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Resumen: El siguiente texto, escrito a la manera de ensayo, busca comprender los recientes sucesos de
protesta y rebelión social acontecidos en Chile, sucesos interpretados a través de las herramientas
conceptuales y teóricas aportadas principalmente por autores que adhieren en su totalidad o en parte a
la teoría psicoanalítica. Se realiza un recorrido histórico buscando las causas y particularidades sociales
que configuran el sujeto reprimido en Chile, indagando en el contexto social reciente del “ethos
neoliberal” y la producción de sujeto reprimido, para luego intentar esbozar una explicación desde el
psicoanálisis sobre el estallido social reciente.
Nadie sensato e informado de la historia del país podía presagiar los hechos acontecidos durante
mediados de Octubre del 2019 en Santiago de Chile, cuando el aumento en el precio del pasaje de
Metro desató una serie de manifestaciones y protestas contra el gobierno del Presidente Sebastián
Piñera, las que rápidamente se extendieron a lo largo del país; evidencias claras de un profundo
malestar cuyo fundamento radica en los costos sociales que implicaron la instalación y profundización
latinoamericanas en pugna miraban con asombro a Chile, debido a la rápida resolución de sus luchas
facciosas intra-nacionales, las que culminaron con el pacto social que generó el naciente Estado chileno
a comienzos del siglo XIX. Aunque claro, aquel “consenso” implicaba el aplastamiento del proyecto
santiaguina, quienes gobernaron desde un comienzo, haciendo sentir con su mano de hierro, el “peso de
la noche” sobre el pueblo chileno. Las instituciones sociales represivas (directamente la militar e
indirectamente las instituciones económicas) generaron tal grado de presión en la sociedad chilena, que
para este caso, valdría poner en cuestionamiento aquella crítica que Elliot (1992) formula a Adorno-
Marcuse1: en la sociedad chilena sí pareció operar un proceso creciente de represión psicológica
ejercida por la modernización económica. Eso sí, si aceptamos por “modernización”, la instalación de
una economía de mercado que aplica la lógica de las privatizaciones a todos los ámbitos de la sociedad
política-ideológica que induce a renuncias libidinales extra— permite explicar la represión progresiva
política gobernante del Chile neoliberal no solo secuestró la democracia, además arrebató aquel
principio del placer freudiano, para instalar el peso de una sumisión irrestricta al trabajo enajenado; ul
principio de realidad asfixiante fue demandando al sujeto niveles de energía libidinal cada vez mayores.
ancladas en la familia patriarcal monógama, la división jerárquica del trabajo y las patologías que la
industria cultural de masas impone a los sujetos. En el ámbito sexual, las restricciones refieren a la
proscripciones que sancionan como perversiones, la sexualidad que no tenga como fin la procreación y
la centralización de la energía libidinal en una zona del cuerpo (supremacía de la genitalidad como
zona erógena). En el contexto chileno, las instituciones represivas jugaron un papel central en el control
valórica del país”, y más aún durante la Dictadura, cuando un sector importante ligado al Opus Deis se
erigió como aliado de Pinochet. Ellos condenaban públicamente como perversión la homosexualidad,
1 Para Elliot, Adorno y Marcuse se equivocaban al anunciar que una complejidad creciente introducida por los procesos de la
modernización generaba necesariamente una mayor represión psicológica. Esto contrastaría con una mayor expresión de las
emociones posibilitada por la modernidad, además de la diversidad de organizaciones sociales en el capitalismo tardío, las cuales no
necesariamente implican la creación de instituciones represivas. Cabría preguntarse por las restricciones impuestas por un modelo
específico de sociedad —en este caso el modelo neoliberal— y su comparación con otros modelos de sociedad.
2 En este sentido, autores como Mayol y Ahumada ponen en entredicho el concepto de “modernización”, ya que el uso corriente de
este término en economía implica una transformación en la matriz productiva de la economía de un país, pasando a la producción de
bienes y servicios con mayor valor agregado. La dictadura no solo mantuvo las bases de un extractivismo rentista de recursos
primarios de escaso valor agregado, además generó una de las dos crisis económicas más importantes de la economía chilena en el
siglo XX en 1982 (solo superada por la crisis del 29, luego del crack en Estados Unidos), mostrando un desempeño económico más
bien mediocre en las cifras macroeconómicas. Por eso, estos autores se refieren a la “modernización” de la dictadura como un “mito”
alentado por la clase política durante la transición democrática, ya que al parecer, el sostenimiento del modelo fue una de las
condiciones intransables para que Pinochet cediera el poder. Esta clase política —principalmente agrupada en las coaliciones de
centro izquierda, La Concertación, y derecha, Alianza por Chile— es la principal responsable de la profundizaron del modelo durante
la post-dictadura y por ende, responsables de la crisis institucional de representación que atraviesa actualmente el país.
mientras la practicaban de manera privada, además de impedir sistemáticamente la educación sexual en
colegios públicos del país; el resultado, una epidemia de VIH azota al país. Esta institución se erigió
como censor moral de la sociedad chilena, hasta que los numerosos casos de abusos a menores y
como censores morales. La contracara de una sexualidad reprimida podría estar representada en las
masivas denuncias por violación, realizadas por mujeres detenidas durante las recientes
manifestaciones contra Carabineros de Chile; institución que se yergue como un superyó sádico, el cual
descarga se agresión contra el masoquista “id” de la sociedad, cuando las razones técnicas y
Para autores como Freud (1989), el sentimiento de culpa es constitutivo del malestar en la cultura. Este
sentimiento remite a la formación del inconsciente; la dialéctica edípica freudiana sitúa la represión
como proceso necesario tanto para la individuación del sujeto, como para la inserción de este en el
universo socio-cultural regulado por normas. El padre es quien cumple un rol simbólico como primer
incesto. El niño, al no poder realizar activamente su deseo sexual en la madre y por temor a las
potencias fálicas del padre, debe introyectar su agresión al inconsciente, generando la instancia de
autodominio conocida como el superyó. En el caso chileno; el padre —representado por el Estado— no
solo ejerció violencia simbólica, además aplicó la violencia de facto para la instauración de la ley —en
este caso, la ley del mercado, regida por la oferta y la demanda— ya que necesitaba engendrar un
individuo traumatizado por la violencia, que fuese incapaz de revelarse contra la instauración del nuevo
proyecto de sociedad. El Estado autoritario a través de sus cuadros coercitivos, castiga la incestuosa
unión del pueblo chileno con el Estado benefactor de Salvador Allende —con el cual la sociedad
jurídica de la Constitución de 1980, que transforma al Estado en subsidiario del mercado— modeló los
lineamientos que configuraron el superyó del hijo —la sociedad chilena post 73—, esculpidos por una
doble renuncia instintual: debido al miedo hacia un Padre agresor, quien concretó la amenaza simbólica
de violencia mediante el ejercicio sistemático del terrorismo de Estado, y por la introyección de aquella
memoria colectiva del pueblo chileno se mantenían latentes las experiencias democráticas e
institucionales para la solución de conflictos políticos; para la conciencia moral del pueblo era
inadmisible el uso de la violencia como mecanismo válido para enfrentar a Pinochet 3. Ni siquiera
represión de la dictadura castigó con brutalidad las expresiones artísticas que podrían haber calmado la
neurosis de su pueblo: solo basta recordar el brutal asesinato de Víctor Jara, el exilio involuntario que
sufrieron muchos artistas y la aplicación de censura contra cualquier manifestación artística que
De este momento fundador surge un individuo anómico, neurótico; un cuerpo social traumatizado por
la terapia de shock aplicada. El deseo inconsciente puja por hacerse presente en la conciencia nacional,
simbólico— lleva al sujeto a impedir que estas asociaciones penetren en la conciencia. El resultado es
neurosis traumática. Es un ejercicio relativamente sencillo señalar las consecuencias del trauma en el
pueblo chileno post-dictadura: los índices de salud mental fueron el reflejo de las “externalidades”
generadas por una sociedad de mercado. De todos los países que componen la OCDE y con un
crecimiento porcentual del 90% entre los años 1990 y 2011, Chile presenta el segundo lugar en el
aumento de las tasas de suicidios infanto-juveniles, solo superado por Corea del Sur 4. A estos datos se
3 Como evidencia de esto, basta señalar que pasaron 10 años de violaciones sistemáticas a los DDHH en Chile desde el Golpe de
Estado de 1973, para que pudiera levantarse la primera organización político-militar destinada a la defensa del pueblo chileno —el
FPMR— conformado en 1983. Estos realizaron el atentado fallido a Pinochet en 1986, el que casi logra ajusticiar al tirano.
4 Marcano J, y Torres A (30 de Octubre de 2019). El suicidio es uno de los problemas más graves del mundo actual y Chile está
atrasado para enfrentarlo. Economía y Negocios online. Recuperado de: http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?
id=479125
suma el aumento de enfermedades mentales en el país; se estima que casi un 20% de los chilenos
sufren síntomas de depresión5. A los altos niveles de vulnerabilidad en la salud mental se agrega la
precariedad de políticas públicas en materia de salud; cóctel perverso que fuerza en muchas ocasiones a
la automedicación como única salida posible para quienes no pueden costear el diagnóstico ni el
tratamiento adecuado. Y eso es así solo en aquellos casos en que se puede costear el medicamento, ya
que una gran mayoría debe conformarse, conviviendo con su malestares sin posibilidad de atención
alguna.
Según Elliot (1992), el aporte más subversivo de Freud para la reflexión de lo social, estriba en su
Complejo de Edipo se haya desgarrado por una contradicción esencial, denotando la temprana
prohibiciones culturales, operando así como ideal y castigo. Si el deseo nace de la identificación con
personas de autoridad, se puede considerar que la ley misma está disimulada en el inconsciente. Este es
desenmascarar los nexos entre razón y dominio. Los estallidos sociales reventaron luego de que un
“panel de expertos” del transporte público subiera el costo del boleto de $800 a $830 pesos chilenos en
horario punta. Cabe mencionar que uno de los llamados “expertos”, era además vice-presidente de una
de las instituciones más deslegitimadas en la sociedad chilena actual; las administradoras privadas de
fondos de pensiones, conocidas en Chile como AFP. El sistema de capitalización individual, diseñado
por uno de los hermanos del actual presidente de Chile y colaborador civil de la dictadura, José Piñera,
está en el ojo del huracán, luego que más del 60% de la población asegura recibir jubilaciones no
superiores a los 205 dólares y un mismo porcentaje de mujeres declara estar por debajo de la línea de la
5 Distintas Latitudes (10 de Mayo de 2018). Suicidio en América Latina: esta es la situación en siete países de la región. Recuperado
de: https://distintaslatitudes.net/explicadores/suicidio-jovenes-en-america-latina
pobreza, debido a los precarios montos de sus jubilaciones6. Así también, instituciones que llevan
registro de transacciones comerciales y financieras en Chile, aseguran que las deudas de personas
morosas por sobre los 65 años han aumentado un 23,4%. Este siniestro cuadro se completa con los
dolorosos y frecuentes episodios de suicidios de parejas ancianas en Chile, quienes pactan su muerte
debido a la precariedad de sus condiciones de vida, asfixiados por la miseria de sus pensiones indignas
y por enfermedades propias de la vejez, las que sin posibilidad de tratamiento alguno, degeneran en
crónicas7 e insoportables. Mientras que del otro lado, podemos constatar las ganancias multimillonarias
de las AFP, las cuales —solo durante el primer trimestre del 2019— obtuvieron un 100% de
rentabilidad (algo así como $196 millones de dólares) 8. Pero la escena del abuso se hizo patente en la
sociedad chilena, luego de la publicación de un video donde se observaba a gerentes de la AFP Capital
disfrutando de una fiesta privada en las playas de Cancún, a bordo de un lujoso yate. Lo que no muchos
saben, es que el ex-presidente de esta AFP, Juan Carlos Jobet, quien gastó más de $100.000 dólares en
aquella fiesta, es el actual Ministro de Energía del gobierno de Sebastián Piñera 9. Ahora sí, con todos
estos datos, la escena del abuso está completa y podemos argumentar con propiedad acerca de los
nexos entre razón y dominio/deseo. Elliot (1992) afirma que el orden social de la ley presenta signos de
racionalidad y legitimidad, ocultando los aspectos explotadores; así aprovecha los deseos y pasiones
del inconsciente de los seres humanos para incorporarlos como medio de dominación. Al denunciar el
abierto nepotismo y las redes que vinculan a los supuestos “expertos” con los intereses particulares del
poder económico, hacemos visibles el deseo explícito de los sujetos y su pretensión de dominación
oculta tras el discurso científico y los argumentos racionales. Incluso si intentan delegar el dominio a
recaudos ante el momento dialéctico de una razón acrítica, se impone la barbarie guiada por la misma
pulsión de autoconservación que pretendía conservar la vida en una primera instancia: lo que nos queda
es una fría racionalidad sistémica que decanta en la sociedad administrada, la cual explota en conflictos
violentos cíclicos de manera irremediable, para intentar desembarazarse del sentimiento de culpa
cultura.
La relación ambivalente —de amor y odio— respecto a la ley, instalada por la represión primigenia del
deseo inconsciente durante el Complejo de Castración, también puede explicar el temor de la renuencia
a la rebelión por parte de la sociedad chilena, y su letargo durante más de 30 años de explotación y
negación de derechos. El mecanismo principal para la integración social en una sociedad de consumo
es precisamente, el consumo. Se genera entonces una atadura libidinal entre la sociedad y el objeto
consumido. Cuando las pensiones, la educación, la salud y la educación eran negadas sistemáticamente
por el Estado subsidiario, el consuelo del consumo parecía bastante placentero, por lo menos para
aplacar el sentimiento de culpa momentáneamente. La autoridad del mercado impuesta por los militares
y sus restricciones salvajes eran amadas y odiadas a la vez: frente al dolor que significaba la pérdida del
poder ciudadano y de la identidades locales, dada la sumisión a los productos culturales de los centros
hegemónicos mundiales y sus industrias, la sumisión a estos bienes importados parecía sublimar
nuestro malestar; brindaba la falsa ilusión de ser parte del primer mundo, la careta de un país ordenado
y respetuoso de sus instituciones. El mito de la “sociedad del orden” y del “jaguar de Latinoamérica” se
sustentaba en la baratura de los productos importados, aunque los profetas del mito nunca mencionaron
la contracara del goce libidinal; la destrucción de la industria nacional y los sindicatos, junto a la baja
del salario real y el incremento sostenido de la deuda. En el fondo, deseábamos ser como el Padre,
tener el poder y la autoridad suficiente para gozar legítimamente del objeto consumido, pero solo
obtuvimos aquel remedo pobre de un consumo sustentado en las deudas; el malestar fue aumentando, el
deseo inconsciente fue presionando cada vez más a las pulsiones libidinales, las cuales aparecían de
contrabando en la conciencia nacional. Se estaba gestando lo impensado, una rebelión contra el Padre,
entonces una complejidad para poder interpretar estos procesos de disrupción social mediante el
psicoanálisis, ya que el encadenamiento desde representaciones primarias del inconsciente hacia las
observamos detalladamente la historia chilena reciente, podemos percatarnos que este fue un proceso
progresivo de derrumbamiento institucional y desintegración del lazo social, debido a los constantes y
reiterados casos de corrupción que fueron percibidos como “abuso” por parte de la ciudadanía 10. Pero
para comprender un poco mejor este proceso, comenzaremos abordándolo con autores ajenos a teoría
psicoanalítica.
país perdió su “línea de crédito” para hacer efectiva la dominación. En términos de Bourdieu (1999), se
perdió aquel “Misterio del Ministerio” que otorgaba al Presidente la delegación del mandato en un
grupo constituido a través de él y por él. Ya no podía hablar en nombre de la Nación, porque la lengua
autorizada había dejado de producir autoridad (en el sentido sociológico del término), ya que el hábitus
simbólico en el que se sustenta la efectividad del enunciado performativo quedó en entredicho por los
dominados. Debido al derrumbamiento del campo político, se pierde el efecto asimétrico del
intercambio lingüístico entre los detentadores de la lengua oficial y quienes detentaban la lengua
popular. Así, las relaciones de fuerza simbólica en el mercado lingüístico quedaron al arbitrio de la
10 Durante los últimos 20 años, presenciamos el derrumbamiento de las instituciones más importantes de Chile. Solo por mencionar los
casos más emblemáticos: La iglesia, quien cayó en desgracia debido a los reiterados casos de abusos sexuales a menores y
encubrimiento realizados por sacerdotes los cuales en su mayoría, quedaron en la impunidad. Carabineros y Militares, instituciones
que gozaban de mayor prestigio en Chile, sucumbieron ante los casos de corrupción multimillonarios perpetrados desde sus cúpulas.
Estos hechos, denominados como PACOGATE y MILICOGATE respectivamente, han generado una pérdida superior a $40 millones
de dólares al Estado de Chile. La clase política y económica se desplomó luego de los bullados casos de financiamiento irregular de
la política por parte de estos grandes grupos económicos. Casos como Penta y SQM sacudieron a la opinión pública e incrementaron
el malestar de la sociedad chilena, debido a los acuerdos institucionales posteriores entre el poder judicial y el político, para dejar sin
sanción alguna a los políticos y empresarios que cometieron delito. Los significantes que unen todos estos hechos pueden resumirse a
dos; “impunidad” y “abuso”.
negociación. Al anunciar Estado de Excepción y Toque de Queda, el cual fue acatado por los cuadros
militares —organización que cuenta con verticalidad y jerarquía rígida de poder—, pero desobedecido
por la mayoría de la sociedad11. Si el gobierno pretendía realizar una demostración de fuerza enviando
los militares a las calles, realizó una demostración de debilidad, ante la masiva respuesta de
sociedad chilena; transformación marcada por un cambio en la percepción de las elites. Estos pasan de
ser percibidos como sujetos dignos de respeto y admiración a ser individuos de prácticas y costumbres
cuestionables, sobre los cuales recayeron sospechas, reproches y burlas de todo tipo. Esto puede tener
explicación en los reiterados episodios de corrupción perpetrados por la elite económica, los cuales
desactivados los mecanismos simbólicos de protección de las elites. Hoschild (2003) y su reflexión
sobre la dimensión política de las emociones nos permite comprender cómo pudo darse un vuelco en el
malestar social hacia los poderosos. La autora establece una relación entre la estructura social y la
expresión de emociones, esta última se encuentra reglamentada por el contexto socio-cultural en que se
desenvuelve el sujeto. Cada contexto tiene una dimensión normativa, expresiva y política. La primera
tiene relación con el sentido de lo que creemos apropiado y correcto, la segunda refiere a la relación
entre sentimientos de una persona y la comprensión que las otras tienen de ese sentimiento. La
dimensión política tiene relación con los sentimientos de una persona y el objeto de esos sentimientos.
Pone de relieve el afecto dirigido a quienes se ubican en el nivel más alto o bajo de la pirámide social.
En contextos de estabilidad social, emociones como la envidia o el enojo encuentran rápida sanción
social, mientras que emociones como la amabilidad pública se transforman en expresiones valoradas
11 Llama la atención la presencia de generaciones mayores durante las violaciones al Estado de Excepción y Toque de Queda, de las
cuales se podría haber esperado comprensiblemente una mayor cautela, al haber presenciado los horrores pasados, ejercidos por la
dictadura pinochetista.
socialmente. Al estar más infladas estas últimas, resulta más fácil encontrar en sociedad expresiones de
este tipo disimuladas; aparentar una posición de falsa condescendencia es más común que aparentar un
“falso” enojo en sociedad12. Existe además una relación entre el poder y la sanción social, por un lado,
y el objeto del sentimiento y la expresión, por el otro, esto puede generar una variación entre la sanción
y el sentimiento. En la medida que el enojo se desvía de su objeto legítimo, suele desviarse hacia
personas con menor poder, corriendo por canales de resistencia más débiles. Por el contrario,
sentimientos positivos suelen ir en dirección opuesta, hacia las elites. Pero en situaciones de revolución
y difusión de ideologías que desafían a las elites se invierte el flujo de emociones, dirigiendo hacia
arriba los causes del malestar y hacia abajo los canales de identificación. Esto es precisamente lo que
sucedió durante los últimos 10 años en Chile; situación que fue posibilitada por los altos niveles de
segregación y desigualdad, los que convirtieron a la elite en blanco fácilmente identificable 13. Ante
todos los episodios en los cuales el saqueo de las elites quedó al descubierto y la impunidad fue la
tónica institucional, los ciudadanos de Chile adoptaron mecanismos para ejercer justicia por su propia
cuenta. Si no existió condena judicial por los delitos cometidos, sí hubo una sanción moral, la cual tuvo
como efecto secundario la corrosión de las instituciones. Mientras toda la clase política se concentraba
en el problema de la gobernabilidad, pasaron por alto el malestar que socavaba progresivamente los
La cereza que coronó el pastel estuvo representada por alza en el precio del transporte de Metro. No es
casual que el objeto depositario del malestar social haya sido el Metro de Santiago, ya que este posee
12 De hecho, en una sociedad acostumbrada a las hipocresías de las buenas maneras sabemos que, entre las pocas expresiones genuinas
que podemos encontrar en sociedad, el malestar es una de ellas.
13 Como en todo país con niveles de desigualdad profundos, las clases sociales chilenas se encuentran además racializadas. El sujeto
que compone la elite presenta rasgos similares, los cuales se diferencian claramente del resto de la sociedad (mayormente rubios, de
fenotipo caucásico). Además, se encuentran concentrados geográficamente, habitando en espacios específicos del país (por ejemplo,
en el sector nororiente de la capital). Si bien se están protegidos aún por la posesión de los medios coercitivos, han sido últimamente
objeto de burlas, principalmente debido a sus prácticas endogámicas que buscan perpetuar la “pureza de su linaje”. Por esto, es
común escuchar referirse a ellos despectivamente como “los hijos de primos”. La burla en este caso, representa la justicia simbólica
ante la percepción de injusticia real que la desigualdad social impone en la mayor parte de la sociedad. Si nada justifica su posición
social privilegiada salvo la herencia de su riqueza, entonces la burla funciona como paliativo ante el malestar de quienes sufren las
consecuencias de esta desigualdad.
un sentido simbólico, relacionado con la desigualdad país. El Metro de Santiago es una de las pocas
infraestructuras “de primer mundo” ancladas en el tercer mundo latinoamericano. Si en ciertos sectores
de la capital el paisaje se vislumbra muy parecido al Congo o Etiopía, se tenía la posibilidad de bajar al
transporte “limpio y eficiente”. El problema es que aquella imagen idílica de desarrollo era
insostenible; en horas peak el servicio de Metro se encuentra frecuentemente colapsado por las hordas
de trabajadores que buscan evitar el caos del transporte público del Transantiago, fracaso de
considerables para los usuarios recurrentes del transporte público, los trabajadores. Se menciona que un
50% del precio del boleto de Metro va a parar al financiamiento del Transantiago; otro adefesio más,
manos privadas a través de licitaciones y financiado por el Estado y los usuarios: un sueño húmedo
para los liberales, quienes buscan invisibilizar y denostar al Estado como ineficiente, mientras todo el
desastre e ineficiencia privada corre a cargo del Estado. En aquel momento ante-revolucionario
inmediatamente posterior al aumento del precio del boleto, aparecieron un sinnúmero de Marías
Antonietas que avivaron las brasas del malestar: “Quien madrugue será ayudado con una tarifa más
baja” señaló el ministro de Economía Juan Andrés Fontaine, apuntando a quienes se levantan a las 5 de
la madrugada para poder cruzar la capital —desde comunas pobres hacia comunas ricas— y llegar a
tiempo a sus lugares de trabajo. “El romántico que quiera regalar flores, están más baratas”, señalaba el
ministro de Hacienda, Felipe Larraín, apuntando a quienes debían endeudarse con la banca privada para
poder comprar productos de primera necesidad y llegar a fin de mes. La mesa estaba servida, como
para voltearla y romperlo todo, pero… ¿cómo una sociedad acostumbrada al orden institucional puede
de un momento a otro, y a pesar de la precariedad sostenida, aceptar y legitimar los medios “no
psique siempre el posible, debido a la existencia de una parte del inconsciente que se resiste a la
simbolización. De aquel núcleo inconsciente fluyen representaciones que de manera desbordada
circulan por todos lados de la psique, sirviendo de fermento para que lo nuevo haga explosión en el
mundo. Para autores como Lacan, existe una relación isomórfica entre las representaciones del
creación de sentido solo puede darse por operaciones metafóricas y metonímicas análogas a las del
lenguaje, siguiendo la sustitución de un significante por otro, dentro de la cadena de significantes. Para
concretar el circuito de la pulsión a través los significantes, portando la palabra verdadera, sin caer en
lo que Lacan llama “el molino de palabras”, se necesita de un Otro que reconozca la creación de
sentido del mensaje creado por sustituciones metafóricas. Según especifica Dor (2004), “para que una
nueva concatenación significante no prevista por el código pueda considerase como mensaje, es
necesario que la distinción con prescripciones del código esté confirmada como mensaje en lugar del
Otro” (p.192). O sea, es el reconocimiento compartido implícitamente en el lugar del Otro por el
hablante y el oyente, lo que hace al significante ser admitido como nuevo mensaje válido en el lugar
del código.
La creación del nuevo significante fue lanzado por la juventud chilena; los estudiantes secundarios
deciden evadir el pasaje del Metro, agrupándose al interior de las estaciones para protestar por el alza
del precio en el pasaje. La evasión como nuevo significante de protesta legítima debía ser confirmado
por un Otro como mensaje en lugar del código. Ese Otro —el resto de la sociedad chilena— debía
acusar recibo de aquel significante otorgando el reconocimiento del mensaje como válido (cuestión
difícil, si se piensa además que desde la oficialidad, se comenzaba a criminalizar las acciones de los
efectivamente resignificado por la gran mayoría de la sociedad, como signo legítimo de protesta social.
En el instante del reconocimiento, arremete desde el inconsciente nacional la palabra verdadera, aquel
mensaje olvidado luego del trauma ocasionado por el Padre, para gritar a todo el mundo las injusticias
acometidas durante 30 años. Como efecto retroactivo de la puntada, las posteriores manifestaciones de
los adultos otorgan pleno sentido a la secuencia anterior realizada por los estudiantes, logrando activar
uno de los movimientos sociales más importantes en Chile luego del retorno a la democracia. El deseo
de justicia se hizo palabra, y fue dirigida con éxito hacia un Otro. Este Otro debió reconocer que él
también estaba marcado por el significante, al ver la marca del significante en el otro.
Algo cambió entonces en toda la sociedad; el gobierno se vio obligado a utilizar la “nueva jerga” y
reconocer por primera vez que la desigualdad era un factor importante de descontento social. Las
manifestaciones y el malestar se replican por todo el país; aquel sujeto neurótico tuvo una descarga a
través de un proceso de “transferencia espontáneo”, donde soltó las riendas de la represión para
expresar el malestar contenido durante décadas. Hoy podemos decir, a pesar de que no se ha logrado
aún ningún ningún cumplimiento efectivo de las demandas exigidas, que la sociedad chilena actual es
mentalmente un poco más sana que en tiempos pasados. Ha roto las cadenas de la represión que la
subyugaban a un conformismo asfixiante, construido por el falso consenso de una clase política
corrupta que levantó la estructura neoliberal utilizando como cimientos a los miles de torturados y
detenidos desaparecidos de la dictadura. Así podía leerse en uno de los tantos carteles que desfilaron
durante esta última semana de protestas: “Estoy harta de tapar a mis pacientes en Sertralina y
- Bourdieu, P. (1999) ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos. Madrid.
Akal.
- Hoschild, Arlie Russel (fecha) La mercantilización de la vida íntima. Apuntes de la casa y el trabajo.