no ridiculizó a Jacobo ni a Juan por su petición, pero la
denegó. Sintámonos libres de pedir a Dios cualquier cosa, pero
es muy posible que la respuesta sea negativa. Dios quiere
darnos lo mejor, no simplemente lo que deseamos tener.
Algunas de las cosas que pedimos se nos niegan precisamente
para nuestro bien.
Jacobo y Juan apetecían la más alta posición en el Reino de
Jesús. Pero Él les dijo que la verdadera grandeza estaba en
servir a otros. Pedro, uno de los discípulos que oyó el mensaje,
desarrolló este pensamiento en 1 Pedro 5.1–4.
La mayoría de los negocios, organizaciones e instituciones en
nuestro mundo miden la grandeza por los altos logros de la
persona. En el Reino de Cristo, sin embargo, el servicio es la
forma de tomar la delantera. El deseo de estar en la cima puede
ser un estorbo y no una ayuda. En vez de buscar la satisfacción
de sus necesidades, procure maneras de ministrar las
necesidades de otros.
Este versículo no solo revela el motivo del ministerio de Jesús,
sino también el fundamento de nuestra salvación. Rescate era el
precio a pagar por la libertad de un esclavo. Jesús pagó el
rescate por nosotros, ya que no podíamos pagarlo. Su muerte
nos liberó de la esclavitud del pecado. Los discípulos creían que
la vida y el poder de Jesús los salvaría de Roma; Jesús dijo que
su muerte los salvaría del pecado, una esclavitud mayor que la
de Roma. En 1 Pedro 1.18, 19 se habla más acerca del recate
que Jesús pagó por nosotros.
JESÚS SE ACERCA A JERUSALÉN
Al salir de Jericó, Jesús salió al encuentro de la aclamación y de
la crucifixión en Jerusalén. Durante esa última semana,
permaneció en las afueras de la ciudad, en Betania, una aldea
en el Monte de los Olivos y entró en Jerusalén para enseñar,
comer la Pascua y finalmente morir crucificado.
Jericó era una ciudad importante, un balneario popular que
Herodes el Grande reconstruyó en el desierto de Judea, no lejos
del cruce del Jordán. Jesús iba camino a Jerusalén (10.32) y,
después de pasar por Perea, entró en Jericó.
Los mendigos eran un espectáculo común en muchas ciudades.
Debido a que la mayoría de las ocupaciones de esos días
requerían trabajo físico, cualquier paralítico o impedido estaba
en severa desventaja y era obligado a pedir limosna, aunque la
Ley de Dios mandaba cuidar a los necesitados (Levítico 25.35–
38). La ceguera se consideraba un castigo de Dios por el pecado
(Juan 9.2); pero Jesús rechazó la idea cuando se mostró
dispuesto a sanar a los ciegos.
«Hijo de David» era una manera popular de referirse al Mesías,
ya que se sabía que este sería descendiente del rey David
(Isaías 9.7). El hecho de que Bartimeo llamara a Jesús «Hijo de
David» demuestra que lo reconoció como Mesías. Su fe en Dios
como Mesías logró su sanidad.

Capítulo 11
Esto ocurrió el domingo de la semana cuando crucificaron a
Cristo y la gran Fiesta de la Pascua iba a comenzar. Desde todos
los rincones del mundo romano, los judíos iban a Jerusalén
durante esta larga semana de celebración para recordar la
salida de Egipto (véase Éxodo 12.37–51). Muchos habían oído de
Jesús o lo habían visto y esperaban que Él fuera al templo (Juan
11.55–57).
Jesús llegó, no como un rey, sino montado en un asno en el que
nunca antes nadie había montado. A menudo los reyes acudían
a la guerra montados en caballos o en carros, pero Zacarías
(9.9) profetizó que el Mesías vendría en paz sobre un humilde
asno, sobre un pollino hijo de asna. Jesús sabía que quienes lo
oyeran enseñar en el templo volverían a sus casas en cualquier
parte del mundo anunciando la venida del Mesías.
La gente exclamaba: «¡Hosanna!» (que significa «¡salva
ahora!»). Así daban cumplimiento total a la profecía de Zacarías
9.9. (Véanse Salmos 24.7–10; 118.26.) Hablaron del regreso del
reino de David basándose en las palabras de Dios al salmista en
2 Samuel 7.12–14. Veían muy bien en Jesús el cumplimiento de
esas profecías, pero no entendían la proyección que tendría el
Reino de Cristo. Cuando solo algunos días más tarde llevaron a
Jesús al tribunal, esa misma multitud gritó: «¡Crucifícale!»
Hay dos partes en este inusual incidente: La maldición de la
higuera y la limpieza del templo. La maldición de la higuera fue
una parábola escenificada relacionada con la limpieza del
templo. El templo era un lugar de adoración, pero la verdadera
adoración había desaparecido. La higuera prometía frutos, pero
no producía nada. Jesús manifestó su enojo por las vidas
religiosas sin fruto. Si andamos mostrando religiosidad pero no
la ponemos en acción en nuestras vidas, seremos como la
higuera que se secó y murió. La fe genuina tiene un gran poder.
Pídale a Dios que le ayude a producir frutos para su Reino.
CARACTERÍSTICAS CLAVE DE CRISTO EN LOS EVANGELIOS
Características
Referencias

La higuera, una fuente económica y popular de alimentación en


Israel, demoraba tres años en dar fruto luego de plantarse. Cada
árbol produce una gran cantidad de fruto, el cual se cosecha dos
veces al año: a finales de la primavera y a comienzos del otoño.
Este incidente ocurrió cerca de la primavera, cuando las hojas
empezaban a brotar. Los higos casi siempre crecen junto con las
hojas, pero este árbol en particular, aunque estaba lleno de
hojas, no tenía higos, lo que significa que ese año no daría fruto.
El árbol se veía prometedor, pero no tenía fruto. Las palabras
duras de Jesús connotaban que la nación de Israel era como esta
higuera. Debía dar fruto, pero era espiritualmente estéril.
Jesús se enojó, pero no pecó. Hay lugar para una justa
indignación. Los cristianos deberíamos oponernos al pecado y la
injusticia tomando una posición activa en su contra. Es
lamentable, pero a menudo los creyentes somos pasivos
respecto a estos asuntos tan importantes o nos enojamos en
lugar de superar cualquier insulto personal u ofensas
insignificantes. Asegurémonos que nuestra indignación esté bien
dirigida.
Los cambistas de dinero y los comerciantes hacían grandes
negocios durante la Fiesta de la Pascua. Los que venían de
países extranjeros tenían que cambiar su dinero por la moneda
judía, que era la única aceptada en el templo para cuestiones de
impuestos y para comprar animales para el sacrificio. A menudo,
las especulativas tasas en el cambio enriquecían a los cambistas
y los exorbitantes precios de los animales enriquecían a los
comerciantes. Instalaban sus puestos en el atrio de los gentiles
en el templo, con lo que frustraban las intenciones de los
gentiles que iban a adorar a Dios (Isaías 56.6, 7). Jesús se enojó
porque la casa de adoración de Dios llegó a ser un lugar de
extorsión y una barrera para que los gentiles ofrecieran su
adoración.
PURIFICACIÓN DEL TEMPLO
El lunes por la mañana de la última semana de Jesús, antes de
su muerte, dejó Betania y entró en Jerusalén y limpió el templo
de cambistas y mercaderes.
El tipo de oración de la que hablaba Jesús es la oración por la
fecundidad del Reino de Dios. Orar que una montaña sea echada
en el mar no tiene nada que ver con la voluntad de Dios, pero
Jesús usó esa figura para enseñar que para Dios es posible hacer
lo imposible. Dios contesta las oraciones, pero no debido a una
actitud mental positiva. Deben reunirse otras condiciones como:
(1) ser creyentes; (2) no tener nada en contra de otros; (3) no
orar por motivos egoístas; (4) que sea para el bien del Reino de
Dios. Para orar con eficacia tenemos que tener fe en Dios, no en
el objeto de nuestra petición. Si ponemos nuestra fe en el objeto
de nuestra petición, no tendremos nada cuando se nos niegue lo
pedido.
Jesús, nuestro ejemplo en la oración, oró una vez diciendo:
«Todas las cosas son posibles para ti[...] mas no lo que yo
quiero, sino lo que tú» (Marcos 14.36). A menudo oramos
motivados por nuestros intereses y deseos. Nos gusta oír que
podemos tener cualquier cosa. Pero cuando Jesús oró, lo hizo
con los intereses de Dios en mente. Cuando oramos, podemos
expresar nuestros deseos, pero que la voluntad de Dios esté
sobre la nuestra. Examínese para ver si sus oraciones se centran
en sus intereses o en los de Dios.
Los líderes religiosos preguntaron a Jesús quién le dio la
autoridad para echar a los mercaderes y cambistas. Esta
pregunta, sin embargo, escondía una trampa. Si Jesús decía que
la autoridad la recibió de Dios, lo acusarían de blasfemia; si
decía que lo hizo con su propia autoridad, lo desacreditarían y lo
echarían por fanático. Para descubrir sus verdaderos propósitos,
Jesús atacó la pregunta con otra acerca de Juan el Bautista. El
silencio de los fariseos probó que no les interesaba en lo más
mínimo la verdad. Lo que querían simplemente era librarse de
Jesús porque les socavaba su autoridad.
Si desea más información, véase el perfil de Juan el Bautista en
Juan 1. Capítulo 12
Las parábolas son historias e ilustraciones que usan algo
conocido para ayudarnos a entender algo nuevo. Este método
de enseñanza induce al oyente a descubrir la verdad por sí
mismo. El mensaje llega solo a quienes están dispuestos a
escuchar y aprender.
Israel, representado por el viñedo, fue el lugar donde Dios
cultivó la salvación y la trajo al mundo. Los líderes religiosos no
solo frustraron el propósito nacional, sino que también mataban
a los que trataban de cumplirlo. Tenían tanto celo, que
descuidaron el bienestar de ese pueblo que se suponía tenían
que guiar a Dios.
En esta parábola, el dueño de la tierra es Dios; la viña es la
nación de Israel; los agricultores son los líderes religiosos judíos;
los propietarios de la tierra son los profetas y sacerdotes que se
mantenían fieles a Dios; el hijo es Jesús; los demás son los
gentiles. Al contar esta historia, Jesús mostró a los líderes
religiosos que sabía exactamente lo que pensaban y puso al
descubierto su plan para darle muerte. Les advirtió que su
pecado no quedaría impune.
Jesús se refirió a sí mismo como la piedra que desecharon los
edificadores. Aunque la mayoría de los líderes judíos lo
rechazaron, llegó a ser la piedra angular de un nuevo «edificio»,
la Iglesia (Hechos 4.11, 12). La piedra angular aseguraba que las
demás piedras del edificio estuvieran derechas y a nivel.
Asimismo, la vida de Jesús y su enseñanza son la base o
fundamento de la Iglesia.
Los fariseos eran ante todo un grupo religioso, en tanto que los
herodianos eran un grupo político judío que aprobaba los
compromisos de Herodes con Roma. Por lo general, los dos
grupos no tenían nada que hacer uno con otro.
Los fariseos no querían a Jesús porque denunció su hipocresía.
Los herodianos también veían a Jesús como una amenaza. El
sostén de la dinastía de Herodes el Grande, perdió el control
político cuando, como resultado de una hipotética rebelión,
Roma depuso al hijo de Herodes reemplazándolo con un
gobernador romano. Los herodianos temían que Jesús causara
más inestabilidad en Judea y que Roma reaccionara no volviendo
a permitir que los líderes romanos disminuyeran y los
reemplazaran un descendiente de Herodes.
Cualquiera que evadiera el pago de impuestos se enfrentaba a
castigos. Los judíos detestaban pagar impuestos a Roma porque
el dinero sostenía a sus opresores y simbolizaba su despotismo.
Mucho del dinero de estos impuestos se destinaba también a
mantener templos paganos y la vida lujosa de las clases altas de
Roma. Los fariseos y los herodianos esperaban atrapar a Jesús
con el asunto de los impuestos. Con un sí o con un no, se vería
en problemas. Un sí significaría respaldar a Roma, lo que haría
que la gente se volviera en su contra. Un no traería acusaciones
de traición y rebeldía contra Roma, con sus correspondientes
penas civiles.
Por lo general, un denario era la paga por un día de trabajo.
Los fariseos y los herodianos creían tener la pregunta perfecta
para atrapar a Jesús. Pero la sabia respuesta de Jesús una vez
más dejó al descubierto sus malas intenciones. Jesús dijo que la
moneda con la imagen del emperador tenía que darse al
emperador. Pero la que tenía la imagen de Dios, nuestras vidas,
pertenecía a Dios.
¿Da a Dios todo lo que es legítimamente de Él? Asegúrese de
entregar su vida a Dios: usted lleva su imagen.
Después que los fariseos y los herodianos fallaron en atrapar a
Jesús con el asunto de los impuestos, los saduceos volvieron a la
carga con otra cuestión que al parecer no podía fallarles. Se
trataba de una pregunta que usaron con mucho éxito contra los
fariseos, los que no pudieron dar una respuesta. Los saduceos
no creían en la vida después de la muerte porque el Pentateuco
(Génesis a Deuteronomio) no lo enseña directamente y los
escritos de Moisés eran la únicas Escrituras que obedecían. Pero
Jesús les dijo que los libros de Moisés sí respaldaban la idea de
la vida eterna (12.26).
De acuerdo a la Ley del Antiguo Testamento, cuando el marido
de una mujer moría sin dejar descendencia, el hermano del
muerto tenía que casarse con la mujer a fin de asegurar hijos
que cuidaran de la viuda y permitieran que la línea familiar no
se interrumpiera. El primer hijo de este matrimonio se
consideraba hijo del hombre muerto ( Deuteronomio 25.5, 6).
El cielo va más allá de nuestra capacidad de entender o
imaginar (Isaías 64.4; 1 Corintios 2.9). Debemos cuidarnos en no
formular preguntas acerca del cielo, preguntas que no podamos
contestar desde nuestra perspectiva humana. No debemos
temer a la vida eterna por lo que no sabemos acerca de él. En
lugar de preocuparnos por saber cómo será el Reino venidero de
Dios, deberíamos concentrarnos en nuestra relación con Jesús
ahora, porque en el nuevo reino estaremos con Él, no se
atemorice por lo que Él nos tiene preparado.
La declaración de Jesús no significa que una persona no va a
reconocer a su compañero o compañera en el reino venidero.
Significa que el nuevo orden de Dios no será una extensión de la
presente vida, ni se aplicarán las reglas naturales y físicas.
El comentario de Jesús en el versículo 25 no intenta ser la
palabra final sobre el matrimonio en el cielo. En cambio, con
esta respuesta Jesús se niega a contestar la adivinanza de los
saduceos y a caer en su trampa. Echando a un lado la pregunta
acerca de la mujer que se casó muchas veces, Él dio una
respuesta definitiva a la pregunta sobre la resurrección.
La verdadera pregunta de los saduceos no era acerca del
matrimonio, sino sobre la doctrina de la resurrección. Como los
saduceos creían únicamente en el Pentateuco, Jesús citó Éxodo
3.6 para probar que hay vida después de la muerte. En sus
debates sobre este asunto con los saduceos, los fariseos
pasaron por alto este versículo. Años después de la muerte de
los patriarcas, Dios se refirió a Abraham, a Isaac y a Jacob como
si aún estuvieran vivos. El pacto de Dios con cada persona tiene
validez más allá de la muerte.
En los tiempos de Jesús, los judíos ya habían acumulado cientos
de leyes: nada menos que seiscientas trece. Algunos líderes
religiosos intentaban distinguir entre las más importantes y las
menos importantes. Algunos enseñaban que todas eran
igualmente obligatorias y que era muy peligroso hacer
cualquiera distinción. Esta pregunta pudo haber causado cierta
controversia entre estos grupos, pero la respuesta de Jesús
resumió todas las leyes de Dios.
Las leyes de Dios no son onerosas ni en número ni en detalle.
Todas pueden reducirse a dos reglas simples para la vida: amar
a Dios y amar al prójimo. Estos mandamientos vienen del
Antiguo Testamento (Deuteronomio 6.5; Levítico 19.18). Cuando
amamos a Dios por entero y nos interesamos en nuestro prójimo
como nos interesamos en nosotros mismos, cumplimos el
propósito de los Diez Mandamientos y de las demás leyes del
Antiguo Testamento. De acuerdo con Jesús, estas dos reglas
resumen toda la Ley de Dios. Dejemos que regulen nuestros
pensamientos, nuestras decisiones y nuestras acciones. Cuando
no estemos seguros sobre qué hacer, preguntémonos cuál curso
de acción demuestra mejor el amor a Dios y el amor al prójimo.
Este hombre captó el propósito de la Ley de Dios como a
menudo se enfatiza en el Antiguo Testamento: el amor sincero
es mejor que el cumplimiento externo y que la verdadera
obediencia proviene del amor. Debido a que todo el Antiguo
Testamento nos guía a Cristo, el próximo paso fue la fe en Jesús
mismo y ese era el más difícil.
Jesús citó el Salmo 110.1 para mostrar que David consideraba
que el Mesías sería el Señor, no solo su hijo. Los líderes
religiosos no entendían que el Mesías sería mucho más que un
ser humano descendiente de David; sería Dios mismo en forma
de hombre.
Jesús de nuevo puso al descubierto los motivos impuros de los
líderes religiosos. Estos no recibían paga y dependían solamente
de la hospitalidad de los judíos devotos. Algunos se valían de
esta situación para explotar al pueblo, engañaban a los pobres
en todo lo que podían y se aprovechaban de los ricos. Fingían
espiritualidad para ganar prestigio, reconocimiento y respeto.
QUÉ DIJO JESÚS ACERCA DEL AMOR
En Marcos 12.28 un escriba le preguntó a Jesús cuál de los
mandamientos era el más importante. Jesús mencionó dos
mandamientos, uno tomado de Deuteronomio 6.5 y el otro de
Levítico 19.18. Ambos se relacionan con el amor. ¿Por qué el
amor es tan importante? Jesús dijo que todos los mandamientos
tienen dos objetivos simples: ayudarnos a amar a Dios y a
nuestros semejantes.
¿Qué más dijo Jesús acerca del amor?
Jesús advirtió contra los maestros religiosos a quienes les
encantaba parecer santos y recibir honores cuando en realidad
eran falsos. Los verdaderos seguidores de Cristo no se
distinguen por sus actos aparatosos. Leer la Biblia, orar en
público o cumplir con los rituales de la iglesia puede ser una
simulación si la intención es ser visto y honrado por ello. Procure
que sus acciones concuerden con sus creencias. Viva para
Cristo, aun cuando nadie lo vea.
El castigo a los líderes religiosos sería grande porque, como
maestros y guías, cargaban sobre sus hombros la gran
responsabilidad de formar la fe de sus discípulos. Pero
abrumaban a la gente con leyes insignificantes mientras
olvidaban al Dios que debían adorar, y con su voracidad y
motivos impuros llevaban a mucha gente por el mal camino.
En el templo había varias arcas donde la gente podía echar el
dinero. Algunas eran para recoger el impuesto del templo que
debían pagar los hombres judíos; las otras eran para ofrendas
voluntarias. Quizás estas arcas estaban en el atrio de las
mujeres.

A los ojos del Señor, esta pobre viuda dio más que todos los
demás juntos, a pesar de que su ofrenda fue por mucho la más
pequeña. El valor de una ofrenda no lo determina la cantidad,
sino el espíritu con que se da. Una ofrenda que se da a
regañadientes o por buscar reconocimiento pierde todo su valor.
Cuando usted dé, recuerde: las ofrendas de cualquier cantidad
agradan a Dios cuando se dan con gratitud y espíritu de
generosidad.

Capítulo 13
Como quince años antes del nacimiento de Jesús (20 a.C.),
Herodes el Grande comenzó a remodelar y reconstruir el templo,
el cual se erigió unos quinientos años antes, en los días de
Esdras (Esdras 6.14, 15). Herodes hizo del templo uno de los
más hermosos edificios en Jerusalén, pero no para honrar a Dios,
sino para tranquilizar a los judíos que gobernaba. El proyecto de
tan magnífico edificio no finalizó sino hasta 64 d.C. La profecía
de Jesús de que no quedaría piedra sobre piedra que no fuera
removida se cumplió en 70 d.C., cuando los romanos
destruyeron completamente el templo y toda la ciudad de
Jerusalén.
Los discípulos querían saber cuándo se destruiría el templo.
Jesús les dio un cuadro profético de ese tiempo incluyendo los
acontecimientos que lo antecederían. También habló de hechos
futuros que señalarían su regreso. Predijo tanto los hechos
cercanos como los distantes sin ponerlos en un orden
cronológico. Los discípulos vivieron para ver la destrucción de
Jerusalén en 70 d.C. Esto les hizo entender que todo lo demás
que Jesús predijo se cumpliría también.
Jesús les advirtió acerca del futuro para que aprendieran a vivir
en el presente. Varias predicciones que Jesús hizo en este pasaje
todavía no se han cumplido. No las hizo para que adivináramos
cuándo ocurrirían, sino para ayudarnos a mantenernos
espiritualmente alertas y preparados siempre, esperando su
venida.
El Monte de los Olivos se levanta en la parte superior de
Jerusalén, al este de la ciudad. Desde sus faldas una persona
puede mirar hacia abajo y ver la ciudad y el templo. Zacarías
(14.1–4) profetizó que el Mesías descendería en este monte
cuando volviera para establecer su reino eterno.
¿Cuáles son las señales del fin de los tiempos? En cada
generación desde la resurrección de Cristo ha habido gente que
ha dicho conocer exactamente cuándo volverá Jesús. Nadie, sin
embargo, ha acertado, porque Cristo volverá según el calendario
de Dios, no el de los hombres. Jesús predijo que falsos profetas,
que asegurarían tener revelaciones de Dios, engañarían a
muchos creyentes.
En las Escrituras, la única señal clara del regreso de Cristo es
que toda la humanidad le verá venir en las nubes (3.26;
Apocalipsis 1.7). En otras palabras, no hay que preocuparse de
que una u otra persona sea el Mesías, ni que estos son los
«últimos tiempos». Cuando Cristo vuelva, lo sabrá más allá de
toda duda. Cuidado con los que aseguran tener un conocimiento
especial respecto a los últimos días porque nadie sabe cuándo
será este tiempo (13.32). Tenga cuidado cuando se diga:
«¡Ahora es!», y decididos en nuestro compromiso de tener
nuestros corazones y vidas listos para su venida.
En la medida que la iglesia primitiva empezó a crecer, la
mayoría de los discípulos experimentó el tipo de persecución de
la cual Jesús habló. Desde los tiempos de Cristo, se han
perseguido a los cristianos en su tierra y en campos misioneros
extranjeros. Aunque es posible que estemos libres de
persecución ahora, nuestra visión del Reino de Dios no debe
limitarse a lo que nos ocurre. Una rápida mirada a los periódicos
nos mostrará que cada día muchos cristianos en otras partes del
mundo tienen que enfrentar penalidades y persecuciones. Estas
son una oportunidad para testificar de Cristo a los que nos
oprimen y sirven para que se cumpla el deseo de Dios de que
las buenas nuevas lleguen a cada persona.
Jesús no dice que estudiar la Biblia y crecer en conocimiento sea
inútil o malo. Antes y después de su resurrección Jesús mismo
enseñó a sus discípulos lo que debían decir y cómo decirlo. Sin
embargo, Jesús nos habla de la actitud que debemos asumir
cuando nos toque defendernos por causa del evangelio. No
tenemos que temer ni tomar la defensiva en cuanto a nuestra fe
porque el Espíritu Santo estará presente y nos dará las palabras
adecuadas.
Creer en Jesús «hasta el fin» demanda perseverancia porque
combatirán nuestra fe. Estas tribulaciones separarán a los
verdaderos cristianos de los creyentes tibios. No ganaremos la
salvación por permanecer hasta el fin, pero nos marcará como
personas salvas. La seguridad de nuestra salvación nos
mantendrá en medio de la persecución.
La «abominación desoladora» que menciona Jesús es la
profanación del templo por los enemigos de Dios. Esto sucedió
una vez tras otra en la historia de Israel: en 597 a.C. cuando
Nabucodonosor saqueó el templo y llevó cautivos a Babilonia (2
Crónicas 36); en 168 a.C. cuando Antíoco Epífanes sacrificó un
cerdo a Zeus en el altar santo del templo ( Daniel 9.27; 11.30,
31); en 70 d.C., el emperador Tito colocó un ídolo en el lugar
donde estuvo el templo, después de la destrucción de Jerusalén;
en 38 d.C., el emperador Calígula planeó poner su propia
estatua en el templo, pero murió antes de lograrlo.
PROFECÍAS DE JESÚS EN EL DISCURSO DEL MONTE DE LOS
OLIVOS
Tipo de profecía
Referencias del Antiguo Testamento Otras referencias del Nuevo
Testamento
El pueblo escogido por Dios, a quienes salvó. Si desea más
información acerca de la elección de Dios, véanse Romanos
8.29, 30 y Efesios 1.4, 5.
¿Es posible que los cristianos sean engañados? Sí. Tan
convincentes serán los argumentos y pruebas de los
engañadores en los últimos tiempos que será difícil no alejarnos
de Cristo. Si estamos preparados, dice Jesús, podemos
mantenernos firmes, pero no resistiremos si no estamos
preparados. Para penetrar el disfraz de los falsos maestros
debemos preguntarnos: (1) ¿Han sido verdaderas sus
predicciones o han tenido que irse ajustando a lo ocurrido? (2)
¿Usan en sus enseñanzas alguna pequeña porción de la Biblia
descuidando el resto? (3) ¿Están sus enseñanzas en contra de lo
que la Biblia dice acerca de Dios? (4) ¿Son sus prácticas un
medio de glorificar al maestro o a Cristo? (5) ¿Promueven sus
enseñanzas hostilidad hacia otros cristianos?
En los días de Jesús el mundo parecía muy estable y seguro.
Daba la sensación de estabilidad. En la actualidad, muchos
temen la destrucción nuclear. Jesús nos dice, sin embargo, que
si bien podemos estar seguros que la tierra pasará, la verdad de
sus palabras jamás se cambiará ni abolirá. Dios y su Palabra
proveen la única estabilidad en este mundo inestable. ¡Cuán
miopes somos al gastar tanto de nuestro tiempo aprendiendo
cosas de este mundo temporal y acumulando sus posesiones,
mientras descuidamos la Biblia y sus verdades eternas!
Cuando Jesús dijo que ni siquiera Él conocía el tiempo del fin,
afirmaba su humanidad. Por supuesto, Dios el Padre conoce los
tiempos y Jesús y el Padre son uno; pero cuando Jesús tomó
forma de hombre, voluntariamente desistió del uso ilimitado de
sus atributos divinos.
El énfasis de este versículo no está en que Jesús perdió la
capacidad de conocer los acontecimientos, sino en el hecho que
nadie los conoce. Es un secreto de Dios el Padre. Cristo vendrá
cuando Él quiera. Nadie puede predecir por las Escrituras ni la
ciencia el día exacto cuando Cristo volverá. La enseñanza de
Jesús es que se necesita preparación, no cálculo.
Una boda, el nacimiento de un bebé, alcanzar una carrera, dar
conferencias, comprar una casa, requieren meses de
planeamiento. ¿Le da usted la misma importancia a la
preparación para la venida de Cristo? Este es el acontecimiento
más importante en nuestras vidas. Sus resultados serán eternos.
No debemos seguir posponiendo esta preparación porque no
sabemos cuándo ocurrirá. La única forma de prepararnos es
estudiando la Palabra de Dios y viviendo cada día según sus
instrucciones. Solo así estaremos preparados.
Todo el capítulo trece de Marcos nos dice cómo vivir mientras
esperamos la venida de Cristo: (1) No nos dejemos confundir por
declaraciones confusas ni interpretaciones vanas de lo que
ocurrirá (13.5, 6). (2) No debemos temer hablar a otros de
Cristo, no debe importarnos lo que puedan decirnos ni hacernos
(13.9–11). (3) Debemos soportar por fe y no sorprendernos de
las persecuciones (13.13). (4) Debemos estar moralmente
alertas y obedientes a los mandamientos para vivir fundados en
la Palabra de Dios. Este capítulo no se escribió para promover
discusiones, sino para estimularnos a vivir de una manera recta
para Dios en un mundo donde Él casi no se tiene en cuenta.

Capítulo 14
La Pascua conmemoraba la noche en que los israelitas fueron
liberados de Egipto ( Éxodo 12), cuando Dios «pasó por encima
de las casas» donde había marcas de sangre del cordero y en
cambio mató a todos los primogénitos de las casas donde no
poseían la señal. Al día de la Pascua le seguía una celebración
de siete días llamada Fiesta de los Panes sin Levadura. También
recordaba la salida apresurada de los israelitas de Egipto,
cuando ni siquiera tuvieron tiempo de dejar que el pan leudara y
tuvieron que hornearlo sin levadura. Durante estas fiestas judías
la gente se reunía para comer cordero, vino, hierbas amargas y
pan sin levadura. Con el tiempo toda la semana llegó a llamarse
Pascua, por la cercanía de ambas fiestas.
Los líderes judíos planearon matar a Jesús. Su muerte se ideó
con cuidado. La opinión popular no se había vuelto en contra de
Jesús. Al contrario, los líderes temían su popularidad.
Betania está localizada en la ladera este del Monte de los Olivos
(Jerusalén está en el lado oeste). Era la aldea donde vivían
Lázaro, María y Marta, los amigos de Jesús, también presentes
en la comida (Juan 11.2). La mujer que ungió los pies de Jesús
fue María, la hermana de Lázaro y Marta (Juan 12.1–3). El
alabastro era una vasija hermosa y cara. El nardo era un
perfume costoso.
Mateo y Marcos ubican estos acontecimientos un poco antes de
la institución de la Santa Cena, mientras que Juan los pone en la
semana anterior, antes de la Entrada Triunfal. Debe recordarse
que el propósito principal de los escritores de los Evangelios no
fue presentar un relato cronológico exacto de la vida de Cristo,
sino hacer un recuento confiable de sus mensajes. Mateo y
Marcos parece que eligieron este lugar para ubicar el hecho a fin
de contrastar la devoción de María con la traición de Judas,
suceso que sigue en ambos Evangelios.
Donde Marcos dice «algunos que se enojaron», Juan
específicamente menciona a Judas ( Juan 12.4). La indignación
de Judas por el acto de adoración de María no la motivó el
interés en los pobres, sino la avaricia. Como era el tesorero del
ministerio de Jesús y robaba de los fondos (Juan 12.6), es
evidente que lo que quería era que ese perfume se hubiera
vendido y el producto se hubiera puesto bajo su cuidado.
Jesús no dijo que no debíamos ocuparnos de los pobres, ni
justificó la indiferencia hacia ellos. (Si desea más información de
las enseñanzas de Jesús acerca de la pobreza, véanse Mateo
6.2–4; Lucas 6.20, 21; 14.13, 21; 18.22.) Alabó a María por su
acto de adoración exento de todo egoísmo. La esencia de la
adoración a Cristo es presentarle nuestro más grande amor,
respeto y devoción y estar dispuestos a sacrificar ante Él lo que
nos sea más preciado.
¿Por qué Judas traicionó a Jesús? Judas, como los demás
discípulos, esperaba que Jesús iniciara una rebelión política
contra Roma. Como tesorero, Judas sin dudas imaginó (como lo
hicieron los otros discípulos, véase 10.35–37) que se le daría una
importante posición en el nuevo gobierno de Jesús. Pero cuando
Jesús alabó a María por ungirlo con el perfume, pensó que
aquello era como el salario de un año, se dio cuenta que el reino
de Jesús no era ni físico ni político, sino espiritual. La ambición
de Judas por el dinero y por las posiciones no podrían lograrse
siguiendo a Jesús, y por eso lo traicionó por dinero y por
conseguir el favor de los líderes religiosos.
Los dos enviados fueron Pedro y Juan (Lucas 22.8).
Muchas casas tenían habitaciones espaciosas en el piso
superior, a veces con escaleras interiores y exteriores. La
preparación para la Pascua sin duda comprendió el arreglo de la
mesa, comprar y preparar el cordero pascual, los panes sin
levadura, las especias aromáticas y otra comida y bebida
ceremonial.
Judas, el que traicionaría a Jesús, estaba sentado a la mesa con
los otros. Ya había decidido traicionar a Jesús, pero con increíble
e hipócrita sangre fría participó de la camaradería de esta cena.
Es fácil sentirse ofendido y furioso por lo que Judas hizo, pero
cuando nos comprometemos con Jesús y después lo negamos
con nuestras vidas, también lo traicionamos. Negamos la verdad
de Cristo cuando llevamos una vida distinta a la que Él nos
enseñó a vivir. Negamos el amor de Cristo cuando no lo
obedecemos. Y también negamos su Deidad al rechazar su
autoridad. ¿Concuerdan nuestras palabras con nuestros hechos?
Si no, procuremos un cambio de actitud que nos libre de
cometer errores lamentables.
La práctica de comer de un mismo plato era frecuente. La carne,
el pan y las especias, que por lo general provenían de frutas, se
tomaban de un mismo plato.
Marcos narra el origen de la Cena del Señor, también llamada
Comunión o Eucaristía (Acción de gracias), la cual todavía se
celebra en cultos de adoración. Jesús y sus discípulos comieron
la cena, cantaron salmos, leyeron las Escrituras y oraron. Luego,
Jesús tomó dos partes de la cena de Pascua tradicional, partir el
pan y beber el vino, y les dio un nuevo significado: estos
simbolizarían su cuerpo y su sangre. Se valió del pan y del vino
para explicar la importancia de lo que haría en la cruz. Si desea
más información acerca de la importancia de la Última Cena,
véase 1 Corintios 11.23–29.
La muerte de Jesús por nosotros en la cruz selló un nuevo pacto
entre Dios y la humanidad. El antiguo pacto comprendía perdón
de pecados a través de la sangre de un animal sacrificado
(Éxodo 24.6–8). Pero, en lugar del cordero sin defecto que se
ponía en el altar, Jesús el Cordero de Dios se ofreció en sacrificio
para perdonar los pecados de una vez y para siempre. Jesús fue
el sacrificio final por los pecados y su sangre selló el nuevo
pacto entre Dios y nosotros. Ahora, todos podemos acercarnos a
Dios mediante Jesús, con la más absoluta confianza de que Él
nos oirá y nos salvará de nuestros pecados.
Es muy probable que el himno que cantaron lo hayan tomado de
los Salmos 115–118, los cuales tradicionalmente se cantaban
para concluir la cena pascual.
Es fácil creer que Satanás ganó ventaja temporal en el drama de
la muerte de Jesús. Pero más tarde vemos que Dios lo tenía todo
bajo control, incluso en la muerte de su Hijo. Satanás no ganó
victoria alguna, sino que todo ocurrió exactamente como Dios lo
planeó.
Esta es la segunda vez en la misma noche que Jesús predice la
negación y deserción de sus discípulos, lo cual tal vez explica
por qué reaccionaron con tanta vehemencia (14.31). Si desea
más información acerca de la primera predicción de la negación,
véanse Lucas 22.31–34 y Juan 13.36–38.
¿Trataba Jesús de evadir su tarea? Jesús expresó su verdadero
sentir, pero no se rebeló en contra de la voluntad de Dios.
Reafirmó su deseo de hacer todo lo que Dios quería. Su oración
destaca el terrible sufrimiento que tenía que enfrentar. Sería una
agonía peor que la muerte, porque tenía que cargar los pecados
de todo el mundo. Esta «copa» era la separación que Jesús sabía
que se produciría entre Él y Dios su Padre en la cruz (Hebreos
5.7–9). El Hijo de Dios que no tenía pecado llevó nuestros
pecados y en ese momento quedó separado de Dios para que
fuéramos salvos.
Mientras oraba, Jesús estaba consciente del costo que incluía
hacer la voluntad del Padre. Anticipaba el sufrimiento que
experimentaría y no quería sufrir tan horrible experiencia. Pero
Cristo oró: «Mas no lo que yo quiero, sino lo que tú». ¿Cuál es el
costo que tiene para usted el compromiso que ha hecho con
Dios? Todo lo valioso cuesta. Esté dispuesto a pagar el precio
para que al final tenga algo de valor.
En tiempos de grandes tensiones somos vulnerables a la
tentación, aun si tenemos un espíritu dispuesto. Jesús nos dio un
ejemplo de cómo resistir: (1) oremos a Dios (14.35); (2)
busquemos la ayuda de amigos y seres queridos (14.33, 37, 40,
41); (3) concentrémonos en el propósito que Dios nos ha dado
(14.36).
A Judas se le dio una compañía de guardas del templo así como
soldados romanos (Juan 18.3) para apresar a Jesús y llevarlo
ante la corte religiosa. Los líderes religiosos hicieron todo para
asegurarse el arresto de Jesús y Judas actuó como el acusador
oficial.
JUDAS ISCARIOTE
Es fácil pasar por alto el hecho de que Jesús eligió a Judas para
ser discípulo. También es posible que nos olvidemos que si bien
Judas traicionó a Jesús, todos los discípulos lo abandonaron.
Como los demás discípulos, Judas sufría de una persistente
incapacidad de comprender la misión de Jesús. Esperaban que
Jesús pusiera en acción los derechos políticos. Cuando Él
hablaba de morir, sentían diversos grados de ira, temor y
desilusión. No entendían por qué Jesús los escogió si su misión
estaba condenada al fracaso.
No conocemos la exacta motivación de la traición de Judas. Lo
que sí está claro es que Judas permitió que sus deseos lo
pusieran en una posición en que Satanás pudiera manipularlo.
Recibiría una paga por entregar a Jesús a los líderes religiosos.
Identificaría a Jesús ante los guardias en el oscuro huerto de
Getsemaní. Es posible que su intención fuera obligar a Jesús a
decidirse. ¿Iba o no a rebelarse contra Roma y a establecer un
nuevo gobierno político?
Cualquiera que haya sido su plan, Judas se dio cuenta que no le
gustaba el rumbo que tomaban las cosas. Trató de reparar el
mal que hizo devolviendo el dinero a los sacerdotes, pero ya era
demasiado tarde. Las ruedas del plan soberano de Dios estaban
en movimiento. Cuán lamentable es que Judas haya finalizado
su vida sin experimentar el don de la reconciliación que Dios
pudo haberle dado mediante Cristo Jesús. Las reacciones de la
gente hacia Judas siempre han sido mixtas. Mientras algunos lo
aborrecen fervientemente por su traición, otros lo compadecen
porque no se daba cuenta de lo que hacía. Unos pocos han
tratado de hacerlo un héroe por la parte que tuvo en poner fin a
la misión de Jesús en
la tierra. Otros dudan de la justicia de Dios al permitir a un
hombre llevar tal culpa. Aunque hay muchos sentimientos hacia
Judas, es necesario tomar en cuenta algunos otros hechos. Por
su propia decisión Judas traicionó al Hijo de Dios poniéndolo en
las manos de los soldados romanos (Lucas 22.48). Fue un ladrón
(Juan 12.6). Jesús sabía que la vida de maldad de Judas no
cambiaría (Juan 6.70). La traición de Judas fue parte del plan
soberano de Dios (Salmo 41.9; Zacarías 11.12, 13; Mateo 20.18;
26.20–25; Hechos 1.16, 20).
Al traicionar a Jesús, Judas cometió el más grande error en la
historia. Pero aunque Jesús sabía que Judas lo traicionaría, eso
no significa que Judas fue un muñeco de la voluntad de Dios.
Fue Judas el que tomó la decisión. Dios sabía cuál sería su
elección y lo confirmó. Judas no perdió su relación con Jesús,
más bien nunca llegó a ponerlo en primer lugar. Se le conoce
con el nombre de «hijo de perdición» (Juan 17.12) porque no
alcanzó la salvación. Judas nos haría un favor si nos hiciera
pensar una segunda vez acerca de nuestro compromiso con Dios
y la presencia de su Espíritu en nosotros. ¿Somos verdaderos
discípulos y seguidores de Jesús o imparciales no
comprometidos? Podemos escoger la desesperación y la muerte,
o podemos optar por el arrepentimiento, el perdón, la esperanza
y la vida eterna. La traición de Judas envió a Jesús a la cruz para
garantizar esa segunda elección, nuestra única oportunidad.
¿Aceptaremos su don gratuito o lo traicionaremos como Judas?
Puntos fuertes y logros:
• Fue uno de los doce discípulos escogidos; el único que no era
galileo • Guardaba la bolsa del dinero para los gastos del grupo
• Fue capaz de reconocer el mal que hizo al traicionar a Jesús
Debilidades y errores:
• Era ambicioso (Juan 12.6)
• Traicionó a Jesús
• Se suicidó en vez de buscar el perdón
Lecciones de su vida:
• Los planes y motivos malos permiten que Satanás nos use en
cosas peores
• Las consecuencias del mal son tan devastadoras que aun las
pequeñas mentiras y errores tienen serios resultados
• Los planes de Dios y sus propósitos obran aun en las peores
situaciones
Datos generales:
• Dónde: Quizás de la aldea de Queriot
• Ocupación: Discípulo de Jesús
• Familiares: Padre: Simón.
• Contemporáneos: Jesús, Pilato, Herodes, los once discípulos
Versículos clave:
«Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual
era uno del número de los doce, y éste fue y habló con los
principales sacerdotes, y con los jefes de la guardia, de cómo se
lo entregaría» (Lucas 22.3, 4).
La historia de Judas se relata en los Evangelios. También se
menciona en Hechos 1.18, 19.
De acuerdo con Juan 18.10, la persona que sacó la espada fue
Pedro. Lucas 22.51 dice que Jesús inmediatamente sanó la oreja
del hombre y previno derramamiento de sangre.
Los discípulos huyeron algunas horas antes, dejando solo a Jesús
(14.31). LOS MÁS IMPORTANTES SUCESOS EN LA SEMANA DE LA
PASIÓN
Del domingo al miércoles, Jesús pasó cada noche en Betania,
alrededor de tres kilómetros al este de Jerusalén, en la falda
opuesta del Monte de los Olivos. Quizás se hospedó en casa de
María, Marta y Lázaro. La noche del jueves la pasó orando en el
huerto de Getsemaní. Las noches del viernes y el sábado el
cuerpo de Jesús descansó en la tumba del huerto que estaba en
el Gólgota.
Día
Suceso Referencias
La tradición dice que este joven pudo haber sido Juan Marcos, el
escritor de este Evangelio. El incidente no se menciona en
ninguno de los otros relatos.
El juicio ante el Sanedrín tuvo dos fases. Un pequeño grupo se
reunió en la noche (Juan 18.12–24) y luego el Sanedrín en pleno
al amanecer (Lucas 22.66–71). Juzgaron a Jesús por ofensas
religiosas tales como proclamarse Hijo de Dios, lo cual de
acuerdo con la Ley, era una blasfemia. Es obvio que el juicio era
una farsa, porque ya habían decidido matar a Jesús (Lucas 22.2).
EL APOSENTO ALTO Y GETSEMANÍ
Jesús y los discípulos comieron la tradicional cena pascual en un
aposento alto en la ciudad y luego fueron al Monte de los Olivos
en el huerto llamado Getsemaní. En el frío de la noche, Jesús oró
pidiendo fortaleza para enfrentar la prueba y el sufrimiento que
se acercaban.
Los romanos controlaban a Judea, pero daban a los judíos cierto
poder para resolver asuntos religiosos y atender pequeñas
disputas civiles. Este cuerpo gobernante judío llamado Sanedrín
(concilio) lo formaban más de setenta y uno de los líderes
religiosos de los judíos. Se suponía que estos hombres, como
líderes religiosos, fueran justos. Pero demostraron una tremenda
injusticia en el juicio a Jesús, incluso al punto de inventar
mentiras en su contra (14.57).
Esta declaración de los falsos testigos tergiversaba las palabras
del Señor. Jesús no dijo: «Voy a destruir este templo», sino que
dijo: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré» (Juan
2.19). Jesús no se refería al templo de Herodes, sino a su propia
muerte y resurrección.
Jesús no contestó a la primera pregunta porque la evidencia en
sí misma era confusa y errónea. No responder fue más sabio que
tratar de aclarar la acusación. Pero si Jesús hubiera rehusado
responder a la segunda pregunta, habría negado su misión. Su
respuesta predijo un gran cambio de papeles. Sentarse a la
diestra de Dios significa que Él vendría a ser el juez y luego ellos
tendrían que responder a sus preguntas (Salmo 110.1;
Apocalipsis 20.11–13).
Si algunos debían haber reconocido al Mesías, esos eran el sumo
sacerdote y los miembros del Sanedrín porque conocían las
Escrituras ampliamente. Su trabajo era guiar a la gente a Dios,
pero les interesaban más su propia reputación y retener la
autoridad que tenían. Valoraban la seguridad humana más que
la eterna.
La casa de Caifás donde se juzgó a Jesús (14.53) era parte de un
enorme palacio con varios patios. Al parecer, Juan conocía al
sumo sacerdote y a algunos de sus sirvientes, por lo que pudo
entrar al lugar junto con Pedro (Juan 18.15, 16).

JUICIO DE JESÚS
El juicio empezó después de Getsemaní, en casa de Caifás, el
sumo sacerdote. Luego lo llevaron ante Pilato, el gobernador
romano. Lucas narra que Pilato lo mandó a Herodes, que se
encontraba en Jerusalén, presumiblemente en uno de sus dos
palacios (Lucas 23.5–12). Herodes mandó de nuevo a Jesús a
Pilato, que al final lo sentenció a morir crucificado.
La negación de Pedro fue más que una simple negación. Pedro
negó a Jesús con juramento en los términos más fuertes que
conocía. En la práctica, dijo: «Que me mate Dios si estoy
mintiendo».
Es fácil enojarse con el Sanedrín y los gobernadores romanos
por la injusticia cometida al condenar a Jesús, pero Pedro y el
resto de los discípulos cooperaron en aumentar el dolor de Jesús
al abandonarlo (14.50). Quizás no somos como los líderes judíos,
pero sí muy parecidos a los discípulos, porque todos hemos
negado a Cristo el Señor en algunos aspectos vitales. Podemos
sentirnos orgullosos de no haber cometido ciertos pecados, pero
todos somos culpable de pecado. No nos excusemos señalando
con el dedo a otras personas cuyos pecados quizás se vean
peores que los nuestros.

Capítulo 15
¿Por qué los judíos enviaron a Jesús a Pilato, el gobernador
romano? Los romanos le quitaron a los judíos el derecho de
aplicar la pena de muerte, por lo cual tenían que sentenciarlo los
romanos. Más importante aún, los judíos querían que
crucificaran a Jesús, forma de ajusticiar que creían que incluía la
maldición de Dios (véase Deuteronomio 21.23). Esperaban
persuadir al pueblo de que Jesús estaba bajo maldición, no bajo
la bendición de Dios.
Los judíos tuvieron que inventar nuevas acusaciones contra
Jesús para llevarlo ante Pilato. Como para el gobernador romano
el cargo de blasfemia no tendría ninguna importancia, lo
acusaron de otros tres delitos: (1) soliviantar al pueblo para que
no pagara impuestos a Roma, (2) afirmar que era «el Rey de los
judíos», (3) provocar disturbios en todo el país. La evasión de
impuestos, la traición y el terrorismo sí eran motivos de
preocupación para Pilato (véase también Lucas 23.2).
¿Por qué Jesús no contestó a las preguntas que le hizo Pilato?
Habría sido inútil contestarlas, además, el tiempo llegó para dar
su vida a fin de salvar al mundo. No tenía motivos para
prolongar el juicio ni intentar salvarse. Él fue el supremo ejemplo
de paz y confianza en sí mismo. En esto ningún criminal
ordinario podría imitarlo. Nadie podría detenerlo en su plan de
consumar la obra que vino a realizar en la tierra (Isaías 53.7).

A Barrabás lo arrestaron por participar en una rebelión en contra


del gobierno romano y, aunque cometió asesinato, los judíos lo
consideraban un héroe. Los judíos independentistas acérrimos
detestaban que los gobernaran los paganos de Roma.
Aborrecían pagar impuestos que financiaran a tan despreciable
gobierno y sus dioses. La mayoría de las autoridades romanas,
que tenían que resolver las disputas entre judíos, odiaban a su
vez a estos. Este período de la historia era propicio para la
rebelión.
Tal vez esta multitud era de judíos leales a sus líderes. Pero,
¿dónde estaban los discípulos y las multitudes que días antes
gritaron: «¡Hosanna en las alturas!» (11.10)? Los seguidores de
Jesús temían a los líderes judíos por lo cual se escondieron. Otra
posibilidad es que entre la multitud había mucha gente que
participó en el desfile del Domingo de Ramos, pero que se
volvieron en contra de Jesús cuando vieron que no iba a ser un
conquistador terrenal.
Los judíos odiaban a Pilato, pero acudieron a él para que les
hiciera el favor de condenar a Jesús a la crucifixión. Es obvio que
Pilato se dio cuenta de que todo era un teatro. ¿Por qué otra
cosa esta gente que lo odiaba a él y al Imperio Romano que
representaba le iba a pedir que declarara convicto de traición y
condenara a la pena de muerte a uno de sus paisanos judíos?
¿POR QUÉ JESÚS TENÍA QUE MORIR?
El problema
La crucifixión era la pena que los romanos aplicaban por el
delito de rebelión. Solamente los esclavos y los que no eran
ciudadanos romanos podían crucificarse. Si crucificaban a Jesús,
moría como un rebelde o un esclavo, no como el Rey que
proclamaba ser. Esto es, precisamente, lo que los líderes
religiosos judíos querían al incitar a la multitud hasta el frenesí.
Además, la crucifixión lo haría aparecer como que los romanos
lo mataban y por lo tanto la multitud no culparía a los líderes
religiosos.
¿Quién fue el culpable de la muerte de Jesús? En realidad, todos.
Los discípulos lo abandonaron aterrorizados. Pedro negó conocer
a Jesús. Judas lo traicionó. La multitud que lo siguió se quedó
estática sin hacer nada. Pilato trató de agradar al pueblo. Los
líderes religiosos promovieron activamente la muerte de Jesús.
Los soldados romanos lo torturaron. Si usted hubiera estado allí,
¿cuál hubiera sido su reacción?
La calurosa y polvorienta región de Judea, donde Pilato era
gobernador, no era mucho más que una avanzada del Imperio
Romano. Debido a que estaba muy lejos de Roma, a Pilato se le
asignó un pequeño ejército. Su principal deber era mantener la
paz. Por los recuentos históricos sabemos que a Pilato ya se
había advertido de otros alzamientos en la región. Aunque no
vio ninguna culpa en Jesús, ni razón alguna para condenarlo a
muerte, se asustó cuando oyó a la multitud decir que lo se lo
comunicarían al César (Juan 19.12). Un informe así, acompañado
de una rebelión, podría costarle su posición y sus esperanzas de
ascenso.
Aunque de acuerdo con la ley romana Jesús era inocente, Pilato
cedió ante la presión política. Echó a un lado todo cuanto sabía
que era bueno. Trató de congraciarse con los líderes judíos
dictando una sentencia que agradaría a todos y lo protegería a
él. Cuando hacemos caso omiso de las declaraciones de Dios
sobre lo bueno y lo malo, y tomamos decisiones basadas en el
qué dirán, caemos en componendas e ilegalidades. Dios
promete honrar a quienes actúan rectamente, no a quienes
tratan de complacer a todos.
Los soldados «le hacían reverencias»; en otras palabras, se
burlaban de Jesús simulando adoración.
Fuera de Judea había colonias de judíos, Simón vino de Cirene, al
norte de África, en un peregrinaje con motivo de la Pascua. Sus
hijos, Alejandro y Rufo, se mencionan aquí porque
evidentemente llegaron a ser muy bien conocidos en la iglesia
primitiva ( Romanos 16.13).
Los soldados echaron suerte para decidir con cuál ropa de Jesús
se quedaría cada uno. Los soldados romanos tenían el derecho
de conservar la ropa de los crucificados. Este acto hizo que se
cumpliera la profecía del Salmo 22.18.
La crucifixión era una temible y vergonzosa forma de morir.
Obligaban a la víctima a cargar su cruz a través de la ruta más
larga al sitio de la crucifixión, como una forma de advertencia
para el pueblo. Hay cruces de diversas formas, así como
diferentes métodos de crucifixión. A Jesús lo clavaron en la cruz.
A veces, a algunos condenados a morir crucificados se les
ataban a sus cruces con cuerdas. En cualquier caso, la muerte
venía por asfixia porque el peso del cuerpo hacía más y más
difícil la respiración a medida que el reo perdía las fuerzas.
A menudo se ponía en la cruz un letrero en el que se declaraba
el crimen por el que se crucificaba a la persona. La idea era que
sirviera de advertencia al pueblo. Como a Jesús no pudieron
culparlo de nada, la única acusación que figuró sobre su cabeza
fue el «crimen» de haber dicho ser el Rey de los judíos.
Lucas narra que uno de los ladrones se arrepintió antes de morir
y que Jesús le prometió que estaría con Él en el paraíso (Lucas
23.39–43).
Jesús se pudo haber salvado, pero prefirió sufrir por amor a
nosotros. Pudo haber elegido no sufrir ni ser humillado en la
forma que lo fue; pudo haber dado muerte a todos los que se
mofaban de Él, pero soportó el sufrimiento porque ama aun a
sus enemigos. Nosotros también tuvimos una parte importante
en el drama de esa tarde, porque nuestros pecados también
estaban sobre la cruz. Jesús murió por nosotros y el castigo de
nuestros pecados los pagó con su muerte. La única respuesta
adecuada que podemos realizar es confesar nuestros pecados y
aceptar que Jesús pagó por los pecados para que nosotros no
tuviéramos que hacerlo. No insultemos a Dios al ser indiferentes
ante el más grande acto de amor en la historia.
Cuando Jacobo y Juan pidieron lugares de honor próximos a
Jesús en su Reino, Él les contestó: «No sabéis lo que pedís»
(10.35–39). Aquí, como Jesús preparaba la inauguración de su
Reino a través de su muerte, los lugares a la derecha y a la
izquierda lo tomaron criminales moribundos. Como Jesús les
explicó a sus dos discípulos deseosos de poder, alguien que
quiere estar cerca de Jesús debe estar preparado a sufrir y morir
como Él. El camino del Reino es el de la cruz. Si queremos la
gloria del Reino, debemos tener la voluntad de permanecer
unidos al Cristo crucificado.
Jesús no hizo esta pregunta sorprendido ni desesperado. Citaba
la primera estrofa del Salmo 22. Este salmo es una profecía
acerca de la profunda agonía del Mesías al morir por el pecado
del mundo. Jesús sabía que esta separación temporal de Dios
llegaría en el momento en que echara sobre sí los pecados del
mundo. Esta separación fue lo que lo aterrorizó, según oró en
Getsemaní. La agonía física fue horrible, pero la separación
espiritual de Dios fue la tortura mayor.
Con esta exclamación Jesús tal vez pronunció sus últimas
palabras: «Consumado es» ( Juan 19.30).
Un velo pesado colgaba ante la parte del templo llamada Lugar
Santísimo. Era un lugar que Dios reservó para Él.
Simbólicamente, el velo separaba al Dios santo de la humanidad
pecadora. Una vez al año, en el Día de la Expiación, el sumo
sacerdote entraba a ese lugar y presentaba sacrificio por el
perdón de los pecados de todo el pueblo. Cuando Jesús murió, el
velo se rasgó en dos, mostrando así que su muerte por nuestros
pecados dejaba abierta la entrada hasta la presencia del Dios
santo. Esto fue de arriba hacia abajo, lo que muestra que Dios
abrió el camino. En Hebreos 9 se encuentra una más completa
explicación de estos hechos.
PILATO
En los días de Jesús, cada sentencia de muerte tenía que
aprobarla el funcionario romano de más alto rango del distrito.
Poncio Pilato era gobernador de la provincia de Judea, en
Jerusalén. Cuando los líderes judíos tuvieron a Jesús en su poder
y solicitaron su muerte, el obstáculo final era conseguir la
autorización de Pilato. Así que una mañana temprano, Pilato
encontró a una multitud frente a su puerta pidiendo la muerte
de un hombre.
Las relaciones de Pilato con los judíos eran siempre
tormentosas. Su firmeza y equidad romanas la opacaban su
cinismo, sus compromisos y sus errores. En varias ocasiones sus
acciones ofendieron profundamente a los líderes religiosos. Las
manifestaciones y el caos resultantes quizás hicieron recapacitar
a Pilato. Intentaba controlar a un pueblo que trataba a sus
conquistadores romanos sin ningún respeto. El juicio de Jesús
fue otro de los muchos problemas que ya tenía.
Pilato no tenía duda alguna respecto a la inocencia de Jesús. En
tres diferentes ocasiones declaró a Jesús exento de toda culpa.
No entendía por qué esta gente quería la muerte de Jesús, pero
el temor a la presión de los judíos le llevó a permitir la
crucifixión de Jesús. Ante la amenaza de que lo acusaran ante el
emperador de no querer eliminar a un rebelde en contra de
Roma, decidió hacer lo que sabía que no era bueno. En su
desesperación escogió lo que en realidad no deseaba.
Pilato era tan humano como nosotros. A veces sabemos lo que
es bueno, pero optamos por lo opuesto. Tuvo su oportunidad en
la historia y ahora nosotros tenemos la nuestra. ¿Qué hacemos
con nuestras oportunidades y responsabilidades? ¿En qué
manera juzgamos a Jesús?
Puntos fuertes y logros:
• Gobernador romano de Judea
Debilidades y errores:
• Falló en su intento de gobernar a un pueblo que aunque lo
derrotaron militarmente, nunca se dejó dominar por Roma
• Sus constantes pugnas políticas le hicieron un árbitro cínico y
tolerante poco compasivo, susceptible a las presiones
• Aunque vio que Jesús era inocente, cedió a las demandas de la
gente que pedía su ejecución
Lecciones de su vida:
• Grandes males pueden suceder cuando la verdad está a
merced de las presiones políticas
• Resistir la verdad deja a una persona sin propósitos ni rumbo
fijo
Datos generales:
• Dónde: Judea
• Ocupación: Gobernador romano de Judea
• Familiares: Esposa, no se menciona su nombre •
Contemporáneos: Jesús, Caifás, Herodes
Versículos clave:
«Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto,
salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en Él ningún
delito. Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte uno
en la pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los
judíos?» (Juan 18.38, 39).
La historia de Pilato se narra en los Evangelios. También en
Hechos 3.13; 4.27; 13.28; 1 Timoteo 6.13.
El sábado comenzaba con la caída del sol del viernes y finalizaba
con la caída el sol del sábado. Jesús murió unas pocas horas
antes que el sol del viernes se pusiera. Iba en contra de la Ley
judía hacer cualquier trabajo físico o viajar el día de reposo.
También iba en contra de la Ley dejar que un cuerpo
permaneciera colgado durante toda la noche ( Deuteronomio
21.23). José vino para sepultar el cuerpo de Jesús antes que
comenzara el sábado. Si Jesús hubiera muerto en sábado,
cuando José no podía hacer nada, los
romanos habrían bajado su cuerpo de la cruz. Si los romanos
hubieran hecho tal cosa, los judíos no hubieran tenido
confirmación de su muerte, por lo que hubieran podido negar su
resurrección.
Después de la muerte de Jesús en la cruz, José de Arimatea pidió
el cuerpo, lo puso en una tumba nueva y la selló. Aunque era un
miembro honorable del concilio judío, José era un discípulo
secreto de Jesús. No todos los líderes religiosos odiaban a Jesús.
José arriesgó su reputación para dar sepultura adecuada a su
Señor. Asusta arriesgar la reputación aun por lo que es bueno. Si
su testimonio cristiano pone en peligro su reputación, acuérdese
de José. Hoy en día, la iglesia cristiana lo recuerda con
admiración. ¿Cuántos de los demás miembros del concilio judío
podemos nombrar?
Pilato se sorprendió que Jesús hubiera muerto tan pronto, por lo
que ordenó a un soldado que lo comprobara a fin de estar
absolutamente seguro que el informe era veraz. En la
actualidad, en un esfuerzo por negar la resurrección, algunos
sostienen que Jesús no murió. Su muerte, sin embargo, la
confirmó el soldado, Pilato, José de Arimatea, los líderes
religiosos y las mujeres que presenciaron el sepelio. Jesús
experimentó una verdadera muerte física en la cruz.
RECORRIDO DE JESÚS AL GÓLGOTA
Después que Pilato lo sentenció, llevaron a Jesús al Pretorio a un
lugar fuera de la ciudad, Gólgota, para crucificarlo.
Sin duda, esta tumba era una cavidad hecha a mano en el cerro
y lo bastante grande como para caminar dentro. José envolvió el
cuerpo de Jesús, lo colocó en la tumba y puso una piedra pesada
en la entrada. Los líderes religiosos también vieron donde se
colocó el cuerpo de Jesús. Después pusieron guardas ante la
tumba y sellaron la piedra para asegurarse que nadie robara el
cuerpo para decir luego que había resucitado (Mateo 27.62–66).
Fue muy poco lo que estas mujeres pudieron hacer. No hablaron
ante el Sanedrín en defensa de Jesús, no apelaron ante Pilato, no
se enfrentaron a la multitud, no vencieron a los soldados
romanos. Pero hicieron lo que pudieron. Se mantuvieron cerca
de la cruz cuando los discípulos huyeron, siguieron tras el
cuerpo de Jesús cuando lo llevaron a la tumba y prepararon
especias aromáticas para su cuerpo. Debido a que aprovecharon
la oportunidad que tuvieron, fueron las primeras testigos de la
resurrección. Dios bendijo su entrega y diligencia. Como
creyentes, debemos aprovechar las oportunidades que tenemos
y hacer todo lo que podamos por Cristo, en lugar de
apesadumbrarnos por lo que no podemos hacer.
Capítulo 16

Las mujeres compraron las especias el sábado en la tarde y


fueron a la tumba a la mañana siguiente. No llevaban especias
para embalsamar el cuerpo de Jesús, sino para ungirlo como una
prueba de amor, devoción y respeto. Llevar especias a la tumba
era como llevar hoy en día flores a las sepulturas.
Los ángeles no movieron la piedra para que Jesús saliera, sino
para que la gente entrara y viera que Jesús había resucitado
como lo prometió.
Marcos habla de un ángel con el cual las mujeres se encontraron
en la tumba, en tanto que Lucas habla de dos. Estos relatos no
son contradictorios. Cada autor de los Evangelios decidió
resaltar diferentes detalles al referirse a la misma historia, al
igual que los testigos presenciales de un hecho noticioso pueden
destacar aspectos diferentes del suceso. Tal vez Marcos destacó
al ángel que habló. El énfasis diferente de cada Evangelio
muestra que los autores escribieron en forma independiente y
que los relatos de los cuatro son verdaderos y confiables.
La resurrección es de vital importancia por varias razones: (1)
Jesús cumplió su promesa de levantarse de entre los muertos,
por lo cual podemos creer que Él cumplirá todas sus otras
promesas. (2) La resurrección nos asegura que el gobernador
del eterno Reino de Dios será el Cristo viviente, no una idea, ni
una esperanza, ni un sueño. (3) Al levantarse de la muerte,
Cristo nos asegura que también resucitaremos. (4) El poder de
Dios que levantó el cuerpo de Cristo de la muerte está vigente
para traer de nuevo a la vida nuestra moralidad y nuestra
espiritualidad que están muertas, cambiándonos y haciéndonos
crecer (1 Corintios 15.12–19). (5) La resurrección es parte
esencial del testimonio de la Iglesia ante el mundo. Nosotros no
solo contamos lecciones de la vida de un buen profesor, sino
que proclamamos la realidad de la resurrección de Cristo Jesús.
El ángel hizo mención especial de Pedro para mostrar que, a
pesar de la negación de este, Jesús no lo había negado. Él
seguía teniendo reservadas para Pedro grandes
responsabilidades en la Iglesia que aún no había nacido.
El ángel dijo a los discípulos que se reunieran con Jesús en
Galilea, tal como Él mismo se los dijo antes (Marcos 14.28). Allí
fue donde llamó a varios de ellos para que fueran «pescadores
de hombres» (Mateo 4.19) y allí sería donde esta misión se
reestablecería ( Juan 21). Pero los discípulos, llenos de temor, se
mantuvieron tras puertas fuertemente cerradas en Jerusalén
(Juan 20.19). Jesús se reunió con ellos primero en Jerusalén
(Lucas 24.36) y más tarde en Galilea (Juan 21). Luego regresó a
Jerusalén desde donde ascendió a los cielos desde el Monte de
los Olivos (Hechos 1.12).
EVIDENCIA DE QUE JESÚS MURIÓ Y RESUCITÓ
Esta evidencia demuestra que Jesús es único en la historia y
prueba que es el Hijo de Dios. Nadie más ha sido capaz de
predecir su resurrección y luego realizarla.
Explicaciones presentadas de la tumba vacía Evidencia en
contra de estas explicaciones Referencias

Cuando los dos hombres por fin se dieron cuenta que era Jesús,
volvieron prestos a Jerusalén. No es suficiente leer acerca de
Cristo como un personaje ni estudiar sus enseñanzas. Al creer
que Él es Dios, debemos confiar que nos salvará y debemos
aceptarle como el Señor de nuestras vidas. Esta es la diferencia
entre conocer a Jesús y saber acerca de Él. Solo cuando le
conocemos nos sentiremos motivados a testificar a otros de lo
que Él ha hecho por nosotros.
Jesús dijo a sus discípulos: «Id por todo el mundo y predicad el
evangelio». Que todos sepan que Él ya pagó el castigo por el
pecado y que todos los que creen en Él recibirán perdón y vida
eterna junto a Dios. Hoy en día, los discípulos cristianos se
encuentran en todas partes del mundo hablando de estas
buenas nuevas a los pueblos que no las han oído. El poder que
dirige y lleva a los misioneros alrededor del mundo y pone a la
Iglesia de Cristo en acción es la fe que viene de la resurrección.
¿Ha sentido alguna vez que no posee las habilidades ni la osadía
para ser un testigo de Cristo? Debe darse cuenta que Jesús se
levantó de entre los muertos y vive para nosotros. En la medida
que crezca en su relación con Dios, Él le dará las oportunidades
y la fuerza interna para proclamar su mensaje.
No es el agua del bautismo lo que salva, sino la gracia de Dios
aceptada por la fe en Cristo. El bautismo es una señal externa
de una fe interna. Por la respuesta de Jesús al ladrón en la cruz
entendemos que se salvó sin el bautismo (Lucas 23.43). El
bautismo solo sin fe no lleva automáticamente a la persona al
cielo. Los que rechazan creer serán condenados, no importa que
estén o no bautizados.
Hay ocasiones cuando Dios interviene milagrosamente para
proteger a sus seguidores. A veces, Él les da un poder especial.
Pablo tuvo serpientes en sus manos (Hechos 28.5) y los
discípulos sanaron a los enfermos (Mateo 10.1; Hechos 3.7, 8).
Esto no significa, sin embargo, que podemos probar a Dios
poniéndonos a propósito en situaciones peligrosas.
Cuando Jesús ascendió al cielo, dejó de estar físicamente con los
discípulos (Hechos 1.9 ). El hecho de que Jesús se sentara a la
diestra de Dios significa la consumación de su obra, su autoridad
como Dios y su coronación como Rey.
El Evangelio de Marcos enfatiza el poder de Cristo y su condición
de siervo. La vida y las enseñanzas de Jesús ponen las cosas del
mundo al revés. El mundo entiende el poder como el control que
se tiene sobre los demás para subyugarlos. Pero Jesús, con todo
su poder y autoridad tanto en el cielo como en la tierra, opta por
servir a los demás. Tuvo a los niños en brazos, sanó a los
enfermos, lavó los pies a sus discípulos y murió por los pecados
del mundo. Seguir a Cristo significa recibir este mismo poder de
servicio. Como creyentes, tenemos el llamamiento a ser
servidores de Cristo. En la misma forma en que Cristo sirvió,
debemos servir nosotros.

Potrebbero piacerti anche