Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Espirituales
Michel Ledrus, S. J.
2
ÍNDICE
Presentación 6
PRIMERA SEMANA
1. El Proyecto 8
2. El título de los Ejercicios 10
3. Principio y fin de los Ejercicios 13
4. El respeto al Señor 15
5. Retiro 17
6. "Creado para el hombre" 20
7. La Morada celestial 23
8. Desconocimiento del Amor Divino 27
9. Pecado contra el Espíritu 30
10. ¡Ay de mí si no evangelizara! 33
11. El Señor ama la verdad 35
12. La gracia de una impresión sensible
del castigo infernal 38
13. Remisión, Redención, Reconciliación 42
14. El retorno del amor penitente 45
15. En el corazón de la vida de fe 48
SEGUNDA SEMANA
3
22. Jesús entra en estado
de obediencia evangélica 68
23. Jesús quiere ser bautizado
por Juan Bautista 70
24. Jesús en oración solitaria 72
25. El desafío de las "Dos banderas" 76
26. Una jornada de Jesús:
Jesús todo para todos 79
27. Espíritu de elección 84
28. Ascesis de la elección perfecta 89
29. Los tres grados de humildad 94
30. Amor tibio, amor ferviente,
amor perfecto del Rey Eternal 98
TERCERA SEMANA
CUARTA SEMANA
4
46. La aparición a las almas
abnegadas y dóciles 137
47. Jesús se manifiesta a Juan,
a Simón Pedro y a María Magdalena 139
48. Persiguiendo a los desertores 141
49. Apariciones - fuera de programa 144
50. El desayuno preparado en la playa 146
51. La rehabilitación de Simón Pedro 149
52. La Iglesia mandataria de Cristo
en los Apóstoles 151
53. La elevación a. la vida celestial 154
54. El don del Espíritu Vivificador 156
55. Haz trabajo de evangelizador 158
56. Hacia la Asunción 160
57. Buscar a Dios en todas las cosas 164
5
PRESENTACIÓN:
6
embargo de ordinario será prácticamente aconsejable
escoger cuatro o cinco temas para evitar la
desocupación".
7
1
EL PROYECTO
8
apostólica : Gal. 1, 10) ; voluntad declarada al
comienzo de la Fórmula de mi Instituto.
9
largo de una media jornada; si le parece oportuno,
podrá platicar diariamente con su director espiritual
(Ejercicios nn. 2; 11; 12; 62; 118 s.).
10
realizar la tarea santificadora, divinamente asignada a
mi "jornada" en este mundo (2 Cor. 13, 11).
11
Todo trabajo compromete para vencer una resistencia:
la resistencia hace que la energía sea luminosa (Mt. 5,
15 s.). Es necesario haber superado la afección
desordenada para restituir al corazón la auténtica
espontaneidad humana y "ajustarla" (como dice San
Agustín), a la espontaneidad divina, para dedicarme
sinceramente, sencillamente, enteramente, a buscar, a
encontrar y a cumplir lo que Dios espera de mí, a fin
de colmar de El mismo la verdadera expectación de
todo mi ser, en su gloria y en mi salvación.
12
incorporación de la rectitud de corazón en todo mi
proceder, gracias a los siete dones del Espíritu Santo.
Dios se da como recompensa a aquellos que le buscan
(lib. 11, 6).
13
pero glorificarle es entrar en participación de su Vida
eterna. En la alabanza, en la reverencia, y en el servicio
de Dios, se reflejan en el alma cristiana, la Voz del
Padre, la. Sabiduría del Verbo y la Comunión del
Espíritu Santo.
14
pies en el suelo" en sus impulsos espirituales. La
prudencia y sabiduría de la "Contemplación para
alcanzar amor" acompaña y vivifica todos los
Ejercicios, incluidos también los de la Primera Semana
(Ej. n. 60) ; y dispone a recibir la noción directa de la
experiencia eterna, que misteriosamente se filtra en el
alma desde sus primeros progresos en la fe, como la
lluvia del cielo se filtra en las raíces de la planta (Ac.
14, 17).4
EL RESPETO AL SEÑOR
"Que se doble toda rodilla al nombre de Jesús"
(Flp. 2, 10)
15
La unión religiosa del amor se ejercita
alternativamente en la exaltación adoradora del
Creador, majestuosamente distante en la noche de su
trascendente Bondad (Eclesiástico 43, 27-33; Me. 1, 7)
y en la atención contemplativa, llena de deferencia,
que en el día divino de la fe viva, ya no deja perder de
vista al Padre, íntimamente presente a la conciencia de
su hijo; atención que se complace en escucharlo,
tratando de entender lo que El prefiere (Rom. 12, 1 s.),
ingeniándose, en un silencio de recogimiento, para
reconocerle, encontrarle y admirarle en sus imágenes,
aun cuando estén desfiguradas, desteñidas,
irreconocibles (Const. III, 1, 4, 26).
16
humilde en tu gloria, la gloria de tu eterna humildad.
Sabes también que la diferencia que te separa de la
serpiente infernal es insignificante comparada con la
que te tiene en feliz adoración ante la Divina
Grandeza.
RETIRO
(Ejercicios n. 20)
17
del campo de la conciencia, fantasías y distracciones.
Cuanto más completa es esta reclusión del alma, tanto
mejor dispuesta se halla a las gracias de acercamiento
familiar de Dios. A esta facilidad de "encontrarle" en
toda circunstancia, San Ignacio llama "devoción"
(Autobiografía n. 99).
18
experiencia de soledad que a menudo sentirá el alma
religiosa, entregada al servicio de las almas en pureza
de corazón. Ella apoya y comprende... pero para sí
misma no encuentra sino en solo Dios el apoyo y la
comprensión de que está sedienta, en Dios que la
acoge misteriosamente en este vacío que produce la fe
(Efes. 2, 18; 3, 12).
19
Compañía es ante todo un mediador sacerdotal de las
gracias divinas sobre nuestro campo de apostolado.
20
Por tanto, en el plan universal yo existo también, en
mi sitio, para mi prójimo; la ayuda al prójimo forma
parte para mi del culto que debo a Dios (1 Tim. 2, 1).
La voluntad del Señor es que yo me dedique lo mejor
que pueda al adelantamiento espiritual de mis
hermanos. Jesús, como "Jefe de fila", "por nosotros,
los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo".
Vivió su vida humana para gloria de su Padre; pero la
gloria, "la mayor gloria" de su Padre, consistió en que
directamente se consagrara a procurar nuestra
salvación. El no descuidó nada de lo que podía
contribuir a. la adquisición de nuestra vida eterna, a
nuestra participación viva en la naturaleza divina (2
Pet. 1, 3 s.).
21
El jesuita ejercita la alabanza de Dios en la predicación
evangélica, la reverencia de Dios en la obediencia
evangélica, el servicio de Dios en la ayuda evangélica.
22
como para "poder fructificar, ayudar y aprovechar a
otros muchos" (Carta al P. Manuel Miona). Aun si para
sí mismo ya no experimentara la necesidad de estos
Ejercicios, podrían aprovecharle considerablemente
para ayudar al prójimo. (Mon. Ign. Ep. I, 10, p. 113).
LA MORADA CELESTIAL
(Ejercicios n. 23)
23
hijos de Dios, el Espíritu del Señor que penetra hasta
las profundidades divinas, puede comenzar a darles a
conocer esos bienes, a hacérselos palpar
espiritualmente en los términos de la revelación
cristiana. (Bilt. 11, 25s.; Jn. 14, 15-17; 1 Cor. 2, 10-16;
Flp. 2, 5-8).
24
Aun en el tiempo de la prueba el Señor puede
manifestar a sus elegidos que El mora en ellos y les
hace compañía, no solamente por la prudencia,
energía y fecundidad sobrenaturales que El confiere a
su acción (Gal. 2, 8; 5, 22s.; Flp. 4, 8s.), sino por una
pacífica posesión espiritual de sí mismos y de las
cosas, un gozo que está por encima de todas las
vicisitudes cotidianas, una conversación interior de
una familiaridad sosegada y sorprendente (Rom. 14,
17;Flp. 4, 4-7). Existen fieles tan completamente
unidos a la Voluntad del Padre, de tal modo
santificados y transformados en Cristo (Jn. 6, 57; 15, 5;
1 Jn. 3, 3), que gozan ordinariamente del contacto
afectivo de Dios, distinguible aunque indefinido y de
una anticipada hartura de su Bondad.
25
Cuando la vida presente llegue a su término, esta
felicidad se desplegará directamente en la compañía
con Cristo glorificado (Flp. 1, 23). La muerte
permanecerá siendo el desgarramiento de la
naturaleza y de las relaciones de aquí abajo, pero este
desgarramiento será el nacimiento eterno del hijo de
la Iglesia, la apertura universal al pleno día del
misterio divino (2 Cor. 5, 1-8), contemplación de Dios
cara a cara y pura alabanza de la Bondad divina.
Conoceremos al Padre en su Imagen como El en Ella
nos conoce (Jn. 20, 17; 1 Cor. 13, 12; Col. 3, 10). Esto
será para nosotros el Paraíso, ese Paraíso que le fue
garantizado al buen ladrón para el mismo día de su
muerte.
26
visitaremos, nos hablaremos, nos escucharemos, nos
veremos en profundidad y recordaremos sin fin, para
alabanza del Salvador y de su Madre, la historia de
nuestra salvación (Ap. 1.9, 5-9).
27
Para hacerse una idea del Amor que perdona., es
preciso conocer primero las proporciones de la falta
perdonada. (Le. 7, 43. 47). Las proporciones del
castigo llevan a conocer la verdad de la malicia
intrínseca de la desemejanza voluntaria de Dios.
28
deliberadamente y descuidar el buen uso de sus
gracias.
29
¡Oh divino Timonel de mi vida, yo propongo como una
sincera y constante penitencia, el renunciamiento a mi
propia voluntad. Haz que de grado o por fuerza escoja
puramente aquello que Tú hayas elegido y dispuesto
en mi existencia para la salvación de todas las almas,
comenzando por la más indigente de todas!
30
La corrupción del religioso es la peor de todas: la de la
"mejor vía"; la que al revés de "los tres escalones" (Ej.
n. 146), suscita la codicia del Saduceo —del sacerdote
fríamente avaro—, la vanidad del escriba —del teólogo
presuntuoso—, el orgullo del fariseo —del espiritual
hipócrita—. Para salvarlos de su ceguera Jesús puso en
evidencia su malicia más que la de la gente de mala
vida (Mt. 23, 27).
31
verdad que en el ministerio evangélico "todos buscan
su interés antes que el de Cristo" (Flp. 2, 21). Pero sí
debo examinar franca y cuidadosamente (Efes. 5, 10-
18) mi conducta, hasta en los motivos que la impulsan;
debo ver si mi alma está exenta de la "levadura de los
fariseos y saduceos" (Mt. 16, 6; 1 Cor. 5, 6-8).
32
los deseos de su corazón" a aquél que se abandona a
ellos hasta despreciar la oración. (Rom. 1, 24).
10
¡AY DE MI SI NO EVANGELIZARA!
(1 Cor. 9, 16)
33
Epístola a los Hebreos (Hb. 6, 4-7; 10, 23-31), que
están en la genuina línea del Nuevo Testamento.
34
Negarse a la vocación evangélica es más grave que
rehusar un servicio cualquiera u otra misión.
11
35
misericordias, que tanto mi conducta como mi palabra
están llamadas a promover (Mt. 15, 19; 5, 8; 2 Cor. 1,
12; 2, 17).
36
Con mucho afecto suplicaré al Padre celestial que
continúe "librando del mal" al hijo creado y "recreado"
a su semejanza.
37
existencial de liberación y de entrar en su eterno
reposo (Sal. 37, 10; Rom. 8, 26; Ilb. 4, 9).
12
38
humildad a la oración, realismo adecuado a las
imágenes que la Escritura multiplica con sabiduría.
39
La aversión definitiva frente a Dios comporta
necesariamente a todo el ser creado una violencia, un
desgarramiento, una oposición, perfectamente
contenidas en la imagen del fuego. El condenado es
malo, obstinadamente vuelto de espaldas al Bien
divino e infinito, replegado en su amor propio (Rom.
8, 7); así que no cabe en él mayor desdicha, mayor
insatisfacción, mayor desesperación. Es malo, se ha
desposado con la maldad; se da cuenta de ello, se
encuentra insoportable a sí mismo; conscientemente,
como Judas, siente una absoluta repugnancia de sí
mismo en su corazón vacío de amor; su orgullo se
subleva sin cesar, vanamente, contra el sentimiento de
su devaluación igualmente estúpida y responsable
(Heb. 10, 26-31).
40
La misericordia divina ha "ignorado" el pecado
mientras le fue posible; 1 ha puesto en acción la
Omnipotencia para prevenir el fallo existencial del hijo
del Amor divino; pero no sin respetar la libertad
creada. Un cielo que no se mereciera perdería todo su
sentido.
41
13
42
temporal, no hubiera sido más que una constante
rebelión ante la perspectiva de la muerte... No nos
quedaba, pues, a mi Padre y a mí mismo, más que dar
a la humanidad un JUSTO por la acción espontánea
del Espíritu Santo (Ej. n. 102), un Justo que aceptara
esta muerte en nombre de los hombres por amor al
Padre, y que por amor ofreciera a los hombres
participar en su justicia.
43
hijo arrepentido entre los criados de su casa? (Le. 15,
19).
44
nuevo a la amistad divina bajo la impresión del amor
que Dios les tiene aun cuando están alejados de El;
amor demostrado en el Calvario de un modo tan
patente que habla a todos los sentidos (Gal. 3, 1).
Crucificado, atraigo a Mí a todos los corazones (Jn. 12,
32) por el invisible atractivo que les inspira mi Padre
(Jn. 6, 44).
14
45
La pecadora se llega a Jesús, al "Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo" (Jn. 1, 29). Cediendo al
atractivo primordial del Padre de las misericordias
(Jn. 6, 44) avanza, no ya para escapar al castigo de su
vida de pecado o para obtener el perdón, sino porque
se sabe perdonada (v. 42); quiere agradecer al
mediador de su reconciliación (Rom. 5, 10) la gracia
sobreabundante de la vida eterna (Rom. 5, 19-21), de
la que experimenta las primicias (v. 47; Rom. 8, 23).
Su paz es más que tranquilidad de conciencia (1 Cor. 4,
4); es seguridad del Amor divino (Rom. 8, 35).
46
hace que los riegue con sus lágrimas y los enjugue con
sus cabellos, y los perfume y los abrace (v. 38).
Pecadora pública, quiere ofrecer una pública
reparación de amor a Aquél que la bautizó en la
omnipotencia del Espíritu Santo (Le. 3, 16).
47
formal del Salvador—, no es superflua para el alma en
estado de contrición perfecta: "Purifícame
enteramente de mi iniquidad" (Sal. 50, 4.).
15
EN EL CORAZON DE LA VIDA DE FE
(Ej. nn. 43; 238-248)
48
El gradual abandono del examen de conciencia, tiene a
menudo su origen en una confusión entre lo que es
examen legal y examen espiritual. El examen legal o
de obligación es aquél que San Pablo recomienda a los
Corintios en varias ocasiones: es el examen
preparatorio a la digna recepción de los sacramentos,
a la conservación de la contrición necesaria, etc. (1
Cor_ 11, 28; 2 Cor. 5, 9-11; 13, 5). En sí este examen de
conciencia, simple deber de honrada verificación, deja
al hombre frente a si mismo (Mt. 7, 3-5; Jn. 8, 7-9).
49
santificadora de la que se ha beneficiado
constantemente en aquella etapa de su vida sobre la
que hace el examen.
50
pondrá en evidencia las tortuosidades —las fallas—, de
nuestro corazón (1 Cor. 2, 15), pero para enderezarlas
y sostenernos en la rectitud soberana de su luminosa
comprensión (Jn. 3, 18; Sal. 25, 2 s. y 12). La palabra
divina obra en el alma abierta y confiada el análisis
profundo incisivo, que "discierne entre lo espiritual y
lo sensible", entre los movimientos de la naturaleza y
los movimientos de la gracia (Kempis III, 54); penetra
"hasta las junturas y la médula" de las afecciones y
juzga con conocimiento de causa los sentimientos y los
pensamientos del corazón (lib. 4, 13).
51
Es verdad que las buenas obras bastan para perdonar
los pecados veniales. Pero ¿querrá esto decir que no
hay por qué deplorarlos con paz, al menos en su
conjunto (conocidos, olvidados, inadvertidos), en
presencia de nuestro Reconciliador y escuchándolo?
¿No es un cierto fariseísmo lo que hace "difícil" y árido
el pesar cotidiano de nuestras faltas cotidianas? El
sentimiento de haber "pecado poco" ¿no será la causa
de la tibieza y negligencia de nuestra amistad interior?
(Le. 7, 44-47).
52
La conclusión principal de una "Primera Semana"
fructuosa, ¿no será acaso el propósito de renovarnos
diligentemente en la práctica del examen de
conciencia espiritual? Muchas generaciones han sido
necesarias para disponer al género humano a la
"venida de la fe" (Gal. 3, 23-26). El niño necesita
varios años para llegar a la "edad de la razón".
También la piedad cristiana conoce su período
"pedagógico" (Mb. 5, 1214), y llega por fin en la
madurez del fervor (a veces después de una "buena
crisis") a la edad de la fe (1 Cor. 13, 11).
16
53
artificio, para ayudarle a crecer en esta luz de
inteligencia divina que lleva a descubrir la realización
inicial de las promesas del Señor ( Hb. 6, 4 s.); lo que
con ello se persigue no es satisfacer la curiosidad
sentimental o fanática y menos todavía el procurar
una objetividad ilusoria de televisión, sino el hacerle
entrar en posesión de los bienes mesiánicos.
54
carismática, como comentario del Sacramento Pascual
(Cfr. Dei Verbum).
17
55
por los Apóstoles, ya que ellos comenzaron por
concebir a Jesús como Mesías temporal y necesitaron
varios años para entrar de lleno en la economía del
Reino de los Cielos y para llegar a regocijarse de haber
sido considerados dignos de sufrir ultrajes por la
gloria de Jesús (Ac. 5, 41).
56
que la "insigne oblación del Reino", no es más que el
primer movimiento, un injerto de los sentimientos de
Cristo en nuestro modo humano de sentir.
57
Obra de eternidad, confiere desde acá abajo una paz
que el mundo no puede dar, pero reclama el
desasimiento cotidiano de la satisfacción terrena; las
obras propias de nuestra vocación son de ordinario
mortificantes y humillantes; la tentación de
abandonarlas nos acecha siempre; nunca faltan
pretextos a los emboscados.
18
58
encuentra humildemente acogida e incorporada al
linaje del Mesías y a la familia de David (Mt. 1, 20; Jn.
1, 13; Rom. 1, 5).
59
Una intervención angélica pone fin a la prueba de
José, como a la de Abraham (Cfr. Mt. 1, 20 s.; Gén. 22,
11 s.). El humilde José ha de recordar que es hijo de
David y que no debe pedir cuenta de sus obras al
Espíritu Santo (Jn. 3, 8; Eclesiastés 11, 5; Is. 11, 1 s.;
Zac. 12, 10). No ha de temer introducir a su esposa en
su casa ni ejercer normalmente sus derechos y deberes
de paternidad legal sobre el "fruto del seno de David"
(Sal. 132 (131) 11; Le. 1, 31-33 y 42).
60
dándole gloria fielmente por todo el bien que hay en
mí, sin ya nunca jamás apropiármelo.
19
61
niño cualquiera (Flp. 2, 7) a los ojos de su Padre, de los
Ángeles y de los hombres sus hermanos.
62
como si presente me hallase, con todo acatamiento y
reverencia posible; y después reflectir en mí mismo
para sacar algún provecho" (Ejercicios n. 114).
20
JESUS, EL ESPERADO
(Ej. nn. 132; 267; 268)
63
Apóstoles, que habían sido testigos de los milagros y
de las apariciones, tuvieron que esperar la venida del
Espíritu Santo en Pentecostés para que su sentido de
las realidades celestiales se iluminara con semejantes
resplandores.
64
Simeón esperaba la consolación de Israel (Lc. 2, 25).
Su alegría no se limita al hecho de haber tenido a
Jesús en sus brazos por breves instantes, sino que se
extiende al universal horizonte de salvación que se
entreabre a sus ojos al contemplar a este Niño.
65
María tenía a Jesús familiarmente presente; sin
embargo, vivió siempre en la espera del Reino "que no
tendrá fin" (Lo. 1, 33).
21
66
sencillo y prudente, pensara que la manifestación y el
renombre del Mesías debían tener su comienzo en la
patria de sus antecesores. ¿No estaba escrito que de
Belén saldría el Pastor que había de conducir a Israel?
(Miqueas 5, 1; Mt. 2, 6).
67
de la Palestina y de la Dispersión. Los tratados
rabínicos hubieran consignado sus decisiones.
Hubiera conquistado a Saulo, el discípulo de
Gamaliel…. Pero Jesús regresa con sus padres y se
sepulta en Nazareth.
22
68
El preámbulo a la consideración de los estados de vida
(Ej. n. 135) en el texto de la versión Vulgata de los
Ejercicios, redactado por Andrés de Freux (Frusius) en
1547, para ser presentado a la aprobación pontificia,
presenta un retoque importante que no deja de crear
una dificultad a los editores. En efecto, señala un
desenvolvimiento del pensamiento de San Ignacio,
posterior a la institución de la Compañía.
69
común de los discípulos) (Mc 3, 14; Jn. 6, 66 s.), la de
los evangelistas a los Apóstoles (2 Tim. 3, 10; 4, 5 y 9),
la del Salvador a Pilato (Jn. 19, 11; Flp. 2, 8).
23
70
Santificado en el seno de su madre (Le. 1, 41) había
dado también ejemplo de austeridad personal y de
desasimiento penitente (Le. 1, 80; Mt. 3, 4).
71
Gen. 4, 7) se da por sabido que los mensajeros de la
vida eterna, portadores de Cristo en su persona, han
de emular a los mensajeros celestiales (Mt. 22, 30;
Const. VI, 1, 1). Ellos poseen este carisma de
continencia; les basta ser fieles a él (Mt. 19, 12; 1 Con.
7, 25 y 40; 1 Tim. 1, 12; 4, 12; 5, 2).
24
72
formarse toda oración cristiana: 1) el cielo es accesible;
2) la respuesta es dada a la invocación del Espíritu
Santo; 3) el Padre en persona glorifica a su Hijo, que
ha tomado la forma de siervo (Lc. 3, 21; 11, 943). El
Espíritu Santo, cuya comunicación determina desde el
interior la acción evangélica, se obtiene en la oración
(Ac. 13, 2 s.), una oración que el Espíritu mismo se
complace en inspirar (Rom. 8, 26), una oración que
analiza el Pater y que interpreta la secuencia Veni
Sancte Spiritus.
73
gozar mientras el Esposo estaba con ellos. Cuando el
Esposo les haya sido arrebatado, el ayuno llegará a ser
una institución en la economía evangélica inaugurada
el día de Pentecostés (Mt. 9, 15). Jesús era demasiado
prudente para invitar enseguida a sus novicios a
seguirle en la frecuencia de su oración solitaria; pero
multiplica a sus ojos unos ejemplos tan atrayentes (Le.
11, 1) que acabaron al fin por imitarle (Ac. 1, 14; 6, 4;
10, 9).
74
Este tiempo de anacoretismo acentuado, será el
noviciado para la configuración con Cristo Crucificado
que constituye la "gloria" del ministerio apostólico.
75
Añadamos que en la aplicación interior a las cosas
divinas y en la probidad del ministerio evangélico es
donde la discreta asistencia angélica se hace asidua, a
veces sorprendente, siempre reconfortante. ¿Por qué
desdeñar el invocar esta ayuda natural superior,
contar con ella en el curso de la Providencia,
reconocerla con sencillez, para la gloria de Dios,
cuando el logro del bien sobrepasa nuestras modestas
esperanzas? Los ángeles gozan tomando de la mano a
los hijos de Dios para ayudarles a realizar obras
realmente bellas, perfectas, duraderas, fructuosas, en
las que el hombre se siente "superado".
25
76
etapas de la misma para instrucción de sus discípulos
(DR, 4, 1-11).
77
La traición de Judas puede llegar a ser la de una
comunidad religiosa. El Instituto considera
expresamente como satánica la alteración de las
ordenanzas primitivas por interpretaciones e
innovaciones contrarias a su espíritu (Const. VI, 2, 1;
X, 5) y concede suma importancia a la exclusión severa
de la ambición, "madre de todos los males en
cualquier comunidad" (Const. X, 6).
78
26
UNA JORNADA DE JESUS - JESUS TODO
PARA TODOS
(Ej. nn. 280; 281; 283)
79
aguarda. Los Doce atisban la expresión
del rostro del Maestro ante aquella
baraúnda y no ven reflejada sino una
emoción de piedad ante aquellas ovejas
sin pastor. Jesús las acoge
amorosamente; les habla con voz suave
el silencio se va extendiendo; la
muchedumbre escucha y se calma. El
Maestro toma a su cargo el cansancio y
en un flanco de colina conversa
largamente con aquella multitud sobre
el Reino de los Cielos. Más tarde, llegan
los enfermos y los lisiados: a ellos les
toca, y a uno por uno el Señor los sana
a todos.
80
bocado de pan!".
Mc. 6,39 "¿ Cuántos panes tenéis? ... ¡Id a ver !".
Mt. 14,18 Y van a verlo. Andrés vuelve en
seguida: "Aquí hay un muchacho que
Lc. 9, 14 tiene cinco panes de cebada y dos
peces ; pero ¿qué es esto para tantos?".
Mt. 14,19 Jesús pide que le traigan aquellas
Mc. 6, 41 mínimas provisiones: manda que se
Lc. 9,16 acomoden todos sobre la yerba. Los
Doce los distribuyen por grupos de
Jn. 6,11 cien y de cincuenta (figura de la
Iglesia) : eran alrededor de cinco mil
sin contar las mujeres y los niños.
Todas las miradas se concentran en la
persona de Jesús.
Toma El en sus manos los cinco panes
y los dos peces; levanta los ojos al
cielo, bendice los alimentos y comienza
a dividirlos en porciones; los entrega a
los discípulos y éstos los reparten a la
muchedumbre (figura de la
predicación).
El Señor les ha obsequiado con una
comida en regla: todos han comido
hasta saciarse. Después, por mandato
de Jesús, recogen cuidadosamente los
restos y con ellos llenan doce grandes
canastos.
81
sig. Profeta que debe venir al mundo!".
¡Magnífica jornada! Con unánime
Mc. 6, 45 entusiasmo la muchedumbre quiere
apoderarse de Jesús y proclamarlo
Rey. Pero El ordena prontamente a los
Mt. 14,24 Doce que se embarquen en seguida y
Mc. 6, 47 atraviesen diagonalmente el lago. No
Jn. 6, 16 hay posibilidad de discutir. La orden es
categórica. Obedecen confusos y con
Mt. 14, 26 tristeza en el corazón.
Mc. 6, 49 Jesús despide a la muchedumbre,
parte solo hacia la altura y se pone en
oración para prepararse a la
Jn. 6, 19 humillación que se avecina. Entrada ya
la noche vuelve a la orilla del lago;
todavía se divisa la barca sacudida por
la tempestad, imagen de la agitación de
Mt. 14, 28 y los corazones de los que van en ella.
sig. Apenas pueden avanzar. Hacia las tres
de la mañana, Jesús comienza a
caminar sobre las aguas, se acerca a la
barca casi inmovilizada por la
tormenta y parece que quiere
adelantarse a ella.
El sobresalto de los Doce cuando
advierten su presencia es enorme. Un
grito de angustia se escapa de sus
pechos: "Es un fantasma". Les invade
el terror.
Mc. 6, 52 "¡ Soy yo! No temáis".
"¡ Señor, si eres Tú, mándame ir a Ti
Jn. 6, 21 sobre las aguas !" También Pedro ha
perdido la cabeza. Hubiera sido tan
sencillo invitarle a que entrara El en la
barca. El Señor le toma la palabra:
"Ven".
Pedro salta y se dirige hacia Jesús. El
82
agua resiste su peso, pero las ráfagas
de viento van aumentando. Pedro se
llena de temor. Y comienza a
hundirse... "¡Señor, sálvame!".
Jesús extiende su mano, y asiéndole de
ella le dice: "Hombre de poca fe, ¿por
qué has dudado?".
Repuestos de su temor, los discípulos
le hacen subir a la barca. Amaina el
viento, retorna la calma; ellos se
postran ante Jesús y dicen:
"Verdaderamente, Tú eres el Hijo de
Dios",
En el fondo permanecían estupefactos;
el milagro de los panes, llevado a cabo
con tanta sencillez, no les había abierto
los ojos.
Y de pronto, al levantar la cabeza, se
dan cuenta de que han llegado a la
orilla.
Así es Jesús, saliendo al paso de las
dificultades humanas que se presentan
en la obra divina de nuestra salvación.
No se señala un plan trazado en su
proceder, sino la respuesta apropiada,
uniformemente luminosa, a las
circunstancias providenciales; a las
necesidades personales de cada uno, y
el valor de hacer frente a la deserción
casi total para explicarnos el misterio
eucarístico, ¡tan duro de entender y
aceptar, tanto como la doctrina de la
abnegación!
83
27
ESPÍRITU DE ELECCIÓN
(Sabiduría 9, 9-11; E j. nn. 169-189)
84
de ella, dentro de "la prudencia que Dios nuestro
Señor comunica a los que en su divina Majestad
confían". (Const. IV, 8, 8). El ejercicio de esta
prudencia celestial (Const. IX, 3, 8; VIII, 7, 1) se
encuentra analizado esquemáticamente en el "primer
modo" de hacer una buena elección (Ej. nn. 178-183),
—modo apropiado al "tercer tiempo", llamado también
"tiempo tranquilo" (Ej. n. 177) —.
85
una permanente gracia interior de participación
efectiva en el sacerdocio de Cristo en la oración, y en
su realeza en la acción.
86
precedente" en orden de consecución extraordinaria
(Ej. n. 330).
87
En el alma que se abandona a ella, la unción espiritual
diviniza la operación humana en una plenitud de
caridad (Rom. 5, 5), en una pacífica y límpida
ordenación cristiana, a la gloria de Dios (Rom. 14, 17;
Flp. 4, 7). Suavemente, como la brisa, el Espíritu Santo
sopla donde quiere (1 Reyes 19, 12 s.).
88
28
89
dirigiendo esta elección por una comunicación de su
caridad.
90
predisposición afectiva general y permanente
sugerida por el símbolo del abrazo amistoso. Lo
"mejor" que se ha de abrazar es el seguimiento de
Cristo en la preferencia afectiva por la pobreza y la
humildad social, — en la "pobreza de espíritu", secreto
de la perfección espiritual y del gozo de "encontrar a
Dios en la paz" de una comunión de voluntad y de
acción salvífica —. La consideración de los TRES
BINARIOS pone en acto la recomendación que hace
"el Señor del universo" a sus enviados en la
meditación de las DOS BANDERAS (Ej. n. 146).
91
Explicamos brevemente la palabra "Binario".
92
terrenas: no tienen más que una veleidad de unión
perfecta (. . querría: Ej. n. 153).
93
escandaliza, arráncatelo..." (Mt. 18, 8 s.). Si tú te
encuentras atado a lo que tienes, hasta el punto de
obstaculizar el camino de Dios, hazte violencia, cueste
lo que cueste, para desligarte.
29
94
sino de prepararse a la realización auténtica y
cotidiana de la profesión evangélica. La fiel
observancia del Instituto S. J. presupone la intensa
"adhesión a la verdadera doctrina de Nuestro Señor",
la imitación inteligente de sus ejemplos, cultivada en
esta reflexión sobre el Tercer grado de humildad que
lealmente nos fue ya propuesto en el examen para la
admisión en la Compañía.
95
Uno esperaría encontrar aquí el enunciado de una
resolución correspondiente, más elevada, de
obediencia a la Voluntad divina. Si San Ignacio no la
menciona, pienso que es porque él la deja aflorar, a la
luz interior de la contemplación de los misterios, en el
corazón del ejercitante que el Señor llama a
consagrarse a El libremente en el estado de perfección
evangélica. Se trata de la resolución de abrazarse
generosamente con la voluntad divina, aunque ésta se
presente como un simple deseo, exento de la
obligación de conciencia, como simple objeto de la ley
interior del amor divino, nervio de la Compañía de
Jesús (Const. Prooem. 1). En ninguna parte se impone
al jesuita la observancia de la Regla bajo pena de
pecado (Const. VI, 5). El célebre "Disrumpar potius. .."
de San Juan Berchmans, expresa adecuadamente esta
resolución de suprema humildad que es el alma de la
observancia ignaciana.
96
corazón mismo de la doctrina evangélica salvadora, a
la realización misma de la pobreza de espíritu,
misterio de las Bienaventuranzas.
97
binario), la muerte espiritual indispensable al
desarrollo de la vida de fe (Ex. Gen. IV, 46).
30
98
Felizmente, Jesús puede contar con la fe de los amigos
de Betania para afianzar la de sus Apóstoles. En
Betania Jesús es conocido y adorado en su divina
amistad. La fe de Lázaro, de Marta y de María es
suficientemente clara y fundada para no desfallecer
ante la decepción de una plegaria perfecta que no fue
escuchada del modo que ellos habían esperado. Si
Jesús, siguiendo el impulso de su voluntad humana,
no ha corrido a la cabecera de Lázaro, es porque El se
adhiere a la voluntad de su Padre, indefectiblemente
identificada con la plenitud del bien, que en este caso
era la glorificación de la Resurrección y la vida.
99
María que cada una de las palabras de Jesús va
dirigida hacia ella. El le habla desde el interior. La
ausencia o la presencia espacial de Jesús la dejan
indiferente, ¿no está siempre con ella? Pero su
prontitud en responder al llamamiento no conoce
vacilación y logra arrastrar al encuentro del Señor a
los judíos que estaban acompañándola. Porque esta
alma "pasiva" es, en efecto, la más espontánea y la más
evangélica de las dos hermanas.
31
LA UNCION DE BETANIA
(Mt. 26, 6-13; Mc. 14, 3-9; Jn. 12, 1-8; Ej. n. 286)
100
escribas que lo condena-rían y le entregarían a los
gentiles. Bajo el poder de éstos seria escarnecido,
ultrajado, escupido, flagelado, crucificado; pero al
tercer día resucitaría.
101
Marta servía a la mesa; esto era, sin más, "razonable"
(Ej. n. 96); es posible que ella se preguntara a dónde
habría ido su hermana.
32
102
Jn. 12, 12-36) (Ej. n. 287)
103
Jerusalén no ha sido rechazada para siempre; que
vendrá un tiempo en que la descendencia de Israel,
reunida a la gentilidad creyente, injertada en su propio
olivo (Rom. 11, 24), bendecirá dentro de las murallas
de. Jerusalén, reedificada sobre la Piedra angular, a
Aquél que volverá de nuevo "en nombre del Señor"
(Mt. 23, 38 s.).
104
Crucificado! ojalá pueda yo abandonarme a tu
atractivo y comunicarlo en toda mi acción.
La triunfal entrada del Mesías en Jerusalén afirma la
libre resolución que le lleva a la muerte —resolución
tanto más libre cuanto que la muerte no le era debida
por ningún título, y que mejor que ningún hombre
sabía lo que es el desgarramiento de la muerte y la
sofocación del propio yo en el seol.
105
33
106
Comienzo mis reflexiones contemplando la rectitud de
la conducta del Maestro, rectitud que sus mismos
adversarios no pueden menos de reconocer y
proclamar, y que aprovecharon, lisonjeándole, para
tenderle una emboscada. Sigo con mis ojos su mirada
que los penetra, mientras denuncia a aquellas
conciencias pecadoras su hipócrita malicia. Y noto de
paso la cándida incompetencia financiera del Maestro,
y la respuesta "supersencilla" a la ficticia sencillez de la
pregunta.
107
Muéstrame, Señor, tu completo perdón,
concediéndome la gracia de gastarme en la paciencia y
en la inmolación por tu obra Redentora. (2 Cor. 12, 15;
Flp. 2, 17).
34
LA PASCUA NUEVA
(Mt. 26, 26-29 ; Me. 14, 22-25; Le. 22, 15-20; Jn. 6,
22-70; 13, 1-20; 15, 1-8) (Ej. nn. 190-198; 289)
108
ejemplo y las oraciones apostólicas personales (Const.
VII, 4, 2-4).
109
Si quiero merecer que la Eucaristía me nutra y se me
deje gustar, debo trabajar con esfuerzo para lograr esta
Vida Eterna en mí mismo y en el prójimo (Jn. 6, 27).
Este trabajo es el propio de la Compañía, el que la
unifica directamente en comunidad: la defensa, la
propagación y el fomento de la fe cristiana (Jn. 6, 29;
Form. Inst. n. 1), los múltiples cuidados
indispensables al cultivo fructuoso de la Viña (Jn. 15,
1-8; 1 Cor. 3, 6-9) y todas las formas del ministerio de
la Palabra y de la Caridad. "El que no quiere trabajar,
que no coma" (2 Tes. 3, 10).
110
rutinaria; que el gozo y el deseo de Jesús se
encuentren cada día con nuestro deseo y nuestro gozo
espiritual de renovar la Pascua con El, en unión de
inmolación y como preparación a los trabajos,
sufrimientos y humillaciones que lleva consigo el
ayudar a las almas rescatadas, en vista de la
reconciliación universal de la Eterna Alianza.
35
LA ORACIÓN DE LA AGONÍA
(Ej. nn. 200-204; 206; 290)
111
(Mt. 26, 38), sumergiéndole en el pavor y en la
angustia (Mc. 14, 33).
112
36
113
manejar. Previniendo el tumulto, concede una cohorte
que asiste de un modo pasivo al prendimiento de
Jesús; pero después, ordenadamente y dirigida por el
tribuno, lo conduce, no a la "Torre Antonia, sino... al
Palacio de los Pontífices" (Jn. 18, 12). Pilato hace
entrega oficial de Jesús a la responsabilidad judicial de
sus adversarios (Jn. 18, 36).
114
eficaz en contra del amor al dinero, "raíz de todos los
males" (1 Tim. 6, 9 s.; Mt. 10, 1-4; Jn. 12, 1-8; Mt. 26,
21-25; 26, 47-50; 27, 1-10; y sus paralelos; Ac. 1, 16-
20).
37
115
consciente y responsable, resultado de un fondo de
malicia inconsciente y que se resumen en odio al
verdadero Dios (Jn. 9, 39-41). Su corazón insensato se
ha entenebrecido (Rom. 1, 21)
116
existencia, de "perder la vida") apunta en todos los
ángulos de los astutos artificios que desembocan en el
asesinato judicial del Hijo del Hombre.
38
117
40 y 46). Pedro no ha logrado todavía llegar a "esta
igualdad de alma" apostólica, a esta "pureza de
abnegación fraterna" que San Pablo reconocerá más
adelante en Timoteo, su hijo espiritual (Flp. 2, 20; Isit.
19, 27).
118
humildad en el fervor de la caridad (Flp. 2, 12 s), que
no habrá de esperar al día de Pentecostés para llamar
la atención de Juan, su inseparable amigo en la
amistad del Salvador.
39
LA HERMOSA CONFESIÓN
ANTE PONCIO PILATO
(1 Tim. 6, 13 : " ... ten kalén homologían"; Ej. n. 293, 19
y 29)
119
dramático de esta salvación. Pilato es de aquéllos que
"prefieren la gloria humana a la gloria de Dios", y por
temor a los hombres no se atreven a manifestarse (Jn.
12, 42 s).
120
La obra de la gracia tropieza con la oposición de la
mundanidad. (Santiago 4, 4; Rom. 8, 7).
40
121
que él ha accedido (Ac. 3, 13-15 y 17), pero el pecado
no se mide principalmente por el desorden material de
la acción, sino por el conocimiento de la divinidad
ultrajada. Pilato ciertamente no ha pisoteado las luces
de un Judas, pero, como él, volvió la espalda a la
presencia de la Verdad.
122
Deja enseguida a la cohorte la libertad de hacer recaer
sobre el "Rey de los judíos" coronado de espinas, la
ferocidad de su odio antijudío (Jn. 19, 1-20; Mt. 27,
26-31; Mc. 15, 1.7-20). Y en este estado lastimoso,
Pilato presenta a Jesús a. la muchedumbre que,
efectivamente, se compadece y calla.
41
123
Simón Cireneo que vuelve del campo a llevar la cruz de
Jesús" (Mt. 27, 32; Mc. 15, 21; Lc. 23, 26). También
para mí sucederá que la cruz cargue de un modo
imprevisto sobre mis espaldas rendidas por el
cansancio y la fatiga. El rostro de Jesús, cuya paciencia
lo torna resplandeciente, me dará la fuerza y vigor
como a Simón (Hb. 13, 13).
124
sus hermanos, el valor de la vida terrena que El
sacrifica en la flor de su madurez. Esta intrepidez en
afrontar su propia muerte, es la victoria radical sobre
el pecado. El temor carnal de la muerte multiplicaba el
pecado entre los hombres: en adelante la fe cristiana
contendrá, siquiera en germen, la plena aceptación de
la muerte, condición humana de nuestra justificación
divina. Jesús abraza la muerte no sólo por nosotros,
sino también en nuestro nombre.
125
42
ANTE EL CRUCIFIJO
(Ej. nn. 53; 297)
126
acción llega a captar, exija esta expiación, es cosa que
sobrepasa su entendimiento. Y comienza a. temblar
pensando en la Justicia divina: "Porque si en el leño
verde hacen esto, en el seco ¿que se hará?" (Le. 23, 27-
31).
127
La Cruz, cuya perspectiva rechazan y desmoraliza a los
discípulos después de tres años de formación, remata
en tres horas la santificación del criminal.
43
128
Pero no ha llegado todavía la consumación del
sacrificio. Y entregar su Santa Madre a la Iglesia es
para El un consuelo (J/1. 19, 27).
129
también hasta la del abrazo del Padre: "¡Dios mío! í
Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?" (Mt. 27, 46;
Sal 21, 2-12).
130
muerte" (San Agustín, Enarr. in Ps 51, n. 1, P. L. 36,
600).
44
131
muerte expiatoria, a la sepultura y a la Resurrección
del Salvador, que respectivamente simbolizan y
producen la remisión de nuestra deuda de
condenación, el renunciamiento ascético al "hombre
viejo", carnal, y a sus obras de muerte eterna, y al
resurgimiento místico del "hombre nuevo" espiritual y
de sus obras fructuosas de salvación y de vida eterna.
Respondiendo a los cristianos —y siempre habrá de
éstos—, que continúan multiplicando sus pecados
abusando de la confianza en los perdones divinos
(Rom. 6, 1), el Apóstol recuerda a los fieles lo que ellos
habían aprendido siendo catecúmenos: que "fuimos
con El sepultados por el Bautismo en su muerte"
(Rom. 6, 4). No se trata aquí (como en la ablución), de
la muerte DEL pecado (Col. 2, 13-15), sino de la
muerte AL pecado (Col. 2, 12): de esta muerte a la que,
se refería el Señor cuando dijo: "El que pierda su alma
por Mí la encontrará" (Mt. 10, 39; 19, 25 y par.).
132
Este sepultarse espiritual del cristiano cuyos pecados
han sido perdonados, realiza una existencia de
"muerte", es decir, reducida al estado "cadavérico" en
cuanto a la búsqueda del placer egoísta.. Esta
existencia es, ni más ni menos, aquélla que, ya en la
"primera probación" nos fue clara y francamente
propuesta como el primer cuidado de nuestra
Profesión Religiosa: "buscar nuestra abnegación y una
continua mortificación" a fin de formar al hombre
espiritual de la Compañía de Jesús (Ex. Gen. 46;
Const. 3, 1, 27; Ej. n. 189).
133
Concédenos, Dios Todopoderoso, permanecer tan
fielmente unidos a Tu Hijo único sepultado, que
merezcamos resucitar con El a una vida nueva.
45
134
Al romper el alba, la espera anhelante esclarece las
tinieblas. ¿Cómo se llevará a cabo esta Resurrección?
María lo ignora de buena gana. Ella espera la
Resurrección sólo por Jesús; no duda que muy pronto
le llegará el anuncio de esta buena nueva. No piensa
en Ella...
135
ya no es simplemente aquélla que necesariamente
estaba asociada a la Encarnación, sino una vida eterna
libremente merecida, merecida para nosotros.
136
En seguida, jadeante, llega corriendo María
Magdalena.
46
Notas preliminares:
137
Las reacciones de las madrugadoras visitantes ante el
sepulcro abierto no fueron idénticas. El primer
evangelio sigue a aquéllas que, siendo las primeras en
llegar, encuentran sentado sobre la piedra ya corrida,
al Ángel que aterrorizó a los guardias, pero que acoge y
asegura a aquéllas que lloran a Jesús Crucificado. No,
ellas no tienen nada que temer: todo es muy sencillo;
Jesús ha resucitado como lo había predicho. El Ángel
las invita a acercarse al lugar donde yacía el cuerpo y a
ir sin tardanza a anunciar a sus discípulos que el
Maestro ha resucitado de entre los muertos y que los
precede en Galilea. Allí le verán.
138
También en nosotros la fe es una victoria sobre el
mundo, la fe en Aquél que ha venido en "el agua y la
sangre", en Aquél cuyo testimonio se ilumina por el
testimonio interior del Espíritu (1 Jn. 5, 4-8).
47
139
También él regresa convencido, aunque nada
comprenda, de que Jesús no pertenece al número de
los muertos.
140
nuestros primeros padres, sino como la vida se
encontraba en Lázaro después del milagro de Betania.
Todos los bautizados son resucitados, "santos"; pero
en muchos de ellos la vida nueva permanece sepultada
en la mundanidad (1 Cor. 11, 30). Por el contrario, en
los fieles fervorosos la corrección continua de las
propias debilidades, renueva las maravillas dadas
como señal a los enviados de Juan Bautista: "Los
ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan
limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los
pobres son evangelizados" (Mt. 11, 5).
48
141
cuerpo ya no se encontraba en el sepulcro; y las
mujeres que fueron cuentan que unos ángeles les
aseguraron que Jesús estaba vivo. Pero a El no le
vieron.
142
un deseo marchito por el desengaño. Se limita a
proyectar una luz apropiada sobre la economía de los
sufrimientos del Mesías. Como más tarde San Pablo en
su predicación. El Maestro no quiere ser aquí otra cosa
que un teólogo de la Pasión.
143
49
144
Inmensa, desbordante fue entonces la alegría de los
discípulos, muy pronto contrariada por la incredulidad
y testarudez de Tomás. Parece que lo que él rehúsa
admitir no es tanto la Resurrección como la
Mesianidad de un Crucificado: un Mesías aplastado en
su derrota.
145
50
Versículo 1
Trataré de "sentir y gustar interiormente" (Ej, n. 2), en
esta tercera aparición, que Jesús, aunque físicamente
invisible en la tierra, permanece siendo el "Jesús" que
los Evangelistas me han hecho amar: sensible a la
fraternal concordia de los suyos, familiarmente atento
a las vicisitudes cotidianas de su existencia.
Versículo 2
¡Por fin son dóciles a la orden del Maestro! Por fin se
han convertido al pensamiento evangélico.
Etapa de reunión en el viaje hacia la Montaña.
Tomás ha dejado de ser disidente; es inseparable de
Pedro.
Conversación tranquila a la caída de la tarde.
El seguimiento de Jesús no los ha hecho ricos.
Versículo 3
Pedro piensa en preparar la cena. El mismo se encarga
de hacerla.
El "pescador de hombres" regresa a su barca. La barca
ha permanecido anclada en la playa, pero él, Pedro,
está desasido de ella por amor a Jesús.
Con un impulso común, los seis se disponen a
acompañarlo. Incluido Natanael.
Cooperar es un gusto para los hermanos de Jesús.
146
Versículo 4
En la orilla se perfila inmóvil la silueta de un "cliente"
madrugador.
Jesús contempla su lago. Y sigue cordial y
afectuosamente el cansancio de los suyos.
Esta vez ya no caminará sobre las aguas. Lo que hoy
quiere "mostrarles" es su humanidad.
Versículo 5
"¡Eh! muchachos ¿tenéis algo qué comer?". Lo
pregunta por ellos, no por El.
La respuesta es monosilábica, tajante, reflejo de un
humor sombrío.
Versículo 6
El forastero, piensan los discípulos, sin duda habrá
divisado un banco de peces a la derecha de la barca.
Y a despecho de la contrariedad y del agotamiento,
acogen buenamente la sugerencia .y ejecutan la
maniobra.
En la escuela de Cristo sus corazones se han tornado
sencillos, dóciles, sin altanería ni orgullo.
El peso de la red se resiste a los esfuerzos aunados de
todos.
Versículos 7 y 8
La intuición es de Juan; la iniciativa de Pedro.
Respetuosamente el "hombre pescador" (Le. 5, 8) se
viste la túnica y se lanza al agua sin vacilaciones (Cfr.
Mt. 14, 28; Le. 5, 7).
En adelante, el primado de amor estará desprovisto de
toda pretensión personal.
Imaginemos la acogida sonriente, emocionada,
cordial, de Jesús.
Versículo 9
147
El Señor ha pensado en el apetito acrecentado por una
noche de trabajo agotador, después de un día de viaje
terminado sin cenar.
Con sus propias manos les prepara un desayuno
caliente.
Probablemente no lo hacía por primera vez.
Jesús es el espejo de la Providencia que su Padre tiene
para los que buscan únicamente el Reino de los Cielos
(Mt. 6, 28; Form. Inst. n. 7).
¿No es El quien trabaja para los suyos en los humildes
servicios de una comunidad religiosa?
Versículo 10
La delicadeza pide que se ofrezca a los trabajadores
contribuir con lo suyo a la comida.
Versículo 11
Pedro conserva el primado de la obediencia y de la
abnegación.
¡Qué alegría poder contar, bajo la mirada amorosa del
Salvador, el gran número de peces apresados en la red!
Los gastos de su estancia en Galilea quedan cubiertos.
Versículo 12
Jesús tiene que volverles a la realidad.
Pero ¿de verdad es El? También a mí me ha ocurrido
esta pregunta ante ciertos favores evidentes.
Versículo 13
El modo de distribuir el alimento resuelve las dudas.
51
148
Por la triple pregunta dirigida a Simón Pedro ante sus
condiscípulos en la familiaridad llena de recogimiento
del coloquio que sigue al desayuno, y por la triple
confirmación de su oficio de Pastor universal, el Señor
quiere restablecer el honor personal del Príncipe de
los Apóstoles y evidenciar su posición social en la
Iglesia.
149
— ¿Me amas tú más que éstos? (agapás me pléon
toúton)
— ¿Me amas tú? (agapás me)
A una y otra pregunta (agapán en sentido fuerte)
responde Pedro con humildad:
—Señor, Tú sabes que soy tu amigo (philó se).
Y vuelve a preguntar el Señor:
— ¿Eres mi amigo? (phileís me)
Pedro cree que Jesús pone en duda su amistad misma,
y esta vez protesta:
— Señor, Tú lo sabes todo: ¡Tú sabes bien que soy tu
amigo!
150
52
151
Los Once divisan al Maestro, que les espera al término
del camino. "Unos se postran, otros vuelven a dudar"
(Mt. 28, 17: el verbo distazein es aquél mismo que
describe la turbación de Pedro, cuando caminaba en la
noche sobre las olas agitadas del lago al encuentro del
Salvador y fue golpeado por las ráfagas del viento: Mt.
14, 29-31). No se puede atenuar el alcance del texto. El
que se admire de estas dudas no ha experimentado
todavía que la fe cristiana lleva en sí, mientras se vive
en este mundo, un riesgo existencial (Mt. 16, 25; 1 Cor.
15, 19). La intrepidez es señal de la perfección del
compromiso de fe (Mt. 6, 30; 8, 26; Fil. 1, 14); no se
alcanza de repente, y es materia de carisma (1 Cor. 12,
9). El relato del primer evangelio (ceñido como suele a
lo esencial), es singularmente realista.
152
"¡Id ...!". Se ha intimado a la Iglesia la orden de
marcha (Lumen Gentium n. 17). La solidez del
"edificio" no dependerá de un equilibrio estático, sino
del ritmo "explosivo" de su movimiento (Rom. 10, 18).
La altura de la montaña formada por la "piedra
desprendida" (Dan. 2, 35) dependerá de su extensión
ecuménica.
53
153
20, 17). Lo mismo ocurre con nuestro espíritu
reanimado por la inhabitación del Espíritu Santo. La
vida eterna recobrada y que opera en la gracia
santificante, no es tampoco el todo de la glorificación
de Dios en nuestro cuerpo (1 Cor. 6, 19 s.).
154
Hubo un tiempo en que la intolerancia, la hostilidad,
la sensualidad y otros impulsos malignos brotaban sin
control y difícilmente se dejaban frenar; nuestra pobre
naturaleza adámica se encontraba de tal modo sujeta
al pecado que espontáneamente se dejaba llevar y se
dirigía hacia él. Llega, por el contrario, el tiempo de la
fe viva, en el que nuestro organismo físico, bajo la
energía divina, coopera a la resistencia al mal,
reteniendo aun los primeros movimientos
desordenados del alma inferior, hasta el punto de
hacer casi irrealizable su brote (Roan. 6, 18-20). La
impaciencia no logra ya expansionarse, no por efecto
de timidez, sino porque resulta inconcebible este
sentimiento en un corazón pacificado por la
proximidad de Dios.
155
Jerusalén dócilmente, "colmados de gozo" y
bendiciendo a Dios sin cesar. Su vida celestial empieza
a manifestarse.
54
156
de la salvación: de la obra capital del Maestro y de la
colaboración evangélica de los discípulos.
157
fiesta perpetua (Sal. 126, 5 s.; Jn. 4, 35-38), porque la
consolación sobreabunda en las tribulaciones.
55
158
parece haber renovado en la Iglesia tras una
decadencia prolongada.
159
las Iglesias. San Pablo le llama con urgencia desde
Berea a Atenas (Ac. 17, 14 s.) y le lleva consigo a
Corinto, donde la cosecha se anuncia copiosa (Ac. 18,
5-10). Timoteo es su principal colaborador (Rom. 16,
21), "su hermano" a título especial, dando a esta
palabra el matiz con que San Pablo se llama a sí
mismo "hermano" en el servicio de Jesucristo (2 Cor.
1, 1; Flp. 1, 1; etc.).
56
HACIA LA ASUNCIÓN
160
la muerte con más dolor y más fortaleza que si hubiera
podido sufrirla en sí misma.
161
"Mas, ¿ cómo perseveras, ¡oh vida!, no viviendo donde
vives... ?" (Cántico espiritual. Canción 8)
162
destinada al triunfo del Calvario. Aquélla que
permaneció en pie junto a la Cruz, sería entronizada a
la derecha del Rey (Sal. 44, 10).
163
Su Madre, la Madre de los vivientes, no estaba muerta;
dormía el último sueño. Sus dulces pupilas no
tardarían en abrirse al día de la eternidad. Y ellos no
despertarían a la Amada hasta que Ella misma lo
quisiera (Sant. 2, 7).
57
164
¡Oh, si mi salida de Ejercicios pudiera en verdad tener,
a la medida de la gracia que poseo, el sentido de la
Encarnación! El Hijo del Hombre se introdujo en el
horizonte de este mundo dotado de mi sensibilidad,
comprometido por nuestra salvación en el trato social;
sobresalía en orientar a los hombres hacia la luz de la
penitencia, de la conversión, de la reconciliación.
165
San Ignacio, obtenme ser contado en el número de los
sucesores del grupo inicial que se preguntaba si, con la
ayuda de Dios, encontraría imitadores de su género de
vida (Forro. Inst. n. 9). Ojalá puedan mis ejemplos
multiplicar estos discípulos y no desedificar ni
escandalizar jamás a los jóvenes que creen en la
perfección.
A.M.D.G. et B.V.M.
166