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Máster Hª Contemporánea

Año Académico 2018/2019


Trabajo Final de Máster

Memoria y experiencia de
los prisioneros de guerra
de la División Azul en la
Unión Soviética (1941-1954)

Autor: Aharón Segador González


Tutor: Xosé Manoel Núñez Seixas

23 de julio de 2019
Santiago de Compostela, Galicia
Me gustaría aprovechar la oportunidad para agradecer a varias personas que me han
ayudado –consciente o inconscientemente– a que no desfalleciese en la redacción de
este trabajo y se han interesado por el mismo.

En primer lugar a mi tutor, Xosé Manoel Núñez Seixas, por ayudarme en todo lo
relacionado con la investigación y servirme de inspiración para esforzarme y hacerlo lo
mejor posible.

En segundo lugar a todo el personal docente del departamento de Historia


Contemporánea de la Universidade de Santiago de Compostela, por el interés en todos
los alumnos del Máster de Hª Contemporánea. Asimismo a la profesora Diana Pelaz por
la ayuda prestada y el interés puesto en solventar mis dudas para el futuro.

Algo más lejos del ámbito académico quiero agradecérselo a mi familia y amistades,
algunas con nombres: Marta, Xurxo, Paulo, Xavi, Carlos, Sandra, Gael, Alberto… y
varios otros.

Вставáй, странá огрóмная,


Вставáй на смéртный бой
С фашистской силой тёмною,
С проклятою ордóй.

Пусть ярость благорóдная


Вскипáет, как волнá!
Resumen:
La trayectoria de varios cientos de españoles integrantes de la División Azul por los
campos de prisioneros de la Unión Soviética es uno de los episodios poco trabajados
dentro de la historiografía de la División. De media pasarían unos 13 años internados,
regresando el grueso de los españoles en abril de 1954. A su vuelta varios dejarían por
escrito sus vivencias en los campos, ampliándose el número de relatos en los años
posteriores; estos son la fuente fundamental en nuestra investigación para aproximarnos
a la experiencia divisionaria entre alambradas. Abarcamos desde las capturas de los
españoles hasta la liberación, describiendo el funcionamiento, organización y
localización de los campos de prisioneros, así como atendemos a varias cuestiones y
diversos aspectos de la vida de los prisioneros durante los años de cautiverio, las
dinámicas internas de los grupos, el proceso de adaptación, las experiencias y los
cambios sufridos en los campos, el contacto con otros grupos nacionales de prisioneros
y con los soviéticos, hasta el regreso final a España.

Palabras Clave: Segunda Guerra Mundial, Frente del Este, División Azul, Prisioneros
de Guerra, Memoria, Sistema Carcelario Soviético.

Resumo:
A traxectoria de varios centos de españois integrantes da División Azul polos
campos de prisioneiros da Unión Soviética é un dos episodios pouco traballados dentro
da historiografía da División. De media pasarían uns 13 anos internados, regresando o
groso dos españois en abril de 1954. Á súa volta varios deixarían por escrito as súas
vivencias nos campos, ampliándose o número de relatos nos anos posteriores; estes son
a fonte fundamental na nosa investigación para aproximarnos á experiencia divisionaria
entre aramados. Abarcamos dende as capturas dos españois ata a liberación, describindo
o funcionamento, organización e localización dos campos de prisioneiros, así como
atendemos a varias cuestións e diversos aspectos da vida dos prisioneiros durante os
anos de cativerio, as dinámicas internas dos grupos, o proceso de adaptación, as
experiencias e os cambios sufridos nos campos, o contacto con outros grupos nacionais
de prisioneiros e cos soviéticos, ata o regreso final a España.

Palabras Chave: Segunda Guerra Mundial, Fronte do Leste, División Azul, Prisioneiros
de Guerra, Memoria, Sistema Carcerario Soviético
Abstract:
The trajectory of several hundred Spanish members of the Blue Division through
the Soviet Union prison camps is one of the little worked episodes within the
historiography of the Division. On average they would spend about 13 years in
internment, returning the bulk of the Spaniards in April 1954. On their return several
would leave their experiences in the fields in writing, increasing the number of accounts
in later years, these are the fundamental source in our research to approach the
experience of division between barbed wire. We cover from the captures of the
Spaniards to the liberation, describing the functioning, organization and location of the
prison camps, as well as attending to various issues and diverse aspects of the life of the
prisoners during the years of captivity, the internal dynamics of the groups, the process
of adaptation, the experiences and changes suffered in the camps, the contact with other
national groups of prisoners and with the Soviets, until the final return to Spain.

Key Words: Second World War, East Front, Blue Division, Prisoners of War (POW’s),
Memory, Soviet Prison System.
Índice:
Listado de abreviaturas y términos utilizados .................................................................. 1

Introducción ...................................................................................................................... 2

1. ¡Rusia es culpable! La formación de la División Española de Voluntarios .............. 4

1.1. ¿Quiénes fueron los divisionarios? Relatos encontrados ...................................... 6

2. En el Frente del Este con la División Azul ............................................................... 7

2.1. Las cuentas de la División: prisioneros, fallecidos, repatriados ............................ 9

2.2. De las trincheras a los campos de prisioneros ..................................................... 13

2.2.1. Los primeros prisioneros españoles. El frente del Vóljov, octubre de 1941-
agosto de 1942 ................................................................................................................ 14

2.2.2. El cerco de Leningrado y el desastre de Krasny Bor, septiembre de 1942-


noviembre de 1943 ......................................................................................................... 19

2.2.3. Españoles entre el este y el oeste, diciembre de 1943-mayo de 1945 ............. 31

3. El Nuevo Mundo: los campos de prisioneros ......................................................... 36

3.1. La periodización del cautiverio ........................................................................... 37

3.2. La organización del sistema carcelario soviético ................................................ 39

3.3. Morfología de los campos de prisioneros ............................................................ 45

3.4. La geografía del cautiverio .................................................................................. 55

4. La experiencia española en los campos de prisioneros ........................................... 60

4.1. Los residentes: prisioneros y desertores; resistentes, supervivientes y antifascistas


61

4.2. Aspectos de la vida y de la muerte ...................................................................... 66

4.2.1. Regulando la vida del prisionero ..................................................................... 66

4.2.2. La jornada laboral ............................................................................................ 70

4.2.3. La alimentación ................................................................................................ 75

4.2.4. La cuestión política: ideología y (contra)propaganda ...................................... 77

4.3. Compañeros y vecinos de los campos ................................................................. 82

4.3.1. Compañeros de infortunio ............................................................................... 82


4.3.2. Los vecinos soviéticos ..................................................................................... 86

5. Los últimos de la División Azul: el regreso de los divisionarios ............................ 90

5.1. Negociaciones hispano-soviéticas; desinformación e incertidumbres ................ 90

5.2. Ecos de España: los prisioneros frente a la repatriación ..................................... 93

5.3. De Odessa a Barcelona ........................................................................................ 96

6. Vuelta a la vida: entre la memoria y el olvido ........................................................ 98

6.1. Recuperando el tiempo ........................................................................................ 98

6.2. Recuperando la memoria ..................................................................................... 99

Conclusiones................................................................................................................. 101

Anexos .......................................................................................................................... 107

Bibliografía ................................................................................................................... 110


Listado de abreviaturas y términos utilizados

Alf.: Alférez.

Cap.: Capitán.

DA: División Azul.

FET: Falange Española Tradicionalista y de las JONS.

Gulag: Acrónimo de Glávnoye Upravlenie Lagueréi (Dirección General de Campos).

Komsomol: Acrónimo de Kommunisticheskiy Soyuz Molodiozhi (Unión de la Juventud


Comunista Soviética).

KVCh: Kulturno-Vosptatelnaya Chast (Departamento Cultural-Educativo del Gulag).

Lagpunkt: Unidad más pequeña dentro del sistema carcelario soviético.

Luftwaffe: Fuerza aérea alemana

MVD: Ministerstvo Vnutrennikh Del (Ministerio de Asuntos Internos).

NKVD: Narodnyi Komissariat Vnutrennikh Del (Comisariado del Pueblo para Asuntos
Internos).

PCE: Partido Comunista de España

Rgto.: Regimiento.

SF: Sección Femenina de Falange.

Sgto.: Sargento.

Sovinformbyuró: Gabinete de información Soviético.

Tte.: Teniente.

Waffen-SS: Secciones armadas de las SS.

Wehrmacht: Fuerzas armadas del Tercer Reich

~1~
Introducción

Con la formación de la División Española de Voluntarios, conocida de forma más


amplia como División Azul, cerca de 50.000 españoles pasaría por el Frente del Este en
distintos momentos de la Segunda Guerra Mundial. A lo largo del periodo de actividad
de la unidad varios cientos de combatientes españoles acabarían al otro lado de las
líneas, en el lado soviético. La gran mayoría como prisioneros de guerra, otros como
desertores de la División. Aunque todos acabarían engrosando la masa humana que
habitaba dentro de las alambradas de los campos de prisiones de guerra soviéticos.
Durante más de una década vivirían dentro del sistema carcelario en la Unión Soviética,
hasta el regreso del contingente principal en abril de 1954.

Partimos con varios objetivos que se plasmaran en la división del trabajo que
realizamos: nuestro propósito principal será aproximarnos a la complejidad del sistema
carcelario soviético y la experiencia de los españoles dentro de este, plasmando la
poliédrica realidad en los campos de prisioneros y del paso de los divisionarios. Otro de
nuestros objetivos fundamentales será centrarnos en las capturas, la introducción a los
campos y el proceso de adaptación, así como la evolución y transformación de la vida
de los españoles en ellos. También nos aproximaremos a las cuentas del cautiverio, el
número de prisioneros, de fallecidos y de desertores, así como las distinciones
existentes entre estos y los grupos que se conformarían en el cautiverio. Por último,
atender al regreso y las condiciones de los españoles una vez fueron repatriados.

Para aproximarnos a la experiencia de estos españoles haremos una división por


capítulos que nos permitan explicar en su conjunto los años de cautiverio. En un primer
lugar se atenderá brevemente a la formación de la División y sus integrantes, para dar
paso al despliegue de esta en el Frente del Este. En este segundo capítulo se tratará tanto
las cuentas de la División –el número de prisioneros, de fallecidos y de repatriados–,
como el paso de las trincheras a los campos, es decir, las capturas. Una vez conocemos
cómo llegaron a los campos, con el tercer capítulo nos centraremos en el Nuevo Mundo
que se les abriría con la llegada a los campos, atendiendo a su periodización, cómo se
organizaban, qué aspecto tenían y donde se localizaban. El cuarto capítulo está dedicado
a la amplia experiencia de los prisioneros dentro de los campos, poniendo nuestra
atención en una serie de cuestiones fundamentales para la vida en ellos. En el quinto
capítulo nos centraremos en el regreso, las negociaciones entre España y la Unión
Soviética, la situación de los prisioneros ante la repatriación y por fin la consumación de

~2~
esta. En el último capítulo trataremos de forma breve la vida de los prisioneros tras su
regreso.

Nuestra metodología de trabajo se basa en la consulta principal de relatos de


prisioneros españoles y documentación relacionada, así como las fuentes bibliográficas
secundarias, para recopilar la información que nos permita reconstruir las experiencias
en los campos de la forma más fidedigna y amplia posible:

A su regreso los prisioneros dejaron por escrito sus vivencias, algunas de ellas
publicadas en los años cincuenta –estas serían las del Alférez Ocañas, Ramón P.
Eizaguirre, el Capitán Palacios, Eusebio Calavia, el Capitán Oroquieta y Juan Negro
Castro–, mientras otras verían la luz en los años posteriores a la dictadura en un periodo
que llega al cambio de siglo –las de Joaquín Poquet Guardiola, Ángel Salamanca, Ángel
Marchena y Joaquín Montaña–, así como para las dos últimas décadas contamos con
relatos escritos con anterioridad que serían editados y publicados –como son el caso de
Julio Jiménez Gómez, Manuel Sánchez Lozano o Miguel Antonio Moreno Moreno– y
distintas publicaciones que recogen información directa sobre otros prisioneros –las de
José Ruano, José Gil Alpañés o Victoriano Rodríguez–. Hemos de añadir otros relatos
que permanecen en archivos privados sin ser publicados e inaccesibles para nosotros,
pero sí para autores como Francisco Torres del que tomamos algunas referencias al
respecto.

Al respecto de la División Azul existe una dilatada producción bibliográfica que nos
permite tener acceso a una amplia variedad de fuentes; de todos los autores nosotros
destacamos las indispensables obras de Xosé Manoel Núñez Seixas, principal
investigador sobre el tema; asimismo empleamos, entre otros, a autores como Xavier
Moreno Julià y José Luis Rodríguez Jiménez que se adentran en la historia de la
División. Para el estudio de los prisioneros contamos como obra principal la publicada
recientemente por Francisco Torres, que se encuadra en los estudios prodivisionarios
junto a otros autores como Fernando Vadillo. De especial interés son las publicaciones
pertenecientes a la historiografía rusa que trabajan sobre los divisionarios, los campos
de prisioneros y el Gulag, principalmente Andrey V. Elpatievsky, Maksim M.
Zagorulko y Boris N. Kovalev que enriquecen enormemente al darnos acceso a otros
autores rusos y fuentes soviéticas poco frecuentadas por los investigadores españoles
que se aproximan a esta temática.

~3~
1. ¡Rusia es culpable! La formación de la División Española de
Voluntarios
A principios del verano de 1941 la guerra mundial en Europa continuaba su curso
con una Alemania triunfal que dominaba gran parte del continente. Las simpatías del
régimen franquista hacia las potencias del Eje Roma-Berlín resultaban evidentes, más
aún hacía el Tercer Reich, que se remontarían a la ayuda recibida durante la Guerra
Civil Española. Sera durante el periodo de 1938 a 1942 en el que se encuentre el punto
álgido de la influencia nacionalsocialista en el fascismo español, a la par de la
aproximación político-diplomática entre ambos países.1 La participación activa de
España en la contienda europea no se había materializado, a pesar del encuentro del
Caudillo con el Führer alemán en la frontera francesa en octubre de 1940, la entrevista
de Hendaya en la que se trató la posible intervención de España junto al Eje.2 El día 22
de junio de 1941 los alemanes, junto a tropas rumanas, invadirían por sorpresa la Unión
Soviética; Iniciando una campaña que abría un nuevo frente de guerra, movilizaba a 3,3
millones de soldados, adquiriría un carácter totalmente distinto a las campañas
anteriores, cambiaría la naturaleza de la propia guerra que hasta entonces habría sido
justa con el adversario y tendría unas consecuencias que afectarían a millones de
personas.3

La noticia en España fue recibida con gran agrado por la prensa nacional, firmando
grandes cabeceras como ABC que «España recibe con júbilo […] la guerra contra
Rusia», remarcando en el encabezado «La guerra contra el comunismo»4, en la misma
línea de La Vanguardia Española titulando «Las potencias del Eje defienden a Europa
contra el comunismo».5 Por las calles del centro de Madrid se dieron escenas de apoyo
en la manifestación organizada por Falange, contando no solamente con la masa
enfervorizada que se prestaba voluntaria para ir a Rusia en la «cruzada
antibolchevique», sino también con jerarcas de Falange como la Delegada Nacional de

1
NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Experiencia y memoria de la División Azul (1941-1945).
Barcelona: Crítica, 2016. Pág. 28-35.
2
Sobre la propia entrevista se ha escrito y especulado notablemente. Lo que sabemos con certeza son las
más de 7 horas de reunión en las que Franco exigía –entre otras cosas– la devolución de Gibraltar, la
cesión del Marruecos francés o Argelia. Unas demandas inaceptables para los alemanes que acabaron con
un protocolo secreto entre ambos países, en el cual Franco se comprometía a intervenir cuando él
decidiese y Hitler garantizaba vagamente territorios africanos como compensación. Véanse sobre las
relaciones diplomáticas de España y Alemania, además de la propia entrevista, en TUSELL, J., Franco,
España y la Segunda Guerra mundial. Entre el Eje y la Neutralidad. Madrid: Temas de Hoy, 1995;
MORENO JULIÁ, X., Hitler y Franco. Barcelona: Planeta, 2007.
3
Véase para una visión más en profundidad de los aspectos bélicos en NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Imperios
de muerte: la guerra germano-soviética 1941-1945. Madrid: Alianza, 2007.
4
ABC (Madrid), 24 de junio de 1941. Pág. 3 y ABC (Sevilla), 24 de junio de 1941. Pág. 3.
5
La Vanguardia Española. 24 de junio de 1941. Pág. 1.

~4~
la Sección Femenina de Falange (SF), Pilar Primo de Rivera, que escucharía junto a
otros camaradas el improvisado discurso del Ministro de Exteriores. Un enfervorizado
Serrano Suñer que afirmaba: «¡Rusia es culpable!». ¿De qué? «Culpable de nuestra
Guerra Civil. Culpable de la muerte de José Antonio, nuestro fundador…».6 Serrano
Suñer ya estaba avisado de la invasión a la Unión Soviética poco antes de que
comenzara, y había iniciado los contactos para organizar, en el menor tiempo posible,
una división de voluntarios españoles que tomasen parte en las operaciones. Para la
tarde del 24 de junio se aprobaba la constitución de una división española, inferior a
cincuenta mil hombres, en la que el ejército aportaría los oficiales y las Jefaturas de
Milicias de FET serían las encargadas de la tropa, reclutándola de los voluntarios
falangistas.7 En estas decisiones se verían reflejadas las tiranteces existentes desde hacía
tiempo dentro del régimen, aprovechando por los falangistas la oportunidad para
intentar reforzar políticamente a los sectores más radicales del partido único. A pesar de
la designación oficial de «División Española de Voluntarios» la que acabaría calando
sería la de División Azul, ocurrencia del secretario general de FET, José Luis de Arrese,
en alusión al color falangista que pretendía predominar entre los voluntarios. A los
pocos días se abrirían los centros de reclutamiento a los que se esperaba fuese una
avalancha de voluntarios azules que cumpliesen los requisitos como promotores de la
División. A este llamamiento respondió en primer momento la flor y nata de Falange:
14 jerarcas, 5 consejeros nacionales, numerosos jefes provinciales y gobernadores
civiles, además del secretario del SEU y un gran número de universitarios encuadrados
en éste. De igual forma respondieron familias enteras de falangistas convencidos que se
dirigirían a Rusia, como son el caso de los 5 hermanos Patiño, o el de los 2 hermanos
Amador de los Ríos y sus 3 primos Alonso Perejil.8 El esfuerzo por reforzar el carácter
azul de la División desde los primeros momentos conseguiría tener un éxito rotundo,
para entonces la unidad se veía completamente como una empresa falangista y nacional,
manteniéndose esta imagen hasta la actualidad más reciente. Sin embargo, resulta una
imagen muy discutible desde la investigación, es por ello necesario aproximarnos
realmente a los integrantes de la División Azul.

6
ABC (Madrid), 25 de julio de 1941. Pág. 3.
7
NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág. 59-63; RODRÍGUEZ JIMENEZ, J. L., “Ni División
Azul, ni División Española de Voluntarios: El personal forzado en el cuerpo expedicionario enviado por
Franco a la URSS”. Cuadernos de Historia Contemporánea, vol. 31, 2009. Pág. 266-268.
8
URIARTE ARBAIZA, I., Las mujeres de la División Azul. Una valerosa retaguardia. Madrid:
Barbarroja, 2012. Pág. 11-12.

~5~
1.1. ¿Quiénes fueron los divisionarios? Relatos
encontrados
La discusión historiográfica se ha movido entre dos grandes polos: Por un lado, que
la DA resultó conformada por un contingente mayoritario de falangistas, católicos y
anticomunistas, con gran ideologización. En el lado opuesto se contempló como un
cuerpo de castigo en la que buena parte de los integrantes habrían sido forzados o
presionados, bien por su situación o bien por su pasado negativo9. Existe por tanto una
tercera línea de interpretación en la que diferencia una primera División, mezcla de gran
número de soldados profesionales y voluntarios de falange en 1941, y a partir de 1942
un caída considerable de voluntarios falangistas frente a la abundancia de soldados cuyo
grado de voluntariedad sería variable y voluntarios civiles como una suerte de personas
presionadas mediante métodos coercitivos, atraídas por las ventajas económicas o la
posibilidad de desertar, viendo la DA como única salida en una España esquilmada.

Lo que pudiese parecer una predominancia falangista de voluntarios no resultó ser


más que propaganda, la cual a la vista de pruebas empíricas queda aún más clara. Las
cifras que se manejan muestran poco menos de 6.500 voluntarios –del mínimo necesario
de 17 mil– a principios de julio del 41, de los cuales suponemos gran parte son
militantes de Falange. Finalmente partirían en la primera expedición 17.951 voluntarios,
de los cuales 9.154 son reclutados por las Milicias de FET, siendo 2.000 de éstos
inscritos en los últimos 4 días antes del cierre por varias circunstancias como la
valoración de la paga ofrecida, presiones a personas con familiares encarcelados a
cambio de mejores tratos o de una mejor consideración de su persona al regreso,
asimismo que obtener la condición de excombatiente.10 Sin embargo, la propaganda que
enfatizaba la condición interclasista de la DA, lanzada por la prensa falangista, no
resultaría una imagen del todo desencaminada atendiendo a los datos disponibles, que a
grandes rasgos destacan el carácter popular, con un mayor peso de la parte media y
media-baja de la pirámide social, influyendo la provincia de origen por su perfil
social.11 El perfil generacional sería el de jóvenes no mayores de 30 años, de los que una
significativa formaba parte del núcleo familiar junto a sus progenitores, permanecían
solteros y sin hijos, mientras otra más pequeña serían la cabeza de familia, contando con
hijos a su cargo.

9
NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág. 69-73.
10
En los años siguientes las cifras de voluntarios reclutados por las Milicias tenderían a disminuir,
levemente en el 42 con 8.902 y más significativamente en el 43 con 4.911. RODRÍGUEZ JIMENEZ, J.
L., “Ni División Azul”. Pág. 272-275, 278-280.
11
NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág. 91-98.

~6~
2. En el Frente del Este con la División Azul
A primeros del mes de julio de 1941 comenzaría la concentración de la masa de
voluntarios en diversos acuartelamientos diseminados por la geografía española, siendo
encuadrados y recibiendo instrucción militar hasta que llegase el momento de su partida
a Rusia, con parada en Alemania primero12. La salida de la primera avanzadilla se fijó
para el día 8 de julio, saliendo 28 hombres hacia el campamento de instrucción alemán
de Grafenwöhr con el cometido de preparar el alojamiento para el grueso de las tropas,
que partirían de forma escalonada a partir del día 1313. Un total de 19 expediciones
serían despedidas en las estaciones españolas con destino a la frontera, variando en gran
parte el tono de la partida y recibimiento en las distintas paradas: en parte por la mayor
o menor popularidad entre la población del Régimen y Falange14, en parte por las horas
intempestivas de llegada a cada una de las estaciones15. Todos ellos cambiarían de tren
en Hendaya, iniciando el viaje a través de la Francia ocupada durante el cual los
voluntarios recibieron escasas muestras de simpatía, siendo la tónica general la
indiferencia y frialdad hacia ellos, produciéndose en varias ocasiones muestras de
hostilidad y confrontación como gestos obscenos, insultos, lanzamientos de piedras y
brazos en alto con el puño cerrado ante el asombro de los divisionarios que les costaba
creer como a pesar de estar ocupados «siguieran en esta actitud»16. Escenas que se
repetirían en las sucesivas expediciones durante los dos años siguientes.

Una vez en Alemania los recibimientos recibidos serían más cálidos hasta su llegada
al campamento de Grafenwöhr, en el cual pasarían a formar –oficialmente– la 250.ª
División de la Wehrmacht, ya equipados con el material y uniforme correspondientes a
su nueva denominación17. Durante la estancia se llevará a cabo un intenso y acelerado
entrenamiento que, junto a los horarios y el nuevo régimen alimentario, formarán los
aspectos que menos plazcan a los voluntarios españoles deseosos de salir al frente.

12
MORENO JULIÁ, X., La División Azul. Sangre española en Rusia, 1941-1945. Barcelona: Crítica,
2005. Pág. 101-105.
13
NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág. 63. MORENO JULIÁ, X., La División Azul. Pág.
106-108.
14
Véanse varios ejemplos para las partidas en Madrid, Sevilla y Barcelona: ABC (Madrid), 15 de julio de
1941, Pág. 3-5; ABC (Sevilla), 13 de julio de 1941, Pág. 3-4.; La Vanguardia Española, 15 de julio de
1941, Pág. 2.
15
MORENO JULIÁ, X., La División Azul. Pág. 111-112.
16
Así lo dejaba escrito en su diario el divisionario Federico Menéndez Gundín, recogido en: CELA, R.,
En Rusia con la División Azul. Ponferrada: Peñalba Impresión, 2010. Pág. 138; también manifestado por
el Capitán Oroquieta a su paso en abril de 1942, OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a Odesa.
Barcelona: Marte, 1973. Pág. 23.
17
Véase para mayor descripción de estos aspectos en CABALLERO JURADO, C., División Azul:
estructura de una fuerza de combate. Madrid: Galland Books, 2011.

~7~
A finales de agosto partían de manera escalonada los 66 trenes con destino a
Suwalki, frontera con la Polonia ocupada, a partir de la cual el trayecto hacia el frente se
haría a pie en interminables marchas a través de las carreteras en mal estado de Polonia
oriental, Lituania, Bielorrusia y Rusia durante un mes de septiembre inusualmente
fresco. La extenuante marcha a pie constituye uno de los varios hitos de la mística
divisionaria, construido sobre el calvario y hazaña que supuso para los voluntarios los
35 kilómetros de media diarios recorridos durante 31 días18. Finalmente el destino de la
División no sería el deseado Grupo de Ejércitos Centro que planeaba la próxima
ofensiva sobre Moscú, sino el sector septentrional del Grupo de Ejército Norte,
destinados a las operaciones del sitio de Leningrado y terrenos adyacentes19.

A la llegada de los españoles al frente, las condiciones de vida y combate en Rusia


habían comenzado a suponer un problema creciente para los invasores. En octubre
comenzarían las lluvias que anegarían los caminos y las trincheras, retrasando las
operaciones militares y dificultando la vida y el combate. La imposibilidad de refugiarse
de manera apropiada de la lluvia o cambiarse de ropa y calzado obligará a los soldados a
permanecer mojados durante horas en posiciones encharcadas de agua, sin poder
conseguir un descanso adecuado20. La suciedad ambiental de los espacios de vida y
combate se vería acompañada de un deterioro en la higiene personal, así como en la
falta de cuidados médicos primarios, que harían estragos entre la tropa. La falta de
higiene implicaba la proliferación de piojos que provocaban eczemas y pústulas de pus
al rascarse, además de picores que dificultaban aún más el descanso. Todo esto significó
un fenómeno general entre los combatientes en el Frente del Este aunque, debido a la
dejadez y la falta de previsión de los mandos, los españoles tendían a ser más
descuidados que los germanos21.

Las condiciones climáticas se agravarían con la llegada de las temperaturas


extremas del invierno ruso. La Wehrmacht no había previsto las necesidades materiales
para hacer frente a una guerra de posiciones de estas características, con temperaturas
inferiores a treinta grados bajo cero ante una tropa deficientemente equipada para ellas.
Los malabares en las prioridades del transporte en sus líneas de suministros habían
provocado que la mayor parte de las prendas de invierno permanecieran amontonadas

18
Darán buena cuenta de ello los propios testimonios de los divisionarios, así como la propaganda e
historiografía prodivisionaria posterior.
19
NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág. 113-118.
20
BARTOV, O., The Eastern Front, 1941-1945: German troops and the barbarisation of warfare.
Basingstoke: Palgrave Macmillan, 2001. Pág. 22-23.
21
NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág. 194-196.

~8~
en Polonia, llegando a destiempo y en cantidades muy inferiores a las necesarias 22.
Tampoco llegarían en su momento y número adecuados las prendas enviadas por la
Sección Femenina de Falange en su campaña de Aguinaldo con los voluntarios
españoles23. Para finales de noviembre un divisionario resumía la situación que se vivía
en el frente:
«[…] sin grandes novedades, los fríos cada día aumentan más, todos desean el
relevo, no se habla nada más que de esto, en general solo deseamos nos saquen de
aquí, hace frío horrible y la miseria (piojos) será el peor enemigo (hay muchos), desde
que la División salió de Grafemver no han dado mudas, las camisas blancas parecen
negras, no creía que se podría aguantar tanto esto […] repito que el equipo es de
verano solo que nos dieron un abrigo muy delgado, ¿y pensar que en España creeréis
que estamos bien equipados?, hay muchos chicos con el uniforme roto y casi descalzos
[…] de durar mucho este estado de cosas habrá muchas bajas que se podrían evitar si
nos dieran botas y prendas de abrigo»24
Debido a esta falta de abrigo adecuado se producirán congelaciones de diversos
grados. Graves complicaciones que se sumaban a otras muchas derivadas del extremo
frío: problemas con el transporte, armamento y avituallamientos, cansancio físico y
psicológico, así como enfermedades producidas y agravadas por el clima. Con la llegada
de la primavera y el deshielo el frío dejaba de ser un problema, dando paso a otros
varios que soportarían los divisionarios.

2.1. Las cuentas de la División: prisioneros, fallecidos,


repatriados
Para comenzar a tratar esta cuestión y comprender en su contexto la magnitud de
esta hemos de plantearnos una serie de preguntas fundamentales, tales como: ¿Cuántos
españoles fueron hechos prisioneros en el Frente del Este25? ¿Quiénes fueron los
prisioneros? ¿Cuándo y cómo acabaron allí? ¿Hasta cuándo permanecieron cautivos?
Alguna de ellas se ha resuelto con una respuesta firme; sin embargo, otras permanecen
siendo incógnitas sobre las que no se ha sentado consenso al respecto.

22
STARGARDT, N., La guerra alemana. Una nación en armas, 1939-1945. Barcelona: Galaxia
Gutenberg, 2016. Pág. 226.
23
La SF prepararía equipos formados por dos jerséis de lana, un par de calcetines, otro de guantes y un
pasamontaña cada uno, alcanzándose los 18 mil para principios de noviembre, siendo 10 mil de estos
enviados con anterioridad al Aguinaldo de Navidad. ABC (Madrid), 9 de noviembre de 1941. Pág. 17.
24
CELA, R., En Rusia con la División Azul. Pág. 150.
25
En referencia al Frente del Este entendemos, por tanto, a los combatientes de la División, Escuadrilla y
Legión Azul, así como a los españoles encuadrados en unidades alemanas de la Wehrmacht y las SS, que
combatieron a los soviéticos.

~9~
Hemos de ser conscientes que nos resulta imposible responder con total exactitud a
varias cuestiones dada la dificultad para el análisis de las fuentes, en ocasiones
demasiadas opacas y complejas para ello. No sabremos con certeza, por ejemplo, el
número de españoles que pasaron por los campos de prisioneros soviéticos, los que
pudieron estar encuadrados entre las tropas alemanas o que mintieron sobre su
nacionalidad al ser capturados. Tampoco el recorrido de prisioneros a los que en algún
momento del cautiverio se les pierde la pista y no regresan, tal vez fueron puestos en
libertad e iniciaron una nueva existencia o tal vez acabaron sus días entre alambradas
sin dejar testigo alguno26. Pese a ello podemos aproximarnos a la realidad, movernos en
un marco aceptable a la espera de información más precisa, nuevas interpretaciones e
hipótesis que arrojen luz.

En lo que concierne al número de integrantes de la División que acabaron en


campos de prisioneros soviéticos no existe una respuesta tan clara. Desde 1946 el
Ministerio de Asuntos Exteriores de España manejaba una lista con 406 nombres de
divisionarios que no habían regresado; lista que sería corregida a lo largo de los años.
En las cifras oficiales recogidas por España, el número de prisioneros se elevará a los
372; de los cuales, 115 habrían fallecido durante el cautiverio, restando 257 vivos. Una
cifra algo menor a la aportada en la década de los 50 por el Viceministro de Asuntos
Exteriores de la Unión Soviética Andréi Gromyko, que situaba en 289 los prisioneros
vivos27. Posteriormente, ya a mediados de los años 90, el Doctor en Ciencias Históricas
y –por entonces– director del Centro para la Conservación de Colecciones Histórico-
Documentales de la URSS, Mansur M. Mukhamedzhanov, cifraba en 452 el número de
prisioneros, 70 de ellos fallecidos en los campos, siendo el resto –382– repatriados28.

Estas últimas cifras eran defendidas por parte de la historiografía rusa del momento,
autores como Vladimir P. Galitsky y Yuri E. Rybalkin se basaron en documentación
soviética correspondiente a abril de 1956, una vez habían sido repatriados la práctica
totalidad de los divisionarios, para reafirmar con exactitud los números de

26
Un ejemplo de esto lo recoge el Cap. Oroquieta: durante la marcha tras ser apresado por los soviéticos
en febrero de 1943 se topa con una pequeña columna en dirección opuesta, en ese breve contacto, sin
detener el paso, relata el encuentro con un español que afirmaba haber caído prisionero en noviembre de
1941. No pudieron verle la cara ni volverían a saber de él en el cautiverio. OROQUIETA ARBIOL, G.,
De Leningrado a Odesa. Pág. 56-57.
27
MORENO JULIÁ, X., La División Azul. Pág. 322.
28
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Los últimos combatientes de la División Azul. Madrid: Actas, 2018.
Pág.140.

~ 10 ~
Mukhamedzhanov29. El resto de la documentación soviética disponible oscila entre un
mínimo de 322 y un máximo de 464 prisioneros30; Sergey G. Sidorov recopilará dicha
información sobre prisioneros de guerra que verterá junto a sus cálculos en una tesis,
señalando que los españoles significaron el 0,4% del total de prisioneros de guerra en la
URSS, con cifras que no descienden de los 336 y apenas superan los 400 hombres31.

En lo que respecta a la historiografía española las investigaciones de Francisco


Torres han sido las más significativas por sus resultados. Las primeras aproximaciones
al cálculo, iniciadas a principios de siglo, habían dado como resultado entre 456 y 489
prisioneros32; más de 15 años después, revisados los datos señala una cifra máxima de
554 prisioneros, a los que sumaría 29 españoles fallecidos entre su captura y la llegada a
los campos al otorgarle la condición de prisionero de guerra. Puestos a sumar, añadiría
en términos finales a posibles prisioneros sin confirmación y a trabajadores españoles
–conocidos como los berlineses– que acabarían recayendo en la URSS, siendo liberados
en 1948. Las cifras finales máximas que presenta alcanzan los 655 prisioneros33.

Observamos, por tanto, una amplia diferencia entre los datos aportados por el lado
ruso y por el lado español. Si ponemos en conjunto los números que vienen del este
europeo y buscamos las medias entre los datos máximos y mínimos, haciendo lo mismo
con los datos españoles, nos da como resultado una desviación cerca del 25% entre
ambos. Queda de manifiesto que no existe una cifra exacta de prisioneros; por nuestra
parte somos más partidarios de los números próximos a los 500 españoles, nunca
inferior a 475 ni superior a los 550. Han de tenerse en cuenta las dificultades para el
cálculo del total: la documentación soviética disponible puede presentar datos
incompletos al no contabilizar todos los campos o recibir datos erróneos sobre la
nacionalidad de los prisioneros –bien por errores humanos, bien por mentiras de los
presos o bien por los tramites de algunos para adquirir la nacionalidad soviética–.

29 GALITSKY, V. P., “Enemigos prisioneros de guerra en la URSS (1941-1945”. (en ruso) Diario de
Historia Militar, nº 9, 1990. Pág. 46. RYBALKIN, Y. E., “El regreso de los prisioneros de guerra
alemanes a su patria y su participación en la democratización de Alemania”. (en ruso) En La tragedia de
la guerra, la tragedia del cautiverio: Las organizaciones antifascistas de prisioneros de guerra en la
URSS y los problemas y perspectivas desarrollo del museo "La tragedia del cautiverio", Moscú-
Krasnogorsk: 1-2 de octubre, 1998. Citados en ELPATIEVSKY, A. V., División Azul: Prisioneros de
guerra e internados españoles en la URSS. (en ruso) San Petersburgo: Aleteya, 2015.
30
ZAGORULKO, M. M., (Ed.). Prisioneros de guerra en la URSS. 1939-1956. Documentos y
Materiales. (en ruso) Moscú: Logos, 2000.
31
SIDOROV, S. G., Trabajo de prisioneros de guerra en la URSS, 1939-1956. (en ruso) Volgogrado:
Tesis doctoral, 2001. Pág. 421 y 428. Citado en ELPATIEVSKY, A. V., División Azul.
32
TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin: El combate final de la División Azul. (Memoria
histórica de un prisionero en la URSS). Madrid: Fuerza Nueva, 2002. Pág. 33.
33
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 141-143.

~ 11 ~
También las variaciones del número de prisioneros entre años debido a fallecimientos y
liberaciones, así como nuevos internados que en ocasiones no daban información real.

Los datos para los fallecidos durante el cautiverio muestran igualmente una
diferencia entre fuentes. Tomemos como mínimo el número de 67 fallecidos, tal como
indican informes soviéticos de enero de 194934, datos similares a los 70 fallecidos de
Mukhamedzhanov y demás autores, también empleados por Mª Teresa Giusti35. Los
datos oficiales españoles elevarían a 115 los fallecidos, mientras los trabajos de varios
divisionarios darían listas de caídos entre los 93 y los 12736. Tras cruzar datos entre sí,
con los testimonios de prisioneros y las noticias, Torres sitúa el mínimo en 142, que
podrían llegar a más de 170 si se tienen en cuenta los fallecidos entre su captura y el
internamiento37. Por otra parte, la obra incompleta de Josefina Iturrarán, a encargo del
diario El País, se ha centrado en el estudio de los registros de defunción de españoles en
33 campos, tanto de prisioneros de guerra divisionarios como internados civiles –
exiliados y niños de la guerra–, encontrando un total de 65 fallecidos en 20 de ellos38. A
la vista de sus resultados parciales para una parte pequeña de un total superior a 500
campos, los resultados habrían de mostrar una tendencia progresiva, alcanzando un
mayor número de fallecidos españoles. También son relevantes los datos recogidos
sobre los 152 presos españoles –republicanos y divisionarios– en Karagandá
(Kazajistán), entregados al Presidente del Gobierno español por su homólogo kazajo
durante una visita oficial en 201339. No obstante, hemos de poner de manifiesto las

34
ZAGORULKO, M. M., (Ed.). Prisioneros de guerra en la URSS. Pág. 332.
35
GIUSTI, M. A. I prigionieri italiani in Russia. Bolonia: Il Mulino, 2003. Pág. 97. Citado en NÚÑEZ
SEIXAS, X. M., El frente del Este. Historia y memoria de la guerra germano-soviética (1941-1945).
Madrid: Alianza, 2018. Pág. 164-165.
36
A su regreso, el Cap. Oroquieta redactó dos listas con 93 nombres, mientras el divisionario César
Ibáñez tras consultar todos los expedientes los elevó a 127. GARCÍA DÍAZ, M., “Documentos para la
historia. El archivo privado del general Oroquieta”. Revista Española de Historia Militar, nº 61/62, 2005.
Pág. 30-32. TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 148.
37
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 148-160.
38
Iturrarán tendría acceso por primera vez a documentos rusos nunca consultados por españoles; los
frutos de su investigación serían plasmado en un estudio por la periodista BONET, P., «Una deuda con la
historia. El Gobierno español sigue sin interesarse por las decenas de muertos en campos de
concentración rusos», El País, 12 de marzo de 1995. Véase también BARBERO REVIEJO, T., “Josefina
Iturrarán. Una investigadora tras las huellas de españoles en la Unión Soviética”. En AZNAR SOLER,
M., y LÓPEZ GARCÍA, J. R., (coord.) El exilio republicano de 1939 y la segunda generación. (s/l):
Renacimiento, 2011. Pág. 243-253.
39
Los documentos han sido puestos online a disposición de cualquiera que quiera consultarlos. La
historia de estos españoles en tierras lejanas ha sido recogida en varios medios, en 2015 se inauguró en el
campo un Monumento en recuerdo a los fallecidos y ha inspirado un documental (Los olvidados de
Karagandá, producido por la Asociación Nexos Alianza). Documentos e información al respecto
disponibles en: http://www.exteriores.gob.es/Embajadas/ASTANA/es/embajada/Paginas/Espanoles-en-el-
Karlag.aspx

~ 12 ~
limitaciones a la hora de elaborar una lista definitiva de fallecidos, ya que nunca podrá
ser completada por la complejidad del cautiverio.

Respecto al origen de los prisioneros de guerra somos conocedores que la mayoría


de ellos pertenecían a la DA, debido al gran número de combatientes y el amplio
espacio de tiempo en activo de la unidad, en comparación con la Legión Azul que no
llegará a los 6 meses. Según los cálculos basados en sus investigaciones, Torres afirma
que el 78% de los prisioneros pertenecían a la DA, unos 470. Mientras los españoles
capturados pertenecientes a la Legión y encuadrados en la Wehrmacht oscilarían entre
los 24 y 28 en cada una de las unidades; los españoles en la SS capturados supondrían
entre 6 y 1040. Torres contabiliza además a 5 trabajadores como prisioneros de guerra,
aunque no sería descabellado pensar que esa consideración fuese declarada por los
propios capturados, posiblemente pertenecientes a las Waffen-SS, a fin de eludir
responsabilidades o librarse del cautiverio.

Con seguridad conocemos el número de españoles repatriados en los años 50. La


lista de tripulación a bordo del Semíramis no deja lugar a dudas, fueron 286 los
españoles que tocaron tierra en el puerto de la Barceloneta en abril de 1954 (Véase
Tabla 1.). Entre estos hombres no todos habían sufrido las mismas experiencias, ni tan
siquiera todos pertenecían al mismo bando –si es que para entonces existía bandos entre
ellos–, conformando una mezcla de voluntarios de la DA –y sucesivas fuerzas–, pilotos
y marinos republicanos que se encontraban en la URSS al remate de la Guerra Civil
Española, productores españoles procedentes de Alemania y niños de la Guerra
enviados a Rusia que ahora regresaban como adultos. Igualmente somos conocedores de
posteriores llegadas entre 1956 y 1959, cuando se sucedería el regreso de españoles
procedentes del otro lado del telón, aunque un pequeño número de ellos estaba ligado a
la aventura divisionaria emprendida hace más de 15 años41.

2.2. De las trincheras a los campos de prisioneros


El paso involuntario de los combatientes al otro lado de las líneas se sucedió a lo
largo de los meses de combates entre las fuerzas germanas y soviéticas. Los soldados
que se rendían no siempre contaban con la seguridad de que se respetase su condición
de prisionero de guerra por el enemigo que, imbuido por la excitación y brutalización

40
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 146.
41
SUÁREZ FERNANDEZ, L., Franco y la URSS. La diplomacia secreta (1946-1970). Madrid:
Ediciones Rialp, 1987. Pág. 157 y 165-169. MORENO JULIÁ, X., La División Azul. Pág. 342-344.

~ 13 ~
del combate, los deseos de vengar a sus camaradas caídos y la concepción sobre el
adversario, lo llevaban a no tomar prisioneros. Esto no supuso una práctica exclusiva de
ningún bando, se produjo en todos los frentes y por todos los ejércitos de la Segunda
Guerra Mundial; los divisionarios no estarían excluidos de la lista42.

Los que sí fuesen respetados como prisioneros se encontrarían con un futuro


incierto. La vida del soldado se vería trastocada con efecto inmediato a su captura,
pasaría a formar parte de una masa humana bajo la atención y control de las autoridades
enemigas, que en muchos casos no mostrarán gran interés por las condiciones de vida
de los prisioneros. Buen ejemplo de ello son los 5,7 millones de soviéticos capturados
por los alemanes, sometidos a malos tratos, empleados como mano de obra esclava y
que engrosarían las filas de unidades alemanas, de los que 3,3 millones –el 57,5% del
total– fallecerían durante el cautiverio43. Por el contrario los combatientes de todas las
nacionalidades incluidas en la Wehrmacht que fueron capturados por el Ejército Rojo
sufrirían de media una tasa de mortalidad en los campos del 13,9%, siendo la de
alemanes y austríacos levemente más alta, alcanzando el 14,4%; más graves sería la de
los rumanos (29,1%) y sobre todo la italiana (56,5%)44. Para los españoles que
acabarían en manos soviéticas su situación no alcanzaría niveles tan catastróficos como
los indicados en el caso anterior, aunque la mortalidad total podría calcularse entorno al
24% del total, de forma más acuciante durante los años de conflicto, remitiendo durante
las posguerra45.

2.2.1. Los primeros prisioneros españoles. El frente del


Vóljov, octubre de 1941-agosto de 1942
Entre principios y mediados de octubre de 1941 los combatientes españoles se
incorporarían a sus posiciones designadas al sur del río Vóljov, en sustitución de los
efectivos de la 126.ª Div. y la 18.ª Div. de la Wehrmacht, ocupando un frente que
abarcaba unos 40 kilómetros de terreno boscoso y pantanoso, con algunos pequeños
núcleos de población. El trecho se extendía por el sur desde la desembocadura del río en
el lago Ilmen, donde formaba un delta, hasta Urdanik –después Borissovo– por el norte,

42
NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág. 231-234.
43
BARTOV, O., The Eastern Front. Pág. 107-120.
44
NÚÑEZ SEIXAS, X. M., El frente del Este. Pág. 162-169.
45
Nosotros tomamos como referencia la horquilla de prisioneros españoles antes mencionada, y para los
fallecidos el número mínimo aportado por Torres de 142 fallecidos. Los índices de mortalidad que éste
presenta se sitúan entre el 24% y el 26%, alcanzando el 32% si se tiene en cuenta los caídos entre la
captura y el internamiento. TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 148-149.

~ 14 ~
previo paso por la milenaria ciudad de Nóvgorod. En los planes germanos para la
ofensiva del Vóljov la División no estaba llamada a desempeñar un papel decisivo en la
vanguardia; no obstante, y pese al escepticismo del mando alemán, estos planes
sufrirían cambios dando la oportunidad a los españoles de establecer cabezas de puente
en vanguardia.

El avance de la División en el mes de octubre, coordinado con la 126.ª Div.,


permitiría la toma gradual de posiciones en el margen oriental del río, en las pequeñas
localidades de Sitno, Tigoda, Dubrovka y Nilitkino, soportando los crecientes
contraataques soviéticos. En noviembre la DA se adentraría todavía más en territorio
ruso al reemplazar a los alemanes en Otensky y Possad, donde los españoles resistirían
estoicamente durante todo el mes las sucesivas embestidas de los soviéticos. A
principios de diciembre la contraofensiva del Ejército Rojo obligaría la retirada al otro
margen del Vóljov, donde se mantendrían fuertes combates defensivos en enero hasta
que finalmente el frente se estabilizó. Para entonces los españoles se encontraban, para
su disgusto, en las mismas posiciones designadas en octubre de 1941. No se habían
logrado grandes victorias, tampoco se habían mantenido las conquistas, aunque esto no
impediría la mitificación divisionaria de episodios como la defensa de Possad y
Otensky. El bautismo de fuego se había hecho notar a pesar de los reemplazos llegados
en los batallones de marcha en 1942; para verano de ese año se contabilizaban cerca de
1.300 muertos, más de 3.000 heridos y alrededor 120 desaparecidos46.

El tiempo de los divisionarios en el frente del Vóljov había coincidido con la


ralentización y estancamiento de la ofensiva alemana, los combates librados entre
españoles y soviéticos no habían dado a estos últimos la posibilidad de capturar un gran
número de prisioneros, mientras que entre sus filas se sucedían capturas y deserciones
masivas a lo largo del Frente del Este. Durante los avances españoles al otro margen del
río, entre octubre y diciembre de 1941, los soviéticos tomarían los primeros prisioneros,
a quienes respetarían la vida con el fin de conseguir información sobre el estado de la
División. Conocemos el nombre del primer divisionario que sería capturado: el 24 de
octubre de 1941 el soldado José Moreno Rodríguez fue alcanzado por el enemigo en la
zona de Russa. Cuando estaba siendo evacuado por unos camilleros españoles fue
abandonado en la apresurada huida de estos ante un ataque soviético47. Varios

46
NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág. 169.
47
Se podría decir que José Moreno es el español que más tiempo pasaría como prisionero de guerra.
Volvería en 1954 repatriado en el Semíramis tras 13 años. GARCÍA DÍAZ, M., “La increíble historia de

~ 15 ~
divisionarios más seguirían el destino de José Moreno en las semanas siguientes,
sumando un mínimo de 18 y un máximo de 36 prisioneros entre octubre y diciembre de
1941. A lo largo del año siguiente serían hecho prisioneros un máximo de 18 hombres48.

El destino de estos prisioneros sería bastante similar entre sí; sometidos a sucesivos
interrogatorios por los soviéticos, encargando a dos comunistas españoles residente en
la URRS, el Comandante Velasco y el Capitán Sánchez, su dirección49. La información
recopilada en los interrogatorios era crucial para los mandos del Ejército Rojo, a fin de
conocer con mayor seguridad la situación de los efectivos de la División en el frente.
Asimismo, la información sobre el enemigo y el frente sería recogida por el Gabinete de
información Soviético –o Sovinformbyuró, en ruso Совинформбюро–, principal agencia
de noticias soviéticas, en la que aparecerán datos aportados por los españoles
capturados50.

A medida que se obtenía más información de los primeros prisioneros y desertores


españoles los soviéticos elaborarían el primer informe sobre la DA, dirigido a T.
Lozovsky, fechado el 25 de enero de 1942. A lo largo de 11 páginas se recoge con gran
detalle aspectos de la División: su formación en España, la composición ideológica de
los distintos regimientos, el recorrido de la División desde España hasta el frente y la
situación material y moral de los combatientes desplegados en él. Al final del informe
aparecerían además las firmas ilegibles de dos españoles. De toda la información que
recoge destacamos varios apartados relacionados con los prisioneros. En una de sus
páginas narra como un destacamento soviético capturó a un divisionario que se
encontraba en la cama con una muchacha rusa. El soldado declaró que había sido
enviado al puesto de guardia pero que hacía mucho frío allí, por lo que prefirió dirigirse

José Moreno Rodríguez”. En 25 Historias de Cádiz. Cádiz: Santa Teresa Industrias Gráficas, 2006. Pág.
259-272.
48
La propaganda soviética aportaba 18 nombres para otoño-invierno de 1941, mientras que Torres eleva a
32/36 los prisioneros, más 12 desertores y posibles desertores. Para el año 1942 los desertores y posibles
desertores sumarían 25. TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 251-252, 263 y 823-824.
49
El divisionario Eusebio Calavia sería interrogado por Velasco en noviembre de 1941, del que
recordaría como «en sus ojos había un mensaje de buena voluntad» pese a que «las negras cadenas del
compromiso político le impedían expresar[lo]». Otros prisioneros que tuvieron la ocasión de conocerle
coincidían con Calavia al señalar como «soterrado bajo el odio sectario todavía alentaba en él un soplo de
españolismo insobornable». CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Madrid:
Gráficas Arba, 1956. Pág. 30-33.
50
A principios de enero de 1942 se recogen las palabras del interrogatorio a Eusebio [Calavia] Bellosillo
(sic) asegurando que las bajas de la División sumaban 8.000 personas, así como las grandes pérdidas del
Reg. 269. Gabinete de información Soviético, 3 de enero de 1942. Disponible en: http://www.great-
country.ru/articles/sssr/vov/sib/194201.html# (en ruso).

~ 16 ~
a la isba a calentarse, algo que había hecho anteriormente, ejemplo que también seguían
otros camaradas de su compañía. También recoge las operaciones militares
desarrolladas a principios de diciembre que obligaron a la División a batirse en retirada
al otro lado del Vóljov, dejando a sus espaldas caídos y equipamiento; solamente en
Possad quedarían 150 cadáveres, y fueron tomados 8 prisioneros51.

Al tomar prisioneros de forma dispersa no todos ellos habían sido capturas de la


misma manera. Hemos de suponer que los 8 divisionarios capturados en Possad
permanecieron en sus posiciones hasta verse sobrepasados por los soviéticos y sin más
remedio que la rendición. En otras ocasiones las capturas se debían a accidentes como
los descritos para el caso de José Moreno, o por emboscadas a patrullas, golpes de mano
y avanzadillas entre las líneas, especialmente cerca de las zonas boscosas donde la
sensación de peligro aumentaba ante la posible presencia de enemigos.

La patrulla del cabo Agapito Morales, en la que se encontraba Eusebio Calavia, se


dirigía de regreso a Otensky por un camino cercano a un bosque al amanecer del 27 de
noviembre de 1941, sin ser conscientes que sus pasos eran seguidos de cerca. Sin previo
aviso recibieron ráfagas de fuego a ambos lados del camino, alcanzando a dos de los
cinco divisionarios. Calavia fue quién de salir intacto del ataque, agazapado se dispuso a
la búsqueda de resguardo en una cuneta y en el bosque próximo, con la sorpresa de que
por todas partes «se estaban ya levantando bultos blancos que parecían surgir de dentro
de la tierra», siendo finalmente apresado por uno de ellos. Uno de los heridos, Ricardo
Presmanes, permanecía inmóvil sobre la nieve. El otro, Agapito Morales, se encontraba
malherido, transportado por dos ivanes. Con temor a que el ruido hubiese alertado a más
españoles huyeron del lugar aceleradamente, dejando atrás a Presmanes, que sería
recogido posteriormente y sobreviviría a sus heridas. Una vez a una distancia prudente
hicieron alto en el camino, depositaron a Agapito Morales en el suelo, inconsciente y
desangrándose, al que se acercaría el jefe de la patrulla realizando dos disparos a
quemarropa que acabaría con su vida. Aterrados por lo que acababan de presenciar
iniciaban el cautiverio, preguntándose «qué podían esperar de aquellos seres»52.

51
«Informe sobre la “División Azul” española a la Oficina de Información Soviética basada en
entrevistas a desertores, prisioneros, diario y datos de inteligencia de los emigrados españoles J. Juárez
y V. Velasco». Pág. 8 y 11. Reproducido parcialmente en GONZÁLEZ MARTÍNEZ, C., y NICOLÁS
MARÍN, M. E., “’Rojos y azules’ españoles en la Unión Soviética”. Historia Actual Online, nº 40, 2016.
Pág. 23-28; ELPATIEVSKY, A. V., División Azul.
52
CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 14-17.

~ 17 ~
La captura que describe Calavia coincide con los temores y la visión del enemigo
ruso mostrados por los divisionarios, así como por sus camaradas germanos. La
capacidad de esta patrulla soviética para camuflarse y mimetizarse escenifica
perfectamente el pavor al paisaje ruso, inhóspito, salvaje, cambiante, repleto de ivanes
incrustados en el terreno como si formasen parte y brotasen de él, agazapados a la
espera del descuido mortal53. Una vez hechos prisioneros tanto las imágenes difundidas
–ya desde la guerra civil– sobre la Rusia bárbara y el ruso comunista, como los
estereotipos previos sobre el pueblo pseudoasiático –confirmados durante su
experiencia como conquistadores– habrían de verse modificadas con la realidad del
pueblo soviético; en los relatos posteriores plasmarían sus nuevas impresiones

El recorrido que realizarían los primeros prisioneros sería bastante similar entre sí.
Una vez en manos de los soviéticos serían conducidos a algún campamento cercano a
las líneas, alejándose cada vez más de las posiciones propias, y con ello la posibilidad
de escapar en un despiste o ser liberados en un golpe de mano de las fuerzas españolas
que se perfilaba remota. Este desplazamiento del frente a la inmediata retaguardia
soviética se solía realizar a pie, con mayor o menor vigilancia por los captores que no
siempre se comportaban de forma violenta; Calavia recordaba cómo habían puesto
especial interés en cogerlos vivos, no los maltrataron durante el traslado y llegaron a
ayudarlos si resbalaban por el terreno irregular54. Sin embargo, los registros y saqueos
de los objetos personales fueron frecuentes. Además, los prisioneros vivían los primeros
momentos del cautiverio con la constante amenaza de ser ejecutados. Las paradas
durante los traslados podían significar los últimos minutos de vida antes del
fusilamiento, simulado en ocasiones a fin de someterlos a mayor presión de cara a los
interrogatorios o tras ellos.

Una vez en los campamentos, los cautivos despertaban la curiosidad de los soldados
soviéticos que se acercaban a observarlos con cierto recelo, pero sin muestras de odio.
Aquí comenzarían los primeros interrogatorios y las presiones para compartir
información, con algunas golpes y amenazas incumplidas, pero sin someterlos a torturas
ni vejaciones. No contaban con traductores al español, la mayoría de las preguntas y
órdenes se daban imponiendo el tono al mensaje, aplicando además gestos que

53
Varias cuestiones confluyen en la visión del ruso para los españoles y los alemanes. Para el caso
concreto de los divisionarios véase ALEGRE LORENZ, D., ““Coser y desgarrar, conservar y arrojar”.
Visiones del enemigo y estrategias de supervivencia psíquica en la División Azul”. Cuadernos de
Historia Contemporánea, vol. 34, 2012. Pág. 119-144, especialmente pág. 128-133.
54
CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág.18-19.

~ 18 ~
facilitasen la deficiente comunicación55. Ante la negativa de muchos de ellos a
responder serían brevemente mantenidos en los campamentos hasta el posterior
trasladado, habitualmente alternando las marchas y los trayectos en camiones, a nuevos
destinos donde serían interrogados de nuevo. El destino final de todos ellos sería la
cárcel de Valdái, en donde se irían agrupando a los españoles capturados en los
primeros meses. A partir de enero de 1942 serían enviados al campo nº 74, de Oranki,
en la región de Nizhny Nóvgorod, a unos 400 kilómetros de Moscú, en donde
trabajarían en el acondicionamiento del complejo. Tras la entrada al primer campo le
seguirían el recorrido por un buen número de ellos dispersos en diversas zonas de la
Unión Soviética hasta la concentración y reencuentro con los españoles capturados a
partir de 1943.

2.2.2. El cerco de Leningrado y el desastre de Krasny Bor,


septiembre de 1942-noviembre de 1943
La situación de la DA cambiaría a finales del verano de 1942. Tras 10 meses de
combates en el Vóljov asumía el control de sus nuevas posiciones en el frente de
Leningrado, lindando con una brigada de las Waffen-SS al norte y con una división de
policía de las SS al sur. Los divisionarios cubrirían 29 kilómetros al suroeste de
Leningrado abarcando desde Pushkin a Krasny Bor, atravesados por el río Ishora,
afluente del Neva, así como por la carretera y vía férrea que comunicaban Leningrado
con Moscú. Se encontrarán con un terreno muy diferente al anterior, dominado por las
llanuras, pueblos de periferia suburbana y mejores comunicaciones, además de un clima
más benigno por la proximidad del mar. Ahora la DA participaba directamente del cerco
de Leningrado, caracterizado por una estática guerra de desgaste que solamente se verá
alterada por breves incursiones de las patrullas, los clásicos golpes de mano y la potente
artillería soviética. Para aquellos momentos los mandos alemanes tenían una mayor
confianza en la capacidad de combate de la DA, aún con las limitaciones que habían
manifestado con anterioridad y parecían inalterables. En un principio se contemplaba la
participación en la Operación Nordlicht –Luz del Norte–, cuyo objetivo era la toma
Leningrado, pero que a mediados de octubre de 1942 se vería aplazada sine die56.

55
Calavia da prueba de los interrogatorios en ruso y a base de mímica. Él, lógicamente, comprendía qué
querían saber, pero se excusaba en no comprender el idioma. Finalmente se desplazarían a la zona los ya
mencionados Comandante Velasco y Capitán Sánchez. CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F.,
Enterrados en Rusia. Pág. 20-21 y 24-25.
56
NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág. 178-180.

~ 19 ~
En enero de 1943 el Ejército Rojo había comenzado a lanzar ofensivas que
cosecharon grandes éxitos como las conseguidas en el frente de Stalingrado o del
Cáucaso. Mientras, en el frente de Leningrado se concentraban fuerzas soviéticas para
tratar de romper el asedio a la ciudad en la llamada Operación Iskra –Chispa–. En las
necesidades por desplazar tropas alemanas para contener el ataque, la DA ampliaría su
frente a 34 kilómetros. El día 22 tuvo lugar un ataque soviético sobre Posselok,
defendida por el Batallón Román que sufriría enormes pérdidas: de un total de 550
hombres contarían 418 bajas, 124 por muertes, el resto serían heridos y desaparecidos,
posiblemente prisioneros de los soviéticos57. No obstante, estas bajas quedarían
ensombrecidas por las que se sucederían pocas semanas después.

A comienzos de febrero la concentración de efectivos militares soviéticos en el


sector de Krasny Bor era evidente para los invasores, que se dispusieron a preparar las
defensas en espera del inminente ataque. A las 6.45 de la mañana del 10 de febrero de
1943 daba comienzo el ataque precedido por una potente descarga de artillería, seguido
del asalto frontal de fuerzas de infantería, unidades motorizadas, de cañones anticarro,
de esquiadores, lanzacohetes y un centenar de carros blindados, frente a las fuerzas
españolas muy inferiores en número. La ofensiva sobre Krasny Bor se encontraba
encuadrada en la Operación Polyárnaya Zvezdá –Estrella Polar– cuyo objetivo era el de
penetrar en las líneas, girar sus tropas hacia el este de forma envolvente, rompiendo el
cerco de Leningrado y encerrando en una bolsa a las unidades españolas y alemanas,
mientras otro ataque convergía sobre este, encontrándose ambos en el nudo ferroviario
de Ljuban. Sin embargo, esto no llegaría a ocurrir.

Los divisionarios se vieron desbordados por la potencia del ataque soviético, con
grandes dificultades lograron ralentizar el avance causándoles grandes bajas durante
casi 10 horas de combates en solitario. Por la tarde recibirían refuerzos alemanes, así
como el apoyo de la Luftwaffe, que sumado al desgaste de las tropas soviéticas evito
mayores desastres. Para el 15 de febrero el frente se lograría estabilizar, las fuerzas
hispano-germanas habían retrocedido entre 2 y 6 kilómetros. Sin embargo, las bajas
habían sido enormes para ambos bandos: los soviéticos habrían perdido entre 7.000 y
9.000 hombres según los cálculos alemanes. La DA contaría 1.125 muertos, poco más
de mil heridos y, en un principio, únicamente 91 desaparecidos. En los meses siguientes
la cifra de desaparecidos para el mes de febrero aumentaría significativamente al ir

57
MORENO JULIÁ, X., La División Azul. Pág. 184-185.

~ 20 ~
conociéndose la gran cantidad de españoles que fueron hechos prisioneros, superando
los 660. No obstante, los cálculos serían rebajados. Tras el cautiverio los prisioneros
hablarían en sus testimonios de cifras entre 300 y 400 prisioneros sólo en Krasny Bor;
en la actualidad el número se aproxima a los 260 capturados en lo que algunos autores
bautizarían como «la gran redada»58.

En los meses siguientes al desastre que supuso Krasny Bor la DA se centraría en


recomponer sus efectivos, gracias a la llegada de un batallón de marcha en marzo, y de
fortificar posiciones ante la amenaza de nuevos ataques soviéticos. Las acciones
ofensivas españolas se limitaban a breves golpes de mano con la intención de hostigar al
enemigo y mantener el espíritu ofensivo. Sin embargo, los soviéticos con sus
incursiones, según el nuevo mando de la DA Esteban-Infantes, fundamentalmente
buscaban apresar centinelas para su posterior interrogatorio59. Krasny Bor había
supuesto una victoria compleja: se había logrado detener el avance del Ejército Rojo y
frustrar los objetivos de la Operación Polyárnaya Zvezdá, pero a un elevado precio que
dejó diezmada la DA. Para el relato divisionario constituía una hazaña heroica, victoria
sin adjetivos más que «exclusiva de la División Azul»60, elevada a los altares de la
mitificación divisionaria. Un combate que tendría continuación en los campos de
prisioneros por sus protagonistas durante 11 años de resistencia, sin rendirse ante el
enemigo, pues tras Krasny Bor podían plantar cara a todo61. Lo cierto es que el paso de
los españoles por la Unión Soviética supone más una realidad compleja que un mito
maniqueo y autopropagandístico.

Las capturas en Krasny Bor se sucederían a lo largo de la jornada de combate y, en


menor medida, durante los días sucesivos. Por primera vez serían hechos prisioneros
juntos un gran número de españoles, conscientes del desastre que acababa de suceder y
el destino incierto que les esperaba. Las formas en las que fueron capturados varían en

58
Para las cifras de los prisioneros y las actuales nos basamos en los datos de TORRES, F., Cautivos en
Rusia. Pág. 139 y 302-303. El exdivisionario y cronista de la DA, Fernando Vadillo, será el autor de dicha
frase en su libro sobre los prisioneros: VADILLO, F., Los prisioneros de la División Azul: Españoles en
el Gulag. Madrid: Barbarroja, 1996.
59
ESTEBAN-INFANTES, E., La División Azul: Donde Asia empieza. Barcelona: AHR, 1956. Pág. 175-
191.
60
FONTENLA, S., Los combates de Krasny Bor. Madrid: Actas, 2012. Pág. 306.
61
La imagen de prisioneros resistentes ante el enemigo soviético, convencidos patriotas, católicos y
anticomunistas, defensores de Occidente que habían de aguantar años de martirio bajo el yugo comunista
ha sido la imagen construida desde el regreso del Semíramis; mantenida por los propios relatos de los
exdivisionarios y la literatura prodivisionaria. Existen numerosos ejemplos de ello, citamos uno de los
más actuales: TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 303-304.

~ 21 ~
cada uno de los casos; existieron tanto resistencias numantinas hasta vaciar el último
cartucho como acusado pragmatismo a la vista de la situación, optando por la rendición.

Durante los combates se sucederían escenas de terror, el rápido avance de los


soviéticos rompiendo las líneas españolas había dejado bolsas de soldados que resistían
en sus posiciones sin retroceder, en ocasiones con la amenaza de sus mandos, pistola en
mano, ante posibles retiradas62. Las trincheras se fueron llenando de los cadáveres de
quienes antes ocupaban las posiciones, con algún afortunado superviviente, cuya única
compañía eran los «cuerpos exánimes de camaradas caídos, y una ametralladora sin
municiones». Así le sucedería al divisionario José Ruano Ferrer:

«Traté de darme a la fuga, pero antes hice pedazos la ametralladora […]


Arrastrándome, como pude, conseguí salir de la trinchera de la muerte. Iba sangrando
por las heridas de la metralla, sin armamento, sin bombas […] Vi pasar a un pequeño
grupo, que creí sería de españoles, peor que desgraciadamente resultó una patrulla
moscovita. Se liaron a soltarme tiros; volví a arrojarme al suelo, y los rusos, sin duda
creyéndome muerto […] dejaron de hacer fuego y prosiguieron su camino.»

Una vez pasó el peligro se arrastraría hasta la carretera, creyéndose a salvo echaría a
correr en dirección a las líneas españolas, sin embargo, sería capturado poco después
por 25 soviéticos fuertemente armados63. En una situación similar se encontraría el
divisionario Joaquín Montaña, herido por metralla en su ojo izquierdo, defendiendo su
posición en solitario hasta agotar la munición, «era el momento del cuerpo a cuerpo y
yo no tenía ni un fusil y menos una bayoneta»64. El Sargento Salamanca lo encontraría
allí parado, enviándolo a curar sus heridas a un búnker próximo donde se alojaban a los
heridos. Poco después el Capitán Palacios entraría al búnker a visitar a los lesionados,
atendiendo él mismo las heridas de Salamanca. Mientras, el cerco sobre ellos se
estrechaba cada vez más.

Resistirían hasta «alrededor de las tres de la tarde, cuando ya nuestras armas estaban
totalmente indispuestas y no contábamos […] ni con munición para nosotros
mismos»65. Un soldado entraría al búnker a informarles que salieran con los brazos en
alto, oyeron la más dura de las frases: «¡Somos prisioneros!». A ello respondió un

62
TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 130.
63
ALONSO, H., “José Ruano Ferrer, 11 años en el Gulag”. Aportes, nº 84, 2014. Pág. 17-18.
64
CELA, R., En Rusia con la División Azul. Pág. 191-192.
65
TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 132-133.

~ 22 ~
soldado cogiendo su arma y negándose a ello, «prefería morir a caer prisionero»66, algo
sobre lo que sus camaradas posteriormente reflexionarían: quizás hubiese sido la «única
forma posible de evitar el haber pasado tanto sufrimiento, miseria y hambre»67. Los
soviéticos habían capturado a unos 35 españoles –21 de ellos heridos– entre los que se
encontraban el divisionario Montaña, el Sgto. Salamanca y el Cap. Palacios68.

De la misma forma que aquel soldado en el búnker prefería morir a caer prisionero,
a otros divisionarios se les pasaría por la cabeza pensamientos similares, llegando en
ocasiones a llevar a cabo sus amenazas:

«Cuando se cumplían las cinco y media –narra Joaquín Poquet–, enfocados por las
bayonetas de un grupo de buriato-mongoles, se nos decía “Rucá navierg” (arriba las
manos). Este bravo muchacho [un enlace de 18 años], sacando de repente su última
bomba de mano y gritando “Arriba España”, [la] hacia estallar […] junto a su vientre,
cayendo al instante muerto».

Con su acto se llevaría también la vida de dos mongolas, integrantes del pelotón –
del cual la mitad eran mujeres– que había capturado a esos 6 divisionarios; la lider del
mismo remataría al suicida con una ráfaga de ametralladora al grito de «yob tvoyu mat’
fashist!» –¡Que jodan a tu madre, fascista!, en ruso ёб твою мать фашист–69. A
menudo se ha señalado como la vida de un soldado del Ejército Rojo significaba poco
más que nada para sus camaradas durante la guerra mundial, sin embargo, no creemos
que sea del todo acertado defender tales afirmaciones. Los divisionarios que pudieron
buscaron cobijo en los búnkeres que permaneciesen en pie o cualquier estructura que
sirviera de refugio. Los soviéticos, ante la enconada resistencia que parecían acometer
los españoles, procuraron no perder hombres en asaltos sin sentido, forzando al enemigo
a rendirse.

El soldado Ángel Marchena, tras haber caído inconsciente por una bomba, lograría
recuperarse y retirarse junto a 12 divisionarios –10 de ellos heridos– a una casa donde

66
CELA, R., En Rusia con la División Azul. Pág. 192.
67
TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 133.
68
Si comparamos los tres relatos observamos pequeñas incongruencias entre ellos, comprensibles por el
tiempo pasado y la fragilidad de la memoria. No obstante, la narración de Palacios parece contraría en
puntos importantes. Comenta que decidió visitar a los heridos del búnker, cuando no llevaba ni tres
minutos fue requerido en la superficie donde se encontró con los soviéticos. El Alférez Castillo, que lo
acompañaba, abrió fuego contra ellos y causó bajas. Tras ello, «en oleadas, y sin disparar, […] cayeron
físicamente sobre nosotros». Se entiende que ahí fueron hechos prisioneros, sin sufrir represalias,
informando al resto de la captura. LUCA DE TENA, T., Embajador en el infierno. Memorias del Capitán
Palacios. Madrid: Homo Legends, 2006. Pág. 10-11.
69
POQUET GUARDIOLA, J., Memorias: 4.045 días cautivo en Rusia, 1943-1954. Valencia: Hermandad
Provincial de Combatientes de la División Azul de Valencia, 1987. Pág. 12-13 y 15-16.

~ 23 ~
«nos metimos en medio de aquellos escombros, pero nos vieron y empezaron a tirar»,
ordenando el alto el fuego al rato. Los soviéticos se dirigieron a ellos, «lo que nos
estaban diciendo era que saliéramos fuera con las manos en alto», una vez fuera
marcharían rumbo al cautiverio.70 Manuel Sánchez Lozano tendría una experiencia
similar, pese a que los soviéticos los convencerían por la fuerza. Rodeados, se
resguardarían en un búnker soportando los continuos envites soviéticos hasta que «nos
quedamos sin munición y […] los rusos efectuaron su último ataque. A bombazos nos
sacaron del búnker, tan solo quedamos cinco personas», a las que sus captores
saquearon y golpearon, y «con intención de acribillarnos a balazos» verían interrumpido
su propósito a los gritos de un oficial ruso que «le interesaba cogernos como
prisioneros. […] Aquella presencia salvó nuestras vidas»71.

Una vez en manos de los soviéticos serían puestos en filas frente a las amenazantes
bocas de las armas que les apuntaban, pensando que llegaban sus últimos momentos. No
sucedería aún. Los apresados junto al Cap. Palacios escucharon de su boca, tras hablar
con el oficial soviético, que debían estar «tranquilos, no nos van a matar, demuestren
que somo ante todo soldados y españoles»72. Serían registrados en busca de objetos de
valor: plumas, relojes, cadenas, prendas… hasta las gafas eran un trofeo de guerra73.
Todas las pertenencias son arrancadas apresuradamente, compitiendo entre los propios
captores, sin distinción de grado, por el mejor botín74. A los gritos de «Davay! Bystro!»
–¡Vamos! ¡Deprisa!– enfilarían el camino a la retaguardia enemiga, con las mismas
escasas oportunidades de escapar que tuvieron los anteriores prisioneros; el primer
objetivo de las pequeñas columnas se encontraba al este, la ciudad de Kolpino.

Tras de sí, con cada metro avanzado, dejaban el desconocimiento y desconsuelo que
alcanzaría a sus hogares. Varios de los capturados serían erróneamente catalogados
como caídos, siéndole comunicado el fallecimiento a sus familiares, como le ocurriría al
Cap. Oroquieta: Uno de los soldados de su compañía se mantuvo oculto entre los
cadáveres amontonados en las trincheras, logrando alcanzar las líneas españolas bajo el

70
MARCHENA CAÑETE, A., Memorias de un luqueño: la vida de Ángel Marchena. Luque: diputación
de Córdoba, 2003. Pág. 67-69.
71
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. En VV.AA., Españoles en el Gulag de Stalin.
Alicante: Vicente J. Sanjuán, 2017. Pág. 49.
72
CELA, R., En Rusia con la División Azul. Pág. 197.
73
Algún divisionario se vería obligado a marchar agarrado a sus camaradas al sustraerle las lentes.
Oroquieta, evitando que se las rompiesen o requisasen, las guardaría en su guerrera, conservándolas en
los campos. JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis: regresamos… Cabra del Camp: Nautical Union Works,
2010. Pág. 17. OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a Odesa. Pág. 57.
74
TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 151-152.

~ 24 ~
amparo de la noche, declarando que el capitán había caído 75. Igualmente, sería dado por
muerto el divisionario Joaquín Poquet, quien viéndose cercano a la muerte sacaría su
cartera para ver por última vez las fotografías de sus padres y su novia, arrojándola con
su documentación a una trinchera, donde aparecería junto al cadáver desfigurado por el
avance de un tanque que se creía suyo76. Tras guardar luto y organizar eventos fúnebres
por los fallecidos, renacerían tras el final de la guerra, gracias a la información que
llegaría de los repatriados, especialmente de italianos y alemanes77.

Los recuerdos del trayecto a Kolpino insisten en la gran cantidad de cadáveres que
habían quedado desperdigados a lo largo del campo de batalla, formando
«zigzagueantes trincheras que recordaban un rompecabezas diabólico»78 donde era fácil
tropezar. La masa de cuerpos que se amontonaba impedía a captores y capturados andar
en línea recta, viéndose obligados a apartarla a puntapiés y avanzar a saltos –cuando era
posible– para evitar pisar los cadáveres. Las condiciones físicas de los supervivientes
eran pésimas: Extenuados tras horas de combates, afectados por los nervios y el estrés
de la situación, gran parte de ellos heridos –según propios prisioneros hasta el 40%–,
recorrieron la distancia hasta Kolpino con grandes penalidades. Les acompañaban los
«ecos de la muerte», el sonido del disparo que acababa con la vida de los heridos que no
podían mantenerse por su propio pie o se quedaban rezagados; en la columna del Cap.
Palacios y el Sgto. Salamanca actuarían al unísono, «el centro de la columna fue
ocupado por los heridos para evitar que un desmayo momentáneo les llevara al
sacrificio», los que no estaban heridos ayudarían al resto, pese a que en varias ocasiones
el oficial al mando intervendría para evitar malos tratos79.

El peligro de muerte podía aparecer por todos lados. Varios grupos habían sido
capturados mientras se batallaba alrededor, a veces las granadas explotan tan cerca de
captores y capturados que «al unísono como empujados por el mismo resorte […] se
lanzaban cuerpo a tierra para evitar ser segador por la metralla»80. Por el aíre haría acto
de presencia la Luftwaffe, sobrevuela algunas columnas de prisioneros como la del Cap.

75
OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a Odesa. Pág. 52-53.
76
POQUET GUARDIOLA, J., Memorias. Pág. 13 y 15-16.
77
La familia de Oroquieta conocería su paradero en el verano de 1946, gracias a cautivos italianos; la
familia de Poquet habría de esperar a octubre de 1948 para recibir una carta del Comandante de Ingeniero
Paul Gross, camarada de Poquet en los campos, en la que informaba sobre la situación del divisionario.
OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a Odesa. Pág. 53. POQUET GUARDIOLA, J., Memorias.
Pág. 40-42.
78
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. En VV.AA., Españoles en el Gulag de Stalin. Alicante:
Vicente J. Sanjuán, 2017. Pág. 124.
79
TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 152.
80
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 124.

~ 25 ~
Palacios pasando de largo; otras columnas no tendrían tanta suerte y serían ametralladas
al confundirlas con tropas soviéticas, alcanzando las ráfagas a varios españoles81. Otros
prisioneros, ante el futuro incierto que les esperaba, pensaron en poner fin a su vida
tirándose al suelo durante la marcha a esperas de una muerte rápida. Varios serán los
intentos frustrados por sus camaradas, «Jerónimo Arias […] sufría quemaduras y se
hallaba herido por metralla […] cuando empezó a sentir que le flaqueaban las piernas,
quiso arrojarse al suelo para que lo remataran», el Cap. Oroquieta y su asistente Fajardo
lo agarrarían, consiguiendo que continuase el trayecto apoyándose en ellos82.

Alejados del frente inmediato la escolta se reducía, no con ello el peligro y los
malos tratos. En su camino, a menudo recibirían improperios, golpes y culatazos de los
soldados que se dirigían en dirección contraria, eran culpables de las enormes
cantidades de camaradas caídos. Los soviéticos que escoltaban las columnas procuraban
imponer el orden y defender a sus prisioneros, incluso enfrentándose a sus compatriotas.
No sólo la infantería desviaba su atención a los españoles, las unidades blindadas se
abalanzaban con sus máquinas sobre ellos, obligando a los centinelas a disparar para
protegerlos83. Otros encuentros se saldarían con bajas entre los prisioneros:

«El primero pasa, nos amenaza y nos escupe. […] De la torreta del segundo tanque,
un oficial con la pistola tira al blanco sobre nuestras cabezas; esta macabra diversión
hace que en nuestras filas queden dos huecos vacíos. El tanque continúa y el oficial ríe
y pondera su buena puntería. Una mano empuñando una llave inglesa descarga
fuertemente un golpe en la cabeza de otro. Con ella ensangrentada, recogemos sobre la
marcha al camarada que ha tenido la suerte de no perder la vida con el hierro»84.

Al paso de las trincheras soviéticas volverían a ver el espectáculo dantesco de


cadáveres y más cadáveres, acartonados por las bajas temperaturas, utilizados para tapar
agujeros en las fortificaciones como si de sacos terreros se trataran 85. Llegando a los
alrededores, y al entrar a Kolpino, la situación seguía siendo tensa, aunque algunos
grupos de prisioneros eran concentrados y entendían –con extraña alegría– que no eran
los únicos capturados. Sufrirían las amenazas, golpes y vejaciones de los que allí se
encontraban, en parte detenidas por sus guardianes, pero en ocasiones permitidas y

81
CELA, R., En Rusia con la División Azul. Pág. 197. SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera.
Pág. 50.
82
OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a Odesa. Pág. 59.
83
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 50.
84
JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 15.
85
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 124-125.

~ 26 ~
alentadas con sus risotadas. Los divisionarios se sorprendían de que ni siquiera las
mujeres tuviesen una actitud más compasiva hacia ellos: «nos querían linchar y nos
daban con palos o nos tiraban piedras», obligando a sus captores a emplear de nuevo la
fuerza para salvarles la vida86. El primer contacto directo con los soviéticos no parecía
esperanzador, las humillaciones e improperios parecían ser habituales hacia los
españoles. A algún despistado que los rusos le ofrecen tabaco le propinan un puñetazo
en la cara antes de recibir el ansiado cigarro, los que piden agua para mojar las
gargantas secas de la pólvora la recibirán, pero en forma de cubo lleno arrojado sobre
ellos87. La supuesta ayuda asistencial, encarnada en una mujer vistiendo uniforme e
insignias de la Cruz Roja, no parecía ser segura. Tras dudar los heridos en manifestar
ante ella su situación:

«Por fin, uno se decidió a hacerlo. Notaba que se debilitaba por la hemorragia de
una herida […] en un muslo. El español avanzó hacia la enfermera. Aunque enemiga,
el emblema de la Cruz Roja le decidió a manifestar su situación. Como no se entendía
con ella desbrochó el pantalón y le mostró la herida y toda la pierna y ropa bañada en
sangre. Por toda cura, desenfundó su revólver de reglamento y empuñándolo por el
cañón le dio un fuerte golpe en la cabeza. El prisionero perdió el conocimiento y como
se tambalease para caer, le dio un puntapié y lo devolvió al centro del grupo. Como
bálsamo, le escupió»88.

Kolpino había sido el primer objetivo del recorrido. La ciudad de Leningrado –que
distaba a unos 17 km– iba a ser el lugar de concentración de todos los capturados que
irían llegando, a lo largo del día 11 de febrero, por diferentes medios. Para entonces el
peligro de los combates quedaba ya más lejos, pero el mal estado en el que se
encontraban y el terror psicológico seguían muy presentes. El miedo a las ejecuciones
no había desaparecido por completo, a pesar de que en varias ocasiones les habían
garantizado respetar su vida como prisioneros89. A cada alto en el camino alejados de la
vista de cualquiera, los nervios se disparaban, después de haber sido testigos del rastro
intermitente de heridos rematados podían esperar que ahora acabasen con los
supervivientes.

86
CELA, R., En Rusia con la División Azul. Pág. 199.
87
JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 16-18.
88
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 125.
89
Con anterioridad hemos mencionado las palabras del Cap. Palacios al ser apresados, asimismo varias
ocasiones en las que los captores defendieron la vida a los capturados. También se lo haría saber en
Kolpino el desertor de la DA, José Vera, que vestía uniforme del Ejército Rojo y colaboraba en labores de
propaganda. TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 153.

~ 27 ~
En alguna ocasión tuvo lugar la simulación de fusilamientos como método de
presión de cara a los interrogatorios, en otros casos parecen responder a una macabra
diversión: Julio Jiménez es testigo de uno de ellos a siete divisionarios, a los que
«retiran de nuestro grupo, los colocan en fila y los rusos a cinco metros de ellos. Les
encañonan, hacen los preparativos, cargan las armas». Pasados unos minutos, y entre
risas de los tiradores, los vuelven a meter en el grupo ante la incredulidad del resto,
«nuestra mente española no concibe que haya hombres que puedan recrearse viendo la
muerte en los ojos vivos de sus semejantes […] Son momentos de vida que no se viven,
sin momentos de muerte que se viven»90. Otro divisionario, José Ruano, recoge varias
ejecuciones a prisioneros en el camino a Leningrado que se habrían cobrado la vida de
138 españoles –cifra totalmente errónea según los datos que manejamos–, primero en
una «carnicería» contra los 150 iniciales para después, separándolos «por el pelo»,
ejecutar a 14 prisioneros rubios –de 36 que quedaban–, sobreviviendo 12 por morenos.
Pese a la inverosimilitud de su relato sí es posible realmente, como él bien señala, que
sufriese un simulacro de fusilamiento, obligándoles a cavar su futura sepultura:

«Nadie que no haya pasado por tan duro trance, puede darse cuenta de lo amargo
del trago. Saberse imponente para rechazar una muerte que se ve venir, mandada no
por Dios, sino por hombres, abusando de la fuerza y circunstancias, contemplar al
pelotón de ejecución, dispuesto a la descarga que nos segará la existencia; mirar al
cielo por última vez; ver pasar por la mente, en un solo recuerdo e instante, los seres
queridos, padres, hermanos, amigos, Patria…»91.

Durante las paradas también se llevarían a cabo los primeros interrogatorios,


comenzando en el mismo puesto de mando, situado cerca del río Ishora. Los soviéticos
buscaban a los oficiales entre el grupo, señalando a aquellos que lucían recortado
bigote, vestían uniformes nuevos o tenían las manos cuidadas, sin callos que
evidenciaban los trabajos manuales92. El Cap. Palacios, junto al Alférez Castillo, se
presentarían directamente como oficiales ante los soviéticos, que los separarían de su
columna. La última arenga del capitán insistía en mantener el orden entre la tropa, ahora
privada de sus mandos: «Habéis luchado como unos valientes. A partir de hoy espero
que sigáis cumpliendo con vuestro deber»93.

90
JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 18-19.
91
ALONSO, H., “José Ruano Ferrer”. Pág. 18-20.
92
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 126.
93
LUCA DE TENA, T., Embajador en el infierno. Pág. 11.

~ 28 ~
Los interrogatorios se repetirían en Kolpino, de nuevo a Palacios, tras un breve
incidente que obligó a desnudar al español –pues aún llevaba consigo una granada que
pasó desapercibida– a fin de comprobar que no ocultaba nada. La negativa a responder a
las preguntas le llevaría a permanecer un par de días en los calabozos, junto a 3 oficiales
más, hasta que de nuevo fueron llamados a declarar. Palacios mantendría una educada
charla con un general soviético, el cual «a pesar de su comunismo y de haber vendido a
Rusia su vida y su alma», mostró interés y consideración con los oficiales y su país, aun
siendo una conversación «militarmente hablando… poco interesante»94.

El Cap. Oroquieta, junto al Alférez Navarro, evitarían ambos interrogatorios, quizás


al no identificar su grado o esconderlo arrancando sus galones; pese a ello, declararían
posteriormente en Leningrado ante varios oficiales soviéticos y dos comunistas
españoles exiliados –el Capitán Suárez y el Capitán Vielakov/Velasco– que hacían de
traductores y colaboraban en los interrogatorios95. Otros prisioneros también se
encontrarían con el Cap. Velasco, respondiendo a todas sus preguntas por miedo a
represalias, aunque «algunas me las inventé, y hasta es posible que acertara alguna»96.

No todos los prisioneros pasarían por los interrogatorios en los momentos previos a
su captura. La mayor parte de los españoles permanecería en Kolpino el tiempo
suficiente para descansar escasos minutos u horas. Algunos grupos fueron alojados en la
bautizada como Casa de Kolpino, pudiendo tratar ellos mismos a los heridos y siendo
algunos de ellos enviados a los hospitales soviéticos97. Al final todos proseguirían su
camino a Leningrado; los más afortunados en camiones, otros en agonizantes marchas
en las que algunos prisioneros pierden la vida98. El Cap. Palacios sería de los
afortunados que recorrió los 17 km en vehículo, recordará las seis líneas de defensa que
rodeaban Leningrado, incluso dentro de la misma, «la ciudad entera era un bastión»99.
Para los que iban a pie su situación empeoraba, al cansancio se sumó la terrible sed,
saciada con dispersos grumos de nieve en la carretera a los que pudieran echar mano sin

94
LUCA DE TENA, T., Embajador en el infierno. Pág. 13-19.
95
Ambos españoles habían llegado a la URSS tras la Guerra Civil, eran miembros del PCE. El segundo
habría rusificado su apellido. OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a Odesa. Pág. 57-73.
96
POQUET GUARDIOLA, J., Memorias. Pág. 13.
97
El divisionario José Antonio Ramos recordaba cómo llamaron a los heridos para salir de la habitación,
«no quería pese a mis heridas decir nada, creía que nos matarían», el Teniente Martín le obligó a salir,
salvando su vida, «pues si no me curaban moriría de todos modos». Citado en TORRES, F., Cautivos en
Rusia. Pág. 309-310. En esa misma estancia Joaquín Montaña se enteró, con gran pesar, que había
perdido su ojo izquierdo para siempre; no obstante «todavía me quedaba la vida y quizás los rusos no
fueran tan malos como los habían pintado». CELA, R., En Rusia con la División Azul. Pág. 199.
98
JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 20. CELA, R., En Rusia con la División Azul. Pág. 201.
99
LUCA DE TENA, T., Embajador en el infierno. Pág. 21-22.

~ 29 ~
alejarse de las columnas. Hasta llegar a los suburbios de Leningrado no pudieron saciar
su sed en alguna fuente helada o con el agua caliente que ofrecieron a algunos grupos100.

Con frecuencia la escolta tuvo que hacer uso de las armas para defender a los
españoles de la ira de las personas que allí se encontraban: militares y civiles, hombres,
mujeres y niños se fijaban en aquellos soldados con uniforme de la Wehrmacht a los que
gritaban «Fritz skoro kaput!» –¡Alemanes, pronto moriréis!, en ruso Фриц скоро
капут–, al confundirlos con prisioneros germanos101. En un gran edificio de ladrillos
rojos, bautizado con la Casa de Leningrado, alojarían a un grupo de entre 100 y 200
españoles que irían llegando, distribuidos como buenamente se pudo en un reducido
espacio donde primaba el hacinamiento y la incomodidad al descanso y el confort102.

La escena que se vivía no dejaba dudas sobre su situación: Físicamente destrozados


por el esfuerzo. Ensimismados en su silencio, únicamente interrumpido por los lamentos
de algún herido, con el desconsuelo de quien se sabe derrotado y desconoce su destino.
Los ánimos no mejoraban cuando les repartieron el escaso alimento, al que estaban
acostumbrados los sitiados, pero que no despertó el apetito de los españoles. Tras ello se
les tomaría una pequeña filiación como prisioneros de guerra, se sucedería algún
interrogatorio –como el del Cap. Oroquieta y el Alf. Navarro–, y disfrutarían de un
baño y desinfección en grupos de 20. Muchos recordarían como el aseo fue encargado a
una mujer que con gran soltura les afeitaría «todo el vello del cuerpo a excepción de las
cejas», ante la mezcla de incredulidad y pudor que mostraban los españoles103.

Cuando comenzaron a reclamar a los heridos para su reconocimiento y posterior


traslado a los hospitales, los prisioneros se mostraron enormemente escépticos con el
trato que recibirían y rápidamente se extendió el rumor de que iban a fusilarlos. Con

100
OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a Odesa. Pág. 60. SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la
primavera. Pág. 50.
101
Fritz es el nombre empleado de manera despectiva para referirse a los alemanes, especialmente a los
que forman parte del ejército, como grupo. La palabra rusa Kaput se traduciría como ruina, destrucción o
final, siendo un préstamo del alemán. MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 129.
102
También se la conocería como Casa-Cuna por haber sido esa su función anterior a la guerra. El
número de prisioneros concentrados varía en los relatos, lo cual es comprensible, pues no llegaron todos
al mismo tiempo a Leningrado. Lo mismo ocurre al referirse al espacio: Salamanca y Oroquieta
mencionan una única habitación de unos 30 y 50 m², mientras Sánchez Lozano señala que eran tres
habitaciones «muy espaciosas pero insuficientes». TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de
Stalin. Pág. 153. OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a Odesa. Pág. 60. SÁNCHEZ LOZANO,
M., Y sonrió la primavera. Pág. 52.
103
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 130. Oroquieta señalará que los momentos
compartidos durante el aseo le brindaron la ocasión propicia para estimular la moral, conversando y
bromeando durante el mismo. Salamanca relata que casi los mismos 20 españoles repetirían el aseo hasta
nueve veces consecutivas, al no poder alejarse de la entrada. Algo que cuesta creer que sea cierto por la
aseada apariencia que tendrían estos en comparación al desaliñado grupo. OROQUIETA ARBIOL, G.,
De Leningrado a Odesa. Pág. 77-80. TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 154.

~ 30 ~
dificultades para desplazarse por la abarrotada sala el Sgto. Salamanca se vio obligado a
arriesgarse, «no hacerlo sería un suicidio» ya que difícilmente podrían sobrevivir con
aquellas heridas104. Llegarían en camiones a su destino, el hospital militar de
Leningrado, habilitando para ellos dos salas que albergarían a más de 90 españoles105.
Los que quedaban en la Casa de Leningrado, y algunos heridos que regresaron,
partieron escalonadamente en los días y semanas siguientes –entre mediados-finales de
febrero y primeros de marzo– con dirección al campo nº 158, de Makarino, en la región
de Vólogda106. Los que aún permanecían en los hospitales se rencontrarían con sus
camaradas meses después cuando fueron trasladados al campo, donde todos ellos
experimentarían el primer contacto con el sistema carcelario e iniciaban el complejo
proceso de adaptación a la nueva vida que sobrellevarían durante más de una década.

2.2.3. Españoles entre el este y el oeste, diciembre de 1943-


mayo de 1945
Según se desarrollaba la guerra en Europa en el año 1943 aumentó entre la
diplomacia y cúpula franquistas la preocupación por el futuro desenlace del conflicto y
las consecuencias para los hipotéticos vencidos. España había recibido presiones por
parte de los Aliados –especialmente del Reino Unido– por el posicionamiento de no
beligerancia que había desembocado en el envío de los voluntarios a Rusia. Desde
finales de 1942 se intensificaron las conversaciones internas sobre la repatriación de la
DA, así como con el Tercer Reich y los Aliados, en un complejo tira y afloja
diplomático que se saldará con la disolución de la DA, la repatriación escalonada de sus
integrantes y la formación de la Legión Azul en noviembre de 1943107. La nueva unidad
estaría compuesta por poco más de 2.200 hombres, mezcla de divisionarios que
permanecieron en el frente, los últimos reemplazos llegados para incorporarse en la DA,
escasos nuevos voluntarios y algunos exdivisionarios que se reengancharían, aunque
estos serían más bien pocos.

Para los germanos, las fuerzas españolas podían ser útiles en un frente estático,
manteniendo las posiciones, con alguna incursión en territorio enemigo con la intención

104
TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 154-156.
105
OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a Odesa. Pág. 81-85.
106
Algunos prisioneros partirían alrededor del día 20 de febrero. SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la
primavera. Pág. 53-55. MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 131-133. Mientras otros
emprenderían su camino en mayo, cuando ya les esperaban allí. ALONSO, H., “José Ruano Ferrer”. Pág.
21-22. TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 158-160.
107
MORENO JULIÁ, X., La División Azul. Pág. 280-295.

~ 31 ~
de capturar prisioneros, pese a las limitaciones de sus acciones. Empero, un ataque
masivo sobrepasaría la capacidad de resistencia en poco tiempo. A lo largo del Frente
del Este los avances del Ejército Rojo eran una realidad que difícilmente se podía
revertir por parte de los invasores; conscientes de esto, los españoles serían trasladados
a mediados de diciembre al sureste de Leningrado y al norte de Nóvgorod, cubriendo un
frente de 11 km en terreno pantanoso, impracticable para los vehículos y blindados,
resguardando a los divisionarios de ser arrollados en un avance soviético. Poco tiempo
combatirían en el bautizado por algunos guripas como «orinal de los frentes». Con el
inicio de la ofensiva soviética en los frentes de Leningrado y del Vóljov, a mediados de
enero de 1944, y ante el riesgo de verse sobrepasados, los españoles emprendieron la
retirada al oeste. Una vez en la retaguardia, acantonados en Estonia, ocuparían el tiempo
con ejercicios de instrucción, sin combatir de nuevo en el frente. La contribución de la
Legión había resultado más bien escasa y su estancia en el frente corta, para alivio de
los alemanes; el 20 de febrero de 1944 Hitler autorizaba su repatriación108.

Durante el breve periodo de vida de la Legión la tropa presentó claros síntomas de


desmotivación y fatiga: se sucederían hasta 40 deserciones –26 hacia las propias líneas
y 14 hacia los soviéticos–109, así como 6 automutilaciones registradas, que se suman a
los 75 hombres que serían repatriados como indeseables110. Aquellos evadidos no serían
los únicos españoles que acabarían del lado soviético. Entre 10 y 14 soldados serían
hechos prisioneros, algunos siendo heridos durante su captura, falleciendo dos de ellos
entre su captura y la llegada a los campos. Otros heridos, como Miguel Saura,
sobrevivirían al ser tratados en los hospitales soviéticos111. Para entonces el cómputo
total de prisioneros españoles, pertenecientes a la División Azul y a la Legión Azul, se
acercaba a los 320 hombres. No obstante, estas cifras continuarían ampliándose a pesar
de la retirada de efectivos ibéricos en el Frente del Este; el destino final de varios
españoles más pasaría por los campos de prisioneros.

Varios grupos de veteranos de la División y la Legión que harían caso omiso a las
órdenes de regresar a España se sumarían a las fuerzas alemanas de la Wehrmacht y, en
menor medida, a las Waffen-SS. Desde la península, en diciembre de 1943, alrededor de

108
NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág. 188-192. MORENO JULIÁ, X., La División Azul.
Pág. 200-204.
109
Para los desertores de la Legión Azul recogemos los datos del estudio de PÉREZ, M., y PRIETO, A.,
Legión Española de voluntarios en Rusia: los últimos de la División Azul. Madrid: Actas, 2014. Citado en
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 351.
110
MORENO JULIÁ, X., La División Azul. Pág. 197.
111
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 353.

~ 32 ~
cien oficiales y soldados manifestaron al personal alemán el deseo de incorporarse a las
SS; esperaban reclutar efectivos españoles –con la ayuda de Falange– para al menos un
regimiento. No obstante, el Ministerio de Asuntos Exteriores vetó cualquier iniciativa
de este tipo. El interés de algunos voluntarios por combatir del lado alemán no
disminuyó, procurándose formas para cruzar clandestinamente la frontera franco-
hispana y llegar a los puestos fronterizos germanos112. Alguno de ellos, como Jorge
Mayoral Mora, había combatido en el Frente del Este con la DA y decidieron volver113.

En enero de 1944 se autorizó a los puestos fronterizos para admitir y enviar a


aquellos interesados a los puestos de reclutamiento; en ese mismo mes eran ya 130
quienes se habían presentado para combatir. A los que han de añadirse varias decenas
de trabajadores civiles españoles que se encontraban en el Reich. Al no saber bien cómo
proceder con los voluntarios los fueron concentrando en Versalles, hasta conformar
entre finales de abril y principios de mayo de 1944 la Legión Española de Voluntarios,
formada por unos 260 hombres, a los que se sumarian otros 150 en el verano de 1944114.
La nueva Legión cambiaría de nombre al poco, constituyendo la 101ª y 102ª Compañías
de voluntarios españoles, tomando caminos distintos: la 101ª fue agregada a la 3ª Div.
Alpina, actuando en la región de Bukovina (Rumania) en agosto de 1944. La 102ª
actuaría en Yugoslavia de agosto a septiembre de 1944, y en Hungría y Eslovaquia de
enero a marzo de 1945115. Varios de los españoles encuadrados en estas unidades
caerían prisioneros por los soviéticos en distintos puntos de la geografía europea en
aquellos meses: en octubre de 1944 serían apresados ocho españoles en los Cárpatos, a
finales de marzo de 1945 otros tres fueron capturados por partisanos cerca de Nitra
(Eslovaquia). Todos ellos, pertenecientes a la 102ª, serían conducidos a campos de
prisioneros en Rumania116. De la 101ª sería capturado el exdivisionario Pérez-Ocañas,

112
NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág. 319-320.
113
En su caso concreto habría pasado por la DA entre 1941 y 1942, año que volvería a España. En 1943
marchó de nuevo al este, regresando en abril de 1944. Dos meses después partía de nuevo, ilegalmente, a
combatir, hasta ser capturado. SAGARRA, P., GONZÁLEZ, O., y MOLINA, L., Divisionarios:
testimonio gráfico de los combatientes españoles de la Wehrmacht. Madrid: Esfera de los libros, 2012.
Pág. 418-434.
114
MORENO JULIÁ, X., La División Azul. Pág. 206-207. Aporta la relación alfabética de voluntarios de
enero de 1944. Pág. 410-413. NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág. 321-323.
115
MORENO JULIÁ, X., La División Azul. Pág. 207. NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno.
Pág.323-324.
116
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 354-355.

~ 33 ~
mientras se encontraba en la región de Bucovina. En el primer campo al que lo trasladan
coincidirá con cinco españoles capturados en la frontera polaca117.

Otros voluntarios españoles formarían distintas unidades integradas en las SS; por
ejemplo, entre agosto y octubre de 1944 en Viena, contando con trabajadores y
exdivisionarios dispersos por Austria. Otro grupo se incorporará con el beneplácito de
Léon Degrelle a la División Wallonien belga entre octubre y diciembre de 1944.
También hubo presencia de españoles en unidades plurinacionales como el Jagdverban
Südwest, bajo mando de Otto Skorzeny, aunque actuarían en el Frente Occidental118.
Pese a la complejidad para estudiar la participación ibérica en las SS conocemos el
nombre de algunos españoles que serían hechos prisioneros119; aunque a menudo los
capturados eludirían responsabilidades afirmando ser civiles forzados a combatir para la
Wehrmacht, no las SS. La negativa previa de algunos voluntarios a tatuarse en el brazo
el grupo sanguíneo –señal inequívoca de pertenencia a las SS– jugaría en su favor120.

Durante los combates finales para tomar la capital del decadente Tercer Reich en
abril y mayo de 1945 se encontrarían algunos españoles: la conocida como Unidad
Ezquerra, comandada por Miguel Ezquerra que daba nombre a la misma, estaba
conformada –entre otros– por voluntarios de varias unidades de las SS reagrupados para
la defensa de Berlín121. Algunos lograrían ser evacuados, otros perecerían entre las
ruinas y un pequeño número caería prisionero del Ejército Rojo, respetando su vida en
varios casos. El Alférez Lorenzo Ocañas sería capturado a finales de abril de 1945 en
las ruinas del Cine Europa de Berlín, pese a los gritos de ayuda lanzados al resto de
españoles de su unidad. Con las manos atadas a la espalda lo someterían a un primer
interrogatorio, confundiéndolo con un espía británico; la realidad era que ostentaba el
grado de Teniente de las SS y acabaría en los campos de prisioneros en la URSS122.

Los recuerdos de Eizaguirre sobre su paso por el campo que funcionaba como
centro de clasificación y distribución de prisioneros en Moldavia resultan esclarecedores
sobre la situación que vivían miles de capturados en los últimos meses del conflicto en
Europa. Tras el paso por otros campos de Polonia y Rumania se concentrarían entre 20

117
PÉREZ EIZAGUIRRE, R., En el abismo rojo: memorias de un español once años prisionero en la
U.R.S.S. Madrid: Artes Gráficas Rehyma, 1955. Pág. 46-48 y 67-69.
118
NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág.324-326.
119
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 356.
120
Por ejemplo, conocemos que los combatientes de las unidades configuradas en Viena se negaron a
ello. MORENO JULIÁ, X., La División Azul. Pág. 208.
121
NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág. 326-328.
122
PUENTE, M., Yo, muerto en Rusia. Memorias del Alférez Ocañas. Madrid: Ediciones del
Movimiento, 1954. Pág. 25-32.

~ 34 ~
mil y 15 mil prisioneros en dicho campo, representando a más de una docena de
nacionalidades entre las que dominaban los rumanos, seguidos por los alemanes y los
húngaros. Los seis españoles que acabarían pasando por allí ocuparon la barraca de los
«internacionales», aprendiendo rápidamente que el orden interno lo imponía el grupo
más fuerte, por lo que las tensiones entre ellos estaban aseguradas. Las condiciones en
el campo no eran las mejores. El deplorable estado físico de los capturados, cansados
por la dureza de la retirada desde Stalingrado y el Cáucaso, recorriendo dos mil
kilómetros a marchas forzadas, se ve agravado por la vida de prisionero; la «escasez de
agua, junto con la enorme suciedad y miseria, consecuencia natural de la guerra» eran el
origen de las epidemias que diezmaban a los presos: la disentería y el tifus123. Otro
grupo, formado por ocho españoles pertenecientes a la 3ª Div. Alpina, sería conducido
al campo de clasificación cercano a Braşov (Rumania), pasando al de Focşani del que
partiría en tren junto a 5 mil prisioneros a Siberia a finales de octubre de 1944124.

También sería trasladado en tren el grupo de Eizaguirre, a principios de octubre de


1944, con destino a la cuenca del Donetsk. Para todos estos españoles las condiciones
del viaje al este serían muy duras: emplazados en vagones de carga abarrotados, sin casi
espacio para descansar ni desplazarse en el interior, obligándolos a estar en constate
lucha para obtener espacio, alimento y agua. La aglomeración de gente provocaba una
atmósfera irrespirable y viciada que se veía agravada por la insalubridad, miseria y
condiciones higiénicas del vagón. A causa de esto era habitual que los heridos y los más
débiles se desvanecieran, teniendo que convivir con los cadáveres durante horas hasta
que eran retirados. También agravaba la terrible sed de los prisioneros, que en ocasiones
no podían ingerir la escueta ración por la sequedad de sus bocas. El orden interno del
vagón no era eficiente, había enormes dificultades para repartir equitativamente las
raciones –especialmente el agua– lo que hacía las posiciones cercanas a la puerta zonas
muy codiciadas, generándose por ellas tensiones y trifulcas entre los prisioneros125.

Una vez en sus destinos habrían de reponer fuerzas y adaptarse a la nueva vida en
los campos; en particular fueron penosas las condiciones en las que llegaron aquellos
prisioneros enviados a Siberia, tras haber viajado 34 días «eran esqueletos con vida y al
desembarcarlos de los vagones, todos se caían al suelo de debilidad y de haber perdido
la costumbre de andar». A duras penas fueron quien de recorrer los 6 kilómetros que

123
PÉREZ EIZAGUIRRE, R., En el abismo rojo. Pág. 74-79.
124
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 363-365.
125
PÉREZ EIZAGUIRRE, R., En el abismo rojo. Pág. 79-85.

~ 35 ~
separaba el apeadero del campo de Yakursi, pudiendo descansar varios días hasta
recuperarse. Para julio de 1945 los seis supervivientes serían trasladados a los Urales,
mejorando sus condiciones de vida126. Los capturados en Berlín debieron de seguir un
recorrido similar al que el Alf. Ocañas relata. Los oficiales serían concentrados en un
edificio en Köepenick, al suroeste de la capital germana, durante mayo de 1945,
mientras los soldados se alojarían en improvisados campos. A primeros de junio llegaría
al campo de Riebendorf, situado a las afueras de Berlín, donde se concentraban unos 40
mil prisioneros, siendo el único español en el campo. A comienzos de julio marcharía
junto a 3 mil oficiales a Frankfurt del Oder, en la fronte con Polonia, a un campo de
clasificación y distribución emplazado en lo que había sido un acuartelamiento de las
SS. Para septiembre embarcaban en los trenes con dirección a Rýbinsk –conocida como
Shcherbakov a partir de 1946–, al campo nº 27. Un mes más tarde recalaría en el campo
de reposo de Bovorosky, compartido con otros prisioneros españoles127. Los últimos
españoles iniciaban el periplo por los campos de prisioneros, reencontrándose con
camaradas que cargaban a sus espaldas varios años de experiencia y serían sus guías en
el Nuevo Mundo que se les abría. Estos afortunados serían los que menos tiempo
pasarían en los campos como castigo de la derrota del fascismo en Europa.

3. El Nuevo Mundo: los campos de prisioneros


Para los españoles que serían capturados a lo largo de los 4 años de lucha contra el
bolchevismo les esperaba un futuro incierto en los campos de prisioneros de la Unión
Soviética. Entre los primeros españoles capturados en los inicios de la Operación
Barbarroja en 1941 hasta los últimos defensores de Berlín en 1945 pasarían, de media,
más de una década en los campos de prisioneros. Durante esos años se verían inmersos
en un Nuevo Mundo que descubrirían con cada campo, cada traslado, cada experiencia
interna y cada compañero de cautiverio. En cada uno de los prisioneros confluyen
casuísticas que harán de su paso un ejemplo único e irrepetible, la suma de todos ellos
nos aproxima a reconstruir una realidad tremendamente compleja para el investigador.

126
«Declaración/interrogatorio de José Garrote Hernández». Citado en TORRES, F., Cautivos en Rusia.
Pág. 363-365.
127
PUENTE, M., Yo, muerto en Rusia. Pág. 39-62

~ 36 ~
3.1. La periodización del cautiverio
La literatura prodivisionaria ha dividido estos años en 3 etapas rodeadas de un áurea
heroica que se resumen en «hambre, esperanza y resistencia». Estos corresponderían de
la siguiente forma a los años del hambre (1941-1947), los años de la vana esperanza
(1947-1949) y los años de la resistencia (1950-1954/56)128. No obstante para nosotros,
aunque prácticas, no resultan del todo acertadas por apenas plantear una visión de
conjunto, por ello aquí señalamos una periodización del cautiverio alternativa:

Debido al contexto geopolítico más amplio dividimos el tiempo en dos grandes


periodos. 1º. “La Gran Guerra Patriótica y su dura victoria (1941-1947)”, 2º. “La Guerra
Fría (1947-1954)”. El primero de ellos podemos dividirlo en dos apartados claros, “la
guerra (1941-1945)” y “la posguerra (1945-1947)”. El segundo también en dos
apartados, de la “adaptación y esperanza (1947-1950)”, a la “resistencia y rebelión
(1951-1954)”.

Dentro del primer periodo, los años de la Guerra Patriótica (1941-1945) supusieron
momentos oscuros para el pueblo soviético, centrando todas sus fuerzas en el esfuerzo
bélico. Los españoles capturados, especialmente entre 1941 y 1943, sufrieron como el
resto las carencias de un país en guerra. Abarca el tiempo de mayor hambre en los
campos, de las peores condiciones de trabajo, de falta de cuidados y escaseza material
en el cautiverio. Son los momentos donde se concentra la mortalidad, consecuencia del
mal estado en los que se encontraban. Estas graves carencias se encajan con las que
soportaban los soviéticos y responden, como ya indicamos, a la necesidad por ganar la
guerra; podemos indicar que entre los años 1944 y 1945, con el desenlace más claro, las
condiciones, aunque drásticas, comenzarían a mejorar dentro de lo posible.

Con los ojos ya puestos en la inmediata posguerra (1945-1947), los soviéticos eran
conocedores de las enormes pérdidas que habían sufrido y cómo agravaría la vuelta a la
normalidad. La gran mayoría de los españoles conocerían el final de la guerra en los
campos, volvían a sentir el desaliento del que se ve derrotado, pero también había
espacio para la esperanza de la repatriación. Los regímenes fascistizados, encabezados
por el Tercer Reich, habían sucumbido a los aliados; a excepción de la España de
Franco que se quedaba en solitario. La Unión Soviética salía victoriosa en la Gran
Guerra Patriótica: había logrado detener el avance de los invasores fascistas, revertir la
situación y asestar el golpe definitivo al corazón del Reich, ampliando su área de

128
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 74-76.

~ 37 ~
influencia a los demás Estados liberados por el Ejército Rojo y las distintas fuerzas
revolucionarias nacionales. Los costes de la victoria eran inmensos, no únicamente en
términos materiales, también en pérdidas humanas. Las condiciones en los campos
habían mejorado desde los años finales del conflicto, el trabajo seguía siendo duro pero
no tan acuciante como durante la guerra. Sin embargo, se dejarían notar las secuelas de
la guerra: sequías, malas cosechas, acuciante falta de mano de obra, apremiadas
reconstrucciones, propagación de enfermedades…

En los años siguientes las condiciones en los campos mejorarían al igual que lo
hacía la Unión Soviética, un periodo de adaptación y esperanza (1947-1950).
Progresivamente todos los complejos verían modificadas sus instalaciones, la
alimentación mejoraría, sensiblemente en un principio, a la par que se sucedían las
repatriaciones de varios contingentes nacionales. Los que permanecían en los campos
comenzaron a recibir noticias de sus familiares, misivas que también iban acompañadas
de paquetes con productos. A los españoles se les informaría en varias ocasiones de que
la repatriación estaba muy cerca, consecuencia de los contactos que se habían
establecido entre España y la Unión Soviética, aunque no llegarían a consumarse. Por el
contrario, otros españoles sí lograrían la libertad; varios antifascistas y evadidos saldrían
de los campos para afincarse en la Unión Soviética. El régimen de incomunicación que
sufrían los españoles, sin recibir paquetes ni información desde España, sumado al
descontento por no cumplirse las promesas de una temprana repatriación, equilibraría la
balanza hacia el grupo de resistentes, viendo esta posición como la única que
garantizaría el regreso a la patria.

Los últimos años del cautiverio tendrían como elemento central la resistencia y la
rebelión (1951-1954), que podríamos situar su inicio en la huelga de hambre llevada a
cabo por los resistentes en el campo nº 270, de Borovichí, en abril de 1951. Un mayor
número de españoles tomaría la decisión de organizarse de manera más efectiva para
forzar cambios en los campos y en última instancia la repatriación. Para entonces las
condiciones estaban a unos niveles óptimos, si bien los prisioneros se opondrían a acatar
las órdenes de los mandos soviéticos, especialmente el trabajo, amenazando y llevando
a cabo otras huelgas. Algo que ya estaba teniendo lugar también en el Gulag, las
huelgas se sucedían con celeridad dentro del sistema carcelario soviético. Este periodo
también coincide con la proximidad de posturas para la repatriación, teniendo un punto
de inflexión con la muerte de Stalin en marzo de 1953 y los cambios políticos
encabezados por Malenkov y Kruschev. Finalmente los españoles serían concentrados

~ 38 ~
en los campos de Ucrania para la vuelta a España, acabando en marzo de 1954 con la
entrada en Odessa del buque Semíramis, poniendo punto final al cautiverio.

3.2. La organización del sistema carcelario soviético


Presentamos la cuestión del Gulag por ver necesaria una aclaración resumida sobre
una realidad tremendamente compleja y que se encuentra en estrecha relación con los
campos de prisioneros al confundirse dentro del entramado carcelario soviético. La
Glávnoye Upravlenie Lagueréi –Dirección General de Campos–, más conocida como
Gulag, designaba más allá de la propia dirección de los campos, ya que acabaría
comprendiendo el propio sistema penal de trabajos forzados, en todas sus variedades y
formas: campos de trabajo, de castigo, de tránsito, campos para delincuentes comunes,
presos políticos y mujeres.129 La magnitud que ha cobrado la palabra Gulag desde la
década de los cincuenta para parte de la historiografía occidental ha supuesto la difusión
de una imagen frecuentemente distorsionada –por error o con conocimiento–, con datos
de escasa credibilidad y cifras desorbitadas que responden a marcados intereses
ideológicos. A lo largo del siglo pasado mediante sucesivas informaciones se iría
construyendo la realidad del Gulag, la represión en el Paraíso Soviético y la leyenda
negra del comunismo que ha perdurado hasta la misma actualidad. Varios autores
recogen sucesivamente el testigo del anterior en una carrera de relevos sin final, a la que
se suman más participantes: intelectuales, escritores, políticos, periodistas, exiliados,
medios de comunicación y entretenimiento… Sin embargo, y pese al panorama general,
no todo lo publicado han resultado ser estudios de dudosa fidelidad. Contamos con
investigaciones sobre el sistema penal soviético de gran valor que se adentran en un
tema de estudio harto complejo130. Las complicaciones de éste, sumadas a la

129
APPLEBAUM, A. Gulag. Historia de los campos de concentración soviéticos. Barcelona: Debate,
2014. Pág. 19-20.
130
No es nuestra intención entrar a revisar las publicaciones sobre el Gulag y la represión en la URSS ni
compete a nuestra investigación atender estas cuestiones más allá de las puramente útiles para nosotros.
No obstante, señalamos autores que se han centrado en el tema desde visiones que, para otros autores y
nosotros mismos, resultan poco fiables: CONQUEST, R., Justice and the legal System in the USSR.
Londres: The Bodbey Head, 1968; The Great terror: Stalin’s purge of the thirties. Nueva York:
Macmillan, 1968. SOLZHENITSYN, A. I., Archipiélago Gulag: 1918-1956. Ensayo de investigación
literaria. Barcelona: Plaza y Janés, 1974. COURTOIS, S., (et al.)., El libro negro del comunismo.
Barcelona: Ediciones B, 2010. Por otro lado señalamos algunos autores, lejos de ser considerados pro-
comunistas, que presentan una aproximación más fidedigna y plausible: ZEMSKOV, V. N., “Gulag
(aspectos histórico y sociológico)”. Investigación Sociológica, nº 6, 1991. Pág. 10-27. GETTY, J. A.,
RITTERSPORN, G. T., y ZEMSKOV, V. N., “Victims of the Soviet Penal System in the Pre-war Years:
A First Approach on the Basis of Archival Evidence”. The American Historical Review, Vol. 98, nº 4,
1993. Pág. 1017-1049. XLEVJUK, O. V., 1937: Stalin, NKVD y la Sociedad Soviética. (en ruso) Moscú:
República, 1992. APPLEBAUM, A. Gulag.

~ 39 ~
información no siempre veraz, en gran parte procesada y construida ex profeso,
habitualmente desemboca en equivocaciones a la hora de acercarse al sistema carcelario
en la Unión Soviética.

No hacemos referencia a lo mismo si hablamos de un Gulag o de un campo de


prisioneros de guerra, pese a que la confusión se hace comprensible por las difusas
fronteras administrativas de ambos sistemas. Con la ocupación soviética de la Polonia
oriental en septiembre de 1939 se establecerían los primeros campos para prisioneros y
se crearía la Administración General para Prisioneros de Guerra e Internos (conocida
como UPVI, a partir de enero de 1945 conocida como GUPVI), dependiente del NKVD
(a partir de marzo de 1946 conocido como MVD), que se haría cargo de los más de 200
mil polacos capturados, aunque la inmensa mayoría serían liberados poco después. Tras
la invasión alemana a la URSS en 1941 los campos de prisioneros soviéticos seguirían
existiendo, pese a que el volumen de capturados no sería tan elevado como a partir de
1943. En la práctica, muchos prisioneros fueron inicialmente concentrados en terrenos
pobremente preparados para ellos, sin más infraestructuras que las alambradas que
delimitaba el campo, aunque en otros casos serían rápidamente trasladados a campos
capacitados para su propósito, siendo ampliados y mejorados por los propios ocupantes.
Por algunos de ellos pasarían las primeras decenas de españoles capturados en los dos
años iniciales de la guerra; como ejemplo de recorrido por los campos antes de 1943
recogemos el que realiza, junto a varios divisionarios más, Eusebio Calavia: desde el
frente del Vóljov al campo nº 74, de Oranki, en la región de Nizhny Nóvgorod en enero
de 1942, pasando en mayo del mismo año al nº 99, de Karagandá, en Kazajistán, hasta
el traslado en diciembre al campo nº 58, de Potma, en la República de Mordovia, donde
permanecerá hasta bien entrado el año 1943131.

Para entonces las condiciones de los prisioneros eran una preocupación mayor entre
los soviéticos, que conseguían revertir la situación del conflicto y comenzaban a
capturar grandes cantidades de enemigos, de las que se pueden citar los más de 91.000
combatientes hechos prisioneros solamente en la victoria de Stalingrado. Las tasas de
mortalidad entre los capturados en los primeros meses de 1943 alcanzaron cifras muy
altas debido a la falta de preparación de los captores para hacerse cargo de la enorme
masa humana a su cargo, no contando siempre con suficiente cuidados ni instalaciones
adecuadas, en gran medida consecuencia de la invasión alemana y el esfuerzo de guerra

131
CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 51-95.

~ 40 ~
soviético132. Entre 1943 y 1944 el NKVD se dedicó a mejorar la situación de los
prisioneros, además de establecer un nuevo departamento de campos de trabajo en
marzo de 1944 destinado especialmente a los capturados. Por esas fechas ya estaban en
funcionamiento diversos campos de prisioneros habilitados, por los que pasarían el
grueso de los españoles capturados en Krasny Bor, concentrados inicialmente en el
campo nº 158, de Makarino, en la región de Vólogda.

Al final de la guerra los soviéticos habían capturado a unos 2,5 millones de


alemanes, así como poco más de 1 millón de soldados de otras nacionalidades europeas
y cerca de 600.000 japoneses, un total que superaría los 4 millones de personas
dispersas en los diversos campos133. A la vista de estas enormes cantidades resulta de
interés señalar los pocos españoles que acabarían prisioneros, ya que esto marcará su
paso por los campos pues no siempre formarían grupos grandes que pudiesen ayudarse
mutuamente, imponerse u obtener ventajas durante la vida carcelaria, aunque se vería
contrarrestado por el fuerte sentimiento ideológico y patriótico continuamente mostrado
por algunos divisionarios así como la posterior concentración de españoles en los
mismos campos.

La experiencia interna y las condiciones en los Gulag y los GUPVI presentaban


amplias similitudes a pesar de pertenecer a sistemas distintos. En ocasiones los
prisioneros fueron enviados a lagpunkts especiales, establecidos por el Gulag sólo para
ellos, compartiendo espacio de trabajo con presos comunes; otros capturados serían
integrados directamente en el Gulag, lo que recalca las dificultades para establecer
diferencias entre ambos sistemas134. Los prisioneros, tanto comunes como de guerra,
con mayor formación técnica y científica serían alojados en los sharashka, espacios
dedicados a investigación y desarrollo (I+D) para la industria soviética, especialmente
aeronáutica, que dependían del Gulag. Por el carácter de la DA ningún prisionero de
guerra acabaría en ellos, aunque sí hay conocimiento del paso de unos pocos españoles
republicanos por estas instalaciones135. La información que disponemos sobre los Gulag

132
Algunos autores apuntan que la tasa de mortalidad ronda el 60%, aunque puede que fuesen mayores
debido a los fallecidos entre la captura y la inscripción en los registros soviéticos. ZAGORULKO, M. M.,
(Ed.). Prisioneros de guerra en la URSS. Pág. 31 y 333.
133
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 433.
134
Ibídem. Pág. 434.
135
El piloto español Vicente Monclús Guallar recuerda haberse topado en 1951 con dos españoles
trabajando en un objetivo secreto: Francisco Ramón Molina y Juan Blasco Cobo, ambos condenados a 10
años de trabajados forzados. Con más detalles narra su trayectoria en la URSS Blasco Cobo. MONCLÚS
GUALLAR, V., 18 años en la U.R.S.S.: Viacrucis en el paraíso soviético, como vive, estudia, trabaja y
trata el pueblo ruso. Buenos Aires: Claridad, 1959. Pág. 127-128. BLASCO COBO, J., Un piloto español
en la U.R.S.S. Madrid: Antorcha, 1960.

~ 41 ~
en esos años y los testimonios de los prisioneros de guerra coinciden a grandes rasgos
en cuanto al funcionamiento, las instalaciones, la alimentación o el trabajo en ambos
sistemas, aunque en la práctica todos y cada uno de los complejos presentasen
características propias que hacía diferente la vida a sus ocupantes. La localización del
campo, el periodo de estancia o la voluntad de los mandos y presos son algunas de ellas.

La organización interna de los campos presenta una estructura y jerarquía difícil de


reconstruir por la variedad de terminología usada en los relatos que disponemos a lo que
se suma la permanente niebla burocrática de la Unión Soviética; a pesar de ello
podemos establecer una aproximación explicativa para nuestro trabajo. La dirección,
organización y estructura de trabajo del campo estaba controlada por el NKVD,
mientras el PCUS se encargaba de la dirección política. Al mando de cada campo
central de prisioneros, y los posibles campos dependientes de este, se encontraba un Jefe
Administrativo –también referido como Jefe de Unidad o Jefe del Campo–, ocupado
casi siempre por un oficial militar de grado variable –los relatos recogen los de Capitán,
Mayor, Comandante, Teniente Coronel y Coronel–. Internamente existían varias
Secciones, mandadas asimismo por Oficiales, que según el Cap. Oroquieta sumaban
hasta 5: 1ª. Operativa, 2ª. Trabajo, 3ª. Financiera, 4ª. Vestuario, 5ª. Sanitaria136.

La primera de ellas, dirigida por un Jefe Político –también referido como Jefe de
Disciplina, miembro del PCUS–, era la de mayor importancia, ya que se encargaba del
control de los prisioneros y el campo, e incluía el Servicio de Información interno
formado por una red de delatores. Al cargo de la segunda y tercera –y muy
posiblemente de la cuarta también– se encontraba el Jefe de Trabajo, la autoridad
encargada de la vertiente económica y logística, aunque a su vez dependía del Jefe
Administrativo. Contaba con varios subordinados, conocidos como capataz o brigadier,
que se encargaban de distribuir las distintas tareas y controlar el rendimiento, tanto de
los prisioneros en las brigadas de trabajo como del campo. Por último, encargado de la
Sección Sanitaria encontramos al Jefe Sanitario, personalizado en un doctor o –
frecuentemente– una doctora, que tenía bajo su responsabilidad a los médicos y
sanitarios de las instalaciones médicas del campo. Usualmente el personal médico era
reclutado entre los prisioneros con formación y, a pesar de no existir médicos españoles
capturados, algunos divisionarios tendrían la ocasión de trabajar cierto tiempo bajo las

136
OROQUIETA ARBIOL, G. “Aspectos de la vida en los Campos rusos de prisioneros”. Ejército.
Revista Ilustrada de las Armas y Servicios, nº 177, octubre de 1954. Pág. 28-29.

~ 42 ~
órdenes del Jefe Sanitario, así como beneficiarse de la ayuda ofrecida137. (Véase
Organigrama 1.).

Las Secciones a cargo del Jefe de Trabajo y las competencias del Jefe
Administrativo tenían un carácter eminentemente administrativo, mientras el Jefe
Sanitario tenía mayor autonomía en su trabajo, decidiendo si el prisionero estaba en
condiciones de trabajar y el tipo de actividades que podía realizar. Por su parte el Jefe
Político controlaba el orden y los castigos, a la vez que recopilaba información gracias a
interrogatorios o delaciones, unas tareas más dinámicas dentro del campo. Por encima
de las autoridades de los campos se encuentra la Dirección de Campos, que controla el
funcionamiento de un número variable de campos, formado internamente por las
mismas Secciones que se encuentran en los campos. Esta Dirección depende a su vez de
los representantes del NKVD de la región, que tienen a su cargo las compañías y
destacamentos del NKVD, guardia armada de los campos. Finalmente el entramado de
todas las regiones llega hasta el organismo central superior, previamente mencionado,
denominado Administración General para Prisioneros de Guerra e Internos (GUPVI).
(Véase Organigrama 2.)

Mientras, en el interior de los campos se conformaba algo que podríamos calificar


como una sociedad carcelaria. Hemos de ser conscientes que la privación de libertad no
provoca una ruptura por completo con el mundo más allá de las alambradas, pues en
este espacio siguen existiendo necesidades materiales, algunas tan básicas como la
alimentación, y otras quizás menos, pero aun así necesarias, como las peluquerías y
barberías. Serían los propios prisioneros quienes ocupasen la amplia lista de puestos de
trabajo necesarios para el funcionamiento diario de los campos. Mayormente las tareas
que podían desempeñar estaban estrechamente ligadas a la organización del campo: en
las cocinas, lavaderos, organizando las brigadas de trabajo y las barracas –conocidos
respectivamente como brigadier y jefe de barraca–, también en los hospitalillos y
enfermerías, así como en trabajos más puntuales de traslado de materiales, reparación,
limpieza o enterramiento de cadáveres. En los campos de gran tamaño, con mayor

137
Un pequeño grupo de 7 divisionarios condenados a 25 años en campos de reeducación y trabajos se
encontrarían con un médico español que había permanecido fiel a la República durante la guerra y se
exilió en la URSS, donde alcanzaría el grado de Teniente Coronel de Sanidad. Al enterarse del paso del
grupo hispano por el campo de tránsito de Karabás, en la región de Karagandá (Kazajistán), se interesó
por ellos y les ofreció su ayuda. Los divisionarios, en principio recelosos, acabarían convencidos de que
se trataba de un camarada más. MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 164 y 172-173.
Véase sobre Karabás el breve artículo del explorador sueco STRANDBERG, M., “Expedition Karlag:
Mass graves in Karabas”. Página de Mikael Strandberg 31 de enero de 2016. Disponible en:
https://www.mikaelstrandberg.com/2016/01/31/karabas/

~ 43 ~
confluencia de personas, podían estar disponibles algunos servicios extras en los que
trabajaban, como las citadas peluquería y barbería, sastrerías y zapateros138.

Los prisioneros no siempre veían con buenos ojos a sus ventajosos compañeros de
infortunio, para el Cap. Oroquieta «tristes hijos de Judas», asociando su puesto
preferente con haber sido desertores o estar en sintonía con la dirección del campo y sus
propósitos. Ocupar uno de estos puestos suponía grandes ventajas en la vida de
prisionero; «las treinta monedas infamantes que cobraban estas gentes viles y rastreras»
consistían en, por ejemplo, estar exentos del trabajo fuera del campo, desempeñar sus
labores dentro de las barracas resguardados del extremo frío, o recibir mejor comida y
trato dentro del campo, desde más libertad a mejores alojamientos y prendas139. En el
mejor de los casos los apelativos no eran tan drásticos, quizás algo más empáticos,
como señalaba Manuel Sánchez Lozano a su llegada al campo nº 58, de Potma, en la
República de Mordovia, refiriéndose al trabajo de los alemanes, «a esta gente casi no la
conocía, se doblegaban con mucha facilidad y su moral resultaba como la de un niño.
Había momentos que me daba pena verles, los había conocido en otros tiempos y aquel
cambio a derrota les tenía hundidos, su moral había caído por los suelos. Ya no eran los
mismos»140.

La realidad podía ser otra, ya que no se ha de asociar estos puestos con ser un
colaborador activo de los captores. El mismo Manuel Sánchez, tras un breve paso por el
campo nº 58, sería destinado junto a otros españoles al campo filial de este, nº 5,
ocupando los puestos preferentes del mismo, así «un pequeño grupo pasamos a ocupar
la zona exterior dedicados al traslado de abastecimiento de víveres del Campo Central,
de suministrar la leña al mismo campo y otros menesteres que ya no resultaban tan
gravosos»141. Otros españoles, entre los que se encontraba Joaquín Poquet, a su llegada
al campo de Tchernoska, filial del nº 160, de Súzdal, en la región de Vladímir, traban
una rápida amistad en su primer encuentro con el Jefe del campo –el Teniente Coronel
Moseiew, alías el Letón– que ordena a su sargento que les den ropa y botas nuevas, a la
vez que da órdenes para que no saliesen al trabajo, encargándoles labores de cocina a fin
de que recuperen su aspecto. Sin embargo, a ojos de los prisioneros rumanos y

138
Por poner algún ejemplo de prisioneros españoles encargados de estas tareas: Joaquín Poquet
Guardiola, a lo largo de los años, trabajaría como ayudante en las cocinas, zapatero, enfermero, tareas
varias dentro del campo y enterrador. POQUET GUARDIOLA, J., Memorias. Pág. 23-24, 33, 35-39 y 44.
139
OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a Odesa. Pág. 147-148.
140
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 66.
141
Ibídem. Pág. 76.

~ 44 ~
húngaros, estos españoles serán vistos como traidores y espías por sus puestos
preferentes, por lo que habrán de suplicar al Jefe para que los dejen ir a trabajar142.

3.3. Morfología de los campos de prisioneros


La composición de los campos de prisioneros no distaba mucho, como en otros
aspectos, a la que tenía el Gulag. Las descripciones hechas por los prisioneros
acostumbran a diferenciarse poco entre sí, lo que nos permite representar la imagen de
un campo de prisioneros estándar. Algunos repatriados, además de dejar por escrito sus
vivencias, emplearon sus dotes artísticas para plasmar en dibujos lo que habían visto en
sus años de cautiverio. No obstante, los campos soviéticos no habían sido diseñados
siguiendo un riguroso patrón, tendrían características muy similares pero al mismo
tiempo existieron enclaves con rasgos propios. La forma a la que nosotros nos
referiremos sería la más común –estereotipada si se prefiere– entre los cientos de
campos establecidos, la que se quedaría grabada en la memoria de los prisioneros.

La estructura básica de un campo sería un rectángulo o cuadrado de tamaño variable


según la cantidad de presos a alojar, evitando las formas orgánicas o irregulares con el
fin de asegurar la vigilancia y evitar posibles fugar. Su emplazamiento acostumbraba a
ser en lugares despejados no muy alejados de algún núcleo de población y de vías de
ferrocarril. El espacio destinado al campo se encontraba delimitado por una serie de
postes de madera de entre 3 y 6 metros de altura, distantes 6 metros entre sí, en los que
se disponían horizontalmente entre 7 y 15 hileras de alambrada. Habitualmente se
colocaban dos alambradas completas bordeando el campo dejando un espacio, de unos
dos metros de separación entre ambas, destinado a las garitas de madera que se elevaban
a unos 6 metros del suelo y que contaban con reflectores y guardias postados. A estas
medidas de seguridad se añadía en algunos casos la presencia de perros adiestrados,
encadenados a un alambre que les permitía moverse por todo el perímetro. Por orden de
los reglamentos de 1939 dictados por Beria las alambradas estarían flanqueadas por una
tierra de nadie, formando una franja de unos cinco metros de ancho convenientemente
preparada para permitir la fijación de huellas en caso de evasiones, que se rastrillaba en

142
El Letón había combatido en la Guerra Civil Española con las Brigadas Internacionales, siendo
capturado por el bando franquista e internado en un campo de prisioneros en Miranda del Ebro. POQUET
GUARDIOLA, J., Memorias. Pág. 23-24.

~ 45 ~
verano y se dejaba cubierta de nieve en los meses fríos. La entrada y salida al complejo
se realizaba por la vajta, el puesto de guardia143.

La monotonía de la zona que quedaba dentro se veía únicamente rota por las
estructuras destinadas a la vida de los prisioneros, un número variable de barracas
rectangulares y alargadas destinadas a fines distintos. Construidas con madera,
formaban un «esqueleto de palos revestido con una doble hilera de tablas y entre ellas
un hueco como de 20 cm que los llenaban de aserrín como material aislante. Por fuera
eran recubiertas de un enlucido a base de barro»144. En ellas se encontraban las
instalaciones del campo: viviendas, letrinas y baños, comedor, cocina, almacenes,
botiquín y lazareto, Club, oficinas, etc. No todos contaban con las mismas, dependía en
gran medida de la función que cumplía el complejo, aunque los elementos básicos
estaban presentes. A menudo el único edificio del campo construido con ladrillos o
piedra era una especie de búnker rodeado por alambradas –conocido como Hotel en el
argot de los prisioneros– destinado al calabozo y las celdas de castigo del campo145.

Los barracones que se destinaban a albergar a los prisioneros habituaban disponer de


«dos filas paralelas de literas contiguas, apoyadas a los muros laterales y superpuestas.
[…] Si permanecían sentados y eran de estatura corriente, tenían que doblar la cabeza
para no tropezar en el techo»146. Disponían de estufas de ladrillo o calderas,
habitualmente un par, que calentaban el ambiente ya de por sí cargado a causa del calor
humano que desprendían sus inquilinos. La leña era suministrada por la dirección del
campo –unos 500 gramos por plaza al día, señala Oroquieta147–, además de la que
conseguían los propios prisioneros por otros medios. Los relatos no son conclusos sobre
si contaban con mobiliario vario –tal como bancos, mesas, sillas, armarios, cuadros,
etc.–, aunque de haber contado con él posiblemente hubiese acabado sirviendo como
combustible para calentarse. Las barracas contaban con pequeñas ventanas de doble
cristalera, a modo de aislante, por las que penetraba a través del hielo acumulado una
mortecina luz propia de los meses fríos. Durante los primeros años la estancia estaba
iluminada por lámparas de petróleo, el cual no abundaba, teniendo que ingeniárselas
para poder alumbrar la barraca con métodos alternativos; por ejemplo con cortezas secas
de árbol que desprendían una viva luz, si bien cargaba más la atmósfera y provocaba

143
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 210-211. OROQUIETA ARBIOL, G. “Aspectos de la vida en los
Campos”. Pág. 28.
144
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 133.
145
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 259-260.
146
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 133-134.
147
OROQUIETA ARBIOL, G. “Aspectos de la vida en los Campos”. Pág. 28.

~ 46 ~
abundante lagrimeo por la considerable humareda que generaba148. A partir de fechas
tempranas de 1946 la iluminación eléctrica comenzó a estar presentes en los campos.
Los dependientes del nº 270, de Borovichí, en la región de Nóvgorod serían de los
primeros, generalizándose estas instalaciones al resto de complejos para 1948149.

También por esas fechas estarán plenamente presentes ciertas mejoras en las
condiciones de vida de los prisioneros que durante los primeros años no eran tan
habituales, como el reparto de colchonetas y almohadas rellenas de virutas de madera o
hierbas secas, juegos de sábanas y mantas o mejores prendas de ropa y calzado. Con
anterioridad no siempre habían contado con tales enseres, en muchos casos
permanecieron varios meses con la misma ropa que llevaban al ser capturados,
«llevamos más de año y medio prisioneros –narra Julio Jiménez– y los rusos no se han
dado cuenta todavía de que tenemos todo deshecho por el trabajo. Algunos enseñan sus
carnes a traves de los jirones […] por los que se filtra el frío recorriendo todo el
cuerpo»150. También se veían obligador a descansar sobre las tablas desnudas de las
literas, salvando con ingenio las incomodidades, improvisando mantas y almohadas con
sacos de arpillera y trapos, además del bautizado como colchón español151. Si bien otros
relatos de prisioneros aseguran haber contado con colchonetas rellenas, mayormente de
paja, que cada dos o tres años se renovaba, aunque «se prefería dormir en la vieja paja, a
la que se había tomado cariño porque se amoldaba perfectamente al cuerpo». Estas se
cubrían con una manta, y a mayores una sábana y prendas de ropa152.

El extremo frío era uno de los mayores problemas de los prisioneros. Aunque las
barracas solían ser espacios templados o, al menos, más cálidos que el exterior, podían
tener grietas y aberturas por las que se colaba el viento gélido. De su arreglo se hacían
cargo los propios prisioneros, empleando los métodos más rudimentarios y eficaces
posibles. Su trabajo en ocasiones significaba una transformación total; en 1945, en el
campo nº 158, de Makarino, en la región de Vólogda, «las barracas estaban arregladas y
pintadas, en verano había jardines, la luz eléctrica apareció, en fin, algún confort había»
gracias a los prisioneros y la «eficaz organización alemana»153. Otro gran problema era

148
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 133. PUENTE, M., Yo, muerto en Rusia. Pág. 103
149
KOVALEV, B. N., “Prisioneros de guerra españoles en el campo de Borovichí”. (en ruso) Almanaque
“Chelo”, nº 1, 2009. Pág. 29.
150
JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 56.
151
La constante fricción del cuerpo tumbado contra la madera provocaba a la larga heridas, especialmente
en la zona de la cadera, rodillas y hombros. La ingeniosa solución fue poner trapos entre las piernas y en
la cadera, se dice que fue ocurrencia del Sgto. Salamanca.
152
OROQUIETA ARBIOL, G. “Aspectos de la vida en los Campos”. Pág. 31.
153
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 148.

~ 47 ~
la necesidad de agua en las barracas, que obligaba a sus ocupantes a ir en su búsqueda al
punto de agua corriente más cercano, aunque en algunos campos disponían de una red
de tuberías, sin embargo con el frío estas solían congelarse y quedar inutilizadas. Las
dificultades de abastecimiento se veían agravadas si el campo no disponía de agua
corriente en su interior, lo que provocaba otros inconvenientes. A finales de 1944 los
españoles en el campo de Bovorosky, región de Vólogda, tenían que ir y venir a
temperaturas muy bajas desde el río cercano cargando los cubos que:

«…No eran más que recipientes de agua helada. Las manos habían hecho un
mismo cuerpo con las asas de los calderos. Para dejarlos, fue necesario soltar con
éstos la piel de la palma de las manos que, de momento, por estar heladas, no parecían
doler. […] Comenzaron a frotarlas para intentar calentarse. Fue entonces […] cuando
se hicieron patentes los dolores producidos por las quemaduras del frío. Entraron en la
barraca llorando. El calor de la habitación aún les hizo empeorar. Eran
estremecedores los gritos de dolor»154.

En las barracas solían compartir espacio entre 100 y 200 hombres, pero estos podían
superar los 300 si las necesidades del campo lo obligaban. Lógicamente, cuando sucedía
esto las condiciones de vida de los prisioneros empeoraban por el hacinamiento y la
mayor insalubridad generada. Esto provocaba que el ya de por si escaso espacio
personal para descansar de los prisioneros se redujese, pasando de dormir en unos 65
cm a únicamente 40 o 35 cm155. Los que tenían suerte podían pernoctar apilados en las
literas, pegados unos a otros sin poder cambiar de postura, los menos afortunados tenían
que conformarse con el suelo. La atmósfera de la habitación se veía cargada todavía
más; el calor humano generado, sumado a las condiciones higiénicas de los ocupantes o
la humedad desprendida por sus prendas húmedas creaban un insano y poco agradable
ambiente. Asimismo, poco ayudaban los cubos que servían de letrinas por las noches,
pese a ser vaciados por las mañanas siempre solían desbordarse durante su traslado,
permaneciendo los restos sin limpiar en el suelo de la barraca.

La consecuencia al deplorable estado higiénico de las estancias era la proliferación


de insectos; chinches, piojos, mosquitos… suponían un gran incordio para los
infectados, algo que ya habían sufrido en las trincheras. No obstante la aparición de
ratas podía suponer un inesperado regalo, ya que en momentos de imperiosa necesidad
las cuestiones sobre el sentido del gusto desaparecen. Por último, en el exterior de la
154
TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 179.
155
OROQUIETA ARBIOL, G. “Aspectos de la vida en los Campos”. Pág. 31.

~ 48 ~
barraca se disponían un par de bidones de agua preparados en caso de incendio,
preocupación que derivó en las intermitentes visitas de un pozharnik –bombero–
encargado de vigilar que nadie se saltase la prohibición de fumar en las barracas156.

A partir de 1943, como método de presión o castigo contra los prisioneros más
conflictivos, aquellos que no se aclimataban como lo esperaban los mandos o en
repetidas ocasiones manifestaban su negativa a respetar el orden impuesto en el campo,
se comenzaron a habilitar unas barracas especiales para estos. En ellas las condiciones
de vida podían empeorar, al contar con menos comodidades que las estándar, sin literas
o calefacción. Conocidas como barracas fascistas, albergaron conjuntamente a
prisioneros de todas las nacionalidades, aunque a partir de 1947/1948 no fueron tan
comunes, o al menos no aparecen frecuentemente en los relatos157.

El resto de barracas en las que discurría la vida de los prisioneros se diferenciaban


unas de otras por su distribución interna, ya que por fuera todas parecían mantener la
misma imagen. La banya –casa de los baños– tenía como propósito la desinfección de
las prendas y mantener la higiene de los prisioneros, a fin de evitar la proliferación de
enfermedades contagiosas, pero también de mantener la salubridad básica158.
Habituaban tener una sala donde dejar la ropa para la desinfección a altas temperaturas
y con vapor, dando paso a otra sala en la que se reunían a los hombres. En ella podían
contar con una caldera repleta de agua que llenaban los cubos de madera que servían
como baño, en los mejores de los casos disponían de rudimentarias duchas instaladas. A
pesar de esperar una estancia caliente no siempre era así, ya que el mal estado de esta o
las corrientes que entraban podían crear una atmósfera templada que no invitaba al
baño. Con gran rapidez debían de asearse lo mejor posible y lavar su ropa interior, algo
que se veía dificultado por la aglomeración de personas en un espacio pequeño y la
presencia del vapor de agua o el humo de las calderas que complicaba la visibilidad159.
Para algunos estos baños regulares suponían un suplicio por el frío mientras que para
otros un alivio por poder desprenderse de tanta suciedad impregnada por el trabajo160.

El barracón dedicado a la stolovaya –el comedor– cumplía la fundamental tarea de


preparar los alimentos y servirlos. Pese a imaginarnos una tarea sencilla la de cocinar

156
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 56 y 69.
157
TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 172-174.
158
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 223-226.
159
OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a Odesa. Pág. 77-78. PUENTE, M., Yo, muerto en Rusia.
Pág. 93.
160
JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 23-24. SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera.
Pág. 56 y 68.

~ 49 ~
para los prisioneros en realidad era más compleja, teniendo que realizar una distribución
específica de cada tipo de ingrediente para cada categoría de trabajador prisionero161.
Por dentro las barracas estaban formadas en dos espacios, uno destinado a la cocina y
otro, mayor, en donde se disponían las mesas corridas con bancos a ambos lados. Según
algunos relatos, en los campos de castigo «las mesas eran de cemento, altas, por lo que
era materialmente imposible comer sentado […] tampoco había bancos, viéndose
obligados […] a comer sin descansar unos momentos», aunque pocos españoles los
sufrirían162.

Las escenas a la hora de las comidas eran de gran ajetreo mientras los hambrientos
prisioneros esperaban turno en grupos con sus recipientes. Durante los primeros años la
dirección del campo no siempre contaba con suficiente menaje para todos ellos, por lo
que se improvisaron soluciones; desde el empleo de las latas vacías y de cucharas
artesanales a el reparto en un gran recipiente entre un pequeño grupo de prisioneros,
teniendo que apañarse ellos «con una cuchara que nos íbamos pasando de unos a otros
comíamos de aquel cubo […] en otro cubo, se nos dio de beber chai […] tomándolo en
un jarrillo que nos íbamos pasando también entre nosotros»163. También por las mismas
no en todos los campos existían barracones destinados al comedor, obligando a
repartirse directamente la comida en cubos de agua entre las barracas, donde
aguardaban los prisioneros «sentados unos encima de otros, es decir, sentado uno en la
litera de arriba, con los pies colgando sobre el plato del de abajo»164. El reparto también
provocaba que la comida llegase fría, e incluso que el carrito en la que se transportaba
fuese asaltado por otros prisioneros165.

En algunos campos existía una barraca de usos múltiples, bautizada como el Club,
que estaba destinado al ocupar el tiempo de esparcimiento y recreo de los prisioneros
con numerosas actividades. En él se encontraba una biblioteca, varios paneles para
colocar los periódicos murales que aportaban información destacada sobre la Unión
Soviética y el mundo, un espacio con mesas y sillas que servía de improvisado salón de
actos para conferencias, representaciones o proyecciones, además de diferentes juegos
de entretenimiento como el ajedrez, el dominó, las damas o los naipes. En el recuerdo
de los prisioneros recogen también que se podía escuchar música en el Club,

161
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 227-234.
162
PUENTE, M., Yo, muerto en Rusia. Pág. 96.
163
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 56.
164
PUENTE, M., Yo, muerto en Rusia. Pág. 95
165
PÉREZ EIZAGUIRRE, R., En el abismo rojo. Pág. 89

~ 50 ~
interpretada por bandas formadas por los propios prisioneros o en viejos vinilos de
música de distintas nacionalidades166. La literatura sobre el socialismo y sus pensadores
abarcaba la mayoría de las estanterías de la biblioteca, aunque siempre quedaba algún
hueco para clásicos rusos. El gran inconveniente era su idioma. No todos los prisioneros
dominaban el ruso básico, por lo que se debieron editar ediciones en distintos idiomas
para atraer a los lectores; a partir de 1943 sería más habitual toparse con estas
publicaciones, por ejemplo el Mundo Obrero en español que trataba cuestiones sobre
Franco o la Iglesia167.

Los objetivos del Club tenían su análogo en otras barracas muy similares existentes
en el Gulag: estas eran dependientes del Kulturno-Vosptatelnaya Chast –el
Departamento Cultural-Educativo del Gulag, conocido como KVCh– que tenía por
objetivo mejorar la producción del campo gracias al convencimiento de los presos y la
propaganda168. Para el caso de los prisioneros de guerra los objetivos eran muy
similares, ampliándose a la reeducación política e ideológica de hombres que formaron
parte de las fuerzas fascistas y resultaba conveniente acercar a la empresa socialista.
Algunos prisioneros señalan que era obligatoria la asistencia a charlas donde, con el fin
de convencerlos políticamente, «pregonaban la traición a la patria, el ateísmo, el renegar
de los seres queridos», compartían información sobre falsas operaciones bélicas
favorables a los soviéticos o acontecimientos de los países de origen de los grupos,
además de informarles de la labor que estaban realizando y la necesidad de trabajar más.
Cerrando la sesión se cantaba La Internacional y otros himnos, «claro que solo
conseguían leves murmullos»169. No obstante, no debemos suponer que la asistencia
regular –voluntaria o involuntaria– implicaba aceptar las consignas lanzadas. Dentro de
la monotonía que supone la vida en los campos de prisioneros el Club y sus actividades
podía suponer un oasis de evasión, diversión o simple desahogo personal compartiendo
momentos de ocio con otros compañeros de infortunio.

Otra de las barracas fundamentales era el hospitalillo, enfermería o lazareto del


campo, encargado de los prisioneros enfermos o heridos durante un tiempo de
recuperación hasta que podían volver a la normalidad del campo. Por dentro
acostumbraban a disponerse varias salas según el tipo de enfermedad, y contaban con
camas mejor acondicionadas que los barracones de viviendas, con colchones, almohadas

166
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 64.
167
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 134.
168
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 248-257.
169
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 134.

~ 51 ~
y ropa de cama. El reparto de alimentación también era superior, a fin de evitar la
muerte y acelerar el proceso de recuperación del enfermo170. La cuestión médica ha
supuesto una constante nota crítica por los prisioneros que visitaron las instalaciones y
las dejaron grabadas en sus mentes. Se recalca en numerosas ocasiones la falta de
preparación de las doctoras rusas, que «no serviría en Europa ni para ayudante de
practicante», mientras que, por el contrario, serían los sanitarios prisioneros quienes
lograban salvar muchas vidas; asimismo las malas condiciones de higiene, intendencia y
confort de los hospitalillos171.

Durante los primeros años la escasez de material resultaba alarmante, «en esta época
–recuerda Miguel Antonio Moreno– solo disponía de alguna que otra tira de trapos
amarillos que utilizaban como compresas o vendas y un líquido de color amarillo
verdoso como desinfectante, termómetro y se acabó el inventario»172. En momentos de
concentración de gran cantidad de enfermos no siempre daban abasto en el hospitalillo,
se encontraba «siempre lleno y los pacientes tenían que permanecer en las barracas,
tirados y abandonados en cualquier rincón». Los que sí lograban ser ingresados, como el
Alf. Ocañas, ocupaban los sitios que iban quedando libres en «donde hacia
aproximadamente dos horas había muerto mi antecesor […] Todo estaba igual que él lo
había dejado. Le di media vuelta a la colchoneta y sin cambiar las ropas, con las mismas
mantas en que él había fallecido, me acosté»173. Obtener una cama podía suponer un
lujo para los prisioneros, que no dudaban en aguardar la revisión médica a esperas de
ocupar una plaza que los alejase del trabajo, aunque otros fuesen por extrema necesidad
al verse cercanos al colapso174. A partir de 1946/1947 las condiciones de los
hospitalillos mejorarían considerablemente, a pesar de expandirse por algunos campos
severas epidemias de enfermedades como el tifus. La mejora generalizada en los
campos de prisioneros se haría notar, contando con mayores comodidades y materiales,
que se verá reflejado en el descenso de la mortalidad en los años sucesivos.

Asociada a estas instalaciones se ha de mencionar la barraca de los muertos –el


depósito de cadáveres– por lo general en un estado viejo, destruida o abandonada. Por
las condiciones climáticas, en los meses fríos podían mantenerse los cuerpos en ellas sin
que se descompusieran. Dentro se apilaban de la mejor manera posible, habitualmente

170
PUENTE, M., Yo, muerto en Rusia. Pág. 67-68. MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág.
135.
171
PUENTE, M., Yo, muerto en Rusia. Pág. 69-71.
172
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 135
173
PUENTE, M., Yo, muerto en Rusia. Pág. 70.
174
JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 46-48.

~ 52 ~
sin ropas ni identificaciones, permaneciendo a la voluntad de los roedores y otros
animales que pululaban por el interior de la estancia. Una vez se veía conveniente por
las autoridades del campo, se cargaban en una troika –carruaje tradicional ruso– y eran
trasladados a su destino final175. Algún campo contaba con cementerios más o menos
delimitados, en otros casos se enterraron en fosas improvisadas que quedaban a merced
de animales salvajes que desenterraban los cuerpos176.

Hemos de ser conscientes que no todos los campos presentaban las mismas
condiciones materiales entre ellos. La construcción desde cero de las instalaciones o las
reformas realizadas por los propios prisioneros resultó algo común durante los años de
cautiverio, especialmente en los primeros momentos al necesitar espacios para albergar
las masas de capturados. Algunos españoles señalaban con cierta ironía que tal vez «los
rusos piensan que como fueron los españoles que descubrieron América deben ser
también los que “descubran sus Campos”. ¡Cuantos hemos construido! ¡Cuantas
barracas hemos levantado!», aunque siempre se opusieron a hacer las alambradas, «cosa
innata y espontánea el negarnos más o menos abiertamente y por todos los medios, a
rodearnos de esas cinco líneas de tres metros de altura de alambre espinoso…»177. Algo
no del todo cierto, ya que los prisioneros españoles encargados del trabajo interior del
campo tenían entre sus múltiples tareas la de colocar nuevas alambradas, como el caso
de Manuel Sánchez Lozano, quien sufrirá un accidente laboral mientras realizaba dicha
tarea, lo cual obligaría a trasladarlo al hospital civil de Borovichí178.

En el proceso de construcción de los campos desde cero o en estancias puntuales


para llevar a cabo diversos trabajos los prisioneros podían dormir de las formas más
precarias posibles; desde unas improvisadas tiendas de campañas «levantadas con
cuatro palos y lonas viejas plagadas de desgarrones» por los que se colaba el frío y la
humedad de la región de Magadán, hasta frágiles «barracas de lona» que servían de
refugio provisional en la conocida como Isla de los 70, en el río Chesna, cercano al

175
PUENTE, M., Yo, muerto en Rusia. Pág. 72-76.
176
Miguel Antonio Moreno Moreno cita, por ejemplo, el cementerio del campo nº 99, de Karagandá, en
Kazajistán, apodado «segundo Stalingrado» por su tamaño. MORENO MORENO, M. A., El gran
presidio. Pág. 149. Asimismo citamos el Centro “Nombres Devueltos”, encargados de recuperar la
memoria de los fallecidos en el Gulag, y que entre sus proyectos aparece el Cementerio de Levashovo, en
San Petersburgo. En este fueron enterrados los fallecidos de los campos próximos a la ciudad y zonas de
alrededor, entre los que se encuentra el campo nº 270, de Borovichí, en la región de Nóvgorod, por lo que
cabe la posibilidad de que los prisioneros españoles fallecidos en el campo estén enterrados en
Levashovo.
Información disponible en: http://visz.nlr.ru/ y http://visz.nlr.ru/img/pages/levashovo/levashovo_eng.pdf
177
JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 59.
178
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 88-89.

~ 53 ~
campo nº 158, de Makarino179. Aunque las condiciones de estos no eran tan drásticas
como los anteriores casos, cabe señalar por sorprendente la existencia en algunos
campos –como en el nº 270, de Borovichí, región de Nóvgorod y sus campos
dependientes– de refugios semi-terrestres que consistían en un par de pisos de madera
enterrados bajo tierra, prácticamente idénticos en su interior a cualquier barraca normal,
y que contaban con ventanas y un techo a dos aguas en la superficie180.

Algunos prisioneros más afortunados disfrutaron de estancias en campos menos


convencionales, como en el nº 6601, de Krasno Pole, muy posiblemente en la región de
Lugansk, en Ucrania, en el que se estaba construyendo una pequeña ciudad para
albergar a los mineros de la zona. El cometido de los prisioneros era levantar las
viviendas, siendo alojados en estas casas bien acondicionadas que contaban con varias
«habitaciones para sus futuros ocupantes, una cocina en comunidad como los aseos […]
cada habitación […] con cuatro literas en sus esquinas para ser ocupadas por ocho
personas y una mesa en el centro con unos bancos como asientos. La ventana, con
dobles cristales por el frío», un acomodamiento nada desdeñable «quizás el mas decente
de los conocidos hasta ahora»181. En el campo nº 3, filial del de Odessa, en la región del
mismo nombre, los cerca de 3.000 prisioneros dormían en camas de literas repartidas
habitaciones colectivas dentro de varios bloques de casas182.

O el conocido como campo de Kraskobo, en la República de Mordovia, que en


realidad no era más que una aldea rusa en la que se habilitó una caballeriza para unos
100 prisioneros, entre ellos 6 españoles. El presidente del koljós había solicitado ayuda
para recoger la cosecha de 1945 por la ausencia de los hombres jóvenes del pueblo,
ocupándose de ellos los cautivos. La experiencia resultó muy positiva para ambas
partes. Recordaba con añoranza Joaquín Poquet como «al transcurrir el tiempo sin
darnos cuenta, éramos felices. Habíamos trabado una amistad casi sin darnos cuenta».
Tanto era así que «algún día la cocina del Campo de Kraskobo dejaba de funcionar,
pues ya comíamos la mayoría en las casas de los mismos campesinos» por el estrecho
vínculo que se había creado entre ellos183. Curiosas realidades de un complejo mundo

179
ALONSO, H., “José Ruano Ferrer”. Pág. 53-54. TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de
Stalin. Pág.167-169.
180
OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a Odesa. Pág. 418. Véase una reproducción de estos en
KOVALEV, B. N., “Prisioneros de guerra españoles”. Pág. 29.
181
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 93-94.
182
PUENTE, M., Yo, muerto en Rusia. Pág. 118-119.
183
POQUET GUARDIOLA, J., Memorias. Pág. 27-29.

~ 54 ~
por el que pasaron los españoles, pudiendo experimentar lo más placentero a la vez que
escenas de angustia y desánimo.

3.4. La geografía del cautiverio


Las imágenes de los campos descritas no pueden más que tomarse como referencia
al imaginario creado por los propios habitantes de estos. Apenas ningún campo de
prisioneros ni Gulag ha permanecido intacto hasta nuestros días que nos permitiese
estudiar con mayor profundidad su morfología, aunque el recuerdo de ellos ha
permanecido en muestras artísticas y culturales184. Para los investigadores resulta una
tarea titánica, sino imposible, aportar una cifra exacta de todos los complejos que
estuvieron en funcionamiento; los estudios más destacados sobre el Gulag han fijado el
número en 476 centros existentes entre 1929 y 1953, no obstante, como bien apunta
Applebaum, esta cifra no es real puesto que «cada uno de estos podía contener decenas
o incluso centenares de campos más pequeños», unidades inferiores –lagpunkts–,
imposibles de contabilizar por ser algunas permanentes, otras temporales o haber
pertenecido a diferentes campos a lo largo del tiempo185.

Estas mismas limitaciones están presentes para el caso de los campos de prisioneros
que existieron en la Unión Soviética o los territorios ocupados por el Ejército Rojo en su
avance al oeste. Hemos de añadir algunas otras, tales como: el desconocimiento por
parte de los prisioneros de la geografía y el idioma ruso, los problemas para establecer
una grafía común que permita identificar con mayor facilidad el campo, la multitud de
nombres recogidos para un mismo campo, la duplicidad o equivocación de estos y la
imposibilidad de localizarlos, así como los cambios administrativos sufridos que podían
suponer modificaciones en su número de identificación o cambios en la dependencia del
lagpunkt a otro complejo distinto, e incluso la incorporación de este al sistema Gulag.

Respecto a los prisioneros españoles se ha contabilizado la presencia de estos en


unos 150 campos y prisiones distintos, tanto dentro como fuera de la Unión Soviética186.
No obstante, durante la consulta de estos datos hemos encontrado algunos errores en la

184
Destacamos la primera exposición artística de la URSS dedicada a las víctimas de la represión
estalinista, la “Semana de la Conciencia”, organizada por Alexander Weinstein entre el 19 y el 26 de
noviembre de 1988 en Moscú. En ella se encontraban expuestas fotografías sobre restos del Gulag y
campos de prisioneros. Asimismo la película 30 años de conciencia sobre esta exposición, recientemente
producida por el proyecto La Historia de Rusia en Fotografías. Disponibles en:
https://russiainphoto.ru/exhibitions/486/#1 y https://russiainphoto.ru/video-exhibitions/48/.
185
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 207.
186
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 231-245.

~ 55 ~
localización o el nombre de algunos de ellos al cruzarlos con la información que
nosotros manejamos para nuestra investigación; asimismo, no consideramos que realice
una clasificación práctica de estos por mezclar diferentes marcos geográficos a un
mismo nivel. Aun con todo, los datos que nos aporta son valiosos por las fuentes
empleadas y el trabajo realizado. Podemos situar varias zonas por las que los
prisioneros españoles pasaron en su periplo, aunque las fronteras hemos de situarlas en
los propios márgenes de la Unión Soviética: de este a oeste, de norte a sur, en todos los
puntos cardinales del sistema carcelario hubo presencia de españoles.

Señalamos en primer lugar los campos y prisiones exteriores a la URSS, que se


concentran en Rumania (5), Alemania (3), Hungría (2) y Polonia (1). Estos funcionaban
en su mayoría como campos de clasificación para los combatientes capturados por el
Ejército Rojo entre 1944 y 1945. Las estancias en ellos habituaban ser cortas, en ningún
caso superarían los 3 meses, ya que el interés de las autoridades encargadas era el de
preparar el traslado al interior de las fronteras soviéticas. Una vez dentro se abrían
varias posibilidades para el alojamiento de los prisioneros.

En la organización que nosotros realizamos para los campos y prisiones dentro de la


Unión Soviética planteamos una clasificación desde lo que denominamos «Zonas
Amplias», pasando a lo que con anterioridad hemos indicado como «región» –en
sustitución del término ruso óblast– o la unidad equivalente, hasta los nombres
concretos de los complejos o los centros de población cercanos de los que
habitualmente toman el nombre. Las Zonas Amplias a las que nos referimos serían, de
oeste a este: 1º. Ucrania. 2º. Noroeste. 3º. Central. 4º. Volga. 5º. Urales. 6º. Kazajistán.
7º. Siberia y Lejano Oriente.

En la Zona de Ucrania nos encontramos con varios campos diseminados por la


región de Járkov, la región de Smolensk, la región de Donetsk, la región de Lugansk, la
región de Odessa y en la región de Kiev, todas ellas con un clima más benigno para los
hispanos. La presencia de los españoles por los campos ucranianos comenzaría a partir
de 1946, siendo el periodo de mayor concentración de prisioneros entre 1947 a 1949.
Finalmente, en 1954 será el punto de reunión para todos aquellos que volverían
repatriados a bordo del Semíramis.

En la Zona Noroeste se concentran numerosos campos con especial importancia


enclavados en la región de Arkhangelsk, la región de Leningrado, la región de Vólogda
y la región de Nóvgorod. En fechas tempranas como 1942 ya hay presencia de

~ 56 ~
españoles, en el campo de Kotlas, en la región de Arkhangelsk. Para 1943 los
capturados en Krasny Bor serían en un primer momento agrupados en la región de
Leningrado, que por su proximidad al frente bélico del momento permitía la rápida
movilidad de los recientes prisioneros. No obstante, a partir de ese año los escasos
campos de la zona no serían destino de ningún otro español, funcionando únicamente
como punto de partida al cautiverio. La concentración de los prisioneros se sucedería
principalmente en la región de Vólogda y la región de Nóvgorod, donde se encuentran –
respectivamente y entre otros– los campos de Cherepovets/Makarino y Borovichí.
Desde 1943 hasta 1947/1948 el grueso de los españoles estaría en la región de Vólogda,
desde la que serían trasladados a la de Nóvgorod, ocupada hasta el año 1951.

En la Zona Central nos encontramos con complejos en la región de Moscú, la región


de Vladímir, la región de Yaroslavl y la región de Tula, campos dispersos en el
territorio y el tiempo; desde la escuela antifascista creada en 1943 en Krasnogorsk, en la
región de Moscú, al campo de Súzdal entre 1944 y 1946 en la región de Vladímir, o los
de Shcherbakov/Rýbinsk y Rostov en la región de Yaroslavl ocupados principalmente
en los años cincuenta.

En la Zona del Volga contamos con campos en la región de Nizhny Nóvgorod y en


la República de Mordovia. No son muy numerosos, aunque destaca el campo de Potma
en Mordovia, ocupado entre 1942 y 1946, así como el campo de Oranki, en Nizhny
Nóvgorod, en funcionamiento desde 1941 hasta 1947, encargándose en los primeros
momentos varios españoles de su construcción y remodelaciones, hasta albergar
principalmente a los oficiales prisioneros tras el año 1943/1944.

En la Zona de los Urales encontramos campos en la región de Sverdlovsk y la


región de Chelyabinsk, para muchos el punto de ruptura entre lo que se consideraba
Europa y Asia. Los pocos campos de Chelyabinsk fueron ocupados entre 1945 y 1947,
mientras que los de la región de Sverdlovsk verían llegar a los prisioneros con mayor
influencia a partir del año 1951. No obstante, la presencia de españoles en la zona se
pueda remontar ya a 1943, por ejemplo en el campo de Nizhny Tagil en Sverdlovsk.

En la Zona de Kazajistán existieron campos en la provincia de Karagandá y


cercanos a la ciudad de Akmolinsk –actual Astaná–. Desde 1942 tenemos constancia de
españoles en los campos de Karabás y Karagandá, aunque sería a partir de 1948 y hasta
1950 cuando mayormente fueron ocupados los campos de la zona. Será aquí donde los
divisionarios se encuentren con los marinos y pilotos republicanos prisioneros que

~ 57 ~
posteriormente regresarían en el Semíramis, y donde experimenten una de las zonas más
exóticas dentro de la inmensidad de la Unión Soviética.

En la Zona de Siberia y el Lejano Oriente nos encontramos con algunos complejos


diseminados en el amplio territorio que abarca, tierras que de solo mencionarse
causaban pavor a cualquier prisionero. En la región de Magadán, región de Irkutsk,
región de Novosibirsk, en la República de Komi y en el Krai de Krasnoyarsk existió
presencia de españoles, pese a que no era un destino habitual entre los prisioneros. Los
campos se ocuparon principalmente en 1941 y 1942, por ejemplo los de Dudinka y
Norilsk en el Krai de Krasnoyarsk, periodo durante el cual la parte más occidental de la
Unión Soviética se encontraba en manos del invasor fascista. Entre 1948 y 1950
volverían a encontrarse algunos pocos prisioneros dispersos en los campos de Taishet,
región de Irkutsk, y Magadán, región del mismo nombre.

Hemos de ser plenamente conscientes de la imposibilidad para finalizar la lista de


los complejos por los que pasaron los españoles, por muy concienzudamente que se
investigue en la documentación, las memorias o los relatos de los prisioneros. De la
misma forma que indicábamos las limitaciones para contabilizar a los fallecidos durante
el cautiverio esto también repercute en la búsqueda de los campos, pues siempre existe
la posibilidad de haber perdido con el caído el nombre de un nuevo campo, un dato que
nos señalase un lagpunkt no contabilizado o el traslado de españoles con destinos
inciertos. Información que, por la propia naturaleza del cautiverio, nunca podremos
conocer. Pese a ello podemos aventurarnos a hacer algunas elucubraciones, ya que sería
poco probable que algún español no acabase en un campo enclavado en alguna de las
siete Zonas descritas.

Quizás sea una cuestión de Perogrullo señalar que para el prisionero no suponía lo
mismo ser trasladado a un campo de una Zona u otra, así como el periodo durante el que
se alojase en ella podía significar un enorme cambio en la vida del cautivo. Las regiones
más deseadas siempre fueron las más occidentales, preferiblemente Ucrania por tener un
clima más templado, mientras que los campos más allá de la frontera de los Urales
fueron temidos, algo común entre prisioneros de guerra y presos del Gulag. El nivel de
vida variaba enormemente de una latitud a otra, incluso de un año a otro, afectaba a
todas y cada una de las experiencias que el cautivo habría de soportar.

Por último incidimos en una cuestión clave: la realidad de los campos era la realidad
del mundo que los rodeaba. No podemos entender estos como hechos aislados de su

~ 58 ~
contexto; algo que algún autor constantemente parece querer señalar, buscando motivos
ilógicos, como si se tratase de un complot maquiavélico-comunista contra los
indefensos prisioneros españoles. La realidad es otra, tal como indicaba Applebaum al
afirmar que el Gulag –algo que nosotros ampliamos a los campos de prisioneros–
«pertenece a la historia de la Unión Soviética»187. Y como tal, debe ponerse en relación
con lo que ocurría a niveles más amplios.

187
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 33-35.

~ 59 ~
4. La experiencia española en los campos de prisioneros
A su regreso, los prisioneros españoles dejaron testimonios de lo que habían vivido
en la Unión Soviética. Varios de los repatriados tomaron en distintos momentos de su
existencia la decisión de reproducir por escrito sus experiencias, otros prestarían
testimonio con mayor o menor detalle en los interrogatorios a los que fueron sometidos
en España, y alguno de ellos concedería entrevistas a investigadores, medios e
instituciones que se interesaron por conservar sus vivencias. Cada una de las palabras
pronunciadas por los protagonistas han de comprenderse en la complejidad de la
experiencia personal. Pueden existir, y existen, puntos en los que la mayoría
concuerden, sin embargo todas ellas suponen una entidad única e irremplazable por las
características personales inefables que conforman el todo de sus recuerdos. Estas
palabras son nuestra fuente fundamental para tratar de reconstruir un enredado periodo
que comprende más de una década, más de un centenar de lugares y más de un millar de
detalles.

Ninguno de ellos lo experimentó de la misma manera, ninguno de ellos lo transmite


de la misma forma. A la hora de brindar sus recuerdos cada uno selecciona qué contar,
qué omitir, cómo hacerlo, con que vocabulario, con cuantos detalles, con qué
sentimientos… una ristra de atenuantes casi sin final. Asimismo las propias
características de los protagonistas se reflejan en sus relatos; su origen y condición
social, sus vivencias previas, su ideología, su personalidad, su formación profesional, su
voluntad por recordar y contar… De nuevo, muchos factores. Entre las memorias del
Cap. Palacios, escritas con una fina prosa por Torcuato Luca de Tena, y las del
divisionario Ángel Marchena, que no aprendería a leer y escribir hasta el año 1955
existe, sin duda, un enorme abismo en muchos aspectos. Y sin embargo ambas son igual
de valiosas para nuestra investigación. Lo mismo ocurre con los relatos de los
calificados –por la literatura prodivisionaria– como «resistentes», contraposición de los
«procomunistas» o «antifascistas» cargados de connotaciones negativa y juicios de
valor. Aun partiendo de esta problemática división han de emplearse las fuentes
generados por ambos grupos, ya que no seremos capaces de poder encajar las piezas de
la poliédrica experiencia de los prisioneros si se trabaja de forma sesgada, analizándolas
de modo dispar, priorizando unas sobre otras por motivos de dudosa relación con lo
estrictamente académico.

~ 60 ~
4.1. Los residentes: prisioneros y desertores; resistentes,
supervivientes y antifascistas
¿De donde salen las divisiones que señalamos en el título? Aunque a lo largo de
nuestra investigación hemos empleado el término prisionero como elemento
homogeneizador, para los protagonistas no existía tal igualdad de condición. La
separación interna funcionaba en varios niveles: Primeramente, si uno había sido hecho
prisionero o era un evadido, un desertor. En segundo lugar, si su comportamiento dentro
del campo había significado estar con los llamados resistentes o, por el contrario, con
los antifascistas. Un evadido podía expiar sus pecados si seguía el sendero marcado por
los resistentes, así como un capturado podía torcerse y colaborar activamente con el
enemigo convirtiéndose en un antifascista. Para nosotros estas divisiones no resultan del
todo prácticas, y han de entenderse dentro de la lógica del funcionamiento de los
integrantes del grupo resistente, quienes han sido los promotores de ella, que se vería
ampliada a su regreso por los propios relatos y la literatura prodivisionaria que toma
como propia y única la visión de estos.

Es por ello por lo que nosotros aplicamos una tercera vía, un término menos
maniqueo: el superviviente. Aquel prisionero que por un motivo u otro se mueve entre
la resistencia y la colaboración en procura de las mejores condiciones posibles que
permitan su supervivencia. En él confluyen gran cantidad de atenuantes; puede que
durante la guerra civil tomase partido por un bando o partido en concreto, puede que
fuese un ferviente voluntario falangista o se viese empujado por la necesidad, puede que
resistiese en el frente hasta el último cartucho o que se pasase a las líneas soviética en
un descuido de sus compañeros, puede haber tomado una u otra posición en infinidad de
aspectos, pero será durante el cautiverio quien se amolde lo mejor posible a las
situaciones que se le presentan.

Con anterioridad nos hemos explayado sobre los capturados en el frente, sin
embargo apenas hemos mencionado a otro grupo de españoles que acabarían ampliando
la lista de residentes entre las alambradas: los desertores. Esta cuestión comienza
incluso antes de la llegada de estos al frente, las autoridades en España estudiaban con
sumo cuidado el perfil de los voluntarios a fin de purgar de sus batallones de marcha a
los indeseables que por motivos políticos pudiesen acabar en las «filas rojas» o fuesen
contraproducentes para la labor de la División188. A estos posibles desertores

188
NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág. 102-103.

~ 61 ~
ideológicos que lograsen pasar los filtros, tanto en la península como durante el
recorrido hasta el frente, hay que sumarles otros tipos de desertores: por fatiga de
combate o neurosis de guerra, y los evadidos fingidos. En el primer caso la experiencia
en el Frente del Este llevaría a algunos combatientes a situaciones límite, tras soportar
una constante presión, el miedo al enemigo, la extrema dureza de los combates y el
entorno, o el agotamiento físico y mental, acababa por provocar en ellos deseos de huir.
En el segundo hacemos referencia a aquellos capturados que alegaron ante sus captores
que estaban desertando, a fin de conservar la vida o procurarse un mejor trato en los
campos, aunque pueden resultar más bien anecdóticos. De darse el caso que los
soviéticos confiaran en él, debía de mantener su versión incluso con el resto de los
prisioneros, pues nunca se tenía la seguridad de hasta dónde podía llegar la verdad189.

¿Pero cuántos fueron los españoles evadidos? Si observamos la información


disponible, hasta finales de 1941, según un informe del PCE en la URSS, se registraron
6 deserciones –más una dudosa– que alcanzarían la docena para febrero de 1942190. A lo
largo de 1942 se contarían hasta 25 desertores y posibles desertores más, llegando al
total de 36 desertores en territorio soviético en diciembre de 1943; se sumarían 14
desertores para el breve periodo de vida de la Legión Azul y, por último, 11 desertores
para el año 1944 y 1945, cifras que aporta Torres hasta fijar en la centena los desertores,
más una veintena que no incluye por ser casos dudosos191. Asimismo deben citarse
aquellos evadidos que no lograron sus objetivos, bien por ser descubierto por sus
camaradas en el intento, bien por fallecer durante su huida o en su primer encuentro con
los soviéticos al confundirlos con posibles espías192.

Si bien los evadidos no fueron muchos en términos relativos –aunque sí por encima
de la media alemana–193 su papel dentro de los campos es ampliamente recordado en
algunos de los relatos de aquellos divisionarios más resistentes. El antagonismo entre

189
El divisionario José Antonio Ramos comentaba al respecto que algunos desertores no lo eran, «lo
dijeron cuando los cogieron y lo mantuvieron después […] tenían que decirle a todo el mundo eso,
aquello estaba lleno de confidentes». TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 204.
190
«Informe sobre la División Española de Voluntarios, llamada “División Azul”, realizado con
testimonios de prisioneros, desertores y diarios de campaña capturados por el Ejército Rojo», febrero de
1942, (AHCPE, Caja 104, Carpeta 1). Pág. 28-29. NÚÑEZ SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág.
104-105.
191
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 200-204, 263, 351-353. Por su parte Rodríguez Jiménez señala
una distribución de: 3 desertores (primer semestre 1942), 10 (segundo semestre 1942), 16 (primer
semestre 1943), 14 (segundo semestre 1943) y 6 (principios de 1944). RODRÍGUEZ JIMENEZ, J. L.,
“Ni División Azul”. Pág. 291.
192
Por ejemplo, el caso de Emilio Rodríguez y Antonio Pelayo Blanco. Desertaron en 1941 junto a otro
divisionario que no lo logró al ahogarse durante su huida. «Informe sobre la División Española de
Voluntarios…», (AHCPE, Caja 104, Carpeta 1). Pág. 28.
193
SEIXAS, X. M., Camarada Invierno. Pág. 106.

~ 62 ~
ambos grupos supone una constante en los años de cautiverio desde los inicios de este,
recordando a no pocos de ellos por ponerse de buena gana al servicio de los soviéticos y
sus métodos de presión, propaganda, castigo o control en los campos. En su esfuerzo
por la guerra psicológica y propagandística también emplearían a los evadidos como
interlocutores con los divisionarios del frente. En un primer momento alguno
colaboraría con los servicios de propaganda del NKVD redactando pasquines, misivas y
todo tipo de escritos, así como en emisiones de radio para las que instalaban altavoces
próximos al frente, alternando la música española con las alocuciones instando a la
deserción, garantizándoles una mejoría a las precarias condiciones físicas y materiales
de la trinchera.

El miliciano Remigio, sobrenombre del desertor Rodríguez Orbegozo, se convertiría


en una de las voces más populares en el frente del Vóljov. Un grupo de prisioneros
españoles se encontraría con él, al que reconocerían por «aquella voz que muchas veces
habíamos oído […] sus frases huecas y sus baldías promesas […] recordamos también
el apodo con que jocosamente era entre nosotros conocido aquel pelele rojo», para
volver poco después a cruzarse con él y otros tres desertores enviados a la prisión
«después de haber servido una temporada de instrumento a los rusos» hasta prescindir
de sus servicios y encerrarlos para que «gozaran las delicias del maravilloso trato que
tanto pregonaban desde los altavoces del frente»194. Esta era la manera habitual de
proceder con los españoles que se pasaban, ya que prácticamente la totalidad de los
evadidos acabarían compartiendo campo con los capturados.

Una vez en el cautiverio continuaban a disposición de los mandos soviéticos,


ocupando puestos privilegiados o integrados en la red de delatores que informaba sobre
la situación entre los prisioneros en búsqueda de posibles fugas, rebeliones o
información destacable. Muchos de ellos también colaborarían en la reeducación
política entre los españoles, potenciada especialmente a partir de 1943, a la par que
otros grupos nacionales comenzaban a formar grupos antifascistas entre los que
destacaba –como era lógico–el alemán. Los evadidos jugaban un papel clave a la hora
de organizar estos grupos antifascistas, sumando a aquellos capturados que veían en
ellos la oportunidad de la supervivencia, la aclimatación al cautiverio o la forma de
redimir su participación junto a los invasores fascistas. Varios supieron poner en valor

194
CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 34, 44-45.

~ 63 ~
su «relevante hoja de servicios a la causa comunista» para disfrutar de ciertas ventajas a
lo largo de los años que les esperaban en los campos195.

Por el contrario, los denominados resistentes marcaron la separación entre ellos y


los otros, dejando claro desde la misma captura que no colaborarían con los soviéticos,
ni tan siquiera en los interrogatorios a los que fueron sometidos. Una vez en los campos,
de forma más o menos autoorganizada, se comprometieron a oponer resistencia, a
aplicar «la ley del mínimo esfuerzo y hacer oídos sordos a todas las insinuaciones de
colaboracionismo»196. Primeramente se les presentaron varios documentos con
contenido antifascista, algunos destinados para lanzarlos sobre las trincheras españolas,
a fin de que los prisioneros los firmasen. Según el Sgto. Salamanca, en el campo nº 158,
de Makarino, más de un centenar de españoles rubricarían estos documentos, bien «por
miedo a lo que pudiera pasar en aquellos primeros meses de confusión», bien por
coacciones de los desertores al servicio de los soviéticos197. Por su parte, el Cap.
Palacios eleva las firmas a 170, aunque «muchos de los firmantes vinieron a decírmelo,
jurándome que lo habían hecho bajo las más brutales presiones»198. Lo más factible es
que las firmas fuesen obtenidas gracias a los supervivientes, no tanto por amenazas y
castigos que raramente se formalizaron.

Los resistentes se mantuvieron firmes a pesar de las presiones y los castigos


impuestos, manifestando constantemente su rechazo a las condiciones del campo, de
alimentación, trabajo o propaganda, pasando de las palabras a la acción en numerosas
ocasiones. Hubo momentos en que las tensiones generadas entre los resistentes y los
antifascistas y autoridades del campo desembocaron en agresiones a estos últimos; el
jefe del grupo antifascista en Makarino, Rafael Torcuato, estaba al cargo del reparto de
la comida. Cuatro resistentes comenzaron a protestar por no haber recibido la misma
cantidad que los prisioneros que sí trabajaban y respetaban las normas del campo,
recibiendo como respuesta por Torcuato: «trabaja bien y comerás bien, trabaja mal y
comerás mal». Estos agredirían al antifascista, junto a un sargento del NKVD que

195
CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 45.
196
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 58.
197
TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 163-165. Joaquín Poquet Guardiola
indica que a los españoles enfermos les comunicaron que si querían recibir penicilina debían firmar estos
documentos. POQUET GUARDIOLA, J., Memorias. Pág. 20-21.
198
LUCA DE TENA, T., Embajador en el infierno. Pág. 38-39.

~ 64 ~
intervino en la pelea. El ataque se saldaría con el envío del pequeño grupo de españoles
al campo de castigo de Piatchaskino, permaneciendo en él unos tres meses199.

Con el paso de los meses y los años en los campos tiene lugar lo que algunos autores
prodivisionarios han denominado como «el último combate de la División Azul», una
pugna constante en la que los resistentes son los continuadores de la lucha contra el
bolchevismo200. Sus acciones son claras: se niegan a trabajar, a firmar documentos con
contenido antifascista y antifranquista, a respetar las normas de los campos y
promulgaban discursos contra los soviéticos. A lo que hay que añadir las huelgas de
hambre como método de presión contra los mandos. El objetivo, volver a España. Por el
contrario, los antifascistas buscaban también su libertad, pero partiendo de la premisa de
que era mejor colaborar y redimirse a mantener una actitud hostil constante que, como
era muy probable, no les favorecería. El antagonismo proviene de las dos partes, si bien
los resistentes serán quienes procuren la permanente agitación de los prisioneros a fin de
cumplirse sus demandas. A lo largo del cautiverio no todos mantendrían las mismas
posturas respecto a su situación; aunque el núcleo duro de los antifascistas iniciales no
se vería mermado, el resto del grupo iría decreciendo en número cuando, una vez
terminada la guerra mundial, veían incumplidas las promesas de una rápida repatriación
y la libertad para los españoles.

En varios de los relatos a la hora de referirse a los desertores o los antifascistas se


evita incluir el nombre y apellido de aquellos hombres. Únicamente aquellos
especialmente conocidos por su papel principal o la crueldad de sus actos, como César
Astor o Félix Carnicero, ambos desertores y antifascistas, que aparecen descritos y
caracterizados de forma negativa. Al regreso en el Semíramis se tomaría la decisión de
aplicar, en teoría, un manto de olvido sobre la actuación de algunos desertores y
antifascistas que regresaban junto a los resistentes. No obstante, alguno de los
repatriados recoge y alude a los nombres; el Sgto. Salamanca lo resume al indicar en sus
memorias:

«Cuando comencé a escribir, intenté olvidar estos y otros nombres. Pero ahora
cuando he revisado estas páginas, prácticamente escritas a mi retorno, creo que debe
quedar, por duro que sea, este testimonio para la historia. Ya no se va a pedir cuentas a

199
POQUET GUARDIOLA, J., Memorias. Pág. 21-22.
200
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 165.

~ 65 ~
nadie porque tampoco se pidieron entonces. Por ello, no podía prescindir de estos dos
nombres que tanto dolor nos causaron en aquel cautiverio»201.

4.2. Aspectos de la vida y de la muerte

4.2.1.Regulando la vida del prisionero


La entrada a los campos de prisioneros va ligada a la pérdida de la libertad y de
acción individual, el sometimiento al rezhim –el régimen, las norma para vivir– que
dirigía el día a día de los prisioneros, y la adaptación al Nuevo Mundo que se formaba
dentro de estos202. La severidad del rezhim variaba en gran medida de un campo a otro,
según las características de este, la voluntad de los mandos o las etapas de cautiverio,
aunque el sistema básico determinaba más o menos lo mismo: horario para despertase,
para el aseo, para recibir la comida, para la jornada laboral, para el descanso, el ocio y
otros menesteres203. (Véase Tabla 2.). También se estipulaban los días libres de los
prisioneros, habitualmente uno a la semana o cada diez días, y en fechas señaladas como
el aniversario de la Revolución. En ocasiones esos días se dedicaban a las tareas de
mantenimiento del campo con pequeños arreglos, limpiando las instalaciones o
retirando la nieve, pero desde la Administración General se recalcaba la importancia de
los días libres204. La voluntad del Jefe del Campo influía mucho en estos descansos; en
el campo de Chaika, filial del nº 158, de Makarino, los españoles podían visitar sin
escolta las aldeas cercanas205. Así como en el campo nº 5, filial del de Odessa, en la
región del mismo nombre, cuando en 1947 el Capitán Karachenko se dirigió a los
prisioneros:

«“Españoles, estoy muy contento con vosotros por vuestro trabajo, y si me dais
palabra de que no os escapareis, todos los domingos, el que quiera, puede salir de
paseo. Sólo ira una soldado con un grupo” […] Sin pensarlo dos veces –narra Ángel
Marchena–, todos le dimos nuestra palabra de que no haríamos nada semejante,
porque por un lado pensábamos que era imposible escapar y por otro, que si

201
TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 192-193.
202
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 214-218.
203
OROQUIETA ARBIOL, G. “Aspectos de la vida en los Campos”. Pág. 23.
204
Lo mismo ocurría en el Gulag, ya en 1933 la dirección desde Moscú enviaba órdenes recordando a los
jefes de campo la necesidad del descanso. APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 217-218.
205
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 151.

~ 66 ~
cumplíamos con el capitán ruso, como él también cumplía con los que nos decía, a
todos no(s) iría mucho mejor»206.

Una vez adaptados a la vida bajo el rezhim, que los acompañaría durante sus años en
los campos, el tiempo de vida estaba copado por la monotonía del día a día, únicamente
interrumpido por pequeños acontecimientos internos del campo, escasas e intermitentes
noticias del exterior, los traslados de prisioneros o las ansiadas repatriaciones. Pero lo
que para muchos primaba era el deseo de sobrevivir, superar el tiempo de cautiverio y
reanudar o comenzar una vida nueva en libertad.

Contar con una ingente masa de personas a tu cargo requiere de una amplia red
administrativa que permita el control óptimo de estos. A lo que debe añadirse
infraestructuras, ya sean complejos de campos o transporte. Los relatos dan buena
cuenta de los numerosos traslados, método fundamental para el control de los
prisioneros, pudiendo significar una leve mejoría o un trágico empeoramiento de las
condiciones de vida. Sin lugar a duda no se podría concebir el sistema carcelario sin el
ferrocarril, principal medio de transporte. A menudo se realizaban en vagones de carga
acondicionados de forma muy precaria. En su interior contaban con algunas literas a los
lados y una estufa en el centro, insuficiente para caldear el ambiente del vagón en
invierno207. Sorprendentemente esto podía suponer un beneficio para los prisioneros, a
pesar de que el vagón «parecía una cámara frigorífica» permitía que en sus paredes se
crease una capa de hielo que era absorbida para calmar la terrible sed que padecían208.

Para su alimentación podían recibir juntas las provisiones para el viaje que debían
racionar, o se les suministraba a lo largo del trayecto en las frecuentes paradas. Pese a lo
escueto del rancho, lo que peor sobrellevaban era la sed. Las necesidades se hacían a
traves de un orificio, imposible para muchos por la cantidad de personas allí209. Los que
tuvieron más suerte podían bajarse en las estaciones a evacuar bajo la atenta mirada de
los guardias, algo que «resultaba un gran placer el sentir aquella brisa fresca o el poder
andar unos pasos, tan poca cosa alteraba nuestro estado físico y mejorábamos en
optimismo»210. Compartir espacio en esas duras condiciones podía llevar a los
prisioneros a situaciones límite, creando en ellos «una psicosis, en la que la depresión y

206
MARCHENA CAÑETE, A., Memorias de un luqueño. Pág. 87-88. Junto a Marchena se encontraba el
Sgto. Salamanca, no obstante este en su relato omite por completo esta información. TORRES, F., y
SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 194-196.
207
CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 46.
208
JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 25.
209
TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 200-201.
210
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 62.

~ 67 ~
la irritabilidad se mezclaban peligrosamente y daban lugar a reacciones extrañas e
incidentes violentos»211.

En otros casos se empleaban para los traslados un tipo de vagones en las que se
sufrían condiciones aún más extremas, los conocidos por los hispanos como vagón-
cárcel, mejor conocidos en la Unión Soviética como Stolypinki212. Serían varios los
españoles que guardarían recuerdo del traslado en estos vagones, dejándonos una
descripción que, si bien es extensa, es muy ilustrativa:

«Imaginad un vagón de tercera; ventanillas solamente en el pasillo con doble


cristal y enrejadas, cada departamento aislado del pasillo con rejas de gruesos
barrotes de hierro. En esta jaula existe la celda de castigo, todavía más severa […]
abren uno de los departamentos y entramos quince. Cuando creemos que ya esta de
sobra lleno, pues los que están en la puerta no caben, los soldados (especialistas en
vagones) meten más a patadas hasta contar veintisiete. El sitio normal de un
departamento de tercera es de ocho […] Estos departamentos tienen dos tableros que
dividen el vagón en tres pisos, donde tenemos que ir tumbados ya que no es posible
sentarse por falta de espacio […] Tenemos que llevar todos la cabeza hacia la puerta;
es imposible recostarse contra la otra parte en previsión de algún intento de fuga (esto
es imposible ya que todo el coche va forrado de hierro). No hay ninguna
ventilación»213.

El trato en estos transportes era más severo, dispuestos de aquella forma que
permitía la constante vigilancia. Pese a que no estaba planificada como un castigo, la
alimentación agravaba la sed, «el pan reseco y la sardina salada [repartidas] hacían que
la lengua se nos pegase al paladar», ya que sólo se distribuía agua una vez al día214. Las
salidas para hacer sus necesidades únicamente estaban permitidas por la tarde y por la
noche; en ocasiones no tuvieron más remedio que hacer sus necesidades en su propio
calzado para, acto seguido, volver a ponérselos. Aunque con la experiencia resolverían
que en estos viajes «lo mejor es no comer, a fin de evitar la sed y demás
necesidades»215. Los que ocupaban los pisos de arriba ejercían de vigías, comunicando a

211
Eusebio Calavia narra varios incidentes durante su traslado junto a prisioneros alemanes, contra los
que acabarían golpeándose a ciegas dentro del vagón en una crisis de nervios. CALAVIA, E., y
ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 47-49.
212
Llamados así en alusión a Stolypin, primer ministro zarista de principios del siglo XX que los había
introducido. APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 190.
213
JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 97-98.
214
CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 62-63.
215
JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 98.

~ 68 ~
sus compañeros lo que iba dejando a su paso, guiándose por el clima, el sol o los
escasos carteles que lograban traducir. Una vez en su destino se apeaban en un débil
estado físico, «nuestros miembros estaban entumecidos –recuerda Manuel Sánchez
Lozano– y nuestros rostros hechos un verdadero poema: sucios, demacrados, sin afeitar,
más bien parecíamos muertos vivos»216. Condiciones parecidas a las que se vivían en
los vagones de carga, al parar «más que bajar, lo que hicimos fue dejarnos caer en los
andenes» por la extrema debilidad217.

Una vez en tierra el procedimiento era el rutinario. Se contaban directamente allí o


directamente iniciaban el camino al nuevo campo a bordo de camiones o en marchas a
pie, nunca maniatados. Aunque menos frecuentes, a partir de 1947 también hubo
traslados de prisioneros en vagones estándar, compartiendo asientos con la población
civil, «con una mínima escolta, casi paseando». Para aquellos afortunados los
sorprendentes acontecimientos presagiaban una ansiada repatriación, pero no era más
que un espejismo218.

Durante los traslados se ejercía un minucioso control de los vagones. Por fuera se
cerraban con anillos de hierro, en su interior las ventanas abiertas únicamente por dos o
tres barrotes y contaban con cuatro reflectores en cada una de las esquinas exteriores219.
A lo que se suma la escolta, vigilando en cada parada las tablas exteriores en busca de
posibles agujeros, y en constante comunicación gracias a una emisora receptora de radio
de campaña220. La huida durante el traslado no era factible. La estructura de los campos
tampoco facilitaba una evasión, resultaba casi imposible atravesar las dobles alambradas
y zafarse de los guardias y los perros entrenados para perseguirles 221. No obstante, sí
hubo fugas, casi todas frustradas en el intento pero unas pocas con éxito.

Varios españoles emprenderían con determinación estas misiones avocadas al


fracaso. Alguna de las fugas se llevaría a cabo antes incluso de atravesar las fronteras de
la Unión Soviética. En 1945, tras ser capturado, Francisco Tejada había sido trasladado
a un hospital de campaña del Ejército Rojo en Rumania. Allí lograría confundirse entre

216
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 63.
217
CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 50.
218
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 80-81.
219
TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 200-201.
220
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 168-169.
221
El Alf. Ocañas relata: «Para acrecendar en ellos el odio a los prisioneros, una vez cada mes y medio o
dos meses, un soldado de guardia se vestía con las ropas usadas de un preso y así vestido […] con un
látigo iba propinando una buena paliza al animal, al tiempo que le iba pasando continuamente la ropa
usada y sudada por los prisioneros en el trabajo para que se acostumbrara al olfato de los mismos».
PUENTE, M., Yo, muerto en Rusia. Pág. 87.

~ 69 ~
la tropa y atravesar los Cárpatos hasta Yugoslavia, pasando posteriormente a Italia y
embarcando dirección España en 1946222. Otros tomarían la decisión una vez
aclimatados a los campos, conociendo el funcionamiento y los puntos débiles por donde
podrían tener oportunidad. Los métodos y narraciones son de los más variopinto:

Antonio Fabra lo intentaría hasta en tres ocasiones, en la primera gracia a una


muchacha rusa logró refugiarse en la embajada argentina en Moscú, siendo capturado
en una de sus salidas, sería internado en un campo del que se volvería a fugar sin mucho
éxito. Por tercera vez lograría escaparse, regresando al campo como cadáver223;
Francisco Tejera en dos ocasiones, la primera a lomos de un caballo desde un koljós, la
segunda vestido de mujer224; Gabriel Serafín y Alfredo Carreño lo intentarían cavando
un túnel desde unos retretes cercanos a la alambrada, siendo descubiertos y condenados
a 10 años225; Juan Negro Castro con la ayuda de una niña de la guerra, que le ofrecería
la documentación y el uniforme de su exmarido, perdería el tren que lo iba a llevar a
Moscú226; un pequeño grupo de españoles, entre los que se encontraba Joaquín Poquet
Guardiola, lograría con ayuda del Jefe del Campo mezclarse entre los rumanos que iban
a ser repatriados. Con el beneplácito de la doctora que le pasa reconocimiento y de los
prisioneros rumanos que no los delatan consiguen llegar en tren a Rumania, con la
intención de dirigirse a Constanza. Allí son reconocidos por un antiguo Jefe Político que
los envía de vuelta a la Unión Soviética227. Julio Jiménez, junto a otro español, logra
obtener una brújula y un mapa con la ayuda de una joven letona, e intentan huir desde
una mina sin éxito. Como no son detectados lo intentan desde una fábrica de papel, con
éxito escapan del campo pero son capturados a los pocos días228. A esta lista de intentos
frustrados habría que añadir aquellos planes que se dibujaron en la cabeza de no pocos
prisioneros, más otros que se materializaron en parte pero no llegaron a producirse.

4.2.2.La jornada laboral


Gran parte del tiempo y los esfuerzos de los prisioneros de guerra estaban dedicados
al trabajo, función central de la mayoría de los campos. Éste sería ampliamente
recordado en los relatos. Dentro de la propia concepción que estos tenían sobre su

222
PÉREZ EIZAGUIRRE, R., En el abismo rojo. Pág. 70.
223
CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 115-116.
224
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 390-391.
225
JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 95-96.
226
NEGRO CASTRO, J., Españoles en la URSS. Madrid: Escelicer, 1959. Pág. 196-215.
227
POQUET GUARDIOLA, J., Memorias. Pág. 25-26.
228
JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 70-75.

~ 70 ~
situación no comprendían porqué se veían obligados a realizar trabajos si habían sido
capturados por un ejército enemigo en un contexto de conflicto bélico. Como
prisioneros de guerra poseían un estatus recogido y protegido en el derecho
internacional, aunque en la práctica los únicos exentos del trabajo fueron los oficiales, y
sólo hasta 1945, cuando se desintegró el Ejército Alemán y con él su jerarquía.

La gama de actividades económicas para los campos de prisioneros no difiere en


gran medida con la del Gulag, que a su vez era tan amplia como la que existía en la
propia Unión Soviética229. Los trabajos que desempeñaron los españoles podrían
organizarse en torno a una serie de actividades amplias: tareas agrícolas, industria
maderera, minería, fábricas y construcción. Dentro de cada una de ellas se abre un
abanico de matices, tanto para el propio trabajo como en las condiciones de este. No
hemos de generalizar sobre estas actividades; cada experiencia laboral resulta distinta
del resto, afectándole una serie de atenuantes, desde el propio emplazamiento del
campo, al periodo de actividad o la voluntad de los mandos. Por lo tanto, podemos
afirmar que, aunque la imagen general haya sido plasmada desde un punto de vista
totalmente negativo, hubo trabajos dentro de un estándar habitual.

Los campos de prisioneros se habían creado tomando prestados muchos aspectos del
Gulag, por lo que en lo correspondiente a las actividades económicas ambos estaban
articulados como unidades económicas independientes, pero que a su vez se encajaban
dentro del engranaje soviético. Aunque resulta complejo desentrañar el sistema de
trabajo en los campos se pueden señalar los dos ámbitos en los que se mueve: por un
lado, el esfuerzo de los prisioneros cubría las cuotas impuestas desde la Administración
General al campo. Por otro, las empresas estatales suscribían contratos de trabajo a
través de la Administración, que eran cumplidos por los prisioneros seleccionados entre
la masa, en lo que algunos prisioneros comparan con una venta de esclavos230.

Se fundamentaba en dos factores que regían la jornada de los prisioneros: las


categorías de trabajo y la norma. A cada prisionero se les pasaba un control médico
mensual o bimensual con el fin de categorizar su estado físico para el trabajo. Esta lista
indicaba qué actividades se podían realizar, oscilando desde las primeras tres categorías

229
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 236.
230
OROQUIETA ARBIOL, G. “Aspectos de la vida en los Campos”. Pág. 30. Miguel Antonio Moreno
Moreno señala el parecido con la venta de esclavos, para añadir que «los españoles eran muy solicitados pues
los antifascistas que eran jefes de brigadas se encargaban de hacerles trabajar bien». MORENO MORENO,
M. A., El gran presidio. Pág. 152. Julio Jiménez recuerda como incluso el Jefe del Campo «como un
gitano, alaba nuestras virtudes de trabajadores» ante el arrendador, a fin de discutir el precio por ellos.
JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 49-50.

~ 71 ~
–apto para toda clase de trabajo, para trabajos moderados (25% menos de trabajo) y
para trabajos livianos (50% menos de trabajo)–, a las siguientes, que estaban exentos del
trabajo –invalido parcial, inválido total, distrófico, dojodiaga (muerto andante),
cementerio–231. La norma se entiende como la cuota diaria, el rendimiento esperado
para la jornada de trabajo, aplicable a cualquier cosa –metros cúbicos de madera que
talar, zanjas que cavar, carbón que extraer, etc.– y que variaba en gran medida por el
tipo de actividad, la categoría del prisionero y el periodo de actividad232.

Pese a que los prisioneros manifestarán constantemente la imposibilidad por cumplir


la extremadamente dura norma, esta no tenía por objetivo causar un sufrimiento añadido
al trabajador, sino adaptarse al plan de producción del campo y la cuota de rendimiento.
Desde la Administración se tomaban muy en serio estos dos factores, aplicando un
razonamiento científico a cada aspecto del trabajo. Sin embargo, había incongruencias
en el planteamiento; por ejemplo, se les asignaban cuotas que podían corresponder a
trabajadores libres –cualificados y profesionales, más efectivos en su labor–, así como
no se ponía la atención necesaria a las condiciones físicas requeridas, gravemente
empeoradas, secuelas del prolongado tiempo en el cautiverio233.

Dentro de los campos se organizaban las brigadas de trabajo, formadas por un


número variable de prisioneros, raras veces superior a 40 o 50. Al mando de estas se
encontraba el ya mencionado brigadier, puesto preferente que suponía ciertas ventajas
pero también obligaciones. Con frecuencia se ha puesto de manifiesto la crueldad de los
encargados de las brigadas, personajes que empleaban amenazas, presiones y violencia
con los trabajadores a fin de cumplir los objetivos fijados234. Y si bien es cierto que
pertenecer a una brigada u otra podía significar la diferencia entre una buena vida o una
pésima experiencia, también hubo brigadieres que no emplearon métodos coercitivos
con los prisioneros. Como con anterioridad mencionábamos, estos puestos solían estar
reservados para aquellos evadidos o antifascistas, convencidos colaboradores, que se

231
Ha de tenerse en consideración que estas categorías son las que recoge el Alf. Ocañas, resultando un
total de ocho, pero que en los diversos campos podían verse modificadas. PUENTE, M., Yo, muerto en
Rusia. Pág. 83-84. Por el contrario, Miguel Antonio Moreno Moreno, cita cuatro. Las tres primeras serían
las mismas, siendo la cuarta para aquellos inválidos y moribundos exentos de trabajo. MORENO
MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 136-137.
232
Véanse, por ejemplo, las que recoge el Cap. Oroquieta para varias actividades. OROQUIETA
ARBIOL, G. “Aspectos de la vida en los Campos”. Pág. 30
233
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 240-241. El Alf. Ocañas señala como, junto al Sgto. Salamanca, se les
encomendó construir una estufa. «Ni Salamanca ni yo teníamos la menor idea de cómo poner un ladrillo,
pero nos las arreglamos como Dios nos dió a entender y aquello quedó terminado; claro que al encenderse
echaba humo por todas partes». PUENTE, M., Yo, muerto en Rusia. Pág. 85.
234
OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a Odesa. Pág. 155-156.

~ 72 ~
ponían a disposición de los soviéticos235. Los habría de todas las nacionalidades en los
campos, encargados de brigadas mixtas, no únicamente compatriotas, aunque esto no
evitaba que hubiese conflictos entre el brigadier y extranjeros236.

La negativa directa al trabajo se consideraba una falta de disciplina muy grave,


conllevando castigos, desde la disminución del 50% de la ración a pasar varios días en
el calabozo, y de suponer faltas reiteradas se abría un proceso contra el prisionero,
traslado a un campo especial por un periodo de tiempo variable237. Los castigos
acabarían siendo la manera más efectiva para controlar a los prisioneros rebeldes, que
bien podríamos señalar como resistentes, en su continua pugna contra los soviéticos. No
obstante, podemos indicar que a partir de 1947 la aplicación de estos métodos iría
disminuyendo, por la relativa flexibilización del rezhim y coincidir con un periodo en el
que los prisioneros estaban más adaptados a la vida en los campos y divisaban la
repatriación en un futuro cercano. A la vez que avanzaba el tiempo, también lo hacia el
sistema de trabajos. Podemos señalar tres periodos para ilustrar los cambios que
tendrían lugar:

En un primer momento, los capturados entre 1941 y 1943 –en menor medida los de
1944 y 1945– que pasaron a formar parte de la mano de obra disponible en los campos
se encontrarían con las condiciones laborales más duras, remitiendo levemente a partir
de 1944 y 1945. Las jornadas de trabajo superaban las 8 horas, cumplir la norma
suponía un tremendo esfuerzo que dejaba agotados a los prisioneros, recibiendo
únicamente como incentivo un poco más de alimento a sus escuetas dietas238. Las
cuotas impuestas a los campos eran más exigentes, por lo que la jerarquía interna
azuzaría enérgicamente para cumplirla, significando en última estancia un peor trato por
parte de los brigadieres. Los días de descanso serían o muy separados en el tiempo o
inexistentes. A lo que se añade, para los capturados entre 1941 y 1942, la dispersión en
campos localizados en las Zonas Amplias alejadas del oeste, con un clima más extremo

235
Por ejemplo, en el campo nº 158, de Makarino, en un primer momento fue el Tte. Altura quien se hizo
cargo de la organización de los trabajos, dejando de hacerlo por no ser competencia suya. «El cambio no
fue el más afortunado al recaer en los evadidos quienes empezaron con su sistema de villanías y
atropellos para tratar de hacer cumplir unas normas excesivas y así congraciarse más con los rusos».
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 58.
236
Eizaguirre habría de enfrentarse en varias ocasiones al brigadier rumano que se encargaba de su
brigada, por lo que sería castigado varios días en el calabozo. Una vez fuera amenaza al rumano con
consecuencias si él vuelve a sufrir un castigo por su culpa, consiguiendo que no lo molesten más. PÉREZ
EIZAGUIRRE, R., En el abismo rojo. Pág. 97-98 y 106-110.
237
OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a Odesa. Pág. 155.
238
Eusebio Calavia estaría en los campos desde finales de 1941. Durante los primeros años recuerda las
duras condiciones del trabajo, la debilidad de los prisioneros, los turnos de 12 horas y las carencias que
padecieron. CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 71-87.

~ 73 ~
y realizando trabajos más pesados, como actividades madereras o en minas. Todas estas
condiciones no responden a un método de tortura o presión a los prisioneros, sino que se
debe comprender dentro del contexto del esfuerzo bélico soviético para revertir el
rumbo de la guerra. En estos años los capturados sufrieron penalidades, hambre y se
vieron en condiciones extremas; al igual que lo hizo el pueblo soviético239.

Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial –e incluso antes del verdadero final–
los esfuerzos soviéticos se concentraron en la reconstrucción material y humana, que
aún sufriría severas dificultades hasta 1947. La jornada laboral se fue estabilizando
entorno a las 8 horas, la norma, aunque exigente, se rebajó. Las condiciones materiales
de los prisioneros mejorarían lentamente, la mayoría se fueron agrupando en los campos
de las Zonas occidentales y las ilusiones de una rápida repatriación, aunque contenidas,
se dejaban notar. Los descansos también comenzaron a ser más habituales, así como
algunos brigadieres mostraron una faceta menos inquisitiva. No podemos afirmar que
las condiciones fuesen completamente óptimas, pero sí suponían una mejoría con
relación al periodo anterior. La serie de actividades se diversificó, por ejemplo,
trabajando en los koljoses o en fábricas, donde sus condiciones mejorarían
notablemente240.

A partir de 1947-1948, tras una complicada posguerra, mejorarían las condiciones


hasta niveles más o menos estándar, aunque el trabajo continuaba siendo duro para
hombres que llevaban varios años en el cautiverio, reflejado en sus cuerpos. La jornada
se mantendría, la norma seguía siendo variable de un campo y de un trabajo a otro. Un
aspecto clave son los incentivos por el cumplimiento de esta, ya que comenzaron a
cobrar sueldos en efectivo. Cantidades sobre las que no se han llegado en los relatos a
un punto común; algunos prisioneros señalan la dificultad para cumplir la norma y
percibir el salario, mientras otros indican que les descontaban enormes sumas por los
gastos del campo y el prisionero241. Por el contrario, varios afirman haber cobrado

239
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 34-35.
240
Varios son los españoles que recuerdan con buenas palabras su paso por los koljoses, donde sentían
una mayor libertad, mejoraban su alimentación y estaban en contacto directo con la población civil.
Manuel Sánchez Lozano recordaba, sobre la recogida que «durante el día todo era caminar y comer,
aquello era disfrutar y no tuvimos restricción alguna», aunque el trabajo agrícola en un primer momento
resultaba agotador acabó siendo «un buen año para todos los prisioneros y para los propios rusos».
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 70-72. Joaquín Poquet guarda excelentes
recuerdos de su paso por la aldea de Kraskobo, dedicando en sus memorias palabras de gratitud a aquellos
campesinos y al Jefe del Campo. POQUET GUARDIOLA, J., Memorias. Pág. 28-32.
241
OROQUIETA ARBIOL, G. “Aspectos de la vida en los Campos”. Pág. 30. El Sgto. Salamanca señala
que se les retiraba parte del sueldo, destinado «a pagar los desperfectos causados por la guerra», un 30%
más por la alimentación y vestuario, y un 12% probablemente al Socorro Rojo o al Konsomol. TORRES,

~ 74 ~
salarios por su trabajo y disponer de ellos libremente para sus gastos dentro y fuera del
campo242.

Este proceso de evolución en las condiciones de trabajo podía verse modificado por
las casuísticas del prisionero, del campo o la voluntad de las autoridades. Hubo
españoles que gozaron de trabajos considerados como buenos, por el régimen, la
alimentación o la libertad, que acto seguido emplearon sus fuerzas en actividades más
gravosas. Estos traslados de un lugar benigno a otro menos deseado no son ejemplo de
castigos, pues los prisioneros que se encontraban a gusto con sus transitorias
condiciones laborales no causaban graves problemas al funcionamiento del campo243.
Como es lógico pensar no siempre los prisioneros tomarían de buena gana el trabajo
encomendado, poniendo en práctica tácticas para evitarlo, llevando a cabo actos de
sabotaje o la tufta, la simulación del trabajo, aplicada también en el Gulag244; la
variedad de métodos para evitar el trabajo empleados por los españoles resulta en
algunos casos sorprendentes245.

4.2.3. La alimentación
Otra de las cuestiones fundamentales para los prisioneros sería la alimentación
dentro de los campos, ampliamente recordada por el hambre que sufrirían a lo largo de
los años. Las descripciones de las comidas se asemejan bastante unas a otras, algo que
también ocurre para los relatos del Gulag246. Ejercer un control sobre la alimentación
del prisionero, al igual que se hacia para el trabajo y el descanso, era fundamental para
el funcionamiento de los campos en los primeros años. Por ello el reparto de la comida

F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 195. Similar a lo que recoge Eusebio Calavia.
CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 110-111.
242
Manuel Sánchez Lozano indica que no era sencillo, pero sí cobró los rublos correspondientes.
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 79 y 88. Ángel Marchena aprendería a escribir,
gracias al Sgto. Salamanca, para poder firmar la nómina mensual de 200 rublos que le entregaban.
MARCHENA CAÑETE, A., Memorias de un luqueño. Pág. 87-88.
243
Como ejemplo tomamos a Ángel Pestaña, que junto a un pequeño grupo de españoles, se encontraba
trabajando en una fábrica de Odessa. Gozaba de aceptables condiciones de vida y trabajo, a veces
disponía de dinero y llegaría a ocupar el puesto de brigadier. Tras cerca de dos años trabajando en
Ucrania, sería trasladado dirección norte, posiblemente a Cherepovets, encargándose de la tala de árboles,
actividad bastante más dura. CELA, R., En Rusia con la División Azul. Pág. 208-214.
244
Uno de los métodos que probablemente pusieron en práctica los españoles sería el de serrar troncos ya
apilados, con el fin de que pareciesen recién cortados, y añadírselos como propios para su norma.
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 358-367.
245
Por ejemplo, Vicente Calvo fingiría perder la facultad de hablar ante un grupo de prisioneros rumanos
que atestiguarían lo acontecido. Durante varios meses fingiría para permanecer en el hospital hasta que un
día «se cansó de ser mudo», recuperando el habla frente a otros rumanos, atribuyéndolo algunos a un
milagro. Eusebio Calavia por su parte fingiría andar con mucha dificultad, por padecer reuma, alargando
también su estancia. CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 94-95.
246
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 227.

~ 75 ~
respondía a las distintas categorías de trabajadores y al cumplimiento de la norma,
viéndose reducida o ampliada la ración según se cubriese, completando con este aspecto
la complejidad y ciencia que regía la organización de los prisioneros. A las cocinas de
los campos llegaban las raciones necesarias para cada tipo dieta, la suma de lo que le
correspondía a cada prisionero, que se supone recibían en las diferentes comidas247. En
términos calóricos la ración diaria de un prisionero rondaba las 2.800 calorías, basando
su dieta en los cereales y la harina, y en menor medida las verduras empleadas en las
sopas, repartidas entre 2 y 3 comidas al día. El menú variaba de un campo y de un
periodo a otro, pese a que hubo platos que siempre estaría presentes: la kapusta –a base
de repollo–, la balanda –a base de ortigas–, kasha –cereales cocidos como arroz, mijo o
preparados como sémola y avena–, el pan negro y el chai –té–248.

El grave problema con la alimentación era la insuficiencia de esta para cubrir las
necesidades derivadas por el esfuerzo físico de la jornada laboral, lo que a la larga
provocaba el debilitamiento del prisionero. Si establecemos una periodización del
hambre podemos situar el periodo con más deficiencias durante los años de la guerra y
la posguerra, en la que se sufrirían sequías que agravaron la situación en que se
encontraba la Unión Soviética tras las enormes pérdidas y esfuerzos realizados. El
hambre seguiría estando presente en los campos, variando en gran medida de uno a
otros, remitiendo considerablemente a partir de 1948. En algunos de los campos el
sufrimiento alcanzaría niveles mayores que en el resto por el régimen de trabajo y la
falta de alimento; el más conocido sería la bautizada como Isla de los 70, en el río
Chesna, cercano al campo nº 158, de Makarino. Las extremas condiciones obligarían a
los españoles a buscar fuentes de alimentación acuciados por la necesidad, cazando
animales y recolectando las plantas y hierbas249.

En otras ocasiones los prisioneros disfrutarían de una mejor alimentación, varios de


ellos señalaban también la importancia de la ayuda americana enviada que alimentó en

247
OROQUIETA ARBIOL, G. “Aspectos de la vida en los Campos”. Pág. 31.
248
Los relatos aportan gran variedad de datos sobre la alimentación, nosotros establecemos una
simplificación de todos ellos. Véase un resumen sobre la cuestión en TORRES, F., Cautivos en Rusia.
Pág. 328-336.
249
Varios españoles pasarían por este improvisado campo, dejando constancia de la deficiente calidad de
la alimentación. Julio Jiménez sería uno de los que sufriría el hambre, adaptándose: «No hacemos
excepción con ninguno, lo mismo es comida una rata, un sapo, una rana, una culebra, un gato o un perro.
[…] cuando no es posible lucir nuestras dotes de cazadores nos volvemos rumiantes». JIMÉNEZ
GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 65-67. Salamanca señala que «solamente las golondrinas eran respetadas
[…] harían las veces de palomas mensajeras» atándoles trapos con garabatos, pero sin éxito. TORRES,
F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 169.

~ 76 ~
varias ocasiones a los campos durante meses250. Los trabajos en los koljoses eran otra
fuente de alimento suplementaria, ya que permitía a los prisioneros mejorar su dieta
gracias a la recogida de las siembras y la solidaridad de los civiles soviéticos251. Por las
fechas en las que el hambre dentro de los campos comenzaba a remitir llegarían los
primeros paquetes de la Cruz Roja destinados a los prisioneros de otros grupos
nacionales, obteniendo los españoles algunos de los productos que estos les daban en
solidaridad, o teniendo acceso a mejor comida. También el cobro de salarios ayudaría a
paliar el hambre, pudiendo adquirir productos varios en las cantinas de los campos. No
obstante, el tiempo pasado en los campos se dejaría notar en los cuerpos de muchos
prisioneros, aquellos que en una edad joven y con una complexión media habían
perdido gran cantidad de peso y no lo lograrían recuperar hasta el regreso a España.

4.2.4. La cuestión política: ideología y (contra)propaganda


Los soviéticos eran conscientes de la necesidad de mantener un control ideológico
sobre los capturados, a fin de eliminar cualquier componente contrarrevolucionario
dentro de los campos que impidiesen el funcionamiento de estos, a la vez que pusieron
esfuerzos para desnazificar –desfascistizar sería más apropiado– y acerca a la empresa
socialista a aquellos prisioneros que en algún momento regresarían a sus hogares. Para
el caso de los españoles encuadrados en la División Azul, los soviéticos estaban
plenamente informados del cariz predominante de la unidad, ampliando la información
sobre esta gracias a los primeros capturados en el Vóljov y los informes elaborados, por
ejemplo, por el PCE. La cuestión ideológica había comenzado antes incluso de la
captura de un gran número de españoles, poniendo en práctica una guerra psicológica en
el frente:

El lanzamiento de pasquines comenzó en fechas tempranas de diciembre de 1941,


ampliándose la propaganda y la calidad de esta a lo largo de 1942 cuando los soviéticos
contaban con un mayor número de prisioneros y desertores que habían aportado
información durante los interrogatorios o colaboraban activamente en estas actividades
y otras, como las alocuciones por radio252. No obstante, las retrasmisiones no parecían
tener entre los divisionarios el efecto deseado, si bien es cierto que dejaban de disparar
250
Miguel Antonio Moreno afirmaba con sorna que en esas fechas «Oscar Mayer fue más popular que
Stalin». 250 MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 147. CALAVIA, E., y ÁLVAREZ
COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 88-95.
251
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 70.
252
GUERRA PSICOLÓGICA, Guerra psicológica sobre la División Azul (Rusia, 1941-1944). s. l.: s. ed.,
s. f. Pág. 5

~ 77 ~
para disfrutar de la música, por lo que el bombardeo con octavillas ocuparía un puesto
preferente en la propaganda. Pese a los supuestos castigos para quien estuviera en
posesión de los pasquines, muchos divisionarios los conservarían y volverían con ellos a
España, así como varios capturados los llevarían guardados en sus carteras, mientras
otro manifestaría que se los mostró a su sargento y este no hizo comentario alguno253.

Gracias a ello contamos hoy en día con varios ejemplares de las octavillas254.
Normalmente estaban impresas en formato cuartilla, escritas en un castellano que se fue
perfilando gracias a los españoles, pues en un primer momento se notaba la
intermediación de traductores que cometían fallos en su redacción. Se centraban en
poner de relieve la situación del frente, las malas condiciones en las trincheras españolas
o entre la tropa, falangistas y mandos militares, e instando a la deserción, asegurándoles
que se les respetaría y darían buen trato. Al pie de cada una solían señalarse los nombres
de los desertores, incluyendo compañía y batallón al que habían pertenecido, para a
continuación imprimir sus firmas, garantizando que lo que allí estaba escrito se
cumpliría, aunque no todas las rúbricas pueden tomarse como auténticas o sinceras. En
su anverso y reverso habituaban incluir, en español y ruso, indicaciones de que «Esta
hoja sirve de salvoconducto para pasarse al Ejército Rojo»255. En algunos casos se
incluían en el reverso fotografías de los desertores y los prisioneros, en actitud
distendida, escuchando la radio, compartiendo tabaco con los soldados del Ejército Rojo
o dentro de un campo de prisioneros, a fin de convencer a los divisionarios de dar el
paso256. En enero de 1942 se lanzaría sobre las trincheras españolas el primer y único
número del periódico La Verdad, que aparentemente no tendría éxito propagandístico
entre los hispanos257.

Con el cambio de posiciones en el frente la propaganda soviética no cesaría. En


febrero de 1943, a varios de los capturados en Krasny Bor se les ofrecería la posibilidad

253
«Informe sobre la División Española de Voluntarios…», (AHCPE, Caja 104, Carpeta 1). Pág. 24-25.
254
Podemos encontrar reproducciones de ellas en GUERRA PSICOLÓGICA, Guerra psicológica, así
como en MARZO, J. L., Rendeix-te!: fulls volants i guerra psicológica al segle XX. Barcelona: Centre de
Cultura Contemporània de Barcelona, 1998. Pág. 106-107. Catálogo de la exposición «Rendeix-te!: fulls
volants i guerra psicológica al segle XX», dirigida por Jorge Luis Marzo, celebrada entre el 27 de octubre
de 1998 y el 21 de febrero de 1999.
255
GUERRA PSICOLÓGICA, Guerra psicológica. Pág. 6.
256
Véanse ejemplos de esto en las octavillas «¡Camaradas de la División Azul! Estamos muy contentos
de habernos pasado al lado del Ejército Rojo», «Entregaros prisioneros voluntariamente», «Soldados de la
V Compañía, 2º Batallón del Regimiento 262 de la División Española de Voluntarios». Reproducidas en:
GUERRA PSICOLÓGICA, Guerra psicológica. Pág. 10-11, 16-19 y MARZO, J. L., Rendeix-te! Pág.
107.
257
En este ejemplar recogería una misiva a los divisionarias, con el título «Carta de un grupo de
prisioneros a los soldados de la División Azul», rematada con las firmas de ocho prisioneros que se creen
falsificadas. VADILLO, F., Los prisioneros de la División Azul. Pág. 44-48.

~ 78 ~
de hablar por los altavoces para informar que estaban vivos. La mayoría se negaría a
ello, el Cap. Oroquieta sería uno de ellos. Sin embargo, su acompañante, el Alf. Navarro
sí hablaría ante la confusión de Oroquieta258. Para ese año comenzaban a ponerse en
funcionamiento los grupos antifascistas, teniendo como centro de operaciones el
denominado Club. Todos los grupos nacionales llevarían a cabo actividades con el fin
de atraer más prisioneros; al grupo alemán, bautizado como «Freies Deutschland», se
unirían figuras tan destacadas como von Paulus, animando con él a muchos prisioneros
que «completamente desorientados, quebrada su moral por el adverso clima del
cautiverio […] sintieron dramáticamente la agitación en sus espíritus y cayeron en la
desolación del desengaño»259. Algo que se repitió con otros prisioneros como los
italianos260.

Algunos de los desertores españoles habían sido trasladados entre 1943 y 1944 al
campo de educación antifascista de Krasnygor, con el cometido de formarse y entrar en
el servicio de propaganda del Ejército Rojo, aunque no llegarían a hacerlo, pues con la
retirada de la unidad española del frente ya no eran necesarios261. A partir de ahí las
actividades de propaganda quedaban limitadas a los prisioneros en su poder,
potenciadas por los antifascistas españoles. Como ya mencionábamos con anterioridad,
el Club funcionaria como lugar de reunión para estos, siendo obligatorio en algunos
momentos la asistencia a los actos que se celebraban262. A traves de los primeros
interrogatorios a los españoles se elaboraban una afiliación, amplio cuestionario a fin de
conocer mejor al prisionero y calibrar las oportunidades de acercarlo a la causa
socialista; «había que explicar cuantos familiares tenía, con quien estaban casados, en
que trabajaban, cual era su empleo, etc.», con amenazas a quien no respondiese y
renovada anualmente en busca de incongruencias y mentiras263.

La propaganda soviética dispersa llegaría de numerosas formas, pero no podemos


afirmar que hubiese un claro predominio por reeducar a los prisioneros españoles, como

258
OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a Odesa. Pág. 69-70.
259
Ibídem. Pág. 149-151.
260
El Cap. Palacios, en el campo nº 160, de Súzdal, en la región de Vladímir, señala como con las
noticias del armisticio de Italia en septiembre de 1943 se produjo un desánimo terrible entre los
prisioneros italianos, inscribiéndose a los grupos antifascistas. «De quinientos italianos que había […],
cuatrocientos cincuenta, al menos, se pasaron a la disciplina rusa». LUCA DE TENA, T., Embajador en
el infierno. Pág. 58.
261
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 341. Manuel Sánchez Lozano se refiere a otro campo,
posiblemente al mismo de Kraskobo, llamado Escuela. En ella «se depuraba y sacaba toda la información
posible tratando de captarlos luego». SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 63.
262
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 134.
263
Ibídem. Pág. 140.

~ 79 ~
sí ocurría por ejemplo con los alemanes. Por las propias características de la División y
sus integrantes parecían ser esfuerzos en vano, pero también ha de añadirse la voluntad
de los resistentes por mantener al grupo ibérico unido frente a la influencia soviética. A
lo largo del cautiverio estos mantendrían una actitud de oposición constante, empleando
todos los métodos a su alcance para realizar una contrapropaganda, con mensajes y
acciones.

Como consecuencia al continuo quebrantamiento del rezhim por los resistentes


habían de soportar los castigos impuestos. Si bien padecerlos suponía una terrible
penalidad, eran un ejemplo que «atraía a los prisioneros […] y contra eso los rusos no
podían luchar. Matarnos era convertirnos en mártires, y las consecuencias de una acción
así eran imprevisibles»; tomaron acción creando el llamado Socorro Azul, con el fin de
ayudar a aquellos encarcelados guardándoles alimentos necesarios para continuar su
lucha264. De forma lenta irían recabando más apoyo entre los denominados
supervivientes, aunque lo que más influía a estos no eran los discursos del orgullo
español y la raza ibérica, sino la supervivencia y la libertad. Por su parte los soviéticos
procurarían denigrar a los oficiales españoles, asumiendo que sin su enconado liderazgo
la resistencia disminuiría265. A partir de 1947, cuando los españoles eran testigos del
regreso de numerosos grupos de prisioneros a sus países, o el contacto y los paquetes
que recibían los cautivos, comenzaron a permear paulatinamente las acciones de los
resistentes. Para el inicio de la década de los 50 los españoles más combativos
comenzaron de una forma más efectiva a organizarse y a emplear algo que podemos
denominar –aplicando el término de James Scott–266 las armas de los débiles;
especialmente las huelgas de hambre.

Hubo varias a lo largo del cautiverio, pero la que más ha transcendido en los relatos
sería la protagonizada en abril de 1951, como centro en el campo nº 270, de Borovichí.
El detonante era la negativa de los mandos a permitirles comunicarse con las familias y
recibir paquetes de la Cruz Roja, si bien el germen hay que hallarlo en la experiencia del
cautiverio. Los españoles se organizarían para declararse en huelga en tres grupos,
primero los más fuertes, segundo los menos y tercero los enfermos y más viejos.
Sucesivamente se irían activando, ante la mediación de los soviéticos que se
comprometieron a comunicarse con Moscú. Haciendo caso omiso a lo que les decían,

264
TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 176-177.
265
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 446-452.
266
SCOTT, J. Weapons of the weak. New Haven: Yale University Press, 1985.

~ 80 ~
por falta de confianza en estos, prosiguieron con el levantamiento haciendo su lema
«Marchar a casa o morir»267. Los mandos del campo hicieron lo posible por minar la
decisión, algunos españoles acabarían pasando por los calabozos y se les alimentó a la
fuerza, pero aquellas acciones sólo sirvieron para caldear más el ambiente 268. Tras poco
más de una semana de lucha los españoles acabarían por ponerle fin a la huelga, tras
haber sido movilizadas los guardias del NKVD del campo y asaltar la barraca de los
huelguistas. El castigo fue la dispersión y la búsqueda de los cabecillas269.

No consiguieron cumplir con sus demandas, pero sentaron un precedente en la lucha


interna de los campos. En el resto de los campos a los que fueron enviados los
prisioneros se sucedieron amenazas de ir a la huelga y algunas tuvieron lugar que, pese
a ser de menor intensidad, suponían un gran logro para el grupo de los resistentes270.
¿Por qué las huelgas significaban un inconveniente para los soviéticos? Es sencillo.
Declararse en huelga de hambre conlleva la negativa a trabajar, la imposibilidad para
cubrir la norma y, en última instancia, trastocar las cuotas del campo y afectar al
rendimiento económico de estos. Los españoles no habían inventado nada nuevo. A lo
largo de 1951, y ya desde 1950, en el Gulag se habían sucedido huelgas y protestas que
habían supuesto una crisis en el propio sistema271. La posición de los prisioneros
españoles cambiaba, aunque las condiciones de vida estaban a niveles aceptables y
remotamente lejanas a las experimentadas durante los primeros años.

Las pugnas entre los resistentes y los antifascistas y soviéticos por controlar los
campos no habían tenido un vencedor claro. Pero el momento de la repatriación se
acercaba, y entre sus preparativos los soviéticos crearon comisiones para recabar más
información sobre los hispanos, sus impresiones y la posibilidad de que se quedasen en

267
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 178-186.
268
Eusebio Calavia fue obligado a comer, con las manos atadas «un oficial me sujetaba los pies y otro me
puso la rodilla en el vientre […] con el mango de la cuchara, intentaba separarme las mandíbulas […]
haciendo palanca por el pequeño hueco de un diente que yo tenía roto, hizo saltar éste y otro de al lado.
Sentí un dolor horrible y sin querer abrí la boca, el mango metálico quedó entonces clavado
dolorosamente en mi paladar». CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág.
149-151.
269
Prácticamente cada relato consultado cuenta con mayor o menor detalle la huelga de 1951, visto desde
su perspectiva personal, los datos de todos ellos aparentemente no presentan mucha diferencia,
consecuencia de suponer uno de los grandes mitos del cautiverio. Véase un resumen actual de ella en
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 489-502. También véase desde la narración de los protagonistas
CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 139-161 y JIMÉNEZ GÓMEZ, J.,
Semíramis. Pág. 77-92.
270
CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 162-163.
271
El MVD calculó que en 1951 se habían perdido más de un millón de jornadas de trabajo por estos
actos. La lista de huelgas entre 1950 y 1952 es sorprendentemente extensa. APPLEBAUM, A. Gulag.
Pág. 470.

~ 81 ~
la Unión Soviética272. A muchos se les ofrecieron incentivos para quedarse, intentando
convencerlos, pero al final prácticamente todos manifestaron sus deseos de regresar a
España273. Una vez concentrados en los campos, y trasladados a Odessa lo seguirían
intentando, convenciendo a alguno de ellos en los últimos instantes.

4.3. Compañeros y vecinos de los campos


En el amplio sistema carcelario los españoles no serían los únicos en convivir dentro
y fuera de las alambradas. A lo largo de los años se verían obligados a cohabitar con
infinidad de personas distintas, tanto con los propios prisioneros de distintas
nacionalidades como con los soviéticos, civiles o presos, que se encontraron en su
recorrido por la Unión Soviética. Con cada uno de los grupos se creaban unas dinámicas
distintas, a veces de pura cordialidad, otras de oposición, y por supuesto de amistad y
comprensión. Los relatos están plagados de alusiones a sus encuentros con compañeros
y vecinos de los campos de prisioneros, algunos de ellos curiosos, sorprendentes y que
dejan entrever el funcionamiento de las relaciones humanas de los prisioneros
españoles.

4.3.1. Compañeros de infortunio


Como es lógico pensar, las personas con las que más contacto tendrían serían el
resto de los prisioneros que ocupaban los campos, obligados por su situación a estar en
continuo contacto con estos. La concentración de un gran número de personas de
distintas nacionalidades y condiciones, obligadas a sobreponerse a la privación de
libertad e incorporarse inmediatamente a un sistema, al principio desconocido para
ellos, supone un complejo proceso de adaptación a un nuevo mundo en el que se crean
dinámicas entre ellas. Si tomamos como ejemplo las obras dedicadas a su experiencia en
Auschwitz, Primo Levi, analiza el proceso de adaptación y la vida en los Lager
alemanes, cómo afrontaban y sobrellevaban la vida «los hundidos y los salvados»;
señalaba como los prisioneros que más tiempo llevaban en los Lager alemanes no se
preocupaban por los recién llegados, no les explicaban el funcionamiento interno ni

272
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 195-196. SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la
primavera. Pág. 100.
273
José Ruano Ferrer recuerda como una comisión le ofrecieron varias ventajas por quedarse, algunas se
materializaron en ropa, alimentos y menos trabajo durante los meses que le llevó sopesar la respuesta. Fue
clara: «No me quería quedar en la Rusia de Stalin, y menos aun ingresar en el comunismo, cuyas
doctrinas me repugnaban por considerarlas una calamidad para el Mundo entero y la libertad de los
pueblos». ALONSO, H., “José Ruano Ferrer”. Pág. 55-56.

~ 82 ~
cómo debían actuar, buscaban la egoísta supervivencia de su ser antes de la solidaridad
con quien quizás en unos días o semanas no fuese más que un cadáver. A pesar de las
enormes diferencias existentes entre los Lager y el sistema carcelario soviético –en
ocasiones equiparados sin rigor alguno, de la forma más burda y maniquea posible–, los
estudios de Levi nos aportan una valiosa visión para comprender y reflexionar sobre
infinidad de aspectos de la experiencia de una persona entre alambradas.

Si tomamos como caso el anteriormente mencionado y los comparamos con los


campos de prisioneros observamos una situación opuesta. En la mayoría de los casos los
prisioneros de un mismo grupo nacional convivían con cierta harmonía en los mismos
barracones y habituaban formar las brigadas de trabajo entre los suyos. Además, existía
cierta solidaridad y colaboración interna por el hecho de encontrarse en la misma
situación, así como por el humilde regocijo de ser compatriotas de infortunio. Tal vez
en los grupos menos numerosos, como el de los españoles, estos lazos de unión
presentaban unas dinámicas más extendidas por su escaso número de integrantes, a lo
que se ha de añadir el claro componente ideológico de la DA y sus voluntarios, que en
su conjunto manifestarán constantemente un sentimiento de unión patriótica. No
obstante, por norma general, la relación de los españoles con los distintos grupos era
cordial, sin ser excluyentes con otros prisioneros por el país de origen de cada uno.

Los hispanos que se encontraban en campos con una gran cantidad de alemanes,
húngaros, rumanos o italianos dan buena cuenta de las dinámicas que se creaban con
estos; cómo compartían el tiempo de trabajo y de descanso, la complicidad y la
solidaridad entre ellos, considerados en algunos casos unos compatriotas más en el
cautiverio274. A pesar de las dificultades de algunos españoles para relacionarse con
otros prisioneros, principalmente por el idioma, lo común era entrar en contacto con
grupos nacionales más afines o numerosos275. Alemanes e italianos serán los que más

274
Eusebio Calavia narra cómo durante las Navidades o el 12 de octubre celebraban pequeñas fiestas
gracias a los productos que guardaban durante semanas, a las que acudían algunos alemanes. CALAVIA,
E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 179. Por su parte los alemanes tenían trato
similar con los españoles, Julio Jiménez indica que «cualquier soldado español es invitado a merendar
con los generales alemanes y le ceden el sitio de honor». Narra otro hecho curioso, cuando los alemanes
invitan a un español que vivía en su barraca a celebrar la Nochebuena de 1953, este decide pasarla con
sus compatriotas y acude más tarde, con la sorpresa de que la fiesta no había empezado «esperan su
llegada. La cabecera, el sitio de honor, esta reservada al español, y a su lado se sientan los generales».
JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 107-108.
275
Manuel Sánchez recuerda como el trato resultó desigual en el campo que se encontraba, «no
dominábamos el alemán ni tampoco el yugoslavo ni el polaco pero sí nos entendíamos con los rumanos».
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 70.

~ 83 ~
afinidad tendrían con los ibéricos, aunque dependía de las condiciones del campo276.
Las amistades entre ellos fueron habituales, sin duda en los relatos aparecen con
frecuencia menciones a ellos. Algunas de ellas podrían ser consideradas como cruciales,
ya que con las repatriaciones de alemanes, rumanos e italianos salían los nombres de los
españoles, información que se encargarían de hacer llegar a los familiares277.

Pero en su largo recorrido también estarían en contacto con prisioneros de más


países: finlandeses, polacos, yugoslavos, búlgaros, croatas, japoneses, chinos… La lista
es amplía. De una forma extendida se puede observar en los relatos como se reproducen
estereotipos sobre las diferentes nacionalidades, aunque esto no está exento de buenas
palabras sobre ellos278. No obstante, pese a lo idílico que pueda parecer las relaciones
entre prisioneros no nos podemos quedar únicamente con las experiencias positivas
entre ellos, ya que las disputas e incidentes estaban también presentres.

Ya en los campos de prisioneros establecidos fuera de las fronteras de la Unión


Soviética entre 1944 y 1945, destinados a albergar a las grandes masas capturadas en el
avance del Ejército Rojo al oeste, los conflictos entre prisioneros eran habituales, tal vez
por los sentimientos de quienes se veían derrotados279. En los campos de prisionero las
diferencias entre los grupos nacionales también existían, los grupos mayoritarios solían
ocupar los mejores puestos de trabajo y aprovecharse de las ventajas que suponían su
número280. Algún español señalaba que a consecuencia de la complicidad de algunos
prisioneros con los soviéticos existía un «enorme clima de desconfianza en que los

276
El Cap. Palacios, por ejemplo, recuerda su buen trato y la solidaridad con los prisioneros italiano y
alemanes, en menor medida húngaros, en el campo nº 160, de Súzdal. LUCA DE TENA, T., Embajador
en el infierno. Pág. 55-70.
277
Por poner algún caso de los muchos que podemos encontrar. Joaquín Poquet entablaría amistad en
1948 con un oficial alemán, Paul Gross, que a su regreso a Alemania enviaría una carta a la familia de
Poquet informándole de su paradero. POQUET GUARDIOLA, J., Memorias. Pág. 40-42.
278
Recogemos las palabras de Manuel Sánchez sobre los exóticos compañeros de cautiverio: «De estas
gentes, los japoneses, aprendimos de su paciencia y el saber encarar los problemas con suma tranquilidad.
De la fidelidad en su amistad y especialmente la unión existente entre todos ellos sin mirar su condición
humana. Nos dieron un buen ejemplo con estas virtudes que a mí me sirvieron mucho en lo sucesivo».
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 77.
279
El grupo de 6 españoles, del que formaba parte Eizaguirre, se encontraba en Moldavia a finales de
1944 en un campo, previamente mencionado, que funcionaba como centro de clasificación y distribución
de prisioneros. La tensa situación en la barraca de los «internacionales» donde se alojaron desembocó en
disputas y peleas contra los polacos, grupo mayoritario del barracón, que se imponían por la fuerza al
resto de nacionalidades hasta que todas se confabularon en su contra. Los compañeros de Eizaguirre
también recordaban de su paso por el campo inmediatamente anterior como los prisioneros húngaros y
rumanos golpeaban y robaban a los alemanes, culpándolos de haberlos arrastrado a la guerra. PÉREZ
EIZAGUIRRE, R., En el abismo rojo. Pág. 67-69 y 76-78.
280
José Ruano recuerda un incidente en el trabajo. Como los españoles eran minoría ante otros
prisioneros «en el reparto de vagones a descargar, nos endosaban siempre los mayores» quedándose ellos
los más vacíos, hasta que un día «a fuerza de palazos nos adueñamos de los vagones pequeños».
ALONSO, H., “José Ruano Ferrer”. Pág. 29-30.

~ 84 ~
presos se acostumbraban a vivir, la falta de solidaridad y camaradería entre ellos y la
brutalidad de lenguaje y maneras»281.

En ocasiones los prisioneros de guerra tendrían que convivir con presos soviéticos
provenientes del Gulag, en la mayoría de los casos en prisiones, campos de castigo o
campos puntuales por los que pocos prisioneros españoles tuvieron largo recorrido.
Existían varios tipos de presos en los Gulag, pero con los que mayor confrontación
tendrían los prisioneros serían con los criminales profesionales que se imponía por la
fuerza allí donde habitaba, constituyendo un hampa criminal con sus propias reglas,
jerga o jerarquías. En la cúspide estaban los conocidos como urki y blatnoi, que, entre
otras fechorías, controlaban el mercado negro de los campos, extorsionaban o robaban a
otros presos282. Los prisioneros de guerra tendrían que sacar fuerzas para la autodefensa
frente a un grupo fuertemente organizado y con largo recorrido en el mundo propio que
forma el sistema carcelario soviético283. El trato con el resto de los presos, tanto bytovye
como kontrikiu –comunes y políticos–, se llevaría de una manera menos dramática y
violenta, compartiendo experiencias e impresiones entre ellos284.

Por último cabe señalar el encuentro de los prisioneros divisionarios con algunos
prisioneros republicanos que habían acabado dentro del sistema carcelario soviético. En
su mayoría pertenecían a grupos de pilotos y marinos que durante la Guerra Civil
Española se encontraban en la Unión Soviética, los primeros como aprendices en las
academias militares y los segundos a bordo de barcos españoles en puertos soviéticos.
Asimismo los encuentros con los niños de la guerra que, en menor medida, acabarían
también en los campos285. El trato en un principio podía ser complicado por un pasado

281
PUENTE, M., Yo, muerto en Rusia. Pág. 65.
282
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 295-305. Eizaguirre, por ejemplo, recuerda como fue destinado al
trabajo en una mina donde compartía espacio con estos ladrones, además de soldados del Ejército Rojo
que se habían dedicado a «liberar y civilizar Alemania», es decir, violar y saquear, y acabaron en los
campos. Como único español tuvo que hacer valer su fuerza cuando intentaron robarle la chaqueta,
enfrentándose a los prisioneros, logrando huir herido del ataque. PÉREZ EIZAGUIRRE, R., En el abismo
rojo. Pág. 129-131.
283
José Ruano fue trasladado a un campo con presos soviéticos, disponía de dinero y rápidamente se
corrió la voz entre los blatnois. Por la noche varios intentaron robarle, pero Ruano tuvo que imponerse
por la fuerza, atacando al grupo de ladrones. ALONSO, H., “José Ruano Ferrer”. Pág. 57-58.
284
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 305-318.
285
Véanse sobre los republicanos en el sistema carcelario soviético los trabajos fundamentales de
SERRANO, S., Españoles en el Gulag. Republicanos bajo el estalinismo. Barcelona: Península, 2011, así
como IORDACHE, L., En el Gulag. Españoles republicanos en los campos de concentración de Stalin.
Barcelona: Marcial Pons, 2014.

~ 85 ~
reciente de lucha en bandos contrarios, pero el verse en las mismas condiciones de
cautiverio en gran medida las fricciones se dejaron de lado286.

4.3.2. Los vecinos soviéticos


El contacto con la población soviética fue más común de lo que podríamos suponer
en un principio. La más directa sería, como es obvio, con el personal de los campos: los
mandos del campo, figuras de autoridad y conexión directa con la burocracia; los
guardias, brazo ejecutor de los anteriores, encargados del orden y funcionamiento de los
campos; el personal médico, en su mayoría femenino, encargados de la supervivencia de
los débiles y enfermos. Pese a que las dinámicas que se creaban habitualmente entre
estos y los prisioneros estaban marcadas por el control de unos sobre otros, también
existió espacio para relaciones más humanas y de interés. Es preciso señalar que los
soviéticos trabajando en los campos no vivían es esferas sociales completamente
separadas y comprendían lo que significaba vivir entre las alambradas; incluso un
considerable porcentaje de los guardias habían sido prisioneros en el pasado287.

Dentro de los campos existía cierto margen de actuación para los prisioneros según
la voluntad de los mandos, gozando de mayores libertades, mejores condiciones y trato,
por la confianza que se creaban entre ambos grupos288. En gran medida influía la
predisposición del personal soviético a cargo de los internados. Un trato más benévolo
podía suponer grandes ventajas y una notable mejoría para los prisioneros, mientras
que, por el contrario, uno más estricto o irracional hacía empeorar la experiencia
global289. Resultan sorprendentes algunas escenas narradas por los españoles en sus
encuentros con los mandos, que se interesan sinceramente por estos, bien por sus
experiencias previas –principalmente por el contacto con españoles durante la Guerra
Civil–, bien por una personalidad más compasiva y empática, que desmontan en gran

286
Manuel Sánchez escribiría sobre estos: «Para mí fue una grata sorpresa el poder conocer y tratar con
los marinos y los pilotos españoles que seguían la misma suerte que nosotros. […] Todos ellos formaban
una buena piña de compañerismo y siempre se portaron como unos verdaderos caballeros con los
prisioneros españoles». SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 85.
287
APPLEBAUM, A. Gulag. Pág. 273-293.
288
Manuel Sánchez recordaba como en el campo nº 5, filial del nº 58, de Potma, por el carácter de los
españoles «los rusos y demás genes del lugar sentían mucho aprecia hacia nosotros. Se nos daba un cierto
margen de confianza». SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 74.
289
Como ejemplo podemos indicar el ya mencionado intento de fuga de un pequeño grupo de españoles
entre los que se encontraba Joaquín Poquet; el Jefe del Campo les ayuda a ser repatriados con los
rumanos, mientras el Jefe Político que los reconoce los envía de regreso a la Unión Soviética. POQUET
GUARDIOLA, J., Memorias. Pág. 25-26.

~ 86 ~
parte el mito creado sobre la brutalidad y sadismo de estos290. Con la experiencia los
españoles aprenderían a perder el miedo a tratar con los mandos, pudiendo con ello
acercar posiciones o impulsar su voluntad de resistencia291. Por supuesto que las
relaciones entre ambos no fueron siempre de amistad, o tan siquiera de respeto mutuo,
pero existía interés por los mandos en mantener buenas relaciones con los prisioneros,
en especial con los españoles que parecían ser los que más alborotadores, a fin de
facilitar el funcionamiento de los campos.

Sin embargo, con quien mantendrían un contacto más cotidiano sería con los
guardias, compañeros en los campos, los lugares de trabajo o durante los traslados. Sus
obligaciones les impedían que el prisionero se librase de su constante atención, pero del
trato continuo surgirían dinámicas que no siempre podemos considerar desiguales.
Durante los traslados clamarían constantemente a los prisioneros que no intentasen la
fuga, pues de intentarlo la repatriación sería imposible, y muy posiblemente ellos se
verían en la necesidad de emplear la fuerza para detenerlos292. Incluso cuando los
desplazamientos se realizaron a través de las ciudades, y los prisioneros disponían de
libertad durante unas horas o días, los guardias no impondrían férreos controles sobre
estos, limitándose a comunicarles de nuevo que evitasen las evasiones por el bien de
todos293. Dentro de los campos y en el trabajo la situación estaba más controlada por los
guardias, que debían imponerse para el control de los prisioneros. Si bien nos
encontramos con capítulos de simpatía entre ambos, también se sucederían incidentes

290
En los relatos aparecen varios ejemplos en los que Jefe y prisionero mantienen un encuentro
respetuoso, con cierta simpatía por ambas partes, aunque en ocasiones los motivos fuesen recabar
información, comunicar alguna sanción o imponer autoridad. Por ejemplo: Oroquieta se encontró con un
mando que se interesó por sus heridas y le entregó comida. OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a
Odesa. Pág. 127-128. Joaquín Poquet mantendría una amistad con el Jefe al cargo de ellos en el campo de
Kraskobo, conociendo a la familia de este y ayudándolo en todo lo posible. POQUET GUARDIOLA, J.,
Memorias. Pág. 28-29.
291
Eizaguirre relataba: «al principio me ponía muy nervioso y me resultaba muy violento enfrentarme con
la MVD; pero a medida que se repetían una y otra vez los interrogatorios, me iba acostumbrando […]
Llegó un momento en que, cuando me llamaba el comisario, cualquiera que fuese el objeto de la llamada,
me era tan indiferente como si se tratara de mi vecino de litera». PÉREZ EIZAGUIRRE, R., En el abismo
rojo. Pág. 103.
292
SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 82.
293
Con frecuencia durante las paradas se les permitiría bajar para hacer sus necesidades. En los
transbordos, en estaciones o dentro de las ciudades, no pondrían restricciones a que estos comprasen algo
dentro de estas, o que paseasen con libertad por las ciudades. Por poner un ejemplo sorprendente: en
agosto de 1948 un grupo de españoles fue conducido a Moscú, donde algunos «estuvimos doce días,
libres, sin guardianes o al menos eso nos parecía a nosotros; cada uno fuimos por donde quisimos y nadie
se metió con nosotros». ALONSO, H., “José Ruano Ferrer”. Pág. 39-40.

~ 87 ~
regulares y quejas por el control, aunque no siempre acababan con respuestas violentas
o disciplinarias contra los españoles294.

Con el personal médico el trato habituaba resultar beneficioso para los cautivos.
Como indicábamos con anterioridad, los doctores tenían gran influencia para determinar
las condiciones del prisionero, al categorizar qué tipo de trabajo podía desempeñar o
incluirlo en la lista de pacientes del hospitalillo. Los relatos señalan las relaciones de
complicidad que se creaban con estos, especialmente con las doctoras soviéticas. A
menudo recogen sus nombres, escenas en las que se preocupaban por sus condiciones
físicas o la complicidad que se formaba entre ambos295. Otras ayudaron a los españoles
yendo más allá de sus capacidades, manteniéndoles ingresados en los hospitalillos aun
cuando estaban recuperados. Es importante señalar como la presencia de una figura
femenina es fundamental en las necesidades afectivas de los prisioneros, que en algunos
casos acabarían teniendo relaciones con ellas296. Algo que se verá igualmente reflejado
en las mujeres civiles con las que tendrían contacto, entablando amistades o relaciones
afectivas.

Durante las jornadas de trabajo los prisioneros compartirían espacio con


trabajadores soviéticos, empleados principalmente en las fábricas y los koljoses, siendo
menos numerosos en otras actividades. Pese a que no siempre compartían las brigadas
de trabajo, los contactos se sucedieron con cierta frecuencia. Los hispanos despertaban
curiosidad entre los civiles, y aún habiendo participado en la invasión junto a los
alemanes no parecía que les guardasen rencor, si bien es cierto que, como ya
mencionábamos, en los momentos posteriores a las capturas hubo hostilidades contra
los españoles297. Los relatos recogen numerosos contactos con los soviéticos a lo largo

294
Tres españoles, entre ellos Ángel Marchena, fueron requeridos para descargar una barcaza. En su labor
se encontraron con dos panes, que rápidamente se repartieron y procedieron a ingerirlos. Al poco tiempo
los guardias a su cargo buscaron a estos para averiguar qué había pasado con su comida, encontrando a
uno de los españoles todavía con su parte. Tras un amago por fusilarlo, lo llevan ante el Jefe del Campo e
informan de la situación a este. En un acto de comprensión no toma medidas contra el acusado, los tres
españoles son enviados a las barracas y se les reparte la comida como era norma, sin recibir castigo.
MARCHENA CAÑETE, A., Memorias de un luqueño. Pág. 80-81.
295
Por ejemplo, la Dra. Tatiana trataría durante la huelga de 1951 a Manuel Sánchez, con gesto apenado
se preocupaba por la salud del español que había secundado la protesta. Con anterioridad lo había tratado
y ambos tenían una relación cordial. SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 87 y 90.
296
Ángel Marchena lograría pasar 4 meses ingresado, con la ayuda de la Doctora que lo escondía cuando
se sucedían las inspecciones. En esos meses entablaría una amistad con una enfermera, con la que
acabaría manteniendo relaciones afectivas. MARCHENA CAÑETE, A., Memorias de un luqueño. Pág.
84-85.
297
Miguel Antonio Moreno recordaba como «la población civil miraba a los españoles mejor que al resto
de las nacionalidades que entre los prisioneros estaban representadas. Sólo por ser español adquirían una
cierta simpatía con el interlocutor cualquiera que fuese». MORENO MORENO, M. A., El gran presidio.
Pág. 153.

~ 88 ~
de los años, poniendo la atención en el tipo de trato según se encontrasen en compañía o
solos: de encontrarse en grupos se daba el caso de que actuaban acorde al primero que
se dirigía a los españoles298, mientras en solitario los encuentros solían ser de primera
amigables299. En ellos no sólo compartían opiniones, sino que era muy habitual el
intercambio de productos300. Y con la complicidad acabarían por surgir amistades y
relaciones amorosas entre ambos, fundamentales para sobrellevar la vida de prisionero,
en busca del interés a la vez que replantearse la vida que podían tomar una vez la
libertad llegase301. Sin embargo en los relatos la cuestión de la sexualidad dentro de los
campos –tanto heterosexual como homosexual– aparece de una forma mucho más
velada y encubierta, aunque hay constancia de que existió y estaba extendida; para
algunos prisioneros significó un método de supervivencia o un sufrimiento a padecer302.

De la experiencia con el pueblo soviético cada prisionero dejaría constancia en sus


escritos, plasmando en ellos estereotipos aprendidos con anterioridad o durante la guerra
que verían cumplirse, a la par que expresarían lástima por verlos subyugados al

298
Julio Jiménez narra el trato con los grupos, y achaca su desconfianza al supuesto control del MVD. Así
sucedía, al «llegar a un lugar de trabajo, acercarnos a un grupo de obreros rusos, y si el primero nos recibe
bien, todos los demás se portan bien, pero si por el contrario el primero nos recibe con insultos y
amenazas, entonces todos los demás le secundan». JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 37-38.
299
En ocasiones era la propia población soviética quien interactuaba primero. Manuel Sánchez se
encontraba trabajando en un bosque cuando fue requerido por una anciana que, tras pedir permiso al
guardia, comenzó a hablar con el español. Ella le entregó algo de tabaco y pan, contándole que su nieto
era prisionero de los alemanes y que esperaba que lo tratasen como ella hacía con él. Manuel reflexionaba
sobre su encuentro: «este era el pueblo ruso que conocía a través de sus escritores, su comportamiento y
su grandeza de espíritu; ahora lo vivía en mis carnes con aquel gesto». SÁNCHEZ LOZANO, M., Y
sonrió la primavera. Pág. 72.
300
Eusebio Calavia describe las escenas: «Nuestra llegada a la fábrica era siempre esperada con ansiedad
por aquellas pobres gentes con las que hacíamos un intercambio constante del que unos y otros
procurábamos salir beneficiados […] El cambiar de alimento siempre hacia ilusión. Sin embargo, eran
muchas las veces que, movidos a lástima, dábamos nuestro pan a pobres mujeres, a las que veíamos
desmayarse durante el trabajo por su extrema debilidad». CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F.,
Enterrados en Rusia. Pág. 111. También recogido por Juan Negro, junto a un grupo de españoles
trabajando en una fábrica, entregando a un par de soviéticas alimentos. NEGRO CASTRO, J., Españoles
en la URSS. Pág. 246-247.
301
Varios españoles tendrían parejas reconocidas entre las soviéticas. Ángel Marchena conocería a Nina,
una trabajadora rusa que le ayudaba material y emocionalmente; «un día le dije que cuando saliera en
libertad nos casaríamos, y ella se puso muy contenta. Me dio un beso y dijo que me quería. Yo también le
había cogido a ella mucho cariño y junto a ella, la vida de prisionero se pasaba mucho mejor». Para
entonces él gozaba de cierta libertad, «nos metíamos en el cine o en el baile y después nos marchábamos
a su casa. Lo pasábamos muy bien juntos» aunque «seguía teniendo una espina clavada en mi corazón; no
saber nada de mi familia». Tras dos años fue trasladado a otro campo sin poder despedirse de ella.
MARCHENA CAÑETE, A., Memorias de un luqueño. Pág. 88-90.
302
Aspecto muy poco tratado para los prisioneros españoles, únicamente mencionada la homosexualidad
al referirse a algunos desertores y antifascistas. José Ruano es uno de los pocos que relató relaciones
consentidas y violaciones dentro de las alambradas. Señala que él mismo y otros prisioneros se prostituían
para mujeres soviéticas, práctica poco extendida para el género femenino y que puede responder a las
políticas natalistas. Respecto a las violaciones recoge algunos casos: guardias con prisioneros, o
prisioneros entre sí. Él mismo sufriría en sus carnes una violación protagonizada por mujeres prisioneras.
También mantendría una relación con una brigadiera soviética, Nichka, apodada la Ruana, con la que
tendría dos hijos, reconocidos a su regreso a España. ALONSO, H., “José Ruano Ferrer”. Pág. 34, 48-53.

~ 89 ~
comunismo y su Zar Rojo, Stalin. El balance general son buenas palabras hacia el
pueblo ruso, dedicadas en la mayoría de los relatos, una especie de llamamiento a
aquellos engañados

5. Los últimos de la División Azul: el regreso de los divisionarios


Aquellos españoles internados en los campos de prisioneros habrían de aguardar
más de una década para que la plena libertad llegase a través del puerto de Odessa. A lo
largo de esos años, mientras ellos sobrellevaban el día a día en la vida del prisionero, las
autoridades españolas fueron recabando información sobre la situación de estos y
tomaron acción para remediarla, imponiendo siempre un férreo secretismo, sin casi
permear información a la opinión pública. No se encontraban en un contexto muy
favorable a los intereses españoles: el final de la guerra mundial conllevaría el
aislamiento internacional, sumado a la futura condena del régimen por la Asamblea
General de la ONU en 1946. Tampoco ayudaban las inexistentes relaciones
diplomáticas entra la España franquista y la Unión Soviética. El punto de partida para
las negociaciones entre ambos países sería 1946 con los primeros contactos no oficiales.
En los años siguientes se repetirían algunos pero nunca se llegaría a un acuerdo firme,
dilatándose hasta la década de los años cincuenta que se formalizaría la repatriación.

5.1. Negociaciones hispano-soviéticas; desinformación e


incertidumbres
Para septiembre de 1946 a través de Roma se darían lugar los primeros contactos no
oficiales entre españoles y soviéticos. Estos últimos tenían el deseo de abrir relaciones
comerciales, mientras que la intención de los españoles sería crear inquietud a los
gobiernos británico y americano por un posible giro en política exterior. Por esas fechas
la Asamblea General de la ONU ultimaba detalles de la condena al régimen de Franco,
los contactos con el otro lado del telón podían significar una mejor voluntad por los
occidentales303. Aunque no se trataría el tema de los prisioneros españoles suponía un
punto de partida para los contactos diplomáticos. Sería en 1947, en Ginebra, cuando se
repetirían las comunicaciones, ampliando a la cuestión comercial el canje de ciudadanos
españoles por soviéticos en la península que manifiesten su deseo de ser repatriados. Sin

303
SUÁREZ FERNANDEZ, L., Franco y la URSS. Pág. 46.

~ 90 ~
embargo, no llegaron a ningún acuerdo304. Los rumores de estas conversaciones secretas
saltarían en los medios internacionales, llegando a los americanos305. Para entonces
entre Washington y Madrid las relaciones habían virado a posiciones más amigables, en
vista a la política americana para contener la influencia de la Unión Soviética. Ante la
oposición americana, las autoridades españolas cortarían relación con los soviéticos,
dejando de lado la repatriación y la situación de los prisioneros. Se sucederían contactos
de nuevo en 1949 y 1950, aunque a la vista del posicionamiento de España cercano a los
intereses americanos las negociaciones sufrieron un retroceso por la parte soviética306.
De las gestiones futuras se encargarían la Cruz Roja Internacional, a petición de la
delegación española, que tomarían el papel clave en el regreso español.

Desde un principio el Ministerio del Ejército se vio en la necesidad de elaborar las


listas de muertos en combate, desaparecidos, desertores y prisioneros; la cuestión fue de
vital importancia a raíz de Krasny Bor, había que determinar con la mayor exactitud las
altas cifras pues era imposible negar la realidad de las pérdidas que había supuesto
aquella victoria. No se contaba con una lista final de capturados por el Ejército Rojo,
por lo que el Ministerio de Asuntos Exteriores iniciaría en 1943 gestiones para
localizarlos, actuando a través de embajadas de terceros países con representación en la
URSS y de la Cruz Roja, sin poder apenas quebrar el hermetismo imperante.
Consecuencia de la falta de datos e informaciones concisas sobre prisioneros y
desaparecidos fue la tramitación de informaciones erróneas a las familias, algo que daba
lugar a situaciones en las que se comunicaba a familiares la confirmación del
fallecimiento de un divisionario y este aparecía meses o años después vivo gracias a la
información de los repatriados307.

Habría que esperar a las repatriaciones de otros contingentes nacionales para


recalcular las cifras de españoles en los campos, información vital para las
negociaciones. Con las primeras repatriaciones de otros contingentes nacionales se iban
reconfigurando las listas elaboradas, los italianos y alemanes que regresaron entre 1946

304
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 528-532.
305
RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, J. L., “El papel de las familias en las gestiones para la liberación de los
prisioneros de la División Española de Voluntarios en la URSS”. Historia del presente, nº 11, 2008. Pág.
150.
306
Ibídem. 157.
307
Existen varios casos, algunos ya mencionados como el Cap. Oroquieta o Joaquín Poquet Guardiola.
OROQUIETA ARBIOL, G., De Leningrado a Odesa. Pág. 52-53. POQUET GUARDIOLA, J.,
Memorias. Pág. 13 y 15-16. En otros casos sería el propio prisionero quien, con ayuda de otros grupos
nacionales, conseguiría envía una nota a sus familiares. Manuel Sánchez lo lograría en 1947 a través de
las tarjetas de la Cruz Roja destinadas a los alemanes, facilitadas por un compañero germano. SÁNCHEZ
LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 79-80.

~ 91 ~
y 1948 traían consigo los nombres, apellidos y lugares de residencia de varios
españoles, comunicándoselo a las autoridades españolas y a algunas familias. A partir
de estos datos se elaborarían listas que serán enviadas a las capitanías generales a fin de
solventar las reclamaciones de pensiones por las familias, de gran importancia si
atendemos a la situación deficitaria de un importante número de ellas, informando en
pocas excepciones a las familias en las que el padre era oficial de carrera o miembro de
la Administración del Estado, siempre con la prohibición de difundir noticia alguna308.
Para el resto de las familias su situación continuaría entre la incertidumbre y
desesperanza al no tener confirmación de si el divisionario se encontraba desaparecido,
fallecido o en cautividad, dirigiéndose a la representación de la División Azul y otras
instancias a fin de conseguir información y solucionar el complejo sistema de
haberes309. Alentadas por ello, varias familias tomarían la decisión de involucrase por su
cuenta, a espaldas de las autoridades españolas, para recabar más detalles sobre el
familiar preso310. Serian las iniciativas de las familias las que acabarían por presionar al
gobierno para llevar a cabo acciones más eficaces, especialmente azuzados por las
repatriaciones de otros prisioneros que estaban sucediendo a finales de los años cuarenta
e inicio de los cincuenta, que traían información sobre los españoles y dejaban patente
que la condena por la invasión de la Unión Soviética estaba llegando a su fin. Franco los
recibiría e informaría de la situación, sin convencer a estos de que se estaban dando
pasos fructíferos para la repatriación. Tomarían de nuevo la iniciativa en 1952,
ejerciendo una mayor presión, enviando una comisión en representación de las familias
para tratar el asunto en varios países311. Por su parte, el gobierno y el Ministerio de
Asuntos Exteriores, tras emplear un abanico de recursos diplomáticos, obtendrían
algunos logros pero que sin duda cobrarían sentido con la muerte de Stalin en marzo de
1953, y el proceso de deshielo encabezado por Malenkov y Kruschev.

La repatriación tomaba forma, y la encargada del regreso sería la Cruz Roja


Internacional, con sede en Suiza, y la Francesa, mediando por la española. No sólo
regresarían los divisionarios, sino que en un principio se esperaba la vuelta de 3 grupos:

308
RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, J. L., “El papel de las familias”. Pág. 153-155.
309
Tal como escribía una madre deseando que su hijo fuese escrito como desaparecido para que «en
medio de mi dolor hacerme una pequeña ilusión», y si es que había fallecido solicitar una ayuda material
por el sacrificio del divisionario, pero ante todo el deseo de recibir información. RODRÍGUEZ
JIMÉNEZ, J. L., “El papel de las familias”. 154.
310
El que más acción tomaría sería el padre del Tte. Altura, poniéndose en contacto con otros familiares
de prisiones –como la familia del Cap. Oroquieta–, llegando a enviar una carta al ministro italiano,
Togliatti, para que interceda ante Stalin como comunista. TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 524-525.
311
RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, J. L., “El papel de las familias”. Pág. 158-162.

~ 92 ~
niños de la guerra, marinos y pilotos republicanos, y los propios prisioneros de guerra
españoles312. Aunque finalmente volverían también unos poco trabajadores españoles
enviados al Tercer Reich, los conocidos como berlineses, que acabarían en la Unión
Soviética a final de la guerra. La información sobre los prisioneros todavía no estaba
clara, se desconocía quiénes y cuántos eran. Continuarían llegando noticias por los
repatriados de otras nacionalidades, informando en última instancia a la Cruz Roja
Internacional que recopilaba todos los datos sobre los prisioneros y los pondría en
conocimiento de las autoridades españolas313. Las conversaciones entre la Alianza de la
Cruz y de la Media Luna Roja Soviética con la Cruz Roja Francesa dieron una cifra
final; serían 253 los españoles repatriados, que presumiblemente saldrían del puerto de
Odessa con dirección al puerto deseado por lo españoles, aunque la Cruz Roja Francesa
no disponía de barcos314. Los franceses se pondrían en contacto con el presidente de la
Cruz Roja Española, el duque de Hernani, que se lo comunicaría al ministro de
Exteriores españoles para fletar un barco: el Semíramis, propiedad de un armador griego
y de pabellón liberiano. Los preparativos para el viaje comenzarían, la ruta estaba
trazada y sólo faltaba que los españoles dispersos por los campos de la Unión Soviético
fuesen concentrándose en la región de Odessa.

5.2. Ecos de España: los prisioneros frente a la repatriación


Para los prisioneros españoles desde las capturas no habían tenido contacto con
España, los campos habían supuesto un corte total de las comunicaciones. Castigo
impuesto por no considerarles prisioneros de guerra, pues aún englobándose la División
Azul dentro del paraguas jurídico de la Wehrmacht no se respetaría el estatus, por no
existir declaración de guerra por parte de España. La prohibición iba más allá: no
podían comunicarse con sus familiares, sin obtener noticias sobre España o beneficiarse
de los paquetes enviados a través de la Cruz Roja u otras organizaciones. La falta de
información a lo largo de los años queda recogida en los relatos, prácticamente todos
recordaban a sus familiares, sus localidades y a la patria en general, manifestaban los

312
«L’URSS détient 14.000 Espagnols enfants, marins républicains et soldats de la “División azul”», 18
de noviembre de 1953. Pág. 9-11. (ACICR, Caja 210, Carpeta 134)
313
La información podía referirse al número aproximado de españoles en los campos, o bien a nombres
concretos y vagas descripciones físicas que facilitasen el reconocimiento por los familiares. Por ejemplo,
en los campos nº 6118A y 6118D se encontraban concentrados unos 100 españoles en 1953; véase un
ejemplo en «Declaraciones verbales hechas por prisioneros de guerra austriacos repatriados de la URSS a
Austria, en estos últimos meses», 26 de junio de 1953. (ACICR, Caja 210, Carpeta 134-145).
314
«L’alliance des societes de la Croix-Rouge et du Croissant-Rouge de l’URSS désirant libérer des
prisonniers de guerre espagnols (253), demande à la Croix-Rouge Française de lui servir d’intermédiaire
auprès de veus», 15 de enero de 1954. (ACICR, Caja 210, Carpeta 134-145).

~ 93 ~
deseos de regresar a ella y recuperar sus vidas o empezar otras nuevas, aunque el
pesimismo reinaba en muchos casos315.

Dentro de los campos los escasos contactos diplomáticos también se dejarían notar:
en varias ocasiones se les comunicó que serían repatriados –en 1947 y 1949– notando
una mejora en sus condiciones –ya fuese en la alimentación, en vestimenta nueva o el
traslado–, aunque finalmente fuesen un espejismo al verse truncado el regreso. Esto
seguramente potenció que muchos supervivientes mudasen de posiciones hacia el lado
de los resistentes, viéndose engañados constantemente por los soviéticos con la vuelta a
España que nunca se cumplía y que tal vez nunca llegase316. El cambio de parecer
soviético no parece responder a un método de tortura psicológica, sino a la
concentración de los españoles en vistas a una futura salida del país como resultado de
los primeros contactos que se estaban llevando a cabo. Con la ruptura de estos y el
aplazamiento de las repatriaciones se iniciaría de nuevo la dispersión de los españoles
que no comprendían qué sucedía. Si bien es cierto que fueron informados de que serían
repatriados, con esas palabras, no parecían mencionarse las reuniones entre ambos
países.

A partir de 1948 se pondrían en libertad dentro de la Unión Soviética a algunos


españoles que colaboraron con los soviéticos, mientras otros antifascistas permanecerían
dentro de los campos a la espera de su liberación317, aunque veían cercana una futura
repatriación a España: el trato de algunos de ellos hacia sus compatriotas mejoraría,
quizás por el miedo a las represalias una vez en la península318. Mientras que otros, al

315
Ángel Marchena lo expresaba así: «Trabajando como bestias, enfermos, con hambre, con frio, sin
saber nada de la familia y sabiendo que ellos tampoco sabían nada de nosotros. Ya nos encontrábamos
muy cansados de aquella vida, de pasar tanta hambre y tanto trabajo. Sin saber nada de España. Sólo
deseaba la muerte y lo mismo le ocurría a la mayoría de mis compañeros», para poco después añadir
«Estábamos olvidados del mundo entero y no parábamos de preguntarnos: “¿Qué será de nosotros?
¿Acaso morir en un campo de concentración en la estepa de Rusia?” Yo pensaba que era mejor morir de
una vez, que vivir de esa forma». MARCHENA CAÑETE, A., Memorias de un luqueño. Pág. 92.
316
Manuel Sánchez relata como a inicios de 1947 se trasladó a un grupo de unos 30 españoles desde la
República de Mordovia a la región de Járkov, y posteriormente a Kiev, reuniéndose cerca de 60
españoles. Todos estaban convencidos que la repatriación iba a tener lugar; habían sido transportados con
poca escolta, en buenas condiciones, recibieron un buen trato por los captores y ropas nuevas, además que
veían a los otros contingentes nacionales regresar a sus países. Sin embargo, el destino final sería la
región de Vólogda. SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 76-84.
317
A finales de 1949 fueron puestos en libertad nueve españoles, sirviendo para que otros antifascistas
firmasen solicitudes pidiendo la libertad y la ciudadanía soviética. «Esta propaganda –afirma Eusebio
Calavia– hizo efecto en varios de los evadidos y también algunos prisioneros, débiles de carácter, que
cedían subyugados por las promesas de libertad […] La gran mayoría nos mantuvimos firmes». Sin
embargo, los meses pasaron y no recibían respuesta de Moscú a sus instancias. «Pronto su descontento
fué ostensible y nosotros lo aprovechamos para arreciar nuestra propaganda contra el equipo activista
rojo». CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 126.
318
ALONSO, H., “José Ruano Ferrer”. Pág. 38-39.

~ 94 ~
serles comunicada la inmediata repatriación, se negarían a ser trasladados o intentarían
suicidarse319. La frustración por no ver llegar la libertad esperada, así como el miedo a
ser juzgados a su regreso a España, haría que varios de los prisioneros que engrosaban
el grupo antifascista fuesen mudando posiciones, siendo más benévolos con los
resistentes o uniéndose directamente a ellos. Algo que se vería perfectamente a partir de
la huelga de hambre de 1951, en la que participarían activamente también antifascistas.
En los años siguientes, hasta la repatriación en 1954, otros tantos clamarían al grupo de
los resistentes para redimirse por sus actos en el cautiverio320.

Los familiares intentarían hacer llegar mensajes y paquetes a los prisioneros, de


forma individual o colectiva, a través de diferentes medios; uno de los más usados sería
a traves de la Sociedad Evangélica alemana, que para 1948 lograba enviar paquetes a
los prisioneros alemanes. A partir de 1949 y 1950 más paquetes llegarían, los soviéticos
fueron más permisivos con los españoles pero no existió una afluencia de envíos similar
a la de los alemanes ni el reparto de estos fue equitativo según qué campos321. Por su
parte, los germanos habitualmente compartían sus paquetes con los españoles en un acto
de solidaridad bastante extendido, no siempre aceptado por los ibéricos por considerar
que no les pertenecían322. Lo mismo ocurriría con las tarjetas proporcionadas por la
Cruz Roja para enviar mensajes a sus seres queridos. Algunas lograron salir, escritas en
alemán y castellano, con dirección a Alemania desde donde serían reenviadas a los
familiares en España323. Aunque no hemos de olvidar que esto era la excepción dentro

319
En agosto de 1948, el antifascista y evadido Eliseo Pérez declara su condición de comunista y su
negativa a ser repatriado, el Jefe del Campo no puede interceder por él. Intentaría suicidarse ingiriendo
aspirinas, pero acabaría en la enfermería del campo. Allí lo vuelve a intentar, cortándose las venas con un
bisturí pero es salvado por la doctora soviética. POQUET GUARDIOLA, J., Memorias. Pág. 45.
320
Eusebio Calavia recoge, en vísperas de la repatriación de 1954, sobre los «desesperados que
quedaban» que no tenían el valor de pedir el regreso a España. «Cuando veían que llegaba el premio a lo
inquebrantable de nuestra fe, se lamentaban y arrepentían –muchos sinceramente– de su conducta».
Alguno entre sollozos se acercaría a un paisano de su localidad para que le comunicase a su familia «que
él bien quisiera ir a España, pero no podía hacerlo por haber sido un traídos y haber vendido
cobardemente a sus compatriotas». CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia.
Pág. 200-201.
321
En ocasiones los paquetes para españoles que llegaban no eran entregados a sus dueños, «eran
destinados a pagar a aquellos viles servidores que estuvieron dispuestos a renunciar de su Patria».
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 176.
322
Manuel Sánchez señalaba que entre los alemanes confeccionaban un paquete para él. Al mismo
tiempo, existía un sobrante de paquetes destinados a alemanes que habían fallecido. Un oficial soviético,
para congraciarse con los españoles, decidió repartirlos entre estos. Todos los aceptaron con gran alegría,
menos Manuel que rehusó el ofrecimiento. Su permanente negativa le llevaría a soportar el enfado del
oficial y la incredulidad de los alemanes, él no podía tomar aquellos paquetes «que con tanto cariño una
madre le había enviado a su hijo privándose ella que tanto lo necesitaba a sabiendas de que el hijo de esa
mujer está muerto». SÁNCHEZ LOZANO, M., Y sonrió la primavera. Pág. 95-98.
323
A lo largo de 1948, tras instancias de los españoles, recibirían en algunos campos las tarjetas. Sin
embargo, las cartas no salieron de los campos. «Se burlaban de nosotros –afirmaba Juan Negro– toda

~ 95 ~
de la norma, nunca existió una red de comunicación estable entre la península y los
campos, lo que motivaría airadas protestas por el injusto trato que recibían sirviendo,
por ejemplo, de pretexto para la huelga de hambre de 1951324.

5.3. De Odessa a Barcelona


Para 1953 los rumores de la repatriación se habían vuelto a difundir entre los
españoles, esta vez con más seguridad. En los años posteriores a la huelga de 1951 la
actitud de los españoles en los campos había modificado la experiencia del cautiverio,
que en gran parte se había visto mejorada por la situación en que se vivía dentro de la
Unión Soviética. La jornada laboral, aun siendo exigente, podía contrarrestarse con la
mejor alimentación. Los campos estaban en mejores condiciones, quedaban lejos las
miserias pasadas durante la guerra y posguerra. El espíritu rebelde de los resistentes
había hecho mella, ahora se oponían en masa ante los mandos más estrictos que no les
quedaba más opción que mediar y evitar el caos dentro del campo, aceptando las
condiciones impuestas por los españoles325. Dentro de los campos se enterarían de la
muerte de Stalin en marzo de 1953, los acelerados cambios que se sucedían en la Unión
Soviética y las noticias de que los españoles iban a ser concentrados en las regiones de
Ucrania326. Todo presagiaba una futura repatriación.

Así llegaría, entre mediados-finales de 1953 y principios de 1954 llegarían a


diversos campos de la zona de Ucrania, disfrutando de libertad en los transportes y en
los campos. El trabajo prácticamente había desaparecido, sólo se dedicaban a sus
quehaceres diarios y replantearse la inmediata vuelta al hogar. Se sucederían las visitas
de las comisiones de Moscú encargadas de recabar información sobre los prisioneros,
así como saber cual era su decisión sobre la repatriación, separándolos en dos campos
según fuese su decisión327. Finalmente en marzo de 1954 llegarían escalonadamente al

aquella carnavalada de las tarjetas no tenía más objeto que mantener un poco la moral para que el trabajo
no decayese». NEGRO CASTRO, J., Españoles en la URSS. Pág. 272-273.
324
Eusebio Calavia lo deja claro al narrar el incidente con los paquetes enviados a españoles que no eran
entregados por el grupo antifascista: «Había que estar alerta y aprovechar una buena oportunidad. Por eso
iniciamos la reclamación de mantener correspondencia con España […] Algo nos decía que aquel podía
ser el gran pretexto». CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 130-133.
325
Como ya mencionábamos, las amenazas de huelga y las que se llevarían a cabo era un arma para los
resistentes, empleándola en varias ocasiones a partir de 1951. No siempre estarían exentos del trabajo, por
ejemplo, pero sí conseguirían que no se aplicase la norma o trabajar únicamente en algunas tareas.
JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 104-107.
326
Eusebio Calavia recordaba haber vivido por aquellos días «momentos de nerviosismo y angustia.
Nuestras esperanzas de repatriación volvían a florecer con la noticia de la muerte del tirano rojo».
CALAVIA, E., y ÁLVAREZ COSMEN, F., Enterrados en Rusia. Pág. 179.
327
MORENO MORENO, M. A., El gran presidio. Pág. 201.

~ 96 ~
puerto de Odessa tras ser despedidos por los soviéticos que les deseaban «dobroy puti
gospoda» –buen viaje, señores–; algunos tendrían que esperar unos días a la llegada del
Semíramis al puerto328. Lo divisarían por primera vez el día 25, con atentas miradas que
contenían la emoción y la pena de los años perdidos. Irían subiendo mientras los
soviéticos leían en sus listas los nombres de los que regresaban. Una vez a bordo los
nervios seguían a flor de piel y alguno pensaba que no los dejarían marchar. En sus
camarotes aguardaron a que el buque comenzase a moverse, dos horas de espera que
acabarían con los españoles en la borda arrojando al mar «las gorras rusas de paño,
distintivo oprobioso del cautiverio que habíamos pasada en el “Infierno rojo”»329.

Con rumbo a España los repatriados comenzarían a ser conscientes de lo que habían
vivido, a preguntarse por sus familiares, por las vidas que habían dejado hace más de
una década330. El primer contacto que tendrían con las autoridades españolas sería en
Estambul, subiendo al buque una delegación, recibiéndolos con gritos de alegría y
exaltación a Franco331. No habría más paradas hasta llegar a la ciudad condal pese a que
se esperaba realizar una en un puerto francés para que desembarcasen aquellos
repatriados que quisieran. El día 2 de abril por fin llegaban al puerto, encontrándose con
un recibimiento de las autoridades españolas y las familias, ampliamente recogido por la
prensa española332. Algunos de ellos en el trayecto habían obtenido noticias sobre sus
familias, eran conocedores de que no todos sus seres queridos les iban a esperar en su
llegada, varios habían fallecido años atrás. Durante horas se vivieron escenas emotivas,
de ilusión, reencuentros y alegrías que se habían hecho esperar mucho tiempo. En los
días siguientes cada prisionero enfilaría el camino a su hogar, donde serían recibidos
con honores, tanto en sus pueblos de origen como en las múltiples paradas que

328
Julio Jiménez recordaba esas amables palabras que les sacaban una sonrisa, «nunca en los años de
cautiverio nos llamaros “gospodines” (señores)». JIMÉNEZ GÓMEZ, J., Semíramis. Pág. 118.
329
ALONSO, H., “José Ruano Ferrer”. Pág. 66-67.
330
En los relatos con frecuencia aparecen los pensamientos que ocuparon sus mentes en aquellos
momentos. Recogemos los de Ángel Marchena por representar un buen resumen de la experiencia: «Con
la vista perdida en el fondo azul del cielo fui recordando a tantos compañeros caídos; a los que murieron
en el frente, a los que murieron de cansancio, a los que murieron en vida, también a los que no quisieron
regresar a España, fui recordando tantas penalidades y tan pocas alegrías pasadas juntos, todas las fatigas;
el hambre, el trabajo, la desesperación, las ganas de morir, etc., y todo en un instante, toda una vida de
sufrimiento en un instante». MARCHENA CAÑETE, A., Memorias de un luqueño. Pág. 96-97.
331
Entre otros subirían el delegado nacional de excombatientes, García Rebull, así como corresponsales y
periodistas, entre ellos Luca de Tena y Adolfo Prego. Los artículos de este último serán recopilados en un
libreto: PREGO, A., Héroes españoles en Rusia. Madrid: Publicaciones españoles, 1954.
332
Véanse las portadas y páginas sucesivas del ABC (Madrid) y La Vanguardia Española, 3 de abril de
1954.

~ 97 ~
harían333. Para el régimen la vuelta de los divisionarios y las celebraciones suponían un
elemento incómodo de cara al exterior, un permanente recuerdo de su participación
junto al Tercer Reich, que en un claro contexto de guerra fría era necesario maquillar
con el carácter anticomunista que había enarbolado la División.

Una vez la euforia colectiva iba asentándose comenzaron las pesquisas de las
autoridades sobre los repatriados. La preocupación de que los soviéticos hubiesen
infiltrado a agentes en la península era importante, pero más lo era determinar cómo
había sido el comportamiento de los españoles en los campos. A través de unos
formularios darían inicio las entrevistas y la generación de investigaciones para recabar
información sobre la Unión Soviética y el papel de los divisionarios en vistas al ajuste
de cuentas, al pago de haberes, determinar cuántos fueron los evadidos, así como
diversas cuestiones militares y de reconocimiento334.

6. Vuelta a la vida: entre la memoria y el olvido


Recuperar la libertad era el primer paso para retomar el control de sus vidas,
continuar con su existencia cargando sobre las espaldas la experiencia física y
emocional del paso por los campos de prisioneros. Por parte de las autoridades se
pondrían en marcha iniciativas para garantizarles la reincorporación a la vida civil,
licenciando, promocionando e imponiendo condecoraciones militares, pero también con
el pago de haberes, subsidios y buscándoles salidas laborales335.

6.1. Recuperando el tiempo


Una vez los recibimientos se sucedieron los ánimos entre la opinión pública se
fueron calmando. Los familiares se harían cargo de ponerles al día sobre lo acontecido

333
Todos los recibimientos acostumbraban a ser muy similares: jadeados por los vecinos, llevados en
hombros hasta el ayuntamiento o la iglesia donde serían recibidos por las autoridades políticas y
eclesiásticas, discursos al pueblo reunido, celebración de misas, entrega de presentes materiales o en
metálico al repatriado… Otros incluso recogen como tuvo que ir pasando por las casas del pueblo para
contar alguna historia sobre sus años de cautiverio, siendo invitado a todo tipo de comida y bebida.
MARCHENA CAÑETE, A., Memorias de un luqueño. Pág. 105-107.
334
En los meses siguientes según se iban determinando mejor cómo había pasado cada uno al otro lado de
las líneas, como había sido la experiencia dentro de los campos y quienes colaboraron con los soviéticos
se dibujaba en la documentación española la complejidad del paso por los campos. Si observamos hoy en
día los archivos nos encontraremos con gran cantidad de acusaciones cruzadas entre los españoles, de
colaboracionismo, de simpatías, de no haberse mantenido fiel al grupo resistentes… Un problema añadido
para las autoridades. Véase un ejemplo en «Nota informativa sobre repatriados pendientes de abono de
diversas cantidades y pendientes de licenciamiento, por tratarse de presuntos desertores al frente del
enemigo», 24 de septiembre de 1954, (AGMAV, Caja 3770, Carpeta 2).
335
TORRES, F., Cautivos en Rusia. Pág. 644-663 y 676-686.

~ 98 ~
en lo personal y en el país, brindándoles el apoyo moral necesario para recobrar el
sentido de la vida. Con el paso de los meses los repatriados se fueron recuperando
físicamente, dando el paso a llevar a cabo los planes que muchos habían dibujado en sus
cabezas en el cautiverio. Como mencionábamos, se procuró darles un sustento
económico que les permitiese proseguir con sus vidas; no obstante, algunos no se verían
beneficiados en un primer momento por estas iniciativas y tendrían que buscarse la vida
como estaban habituados a hacer336. Otras cuestiones se presentan más complejas de
estudiar, como pueden ser el daño psicológico derivado del cautiverio o de un regreso
insatisfactorio por el fallecimiento de los seres queridos o la confirmación de que sus
parejas habían proseguido con sus vidas al dar por muerto al prisionero. Las dificultades
en este sentido fueron también tratadas por las autoridades, aunque en gran medida los
detalles queden dentro del ámbito privado del repatriado, complicado para el
investigador337.

6.2. Recuperando la memoria


Las experiencias vividas saltarían más allá del círculo de prisioneros, incluso antes
del regreso de estos si atendemos a los relatos de republicanos. Los deseos por dejar
plasmado un capítulo fundamental en sus vidas tomarían forma y se publicarían una
primera serie de relatos en los años cincuenta hasta los sesenta, denominados por algún
autor como los años del auge propagandístico338. Serían seis las publicaciones que
iniciaron la temática sobre la experiencia de la División Azul en los campos de
prisioneros: Alf. Ocañas, Ramón P. Eizaguirre, Cap. Palacios, Eusebio Calavia, Cap.
Oroquieta y Juan Negro Castro339. El interés del público por estos acontecimientos

336
Ángel Marchena sería uno de ellos, con una biografía significativa sobre lo que supuso la búsqueda de
estabilidad económica para un repatriado: Desde la provincia de Córdoba se iría a Barcelona en búsqueda
de trabajo en 1956, regresando a su localidad para trabajar en el campo. En 1958 se desplazaría a Madrid
para solicitar al gobernador de Oviedo un puesto, pero no era posible colocarlo en aquellos momentos.
Tras pasar varios meses trabajando de forma precaria en Asturias acabaría emigrando en la década de los
sesenta a Europa, afincándose en la República Federal Alemana hasta su regreso final a Córdoba a finales
de los setenta. MARCHENA CAÑETE, A., Memorias de un luqueño. Pág. 116-140.
337
Destacan las breves estancias voluntarias de los repatriados en centros de descanso para el tratamiento
de estos problemas, aunque los asistentes lo planteaban como unas vacaciones. Para la situada en
Marbella, que albergaría a 71 repatriados, contamos con la información que el especialista del servicio
psiquiátrico militar, Dr. Rafael González Mas, plasmaría en un extenso trabajo sobre la psicopatología del
cautiverio, y posteriormente la publicación de otra obra. GONZÁLEZ MAS, R., La cuarentena. Madrid:
Visión Libros, 2012.
338
GUZMÁN MORA, J., “Presos en Rusia: la memoria española del Gulag durante el franquismo (1954-
1975)”. Quaderns de Filologia: Estudis Literaris XXI, 2016. Pág. 105-107.
339
Aquí los presentamos con el nombre de los protagonistas, que no será siempre el del autor, ordenados
por orden cronológico de publicación. Todos ellos han sido empleados con frecuencia a lo largo de
nuestra investigación y están recogidos en la bibliografía.

~ 99 ~
llevaría a adaptar las memorias del Cap. Palacios a una película en 1956, Embajadores
en el infierno, dirigida por José María Forqué; aunque con anterioridad y en el mismo
año aparecerían otras expresiones cinematográficas340. Tras estos años de interés por los
relatos nos encontramos con un aparente silencio en las publicaciones, reapareciendo
algunas tras la dictadura: Joaquín Poquet Guardiola, Ángel Salamanca, Ángel Marchena
o Joaquín Montaña.

Esto no quiere decir que los repatriados no se interesasen por dejar constancia sobre
lo vivido en los campos. Varios serían los que redactarían en un punto u otro sus
memorias, en algunos casos permaneciendo estas sin editar, en manos de archivos
privados, mientras otras verían la luz años en años posteriores a su redacción. Sobre
estas últimas encontramos los relatos de: Julio Jiménez Gómez, José Ruano, Manuel
Sánchez Lozano o Miguel Antonio Moreno Moreno. Si bien la historia de estos
prisioneros españoles no ha sido tratada de manera amplia y resulta, en general, bastante
desconocida para la opinión pública, a lo largo de la última década han ido apareciendo
en los medios de comunicación información sobre otros protagonistas341.

340
En 1954, La Patrulla, de Pedro Lazaga, sobre el periplo de 5 soldados españoles, de los cuales uno,
Enrique, acabaría en la División y pasaría por los campos de prisioneros. En 1956, La espera, de Vicente
Lluch, centrada en los familiares que esperan en España el regreso de los prisioneros. RODRÍGUEZ
JIMÉNEZ, J. L., “Los prisioneros de guerra españoles en la URSS. El relato de embajadores en el
infierno y la narración histórica”. En CAMARERO GÓMEZ, M. G., (coord.), DE CRUZ MEDINA, V.,
(coord.), DE LAS HERAS HERRERO, B., (coord.) I Congreso Internacional de Historia y Cine. Getafe:
Universidad Carlos III, 2008. Pág. 465-478.
341
Citamos varios ejemplos existentes publicados en los últimos años en variedad de medios:
VICENTE, P., «Prisionero 12123. El Panadero del gulag de Karagandá», Valencia Plaza, 16 de febrero
de 2017. Disponible en: https://valenciaplaza.com/el-panadero-del-gulag-de-karaganda. LÓPEZ, J.,
«Memorias en el Gulag», Diario de Burgos, 16 de febrero de 2014. Disponible en:
https://www.diariodeburgos.es/noticia/Z25895535-BB47-0A16-
04D9E5D67C2283EB/20140216/memorias/gulag. SEGURA, G., «El regreso de los eldenses de la
División Azul», Valle de Elda, 4 de abril de 2019. Disponible en:
https://www.valledeelda.com/blogs/cronicas-eldenses/12943-el-regreso-de-los-eldenses-de-la-division-
azul.html?fbclid=IwAR3frFcs3Ku6bvbizzSi-b1Y1q4yBOaQ8nU-o7SvRGyGfoRGwp5Tcu4J3C0.
ANDALUCES DIARIO, «José Sojo, un comunista en la División Azul», El Plural, 19 de mayo de 2016.
Disponible en: https://www.elplural.com/autonomias/andalucia/jose-sojo-un-comunista-en-la-division-
azul_90597102.

~ 100 ~
Conclusiones
En el proceso de elaboración de nuestra investigación hemos ido acumulando
información y trazando una perspectiva general y particular sobre la experiencia
española en los campos de prisioneros. A continuación realizaremos una síntesis de lo
que supuso el paso de los prisioneros de la División Azul por la Unión Soviética,
asimismo que brindamos unas ideas finales y una serie de cuestiones que nos hemos ido
planteando en el transcurso de la investigación.

Como se ha podido observar, en las páginas anteriores hemos tratado el tema en


diferentes capítulos propios pero que se conectaban entre sí, a fin de que nos sirviesen
de una manera efectiva para conformar una imagen más o menos práctica y fiel de los
años de cautiverio. La experiencia básica en los campos no se podría entender sin los
puntos tratados, pues la magnitud del tema abarca una larga lista de aspectos y estos son
los fundamentales en los relatos. Para adaptarlo al lector y a los criterios de este trabajo
le hemos dado mayor importancia a algunos apartados pero siempre de la manera más
sintética y rigurosa posible, sin pretender abarcar todo pues sería imposible para
nosotros –bien por nuestras propias limitaciones académicas, bien por el formato y el
fin último del trabajo–.

Al respecto de las cuentas de la División hemos optado por buscar unas cifras
intermedias, más cercanas a la variedad de datos que disponemos, pero con la
confirmación siempre presente de que no son definitivas; como señalábamos, nunca
tendremos la seguridad de que un número sea el correcto, viéndonos en la obligación de
movernos en el marco más aceptable, nunca con la intención de sentar cátedra al
respecto. Esto se aplica para el caso de los capturados, evadidos y fallecidos entre la
captura y el cautiverio, no para el caso de los repatriados y los puestos en libertad. Es
lógico pensar que, en el amplio mar de complejos dispersos por la Unión Soviética,
algún prisionero esquivase la burocracia soviética, férrea pero no infalible, o pasase
desapercibido para el investigador. Como suele ocurrir en nuestra profesión nos
centramos en el trabajo con las fuentes y en el fragor del análisis no siempre somos del
todo conscientes del factor humano que subyace detrás de ellas. Para nosotros errar una
decena de capturados supone una variación aceptable, para aquellas personas y sus
familiares representaban unas consecuencias más graves y tangibles en su existencia.

Para el paso de las trincheras a los campos hemos contado con gran variedad de
detalles, especialmente para aquellos capturados en Krasny Bor. En muchos relatos este

~ 101 ~
es el punto de partida, el origen de su historia en los campos, el hecho sin el cual no
tendría sentido todo lo sufrido en los años siguientes. Sería empleado en ocasiones
como un hecho de heroicidad, el combate que seguiría librándose en los campos. La
captura de un gran número de españoles en una misma jornada nos posibilita disponer
de información más amplia sobre el trato que se les brindó a los prisioneros. Con
frecuencia aparecería la imagen del soviético como un ser despiadado que ejecutaba a
los españoles sin miramientos, al igual que lo hacia con los suyos propios, en todos los
relatos aparece alguna ejecución y muertes en el trayecto al cautiverio. Esto a la vez
repercute en las cifras de muertos, ya que si echamos un vistazo a las memorias la
cantidad de fallecidos sería muy considerable.

Siendo conscientes de la complejidad que supone el sistema carcelario soviético


hemos procurado señalar las diferencias existentes, así como las muchas similitudes. No
podemos emplear los mismos términos para referirnos al campo de prisioneros que al
Gulag, no es factible una homogeneización para el tema –como sí lo es, por ejemplo, al
emplear la palabra prisionero, sin distinciones– pues las experiencias, dentro de las
semejanzas, son bien distintas. Las ampliamente difundidas connotaciones sobre el
Gulag podrían enmascarar la realidad de los campos de prisioneros; tampoco hemos
considerado oportuno emplear el término «campo de concentración soviético» que otros
autores sí utilizan. Por el mismo motivo, no consideramos que las connotaciones que
tiene un campo de concentración sean las adecuadas para explicar los campos de
prisioneros. Conocedores de la problemática de los términos, de la ambivalencia que
existe en el estudio del sistema carcelario soviético optamos por delimitar lo mejor
posible los campos. Se ha puesto atención a las descripciones internas de los campos y
su funcionamiento, para nosotros el Nuevo Mundo en el que se ven inmersos los
prisioneros. Creemos conveniente detallar cómo eran los lugares en los que vivirían más
de una década de sus vidas. Asimismo indicar como los campos no eran bloques
estancos, sin dejarse engañar por nuestra descripción del Nuevo Mundo. Era nuevo por
las dinámicas internas y lo que suponía su entrada, pero estaba en estrecha relación con
todo lo que quedaba fuera de las alambradas: No se comprenden los campos sin
comprender la Unión Soviética.

La cuestión de los prisioneros y sus divisiones es otro aspecto complejo. Existieron


grupos de españoles diferenciados a lo largo de los años, en un enfrentamiento latente
entre unos a otros. Sin embargo, tanto en la literatura prodivisionaria como en los
relatos dejan poco margen para lo que nosotros hemos denominado supervivientes, una

~ 102 ~
zona gris en las dinámicas de los prisioneros. El papel del grupo antifascista resulta más
sencillo de analizar. Con la adaptación a los campos, colaborando en el funcionamiento
de estos y rendimiento sus culpas o congraciándose con los soviéticos, se esperaba la
puesta en libertad o al menos una existencia lo más favorable posible. Por el contrario,
al analizar los resistentes se obvia que en su constante contraposición a los soviéticos
residen los intentos por hacerles cambiar de posicionamiento, los castigos y sanciones.
Con frecuencia se han presentado a los resistentes como víctimas al mismo tiempo que
héroes; víctimas del comunismo, héroes de la Patria. A nuestro parecer no son acertadas
estas valoraciones, ya que el espíritu de resistencia provocaría una constante tensión
entre españoles y soviéticos, imposibilitando que se acercasen posiciones entre ambos,
lo que hubiese resultado beneficioso sin haber sido deshonroso para los resistentes. La
simple aceptación del interlocutor muy posiblemente hubiese condicionado la
experiencia de estos españoles, mientras por el contrario la terquedad manifiesta los
llevaría a encarar penalizaciones. Lejos de amedrentarse, o aprender de la experiencia y
cambiar sutilmente de tácticas, los llevaría a cerrar filas con los suyos y proseguir en la
construcción del mito que después sería plasmado en los relatos y difundido por los
prodivisionarios. En esta lectura los españoles fueron sin duda temidos, respetados y un
quebradero constante para los soviéticos, a la vez que mártires de la cruzada contra el
comunismo.

Tal vez el punto que mayor dificultad presenta sea el de plasmar las experiencias
dentro de los campos. Por la amplia variedad de detalles, de lugares, de periodos, de
protagonistas y de situaciones no se puede hablar de una experiencia común en todos
los aspectos. En la periodización del cautiverio se realiza una síntesis global de las
experiencias, aunque no sea del todo ajustada a las casuísticas de varios protagonistas.
Hay apartados –como los de la jornada laboral y la alimentación– que son
fundamentales en los relatos y guardan amplio parecido entre ellos. No obstante, en los
detalles está la variedad y, en última instancia, la realidad poliédrica de la experiencia
conjunta de los españoles en los campos. En nuestra redacción hemos antepuesto la
simplificación y síntesis, señalando varios ejemplos que consideramos significativos
dentro de toda la experiencia, sin poder analizar cada uno de los detalles que nos hemos
encontrado en los relatos. Teniendo en cuenta estos factores era preciso elaborar una
periodización, que a nuestro parecer es efectiva siempre en cuando se ponga en relación
con aspectos más amplios. De nuevo incidimos: la realidad dentro de los campos no se
comprende sin la realidad fuera de ellos.

~ 103 ~
Las condiciones de vida de los prisioneros se verían estrechamente ligadas a lo que
sucedía fuera de los campos. Durante los periodos más convulsos y sufridos la
experiencia interna supondría un terrible sacrificio; ante esta realidad incuestionable no
se podría describir otra que no fuese la precaria condición de los españoles entre 1941 y
1947. A partir de entonces nos encontramos con una progresiva mejora de las
condiciones de vida, si bien tiene deficiencias propias del sistema carcelario y el
planteamiento que este tiene. Para los años siguientes a 1949 encontramos un nivel que
podríamos calificar como eficiente aún teniendo variaciones. No podemos dejar de
señalar la importancia de experimentar el cautiverio en un periodo u otro, en un campo
de una región u otra, con unos mandos u otros y la voluntad de los prisioneros, ya que
influían enormemente.

Las negociaciones entre España y la Unión Soviética por la repatriación,


escenificada en el buque Semíramis es el punto final de casi todos los relatos. Hasta
conseguir la ansiada libertad los españoles serían informados en varias ocasiones de su
repatriación, algo que no se cumpliría hasta 1954. Para algunos autores y para los
propios prisioneros aquellas esperanzas de regreso eran una táctica de los mandos
soviéticos para que los ánimos no decayesen y continuasen trabajando en los campos. A
nosotros nos resulta difícil afirmar que esto sea únicamente así. Como sería lógico
pensar, comunicarles que la repatriación estaba cerca era un revulsivo para el ánimo del
prisionero, tras años de espera. No obstante cuando se les comunicó la posible salida los
contactos hispano-soviéticos existían, existía la posibilidad que el asunto español se
resolviera. Finalmente con el regreso se procuraría mantener a los repatriados en
condiciones de vida óptimas, con una serie de medidas y ventajas, pero sería necesario
señalar quienes serían los beneficiados de estas.

A raíz de nuestra investigación nos asaltan nuevas cuestiones, algunas de las cuales
nos quedan por contestar fuera de estas páginas. Trataremos brevemente varias que a
nuestro parecer son fundamentales:

En primer lugar, atendiendo a las fuentes que existen para la experiencia de los
españoles, prácticamente la totalidad de los relatos están escritos por prisioneros
resistentes o con un posicionamiento anticomunista y en sintonía con el difundido por
los prodivisionarios. Hemos de ser consciente del claro sesgo ideológico que envuelve
las palabras de los prisioneros, que se centrarían en los aspectos más negativos, los más
gravosos para ellos y no tanto una visión en conjunto de los años en el cautiverio. El

~ 104 ~
relato de los vencedores es el que ha primado. Por ello nosotros hemos incorporado a
nuestra investigación las memorias de otros prisioneros que, si bien fueron resistentes y
de un claro corte, aportan una perspectiva más amplia y rica de detalles que otros
prisioneros omiten deliberadamente. También ocurre con algunos autores
prodivisionarios que han trabajado el tema, centrando su análisis en las partes más
favorables a la visión que desean transmitir. El resto de los aspectos que existieron son
pasados por alto o con escasa incidencia en ellos. Para nosotros esto ha sido algo que
hemos observado desde el inicio de la investigación, dando por válidas informaciones
que después, una vez cotejado con otros relatos, no siempre eran realmente así. Por ello
reflexionamos sobre la total veracidad del relato dominante, no en un ejercicio de
revisionismo sino de comparación y cotejamiento. Hemos observado escenas dentro de
los campos que mostraban los aspectos de la adaptación de los españoles a la vida en los
campos en numerosos sentidos; nos cuesta dar por válido el discurso de resistencia
continua más de una década, sin flaquear, sin que existiese un espacio de conexión con
la vida en los campos y los soviéticos.

En segundo lugar, una pregunta más concisa: ¿Por qué se mantuvo a los prisioneros
españoles tanto tiempo? Los intentos por responderla nos pueden parecer sencillos, pero
realmente no existe una respuesta clara. Hay propuestas de escaso rigor que lo achacan
a una venganza comunista por la Guerra Civil Española; otras lo tratan desde aspectos
de la cuestión política más plausibles, como un método de presión contra la España
franquista; también como castigo por la participación en la invasión fascista, aunque
cuando el resto de los grupos nacionales comenzaban a regresar los españoles
permanecieron en los campos; o tal vez por las negociaciones con España y los deseos
de obtener acuerdos comerciales a costa de los prisioneros. Sin embargo, seguimos sin
una respuesta definitiva. Con este frente abierto nos aventuramos a afirmar que la
decisión fue tomada por varios motivos confluyentes más que por uno solo.

Por último incidir en la complejidad del tema de estudio. Cuando nos adentramos al
tema se nos abría ante nosotros una infinidad de detalles que no sabíamos bien como
hacer encajar para dotar de sentido al discurso. La falta de estudios en castellano para
aspectos concretos del cautiverio suponía otro escollo a sortear, así como enfrentarse a
que la historiografía prodivisionaria había sido casi la única en estudiar este tema. Los
relatos han sido nuestra fuente fundamental para elaborar esta investigación, y de

~ 105 ~
habernos sido posible hubiésemos realizado una serie de entrevistas a aquellos otros
prisioneros que, aparentemente, no dejaron por escrito sus vivencias. Varios motivos
nos imposibilitan esto, siendo dos los fundamentales: el paso del tiempo y el palpable
hermetismo de los protagonistas con investigadores no cercanos al discurso
divisionario. Aún con todo, el trabajo y esfuerzo realizado ha logrado que salga adelante
una investigación que creemos hace humilde justicia a la experiencia vivida por cientos
de prisioneros de guerra españoles que experimentaron durante largos años la realidad
de los campos de prisioneros.

~ 106 ~
Anexos

Tabla 1. Repatriados en el Semíramis.

Repatriados en el Semíramis

Prisioneros de la División y Legión Azul, Wehrmacht y SS 248

Marinos republicanos 19

Pilotos republicanos 12

Trabajadores/Productores* 3

Niños de la guerra 4

Total 286

Fuente: elaboración propia a partir del cruce de datos de: CELA, R., En Rusia con la División
Azul. Pág. 269 y TORRES, F., y SALAMANCA, A., Esclavos de Stalin. Pág. 85.

* Es muy probable que se tratasen de SS que afirmaban ser trabajadores para eludir culpas.

Organigrama 1. Organización Interna del Campo.

1ª. Sección:
Jefe Político
Operativa

2ª. Sección:
Trabajo

Jefe 3ª. Sección:


Campo Jefe de Trabajo
Administrativo Financiera

4ª. Sección:
Vestuario

5ª. Sección:
Jefe Sanitario
Sanitaria

~ 107 ~
Organigrama 2. Organización Superior de los Campos.

NKVD
Campo
Regional
Administración General
para Prisioneros de NKVD Dirección de
Campo
Guerra e Internos Regional Campos
(GUPVI)
NKVD
Campo
Regional

~ 108 ~
Tabla 2. Régimen de horario en los campos de prisioneros.

Régimen de horario en los campos de prisioneros

4:00/6:00 Diana

5:00/6:15- Aseo personal, orden barracas, desayuno y


7:00 primer control

7:00-8:00 Formación y salida brigadas de trabajo

8:00 Control a los que permanecen en el campo,


inicio de la marcha

8:00-13:00 Trabajos de los que quedaban en el campo

9:00-13:00 Jornada laboral de brigadas de trabajo

13:00- Descanso para la comida brigadas de trabajo


14:00

17:00- Control, formación brigada de trabajo y regreso


18:00 al campo

18:30- Aseo personal


19:00

19:00/20:00 Cena

20:00- Tiempo libre para emplear a emplear a voluntad


21:30/22:00 del prisionero

21:30/22:00 Toque de diana, silencio

Fuente: elaboración propia a partir de los datos de: OROQUIETA


ARBIOL, G. “Aspectos de la vida en los Campos”. Pág. 32. y
PUENTE, M., Yo, muerto en Rusia. Pág. 85-104.

~ 109 ~
Bibliografía
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