espíritu, alma y cuerpo (Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 1 Tesalonicenses 5:23). El espíritu humano fue dado cuando Dios sopló en él aliento de vida y el hombre se hizo un espíritu con un alma en un cuerpo. (Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. (Genesis 2:7). El alma humana, que es el centro de tu personalidad, tiene tres partes: mente, emoción y voluntad. Dentro de tu mente se graba lo que has visto, oído, hecho y experimentado a lo largo de toda tu vida que cumple un ciclo o pasa por un proceso del pensamiento: Idea – Pensamiento – Decisión - Acción Esa información (que comenzó siendo una idea) entra en tu consciente, pero a medida que va pasando el tiempo, va pasando del consciente al pre consciente o subconsciente y al final acaba en tu inconsciente. Esto es porque la mente tiene que dejar libre la parte consciente, o sea la conciencia, para poder recibir nuevos estímulos o “inputs” y así poder seguir aprendiendo. Así cada parte de la mente tiene sus funciones específicas: 1. La mente consciente: Es aquella parte de la mente que se encarga de percibir la realidad que lo rodea y que puede describir sin ningún esfuerzo. La percepción, los recuerdos y los pensamientos. 2. La mente subconsciente: Conoce las cosas que ha sabido, pero que temporalmente ha olvidado ya en su consciente, y con un poco de esfuerzo puede volver a recordar y traerlas al campo del consciente. 3. La mente inconsciente: Es la parte más grande de la mente donde reposan experiencias que se ha vivido desde la niñez y que son imposibles de recordar fácilmente. Pueden manifestarse en forma de impulsos, impresiones, pensamientos incontrolados y recuerdos reprimidos. El cuerpo es el estuche o carcasa del ser humano, lo que el mundo exterior puede ver y fue formado del polvo de la tierra. El espíritu de vida fue creado como un recipiente para contener al Espíritu de Dios y también posee tres partes: 1. Comunión: La comunión se refiere a tener comunicación con Dios, es algo distinto de la oración. Muchas veces cuando vamos a orar tenemos una lista de pedidos. Sin embargo, la verdadera comunión con Dios es acercarnos a Él para disfrutar de su presencia, pero también conocer su voluntad. Cuando el Señor preguntó: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?”, Isaías respondió: “Heme aquí, envíame a mí”, porque él estaba en la presencia del Señor intimando. Si en aquel día Dios hubiera querido enviar a alguien y no hubiera estado Isaías en su presencia, ¿A quién enviaría Dios? Por eso, si queremos hablar con Dios y tener el conocimiento de su Palabra, hagamos lo posible para tener comunión con él e intimar. Desde esta perspectiva, pasar más tiempo en su presencia es vital porque es en ese momento que puede venir de Él una intuición a nosotros.
2. Intuición: La intuición es la parte del espíritu
humano donde Dios coloca su sentir. Nuestra experiencia ahora ya no es como en el Antiguo Testamento, cuando Él aparecía a los hombres y les decía qué hacer o hablar. En el Nuevo Testamento Dios nos habla por medio de la intuición como un sentir en nuestro espíritu que no teníamos aún en el pensamiento. Seguidamente debemos presentar en oración ese sentir que recibimos de Dios en la intuición, hasta tener la total claridad acerca de lo que Él quiere hablar con nosotros.
3. Conciencia: La conciencia tiene la función de
decir al hombre lo que es bueno y lo que es malo; lo que es correcto o equivocado; lo que agrada y lo que desagrada a Dios. Podemos también decir que su función es llevar al alma hasta Dios, es decir, llevar nuestra mente, emoción y voluntad a su presencia. La conciencia es la parte de nuestro espíritu que une al alma, para que las tres partes del alma sean totalmente dirigidas por Dios. Cuando el alma reconoce a Jesús como su Salvador y se arrepiente de todos sus pecados –entre ellos la auto suficiencia, el orgullo, la soberbia–, empieza a tener comunión y dirección de parte de Dios. Sin la comunión con Dios a través del espíritu, no habrá un punto de encuentro entre el espíritu, el alma y el cuerpo, y a la larga siempre seremos esclavos del pecado, engañados por las mentiras y lo peor, ajenos a la vida de Dios. “En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Más nosotros tenemos la mente de Cristo”. 1 Corintios 2:15-16 Lo que no tiene sentido común para el hombre natural es tonto e inútil. El prefiere lo que es lógico y racional, lo que concuerda con la psicología de su vida. Dios no siempre sigue el camino de la lógica o las leyes naturales, su dirección nos lleva al camino absurdo de la cruz: ¿Creer que Cristo se entregó por nosotros y obtuvo nueva vida para los que creen? ¿Creer que, al morir Cristo, mi vida estaba allí presente con él y que ese día yo morí con él para empezar una nueva vida guiada por su Espíritu y su Palabra? LOCURA. “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios”. 1 Corintios 1:18 La función del espíritu de vida es discernir las cosas que vienen de Dios. No estamos anulando nuestra mente con esto ni tampoco nuestras emociones o nuestra voluntad. Ellas poseen sus funciones, pero de forma secundaria, de forma restringida y sin gobierno sobre el hombre. La mente debe ser restringida y no debe poseer libertad para crear ideas originales acerca de Dios y obligar al ser humano a acatarlas. Tanto el intelecto como las emociones y la voluntad deben estar sujetas a la palabra de Dios y al Espíritu Santo, entonces podremos lograr una mente sana, estable, con la capacidad de ser guiada por Dios. De lo contrario, estos tres –mente, emociones y voluntad– serán de nuevo los amos del hombre, usurpando el lugar del espíritu de vida y del Espíritu Santo. El apóstol Pedro tenía su intelecto, sus emociones y su voluntad sujetos a la Palabra y al Espíritu. Al llegar al templo “La Hermosa” y encontrarse al paralítico, vio con la mente del Señor Jesús. Le dijo al paralítico “míranos” y después afirmó: “No tengo ni oro ni plata, más lo que tengo te doy, en el nombre de Jesús levántate y anda”. Creo que la experiencia de Pedro expresa de una forma más clara lo que estoy tratando de enseñarte. El intelecto, las emociones y la voluntad –aún el cuerpo de Pedro– estaban sujetos a la Palabra y al Espíritu, por lo tanto, la vida del Señor Jesucristo podía fluir de forma natural. “Más Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. (...) Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste está completa sanidad en presencia de todos vosotros”. Hebreos 3:6,16 “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”. Marcos 16:17-18 Analiza el siguiente gráfico.