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Mayo 5, 2019
Isabel Lora
Cabe, para iniciar formalmente, partir de dos preguntas esenciales, ¿Qué es leer? ¿Y para
qué leemos? Respondiendo a la primera pregunta, una definición simple sería que, leer
es el proceso visual mental donde se descodifica una serie de símbolos; pero si vamos a
una definición más profunda, tenemos que, leer es inferir, relacionar, contrastar,
interpretar, interpelar y comprender una información.
Desde la educación de personas jóvenes y adultas, tenemos, como una de las referencias
principales, la figura de Paulo Freire, quien nos habla de la ‘‘palabra generadora’, y lo
convierte en todo un método de alfabetización para personas adultas, en la que estos
aprenden partiendo de palabras que tienen significado para ellos, como una manera de
motivar el conocimiento. Digamos que es el proceso inverso para lo que sí dominamos
los códigos escritos, reconocemos las palabras, pero necesitamos darle nuestro propio
sentido, comprenderla más allá del significado dado. De esta manera ya hemos ido
contestando la segunda pregunta. leemos para comprender, comprender nuestro
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entorno inmediato y global, para comprender nuestra historia, nuestra cultura, nuestras
emociones, cómo nos comunicamos, etc.
En definitiva, leemos para ser más inteligentes. Al leer, estamos desarrollando procesos
cognitivos relacionados a la atención, a la memoria, a la percepción, el razonamiento, etc.
En el campo de la neurociencia (conjunto de disciplinas científicas que estudia el cerebro),
específicamente en investigaciones dirigidas por uno de los grandes neurocientíficos de
esta época: Stanislas Dehaene, se ha mostrado que al leer estamos activando circuitos
neuronales y regiones concretas del cerebro, lo que reafirma la complejidad que puede
tener la acción de leer, sobre todo si leemos comprensivamente (Guillen, 2015).
‘‘A mitad de los años 70, el niño vive en aún en un mundo suyo, pero se vislumbra el paso
de su ‘’pequeño mundo’’, su pequeño universo, al mundo abierto de los adultos (…); ¿‘ya
no hay vallas que cerquen el espacio de la infancia. Esto da como da como resultado un
mundo ambiguo, con frecuentes contradicciones que le desorientan’’.
La autora también señala la renovación pedagógica que hemos tenido en las últimas
décadas, donde ya ‘‘el docente no puede limitarse a enseñar a leer y descifrar signos’’, se
requiere otra forma de leer.
‘‘La lectura, entonces, invita al niño a vivir una experiencia propia y ajena que
conjuga todos esos saberes, de modo que no solamente se practica para ampliar un
conocimiento específico, sino que le permite al lector identificarse, involucrarse y
sentir.’’ (Gómez & Vargas, 2015, p. 92.)
Ahora bien, ¿qué pasa con el mundo de los adultos que aprendió a leer descifrando códigos,
que no tuvo modelos lectores ni nadie que les inculcara en amor la lectura? ¿Qué pasa con
todo este mundo de adultos, alfabetizados o no, que no les interesa la lectura, que no ve el
disfrute en ella, ni siquiera como una fuente importante de conocimiento?
Les compartiré algunas estrategias o sugerencias que me parecen idóneas para animar a
leer y escribir:
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-Leer para disfrutar debe ser nuestra primera consigna. A la población adulta le sobre
entretenimiento. De hecho, tiene mucha, por no decir demasiada distracción. Pero casi
siempre son distracciones momentáneas, son cargas y descargas de adrenalina que
tenemos para compensar un exceso de trabajo, un cansancio, una rutina. Que hay de esa
distracción en la que nos encontramos con el disfrute real, no con el disfrute para tomarme
la foto, sino con el placer sano de percibir con todos los sentidos una buena lectura, así
como una buena comida, así como un encuentro familiar, o una caminata…
Sin embargo, ‘’El placer no es obligatorio, es placer debe ser buscado’’, decía Borges. Así
mismo la lectura no puede que ser una camisa de fuerza, tampoco una tragedia. Hay un
tipo de lectura para cada persona, y debemos proponerla como una actividad placentera
en la cultivamos nuestro espíritu y nuestro intelecto.
-Los docentes son modelos lectores. No se llega a la lectura solo, hay que tener modelos
lectores, animadores, maestros que nos impulse a leer para desarrollar nuestra
intelectualidad y nuestro ser emocional. El docente debe ser un modelo lector. Este tiene
la obligación moral de leer libros y tener libros en casa. Debe comentar sus lecturas con
sus colegas, debe forjar su propia educación lectora y ser un ejemplo para los demás…
¿Como podemos cultivar una educación literaria si nosotros, los mismos docentes no
leemos?
En ese sentido, en los ámbitos pedagógicos en que las personas jóvenes y adultas
interactúan, es necesario impulsar estrategias que nos permitan acceder a las fuentes del
conocimiento, y a la vez, que estas resulten interesantes. Nuestro currículum educativo
propone, en este sentido, estrategias que fomentan la investigación y auto descubrimiento.
La investigación científica no tiene que ser exclusiva del ámbito académico. La
investigación científica es una práctica que podemos llevar a las aulas, con menor o mayor
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complejidad según los niveles. El adulto debe de saber que no hay un conocimiento sin
investigación, y que esta no se da sin una lectura crítica.
Crear y fortalecer las bibliotecas públicas y escolares. En nuestro país hay pocas
bibliotecas públicas, así como clubes o espacios culturales y recreativos. De por sí, la
biblioteca es un espacio que, en esta era de la información, tiene poca demanda, y, sin
embargo, nos puede ser muy útil, precisamente porque en la actualidad se requiere
orientar a los usuarios de qué y cómo busca una información confiable y de manera
responsable.
En este sentido, para Gómez y Vargas (2015), la biblioteca es un lugar donde se gestionan
todo tipos de recursos, y, por tanto, se constituye como un espacio de aprendizaje
vivencial, lúdico e innovador. Esta, se apoya tres grandes aspectos: en la gestión
curricular, ya que se orienta a desarrollar uno procesos educativos en el marco curricular;
la gestión de la información, pues la biblioteca tiene un labor compiladora y difusora de
la información; y por último, en la gestión de animación a lectura, pues esta debe
propiciar experiencias que acerquen a sus usuarios al mundo de los libros y la lectura en
general. Con estos tres aspectos se resalta la función social que tiene la biblioteca. En este
sentido Sánchez y Yubero nos dicen que ‘‘debemos pasar de entender las bibliotecas como
centros culturales, a tratarlas como centros sociales, en los que no se trabaja con libros,
información o bases de datos, sino con y para las personas’’ (2015, p. 104).
Para Mantillas y López (2016) la biblioteca ‘‘debe ser una responsabilidad de toda la
comunidad porque precisamente en ella es donde está la capacidad de fortalecimiento del
proceso lector’’ (p. 8). Es también el lugar donde se refuerzan los aprendizajes, donde se
recrea la inteligencia y donde se estimula y desarrolla el hábito de lectura, además de
consolidar una imagen de servicio que vitaliza una relación de compromiso con los
usuarios. Las bibliotecas escolares no son espacios exclusivos para el estudiante, es el
ambiente por excelencia que reúne a toda la comunidad.
Así mismo, hay que rescatar el rol y la figura del bibliotecario, que en nuestro país es
bastante infravalorada.
Hoy, que se habla de neurociencia, y que se han visto resultados significativos en relación
a la forma en que funciona el cerebro, tenemos pocas excusas para estereotipar a la
población adulta-joven, incluso, a la población con algún tipo de discapacidad. Los
neurocientíficos han demostrado que el cerebro tiene una plasticidad, y eso nos dice que
seguimos aprendiendo y cambiando durante toda la vida. Si el cerebro se ejercita, puede
crear nuevas neuronas, crean conexiones, entonces, con una edad avanzada se puede
aprender informática, hacer una nueva carrera, aprender de los nietos.
Debemos incentivar y promover propuestas que nos ayuden crear una cultura lectora en
nuestro país, desde el marco de los posible, y con los recursos qué disponemos. El recurso,
en este caso, en quizá lo menos prioritario, hace falta intención desde todos los sectores
sociales, y la fe de que poco a poco podemos ir cambiando de panorama.
Políticas educativas que impulse la animación a la lectura desde todos los niveles y desde
todos los ámbitos, incluyendo los medios de comunicación. Vivimos en un mundo
totalmente mediatizado, por lo que la debe de haber entidades responsables de cuáles
contenidos está recibiendo la ciudadanía a través de los medios, y como estos, así como el
sector empresarial y la sociedad civil contribuyen, como parte de su responsabilidad
social, a educar.
Según el estudio Análisis del desarrollo mediático en República Dominicana realizado por
la UNESCO (2017) los informativos o noticiarios radiofónicos están casi desaparecieron
de la radio nacional, que es cada vez más interactiva. Hay que agregar, que en este ámbito
solo el 2% es estatal o religioso. Esta información nos da una imagen muy clara de cómo
realmente nos estamos educando los dominicanos, quienes tenemos la percepción errónea
de que la educación es absolutamente responsabilidad del Estado, y no de todos los
sectores que componen una sociedad.
Así mismo, la animación a la lectura y escritura no solo debe verse desde los programas y
las políticas que se orientan al nivel primario y secundario. Toda la sociedad requiere una
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Para terminar, quiero apuntar hacia dos grandes posibilidades que nos brinda la lectura,
y que nos pueden servir para ver con un poco más de optimismo este panorama que a
primera vista puede ser desalentador. La primera es que la lectura es transversal a todas
las áreas del saber, podemos animar a leer desde el teatro, desde la prensa, desde la
música, desde la ciencia; pero también desde la escuela, desde el banco, desde el grafiti en
la calle, desde la iglesia, etc. La posibilidad está ahí, ni siquiera podemos hablar de
recursos cuantiosos, solo hay que hablar de disposición. Reitero, hay una lectura para cada
quien, solo debemos buscar las estrategias que nos ayudaran cultivar nuevos lectores y
orientarles hacia una educación literaria.
Lo segundo, y ya para concluir, es que hoy la lectura nos puede salvar, siempre y cuando
utilicemos aquello que creemos que está en contra, como aliado: la tecnología, el boom
de las series televisivas, la música urbana, y todo aquello que usualmente tildamos como
negativo, si somos inteligentes, podemos transformarlo en propuestas interesantes para
animar a leer y a escribir con sentido crítico y desde experiencia que resulten atractivas
para la población joven-adulta.
Leer nos puede salvar de muchas cosas, de la mediocridad, del individualismo, de ideas y
tabúes estereotipados, de falsas promesas, de nuestra propia ignorancia, en fin, de
nosotros mismos, a fin de cuenta, somos los que estamos empujando a una sociedad más
equitativa, más inclusiva, más justa.
Muchas gracias!!!
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Bibliografía
Adames, D. (s.f.) Plan Nacional de Bibliotecas Escolares para el Nivel Básico. Santo Domingo.
Ministerio de Educación de la República Dominicana [Documento inédito].
García Leguizamón, F. (2018). Medios de comunicación y educación: Reflexiones a
propósito de la renovación curricular en la República Dominicana. Ciencia y
Educación 2(2), 29-40.
Sánchez García, S & Yubero, S. (2015). Función social de las bibliotecas públicas: nuevos
espacios de aprendizaje e inserción social. El profesional de la información, 24(2),
103-111.