Sei sulla pagina 1di 1

El Bosque En Llamas

Poco antes de morir y después de haber enseñado durante más de cuarenta años, sintiendo
que su vida se acababa, el Buda se reclinó en medio del bosque y declaró que no había
enseñado nada porque no había nada que enseñar. Entonces se dispuso sobre el césped
dejando su cuerpo con esta afirmación: “nunca he enseñado nada porque no había nada que
enseñar, todas las cosas son impermanentes, esforzaos por vuestra liberación”. Pero antes de
dejar este mundo, en ese momento final se le acercó un discípulo a darle sus respetos y el Buda
le comento que en otras vidas habían tenido una gran afinidad habiendo vivido como animales
en un gran bosque.
El bendito vivió como un gran venado en un enorme bosque.
Un día se produjo un gran incendio, un implacable fuego azoto al bosque y por todos lados este
comenzó a arder. Estando sus límites este gran bosque se encontraba franqueado por un
profundo precipicio, una garganta estrecha e insalvable que les impedía el paso y los separaba
de la tierra en donde sus habitantes veían en la distancia su salvación. Entonces este gran
venado tomo la resolución de hacer algo para salvarlos de una muerte segura y se estiró y se
estiro formando un puente, un paso conectando esta garganta con el bosque haciendo
desaparecer esa brecha con la tierra en donde estarían a resguardo, y permitiendo dejar pasar
a todos los animales que vivían en aquel lugar. Todos ellos llegaron corriendo y empezaron a
cruzar por sobre el cuerpo del ciervo. Las patas y el tráfico incesante fueron destruyendo su
piel, exponiendo su carne viva, pero de todas maneras seguían pasando uno tras otro. El
venado sufrió un intenso dolor, un gran sufrimiento, pero permaneció ahí como un puente hasta
que el fuego llegó hasta donde él estaba y comenzó a quemar sus patas. Ya estaba por
desfallecer y caer al profundo precipicio cuando llegó corriendo un conejo gritándole: ¡por favor,
por favor espere! Y este ciervo se estiró aún más -por última vez- en un último esfuerzo, justo
para dejar pasar a ese conejo sobre ya sus huesos expuestos. Y ese día el Buda dijo: “ese
conejo que cruzó al final –ese conejo- ese eras tú y has llegado hoy aquí a despedirte en este
último momento en que habito este cuerpo”. Y el Buda dijo: “todo está bien, ve sin temores, vida
tras vida, renacimiento tras renacimiento, viviendo así con la promesa de no atravesar a la otra
orilla -la tierra de la liberación- hasta que todos los seres de este mundo lo hayan atravesado, y
se encuentren a salvo. Siempre colocando delante pasar a los demás antes tú, procurando su
paz y felicidad.

Potrebbero piacerti anche