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0.- INTRODUCCIÓN.
Existen unos criterios concretos para evaluar la aptitud del sistema conceptual que se
plantee utilizar cuando se va a realizar un trabajo:
1.- Criterio de precisión:
2.- Criterio de conductividad:
TEORÍAS Y MÉTODOS
FORMALISMO.-
EL CONDUCTISMO. CULTURA POLÍTICA Y PODER.-
EL FUNCIONALISMO.-
LA TEORÍA GENERAL DE SISTEMAS.-
LA VISIÓN INFORMÁTICA.-
TEORÍA DE LOS JUEGOS.-
UNIDAD Y ESTRATEGIA. LA TEORÍA DE LA ELECCIÓN RACIONAL O
PÚBLICA.-
POLÍTICA DE GRUPOS.-
TEMAS Y CONCEPTOS.-
ANÁLISIS COMPARADO.-
EL GRUPO INTERNO.-
LOS GRUPOS Y LA LÓGICA DE LA ACCIÓN COLECTIVA.-
CAMBIO SOCIAL Y MOVILIZACIÓN.-
0.- INTRODUCCIÓN.
La preocupación por la política, por los asuntos públicos, es muy antigua. Los puntos de referencia
de las cuestiones relacionadas con el “bien común” o la “buena vida de los ciudadanos” son, la
tradición griega - polis - y la tradición hebrea, a través de la reflexión bíblica. Ambas tradiciones
fueron sintetizadas en la Edad Media por Maimónides y por Santo Tomás de Aquino, pero sobre
todo, durante la Reforma, con la emancipación de los conceptos de armonía y comunidad, se abrió
el camino al pensamiento revolucionario, a la crítica del poder sin comunidad con el que se han de
enfrentar los ciudadanos.
Desde la Edad Media el estudio del Estado, en tanto que conjunto de instituciones y reglas que rigen
la administración de los poderes de la comunidad se convirtió en un objeto central para la ciencia
política. Sin embargo, la complejidad de la vida contemporánea llevó a superar el excesivo empeño
que se había puesto en la centralidad de los estados. Gracias al descubrimiento del inconsciente por
Freud, se llegó a la conclusión de que en los espacios internos de cada individuo hay sustancia
política ya que, por ejemplo, la memoria y el olvido ejercen funciones reales en su comportamiento
político cotidiano.
La ciencia política es una rama más del conocimiento, es un saber moderno. El término se refiere a
un trabajo especializado, que cumple con las condiciones de rigor, objetividad y experimentación
propias de las ciencias modernas. Ello no significa que la ciencia política fuera inexistente hasta el
siglo XX, sino todo lo contrario, sin embargo, la ciencia política como actividad investigadora y con
un estatus reconocido por los científicos aparece y se consolida en el siglo XIX, con la aparición de
la actividad empírica llevada a cabo por departamentos o facultades creados y profesionalizados con
ese objeto a partir de 1875.
La cultura política liberal fomentó la aparición de una visión formalista de la política, esto es, la
consideración de la sociedad como un entramado de relaciones entre los individuos y los grupos que
van dejando un rastro jurídico en el que se reflejan las vicisitudes y las relaciones de poder.
Asimismo, las relaciones sociales se materializan en organizaciones formales e institucionales,
FORMAS, en el sentido en que estas formas se hacen imprescindibles para entender el
comportamiento de la sociedad. Una de las formas supremas sería la NACIÓN-ESTADO. Por ello,
la sistematización y proliferación de los estudios políticos surgirá asociada a la Teoría de los
Estados, o Staatlehre. La ciencia política cada vez más ha ido tendiendo a la formalización y a su
presentación como ciencia experimental, sobre todo en América, a partir de la Segura Guerra
Mundial con el triunfo espectacular de este tipo de ciencias.
Como toda ciencia moderna, la ciencia política presenta una línea de estudios especulativos y otra
de aplicaciones prácticas de los conocimientos que va generando. Dentro de los trabajos teóricos se
distinguen:
Gran reflexión sobre los eventos políticos y las circunstancias que los producen.
Indagación reflexiva que se plantea la construcción de elementos teóricos como herramientas
heurísticas para llegar a conocer las claves de la conducta y vida política.
En unas ocasiones, la formalización teórica es previa al trabajo experimental y en otras, a través del
trabajo empírico se podría llegar al sustento teórico. El afianzamiento de la politología profesional
no fue fácil ya que en un primer mometno hubo de desmarcarse de otras actividades a las que había
estado profundamente ligada (derecho, historia, filosofía..). Hubo de demostrar que la nueva
actividad se hacía necesaria porque su área de interés no estaba cubierta y porque sus métodos de
investigación eran nuevos. Resultó de suma importancia la fundación de la política comparada.
A esta tarea contribuyeron en gran medida los intelectuales europeos emigrados a EEUU,
ellos eran las personas idóneas para llevar a cabo esta tarea ya que habían absorbido todas las
ideas de la tradición filosófica alemana y habían asistido a las confrontaciones ideológicas que
se habían venido produciendo desde la Revolución Francesa hasta finales del siglo XIX, el
surgimiento del psicoanálisis, el afianzamiento de otras ciencias como la Economía y la
Sociología, habían experimentado el fracaso de la República de Weimar, un fin e inicio de
siglo muy violento, las dos guerras mundiales, etc. Tanta violencia en países que se suponían
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la cumbre de la civilización moderna hizo que llegaran a plantearse que algo estaba fallando
en la cultura occidental.
Teoría: una teoría es una herramienta intelectual que se utiliza para explicar los hechos
que el hombre se encuentra a través de la vida, es una construcción humana. Su fin es
explicar los fenómenos de la naturaleza y los generados por el hombre.
Ciencia: se encarga de formular incógnitas y darles respuesta. Para ello construye teorías
con las que poder seleccionar los fenómenos, ordenarlos y encontrar una explicación
satisfactoria.
Ciencias duras: las que se ocupan del estudio de los fenómenos de la naturaleza, en
definitiva, de lo externo al hombre.
Ciencias blandas: su objeto de estudio son las causas de los hechos sociales, donde el
hombre es juez y parte, investigador activo y a su vez objeto de estudio.
Para algunos investigadores, el hombre sólo puede ser objetivo cuando estudia algo externo a
él ya que de otro modo, los juicios de valores o pre-juicios, condicionan su percepción del
objeto de estudio. Sin embargo, oros investigadores sostienen que siempre que el hombre
estudia un fenómeno, ya sea externo o intrínseco a él mismo, sus aproximaciones siempre
están condicionadas por algún tipo de ideas o juicios, aunque sean vagos, por lo que sostienen
que los prejuicios son generales a todas las ciencias. Sin dar la razón a ninguna de las partes,
bien es cierto que las ciencias corren el riesgo de empantanarse en prejuicios y perder
objetividad. Es obvio que la aproximación de un investigador al estudio de la composición de
una roca no sea igual que si el objeto de estudio es el hombre y los sentimientos que afectan
directamente a nuestras vidas.
Algunos investigadores sostienen que hay que dejar de lado todo prejuicio y buscar métodos
neutrales puramente técnicos; otros replican que incluso las ciencias experimentales poseen su
propia metafísica.
Según esto, el hombre no sólo analiza el mundo para comprenderlo sino porque su trabajo, ya
sea manual o intelectual, construye ese mundo del que forma parte.
La perdurabilidad del Estado permite ir acumulando mejoras o defectos que cada época pueda
incorporar. Cada época ha dejado su huella.
2.3 Condicionantes de la libertad
Los ciudadanos, cuando nacen, se ven inmersos en una comunidad que les viene impuesta, ya
que estaba establecida cuando ellos alcanzaron el uso de la razón. Se ven dotados de una serie
de responsabilidades y obligados por unos compromisos que no adquirieron. Dadas las
características de la especie humana, vivir significa vivir asociado o en comunidad.
Ideologías: son todo ese conjunto de explicaciones que ofrecen una visión del mundo con
mayor o menor coherencia.
El ser humano tiende a aferrarse a las ideologías y ello es susceptible de que ocurra de
generación en generación.
Los liberadores modernos se dieron cuenta de que los efectos del principio de dominación en
lo público se traducían dentro de la persona en obediencia psicológica, comprendieron que el
individuo estaba bajo el control absoluto del grupo. Para la modernidad, las puertas por las
que se introduce la opresión externa del individuo son la infancia y la pertenencia al grupo. La
infancia y la soledad son las grandes debilidades del hombre. La mente es traída al mundo
pasivamente pero debe afrontar la muerte a solas y con plena responsabilidad.
El descubrimiento del inconsciente empezó como una exploración en el alma del ego y como
una lucha por la independencia. Desde la Ilustración las ciencias sociales habían estado
siempre trabajando hacia una sociedad racional hasta que Freud, hacia 1900, asestó el más
duro golpe al racionalismo con el descubrimiento del inconsciente como concepto
científicamente formulado y con unas terapias mentales más poderosas. Uno de los puntos
más controvertidos de la política moderna es su pretendida secularización.
Según Cordoncet, la perfectibilidad del hombre es indefinida y cada siglo que pasa añade
nueva ilustración a la de los siglos precedentes. Esta visión significa una especie de
igualitarismo cronocrático que se impondrá en todo conocimiento de la historia de la teoría
política. Los politólogos, entregados a hacer historia, tienden a creer que como conocen el
pasado con detalle les es más fácil explicar el presente pero la realidad no es así, carece de
base filosófica y antropológica el militarizar el uso del tiempo y el encadenamiento conjunto
de los fenómenos temporales. Por tanto, la cronocracia tiene difícil su supervivencia.
Partiendo de las ideas de Freud sobre el inconsciente humano, donde no hay pasado, ni
presente, ni futuro, podríamos decir que la memora y el olvido en política son funciones
reales, entre otras cosas porque sólo existe política actual. La política es siempre algo activado
en el juego trascendente de la vida y la muerte que ello implica. Hay que apartarse de la visión
cronocrática.
El hombre se encuentra dentro de un gran universo y a la vez siente que hay otro ámbito
mucho más complejo, que es donde se encierra su yo. Aparentemente, las regularidades de
este mundo son caóticas y la tarea de la ciencia consiste en intepretar razonadamente la
experiencia a través del descubrimiento de generalidades válidas u su consecuente aplicación
a acontecimientos particulares. En toda descripción hay implícito un trabajo de descripción y
de interpretación. La labor del científico consiste en seleccionar elementos de la experiencia,
interpretarlos y extraer una consecuencia generalizadora.
En el trabajo empírico nunca van a solas las ideas o los esfuerzos del investigador, sino que
aparecen acompañados de los detalles concretos de financiación y adecuación a los medios.
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Es importante saber evaluar los ingredientes y el alcance de un trabajo del mismo modo que el
decidirse con criterios racionales sobre qué método utilizar.
conceptualización coherente.
presentación de problemas centrales a resolver y necesarios para encontrar las respuestas
buscadas.
métodos concretos a utilizar y rechazo de los no válidos para conseguir su meta.
En la base de estas tres etapas subyacen los principios axiomáticos en los que se apoya la
sistematización del autor. Cuanto más claras tenga las ideas el autor, cuanto más transparente
sea su formalización y la explicitación de los presupuestos, más rendimiento obtendrá del
equipo de trabajo y del dinero invertido. Einstein llegó a reconocer que al fondo del diseño
teórico se encuentra siempre un conjunto de principios indemostrables, percibidos
intuitivamente a través de una cierta empatía o “Einffühlung”, llamada “Intellectual Love” por
Popper.
Existen unos criterios concretos para evaluar la aptitud del sistema conceptual que se plantee
utilizar cuando se va a realizar un trabajo:
Será decisiva la capacidad del técnico, su formación y su lucidez, también serán importantes
sus orientaciones ideológicas, sus inhibiciones e incluso sus manías. Normalmente, una buena
propuesta teórica se caracteriza sobre todo por su capacidad para hacer las preguntas
adecuadas de la forma idónea.
Toda propuesta de proyecto debe presentarse con un presupuesto de investigación por escrito.
Previamente habrá que hacer una valoración de los diferentes enfoques del trabajo
experimental de modo que se pueda hacer un buen uso del dinero entregado al investigador
para tal fin. Los recursos y la financiación del proyecto son un bien limitado y habrá siempre
que plantearse cómo usarlos de la forma más idónea.
TEORÍAS Y MÉTODOS
Las estadísticas, los sondeos de opinión y las encuestas son utensilios fundamentales para darle un
carácter científico a las investigaciones sociales, pero el objeto básico de estudio en éstas, el ser
humano y su comportamiento, no permite ser entendido desde ángulos tan reduccionistas.
Los inicios de la ciencia política se sitúan en Maquiavelo, cuando comienza a darse una
interpretación desideologizada de los hechos y surge el primer intento de lo que podríamos
considerar una teoría política basada en lo factual.
Maquiavelo considera que la fuerza es el único medio para incrementar y mantener el poder. Ya que
la ambición natural de los hombres y de los estados hace que tras las fronteras amenace siempre la
hostilidad de la guerra, la educación y el oficio del príncipe deberá estar dirigido a conocer el arte
de la guerra, ya que descuidar este oficio conduce directamente al fracaso.
En “El Príncipe”, Maquiavelo distingue entre las “buenas leyes” y las “buenas armas” como
ingredientes fundamentales para la consolidación de cualquier Estado.
Por “buenas armas” Maquiavelo entiende las fuerzas nacionales permanentes y disciplinadas de
ciudadanos que aman su nación, no ejércitos de mercenarios dispuestos a venderse al mejor postor.
“Como los hombres son malos y no mantendrán su palabra contigo, tampoco tú estás obligado a
mantenerla con ellos”.
“El vulgo es reducido siempre por la apariencia y por los acontecimientos; ¿y no es el vulgo lo que
constituye la muchedumbre?”.
El método de Thomas Hobbes se basa en los nuevos modelos científico-matemáticos que, a partir
de las precisas mediciones de Galileo, llevarán a cabo la revolución científica iniciada por
Copérnico en el Renacimiento. Estos planteamientos son paralelos a la eclosión de la burguesía
como clase social considerada.
Hobbes entiende la política y al propio ser humano como una parte más del universo mecánico
inteligible al lenguaje matemático. Esta visión del mundo implica un materialismo radical ya
implícito en las primeras páginas de su obra más representativa, “Leviatán”. Para Hobbes, la vida es
como un movimiento artificial en el que el cuerpo humano funciona como un mecanismo parecido
al de un reloj. Para él, esta visión de la política, desde un ángulo de reducción y secularización le
hace justificar el absolutismo como algo útil y necesario en la tierra, escapando de todo tipo de
trascendencia metafísica o religiosa implícita en el derecho divino de los reyes que hasta entonces
había sido la visión tradicional. Hobbes tiene una visión del mundo mecanicista.
Según Hobbes, todos los hombres comparten por igual una sed insaciable para ambicionar quejas y
poder y al ser escasas, les enfrentan a un conflicto que inevitablemente les conduce a la muerte. A
diferencia de las abejas o las hormigas que cooperan por instinto, Hobbes advierte que los hombres
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inevitablemente tienden a la agresividad y a la destrucción. Según él, dentro de esa guerra violenta y
egoísta no puede existir la propiedad ya que “sólo pertenece a cada uno lo que pudo coger durante
un tiempo y lo supo retener”. Tampoco es posible la industria ya que el fruto de la misma es
inseguro, ni la agricultura, ni la navegación, ni las artes, ni la sociedad... Tal y como lo entiende
Hobbes, “el hombre es un lobo para el hombre” que no reparará en matar o robar al prójimo a no
ser que un poder superior le castigue o atemorice hasta obligarle a cambiar su perversa conducta
natural.
En contraposición al estado de naturaleza (guerra de todos con todos), la sociedad civil sólo es
posible fundando el Estado, por tanto, la sociedad u organización artificial (contra natura) de todos
los súbditos sometidos al poder civil del Estado se convierte en el polo opuesto de la guerra. Bajo el
poder soberano, el Estado garantiza la paz ya que sin él no hay sociedad entre los hombres sino un
mero estado natural de desconfianza y terror. Por ello, la gran solución que el hombre ha creado
para su propia conservación es el Estado todopoderoso en la tierra, la idea de un dios mortal que
aterrorice a los ciudadanos (Leviatán: monstruo bíblico). Para Hobbes, la naturaleza humana está
compuesta por dos tendencias: la razón y la pasión.
La pasión, a modo de impulso, lleva a los hombres a desear y a conseguir los bienes y privilegios
del prójimo. La razón les hace pensar que sin duración y sin seguridad los bienes deseados no tienen
sentido porque no pueden disfrutarse. Mientras que la pasión enfrenta a los hombres, la razón les
hace pactar, por ello, se ven llevados a convenir un contrato que implica la renuncia a todos los
derechos que poseían en su estado de naturaleza para entregárselos a un soberano que, a cambio, les
garantice el orden y la seguridad.
Por tanto, la sumisión absoluta es el precio que deben pagar los súbditos al soberano por haberles
salvado de su destructivo estado de naturaleza. Mediante el contrato se renuncia a la libertad y a
cualquier derecho que pudiera poner en peligro la paz, de modo que los hombres se convierten en
autores y autorizan al soberano, el actor ligándose y responsabilizándose en todos sus actos,
convirtiéndose así la persona artificial en representante de sus autores.
Hobbes presupone una aplastante mayoría de voluntades en favor del contrato. El contrato hace al
soberano el verdadero fijador de la justicia y de la moral ya que lo justo y lo bueno pasan a definirse
como lo coincidente con la voluntad del soberano. El soberano es el único poder legislativo y el
Estado la única fuente de derecho; incluso en los asuntos de índole espiritual o religiosa es el
soberano quien tiene la máxima autoridad.
John Locke es el principal teórico del liberalismo, por su teoría de la división de poderes y por el
hincapié que hace en los conceptos de libertad y propiedad. Su influencia es enorme en el
continente americano y en todos los autores liberales posteriores a él. Su insistencia en respetar
determinadas parcelas individuales harán de él un preludio claro de la mentalidad burguesa aunque
sus apreciaciones acerca del trabajo también podrían fundamentar cualquier teorización socialista.
Como Hobbes, parte del estado de naturaleza para explicitar al ser humano, pero a diferencia de él,
para Locke éste es un periodo en el que los hombres debieron gozar de perfecta libertad para
ordenar sus actos y para disponer de sus propiedades y personas como mejor les parecía, sin
necesidad de pedir permiso y sin depender dela voluntad ajena.
Para Locke, es conveniente el paso del estado de naturaleza a la sociedad civil ya que cuando al
hombre le asiste la razón, le asiste también el derecho de imponer a los demás su cumplimiento. La
razón coincide con la ley, el hombre, al interpretar la ley para sus asuntos propios deviene en juez y
parte, lo que implica que juzguen con parcialidad y se dejen llevar por la pasión y la venganza. Ya
que en el estado natural el agraviado carece a menudo de la fuerza suficiente para mantener la ley,
el paso a la sociedad civil es conveniente. Para Locke, el estado de naturaleza es un estado de paz,
benevolencia y ayuda mutua.
Los hombres tienen derecho a su autoconservación. Según Locke, dios entregó a los hombres la
tierra y sus productos para que dispusieran de ello a su conveniencia, para su sustento y bienestar, y
aunque pertenecen a la humanidad en general, es posible que algunos de ellos intenten apropiarse
indebidamente de lo de los demás. Según Locke, un hombre puede apropiarse de algo en la medida
en que deje suficiente y de igual calidad para los demás. La apropiación justa está limitada por el
trabajo ya que la cantidad de tierra que un hombre sea capaz de cultivar coincidirá con lo que pueda
considerar como propia. Para salvaguardar la propiedad, los hombres se asocian en una sociedad
civil, renunciando a su propia defensa y al poder de castigar los delitos contra la ley natural
mediante un consentimiento tácito, haciendo dejación en la sociedad de las facultades que tenían en
el estado de naturaleza y desde ese momento la sociedad se encargará de su protección dictando las
normas precisas para el bien de la misma y castigando a los infractores de éstas. Esta transmisión de
derechos y funciones a la sociedad se caracteriza por la condicionalidad y la limitación: el hombre
entrega los derechos individuales de los que gozaba a cambio de los beneficios, o en función de los
que espera obtener. La sociedad los recibe fiduciariamente y se los entrega al gobierno que se
convierte en fideicomisario de la sociedad, de forma análogo a como ésta lo es del sujeto. Así, el
gobierno desempeñará su tarea pensando en el bien de la comunidad. Llevar este propósito permite
revocar el mandato. El poder legislativo se convierte en el organismo más importante de la sociedad
civil ya que su propósito es la salvaguarda del derecho y a propiedad.
El poder legislativo es el poder supremo pero ello no le exime de varias restricciones concretas,
como son el que sus normas no se pueden modificar para casos concretos, sus normas deben
presidir el bien de la comunidad, tampoco puede arrebatar a nadie sus propiedades. En suma, no
puede vulnerar los derechos naturales. “La ley natural subsiste como norma eterna de todos los
hombres sin exceptuar a los legisladores”. Subordinado al poder legislativo está el poder ejecutivo,
encargado sin interrupción y de manera constante de la ejecución de las leyes vigentes en la
comunidad.
En su obra principal, “El espíritu de las leyes”, Montesquieu intenta construir un método para
canalizar las instituciones, la legislación y los gobiernos de cada país atendiendo a determinaciones
físicas y culturales (clima, suelo, comercio, religión, costumbres).
El método de Montesquieu supone que las leyes en su componente racional tienen que actuar de
forma diferente en las distintas comunidades humanas y, por tanto, sus instituciones serán también
diferentes.
En esta concepción de la ley subyace un marcado carácter relativista ya que sugiere que cierto tipo
de leyes, objetivamente, serán mejores o peores según las condiciones de una determinada
comunidad humana. Por ello, la filosofía política implica un doble propósito ya que, por un lado
quiere entender científicamente la diversidad de leyes y costumbres humanas que determinan física
y culturalmente a una sociedad y de otro, pretende descubrir el tipo de gobierno más adecuado para
cada país en concreto. Por ello, las leyes y los gobiernos no pueden imponer modelos abstractos
utópicos sino que deben adaptarse a las circunstancias en que vive una nación.
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Montesquieu quiere llevar su sociología política a la altura de las ciencias naturales. Para él, las
causas físicas como el suelo, el número de población y, sobre todo el clima, condicionan la cultura y
el comportamiento humano.
Montesquieu es menos revolucionario que Rousseau pero su desprecio del absolutismo debe
entenderse como un intento de cimentar científicamente el marco institucional de libertades que ya
fue emprendido por Locke en el siglo XVII.
La idea central del pensamiento y la obra de Jeremy Bentham afirma que la mayoría de los grandes
debates políticos han sido inútiles para la felicidad del individuo. Para él, lo importante no son los
intereses de la comunidad sino las aspiraciones concretas de cada uno de sus integrantes.
Bentham reduce su teoría moral y política a una concepción sensualista en la que el bien y el mal
refieren al placer y el dolor. Para él, lo bueno es placer o felicidad y lo malo es dolor, de este modo,
una acción nos lleva a un resultado bueno o malo en función de la cantidad de placer o dolor que
nos aporte. Este determinismo psicológico es importante para él ya que pretendía establecer un
código de leyes que haría virtuosos a los hombres. Para Bentham, el único principio político
razonable es el de intentar conseguir la mayor felicidad para el mayor número de personas. Todo lo
que se parte de este principio fundamental es mera especulación y no sirve para nada. Para
Bentham, las leyes deben estar diseñadas por un poder soberano que, siguiendo los principios
utilitaristas, haya alejado cualquier influencia del derecho natural o de las ideologías. Igualmente,
deben convertirse en ayudas desinteresadas para proporcionar felicidad a los individuos. Toda la
obra de Bentham se basa en la búsqueda de “un sistema cuyo objeto fuera construir la fábrica de la
felicidad con las manos de la razón y la ley”.
A pesar de su visión hedonista e individualista, Bentham no identifica utilidad con egoísmo ya que
para él, la primera ley de la naturaleza es buscar la felicidad para uno mismo pero también la
felicidad nuestra se encuentra en la felicidad de los demás.
Para Bentham, la racionalidad y la fuerza lógica que desarrollarían los individuos sobrepasaría las
ideologías y los partidos políticos, sin embargo, su teoría no resuelve el conflicto entre los deberes
sociales y los deseos individuales.
La idea de la mayor felicidad para el mayor número supone que no todos los deseos pueden ser
satisfechos. Es ésta una visión realista de la democracia. Para Bentham ya que existe una
imposibilidad de consenso, los legisladores requieren juicios de valor que dependen de situaciones
históricas. Hay juicios mejores, fundamentados en la razón y la experiencia, y juicios peores que
provienen de la irracionalidad y los prejuicios. Por ello, quiere apartarse de cualquier tipo de verdad
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absoluta o evidente. Para él, los proyectos políticos deben plantearse en función de su utilidad. El
Estado debe encargarse de garantizar los principales objetivos y servicios públicos. Bentham
presupone en los seres humanos la capacidad racional que les permitirá convertirse en sus propios
abogados.
Así, las fuerzas productivas son los instrumentos de trabajo de los seres humanos mientras que las
relaciones de producción es el modo en que la sociedad se organiza para utilizar dichas fuerzas
productivas en tanto que crean diferentes estructuras políticas divididas en clases. El cambio social
e histórico viene propiciado por el desarrollo de la infraestructura económica, y no tanto por la
superestructura política e ideológica. El carácter revolucionario de la teoría marxista se desprende
del presupuesto de que las fuerzas productivas han sido controladas por una minoría que ha
conseguido aprovecharse de la gran masa de población apropiándose de la plusvalía o valor
excedente. El trabajador vende su trabajo como si de una mercancía se tratase quedando a expensas
de la racionalidad del capital y sus criterios orientados a reducir el coste al máximo. Esta situación
es altamente conflictiva y propicia la lucha de clases que hará protagonista revolucionaria a la clase
proletaria. Para Marx, el Estado, las creencias religiosas y nacionalistas son potenciados desde el
poder económico como formas de dominación y la revolución proletaria debe destruirlas. Partiendo
de una situación de desigualdad, para Marx la ideología es el conjunto de creencias que sirven para
mantener el reparto desigual del poder económico y político.
La teoría marxista estaba pensada para sociedades industrializadas, tipo Inglaterra y EEUU. El
pronostica una revolución de la clase trabajadora que consistirá en la instauración de una sociedad
sin clases. Esta predicción debilita su método en lo experimental y científico, la visión marxista es
algo ingenua pero, aún así, es tal vez la más influyente en el siglo XX.
La obra de Max Weber puede entenderse como un intento de comprender los aspectos técnicos y
burocráticos del capitalismo. Su obra más importante es “Economía y Sociedad” y aspira a conocer
el presente remontándose con frecuencia al pasado.
Para Weber su teoría política reside en los valores que la historia y la tradición nos han ido
inculcando. Según él, el trabajo del investigador científico debe basarse en la formulación de juicios
de hecho verificables y, en tanto sea posible, objetivos. Para Weber el Estado es aquella institución
que emplea la dominación atribuyéndose, ya sea legítimamente o no, el monopolio de la coerción
física. Los ciudadanos se convierten en sociedad civil y son aquellos grupos de ciudadanos que
aceptan la dominación.
Para Weber será importante disminuir la presión del Estado, disminuir la burocracia y someterla a
un control político.
Dominación tradicional: la comunidad reconoce y acepta el pasado como base constitutiva del
presente. El pasado se encarna en herederos que son reconocidos como tales no por realizar algo
extraordinario sino por tradición ancestral (sacerdotes / monarcas).
En su libro, “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” (1904), refleja el contraste en la
sociedad moderna del pasado religioso y el capitalismo. Weber señala las semejanzas entre la ética
calvinista y la ética del trabajo y el ahorro: renuncia a una vida placentera, predestinación, represión
de todo impulso sensual mediante el trabajo, etc.
Lógicas: acciones orientadas a un objetivo concreto para cuya obtención el sujeto actúa
siguiendo procedimientos racionales.
No lógicas: falta de conciencia entre los medios y los fines (p. e.: rituales, etc.).
Pareto se refiere con el término residuos a los instintos principales de la naturaleza humana y
existen dos tipos de residuos:
Los residuos permanecen constantes a lo largo de la Historia y frente a ellos están las derivaciones,
que son irradiaciones potenciadas por la personalidad de los líderes y por sus discursos. La
propaganda y el poder persuasivo de la publicidad a fuerza de repetirse acaban por aparecer como
discurso “lógico - experimental”.
A través de las derivaciones se organizan movimientos de fe colectiva que terminan por derrocar a
quienes ostentan el poder. Pareto considera necesaria la ascensión al poder de elites fuertes y
realistas que sustituyan el debilitamiento progresivo al que conducen la masificación y los
procedimientos democráticos. Junto a Mosca, Pareto es considerado el creador del elitismo así
como uno de los grandes críticos de la democracia y el socialismo.
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FORMALISMO.-
Es el enfoque más antiguo dentro de la ciencia política empírica. Este enfoque identifica, a efectos
prácticos de trabajo, la política con las normas e instituciones vigentes en una comunidad: el
enfoque legal-formal surgirá como tal asociado a departamentos de derecho público y de historia de
las instituciones.
Esto no quiere decir que los investigadores de este enfoque piensen que lo político sólo se encuentra
en lo escrito en documentos o en las instituciones. Como resistencia contra influencias idealistas y
teológicas, se resiste a aceptar como realidad objetiva nada que no tenga una repercusión
constatable por todos. Al tener trascendencia documental, el trabajo de recopilar y comparar
material de distintos países se hace más sencillo.
que el Estado es la unidad formal máxima de la que dependen todas las demás. Es la cumbre de
todas las organizaciones formales existentes en la sociedad. Surgió en la historia como una
necesidad y por ello está legitimado para obligar y subordinar a toda otra organización
intermedia.
la vida política, el comportamiento político de los habitantes de cada país se halla programado
por una red de regulaciones y pautas cuya máxima expresión es la propia estructura legal-formal
del Estado.
Idiográfica: abarca todos los estudios descriptivos que se hacen sobre los más diversos países y
en los que se pretende desentrañar la estructura legal-formal de cada país. Esto ofrece cada vez
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más un grado de dificultad ante el creciente progreso y complejidad de la vida política, aunque
cuenta con la ayuda de los avances informáticos y de las comunicaciones.
Ingeniería política: se estudian los mecanismos que operan en el Estado con el objeto de llegar a
actuar sobre ellos con diversos fines, estabilización, crecimiento económico, cambio social...
Estos estudios no identifican el Estado con política, si bien lo consideran como la organización más
importante y significativa de todas las existentes.
PODER Y CONDUCTA.-
Parte de la idea de que en cada comunidad sólo unos cuantos mandan, mientras que los demás
obedecen. Esta idea puede, a priori, parecer primitiva, pero su gran utilidad es que nos da una regla
válida para todo tipo de sociedades. Consideran el poder como la sustancia de la política, ya que el
poder tiende a concentrarse en un pequeño grupo de personas que acumulan gran parte del mismo.
Por ello, en la naturaleza del poder se encuentra la cualidad intrínseca de tender a la concentración
en un grupo o elite política. Así, en vez de tener que estudiar la estructura legal de una comunidad
en su conjunto, bastará con analizar esa minoría clave, la elite del poder, para comprender el porqué
de su comportamiento. Este método se puede aplicar a cualquier conjunto de seres humanos.
El objeto de su estudio, por tanto, será encontrar y medir el poder de las elites, ya que poder y elite
son los dos conceptos esenciales de esta visión de lo político.
Un área de estudios que requiere importancia especial dentro de este enfoque es la de los
“community studies” o estudios de comunidad. Son investigaciones mesopolíticas que permiten un
seguimiento fácil para el investigador. El enfoque conductista ha permitido dar los primeros pasos
de la psicología política.
Según este enfoque, el comportamiento de los seres humanos, su conducta externa, es el único que
puede analizarse objetivamente ya que todos los animales, incluido el hombre, responden a algún
tipo de estímulo. El conductismo elude los aspectos relativos a la conciencia y renuncia
deliberadamente a realizar interpretaciones simbólicas o significativas.
El conductismo:
promueve que la ciencia política tenga una utilidad social aplicable en la Administración o en las
empresas privadas. Debe ayudar a contrastar y tomar decisiones prácticas y eficaces.
observa la conducta
elabora teorías partiendo de ésta
se verifican las teorías observando en la conducta los contrastes entre hechos y generalizaciones.
Cada país posee una cultura política propia que hace que, ante determinadas circunstancias o
estímulos políticos, su comportamiento nacional sea de una u otra manera. La obra central de este
enfoque de investigación será “La Cultura Cívica” (1963) de Gabriel Almond y Sidney A pesar de
ello, abrió el camino a expertos de todo el mundo. La cultura cívica podría definirse como una
cultura política participativa en la que la cultura política y la estructura política son congruentes, o
Teoría de la Congruencia y Consonancia desarrollada por los sucesores de Almond.
A este enfoque se debe también el auge de los estudios de socialización política o aprendizaje
político. La socialización implica la internalización de los ingredientes de la identidad política del
sujeto sin que éste se percate de lo que le está ocurriendo. Todos estos trabajos no hubieran podido
producirse sin el descubrimiento y generalización del concepto de inconsciente llevado a cabo por
Freud, al empezar a ser indagado el sujeto con toda la complejidad que merece.
EL FUNCIONALISMO.-
La teoría funcional pretende dar sentido a las partes como funciones dentro de la totalidad social.
Siguiendo, en cierta medida, el darwinismo social, el funcionalismo entiende que los individuos o
grupos de individuos reaccionan, intentando adaptarse, en función de las influcencias cambiantes
del entorno.
Una de las primeras aplicaciones funcionalistas en las ciencias humanas se debe al antropólogo B.
Malinowski, según él, al funcionalista se le presenta la cultura con una totalidad de elementos,
ideas, creencias y ritos, como un sistema entrelazado mediante el que el investigador debe poder
resolver y dar sentido a los problemas concretos. El funcionalismo se plantea la función que cumple
un elemento dentro del sistema, cómo disminuye o acrecienta determinados conflictos y en qué
medida tiende a conservar los valores predominantes. Se ha llegado a decir que el funcionalismo
constituye una teoría social superior al conductismo ya que más que una técnica para medir la
conducta, ha construido un modelo de gran alcance. El afán del investigador debe posibilitar al
analista el descubrimiento de funciones ocultas y, aparentemente, inexistentes.
Uno de los planteamientos teóricos más elaborados del funcionalismo reside en la obra de T.
Parsons. Según él, un sistema social se enfrenta a la resolución de una serie de problemas básicos
sintetizados en la palabra AGIL:
Adaptación al medio (adaptation), sobre todo económico, por parte del sistema ya que él mismo
debe conseguir adaptarse al entorno que lo envuelve o de lo contrario sucumbirá al medio.
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Objetivos y finalidades (goal-attainment), el sistema debe alcanzar una serie de objetivos que
sustentarán su equilibrio, tanto el interno como el externo: relaciones internacionales, legitimidad
de las instituciones, reconocimiento del poder establecido.
Integración (integration) al máximo por el sistema de todas aquellas tendencias que puedan verse
marginadas o fuera de él. Esta integración se realiza por medio del control social y sus normas
legales.
Conservación (latent pattern maintenance) de los modelos y superación satisfactoria de los
eventuales conflictos. Esta funcionalidad se canaliza a través de vínculos culturales y emotivos
que, desde su apego a lo simbólico y significativo de la tradición, tienden a considerar
amenazantes los modelos nuevos.
Sin embargo, Parsons parece dar a una elite un tutelaje regulador y excesivamente integrador.
Suzanne Keller puntualizó que el modelo de Parsons reproduce un elitismo en el que la adaptación
se confiere a la oligarquía económica, científica y militar; la integración al sistema educativo y la
conservación de valores a los deportistas famosos y otras figuras carismáticas del cine y la
televisión. Sin embargo, hay quien ha visto en el funcionalimso parsoniano una teoría elástica al
enfrentarse a las formas dinámicas de la acción social, entendiendo necesariamente ese carácter
conservador de un modelo de orden integrador tutelado por unas elites o por el propio Estado. Se ha
criticado al funcionalismo por su imposibilidad de llegar a conclusiones mínimamente constatables.
El propio concepto de sistema social se convierte en un término metafísico al no ser posible una
clara demarcación limítrofe entre un sistema y su entorno. También el término función ofrece
ambigüedad, es un concepto rígido y estático.
El concepto de sistema político, sin embargo, parece más claro que el de sistema social. Como
método explicativo de la realidad socio-política, el funcionalismo tiene considerables ventajas: da
una articulación funcional a las estructuras, actores políticos e instituciones y posibilita un modelo
comparativo que supera claramente a los enfoques meramente institucionales. El análisis de una
institución se enriquece en la medida en que podemos darle una funcionalidad dentro del sistema e
interrelacionarla con el resto de instituciones del mismo. De esta forma, estructuras o instituciones
aparentemente iguales pueden, tras el análisis funcional adecuado, mostrar diferencias relevantes y
sorprendentes.
Desde un punto de vista ideológico, se ha considerado el enfoque funcionalista, sobre todo por
autores de orientación marxista, algo teñido de un inevitable conservadurismo, ya que el método
funcional ha abordado insuficientemente lo relacionado con el conflicto y el cambio social y por
situar el foco alterador del equilibrio fuera del sistema en sí.
Es un intento de enriquecer los planteamientos básicos del funcionalismo. A partir del concepto
sistema se pretende establecer un método capaz de explicar el cambio y los mecanismos políticos
desde una perspectiva menos conservadora que la planteada por el funcionalismo.
La teoría general de sistemas pretende definir los fines del sistema como orientaciones en constante
proceso dinámico, concepción del sistema político necesaria para superar el análisis mecanicista y
estático del funcionalismo.
David Easton, en “El sistema político” (1953) hace hincapié en las relaciones de interdependencia
que mantienen distintos sistemas y subsistemas sociales. El sistema político es complejo y muestra
su capacidad autoritaria distribuyendo y asignando valores. Este autoritarismo consiste en hacer
respetar estos valores convertidos en leyes o sanciones para aquellas conductas que no se atengan a
la normativa prevista. Estos valores son reconocidos por vías más o menos legales o coercitivas, en
todo el sistema político sirviendo de instrumento cohesivo e integrador.
Las informaciones que resultan de la acción entre el sistema y el medio son recibidas por la
colectividad. Esta las asimila, reflexiona y critica (especialmente a través de los medios de
comunicación) llegando a sedimentar una opinión pública que, dado el caso, volverá a formular
demandas al sistema. Esta opinión pública está canalizada en partidos políticos, instituciones
culturales o económicas, grupos de presión o movimientos sociales, y volverá a emitir nuestras
informaciones al sistema creando una especie de circuito dinámico y enriquecedor. El sistema
político y su entramado institucional concreto, formulará los resultados del ciclo retroalimentador
en forma de medidas, decisiones, leyes o imposiciones.
Estas formulaciones del sistema pueden generar respuestas satisfactorias, insatisfactorias o neutras.
Las satisfactorias refuerzan la autoridad y el reconocimiento del sistema. Las insatisfactorias
pueden medirse, según el caso y la intensidad, en actitudes de violencia, cambio de voto, crisis de
legitimidad, crecimiento de la ingobernabilidad. Las respuestas neutras son las más complejas de
definir ya que pueden deberse a variables múltiples que pueden ir de la desinformación, el
analfabetismo, la apatía política o el pasotismo frente a la incapacidad seductora de los líderes. Esta
respuesta puede tener consecuencias conservadoras al no transformar el equilibrio del sistema.
LA VISIÓN INFORMÁTICA.-
El origen teórico del enfoque sistemático se encuentra en las teorías de Ludwig von Bertalanffy, que
se planteaba una ciencia que, en vez de ocuparse de los hechos causales, se ocupase de todos
organizados o sistemas. A todo ello contribuyó el espectacular progreso de la electrónica, la
informática, las telecomunicaciones y el procesamiento de la información.
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En la historia del pensamiento político existen precedentes de interés por alcanzar un pensamiento
global de la vida política y sus mecanismos. Es importante señalar la diferencia entre unidad y
agregado para llegar al concepto de “unidad sistemática”.
una unidad posee límites concretos que la separan del exterior dejando a un lado las fuerzas y
procesos internos y a otro los homólogos exteriores.
al menos una de las medidas de la unidad debe ser distinta de la agregación de medidas de sus
componentes.
deberá haber al menos una descripción de la unidad que no consista meramente en la descripción
de sus partes.
El análisis sistemático necesita trabajar con números de elementos muy elevados para que
aparezcan las leyes estadísticas existentes en el sistema. El enfoque sistemático ha resultado muy
limitado en su operatividad, pero no así en cuanto a promoción de debate y ampliación de intereses
de la ciencia política. Se ha hecho poca investigación sobre ciencia política con este soporte teórico,
aunque sus aplicaciones a otras ciencias sociales han sido probadas. Quizás el avance técnico más
espectacular sea la realidad virtual que aporta unas posibilidades ilimitadas.
El inicio de la teoría de los juegos está íntimamente ligado a la obra de J. Von Neumann y O.
Morgenstern en torno a los años cuarenta, “Theory of Games and Economic Behaviour”. Tuvo
especial relevancia al aportar un instrumento innovador analítico matemático para el estudio de
situaciones de conflicto y acción colectiva para así esclarecer todos los problemas derivados de la
interacción humana. Las decisiones individuales son contempladas como decisiones estratégicas,
que tienen en cuenta una previsión de las acciones de los demás.
Juegos no cooperativos.
Juegos de puro conflicto. Juegos de suma “0”: representan situaciones en las que un actor gana lo
que el otro pierde. La suma de ganancias y pérdidas es constante. Ejemplo: casos de conflicto
bélico.
Juegos de suma no igual a “0”: ambas partes pueden ganar o perder, dependiendo de las
estrategias. Existe conflicto pero también oportunidades de beneficio mutuo.
- Juegos de 2 jugadores
- Juegos de “n” jugadores: p.ej. coaliciones
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Dentro del campo de los juegos de suma no igual a “0” podemos distinguir aquellos juegos
denominados “juegos de 2 x 2”: dos jugadores con dos posibles estrategias cada uno, que pueden
generar combinatoriamente hasta 78 preferencias. Cada jugador puede contribuir o cooperar para
algo o no hacerlo. El juego, sin embargo, permite situaciones intermedias que pueden beneficiar a
ambos actores.
De acuerdo con el enfoque de Marcur Olson en “La lógica de la acción colectiva”, podemos
desmentir la asunción de que los individuos que comparten intereses comunes tienden a organizarse
para defenderlos, muy al contrario, la acción colectiva se enfrenta con el peligro del free-rider o
gorrón, que le saca partido a los demás. La paradoja aumenta si esta tendencia se generaliza y todos
pretenden gorronear de todos. La capacidad de cálculo individual conduce a la frustración de la
acción colectiva. Por ello, es más fácil para los grupos pequeños organizarse en defensa de sus
intereses. Sin embargo, según Olson, esto puede llevar a una explotación del grande por el pequeño,
pudiendo generalizarse en toda la sociedad en detrimento del Gobierno y de las Instituciones.
Un último apunte sería el de M. Taylor, que en sus obras “Anarquía y Cooperación” y “La
posibilidad de la cooperación”, concluye que es posible la cooperación entre personas y que, si se
garantizase un equilibrio estable, la anarquía podría ser un objetivo viable de racionalidad humana.
La Teoría de la Elección Racional (TER) es un producto surgido fuera del campo de la ciencia
política. Se trata de un producto genuinamente moderno por lo que confía en la capacidad
intelectual para captar la verdadera realidad externa e interna del hombre y de descubrimiento de un
yo interior autónomo.
La TER pretende construir un modelo lógico que, proyectado sobre los hechos sociales, nos pueda
ayudar a explicarlos y a hacer predicciones. Su estructura es deductiva y sus supuestos explícitos y
englobados en un período circunstancial concreto. Como toda ciencia empírica huye de soluciones
globales y sólo pretende ayudar a entender gradual y acumulativamente (poco a poco pero de forma
segura) el comportamiento de los individuos en los diferentes contextos, micro, meso, macro y
megapolíticos en los que se mueve.
La base teórica de la TER se encuentra en la llamada Teoría de los Juegos, o teoría de la acción
colectiva. Este enfoque es una emanación lógica del medio político en el que surge la democracia
del mercado y en el que los ciudadanos adquieren su relevancia política como individuos a través de
sus propias decisiones políticas. No hay fenómeno político sin individuos y el comportamiento
político de los seres humanos significa toma de decisiones. La toma de decisiones crea los hechos
sociales y estructura el comportamiento político de una colectividad, por tanto, la toma de
decisiones es el proceso matriz de la conducta humana.
El individualismo supone un intento de revalorizar el papel del sujeto para tomar decisiones en
función de las limitaciones estructurales procedentes de las instituciones y reglas. El individuo
pertenece a un colectivo, conforma sus preferencias y elige coherentemente con los fines que aspira
a alcanzar. De este modo, las atribuciones de voluntad, estrategia y decisión son inherentes al
individuo y no es preciso comprender sus actividades mediante la admisión de un interés
económico, sino sobre la confianza en una valoración subjetiva favorable de ciertos resultados.
Las consecuencias no intencionadas indican que los resultados colectivos no siempre responden a
las intenciones individuales previas al desarrollo de la acción. Por tanto, la elección racional, como
construcción individual de opiniones y preferencias sobre un conjunto de alternativas ofrecidas,
puede ser tan válida para el estudio de la actividad humana de intercambio mercantil concerniente a
los bienes privados, como para el conocimiento de la actividad orientada al consumo de bienes
públicos y actividad política.
Por último, la expresión “decisión pública” responde al ejercicio mismo de la acción colectiva,
consideramos las decisiones como una realización colectiva, de repercusión pública.
POLÍTICA DE GRUPOS.-
El enfoque de grupos en es estudio de la política fue expuesto de forma articulada y explícita por
primera vez por Arthur F. Bentley, en su libro “The Process of Government” (1908).
Un precedente en los EEUU es el de James Madison y John C. Calhoun, éste último, con su teoría
de la “mayoría concurrtente” confería a los estados norteamericanos el poder de veto sobre la
legislación federal cuyo objetivo real era preservar la esclavitud contra los ataques igualitaristas del
gobierno federal. Madison desconfiaba de la democracia romántica y esto le llevaba a rechazar la
soberanía estatal. Para Madison, “si una mayoría está unida por un interés común, los derechos de
la minoría están en peligro”.
Bentley consideraba que la ciencia política de su tiempo era un estudio formal de las características
más externas de las instituciones de gobierno. Lo que pretendía era atraer la atención de los
politólogos para que se alejaran del terreno utópico y se centraran en la solidez de la realidad
empírica. Sin embargo, su trabajo fue rechazado y criticado por su excesiva dependencia del
derecho político y de la historia de las instituciones y por el fuerte apego a la inercia académica.
TEMAS Y CONCEPTOS.-
primero tiene mayor influencia que el segundo en el diseño de los procesos políticos. El grupo es
necesariamente la unidad de análisis.
Bentley daba al grupo una preminencia sobre el individuo. David Truman ocupa una posición
intermedia al reconocer la autonomía del individuo, si bien, a la vez, concentraba su atención en el
grupo. Mancur Olson Jr. Analizó el comportamiento de grupo mediante el análisis pormenorizado
de las relaciones individuales en el interior del contexto intragrupal.
En su conjunto, los estudiosos de grupos contemplan al sistema político como una malla gigante de
grupos en constante estado de interacción los unos con los otros. Esta interacción adopta la forma
de presiones y contrarpresiones cuya resultante final define la situación del sistema político en un
momento determinado. Así, los grupos son clasificados dependiendo de su grado de organización,
su campo de interés, su estilo de autoridad...
Los teóricos de este enfoque están convencidos de que el resultado de la inter-relación entre grupos
existentes determina quién gobierna y los cambios producidos en el sistema político son los que
surgen en las formaciones grupales internas a él.
Para Bentley, un grupo es una determinada porción de los hombres de una sociedad, tomados no
como una masa física sino como una actividad de masa, que no cierra a los hombres que participen
en él la posibilidad de participar también en otras muchas actividades.
Para Truman, un grupo es simplemente una colección de individuos que tienen una característica
común. Según esto, un grupo de interés sería cualquier grupo de individuos que, sobre la base de
una o más actitudes compartidas, reclama a los otros grupos de la sociedad, el establecimiento,
mantenimiento o preminencia de formas de comportamiento implícitas en esas actitudes
compartidas. Para él, lo importante es la interacción y no la característica compartida.
Aunando las dos definiciones, para ellos un grupo es un colectivo de individuos que interactúan,
generando unos ciertos modos o patrones de interacción al perseguir el bien común para todos ellos.
ANÁLISIS COMPARADO.-
Grupos de interés asociativo: Grupos informales o “cliques” que se dan en una sociedad y a los
que son atribuidos intereses objetivos del grupo. Incluyen a otros grupos, denominados
“categóricos”, o aquellos formados en torno a lazos de parentesco, vínculos étnicos u origen
regional común. Se caracterizan por un patrón intermitente de articulación y por la ausencia de
continuidad en la estructura interna. Existen porque los gobernantes o la población actúan como
si existieran y les atribuyen intereses objetivos. Altamente organizados, buscan de manera
explícita representar los intereses de una colectividad particular. Bien dotados de personal con
relativa cohesión interna. Profesionalizados. Son los grupos más estudiados: sindicatos,
asociaciones de empresarios, organizaciones de corte étnico y religioso.
Grupos de interés institucional: Son los más accesibles a estudio. Surgen para defender y
ampliar un interés concreto al que deben su existencia, aunque no necesariamente tengan que
limitarse a la defensa de ese único interés. Van acompañados de una presencia institucional
establecida. La primera de sus obligaciones es luchar por seguir existiendo. Estos grupos poseen
visibilidad social ya que constan de un soporte de organización propia. Con frecuencia llegan a
ocupar posiciones de influencia en los mecanismos estatales o de gobierno: partidos políticos,
ejércitos, iglesias, corporaciones profesionales. Abarcan a su vez sub-grupos, como pudieran ser
bloques legislativos, bandas ideológicas, grupos profesionales.
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Estas clasificaciones iniciales de grupos políticos son bastantes primitivas y se hace evidente que
surgieron con una fuerte carga de prejuicio cultural.
Existen ciertas precondiciones para que se produzca la transmutación de un grupo informal en otro
formal. Unas son de tipo técnico, como la aparición de una carta o documento de funcionamiento, la
existencia de cierta complejidad organizativa, la presencia de personal administrtivo. Otras
precondiciones pueden ser de carácter político, ya que ciertas elites políticas pueden impedir,
detener o diferir el surgimiento de estos grupos asociativos. Por último, pueden también darse
precondiciones económicas, ya que la formación de un grupo requiere recursos financieros y
medios para desempeñar sus funciones. Estas precondiciones suelen ser decisivas en sociedades en
vías de desarrollo donde al no poderse establecer este tipo de grupos asociativos, el vacío asociativo
se llena con la formación de grupos informales con conexiones familiares, vínculos étnicos o
religiosos o redes de ideología afín.
Un problema central siempre ha sido el lenguaje, por tanto, el investigador deberá conocer a fondo
la lengua local con todos sus matices.
No obstante, aún hay mucho trabajo por hacer ya que no existe un fundamento teórico adecuado en
el que se articulen estas afirmaciones sobre los grupos, sus clases y sus efectos con resultado de su
influencia sobre la realidad de la política. Los trabajos de construcción de teoría empírica, deberán
siempre evitar su tendencia a la etnocentricidad y buscar la independencia ideológica de modo que
los resultados adquieran valor.
EL GRUPO INTERNO.-
Uno de los mayores defectos de este enfoque de investigación quizá haya sido su posicionamiento
originario conductista. Para Bentley, Truman y sus sucesores, el grupo quedaba conservado siempre
desde fuera, de modo que lo único importante era la forma en que los individuos o su patrón de
comportamiento grupal, se conducían por el cauce global de la sociedad. Esta forma de visionar la
vida social es coherente con la de toda la ciencia social americana, en la que predomina lo que se
hace frente al mundo de lo que se fantasea sobre qué hacer de origen europeo.
La aparición en los años 80 del mundo del software y su enorme impacto en todos los ámbitos de la
vida económica, administrativa y política trajo como consecuencia el reconocimiento de toda esta
realidad no material sino formal. Se inaugura la era de la información que viene a ser considerada
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como la carga neguentrópica de los sistemas. Con este giro teórico, los esquemas científicos hacen
su irrupción en la politología empírica.
Es ahora, a finales de siglo, cuando podemos decir que la ciencia de los grupos ha adquirido una
consideración en la investigación mayoritaria. Los resultados de los estudios de grupos fueron
traspasados al campo de investigación de mercados, al del análisis de la opinión pública y de los
fenómenos políticos. El grupo se muestra como una realidad muy primaria y profundamente
anclada en la psique humana. El grupo lleva a cabo acciones o transformaciones propias internas
que no son responsabilidad de un solo individuo. Esto implica una gran plasticidad del ser humano,
una propiedad característica de su especie que le faculta para depositar partes de su yo en otros
miembros del grupo y proceder de este modo a funciones de reflexión o resolución de problemas
altamente diferenciadas. El psicoanálisis de grupo cuenta con grandes escuelas europeas.
Olson no ve demasiado claro el supuesto de que los grupos busquen su propio interés de la misma
manera que cada individuo busca el suyo. Esto afecta a la visión grupal del sitema político, donde
los grupos coexisten en la sociedad para lograr sus intereses, tratando de participar en ciertos
intereses comunes. Partiendo de la premisa de que los individuos actúan racionalmente y en su
propio interés, Olson concluye que los individuos que se mueven en el interior de grandes grupos
no actuarán de hecho para conseguir el interés común o de grupo, y ello hará que los grupos grandes
no puedan conseguir los bienes por los que luchan. Por tanto, podría decirse que no es racional que
los individuos luchen por un objetivo común del gran grupo, aun cuando la consecución de esos
bienes colectivos les beneficien también a ellos o ellas.
Olson concluye que los individuos sólo cooperan efectiva y racionalmente en el marco de un grupo
pequeño, ya que ahí si es perceptible su contribución y su ganancia es mayor; por otro lado, en un
pequeño grupo los individuos se conocen entre sí y el control grupal es intenso. Cuanto más
pequeño es el grupo, más importante será la participación del individuo. Los grupos grandes sólo
conseguirán éxito si se plantean lograr un bien colectivo ofreciendo incentivos particulares a los
individuos que colaboren con ellos o forzándoles a que lo hagan. Los planteamientos de Olson
significaron un fuerte revés al enfoque de grupos, sobre todo para el mundo académico
norteamericano.
Otros teóricos posteriores a Olson, han defendido la racionalidad del individuo que decide
contribuir al logro de objetivos dentro de un grupo grande. Así, el individuo contribuirá siempre que
vea que su esfuerzo es perceptible y siempre que pueda modificar su posición en el grupo. Hay
ocasiones en que el individuo se percata de que su actitud puede movilizar la de otros o motivar
otras actitudes y esto le llevará racionalmente a contribuir. Por ejemplo, Young y Oppenheimer
introdujeron el análisis de la información disponible como variable crucial a la hora de entender por
qué un individuo decide contribuir o no. Mantenían que la información es siempre imperfecta, por
lo que el individuo que lo sabe tiene que intentar adivinar la intención de los demás y trabajar sobre
la base de su suposición. Por tanto, las expectativas de un suceso pasan a ser tan reales como los
propios eventos. Este planteamiento abrió grandes posibilidades a los estudios sobre liderazgo, ya
que el líder se presentaba como un agente que da forma a esas expectativas y las reconduce. A partir
de aquí la teoría de Olson ha sido muy contestada, sin embargo, permanece como una gran
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contribución a los trabajos del enfoque de grupos por la cantidad de preguntas que obligó a
contestar.
Una de las críticas más fuertes que este enfoque ha tenido desde su auge ha sido su inclinación
hacia el equilibrio y la funcionalidad de un sistema político. Estos investigadores visualizan a la
sociedad como una gran malla de grupos de todo tamaño y función, unos formalizados y otros no,
que actúan e interactúan buscando sus fines grupales, el resultado de esa interacción es siempre un
equilibrio dinámico que posibilita el funcionamiento político. Según esto, todo lo que impida que el
sistema funciones es una grieta del sistema.
Esta teoría se empezó a desarrollar durante los años 50 y 60 en norteamérica. Los norteamericanos
ven a su sociedad como un experimento maravilloso, ya que según ellos, a partir de todas las
disensiones e intereses egoístas, ha de salir la paz, evitar que los individuos se destruyan unos a
otros y que retornen al caos. El sistema es una obra de talento e ingeniería que permite obtener lo
mejor de esas fuerzas primarias del grupo buscador de felicidad, según afirma la Declaración de
Independencia de 1776. Los sujetos han de construir un gobierno fuerte, eficaz y protector. El
resultado ha de ser altamente civilizado y positivo, en el que el orden y la paz civil se consigan
mediante métodos cívicos y mecanismos políticos que conduzcan a una mejora de la vida colectiva.
Esto trajo consigo una gran controversia. Charles Tilly se interesó por la violencia colectiva. En una
sociedad donde hay miembros que tienen acceso formal al proceso o toma de decisiones también
existen miembros desafiantes que no tienen ese acceso y quisieran poseerlo. Los miembros usan sus
privilegios constantemente para fortalecer su poder y los desafiantes intentan por todos los medios
entrar en el juego. En un momento dado, la violencia salta. Una revolución sería un caso extremado
de esa violencia colectiva.
La obra de Tilly es uno de los más importantes intentos de abordar el cambio radical desde una
perspectiva de grupo.
Todos los teóricos empíricos de grupos, como Almond, Truman, Eckstein, Bentley coinciden en
señalar que la modernización es un proceso a lo largo del cual los grupos se van convirtiendo en
estructuras cada vez más formales, complejas, diferenciadas, especializadas a integradas. Se
presupone que cuando aparecen estas estructuras en una sociedad, tal sociedad ya ha llevado a cabo
su modernización.
No obstante, para finalizar, podría señalarse que el enfoque de grupo suele tomar al grupo como una
entidad ya dada, dejando sin explorar las raíces de la originación grupal y su formación. Aún así,
esta línea de investigación es muy prometedora hoy en día.
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1.1. Introducción.
EL ESTADO
Factores fundamentales en el surgimiento del Estado moderno.
1.2. Especificidad del Estado Moderno.
1.3. La formación histórica del Estado Moderno.
2.1. Introducción.
2.2. Las Declaraciones de Derechos.
2.2.1. Contenido de las primeras Declaraciones de Derechos.
El principio de libertad:
El principio de legalidad:
El principio de igualdad
2.2.2. Evolución histórica de las Declaraciones de Derechos.
2.3. El principio de división de poderes.
2.4. El Estado de Derecho.
2.5. El Estado Liberal y la Democracia.
Planteamiento general.
LA NACIÓN
EL GOBIERNO
- Democracia mayoritaria:
- Democracia de consenso:
EL GOBIERNO PARLAMENTARIO
GOBIERNO DE DICTADURA
1.1. Introducción.
EL ESTADO
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El Estado moderno, durante mucho tiempo, fue más un deseo que una realidad establecida.
Del mismo modo que en el Estado moderno coexisten territorios en los cuales se hace sentir
de muy diversa forma la pretensión de concentración de poder por los nuevos príncipes,
igualmente convivirán por mucho tiempo las viejas instituciones políticas de la etapa política
anterior co las de nueva planta a través de las cuales avanza el poder del Estado. El proceso es
muy similar en los tres grandes Estados de la modernidad europea: Inglaterra, Francia y
España.
Durante mucho tiempo, tanto los enfoques marxistas como los no marxistas han buscado en
los mecanismos generadores de un incipiente desarrollo capitalista la clave para la eclosión
del Estado moderno. Aparte de la importancia de esta explicación económica se debe añadir el
marco político. La alianza de la burguesía emergente con el interés constructor de Estados fue
fundamental. También hubo una expansión demográfica importantísima.
Junto a estos datos económicos, también hubo una ambición en la construcción de los nuevos
estados, la conservación de lo que se tenía, en una coyuntura de fuerte inestabilidad, obligaba
a una política de permanente expansión. En un estado de guerra generalizado, sólo el Estado
parecía el elemento adecuado para la pacificación. El proceso de expansión del centro a la
periferia utilizando en buen número de ocasiones las pautas marcadas por los reinos
medievales, fue un factor decisivo en la emergencia de los nuevos Estados. Las necesidades
de confesiones religiosas y la adaptación del derecho romano son elementos complementarios
que trabajan en la afirmación del nuevo modelo de organización política.
Algunos autores utilizan el término Estado para hacer referencia a todo tipo de organización
política, ya se trate de las polis, el Imperio o los reinos medievales. Sin embargo, otros
estudiosos dan a este concepto un significado más restringido, al entender por Estado
moderno la forma de organización política que se generaliza en Europa a partir del siglo XVI.
El término stato aparece por vez primera en la obra de Maquiavelo para designar al nuevo
statu político surgido en el Renacimiento. Para Carl Schmitt, el Estado es un concepto
histórico concreto que surge íntimamente vinculado a la idea y práctica de la soberanía en el
siglo XVI. El Imperio y la polis habían sido las dos formas políticas más características de la
antigüedad. Según Strayer, los Imperios del mundo antiguo estaban escasamente integrados,
la lealtad hacia el poder político era deficiente por la escasa participación de sus habitantes en
el proceso político; desde el punto de vista organizativo, esta forma política poseía un poder
monocéntrico y, a diferencia del Estado moderno, no reconocían el derecho a la existencia
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autónoma de otras sociedades políticas no incluidas dentro de sus territorios. Las polis griegas
constituían una pluralidad de centros de poder y cada una de ellas gozó de un importante
grado de cohesión interna. El poder correspondía al demos, al pueblo; ser ciudadano o
miembro de la polis suponía una participación en los asuntos políticos. La ciudadanía era un
privilegio que se obtenía desde el nacimiento, por ello los extranjeros residentes y los esclavos
no participaban en la vida política, al no gozar de dicho privilegio. Una de las debilidades de
la polis fue precisamente su debilidad para incorporar en su estructura política nuevos
territorios y otras poblaciones.
Una de las premisas básicas para el surgimiento del Estado modero fue la progresiva
centralización del poder, el proceso histórico que conduce al surgimiento de este modelo de
organización política se encuentra determinado por la superación de la dependencia de la
Iglesia, de la idea de Imperio y de la poliarquía medieval.
El orden político de la Alta Edad Media se caracterizó por la tensión entre las ideas
universales y las ideas localistas. Mientras que en la modernidad, el poder político se
fundamentó en la razón, durante la Edad Media, se sustentó en una concepción
sacralizada, en la creencia de que la cristiandad formaba una sola comunidad, la
republica christiana, de carácter universal e identificada con la Iglesia. Se encabezaba
por dos autoridades, ambas de origen divino: el Papa y el Emperador. La idea
imperial, fruto del modelo político romano de Augusto, fue fomentada por la Iglesia.
La manifestación política del universalismo en el orden temporal estaba encarnada en
el Sacro Imperio Romano. Según García Pelayo, la estructura política del Imperio
(Sacro Imperio Romano Germánico) se caracterizaba por su pretensión de hegemonía
universal sobre los reyes cristianos, y no sobre los pueblos. Esta hegemonía era
consecuencia de que al Emperador se le consideraba la primera dignidad política y se
le reconocía la auctoritas, si bien no la potestas, esto es, era distinguido como una
autoridad superior capaz de condicionar la conducta de los individuos, pero no poseía
poder por carecer de medios coactivos, ya que la potestas se impone mientras que la
auctoritas se reconoce. El Imperio ejerció un poder efectivo sobre todo en Europa
Central, ya que desde el siglo XIII, Francia, Inglaterra y los reinos hispánicos se
declararon exentos. Con la firma de la Paz de Westfalia se restringieron los derechos
del Emperador en favor de los reinos imperiales.
Al mismo tiempo, existe una comunidad política cuya cabeza es el rey, que goza de
una situación privilegiada en ella. El orden feudal dio paso a la aparición de las
monarquías estamentales. Este tránsito se encuentra determinado por la consolidación
del poder del rey y por la alianza del clero, la nobleza y las ciudades, denominada
regnum, que defiende sus privilegios frente al poder del rey. De este modo aparece la
representación estamental y cualquier modificación del orden establecido que sea
pretendido por el rey deberá obtener la aprobación de los estamentos. Según García
Pelayo, el poder político es ejercido por el rey y el regnum, de modo que la pluralidad
de otras épocas se convierte en la dualidad del poder, inaugurándose una nueva etapa
que conducirá a la unificación del poder.
El Estado se afirma a partir del siglo XVI. Un antecedente podría ser el Reino de
Sicilia; en la mitad del siglo XIII, Federico II de Suabia creó en Sicilia un reino
distinto del resto, dotándolo de una sólida organización interna de carácter
centralizado. Según García Pelayo, Federico II lo llevó a cabo con plena conciencia y
no de forma irreflexiva. Sin embargo, esta teoría entra en plena contradicción con
Tilly, quien defiende que el Estado moderno no fue planificado, sino que ciertas
instituciones centrales del Estado moderno fueron productos involuntarios creados
para servir de apoyo a la fuerza armada.
territorios. El establecimiento del Derecho en forma de leyes para todo el reino supuso
un factor esencial para la afirmación del poder real sobre la periferia.
La monopolización del poder político fue debida a varios factores. Aparte de la incidencia de
ciertos avances técnicos, destaca la repercusión especial que tuvo la recepción del Derecho
romano y el movimiento de la Reforma protestante en el siglo XVI.
El Derecho romano fue un instrumento adecuado para crear un orden jurídico objetivo frente
al carácter subjetivo consuetudinario de las normas medievales. El Derecho romano
proporcionó principios e instituciones y, en particular, el concepto de propiedad, que se
adecuaba a las exigencias de la burguesía manufacturera y a los objetivos del monarca.
lucha contra la jerarquía de la Iglesia y el poder absoluto del Papa. Los reformadores
terminaron reforzando el poder del Estado, de este modo, germinaron las iglesias nacionales
en las que el rey era su jefe temporal. La liberación de las iglesias reformistas respecto al
poder de Roma terminó con su propio sometimiento al poder secular. Las teorías reformistas
fundamentaron las relaciones entre la autoridad política y el hombre cristiano. Lutero difundió
la idea de que la religión era una experiencia íntima e individual; estos planteamientos
excluían que la autoridad civil pudiera penetrar en los asuntos relacionados con la fe. Tanto
Lutero como Calvino justificaron la obediencia pasiva al monarca frente al derecho de
resistencia. La Reforma protestante no rompió la relación entre religión y política sino que
provocó un cambio en las relaciones de ambas, prueba de ello es la defensa del la teoría del
derecho divino de los reyes en el contexto de las luchas de religión que se desencadenaron
sobre todo en Francia y amenazaron la estabilidad social. En todo caso, el principal
beneficiario de la Reforma fue el poder estatal.
También existen factores materiales claves en el surgimiento del Estado. Los enfoques
marxistas han defendido que la eclosión del Estado es una consecuencia de la división social
en clases, con lo que la clase dominante, la burguesía, impone las leyes favorables a sus
intereses. El Estado no fue el árbitro entre la burguesía y la aristocracia ni un instrumento de
ésta última frente a la primera. Los Estados modernos trataron de mantener el dominio, la
propiedad y los privilegios de la aristocracia terrateniente pero, al mismo tiempo, los medios
utilizados por los Estados se beneficiaron también de la nueva clase mercantil. El desarrollo
incipiente del capitalismo se llevó a cabo gracias a la supresión de las fronteras comerciales
internas y al establecimiento de aranceles exteriores, junto con el apoyo estatal a las
actividades capitalistas. Según Anderson, la razón por la cual el Estado moderno satisficiese a
nobles y burgueses se debe a la naturaleza del capital mercantil y financiero, que al no
requerir una producción en masa hizo innecesaria la ruptura total del orden agrario feudal. Por
encima de las interpretaciones marxistas y no marxistas, la relación entre el Estado y el
progreso económico europeo es indudable ya que los servicios estatales fueron esenciales para
la expansión del capital.
La importancia de la guerra es una idea ya clásica en los estudios sobre el origen del Estado.
Tilly, sostiene que los Estados nacionales cristalizaron como consecuencia no premeditada de
la preparación para la guerra; la formación y mantenimiento de las fuerzas armadas originó la
ampliación de la actividad estatal y la creación de instituciones permanentes, como las
tesorerías y los servicios de abastecimiento. Según Tilly, las vías seguidas para la
construcción del Estado dependieron de la forma en la que se combinaron el potencial militar
y el económico. Finalmente el Estado se impuso sobre las ciudades e Imperios porque mezcló
instrumentos coercitivos y de capital, además de porque contó con una fuerza militar
poderosa. El Estado triunfó allí donde existía una clase capitalista capaz de financiar la guerra
y donde se crearon ejércitos permanentes.
Allí donde los medios de capital eran escasos, como en Rusia, Hungría o Castilla, los
monarcas construyeron los Estados integrando los ejércitos con las fuerzas militares de los
señores; en estos casos, el esfuerzo para crear un único ejército produjo el establecimiento de
una importante burocracia estatal junto con la concesión de privilegios a la nobleza.
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Entre estos dos polos, encontramos países como Inglaterra, donde existió un mayor equilibrio
entre los medios coercitivos y de capital. Los monarcas aumentaron su poder enfrentando a la
burguesía con la nobleza para terminar uniéndolas en torno a la corona. Debido a que la
guerra era costosa, los Estados intensivos en capital y coerción llegaron a predominar y a
imponerse sobre los restantes modelos políticos deficitarios en uno de los dos elementos, toda
vez que gozaban de medios financieros y humanos entre su misma población. Según Tilly, el
Estado no debe considerarse exclusivamente como un instrumento para la guerra, sus
funciones son más amplias e incluso éstas se han ido extendiendo a medida que la dinámica
social ha ido creando nuevas necesidades.
Por último, según Strayer, uno de los factores que hicieron posible el surgimiento del Estado
fue la traslación de la lealtad de los individuos desde la comunidad o desde la Iglesia hacia el
Estado, lealtad que es anterior al nacionalismo y que no debe confundirse con él.
Los teorizadores del Estado moderno y de la soberanía, entendieron que la concentración del
poder político era un medio ineludible para el mantenimiento del orden público. En todo caso,
parece que lo que determinó la aparición y consolidación del Estado moderno no fueron las
teorías sino la praxis política, aunque la importancia de las reflexiones de los teóricos fue
determinante.
MAQUIAVELO
Su obra ha sido evaluada como un claro exponente de la época renacentista. Dio al Estado su
significado moderno. Su obra representó una importante ruptura con las ideas religiosas y
morales del Medievo. Sus reflexiones dejan de sustentarse en planteamientos morales para
girar en torno a la realidad de la política. La política es una técnica al servicio del poder. En El
Príncipe, ofrece un estudio de la dinámica del gobierno, de los medios y circunstancias que
conducen a la consecución y mantenimiento del poder, así como de los errores que debían
evitarse. Sostuvo que para el éxito del poder todos los medios están justificados y que es
indiferente la reprobación moral. En el contexto en el que escribe Maquiavelo, en la península
itálica, se caracteriza por su división en distintos reinos, repúblicas y ducados, donde la
corrupción, las rivalidades internas y las invasiones son constantes. En este marco histórico,
observa que la debilidad italiana sólo podía superarse a través del Estado; admira la unidad
disfrutada en otros países y esto le hace justificar la monarquía absoluta como el único asidero
posible para que Italia superase la situación en la que se encontraba. Insta a un nuevo
príncipe, Lorenzo de Médicis, a establecer nuevas leyes y a proveerse de ejércitos propios,
incluso a veces se considera a Maquiavelo como el precursor del nacionalismo.
BODINO
Tanto Bodino como Hobbes sostuvieron que el poder soberano era condición ineludible para
la existencia del Estado y que precisamente la cualidad soberana del poder es la que diferencia
al Estado de los restantes grupos sociales. Una vez quebrantada la independencia entre los
señores y vasallos, el concepto de soberanía se reveló como el medio más adecuado para
justificar la sumisión de los súbditos al monarca y la integración de los diferentes centros de
poder en uno sólo. El concepto de soberanía fue formulado por Bodino en la segunda mitad
del siglo XVI.
La teoría bodiniana es concebida en el marco histórico de las guerras civiles y religiosas que
se desencadenan en Francia desde 1559. Bodino observa que sólo el monarca puede
garantizar la paz y el orden. El objetivo de su teoría se dirige a consolidar la autoridad de la
monarquía y a erigirla en el centro de la unidad estatal, por encima de los cuerpos intermedios
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HOBBES
Escribe en un período de guerras civiles. Concibe el poder soberano de forma más absoluta a
como lo hiciera Bodino. Se basa en una concepción antropológica negativa, al concebir al
hombre como un ser antisocial cuya conducta está motivada por el egoísmo. Hobbes observa
que los pactos sólo pueden mantenerse si existe un gobierno fuerte, ya que únicamente el
temor al castigo hace que los individuos lleguen a formar una sociedad. Hobbes explica el
origen del estado a través de un pacto en virtud del cual los hombres contratan entre sí y
renuncian al derecho de gobernarse a sí mismos en favor de un tercero, el soberano. Sólo a
través de ese soberano y de su voluntad podrá la multitud acéfala, que es incapaz de actuar
por sí misma, adoptar una existencia colectiva. A diferencia de las teorías bodinianas, la
concepción hobbesiana no tiene que rendir cuentas a nadie más que a Dios. Según Hobbes, el
Estado, lejos de tener un origen natural, es un artificio que se justifica por el fin al que sirve,
que no es otro que el de crear seguridad individual.
ENFOQUES MERCANTILISTAS
Salvando la falta de unidad de la corriente mercantilista, ésta atribuyó una gran importancia a
la acumulación de metales preciosos al considerar que era una de las principales fuentes de
riqueza. Para los mercantilistas, la acumulación de metales preciosos debía convertirse en un
objetivo nacional.
El tránsito del Estado moderno al Estado liberal ocupa tres siglos en la historia de Europa.
Inglaterra y Holanda tienen el desarrollo más lineal. Aceptado con el Estado moderno el papel
económico, social y cultural que corresponde a la burguesía emergente, las revoluciones del
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siglo XVII ponen al país en una línea de evolución congruente con el proceso iniciado en los
albores de la modernidad. El liberalismo inglés se adelanta claramente al grueso del
liberalismo continental.
2.1. Introducción.
El Estado liberal tiene su origen en el último tercio del siglo XVIII y se desarrolla a lo largo
del XIX y XX, llegando a nuestros días, después de haber pasado por múltiples
transformaciones, hasta lo que conocemos como Estado social de derecho o Estado del
Bienestar.
El nuevo sistema posee una clara base individualista, como continuador de la Ilustración
aunque en la Ilustración la individualidad era entendida como algo abstracto o referida a la
igualdad de todos los seres por su propia naturaleza, sin distinción de ningún tipo,
oponiéndose a las ideas de carácter concreto que fijan su atención en lo que de singular tenga
cada individuo. Sin embargo, el nuevo sistema postula un individualismo genérico, común a
toda persona por el mero hecho de serlo, prescindiendo de todas las diferencias reales que
puedan darse por razón de sexo, origen, raza, inteligencia, etc.
Para el nuevo Estado, tienen capital trascendencia las Declaraciones de Derechos, clave del
entramado institucional que se va a establecer. En ellas se define básicamente el ámbito de
libertad que el poder político no va a poder invadir. A pesar de que los poderes políticos
consideraban ese ámbito de la libertad derivado de la propia naturaleza humana y por tanto
previo al establecimiento de cualquier poder político, la realidad histórica del momento hacía
que este reducto de libre acción fuera respetado por dicho poder. Por ello, al lado de la
proclamación de los derechos del hombre, se establecieron dos garantías para que la práctica
de dicha libertad fuese respetada: la separación de poderes y el Estado de Derecho. Ambos
surgieron como mecanismos de control del poder político con la finalidad de garantizar la
libertad individual.
Constituyen el núcleo central en la estructura del Estado liberal; los orígenes, tanto doctinales
como filosóficos, se basan en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
aprobada por la Convención de 1789, así como la Declaración de Independencia de las
colonias inglesas de América del Norte y los bill of rights que cada una de ellas establecieron
en el inicio de sus Constituciones.
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Una de las primeras cuestiones que se plantean al estudiar los orígenes de las modernas
declaraciones de derechos, radica en averiguar si constituyen una continuación de las distintas
tablas medievales que otorgaban determinados derechos a determinados estamentos y
corporaciones o si tienen un origen distinto que permite afirmar su originalidad sin existir
nexo entre unas y otras. Se debe decir que desde un punto de vista doctrinal en ambas se
constituyen limitaciones al ejercicio del poder establecido, pero, según García Pelayo, difieren
en los supuestos en que se asientan y en su estructura, en los sujetos a quienes van dirigidas y
en la forma en que se expresan.
El sujeto a quienes iban dirigidos los derechos de las tablas medievales era el individuo, en
tanto en cuanto se encontraba inserto en una corporación o estamento (clérigo, noble,
habitante de villa libre), mientras que en las modernas declaraciones es el individuo aislado.
Las primeras se estructuran mediante formas particularizadas - fueros, pactos -, mientras que
las segundas se harán en una norma de carácter general.
Por tanto, se puede afirmar categóricamente que no existe nexo de unión entre unas y otras
declaraciones. El punto de inflexión de ambas se produce en la influencia que las libertades
inglesas van a tener en las declaraciones de derechos de las colonias de América del Norte
recién independizadas, siendo la primera la de Virginia, donde se va a producir la síntesis
entre el liberalismo histórico de raíz anglosajona y el liberalismo racional de raíz continental.
Ambas tesis encierran una parte de razón. La influencia de los textos ingleses, sobre todo el
Bill de Derechos de 1679, así como la Declaración de Independencia Norteamericana de 4 de
julio de 1776 y las diez primeras enmiendas de la Constitución de los Estados Unidos no
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puede ser discutida. Dichos textos eran suficientemente conocidos en Francia en el momento
de procederse a la Declaración de 1789.
Existen diferencias notorias entre los textos americanos y los franceses. Esencialmente, su
diferencia radica en su distinta concepción de la libertad. La americana se funda en la
voluntad de dejar al hombre dueño de su destino, organizando el Estado de modo y manera
que no lo impida. Lo que les interesa es el hombre, pues su concepto se basa más en el valor
del hombre libre que en el hombre como ser abstracto. La concepción americana es empírica,
frente a la francesa, racionalista. La concepción francesa de la libertad se esfuerza por
encontrar la figura ideal del ciudadano y en su defensa juridificar el poder. Le interesa más el
ciudadano.
El pensamiento cristiano: aportó dos ideas básicas muy novedosas respecto de la idea
clásica de libertad.
el valor que la persona tiene en sí misma; dignidad invariable, con independencia de las
diferencias económicas, aciales, sociales o culturales que pudieran existir entre los
individuos en un momento concreto.
la concepción del carácter limitado del poder político, la necesidad de distinguir dos
ámbitos: el que es competencia propia del Estado y el de naturaleza privada. La
injerencia del Estado en ese segundo ámbito que no le es propio justificará el derecho de
resistencia por parte de los ciudadanos, frente a un poder opresivo la resistencia es
legítima.
La doctrina de los derechos naturales: desarrollada en el siglo XVII por la escuela del
Derecho natural, parte del principio de que antes de que se constituyera cualquier tipo de
sociedad humana, el hombre se encontraba en una situación en la que no existía ningún
tipo de autoridad, disfrutando de absoluta libertad. Este estado de naturaleza tuvo dos
interpretaciones distintas, (i) la hobbesiana, que consideraba este estado de libertad como
una completa anarquía, (ii) otros que consideraban este estado como de suprema felicidad.
Independientemente de ello, lo cierto es que en un momento determinado los hombres se
asocian para fundar una comunidad civil y políticamente organizada. El problema que se
plantea es saber si en ese nuevo estado el hombre va a conservar sus primitivas libertades o
si van a desaparecer a manos del poder establecido por la comunidad. De nuevo la doctrina
se divide en dos grupos, (i) los que partían de una concepción negativa del estado de
naturaleza entienden que el hombre al realizar el pacto social renuncia a la totalidad de sus
libertades en favor del soberano (Hobbes), (ii) otros que sostienen que el paso del estado de
naturaleza a la sociedad supone que el hombre conserva, a través del pacto social, un
conjunto de libertades que no pueden ser absorbidas por el poder establecido.
La escuela del Derecho natural se encuentra inserta en esta segunda concepción del pacto
social. Un determinado grupo de derechos corresponden al hombre derivados de su propia
naturaleza, por ello, al formarse la sociedad civil el Estado no puede privar de ellos a los
ciudadanos, pues son anteriores a la existencia del Estado mismo. Puffendorf precisa su
contenido y Locke formulará la doctrina liberal de los mismos, distinguiendo entre los
hombres como tales y como miembros del Estado. Bajo el primer grupo existen unos
derechos innatos, derivados de la propia naturaleza del hombre, para cuya conservación y
garantía se crea el Estado, que sólo encuentra su justificación en la salvaguardia de los
mismos. Los derechos del hombre no son creados por el Estado sino anteriores a él.
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La admiración francesa por las libertades inglesas y por el aparato institucional que las
hacía posibles se pone de manifiesto en obras como “El espíritu de las leyes” de
Montesquieu, o “Las Cartas inglesas” de Voltaire. Escritores y filósofos franceses de la
Ilustración racionalizaron la experiencia política inglesa.
Las ideas fisiocráticas mantienen la idea de la existencia de un orden natural en el que los
hombres se limitaban a cumplir las leyes garantizadoras del orden social, donde las libres
relaciones entre los individuos constituían la base del desarrollo social. El respeto al
individuo y a sus derechos era la base de la sociedad; la propiedad constituía la esencia del
orden social.
Las modernas declaraciones de derechos disponen de dos tipos de fuentes, unas de origen
filosófico que sirvieron de base a su formulación y un conjunto de experiencias políticas y de
textos jurídicos que recogieron los ideales de la nueva época.
Tomando como base la Declaración francesa de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano (1789) y demás declaraciones revolucionarias, debemos decir que los
derechos del hombre se corresponden con los derechos naturales, derivados de la
propia naturaleza del ser humano y que, por tanto, tienen un carácter presocial; los
derechos del ciudadano, en cambio, derivan de la creación de la comunidad a través
del pacto social. Los derechos del hombre están constituidos básicamente por la
libertad, la propiedad y la seguridad; la libertad se entiende como libertad civil y no
libertad-participación. Los derechos del ciudadano derivan de la libertad política,
constituyen libertades de participación y tienen razón de ser en tanto en cuanto existan
y se respeten los derechos del hombre. Ello quiere decir que la sociedad en su
organización y actuación está subordinada al respeto y conservación de los derechos
naturales. Para asegurar esta conservación se imponen dos principios fundamentales:
(i) a la nación corresponde ejercer la soberanía o poder dentro del Estado y (ii) cada
ciudadano tiene el indeclinable derecho de participar en la formación de la voluntad
general que será quien a todos gobierne, por tanto, cada uno no obedecerá a otro sino a
sí mismo.
Si el hombre ha nacido libre, el Estado no tiene por qué liberarle; las declaraciones
revolucionarias le prohiben intervenir, sin que se prevea la posibilidad de que el
ciudadano le exija ningún tipo de prestaciones.
Según García Pelayo, el concepto de libertad varía según los fines perseguidos por la
clase políticamente activa en cada época y los obstáculos con los que se encuentra para
el logro de aquellos. Las primeras declaraciones se correspondieron con los objetivos
vitales de la burguesía frente a los obstáculos derivados del Estado absoluto. El
derecho de propiedad y la libertad económica eran exigidos frente al intervencionismo
mercantilista. La libertad de conciencia y de culto frente a la intolerancia religiosa del
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Esta evolución está determinada por la superación del individualismo propio de las
primeras declaraciones así como de su carácter exclusivamente formal. Los nuevos
derechos no se dirigen al hombre considerado abstractamente, sino al ciudadano, al
hombre inmerso en una concreta situación social y económica.
Los derechos sociales tienen a convertirse en derechos colectivos puesto que siendo el
derecho social el que corresponde a un hombre en una determinada situación, llega a
convertirse en el derecho de todos los hombres que se encuentran en la misma
situación.
instrumento a través del cual el Estado se autolimite en el ejercicio del poder, limitación que
como finalidad última tiene la consecución de la máxima libertad para los individuos que lo
componen. Montesquieu parte de una interpretación un tanto distorsionada de la experiencia
inglesa, sometiendo a moldes racionales la práctica política surgida de la revolución de 1688.
De un modo global, la actuación del Estado sobre la comunidad pública se manifiesta en tres
funciones básicas: (i) establecimiento de distintas normas a que deben acomodar su conducta
los componentes de la comunidad, normas cuya nota distintiva debe ser la generalidad y
obligatoriedad, se dictan de modo abstracto e impersonal no para resolver un caso concreto,
(ii) ejecución de esas normas, ya que éstas manifiestan la voluntad del Estado y, (iii) la
jurisdicción o función de resolver conflictos que puedan plantearse entre los diferentes
componentes de la comunidad o entre estos y la propia comunidad.
Cada una de las funciones capitales del Estado: legislativa, ejecutiva y judicial ha de ser
ejercida por un titular distinto, no pudiendo concentrarse en una sola persona u órgano más
de una de las citadas funciones.
Los tres poderes resultantes, con su ámbito de competencia propia, quedan vinculados
entre sí recíprocamente a través de unos medios de acción también recíprocos.
La tripartición inspirada por Montesquieu sigue inspirando las Constituciones de más reciente
creación. El principio de división de poderes significó una técnica de libertad. Tal finalidad es
necesario entenderla dentro de un contexto histórico determinado, contra un sistema político
concreto: el Antiguo Régimen, el Estado absoluto.
Las ideas centrales del Estado derivado de la revolución incorporaban elementos antinómicos,
al menos desde el punto de vista ideológico: liberalismo y democracia. El primero con el
principio fundamental de la división del poder político; la segunda, mantenedora del principio
de unidad del poder dentro del Estado. La lucha entre ambos principios, simultáneamente
mantenidos con resultados distintos según los países y las épocas ha propiciado que de esa
tensión hayan evolucionado los regímenes democrático-liberales.
Este contenido axiológico inicial del Estado de Derecho, como instrumento al servicio de la
libertad, va a ser desnaturalizado posteriormente por el positivismo.
La legitimidad que corresponde al Estado liberal de Derecho es la que Max Weber denomina
legitimidad de carácter racional. Max Weber distingue los rasgos que definen este tipo de
legitimidad:
todo derecho, pactado u otorgado, puede ser establecido de modo racional, con la
pretensión de ser respetado, al menos, por los miembros de la asociación.
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el soberano legal típico, en tanto que ordena y manda, obedece, por su parte, al orden
impersonal por el que orienta sus disposiciones.
el que obedece sólo lo hace en cuanto miembro de la asociación y sólo obedece al derecho.
La formulación inicial del Estado liberal parte de una posición individualista (frente al
pluralismo estamental preexistente), con la definición de un ámbito de libertad de los
individuos frente al Estado (declaración de derechos), y dos garantías fundamentales en la
organización del propio Estado ante posibles abusos (separación de poderes y Estado de
Derecho). Esto es lo que ha permitido que el Estado liberal originario pudiera convivir con
instituciones estatales del pasado, ya que lo que se plantea no es quién manda, sino cómo
manda. De ahí que las monarquías pudieran asumir estos principios sin alterar totalmente la
situación en tanto en cuanto el rey y su gobierno defendieran en su actuación el ámbito de la
libertad individual.
La idea democrática moderna asienta sus raíces en la democracia clásica pero no se confunde
con ella; ambas se oponen al poder de un solo hombre o un solo grupo; dan idéntico valor a
las opiniones manifestadas y ambas defienden que las decisiones se rigen por el principio de
la mayoría. Sin embargo, la democracia clásica es minoritaria, es directa, desconociéndose la
representación y, no es liberal.
Los antecedentes más inmediatos al desarrollo de la democracia moderna habría que situarlos
en las ideas puritanas que concebían la iglesia como una sociedad de iguales; ideas que se
trasladan al plano político durante la revolución inglesa mediante los igualitarios (levellers).
Para ellos, todos los individuos son iguales en poder, dignidad, majestad y consecuentemente
sólo el consentimiento puede fundar el cuerpo político, siendo éste un consentimiento
manifestado en elecciones periódicas y frecuentes. Así pues, la sociedad no se basa en la
articulación de un conjunto de grupos, estamentos o intereses, sino que se halla constituida
por un conjunto de individuos.
La incorporación al Estado de nuevos sectores sociales condujo a una nueva etapa ya que las
ideas iniciales del Estado liberal no se adecuaban a su realidad histórica. El Estado liberal
nació contra el Estado propio de una sociedad estamentalizada (el Estado absoluto, el
Despotismo ilustrado), aniquilador de la libertad individual; logrados estos fines, los nuevos
sectores sociales incorporados al Estado a través de la democratización del sistema, no verán
en aquél un enemigo a quien se deba limitar en el ejercicio de su poder, sino un instrumento
eficaz para encauzar las nuevas demandas de igualdad. Lograda la igualdad política (sufragio
universal), la idea de la igualdad se traslada a otros ámbitos que exigen la intervención del
Estado aunque la individualidad liberal siga latente.
Todo ello implica un cambio de ideas respecto de las funciones del Estado, que pasará de ser
abstencionista a ser intervencionista. El Estado no se considere enemigo de la libertad, sino el
instrumento a través del cual se realizan la liberta y la igualdad; ésta última en los ámbitos de
lo real y no exclusivamente en los políticos (educación, sanidad, pensiones). Esta
problemática concluye con el Estado del Bienestar.
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Se distancia de la concepción liberal que había mantenido que la libertad y el desarrollo de las
actividades privadas sólo pueden garantizarse mediante la autolimitación de las funciones
estatales. Teniendo en cuenta la praxis de los países occidentales, puede sostenerse que la
transformación de los Estados liberales en Estados del Bienestar implicó una ruptura en
ciertos aspectos del orden establecido, pero no así en otros, ya que ciertos principios
característicos del Estado de Derecho o el principio de la división de poderes continuaron
formando parte del mismo.
3.1.1. Concepto.
El Estado del Bienestar ha sido también llamado Estado providencia, Estado protector
y Estado social, no obstante, se ha generalizado el uso del término Estado del
Bienestar o Welfare State.
3.1.3. Las causas del Estado del Bienestar. Los diferentes modelos.
Los factores que determinaron el desarrollo del Estado del Bienestar han sido
sintetizados por Alber magistralmente. Según él, los diferentes análisis pueden
clasificarse principalmente en dos corrientes:
Desde un punto de vista económico, las políticas sociales son una tendencia estructural
de las sociedades industrializadas, pero, siguiendo a Alber, existían importantes
diferencias en el grado de industrialización cuando aparecieron los primeros seguros
sociales. La relación entre crecimiento económico y la expansión de las políticas
sociales es relativa (por ejemplo, en EEUU, con un desarrollo económico considerable
pero un sistema de seguridad social precario). Desde una perspectiva política, los
procesos de democratización y el establecimiento del sufragio universal entre 1900 y
1930 en los países europeos, son hechos paralelos al desarrollo del Estado del
Bienestar.
Flora atribuye el origen del Estado del Bienestar a los problemas conectados con el
proceso de modernización (industrialización, movilización de la base trabajadora,
evolución de la democracia de masas, crecimiento ecónomico).
En la praxis existen diferencias entre los Estados del Bienestar. Una de las
clasificaciones ya clásica fue realizada por Titmuss quien distinguió 3 modelos:
Las divergencias entre los Estados del Bienestar, según Flora, son consecuencia de las
diferencias de las que partieron los distintos Estados. Por ejemplo, las relaciones entre
la Iglesia y el Estado han podido influir en la evolución de los Estados del Bienestar.
En los países protestantes se desarrolló más tempranamente la responsabilidad del
Estado del Bienestar público mientras que en los países católicos subsistieron las
instituciones de caridad y las funciones estatales en este ámbito tenían un carácter
secundario. Otra diferencia se atribuye al modelo de organización territorial. Así, un
bajo nivel de estatalización de las funciones de bienestar debe asociarse con una
mayor descentralización territorial. Para Esping-Andersen, las estructuras de coalición
de la clase política tuvieron una importancia decisiva; en los países nórdicos la alianza
entre agricultores y socialdemócratas fue esencial para el establecimiento del Estado
del Bienestar.
El Estado del Bienestar gozó de un amplio consenso desde los años cuarenta hasta que
la crisis económica de 1973 hizo tambalear los principios keynesianos en los que, en
buena parte, se había sustentado y consolidado.
Para los teóricos de orientación marxista, el Estado del Bienestar es una fórmula
contradictoria ya que es incapaz de satisfacer al mismo tiempo las funciones de
legitimación y de acumulación. Algunas propuestas, coincidiendo en parte con las
críticas neoliberales, defienden la supremacía de la sociedad civil en la prestación de
servicios frente a la supremacía del Estado. Con ello se pretende eliminar la
burocratización de los sistemas estatales. El pensamiento neoliberal sostiene desde un
punto de vista político que el Estado del Bienestar es un modelo criticable porque
obstruye la libertad y pone en peligro la democracia. Desde un punto de vista
económico, el neoliberalismo señala que el Estado del Bienestar, en lugar de contribuir
al crecimiento económico favorece el estancamiento porque los servicios públicos no
se someten al estímulo de la competencia y ante la ausencia del mecanismo de los
precios, se fomenta la ineficacia y el despilfarro.
Frente a los que auguraban el fin del Estado del Bienestar, no se han producido
cambios drásticos aunque sí ajustes pendientes de valoración.
Es a partir de la obra maquiavélica cuando podemos ver una clara actitud favorable al poder político
concretado en el Estado.
La aparente contradicción entre el Maquiavelo de “El Príncipe” y admirador sin embargo del
gobierno republicano (“Discursos sobre la primera década” de Tito Livio) se resuelve que son
necesarias distintas formas de Estado adecuadas a las diferentes realidades sociales.
De la supremacía de la sociedad civil sobre éste se deriva que las libertades civiles son anteriores a
la organización política; en realidad, lo son también a la propia sociedad, puesto que la libertad civil
no es sino adaptación de la libertad natural a las necesidades de una convivencia social. Lejos de
cualquier pretensión invasora en esta esfera de libertad, el Estado debe ser un instrumento de
intervención tasada que confíe en la capacidad de acción de los individuos y de su sociedad civil
como instancias adecuadamente dotadas para la solución del grueso de los problemas sociales.
El pensamiento liberal fue muy agudo al descubrir los aspectos opresivos, los componentes
dictatoriales y los elementos parasitarios susceptibles de encubrirse en los pliegues del manto
estatal. No fue tan afortunado ese pensamiento en la valoración de los aspectos liberadores,
racionalizadores, civilizadores en última instancia que estaban potencialmente presentes en la
realidad estatal. La apuesta liberal lo fue por un estado mínimo. Por ello, papel secundario
concedido al Estado pronto habrá de entrar en contradicción con las necesidades de una sociedad en
expansión. El grueso del pensamiento liberal hará una nueva lectura del Estado y habrá de
trascender del liberal al democrático y del democrático al del bienestar.
La tradición socialista, la tradición del mundo obrero sí tendrá desde muy pronto el papel
racionalizador y liberador que podía corresponder al Estado. Marx y Engels insistirán en la
condición del Estado como instrumento privilegiado al servicio de la clase dominante y ello
marcaría definitivamente al movimiento comunista posterior y de modo más matizado al
movimiento socialista.
No solamente el marxismo levantará bandera en su combate contra un Estado cuyo futuro está
indisolublemente unido a una situación de dictadura entre una clase y otra. De forma mucho más
contundente y frontal están las visiones anarquistas y sindicalistas.
Actualmente, tanto desde una perspectiva interna como externa se discute en Occidente el futuro de
la organización estatal. El problema de su crisis es consecuencia de la dinámica actual de la política
internacional. A lo largo de los años, las conciencias democráticas estuvieron de acuerdo en ceder
parte de la soberanía exterior de los Estados en provecho de una garantía de paz internacional. Este
esfuerzo, como veremos más adelante, culminó en el nacimiento de las Sociedad de Naciones y de
las Naciones Unidas después de la Primera Guerra Mundial. A partir de este momento, las dos
superpotencias impusieron la existencia de unos bloques militares que teóricamente respetaban la
libre voluntad de los Estados en cuanto a su pertenencia o no a ellos, pero que prácticamente se
imponían inevitablemente como consecuencia de instrumentos económicos y políticos. Esto unido
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Esta crisis apunta hacia la crisis misma del Estado como forma de organización política, pero es una
crisis que tiene más que ver con el exterior que con el interior. A la vista de la profunda historicidad
del Estado, esa crisis y superación del mismo es asumible de un futuro a medio plazo. Se trata de
reconocer que hoy por hoy los Estados son instrumentos indispensables en el camino hacia la
integración supranacional. Presumiblemente, en el futuro surgirán nuevas formas de organización
política pero sería ilusorio pretender prescindir de los Estados teniendo e cuenta cómo se mueve
actualmente la política internacional.
Los procesos de interconexión mundial han promovido un debate en torno a la viabilidad del
Estado. Las polémicas van más allá de la adecuación o inadecuación de un determinado
modelo de Estado a las necesidades contemporáneas, porque lo que se discute es la existencia
misma del Estado como forma particularizada de organización política.
las relaciones internacionales porque todos los Estados son iguales en tanto que son
soberanos, a diferencia de otros actores.
La idea de que los Estados soberanos son los actores por excelencia de la sociedad
internacional desde el origen del sistema de Estado ha sido ampliamente compartida
hasta las últimas décadas. Esta concepción no ha perdido vigencia por encima de los
cambios acaecidos en el orden internacional. La Carta de las Naciones Unidas
introdujo nuevas ideas frente a los principios tradicionales inspirados en la Paz de
Westfalia; fundamentalmente prohibió el recurso a la fuerza armada, que dejó de ser
una competencia discrecional de los Estados. No obstante, los fundamentos clásicos
del orden internacional en 1945 sólo fueron modificados parcialmente. Así, la Carta de
las Naciones Unidas mantuvo en vigor los principios consagrados en Westfalia tales
como el principio de igualdad soberana y la no injerencia en los asuntos internos de
los Estados. Además, la Carta creó un sistema de seguridad colectiva capaz de obligar
jurídicamente a los Estados a resolver sus controversias, tampoco estableció la
subordinación de los Estados a una instancia con autoridad pública internacional
superior. La ONU no rompió la estructura interestatal, sino que la reforzó.
En los últimos años han aparecido factores nuevos en los procesos de interconexión o
se han intensificado los ya existentes. Se discute que el Estado siga siendo el actor
principal de las relaciones internacionales.
Las políticas neoliberales no han logrado desmantelar el Estado del Bienestar. Las
crisis económicas que se han sucedido desde 1973 han afectado a los objetivos de la
intervención estatal y a las vías tradicionales por las cuales el Estado venía prestando
sus servicios desde la segunda postguerra, sin embargo, esas crisis no han cuestionado
la misma intervención estatal.
Los debates acerca de las posibilidades de que el sistema de Estado sea reemplazado
por un nuevo orden se inclinan a sostener que el estatismo no ha sido superado por las
organizaciones intergubernamentales. Estas organizaciones no han logrado convertirse
en actores autónomos superadores del Estado. No existe una organización
internacional universal dotada de una competencia general equiparable a los Estados.
El sistema estatal subsiste.
La UE está abierta a un proceso inacabado y resulta difícil deducir cuál será su futuro,
pero parece razonable que lejos de socabar al Estado, se encamina hacia un modelo en
el que se mezcla y armoniza la estructura comunitaria con la organización estatal.
Planteamiento general.
El Estado que describimos como una realidad jurídico-política es también una realidad histórica
sujeta a múltiples transformaciones desde su eclosión con la modernidad europea; es una realidad
siempre en transformación. La nación, también está sujeta a transformaciones ya que partiendo de
una semejanza sociológico-cultural, en gran número de ocasiones es el resultado de unas
circunstancias en las que el Estado aparece como agente decisivo de su nacimiento. Solamente la
idea de gobierno parece un concepto capaz de sustraerse a los vaivenes de la historia y la política.
LA NACIÓN
Como ya se ha dicho, la nación sería un concepto sociológico-cultural que tendría como soporte la
idea de pueblo. Cuando un pueblo se dota de una realidad política propia alcanzaría la condición de
nación.
Por pueblo podemos entender un conjunto de población caracterizado por una singularidad étnico-
cultural capaz de diferenciar a esa población de otras vecinas. Pero, ¿hasta dónde resulta razonable
llevar la indagación sobre la singularidad?. Podemos poner como ejemplo la pluralidad francesa. No
se cuestiona la existencia de un pueblo francés como realidad cultural y sociológica Sin embargo,
en Francia existen serias diferencias culturales que han sobrevivido a los esfuerzos centralizadores.
Afirmar la homogeneidad étnico-cultural de un pueblo que habla francés, alemán, catalán, bretón,
corso, vasco y flamenco supone alguna violencia. Un militante radical del nacionalismo vasco, diría
que Francia no es otra cosa que un Estado (opresor) y nunca un pueblo en el sentido estricto o una
realidad nacional. Sin embargo, sacrificar la existencia de la nación francesa en el altar de una
nación bretona o vasca no parece un criterio razonable para quien conozca la compleja y rica
tradición histórico-cultural de Francia.
La salida a esta situación no puede ser sino reconsiderar unos instrumentos conceptuales que han
sido muchas veces incapaces de dar cuenta de una compleja realidad social y que solamente parecen
eficaces en la animación de situaciones de conflicto. Es absurda una teoría de la nación que haga del
mundo una gigantesca cárcel de las nacionalidades, bastando para ello proclamar que cada realidad
étnico-cultural debe corresponder un Estado, ya que negaríamos las viejas naciones europeas y
americanas surgidas por encima de fronteras étnicas y lingüísticas. Por tanto, deben diferenciarse
dos grandes tipos de nación: (i) la nación política y (ii) la nación cultural que corresponden a dos
lógicas distintas, conllevando el inevitable conflicto entre un Estado con base en una nación política
y las naciones culturales que pudiera albergar en su seno, pero ello tiene tanto fundamento como las
fatales “luchas de razas” y “lucha de clases” o “lucha de religiones” decimonónicas.
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El pueblo podría ser entendido como un conjunto de población caracterizado por una similitud
hacia dentro y una disimilitud hacia afuera en un terreno preferentemente cultural o étnico-
lingüístico. La visión tradicional de la cuestión ligaría esta idea de pueblo al Estado a través
del concepto de nación, entendiendo ésta última como la proyección específicamente política
de la idea de pueblo.
La nación es una idea demasiado llena de connotaciones estrictamente políticas como para
reducirla a una simple realidad étnico-cultural. Existen, por tanto, dos ideas respecto de
nación, la nación “política” y la “cultural”.
Históricamente, será el marco europeo occidental el que nos presente los primeros
tipos de nación político-estatal. Los Estados europeos no sólo ofrecen organizaciones
políticas sino que impulsan el desarrollo de los lazos culturales, ya sean de nueva
creación, ya originarios de alguno de los grupos que existen en su territorio. El
ejemplo más claro de surgimiento de un tipo de nación política es el Estado-nación
caracterizado por la coincidencia entre la creación de una organización para el
ejercicio de la autoridad y el desarrollo de una específica solidaridad entre su
población. Este tipo de solidaridad, nacionalismo dinástico o simple estatismo, actuaba
en provecho de los intereses de la monarquía, pero sembraba las bases para un
posterior despliegue del nacionalismo con base en la idea de nación política.
El viejo regmun medieval que dio paso al Estado soberano de la modernidad, es ajeno
al establecimiento de relaciones significativas entre datos culturales y políticos, y pone
en marcha las bases de una solidaridad nacional más allá de los particularismos
étnicos.
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Según Kamenka, una nación acompasada a las necesidades planteadas por las
transformaciones económicas, sociales, ideológicas y políticas, que no puede oponer
su originalidad a la artificiosidad del Estado que asume el carácter étnico de su
realidad, debe generar un tipo de nacionalismo específico, acorde en líneas generales
con el nacionalismo liberal, un nacionalismo a la medida del ciudadano y no del
particularismo étnico. El individuo con dignidad y derechos intrínsecos a su persona
debe ser el sujeto y no el objeto de la nación y el nacionalismo.
La idea de nación que tiene su fundamento en una realidad cultural reclama como
indispensable la realidad prepolítica que es el grupo étnico, la idea de pueblo como
responsable de la creación de la nación. El objetivo de diferenciación perseguido por
los nacionalistas es determinar cuál es el elemento clave que garantiza la existencia del
mismo. El pueblo o el grupo étnico trasciende a la condición de nacionalidad o nación
cultural en función de su voluntad de dotarse de una organización política propia. Se
cree indispensable el disfrute de un Estado propio como garantía de lo que pasa a
convertirse en el valor superior de la colectividad: la personalidad cultural diferenciada
del pueblo.
Hay factores externos que explican la eclosión de este tipo de naciones. Pero los hay
internos, como puede ser el industrialismo, que revela intereses y diferencias con otros
territorios del Estado con los que hasta entonces habría convivido en armonía, la nueva
riqueza o nueva pobreza, procesos de urbanización, de nueva educación de masas,
intensos movimientos migratorios...
Esta concepción de la nación dará origen a otro tipo de nacionalismo en el que el rasgo
primordial será el gusto por la diversidad y el entusiasmo por lo que es propio de cada
pueblo. En cierto modo, el gran protagonista de la nación es ahora el hecho étnico, y
los derechos que a ella le corresponden pueden no ser consecuencia de los derechos de
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los ciudadanos, sino derivarse de ese organismo vivo y eterno que es la nacionalidad
de base cultural. Estos rasgos de naturalidad de la idea de nación cultural son los que
pueden animar en ella propensiones potencialmente totalitarias.
La capacidad de las naciones políticas para asumir rasgos en principio propios de las
culturales, corre en paralelo a la predisposición actual de algunas nacionalidades
culturales a servir de soporte a movimientos nacionalistas caracterizados por un alto
sentido pragmático y funcional en relación a los intereses de aquellos grupos sociales
más comprometidos en su defensa y promoción.
Por tanto, los aliados, en los tratados de paz y posteriormente en la Sociedad de Naciones se
hicieron eco de la cuestión. Se puso en marcha dentro del seno de la Sociedad de Naciones, un
sistema basado en el máximo respeto a los Estados y en la confianza en la negociación y el
compromiso. Las minorías criticaron duramente este sistema, especialmente Polonia, ya que
estimaban un atentado a su soberanía la existencia del control de la Sociedad de Naciones y
una discriminación, no faltándoles razón ya que otros países occidentales no debían aceptar
protección internacional alguno a sus propios grupos étnicos minoritarios. No estaba claro si
la Sociedad de Naciones ejercía su protección tratando de fortalecer a las minorías o trataba
de buscar fórmulas no traumáticas que favoreciesen su integración en los nuevos Estados.
EL DERECHO DE AUTODETERMINACIÓN.
Las bases históricas de la idea de autodeterminación apuntan hacia una dimensión interna,
ligada al nacimiento de la idea de gobierno representativo. Este particular concepto de
autodeterminación defendería que los ciudadanos deben elegir su Gobierno de modo que éste
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repose sobre su consentimiento, igualmente, puesto que los hombres son libres y razonables
deben participar en la vida de aquél.
A partir de la Segunda Guerra Mundial se alzan voces que defienden un universal derecho a la
secesión como consecuencia de la lógica interna del gobierno democrático.
La observancia de los derechos del hombre obliga a respetar todas las peculiaridades y
singularidades culturales de los pueblos. El reparto vertical del poder en cualquiera de sus
manifestaciones, parece un prerrequisito del funcionamiento de la democracia. Pero estos
postulados no pueden servir de fundamento a un universal reconocimiento del derecho a la
autodeterminación ya que ello supondría afirmar que el fin de colonialismo, la autonomía
cultural y la autonomía política son imposibles en un mundo que en el que el pasado y el
presente se ha negado a un reconocimiento general e incondicionado a este derecho.
Un primer bloque vendría integrado por aquellas realidades nacionales con mayor
tradición en la vida europea: Alemania (Prusia), Austria, Dinamarca, España, Francia,
Holanda, Noruega, Suiza, Portugal, Reino Unido y Rusia. Todas ellas presentan el
rasgo recurrente, en tanto que hechos nacionales, de ser consecuencia de viejas
formaciones estatales, cuando menos anteriores al siglo XVIII. Su carácter político
vendría justificado por el papel sustancial que tuvieron los Estados en su surgimiento y
por la mayoritaria ausencia de una clara integración étnica, prueba de esto último será
la presencia de una gran pluralidad lingüística y la existencia de tensiones nacionalista
de base cultural y tendencia potencialmente desintegradora.
Es frecuente que uno y otro modelo de nación, sobre todo en el marco europeo,
coincidan en el mismo espacio estatal e incluso geográfico. Sin ir más lejos, en Francia
convive la nación política jacobina, la de tradición republicana, socialista y las
nacionalidades culturales bretona, vasca, corsa o alsaciana. Hay un riesgo inicial de
que estas distintas realidades nacionales en forzoso contacto se dejen arrastrar por la
tentación de aniquilar al contrario. Pero superada esta tentación, la política
democrática debe buscar fórmulas capaces de amparar la convivencia entre estos
diferentes hechos nacionales.
Estas razones de estricta supervivencia se complementan con el gusto liberal por las
fórmulas racionalizadoras, capaces de asegurar un funcionamiento uniforme de los
poderes públicos. El resultado final será que los viejos Estados europeos, en el mismo
momento en que dan paso hacia la construcción del Estado liberal, opten por el
modelo unitario, la vieja aspiración implícita a la misma razón de ser del Estado
moderno.
El liberalismo europeo del siglo XIX tendió a ver con poco entusiasmo la causa
regional que venía amparada, sustancialmente, por sectores sociales y políticos
renuentes al establecimiento del orden liberal. En Francia, Italia o España el
regionalismo se vio identificado con posiciones políticas legitimistas o
hiperconservadoras. Conforme avanza el siglo XIX, ese regionalismo se enriquece
tanto con las voces de un nacionalismo moderado como con los programas
regeneracionistas que ven en las realidades regionales un punto de arranque para la
reforma y saneamiento del sistema liberal. El rígido centralismo practicado por el
fascismo italiano o el franquismo español se habrá de constituir en acicate
complementario al interés en la regionalización por parte de fuerzas políticas poco
interesadas hasta entonces en ella.
Evidentemente, existe una fuerza de argumentos que en éstos y otros países se ponen
en circulación en defensa de un nuevo reparto territorial del poder. A través de éste y
en directa conexión con la lógica del Estado federal, se pretende reforzar la
participación de los ciudadanos en la vida política. las viejas disputas en torno a la
superior racionalidad de las formas centralistas ceden ante la defensa de las regiones
como oportunidad para reformular las Administraciones Públicas, maximizar su
eficacia y hacer posible una planificación económica más operativa. El resultado final
es que sin perjuicio de unas ciertas constantes históricas, el regionalismo sufre una
notabilísima trasnformación tanto en sus objetivos como en sus justificaciones con el
paso del siglo XIX al XX.
5.2.2. Las formas de Estados compuestos.
El hilo conductor que da razón de ser a las distintas formas de Estados compuestos es
su diferente punto de partida en comparación con los Estados unitarios. Mientras que
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estos últimos se corresponden con las primeras formaciones estatales, los Estados
compuestos tienden a ser el resultado de procesos de convergencia de organizaciones
estatales preexistentes. Intereses económicos, militares y políticos o la fuerza de lazos
culturales son las razones que impulsan a la fusión.
A la hora de ilustrar con ejemplos prácticos esta forma de Estado tenemos que fijarnos
en el surgimiento de Estados Unidos como genuina confederación que no pudo superar
la dinámica unitaria que se reflejaba ya en la Constitución de 1787; la Guerra de
Secesión no tuvo su origen en la pretensión de abolir la esclavitud, sino en el deseo de
resolver definitivamente el pleito respecto al alcance del pacto federal, creador de una
nación norteamericana (tesis de Lincoln y de los unionistas) o el simple reforzamiento
de los viejos planteamientos confederales (Clahoun y las tesis sudistas).
En la idea de federalismo coexisten dos proyectos políticos; (i) uno ligado a la defensa
de un determinado modelo de organización del Estado y (ii) otro defensor de un orden
político general en que el pacto ocupa lugar preferente en relación al modelo de
organización territorial y a otros factores de la vida política, económica y social.
Sin ignorar las conexiones que se producen entre las dos ideas de federalismo, puede
afirmarse una sensible distancia entre los planteamientos políticos maximalistas y la
práctica de los Estados federales tal como se desarrolla en estos momentos en algunos
países democráticos. La idea restringida de federalismo podría corresponder a la
tradición norteamericana, especialmente interesada en diseñar una forma de
organización territorial del Estado. Por el contrario, la tradición europea, mucho más
compleja desde el punto doctrinal y con raíces en distintas concepciones de la política
económica, la organización social, las ideas del pluralismo, etc. La totalidad de los
Estados federales del momento se inspiran en una visión restringida del federalismo,
reduciéndose así la llamada concepción europea a la condición de aspiración político-
ideológica capaz de influir en muy diferentes direcciones.
Las dificultades para trazar la diferencia entre el Estado federal y otras formas de
Estado caracterizado por su deseo de asumir un serio reparto territorial del poder no
implican que no se diferencie claramente de la confederación. En la confederación,
podríamos decir que su fundamento radica en un pacto internacional, mientras que el
Estado federal tendría su justificación en un texto constitucional. No son los entes
territoriales los que en pie de igualdad concurren a la formación de un Estado, sino que
es el conjunto de la población, a través de la expresión de una voluntad constituyente,
el que ofrece el fundamento para el Estado federal.
El Estado federal necesita que existan en él unos significativos entes territoriales, los
Estados miembros de la federación, beneficiados de un importante poder político,
administrativo y financiero. Igualmente, se necesita la previsión constitucional de que
esos Estados miembros tengan una directa participación en la toma de decisiones del
Estado federal en su conjunto, y a este respecto, el concurso de las unidades
subestatales en la actividad legislativa de la federación mediante la especialización de
una de sus cámaras en la representación territorial es de suma importancia.
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La evolución del fenómeno federal fue resumida por G. Burdeau al referirse al paso de
una situación en que los Estados tenían sus propios fines y la federación no era sino un
instrumento destinado a cumplir limitadas tareas comunes, a una práctica actual en que
la federación encarna los fines políticos-sociales, convirtiéndose los Estados miembros
en instancias de ejecución de la política de los órganos federales.
El federalismo dual que encarnó en su inicio el modelo federal de los Estados Unidos
estaba presidido por la especial preocupación de preservar los poderes de los Estados
miembros. Basado en las ventajas de la nítida separación de competencias, daba plena
satisfacción al ansia de “exclusividad” por parte de las fuerzas políticas y sociales
controladoras de los poderes locales. Estos rasgos no podían compensar notables
inconvenientes; el federalismo dual termina resultando poco compatible con la
pretensión de suavizar diferencias en los modos de vida. Como consecuencia del muy
moderado papel redistribuidor de la federación bajo la lógica dualista, exite una
relativa igualdad en potencial económico y humano entre sus socios. El federalismo
dual no puede ocultar en última instancia que es un modelo de organización territorial
más ajustado a los esquemas de una política liberal que a las exigencias del Estado del
Bienestar.
Una primera manifestación de estos cambios vendría dada por las transformaciones en
el sistema de intercambios internacionales. La complejidad de la interdependencia se
ilustraría por el papel de las empresas transnacionales y por la revolución tecnológica
en el campo de la producción, distribución y comunicación.
El tercer terreno para los cambios del Estado, y el más complejo, tendría que ver con
las transformaciones de la sociedad civil nacional visibles en la extensión de las
libertades individuales, la diversificación de las bases para la determinación de
identidades y los grupos de interés y la creciente importancia de distintos grupos
sociales en la realización de las funciones estatales y en la formación de redes de
intereses a escalas no coincidentes con los límites del Estado nacional.
EL GOBIERNO
El espectador político occidental tiene una idea general de las reglas fundamentales de juego del
sistema democrático: importancia decisiva de la práctica de elecciones libres, observancia rigurosa
de los derechos y libertades fundamentales, primacía de una forma de hacer política basada en la
persuasión, el diálogo y el respeto a la oposición, pero, aceptados estos supuestos básicos, es
evidente que pueden realizarse diferentes estrategias prácticas para hacer realidad la democracia.
Son varios los criterios para distinguir un tipo de democracias de otras. Por ejemplo, Liphardt,
distingue entre:
Los distintos gobiernos democráticos oscilan entre esos dos extremos que, podrían venir a ser
concretados en los casos británico y suizo.
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EL GOBIERNO PARLAMENTARIO
Sin duda es el más representativo de las democracias actuales, y lo que más representativo es el
profundo empirismo que caracteriza su génesis y su desarrollo histórico.
Surgió de las revoluciones inglesas del siglo XVII aunque el influjo del gobierno presidencialista
norteamericano y el gobierno de convención francés es innegable. Va a ser paulatinamente aceptado
por el grueso de las democracias europeas y americanas.
Con vistas a conseguir ese equilibro entre el poder legislativo y ejecutivo se pondrán una serie de
mecanismos institucionales y prácticas políticas tales como:
1. El reclutamiento de los miembros del gabinete, del Gobierno, en el sentido estricto, se lleva a
cabo entre los parlamentarios de modo que la relación entre los dos poderes sea más fluida y
porque así se asegura mejor el control del Ejecutivo por el Legislativo. El desarrollo histórico
del gobierno parlamentario ha conocido una cierta relajación y mientras en la práctica
decimonónica era infrecuente la existencia de ministros no parlamentarios, hoy en día no es
extraño.
5. Existencia de una dualidad en la cabeza del Ejecutivo (jefatura del Estado y del Gobierno) y
tendencia favorable al bicamerismo.
El gobierno parlamentario, como resulta coherente con su larga historia y amplia práctica, da origen
a numerosas variantes. Existe la necesidad de distinguir entre el parlamentarismo clásico, la práctica
británica, y el parlamentarismo racionalizado, parlamentarismo clásico continental.
El principal problema de este modelo es el riesgo de bloqueo de la vida política como consecuencia
de una rigurosa separación de los poderes Legislativo y Ejecutivo, sin embargo, la vida política
norteamericana ha recurrido a mecanismos formales (veto presidencial sobre la legislación, control
del Senado sobre los nombramientos más relevantes del Ejecutivo...) e informales (Tribunal
Supremo, sistema de partidos) para superar este problema.
GOBIERNO DE DICTADURA
Schmitt, autor de marcada propensión anti-liberal, distinguía entre dos grandes modelos de gobierno
autocrático en función de sus formas de acción:
- Dictadura soberana: aspiran a construir un orden político nuevo, más allá de unas estrictas
consideraciones jurídicas.
- Dictaduras simples: gobierno dictatorial en manos de un monarca absoluto, caudillo o junta que
ejercen el poder con el recurso de instrumentos clásicos de coacción tales como el ejército, la
policía, la burocracia y el poder judicial. Esta relativa mesura no es atribuible a autolimitación
del dictador, sino al carácter innecesario de más controles por la escasa conciencia política de las
masas, práctica de una política oligárquica y ausencia de relación entre la población y el hecho
político.
- Dictaduras totalitarias: en plena armonía con las teorías del totalitarismo. Sus rasgos
fundamentales serían:
Paso del Estado de derecho al Estado policial (invasión de todas las esferas de la sociedad
civil por el poder político).
Utilización sistemática del terror, resultado del desdibujamiento de las fronteras entre lo ilegal
y lo desleal.
En relación a este gobierno totalitario interesa marcar las diferencias con el gobierno autoritario. En
el gobierno autoritario hay una única instancia de poder que monopoliza su ejercicio y los
ciudadanos se ven impedidos a practicar una participación política propia de un contexto político
liberal-democrático. Pero la propensión de la dictadura autoritaria a limitarse a la esfera de lo
político, sin manifestar el mínimo interés de la totalitaria respecto a una omnipenetración social. El
gobierno autoritario puede abrirse por otro lado a formas de participación y control del poder que
sin alcanzar la normalidad democrática, pueden establecer una diferencia nada despreciable con el
estilo y la práctica totalitaria.
- Dictaduras técnicas: caracterizadas por el peso de factores exógenos a la vida del Estado
afectado.
Blondel da gran importancia a una división ideológica en función de las consecuencias que esta
división tendrá ante el uso de técnicas dictatoriales, el papel de las ideologías o el origen del propio
gobierno dictatorial.
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1. Consideraciones conceptuales
La idea de REPRESENTACIÓN POLÍTICA así como su plasmación en la realidad estatal han sido
decisivas en la génesis y desarrollo de los SISTEMAS DEMOCRATICOS, por el enorme valor
legitimador que entraña.
Representación Política; se asocia sobre todo a fenómenos cuyo origen se encuentra en
procesos de participación de los ciudadanos y especialmente los de carácter electivo.
Representación Simbólica; decisiva a los procesos de agregación colectiva (Jefe del estado, los
presidentes de órganos de gobierno, los jueces// La bandera, el escudo, el himno) La
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simbología, es para hacer presente a través de personas o símbolos o cosas las estructuras
políticas las ideas de representación.
Representación descriptiva; la idea que ha medida de lo posible, el órgano representativo
(Parlamento) debe intentar ser, en su composición política una maqueta a escala un espejo, una
fotografía, de los valores e intereses del colectivo representado, es decir, de la correlación de
fuerzas existentes en él.
Pitkin Representar, significa, hacer presente algo, que en la realidad no lo está, por medio de una
actuación; un actuar sustantivamente por otros. Como la relación entre dos tipos de actores Los
representados y los representantes.
(La representación estamental contuvo un cierto germen, todavía lejano de representación política en
sentido moderno. De ahí que el régimen liberal quisiera justificarse sobre la base de pretender una vuelta
a la tradición de la representación medieval, en contraposición a la monarquía absoluta) (También seria
muy difícil la compatibilización teórica del principio representativo y el poder absoluto. Solo Thomas
Hobbes la haría posible de forma brillante, a través de su concepción del LEVIATAN)
El parlamento será “la pieza central del sistema representativo y su apertura a las nuevas capas
sociales en la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX la clave de la transición del
liberalismo a la democracia liberal.”
Hay que destacar también la importancia que tuvieron también determinados valores y
percepciones sociales. Como:
1. La defensa del valor de la deliberación
2. La unánime creencia liberal en que el tiempo y la instrucción eran bienes reservados a
una minoría.
3. Creencia del valor del procedimiento reglado, como garantía frente a la demagogia.
4. La búsqueda de la eficacia, como división de trabajo.
5. El interés de los propios representantes, deseosos de mantener así sus funciones y
cuotas de poder.
4. De la doctrina roussoniana a la democracia participativa.
Esta influencia se dejo sentir en la Constitución Jacobina de 1793. La Comuna de París, dejando también
huellas en el pensamiento ginebrino, en la doctrina leninista.
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La idea de representación nacional llevaba a interpretar que el sufragio no tenía por qué ser un
derecho de todos los ciudadanos, sino que era una función que requería ciertas capacidades que
solo reunían algunas categorías sociales. Así quedo justificado EL SUFRAGIO RESTRINGIDO
o CENSITARIO se aplico durante la primera época del Estado Liberal, hasta que la presión de
sectores consiguió implantar el sufragio universal.
Irrupción DE LOS PARTIDOS en la vida pública controlan en la practica los procesos de
producción de representación . El representante llega a serlo de hecho en virtud del apoyo y
mediación prestada por la organización partidista, vinculada a ella por lazos de disciplina.
Las democracias liberales han abandonado sus primitivos recelos hacia las entidades
intermedias como son los partidos.
No se niega que la representación política consista en un “actuar por otros”, pero se afirma que
dicha actuación dependerá de las características del representante. Se plasmo en la aplicación de
los sistemas electorales de representación proporcional.
(Era como un freno a las corrientes democráticas de representación política, fue hecho suyo de
pensamientos conservadores y su plasmación vendría con la mano de regímenes autoritarios o
fascistas, España, Italia, Portugal. Su consecuencia el enorme desprestigio de las formas de
representación corporativa, que no ha podido ser paliado siquiera por las actuales tendencias
corporativas, de las sociedades contemporáneas)
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Pero no puede negarse que en la democracia subyace una estrecha relación entre representantes y
representados, potenciando las ideas de responsabilidad política y de actuación al servicio del
interés general.
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1. El Concepto de elección.
La razón de ser de las elecciones, operan como símbolo e instrumento eficaz de legitimación y
organización del poder en las sociedades que se estructuran sobre la base del pluralismo político.
Mackenzie “puede definirse la elección como un procedimiento reconocido por las normas de una
organización, en virtud del cual todos o parte de los miembros de la misma escogen a un número menor
de personas, o a una sola, para ocupar determinados cargos de autoridad en dicha organización. “
Las funciones que deben cumplir las elecciones dependen en gran medida de determinadas
variables características del contexto en el que se celebran.
Nohlen, las agrupa en tres esferas interdependientes:
a) Estructura de la sociedad
b) El sistema político- institucional
c) El sistema de partidos.
A) Producir representación.
Supuesto teórico de que el Estado ejerce su soberanía por delegación de la NACION o del PUEBLO.
Dejando las prespectivas formalistas. Representar significa políticamente “actuar en interés de los
representados y de una manera sensible ante ellos”.
( y se supone que las elecciones son el mecanismo idóneo de selección de personas capacitadas para
actuar de este modo y con esa sensibilidad)
B) Producir gobierno.
Son relevantes a efectos de determinar, de forma directa o indirecta, los equipos que se harán
cargo del gobierno o dirección política de la comunidad, o los programas gubernamentales que
se elaboren e intenten implantar.
Los procedimientos electorales ofrecen la posibilidad de seguir una vía pacífica y ordenada en el
relevo del poder. (Y no sólo contribuyen a seleccionar representantes, sino también gobernantes).
Alcanza su máxima expresión en las elecciones que determinan o condicionan fuertemente la
orientación política del Ejecutivo del Estado. Esto lo cumple muchas de las elecciones en ámbitos más
reducidos, municipales y territoriales.
C) Producir legitimación.
En estados democráticos las elecciones pretenden cumplir siempre la función de legitimación racional
del poder político, a través del rito solemne de las elecciones periódicas el poder se reviste de
autoridad. Función “integradora, igualitaria, comunicativa” además de cómo función
“participativa y simbólica”
Con las elecciones se intensifica la comunicación entre gobernantes y gobernados, aunque sea porque
los unos desean captar votos y los otros decidir a quién votar. Aumenta el grado de información que el
ciudadano posee de los asuntos públicos y se intensifica la comunicación política. Momento idóneo
para que salga a la luz toda clase de propuestas y aspiraciones.
La democracia política cobra pleno sentido como democracia participativa, y las elecciones le
ofrecen la posibilidad de configurarse como tal.
La participación electoral es una de las modalidades de la participación política, pero la mas
ampliamente practicada. Su importancia objetiva estriba en que constituye un momento culminante
de otras actividades de participación política, bien en el momento inicial de ulteriores actividades
participativas (Pasquino)
3. El SUFRAGIO
Desde los orígenes del régimen liberal, el ejercicio del voto ciudadano ha sido contemplado desde dos
perspectivas teóricas distintas y frecuentemente contrapuestas:
A) Como función de naturaleza pública, cuyo cumplimiento corresponde al cuerpo electoral o
conjunto de electores, por lo que este puede estar integrado por todos o por una parte sólo de
los ciudadanos.
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Lo anterior sobre requisitos e incapacidades son aplicables tanto al sufragio activo como al pasivo.
Una cosa es tener derecho a voto y otra distinta poder emitirlo de forma efectiva.
Para poder emitirlo de forma efectiva, debe de estar registrado en el censo electoral, confeccionado al
efecto, con independencia de que esta inscripción se produzca de modo automático o de modo voluntario.
Ello quiere decir en definitiva, la inscripción en el censo electoral es lo que materializa la capacidad de
emitir el voto.
Cuando se habla de cuerpo electoral o electorado, se hace referencia al conjunto de electores, que están
capacitados legalmente para el ejercicio del sufragio activo, y además se encuentran inscritos en el censo
electoral
La caracterización del sufragio pasa por conocer si el mismo es universal o restringido, igual o
desigual, directo o indirecto, secreto o publico, personal o potencialmente delegable, obligatorio o
potestativo y en último termino si es o no sufragio libre.
a) SUFRAGIO UNIVERSAL. Exige que todos los ciudadanos posean derecho al voto y sean
elegibles, sin que puedan producirse exclusiones políticamente significativas de determinados
sectores o grupos, por razón de raza, sexo, religión, ideología, riqueza, profesión o nivel
educativo, etc.
b) SUFRAGIO IGUAL Supone que el voto de todos los electores posee formalmente el mismo
valor. (Cada elector tiene posibilidad de emitir el mismo numero de votos) un hombre un
voto.
La historia electoral conoce numerosos ejemplos de sufragio desigual o voto plural y sus
diversas modalidades se pueden resumir en:
a) Concesión a los electores de un numero variable de votos en función de requisitos
especiales la ley belga 1903
b) La posibilidad de que vote en distintos distritos electorales por tener vinculación con
todos ellos. Caso ingles hasta 1948
c) La posibilidad de que un elector emita un voto o mas votos adicionales en Colegios
especiales integrados por electores que reúnen una determinada característica.La ley
electoral española de 1890
En las Indirectas el cuerpo electoral se limita a elegir compromisarios y estos son quienes por
si mismos o mediante sucesivas elecciones de nuevos compromisarios deciden que personas
resultan elegidas finalmente. Responden en esencia a una intención de tamizar y amortiguar
los dictados del electorado.
Los criterios mínimos de referencia que permitan diferenciar, en definitiva las elecciones
libres, competitivas o liberal-democraticas, de aquellas que no lo son.
El concepto de sistema electoral no es equivalente al de Derecho Electoral, sino que comprenden sólo una
parte del mismo.
Nohlen, Pauta de decisión, Pauta de representación. Desde esta doble perspectiva se puede entender
los conceptos de elección proporcional o mayoritaria.
a) Pauta de decisión: que preside la estructuración y conducción del procedimiento implícito en
el sistema electoral,
b) Pauta de representación: los resultados que dicho sistema tiene a proporcionar realmente en
términos de representación política.
La proporcionalidad de la representación que origina un sistema electoral viene dada, por la interrelación
de los elementos que lo configuran, también dependen de la estructuración del sistema social, y político
en su conjunto y, en particular, del sistema de partidos.
Sistema mayoritario estuvo asociado al surgimiento y extensión de las prácticas electorales, debido a la
sencillez, de su aplicación técnica. Estado Liberal se vio reforzado como consecuencia del dogma
roussoniano que atribuía a la mayoría la misión de expresar la voluntad general atacada por la minoría. En
la última década XX parecen haber cobrado nuevo impulso, al amparo de las críticas contra la excesiva
influencia de los partidos políticos (Caso Italiano)
Sistemas proporcionales: se produjo allí donde se entendieron necesario para mantener o restablecer el
equilibrio político de masas y la consiguiente universalización del sufragio como por el incremento de la
sensibilidad política ante la diversidad étnica, lingüística o religiosa de los Estados.
La Democratización de los sistemas políticos pluralistas en los albores del presente siglo requirió nuevas
reglas de juego representativo, el principio proporcional vino a satisfacer en ciertos casos dicha demanda.
El primer paso en países europeos étnica o lingüísticamente heterogéneos. Fue también una fase inicial
abocada especialmente a la protección de las minorías. (Socialismo Obrero)
deciden en principio por mayoría absoluta si ninguno lo alcanza se realiza una segunda vuelta a
mayoría simple.
Mayoría simple corregida por el voto limitado semiproporcionales, permiten a las minorías
políticas más importantes acceder a ciertas cuotas de representación (Elecciones del Senado
Español)
b) Formula Proporcional
Las formulas que en su primera fase parten del cálculo de un “coeficiente electoral común” y
luego si procede, terminan de repartir los escaños, en una segunda fase, en función de los
llamados restos.
Las formulas articuladas en función de series determinadas de divisores. Consiste en dividir la
cifra de votos de cada candidatura de lista por una serie predeterminada de números, de lo cual.
Resulta la correspondiente serie de cocientes para cada una de las listas. Luego se adjudican los
“n” escaños en juego a las listas a las que corresponden os “n” cocientes mayores.
La mas Frecuente la formula d´Hondt se ideo en 1878 y se aplica en España desde 1977.
Se divide el numero de votos obtenidos por cada una de las listas por la serie de números
naturales (1,2,3...), hasta “n” siendo el valor de “n” el de los escaños que corresponde
elegir. Luego se adjudican los escaños a las listas a las cuales corresponden los “n”
cocientes mayores, sin tener que acudir a una fase ulterior.
Cuando más pequeña es la proporción entre los dos primeros números de la serie de
divisores, más favorecido resultan los pequeños partidos en el reparto de escaños.
Se señala que las características de la estructura económica, social, demográfica, educativa, poseen
un gran peso sobre el comportamiento de los electores y por lo tanto sobre los resultados de unos
comicios.
Por ello para el análisis del comportamiento, se suele recurrir a ciertas variables explicativas; edad, sexo,
nivel educativo, práctica religiosa, hábitat, nivel de ingresos, y ocupación, a las que se añade la variable
territorial. A través de ellas es posible dibujar el perfil tendencial de los votantes de un partido u opción
electoral.
Algunos analistas incluyen dentro de esta dimensión estructural la cultura política, el sistema de valores
de la comunidad política, identificando en el ámbito espacial que corresponda. En realidad el análisis
del comportamiento electoral exige continuas referencias al marco común de valores, actitudes,
creencias, sentimientos en el que tiene lugar la confrontación política, así como a las fracturas que
en el se adviertan.
Los enfoques racionalistas condujeron a la “PARADOJA DEL VOTANTE” , de acuerdo con una lógica
estrictamente racional, el propio acto de votar acaba siendo irracional. Argumentado en que el elector ha
de afrontar al votar unos costes que nunca se ven compensados por los beneficios de su acción. Según
esto, un planteamiento plenamente racional bien podría conducir a la abstención.
La paradoja del votante, no tiene en cuenta que el análisis político de lo que cabe hablar es de una
racionalidad estándar, no absoluta o extrema. Se olvida que existen otras fuentes de beneficio para el
elector: la satisfacción de asumir los principios y reglas de la democracia
El placer de decidir
De interesarse de los asuntos públicos, estar mejor informado de las políticas
Satisfacción de escapar del sentimiento de inutilidad dentro del proceso político.
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Como dirá Downs, en la democracias los individuos racionales estan motivados por su sentido de
responsabilidad social, que es independiente de las ganancias o perdidas personales a corto plazo.
También desde perspectivas Psicológicas se ha puesto en duda “el mito del comportamiento racional del
elector” señalando que los planteamientos racionales en torno al voto no desempeñan sino un papel
secundario. Podemos añadir otros argumentos como el que la presión de los medios de comunicación
suelen recortar sustancialmente a los electores la posibilidad de actuar de acuerdo con sus propios
intereses.
En resumen la conclusión que debemos de extraer, no puede ser otra que la de procurar huir, en el
análisis del comportamiento electoral, de todo enfoque demasiado rígido o excluyente. EN
DEFINITIVA, los factores estructurales, por un lado, y los planteamientos de racionalidad
individual por otro constituyen dos dimensiones que se conjugan siempre, en mayor o menor
medida, en la adopción de la decisión del voto.
Los resultados globales que arrojan unas elecciones son consecuencia de un conjunto de componentes:
Renovación del cuerpo electoral.
Tasas de participación.
Cambios en el comportamiento a escala individual.
Necesario para explicar los resultados e identificar y analizar cuales son las fuentes potenciales del
cambio.
Quiere esto decir que el grupo de Electores Activo se puede dividir en seis:
Los cambios producidos como consecuencia del impacto acumulado de estos seis tipos de votantes es lo
que, al comparar los resultados en las dos elecciones sucesivas, se da en llamar inestabilidad o
volatibilidad electoral.
Comportamiento de identificación: prevalece la identificación del elector con el candidato o
líder por el que vota. Se pueden distinguir el de identificación por identidad y por obediencia.
Por identidad se produce cuando el elector se reconoce en las características o cualidades
del candidato o líder al que vota. Puede ser real o mítica. La identidad real puede estar
sustentada en lazos de naturaleza política o no política.
Comportamiento de rechazo Se dan comportamientos electorales impulsados de forma
especial por actitudes de rechazo; comportamiento que tiende a ser más viscerales y
apasionados, más radicales y agresivos.
Se clasifican; Voto de Protesta, el Antisistema, el Antipolítico, o el de rechazo de la
imagen del padre o el basado en la no aceptación de sí mismo.
2. Otro Criterio: comportamiento táctico o estratégico y otro espontaneo o no táctico. Gira en torno
al llamado voto útil
Voto Util o Táctico es concebido estratégicamente por el votante con objeto de asegurar que
resulte eficaz. Su planteamiento suele conducir, por tanto, a no apoyar al partido con el que
más se identifica el elector, dadas las escasas o nulas posibilidades de éxito.
3. Otro Criterio muy utilizado comúnmente: voto político, voto económico, voto personal, voto a
partido.
Voto político o ideológico y el voto económico según el peso de los intereses materiales.
Voto a persona y voto a partido, ideológica función es personalizada
4. Tipología propuesta por Parisi: distingue entre tres tipos de voto, voto de opinión, voto de
pertenencia y voto de intercambio.
Voto de opinión Es esencialmente la expresión electoral de una opción escogida tras comparar
y sopesar las diversas ofertas de los partidos en listas. Su inestabilidad y variabilidad en el
tiempo.
Voto Pertenencia El elector testimonia y reafirma su pertenencia a un grupo determinado.
Posee escasa autonomía, pero tiene a favor su estabilidad y continuidad a lo largo del tiempo.
Voto de intercambio La aportación del elector en el marco de una relación de intercambio en
la cual se prevé una contraprestación por parte del votado. Consiste pues en un voto
típicamente clientelista. Su predeterminación y estabilidad depende de l seguridad de recibir la
correspondiente prestación.
Primer Orden entrañan mayor riesgo, mayor responsabilidad para el elector, tienen mayor participación
más alta. Elecciones nacionales: legislativas o presidenciales.
Segundo Orden menor significación política, no se pone en juego tantas cosas. Hay mayores índices de
abstención, de transferencia de voto. La oferta electoral suele ser más amplia. Elecciones Regionales,
Locales, Europeas.
15. Apunte adicional sobre el análisis del comportamiento electoral a través de la elaboración de
una tabla de resultados.
1. Al presentar los resultados de unas elecciones, las propias categorías que se emplean y el modo de
sistematizar los datos correspondientes, ofrecen ya los principales elementos de base para el análisis
del comportamiento electoral.
2. El censo electoral viene a ser le dato de partida para él calculo del porcentaje de abstenciones y
votantes.
3. Dentro de los votos emitidos, distinguir: Votos, nulos, en blanco, validos
4. Analizar los resultados obtenidos por los diversos partidos.
5. Comparar los porcentajes de las cuotas de representación de los partidos
6. Columnas de porcentaje obtenidos por los diversos partidos sobre el total de voto a candidaturas y
sobre el total de escaños, describen la configuración de sistema de partidos electoral y el sistema de
partidos parlamentarios.
7. Una tabla de resultados electorales sirve de base para el ulterior cálculo de diversos índices los cuales
pueden determinar la magnitud del fenómeno.
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Algunas propuestas politológicas para darnos cuenta del carácter multidimensional del fenómeno.:
5. Edinger: el liderazgo es un fenómeno actitudinal, fruto de las percepciones mutuas del líder y los
seguidores, no es mas que la habilidad del primero para guiar y estructurar los modelos de conducta
colectiva en la dirección deseada.
6. Paige: Liderazgo dirige la atención hacia la conducta potencialmente creativa de determinadas
personas que se comprometen en iniciativas de relevancia social.
7. Blondel: Por el impacto que pueda ejercer el comportamiento del líder político en su entorno.
Liderazgo como una forma especial de poder ejercido por el líder sobre una amplia variedad de
asuntos y personas.
8. Baumgartner: en función de las habilidades individuales del líder y la manipulación de símbolos que
lleva a cabo. “herestética” esfuerzos de ciertos individuos por redefinir una situación a su favor.
9. Heifetz y Sinder: como una actividad consistente tanto en proporcionar una determinada visión,
como búsqueda de apoyos políticos que permitan realizar sus proyectos de líder.
Es cada vez más evidente que los “proceso de liderazgo” constituyen uno de los mecanismos
decisivos de agregación colectiva y regulación de conflictos que conforman la política.
17. Su significación.
La gran importancia que tienen el fenómeno de liderazgo en las sociedades democráticas. (Es quizás la
forma de actuación individual más significativa de la vida política, sin olvidar que los lideres poseen una
enorme capacidad para influir y modelar el proceso de estructuración política.)
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El fenómeno de liderazgo político tiende a fraguarse y consolidarse sostenidos frecuentemente por fuertes
redes de apoyo clientelista, desigualitarios por definición pero de probada funcionalidad.
El liderazgo político constituye en las democracias una importantisima legitimación de sus
estructuras autoritarias, tanto en la crisis como fortalecimiento de partidos. Desempeñan el papel axial
en procesos electorales, de representación, elaboración de políticas públicas en definitiva en el impulso
de la dirección política del Estado, tanto interna como Internacionalmente.
Otra clasificación según Blondel; según su impacto potencial sobre el sistema político.
POLITICO.)
MODERAD CONFORM REDEFINIDOR REFORMISTA
O ADOR KENNEDY, ROOSEVELT
CON EISENHOWE REAGAN
INCIDENCIA R THATCHER
EN ALGUNA
DIMENSION
DEL
SISTEMA
POLÍTICO.
PEQUEÑO GESTOR REAJUSTADOR INNOVADOR
O RESOLUCIO MODIFICACIÓN IMPULSO DE UNA
ESPECIALI N DE DE ALGÚN NUEVA POLITICA
ZADO PROBLEMA ASPECTO DE
CON S DIA A DIA. UNA POLÍTICA
INCIDENCIA
EN UNA
POLÍTICA
SECTORIAL
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Agrupan las teorías sobre el origen de los partidos políticos en tres tipos:
1. Teorías institucionales: Tiene origen parlamentario, está ligado a la extensión de los poderes
parlamentarios y la ampliación del sufragio, surge de las relaciones mas frecuentes y estrechas entre
los grupos parlamentarios y los comités electorales, y de grupos preexistentes (asociaciones,
asociaciones religiosas sindicales etc)
2. Teorías sobre situaciones históricas de crisis: como generadora de partidos. Aparición de nuevos
estados (Irlanda), quiebra de legitimidad (Carlistas 1833) Hundimiento de democracias parlamentarias
(Italia 1922 España 1936), Transiciones de regímenes autoritarios a democracias.
Von Beynel ofrece otra clasificación. Génesis de los partidos políticos en las democracias occidentales
“familias ideológicas”.:
1. Liberalismo frente al antiguo régimen.
2. Conservadores contra moderados, frente ultra-realistas.
3. Partidos Obreros o socialistas frente a partidos burgueses, PSOE de España-
4. Partidos Agrarios contra el sistema industrial. Este de Europa.
5. Partidos Regionales o Nacionalistas frente al centralismo PNV
6. Partidos Cristianos frente a un sistema laico. Las democracias cristianas italianas 1919.
7. Partidos Comunistas frente a los socialistas. Desde 1917 tras la Revolución Rusa.
8. Partidos Fascistas contra los sistemas democráticos. Italia desde 1919. España 1931
9. Partidos Protesta de la pequeña burguesía contra el sistema burocratizante del Estado de Bienestar.
10. Movimientos ecológicos contra la sociedad de crecimiento incontrolado. Verdes alemanes.
Para los estasiólogos, las primeras formas de partido estaban determinadas fundamentalmente por el tipo
de sufragio existente o con una determinada formación intelectual. Los partidos resultantes se califican
como PARTIDOS DE CUADROS, DE NOTABLES O PARLAMENTARIOS-ELECTORES sus
rasgos definitorios:
Tratan de reunir notables, personas con prestigio o fortuna e influencias para atraer votos, con
frecuencia mediante relaciones de clientelismo
Su estructura interna es muy flexible, los comités locales gozan de gran autoridad.
Las ideologías que defienden son la absolutista o la liberal.
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En la segunda mitad del siglo XIX con el sufragio universal masculino y el asociacionismo obrero
surge un nuevo tipo de partido EL DE MASAS. Un ejemplo los partidos socialistas europeos los
rasgos definitorios:
Reclutamiento masivo.
Educación política de las masas, con reuniones frecuentes, reclutan nuevas elites políticas no
burguesas.
Organización de partido más rígida que el de cuadros, desarrollo de un aparato burocrático, aparición
de un grupo de dirigentes interiores del partido.
Mayor disciplina de voto que los partidos de cuadros. Sus ideologías al principio eran socialistas, hoy
abiertos a la pequeña burguesía.
En los últimos años se han adaptado a las tranformaciones de las sociedades capitalistas Europeas
después de la Segunda Guerra Mundial, Un nuevo partido que han llamado PARTIDO DE MASAS
ELECTORAL o PARTIDO DE ELECTORES o PARTIDO DE VOTANTES.
En los años 90 RICHARD KATZ ha estudiado los nuevos modelos de partido y los ha llamado
PARTIDO CARTEL, Un elemento importante que va ha influir en la tendencia hacia estos partidos es
el cambio en los medios de comunicación.
5. Los ciudadanos al tener más educación y estar mejor dotados de recursos económicos y de tiempo de
ocio, tienen menos necesidad de los partidos.
Pero hay un cambio más importante todavía: el de la relación entre los partidos y el Estado. Los
partidos pasan a ser cada vez menos agentes de la sociedad civil actuando sobre el Estado y más brokers,
intermediarios entre la sociedad civil y el Estado.
Katz y Mair tiene importantes consecuencias para la evolución naturaleza y actividad de los partidos.
1. Situación de Brokers INTERMEDIARIOS implica que los partidos pueden tener intereses distintos
de los de sus clientes. Los partidos pueden obtener comisiones.
2. La capacidad de intermediación de un partido depende de su influencia en el electorado, pero
también de su capacidad de manipular el Estado.
3. La tendencia parece indicar que los partidos podrían llegar a ser parte del aparato del Estado.
Es más adecuaba hablar de Partidos Cartel, porque la aparición de este nuevo tipo de partido depende
de la colusión y de la cooperación entre competidores, así como de acuerdos que necesitan el
consentimiento de todos los partidos, o al menos de los más importantes.
Partidos de Cuadros
Socie. Civil
Partidos
Estado
Partidos de Masas
Partidos de Cartel
Socie. Civil
Partidos Estado
2. Funciones Institucionales:
Reclutamiento y selección de elites
Organización de las elecciones
Organización y composición del parlamento
Composición y funcionamiento del gobierno.
Comprobamos la multiplicidad e importancia de la funciones de los partidos y Pelayo clasifico el
sistema estatal de nuestro tiempo como “El ESTADO DE LOS PARTIDOS”.
En sus orígenes los partidos eran considerados como organizaciones que ponían en peligro los valores
individuales del régimen liberal. Ley Chapelier de 1791
El sistema más usual de regulación jurídica de los partidos consiste en su sometimiento a la legislación
común de las asociaciones, a las normas generales del derecho de asociación. (Francia)
En otros países se distingue entre los partidos y las demás asociaciones y se han promulgado leyes
especiales de partidos políticos y otras sobre su financiación. (Alemania, Portugal, España)
Rokkan ofrece otra explicación de la construcción del Estado en Europa por medio de cuatro fracturas o
enfrentamientos, de cuya solución depende la aparición de determinados partidos. Son:
Entre el Centro y la Periferia; Partidos nacionales o regionales
Entre la Iglesia y el Estado; Partidos Laicos y confesionales
Entre los intereses urbanos e industriales; Partidos agrarios
Entre el capital y el trabajo; Partidos obreros.
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Los grupos de presión surgen con el liberalismo, que al reconocer la libertad de expresión y el derecho de
petición admite la posibilidad de influencia y presión sobre las estructuras de poder.
Los afectados se agrupan para defenderse frente a otros grupos y al final buscan la ayuda de alguna
instancia de poder sobre la que presionan.
Algunos autores consideran a los grupos de presión como resultado del paso de la comunidad a la
sociedad, tal como lo describe Tönnies.
En los sistemas políticos actuales, el creciente intervencionismo del Estado en la sociedad permite y
potencia el florecimiento de grupos de presión.
Grupos civiles defienden intereses particulares frente al Estado, que defiende los
intereses generales (Ayuntamientos para lograr subvenciones etc)
Grupos militares actúan con frecuencia obligando al Estado a adoptar medidas que les
beneficien, e incluso intervienen directamente en la vida política (militarismo, golpismo)
3. Según el tipo de organización y de miembros: Grupo de cuadros y Grupo de masas.
Grupo de cuadros: numero reducido de miembros, para lograr eficacia, el objetivo perseguido afecta
a un colectivo reducido. (Altos cuerpos de funcionarios etc)
Grupos de masas: Gran numero de miembros o socios, los sindicatos o organizaciones feministas
4. Por el lugar que ocupa la presión en las actividades de los grupos pueden ser Exclusivos, o
Parciales.
Exclusivos: se dedican prioritariamente o exclusivamente a presionar sobre el
poder los “lobbies” de Washington.
Parciales: la presión solo es un aspecto de su vida como grupo, las iglesias los
sindicatos.
5. Teniendo en cuenta los ámbitos donde actúan, grupos de presión nacionales o internacionales.
Los medios que utilizan los grupos para presionar sobre el poder se ubican en un continuum que se
extiende desde el suministro de información hasta el uso de la violencia, desde la acción legal a la ilegal.
Meynaud distingue:
1. Los intentos de persuasión
2. Las amenazas
3. La utilización de recursos financieros.
4. El sabotaje a la acción del gobierno.
5. La acción directa, con medidas como manifestaciones.
Las instancias donde ejercen su presión dependen de la estructura del sistema político, en sistemas
democráticos estas instancias suelen ser, las asambleas legislativas, el gobierno, la administración, la
justicia, los partidos políticos, la opinión pública, las organizaciones internacionales.
(Palomar demostró que en Italia los grupos de presión preferían ejercer su influencia, contactar, por este
orden, la administración, con otros grupos, con instituciones locales y con el parlamento.)
de evitar que se conviertan en elementos de lo que Finer denomina “el imperio anónimo” por los que se
trata de dar publicidad a sus actuaciones, potenciar su funcionamiento interno democrático, fijar
instancias permanentes de contacto con el poder, como el Consejo Económico y Social en España.
Es difícil señalar todas las vías de institucionalización que pueden tener los grupos de presión. Son:
La constitucionalización. En España con respecto a los sindicatos, y los consumidores, caso omiso en
las Asociaciones de vecinos.
La regulación Legislativa. Una regulación general, como asociaciones ordinarias, a través de la Ley
de Asociaciones, o una regulación específica para ciertos grupos de presión.
Antes de conseguir la ciudadanía política plena con la mayoría de edad, los individuos comienzan a
socializarse y un aspecto es la socialización política, cuya primera instancia es la familia, donde el niño
empezara a adquirir una cultura política que influirá en su actitud y comportamiento adulto.
Los jóvenes pueden participar en grupos de presión de condición que actúan en la esfera política., tras la
adquisición de los derechos políticos plenos, y con la libertades de expresión formando y actuando en
partidos políticos, sindicatos etc.
Otra manifestación de la vida política como las elecciones permite ejercer o no el derecho al voto, o ser
candidatos, o ocupar puestos en la estructura del sistema político, por elección, nombramiento, razones
profesionales.
reclutamiento político y vincula a las personas y los grupos primarios a las instituciones y fuerzas
políticas.
Sistemas no democráticos; las vías de participación son menos voluntarias y competitivas, están
programadas desde arriba, son las organizaciones de masas , que tienen funciones de control social y de
movilización.
Los comportamientos judiciales se ocupan de la adopción de decisiones por parte de los jueces, se
interrogan sobre quienes son los jueces, que funciones cumplen, por que dictan determinadas sentencias.
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34. Introducción:.
Independientemente de los elementos genéticos, existe otro bagaje que conforma la realidad social y
cultural, como son los valores, las normas los símbolos, que no nacen con el individuo, sino que éste
los va adquiriendo paulatinamente a lo largo de su vida. E.Durkeim acuño el termino de
SOCIALIZACIÓN.
O.G.Brim; “los individuos adquieren el conocimiento, las capacidades y disposiciones que les permiten
participar con mayor o menor eficacia en los grupos sociales y en la sociedad”
La socialización asume un papel estabilizador en un doble sentido; vertical es decir entre generaciones y
horizontal entre los distintos grupos sociales.
39. Introducción:.
Un concepto fuertemente revalorizado dentro de los Estudios Ciencia y de la Sociología Políticas en
los últimos tiempos es el de cultura política.
La noción de cultura, tan amplia en su uso como en su propia significación, invoca los códigos, los
valores, las normas, que transmitiéndose de generación en generación, conforman el orden simbólico
necesario para el sostenimiento social.
(No es tarea fácil, ni sería correcta, presentar la cultura política como un concepto simple, hemos hecho
un esfuerzo para presentarlo con sistemática y conseguir al menos una idea general clara y enunciar los
distintos matices por donde el concepto se mueve y la formulación de numerosos problemas que presenta
su operacionalización.)
La complejidad nos lleva a encontrar sus raíces, y tratamiento dentro de diversas tradiciones intelectuales,
es complicado resumir los distintos planteamientos que van envolviendo el desarrollo del concepto.
La cuestión oscila entre la consideración tanto funcionalista como sistemática de que la cultura política es
un elemento mas del sistema político. El único acuerdo al que podríamos llegar es que no ha habido una
única definición del termino.
La cultura política ha aparecido como un gran paraguas debajo del cual se cobijan distintas concepciones,
aproximaciones y formas de aproximarse a una de por sí compleja realidad. El esplendor de los años
sesenta, el oscurecimiento posterior, los retrocesos de los sesenta (a) cuestión de la definición, b)
conflicto entre paradigmas, c) dificultad de su operacionalización.
Paradigma sistémico punto central radica en encontrar qué cuestiones y cómo influyen tanto en el
sistema de valores como en el comportamiento subsiguiente y después cómo éste actúa sobre el sistema
político, entre inputs-sistema-outputs, más la retroalimentación correspondiente.
Paradigma marxista carácter secundario al concepto de cultura política. Es un mero producto y viene
determinado por los condicionantes económicos.
El postmaterialismo intenta explicar el estado actual de la cultura política en las sociedades industriales
avanzadas.
Al tratarse de un fenómeno tan complejo y extenso, las cuestiones metodológicas plantea importantes
inconvenientes que hay que solventar a fin de avanzar por el duro camino de la investigación científica.
Combinando las distintas dimensiones de las orientaciones políticas, Almond y Verba elaboran una
tipología:
1. Cultura política parroquial individuos con poca o ninguna conciencia sobre los objetos que
integran el sistema político nacional. Como propio de las sociedades con roles políticos poco
diferenciados.
2. Cultura política de súbdito Son los que conocen la existencia de un sistema político.
3. Cultura política de participación Son los ciudadanos que conocen su sistema político, sus
roles, las personas que los desempeñan y además participan, como actores políticos.
Estos tipos se encuentran casi siempre mezclados, y acabaran por añadir tres tipos de cultura mixtas:
1. La cultura parroquial de súbdito es el individuo que comienza a salir del entorno puramente
localista y empieza a integrase en contextos políticos más especializados. (El renacimiento)
2. La cultura de súbdito participante sociedades donde una parte considerable de sus habitantes
han ido adquiriendo orientaciones políticas activas y especializadas. (Sociedades europeas)
3. La cultura parroquial participante situaciones de países en vías de desarrollo
Almond, Verba ofrecen todo este aparato conceptual para llegar al concepto de cultura cívica, el modelo
por excelencia de cultura política mixta.
Si la cultura política es entonces el conjunto de actitudes, creencias y orientaciones con respecto a la
política que caracteriza a un sistema político en un momento dado, hay que matizar igualmente
otros puntos;
Constatar que no existe una cultura política homogénea.
Rasgos más característicos que la compongan estarán en una relación muy estrecha con
la historia, tradición así como la inercia que imponga la dinámica del sistema.
2. Al ser las actitudes políticas verdaderas totalidades se presentaron muchas objeciones contra la
división tan específica en categorías, ya que la relación en tan constante que casi es imposible
identificaras por separado.
La cultura política como se desprende del status científico hoy, tiene un peso determinante sobre la
conducta de los individuos y de los roles políticos, también sobre la formulación de demandas al
sistema y sobre la acogida y el cumplimento de las leyes.
La utilización del cleavage es importante dentro de los estudios sobre culturas políticas, para explicar la
formación, mantenimiento, o transformación de los valores y orientaciones de los ciudadanos integrados
en los distintos sistemas.
De forma extensiva los cleavages han pasado ha ser los criterios que dividen los m miembros de una
comunidad o subcomunidad en grupos. Hay que matizar que cleavages no es sinónimo de conflicto,
puede conducir a el.
El Cleavages se puede encontrar en distintas esferas; sistemas políticos, sistemas de partidos, interior de
un gobierno. Por lo tanto actúan dividiendo el tejido social en varios colectivos. A veces este conflicto
resultante es manifiesta y se define claramente como una cuestión de intereses, generando otro vocablo el
de issue (cuestión, asunto o problema)
También se puede utilizar el termino de Cleavages, para describir y analizar los modelos de conflicto
latentes en una sociedad. Y se consigue a través de las estructuras.
Los cleavages mas habituales:
1. El Cleavages religiosos; surge con la reforma protestante, sucediendo períodos de mayor o menor
acentuación. Las contribuciones de famosos sociólogos como Weber han demostrado la influencia de
la religión en distintos ámbitos de la sociedad. Así como la existencia de partidos confesionales.
2. El Cleavages étnico-lingüistico su aparición es mas reciente. De la década de los setenta, los
movimientos etnicos-politicos planteándose múltiples cuestiones sobre identidades territoriales.
3. El Cleavages socio-economico Representa el eterno movimiento de conflicto, en las sociedades
homogéneas, es decir, allí donde no existe ningún otro, existe el. Tienen tanto una dimensión
individual como social.
4. El Cleavage regional (centro-periferia) Los desequilibrios regionales a los que se añade otro
cleavage conforman un cleavage mas denso donde se refuerzan todos los ingredientes del conjunto.
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Inglehart, reclamara una mayor atención hacia los factores culturales dentro del análisis social
sosteniendo que el cambio que viene experimentando las sociedades contemporáneas es gradual. Este
cambio tiene lugar mediante el reemplazo intergeneracional de la población.
“Un sistema de actitudes, valores y conocimientos ampliamente compartidos en el seno de una sociedad,
transmitidos de generación en generación”
La valoración final el cambio cultural moldea las tasas de crecimiento de las sociedades, así como el tipo
de desarrollo económico que persiguen. Remodela la base social del conflicto político, el porqué se apoya
a unos partidos y no a otros, y la causa de que se adopten unas estrategias u otras.
Asimismo hemos sido testigos del aumento de la importancia de los factores étnicos, lingüísticos y
regionales dentro del escenario político, así como de una nueva ola de movimientos migratorios.
Las sociedades occidentales, donde un día se aventuró la idea del fin de las ideologías, son por el
contrario el caldo de los más diferentes cultivos.
Las sociedades occidentales, donde un día se aventuró la idea del fin de las ideologías, son por el
contrario el caldo de los más diferentes cultivos.
44.3. Los factores que favorecen o retardan la aparición de la Nueva Cultura política.
La Nueva Cultura Política precisa de un contexto adecuado, tanto por su aparición como para su
mantenimiento como opción cultural mayoritaria de la ciudadanía en las sociedades occidentales
Estos autores, citan cuatro; dos como freno (Clientelismo, practicas religiosas) y dos como aceleradores
(Administración profesional, medios de comunicación de masas) de este fenómeno.
Durante el franquismo la cultura política brillo por su ausencia, hecho patrocinado por el paternalismo del
régimen.
El paso gradual y pacifico hacia un sistema de libertades acabo por poner de manifiesto algunos datos
curiosos:
1. Los españoles van integrándose lentamente en los valores de la cultura participativa, resultando dos
conclusiones.
Los españoles acusan un apoyo elevado hacia el sistema democrático
Los españoles presentan un nivel bajo de evaluación política, eficacia política y participación
política
2. La moderación ideológica, demostrado en el comportamiento electoral de los españoles
3. La pasividad, debida a la subjetividad de bajo nivel de competencia y nula eficacia sobre las
decisiones políticas que caracterizan al español medio (cinismo democrático, democratismo cínico).
El alcance del cambio cultural del materialismo al postmaterialismo se observa en los mas jóvenes
hablándose de un grupo mixto donde se encontrarían los ciudadanos de edad intermedia cuya mentalidad
ya no es estrictamente materialista pero tampoco son postmaterialistas.
1.- ORGANIZACIONES.
Centrándonos en los 2 últimos niveles, se concreta esa gradación del siguiente modo:
1. División macroeconómica del trabajo, estructura y funciones del Estado, su intervención en los
asuntos sociales, relaciones con la sociedad política y civil.
2. Elaboración de políticas públicas, modo en el que el Estado decide hacer una u otra cosa. En
este plano aparecen los problemas relativos a la eficacia (en el sentido genérico de virtud,
actividad, fuerza, poder para obrar).
3. Implantación de políticas públicas y organización del Gobierno y de las Administraciones
Públicas, tránsito de las políticas a la realización de programas públicos para ponerlas en
práctica. Aquí se producen problemas relativos a la efectividad, o a la consecución de fines o
resultados por medio de un determinado programa.
4. Operación y gestión de los Gobiernos y las Administraciones Públicas, el papel y las
responsabilidades de los gestores y empleados públicos. Aparecen cuestiones propias de
efectividad y de eficiencia operativa.
Proviene de Chester Barnard y constituye un criterio de evaluación fundamental para las actividades
administrativas contemporáneas:
Acción Efectiva: cuando se alcanza un fin específicamente deseado, cuando una acción logra su
propósito específico objetivo.
Acción Efectiva Ineficiente: cuando las consecuencias no intencionales de una Acción Efectiva
son más importantes que el logro del fin deseado y son insatisfactorias.
Acción Efectiva Eficiente: cuando las consecuencias no deliberadas de una Acción Efectiva son
intranscendentes o triviales.
Acción Eficiente: cuando el fin pretendido no se alcanza pero las consecuencias no perseguidas
satisfacen los deseos o motivos aunque no la “causa” de la acción. Será una Acción Eficiente
pero no Efectiva. En este caso, la acción se justifica por los resultados no buscados y no por los
pretendidos. Una acción es eficiente cuando satisface los motivos de ese fin, sea o no efectivo y
si no crea insatisfacciones colaterales.
Acción Ineficiente: cuando una acción no satisface las razones de este propósito o si se incurre
en satisfacciones colaterales, incluso si es efectiva.
Siguiendo a Scott:
1.2. Todas las organizaciones son públicas pero tienen distinto poder.
No es posible delinear claramente la separación entre los incentivos del mercado de las
organizaciones privadas y las constricciones políticas de las públicas. Pueden identificarse
grandes conjuntos nucleares de organizaciones estatales y empresariales que representan estos
extremos. Las diferencias fundamentales son las siguientes:
Factores ambientales: las organizaciones públicas están sujetas a una menor exposición al
mercado que las privadas, por ello, poseen menores incentivos a la eficiencia; están
vinculadas a constreñimientos legales que determinan sus competencias e ingresos, los
cuales no dependen de la ejecutoria de un mercado más o menos libre, sino que sufren
influencias políticas de distintos grupos y fuentes.
Intercambios entorno/organización: las organizaciones públicas son más amplias en sus
efectos, más sujetas a las expectativas de la opinión y al escrutinio público que las
privadas.
Estructuras y procesos internos: los objetivos y fines de las organizaciones públicas son
múltiples y difusos, difíciles de mesurar y con frecuencia conflictivos entre sí. La equidad
es tan importante como la eficiencia, probablemente la autoridad es fragmentaria o débil.
La actuación organizativa pública se caracteriza por la cautela y la evitación de
innovaciones.
Recursos humanos: los empleados públicos suelen ser susceptibles de un mayor control,
poseen una flexibilidad más elevada pero suelen mostrar niveles inferiores de satisfacción
en el trabajo, de compromiso organizativo y de motivación en general. Los directivos,
generalmente políticos, tiene períodos de permanencia más breves que los ejecutivos
empresariales.
Pese a las diferencias, todas las organizaciones son públicas en el sentido de que las distintas
autoridades políticas afectan o influyen en diversos aspectos. Las organizaciones pueden ser
más públicas respecto a unas actividades que a otras, pero todas lo son en algún grado.
Estricta: enfoque axiomático sobre la naturaleza de los bienes producidos que establezca
la definición de los bienes públicos para deslindar los mercados y los organismos estatales
según sus mecanismos respectivos de propiedad, asignación de recursos, pautas de
interacción y formas de control.
Descriptiva.
2.- GOBIERNOS.
En la Europa Occidental, las características que mejor describen los Gobiernos y las
Administraciones Públicas son diversidad y complejidad. Existen 3 ambigüedades metodológicas
en las comparaciones político-administrativas sincrónicas entre distintos países:
Contraposición entre el todo y las partes: dificultad de generalización desde el examen de un solo
ministerio, organización o entidad organizativa al conjunto de la estructura administrativa del
Estado.
Oposición entre la teoría de la organización y el entorno político, es decir, complicación de
relacionar las características universales de la adopción de decisiones en las organizaciones con
las variaciones en los distintos ambientes de las Administraciones Públicas.
Problema de las unidades de análisis, las estructuras (organizaciones), actores (gobiernos y
diferentes Administraciones) y las acciones (comportamientos). Las dos primeras son realidades
tangibles y en cierto modo algo más fáciles de manejar. Los comportamientos son evasivos.
Los gobiernos se hallan en una posición central y poseen un autoridad prevalente sobre las
políticas públicas, pero cuando se desagregan sus componentes individuales, los ministros
parecen comités sobrecargados cuyos miembros representan un área de elaboración de
políticas frente al resto de sus compañeros de gabinete, al tiempo que dirigen esa política
encabezando su dominio organizativo.
La práctica totalidad de los conflictos que se originan en los gobiernos contemporáneos puede
imputarse a su heterogeneidad departamental o política. Los ministerios y los partidos o las
facciones constituyen las dos fuerzas centrífugas que estructuran el debate en la mayoría de
los gabinetes que operan en un sistema parlamentario.
Se alivia a los miembros del gobierno de sus tareas gestoras como directivos departamentales.
Según Blondel, se trata del único formato organizativo que puede impulsar coordinación. Si
se relaciona la trayectoria profesional de los ministros individuales con su puesto específico
nos encontramos con lo que Blondel denomina el dilema entre la representación y la
especialización. En el caso del dilema entre la representación, resulta crucial organizar una
estructura que asegure la reducción de los problemas que puedan surgir entre los sectores
sociales en competencia. La competencia individual sobre un campo determinado se
considera de menor importancia y la gestión del departamento se deja en manos de
funcionarios públicos. En relación con el dilema de la especialización, no se percibe como
esencial la pura habilidad política del ministro porque las cuestiones se tratarán directamente
por el líder. La función principal es resolver los problemas de administración, dando prioridad
a las realizaciones, al desarrollo de programas y políticas.
actor racional, se concibe la acción gubernamental como elección; una vez planteado el
problema, se determinan las alternativas con sus costes y beneficios estratégicos, los
valores y fines compartidos y las presiones del mercado que se esté considerando y como
resultado de todo ello se decide.
rutinarias; asuntos casi rutinarios; materias muy conflictivas; problemas generales; estrategia
sobre planificación a largo plazo y; temas políticos tácticos.
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Para analizar el sistema político-administrativo, hay que concentrar la atención en 3 grandes grupos
de cuestiones: la gestión de los recursos financieros; la gestión de los recursos humanos y la
distribución territorial de poder político-administrativo.
Siempre que una unidad organizativa depende de otra autoridad formal para recabar sus
ingresos se produce la misma situación: cada una considera sus propios cambios de
gasto demasiado pequeños como para afectar al presupuesto estatal; trata de aumentar
su cuota sin preocuparse del efecto de sus acciones estatales como algo fijo y
determinado.
Las clientelas, de las cuales depende el apoyo social, económico y político, juzgan por
lo que hace por ellas. Cuanto más reciben los grupos clientelares, más se desarrollan y
pueden ayudar mejor al organismo. La distribución interna de los recurso es mucho más
fácil cuando el nivel de asignación es creciente. Quienes tienen éxito en la consecución
de recursos en comparación con sus predecesores se creen más poderosos. Todos
quieren más. El grado de cleptocracia, corrupción y patrimonialización de lo público
que se deriva de este esquema varía con el marco político general con el que se produce
la situación descrita. La falta de garantías democráticas desvirtúa los procedimientos de
control y contabilidad de los gastos, generando irresponsabilidad en la gestión de los
recursos por parte de los directivos de sus unidades organizativas. Tampoco la
existencia de un régimen democrático constituye un garante contra las prácticas
corruptas.
La partida singular de mayor importancia son los gastos en personal. El empleo público
es un recurso fundamental en las manos de cualquier gobierno, puesto que la mayoría de
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el empleo público tiende a crecer más deprisa que el privado, llega a ser más visible
al tiempo que las actividades gubernamentales aumentan en volumen. Es un
subproducto de las decisiones adoptadas sobre las políticas y los programas públicos,
los cuales implican una organización administrativa estatal que moviliza recursos
humanos y financieros para llevar a cabo un conjunto de actividades autorizadas
legalmente para propósitos más o menos claros y definidos. Unas políticas o
programas intensivos en fuerzas de trabajo, educación, salud, capital, defensa... Los
cambios se producen según las características de los distintos programas así como en
su distribución territorial.
Examinamos el diseño de las relaciones que predominan entre los distintos niveles de
gobierno, la distribución territorial del poder político-administrativo y su configuración
en grandes tipos de relaciones.
Todos los Estados compuestos son unitarios a los efectos de su proyección externa, aun cuando en
su seno se haya producido un proceso más o menos intenso de distribución territorial del poder.
Hay autores que propugnan la terminología de Estado unitario-federal. Cualquier Estado unitario,
aunque esté rígidamente organizado, permite alguna fórmula de autogobierno local (empezando
por los municipios).
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Por tanto, lo mejor es establecer la definición en el distinto grado de centralización de los sistemas
político-administrativos. Por ejemplo, la transferencia condicionada de recursos financieros desde
el centro político a la periferia suele interpretarse por ésta como restrictiva de su autonomía; sin
embargo, puede considerarse con toda legitimidad como un indicador de la influencia política
local sobre el gobierno central.
Se recorrería un camino ideal entre las Alianzas de Estados, la Confederación (forma extrema de
Estado compuesto) y el Estado unitario centralizado, pasando por los Estados federales y
regionales o autonómicos, según el grado de división territorial del poder político. En la
Confederación sólo las unidades regionales actúan directamente en relación con los ciudadanos,
mientras que el gobierno central lo hace sobre los gobiernos regionales. En un Estado unitario no
cabe una autoridad independiente del gobierno central que puede retirarla a su conveniencia. En
relación con el nacionalismo, parece conveniente resaltar que cualquier tipo de Estado
contemporáneo ha generado y genera identidades o sentimientos nacionales equivalentes en
términos ideológicos, aunque muy diferentes en su estructura interna.
Región natural:
Región histórica:
Los datos objetivos o los mitos suministrados por el pasado y sus interpretaciones
historiográficas pueden servir para prestar unidad a una extensión territorial determinada.
Normalmente, existe un empleo indiscriminado de anacronismos que atribuyen características
contemporáneas a realidades que muy poco tienen que ver con la actualidad; se construye un ex
novo o se rememora un pasado mítico, más o menos glorioso, que se ha perdido y que es
preciso recuperar.
Región económica:
Región urbana:
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Región étnico-cultural:
Región político-administrativa:
Demarcación jurídica del conjunto del territorio de un Estado, tenga en cuenta o no una o todas
las perspectivas anteriores, sea para la prestación de servicios públicos o para la realización de
las actividades consideradas como propias, configura unidades territoriales que oscilan entre la
simple descentralización administrativa hasta la creación de regiones dotadas de autogobierno
para ejercer competencias de diversa índole. Este nivel de gobierno intermedio entre el ámbito
nacional o central y los niveles locales ha dado origen, mediante la regionalización, a lo que se
han denominado mesogobiernos en Europa. La distinción entre la centralización administrativa
y la política tiene como eje la noción de autonomía. En el primer caso, se trata de una mera
derivación de poderes organizativos desde la cúspide estatal hacia órganos periféricos, mientras
que en el segundo, tanto la índole de las funciones trasnferidas como el título que las
fundamenta expresan una idea de autogobierno, de derecho autónomo.
Regionalismo y autonomía:
La combinación de las distintas acepciones del vocablo región proporciona un perfil diferencial
a los regionalismos que alumbra, pero suele ser mayor la insistencia en los aspectos históricos o
étnicos y culturales que pueden encubrir, normalmente, intereses económicos particulares o de
superioridad de estatus.
Esta cualidad proporciona el criterio para distinguir la distribución territorial del poder de la
merca descentralización administrativa. La autonomía estaría asociada a la primera idea,
implicaría la facultad de organización jurídica, la promulgación de leyes que se integran en el
resto de ordenamiento estatal. Sin embargo, la segunda idea sólo comprendería una cierta
potestad reglamentaria.
Los objetivos genéricos para la movilización regionalistas son: vivir en la propia tierra, hablar
su lengua y ser autónomos. Estas aspiraciones no aparecen de repente:
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Regionalismo y regionalización:
Razones endógenas.
general, siendo ésta utilizada como un bien de consumo colectivo que se emplea para extraer
recursos del centro.
2. Motivos racional-funcionales:
Se alude a dos cambios socioeconómicos de gran importancia que han afectado al nivel local
de gobierno en las sociedades industriales.
3. Razones ideológicas:
4. Intereses sectoriales:
La promoción de intereses del gobierno central puede encontrarse entre los motivos de
regionalización en, al menos, tres cuestiones relativas a la imposición, reduciendo primero la
carga fiscal que soporta la administración central o disminuyendo la visibilidad de algunos
impuestos, sobre todo mediante la descarga impositiva, con el abandono de la
responsabilidad por la prestación del servicio, transfiriéndolo, con sus costes, al
mesogobierno correspondiente o disminuyendo las contribuciones centrales a los servicios
producidos localmente o convirtiendo las subvenciones específicas en transferencias el
bloque.
Razones exógenas.
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Son de destacar los motivos exógenos a cada Estado-nación para la creación de mesogobiernos
en Europa. El nivel regional ha figurado en el plano supranacional desde que las regiones se
convirtieron en objeto de financiación del Mercado Común a comienzos de los ’70, sobre todo
con la implantación de la Política Agrícola Común, fomentando un paulatino reforzamiento de
la conciencia de sí por parte de las zonas favorecidas por sus fondos.
La proliferación de niveles territoriales con distintas acepciones del vocablo región para el
cumplimiento de los fines de la Unión Europea no hace sino aumentar. En el documento
“Europa 2000”, se consideran ocho superregiones: Arco Alpino, Arco Atlántico, Arco del
Norte, Capitales Centrales, Diagonal Continental, Mediterráneo Central, Mediterráneo
Occidental y Länder germano orientales.
El federalismo se presenta como una idea o ideología política difusa, comprendería desde una
fórmula organizativa para la distribución territorial del poder político - modelo político-
administrativo, institución, conjunto de prácticas constitucionales - hasta una filosofía global de
vida política, una visión del mundo, una ideología acerca del mantenimiento de la unidad en la
diversidad en términos políticos y culturales.
Tan solo en los EEUU se han registrado hasta 34 tipos de federalismo. Existe pues una gran
ambigüedad en torno al término.
FEDERALISMO: se refiere a las cuestiones filosófico-ideológicas; se pueden encontrar tres
grandes ideologías federalistas según sus objetivos:
Tipo Centralizador:
Reiterado por los Padres Fundadores de los EEUU (The Federalist Papers), Pi y Margall en
España, y Kropotkin.
Encaminado a conseguir una unión más estrecha, una mayor centralización, para su mejor
defensa a agresiones exteriores o conflictos entre ellos, contra facciones e insurrecciones
internas.
Tipo Descentralizador:
culminaría en una entidad global, una federación universal que constituiría el marco político de
su socialismo anarquista.
Tipo de Equilibrio:
Es el método de división de poderes de tal manera que el gobierno general y los gobiernos
regionales son coordinados e independientes, cada uno dentro de su esfera. Es el modo de
organización política que une políticas menores en un sistema político comprensivo mediante la
distribución del poder entre un gobierno general y otros gobiernos constitutivos de forma diseñada
para proteger la existencia y autoridad de ambos.
Antes de la II Guerra Mundial algunos Estados recibieron influencias federales más o menos
nominales, pero el gran impulso a esta forma política provendría de los resultados de este conflicto
bélico con los esfuerzos de reconstrucción de Europa y posteriormente con el proceso de
descolonización.
Resulta conveniente restringir la tipología a la ordenación federal de los EEUU, pues constituye la
experiencia histórica más dilatada y ejemplar, bajo formas democráticas:
Federación Dual:
Tipo ideal de federación, así denominado porque caracterizó desde su creación hasta el New
Deal al sistema estadounidense. Asignación de competencias mutuamente excluyentes. La
Constitución garantizaba ciertos poderes al gobierno federal, dejando el residuo restante a los
Estados.
Cada esfera posee poderes soberanos y puede determinar políticas dentro de sus respectivas
competencias y libre de impedimentos del otro nivel del gobierno. Implica una concepción
estática y simplista de las relaciones intergubernamentales.
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Federación Corporativa:
El término se acuñó en 1938, cuando durante el New Deal el sistema federal de subvenciones
experimentó una expansión sin precedentes. Este modelo de federación implica relaciones
directas entre los distintos niveles de gobierno como en la implantación estatal o local de los
programas de asistencia de las subvenciones federales. La cooperación se hizo extensiva tras la
II Guerra Mundial. Los distintos niveles de gobierno trabajan conjuntamente en las mismas
áreas, comparten funciones y poderes. Se precisa la cooperación para la implantación de los
programas públicos que persiguen objetivos sociales definidos más que la mera promulgación
de normas legales.
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Introducción.
En relación a la teoría democrática, casi todas las concepciones remiten a la antigua Grecia,
fundamentalmente a la Grecia clásica (siglos V-IV a.C.).
DEMOCRACIA: hasta tiempos recientes, este término fue empleado habitualmente en un sentido
negativo, peyorativo, como un régimen o sistema político a evitar y corregir.
Entrado el siglo pasado, dicho término se asociaba a una forma de gobierno en el que las decisiones
colectivas eran tomadas por unas masas desinformadas, manipulables y exentas de responsabilidad
efectiva sobre las decisiones que tomaban. Era un término contrapuesto a libertad responsable y
argumentación razonada. Muchos teóricos, desde los tiempos de Tucídides y Aristóteles, estaban
cerca de esta concepción.
Las reformas solonianas tuvieron que ver con estos dos aspectos de la vida cotidiana:
la economía y la política. El resultado se materializó en una revisión de orden
constitucional y legislativo de las polis. Los aspectos más destacados de esta primera
reforma democratizadora son:
Del cuarto de millón de hab. de Atenas en el s. V a.C., sólo unos 40/50.000 eran ciudadanos,
es decir, individuos dotados de derechos de participación en la Asamblea y tribunales.
Además de ellos había unos 80.000 esclavos excluidos de los derechos participativos.
También había mujeres, metecos (foráneos libres) a quienes no se reconocían sus derechos.
Los ingresos públicos no se basaban en los impuestos directos sino en los recursos obtenidos
de las minas, tasas de puerto, aduanas y contribuciones de los miembros de la Liga marítima.
Se promocionó el asentamiento de la población en nuevas colonias. Se entendía que una vida
éticamente correcta sólo podía darse a través de la participación en el bien colectivo de la
ciudad. Existía la obligación de realizar el servicio militar, incluidos los metecos.
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Hasta la guerra del Peloponeso, la vida política ateniense estuvo marcada por un fuerte sello
elitista. Las sesiones de la Asamblea eran preparadas por el Consejo de los 500. La Asamblea
y la Helia eran las dos instituciones básicas de la democracia ateniense, cumpliendo funciones
legislativa y judicial, concretando de este modo la igualdad de ciudadanía.
Destaca la crisis de valores cívicos a finales del s. V a.C. En los últimos años de la guerra del
Peloponeso fracasaron dos intentos de instaurar regímenes oligárquicos en Atenas. La
democracia será reinstaurada y se mantendrá estable hasta la victoria macedónica frente a una
coalición de ciudades griegas.
Las críticas que acapararon mayor unanimidad fueron las relacionadas con:
1) el sorteo de cargos públicos: a favor, asegurar acceso real de todos los ciudadanos a los
cargos políticos y evitar clientelismos electorales, sin embargo, la constitución estbalecía
límites a la aplicación del sorteo. No hay constancia de que fuera sometido a reformas;
2) la irracionalidad de discusiones y decisiones de la Asamblea, debido a la ignorancia de la
mayoría de ciudadanos sobre cuestiones políticas, debido a que primaban los argumentos
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De entre las soluciones propuestas, encontramos dos: profundizar en la educación del demos y
establecer reformas institucionales. Se defendió la idea de combinar el principio de igualdad
ante la ley con un principio meritocrático que permitiera distinguir a los mejores para el
desempeño de los cargos públicos. Se entendía que un igualitarismo a ultranza facilitaría la
anarquía. Se defienden también los valores de carácter funcional, con la importancia de los
valores éticos, siendo Aristóteles, con su concepción de “régimen mixto” quien establece la
conveniencia de separar las funciones ejecutivas, judiciales y deliberativas, de manera que se
eviten los riesgos asociados al hecho de que sea el poder deliberativo el que tome las
decisiones colectivas. En la concepción aristotélica, es la propia polis la que cambia cuando lo
hace su régimen político. La participación popular debe concretarse en las instituciones
encargadas de las funciones deliberativa y judicial. El peso de la función ejecutiva debe ser
delegado en unos magistrados fuertes, sometidos al control de la legislación para garantizar la
libertad.
A lo largo de la historia se han propuesto múltiples concepciones sobre la democracia, desde tres
perspectivas teóricas básicas: la perspectiva griega antigua, la perspectiva republicana y la
perspectiva liberal que arranca de la modernidad. Las democracias liberales tienen mucho de
productos históricos, en ellas han ido sedimentándose distintas tradiciones normativas cuyas
concreciones prácticas no siempre actúan en la misma dirección. Las fuerzas políticas democráticas
se distinguen entre sí según sea la posición e intensidad que adoptan en relación a estas tradiciones.
En la actualidad, no existe una única concepción teórica que fundamente las democracias liberales,
pero a pesar de su complejidad organizativa, su núcleo básico sigue siendo fundamentalmente
liberal.
Tras la creación de los Estados modernos que sustituyó el orden medieval europeo, el
liberalismo ha representado el principal cambio político del mundo contemporáneo. Significó
una ruptura tanto en relación al absolutismo de las monarquías europeas de la modernidad con
en relación a las organizaciones políticas de períodos históricos anteriores en los que existió
alguna regulación pública de la libertad e igualdad. Desde sus mismos inicios, la perspectiva
liberal mantuvo una relación conflictiva con la perspectiva de la democracia.
Individualismo y pluralismo.
La defensa liberal del pluralismo significó una ruptura con el orden tradicional, ya que éste
consideraba que el bien común de la colectividad resultaba incompatible con la existencia y defensa
de intereses particulares. El liberalismo consideró que el orden político no era incompatible con el
discurso y la existencia de intereses diferentes dentro de la sociedad, sino que estos intereses
contrapuestos facilitaban unas bases organizativas más convenientes y deseables que la existencia de
un pretendido interés único o bien común.
Las diferentes versiones del liberalismo mantendrán la defensa del individualismo y del pluralismo
como rasgos irrenunciables de la organización política en sociedad.
en la organización política de la sociedad se tendrá que distinguir claramente entre aquellas normas y
valores mínimos exigibles a cualquier individuo en tanto que conforman la noción de ciudadanos de
aquellas normas que cada individuo particular decide seguir porque conforman sus principales
convicciones morales. Las primeras caracterizarán los principios organizativos del sistema político
liberal vigentes en la vida pública y las segundas en la vida privada.
cualquier estructuración de un sistema político y de las instituciones civiles tendrá que respetar las
características propias de cada uno de estos dos ámbitos. No tendremos que aplicar las mismas
medidas cuando tratemos de mejorar el ámbito de las instituciones políticas o el de las civiles, de
carácter económico, cultural.
Igualdad.
Una de las rupturas más decisivas de los nuevos Estados liberales que marcan el paso de la época
moderna a la contemporánea fue la defensa de un igualitarismo frente a las desigualdades
estamentales del Antiguo Régimen. Este igualitarismo se tiene que entender en un sentido negativo:
no se pretende la construcción de una sociedad igualitaria sino la eliminación de ciertos privilegios
que actuaban como principio organizativo de la sociedad estamental tradicional. El igualitarismo
liberal está dotado de un cierto carácter subversivo: desde sus orígenes, el liberalismo supone una
permanente invitación a cuestionar las convenciones sociales exentas de una justificación razonada.
La discusión sobre cómo tiene que entenderse aquella igualdad de oportunidades, qué concreción
institucional y legal debe tener y hasta dónde llega la obligatoriedad de los poderes públicos para
crear las condiciones sociales y políticas que la aseguren, ha supuesto una fractura o división interna
en el interior de la tradición liberal.
Libertad.
La tradición liberal ha vinculado la noción de libertad, por un lado, i) al derecho que tiene todo
individuo a escoger un orientar su vida en el ámbito privado de acuerdo con sus propias
concepciones; los individuos tienen que desarrollar sus capacidades en un proceso de libre
intercambio con los demás; por otro lado, ii) en el ámbito público, se tendrán que regular unas reglas
o principios que permitan el ejercicio de las diferentes orientaciones privadas de manera que ningún
individuo impida el ejercicio de la libertad de otro individuo. En el ámbito público ha de establecerse
un acuerdo o contrato sobre cuáles tienen que ser los principios que regulen la convivencia, las reglas
del juego que aseguren libertad de opción entre una pluralidad de concepciones sobre la vida moral.
Resulta totalmente inconveniente, además de inmoral, tratar de imponer una determinada concepción
privada del bien a los demás miembros de la colectividad. Lo que tiene que prevalecer es la
tolerancia, la convivencia respetuosa entre diferentes concepciones. Esto no quiere decir que todas las
concepciones que actúan en el ámbito privado sean equivalentes o igualmente valiosas, más bien
significa que pertenecen a la autonomía del individuo, el cual tiene que responsabilizarse de sus
acciones y pensamientos, que son, en definitiva, los que le acabarán caracterizando como un
elemento singular y único de la colectividad.
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Tradicionalmente, la noción liberal de libertad ha dado pie a una escisión interna en las filas del
liberalismo entre los partidarios de la libertad negativa y los de la libertad positiva.
Libertad negativa:
Libertad positiva:
Parte del hecho de que las acciones de los individuos siempre tienen una incidencia en las vidas de
los demás miembros de la colectividad, aunque ésta no sea su intención. Muestra como un mínimo
de conveniencia u obligación moral el que los miembros de la colectividad dispongan de unas
condiciones mínimas para que sus opciones de vida sean realmente libres, puedan optar realmente y
no sólo en teoría, entre distintas posibilidades. Muestra la conveniencia de que las instituciones
liberales permitan cierta participación de los individuos en la toma de decisiones que les afectan, a
través de mecanismos directos o indirectos de participación. Propicia la consideración de la libertad
en todas las esferas de la actividad humana. Esta línea de razonamiento tiende a diluir la rígida
separación entre sociedad y Estado característica de la variante liberal “negativa”. Desde esta
perspectiva, la convivencia en sociedad genera también derechos positivos.
El cumplimiento del ideario liberal requerirá un intervencionismo de los poderes públicos en materias
socio-económicas, así como una serie de mecanismos de participación política. Se postula una cierta
obligatoriedad intervencionista por parte del Estado en materias como la sanidad, educación,
vivienda o servicios sociales. Estas conclusiones intervencionistas se basan en un motivo
estrictamente liberal: asegurar unas condiciones previas que permitan unas acciones realmente libres
a todos los miembros de la colectividad. Este tipo de justificación del intervencionismo estatal se
diferencia de los argumentos esgrimidos por otras ideologías políticas, como algunos socialismos o
ciertas posiciones conservadoras. Éstas argumentan que las acciones estatales desde supuestos más
organicistas que individualistas, ya estén relacionados con el objetivo de conseguir una igualdad de
resultados o con el mantener las relaciones sociales tradicionales. Ambos objetivos resultan ajenos al
liberalismo político.
Una de las características más destacadas de la tradición liberal es su vocación de establecer una
articulación entre sus premisas teóricas y las instituciones y reglas procedimentales del ámbito
práctico.
El objetivo básico del liberalismo político moderno será el de desvincular la vida “civil” del
individuo moderno, fundamentalmente sus actividades económicas y familiares, de la actuación del
“Estado”. Para ello se requerirá un estado “limitado”, contrapuesto al del absolutismo.
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El liberalismo político desarrolló el enfoque contractualista iniciado por Hobbes, que trataba de
responder a la pregunta ¿por qué los individuos tienen que obedecer al Estado? Las respuestas
liberales utilizarán la fórmula del “contrato” que los hombres establecen a partir de su situación en un
“estado de naturaleza”.
Mientras que en la teoría de Hobbes sin el pacto que crea el Estado no existe la sociedad, Locke
propugna un doble pacto: el que establece la sociedad y el posterior que crea un gobierno con el fin
de proteger a los individuos que pactan. Así, el Estado pasa a ser pensado en términos instrumentales;
se trata de un medio para conseguir unos objetivos más que una finalidad en sí misma; se trata de una
realidad separada de la esfera civil, realidad a la vez protectora pero de la que debemos protegernos.
La separación entre Estado y sociedad civil, entre los ámbitos público y privado será una constante
en todas las versiones del liberalismo hasta nuestros días.
En cualquiera de sus versiones, la fuente legitimadora del poder político, tanto en un sistema
monárquico como republicano, radica en un pacto o contrato que los individuos realizan entre ellos, y
ya no en conceptos como la “gracia de Dios” u otras justificaciones de carácter teocrático de períodos
anteriores. Las versiones liberales de este “contrato” son susceptibles de ser pensadas tanto desde la
aceptación de unos individuos egoístas y autointeresados como hará el liberalismo centrado en las
“libertades negativas” como desde unas premisas más cooperativas, tal como los liberalismos
“sociales”, más atentos a los aspectos “positivos” de la libertad. En ambos casos se postularán una
serie de mecanismos institucionales y decisionales capaces de asegurar, en el terreno práctico, la
articulación entre los supuestos normativos (pluralismo, individualismo, igualdad, libertad) y la
separación entre sociedad civil y Estado, característica de las teorías contractualistas.
En una primera etapa se regularon los derechos civiles. Estos incluían la libertad de pensamiento y
opinión, de creencia religiosa, libertad de prensa, sufragio restringido a los propietarios masculinos
(en principio), derecho a la propiedad, derecho a no ser detenido arbitrariamente, etc. La perspectiva
dominante durante esta primera etapa fue la “negativa”.
El modelo que se configura es el de unos individuos activos en el ámbito civil, que a la vez son
ciudadanos pasivos en el ámbito político, en el cual no se impondrá la idea de igualdad política plena,
característica de la perspectiva democrática, hasta una etapa muy posterior. La perspectiva liberal
clásica admite que la sociedad está consituida por una pluralidad de intereses que ya no son vistos
como algo contrario al “interés general” de la colectividad, sino vista como la garantía del interés
general (esbozado por Maquiavelo). Es el disenso más que el consenso o el conflicto, lo que
caracteriza a la sociedad del liberalismo clásico. Por primera vez la legitimación política de una
sociedad cada vez más heterogénea se relaciona con la defensa de los intereses privados.
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La aplicación de una separación funcional de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial en las
principales instituciones de decisión política del Estado así como el establecimiento de una
separación territorial de poderes a través de mecanismos federales, conformaron el eje vertebrador
del liberalismo político clásico en el ámbito institucional. Siguiendo a Montesquieu, la separación de
poderes vino a sustituir a la concepción sobre la “forma mixta de gobierno” y sobre los límites
meramente morales relacionados con la “ley natural” (Tomás de Aquino).
Esta separación institucional de poderes no debe entenderse desde unas premisas de enfrentamiento
institucional sino de control y colaboración, es uno de los principios más exitosos del liberalismo en
aras de la limitación del poder político. Según Locke, el parlamento representativo era presentado
como la institución central del sistema político. Los parlamentos liberales fueron unos controladores
de la política fiscal al aplicar también el principio de “ningún sufragio sin impuestos”. Los primeros
parlamentos representativos fueron pensados como instituciones de carácter “protector”, sobre todo
en cuestiones presupuestarias y de defensa. Los representantes elegidos pertenecían a las elites
locales, por motivos educativos y de independencia económica. Por ello se justificaba la exclusión
del derecho de voto de las mujeres y de los trabajadores durante casi todo el s. XIX. Se estipulaba
que las decisiones de los representantes en el parlamento no estuvieran vinculadas a las decisiones de
sus electores. La teoría de la representación del liberalismo surgirá en continuación con la concepción
estamental medieval de carácter no democrático. A partir de la ruptura liberal, hablar de democracia
significará hablar de democracia representativa.
La separación de poderes se concebía como una garantía de que los principios de imparcialidad y
universalidad de la ley se aplicaran más eficazmente, principios que muchos liberales del período
clásico consideraban amenazados en el caso de que se extendiesen los mecanismos de participación
democrática, sobre todo con la regulación del sufragio universal.
La conveniencia de regular los derechos políticos de carácter participativo fue minoritaria dentro de
las filas liberales durante los s XVIII y XIX. Estos derechos acostumbraban a ser vistos como un
peligro para la libertad individual “negativa”. Una preocupación constante en el liberalismo clásico
fue la de evitar una “tiranía de la mayoría”. El establecimiento de un Estado de derecho efectivo no
se veía demasiado compatible con la introducción de mecanismos participativos de carácter
democrático, tales como el sufragio universal y el derecho de asociación. De hecho, la aceptación de
estos mecanismos en el constitucionalismo de base liberal se produjo a partir de presiones externas a
los sistemas políticos liberales, realizadas a finales del siglo pasado y principios del actual. Estas
presiones fueron protagonizadas por las organizaciones políticas y sindicales de la clase obrera y
posteriormente por el movimiento sufragista femenino. Organizaciones que fueron fuertemente
reprimidas por las instituciones liberales durante décadas, aunque en las filas del liberalismo clásico
encontramos partidarios de ampliar el sufragio. La democracia se veía como una condición de la
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libertad, pero también como una de sus peores amenazas. Las relaciones entre el liberalismo político
y la democracia fueron fundamentalmente conflictivas hasta las primeras décadas del s. XX.
Una sociedad liberal consiste en una sociedad pluralista que establece como positivos la existencia de
una tolerancia racional y del disenso. Según el enfoque liberal, la protección de un ámbito privado en
el que los individuos puedan organizarse de manera libre y plural de acuerdo con sus propias
concepciones de moralidad privada, exige una clara separación de los ámbitos estatal y civil. Una
consecuencia de ello fue la separación Iglesia-Estado. Este es un aspecto del carácter “ilimitado” del
Estado liberal.
Principio de legalidad.
La organización y actuación de los poderes públicos tendrá que responder a lo que disponen la
constitución y las leyes. El liberalismo profundizó en la despersonalización del poder respecto de las
normas jurídicas. La igualdad jurídica no representa sólo un valor que informa las actuaciones de los
poderes públicos, sino que conforma uno de los principios organizativos del liberalismo político.
Dentro de la tradición liberal coexisten, durante la primera mitad de siglo, dos enfoques sobre la
democracia que tratan de responder a los nuevos retos que plantea el proceso de modernización: el
liberalismo continental y el liberalismo social de raíz anglosajona.
Liberalismo continental: conecta con la línea “negativa” y más cercana a los planteamientos de la
economía de mercado del liberalismo clásico.
Liberalismo social (anglosajón): entronca y desarrolla la línea “positiva” y más intervencionista de
dicho liberalismo.
Se trata de un enfoque que se desarrolla en algunos de los Estados del centro y del sur de Europa que
aún no se habían institucionalizado plenamente como Estados liberales de derecho, o lo habían hecho
muy precariamente (Alemania, Austria, Italia).
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Mosca, Pareto y Weber presentan una actitud desencantada frente a la evolución que muestran las
sociedades modernas industrializadas y las mismas instituciones del liberalismo democrático; la
defensa de una perspectiva elitista en la toma de decisiones colectivas.
La sociedad, según este enfoque, se está convirtiendo en una compleja “sociedad de masas” que
contrasta con la realidad, muchas veces idealizada, que estipulaba el liberalismo clásico. Algunos de
estos “liberales” acogerán incluso positivamente aspectos antidemocráticos, y en la práctica
antiliberales, de los fascismos ascendentes del período de entreguerras.
Weber se da cuenta de los cambios que comporta la adopción del sufragio universal y la existencia de
grandes partidos de masas para las premisas normativas de las democracias liberales. Suponen un
elemento de democratización del liberalismo, pero al mismo tiempo arrastran una serie de
consecuencias poco acordes con la democracia: un aumento de burocratización interna en las
instituciones y de las relaciones jerarquizadas, la oligarquización de las grandes organizaciones
políticas, el gobierno tecnocrático de “expertos”, o el aumento de la personalización carismática del
liderazgo. La evolución de la democracia liberal (y del capitalismo) tiende hacia la burocratización
del Estado. Weber defiende que esta tendencia sólo resulta contrarrestable a través del sistema
parlamentario y su pluralismo de partidos y organizaciones políticas. El liberalismo de Weber es tan
“desencantado” como el mundo que, según él, ha salid de la modernización.
Mosca y Pareto. El desencantado realismo weberiano es aún más esperanzado, en los teóricos de las
elites: Mosca y Pareto. Ambos mantendrán una actitud desengañada ante los cambios sociales que se
están produciendo y un discurso muy crítico en relación a los postulados liberales y democráticos de
carácter ilustrado y a la idea de “progreso”. Ambos entienden que la sociedad estará siempre
dominada por una minoría organizada (la “clase política” de Mosca, o la “elite” de Pareto) que
ejercerá su hegemonía sobre una mayoría desorganizada. La misma modernización habría producido
la degradación de las realidades liberales y del espíritu que las animaba. El parlamentarismo viviría
una crisis de autoridad frente a la importancia creciente del proceso de burocratización. La
democracia, especialmente sus componentes normativos, ya no se ve aquí sólo como reticencia como
hacían buena parte de los liberales clásicos, sino en términos de una inequívoca hostilidad. A estos
teóricos de las elites les resulta difícil copmaginar la democracia con la garantía de las libertades
individuales y con las cotas mínimas de burocracia estatal implícitas en la teoría del Estado del
liberalismo clásico. Se trata de un pensamiento de reacción, que idealiza el pasado del liberalismo.
Un pensamiento que acabará buscando, en el caso de Pareto, nuevas energías de los ideales liberales
en el fascismo incipiente de primeras décadas del siglo.
La Escuela económica austríaca: Menger, Von Mises, Hayek, defenderá los postulados del libre
mercado del primer liberalismo en contraposición a la idea emergente de las pretendidas ventajas de
la economía planificada, defendidas por la tradición socialista de la primera mitad de siglo. Este
último tipo de organización económica, además de suponer la inevitabilidad de un aparato
burocrático coercitivo, resultará impracticable en términos de racionalidad económica. Ello se
debería a la construcción de un sistema irreal y arbitrario de precios y al hecho de que dificultaría en
la práctica el proceso de innovación productiva. Estos dos factores acabarían por paralizar los
sistemas socialistas ya que resultarían poco adecuados ante los retos de unas economías cada vez más
complejas e interrelacionadas.
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El mercado había mostrado sus ventajas en tanto que mecanismo de producción de recursos, pero
también había mostrado claras dificultades tanto en el momento de proveer determinados bienes
como en el de llevar a cabo el ideal meritocrático entre unos individuos que pudieran ser
considerados como seres libres e iguales. Existían, en la práctica, mecanismos que escapaban a las
voluntades individuales y a las reglas el mercado. La misma práctica política ya había impuesto
determinadas intervenciones públicas.
Recogiendo un cierto espíritu republicano, algunos liberales postularán que las actividades
individuales incluyen componentes sociales y que alguna parte de los beneficios que se obtienen a
través de estas actividades han de recaer en la colectividad. Así, la intervención pública no ha de ser
vista como un correctivo a aplicar motivado por las imperfecciones del mercado, sino como una
práctica habitual que resulta perfectamente legítima desde premisas liberales. Esta práctica no
corresponde a ningún planteamiento colectivista, sino que apunta al objetivo de procurar unas
condiciones sociales que acerquen la realidad a las propias premisas normativas liberales. No se trata
de defender un igualitarismo de resultados, sino de propiciar unas condiciones que permitan realizar,
más democráticamente, el ideal meritocrático impulsado por el liberalismo. Entre aquellas
condiciones sociales democratizadoras destacan el acceso de la población a los ámbitos educativo,
sanitario y de servicios sociales. Los famosos informes Beveridge están en la base de los Estados de
Bienestar europeos de la segunda posguerra.
Keynes, desde otra perspectiva, cuestionará el modelo de productividad, proponiendo una política
económica intervencionista en algunos sectores productivos. El estímulo de la economía no podía
basarse ya en las decisiones privadas sobre el ahorro y la inversión, cuando el contexto general hacía
muy difícil el consumo para amplias capas de la población. A diferencia del socialismo tradicional,
no se cuestionaba la conveniencia de que las interrelaciones económicas fueran protagonizadas por
actores privados. Resultaba necesario introducir una redistribución de la riqueza que sirviera de
estímulo a la demanda y que corrigiese la lógica de las crisis de sobreproducción. La vía para
conseguirlo sería una política fiscal basada en unos impuestos progresivos y unas inversiones
públicas que ya no tenían que procurar la política de equilibrios presupuestarios defendida en la
economía clásica.
Las políticas preconizadas por dos liberales como Breveridge y Keynes no fueron lelvadas a término
por el Partido Liberal Británico, alejado del poder desde principios de la década de los ’20, sino por
el Partido Laborista a partir de la II Guerra Mundial. Su influencia ha marcado los planteamientos de
los Estados de Bienestar, así como los programas políticos de la socialdemocracia europea durante la
segunda posguerra.
d.- Las democracias liberales de los Estados de Bienestar y los liberalismos de la segunda
posguerra.
Así, el liberalismo “negativo” más centrado en la protección de la esfera individual, recibirá un nuevo
impulso a partir de autores como Hayek o Popper, si bien se mantendrá a la defensiva durante la
etapa de expansión de los Estados de Bienestar europeos (1945-1973), mientras que el enfoque del
liberalismo “social” tendrá también continuadores en este período como Berlin o Dahrendorf.
A finales de los años ’60 el panorama cambia. Las revueltas estudiantiles, el impacto de la guerra del
Vietnam, los movimientos de ampliación de derechos civiles y la emergencia política del Tercer
Mundo parecían cuestionar buena parte de las bases normativas y organizativas de los Estados
democráticos occidentales. La crisis económica de los años ’70 significó un replanteamiento de las
políticas de los Estados de Bienestar predominantes en las dos décadas anteriores, propiciando un
enérgico resurgimiento de la línea liberal más conectada con el individualismo “negativo” y con la
defensa del mercado (New Right). La línea “positiva” o social del liberalismo, así como una
socialdemocracia cada vez más próxima a la primera, tendrán que revisar el tipo de intervencionismo
estatal, ya que las políticas de base keynesiana ya no parecen adecuadas en este nuevo contexto.
A partir de los años setenta, estas dos líneas del liberalismo democrático asistirán a una importante
renovación intelectual de la mano de J. Rawls.
Los Estados de Bienestar han supuesto una serie de cambios en los principios organizativos de las
democracias liberales. El intervencionismo estatal a gran escala ha comportado la aparición de una
serie de fenómenos que condicionan tanto las prácticas institucionales y los procesos políticos de
decisión como los mecanismos de legitimación de las democracias occidentales. La incidencia de
nuevos derechos sociales en el concepto de ciudadanía democrática, los crecientes procesos de
burocratización y de tecnocratización en el proceso de toma de decisiones colectivas, los cambios que
comporta el acceso de los ciudadanos a una serie de servicios sociales y de transferencias
económicas, la creciente importancia de las nuevas tecnologías y de los medios de comunicación, el
imparable proceso de internacionalización de los actores económicos y políticos, la reemergencia de
nacionalismos no estatales, los nuevos procesos migratorios.
Tres de los fenómenos que han conllevado cambios importantes en la concepción actual de las
relaciones entre democracia y liberalismo: regulación de los derechos sociales, la resituación del
principio de separación de poderes y el impacto de los procesos de burocratización y
tecnocratización.
Separación-colaboración de poderes.
En el período de los Estados de Bienestar este principio organizativo de las democracias liberales ha
sufrido una importante recomposición, especialmente en los sistemas europeos de gobierno
parlamentario. En la base de esta resituación está la consolidación de los partidos políticos como
piezas imprescindibles de los sistemas democráticos y el gran aumento de la acción de gobierno en
las decisiones legislativas. A pesar de lo que afirman todavía buena parte de los textos
constitucionales, el control político de la acción de gobierno no corresponde al parlamento en
conjunto, sino a las minorías de los partidos de la oposición. La creciente importancia de los grupos
parlamentarios dentro de los poderes legislativos los han convertido en los actores primordiales de
los procesos de negociación, de lo que se ha dado a conocer como “democracia de los partidos”. Si el
liberalismo clásico establecía la prohibición del “mandato imperativo” de los tiempos medievales,
hoy este mandato se ha reintroducido, en la práctica parlamentaria, por vía de los partidos.
Son dos procesos relacionados entre sí. En relación con la también creciente tecnocratización de las
decisiones colectivas, las premisas fuertemente elitistas del liberalismo no han tenido demasiados
problemas de encaje. Burocratización no quiere sólo decir un aumento de la importancia cuantitativa
y cualitativa de las administraciones públicas en la vida socio-política de una colectividad, sino la
emergencia de un modelo de organización que afecta tanto a los actores públicos como a los
“privados”. Las democracias liberales de los Estados de Bienestar deberán asociarse a un crecimiento
de las burocracias públicas y privadas. El proceso de democratización que significa la participación
de la mayoría de los ciudadanos en una serie de ventajas sociales desconocidas en el período del
liberalismo clásico, ha venido de la mano del proceso de burocratización.
En el período de crisis de los Estados de Bienestar es cuando han emergido las diferentes
perspectivas internas del liberalismo democrático. Con el crecimiento del intervencionismo estatal,
también ha crecido la importancia de la racionalidad técnica en el mismo discurso legitimador de las
democracias occidentales. Muchas veces, la racionalidad de las políticas propuestas por los gobiernos
se presentan como avaladas por su supuesta cientificidad.
Elitismo y Pluralismo se trata de dos concepciones generales cuyo rasgo más notorio es una voluntad
de mayor realismo en comparación con las perspectivas del liberalismo clásico. Son enfoques que
quieren dotarse de una mayor vocación sobre el funcionamiento práctico, efectivo, de las
instituciones y de los procesos de decisión de las democracias liberales.
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Elitismo:
El planteamiento general de este enfoque tiene precedentes ilustres, tanto en críticos de la democracia
antigua, como Platón, como en algunos teóricos del republicanismo preliberal como Aristóteles o
Maquiavelo. En el siglo actual, se encuentra en continuidad de las concepciones de Weber, Mosca y
Pareto.
Posteriormente, Schumpeter, en continuidad con Weber y desde una perspectiva muy crítica con las
concepciones participativas de la democracia que aún buscaban alguna versión del “bien común”,
insistirá en dos aspectos característicos del elitismo democrático: la competencia entre elites y la
compatibilidad entre democracia y burocracia. En una sociedad moderna siempre se darán
discrepancias sobre lo que sea el bien común. La “voluntad general” debe ser constuida, a través de
unas técnicas publicitarias que apelan a los criterios irracionales de unos individuos poco informados
y “primitivos” en el ámbito político. Las democracias liberales son vistas como un marco en el que
distintas organizaciones políticas adquieren el poder legítimo de gobierno a través de su competencia
por el voto popular. En una democracia liberal los ciudadanos no deciden políticas, sino decisores
que son los que pondrán en práctica las políticas. Las democracias son unos sistemas de gobierno
caracterizados por una conveniente competencia entre elites con el fin de obtener una elite dirigente.
Será necesaria la existencia de una libertad de opinión, pensamiento y prensa, de una burocracia
eficaz y especializada en el ejercicio del poder. En contraste con Weber, Schumpeter ve en la
burocracia un requisito de la democracia. Se aleja, pues, de cualquier concepción “desarrollista” de la
democracia al estilo de Stuart Mill, basada en la igualdad y el mejoramiento moral de los ciudadanos.
Schumpeter concibe la democracia como un sistema para cambiar el gobierno a través de elecciones
periódicas, como un sistema de elección de elites.
Burnham insistirá en que aquello que caracteriza a las sociedades industriales es la sustitución de los
dirigentes capitalistas por una nueva elite: la elite managerial; mientras que Hunter y Wright Mills
establecerán la noción de “elite en el poder” en referencia a la pretendida existencia en los EEUU de
unos grupos económicos, políticos y militares, interconectados entre sí, que dirigirán
permanentemente el país. Mientras en Europa en enfoque elitista estuvo asociado a posiciones
políticas conservadoras, la recepción americana de este enfoque lo estuvo a posiciones de carácter
más izquierdista. Una crítica común desde posiciones pluralistas fue la de no desarrollar
investigaciones sistemáticas en el ámbito empírico que avalan las tesis defendidas.
A partir de los años ’80, el enfoque elitista ha insistido en el carácter tecnocrático de las decisiones
políticas tomadas por las grandes organizaciones, en la autonomía de las decisiones administrativas
en relación a las directrices políticas, así como el carácter corporativo de unos Estados en los que el
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Pluralismo.
El enfoque pluralista se desarrolla fundamentalmente en la segunda mitad del siglo. Uno de sus
puntos de arranque lo constituye la crítica al elitismo. Se trata de una crítica emparentada con la
clásica de Locke al “monismo” de la teoría del Estado de Hobbes. La defensa del pluralismo está en
la base de la concepción liberal del Estado limitado frente al unificado y no controlado del
absolutismo. Para controlar al poder político y garantizar la libertad, resultarán imprescindibles tanto
un pluralismo institucional recogido con la clásica formulación de la división funcional y territorial
de poderes (Locke, Montesquieu, federalistas americanos), como un pluralismo de grupos sociales
heterogéneos que hagan imposible un gobierno tiránico, y que promocione el desarrollo de un
“espíritu cívico” (Madison, Tocqueville, Stuart Mill).
A partir de la Segunda Guerra Mundial, R. Dahl sometió a crítica la tesis elitista de que existe una
única elite en el poder. Entre la población y el gobierno existen una serie de grupos intermedios de
carácter heterogéneo que no resultaban bien tratados en el enfoque elitista de las democracias
liberales. Lo que se niega en este enfoque no es la existencia de elites, sino que éstas conformen una
unidad más o menos homogénea o permanente. Del hecho de que no todos los grupos que compiten
por el poder político cuenten con los mismos recursos prácticos no se deduce una estructura
monopolista de dicho poder, sino una serie de procesos de intercambio, de intensidad y duración
variables, de los que saldrán las decisiones de las instituciones políticas. Los gobiernos evaluarán la
influencia de los distintos grupos a partir de tres criterios básicos: su número de miembros, su
capacidad de movilización y la intensidad de sus preferencias. La política democrática se concibe
como un escenario en el que intervienen una serie de actores públicos y privados entre los que a
veces se incluyen también a los propios departamentos de la administración del Estado.
En la década de los ’80, el enfoque pluralista ha tratado de recoger la complejidad de las democracias
liberales. Es un enfoque calificado a veces como “neopluralismo”. Se analizan ahora el Estado y las
grandes organizaciones en lo que tienen de específico, y no como unos actores más. Esta renovación
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se ha producido desde dos actitudes políticas contrapuestas: las que reclaman una menor
participación y un menor intervencionismo del Estado en las democracias liberales y las que
preconizan una profundización de la participación por entender que los aspectos democráticos son la
parte “débil” y a promocionar de las democracias liberales actuales. Así, algunos pluralistas han
defendido la tesis del Estado “sobrecargado”: la expansión de los Estados de bienestar de las
democracias liberales habría llevado a las sociedades occidentales a una creciente ingobernabilidad, a
la vez que habría minado los valores en los que se sustentaba la cultura liberal tradicional. Desde esta
“nueva derecha”, se critica el haber desconsiderado la dependencia de las democracias liberales
respecto a la economía capitalista. Otros pluralistas, han insistido en el déficit de democracia que
supone la exclusión de los grupos poco organizados en los procesos de toma de decisiones colectivas
y en la influencia de las grandes organizaciones, a la vez que han señalado los riesgos que implica
para la democracia el que los individuos piensen en el interés colectivo en términos de sus intereses
particulares. La aparición de nuevas desigualdades supondría un deterioro de los elementos
democráticos de la organización política. Esta cuestión se agrava con la creciente posición
privilegiada de las grandes organizaciones económicas.
Los análisis de las políticas públicas puestas en práctica por los gobiernos (policy analysis) tendrán
en cuenta criterios de eficiencia en el momento de alcanzar determinados objetivos sociales, en el de
entender la expansión selectiva del Estado, o en el momento de adaptarse a los nuevos procesos
tecnológicos. Aparece aquí la necesidad de analizar los nuevos fenómenos que inciden en el
funcionamiento práctico de las democracias liberales: el creciente proceso de terciarización, la
dilución de las posiciones entre derecha-izquierda, la preocupación por valores no materiales, la
pérdida de importancia de instituciones representativas y de los sindicatos, la internacionalización de
las decisiones económicas y políticas, las migraciones a gran escala, la reemergencia de los
nacionalismos subestatales, el incremento del carácter multicultural de las sociedades occidentales de
fin de siglo... Ahora el enfoque pluralista asumirá un punto de vista analítico más ecléctico, más
atento a los fenómenos macro que al de los comportamientos individuales y más proclive a las
explicaciones multicausales.
La estrategia intelectual de Rawls se basa en una renovación del contractualismo clásico. Su objetivo
es establecer una concepción “pública” de la justicia que pueda ser asumida por todos los individuos
de una colectividad, independientemente de cuáles sean estas concepciones privadas de carácter
moral. Parte de una concepción renovada de la consideración liberal de los individuos como seres
racionales, “libres e iguales”. Estos individuos pueden aplicar su capacidad racional en un doble
ámbito: un ámbito público en el que pueden establecerse unos determinados principios de la justicia,
desde los que regular e imparcialmente la vida colectiva, y un ámbito individual en el que cada
individuo organiza su vida de acuerdo con su propia concepción del bien. El primer ámbito es el de lo
político, o el de las interacciones de los individuos en tanto que ciudadanos (es la esfera de la justicia
o el right). El segundo es el ámbito de las interacciones de carácter social y privado (es la esfera del
bien o del “good”). Desde la perspectiva de la organización democrática, estos dos ámbitos no están
situados normativamente en el mismo plano, sino que se encuentran jerarquizados: la justicia tiene
prevalencia sobre el bien. Así pues, Rawls establecerá que los principios de la justicia no pueden
basarse en una determinada concepción del bien. Si éstos pretenden tener validez para todos los
miembros de la colectividad, en tanto que fundamentadores de unas reglas comunes del juego liberal-
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democrático, tendrán que basarse en un acuerdo de mínimos. Acuerdo que una vez establecido tendrá
prioridad sobre las concepciones morales de máximos que pueda tener cada individuo. En la esfera
pública tendrá que mantenerse una perspectivas de “neutralidad” entre las diferentes concepciones
rivales del bien.
A partir de aquí Rawls establece una metodología constructivista conectada con el formalismo de la
filosofía kantiana y con las modernas teorías utilitaristas de la racionalidad, para llegar al objetivo de
establecer aquellos principios de la justicia. Para llegar a este acuerdo colectivo establece un
experimento mental: ¿cuáles serían los principios escogidos por los individuos racionales y capaces
de adoptar el punto de vista de la justicia pública si éstos no conociesen cuáles iban a ser sus
condiciones personales futuras ni su situación real? Es decir, cuáles serían los principios por los que
optarían dichos individuos si no supiesen si en la vida real iban a ser más o menos inteligentes, si
desconociesen su sexo, raza, sus recursos económicos.
La perspectiva del liberalismo de Rawls es que la justicia de las democracias contemporáneas debe
basarse más en un criterio de imparcialidad y de equidad (fairness) que de bondad.
toda persona tiene derecho al más extenso sistema de libertades básicas iguales, compatible con un
sistema similar de libertades para todos (principio de libertad).
las desigualdades socioeconómicas han de estar ordenadas de manera que:
estén dirigidas al beneficio mayor de los más desaventajados (principio de la diferencia)
estén vinculadas a cargos abiertos a todos bajo las condiciones de una equitativa igualdad de
oportunidades (principio de distribución equitativa de oportunidades).
La conclusión práctica de estos principios de la justicia es una defensa claramente liberal en la que
los derechos y libertades de los individuos no pueden ser puestos nunca en duda, ni siquiera por
razones de eficacia, utilidad, bienestar general o de la colectividad. Es una concepción que también
es liberal en otro sentido: no está apoyada en una posición particular de carácter moral sobre lo que
hay que considerar como la “vida buena”. La posición de Rawls es liberal en tanto que deontológica
y en tanto que “neutra” en el ámbito de la fundamentación normativa de las democracias liberales.
Introduce las políticas distributivas como un criterio normativo, admitiendo a la vez la conveniencia
de determinadas desigualdades cuando éstas están relacionadas con el mantenimiento de un ámbito
de libertad individual. Es una perspectiva que articula el principio prioritario de autonomía personal.
Se trata de una perspectiva teórica que entronca con la realidad de los Estados de bienestar de las
sociedades democráticas occidentales y que ha positilitado que pueda ser adoptada como perspectiva
general, tanto por organizaciones de cariz liberal como de cariz socialdemócrata. Rawls destaca que
una concepción estrictamente liberal-democrática no tiene por qué apoyar un sistema económico
determinado mientras se mantengan las premisas normativas sobre la autonomía, el pluralismo, la
igualdad y la libertad.
deriven resultados más justos, o que el consenso de tipo normativo coincida con los consensos
empíricos detectados por las ciencias sociales en los análisis sobre la legitimación de las democracias
actuales. A pesar de ser una de las concepciones normativas más articuladas dentro del campo de las
teorías de la democracia, algunas preguntas críticas son inevitables, por ejemplo, cómo se tiene que
aplicar el principio de libertad en ámbitos de educación y comunicación, a partir de qué
procedimientos se llega a una igualdad de oportunidades, etc.
Los partidarios de una racionalidad dialógica o comunicativa cuestionarán el reducido margen que el
modelo de Rawls deja a la esfera pública en las democracias así como el constructivismo teórico de
su fundamentación. Las críticas comunitaristas de los años ochenta han destacado algunos límites
conceptuales en relación a la capacidad regulativa de la misma idea de justicia, sobre todo cuando
ésta es pensada desde los supuestos de unos individuos dotados de derechos universales y
desvinculados de sus colectividades básicas de referencia. Desde premisas liberales, otros autores han
insistido en la necesidad de que las normativas de las democracias liberales recojan la pluralidad de
los elementos de carácter étnico o nacional que conforman la identidad de los individuos. Otro flanco
expuesto a crítica es la unicidad con la que la teoría de Rawls plantea la distribución social de bienes:
ésta no tiene por qué ser sólo considerada a partir de criterios de imparcialidad en todos los ámbitos.
Lo que se da en la práctica son diferentes “esferas de la justicia”, cada una basada en bienes
heterogéneos, que deberán ser reguladas a partir de distintos criterios de justicia. En los años ’90 la
concepción de Rawls se ha aproximado a algunos críticos asumiendo algunos de los presupuestos de
las críticas pragmáticas, comunicativas o comunitarias.
Dworkin es más radical que Rawls en relación a los aspectos igualitaristas; por otra parte, reformula
qué es lo que debe entenderse por neutralidad en el liberalismo político. El primer aspecto consiste en
tomarse los derechos seriamente a fin de conseguir una sociedad de individuos libres e iguales
capaces de vivir con dignidad a partir de una aceptable igualdad de condiciones. Ello significará
priorizar los aspectos de la justicia distributiva. Separa un tanto drásticamente el ámbito privado del
público, o el ámbito de la moralidad individual y el de la fundamentación normativa de las
democracias liberales. Viene a decir que parece difícil y artificial pretender establecer en qué consiste
la justicia sin partir de lo que se entiende por “vida buena”. Se trata de entender la neutralidad el
enfoque liberal más como un resultado de la discusión normativa que como un principio de la teoría.
Rechaza las separaciones más estrictas de Rawls, su concepción adolece así de cierta falta de claridad
en el momento de establecer exactamente los límites de las actuaciones legítimas del Estado ante los
derechos individuales, así como en el momento de propiciar una institucionalización política
susceptible de ser admitida por la mayoría de los ciudadanos de las sociedades multiculturales
occidentales. Ventajas de liberalismo de Dworkin es que su fundamentación resulta más cercana que
la de Rawls a las discusiones sobre aquellas cuestiones morales que se plantean los ciudadanos de las
democracias actuales, así como que ofrece un modelo ético capaz de articular una perspectiva
deontológica y consecuencialista en la discusión de cuestiones morales. Sin embargo, desde la
perspectiva democrática, uno de los riesgos es deslizarse hacia un asimilacionismo normativo en
nombre de la integración ética. Su concepción y la de Rawls poseen un grado de abstracción y de
vinculación a los conceptos kantianos de moralidad y autonomía, que las hace poco informativas en
el momento de discutir las opciones prácticas que interesan a los ciudadanos o a los decisores
políticos. Son teorías que ofrecen un marco intelectual donde ubicar la discusión de las políticas
concretas y de las opciones morales, más que unos criterios para poder dirimir entre dichas políticas y
dichas opciones.
A partir de las crisis de los Estados de Bienestar la línea de pensamiento liberal más reacia a la
aceptación del intervencionismo público ha reaparecido con fuerza en la escena política e intelectual.
Postulando que el núcleo normativo de las democracias liberales lo constituye la iniciativa individual,
tanto en el ámbito económico como en el político. Si las democracias liberales tendrán que basarse
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Hayek ha insistido en los peligros que contienen los excesos democráticos para las exigencias éticas
del liberalismo. Realiza una de las críticas más profundas a los Estados del Bienestar occidentales. La
vía escogida es la contraposición clásica entre libertad y democracia. Ésta última, según Hayek, al
estar fundamentada en una lógica igualitarista y en la idea de un pretendido “bien común”, no puede
generar más que consecuencias coercitivas para la libertad individual. Si se quiere preservar la
libertad se deberán constreñir los aspectos estrictamente democráticos de las democracias liberales.
Se deberán limitar los ámbitos y los contenidos sobre los que las mayorías puedan decidir, al mismo
tiempo que se limitan las acciones de los gobiernos.
Hayek representa una readaptación a las condiciones sociales de la segunda mitad del siglo XX, de
los argumentos de la línea “negativa” del liberalismo clásico que arranca con Locke. El mercado,
contiene imperfecciones, pero esto no significa que queden justificadas unas políticas redistributivas
que, en el mejor de los casos, buscan corregir dichas imperfecciones. Desde esta línea de
razonamiento, no son las desigualdades sociales las que han de ser justificadas por las teorías éticas,
sino precisamente los criterios de la justicia distributiva. Dichos criterios no podrán justificarse si
entendemos que el valor básico del liberalismo es la libertad individual, ya que una redistribución
implicará siempre una serie de medidas coercitivas. El intervencionismo redistribuidor de las
democracias ni es más eficaz que el mercado ni puede presentarse como una solución más justa.
Nozik, en un plano más filosófico también atacará las pretensiones de las intervenciones
redistributivas de las democracias liberales. Estas intervenciones son consideradas como ilegítimas.
En contra de lo postulado por Rawls y remontándose a la concepción de Locke, Nozik establecerá
que los principios válidos de la justicia son: que todos los individuos sean considerados propietarios
de ellos mismos y que todo el mundo tenga derecho a apropiarse de cualquier cosa sin propietario,
mientras esto no perjudique a nadie más. Todo el mundo ha de ser propietario legítimo de una cosa si
ello es el resultado de una transacción voluntaria. Estos principios dan paso a los derechos adquiridos
en su entitlement theory. Una sociedad será justa sólo en el caso de que las transacciones que se
producen estén reguladas por estas dos condiciones.
No queda en la concepción de Nozick claro cuál ha de ser el tratamiento de los “bienes públicos” ni
cuál ha de ser la articulación y las reglas específicas que han de presidir los procesos de decisiones
colectivas. Se trata de una concepción atrincherada en la afirmación de que sólo los individuos son
portadores de unos derechos y libertades pensados desde los presupuestos de Locke sobre la
propiedad. Derechos que la colectividad no puede en ningún caso cuestionar.
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El modelo político postulado será el de un “Estado mínimo”. Su razón de ser será garantizar el
cumplimiento de los contratos, la protección contra los robos y otros atentados contra las
apropiaciones ilegítimas, el establecimiento de un sistema no violento de resolución de conflictos.
Cualquier Estado que se auto-otorgue más funciones, será un Estado ilegítimo. Los derechos
individuales determinan los límites de las interacciones sociales, pero no determinan cuál será la
ordenación social resultante de estas interacciones. El hecho de que estas últimas produzcan
desigualdades no justifica ningún tipo de intervencionismo corrector, ni en nombre de pretendidas
justicias sociales ni en nombre de algún bien de la colectividad.
Comentario final.
La democracias liberales se han convertido en el punto básico de referencia política para casi todas
las colectividades del planeta, siguen constituyendo el horizonte de las organizaciones políticas
contemporáneas. De los dos componentes básicos que intervienen en esta articulación, el liberalismo
constituye el núcleo básico. Las democracias occidentales se organizan a partir de un núcleo
genuinamente liberal.
Los sujetos del análisis político no son tanto los consumidores, los empresarios o los
trabajadores, sino los ciudadanos, los miembros de los grupos de presión, los políticos
profesionales, los activistas de partido, los gobernantes, los burócratas., etc.
Los intercambios incluyen, por ejemplo: los intercambios de promesas políticas de los candidatos por
votos de los electores; los intercambios de apoyos organizativos y financieros de los militantes de un
partido por concesiones de programa e ideología de los dirigentes del mismo; los intercambios de votos
entre grupos parlamentarios; los intercambios de gestión de los altos burócratas por partidas
presupuestarias concedidas por los gobernantes electos; los intercambios de favores entre un gobierno
central y un gobierno regional, o entre gobiernos de diferentes Estados, etc.
Así se estudian, por una parte, los aspectos en que las relaciones económicas están vinculadas a las
relaciones políticas, especialmente en temas como los factores políticos de la política económica y del
crecimiento. Pero también se ha desarrollado así un conocimiento específico sobre la política en un
sentido estricto—es decir, sin ningún «economicismo»— con un instrumental conceptual y un lenguaje
que reúne características de razonamiento deductivo, exactitud y rigor y que puede ser compartido por las
demás ciencias sociales, siguiendo el ejemplo intelectual de la ciencia de la economía.
El punto básico es concebir la democracia competitiva de partidos como un «mercado» político.
En primer lugar, los monopolios « naturales», como por ejemplo los ferrocarriles y otras actividades
socialmente rentables que requieren una alta inversión inicial que ningún agente económico privado tiene
incentivos para realizar por su cuenta. La condición de monopolio está inducida por una estructura de
costes marginales decrecientes que llevaría a pérdidas de todos las empresas en un equilibrio competitivo,
por lo que sólo el Estado puede emprender esa actividad.
En segundo lugar, tenemos los bienes colectivos o bienes públicos, como la defensa, la justicia, la
seguridad, las obras públicas y la preservación del medio ambiente y los recursos naturales, en los que
todos los potenciales consumidores están interesados, pero para cuya provisión no hay incentivos
individuales. Se trata de bienes indivisibles, que son consumidos conjuntamente.
En tercer lugar, se cuentan entre los fallos del mercado las externalidades negativas, es decir, los
efectos externos de ciertas actividades privadas que son peligrosas, contaminantes o, en general,
perjudiciales a terceros.
Es interesante subrayar que las áreas de competencias, típicamente atribuidas a las instituciones
políticas, se caracterizan por tener elevados costes de transacción. Se entiende por costes de transacción
los costes de información y coordinación entre los actores susceptibles de establecer acuerdos en mutuo
beneficio, los costes de medición de la utilidad esperable de los bienes y servicios y su evaluación
comparativa con los correspondientes costes, los costes de negociación para cooperar de acuerdo con los
intereses de cada uno en la provisión de los bienes colectivos, los costes de ejecución de los acuerdos y
contratos. Son precisamente las actividades que no son correctamente resueltas en el mercado económico,
debido a sus altos costes de transacción, las que son prioritariamente transferidas a las instituciones
políticas (este punto ha sido señalado por el Premio Nobel Douglas C. North, ).
Dicho en palabras de Coase, el acuerdo directo entre las partes, sin intervención estatal, sólo es
razonable «si no hay costes de transacción». La triste realidad es que tales costes suelen existir.
Podrían ser las condiciones más propicias para que el mercado político produjera la máxima satisfacción
colectiva las siguientes:
En primer lugar, los ciudadanos deberían contar con la información adecuada para poder evaluar con
acierto las políticas propuestas y sus consecuencias.
En segundo lugar, deberían hacerse votaciones por temas sueltos para que los ciudadanos
pudieran expresar sus preferencias en todos los temas y no tuvieran que renunciar a algunos
en la votación por «paquetes» o programas.
En tercer lugar, deberían adoptarse reglas de decisión inclusivas en la que el mayor número de
opiniones fuera tenido en cuenta (siendo la mejor de ellas la unanimidad).
En cuarto lugar, no debería haber barreras de entrada para presentar alternativas.
Y, por último, debería garantizarse la fidelidad de las decisiones de los representantes al interés de
sus electores.
Entre las instituciones que permiten una mayor aproximación a estas condiciones dentro del marco de
la democracia representativa de tipo parlamentario se incluyen las siguientes:
elecciones separadas a distintas instituciones con distintas competencias, como las propias de una
estructura descentralizada;
elecciones frecuentes, para que en cada una de ellas sea posible concentrar una selección de temas
diferente;
un elevado número de partidos (o de representantes individuales no sometidos a disciplina de
grupo) para que pueda existir una representación diferenciada para cada grupo de preferencias de
los ciudadanos;
unas reglas electorales que produzcan la máxima proporcionalidad de la representación;
y gobiernos de gran coalición, con una proporción de influencia de cada partido correlativa a su
contribución a la formación del apoyo parlamentario.
El mercado político sería eficiente si fuera capaz de reproducir las condiciones de competencia perfecta
del mercado económico.
Existe, una diferencia esencial entre el modelo de mercado económico y el modelo democrático de
mercado político.
En economía, si la realidad está alejada de los supuestos de la teoría, cabe introducir cambios que
aproximen los mercados reales al modelo de competencia perfecta, con la expectativa consiguiente de
mejorar en eficiencia.
En cambio, en el mercado político, el modelo de competencia perfecta no puede ser tomado como una
referencia ideal, ya que, aunque podría implicar una máxima representatividad, comportaría también una
máxima ineficacia en la toma de decisiones. Por tanto, en democracia es siempre necesario aceptar algún
compromiso entre la satisfacción representativa de las preferencias de los ciudadanos y la eficacia
decisoria, con renuncia a la excelencia en ambas.
4. LA EXTENSIÓN DE LA DEMOCRACIA
4.1. Introducción
Los rasgos básicos de la democracia, tal como la conocemos hoy, se formaron en un largo proceso de
liberalización y posterior democratización por el que pasaron varios Estados europeos y americanos entre
el siglo XVII y el xx.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la defensa de la democracia fue el principal argumento moral del
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bando que resultó vencedor, enfrentado a un bloque de países que defendía un sistema político autoritario,
el del fascismo y el nacionalsocialismo.
Una de las definiciones más aceptadas en la actualidad sobre los rasgos básicos de una democracia es
la que elaboró Robert Dahí en 1971, en su libro Poliarquía. Resumiendo muy brevemente, estos rasgos
son los siguientes: la libertad de expresión, de asociación y de voto están garantizadas; existen fuentes
alternativas de información; los cargos públicos son elegidos por la población, los ciudadanos pueden
optar a ser elegidos, y los grupos políticos y los líderes pueden competir para conseguir el apoyo de la
población en elecciones libres e imparciales.
El número de países democráticos, definidos con estos rasgos, aumentó muy notablemente tras la
Segunda Guerra Mundial. En parte, éste era el fruto de la descolonización masiva de África y Asia, donde
la mayoría de los nuevos Estados adoptaron constituciones copiadas de los países colonizadores, que
garantizaban los derechos humanos y civiles, el pluripartidismo, las elecciones libres, la responsabilidad
de los gobiernos, la libertad de prensa, etc. Sin embargo, muchos de estos nuevos países del Tercer
Mundo carecían de la estructura social y cultural necesaria para sostener las nuevas instituciones
democráticas y en su mayoría pasaron a regirse con sistemas de partido único o con dictaduras militares.
En Europa, España y Portugal no habían participado en la guerra y, por ello, a diferencia de Alemania,
Italia o sus aliados en el Este, como Austria, la derrota del Eje no supuso una amenaza a sus sistemas
autoritarios, que siguieron manteniéndose hasta mediados de los años setenta. En la zona europea que
quedó bajo influencia de la Unión Soviética al acabar la Segunda Guerra Mundial se desarrollaron
sistemas totalitarios, de economía estatal e ideología marxista, en la mayor parte de los casos impuestos
por las tropas de ocupación soviéticas.
En 1974 se inició lo que Huntington ha denominado «tercera ola de democratización», y de forma casi
simultánea Portugal, Grecia y España rompieron con sus sistemas autoritarios e implantaron democracias
pluripartidistas. En la segunda mitad de los setenta y a lo largo de los ochenta, esta «ola» se extendió a
América Latina, donde afectó a numerosas dictaduras (Argentina, Chile, Brasil, Guatemala, Uruguay,
Ecuador) y a varios países de Asia y África, como Filipinas, Paquistán o Namibia. En 1989 la crisis de los
países del bloque comunista europeo se tradujo en el rápido desmantelamiento de sus estructuras políticas
y del monopolio del partido único, sustituidos en pocos meses por democracias pluripartidistas. Algo
después, en 1991, la Unión Soviética se disolvió y las nuevas repúblicas independientes adoptaron en su
mayoría constituciones democráticas, aunque ello no se tradujo en una efectiva democratización
inmediata.
Los tres países de Europa del Sur —España, Portugal y Grecia— que iniciaron una nueva vida
democrática a mediados de los setenta, han conseguido estabilizar estructuras políticas y sociales que
garantizan el mantenimiento de los rasgos democráticos a largo plazo. En América Latina las nuevas
democracias han encontrado mayores dificultades para su consolidación, sea por la resistencia de los
militares a retirarse completamente del poder, sea por la gravedad de la crisis económica y la corrupción,
sea por la influencia política del narcotráfico o, en general, por la alta violencia social y por las grandes
diferencias de renta, mucho más acentuadas que en Europa, diferencias que en ocasiones coinciden con
divisiones étnicas entre los descendientes de los españoles, portugueses y otros europeos, por un lado, y la
población indígena y negra por otro. Cuba es la principal excepción en esta tendencia latinoamericana a
regirse mediante elecciones libres y multipartidistas.
sólo era apropiada a partir de cierto nivel de riqueza nacional, y que para llegar a esa riqueza era más
conveniente un sistema autoritario capaz de dirigir la economía nacional y reprimir la manifestación
violenta de los conflictos sociales que se producen a menudo en la etapa de desarrollo.
El caso más evidente es el de los tres paises autoritarios del Sur de Europa, Portugal, España y Grecia,
cuyo desarrollo económico en los años setenta exigía la incorporación a la Comunidad Económica
Europea. Ésta, por su parte, fiel a los principios que obligaban a los Estados miembros a adoptar normas
democráticas, negó la entrada a estos países en tanto mantuvieran regímenes autoritarios.
En América Latina la influencia de la presión exterior democratizadora fue más difusa y dudosa que en
Europa del Sur. Estados Unidos, la gran potencia en la zona, mantuvo una política ambigua; junto a
continuas declaraciones en pro de la democracia, su influencia real no siempre caminó en el mismo
sentido que la retórica. Allí donde EE.UU. percibía que sus intereses económicos podían ser dañados por
las políticas de gobiernos democráticamente elegidos, aceptó en la práctica la existencia de gobiernos
autoritarios, cuando no los promovió.
La política exterior de EE.UU. experímentó un cierto cambio en 1977, bajo la presidencia de Carter, y
desde entonces los gobiernos estadounidenses enfatizaron la defensa de los derechos humanos y de las
normas democráticas como eje de su actuación internacional.
La infuencia europea en los procesos democráticos de América Latina fue más inequívoca que la
estadounidense, aunque más débil.
4.2.3. El cambio de actitud de grupos que apoyaban el sistema autoritario
a) Los militares
Los militares generalmente sólo se retiran voluntariamente cuando tienen garantías suficientes de que
sus intereses no van a ser dañados en la nueva democracia, es decir, por ejemplo, cuando se les ofrece un
pacto de silencio sobre sus actividades represivas, o cuando se les garantizan recursos económicos
abundantes y la autonomía en la política de nombramientos en su jerarquía militar. En este sentido,
cuanto más violenta, extensa y dura haya sido la represión militar contra la oposición, más improbable es
que el ejército ceda voluntariamente el control del gobierno, precisamente por temor a que la nueva
democracia quiera hacer justicia respecto a los crímenes del pasado.
En España, los militares aceptaron la transición a la democracia, en buena parte porque la monarquía,
restaurada en el franquismo, suponía una garantía de estabilidad y continuidad en la legalidad, y en parte
porque las principales fuerzas democratizadoras no planteaban amenazas al ejército.
Pero los golpes de Estado militares no siempre son antidemocráticos. En algunos casos, dictaduras
civiles han terminado gracias a la intervención de las fuerzas armadas, como ocurrió en Portugal en 1974.
b) La Iglesia Católica
Puesto que la Iglesia Católica actuaba como guía espiritual de la gran mayoría de la población, su
apoyo explícito a los gobiernos dictatoriales contribuía de modo importante a la legitimación de éstos.
Así, en España, donde la dictadura se justificaba por su defensa de los valores cristianos frente al
marxismo y frente al liberalismo, el apoyo explícito de la Iglesia Católica era de gran importancia. Esta,
por su parte, obtenía importantes beneficios de su alianza con el régimen franquista, como la persecución
de otros cultos religiosos y la imposición estatal de su moral, que prohibía prácticas aceptadas en otros
países europeos, como el divorcio o el aborto.
A partir del Concilio Vaticano II, celebrado entre 1962 y 1965, la posición de la Iglesia Católica varió
y en muchos países los sacerdotes jóvenes y hasta la jerarquía eclesiástica comenzaron a apoyar a los gru-
pos opositores y a deslindarse públicamente de los gobiernos autoritanos. En España, a finales de los
sesenta, nuevas generaciones de sacerdotes, receptivas al espíritu de inquietud social y política creado en
el Concilio Vaticano II, se acercaron a los movimientos obreros, vecinales y nacionalistas, y difundieron
una moral política que en esas circunstancias era antiautoritaria. A mediados de los setenta, coincidiendo
con la muerte del dictador, el general Franco, la Iglesia se declaró explícitamente a favor de una
democracia pluralista, y con ello despojó de una de sus más importantes fuentes de legimitación a los
grupos que intentaban mantener la dictadura.
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En general, la extensión de las Comunidades Cristianas de Base en todo el mundo católico, con su
modelo de organización no jerárquico y su promoción’de la participación de los fieles en la vida de la
Iglesia, supuso un desafio a la jerarquía eclesiástica tradicional, más ligada al poder político, y produjo
dentro de la Iglesia una oposición democratizadora que alentó la aparición de movimientos semejantes en
la esfera netamente política.
En España, en los años treinta y cuarenta, la mayoría de las grandes fortunas del país eran de origen
tradicional agrario, lo que convertía a sus titulares en enemigos de la República y, después, en aliados del
régimen franquista. Por contra, la formación en los años sesenta de una burguesía industrial y de
servicios, relativamente independiente de la contratación con el Estado, creó un grupo social poderoso
que se resentía de su escasa voz en los asuntos públicos, que criticaba a menudo la política social y
económica del franquismo, y que, con el tiempo, consideraba el ingreso en la Comunidad Económica
Europea como una necesidad. Este grupo social, a mediados de los setenta, no constituía ya un apoyo del
franquismo, aunque tampoco era parte de la oposición democratizadora.
A medida que desaparece la situación de peligro que dio lugar a la dictadura, o bien cuando ésta falla
definitivamente en sus objetivos, los grupos empresariales demandan mayor influencia y tienden a apoyar
un cambio en el modelo político. Las necesidades de articulación política de una sociedad moderna se
satisfacen mal en una dictadura, y tarde o temprano aparecen presiones desde las elites empresariales para
liberalizar el régimen.
En los sistemas comunistas los ejércitos ocupaban una posición política secundaria y subordinada al
Partido Único, los grandes empresarios privados obviamente no existían y, exceptuando a Polonia, la
actitud de la Iglesia Católica tuvo poca relevancia en el mantenimiento o crisis de las dictaduras. Por otra
parte, a diferencia de las dictaduras de América Latina, los sistemas comunistas no se autodefinian como
regímenes de excepción; al contrario, se consideraban como alternativa global al sistema democrático de
economía de mercado, y su legitimidad descansaba en la afirmación de que su organización social y
política era superior, más justa e incluso más democrática, que la del mundo capitalista.
En la mayoría de los países de Europa del Este el comunismo se implantó y se mantuvo únicamente por la
presión de la Unión Soviética, por lo que, cuando ésta quebró, y fue claro que las tropas soviéticas no
acudirían a sostener a los dirigentes comunistas locales, los regímenes no pudieron mantenerse. Por ello,
la raíz de la crisis hay que buscarla en la Unión Soviética.
En un periodo de dos años, entre 1989 y 1991, ocho países europeos procedieron de forma casi
simultánea a desmantelar las estructuras de sus sistemas autoritarios de partido único, a instaurar las
libertades políticas y a celebrar sus primeras elecciones libres. La democracia, sin embargo, ha sido
imposible allí donde los conflictos étnicos han conducido a enfrentamientos armados (la antigua
Yugoslavia) o donde la pobreza extrema y la disolución de la autoridad estatal han hecho impracticable la
convivencia pacífica (Albania).
Las causas de la crisis de los sistemas comunistas de Europa del Este pueden desglosarse de esta
forma:
a) La falta de legitimidad
Los comunistas locales impusieron a sus poblaciones un modelo de organización social, económica y
política que se había formado en la URSS y que era ajeno a los deseos, la experiencia y la cultura de sus
países. La falta de aceptación popular, que se había mantenido durante decenios, no bastó por si sola para
causar el derrumbe de estos regímenes, ya que éstos podían sostenerse sin legimitidad alguna, apoyados
por las tropas soviéticas y por las policías políticas.
Éste fue el principal factor desencadenante del cambio en la zona. En 1989 Mihail Gorbachov,
Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, declaró públicamente que la URSS
renunciaba a intervenir militarmente en los paises de Europa del Este y con ello dejó automáticamente sin
protección a los dirigentes comunistas de la zona. Los movimientos de oposición se organizaron muy
rápidamente, ya que buena parte de la población comprendió que en ese momento era posible una
transformación que había estado vedada durante los pasados cuarenta años.
Por otra parte, los dirigentes de los países comunistas carecían del recurso al Ejército como fuerza
represiva contra la oposición interna, recurso habitual en otro tipo de dictaduras.
c) La crisis económica
En todos los paises del área, en los años ochenta se habían agotado los recursos que permitieron
anteriormente un crecimiento sostenido y aparecieron los síntomas del deterioro social causado por las
escaseces en los fondos estatales. En esa década creció en la zona la pobreza, la delincuencia y el
subempleo, empeoró el estado de salud de la población y se deterioraron los servicios sociales y el medio
ambiente Todo ello produjo un fuerte descontento que no se expresó abiertamente (excepto en Polonia a
través de Solidaridad) hasta 1989.
Alemania pudo ejercer una importante presión democratizadora en la zona a causa de su influencia
económica: la República Federal de Alemania era el segundo socio comercial de Europa del Este, después
de la URSS. También Estados Unidos, residencia de millones de inmigrantes procedentes del área, utilizó
sus medios diplomáticos, de propaganda y económicos para influir en el respeto a los derechos humanos
en la zona y más adelante para promover la democratización. Por otra parte, puede decirse que la
democratización de Europa del Este es el fruto de la victoria de EE.UU. y el bloque occidental en la
Guerra Fría entablada contra la URSS.
Puede decirse que los sistemas comunistas de Europa del Este quebraron, en primer lugar, porque
nunca tuvieron apoyo popular suficiente y, en segundo, porque la crisis de la Unión Soviética hizo posible
esa quiebra. Su sustitución por democracias pluralistas está relacionada con factores internos y externos,
es decir, con la voluntad de las elites políticas y la población de cada país y con la presión ejercida por las
potencias occidentales.
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Puede decirse que el subdesarrollo económico es la principal causa del fracaso de las normas
democráticas en el Tercer Mundo.
En África y Asia, han faltado en ocasiones algunos requisitos que son necesarios para que el
desarrollo económico produzca este efecto democratizador. Uno de ellos es que la riqueza esté gestionada
en buena parte por manos privadas;
Otra condición es que la cultura de la población sea favorable, o al menos no contraria, a la
democracia. En este sentido, parece claro que el protestantismo o el catolicismo han constituido culturas
más favorables a la democracia que el Islam, el hinduismo, el budismo o el confucianismo, dominantes en
África y Asia.
El proceso de construcción del Estado-Nación que se originó en Europa y que se ha extendido a gran
parte del mundo, se ha trasladado a Africa de un modo muy incompleto y como respuesta a lógicas
foráneas.
Es difícil augurar un buen futuro a la democracia en el Tercer Mundo, a medio plazo, dada la estrecha
relación entre desarrollo económico y democratización.
En muchos de estos paises, sobre todo en África, no hay razones para esperar a medio plazo una
mejora de la situación. La desertización, la superpoblación, el hambre, el analfabetismo, la opresión a la
mujer y las rivalidades tribales, configuran un ambiente social en el que la democracia pluripartidista es
una de las últimas preocupaciones de los dirigentes y de la población.
4.5. Resumen
Dejando al margen los paises que eran ya democracias antes de 1945 o que lo fueron inmediatamente
después de la guerra (Italia, Alemania, Japón, Austria), se pueden distinguir tres grandes áreas
geográficas que ofrecen perfiles diferentes en su relación con los procesos de democratización:
1) América Latina y Europa Sur, cuyos regímenes autoritarios se justificaron en nombre de la
defensa del orden y del desarrollo económico. La mayoría de las dictaduras de este área desaparecieron en
la segunda mitad de los años setenta y en los ochenta, por una combinación de factores entre los que
destacan la pérdida de eficacia social, la presión internacional y el cambio de actitud de tres grupos que
constituían pilares esenciales: el ejército, la Iglesia Católica y las elites económicas.
2) Europa del Este y la antigua Unión Soviética, con sistemas de partido único y economías
estatizadas, y cuya ideología legitimadora la comunista, constituía la única que planteaba una alternativa
global a la democracia pluralista. El origen de la quiebra del sistema comunista en la URSS fue
económico y, a su vez, esta crisis hizo posible la transformación política de Europa del Este.
La gravedad de los problemas económicos, la destrucción de las estructuras estatales y la ausencia de
una tradición democrática explican la difícil aceptación del liberalismo y el pluralismo en ese área.
3) África y Asia, en la que siguen predominando las dictaduras militares, los sistemas autoritarios de
partido único y las dictaduras teocráticas. Muchos de los países asiáticos y africanos pertenecen al Tercer
Mundo, en el que los bajos niveles de alfabetización, de urbanización y de riqueza, los conflictos étnicos
y la debilidad de los Estados no permiten la supervivencia de la democracia. De igual forma, algunas de
las culturas religiosas de la zona, como la musulmana o la confuciana, se han mostrado históricamente
poco proclives a la tolerancia propia de un Estado laico democrático.
moral.
El liberalismo clásico surgió como una forma de protesta frente a los regímenes absolutistas y sus
formas de legitimación tradicionales, simultáneamente al desarrollo del capitalismo. Valores como la
libertad, la autonomía y la tolerancia iban unidos a la defensa de un individualismo económico de
mercado y a un intento de separación muy clara entre Estado y sociedad civil, sobre la base del respeto al
imperio de la ley, a la división de poderes y a los derechos individuales en el marco de un orden político
que proclama su neutralidad.
El neoconservadurismo parte de una concepción pesimista de la naturaleza humana, de su
imperfectibilidad y de su limitada capacidad de altruismo. Mientras que el neoliberalismo pone el acento
en la soberanía individual, aquél lo hace en el orden, la autoridad y la defensa de los hábitos y costumbres
de las sociedades, ideas que tienen en las Reflexiones de Burke su fuente teórica original.
A diferencia del neoliberalismo, su actitud ante el Estado es ambigua: por un lado, se considera
necesario un Estado fuerte frente al exceso de democracia, mientras que por otro se desconfía de su grado
de intervencionismo en cuestiones que afecten a la propiedad privada, la familia o el derecho de herencia.
5.2.0. Introducción
Socialismo democrático y comunismo son, antes que otra cosa, conjuntos diferentes de proposiciones
teóricas formuladas para ser aplicadas a la realidad y como tales pueden ser tomados en un doble sentido:
en cuanto teorías normativas que prescriben ciertos contenidos sobre la justicia, la libertad, la democracia
y la igualdad, entre otros valores, y en cuanto al significado a que nos remite el sentido etimológico y ori-
ginario del término teoría, es decir, la acción «teorética» de observar y narrar aquello que se ha visto.
Mientras el primer sentido nos plantea la vigencia y actualidad de contenidos normativos por tener éstos
un innegable sesgo histórico, la segunda nos remite a relatar la experiencia histórica como adecuación de
sus postulados a la realidad de cada momento.
El siglo xix está marcado por dos vectores históricos del tamaño que suponen las herencias de la
Revolución Francesa y las alteraciones económicas y sociales que la revolución industrial originó, y
ambos fueron las raíces desde las que se formulan las primeras ideas y proyectos socialistas, partían de
reconocer como hechos indiscutibles la miseria creciente entre los segmentos de la sociedad más
desprotegidos, así como al grado de desigualdad política y social que existía, siendo la teorización de
Carlos Marx la que ampliamente concitará por mayoría, a mediados del xix, un diagnóstico de la
situación y, a la vez, un modelo de solución a tales males.
Por una parte tendrá lugar la clarificación progresiva de un socialismo de corte reformista,
especialmente en Inglaterra, donde distintas corrientes ajenas al marxismo, como las tradiciones
evangélicas y su énfasis en el valor moral de la igualdad, el fabianismo de los Webb, Bernard Shaw y
compañía y la amplísima influencia del sindicalismo, han ido configurando, desde principios de siglo
hasta la total incorporación de los fabianos, momentos antes de la Primera Guerra Mundial, el Partido
Laborista.
Por otra parte, en Alemania tienen lugar algunos episodios políticos que son decisivos para las
formulaciones teóricas del socialismo democrático y que tienen de protagonista al Partido
Socialdemócrata.
Pero sin lugar a dudas el episodio que más influencia tendrá en la definición del socialismo
democrático será el del revisionismo marxista, efectuado por Eduard Berstein y expuesta básicamente en
su obra Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia, en 1898. En su teoría
revisionista, Berstein se preocupa de refutar dos principios marxistas:
Berstein rechaza todas las proposiciones marxistas que profetizan el colapso capitalista y la posterior
revolución victoriosa del proletariado. A la luz de lo que ocurre en Alemania, constata que el capitalismo
resiste las crisis, aumenta la riqueza social beneficiándose de ello la clase obrera, se difunde el fenómeno
cooperativo, que al perseguir un beneficio menor, favorece a los trabajadotres; a consecuencia de todo
ello no puede ser exacta la predicción marxista de una radicalización de la lucha de clases: todo lo
contrario, al disminuir las razones que tensionan la sociedad capitalista, se abren expectativas para
acuerdos y colaboraciones entre las clases.
El modelo comunista por excelencia ha sido el de la desaparecida URSS, que sirve como paradigma
analítico tanto de su teoria como de sus logros prácticos.
El núcleo de las bases del comunismo se circunscribía a la necesidad de formar una vanguardia
revolucionaria, que siendo consciente del insoslayable destino en la dirección de la clase trabajadora,
habría de organizarse bajo una férrea disciplina centralizada en un partido de profesionales capaces de
monopolizar, para asegurar el éxito revolucionario, la exclusiva legitimidad de la acción política. Tales
propósitos encerraban un desprecio absoluto por las prácticas democráticas y parlamentarias.
La liquidación del pluralismo político a partir de aquel momento sería vital para el futuro de la
revolución, pues contribuyó a erigir la instancia omnímoda y única, susceptible de arbitrar el
«pensamiento correcto», la ideología oficial, y con ella las bases de una red orgánica en el seno del
PCUS, capaces de hacerlo circular despótica y burocráticamente.
Con el acceso al poder de Stalin tiene lugar una mistificación monumental, apoyada en la
sacralización del pensamiento leninista, del que ha de valerse como base legitimatoria para su acción
política, en especial como entramado ideológico para su propuesta de «socialismo en un solo país», y que
consistió en una doble manipulación: por una parte, deformando el pensamiento leninista, al traducir y
presentar como socialismo aquello que Lenin vio como período precedente al mismo, es decir, la
estatalización del sector industrial; y, por otro, haciendo suyo lo que previamente le había combatido a
Trotsky, el proceso acelerado en la industria pesada y la colectivización agraria, brutalmente impuesta a
comienzos de los años treinta.
Durante un tiempo, entre los sesenta y los ochenta, era común diferenciar tres tipos de socialismo: el
socialismo real o comunismo, la socialdemocracia y el socialismo democrático, entendiéndose a éste úl-
timo como un conjunto de proposiciones genuinas que más tarde, cuando los partidos socialistas del sur
de Europa fueron llamados a gobernar, se demostraron estrictamente socialdemócratas.
La confrontación de las teorías del socialismo democrático con la realidad histórica tiene como punto
de partida la segunda posguerra mundial.
Y ya avanzada la posguerra es imprescindible hacer referencia a ciertos aspectos que conforman las
proposiciones del socialismo democrático, entre las que merecen atención, al menos, tres de ellas.
En primer lugar al relanzamiento de la Internacional Socialista en el Congreso de Frankfurt de 1951,
en cuya declaración se especifica que «el socialismo democrático surge en abierta contradicción con la
planificación capitalista y con todas las formas de planificación totalitaria, ya que ambas excluyen el
control de la producción y una justa distribución de los resultados».
En segundo lugar, la aportación teórica al socialismo democrático de C. A. R. Crosland, en su libro
El socialismo del futuro, en 1956, biblia inspiradora para la política laborista inglesa, en donde se sugiere
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un giro en la política de nacionalizaciones llevadas a cabo desde 1945, en beneficio de una mayor
producción, independientemente de quién sea la propiedad, o en la insistencia en la tarea reformadora del
sistema educativo, que permitiera adentrarse en la universalización del mismo de forma paralela a la
regeneración cultural del sistema.
Y, por último, pero de mayor trascendencia, el Congreso de la socialdemocracia alemana en Bad
Godesberg, en 1959, viene a completar la total depuración del marxismo y a consagrar principios tales co-
mo el sometimiento del poder económico al poder público, la planificación parcial de la economía y el
mercado como institución reguladora de la competencia.
Será el conjunto de todas esas formulaciones del socialismo democrático, en conjunción con las
liberales y conservadoras, las que se confronten con la realidad postbélica europea, dando lugar a lo que
se ha llamado el gran contrato del siglo xx, es decir, el Estado del Bienestar, en cuanto materialización del
Estado Social de Derecho.
Desde las distintas corrientes marxistas y liberales se desatan las críticas al modelo, tales como la
encabezada por Miliband, Donhoff, etc., quienes interpretan al Estado como simple instrumento en manos
del capital para neutralizar la lucha de clases, o la concepción estructuralista, con Poulantzas a la cabeza,
visionando al Estado de Bienestar como sujeto mediador de las contradicciones sociales mientras contri-
buye a la atomización de la clase obrera, y, por último, la corriente que focaliza su crítica en la
deslegitimación en que habría caído el Estado, incapaz de satisfacer las demandas sociales y garantizar a
la vez los beneficios capitalistas, como sostienen Habermas, Offe, etc.
El ataque neoconservador ha tenido dos aspectos:
Por una parte, una crítica feroz en obras como las de los Friedman, encaminada a desmantelar el
Estado de Bienestar denunciando los supuestos despilfarros de las Administraciones públicas, la
desmovilización desde las esferas del Estado con sus políticas asistenciales, anulando con ello el espíritu
competitivo, etc.
Por otra, la realización del «Estado mínimo» con los gobiernos de Reagan y Thatcher durante la
década de los ochenta.
Es en medio de ambas criticas cuando tiene lugar la caída del comunismo, siendo la onda expansiva que
genera tratada como aviso certero de la inminente caída del socialismo democrático;
En un sentido amplio y descriptivo, puede proponerse como definición del populismo la de ser un
movimiento político (o la fase de un movimiento más amplio) que se basa, para su eficacia, en amplias
movilizaciones de masas a partir de una retórica de contenido fundamentalmente emocional y
autoafirmativo, centrada en torno a la idea de «pueblo» como depositario de las virtudes sociales de
justicia y moralidad, y vinculada a un líder, habitualmente carismático, cuya honestidad y fuerza de vo-
luntad garantiza el cumplimiento de los deseos populares.
Según se deduce de lo anterior, rasgo característico del populismo es su contenido moral. tanto por lo
que al pueblo se refiere como por lo que atañe al líder.
Para el populismo el pueblo es un todo más o menos homogéneo, una comunidad de intereses
solidarios. La sociedad aparece dividida en dos partes: el «pueblo» y el «antipueblo»; el enfrentamiento
entre ambos está siempre presente en el populismo. La lucha entre «pobres y ricos», «explotados y
explotadores», «descamisados y oligarcas», «nacionales y extranjeros»; entre el «pueblo» depositario de
la virtud y «lo otro», su contrafigura: el «maligno». Toda la retórica populista gira en torno al
antagonismo «pueblo»/«antipueblo».
El «antipueblo» es siempre un enemigo «externo», puesto que no pertenece al «pueblo», pero en el
interior de cada sociedad está representado por una elite cosmopolita imperialista o plutocrática, o por
sectores sociales que profesan ideas foráneas que se consideran contrarias a los valores autóctonos, como
los comunistas y socialistas.
Los movimientos populistas, como señala Hobsbawm, «combinan de modo característico,
aspiraciones sin precedentes con otras deliberadamente arcaicas; tan arcaicas a veces que equivalen a
crear de nuevo en forma artificial un pasado en ocasiones imaginario y no en restaurar una tradición
quebrantada».
En los movimientos populistas el líder juega un papel fundamental, sus virtudes son la honestidad y la
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fuerza.
El líder y las masas son los principales actores, todo lo demás es secundario y está en función de los
protagonistas.
El liderazgo populista es, en general, carismático.
El liderazgo carismático es un liderazgo en tiempo de crisis».
5.4. FEMINISMO Y ECOLOGISMO *
El nuevo feminismo tiene sus orígenes en teorías y concepciones que emergieron asociadas a la polémica
sobre el derecho a la ciudadanía tras la Revolución Francesa, en el socialismo utópico, en el liberalismo
progresista, en los movimientos sufragistas y en el feminismo socialista. Pero su eclosión como
movimiento social y como intento de configurar, se da a partir del movimiento norteamericano de
liberación de la mujer de los años sesenta (con la ayuda de La mística de la feminidad, de Betty Friedan,
en 1963) y, sobre todo, de las campañas a favor de la despenalización del aborto en el decenio siguiente
en Europa Occidental.
El feminismo ofrece, por tanto, una nueva visión del contraste entre las estructuras sociales,
económicas y culturales discriminatorias de las mujeres, por un lado, y la igualdad política formal
conseguida, por otro, apoyándose para ello en los avances logrados en los ámbitos educativo, laboral o
tecnológico. Considera que esa distancia entre lo jurídico y la vida real se ha debido a la «socialización
para el no-poder» que históricamente han sufrido las mujeres.
Pero las alternativas que proponen muchos grupos feministas no se limitan a reformas en las
instituciones, sino que tienden a converger con las teorías de la democracia participativa y con
sugerencias de medidas legislativas radicales que cuestionen, por ejemplo, la regulación de los tiempos de
trabajo y de vida en nuestras sociedades.
La convicción de muchas feministas de que la desigualdad de género-sexo no es sólo un problema de
conciencia o cultural sino también político les ha llevado a optar por diversas formas de acción política.
En el caso del ecologismo, si bien se pueden encontrar sus predecesores en el siglo xix (el término
«ecología» es empleado por primera vez por Haeckel en 1866 como la «totalidad de la ciencia de las
relaciones del organismo con su medio ambiente, que comprende, en sentido amplio, todas las
condiciones de existencia»), su verdadero punto de arranque se sitúa en las consecuencias ambientales de
la transición a la fase «fordista» de organización de la producción y de la segunda revolución tecnológica
en el contexto posterior a la Segunda Guerra Mundial.
En el ecologismo se dan pronto corrientes de pensamiento divergentes, pudiendo distinguirse, aunque
no siempre con nitidez, entre un ecologismo «antropocéntrico» y otro «ecologismo profundo» o
«biocéntrico».
El primero, con variantes también en su seno, representa una defensa de esos valores pero partiendo
de la condición humana como referencia, aunque sólo sea por su lugar excepcional en la biosfera;
El segundo, en cambio, asume esos mismos valores desde un «igualitarismo biosférico» en el que la
especie humana sería una más.
Los ecologistas coinciden en proponer una sociedad alternativa que sea «sustentable» o «sostenible» y
que cuestione el modelo de desarrollo dominante tanto en el capitalismo como en el «socialismo real», ya
que considera que ni las alternativas tecnológicas ni las burocráticas serán capaces de frenar la dinámica
hacia la catástrofe.
Propone una economía ecológica, no limitada a aceptar la existencia de «efectos externos perversos» en
las políticas de crecimiento económico y una reducción del modelo de consumo que se practica en las
sociedades «desarrolladas», en cuanto a las formas de organización de la sociedad, el ecologismo ha
popularizado el eslogan «lo pequeño es hermoso» (Schumacher), buscando así un modelo
descentralizado, en el que, enlazando con el viejo principio de subsidiariedad, «nada debe ser decidido a
un nivel alto si puede hacerse a otro más bajo».
El ecologismo no se limita a hacer un pronóstico pesimista del rumbo del planeta y a ofrecer un
modelo de sociedad alternativo, sino que pretende erigirse en un nuevo paradigma político superador del
que consideran común en el productivismo al que se supeditan las ideologías tradicionales.
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Moderantismo y Revolución.
Constitución de 1845:
La Constitución de 1869 fue la más democrática de todo el s. XIX:
La Primera República Española.
La restauración monárquica.
Constitución de 1876:
El reinado de Alfonso XIII
Constitucionalismo y Dictadura.
Democracia.
La Constitución de la República española de 9 de diciembre de 1931
Revolución.
Contrarrevolución.
Totalitarismo.
Autoritarismo.
Caracteres generales.
Influencias.
Principios fundamentales.
Poder legislativo:
Las Cortes:
Organización:
Composición de las Cámaras:
Congreso:
Senado:
Funciones de las Cortes:
Poder ejecutivo:
Composición y funcionamiento:
Funciones y poderes:
Las relaciones con las Cortes:
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Poder judicial:
El Tribunal Constitucional.
La reforma de la Constitución.
Partidos políticos.
Elecciones.
El concepto de sistema político tiende a sustituir al de régimen político ya que éste último es más
restringido. Fue formulado por el politólogo norteamericano D. Easton y difundido por Almond y
Powell.
Las fechas históricas son meros jalones explicativos en los procesos y transformaciones de las
sociedades. Los cambios reales, profundos, aquellos que no sólo afectan a las estructuras socio-
económicas sino también a todo lo que forma parte de la cultura política de un pueblo, son siempre
lentos. Una fecha sólo señala el nacimiento u ocaso de un prolongado periodo. Pese a todo, 1808
(comienzo de la Guerra de la Independencia) y 1978 (culminación de la transición a la democracia
con la aprobación de la Constitución) son 2 de los hitos políticos indiscutibles que señalan el inicio
de nuestra contemporaneidad y la configuración de nuestro sistema político.
Los orígenes de nuestro sistema político se remontan a la invasión francesa, que hizo patente la
extrema fragilidad del Antiguo Régimen.
El sistema político español actual es consecuencia directa de la Constitución de 1978 y del proceso
de transición política a la democracia, pero también muchas de sus características se fraguaron bajo
la forma de dominación política autoritaria que las clases oligárquicas españolas diseñaron durante
la época moderada-conservadora del reinado de Isabel II y la Restauración (reinados de Alfonso XII
y XIII), así como de la herencia franquista.
La sociedad española mostró una vitalidad asombrosa como reacción a la invasión francesa. Ello
tiene una importante trascendencia política porque con la Guerra de la Independencia irrumpen las
masas españolas en la escena política y porque se establecerá un sistema político que dividirá a la
sociedad en dos campos ideológicos irreconciliables.
Sometida España a Napoleón, la voluntad de éste de introducir una reforma política mediante el
Estatuto de Bayona (6-7-1808) se vio condenada al fracaso. Los planteamientos eran novedosos,
entre los que destaca la introducción del habeas corpus, voluntad de potenciar la incipiente y débil
burguesía española mediante la libertad de industria y comercio, supresión de aduanas interiores,
potenciación de instituciones... Se trataba de una Carta Otorgada, no de una Constitución
democrática. Se recortaban las bases del poder de la nobleza, pero el Estatuto no pudo aplicarse por
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las circunstancias de la guerra y el rechazo del pueblo español a José Bonaparte, de modo que
quedó en papel mojado. El Estatuto no podía contentar a nadie, para los absolutistas era una puerta
al liberalismo y para los liberales un mero instrumento del poder imperial. No tuvo influencia en
nuestra 1ª Constitución, sino que el modelo se tomó de la Constitución Francesa de 1791.
Se convocaron elecciones para votar una “ley fundamental” en Cádiz, ante el acoso francés.
El 24-09-1810 se constituyó el primer parlamento español, embrión de nuestro sistema
político.
Los diputados de Cádiz no rompen con el pasado al respetar la figura del rey y proclamar la
religión católica como la del Estado. la fuera de la Iglesia era considerable en las Cortes
aparte de aglutinar la resistencia antinapoleónica. Los liberales muestran un especial interés
por mantener la continuidad. El texto fue resultado de un pacto entre liberales y absolutistas
que se vio interrumpido por la restauración del absolutismo en 1814.
Tras el triunfo del pronunciamiento de Rafael del Riego (1820) se abre un nuevo período
constitucional de 3 años aunque Fernando VII entorpeció cuanto pudo la labor de las Cortes
consciente de la división entre los liberales (exaltados y moderados) y del apoyo internacional
por el Congreso de Verona, reinstauró el poder absoluto que abre un trágico período, La
década ominosa (1823-1833). En la fase final de su reinado, forzado por las pretensiones al
trono de su hermano, Carlos María Isidro, tuvo que adoptar posiciones más abiertas, y así se
inicia el desplome decisivo del absolutismo y se abrirá el camino para la erección de un
Estado liberal-burgués, convirtiéndose la Constitución de 1812 en un auténtico símbolo.
Los grupos políticos eran inexistentes, eran sólo facciones o camarillas. Los más importantes:
progresista y moderado, distanciándose paulatinamente a raíz del manifiesto favoritismo de la
Corona en beneficio de los conservadores para impedir el acceso al poder de los progresistas.
Ausencia de política reformista, torpeza de sucesivos gobiernos, culminará con la regencia de
Espartero, militar liberal, con cuya actuación se acabó de dividir el partido progresista.
Los moderados isabelinos reforzaron el Estado centralista, cuyos resortes manejaron los
militares durante todo el período. Década de inestabilidad política e ineficacia.
Constitución de 1845:
El moderantismo isabelino incluía entre sus filas políticos ultraconservadores más próximos al
absolutismo que al liberalismo; tal es el caso de Bravo Murillo quien no pudo seguir adelante
ante sus propios compañeros de partido.
Las clases dominantes españolas nunca estuvieron dispuestas a admitir una monarquía
realmente constitucional y democrática. La burguesía industrial y comercial que podía
apoyarla se amedrentó ante el progresivo radicalismo del movimiento obrero y el
republicanismo rampante.
El cambio de régimen se produjo sin traumatismo, fue aceptado por todas las fuerzas políticas
del país quedando al margen los carlistas y los republicanos federales.
Cánovas del Castillo fue el artífice del nuevo sistema político. Sugirió que Alfonso XII
acatara la Monarquía Constitucional, de modo que la restauración borbónica se llevó a cabo
en la figura de Alfonso XII tras el precipitado pronunciamiento de Martínez Campos en 1874
proclamando al rey. El ejército aceptó de inmediato la situación. Cánovas acometerá la
realización de su proyecto político autoritariamente y con la firme voluntad de consolidar la
renovada monarquía española, aceptada con celeridad por las potencias europeas y el
Vaticano.
La restauración monárquica.
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Entre 1868 y 1874 hubo demasiados ensayos políticos, todos frustrados, que mantuvieron en
tensión la política durante escaso tiempo. La exigencia de estabilidad política se tradujo con la
restauración de la dinastía de los Borbones en el marco de una Monarquía constitucional.
Se implanta el “turnismo político” entre dos fuerzas políticas que agruparían las dos
principales corrientes y sectores políticos y sociales dispuestos a sostener la Monarquía
constitucional: el partido conservador de Cánovas y el liberal de Sagasta que se turnarán en el
poder de mutuo acuerdo mediante la pertinente y sistemática manipulación del sufragio,
garantizando así la estabilidad de sistema pero ensanchando las diferencias entre
representantes y representados.
Constitución de 1876:
A la muerte de Alfonso XIII Cánovas cede el poder a Sagasta para reafirmar el “turnismo” en
el llamado Pacto de El Pardo. La monarquía tuvo que ensanchar sus bases para sobrevivir, el
censo electoral aumentó considerablemente. En 1890, el sistema político era homologable en
sus textos a cualquier otro país constitucional pero en la práctica no era así.
monarquía / república
burguesía / obrerismo
militarismo / antimilitarismo
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centralización / autonomía
clericalismo / anticlericalismo
Ello muestra la incapacidad del sistema para asimilar e integrar las distintas fuerzas político-
sociales generadas al margen de su ámbito de intereses. Se abre un período de inestabilidad
que se solventa por vía del intervencionismo militar. El general Primo de Rivera da un golpe
de Estado (12 de Septiembre de 1923) incruento y sancionado por el rey. La implicación de
Alfonso XIII fue muy obvia, de modo que una monarquía que había hecho del
constitucionalismo una fachada, sancionaba la implantación de una dictadura.
Constitucionalismo y Dictadura.
Primo de Rivera cometió el error que cometen todos los dictadores: resistirse a abandonar el
poder. Solventado el problema colonial con la pacificación de Marruecos, la restauración del
orden público y la estabilidad económica, decidió continuar al frente del país. La situación se
fue deteriorando y progresivamente se fue ganando la enemistad de nacionalistas, estudiantes,
intelectuales y sectores de las clases medias que le habían apoyado en un principio.
En agosto de 1930 se fraguó el Pacto de San Sebastián, que estableció entre republicanos,
socialistas y nacionalistas las bases de la futura República. Se forzó al gobierno a organizar
unas elecciones municipales.
Es una mentira de los sectores conservadores el afirmar que la República estaba condenada al
fracaso desde un principio. La realidad es que la guerra fue consecuencia directa de un
pronunciamiento militar fracasado por la resistencia popular y no el lógico resultado de un
sistema político tiránico e inadecuado.
Democracia.
Los republicanos, con el apoyo del PSOE acometieron, entre 1931 y 1933 un importante
programa de reformas, lentas e insuficientes para unos y revolucionarias para otros, de forma
que desde el principio el nuevo régimen se vio sometido a mucha presión.
La derecha conservadora gobernó desde 1933 a 1935 y se dedicó a contrarrestar todo lo que
se había avanzado anteriormente provocando la frustración de la izquierda, que se sublevó en
1934 tras la entrada en el Gobierno de 3 ministros de la CEDA (coalición católico-agraria
dirigida por Gil Robles), organización considerada como enemiga de la República y dispuesta
a acabar con ella.
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Revolución.
En octubre de 1934 las masas populares dieron muestras de estar dispuestas a defender las
instituciones democráticas; un sector de ellas empezaba a considerar que la República
“burguesa” nunca podría satisfacer sus demandas y acometer los profundos cambios que su
ideología demandaba. La izquierda revolucionaria rompió las reglas del juego democrático y
se lanzó al asalto de una república que ya no era la suya. La violencia fue reprimida
sangrientamente por Franco, con la ayuda de la Legión y las tropas marroquíes, convirtiendo
la contrarrevolución en un ensayo de lo que vendría después.
El Gobierno estaba sometido a la presión izquierdista de sus propios aliados, sin embargo, el
mismo estaba ocupado por inequívocos republicanos demócratas que debían apaciguar y
controlar a las masas exaltadas y al mismo tiempo desactivar la conspiración de los sectores
conservadores. La creciente tensión bipolar desbordó por completo el talante formalista de los
republicanos que fueron incapaces de controlar la situación bajo el imperio de la ley.
El asalto al Estado republicano por los insurrectos provocó el colapso total de sus aparatos. El
licenciamiento de los soldados de la República por las autoridades ante el temor de que fueran
utilizados por los oficiales en contra de las instituciones democráticas, el legalismo del
Gobierno y el lógico temor a verse desbordados por las masas crearon una situación política
ciertamente compleja que se concretó en el debilitamiento del poder del Estado y el
surgimiento de poderes paralelos.
Distorsión total que sufrió el sistema político en plena guerra civil: defensa militar,
coexistencia de 2 poderes (republicano democrático y revolucionario de izquierdas),
desbordamiento del marco jurídico formal del mismo, reconstrucción del aparato del Estado
republicano, enfrentamientos políticos entre las propias fuerzas populares, quiebra de la
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Contrarrevolución.
Como las coyunturas electorales de 1931 y 1936 habían demostrado, el régimen republicano,
la democracia, era capaz de desestabilizar el particular sistema de dominación trabajosamente
forjado por las derechas españolas a lo largo del s. XIX y específicamente durante la época
Isabelina y la Restauración. El bloque de poder oligárquico provocó la revolución vía
pronunciamiento militar para poder legitimar la violencia contrarrevolucionaria que deseaba
para poder reconstruir cómodamente el tradicional sistema de dominación.
El principal drama de la República es que no se concitó un amplio acuerdo sobre qué clase de
república se quería. Trasladada la confrontación al campo de batalla, la mayor coherencia
interna de intereses que acaudillaba Franco (beneficiado por los fascismos en alza, favorable
evolución internacional, ruptura de la unidad popular de la República y desentendimiento de
las potencias democráticas), determinó su victoria total y la del bloque tradicional dominante
(gran burguesía agraria, financiera y de negocios) que logró recuperar la hegemonía política
perdida en 1931.
Por la vía de la violencia se cerró la crisis orgánica que arrastraba el país desde, al menos
1917. Tras la constitución de una Junta de Defensa Nacional de España e 1936, en Burgos,
presidida por Cabanellas, el recién nombrado responsable del mando único militar fue
nombrado, ambiguamente, Jefe del Gobierno del Estado, empezando, desde el primer
momento, a actuar como un Jefe de Estado con poderes absolutos, irá reforzando su imparable
marcha hacia la dictadura personal total. El 1 de octubre de 1936 se echaron los cimientos del
llamado nuevo Estado y se constituyó una Junta Técnica de Estado, embrión de Gobierno,
formada por militares y civiles. El primer Gobierno duraría desde 1938 hasta poco finalizada
la guerra en 1939.
Desde el punto de vista de la ciencia política, la del “bonapartismo” es la que mejor refleja el
conjunto de valores fundamentales del franquismo: la defensa a ultranza, manu militari, de los
valores tradicionales de la vieja sociedad (propiedad privada, familia, religión y orden). El
franquismo es perfectamente definible como una dictadura personal, que sin abandonar sus
fundamentos evolucionó del totalitarismo al autoritarismo.
Totalitarismo.
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La victoria aliada frente al Eje, la guerra fría, demonización de la Rusia Soviética, etc. obligó
al franquismo a acomodarse a las nuevas circunstancias mostrando una gran versatilidad en
cuanto a su capacidad de adaptación formal, pero al mismo tiempo, mantuvo incólume su
vocación totalitaria.
El sistema político del franquismo nunca dejó de ser un mero entramado jurídico co-formal
que no consiguió ni en realidad lo pretendió, atenuar, como elemento definitorio y decisorio
únicos del mismo, la sola voluntad del general Franco. El franquismo fue al principio y al
final una dictadura personal y las sucesivas instituciones que el régimen fue creando no
consiguieron enmascarar esa realidad.
Autoritarismo.
Según Linz, los regímenes autoritarios son sistemas políticos con un pluralismo político
limitado, no responsable; sin una ideología elaborada y directora (pero con una mentalidad
peculiar); carentes de movilización política intensa o extensa (excepto en algunos puntos de
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su evolución), y en los que un líder (o si acaso un grupo reducido) ejerce el poder dentro de
límites formalmente mal definidos, pero en realidad bastante predecibles.
El funcionamiento del sistema político franquista a través del complejo entramado de sus
instituciones, exaltadas a la categoría de “democracia orgánica” una vez desvanecidos los
tiempos y circunstancias del saludo a la romana, nos remite a un único centro de poder a lo
largo de toda su historia. El franquismo renunció (debido a las conspiraciones internas y al
aislacionismo internacional) una vez ocupado todo el espacio político, a ocupar todo el
espacio social, por lo que la confusión entre Estado y sociedad no llegó a producirse. Desde
este punto de vista, el franquismo no habría sido un totalitarismo, claro que así tampoco lo
habrían sido la Alemania nazi o el comunismo estalinista. El totalitarismo no deja de ser un
“modelo teórico”.
La Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (1947) constituía a España en reino, si bien, sin
rey. La Ley de Principios Fundamentales del Movimiento Nacional (1958) tenía por objeto
fijar las “esencias” perpetuas del Régimen. En ella se establecía que el partido único, el
Movimiento Nacional, era la “comunión” de los españoles en los ideales que dieron vida a la
Cruzada y se definía al Estado como una Monarquía católica, social y representativa.
Finalmente, la Ley Orgánica del Estado (1967) pretendía ser recopilación y síntesis de todo el
entramado institucional del franquismo que los intelectualmente más audaces, presentaban
como “Constitución española”.
El franquismo, tras denigrar a la democracia liberal como forma de gobierno superada por la
historia en su etapa totalitaria, dado el giro copernicano de la política internacional tras la
Segunda Guerra Mundial y la buena salud demostrada por tales regímenes frente al
totalitarismo nazi-fascista), decidió rebautizar su original sistema político como “Democracia
Orgánica”. La novedad consistía en una supuesta forma de representatividad política frente a
la tradicional democrática de un hombre, un voto (inorgánica). El franquismo consideraba
más ajustado a la ley natural el voto por intereses comunes y, por consiguiente, la
representación sería más plena por corporaciones: familia, municipio, sindicatos, etc
(orgánica). Nunca tal representación fue representativa de nada. Como supremo hacedor y
desfacedor, se decidió a designar a JC de Borbón sucesor suyo a título de “Rey” en la Jefatura
del Estado (1969). Bien entendido que se trataba de una instauración monárquica, no de una
restauración, no se reponían derechos históricos, él, el Caudillo, era la única fuente del
Derecho con facultades constituyentes.
Según Cortarello, basándose en los modelos teóricos existentes sobre transiciones políticas,
propone un proyecto interpretativo de los procesos de transición, obtenido por inducción del
caso español y los países del Este y centro de Europa.
Este esquema casa como un guante con la pequeña salvedad de que el primer consenso, la
amnistía, impedía la eliminación o cambio total del personal político. La originalidad de la
transición española es la de haberse conducido políticamente y haberse instrumentalizado
jurídicamente. Unió de rupturistas y continuistas conscientes de su debilidad.
Inmovilismo.
Los sectores más reaccionarios y ortodoxos del Régimen habían visto seriamente puestas en
entredicho sus posibilidades políticas tras el asesinato de Carrero Blanco. Arias Navarro
accedió por presiones del llamado “clan de El Pardo”. Fernández Miranda no era de fiar para
los sectores ultras, además había sido preceptor del príncipe, por tanto para los sectores más
extremistas del franquismo era un traidor.
La posición inmovilista tenía el refrendo del generalísimo Franco y Carrero Blanco. Para
ambos, una vuelta al sistema de partidos era impensable. Fdez. Miranda, catedrático de
Derecho Político y perfecto conocedor de las Leyes Fundamentales del Régimen fue el
teorizador ambiguo, profuso y difuso del desarrollo político del franquismo.
Este juego del inmovilismo se mantuvo intacto hasta la fecha de la muerte de Franco.
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Reforma y Ruptura.
Fdez. Miranda fue clave en la transición. Había que ir del franquismo a la Democracia en una
especie de revolución desde arriba, es decir, controlada y protagonizada por franquistas
reformistas, por los anteriores servidores del Movimiento Nacional (Suárez, Martín Villa).
Metafóricamente, el rey fue considerado el “motor del cambio”, eficazmente secundado por
Fdez. Miranda y Suárez y con la presión del pueblo español emprendió una auténtica
operación de ingeniería política, sirviéndose de los grandes poderes heredados de Franco, bajo
la custodia del Ejército, que no sin tensiones internas, se vio obligado a respaldar el vacío
político y el peligro cierto de desgarros civiles que hubiera supuesto enfrentarse al rey por
traidor a los principios inmutables del franquismo pero fiel a las demandas populares.
Carlos Arias Navarro resultó ser un desastre, incapaz de sacar adelante la reforma política,
que acabó renunciando tras el discurso de JC en el Congreso de los EEUU en sesión conjunta,
donde se refirió explícitamente a la voluntad democrática de la Monarquía dispuesta a
asegurar los deseos del pueblo libremente expresados.
De este modo quedaba despejado el camino. Adolfo Suárez será el auténtico dinamitador,
habilísimo Presidente del Gobierno fue capaz de convencer a los procuradores de las Cortes
franquistas de hacerse el “haraquiri” político aprobando la reforma política que se anunciaba,
si bien estaba claro que el nuevo sistema sería generoso con los colaboracionistas.
La Ley para la Reforma Política de 18 de Noviembre de 1976 fue la auténtica ley que
permitirá el tránsito de la Dictadura a la Democracia, significando una ruptura de la dictadura
al asumir los valores propios de la democracia. El establecimiento del principio de soberanía
popular, la separación de poderes y el sufragio universal. La consumación del tránsito pacífico
de una autocracia a un sistema político pluralista suponía una auténtica revolución política. El
pueblo español ratificó el método apoyando sus objetivos por referéndum nacional (15 de
Diciembre de 1976) por un 94,2% de síes.
LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA.
Este principio es considerado como irrenunciable por la teoría política liberal. Estos 36 años
se caracterizaron por la más absoluta falta de libertades y derechos fundamentales,
separación de poderes, prohibición de partidos políticos, sindicatos, derecho de voto,
elecciones libres, fuentes alternativas de información, etc. No estaban ninguna de las 8
garantías que, según Dahl, una democracia debe contener.
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La idea de estabilidad e inestabilidad de los regímenes políticos aparece como uno de los
conceptos más importantes de la ciencia política moderna. La historia de España nos ofrece
un ejemplo permanente de inestabilidad constitucional: falta de revolución burguesa;
ausencia de Estado fuerte y más bien patrimonializado; predominio de intereses locales
sobre nacionales = caciquismo; excesiva ideologización de las Constituciones =
Constituciones de partidos y cambios permanentes de Constitución al cambiar el poder de
manos de un partido a otro; falta de arraigo de nuestras Constituciones; escasa implantación
de la Constitución como regla de juego político = sucesión de Constituciones se lleva a cabo
mediante ruptura y no por procedimientos de revisión y reforma que contenían
Constituciones anteriores. La explicación de esta situación viene dada por la falta de
consenso entre las diferentes fuerzas políticas y por el carácter militar que determinan los
cambios políticos.
La transición de una dictadura a una democracia se realizó por medio de la ruptura pactada
o reforma rupturista. La Constitución de 1978 zanjó de forma satisfactoria 3 litigios que
habían dividido a la sociedad española en los últimos siglos: la forma de Estado, la cuestión
de los nacionalismos históricos y el conflicto religioso y educativo, aunque es cierto que aún
perviven tensiones en estos terrenos.
Hay que destacar la singularidad de nuestro proceso constituyente, ya que las Cortes
democráticas surgidas de las primeras elecciones libres (15 de junio de 1977) reunían las
características propias de un poder constituyente. Otra singularidad es que el texto no fue
elaborado por una sola cámara -como es la norma universalmente extendida- sino por dos; al
ser las Cortes bicamerales, se duplicó el procedimiento y el proceso de discusión del
proyecto constitucional.
El proceso constituyente presentó otra serie de características que, de una manera u otra,
influyeron en el contenido de nuestra Carta Magna:
Caracteres generales.
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Influencias.
Principios fundamentales.
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El Título preliminar contiene los valores fundamentales que deben inspirar al resto de la
Constitución. Tiene carácter de “fórmula política de la Constitución, que es la expresión
ideológica, jurídicamente organizada en una estructura social”.
Pretende adoptar para el Estado español la forma de Estado de derecho en su etapa más
evolucionada: la del Estado social. La propia condición compleja del Estado social y
democrático de derecho confirma la soberanía popular y la responsabilidad del Estado en
orden a las condiciones de vida comunitaria (fruto de las profundas mutaciones operadas por
el desenvolvimiento de la sociedad industrial, que se sintetizan en la exigencia de la
organización política a través de una intervención social dirigida a la corrección de
desigualdades).
El Estado de derecho:
principio de constitucionalidad
principio de legalidad
principio de jerarquía normativa y de competencias
principio de irretroactividad de las leyes y responsabilidad de los poderes públicos
Según esto, por encima de todas las normas debe existir una norma superior (la
Constitución) nacida con la participación directa del pueblo (referéndum) y a la que todas
las demás normas deben ajustarse. Este principio significa que la Constitución no
contiene simples declaraciones abstractas, sino que se trata de una verdadera norma
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jurídica de aplicación inmediata que obliga a todos los ciudadanos y a todos los poderes
públicos.
El Estado democrático:
Pluralismo político:
Implica la existencia de los partidos políticos que, según nuestra Constitución, expresan
el pluralismo político, concurren a la manifestación y formación de la voluntad popular y
son instrumentos fundamentales de participación política. Igualmente, implica la
existencia de un pluralismo social en el reconocimiento de los sindicatos, asociaciones de
empresarios y demás asociaciones en general.
Participación política:
relación a los partidos políticos que proponen los candidatos, más aún si el sistema es de
listas cerradas y bloqueadas como el nuestro.
Se trata del derecho NO de todos los ciudadanos sino de aquellos que componen el
cuerpo electoral, a elegir a sus representantes, el derecho al voto (igual, libre, directo y
secreto) y su complemento necesario, el derecho de todos los ciudadanos a presentarse
como candidatos a las elecciones.
Cuáles son los órganos y en qué ámbitos del Estado sus titulares son elegidos
democráticamente:
El Estado social:
La Monarquía Parlamentaria:
Todos los órganos del Estado, incluido el Rey, son órganos constitucionales, derivan
su poder de la Constitución y están sometidos a ella.
La función legislativa corresponde esencialmente al Parlamento, la función ejecutiva
al Gobierno. El Rey ni legisla ni gobierna; no toma decisiones políticas, tiene una
función simbólica, arbitral y moderadora.
No existe una separación estricta entre el poder legislativo y el ejecutivo, sino una
coordinación y colaboración entre ellos. El Congreso participa en el nombramiento del
presidente del Gobierno y los miembros de éste pueden pertenecer al Parlamento.
Dentro del Título II se establece que el Rey, como jefe del Estado, es el símbolo de la
unidad y permanencia del Estado y asume la más alta representación en las relaciones
internacionales. Arbitra y modera el funcionamiento de las instituciones. Por su posición
de árbitro, es inviolable, políticamente irresponsable.
Estas atribuciones no suponen poderes que el monarca ejerza a su antojo, son actos que
adoptados por el órgano constitucional competente debe asumir, de acuerdo con la
terminología, son actos “debidos”, esto es, el Rey actúa por voluntad ajena.
La Constitución regula otros aspectos relativos a la Corona, como el estatuto del Rey, la
regencia, la sucesión a la Corona y el papel de las Cortes en el proceso sucesorio.
El Estado autonómico:
Se trataba de poner fin a un problema histórico nunca resuelto, referido a las llamadas
comunidades históricas (Cataluña, País Vasco y Galicia), que luego se extendió al resto
del Estado, no tratando sólo de solucionar el problema sino de elaborar un proyecto
político de renovación estructural del Estado.
Incluso con autorización de las Cortes Generales, no es preciso reunir dichas condiciones.
En la actualidad hay 17, tan sólo Ceuta y Melilla están al margen de esta organización.
Uno de los temas más importantes es determinar cuáles son las competencias que
corresponden al Estado y cuáles a los entes autonómicos. La CE enumera una serie de
materias de competencia exclusivas del Estado de gran amplitud. Se refieren a materias
en las que la CE considera que entran en juego el Estado como unidad, los intereses
generales de la nación y que estima que requieren un tratamiento uniforme.
En otros casos, el Estado se reserva sólo la legislación pero la ejecución de las leyes
puede corresponder a las CCAA.
Para que la autonomía no quede en mera fachada, necesita de un soporte financiero que la
posibilite. Actualmente se debate una nueva vía de financiación de las CCAA sobre la
base de conceder un porcentaje de IRPF. Para que la autonomía de las CCAA sea real
deben disponer de los órganos políticos adecuados a tal fin, y así señala la CE los
siguientes:
Poder legislativo: se reconoce una asamblea legislativa elegida por sufragio universal
directo con arreglo a un sistema proporcional. Sistema unicameral, legislatura de 4
años, función principal: legislar en el ámbito de su territorio; competencias: eligen al
presidente de la CCAA; eligen al senador o senadores que representa a la CCAA en el
Senado de la nación; gozan de iniciativa legislativa ante las Cortes Generales; pueden
proponer recurso de inconstitucionalidad ante el TC y tienen iniciativa para proceder a
la reforma de la Constitución.
Poder ejecutivo: el presidente será elegido por la asamblea y nombrado por el Rey.
Ejerce funciones de gobierno y de representación fuera y dentro de la CCAA,
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El principio de autonomía que nuestra CE atribuye a las CCAA es muy amplio, pero aún
no se ha sustituido el modelo de Estado centralizado por el autonómico, sino que se han
superpuesto. El Título VIII, que define la organización territorial del Estado, ha resultado
ser el más conflictivo y polémico por ser el más nuevo y original.
Poder legislativo:
Toma el nombre de las Cortes Generales, constituyendo éstas uno de los órganos
fundamentales del Estado dado que entroncan con la soberanía popular al representar al
pueblo español. Sus miembros son elegidos por todos los ciudadanos. El Parlamento
adquiere su preeminencia teórica sobre los demás poderes del Estado porque ejerce la
potestad legislativa del mismo; controla la acción del gobierno; otorga la investidura al
presidente del Gobierno; controla el proceso autonómico y es el lugar de actuación de los
partidos políticos.
Las Cortes:
Organización:
Diputados (Congreso) y Senadores (Senado) elegidos por sufragio universal libre, igual,
directo y secreto. Representan al pueblo español y NO están ligados por mandato
imperativo, su mandato dura 4 años desde su elección hasta el día de la disolución de las
Cámaras. No puede pertenecerse simultáneamente a las 2 Cámaras, pero sí ser miembro
del Congreso y de una Asamblea de las CCAA. Se puede ser parlamentario autonómico y
senador; gozan de inmunidad e inviolabilidad.
Las Cortes son un órgano complejo, formadas por pluralidad de órganos. En cada Cámara
hay un presidente. El del Congreso preside. Las reuniones conjuntas de ambas Cámaras,
una Mesa, una Junta de Portavoces, una Diputación Permanente y Grupos
Parlamentarios.
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Las Cortes Generales funcionan en Plenos (reunión de todos sus miembros) y Comisiones
(número restringido de miembros para preparar y dividir el trabajo). Hay comisiones
generales y permanentes o especiales y temporales. Las sesiones de los plenos son
públicas, las de las comisiones pueden no serlo.
Para adoptar acuerdos válidos han de estar presentes la mayoría de sus miembros, hay un
quorum obligado. Los acuerdos deben ser adoptados por la mayoría de sus miembros
presentes y en algunos acuerdos se exigen mayorías cualificadas.
Congreso:
Senado:
208 Senadores elegidos por sufragio universal, libre, igual, directo y secreto en las
respectivas circunscripciones provinciales.
48 senadores designados por las CCAA pero su nº puede variar según el aumento o
disminución de la población.
Poder ejecutivo:
Composición y funcionamiento:
Posición preeminente del Presidente: dirige la acción del Gobierno, coordina las
funciones de los demás miembros, propone el nombramiento y separación de los
mismo, en el caso de dimisión o fallecimiento, todo el Gobierno se ve obligado a
dimitir.
Mandato de 4 años.
sesión, deberá contar con mayoría absoluta de la confianza de la cámara y por mayoría
simple en la segunda tras haber expuesto el programa político que pretender formar.
Funciones y poderes:
A estas funciones habría que añadir la presupuestaria: de vital importancia en los sistemas
políticos de capitalismo avanzado porque es la expresión de la política económica del
Gobierno y en ella se establecen las prioridades en la distribución de los recursos
económicos del Estado. La iniciativa corresponde en “exclusiva” al Gobierno.
El Gobierno debe tener la confianza del Parlamento para poder gobernar. La “cuestión
de confianza” es el procedimiento por el cual el Gobierno comprueba si goza de esa
confianza. El presidente del Gobierno, previa deliberación del Consejo de Ministros,
plantea ante el Congreso la confianza sobre su programa o sobre una declaración de
política en general, advirtiendo que de no ser aceptada por el Congreso ser verá
obligado a dimitir. La confianza se otorga si votan a favor de la misma la mayoría
simple de los diputados.
debe ser presentada por un mínimo de diputados 1/10 parte y debe incluir un
candidato a la presidencia de Gobierno (moción de censura constructiva).
los firmantes de la moción no podrán presentar otra durante el mismo período de
sesiones si la moción no prospera.
para que la moción se apruebe, debe ser votada por la mayoría absoluta de los
miembros del Congreso (las ausencias y abstenciones se contabilizan a favor del
Gobierno), esto es, de 176 diputados.
si la moción prospera, el Gobierno presentará la dimisión al Rey y el candidato
incluido en aquélla se considerará investido de la confianza de la cámara, y el Rey
le nombrará presidente del Gobierno.
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Poder judicial:
Es el único de los 3 poderes clásicos para el que la Constitución reserva el término Poder.
El Poder Judicial es la garantía de que se haga realidad el Estado de derecho. Esta garantía
ocurre en una doble vertiente: i.) controlar los posibles excesos del Ejecutivo al gobernar y
ii.) controlar la labor del Legislativo al dictar leyes.
La gran innovación que resulta del tratamiento del Poder Judicial en nuestra Constitución es:
autonomía respecto al Ministerio de Justicia, independencia de los jueces, autonomía del
Ministerio Fiscal, posibilidad del jurado, etc.
El Tribunal Constitucional.
Es un órgano situado fuera de los poderes clásicos que culmina la organización jurídica del
Estado y supone una garantía que define y protege los principios en ella recogidos.
El Presidente del TC lo será por 3 años, pudiendo ser reelegido 1 sola vez; de la misma
forma se elige al vicepresidente.
Todas las constituciones nacen con pretensión de permanencia, pero la realidad demuestra
que los cambios constitucionales son necesarios y frecuentes.
Los proyectos de reforma deben ser aprobados por mayorías de 3/5 de cada una de las
cámaras. Si no se obtiene un acuerdo, siempre que el texto haya sido aprobado por mayoría
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absoluta en el Senado, es el Congreso, por mayoría de 2/3 quien debe aprobar la reforma.
Los trámites son complicados.
LA DEMOCRACIA ESPAÑOLA.
La CE de 1978 nació con la idea de otorgar un marco jurídico político básico para la
convivencia pacífica y democrática de todos los españoles, tratando de establecer unas bases
semejantes a las de las democracias occidentales.
Las principales funciones que cumplen los partidos en una sociedad democrática son:
selección y reclutamiento de elites políticas, organización de elecciones, organización y
composición del Parlamento, composición y funcionamiento del Gobierno.
Partidos políticos.
Los partidos políticos en España tienen un escaso arraigo popular. La afiliación política de
los españoles se mueve en niveles realmente bajos. Este dato refuerza la tendencia de los
partidos a una caracterización de catch all party (partido acaparador) ya que una de sus notas
básicas consiste en la desvalorización del miembro individual y disminución del rol y de la
influencia de los afiliados individuales, produciendo una clientela electoral fluctuante y
animando a los partidos a iniciar la caza del voto antes que asentar su influencia en sectores
concretos de la población a través de la militancia. Justamente de esa clientela electoral
procede el mandato político, a través de la democracia representativa. Otro factor de
influencia a la escasa implantación de los partidos es la tendencia de los mismos a perder su
identidad organizativa y programática (ideología y programas) forzados por imperativos
políticos durante el proceso de transición pactada y consolidación democrática. La necesidad
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de elaborar una Constitución válida para todos les había llevado a un proceso de
convergencia más amplio y a la eliminación de los aspectos conflictivos, por tanto, a una
permanente desmovilización popular como condición necesaria para su éxito.
El origen de los partidos en España es diferente pero hay algo común a todos ellos: como
partidos de electores, reducción de actividades partidistas a períodos interelectorales,
dependen de la financiación estatal, sus niveles organizativos carecen de solidez implicando
el fortalecimiento de un tipo de liderazgo personalizado. Las razones de todo ello se
encuentran en la propia evolución social, económica y tecnológica de las sociedades
industriales más avanzadas a las que España pertenece (en fase más atrasada) y también a la
legislación electoral con listas cerradas y bloqueadas - el elector debe optar por una lista
completa sin poder añadir o quitar a ningún candidato - que ha otorgado excesivo poder a
los aparatos de los partidos. Escasa tolerancia y democracia interna y fuertes liderazgos más
escaso arraigo de los partidos = sistema de partidos inestable, fragmentado y débil.
El sistema de partidos hace referencia a los elementos de interrelación que se producen entre
los partidos, entre estos y la sociedad donde actúan y el sistema político del que forman
parte. Los sistemas de partidos son el resultado de numerosos factores de orden social,
histórico y económico.
Nos basamos en Cortarelo y Bobillo para elaborar las pautas cronológicas para analizar la
incidencia del origen de los partidos y el sistema de los mismos. El primer elemento es la
historia de los partidos: la mayoría de los de izquierdas ya estaban organizados a la llegada
de la democracia pero la derecha necesitó crear nuevas formaciones partidistas para poder
competir democráticamente por el poder, ya que durante la dictadura no tenía que
organizarse políticamente porque el Régimen descansaba en su monopolio del poder. La
izquierda mantuvo sus organizaciones en el exilio y la clandestinidad.
Partidos con origen anterior al período democrático: PSOE, PCE, PNV, ERC
Partidos con origen durante la dictadura franquista: PSP, PA, CDC
Partidos que surgen tras la muerte de Franco y con las primeras apariciones democráticas:
UCD, AP, PP
Partidos de creación posterior a 1977: CDS, HB, EE, EA, CG.
El sistema electoral influye sobre el sistema de partidos políticos en una doble dirección:
sobre el número de partidos que alcanzan representación parlamentaria y sobre la tendencia
a beneficiar a unos partidos en beneficio de otros. Son los llamados dispositivos correctores,
destinados a impedir una excesiva fragmentación de los partidos y reducir la
proporcionalidad de la representación en el Parlamento. Nuestra legislación establece
desequilibrios representativos favoreciendo a los partidos grandes y a los de ámbito regional
por el tamaño de los distritos electorales. El conjunto de normas electorales y la
Constitución han establecido: número reducido de diputados (350), porcentajes mínimos de
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Consultas electorales:
1977, 1982 y 1993: excepcionales. 1977: por ser la 1ª; 1982: primeras tras el intento de
golpe de Estado; 1993: posibilidad de victoria de la derecha. Todo ello contribuyó a un
grado de participación electoral muy alto.
Elecciones.
La abstención en España es de las más altas de Europa. Participación alta en 1977, 1982 y
1993 por su carácter excepcional. Menor participación en elecciones de ámbito subestatal.
Las elecciones locales, regionales o autonómicas poseen una menor atracción para los
electores que las legislativas.
La abstención debe ser explicada por la herencia de la cultura política del franquismo y el
modelo de transición pactada de la dictadura a la democracia; también a la escasa
implantación de los partidos. Existe una abstención técnica agravada por no disponer,
después de 17 años, de un censo fiable.
Las preferencias electorales se han caracterizado por una fragmentación relativamente baja y
un elevado nivel de volatilidad. El grado de fragmentación es bajo porque los electores
concentran sus preferencias en un número reducido de partidos, dando como resultado un
bipartidismo. Existen sólo 3 partidos de ámbito estatal con representación parlamentaria.
Esta concentración del voto no se reproduce en ámbitos subestatales o nacionales, donde se
dan resultados más fragmentados.