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LA FAMA

Las personas quieren ser admiradas, adquirir respeto y admiración frente al mundo, eso no es
totalmente malo, sabiéndolo manejar, pero en su mayoría las personas quieren ser famosos, ser
populares y admiradas como si fueran seres superiores y se endiosan.

Llegan a creerse mejor que Dios, y esto puede llevar a muchas cosas malas, empezando por
hacerse daño a ellos mismos, hasta llevarnos a apartarlos de Dios, o que Dios se aleje de ellos.

(EJ 1)

(EJ 2 SALOMÓN)

Al tener fama, títulos, grados, diplomas, dinero, ya se creen superiores que los demás, y tratan de
pordebajear a la gente, hasta a sus padres, las personas las cuales gracias a ellas están ahí parados,
y olvidan lo que ellos han hecho, hasta se avergüenzan de su familia y de sus orígenes.

Muchos otros se empiezan a tocar algún instrumento, a cantar y lo hacen por fama, porque los
demás los reconozcan. No para agradar a Dios, sino para beneficio propio. O en otros casos
comienzan siendo fieles seguidores de Dios, usando sus talentos para él, y al final terminan ganado
fama, se llenan del orgullo, y terminan creyéndose mejor que Dios, y hasta se apartan de él,
empiezan a tocar algún instrumento, o a cantar pero ya no lo hacen para adorarlo, sino lo hacen
para que otros los adoren a ellos.

Santiago 1:17 Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces,
en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.

Cualquier don ó cualidad que posea el ser humano por el cual pueda llegar a ser reconocido,
proviene de Dios y no de la persona como tal, por eso hay que reconocer que el único digno de
admiración es Dios.

Un verdadero hijo de Dios no es así, busca que a través de él Dios se manifieste hacia los demás,
no querer hacer más fama ni más dinero.

Filipences 2: 6-8

6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,

7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;

8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la


muerte, y muerte de cruz.
Sabiendo que era Dios no se llenó de orgullo ni prepotencia, he incluso nació en un humilde
pesebre y vivió de la manera más sencilla nos demuestra que no hay porque ser orgullosos y
utilizar el reconocimiento de una mala forma.
Todo el que busca y tiene a Dios en su corazón, prospera, más no por ser admirado por los demás.

La Biblia nos habla de Usías, un rey de Israel, que buscó espiritualmente y moralmente a Dios, y
fue prosperado, y Dios le dio fama.

Pero pasado un tiempo a él se le olvido de quien venía su fama y reconocimiento y su corazón se


enorgulleció, confió en su fuerza y en su ejército; es ahí cuando la fama no es un buen instrumento
porque los aleja de Dios.

Siempre en cualquier reconocimiento que los seres humanos obtengamos el primero en recibir la
gloria es el señor Jesucristo.

Mientras más alto nos ponga el Señor, más postrados ante Él tenemos que estar.

Cuando la gente se llena de orgullo por la fama pierde la razón y si no mira al cielo y ve que todo
se debe a Dios es humillado (Nabucodonosor). Cuando el se humilló estando en su condición de
bestia, le fue de vuelta la razón, y le dio la gloria a Dios, quien es el Único que la merece.

Volviendo a la historia del rey Usías, fue tal su orgullo por la fama que tenía, que pretendió
quemar incienso en el templo de Dios, tarea que le correspondía solo a los sacerdotes, fue
castigado con lepra, y salió humillado del aquel lugar.

Es lo que le sucede a las personas que se llenan de orgullo por la fama y se olvidan del Señor,
llegan al punto de ser humillados y salen avergonzados, solo Dios merece el reconocimiento y la
gloria.

Se debe tener cuidado cuando se empieza a ser reconocido por algún talento y que ese don nos
lleve a ser famosos, pues no se debe permitir que el corazón se envanezca y se llene de orgullo, ya
que el resultado a esta actitud es lamentable y humillante. Es mejor reconocer siempre a Dios en
todos los caminos y darle la gloria a Él, para que realmente tenga sentido la fama y se llegué a u
final bendicido por el Señor, pues la bendición Dios es la que enriquece y no añade tristeza con ella
(Proverbios 10: 22)

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