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I) RESUMEN
II) INTRODUCCION
III) FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICO
1. ANTECEDENTES – ESTADO DEL ARTE
2. MARCO TEÓRICO
2.1 Historia del TEL
2.2 Tipos de TEL
2.2.1 Trastorno de la vertiente expresiva
2.2.2 Trastorno de comprensión y expresión
2.2.3 Trastorno central de tratamiento y formulación
2.3 Diagnóstico del TEL
2.4 Tratamiento
2.2 Rol Docente
2.2.1 Estrategias de intervención docente
2.2.2 Adaptaciones curriculares
2.2.3 Adaptaciones de los objetivos de aprendizaje
2.2.4 Adaptaciones metodológicas
2.2.5 Adaptaciones de materiales
2.2.6 Adaptaciones de la evaluación
2.2.7 Adaptaciones sobre la organización del tiempo
III) FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICO
2. MARCO TEÓRICO
El término “trastorno específico del lenguaje” (TEL) es una traducción al español del inglés
“specific language impairment”, utilizado por autores como Bishop y Leonard (2001, 2002). El
término nació unido a los trastornos afásicos adultos, y ha ido desplazando a otros como alalia,
afasia infantil, afasia evolutiva, afasia congénita, disfasia, audiomudez, etc. Julián de Ajuriaguerra
(1975), por ejemplo, se refería a estos niños como’ oyentes mudos’, niños que no adquieren el
habla, situación que no se justifica por falta de inteligencia u oído.
Anteriormente a Bishop y Leonard, aparecen los primeros criterios de identificación del TEL por
Stark y Tallal (1981). Estos autores enumeran seis requisitos para el diagnóstico, basándose en
criterios de exclusión. Definen como TEL todo trastorno del lenguaje de inicio lento y retrasado
respecto a su edad cronológica, que no tenga relación con un déficit sensorioauditivo, motor,
cognitivo, así como trastorno generalizado del desarrollo, es decir, deben excluirse las alteraciones
neurológicas, estructurales y funcionales del desarrollo.
Para Rapin y Allen (1983), estos niños suelen tener una inteligencia normal sin ninguna deficiencia
auditiva o motora, ningún problema psicológico ni alteración de interacción social. Se entiende
también aquí que se excluye el autismo.
Los TEL son muy heterogéneos y se han clasificado mediante diversas tipologías, en base clínica,
en base empírica y de forma mixta en base empírico-clínica. Desde el punto de vista clínico la
clasificación de Rapin y Allen (1983) es la más usada. Las tipologías de base empírica en los TEL
han empleado procedimientos psicométricos y lingüísticos, a través de esta metodología han
clasificado a los TEL en tres categorías: expresivo, receptivo y mixto.
Las investigaciones en TEL han sido largas y laboriosas y su clasificación ha avanzado mediante
estudios metodológicamente correctos, validándose así subgrupos se ha llegado por consenso a la
clasificación de los TEL en dos tipos desde el punto de vista práctico: trastorno específico del
lenguaje expresivo (TEL-E) y trastorno específico del lenguaje expresivo-receptivo (TEL-ER).
En el DSM-5(APA, 2013), establece la categoría de los trastornos de la comunicación, que incluyen
las deficiencias del lenguaje, el habla y la comunicación.
Dentro de esta categoría diagnóstica se incluye el Trastorno del lenguaje, cuyos criterios
diagnósticos centrales serían los siguientes:
A. Dificultades persistentes en la adquisición y uso del lenguaje en todas sus modalidades (hablado,
escrito, lenguaje de signos u otro) debido a deficiencias de la comprensión o la producción que
incluye lo siguiente:
2. Estructura gramatical limitada (capacidad para situar las palabras y las terminaciones de palabras
juntas para formar frases basándose en reglas gramaticales y morfológicas).
3. Deterioro del discurso (capacidad para usar vocabulario y conectar frases para explicar o
describir un tema o una serie de sucesos o tener una conversación).
B. Las capacidades del lenguaje están notablemente, desde el punto de vista cuantificable, por
debajo de lo esperado para la edad, lo que produce limitaciones funcionales en la comunicación
eficaz, la participación social, los logros académicos o el desempeño laboral, de forma individual o
en cualquier combinación.
C. El inicio de los síntomas se produce en las primeras fases del período de desarrollo.
D. Las dificultades no se pueden atribuir a un deterioro auditivo o sensorial de otro tipo, a una
disfunción motora o a otra afección médica o neurológica y no se explica mejor por discapacidad
intelectual (trastorno del desarrollo intelectual) o retraso global del desarrollo.
Como se ha señalado, Stark y Tallal (1981) marcaron una serie de criterios mínimos para el
diagnóstico de los niños con TEL, y de exclusión de niños cuyos problemas con el lenguaje se
deben a una causa diferente. Estos criterios son:
– Estatus emocional y conductual normal. Se excluyen los casos que presentan problemas
conductuales graves.
– Nivel intelectual mínimo, por lo que se considera que no presentan este trastorno los niños cuyo
CI de ejecución sea inferior a 85.
– Estatus neurológico sin signos de alteración, por lo que no alcanzarían el criterio de TEL los niños
con claros signos neurológicos o con historia de traumatismo cerebral, epilepsia u otros indicadores
de trastorno neurológico.
– Destrezas motoras del habla normales. Se excluyen los niños con problemas orales, motores,
deficiencias en la sensibilidad oral o anormalidades oro-faciales.
– Nivel lector normal, en caso de que el niño haya iniciado el aprendizaje formal de la lectura.
Se entenderá, entonces, por Trastorno Específico del Lenguaje a una limitación significativa en el
nivel del desarrollo del lenguaje oral, que se manifiesta por un inicio tardío y un desarrollo lento y/o
desviado del lenguaje. Esta dificultad no se explica por un déficit sensorial, auditivo o motor, por
discapacidad intelectual, por trastornos psicopatológicos como trastorno masivo del desarrollo, por
deprivación socio-afectiva, ni por lesiones o disfunciones cerebrales evidentes, como tampoco, por
características lingüísticas propias de un determinado entorno social, cultural, económico,
geográfico y/o étnico. Tampoco debe considerarse como indicador de Trastorno Específico del
Lenguaje, las dislalias ni el trastorno Fonológico. (Roberto Castro Boniche).
De todas estas clasificaciones, la más conocida a nivel internacional es la de Rapin y Allen (1987,
1988), quienes a partir de un análisis de muchos casos clínicos distinguieron subtipos de TEL,
cuyas características se resumen en lo siguiente:
- Cierta fluidez de producción, pero con articulación confusa (enunciados casi ininteligibles).
Dispraxia
Agnosia auditivo-verbal
- Sordera verbal.
- Grandes dificultades de comprensión; puede haber una comprensión literal y/o no responder más
que a una o dos palabras del enunciado del interlocutor.
Trastorno léxico-sintáctico.
Criterios de exclusión/inclusión:
Los criterios que deben cumplirse para el diagnóstico de TEL también constituyen un tema que ha
dado lugar a lo largo de los años a discrepancias entre autores, si bien es cierto que los más
aceptados son los propuestos por Stark y Tallal en 1981. Para estos autores, los criterios
diagnósticos son:
a) obtener una puntuación en los test de lenguaje de, al menos, -1.25 desviación estándar.
no verbal.
b. presentar una edad lingüística receptiva al menos 6 meses inferior a la edad mental no verbal.
c. presentar una edad lingüística expresiva al menos 12 meses inferior a la edad mental no verbal.
El principal inconveniente de los criterios propuestos por Stark y Tallal (1981) es que la mayor
parte de ellos conforman criterios de exclusión y no definen unos criterios de inclusión para
diagnosticar el TEL. Además, el criterio sobre la puntuación en el CI manipulativo de 85 o más alta
ha sido puesto en tela de juicio por autores como Leonard (1998) o Schwartz (2009). Estos autores
postularon que los niños y niñas con TEL podían tener mayor dificultad con tareas cognitivas no
lingüísticas que sus pares de edad sin problemas de lenguaje, por lo que podrían obtener
puntuaciones más bajas de 85. No obstante, actualmente este es uno de los criterios más aceptados
por la comunidad científica y se mantiene a la hora de diagnosticar el trastorno.
La otra fuente de discusión para los criterios diagnósticos se refiere al criterio relacionado con la
forma de evaluar la habilidad lingüística y de establecer el punto de corte, ya que éste puede variar
dependiendo del test de lenguaje que se utilice. A esto se le añade que no disponemos actualmente
de pruebas de lenguaje suficientemente amplias como para evaluar la compleja heterogeneidad
lingüística de esta población, por lo que generalmente se administran varias pruebas. Actualmente,
siguiendo la propuesta de Bishop (1997), se considera como criterio diagnóstico para definir el TEL
que el niño/a presente un rendimiento significativamente por debajo del rango normal, hablando en
criterios estadísticos, en uno o más test de lenguaje. Así pues, el criterio más utilizado en la
actualidad es considerar una puntuación de al menos una desviación estándar por debajo de la
media esperada por edad como criterio de identificación del TEL.
El hecho de que la afectación se pueda encontrar en uno o varios componentes lingüísticos
diferentes provoca que las características del trastorno sean heterogéneas, lo que ha llevado a
algunos autores a intentar crear subgrupos según el componente lingüístico que presente una mayor
afectación. Así, esta gran heterogeneidad dentro del propio trastorno, hace que no sea posible hablar
de un trastorno único con las mismas características, sino que los niños y niñas con TEL presentan
un perfil de lenguaje diferente entre ellos (Archibald y Gathercole, 2006; Buiza, Rodríguez-Parra, y
Adrián, 2016; Conti-Ramsden y Botting,1999; Mendoza, 2001; Schwartz, 2009; Verhoeven y van
Balkom, 2004).
En general, las técnicas de intervención logopédica que se emplean con mayor frecuencia se
centran en ocho aspectos fundamentales:
7. Enseñanza de la lectoescritura.
8. Atención escolar.
Teniendo en cuenta que los casos de TEL tienen como protagonistas a niños de pocos años, un
aspecto que debería formar parte de todos los programas de intervención logopédica es el trabajo
sobre la familia y sobre sus necesidades habituales, que generalmente incluyen la información sobre
el tema y las consecuencias que el problema puede tener en el futuro, el apoyo emocional y el
soporte profesional, o el establecimiento de estrategias comunicativas eficaces para interactuar con
el niño.
Así, el trabajo del logopeda con la familia suele concretarse en dos tipos de actuaciones habituales:
Entrenamiento de la familia como agente en la intervención. Debido a que los niños con TEL
muestran sus deficiencias lingüísticas en todo momento, y a que la mayor parte del tiempo la pasan
con sus familias, una práctica recomendable es instruir a las familias (a) a comunicarse de manera
efectiva, y (b) instarles a emplear actividades lingüísticas no estructuradas que permitan al niño
practicar lo enseñado en la consulta logopédica y corregir los errores. Estas actividades no podrían
considerarse como una intervención propiamente dicha, sino que van a aprovechar las situaciones
naturales que se vayan produciendo en el funcionamiento diario del niño.
Habilidades comunicativas básicas. Por ejemplo, la atención conjunta, la adaptación a los turnos
de una actividad interactiva, etcétera. Si el niño tiene déficits a este nivel, es conveniente comenzar
reforzando y atendiendo cualquier intento comunicativo, para progresivamente ir dando más
importancia a la comunicación verbal apropiada.
Atención. A menudo se encuentran niños con TEL cuya atención es casi inexistente. En esos casos
es necesario realizar un trabajo previo para mejorarla. En un primer momento, el objetivo sería
conseguir que el niño esté en situación apropiada para el aprendizaje, controlando sus propias
reacciones (en este sentido, es frecuente que el logopeda tenga que controlar físicamente al niño
para que éste pueda centrarse en los estímulos presentados). A continuación, se debe conseguir que
el niño sea capaz de escuchar y atender a unas instrucciones mínimas, actuando de forma conjunta.
Para ello se suelen utilizar tareas manipulativas (puzzles, construcciones, dibujos, etcétera) que
progresivamente se van haciendo más complejas. Por último, debe enseñarse a que el niño controle
cuándo y cómo dejar la actividad que está realizando, en función de lo que los demás demanden de
él; de nuevo, es común recurrir a una interrupción física que progresivamente se va retirando.
Imitación verbal. El objetivo sería poner la imitación verbal bajo control; es decir, conseguir que el
niño repita modelos verbales con la mayor exactitud posible, así como que aprenda a repetirlos
espontáneamente. Para ello, se utilizan tareas de repetición de modelos verbales comenzando por
onomatopeyas, para posteriormente ir pasando a elementos lingüísticos de complejidad creciente.
Seguimiento de instrucciones verbales. El objetivo general en esta habilidad sería ayudar al niño a
identificar personas, lugares y cosas por su nombre y aprender a seguir instrucciones sencillas. Para
ello se selecciona un vocabulario básico que el niño comprenda y que sea significativo, pasando
entonces a enseñar al niño a responder a instrucciones que incorporen el vocabulario aprendido. Y
paulatinamente, se irán añadiendo nuevas palabras y órdenes cada vez más complejas.
Como se indicó al exponer los distintos subtipos diagnósticos de TEL, algunas de las alteraciones
más frecuentes afectan a la producción y la comprensión fonológicas.
A continuación, figuran las técnicas más habituales ordenadas en función de los problemas
habituales a este nivel:
3. Señalar objetos.
2. Aparatos de biofeedback.
6. Lotos fonéticos.
7. Bingos fonéticos.
11. Scripts.
Suele ser frecuente que los niños con TEL muestren también dificultades para discriminar las
sílabas que constituyen las palabras, una dificultad que afecta tanto a la producción como la
comprensión de sílabas.
Para intervenir sobre este aspecto, se emplean actividades como:
2. Discriminar las variaciones en el tono de la voz en las distintas sílabas. 3. Identificar el número
de sílabas del que constan las palabras (se comenzará marcando las sílabas con golpes de voz que
poco a poco se van desvaneciendo).
4. Imitación de sílabas.
7. Imitación.
Los niños con TEL tienen un vocabulario más reducido que los niños con desarrollo normal del
lenguaje y presentan limitaciones a nivel semántico, de ahí que sea común que el logopeda
intervenga sobre estos aspectos centrándose en tres objetivos:
Aumentar el vocabulario
2. Imitación.
5. Tareas de evocación.
9. Responder a órdenes.
1. Preguntas sobre vocabulario (qué es, por qué, para qué) 2. Juegos de semejanzas y diferencias.
3. Analogías.
4. Preguntas directas (dime cosas que puede hacer un pájaro o un avión? ¿qué animales pueden
volar? ¿dónde se puede encontrar pan?.
6. Ejercicios de polisemia.
7. Inventar adivinanzas.
Las dificultades más frecuentemente encontradas en los niños con TEL, dentro de la dimensión de
la morfología y la sintaxis, tienen que ver con los siguientes aspectos:
Empleo de elementos sintácticos y gramaticales Se utilizan actividades como las que figuran a
continuación, en las que se trabajarían aquellos elementos con los que el niño presente problemas
(plurales, pronombres, verbos, preposiciones, futuros, etcétera).
5. Ordenar palabras.
6. Construir frases que contengan los elementos problemáticos.
9. Canciones infantiles.
10. Imitación.
Habrá que tener en cuenta la edad del niño y la secuencia evolutiva de adquisición del lenguaje,
para diseñar ejercicios que permitan palabras solas a combinaciones de dos palabras de los tipos
más frecuentes (agente-acción, acción objeto, agente-objeto, etcétera) y de ahí a primeras frases.
1. Imitación.
2. Ordenación de historietas.
6. Descripción de eventos.
7. Invención de historias.
8. Role-playing.
9. Scripts.
Comprensión de oraciones
1. Seguimiento de órdenes individuales. Por ejemplo, “coge un lápiz”, “dame la goma”, “dibuja una
casa” o “pinta un árbol de color rosa”.
2. Seguimiento de órdenes complejas. Por ejemplo, “coge un lápiz y da un salto”, “dame la goma
que tiene dibujada una estrella”, “dibuja una casa que tenga el tejado verde” o “delante de la casa,
pinta un árbol de color rosa pero que sea más bajito que la casa”. 3. Producir oraciones semejantes.
En ocasiones, los niños con TEL tienen dificultades para participar en la comunicación que
acontece en sus ambientes, que no inician intercambios conversacionales, y que son incapaces de
emplear regularmente el lenguaje como herramienta para satisfacer sus diversas demandas. En este
sentido, la intervención logopédica sobre el nivel pragmático suele hacer hincapié en dos aspectos
diferentes pero complementarios:
Desarrollo de la intencionalidad
El objetivo sería facilitar que el niño inicie el intercambio lingüístico y lo haga de manera
consciente e intencional.
3. Canciones.
6. Role-playing.
7. Utilización de scripts.
8. Historietas en las que falta información que el niño debe completar. Por ejemplo, se cuenta la
historia “Pablo se dejó la ventana del cuarto abierta mientras dormía por la noche. Al día siguiente
no pudo ir a clase” y se hacen preguntas como ¿Qué le pasa? ¿Es invierno o verano? ¿Qué diría su
madre?.
7. Role-playing.
8. Utilización de scripts.
9. Historietas en las que falta información que el niño debe completar. Por ejemplo, se cuenta la
historia “Pablo se dejó la ventana del cuarto abierta mientras dormía por la noche. Al día siguiente
no pudo ir a clase” y se hacen preguntas como ¿Qué le pasa? ¿Es invierno o verano? ¿Qué diría su
madre?.
ENSEÑANZA DE LA LECTOESCRITURA
En algunos casos de niños que han sido diagnosticados tardíamente o que llevan mucho tiempo en
tratamiento, es posible tener que intervenir específicamente sobre la adquisición de la lectoescritura.
Si el niño con TEL ha sido tratado correctamente de manera temprana, la mayoría de sus déficits
estarán corregidos para cuando llegue el momento de iniciar este aprendizaje y no será necesario
realizar ninguna intervención especial.
Sin embargo, si el niño alcanza la edad apropiada (6-7 años, dependiendo del colegio), sigue en
tratamiento logopédico para superar el retraso lingüístico y dispone de las habilidades previas
necesarias, sería apropiado que el logopeda trabaje con los profesores para diseñar un programa de
enseñanza de lectoescritura apropiado y ajustado a cada caso. Existen numerosos manuales que
pueden facilitar esta labor, algunos de los cuales se mencionan en la bibliografía adicional
proporcionada en este mismo tema de la asignatura.
ATENCIÓN ESCOLAR
Contribuir a una adecuada formación del profesorado: generalmente, este profesorado no cuenta
con información específica sobre este tipo de problemáticas que estén basadas en investigaciones
contrastadas, y suelen necesitar pautas para interactuar con los niños y dirigir sus aprendizajes.
Entre dichas pautas, podemos sugerir algunas de las mencionadas anteriormente al hablar de la
atención a las familias. Gallego, J.L. (1999)
Pilar Úbeda Martín (2016) La historia del Trastorno específico del Lenguaje (TEL).. Revista apoyo
a la Inclusión, Logopedia, Sociedad y Multiculturalidad. Volúmen 3, Número 1, ISSN: 2387-0907
Muñoz Vallejo, M (1992) La logopedia como nueva disciplina científica y sus bases
epistemológicas. Tesis. En la Universidad Complutense. Madrid, España.
Gallego, J.L. (1999). Calidad en la intervención logopédica. Estudio de casos. Málaga: Aljibe.