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1. Introducción
El vínculo entre educación y diferencias de género y sexualidad nos remite al origen y a la
constitución misma de las más diversas modalidades de intervención social en los procesos de
enseñanza/aprendizaje (formales e informales). Sin embargo, en las últimas décadas la discusión
académica sobre estos temas se ha tornado innegablemente central, tanto por los cambios
culturales y políticos ocurridos en las condiciones más amplias de formulación de las identidades
y prácticas de orden sexual y genérica, como por los debates públicos suscitados por la sanción
de numerosas normativas sobre estas materias. Algunas de ellas involucran directamente al
campo educativo (como la ley de Educación Sexual Integral en Argentina) mientras que otras lo
interpelan fuertemente en términos de su compromiso con las transformaciones democráticas y
con los desafíos de la interculturalidad en las sociedades contemporáneas.
En este marco, la autora nos invita a problematizar la relación entre géneros, sexualidades y
formas de regulación cultural e institucional de estas diferencias, desde un conjunto múltiple y
articulado de perspectivas de análisis -provenientes de los estudios culturales, la teoría de género
y feminista y los aportes de la pedagogía crítica- a fin de proponer una relectura actualizada de
algunas conceptualizaciones claves sobre genero y sexualidad para abordar luego sus
entrecruzamientos con el campo educativo.
El siglo XIX es reconocido por la historiografía como el momento en el que sexo heterosexual
dentro del matrimonio se consagra como la vía “normal”. Lo cual hace que todo los demás modos
posibles de expresión de los placeres sexuales resulten estigmatizados y convertidos en objeto
permanente de vigilancia, control y/o condena. (Elizalde, Pastori, Melo, 2007)
En efecto, en el siglo XX, adquirieron otra dimensión tanto el fenómeno de la diferencia sexual
como el de la diversidad en el campo de las sexualidades. “En su transcurso de desarrolló la
resistencia al estereotipo y a los imperativos del `lado de afuera`” (Ibídem). Si bien a fines del
siglo XIX ya se había impulsado por el primer feminismo “la contribución de las personas
afectadas, la lucha de mujeres, de los homosexuales y de la gama de agencias que representan a
los sujetos transgéneros, transexuales e intersexuales” (Barrancos) como parte de las
transformaciones sociales y culturales que se precipitaron en el XX y que cambiaron
profundamente las estructuras de configuración sexo-genética en nuestras sociedades.
Pero ¿cómo fue posible esta conmoción en los modos de concebir, experimentar y expandir las
fronteras de lo que las identidades y las actuaciones de género y sexualidad significan en el
campo de la subjetividad, la política, la vida en común y el ejercicio ciudadano? Barrancos
reconoce 4 grandes rupturas para la emergencia de una “nueva era de reconocimientos”:
La disolución del vinculo entre sexualidad y reproducción
La extinción del código de la heterosexualidad obligatoria.
La posibilidad de reproducción sin acto sexual.
El goce sexual como un derecho humano.
La llamada “segunda ola del feminismo” encarnó la demanda de un amplio colectivo de mujeres
respecto de vivir y expresar la sexualidad sin la prescripción obligatoria de la reproducción, los
juzgamientos androcéntricos y los mandatos morales que pesaban sobre ellas.
Lo llamativo es que, junto con el aflojamiento de ciertas prescripciones sobre la “normalidad”
sexual y los mandatos de género, o la erosión del dogmatismo religioso en las interpretaciones
privadas de la moral construida en torno a las prácticas del deseo, persisten también actualizados
núcleos de sexismo, doble moral y homo/lesbo/trans fobias que hablan de un sustrato
reaccionario en vigot de la importancia de un trabajo inter e intrageneracional en clave de género,
sexualidad y derechos (Elizalde, 2011, 2012)
Es claro, entonces, que se impone hacerse nuevas preguntas sobre las condiciones de
producción, reinterpretación y experimentación del genero y sexualidad fundamentalmente de
cara al compromiso del trabajo formativo que nos pone en relación.