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Lógica y realidad: el

primado del individuo


A. GHISALBERTI1

La especulación de Ockham, tal como se presenta en la Ordinatio y en los Quodlibeta, se


distingue siempre por un extremado rigor crítico respecto de las posiciones de los predecesores y de
los contemporáneos; dicho rigor no es fruto de un criticismo apriorístico, ligado a su presunto
nominalismo, sino consecuente con una precisa opción de coherencia en el discurso, con un respeto
de la lógica y, sobre todo, de la lógica de los términos. Entre las doctrinas lógicas relativas a las
propiedades de los términos se destaca la teoría de la suposición, dirigida a definir la propiedad que
los términos poseen, en el interior de una proposición, de estar en lugar de otras cosas, de significar
realidades diversas de los mismos términos.

La suposición es la propiedad de los términos que entran en una proposición vestidos de


sujeto o de predicado, de estar en lugar de o de estar por, esto es, de “suponer” algo. Se trata de
una teoría peculiar de la lógica escolástica, que podemos hallar en una forma casi sistemática en
diversos tratados lógicos del siglo XII y ampliamente desarrollada en las Summule logicales de
Pedro Hispano (1210-1277)2. Ockham introduce innovaciones importantes respecto al modo de
entender los principales tipos de suposición, que son la suposición personal, simple y material3.
Se da suposición personal cuando el término en la proposición supone por su significado, es
decir, cuando conserva la función significativa que le es propia y, para Ockham, un término tomado
significativamente puede significar solamente objetos singulares, extramentales o intramentales,
para designar los cuales ha sido instituido. En el ejemplo «el hombre corre». El término «hombre»
puede significar solamente hombres concretos (Pedro, Pablo, Andrés etc.), los únicos que pueden
correr; así como el término hombre ha sido instituido precisamente para designar individuos
concretos, en la proposición precedente dicho término tiene suposición personal.
Ockham aduce otro ejemplo esclarecedor: la proposición «la especie es un universal». En
dicha proposición, el término «especie» está por un concepto de la mente, desde el momento en que
sólo los conceptos son universales para Ockham. Comoquiera que el término «especie» ha surgido
precisamente para significar conceptos, en la proposición examinada el término «especie» está
tomado significativamente y por eso tiene suposición personal.
En cambio, se tiene suposición simple cuando el término está en lugar de un concepto,
siempre que esto no suceda en base a su significado propio. En la proposición «el hombres es una
especie», el término «hombre» está por un concepto mental, expresado por el término «especie»;
comoquiera que el significado propio del término «hombre» es otro (los individuos concretos), en la
proposición precedente el término «hombre» tiene suposición simple. Para que se dé suposición
simple, por tanto, se requieren dos condiciones: el término no debe ser tomado significativamente,
1
A. GHISALBERTI, «Guglielmo di Ockham e l’ockhamismo», en G. D’ONOFRIO (direzione di), Storia della
Teologia nel Medioevo III. La teologia delle scuole (Casale Monferrato 1996) [463-514] 487-491.
2
Cf. A. CONTI, “Logica e teologia nelle università”, en G. D’ONOFRIO (direzione di), Storia della Teologia nel
Medioevo III. La teologia delle scuole (Casale Monferrato 1996) [273-299] 278-281. Una documentada historia de la
teoría de la suppositio es trazada por L. M. DE RIJK, Logica modernorum (Assen 1967). A De Rijk le debemos tanbién
la edición crítica de la obra de Pedro Hispano: Peter of Spain. Tractatus called afterwards Summulae logicales (Assen
1972).
3
Cf. WILLIAM OF OCKHAM, SL I,64; O.Ph. I, 195-197.
2

ya que esto configura la suposición personal; además, el término debe suponer por un concepto
mental, o sea, por aquellos signos que se forman naturalmente en la mente del hombre, los cuales,
siendo en sí mismos singulares, son universales en cuanto a su significado, es decir, significan una
multiplicidad de cosas singulares.
Se da la suposición material cuando, verificadas las mismas condiciones que permiten la
suposición simple, el término no supone por un concepto o término mental, sino por un término oral
o escrito. Esto sucede cuando el término está en lugar de sí mismo o de sus sinónimos gramaticales.
En los ejemplos «hombres es un sustantivo de cuatro letras»; «hombre se escribe»; el término
«hombre» no está en lugar de ningún individuo singular y tampoco supone por un signo mental,
sino que reemplaza el signo gráfico «hombre», el único ‘hombre’ que puede ser de cuatro letras o
estar escrito.

Comparando la subdivisión ocamista de la suposición con la de sus predecesores, hallamos


que la innovación más importante introducida por el Venerabilis inceptor recae sobre la suposición
simple. Mientras Pedro Hispano entiende la suposición simple como el estar en lugar de una cosa
significada por el mismo término, llegando a decir –por ello– que, en proposiciones del tipo
«hombre es una especie», «animal es un género», el término «hombre» supone por el hombre en
común y el término «animal» supone por el animal en común, nuestro Ockham considera que la
suposición simple no sobreentiende ninguna realidad o esencia universal en común, sino que refiere
solamente un concepto mental en su naturaleza de concepto 4. La diferencia, por lo tanto, no es sólo
técnica, sino que implica una actitud prejudicial de fondo acerca del modo de entender los
universales y la relación entre el plano conceptual y el plano objetual: la teoría de la suposición de
Pedro Hispano suponía una concepción realista de los universales, al menos en la forma más
mitigada del realismo moderado, al que Ockham se opone radicalmente, pues para él no existe nada
universal en la realidad extramental, ni siquiera en estado potencial, siendo la universalidad una
característica propia de los conceptos genéricos y específicos, dotados de la capacidad significativa
polarizada hacia una pluralidad de objetos individuales.

El alcance de estas caracterizaciones se pone de relieve apenas se piensa en el hecho de que


Ockham no asigna a la teoría de la suposición un uso estrictamente lógico, sino que hace de ella el
criterio para establecer la verdad de las proposiciones. Verdad y falsedad, en lógica, son
abstracciones; concretamente, sólo existen proposiciones verdaderas o proposiciones falsas. Ahora
bien, una proposición categórica afirmativa es verdadera si y sólo si el sujeto y el predicado
suponen por la cosa misma.
Ockham recurre a la suposición, además, para caracterizar el discurso científico: las diversas
ciencias resultan compuestas por proposiciones y, por eso, tanto se asegura su captación de lo real
cuanto los términos de sus proposiciones se usan según la suposición personal. Ciencias reales, por
tanto, son aquellas que resultan de términos que suponen por las realidades extramentales; ciencias
racionales aquellas cuyos términos suponen por conceptos, ya sea según la suposición personal
(cuando están en lugar de términos que, aunque siguen siendo signos, son considerados en sus
realidades singulares significables), ya sea según la suposición simple (cuando están en lugar de
conceptos considerados en su capacidad significativa, en su ser signos y no en el ser singular que
poseen dentro de la mente).

De la exposición de la doctrina de la suposición ya emerge un dato extremadamente


significativo: Ockham no comparte la solución del problema de los universales conocida como
«realismo moderado», elaborada por los maestros del siglo XIII, desde Alberto Magno hasta Tomás
de Aquino, Buenaventura de Bagnoregio, John Duns Scoto. Si bien con algunas diferencias, estos
maestros partían de la concepción de la naturaleza absoluta de Avicena para sostener que la
naturaleza propia de las cosas –considerando lo que le conviene en cuanto tal– no es ni universal ni
4
PEDRO HISPANO, Tractatus VI, De suppositionibus, ed. L. M. DE RIJK 81.
3

particular: se vuelve universal mediante la abstracción del entendimiento, mientras que se


particulariza a través del principio de individuación. Considerada en sí misma –o absoluta– la
naturaleza o esencia propia de las cosas, por lo tanto, es indiferente, neutra respecto a un modo de
ser universal o particular, por lo que representa el fundamento de la universalidad mental o de la
singularidad real: compatible con el ser singular y con el ser universal, puede ser llamada,
respectivamente, singular en potencia y universal en potencia.
Esta lectura de la realidad es rechazada por Ockham, para quien la realidad extramental no
admite caracteres universales de ningún tipo; pensar de otra manera es como decir que los entes
particulares están constituidos por un elemento o parte universal y por un elemento o parte no
universal, contra el fundamental principio de economía, según el cual el singular se explica
recurriendo a elementos en todo y por todo singulares.
Entre los numerosos argumentos elaborados en la Summa logicae contra el realismo de los
universales, algunos presentan conexiones con el discurso teológico, como los siguientes: si el
universal tuviera una consistencia real, distinta de la correspondiente a la esencia individual, Dios
podría producir el universal sin producir ninguno de los individuos en los que el universal se halla
presente: en efecto, no es contradictorio que, cuando dos cosas son distintas, dios pueda producir la
primera sin la segunda. En la hipótesis realista, se llegaría así a la absurda conclusión de que Dios
puede crear la humanidad sin crear hombres.
Más aún: si los individuos resultasen compuestos de una esencia universal y de una esencia
individual –así caracterizaba Duns Scoto su realismo–, Dios no podría eliminar un individuo sin
eliminar todos los que pertenecen a la misma especie; y, además, Dios no podría crear de la nada
ningún individuo, desde el momento en que ya existiría un elemento constitutivo del individuo
mismo, o sea, la esencia específica presente en los individuos ya existentes5.
La única explicación coherente relativa a la distinción entre particular y universal consiste en
reconocer la diferencia radical entre ambos: el universal es un concepto, un signo mental, un ente de
razón, mientras que el individual es una cosa existente de manera autónoma en la realidad
extramental.
Desde esta perspectiva se comprende cómo el problema del principio de individuación ya no
tiene más razón de ser: dando vuelta la perspectiva de los maestros del siglo XIII, Ockham releva
que, filosóficamente, el problema no consiste en cómo del universal se pasa al particular, con la
consiguiente búsqueda del principio que hace individuos a los géneros y las especies; sino en el del
paso del particular al universal, de los individuos reales a los términos universales que los
significan.
Ulterior consecuencia de la ontología particularista es la exclusión de toda distinción que no
sea meramente gramatical entre la esencia y la existencia: si la esencia de una cosa se identifica con
su existencia de manera total, esto es, con la misma fuerza con la que se identifica consigo misma 6.
Los conceptos universales que significan esencia específicas remiten siempre a esencias
individuales concretas, dotadas de existencia al punto que no se distinguen de ellas.

5
Cf. WILLIAM OF OCKHAM, SL I,15; O.Ph. I, 51.
6
Cf. WILLIAM OF OCKHAM, SL III,2,27; O.Ph. I, 553-555.

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