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Siguiendo a Darwin, la idea más clara de la evolución es que las especies semejantes
provienen de antepasados en común cercanos en el tiempo. Se calcula que los primeros
vertebrados aparecieron hace 450 millones de años, los anfibios hace 350 y los mamíferos 220.
Sin embargo, lo importante es la transformación que empezó a tener lugar hace 6 millones de
años, cuando aparecen seres que podrían ser antepasados comunes del ser humano y de los
grandes monos. Se separan entonces las líneas evolutivas que dan lugar a los chimpancés por un
lado y al hombre por otro, de las que ya se había desgajado un poco antes la de los gorilas.
B. HOMO HABILIS
Hoy día algunos autores siguen planteando problemas para considerar al habilis un
hombre en el sentido de pertenecer a la serie homo, si bien el punto de vista clásico sí lo
considera así. El antropólogo L. Leakey en una excavación en Tanzania en los años 60
encontró restos de un espécimen muy parecido al australopithecus africano pero con una mayor
capacidad craneal y piezas dentales más pequeñas. Estos hallazgos se encontraron muy cerca de
unos restos de industria lítica, de piedra semitallada, que dieron lugar a pensar que ese
espécimen era el sujeto que había usado la piedra. Esa mínima utilización de la piedra implica
ya una idea, un fin que se quiere conseguir con esa herramienta, aunque no la construyera él.
Hay una selección valorativa de la piedra que muestra que es un individuo mentalmente
diferente respecto a sus antepasados evolutivos. Sin embargo, a pesar de que los análisis dieron
dataciones semejantes para ambos restos, es una inferencia que resulta complicada. Debido a
esta coincidencia en los restos se le llamó homo habilis y, aunque no pertenece a nuestras
especie, se le considera el primer tipo de la serie homo.
Años más tarde, el hijo de L.Leakey, Richard, encontró otro cráneo que confirmó este
nuevo estadio evolutivo, que corresponde a hace 2 millones de años. Sus características físicas
son semejantes a las del africano en el esqueleto. Las variaciones se encuentran exclusivamente
en la cabeza:
- la capacidad craneal aumenta hasta llegar a los
800 cm cúbicos en algunos especimenes.
- La bóveda craneal es más alta, por lo que hay
una frente más grande y más redondeo de la cabeza. Disminuyen todos los huesos que
necesitan inserciones musculares, lo que hace la cara más delgada y más parecida a la
nuestra.
- La cara es alta y aunque no se conoce el grado
de prognatismo porque no se han encontrado cráneos completos, se cree que éste ha
disminuido.
- Hay fabricación/utilización de instrumentos:
algunos autores han denominado a este tipo cultural la pebble culture o cultura del
guijarro, entendiendo que hay selección e incluso modificación de posterior de
guijarros.
D. NEARDENTHAL
Los hombres de neardenthal no son antepasados nuestros, es una rama evolutiva ciega
que desapareció hace unos 30.000 años. A excepción de casos muy puntuales, no hay siquiera
muestras de que hayan tenido contactos sexuales con el Cromagnon, a pesar de que vivieron
durante 10.000 años en los mismos lugares. Algunos autores hablan de incompatibilidad
genética, otros de que no lograron entrar en contacto. En cualquier caso y a pesar de que no
existe tipo evolutivo que lo continúe, es uno de los humanos extinguidos que mejor conocemos.
Se tienen catalogados cientos de individuos, aunque no se conocen las moficaciones que cubrían
ni el parto de las hembras ni el habla, ya que no se han encontrado restos de la parte de las
caderas que cubre el canal pélvico ni de la parte baja del cráneo. A raíz de un estudio con un
lenguaje virtual se cree que podían hablar, aunque anatómicamente es posible que hubiese
sonidos que no pudiesen articular.
Los neardenthales están especialmente adaptados para el frío: viven en una Europa
cubierta de hielo con una temperaturas que se calcula que podían llegar a los 30 o 35 grados
bajo cero. En la península ibérica había renos e incluso mamuts, como muestran los restos
hallados en Atapuerca. De hecho, algunos autores piensan que deapareció por la subida de
temperaturas de la época interglaciar, a las que el Cromagnon sí estaba adaptado.
Este tipo evolutivo debe su nombre a que los primeros descubrimientos del mismo se
producen en 1856 en el valle del río Nearden en Alemania. En una cueva llamada Feldhofer
aparece un cráneo que resulta peculiar porque en el proceso evolutivo se habían ido
redondeando y éste era un poco aplastado, por lo que durante mucho tiempo se pensó que se
trataba de un retroceso evolutivo. No es hasta 1863 cuando se presenta ante la Asociación
Británica de Avance Científico una comunicación en la que se plantea que quizá estemos ante
un nuevo tipo evolutivo. Sus características son:
- es un grupo con una homogeneidad bastante
grande, en el sentido de que los restos encontrados no dan sorpresas.
- Tiene una forma de cráneo característica:
- bóveda craneal un poco aplastada por atrás,
- arcos supraorbitales muy protuberantes, lo que
facilita la adaptación de los ojos del frío.
- Frente mcuho más aplanada que la nuestra
- Parte de atrás del cráneo ligeramente alargada y
con una protuberancia llamada “moño occipital”
- Poca barbilla
- Huesos nasales muy grandes
- Morfología en cuña de la cara, también adaptada
al frío.
- Presenta un uso excepcional de los incisivos y un
espacio retromolar al final de las muelas mucho más grande que el de otros tipos.
- Capacidad craneal mayor que la nuestra, con
unos 1300 cm cúbicos de media, aunque hay especimenes con hasta 1750.
- Caderas muy grandes para una estatura no
excesiva.
- Cortas extremidades y robusto tronco que le
hacían parecer más pequeño, aunque se han encontrado ejemplares que llegaban al
1,80.
Sin embargo, a pesar de su adaptación al frío y su fortaleza, es un ser humano que parece no
tener creatividad. No intenta modificar su vida y no se supo adaptar ni a los momentos de
interglaciación ni en cuanto a su creatividad. Otros autores lo niegan porque es muy difícil
afirmar esto. Además es el protagonista de la cultura mustariense que se da en el paleolítico
medio, en la que se empiezan a enterrar a los muertos. Este hecho es visto por algunos autores
como la existencia de una cultura espiritual, lo que implica una cierta creatividad e imaginación,
si bien otros afirman que depende de interpretaciones. Desde el grupo de Arsuaga se defiende la
existencia de una cultura con el argumento de que han encontrado lo que se cree que pueden ser
adornos.
E. CROMAGNON
Hace unos 400.000 años llegan a Europa desde África unos homínidos con todas las
características de los hombres modernos: el hombre de Cromagnon, llamado así por la cueva
donde se encontraron los primeros restos. El Cromagnon es el hombre tipo del paleolítico
superior y la rama evolutiva de la que descendemos. Su principal característica es su tremenda
creatividad, fundamental para su adaptación. Relacionado con esto, hay incluso una teoría que
sostiene que fue el Cromagnon el que acabó con el Neardenthal, en parte gracias a que podían
fabricar armas.
Una de las cuestiones que más preocupó a los antropólogos fue conocer el momento en
que apareció la cultura y el modo en que ésta se relaciona con la biología. En relación a esto
podemos hablar de varias teorías:
- teoría del punto crítico: defendida por A.
Krueger, señala que hay un punto de transformación en que podemos pasar de la
biología a la cultura, basándose en la idea de que la capacidad para adquirir cultura
consistió en un salto único, completo, que se generó en la línea evolutiva de los
primates. La cultura fue, desde esta perspectiva, una adquisición total y absoluta: se
tiene cultura de pronto, desde que aparece un individuo con cultura a partir del cual
todos los demás la tienen. Está teoría se relaciona con el creacionismo, ya que la
aparición de la cultura parece fruto de la intervención de una inteligencia superior.
Sin embargo, los descubrimientos parecen indicar que no es así, que hay una
interrelación entre naturaleza y cultura y que el proceso de adquisición de la misma fue más
complejo y alargado en el tiempo de lo que planteaba la teoría del punto crítico. Surgen así
nuevas perspectivas:
- teoría de la interrelación entre biología y
cultura: defiende que hay un proceso de feedback en el que cada adquisición
cultural repercute en una modificación cerebral y cada modificación repercute, a su
vez, en nuevas adquisiciones culturales. A. Wallace planteaba que la evolución de
los seres humanos se basaba en dos procesos:
- uno caracterizado por un rápido, progresivo y
acumulativo aumento del tamaño del cerebro en varias líneas
homínidas.
- Otro caracterizado por un rápido, progresivo y
acumulativo aumento de la complejidad de la cultura para esas mismas
líneas de homínidos.
Lo interesante es que no son procesos sucesivos, sino simultáneos en el tiempo, por
lo que niega la teoría del punto crítico que planteaba que primero tenía lugar la
evolución física y luego la cultural. El mismo Wallace se basa para afirmar esto en
los grandes descubrimientos de los etólogos, que creen ver en algunas líneas de
animales comportamientos próximos a los culturales. Esa protocultura y la cultura
de los seres humanos serían muy semejantes, ya que en ambos casos se basan en
comportamientos que se aprenden y se trasmiten de generación en generación. Pero
esa protocultura que tendrían también los primeros tipos de homínidos, se
diferencia de la cultura en varios aspectos:
- la cultura usa un mayor número de símbolos
extrínsecos al propio cuerpo
- la cultura se caracteriza por el control de fuentes
de energía exteriores al cuerpo humano.
- En la cultura hay un mayor uso de la tecnología.
Estas características difieren no tanto desde un punto de vista cualitativo, sino
cuantitativo: todo lo anterior está también en los animales, pero en menor medida.
Además, para Wallace, al hablar de cultura nos referimos a algo que cambia a
través del tiempo e independientemente del cambio genético. Ha llegado un
momento en que apenas cambiamos físicamente, pero cambiamos a través de la
cultura. Plantea cómo el cambio cultural ha mantenido una presión selectiva muy
intensa en algunas líneas, pero que puede haber alcanzado techo. Defiende que el
cambio cultural es probablemente el responsable del aumento en las dimensiones
cerebrales de los homínidos: la propia cultura ha exigido una transformación
cultural que permitiese, a su vez, una adquisición mayor de cultura.
Dentro de esta misma teoría, Robin Fox plantea cómo no tiene sentido argumentar
que el hombre se distingue de los animales debido al triunfo de la cultura sobre la
biología porque la cultura es sólo un aspecto de las diferencias biológicas que
tenemos con el resto de los animales.
Sin embargo, la tesis defendida por Kottack de que hay ciertos universales de cultura es
discutida por otros autores que dicen que cuando hablamos de universalidad en realidad no
estamos hablando de nada porque lo que nos define es lo particular, lo singular. Si queremos
hablar de cultura hablamos de un determinado “programa” cultural, unas determinadas pautas
culturales. En cualquier otro momento, con cualquier otro programa, podemos funcionar, pero
es nuestra cultura particular lo que nos define.
A finales del s.XIX, Taylor define la cultura como todo el conjunto de creencias, leyes, artes,
conocimientos, costumbres, moral, símbolos y cualquier otra actitud o hábito adquirido por el
hombre como miembro del grupo social. Su definición supone que, por primera vez, la cultura
es aplicable a todos los hombres. Hasta entonces, el concepto de cultura tenía una acepción de
“cultivo”, en el sentido de saber, de cultivar el espíritu, las cosas propias del hombre, por lo que
era sólo patrimonio de las clases superiores. Sin embargo, a partir de Taylor la cultura se
empieza a plantear como propiedad de todos los seres humanos, porque todos tienen religión,
leyes, costumbres, símbolos, etc. Taylor universaliza el concepto de cultura y lo hace común a
todos los hombres.
Sin embargo, estos autores evolucionistas clásicos a los que pertenece Taylor ven que
las leyes, las costumbres, las creencias, son diferentes. Los británicos están a la cabeza del
mundo y a las sociedades antropológicas de Gran Bretaña están llegando datos nuevos
procedentes de los viajes que realizan misioneros y comerciantes. Los antropólogos usarán estos
datos pero no hacen trabajo de campo, son antropólogos no empíricos o “de sillón”, como se les
llamará despectivamente. Además, el marco teórico en que se encuentran les lleva a pensar que
en las sociedades hay un desarrollo similar al del cuerpo humano. Todo lo que miran es a través
del marco evolucionista, que establece que antes de un organismo complejo hay otro sencillo.
Esta idea es aplicada a la sociedad defendiendo que las sociedades complejas son más
evolucionadas que las simples, aunque esta tesis plantea el problema de la forma en que se
plantea la existencia de una cultura común si hay culturas superiores en el sentido evolutivo. Lo
resuelven defendiendo que, si bien es universal que todos los pueblos tengan cultura, cuando
hablamos de culturas específicas nos referimos al grado de desarrollo cultural que ha alcanzado
cada pueblo, de forma que todas tienen esos elementos de la definición, pero en distintos
grados.
Muchos de esos autores empiezan a plantear la Historia como una Historia enraizada en
ese evolucionismo zoocultural, estableciendo diferentes etapas en el desarrollo cultural. Así,
Morgan sostiene que la humanidad se divide en tres grandes etapas subdivididas, a su vez, en
otras tres. De menor a mayor grado de evolución, habla de salvajismo, barbarie y civilización y
dentro de cada una de estas etapas, de grado inferior, medio y superior, de forma que al
salvajismo superior le sigue el barbarismo inferior y así sucesivamente.
Puesto que consideran que su estado cultural es el más desarrollado, el civilizado, que
es además el que conocen, consideran, por ejemplo, que la monogamia es la expresión más
elevada del matrimonio. Realmente sólo tienen constancia de su propia cultura, a la que ponen
de medida de todas las cosas. Construye las demás sólo en razón de la que conocen. Si embargo,
no ofrecen explicaciones para afirmar que sus formas culturales son más avanzadas que las
demás: se trata simplemente de una explicación teleológica que afirma que los demás tienen que
llegar a donde están ellos, que su cultura es la civilización, la medida de las demás. Taylor habla
incluso de “la infancia del hombre” para definir esos estadios o sociedades menos desarrolladas,
por lo que tiene que crecer, hacerse adulto.
Pero además del etnocentrismo, las teorías de los evolucionistas clásicos tienen que
enfrentarse al problema de la Historia conjetural. Con la excepción de Taylor y Morgan, lo
que hacen estos autores es conjeturar sobre la Historia porque los datos que manejan no
provienen de una trabajo de campo previo, sino de las informaciones de comerciantes y
misioneros, que eran muy problemáticas: por ejemplo, en los matriarcados se usa la misma
palabra para nombrar a la madre y a las tías, lo que era visto como un signo de promiscuidad, de
desconocimiento de la verdadera madre biológica, cuando en realidad era un problema
terminológico. Un tercer problema será la mala utilización del método comparativo, que les
lleva a no darse cuenta, por ejemplo, de que nuestro sistema de parentesco es mucho más
sencillo que los de otras sociedades que ellos consideran menos complejas por menos
desarrolladas.
Sin embargo, a principios del s.XX en Norteamérica surge una escuela muy crítica con
el evolucionismo cultural, que recibirá el nombre de la escuela de los historicistas
norteamericanos o del particularismo histórico, y que tendrá su momento de apogeo entre
1915 y 1930. Frente a la importancia de la evolución, priman el desarrollo histórico, por lo que
se situarán en posiciones antievolucionistas.
Su figura más destacada es el geógrafo Franz Boas, que, a partir de su estudio de los
pueblos esquimales e influido por los difusionistas, empieza a plantear la relación entre
geografía y cultura y la forma en que el hábitat incide en las expresiones culturales. Plantea que
todas las culturas están definidas por rasgos particulares, por lo que a la Historia global de los
evolucionistas, opone una Historia singular. Al mismo tiempo y a pesar de que toma elementos
de ellos, se posicionará contra las tesis difusionistas que afirmaban que las adquisiciones
culturales nacen en un lugar y se van extendiendo a partir de ese foco por diferentes causas, de
forma que de un centro común pueden hacerse círculos de cultura cada vez más alejados en los
que los rasgos culturales, que son muy claros en el foco, se van diluyendo poco a poco. Boas,
sin embargo, a esa forma de entender la Historia que conecta distintas culturas opone una
Historia local que se limite a un área pequeña y bien definida. Defiende un método histórico
basado en un estudio lento y cuidadoso de los fenómenos locales con comparaciones limitadas
al área cultural que constituya la base del estudio, de manera que de estos estudios singulares
surjan las diferentes Historias de los diferentes pueblos. Posteriormente, se procede a su
comparación con el objetivo de descubrir leyes generales de la evolución y la Historia humana.
Boas es de los primeros que plantean la necesidad de un trabajo empírico, de campo, en esas
áreas pequeñas para dotar de rigor académico a sus investigaciones. Además, también será
pionero en plantear la relación cultura-individuo, preguntándose el grado en que la cultura
condiciona al individuo. Sin embargo, sus estudios quedan inconclusos en el momento de su
muerte y serán continuados por M. Mead en las escuela de “cultura y personalidad”.
Queda decir que las tesis de Boas deberán enfrentarse al problema de que si en una
cultura no vemos nada más que lo singular, no podemos comparar singularidades. Para
comparar dos culturas es necesario establecer una serie de categorías analógicas y ello ya es
universalizar, porque de otro modo sólo podemos hacer un catálogo de singularidades.
Los antropólogos sostienen que el choque cultural se recibe simplemente por cosas
que son diferentes a nosotros, aunque hay formas distintas de plantear el choque cultural, ya que
no es lo mismo, por ejemplo, ir de turismo que realizar una ocupación militar. El conocimiento
del otro que nos permite nuestra vida cotidiana nos provoca numerosas posibilidades de choques
culturales y, sin embargo, seguimos teniendo problemas con el otro. En toda nuestra Historia no
ha habido un solo momento en que no se produjese un enfrentamiento bélico en algún lugar y el
siglo XX, que fue el de los mayores descubrimientos para la humanidad, también fue el de las
grandes guerras y los mayores genocidios. Se supone que deberíamos haber aprendido que
tenemos más posibilidades de elegir, pero la cuestión de la alteridad y la confrontación nos
acompaña siempre. Nuestra Historia parece decir que, frecuentemente, el encuentro con el otro
provoca confrontación, pero también acercamiento porque en nuestra naturaleza tenemos las
dos cosas, no somos absolutamente malos ni totalmente buenos.
Todos los momentos de alteridad tienen existencia, por una parte, y sentido, por
otra, frente al otro. El otro –entendido como la personificación de la alteridad- es, por tanto,
siempre antónimo a lo que definamos como grupal o interno. El otro es siempre el de fuera, el
enemigo, el distinto, el que no tiene derechos, al que históricamente hemos categorizado con
distintos tipos humanos como el negro, la mujer o el moro. La noción de extraño en las lenguas
indoeuropeas siempre está marcado por categorías de significado que hablan de exterioridad y
de enemistad.
Por otro lado, la noción del otro es un concepto flexible, que varía según
momentos, según relaciones y según estructuras. No es un concepto que se defina por criterios
constantes, si bien semánticamente se fija siempre en función de lo que se incluya o no como
nativo o de dentro. En realidad, no hay otro que podamos catalogar como tal, sino que el
tiempo, el espacio, la costumbre, la norma, la opinión y la ley e incluso la distancia, el
comportamiento y la actitud del mismo otro lo están determinando. Planteamos entonces que el
otro tiene una naturaleza ambigua en tanto en cuanto puede codificar varios seres a la vez con
significados distintos: así,por ejemplo, cuando hablamos de los alemanes parece que los
estamos rechazando si decimos que son serios y fríos, pero esto es también un valor en el
mundo del trabajo, donde estos adjetivos adquieren el sentido de formalidad y constancia.
En uno de sus textos, Teodorov plantea los tres ejes en que podemos situar el
problema de la alteridad:
- axiológico: plano en el que hacemos juicios de valor, plantemos que el otro es
bueno o es malo, que lo queremos o no, que es un igual o un inferior. Valoramos,
enjuiciamos y jerarquizamos al otro.
- Prexeológico: plano de acción, de conducta, que nos lleva a tener una actitud
respecto al otro de acercamiento o de alejamiento. Así, o adopto los valores del otro y
me identifico con él o le impongo mi propia imagen porque considero que es la mejor,
si bien entre adoptar la identidad del otro y obligar al otro a adoptar la mía podemos
encontrar también posiciones de indiferencia.
- Epistémico: plano del conocimiento en el que no cabe ningún absoluto, porque
nunca hay ni un conocimiento total y absoluto del otro ni un total desconocimiento,
ya que en este último caso el otro ni siquiera tendría existencia con respecto al
nosotros.
Estos tres ejes pueden relacionarse entre sí: si el otro me parece bueno –plano axiológico-
es lógico que me acerque a él –plano prexeológico-, y al mismo tiempo lo hago porque lo
conozco –plano epistémico-, si bien no tienen una implicación rigurosa, porque podemos, por
ejemplo, conocer al otro y no amarle.
TEMA III. PERSPECTIVAS METODOLÓGICAS II: TÉCNICAS DE
INVESTIGACIÓN CUANTITATIVAS Y CUALITATIVAS. EL TRABAJO DE CAMPO.
LA INVESTIGACIÓN ACCIÓN-PARTICIPATIVA. EL MÉTODO COMPARATIVO.
Las investigaciones cualitativas recaen sobre las palabras y los significados más que
sobre los datos numéricos. Ha sido el método dominante en antropología social y, más
recientemente, también en otras Ciencias Sociales. Los datos cualitativos se recogen para
realizar generalizaciones de carácter descriptivo sobre el pensamiento y la conducta humana en
tanto que son tipo o modelo de un grupo, de una cultura o de una sociedad. Nos referimos a
cómo una opinión personal se convierte en una categoría analítica en tanto que el individuo
representa al grupo. La riqueza de estos datos deriva de que se obtiene en una diversidad de
campos por diferentes métodos y mediante distintos niveles de investigación. El investigador se
encuentra con determinados hechos y decisiones humanas que para ser explicados se registran,
cuantifican, se correlacionan y se estructuran mediante encuestas, estadísticas, etc y mediante
discursos que se producen siempre en una situación de comunicación interpersonal.
En estas tres técnicas lo único que hacemos es variar la forma de escucha, pero siempre
contamos con una capacidad del investigador que le permita alcanzar categorías definitorias del
tema que es objeto de la investigación. En este proceso contamos en primer lugar con una
explicación en los propios términos, modos de decir y modos de entender de la sociedad o el
grupo que estudiamos, lo que llamamos una descripción en categorías emic, perspectivas que
tienen los propios informantes desde dentro de su grupo. Tras comprender estas categorías emic
alcanzamos otras categorías, otras interpretaciones mediante los conocimientos que da la propia
disciplina, lo que nos sitúa en categorías etic.
Las historias de vida es una de las técnicas más criticadas en las teorías cualitativas, ya
que se ha tenido como una forma de obtener información muy poco científica, poco objetiva.
Sin embargo, los que la usan dicen que es la mejor forma para dar voz a los grupos que no la
han tenido, que han sido excluidos socialmente, y recuperar así los discursos de todos los
agentes sociales silenciados por las técnicas cuantitativas. En antropología social es una técnica
fundamental, y de hecho algunas entrevistas tienen rasgos de historia de vida. Empieza a
utilizarse a partir de 1945 gracias a la escuela norteamericana, a pesar de que la utilización del
método empezase en 1926, cuando se publica “Crasihing Thunder”, de Paul Radin, en el que se
usa la biografía por primera vez no para escribir una historia individual sino para mostrar cómo
un individuo determinado puede reaccionar ante las normas que le impone una cultura. Una de
las discusiones con esta técnica se produjo en 1942 con la publicación de un libro sobre los
indios hopi titulado “Sun Chief”. En él, su autor, Leo Simmons, concede la palabra a Don
Talayesta, que escribe su propia experiencia, lo que permite al autor saber cómo se produce la
cultura en el mismo momento en que se está produciendo. Otro libro interesante es “Los hijos
de Sánchez”, de Óscar Lewis, en el que también se da voz por primera vez a una familia
minusvalorada socialmente y en el que enfatiza su propia relación con los informantes, una
relación que es ya explícita. Otra de las ventajas que puede tener esta técnica es la realización de
biografías cruzadas, mediante las cuales se puede disminuir el carácter subjetivo que tiene una
biografía personal, sobre todo si se ponen como referencia hitos históricos.
No hay una total subjetividad por parte del investigador, porque vemos con los ojos de
los investigadores que han trabajado antes que nosotros en la disciplina, por lo que no es la
subjetividad absoluta de alguien que llega y observa: nosotros contamos con técnicas, marcos
metodológicos, etc. Llevamos el comportamiento que observamos a otros términos,
interpretamos la cultura, y para ello tenemos que categorizar mediante la teoría.
Además, el contacto con el otro no puede ser suficiente, necesitamos garantías de que
estamos haciendo bien las cosas. Lo que hacemos es establecer una relación analógica entre
nosotros como observadores y los actores que nos permita conocer. En este sentido, Clifford
Geertz decia que no somos el otro, sino que somos como el otro y esa analogía es lo que nos
permite adentrarnos en la cultura. Esa inmersión la tenemos que hacer con el apoyo del método
y la teoría, porque lo que busca la observación participante es la objetivación de nuestras
propias percepciones.
Cuando nos acercamos a una comunidad a hacer una observación participante tenemos
que cumplir varias condiciones. La más importante en la convivencia con los actores, sin la
cual no podemos hablar de esta técnica. Sin embargo, eso que parece tan fácil no lo es tanto: el
grupo tiene una identidad específica con unas barreras específicas en las que no es fácil
adentrarse. Por ello, no es extraño que los diarios de los primeros trabajos de campo, como el de
Malinowski, nos hablen de la dificultad de adentrarse en otras culturas, sobre todo cuando son
muy lejanas a la nuestra, como acostumbraban en esos primeros momentos de la disciplina.
Compartir residencia, además, no implica necesariamente adentrarse en el grupo: el proceso de
introducción muchas veces es muy lento e incluso puede estar marcado por determinados ritos
de integración social. Por ello, es necesario hacer una “cata” previa que nos permita conocer
datos que nos faciliten la investigación, como cuáles son los lugares de socialización del grupo.
Como es una técnica de larga duración, podemos plantearnos varias etapas, entendidas
no como algo fijo e inamovible, sino como hitos o fases flexibles en las que pueden ir
cambiando la técnica. Asi, por ejemplo suele comenzarse observando y según avanza el tiempo,
se participa más. Lógicamente también el desarrollo del trabajo dirá qué forma y qué tiempo
podemos emplear en cada etapa. Generalmente nuestra atención se va a centrar en dos focos:
- primero en los fenómenos que de un modo
interrumpido suceden ante nosotros, es decir, la cotidianeidad de la gente, su día a día.
- Segundo, en los conceptos y categorías, tanto
propias como ajenas, es decir, las categorías etic y emic.
Lo que tratamos de captar no es el suceso ocasional, sino lo que deja una huella social y
cultural a partir de su recurrencia, de la repetición. Los fenómenos que nos interesan son los que
tienen su propio ritmo y duración, que no podemos hacer que ocurran sin falsearlos, como por
ejemplo una procesión. La observación participante es una técnica de efectos acumulativos, por
lo que es muy habitual que una vez terminado el trabajo de campo se haga una vuelta al lugar de
estudio en la que confirmemos algunas de las hipótesis planteadas: esta vuelta nos permite
conocer el tiempo y el ritmo de muchos fenómenos sociales.
La primera etapa tiene como principal objetivo preparar las siguientes. En ella
conseguimos una vivienda no aislada y averiguamos cuestiones como las publicaciones que
pueden ser más interesante, los lugares de socialización o las relaciones más habituales en la
comunidad. Según sea posible, debemos preparar de antemano los contactos con los actores,
intentar localizar a personas que nos permitan suavizar nuestra entrada y evitar los recelos que
siempre surgen en un primer momento. Observación y participación son técnicas que se apoyan
y enriquecen mutuamente, si bien es necesario buscar un equilibrio entre ellas para que no se
estorben, para lo que se usan distintas técnicas.
Para que la investigación sea la mejor posible, lo mejor que puede hacer el antropólogo
es hacerse con un rol flexible, polivalente, similar al de cualquier otro miembro del grupo o,
como dice San Martín, “nativizarse sin perder su propia cultura”. No podemos volvernos
“otros” del todo, pero sí vivir esa vida múltiple de la que hablaba Geertz, saber que podemos ser
como los otros. En cualquier caso, no es sencillo hacer este proceso de socialización secundaria,
porque ya nos hemos socializado antes en nuestra propia cultura y porque, además, se trata de
una socialización de ida y vuelta, ya que no nos sumergimos en la cultura para quedarnos, sino
para hacer un trabajo temporal, es una socialización instrumentalizada.
Participar implica tener una serie de derechos pero también una serie de obligaciones de
respeto y reciprocidad: los demás nos están ayudando y dando información y nosotros tenemos
que responder con una cierta reciprocidad, que no es tanto monetaria como personal, haciendo
algún favor o colaborando de alguna manera, si bien manteniendo distancias, ya que la
participación implica un problema cuando no encontramos un equilibrio entre la distancia
necesaria metodológicamente y nuestra implicación personal. La participación es mucho más
cultural que social, participamos con objetivos de cultura. Por ello, hay una empatía necesaria
de nativizarse pero también distancia, por lo que algunos autores hablan de los antropólogos
como “nativos marginales” porque estamos en la cultura y a la vez distanciados de ella.
Esa peculiaridad necesaria de estar dentro y fuera a la vez nos permite someter a crítica
las normas culturales de mejor manera que un nativo porque no estamos implicados en ellas.
Ese distanciamiento nos garantiza mayor libertad de movimiento, de interpretación de las
normas culturales que a los propios actores. El trabajo de campo es una investigación que para
el investigador no cesa nunca. De hecho, momentos de socialización con los actores pueden
servirnos para obtener datos. Cuanto menor es el grupo y mayor es entonces las presencia de las
relaciones cara a cara, más cuesta mantener esa distancia. En compensación también va a ser
menor la independencia de los propios actores.
Otro problema que se plantea es pensar lo que vamos a seleccionar para nuestra
investigación. La primera guía es el planteamiento mismo del problema que es objeto de la
investigación, en un proceso por el que traducimos de un modo operativo nuestras hipótesis de
trabajo y las amoldamos a la realidad social con la que nos estamos enfrentando. Lógicamente,
el marco teórico-metodológico tiene aquí un valor principal en tanto que nuestras primeras
observaciones van a recaer en aquellas unidades de observación que sugiere la teoría, buscando
por nuestra parte cómo se están plasmando en este campo concreto: vemos los censos de
población y propiedad, las instituciones, los lugares públicos etc y vamos elaborando listas
provisionales de posibles informantes.
Una vez que fijamos ese criterio de analogía tenemos que construir un tipo, es decir, un
marcador heurístico, el que sea, que a la vez lo ponemos en relación con indicadores múltiples
para ver si llegamos a las mismas conclusiones cuando son comparadas. Para ilustrar esto,
tomemos como ejemplo un trabajo con rituales de Semana Santa en un pueblo en el que existen
dos cofradías de mitad –llamadas así porque la mitad del pueblo pertenece a una cofradía y la
otra mitad a la otra-, que en apariencia son idénticas. Sin embargo, en el trascurso de la
investigación, nos percatamos de que las cofradías tienen formas diferentes de elegir a sus
representantes y que éstos actúan de manera distinta en una y otra. Así, vemos si podemos
compararlas atendiendo a la relación analógica de exclusión e inclusión: analizamos la
pertenencia a las cofradías por familias, por profesiones, etc. Una vez que hemos encontrado la
relación analógica que puede servir para comparar, lo que hacemos es someterlo a una
comprobación por varios criterios.
La segunda gran pregunta se refería a las razones por las que comparamos. En principio,
podemos decir que lo hacemos para poder ejercer una dimensión que es esencial en nuestro
conocimiento. Suponemos pues que todo saber tiene como base la comparación desde el
momento en que ampliamos nuestro conocimiento mediante modelos y metáforas por medio de
las cuales explicamos lo desconocido en términos de lo conocido. Desde esta perspectiva
podemos decir que todos los métodos de investigación en realidad son lo mismo en todos los
saberes y disciplinas: como defendió Evans Richards en su obra “Antropología social”, “el
método es el mismo en todas las ciencias; varían únicamente las técnicas”. Lo fundamental son
los temas que queremos estudiar. En este sentido, del mismo modo que los científicos de las
ciencias naturales se sirven de la experimentación, nosotros nos servimos de este método de
comparación: una técnica que, según dicen los expertos, debemos incluir obligatoriamente si
queremos hablar de la Antropología como una ciencia.
Para responder a la última pregunta relativa al modo en que comparamos hay que
contestas antes a tres problemas distintos fundamentales para cualquier investigación:
- primero debemos determinar si enfocamos nuestra investigación a la búsqueda de
semejanzas o de diferencias, lo que nos lleva a hablar del método de la concordancia o de
la diferencia de Stuart Mill. También lo que hacemos mucho últimamente es combinar
ambas, plantear tanto una cosa como otra, excepto que hagamos, por ejemplo, tipos
culturales.
- En segundo lugar debemos determinar si es una investigación de carácter
diacrónico o sincrónico. En el primer caso comparamos diferentes culturas en diferentes
momentos, mientras que en el segundo las comparamos en un mismo momento o
coyuntura histórica. El ideal se plantea como una conjunción de ambas perspectivas,
aunque dependiendo de los intereses de la investigación y de las unidades de
investigación que usemos podemos priorizar una u otra. Además, a veces es nuestra
propia unidad de comparación la que nos exige una perspectiva concreta.
- En tercer lugar debemos determinar si la comparación es cuantitativa o cualitativa.
Algunos autores distinguen esto hablando de análisis comparado para lo cualitativo y
comparación estadística para lo cuantitativo. Para los antropólogos, las técnicas
cualitativas son el punto de partida, no de llegada, por lo que es en este sentido en el que
usamos la estadística comparativa. Con ella, lo que hacemos es fijar con la mayor
precisión la mejor relación funcional y el grado de asociación que tienen las variables,
entendiendo la mejor como la más repetida, la que tiene un porcentaje más alto. La
mayoría de los antropólogos se inclinan más por las investigaciones cualitativas o, a
veces, por lo que sería un uso combinado de ambas, pero planteando cómo, en realidad,
traducimos modelos verbales a modelos estadísticos. Esta traducción del modelo verbal al
estadístico tiene tres ventajas para los antropólogos:
- Se adquiere una información más precisa, en el
sentido de que con el porcentaje podemos saber qué es lo mayoritario en el grupo
social.
- Los números permiten calcular el coeficiente de
correlación entre dos o más variables.
- Con este tipo de correlación podemos predecir
los comportamientos de unas variables, podemos predecir cuándo en otro
contexto aparecen las mismas variables o el fenómeno que llamamos causa.
Un estudio del fenómeno político desde la antropología requiere prestar atención a las
distintas escuelas y corrientes que han generado, a lo largo del desarrollo de la disciplina, las
diferentes posturas existentes.
Escuela evolucionista
Desde los autores más tradicionales como Platón o Aristóteles existe un concepto de la
política muy parecido al que manejan los autores evolucionistas clásicos que lo relaciona con el
de civilización, de forma que sólo podemos hablar de política en sociedades civilizadas. Sin
embargo, es a partir de estos autores cuando se empieza a considerar en la disciplina que lo
político puede aparecer en cualquier grupo humano, no sólo en los que se consideran
evolucionados. Son los primeros que plantean cómo los estadios inferiores de civilización no
tienen por qué estar en una situación de anarquía, sino que pueden tener otros tipos de
organización de lo político.
A pesar de los problemas que plantea esta escuela, su punto de vista supone un avance
grande en la igualdad de todos los pueblos, en la medida en que todos tienen al menos
relaciones de parentesco. Esta idea de Maine fue recogida después por Morgan, que realizó una
división del desarrollo social en tres etapas distintas: salvajismo, barbarie y civilización.
Lewellyn actualizó estas etapas planteándolas como sociedades basadas en la caza y la
recolección, en la horticultura y en la agricultura, respectivamente.1 El mismo Morgan plantea
cómo la organización social que según él había comenzado con una horda promiscua se fue
convirtiendo en unidades basadas en el parentesco y organizadas según determinadas reglas de
carácter sexual. Estas primeras reglas empiezan con los matrimonios cruzados –un grupo de
hermanos que se casa con otro grupo de hermanos, entendiendo el grupo en un sentido que
puede incluir a los primos, por lo que hoy se denominan grupos de primos cruzados- que ya dan
idea de otro tipo de relaciones, las de tipo político. En realidad, lo que plantea es la importancia
de los vínculos intergrupales que inicialmente se establecen por matrimonio y más tarde en lo
que Lévi Strauss concreta en su famosa teoría de las alianzas.
Por otra parte, según Morgan, las distintas restricciones que puede haber en un grupo en
la formación de las parejas –endogamia, exogamia, etc.- dan lugar a la gens, los clanes, que
ayudan en la formación de unidades cada vez más extensas y que formarían en su momento las
tribus. La estructura sociopolítica de estas últimas estará basada en la relación interpersonal,
puesto que proviene del parentesco, y sería una formación de tipo igualitario no en el sentido de
que todas las personas sean iguales, sino de que existen determinados tipos según sexo y edad
dentro de él que sí son iguales. La especialización política comienza cuando la domesticación de
plantas y animales crea el suficiente excedente para posibilitar la urbanización y la propiedad
privada. Morgan fue el primero en plantear lo que Engels formularía en El origen de la familia,
la propiedad privada y el Estado: el excedente hace que aparezca la propiedad privada y esto
que sea necesaria una institución para garantizarla y protegerla, el Estado.
Para Morgan, una institución política real debe basarse en un territorio –ya que los
grupos se han asentado- y en la propiedad privada. En su obra pueden identificarse tres ideas
que se encuentran en toda la historia de la antropología política con distintas matizaciones:
- la importancia del parentesco como un medio primario de articulación política,
sobre todo en pueblos de economía sencilla como los cazadores, recolectores y
horticultores. Sin embargo, hoy día se ha quedado obsoleta la distinción entre grupos de
parentesco y de territorialidad, porque se entiende que todo grupo conoce algún tipo de
límite en ambos sentidos, incluso los nómadas en cuanto a la territorialidad.
1
La horticultura se diferencia de la agricultura en que en la primera se usan herramientas que pueden
manejarse con la mano, mientras que la segunda presupone la existencia de herramientas de mayor
envergadura que, al menos, requiere el uso de más partes del cuerpo (por ejemplo los primeros arados,
que eran tirados por personas atándolos a sus hombros y cintura.
- El descubrimiento de la gens como un linaje corporativo en la que la toma de
decisiones corresponde a un grupo reducido con ascendencia común –ya sea ésta
masculina o femenina-, que sigue siendo válida en algunos grupos sociales.2
- Por último es importante por la herencia intelectual la identificación que hace
Morgan del igualitarismo en la sociedad primitiva y la ausencia de propiedad privada,
idea que luego recogerán Marx y Engels.
El funcionalismo británico
La visión evolucionista termina con un artículo de Franz Boas que dejará un vacío en la
disciplina desde finales del s. XIX a los años 30 del s. XX, con la única excepción de la escuela
historicista norteamericana. A partir de ahí comenzará la pujanza del funcionalismo británico,
que dominará la disciplina hasta mitad de siglo, aunque a partir de los años 40 se abrirá la
puerta de nuevo a la antropología americana y francesa. Los funcionalistas británicos se
centrarán sobre todo en la antropología política, lo que se explica en buena medida por su
coincidencia con el auge del Imperio británico sobre lo que se consideran culturas primitivas
(África, Asia, etc). En esta escuela sí puede decirse que el estudio antropológico es hija del
colonialismo.
En este libro, en el que se investigan ocho etnias africanas, se habla por primera vez de
sociedades centralizadas –con un sistema de gobierno central, de Estado- y no centralizadas –
con distintas instituciones, distintas formas culturales, que pueden servir de control social-.
Además, se plantea lo que sería el fundamento teórico de la metodología de trabajo y problemas
–como la importancia de la territorialidad, el equilibrio, etc- que ocuparían más de diez años de
la antropología política. Este texto diseña la rama política de la antropología, ya que a partir
de esta primera tipología comienzan a hacerse clasificaciones dentro de ella. Estas
clasificaciones se van refinando hasta que se convierte en un campo autónomo –el de la
antropología política- que se empieza a encontrar en varias escuelas.
Aunque es una de las grandes escuelas de la antropología, son ciertas las críticas que se
le hacen relativas a que las sociedades no están nunca en equilibrio ni son sistemas cerrados ni
homogéneos, además de que el argumento teleológico no es científico y que, como decía
Marvin Harris, “África colonial no es el mundo”. En cualquier caso, estas críticas se hacen al
marco teórico metodológico, pero no todos los autores se ajustan totalmente a él: no es lo
mismo leer los primeros escritos de Evans Prichards que los de los años 50 o leer a Radcliffe-
Brown, el fundador de la escuela, que leer a otros autores posteriores.
Todos estos autores han creado una impronta en la antropología y un modo de hacer que
ha sido imitado posteriormente por otras escuelas. Sin embargo, a partir de los años 50 se
empiezan a notar ciertos cambios. Lo primero que empieza a marcar diferencias es la
contribución de Leach, que en 1954 escribe un texto, “Sistema político de la alta Birmania”, en
el que estudia la cultura de la etnia Kachin. En vez de mostrar la cultura como algo cerrado,
empieza a darse cuenta de que hay distintas formas de ser Kachin, e identifica tres sistemas
políticos diferentes:
- el de semianarquía, que pertenece a los kachin gumlao.
- El que tiene lo que podríamos llamar un Estado centralizado, aunque reducido a una
escala pequeña, que pertenece a los kachin shan
- El que se sitúa entre ambos, que oscila unas veces hacia el primero y otras hacia el
segundo y pertenece al de los kachin gumsa.
Se trata de comunidades diferenciadas formadas por subgrupos lingüísticos con formas
culturales distintas que forman sistemas interrelacionados. Leach construye un modelo teórico
en el que trata a estos grupos como si estuviesen en equilibrio, aun sabiendo que no lo están.
Aplicó el paradigma clásico del estructural-funcionalismo, lo que le lleva a reproducir un
modelo que los mismos kachin tienen como un modelo ideal que expresan mediante símbolos y
rituales. En realidad lo que hace es plantear la diferencia entre una estructura política abstracta y
una real.
RESUMEN
1. Evolucionismo
Maine: uno de los primeros en plantear el parentesco como estructura sociopolítica primaria.
Morgan
- grupos basados en el parentesco
- grupos basados en la territorialidad
- igualitarismo primitivo por ausencia de propiedad privada