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El duelo

No hay una definición exacta para el duelo, así como no lo hay para muchas otras
palabras. Los significados varían de la misma manera en la que esta palabra puede ser
interpretada por cualquier persona, desde una acción, emoción o incluso un proceso o
periodo de tiempo. Como primer ejemplo, tomamos la definición del diccionario de la Real
Academia Española (2011) que entiende el duelo como las “demostraciones que se hacen
para manifestar el sentimiento que se tiene por la muerte de alguien”, donde vemos que se
presenta como una serie de acciones empáticas, mientras que algunos profesionales, como
la doctora Vargas (2003, par. 9), lo definen como el “sentimiento subjetivo que aparece tras
una pérdida”. Mientras que, con ambas definiciones ya tenemos la idea del verdadero
significado de esta palabra, aún se necesita atar algunos cabos sueltos que no cuadran en las
definiciones.
Profesionales como el psicólogo colombiano Flórez (2002, pág. 77) dicen que “es
un proceso doloroso e inesperado en respuesta a la muerte de un ser querido o de una
pérdida significativa", mientras que los médicos especialistas en medicina familiar, Landa y
García (s.f., par. 1) dicen que el duelo es "una reacción adaptativa normal ante la pérdida de
un ser querido, un acontecimiento vital estresante de primera magnitud, que tarde o
temprano hemos de afrontar casi todos los seres humanos". Estos tres autores y sus
definiciones complementan de alguna manera la información faltante a lo que ya tenemos;
mientras que arriba sólo juntamos una serie de acciones de empatía y un sentimiento de
dolor tras una pérdida, estos dos autores complementan tomando el duelo como un proceso
y una reacción humana a un suceso de pérdida.
Tomando esas cuatro definiciones como una sólida base para crear una propia,
podemos decir que el duelo es el realmente un proceso natural por el cual el hombre suele
pasar cuando enfrenta la pérdida de alguien; un lapso de tiempo en el cual sus emociones se
encuentran inestables al intentar manifestar reacciones ante el suceso.

Concepción del duelo en el ámbito social


La acción de la palabra "concepción" es comúnmente conocida por ser la manera en
la que un grupo social entiende algo (además de también ser la “acción de concebir”, según
dice la RAE, 2011). Cada mente entiende las cosas de manera distinta, y el proceso de
duelo no es la excepción a esto. El duelo es percibido de manera diferente especialmente en
la comunidad de la psicología. Ahí, es dividido en cuatro categorías para analizar su
concepción biopsicosocial: perspectiva psicológica, perspectiva psicosocial, perspectiva
social y etológico-antropológica y la perspectiva biológica (Flórez, 2002, pág. 78).
La primera categoría que Flórez (2002, pág. 78-79) nos presenta, es la perspectiva
psicológica, donde “no es posible evitar los duelos, pero las formas de reaccionar ante ellos
varían. ... Un duelo o un conjunto de duelos mal elaborados puede llegar cronificarse en
cualquiera de las formas de psicopatología”. Conforme a lo anterior, la forma más accesible
de entender esto es que el duelo es una reacción inevitable y un proceso de duelo mal
sobrellevado puede terminar llevando a un duelista a padecerlo como una enfermedad
crónica (a esto le llamaremos duelo patológico).
La siguiente categoría que nos es señalada, es la perspectiva psicosocial, definida
por el autor Flórez como las “situaciones que, prácticamente, en todos los seres humanos
desencadenan duelos de cierta importancia” (2002, pág. 79). Estas situaciones pueden ser
divididas en las etapas por las que pasa el humano (Flórez), es decir, las pérdidas a las que
están expuestos en la infancia y adolescencia (por ejemplo, el divorcio de los padres,
cambio escolar/cambio de amistades), pérdidas en el comienzo de la adultez (véase el
divorcio, un aborto, pérdida de un empleo o de un progenitor) y las pérdidas en la vejez (es
decir, la jubilación, la pérdida de ciertas funciones físicas o el ambiente familiar). Esta
categoría básicamente tiene como propósito estudiar la forma de adaptación al entorno
social después llevar a cabo un proceso de duelo.
A continuación, la tercera categoría que veremos es la perspectiva social y
etológico-antropológica es la que Flórez (2002, pág. 79) nos define como “permitir la
expresión al nivel de la sociedad de esos procesos, tender a ayudar en el proceso
psicológico del duelo y por último, facilitar la comunicación del hecho a la comunidad con
la que el duelista convive”. Por consiguiente y apara facilitarnos el entendimiento de esta
categoría, podemos decir que es en la que los científicos buscan analizar cómo el que el
duelista lleva el proceso de manera pública y ver cómo después de este vuelve a
relacionarse a través de actos sociales con la comunidad en la que se ve rodeado.
Para finalizar, la última categoría es la perspectiva biológica. El autor Flórez (2002,
pág. 79) nos la define como la “respuesta fisiológica a la vez que emocional”. Esta última
perspectiva se centra más en cómo el proceso de duelo afecta ya el funcionamiento del
organismo del duelista, de un modo más físico que emocional o social.
Gamo y Pazos (2009, pág. 467) mencionaron cosas similares en su artículo “El
duelo y las etapas de la vida”, al mencionar que “el impacto del duelo en la biografía es
siempre un proceso; lo importante no es solo el acontecimiento, si no la situación y
evolución. Por eso son decisivas las relaciones posteriores, el apoyo, las figuras
sustitutivas, y las pérdidas posteriores”, dando a entender que todo conlleva a un mismo
resultado y objetivo, siendo este el mismo que es mencionado en cada perspectiva comunal.
Finalmente, podemos concluir que cada perspectiva analiza puntos críticos que
cambiar con forme la persona lleva su proceso de duelo. Unos van más allá de lo físico (ya
que un duelo mal sobrellevado puede terminar dañando a una persona de muchas maneras
más de la emocional) y otros se centran en el estudio del ambiente en el que se ve rodeada
una persona al finalizar su proceso. ¿Lo que tienen en común? Es que todas son estudiadas
para que los grupos de personas lleguen a ver este proceso como algo natural y eventual.
Todas ellas, al fin y al cabo, tienen el mismo objetivo: estudiar el proceso y el resultado del
duelo por el que pasa el ser humano cuando enfrenta una pérdida y ver cómo es resuelto en
cada una de las perspectivas, con el único fin del entendimiento público.
Llegada del proceso (de duelo) y sus etapas
Vargas (2013, par. 20) nos indica que “el proceso duelo ocurre o se inicia
inmediatamente después, o en los meses siguientes a la muerte de un ser querido y está
limitado a un período de tiempo que varía de persona en persona”, es decir, que el proceso
de duelo no siempre es consecutivo a la pérdida, y que depende de la persona y sus vínculos
con lo que perdió para saber cuándo estará listo para empezar un proceso de duelo correcto.
El duelo, como ya lo hemos aclarado, es un proceso, y como todo proceso, este
conlleva una serie de pasos o etapas antes de llegar a su consumación.
Estas etapas son la negación, el enojo, la negociación, la depresión y la aceptación.
Lozano (2010) explica de una manera breve y sencilla cada uno de estas etapas. La primera
es la negación, que se considera como una transición, una etapa de impacto por la perdida y
el cambio drástico que esta ha generado obligando al doliente a negarse rotundamente con
el fin de evitar sentir el dolor que ello le provoque. La siguiente etapa es el enojo, siendo
esta otra de las consecuencias de la perdida en la cual se suele buscar culpables y descargar
toda la ira sobre ellos. Seguido del enojo se encuentra con la negociación. En ella el
doliente hace un trato consigo mismo, buscando una solución y una nueva manera de vivir.
En esta etapa se realizan una serie de preguntas con la intención de llegar a la salida y el
nuevo comienzo; sin embargo, otras interrogantes invaden la mente junto con el
sentimiento de desamparo. Esta es la etapa de la depresión. La impotencia y falta de
esperanza perturban el estado de ánimo. La última etapa es la aceptación. En ella se
aprende a superar el dolor y la pena es sobrellevada sin que el recuerdo afecte o altere al
doliente. La ausencia existe sin reproche ni idealización.

¿Cómo sobrellevar el duelo sin que este deje un daño patológico?


Tovar (2015) asegura que el duelo puede tener solución, puede concluirse y puede
resolverse, es posible y realizable, pero para ello se precisa de ayuda profesional. Cuando
no se cuenta con esta ayuda, el proceso puede durar mucho tiempo y corre el riesgo de no
llegar a concluirlo o resolverlo.
Tovar, también recomienda una serie de puntos con los cuales los dolientes deberían
de contar para avanzar en el duelo sin daños a su persona. Estos puntos son: el interés de
hablar de la ausencia. Se precisa expresar verbalmente los sentimientos y pensamientos
relacionados a la perdida y ausencia. Para esto se requiera la voluntad del doliente, quien
debe determinar cierto momento para expresar su experiencia con el duelo, de lo contrario
la persona puede sentirse presionada en vez de apoyada, provocándole así, una reprensión
de sus sentimientos y experiencias.
Otro de los puntos requeridos es la disposición de sentir y expresar los sentimientos
relacionados a la perdida. Aceptar abiertamente el sentimiento de tristeza. Muchas veces
este es reprimido porque la persona no considera que se encuentre en el ambiente correcto
para expresarlo, sin embargo, cuando se reprime, es muy probable que más tarde ya no sea
posible experimentar el sentimiento.
El tercer punto es el de tener una persona que sepa escuchar. Es muy importante
contar con alguien que escuche y acompañe respetuosamente al doliente en este proceso.
En algunas ocasiones, la persona quiere expresarse con alguien y ser escuchado, no
necesariamente porque este buscando consejo, ya que el doliente es el que decide si quiere
ser acompañado en silencio o no.
Otra de las recomendaciones es la de buscar un espacio controlado para expresar los
sentimientos de dolor. En zonas urbanas es un poco más complicado encontrar lugares
privados del ruido o los medios de comunicación sin los cuales es más complicado llevarlo
a cabo.
El siguiente punto es de contar con el tiempo suficiente para atender el duelo. En
distintas ocasiones el doliente no puede expresar libremente su dolor por la falta de tiempo.
La persona puede llegar a sentirse limitada cuando trata de hablar sobre su dolor en una
reunión familiar o social cuando inmediatamente alguien hace un comentario e incita a
otros a desviarse del tema. También llega a pasar que el doliente no tiene la oportunidad de
suspender o postergar sus actividades cotidianas impidiéndole que dedique tiempo a su
duelo.
Por último, se menciona la confidencialidad. Aquí se busca encontrar a una persona
confiable que no divulgue lo que el doliente le ha confiado, ya que esto desemboca en más
dolor tanto como para el que está sufriendo la perdida como para el que lo acompaña.

Clasificación del duelo por pérdidas

Duelo ambiguo
Bermejo dice que: “Así llamamos al dolor cierto que experimentamos cuando nos
duele una situación de ausencia física de la que permanece una presencia psicológica y, por
otro lado, de pérdida psicológica de la que se mantiene presencia física.” (2018, párr. 1).
Según Boss, P (2001) El duelo por pérdida ambigua es considerado el más
devastador de todas las pérdidas personales debido a la incertidumbre con la que el doliente
tiene que vivir al no poder aclararse la situación por la que estén pasando. Así mismo, el
estrés juega un papel importante dentro de este duelo porque es más fácil aceptar la muerte
de un ser querido, en lugar de que un doliente esté esperando el regreso de ese ser al no
tener la certeza de lo que ocurrió en realidad con esa persona tan amada. Cabe aclarar, que
el duelo ambiguo no se da solamente en las guerras o cuando desaparecer una persona
repentinamente sin decir adiós, también ocurre con las emigraciones e inmigraciones, las
dudas sobre quién es tu familia o amigos, así como por enfermedades que atentan
gravemente contra la salud.
“La pérdida ambigua no sólo se produce por situaciones extremas, sino también por
circunstancias desconcertantes en la vida cotidiana. Es el caso de la ausencia psicológica de
quien está, pero no está” (Ruiz, 2013. Párr.4).
Es por ello que Boss (2001) en su obra la Pérdida Ambigua, menciona lo siguiente:
Existen dos tipos básicos de pérdida ambigua. En el primero, los miembros de la
familia perciben a determinada persona como ausente físicamente, pero presente
psicológicamente, puesto que no es seguro si está viva o muerta. Los militares
desaparecidos en combate y los niños raptados ilustran ese tipo de pérdida en su
forma catastrófica. En el segundo tipo, se percibe a la persona como presente
físicamente, pero ausente psicológicamente. Ilustran los casos extremos de esa
condición las personas con la enfermedad del Alzheimer, los drogadictos y los
enfermos mentales crónicos (p. 21).
Ambos autores coincidieron en cuanto a la existencia de dos tipos de pérdida que
dan origen al duelo ambiguo, es decir, puede ser que su pérdida fue física o psicológica
dependiendo de la situación por la que está pasando el doliente, y por ello mismo los
síntomas serán diferentes en cada persona que esté pasando por este duelo. Por otro lado,
Bermejo menciona en obra acerca del duelo que:
La pérdida ambigua puede dejar a las personas paralizadas, incapaces de seguir con
su vida, sin rumbo, sin brújula, abandonadas a una suerte de cuya salida no se tiene
noticia, ni siquiera por comparación. La persona lucha sola por afrontar la realidad
de lo que ha perdido pero que todavía tiene parcialmente (2018, p. 1).

Duelo Anticipado.
“El duelo anticipado es una reacción psíquica de la persona que sabe cercana e
inevitable la muerte de un ser querido.” (Ofarril, 2016, párr. 1). El cual, de acuerdo con el
autor, es menos predecible que el duelo por muerte, pero que es igual de intenso que este.
Por otro lado, según Roman (2018) es una situación por la que pasa el enfermo, la
familia y los allegados ante la presencia de una enfermedad incurable, la cual hace que
piensen en lo inevitable, es decir, la muerte próxima. Es por ello, que la ayuda profesional
es necesaria para ayudar a los implicados a sobrellevar la situación. Así mismo, Ofarril
(2016) define este duelo como un conjunto de reacciones y sentimientos que invaden a los
dolientes al no saber qué hacer cuando se enteran que un ser amado está a punto de morir.
Sin embargo, lo positivo de esta clase de duelo, es que permite que los allegados y el
enfermo mismo, comiencen a aceptar la situación de lo que se aproxima, y que, al momento
de la muerte, sea más fácil aceptar lo sucedido. Con respecto a las manifestaciones
emocionales, existen una serie de etapas que se presentan durante este duelo, tales como la
tristeza, enfado, miedo, culpa, ansiedad, depresión, fatiga y falta de concentración; cuyo
tratamiento consta del apoyo que los dolientes puedan recibir de sus allegados.
Por ello, Roman (2010) opina que es necesario pensar en el presente y no en lo que
se acerca a futuro, así como también ser extrovertidos y expresar todo lo que se está
sintiendo en ese momento, así como hablar cualquier angustia que el enfermo este
padeciendo. Es importante enfocarse en quien enfrenta la muerte y atender sus prioridades
para que esté tranquilo.
Las ideas expuestas por ambos psicólogos llevan a la conclusión de que el duelo
anticipado es doloroso y un reto extremo para los familiares, amigos y conocidos que
estarán cerca del enfermo que se enfrenta a la cruda realidad que implica tener una
enfermedad terminal que le llevará a la muerte en cualquier instante. Por otra parte, las
etapas emocionales por las que el doliente pasará son normales y sanas cuando se trata de
aceptar la situación y deshacerse poco a poco de la frustración que va invadiendo a todos
los implicados al no poder hacer nada para evitarlo.

Duelo Normal o Por Muerte


Tovar (2004) considera que ésta perdida ocurre cuando un ser querido ya ha
fallecido y el doliente no sabe cómo reaccionar a la situación ya que depende del entorno en
el que él se encuentra, además de las costumbres culturales que lo caractericen. Sin
embargo, Domínguez (S/F) comenta que, tras la pérdida de un ser querido, se lleva a cabo
un duelo psicológico, el cual es una reacción natural y necesaria para estar mentalmente
estables y llegar a superar la muerte del ser amado.
Reyes (citado en Tovar, 2004) dice que:
Un duelo normal debe durar entre uno o dos años, mayor o menor tiempo puede
estar indicando una complicación. También refiere que el sufrimiento del doliente
será variante durante el duelo, no es un dolor constante. Al iniciarse el duelo, la
persona se sentirá como si estuviese entre las nubes, no creerá lo sucedido, tendrá la
esperanza de estar inmerso en una pesadilla de la cual espera despertar en poco
tiempo y finalmente señala que el dolor más intenso iniciará alrededor del segundo
mes de la pérdida (p. 41).
Eso lleva a la autora Kübler (citada en Domínguez, S/F) a opinar en que no se debe
tratar de acelerar el proceso de duelo por el que pasa el doliente ya que es personal y
saludable. Es necesario pasar por ese dolor, quizá en donde cada sentimiento tendrá un
orden diferente, pero que al fin y al cabo lo llevará a la futura aceptación al haber
descargado toda clase de emociones que se presentaron durante ese proceso de sanación.
Por otro lado, las etapas de las que dicha autora habla son: la negación, el enojo, la
negociación, la depresión y finalmente la aceptación.
Con referencia a lo anteriormente citado, se puede definir al duelo normal como
aquél que se presenta en la mayoría de los seres humanos ya que la muerte es un proceso
natural por el que todos los seres vivos pasan y no pueden escaparse de esto. Además, pasar
por cada una de las etapas del proceso para superarlo es algo sano de acuerdo con las
afirmaciones anteriormente expuestas por los psicólogos e investigadores. Todos coinciden
mayormente en que este duelo se da principalmente en el área psicológica del ser humano y
que no se debe tratar de detener este proceso porque se entorpece la superación de la
pérdida.

Duelo amoroso
Sánchez (2018) define al duelo por ruptura amorosa como uno de los más difíciles
de superar debido a que es completamente opuesto al duelo por muerte. Esto es porque el
doliente tiene que ver cómo su ex pareja sigue viviendo sin estar a su lado, es decir, que no
desaparece de su vida por completo, ya sea que se encuentren en la calle o por tener
conocidos en común, además de que se vuelve más doloroso cuando es una separación
consentida por solo uno de los dos. Además, se presentan una serie de etapas por las que el
doliente atraviesa por dicho abandono: pérdida, desesperanza, ansiedad, aceptación y
superación.
Por otro lado, Maltos (2012) dice que: “Debido a la añoranza del reencuentro o a
que la ex pareja se enamoró de alguien más, el duelo por rompimiento amoroso es más
difícil de superar que la pérdida por muerte.” (párr. 1). Así pues, la investigadora habla de
un estudio que se realizó a más de 800 personas mayores de 17 años, entre hombres y
mujeres, para observar las emociones que los pacientes presentaban tras haber
experimentado una ruptura amorosa, llegando a la conclusión de que las conductas
predominantes ante tal duelo son: adaptación, reacciones hostiles, depresión,
desorganización de sí mismo y cambios en cuanto a su alimentación; mientras que, los
pensamientos que más se llegan a manifestar en los dolientes tienen que ver con la
depresión, ira, la negociación y la aceptación.
Del mismo modo, Sánchez y Martínez (2014) afirman que la separación amorosa
genera sentimientos de ira, desesperación y dolor cuando la relación no cumplió con las
expectativas de los implicados, lo que los lleva a negar la realidad y dejarse llevar por estos
sentimientos. Es por ello que las investigadoras llevaron a cabo un estudio en el que
participaron 833 personas que han pasado por esta situación con el objeto de conocer las
etapas que conlleva el proceso de duelo, obteniendo como resultado 4 etapas por las que los
duelistas tienen que pasar para superar este fenómeno: negociación, hostilidad,
desesperanza y pseudo aceptación; aquellos duelistas que sufrieron de infidelidad por parte
de sus ex parejas, sufrieron mayormente de hostilidad y desesperanza a comparación de
otras separaciones amorosas, representando 197 de las 833 personas estudiadas.
Por lo anteriormente expuesto se puede definir al duelo por pérdida amorosa, como
el proceso de desapego que el doliente tiene que pasar al haberse separado de su pareja
debido a que ambos pierden el interés o alguno de ellos cometió infidelidad. El proceso es
duro de sobrellevar debido a que los duelistas desarrollan emociones de tristeza y de enojo
que pueden aumentar al momento de encontrarse casualmente con la ex pareja, pero si se
trata correctamente esta situación, es posible pasar por las etapas de superación
exitosamente. Por ello mismo, este fenómeno es común que se de en la sociedad, tal y
como las psicólogas mencionadas lo comprobaron con sus estudios.
Duelo patológico
Anteriormente habíamos mencionado el término “patológico” adjuntándolo con el
término “duelo”, sin haber mencionado una definición sólida sobre él. Echeburúa y de
Corral (s.f., pág. 234), donde la separación entre ambos términos es “la intensidad de los
síntomas, la duración de la reacción y la aparición de síntomas que no tienen las personas
normales”. Por otro lado, Horowitz (citado en Vedia, 2016, pág.13), entiende el duelo
patológico como aquel cuya intensificación llega al nivel en el que “la persona está
desbordada, recurre a conductas desadaptativas, o permanece inacabablemente en este
estado sin avanzar en el proceso de duelo hacia su resolución”. Con estas dos referencias
como primera base, podemos concluir que el duelo patológico es la consecuencia de un
proceso de duelo mal llevado, que inició a tener una repercusión mala en el duelista,
llegando al punto de dañarlo física y emocionalmente, donde el duelista ya no es capaz de
ejercer su día a día de una manera natural.
Dentro de esta negativa forma de llevar la pérdida, existen cuatro apartados para
definir los tipos de duelo patológico por el que una persona está pasando (Vedia, 2016): el
duelo crónico, el duelo retrasado, el duelo exagerado y el duelo enmascarado. Estas
clasificaciones tienen el objetivo de mostrar las principales razones y(o) causas de que el
proceso se haya tornado patológico, y muestra las singulares características de los tipos de
duelos patológicos.

Evitando el duelo patológico


Díaz (2013) dice que hay distintas acciones que no deben de decirse o hacerse con
personas que están experimentando el proceso del duelo. Entre las cosas que no se deben
hacer están
1. Obligar a los dolientes a sumir un papel. Esto refiere a frases como “lo estas
haciendo muy bien”, lo cual de cierta manera reprime a la persona, evitándole la
libertad de sentir lo que los demás consideran una traición.
2. Decirle a la persona que ha tenido la perdida qué hacer. Cuando eso sucede, el
doliente puede llegar a sentirse incapaz y en otros casos, el consejo dado por el
acompañante podría llegar a ser contraproducente.
3. Decir “llámame si necesitas algo” es un tipo de ofrecimiento indefinido que suele
declinarse y puede hacer creer a la persona que quiere ser evitado realmente.
4. Sugerir que el tiempo cura todas las heridas; las heridas por perdida nunca llegan a
ser curadas por completo, además de que el duelo es un proceso activo.
5. Hacer que otros sean los que prestan la ayuda, ya que la presencia y preocupación
del acompañante es lo que marca una diferencia.
6. Decir “Sé cómo te sientes”. Ya que cada persona experimenta el dolor de distintas
maneras, es mejor dejar al doliente expresarse de la manera más cómodo y adecuada
sus sentimientos que insinuar que lo conocemos todo sobre este.
7. Utilizar frases de manidas de consuelo. Si se dice algo como “hay otros peces en el
mar” o “los caminos del señor son insondables” convence a la persona de que no
hay la suficiente preocupación como para conocerla mejor.
8. Intentar que la persona apresure el proceso de sus pasos del duelo. Esto puede
interpretarse en casos como sugerencias al doliente sobre aprovechar su tiempo o
cuando le piden tirar o deshacerse de las pertenencias del difunto (en el caso de
haber uno). Así pues, la paciencia y el tiempo sin presiones son requeridos en este
proceso.

Pero no solo hay contrarios o impedimentos, Diaz (2013) también comparte sugerencias
de lo que se debe hacer cuando una persona doliente.
1. Abrir las puertas de la comunicación. Para esto se pueden implementar
preguntas tales como “¿Cómo está hoy? ¿Cómo te está yendo?” entre otras.
2. Escuchar un 80% del tiempo y hablar un 20% ya que hay muy pocas personas
con la habilidad de escuchar, se recomienda al acompañante tomar el tiempo
necesario para escuchar las preocupaciones más profundas del otro individuo.
3. Ofrecer ayudas correctas. Aquí se puede tener la iniciativa de llamar a la otra
persona, pero respetando su intimidad. Esto puede incluso atraer al doliente en
busca de nuestra ayuda una vez más.
4. Esperar momentos difíciles en el futuro, teniendo intentos activos para afrontar
lo que puede venir con relación a la perdida y el dolor causada por ella.
5. Estar “ahí” acompañando a la persona. La autenticidad y el cuidado son de gran
ayuda.
6. Hablar de propias perdidas y de cómo se han adaptado a ellas es de ayuda para
el doliente a pesar de que el método de afrontamiento sea distinto en los dos
casos.
7. Entablar contacto físico adecuado ya sea prestando el hombro, dando abrazos, o
simplemente guardando silencio cuando se es requerido sin sentirse incomodo o
parlotear sin sentido.
8. Ser paciente con la historia de la persona que ha sufrido la perdida. Para un
desarrollo saludable en el futuro de la persona ya con su perdida, es de vital
importancia, además de permitirle expresar recuerdos sobre la persona u objeto
que perdió.

Siguiendo estos pasos y evitando los otros tantos son como una persona puede
ayudar al doliente durante su duelo y evitarle daños que a largo plazo serán irreversibles,
permitiendo todas las emociones, aun las que nos parecen incomodas y también los
silencios que muchas veces son considerados como algo malo, sin embargo, esto es lo que
permite el sano desarrollo de este proceso activo por el cual las personas llegan a
enfrentarse alguna vez en toda su vida.

Tanatología como método de curación del duelo


¿Qué es la tanatología? Según el Instituto Mexicano de Tanatología, A.C.
“La Tanatología es una disciplina científica que se encarga de encontrar el sentido al
proceso de la muerte, sus ritos y significado concebido como disciplina profesional, que
integra a la persona como un ser biológico, psicológico, social y espiritual para vivir en
plenitud y buscar su transcendencia. También se encarga de los duelos derivados de
pérdidas significativas que no tengan que ver con la muerte física o enfermos terminales.”
(Instituto Mexicano de Tanatología, A.C., SF)
Dada esta definición se puede ver más claramente que la tanatología podría llegar a
ser un método efectivo de curación al duelo evitando que este deje huella patológica en la
persona que lo experimenta.
Explicado anteriormente cómo se puede atravesar un duelo natural, el Instituto
Mexicano de Tanatología, A.C., (Sin Fecha) ofrece veinte pasos con los cuales, de la
misma forma, se podría llegar a una sana culminación.
1. Permitirse estar de duelo, cuando se deja que todo tipo de emociones y sentimientos
fluyan.
2. Abrir el corazón al dolor; y esto se da cuando el doliente no reprime ninguna
emoción
3. Darse tiempo para recorrer el proceso de duelo, es cuando el doliente toma todo el
tiempo que necesita para superar el proceso del duelo, no excediendo los 6 meses.
4. Ser amable consigo mismo, se va superando el dolor sin apresurarse el mismo
doliente siempre recordando el quererse a si mismo.
5. No tener miedo de volverse loco; ya que algunas sensaciones y emociones que son
experimentadas durante el duelo no son muy comunes en otras circunstancias mas
es esta es totalmente normal.
6. Debido a que la persona no está concentrada a un 100%, es recomendable aplazar la
toma de decisiones a un momento donde se encuentre con más claridad.
7. No se debe descuidar la salud, tanto física como mental. Una buena alimentación,
horas de descanso y la ayuda de profesionales tanto de terapeutas como tanatólogos
es una buena idea.
8. El ser agradecido con lo que aún se tiene es otra de las maneras de enfrentar el
doloroso proceso del duelo.
9. Nunca se debe temer el pedir ayuda porque, aunque el duelo sea algo personal, la
ayuda y acompañantes puede hacerlo más ligero e incluso evitar un daño
irreversible.
10. El doliente debe también practicar la paciencia, ya que otras personas también
sufren con la perdida de este y muchas veces no saben como ayudar de manera
apropiada, aunque sus intenciones sean buenas.
11. El tiempo de descanso es muy importante ya que, paulatinamente, se comienzan a
dar los tiempos de esparcimiento.
12. El doliente necesita confianza en sus recursos para avanzar y de no ser suficientes
debe recordar que está bien pedir ayuda.
13. Algo muy importante es que la persona debe llegar a aceptar que lo que se ha
perdido ya no tiene vuelta atrás.
14. Se debe tener en cuenta que una vez que se asimile la perdida se puede vivir
normalmente y de manera feliz y eso no significa que se haya olvidado.
15. Se precisa aprender a vivir de nuevo, esta vez sin lo que se ha perdido.
16. El doliente debe centrarse en los seres queridos que aún están con vida y en todo lo
que aún permanece con él.
17. La persona llega también a definir su propio significado de muerte y/o pérdida.
18. Volver a la fe respectiva de cade uno.
19. La persona debe estar atenta a las nuevas oportunidades que la vida pueda ofrecerle
de ahora en adelante.
20. Después de tener un buen trecho recorrido, al doliente le hará bien compartir su
propia experiencia con otros que tal vez apenas la empieza.

¿En qué puede ayudar la tanatología?


“En el proceso de duelo, así como en cualquier tipo de pérdida significativa de las
mencionadas anteriormente. Su función principal es procurar que el paciente o cualquier ser
humano que sufra una pérdida sea tratado con respeto, cariño, compasión y que conserve su
dignidad. La meta última del tanatólogo es orientar al enfermo o doliente hacia la
aceptación de su realidad, aceptación que se traduce en esperanza sobre la situación real.
Esto incluye una mejor calidad de vida, y en su caso una muerte digna y en paz.” (Instituto
Mexicano de Tanatología, A.C., Sin Fecha, parr.15)

Tanatología como método de curación del duelo


¿Qué es la tanatología? Según el Instituto Mexicano de Tanatología, A.C.
“La Tanatología es una disciplina científica que se encarga de encontrar el sentido al
proceso de la muerte, sus ritos y significado concebido como disciplina profesional, que
integra a la persona como un ser biológico, psicológico, social y espiritual para vivir en
plenitud y buscar su transcendencia. También se encarga de los duelos derivados de
pérdidas significativas que no tengan que ver con la muerte física o enfermos terminales.”
(Instituto Mexicano de Tanatología, A.C., SF)
Dada esta definición se puede ver más claramente que la tanatología podría llegar a
ser un método efectivo de curación al duelo evitando que este deje huella patológica en la
persona que lo experimenta.
Explicado anteriormente cómo se puede atravesar un duelo natural, el Instituto
Mexicano de Tanatología, A.C., (Sin Fecha) ofrece veinte pasos con los cuales, de la
misma forma, se podría llegar a una sana culminación.
1. Permitirse estar de duelo, cuando se deja que todo tipo de emociones y sentimientos
fluyan.
2. Abrir el corazón al dolor; y esto se da cuando el doliente no reprime ninguna
emoción
3. Darse tiempo para recorrer el proceso de duelo, es cuando el doliente toma todo el
tiempo que necesita para superar el proceso del duelo, no excediendo los 6 meses.
4. Ser amable consigo mismo, se va superando el dolor sin apresurarse el mismo
doliente siempre recordando el quererse a si mismo.
5. No tener miedo de volverse loco; ya que algunas sensaciones y emociones que son
experimentadas durante el duelo no son muy comunes en otras circunstancias mas
es esta es totalmente normal.
6. Debido a que la persona no está concentrada a un 100%, es recomendable aplazar la
toma de decisiones a un momento donde se encuentre con más claridad.
7. No se debe descuidar la salud, tanto física como mental. Una buena alimentación,
horas de descanso y la ayuda de profesionales tanto de terapeutas como tanatólogos
es una buena idea.
8. El ser agradecido con lo que aún se tiene es otra de las maneras de enfrentar el
doloroso proceso del duelo.
9. Nunca se debe temer el pedir ayuda porque, aunque el duelo sea algo personal, la
ayuda y acompañantes puede hacerlo más ligero e incluso evitar un daño
irreversible.
10. El doliente debe también practicar la paciencia, ya que otras personas también
sufren con la perdida de este y muchas veces no saben como ayudar de manera
apropiada, aunque sus intenciones sean buenas.
11. El tiempo de descanso es muy importante ya que, paulatinamente, se comienzan a
dar los tiempos de esparcimiento.
12. El doliente necesita confianza en sus recursos para avanzar y de no ser suficientes
debe recordar que está bien pedir ayuda.
13. Algo muy importante es que la persona debe llegar a aceptar que lo que se ha
perdido ya no tiene vuelta atrás.
14. Se debe tener en cuenta que una vez que se asimile la perdida se puede vivir
normalmente y de manera feliz y eso no significa que se haya olvidado.
15. Se precisa aprender a vivir de nuevo, esta vez sin lo que se ha perdido.
16. El doliente debe centrarse en los seres queridos que aún están con vida y en todo lo
que aún permanece con él.
17. La persona llega también a definir su propio significado de muerte y/o pérdida.
18. Volver a la fe respectiva de cada uno.
19. La persona debe estar atenta a las nuevas oportunidades que la vida pueda ofrecerle
de ahora en adelante.
20. Después de tener un buen trecho recorrido, al doliente le hará bien compartir su
propia experiencia con otros que tal vez apenas la empieza.

¿En qué puede ayudar la tanatología?


“En el proceso de duelo, así como en cualquier tipo de pérdida significativa de las
mencionadas anteriormente. Su función principal es procurar que el paciente o cualquier ser
humano que sufra una pérdida sea tratado con respeto, cariño, compasión y que conserve su
dignidad. La meta última del tanatólogo es orientar al enfermo o doliente hacia la
aceptación de su realidad, aceptación que se traduce en esperanza sobre la situación real.
Esto incluye una mejor calidad de vida, y en su caso una muerte digna y en paz.” (Instituto
Mexicano de Tanatología, A.C., Sin Fecha, párr.15)
Díaz, Cosantos y Pastor (2012) comparten cuatro tareas indispensables para
atravesar el proceso de duelo. La primera tarea es asumir la realidad de la pérdida. Esta
tarea es de las más complejas por el hecho de comienza a surgir una serie de
cuestionamientos internos dentro del doliente; ¿Qué se ha ido? ¿Qué significaba la persona
para él, ella o eso? ¿Qué significaba él, ella o eso para el doliente?, etc. Como seres
humanos se vive en constante ignorancia con el tema de la pérdida o la muerte porque se
cree que solo les sucede a otros; sin embargo, esta misma actitud provoca un choco dentro
del doliente cuando llega a experimentarlo de primera mano. Esta es una de las razones por
la cual se puede volver una tarea difícil y con bloqueos. Este bloqueo se detecta, en el caso
de una muerte, cuando el doliente habla del fallecido en presente y no en pasado como si
aún estuviera; también lo que hace con las pertenencias del fallecido pueden indicar, si
conserva todas, negación de la muerte, y si se deshace de ellas totalmente en un corto lapso
de tiempo, en minimización de la pérdida.
La segunda tarea consiste en elaborar emociones relacionadas con el duelo, esto
quiere decir que la persona debe experimentar dolor (ya que de ahí deriva el nombre del
proceso mencionado), aún si es en acompañamiento o en terapia de duelo, es fundamental
el promover y fomentar la expresión de emociones. “No solo es importante poner palabras
a las emociones, sino que debemos de ayudar al doliente a elaborar su significado particular
y profundo.” (Diaz P. et al, 2012, p.46) Las emociones que el duelo trae consigo están en
constante lucha con el doliente para salir y ser atendidas y afrontadas, así que esto es lo que
se debe hacer.
“Conocer las emociones y ponerles nombre hace que dejen de percibirse como algo
amenazador o potencialmente destructivo.” (Diaz P. et al, 2012, p.46) lo que puede llegar a
impedir el cumplimiento de esta tarea es el no permitir sentir o estancarse en una sola de las
emociones.
La siguiente tarea consiste en aprender a vivir en el mundo donde el fallecido ya no
existe. Esto hace relación a que la persona en duelo tiene que comenzar a adaptarse a todos
los cambios que la pérdida conlleva. Expertos han determinado que el promedio para la
iniciación de esta etapa es a los tres meses después de la pérdida aproximadamente sin
olvidar que puede variar pues, como ya se ha mencionado con anterioridad, cada duelo es
personalizado para cada persona. Para comenzar, se debe ser consciente de los roles que
desempeñaba el fallecido, lo cual puede llegar a ser algo complicado ya la naturalidad del
funcionamiento pasa desapercibida en la cotidianidad. Para superarlo se tiene que redefinir
todos los elementos nucleares. Algunas personas temen a no poder realizar con éxito las
tareas que el otro llevaba a cabo y esto desencadena en pérdida de autoestima. No obstante,
a pesar de la impotencia que el doliente pueda llegar a sentir, ahora tendrá que realizar las
tareas no por gusto sino por necesidad. Para contrarrestar esto, el doliente recibe ayuda para
planificar tareas, desde las más sencillas hasta las más complejas. Poco a poco, conforme
vaya avanzando en el cumplimiento de estas, la persona irá retomando la confianza en sí
mismo y al tiempo ya no será necesario planificar con ella.
La cuarta y última tarea es recolocar emocionalmente al fallecido y seguir viviendo
(aunque no necesariamente tiene que tratarse de una persona). Las memorias de quien o lo
que se ha perdido están presentes en la mente del doliente la mayoría del tiempo si no es
que todo. En esta tarea, la persona debe, no olvidar, sino convivir armoniosamente con el
pasado para poder vivir en el tranquilo presente.
“El duelo sería como una gran estantería revuelta que el doliente va ordenando al
afrontar, aceptar y asimilar la realidad. Así, con la elaboración de la cuarta tarea, deja
espacio para colocar cosas nuevas.” (Diaz P. et al, 2012, p.61)
Esta tarea tiene que ver con la ilusión de volver a vivir, de arriesgarse y de tomar
oportunidades, des esta forma, se pueden presentar bloqueo con todo lo relacionado a no
querer vivir. Un ejemplo de ello es un viudo que se promete a sí mismo el no volver a
enamorarse. Con frecuencia, esta tarea queda inconclusa; al parecer lo normal es quedar
dolido para siempre, esto es a lo que se le conoce como duelo sombrío que consiste de un
dolor crónico que puede ser arrastrado por el resto de la vida del doliente. Aquí es donde la
ayuda de un profesional va a la mano de la decisión del doliente de quedarse así para
siempre o volver a vivir. Algunas de las herramientas útiles para obtener el segundo
resultado son: la huella vital, carta que no se envía, objetos de vinculación, medir el duelo y
preguntas útiles.
En conclusión, si una persona se apega a estas tareas y las cumple con éxito, en
algún punto no muy lejano, habrá vivido el duelo sin riesgo a un daño permanente.
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