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Historiador chileno Sergio Grez:

“La rebelión popular cuestiona tanto el modelo económico neoliberal como


la democracia restringida, tutelada y de baja intensidad".
Entrevista realizada por el periodista Dimitros Givisis, publicada en el periódico Epohi,
Atenas, Grecia, 10 de noviembre de 2019.

¿Cuáles son las causas profundas de la rebelión popular en Chile?

La revuelta popular en curso responde a causas estructurales, es la expresión de un


descontento acumulado durante más de cuatro décadas y media de aplicación implacable del
modelo neoliberal más extremista del mundo. El pueblo se ha levantado contra la profunda
desigualdad social, los salarios y pensiones miserables, los malos servicios de transporte,
educación y salud, los continuos aumentos de tarifas de servicios esenciales, la colusión de
empresarios para subir artificialmente los precios, el endeudamiento a tasas usureras inducido
por instituciones financieras y comerciales, los daños medioambientales y sus consecuencias
para la población provocados por la economía extractivista, el atropello de los derechos de
los pueblos indígenas, las violencias y abusos policiales, la corrupción y privilegios de
políticos profesionales, militares y policías, la falta de alternativas políticas reales al status
quo, además de otros males sociales que aquejan a la mayoría del país. Se trata de un
cuestionamiento, tanto al modelo económico neoliberal como a la democracia restringida,
tutelada y de baja intensidad que sucedió a la dictadura.

¿Qué partes de la sociedad están involucrados en la movilización? ¿Cómo se organizan


las protestas sociales?

Este es un movimiento esencialmente espontáneo y descentralizado, una rebelión del pueblo


chileno sin un estado mayor que conduzca o pueda controlar todas las acciones. En esta
rebelión participan trabajadores, estudiantes, pensionados, pobladores (habitantes de barrios
populares), organizaciones sindicales, vecinales, culturales, ambientalistas, feministas,
pueblos originarios, militantes de izquierda, intelectuales, es decir, ciudadanos de a pie” que
no están organizados o que se han venido organizando al calor del movimiento. La principal
instancia de coordinación es Unidad Social, un vasto conglomerado de organizaciones
sociales constituido pocos meses antes del estallido del 18 de octubre, que ha convocado a
las principales manifestaciones, aunque hay que subrayar que gran parte de las protestas y de
las deliberaciones ciudadanas que se están desarrollando en “cabildos” en todo Chile son
espontáneas o convocadas por actores muy diversos, contándose también organizaciones
como la Central Clasista de Trabajadores (CCT) y muchas otras, como las Asamblea
Territoriales que no forman parte de Unidad Social.

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¿Cómo interpreta esta escandalosa represión, la tortura, el abuso sexual, etc. contra los
manifestantes?

La feroz represión desencadenada por Sebastián Piñera contra el pueblo movilizado se


explica, principalmente, por la magnitud de la rebelión y por la incapacidad del gobierno de
satisfacer las demandas sociales mediante reformas estructurales. El miedo y desprecio
atávico de la clase dominante chilena al mundo popular se ha expresado, una vez más, en una
dura represión que nos recuerda la dictadura de Pinochet. La represión con su secuela de
violaciones masivas de los Derechos Humanos tiene un objetivo político: aplastar la rebelión
popular. La derecha chilena nunca ha creído en la democracia ni en el valor de los Derechos
Humanos, solo la ha aceptado a regañadientes como un “mal necesario” durante ciertos
momentos de la historia. Lo que está ocurriendo lo vuelve a demostrar.

¿Cómo responden los partidos de oposición y los medios de comunicación a la rebelión?

La oposición a Piñera carece por completo de unidad. La coalición que sirvió de base al
segundo gobierno de Bachelet -la Nueva Mayoría- dejó de existir antes del término de su
administración. El Frente Amplio, coalición joven, de reciente presencia parlamentaria, no
tiene unidad ideológica ni política más allá de algunos puntos programáticos generales. En
su seno conviven desde liberales clásicos hasta personas de pasado “libertario”, pasando por
socialdemócratas y ecologistas. No existe, por tanto, una postura común de la oposición
frente a la rebelión popular. Si bien todos los opositores reconocen que el malestar social es
innegable, difieren respecto de la actitud asumir frente al gobierno. Algunos, como la
Democracia Cristiana (DC), el Partido Radical (PR) y el Partido por la Democracia son
contrarios a una acusación constitucional contra Piñera, en tanto el Partido Comunista y el
Frente Amplio promueven dicha acusación. El PR, el PPD y el Partido Socialista (PS) piden
nueva Constitución sin indicar el mecanismo, a pesar de que el PS en sus Congresos y
declaraciones venía proclamando su adhesión a la idea de una Asamblea Constituyente, ya
no lo hace, señal de la poca convicción y credibilidad de sus anuncios. En general, puede
decirse que las desprestigiadas prácticas y cálculos electorales de los partidos los hacen
aparecer como aliados no confiables para las organizaciones sociales y la generalidad de las
personas movilizadas.

Durante los primeros días de la rebelión, los grandes medios de comunicación -


periódicos, radios y canales de TV- intentaron manipular groseramente la opinión pública
centrando su foco en los actos violentos, saqueos y vandalismo protagonizados por una parte
de los manifestantes, ocultando o minimizando la amplitud de las protestas, así como la
violencia policial y militar. No obstante, la amplia circulación de videos e informaciones a
través de las redes sociales y de pequeños medios de comunicación críticos o alternativos,
hacía imposible seguir deformando tan groseramente la realidad. De manera que hasta la TV
terminó mostrando una parte de los videos que registran atropellos a los Derechos Humanos
e informando sobre estos casos. La manipulación mediática continúa, pero es más sutil. Estos
medios ahora reconocen la legitimidad de las demandas populares, aunque continúan
poniendo el acento en la violencia de algunas de las personas que salen a protestar, o tratando
de contraponer manifestantes pacíficos a manifestantes violentos, al mismo tiempo que
intentan proyectar una imagen de “normalidad” que no corresponde a la realidad.
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¿Qué esperanzas crea la reciente radicalización social para el futuro? ¿Cómo se puede
expresar políticamente?

La rebelión popular de octubre-noviembre de 2019 marcará en muchos aspectos un antes y


un después. Cualquiera sea el desenlace -salvo un poco probable autogolpe de Piñera o un
golpe militar desembozado- las exigencias de la mayoría de la población no podrán ser
negadas pura y simplemente como ocurría desde hace décadas. De este alzamiento saldrá, a
lo menos, un pueblo más consciente, exigente y movilizado, dispuesto, incluso, a seguir
luchando por cambios mayores que apuntan no solo a la satisfacción de demandas inmediatas
sino también a la refundación política del país. La exigencia de nueva Constitución vía
Asamblea Constituyente saldrá fortalecida, independientemente de que sea o no factible en
el corto plazo. Esta podría ser, en definitiva, la principal expresión política de la rebelión de
los pueblos de Chile.

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