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ANÁLISIS DE LA SENTENCIA C-253 DE 2019 EMITIDA POR LA CORTE CONSTITUCIONAL

El pasado 6 de junio del presente año, mediante la sentencia C-253/19 la corte constitucional
decidió que son inconstitucionales las normas que establecen una prohibición al consumo de
bebidas alcohólicas y sustancias psicoactivas en espacios públicos y en espacios privados abiertos
al público, considerando que dichas medidas restrictivas no son las idóneas para alcanzar la
finalidad buscada. La normatividad acusada en dicha sentencia es la ley 1801 de 2016 por la cual
se expide el código nacional de policía y convivencia que en los artículos 33 y 140 prohíbe a los
ciudadanos consumir bebidas alcohólicas y sustancias psicoactivas en espacios públicos con la
finalidad de salvaguardar la tranquilidad y las relaciones respetuosas de las personas, así como el
cuidado e integridad del espacio público. La corte decidió que sí existía cargo de
inconstitucionalidad en contra de las ya mencionadas normas al considerar que vulneraban el
derecho al libre desarrollo de la personalidad.

Análisis realizado por la corte constitucional

Artículo 33, numeral 2, literal C

La corte considera que la prohibición impuesta por el código nacional de policía y convivencia no
es “razonable constitucionalmente”, pues a pesar de que el fin que busca es imperioso (la
tranquilidad y las relaciones respetuosas), lo hace a través de una restricción que no está dirigida
de manera directa a dicho fin, en tanto que el consumo de bebidas alcohólicas o de sustancias
psicoactivas en espacios públicos no implica necesariamente un riesgo para los bienes protegidos.
Además, considera innecesaria la prohibición dado que existen otros medios contenidos en el
mismo código de policía que permiten alcanzar el fin buscado sin la necesidad de imponer una
amplia restricción a las libertades individuales.

Artículo 140, numeral 7

Al igual que en el apartado anterior, la corte considera que la prohibición impuesta no es


“razonable constitucionalmente”. A pesar de lo imperioso que puede resultar el fin buscado (el
cuidado y la integridad del espacio público), la norma no advierte ni proporciona elementos de
juicio que permitan establecer una relación clara de causalidad entre el consumo de las bebidas
alcohólicas o las sustancias psicoactivas y la destrucción o irrespeto a la integridad del espacio
público. De cualquier forma, en el código nacional de policía y convivencia, existen otros medios
que permiten la prevención y la corrección para aquellas situaciones en las que el consumo de
bebidas alcohólicas y sustancias psicoactivas pudieran llevar a la destrucción o afectación del
espacio público, por lo cual la norma acusada se considera innecesaria.

Respeto a las libertades individuales versus derechos de las colectividades

En concepto de la corte constitucional, las normas acusadas implican prohibiciones que impactan
de manera amplia el ejercicio al derecho de la libre personalidad, dado que las medidas imponen
la prohibición de realizar una actividad que en sí misma está contemplada al interior del
ordenamiento jurídico colombiano. Debe recordarse que la corte constitucional, mediante la
sentencia C-221 de 1994 que tuvo como magistrado ponente al Dr. Carlos Gaviria Díaz, declaró
inexequible la sanción de arresto y tratamiento forzado para el uso y porte de la dosis personal,
dado que esta conducta solo le atañe al individuo, por lo que una sanción penal a este
comportamiento afectaba la dignidad humana; es decir, la corte despenalizó el porte de la dosis
personal de drogas.

A pesar de lo anterior, la controversia ha tenido lugar en tanto que muchos sectores políticos y
sociales consideran que el derecho que tienen los ciudadanos de consumir bebidas alcohólicas y
sustancias psicoactivas en lugares públicos puede llegar a vulnerar derechos fundamentales de las
colectividades, especialmente los derechos de los menores, los cuales gozan de primacía por sobre
otros derechos al interior de nuestra carta magna. A este respecto, la corte constitucional
considera que si bien en un estado social de derecho (como lo es en teoría el nuestro) los derechos
fundamentales no son absolutos pues están limitados en su ejercicio por el respeto al goce
efectivo de los derechos de las otras personas, esto “…no implica, en modo alguno, aceptar que
toda limitación que se imponga a un derecho en virtud de la protección de los derechos de los
demás, sea razonable y proporcionada constitucionalmente”.

Así mismo, debe tenerse en cuenta que las instituciones encargadas de salvaguardar el orden
jurídico se ven en la tarea de acatar la normatividad internacional que propende por la protección
de los derechos humanos y al mismo tiempo implementar los convenios internacionales que
buscan combatir el flagelo del consumo de droga y el crimen organizado en torno a ella. Es
precisamente aquí donde muchos advertimos la incoherencia que desde hace años ha primado en
los gobiernos de turno, pues las políticas prohibicionistas y guerreristas implementadas durante
décadas han resultado no sólo inútiles para reducir el problema de oferta y demanda de sustancias
psicoactivas ilegales, sino que ha sumergido al país en una interminable guerra que ha ocasionado
miles de muertes, que ha colapsado al sistema penitenciario y que además utiliza de forma
ineficaz los recursos aportados por los contribuyentes.

Con su pronunciamiento, la corte constitucional parece hacer un llamado a los diferentes


organismos legislativos para que las normas que sean promulgadas a futuro logren armonizar
tanto la protección a los derechos individuales de los ciudadanos, así como a los derechos de las
colectividades, además de seguir luchando en contra de las organizaciones criminales que se
dedican al tráfico de drogas. Países como Portugal, República Checa, Holanda, Estados Unidos y
Canadá, así como países de la región latinoamericana como Uruguay, han apostado por la
implementación de políticas no prohibicionistas (que vale la pena evaluar), eligiendo mecanismos
como la legalización regulada por el estado, que pretende quitarle de las manos a las mafias el
multimillonario negocio de las sustancias ilegales, al tiempo que a través de programas de
educación y programas de salud pública como la reducción de daños busca disminuir los índices de
consumo, de riesgo y de daño asociados a las drogas sin que esto implique amplias restricciones a
los derechos individuales como lo es el derecho al libre desarrollo de la personalidad y sin la
necesidad de sumergir a los países en interminables e infructíferas guerras.

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