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Encuentro.

Autor. Roberto bandera.

Introducción.

Hay un primer encuentro.

Y llegara el último.

Y entre ambos todos tenemos otros muchos.

Algunos incluso determinan un cambio de rumbo en la vida.

Pero solo uno puede convertirla en plena y perdurable.


En la noche.

Junto al pazo.

Dios está fuera de nuestros sistemas y es ajeno a nuestras querellas. De campanario. Para
encontrarlo no necesita ni peregrinar al templo ni subir al monte. Basta con que vaya hasta el
fondo de tu ser. La religión, sin el amor en el centro, no es más que una cisterna vacía. Pretender
adorar a Dios sin buscar el espíritu y la verdad, no es creíble. Es inútil. Por eso en tantos santuarios
no se encuentra más que polvo. No son más que museos amenazados de ruina. Solo el deseo de
que alguien está por encima de todos los templos y de todo cambie, incluso nuestra fe.

Junto al pozo.

Al leer este relato me asombra constatar la diferencia que hay entre el Evangelio y lo que algunos
han comprendido. De su formación religiosa muchos han deducido que Dios sólo trata al hombre
según su comportamiento. Si hace méritos lo premia, y si no, lo castiga. Sin embargo, Jesús enseña
que independientemente de nuestra conducta, Dios no nos trata como merecemos, sino como
necesitamos. De ahí que no siempre nos dé aquello que le pedimos.

En la playa.

Por primera vez se encontraba ante alguien que no la juzgaba, ni la codiciaba, ni la humillaba.
Que se compadecía de sus errores, comprendía su lucha, creía en su arrepentimiento y la ayudaba
a aceptar su perdón. y así, sabiendo que todo ser humano necesita más amor del que merece, por
el simple método de la comprensión n y del respeto absoluto, Jesús descubría tesoros ocultos en
corazones, algunos tan de saldo como los nuestros.

Al pie de una montaña.

La aventura de la fe es una lucha constante contra los límites de la condición humana, pero con la
certeza de que la victoria es segura. En esta empresa Dios no me garantiza librarme de ningún
peligro, sino proporcionarme la fuerza para vencerlos.

En la madrugada

En nuestra inconsciencia le estamos pidiendo que intervenga en nuestro lugar. Porque es mucho
más fácil decir «Señor, acuérdate de los pobres», que hacer algo por ellos. Nos parece que
diciendo «Ten presentes a los necesitados» ya hemos cumplido nuestra parte. Que nuestra
plegaria resulta, incluso, de gran valor. Ahora bien, el problema de la pobreza, ¿es en algo ajeno a
nosotros, los seres humanos? Más honesto sería decir «Señor, al pensar en los pobres que me
rodean, te pido que me ayudes a descubrir lo que puedo hacer por ellos, para reparar esta
situación de injusticia que tú aborreces, y de la cual yo también soy culpable por mi falta de
solidaridad.»

En un viaje.

Paradójicamente, pertenecía a sus pertenencias. Todo su potencial de acción estaba encadenado a


una cuenta corriente y a unas escrituras. Hasta el punto que lo inmediato no le dejaba heredar lo
eterno. Demostró que, además, no era tan joven como aparentaba. Sus posesiones habían
operado sobre su espíritu un terrible efecto de envejecimiento que lo incapacitaba a emprender
con Jesús el viaje de su vida. Ni era tan rico como creía, pues lo que ya tenía le impedía adquirir lo
que le faltaba para ser feliz. Lo único que lo hubiese conservado rico y joven para siempre.

A solas.

Para crecer espiritualmente, para que el ideal que Dios nos propone llegue a hacerse realidad, hay
muchas cosas importantes, pero sólo una indispensable, la misma que muchos de nosotros no
hemos probado todavía: Aceptar un encuentro.

En el camino.

El relato termina sin contarnos 10 que decidieron aquellos hombres. ¿Siguieron los tres a Jesús?
¿No lo siguió ninguno? ¿Lo siguió alguno? Los Evangelios no satisfacen nuestra curiosidad.
Simplemente nos plantean los encuentros en un texto condensado, cuyo final abrupto sugiere una
única pregunta: ¿Qué vas a hacer tú?

Bajo un árbol.

Como nadie puede dejar que Jesús entre en su vida sin empezar a cambiar, la gratitud de Zaqueo
ante esa solidaridad que ha colmado su vacío empieza a rebosar de manera natural.

En una fiesta.

El proceso normal que Dios espera en nuestra vida espiritual es que vayamos reflejando de una
manera cada vez más nítida su carácter. Puesto que nos convertimos en lo que contemplamos, en
última instancia, lo que cambia no es nuestra imagen sino nuestra realidad. Por eso, en vez de
intentar disimular el aspecto externo, es más eficaz dejarse transformar.

En una cena.

Nuestras manos. ¿A las de quiér. :)c parecen? ¿A las de Tomás, a las de Felipe o a las de Juan?
Difícilmente habrán sido tan agresivas como las. De Simón, ni habrán defraudado más que las de
Mateo, ni se habrán crispado para decir blasfemias mayores que las de Pedro.

No importa su aspecto, no importa su historia: Jóvenes o gastadas, cuidadas o rudas, hábiles o


torpes, fuertes o finas, limpias o sucias. Todas están invitadas por Jesús a su cena. Si al mirarlas
nos parecen indignas, es que necesitamos aceptar su invitación. Porque es precisamente nuestra
necesidad lo que la ha motivado. y no hay nada que desee más que reunir un día, en un gran
encuentro, en torno a su mesa, todas nuestras manos.

Bajo las columnas.

Como lo aplico a mi vida personal?

Quizá, como Marta, lo que más necesitamos simplemente hacer un alto en nuestras múltiples
actividades. Escoger, en nuestra efímera parcela de existencia, la mejor parte, ésa que nadie podrá
quitarnos nunca, y encontrarnos con Jesús, por fin.

Estos momentos donde tengo muchas cosas en cierto tiempo de mi vida se me olvida de tener un
encuentro con Jesús, en este libro me pude dar cuenta de lo importante de poner un alto en mi
vida diaria y un encuentro verdadero con Jesús.

Como lo aplico en mi profesional?

Una de las mayores necesidades del ser humano es descubrir el valor infinito que tiene su vida, y
cada vida. Las posibilidades increíbles que tienen todo hombre y toda mujer cuando se los trata
con suficiente respeto y amor. Porque a todos nos hace falta otro que nos ayude a vernos tal cual
somos, y, sobre todo, a descubrir qué podemos llegar a ser. Alguien que nos dé la fuerza que nos
falta para aceptarnos, y, lo que es más difícil, para transformarnos, hasta el punto de ser capaces
de aceptar a los demás tal como son y ayudarles a su vez a realizarse.

Como psicólogos tenemos la oportunidad de ayudar a las personas y de que ellos a pesar de la
vicisitudes que estén pasando encuentren el valor infinito que tienen su vida que se puedan ver tal
como son y ayudarlos a trasformar sus vidas pero no con nuestra propia ayuda sin con la ayuda
que todo lo puede y puede hacer un encuentro perfecto y ese Jesús

Conclusión.

Termino con esta frase del libro.

La última página del Evangelio seguirá sin terminar mientras le falte tu encuentro.

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