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Malestar en la cultura chilena: Psicoanálisis, producción del sujeto reprimido y declive

del Chile neoliberal

Rolando Jaime Malhue


rolandojaimem@gmail.com

Resumen: El siguiente texto, escrito a la manera de ensayo, busca comprender los recientes sucesos de
protesta y rebelión social acontecidos en Chile, sucesos interpretados a través de las herramientas
conceptuales y teóricas aportadas principalmente por autores que adhieren en su totalidad o en parte a
la teoría psicoanalítica. Se realiza un recorrido histórico buscando las causas y particularidades sociales
que configuran el sujeto reprimido en Chile, indagando en el contexto social reciente del “ethos
neoliberal” y la producción de sujeto reprimido, para luego intentar esbozar una explicación desde el
psicoanálisis sobre el estallido social reciente.

Palabras Clave: Chile-protesta-psicoanálisis-Freud-Lacan

“Lo que había empezado en torno al Padre,


se consuma en torno a la masa”
Sigmund Freud

Nadie sensato e informado de la historia del país podía presagiar los hechos acontecidos durante

mediados de Octubre del 2019 en Santiago de Chile, cuando el aumento en el precio del pasaje de

Metro desató una serie de manifestaciones y protestas contra el gobierno del Presidente Sebastián

Piñera, las que rápidamente se extendieron a lo largo del país; evidencias claras de un profundo

malestar cuyo fundamento radica en los costos sociales que implicaron la instalación y profundización

de un modelo de sociedad privatizante, heredado de la dictadura.

Ya en los albores de la construcción del Estado-Nación, el resto de las incipientes burguesías

latinoamericanas en pugna miraban con asombro a Chile, debido a la rápida resolución de sus luchas

facciosas intra-nacionales, las que culminaron con el pacto social que generó el naciente Estado chileno

a comienzos del siglo XIX. Aunque claro, aquel “consenso” implicaba el aplastamiento del proyecto

político liberal representado en las provincias de Coquimbo y Concepción, por la aristocracia

santiaguina, quienes gobernaron desde un comienzo, haciendo sentir con su mano de hierro, el “peso de

la noche” sobre el pueblo chileno. Las instituciones sociales represivas (directamente la militar e

indirectamente las instituciones económicas) generaron tal grado de presión en la sociedad chilena, que

para este caso, valdría poner en cuestionamiento aquella crítica que Elliot (1992) formula a Adorno-
Marcuse1: en la sociedad chilena sí pareció operar un proceso creciente de represión psicológica

ejercida por la modernización económica. Eso sí, si aceptamos por “modernización”, la instalación de

una economía de mercado que aplica la lógica de las privatizaciones a todos los ámbitos de la sociedad

chilena2. El concepto de “represión excedente” en Marcuse (1984) —readaptación de la “represión”

freudiana, llevada a un contexto histórico-social, definida como forma específica de dominación

política-ideológica que induce a renuncias libidinales extra— permite explicar la represión progresiva

por la que se ve sometido el sujeto desde la dictadura a la actualidad. La tecnocracia económico-

política gobernante del Chile neoliberal no solo secuestró la democracia, además arrebató aquel

principio del placer freudiano, para instalar el peso de una sumisión irrestricta al trabajo enajenado; ul

principio de realidad asfixiante fue demandando al sujeto niveles de energía libidinal cada vez mayores.

Para Marcuse, la represión se manifiesta en el capitalismo tardío como restricciones a la sexualidad

ancladas en la familia patriarcal monógama, la división jerárquica del trabajo y las patologías que la

industria cultural de masas impone a los sujetos. En el ámbito sexual, las restricciones refieren a la

proscripciones que sancionan como perversiones, la sexualidad que no tenga como fin la procreación y

la centralización de la energía libidinal en una zona del cuerpo (supremacía de la genitalidad como

zona erógena). En el contexto chileno, las instituciones represivas jugaron un papel central en el control

de la vida privada. Reconocida es la influencia de la Iglesia Católica en la dictaminación de la “agenda

valórica del país”, y más aún durante la Dictadura, cuando un sector importante ligado al Opus Deis se

erigió como aliado de Pinochet. Ellos condenaban públicamente como perversión la homosexualidad,
1 Para Elliot, Adorno y Marcuse se equivocaban al anunciar que una complejidad creciente introducida por los procesos de la
modernización generaba necesariamente una mayor represión psicológica. Esto contrastaría con una mayor expresión de las
emociones posibilitada por la modernidad, además de la diversidad de organizaciones sociales en el capitalismo tardío, las cuales no
necesariamente implican la creación de instituciones represivas. Cabría preguntarse por las restricciones impuestas por un modelo
específico de sociedad —en este caso el modelo neoliberal— y su comparación con otros modelos de sociedad.
2 En este sentido, autores como Mayol y Ahumada ponen en entredicho el concepto de “modernización”, ya que el uso corriente de
este término en economía implica una transformación en la matriz productiva de la economía de un país, pasando a la producción de
bienes y servicios con mayor valor agregado. La dictadura no solo mantuvo las bases de un extractivismo rentista de recursos
primarios de escaso valor agregado, además generó una de las dos crisis económicas más importantes de la economía chilena en el
siglo XX en 1982 (solo superada por la crisis del 29, luego del crack en Estados Unidos), mostrando un desempeño económico más
bien mediocre en las cifras macroeconómicas. Por eso, estos autores se refieren a la “modernización” de la dictadura como un “mito”
alentado por la clase política durante la transición democrática, ya que al parecer, el sostenimiento del modelo fue una de las
condiciones intransables para que Pinochet cediera el poder. Esta clase política —principalmente agrupada en las coaliciones de
centro izquierda, La Concertación, y derecha, Alianza por Chile— es la principal responsable de la profundizaron del modelo durante
la post-dictadura y por ende, responsables de la crisis institucional de representación que atraviesa actualmente el país.
mientras la practicaban de manera privada, además de impedir sistemáticamente la educación sexual en

colegios públicos del país; el resultado, una epidemia de VIH azota al país. Esta institución se erigió

como censor moral de la sociedad chilena, hasta que los numerosos casos de abusos a menores y

encubrimiento a abusadores al interior de la Iglesia, terminaron por derrumbar toda su legitimidad

como censores morales. La contracara de una sexualidad reprimida podría estar representada en las

masivas denuncias por violación, realizadas por mujeres detenidas durante las recientes

manifestaciones contra Carabineros de Chile; institución que se yergue como un superyó sádico, el cual

descarga se agresión contra el masoquista “id” de la sociedad, cuando las razones técnicas y

avalorativas de los iluminados sabios y expertos no bastan para contener la dominación.

Para autores como Freud (1989), el sentimiento de culpa es constitutivo del malestar en la cultura. Este

sentimiento remite a la formación del inconsciente; la dialéctica edípica freudiana sitúa la represión

como proceso necesario tanto para la individuación del sujeto, como para la inserción de este en el

universo socio-cultural regulado por normas. El padre es quien cumple un rol simbólico como primer

censor, al interrumpir la díada madre-hijo introduciendo la primera proscripción; la prohibición del

incesto. El niño, al no poder realizar activamente su deseo sexual en la madre y por temor a las

potencias fálicas del padre, debe introyectar su agresión al inconsciente, generando la instancia de

autodominio conocida como el superyó. En el caso chileno; el padre —representado por el Estado— no

solo ejerció violencia simbólica, además aplicó la violencia de facto para la instauración de la ley —en

este caso, la ley del mercado, regida por la oferta y la demanda— ya que necesitaba engendrar un

individuo traumatizado por la violencia, que fuese incapaz de revelarse contra la instauración del nuevo

proyecto de sociedad. El Estado autoritario a través de sus cuadros coercitivos, castiga la incestuosa

unión del pueblo chileno con el Estado benefactor de Salvador Allende —con el cual la sociedad

chilena se identificaba bajo un estado monádico de unión soberano-pueblo—, debiendo reforzar la

represión en la memoria colectiva nacional; el superyó del Padre—representado en la normatividad

jurídica de la Constitución de 1980, que transforma al Estado en subsidiario del mercado— modeló los
lineamientos que configuraron el superyó del hijo —la sociedad chilena post 73—, esculpidos por una

doble renuncia instintual: debido al miedo hacia un Padre agresor, quien concretó la amenaza simbólica

de violencia mediante el ejercicio sistemático del terrorismo de Estado, y por la introyección de aquella

agresividad, posibilitada además por la falta de antecedentes históricos de violencia popular. En la

memoria colectiva del pueblo chileno se mantenían latentes las experiencias democráticas e

institucionales para la solución de conflictos políticos; para la conciencia moral del pueblo era

inadmisible el uso de la violencia como mecanismo válido para enfrentar a Pinochet 3. Ni siquiera

quedó disponible la opción de realizar la pulsión fuera de la represión a través de la sublimación. La

represión de la dictadura castigó con brutalidad las expresiones artísticas que podrían haber calmado la

neurosis de su pueblo: solo basta recordar el brutal asesinato de Víctor Jara, el exilio involuntario que

sufrieron muchos artistas y la aplicación de censura contra cualquier manifestación artística que

reflejara libertad de expresión.

De este momento fundador surge un individuo anómico, neurótico; un cuerpo social traumatizado por

la terapia de shock aplicada. El deseo inconsciente puja por hacerse presente en la conciencia nacional,

pero el sentimiento de displacer —recuerdo de una temprana y chocante inserción en el orden

simbólico— lleva al sujeto a impedir que estas asociaciones penetren en la conciencia. El resultado es

la represión. Y si un evento externo de carácter traumatizante generó la represión, el resultado es una

neurosis traumática. Es un ejercicio relativamente sencillo señalar las consecuencias del trauma en el

pueblo chileno post-dictadura: los índices de salud mental fueron el reflejo de las “externalidades”

generadas por una sociedad de mercado. De todos los países que componen la OCDE y con un

crecimiento porcentual del 90% entre los años 1990 y 2011, Chile presenta el segundo lugar en el

aumento de las tasas de suicidios infanto-juveniles, solo superado por Corea del Sur 4. A estos datos se

3 Como evidencia de esto, basta señalar que pasaron 10 años de violaciones sistemáticas a los DDHH en Chile desde el Golpe de
Estado de 1973, para que pudiera levantarse la primera organización político-militar destinada a la defensa del pueblo chileno —el
FPMR— conformado en 1983. Estos realizaron el atentado fallido a Pinochet en 1986, el que casi logra ajusticiar al tirano.
4 Marcano J, y Torres A (30 de Octubre de 2019). El suicidio es uno de los problemas más graves del mundo actual y Chile está
atrasado para enfrentarlo. Economía y Negocios online. Recuperado de: http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?
id=479125
suma el aumento de enfermedades mentales en el país; se estima que casi un 20% de los chilenos

sufren síntomas de depresión5. A los altos niveles de vulnerabilidad en la salud mental se agrega la

precariedad de políticas públicas en materia de salud; cóctel perverso que fuerza en muchas ocasiones a

la automedicación como única salida posible para quienes no pueden costear el diagnóstico ni el

tratamiento adecuado. Y eso es así solo en aquellos casos en que se puede costear el medicamento, ya

que una gran mayoría debe conformarse, conviviendo con su malestares sin posibilidad de atención

alguna.

Según Elliot (1992), el aporte más subversivo de Freud para la reflexión de lo social, estriba en su

demostración sobre la fundamentación de la ley en el deseo. El superyó constituido durante el

Complejo de Edipo se haya desgarrado por una contradicción esencial, denotando la temprana

aceptación y rechazo de las elecciones del objeto de la persona debido a la introyección de

prohibiciones culturales, operando así como ideal y castigo. Si el deseo nace de la identificación con

personas de autoridad, se puede considerar que la ley misma está disimulada en el inconsciente. Este es

un buen argumento para contrarrestar cualquier tipo de dominación basado en la pretendida

“racionalidad” de los agentes. En el caso de la administración tecnocrática chilena, es bastante sencillo

desenmascarar los nexos entre razón y dominio. Los estallidos sociales reventaron luego de que un

“panel de expertos” del transporte público subiera el costo del boleto de $800 a $830 pesos chilenos en

horario punta. Cabe mencionar que uno de los llamados “expertos”, era además vice-presidente de una

de las instituciones más deslegitimadas en la sociedad chilena actual; las administradoras privadas de

fondos de pensiones, conocidas en Chile como AFP. El sistema de capitalización individual, diseñado

por uno de los hermanos del actual presidente de Chile y colaborador civil de la dictadura, José Piñera,

está en el ojo del huracán, luego que más del 60% de la población asegura recibir jubilaciones no

superiores a los 205 dólares y un mismo porcentaje de mujeres declara estar por debajo de la línea de la

5 Distintas Latitudes (10 de Mayo de 2018). Suicidio en América Latina: esta es la situación en siete países de la región. Recuperado
de: https://distintaslatitudes.net/explicadores/suicidio-jovenes-en-america-latina
pobreza, debido a los precarios montos de sus jubilaciones6. Así también, instituciones que llevan

registro de transacciones comerciales y financieras en Chile, aseguran que las deudas de personas

morosas por sobre los 65 años han aumentado un 23,4%. Este siniestro cuadro se completa con los

dolorosos y frecuentes episodios de suicidios de parejas ancianas en Chile, quienes pactan su muerte

debido a la precariedad de sus condiciones de vida, asfixiados por la miseria de sus pensiones indignas

y por enfermedades propias de la vejez, las que sin posibilidad de tratamiento alguno, degeneran en

crónicas7 e insoportables. Mientras que del otro lado, podemos constatar las ganancias multimillonarias

de las AFP, las cuales —solo durante el primer trimestre del 2019— obtuvieron un 100% de

rentabilidad (algo así como $196 millones de dólares) 8. Pero la escena del abuso se hizo patente en la

sociedad chilena, luego de la publicación de un video donde se observaba a gerentes de la AFP Capital

disfrutando de una fiesta privada en las playas de Cancún, a bordo de un lujoso yate. Lo que no muchos

saben, es que el ex-presidente de esta AFP, Juan Carlos Jobet, quien gastó más de $100.000 dólares en

aquella fiesta, es el actual Ministro de Energía del gobierno de Sebastián Piñera 9. Ahora sí, con todos

estos datos, la escena del abuso está completa y podemos argumentar con propiedad acerca de los

nexos entre razón y dominio/deseo. Elliot (1992) afirma que el orden social de la ley presenta signos de

racionalidad y legitimidad, ocultando los aspectos explotadores; así aprovecha los deseos y pasiones

del inconsciente de los seres humanos para incorporarlos como medio de dominación. Al denunciar el

abierto nepotismo y las redes que vinculan a los supuestos “expertos” con los intereses particulares del

poder económico, hacemos visibles el deseo explícito de los sujetos y su pretensión de dominación

oculta tras el discurso científico y los argumentos racionales. Incluso si intentan delegar el dominio a

6 AFP: Lo conocido, pensiones de pobreza. (2019). El siglo. Recuperado de: https://www.elsiglo.cl/2019/03/31/afp-lo-conocido-


pensiones-de-pobreza/
7 La tasa de suicidios en adultos mayores es de 13,6 por cada 100.000 personas, una de las más altas del continente, y superior al 10,2
del promedio conjunto de la población chilena. Los adultos mayores son los que más se suicidan en Chile. (2 de Agosto de 2018)
Agencia AFP. Recuperado de: https://www.24horas.cl/nacional/los-adultos-mayores-son-los-que-mas-se-suicidan-en-chile-2780996
8 Utilidades de las AFP subieron un 100% en el primer trimestre de 2019 (3 de Mayo de 2019). El Dínamo. Recuperado de:
https://www.eldinamo.cl/nacional/2019/05/03/utilidades-de-las-afp-subieron-un-100-en-el-primer-trimestre-de-2019/
9 JC Jobet vuelve como ministro de Piñera: el ex presidente de AFP Capital que gastó $80 millones en una fiesta (13 de Junio de
2019). La Izquierda Diario. Recuperado de: http://www.laizquierdadiario.cl/JC-Jobet-vuelve-como-ministro-de-Pinera-el-ex-
presidente-de-AFP-Capital-que-gasto-80-millones-en
una “razón instrumental” con pretensiones de neutralidad, Adorno nos advierte que, de no tomar

recaudos ante el momento dialéctico de una razón acrítica, se impone la barbarie guiada por la misma

pulsión de autoconservación que pretendía conservar la vida en una primera instancia: lo que nos queda

es una fría racionalidad sistémica que decanta en la sociedad administrada, la cual explota en conflictos

violentos cíclicos de manera irremediable, para intentar desembarazarse del sentimiento de culpa

acrecentado por la pulsión de muerte y la ausencia de satisfacción libidinal, secuestrada en aras de la

cultura.

La relación ambivalente —de amor y odio— respecto a la ley, instalada por la represión primigenia del

deseo inconsciente durante el Complejo de Castración, también puede explicar el temor de la renuencia

a la rebelión por parte de la sociedad chilena, y su letargo durante más de 30 años de explotación y

negación de derechos. El mecanismo principal para la integración social en una sociedad de consumo

es precisamente, el consumo. Se genera entonces una atadura libidinal entre la sociedad y el objeto

consumido. Cuando las pensiones, la educación, la salud y la educación eran negadas sistemáticamente

por el Estado subsidiario, el consuelo del consumo parecía bastante placentero, por lo menos para

aplacar el sentimiento de culpa momentáneamente. La autoridad del mercado impuesta por los militares

y sus restricciones salvajes eran amadas y odiadas a la vez: frente al dolor que significaba la pérdida del

poder ciudadano y de la identidades locales, dada la sumisión a los productos culturales de los centros

hegemónicos mundiales y sus industrias, la sumisión a estos bienes importados parecía sublimar

nuestro malestar; brindaba la falsa ilusión de ser parte del primer mundo, la careta de un país ordenado

y respetuoso de sus instituciones. El mito de la “sociedad del orden” y del “jaguar de Latinoamérica” se

sustentaba en la baratura de los productos importados, aunque los profetas del mito nunca mencionaron

la contracara del goce libidinal; la destrucción de la industria nacional y los sindicatos, junto a la baja

del salario real y el incremento sostenido de la deuda. En el fondo, deseábamos ser como el Padre,

tener el poder y la autoridad suficiente para gozar legítimamente del objeto consumido, pero solo

obtuvimos aquel remedo pobre de un consumo sustentado en las deudas; el malestar fue aumentando, el
deseo inconsciente fue presionando cada vez más a las pulsiones libidinales, las cuales aparecían de

contrabando en la conciencia nacional. Se estaba gestando lo impensado, una rebelión contra el Padre,

una orgía antropofágica digna del Tótem y Tabú…

Si lo sucedido en Chile es planteado en términos de una revolución espontánea y sorpresiva, existe

entonces una complejidad para poder interpretar estos procesos de disrupción social mediante el

psicoanálisis, ya que el encadenamiento desde representaciones primarias del inconsciente hacia las

representaciones secundarias de la conciencia siguen un desarrollo más bien progresivo. Pero si

observamos detalladamente la historia chilena reciente, podemos percatarnos que este fue un proceso

progresivo de derrumbamiento institucional y desintegración del lazo social, debido a los constantes y

reiterados casos de corrupción que fueron percibidos como “abuso” por parte de la ciudadanía 10. Pero

para comprender un poco mejor este proceso, comenzaremos abordándolo con autores ajenos a teoría

psicoanalítica.

Luego de horadar sistemáticamente la legitimidad de las instituciones, la elite política-económica del

país perdió su “línea de crédito” para hacer efectiva la dominación. En términos de Bourdieu (1999), se

perdió aquel “Misterio del Ministerio” que otorgaba al Presidente la delegación del mandato en un

grupo constituido a través de él y por él. Ya no podía hablar en nombre de la Nación, porque la lengua

autorizada había dejado de producir autoridad (en el sentido sociológico del término), ya que el hábitus

simbólico en el que se sustenta la efectividad del enunciado performativo quedó en entredicho por los

dominados. Debido al derrumbamiento del campo político, se pierde el efecto asimétrico del

intercambio lingüístico entre los detentadores de la lengua oficial y quienes detentaban la lengua

popular. Así, las relaciones de fuerza simbólica en el mercado lingüístico quedaron al arbitrio de la
10 Durante los últimos 20 años, presenciamos el derrumbamiento de las instituciones más importantes de Chile. Solo por mencionar los
casos más emblemáticos: La iglesia, quien cayó en desgracia debido a los reiterados casos de abusos sexuales a menores y
encubrimiento realizados por sacerdotes los cuales en su mayoría, quedaron en la impunidad. Carabineros y Militares, instituciones
que gozaban de mayor prestigio en Chile, sucumbieron ante los casos de corrupción multimillonarios perpetrados desde sus cúpulas.
Estos hechos, denominados como PACOGATE y MILICOGATE respectivamente, han generado una pérdida superior a $40 millones
de dólares al Estado de Chile. La clase política y económica se desplomó luego de los bullados casos de financiamiento irregular de
la política por parte de estos grandes grupos económicos. Casos como Penta y SQM sacudieron a la opinión pública e incrementaron
el malestar de la sociedad chilena, debido a los acuerdos institucionales posteriores entre el poder judicial y el político, para dejar sin
sanción alguna a los políticos y empresarios que cometieron delito. Los significantes que unen todos estos hechos pueden resumirse a
dos; “impunidad” y “abuso”.
negociación. Al anunciar Estado de Excepción y Toque de Queda, el cual fue acatado por los cuadros

militares —organización que cuenta con verticalidad y jerarquía rígida de poder—, pero desobedecido

por la mayoría de la sociedad11. Si el gobierno pretendía realizar una demostración de fuerza enviando

los militares a las calles, realizó una demostración de debilidad, ante la masiva respuesta de

desobediencia civil por parte de la ciudadanía.

Y si nos remontamos a años anteriores, también podemos evidenciar un cambio en la cultura de la

sociedad chilena; transformación marcada por un cambio en la percepción de las elites. Estos pasan de

ser percibidos como sujetos dignos de respeto y admiración a ser individuos de prácticas y costumbres

cuestionables, sobre los cuales recayeron sospechas, reproches y burlas de todo tipo. Esto puede tener

explicación en los reiterados episodios de corrupción perpetrados por la elite económica, los cuales

destruyeron su imagen como grupo de gente esforzada y talentosa; derrumbado el mito de la

meritocracia y el esfuerzo individual, quedó desnuda la “acumulación por desposesión” y fueron

desactivados los mecanismos simbólicos de protección de las elites. Hoschild (2003) y su reflexión

sobre la dimensión política de las emociones nos permite comprender cómo pudo darse un vuelco en el

malestar social hacia los poderosos. La autora establece una relación entre la estructura social y la

expresión de emociones, esta última se encuentra reglamentada por el contexto socio-cultural en que se

desenvuelve el sujeto. Cada contexto tiene una dimensión normativa, expresiva y política. La primera

tiene relación con el sentido de lo que creemos apropiado y correcto, la segunda refiere a la relación

entre sentimientos de una persona y la comprensión que las otras tienen de ese sentimiento. La

dimensión política tiene relación con los sentimientos de una persona y el objeto de esos sentimientos.

Pone de relieve el afecto dirigido a quienes se ubican en el nivel más alto o bajo de la pirámide social.

En contextos de estabilidad social, emociones como la envidia o el enojo encuentran rápida sanción

social, mientras que emociones como la amabilidad pública se transforman en expresiones valoradas

11 Llama la atención la presencia de generaciones mayores durante las violaciones al Estado de Excepción y Toque de Queda, de las
cuales se podría haber esperado comprensiblemente una mayor cautela, al haber presenciado los horrores pasados, ejercidos por la
dictadura pinochetista.
socialmente. Al estar más infladas estas últimas, resulta más fácil encontrar en sociedad expresiones de

este tipo disimuladas; aparentar una posición de falsa condescendencia es más común que aparentar un

“falso” enojo en sociedad12. Existe además una relación entre el poder y la sanción social, por un lado,

y el objeto del sentimiento y la expresión, por el otro, esto puede generar una variación entre la sanción

y el sentimiento. En la medida que el enojo se desvía de su objeto legítimo, suele desviarse hacia

personas con menor poder, corriendo por canales de resistencia más débiles. Por el contrario,

sentimientos positivos suelen ir en dirección opuesta, hacia las elites. Pero en situaciones de revolución

y difusión de ideologías que desafían a las elites se invierte el flujo de emociones, dirigiendo hacia

arriba los causes del malestar y hacia abajo los canales de identificación. Esto es precisamente lo que

sucedió durante los últimos 10 años en Chile; situación que fue posibilitada por los altos niveles de

segregación y desigualdad, los que convirtieron a la elite en blanco fácilmente identificable 13. Ante

todos los episodios en los cuales el saqueo de las elites quedó al descubierto y la impunidad fue la

tónica institucional, los ciudadanos de Chile adoptaron mecanismos para ejercer justicia por su propia

cuenta. Si no existió condena judicial por los delitos cometidos, sí hubo una sanción moral, la cual tuvo

como efecto secundario la corrosión de las instituciones. Mientras toda la clase política se concentraba

en el problema de la gobernabilidad, pasaron por alto el malestar que socavaba progresivamente los

pilares en los que se asentaba la legitimidad del pacto social.

La cereza que coronó el pastel estuvo representada por alza en el precio del transporte de Metro. No es

casual que el objeto depositario del malestar social haya sido el Metro de Santiago, ya que este posee

12 De hecho, en una sociedad acostumbrada a las hipocresías de las buenas maneras sabemos que, entre las pocas expresiones genuinas
que podemos encontrar en sociedad, el malestar es una de ellas.
13 Como en todo país con niveles de desigualdad profundos, las clases sociales chilenas se encuentran además racializadas. El sujeto
que compone la elite presenta rasgos similares, los cuales se diferencian claramente del resto de la sociedad (mayormente rubios, de
fenotipo caucásico). Además, se encuentran concentrados geográficamente, habitando en espacios específicos del país (por ejemplo,
en el sector nororiente de la capital). Si bien se están protegidos aún por la posesión de los medios coercitivos, han sido últimamente
objeto de burlas, principalmente debido a sus prácticas endogámicas que buscan perpetuar la “pureza de su linaje”. Por esto, es
común escuchar referirse a ellos despectivamente como “los hijos de primos”. La burla en este caso, representa la justicia simbólica
ante la percepción de injusticia real que la desigualdad social impone en la mayor parte de la sociedad. Si nada justifica su posición
social privilegiada salvo la herencia de su riqueza, entonces la burla funciona como paliativo ante el malestar de quienes sufren las
consecuencias de esta desigualdad.
un sentido simbólico, relacionado con la desigualdad país. El Metro de Santiago es una de las pocas

infraestructuras “de primer mundo” ancladas en el tercer mundo latinoamericano. Si en ciertos sectores

de la capital el paisaje se vislumbra muy parecido al Congo o Etiopía, se tenía la posibilidad de bajar al

subsuelo y sentir como el país se transformaba en Suecia o Noruega, gozando de un medio de

transporte “limpio y eficiente”. El problema es que aquella imagen idílica de desarrollo era

insostenible; en horas peak el servicio de Metro se encuentra frecuentemente colapsado por las hordas

de trabajadores que buscan evitar el caos del transporte público del Transantiago, fracaso de

planificación en el transporte que ha significado pérdidas millonarias, además de retrasos y molestias

considerables para los usuarios recurrentes del transporte público, los trabajadores. Se menciona que un

50% del precio del boleto de Metro va a parar al financiamiento del Transantiago; otro adefesio más,

proveniente de la mezcolanza mugrienta entre lo público y lo privado. Un servicio público, entregado a

manos privadas a través de licitaciones y financiado por el Estado y los usuarios: un sueño húmedo

para los liberales, quienes buscan invisibilizar y denostar al Estado como ineficiente, mientras todo el

desastre e ineficiencia privada corre a cargo del Estado. En aquel momento ante-revolucionario

inmediatamente posterior al aumento del precio del boleto, aparecieron un sinnúmero de Marías

Antonietas que avivaron las brasas del malestar: “Quien madrugue será ayudado con una tarifa más

baja” señaló el ministro de Economía Juan Andrés Fontaine, apuntando a quienes se levantan a las 5 de

la madrugada para poder cruzar la capital —desde comunas pobres hacia comunas ricas— y llegar a

tiempo a sus lugares de trabajo. “El romántico que quiera regalar flores, están más baratas”, señalaba el

ministro de Hacienda, Felipe Larraín, apuntando a quienes debían endeudarse con la banca privada para

poder comprar productos de primera necesidad y llegar a fin de mes. La mesa estaba servida, como

para voltearla y romperlo todo, pero… ¿cómo una sociedad acostumbrada al orden institucional puede

de un momento a otro, y a pesar de la precariedad sostenida, aceptar y legitimar los medios “no

institucionales” para el encausamiento de su malestar? Desde el psicoanálisis, la creatividad de la

psique siempre el posible, debido a la existencia de una parte del inconsciente que se resiste a la
simbolización. De aquel núcleo inconsciente fluyen representaciones que de manera desbordada

circulan por todos lados de la psique, sirviendo de fermento para que lo nuevo haga explosión en el

mundo. Para autores como Lacan, existe una relación isomórfica entre las representaciones del

inconsciente y el encadenamiento de significantes14 utilizados en el lenguaje15. Esto significa que la

creación de sentido solo puede darse por operaciones metafóricas y metonímicas análogas a las del

lenguaje, siguiendo la sustitución de un significante por otro, dentro de la cadena de significantes. Para

concretar el circuito de la pulsión a través los significantes, portando la palabra verdadera, sin caer en

lo que Lacan llama “el molino de palabras”, se necesita de un Otro que reconozca la creación de

sentido del mensaje creado por sustituciones metafóricas. Según especifica Dor (2004), “para que una

nueva concatenación significante no prevista por el código pueda considerase como mensaje, es

necesario que la distinción con prescripciones del código esté confirmada como mensaje en lugar del

Otro” (p.192). O sea, es el reconocimiento compartido implícitamente en el lugar del Otro por el

hablante y el oyente, lo que hace al significante ser admitido como nuevo mensaje válido en el lugar

del código.

La creación del nuevo significante fue lanzado por la juventud chilena; los estudiantes secundarios

deciden evadir el pasaje del Metro, agrupándose al interior de las estaciones para protestar por el alza

del precio en el pasaje. La evasión como nuevo significante de protesta legítima debía ser confirmado

por un Otro como mensaje en lugar del código. Ese Otro —el resto de la sociedad chilena— debía

acusar recibo de aquel significante otorgando el reconocimiento del mensaje como válido (cuestión

difícil, si se piensa además que desde la oficialidad, se comenzaba a criminalizar las acciones de los

estudiantes a través de los medios de comunicación). El gesto de la evasión, considerado


14 Como bien muestra Voloschinov, la flexibilidad del signo permite pensar dialécticamente el paso de la psiquis a lo ideológico y del
individuo a lo social. Si solo existe una diferencia cuantitativa de gradaciones entre el signo de la psiquis y el signo ideológico-
cultural, entonces este hace las veces de punto de enlace para poder pensar con mayor facilidad las relaciones que vinculan al sujeto
con su sociedad.
15 De ahí que Lacan puede establecer una relación entre inconsciente, deseo y lenguaje, a través del orden del significante. Dado que el
deseo es anterior a la palabra, porque el deseo es percibido primeramente como el “deseo del deseo del Otro”, este posibilita
mediante la efectivización de la demanda, la entrada hacia el orden de lo simbólico; llevando a la totalidad del lenguaje hacia las
determinaciones inconscientes del deseo. La consecuencia de este proceso es que el inconsciente se constituye como “el discurso del
Otro”; el Otro es aquel que posibilita la palabra verdadera, en tanto puedo reconocer mi propio mensaje olvidado de forma invertida,
en el lugar de un Otro reconocido como verdadero otro (como sujeto pleno).
históricamente como negativo por una sociedad que valora en gran medida la responsabilidad, fue

efectivamente resignificado por la gran mayoría de la sociedad, como signo legítimo de protesta social.

En el instante del reconocimiento, arremete desde el inconsciente nacional la palabra verdadera, aquel

mensaje olvidado luego del trauma ocasionado por el Padre, para gritar a todo el mundo las injusticias

acometidas durante 30 años. Como efecto retroactivo de la puntada, las posteriores manifestaciones de

los adultos otorgan pleno sentido a la secuencia anterior realizada por los estudiantes, logrando activar

uno de los movimientos sociales más importantes en Chile luego del retorno a la democracia. El deseo

de justicia se hizo palabra, y fue dirigida con éxito hacia un Otro. Este Otro debió reconocer que él

también estaba marcado por el significante, al ver la marca del significante en el otro.

Algo cambió entonces en toda la sociedad; el gobierno se vio obligado a utilizar la “nueva jerga” y

reconocer por primera vez que la desigualdad era un factor importante de descontento social. Las

manifestaciones y el malestar se replican por todo el país; aquel sujeto neurótico tuvo una descarga a

través de un proceso de “transferencia espontáneo”, donde soltó las riendas de la represión para

expresar el malestar contenido durante décadas. Hoy podemos decir, a pesar de que no se ha logrado

aún ningún ningún cumplimiento efectivo de las demandas exigidas, que la sociedad chilena actual es

mentalmente un poco más sana que en tiempos pasados. Ha roto las cadenas de la represión que la

subyugaban a un conformismo asfixiante, construido por el falso consenso de una clase política

corrupta que levantó la estructura neoliberal utilizando como cimientos a los miles de torturados y

detenidos desaparecidos de la dictadura. Así podía leerse en uno de los tantos carteles que desfilaron

durante esta última semana de protestas: “Estoy harta de tapar a mis pacientes en Sertralina y

Clonazepam, cuando el real problema es la injusticia social”.


Bibliografía:

- Bourdieu, P. (1999) ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos. Madrid.

Akal.

- Dor, J. (2004) Introducción. La lectura de Lacan. Barcelona, Gedisa.

- Elliot, A. (1992) Teoría Social y Psicoanálisis en Transición. Bs As. Amorrortu Ed.

- Hoschild, Arlie Russel (fecha) La mercantilización de la vida íntima. Apuntes de la casa y el trabajo.

- Freud, S. (1989) El malestar en la cultura, Buenos Aires. Amorrortu Ed

- Marcuse, H. (1984) Eros y civilización. Barcelona. Ariel.

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