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La importancia del liderazgo político

Necesitamos líderes políticos comprometidos con la implementación


constitucional de los Acuerdos y la construcción de la paz.
El estudio de los líderes y el liderazgo ha sido y seguirá siendo significante. En
Oriente y en Occidente; en el Norte y en el Sur, se les busca, se les sigue, se les
honra, se les juzga y se les mata. ¿Podríamos negar esta última situación
histórico-dramática de la condición humana?

Preguntémonos: ¿es el liderazgo simple innovación cultural o política? ¿Es


esencialmente inspiración o movilización de seguidores? ¿Es el líder un defensor
de valores? ¿Qué relaciones deben existir entre el líder político y el estadista?
Y una más: ¿podemos distinguir entre los líderes y los buscadores de poder?
Parece que sí. Según mi percepción, los líderes que han influido decisivamente
en el curso de la historia colombiana en los siglos XIX, XX y XXI no han sido
meros buscadores de poder (Mussolini, Hitler, Stalin… Perón, Somoza,
Pinochet, Fujimori, Chávez, Maduro…), sino aquellos que, gracias a su
formación intelectual, capacidad ética, vocación de cambio, legitimidad en el
ejercicio del poder y posibilidad de realizar lo difícil, han modificado el destino
de pueblos y regiones en que nos hemos organizado los seres humanos.

Reflexionando en torno a la problemática del liderazgo político sabemos que es


el resultado de un proceso histórico global y, por tanto, los esfuerzos por
simplificarla y tipificarla, sin tener en cuenta la complejidad de la realidad dentro
de la cual emergen, son trabajos que conducen a resultados parciales y
deficientes.

Me inclino a pensar que el estudio del liderazgo político debe ser visto como
parte de la dinámica del conflicto social, de la estructura del Estado y del
poder, de la organización de los partidos políticos y los movimientos políticos y
sociales, del proceso de paz y la solución de conflictos, de la gobernabilidad, y
de la toma de las decisiones, en espacios y tiempos determinados; por cuanto
poco es el liderazgo político, si no está vinculado a procesos colectivos.

El liderazgo político futuro para nuestro país lo entiendo no como un juego entre
las élites o una respuesta populista, sino como el resultado de un camino en que
se cuente con un proyecto y una estructura para la acción, con miras a establecer
una sociedad justa, pacífica, libre y con posibilidad de organizar un desarrollo
sostenible.

Frente a las crisis, los pueblos y los procesos sociales facilitan la eclosión de
liderazgos que conducen a su solución: líderes políticos y estadistas que
encarnan proyectos históricos: Lincoln, Lenin, Juárez, Gandhi, Roosevelt,
Mussolini, Hitler, Mao, De Gaulle, Churchill, Adenauer, Kennedy, Obama…
son algunos ejemplos importantes a nivel mundial. En América Latina tenemos
casos ejemplares de tales liderazgos: Benito Juárez, José Martí, Salvador
Allende, Ricardo Lagos… Colombia no es una excepción: José Antonio Galán,
Antonio Nariño, Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander, Rafael Núñez...
Rafael Uribe Uribe, Manuel Murillo Toro, Alfonso López Pumarejo, Darío
Echandía, Alberto Lleras Camargo, Jorge Eliécer Gaitán, Carlos Lleras Restrepo
y Luis Carlos Galán… son ejemplos significativos, no los únicos.

Según mi conocimiento, cuando el líder actúa en beneficio de la comunidad


recibe, como fruto de su labor, la gratitud política de las masas y, a través del
prestigio adquirido, puede acceder a los más altos cargos de representación y
función pública. Mas cuando usa la vocación sólo para servirse, y enriquecerse
él, sus hijos, familiares y allegados, terminará su existencia posiblemente
enriquecido económicamente, pero despreciado y hasta odiado por el pueblo
(Stalin, Somoza, Mussolini, Hitler, Fujimori, Noriega, Pinochet, Chávez y
Maduro... son casos significantes al respecto; existen otros). El líder que
desvirtúa los fines superiores de la política acabará como un politiquero; y es
claro que en nuestro país existe ya un profundo rechazo a esas prácticas y
conductas que han demostrado su ineficiencia en términos históricos.
Estando en pleno proceso para la elección de presidente, estamos invitados a
pensar; a conocer bien los candidatos y sus reales historias y pretensiones. Mi
experiencia e información confiable me indica que especialmente la juventud
universitaria está ahíta de los líderes políticos y presidentes y expresidentes, que
han actuado y actúan como politiqueros.

El señor procurador, Fernando Carrillo, tiene razón cuando sostiene: “O


recuperamos la política de las manos de los corruptos o la democracia terminará
asfixiada por el pesimismo y en manos del populismo”. Y complementa: “Los
buenos políticos son aquellos que respetan la ley y la Constitución y son capaces
de mirar a la cara a los ciudadanos. Aquellos que son ejemplo de probidad y
altruismo, los que rinden cuentas, los que exhiben como su mayor credencial, la
honestidad y no sus cuentas secretas en paraísos fiscales”. Ahora tenemos una
oportunidad para impedir –por la vía democrática– que los politiqueros
continúen en el ejercicio del poder; de nosotros –los demócratas– depende. No
olvidemos algo evidente en los últimos decenios en Colombia: los malos
gobernantes han sido electos por los que no votan.

El liderazgo político. Análisis de casos (II)*


¡Cuánta responsabilidad, presente y futura, tienen el sistema educativo y los
medios de comunicación en el surgimiento de líderes políticos democráticos!
Confío en que acierten y fortalezcan nuestra democracia.
En la columna anterior me ocupé de la introducción, el origen del texto, la
importancia del liderazgo político democrático y se presentó la
conceptualización de ciencia política. Continuemos.

Gobernabilidad democrática. En segundo lugar, preguntémonos: ¿será que


Stalin, Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet, Lanusse, Levingston, Onganía,
Videla, Viola…, Castelo Branco…, Castro, Fujimori, Chávez, Maduro y algunos
más tuvieron gobernabilidad? Sí, pero no democrática. ¿Cómo acercarnos
entonces a un concepto contemporáneo y riguroso sobre ella? Respondo.
Después de múltiples análisis comparados —sobre casos específicos— en
Europa, Asia, África y América Latina, la conceptualizo así: es la capacidad del
sistema político para ejecutar políticas públicas, dirigidas a la realización de un
proyecto que permita cristalizar cuatro dimensiones sustantivas: la satisfacción
de las necesidades fundamentales de la mayoría de la población, asegure la
estabilidad de un orden político democrático, facilite una comunicación ética del
gobernante con la comunidad y permita una acción eficiente y eficaz,
construyendo un desarrollo sostenible, según las orientaciones de Naciones
Unidas.
Liderazgo político democrático. Y, en tercer lugar, precisemos ahora la
conceptualización del liderazgo político democrático. Conocemos que su
aparecimiento es concomitante con la evolución que converge en el surgimiento
de lo humano. Si tenemos presentes las elaboraciones comprensivas weberianas,
vemos que coetáneamente a los procesos de las sucesivas dominaciones se han
dado también liderazgos carismáticos, tradicionales y legales, según sea el
carisma, el peso de la tradición o el fundamento legal lo que legitime,
prioritariamente ante la comunidad, el carácter del liderazgo. A lo largo de los
siglos, se han presentado casos en el que el carisma (Bolívar, Santander,
Nariño…), la tradición (Enrique VIII, Catalina II…) y la ley (Alberto Lleras,
Luis Carlos Galán…) se combinan de manera diversa en distintos sistemas y
regímenes políticos.
¿Quién es entonces un líder político democrático? Creo que es un(a)
ciudadano(a), conductor(a) y jefe que, con prestigio intelectual y humano, asume
un proyecto capaz de generar seguidores organizados democráticamente y
comprometidos con su causa, para el ejercicio del poder. Es una persona
reconocida por su capacidad de mando y ejecución, que está identificada con el
proceso político que impulsa y desarrolla históricamente.

Para tal efecto, pensando en nuestro país, y específicamente en el futuro político


de la juventud, se me presenta muy útil realizar estudios contemporáneos y
comparados de los liderazgos reales, concretos y complejos de Manuel Murillo
Toro, Rafael Uribe Uribe, Alfonso López Pumarejo, Darío Echandía, Alberto
Lleras Camargo, Jorge Eliécer Gaitán, Carlos Lleras Restrepo y Luis Carlos
Galán, que no son los únicos, por supuesto.

¡Qué orgullo de colombianos poder sentir y disfrutar el conocer sus vidas


ejemplares! ¡Cuánta ignorancia increíble en los currículos y planes de estudio del
bachillerato y de nuestras universidades, aun a nivel de maestrías, sobre estas
vidas cuyo conocimiento –releído y reestudiado– facilitaría enfrentar la
corrupción de los politicastros! ¡Cuánta esperanza hay que construir! ¡Qué papel
tan decisivo debe desempeñar el sistema educativo, para evitar –en nuestros
días– que personalidades como el señor Trump o el excapitán Bolsonaro y
compañía les hagan daño a las democracias occidentales!

Complementemos brevemente el concepto de liderazgo político: ¿qué puede ser


el prestigio intelectual? Es la capacidad demostrada y reconocida para
comprender, estudiar, reflexionar y aportar creativamente a la solución de los
problemas. ¿Y en qué consiste el prestigio social? Es la habilidad del líder para
acercarse a la comunidad, conocer sus necesidades sentidas y las esperanzas de
sus seguidores; canalizar sus intereses y servirles, empleando sus conocimientos
en beneficio de los más necesitados y pobres; es el reconocimiento a la
solidaridad del líder.

Mas no bastan estos prestigios. Es necesario demostrar que, en el ejercicio de su


vocación y en el desempeño de sus responsabilidades públicas, ha sabido
formular, implementar y evaluar políticas públicas al servicio de la mayoría de la
población, como un buen demócrata. Complementariamente, este líder asume su
proyecto no como dictador, führer, duce, caudillo, salvador, mecías, el único o el
eterno, sino como el gran director de un proyecto fundamentado en los preceptos
básicos de la democracia participativa y la Constitución. Así mismo, sus
partidarios no son elegidos a dedo, sino que están organizados y comprometidos
democráticamente, siendo designados en función de sus méritos, trabajo y
capacidad de consagración al servicio de los intereses generales.
Complementariamente, deben estar organizados en un partido político moderno;
buscando el poder para alcanzarlo y, desde allí, realizar el programa que ha sido
propuesto a consideración de los ciudadanos.
Revisemos a continuación sólo un ejemplo preciso de liderazgo político
colombiano, que se me presenta aleccionante: la elaboración de Darío Echandía,
a propósito de Manuel Murillo Toro. Leamos cuidadosamente el análisis del
Maestro:

“Los contemporáneos de Murillo admiraron su maravilloso ingenio político. ¿En


qué se fincaba aquel raro poder que hacía seguir espontáneamente sus
inspiraciones, acatándolo como guía y capitán nato, a tantas preclaras figuras de
su partido y de su tiempo? Proverbial fue la riqueza y variedad de sus aptitudes:
finura diplomática, sagaz penetración psicológica, exquisito trato social,
intuición segura de los secretos resortes que determinan la conducta de los
hombres, flexibilidad para adaptarse a las cambiantes y complejas situaciones
concretas, talento para negociar y pericia y energía para quebrantar las
intransigencias de los adversarios y contener las proclividades de los propios,
ágil inventiva que le permitía idear soluciones oportunas y realistas y encontrar
salidas ingeniosas para las más arduas coyunturas. Es legendaria su destreza en
conciliar los intereses y halagar las vanidades de los hombres...”.

“Pero esta admiración por las dotes ingénitas de un hombre no bastaría para
explicar el amor, la devoción, la fe, la gratitud con que los pueblos galardonan a
sus grandes benefactores, ni para justificar el definitivo reconocimiento por la
historia de la excelsitud de sus méritos civiles”.

“Murillo Toro fue el más experto conductor de hombres en su tiempo, pero no


solía comprometerse en mezquinas maniobras personales, sino que buscaba el
compromiso civilizador, reflexivo, razonable, no inspirado por la pasión, a
menos que se tratara de la pasión del bien público”.

Sí, debemos ser consagrados y profundos servidores públicos y saber combinar


las iniciativas públicas y privadas. Cuán útil saber administrar lo público con
calidad y eticidad; ello es posible y hay que saberlo hacer. ¡Cuán reflexivo releer
estos apartes y complementarlos con la incidencia que la ciencia, la tecnología,
el arte, la cultura y la innovación tecnológica contemporáneas deben tener en la
estructuración de los futuros liderazgos democráticos!

Avancemos. El examen de la realidad nos indica la gran utilidad que tiene, en


nuestros días, adelantar estudios vinculados al liderazgo político. Las reflexiones
teórico-prácticas sobre el tema en América Latina y Colombia seguirán siendo
objeto de evaluación y de reformulaciones, en la medida que los distintos
gobiernos organicen políticas que fortalezcan el surgimiento de nuevos
liderazgos políticos. Para la conducción adecuada de esos procesos –y sus
respectivas evaluaciones– es necesario tomar decisiones estratégicas que
impulsen la formación de nuevos líderes políticos democráticos, estadistas y
pensadores de reflexión profunda, que dirijan y orienten los proyectos que
demandan justicia social, paz y desarrollo sostenible en nuestras naciones.
El grupo de los líderes que, con impacto mundial, se han estudiado y sintetizado
en el libro que presentamos: Gandhi, Mussolini, Hitler, Kennedy, De Gaulle,
Obama y Bolívar, intervino significativamente en la composición de la estructura
del poder y en el desarrollo de las relaciones internacionales, en los siglos XIX y
XX. El análisis crítico de sus realizaciones nos permite visualizar cómo la
política debe seguir siendo la más bella de las vocaciones y de las profesiones,
cuando se ejerce con eticidad y sentido histórico. Complementariamente, los
análisis de casos de Uribe Uribe, Alfonso López Pumarejo, Echandía, Gaitán,
Alberto Lleras, Carlos Lleras y Luis Carlos Galán nos facilitan entender, en
parte, escenarios de la contradictoria y desafiante situación política nacional. Sus
vidas y obras deben ser releídas para estudiar sus profesiones, caracteres,
realizaciones y caminos que permitan actualizar y reformular sus pensamientos y
proyectos políticos(1).

Con miras a elaborar alternativas nuevas de dirección política, este trabajo ha


plasmado una labor imaginativa dirigida a prevenir –en lo posible– la
improvisación para el ejercicio de la vocación política responsable. Inmensos
costos ha tenido que asumir nuestra nación, por la designación de personas que
no estaban adecuadamente preparadas para el ejercicio del poder. Nuestra
historia ya los ha juzgado; no sé si a todos.

Con precisión ha sostenido el señor procurador, en el prólogo al texto:

“El país necesita liderazgos frescos que revitalicen el futuro. Los jóvenes,
depositarios de este texto, son la esperanza de transformación de Colombia,
haciendo realidad la Constitución de 1991. Hay afuera de las aulas un país que
reclama la presencia vigorosa de los jóvenes en defensa de la vida. Su liderazgo
es vital para cambiar las cosas; para permitir que renazca la confianza en el
futuro”.

Cuánta responsabilidad, presente y futura, tienen los medios de comunicación al


respecto. Confío en que acierten y fortalezcan nuestra democracia.

Agradecimientos. Y ahora, llegamos al final. No me cansaré de reiterar el


aporte del gran latinoamericano que fue Octavio Paz, a propósito del contenido
de la palabra “gracias”.
“Ella tiene equivalentes en todas las lenguas y en todas es rica la gama de
significados. Gracias es perdón, indulto, favor, beneficio, nombre, inspiración,
felicidad en el estilo de hablar o de pintar, ademán que revela las buenas
maneras y, en fin, acto que expresa bondad de ser humano”.

Hoy, después de 54 años de haber iniciado mis estudios sobre la problemática


del liderazgo político, y no los he terminado, es muy satisfactorio expresar mis
agradecimientos a los ministros que acompañaron mi gestión, especialmente en
la ESAP. A los señores rectores: Gerardo Molina, Jaime Uribe Urdinola,
Fernando Hinestrosa, Alfonso Borrero, Gerardo Remolina, Jorge Enrique
Molina, Carlos Gómez Zuleta, Fabio Gallego, Jaime Galarza, Óscar Ibarra y
Andrés Perafán. A los directores de la ESAP: Humberto Gallego, Oswaldo
Beltrán, Marino Tadeo Henao, Julio Roballo y Samuel Ospina. Y a los rectores
españoles y mexicanos: Gregorio Peces Barba, Tobías García Tovar, Marco
Antonio Morales Gómez y Domingo Bello Janeiro.
A los estamentos de la Escuela Superior de Administración Pública, a los
directores de Compensar Germán Collazos y Néstor Rodríguez por su eficiente
cooperación. A los señores embajadores de Alemania, Francia, España,
Inglaterra, Estados Unidos, Bélgica, México, Brasil, Ecuador, Venezuela, Cuba,
Panamá, Costa Rica, Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile, que hicieron
presencia a lo largo de mi gestión como director nacional de la ESAP.

A los profesores: Clementina Suárez Casas, que sembró en mí –con su vida y


obra– una profunda vocación pedagógica, y también a Jaime Vélez, Julio
Carrizosa U., Mario Bunge, Johan Galtung, Paulo Freire, Rafael Rivas Posada,
Alfredo Sarmiento Gómez, Xicoténcalt Martínez R., Fernando Rojas Hurtado,
Bernardo Kliskberg, Carlos Fortín, Édgar González Salas, Diego Younes, Omar
Guerrero, Hans Blumenthal, Horacio Godoy, Deodato Rivera, José Antonio
Viera-Gallo, Gustavo Pérez Ramírez, Francisco de Roux, Carlos Gustavo Cano,
Jorge Alarcón Niño, Fernando Dejanón, Jorge Gaviria Liévano, Álvaro
Echeverri Uruburu, Cesáreo Rocha O., Augusto Trujillo, Fernando Sarmiento,
Charles Collins, Darío Botero U., Fabio López de la Roche, Roberto Vidal y
Alberto Almonacid. A los miembros del Equipo de Estudios para el Desarrollo
con quienes adelantamos una fecunda labor universitaria, pedagógica y
humanística. A mis profesores universitarios de la Javeriana, la Universidad
Internacional de Andalucía y de la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (Flacso) de Santiago de Chile y a todos los colegas universitarios que
me han acompañado en la inacabada labor pedagógica, académica, investigativa,
innovativa y administrativa, iniciada en 1964.

A los periodistas: Hernando Santos, Enrique Santos Calderón, Roberto Posada,


Guillermo Cano, Alfonso Cano, José Salgar, Fidel Cano Correa, Jorge Cardona,
Daniel Samper Pizano, Luis Noé Ochoa, Jorge Restrepo, Juan Guillermo y
Fernando Cano, Fernando Garavito, Guillermo Gaviria, Luz María Tobón, Juan
Mendoza Vega, Gustavo Páez Escobar, Javier Darío Restrepo y Pedro Acosta.
A los educandos de las universidades colombianas, latinoamericanas y europeas,
donde fui aprendiendo a aprender, dialogando universitariamente. Mil gracias a
la labor del grupo editorial presidido por Gustavo Ibáñez; al trabajo de
diagramación electrónica de Maruja Esther Flórez, Leidy Soto y Deissy
Rodríguez, y al aporte responsable en la cristalización de este evento por parte de
Carlos Mario Molina, Jubert Ariza, Blanca Jannette Guzmán y Leandro Alberto
Ramos.

Y, por su puesto: mil gracias al señor procurador, por su profundo, cuidadoso y


aleccionante prólogo. Al revisar su labor como hombre de Estado colombiano y
funcionario internacional, pero muy especialmente como procurador general de
la Nación –en las condiciones específicas de nuestra nación–, ha sido
inmensamente satisfactorio que la presentación del libro se haya realizado en
este auditorio. Mil gracias a todos por la generosidad, el afecto, el respeto y la
alegría que nos produce el haber disfrutado este acto en beneficio de Colombia,
de la América Latina y de los demócratas contemporáneos.

A los lectores de la columna, mil gracias por sus comentarios creativos y mis
mejores anhelos por una feliz Navidad y un nuevo año pleno de realizaciones.

* La presente columna es la segunda parte de un extracto de la intervención en


el auditorio Nariño de la Procuraduría General de la Nación, el 3 de diciembre
del presente, a raíz de la presentación de mi libro: “El liderazgo político.
Análisis de casos”. 5ta edición. Prólogo del señor procurador, Fernando
Carrillo Flórez.
En la tabla 1 se resumen algunas aproximaciones a los rasgos y las características del
liderazgo, propuestas por los autores mencionados.

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