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No hay una definición exacta para el duelo, así como no lo hay para muchas otras
palabras. Los significados varían de la misma manera en la que esta palabra puede ser
interpretada por cualquier persona, desde una acción, emoción o incluso un proceso o
periodo de tiempo. Como primer ejemplo, tomamos la definición del diccionario de la Real
Academia Española (2011) que entiende el duelo como las “demostraciones que se hacen
para manifestar el sentimiento que se tiene por la muerte de alguien”, donde vemos que se
presenta como una serie de acciones empáticas, mientras que algunos profesionales, como
la doctora Vargas (2003, par. 9), lo definen como el “sentimiento subjetivo que aparece tras
una pérdida”. Mientras que, con ambas definiciones ya tenemos la idea del verdadero
significado de esta palabra, aún se necesita atar algunos cabos sueltos que no cuadran en las
definiciones.
Profesionales como el psicólogo colombiano Flórez (2002, pág. 77) dicen que “es
un proceso doloroso e inesperado en respuesta a la muerte de un ser querido o de una
pérdida significativa", mientras que los médicos especialistas en medicina familiar, Landa y
García (s.f., par. 1) dicen que el duelo es "una reacción adaptativa normal ante la pérdida de
un ser querido, un acontecimiento vital estresante de primera magnitud, que tarde o
temprano hemos de afrontar casi todos los seres humanos". Estos tres autores y sus
definiciones complementan de alguna manera la información faltante a lo que ya tenemos;
mientras que arriba sólo juntamos una serie de acciones de empatía y un sentimiento de
dolor tras una pérdida, estos dos autores complementan tomando el duelo como un proceso
y una reacción humana a un suceso de pérdida.
Tomando esas cuatro definiciones como una sólida base para crear una propia,
podemos decir que el duelo es el realmente un proceso natural por el cual el hombre suele
pasar cuando enfrenta la pérdida de alguien; un lapso de tiempo en el cual sus emociones se
encuentran inestables al intentar manifestar reacciones ante el suceso.
Duelo ambiguo
Bermejo dice que: “Así llamamos al dolor cierto que experimentamos cuando nos
duele una situación de ausencia física de la que permanece una presencia psicológica y, por
otro lado, de pérdida psicológica de la que se mantiene presencia física.” (2018, párr. 1).
Según Boss, P (2001) El duelo por pérdida ambigua es considerado el más
devastador de todas las pérdidas personales debido a la incertidumbre con la que el doliente
tiene que vivir al no poder aclararse la situación por la que estén pasando. Así mismo, el
estrés juega un papel importante dentro de este duelo porque es más fácil aceptar la muerte
de un ser querido, en lugar de que un doliente esté esperando el regreso de ese ser al no
tener la certeza de lo que ocurrió en realidad con esa persona tan amada. Cabe aclarar, que
el duelo ambiguo no se da solamente en las guerras o cuando desaparecer una persona
repentinamente sin decir adiós, también ocurre con las emigraciones e inmigraciones, las
dudas sobre quién es tu familia o amigos, así como por enfermedades que atentan
gravemente contra la salud.
“La pérdida ambigua no sólo se produce por situaciones extremas, sino también por
circunstancias desconcertantes en la vida cotidiana. Es el caso de la ausencia psicológica de
quien está, pero no está” (Ruiz, 2013. Párr.4).
Es por ello que Boss (2001) en su obra la Pérdida Ambigua, menciona lo siguiente:
Existen dos tipos básicos de pérdida ambigua. En el primero, los miembros de la
familia perciben a determinada persona como ausente físicamente, pero presente
psicológicamente, puesto que no es seguro si está viva o muerta. Los militares
desaparecidos en combate y los niños raptados ilustran ese tipo de pérdida en su
forma catastrófica. En el segundo tipo, se percibe a la persona como presente
físicamente, pero ausente psicológicamente. Ilustran los casos extremos de esa
condición las personas con la enfermedad del Alzheimer, los drogadictos y los
enfermos mentales crónicos (p. 21).
Ambos autores coincidieron en cuanto a la existencia de dos tipos de pérdida que
dan origen al duelo ambiguo, es decir, puede ser que su pérdida fue física o psicológica
dependiendo de la situación por la que está pasando el doliente, y por ello mismo los
síntomas serán diferentes en cada persona que esté pasando por este duelo. Por otro lado,
Bermejo menciona en obra acerca del duelo que:
La pérdida ambigua puede dejar a las personas paralizadas, incapaces de seguir con
su vida, sin rumbo, sin brújula, abandonadas a una suerte de cuya salida no se tiene
noticia, ni siquiera por comparación. La persona lucha sola por afrontar la realidad
de lo que ha perdido pero que todavía tiene parcialmente (2018, p. 1).
Duelo Anticipado.
“El duelo anticipado es una reacción psíquica de la persona que sabe cercana e
inevitable la muerte de un ser querido.” (Ofarril, 2016, párr. 1). El cual, de acuerdo con el
autor, es menos predecible que el duelo por muerte, pero que es igual de intenso que este.
Por otro lado, según Roman (2018) es una situación por la que pasa el enfermo, la
familia y los allegados ante la presencia de una enfermedad incurable, la cual hace que
piensen en lo inevitable, es decir, la muerte próxima. Es por ello, que la ayuda profesional
es necesaria para ayudar a los implicados a sobrellevar la situación. Así mismo, Ofarril
(2016) define este duelo como un conjunto de reacciones y sentimientos que invaden a los
dolientes al no saber qué hacer cuando se enteran que un ser amado está a punto de morir.
Sin embargo, lo positivo de esta clase de duelo, es que permite que los allegados y el
enfermo mismo, comiencen a aceptar la situación de lo que se aproxima, y que, al momento
de la muerte, sea más fácil aceptar lo sucedido. Con respecto a las manifestaciones
emocionales, existen una serie de etapas que se presentan durante este duelo, tales como la
tristeza, enfado, miedo, culpa, ansiedad, depresión, fatiga y falta de concentración; cuyo
tratamiento consta del apoyo que los dolientes puedan recibir de sus allegados.
Por ello, Roman (2010) opina que es necesario pensar en el presente y no en lo que
se acerca a futuro, así como también ser extrovertidos y expresar todo lo que se está
sintiendo en ese momento, así como hablar cualquier angustia que el enfermo este
padeciendo. Es importante enfocarse en quien enfrenta la muerte y atender sus prioridades
para que esté tranquilo.
Las ideas expuestas por ambos psicólogos llevan a la conclusión de que el duelo
anticipado es doloroso y un reto extremo para los familiares, amigos y conocidos que
estarán cerca del enfermo que se enfrenta a la cruda realidad que implica tener una
enfermedad terminal que le llevará a la muerte en cualquier instante. Por otra parte, las
etapas emocionales por las que el doliente pasará son normales y sanas cuando se trata de
aceptar la situación y deshacerse poco a poco de la frustración que va invadiendo a todos
los implicados al no poder hacer nada para evitarlo.
Duelo amoroso
Sánchez (2018) define al duelo por ruptura amorosa como uno de los más difíciles
de superar debido a que es completamente opuesto al duelo por muerte. Esto es porque el
doliente tiene que ver cómo su ex pareja sigue viviendo sin estar a su lado, es decir, que no
desaparece de su vida por completo, ya sea que se encuentren en la calle o por tener
conocidos en común, además de que se vuelve más doloroso cuando es una separación
consentida por solo uno de los dos. Además, se presentan una serie de etapas por las que el
doliente atraviesa por dicho abandono: pérdida, desesperanza, ansiedad, aceptación y
superación.
Por otro lado, Maltos (2012) dice que: “Debido a la añoranza del reencuentro o a
que la ex pareja se enamoró de alguien más, el duelo por rompimiento amoroso es más
difícil de superar que la pérdida por muerte.” (párr. 1). Así pues, la investigadora habla de
un estudio que se realizó a más de 800 personas mayores de 17 años, entre hombres y
mujeres, para observar las emociones que los pacientes presentaban tras haber
experimentado una ruptura amorosa, llegando a la conclusión de que las conductas
predominantes ante tal duelo son: adaptación, reacciones hostiles, depresión,
desorganización de sí mismo y cambios en cuanto a su alimentación; mientras que, los
pensamientos que más se llegan a manifestar en los dolientes tienen que ver con la
depresión, ira, la negociación y la aceptación.
Del mismo modo, Sánchez y Martínez (2014) afirman que la separación amorosa
genera sentimientos de ira, desesperación y dolor cuando la relación no cumplió con las
expectativas de los implicados, lo que los lleva a negar la realidad y dejarse llevar por estos
sentimientos. Es por ello que las investigadoras llevaron a cabo un estudio en el que
participaron 833 personas que han pasado por esta situación con el objeto de conocer las
etapas que conlleva el proceso de duelo, obteniendo como resultado 4 etapas por las que los
duelistas tienen que pasar para superar este fenómeno: negociación, hostilidad,
desesperanza y pseudo aceptación; aquellos duelistas que sufrieron de infidelidad por parte
de sus ex parejas, sufrieron mayormente de hostilidad y desesperanza a comparación de
otras separaciones amorosas, representando 197 de las 833 personas estudiadas.
Por lo anteriormente expuesto se puede definir al duelo por pérdida amorosa, como
el proceso de desapego que el doliente tiene que pasar al haberse separado de su pareja
debido a que ambos pierden el interés o alguno de ellos cometió infidelidad. El proceso es
duro de sobrellevar debido a que los duelistas desarrollan emociones de tristeza y de enojo
que pueden aumentar al momento de encontrarse casualmente con la ex pareja, pero si se
trata correctamente esta situación, es posible pasar por las etapas de superación
exitosamente. Por ello mismo, este fenómeno es común que se de en la sociedad, tal y
como las psicólogas mencionadas lo comprobaron con sus estudios.
Duelo patológico
Anteriormente habíamos mencionado el término “patológico” adjuntándolo con el
término “duelo”, sin haber mencionado una definición sólida sobre él. Echeburúa y de
Corral (s.f., pág. 234), donde la separación entre ambos términos es “la intensidad de los
síntomas, la duración de la reacción y la aparición de síntomas que no tienen las personas
normales”. Por otro lado, Horowitz (citado en Vedia, 2016, pág.13), entiende el duelo
patológico como aquel cuya intensificación llega al nivel en el que “la persona está
desbordada, recurre a conductas desadaptativas, o permanece inacabablemente en este
estado sin avanzar en el proceso de duelo hacia su resolución”. Con estas dos referencias
como primera base, podemos concluir que el duelo patológico es la consecuencia de un
proceso de duelo mal llevado, que inició a tener una repercusión mala en el duelista,
llegando al punto de dañarlo física y emocionalmente, donde el duelista ya no es capaz de
ejercer su día a día de una manera natural.
Dentro de esta negativa forma de llevar la pérdida, existen cuatro apartados para
definir los tipos de duelo patológico por el que una persona está pasando (Vedia, 2016): el
duelo crónico, el duelo retrasado, el duelo exagerado y el duelo enmascarado. Estas
clasificaciones tienen el objetivo de mostrar las principales razones y(o) causas de que el
proceso se haya tornado patológico, y muestra las singulares características de los tipos de
duelos patológicos.
Pero no solo hay contrarios o impedimentos, Diaz (2013) también comparte sugerencias
de lo que se debe hacer cuando una persona doliente.
1. Abrir las puertas de la comunicación. Para esto se pueden implementar
preguntas tales como “¿Cómo está hoy? ¿Cómo te está yendo?” entre otras.
2. Escuchar un 80% del tiempo y hablar un 20% ya que hay muy pocas personas
con la habilidad de escuchar, se recomienda al acompañante tomar el tiempo
necesario para escuchar las preocupaciones más profundas del otro individuo.
3. Ofrecer ayudas correctas. Aquí se puede tener la iniciativa de llamar a la otra
persona, pero respetando su intimidad. Esto puede incluso atraer al doliente en
busca de nuestra ayuda una vez más.
4. Esperar momentos difíciles en el futuro, teniendo intentos activos para afrontar
lo que puede venir con relación a la perdida y el dolor causada por ella.
5. Estar “ahí” acompañando a la persona. La autenticidad y el cuidado son de gran
ayuda.
6. Hablar de propias perdidas y de cómo se han adaptado a ellas es de ayuda para
el doliente a pesar de que el método de afrontamiento sea distinto en los dos
casos.
7. Entablar contacto físico adecuado ya sea prestando el hombro, dando abrazos, o
simplemente guardando silencio cuando se es requerido sin sentirse incomodo o
parlotear sin sentido.
8. Ser paciente con la historia de la persona que ha sufrido la perdida. Para un
desarrollo saludable en el futuro de la persona ya con su perdida, es de vital
importancia, además de permitirle expresar recuerdos sobre la persona u objeto
que perdió.
Siguiendo estos pasos y evitando los otros tantos son como una persona puede
ayudar al doliente durante su duelo y evitarle daños que a largo plazo serán irreversibles,
permitiendo todas las emociones, aun las que nos parecen incomodas y también los
silencios que muchas veces son considerados como algo malo, sin embargo, esto es lo que
permite el sano desarrollo de este proceso activo por el cual las personas llegan a
enfrentarse alguna vez en toda su vida.
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