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EL PERIODO INTERTESTAMENTARIO
Cuatrocientos años de historia, con todas las implicaciones que esto significa,
formaron el mundo y ambiente en los que vino a nacer el Señor Jesús. Esas
condiciones se dieron principalmente a través del desenvolvimiento histórico,
de la producción literaria religiosa judía y de la evolución social y política del
pueblo judío como resultado de lo que ocurría en el mundo.
TRASFONDO HISTORICO
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fines del siglo III a.C No obstante su valor literario histórico o didáctico,
nunca fueron reconocidos entonces como parte de las Escrituras.
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Este es el escenario donde Dios envía a su hijo al mundo y nace el niño
Jesús
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Formación de la Biblia
Orígenes de la biblia EQUIPO 1
Biblia es el nombre que en el siglo II les pusieron los cristianos a las Sagradas
Escrituras. La palabra biblia es la forma plural del vocablo griego biblos. Este
nombre se les daba a las tiras de papiro con que los egipcios hacían las hojas
de los libros. Posteriormente se hizo extensivo a cualquier libro escrito en este
material. Así pues, el término Biblia significa "libros". La biblia este libro
extraordinario fue escrito por aproximadamente cuarenta y cinco escritores
que vinieron de los más variados estratos sociales y culturales. Se cuenta entre
ellos con estadistas, sacerdotes, reyes, profetas, campesinos, funcionarios,
eruditos, pescadores, poetas, filósofos. Algunos de ellos fueron hombres de
gran talento, como Moisés, Salomón, Daniel y Pablo; otros fueron hombres
sencillos, "sin letras y del vulgo", como Amós, Pedro y Juan. Vivieron en
diferentes períodos históricos. Su aporte literario no fue coordinado ni arreglado
por ningún jefe de redacción.
Escrita en distintos lugares. Otro factor que hace de la Biblia un libro singular
en su origen es el haber sido escrita en sitios tan diferentes entre sí como son
los desiertos de Sinaí, Arabia y Judea, las escuelas de los profetas de Betel y
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Jericó, el palacio de Babilonia, las riberas del río Quebar, la cárcel de Jerusalén
en el Medio Oriente, una escuela de Éfeso en Asia Menor, las ciudades de
Corinto y Filipos, la cárcel de Roma QAZy la isla de Patmos en Europa.
La obra que más se ha leído. Un libro que ha alcanzado una difusión tan
asombrosa es sin lugar a dudas, una obra de gran popularidad y un artículo
esencial de multitudes. La Biblia demuestra serlo. En efecto: Es el único libro
del mundo que lee gente de toda edad, cultura posición social.
Su supervivencia EQUIPO 4
Comparada con otras obras contemporáneas cuyas copias más antiguas datan
generalmente del siglo X, la Biblia es el único libro cuyo texto está respaldado
por los manuscritos más antiguos. El hallazgo de los rollos del mar Muerto en
1947 contribuyó en forma especial a distinguir en este aspecto a las Sagradas
Escrituras.
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Resistencia a la más despiadada persecución. EQUIPO 5
Desde hace unos dos siglos hasta nuestros días, la Biblia ha tenido que
soportar un ataque más insidioso. Esta vez sus enemigos han cambiado de
estrategia, ya no procuran destruirla físicamente, sino pretenden invalidar su
contenido. En nombre de la libertad de pensamiento, la ciencia y la erudición
moderna, los incrédulos han atacado la veracidad de este libro con el fin de
minar la confianza que le tienen sus muchos lectores.
Su objetiva franqueza
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genios y otras personas destacadas. Pero la Biblia describe a sus personajes
franca y objetivamente, tales como fueron: con sus virtudes y pecados.
Su benéfica influencia
Por último, no es posible dejar de mencionar que la Biblia es el libro que más
influencia benéfica ha ejercido en la humanidad.
Contribuyente de la civilización.
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La formación del el canon del Nuevo Testamento
Discusión dirigida
La palabra "canon" se deriva del vocablo griego kanón, que originalmente
significaba una regla o vara de medir. Kanón adquirió después el significado de
norma, regla o precepto, como lo indica el uso que de ella hace el apóstol
Pablo en Gálatas 6:16 y Filipenses 3:16.
2. Necesidad de un canon
Un estudio cuidadoso del Nuevo Testamento nos mostrará que, al igual que
con el canon del Antiguo Testamento, los libros canónicos fueron reconocidos a
medida que se escribían, de tal modo que por el año 100 el canon del Nuevo
Testamento ya estaba completo, si bien transcurrirían varios siglos antes que
fuera oficialmente aceptado por la iglesia.
“Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que se lea también
en la iglesia de los laodicenses; y la de Laodicea leedla también vosotros”
(Colosenses 4:16). (R.V. A)
Así sucedió con el pueblo hebreo cuando Moisés le leyó el libro del pacto
(Éxodo 24:7) y con los tesalonicenses cuando Pablo les predicó (1
Tesalonicenses 2:13).
Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando
recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como
palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa
en vosotros los creyentes.
Libros apócrifos
La palabra "apócrifo" significaba originalmente "secreto" o "difícil de entender".
Se la usó para referirse a las enseñanzas esotéricas que las religiones de
misterio impartían sólo a sus adeptos e iniciados.
Según la actitud de las iglesias hacia los libros apócrifos, éstos se han
clasificado en dos grupos:
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b) libros aceptados por algunos.
Desde mediados del siglo I d.C, comenzaron a circular por las iglesias
numerosos libros cuyos autores escribían en nombre de los apóstoles con el fin
de que sus escritos fueran aceptados (2 Tesalonicenses 2:2). Por lo general
estos libros carecen de valor histórico o religioso. En el primer caso contienen
fábulas que pretenden llenar lagunas históricas de los libros canónicos, por
ejemplo la infancia de Jesús y las vidas de los apóstoles. En lo religioso
promueven herejías, como la adoración de María. Por estas razones fueron
rechazados por casi todos los dirigentes de la iglesia primitiva.
Los libros apócrifos del Nuevo Testamento son tan numerosos como los del
Antiguo Testamento, pero los principales son los siguientes:
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El trasfondo histórico, político, religioso y cultural del
Nuevo Testamento Tarjeta desplegable
El NT, como ya se ha indicado, es una colección de diferentes escritos. En las
Biblias actuales están agrupados según algunos aspectos comunes.
En primer lugar se encuentran los cuatro evangelios (según San Mateo, San
Marcos, San Lucas y San Juan). Todos ellos narran los principales
acontecimientos de la vida, la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús,
interpretados desde el contexto particular de cada autor y de su respectiva
comunidad.
Debe observarse, sin embargo, que la reunión material de todos estos escritos
en un único libro solo se hizo más tarde.
La fijación exacta del número de libros del NT que se recibían con autoridad
indiscutida (el llamado “canon”), fue un proceso que duró bastante tiempo,
sobre todo cuando empezaron a aparecer numerosas obras que no
representaban las enseñanzas auténticas de la iglesia (la llamada “literatura
apócrifa”). Sobre algunos escritos, especialmente algunas cartas y el
Apocalipsis, las discusiones se prolongaron por más tiempo. Puede afirmarse
que en el siglo IV ya se fue haciendo general la lista o canon de escritos del NT
que ahora se encuentran en las Biblias cristianas.
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Para entender mejor los escritos del NT, es necesario tener en cuenta que
nacieron en un ambiente histórico concreto y hablan de acontecimientos que
sucedieron en un ambiente determinado. Se indicarán aquí algunos de los
aspectos más importantes.
Una clase alta formada sobre todo por las familias de los jefes políticos y
religiosos, los grandes comerciantes, los terratenientes y los cobradores de
impuestos.
c) Otros grupos menores eran los partidarios de Herodes (cf. Mt 22.16), los
esenios, no mencionados en el NT pero conocidos por otras fuentes, y los
celotes, que fueron los principales instigadores de la rebelión contra Roma en
el año 66.
Con todo esto, sin embargo, no se quiere negar o quitar importancia a los
elementos nuevos y originales que tiene el NT. Aunque la iglesia cristiana era
en sus comienzos una parte del pueblo judío (Hch 2.46), poco a poco fue
distinguiéndose de este, hasta su completa separación. La decisión de que no
era necesaria la incorporación al pueblo judío para poder participar de los
beneficios de la obra salvadora de Jesucristo ( Hch 15.1–35) y la cantidad cada
vez mayor de personas no judías que abrazaron el evangelio (Ro 11.11–12)
contribuyeron a esta separación definitiva entre la iglesia y el pueblo judío.
Uno de los fenómenos más importantes en la historia del pueblo judío en esa
época fue la existencia de numerosos grupos que vivían fuera de Palestina, a
los que se daba el nombre de judíos de la “diáspora” o dispersión. Ellos,
aunque seguían fieles a sus tradiciones religiosas, habían adoptado el griego
como lengua propia. En la diáspora judía de Alejandría (Egipto) se tradujeron al
griego las Escrituras del pueblo de Israel. La principal de estas traducciones
lleva el nombre de “traducción de los Setenta” (o Septuaginta LXX), y se
convirtió en el texto común de los cristianos de habla griega. Se desarrolló,
además, una importante literatura judeo-helenística.
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En la misma Jerusalén se formó un grupo de cristianos de origen judío pero de
habla griega (cf. Hch 6.1), que indudablemente contribuyó en gran medida a la
difusión del evangelio entre los judíos de la diáspora y aun entre los paganos
(cf. Hch 11.19–20). El representante más notable de estos judíos de fuera de
Palestina convertidos al cristianismo fue Pablo de Tarso. Su actividad
misionera se extendió por gran parte del Asia Menor y sus cartas constituyen
una sección muy importante del NT.
De esta manera, no es extraño que los escritos del NT estén todos en lengua
griega. Aunque algunas tradiciones anteriores pudieron haberse formado
originalmente en arameo (también se ha pensado en la posibilidad del hebreo
propiamente dicho), la redacción final del NT se hizo en lengua griega, y en esa
lengua se ha conservado.
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La llamada “guerra judía” se prolongó hasta septiembre del año 70, cuando los
ejércitos romanos conquistaron la ciudad de Jerusalén y destruyeron el templo
(Mt 24.2; Lc 21.20). Esta derrota se debió no solo a la superioridad militar de
los romanos, sino también a las irreconciliables divisiones internas de los
judíos.
Hasta ese año, el pueblo judío había conservado cierta medida de autoridad
propia en asuntos internos, sobre todo religiosos, ejercida por la Junta
Suprema o Sanedrín. Esta Junta estaba presidida por el sumo sacerdote, y a
ella pertenecían también otros personajes importantes de las familias
sacerdotales, más los llamados “ancianos”, es decir, hombres notables de
familias no sacerdotales, y un grupo de maestros de la ley, hasta completar el
número de 71 (Mc 15.1). La competencia del Sanedrín en tiempo de Jesús
parece que no comprendía la ejecución de penas capitales (Jn 18.31).
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EXPOSICIONES
Los evangelios y Hechos
Los escritos de los cuatro evangelistas han sido comparados con la manera en
que cuatro especialistas ven un árbol desde sus distintos puntos de vista. El
agricultor lo ve según el fruto. El carpintero, según la clase de madera que
puede obtener. El químico, según las sustancias químicas aprovechables. El
paisajista o pintor, desde el punto de vista del paisaje que puede trasladar al
lienzo. Así cada evangelista ve a Jesús desde una perspectiva especial. Mateo
lo ve como Rey-Mesías; Marcos, como Siervo; Lucas, como el Hijo del Hombre;
y Juan, como el Hijo de Dios. Y en el escrito de cada uno abundan los pasajes
que confirman tal apreciación.
El autor. Aparece con dos nombres: Mateo, como él mismo se nombra (9:9), y
Leví, así llamado por otros evangelistas (Mr. 2:14; Lc. 5:27).1 Mateo quiere
decir don de Dios, significado consecuente con las palabras de Jesús en su
oración intercesora en Jn. 17:6.
¿Qué importancia tiene este evangelio para la iglesia? Bien se ha dicho que es
el puente entre el judaísmo y el cristianismo. Mateo muestra cómo fueron
puestos los fundamentos de la iglesia. Los Hechos y las Epístolas, nos
muestran cómo fue levantado el edificio sobreedificado. Mateo, por tanto, entra
en mayores detalles en cuanto a las enseñanzas fundamentales de Cristo, y
con mucho cuidado demuestra que ellas son no sólo para el judío sino para
todo el mundo. Este evangelio rompe el silencio de los 400 años entre la
profecía de Malaquías y el anuncio del nacimiento de Jesús. Es el eslabón
entre el A.T. y el N.T.
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Siendo que Mateo se dirigió especialmente a los judíos, y que sobre todo
quiere fortalecer la fe de los judeocristianos en sus fuertes polémicas con los
judíos, podríamos pensar que originalmente escribió su evangelio en hebreo.
Además se supone que como conocía el griego, posteriormente también lo
escribió en griego según se presentó la necesidad.
MARCOS
Marcos ocupa un lugar especial entre los Evangelios. Podríamos decir que en
el Evangelio de Mateo oímos al Señor, en Lucas le conocemos, en Juan
aprendemos sobre su naturaleza divina, y en Marcos le vemos actuar pues
registra casi cinco veces más milagros que parábolas. Debemos recordar que
los cuatro Evangelios no nos presentan cuatro distintas biografías del Señor
porque en realidad no son biografías sino retratos complementarios. Sólo así
podemos apreciar la completa y perfecta personalidad del Hijo de Dios.
1. Hacer que las buenas nuevas fueran accesibles a los gentiles. Roma era
una ciudad gentil, aunque allí también vivían muchos judíos atraídos por el
comercio y los negocios. Considerando la carta de Pablo a los cristianos de
Roma, a la iglesia pertenecían tanto gentiles como judíos y, en ocasiones, los
sentimientos mutuos a veces eran tirantes. Un Evangelio escrito para una
iglesia “mixta” así tendría que explicar cuidadosamente las palabras y
costumbres judías, para que los lectores no judíos pudieran comprenderlo. Esto
es lo que hace Mar. y en ese sentido es un Evangelio para los no judíos, los
gentiles y los de afuera. Esto también explica por qué Mar. no cita tanto
el AT como lo hace Mat. Los cristianos gentiles de Mar. no habrían conocido
el AT tanto como los cristianos judíos, ni tampoco hubieran tenido el mismo
interés en ello.
Mar. parece haber sido escrito con un propósito misionero, el de esparcir las
buenas nuevas a los de afuera: el mundo no judío. Naturalmente, tenía el
propósito de la enseñanza también (todos los Evangelios fueron escritos
parcialmente para que los cristianos que ya creían en Jesús conocieran más
acerca de él; (Lc. 1:4). Sin embargo, si recordamos este impulso misionero del
Evangelio de Mar., servirá de ayuda para explicar muchas cosas. Por ejemplo,
revela otra razón para que Marcos evite el uso de palabras “propias” del
judaísmo. También explica por qué omite mucho de lo que es verdad y valioso
para poder concentrarse en lo que él considera de vital importancia para sus
lectores. En todo esto podemos aprender mucho de Mar. en nuestro día. El
hecho de que él se identificara con los lectores a quienes procuraba alcanzar
resulta admirable cuando recordamos que él era tan judío como Mateo.
¿Habría aprendido, cuando era un “aprendiz de misionero” con Pablo, a
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contextualizarse con los de “afuera” para poder ganar a éstos para Cristo? (1
Cor. 9:20). Esta es una lección que los cristianos de este día debemos
aprender también: no usar el idioma de los de “adentro” ya que es sólo
confusión para los de “afuera”.
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cita tanto del AT, como otros escritores de Evangelios, para respaldar este
hecho. Además, el camino que Dios tenía para establecer su gobierno sobre la
tierra involucraría la muerte del Mesías, su elegido. Era un plan escondido y
misterioso, y ninguno más que Jesús lo había visto desde el principio. También
parece ser el significado de la frase “el misterio del reino de Dios” en Mar. 4:11.
Aun las personas que admiraban a Jesús como un obrador de milagros o, aún
como un profeta, no podían ver todo esto. Que Dios hubiese escogido hacer
llegar su reino por medio de la muerte vergonzosa de su siervo escogido, era
una gran piedra de tropiezo tanto para judíos como gentiles que oían la prédica
de la iglesia primitiva. Hoy en día sigue siendo un problema para algunos. Por
ejemplo, los musulmanes ven una gran piedra de tropiezo que Dios hubiese
permitido que un hombre tan bueno, y en realidad un profeta tal, tuviera que
morir una muerte tan horrible.
Marcos declara en su Evangelio que Jesús no sólo era un buen hombre, o aun
un profeta: era el Hijo de Dios. Lo comprueba, no relatando el nacimiento
virginal (que debe haber sido de su conocimiento), sino que demostró cómo
Dios mismo proclamó a Jesús como su Hijo en su bautismo y más tarde en la
transfiguración.
Jesús nunca dijo a nadie directamente que él era el Hijo de Dios; no lo admitió
públicamente hasta su juicio ante el sumo sacerdote. El silencio de Jesús es lo
que denominamos el “secreto mesiánico”; él esperó hasta que Dios lo revelara
a otros; p. ej. Pedro llegó a darse cuenta de que Jesús era el Mesías y lo
reconoció como tal, pero la idea de que fuera un Mesías sufriente seguía muy
alejada de su mente (Mat. 8:29). Jesús admitió el título cuando se le otorgaba a
él, pero no que dicho testimonio fuera dado por un demonio.
Parte de la razón que tuvo Jesús para no revelar su verdadera identidad era
porque no quería ser conocido como un mero obrador de milagros. Esta podrá
ser una palabra de precaución para nosotros en nuestros días que en medio de
épocas de renovación espiritual en la que todos nos regocijamos, podemos
correr algunos peligros. Jesús veía su tarea, por otro lado, como la de
presentar las buenas nuevas acerca de Dios y su reino, por lo que deseaba
que las personas sanadas no divulgaran el hecho de su sanidad. También así
se explica por qué se retiraba súbitamente de las multitudes cuando corría el
peligro de que su misión se transformara en una mera “campaña de sanidad” y
nada más.
El secreto se supo con claridad ante la cruz. Para Marcos, las palabras del
centurión romano (15:39) fueron una confesión de que Jesús era el Hijo de
Dios, fuera lo que fuere lo que el centurión quiso decir en aquel momento. La
segunda prueba fue la tumba vacía y el mensaje del ángel en la mañana de la
resurrección: el Hijo de Dios había conquistado la muerte y su identidad no
tendría que seguir siendo un secreto.
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LUCAS
Roma había extendido sus territorios en tan grande cantidad que solamente
podían ser regidos por una muy fuerte autoridad central. Octavio logró constituir
esa autoridad.
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Estos fueron los dos emperadores romanos que gobernaban Roma en la época
que relatan los evangelios.
En el año 4 d.C. por la muerte de Herodes, Palestina fue dividida entre sus tres
hijos. Antipas fue el que hizo matar a Juan el Bautista, fue tretrarca en Galilea y
Perea. Filipo, gobernador de la región norte y Herodes Arquelao, gobernador
muy corrupto, a tal punto que sus hermanos Antipas y Filipo se quejaron a
Roma por sus métodos en el manejo de los fondos, del personal y de la
administración. Como resultado fue depuesto y desterrado a Roma.
En Judea ya habían pasado casi cuatro siglos desde que el último de los
profetas de Israel había hablado entre los judíos. Estos recordaban la promesa
de un Mesías y un nuevo Elías, quien prepararía el camino para Él. Muchos
esperaban su llegada, otros lo habían olvidado por completo.
La tierra de Israel había sido ocupada por soldados extranjeros muy duros y su
rey, Herodes El Grande, ni siquiera era judío. Su comportamiento era muy cruel
e inestable, su ascendencia se hallaba entre los idumeos, descendientes de los
edomitas, que habitaban en la zona del sur de Jerusalén y Belén. Los idumeos,
que eran prosélitos (convertidos al judaísmo), habían sido obligados por el rey
judío Juan Hircano (135–104 a.C.) a volverse judíos circuncisos.
Herodes El Grande había sido juzgado en Roma por ejecutar a judíos sin el
consentimiento del consejo de ancianos. Esta era la principal razón del odio de
los judíos hacia su persona. Aunque era nominalmente rey, su realidad
consistía en ser vasallo del emperador romano. Muchos creen que ostentaba el
poder debido a su amistad con el influyente general romano Marco Antonio.
Herodes se había casado con Mariana, una princesa judía, nieta de Hircano,
con la esperanza de que ella le atraiga mayor apoyo del pueblo. Esta jugada
política no le sirvió de nada.
El Mesías era Jesús el “Cristo” y esta relación de los dos nombres “Mesías” y
“Cristo” revela el lazo de unión entre los dos testamentos, el nuevo y el antiguo,
que constituyen una unidad armoniosa de la revelación de Dios y su voluntad
para el destino del hombre.
Dentro del mismo año nacieron dos primos en Judea, sus nacimientos fueron
misteriosamente anunciados por un ángel llamado Gabriel.
Como vemos, la crueldad, las intrigas políticas, los asesinatos, las traiciones
por cuestiones políticas e intereses mezquinos eran algo habitual en el mundo
al cual estaba llegando el Hijo de Dios.
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Lucas, quien pertenecía al pueblo griego, que desde los albores de las
civilizaciones fue un eterno buscador de la sabiduría, belleza y perfección de
Dios en todo lo que tenía a su alcance.
Grecia, la tierra de Lucas, era ya en los tiempos antiguos muy parecida a lo que
es hoy: el extremo sur de la península de los Balcanes. Un país surcado por
numerosas montañas separadas por valles profundos con el mar siempre
cerca. Incluyendo las islas, Grecia es un país pequeño y por la estructura de su
suelo nunca ha podido sostener más de unos pocos millones de habitantes, a
pesar de lo cual siempre ha representado un papel muy importante en la
civilización occidental.
La autoestima de los griegos era tan desarrollada que Pericles afirmó: “Cada
uno de nuestros ciudadanos, en todas las múltiples facetas de la vida, es capaz
de mostrarse como el legítimo dueño y señor de su persona, y además hacerlo
con gracia y versatilidad excepcionales”.
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La Biblia nos declara que Lucas fue médico (San Pablo lo llamó “el médico
amado”), muy culto, como corresponde a un griego y escribió para hombres
instruidos entre los gentiles, o entre los cristianos gentiles, si utilizamos el
concepto de “gentil” en oposición al de “judío”.
Se estima que fue escrito en los años 60, antes de la destrucción del templo de
Jerusalén, acontecimiento que tuvo lugar en el año 70.
JUAN
El apóstol y evangelista Juan parece haber sido el más joven de los doce. Juan
era hijo de Zebedeo y Salomé (Mt. 27:56; Mr. 15:40; 16:1) y hermano menor de
Jacobo (quien siempre precede a Juan cuando se los nombra a ambos). Los
dos hermanos son llamados Bonaerges (Mr. 3:17), que significa hijos del
trueno, quizás por su naturaleza impetuosa (Lc. 9:54) o por su autoridad y
poder espirituales. Es interesante notar que en hebreo “trueno” equivale
también a “voz de Dios”.
Juan escribió a los creyentes en todo lugar, sean o no judíos (gentiles). Como
uno de los doce discípulos, Juan fue un testigo presencial, de manera que su
historia es confiable. Su libro no es una biografía (como el libro de Lucas), sino
una presentación temática de la vida de Jesús. Muchos de los oyentes
originales tenían un trasfondo griego. La cultura griega estimulaba la adoración
de muchos dioses mitológicos cuyas características sobrenaturales eran tan
importantes para los griegos como las genealogías para los judíos. Juan
mostró que Jesús no solo era diferente de sus dioses mitológicos, sino superior
a ellos. En este libro hay varios pasajes que reflejan la condición religiosa,
política y social del momento:
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una manera de ayudar a los adoradores y una forma de obtener dinero para el
mantenimiento del templo. Pero los líderes religiosos parecían no dar
importancia al hecho de que el atrio de los gentiles estaba lleno de mercaderes
y los extranjeros tenían dificultad para adorar. Y el motivo principal de visitar el
templo era la adoración. ¡Con razón Jesús se molesto! (2.14)
Los impuestos del templo tenían que pagarse con moneda local, de manera
que los extranjeros tenían que cambiar su dinero con los cambistas, los que a
menudo eran deshonestos e imponían tarifas altas. A la gente también se le
demandaba ofrecer sacrificios por el pecado. Debido a los viajes tan largos,
muchos no llevaban sus animales. Muchas veces, los animales que llevaban se
los rechazaban por imperfectos. Los vendedores de animales tenían un
negocio floreciente en el patio del templo. El precio de los animales para el
sacrificio en el templo era más alto que en cualquier otro lugar. Jesús se
molestó por la deshonestidad y voracidad practicada por cambistas y
mercaderes. No debían trabajar en el templo mismo. Su presencia denigraba el
templo, el lugar de adoración a Dios. (2.14) Juan narra la limpieza del templo.
HECHOS
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habla griega tal vez eran judíos de otras tierras que se convirtieron en
Pentecostés. Los cristianos de habla griega murmuraban sobre el trato injusto
hacia sus viudas. Quizás este favoritismo no fue intencional, pero se originó por
la barrera del idioma, que los apóstoles resolvieron en forma sabia eligiendo
siete hombres respetados de habla griega que se encargaran del plan de
distribución de alimentos.
Herodes Agripa I se relacionaba muy bien con sus antepasados judíos. Debido
a que tenía una abuela judía de sangre real (Mariamne), la gente lo aceptaba
de mala gana. En su juventud, estuvo temporalmente en prisión por orden del
emperador Tiberio, pero ahora contaba con la confianza de Roma y se llevaba
bien con los emperadores Calígula y Claudio.
Como su abuelo, tío e hijo, después de él, Herodes Agripa I estuvo cerca de la
verdad, pero la perdió. Debido a que la religión era importante solo como un
aspecto de la política, no tuvo reverencia ni escrúpulo para aceptar la alabanza
que solo a Dios corresponde. Su error es uno de los más comunes. En el
momento en que nos enorgullecemos de nuestras habilidades y nuestros
logros, sin reconocer que son un regalo de Dios, repetimos el pecado de
Herodes.
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EPÍSTOLAS PAULINAS
EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS
Roma
Los más antiguos datos históricos que hoy se poseen sobre los orígenes de la
ciudad de Roma se remontan al s. VIII a.C. Por entonces comenzaron a
poblarse las siete colinas vecinas al río Tíber sobre las que, en un futuro aún
lejano, habría de alzarse la capital del mundo conocido.
Propósito
Cuando el apóstol redactó esta epístola, la más extensa de todas las suyas,
aún no se le había presentado la ocasión de visitar a los creyentes residentes
en Roma (1.10–15). Sin embargo, la larga lista de saludos del capítulo 16
parece probar que ya por entonces contaba con no pocas relaciones y afectos
entre aquel grupo de hombres y mujeres que, en pleno corazón del imperio,
habían sido «llamados a ser de Jesucristo» (1.6, 7). No obstante, es ese
conocimiento que el apóstol demuestra tener de muchos creyentes de una
iglesia a la que nunca había visitado, lo que ha motivado que algunos
estudiosos piensen que el capítulo 16 no formó parte originalmente de esta
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carta. Opinan que pudo pertenecer a otra, posiblemente una dirigida a Éfeso,
donde Pablo sí había estado en más de una ocasión y, una vez a lo menos,
durante un largo espacio de tiempo.
Pablo se había propuesto muchas veces viajar a Roma (1.9–10,13, 15; 15.22–
23), para anunciar allí el evangelio (1.15) y comunicar a los hermanos «algún
don espiritual», para ser «mutuamente confortados por la fe» en Cristo (1.11–
12). Pero es ahora, al considerar a España como campo de su inmediata labor
misionera, cuando ve llegar también la oportunidad de realizar la anhelada
visita (15.24, 28).
Esta epístola fue escrita probablemente alrededor del año 55, durante una
permanencia de Pablo en la ciudad de Corinto. Tanto por su contenido como
por sus características literarias, se aproxima a la epístola enviada a las
iglesias de Galacia. Las dos pertenecen a la misma época y revelan similares
intereses doctrinales. Lo que no se sabe es cuál de ellas fue redactada
primero. Por eso, algunos ven en Romanos una exposición ampliada, muy
meditada y serena, de la breve epístola a los gálatas, mientras que otros
piensan que Gálatas es una especie de síntesis polémica y vehemente de la
carta a los romanos.
Como quiera que sea, ambos escritos deben considerarse desde una
perspectiva común, puesto que en definitiva se trata de la transmisión de un
mismo mensaje que incluye idénticos conceptos fundamentales: el dominio del
pecado sobre todos los seres humanos (Ro 1.18–2.11; 3.9–19, cf. Gl 3.10–11;
5.16–21), la incapacidad de la Ley de Moisés para salvar al pecador (Ro 2.12–
29; 3.19–20; 7.1–25, cf. Gl 2.15–16; 3.11–13,21–26), la gracia de Dios revelada
en Cristo (Ro 1.16–17; 3.21–26, cf. Gl 2.20–21; 4.4–7), la justificación por la fe
(Ro 3.26, 30; 4.1–5.11, cf. Gl 2.16; 3.11,22–26; 5.1–6) y los frutos del Espíritu
(Ro 8.1–30, cf. Gl 5.22–26).
Contenido y estructura
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(1.1–15) y una conclusión que completa el texto aportando gran número de
notas de carácter personal (15.14–16.27).
Los temas tratados en Romanos son teológicamente densos, pero Pablo los
expone de un modo ameno, y hace fácil su lectura introduciendo variados
recursos estilísticos: diálogos, preguntas y respuestas, citas del AT, ejemplos y
alegorías. La sección doctrinal es la más extensa. Pablo reflexiona acerca del
ser humano, dominado por el pecado e incapaz de salvarse por su propio
esfuerzo. Afirma, como el salmista (cf. Sal 14.1–3; 53.1–3), que todos, tanto
judíos como gentiles, «pecaron y están destituidos de la gloria de Dios» (3.23);
que solo Dios puede salvar a los pecadores, y que lo hace por pura gracia,
«mediante la redención que es en Cristo Jesús» (3.24).
Los capítulos 9 al 11 constituyen una unidad temática que se destaca del resto
de la epístola. Aquí Pablo nos descubre su íntima preocupación porque Israel
no ha llegado a comprender que «el fin de la Ley es Cristo, para justicia a todo
aquel que cree» (10.4). Sin embargo, el apóstol está persuadido de que Dios
no abandonará nunca a su pueblo escogido (11.1–2), por cuanto «irrevocables
son los dones y el llamamiento de Dios» (11.29). Israel será restaurado (11.25–
28), porque Dios tendrá misericordia de él como también la ha tenido de los
gentiles (11.11–24,30–32).
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epístola, y también de algunos parientes, como Lucio, Jasón y Sosípater (v.
21–22). Pero el capítulo 16 no solo registra saludos y recomendaciones, sino
que dedica hasta sus últimas palabras a animar a sus lectores y a afirmar la
victoria reservada para cuantos confían en el poder de Dios («Y el Dios de paz
aplastará muy pronto a Satanás bajo vuestros pies», v. 20).
Corinto
Corinto tenía una doble salida al mar: al Adriático por el puerto de Lequeo, y al
Egeo por el de Cencrea (cf. Hch 18.18 y Ro 16.1). Esa privilegiada situación
geográfica reportaba no pocos beneficios a la ciudad, pues ambos puertos eran
muy frecuentados por los barcos que hacían las rutas comerciales de los dos
mares.
33
La iglesia corintia
El anuncio del evangelio había sido bien acogido desde el principio, cuando
Pablo, probablemente a comienzos de la década de los 50, llegó a Corinto
procedente de Atenas. Durante «un año y seis meses» (Hch 18.11) permaneció
entonces en la ciudad, entregado a la proclamación de la fe en Jesucristo (Hch
18.1–18).
La Primera epístola a los Corintios (=1 Co) fue escrita en Éfeso, donde, según
Hch 20.31, Pablo vivió tres años, probablemente entre el 54 y el 57. Mientras
estaba allí, los creyentes de la congregación le hicieron llegar, posiblemente
por conducto de Estéfanas, Fortunato y Acaico (cf. 16.17), algunas consultas, a
las que respondió con la presente carta (cf. los pasajes que comienzan en 7.1,
25; 8.1, y también 10.23; 11.2; 12.1; 15.1).
Propósito
Más o menos por las mismas fechas, «los de Cloé» informaron al apóstol (1.11)
de la difícil situación que estaban atravesando los creyentes corintios.
Arrastrados por la fanática adhesión personal de unos a Pablo y de otros a
Pedro o a Apolos (1.12; 3.4), entre todos habían puesto en grave peligro la
unidad de la iglesia.
34
Contenido y estructura: Pablo comienza esta carta abordando el problema de
las divisiones internas, amenaza que se cernía sobre la comunidad cristiana
como un signo de incomprensión y olvido de determinadas afirmaciones
básicas de la fe: que la iglesia es convocada a unidad de pensamiento y
parecer (1.10–17; cf. Jn 17.21–23; Ef 4.1–5; Flp 2.1–11); que la única
verdadera sabiduría es la que «Dios predestinó... para nuestra gloria» (1.18–
3.4), y que solo Cristo es el fundamento de nuestra salvación (3.5–4.5; cf.1 Ti
2.5–6).
Junto a todas estas instrucciones, la carta contiene las respuestas del apóstol a
las preguntas de los corintios relacionadas con el matrimonio cristiano y el
celibato (7.1–40), con el consumo de alimentos que antes de su venta pública
habían sido consagrados a los ídolos (8.1–13; 10.25–31) o con la diversidad y
ejercicio de los dones otorgados por el Espíritu Santo (12.1–14.40).
En el tiempo que medió entre las dos epístolas dirigidas a los corintios, las
relaciones del apóstol Pablo con aquella iglesia experimentaron algunos
cambios importantes.
35
Propósito
Fueron, pues, otros los problemas que dieron origen a 2 Corintios (=2 Co). De
ellos se sabe que revistieron gravedad y que afectaron profundamente al
apóstol, aunque de las circunstancias en que se produjeron y del curso de los
acontecimientos solo han quedado unos pocos datos aislados.
Lo que consta es que Pablo había resuelto permanecer una larga temporada
en Éfeso. Y que, en efecto, por espacio de tres años residió en esa ciudad (Hch
20.31), donde, a pesar de la oposición de muchos, se había «abierto una
puerta grande y eficaz» al anuncio del evangelio (1 Co 16.9).
Cuando Tito volvió a encontrarse con Pablo, pudo comunicarle la buena noticia
de que la situación en Corinto había mejorado. Los creyentes lamentaban lo
sucedido y, al parecer, se sentían sinceramente arrepentidos (7.5–16).
36
menoscabar su autoridad moral (11.22–31; 12.11–13. Véase Introducción a la
epístola a los Gálatas). A pesar de ello, en términos generales, la presencia de
Tito había traído tranquilidad al corazón del apóstol (2.12–13; 7.6, 13–14; 8.6,
16).
Contenido y estructura
Los datos de que hoy por hoy se dispone no permiten precisar el momento ni el
lugar de redacción de 2 Corintios. Solo a título de probabilidad, podría sugerirse
que fue escrita entre los años 54 y 57 en alguna ciudad de Macedonia, quizás
en Filipos.
37
EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS GÁLATAS
Galacia
Para esas iglesias redactó la epístola. Pero no en particular para una sola y
determinada, sino para las de Galacia en general (1.2), formadas por creyentes
que, en su mayoría o, posiblemente, en su totalidad, procedían del paganismo
(4.8).
Propósito
Con esas y otras duras expresiones (cf. 1.8–9; 5.10, 12; 6.12–13) se refiere a
algunos grupos de origen judío que recorrían iglesias recién formadas y las
trastornaban con enseñanzas ajenas y aun opuestas al evangelio, y que,
además, atacaban su autoridad y la legitimidad de su apostolado (1.10–12).
38
Aquellos a quienes Pablo tacha de «falsos hermanos» intentaban convencer a
los gálatas de que el evangelio de Jesucristo, para ser perfecto, tenía que
seguir sometido a la ley de Moisés y mantener en vigor determinadas prácticas
propias del judaísmo, de manera muy especial la circuncisión (3.11–14; 5.1–6;
6.12–13). Eran, pues, judaizantes, quienes, pretendiendo perpetuar la vigencia
de normas que en Cristo habían quedado superadas, impulsaban a los
creyentes a apartarse de «la verdad del evangelio» (2.5), que es fundamento
de «la libertad con que Cristo nos hizo libres» (5.1).
Pablo advirtió en seguida lo serio del peligro que corrían las congregaciones
cristianas visitadas por los judaizantes. Comprendió que se trataba de un
peligro real, que afectaba a cuestiones básicas para la fe y la vida de la iglesia
y que venía a perturbar el sentido del evangelio único (1.7–10) de la salvación
por Cristo.
Contenido y estructura
39
La tercera parte de la epístola (5.13–6.10) consiste en una exhortación a hacer
buen uso de esa misma libertad, la cual debe configurar la vida del cristiano
conforme a la norma del amor: servirse «por amor los unos a los otros» (5.13) y
sobrellevar «los unos las cargas de los otros» (6.2). Esta es la ley de Cristo
(6.2) y el camino por donde el Espíritu de Dios conduce a la iglesia (5.16–18,
25). En esta sección se incluye el catálogo de vicios y virtudes mejor conocido
como “las obras de la carne y el fruto del Espíritu”.
Éfeso
Desde el año 133 a.C., con una población cercana al medio millón de
personas, Éfeso era la capital de la provincia romana de Asia y residencia
oficial del gobernador. Estaba situada en un lugar privilegiado de la costa del
Mediterráneo, con un puerto de mucho tráfico y una importante vía de
comunicación con el interior de Asia Menor. El culto a la diosa Diana, en cuyo
honor se había erigido en Éfeso un templo al que acudían en peregrinación
devotos de «toda Asia y el mundo entero» (Hch 19.23–41), contribuía a
aumentar el prestigio de la ciudad.
Propósito
40
16.8; 1 Ti 1.3; 2 Ti 1.18; 4.12). Sin embargo, en la presente epístola se advierte
una casi total ausencia tanto de nombres propios (por excepción, en 6.21 se
cita a Tíquico) como de los saludos personales que son habituales en los
escritos paulinos. Por esta razón se piensa que se trata más bien de una
especie de carta circular dirigida a diversas congregaciones.
Contenido y estructura
La sección doctrinal comienza con una alabanza a Dios (1.3–14), que nos
escogió en Cristo desde antes de la creación (v.4) y nos predestinó «para ser
adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo» (v.5). Esa elección y destino
pertenecen al «misterio de la voluntad» divina, ahora manifestado, de que tanto
judíos como gentiles son llamados a participar de los beneficios de la redención
(1.7; 2.11–22).
El capítulo 2 recuerda a los lectores que, aunque antes estaban muertos en sus
«delitos y pecados» (2.1–3), ahora son salvos por gracia (2.5) y forman parte
de un pueblo único, en el que no hay diferencias de clase ni enemistades de
raza (2.14–16), pues todos en él pertenecen a la familia de Dios (2.19–22).
Como ocurre con otros textos epistolares del NT, tampoco hay unanimidad de
criterio respecto a la fecha y al lugar de redacción de esta epístola, incluida en
el grupo de las llamadas «de la prisión» (véase Introducción a las Epístolas) a
causa del testimonio del autor sobre su situación personal (3.1; 4.1). Teniendo
presente está clara referencia a su cautividad, se ha pensado que la carta fue
redactada en Roma, entre los años 60 y 61 d.C.
Filipos
Filipos estaba situada sobre la célebre «Vía Egnatia», que comunicaba Roma
con Asia Menor. Se alzaba a unos 12 km. de la costa norte del mar Egeo, junto
al límite de la región macedónica con la de Tracia. Sometida a Roma desde el
año 167 a.C., a partir del 31 a.C., con la categoría de colonia y por disposición
42
del césar Octavio Augusto, gozó de los privilegios y derechos que las leyes del
imperio otorgaban a las ciudades romanas.
La iglesia filipense
Desde los primeros contactos hasta la redacción de esta carta habían pasado
varios años. Aquellos encuentros iniciales, que dieron origen a una estrecha
relación fraternal (Fil 1.3–8; 4.1), tuvieron lugar durante el segundo viaje
misionero de Pablo, después de haber él recorrido el interior de Asia Menor,
desde Cilicia, al sudeste de la península, hasta Troas, al noroeste.
No hay unidad de opinión respecto del lugar y de la fecha en que Pablo escribió
la carta. Hay quienes opinan que la envió desde una prisión en Éfeso, lo que
permitiría apuntar como fecha probable los años 54 a 55. En tal caso, la carta
tendría, como de hecho tiene, un marcado carácter de agradecimiento a los
cristianos de Filipos, quienes al saber de la cautividad del apóstol, habían
decidido mandarle algunos auxilios como expresión de amor y solidaridad
fraternal (4.18). Por otra parte, si se interpreta la mención del «pretorio» (1.13)
como una referencia al palacio imperial, podría tener mayor apoyo la hipótesis
que localiza la prisión en Roma (Hch 28.16–31). En tal caso, la carta habría
sido escrita en esta ciudad, el año 63.
Contenido y estructura
43
Desde la acción de gracias inicial (1.3–11), dos notas predominan en la
epístola: el gozo que caracteriza a una fe madura, y el amor de Pablo a la
iglesia de Filipos. Esas notas son, sin duda, una hermosa lección de
esperanza, impartida por el autor en medio de las penalidades físicas y morales
de su cautiverio.
(f) 4.10–20: Insiste en manifestar su agradecimiento por la solicitud con que los
filipenses le habían atendido en diversas ocasiones, en momentos de
tribulación en los que otros parecían haberse olvidado de él (4.15).
44
Algunos han supuesto que originalmente fueron dos las cartas de Pablo a la
iglesia de Filipos, después refundidas en una, porque en la estructura presente
de la carta se ha observado, en ciertos pasajes, una brusca ruptura de la
ilación de ideas: (2.19; 3.1b-21; 4.2 y 4.10). Lo cierto es que el texto de la carta
es característicamente paulino, tanto desde el punto de vista estilístico como de
vocabulario.
Colosas
Propósito
45
religiosas y usos paganos (2.8, 14–17). Eran formas de vida y de cultura
difíciles de desarraigar, las cuales, unidas a la permanente presión del medio
social colosense y a la incesante insistencia de los judaizantes acerca de la
sujeción a la Ley mosaica (cf. 2.11–13, 16), causaban confusión e inquietud en
la iglesia.
Contenido y estructura
46
Fecha y lugar de redacción
Tesalónica
En vida del apóstol Pablo, Tesalónica (la actual Salónica) era la capital de la
provincia romana de Macedonia. Gozaba de una economía floreciente, debida
en gran parte a su magnífico emplazamiento, con un puerto que se abría al mar
Egeo y daba entrada y salida a buena parte del importante tráfico comercial
entre Roma y Asia Menor.
El evangelio en Europa
El libro de los Hechos registra las discusiones que Pablo mantuvo con los
judíos de Tesalónica durante tres sábados (Hch 17.2). La estadía del apóstol
en la ciudad se prolongó probablemente por unos tres meses, a juzgar por todo
lo que allí aconteció (Hch 17.4–9; cf. Fil 4.16 acerca de la ayuda recibida «una
y otra vez» de los filipenses).
47
Fecha y lugar de redacción
Desde Tesalónica, Pablo se dirigió a Berea (Hch 17.10), luego a Atenas (Hch
17.15) y finalmente a Corinto (Hch 18.1), donde alrededor del año 50 redactó
esta Primera epístola a los Tesalonicenses (=1 Ts) (3.6; cf. Hch 18.5). Es la
carta más antigua de las que conocemos del apóstol y, probablemente,
también el documento más antiguo del NT.
Timoteo hizo el viaje, y volvió a Corinto. En términos generales, las noticias que
llevaba a Pablo eran buenas, aunque también hablaban de cierta falta de
madurez entre los cristianos de Tesalónica. De todos modos, Pablo se sintió
satisfecho, y no tardó en manifestarlo por escrito.
Contenido y estructura
La carta concluye con una invitación a todos los creyentes (5.25–28), para que
cumplan con solicitud sus responsabilidades como miembros de la iglesia de
Jesucristo (5.12–24).
Propósito
48
de algunas personas que estaban sembrando inquietudes entre los miembros
de aquella iglesia fundada por Pablo.
Contenido y estructura
Peculiaridades: 1 y 2 Tesalonicenses
Es evidente que entre las dos cartas de Pablo a los tesalonicenses existen
importantes analogías. El lenguaje tiene frases y expresiones afines, que tanto
en uno como en otro texto pueden identificarse como paulinas. El tema central
es el mismo en ambas epístolas: la segunda venida de Cristo, su inminencia y
los signos que la precederán.
Timoteo
49
relación son testimonio fidedigno las repetidas menciones a Timoteo en el libro
de los Hechos (Hch 17.14–15; 18.5; 19.22; 20.4), las que de él hace el propio
Pablo en ocho de sus doce cartas (Ro 16.21; 1 Co 4.17; 16.10; 2 Co 1.1; Flp
2.19; Col 1.1; 1 Ts 1.1; 3.2, 6; 2 Ts 1.1; Flm 1) y el hecho de que, además, le
dirigiera dos epístolas en las que lo llama «verdadero hijo en la fe» (1 Ti 1.1) y
«amado hijo» (2 Ti 1.2; 2.1).
Pablo incorporó a Timoteo a aquel grupo misionero que muy pronto habría de
llevar a Europa el primer anuncio del evangelio. Más tarde, pasados algunos
años, el joven discípulo recibiría el encargo de velar por la «sana doctrina» en
Asia Menor, y de impedir posibles desviaciones hacia otras enseñanzas, falsas
y destructivas (1.3–4; 4.6, 9, 13, 16; 6.3–5), que habían comenzado a penetrar
en comunidades cristianas de reciente formación (1.3–11). La alusión a los
«doctores de la Ley», así como el énfasis puesto en los valores auténticos de la
ley de Moisés (1.6–10) denuncian la actividad que los judaizantes estaban
desplegando en las iglesias asiáticas.
Propósito
Nada dice la carta a propósito de fecha o lugar de redacción. Quizá fue escrita
en Macedonia, si, como es probable, Pablo siguió en esta región después de
haber sido liberado de su primera prisión en Roma (Hch 28.16, 30–31). Por
50
aquel mismo tiempo, Timoteo estaría viviendo en Éfeso, adonde quizás le
habría sido remitida la misiva (1.3).
Pablo encarcelado
Más tarde, Pablo volvió a ser apresado; pero esta vez, que es la referida en 2
Timoteo, la situación resultó por completo diferente. Él mismo dice que las
condiciones de su cautiverio eran ahora tan duras que incluso se le trataba «a
modo de malhechor» (2.9), lo cual significa, entre otros males, que estaba
sujeto con cadenas (1.16). Y el término previsible de sus expectativas era el de
una cercana ejecución: Porque «yo ya estoy próximo a ser sacrificado» y «el
tiempo de mi partida está cercano» (4.6–8).
A la gravedad de esta situación personal del apóstol habría que añadir una
gran tristeza, causada por el mal comportamiento de algunos, como Demas y
Alejandro el calderero (4.10, 14), y por verse olvidado de otros en
circunstancias muy difíciles y angustiosas (4.16).
51
Propósito
Tito
Andando el tiempo, el apóstol confió a Tito misiones tan delicadas como poner
orden en la iglesia de Corinto (2 Co 2.13; 7.6–7,13–14; 8.6, 16,23; 12.18) y
organizar la vida de la comunidad cristiana de la isla de Creta (Tit 1.5).
También visitó Dalmacia, al norte del litoral adriático (2 Ti 4.10), visita de la que
52
no ha quedado información. Pablo, que pensaba pasar el invierno en Nicópolis,
le rogó que fuera allá a estar con él (Tit 3.12).
Contenido y estructura
La Epístola a Tito, que le fue enviada cuando se hallaba en Creta, está muy
relacionada con 1 Timoteo en lo que respecta a los temas que considera y al
estilo literario. Después del saludo inicial (1.1–4), Pablo instruye a su discípulo
acerca de las condiciones personales que han de darse en los creyentes,
especialmente en los llamados a asumir responsabilidades en la iglesia. Le
insta también a reprender a los «obstinados, habladores de vanidades y
engañadores, mayormente los de la circuncisión» (1.10; cf. 1.14). De este
modo se refiere, por una parte, a falsos maestros que con sus enseñanzas
trastornan «casas enteras» (1.11) y, por otra, a las actitudes hostiles adoptadas
por algunos miembros de la numerosa colonia judía de Creta (1.5–11).
La mala fama de los cretenses era proverbial. Pablo, citando a este respecto al
poeta griego Epiménides (s. VI a.C.), a quien llama «profeta», se expresa con
dureza inusitada: «Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias,
glotones ociosos» (1.12–16). Luego suaviza el tono de sus palabras para
aconsejar a Tito sobre cuestiones pastorales y para animarlo a conducirse
siempre de forma ejemplar ante todos los creyentes, cualesquiera que sean su
edad, sexo o condición social (2.7; cf. 2.1–3.2).
Esta epístola de Pablo a su amigo Filemón (v. 1, 17) ocupa un lugar único entre
los escritos del NT. Es la carta paulina más breve y, además, la única de
carácter absolutamente personal.
El apóstol, ya anciano (v. 9), está preso en alguna cárcel de Roma, Cesarea o
Éfeso. Timoteo (v. 1) y otros colaboradores (23–24) se encuentran a su lado,
53
pero él, por lo delicado del asunto que va a tratar, prefiere escribir de su propio
puño y letra (v. 19) en vez de dictar la carta a algún escribano.
Propósito
La razón inmediata de esta corta pero preciosa misiva surgió el día en que
Onésimo se presentó ante Pablo, probablemente en busca de ayuda y
protección. La situación de Onésimo era muy comprometida en aquellos
momentos, ya que se trataba de un esclavo fugado de la casa de su amo, en
este caso, Filemón. Las leyes de la época, considerando delictivo el acto, lo
castigaban con enorme dureza, incluso con la muerte.
Contenido y estructura
La relación así establecida entre Pablo preso y Onésimo evadido, dio al tema
un giro radical al convertirse el esclavo a la fe de Jesucristo (v. 10). Y Pablo, el
preso, tiene ahora que plantear el problema a Filemón desde la perspectiva
insólita de que este, dueño frustrado del esclavo rebelde, deberá recibirlo de
nuevo en su casa, y «no ya como esclavo, sino... como hermano amado,...
tanto en la carne como en el Señor» (v. 15–16).
54
Fecha y lugar de redacción
Teología de Hebreos
55
constituye en «fiador» (7.22), esto es, en prenda y garantía de un pacto nuevo
y definitivo.
Las exhortaciones que leemos en esta epístola sugieren que las comunidades
cristianas para las que fueron originalmente redactadas estaban padeciendo
situaciones conflictivas, en parte nacidas de su propio seno y en parte
provocadas por la presión moral del medio ambiente. Y no es, probablemente,
que se dieran casos concretos de persecución, pero sí que se hiciera sentir en
las iglesias como una difusa hostilidad del entorno social (12.1–2, 4). En
cualquier caso, debido a una u otra causa, lo cierto es que algunos creyentes
estaban cayendo en el desánimo y el abandono de la fe (2.1–4; 5.11–6.12;
10.23–27, 32–39; 12.1–3).
56
El autor demuestra ser un experto conocedor del AT, cuyo texto cita siempre de
la traducción griega conocida como Septuaginta o Versión de los Setenta
(LXX). Su dominio de este idioma le permitió redactar, alrededor quizá del año
70, nuestra Epístola a los Hebreos, que es sin duda el documento
estilísticamente más depurado de todo el NT.
El autor de este escrito se revela como una persona práctica, para quien la
realidad de la fe en Cristo debe ser demostrada por los hechos y actitudes de
quienes la profesan.
Esta carta es más bien un escrito de carácter impersonal, una instrucción ética
dirigida a la generalidad de las comunidades cristianas, designadas en conjunto
como «las doce tribus que están en la dispersión» (1.1), título tomado de la
historia judía y con el cual se significa de forma figurada al nuevo Israel
convocado en Cristo.
La iglesia, al igual que los judíos, también utilizó el nombre de Babilonia para
simbolizar a la poderosa Roma imperial (cf. Ap 14.8; 16.9; 17.5; 18.2, 10, 21). Y
así Pedro se refiere a ella cuando transmite a los destinatarios de su carta el
saludo de «la iglesia que está en Babilonia» (5.13).
58
debían su creación a la obra misionera del apóstol Pablo y sus colaboradores
(1.14, 18; 2.9–10; 4.3).
Propósito
Contenido y estructura
Después de un breve saludo (1.1–2), el autor introduce el tema general del plan
de redención dispuesto por Dios (1.10–12) para quienes ponen su fe en
Jesucristo, una fe que es «mucho más preciosa que el oro» (1.7) y cuya meta
«es la salvación de [nuestras] almas» (1.9). Dirige luego una serie de consejos
y recomendaciones a los creyentes (1.13–2.10), que son «linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios» para anunciar «las
virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (2.9).
Alienta el autor a los cristianos a actuar de tal forma que en todo sean ejemplo
(2.11–4.6), incluso en situaciones en que su buena conducta podría resultar
incomprensible a la vista del mundo y reportarles menosprecio y hostilidad.
Contiene también esta sección consejos referentes al cumplimiento del deber
en los diversos casos que plantean las relaciones humanas (2.13–14, 17, 18;
3.1–7), y al comportamiento que corresponde a una verdadera comunión
fraternal en el ámbito de la iglesia (3.8–4.6). Esta comunión tiene como base el
amor, y debe ser objeto de la mayor solicitud porque «el fin de todas las cosas
se acerca» (4.7).
59
Algunos consejos a pastores y responsables de iglesia (5.1–4), y otros a los
creyentes en general (5.6–11), más unos breves saludos de parte de la «iglesia
que está en Babilonia... y [de] Marcos mi hijo» (5.13–14), ponen punto final a la
epístola.
Contenido y estructura
El autor exhorta a los creyentes sobre la base de «la palabra profética más
segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que
alumbra en lugar oscuro» (1.19–21). Y desde el mismo fundamento denuncia
severamente las enseñanzas y la conducta de los falsos profetas y falsos
maestros que inducen a error al pueblo de Dios, y que dondequiera que vayan
«introducirán encubiertamente herejías destructoras, y hasta negarán al Señor
que los rescató» (2.1).
60
El capítulo 2, dedicado por entero a este tema de las desviaciones doctrinales,
parece redactado según el modelo de la Epístola de San Judas, escrita en
fecha anterior. Véanse a este respecto los siguientes textos, cuyo paralelismo
es evidente: 2 P 2.1, cf. Jud 4; 2 P 2.4, cf. Jud 6; 2 P 2.6, cf Jud 7; 2 P 2.10, cf.
Jud 8; 2 P 2.11, cf. Jud 9; 2 P 2.12, cf. Jud 10; 2 P 2.13, cf. Jud 12; 2 P 2.17, cf.
Jud 12–13; 2 P 2.18, cf. Jud 16; 2 P 3.2, cf. Jud 17; 2 P 3.3, cf. Jud 18.
Ahora bien, a falta de esos datos personales que son característicos del género
epistolar, se ha atribuido desde el principio el presente escrito, como también 2
y 3 Juan, al apóstol Juan. Tradicionalmente se ha admitido que fue escrita en
Éfeso, alrededor de los años 90.
Ya sea que se entienda como sermón o como carta, lo cierto es que 1 Juan
está muy cerca del Evangelio según San Juan, tanto por razones de redacción
como por la ternura con que también ella llega al lector, por ese acento cálido
61
tan claramente perceptible en expresiones como «hijitos» o «hijitos míos» (2.1,
12, 13, 18 y 28; cf. Jn 3.33; 21.5) y en los frecuentes apuntes «os escribo» y
«os escribo a vosotros» (2.7–26; 5.13).
Propósito
No dice el autor cuáles eran las doctrinas ni quiénes las personas causantes de
su preocupación, pero probablemente se trataba de algunas enseñanzas que,
bajo el nombre genérico de «gnosticismo», comenzaban por entonces a
infiltrarse en círculos cristianos de Asia Menor.
Contenido y estructura
Contra los «anticristos», esos falsos profetas que niegan la divinidad de Jesús
y su misión redentora, Juan exhorta a los cristianos a permanecer en la
relación de amor y vida que es la comunión con Dios, concretada en la realidad
inmediata del amor fraternal (2.9–11; 3.9–12, 14–18, 23; 4.7–8, 11–12, 16–21).
62
Jn 8.44), vida-muerte (3.14; 5.12; cf. Jn 5.24–25), hijos de Dios-hijos del diablo
(3.10; cf. Jn 8.44). Igualmente es característico de la epístola y del evangelio el
uso de la palabra «verbo» para referirse al Hijo de Dios hecho hombre (1.1; cf.
Jn 1.1–5,14).
Propósito
63
es el mandamiento dado por Dios «desde el principio» (v. 4–6). Es, pues,
preciso perseverar en la «doctrina de Cristo», pues así el creyente «tiene al
Padre y al Hijo» (v. 9), es decir, está en comunión con Dios
Contenido
No es posible asegurar que este sea el mismo Gayo mencionado por Pablo en
Ro 16.23 (cf. Hch 19.29; 1 Co 1.14), pues ese nombre era entonces bastante
común; pero resulta notorio que Pablo y Juan, cada uno de por sí, destacan en
alguien llamado Gayo idéntica disposición de generosidad fraternal.
Lo mismo que en 2 Jn, «el anciano» que escribe a Gayo (v. 1) nos oculta su
propio nombre. Pero no cabe duda de que se trata de la misma persona,
identificada con el apóstol Juan por la iglesia cristiana de todos los tiempos.
Posiblemente remitió esta carta desde Éfeso al final del primer siglo.
64
Propósito
Judas apoya sus palabras con figuras y escenas del AT: Sodoma y Gomorra (v.
7; cf. Gn 19.1–24); el arcángel Miguel (v. 9; cf. Dn 10.13–21; 12.1); Caín,
Balaam y Coré (v. 11; cf. Gn 4.3–8; Nm 22.1–35; 16.1–35), y «Enoc, séptimo
desde Adán» (v. 14; cf. Gn 5.21–24). También hace alusión a algunas
tradiciones judías no bíblicas (v. 6, 9, 14–15).
Este libro, al igual que el resto del NT, fue redactado originalmente en griego;
comienza con la misma palabra del título: apocalipsis, que significa
«revelación» (1.1). Juan, el autor, se sirve de ella para poner de relieve el
carácter profético de su escrito (1.3; 10.11; 22.7, 9,10).
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Cristo ha cumplido, en todos sus términos, el plan redentor dispuesto por Dios.
Pero el valor de este mensaje va más allá de la época del profeta; tiene un
alcance general: Cristo, vencedor del mal y de la muerte, asocia a su victoria a
todos los creyentes, ya aquí y ahora, mientras están aún sujetos a las
realidades del mundo actual.
La literatura apocalíptica
El Apocalipsis de San Juan aparece, pues, en una época crítica. En este caso,
crítica para los cristianos, quienes, con idéntica energía moral que los judíos,
se oponían al paganismo de Roma y a la religión estatal, expresada en el culto
al emperador divinizado. Este era un culto que, con carácter oficial y
obligatorio, se celebraba en altares y templos erigidos tanto en la capital del
Imperio como en sus más lejanas provincias. Al negarse los cristianos a tomar
parte en aquellas ceremonias, se les tuvo por enemigos de Roma y fueron
perseguidos a muerte.
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Teología del Apocalipsis
Composición literaria
Otro análisis posible parte de la observación de que, entre los símbolos del
Apocalipsis, hay algunos que ocupan un lugar preeminente por la frecuencia de
su aparición. Por ejemplo, el número siete, que representa la perfección de los
seres y las cosas. El siete es constante en los conjuntos de espíritus,
candeleros, iglesias, estrellas, sellos, trompetas y plagas. Incluso el plan
general del libro parece organizado sobre la base de los siete actos principales
que se ven en el esquema del contenido.
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Referencia bibliográfica
BIBLIA Reina Valera Revisada (1995). 1998 (Ap 1.1). Miami: Sociedades
Bíblicas Unidas.
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