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INTRODUCCIÓN
Esperanza Mo
La presencia de las mujeres en la Historia casi siempre se ha pasado por alto. El foco ha estado
puesto únicamente en la mitad de la población, las mujeres han sido siempre invisibilizadas. Se
habla de guerras y reyes, pero no de quién da sustento a la sociedad, o de la vida cotidiana de la
población. La alianza entre religión y derecho ha impedido el acceso a la mujer al archivo
histórico, que nacen por la necesidad diplomática de justificar las demandas y propuestas
políticas. Así se construye la historia, sin estar presente la mujer. Ha sido necesario buscar más a
fondo, reinterpretar las fuentes y buscar otras a las proporcionadas por la historiografía
tradicional.
En cada período histórico se han dados unas relaciones entre hombres y mujeres. La pregunta
clave desde la perspectiva de género es por qué la Historia ha tardado tanto en darse cuenta de
que las mujeres estaban también presentes. Se trata de analizar desde el presente qué proceso
histórico ha tenido lugar para llegar a donde estamos. Es necesario comprender la evolución de
los grupos sociales desde el punto de vista del género: por qué una diferencia biológica, la
diferenciación sexual, se ha convertido en una estructura social, el patriarcado. Tenemos patrones
culturales que hacen que nos enfrentemos al sistema y al mundo de una determinada manera.
La cuestión de género nació casi en paralelo a otros movimientos políticos y sociales, como p. ej.,
la introducción de la mujer en el mercado laboral durante la revolución industrial. Así, la Historia
se abrió a otros sujetos sociales a los que nunca se había atendido, pues el género es una categoría
de análisis esencial para visualizar la historia de manera universal. Existen determinadas obras
paradigmáticas ligadas a todo esto, como El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir, que comienza
a cuestionar la presencia de las mujeres en la historia. Es necesario universalizar la historia,
aunque es un proceso lento, que ha implicado buscar modelos contrapuestos a la historia
tradicional y abrir grietas que quebraran el paradigma intelectual imperante. El crecimiento de
este nuevo planteamiento suponía buscar algo que lo sustituyera, un gran desafío, por lo que es
necesario construir instrumentos para ello. Por ejemplo, el lenguaje en femenino es necesario, ya
que el lenguaje configura pensamiento (p., hablar de “jueces” o “médicos” e inevitablemente
pensar solo en hombres).
Aunque parezca algo frívolo, un reflejo del patriarcado es que las mujeres somos juzgadas
rápidamente, mientras que los hombres no. La nobleza de la familia se ha transmitido a través de
las mujeres, que describían con su aspecto y su comportamiento el poder de la familia. La religión,
de manera transversal, ha ido configurando una estructura de poder que, aliado con el poder
político y el derecho, configuran un control sexual de las mujeres. Se construye así un aparataje
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para que las mujeres se controlen a sí mismas. Todo lo indeseable para la religión se convierte en
pecado, en una creencia privada, particular (Eva, culpable de la expulsión del paraíso). Esa
reconfiguración hace culpable a Eva y por extensión a todas las mujeres. Todo ello tiene la
finalidad de tener un control exhaustivo de la sexualidad de las mujeres. El matrimonio siempre
ha sido una transacción que implicaba, generalmente, la unión económica. Así se fundan los
constructos de virginidad y castidad, donde el deseo sexual está absolutamente constreñido. La
socialización se hace a través de la religión, por lo que pertenecer a una religión y atenerse a sus
dictámenes es crucial para la vida en sociedad. Estar fuera de eso supone la condena al ostracismo.
Siempre necesitamos una comunidad, por lo que el resultado de toda esta edificación basada en
la religión es un control total y absoluto de las personas y, en concreto, de las mujeres. Romperlo
es un desafío.
Es necesario tener en cuenta también que una vez que el poder público para a ser privado, este
deja de ser regulado. Romperlo es crucial y complicado. Por ejemplo, la violencia de género en
un espacio público puede ser denunciada y castigada, pero en un espacio privado es más
complicada su regulación. La construcción cultural se ha remodelado, pero el patriarcado es
camaleónico (igual que el capitalismo) y es enormemente transformador. Está más infiltrado de
lo que nos podemos imaginar. Cuestiones como la configuración y evolución de esta estructura
de pensamiento, o por qué es tan complejo ser mujer, que tengamos que reivindicarnos día a día
y que siga siendo algo novedoso nuestra presencia, son a las que se trata de dar respuesta desde
la perspectiva de género. Todas ellas son las losas que tenemos encima y que se han construido
con la historia.
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ARQUEOLOGÍA Y GÉNERO
Lourdes Prados
La arqueología es la ciencia que reconstruye el pasado desde la cultura material de una sociedad.
No engloba solo objetos, sino también espacios y relaciones sociales. Por su parte, el género se
refiere tanto al factor biológico, como al constructo social y cultural, que varían a lo largo de las
épocas y las sociedades. No solo hay dos géneros, existen distintas construcciones y enormes
diferencias dentro del constructo de género (p. ej., los castrati, los eunucos de la China imperial,
los bardache, algunos patriarcas mujeres en Albania).
La arqueología tradicional se ha interesado por sexuar los restos, pero no en detallar las
características de cada uno de ellos (p. ej., actividades de mantenimiento). Además, durante
mucho tiempo no se estudiaron las características del cuerpo de la mujer, sino que siempre los
estudios se centraban en el hombre. No se ha ido más allá de esto, lo que supone un fallo enorme,
puesto que implica que gran parte de la población no puede identificarse o verse incluido en la
historia.
Espacios religiosos. Las mujeres participan de un modo u otro en los cultos religiosos.
Debe evitarse cometer el error de trasladar conceptos y constructos actuales al pasado (como el
concepto de familia nuclear), algo que suele ser habitual. Existe un presentismo muy grave, y
tendemos a ver el pasado desde el presente. En general, cuando se representa a las mujeres se
hace como seres pasivos, se las vincula solo a la reproducción. Las mujeres tienen ámbitos
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específicos de acción social, como la comunicación, la elaboración de tejidos, el trabajo con los
husos, etc. La presencia de las mujeres es fundamental.
*Arqueología queer: no se trata de una teoría acabada, sino de comentarios críticos. También se
critica la heterosexualidad como algo natural. Dawson (2000) habla de esto en Why queer
arqueology? An introduction.
Los museos son espacios que, a partir de la segunda guerra mundial se replantean y se vinculan a
mundo social. Se vinculan con las sociedades, se desarrolla así una nueva museología. Deben
reflejar a la población, la diversidad de la sociedad, y transmitir la memoria colectiva de la
comunidad (p. ej., los museos comunitarios). Estos museos deben ser espacios donde nadie sea
excluido, sino que deben educar en igualdad. La perspectiva de género en los museos tiene que
constituir una línea de trabajo de investigación científica y museológica, añadiendo en la igualdad.
Los puntos importantes a tener en cuenta son los siguientes:
1. El discurso expositivo. Hace referencia a la historia que cuentan los museos, qué se quiere
contar, cuál será el mensaje, qué materiales se usarán, etc. La perspectiva de género debe
estar incluida transversalmente. No se trata de idealizar el pasado, se trata de cotar lo que
había y visibilizar a todo el mundo a través de los restos arqueológicos. Es muy
importante plantear interrogantes (¿quiénes pintaron las cuevas? ¿quiénes preparaban a
los difuntos? ¿quiénes labraban?). Tradicionalmente las mujeres no aparecen como factor
de cambio o progreso. Es la investigación científica quien carece de interés en realizar
esto.
importante sexuar los restos. Se debe fomentar la mirada crítica de los visitantes. Las
colecciones deben mostrar e incluir los objetos de grupos marginados y no extrapolar
ideas actuales al pasado (p. ej., el concepto de familia nuclear).
Las divisiones de trabajo suelen responder a estereotipos (p. ej., que siempre
aparezcan hombres activos y mujeres pasivas, o que no aparezcan mujeres).
En definitiva, no se trata de idealizar el pasado, sino de mostrar (p. ej., sala de Grecia del
MAN).
3. Lenguaje. Se tiene que tener en cuenta lo que se quiere contar, cómo se cuenta y qué
lenguaje se quiere usar. Se debe usar un lenguaje inclusivo y eliminar el lenguaje sexista
de las colecciones. Por ejemplo, la terminología la evolución del “hombre” excluye a las
mujeres, de ahí que sea necesario cambiarlo por “humanidad”.
4. Estereotipos. Las imágenes que acompañan a los textos son fundamentales. No se pueden
seguir estereotipos. Se crean modelos que son muy difíciles de cambiar y nadie se atreve
a cuestionar. Tiene que haber una colaboración entre género e ilustración. Por ejemplo,
la caza en general es una labor de grupo, que requiere distintas fases (vigilancia, caza,
despiece, curtido, etc.) y la colaboración de todo el grupo en conjunto, de manera que
también deberían representarse mujeres cazadoras. Es básico representar la importancia
del grupo, de la comunidad. Las escenas tienen que estar equilibradas y, dentro de las
propias imágenes, deben atenderse a los detalles como la escala, la colocación de las
figuras, etc. Si no se sabe, se deben mostrar imágenes inclusivas.
ROSARIO LÓPEZ
El acercamiento al conocimiento histórico de esta época se hace a través de los textos. Solo se
conserva una minoría de ellos y todos son procedentes de la aristocracia. En estos textos, los
asuntos que se tratan, por tanto, afectan a un número reducido de personas, que controlan la
educación y el sistema patriarcal. Cada vez que hablen de las mujeres lo harán de una determinada
manera, no como sujeto activo, sino como objeto pasivo, sobre el cual se ejerce la dominación y
la violencia.
Las fuentes textuales grecorromanas son prácticamente todas masculinas, el 100% de los textos
femeninos han desaparecido. Por ejemplo, de Safo (s. VI a. C.) se han conservado una mínima
parte de sus textos. La tarea del feminismo es dar respuesta a qué hacían las mujeres. La presencia
de la mujer es lábil, siempre aparecen de manera indirecta. Por ejemplo, se sabe que Agripina, la
madre de Nerón, escribió unas memorias, pero hay una tendencia general a que las fuentes escritas
por mujeres no se conserven y desaparezcan.
Es necesario tener en cuenta que la idea utópica y mítica de Grecia es una creación bastante
posterior. Se crea un mito y se convierte en historia. El sistema patriarcal que nace en Grecia lo
hemos heredado hasta nuestros días, ya que la cultura occidental vive de este sistema elitista,
aristocrático, patriarcal y patricio. No obstante, hoy día las referencias clásicas inundan los medios
de comunicación de masas y es a través de esto cómo ha subvertido el elitismo universitario (lo
clásico como lo mejor).
Sistemáticamente, una mínima huella del sistema religioso casi matriarcal ha sido reemplazado
hasta la visión actual. Esta sucesión la explica Hesíodo en la Cosmogonía y la Teogonía. En la
mitología griega no importa el origen del hombre. Lo importante es la creación del mundo. Sin
embargo, en la religión occidental judeocristiana la creación del hombre es central. Hesíodo en la
Teogonía afirma “en el principio era el Caos” (tradición indoeuropea heredada, también sale en
la Biblia), refiriéndose a que la conquista del mediterráneo (los pueblos prehelénicos) por los
pueblos indoeuropeos se impone una nueva estructura social, basada en la violencia física y el
dominio masculino.
La palabra chaos tiene un cultismo (caos) y un patrimonial (gas), por eso, se refiere “al principio
el estado gaseoso/nebulosa”. Surgen dos dioses, Gea (o Gaia) y Urano. Gea es la Tierra, la diosa
generadora de vida y todo lo concebible. Encima de ella está Urano, el cielo, que tiene la misión
de cubrir a la Tierra, y cada vez que la cubre tiene hijos. Urano, muy celoso del poder de concebir,
cada vez que nacen se los come. Gea, desesperada, trama un plan con Cronos para deshacerse de
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Urano y poder expandirse. Cronos corta los genitales de Urano, creando un espacio entre el cielo
y la tierra, y pasándose del caos (desorden), al cosmos (orden).
Cuando Cronos separa a Urano de Gea, a través de un acto de violencia física, nacen todos los
hijos y él accede al poder (es decir, él accede al poder al ejercer violencia física, algo constante
en nuestra historia). Afrodita nace del semen de los genitales cortados de Urano al ser arrojados
al mar por Cronos. También nacen los titanes, que son manifestaciones de la naturaleza, los
cíclopes y los hecatonquiros.
Los dioses en el pensamiento griego no son buenos ni justos, son potencias de la naturaleza. Así,
Zeus se convierte en el dios de la justicia. Gaia/Gea, por su parte, todopoderosa, creadora, llega
hasta ser Hera, mujer de Zeus. En este punto se realiza la división de trabajo entre los dioses.
Atenea. Nace de la cabeza de Zeus, no tiene madre. Es una proyección de Zeus, no es,
por tanto, una manifestación femenina libre. Es una diosa virgen cuya tarea es realizar las
tareas de su padre. Se conoce como la diosa de las bellas artes y la sabiduría, pero en
realidad es la diosa de la negociación y el arte (arquitectura, pintura, etc., pero no de la
lírica y la poesía), ya que todos los conflictos sociales y del pensamiento los resuelve
Atenea, no Zeus.
1
El propósito de la reproducción de los dioses era generar héroes, para lo que debían unirse a mortales, y
cuyo objetivo era ocuparse de los monstruos.
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Artemisa. Apolo y ella comparten la caza, Sin embargo, mientras que Apolo es el
ciudadano por excelencia, Artemisa es la diosa de la naturaleza salvaje descontrolada. Es
una diosa inconmovible, ajena a la piedad y al dolor, insensible. Es la naturaleza ciega.
Hestia, Atenea y Artemisa tienen en común que son vírgenes. El panorama completo de la diosa
griega se resume en ser esposa, prostituta o no tener sexualidad en absoluto. Las manifestaciones
sexuales que se les atribuyen y de las que son objeto son siempre violentas, las violaciones.
Representan la pasividad femenina como definición de una potencia femenina (Hestia), una
proyección masculina (Atenea) o el descontrol (Artemisa).
En el mito de la creación de la mujer, tal como lo cuenta Hesíodo, los titanes Prometeo (“el que
piensa antes”) y Epimeteo (“el que piensa después”), juegan un papel fundamental. Prometeo
siente la necesidad de dar una mayor importancia a los seres humanos, y sacarlos del estado de
barbarie. Para ello les da la posibilidad de civilizarse, dado que cocinar significa alejarse de las
bestias y cultivar, crear asentamientos comunitarios y dar lugar a las ciudades. Prometeo procura
crear una raza intermedia entre dioses y animales, que se convierte en tal gracias al fuego. Zeus
se enfurece ante esta transformación, por lo que les da otro don que equilibre la balanza. La mujer,
Pandora (“la de todos los regalos”). Cada uno de los dioses ofrece un regalo: Atenea el
pensamiento, Hermes la agilidad, Afrodita la seducción, “voz de perra” y la capacidad de generar
artimañas. Epimeteo lleva a los hombres a Pandora y una jarra con todos los bienes y males del
mundo. Se convierte en una maldición porque el hombre está obligado desde ese momento a dar
de comer a una boca ociosa y doblar sus esfuerzos. Además, en determinado momento Pandora
abre la jarra y el bien y el mal pueblan el mundo (la salud y la enfermedad, la riqueza y la pobreza,
etc.), mientras que la esperanza se queda dentro de la jarra. Para bien o para mal, no tenemos
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conciencia de cuál es nuestro final. Vivimos ciegos entre el bien y el mal. Desde ese momento el
hombre se ve acompañado de la mujer, para la que tienes que trabajar, hasta el final de los tiempos.
La mujer es un castigo de Zeus para los hombres.
Una vez que ya están civilizados, Zeus acepta la salvaguarda de los seres humanos, garante de
que haya unas normas de justo proceder de los hombres por los hombres.
La mitología no está fijada, los poetas tenían la posibilidad de cambiarla, se transmite oralmente
hasta que se convierte en literatura, como Hesíodo, Homero, etc., que utilizan los mitos y van
creando todas las variantes de la interpretación del mundo. El mito, la interpretación simbólica
del mundo va a ser barrido por el logos, la filosofía, que es racional, especulativa, con los
presocráticos, Sócrates, Platón y Aristóteles. Esto da lugar a que desaparezca por completo la
mitología, porque el mito es una aproximación intuitiva, no racional.
Los romanos nacen de Marte y Rea (vestal), que da a luz a Rómulo y Remo y los echa al río,
donde los salva una loba. El temor más básico de un pastor es el lobo, de ahí que el mito
fundacional tenga como centro un lobo. Los romanos son básicamente rurales, gregarios. Los
romanos son un pueblo de pastores, militares y leguleyos.
Las mujeres, aún estado sometidas a la patria potestad, tienen voz pública, pueden hablar, tener
opinión, debatir y oponerse públicamente a argumentos de los varones, a diferencia de las mujeres
griegas. La mujer romana acompaña a su marido a todos los actos públicos, políticos, religiosos,
sociales, etc., y participa activamente en ellos. Además, tiene una tarea fundamental en la
estructura social: la educación de los hijos. Es la encargada de transmitir los valores de la
ideología paterna. Se ocupa de los niños hasta los siete años, cuando pasa a manos del padre. Los
niños y niñas reciben la misma educación, pero, mientras los niños reciben educación militar, las
niñas la reciben de gestión doméstica.
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La primera lengua que los niños oyen es el griego (la lengua franca). La clase aristocrática romana
decidió hacerse con Grecia (s. II a. C.) para asimilar su cultura. Esclavizaron a los eruditos para
traducir los textos, educar, etc.
Se sabe que en el siglo III a. C. las patricias se manifestaron para conseguir derogar una ley que
las obligaba a no lucir sus joyas y posesiones. No podían llevar telas de colores llamativos, ir
acompañadas de más de dos esclavos, ir en carruaje, etc.
En Roma existe el divorcio. Tres noches fuera de casa rompía el compromiso entre los cónyuges
(usurpatio trinoctii). Si había divorcio, la mujer regresaba a la casa del padre con su dote.
Toda mujer que perdía al marido, y que no tenía alguien que lo tutelara, recibía la tutela de un
varón. Muchas veces, los padres marcaban un tutor. Con suerte, si no había nadie, ellas podían
administrar su vida, su fortuna y sus decisiones. Esta situación fue algo tan común que las mujeres
de la élite romana acabaron por crear un género literario, la elegía amorosa. Catulo inventa la
poética del beso pedido. En la ideología romana, solo se contempla la dominación o ser dominado
(signo de debilidad, afeminamiento): “o la metes o te la meten”. La mujer es dominada, pero con
los hombres ocurre lo mismo, y con los niños. Las relaciones sexuales se daban
independientemente de si era mujer, hombre o niño, siempre desde la dominación. Un romano no
ruega a una mujer, no se alegra de compartir la alegría del amor, disfruta la dominación de la
mujer. Catulo intenta subvertir esto, canta al amor. Es despreciado por no cantar a la guerra, que
era a lo que cantaba Roma. Es el único poeta de la Antigüedad que habla de la mujer en segunda
persona (“¿de quién te enamorarás?”).
Las mujeres apoyaban económicamente los partidos políticos. Son mujeres poderosas y ejercen
como tales. Al tomar Augusto el poder (s. I. d. C.), busca controlar a estas mujeres: obliga a las
mujeres a estar casadas, limita sus paseos solas… Las mujeres encuentran el cauce para seguir
teniendo poder. Junto a Augusto se encontraba Livia, Claudio estaba casado Mesalina; la madre
de Nerón y hermana de Calígula era Agripina… Son esposas y madres que utilizarán su situación
familiar para conseguir mantener cuotas de poder. La reacción historiográfica a estas mujeres
implica siempre su desprestigio, casi siempre sexualmente.
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YOLANDA GUERRERO
La nomenclatura “Edad Media” surge en el siglo XVII de la mano de un clérigo en línea con las
ideas renacentistas. El comienzo de la Edad Media se suele situar con la caída del último
emperador romano en el año 478, y su fin se estableció, para unos en la conquista de
Constantinopla en 1473 y, para otros, la conquista de América en 1492. La Alta Edad Media (s.
V-X) es considerada una continuación de la Antigüedad, una Antigüedad tardía. Durante la Plena
Edad Media (s. X-XIII) el feudalismo cristaliza, y es el momento en que se consolidad todos los
tópicos de esta época. La Baja Edad Media (s. XIV-XV), por su parte, se caracteriza por crisis
demográficas, guerras y una crisis de transformaciones. Es el feudalismo tardío, preámbulo de la
Modernidad.
En los documentos públicos nunca aparecían las mujeres, excepto esporádicamente para hablar
de aquellas que poseían algún tipo de poder. Sin embargo, en la documentación privada sí
aparecen: la historia de las mujeres surge en la esfera privada. No obstante, estos documentos
hablan de cómo se pensaba a las mujeres, la imagen socialmente construida que existía. Las
fuentes más habituales eran tratados y escritos de teólogos, así como la literatura y la poesía.
mujer. En el siglo XIII cristaliza el sistema feudal y, por tanto, la mentalidad de la nobleza feudal.
Con ello se consolida un interés por controlar exhaustivamente la transmisión de la herencia y el
linaje, lo que se traduce en el control de la sexualidad de las mujeres para asegurar la legitimidad
de los herederos. De esta manera, nace un sistema para controlar a las mujeres.
Por otro lado, con la traducción de las obras grecolatinas, las ideas de Aristóteles irrumpen y, en
concreto, las ideas sobre la mujer se extienden por toda la sociedad. Se crea así la concepción
peyorativa de la mujer, como frágil, maleable, peligrosa, pasional, necesitada de control, etc., que
solamente a través del matrimonio es posible la convivencia con la mujer. En esta misma época,
empieza el culto mariano, la exaltación de la Virgen María (aunque el protestantismo rompe con
este culto). El dogma de la virginidad, así como la concepción sin varón, aséptica, se consolidan.
Asimismo, con las partidas de Alfonso XII se construye y aparece por primera vez la idea del
amor de madre, como algo natural, biológico.
A partir del siglo VIII la educación se separa entre hombres y mujeres, ya que hasta ese momento
los monasterios habían sido mixtos y, en el siglo XIII, pasa a distinguirse entre educación pública
y privada. Es necesario tener en cuenta, sin embargo, que, en general, la educación no es una de
las grandes preocupaciones de la sociedad medieval. Se excluye a las mujeres de la educación
superior, pero esta es fundamental para transmitir los modelos que se están construyendo para
ellas. Son típicos los colegios de doncellas y los manuales de educación para las mujeres. La
educación de las mujeres se orienta al aprendizaje de habilidades para el matrimonio y la vida
doméstica. Se educa en el terror paterno, el respeto a la autoridad y en la evitación de la ociosidad.
La cultura es patrimonio de los clérigos, solo las monjas, por su condición, pueden acceder a un
conocimiento más extenso.
La economía se apoya en la célula familiar, por lo que no existe una diferenciación radical entre
trabajo público y privado. No se divide entre trabajo remunerado y no remunerado. No hay
separación entre las aportaciones económicas dentro del seno de la familia, de manera que toda
la familia contribuye a la economía familiar. Las mujeres tienen facilidad para incorporarse al
trabajo remunerado, especialmente en el mundo urbano (ej., panadería, mercadería, posadas, etc.),
donde las posibilidades de compensar la economía familiar eran mayores. La sanidad es uno de
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los trabajos fundamentales de las mujeres, ya que la sanación era un trabajo típicamente
feminizado, al menos hasta que los saberes médicos acaban institucionalizados y apartados de las
mujeres en la baja Edad Media.
En los textos medievales no se habla de mujeres solteras, sino de doncellas. En Castilla se las
llamaba “doncellas en cabellos”, pues solo ellas podían llevar el cabello suelto (las casadas debían
ocultarlo, recogido). Es el momento de mayor control paterno, puesto que durante toda la Edad
Media, la honra familiar va asociada a la virginidad femenina. Coincidiendo con el período más
reproductivo, entre los 15 y los 36 años, se consideraba el momento de plenitud de la mujer. Es
también el de mayor valoración social, pero es el de mayor peligro para la vida de la mujer, pues
había una alta mortalidad femenina. No se concibe que la mujer tenga una sexualidad agencial.
La menopausia era la última etapa de la mujer, entre los 45 y 50 años. La vejez es un período mal
valorado en su conjunto (ausencia de menstruación – impurezas). Es muy raro encontrar mujeres
mayores en el conjunto de la época medieval.
Desde sus inicios, la Iglesia, basándose en toda la filosofía gnóstica de la antigüedad tardía
construyó la idea de matrimonio eclesiástico: monógamo, indisoluble, sancionado por los
clérigos. La funcionalidad es un control eclesiástico de la sexualidad de la pareja, la reafirmación
de la heterosexualidad normativa y el respaldo de la superioridad masculina en la familia y la
división jerárquica de los sexos. Este matrimonio no tuvo ningún éxito en el conjunto de la
sociedad laica. Poco a poco se va imponiendo esa práctica matrimonial, como sacramento, en las
clases más altas. A partir del siglo XII se van prohibiendo los matrimonios clandestinos y se inicia
un proceso que culminará en Trento, cuando se institucionalice. Hasta entonces había sido un
contrato realizado por las familias. Se va popularizando por el conjunto de la sociedad a finales
del XII y mediados del XII, sufriendo el resto de prácticas una condena social. Sobre las mujeres
de clase alta existe mucha más presión, son gravemente penadas.
En Castilla, las mujeres en la baja Edad Media no tienen capacidad para realizar actos jurídicos,
solo con licencia marital. Hasta la baja Edad Media la patria potestad, especialmente en las clases
altas, es compartida. El régimen de herencias en Castilla es igualitario.
Paralelamente a esta cristalización del matrimonio eclesiástico se está construyendo la idea del
amor natural y de la esterilidad (siempre achacada a la mujer). En los textos doctrinales se habla
de un amor limitador de las pasiones, que debe servir al control del orden familiar jerárquico y
que debe ser diferente entre el marido y la esposa. El amor que el marido debe proferir a su mujer
debe ser benevolente, liberar, mientras que las mujeres deben respeto, sujeción, obediencia, etc.
Los límites de ese amor radican en el hecho de que todo amor humano es un pálido reflejo del
amor divino, de manera que el único amor lícito es el amor divino. El amor pasional destroza la
razón, por lo que se propone un tipo de amor que respeta el sacramento divino. Los laicos
construyeron un modelo de amor, el amor cortés, que pertenece a las élites. Reproduce el sistema
de valores de la aristocracia feudal. Se conoce a través de las poesías, que tuvieron una gran
importancia en el sur de Europa. Es un amor contrario a los estereotipos que proponen los
tratadistas, puesto que es adúltero (entre un vasallo y la mujer del señor), consumado, que exalta
el amor-pasión. Es un modelo de comportamiento que refuerza la idea de que el matrimonio no
tiene nada que ver con el amor. Reproduce las relaciones vasalláticas, con ceremonias gestuales
similares. Es un modelo educativo que propone modelos de esfuerzo para los jóvenes, asocia la
consecución del objetivo con la constancia y el esfuerzo. Esta forma de amor fue absolutamente
condenada a partir del Renacimiento, ya que significaba un amor transgresor, que no se adecuaba
al modelo social del control de las pasiones. A lo largo de los siglos XVI y XVII permaneció en
cierto género novelístico y derivó en lo que se ha llamado el amor romántico, una de la mayor
ideología reforzadora de la subordinación de las mujeres. En este constructo de amor, la mujer se
convierte en un objeto pasivo, en permanente enfrentamiento al ideal de mujer amada (bella,
distante y negadora). Hacen recaer la honestidad familiar en la virginidad, siendo relegadas y
confinadas. Se repliega la sexualidad de la mujer, se hace pasiva.
El término violación no existe en los textos medievales. Hablan de conocimiento carnal forzado,
de fuerza, violencia, como elemento distintivo de la agresión sexual. Si no hay forzamiento,
siempre hay sospecha de consentimiento. La pérdida de la virginidad también va asociada a la
idea de violación, ya que su pérdida significa la pérdida de valor social. Las víctimas más
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habituales eran menores de edad (las más denunciadas). Apenas hay sospecha de consentimiento,
pues en el resto de los casos es muy difícil dilucidar si existe o no. El grupo de riesgo fundamental
incluye a las criadas y mozas de servicios, son las que tienen menor respaldo familiar y se ven
obligadas a pasar más tiempo en la calle. Los lugares más habituales son variados (casas, lugares
despoblados, lugares de trabajo). Son frecuentes los engaños y la violencia. Una consecuencia
muy frecuente es la reparación. Las conductas post-violación incluyen, por un lado, la falta de
denuncia (vergüenza de la familia, de la víctima, miedo al violador) o, por otro lado, la denuncia,
que inicia el proceso judicial. Para desechar la existencia de consentimiento era necesaria la
corroboración de violencia. La gravedad de la pena dependía de si era menor de 14 años, si había
pérdida de virginidad, del grado de violencia y de la posición social y civil de los involucrados.
Respecto a la presencia de las mujeres en el espacio público, el modelo de queenship incluye los
modelos formales de poder de las mujeres (p. ej., la administración de los señoríos cuando ellas
son titulares; administración de las rentas propias); el poder informal, de influencia, que es clave
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paras las mujeres. Son un elemento protagonista en la construcción y consolidación de las redes
relacionales; y la construcción de un modelo de reina, de aristocracia, donde confluyen todos los
estereotipos y modelos que deben ilustrar a una reina (vestimenta, actitudes, relaciones, cultura,
etc.). En definitiva, plantea una plantilla de análisis del ejercicio del poder femenino.
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ESPERANZA MO
El honor o la honra es el medio de controlar la sexualidad de las mujeres. Las mujeres no podían
estar fuera de un entramado familiar, no son sujetos de derechos ni tienen entidad jurídica, pero
siempre están supeditadas a la patria potestad del varón. El páter familias tiene que autorizar las
decisiones de la familia, porque debe controlar la honra de la familia. Tiene la obligación de
ejercer violencia para restaurarla.
La religión incide de manera transversal a través del adoctrinamiento y el control moral. La Iglesia
justifica y legitima esta situación, de manera que puede entenderse que el honor y la honra tengan
una lectura religiosa, a través de la idea del pecado. Las mujeres deben cuidar sus conciencias.
Cualquier desvío de la norma es pecado. Los confesores serán los que controlen las conciencias
y vehicularán el armamento religioso y cómo esas conductas deben llevarse a cabo. Las imágenes
y la iconografía se interiorizarán profundamente y reflejarán este ideario. La literatura moralista
irá configurando la moral de la mujer, para controlar su conducta, pues las mujeres significan la
tentación para el hombre.
La mujer es necesaria para la supervivencia del grupo (esencial para la reproducción, cuidados y
las tareas domésticas) y el hombre se ocupa del control económico. Estas divisiones teóricas eran
complicadas en la realidad. Las estructuras campesinas tienen una complementariedad de tareas.
Era en la nobleza y las clases más pudientes donde se podía tener a las mujeres dentro de casa.
En las clases campesinas la honra se manifestará como la vergüenza, la virtuosidad.
Se empieza a hablar de las mujeres trabajadoras con la Revolución Industrial, cuando la mujer
empieza a trabajar fuera de casa, de manera productiva. Sin embargo, ya antes las mujeres tenían
que trabajar en muchos casos fuera de casa para poder sobrevivir. Trabajan en todos los sectores
de la sociedad. La economía nace fundamentalmente a partir del siglo XIX, por lo que no se solía
considerar el trabajo femenino como productivo. Las tareas domésticas, que se configuran como
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Existen numerosos textos, en su mayoría escritos por hombres, que acabarán desembocando en
una tradición de vituperio contra las mujeres, donde destaca Il Corbaccio de Boccaccio. Recoge
la tradición aristotélica que asume que las mujeres son irracionales, excepto la Virgen María. Sin
embargo, hubo personas que no concordaron con esta visión, defendiendo que solo con la
educación se puede conseguir la igualdad. Cristina de Pizan (La ciudad de las damas) se pregunta
sobre el vituperio hacia las mujeres, por qué se merecían ser tratadas así. Llega a la conclusión de
que la única manera de cambiar esta situación es que todas las damas huyan y construyan por sí
mismas una ciudad. Luis Vives defiende la educación, pero la educación de la mujer cristiana. El
estado perfecto de la mujer y del hombre era el celibato, pero es necesario construir toda una
teoría para convencer de la virtuosidad dentro del matrimonio. Por eso instruyen a la mujer
cristiana, para ser virtuosa. La mujer es física y moralmente inferior al varón, debe saber coser y
cocinar, solo debe leer textos religiosos y debe ser especialmente educada para vencer los placeres
corporales. El espacio de la mujer es la casa, donde el marido será el rey.
Con el concilio de Trento se asientan los preceptos de la Iglesia. Se debe educar en la religión a
los fieles. Comienzan a surgir escuelas y colegios religiosos. De manera paralela, se van creando
escuelas municipales, que son el germen de la futura escolarización. Poco a poco se va
estructurando la educación.
En La Perfecta Casada (Fray Luis de León, 1583) se habla de las leyes y condiciones del estado
del matrimonio y de la obligación de la mujer de cumplirlos. Habrá toda una serie de escritos en
esta época que abogarán por la educación en este sentido de las mujeres. En el siglo XVIII se
insistirá mucho en que las mujeres deben educar a los hijos. Fray Benito Feijoo habla de desterrar
el error que afectaba a la mitad del género humano. Afirma que el entendimiento humano es el
mismo en hombres y mujeres, pero no son educados igual. Sin embargo, no quiere subvertir el
orden social, que las mujeres accedan a puestos de poder, simplemente asienta que la inteligencia
de hombres y mujeres es la misma.
Una Historia No Androcéntrica 20
PILAR TOBOSO
Durante todo el siglo XIX no hay mujeres en las fuentes, únicamente empiezan a plantearse la
necesidad de que las mujeres estén más formadas y educadas. Hasta finales del siglo XVIII hay
muy pocas mujeres que reciban educación, y es siempre recibida en casa. Algunas de estas
mujeres son las que abren salones de tertulias. En todos los países, pero en España de manera
clara, empiezan a hablar de la situación de las mujeres, a plantear alternativas, forman parte de la
capa medio-alta de la sociedad. Muchas de ellas son escritoras, salen de círculos muy similares.
Por ejemplo, Frasquita Larrea (Corina) es una escritora, cuya hija es Cecilia Böhl de Faber
(Fernán Caballero). Todas ellas son las que crean tertulias (p. ej., las tertulias románticas del Cádiz
de las Cortes).
El acontecimiento que alejó a las mujeres del espacio público fue la industrialización. El
surgimiento de ciudades supone la segregación de las clases, hay ricos y pobres, empresarios y
trabajadores, burgueses y proletarios. Las fábricas se hacen a propósito alejadas de las ciudades.
En las primeras fases de la industrialización, en todos los países, se llama a las mujeres y niños
para trabajar en las fábricas, puesto que la mano de obra es mucho más barata. Más adelante,
empieza a elaborarse un discurso en el que se aleja a las mujeres del trabajo. Se separa a las
mujeres del espacio público. La sociedad industrial es una sociedad de clase, lo que diferencia a
unos y otros es el poder adquisitivo.
Las mujeres, dependientes de su padre o marido, quedan excluidas de la constitución del siglo
XIX. El primer código civil es de 1889, que se retomará con la dictadura franquista. En él, la
mayoría de edad se sitúa en los 23 años. Las mujeres no pueden abandonar el domicilio paterno
hasta los 25, aunque sí pueden casarse a partir de los 12 con autorización paterna. Las viudas
pierden la patria potestad de los hijos. La mujer necesita el permiso del marido para todo.
Concepción Arenal es una de las primeras mujeres que en España tiene una educación superior.
Es hija de un comprometido liberal. Tiene acceso a un conocimiento distinto de las mujeres de su
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época. Escribe novelas y critica la marginación de las mujeres, la desigualdad, habla de cuestiones
sociales, de la mala situación de las cárceles, etc. No obstante, ninguna de estas mujeres es
sufragista.
Con el sufragismo se demanda que la mujer tenga derecho a la representación activa y pasiva, el
derecho a estar en el espacio público. En España esto se encuadra en el primer tercio del siglo
XX, con un movimiento cultural muy importante, pese al retraso económico. En España se las
empieza a conocer como las modernas. Son mujeres educadas, ya que desde 1910 se abren las
universidades a las mujeres, son urbanas (todo el movimiento de cambio está siempre en las
ciudades). Empiezan a reivindicar el espacio público, de los valores que tienen los hombres. Son
las que empiezan a usar pantalones, a salir solas a la calle, etc. Son una minoría, pero muy saliente.
Critican el modelo del “ángel del hogar” y se enfrentan a los sectores neocatólicos que siguen
defendiendo el modelo tradicional. El modelo de esta nueva mujer se reproduce en obras como la
de Carmen de Burgos, La mujer moderna y sus derechos. Reclaman también una actividad
profesional, y derechos políticos. Quieren participar de la vida política. Son modernas por sus
actitudes y sufragistas por lo que reclaman. Es la primera oleada de feminismo en España, las sin
sombrero (Maruja Mallo, Remedios Varo, Teresa León, María Zambrano, Victoria Kent,
Margarita Nelken, Clara Campoamor). Escriben, pintan, publican sus trabajos sin ocultarse.
Lideran las primeras campañas feministas en España: la Asociación Nacional de Mujeres
Españolas y la Cruzada de Mujeres Españolas, donde se van integrando poco a poco todas estas
mujeres para pedir reformas del código civil y del código penal. No consiguen nada, pero abren
el debate. En 1931, de manera pacífica se proclama la II República, donde salieron como
diputadas tres mujeres: Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken.
Las sufragistas fueron a menudo miembros de diferentes asociaciones con el mismo objetivo:
lograr el derecho al voto de las mujeres con diferentes tácticas. Las sufragistas británicas fueron
más combativas, mientras que en otros países se lograron leyes impulsadas por mujeres, como
con Clara Campoamor en España o Eva Perón en Argentina.
Con la II República se disocia Iglesia y Estado. La Iglesia era una fuente de ingresos, pero también
de adoctrinamiento.
La constitución de 1931 es la primera que reconoce derechos civiles, políticos y sociales a las
mujeres. En el artículo 2 de la constitución se establece la igualdad de todos los españoles ante la
ley, y en el 25 se establece la igualdad de derechos sin distinción de raza, clase, riqueza o sexo.
En el artículo 40 se garantiza el derecho de las mujeres a ejercer una profesión, el 53 a presentarse
como diputadas y el 43 la igualdad de ambos cónyuges en el matrimonio. Este último permitió
que se legalizara el divorcio. Estos artículos no cambiaron la vida de las mujeres, permitió abrir
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un camino para ello. Estos principios no volverían hasta la constitución de 1978. La norma
permite los cambios, aunque no inmediatos, la igualdad requiere una serie de cambios, como por
ejemplo un cambio educativo. La constitución del 31 en España fue muy importante, pero no caló
demasiado en la población, además de que no estuvo vigente mucho tiempo. A corto plazo
consiguió que nueve mujeres fueran diputadas y que algunas de ellas tuvieran un gran papel en el
parlamento. Clara Campoamor consiguió que saliera adelante el sufragio femenino.
Los avances legales, sin embargo, no siempre son definitivos. Es un avance, aunque a menudo
hay un largo camino para que la igualdad legal se convierta en igualdad real. En España hubo que
hacer una gran labor para romper con las reticencias femeninas, ya que había una profunda
tradición histórica doctrinal, fundamentalmente razones educativas. En España el proceso no es
lineal, se rompe cuando termina la II República. La España sublevada va configurando una serie
de normas para acabar con lo que estableció la república. Se consolidaron a partir del 39. En su
inicio tuvo un fuerte componente fascista, hasta el 45, cuando se produjeron cambios para
adaptarse y mantenerse.
Es un sistema que va a utilizar todos los resortes a su alcance para sacar a las mujeres del espacio
público. Durante la II República se promocionó mucho la educación a las mujeres (profesoras,
milicianas, etc.). Para retirarlo de nuevo se elaboró toda una legislación discriminatoria para
convertir a la mujer en un ser dependiente. Se genera también un sistema pseudoeducativo de
convencer a la mujer del papel que tiene que tener la mujer. Todo ello tiene un objetivo político,
el aumento de la natalidad, había un fuerte discurso para fomentar la natalidad (basado en la idea
imperialista). Gran parte de esta legislación tiene que ver con esta idea (Eisenhower en EEUU
hizo lo mismo en los años 50).
La legislación franquista vuelve al código civil de 1889. La mayoría de edad para todos a los 21,
aunque las casadas no pueden abandonar el domicilio familiar sin el permiso el padre, a no ser
que sea para casarse (relevo de tutelas). Todos los bienes y poderes los administra el marido. Se
impuso la ley de enjuiciamiento civil, en el artículo del 64 considera el domicilio del matrimonio
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como domicilio conyugal, que otorga la titularidad al marido. En casos de denuncia, la mujer
debía abandonar de su casa y dejar a los hijos con el marido, además de que necesitaba dar
conocimiento al marido de dónde “quedaba depositada” (esta ley no fue cambiada hasta 1958,
cuando hubo un fuerte movimiento de mujeres falangistas).
Las consecuencias de todo esto fueron la anulación de la capacidad económica y jurídica de las
mujeres. En el contexto de los años 40-50, España se separa de la tendencia europea (tras la II
Segunda Guerra Mundial muchas mujeres siguieron trabajando, pero en España eso no ocurre).
En España la tasa de empleo reglado era del 15%, mientras que en Francia era del 35,9% y en
Alemania del 35,1%. La consecuencia de esto era un aumento de la natalidad (había incluso
premios a la natalidad, como se recogía p. ej., en el periódico ABC).
Para difundir este mensaje el régimen de Franco contó con la colaboración de la Iglesia y la
Sección Femenina de Falange, que se ponen al servicio del régimen. Conciben ambas a la mujer
de manera similar, como transmisora y reproductora de valores (nuevas vidas y viejos valores).
Para ello se orquestó un sistema de propaganda muy fuerte y un sistema educativo. Los objetivos
consistían en preparar a los niños y niñas para el cometido social que el sistema les asigna. La
Revista Consigna era la que daba las indicaciones a las maestras. Como consecuencias se separó
a las escuelas por sexos, se prohibió la coeducación en septiembre de 1936. Se daba una educación
diferenciada entre niñas y niños, estableciéndose un plan de estudios diferenciados en octubre de
1941. Las niñas debían aprobar todas las asignaturas de enseñanzas del hogar (p. ej., Economía
Doméstica). Este tipo de asignaturas estaban al mando de mujeres de la sección femenina de
Falange.
Las Escuelas del Hogar son el medio a través del cual transmiten su mensaje la sección femenina.
Dotaban a las mujeres de conocimientos prácticos para su actuación en su vida cotidiana.
La Iglesia es la institución que difunde con más fuerza y convencimiento el ideario de mujer
sacrificada y sumisa. Las escuelas están en manos de congregaciones religiosas, tienen la
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Isidro Gomá, arzobispo de Toledo, firmó la carta episcopal de apoyo a los militares rebeldes. Fue
el escritor de La Familia (1926), reeditado múltiples veces durante el franquismo. Señala en la
edición de 1940, que Franco ha reclamado la colaboración de la Iglesia para volver a recuperar la
familia española, “en peligro por la legislación republicana, que defendía el amor libre, el
matrimonio civil y el control de la natalidad”. Defendía mantener una jerarquía y crear toda una
doctrina para evitar la emancipación de la mujer. Había que ponerle trabas a la independencia
económica, que permitiría tomar decisiones sin el acuerdo del marido o contra su voluntad, la
libertad social, que permitiría relaciones fuera del seno familiar, negocios, aficiones, etc., y la
libertad fisiológica, que le permitiría controlar su concepción y la liberaría de las cargas
maternales. Debían obstaculizarse estas vías para mantener la unidad familiar. Hay toda una
dialéctica para sacar a la mujer del trabajo. A partir de aquí se gesta toda la legislación posterior.
Las consecuencias de todo este mensaje es la insistencia en todos los libros de la época de los
estereotipos masculinos y femeninos. Aparecen en el discurso educativo, en la propaganda, en los
anuncios, etc. Se interioriza muy profundamente y se ha seguido transmitiendo casi sin poder
evitarlo.
Hay pocas reformas legales. Una de ellas es la reforma parcial del código civil de 1958, impulsada
por mujeres, entre ellas Mercedes Formica. Se permitió a las mujeres permanecer en el domicilio
familiar y se aceptó la tutela compartida. En 1961 se propone la ley sobre derechos políticos,
profesionales y laborales de la mujer. Se reconoce a las mujeres os mismos derechos que al varón
en actividades políticas y laborales, aunque debieron seguir contando con el permiso marital hasta
1975.
Entre las reformas educativas, se mantuvieron los planes de estudio, aunque perdieron peso las
enseñanzas del hogar.
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Las consecuencias del sistema legislativo y educativo del discurso oficial dominante durante el
franquismo fueron un gran analfabetismo femenino, un nivel de escolarización mucho más bajo,
presencia casi nula de mujeres en la enseñanza superior hasta casi finales de los sesenta, una fuerte
dependencia económica del varón (donde la mujer es una propiedad más), y una gran
desprotección hacia las mujeres. A más largo plazo, se encuentra una tasa más elevada de
desempleo y una presencia menor en puestos de responsabilidad. Lo más grave es un arraigo
ideológico muy profundo que ha condicionado la vida cotidiana de muchas mujeres.