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El legado de

Kant

Ética y
Deontología
Profesional

1
El legado de Kant
En varias corrientes éticas contemporáneas se recupera la pretensión de
establecer intereses universalizables como guía máxima del accionar moral.
En estos días, existe una copiosa producción filosófica en la que el estudio
de la acción moral se encuentra inmerso en consideraciones organizadas
alrededor de las cuestiones medulares de la tradición deontológica
kantiana.

Estas elaboraciones mantienen activo el principio de universalización


kantiano de la ética deóntica, aunque lo integran a criterios evaluativos y
problemas diversos. Pero, en cualquier caso, la influencia de Kant es tan
decisiva en el campo de la ética que no parece posible adentrarse en la
reflexión moral sin incursionar en sus imperativos o sus máximas a priori.
En muchos casos no es esencial puntualizar, de una forma explícita, qué
elementos de su filosofía moral son realmente seleccionados para intuir
rápidamente que su teoría guía la conceptualización y la construcción de
diversas corrientes éticas, marca los límites dentro de los cuales la libertad
como autonomía moral es posible, declara, sin matices de ningún tipo, que
el hombre es un fin en sí mismo y hace derivar en esencia un sentido de
rectitud y deber que reposa en lo más íntimo de la conciencia moral.

La filosofía práctica kantiana no lo abarca todo, aunque sí posee la


capacidad de mantenerse viva como centro operante de toda moral
incondicionada y, por lo tanto, universalizable.

Como afirma Cortina:

Filósofos decisivos en nuestro momento (Rawls, Apel,


Habermas, por citar algunos) se dicen kantianos. Otros, que
no se dicen, asumen sin embargo buena parte de la herencia
de Kant, aunque les falte caletre para darle base filosófica. Y
es que renunciar a ese legado es renunciar a nuestro modo
de ser personas y ciudadanos (mujeres, varones) en el siglo
XXI. (2004, https://goo.gl/KvaPtZ).

La vigencia de este legado kantiano en las últimas décadas favoreció, en


gran medida, el despliegue potente de la ética como objeto de interés en
una constelación cada vez más creciente de disciplinas científicas. También
es conveniente reparar en que las problemáticas que hoy atravesamos a
nivel mundial nos invitan a que recuperemos la reflexión por la
autocomprensión del sujeto moral, el valor de la dignidad en la

2
consideración de todo ser humano y la importancia de principios exigibles
a todos para la construcción de una sociedad más justa.

Entre las cuestiones reconsideradas a la luz de la influencia del


pensamiento ético kantiano, también la filosofía como tal sintió su
impacto. En palabras de Camps, Guariglia y Salmerón:

La segunda mitad del siglo xx ha asistido a la evidente


recuperación de la teoría ética, hasta el punto de que no es
insensato ni erróneo afirmar que, hoy por hoy, la «filosofía
primera» ya no es metafísica o teoría del conocimiento,
como ocurrió en la modernidad, sino filosofía moral. Desde
Kant, el pensador por antonomasia de los límites de la
filosofía, no es fácil ni lícito confundir el discurso filosófico
con el discurso de la ciencia. (2013, p. 19).

Figura 1: El valor del individuo como fin en sí mismo

Fuente: [Imagen sin título sobre niños caminando]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/GhNw74

Tal vez esa inclinación de la filosofía hacia el discurso ético revela una
actitud cada vez más frontal de la filosofía moral respecto de la búsqueda
de soluciones de una gran diversidad de problemas que, por su carácter
global, demandan la superación (o cuanto menos el cuestionamiento) de
ciertos límites divisorios artificiales y posturas marcadamente subjetivistas.
En este contexto, tener presente la vocación kantiana por dar cuenta de
una dimensión incondicional de la acción moral resulta más significativo:

3
Es completamente insatisfactorio entender la filosofía como
una actividad meramente teórica y académica, curricular.
Los filósofos aportan el producto de su trabajo, los
conceptos, al común empeño de la humanidad en su
transcurrir por la historia. Kant es un pensador necesario
para nuestra época. Privatización de tierras y de recursos
básicos como el agua, marginación y exclusión crecientes,
corrupción política e institucional, crisis ambiental, peak-oil,
triunfo del neoliberalismo sobre la democracia, degradación
de las condiciones laborales…Este principio de siglo XXI se
asemeja cada vez más a La balsa de la Medusa, el célebre
cuadro de Gericault en el que unos cuantos náufragos
sobreviven a duras penas sobre una balsa improvisada
después del hundimiento de su fragata… En este contexto
de naufragio y de supervivencia precaria, cualquier recurso
vigorizante es una ayuda impagable. Y los largos siglos de la
filosofía no nos han dado una visión más fuerte de nuestra
dimensión moral que la descubierta por Kant… El deshielo
del Ártico, vinculado al proceso del calentamiento global, es
uno de los muchos graves problemas que acechan al planeta
Tierra y a la humanidad. Para enfrentarse a éste y los demás
peligros acuciantes se requiere un compromiso moral que
trasciende los intereses y los afectos más inmediatos y va
más allá de la idea de “felicidad” mitificada en la era del
consumismo. Es necesario, en resumidas cuentas, un
compromiso con realidades superiores a las de la
subjetividad. El imperativo categórico permite acceder a
este nivel ético. (Solé, 2015, p. 129).

4
Referencias
Camps, V., Guariglia, O., y Salmerón, F. (2013). Presentación. En
Concepciones de la ética pp. 11-27. Madrid, ES: Trotta.

Cortina, A. (2004). La herencia de un filósofo.


https://elpais.com/diario/2004/02/07/babelia/1076113033_850215.html

[Imagen sin título sobre niños caminando]. (s. f.). Recuperado de


http://www.nationalgeographic.com.es/medio/2016/02/25/editorialenero
2012_960x648_0f88349b.jpg

Solé, J. (2015) Kant. El giro copernicano en la filosofía. Biblioteca Descubrir


la Filosofía. Editorial Salvat. Barcelona, Madrid.

5
K
Suzanne Islas Azais
ANT HOY

El bicentenario de la muerte de Immanuel Kant (1724-


1804) tendría que servirnos, sobre todo, para reconsiderar
la vigencia de su obra, las lecciones que ella nos ofrece hoy
en día. Es en el propio legado kantiano donde podemos
encontrar dos actitudes básicas como punto de partida para
llevar a cabo dicha reconsideración. En primer lugar, la idea
de una filosofía consciente de su época, atenta a sus necesi-
Suzanne Islas Azais es doctora en humani-
dades espirituales y a su configuración distintiva. En segun-
dades, con especialidad en filosofía políti-
do lugar, la tarea pública y pedagógica que corresponde a la
ca, por la Universidad Autónoma Metro-

politana, Unidad Iztapalapa.


filosofía, en particular respecto al autoconocimiento moral
del hombre y a la comprensión de los principios fundacio-
nales del orden moderno. Desde esta perspectiva destaca-
mos aquí algunas de las principales ideas de la filosofía de
Kant que, nos parece, continúan vigentes y sugerimos ade-
más posibles líneas para su reinterpretación a la luz de nues-
tra experiencia intelectual y política.

1. Una filosofía moral. La convicción kantiana sobre el ca-


rácter y contenido fundamentalmente moral de la reflexión
filosófica debe subrayarse como primera lección de su obra.
El proyecto intelectual de Kant da cuenta clara de lo ante-
rior desde su configuración en dos momentos. En el prime-
ro de ellos Kant presentó una propedéutica al sistema que

TIEMPO 53 CARIÁTIDE
dio lugar a las Críticas —de la razón pura (1781), de la razón categórico en tanto mandato moral de la razón. En este sen-
práctica (1788) y del juicio (1790)— que tenían como obje- tido, cuando el imperativo categórico ordena someter a la
tivo, como se sabe, desarrollar una crítica de las facultades prueba de la universalización nuestras posibles máximas de
racionales, pero en las que se buscaba más bien recuperar la acción, ordena actuar siempre con respeto a la dignidad de
autoridad normativa de la razón, sobre todo en lo que se las personas, al valor absoluto que les corresponde como
refiere a su capacidad práctica para orientar la acción moral. tales. La idea de la dignidad de la persona, de la humanidad
En un segundo momento Kant desarrolló el sistema que se como fin en sí, representa, la base normativa tanto de la
derivaba de los principios y conceptos pensados críticamente, ética como de la filosofía práctica kantiana en su conjunto.
en particular una metafísica de las costumbres como expli-
cación filosófica de los principios ético-jurídicos del orden Ya en Kant la idea de la humanidad como fin en sí dio lugar
moderno y, por tanto, como recurso de los ciudadanos para a una ética humanista fundada racionalmente. Pero dio lu-
la construcción de una sociedad bajo reglas morales comu- gar además —como consecuencia de su sistema— a una
nes y no producto de la mera coincidencia o imposición de fundamentación objetiva de los derechos que corresponden
intereses. a todos los hombres en virtud de su condición de personas.
Los derechos tienen para Kant un carácter “sagrado”. Y sólo
Los resultados de la reflexión kantiana en su conjunto son es posible su respeto y realización en un orden público de
también ilustrativos con respecto a su concepción de la filo- justicia, en un Estado de derecho. Una concepción de este
sofía: la disposición moral del hombre, la preeminencia de tipo sobre la dignidad y los derechos que de ella se derivan
la razón práctica en su vinculación con la teórica, la defini- se vuelve hoy, desde nuestra perspectiva, aún más relevante
ción de una esfera de racionalidad práctico-moral con sus bajo las condiciones de un mundo globalizado y con una
reglas y principios, y la libertad como autonomía y la ley pluralidad de formas de vida al fundamentar la igualdad de
moral1 como ejes articuladores de las doctrinas del derecho los seres humanos en su condición de personas, destacando
y de la virtud, las dos partes de la metafísica de las costum- aquello que comparten frente a lo que los diferencia —como
bres. Para Kant, además, la filosofía debía ser una reflexión podría ser su pertenencia cultural. En términos del orden
siempre comprometida con la verdad y sustentada en una jurídico-político actual se trata de una idea que, como prin-
razón crítica. cipio, es capaz de sostenerse racionalmente y ser objeto de
consenso.
Esta concepción de la filosofía como una reflexión de carác-
ter fundamentalmente moral tendría que resultar para no- 3. La libertad como autonomía. En este esfuerzo por definir
sotros aleccionadora, sobre todo luego de que a lo largo del una ética racional y humanista, acorde con la condición de
siglo XX el discurso filosófico pareció debatirse en el dilema, libertad del hombre moderno, Kant estableció el principio
excluyente, de humanismo o rigor. Buena parte de la filoso- de autonomía como único principio de la moral. En este
fía, así, dejó de lado preocupaciones fundamentales y subes- sentido, en la Crítica de la razón práctica afirma:
timó —cuando no descalificó— su carácter normativo, todo
ello en el contexto de un mundo dividido, enfrentado y vio- La autonomía de la voluntad es el único principio de to-
lento, y que, empeñado en alcanzar o consolidar su desarro- das las leyes morales, así como de los deberes que se ajus-
llo económico, pareciera haber olvidado que el hombre y tan a ellas; en cambio toda heteronomía del albedrío, le-
sus necesidades vitales como ser humano debiera ser el úni- jos de fundamentar obligación alguna, se opone al
co objetivo real de sus esfuerzos en favor de formas raciona- principio de dicha obligación y a la moralidad de la vo-
les de vida. luntad. El único principio de la moralidad consiste en
independizar a la ley de toda materia (cualquier objeto
2. La idea de la dignidad de la persona, de la humanidad deseado) y en determinar al albedrío mediante la simple
como fin en sí. Esta idea se recoge en la segunda formula- forma legisladora universal que una máxima ha de poder
ción del imperativo categórico 2 que Kant presenta en su adoptar. Sin embargo, aquella independencia equivale a
Fundamentación de la metafísica de las costumbres y constitu- la libertad tomada en su sentido negativo, mientras que
ye, desde nuestro punto de vista, el contenido y justifica- esta propia legislación de la razón pura y, en cuanto tal,
ción del criterio de universalidad que exige el imperativo práctica supone un sentido positivo de la libertad. Por lo

TIEMPO 54 CARIÁTIDE
ejercicio de la libertad moderna derive en una situa-
ción de enfrentamiento, competencia y caos entre los
hombres, situación que, en última instancia, termina-
ría por inhabilitar cualquier ejercicio de la libertad. Bajo
una circunstancia tal en realidad estaríamos viviendo
una libertad ficticia, como de alguna manera cotidia-
namente lo experimentamos hoy en día. Por lo ante-
rior, Kant asume la necesidad de reglas para la libertad
pero descubre así, al mismo tiempo, el potencial que
supone esta idea de la libertad: con la ley moral somos
libres para ser conforme a un reino de los fines, para
construir una comunidad de voluntades libres autole-
gisladoras.

Sólo cuando la razón es autónoma, es decir, cuando es


ella misma la que se da leyes y, por tanto, cuando ejer-
cemos nuestra libertad en sentido positivo, sólo enton-
ces podemos hablar, de acuerdo con Kant, de una vo-
luntad libre y de una obligación libremente asumida.
Pero esta idea de la libertad como autonomía, que acer-
tadamente ha sido destacada como característica de la
tanto, la ley moral no expresa sino la autonomía de la ética kantiana, puede pensarse también en el contexto de su
razón práctica, o sea: la libertad...3 filosofía política y del derecho, después de todo debe tener-
se presente que lo que Kant busca pensar en su segunda
Kant concibe a la libertad humana como una facultad de Crítica son las condiciones racionales de una voluntad libre.
autolegislación, como la capacidad que tiene la razón de ser
práctica, de darse leyes que orienten la acción moralmente. Para Kant el “contrato originario” es una idea de la razón
Los hombres son así definidos como sujetos autolegisladores que obliga al legislador a promulgar sólo aquellas leyes que
y en esta capacidad radica su dignidad. Es la aptitud para la pudieran obtener el consenso ciudadano. La idea del “con-
legislación universal lo que los distingue como fines en sí trato originario” constituye la piedra de toque de toda ley
mismos. Y de esta idea se deriva la tercera formulación del pública. De esta manera, si tenemos en perspectiva el con-
imperativo categórico: “todo ser racional tiene que obrar junto de la metafísica de las costumbres encontraremos en
como si fuera por sus máximas siempre un miembro legisla- la idea del “contrato originario” el principio de autolegisla-
dor en el reino universal de los fines. El principio formal de ción (libertad positiva) que Kant establece como condición
estas máximas es: obra como si tu máxima fuese a servir a la necesaria de una voluntad libre y de una obligación libre-
vez de ley universal (de todos los seres racionales)”.4 La idea mente asumida. Lo que Kant busca con la idea del “contra-
de un reino de los fines constituye el horizonte final del to originario” es pensar, desde su propia construcción inte-
pensamiento ético kantiano y ella nos sugiere una comuni- lectual, el requisito de universalidad en el contexto de la
dad de hombres libres5 e iguales bajo leyes universales, es sociedad, como se sugiere en los principios metafísicos de la
decir, bajo leyes morales comunes que no descansan en in- doctrina del derecho:
tereses individuales o de grupo.
El poder legislativo sólo puede corresponder a la volun-
El problema de la libertad se vuelve, con Kant, el problema tad unida del pueblo... sólo la voluntad concordante y
central de la filosofía práctica. Y lo anterior porque recono- unida de todos, en la medida en que deciden lo mismo
ce la condición de libertad que, como dijimos, define al cada uno sobre todos y todos sobre cada uno, por consi-
hombre moderno. No obstante, en la reflexión kantiana guiente, sólo la voluntad popular universalmente unida
podemos encontrar como preocupación constante que el puede ser legisladora.6

TIEMPO 55 CARIÁTIDE
de todos los hombres. El establecimiento de un Estado de
ciudadanía mundial constituía, para Kant, el último esla-
bón necesario para garantizar jurídicamente la libertad de
personas consideradas como fines en sí mismas, para alcan-
zar un derecho público de la humanidad. Sin este elemento
la libertad sería siempre precaria, sujeta a las relaciones en-
tre los Estados.

Pero un Estado de ciudadanía mundial dependía a su vez,


según Kant, de la republicanización de los Estados naciona-
les, es decir, de su configuración como órdenes sustentados
en la libertad ciudadana autolegisladora. En la época de Kant
se trataba de moralizar una relación jurídica ya existente, en
particular la de los entonces órdenes liberales emergentes.
Luego del desarrollo de éstos, sin embargo, hoy en día se
requiere reconfigurarlos a profundidad dando lugar tam-
El “contrato originario” representa la expresión de la volun- bién a un nuevo orden internacional. El mundo sólo tendrá
tad colectiva y, por tanto, es el criterio de legitimidad de futuro como obra común de la humanidad entera, no como
todo derecho. sistema de regiones organizado en torno al frágil equilibrio
de la competencia. Y lo anterior sólo puede tener como pun-
Desde nuestra perspectiva puede encontrarse en Kant una to de partida un régimen global de derechos. Lo que Kant
concepción de la libertad más amplia que la del liberalismo, tenía como convicción fundamental era la posibilidad de
que la asume como una forma de propiedad y privilegia, un orden jurídico-político resultado de voluntades libres,
por ello, las libertades negativas. Precisamente cuando en la posibilidad de un mundo conforme a la dignidad de la
las democracias liberales institucionalizadas parecieran so- persona.•
bresalir sus límites y obstáculos (el poder de los intereses
económicos, la monopolización de la vida pública por las Notas
burocracias políticas y la agudización de las desigualdades), 1“Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad siempre pueda
la idea de una ciudadanía autolegisladora, es decir, con ple- valer al mismo tiempo como principio de una legislación universal”,
nos derechos de participación y corresponsabilidad en la Crítica de la razón práctica, Madrid, Alianza, 2000, [31], p. 97.
construcción del orden público, depositaria de una sobera- 2 “Obra de tal modo que uses la humanidad tanto en tu persona
nía popular autovinculante, podría abrir nuevas perspecti- como en la persona de cualquier otro siempre a la vez como fin,
vas tanto a la reflexión intelectual como a la reorientación nunca meramente como medio”, Fundamentación de la metafísica de
de los sistemas democráticos actuales en favor de una políti- las costumbres, Barcelona, Ariel, 1999, [429], p. 189. Como se sabe,
ca para ciudadanos auténtica —acorde con sus necesidades la primera formulación —en la propia Fundamentación...— reza como
de realización. Para Kant el derecho de legislación suprema sigue: “obra sólo según la máxima a través de la cual puedas querer al
de la comunidad es inalienable y es el “más personal de to- mismo tiempo que se convierta en una ley universal”, [421], p. 173.
dos los derechos”; y esta idea se deriva, también, de la fun- 3Crítica de la razón práctica, op. cit., [58-59], pp. 101-102.
damentación moral que subyace a su filosofía del derecho: 4Ibid., [438], p. 207. Esta tercera formulación del imperativo se de-
el ciudadano “ha de ser considerado siempre en el Estado sarrolla en los parágrafos 431 a 438 de la Fundamentación... y en ella
como miembro colegislador (no simplemente como medio, se vinculan, desde nuestra perspectiva, las ideas de autonomía y rei-
sino también al mismo tiempo como fin en sí mismo)...”7 no de los fines.
5Libres aquí en el sentido de autolegisladores, que es el concepto
4. Un derecho cosmopolita. El criterio de universalidad co- propiamente kantiano de libertad.
loca el problema de la justicia en primer plano y la filosofía 6I. Kant, La metafísica de las costumbres, Madrid, Tecnos, 1989, [313],
práctica de Kant sólo concluye con la idea de un derecho p. 143.
cosmopolita, es decir, con la garantía jurídica de la libertad 7 Ibid., [346], p. 184.

TIEMPO 56 CARIÁTIDE
ANÁLISIS: 200 AÑOS DEL FILÓSOFO DE LA RAZÓN

La herencia de un filósofo
ADELA CORTINA
7 FEB 2004

EL LEGADO de un filósofo se detecta, claro está, en la bibliografía que sobre él existe, las
traducciones de su obra, los debates celebrados a su cuenta. Pero cuando su influencia
es decisiva, se percibe en algo más, en que no se puede prescindir de él para
comprendernos a nosotros mismos, para entender nuestro modo de hacer ética, política,
economía, ciencia, arte o religión. Y éste es el caso de Kant. El virus de la autonomía, que él
introdujo filosóficamente en nuestra cultura, es ya inextirpable. La convicción de que el ser
humano es ante todo creador, proactivo; no vasallo, no siervo, no pura reacción ante los
hechos, menos aún reaccionario.

Hacer ciencia no es sólo tomar nota de lo que la realidad enseña sino, y sobre todo,
diseñarla, construir modelos, soñar utopías científicas, sin más límite que el de la
experiencia real o posible.

Vivir éticamente no es conformarse con lo que nos pasa -el hambre, la pobreza, las
promesas incumplidas, la mentira como institución-, es decretar lo que debería pasar. Que
cada ser humano sea tratado como lo que es, como un fin en sí mismo y no un simple medio;
como lo que no tiene precio, sino dignidad. Por eso, el principio supremo de una ética
ciudadana tiene un lado limitativo -"no instrumentalizarás" a las personas- y uno positivo -
"sí las beneficiarás"-. Sí pondrás a su servicio la política, la economía y cuanto esté a nuestro
alcance. Los derechos humanos, el consentimiento informado, las voluntades anticipadas,
los límites y los beneficios de las biotecnologías, asientan su base racional en este principio.

Como también el proyecto indeclinable de construir una cosmo-polis, una ciudad


universal en que todas las personas se sepan y sientan ciudadanas, como meta de
la política y la educación. Construir comunidades transnacionales, establecer pactos entre
ellas, diseñar organismos internacionales, o bien promulgar una Constitución mundial
republicana, trabajar, en cualquier caso, en un derecho cosmopolita, son pasos necesarios
para evitar el daño siempre indeseable de la guerra, atendiendo al mandato de la razón:
"No debe haber guerra, ésa no es la forma en que cada uno debe procurar su derecho". Son
pasos necesarios para construir una paz duradera.

Pero también abrir una esfera pública en cada país y en el nivel mundial, en que las
gentes expresen su opinión, se informen, dialoguen y debatan, prosigan la tarea de la
Ilustración, den cuerpo al Principio de Publicidad, según el cual, no es válida una ley que no
resista ser publicada.
¿Y qué decir de la religión? ¿Queda anulada por esta autonomía prometeica, que parece
robar el fuego a los dioses? Más bien quien pierde crédito son los dioses que no respetan
la dignidad y la igualdad humanas, ni se duelen del sufrimiento. Un dios que humilla a los
hombres no es Dios. Sólo lo es el que se cuida de que la injusticia no sea la última palabra
de la historia.

Filósofos decisivos en nuestro momento (Rawls, Apel, Habermas, por citar algunos) se
dicen kantianos. Otros, que no se dicen, asumen sin embargo buena parte de la herencia
de Kant, aunque les falte caletre para darle base filosófica. Y es que renunciar a ese legado
es renunciar a nuestro modo de ser personas y ciudadanos (mujeres, varones) en el siglo
XXI.

Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 7 de febrero de 2004

Fuente
Cortina, A. (2004). La herencia de un filósofo. Publicado en El País (7 de febrero de 2004).
Recuperado de https://elpais.com/diario/2004/02/07/babelia/1076113033_850215.html
La justicia

Ética y
Deontología
Profesional

1
La justicia
En el campo del pensamiento ético contemporáneo, uno de los más
grandes exponentes es, sin duda, el filósofo norteamericano John Rawls
(1921-2002). La teoría que propone este autor representa, en cierta forma,
una renovación de la ética deontológica kantiana y, por lo tanto, un
distanciamiento del empirismo utilitarista. Así, la Teoría de la Justicia, de
Rawls, publicada en 1971 (1995), se propone brindar, en el contexto de la
filosofía moral, una visión alternativa a la preconizada por el utilitarismo
clásico en la que la identificación de lo bueno y lo justo se presenta como
un aspecto central y polémico. Elaborar una concepción de la justicia desde
un fundamento deontológico implica esgrimir una idea de justicia
sostenible en principios aceptados y compartidos por todos, no derivables
de preferencias o apreciaciones particulares ni tampoco de
consideraciones relacionadas con la corrección de las acciones a la luz de
sus consecuencias.

Al darle prioridad al concepto de justicia, virtud central de las instituciones


sociales, Rawls (1995) parte de una situación originaria que nos remonta al
espíritu contractualista de los filósofos políticos clásicos. La centralidad de
las teorías del contrato social se recupera en la visión de Rawls, como un
referente clave a nivel argumental para desarrollar su formulación moral
de los principios de la justicia:

… la alternativa más natural al principio de utilidad es su


rival tradicional: la teoría del contrato social. El propósito de
la doctrina del contrato es, precisamente, dar cuenta del
carácter estricto de la justicia mediante la suposición de que
sus principios provienen de un acuerdo entre personas
libres e independientes en una posición originaria de
igualdad y, en consecuencia, refleja la integridad y soberanía
equitativa de las personas racionales que son los
contratantes… la doctrina del contrato social asume que los
individuos racionales que pertenecen a la sociedad deben
escoger conjuntamente, en un acto común, qué es lo que ha
de valer entre ellos como justo e injusto. (Rawls, 1999, p.
132).

Rawls (1995) incorpora, así, la figura del contrato social, que está presente
en la tradición contractualista de Hobbes, Locke y Rousseau, desde el
supuesto de una situación originaria similar al hipotético estado de
naturaleza presente en esta tradición, con la idea de que las relaciones que

2
se establecen entre sus participantes se caracterizan por la libertad y la
igualdad. En este punto, debemos dejar de lado algunas diferencias
cruciales de la teoría de la justicia de Rawls con estos filósofos políticos
clásicos, pero sí es importante subrayar que su empleo de la propuesta
contractualista no implica hacer algún tipo de concesión a una
determinada forma de gobierno o de estructura social, sino destacar el
hecho de que, en tal situación de acuerdo hipotético, las diferencias
particulares no gravitan en la elección de los principios fundamentales de
la justicia. Estos principios deben ser aceptables para todos y, por lo tanto,
públicos. Esta situación de acuerdo imaginaria pone de relieve la existencia
de un procedimiento equitativo de elección y de ello se deriva la idea
central de justicia como equidad: todos y cada uno de sus miembros
elegirán unánimemente esos principios de justicia. El acuerdo hipotético al
que arriban los miembros de la situación originaria reemplaza la noción
tradicional de contrato y está supeditado a determinadas condiciones. La
tesis rawlsiana sobre la justicia enfatiza la presencia de exigencias que
intentan superar las insuficiencias de una mirada utilitarista, que está
regida por el principio del mayor beneficio al mayor número. Estas
exigencias son:

 Generalidad: los principios deberán ser generales. Entonces, aparece el


llamado velo de ignorancia acerca de las características o las
circunstancias particulares de los que participan en tal situación. El
carácter general de los principios es asegurado por la presencia de este
velo, que impide que las partes dispongan de información específica
acerca de sí mismos y los otros y esta ausencia de información evita que
los principios se muestren influenciados por preferencias particulares.
La imparcialidad se garantiza por este velo de ignorancia. Los miembros
de este acuerdo resolverán sus decisiones sobre la justicia en la más
plena ignorancia para que, de ese modo, las posiciones de ventajas o
desventajas personales no ejerzan su poder distorsionador: cubiertas
por un velo de ignorancia, las personas se sitúan en pie de igualdad. Se
trata de una elección justa que no procede en detrimento de nadie y
que, por lo tanto, alude a la equidad de los principios de la justicia. Este
velo, como recurso metodológico empleado por Rawls, es indispensable
para establecer un acuerdo justo:

… nadie sabe cuál es su lugar en la sociedad, su posición,


clase o status social; nadie conoce tampoco cuál es su suerte
con respecto a la distribución de ventajas y capacidades
naturales, su inteligencia, su fortaleza, etc. Supondré,
incluso, que los propios miembros del grupo no conocen sus
concepciones acerca del bien, ni sus tendencias psicológicas
especiales. Los principios de justicia se escogen tras un velo
de ignorancia... si un hombre sabe que él es rico, puede

3
encontrar racional el proponer que diversos impuestos
sobre medios de bienestar sean declarados injustos; si
supiera que era pobre, es muy probable que propusiera lo
contrario. Para presentar las restricciones deseadas uno se
imagina una situación en la que todos estén desprovistos de
esta clase de información. (Rawls, 1995, pp. 29).

 Universalidad: la concepción de la justicia debe ser universalizable, es


decir, aceptable por todos.

 Los principios de la justicia tienen carácter público, es decir, deben ser


compartidos por todas las personas que integran el mundo social.

Figura 1: Rawls y la teoría de la justicia

Fuente: [Imagen sin título sobre Rawls]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/edioGs

Rawls (1995) propone dos principios sobre los cuales debe basarse la
noción de justicia a partir de esta situación originaria. Estos principios son
establecidos desde un contrato social hipotético, acordados por personas
libres, racionales e iguales, escogidos desde un velo de ignorancia que
previene que sean configurados para la ventaja o desventaja de algunos y
característicos de una sociedad justa. Deben formularse de la siguiente
manera:

- Cada persona ha de tener un derecho igual al más amplio


sistema total de libertades básicas, compatible con un
sistema similar de libertad para todos.
- Las desigualdades económicas y sociales
han de ser estructuradas de manera que sean para:
a) Mayor beneficio de los menos aventajados, de
acuerdo con un principio de ahorro justo, y
b) Unido a que los cargos y las funciones sean asequibles a

4
todos, bajo condiciones de justa igualdad de oportunidades.
(Rawls, 1995, p. 341).

Rawls (1995) hace referencia a una especie de ordenamiento jerárquico


entre estos principios: el primero tiene prioridad sobre el segundo, y la
segunda parte del segundo principio tiene prioridad sobre la primera y es
conocida como principio de la diferencia.

Dicho brevemente, el primer principio hace referencia a la igualdad en la


distribución de la libertad, que es concebida como un bien social primario.
Se destacan libertades básicas en el terreno político, como el derecho al
voto, en lo que hace referencia a la libertad de expresión, conciencia,
pensamiento e integridad personal. El derecho por igual a estas libertades
queda asegurado en la formulación de este primer principio, como
condición necesaria no solo para la realización de cualquier plan de vida,
sino también para la emergencia y el fortalecimiento del respeto o la
valoración personal.

Una vez establecidas las libertades básicas, el segundo principio afirma que
las desigualdades económicas y sociales están justificadas si se generan
para mejorar la situación de los miembros menos favorecidos de la
sociedad y si están asociadas a cargos y posiciones accesibles a todos en
condiciones de igualdad de oportunidades.

Figura 2: El velo de ignorancia, la imparcialidad y el sentido común de la


justicia

Fuente: [Imagen sin título sobre velo de la ignorancia]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/1yPxbr

Estos principios de la justicia expresan la centralidad de un sentido moral


que incluye, en su configuración, la capacidad de establecer lazos de

5
cooperación para conformar una estructura social justa en la cual vivir y
desarrollar nuestras expectativas y oportunidades:

El hipotético acuerdo sobre los principios de la justicia no


descansa sólo en la imparcialidad de que pueden hacer gala
los miembros de la “situación imaginaria”, sino en una
determinada idea de la “personalidad moral”. Aunque las
partes del acuerdo carecen, en principio, de cualquier
concepción del deber o de la justicia, poseen, sin embargo,
la capacidad de adquirirlo. A diferencia de Hobbes, Rawls no
concibe al ser humano como “egoísta por naturaleza”, sino
más bien como un ser con capacidad para cooperar. Además
de ser racional, la personalidad moral es razonable. Es decir,
a la capacidad para concebir su bien y perseguirlo, se le
supone a la personalidad moral la capacidad para tener un
sentido del deber y la justicia. También como Kant, Rawls
entiende que la “autonomía plena”, a diferencia de la mera
autonomía racional, consiste en la voluntad de actuar
conforme a los principios de la justicia, pues el ser humano
es autónomo no sólo para hacer lo que quiere, sino lo que
debe. Ahora bien, no hay en el punto de partida de la teoría
de Rawls una concepción esencialista de la persona, como la
había en Aristóteles o en Santo Tomás. La concepción de
Rawls es liberal: la unidad social se basa únicamente en el
acuerdo sobre lo que es justo, el acuerdo mínimo
imprescindible para que podamos hablar de sociedad moral.
(Camps, Guariglia, y Salmerón, 2013, p. 22).

6
Referencias
Camps, V., Guariglia, O., y Salmerón, F. (Comps.). (2013). Concepciones de
la ética. Madrid, ES: Trotta.

[Imagen sin título sobre Rawls]. (s. f.). Recuperado de


https://blog.politics.ox.ac.uk/wp-content/uploads/2012/04/Rawls.jpg

[Imagen sin título sobre velo de la ignorancia]. (s. f.). Recuperado de


https://filosofia.laguia2000.com/grandes-filosofos/la-teoria-de-la-justicia

Rawls, J. (1995). Teoría de la justicia. Madrid, ES: Fondo de Cultura


Económica.

Rawls, J. (1999). Distributive Justice. En S. Freeman, Collected Papers (pp.


130-53). Cambridge: Harvard University Press.

7
Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, Volumen 8, Nº 23, 2009, p. 225-246

La teoría de la justicia social


en Rawls.
¿Suficiente para enfrentar
las consecuencias del capitalismo?
Paula Francisca Vidal Molina*

Resumen: En este artículo se presenta un abordaje general de la teoría de


la justicia social de John Rawls. Revisamos algunas críticas desde diversos frentes
teóricos. Consideramos que la justicia social permite enjuiciar las consecuencias
regresivas para la humanidad del capitalismo en su fase neoliberal y comenzar a
imaginar otros mundos posibles.
Palabras clave: Justicia social, capitalismo, consecuencias, Rawls.

The theory of social justice in Rawls. Is it enough to


confront the consequences of capitalism?
Abstract: On this essay is presented a general approach to the theory of
social justice in John Rawls. We review some critic views coming from several
theoretical approaches. We believe that social justice allows us to judge the
regressive consequences for humanity of capitalism in its neoliberal phase and to
imagine other possible worlds.
Key words: Social justice, capitalism, impacts, Rawls.

Recibido: 20.05.2009 Aceptado: 01.07.2009

***

Algunos Supuestos
Algunos dirán que además de volver cada cierto tiempo como una
moda que renueva líneas clásicas, permite justificar acciones que en nada
cambian el panorama actual; la semántica de la justicia aparece cual som-
bra de infinitos movimientos. Un sin número de instancias contradictorias
y análogas ocupan, usan, apelan al concepto de justicia, sin embargo, lo
que diferencia una de otra es el modo como conciben y materializan ese
concepto.

*
Universidad Federal de Río de Janeiro, Río de Janeiro, Brasil. E-mail:
pvidal71yahoo.com

225
Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, Volumen 8, Nº 23, 2009

La relevancia de visibilizar y profundizar algunos elementos


desdibujados, pero que se conjugan a la hora de hablar de justicia social,
está lejos de constituirse en un mero ejercicio estético, de erudición, de
lógica o moda, más bien nos enfrenta a la vitalidad de la pregunta por el
tipo de sociedad en la que deseamos vivir y queremos construir para futu-
ras generaciones. La pregunta –instalada aparentemente en la carga genética
de la humanidad y capaz de gestar los más grandes y sublimes movimientos
de lo humano como también los más miserables y vacíos- nos enfrenta con
nuestra cotidianidad y el futuro saturado de pura posibilidad.

Justicia es una palabra con una carga teórica e histórica que esconde
discursos y prácticas que los afirman, combaten o tensionan. Hoy se teje
junto a otras como ciudadanía, democracia, bienestar, comunidad, recono-
cimiento, derechos, equidad, etc., todo lo cual configura una trama colma-
da de contradicciones y pugnas, que se ubican muy lejos de la aparente
asepsia del mundo conceptual. Aquí esa trama de conceptos no será objeto
de estudio, solo se asumen como sustrato y consecuencias de la discusión
sobre la justicia social.

Fijar la mirada en un concepto permite leer la multiplicidad de sen-


tidos que se atribuyen –en este caso- a la noción de justicia y la extraordi-
naria confusión que provoca su uso. Perelman ya anunciaba que las con-
cepciones más corrientes la significan como: a cada cual la misma cosa, a
cada cual según sus méritos, a cada cual según sus obras, a cada cual según
sus necesidades, a cada cual según su posición o a cada cual según lo que la
ley le atribuye (Perelman, Chaïn; 2005).

Cada uso es puesto en cuestión si se observa a la luz de los fenóme-


nos regresivos de la sociedad contemporánea, donde el creciente aumento
de la pobreza, la permanente violación de los derechos sociales, económi-
cos, políticos, culturales y ambientales, el aumento de la desigualdad entre
países y al interior de estos, es parte del paisaje que viven millones de
personas.

En este marco, nos parece imprescindible conocer, analizar y


tensionar a la luz de esos fenómenos una de las teorías contemporáneas de
la justicia -la de Rawls- porque ha instalado renovadamente el concepto de
justicia social e influenciado nuevas y viejas reflexiones al respecto, espe-
cialmente dentro del marco del Estado Liberal. Si bien, la obra de este
autor nace y se inscribe en países y debates de los países centrales, creemos
que su producción viene influenciando también las preocupaciones dentro
y fuera del mundo académico en América Latina, ya sea a través de las
exigencias y “recomendaciones” de lineamientos internacionales para con
la semántica y el hacer de las políticas públicas, o con los debates
hegemónicos del mundo académico internacional –especialmente de los
países centrales– cuyo peso alcanza más allá de su órbita. Por lo mismo se
requiere conocer con mayor rigurosidad los planteamientos con el fin
de evaluar su pertinencia en el momento actual de la sociedad contem-
poránea.

226
Paula Francisca Vidal Molina

A Rawls algunos autores lo ubican como un promotor de un Estado


liberal-socialdemócrata, o liberal igualitario donde el Estado asume una
función activa de preocupación por las necesidades de la sociedad, por lo
mismo se lo tilda de progresista en relación a la tradición de Nozick o de la
vertiente “anarco-liberal”.

El telón de fondo desde donde construye su sistema teórico es la


legitimidad que posee el sistema económico de libre mercado y el Estado
de Derecho, por lo tanto, conocer profundamente esta versión, permite ela-
borar críticas de fondo que apunten a la superación de ese orden. En ese
contexto, parece pertinente concebir la propuestas de justicia en analogía
con lo que en música llaman el sistema tonal, donde la base que domina es
el capitalismo, una economía de libre mercado, y tanto la estructura
institucional como otras esferas de la vida social se subordinan a sus reque-
rimientos o la tensionan sin apuntar a modificar lo fundamental. En función
de ello, parece urgente visualizar –siguiendo a Callinicos- otras vías que se
levanten como alternativa teórico filosófico al modelo liberal (y sus varian-
tes) en las discusiones sobre la justicia, ya que (re)construir un horizonte
normativo es parte del proceso de concebir, imaginar un modelo de socie-
dad anticapitalista que guíe las diversas acciones a emprender.

John Rawls y la Teoría de la Justicia


Previo a explicitar los argumentos que constituyen la “Teoría de la
Justicia” de Rawls, debemos señalar que con esta obra, salida a luz en
1971, se propone como objetivo ofrecer, en el contexto de la filosofía mo-
ral moderna una concepción moral alternativa a la derivada del utilitarismo
clásico, el perfeccionismo y la opción intuicionista.
Este texto para muchos teóricos, discípulos y oponentes de Rawls,
ha significado atribuirle la revitalización de la filosofía moral que en esa
época estaba en peligro de constituirse en algo estéril producto del énfasis
en análisis lógicos y semánticos de conceptos éticos y metaéticos, todo lo
cual había desviado la atención de cuestiones prácticas y materiales
(Kukathas y Pettit, 1990; Van Parijs, 1992; Gargarella, 1999; Borón, 2003;
Massini, 2005; entre otros). Lo anterior unido a la agitación social y políti-
ca de la época, los cuestionamientos morales de la guerra de Vietnam, el
papel decadente que venía teniendo el positivismo analítico en la década de
los setenta, tradición que había dejado de lado la cuestión de la justicia,
vienen a sumarse para que “Teoría de la Justicia” se inserte en ese proceso
de superación del positivismo analítico y adquiera la dimensión de un clá-
sico. Otros, también le asignan a él ser el precursor de la mayoría de edad
de la filosofía política liberal, en tanto incorpora en la tradición individua-
lista la idea de que las sociedades tienen pautas de desigualdad que persis-
ten en el tiempo y a la vez, modos sistemáticos mediante las cuales se asig-
na a las personas posiciones dentro de jerarquías de poder, estatus y dinero
(Barry, en Callinicos; 2003). Vallespín (1985) agrega que la salida a luz de
la Teoría de la Justicia es oportuna debido a la crisis de legitimidad que

227
Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, Volumen 8, Nº 23, 2009

cruzaba a la teoría democrática clásica en ese momento y la necesidad que


se tenía de renovar las bases del liberalismo para permitir orientar y enjui-
ciar las prácticas institucionales.

La Justicia como Primera Virtud


de las Instituciones Sociales
Rawls le otorga prioridad absoluta a la justicia y la entiende como la
primera virtud de las instituciones sociales, por lo mismo en su plantea-
miento no le concede un valor mayor a las instituciones por presentarse
ordenas, estables o eficientes, lo fundamental –menciona- será que ellas
sean justas y en el caso de no serlo deberán atenerse a ser reformadas o
invalidadas.

Con ello deja claro que su punto de partida y el foco de la justicia


social es la estructura básica de la sociedad y en ello especialmente el modo
en que las instituciones sociales distribuyen deberes y derechos al interior
de la sociedad. Reconoce que a través de ellas se pueden favorecer o no
ciertas posiciones iniciales en que se encuentran los sujetos en la sociedad,
o crear desigualdades entre las personas –por cierto no justificadas en el
mérito o el desmerecimiento- que indudablemente influirán en las expecta-
tivas de vida que tengan. Algunas de estas instituciones que Rawls mencio-
na son la familia monogámica, las leyes, la constitución política, la protec-
ción jurídica de libre pensamiento y de la propiedad privada de los medios
de producción, entre otros. Su propuesta concibe una idea de sociedad de-
finida como una asociación de personas que reconocen ciertas reglas o pautas
públicas de conducta, de orden obligatorias que permiten relacionarse y
actuar. Estima que tales normas especifican un cierto sistema de coopera-
ción que permite promover el bienestar de aquellos que participan del.
La cooperación en sociedad –en el modelo rawlsiano que parece
retomar de los clásicos liberales- se caracteriza por estar constituido por
dos polos; la identidad y el conflicto de intereses. La identidad de intereses
deja ver la concurrencia de todos para permitir una vida mejor que aquella
posible de obtener según el esfuerzo particular e aislado de cada persona.
No obstante –refiere- que el conflicto de intereses es constitutivo al interior
de un grupo, debido a que las personas no son indiferentes acerca de la
forma de distribuir los mayores beneficios que resultan de la colaboración
entre las personas, siempre ellas van a preferir tener una mayor participa-
ción en función de la obtención de sus fines.

Bajo estos supuestos, afirma la necesidad de contar con un conjunto


de principios de justicia que permitan definir el modo de asignar derechos
y deberes por parte de las instituciones básicas y con ello, definir la distri-
bución “apropiada de los beneficios y las cargas de cooperación so-
cial”. De esta manera, una concepción de justicia otorga un criterio para
evaluar los aspectos distributivos que permite la estructura básica de la

228
Paula Francisca Vidal Molina

sociedad, principios de justicia que permiten regular, por ejemplo la cons-


titución política, instancias del Estado y elementos del sistema económico
y social. Pero ello implica –en este modelo- asumir un sentido público de la
justicia y una concepción compartida de ella, donde las diferencias de inte-
reses y objetivos de las personas, no afecte establecer vínculos de “amistad
cívica”.

Admite la existencia de diferencias de facto entre las personas acer-


ca de lo que estiman justo o injusto en la sociedad, pero este reconocimien-
to no anula que cada uno posea una concepción de justicia y a la vez, asu-
man la importancia de contar con un conjunto de principios que asignen
derechos, deberes básicos, el modo de la distribución correcta de las cargas
y beneficios de la cooperación social. Es decir, aceptan la diferencia entre
el concepto y las diversas concepciones de la justicia que cada uno pueda
adscribir.

Pero no cede frente a lo que cree fundamental, el establecer un cri-


terio de acuerdo acerca de lo justo e injusto con el fin de que las personas
puedan coordinar sus planes y acciones en función del respeto de acuerdos
que benefician a las partes, de lo contrario se corre el riesgo de que las
acciones de las personas desgasten los vínculos del civismo, “La descon-
fianza y el resentimiento corroen los vínculos del civismo, y la sospecha y
la hostilidad tientan al hombre a actuar de maneras que de otro modo evita-
ría” (Rawls; idem:23).1

Explicita que cualquier teoría ética relativamente completa debe


incluir principios para definir la distribución de las instituciones básicas de
la sociedad, y estos principios –independientemente de cuales sean- consti-
tuyen la doctrina de justicia.

La Justicia como Imparcialidad:


el velo de la ignorancia y la posición original
Su preocupación ahora será mostrar el mecanismo por el cual se
llegan a elegir dos principios que darán cuenta de su teoría de la justicia
como imparcialidad o equidad. Ya sabemos que los principios regulan los
derechos, deberes, los beneficios y los tipos de cooperación social acepta-
dos en la estructura básica de la sociedad, ahora cuales principios serían
elegibles y deseables, pero desde un punto de vista imparcial, realizado por
personas racionales y libres es lo que pretende responder Rawls. La justicia
como imparcialidad posee dos componentes, el primero es la posición ini-
cial u original de los sujetos y la elección que realizarán acerca del proble-

1
Esta afirmación nos recuerda a Hobbes y su concepción negativa acerca de la naturaleza
del hombre por lo que se precisa establecer un contrato social con el fin de sacar al hombre
del estado de naturaleza siempre en potencia de guerra y lucha de todos contra todos y
depositar en un tercero la seguridad de la vida.

229
Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, Volumen 8, Nº 23, 2009

ma a tratar y un segundo componente es el conjunto de principios acerca de


los cuales habrá cierto acuerdo.

Centrándonos en el primer componente de la justicia como impar-


cialidad, podemos decir que Rawls llama la atención acerca de la existen-
cia de unas “circunstancias de la justicia” que las entenderá como las con-
diciones normales bajo las que es posible y necesaria la cooperación huma-
na, es decir, lo que ya previamente habíamos mencionado acerca de la co-
existencia de identidad y conflicto de intereses entre los sujetos, pero don-
de prima la necesidad de cooperación social.
Profundizando en las circunstancias de la justicia menciona la exis-
tencia de condiciones objetivas y subjetivas que hacen posible y necesaria
la cooperación humana –idea que reconoce ya presente en los escritos de
Hume. Dichas condiciones objetivas las vincula a la semejanza en capaci-
dades físicas y mentales existente entre los sujetos, la vulnerabilidad a la
que pueden ser todos expuestos, como también la escasez moderada de
recursos naturales y no naturales con que se cuenta en una sociedad.

Por otro lado, las circunstancias subjetivas las remite a que los suje-
tos de la cooperación poseen planes, concepciones y propósitos diferentes
de vida, incluso conflictivos en muchos aspectos, pero el punto común en-
tre todos ellos es que pretenden obtener del acuerdo, el máximo posible de
ciertos bienes buscados por todos los participantes, ejemplo de ello son
derechos, libertades, ingresos y riquezas, autorrespeto, oportunidades y
poderes. Cree él que sin la existencia de estas circunstancias –la necesidad
de cooperación y pluralidad con posibles conflictos de intereses- no es po-
sible “la virtud de la justicia”. En la posición original en que se encuentran
los sujetos, éstos asumen esas circunstancias aceptándolas como algo dado
naturalmente o parte constitutiva de la sociedad.

La posición original equivale a establecer un cierto procedimiento


equitativo –por lo que se le llama justicia como equidad– mediante el cual
se elegirán unánimemente ciertos principios por los miembros de las socie-
dad -que independiente de quienes elijan y cuales sean los principios elegi-
dos- serán asumidos porque se ha arribado a ellos siguiendo un determina-
do método. Rawls mostrará que los principios elegidos en esta posición
original no podrían ser otros más que a los que él ha llegado.

Pero antes de avanzar en su demostración, el supuesto con el que


cuenta es con la existencia de igualdad entre los sujetos, en tanto personas
morales o como seres que poseen una concepción de lo que es bueno para
ellas, y también capaces de tener un sentido de la justicia y una capacidad
de actuar conforme a cualquiera de los principios de justicia adoptados.

Los sujetos en esta posición original participan de una situación fic-


ticia, menciona que se encuentran cubiertos por un “velo de ignorancia”
acerca de las características de los que participan en ella. Con esta fórmula
Rawls quiere asegurar que los principios de justicia se escogerán en la más

230
Paula Francisca Vidal Molina

plena ignorancia, para asegurar a nadie posiciones de ventajas o desventa-


jas producto de la fortuna natural o por las circunstancias sociales en que
han vivido los sujetos. Tal procedimiento fija y garantiza que los acuerdos
alcanzados respecto de la elección de los principios de justicia sean impar-
ciales, a la vez que se permite que todos tengan los mismos derechos de
elegir principios2, “nadie sabe cuál es su lugar en la sociedad, su posición,
clase o status social; nadie conoce tampoco cuál es su suerte con respecto a
la distribución de ventajas y capacidades naturales, su inteligencia, su forta-
leza, etc. Supondré, incluso, que los propios miembros del grupo no cono-
cen sus concepciones acerca del bien, ni sus tendencias psicológicas espe-
ciales. Los principios de justicia se escogen tras un velo de ignorancia (…)
si un hombre sabe que él es rico, puede encontrar racional el proponer que
diversos impuestos sobre medios de bienestar sean declarados injustos; si
supiera que era pobre, es muy probable que propusiera lo contrario. Para
presentar las restricciones deseadas uno se imagina una situación en la que
todos estén desprovistos de esta clase de información” (Rawls; idem: 29-36).
Incorpora la figura del contrato social donde -hipotéticamente- el
estado de naturaleza se corresponde con la posición original de igualdad en
que los participantes se ubican y relacionan bajo el velo de ignorancia. Si
bien considera que la noción de contrato o acuerdo aplicado a materias
morales puede llevar a equívocos e invitar a objeciones, plantea que esta
noción no debe entenderse como el ingreso a un tipo de sociedad o adoptar
un cierto tipo de gobierno –propuesto en la tradición contractualista de
Hobbes, Locke, Kant, Rousseau- sino en adoptar ciertos principios elegi-
dos en una situación inicial claramente definida. La figura del contrato3
–menciona– sugiere la pluralidad de relaciones entre personas que partici-
pan de la cooperación social, de sus diversos y conflictivos intereses, como
del requisito de que la división correcta de ventajas tiene que hacerse acor-
de a principios aceptables y públicos para todas las partes.

Explicita ciertas restricciones formales del acuerdo de principios


de justicia a que arriben las personas en la posición original. Entre ellas
muestra cinco restricciones: primero, los principios deberán ser generales,
es decir, la formulación expresarán relaciones y propiedades generales que

2
La ignorancia no es absoluta, Rawls considera algunos conocimientos básicos que posee-
rán las partes entre los que encontramos los siguientes: conocen hechos generales de a so-
ciedad humana, entienden las cuestiones políticas, los principios de teoría económica, las
bases de la organización social y las leyes de la psicología humana.
3
La teoría del contrato social desemboca en una concepción del orden político como limi-
tación de la libertad de cada persona, pero a la vez subyace una noción individualista como
punto de partida, es decir, es la persona quien determina todo el procedimiento de elección
cuyo método es el “constructivismo kantiano”. Lo anterior se traduce en que los principios
de la ética serán creados por sus destinatarios, los cuales se suponen personas libres e igua-
les que al seguir ciertos procedimientos racionales construirán y aceptarán unos principios
de justicia sin referencia a objetos morales cognoscibles o en deuda a una realidad externa
al sujeto. Para mayor detalle, ver Massini, Carlos; El constructivismo de Rawls. Estudios
Jurídicos. Universidad de Navarra.1997.

231
Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, Volumen 8, Nº 23, 2009

no permita a las partes disponer de información específica acerca de sí


mismos y de su situación, para evitar identificarse. Segundo, deben ser
universales en su aplicación o valer para todos por ser estas personas mo-
rales. Una tercera condición es el carácter público, en el sentido de que las
partes suponen que están escogiendo para una concepción pública de la
justicia, es decir, debe ser reconocida públicamente como constitutiva de la
vida social. La cuarta restricción es que la concepción de lo justo debe
imponer una ordenación de las demandas conflictivas que puedan surgir.
Por último, la quinta condición es la definitividad de su carácter
justificatorio; las partes han de considerar el sistema de principios como el
tribunal supremo de apelación en materia de razonamiento práctico. Avan-
za a la vez hacia la necesidad de justificar la elección de una concepción de
justicia por sobre otra y esta justificación la vincula con la teoría de la
elección racional, ya que parece razonable aceptar que en. La racionalidad
la significa como aquel individuo que si bien posee sus preferencias, es
capaz de jerarquizar las opciones en función de aquellas que mejor le per-
miten conseguir sus propósitos.

Supone una racionalidad de la que participan los individuos, y entre


sus características menciona que a un “individuo racional no le asalta la
envidia” puesto que este sentimiento hace peores a los sujetos, así mismo,
su no existencia –de envidia- implica comprender que cada persona posee
un plan de vida propio que le es suficiente y que no está dispuesto a aban-
donar. Tal racionalidad mutuamente desinteresada posee una interpretación
en vías paralelas, una de ellas es aquella en que los sujetos están dispuestos
a ganar la mayor cantidad de bienes sociales para sí, y la segunda es que en
esta ganancia no pretenden dañarse entre todos -ya que no los mueve el
rencor- ni beneficiarse de los demás. Otro rasgo de la racionalidad que
subyace a su propuesta, la muestra en que las partes no están dispuestas a
suscribir acuerdos que no se puedan cumplir o se encuentren con innume-
rables dificultades para hacerlo, a su vez afirma que al hacer sus propues-
tas, los sujetos no cuentan con el incentivo de sugerir principios insensatos
o arbitrarios, ya que los principios se muestran como una limitación a la
libertad de acción y el aceptar tales restricciones solo sería mediante una
acción racional.

Los Principios
El primer principio exige la igualdad en la repartición de dere-
chos y deberes básicos y el segundo principio mantiene las desigualda-
des sociales y económicas siempre y cuando éstas sólo producen bene-
ficios compensadores para todos y especialmente para los sujetos me-
nos aventajados de la sociedad, es decir, este segundo principio implica
aceptar que unos pocos obtengan mayores beneficios con el fin de que
se mejore la situación de los sujetos menos afortunados a diferencia de
la lógica común en donde se justifica que unos pocos sufran privaciones
si es que se compensa con que se obtenga un mayor bien para todos en
general.

232
Paula Francisca Vidal Molina

Ambos principios los formula de la siguiente manera:


- “Cada persona ha de tener un derecho igual al más amplio sistema
total de libertades básicas, compatible con un sistema similar de libertad
para todos”

- “Las desigualdades económicas y sociales han de ser estructuradas


de manera que sean para:
a) mayor beneficio de los menos aventajados, de acuerdo con un
principio de ahorro justo, y
b) unido a que los cargos y las funciones sean asequibles a todos,
bajo condiciones de justa igualdad de oportunidades” (Rawls; 1995: 341).

El primer principio refiere a todo tipo de libertades básicas –dere-


cho a voto, desempeñar puestos públicos, de expresión, de reunión, de con-
ciencia, de pensamiento, personal o de opresión psicológica, de agresión
física, de propiedad personal, son algunos ejemplos-, el segundo se aplica a
las desigualdades económicas y sociales, como la distribución del ingreso
y la riqueza, al diseño de organizaciones que hagan uso de las diferencias
de autoridad y responsabilidad (Rawls, idem.). Los bienes sociales prima-
rios a distribuir son: derechos y libertades básicas, la libertad de circula-
ción y la libre elección de ocupación en un contexto de oportunidades di-
versas, poderes y prerrogativas de cargos y posiciones de responsabilidad
en las instituciones políticas y económicas de la estructura básica y renta y
riqueza.
Los principios –observa- pueden ser interpretados “democráticamen-
te” y con esa intensión remite a las tradicionales ideas de libertad, igualdad
y fraternidad, ajustando la idea de libertad e igualdad al primer principio -
aunque la igualdad también concuerda con la justa igualdad de oportunida-
des- y la fraternidad al principio de la diferencia.
Pero no queda todo allí, incorpora un orden y unidad entre estos dos
principios, lo cual se manifiesta en un “orden serial” o en la prioridad
lexicográfica de uno sobre el otro, es decir, el primer principio posee prio-
ridad sobre el segundo. Así también es prioritaria la segunda parte del se-
gundo principio, la igualdad de oportunidades, sobre la primera parte del
mismo. El orden lexicográfico, significa que hasta que no se consiga el
nivel adecuado en uno de los principios, el siguiente no entra en juego.
Rawls, con este orden hace evidente la distinción entre derechos y liberta-
des fundamentales, y beneficios sociales y económicos, generando con ello
la jerarquización de diversos bienes primarios, en donde las libertades bá-
sicas pasan a ser prioritarias e irrenunciables a pesar de que su abandono
pueda compensar desde el punto de vista de las ventajas económicas y so-
ciales. Especialmente en este punto se observa con gran nitidez su arraigo
liberal.
Plantea que este ordenamiento de los principios se configura casi
intuitivamente entre las partes y en contraposición al principio de utilidad,

233
Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, Volumen 8, Nº 23, 2009

ya que los sujetos en la posición original se entienden primeramente como


personas libres que poseen intereses y objetivos fundamentales en nombre
de los cuales creen legítimo hacerse demandas mutuas en función de la
confirmación de la estructura básica de la sociedad. Mediante tal ordena-
miento cree que todos los intereses fundamentales de las partes están ga-
rantizados en la medida que se anteponga el principio de libertad por sobre
el segundo. Pero esa prioridad que le otorga a la libertad es casi absoluta
puesto que abre la opción de negar o restringir la libertad siempre y cuando
con esa acción se logre cambiar las condiciones de la civilización, de ma-
nera de permitir en un tiempo determinado gozar nuevamente de tales li-
bertades.

La Estrategia Maximin como Elección Conservadora


El principio denominado “libertad equitativa” es el “máximo na-
tural” del primer principio y el principio llamado de “diferencia” es el
“máximo natural” del segundo principio, por lo que Rawls asumirá que
estos dos principios son la solución óptima elegida por las personas en
la posición original. Concibe que la elección de ellos, son una especie
de solución máxima porque siempre los peores resultados serán supe-
riores al (los) peor(es) resultado(s) de cualquier otra. Los dos princi-
pios son pensados por este autor, como la solución maximin al proble-
ma de la justicia. Lo que distingue a la regla maximin es que se define
como una estrategia alternativa a otras dos opciones disponibles; la
maximax y la maximización de la utilidad esperada. La alternativa
maximax refiere a que se debe ordenar las alternativas por sus mejores
resultados posibles, adoptando aquella cuyo mejor resultado sea mejor
que el mejor resultado de las demás, así se muestra como una estrategia
para optimistas. La alternativa de la maximización se plantea el ordena-
miento de las alternativas sobre la base de estimaciones de ganancia
probable.
Rawls rechaza la estrategia maximax por presentarse altamente arries-
gada ya que las posibilidades de perder son grandes. También rechaza la
segunda estrategia porque en la posición original, en las que el conoci-
miento de probabilidades es imposible o inseguro, se precisa ser escépticos
a propósito de los cálculos, ya que el velo de la ignorancia no permite tener
claridad acerca de la probabilidad de obtener ganancias.

La regla maximin permite ordenar las opciones por los peores resul-
tados posibles que ofrecen y se aceptará aquella cuyo peor resultado sea
superior a los peores resultados de las otras. La regla maximin es una estra-
tegia que se justifica y que resultaría atractiva a alguien con una actitud
conservadora o pesimista, pero a propósito de la situación especial de la
posición original ya que surge la duda de que esta sea la mejor alternativa
en la vida real. Las partes eligen principios para el diseño de una sociedad
como si los lugares que fueran a ocupar en ella fueran determinados por sus
peores enemigos.

234
Paula Francisca Vidal Molina

La Justicia Materializada en las Instituciones


Para superar la forma abstracta de esta concepción de justicia, Rawls
apunta en la segunda parte de su libro, a mostrar las implicancias substan-
tivas que se derivan de adoptar estos principios (cuyas nociones de liber-
tad, oportunidad, equidad aun vagas y ambiguas) a nivel de las institucio-
nes. En ese despliegue intenta clarificar la significación y consecuencias
prácticas de ambos principios lo cual ilustra describiendo la estructura bá-
sica que los satisface, estructura de la cual fluyen ciertas instituciones o
prácticas básicas, al interior del marco de una democracia constitucional y
liberal. Una constitución política justa, arreglos económicos justos y obli-
gaciones de las personas de obedecer las leyes de una sociedad que es im-
perfectamente justa serán ejemplos de eso.

.El vínculo que establece Rawls entre los principios de justicia ele-
gidos en la posición original y las instituciones justas, lo va aclarando pau-
latinamente, y en una especie de ejercicio metódico pide imaginar una se-
cuencia de acontecimientos en cuatro estadios o pasos que –en su conjun-
to- darán cuenta de esa vinculación. El primer paso describe la elección
de los principios bajo el velo de la ignorancia, el segundo está destina-
do a que las partes que participan de la posición original se reúnan y
decidan sobre la justicia de las formas políticas, como también elijan
una constitución, en el que se aclaran los derechos y libertades básicos,
el tercer paso está destinado a establecer leyes –legislar- que afecten a
la estructura económica y social de la sociedad y, por último, en el cuar-
to ocurre la aplicación de las reglas por parte de los jueces y demás
funcionarios, previamente dado una comprensión plena de la estructura
básica –y justa- de la sociedad.

El sistema político justo en este ámbito lo será siempre que se


incorporen y protejan las libertades de la ciudadanía al interior de la
constitución política. La libertad nunca puede ser negada o restringida
en la teoría y la instancia que materializa esta idea es una constitución
justa que deberá entender y proteger la libertad, que incluye libertad de
conciencia, pensamiento, personal y la igualdad en los derechos políti-
cos. Es claro en declarar que el sistema político acorde con ello sería
alguna forma de democracia constitucional, pero da cuenta de la limita-
ción de alcanzar un estado ideal de justicia por vía de una constitución
en la sociedad concreta, por lo que lo mejor a que se puede aspirar es
una justicia procesal imperfecta. Pero a pesar de eso, cree firmemente
en que en la medida que se defina el campo de la justicia ideal se permi-
tirá evaluar las soluciones existentes y se identificarán con mayor niti-
dez los problemas y dificultades más graves que una sociedad debe evi-
tar o los cambios que debe impulsar.
Las funciones de asignación, de estabilización, de transferencia y de
distribución, serán ejercidas por el gobierno para dar cuenta de lo anterior.
En ese sentido, se logra visualizar que la justicia económica expresada por
el segundo principio de justicia se materializaría mediante los órganos de

235
Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, Volumen 8, Nº 23, 2009

un gobierno, instancia más cercana a la figura que algunos comentaristas


han vinculado a un Estado de Bienestar4 que a la del Estado mínimo.

Algunas observaciones a la Teoría de la Justicia


En estos años ha sido inmensa la producción teórica que en algún
modo critica o aprueba la Teoría de la Justicia, a continuación mostraremos
algunas críticas que se han levantado a esta propuesta, de modo de mostrar
algunos de los límites que posee.

Siguiendo a Vallespín (1998) es claro que Rawls muestra una con-


fianza en poder sustentar una concepción pública de la justicia, válida para
las sociedades contemporáneas donde la pluralidad de modos de vida cues-
tiona la aceptación de una única concepción del bien que rija para todos,
por lo mismo, la construcción rawlsiana representa la creencia en la razón-
racionalidad como vía -aún capaz- de construir ciertos procedimientos de
argumentación racional que logren sintonizar esa pluralidad, más allá del
“carácter finito y falibilista de la razón, ciertamente reducida en su capaci-
dad para poner orden” (Vallespín; 1998: 13). Tal edificación se sostiene
sobre “delgados pilares”, como es la coherencia interna de los principios y
la aceptación por parte de los que participan de la posición original, argu-
mentación que deja de lado cualquier concepción de objetividad vinculada
a la verdad como correspondencia con la estructura de la realidad o una
verdad gestada históricamente.

El acento en estos elementos procedimentales favorecerían la prio-


ridad y distinción de la justicia sobre el bien, es decir, diferencia entre la
justicia y lo que es bueno para un cierto grupo en un determinado contexto,
definición contextual que Rawls ve imposible de universalizar. Pero algu-
nos críticos evidenciaron la inconsistencia de ello en la misma obra ya que
Rawls acaba aceptando algunas nociones de bien humano que permiten
darle sentido a la organización social, a través de la definición de bienes
primarios válidos para todos y “suponiendo –aunque sea sin aceptarlo ex-
plícitamente- toda una concepción de la vida buena o perfección humana
social: una vida presidida por la autonomía de los sujetos y la tolerancia de
y hacia los demás, de vigencia de los derechos humanos, de participación
política en democracia y así sucesivamente” (MacIntire, en Massini; 2005:
183). Este elemento de crítica será superado en su obra Liberalismo Políti-
co, en donde ajusta cuentas con esa observación.

Otro orden de objeciones deriva del énfasis puesto en una ética de


las estructuras institucionales, invisibilizando la dimensión de la ética hu-
mana que conlleva sus propias motivaciones, deseos y fines. Considerar

4
Este punto es un tanto obscuro en esta obra, ya que en distintos pasajes se refiere o a una
democracia constitucional, en otros a una democracia de particulares y en otros a una demo-
cracia liberal.

236
Paula Francisca Vidal Molina

este elemento obliga a preguntarse por la posibilidad de incidencia que


posee ello una vez levantado el velo de la posición original, la inseguridad
de que los sujetos respeten el acuerdo realizado una vez conocidas sus pro-
pias motivaciones morales parece ser acertado. La crítica de Walzer al res-
pecto se puede resumir en que difícilmente los sujetos racionales que eli-
gen en condiciones de imparcialidad, llevados de vuelta a gente común,
con un sentido de la propia identidad e inmersos en los problemas cotidia-
nos, van a reiterar su “hipotética elección”.

Rawls, al rechazar que las particularidades de la historia, la cultura


y la pertenencia a un grupo definan la elección de los principios de la justi-
cia, puntualiza su construcción como universalista y abstracta, lo cual deja
de lado las diferencias, la “otredad”, materializadas en las múltiples mino-
rías que hoy claman sus derechos a participar de las decisiones. En este
punto, la teoría rawlsiana de la justicia no da cuenta de la dimensión de las
identidades, el género y del reconocimiento. Iris Marion Young (2000) ob-
jeta le centralidad de la distribución en Rawls porque no considera los te-
mas de opresión y dominación ni cuestiona las estructuras sociales ni los
contextos como las instituciones capitalistas y las relaciones de clase.
El principio de diferencia (Massini, 2005; Gerald Cohen, 2001) se
constituye en un principio que posibilita el conformismo con el liberalis-
mo, y una inmensa desigualdad siempre y cuando ambas partes reciban
algún beneficio. A partir del principio maximin se argumenta que los más
desfavorecidos deben aceptar las ventajas que se les brindan, ya que de
otro modo se encontrarían en una situación peor. Una regla explicitada en
esos términos anula cualquier intensión de transformación radical de las
estructuras sociales que mantienen las desigualdades. La predilección por
el cumplimiento de ciertos derechos los torna una estructura cerrada, inmu-
table frente al movimiento y luchas de las distintas formas de vida por al-
canzar la igualdad social-económica y el reconocimiento de la identidad.
Desde el mismo campo de batalla, Sen y Habermas apuntan su fue-
go amigo. Habermas (1998) llama la atención de la dificultad en que se
encuentra Rawls al asimilar los bienes básicos a derechos, bienes generali-
zados que los sujetos pueden necesitar para realizar sus planes de vida.
Ello implica que los principios de justicia se reduzcan a la justa distribu-
ción de los bienes básicos, más que a la autonomía de los sujetos a través
del ejercicio de los derechos. Habermas también se opone al diseño de la
posición original en la que la elección se basa en sujetos “egoístas raciona-
les”, pone en duda que la imparcialidad se logre mediante la reflexión indi-
vidual donde priman generalmente intereses egoístas. Amartya Sen, por su
lado, menciona acerca del riesgo fetichista que se corre al asumir la
centralidad de los bienes primarios o recursos a la hora de hacer compara-
ciones interpersonales. Interpreta esos bienes primarios como un equiva-
lente a los medios para la libertad para propósitos generales, pero insiste
en que si el eje de preocupación es la libertad, no es suficiente centrarse en
los medios para la libertad sino en la amplitud de la libertad que realmente
tiene la persona debido a que “la capacidad para convertir estos bienes

237
Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, Volumen 8, Nº 23, 2009

primarios y recursos en libertad –para seleccionar una vida particular y


para alcanzarla- puede variar de persona a persona, la igualdad en las pose-
siones de bienes o las libertades reales de que gozan las diferentes perso-
nas” (Sen, Amartya; 1998: 115).
Por lo tanto, la evaluación de la justicia basada en capacidades, las
demandas individuales no se valoran en términos de los recursos o bienes
primarios que poseen las diversas personas, sino en términos de las liberta-
des de que realmente gozan para elegir entre los diferentes modos de vivir
que pueden tener razones para valorar, es “la libertad real la que representa
la “capacidad” de una persona para conseguir las varias combinaciones
alternativas de realizaciones, esto es, de haceres y estares”. La posesión de
bienes primarios o recursos no representa la capacidad de la que goza una
persona5 .

Los retos de la Justicia social frente al contexto actual


La filosofía griega nos muestra esa maravillosa relación entre justi-
cia, sociedad, comunidad y ciudadano como parte del hacer en y de la polis,
a cuya grandeza Jaeger nos sumerge y nos invita a reconocer. Esta relación
–y la prioridad de la justicia- en los orígenes del pensamiento occiden-
tal se presenta desde los poemas épicos de Homero como también en
los primeros filósofos griegos quienes entendieron la justicia como el
centro de la cultura humana y la clave para dar cuenta del lugar del
hombre en el cosmos (Jaeger, 1982)6 . Es decir, la justicia, era parte y a
la vez permitía un orden cósmico, una armonía y jerarquía de las accio-
nes humanas. Este orden y armonía en la ciudad, construido a través del
ejercicio ciudadano de la política en la esfera pública también sirvió
para naturalizar diferencias entre hombres-ciudadanos y esclavos, mu-
jeres, niños, extranjeros y ancianos.

5
Sen cita algunos ejemplos que clarifican dicha afirmación, en pobreza menciona que “al
considerar la pobreza en los países ricos, tenemos que tener en cuenta el hecho de que
muchas de las personas que son pobres en términos de renta y de otros bienes primarios
también tienen características –edad, incapacidades, propensión a las enfermedades, etc.-
que hacen más difícil para ellas convertir bienes primarios en capacidades básicas, por
ejemplo, la capacidad de desplazarse, para llevar una vida sana o para tomar parte en la vida
social” (Sen, Amartya, 1998:115)
6
“En el pensamiento homérico, pues, era dique la línea de demarcación entre la barbarie y
la civilización. Dondequiera que la justicia impere, pisa el hombre tierra firme, gozando de
seguridad y protección en su persona y sus bienes, a salvo incluso como peregrino en tierra
extraña”, o cuando refiere a Heráclito y Anaximandro: “Heráclito, pues, no solo concibió el
principio del universo como una ley o una justicia de índole cósmica, a la manera de
Anaximandro, sino que conectó, además, directamente la ley humana y la vida del hombre
en comunidad con aquel orden divino. Ello implicaba que todo ser individual desempeña su
papel en el mundo, como todo ciudadano de una polis griega desempeña el suyo en la vida
constitucional de su comunidad” (Jaeger, 1982: 8, 32).

238
Paula Francisca Vidal Molina

El cuestionamiento acerca de la naturalización de la desigualdad


social y política lo apunta brillantemente Rousseau, quien plantea que ésta
no deriva de la voluntad divina, ni es consecuencia de la desigualdad natu-
ral entre los hombres, al contrario su origen es resultado de la propiedad
privada de la riqueza y de los beneficios que ese ejercicio otorga7 . El tratar
de explicar el origen de la desigualdad social como la legitimidad de que es
objeto, nos lleva a centrar la atención en la estructura económica, social,
política y normativa que permite aquello. Fenómenos contemporáneos cris-
talizan la cara sórdida de aquel imaginario griego, pero, a la vez ¿no expre-
san un desafío para la conceptualización y materialización de la justicia
social?

Como sabemos, las guerras de las últimas décadas muestran un


parámetro distinto de funcionamiento que las realizadas hasta la primera
mitad del siglo XX, hoy las guerras adquieren una forma monstruosa para
la sociedad civil, donde la cantidad de muertos civiles –especialmente mu-
jeres, niños y ancianos- es mucho mayor que las bajas de las fuerzas milita-
res de los bandos en pugna, a su vez, los sobrevivientes muchas veces se
transforman en desplazados, hombres y mujeres que recorren el país evi-
tando encontrarse en el fuego cruzado, el refugio en muchos casos ha tendi-
do a disminuir porque los países aledaños al conflicto tienden a cerrar sus
fronteras. A lo anterior se deben sumar las muertes indirectas causadas por
enfermedades o hambrunas producto de la guerra. Baste decir que el tras-
fondo de la mayoría de esas guerras son intereses económicos y de domina-
ción, para comprender que la semántica de las “guerras justas” cumple una
función de encubrimiento y justificación.

Por otro lado, la declaración del milenio derivada de la Asamblea


General de las Naciones Unidas el año 2000, criticaba las enormes des-
igualdades en el desarrollo humano de los países e impuso la tarea de redu-
cir la pobreza a la mitad al año 2015, pero esa intensión no deja de ser una
ficción. Las cifras hablan por si solas, hasta el 2007 -según el informe de
evaluación y monitoreo del PNUD- existían 980 millones de personas en
los países en desarrollo que sobrevivían con menos de un dólar diario, cifra
que hoy se ha elevado a 1.400 millones según la nueva medición de pobre-
za realizada por el Banco Mundial, que da cuenta de nuevas 400 millones
de personas que viven por debajo de la línea de pobreza, ubicada ahora en
un dólar y veinte y cinco diariamente en los países en desarrollo. Las mis-
mas estimaciones del Banco Mundial mencionan que al año 2015 serán
1.000 millones de personas las que estarán en situación bajo la línea de

7
“El primero que, habiendo cercado un terreno, descubrió la manera de decir: Esto
me pertenece, y halló gentes bastante sencilla para creerle, fue el verdadero fun-
dador de la sociedad civil. ¡Qué de crímenes, de guerras, de asesinatos, de miserias
y de horrores no hubiese ahorrado al género humano el que, arrancando las estacas
o llenando la zanja, hubiese gritado a sus semejantes:”Guardaos de escuchar a este
impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos pertenecen a todos y que la
tierra no es de nadie”¡(Rousseau; 1999: 60).

239
Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, Volumen 8, Nº 23, 2009

pobreza, y muchos de los que han superado el dólar y veinte y cinco, diario
seguirán siendo pobres8 , situación que desacredita los compromisos del milenio.

Lo anterior es acompañado por un aumento en la desigualdad de


ingresos, la existencia de 800 millones de desnutridos en el mundo, 2.600
millones de personas sin acceso a un saneamiento básico, 1.8 millones de
niños muertos al año como consecuencias de diarreas y enfermedades deri-
vadas de agua contaminada o saneamiento insuficiente (PNUD, 2006). Al-
rededor de 50.000 seres humanos mueren diariamente (especialmente ni-
ños y personas de color), ya sea de hambre o enfermedades como diarrea,
neumonía, malaria y otras causas relacionadas con la pobreza. (Pogge,
Thomas; 2007).

La concentración de la riqueza es escandalosa9 , según el X informe


sobre la riqueza mundial de Merril Lynch y Capgemini del 2006, el número
total de millonarios en el mundo creció en un 6.5 % en el año 2005, alcan-
zando unos 8,7 millones de personas –correspondiente al 0,1% de la
población mundial- que controlan 33,3% billones de dólares y al 2010
se estima que el patrimonio en manos de los millonarios alcanzará 44,6
billones de dólares. Incluso en situación de crisis como la que viene
sucediendo desde mediados del año 2007, desatada por el mercado in-
mobiliario, un estudio estadounidense del año 2008, a cargo de The
Boston Consulting Group (BCG) muestra que la acumulación o aumen-
to de la riqueza ha sido sostenido en los últimos seis años, así los que
eran ricos no dejan de ser ricos y a la vez se suman los nuevos10 , que se

8
Para mayor detalle ver sitio del Banco Mundial en: http://go.worldbank.org/MLVZFZTMS0
9
Para detalles de la concentración mundial, Ver www.iarnoticias.com o Universidad de las
Naciones Unidas UNU-WIDER, en www.wider.unu.edu/ . Los análisis dan cuenta de una
estructura integrada de desigualdad en las economías avanzadas como EEUU e Inglaterra en los
años 90, en que la brecha entre ricos y pobres en función de los ingresos ha aumentado como
también dificultad de movilidad social. (Callinicos, Alex; 2003). Algunos datos en Chile mues-
tran la tendencia de la concentración del capital, así tenemos que la distancia de ingresos entre el
5% más rico y el 5% más pobre aumentó entre los años 1990 y 2005, pasando de 110 a 220
veces, creciente polarización que no tiene que ver con talentos naturales, ni trabajo o sacrificios.
Desde el año 2003 al 2007 las compañías multinacionales se llevaron casi el 50% del PIB
(Cademartori, José; 2008), por otro lado la concentración de la riqueza en Chile se acumula en
tres grupos económicos cuyas ganancias aumentan año a año; tenemos así que el ranking lo
encabeza el grupo Luksic que de 3.400 millones de dólares poseídos al año 2004 aumentó a
4.200 en el año 2005, le sigue el grupo Angelini que de 2.500 millones de dólares al 2004
aumentó a 2.900 en el 2005 y por último el grupo Matte que de 2.800 millones de dólares al año
2004 retrocedió a 2.700 en el año 2005. (Claude, Marcel; 2008)
10
El periódico español El País, en su columna en economía llama la atención sobre este
fenómeno, el crecimiento de las nuevas familia millonarias, el cual alcanzó un 11%, espe-
cialmente por los aportes de familias provenientes de Asia y América Latina, así también
muestra como aquellas familia que ya son millonarias se las arreglan para aumentar su
crecimiento de fortunas a pesar de la crisis hipotecaria. Ver Diario El País, economía, 5/9/
2008, en http://www.elpais.com/articulo/economia/ricos/vez/ricos/pesar/crisis/financiera/
elpepueco/20080905elpepueco_6/Tes

240
Paula Francisca Vidal Molina

las arreglan haciendo los ajustes necesarios, en el contexto de la crisis


financiera, para nunca perder.

La destrucción ambiental, trae sus propias consecuencias a nivel


mundial, afectan y lo harán –a futuro con mayor gravedad- desigualmente a
los países y al interior de estos aumentando la pobreza11 . En el marco del
capitalismo, los recursos naturales se tornan cada vez más en capital finan-
ciero en beneficio de los grupos económicos y en detrimento de los recur-
sos naturales. La creciente deforestación, degradación de tierras secas (sin
contar los desiertos), el riesgo de extinción y desaparición de especies ha
ido en aumento, la escasez y restricciones de acceso a agua se vaticina para
las dos terceras partes de la población mundial en los próximos 25 años son
solo algunos de los efectos de esta masacre ambiental (Claude, M.; 2007:
10). A ello debemos incluir el informe sobre derechos humanos de Amnis-
tía Internacional (2007) que relaciona la búsqueda de recursos naturales
por parte de grandes conglomerados económicos con la persistente amena-
za de la identidad cultural y supervivencia de varias comunidades indíge-
nas en América Latina.

Un fenómeno de no larga data en los países, especialmente de Euro-


pa y América del Norte, se relaciona con la “seguridad frente al terror-
ismo”, idea que se ha vuelto capaz de justificar acciones paranoicas que
derivan en discriminación, control, detenciones injustificadas, violación del
derecho de libertad, etc. (Amnistía Internacional; 2007). Desde otro frente,
Kurz (1997), menciona que los fundamentalismos de orden (pseudo)reli-
giosos vienen a constituirse en formas de castigo merecido, por la soberbia
de la economía de mercado, del sistema capitalista que impone un modo de
vivir unilateral con consecuencias de desintegración brutales.
Otra dimensión -con el mismo sustrato- vemos en la legitimación de
la criminalización de los inmigrantes ilegales por parte de la unión euro-
pea, que refleja un resabio xenofóbico, de racismo y discriminación contra
millones de personas que ven en los países centrales una salida a la perma-
nente situación de pobreza y desigualdad que viven en sus países de origen.
La paradoja de todo esto es que la función del Estado se torna mínima y
máxima a la vez, la primera materializa las inacciones de regulación o “li-
bertad” de mercado y la segunda, una máxima intervención policial y leyes
punitivas. Marx, en La Cuestión Judaica de 1843 advertía brillantemente
sobre este último punto al declarar “La seguridad es el concepto social

11
El Pnud habla de que a medida que avanza el cambio climático, esto traerá mayores
retrocesos a escala global. “Los reveses en el desarrollo humano no serán lineales, y sus
poderosos efectos se retroalimentarán mutuamente. Las pérdidas en la productividad agrí-
cola reducirán los ingresos, disminuirán el acceso a la salud y a la educación. A su vez,
menores posibilidades detener acceso a la salud y a la educación restringirán las oportunida-
des de mercado y reforzarán la pobreza. En un nivel más fundamental, el cambio climático
dañará la capacidad de las personas más vulnerables del mundo de tomar decisiones y per-
filar procesos que tengan efectos en su propia vida” (PNUD, 2007: 107).

241
Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, Volumen 8, Nº 23, 2009

supremo da la sociedad burguesa, el concepto de policía, según el cual toda


la sociedad existe solamente para garantizar a cada uno de sus miembros la
conservación de su persona, de sus derechos y de su propiedad” (Marx,
2005: 37). Seguridad y libertad son caras de la misma moneda.

Algunas Conclusiones:
entre lo normativo y los fenómenos sociales
¿Será posible combatir lo anterior con una redistribución de recur-
sos?, ¿se puede terminar o reducir la injusticia social en una economía ca-
pitalista, donde la pobreza y la desigualdad son solo algunos ángulos de
ésta?, difícilmente se puede afirmar que es posible. El capitalismo es
constitutivamente inestable, oscila entre fases de expansión y depresión,
“está sujeto de forma crónica a colapsos profundos y disruptivos en la pro-
ducción y en el empleo” (Callinicos; 2003:137), además genera conductas
que tienden hacia el hedonismo, el egoísmo, el consumo exacerbado, el
individualismo, cuyas consecuencias nefastas no se expresan solo en la
desigualdad de la riqueza como ya vimos.
Estas ideas son las primeras que aparecen si es que se descuida la
importancia de la pregunta por la Justicia que declara el horizonte normati-
vo y la buena sociedad que se desea construir. En ese aspecto esta pregunta
trae inscrita dos dimensiones: valorar, enjuiciar el presente para mirar el
futuro a partir de algunos elementos existentes en el presente que permiti-
rían construirlo.
Es importante fijar la potencia que poseen los valores y principios
que pueden guiar la futura sociedad. Ya Macpherson –desde la tradición
marxista- hablaba de que Rawls podría ser llevado a cabo en una sociedad
sin clases. Fernando Lizárraga (2009) sintetiza -adecuadamente- los moti-
vos de la importancia de Rawls para las discusiones que se enfrentan en
esta materia. Rawls rechaza el utilitarismo y sus medidas subjetivistas de
bienestar, la meritocracia, la tesis de autopropiedad (cuyo representante es
Nozick), además propone una medida objetiva para valorar la igualdad (los
bienes sociales primarios), ensaya reglas de prioridad para evitar o dismi-
nuir la arbitrariedad de las intuiciones al momento de tomar decisiones
morales, en este punto, la prioridad de la justicia sobre la eficiencia y de lo
justo sobre lo bueno resulta contraria al sentido común de la época actual y
al estilo del capitalismo en la fase neoliberal. Por último, es interesante de
considerar ya que no excluyó la posibilidad de que los dos principios que
definen lo que es la justicia (en su aparato conceptual) fueran posibles de
llevar a cabo en una sociedad donde existe propiedad social de los medios
de producción. Podríamos agregar que Rawls transparenta la injerencia que
poseen las instituciones sociales en generar, fortalecer y potenciar las des-
igualdades sociales.
Sin duda que al examinar en detalle estos elementos vemos que las
respuestas y propuestas de la Teoría de la Justicia no permiten la cristaliza-

242
Paula Francisca Vidal Molina

ción –como dice Gerald Cohen (2001) de la “Igualdad radical de oportuni-


dades” que obliga a corregir todas las desigualdades originadas de vivir o
nacer en condiciones sociales desventuradas y no escogidas. La historia
muestra que cualquier intento de igualar esas condiciones bajo un modelo
económico capitalista tendrá como consecuencias grandes movimientos y
salidas de capitales u oposiciones de tal magnitud que solo dejan sangre en
el país que lo intenta. La lógica del capital profundamente depredadora –en
su fase actual- es incompatible con una sociedad igualitaria de bienes pri-
marios y generación de capacidades, y muestra de ello lo entrega cada cier-
to tiempo cada Informe de Desarrollo Humano, que solo ratifica la incapa-
cidad de materializar dichos principios.

A la vez, ante la pregunta por la posibilidad de reconciliación en


sociedades en que no solo la diferenciación creciente de modos de vida o la
pluralidad de concepciones morales y acerca del bien existentes, sino tam-
bién se convive con innumerables formas de degradación y regresión hu-
mana, parece ser una pregunta que traspasa las respuestas y soluciones apun-
tadas por Rawls.

Al evaluar la propuesta de Rawls, no solo en función de la sociedad


norteamericana sino a nivel global –ya que la regresión de derechos socia-
les traspasa el ámbito local- surge la inquietud acerca del modo de hacer
converger este retroceso social con la elección de un cierto conjunto de
principios de justicia como los propuestos por Rawls, esta concepción pú-
blica de la justicia, ¿es sustentable en sociedades donde la pluralidad llega
hasta la negación de la dignidad humana, o donde los que participan en la
posición original no son todos los que efectivamente deben estar?, ¿cómo
podrían participar aquellos que no han sido objeto de reconocimiento más
que para ser desechados?. Sin duda que la redistribución de los bienes
sociales y primarios propuestos por Rawls, en función de los desventajados,
es absolutamente insuficiente para una sociedad como la nuestra. El no
romper con las estructuras que causan la pobreza y la desigualdad, la inten-
sión de mejorar el resultado de una situación injusta establecida histórica-
mente no hace más que mantener su reproducción.
Por otro lado, la teoría de Rawls es ciega frente a la relación entre
política y grandes consorcios que influyen –sin duda- en la concentración
del poder económico y baste para eso recordar los casos de transnacionales
como Shell en Nigeria donde se alía a la esfera política, militar para mante-
ner sus intereses12 . El predominio del mercado sobre el Estado es un hecho

11
El Pnud habla de que a medida que avanza el cambio climático, esto traerá mayores
retrocesos a escala global. “Los reveses en el desarrollo humano no serán lineales, y sus
poderosos efectos se retroalimentarán mutuamente. Las pérdidas en la productividad agrí-
cola reducirán los ingresos, disminuirán el acceso a la salud y a la educación. A su vez,
menores posibilidades detener acceso a la salud y a la educación restringirán las oportunida-
des de mercado y reforzarán la pobreza. En un nivel más fundamental, el cambio climático
dañará la capacidad de las personas más vulnerables del mundo de tomar decisiones y per-
filar procesos que tengan efectos en su propia vida” (PNUD, 2007: 107).

243
Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, Volumen 8, Nº 23, 2009

fundamental, Kurz acierta cuando menciona que “el Estado no posee nin-
gún medio primario de regulación, mas bien depende del medio del merca-
do, esto es, del dinero. Entretanto el medio “poder” atribuido al Estado y,
teóricamente, en la mayoría de las veces, identificado con el dinero no po-
see ningún grado jerárquico primario, a penas un grado secundario, pues
todas las medidas del Estado precisan ser financiadas, no solamente las
actividades jurídicas, infraestructurales, etc., sino también el poder en el
sentido mas inmediato del término, o sea, las fuerzas armadas. En ese sen-
tido, ni los militares son un efectivo “factor extraeconómico”, pues ellos
también están sometidos al medio mercado, a través del problema de su
financiamiento” (Kurz; 1997: 103).

Tras el recorrido iniciado podemos decir que la justicia demanda


algo más que la construcción de una mejor forma de distribución, sino una
transformación real de las estructuras de producción y de distribución. La
debilidad de la teoría de la justicia presentada es la creencia en que la jus-
ticia puede realizarse al interior del sistema capitalista, obviando –según
Callinicos- el papel de la explotación en la creación y mantenimiento de las
estructuras existentes de desigualdad como de todas las diversas formas de
regresión humana.

La dimensión normativa de la justicia frente a los fenómenos empí-


ricos e históricos que estamos viviendo, nos permite evaluar este presente
como regresivo para la humanidad, de carrera hacia el abismo, sin una no-
ción de justicia y de buena sociedad a la que aspiramos difícilmente estos
fenómenos de regresión (y que nos sitúan al borde del colapso) se tornarían
problemáticos y repudiables.

Los aportes de Rawls acerca de concebir una sociedad justa, nos


inducen –sin que lo imagine- a pensar que ellos sólo pueden ser logrados –
como dice Callinicos- en contra del capitalismo, creemos que el desafío
puesto a la concepción de la justicia social rawlsiana en el contexto capita-
lista, es el modo de mostrar los límites inherentes que posee para afrontar
las consecuencias de este sistema hegemónico. Es urgente –ya lo vienen
diciendo varios pensadores- imaginar otros mundos posibles, donde la
sustentabilidad, la democracia, la justicia social y la vida digna sean su
centro y para ello los valores y principios que inspiren esa sociedad son
fundamentales para incubar ese futuro.

244
Paula Francisca Vidal Molina

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246
La formación
de acuerdos

Ética y
Deontología
Profesional

1
La formación de acuerdos
Cuando hablamos de las raíces de la llamada ética dialógica o ética
comunicativa, los trabajos del filósofo y sociólogo alemán Jürgen Habermas
(1929) aparecen con todo su vigor. La obra de este autor es de una
extensión asombrosa en su riqueza temática, por eso, a continuación
presentaremos algunas de las tesis medulares de sus principales
contribuciones: la teoría de la acción comunicativa y el concepto
de democracia deliberativa.

La disposición al diálogo como una pieza central de la ética de Habermas


no puede reconocerse sin comprender cuál es el alcance que le otorga a la
dimensión pragmática del lenguaje. Empezaremos, entonces, por remarcar
la idea misma de acción comunicativa como elemento crucial del consenso.
La palabra acción ligada a la comunicación ya nos advierte que la propuesta
habermasiana pone el acento en el uso que hacemos del lenguaje en
nuestras interacciones sociales. Hacer referencia al uso del lenguaje
equivale a interrogarnos por su aspecto pragmático, que es un
componente clave del lenguaje, además de la sintaxis (que alude a las
reglas para combinar y ordenar las expresiones) y la semántica (que alude
al significado de las palabras). La atención en los actos de habla abre un
panorama nuevo para aproximarnos a la ética, porque Habermas (1987)
afirma que hay algo en el uso del lenguaje, inscripto en esta dimensión
pragmática, que es universal. Ese elemento universal, válido para cualquier
hablante, se expresa en el supuesto de un entendimiento mutuo, es decir,
en la competencia que todos poseemos de acordar con otro. Esta
propuesta clave de Habermas le confiere al uso del lenguaje una
importancia decisiva para el acuerdo.

Hablar es querer estar de acuerdo. No en un sentido


intencional (“querer” en sentido de buscar
conscientemente) sino en un sentido sustantivo: cualquier
uso del lenguaje presupone la vocación de acordar con otro
acerca de hechos o estados de cosas del mundo. (Cristiano,
Giletta, y von Sprecher, 2007, p. 173-174).

Hay un a priori del acuerdo moral, es decir, un elemento universal y común


en el acto de habla que hace posible que el entendimiento y el consenso
primen sobre dogmatismos e imposiciones. Se trata de una situación ideal
del habla, en la que, como partícipes reales o potenciales de interacciones
comunicativas, se presupone la posibilidad de un entendimiento
racionalmente motivado: hablar es querer estar de acuerdo. Si en el uso

2
del lenguaje reside esa posibilidad, el tipo de racionalidad que emerge es
esencialmente una racionalidad comunicativa.
Desde esta concepción, la reflexión ética es necesariamente intersubjetiva
o dialógica:

La ley moral es una ley autoimpuesta, la conciencia se


autolegisla -como ya pensó Kant-, pero esa ley no puede
proceder sólo de la unidad de la conciencia individual, sino
debe ser consensuada social y democráticamente. El ser
humano no ha de verse forzado por esa necesidad de
consenso, puesto que está hecho de lenguaje y el lenguaje
es comunicación y toda comunicación busca finalmente -
creen los filósofos citados- el consenso. De esta forma, la
ética comunicativa nos proporciona el fundamento
antropológico de la ética como búsqueda de consenso, y, al
mismo tiempo, nos brinda el criterio trascendental que
permite identificar la acción comunicativa racional de la que
saldrán acuerdos legítimos. (Camps, Guariglia, y Salmerón,
2013, p. 24).

Figura 1: Habermas. La acción comunicativa y el consenso éticamente


legitimado

Fuente: [Imagen sin título sobre Habermas]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/vvznwb

3
¿Cómo se concibe esa pragmática universal? Para comprender este
elemento universal, ese criterio trascendental, es preciso tener en cuenta
que en el uso del lenguaje se pone en juego aquello que Habermas
denomina pretensiones de validez y debemos distinguir varios niveles,
según el tipo de enunciado que se emplea en la comunicación. Estos
enunciados dependerán de cual sea el mundo al que hacemos referencia.
Habermas distingue tres grandes “estructuras del mundo” (Cristiano et al.,
2007, p. 172).

Hay una estructura del mundo conocida como mundo objetivo, que está
compuesta de hechos o entidades, tales como mesas, árboles, máquinas,
personas, en tanto cuerpos físicos, etcétera. Hay una estructura del mundo
conocida como mundo social, que está compuesta de normas, valores,
significados culturales, instituciones sociales, etcétera. Hay una estructura
del mundo conocida como mundo subjetivo, que está compuesta de
sensaciones, emociones, ideas, etcétera.

Cada vez que hacemos referencia a estas estructuras del mundo, aquello
que decimos implica la existencia de un oyente, es decir, otro que me
escucha. En este sentido, los actos de habla se vinculan con diferentes
pretensiones de validez: al hacer referencia al mundo objetivo y emplear
enunciados constatativos (p. ej., es un árbol), pretendemos que aquello
que decimos es verdadero, al aludir al mundo social y emplear enunciados
regulativos (p. ej., lo ocurrido en tal situación es un acto de soborno),
pretendemos que aquello que decimos es recto o normativamente
aceptable y al hacer referencia al mundo subjetivo y emplear enunciados
expresivos (p. ej., estoy molesto), pretendemos que aquello que decimos es
sincero o veraz. En todos los casos, independientemente de que se
cumplan o no estos requisitos de validez, al hablar sobre el mundo
ponemos en marcha estas pretensiones, es decir, la construcción de un
vínculo entre comunicación y entendimiento mutuo.

La capacidad para crear este vínculo a través del lenguaje se presenta


como un aspecto constitutivo de la naturaleza humana y una competencia
del acto de habla que es base y punto de referencia de la posibilidad de
acordar con otro y, por lo tanto, de una racionalidad comunicativa: hacer
uso del lenguaje es poner en juego la potencialidad de un acuerdo racional,
es decir, la posibilidad de una comunicación “libre de dominaciones, de
asimetrías y de injusticias, es, sin duda, una comunicación ideal” (Camps et
al., 2013, p. 23).

Esta actividad comunicativa revela que en el uso del lenguaje podemos


delimitar otro ámbito de abordajes de los problemas éticos. Así, cobra
sentido la posibilidad de la ética como búsqueda de consenso:

4
La racionalidad comunicativa es dialéctica, porque el
síntoma de su presencia no es el monólogo unidireccional,
sino el diálogo y la confrontación. Es imposible determinar
lo correcto o lo verdadero sin recurrir a esa unidad en la
diferencia representada por el diálogo; es imposible llegar a
lo verdadero o lo correcto sin contar con la diferencia como
motor, que precisa del transcurso histórico para llegar a una
reconciliación. (Cortina, 2008, p. 75).

Figura 2: La racionalidad inscripta en el lenguaje

Fuente: [Imagen sin título sobre racionalidad en el lenguaje]. (s. f.). Recuperado de
https://goo.gl/GQYiLE

Como reflexión intersubjetiva inmersa en el uso del lenguaje, la ética


comunicativa aparece ligada a la existencia de una comunidad de diálogo
en la que las pretensiones de validez se desenvuelven en el plano de la
formación de acuerdos y estos dan cuenta de la coordinación de acciones.
Se presenta, así, un espacio normativo delimitado por esa competencia
comunicativa.

Quien entabla un diálogo considera al interlocutor como una


persona con la que merece la pena entenderse para
satisfacer intereses universalizables… porque solo si
reconocemos que la autonomía de cada hombre tiene que
ser universalmente respetada, podremos exigir que se
respeten sus peculiaridades, y la forma de hacerlo será a

5
través de los diálogos en los que cada cual exprese sus
peculiaridades desde la unidad que supone saberse al
menos mínimamente entendido y máximamente respetado.
Desde estos supuestos será posible construir no sólo una
ética cívica, propia de un Estado-nación determinado, sino
una ética universal. (Cortina, 1999, pp. 91-92).

6
Referencias
Camps, V., Guariglia, O., y Salmerón, F. (2013). Presentación. En
Concepciones de la ética pp 11-27. Madrid, ES: Trotta.

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habermasdn.jpg

[Imagen sin título sobre racionalidad en el lenguaje]. (s. f.). Recuperado de


http://www.ciudadcapital.com.mx/?p=84060

7
Razón cordial

Ética y
Deontología
Profesional

1
Razón cordial
En la actualidad hay una forma de comprensión de la ética que está
sustentada en el concepto de razón cordial. Dos pilares fundamentales de
esta ética son el sujeto autónomo kantiano y la teoría de la pragmática
universal de Habermas. Cuando se habla de razón cordial, se alude a un
pensamiento ético que afirma con vigor la centralidad de la autonomía de
las personas y el reconocimiento recíproco. Estas dos grandes cuestiones
se concentran para expresar un punto de vista singular sobre la ética como
formación y cultivo de valores de empoderamiento para construir planes
de vida dignos y valiosos. La cordialidad es, ante todo, fruto de una moral
entrenada, en virtud de la importancia de asumir responsablemente la
tarea de modelar nuestras facultades y educar nuestras emociones para
ser personas y ciudadanos capaces de apreciar la vida desde un profundo
sentido de la justicia, la solidaridad y la compasión.

La ética de la razón cordial se presenta como un nuevo hogar de aquella


educación moral tan fundamental para la ética aristotélica, según la cual la
vida virtuosa emerge de un proceso de aprendizaje y de forjarse un
carácter a mediano y largo plazo.

El espectro reflexivo de esta mirada ética está guiado, entonces, por


corrientes de pensamiento que parecen aunar tres grandes procesos: el de
la conciencia personal y autónoma, el de la conciencia intersubjetiva y
dialógica y el de la conciencia educada en valores morales compartidos
como ciudadanos activos. Estos componentes estructurales de la razón
cordial se integran para conformar una visión sobre las normas morales, en
la que la autonomía, la racionalidad comunicativa y la cordialidad se
constituyen en los principios rectores de una vida moral plena.

Con este breve marco introductorio, estamos en condiciones de definir la


articulación entre las corrientes mencionadas y acercarnos, así, a las
principales cuestiones que comprende el concepto de razón cordial.

La figura clave en este camino que desandaremos es la filósofa española


Adela Cortina (1948). Nos limitaremos a una de sus obras que se titula Ética
de la razón cordial: educar en la ciudadanía en el siglo XXI, publicada en el
año 2007.

Esta obra (Cortina, 2007) se presenta como una aspiración de tan


inagotable riqueza y fuerza que opera como una guía capaz de abrir
senderos de reflexión sobre la moralidad, profundamente sostenidos por la
afirmación de un sí participante de las interacciones sociales en tanto
ciudadanos y ciudadanas comprometidos con la construcción de un mundo

2
más humano. El análisis del quehacer cívico constituye el punto de
referencia de un horizonte de condiciones concretas para el desarrollo
social y personal para asumir la responsabilidad de cada uno con el otro y
proyectar planes de vida en máximas de vida buena con una ética mínima
de base y compartida.

El valor de la ciudadanía penetra la vida cotidiana pero no en forma


mitigada. Por el contrario, su importancia es decisiva para la construcción
de compromiso e integración social. La ciudadanía se forja inevitablemente
en el entendimiento de forma recíproca y en el ejercicio moral de virtudes
que nos disponen para obrar y pensar bien; en tales virtudes se reconocen
intereses universalizables sin los cuales la convivencia social sería inviable.
En Cortina (2007) esta tesis se expresa en términos de una transformación
pedagógica y social atenta a la transición hacia una ciudadanía global que
ya no puede (ni debe) indicarse opciones normativas que sean
preponderantemente concebidas desde la autonomía ejercida por
individuos aislados y absortos en la satisfacción de sus propias
necesidades.

Figura 1: La profesora Adela Cortina, catedrática de Ética en la


Universidad de Valencia

Fuente: [Imagen sin título sobre Adela Cortina]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/YiLn3V

Esta mirada de la ciudadanía está sustentada por un tipo específico de


razón, la razón cordial e impregnada de un ethos comunicante, dialogante
e intersubjetivo. Ese ethos constituye un marco de referencia básico para la
consideración del ser humano como ciudadano: “El civismo entendido tal
como hemos argumentado, como la potenciación de las virtudes o
actitudes que convertirán a la persona en un buen ciudadano o en buen

3
demócrata, está estrechamente relacionado con la educación. Enseñar
civismo es enseñar ética” (Camps, 2005, p. 20).

¿Qué aspectos podemos reconocer de cada una de las conciencias


mencionadas anteriormente (la personal y autónoma, la intersubjetiva y
dialógica y la educada en valores morales compartidos como ciudadanos
activos) en el concepto de razón cordial introducido por Cortina?

Es importante ver la conexión existente entre esta propuesta y la


racionalidad comunicativa. Esta última involucra una cuestión central para
la ética cordial: el reconocimiento recíproco basado en el diálogo y la
intersubjetividad. La inclusión de la acción comunicativa representa la
apertura a una nueva forma de implicarnos en la realidad social desde una
experiencia dialógica imprescindible para la convivencia colectiva. Torres
Guillén sintetiza estas condiciones de posibilidad que se vuelven
particularmente importantes para la creación de mecanismos de
participación:

La racionalidad comunicativa abre los horizontes no sólo a


opinar sobre los asuntos públicos, sino también, a los
sujetos que de alguna manera presentan demandas de
inclusión y participación social desde su moral personal,
como lo son los grupos de diversidad sexual, de
contracultura, indígenas, de alternativas económicas y
sociales, etc. La acción de la ética del discurso, estaría en
posibilidades de construir, día a día, una ética pública capaz
de inspirar normativas jurídicas propias de un Estado laico y
democrático, dentro del cual, los ciudadanos plurales y
diversos… se disponen a aprender de los demás, tratando de
conjugar sus creencias con la de otros desde un tribunal
básico: la racionalidad comunicativa. (2010, p. 47).

La ética del discurso pone de relieve que la razón humana es


esencialmente dialógica y, por lo tanto, introduce un elemento de
orientación del sujeto implicado en su carácter de interlocutor válido, cuyo
sentido emerge del reconocimiento recíproco (fundamento de la
obligación moral). Esta orientación pretende hacerse efectiva para guiar la
conducta de modo tal que se evite el peligro del dogmatismo y se tenga,
así, una influencia decisiva en la creación de espacios de convivencia social.

El hallazgo kantiano del sujeto moral autónomo constituye otra motivación


fundamental para la ética cordial. Es ese uso de la razón el que afirma la
primacía de la voluntad: el poder de cada uno de darse a sí mismo, en su

4
carácter de autolegislador, máximas y principios morales universales. La
idea de que los juicios y el accionar humanos no tienen más determinación
que la propia voluntad sienta las bases de la autoobligación libremente
impuesta. Sin embargo, para Cortina (1996), no es la pura razón formal la
que fundamenta la moral. El juicio moral autónomo se desenvuelve en la
experiencia del reconocimiento mutuo y una relación en la que las
capacidades pueden ser empoderadas y enriquecidas por una moral
auténtica y comprometida.

El valor de la educación moral es clave para la ética cordial. No hay intentos


de fundamentación dentro de esta ética que hagan lugar a mecanismos de
asignación de acciones buenas o malas, sí hay un sentido de formación que
implica un esfuerzo continuo por aprender cómo apreciar los valores
morales:

… autonomía, en el sentido moral del término, no significa


“hacer lo que me venga en gana”, sino optar por aquellos
valores que humanizan, que nos hacen personas, y no por
otra cosa. Con lo cual el educador no tiene más remedio que
transmitir también a través de la educación aquellas cosas
que él considera humanizadoras. (Cortina, 1996, p.73).

Figura 2: El desarrollo de la formación cordial

Fuente: [Imagen sin título sobre portada de libro de Adela Cortina]. (s. f.). Recuperado de
https://goo.gl/g8R4oh

5
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[Imagen sin título sobre Adela Cortina]. (s. f.). Recuperado de


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b.jpg

[Imagen sin título sobre portada de libro de Adela Cortina]. (s. f.).
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Torres Guillén, J. (2010). La acción comunicativa: autolimitación y


disposición al aprendizaje en las sociedades postseculares.
http://www.publicaciones.cucsh.udg.mx/pperiod/estsoc/pdf/estsoc_6/4.p
df

6
Jairo Miguel Torres Oviedo*
Gonzalo Galván Patrignani** Ética del discurso de Habermas:
Oona Isabel Hernández Palma***
como propuesta teórico-práctica
en la solución de problemas
práctico-morales
Ethics of discourse the Habermas: as a
theoretical and practical proposal in the
solution of practical and moral problems

Recibido: 2 de octubre de 2015 / Aceptado: 13 de noviembre de 2015


http://dx.doi.org/10.17081/just.21.29.1230

Palabras clave: Resumen


Ética, Moral, Argumentación, A continuación se realizará una presentación de la ética del discurso, su
Discursivo y Normativo. carácter deontológico, cognitivista, formalista y universalista; su pretensión en
el campo de la teoría moral y de qué manera es una alternativa en la solución
de problemas práctico-morales y su incidencia en la convivencia social. Reco-
nociendo que el ejercicio que trata de llevar a cabo la ética del discurso lo hace
sobre los fundamentos teóricos aportados por la teoría de la acción comunicati-
va en la que se propone que el entendimiento y el acuerdo son posibles siempre
y cuando estén basados en razones sobre cuestiones normativas.

Key words: Abstract


Ethics, Moral, Reasoning, Will be followed by a presentation of discourse ethics, character ethics,
Discursive and Narrative. cognitivist, formalist and universalist, his claim in the field of moral theory and
how is an alternative in solving practical-moral problems and their impact on
social life. Recognizing that the exercise is to conduct discourse ethics does on
the theoretical foundations provided by the theory of communicative action in
which it is proposed that the understanding and agreement are possible if they
are based on considerations on issues regulations.

Referencia de este artículo (APA): Torres, J. M., Galván, G. & Hernández, O. I. (2016). Ética del discurso de Habermas:
como propuesta teórico-práctica en la solución de problemas práctico-morales. En Justicia, 29, 13-27. http://dx.doi.
org/10.17081/just.21.29.1230

* PhD. en Filosofía. Profesor Investigador Universidad Cooperativa de Colombia sede Montería. jairo.torres74@hotmail.com
** PhD. Profesor Investigador Universidad Cooperativa de Colombia. galvan.patrignani@gmail.com
*** Doctorante en Derecho de la Universidad Santo Tomás, sede Bogotá, Colombia. Magíster en Derecho de la Universidad del Norte.
Abogada de la Universidad Libre, seccional Barranquilla. Docente de la Facultad de Derecho de la Universidad Cooperativa de
Colombia-Montería. oonaisabel@hotmail.com

Justicia, No. 29 - pp. 13-27 - Junio 2016 - Universidad Simón Bolívar - Barranquilla, Colombia - ISSN: 0124-7441
http://publicaciones.unisimonbolivar.edu.co/rdigital/justicia/index.php/justicia
14 Jairo Miguel Torres Oviedo, Gonzalo Galván Patrignani, Oona Isabel Hernández Palma

INTRODUCCIÓN Habermas considera que ambos enunciados


A continuación, nos centraremos en la ética hay que distinguirlos de los enunciados emo-
del discurso de Jürgen Habermas, precisando cionales o subjetivos que expresan preferencias,
que este es el último pensador de la Escuela de convicciones, requerimientos, deseos o inclina-
Frankfurt, en el que encontramos una profunda ciones. Es precisamente en esta parte de la teoría
preocupación política sobre el tema de lo públi- en la que Habermas intenta mostrar que es ta-
co o la validez intersubjetiva de la argumenta- rea racional el probar la posibilidad del acuerdo
ción. racional sobre cuestiones de rectitud normativa
Habermas asume las tesis de Apel de la dé- las decisiones morales encaminadas a realizar
cada del 70, y las expresa en su obra Teoría de
acuerdos; en esto consiste toda la cuestión de la
la acción comunicativa, y muy especialmente
fundamentación en el contexto de los actos co-
sobre la ética del discurso. Es necesario seña-
municativos. Por consiguiente es necesario re-
lar que durante esta época cambian los interlo-
saltar que en este escenario o momento de la teo-
cutores: en el frente filosófico, son los analíti-
ría lo que pretende Habermas es desarrollar todo
cos del LinguisticTurn, ante los que muestra las
un discurso práctico al que denomina Principio
transformaciones de un paradigma solipsista y
de universalidad pragmático comunicativo y que
abstracto por el de la pragmática, igualmente se
solamente a través de este principio se pretende
enfrenta al irracionalismo posmoderno. Por otro
mostrar que todos los sujetos comunicativamen-
lado en el campo político desarrolla toda la fun-
te competentes, tienen la capacidad de resolver
damentación de la socialdemocracia, del Estado
sus conflictos a través del diálogo; podemos al-
de Derecho desde una racionalidad formal de
todo el contexto europeo y en especial de Ale- canzar la validez racional del juicio moral; y es

mania. justamente en este procedimiento donde se con-

Por ello, a continuación abordaremos el pen- cibe el principio de la ética del discurso.
samiento habermasiano, que gira alrededor de
la ética del discurso. Para este autor es necesa- Ética del discurso
rio explicar el significado de la verdad moral, A continuación se realizará una presentación
distinguiendo las pretensiones de validez de los de la ética del discurso, su carácter deontológi-
enunciados descriptivos (constatativos o ase- co, cognitivista, formalista y universalista; su
verativos, los cuales se pretende son juicios de pretensión en el campo de la teoría moral y de
hecho), de los enunciados normativos (prescrip- qué manera es una alternativa en la solución
tivos, prácticos, que deberían ser distinguidos de de problemas práctico-morales y su incidencia
los juicios de valor; los primeros, en este caso en la convivencia social. Reconociendo que el
los constatativos tienen pretensión de verdad, ejercicio que trata de llevar a cabo la ética del
los segundos, es decir los normativos tienen pre- discurso lo hace sobre los fundamentos teóricos
tensión de rectitud o verdad moral. aportados por la teoría de la acción comunicati-

Justicia, No. 29 - pp. 13-27 - Junio 2016 - Universidad Simón Bolívar - Barranquilla, Colombia - ISSN: 0124-7441
http://publicaciones.unisimonbolivar.edu.co/rdigital/justicia/index.php/justicia
Ética del discurso de Habermas: como propuesta teórico-práctica en la solución de problemas práctico-morales 15

va en la que se propone que el entendimiento y dada por un ejercicio racional de carácter comu-
el acuerdo son posibles siempre y cuando estén nicativo en el que se exponen argumentos, vale
basados en razones sobre cuestiones normativas. decir, razones y motivos con los que se intenta
De esta forma, la ética del discurso pretende convencer al interlocutor o interlocutores sobre
ser una reformulación de la teoría moral en lo la conveniencia o no-conveniencia de una nor-
que respecta al problema de la justificación de la ma social o punto de vista moral; este ejercicio
norma, en términos de una teoría de la comuni- o procedimiento dado por la ética del discurso
cación lingüística. Es de anotar que la ética del permitiría que en los procesos deliberativos la

discurso, no hará uso del imperativo categórico única violencia admitida sea la del mejor argu-

para la fundamentación de las normas morales, mento. Por ello, al adentrarnos en la ética del

sino que su ejercicio teórico estará centrado en discurso, es necesario plantear su tesis principal,
la cual establece que “Todo el que emprenda
el procedimiento de la argumentación moral,
seriamente el intento de participar en una argu-
mediante el establecimiento de un principio dis-
mentación acepta implícitamente presupuestos
cursivo, el cual manifiesta que: “Solo pueden
pragmáticos universales que poseen un conteni-
reivindicar lícitamente validez aquellas normas
do normativo; el principio moral se puede deri-
que pudiesen recibir la aquiescencia de todos los
var entonces del contenido de esos presupuestos
afectados en tanto que participantes en un dis-
de la argumentación, con tal que sepa qué signi-
curso práctico” (Habermas, 1987, p.16). Sola-
fica justificar una norma de acción” (Habermas,
mente mediante un ejercicio intersubjetivo, en el
1987, p.16). Cuando hacemos referencia a la
que los participantes expresan sus pretensiones
justificación de las normas, estamos expresando
de validez mediante argumentos, se construyen
nuestras pretensiones de validez sobre algo en
los acuerdos o normas que serán validados para
el mundo mediante argumentos, en el momento
todos, al mismo tiempo que se hace uso del Prin-
que nos expresamos estamos diciendo implícita-
cipio de universalidad <<U>>, que en los dis-
mente que es posible la construcción de acuer-
cursos prácticos asume el cometido de una regla
dos a partir de esas pretensiones; ahora bien, no
de argumentación. “En las normas válidas, los necesariamente los acuerdos que se deriven de
resultados y los efectos secundarios que se deri- la argumentación tendrán el reconocimiento o
ven de su seguimiento universal para la satisfac- aceptación de todos los afectados.
ción de los intereses de todos y cada uno tienen
que poder ser aceptados por todos sin coacción Punto de vista moral
alguna” (Habermas, 1987, p.16). Hasta el momento hemos explicado una idea
Es decir, en un discurso práctico en el que general sobre la ética del discurso, las caracte-
se problematice una determinada norma social rísticas teóricas, pragmáticas y comunicativas
o punto de vista moral, su intervención estaría que contiene; y el papel que desempeña la teoría

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ética y el principio discursivo en la clarificación entendimiento y acuerdos entre los implicados;


del punto de vista moral. dicho procedimiento se inicia a partir del esta-
En efecto, lo que se ha realizado es indicar, blecimiento de una posición original en el que
cómo es posible entender el punto de vista moral los participantes del procedimiento contractual,
como parte del procedimiento del discurso prác- lo que hacen son imaginarse a sí mismos en una
tico, el cual puede ser entendido como la forma posición tal que les permita estar libres de con-
en que se enjuician imparcialmente los asuntos dicionamientos, como la posición social y todo
morales en los que la ética del discurso estable- lo que ello implica socialmente; una vez estable-
ce un procedimiento práctico que nos permi- cido lo anterior, los implicados entran en un pro-
te explicar cómo se observa un hecho desde el ceso en el que expresan sus pretensiones de va-
punto de vista moral. Antes de la explicación lidez en unas condiciones de simetría que hacen
del procedimiento práctico utilizado por la ética posible entrar en un proceso de reconocimiento
del discurso, se procederá a analizar el procedi- de sus derechos, como sujetos libres e iguales.
miento práctico elaborado por otros pensadores Lo que hay que entender es que la posición
contemporáneos, en el que tratan de reconstruir original es un recurso de representación. “Es
el punto de vista moral, para posteriormente re- una forma de imaginarnos a nosotros mismos,
tomar los planteamientos habermasianos sobre como miembros de la sociedad civil, razonando
el punto de vista moral. Con el propósito de con- acerca de principios de justicia conforme a las
trastar dichos procedimientos y mostrar por qué restricciones impuestas en la posición original”
el procedimiento práctico utilizado por la ética (Vásquez, 1994, p.3). La posición original se en-
del discurso es el más eficaz en la explicación tiende como una forma de representación en la
del punto de vista moral y en particular en la que nos representamos a nosotros mismos juz-
reconstrucción de nuestras intuiciones morales. gando las cosas imparcialmente, es decir, desde
Es así como “John Rawls recomienda una un punto de vista moral. Pero, la posición ori-
posición original en la que todos los implica- ginal contiene una limitación que la diferencia
dos comparecen unos frente a otros en calidad de la teoría de la acción comunicativa y es que
de partes contratantes que deciden racionalmen- en la teoría de la acción comunicativa, la situa-
te y disfrutan de los mismos derechos, si bien ción ideal del discurso pretende dar expresión
desconociendo el estatus social que ocupan real- al saber intuitivo de sujetos comunicativamente
mente, como el <<estado inicial adecuado que competentes, saber que trasciende las fronteras
garantiza que los acuerdos básicos en el obteni- de los espacios sociales y los tiempos históricos
dos son equitativos>>” (Habermas, 1987, p.17). particulares y que de este modo plantean una
Por medio de un ejercicio de carácter contrac- pretensión de validez universal. “En la teoría de
tual Rawls (1997) establece un procedimiento la justicia, la posición original solo pretende dar
mediante el cual, pretende construir procesos de expresión a ciertos ideales y principios implíci-

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Ética del discurso de Habermas: como propuesta teórico-práctica en la solución de problemas práctico-morales 17

tos en la cultura pública de las sociedades demo- su identidad y personalidad; por ello, antes de
cráticas modernas y, de este modo, como dice juzgar un comportamiento, hecho o fenómeno
Rawls, no logra ser verdaderamente universal” social, se deben tener en cuenta dichas precom-
(Vásquez, 1994, p.4). De esta forma, el ejercicio prensiones, con el propósito de generar procesos
expuesto por la ética del discurso e implícito en dialógicos en los que los involucrados traten de
la teoría de la acción comunicativa, hace posi- entenderse mutuamente; es decir, puedan parti-
ble la puesta en práctica de nuestras intuiciones cipar en actitud realizativa frente a un conflicto
morales, con la pretensión de que sean escucha- moral, para de esta forma adquirir o asumir una
das, discutidas y aceptadas como válidas por actitud comprensiva frente al asunto en litigio.
los participantes en un discurso práctico; claro Volviendo a Habermas el procedimiento del dis-
está, teniendo en cuenta el procedimiento prag- curso práctico expuesto por la ética del discurso
mático-formal dado por la ética del discurso en puede lograr la puesta en escena de las preten-
pro de construir los acuerdos que sean válidos siones de validez que expresan los implicados en
para todos y con pretensión de universalidad. En un discurso práctico, ello es posible debido a la
cambio la posición original solo trata de dar ex- idealización que los participantes exponen en su
presión a principios e ideales implícitos en las ejercicio de argumentación. Además el discurso
sociedades democráticas modernas; principios práctico genera procesos de entendimiento entre
estos que no son el resultado de un ejercicio de- las personas que expresan su forma de pensar y
liberativo, y en consecuencia, sus pretensiones ver las cosas; en este sentido observamos cómo
no tienen alcance de universalidad; es decir, la mediante el discurso práctico se transforma la
posición original solo se encarga de dar cuenta asunción ideal de roles y desaparece el carácter
de la existencia y divulgación de dichos princi- ficticio de la posición original.
pios e ideales. Al comparar los modelos teóricos de Rawls
Por otro lado, se recomienda una “asunción (1997) en lo que tiene que ver con la aclaración
ideal de roles que exige que el sujeto que juz- o explicación del punto de vista moral, se puede
ga moralmente se ponga en el lugar de todos inferir o comprender cómo mediante el proce-
aquellos que serían afectados por la realización dimiento aportado por la ética del discurso, es
de una acción problemática o por la puesta en posible explicar el punto de vista moral y su im-
vigor de una norma controvertida” (Habermas, parcialidad y en consecuencia, expresar adecua-
1987, p.17), lo que pretende este procedimiento damente nuestras intuiciones morales; “enten-
es mostrar que las personas cuando juzgan un diendo por <<morales>> todas las intuiciones
hecho o comportamiento social, lo hacen deter- que nos informan acerca de cuál es la mejor for-
minados por su precomprensión del mundo, la ma en que debemos comportarnos para contra-
cual ha sido el resultado de un proceso de so- rrestar mediante los miramientos y el respeto la
cialización que ha contribuido a la formación de extrema vulnerabilidad de las personas” (Haber-

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mas, 1987, p.18). Recordemos que antropológi- sino una razón comunicativa y discursiva como
camente hablando, la moral se convierte en un propósitos fundamentales del principio discursi-
dispositivo que protege nuestra vulnerabilidad; vo que expone la ética del discurso.
vale decir, las normas morales lo que intentan La ética del discurso nos muestra que los
es proteger la vulnerabilidad de las personas que principios de justicia y solidaridad nos remiten
adquieren una identidad y personalidad a través al origen de la moral, en cuanto que la vulnerabi-
de un proceso de socialización; en consecuen- lidad de los seres humanos necesita ser compen-
cia, están obligadas a solucionar dos problemas sada mediante procesos de socialización en los
de una sola vez: “hacer valer la inviolabilidad cuales se establecen relaciones intersubjetivas,
de los individuos exigiendo igual respeto por donde los individuos generan procesos de enten-
la dignidad de cada uno de ellos, pero en esa dimiento y acuerdos que posibilitan una convi-
misma medida proteger también las relaciones vencia civilizada, por ello, no se puede hablar de
intersubjetivas de reconocimiento recíproco la existencia de derechos para las personas si no
en virtud de las cuales los individuos se man- existe un bienestar colectivo para la comunidad
tienen como pertenecientes a una comunidad” a la que uno pertenece. En este contexto, la éti-
(Habermas, 1987, p.20). Estos dos problemas ca del discurso posibilita de manera hipotética
que pretende solucionar la moral, se realizarán la reconstrucción de las competencias práctico-
mediante dos principios, el principio de justicia morales, en el sentido que durante el proceso de
y el de solidaridad. La justicia hace referencia socialización los individuos expresan sus pre-
al respeto y reconocimiento de los derechos de tensiones de validez con el propósito de generar
los individuos (Estado de Derecho), la solidari- procesos de entendimiento mutuo sobre temas
dad exige reconocimiento y preocupación por el en litigio, en los que interviene el procedimien-
bienestar de los otros (Estado Social). to discursivo de la ética del discurso. “Todas las
En consecuencia, la moral requiere de los normas morales giran alrededor de la igualdad
principios de justicia y solidaridad que hagan de trato, la solidaridad y el bien común, pero
posible que los individuos se sientan reconoci- estas son ideas básicas que se pueden remitir a
dos, partícipes y participantes en una comunidad las condiciones de simetría y a las expectativas
que se convierte en el ambiente protector de su de reciprocidad del actuar comunicativo, esto
fragilidad. Este sería el escenario social propi- es, que se puede encontrar en las imputaciones
cio que generaría procesos de comunicación y mutuas y en las suposiciones comunes de una
deliberación, que a su vez permitiría la puesta praxis cotidiana orientada por el entendimiento
en práctica de una racionalidad comunicativa, mutuo” (Habermas, 1987, p.20). El ejercicio co-
entendida como una facultad inherente a la ra- municativo del lenguaje, donde los sujetos que
cionalidad humana que haría posible la recons- interactúan expresan sus pretensiones de validez
trucción de la razón; no una razón monológica, reconociéndose mutuamente, teniendo en cuenta

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la unidad del fenómeno moral, en los que princi- moniza, contribuyendo al reconocimiento de los
pios de justicia y solidaridad, solo son válidos en derechos y dignidad de las personas que hacen
el espacio del mundo de la vida de determinado parte de un grupo social, pero igualmente tene-
grupo social o comunidad que ha considerado mos que reconocer que una comunidad requiere
incluirlos como obligaciones morales de carác- que en sus procesos de socialización y de con-
ter normativo. vivencia se articulen los aspectos de derecho y
De esta manera, la estrategia que utiliza la dignidad, que son necesarios e indispensables
ética del discurso para reconstruir los contenidos pero no suficientes en cuanto “la calidad de la
de una moral universal a partir de los presupues- convivencia no se mide solamente por el grado
tos de la argumentación, tiene grandes posibili- de solidaridad y por el nivel de bienestar, sino
dades de lograrlo, en cuanto que el discurso se también atendiendo hasta qué punto los intereses
convierte en un instrumento de comunicación de cada individuo particular se tienen en cuen-
exigente, que supera los límites del mundo de ta por igual en el interés general” (Habermas,
la vida, en el que los presupuestos de validez 1987, p.23). De esta forma, el procedimiento in-
orientados al entendimiento mutuo se universa- tersubjetivo de carácter dialógico ofrecido por
lizan y en esa medida, se amplían a una comuni- la ética del discurso permite el diálogo, median-
dad ideal de comunicación en la que intervienen te el cual todos los implicados participan en la
todas las personas capaces de habla y de acción. construcción de un ideal de justicia y vida buena
Siguiendo con el análisis se puede inferir que que posibilite la convivencia social, sin recurrir
en el discurso se encuentran de manera explíci- a presupuestos metafísicos.
ta e implícita los elementos que hacen posible
la puesta en práctica de la racionalidad humana Ética del discurso como parte de la teoría
con ello, la existencia y puesta en ejercicio de moral
lazos sociales de coopertenencia a pesar de las Hemos anotado anteriormente que las éticas
contradicciones y diferencias que se puedan pre- clásicas se ocuparon de todos los aspectos de la
sentar en proceso de entendimiento, en ningún vida buena; la ética de la Ilustración por el con-
momento impiden el acuerdo, por el contrario lo trario, efectuó un corte en el ámbito práctico y
favorece, lo reafirma como tal. El procedimiento pretendió limitarse estrictamente al conjunto de
del discurso práctico aclara la imparcialidad del juicios normativos susceptibles de fundamenta-
juicio moral, posibilita la articulación interna de ción. La ética del discurso, por su parte, tiene un
ambos aspectos “a la autonomía del individuo carácter deontológico, cognitivista, formalista
que no puede delegar su representación en nadie y universalista, que comparte con la ética kan-
y a su inserción en formas de vida compartidas tiana; pero se diferencian en el procedimiento
intersubjetivamente” (Habermas, 1987, p.23). utilizado para justificar el punto de vista moral.
Cuando esto se realiza, la convivencia se ar- Podemos decir, que la ética del discurso es deon-

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tológica, en el sentido que establece una distin- tivo categórico lo ocupa el procedimiento de la
ción en el ámbito de lo práctico entre normas y argumentación moral tendiente a la consecución
valores, entre cuestiones normativas y cuestio- de acuerdos, mientras que se logra que la teo-
nes evaluativas. Este aspecto procura establecer ría moral tenga validez universal, sosteniendo
la relación entre lo justo y lo bueno o, para ser el principio moral como algo a priori en nues-
más precisos, la relación entre una norma social tra razón. “La ética del discurso no proporciona
y un juicio moral, donde lo justo pretende encar- orientaciones de contenido, sino solamente un
nar los intereses de todos y por ende, su cons- procedimiento lleno de presupuestos que deben
trucción implica la participación de todos los garantizar la imparcialidad en la formación del
afectados. Dicha participación es el resultado de juicio. El discurso práctico es un procedimiento
un proceso de justificación de la norma en cues- no para producción de normas justificadas, sino
tión, con el propósito de alcanzar consenso sobre para la comprobación de la validez de normas
la norma en litigio. Por otra parte, lo bueno hace postuladas de modo hipotético” (Habermas,
referencia a las preferencias o inclinaciones de 2000, p.143). Es precisamente el procedimien-
un determinado grupo de personas; mientras lo to formal establecido por la ética del discurso
justo representa los intereses de todos, por ejem- el que permite establecer lo bueno y lo malo a
plo, cuando se garantiza iguales libertades para través del diálogo, no aporta contenidos, sino
todos, lo bueno es la preocupación de un deter- que examina normas que ya tienen un conteni-
minado grupo, pero no de todos; lo bueno es el do; este procedimiento hace posible establecer
resultado de la forma como hemos construido la discusión sobre asuntos normativos con el fin
nuestros juicios de valor, los cuales, son el re- de buscarle solución dialogada a los conflictos;
sultado de la influencia de la cultura en nuestro convirtiéndose en uno de los aspectos más im-
proceso de socialización. En consecuencia el portantes, que la diferencia de las otras éticas
carácter deontológico de la ética del discurso, cognitivistas, universalistas y formalistas.
hace referencia a las cuestiones de justicia, las En este orden de ideas, podemos decir que
cuales tienen prioridad sobre las cuestiones de la ética del discurso retoma la ética kantiana a
vida buena. “La ética deontológica entiende la través de la teoría de la comunicación; es decir,
corrección de la norma o mandatos por analo- la ética del discurso es una interpretación de la
gía con la verdad de una proposición asertórica. teoría moral, por medio del discurso o comu-
Con todo, no es lícito asimilar la verdad moral nicación lingüística. A partir de lo anterior po-
de las proposiciones deónticas a la validez aser- demos preguntarnos: ¿Cuál es la pretensión de
tórica de las proposiciones enunciativas, como la ética del discurso en el terreno de la teoría
hacen el intuicionismo o la ética de los valores” moral? En el contexto de las éticas normativas,
(Cortina, 1995, p.245). la ética del discurso constituye una alternativa
En la ética del discurso, el lugar del impera- que muestra una teoría de la racionalidad, en la

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que se pretende demostrar que no solo la cien- sión de discutir y buscarle salidas a los proble-
cia y la tecnología son actividades racionales, mas práctico-morales.
sino también el derecho, la moral y la política;
puesto, que así como en la ciencia, los sujetos se Ética del discurso y convivencia social
ponen de acuerdo en razones de verdad, también En apartes anteriores nos formulamos el inte-
esto es posible en el mundo social, en lo refe- rrogante: ¿cómo cumplir el principio fundamen-
rente a las ideas jurídicas, morales y políticas tal de la ética del discurso? En particular cuando
con el propósito que los sujetos puedan cons- esta exige en cada caso la aquiescencia de todos,

truir acuerdos basados en cuestiones de rectitud cuando vivimos en una sociedad en condiciones

normativa, que permitan construir procesos de asimétricas profundas y en conflictos sociales

modernización social. De esta forma, la ética del permanentes; pregunta que intentaremos res-
ponder a continuación.
discurso se convierte, en el escenario de la teoría
Todos los aspectos característicos y propios
moral en un referente teórico válido mediante el
de la ética del discurso son un desafío teórico,
cual se pretende desarrollar un concepto de ra-
filosófico, práctico y político en cuanto todas sus
zón comunicativa, un intento por mostrar que
idealizaciones teóricas están expuestas a la críti-
los sujetos que interactúan comunicativamente
ca de gran parte de las corrientes ético-filosóficas
aceptan implícitamente la posibilidad de esta-
que existen actualmente y que consideran que
blecer acuerdos sobre cuestiones de rectitud nor-
es imposible una argumentación de las normas
mativa. En este sentido, la ética del discurso in-
morales y mucho menos aceptan la articulación
tenta clarificar o hacer explícito un concepto de
entre el aspecto universalista y formalista de la
razón dialógica, que mostraría cómo es posible
ética del discurso. “Se considera que el princi-
la convivencia social, sobre la base de procesos
pio discursivo y consensual es políticamente
de entendimiento y de diálogo. Por ello, la éti-
peligroso e inadecuado para una solución justa
ca del discurso se encuentra entre las propuestas
de las cuestiones prácticas, éticas, y políticas
más frecuentes de la ética normativa cuya tarea
actuales de alcance mundial” (Michelini, 1991,
consiste en fundamentar proposiciones prescrip- p.326). A pesar de ello, se evidencia, que la ética
tivas o evaluativas, encargada de demostrar de- del discurso a través del principio discursivo es
terminadas obligaciones válidas para todos. una alternativa, una posibilidad para la solución
En este orden de ideas, la pretensión de la de problemas sociales, prácticos y morales. Es
ética del discurso consiste en poder conservar la decir, posibilita que los miembros de una de-
moral en ámbitos de discusión racional, sin te- terminada comunidad, mediante el principio en
ner que acudir a fundamentaciones metafísicas, mención generen procesos de entendimiento y
puesto que inicia, como una actividad cotidiana acuerdo que contribuyan a solucionar sus con-
del ser humano, la comunicación, con la preten- flictos en contextos morales o sociales. El mo-

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delo de acción estratégica es una estructura o mente, buscando un consenso con el grupo con-
forma de acción que se dirige al éxito, el modelo trario, y que se atenga a lo consensuado aunque
de acción orientada al entendimiento tiene que no pueda saber con certeza si los interlocutores
especificar las condiciones para conseguir un procederán de igual modo? No se trata de desca-
acuerdo comunicativo según el cual alter pueda lificar a los interlocutores a priori, sino de “de-
ajustar sus acciones a las de ego. Por ello, K.O. terminar hasta qué punto es moralmente exigible
Apel (1999) considera que “el concepto de ac- actuar como si todos siguieran el principio de la
ción comunicativa está pensado de tal manera ética comunicativa, teniendo en cuenta las con-
que los actos del entendimiento que vinculan los secuencias desastrosas que pueden derivarse del
planes de acción de diversos participantes y que hecho de que solo una parte de los interlocutores
resumen las acciones orientadas a un objetivo en lo cumpla” (Cortina, 1995, p.208).
una relación interactiva, no puede retrotraerse, Como vemos, el principio discursivo de la
por su parte, a una acción teleológica” (p.158). ética del discurso hace posible la legitimación
El propósito de los procesos de entendimien- democrática de una sociedad, en la medida que
to es construir los acuerdos que sean el resultado muestra los criterios y principios generales vá-
de la aceptación racional y motivada al conte- lidos, a través de los cuales las personas reco-
nido de una aseveración. No se puede imponer. nozcan las normas éticas y políticas que hagan
“No es posible imponer el acuerdo a la otra parte, posible la convivencia entre los seres humanos;
ni se le puede imponer al interlocutor mediante “ello puede ser posible, por medio del principio
una manipulación. Lo que se produce a la vista formal-procedimental, que señala la compatibi-
mediante la influencia externa no puede contar lidad de los principios y normas ético-discursi-
como acuerdo. Este descansa siempre sobre una vas con la idea de un orden social, ético y po-
convicción conjunta. El establecimiento de con- lítico basado en la libertad, la igualdad y en la
vicciones puede analizarse como una oferta de interacción responsable y solidaria” (Cortina,
acto de habla, según el modelo de la adopción 1995, p.328). Al garantizar este escenario social,
de actitudes. El acto de habla del uno alcanza su o mejor, para hacer posibles estas condiciones,
objetivo solamente cuando el otro acepta la ofer- se requiere de la existencia de un estado de de-
ta en él contenida, en la medida en que este otro recho que, como señala Apel, sería una instancia
toma posición afirmativa frente a una pretensión no contingente para todo acuerdo práctico, ético
de validez que es fundamentalmente discutible” y político.
(Habermas, 2000, p.158). Por otra parte, Ade- (…) en el principio discursivo que es también el
la Cortina citando a Apel ilustra esta cuestión principio de formación del consenso cosmopolita
con un ejemplo sumamente actual: el ejemplo y democrático –está contenido tanto el recono-
del desarme ¿Puede exigirse moralmente a un cimiento fundamental de todos los ciudadanos y
grupo que resuelva este asunto argumentativa- de todos los hombres como personas con iguales

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derechos y deberes, como así también la consi- de los principios morales de la ética del discur-
guiente disposición y obligación moral para la so es posible realizar o materializar en distintas
solución pacífica y justa de los conflictos (Cor- instancias o esferas sociales, en que se requiera
tina, 1995, p.328). El principio discursivo de la resolver conflictos sociales de manera responsa-
ética del discurso haría posible la argumentación ble. El principio sería una guía para asumir res-
racional de carácter intersubjetivo de las normas ponsablemente los conflictos al interior de una
morales. Lo anterior es una posibilidad realizable sociedad, igualmente sería útil en el escenario
en el mundo actual. Podríamos preguntarnos si el de las relaciones entre los Estados. Puesto que
principio discursivo que hace posible la solución la realidad que viven las sociedades democrá-
de problemas y conflictos es viable en un mundo ticas modernas muestra, que no tienen presente
dominado por sistemas estratégicos e ideológi- la posibilidad expuesta por la ética del discur-
cos de intereses y de poder “los cuales –al menos so y prefieren centrarse en el éxito inmediato y
como están fácticamente establecidos contradi- en sus propios intereses particulares o los inte-
cen todos los puntos clave de la ética discursiva reses de una determinada clase o grupo social,
de responsabilidad solidaria como por ejemplo la lo que se manifiesta en decisiones irracionales
exigencia de ausencia de condiciones asimétricas, e injustas; ejemplo de ello, cuando se asumen
de violencia abierta y solapada” (Cortina, 1995, determinadas decisiones políticas tendientes a
p.239). favorecer a unos sectores sociales determinados,
Cuando el principio discursivo se realiza excluyendo a la gran mayoría de los beneficios
hace posible la construcción de una moral uni- de una acción. El ámbito internacional no es la
versal que se expresa objetivamente en el reco- excepción, expresada la invasión permanente de
nocimiento de los derechos humanos y la digni- Estados poderosos sobre otros Estados, como la
dad humana, luego se establece e incorpora en acción ejercida por Estados Unidos sobre Irak
las Constituciones de los Estados de Derecho en la que se desconoció el principio discursivo.
moderno que para Habermas en términos de Es así como el principio universal de la ética
Cortina es “el único ejemplo histórico de rea- del discurso ayudaría a crear relaciones sociales
lización de los discursos prácticos” (Cortina, más racionales, participativas e incluyentes ne-
1995, p.329), luego entonces, la ética del dis- cesarias para el mundo moderno, especialmente
curso arranca a partir de ese principio a priori en los países latinoamericanos, en particular Co-
presupuesto y materializado en las instituciones lombia, donde es indispensable generar proce-
actuales. sos de diálogo y entendimiento, como alternati-
Dando inicio al proceso de reconstrucción, va distinta para solucionar nuestras diferencias.
con el propósito de construir un proceso de ar- El Principio, para ser implementado, requiere de
gumentación y entendimiento sobre problemas algunos aspectos: “el principio ético discursivo,
prácticos y morales. Se observa cómo a partir el cual no puede ser aplicado de forma directa,

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es decir, no puede prescribir sin mediaciones lo las relaciones de dependencia y sometimiento


que se debe hacer en una determinada situación frente a los países desarrollados, al igual que la
histórica concreta” (Cortina, 1995, p.330), por búsqueda desaforada del poder por medios es-
cuanto explica, una posibilidad frente a una rea- tratégicos, olvidando con ello la posibilidad de
lidad dada. construir propuestas teóricas consistentes en el
El principio ético discursivo generaría pro- campo ético y político que permitan “fundamen-
cesos de legitimación en el ámbito de las deci- tar las normas que deben orientar la convivencia
siones públicas intersubjetivamente vinculantes. pública y las decisiones y acciones políticos fun-
Por consiguiente, “todas las decisiones e institu- damentales de las instituciones” (Cortina, 1995,
ciones estarían sujetas a la discusión pública y al p.335). En este escenario el principio discursivo
consentimiento de todos los afectados, aparece no ha sido tenido en cuenta, siendo reemplazado
así no solo como la idea nuclear de un Estado de por conceptos estratégicos e ideológicos que son
Derecho Democrático, sino como la única forma los que ejercen los procesos de legitimación. Di-
plausible de racionalización del poder político” cha situación ha conducido que paulatinamente
(Cortina, 1995, p.333). se desplace o aísle el ejercicio de la razón por
Cuando hacemos referencia a sociedades el de la violencia, la arbitrariedad y la fuerza
democráticas modernas, en especial las lati- en los distintos ámbitos de la sociedad; esta es
noamericanas, caracterizadas por la ausencia una realidad que viven muchos países latinoa-
de legitimidad política, lo cual ha conducido mericanos, y particularmente Colombia, donde
en muchas ocasiones, al establecimiento de go- es evidente cotidianamente un autoritarismo que
biernos autoritarios, ello evidencia la ausencia no respeta, ni reconoce los derechos fundamen-
de una sociedad civil, que se expresa en el poco tales de los ciudadanos generando una crisis de
reconocimiento de los ciudadanos frente al Es- legitimidad del sistema político, específicamen-
tado y sus instituciones, que incluso destruye y te de las instituciones políticas y representativas.
amenaza la convivencia cívica. ¿Pero cómo se Ante esta realidad, la propuesta de “una teoría
manifiesta esta crisis que ha carcomido y des- filosófica consistente de fundamentación de las
estabilizado la convivencia ciudadana? A través normas prácticas ético-políticas de convivencia
de la crisis e inestabilidad económica, crisis del se convierte en un aporte modesto, pero impres-
Estado Social de Derecho; esta última crisis cindible” (Cortina, 1995, p.336).
nos ha hecho retroceder en cuanto a las liber- En este contexto, la ética del discurso es una
tades políticas, jurídicas y éticas; a cambio se posibilidad viable y realizable que haría posi-
han generado “procesos de modernización de ble la construcción de una sociedad incluyen-
la estructura económica y militar con el propó- te y participativa, respetuosa de los derechos
sito de alcanzar la paz interna y externa” (Cor- fundamentales de las personas, teniendo como
tina, 1995, p.334). Además se han fortalecido principio regulador la justicia y la responsabili-

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dad solidaria; sin estos principios no es posible principio discursivo de la ética del discurso que
hablar de bienestar material y mucho menos de devuelva la confianza, para la reconstrucción
derechos humanos. de la sociedad, donde el consenso alrededor de
Se necesita, “un concepto de legitimación nuestras diferencias sea posible.
que no ignore las normas éticas básicas de con-
vivencia, debe tener necesariamente en cuenta CONCLUSIONES
los principios fundamentales de imparcialidad, En conclusión, podemos decir que el uso de
responsabilidad, de justicia y de universalidad una racionalidad comunicativa en la que se cen-
características de las éticas discursivas” (Corti- tra la ética del discurso, abre el espacio de las
na, 1995, p.337). Por consiguiente, su ejercicio relaciones intersubjetivas de carácter lingüístico
práctico debe estar centrado en la comunidad mediante lo cual es posible generar procesos de
de argumentación, puesto que por medio de la entendimiento para construir acuerdos válidos
argumentación discursiva como ejercicio proce- para todos, con ello, se reemplazan los esfuer-
dimental es posible la resolución de conflictos, zos de una racionalidad unidimensional e instru-
y con ello, darle reconocimiento a las preten- mental característico de la racionalidad moder-
siones de validez intersubjetivas que posibili- na clásica, por una racionalidad intersubjetiva
ten la convivencia social. El ejercicio formal y y comunicativa. Hoy más que nunca tenemos
procedimental que aporta la ética del discurso, que apostarle a una racionalidad comunicativa
permitiría una sociedad pluralista en la que los que haga viable la implementación del principio
individuos expresen sus deseos, aspiraciones y discursivo, en especial en países caracterizados
pretensiones de validez, es decir, posibilitaría por la pluralidad y las diferencias de todos los
procesos de inclusión social, entendimiento y matices y formas, que solo podrían ser regula-
acuerdos a través del discurso y actuar conforme das mediante un principio discursivo, que hicie-
al acuerdo establecidos por parte de los partici- ra posible que los sujetos se expresaran en for-
pantes en un discurso práctico. ma comunicativa, dialogal y discursiva. En este
De conformidad con lo expuesto y ante la contexto se requiere de procesos de aprendizaje
pregunta: ¿Cómo la ética del discurso puede que formen ciudadanos democráticos; es decir,
contribuir a la convivencia ciudadana? Se podría construir o mejor reconstruir sociedades en la
decir que la ética del discurso es una posibilidad que sean vivible las competencias ciudadanas.
en cuanto haría posible la discusión argumen- La animación o idealización de este tipo de so-
tativa de nuestras diferencias y por ende sería ciedad, es realizable mediante la reflexión y el
una alternativa en la solución pacífica y justa de diálogo entre las distintas culturas, ideologías,
los conflictos por parte de los sujetos involucra- clases sociales, religiones, etc. Necesitamos sa-
dos, ante lo cual, se requiere construir un orden lir de una cultura de expertos instrumentalizada
social que haga viable la puesta en práctica del y teleológica y colocarnos en un diálogo perma-

Justicia, No. 29 - pp. 13-27 - Junio 2016 - Universidad Simón Bolívar - Barranquilla, Colombia - ISSN: 0124-7441
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26 Jairo Miguel Torres Oviedo, Gonzalo Galván Patrignani, Oona Isabel Hernández Palma

nente con el mundo de la vida. A través de una más que todos tienen iguales oportunidades de
cooperación intercultural en el ámbito nacional hacer uso de esos derechos, que están dispuestos
e internacional, se referiría a la construcción de a sacrificar sus intereses particulares en aras del
una confederación de Estados en el ámbito inter- bien común, que cualquiera tiene las competen-
nacional que haga viable y posible la paz entre cias necesarias para discutir cualquier tipo de
los Estados y sobre todo el poder discutir, argu- problemas, todo lo cual está lejos de coincidir
mentar, debatir públicamente sobre cuestiones con lo que sucede en las condiciones reales bajo
sociales y morales. las cuales usualmente tiene lugar la argumenta-
El propósito de la teoría de la acción comuni- ción. Para encontrar una salida a esta dificultad
cativa o, quizás mejor, de la dimensión filosófica la teoría de la acción comunicativa propone una
de esa teoría, es precisamente desarrollar un con- cooperación entre Ciencias Sociales y filosofía
cepto de razón comunicativa que nos muestre si donde la propuesta de carácter normativo se vea
en realidad y, en caso de serlo, cómo es posible en la necesidad de responder a las objeciones,
que los miembros de un grupo social encuentren por lo general de tipo escéptico. Se trata enton-
ellos mismos soluciones aceptables a sus pro- ces de mostrar cómo sería posible la solución de
blemas. Si la realidad social tiene una estructura los problemas sociales sobre la base de procesos
normativa y si son las propias normas las que de entendimiento en las condiciones de una so-
eventualmente generan conflictos entre sus des- ciedad moderna. En último término, se trataría
tinatarios, entonces la cuestión es averiguar si y de averiguar cómo es posible todavía la reali-
cómo podrían los miembros de un grupo social zación de los ideales de autodeterminación de-
dirimir sus diferencias en torno a aquellas nor- mocrática propios de la cultura moderna en las
mas que se han tornado problemáticas. La teoría condiciones de una sociedad caracterizada por
de la acción comunicativa pretende primero pro- los hechos de pluralismo y la complejidad.
bar esa posibilidad y luego, bajo el supuesto de Por último, habría que decir que la filoso-
que ello es posible, propone el discurso racional fía procede de manera reconstructiva y que lo
como mecanismo para la búsqueda de solucio- hace por dos vías que vale la pena diferenciar.
nes a esos problemas. Por una parte, está la dimensión propiamente fi-
El discurso racional como mecanismo para la losófica de la teoría en la que se trata de hacer
búsqueda de soluciones a los problemas sociales explícito un saber implícito, de llevar a concepto
es sin embargo solo una propuesta de tipo pura- un saber intuitivo, y que conduce al desarrollo
mente normativo que, como tal, contiene fuertes de un concepto de razón comunicativa que da
idealizaciones. No solo supone que, como par- cuenta de la posibilidad que existe en principio
ticipantes en discursos racionales, los sujetos se de encontrar soluciones a los problemas socia-
conceden iguales derechos y tienen un interés les sobre la base de procesos de entendimiento.
común en la solución de los problemas, sino ade- Por otra parte, está la cooperación entre Ciencias

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Ética del discurso de Habermas: como propuesta teórico-práctica en la solución de problemas práctico-morales 27

Sociales y filosofía en la que, con el concepto Habermas, J. (1990). Pensamiento posmetafísi-


de razón comunicativa a la mano, se intenta una co. Madrid: Taurus.
apropiación reconstructiva o utilización orienta- Habermas, J. (2000). Aclaraciones a la ética del
da de diferentes aportes procedentes de las Cien- discurso. Madrid: Trotta.
cias Sociales con el propósito de mostrar cómo Habermas, J. (2000). Conciencia moral y acción
podría tener lugar la solución requerida de esos comunicativa. Barcelona: Península.
problemas en las condiciones de una sociedad Habermas, J. (2000). Facticidad y validez sobre
moderna. el derecho y el Estado Democrático de
Derecho en términos de teoría del discur-
REFERENCIAS so. Madrid: Trotta.
Apel, K. (1999). Una ética del discurso o dialó- Michelini, O. (1991). Ética discursiva y legiti-
gica. Barcelona: Anthropos. midad democrática. Barcelona: Crítica.
Cortina, A. (1995). Razón comunicativa y res- Rawls, J. (1997). Teoría de la justicia. México:
ponsabilidad solidaria. Salamanca: Sí- Fondo de Cultura Económica.
gueme. Vásquez, M. (1994). La reconstrucción de la ra-
Habermas, J. (1987). Teoría de la acción comu- zón. Madrid: Alianza Editores.
nicativa. Cuarta edición. Madrid: Tauros.
Habermas, J. (1990). El sujeto de la historia en
la lógica de las Ciencias Sociales. Ma-
drid: Tecnos.

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El contexto
global de la ética

Ética y
Deontología
Profesional

1
El contexto global de la ética
El vínculo entre ética y globalización es una de las cuestiones más
debatidas en las últimas décadas. La interdependencia económica, la
expansión global de la tecnología y la información, la interconectividad
creciente de las sociedades, entre muchos otros cambios, promueven un
abordaje ético cada vez más instalado en la realidad cotidiana como un
ejercicio crítico indispensable para la convivencia social. La madurez de
este ejercicio está supeditada, en gran medida, a nuestra capacidad para
identificar el peso que poseen las valoraciones acerca de lo que debe o no
hacerse. La relevancia de este fenómeno, que tiene una perspectiva global
respecto de la reflexión ética, se observa claramente en los espacios de
innovación, gobernanza, economía y educación. Estos espacios enfrentan
problemáticas que nos llevan a interrogarnos sobre los principios morales
operantes en determinados actos así como la orientación moral presente
en controversias de gran envergadura social.

Las polémicas sobre migración, terrorismo, refugiados, guerras nucleares y


problemas ecológicos revelan la importancia de una relación cada más
significativa con la teoría ética. La lista de preguntas que suscitan estas
cuestiones para analizar éticamente es bastante extensa e implica
acontecimientos en los que ya no podemos pensar simplemente en
términos locales y en los que crece el reclamo por un mejor entendimiento
de los principios morales que rigen la acción: ¿qué concepción de deber
subyace frente al devastador impacto ambiental de prácticas comerciales
que diezman la vida de los animales?, ¿qué compromiso moral se adopta
ante el prejuicio destructivo del racismo, los niveles alarmantes de
intolerancia y el incremento de operaciones y discursos típicamente
xenófobos?, ¿qué principios morales lideran la preocupación creciente de
organismos internaciones por las armas biológicas del terrorismo y la
amenaza continua de ataques en cualquier región del planeta?, ¿a qué
valoración crítica se somete la idea de que la clonación destinada a la
reproducción de seres humanos es segura y responsable? La magnitud de
estos problemas no tiene precedente. La falta de acuerdo y el desconcierto
respecto de cuáles son los principios morales a los que debemos apelar es
una actitud dominante en muchos casos. Conformar una ética para estas
problemáticas implica ensanchar su alcance para afirmarla en un sentido
cada más global y más próximo a la cooperación, la participación ciudadana
y la responsabilidad que nos compete a todos.

La ética experimenta profundos cambios. Peter Singer los sintetiza en los


siguientes términos:

2
Los trabajos recientes en filosofía moral se caracterizan por
su aplicación a otras tres cuestiones:

1. Se está realizando un gran número de


trabajos sobre temas sociales y políticos de actualidad… las
cuestiones relativas al aborto, la ética ambiental, la guerra
justa, el tratamiento médico, las prácticas de los negocios,
los derechos de los animales y la posición de las mujeres y
los niños ocupan una considerable parte de la literatura y la
actividad académica identificada con la filosofía moral o la
ética.

2. Se ha registrado una vuelta a la


concepción aristotélica de la moralidad como algo
esencialmente vinculado a la virtud, en vez de a principios
abstractos. Alasdair Maclntyre y Bernard Williams, entre
otros, intentan desarrollar una concepción comunitaria de la
personalidad moral y de la dinámica de la moralidad…

3. Por último, se ha registrado un rápido


auge del interés por los problemas que plantea la necesidad
de coordinar la conducta de muchas personas para
emprender acciones eficaces. Si demasiadas personas
utilizan un lago como lugar de descanso rural, ninguna de
ellas conseguirá la soledad que desea; pero la decisión de
abstenerse de una persona puede no producir ningún bien:
¿cómo decidir qué hacer? Muchas cuestiones, como la
conservación de los recursos y el entorno, el control de
población y la prevención de la guerra nuclear parecen tener
una estructura similar, y los filósofos morales, así como
muchos economistas, matemáticos y otros especialistas
están dedicando su atención a ellas. (2004, p. 229).

A pesar de que no existe un consenso general sobre aquello que debe


incluir la categoría desastres, los acontecimientos que aparecen así
referenciados recorren un espectro cada vez más amplio: accidentes
petroleros, explosiones nucleares, daños ambientales causados por la
fabricación de ciertos materiales, erosión del suelo y sedimentación,
deshielo progresivo de los casquetes polares, incremento de las
precipitaciones a nivel planetario, contaminación del aire, entre muchos
otros.

En su análisis sobre la sociedad de riesgo, Ulrich Beck (1998) destaca cómo


las amenazas producidas por el uso de la tecnología se expandieron

3
enormemente y produjeron una transformación en la conciencia global
sobre el alcance de las prácticas que degradan el medio ambiente y ponen
en peligro nuestra subsistencia. Estas prácticas contribuyeron a la
transición de una época caracterizada por la industrialización capitalista a
una en la que predomina el riesgo. Muchos acontecimientos producidos en
las últimas décadas nos permiten examinar la emergencia de un nuevo tipo
de sociedad. El terrible accidente nuclear de Chernobyl, ocurrido en
Ucrania septentrional en 1986, es uno de los tantos eventos catastróficos
considerados por Beck (1998) para entroncar su análisis de las sociedades
posmodernas en la noción de riesgo. Hablar de cambios sustanciales en los
dispositivos de prevención o minimización de riesgos cuando se discute
sobre los problemas que enfrenta actualmente el planeta se instaló como
una cuestión de primerísima importancia a nivel mundial.

Esta sociedad emergente que analiza Beck (1998), en la que los límites del
riesgo son imposibles de trazar, presenta las siguientes características:

 Una segunda modernidad que reemplaza a la época de la modernidad


ligada a la industrialización capitalista.
 Una sociedad global del riesgo que conlleva una incertidumbre
creciente. El riesgo ahora proviene en menor medida de los peligros
naturales del pasado (como los terremotos o las inundaciones) y en
mayor medida de las nuevas tecnologías que creamos (desde la
dependencia de los ordenadores hasta la alteración genética). La vida se
volvió insegura, incierta y llena de riesgos.
 Una modernidad reflexiva en la que las personas son cada vez más
conscientes de los problemas inherentes a la primera modernidad. La
vida se dio cuenta de la dificultad de vivir.
 Una sociedad individualista: mientras que las seguras estructuras de la
modernidad permitían familias estables y protegían los trabajos, las
comunidades locales y la lealtad de clase, ahora el mundo es mucho
menos estable, sumamente individualista y se vuelve más
individualizado en lugar de colectivo. La vida es una biografía del tipo
hágalo usted mismo, el trabajo está troceado y envasado, y el consumo
es omnipresente.
 Una sociedad cosmopolita es una en la que cada uno mira más allá de
las fronteras los países y las identidades. Mira hacia un futuro en el que
“en un mundo radicalmente inseguro, todos son iguales y cada uno es
diferente” (como se cita en Macionis, y Plummer, 2011, p. 443).

Todas estas cuestiones mencionadas anteriormente nos permiten


comprender por qué la interrogación sobre los principios que guían
nuestro trato con los demás y la naturaleza es amplia y significativa. Existe
una inmensa variedad de éticas aplicadas: ambientales, políticas,
educativas, etcétera. Todas ellas manifiestan una inquietud creciente por la

4
solución de problemas morales concretos. Pero a estas propuestas de
solución le subyacen paradigmas éticos que precisamos comprender para
discutir su justificación. Consideremos, por ejemplo, la incidencia de estos
paradigmas en el campo de la ética ambiental:

Algunos piensan que las políticas ambientales deberían


evaluarse exclusivamente sobre la base de su incidencia
sobre las personas (véase Baxter, 1974, y Norton, 1988).
Esto supone una ética ambiental centrada en el ser humano.
Aunque los utilitaristas clásicos incluyen el sufrimiento de
animales en sus cálculos éticos, una variante del utilitarismo,
que nos insta a maximizar el excedente de felicidad humana
sobre infelicidad humana, constituye un ejemplo de ética
centrada en las personas […] Podríamos comprobar que la
minería reduciría la riqueza ecológica de las marismas y que
si sucediese esto se causaría la infelicidad de algunas
personas […] Esto dependería de los hechos acerca de los
efectos que los cambios del medio natural tienen sobre las
personas. Sin embargo, esta decisión se habría alcanzado
considerando sólo los intereses de las personas […] Existe
una concepción de la ética que no sólo considera
moralmente relevantes a las personas sino también a los
animales no humanos; incluye en su ámbito a todos los
animales. Muchas de las cosas que hacemos al entorno
natural afectan adversamente a los animales no humanos y
esto es algo relevante para esta ética. (Singer, 2004, pp.
393-394).

Figura 1: La ética y el respeto a todos los seres vivientes

Fuente: [Imagen sin título sobre derechos de los animales]. (s. f.). Recuperado de
https://goo.gl/9kyCDa

Para muchos autores, lo característico de estos enfoques éticos sobre


problemas prácticos morales no solo es el método empleado, sino también
el tipo de conexión que mantienen con exigencias y demandas diversas del
mundo social:

5
… es fundamental subrayar que el auge y la actualidad de la
ética aplicada no se debe a que los filósofos morales hayan
reclamado y agitado tal necesidad de un modo
corporativista. De hecho, la demanda de tales reflexiones
proviene, mayoritariamente, de los propios protagonistas de
las distintas praxis o distintas esferas de poder que exigen
reflexión y orientaciones éticas. Por este motivo, se puede
decir, siguiendo a Cortina, que las éticas aplicadas son
poliárquicas porque están siendo reclamadas no solo por los
filósofos morales, sino también por los gobiernos nacionales
e internacionales, por los expertos o profesionales de
distintas actividades y por la opinión pública (2003).
Podríamos decir que esta poliarquía, junto con los métodos
que proponen para su desarrollo, configuran los rasgos más
novedosos del pensamiento de las éticas aplicadas. (García
Marzá, y González, 2014, p. 150).

Figura 2: La voz humana ya puede clonarse

Fuente: [Imagen sin título sobre voz humana]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/EqhTyn

6
Referencias
Beck, U. (1998) La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad.
Ediciones Paidós Ibérica, S.A. Barcelona.

García-Marzá, D., y González, E. E. (2014) Ética. Castellón de la Plana, ES:


Universitat Jaume I. Servei de Comunicación Publicacions.

[Imagen sin título sobre derechos de los animales]. (s.f.). Recuperado de


http://de10.com.mx/sites/default/files/2014/12/09/3_132.jpg

[Imagen sin título sobre voz humana]. (s.f.). Recuperado de


https://ep01.epimg.net/elpais/imagenes/2017/05/03/opinion/149382359
6_448495_1493831353_noticia_normal_recorte1.jpg

Macionis, J. J., y Plummer, K. (2011). Sociología. Madrid, ES: Pearson


Education.

Singer, P. (Ed.) (2004). Compendio de ética. Madrid, ES: Alianza.

7
TRIBUNA:

El desafío ético de la globalización


ZYGMUNT BAUMAN
20 JUL 2001

'Globalización' significa que todos dependemos unos de otros. Las distancias importan
poco ahora. Lo que suceda en un lugar puede tener consecuencias mundiales. Gracias a los
recursos, instrumentos técnicos y conocimientos que hemos adquirido, nuestras acciones
abarcan enormes distancias en el espacio y en el tiempo. Por muy limitadas localmente que
sean nuestras intenciones, erraríamos si no tuviéramos en cuenta los factores globales,
pues pueden decidir el éxito o el fracaso de nuestras acciones. Lo que hacemos (o nos
abstenemos de hacer) puede influir en las condiciones de vida (o de muerte) de gente que
vive en lugares que nunca visitaremos y de generaciones que no conoceremos jamás.

Seamos conscientes o no, éstas son las condiciones bajo las que hacemos hoy nuestra
historia común. Aunque buena parte (y muy posiblemente toda o casi toda) la historia que
se va tejiendo dependa de decisiones humanas, las condiciones bajo las que se toman estas
decisiones escapan a nuestro control.

Una vez derribados la mayoría de los límites que antes confinaban nuestra potencial
acción a un territorio que podíamos inspeccionar, supervisar y controlar, hemos dejado de
poder protegernos, tanto a nosotros como a los que sufren las consecuencias de nuestras
acciones, de esta red mundial de interdependencias.

No se puede hacer nada para dar marcha atrás a la globalización. Uno puede estar 'a
favor' o 'en contra' de esta nueva interdependencia mundial. Pero sí hay muchas cosas que
dependen de nuestro consentimiento o resistencia a la equívoca forma que hasta la fecha
ha adoptado la globalización.

Hace sólo medio siglo, Karl Jaspers podía aún separar limpiamente la 'culpa moral' (el
remordimiento que sentimos cuando hacemos daño a otros seres humanos, bien por lo que
hemos hecho o por lo que hemos dejado de hacer) de la 'culpa metafísica' (la culpa que
sentimos cuando se hace daño a un ser humano, aunque dicho daño no esté en absoluto
relacionado con nuestra acción). Esta distinción ha perdido su sentido con la globalización.
La frase de John Donne 'no preguntes nunca por quién doblan las campanas; están
doblando por ti' representa como nunca la solidaridad de nuestro destino, aunque todavía
esté lejos de ser equilibrada por la solidaridad de nuestros sentimientos y acciones.

Cuando un ser humano sufre indignidad, pobreza o dolor, no podemos tener certeza de
nuestra inocencia moral. No podemos declarar que no lo sabíamos, ni estar seguros de que
no hay nada que cambiar en nuestra conducta para impedir o por lo menos aliviar la suerte
del que sufre. Puede que individualmente seamos impotentes, pero podríamos hacer algo
unidos. Y esta unión está hecha de individuos y por los individuos.

El problema es, como alegaba Hans Jonas, otro gran filósofo del siglo XX, que, aunque el
espacio y el tiempo ya no establezcan límites a las consecuencias de nuestras acciones,
nuestra imaginación moral no ha ido mucho más allá del ámbito que tenía en los tiempos
de Adán y Eva. Las responsabilidades que estamos dispuestos a asumir no se han
aventurado tan lejos como la influencia que nuestra conducta diaria ejerce sobre las vidas
de personas cada vez más lejanas.

El 'proceso de globalización' significa que esa red de dependencias llega a los más
remotos recovecos del planeta, pero poco más (por lo menos hasta ahora). Sería muy
prematuro hablar de una sociedad global o de una cultura global, y más aún de una política
o un derecho globales. ¿Está surgiendo un sistema social global en ese extremo último del
proceso de globalización? Si tal sistema existe, no se parece a los sistemas sociales que
solemos considerar normativos. Solíamos pensar en los sistemas sociales como una
totalidad que coordinaba y adaptaba todos los aspectos de la existencia humana a través
de mecanismos económicos, poder político y patrones culturales. Hoy día, sin embargo,
aquello que se solía coordinar al mismo nivel y dentro de una misma totalidad ha sido
separado y situado en niveles radicalmente diferentes.

La globalidad del capital, las finanzas y el comercio -esas fuerzas decisivas para la libertad
de elección y la eficacia de las acciones humanas- no se ha emparejado a una escala
semejante con los recursos que la humanidad ha desarrollado para controlar las fuerzas que
rigen las vidas humanas. Y lo que es más importante, la globalidad no se ha igualado con
una escala global semejante de control democrático.

De hecho podemos decir que el poder ha 'volado' de las instituciones desarrolladas a lo


largo de la historia que, en los Estados nacionales modernos, solían ejercer un control
democrático sobre los usos y abusos del poder. La globalización en su forma actual significa
pérdida de poder de los Estados nacionales y (por el momento) ausencia de cualquier
sustituto eficaz.

Ya en otra ocasión, los actores económicos efectuaron una desaparición a lo Houdini


semejante a ésta, aunque, evidentemente, a una escala mucho más modesta que la que se
ha efectuado en nuestra era de la globalización. Max Weber, uno de los analistas más
agudos de la lógica de la historia moderna (o de la falta de ella), observó que lo que marcaba
el nacimiento del nuevo capitalismo era la separación de la actividad económica de lo
doméstico -donde lo 'doméstico' significaba la densa red de derechos y obligaciones mutuas
mantenidos por las comunidades rurales y urbanas, por las parroquias o los gremios de
artesanos, en las que familias y vecinos habían estado estrechamente envueltos-. Con esta
separación (mejor llamarla 'secesión' en honor de la antigua alegoría de Menenio Agripa),
el mundo de los negocios se aventuró por una auténtica tierra fronteriza, una tierra de nadie
libre de problemas morales y restricciones legales y pronta a ser subordinada al código de
conducta propio de la empresa.

Como ya sabemos, esta extraterritorialidad sin precedentes de la actividad económica


condujo en su momento a un espectacular avance de la capacidad industrial y al
acrecimiento de la riqueza. También sabemos que, durante casi la totalidad del siglo XIX,
esa misma extraterritorialidad redundó en mucha miseria humana, en pobreza y en una casi
inconcebible polarización de las oportunidades y niveles de vida de la humanidad.

Por último, también sabemos que los Estados modernos entonces emergentes
reclamaron esa tierra de nadie que el mundo de los negocios consideraba de su exclusiva
propiedad. Los organismos que establecen las normas del comportamiento de los Estados
invadieron aquel espacio hasta que, no sin vencer una resistencia feroz, se lo anexionaron
y colonizaron, llenando así el vacío ético y mitigando sus consecuencias más desagradables
para la vida de sus súbditos o ciudadanos.

La globalización se puede considerar como la 'segunda secesión'. Una vez más, el mundo
económico se ha escapado del confinamiento doméstico, aunque esta vez el hogar que se
ha abandonado es el moderno 'hogar imaginario', circunscrito y protegido por los poderes
económicos, militares y culturales del Estado nacional, a los que se suma la soberanía
política. De nuevo, el ámbito económico ha conseguido un 'territorio extraterritorial', un
espacio propio por el que pueden andar, tumbando con toda libertad los pequeños
obstáculos levantados por las débiles potencias de lo local y tratando de sortear los
obstáculos construidos por los fuertes, y donde pueden perseguir sus fines pasando por alto
o dando de lado el resto de los fines, a los que consideran irrelevantes económicamente y
por tanto ilegítimos. Y una vez más observamos unos efectos sociales semejantes a aquellos
que, en tiempos de la primera secesión, tropezaron con la repulsa social, sólo que esta vez
a una escala inmensamente mayor, global (como la segunda secesión en sí).

Hace casi dos siglos, en plena primera secesión, Karl Marx acusó de 'utópicos' a aquellos
que abogaban por una sociedad mejor, más equitativa y justa y que tenían la esperanza de
lograrlo deteniendo en seco el avance del capitalismo y volviendo al punto de partida, al
mundo pre-moderno del ámbito doméstico y los talleres familiares.

No había vuelta atrás, insistía Marx; y, al menos en ese punto, la historia le dio la razón.
Cualquier tipo de justicia y de equidad susceptible de arraigar hoy día tiene que partir del
punto en que unas transformaciones irreversibles han llevado ya a la condición humana.

Una vuelta atrás de la globalización de la dependencia humana, del alcance global de la


tecnología y de las actividades económicas es imprevisible con toda seguridad. Respuestas
como 'pongamos las carretas en círculo' o 'volvamos a las tiendas de campaña tribales'
(nacionales, comunitarias) no servirán. No se trata de cómo remontar el río de la historia,
sino de cómo luchar contra su contaminación y canalizar sus aguas para lograr una
distribución más equitativa de los beneficios que comporta.

Y otro punto que es necesario recordar: sea cual fuere la forma que adopte el control
global sobre las fuerzas globales, no puede ser una copia ampliada de las instituciones
democráticas desarrolladas en los dos primeros siglos de la historia contemporánea. Dichas
instituciones se hicieron a la medida del Estado nacional, que entonces era la 'totalidad
social', de mayor tamaño y que más abarcaba y son particularmente poco aptas para ser
ampliadas hasta una escala global.

El Estado nacional no era tampoco una hipérbole de los mecanismos comunitarios sino
que, por el contrario, era el producto final de formas radicalmente nuevas de convivencia
humana, así como de solidaridad social. Tampoco fue el resultado de una negociación y un
consenso logrado tras una dura negociación entre comunidades locales. El Estado nacional,
que finalmente proporcionó la tan buscada respuesta a los desafíos de la 'primera secesión',
surgió a pesar de los obstinados defensores de las tradiciones comunitarias y mediante la
progresiva erosión de las ya escuálidas y menguadas soberanías locales.

Toda respuesta eficaz a la globalización no puede más que ser global. Y el destino de
semejante respuesta global depende de que surja y arraigue un ámbito político global
(entendido como algo distinto de 'internacional' o, para ser más precisos, interestatal). Es
este ámbito político el que hoy brilla por su ausencia.

Los actuales actores mundiales se niegan abiertamente a establecer dicho ámbito. Sus
adversarios visibles, entrenados en el viejo y cada día menos eficaz arte de la diplomacia
entre Estados, parecen carecer de la habilidad necesaria y de los recursos indispensables
para lograrlo. Se necesitan nuevas fuerzas para establecer y dar vigor a un foro
auténticamente mundial adecuado a la era de la globalización, y éstas sólo se harán valer
evitando a unos y otros.

Ésta parece ser la única certeza. El resto depende de nuestra inventiva compartida y de
la práctica política del tanteo. Al fin y al cabo, muy pocos pensadores, si es que hubo alguno,
fueron capaces de prever en plena primera secesión la forma que adoptaría finalmente la
operación encaminada a reparar los daños. De lo que sí estaban seguros era de que una
operación de esa clase era la necesidad más imperiosa de su tiempo. Todos estamos en
deuda con ellos por esa clarividencia.

Zygmunt Bauman es profesor de sociología en la Universidad de Leeds y la Universidad


de Varsovia, y autor de Liquid Modernity (2001), Globalization (1999) y Life in
Fragments (1995), Blackwell Publishers, Oxford. © NPQ / Global Viewpoint
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 20 de julio de 2001

Fuente
Bauman, Z. (20 de julio de 2001). El desafío ético de la globalización. Publicado en El País.
Recuperado de https://elpais.com/diario/2001/07/20/opinion/995580007_850215.html
BARATARIA
Revista Castellano-Manchega de Ciencias Sociales
Nº 7, pp. 27-40, 2005-2006, ISSN: 1575-0825, e-ISSN: 2172-3184
DOI: http://dx.doi.org/10.20932/barataria.v0i7.221

LA SOCIEDAD DEL RIESGO Y LA NECESIDAD MODERNA


DE SEGURIDAD

Antonio Martín Cabello


Jaime Hormigos Ruiz*

RESUMEN
Este artículo trata de mostrar el desarrollo de una sociedad del riesgo mundial. El
proceso de globalización lleva a una interconexión mayor de los riesgos locales. En
consecuencia, un nuevo concepto de seguridad está surgiendo fuertemente
relacionado con estos cambios. El artículo, finalmente, muestra las implicaciones
de la sociología del riesgo en la construcción de la subjetividad humana.

PALABRAS CLAVE
Riesgo. Sociedad del Riesgo. Inseguridad. Vulnerabilidad. Post-modernidad.

ABSTRACT
This paper tries to show the development of a world risk-society. The globalisation
process leads to a higher interconnection of local risks. Consequently, a new security
concept is emerging strongly related with this changes. The paper, finally, shows
the implications of risk-society in the construction of human subjectivity.

KEY-WORDS
Risk. Risk-Society. Insecurity. Vulnerability. Post-modernity.

INTRODUCCIÓN

La seguridad es un concepto de vital importancia dentro de las sociedades


contemporáneas. Todos los modelos de sociedad han desarrollado funciones de
*Profesores de sociología de la Universidad Rey Juan Carlos y miembros de la ACMS.

barataria 27
seguridad y control, pero éstas nunca alcanzaron las dimensiones que están tomando
hoy en día. El campo de acción de la seguridad se ha vuelto tan amplio que posee
una naturaleza pluridimensional, conectada con instituciones jurídicas, políticas,
económicas, policiales o asistenciales; y conforma el orden que demanda un nuevo
tipo de sociedad donde el conflicto se presenta como algo natural dentro del proceso
de interacción. Estamos enfrentados a continuas transformaciones en las cuales
se plantean formas de riesgo que se apartan de las existentes en épocas pasadas.
Actualmente, los riesgos que debemos asumir tienen un origen incierto y sus
consecuencias no pueden determinarse. Aparecen nuevas opciones y peligros para
la vida en sociedad que demandan una nueva estructura para gestionar el conflicto,
pues nos vemos obligados a responder constantemente a nuevas amenazas y a
una pérdida en el nivel de seguridad demandado por todos. Se impone un nuevo
modelo de seguridad capaz de enfrentar peligros no limitados ni espacial, ni temporal
o socialmente. Este modelo debe adaptarse a profundos cambios en la sociedad,
para así poder ofrecer soluciones concretas a los problemas sociales actuales.
El intento de gestionar el riesgo es la consecuencia lógica de la llamada
“sociedad del riesgo global”. La modernidad implica un ser humano cada vez más
racional, que intenta controlar todas las facetas de su mundo vivencial. Las ideologías
del progreso o del bienestar colectivo son consecuencias lógicas de este deseo.
Así, no es extraño que la falta de dominio, tanto de las acciones como de sus
consecuencias sean estas intencionales o no, genere ansiedad y frustración social.
Los debates actuales en los que se contrapone libertad y seguridad descansan, en
buena medida, en este deseo de seguridad y en la frustración por la falta de control
sobre un mundo social e individual cada vez más imprevisible.
El artículo plantea una de las consecuencias más importantes de la
globalización: el nacimiento de una sociedad del riesgo global. Describe esta aparición
en cuatro partes. En primer lugar, el desarrollo de una sociedad global y de un
nuevo modo de conceptuar la seguridad. La creciente interconexión no sólo
mundializa los flujos financieros, sino toda una serie de riesgos. Así, en segundo
lugar, se plantea un nuevo medioambiente de inseguridad colectiva global y la
ineficacia de los mecanismos tradicionales de control del riesgo. El resultado de
esa nueva situación mundial es apuntado en tercer lugar, describiendo la concepción
del riesgo propia de las sociedades tradicionales, modernas y de las actuales
postmodernas. Por último, se hace hincapié en las consecuencias para la subjetividad
humana de este nuevo entorno de riesgos.

1. EL DESARROLLO DE LA SOCIEDAD GLOBAL Y DEL CONCEPTO


DE SEGURIDAD

Los acontecimientos desencadenados tras el 11 de septiembre de 2001 no


han hecho sino poner de manifiesto la existencia, en nuestras sociedades, de

28 número 7
tensiones y conflictos que se desarrollan sobre una perspectiva global. En Nueva
York, Madrid, Londres, así como en otros lugares del planeta, se ha podido constatar
situaciones que responden a la aparición de conflictos, gestados de forma
subterránea durante las últimas décadas con la misma rapidez con la que crecían
las desigualdades en el mundo. Además de poner de manifiesto la tensión existente
entre las distintas formas de percibir el mundo, estos actos de terrorismo nos han
mostrado hasta que punto hemos desarrollado una verdadera interdependencia
global buscando la unidad del planeta, también en materia de seguridad.
Las sociedades desarrolladas creyeron que fortificando su territorio podrían
ser capaces de garantizar la seguridad. Apostaron por blindar todo lo que quedaba
dentro de sus fronteras y regular y controlar la entrada de todo aquello que pudiera
parecer extraño. Pero, tal vez, los últimos acontecimientos hayan puesto en tela de
juicio esta idea demostrando que el lugar ya no protege. Las sociedades más
desarrolladas del planeta ven ahora amenazada su seguridad incluso dentro de su
espacio. El concepto de seguridad se vuelve difuso, se convierte en un problema
extraterritorial. La actual inseguridad global se encuentra diluida en la confrontación
entre el espacio y el tiempo. Debido a esto, no existen mecanismos institucionalizados
para enfrentar esta inseguridad. Cada acto de violencia conduce a una respuesta
distinta que a su vez genera otro conflicto. Además, como el equilibrio de poderes
y el espectro de oportunidades oscilan, las tensiones de vital importancia ayer,
pasan hoy a un segundo plano para acometer los nuevos frentes de batalla que van
surgiendo como consecuencia de la creciente inseguridad global.
Cada conflicto se platea en un espacio determinado y en un tiempo concreto,
pero su desarrollo tiene consecuencias para todo el planeta debido a la creciente
interconexión global. Intentar atajar estos conflictos aplicando medidas que intenten
hacer desaparecer la tensión únicamente en la zona en la que aparece, no hace sino
enmascarar el problema. Tratar de detener la inseguridad desde el interior de un
territorio, entendiéndola como algo local y utilizando únicamente los medios disponibles
en este ámbito, está provocando lo que Zygmunt Bauman denomina una “sobrecarga
de seguridad” (2002: 115); que se traduce en una desviación de los problemas y
preocupaciones derivados de la inseguridad hacia el terreno de la seguridad activa.
En la sociedad actual vemos crecer la vigilancia a través de controles policiales,
circuitos cerrados de cámaras, dispositivos electrónicos para evitar robos, etc. Estas
medidas activas de seguridad son las únicas con la posibilidad de ser vistas como
prueba de que se está haciendo algo, porque no existe una política en el orden mundial
con posibilidad de actuar más allá del ámbito de la seguridad activa.

2. LA INSEGURIDAD COLECTIVA Y EL CONTROL DEL RIESGO

El riesgo está presente, en mayor o menor medida, en todos los ámbitos de


la vida social. No debemos olvidar que todas las sociedades humanas,

barataria 29
independientemente de su grado de desarrollo son conflictivas y polémicas. Siguiendo
a Karl Marx podemos decir que el conflicto es el motor del cambio social, se
encuentra situando en la propia estructura de la sociedad. Ralf Dahrendorf
consideraba que existían causas endógenas a la propia estructura del sistema que
explican el conflicto; y en las sociedades avanzadas esa razón es la desigual
distribución de la autoridad. En todas las sociedades se dan una serie de situaciones
de oposición o enfrentamiento en torno a unos intereses determinados. Los conflictos
generan tensiones que conducen a nuevos cambios sociales. La estructura de la
sociedad actual excluye la unanimidad y en este contexto es más raro encontrar
consenso que situaciones conflictivas. Consenso y conflicto se alternan dando una
nueva dimensión a los riesgos que debemos asumir en la vida social. Esta situación
conflictiva se hace más patente con el desarrollo de la sociedad global y la creciente
conexión entre sociedades. En este contexto, el conflicto y el riesgo asumen
dimensiones mucho más complejas. Hemos aprendido a vivir con los conflictos,
hemos aprendido a gestionar las situaciones conflictivas que nos rodean, en nuestras
relaciones sociales, laborales, etc., pero hoy es necesario aprender a gestionar los
nuevos riesgos que aparecen como consecuencia de la dimensión global. El riesgo
se ha convertido en algo natural de la sociedad humana, en parte del proceso de
interacción social. El riesgo es hoy pluridimensional, no hay una única causa que
explica el riesgo. Tiene una perspectiva global, pero experimentamos sus
consecuencias individualmente, dependiendo de nuestras circunstancias sociales.
La misión de los modernos sistemas de seguridad consiste en detectar
dónde pueden surgir esos riesgos y ponerles remedio. El problema es que dentro
de las sociedades actuales el riesgo es imprevisible. Es el resultado de una serie de
factores interconectados, unos fácilmente previsibles y otros imposibles de localizar;
ya que cambian al mismo ritmo que lo hace la sociedad. Para evitar riesgos y
responder rápidamente a lo imprevisible resulta necesaria una gran centralización
organizativa, que demanda una localización de las situaciones de riesgo que permita
poner remedio a casos concretos; pero, paradójicamente, en el mundo de la
globalización es imposible crear tal estructura porque el riesgo también es global.
Ante esta paradoja rápidamente surgen las pregunta: ¿Cómo es posible
atajar los riesgos actuales si es imposible localizarlos? o ¿qué mecanismos de
seguridad son necesarios aplicar en estas sociedad del riesgo global? La respuesta
es incierta, pues en la sociedad actual parece más fácil definir la inseguridad que la
seguridad. La inseguridad parece marcar nuestras vidas. El desarrollo social ha
ido creando estructuras donde los intereses individuales priman sobre el grupo,
donde el individuo deja de conocer su entorno más cercano porque ha perdido la
capacidad de interactuar con él. Vivimos en una ciudad, pero apenas conocemos a
nuestros vecinos, trabajamos fuera, pasamos mucho tiempo intentando desarrollar
unas relaciones laborales plenas y esto nos hace descuidar las relaciones con nuestro
entorno más cercano, que desconocemos y que, en demasiadas ocasiones, se

30 número 7
presenta ante nosotros como extraño, desconocido. Echamos en falta la seguridad,
una cualidad crucial para una vida feliz, pero una cualidad que la sociedad que
habitamos es incapaz de ofrecer. De este modo, “nuestra inseguridad aumentan a
medida que seguimos adelante” (Bauman, 2003: 169).
En la era de la globalización, las fuentes de la inseguridad ya no son visibles,
no se pueden localizar con precisión. Quedamos inmersos en un mundo impredecible
de desregularización, flexibilidad, competitividad e incertidumbre endémicas, pero
cada uno de nosotros sufre estos cambios por sí mismo, como un problema privado.
Tendemos a buscar un remedio para el malestar de la inseguridad en el cuidado de la
seguridad, que tratamos de localizar en nuestro entorno más cercano. Intentamos
sentirnos seguros en nuestro hogar, blindamos todo cuanto nos rodea con el objetivo
de crear un ambiente tranquilo, exento de peligros. Pero, entonces, escondidos en
nuestro búnker particular, se convierten en sospechosos todos aquellos que nos rodean,
que parecen distintos, extraños y extranjeros, cuyo comportamiento nos resulta
imprevisible. “Los extraños son la amenaza encarnada, por lo que personifican
vicariamente esa inseguridad que acosa nuestra vida: los temores difusos y dispersos,
difíciles de individualizar y denominar, tienen ahora un objetivo tangible en el que
centrarse; creemos conocer donde residen los peligros” (Bauman,2003:170).
Buscamos seguridad dentro de nuestro entorno más cercano, que ha
cambiado y ahora se nos presenta cada vez más hostil. Demandamos mayor
seguridad, pero somos incapaces de hacer frente a todas las dimensiones que el
concepto presenta en la actualidad, por lo cual tendemos a centrarnos en los
mecanismos de seguridad visible; que, en muchas ocasiones, cumplen su función a
costa de nuestra libertad. Entramos así en un nuevo conflicto, debemos ser capaces
de elegir entre seguridad o libertad, dos dimensiones que resultan fundamentales
para la vida en las sociedades más desarrolladas del planeta. Parece, pues, que no
podemos escapar al creciente conflicto entre seguridad y libertad. Únicamente se
nos presente la posibilidad de participar en él asumiendo riesgos, evaluando
individualmente las oportunidades y peligros que se nos presentan en el día a día.

3. LA SOCIEDAD DEL RIESGO GLOBAL

El ser humano siempre ha tratado de prever el futuro, es decir, de adelantar


los hechos futuros con el fin de eliminar o disminuir los riesgos y asegurarse el
éxito. Para ello, se ha recurrido a toda una serie de estrategias: hacer ofrendas a
los dioses, consultar adivinos y pitonisas y, más recientemente, realizar precisos
cálculos de probabilidades con ayuda de la ciencia para reducir las posibilidades de
error. El modo en que encaramos la incertidumbre y controlamos el riesgo ha ido
cambiando a lo largo de la historia. Podemos distinguir tres aproximaciones
fundamentales: en la sociedad tradicional, en la moderna y, finalmente, en las actuales
sociedades postmodernas.

barataria 31
3.1. El riesgo en la sociedad tradicional

El ser humano en las sociedades tradicionales era ampliamente consciente


de los riesgos que suponía la existencia: posibilidad de muerte, enfermedad,
padecimientos, etc. Su capacidad de controlar el mundo, sin embargo, era bastante
limitada dado su escasa capacidad técnica (el subdesarrollo de la medicina, por
ejemplo, que no podía hacer frente a las crisis sanitarias cíclicas como las pestes;
o de la técnica agraria, que era incapaz de combatir las limitaciones del tiempo y de
la tierra, favoreciendo la aparición de hambrunas periódicas). El ser humano, no
obstante, tenía la necesidad de intentar controlar la naturaleza y recurría sobre
todo a la magia y la religión para intentar predecir el futuro (adivinos, pitonisas,
etc.) e intentar cambiar su rumbo (mediante ofrendas, sacrificios, penitencias, etc.).
Este comportamiento y estas creencias producían una actitud ante la vida fatalista,
ya que el mal era inevitable si la divinidad no intervenía en el desarrollo de los
acontecimientos. El ser humano, sometido a limitaciones derivadas de su escaso
control técnico del mundo, luchaba contra las mismas pero no podía sino reconocer
su dependencia del destino.

3.2. El riesgo en la sociedad moderna

La sociedad moderna supone una ruptura con las nociones tradicionales


sobre el riesgo. Los nuevos descubrimientos científicos, la técnica, la medicina, el
control de la producción agraria e industrial, el carácter electivo de los gobiernos,
etc., impulsaron una nueva concepción sobre el mundo. El riesgo pasó a ser
contemplado como algo que la ciencia podría controlar. El futuro de los seres
humanos ya no descansaba en causas debidas al azar o el destino, sino que se
encontraba en sus manos. El avance de la civilización, pues, iría eliminando el mal.
En este sentido, se creía que los males de este mundo irían desapareciendo con el
progreso continuo de la humanidad (Bury, 1971; García Morente, 1980; Nisbet,
1980). La modernidad traería la desaparición de los riegos. El mundo dejaría de ser
un entorno hostil y se transformaría en un lugar donde el ser humano correría
menos riesgos. La gestión de los bienes, el control racional del mundo, haría que
los riesgos disminuyeran y que los bienes fueran, cada vez más, patrimonio de toda
la humanidad.
Para Max Weber, las sociedades modernas se caracterizan por un continuo
proceso de racionalización. Todas las facetas de la vida social se iban haciendo
más racionales, es decir, cuantificables, valorables (reducible a medida), previsibles
y controlables (Ritzer, 1999). Esto provocaba que dominios mágicos dieran paso a
una visión racional de la vida. La salud y la enfermedad, la vida y la muerte no eran
ya fenómenos debidos a las malos o buenos hálitos, ni al deseo de una voluble
divinidad. Por el contrario, el ser humano era capaz de hallar las causas que movían

32 número 7
el mundo natural. Esto producía lo que Weber llamó el “desencantamiento” del
mundo. La realidad no se explicaba según criterios míticos o mágicos, sino en
función de leyes abstractas descubiertas por la ciencia. La consecuencia lógica
era que los seres humanos eran capaces de prever el devenir y, en cierta medida,
de controlarlo. El binomio ciencia y técnica permitía controlar la realidad mediante
el uso de la razón. Este proceso social resultó clave en la configuración del universo
moderno, que tan familiar nos resulta. La empresa capitalista, el crecimiento de la
vida urbana, los dominios de la política, la religión o el arte no se explican sin hacer
referencia a un nuevo modo de afrontar la realidad: el proceso de racionalización.
Los seres humanos se sintieron seguros de su control del mundo. La ciencia
y la técnica permitían asegurar la producción de alimentos, vencer enfermedades
antaño mortíferas, viajar por todo el mundo en poco tiempo, etc. Tanto fue así que
de modo generalizado se comenzó a creer que el mundo cambiaba necesariamente
a mejor, que progresaba ineludiblemente. Además, se empezaron a asegurar las
posibles eventualidades de la vida, convirtiéndose el azar en riesgo, en una
eventualidad calculada. Durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX se
desarrollaron seguros privados y públicos que hacían del mundo un lugar más
previsible. El mismo Estado de Bienestar no es sino la expresión máxima de este
espíritu de aseguramiento.
El hombre moderno, en consecuencia, era un hombre seguro de sí mismo,
de su capacidad técnica para domeñar el mundo gracias a la ciencia y al análisis
racional. Si algo fallaba no era sino por una carencia de la ciencia, aún no lo
suficientemente desarrollada para controlar ese fenómeno. El fatalismo previo dio
paso a un optimismo que consideraba que el mundo avanzaba inexorablemente y
que lo hacía a mejor. Y los grandes pensadores de este avanzar eran los médicos e
ingenieros, los “industriales” de Saint-Simon y Comte. Los científicos y tecnólogos
ocuparon el nicho que los sacerdotes dejaron en el pasado.

3.3. El riesgo en la sociedad postmoderna

La actual sociedad postmoderna sería una sociedad en la cual la concepción


del riesgo ha variado mucho respecto a la de la sociedad tradicional y moderna.
Como afirma el sociólogo Richard Sennet: “A lo largo de la mayor parte de la
historia humana, la gente ha aceptado que la vida cambia de repente por culpa de
las guerras, las hambrunas y otras catástrofes, y también que, para sobrevivir, hay
que improvisar. (...) Lo que hoy tiene de particular la incertidumbre es que existe
sin la amenaza de un desastre histórico; y en cambio, está integrada en las prácticas
cotidianas de un capitalismo vigoroso” (2005: 30). Tras la Segunda Guerra Mundial
se produjeron toda una serie de cambios en la estructura de las sociedades capitalistas,
que modificaron en profundidad estructuras sociales básicas. No es este el momento
de discutir si dichos cambios supusieron una superación de la modernidad o una post-

barataria 33
modernidad (como han mantenido autores como Lyotard, Baudrillard, Derrida, Jameson,
etc.) o una acentuación de la propia modernidad, una modernidad tardía (Giddens,
1993), sino simplemente de reflejar los cambios acaecidos en la esfera de la seguridad
y el riesgo.
Las causas de este cambio habría que situarlas sobre todo en la confluencia de
tres factores: (a) El proceso de individualización creciente de la sociedad, que
tiene como consecuencia la ampliación del margen de libertad y el aumento de las
opciones vitales del individuo, a lo que habría que añadir la erosión de estructuras
sociales como la familia (Lipovetsky, 2002 y 2003). (b) El debilitamiento de las
solidaridades colectivas como garantía frente a los riesgos que ahora presentan
consecuencias más agudas. (c) La desmitificación de la ciencia y la técnica como
ahuyentadoras de riesgos, ofreciendo ellas mismas otros nuevos, como por ejemplo
la amenaza ecológica. A todos estos factores habría que sumar el gran catalizador
de todos los riesgos en la sociedad postmoderna: la globalización, proceso que
conecta y multiplica los posibles riesgos locales. El caso es que, como consecuencia
de estos hechos, en la esfera de la seguridad se produjeron modificaciones en el
paradigma vigente. Así, se extinguió o amortiguó la creencia en el progreso (Campillo,
1985); y se produjo una crisis de legitimación en las principales instituciones sociales,
entre ellas la ciencia. Las sociedades se hicieron más flexibles, más fluidas, estando
el papel de los individuos sujeto a un mayor número de modificaciones a lo largo de
la vida.
Podemos afirmar, como hemos visto en el primer y segundo epígrafe, que nos
encontramos en un periodo de transición entre el modelo de seguridad total propio
de la modernidad y un modelo de seguridad parcial propio de la post-modernidad o
modernidad tardía. Es curioso señalar que todo periodo de cambio genera ansiedad
social y respuestas potencialmente violentas. Todos estos factores hacen que nos
demos cuenta en la actualidad de que el control de los riesgos es siempre limitado.
El ser humano en estas sociedades vuelve a ser consciente de los límites del control
sobre la naturaleza y el propio ser humano.
Nos encontramos, por tanto, lejos de sociedad donde se conocía al vecino
y se sabía lo que era posible esperar. Vivimos en una sociedad donde priman los
intereses individuales sobre los grupales y eso nos desconcierta (cada uno esconde
sus cartas debido a la gran competitividad) y nos sentimos cada vez más amenazados
por las personas que nos rodean (desconocidos). Echamos en falta la seguridad,
una cualidad crucial para la vida feliz del hombre moderno, pero una cualidad que
la sociedad en la que habitamos es incapaz de ofrecer.
A todo esto se suma el hecho de que las fuentes de inseguridad no son
visibles, no podemos localizarlas con precisión. La inseguridad nos afecta a todos,
inmersos como estamos en un mundo fluido e impredecible de desregularización,
flexibilidad, competitividad e incertidumbre endémicas, pero cada uno de nosotros
sufre la ansiedad individualmente, como un problema privado. Ante este hecho

34 número 7
tendemos a buscar un remedio para el malestar que la inseguridad nos provoca.
Esto se refleja en la mayor preocupación por la seguridad de nuestro entorno: el
hogar, el vecindario o las propiedades. El otro comienza a ser sospechoso, portador
de lo imprevisto e imprevisible. Los extraños son la amenaza encarnada. Amenaza,
por lo demás, invisible e ilocalizable.
El carácter incontrolable de los riesgos en la sociedad postmoderna ha
sido remarcado por los más destacados sociólogos (Beck, 2002; Beck, Giddens y
Lash, 1997), que han acuñado el término “sociedad del riesgo” para describirlo. El
mismo entorno global en el que nos movemos no hace sino aumentar la
incertidumbre. Colectivos que antes tenían fuertes mecanismos sociales para
protegerse de los riesgos, se ven ahora incapaces de frenar los nuevos riesgos
(Kirby, 2002 y 2005). La incapacidad de los Estado para frenar los coletazos más
dañinos de la globalización para sus propias poblaciones (deslocalizaciones
productivas, riesgos medioambientales, etc.), el debilitamiento de los mecanismos
de aseguramiento colectivo propios de la sociedad civil (iglesias, familias y toda
una pléyade de organizaciones), aumentan la vulnerabilidad de colectivos que antes
no se sentían en situación de riesgo. Amplias capas de la población, las otrora
opulentas clases medias, sienten que su situación es crecientemente más vulnerable.
El riesgo se ha asentado entre nosotros y es parte consustancial de las sociedades
postmodernas.

4. EL INDIVIDUO EN LA SOCIEDAD INSEGURA

Algunos autores se han fijado especialmente en la ansiedad social que


produce este nuevo entorno (Hollway y Jefferson, 1997; Wilkinson, 2001). La
ansiedad social, como un estado agitación, inquietud y angustia del ánimo, deriva
directamente de esta nueva situación de vulnerabilidad percibida o real. En este
caso, resulta escasamente relevante la distinción entre vulnerabilidad real y
vulnerabilidad percibida, entre riesgos reales y riesgos percibidos. Aplicando el
conocido Teorema de Thomas, los riesgos percibidos, aún sin serlos realmente,
tienen consecuencias reales en el comportamiento de los individuos. Si los individuos
perciben, como así parece, que este mundo es más peligroso y entraña nuevos y
crecientes riesgos se sentirán, sin duda, vulnerables. En todo caso, el individuo se
siente más vulnerable debido a la multiplicación de riesgos debidos a la globalización:
des-localizaciones productivas, pérdida de derechos laborales, nuevas redes
mafiosas internacionales, terrorismo transnacional, etc.
El sujeto es consciente, en mayor o menor grado, de los riesgos del mundo
global y de su incapacidad de afrontarlos como individuo. Se siente vulnerable y, en
buena lógica, esta percepción conduce a un continuo estado de ansiedad. Además,
como afirma Keneth Gergen, la conciencia postmoderna “se nos presenta como
una pizarra en blanco donde los sujetos pueden inscribir su identidad, borrarla y

barataria 35
volver a escribirla, en la medida en que se lo permita o los inste a ello una red
incoherente de relaciones personales en permanente expansión y cambio” (1992:
287). Las seguridades ontológicas de la modernidad quedan atrás y el individuo
debe hacer y rehacer continuamente sus relaciones y su autoconciencia, lo que
contribuye continuamente a situarle en una cuerda floja existencial. La inseguridad,
en consecuencia, constituye un elemento vertebrador de la conciencia individual
postmoderna.
El estado de ansiedad social generado por esa nueva forma de conciencia
produce dos tipos de respuestas. En primer lugar, se habla de un retorno a las
comunidades primarias defensivas frente a la sociedad red surgida de la
globalización: “Como los nuevos procesos de dominación a los que reacciona la
gente están insertos en los flujos de información, la construcción de la familia y la
comunidad ha de basarse en la inversión de estos flujos. Dios, patria, familia y
comunidad proporcionan códigos eternos e indestructibles en torno a los cuales se
organizará una contraofensiva” (Castells,1999, vol. 2: 89). Los individuos buscan
la seguridad perdida en instituciones primarias como la familia, la nación o la religión.
La disolución en estas “comunidades orgánicas” proporciona la individuo la seguridad
perdida y le permite superar el estado de ansiedad. Asimismo, el debilitamiento del
Estado como gran mecanismo protector, en su vertiente militar –orden internacional-
, económica y social –Estado de Bienestar- (Anderson, Brook y Cochrane,1995);
influye, sin duda, en un sentimiento de desamparo que conlleva la búsqueda de
nuevas fuentes de seguridad.
En segundo, la desaparición de un entorno estable sin duda genera
fenómenos de ansiedad, que pueden llevar a una frustración que, ocasionalmente,
puede estallar en manifestaciones violentas. Aunque no existe una relación directa
entre la frustración y la violencia, como bien ha demostrado la psicología social al
mantener que no existe equivalencia absoluta entre un contenido mental y una
conducta efectiva (Buceta, 1992: 102-109); en no pocas ocasiones, la frustración
puede generar violencia contra la parte que no ha cumplido su papel dentro de las
expectativas sociales generadas. Es lógico pensar que la comprensión significativa
del mundo por parte de los actores tendrá un correlato en su conducta. Si los
ciudadanos de los países occidentales han sido socializados en la creencia de ser
ciudadanos iguales ante la ley –con derecho a un acceso igualitario a los bienes
materiales y simbólicos de la sociedad-, protegidos por las instituciones en los
aspectos básicos de su existencia; obviamente, se sentirán defraudados y frustrados
ante el incumplimiento de sus expectativas básicas sobre el funcionamiento social.
Tanto los recientes disturbios en la periferia de las grandes ciudades francesas
como los anteriores en Los Ángeles, pueden muy bien ser una muestra del
incumplimiento de estas expectativas básicas.
Ambas respuestas no son contradictorias, sino que más bien se
retroalimentan. Una respuesta violenta producida por unas expectativas frustradas

36 número 7
y una creciente sensación de vulnerabilidad tiene una gran repercusión, amplificada
por los medios de comunicación de masas (Gil Calvo, 2004), que puede revertir en
un recogerse en el seno de comunidades primarias de los individuos que se sienten
amenazados por esta violencia. Y, por el contrario, los grupos defensivos pueden
actuar violentamente contra otros en defensa de sus micro-espacios de seguridad.
La ansiedad social genera un modelo convivencial basado en la percepción de un
riesgo endémico, en el cual la única respuesta es la de considerar al “otro” un
potencial enemigo –y viceversa-, y la búsqueda de un orden hobbesiano. Podemos
citar, entre otras, como muestras de estas respuestas contradictorias: (a) La creación
de un “negocio” en torno a la seguridad. Las compañías dedicadas a la seguridad
privada, la video-vigilancia, el procesamiento de datos, etc., no hacen sino crecer y
aumentar sus beneficios. (b) Se están creando una serie de “entornos seguros”
donde se refugian las capas altas de la sociedad. Estos “guetos” se encuentran
vigilados por compañías privadas las 24 horas durante los 365 días del año. Se está
produciendo una proliferación del hábitat suburbano, de la urbanización cerrada y
blindada. Y (c) la desaparición de la calle, como territorio inseguro, frente al centro
comercial, vigilado continuamente y dotado de toda una serie de comodidades.
La seguridad es una de las prioridades de los ciudadanos en todos los
países avanzados, que tiene como contrapartida la exigencia a las autoridades de
mayores medidas de seguridad (mayor control policial, asistencia, etc.). Cada vez
se tolera menos la imprevisión, siendo las catástrofes naturales y los fenómenos
climatológicos responsabilidad de los políticos y de los gobiernos, que deben prever
y tratar de minimizar sus efectos. La necesidad de seguridad desborda incluso el
ámbito estrictamente nacional y lleva a una demanda de una seguridad “colectiva
internacional”. Para ello se recurre a los ejércitos, considerando las grandes potencias
(tanto la Unión Europea como los Estados Unidos) que éstos son más una fuerza
policial internacional que una fuerza de conquista al modo clásico.
Es curioso señalar, en este orden de cosas, que los debates actuales en
torno a la seguridad recogen una vieja polémica. Cuando el primer ministro británico
Tony Blair afirma que los ciudadanos deben elegir entre libertad y seguridad, no
está sino recogiendo el pensamiento del sociólogo decimonónico británico Herbert
Spencer. Para Spencer, la libertad y la seguridad están interconectadas: un mayor
grado de libertad implica uno menor de seguridad y, al contrario, un menor grado
de libertad conlleva un mayor grado de seguridad. La decisión sobre el grado de
seguridad, por tanto, es enteramente política. Habremos de decidir en qué tipo de
sociedad queremos vivir y qué límites fijamos. En este campo colisionan la
concepción moderna de la seguridad, con la idea de progreso firmemente arraigada
en la población, y la situación postmoderna en la que la globalización implica el
anclaje de una incertidumbre endémica en el seno de nuestras sociedades. Por
ello, la gestión del riesgo se encuentra con la paradoja de individuos que reclaman
amplias cuotas de libertad y, al tiempo, mínimos niveles de incertidumbre.

barataria 37
CONCLUSIONES

El artículo ha tratado de presentar las principales dimensiones de uno de


los fenómenos más relevantes del devenir social actual: la inseguridad colectiva.
La globalización ha modificado profundamente las convenciones sociales más
arraigadas en torno a la seguridad. Los Estados-Nación trataron de crear una red
que asegurara a sus ciudadanos de los principales riesgos presentes en sus vidas.
Sin embargo, la creciente interconexión mundial impide la aplicación de estos
principios de aseguramiento. La inseguridad colectiva es ubicua y los mecanismos
tradicionales de control de riesgo fallan. Los individuos sufren estos cambios globales
y solamente pueden dar respuestas individuales que, obviamente, fallan, pues no
pueden proporcionar un escudo eficaz ante los nuevos riesgos mundializados.
La concepción de la seguridad ha variado ampliamente en el transcurso de
la historia. Desde el fatalismo propio de las sociedades tradicionales, se ha llegado
a la confianza del mundo moderno que comienza a ser socavada en las sociedades
postmodernas. Fruto de este continuado cambio social, la colectividad social se ve
atrapada, sin desearlo, en una paradoja: se cree y se necesita un mundo donde
existan mecanismos que aseguren la existencia; y, sin embargo, el mundo globalizado
debilita la creencia en el progreso y en la ciencia como base del aseguramiento
colectivo, al tiempo que la interdependencia global auspicia nuevos riegos e
imposibilita un control de los riesgos. Aparecen nuevos colectivos vulnerables que
son incapaces de hacer frente a estos nuevos riesgos.
En definitiva, la inseguridad endémica parece uno de los aspectos más
relevantes del nuevo orden social propiciado por la globalización económica, política,
social y cultural. La cultura postmoderna incluye la inseguridad como una de sus
dimensiones básicas y, en consecuencia, los individuos estructuran su yo social en
respuesta a las demandas de un entorno percibido como crecientemente hostil. La
inseguridad subjetiva es parte ya de la conciencia colectiva postmoderna. La
seguridad es plenamente un elemento constitutivo del debate social y político, al
estar enraizada en un nuevo tipo de conciencia individual propia de nuestro tiempo.
Como afirma Eduardo Sabrovksy: “La inseguridad es un estado peculiar de la
conciencia contemporánea, una inquietud difusa y persistente, un «malestar de la
cultura»..., que no se puede explicar de modo meramente empírico” (1996: 55).
La inseguridad parece haberse asentado, pues, como una dimensión ontológica de
nuestras sociedades, y no meramente como un fenómeno transitorio.

38 número 7
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40 número 7
TRIBUNA:

Ética de la empresa, no sólo


responsabilidad social
ADELA CORTINA
20 AGO 2005

El discurso sobre la responsabilidad social de las empresas está de actualidad. Llámese


"responsabilidad social corporativa" (RSC) o "responsabilidad social empresarial" (RSE), a
secas, lo bien cierto es que se multiplican los cursos, publicaciones, asignaturas
universitarias sobre el tema, las grandes empresas se dotan de un departamento dedicado
exclusivamente a ello, aumenta el número de instituciones que ayudan a las empresas a
gestionar su responsabilidad, menudean los rankings de organizaciones excelentes y los
índices de RSC. Sin duda, es un auténtico fenómeno en el nivel local y en el global.

Ciertamente, la convicción de que las empresas deberían asumir su responsabilidad


social data ya, como tarde, de mediados del siglo pasado, pero dos acontecimientos al
menos han dado al asunto una relevancia inusitada en los últimos años. El primero es el
hecho de que Kofi Annan, secretario general de las Naciones Unidas, propusiera a las
empresas, a las organizaciones cívicas y a las laborales un Pacto Mundial en 1999, ante el
Foro Económico de Davos, con el propósito de extender los beneficios de la globalización a
todos los seres humanos. "Elijamos -decía- unir el poder de los mercados con la autoridad
de los ideales universales. Elijamos reconciliar las fuerzas creadoras de la empresa privada
con las necesidades de los menos aventajados y con las exigencias de las generaciones
futuras". Parecía dar a entender Annan con estas palabras que orientar el mercado en un
sentido u otro es una cuestión de elección, no de fatalismo insuperable, y proponía como
brújula para las decisiones empresariales respetar y promover nueve principios, que
recientemente se ampliaron a diez, y hacen referencia a derechos humanos, laborales,
medioambientales y al compromiso de eludir prácticas de corrupción.

En 2001 se produjo el segundo acontecimiento decisivo. La Comisión de la Unión


Europea propuso el célebre Libro Verde Fomentar un marco europeo para la
responsabilidad social de las empresas con el propósito de convertir a la economía europea
en la más competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer económicamente de manera
sostenible, con más y mejores empleos y mayor cohesión social. Para lograrlo se invitaba a
las empresas a invertir en su futuro, llevando a cabo un triple balance económico, social y
medioambiental que permitiera el avance en paralelo del crecimiento económico, la
cohesión social y la protección del medio ambiente. Tres claves para una economía que no
quiera hacer nada extraordinario, sino simplemente sus deberes.
Algunos años más tarde, al menos 2.000 empresas de más de 80 países y también alguna
administración pública (ayuntamiento, e incluso gobierno) se han adherido al Pacto
Mundial de las Naciones Unidas, y el Parlamento Europeo, por su parte, propone integrar
el concepto de responsabilidad social en todos los ámbitos de competencia de la Unión. Así
las cosas, ¿corre la RSC el riesgo de morir de éxito? La verdad es que no. En cuanto una idea
cobra carne mortal en la sociedad contante y sonante, afloran los problemas, el aterrizaje
en la realidad siempre destapa la caja de las grandes cuestiones. La primera es de lo más
obvio: ¿es ésta de la responsabilidad social sólo una cuestión de marketing o de convicción
profunda?

Hace poco contaba Cinco Días que Georg Kell, presidente del Pacto Mundial, había
pedido a las empresas adheridas a él información sobre sus progresos en las prácticas de
responsabilidad social, comunicándoles que, de no hacerlo en dos años, se las considerará
"inactivas" en el pacto. A la vez se facilitaba urbi et orbi una guía de ayuda práctica para que
las empresas puedan comunicar sus progresos en relación con alguno o algunos de los
principios y conocer las experiencias ajenas. ¿Por qué hace falta este aviso? ¿Es que en
algunos casos se trata de hacerse la foto firmando el pacto y de echarse a dormir?

En algunos, e incluso en muchos casos, desde luego que sí, pero descubrir tan
apabullante realidad es descubrir el Mediterráneo; un Mediterráneo que revela a la vez dos
noticias, una buena y otra mala. La buena es que la ética vende, es decir, que publicitar la
apuesta por prácticas éticas atrae y no repele, que genera buena reputación. La mala noticia
es que precisamente por eso puede manipularse, quedarse sólo en la apariencia de una
buena actuación que funciona como reclamo. Como todo lo valioso en esta vida, como
todos los grandes ideales que pueden manipularse precisamente porque atraen.

Dando un paso más allá de la foto, la opción por la RSC puede quedar todavía en un
ejercicio de competencia entre las empresas que pueden permitirse tener un departamento
donde idear actuaciones que no hayan pensado los competidores, esforzarse por aparecer
en los rankings más conocidos, cumplir con la odiosa burocracia que ahoga nuestra
civilización. Pero cómo rellenar los papeles no es tan difícil, lo complicado es dilucidar en
qué consiste eso de la responsabilidad social.

No hay acuerdo al respecto, claro, pero al menos dos ideas pueden servir como hilo
conductor. La primera, aquella famosa caracterización de Milton Friedman que levantó
ampollas en 1970: la responsabilidad social consiste en aumentar el beneficio para el
accionista, porque la empresa es un instrumento del accionista, que es su propietario. El
sujeto ante el que la empresa es responsable es el shareholder, el accionista.

Sin embargo, pronto el centro de gravedad se vio desplazado desde los accionistas a
todos los stakeholders, a todos los afectados por la actividad de la empresa: accionistas,
trabajadores, clientes, proveedores, contexto social, medio ambiente y Administración
Pública. La responsabilidad ante todos ellos podría sintetizarse en la fórmula que presenta
el Libro Verde de la Unión Europea: "Integración voluntaria por parte de las empresas de
las preocupaciones sociales y medioambientales en sus operaciones comerciales y en sus
relaciones con los interlocutores". Con lo cual, cualquier lector avisado se percata de que la
fórmula de Friedman no ha sido arrumbada, sino más bien subsumida en una nueva, más
inteligente, porque la empresa prudente intuye que si tiene en cuenta los intereses de los
afectados en el diseño de las estrategias de la empresa, también aumentará el beneficio del
accionista.

Por eso, la responsabilidad social no consiste en mera filantropía, no se trata de realizar


acciones de beneficencia, desinteresadas, sino en diseñar las actuaciones de la empresa de
forma que tengan en cuenta los intereses de todos los afectados por ella. La idea de
beneficio se amplía al económico, social y medioambiental, y la de beneficiario, a cuantos
son afectados por la actividad de la empresa. Como en algún lugar he escrito, la
responsabilidad social debe asumirse como una herramienta de gestión, como una medida
de prudencia y como una exigencia de justicia.

Como herramienta de gestión, debe formar parte del "núcleo duro" de la empresa, de
su gestión básica, no ser "algo más", no ser una especie de limosna añadida, que convive
tranquilamente con bajos salarios, mala calidad del producto, empleos precarios, incluso
explotación y violación de los derechos básicos. La buena reputación se gana con las buenas
prácticas, no con un marketing social que funciona como maquillaje de un rostro poco
presentable. Como medida de prudencia, permite convertir a los afectados en cómplices de
una aventura que debe perseguir el beneficio común en una época en que la celeridad de
los cambios más aconseja tener amigos que adversarios, cómplices que enemigos.

Pero a comienzos del siglo XXI sigue siendo verdad que lo radical es ir a la raíz, en este
caso, que la responsabilidad social para serlo ha de enraizar en una ética de la empresa. La
ética tiene que ver con el êthos, con el carácter que se forjan las personas y las
organizaciones, con los hábitos que adquieren día a día para actuar de una forma excelente,
desde la convicción de que hacerlo así es lo que corresponde. Y la ética tiene que ver
también con la justicia, con ese percatarse de que cualquiera que sea afectado por una
actividad social tiene que ser tenido en cuenta al tomar las decisiones que le afectan. Hay
una obligación moral con todos los afectados que no debe eludir una organización justa.

Ciertamente, es posible elaborar una ley de responsabilidad social, y en ello está la


comisión de expertos nombrada por el Gobierno. Ante tal posibilidad, los espíritus se
dividen, no sólo en nuestro país. Mientras sindicatos y organizaciones cívicas consideran
insuficientes las iniciativas voluntarias para salvaguardar los derechos de los trabajadores y
los ciudadanos y piden un marco con unas normas mínimas que garanticen reglas de juego
equitativas, las empresas subrayan la naturaleza voluntaria de la responsabilidad social,
insistiendo en que los mínimos ya están legislados y una "ley de responsabilidad social" no
haría sino anular la creatividad y el carácter innovador de la empresa, amén de la dificultad
que entraña legislar un "hasta dónde" en el ámbito social. La cuestión continúa en disputa,
pero al menos una cosa es clara: que con ley o sin ella, carácter y justicia constituyen ese
humus de la ética de la empresa que da sentido a una responsabilidad social resuelta a no
dejarse reducir a cosmética y burocracia.

Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y


directora de la Fundación Étnor.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de agosto de 2005

Fuente
Cortina, A. (20 de agosto de 2005). Ética de la empresa, no sólo responsabilidad social. Publicado
en El País. Recuperado de
https://elpais.com/diario/2005/08/20/opinion/1124488806_850215.html
Ética
aplicada

Ética y
Deontología
Profesional

1
Ética aplicada
En la actualidad existen muchas líneas de investigación dentro del campo
de la ética aplicada: bioética, ética informática, ética ambiental, ética de la
educación, ética empresarial, etcétera. El foco en diversos problemas
prácticos, como punto de arranque de estas líneas, revela la fuerza de
determinadas demandas en cada uno de estos espacios de nuestra
realidad, para solucionar conflictos, situaciones de confrontación entre
principios morales o de incertidumbre acerca de aquello que debería
hacerse. Los temas de aplicación emergen en todos los campos de la
actividad humana, aunque algunas ramas de la ética aplicada, en particular
la ética ambiental, la bioética y la ética empresarial, alcanzaron en las
últimas décadas una gran atención a nivel internacional.

No hay una definición consensuada acerca de qué es la ética aplicada. Sin


embargo, el interés por esta área nos enseña que la forma en que resuelve
sus aplicaciones a cuestiones prácticas delimita un nivel común de
elaboración entre sus distintas ramas y, en virtud de esto, un estatus
propio.

Es claro que esta denominación hace patente una distinción controvertida:


la ética pura o normativa, por un lado, y la aplicada, por el otro. Esta
separación entre teoría y práctica complejizó su conceptualización pero, a
la vez, promovió la necesidad de demarcar, con elementos más precisos,
en qué consiste su contribución singular y a qué cuestiones dirige su
exploración y análisis:

La “ética aplicada” se ocupa en sintetizar los intentos de dar


solución, a al menos de minimizar, los múltiples conflictos
actuales, y en particular los abundantes conflictos que no se
dejan evitar ni resolver mediante la aplicación de criterios
tradicionales, y que generan una peculiar perplejidad en el
hombre contemporáneo. Uno de los rasgos sobresalientes
de la crisis de nuestro tiempo es el progresivo desequilibrio
entre el creciente número de conflictos y la decreciente
disponibilidad de pautas para resolverlos. Es cierto que, en
general, los sistemas sociales, en proporción directa a su
grado de complejidad, suelen generar mecanismos
regulativos que acaban deviniendo fuentes de nuevos
conflictos; pero se trata de recursos siempre indispensables
para evitar situaciones caóticas… Su relevancia (la de la ética
aplicada) ha crecido justamente con la crisis
contemporánea. Todavía se discrepa acerca de cómo se la

2
debe entender; pero en general se está de acuerdo (cuando
no se la rechaza en bloque) en que con ella se trata de
enfrentar diversos problemas actuales y urgentes de la
praxis pública de un modo más contundente que como se lo
había hecho en el pasado. (Maliandi, 2009, pp. 135-136).

Una característica importante de las múltiples situaciones que reclaman


una reflexión moral es que las reacciones que pueden desencadenar están
acompañadas de tal grado de variabilidad que la aplicación de criterios
morales, por el tipo de conflictividad que subyace en estas situaciones,
debe ser mirada como la resultante de muchos y variados factores.

¿Qué posición moral se adopta frente una situación particular? ¿Es


correcto atenerse a las mismas normas por considerarlas válidas para
cualquier situación? ¿Importa tomar en cuenta la singularidad de la
situación o su carácter particular al momento de evaluar la aplicación de la
norma?

En este punto, se presenta una de las principales tensiones relacionadas


con la aplicabilidad. Las dos grandes opciones que pueden distinguirse son
las siguientes:

 Casuismo: Afirma que, si las normas son válidas, tienen que


poder aplicarse a todo acto particular. Los hechos morales,
aunque difieren entre sí, son casos de una posible
aplicación. El código moral debe prever todos los casos
posibles: dada una situación, esta debe poder ser
subsumible bajo una norma moral.
 Situacionismo: Afirma que, siendo las situaciones
radicalmente distintas, no puede haber normas válidas para
todos. En cada situación concreta hay que tomar una
decisión válida para esa situación, pues estas son
imprevisibles e irregulares. En definitiva, existe una
contingencia inherente a las situaciones que establece un
límite a la vigencia de las normas universales (García-Marzá,
y González Esteban, 2014, p. 151).

Consideraremos más adelante algunos aspectos de dos grandes ramas de


la ética aplicada, pero primero mencionaremos brevemente una cuestión
crucial de la articulación entre una esfera de la vida social, el mundo
empresarial, y la formación de agentes morales comprometidos con la
construcción de la ciudadanía. En este punto, es fundamental aludir al

3
valor de una educación moral de mínimos, es decir, una educación capaz
de integrar la ética a nuestra vida cotidiana como algo que nos pertenece a
todos. Estos mínimos éticos compartidos entre ciudadanos de democracias
pluralistas son los valores de libertad, igualdad, solidaridad, tolerancia
activa y ethos dialógico.

Si consideramos la mirada que propone Adela Cortina (1994) de la ética


empresarial desde esta definición de ética “de mínimos”, reconocemos los
siguientes valores fundamentales para este campo de la ética aplicada:

 la calidad en los productos y la gestión;


 la honradez en el servicio;
 el respeto mutuo en las relaciones internas y externas de la
empresa;
 la cooperación por la que conjuntamente aspiramos a la
calidad;
 la solidaridad al alza que consiste en explotar al máximo las
propias capacidades de modo que el conjunto de personas
pueda beneficiarse de ellas;
 la creatividad;
 la iniciativa;
 el espíritu de riesgo (Cortina, 1994, p. 38).

En síntesis, abordar la ética empresarial desde una ética aplicada a las


personas como ciudadanos comprometidos con la convivencia social y la
construcción de condiciones políticas, económicas y sociales en general,
que permiten la realización de proyectos democráticos que promueven la
inserción y la participación, supone reconocer la necesidad común de unos
mínimos morales “valores y normas a los que una sociedad no puede
renunciar sin hacer dejación de su humanidad” (Cortina, 2000, p. 38).

4
Figura 1: La ética empresarial desde la perspectiva de la ética cívica

Fuente: [Imagen sin título sobre ética empresarial]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/FpzRJ1

Las contribuciones del médico norteamericano Van Rensselaer Potter son


inseparables del desarrollo de la bioética. En el año 1971 publicó un
influyente libro, Bioethics: Bridge to the Future (La bioética: un puente
hacia el futuro), que se convirtió en el primer esfuerzo clave por hacer de la
bioética una problemática central y que requiere de una pesquisa científica
constante y cultivadores seriamente comprometidos con una supervivencia
humana digna. Esta obra de Potter cristalizó un anhelo de rigor y
responsabilidad moral y se constituyó al poco tiempo en el punto de
arranque de un armazón institucional que permitió consolidar la bioética
como una nueva disciplina.

Esa fusión entre bios (vida) y ethos (comportamiento) se convirtió, a partir


de entonces, en una corriente de investigación potentísima y engendró
apoyo, consenso y compromiso de parte de instituciones decisivas para su
crecimiento a nivel mundial, a la par de una red cada vez más amplia de
especialistas. En contraste con las posiciones que respaldaban la aplicación
de normas tradicionales y eran indiferentes a los desafíos que planteaban
entonces las nuevas tecnologías terapéuticas y la ingeniería genética, la
obra de Potter expresaba la importancia de integrar a esos avances
médicos la consideración por los valores humanos, ya que los
conocimientos y las prácticas de la ciencia no están exentos de problemas
éticos: “La humanidad necesita urgentemente de una nueva sabiduría que
le proporcione ‘el conocimiento de cómo usar el conocimiento’ para la
supervivencia del hombre y la mejora de la calidad de vida” (como se cita
en Constante, 2006, p. 283).

5
La dilucidación de los principios que deben guiar las prácticas médicas
constituye uno de los problemas más ampliamente debatidos en el campo
de la bioética. En 1978 se reunió en Estados Unidos la Comisión Nacional
para la Protección de los Sujetos Humanos bajo Experimentación
Biomédica. Dicha comisión redactó un informe, conocido como Informe
Belmont, que se convirtió en uno de los documentos más importantes en
el campo de la bioética. En él se definen “las directrices que se deben
seguir en experimentación con humanos y establece las normas para la
protección de individuos que participan en experimentaciones biomédicas
basados en tres principios: autonomía, beneficencia y justicia” (como se
cita en Constante, 2006, p. 289), que son tres principios generales de
resolución de conflictos éticos en medicina. Poco tiempo después, a estos
tres se les agregó el principio de no maleficencia (Beauchamp, y Childress,
1979).

A continuación, veremos con más detalle estos cuatro principios básicos:

 Principio de autonomía: hace referencia a la potestad de


todo ser humano de decidir sobre su propia vida en tanto
ser racional y consciente de sí mismo. Esta
conceptualización hunde sus raíces en la filosofía moderna.
Este principio, basado en el respeto por la autonomía, se
suele contraponer a la concepción paternalista de la
medicina, según la cual el médico, en su carácter de
profesional, es el único autorizado para tomar decisiones
sobre la salud de su paciente, a la vez que este es visto
predominantemente como un sujeto necesitado de
conducción y ayuda y carente de capacidad para regir su
vida autónomamente. De este principio se deriva el
consentimiento libre e informado de la ética médica actual.
Se distinguen comúnmente tres tipos de consentimiento:
expreso, tácito y presunto.

 Principio de beneficencia: suele ponerse en tensión con el de


respeto hacia la autonomía del paciente. Este principio
prioriza “la obligación moral de actuar en beneficio de los
otros” (Beauchamp, y Childress 1979, p.166). Por eso, la
especificación de las reglas morales en el caso de la
investigación clínica debe estar guiada por el propósito de
“mejorar los procedimientos diagnósticos, terapéuticos y
preventivos y la comprensión de la etiología y la génesis de
la enfermedad” (Constante, 2006, p. 295).

 Principio de justicia: hace referencia a la distribución


equitativa de los recursos médicos y la regulación del acceso

6
a los servicios sanitarios, para evitar la discriminación por
motivos de raza, religión, económicos, entre otros, y las
situaciones de desigualdad concomitantes.

 Principio de no maleficencia: este se encuentra claramente


subrayado en el juramento hipocrático e implica no producir
daño al paciente. La reflexión en torno al principio de no
maleficencia tiene una gran relevancia en nuestros días,
debido a que la expansión en el uso de la tecnología debe ir
acompañada de exámenes para sopesar los daños o los
riesgos que puede implicar, para el paciente o el sujeto de
experimentación, someterse a determinadas prácticas
médicas.

7
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[0212-7199(2001) 18: 12; pp 650-654]
ANALES DE MEDICINA INTERNA
Copyright © 2001 ARAN EDICIONES, S.A.

AN. MED. INTERNA (Madrid)


Vol. 18, N.º 12, pp. 650-654, 2001

Los principios bioéticos: ¿se aplican en la situación


de enfermedad terminal?
A. AZULAY TAPIERO

Servicio de Medicina Interna. Unidad de Cuidados Paliativos. Hospital Dr. Moliner. Valencia

BIOMEDICAL ETHICS PRINCIPLES: ARE THEY APPLIED IN


TERMINAL ILLNESS SITUATION?

RESUMEN ABSTRACT
La aplicación de los principios bioéticos fundamentales (beneficencia, Comprehensive practice of biomedical ethics principles (beneficen-
no-maleficencia, autonomía y justicia) garantizaría una asistencia adecua- ce, non-maleficence, autonomy and justice) would guarantee appropriate
da al enfermo que está en situación de enfermedad terminal. Lamenta- assistance to patients with terminal diseases. Unfortunately today, these
blemente, en nuestro ámbito, esto no se hace de forma sistemática. principles aren’t put into practice in a systematic way.
Para garantizar una asistencia de calidad a este grupo de enfermos es In order to guarantee quality care to this particular group of patients,
necesario que los profesionales sanitarios que se enfrentan con la enfer- it is necessary that all health care professionals dealing with terminal ill-
medad terminal reciban una adecuada formación en cuestiones de bioéti- ness receive a comprehensive education in bioethics matters and that an
ca, que se aplique una metodología correcta para resolver los conflictos y appropriate methodology is followed in order to resolve subsequent con-
que se impliquen las instituciones del estado para que las unidades de flicts. Furthermore, public institutions should be involved so that Palliati-
Cuidados Paliativos cubran la asistencia de toda la población subsidiaria. ve Care Units provide assistance to the entire population rather than
De lo contrario, se produce un atentado contra los principios bioéticos select cases. If we can’t provide comprehensive care, we are working
fundamentales, en especial contra un principio de primer nivel, el princi- against the basic bioethics principles, especially the fundamental princi-
pio de justicia. ple of justice.

PALABRAS CLAVE: Bioética. Enfermedad terminal. Cuidados Paliati- KEY WORDS: Bioethics. Terminal illness. Palliative Care.
vos.

Azulay Tapiero A. Los principios bioéticos: ¿se aplican en la situación de enfermedad terminal? An Med Interna (Madrid) 2001; 18: 650-654.

El personal sanitario, cuando se enfrenta con la enferme- CONCEPTO Y OBJETIVOS DE LA BIOÉTICA


dad progresiva e incurable que progresa irremediablemente
hacia la muerte, cuando no es posible la curación, es invadido La ética es la parte de la Filosofía que estudia la bondad o
por un estado de duda constante sobre qué es lo más adecuado la malicia intrínseca de los actos y de las conductas humanas.
hacer para beneficiar al enfermo. La actitud que debe tomar La ética debe apoyarse en la racionalidad y en el terreno
ante los dilemas que aparecen no debe ser producto de la filosófico, y no en la religión, el derecho o los códigos deonto-
intuición ni de su estado de ánimo en ese momento, sino que lógicos. Lo ético puede no ser legal (por ejemplo, la eutanasia
debe estar basada en una reflexión prudente, informada, dis- es considerada una actuación éticamente correcta para determi-
cutida y compartida por el resto de los miembros del equipo nadas personas, pero es ilegal en casi todos los países) y lo legal
interdisciplinar y, a ser posible, conociendo y teniendo muy puede no ser ético (por ejemplo, la pena de muerte es una
en cuenta cuáles son las preferencias del enfermo. acción contraria a la ética para amplios sectores sociales, pero
Un método utilizado para intentar resolver estos conflictos está legalmente constituida en varios países). La deontología y
éticos en la labor diaria con el enfermo es el propuesto hace ya la ley no deben ser un instrumento adecuado para definir lo
más de 20 años por Beauchamp y Childress. conveniente o lo correcto ante un caso concreto, no se debe
Antes de responder a la pregunta que se plantea en el título “judicializar” la vida de las personas, a no ser que se quiera
de este trabajo, es necesario conocer, aunque sea de forma conseguir una forma de totalitarismo (1), aunque sí será necesa-
muy elemental, qué es la bioética, cuáles son sus objetivos y rio legislar unos mínimos éticos aceptados por todos, los princi-
comentar la “teoría de los cuatro principios” desarrollada por pios éticos legales (2), y exigibles a todos por igual (3). Ningu-
los autores anteriormente citados. na ideología ni ninguna creencia religiosa deben imperar en una

Trabajo aceptado: 3 de Septiembre de 2001

Correspondencia: Armando Azulay Tapiero. C/ Espinosa nº 1, pta. 1 – 46008 Valencia. e-mail: azulay–arm@gva.es
Vol. 18, N.º 12, 2001 LOS PRINCIPIOS BIOÉTICOS: ¿SE APLICAN EN LA SITUACIÓN DE ENFERMEDAD TERMINAL? 651

sociedad plural y secularizada, donde deben tener cabida todas surge la bioética de orientación principalista basada en “Los
las corrientes ideológicas, con la condición de que respeten la Cuatro Principios” formulados por Beauchamp y Childress.
dignidad de las personas y los derechos humanos. La bioética principalista consiste en conseguir un método sis-
La Medicina, como es fácil de suponer, desde los tiempos temático de reflexión que permita elegir una solución correcta
más remotos, desde su inicio, ha estado relacionada con la éti- ante un dilema bioético.
ca, ya que su objetivo, por encima de cualquier otro, siempre En el año 1979, estos dos autores norteamericanos, basán-
ha sido conseguir el bien del ser humano enfermo. dose en el “Informe Belmont”, que fue encargado en el año
El término “bioética” procede del griego: “bios” (vida) y 1974 por el Congreso Norteamericano para elaborar una guía
“ethos” (comportamiento, costumbre). El objetivo principal acerca de los procedimientos éticos que debían regir la inves-
de la bioética es por tanto el estudio de la relación existente tigación con seres humanos y dado a conocer en el año 1978,
entre la vida y los principios o pautas de la conducta humana. publicaron un libro titulado Principles of Biomedical Ethics
La palabra “bioética” es un neologismo que aparece por (“Principios de Ética Biomédica”) (6).
primera vez en el año 1971, en el libro del oncólogo nortea- El contenido de esta obra se divide en tres partes funda-
mericano Van Potter titulado Bioethics: a Bridge to the mentales:
Future (“Bioética: un puente al futuro”) (4); este autor la —Estudio de las principales corrientes éticas, dando
define como “la disciplina que combina el conocimiento importancia a los elementos más constructivos de las mismas.
biológico con el de los valores humanos”. Según la obra —Propuesta de unos llamados “principios”, considerados
coordinada por Warren Reich, Encyclopedia of Bioethics, la como una pauta o guía útil en la práctica diaria para la toma de
bioética se define como “el estudio sistemático de la con- decisiones ante casos complejos que puedan dar lugar a dis-
ducta humana en el área de las ciencias de la vida y del cui- crepancias. Constituye la parte central de la obra.
dado sanitario, en cuanto se examina esta conducta a la luz —Las llamadas “virtudes” que debería poseer el profesio-
de los valores y principios morales” (5). nal sanitario para una atención correcta, integral y humaniza-
En la práctica, el objetivo de la bioética, en lo que respecta a da del individuo enfermo, que, a diferencia de los principios,
la Medicina, será la búsqueda de soluciones concretas a casos no serían obligaciones éticas. Se refieren, entre otras, a la
clínicos concretos, siempre que se originen conflictos entre valo- compasión, a la capacidad de discernir sobre qué es lo rele-
res. La bioética entrará en acción cuando aparezca la posibilidad vante en cada circunstancia, a la integridad, a la empatía, a la
de elegir entre dos o más opciones, que a veces podrán ser com- prudencia en el momento de tomar las decisiones, etc.
pletamente contradictorias. El dilema consiste en buscar la for- Los principios bioéticos que propusieron eran: beneficencia,
ma más adecuada para tomar las decisiones correctas, es decir, no-maleficencia, autonomía y justicia. El principio bioético más
cómo elegir entre lo correcto y lo incorrecto, cómo diferenciar lo elemental y sobre el que se basan los enumerados anteriormente
que es bueno de lo que es malo. Cuando entran en juego los pro- es el “respeto a la dignidad de la persona”, basado en un enfoque
blemas esenciales de la vida y la muerte, la responsabilidad integral y humanista de la asistencia sanitaria.
aumenta y esta búsqueda se hace más complicada. Para encon- Principio de Beneficencia: manda hacer el bien. Es el princi-
trar la solución al dilema que se plantea se debe actuar con liber- pio más evidente de todos ya que el personal sanitario ha sido
tad, pero no de forma empírica o intuitiva, sino con prudencia, educado y formado para hacer el bien, no sólo al individuo
con un método adecuado y en un abordaje interdisciplinario, ya enfermo, sino a la sociedad en su conjunto. Se basa en que los
que todas las ramas del saber que tienen por objeto al ser huma- procedimientos diagnósticos y terapéuticos que se apliquen
no tienen elementos que aportar en la búsqueda de soluciones, deben beneficiar al paciente, es decir, ser seguros y efectivos.
de ahí deriva la importancia de la constitución de “comités de Principio de no-maleficencia: se basa en el principio
bioética” en los centros hospitalarios, una de cuyas misiones hipocrático de Primum non nocere, es decir, “ante todo, no
será la de orientar y ayudar a los profesionales sanitarios en la hacer daño”. También es un principio muy evidente porque
solución de estos problemas. ningún profesional sanitario deberá utilizar sus conocimien-
La ética médica, a lo largo de toda su historia, siempre tos o su situación para ocasionar perjuicios al enfermo. En
consideró que el personal sanitario sólo estaba obligado a con- la práctica se refiere a que el balance entre los beneficios y
seguir el máximo beneficio del enfermo y que no tenía sentido los riesgos de cualquier actuación médica debe ser siempre
preocuparse por otros motivos. En las últimas décadas, el jui- a favor de los beneficios.
cio moral de un acto médico ha variado; entre sus objetivos, Principio de autonomía: se refiere a la capacidad que tiene el
además de conseguir el máximo beneficio del enfermo, se enfermo para decidir, siempre que exprese su deseo. Al contra-
debe tener en cuenta otras dimensiones o aspectos: rio que los anteriores, es un principio que siempre ha estado
—Las preferencias del paciente: puede que “lo mejor” ausente de la tradición médica, a pesar de la gran importancia
para nosotros, personal sanitario, no coincida con “lo mejor” que ha adquirido en los últimos años; durante muchos siglos el
para el paciente, y sería ilícito imponer nuestra propia idea del paciente nunca ha participado en la toma de decisiones y el
bien a otras personas. médico era quien decidía; el deber del médico era “hacer el
—La calidad de vida subjetiva. bien” al paciente, y el de éste, aceptarlo (7). El enfermo, por el
—Los factores sociales y económicos. mero hecho de serlo, carecía de capacidad para elegir.
—El bien de la sociedad en su conjunto. Este principio es sumamente importante porque:
—Obliga a informar al enfermo, si así lo desea, sobre el
diagnóstico, pronóstico y posibilidades terapéuticas, con sus
PRINCIPIOS BIOÉTICOS riesgos y beneficios.
—Permite al enfermo rechazar todo tipo de tratamiento o
Para resolver el problema de los conflictos que aparecen elegir uno distinto al propuesto.
en el momento de tomar las decisiones en el área biomédica, —Debería permitir al enfermo, dentro de lo posible y con
652 A. AZULAY TAPIERO AN. MED. INTERNA (Madrid)

las limitaciones legales vigentes, elegir el momento, lugar y Otro aspecto a tener en cuenta es que según qué marco de
forma de su muerte. referencia o doctrina ética se practique, podrá variar la inter-
Para promover este principio se ha propugnando el llamado pretación de estos principios generales de la bioética. Un
“consentimiento informado” como forma de garantizar que el ejemplo típico sería el siguiente: en una doctrina puramente
paciente ha recibido una información adecuada sobre el acto utilitarista, la opción del aborto como derecho de la mujer
médico a aplicar y que manifiesta su acuerdo. El consentimiento embarazada a decidir sobre todo lo que acontece en su cuerpo
informado es tanto más importante cuanto mayores sean los ries- (principio de autonomía) será válido y por tanto aceptado. En
gos del tratamiento propuesto o de la técnica de exploración a la un marco ético personalista que defienda la defensa de la vida
que se someta y cuantas más posibilidades existan de fracaso. El desde la fecundación, el derecho a la vida del ser humano aún
“Manual de Ética” del Colegio de Médicos Americanos lo define no nacido es lo fundamental, por lo que se relega la autonomía
de la siguiente manera (8): “El consentimiento informado consiste de la madre a un plano inferior, anteponiendo el principio de
en la explicación a un paciente atento y mentalmente competente no-maleficencia a favor del ser humano que aún no ha nacido.
de la naturaleza de su enfermedad, así como el balance entre los Según Diego Gracia (10), sí existe un orden jerárquico
efectos de la misma y los riesgos y beneficios de los procedimien- entre estos principios. Diferencia dos niveles:
tos terapéuticos recomendados, para a continuación solicitarle su —Primer nivel o nivel universal: son los que no se
aprobación para ser sometido a estos procedimientos. La presenta- refieren a la relación entre el personal sanitario y el paciente y
ción de la información al paciente debe ser comprensible y no ses- son independientes de la voluntad de éste. Obligan a todos los
gada; la colaboración del paciente debe ser conseguida sin coer- ciudadanos. Constituyen lo que se llama “ética de mínimos” y
ción; el médico no debe sacar partido de su potencial dominio deben ser garantizados por el estado. El gobierno que no pue-
psicológico sobre el paciente”. Esta definición, aunque contiene da garantizar estos dos principios se encontraría “bajo míni-
todos los elementos necesarios para la correcta aplicación del con- mos morales”. Estos principios son:
sentimiento informado, tiene un pequeño fallo, es incompleta, ya • Principio de no-maleficencia: la Medicina como ciencia
que donde cita a los procedimientos terapéuticos, debería añadir inocua, que no persigue el hacer daño. Es un principio más gene-
también a las técnicas de diagnóstico (9). ral y obligatorio que el de Beneficencia porque habrá ocasiones
Principio de Justicia: este principio se basa en dos hechos: en que un médico no esté obligado a tratar a un enfermo, pero sí
—Todas las personas, por el mero hecho de serlo, tienen la lo estará siempre a no ocasionarle ningún daño, o dicho de otra
misma dignidad, independientemente de cualquier circunstancia, manera, si una persona no quiere, no podemos imponerle el
y por tanto, son merecedoras de igual consideración y respeto. bien; por el contrario, si una persona quiere que le hagamos
—Hay que luchar por una distribución justa y equitativa daño, no se lo podemos hacer por más que nos lo pida.
de los siempre limitados recursos sanitarios para conseguir el • Principio de justicia: la Medicina debe tratar a todos sin
máximo beneficio en la comunidad, evitando desigualdades ningún tipo de discriminación, debiendo proteger más a los
en la asistencia sanitaria. más desfavorecidos. El bien común o el bien de todos debe ser
Este principio convierte al personal sanitario en gestor y siempre superior al bien de individuos concretos. Cuando no
administrador de los recursos y de los servicios, que deberá se cumple con este principio se produce maleficencia
utilizar de una forma efectiva y eficiente, evitando actuacio- —Segundo nivel o nivel particular: son los principios que
nes sanitarias inadecuadas. se refieren a la relación existente entre el personal sanitario y
Estos cuatro principios adquirieron rápidamente una gran el paciente. Constituyen la llamada “ética de máximos” por-
importancia, ya que resultaron muy útiles para los profesio- que obligan a la persona y no a los demás; la persona, en el
nales sanitarios que no eran expertos en cuestiones de bioéti- caso que nos ocupa, el enfermo, tiene libertad para elegir su
ca y que actuaban generalmente de forma empírica o intuiti- aplicación o no.
va ante cualquier dilema moral que aparecía en su labor • Principio de beneficencia: pretende que la actuación del
diaria con el enfermo. sistema sanitario sea beneficiosa para el paciente. La interpreta-
Durante muchos siglos, los principios éticos más relevan- ción de este principio es relativa y depende de la voluntad de la
tes en la actuación sanitaria han sido los de beneficencia y no- persona que recibe esta actuación supuestamente benéfica y de
maleficencia, dando lugar a un paternalismo autoritario, bien que la acepte como tal beneficio: nadie puede beneficiar a otro
intencionado y aceptado por la sociedad. En las últimas déca- contra su voluntad. Por todo esto, beneficencia y autonomía son
das, los principios de autonomía y de justicia cada vez adquie- principios inseparables y siempre tendrá más valor el segundo.
ren mayor relevancia, sobre todo en los países anglosajones. • Principio de Autonomía: tiene en cuenta la libertad y la
Entre estos cuatro principios los autores no establecieron responsabilidad del paciente que, bien informado, decide lo
ningún orden jerárquico, insistiendo en que todos tienen la mis- que es bueno para él.
ma fuerza y son de aplicación obligatoria, aunque no absolutos, Cuanto más aguda es la enfermedad y más eficaz es su tra-
ya que hay excepciones. Cada caso concreto permitirá la nego- tamiento, menos interviene en la práctica el principio de auto-
ciación, es decir, sólo las circunstancias podrán establecer un nomía y más el de beneficencia, y cuanto más crónica es la
orden jerárquico entre ellos. Un ejemplo que aparece con deter- enfermedad o más cuestionado esté su tratamiento, como ocu-
minada frecuencia en la práctica de los cuidados paliativos sería rre en la situación de enfermedad terminal, más veces se
el siguiente: atendiendo al principio de no-maleficencia, ocasio- reclama la autonomía.
nar la muerte es algo que en principio se considera siempre En líneas generales, los grandes problemas surgen cuan-
moralmente incorrecto y por tanto contrario a la ética médica, do se plantean conflictos entre los principios de un mismo
pero en determinadas circunstancias, administrar fármacos que nivel. El conflicto más frecuente es el que surge entre los
puedan adelantar la muerte (“principio del doble efecto”) puede principios de Autonomía y Beneficencia, al rechazar el
tenerse en cuenta cuando interviene la autonomía del paciente en paciente o su representante legal un determinado tratamiento
una situación de sufrimiento muy intenso. o prueba diagnóstica. Cuando surge un conflicto entre prin-
Vol. 18, N.º 12, 2001 LOS PRINCIPIOS BIOÉTICOS: ¿SE APLICAN EN LA SITUACIÓN DE ENFERMEDAD TERMINAL? 653

cipios de distinto nivel, en principio, deberá prevalecer el por ello a una intervención quirúrgica y en cuyo postoperatorio
del nivel superior. está indicado el reposo absoluto de la actividad masticatoria y
Mención especial merece la práctica médica en el SIDA deglutoria, no cabe ninguna duda de que siempre le beneficiará,
(11) en donde aparece un hecho diferencial que da lugar a un aunque también aquí podría haber conflicto con el principio de
importante dilema bioético: el secreto profesional versus la autonomía, en el caso de que el paciente, por el motivo que sea,
protección de la pareja del paciente infectado, es decir, ¿debe se negase a su colocación.
notificarse la enfermedad a la pareja del paciente sin dar éste Debido a los grandes avances técnicos y farmacológicos
su consentimiento?; desde el punto de vista ético, la preven- ocurridos en las últimas décadas, que a veces incluso permiten
ción de la enfermedad debe prevalecer sobre el principio de posponer el momento de la muerte, actitud que nunca se debe
autonomía y la intimidad del paciente adoptar ante la situación de enfermedad terminal, se produce
otro hecho que se da con más frecuencia de la deseada, que
consiste en la práctica de medidas compatibles con la obstina-
LOS PRINCIPIOS BIOÉTICOS EN EL ENFERMO EN SITUACIÓN ción terapéutica, también llamada ensañamiento o encarniza-
DE ENFERMEDAD TERMINAL miento terapéutico, en un intento irracional de luchar contra la
muerte próxima e inevitable. Esta práctica atenta contra el prin-
En la práctica diaria, cuando se atiende a un enfermo en cipio de no-maleficencia ya que muchas veces, lo que se hace al
situación de enfermedad terminal, lo habitual es la ausencia adoptar estas medidas, es dañar al enfermo de una forma inne-
de conflictos entre estos cuatro principios bioéticos y el enfer- cesaria, aplicando tratamientos que ocasionan sufrimiento.
mo solicitará que se favorezca la aplicación de todos ellos El principio de autonomía en la cultura latina es ampliamen-
para que se atiendan todas las necesidades que plantea: te ignorado cuando nos encontramos con un enfermo con el
—Necesita que, aunque no exista un tratamiento con fina- diagnóstico de enfermedad terminal. Hay una tendencia por par-
lidad curativa, se intente dar una solución integral a sus pro- te de la familia, muchas veces apoyada por el personal sanitario
blemas, tanto físicos como psicoemocionales, sociales y espi- que lo atiende y su tradicional actitud paternalista y a veces
rituales (Principio de Beneficencia). autoritaria, a ocultar al enfermo información sobre su enferme-
—Necesita que no se le dañe de forma innecesaria utili- dad y su pronóstico, y sin información es imposible poder deci-
zando procedimientos terapéuticos o diagnósticos que se dir y participar en la toma de decisiones. Aún en el caso de que
hayan mostrado inútiles o fútiles o que sean considerados des- se informe al enfermo, ¿es la información que se da aséptica y
proporcionados (principio de no-maleficencia). neutra? o, por el contrario ¿es sesgada y parcial con el fin de
—Necesita que se le trate con confianza, respetando su ocultar el mal pronóstico o para manipular la posible decisión
intimidad y su autonomía, que se le informe si así lo desea y del paciente?. El “consentimiento informado”, aunque sólo sea
que se tenga en cuenta su opinión en el momento de decidir de forma verbal, debería estar presente ante cualquier decisión
qué es lo mejor para él (principio de autonomía). terapéutica o diagnóstica en un enfermo en situación de enfer-
—Necesita que, si existe un sistema de salud universal, medad terminal, y no sólo cuando participa en un ensayo clínico,
como ocurre en nuestro ámbito, cubra sus necesidades, inde- donde si se cumplimenta, es porque la ley así lo exige.
pendientemente de cualquier circunstancia, y que no se le dis- Con respecto al principio de justicia conviene puntualizar
crimine por ningún motivo (principio de justicia). que, si bien deben existir ciertos límites para la creación de
El personal sanitario que quiera conseguir una correcta determinados servicios médicos financiados por un sistema
atención a este tipo de enfermos debe ir encaminado a dar sanitario público, como podrían ser, a modo de ejemplo, los
solución a cada una de estas demandas. que se dedican a aplicar técnicas de fecundación in vitro o
Lamentablemente, hay varias circunstancias que orientan algunas intervenciones de cirugía estética, la medicina paliati-
a que muchas veces no se aplican estos cuatro principios en su va no debe entrar en este grupo de servicios y debe ser consi-
totalidad, en especial los principios de autonomía y justicia. derada como un servicio sanitario básico y necesario, nunca
La supuesta beneficencia de un acto médico ante la enferme- accesorio, al que se tenga derecho en una sanidad pública y
dad sin posibilidad de curación que progresa de forma irreme- universal como la nuestra.
diable a la muerte es muy relativa ya que la frontera existente El principio de justicia no se aplica en su totalidad debido a
entre perjuicio y beneficio queda muy difuminada y muchas que, en nuestro ámbito, los programas de Cuidados Paliativos,
veces dependerá del propio criterio del enfermo, de su concep- que hoy por hoy constituyen la mejor y más eficaz forma de
ción de la vida y de su escala de valores personales, aspectos que atención a estos enfermos, sólo prestan su cobertura en determi-
el personal asistencial debe tener muy en cuenta (12); por ejem- nadas áreas sanitarias y a un pequeño porcentaje de la población
plo, ¿beneficia o perjudica la colocación de una sonda nasogás- que podría beneficiarse de ellos, tal y como queda reflejado en el
trica para nutrir a un enfermo que está en situación de enferme- último Directorio publicado por la Sociedad Española de Cuida-
dad terminal?, no es posible dar una respuesta a esta pregunta si dos Paliativos (SECPAL), en el año 2000 (13). No toda la pobla-
no se conoce la opinión del enfermo (de ahí la estrecha relación ción se puede beneficiar de estos programas a pesar de ser nece-
que hay entre los principios de beneficencia y autonomía) y si no sidades básicas para un gran número de personas y no requerir
se estudia el caso concreto detenidamente y desde un punto de su implantación enormes recursos económicos. ¿Qué ocurriría si
vista interdisciplinar. Sin embargo, ante una enfermedad con tra- por ejemplo no hubiese atención neurológica o cardiovascular
tamiento curativo, este dilema no se suele plantear, o se plantea que cubriese a toda la población?: sin lugar a dudas se produciría
con mucha menor intensidad, ya que está mucho más clara la un gran debate social y político que solucionaría el problema de
frontera existente entre lo que beneficia y lo que perjudica al manera inmediata; ¿por qué no ocurre lo mismo ante la falta
paciente; volviendo al ejemplo de la sonda nasogástrica, su colo- manifiesta de unidades especializadas en cuidados paliativos y
cación para nutrir e hidratar durante unos días a un enfermo que más si tenemos en cuenta que un gran número de personas,
ha sufrido un traumatismo maxilofacial y que ha sido sometido cuando mueren, no lo hacen de forma súbita, sino tras un perio-
654 A. AZULAY TAPIERO AN. MED. INTERNA (Madrid)

do más o menos largo de sufrimiento?, quizá la respuesta esté en persona, constituye la forma de asistencia más eficaz para los
la negación que toda la sociedad, incluida la clase política, hace pacientes que se encuentran en situación de enfermedad ter-
de la muerte y todo lo que le rodea y en la poca capacidad rei- minal, ya que la filosofía en la que se basa garantiza, entre
vindicativa que tiene el enfermo aquejado de una enfermedad otras cosas, una aplicación estricta y sistemática de los princi-
progresiva e incurable que, una vez fallecido, no podrá protestar pios bioéticos fundamentales.
o reclamar por la atención (o desatención) que ha recibido. Exis- La Medicina Paliativa, por definición, debe procurar
te discriminación en este terreno: los cuidados paliativos no mejorar la calidad de vida del enfermo, debe luchar por conse-
están disponibles para todas aquellas personas que los necesitan; guir el mayor bienestar posible, su objetivo debe ser evitar los
dicho de otra manera, la calidad de la atención prestada a un problemas físicos, psicológicos, sociales y espirituales o, si
enfermo que está en situación terminal dependerá de la existen- esto no es posible, procurar que el enfermo se adapte a ellos
cia de una unidad de cuidados paliativos que cubra su área de en las mejores condiciones posibles, debe evitar actuaciones
salud, y esto es un atentado contra el principio de justicia. innecesarias que provoquen sufrimiento y también debe
La deficiencia de unidades de cuidados paliativos que garan- fomentar la autonomía del enfermo para hacerle partícipe en
ticen, en la medida de lo posible, un adecuado control del sufri- la toma de unas decisiones que son muy importantes para él,
miento favorece el desarrollo de movimientos sociales que están para lo cual es indispensable una adecuada información y
a favor de la eutanasia, práctica que origina un debate social comunicación. Con ello, los principios de beneficencia, no-
cada vez más intenso y que se realiza en varias partes del mun- maleficencia y autonomía quedan garantizados.
do, a pesar de ser, al menos hoy en día, ilegal en la mayoría de Pero esto no es suficiente, no se puede construir un siste-
los países, pero que cuenta con un gran número de adeptos den- ma moral coherente y completo en las ciencias biomédicas si
tro de la ciudadanía en general y del personal sanitario en parti- solamente aplicamos estos tres principios. Esto se consigue
cular (14), quizá debido a que, en la conciencia colectiva, siem- cuando se añade el principio de justicia (18).
pre se asocia a la muerte con el sufrimiento. El principio de justicia, el que se refiere a la distribución
La Organización Mundial de la Salud estableció que “los equitativa de los recursos sanitarios y a que hay que tratar a
gobiernos deben asegurar que se ha dedicado especial atención a todas las personas por igual evitando cualquier tipo de discrimi-
las necesidades de sus ciudadanos en el alivio del dolor y los cui- nación, queda hoy en día, en lo que se refiere a los cuidados
dados paliativos antes de legislar sobre la eutanasia” (15). Como paliativos, relegado a un segundo plano, quizá porque la forma-
señala Jaime Sanz, “con una cobertura del 100% de los cuidados ción ética del gestor sanitario, salvo excepciones, que sin duda
paliativos no será necesario introducir nuevas figuras legales las hay, es escasa y, posiblemente, en la atención al enfermo en
(suicidio asistido y/o eutanasia activa voluntaria)” (16), pero tam- situación de enfermedad terminal, valore más el ahorro econó-
bién hay que decir que, por muy bien que funcionen las unidades mico a corto y medio plazo que la rentabilidad social.
de cuidados paliativos, siempre existirá el sufrimiento ante la Desde una unidad de cuidados paliativos, en lo que respecta
enfermedad terminal y no siempre se podrá evitar del todo la al principio de justicia, sólo se podrá actuar en el ámbito de la
demanda de eutanasia por parte de aquellos pacientes que viven decisión clínica, en el día a día con el paciente, pero esto sigue
una situación insoportable y piden ayuda para poner fin a dicho sin ser suficiente. Las Instituciones del Estado deberán, si se
sufrimiento (17). Los cuidados paliativos no resolverán todos los quiere cumplir con este principio en su totalidad, planificar,
casos de petición de eutanasia, pero sí una gran parte de ellos. desarrollar y gestionar de forma eficiente las políticas sanitarias
para lograr la máxima cobertura posible y así evitar discrimina-
ciones en este campo, que hoy por hoy se siguen dando. Como
CONCLUSIÓN se ha expuesto anteriormente, citando de nuevo a Diego Gracia,
el gobierno que no es capaz de garantizar un principio ético de
La Medicina Paliativa, por su gran componente humanita- primer nivel o nivel universal, como es el principio de justicia,
rio y por su defensa al respeto a la vida y a la dignidad de la se encuentra “bajo mínimos morales”.

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ría y práctica (I). Med Clin (Barc) 1993; 100: 659-63. 202.
Ética de las biotecnologías
ADELA CORTINA
Universidad de Valencia Ética de las biotecnologías
Adela Cortina

RESUMEN. El poder que la Nueva Gené- ABSTRACT. The power that New Gene-
tica ha puesto en manos de los seres huma- tics has placed within mankind’s grasp
nos requiere una ética desde la que sea requires ethics from which decisions on
posible tomar decisiones en cuestiones de matters of genetic manipulation can be
manipulación genética. El trabajo se pro- made. This work sets out to (1) place the
pone (1) situar la ética de las biotecno- ethics of biotechnologies in the context of
logías en el conjunto de la bioética, (2) bioethics as a whole; (2) point out the dif-
señalar los distintos ámbitos de la Nueva ferent spheres of New Genetics which pose
Genética que plantean problemas éticos, ethical problems, recognising that each of
reconociendo que cada uno de ellos these requires specific treatment; (3) out-
requiere un tratamiento específico, (3) line an ethical framework to guide replies,
esbozar un marco ético desde el que orien- a structure built up from Kantian ethics,
tar las respuestas, un marco elaborado des- Sen’s capabilities approach, the ethics of
de la ética kantiana, el enfoque de las capa- discourse and Jonas’ responsibility princi-
cidades de Sen, la ética del discurso y el ple, and (4) to tackle what is perhaps the
principio responsabilidad de Jonas, y (4) most burning question in the ethical sphe-
abordar la cuestión tal vez más candente re: if the power of genetic manipulation
en el ámbito ético: si el poder de la mani- requires once more bringing up the dis-
pulación genética exige poner de nuevo cussion on human nature, as approached
sobre el tapete la discusión sobre la natu- by Habermas and Fukuyama, amongst
raleza humana, como hacen, entre otros, others.
Habermas y Fukuyama.

«—Es que a mí me gustan los inconvenientes —dijo el Salvaje.


—A nosotros, no —dijo el Interventor—. Preferimos hacer las cosas
con comodidad.
—Pues yo no quiero comodidad. Yo quiero a Dios, quiero poesía,
quiero peligro real, quiero libertad, quiero bondad, quiero pecado.
—En suma —dijo Mustafá Mond—, usted reclama el derecho a ser
desgraciado.
—Muy bien, de acuerdo —dijo el Salvaje, en tono de reto—. Reclamo
el derecho a ser desgraciado.
—Esto, sin hablar del derecho a envejecer, a volverse feo e impotente,
el derecho a tener sífilis y cáncer, el derecho a pasar hambre, el derecho
a ser piojoso, el derecho a vivir en el temor constante de lo que puede
ocurrir mañana: el derecho a coger un tifus; el derecho a ser atormentado.

ISEGORÍA/27 (2002) pp. 73-89 73


Adela Cortina

Siguió un largo silencio.


—Reclamo todos estos derechos —concluyó el Salvaje.
Mustafá Mond se encogió de hombros.
—Están a su disposición —dijo 1.

I. ACTUALIDAD Y ESTRUCTURA DE LA GENÉTICA 2

1. El retorno de la naturaleza humana

La ética de las biotecnologías está de actualidad. En nuestro país los medios


de comunicación sirven de plataforma permanente a los debates sobre la inves-
tigación con embriones, sobrantes de las técnicas de reproducción humana
asistida o creados expresamente, y sobre la investigación con células troncales,
menudean los congresos sobre el genoma humano, los encuentros sobre clo-
nación, y el ecologismo militante se ceba en asuntos como el de los alimentos
trangénicos. Sin embargo, en el debate más estrictamente filosófico el tema
estrella de la GenÉtica es un tema radical, que empezó a esbozar Aldous
Huxley hace más de setenta años en Un mundo feliz.
En efecto, como recuerda Francis Fukuyama en Our Posthuman Future,
la generación nacida a mediados del pasado siglo leyó en dos utopías negativas
la posibilidad de que el futuro fuera terrible: en Un mundo feliz de Aldous
Huxley (1931) y en 1984 de George Orwell (1949) 3. En la obra de Huxley
se mostraba cómo el desarrollo biotecnológico podía conducir a un mundo
sin envejecimiento, sin muerte, sin dolor, un mundo de individuos satisfechos
con el lugar que ocupan en su sociedad, ajenos a la idea de culpa o de castigo.
Un mundo, en suma, feliz, pero carente de libertad; un mundo que podría
considerarse «poshumano», teniendo en cuenta que la libertad es para Occi-
dente un rasgo decisivo de la humanidad. Por su parte, 1984 prevenía frente
al riesgo de totalitarismo que podían propiciar las tecnologías de la comu-
nicación: el Gran Hermano podría controlar el conjunto de las vidas desde
una gigantesca pantalla. En ambas distopías el incremento —que no progreso—
de las tecnologías podría conducir a un pessimum y no a un optimum.
Andando el tiempo, puede decirse que la revolución de la comunicación
y la información se han producido, hasta el punto de que nuestra época puede
1
Aldous Huxley, Un mundo feliz, Barcelona, Plaza y Janés, 1966 (1.a ed., 1931), p. 299.
Este trabajo se inscribe en el proyecto de investigación sobre éticas aplicadas BFF2001-3185-C02-01
del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
2
Utilizo la expresión «GenÉtica» para referirme al amplio campo de la ética que reflexiona
sobre la Nueva Genética, de que hablamos a continuación.
3
Francis Fukuyama, Our Posthuman Future. Consequences of the Biotechnology Revolution,
Nueva York, Farrar, Straus and Giroux, 2002. Resulta sorprendente que un título tan expresivo
del contenido de la obra como Our Posthuman Future haya sido traducido como El fin del hombre
(Barcelona, Ediciones B, 2002), y que en los créditos iniciales figure como título original de
la obra Posthuman Society.

74 ISEGORÍA/27 (2002)
Ética de las biotecnologías

rotularse como «Era de la Información», pero sus resultados son ambiguos.


Por una parte, tiene razón Fukuyama en que estas tecnologías se han puesto
al servicio de la descentralización de la información y las comunicaciones,
de modo que los ciudadanos se conectan entre sí con mayor facilidad que
antaño. Pero, por otra parte, el control que ejercen las agencias secretas, como
la CIA, no deja de tener su lado totalitario.
Sin embargo, en lo que respecta al augurio de Huxley cabe poca ambigüedad,
porque las biotecnologías parecen estar sentando las bases de un mundo pla-
centero, en el que será posible evitar un gran número de enfermedades, pro-
longar la edad, reforzar los caracteres hereditarios que pueden conducir a
generaciones más inteligentes y bellas, incluso tal vez evitar la muerte. La
gran pregunta es entonces: ¿pueden considerarse todavía «humanos» unos seres
que, como los Alfa, Beta, Delta, Gamma y Épsilon de Huxley, carecen de
los rasgos que históricamente hemos considerado como propios de los seres
humanos? ¿Tenemos que reconocer que el Salvaje de Huxley, contrapunto
de esos seres denominados con las primeras letras del alfabeto griego, es la
imagen de lo propiamente humano, de la libertad que lleva aparejados sufri-
miento, amor, sentido de la trascendencia, mientras que los otros, los que
sólo aspiran al bienestar, no son ya seres humanos?
La posibilidad de que el futuro sea «poshumano» lleva a Fukuyama a pre-
guntarse por lo esencial de la naturaleza humana, a poner de nuevo sobre
el tapete ese viejo tema que ha ido siendo relegado paulatinamente por el
mundo liberal. Pero lo verdaderamente sorprendente no es que lo aborden
de nuevo autores como Fukuyama, sino también otros tan reacios a tratar
sobre una posible naturaleza humana como Habermas 4. Habermas ha pro-
clamado hasta la saciedad que los nuestros son tiempos «posmetafísicos», desen-
tendidos de cualquier pretensión de acceder a una presunta naturaleza humana.
Y, sin embargo, justamente ése es el asunto que le ocupa en Die Zukunft
der menschlichen Natur, el de preguntarse por la naturaleza humana, pero
—eso sí— de modo «posmetafísico», porque nuestro modo moderno de enten-
der los rasgos distintivos del ser humano en Occidente puede llegar a presentarse
como una opción más entre otras. A fin de cuentas, como una «doctrina com-
prehensiva de bien», en el sentido del fallecido Rawls, por la que unos pueden
querer optar, pero otros no. Tal vez ocurra —como decía Hans Jonas— que
nos percatamos de lo que está en peligro cuando percibimos que está en peligro.
Y ¿qué es lo que está en peligro? Está en peligro al parecer la ética misma
desde la que hoy en día podemos juzgar sobre la corrección o la incorrección
de las técnicas concretas de manipulación genética. Está en cuestión la ética
desde la que tratamos de evaluar los distintos aspectos de las técnicas de repro-
ducción asistida, el diagnóstico preimplanatorio, la eugenesia negativa y positiva,
la clonación humana y no humana, la investigación con células troncales o
4
Jürgen Habermas, El futuro de la naturaleza humana. ¿Hacia una eugenesia liberal?, Barcelona,
Paidós, 2002.

ISEGORÍA/27 (2002) 75
Adela Cortina

los transgénicos. Está en riesgo de extinción esa ética cívica desde la que evalúan
las técnicas los comités locales, nacionales y transnacionales, de suerte que
se va gestando —a mi juicio— como una Ética Cívica Transnacional 5. Y está
en peligro porque una ética semejante hunde sus raíces en la idea moderna
del respeto a la dignidad humana o, lo que es idéntico, del respeto a la libertad
humana, de la que nada saben los Alfa, los Beta, los Delta, los Gamma, ni
los Épsilon. Justamente, ésa es la ética de la que forma parte la Ética de
las Biotecnologías, la GenÉtica, y es la que está en cuestión. Por eso en los
siguientes apartados trataremos de esbozarla para pasar más tarde a enfrentar
la cuestión de por qué está en peligro y por qué es preciso reflexionar de
nuevo sobre la naturaleza humana, o sobre sus sucedáneos.

2. El lugar de la GenÉtica en la Bioética Cívica Transnacional

En el año 1970 Van Rensselaer Potter, fallecido en septiembre de 2001, publicó


un artículo titulado «Bioethics, the science of survival», que, según distintas
voces, abría las puertas de un nuevo saber: la bioética. El siguiente año su
libro Bioethics: a Bridge to the Future precisaba los rasgos de ese saber pre-
suntamente nuevo, que —se decía— desea tender un puente entre la cultura
de las ciencias y la de las humanidades, entre los valores éticos y los hechos
biológicos, con el propósito de asegurar la supervivencia de la especie humana
y la mejora de la calidad de vida. Desde la perspectiva de Potter, asumida
por un buen número de quienes investigan en bioética, esta forma de saber
se presenta como la reflexión y acción ética sobre la vida biológica en sus
diversas manifestaciones (humana, animal y vegetal) y cobra una configuración
diferente a la de las éticas tradicionales, a fin de cuentas antropocéntricas,
una configuración que sitúa a la vida —no sólo al ser humano— en el centro
de la reflexión y la acción 6.
Obviamente, la bioética de Potter surge en una época en que distintos
autores reclaman una reflexión ética distinta a la tradicional, una ética ecológica,
capaz de hacerse cargo de la vida amenazada. Desde la Land Ethic de Aldo
Leopold, pasando por la Ecología Profunda de Arne Naess o incluso el Principio
Responsabilidad de Hans Jonas, se exige una nueva ética, apta para garantizar
el mantenimiento y desarrollo de la vida 7.
Sin embargo, en el seno de la bioética se advierten dos tendencias al menos
a la hora de interpretar su estructura y tarea, la ya mencionada de Potter
5
Adela Cortina, «Bioética transnacional como quehacer público», en Bioética: un diálogo
plural. Homenaje a Javier Gafo, Madrid, Universidad Pontificia Comillas, 2002, pp. 541-554.
6
Van Rensselaer Potter, «Bioethics, the science of survival», Perspectives in Biology and Medi-
cine, núm. 14, 1970, pp. 127-153; Bioethics: a Bridge to the Future, Englewood Cliffs, New Jersey,
Prentice-Hall Inc., 1971; Diego Gracia, Fundamentos de bioética, Madrid, EUDEMA, 1988.
7
Adela Cortina, Por una ética del consumo. La ciudadanía del consumidor en un mundo
global, Madrid, Taurus, 2002, cap. VI.

76 ISEGORÍA/27 (2002)
Ética de las biotecnologías

y la de Hellegers, médico que crea en Georgetown un centro de estudio de


ética médica, imprimiendo a la nueva disciplina un sesgo sanitario.
A comienzos del siglo XXI ambas tendencias continúan vigentes, pero van
configurando un «tercero» que consiste en considerar la bioética como una
forma de reflexión y acción que contiene dos dimensiones esenciales: 1) La
macrobioética, que coincide con la ética ecológica («Ecoética») y se ocupa del
conjunto de la vida amenazada, tanto de las generaciones humanas actuales
y futuras como del conjunto de los seres vivos, e incluso de la vida de la
Tierra. 2) La microbioética, ocupada en los fenómenos de que tratan las «Cien-
cias de la Salud» y las biotecnologías, es decir, la Ética de la Atención Sanitaria
y la GenÉtica 8.
Evidentemente, entre ambas dimensiones existe una estrechísima conexión,
muy especialmente porque la Ética de las Biotecnologías, la GenÉtica, tiene
unas consecuencias incalculables para el futuro de la vida humana y de la
vida no humana. Es justamente de esta última dimensión de la Bioética de
la que nos ocupamos en este artículo, dimensión que se está gestando en
el seno de una Bioética Cívica Transnacional, especialmente preocupada por
las biotecnologías.

3. La Nueva Genética

Como afirma Juan Ramón Lacadena, en la historia de la Genética hay un


antes y un después del ADN, es una historia que se puede dividir en dos
lapsos de tiempo más o menos equivalentes. El nacimiento de una nueva ciencia
que diera cuenta de la herencia de los caracteres biológicos habría de producirse
cuando se pudiera responder a las preguntas «¿cuáles son las leyes por las
que se transmiten los caracteres biológicos de padres a hijos?» y «¿cuál es
la base molecular de la herencia, es decir, qué son los genes?», de ahí que
pueda dividirse la historia de la Genética en los dos períodos a los que nos
hemos referido: desde el año 1865, en que Mendel hizo públicos sus expe-
rimentos, relacionados con las leyes de la transmisión de los caracteres biológicos
hereditarios, y 1900, año en que Hugo de Vries, Karl Correns y Erich von
Tschermak-Seyseneg redescubren las leyes de Mendel, hasta 1944, y desde
1944 hasta nuestros días. Es en 1944 cuando Avery y sus colaboradores iden-
tifican el ácido desoxirribonucleico como la base molecular de la herencia,
es decir, descubren que los genes son ADN, y en 1953 Watson y Crick proponen
el modelo estructural de doble hélice.
Por otra parte, en la década que abarca de 1975 a 1985 se desarrolla la
tecnología de los ácidos nucleicos que hace manipulables los genes. Esta posi-
8
La producción en bioética en los últimos tiempos es espectacular, también en nuestro país.
Una muy buena selección puede encontrarse en la bibliografía que recoge Juan Ramón Lacadena
en Genética y bioética, Madrid, Universidad Pontificia Comillas/Desclée de Brouwer, 2002.

ISEGORÍA/27 (2002) 77
Adela Cortina

bilidad de manipulación de los genes da lugar a lo que se ha llamado la «Nueva


Genética», a esa Revolución de las Biotecnologías, tan decisiva en la historia
de la humanidad como la Revolución Agrícola, la Industrial o la Informática 9.
Evidentemente, la posibilidad de manipular los genes ha abierto la Caja
de Pandora, desafiando con interrogantes de todo tipo tanto a la acción como
a la reflexión. Un gran número de tales interrogantes son éticos, y tal vez
podrían concretarse en los siguientes ámbitos: Manipulación genética humana,
organismos modificados genéticamente y animales transgénicos. En lo que hace
a la manipulación genética humana cabría considerar todavía con Lacadena
los siguientes niveles: 1) Nivel molecular (análisis molecular del genoma humano
(secuenciación del genoma, diagnosis preimplantacional o prenatal molecular,
identificación por «huellas dactilares» del ADN) y utilización de genes humanos.
2) Manipulación de células humanas (células somáticas, células germinales, hibri-
dación celular interespecífica, reproducción y manipulación de embriones huma-
nos). 3) Manipulación de individuos humanos (eugenesia positiva, eugenesia
negativa. 4) Manipulación de poblaciones humanas 10.
A nadie se le oculta que cada uno de estos niveles, incluso cada uno de
los aspectos que se contemplan en ellos, requiere un tratamiento ético específico,
porque los problemas que se plantean en ellos no son en modo alguno los
mismos; de ahí que la GenÉtica sea hoy uno de los ámbitos más trabajados
en el conjunto de las éticas aplicadas 11. Como entrar en cada uno de estos
aspectos resulta imposible, intentaremos diseñar el marco ético de su trata-
miento, tal como podría proponerlo una ética filosófica, atenta a su doble
compromiso de fundamentar racionalmente las decisiones morales y aplicar
lo ganado en el proceso de fundamentación 12. El marco ético que puede estar
en peligro justamente según el uso que hagamos del poder biotecnológico.
9
Juan Ramón Lacadena, Genética y bioética, cap. 1.
10
Ibid., pp. 21-23.
11
Carlos Alonso Bedate, La ingeniería genética en la biotecnología, Cuadernos CDTI, núm. 4,
1982; José Sanmartín, Los nuevos redentores, Barcelona, Anthropos, 1987; «El desafío de la GenÉ-
tica», en Tendencias científicas y sociales, núm. 19, 1990, pp. 8 y 9; Diego Gracia, «Problemas
filosóficos de la ingeniería genética», en AAVV, Manipulación genética y moral, Madrid, Fundación
Universitaria CEU, 1988, pp. 57-120; Adela Cortina, Ética aplicada y democracia radical, cap. 16;
Javier Gafo, Problemas éticos de la manipulación genética, Madrid, Paulinas, 1992; Diez palabras
clave en bioética, Estella, VD, 1997 (3.a ed.); Carlos Romeo, Del gen al derecho, Universidad
Externado de Colombia, Bogotá, 1996; Lydia Feito, El sueño de lo posible, Madrid, Universidad
Pontificia Comillas, 1999; Javier Sádaba, La vida en nuestras manos, Barcelona, Ediciones B, 2000;
Jorge Ferrer y Julio L. Martínez (eds.), Bioética: un diálogo plural, Madrid, Universidad Pontificia
Comillas, 2002. Para estas cuestiones ver también la Revista de Derecho y Genoma Humano (Uni-
versidad de Deusto, Bilbao), dirigido por Carlos Romeo Casabona, y las publicaciones, editadas
por Javier Gafo, de la Universidad Pontificia Comillas.
12
Adela Cortina, Ética aplicada y democracia radical, Madrid, Tecnos, 1993, especialmente
caps. 14-16; «El estatuto de la ética aplicada. Hermenéutica crítica de las actividades humanas»,
en Isegoría, núm. 13, 1996, pp. 119-134.

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Ética de las biotecnologías

II. UN MARCO ÉTICO PARA LA GENÉTICA

1. «Manipulación»: una expresión polisémica

La posibilidad de manipular los genes, que inaugura la Nueva Genética, plantea


desde el comienzo la pregunta por el significado del término «manipulación»,
un término polisémico, que conviene aclarar para el asunto que nos ocupa,
al menos en dos de sus acepciones.
En efecto, si acudimos al DRAE, el vocablo «manipulación» puede significar
al menos dos cosas: o bien «operar con las manos o con cualquier instrumento»;
o bien «intervenir con medios hábiles, y a veces arteros, en la política, en
el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia,
y al servicio de intereses particulares». En el primer caso, con el término «ma-
nipulación» nos estamos refiriendo a una intervención que puede tener cua-
lesquiera finalidades y, por lo tanto, «manipular» significaría simplemente «in-
tervenir». En el segundo caso, la intervención no se practica en defensa de
aquel o aquellos a los que se manipula, sino en interés particular de otros
grupos que salen ganando con la intervención. Precisamente por eso es preciso
ocultar la verdad, no comunicar con claridad las metas que se persiguen y,
por lo tanto, actuar sin el consentimiento voluntario de aquellos en quienes
se interviene. En este último caso, a mi juicio, es preciso hablar de «ins-
trumentalización».
Aclarar este doble significado es de suma utilidad porque la Bioética Cívica
Transnacional, propia de sociedades con democracia liberal, se sustenta al
menos sobre dos pilares que explicitaremos a continuación en su aplicación
a nuestro tema: sobre el reconocimiento de la autonomía de las personas y
también sobre el reconocimiento de su derecho a la autorrealización, a llevar
adelante sus planes vitales, siempre que no perjudiquen los de otras personas 13.
De ahí que el mandato supremo de esta ética sea el de «no instrumentalizar»
a los seres humanos, es decir, no intervenir en sus cuerpos, en sus mentes
o en sus conductas para conducirles adonde no desean ir. El fundamento,
la razón de tal derecho es el reconocimiento de la dignidad del ser humano,
dignidad que exige respeto para no caer en contradicción práctica. Y justamente
el respeto por la dignidad constituye el mínimo ético, el núcleo compartido
por las distintas comisiones y los diversos comités en el ámbito de la GenÉtica.
Sin embargo, es preciso aclarar qué significa «respetar la dignidad de las
personas», qué significa «no instrumentalizar», y muy especialmente en el caso
de las biotecnologías, porque la opacidad del término puede dar lugar a inter-
pretaciones que atentan contra el principio mismo. Para responder a esta cues-
tión recurriremos a la ayuda de cuatro enfoques filosóficos: al núcleo kantiano
del principio de no instrumentalización, expresado en las formulaciones del
13
Adela Cortina, Ética aplicada y democracia radical, cap. 8.

ISEGORÍA/27 (2002) 79
Adela Cortina

imperativo, que es sin duda el fundamento más acabado de la dignidad humana,


al enfoque de las capacidades de Amartya Sen, que puede ayudarnos a desarrollar
ese núcleo porque insiste en la vertiente positiva del empoderamiento, del refuer-
zo de las capacidades, a la propuesta de la ética del discurso, que entiende
la autonomía también como participación en un diálogo, y al principio de res-
ponsabilidad de Hans Jonas, según el cual, quien no asume el cuidado de
un ser vulnerable y valioso, pudiendo hacerlo, se comporta de forma inmoral.
Estos tres últimos vectores permiten desarrollar y complementar el núcleo
de la ética kantiana del respeto a la dignidad, la «no instrumentalización».

2. El núcleo ético de la GenÉtica

Reconocer la dignidad de los seres humanos en el ámbito de la Genética


y, en consecuencia, la inmoralidad de instrumentalizarlos, exige actuar en un
marco configurado por cuatro rasgos éticos.
1) En primer lugar, la humanidad tiene que ser considerada como un
fin limitativo de las intervenciones científicas y técnicas. Esto significa que no
cabe intervenir si con ello no se atiende a los fines de quien va a ser objeto
de la manipulación, se trate de fines expresados o de fines que se le pueden
suponer, sino a intereses ajenos, o a preferencias ajenas. La manipulación
no puede convertirse en instrumentalización, no es moralmente justo utilizar
a los seres humanos para metas ajenas a su bien, sean económicas, científicas o
políticas, ni tampoco suplantarles a la hora de decidir en qué consiste su bien.
Este reconocimiento del ser humano como fin limitativo de las interven-
ciones plantea un buen número de problemas de envergadura, de entre los
que queremos mencionar dos al menos: cuándo podemos hablar de vida personal,
porque es a las personas a las que no se debe instrumentalizar, y, en segundo
lugar, cuáles son los límites de la investigación biotecnológica, dado que no
es lícito hacer todo lo que se puede hacer.
Un ejemplo concreto del primer problema sería el que plantea la inves-
tigación con embriones humanos. En relación con este asunto, podemos detectar
un conjunto de valores y actitudes que todas las «éticas de máximos» de una
sociedad comparten: el respeto a la vida humana desde la etapa de embrión,
el deseo de aliviar el sufrimiento humano, la necesidad de garantizar la cualidad
y seguridad del tratamiento médico, la defensa de la libertad de investigación,
la defensa de la libertad de las mujeres o las parejas afectadas y, por tanto,
la necesidad de pedir su consentimiento, tras una información suficiente.
Sin embargo, en el contexto actual de la bioética pueden distinguirse al
menos dos tendencias en lo que respecta al tipo de respeto y protección legal
que el embrión merece. Según la primera, un embrión in vitro debe protegerse
como persona desde que el óvulo ha sido fecundado como ser humano, porque
desde ese momento debe ser tenido como realidad personal; según la segunda
tendencia, el embrión humano merece siempre especial respeto, pero, teniendo

80 ISEGORÍA/27 (2002)
Ética de las biotecnologías

en cuenta que en su desarrollo pueden reconocerse etapas cualitativamente


diferentes para su constitución como ser humano, el tipo de protección depende
de la fase y el contexto del desarrollo 14. Éste es sin duda un punto en discusión,
en el que es preciso tener en cuenta razones científicas, ontológicas y éticas,
que siguen siendo ampliamente debatidas.
Ante cuestiones como éstas, en torno a las que no existe acuerdo, resulta
fundamental el método de abordaje. El primer paso ante una cuestión espinosa
como ésta consiste en reconocer su naturaleza problemática: no es un asunto
banal, no existe una única solución tan palmaria que quien se niegue a aceptarla
es por ignorancia o por mala fe, existen razones que avalan posiciones diversas,
por eso el fundamentalismo está de más. Están de más el fundamentalismo
ideológico o religioso, pero también otros igualmente peligrosos, como el fun-
damentalismo de los intereses políticos o económicos, o el fundamentalismo
de la propia soberbia que lleva a ciertos interlocutores a no rendirse ni ante
la evidencia, una vez han lanzado una propuesta.
Una vez reconocida la naturaleza problemática del asunto en cuestión,
el bioeticista de raza entiende —a mi juicio— que la única forma humana
de llegar a una conclusión, siempre revisable, es entablar un diálogo entendido
como una búsqueda cooperativa de lo más justo. Para lo cual resulta indispensable
que todos los interlocutores asuman la posibilidad de llegar a desacuerdos
razonables, es decir, la posibilidad de que con respecto a un asunto pueda
haber más de una posición moralmente razonable y, por lo tanto, moralmente
respetable. Como bien decía Amy Gutmann, «la tolerancia se extiende a la
más vasta gama de opiniones, mientras no lleguen a las amenazas y otros
daños directos y discernibles a las personas. El respeto es mucho más selectivo.
Si bien no tenemos que estar de acuerdo con una posición para respetarla,
debemos comprender que refleja un punto de vista moral. Por ejemplo, alguien
que adopte una posición a favor del aborto debe poder comprender cómo
una persona que posee seriedad moral y que carece de segundas intenciones
puede oponerse a la legalización del aborto. Y en contra de dicha legalización
hay serios argumentos morales. Y a la inversa» 15.
Mientras los distintos miembros de un comité o de una comisión de bioética
no lleguen a mantener puntos de vista moralmente razonables, mientras los
miembros de ese comité no adopten la actitud de admitir que los demás pueden
defender un punto de vista también razonable, aunque ellos no lo compartan,
resultará imposible construir una bioética cívica. Como bien decía Javier Gafo,
«los que llevamos largos años implicados en este debate (...) y en múltiples
14
Carlos Alonso Bedate, «Reflexiones sobre cuestiones de vida y muerte: Hacia un nuevo
paradigma de comprensión del valor ético de la entidad biológica humana en desarrollo», en
F. Abel, E. Bone, J. C. Harvey (eds.), La vida humana: Origen y desarrollo, Madrid, UPC, 1989,
pp. 57-81; Juan Ramón Lacadena, «Embriones humanos y cultivo de tejidos: reflexiones científicas,
éticas y jurídicas», en Revista de Derecho y Genoma Humano, núm. 12, 2000, pp. 191-212.
15
Amy Gutmann, «Introducción» a Charles Taylor, El multiculturalismo y «la política del
reconocimiento», México, FCE, 1993, p. 40.

ISEGORÍA/27 (2002) 81
Adela Cortina

foros de bioética, experimentamos que los años transcurridos no han ayudado


a resolver esta cuestión ni a dar una respuesta unánime a la misma. Mi expe-
riencia me lleva a afirmar que sería injusto descalificar como carentes de racio-
nalidad y de sentido ético a los que consideran que el embrión preimplantatorio
es una realidad respetable, pero no equiparable a la que existe más adelante
en el desarrollo embrionario. De la misma manera que sería injusto calificarnos
a los que extremamos el respeto a toda vida humana como anacrónicos, irra-
cionales y oscurantistas. ¿No sería más correcto hablar de que los unos y los
otros tenemos una razonabilidad, que debe respetarse mutuamente y que es
inevitable en ciertos temas o tierras de penumbra, como la que acabo de
indicar?» 16.
En efecto, quienquiera que se adentre en el ámbito de la bioética o en
cualquier otro de radical importancia humana, topará con cuestiones que dis-
tintos afectados pueden valorar de forma diferente, al menos en parte. Y no
necesariamente por mala voluntad por alguna de las partes, sino también por
razones como las que Rawls esgrimía al referirse al desacuerdo razonable entre
personas razonables, las «cargas del juicio», que llevan a desacuerdos en el
uso cívico de la razón 17.
En lo que hace a la responsabilidad por las consecuencias de la manipulación,
es decir, de la intervención, en la «sociedad del riesgo», se extiende no sólo
a las consecuencias intencionadas, ni siquiera únicamente a las consecuencias
previsibles, sino también a las consecuencias que se producen por no haber
investigado suficientemente las posibilidades de daños no intencionados. En
este sentido, la comunidad científica ha dado muestras de extraordinaria pru-
dencia al proponer moratorias como la de Asilomar de 1975, y se ha desarrollado
el llamado «principio de precaución», tanto desde la perspectiva ética como
desde la perspectiva jurídica, aplicado sobre todo al caso de los alimentos
transgénicos.
El principio de precuación consiste «en no esperar al elemento de la prueba
absoluta de una relación de causa a efecto cuando elementos suficientemente
serios incitan a pensar que una sustancia o una actividad cualquiera podrían
tener consecuencias dañinas irreversibles para la salud o para el medio ambiente
y, por lo tanto, no son sostenibles» 18. El principio no se aplica a toda situación
de riesgo, sino a las que presentan dos características principales: tienen como
presupuesto un contexto de incertidumbre científica, y los daños eventuales
16
Javier Gafo, «¿Concebir un hijo para salvar a un hermano?», ABC, 6 de octubre de 2000,
p. 52.
17
John Rawls, El liberalismo político, Barcelona, Crítica, 1996, pp. 85-89.
18
Edwin Zaccai y Jean Noel Missa (eds.), Le principe de précaution. Signification et conséquences,
Editions de l’Université de Bruxelles, 2000, 111. Ver también, entre otros, Dominique Bourg
y Jean-Louis Schlegel, Parer aux risques de demain. Le principe de précaution, París, Seuil, 2001;
François Ewald, Christian Gollier y Nicolas de Sadeleer, Le principe de précaution, París, PUF,
2001.

82 ISEGORÍA/27 (2002)
Ética de las biotecnologías

serían graves o irreversibles 19. Estas situaciones son las que contempla el prin-
cipio, porque en ellas los daños potenciales son grandes, ya que la precaución
es costosa social y económicamente.
Lo esencial es que la precaución no tiene sentido sino en un contexto
de incertidumbre científica: exige actuar en la fuente del peligro antes de que
se despeje la incertidumbre. Es imposible prever todas las consecuencias de
nuestras intervenciones: el saber no engendra exclusivamente el dominio, sino
también la falta de dominio y la impotencia, una ausencia de poder sobre
los efectos, a medio y largo plazo, de lo que el hombre sabe hacer. Pero,
por otra parte, la precaución no implica abstención, no se opone al progreso
científico ni se mueve por la «heurística del temor»: precaver significa emplear
todos los medios razonables para proseguir con la investigación de las posibles
consecuencias de lo que puede proporcionar un beneficio a la humanidad.
2) En segundo lugar, el reconocimiento de la dignidad humana exige con-
siderar a las personas como fin positivo de las intervenciones humanas. En
este sentido es en el que Kant afirmaba que «el principio supremo de la doctrina
de la virtud es el siguiente: obra según una máxima de fines tales que pro-
ponérselos pueda ser para cada uno una ley universal. Según este principio,
el hombre es fin tanto para sí mismo como para los demás, y no basta con
que no esté autorizado a usarse a sí mismo como medio ni a usar a los demás
(con lo que puede ser también indiferente frente a ellos), sino que es en
sí mismo un deber del hombre proponerse como fin al hombre en general» 20.
Respetar la dignidad humana no significa únicamente no utilizar a los seres
humanos como medios, tampoco significa únicamente no dañarles, sino que
exige tratar de ayudarles positivamente para que puedan llevar adelante sus
proyectos de autorrealización, siempre que con ello no perjudiquen a otros
seres humanos 21. Sólo que una afirmación semejante pone sobre el tapete,
entre otras, la cuestión de la eugenesia negativa y de la eugenesia positiva, de
las que hablaremos en el último apartado de este trabajo. Por el momento
nos limitaremos a apuntar que en este punto el enfoque de las capacidades
de Sen es de suma utilidad, porque permite aclarar qué significa «ayudar posi-
tivamente»: significa potenciar las capacidades básicas de las personas, «em-
poderarles» para que desarrollen sus planes de vida de acuerdo con sus proyectos
de vida floreciente.
Y en este punto se plantean en relación con las biotecnologías al menos
dos problemas que importa recordar. El primero de ellos se refiere a la inter-
pretación de la «no manipulación» como «no intervención», propia del natu-
19
Carlos Romeo Casabona, «Aportaciones del principio de precaución al Derecho Penal»
Modernas tendencias en la ciencia del Derecho Penal y en la Criminología, Madrid, UNED, 2000,
p. 81.
20
Immanuel Kant, Metaphysik der Sitten, VI, 395 (trad. cast. Madrid, Tecnos, 1989, pp. 249
y 250).
21
Comité de Expertos sobre Bioética y Clonación, Informe sobre clonación. En las fronteras de
la vida, Madrid, Instituto de Bioética/Fundación de Ciencias de la Salud, 1999, pp. 127 y ss.

ISEGORÍA/27 (2002) 83
Adela Cortina

ralismo; el segundo, al efecto paralizante que puede tener lo que Hans Jonas
denominó «heurística del temor».
En efecto, la actitud bioética presta a respetar el orden de la naturaleza
como orden moral tiende a interpretar la intervención biotecnológica en términos
de manipulación instrumentalizadora, con lo cual prescribe abstenerse de la
intervención dejando que la naturaleza siga su curso. Sin embargo, el principio
de respetar la dignidad humana no sólo pretende poner límites a la intervención
dañina, sino que también prescribe actuar positivamente para potenciar las
capacidades de las capacidades de las personas. La cuestión no es sólo «no
dañar», sino también «sí beneficiar sin dañar», poniendo los medios técnicos
al servicio del desarrollo humano, con el fin de prevenir enfermedades y poten-
ciar capacidades.
Este principio de la humanidad como fin positivo de la actuación bio-
tecnológica exige entender la ética, no como un obstáculo, no como un freno
constante de la investigación, sino todo lo contrario: el límite se perfila cuando
aparece la sombra de la instrumentalización, cuando no se pretende con ella
beneficiar a la persona en que se interviene, sino a otros grupos, y cuando
no se cuenta con su consentimiento, actual ni potencial. En caso de que no
haya instrumentalización, el principio ético es un impulso para la investigación
que pueda proporcionar a los seres humanos una vida mejor.
Y en lo que hace a la heurística del temor, está plenamente justificada
siempre que no sea paralizante. En este sentido es en el que hemos dicho
que el principio de precaución no se opone al progreso, ni prohíbe seguir
investigando, sino todo lo contrario: exige investigar las posibles consecuencias
de una técnica que puede beneficiar a los seres humanos. De ahí que las
moratorias deban tener un objetivo claro y asignar plazos, con todas las difi-
cultades que ello implica.
Y de ahí, sobre todo, que las decisiones sobre tecnologías con riesgo no
puedan ser tomadas sólo por los expertos, tampoco sólo por los expertos y
las empresas que financian las investigaciones, tampoco únicamente por exper-
tos, empresas y políticos, sino también por los ciudadanos que son los afectados
de tales decisiones. Esta exigencia de apelar a los ciudadanos en la toma de
decisiones que les afectan, más aún en condiciones de incertidumbre y riesgo,
nos lleva a poner sobre el tapete un tercer lado del reconocimiento de la
dignidad.
3) Reconocer la dignidad humana, no instrumentalizar a los seres huma-
nos, exige potenciar la participación de los afectados por las decisiones bio-
tecnológicas en esas mismas decisiones. Una de las dimensiones ineludibles
de la «no instrumentalización» consiste justamente en fomentar que sean los
afectados quienes tomen las decisiones en cuestiones que afectan seriamente
a sus vidas y al futuro humano, porque, en caso contrario, las decisiones no
podrán considerarse justas, como recuerda en nuestros días la ética del discurso.
Los sujetos éticos de las decisiones en materia de biotecnologías no pueden
ser sólo los políticos, los empresarios y los científicos, por una parte, porque

84 ISEGORÍA/27 (2002)
Ética de las biotecnologías

en tal caso no haríamos sino reforzar las desigualdades entre las poblaciones
ricas y las pobres, entre las que pueden lograr patentes y las que dependen
de ellas, pero sobre todo porque cada sujeto humano, por ser autónomo, debe
poder participar en la toma de decisiones sobre cuestiones que le afectan
o, al menos, debe poder ser representado en ellas. En caso contrario, se le
trata como heterónomo.
De esta exigencia nace la necesidad ética del consentimiento informado,
cuando se trata de casos individuales, sea un consentimiento actual o potencial 22,
pero también la exigencia de promover las comisiones y comités de ética que
aborden los problemas desde el punto de vista de la ciudadanía.
A mi juicio, para valorar éticamente una determinada práctica, una comisión
de bioética debería seguir al menos los siguientes pasos: 1) Describir en pro-
fundidad los distintos aspectos de la práctica desde el punto de vista científico.
2) Tratar de sacar a la luz y formular los valores éticos que ya comparten
los distintos grupos sociales con respecto a ella. 3) Desvelar los principios
éticos que orientan tales valores. 4) Indagar en la orientación de las actuaciones
concretas hasta dónde es ya real el acuerdo y dónde empiezan las desavenencias.
5) Abrir un amplio debate sobre los puntos sobre los que existe desacuerdo.
6) Intentar llegar al menos al punto en que todas las posiciones parecen moral-
mente respetables. 7) Ofrecer recomendaciones para la actuación concreta
desde la posición mayoritaria, pero dejando obviamente constancia de las dis-
crepancias. Discrepancias que en estos casos deben ser de convicciones, no
de intereses, porque el «pluralismo moral» no consiste en una diversidad de
intereses que importa equilibrar, sino en una pluralidad de convicciones últimas
que encuentran, sin embargo, puntos de acuerdo.
A través de este paulatino descubrimiento de valores y principios éticos
compartidos desde los que enjuiciar qué tipo de prácticas son humanizadoras
es posible ir sacando a la luz, frente al relativismo y al subjetivismo, una inter-
subjetividad ética ya existente.
Por último, potenciar la participación invita a organizar «conferencias de
ciudadanos», como las que han tenido lugar en países como Francia en relación
con los transgénicos 23. Ampliar la información de la ciudadanía y crear pla-
taformas para la participación es, pues, un requisito indispensable del respeto
a la libertad.
4) En cuarto lugar, la GenÉtica no se ocupa únicamente de la vida humana,
sino del conjunto de la vida que puede estar amenazada o puede ser potenciada
por los avances técnicos. En este sentido es en el que resulta de gran ayuda
el Principio Responsabilidad tal como Hans Jonas lo entiende: ante el recién
nacido, débil e inerme, se sienten responsables los que tienen poder para pro-
tegerlo; ante algo que es bueno y, por tanto, debe ser, el que tiene el poder
de conservarlo se siente abochornado de su egoísmo si no lo hace. Al comprobar
22
Pablo Simón, El consentimiento informado, Madrid, Triacastela, 2000.
23
Dominique Bourg y Jean-Louis Schlegel, op. cit., pp. 155 y ss.

ISEGORÍA/27 (2002) 85
Adela Cortina

que algo es bueno en sí mismo y además vulnerable, quien tiene poder para
protegerlo, para cuidar de ello, debe hacerlo, debe hacerse responsable de
su suerte 24. Si los seres vivos tienen un valor interno, aunque no sea absoluto,
y si son vulnerables, quien pudiendo hacerse responsable de ellos no asume
su responsabilidad se comporta de forma inmoral.

3. ¿La autonomía en peligro? El debate de la eugenesia

En su libro El futuro de la naturaleza humana vence Habermas su inveterada


repugnancia a tratar sobre lo bueno (sobre lo que él considera «lo ético»,
a diferencia de «lo moral», que identifica con «lo justo»), y se aviene a abordar
el asunto de la ética, pero de la ética de la especie, no de los individuos.
La filosofía moral —había dicho hasta la saciedad— se ocupa sólo de la dimen-
sión universalizable mediante argumentos del fenómeno moral, de lo justo,
no de los proyectos de autorrealización de las personas concretas. Sin embargo,
tal vez ocurra —como dijimos— que tomamos conciencia de lo que está en
juego cuando nos percatamos de que está en juego, y lo que está en juego,
gracias al poder biotecnológico, es que los seres humanos puedan seguir enten-
diéndose a sí mismos como seres autónomos, como autores exclusivos de su
biografía única, como seres con conciencia de que determinados mandatos
deberían ser universalmente cumplidos por todos aquellos que sean racionales.
Está en juego nada menos que podamos seguir teniendo por rasgos de
los seres humanos la autonomía, el sentido de lo justo y la autoría de la propia
vida. La especie humana corre el peligro de acabar no distinguiéndose ya por
estar compuesta de seres que se reconocen recíprocamente como interlocutores
válidos, capaces de decir «sí» o «no» ante un hablante, artífices de su propia
vida. Es preciso, pues, abordar el asunto que puede poner en cuestión nuestra
forma de comprender lo característico de la especie humana, y que no es
sino el asunto de la eugenesia, que los avances biotecnológicos han puesto
de nuevo sobre el tapete de la discusión 25.
La percepción de la eugenesia es muy diferente en el mundo anglosajón,
aun con excepciones, y en el continente europeo. En Europa la experiencia
del nazismo dejó una huella profunda, una convicción difícil de superar de
que nunca más debería repetirse una experiencia semejante. En el mundo
anglosajón, sin embargo, las cosas se ven con mayor optimismo, desde el momen-
to en que parece necesario distinguir entre eugenesia autoritaria y eugenesia
liberal. La eugenesia practicada en la Alemania nacionalsocialista era coercitiva
y estaba auspiciada por el Estado, era —por tanto— autoritaria, mientras que
en el caso de una eugenesia liberal el Estado se mantendría neutral y serían
24
Hans Jonas, El principio responsabilidad, Barcelona, Círculo de Lectores, 1994.
25
Jeremy Rifkin llega a hablar de una «civilización eugenésica» en El siglo de la biotecnología,
Barcelona, Crítica/Marcombo, 1999.

86 ISEGORÍA/27 (2002)
Ética de las biotecnologías

los padres quienes promoverían unas intervenciones u otras. ¿No se trataría,


en definitiva, como mantienen algunos autores, de ampliar el derecho de los
padres a la educación de sus hijos al derecho a proporcionarles la mejor herencia
genética a su alcance? ¿No puede decirse que entre eugenesia y educación
apenas existe diferencia?
A juicio de Habermas, entre eugenesia y educación existe una profunda
diferencia, porque en el caso de la educación la persona puede alzarse crí-
ticamente ante quien decidió una educación u otra, la acción es reversible,
mientras que la acción eugenésica es irreversible y la persona cuya herencia
se manipula no ha sido tratada como un potencial interlocutor, colocado en
una situación de simetría. La clave para distinguir entre eugenesia y educación
es que en el primer caso no habría acción comunicativa contrafácticamente
presupuesta, en el caso de la educación se producen acciones comunicativas.
Sin embargo, de aquí no se desprende la abstención de cualquier forma
de eugenesia, sino sólo de la positiva, de la eugenesia perfeccionadora. Porque,
como ya comentamos, la gran pregunta de la manipulación genética humana
no es si es posible éticamente intervenir, sino si es posible en las intervenciones
genéticas ir más allá de la eugenesia negativa, es decir, más allá de la eugenesia
terapéutica, entrando en el ambiguo terreno de la eugenesia positiva, la eugenesia
de perfeccionamiento. A formular esta pregunta nos obligan aquellas dos pri-
meras dimensiones de la «no instrumentalización» a las que nos referimos:
la de la humanidad como fin limitativo y como fin positivo de las intervenciones.
Dónde está el límite es siempre la gran cuestión. Y en este punto es en el
que Habermas ofrece una respuesta desde la ética del discurso: hay una idea
regulativa que permite trazar la frontera entre la eugenesia negativa y la positiva,
la idea de un consenso con el posible afectado, supuesto al menos contra-
fácticamente 26.
En efecto, según Habermas, para trazar una frontera entre las eugenesias
negativa y positiva es preciso tomar como modelo la frontera que existe entre
dos actitudes: la del terapeuta, que actúa en virtud de un consenso futuro,
presupuesto de forma contrafáctica, y la del diseñador, que adopta frente al
embrión una actitud instrumentalizadora y optimizadora 27. Es justamente el
punto de vista moral que prescribe no instrumentalizar el que nos confirma
en la lógica de la curación y nos exige trazar la frontera entre la eugenesia
negativa y la perfeccionadora, porque en el primer caso tratamos al embrión
como el interlocutor potencial, que un día será actual y se encontrará en una
relación de simetría con el terapeuta, y podemos suponer contrafácticamente
un consenso, que sólo puede darse por supuesto cuando se trata de evitar
males extremos indeseables; en el caso de la eugenesia perfeccionadora, por
el contrario, el diseñador trata al embrión como un objeto en el que quiere
26
Ibid., p. 118.
27
Ibid., p. 124.

ISEGORÍA/27 (2002) 87
Adela Cortina

plasmar los rasgos que él considera deseables según sus particulares prefe-
rencias, programa a la persona sin contar con su conformidad virtual.
Podemos decir, recurriendo al doble sentido de «manipulación» al que
aludimos al comienzo, que en el caso de la eugenesia negativa el terapeuta
interviene, mientras que en el de la eugenesia positiva, el diseñador instru-
mentaliza según sus preferencias. Y, visto desde la teoría de la acción comu-
nicativa, que en el primer caso se produce una acción comunicativa virtual
entre sujetos, mientras que en el segundo se produce una acción instrumen-
talizadora entre un sujeto y una persona a la que trata como objeto.
Con ello se pone en cuestión, no una naturaleza humana entendida al
modo tradicional, sino lo que Habermas llama una autocomprensión ética míni-
ma de la especie, la moral autónoma alcanzada por la Modernidad, aquella
en la que convergen las interpretaciones que las religiones hacen del mundo
y del yo 28. Pero, ¿es verdad esto? ¿Conduciría la eugenesia positiva al destierro
de la autonomía y, con ella, del marco ético que esbozamos en el apartado
anterior?
El debate no ha hecho sino empezar, las espadas están en alto y la incer-
tidumbre impregna el futuro desde un punto de vista científico. Pero algunas
cosas sí quisiera apuntar por ir dando fin a este trabajo. La aportación de
Habermas es sin duda valiosísima, pero cabe dudar al menos de tres cosas.
En primer lugar, cabe dudar de que la persona que, llegada a la edad
adulta, toma conciencia de que se ha intervenido humanamente en su dotación
genética, se crea por ello menos apta para llevar adelante su vida de forma
autónoma y menos apta para ser autora de su propia biografía, y se sienta
instrumentalizada y objetivada de tal modo que no se reconozca como persona
desde el reconocimiento intersubjetivo de sujetos que así le reconocen y a
los que así reconoce. A pesar de la pretensión de Habermas de que la diferencia
entre «lo crecido» (das Gewachsene) y «lo hecho» (das Gemachte), puede llevar
a la persona «hecha» a verse disminuida en su autonomía, no parece que
el descubrimiento de que en su caso la lotería natural se haya reducido lleve
a una persona a perder la capacidad de regirse por leyes universalizables o
de dirigir su vida por sí misma desde el reconocimiento mutuo. Nadie elige
nacer, y ése no es un obstáculo a la autonomía.
En segundo lugar, la diferencia entre intervención genética y educación
no es tan grande desde el punto de vista de la teoría de la acción comunicativa,
porque en ambos casos se da una asimetría entre el interventor y el intervenido,
de forma que en el caso de la educación también el interventor decide en
solitario el tipo de educación del hijo, e influye en la conformación de su
carácter de forma difícilmente reversible. En ambos casos el interventor debe
suponer un consenso contrafáctico y entender que la decisión que toma podría
ser aceptada en una situación de simetría, porque ha intentado lo mejor.
28
Íbid., p. 60.

88 ISEGORÍA/27 (2002)
Ética de las biotecnologías

A mi juicio, y por último, los verdaderos problemas se plantean en dos


niveles. En el de las consecuencias que pueden tener las intervenciones gené-
ticas, consecuencias de las que poco se sabe, y que, por lo tanto, sólo son
razonables si se pretende con ellas evitar enfermedades graves. En el de la
justicia distributiva, que puede profundizar la brecha entre pobres y ricos, al
ampliar las desigualdades de educación a desigualdades de herencia. Y en
que el límite entre la eugenesia negativa y positiva no podría consistir, por
lo dicho, en la idea regulativa del consenso anticipado contrafácticamente,
sino tal vez en un desarrollo del enfoque de las capacidades de Sen, que podría
constituir un «mínimo antropológico» de empoderamiento, como hemos apun-
tado en nuestra propuesta de marco ético para la manipulación genética. Un
empoderamiento que no debería quedar al juego del mercado en una sociedad
justa.
En cualquier caso, y regresando a Huxley, la libertad no se pierde tanto
por el condicionamiento genético como por otros dos factores casi infalibles:
el soma, la sustancia que permite a los pobladores de mundo feliz alienarse
cuando llegan el dolor o la emoción excesiva y sumergirse en un imaginario
bienestar, y la hipnopedia, la mentalización incesante que sufren los nuevos
seres desde el momento de la fecundación artificial, las palabras repetidas
hasta la saciedad sin razonamiento, que constituyen «la mayor fuerza socia-
lizadora y moralizadora de todos los tiempos» 29.

29
Aldous Huxley, Un mundo feliz, p. 53.

ISEGORÍA/27 (2002) 89
Deontología
profesional

Ética y
Deontología
Profesional

1
Deontología profesional
Los deberes de los que se ocupa la deontología profesional están inmersos
en el terreno de las profesiones. Dentro del campo de la ética aplicada
ubicamos, entre otras cuestiones, la tematización sobre los profesionales y
sus campos de aplicación en función de los servicios que prestan a la
sociedad.

Las asociaciones y los colegios profesionales y la propuesta y la publicación


de códigos deontológicos o de conducta profesional constituyen dos
grandes expresiones de la importancia concedida a la especificación de los
compromisos que conforman la identidad de las profesiones y la regulación
de su ejercicio mediante la formulación de normas relacionadas con el
quehacer profesional.

La actuación respecto del ejercicio de la profesión no está definida


únicamente dentro del marco de los valores o las preferencias individuales.
El compromiso vocacional está implicado en un ethos que organiza la
conducta y, por lo tanto, se constituye en un móvil clave para la actuación
profesional: hacer que prevalezca un criterio de honestidad frente a una
determinada situación conflictiva, guardar el secreto profesional acerca de
determinadas informaciones brindadas, tratar al cliente o usuario con
respeto, etcétera. Sin embargo, el ejercicio de la profesión no comprende
únicamente disposiciones, creencias, convicciones o puntos de vista
particulares. Tampoco es suficiente el desarrollo y el dominio de
competencias. Cuando requerimos los servicios de un profesional,
generalmente, esperamos más que eso: confiamos en que esa persona,
además de aplicar sus saberes de ejecución, haga un uso ético de sus
competencias profesionales. Respecto de este tema, Cobo Suero afirma:

… se espera de él/ella que pondrá atención e interés para


realizar bien el servicio, que tratará al cliente o usuario del
mismo con respeto, que guardará el secreto profesional
sobre las informaciones que aquel aporta porque las
requiere el servicio, que no las utilizará para otras
actividades beneficiosas para él o ella mismos, etc.
Principios todos ellos que no corresponden al ámbito de la
competencia, sino al de la ética profesional, y que presentan
gran actualidad en las sociedades de nuestro tiempo por la
particular sensibilidad y rechazo sociales que producen hoy
las faltas de moralidad en la vida pública y en el ejercicio de
las profesiones. (2001, p. 7).

2
Para comprender a qué hacemos referencia con la expresión deontología
profesional, es fundamental dirigir nuestra atención a una reflexión ética
que esté fundada en obligaciones o deberes. La palabra deontología deriva
de dos etimologías de origen griego, deón (deber) y logos (ciencia o
conocimiento). Se trata de una disciplina que estudia los deberes de
comportamiento de las personas que se desempeñan en un campo o un
cuerpo profesional. En tanto se ocupa de los comportamientos éticos en el
ejercicio profesional, fusiona dos grandes vertientes de reflexión: por un
lado, los mismos criterios y principios aportados por la ética básica o
normativa y, por el otro, los criterios o principios específicos de cada
profesión, en la que se toma en consideración tanto la teoría como la
práctica sobre la que se asienta. La necesidad de los códigos deontológicos
descansa, entonces, en la importancia de aplicar principios éticos básicos
(el respeto por la dignidad humana y el proceder de acuerdo con la justicia)
y en la observancia de normas que apuntan al resguardo de los derechos
legítimos de los profesionales y de los clientes o los usuarios de éstos.

La importancia de los códigos deontológicos no puede identificarse


adecuadamente sin comprender el aspecto medular que orienta la
elaboración y la promulgación de un conjunto de normas éticas para el
ejercicio profesional. Este aspecto medular refiere a la capacidad misma de
la ética para esclarecer el hecho moral, pero en un sentido más general y
próximo al tema abordado en esta lectura:

… el término ética se aplica a la conducta presuntamente libre y


responsable de una persona, cuando esta conducta es juzgada por los
demás como adecuada a un ser humano, como digna de alabanza y
merecedora de imitación y como deseable en todos los seres humanos.
(Cobo Suero, 2001, p. 25).

En tanto expresión escrita de los deberes, en la que se especifica la


responsabilidad que le cabe a un rol profesional específico, los códigos
deontológicos suelen funcionar como un modo de integración de la
profesión o como indicadores de profesionalidad o reputación sustancial.
Esto es así dado que están elaborados con el propósito explícito de
delimitar con claridad principios responsables de acción dentro de un
campo particular. Por eso, las asociaciones y los colegios profesionales, a
cargo de la elaboración de tales códigos, destacan su formulación como
una pieza clave para el estatus profesional o el tipo de percepción de
calidad de los servicios prestados.

3
Pero es preciso remarcar cuáles son las razones fundamentales por las que
las profesiones se apoyan en tales códigos. Para esto, basta con tomar en
cuenta un aspecto central de nuestra naturaleza humana que es de gran
complejidad:

La necesidad del conocimiento de los deberes nace de la


propia raíz de la libertad de la persona, condición
indispensable para la responsabilidad ética o para el honor
de ser virtuoso, puesto que la libertad es un arma de doble
filo que sirve tanto para el bien como para el mal. De ahí
que la persona necesite conocer dónde están los límites
entre el bien y el mal, siendo esto aún más necesario en el
caso de las conductas profesionales por la implicación de
terceros. La deontología señala el camino obligado a seguir
en la actividad profesional, en la conciencia de que si se
sigue la senda del deber marcado se está dentro del obrar
correcto. (Pantoja Vargas, 2012, p. 70).

Figura 1: El proceder ético en el campo profesional

Fuente: [Imagen sin título sobre código de ética]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/5PftdJ

Podemos afirmar que en el campo de la ética profesional existe


prácticamente un acuerdo acerca de los principios que deben fundamentar
el quehacer profesional. Como en el caso de la bioética, los principios
fundamentales de la ética profesional son cuatro:
 respetar la dignidad de la persona humana, la igualdad y los derechos
humanos de todas las personas;

4
 proceder siempre conforme a la justicia;
 poner los conocimientos y las habilidades profesionales al servicio del
bien de los clientes o los usuarios;
 proceder siempre con conciencia y responsabilidad profesional, es decir,
con competencia (cualificación, formación continua y evaluación) y dar
un servicio de calidad (Cobo Suero, 2001, p. 146).

El primer principio hace referencia al elemento básico y universal de la


ética, sobre el que se asienta el fundamento de los demás (principio de
justicia, beneficencia y responsabilidad). Este hace referencia a que los
valores de la igualdad, la libertad y el respeto a los derechos humanos, sin
distinción de sexo, raza, cultura o condición social, deben manifestarse en
el quehacer profesional, como así también, en los códigos deontológicos
como orientación fundamental y rectora de cualquier actuación.

El fortalecimiento de una conducta profesional ética está ligado a un


ejercicio de indagación impostergable sobre los comportamientos éticos y
los valores morales, que le otorga a la profesión y a los servicios brindados
un sentido genuino, digno y encomiable:

… un código deontológico no se puede plantear únicamente


desde los deberes o las condiciones a cumplir en el
momento de prestar los servicios, sino que el punto de
partida debe ser la expresión escrita de la misión o ‘ethos’
de la profesión, es decir, el por qué se prestan esos
servicios, cuál es su finalidad, qué valores constituyen la
esencia de la profesión. Esto debería constituir el
frontispicio declarado y escrito de tal o cual profesión. Sólo a
partir de ahí se han de buscar los principios y las normas
destinados a la mejora de las prácticas y el aumento de la
calidad. (Pantoja Vargas, 2012, p. 72).

5
Figura 2: La ética profesional

Fuente: [Imagen sin título sobre médico y paciente]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/P9kNSh

6
Referencias
García-Marzá, D., y González Esteban, E. (2014). Ética. Castellón de la
Plana, ES: Universitat Jaume I. Servei de Comunicación Publicacions.

[Imagen sin título sobre código de ética]. (s. f.). Recuperado de


http://www.diariodelhotelero.com.ar/uploaded_data/news/news_544.jpg

[Imagen sin título sobre médico y paciente]. (s. f.). Recuperado de


http://braunoviny.bbraun.cz/sites/default/files/styles/aktualita/public/akt
ualita/4071/imgs/635-pe0074231.jpg?itok=9cGTK3F9

Cobo Suero, J. M. (2001). Ética profesional en Ciencias Humanas y Sociales.


Madrid, ES: Huergo y Fierro.

Pantoja Vargas, L. (2012) Deontología y código deontológico del educador


social. Pedagogía Social. Revista Interuniversitaria (19), 65-79. Recuperado
de http://www.redalyc.org/pdf/1350/135025474005.pdf

7
TRIBUNA:

Ética y periodismo: no todo vale


MARÍA DOLORES MASANA
28 JUL 2011

Perder credibilidad es lo peor que le puede ocurrir a un medio de comunicación. No se


puede aceptar que los periodistas recurran a medios ilícitos para conseguir exclusivas
impactantes en aras de una mayor audiencia. Menos aún, cuando los métodos empleados
son constitutivos de delito. Es precisamente lo que ha desatado el mayor escándalo al que
se haya enfrentado la prensa escrita y que ha costado la desaparición de News of the World.

Pero lo más grave que late en el fondo de este odioso episodio es la sospecha que se
abate sobre el buen trabajo de la mayoría de los periodistas, incluso de los del rotativo de
Murdoch, que por extensión salpica al resto de la profesión. Hoy la prensa se debate entre
el escándalo, la opacidad, la desinformación cuando no la transgresión de la ética. Hay que
decir bien alto que en periodismo no todo vale. ¿Conseguir una información a toda costa?
No. Rotundamente, no cuando hablamos de prácticas ilícitas que rozan el delito.

Lo más grave es la sospecha que se abate sobre el buen trabajo de la mayoría de los
periodistas

¿Qué hacer para evitarlo? Se ha debatido mucho sobre la "autorregulación". Es


insuficiente. La ética periodística solo será eficaz si sus normas son públicas y explícitas
respecto a cuáles son los límites de la libertad de expresión y de prensa, las fronteras que
no se pueden traspasar. Y éstas se hallan recogidas en los diversos Códigos Deontológicos
de la profesión, siendo en España, la Comisión de Quejas de la FAPE o el Consell de la
Informació de Catalunya los órganos encargados de velar por su cumplimiento. Sus
resoluciones vienen a ser el "fiel" de un máximo ético y un mínimo jurídico, dado que no
son instancias sancionadoras pero sí conciliatorias que apelan a las responsabilidades de los
medios de comunicación y los periodistas.

Las peticiones de apertura de expedientes contra medios de comunicación o periodistas


que llegan a la Comisión de Quejas y Deontología de la FAPE, en su mayoría, lo hacen por
haber conculcado tres artículos del Código Deontológico, que compendian todos los demás.
Dada la falta de autocontrol de medios y profesionales que azota al periodismo sería bueno
recordarlos pese a que suene a "doctrina ya sabida" pero no siempre respetada. Establecido
que el primer compromiso ético del periodista es el respeto a la verdad, hay una serie de
normas que no deben vulnerarse nunca y se hace constantemente.
Artículo 1.4: el periodista respetará el derecho de las personas a su intimidad y a su
imagen teniendo presente que:
a) Solo la defensa del interés público justifica las intromisiones o indagaciones sobre la
vida privada de una persona sin su previo consentimiento.
b) En el tratamiento informativo de los asuntos en que medien elementos de dolor o
aflicción en las personas afectadas, el periodista evitará la intromisión gratuita y las
especulaciones innecesarias sobre sus sentimientos y circunstancias.
c) Las restricciones sobre intromisiones en la intimidad deberán observarse con especial
cuidado cuando se trate de personas ingresadas en centros hospitalarios o en instituciones
similares.
d) Se prestará especial atención al tratamiento de asuntos que afecten a la infancia y la
juventud y se respetará el derecho a la intimidad de los menores
Artículo 13.a: el periodista deberá contrastar las fuentes de las informaciones que
difunde y dará la oportunidad a la persona afectada de ofrecer su propia versión de los
hechos.
b) Advertida la difusión de material falso, engañoso o deformado, el periodista estará
obligado a corregir el error enseguida, con el mismo formato tipográfico y/o audiovisual
empleado para su difusión.

Artículo 14: el periodista utilizará métodos dignos para obtener la información, lo cual
excluye cualquier procedimiento ilícito.

Este catálogo de normas que se inspira en una resolución aprobada por el Consejo de
Europa en 1993, deja claro que la información es un derecho fundamental y sus titulares
son los ciudadanos. En ese sentido las empresas periodísticas son "especiales" desde el
punto de vista socioeconómico dado que "sus objetivos empresariales deben estar
limitados por las condiciones que han de hacer posible la prestación de un derecho
fundamental porque ni los editores o propietarios de los medios de comunicación ni los
periodistas han de considerarse dueños de la información", en palabras del presidente de
la Comisión de Quejas de la FAPE, Manuel Núñez Encabo.

La ética es un requisito transversal, permanente y universal desde cualquier soporte de


prensa. En periodismo la deontología profesional es la única garantía para la credibilidad de
los medios ante los ciudadanos. Partiendo de la base de que la deontología periodística es
de ámbito público, solo será eficaz si se da un compromiso voluntario de someterse a las
resoluciones o dictámenes de las Comisiones de Quejas independientes aun cuando se
tenga que aceptar su publicación en los medios de comunicación.

La supervivencia del periodismo depende de la responsabilidad ética que los medios


asuman respecto a los derechos de los ciudadanos a recibir una información veraz mediante
una buena praxis de la profesión periodística. La ética periodística es una herramienta
fundamental para la evolución de la vida democrática de cualquier sociedad.
María Dolores Masana Argüelles es vicepresidenta de la Comisión de Quejas y
Deontología de la FAPE.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 28 de julio de 2011

Fuente
Masana, M. D. (28 de julio de 2011). Ética y periodismo: no todo vale. Publicado en El País.
Recuperado de https://elpais.com/diario/2011/07/28/opinion/1311804005_850215.html
Pedagogía Social. Revista Interuniversitaria
ISSN: 1139-1723
pedagogiasocialrevista@upo.es
Sociedad Iberoamericana de Pedagogía
Social
España

Pantoja Vargas, Luis


Deontología y código deontológico del educador social
Pedagogía Social. Revista Interuniversitaria, núm. 19, 2012, pp. 65-79
Sociedad Iberoamericana de Pedagogía Social
Sevilla, España

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=135025474005

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Deontología y código deontológico
del educador social
Deontology and code of conduct for social educators
Deontologia e código de conduta para educadores sociais

Luis Pantoja Vargas


Universidad de Deusto

Resumen de la profesión. Sin embargo, en el caso de la


Educación Social, un análisis rápido de las
La ética y la deontología se revelan hoy esen- ofertas formativas de los centros universita-
ciales para cualquier profesión y más para rios que ofrecen estos estudios revela que la
aquellas que prestan sus servicios y tratan con formación ética no es contemplada de forma
personas desfavorecidas, como es la Educa- explícita en los currículos formativos ni exis-
ción Social. Tanto a los futuros profesionales ten, por parte de estos centros, ofertas plani-
de la Educación Social como a los que ya ejer- ficadas de formación para los profesionales
cen esta profesión les hace falta una forma- que ya ejercen la profesión, de manera que, en
ción ética y deontológica intencionada puesto general, estos desconocen los contenidos del
que, al igual que el resto, viven en un mundo código aun siendo conscientes de su existen-
que se rige por valores contrarios a los que exige cia. Todo ello convierte a ese importante do-
su profesión. Esa formación debería incluir ob- cumento en letra muerta o, a lo sumo, en un
jetivos de conocimientos sobre la ética, la mo- adorno decorativo de la profesión Educación
ral y la deontología, pero sobre todo de capa- Social.
citación para la reflexión personal y en equipo
–con sus iguales– sobre los bienes que persi- palabras clave: Ética, Valores Morales, Nor-
guen las prácticas socioeducativas que realizan, mas, Deontología, Educación Social, Forma-
sobre las buenas prácticas y los dilemas éticos ción Ética, Código Deontológico, Principios y
que se encuentran con frecuencia en su prác- Normas de la Práctica Profesional.
tica cotidiana.
Los educadores sociales, profesionales de Abstract
muy reciente creación aunque con una tra-
yectoria larga de voluntariado, cuentan ya con Ethics and deontology are critical in today’s
un código deontológico oficial propio desde professional practice and still more for those
septiembre de 2007 que fue precedido por un that provide their services and deal with un-
Esbozo del mismo elaborado en 1996. La po- derprivileged persons, as is the case of Social
sesión de un código suele considerarse como Education. Both future professionals in Social
un indicador de calidad en el mundo de las Education and those already in practice re-
profesiones y otorga a los profesionales pres- quire specific training in deontological ethics
tancia, de ahí que se considere una obligación since, as individuals, they live in a world that
el conocimiento del mismo para el ejercicio is governed by values that are contrary to

deontología y código deontológico del educador social [ 65 ]


sips - pedagogía social. revista interuniversitaria [1139-1723 (2012) 19, 65-79] • tercera época
those required in their profession. This trai- cluir o conhecimento sobre os objetivos da
ning should focus on improving the unders- ética, da moral e da ética, mas especialmente
tanding of ethics, morals and deontology. a formação para a reflexão pessoal e de equipe
More specifically, it should seek to enable stu- com os colegas, sobre os bens sendo procu-
dents to engage in individual and group re- rado práticas sócio que realizam, sobre boas
flection with their peers on the good sought práticas e dilemas éticos são muitas vezes em
by socio-educational practices, good practices, sua prática diária.
and the ethical dilemmas they often encoun- Educadores sociais, profissionais de criação
ter in their daily practice. muito recente, mas com uma longa história de
Although this profession is relatively new, voluntariado, já tem um código de ética poli-
social educators have a long-standing tradi- cial adequada desde setembro de 2007 que foi
tion in voluntary services. They have had their precedido de um esboço do que fez em 1996.
own official code of conduct since September Posse de um código é muitas vezes visto como
2007, which was preceded by a draft code um indicador de qualidade no mundo das pro-
written in 1996. Having a Code is regarded fissões e excelência profissional dá, por isso é
as a guarantee of professional quality and ex- considerada uma obrigação de que o conhe-
cellence. Therefore, it is an essential require- cimento para o exercício da profissão. No en-
ment of professional practice. However, in the tanto, no caso da Educação Social, uma rápida
case of Social Education, a quick review of the análise das ofertas educacionais de universi-
range of courses available at universities re- dades que oferecem estes estudos mostra que
veals that they do not provide for ethics trai- o treinamento ético não está explicitamente
ning in their curricula, nor there are courses presente nos currículos de formação não exis-
available for practicing professionals. Thus, tem, por estes centros, fornecimento planejado
in general, they do not know the contents of de treinamento para profissionais que já na
the code even if they are aware of its existence. profissão, de modo que, em geral, eles sabem
All this makes this important document a o conteúdo do código, mesmo estando ciente
dead letter, or at the most, a useless one for de sua existência. Tudo isso faz com que este
the Social Education practice. importante documento a ser letra morta ou, no
máximo, um ornamento decorativo da Edu-
key words: Ethics, Moral Values, Norms, De- cação profissão Social.
ontology, Social Education, Ethical Instruc-
tion, Code of Ethics, Principles and Rules of palavras-chave: Ética, valores morais,
Professional Practice. padrões, deontologia, Educação Social, For-
mação Ética, Código de Ética, Princípios e
Resumo Padrões de Prática Profissional,

Ética e deontologia é essencial para revelar Introducción


qualquer profissão hoje e para os prestado-
res de serviços e lidar com as pessoas desfa- En los tiempos que corren, en una época en que
vorecidas, tais como a Educação Social. Am- casi todo está en crisis, incluidos los deberes y
bos os futuros profissionais da educação social las responsabilidades personales (Lipovetsky,
e aqueles que exercem esta profissão e preci- 1998), y en un mundo lleno de ideologías con
sam de uma conduta ética e profissional como primacía de las económicas, en donde impera
intencional, como o resto viver em um mundo el relativismo, la globalización y el postmo-
regido por valores contrários aos que são exi- dernismo, se vuelve necesario recuperar el po-
gidos pela profissão. Essa formação deve in- der de la conciencia que dé lugar a la reflexión

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personal y grupal que permita volver a des- cultura y su deber profesional de entrega al
cubrir las preguntas fundamentales en torno otro. Esta contradicción se hace patente
al sentido genuino de la vida humana, el que- cuando en su trabajo socioeducativo tienen
hacer de la persona en su relación con los de- que hacer frente a conflictos éticos que sur-
más y la capacidad de autocontrol frente a la gen de su práctica profesional. En tal cir-
apetencia del bien subjetivo. cunstancia se entremezcla el ser persona de
Pero si buscar el sentido de la vida y de los su tiempo y el ser educador social en ese
actos propios es esencial para cualquier per- mismo tiempo, algo que acarrea deberes de
sona en el marasmo circundante, lo es aún entrega al otro y a la vez negación de los va-
más para aquellos colectivos de profesionales, lores que le impone el mundo, dos direccio-
como los educadores sociales, cuya vida labo- nes difíciles de armonizar.
ral tiene la misión de ayudar a gente necesi- En efecto, al actuar como educadores se
tada o excluida del sistema. Para ellos, la bús- encuentran con situaciones generadoras de
queda del sentido de por qué se dedican a esta conflictos entre lo que son o desean en cuanto
labor, cuál es el bien que buscan, y el refres- personas impregnadas por la cultura en que
camiento de sus deberes personales y profe- viven y lo que deben ser y hacer en cuanto
sionales consiguientes deberían ser una cons- educadores sociales o entre lo que los usua-
tante en su vida cotidiana. rios, también impregnados por la cultura cir-
Provocar esta reflexión es la finalidad y cundante, desean egoístamente y lo que los
el propósito de este artículo en este mono- educadores les plantean educativamente o en-
gráfico dedicado a recordar la trascendencia tre lo que sus empleadores aparentan querer
de la ética y de la deontología para los educa- y exigirles a los educadores y lo que en reali-
dores sociales, hombres y mujeres que a lo dad buscan con las intervenciones educativas.
largo y ancho de la geografía española, em- Toda una serie de confusiones que les obliga
peñan desde hace tiempo su vida en la ayuda a un replanteamiento del sentido de ser edu-
educativa a tantas gentes que injustamente se cador social, de la ética profesional y de la de-
encuentran en situaciones de desventaja hu- ontología o de los deberes profesionales.
mana y social. Sin embargo, no conviene ol- Por otro lado, a pesar de que en nuestra so-
vidar que los educadores son personas que vi- ciedad se haga referencia constante a la ética
ven en una sociedad que se caracteriza por y a la conciencia moral, se ve que estas han
una ‘moral’ que gira en torno a valores carac- perdido su genuino significado o se les ha va-
terizados por la satisfacción inmediata de de- ciado de contenido adaptándolas a intereses
seos, la búsqueda del placer, la felicidad ma- particulares bastante bajos en la jerarquía de
terialista y la huida de todo lo que suene a los valores. Se puede decir que vivimos en un
abnegación, sufrimiento, sacrificio o, como mundo en donde la responsabilidad se rela-
dice el citado Lipovetsky (1998: 12), donde la tiviza de acuerdo al interés personal o de los
gente vive en medio de una “cultura cotidiana Estados, lo cual puede afectar seriamente a
que ya no está irrigada por los imperativos hi- la acción profesional. Esto debería alertar a los
perbólicos del deber sino por el bienestar y centros formadores y, sin embargo, al obser-
la dinámica de los derechos subjetivos... (en var los currículos, se detecta una baja o nula
donde se ha) dejado de reconocer la obligación presencia de la formación ética y deontoló-
de unirse a algo que no sea el nosotros mis- gica. Y esto sucede también en el caso de los
mos”. educadores sociales en donde no se aprecia un
La vida en una situación tal plantea a los especial cuidado de las Universidades para do-
educadores sociales una especie de contra- tarles de conocimientos y competencias éticas
dicción entre su ser personal inmerso en esta y deontológicas necesarias para el desempeño

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profesional, de manera que estas carencias les gazón con la esencia misma de la naturaleza
dificultan abordar conflictos éticos de forma humana. Como prueba de esta complejidad
adecuada. Esto no significa que los centros for- basta con observar el gran número de estu-
madores consideren baladí esta cuestión, pero diosos de la ética desde los filósofos de la Gre-
ese interés no se concreta en decisiones so- cia clásica hasta los actuales en el siglo XXI. En
bre la formación ética y deontológica o, en el todos se aprecian particulares puntos de mira
mejor de los casos, ésta se reduce a una asig- dando lugar a diversas corrientes e interpre-
natura teórica de poca motivación o en lo que taciones de lo que consideran que es la ética.
se ha dado en llamar ‘línea transversal’ bas- Y para aumentar la complejidad, no sólo se ha-
tante vacía de contenido, de implicación y de bla de ética sino de diversos tipos de la misma
metodología planificada. Los formadores, por (ética normativa, ética aplicada, metaética, em-
ejemplo, conocen la existencia del código de pírica, filosófica, utilitarista, religiosa, profe-
los educadores sociales y hasta lo valoran po- sional, científica, judicial, bioética, etc.).
sitivamente en teoría, pero al mismo tiempo Aquí vamos a intentar simplificar la cues-
lo desconocen de manera que ni lo enseñan tión siendo conscientes del riesgo que esto im-
ni exigen su conocimiento y dominio a los fu- plica y lo hacemos así porque buscamos úni-
turos educadores sociales. camente establecer las relaciones conceptuales
necesarias para poder encuadrar correcta-
1. Ética, moral, ética profesional y deonto- mente el sentido de la deontología profesio-
logía: precisando los términos nal en el contexto de la Educación Social, tema
central de esta aportación.
Si el propósito de este artículo es ahondar en Lo más sencillo es comenzar por la defini-
el significado de la deontología profesional en ción nominal según la cual ética se deriva de
el contexto de la Educación Social, la cuestión la palabra griega ‘ethos’ que significa costum-
no se puede abordar sin establecer previa- bre y vendría a designar el conjunto de cos-
mente las convenientes relaciones y distin- tumbres buenas, convertidas en normas obli-
ciones semánticas entre ética, moral, ética pro- gatorias para el ciudadano de bien en su
fesional, deontología profesional y código comportamiento diario. Esas normas equival-
deontológico, cuestión no poco importante a drían a los criterios para juzgar si las conductas
partir de la confusión que su uso genera or- de las personas son correctas. También se les
dinariamente. Este será el objeto de nuestra suele llamar normas morales ya que la pala-
atención en este primer punto. Sin embargo, bra moral proviene de la latina ‘mos’ (‘mores’
el análisis será rápido y breve puesto que otros en plural), traducción de la palabra griega ‘et-
autores abordan estos temas con precisión y hos’. La coincidencia nominal ha venido plan-
hondura en este monográfico. teando la cuestión de si existe sinonimia o no
entre ética y moral, cuestión a la que nos refe-
1.1. Ética riremos a continuación. También ha planteado
la relatividad de la ética y de la moral de acuerdo
La elucidación de esta categoría conceptual re- con la relatividad social de las costumbres se-
sulta francamente compleja a la luz de los ríos gún los grupos sociales y su desarrollo cultural.
de tinta que han recorrido la geografía mun- Históricamente la reflexión sobre la ética
dial a lo largo de la historia del pensamiento ha formado parte de la filosofía y esta ciencia
filosófico tratando de explicarla. No obstante, es la que nos conduce a la definición esen-
se nos antoja que, tanto su significado como cial de la ética, o sea, la reflexión sobre la fun-
su comprensión, deberían ser sencillos, dada damentación de la moral o principios, valo-
la trascendencia que tiene para la vida y su li- res y normas de comportamiento que dan

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sentido a la vida humana o, más sencilla- tos educativos sociales, sobre todo cuando los
mente, la teoría o ciencia del comportamiento educadores actúan bajo la influencia de una
moral categorizándolo en bueno-malo, co- determinada ideología política o cultural.
rrecto-incorrecto, obligatorio-libre, etc. Así, Haciendo un esfuerzo de síntesis, se puede
pues, la ética consiste en una reflexión sobre afirmar que la moral tiene una base más social
los actos humanos realizados libremente por que la individual de la ética, pero ambas se re-
la persona en cuanto a su dimensión de bon- fieren a un conjunto de normas a las cuales
dad o maldad, proporcionando las razones del se debe adaptar el comportamiento humano,
por qué la conducta humana es correcta o in- tanto desde el punto de vista individual como
correcta (Dueñas, 2009). La base metafísica de social. Dueñas (2009,12) afirma que “la moral
todo ello radica en la concepción de la persona es un conjunto de normas que una sociedad se
como ser racional libre que busca vocacional- encarga de trasmitir de generación en gene-
mente la felicidad y el bien y que se construye ración y la ética (...) un conjunto de normas que
en la convivencia respetuosa con los demás; el un sujeto ha esclarecido y adoptado en su pro-
actuar correctamente hace que la persona sea pia mentalidad” (subjetividad, diríamos). “La
virtuosa y que consiga su autorrealización o, moral se impone desde el exterior, la ética es
como dice Aristóteles, la felicidad de sí misma interior”, afirma Loiseau (2002,114). Las nor-
y de los otros (Barrio, 2009; Torralba, 2002). mas de la moral son propias de los grupos ét-
Definida así la ética, esta es universal y nicos o religiosos, evolucionan a lo largo del
afecta al comportamiento de cualquier per- tiempo y difieren, en ocasiones significativa-
sona con independencia de sus característi- mente, de unos grupos a otros.
cas accidentales o secundarias, como pueden Esta distinción establecida entre ética y
ser las geográficas, las étnicas y las profesio- moral a partir de lo individual y social puede
nales, por dar algunos ejemplos. Bajo este llegar a plantear dilemas en el momento de
prisma la ética incluye los valores universa- una actuación educativa social, pues las nor-
les relacionados con el bien en contra del mal, mas sociales –o alguna de ellas– pueden en-
lo correcto frente a lo incorrecto del com- trar en contradicción con la ética de la persona.
portamiento humano (libre), es decir, el com- Es en este momento cuando el educador tiene
portamiento justo, respetuoso, honesto, veraz, que decidir cómo actuar: si de acuerdo con
etc., todo lo cual termina convirtiéndose en de- la norma social o según su conciencia, es de-
ber (‘deón’ en griego) en la conducta cotidiana cir, de acuerdo con los valores y principios éti-
de la persona. cos que ha interiorizado o según las exigen-
cias del grupo. Esta situación se puede
1.2 Ética y moral presentar en el trabajo educativo con inmi-
grantes o con otros grupos étnicos o religio-
He afirmado antes que dada la coincidencia sos. Lo ideal sería la coincidencia entre las nor-
semántica entre ‘ethos’ y ‘mos’ se ha dado en mas morales de los grupos y las normas éticas
hacer sinónimos los significados de ética y mo- basadas en los principios universales y trans-
ral (Loiseau, 2002). Sin embargo, esto no ha culturales de bondad.
sido aceptado unánimemente y se plantea la
pregunta de si ambas categorías significan lo 1.3 Ética profesional
mismo. Aunque la cuestión no parezca tras-
cendente en general, en el contexto en que nos ¿Qué añade la ética profesional a la ética per-
venimos moviendo parece interesante seña- sonal? De manera general, la ética profesional
lar la diferencia entre ambas por la incidencia constituye sólo un alargamiento de la signifi-
de esta cuestión en el momento de realizar ac- cación de la ética, una categoría accidental aña-

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dida a la esencia de la palabra, en términos aris- tras que con deontología nos referimos a los
totélicos. En realidad la ética profesional con- deberes”, palabra que en la cultura de hoy no
tinúa refiriéndose al mundo de la subjetividad, tiene muy buena prensa. La deontología se-
de los valores interiorizados que se convier- ñala la conciencia de los límites, reglas y nor-
ten en normas que rigen el comportamiento mas (Loiseau, 2002).
individual, pero que en el caso de los profe- La palabra ‘deontología’ deriva de dos eti-
sionales ensanchan el campo de aplicación a mologías de origen griego, ‘deón’ (deber) y ‘lo-
los servicios que prestan a la sociedad para lo gos’ (ciencia o conocimiento). Su esencia con-
cual se les exige haber adquirido saberes y des- siste en ser una disciplina que estudia los
trezas prácticas. Se trata de la misma ética per- deberes de comportamiento de las personas y,
sonal que normaliza lo que es correcto o inco- si se refiere a un campo concreto o aplicado,
rrecto, obligatorio o permitido en una relación los deberes de aquellas personas que actúan
social ordinaria, pero añade las dimensiones en él. Nos volvemos a encontrar, por tanto, con
particulares que plantea la profesión cual se- una doble dimensión –como sucede en el caso
gunda naturaleza adquirida. de la ética–, una personal o los deberes de ac-
Al referirse a este tipo de ética, Silva tuar conforme al bien y otra aplicada o los de-
(2002,10) afirma que “la ética profesional se beres que se tienen en relación con los demás
llama precisamente así porque es el funda- por el hecho de ser profesionales aunando las
mento ético de lo que profesionalmente hago exigencias del cuerpo al cual pertenecen. Con-
y de lo que soy, en el desarrollo de una deter- viene hacer notar que la deontología, a pesar
minada forma de vida” en relación con los de- de su etimología griega, es creación de época
más. Esta ética incluye, además de los valo- muy reciente. Su origen se atribuye a J. Bent-
res individuales, un fuerte componente ham que utilizó por primera vez esta palabra
vocacional y un elevado compromiso de pro- en su obra Deontology or the science of mo-
fesar lo que se es, es decir, un médico, un edu- rality en 1834 (Wanjiru: 1995,18).
cador social, etc. No obstante, en el ejercicio La necesidad del conocimiento de los de-
de la profesión no se contempla sólo el punto beres nace de la propia raíz de la libertad de
de vista individual sino también el colectivo la persona, condición indispensable para la
o del resto de profesionales de la misma rama responsabilidad ética o para el honor de ser
que forma una especie de cuerpo que crea sus virtuoso, puesto que la libertad es un arma
propias normas (‘mores’) de actuación en bien de doble filo que sirve tanto para el bien como
y defensa de la profesión. Por tanto, el profe- para el mal. De ahí que la persona necesite co-
sional se encuentra con una serie de deberes nocer dónde están los límites entre el bien y
tanto internos como externos y de este modo el mal, siendo esto aún más necesario en el
entra en el campo de la deontología profe- caso de las conductas profesionales por la im-
sional, cuestión a la que nos referiremos a con- plicación de terceros. La deontología señala el
tinuación. Un análisis de algunas definiciones camino obligado a seguir en la actividad pro-
acerca de la ética profesional conduce a pa- fesional, en la conciencia de que si se sigue
recidas conclusiones (Hortal, 2002; Cobo, la senda del deber marcado se está dentro del
2001; Todolí, 1954; Cortina y Conill, 2000). obrar correcto. Si la persona actuase siem-
pre en busca del bien, no haría falta hablar de
1.4 Deontología profesional deontología y bastaría sólo con la ética, pero
no es así debido a las propias limitaciones de
Banks (2002,177) afirma rotundamente que la naturaleza humana y a su egoísmo innato;
“con la palabra ética nos referimos a lo que el hombre busca su bien e interés y actúa con-
es bueno o malo, correcto o incorrecto, mien- forme a sus propias circunstancias.

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Con cierta frecuencia se hacen sinónimas gura los argumentos suficientes para encon-
las categorías ética profesional y deontología trar el camino correcto en el actuar profesio-
profesional cuando no lo son; mientras que la nal pero no es un recetario.
primera es de carácter subjetivo y hace refe- Los deberes y principios de acción que se
rencia a la conciencia individual (Pantoja, encuentran en los códigos deontológicos van
2002), la segunda es más bien de carácter co- más allá de la libertad individual, es decir, el
lectivo y representa un modelo de acción que profesional los tiene que adoptar, si quiere ser
se concreta en un conjunto de deberes, nor- un buen profesional, porque interpretan cuál
mas y obligaciones que los profesionales van es el camino del bien obrar y así lo ha acor-
descubriendo y exigiendo en el ejercicio de dado el colectivo de profesionales de acuerdo
la profesión conforme se avanza en el proceso con el ‘ethos’ de la profesión (Pantoja:
denominado ‘profesionalización’. La ética pro- 2002,171).
fesional, en cualquier caso, señala una serie de Un elemento esencial de un código de-
principios mientras que la deontología pro- ontológico es que su elaboración esté a cargo
fesional insiste en los deberes o normas de ca- del colectivo de profesionales a través de sus
rácter obligatorio que suelen concretarse en órganos de representación. En el caso con-
los códigos deontológicos. creto de la Educación Social en España, fue la
Asociación Estatal de Educadores Sociales
1.5 Código deontológico (ASEDES) la que se responsabilizó de su ela-
boración. Con la aparición de Colegios en di-
Gillet (2002,139) afirma que la fuerza de los ferentes Autonomías del Estado, la tarea de
códigos deontológicos radica en evitar la de- aplicarlo, mantenerlo y reformularlo ha pasado
riva aventurera de determinados profesiona- al Consejo General de Colegios Oficiales de
les en el ejercicio de su profesión. ¿Qué se en- Educadoras y Educadores Sociales.
tiende por código deontológico y cuáles son Por lo que atañe a las funciones genera-
sus funciones? les de los códigos suelen señalarse, entre
Banks (2002,177) lo define como “un do- otras, la de ser guías de la acción y toma de
cumento escrito producido por una asociación decisiones por parte de los profesionales, lo
profesional con el propósito explícito de guiar cual lleva consigo la protección de los usua-
a los especialistas, protegiendo a los usuarios rios ya que en el código se indica el bien ha-
del servicio y velando por la reputación de la cer y lo que se espera del profesional en el
profesión”. El código deontológico es la ex- momento de prestar los servicios. También
presión escrita del conjunto de deberes pro- se les atribuye la mejora del estatus profe-
fesionales (Pantoja, 2002) que un colectivo sional, la creación y mantenimiento de la
de trabajadores de una determinada profesión identidad profesional y el ser un instrumento
ha ido descubriendo a través del ejercicio de de regulación utilizable en casos de negli-
dicha profesión y señala los límites mediana- gencia o mala conducta en el ejercicio de la
mente seguros para obrar bien en ese ejerci- profesión (Banks: 2002,178 y ss.).
cio. Es, pues, un conjunto de buenas prácti- En otro lugar (Pantoja: 2002,170 y ss.) he
cas destinado a alcanzar el conjunto de bienes señalado otras funciones atribuibles a los có-
que la profesión pretende en los usuarios. Las digos como delimitar los ámbitos de compe-
conciencias subjetivas de los profesionales en- tencia de la profesión, aspecto muy impor-
cuentran en el código algo semejante a los mo- tante cuando se trata de profesiones cuyos
jones que señalan propiedades en campo límites de actuación no están aún claros bien
abierto; delimitan con suficiente claridad pero porque comparten el área de trabajo con otras
no con exactitud milimétrica. El código ase- profesiones o porque se encuentran en un pro-

deontología y código deontológico del educador social [ 71 ]


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ceso de esclarecimiento de sus propios servi- frente a otros profesionales y utilizándose
cios, como es el caso de la Educación Social. como coraza frente a los mismos usuarios.
Otra función muy importante es aclarar el ‘et- c) Coartar el debate de los profesionales
hos’ de la profesión, la esencia o el espíritu que en cuanto que el código puede ser el pro-
une a todos los profesionales que la profesan, ducto elaborado por unos ‘expertos’ o por
el valor fundamental que subyace a todos los un círculo de poder dentro de la profesión
servicios prestados y que la convierte en una que decide tanto el perfil como en qué con-
profesión única e inconfundible. Y, finalmente, siste ser un buen o mal profesional; todo
una muy interesante que Henry Lévy describe ello sin la participación de los interesados.
como “resistir a la barbarie” o José Todolí como Para estos, el código es una imposición de
“resistir a los casos de patologías de las con- los Colegios, un documento cerrado que
ciencias”, refiriéndose a aquellos profesionales coarta el pensamiento crítico y el avance
que en el momento de relacionarse con los en la concepción de la profesión.
usuarios se comportan autoritariamente alu-
diendo a razones de conciencia personal o a Otras críticas han surgido del análisis de
valores éticos propios para justificar decisio- los contenidos de los códigos. Por ejemplo,
nes en contra de los intereses de aquellos. Banks (2002) afirma que después de analizar
En resumen, los códigos deontológicos en- distintos códigos de diversos países europeos
cierran muchas ventajas para las profesiones y de América del Norte, ha encontrado que
y cualquiera de éstas se esfuerza en elaborar la mayoría consta de ideales grandiosos pero
el suyo propio puesto que la posesión de un inalcanzables, otros no proporcionan ayuda
código se interpreta como un indicador de pro- real en la solución de dilemas éticos plantea-
fesionalidad, es decir, da garantía, eleva el dos en la práctica o son un compendio de ética
grado de percepción de calidad de sus servi- enlatada que desalientan la reflexión de los
cios y, por ende, el estatus de la profesión. No profesionales. En general, tienen la pretensión
obstante son posibles algunos efectos negati- de proteger al usuario pero no consultan sus
vos (Sánchez Vidal, 1999): opiniones y, en definitiva, lo que buscan ver-
a) El efecto escaparate, es decir, el código daderamente es el mantenimiento del estatus
puede convertirse en algo decorativo de profesional.
cara al exterior con el único fin de adqui- Por último, podemos añadir que un código
rir prestancia delante de otras profesiones, deontológico no se puede plantear única-
una especie de publicidad pero sin tras- mente desde los deberes o las condiciones a
cendencia hacia el interior de la profesión. cumplir en el momento de prestar los servi-
Se tiene un documento escrito de princi- cios, sino que el punto de partida debe ser la
pios y deberes, pero no es conocido por los expresión escrita de la misión o ‘ethos’ de la
profesionales o, si lo es, el conocimiento es profesión, es decir, el por qué se prestan esos
tan débil que no es útil en el momento de servicios, cuál es su finalidad, qué valores cons-
tomar decisiones. Letra muerta sin espí- tituyen la esencia de la profesión. Esto debe-
ritu: no se exige su conocimiento ni su ría constituir el frontispicio declarado y escrito
aplicación a la hora de enfrentar conflic- de tal o cual profesión. Sólo a partir de ahí se
tos profesionales. han de buscar los principios y las normas des-
b) Alimentar el corporativismo. La for- tinados a la mejora de las prácticas y el au-
mación de un ‘corpus’, en principio bueno mento de la calidad. Si falta esto en el código,
en cuanto elemento de cohesión de los pro- los profesionales se pueden perder en el ca-
fesionales, puede terminar degradándose mino pues el ‘carisma’ inicial fácilmente se
y convirtiéndose en elemento de lucha deja atrás. Todavía será peor si nunca lo han

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conocido o interiorizado durante la formación lugar en Barcelona, junio de 2001, (CEESC,
recibida para el ejercicio profesional. 2002) se afirmó que la Educación Social es una
Tener claros el ‘ethos’ y la misión de la pro- profesión en donde la mayoría de los ámbitos
fesión debe servir como punto de referencia en que presta servicios están afectados por la
en la práctica profesional permitiendo saber, existencia de desigualdades sociales, con el
en caso de duda y de conflicto, si lo que uno agravante de que con frecuencia se trata de ser-
hace cae dentro de los límites de lo que pre- vicios “no solicitados” por los usuarios en si-
tende la profesión y de los deberes exigidos o tuación de desigualdad. Al prestar sus servicios,
si más bien realiza actividades pertenecien- el profesional se encuentra a veces con el di-
tes a otra. Se trata de un marco de referencia lema de decidir entre lo que se le exige por parte
que permita –en nuestro caso al educador so- de los demandantes oficiales de sus servicios
cial– ubicarse, reubicarse y ser creativo en be- –ordinariamente los servicios sociales de aten-
neficio de la misma Educación Social. ción primaria– y lo que él considera como va-
lor y objetivo deseables en cada situación que,
2. La formación deontológica de los educa- lógicamente, en ocasiones no coinciden.
dores sociales Por otra parte, conviene reflexionar sobre
el hecho de que los miles actuales de estu-
Una mirada rápida a los currículos formati- diantes de Educación Social en España –y, po-
vos de la mayoría de las universidades espa- siblemente, muchísimos de los 20 o 30 mil
ñolas que ofrecen los estudios de Educación ejercientes de la profesión entre titulados, ho-
Social pone de manifiesto el descuido de la mologados, habilitados o voluntarios– son jó-
formación deontológica de los futuros profe- venes, más mujeres que hombres, que perte-
sionales. Por otra parte, se evidencia también necen y viven en una sociedad postmoderna
una especie de disociación entre los centros en la que, como ya hemos dicho, el estilo de
formadores –las universidades– y el cuerpo vida no se caracteriza por el poder de reflexión
de profesionales en activo –los colegios. Estos sino más bien por la actuación y el efectismo,
exigen ética y deontología profesional, aque- por la vivencia del presente y en donde se ob-
llos hacen caso omiso en los currículos. Da la serva un relativismo de valores y un alza de la
impresión de que los centros formativos su- subjetividad. Según este estilo de vida, se hace
ponen que los alumnos poseen ya esta for- evidente la necesidad de la formación ética y
mación cuando acceden a la universidad o deontológica pero teniendo en cuenta ese
que se irá adquiriendo durante la práctica. mundo en que viven. Una formación ética ba-
No debería ser así pues la Educación So- sada en los valores tradicionales que ignore su
cial –especialmente la que se refiere a los ám- situación, orientada a un rumbo opuesto, ha-
bitos de la marginación, exclusión, inadapta- cia el amor al otro, la solidaridad, la ayuda, la
ción, desigualdad, marginación– es una hospitalidad, la frustración y el autocontrol, la
profesión sumamente necesitada de una for- superación del punto de vista subjetivo, puede
mación deontológica específica para sus pro- resultar inútil o baladí. Las propuestas de for-
fesionales. Esta necesidad formativa ha sido mación que no tengan en cuenta esta con-
una demanda constante de los educadores so- frontación de estilos de vida pueden estar con-
ciales desde los años ochenta hasta nuestros denadas desde el principio al fracaso o a una
días, que no ha terminado de reflejarse en los sola memorización mecánica de los conteni-
currículos formativos. En efecto, en el XV Con- dos de la ética por parte de los estudiantes para
greso Mundial de la AIEJI (Asociación Inter- cumplir únicamente con la exigencia curri-
nacional de Educadores Sociales) y III Con- cular. Hoy como nunca hace falta un cultivo
greso Estatal del Educador Social que tuvieron de la reflexión individual y grupal.

deontología y código deontológico del educador social [ 73 ]


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Esto cobra importancia si se tiene en 3.1 Antecedentes
cuenta (Gillet, 2002) que la actuación ética
nace de diversas confrontaciones: la del pro- En el documento profesionalizador nº 2, pu-
fesional en cuanto individuo que se con- blicado por ASEDES y el Consejo General de
fronta consigo mismo en orden a construir Colegios de Educadoras y Educadores Sociales
una ética profesional propia; la del profe- (2007), referente al código deontológico actual,
sional educador que confronta su ética con se explica de manera sintética el camino se-
la del equipo donde realiza su trabajo para guido en su realización. Conocer las líneas ge-
conseguir un consenso; la del equipo que se nerales del proceso de elaboración facilita su
confronta con la ética del código deontoló- interpretación y, al mismo tiempo, permite des-
gico de la profesión, y todas las anteriores su- cubrir sus fortalezas y debilidades. En ese do-
madas que se confrontan con la ética de los cumento se afirma que “un grupo de profesores
empleadores. Vivimos en el reinado del sub- de la Universidad de Deusto (Bilbao) y de edu-
jetivismo y por eso nos hace falta la con- cadores/as sociales del País Vasco elabora y pre-
frontación mediante el diálogo, pero esta senta el primer Esbozo de Código Deontológico
competencia no se puede dejar para apren- del Educador/a Social (1996), que serviría de
derla después en la práctica profesional al punto de partida para los trabajos desarrolla-
amparo del ensayo o el error. dos posteriormente por distintas Asociaciones
Creo que los colegios profesionales co- profesionales del Estado. Como consecuencia,
meten el mismo error cuando encargan a una este Código está basado en el mencionado Es-
comisión o equipo de expertos la elaboración bozo” (ASEDES y CGCEES: 2007,19).
del código deontológico sin la participación La idea de elaborar ese Esbozo de código
de los profesionales. Posteriormente planifi- deontológico en 1996 nació motivada por dos
can la formación deontológica de estos a tra- contextos: a) la existencia de conflictos o di-
vés de charlas o cursos con el objetivo de que lemas éticos a los que tenían que hacer frente
conozcan el código, lo hagan suyo y lo apli- los educadores sociales en su labor diaria con
quen en su vida profesional. Este procedi- menores inadaptados o sus familias para lo
miento no tiene ninguna garantía de éxito cual o no se tenía la suficiente formación o no
pues no hay la suficiente motivación para ello se contaba con los instrumentos pertinentes
y además la ‘ética’ de la vida actual puede ir para enfrentarlos con cierta seguridad. Esta
por otros derroteros. No es de extrañar que cuestión preocupaba y surgía repetitivamente
este tipo de convocatorias formativas no tenga en jornadas o reuniones de las diferentes Aso-
acogida o que tan sólo acudan unos cuantos ciaciones de Educadores ya desde los años
profesionales. ochenta. En 1995, en el I Congreso del Edu-
cador Social celebrado en Murcia, este tema
3. El actual código deontológico del educa- adquirió máxima relevancia. b) El segundo
dor social contexto tuvo un carácter práctico unido a la
coherencia: el autor de estas líneas, habiendo
A lo largo de los últimos años la profesión recibido el encargo por parte de la Facultad de
Educación Social en España ha conseguido Filosofía y Ciencias de la Educación de la Uni-
dar grandes pasos en el proceso de profesio- versidad de Deusto, de impartir formación so-
nalización entre los cuales destaca la elabo- bre Ética Profesional a los alumnos de 3º de
ración de un código deontológico propio que Educación Social (de la primera promoción,
intenta ser una guía orientadora de la con- curso 1995-1996) tuvo la idea de hacer el in-
ducta profesional de los educadores sociales tento de formular un conjunto de principios
del Estado. y normas deontológicas basados en la ética y

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sips - pedagogía social. revista interuniversitaria [1139-1723 (2012) 19, 65-79] • tercera época
en la experiencia de educadores especializa- un supuesto ideológico predefinido acerca de
dos con una larga trayectoria como educado- la ética que sirviera de punto de partida. La ac-
res. El objetivo era que estos principios y nor- titud básica fue la de apertura a cualquier po-
mas sirviesen de marco orientador de la sición de los educadores, pero sobre todo de
práctica profesional tanto para educadores ya realismo y responsabilidad frente a las prác-
en activo como para los que obtendrían su tí- ticas educativas, tal como se afirma en la in-
tulo próximamente por parte de la Universi- troducción al Esbozo (1996). El resultado fue
dad de Deusto. Parecía lógico que si no existía un producto plural y práctico, aunque esto
ningún código propio, no sería fácil ni cohe- último podía fácilmente convertir al Esbozo
rente dar una formación deontológica con- en un recetario, algo que nadie pretendía. Lo
creta aplicada a la Educación Social. que sí existía era un deseo consensuado de evi-
Las circunstancias eran propicias porque tar convertirlo exclusivamente en un conjunto
el grupo de la primera promoción estaba com- de elucubraciones ético filosóficas expresadas
puesto prácticamente en su totalidad de ‘edu- en principios grandilocuentes e idealistas.
cadores especializados’ con experiencia de va- El Esbozo, difundido en varias Revistas de
rios años. La metodología fue tan sencilla Educación, tuvo una influencia significativa
como el resultado satisfactorio: se formó un inmediata y posterior no sólo en el ámbito
grupo compuesto por dos profesores y tres estatal sino también en el internacional a tra-
‘educadores especializados1 con una larga ex- vés de la AIEJI –llegándose a recibir peticio-
periencia. Se elaboró un cuestionario breve nes de autorización para su traducción a otras
sobre posibles casos conflictivos desde el lenguas. Fue un referente concreto en las dis-
punto de vista ético y se envió a varios edu- cusiones sobre ética deontológica de los edu-
cadores del País Vasco y de otras autonomías cadores sociales en jornadas formativas y,
pidiéndoles no sólo la presentación de con- muy especialmente, en los siguientes con-
flictos éticos reales detallados sino, especial- gresos de educadores sociales (como el III
mente, propuestas de principios de acción o Congreso celebrado en Barcelona en 2001).
de normas concretas a seguir en la actuación El Esbozo terminaría aportando un alto por-
educativa social. centaje de contenidos esenciales al actual có-
Se recibieron unas 30 respuestas que, au- digo deontológico en vigor.
nadas a las aportaciones del equipo, dieron
como resultado el citado Esbozo que se es- 3.2 Estructura del código deontológico actual
tructuró en 18 principios generales aplicables
a todos los ámbitos de actuación y cinco con- El código deontológico actual fue aprobado en
juntos de normas referidas al educador en re- la Asamblea General de ASEDES (Toledo, abril
lación consigo mismo y la profesión, con los de 2007) que subsumió y corrigió la versión
usuarios y sus familias, el equipo de trabajo, anterior del mismo que había sido aprobada
la institución que lo contrata y la sociedad en en la Asamblea General de febrero de 2004.
general. El paso anterior a la redacción final La presentación del código aprobado al co-
del Esbozo consistió en someter los principios lectivo general de educadores sociales se hizo
y las normas elegidos a la valoración de to- con ocasión del V Congreso Estatal de Edu-
dos los alumnos de 3º de Educación Social del cadoras y Educadores Sociales (Toledo, sep-
curso 1995-1996 de la Universidad de Deusto tiembre de 2007) en unión de otros dos do-
mediante una escala de 1 a 10 pidiéndoles que cumentos: la definición de Educación Social
explicasen los motivos de su valoración. y el catálogo de funciones y competencias de
Es importante poner de manifiesto que la educadora y el educador social, todos con-
para la elaboración de este Esbozo no existió sensuados y ratificados por los representan-

deontología y código deontológico del educador social [ 75 ]


sips - pedagogía social. revista interuniversitaria [1139-1723 (2012) 19, 65-79] • tercera época
tes de los educadores sociales de todo el Es- como orientaciones generales válidas para
tado (ASEDES y CGCEES: 2007,5). En ese cualquier acción socioeducativa del educador.
mismo Congreso, ASEDES aprovechó la oca- Los principios elegidos son once, pero podrían
sión para trasladar la responsabilidad de es- ser menos o más, éstos u otros o estar redac-
tos documentos y de la gestión general al re- tados de otra forma, según el punto de vista
cién creado Consejo General de Colegios de o los gustos. Los principios son: 1) El respeto
Educadores Sociales del Estado. de los derechos humanos en cualquier inter-
La estructura del código es sencilla y la vención socioeducativa. 2) El respeto de la au-
ha heredado del anterior Esbozo pero enri- tonomía y la libertad de los sujetos de la ac-
queciéndola: una introducción, a la que le si- ción socioeducativa. 3) El tener en las
gue un apartado sobre aspectos generales re- intervenciones socioeducativas siempre a la
ferentes a la profesión Educación Social, otro vista la justicia social concretándose en la de-
de principios generales deontológicos, otro de fensa del derecho a utilizar los servicios so-
normas deontológicas generales subdivididas cioeducativos y en el actuar con el ánimo de
en secciones referentes a los ámbitos de ac- reducir las situaciones sociales injustas. 4) La
tuación que había elegido el Esbozo y, final- obligación de actuar con profesionalidad exi-
mente, dos disposiciones adicionales. giendo al educador social la competencia y
La introducción consta de dos apartados: cualificación necesarias para realizar las ac-
uno sobre los antecedentes del código y otro, ciones socioeducativas avaladas por un título
un preámbulo, en el que se hace referencia universitario o por procesos de habilitación
al proceso seguido en la elaboración del u homologación, insistiendo en la necesidad
mismo. de permanecer en formación continua. 5) El
La primera parte del código propiamente tener siempre en cuenta en las intervenciones
dicho la constituyen los Aspectos Generales socioeducativas que el educador no es el pro-
(ASEDES y CGCEES: 2007, 21-24) y en ella tagonista sino que la esencia de la educación
se define lo que se entiende por un código, radica en acompañar a la persona, al grupo o
se fundamenta el mismo desde el punto de la comunidad en su esfuerzo de mejora. 6) La
vista legal y se ahonda en el significado y la defensa de la autonomía profesional asu-
funcionalidad del código para la Educación miendo el educador social las responsabili-
Social. Esta parte es novedosa respecto del an- dades derivadas de los actos educativos. 7) La
terior Esbozo y en ella hay que destacar la ex- obligación de coherencia con la institución en
plicitación de lo que se entiende por Educa- donde se trabaje respetando tanto los térmi-
ción Social, algo así como el ‘ethos’ de esta nos de la petición de intervención como el pro-
profesión que la hace ser única y distinta in- yecto educativo y el reglamento de régimen
tentando aclarar lo que pretende y aporta a los interno. 8) La obligación de guardar el secreto
ciudadanos y lo que une a todos los educado- profesional acerca de las informaciones ad-
res sociales. Este capítulo, a pesar de exigir quiridas en la realización de las intervencio-
revisiones y mejoras que conduzcan a un con- nes educativas y respetar el derecho de las per-
senso más general, libra al presente código de sonas a su intimidad cuando sea necesario
ser un mero conjunto de principios deonto- trasladar sus datos a otros profesionales de
lógicos ideales y normas obligatorias para la la red. 9) El ejercicio de la solidaridad con el
acción profesional. resto de profesionales que intervienen en la
La segunda parte (ASEDES y CGCEES: acción socioeducativa manteniendo con ellos
2007, 24-27) está dedicada al enunciado de los una postura constructiva. 10) La promoción
Principios Deontológicos Generales concep- de la participación de la comunidad en la la-
tuados, tal como lo hacía el anterior Esbozo, bor educativa. 11) La obligación de trabajar de

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forma coordinada y en equipo haciendo que siones deontológicas, de los colegios y las aso-
cobren protagonismo criterios interdiscipli- ciaciones profesionales que lo pongan en fun-
nares. cionamiento” (ASEDES y CGCEES: 2007, 20).
La tercera parte presenta las Normas Deon- Por consiguiente, ¿es obligatorio o no?
tológicas Generales (ASEDES y CGCEES: 2007,
27-32) y está dividida en cinco secciones con 4. Reflexiones finales
sus respectivos artículos. El contenido de esta
parte es prácticamente idéntico al del Esbozo Al concluir esta aportación acerca de la deon-
en el que tanto los ámbitos (ahora secciones) tología en la Educación Social, la primera re-
como las normas (ahora artículos) se formu- flexión final consiste en un sentimiento de
laron siguiendo la metodología ya explicada satisfacción porque esta joven profesión
y, por consiguiente, se puede afirmar que la cuenta ya con un código deontológico que, no
validez científica de los mismas es demasiado obstante sus imperfecciones y debilidades
débil. Es decir, tanto los ámbitos como las nor- metodológicas y de contenido, representa un
mas podrían haber cambiado si se hubiera hito en su proceso de fortalecimiento en
aplicado un cuestionario a una muestra na- cuanto profesión. Los educadores sociales, en
cional de educadores y educadoras sociales el momento de enfrentar la práctica con sus
elegida con criterios científicos. Lo mismo conflictos y dilemas éticos, cuentan ya con un
cabe afirmar respecto del capítulo anterior, los documento de referencia en donde encuen-
Principios. Ambas partes poseen un grado alto tran principios y normas deontológicos que
de saturación de subjetivismo de los miem- les pueden orientar en la toma de decisiones
bros del equipo en el Esbozo y de los expertos o encauzar correctamente la discusión en los
en la Comisión posterior. equipos.
Las secciones que componen este tercer En segundo lugar, constatar la dificultad
capítulo son: 1) el educador social en relación de elaborar un código deontológico válido y
con los sujetos de la acción socioeducativa aceptado por todo un cuerpo de profesiona-
(con 7 artículos o normas); 2) en relación con les, en nuestro caso, educadores sociales de
su profesión (6 artículos); 3) en relación con todo el Estado. Todavía más difícil cuando los
el equipo (8 artículos); 4) en relación con la tiempos no están para hablar de deberes ni
institución donde realiza su trabajo (2 artícu- para coartar libertades subjetivas. Pero, si to-
los); 5) en relación con la sociedad en gene- mamos en consideración lo que afirma Gillet
ral (5 artículos). (2002), acerca de que los educadores sociales
El código finaliza con dos Disposiciones son profesionales de la confrontación entre
Adicionales referentes, una, a la obligación de sus apetencias o valores subjetivos y los de-
conocer y cumplir las normas estatutarias, beres exigidos por el ‘ethos’ de la Educación
acuerdos o resoluciones del Colegio Oficial Social, entre su yo y la exigencia de la de-
propio y del Consejo General de Colegios y, manda de la institución y entre ellos y los pro-
otra, a dejar sentado que el presente código pios usuarios de sus servicios educativos que
debe ser aplicado en todo el territorio esta- no están dispuestos a dar y sí a gozar de los
tal y conocido y asumido por los educadores beneficios, podemos comprobar la urgencia
y educadoras sociales. Hay que señalar que de contar con una codificación de deberes y
esta actitud contrasta con la debilidad que principios que ayuden a encauzar y hasta su-
se observa en el preámbulo donde se afirma: jetar la libertad subjetiva.
“Sirva, pues, este código como una guía de ac- Sin embargo, y por último, conviene des-
tuación, flexible en el tiempo, que pueda re- tacar dos debilidades básicas del actual código
cibir las aportaciones de las distintas comi- deontológico: 1) una, el propio proceso de ela-

deontología y código deontológico del educador social [ 77 ]


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boración, presentación y aceptación oficial del versidades o de eso que llamé anteriormente
mismo. El hecho de haber partido del Esbozo disociación entre el mundo profesional y el de
anterior, un documento elaborado con buena la formación. Un reto urgente para el futuro.
voluntad pero sin rigor científico, haciendo
una refundición del mismo –con ayuda de una Referencias bibliográficas
Comisión– sin replantear un proceso serio
de recogida de información a un nivel esta- ASEDES y CGCEEES (2007): Documentos profe-
tal, le ocasiona una escasa representatividad sionalizadores. Toledo: Asociación Estatal de Edu-
y un posterior extrañamiento hacia el código cación Social.
por parte de la mayoría de los profesionales, Banks, S. (2002): “De juramentos a libros de nor-
amén de asumir los errores metodológicos an- mas: un examen crítico de los códigos de ética en
las profesiones sociales”, en CEESC (coord.): Ética
teriores. La aprobación oficial del mismo –aca-
y calidad en la acción socioeducativa. Barcelona:
ecida en la Asamblea citada– corre el riesgo Collegi d’Educadores i Educadors Socials de Cata-
de ser vista como un acto protocolario de con- lunya, pp. 176-192.
veniencia y una especie de imposición al co-
Barrio, J.M. (2009): Analogías y diferencias entre
lectivo; 2) otra, no menos trascendental y de- Ética, Deontología y Bioética. Disponible en:
rivada del proceso que se ha seguido en la http://es.catholic.net
elaboración, consiste en dejar en manos de las
Cobo, J.M. (2001): Ética profesional en ciencias hu-
Comisiones Deontológicas de los Colegios la manas y sociales. Madrid: Huerga y Fierro.
responsabilidad de proponer modificaciones,
Cortina, A. y Conill, J. (coords.) (2000): 10 Palabras
difundirlo, hacerlo conocer y aplicar por parte
clave en ética de las profesiones. Estella: Verbo Di-
de sus colegiados. Esto que, en principio, pa- vino.
rece normal dentro de la organización, en la
Dueñas, F.A. (2009): La ética. Disponible en:
realidad resulta vano por la simple razón de www.monografias.com
que los colegios, salvo muy pocas excepciones,
no tienen Comisión Deontológica o si existe Gillet, F. (2002): “La formación de estudiantes-edu-
cadores en ética práctica. Presentación de algunos
no funciona correctamente. Por consiguiente, retos”, en CEESC (coord.): Ética y calidad en la ac-
hacemos la hipótesis de que el gran colectivo ción socioeducativa. Barcelona: Collegi d’Educado-
de profesionales no conoce los contenidos del res i Educadors Socials de Catalunya, pp. 138-149.
código ni –por supuesto- este representa para Hortal, A. (2002): Ética general de las profesiones.
ellos la guía orientadora de su acción educa- Bilbao: Desclée.
tiva. En aquellos lugares en donde la Comi-
Lipovetsky, G. (1998): El crepúsculo del deber. Bar-
sión Deontológica funciona, aunque sea de- celona: Anagrama.
ficitariamente, se constata que su poder de
Loiseau, M. (2002): “Modelos teóricos de las éticas
convocatoria para impartir formación sobre
profesionales”, en CEEESC (coord.): Ética y calidad
el código es prácticamente nulo. ¿Podríamos en la acción socioeducativa. Barcelona: Collegi d’E-
preguntarnos la razón de tan bajo interés? ducadores i Educadors Socials de Catalunya, pp.
Todo lo cual no excluye el hecho de que 106-122.
prácticamente todo el colectivo –incluidas Pantoja, L. (2002): “Funciones de los códigos de-
las universidades– sepa que existe un código ontológicos”, en CEESC (coord.): Ética y calidad
deontológico de la Educación Social con va- en la acción socioeducativa. Barcelona: Collegi d’E-
lidez para todo el Estado y que le otorgue im- ducadores i Educadors Socials de Catalunya, pp.
portancia a este hecho, pero conocerlo bien 161-175.
y aplicarlo son cosas diferentes. Finalmente, Sánchez Vidal, A. (1999) : Ética de la intervención
creo pertinente dejar constancia del descuido social. Barcelona: Paidós.
de la formación ética y deontológica en las uni-

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Silva Camarena, J. M. (2002): “¿Qué es eso de ética
profesional?”. Revista Contaduría y Administra- dirección del autor: Luis Pantoja Vargas, Pro-
ción, 205, pp. 5-11. fesor emérito, Facultad de Psicología y Educación,
Todolí, J. y otros (1954): Moral profesional. Madrid: Universidad de Deusto.
CSIC. Correo electrónico: lpantoja@deusto.es
Todolí, J. (1954): Filosofía del trabajo. León. Insti-
tuto Social de León. Fecha de recepción del artículo: 24.II.2010
Fecha de revisión del artículo: 24.II.2010
Torralba, F. (2002): “Más allá del principialismo. La Fecha de aceptación del artículo: 15.IV.2011
ética de las virtudes como fundamento”, en CEESC
(coord.): Ética y calidad en la acción socioeducativa. como citar este artículo:
Barcelona: Collegi d’Educadores i Educadors So- Pantoja Vargas, L. (2011) “Deontología y código
cials de Catalunya, pp. 123-137. deontológico del Educador Social”, en Pedagogía
Wanjiru, Ch. (1995): La ética de la profesión do- Social. Revista Interuniversitaria, 19, pp. 65-79.
cente. Pamplona: Eunsa.

Notas
1 Los Profesores de la Universidad de Deusto par-
ticipantes en el equipo fueron Luis Pantoja (direc-
tor) y Rosa Santibáñez; los educadores: Iñaki Ro-
dríguez, Néstor Sangroniz y Patxi Alicante.

deontología y código deontológico del educador social [ 79 ]


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15
El sentido del civismo

TEXTO Victòria Camps Es necesario que las personas se respeten unas a otras y hay que respetar las
Catedrática de Ética. Universidad cosas comunes para que todos las puedan disfrutar cuando las necesiten. El
Autónoma de Barcelona civismo es, por encima de todo, la cultura de la convivencia pacífica y
solidaria, del compromiso con la ciudad y con sus habitantes. Queda pendiente
saber cómo habrá que formar el carácter de acuerdo a estos valores.

timológicamente, civismo deriva del latín civis, que significa minado modelo de Estado, sino que el desarrollo del capitalismo y de

E ciudadano. De acuerdo con esta etimología, el civismo consti-


tuye el conjunto de cualidades que permiten a los ciudadanos
vivir en la ciudad, es decir, vivir en comunidad respetando unas nor-
la sociedad de consumo ha contribuido a fomentar un individualismo
exagerado, que genera sociedades atomizadas, en las que cada uno vela
únicamente por su interés particular o corporativo, y en donde es casi
mas de convivencia pacífica, aceptando las reglas del juego de la demo- imposible conseguir la cohesión social de todos los miembros de la
cracia y los derechos fundamentales o los valores constitucionales. sociedad en torno a unos ideales o proyectos comunes.
Cívico es el comportamiento propio o característico del ciudadano.
El concepto de civismo, como también el de virtudes cívicas, ha ido
adquiriendo importancia en los últimos años debido a la necesidad
creciente de poner de manifiesto el papel que el ciudadano debe
desempeñar en las democracias liberales. El liberalismo, en el sentido
más amplio de la palabra, es el régimen político que se ha impuesto,
especialmente en el mundo occidental. Digo liberalismo en el sentido
amplio, que incluye el reconocimiento no sólo de los derechos civiles,
sino también de los derechos sociales, como la educación o la protec-
ción de la salud. Entendido de este modo, el liberalismo se caracteri-
za por el reconocimiento de dos valores fundamentales, la igualdad y
la libertad, siendo este último el prioritario, dando por sentado, no
obstante, que sin unas políticas mínimamente equitativas, el derecho
individual a la libertad sólo es un derecho formal, lo que equivale a
decir que es un engaño.
El garante de los derechos es el Estado, al que corresponde proteger las
libertades individuales y los derechos sociales: un Estado denominado
“policial” que salvaguarda los derechos civiles y políticos, y un Estado
interventor que protege los derechos sociales. Se trata de un modelo de
Estado que se ha ido imponiendo y consolidando a lo largo de los dos
últimos siglos, y que, a pesar de haber representado un progreso con
respecto al estado absoluto, tiene un inconveniente manifiesto, ya que
ha contribuido a dividir a las personas en dos clases de ciudadanos dife-
rentes: unos, políticamente activos, que tienen cargos políticos, militan
en algún partido o dirigen algún movimiento social; y otros, pasivos,
proclives a desentenderse de la vida pública o que participan en ella de
una forma esporádica y muy formal. Algunos teóricos de la política de
principios de siglo –como Max Weber o Schumpeter– ya denunciaron
esta pasividad ciudadana, consecuencia seguramente inevitable de la
democracia representativa, pero que resulta contraproducente para
otros aspectos del funcionamiento de la democracia. El culpable de este
estado de cosas no es una determinada clase de democracia o un deter-
Fototeca.com / Gumí

CIVISMO: LAS CLAVES DE LA CONVIVENCIA


16
“La importancia que se concede al valor del civismo representa una
recuperación de la ética de las virtudes, tal y como la concibió Aristóteles,
para quien las virtudes eran el eje de la ética y también de la política. Ser
una buena persona en el siglo IV a. C. significaba ser un buen ciudadano”.

A partir de esta situación, en la filosofía política contemporánea ha Sabemos que Aristóteles define al hombre como “un animal político”,
surgido una serie de teorías que coinciden en un aspecto básico: mos- lo que implica que el ser humano tiene una finalidad esencial y única:
trar la necesidad de que el ciudadano se haga cargo de su papel, de su convertirse en un buen ciudadano de la polis. Ésta es la mejor mane-
función y de sus obligaciones en las democracias socioliberales. Dos ra de conseguir la felicidad –que también es la finalidad de los huma-
teorías filosóficas son especialmente relevantes, al menos por lo que nos–, no sólo individual sino colectiva, la felicidad de la polis. De
respecta a su desarrollo y a la aceptación que han conseguido. Me acuerdo con esta teoría, se convierte en un buen ciudadano el que es
refiero al comunitarismo y al republicanismo. Ambas propugnan, capaz de adquirir y desarrollar las virtudes del coraje y del autodomi-
cada una a su manera, una recuperación del modelo griego de la polis, nio, consistentes en saber escoger siempre el término medio entre el
una sociedad más “comunitaria” que las actuales, o del modelo que exceso y el defecto. Por ejemplo, la virtud del coraje o la valentía era
ofrecen las repúblicas renacentistas descritas por Maquiavelo. Si nos concebida como el término medio entre la temeridad y la cobardía.
parecen interesantes estos modelos es porque en ambos casos se exi- Aristóteles establece en sus Éticas el cómputo de las virtudes que tiene
gía a los ciudadanos que lo fueran de verdad; que fueran, como se que adquirir el buen ciudadano. La filosofía medieval, receptora de la
decía entonces, “virtuosos”, es decir, que estuviesen dispuestos a doctrina aristotélica, a la que interpreta en clave teológica, convierte
adquirir las virtudes o las cualidades necesarias para comportarse las virtudes griegas en virtudes cristianas, entre las que destacan cua-
como buenos ciudadanos. tro que conocemos todos los que en nuestra época escolar estudiamos
Aludo al tema de las virtudes porque estoy convencida de que la el catecismo: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.
importancia que se concede actualmente al valor del civismo repre- Debido a esta transformación o lectura del pensamiento aristotélico,
senta una recuperación de la ética de las virtudes, tal y como la con- lo que para el pensador griego fueron las virtudes del ciudadano,
cibió, sobre todo, Aristóteles. Para el filósofo griego, las virtudes eran pasan a ser las virtudes del buen cristiano
el eje de la ética, y también de la política, dos conceptos que, en oca- No sólo Aristóteles, sino muchos pensadores, antiguos y modernos,
siones, se confunden en su filosofía. Ser una buena persona en el siglo consideran que la adquisición de virtudes es esencial para la educa-
IV a. C. significaba ser un buen ciudadano. Sólo los hombres libres ción de la ciudadanía y, en consecuencia, para una ética que no
podían serlo, dado que los demás tenían que ocuparse en labores puede ignorar la dimensión política de la persona. La república
demasiado viles para poder dedicarse a cultivar el entendimiento y romana tiene en Cicerón al teórico de los deberes ciudadanos. Más
discutir sobre los asuntos públicos. Ahora bien, los hombres que tarde, Maquiavelo concebirá de forma similar las repúblicas rena-
gozaban de la libertad no podían hacer nada mejor, más excelente, centistas y también hará hincapié en la necesidad de que los indivi-
que dedicarse en cuerpo y alma a la vida pública. duos tengan virtud y se identifiquen, gracias a ella, con los objetivos

Prismaarchivo.com

En la página anterior, edición de Aristóteles,


Barcelona, 1502. A la izquierda, Atenas en la
época de Adriano, según un grabado del siglo
XIX. Arriba, el Senado romano en la pintura de
Cesar Maccari “La conjura de Catilina”.
Prismaarchivo.com

LOS MONOGRÁFICOS DE B.MM NÚMERO 6


17

Un “paso de peatones” en la Via de la


Abundancia de Pompeya. Arriba, textos
de moral cristiana y de formación moral de
los niños. Muchos pensadores, antiguos y
modernos, consideran que la adquisición
de virtudes es esencial para la educación
de la ciudadanía.
Prismaarchivo.com

de la república. Entre los filósofos modernos, Rousseau es el que se mo fundamenta el orden social y el estado de derecho en unos prin-
desmarca más decididamente del individualismo que asumen sus cipios universales que son demasiado formales y abstractos, condi-
coetáneos; y lo hace subrayando el valor de la participación política, ción que esconde muchas deficiencias reales, como, por ejemplo,
sin la cual la democracia es una mera ficción. El demos tiene que ser que estén realmente reconocidos los derechos de las mujeres; y la
construido a partir de la igualdad y, a falta de otra cosa, será necesa- segunda, porque precisamente por su abstracción, los grandes prin-
ria una especie de “religión civil” –en palabras de Rousseau–, capaz cipios tienen escaso poder de motivación en la ciudadanía, que
de unir a los ciudadanos en torno a creencias, valores y normas entiende que su cumplimiento no les incumbe a ellos sino a las ins-
comunes. Finalmente, y sin abandonar el siglo XVIII, Alexis de tituciones políticas. De este modo, el ciudadano evita adoptar un
Tocqueville, al elogiar la democracia americana, también se fija en la compromiso activo con los derechos humanos.
importancia que ha tenido la religión para el desarrollo democráti- Nos encontramos, en consecuencia, frente a unas sociedades, indi-
co, pues ha conseguido cohesionar a los creyentes cultivando lo que vidualistas y atomizadas, en las que los individuos tienen que res-
denomina “hábitos del corazón”. petar unos valores o derechos que, individualmente, los obligan
La filosofía política contemporánea, que se ha desarrollado siguiendo muy poco. En su lugar, lo que los filósofos comunitaristas proponen
el modelo del pensamiento liberal y contractualista de los siglos XVII es recuperar unas comunidades que tengan una identidad más pre-
y XVIII (especialmente el de Hobbes, Locke y Kant), echa de menos, cisa y se puedan fundamentar en unos valores más concretos y espe-
en definitiva, algo que contribuya de una manera efectiva a crear lo cíficos: comunidades nacionales, religiosas o, sencillamente, locales.
que podríamos llamar una “identidad ciudadana”. Las declaraciones de Estos filósofos piensan que sólo si los individuos se saben y se sien-
principios, como la declaración de derechos humanos o los principios ten miembros de una comunidad concreta, más definida que el
constitucionales, no han conseguido formar ciudadanos y, como con- estado de derecho, podrán identificarse con un determinado pro-
secuencia, nos encontramos con una realidad preocupante: una demo- yecto político y comprometerse a realizarlo.
cracia sin ciudadanos en el sentido más amplio de la palabra. Una tesis similar a la de los comunitaristas es la de los republicanos,
Precisamente por este defecto de nuestras democracias tenemos que cuyo modelo es el de la república romana y las renacentistas por lo
insistir en el civismo o en las virtudes cívicas. Los filósofos comuni- que tenían de res publica, una vida pública realmente compartida, al
taristas, cuyo pionero es el escocés Alasdair MacIntyre, han sido los menos en la mente de los que teorizaban sobre ella. También los
primeros en reivindicar el civismo. Son críticos del pensamiento republicanos quieren recuperar la idea de virtud, ya que es la única
liberal, sobre todo por dos razones: la primera, porque el liberalis- manera, a su entender, de conseguir que los ciudadanos sean cívicos.

CIVISMO: LAS CLAVES DE LA CONVIVENCIA


18
Unos y otros, comunitaristas y republicanos, cuestionan la teoría de
John Rawls y de los liberales más puros de nuestro tiempo, según los
cuales, hay que distinguir lo justo de lo bueno, o la justicia del bien de
las personas. La distinción parece complicada, pero es fácil de enten-
der. Según Rawls, cada uno es libre de adecuar su vida a la concepción
del bien que más le plazca, pero lo que debería unir a los ciudadanos
es una concepción común de la justicia, de lo que tiene que valer para
todos y obligarlos. En una sociedad liberal, los individuos son libres
de escoger la forma de vida que quieran. La religión, la familia, la edu-
cación de los hijos, la ocupación laboral, el ocio son aspectos de la
vida de la persona que dependen de elecciones personales y libres. En
cambio, lo que hay que aceptar obligatoriamente son unos principios
o unas nociones de justicia que todos tienen que asumir, ya que son
la condición necesaria para las libertades individuales. Por ejemplo,
por mucho que las leyes lo establezcan, sin la garantía de la igualdad
de oportunidades, no es verdad que todos seamos igualmente libres.
Pues bien, los comunitaristas y los republicanos disienten de esta
separación tan radical entre lo que es justo y lo que sólo es bueno y
piensan que lo único que consigue es disuadir a las personas de impli-
carse en los deberes que tienen como ciudadanos.
Con estas críticas se pone de relieve que la ética de nuestro tiempo,
centrada sobre todo en los derechos fundamentales, debería ser una
ética que hiciera hincapié tanto en los derechos como en los debe-
res. Desde que, en 1948, se proclamó la Declaración de los Derechos
Humanos, hemos visto una sucesiva y continuada lluvia de declara-
ciones de derechos, muy necesaria, sin duda, pero que ha contribui-
do a ocultar el hecho de que el reconocimiento de unos derechos
para todos tiene que ir acompañado de una serie de obligaciones sin
las cuales los derechos no serán respetados
La definición de ciudadano que ofreció el sociólogo Thomas H.
Marshall, hace unos cincuenta años, es sintomática de esta ocultación
de los deberes. Según Marshall, el ciudadano se define como el sujeto
de los tres tipos de derechos recogidos en la declaración de las
Naciones Unidas: los derechos civiles, políticos y sociales. En su
momento fue una definición avanzada y progresista de la ciudadanía,
sobre todo por el hecho de que constituía una reclamación de los
derechos sociales. Ahora bien, es una definición que se queda corta en
la actualidad si pensamos que la existencia de unos derechos tiene que
ir acompañada de una serie de deberes y responsabilidades que no
son exclusivos de las instituciones, sino de todos. Sólo así será posible
y comprensible el intento de corregir la pasividad ciudadana detecta-
da cuando la democracia moderna era mucho más imperfecta de lo
que es ahora. En lo que respecta a la participación y al compromiso
de los ciudadanos no parece que la situación haya mejorado.
Teniendo en cuenta lo dicho hasta ahora, el civismo puede definirse
como un conjunto de normas –escritas o no– que debería suscribir
cualquier ciudadano demócrata y liberal. El civismo es la ética míni-
ma ciudadana. Se necesita una ética del ciudadano porque sin nor-
mas comunes, sin una cultura ética compartida, no funcionan ni la
democracia ni el orden social. Es necesario que la democracia sea la
expresión de un demos, de un pueblo dispuesto a respetar las insti-
Dani Codina
tuciones, a reforzarlas, a compartir unos valores comunes y a ade-
Arriba, viñeta humorística sobre la proliferación
de comercios en Barcelona a principios del cuar su conducta a estos valores. Es una ética mínima porque tiene
siglo pasado, y pancartas reclamando el que poder ser aceptada por todos, con independencia de las creen-
derecho al descanso en Gràcia. En la página
siguiente, un grupo de inmigrantes. cias religiosas o de las costumbres y tradiciones de cada uno.

LOS MONOGRÁFICOS DE B.MM NÚMERO 6


19

Enrique Marco

Me he referido al concepto de virtud como el equivalente antiguo de tendrían que conformar las actitudes personales, son el complemen-
lo que hoy entendemos por civismo. De hecho, hablamos de “virtu- to que necesitan las instituciones políticas para que los ciudadanos
des cívicas” para referirnos a aquellas cualidades o formas de ser que vivan de una manera coherente con lo que las instituciones repre-
cualquier ciudadano debería adquirir y poner en práctica. sentan. Lo explicaré con un ejemplo relacionado con el comporta-
El civismo responde a una idea básica: es necesario que las personas miento frente a los inmigrantes. Mejor o peor, las instituciones velan
se respeten unas a otras; y hay que respetar las cosas que son de para que la inmigración pueda integrarse y vivir dignamente en
todos para que todos las puedan disfrutar cuando las necesitan. En nuestro país. Uno de los primeros pasos hacia la integración está
las campañas de civismo que acostumbran a promocionar los representado por la escolarización. Gracias al derecho a la educación,
gobiernos locales, se insiste mucho en los aspectos más externos del cualquier niño o niña tiene derecho a ser escolarizado en condicio-
respeto debido a las personas y a las cosas públicas. Se propugna el nes de igualdad con cualquier otro. Para que este derecho funcione y
mantenimiento de una ciudad limpia, sin ruidos, sin alborotos vio- esté garantizado satisfactoriamente, se tendría que evitar la forma-
lentos, una ciudad que reprima las actitudes racistas y xenófobas, ción de guetos escolares, poblados exclusivamente por inmigrantes.
una ciudad amable en el más amplio sentido de la palabra. Eso está ¿Por qué resulta tan difícil evitarlo? Porque falta solidaridad, volun-
bien, pero el fondo de la cuestión no consiste sólo en hacer que una tad real de tolerar a los diferentes y de mezclarnos con ellos. Y esto es
ciudad sea más habitable, sino en que las personas adecuen su así no porque no se hagan políticas bastante valientes y decididas,
manera de ser –su carácter o ethos, decían los griegos– a las condi- sino porque las políticas son inexistentes, ya que la población –el
ciones de la vida en común. Es decir, que asuman unos cuantos demos– no tiene ningún interés ni está dispuesta a apoyarlas. Las
valores como fundamentales, pero no sólo formalmente, sino de mayorías acomodadas no tienen ningún interés en preocuparse por
verdad. ¿Cuáles son los valores del civismo? los derechos de los inmigrantes, porque piensan que ya lo hará el
Desde mi punto de vista, las actitudes cívicas que tendrían que desa- estado o unas cuantas ONG que se dedican a estas cosas.
rrollar los ciudadanos giran en torno a tres valores básicos: la res- El desinterés por los problemas colectivos, el mirar hacia otro lado, no es
ponsabilidad, la tolerancia y la solidaridad. Estos tres valores, que más que una inhibición de las responsabilidades que también tiene que

“Las actitudes cívicas que tendrían que desarrollar los ciudadanos giran
en torno a tres valores básicos: la responsabilidad, la tolerancia y
la solidaridad. Estos tres valores son el complemento que necesitan las
instituciones políticas”.

CIVISMO: LAS CLAVES DE LA CONVIVENCIA


20
asumir el ciudadano como individuo. Ser responsable significa estar es buen ciudadano el que al menos no se responsabiliza un poco de los
comprometido con unos intereses que no son estrictamente individua- problemas de la ciudad en la que vive.
les, que son comunes, porque están relacionados con el bienestar y la Diría que la responsabilidad es hoy una virtud que resume todas las
felicidad colectivos. demás. Lo que no significa que no seamos más específicos e insistamos
Tanto en la comunidad más pequeña, que está constituida por la fami- en los otros dos valores citados: la tolerancia y la solidaridad. La tole-
lia, como en la vida laboral o en la vida política, el individuo no puede rancia es un valor imprescindible para la democracia, aunque lo defen-
ser sólo egoísta y preocuparse exclusivamente por sí mismo, también damos “con la boca chica”. Tolerar es aceptar al otro evitando demos-
tiene que pensar en los demás. En la actualidad nadie nos pide que sea- trar ostensiblemente que su presencia nos desagrada. La tolerancia es
mos esencialmente “animales políticos”, como proponía Aristóteles. El la respuesta correcta al disgusto que produce la existencia de lo que
hombre moderno entiende la libertad como la independencia para tiene que ser tolerado. Ahora bien, ya que el desagrado es un hecho, en
hacer lo que le plazca, atender a sus propios asuntos y no sólo dedicarse principio incontrolable, ya que es tan difícil convivir con los que son
a la vida pública. Somos libres para poder concentrarnos en nuestras diferentes, no hay más remedio que exigir, en principio, tolerancia,
cosas, para vivir bien. Pero la vida pública también merece una cierta como el primer paso hacia la convivencia, que es el valor que, en defi-
consideración por parte de todos. Como dice Rawls, tenemos obligacio- nitiva, hay que impulsar. Hay que evitar las actitudes claramente xenó-
nes con el ideal de justicia. No es un buen ciudadano el que se inhibe de fobas intentado, al menos, mantener las formas. Dicho de otra forma:
las preocupaciones de los que conviven con él en la misma ciudad. No ser bien educados con todos.
Por último, entiendo que la solidaridad es la manera individual de con-
tribuir a hacer que una sociedad sea más justa. El filósofo Richard Rorty
ha escrito que, gracias a la solidaridad, hacemos extensivo el “nosotros”
a las personas que hasta entonces sólo eran “ellos”. Un ciudadano activa-
mente solidario es el que se hace cargo, en la medida de sus posibilida-
des, de las exclusiones que sufren muchas personas y hace lo que puede
por ayudar a aliviarlas. Pero, sobre todo, es el que no pone impedimen-
tos a que se haga justicia con los que viven peor. La solidaridad es la
expresión más moderna de la antigua y, a veces ramplona, virtud de
la caridad. Caridad significaba amor, y sin afecto es difícil que prospere
la justicia. Aristóteles iba todavía más lejos y decía que cuando hay una
auténtica amistad, no es necesaria la justicia.

EDUCAR EN EL CIVISMO
El civismo entendido tal como hemos argumentado, como la potencia-
ción de las virtudes o actitudes que convertirán a la persona en un buen
ciudadano o en buen demócrata, está estrechamente relacionado con la
educación. Enseñar civismo es enseñar ética, una materia que –como
dijeron los griegos– no se enseña con los mismos métodos que se utili-
zan para enseñar las demás materias, como la geometría o las matemá-
ticas. La mejor manera de enseñar ética o civismo es a partir del ejem-
plo. El civismo se transmite no con teorías o normas de conducta, sino
siendo cívico, creando un entorno que favorezca las actitudes cívicas. El
civismo significa “civilidad”, ser civilizado o contribuir a que la convi-
vencia cotidiana sea pacífica y agradable. Una manera algo anacrónica
de hablar de civismo es hacer referencia a la “buena educación” o a la
“urbanidad”, una asignatura que hace tiempo que desapareció de las
escuelas. Sea como fuere, se trata de enseñar a cultivar y estimar las for-
mas de respeto hacia los demás, desde las más externas, como saludar
con propiedad, a las más internas que se manifiestan al hacerse cargo del
sufrimiento de los demás. La regla de oro de la moralidad, desde
Confucio, es la que dice: “lo que no quieras para ti no lo quieras para
nadie”. Lo que nos ha llevado a insistir en el valor del civismo ha sido el
convencimiento de que esta regla empieza a ser ignorada.
La educación, para inculcar actitudes cívicas, tiene que ir contracorrien-
te; tiene que luchar contra una sociedad que fomenta la vida cómoda y
fácil, el placer inmediato, que valora, por encima de todo, el poder
adquisitivo del dinero y el éxito personal a cualquier precio. La clase de
persona que se forma espontáneamente en las sociedades desarrolladas
Eva Guillamet

LOS MONOGRÁFICOS DE B.MM NÚMERO 6


21

La educación tiene que luchar contra una


sociedad que valora, por encima de todo, el
poder adquisitivo del dinero y el éxito personal
a cualquier precio.
Página anterior. Moll de la Fusta, abril de
2005: de la solidaridad universal a la
convivencia solidaria.
Carlos Bosch

no es el ciudadano, sino el consumista. Ganarse bien la vida para poder tido en un asunto privado. Creo que las dificultades actuales para enten-
comprar todo lo que apetezca es lo que da sentido a la vida, el símbolo der la educación no como la transmisión de unos conocimientos ins-
del éxito y de que no somos unos seres frustrados. El individualismo, trumentales, sino como la formación de la persona, proceden básica-
que no tendría que ser un concepto negativo, si se entiende como la mente de que nos tenemos que inventar la forma de lograrlo. La religión
importancia central concedida al individuo, es contraproducente cuan- integraba la moralidad. La educación laica no sabe cómo integrar el
do se convierte en puro egoísmo. Sin una educación que enseñe a vivir civismo como el aspecto más básico de la educación. Es sintomático que
de otra manera, la persona aprenderá sólo a pensar sí misma y en sus cuando se propone una asignatura alternativa a la religión se piense en
intereses, y no en el bienestar de los demás. Da lo mismo que los medios la educación cívica. Como si los creyentes y los no creyentes tuviesen
de comunicación nos muestren cada día la miseria y el sufrimiento de diferentes concepciones de la moral o del civismo.
los demás; olvidarlos es tan fácil como apagar la televisión. El civismo es, por encima de todo, una cultura, la cultura de la convi-
La sociedad de consumo no ayuda a inculcar civismo, y tampoco lo hace vencia pacífica y solidaria, del compromiso con la ciudad y con las
la sociedad liberal. Poder disfrutar de las libertades de las que dispone- personas que en ella conviven. Es una cultura porque está relaciona-
mos es, sin duda, un progreso. Ahora bien, el concepto de libertad más da con el “cultivo” de la persona, lo que los griegos llamaban la for-
difundido es el que considera que ser libre quiere decir no estar someti- mación del carácter o del ethos (de donde deriva la palabra “ética”).
do a normas que limitan la libertad. Se trata de una concepción negati- Lo que tendremos que adivinar entre todos es qué se tendrá que hacer
va de la libertad según la cual soy libre de hacer todo lo que las leyes me para formar el carácter de acuerdo con los valores de la responsabili-
permiten hacer. Si vinculamos esta idea de libertad con el hecho de que dad, la solidaridad y la tolerancia en una sociedad que enseña a las
vivimos en sociedades plurales, en las que cada vez tenemos más posibi- personas a disfrutar de la libertad y a hacerlo para consumir. Pero no
lidades de escoger formas de vida diferentes porque todas están igual- sería bueno ni eficaz dejarnos llevar por el pesimismo. La moral siem-
mente permitidas y se consideran asimismo buenas, el resultado es una pre ha tenido algo de contracultural, de remar contra corriente, de
sociedad sumergida en lo que Durkheim denomina “anomia”. La ausen- inculcar valores que no son ni populares ni atractivos, pero que son
cia de normas, o de referentes claros y sólidos, nos provoca una incerti- los que nos tienen que ayudar a vivir todos juntos.
dumbre que muy fácilmente se convierte en indiferencia. La indiferen-
cia de “todo vale lo mismo” siempre que la elección sea libre.
Más arriba me he referido a la importancia que tuvo para muchos pen- Bibliografía
· Águila, Rafael del. La democracia en sus textos, Alianza Editorial, Madrid, 1998.
sadores la religión como instrumento de cohesión y como motivador de
· Camps, Victòria. Virtudes públicas, Espasa Calpe, Madrid, 1990.
las personas para adoptar comportamientos entendidos como correctos. · Camps, Victòria y Giner, Salvador. Manual de civisme, Columna, Barcelona, 2005.
Rousseau se conformaba con una “religión civil” para conseguir el efec- · Cortina, Adela. Ciudadanos del mundo, Alianza, Madrid, 1997.
to deseado. No se trata de recuperar las religiones –como querrían algu- · MacIntyre, Alasdair. Tras la virtud, Crítica, Barcelona, 1987.
· Pettit, Philip. Republicanismo, Paidós, Barcelona, 1997.
nos comunitaristas–, ni de construir un simulacro que las sustituya, lo
· Rorty, Richard. Contingencia, ironía, solidaridad, Paidós, Barcelona, 1991.
que sí es necesario es que no abandonemos la educación moral o cívica · Savater, Fernando. El valor de elegir, Ariel, Barcelona, 2004.
por el hecho de que la religión, en las sociedades laicas, se haya conver- · Thiebaut, Carlos. Vindicación del ciudadano, Paidós, Madrid, 1998.

CIVISMO: LAS CLAVES DE LA CONVIVENCIA


Pedagogía Social. Revista Interuniversitaria
ISSN: 1139-1723
pedagogiasocialrevista@upo.es
Sociedad Iberoamericana de Pedagogía
Social
España

Montero Souto, Pablo


Reseña de "Ética de la razón cordial: educar en la ciudadanía en el siglo XXI" de A. Cortina Orts
Pedagogía Social. Revista Interuniversitaria, núm. 15, marzo, 2008, pp. 162-164
Sociedad Iberoamericana de Pedagogía Social
Sevilla, España

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=135012674017

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04 INFORMACIONES 12/3/08 11:18 Página 162

moral y la religión. La filosofía como crítica grandes retos del ejercicio de la ciudadanía.
es una empresa de desmitificación. Reencuentro en el ciudadano una figura del
Yo suelo identificar filosofía con pensa- universal singular. Al final de Las palabras,
miento y con creación. Por eso sé que el libro tras renunciar a la Trascendencia de la Salva-
de Rosa piensa y detesta la estupidez, el bue- ción (un equivalente de cualquier trascen-
nismo, la ignorancia o el dogmatismo con los dencia), Sartre se pregunta: “¿qué queda?
que solemos acercamos a temas tan comple- Todo un hombre, hecho de todos los hombres
jos. Gusta de la crítica y la toma de posición y que vale lo que todos y lo que cualquiera
–sin ocupar el lugar fácil de la verdad– así de ellos”. Seguramente un ciudadano es ese
como de la proposición –sin recurrir al lugar otro cualquiera, ese cualquier otro que es igual
del deber o la receta de cocina rápida– desde que yo y diferente de mí. Porque no es el
la composición inestable –pero rica en mati- mismo, es otro; porque es igual, no es desi-
ces y posibilidades–. La inestabilidad, que gual. La semejanza no es mismidad, del
señala el título, no deviene excusa fácil para mismo modo que la diferencia no es desi-
campar impunemente por el relativismo cul- gualdad. Paul Simon sigue cantando: “No, it
tural, sino plataforma para pensar desde la isn’t strange. After changes upon changes we
inmanencia y ejercer una mirada crítica-ana- are more or less the same. After changes we
lítica que reconoce la tensión entre pares tan are more or less the same”
irresolubles como indisociables. La inestabi- Este es un libro hecho para gourmets, de
lidad es tensión, más productiva que conflic- ingestión lenta y digestión ligera. Buen ape-
tiva si se sabe problematizar desde la articu- tito.
lación del derecho a la diferencia y el derecho
a la indiferencia. José García Molina
Ser reconocido sin ser identificado ni UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA
tener que identificarse. He aquí uno de los

Ética de la razón cordial: educar en la ciudadanía en el siglo XXI


Cortina Orts, A.
2007. Oviedo. Ediciones Nobel

C
on Ética de la razón cordial, la Cate- que se muestre incondicionalmente com-
drática de Ética y Filosofía Política de prometida con el objetivo de fortalecer las
la Universidad de Valencia, Adela Cor- sociedades pluralistas. Un objetivo a realizar
tina, se hizo acreedora del Premio Interna- teniendo presentes los principios de:
cional de Ensayo Jovellanos 2007, recono- - No instrumentalización de las personas
ciéndosele así su empeño por recordarnos como medios para fines distintos de lo
que la compasión es el motor que impulsa la expresamente humano.
búsqueda de argumentos para construir un - Empoderamiento de las capacidades
mundo a la altura de lo que merecemos como humanas.
humanos. - Justicia social para distribuir equitativa-
En el marco de una obra extensiva en su mente las cargas y los beneficios.
recorrido e intensiva en su profundidad, este - Consideración dialógica de los afectados
nuevo título nos devuelve una vez más al pro- por las normas que se deciden.
yecto de edificar la experiencia individual y - Y responsabilidad por los seres indefen-
colectiva, en torno a una “ética cívica cordial” sos de la naturaleza.

[ 162 ] reseñas bibliográficas (Pág. 155-167)


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Este es el quinteto de mandatos que nos lismo” y el “maximalismo” cívico, seguirá


compete en tanto que ciudadanos y ciuda- estando de actualidad mientras continúe sien-
danas, poseedores de derechos y deberes que do urgente el ir decantándonos por aquellos
obligan a reconsiderar las acciones persona- mínimos desde los que entenderse para cons-
les y grupales, orientando el quehacer cívico truir un mundo mejor y más humano.
hacia un horizonte de desarrollo social y per- Estamos de nuevo ante la tarea de confi-
sonal que pueda proyectarse en máximos de gurar una educación orientada a la vida, de
vida buena y feliz. Y todo ello sin renunciar suerte que las personas se sientan llamadas
a superar los fundamentos de la “ética míni- a respetarla por la satisfacción que produce
ma” ya compartida, a modo de común deno- salvaguardar aquello a lo que se tiene un pro-
minador, independientemente de cuáles fue- fundo aprecio. Y en este ensayo, Adela Cor-
ren los credos de vida buena y los ideales de tina nos invita al cumplimiento de esta res-
felicidad. ponsabilidad, haciéndonos sabedores de lo
Se trata de realizar el proyecto de la ciu- necesario que todavía resulta abonar el ger-
dadanía sin desistir del deseo de ampliar el men de una “ética cívica”, convirtiendo la dig-
capital axiológico que delimita las fronteras nidad humana en un referente para recono-
del haber en valores que atesoran las socie- cernos como sujetos comprometidos con el
dades enriquecidas por una moral pública. ejercicio moral de las virtudes públicas que
No en vano, la “ética cívica cordial” apela al permitan forjar la cohesión de la comunidad.
tipo de reconocimiento mutuo que se propi- “Cosas todas ellas imposibles de lograr si no
cian los seres humanos cuando se atreven a es empezando desde la educación, empezan-
confrontarse con las voluntades de su razón do desde el comienzo a educar ciudadanos
y su corazón, aplicando la sabiduría necesa- auténticos, verdaderos sujetos morales, dis-
ria para llevar una vida prudente y decente. puestos a obrar bien, a pensar bien y a com-
Por supuesto, entre esos valores que mere- partir con otros acción y pensamiento”.
cen ser estimados y degustados habremos de Para la Pedagogía/Educación Social, todos
considerar el valor de la ciudadanía, como estos principios éticos constituyen consignas
condición, cualidad, capacidad, categoría, etc. irrenunciables, coherentes con el propósito
cuyo desarrollo es en sí mismo un acto “váli- de transitar, desde la situación de las perso-
do” y “valioso”. En realidad, porque la ciuda- nas erigidas en el centro del mundo hacia la
danía está cargada de un innegable valor, que formación de unas personas centradas en el
se expresa en términos de bienestar social y mundo. A partir de sus perspectivas científi-
personal, calidad de vida y prácticas cotidia- cas, disciplinares y profesionales, el quehacer
nas de creatividad social. Pero también, y pedagógico-social en el terreno de los valores
sobre todo, porque la inclusión en la ciuda- está llamado a actualizar el objetivo orte-
danía facilita el acceso a formas de integra- guiano de “ordenar el mundo desde el punto
ción cívica y social que permiten incorporar de vista de la vida”. No en vano, ésta es una
al proyecto colectivo de la comunidad a quie- ciencia social que, entre muchas otras liga-
nes permanecen en sus afueras. duras, también comparte saberes con los fun-
Gracias a esta ambición ciudadana aspi- damentos de la bioética, en tanto que ética
ramos a hacer posible lo deseable, afanándo- de la vida.
nos en erradicar las pobrezas, vencer las vul- En este sentido, el trazado de una carto-
nerabilidades, superar los desequilibrios y grafía para “nuestro futuro común” implica-
armonizar la insensatez que altera nuestra rá necesariamente a la Pedagogía Social en la
existencia. No en vano, el significado de la empresa de educar en la ciudadanía, al obje-
ciudadanía, como balance entre el “minima- to de dignificar la convivencia colectiva y rea-

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nimar el latido de la democracia. A tal fin, uno Por tales motivos cabe asumir el com-
de los desafíos para el proyecto de crear con- promiso educativo y social de “acondicionar
diciones pedagógicas y sociales consistirá pre- el mundo para hacerlo habitable”, mediante
cisamente en señalar lo saludable que resul- prácticas de construcción de la ciudadanía
ta aprender a vivir la política en el terreno de que no podrán situarse al margen de los valo-
lo cotidiano, sin obviar que ésta es una de esas res que proyecten; y que, en consecuencia,
formas de vida no exentas de contradiccio- habrán de ser propuestas acordes en sus for-
nes, tanto en el espacio público como en el matos, contenidos, procedimientos, métodos,
ámbito privado. recursos, etc. Por ello, la práctica pedagógica
El reto de animar la democracia, activan- y social no podrá sustraerse de la tarea de
do el protagonismo de la ciudadanía en la “educar en la ciudadanía”; a la luz de criterios
conquista de los derechos políticos, cívicos, de naturaleza ética y moral que promuevan
económicos, sociales y culturales… es una la inserción social de las personas en sus con-
incumbencia pedagógica con consecuencias textos vitales, al tiempo que lo hagan com-
directas en la democratización de los pro- patible con la transformación de su cotidia-
yectos educativos, tanto como en la realiza- nidad.
ción de proyectos democráticos. Por eso, la formación de ciudadanos com-
Lo primero implica adoptar un proceder prometidos, a través del pleno ejercicio de los
democrático del que aprender las claves para derechos y de las responsabilidades asocia-
participar en la sociedad en igualdad de con- dos a los valores constitutivos de la ciudada-
diciones, con la voluntad de imprimir a todas nía, deberíaa ser el mayor de los proyectos de
las acciones un inequívoco sello de entendi- toda sociedad que aprecie su legado demo-
miento y cooperación. Lo segundo requiere crático. En último término, a ello se debe la
decantarse más directamente por formular Pedagogía Social. Y, entre otras suertes, ello
alternativas que permitan aprender a convi- se debe también a la Pedagogía Social.
vir en medio de las turbulencias que deses-
tabilizan las certidumbres democráticas, tales
como las violencias, las marginaciones, las Pablo Montero Souto
pobrezas, las injusticias, etc. UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE COMPOSTELA

Vejez, autonomía o dependencia, pero con calidad de vida


Pérez Cano, V.; Malagón Bernal, J. L., y Amador Muñoz, L.
2006. Sevilla. Dykinson

E
stamos tan preocupados por los con- Hace unos años, nuestros padres o abue-
flictos que aparecen día a día en los los vivían, en muchas ocasiones, con sus
medios de comunicación (guerras, vio- hijos, hermanos solteros, padres y cualquier
lencia de género, maltrato infantil, pobreza, otro familiar que no pudiese vivir indepen-
etc.) que nos olvidamos de los que tenemos dientemente o valerse por sí mismos. La ju-
más cercanos. Los jóvenes piensan en ellos ventud de ahora no piensa en cuidar a sus
mismos y los adultos piensan en sus hijos, padres, y mucho menos a sus abuelos, ya que
pero ¿quién o quiénes piensan en las perso- esta tarea se considera “una carga”, resulta
nas mayores? Ellos piensan en sus hijos, en pesado ir a visitar a la familia dejando a los
sus nietos, en sus parejas y en ellos mismos, amigos y amigas detrás, vivimos con prisas,
pero en muchas ocasiones hay poca gente que estamos siempre corriendo para llegar a los
se acuerden de ellos. sitios, se ha acabado esa tranquilidad y so-

[ 164 ] reseñas bibliográficas (Pág. 155-167)


sips - revista interuniversitaria de pedagogía social (issn-1139-1723) nº 15 - marzo 2008 • tercera época
Educación moral
y ciudadanía

Ética y
Deontología
Profesional

1
Educación moral y ciudadanía
El tema de la injerencia de la ética en la educación experimentó un gran
despliegue en los últimos años, fundamentalmente, gracias a los aportes
de Adela Cortina. La autora toma como punto de partida la ética kantiana y
realiza un importante recorrido por la ética dialógica para acercarnos el
concepto de ética cordial.

Para Cortina (2007), profesora de Ética y Filosofía Política de la Universidad


de Valencia, hablar de educación moral implica pensar una educación
basada en la razón sentimental, es decir, una enseñanza que recupera el
legado del pensamiento ético de la Antigüedad. En esta época se creía que
la ética forja el carácter, precisa entrenamiento, como lo haría un
deportista apasionado, que reconoce la importancia de una ética cordial
para modelar facultades y emociones, y nos transforma en personas y
ciudadanos capaces de apreciar la vida desde un profundo sentido de
justicia, dignidad y compasión.

La educación moral, instrumento indispensable para la formación del


carácter, debe concebirse como un valor en sí mismo. Esa formación es
esencial para alcanzar una moral alta, que debe cultivarse a lo largo de
toda la vida con firmeza y entrega, porque nadie puede arriesgarse a decir:
mi moral ya está concluida. Estar altos de moral no es un indicador de
impecabilidad, optimización de recursos, afán desmedido de triunfo,
negación de las emociones ni conciencia fiscalizadora, útil y adaptativa
para una concepción depredadora de la vida. Todo lo contrario: pensar
desde lo más simple es el mejor camino para revelar su significado.

A todos nos interesa estar altos de moral porque el que está


alto de moral tiene ganas de emprender tareas, de enfrentar
los retos vitales y de convertir los problemas en
oportunidades de crecimiento. ¿Y hacia dónde hay que
forjarse ese carácter? Hacia la toma de decisiones que sean
justas y felicitantes… el carácter se va forjando mediante la
toma de decisiones justas y felicitantes para ir encarnando
en la vida un conjunto de valores positivos. Estos valores
sirven para condicionar el mundo y hacerlo habitable. A fin
de cuentas, igual que uno acondiciona su casa, los valores de
justicia, prudencia, y solidaridad, son valores que nos
permiten acondicionar nuestro mundo y hacerlo habitable.
Es impensable un mundo humano en el que nunca se
hablara de justicia, solidaridad e igualdad. Un mundo sin

2
valores sería un mundo inhumano que no nos podemos
representar. (Cortina, 2007, p. 28).

Estamos altos de moral cuando nos sentimos capaces de convivir con un


sentido de responsabilidad constructivo, que nos permite crecer como
personas, salvaguardar nuestra integridad y la de los demás, colaborar de
forma honesta y con entusiasmo y poseer una gran sensibilidad para sentar
las bases de la confianza necesarias para empoderar a las personas y sus
capacidades. Así, una educación moral basada en la razón sentimental es
aquella que apunta al desarrollo de una sensibilidad que expande nuestro
crecimiento personal y el de los demás.

Por todo lo mencionado anteriormente, Cortina (2007) defiende la idea de


que la ética debe enseñarse y que es fundamental cultivar la determinación
de forjarnos un carácter con un sentido irrevocable para orientar nuestra
existencia a la realización de un mundo más humano. Esto requiere de una
ética cordial, que esté fundada en la importancia del reconocimiento
mutuo, es decir, el reconocimiento del otro no solo como un interlocutor
válido, sino también como un ser que se sabe vinculado con la vida, sus
propias acciones, sus deseos y sus necesidades y tiene capacidad para
apropiarse de sí mismo y no expropiarse (Cortina, 2007). Esa capacidad no
se construye en la autosuficiencia ni desde una mirada individualista, ya
que el potenciador básico del empoderamiento es la intersubjetividad.

La educación moral es una educación cívica. Esto significa que se aprende


cómo ser ciudadano. Los valores constitutivos de la ciudadanía se ejercitan,
es decir, también requieren entrenamiento y perseverancia. Están
inmersos en la afirmación de un sentido de compromiso abierto al diálogo,
la reducción de las desigualdades, el potenciamiento del respeto por los
demás y la participación responsable en decisiones que se orientan al logro
de una convivencia más pacífica y solidaria.

Camps (2011) afirma que hay tres valores básicos que deben guiar el
desarrollo de las actitudes cívicas:
 la responsabilidad;
 la tolerancia;
 la solidaridad.

Desde esta mirada clave de la ética cívica, el civismo hace referencia


concretamente a un conjunto de capacidades que las personas emplean
para desarrollar su quehacer diario en comunidad como sujetos activos en
la instauración y el respeto de normas de convivencia pacífica.

3
La práctica ética no puede sustraerse de la tarea de educar en la
ciudadanía:

El civismo responde a una idea básica: es necesario que las


personas se respeten unas a otras; y hay que respetar las
cosas que son de todos para que todos las puedan disfrutar
cuando las necesitan. En las campañas de civismo que
acostumbran a promocionar los gobiernos locales, se insiste
mucho en los aspectos más externos del respeto debido a
las personas y a las cosas públicas. Se propugna el
mantenimiento de una ciudad limpia, sin ruidos, sin
alborotos violentos, una ciudad que reprima las actitudes
racistas y xenófobas, una ciudad amable en el más amplio
sentido de la palabra. Eso está bien, pero el fondo de la
cuestión no consiste sólo en hacer que una ciudad sea más
habitable, sino en que las personas adecuen su manera de
ser –su carácter o ethos, decían los griegos– a las
condiciones de la vida en común. Es decir, que asuman unos
cuantos valores como fundamentales, pero no sólo
formalmente, sino de verdad. (Camps, 2011, p. 19).

Figura 1: Educar en la ciudadanía

Fuente: Strummer, s. f., https://goo.gl/sCTxDc

4
Referencias
Camps, V. (2011). El sentido del civismo. Civismo: las claves de la
convivencia (6), 15-21. Recuperado de
http://educadoressinfronteras.mx/centro-info-biblioteca/sentido-
civismo.pdf

Cortina, A. (2007). Jóvenes, valores y sociedad siglo XXI. Proyecto. Revista


trimestral de la asociación proyecto hombre (63), 27-38. Recuperado de
http://www.proyectohombre.es/archivos/19.pdf

Strummer, I. (Uploader). (s. f.). Suiza [fotografía]. Recuperado de


http://fotorecurso.com/image/2o

5
1

Adela Cortina - España


Universidad de Valencia
Etica discursiva y Educación en valores

1. El ámbito de la ética aplicada


El ámbito en que se planteará esta reflexión es el de la ética, es decir, el de la filosofía
moral, en el doble nivel que la constituye: el nivel de la fundamentación de los principios
morales y el de la aplicación a la vida cotidiana de los principios hallados. Ambas partes de la
ética son sin duda inseparables y ésta es la razón por la que no prescindiremos de ninguna de
ellas, pero conviene advertir desde el comienzo que nuestro trabajo se referirá muy
especialmente a lo que con mayor o menor fortuna ha dado en llamarse "ética aplicada" y que
1
hoy está ciertamente de moda .
La ética aplicada se ocupa de reflexionar sobre la presencia de principios y orientaciones
morales en los distintos ámbitos de la vida social y constituye de algún modo la aplicación de
una moral cívica a cada uno de esos ámbitos; de ahí que existan desde una ética política hasta
una de la información, pasando por una ética de la economía y la empresa, una ética de la
educación y una ecológica, pero también la bioética o la GenÉtica. Todas ellas arrojan hoy una
abundante bibliografía y tienen, entre otras cosas, de novedoso el hecho de ser inevitablemente
interdisciplinares.
En efecto, la "interdisciplinariedad", ese término que todos nombran en el campo
educativo y nadie practica, es esencial en las distintas esferas de la ética aplicada, porque
pasaron los tiempos "platónicos", en los que parecía que el ético descubría unos principios y
después los aplicaba sin matizaciones urbi et orbe. Más bien hoy nos enseña la realidad a ser
muy modestos y a buscar junto con los especialistas de cada campo qué principios se perfilan en
él y cómo deben aplicarse en los distintos contextos. La interdisciplinaridad no es, entonces, una
moda, sino una necesidad.
Por otra parte, no deja de ser interesante, tras haber expuesto una teoría ética, practicar la
ética-ficción, como hace A. MacIntyre, e imaginar qué mundo resultaría de su puesta en vigor.

1
Para el estatuto de la ética aplicada y su modulación en los distintos ámbitos sociales,
incluído el educativo, ver: A. Cortina, Ética aplicada y democracia radical, Madrid, Tecnos,
1993; A. Cortina y D. García-Marzá (eds.), Razón pública y éticas aplicadas, Madrid, Tecnos,
2003.
1

Esta sería, a mi juicio, la "prueba del 9" de una teoría moral. Es, pues, en este terreno de la ética,
y muy especialmente de la ética aplicada a la educación, en el que se sitúa esta ponencia.

2. La forja de una ética cívica


La ética es filosofía moral, es decir, aquella parte de la filosofía que reflexiona sobre el
2
hecho innegable de que exista una dimensión en los hombres llamada "moral" . De igual modo
que la filosofía de la ciencia, de la religión o del arte se ocupan de estos objetos que los
filósofos no han creado, tiene la ética por objeto el fenómeno de la moralidad, e intenta
desentrañar en qué consiste y si hay razones para que exista: le preocupan, pues, su
conceptualización y fundamentación.
En este sentido, la ética es quehacer de expertos, de filósofos en este caso, que utilizan
para llevarlo a cabo métodos filosóficos (empírico racional, trascendental, fenomenológico,
hermenéutica) y no pueden adjudicarle apellidos no filosóficos, como "civil" o "religiosa". Tales
apellidos convienen, por el contrario, a la moral, que forma parte de la vida cotidiana, de eso
que se ha dado en llamar el "mundo de la vida", de suerte que cabe decir con Apel que, en lo
que respecta a los contenidos morales, ostenta la primacía el mundo de la vida, mientras que en
3
el ámbito de la fundamentación racional, es la ética quien ostenta la primacía .
Si acudimos a la vida cotidiana, encontraremos distintas morales que van configurando
el vivir de los hombres. Algunas son religiosas, es decir, apelan expresamente a Dios para dar
sentido a sus propuestas, y podemos decir que han sido y son numerosas; otras, por el contrario,
no hacen tal apelación expresa, y son, por tanto, morales seculares, de entre las cuales podemos
destacar para nuestros propósitos la moral civil. A diferencia de las morales religiosas, que
tienen una larguísima historia, la moral cívica es relativamente reciente, ya que tiene su origen
en una positiva experiencia, vivida a partir de los siglos XVI y XVII en Europa: la de que es
posible la convivencia entre ciudadanos que profesan distintas morales religiosas o ateas,
siempre que compartan unos mínimos axiológicos y normativos; precisamente el hecho de
4
compartir esos mínimos permite la convivencia de los máximos .

2
J.L. Aranguren, Ética, en Obras Completas, Madrid, Trotta, II., pp. 159-502.

3
K.O. Apel, Estudios éticos, Barcelona, Alfa, 1986, p. 79.
4
A. Cortina, Ética mínima, Madrid, Tecnos, 1986; Ética aplicada y democracia radical,
1

La moral cívica consiste, pues, en unos mínimos compartidos entre ciudadanos que
tienen distintas concepciones de hombre, distintos ideales de vida buena; mínimos que les
llevan a considerar como fecunda su convivencia. Precisamente por eso pertenece a la "esencia"
misma de la moral cívica ser una moral mínima, no identificarse en exclusiva con ninguna de
las propuestas de grupos diversos, constituir la base del pluralismo y no permitir a las morales
que conviven más proselitismo que el de la participación en diálogos comunes y el del ejemplo
personal, de suerte que aquellas propuestas que resulten convincentes a los ciudadanos sean
libremente asumidas, sean asumidas de un modo autónomo. Por eso carece de sentido presentar
como alternativo el par "moral cívica/moral religiosa", ya que tienen pretensiones distintas y, si
cualquiera de ellas se propusiera "engullir" a la otra, no lo haría sino en contra de sí misma.

3. Eticas de máximos y éticas de mínimos.


En el amplio panorama de las éticas contemporáneas conviene hacer una distinción que,
no sólo resulta sumamente fecunda, sino que nos permite entender mejor la naturaleza de la
5
ética cívica: la distinción entre éticas de máximos y éticas de mínimos .
Las primeras tratan de dar razón del fenómeno moral en toda su complejidad y por eso
entienden la moral como el diseño de una forma de vida felicitante. Se trata del tipo de éticas
que entienden lo moral desde un imperativo hipotético que diría: "si quieres ser feliz, entonces
debes..."; de suerte que la pregunta "¿por qué debo?" vendría respondida por la obviedad:
porque es el modo de alcanzar la felicidad, si quieres hacerlo. Habida cuenta de que todos los
hombres quieren ser felices, los mandatos se convierten en cuasi-categóricos.
Ocurre, sin embargo, que entonces hemos dado por supuesto que la pregunta por el
fundamento de lo moral es la pregunta "¿por qué debo?", suposición totalmente infundada ya
que el femómeno moral es mucho más amplio que el ámbito del deber. En buena ley estas éticas
de máximos deberían preguntarse, no "¿por qué hay que ser feliz?", ya que esto sería
preguntarse por la finalidad del fin último de la vida humana, sino "¿cómo hay que ser feliz? Y
la respuesta no puede referirse al fundamento -"¿por qué?"-, sino al modo de serlo.
Las éticas de máximos son, por tanto, éticas consiliatorias, que invitan o dan consejos

caps. 11, 12 y 13; J. Rawls, El liberalismo político, Barcelona, Crítica, 1996, Introducción.
5
A. Cortina, Ética mínima; El mundo de los valores. Ética y educación, Santafé de Bogotá,
El Búho, 1997; Alianza y Contrato, Madrid, Trotta, 2001.
1

desde la experiencia vivida en primera persona o desde la experiencia heredada de quienes


merecen confianza. Por eso en ellas son importantes las aportaciones científicas y contar con la
ayuda de autoridades morales, es decir, de gentes a las que se cree porque se confía en su saber
y hacer. Si la vida es una unidad narrativa, en su hacerse son imprescindibles la experiencia pro-
pia y ajena, las aportaciones científicas y la autoridad de personas y tradiciones. Por eso son
éstos ingredientes ineliminables de una moral de máximos.
Por lo que hace a la moral cívica, se encuadra en el contexto de las morales de mínimos,
es decir, de aquellas morales que únicamente proponen los mínimos axiológicos y normativos
compartidos por la conciencia de una sociedad pluralista, desde los que cada quien debe tener
plena libertad para hacer sus ofertas de máximos y desde los que los miembros de esa sociedad
pueden tomar decisiones morales compartidas en cuestiones de ética aplicada.
La moral cívica es hoy un hecho. No porque los ciudadanos de las democracias
pluralistas respeten de hecho los derechos humanos y los valores superiores de las
constituciones democráticas. La moral -conviene recordarlo- no debe confundirse con lo que de
hecho sucede, sino con la conciencia de lo que debería suceder. La moral se ocupa de lo que
debe ser y desde ese deber ser critica lo que sucede. Y desde esta perspectiva es un hecho que en
las sociedades pluralistas se ha llegado a una conciencia moral compartida de valores como la
libertad, la tendencia a la igualdad y la solidaridad, como el respeto a los derechos humanos de
primera y segunda generación y, en muy buena medida, de la tercera. Una conciencia que va
6
conformando ya una "ética cívica transnacional" . Estos valores y derechos sirven como orien-
tación para criticar actuaciones sociales y para revisar la moralidad de las instituciones que
organizan la vida común, sean o no políticas.
Precisamente porque estos valores son los que dan sentido compartido a la existencia de
las mencionadas instituciones, pueden ser éstas criticadas cuando no los encarnan debidamente.
Precisamente porque estos valores campean en las constituciones democráticas y legitiman la
obligación política, puede el derecho positivo ser reformado desde una orientación moral.
A mayor abundamiento, en los distintos ámbitos sociales van descubriéndose
paulatinamente unos principios morales específicos que, precisamente por ser compartidos,
permiten a los agentes de los distintos campos tomar decisiones compartidas en los casos

6
A. Cortina, "El quehacer público de las éticas aplicadas: Ética cívica transnacional", en
A. Cortina y D. García-Marzá, Razón pública y éticas aplicadas, Madrid, Tecnos, 13-44.
1

concretos, aunque las razones que apoyen tales valores -las premisas de las que los valores son
conclusión- sean diferentes. Rastrear principios semejantes es, a mi juicio, una de las grandes
tareas de nuestro tiempo y vamos a intentarla en lo que sigue en el caso de la educación moral.

4. Los fundamentos éticos de la moral cívica.


De entre las distintas propuestas éticas de fundamentación de lo moral, dos son las
corrientes capaces de dar razón de una moral cívica dotada de las características que hemos
reseñado: el liberalismo político que con tanto acierto ha diseñado Rawls, entre otros, y la ética
del discurso, creada en los años 70 por Apel y Habermas y que goza ya de una implantación
7
mundial . Uno y otra reconocen sin ambages que su más claro precedente ético es la ética
formalista, deontológica, universalista y mínima de Kant, que son "éticas kantianas". Las
diferencias existentes entre ellas proceden sobre todo del método filosófico empleado y, en
consecuencia, del tipo de fundamento al que llegan.
En el caso de Kant, el método es el trascendental, que tiene sus dificultades en el campo
práctico porque su modelo de deducción trascendental tiene como referente el conocimiento
científico de experiencia y no una experiencia no empírica8. El punto de llegada -no de

7
Para la ética del discurso ver, entre nosotros, A. Cortina, Razón comunicativa y
responsabilidad solidaria, Salamanca, Sígueme, 1985; J. Conill, El enigma del animal fantásti-
co, Madrid, Tecnos, 1991; J. De Zan, "Pragmática del lenguaje y racionalidad comunicativa", en
Buenos Aires, Stromata, 1989; M.J. Bertomeu, "Ética aplicada y problemas de aplicación en
ética", en Revista Latinoamericana de filosofía, vol. XVIII, nº 2 (1992), pp. 353-364; G. Hoyos
y G. Vargas, La teoría de la acción comunicativa como nuevo paradigma de investigación en
ciencias sociales, Bogotá, ICFES, 1997; D. Michelini, "Ética discursiva y legitimidad demo-
crática" en K.O. Apel, A. Cortina, J. De Zan y D. Michelini (eds.), Ética comunicativa y
democracia, Barcelona, Crítica, 1991, pp. 320-342; R. Maliandi, Volver a la razón, Buenos
Aires, Biblo, 1997; J. Muguerza, Desde la perplejidad, Madrid, F.C.E., 1991; D. García Marzá,
Ética de la justicia, Tecnos, Madrid, 1992; D. Blanco, J.A. Pérez Tapias y L. Sáez (eds.),
Discurso y realidad, Madrid, Trotta, 1994; el número monográfico 183 de la revista Anthropos
(1999), sobre "Karl-Otto Apel. Una ética del discurso o dialógica"; J.C. Siurana, Una brújula
para la vida moral, Granada, Comares, 2003.
8
A. Cortina, "Estudio Preliminar" a I. Kant, La Metafísica de las Costumbres, Madrid,
Tecnos, 1989, XV-XCI.
1

fundamentación trascendental, por cuestiones metodológicas- es la autonomía de cada ser


racional. Frente al resto de la creación, los seres racionales son capaces de darse sus propias
leyes, hecho por el cual tienen un valor en sí, es decir, un valor absoluto en sentido moral y, en
consecuencia, no se les puede utilizar como medios con vistas a fines egoístas porque son en sí
mismos fines9. La fundamentación kantiana de lo moral sufre una transformación en las otras
dos éticas a las que me he referido.
El método empleado por Rawls, aunque él mismo no le denomine método, es el
"equilibrio reflexivo", un método hermenéutico-coherencial, que parte del hecho de que ya
existe en los países democráticos occidentales un "consenso solapante" entre distintas
posiciones, creyentes y no creyentes, que -como hemos dicho- comparten determinados valores.
La tarea del filósofo consistirá entonces -cree Rawls- en ayudarnos a comprender mejor lo que
ya compartimos, y propone con tal fin rastrear en nuestras tradiciones cuál o cuáles darán mejor
razón de ello, para pasar después a configurar conceptualmente con su ayuda un modelo que
pueda devolverse a la sociedad para llevar a cabo la "tarea social práctica" de reforzar sus
convicciones morales.
La tradición encontrada será la contractualista de cuño kantiano y el concepto en torno al
cual gira la configuración aludida, el de "persona moral" en sentido kantiano. Es decir, el de un
ser dotado de autonomía, que tiene el derecho de decidir las leyes de su sociedad, pero a la vez
un ser inteligente que prefiere la cooperación al conflicto en la relación social.
10
No es posible entrar en los detalles del rawlsiano liberalismo político , que ha marcado
sin duda nuestra época en el campo de la filosofía práctica, sino sólo destacar el método
empleado para mejor comprender y reforzar ese consenso mínimo, que compone una moral
cívica, método que no pretende tener fuerza metafísica, sino sólo política.
Por su parte, la ética discursiva pretende ir más lejos porque, a su entender, el método
trascendental filosófico puede acceder a la entraña de los tipos humanos de racionalidad y
descubrir en ella que no sólo existe una racionalidad estratégica, que preside las relaciones
sociales, sino una comunicativa, que ofrece base racional suficiente para lo que yo llamaría una

9
I. Kant, Grundlegung zur Metaphysik der Sitten, IV, cap. 2.
10
J. Rawls, El liberalismo político; Collected Papers, Cambridge, Harvard University
Press, 1999; La justicia como equidad. Una reformulación, Barcelona, Paidós, 2002.
1

11
"moral cívica dialógica" . El método empleado es entonces la reflexión trascendental, aplicada
a un hecho incontrovertible: el hecho de que realicemos acciones comunicativas o bien el hecho
de la argumentación. Reflexionando sobre él trascendentalmente descubrimos el carácter
dialógico de la razón humana que, para descubrir la corrección de las normas morales, se ve
obligada a establecer un diálogo presidido por unas reglas lógicas y, en último término, por un
principio ético procedimental, que viene a decir: "una norma sólo será correcta si todos los afec-
tados por ella están dispuestos a darle su consentimiento tras un diálogo, celebrado en
condiciones de simetría, porque les convencen las razones que se aportan en el seno mismo del
diálogo".
Naturalmente este principio se refiere a una situación ideal de diálogo, que constituye un
presupuesto contrafáctico pragmático del habla cuando realizamos una acción comunicativa,
viniendo entonces a ser un idea regulativa, que proporciona una dirección para la acción y un
canon para la crítica de nuestras realizaciones concretas.
Cada afectado, entonces, se nos presenta ahora como un sujeto autónomo en la medida
en que tiene autonomía para elevar pretensiones de racionalidad con cada acción comunicativa y
en la medida en que tiene autonomía para rechazar las pretensiones elevadas por otros
interlocutores. Con lo cual se nos presenta como un interlocutor válido, como alguien que debe
ser tenido en cuenta de modo significativo a la hora de decidir normas que le afectan. De modo
que cualquier norma que se decida sin tener en cuenta a todos los afectados por ella es inmoral.
Y todos los afectados son, no sólo los que pueden participar en los diálogos, sino todos aquellos
en quienes la decisión tendrá repercusiones: material y culturalmente pobres, generaciones
futuras. De ellos se debe intentar, no sólo tener en cuenta sus intereses, sino posibilitar que los
expongan y defiendan ellos mismos siempre que sea posible. Lo cual obliga -a mi juicio- a
comprometerse en la elevación del nivel material y cultural de cada interlocutor virtual para que
pueda participar personalmente en los diálogos.
La fundamentación racional que ofrece la ética discursiva es, a mi juicio, la más acabada
filosóficamente para dar cuenta de una moral cívica como la que ha llegado a configurarse en

11
K.O. Apel, La transformación de la filosofía, Madrid, Taurus, 1985, vol. II, pp. 341-413;
K.O. Apel. Verdad y responsabilidad, Barcelona, Paidos, 1991; J. Habermas, Conciencia moral
y acción comunicativa, Barcelona, Península, 1985; La inclusión del otro, Barcelona, Paidós,
1999.
1

nuestras sociedades a través de un largo proceso histórico de evolución social, precisamente por
la superioridad de su construcción teórica frente a otras. Pero además de ella se desprenden con-
ceptos tan valiosos para dirigir la acción común como el de persona, entendida como ese
interlocutor al que hay que escuchar a la hora de decidir normas que le afectan, compromiso en
la elevación del nivel material y cultural de los afectados por las decisiones, libertad de los
interlocutores, entendida como autonomía, solidaridad, sin la que un individuo no puede llegar a
saber siquiera acerca de sí mismo, aspiración a la igualdad, entendida como simetría en el
diálogo, y realización de todos estos valores en la comunidad real en que vivimos, abierta a la
comunidad humana universal.

5. Los metas de la educación: ¿individuos hábiles o personas íntegras?


La educación moral ha planteado desde antiguo un buen número de problemas, de los
cuales tal vez el más antiguo, al menos en la civilización occidental, consista en la clásica
pregunta por el aprendizaje de la virtud: ¿puede enseñarse la virtud? ¿puede enseñarse, en suma,
el comportamiento moral?
Sin duda es ésta una pregunta para la que hoy todavía carecemos de respuestas
palmarias, pero lo curioso no es tanto la permanencia del problema, propia de todas las cues-
tiones clásicas, como el hecho de que hoy en día aquellos "a quienes corresponde" parecen
haber sustituído la ancestral pregunta "¿es posible enseñar la virtud?" por una bastante más
ramplona: ¿vale la pena enseñarla?
La metamorfosis de la pregunta parece obedecer a uno de los "signos de los tiempos" -el
del progreso técnico y su creciente complejidad-, que lleva a padres y responsables políticos de
la educación a convencerse de que más vale transmitir a los jóvenes cuantas habilidades
técnicas sean capaces de asimilar para poder "defenderse en la vida" y alcanzar un nivel elevado
de bienestar. El triunfo de la razón instrumental, que Adorno y Horkheimer detectaran, parece
ser un hecho indiscutible, y además con repercusiones en el campo político, ya que la distinción
entre países pobres y ricos no guarda ya relación con la riqueza de los recursos naturales, sino
con la capacidad tecnológica.
Razones como éstas parecen, pues, hacer aconsejable una educación en destrezas
técnicas, que harán apto al individuo concreto para alcanzar un grado de bienestar y, a la vez,
permitirán configurar un país con un grado de desarrollo elevado. Teniendo en cuenta siempre
que el potencial tecnológico parece aumentar las posibilidades sociales de libertad y bienestar.
1

Ciertamente, los pedagogos "concienciados" gustan de escandalizarse ante estos


proyectos de educación tecnológica, pero es menester ir más allá del escándalo y la protesta, y
reflexionar. En primer lugar, porque es preciso transmitir habilidades y conocimientos, ya que
una sociedad bien informada tiene mayor capacidad de aprovechar sus recursos materiales, es
menos permeable al engaño que una sociedad ignorante, y puede ofrecer alternativas al actual
proceso de globalización. Pero, en segundo lugar, conviene reflexionar porque maestros, padres
y políticos -en suma, nuestra sociedad- tienen que plantearse en serio la pregunta: ¿vale la pena
enseñar a comportarse moralmente? ¿creemos que vale la pena -por decirlo en el lenguaje clási-
co- enseñar la virtud? En realidad, la transformación de la pregunta "¿es posible enseñar la vir-
tud?" en la pregunta "¿vale la pena enseñarla?" no es tan reciente como pudiera parecer. Como
muestra podemos recordar al menos aquellas palabras de la Grundlegung:
"En la primera juventud nadie sabe qué fines podrán ofrecérsenos en la vida; por eso los
padres tratan de que sus hijos aprendan muchas cosas y se cuidan de darles habilidad para el uso
de los medios útiles a toda suerte de fines cualesquiera, pues no pueden determinar de ninguno
de éstos que no ha de ser más tarde un propósito real del educando, siendo posible que alguna
vez lo tenga por tal; y este cuidado es tan grande, que los padres olvidan por lo común reformar
y corregir el juicio de los niños sobre el valor de las cosas que pudieran proponerse como
12
fines" .

Vemos, pues, que el afán por educar en toda suerte de habilidades técnicas no es
precisamente nuevo y que ya Kant se lamentaba de que los padres se preocuparan más por hacer
a sus hijos diestros que por invitarles a la moralidad, es decir, a la valoración de los fines
últimos.
Sin embargo, no es ésta la única razón por la que la pregunta por el aprendizaje de la
virtud ha podido quedar trasnochada. Cualquier padre y educador responsable sabe que para
"defenderse en la vida" más le vale al niño hacerse con otro tipo de habilidad técnica,
antiquísima por otra parte: la habilidad de situarse bien socialmente. Consiste tal aptitud, como
es sabido, en aprender desde la escuela a entablar buenas relaciones con los niños mejor
situados, dejando a su suerte a los que no puedan prestar una ayuda para el ascenso social. Con
ello irá el tierno infante tejiendo una tramita de relaciones, que crecerá en densidad con el

12
I. Kant, Grundlegung zur Metaphysik der Sitten, IV, 415.
1

tiempo inevitablemente, porque ya desde niño habrá adquirido lo importante: la aptitud para
tejerla.
Dígase lo anterior con amargura o con alegría, lo bien cierto es que es ésta una cuestión
previa a todo intento de educación moral: ¿está convencida nuestra sociedad de que vale la pena
emprenderla, o un individuo dotado de destreza técnica y social ha adquirido sobradamente
cuanto precisa, no sólo para defenderse en la vida, sino para triunfar en ella?, ¿no está actuando
irresposablemente cualquier educador -padre o maestro- que intente dejar al niño como herencia
una invitación a la reflexión sobre fines y valores últimos, es decir, sobre la moralidad?
En una civilización como la nuestra, en que la lucha por la vida sólo permite sobrevivir
a los técnica y socialmente diestros, es una pregunta anterior a toda otra en el terreno de la
educación moral la de si creemos en serio que merece la pena, a pesar de todo, enseñar a
apreciar aquellos valores por los que pareció luchar la Modernidad: la libertad -entendida como
autonomía, la igualdad, la solidaridad o la imparcialidad.

6. Educar en valores en una sociedad democrática y pluralista


Pero además de intentar dar una respuesta a una pregunta como la formulada, hay otra
tarea que debe emprender cualquier educador deseoso de determinar qué tipo de educación
moral es apropiado para construir una sociedad democrática: la de tratar de dilucidar en qué
consiste una auténtica democracia. Porque, aunque es éste un tema que ha originado ríos de
tinta, no parecen tomarlo en cuenta quienes organizan la vida social, sino darlo por supuesto. Y
no es de espíritus críticos y responsables, sino de espíritus dogmáticos, dar por supuesto lo que
prácticamente nadie tiene claro, en este caso qué tipo de democracia queremos construir.
En principio de ley es admitir que no existe un único modelo de democracia y éste será
13
un dato ya importante para tomar conciencia de la dificultad del tema . Pero además tendremos
que averiguar cuál de los modelos posibles es moralmente deseable y técnicamente viable;
pesquisa que no puede llevarse a cabo -a mi juicio- si no es imaginando qué tipo de hombre

13
C.B. Macpherson, La democracia liberal y su época, Madrid, Alianza, 1981; K.O.
Apel/A. Cortina/J. De Zan/D. Michelini, Etica comunicativa y democracia, Barcelona, Crítica,
1991; R.A. Dahl, La democracia y sus críticos, Barcelona, Paidós, 1992; La democracia,
Madrid, Taurus, 1999; D. Held, Modelos de democracia, Madrid, Alianza, 1992; La democracia
y el orden global, Barcelona, Paidós, 1997; A. Cortina, Ética aplicada y Democracia radical,
sobre todo I y II.
1

produce un modelo u otro y cuál de ellos nos parece que merece la pena propiciar.
Con lo cual invertimos el planteamiento del tema, porque no se trata entonces de indagar
qué tipo de educación moral hemos de fomentar para construir una sociedad democrática, como
si hubiera que poner a los individuos al servicio de un tipo de organización social, sino, por el
contrario, qué modelo de educación es menester adoptar para configurar una sociedad que
"produzca" un modelo de hombre deseable. A mi modo de ver, y frente a lo que Rorty propone,
las instituciones -incluyendo la educativa- han de estar al servicio de los individuos, y no
14
viceversa .
Ciertamente, resulta imposible en el breve espacio del que dispongo hacer un
seguimiento del tema más debatido hoy en día en el ámbito de la filosofía política, hecho por el
cual tendré que contentarme con resumir las conclusiones de lo tratado más ampliamente en
15
otro lugar : es imposible construir una sociedad auténticamente democrática contando
únicamente con individuos técnica y socialmente diestros, porque tal sociedad ha de sustentarse
en valores para los que la razón instrumental es ciega, valores como la autonomía y la solidari-
dad, que componen de forma inevitable la conciencia racional de las instituciones democráticas.
En relación con estos valores conviene precisar que entiendo por "autonomía" en este
contexto el ejercicio tanto de la "libertad de los antiguos" como de la "libertad de los
modernos", en el sentido de Constant; es decir, el derecho a gozar de un espacio de libre
movimiento, sin interferencias ajenas, en el que cada quien puede ser feliz a su manera, y
también el derecho a participar activamente en las decisiones sociales que me afectan, de suerte
que en la sociedad en que vivo pueda saberme "legislador". No lejos de estos conceptos, sino
estrechamente ligado a ellos, se encontraría el de libertad como "no dominación", que con tanto
empeño defiende Philip Pettit, caracterizando con él a la tradición republicana16.
Y entiendo "solidaridad" en un doble sentido: como la actitud personal dirigida a
potenciar la trama de relaciones que une a los miembros de una sociedad, pero no por afán

14
R. Rorty, "The Priority of Democracy to Philosophy", en M. Peterson y R. Vaughan (eds.),
The Virginia Statute of Religious Freedom, Cambridge, 1987.
15
A. Cortina, Ciudadanos del mundo, Madrid, Alianza, 1997, cap. 7.
16
Ph. Pettit, Republicanismo, Barcelona, Paidós, 1999; J. Conill y D. Crocker (eds.),
Republicanismo y educación cívica. ¿Más allá del liberalismo?, Granada, Comares, 2003.
1

instrumental, sino por afán de lograr con los restantes miembros de la sociedad un
17
entendimiento , y también como la actitud social dirigida a potenciar a los más débiles, habida
cuenta de que es preciso intentar una igualación, si queremos realmente que todos puedan
ejercer su libertad. En un mundo de desiguales, en que la desigualdad lleva a la dominación de
unos por otros, sólo políticas que favorezcan la igualación de oportunidades pueden tener legiti-
midad.
A mi juicio, una auténtica democracia sólo es posible sobre la base del fomento de la
autonomía y la solidaridad, valores para los que la racionalidad instrumental, experta en
destrezas, es totalmente ciega. Por eso deberíamos preguntarnos antes de entrar en otras
cuestiones si lo que querenos realmente son individuos diestros, que saben manejarse para
lograr su bienestar, o individuos autorrealizados, porque no es lo mismo el bienestar que la
autorrealización. Para lograr el primero basta con las destrezas, para conseguir la segunda, es
necesaria una educación moral, en el más amplio sentido del término "moral".

7. Modos de entender lo moral


Lo moral acompaña a la vida de los hombres y ha ido siendo captado por la reflexión
filosófica desde distintas dimensiones. Para una filosofía del ser, que tiene en la ontología y en
la antropología filosófica su mayor peso, una dimensión del hombre recibirá el nombre de
dimensión moral; para una filosofía de la conciencia, como la inciada en la Modernidad, una
forma peculiar de conciencia será moral; para una filosofía que haya aceptado el giro
lingüístico, existe un tipo de lenguaje al que llamamos "lenguaje moral". Precisamente porque
este lenguaje a nadie resulta incomprensible, podemos decir con G.H. Warnock que el término
"amoralismo" es vacío.
Desde estas perspectivas ha ido la ética extrayendo conclusiones sobre la naturaleza de
lo moral que, a mi juicio, podrían esquematizarse diciendo que la realización moral de los
hombres, a la altura de nuestro tiempo, ha de tener en cuenta al menos tres acepciones de lo
moral:
l) Lo moral puede entenderse, siguiendo una tradición hispánica, representada ante todo
por Ortega y Aranguren, como la formación del carácter individual, que lleva a los individuos a

17
J. Habermas, "Justicia y solidaridad", en K.O. Apel, A. Cortina, J. De Zan, D. Michelini,
Etica comunicativa y democracia, Barcelona, Crítica, 1991, 175-208.
1

adoptar ante la vida un estado de ánimo determinado: a tener la moral alta, o bien a estar
18
desmoralizado ante los retos de la vida .
En este nivel resulta fundamental para un individuo, como también para las sociedades,
tener un proyecto vital propio de autorrealización -o de felicidad, si queremos decirlo así- y con-
fianza suficiente en sí mismo como para intentar llevarlo a cabo. Cuantos trabajos se lleven a
cabo en el terreno de la enseñanza en la línea del autoconcepto, con vistas a fomentar la
autoestima de los individuos, serán siempre pocos. Porque entre un altruísmo mal entendido,
que exige del individuo el olvido de sí mismo, y un egoísmo exacerbado, que lleva al cabo al
desprecio del resto, se encuentra el quicio sano de una autoestima por la que un individuo se
encuentra antes alto de moral que desmoralizado.
2) Por otra parte, tiene la moral una dimensión comunitaria indiscutible, en la medida en
que un individuo se socializa y aprende a vivir unos valores en el ámbito de una comunidad,
que se nutre culturalmente de un entrecruzamiento de tradiciones. Los valores y normas de las
respectivas tradiciones cristalizan en costumbres, normas legales e instituciones, que componen
el ethos de las comunidades. Sin duda, como muestra la mejor ala del comunitarismo, el
desarrollo de las virtudes y la identificación del propio yo exigen una vida comunitaria integra-
da, frente a una existencia desarraigada: exigen que cada individuo enraice en el humus de las
19
tradiciones de una comunidad concreta .
Estas comunidades constituyen, a mi juicio, lo que una ética dialógica del tipo de la ética
discursiva llamaría una comunidad real de comunicación, y son necesarias para el desarrollo de
la vida de un individuo y, por tanto, para su educación moral. Sin embargo, quien se limite a
vivir la solidaridad de que antes hablábamos en una comunidad concreta no trasciende los
límites de una solidaridad grupal, que es incapaz, entre otras cosas, de posibilitar una vida
democrática. Una democracia auténtica precisa ese tipo de solidaridad universalista de quienes,
a la hora de decidir normas comunes, son capaces de ponerse en el lugar de cualquier otro.

18
J.L. Aranguren, Ética, en Obras Completas, Madrid, Trotta, II., pp. 159-502.
19
A. MacIntyre, Tras la Virtud, Barcelona, Crítica, 1987;
A. Etzioni, "The Community of Communities", The Responsive
Community, 7 (1996/97), pp. 21-32; La Nueva Regla de Oro,
Barcelona, Paidós, 1999.
1

20
Precisa de un "cosmopolitismo arraigado" .
Una educación integral tiene, pues, que tener en cuenta la dimensión comunitaria de las
personas, su proyecto personal, y también su capacidad de universalización.
3) En efecto, reducir lo moral a los dos niveles anteriores supone no haber dado el paso
al nivel postconvencional en el desarrollo de la conciencia moral. Mientras que en el nivel
convencional el individuo identifica las normas morales correctas con las propias de su
comunidad, en el postconvencional el individuo es capaz de distinguir las normas comunitarias,
convencionales, de los principios universalistas, que le permiten criticar incluso las normas de
su comunidad.
Las éticas universalistas ("liberales" o "socialistas"), que intentan dar cuenta de este
nivel, se niegan hoy a reducir lo moral a los "hábitos del corazón" de los individuos y las comu-
nidades, y proponen, frente a las tradiciones, principios legitimadores de normas. Sin embargo,
a mi juicio, resulta absurdo contraponer principios y tradiciones, porque las éticas universalistas
también están enraizadas en tradiciones. Sólo que en el caso de una ética universalista, como la
dialógica que propondré, además de la comunidad real en que la persona aprende a comportarse
a través del humus de tradiciones, cada individuo tiene que contar con una comunidad ideal de
comunicación, que hace referencia en definitiva a todo hombre en cuanto tal, es decir, en cuanto
21
interlocutor válido .
De cuanto venimos diciendo creo se desprende que una educación moral, en una
sociedad democrática, tiene que tener en cuenta los tres niveles mencionados en el siguiente
sentido.

8. Sociedad democrática y nivel postconvencional en el desarro- llo de la conciencia


moral
La educación en una auténtica democracia exige a los educadores que tomen conciencia
de que sólo es posible educar desde un tipo de conciencia moral que ha accedido al nivel post-

20
A. Cortina, Alianza y Contrato, Madrid, Trotta, 2001,
cap. 8.

21
K.O. Apel, La transformación de la filosofía, Madrid,
Taurus, 1985, vol. II, 341 ss.; Estudios éticos, Barcelona,
Alfa, 1986.
1

convencional de Kohlberg, entrañado en las instituciones de las democracias liberales. Y, según


la ética del discurso, parece exigirles también que asuman exclusivamente una educación formal
o procedimental. Educar en el procedimentalismo sería la tarea. Una tarea que, si bien tiene su
sentido, también tiene sus límites.
Tiene su sentido porque tomarse en serio el procedimentalismo ético significa reconocer
que no hay principios materiales, principios con contenido, que todos los miembros de una
sociedad acepten, porque en lo que afecta a tales principios es patente la existencia del pluralis-
mo y la obligación racional de respetarlo. Si no fuera así, si existieran principios morales mate-
riales compartidos, entonces la educación moral debería consistir en la indoctrinación en tales
principios. Pero precisamente la peculiaridad de una organización democrática consiste en el
descubrimiento de que es posible la convivencia entre grupos que aceptan principios materiales
distintos, porque a todos ellos unen unos principios procedimentales, que exigen el respeto a la
diversidad.
Esto supone introducir la ya célebre distinción entre dos dimensiones del ámbito moral,
cuya necesidad no siempre es fácil apreciar, la distinción entre lo bueno y lo justo, entre los
proyectos personales y grupales de autorrealización y las normas mínimas compartidas por
todos, que son normas de justicia. Precisamente una de las experiencias de las que nace la
democracia en su vertiente liberal es la de que es posible el pluralismo, la convivencia de
distintos proyectos de vida feliz, siempre que los miembros de una sociedad compartan unas
normas y valores mínimos, desde los que se exige precisamente ese respeto del pluralismo.
Aunque los límites entre lo bueno y lo justo son difíciles de trazar, y aunque la línea que los
separa va cambiando de posición al hilo del tiempo, no hay convivencia democrática si los
ciudadanos no tienen conciencia de que es preciso respetar determinadas condiciones de
justicia, entre ellas el derecho de cada cual a ser feliz como bien le parezca, siempre que con
ello no obstaculice los proyectos de felicidad de los demás. Todo ello significa sin duda aceptar:
1) Que tomamos nuestras decisiones sobre normas inevitablemente desde una noción de
la justicia, de modo que los juicios morales son ineludibles y no podemos prescindir de ellos en
la educación, contentándonos -como dijimos- con las destrezas técnicas y sociales.
2) Que tal noción de la justicia corresponde al nivel postconvencional, en el que nos
situamos en el lugar de cualquier otro pra comprobar si una norma es justa.
3) Que éste es el nivel de conciencia alcanzado por las instituciones de las democracias
liberales y, por tanto, que los juicios acerca de la justicia constituyen un componente ineludible
1

de nuestra racionalidad ético-política, aunque los individuos que forman parte de tales
instituciones no alcancen en la mayor parte de los casos tal nivel y haya una verdadera esqui-
zofrenia en nuestras sociedades entre los valores que legitiman nuestras instituciones, propios
de un nivel postconvencional universalista, y los valores por los que se orientan los individuos
que las dirigen y que en ellas viven; valores que son más propios del nivel convencional y
preconvencional.
Por eso, a mi juicio, a pesar de las afirmaciones de Fukuyama, la historia no ha
terminado, porque todavía existe al menos una contradicción por resolver: la que se produce
entre los valores por los que dicen legitimarse nuestras instituciones, y que en definitiva
configuran su conciencia social a la hora de pronunciar juicios en torno a la justicia, y los
valores que orientan el juicio y la acción de los individuos y grupos, situados las más de las
veces en los niveles preconvencional y convencional.
Para lograr que los individuos puedan acceder al mismo nivel al que, al menos ver-
balmente, se encuentra el tipo de conciencia que legitima las instituciones democráticas,
considero que el tipo de ética más adecuado es una ética dialógica, que asume el método de
Kohlberg desde la perspectiva de la dialogicidad.

9. Ética del discurso y educación democrática


La ética del discurso, como es sabido, consiste en una "transformación" de la ética
kantiana, que ahora se interpreta en clave dialógica. A pesar de las disensiones entre Apel y
22
Habermas acerca de algunos de sus puntos centrales , en lo que aquí nos importa la posición de
ambos es compartida.
El paso del formalismo al procedimentalismo supone fundamentalmente el paso del
monólogo al diálogo, la afirmación de que no es cada sujeto moral, con independencia del resto,
quien ha de decidir qué normas consideraría moralmente correctas, sino que para llegar a tal
decisión ha de entablar un diálogo con todos aquellos sujetos que resultan afectados por la
norma puesta en cuestión. En la base de tales afirmaciones se encuentra toda la elaboración de
la llamada "ética discursiva", especie del género "ética dialógica", que no sólo descubre el

22
K.-O. Apel, Auseinandersetzungen in Erprobung des transzendeltalpragmatischen
Ansatzes, Frankfurt, Suhrkamp, 1998, 649 y ss.; A. Cortina y J. Conill, "Pragmática
trascendental", en M. Dascal, Filosofía del Lenguaje II. Pargmática, Madrid, Trotta, 137-166.
1

carácter dialógico de la racionalidad humana, sino que saca a la luz las condiciones que hacen
de un diálogo un discurso racional, empeñado en hallar la verdad de las proposiciones teóricas y
23
la corrección de las normas prácticas .
Las implicaciones de estos "hallazgos" para lo moral en general, y muy concretamente
para la educación moral, serían -a mi juicio las siguientes (y debo advertir que en esta
conclusiones me distancio a menudo tanto de Apel como de Habermas):
1) No existen principios éticos materiales y, por tanto, la indoctrinación moral es
contraria a la racionalidad humana.
2) Los principios éticos son procedimentales, lo cual significa que sólo indican qué
procedimientos deben seguir los afectados por una norma para decidir si la consideran
moralmente correcta.
3) Los afectados han de tomar la decisión en condiciones de racionalidad, es decir, tras
haber participado en un diálogo, celebrado en condiciones de simetría, en el que al cabo triunfe
la fuerza del mejor argumento y no alguna coacción interna o externa al diálogo mismo. Las
condiciones de racionalidad del discurso serían algunas de las expuestas por R. Alexy en su
lógica de la argumentación24.
4) Las decisiones sobre la corrección de normas son siempre revisables, porque los
afectados pueden percatarse de que cometieron un error, de que alguien participó con mala
voluntad (es decir, no motivado por la satisfacción de intereses generalizables), pueden
producirse descubrimientos en el campo de que se trataba, etc.
5) Esto significa que las normas morales pierden ese carácter de absolutez y
definitividad, que parece asistirles desde antiguo, y que -a mi modo de ver- quedan como puntos
centrales de lo moral los principios procedimentales, los valores que acompañan necesariamente
a esos principios (autonomía, igualdad, solidaridad, imparcialidad), los derechos de los
participantes en el diálogo , y las actitudes de quienes participan en el diálogo, actitudes que

23
K.O. Apel, "La ética del discurso como ética de la responsabilidad. Una transformación
postmetafísica de la ética de Kant", en K.O. Apel. Teoría de la Verdad y Etica del Discurso,
Barcelona, Paidos, 1991, 147-184.
24
R. Alexy, Teoría de la argumentación jurídica, Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales1989; J. Habermas, Conciencia moral y acción comunicativa, Barcelona,
Península, 1985, 57-134.
1

pueden ir presididas por el interés "moral" de satisfacer intereses universalizables, o bien por el
interés egoísta de favorecerse en exclusiva a sí mismo o al propio grupo.
6) Ciertamente algunos lamentan como una dolorosa pérdida la de los principios
materiales o las normas absolutas, sin embargo, no es ésta una razón para lamentarse, sino para
recordar que el hecho de no contar con principios dados y normas intocables pone en nuestras
manos la decisión acerca de la corrección de las normas, y que tales normas serán más o menos
respetuosas con todos y cada uno de los hombres según la actitud que cada quien lleve al
diálogo. Con lo cual cobra una relevancia inusitada en el terreno moral la actitud de los sujetos,
el ethos de los individuos.
7) El ethos que llevará a decisiones moralmente correctas puede ser calificado de
dialógico, atendiendo a lo dicho, y podría caracterizarse como la actitud de quien: sabe que para
llegar a pronunciarse sobre la correcto necesita tener conocimiento de las necesidades, intereses
y argumentaciones de los demás afectados por una norma; es consciente de que debe recabar la
máxima información posible, no sólo a través del diálogo, sino también a través del estudio y la
investigación; está dispuesto, a su vez, a informar de sus necesidades e intereses a los demás
afectados, y a respaldar sus propuestas con argumentos; piensa tomar su decisión desde lo que
Kant llamaría una "buena voluntad", es decir, desde la voluntad de satisfacer intereses
universalizables y sólo dejarse convencer por la fuerza del mejor argumento; está presto a tomar
responsablemente la decisión, porque sabe que sólo él puede decidir sobre lo que considera
25
moralmente correcto .
8) Y, en este sentido, creo necesario introducir una precisión que escapó a los creadores
de la ética del discurso: el principio procedimental de esta ética debe aplicarse para determinar
la corrección de normas morales; estas normas tienen, entre otras cosas, de peculiar que obligan
al sujeto que tiene conciencia de ellas sin necesidad de coacción externa; lo cual significa que
solamente pueden obligar a su cumplimiento si el sujeto tiene conciencia de que él considera la
26
norma como moralmente correcta .

25
Para las técnicas dialógicas ver H. Salinas y J.M. Puig, "Toma de conciencia de las
habilidades para el diálogo", en M. Martínez y J.M. Puig (coords), La educación moral,
Barcelona, Graó, 1991, pp. 161-170; J.M. Puig, Aprender a dialogar, Madrid, Cl&E, 1995.
26
Apel ha tenido que recitificar en este sentido en Teoría de la Verdad y Ética del Discurso,
161 y 162.
1

No hay que confundir, pues, los términos y creer que "ética dialógica" significa algo así
como "ética que considera moralmente correctas las normas que se acuerdan en grupo", ni
todavía menos "ética que considera moralmente correctas las normas que como tales ha
decidido un colectivo tras una votación en que la decisión se ha tomado por mayoría". Los
acuerdos y las mayorías, con todas sus limitaciones, tienen un sentido -aunque sumamente
revisable- en la decisión de normas legales y políticas, pero determinar la obligatoriedad de una
norma moral es cosa de cada sujeto, siempre que esté dispuesto a escuchar, replicar y decidir
según los intereses universalizables, que es en lo que consiste un ethos dialógico.
Porque el "consenso" por el que se aprueba una norma moral no significa ese tipo de
consenso político en que todos ceden una parte y concuerdan en otra, de modo que nadie queda
satisfecho, sino que el consenso por el que se decide que una norma es moralmente correcta es
aquel en que cada uno de los afectados por ella se siente invitado a dar su consentimiento
porque le han convencido plenamente las razones aducidas, en el sentido de que ciertamente la
norma satisface intereses generalizables. No son, pues, los acuerdos fácticos los que llevan a
decidir la corrección de una norma moral, sino la convicción del sujeto moral de que da su
asentimiento porque a él le parece totalmente justificada.
En este sentido me parece paradigmática la posición de los objetores de conciencia, los
desobedientes civiles o los insumisos que, desde una disconformidad moral con las normas
legales vigentes, exigen su revocación o su modificación precisamente porque creen que,
aunque la mayoría todavía no se haya percatado de ello por múltiples causas, es moralmente
incorrecto mantener una determinada legislación. Y cuando digo "moralmente incorrecto" me
refiero a que no satisface intereses generalizables, es decir, que no sería el tipo de norma que
aprobaríamos situándonos en el lugar de cualquier otro, sino que sólo tiene sentido desde la
defensa de intereses grupales, con perjuicio de los restantes afectados.
9) Precisamente esta importancia de las actitudes exige una educación moral dirigida a
ayudar a los hombres y a los ciudadanos a desarrollarse como personas críticas, capaces de
asumir el propio juicio moral desde el que poner en cuestión el orden vigente, tras un diálogo
abierto con los demás afectados para poder optar por intereses universalizables.
Es a través de ese diálogo como podrá ejercerse la doble dimensión de cada persona: la
dimensión de autonomía, por la que es capaz de conectar con todo otro hombre, y la de
autorrealización que a cada uno conviene. Porque el diálogo y la decisión personal última son el
lugar en que se concilian universalidad y diferencias, comunidad humana e irrepetibilidad
1

personal.
10) Sin embargo, y a pesar de que Apel y Habermas han presentado la ética del discurso
como exenta de valores, como si fuera una "ética sin moral", yo considero que el procedimenta-
lismo lleva entrañado un conjunto de valores, que nunca ha sido ni es ahora axiológicamente
neutral.
Por eso importa sacar a la luz los valores entrañados en los procedimientos e ir
componiendo con ellos los trazos de un nuevo hilo conductor para la educación -el concepto de
ciudadanía-, capaz de unir el procedimentalismo de las actitudes con la "materialidad" de los
27
valores entrañados en los procedimientos . Éste sería el fundamento de un programa fecundo
de educación en valores, aprovechando la riqueza de la ética del discurso.

27
A. Cortina, Ciudadanos del mundo, cap. 8; A. Cortina y J. Conill (eds.), Educar en la
ciudadanía, Valencia, Institución Alfonso El Magnánimo, 2001.

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