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Transformados a su imagen

2 de Corintios 3.18

David K Bernard, Austin, Texas, noviembre de 2008

Vamos a 2 de Corintios. He estado predicando los últimos meses acerca de nuestra


maravillosa y gloriosa salvación. Tal vez usted se haya dado cuenta o tal vez no; pero he
estado hablando sobre cómo somos salvos y lo que ocurre cuando somos salvos. Lo que
Dios hace en nuestras vidas.

2 de Corintios capítulo 3, verso 18. Quiero leer un versículo de las Escrituras allí y
mencionar algunos de los versos del contexto. 2 de Corintios 3.18: “Por tanto, nosotros
todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.

La salvación es pasada, presente y futura

Lo que quiero enfatizar hoy es: la salvación no es solamente un acontecimiento aislado;


sino que es un proceso. Es una experiencia; pero es más que una sola experiencia. A decir
verdad, la salvación es pasada, presente y futura. Deberíamos poder mirar a un momento
del pasado y decir: “Yo fui salvo. Esa fue la ocasión en que salí del pecado y salí del
mundo. Y tuve un nuevo comienzo”.

Pero si somos sinceros, reconoceremos que todavía luchamos con las cosas de esta vida,
con este mundo, con la tentación y aun con el pecado. Así que necesitamos la obra
permanente de Dios y a medida que el obra en nosotros, podemos contemplar y decir:
“Soy salvo”. Tiempo presente. “Estoy siendo salvado”. Y también somos conscientes de
que “todavía tengo un largo trayecto por recorrer para convertirme en lo que Dios quiere
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para mí. En realidad, todavía lucho con esta carne y con este cuerpo. Aunque soy salvo;
todavía me enfermo, todavía soy tentado, todavía fallo y un día voy a morir, a menos que
el arrebatamiento ocurra primero.

Así que mi esperanza no está puesta solamente en lo que ya ha ocurrido o lo que está
ocurriendo en este momento; pero para lograr la salvación que me muestra la Palabra de
Dios, todavía hay algo que falta por ocurrir. En ese sentido, yo seré salvo. Todavía no he
llegado ahí”.

De manera que es un proceso. Dios nos transforma cada vez más por su poder. Así que el
testimonio que todos nosotros deberíamos estar en condiciones de dar es: “Gracias a
Dios, no soy lo que solía ser. Hay una diferencia. Ya no hago las cosas que estaba
acostumbrado a hacer. Mi carácter, mi personalidad, mis actividades, mis actitudes, mis
pensamientos, mi comportamiento, mi forma de hablar, mi forma de vestir. Todo es
diferente de lo que solía ser antes de conocer al Señor”.

“Pero, gracias a Dios, todavía no soy lo que voy a llegar a ser. Todavía tengo errores,
fracasos, luchas, deficiencia, frustraciones y debilidad; pero uno de estos días, Dios me va
a liberar y me va a transformar a su perfecta semejanza”.

“Gracias a Dios, no soy lo que antes era; pero, gracias a Dios, no soy lo que voy a ser. Lo
mejor está por venir”.

Santificación

De lo que estamos hablando, para usar un término importante en la versión King James y
en la teología, es lo que se conoce como “la santificación”. Es una palabra importante que,
sencillamente, significa “separación”. El término original implica que nos hemos separado
del pasado, de la vida antigua, de la vida de pecado, del comportamiento y la filosofía del
sistema de este mundo.
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2 de Tesalonicenses capítulo 2. Creo que vale la pena mirarlo por un momento para
analizar lo que este proceso implica. 2 de Tesalonicenses 2.13: “Pero nosotros debemos
dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que
Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante LA SANTIFICACIÓN –ese
término clave– por el Espíritu y la fe en la verdad, 14a lo cual os llamó mediante nuestro
evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. 15Así que, hermanos, estad
firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.

Si usted observa, aquí dice “santificación”. Como ya dije, significa “separación del
pecado”, significa “aprender a andar en santidad”, significa “transformación interna y
externa”. Empieza en el interior, porque si usted no cambia sus pensamientos y sus
actitudes, realmente usted no tendrá éxito en ningún otro cambio. Pero tiene que
extenderse hasta el exterior, porque si no hay una diferencia palpable; entonces,
realmente, ¿dónde estaría el efecto? La santidad es tanto interna como externa.

Pero, observe en el pasaje que acabo de leer: “Dios nos ha llamado a esto”. Este fue el
plan de Dios desde el principio. No fue que nos despertamos un día y dijimos: “Necesito
cambiar. Veamos, ¿qué puedo hacer? Voy a hacer esto y aquello y lo otro. Y voy a dejar de
hacer esto y aquello y lo otro”. No. Dios tenía un plan… Remontándonos al principio,
cuando él creó a Adán y a Eva, él tenía un plan acerca de cómo quería que fueran los seres
humanos. Incluso después de que el pecado echó a perder ese plan, Dios no estaba
derrotado. Él tenía el proyecto del Calvario; él tenía el plan de venir en carne, como
Jesucristo, el hijo de Dios. Él aún tenía un plan: De esta manera es como tienen que ser los
seres humanos; así que quiero tener una iglesia que será moldeada a la imagen de mi Hijo,
Jesucristo.

Así que la santificación es el plan de Dios. Es el llamado de Dios y es la obra de Dios en


nosotros. Nosotros no iniciamos el proceso, nosotros no nos separamos del pecado por
nuestra propia capacidad, nosotros no nos hacemos santos por nuestra propia capacidad;
sino que Dios nos llamó a la santidad. Nosotros respondemos y él hace la obra en
nosotros, que luego se manifiesta exteriormente en nuestras vidas.
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Mediante la santificación por el Espíritu

Observe que es “mediante la santificación por el Espíritu”. La santificación o este proceso


de la salvación es sobre todo la obra del Espíritu Santo. Es Dios quien está obrando en
nosotros, es Dios quien nos está transformando. Por eso es que es tan importante orar,
estudiar la Palabra de Dios, venir a los cultos, adorar, tener comunión con la gente
piadosa; porque no es por nuestras obras que somos transformados; sino que
necesitamos entrar en la atmósfera donde Dios está obrando, necesitamos estar en el
ambiente donde Dios se está moviendo, necesitamos ser saturados por el Espíritu.

Y necesitamos mucho del Espíritu para contrarrestar la mucha maldad de este mundo.
Necesitamos una gran cantidad de influencia santa para contrarrestar la influencia
mundanal que nos rodea diariamente. No podemos esperar una sociedad moral, no
podemos esperar una enseñanza piadosa en el sistema educativo, no podemos esperar un
ambiente santo en el trabajo. Debemos tener la santificación por el Espíritu.

Es por eso que Hebreos 10.25 dice que no debemos dejar de congregarnos, como algunos
tienen por costumbre; sino que necesitamos reunirnos aun más cuanto vemos acercarse
el día del Señor. Mientras que la maldad se vuelve más y más abundante en nuestro
mundo tanto más necesitamos la influencia piadosa en nuestras vidas. “La santificación
por el Espíritu”.

Y la fe en la verdad

Observe que nosotros respondemos al llamado de Dios mediante la fe, porque dice: “La
santificación por el Espíritu Y LA FE EN LA VERDAD”. Así que Dios llama y nosotros
creemos. Y dice Pablo: “Mediante nuestro evangelio”. Nosotros creemos al evangelio. Y
gracias a que respondemos con fe, el Espíritu de Dios puede empezar a obrar en nosotros.

Ahora, hay un primer momento de santificación. Cuando usted se arrepiente de sus


pecados, usted está respondiendo al llamado de Dios. Usted es bautizado en el nombre de
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Jesús y sus pecados pasados son quitados y usted adquiere una nueva identidad. Usted
recibe el Espíritu Santo y ahora usted tiene poder de parte de Dios que no tenía antes.

Santificación instantánea

Justo en ese momento hay una santificación o separación instantánea. Usted puede
establecer una línea divisoria. Ahora, aunque usted haya llegado a ese momento con un
estilo de vida mundano, pensamientos mundanos, vestido mundano… No todo cambia de
forma inmediata en la apariencia externa. –Puede ser que usted todavía tenga que
mejorar su forma de hablar. Recuerdo que bauticé a alguien en el nombre de Jesús y
cometí el error de pedirle que testificara inmediatamente después de su bautismo. Y esa
persona dijo: “Gloria al Señor. Esta es la cosa más… –una palabra vulgar– que me ha
ocurrido en la vida”. Casi que lo meto al agua otra vez, para asegurarme de que fuera
efectivo. Algunas damas han venido y me han solicitado que si puedo mantener un poco
más de tiempo sumergidos a sus maridos –en el momento del bautismo–, que en verdad
lo necesitan.

Así que el solo hecho de que la experiencia del nuevo nacimiento haya tenido lugar no
significa que nosotros automáticamente entendemos: “Bien, hay una nueva forma de
hablar, hay una nueva forma de manejar el dinero, hay una nueva forma de vestir, hay
una nueva forma de abordar el entretenimiento y clasificar lo que entra a nuestros ojos y
a nuestros oídos, etc”. No siempre comprendemos eso de forma inmediata. Pero en ese
momento, nacemos de nuevo, como bebés. Si el Señor viniera o esa persona muriera, yo
creo que se iría al cielo, en ese momento, como un bebé en Cristo.

De manera que hay una santificación inicial; pero hay una gran parte del proceso que
viene a continuación. Ahora, dije que hay una etapa inicial… He utilizado este verso en
días anteriores: 1 de Corintios 6.11. Se refiere a gente que había experimentado toda
clase de pecados en sus vidas. “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis
sido santificados –ahí aparece el término. ‘Ustedes han sido separados’–, ya habéis sido
justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”.
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Así que cuando usted es bautizado en el nombre de Jesús, cuando usted recibe el Espíritu
Santo, en ese momento, usted es inmediatamente separado del pecado. Su identidad
cambia. Usted ya no es más un pecador esclavizado por el mundo; sino que es un santo
que pertenece a Jesucristo.

Santificación progresiva

Pero no se detenga allí. La justificación puede ser una experiencia única, en un momento
determinado, en el sentido de que usted es considerado como justo ante los ojos de Dios.
Un cambio de categoría. Pero la santificación es progresiva. Usted es un santo; pero usted
es llamado a ser santo. La palabra santo significa “uno que es separado”. En ese momento
usted es un hijo de Dios, un miembro de la iglesia de Dios. Separado de su antigua
identidad; pero usted debe avanzar en esa senda.

Usted es un santo; pero es llamado a ser un santo. Y estoy citando 1 de Corintios 1.2.

La santidad no consiste en hacernos santos a nosotros mismos; sino en


someternos a Dios, para que él haga la obra

Es un proceso que consiste en participar de la santidad de él, como dice Hebreos 12.10.
No es el proceso de hacernos santos a nosotros mismos: “Oh, tengo que lavarme a mí
mismo”. El asunto es que usted tiene que someterse a Dios y permitir que Dios lo limpie.

Claro que usted tiene que participar. Usted puede aceptar o rechazar la obra progresiva
de Dios. Pero la buena noticia es que esto no consiste en que usted tiene que limpiarse a
usted mismo; sino en que usted se somete a Dios día tras día: asistiendo a la iglesia;
escuchando la Palabra de Dios, que nos lleva a decir: “Oh, no. No me había dado cuenta
de que estaba viviendo de una forma mundana”, “no me había dado cuenta de que estaba
obrando de una manera pecaminosa”. Pero la Palabra de Dios obra en usted y el Espíritu
de Dios obra en usted y lo transforma en una nueva persona.
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Mirando a cara descubierta como en un espejo

Ahora, el texto base que leí, 2 de Corintios 3.18. Espero poder resaltar todo el valor de
este pasaje. Es poderoso. Si tan solo logramos entender lo que quiere decirnos. En 2 de
Corintios 3.18 dice: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta…”. Ahora, si
usted lee todo el pasaje… No tengo el tiempo para hacerlo. El apóstol está hablando de
cómo en el Antiguo Testamento, había un velo que cubría el rostro de Moisés, cuando
descendió del monte Sinaí, donde estaba recibiendo la ley. Su rostro brillaba en extremo,
de tal forma que tuvo que ponerse un velo en la cara, de tal forma que el pueblo no podía
contemplar de forma directa la gloria de Dios. Por consiguiente, Pablo dice: “Eso mismo
está ocurriendo en el presente”. Se refiere a la gente que no conoce a Jesucristo. Todavía
están mirando a través de un velo al tratar de comprender a Dios. Pero, ahora, bajo el
Nuevo Pacto, ese velo es arrancado. Y ahora vemos a Jesucristo como Dios manifestado
en carne. Usted puede tener una relación directa y personal con Dios. Usted puede ser
rodeado por la gloria de Dios; es más, usted puede ser lleno de la gloria de Dios.

Así que usted y yo tenemos un privilegio que nunca tuvieron las generaciones pasadas,
antes de la venida de Cristo y del derramamiento del Espíritu Santo: tenemos acceso
directo al trono de Dios y él puede transformarnos.

Así que dice el versículo que es como mirar en un espejo. Ahora, todos estamos
acostumbrados a hacerlo, algunos más que otros. Pero cuando miramos en un espejo,
vemos exactamente nuestra apariencia. No la que creemos tener. Yo me considero a mí
mismo bastante joven. Pienso joven, actuó joven. Me veo en el espejo: no parezco tan
joven. El espejo me muestra la verdad; no lo que yo quiero ver. Y si mi cabello está
desarreglado y tal vez no me he dado cuenta, no me preocupo; pero cuando me miro en
el espejo: “Oh, qué mal”. Así que, ¿qué hace usted…? ¿Para qué se mira en el espejo?
Idealmente, para corregir las cosas. ¿No es así? Se espera que usted no se mire al espejo
para admirarse; sino que usted se mira al espejo para ver si está bien y hacer las
correcciones necesarias.

Así que esta obra del Espíritu es como mirarse al espejo; sin velo, sin tapaojos, sin nada
que oculte la verdad. Y usted ve en la Palabra lo que se supone que tiene que ver en
comparación… lo que se supone que usted tiene que ser comparado con lo que usted es y
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usted puede ser transformado cada vez más. Es como… Lyndsey1 no está aquí para
corroborar esto. Está fuera de la ciudad, en un viaje de la iglesia. Pero cuando yo me
afeito, me gusta estirar el rostro lo más que se pueda, para tener la mejor afeitada. Así
que estiro mi cuello, estiro mi mejilla, trato de darle forma con mi lengua. Y a Lyndsey le
parecen lo más divertidos estos gestos: “¿Por qué haces así?”. Bueno, solo estoy tratando
de conseguir una afeitada lo más al ras posible. Así que me someto a todas estas muecas y
giros; pero el resultado final es idealmente algo que luzca mejor.

Bien, cuando usted se mira en el espejo de la Palabra de Dios, tal vez hay bastantes
ajustes que parecen un poco extraños y se sienten un poco graciosos. No es a lo que usted
está acostumbrado; pero está la expectativa de que usted está permitiendo que el Señor
obre en su vida, de manera que el resultado final es lo que él quiere que sea.

La gloria del Señor

Y, observe… Este versículo tiene muchas riquezas. “mirando a cara descubierta como en
un espejo LA GLORIA DEL SEÑOR”. Así que la gloria del Señor es la presencia manifiesta de
Dios. Cuando usted mira en su Palabra y cuando usted tiene una relación con Jesucristo,
cuando usted está lleno del Espíritu Santo, usted tiene la gloria manifiesta de Dios. La
gloria que Moisés encontró en el tabernáculo y en la cumbre del monte Sinaí. Tenemos el
privilegio de participar de esa gloria.

En la misma imagen

Vemos la imagen de Dios, somos transformados a esa imagen. Esa imagen es Jesucristo. Él
es el ejemplo perfecto de lo que se supone que un hombre debe ser. Un humano sin
pecado. Él es Dios manifestado en carne. La verdad es que él revela a Dios, él es la imagen
de Dios para nosotros. Así que estamos siendo moldeados a la imagen de Dios.

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El hijo menor de Bernard
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Somos transformados

Observe que dice en inglés: “Somos CAMBIADOS”. Proviene del griego metamorfóo, del
que, en inglés, tenemos la palabra metamorfosis. Y eso trae a mi mente… –lo sabemos de
la biología de la primaria–. La metamorfosis se refiere al animal que, por completo,
transforma su identidad. Es el mismo animal, la misma especie, antes y después. Pero si
usted lo conociera, nunca entendería como el renacuajo se convierte en rana, como la
oruga se convierte en mariposa. Quién… Yo no sé quién fue la primera persona que,
realmente, se dio cuenta de que la mariposa y la oruga eran el mismo animal. No hay
manera en que usted pueda comprenderlo; a menos que usted se siente allí y observe el
proceso. Pero esa oruga se mete en el capullo y lentamente es transformada y afuera
aparece una mariposa. La oruga se arrastra en la tierra, mientras que la mariposa vuela; la
oruga come… vaya usted a saber qué, mientras que la mariposa succiona el néctar de las
flores; la oruga es fea, u horrible o atemorizante, pero la mariposa es hermosa y elegante.
Es una transformación total. Es el mismo animal; aunque transformado totalmente, con
una nueva naturaleza. No solo una transformación paso a paso; sino una transformación
progresiva que está concluida, que modifica incluso el carácter o naturaleza. Una
transformación radical.

Esa es nuestra expectativa en Cristo. No es: “Estoy logrando un poquito aquí, un poquito
allá; estoy utilizando algunas auto disciplinas; estoy reformando mis acciones”. No.
Estamos hablando de algo más grande que lo que usted podría lograr en un millón de
años, por sus propósitos y por su capacidad. Pero estamos hablando de que Dios
interviene y toma el control y lo transforma a usted, dándole una nueva identidad. Antes
usted se arrastraba, ahora vuela; antes usted se movía atado a la tierra y a su fuerza de
gravedad, ahora usted vuela y va siempre a donde Dios quiere, y usted es libre, y usted ha
sido salvado y es una vida maravillosa.

“Somos transformados”. Es una manifestación interna. Un acto, una obra internos; pero
que, sin duda, tiene manifestaciones exteriores. La oruga… Es algo que sucede en el
interior, de tal manera que nosotros no lo comprendemos plenamente; pero, desde luego,
podemos ver las diferencias. Usted no tiene que suponer: “¿Es esa una oruga que ahora
está convertida en mariposa?” “¿Te has transformado?”. Nadie tiene que preguntárselo.
Es obvio, es evidente. A decir verdad, es tan asombroso que usted dice: “¿Esa era una
oruga? Increíble”.
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Yo espero que un día de estos, alguien va a contemplarnos y a exclamar: “¿Quiere decir


que esa persona era un mentiroso, un ladrón, un estafador, un drogadicto, un adúltero?”
“¿Quiere decir que esa persona era un pecador, que esa persona estaba siguiendo al
diablo? Increíble”. Es un santo, es un hijo de Dios, refleja algo glorioso, está lleno de la
gloria de Dios”. Esa es nuestra esperanza, ese es nuestro destino, ese es nuestro futuro en
Cristo.

De gloria en gloria

¿Sabe?, “somos transformados de gloria en gloria”. Sí, tenemos pruebas; sí, tenemos
altibajos; pero no se enfoque en las luchas, enfóquese en lo que está ocurriendo: la gloria.
Cuando, al principio, usted oyó el evangelio y su corazón fue tocado; por primera vez,
sintió la presencia de Dios. Eso fue glorioso. Cuando usted fue bautizado en el nombre de
Jesús, fue algo distinto a todo lo demás que usted jamás había recibido. Fue glorioso.
Cuando recibió el Espíritu Santo, fue algo glorioso. Cuando usted consagró su vida a Dios
para servirle, en ese culto misionero. Eso fue glorioso. Cuando Dios ha contestado sus
oraciones, eso ha sido glorioso. Cuando Dios ha provisto para sus necesidades, eso ha sido
glorioso. Cuando Dios lo ha usado a usted para orar por alguien y ha recibido el Espíritu
Santo, eso ha sido glorioso. Cuando Dios habló a su corazón, y usted identificó por primera
vez que Dios le estaba dando pautas de acción, y usted las puso en práctica, y el resultado
fue exitoso. Eso fue glorioso.

No mire los problemas; mire lo que Dios está haciendo. Él lo está transformando a usted
de gloria, en gloria, en gloria, en gloria; y un día, en gloria eterna.

Si somos santificados, Dios nos visitará y hará maravillas entre nosotros

Cuando Israel pecó, en Éxodo. Dios había dado los Diez Mandamientos, y ellos los
quebrantaron todos. Se entregaron a la adoración de los ídolos. Y Dios no los exterminó,
gracias a que la oración intercesora de Moisés los libró. Y Dios le dio un mensaje a Moisés.
Éxodo 19. “Dile al pueblo que se santifique, que se separen”. “Laven sus vestidos,
despójense de sus joyas. Alístense, límpiense, purifíquense. Sepárense de forma visible, y
yo descenderé y los visitaré”.
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Luego, en Josué 3.5, cuando Israel llegó a la tierra de Canaán. Se estaban preparando para
conquistar la tierra que Dios les había dado para heredar las promesas. Josué les dio otro
mensaje de parte de Dios: “Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre
vosotros”. Lo que él les dijo fue: “Sepárense, de tal forma que Dios pueda hacer cosas
poderosas”.

¿Sabe?, Dios nos atrae hacia él; pero nosotros debemos responder. Nuestra respuesta es
necesaria; pero no suficiente. Sin la obra de Dios, realmente, nada sucedería. El privilegio
que tenemos por encima de la gente del Antiguo Testamento consiste en que cuando Dios
dice: “Santifíquense”, no se refiere a que nosotros simplemente hagamos lo mejor que
podamos; sino que nos sometamos a Dios Y DIOS HAGA ESA OBRA INTERIOR, QUE TIENE
MANIFESTACIONES EXTERNAS.

Pero el principio es el mismo: Si nos santificamos, el Señor nos visitará; si nos


santificamos, el Señor hará maravillas entre nosotros; si nos santificamos, que realmente
no es otra cosa que responder al llamado de Dios y dejar que Dios obre en nosotros,
entonces, podemos esperar milagros en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestras
iglesias.

¡Qué promesa tan maravillosa! Podemos ser transformados a la misma imagen de Dios,
podemos llegar a ser como Jesucristo. Ese poder milagroso está aquí, hoy; pero tenemos
que responder. Si respondemos, Dios hará la obra.

“Santifíquense”, dice él. “Sepárense; y, entonces, yo vendré y, efectivamente, haré la obra


y los transformaré de un renacuajo, de una oruga en lo que realmente quiero que sean”.

Somos santos en proceso. Estamos siendo hechos conformes a la imagen de Jesucristo;


pero tenemos que responder al llamado. Dios puede hacer una obra. No importa qué tan
grave sea su situación, Dios es muy capaz de hacer esa obra especial; pero él está
esperando nuestra respuesta.
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¿Cómo responde usted? Mostrando fe en la Palabra de Dios. Creyendo al evangelio,


arrepintiéndose de sus pecados, siendo bautizado en el nombre de Jesús. Si usted nunca
ha aceptado el nombre de Jesús, en las aguas del bautismo, usted necesita hacerlo.
Incluso, si usted sido bautizado de alguna otra manera. Hay una gran cantidad de personas
que pueden testificarle: “Bien, yo había sido bautizado de acuerdo a lo que me habían
enseñado y me habían dicho; pero cuando fui bautizado en el nombre de Jesús, sentí la
diferencia, sentí la limpieza, sentí el poder, sentí la intervención de Dios, que me decía:
“Te estoy separando”.

Si nunca ha recibido el regalo del Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, hablando en otras
lenguas. Esa experiencia lo separara, lo transformará; usted verá la gloria y eso es solo el
comienzo. Usted será transformado de gloria, en gloria, en gloria. Amén.

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