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Resumen:
INTRODUCCIÓN
Siendo el punto central del presente trabajo académico determinar la posibilidad o no que
tiene el Juez de Tierras para conocer de acciones personales accesorias a la acción,
debemos versar previamente sobre la competencia, y ésta es la aptitud que tiene un juez o
tribunal para conocer y decidir de aquello que le es apoderado, siendo la incompetencia el
exacto opuesto: cuando no cuenta con esa facultad, debe declinar el asunto ante la
jurisdicción correspondiente1.
En tal sentido, la ley 108-05 sobre Registro Inmobiliario (desde ahora “ley” o “LRI”)
dispone claramente el régimen de competencia para las acciones que deberá de conocer,
cuando establece en su artículo 3 que la Jurisdicción Inmobiliaria (desde ahora “JI”) tiene
competencia exclusiva para conocer de todo lo relativo a derechos inmobiliarios y su
registro en la República Dominicana, desde que se solicita la autorización para la mensura
y durante toda la vida 19 Ley No. 108-05 de Registro Inmobiliario jurídica del inmueble,
salvo en los casos expresamente señalados en la presente ley. De aquí se desprende que la
1 Se trata de una cuestión ligada intrínsecamente al principio de legalidad y se constituye en una de las principales
garantías del debido proceso y la tutela judicial efectiva, toda vez que: (a) por un lado, es propio de un Estado de Derecho
que un juez o tribunal solamente puede conocer de aquello que de lo cual la ley le confiere expresamente atribución (art.
40.15 de la Constitución); (b) Se constituye una garantía mínima de que ninguna persona puede ser juzgada sino conforme
a leyes preexistentes al acto que se le imputa, ante juez o tribunal preexistentes al acto que se le imputa, y con observancia
de la plenitud de las formalidades propias de cada juicio (art. 69.7 de la Constitución, principio del Juez Natural).
competencia de la JI es primordialmente para acciones reales inmobiliarias2, donde el
objeto del derecho haya sido registrado o se encuentre en proceso de registro. A sensu
contrario, la JI no cuenta con competencia para conocer de demandas personales como la
falta de pago del precio de un inmueble, ya que la discusión no es sobre el derecho real,
sino sobre la obligación personal así surgida; por vía de consecuencia, la competencia será
de la Jurisdicción Civil ordinaria. Tampoco tendrá competencia para el conocimiento de
acciones posesorias frente a inmuebles que no hayan iniciado formalmente la mensura;
ergo, la competencia en este caso corresponde al Juzgado de Paz territorialmente
competente.
A pesar de lo antes expuesto, existe otro renglón de competencia dado en función de las
potestades que tiene el Juez para una instancia y la posibilidad de que el caso pueda tener
distintas clases de incidencias. Es la denominada “competencia implícita”3, conforme a la
cual el juez con competencia para lo principal tiene igualmente aptitud para conocer de las
cuestiones accesorias e incidentales. En otras palabras, tiene competencia para conocer de
las excepciones (latu sensu)4. Por ello se pueden conocer en materia civil demandas
incidentales (adicionales, reconvencionales e intervenciones); y por ello se pueden solicitar
pretensiones civiles de forma accesoria a la principal, siempre y cuando no se desnaturalice
la competencia natural del juez o tribunal5.
2La propia ley reconoce como excepción a las persecuciones del embargo inmobiliario, las cuales son competencia de la
jurisdicción civil ordinaria.
3 No debe confundirse con la competencia funcional, que refiere a los casos que son de la exclusiva e improrrogable
competencia de una jurisdicción, excluyendo a las demás para conocer del mismo.
4 COUTURE, Eduardo, “Fundamentos de Derecho Procesal Civil”, tercera edición Depalma, Buenos Aires, 1958, pág. 92
5Buen ejemplo de esto es la competencia del juez de paz, que si los pedimentos incidentales exceden de su competencia,
éste debe remitir las actuaciones ante la jurisdicción competente. Tal sería el caso de que se impugne la filiación con
motivo a una pensión alimentaria.
De forma explícita, la ley no refiere a la posibilidad de demandar en daños y perjuicios ante
la Jurisdicción Inmobiliaria, y únicamente refiere en su artículo 31 que: “Si queda
demostrado durante el proceso la falta de fundamento de la demanda porque la misma
haya sido ejercida con ligereza censurable o con el propósito deliberado de hacer daño, el
juez podrá ordenar la reparación moral del perjudicado y la indemnización por daños y
perjuicios correspondiente conforme a lo dispuesto por el Código Civil. Párrafo.- Sólo
pueden introducirse demandas en reparaciones como parte de un proceso y no como
acción principal, mediante una demanda reconvencional notificada al demandante
principal por acto de alguacil en el curso del proceso”. De aquí se desprende que el único
caso expresamente regulado por la legislación para accionar en reparación de daños y
perjuicios es en cuanto a demandas temerarias se refiere, dejando al demandado la
posibilidad de reclamar derechos personales dentro de una jurisdicción que, en principio,
sólo está llamada a conocer acciones reales inmobiliarias.
En contraste a esto, el principio VIII de la LRI dispone que: “Para suplir duda, oscuridad,
ambigüedad o carencia de la presente ley, se reconoce el carácter supletorio del derecho
común, y la facultad legal que tienen los tribunales superiores de tierras y la Suprema
Corte de Justicia a estos fines”, lo que hace necesario verificar cuál es la praxis admitida
ante las jurisdicciones civiles y si es compatible con la materia inmobiliaria. En efecto, en
el derecho procesal civil no solamente se admite la posibilidad de accionar conjuntamente
con una reclamación principal, sea en Ejecución de Contrario o Nulidad de Embargo
Inmobiliario, que la parte accionante principal pueda solicitar a su vez condenaciones en
daños y perjuicios; de hecho, son raros aquellos casos en que la parte impetrante se limite a
peticionar que se ejecute el contrato o a que se declare nulo el embargo, y la costumbre
jurídica suele ser reclamar accesoriamente daños y perjuicios. Inclusive, aun cuando no
constando este petitorio adicional en la demanda principal, el demandante puede
perfectamente adicionarlo posteriormente, de conformidad con lo que dispone el artículo
337 del Código de Procedimiento Civil dominicano.
A pesar de lo anterior, resulta ser que la jurisdicción civil tiene competencia natural para
conocer de demandas en reparación de daños y perjuicios, como acción personal que supera
el monto de RD$20,000.00 pesos contemplado en el artículo 1 del Código de
Procedimiento Civil. Es decir, el referente civil, si bien nos sirve para establecer la
posibilidad de solicitar conclusiones accesorias, no nos sirve para determinar si
perfectamente puede la Jurisdicción Inmobiliaria conocer de reclamaciones accesorias en
daños y perjuicios, ya que son de la competencia natural de la jurisdicción civil ordinaria. A
modo de ejemplo: Si fruto de una Litis sobre Derechos Registrados que haya transcurrido
todos los grados ordinarios y extraordinarios, se determina que X adquirió un inmueble por
medios fraudulentos –no siendo un tercer adquiriente de buena fe–, si la parte demandante
Y no ha reclamado daños y perjuicios y pretende hacerlo, no podrá accionar ante la JI con
esta acción personal principal, sino ante la jurisdicción civil ordinaria territorialmente
competente.
En tal sentido, se hace necesario agregar al ejemplo qué pasaría en el caso de que Y opte
por demandar en daños y perjuicios, conjunta y accesoriamente a la Litis sobre Derechos
Registrados.
Quid sobre la sentencia 161, del 29 de abril del año 2015, de la Tercera Sala de la Suprema
Corte de Justicia. La referida sentencia fue dictada con motivo al recurso de casación de
una sentencia del Tribunal Superior de Tierras del Departamento Central, que a su vez
confirmó la sentencia del tribunal a-quo en que se condenó accesoriamente a la parte
demandada (y recurrente en casación) a una reparación de daños y perjuicios en una Litis
sobre Derechos Registrados, y la Corte a-qua ratificó esta decisión. La recurrente alegó
motivos erróneos, confusos y contradictorios; falta de ponderación de documentos
esenciales del proceso; Violación a la ley por fallo extra-petita y violación a la regla de
competencia del Tribunal de Tierras; y errónea interpretación de varios artículos del
Código Civil.
Con el debido respeto a las posiciones anteriormente detalladas, y entendiendo que uno de
los principales principios en que se sustenta el Poder Judicial dominicano es el principio de
Imparcialidad e Independencia, en donde los criterios –correctamente sustentados en
Derecho– deben ser respetados, nos permitimos realizar un análisis deconstructivo a las
posiciones antes detalladas, a los fines de determinar si realmente existe el impedimento
legal para accionar accesoriamente en daños y perjuicios ante la JI.
Ante la jurisdicción penal, la víctima tiene el derecho de opción entre llevar sus
pretensiones civiles de forma accesoria a la acción penal principal, o bien de llevarla de
forma autónoma6. Recordemos aquí que las jurisdicciones penales rigen su competencia en
base al principio de legalidad. Son, de esta forma, jurisdicciones de excepción, y a pesar de
ello, pueden establecer accesoriamente una indemnización a la parte civil constituida en el
proceso, lo que es de competencia natural de la jurisdicción civil ordinaria.
La justificación de que exista esta alternativa tiene dos vertientes: la primera y la más
obvia, porque así lo dispone la ley; y la segunda, que apela al fundamento racional de esta
posibilidad, se inclina por temas de razonabilidad: la aplicación del principio de
inmediación, de economía procesal y de una verdadera tutela judicial efectiva. Después de
todo, ¿Quién mejor que el juez que instruye el proceso en que se determina lo principal
para establecer la concurrencia de los elementos de la responsabilidad civil, así como el
monto razonable y proporcional para la indemnización? El escenario contrario presenta
peores riesgos: dilación innecesaria, doble conocimiento de los procesos, y hasta
inseguridad jurídica7.
7Tendría que esperarse una solución final en torno al caso con una sentencia que adquiera la autoridad de la cosa
irrevocablemente juzgada, para que luego una jurisdicción civil decida en torno a los daños y perjuicios ocasionado, la
cual no habrá tenido oportunidad de verificar con el mismo nivel de inmediación lo que ya verificó el juez penal que
conoció del caso. Se corre igualmente el riesgo de que subvaloren o sobrevaloren los daños y perjuicios producidos
Desde otra óptica, se verifica que en la sentencia se afirma como única posibilidad
excepcional para una acción personal la de demandar reconvencionalmente en caso de
demanda temeraria. Aplicando el principio de igualdad, si realmente existe un impedimento
expreso para llevar acciones personales de forma accesoria por ante la Jurisdicción
Inmobiliaria, ¿no sería esto una violación a la igualdad de las partes ante la jurisdicción,
siendo sólo una prerrogativa del demandado8 y no del demandante? en buen Derecho, si el
demandado siente que la demanda es temeraria, ¿no debería igualmente esperar la
conclusión de la acción principal ante el Tribunal de Tierras y luego demandar ante la
jurisdicción civil en Daños y Perjuicios por ejercicio abusivo del derecho?
8Referimos a esto como una prerrogativa, ya que el demandado tiene la opción de reclamar de forma principal, es decir,
no se ve obligado a ejercer accesoriamente su demanda por ante la litis principal.
9 En el orden civil, el principio de congruencia procesal impone el deber de dar a las pretensiones de las partes una
respuesta directa y coherente y a resolver todos los puntos litigiosos, y prohíbe que la resolución judicial vaya más allá de
lo solicitado por el demandante e impone una racional (BOVINO, Alberto, “Principio de congruencia, derecho de defensa
y calificación jurídica. Doctrina de la Corte Interamericana” Artículo publicado en “Revista de Derecho Procesal Penal”,
Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2006).
demás acciones que puedan surgir con motivo de la aplicación de esta ley”.Bajo esta
definición, resulta evidente que las pretensiones de la parte demandante son claramente
hacer valer obligaciones de hacer que tiene la parte demandada respecto a su condición de
condómino. Es decir, en buen Derecho, lo reclamado es una acción con carácter personal, y
así lo denuncia el demandado y recurrente cuando invoca en su recurso de casación la
incompetencia de las pretensiones de la parte demandante, y que es desestimado por la
Corte de Casación.
Vale recordar en este punto la sentencia pionera emitida por nuestra Suprema Corte de
Justicia, el 24 de febrero del año 1999, donde se introdujo por primera vez en sede judicial
la figura del “Recurso de Amparo”. Para ese entonces, no existía ni la hoy derogada ley
437-06 sobre el Amparo, ni se encontraba regulado en la Constitución sino hasta el 2010, ni
mucho menos estaba vigente la actual ley 137-11 sobre Procedimientos Constitucionales.
En aquel entonces, el Pleno de la Suprema Corte de Justicia estableció entre sus
razonamientos que: “(…) si es válido que para la protección de los derechos se debe tener
un medio, un camino especial que los haga efectivos, la Suprema Corte de Justicia está
facultada, empero, para determinarlo cuando por omisión del legislador no se ha
establecido el procedimiento adecuado”. Traemos esta sentencia a colación ya que por
medio de la misma básicamente se reconoció la importancia el derecho a la protección
judicial (art. 25 CADH) como derecho humano, al punto que trazó desde sede judicial la
competencia para conocer acciones de esta naturaleza, y el procedimiento a seguir, cuestión
que por regla general compete al legislador. Esto, conjugado con los razonamientos
anteriores respecto a una mejor tutela judicial efectiva, lleva a colegir que la ausencia de
regulación legal no puede ser interpretada en detrimento del derecho a accionar; debe –por
el contrario– buscarse la manera de viabilizar el ejercicio de la acción dentro de los
parámetros de la legalidad, la razonabilidad, y la justicia sustantiva.
RECAPITULACIÓN.
De todo lo expuesto anteriormente, se puede concluir afirmando que no hay una regulación
expresa que establezca si realmente está facultada o vedada la Jurisdicción Inmobiliaria
para conocer de reparación de daños y perjuicios de forma accesoria a una acción principal,
como lo admite no sólo la jurisdicción civil, sino además las demás jurisdicciones de
excepción. Los argumentos invocados para vedar esta posibilidad devienen en irracionales,
tomando en consideración que la JI conoce de forma excepcional de acciones personales,
por lo que plantearle una competencia para acciones reales inmobiliarias con un carácter
categórico y absoluto resulta en un tabú desmentido por las propias excepciones que la
propia jurisdicción expresamente admite. La interpretación así dada por la doctrina local y
por nuestra Corte de Casación resulta ser una tergiversación al principio del Juez Natural,
en tanto que una función implícita de la jurisdicción es poder dar respuesta no sólo a la
cuestión principal, sino a todos los incidentes, excepciones y cuestiones accesorias que
puedan surgir del proceso, que tengan un vínculo indisoluble con el mismo y que no afecte
la competencia funcional de otra jurisdicción; y en efecto, independientemente de que los
daños y perjuicios son acciones personales, también se encuentran indisolublemente unida a
la pretensión principal, tal y como se evidencia en el caso objeto de estudio.
Como se advierte del ejemplo penal, la jurisdicción civil no cuenta con una competencia
exclusiva para las acciones en reparación de daños y perjuicios, pudiendo éstas conocerse
de forma accesorias en distintas jurisdicciones especializadas como la laboral, la penal, la
1administrativa, etc. Ante el peso de esta realidad jurídica y social, admitir una tesis
contraria pone incluso en cuestionamiento la utilidad de una jurisdicción especializada en
materia inmobiliaria; ya que –y valiéndonos del mismo argumento a fortiori en que
justificamos nuestra tesis– si no puede para lo menos, ¿podrá para lo más?
BIBLIOGRAFÍA
AUTORES CONSULTADOS
BOVINO, Alberto, “Principio de congruencia, derecho de defensa y
calificación jurídica. Doctrina de la Corte Interamericana” Artículo
publicado en “Revista de Derecho Procesal Penal”, Ed. Rubinzal-Culzoni,
Santa Fe, 2006
JURISPRUDENCIA CONSULTADA
Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia. Sentencia 161, del 29 de
abril del año 2015.