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Causa nº 3197/08 (2448/2008)

Registro Interno Nº:

Carátula: "Bártoli Guillermo, García

Belsunce Horacio Carlos, Hurtig Juan Carlos,

Binello Sergio, Michelini Beatriz Magdalena,

y Gauvry Gordon Juan Ramón s/

encubrimiento".-

VEREDICTO

/// Isidro, 4 de noviembre de 2011.-

AUTOS Y VISTOS:

Reunidos en acuerdo los Sres.

Jueces del Tribunal en lo Criminal nro. 1 de

San Isidro, Dres. Alberto Ortolani y María

Elena Márquez, integrándose el mismo con el

Sr. Juez del colega Tribunal en lo Criminal

nº 5 Departamental, Dr. Ariel Introzzi


Truglia, por resolución de la Excma. Cámara

de Apelación y Garantías local, y contándose

con la presencia de los actuarios, Dres.

Claudia Fernández y Carlos Fiorentino, con

el objeto de deliberar a los fines de dictar

veredicto (art. 371 del C.P.P.) en la

presente causa registrada bajo el n° 3197/08

(1371/2008), seguida en orden al delito de


encubrimiento agravado a 1) GUILLERMO

BARTOLI, de nacionalidad argentina, con

D.N.I. nº 16.119.303, casado, empresario,

nacido el día 15 de abril de 1962 en la

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con

domicilio en Carmel Country Club, calle

Monseñor D'andrea 1891 de la localidad de

Pilar, Partido del mismo nombre, hijo de

Juan Carlos y de Susana Jurado, e

identificado bajo Expte. nº O-989688 del

Registro Nacional de Reincidencia y

Estadística Criminal, y Prontuario nº

1.106.568 de la División Antecedentes de la

Policía de Seguridad de la Pcia. de Buenos


Aires; 2) HORACIO CARLOS GARCIA BELSUNCE, de

nacionalidad argentina, con D.N.I. nº


7.704.829, casado, de ocupación coach

ontológico y remisero, nacido el día 30 de

abril de 1949 en la Ciudad Autónoma de

Buenos Aires, con domicilio en el Complejo

Rincón de Morra II, sito en la calle 9 de

Julio nº 520, Depto. 22, de la localidad de

Pilar, Partido del mismo nombre, hijo de

Horacio Adolfo y de Luz María Gallup Lanus,

e identificado bajo Expte. nº O-989686 del

Registro Nacional de Reincidencia y

Estadística Criminal, y Prontuario nº

1.106.566 de la División Antecedentes de la

Policía de Seguridad de la Pcia. de Buenos


Aires; 3) SERGIO RAFAEL BINELLO, de

nacionalidad argentina, apodado "Cabezón",

con D.N.I. nº 10.924.761, casado,

empresario, nacido el día 13 de enero de

1953 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,

con domicilio en Carmel Country Club, calle

Monseñor D'andrea 1891 de la localidad de

Pilar, Partido del mismo nombre, hijo de

Aldo y de Delfina Coppa Oliver, e

identificado bajo Expte. nº O-989687 del

Registro Nacional de Reincidencia y


Estadística Criminal, y Prontuario nº

1.106.570 de la División Antecedentes de la

Policía de Seguridad de la Pcia. de Buenos


Aires; 4) JUAN CARLOS HURTIG, de

nacionalidad estadounidense, con D.N.I. nº

93.656.696, apodado “John” o “Iguana”, de

estado civil casado, de ocupación asesor de

seguros de vida, nacido el día 13 de febrero

de 1965 en la Ciudad de Iowa, Estados

Unidos, con domicilio en la calle Nicaragua

nº 3811 de Palermo, Ciudad Autónoma de

Buenos Aires, hijo de Constantino y de Luz

María Blanca Luisa Gallup Lanus, e

identificado bajo Expte. nº O-989690 del

Registro Nacional de Reincidencia y

Estadística Criminal, y Prontuario nº

1.106.567 de la División Antecedentes de la

Policía de Seguridad de la Pcia. de Buenos


Aires; 5) BEATRIZ MAGDALENA MICHELINI, de

nacionalidad argentina, con D.N.I. nº

13.027.245, de estado civil viuda, de

ocupación masajista, nacida el 17 de junio

de 1957 en la localidad de Pilar, con

domicilio en la calle Sanguinetti nº 583 de


Villa Morra, Pilar, Partido del mismo

nombre, hija de Jesús Gabriel y de Lilia

Alcira Ponti, e identificada bajo Expte. nº

U304202 del Registro Nacional de


Reincidencia y Estadística Criminal; y 6)

JUAN RAMON GAUVRY GORDON, de nacionalidad

argentina, con D.N.I. nº 20.518.205, de

estado civil casado, de ocupación médico,

nacido el día 31 de agosto de 1968 en la

Ciudad de Posadas, Pcia. de Misiones, con

domicilio en la calle Garibaldi nº 3329 de

la localidad de San Fernando, Partido del

mismo nombre, hijo de Luis Eduardo y de

Sofía Lila Gordon, e identificado bajo

Prontuario nº 1.108.629 de la División

Antecedentes de la Policía de Seguridad de

la Pcia. de Buenos Aires. Se hace constar

asimismo que habiéndose realizado el sorteo

de estilo, resultó desinsaculado para votar

en primer término el Dr. Alberto Ortolani,

en segundo lugar la Dra. María Elena

Márquez, y por último el Dr. Ariel Introzzi

Truglia.-
Y RESULTA:

I).-Que en fecha 18 de mayo de

2011 se dio comienzo a la audiencia de

Debate en las presentes actuaciones, la cual

culminó el día 28 de septiembre de ese mismo

año.-
II).-En dicho acto, los Fiscales

intervinientes, Dres. Laura Elizabeth

Zyseskind, Leonardo Loiterstein y Oscar

Daniel Márquez, ejercieron su Ministerio y

alegaron sobre la prueba producida,

desistiendo en primer lugar de la intimación


respecto de la imputada BEATRIZ MICHELINI,

de conformidad a lo normado por el artículo

368 "in fine" del código de rito, para luego

solicitar, en relación a los restantes

encausados, que al momento de dictarse


sentencia se condene a JUAN CARLOS HURTIG a

la pena de cinco años de prisión, accesorias

legales y costas, por considerarlo autor del

delito de encubrimiento agravado, en los

términos del artículo 277 inciso primero b

en función del tercero a) en función del


artículo 79 del CP.; a JUAN RAMON GAUVRY
GORDON a la pena de seis años de prisión,

accesorias legales y costas, con más la pena

de seis años de inhabilitación especial para

el ejercicio de la profesión de médico, en

los términos del art. 20 bis inciso tercero

del C.P., por considerarlo autor del delito

de encubrimiento agravado por omisión de

denuncia, de conformidad a lo normado por

los artículos 277 inciso primero b) y

tercero a) del C.P., y 287 inc. 2 del

C.P.P., accesorias legales y costas y

también el art. 277 en función del 79 del


Código Penal; a SERGIO RAFAEL BINELLO a la

pena de cuatro años y seis meses de prisión,

accesorias legales y costas, por

considerarlo autor del delito de

encubrimiento agravado en los términos del

art. 277 inciso 1 a) en función del 3 a)

del C.P. en su relación con el art. 79 del


C.P.; a HORACIO CARLOS GARCIA BELSUNCE a la

pena de seis años de prisión, accesorias

legales y costas del proceso, por resultar

autor penalmente responsable del delito de

encubrimiento agravado en los términos


previstos por el art. 277 incisos 1 a) y

b), en función del 3 a) del C.P., en su

relación con el art. 79 del C.P.; y a


GUILLERMO BARTOLI a la pena de seis años de

prisión, accesorias legales y costas, por

resultar autor penalmente responsable del

delito de encubrimiento agravado previsto en

el artículo 277 inciso primero b), en

función del tercero a) en su relación con el

art. 79 del C.P., reclamando además para

todos ellos, en los términos del artículo

371 in fine del C.P.P. y de resultar

condenatorio el veredicto, se ordene al

momento de dictarse el mismo sus inmediatas

detenciones.-
III).-A su turno, la Defensa de

los encausados tuvieron la oportunidad en

tiempo y forma de evacuar sus respectivos

traslados.-

Así fue que el Dr. Ribas, exigió

la absolución de su asistida Beatriz

Michelini, ello en virtud del desistimiento

de la acusación del Ministerio Público

Fiscal.-
Por su parte, el Dr. Riguera, en

representación de Juan Hurtig, postuló en

principio la libre absolución del mismo, y

en su defecto, para el supuesto de que el

Tribunal no compartiera su hipótesis de

trabajo y arribara por el contrario a un

veredicto condenatorio, solicitó se le

imponga a su ahijado procesal el mínimo

legal de la pena prevista para el delito

endilgado, y para el caso de que se optare

por que la misma fuese en cuanto a su modo

de ejecución de cumplimiento efectivo, la

detención no se formalice hasta tanto no se

produzcan las pertinentes apelaciones.-

En su momento, el Dr. Becker

pidió por la absolución de su asistido Juan

Gauvry Gordon, o en su caso, de no ser éste

el criterio de estos jueces, se le imponga

al nombrado una pena cuyo cumplimiento sea

dejado en suspenso, al tiempo que respecto

de la inhabilitación especial propiciada por

la acusación pública, bregó porque no se

haga lugar a la misma, requiriendo en

subsidio y en caso de discrepancia del


Tribunal la imposición de la pena mínima de

un mes de inhabilitación.-

Seguidamente, los Dres. Caride

Fitte, Corleto y Grondona, solicitaron en

primer término la absolución de Sergio

Binello. En otro orden, de no comulgarse con

esta solución, entendieron que la conducta

atribuida al mismo resultaba constitutiva de

meros actos preparatorios no punibles, o en

todo caso, de una tentativa inidónea o

delito imposible (art. 44 in fine del C.P.),

lo cual los llevó a sostener –y así

reclamaron se declare- que la acción penal

en la presente causa se encontraba

extinguida por prescripción (arts. 59 y 62

inc. 2º del C.P.). De otra parte, exhortaron

también a que al momento de resolver se

beneficie a su pupilo con la eximente de

responsabilidad que prevé el art. 277 inciso

4º del código de fondo (antigua redacción

inciso 3º), por resultar ser Sergio Binello

amigo íntimo de Carlos Carrascosa, siendo

que finalmente y frente a la posibilidad de

que recaiga a su respecto sentencia


condenatoria, clamaron por la imposición de

una pena en suspenso, menor a los tres años,

y de no ser así y resultar ésta de

cumplimiento efectivo, que no se concrete su

detención hasta la firmeza del

pronunciamiento dictado.-

A su vez, el Dr. Murcho,

respecto de su cliente Horacio García

Belsunce, demandó en relación a los dos

hechos materia de imputación la libre

absolución del nombrado por diversas razones

de hecho y de derecho que quedaron plasmadas

en el acta de debate, renunciando

expresamente y por pedido del mismo a la

facultad contenida en el art. 277 inciso 4º

del Código Penal (excusa absolutoria).-

Finalmente, los Dres. Novak y

Blanco alegaron en favor del imputado

Guillermo Bártoli, postulando su libre

absolución. Asimismo, y subsidiariamente,

reclamaron la extinción de la acción penal

por prescripción (arts. 59 y 62 inciso 2º

del C.P.) por entender que la conducta

originaria atribuida al mismo debía ser


considerada bajo los parámetros del art. 42

del código de fondo, en cuyo caso habría

transcurrido desde entonces y en exceso el

término legal que habilita su pedido, el

cual consideraron debía extenderse también a

los demás hechos materia de ampliación de la

acusación. Seguidamente y para el supuesto

de no prosperar ninguna de las

interpelaciones previas, plantearon la

eximente de responsabilidad prevista en el

art. 277 inciso 4º del catálogo ya

mencionado (antigua redacción inciso 3º), y

en el último de los casos, de recaer

condena, requirieron que no se haga lugar al

arresto del señor Bártoli.-


IV).-Conferida que le fue la

palabra a los procesados a tenor del art.

368 6º párrafo del digesto de forma, la

primera en hacer uso de ese derecho fue

Beatriz Michelini, quien refirió: “quiero

simplemente agradecer que me hayan dejado

decir mi vivencia, por haberme permitido

expresarme a mi manera” (sic).-

Luego, Juan Gauvry Gordon dijo:


“gracias, y a pesar de lo que resuelvan, la

resolución la voy a respetar y la voy a

cumplir… nunca encubrí a nadie, ni un delito

ni a nadie que lo haya cometido, cuando yo

hablé de mis hijos y verlos a la cara, para

que se llegue a la verdad y se haga justicia

y limpiar mi apellido que es el que les voy

a dejar a mis hijos y quiero gritarles mi

inocencia. No encubrí a nadie, lo repito, no

encubrí ni un delito ni al que lo haya

cometido. Gracias por la oportunidad, no

sería yo si no lo digo, gracias” (sic).-

A continuación, Juan Hurtig

expresó: “Señores Jueces, mi hija Sol cuando

empezamos todo esto tenía 2 años, hoy tiene

11; mi hija Laura tenía 4, hoy tiene 13, y

el otro hoy tiene 19, y Milagros tenía 12 y

hoy tiene 21… fueron nueve años de una

pesadilla para nosotros, si todo esto se

estiró nueve años, lo intentamos alargar

porque somos inocentes, yo quería alargarlo,

siempre busqué la verdad, para que se

investigue, fui a la Fiscalía de Molina

Pico, colaboré en la búsqueda del plomo…


entre cinco y nueve horas en el excremento,

fui a la Fiscalía de Aquino, para que se

investigue, igual que a la de los Dres.

Loiterstein y de Márquez para que se

investigue. Se tenía que investigar el

homicidio, ellos cuentan con tres ADN con

los que se va a llegar al autor del

homicidio de mi hermana, yo tiré algo que no

sabía… La otra prueba es un ADN… va a haber

alguien que lo quiera buscar al autor… y los

Fiscales actuales me dijeron que no había

nada más que investigar… el doctor

Loiterstein no me quiso escuchar, a alguien

que iba a pedir por la muerte de su hermana.

Les ruego encarecidamente, los miro a los

ojos, está en ustedes encarrillar esta

investigación, encarrillar esto, tengo que

demostrar a mis hijos que hay justicia, que

no fueron en vano estos nueve años, que hay

justicia en la Argentina, ayúdenme,

ayúdennos. Al abogado de Michelini, le

quiero decir que nunca me vino a preguntar

porque no lo saludaba, y si escuchan las

escuchas lo van a entender” (sic).-


Por su lado, Sergio Binello se

manifestó diciendo que nada iba a referir,

remitiéndose a lo expresado por sus

abogados, “que ya han hablado por mi”

(sic).-

Más tarde, Horacio García

Belsunce, sostuvo que “hace casi nueve años

que mataron a mi hermana, a nueve años que

una instrucción y una investigación

irresponsable y animosa me corrió de mi rol

de colaborador incansable en la búsqueda de

la verdad y me colocó en el rol de

encubridor de la muerte de mi hermana. Hace

nueve años que espero que el Ministerio

Público investigue seriamente sobre la

muerte de mi hermana… mi mujer, mis hijos y

nietos, conviven con esta pesadilla, que

espero que mi hermana pueda descansar en paz

y no lo puede hacer por las injusticias que

viene soportando. Hace dos años que veo a mi

cuñado preso, injustamente, por el homicidio

de la mujer que amaba, hace más de cuatro

meses que le pido a Dios que los ilumine y

que les de claridad suficiente para que


puedan encontrar la verdad y a través de la

sana crítica razonada puedan hacer justicia.

Soy absolutamente inocente del delito que se

me imputa y agradezco que me hayan

escuchado” (sic).-

Por último, y dando cierre a lo

normado por el artículo 368 6º párrafo del

C.P.P., el imputado Guillermo Bártoli dijo:

“pensé que iba a ser fácil sentarme acá a

decir lo que siento. Una mezcla de

sensaciones, bronca, angustia, miedo… pero

voy a tratar de ser breve, no pido

clemencia, porque soy inocente, porque

siempre me enseñaron a decir la verdad. Lo

que hice lo volvería a hacer, acudir al

llamado de un ser querido cuando tuvo un

accidente y lo volvería a hacer porque así

me lo han enseñado… Apelo, tengo la fe de

que Dios los ilumine porque, a mí, en mi

caso, y que es un pensamiento de Horacio, a

mí no me sirve una pena, aunque sea breve o

en suspenso, soy inocente, no me sirve que

no lleguemos a la verdad, espero haber sido

claro y porqué actué como actué, que mis


abogados hubiesen sido claros para que esto

se encamine… tengo la confianza de que son

personas de bien e idóneas en lo que hacen…

y que tienen una oportunidad histórica para

reencauzar la cuestión. Hay un inocente

preso que es Carlos Carrascosa, y por los

mismos motivos que mi cuñado, preso por la

llamada de OSDE, quisieron detener a mi

mujer y cambiar la calificación a mi

respecto. Pido por mis hijos para que ellos

puedan tener confianza en la justicia… En

ningún momento tuve que dar explicaciones a

mis hijos porque los mismos estaban con

Irene, conmigo, y con su tío Carlos, y más

allá que la Fiscalía quiera desacreditar las

palabras de mis hijos, puedo mirarlos a los

ojos, y gracias a Dios nunca les tuve que

pedir disculpas… Pido disculpas por haberme

exaltado, y atribuyo ello a mi ansiedad y

angustia. Agradezco y pido a Dios que los

ilumine… gracias” (sic).-


V).-En consideración a lo

expuesto, estas actuaciones se hallan en

condiciones de ser falladas.-


Y CONSIDERANDO:

Que se fijan las cuestiones a

decidirse, resultando ellas:

a).-Previas:

1).- ¿Qué resolución corresponde

dictar frente al desistimiento de la

acusación fiscal efectuado por la Dra. Laura

Elizabeth Zyseskind respecto de la imputada

Beatriz Michelini?

2).- ¿Qué temperamento se impone

adoptar frente al pedido de prescripción por

extinción de la acción penal interpuesto por

las defensas de los imputados Sergio Binello

y Guillermo Bártoli?

b).-Conforme a las previsiones

del art. 371 del C.P.P.-

1).- ¿Se ha acreditado la

existencia de los hechos en su

exteriorización material?

2).- ¿Se ha probado la

participación de los procesados en los


mismos y en lo que a su personal

participación se refiere?

3).- ¿Existen eximentes?

4).- ¿Se han verificado

atenuantes?

5).- ¿Han concurrido agravantes?

A la primera de las cuestiones

previas a decidir, el Dr. Alberto Ortolani,

dijo:

El artículo 56 del código ritual

prescribe, al enumerar las funciones,

facultades y poderes del Ministerio Público

Fiscal, que corresponderá al mismo promover

y ejercer la acción penal, en la forma

establecida por la ley.-

Por su parte, el artículo 368

del mismo ordenamiento legal establece que

si en cualquier estado del debate, el

Ministerio Público Fiscal desistiese de la

acusación, el Juez o Tribunal absolverá al

acusado.-

No obstante, de lo expuesto no

se deriva que el pedido absolutorio del


fiscal de juicio tenga un efecto vinculante

para el Tribunal, sino sólo en aquéllos

casos en los que el mismo cumpla con los

requisitos de legalidad y razonabilidad, es

decir, sea derivación lógica y razonada del

derecho vigente y de la prueba del

expediente incorporada al debate, ya que

como bien lo señala Ricardo Saenz, el Fiscal

“no es un satélite incontrolable dentro de

la organización político-institucional de

nuestro Estado de Derecho” (Saenz Ricardo,

“El Ministerio Público”, L.L., 1995-D-1081),

coincidiendo por lo demás con la opinión del

maestro Cafferata Nores, quien expresara que

“…la posibilidad acordada al fiscal de pedir

la absolución del acusado, no significa que

se lo autorice a hacer cesar la acción penal

como si fuera su dueño, según su libre

arbitrio, o sólo en razón de su mera

voluntad, y sin que interese si existen o no

pruebas de la culpabilidad de aquél… El

pedido fiscal en tal sentido no puede

inspirarse en criterios de oportunidad no

autorizados por la ley (ni por cierto, en


meros caprichos) que sí expresarían modos de

disponibilidad de la acción pública…”

(Cafferata Nores, “Impedir que el Tribunal

del Juicio condene al imputado si el fiscal

pidió su absolución, ¿Implica consagrar la

disponibilidad de la Acción Penal Pública?”,

La Ley, 1997 A, pág. 283).-

En tal orden de ideas, habiendo

la Sra. Fiscal de Juicio, Dra. Laura

Elizabeth Zyseskind, desistido motivadamente

de la acusación –en un discurso razonable y

respetuoso del principio de legalidad-

respecto de la imputada Beatriz Michelini,

ello en oportunidad de celebrarse en autos

audiencia de debate, la actuación de este

Tribunal se limita o circunscribe a actuar

del modo en que lo determina la segunda de

las mandas citadas, dictando sin más trámite

un veredicto absolutorio respecto de la

nombrada y en relación al hecho por el cual

fuera traída a juicio, en la inteligencia de

que el proceder del Ministerio Público

Fiscal importa la falta de ejercicio de la

acción penal, dejando vacía de contenido a


la función jurisdiccional.-

Epilogando la cuestión, no dejo

de advertir que la solución que propongo, no

es otra más que la que emana de la doctrina

de la C.S.J.N., la cual sobre el punto ha

sostenido reiteradamente que el dictado de

una sentencia condenatoria en supuestos como

el que nos ocupa, en los cuales la Fiscalía

ha solicitado la absolución, "transgrede las

reglas del debido proceso y de la

inviolabilidad de la defensa en juicio"

(Fallos 325:2019, sent. del 28/12/1989,

"Tarifeño"; 317:2043 "García", sent. del

5/10/1995; 318:1234 "Cattonar", sent. del

13/6/1995; 318:1788 "Montero", sent. del

5/10/1995; 320:1891 "Cáceres", sent. del

25/7/1997; y M.528, XXXV, "Mostaccio", sent.

del 17/2/2004; entre otras).-

Por los motivos expuestos, y por


ser ella mi libre y sincera convicción, ASI

LO VOTO. Arts. 168 y 171 de la Constitución

de la Pcia. de Buenos Aires, 56, 210, 339,

368 y ccdtes. del C.P.P.-


A la primera de las cuestiones

previas a decidir, la Dra. María Elena

Márquez, dijo;

Adhiero al voto de mi colega

preopinante, Dr. Alberto Ortolani, por los

mismos motivos y fundamentos, y por ser ella


mi libre y sincera convicción. ASI LO VOTO.

Arts. 168 y 171 de la Constitución de la

Pcia. de Buenos Aires, 56, 210, 339, 368 y

ccdtes. del C.P.P.-

A la primera de las cuestiones

previas a decidir, el Dr. Ariel Introzzi

Truglia, dijo;

Hago propias las palabras del

Dr. Alberto Ortolani, por lo que en

definitiva, y siendo ella mi libre y sincera

convicción, adhiero a la solución propuesta


por el mismo. ASI LO VOTO. Arts. 168 y 171

de la Constitución de la Pcia. de Buenos

Aires, 56, 210, 339, 368 y ccdtes. del

C.P.P.-

A la segunda de las cuestiones


previas a decidir, el Dr. Alberto Ortolani,

dijo:

Como primer análisis de

situación, y si bien muchos ríos de tinta se

han escrito al respecto, soy del criterio,

siguiendo a Dayenoff, de que el delito de

encubrimiento se consuma al llevar a cabo

las conductas típicas, sin que sea necesaria

la consecución de los propósitos

(favorecimiento real), o cuando se presta la

ayuda, si se trata de favorecer la elusión

de las investigaciones de la autoridad o de

sustraer al sujeto de la acción de ella

(favorecimiento personal) y como tal, no

admite la tentativa (Dayenoff, Elbio David,

Código Penal Comentado, 7ma. Edición, A-Z

Editora, Año 2000, pág. 733), ya que

tratándose de un delito de actividad y de

peligro, de carácter instantáneo -como bien

lo destaca Creus en su obra- no resulta

necesario para la consumación que la

prestación de la ayuda con las finalidades

típicas haya logrado su objetivo (Creus,

Carlos. Delitos contra la Administración


Pública. Comentarios de los artículos 237 a

281 del Cód. Penal. Editorial Astrea. Buenos

Aires. Año 1981, pág. 531 y siguientes).-

Por su parte, y en esta misma

línea, al referirse al favorecimiento

personal D’alessio señala que tratándose de

un delito formal, es difícil imaginar la

existencia de actos ejecutivos que no sean

consumativos (D’alessio, José Andrés, Código

Penal, Comentado y Anotado, Parte Especial,

Arts. 79 a 306, La Ley, Año 2004, pág. 908),

agregando –yendo en concreto a la especie

del favorecimiento real y citando en su

comentario a Buompadre- que este tipo de

favorecimiento es un delito de pura

actividad, de peligro concreto e

instantáneo, que se consuma con la

realización de las acciones típicas

descriptas, sin que se requiera ningún

resultado, como podría ser la frustración de

la investigación (D’alessio, pág. 912).-

Asimismo, y suscribiendo a este

razonamiento, el célebre maestro Soler

sentencia, al referirse al favorecimiento


real, que como en los demás casos de

encubrimiento (con lo cual, claro está,

incluye entre ellos al personal), no es

necesario que se alcance el éxito, en el

sentido de que el rastro desaparezca o de

que la justicia se frustre (Soler,

Sebastián. Derecho Penal Argentino. Tomo V.

Editorial TEA, Año 1988, pág. 345).-

En igual orientación se inscribe

la opinión del maestro italiano Francesco

Carrara, en cuanto refiere que acerca de la

tentativa, es evidente que el favorecimiento

es un delito formal, para cuya consumación

no es necesario que la justicia haya sido

efectivamente engañada o burlada, toda vez

que al cumplirse el hecho que constituye el

favorecimiento se agota la consumación del

delito, aunque no se haya obtenido el último

intento de libertar al culpable, agregando

que si se obtiene este efecto, será en todo

caso un criterio conmesurante (y autorizará

a decir que el favorecimiento consumado ya

ha quedado perfecto, o mejor dicho, que

además de ser perfecto está también


agotado), pero no es un criterio esencial

(Carrara, Francesco. Programa de Derecho

Criminal –Traducción de José J. Ortega

Torres y Jorge Guerrero-, Parte Especial,

Volumen V, Tomo 7, Editorial Temis Bogotá,

Año 1998, págs. 416/417).-

También Carlos Fontán Balestra

se pronuncia sobre el tema, el cual no

obstante apuntar que es posible la tentativa

-aunque sin dar ejemplos de ello ni mucho

menos razón de sus dichos- sostiene a la par

que es característica común a las distintas

modalidades agrupadas bajo el rubro

encubrimiento en el código argentino, el

consumarse con la acción idónea, sin que

resulte necesario que se logre el fin

perseguido con ella (Fontán Balestra,

Carlos. Tratado de Derecho Penal, Parte

Especial, Tomo VII, Tercera Edición

Actualizada, Lexis Nexis-Abeledo Perrot, Año

2004, pág. 927), subrayando que incluso, es

ésta la opinión dominante tanto en el

Derecho argentino como en el comparado

(Malagarriga, Código Penal, T.III, pág. 20;


y Manzini, Trattato, Vol. V, pág. 849 y Vol.

IX, pág. 852).-

Por último, traigo a

consideración el pensamiento -en una

posición si se quiere intermedia y que

abrirá el debate que sigue- de Pessoa, quien

sostiene que en los delitos formales o de

pura actividad, en donde lo prohibido es

solamente la conducta –y se agotan en ella-

sin que forme parte de la prohibición alguna

modificación física del mundo (resultado),

son admisibles la tentativa inacabada como

la tentativa inidónea, quedando obviamente

excluida la tentativa acabada (la cual

solamente es posible en los tipos de

resultado material) por implicar la

realización completa de la conducta sin

producir el resultado (Pessoa, Nelson R. La

Tentativa, Distinción entre actos

preparatorios y actos de ejecución de

delitos, Editorial Hammurabi, Año 1998,

págs. 112 y siguientes).-

Y es aquí entonces donde

corresponde, sin ingresar a analizar el


acierto o no de la acusación Fiscal dirigida

contra las personas de Sergio Binello y de

Guillermo Bártoli –lo que habrá de tratarse

en la presente cuestión de este veredicto-

advertir que no pueden quedar dudas en punto

a que los antes nombrados –en relación a los

hechos por los que individualmente fueran

acusados- ejecutaron la totalidad de la

acción típica, por lo que más allá del

resultado obtenido con ella, la conducta de

ambos escapa a las prerrogativas del art. 42

del C.P.-

No obstante que lo dicho sella

en mi humilde entendimiento la suerte de la

pretensión de las defensas, dedicaré algunas

palabras a lo argumentado por el Dr. Corleto

en punto a la posibilidad de considerar el

comportamiento de su ahijado procesal bajo

los parámetros de lo que en doctrina se

conoce con el nombre de tentativa inidónea.-

Parto de la premisa, tomando

para ello el concepto de Santiago Mir Puig,

que existe tentativa inidónea cuando las

acciones desarrolladas por el sujeto


aparecen como incapaces de lesión desde un

primer momento (Mir Puig, Santiago. Derecho

Penal. Parte General, 7º Edición, Editorial

B de f, Año 2005, pág. 354) o en otras

palabras -al decir de Enrique Bacigalupo-

cuando las mismas carecen de aptitud para

alcanzar la consumación (Bacigalupo,

Enrique, Derecho Penal, Parte General. 2º

Edición, Editorial Hammurabi, Año 1999, pág.

464), destacando ya en el ámbito local

autores como Esteban Righi y Alberto A.

Fernández, que hay tentativa inidónea cuando

la conducta del autor encaminada a la

realización de un tipo, en las

circunstancias dadas, no puede llegar a la

consumación en función de alguna de las tres

hipótesis de inidoneidad que marcan el

instituto y que recaen sucesivamente en el

objeto, en los medios y en el autor,

aclarándose que la primera se presenta

cuando el error del sujeto se vincula con el

objeto sobre el que recae el delito, como en

la tentativa de homicidio realizada sobre un

maniquí creyendo que se trata de un hombre;


la segunda, cuando el agente cree estar

utilizando medios aptos para consumar el

hecho típico, como por ejemplo, si el autor

quiere matar a su enemigo colocando azúcar

en su taza de café, mientras que la tercera

hipótesis, es aquélla que se presenta en los

delitos especiales propios, que exigen una

determinada calidad en el autor, como en el

caso del prevaricato que conforme al art.

269 del Cód. Penal sólo puede ser cometido

por un juez (Rigui, Esteban y Fernández,

Alberto A. Derecho Penal. La ley. El delito.

El proceso y la pena. Editorial Hammurabi,

Primera Reimpresión, Año 2004, págs.

311/312).-

Hecha este breve introducción,

es menester determinar si la conducta

atribuida a Sergio Binello puede o no ser

considerada como una tentativa inidónea, y

desde ya adelanto que no.-

Sostuvo el Dr. Corleto, en apoyo

de su pretensión, que su defendido “no tenía

autoridad para ordenarle al Presidente del

Club ningún accionar”, por lo que “nunca


hubiese impedido (o mejor dicho, podido

impedir) el ingreso de la policía al barrio…

lo dijo Becerra”, así como que “el pedido al

señor White es inidóneo o inapropiado” para

tal fin, siendo que “por más que Binello

haya ido a la guardia a decirle –a White-

que la policía no entre, no lo habría

logrado”, agregando finalmente que “el medio

empleado por Binello y que fuera motivo de

acusación –el supuesto pedido a White- era

notoriamente inapropiado para lograr su fin…

fue inidóneo para hacer eludir a Carrascosa

del accionar policial u ocultar elementos de

prueba o rastros”.-

Francamente no comparto las

razones dadas por el distinguido defensor, y

ello es así, toda vez que –sin ánimo de

avanzar sobre asuntos que abordaré más

adelante, pero obligado en algún punto a

hacerlo para dar responde al planteo que se

provee- el pedido que efectuara el imputado

Binello a White reclamándole a éste que como

Presidente del Club impidiera el ingreso de

la policía al mismo, y que incluso “pagara”


por ello de ser necesario, posee entidad

suficiente para lograr el fin propuesto,

toda vez que más allá de resultar cierto al

decir de Becerra que White carecía de tales

facultades -valga la mención de que nadie

las tiene tratándose de funcionaros del

orden que acuden a un lugar en ejercicio

legítimo de sus funciones-, lo concreto es

que de haberse dado en la realidad de los

hechos (recordemos que los testigos nos

hablaron de que el móvil policial jamás

llegó a presentarse en la puerta del

country) esta última situación y que White

se decidiera a acatar lo que él denominó

como “una orden” impartida por el imputado

Binello, al extremo de sentirse “apretado”

por el nombrado (ver declaración de fs.

346/348, incorporada al juicio por lectura),

la misma habría ocasionado como hipótesis de

mínima “una demora” en la actuación de

aquellos (recuérdese que Arauz Castex en el

debate y al serle leída la porción de su

declaración escrita que dice: “Dijo White

que era consciente que como Presidente del


Club, no pensaba coimearla –a la policía-

pero sí estaba dispuesto a pararlos”,

textualmente refirió: “si, debo haber dicho

todo eso, White lo refirió delante de mi…

fue así”), debiendo tenerse presente que la

afectación al bien jurídico tutelado por la

manda del art. 277 del código sustantivo se

produce, en palabras de Nuñez, cuando se

procura interferir o entorpecer el accionar

policial –o judicial- en la comprobación de

un hecho delictivo y de sus responsables, o

al decir de Soler, cuando se realiza una

conducta consistente en “trabar” esa acción

por entrometimiento.-

Resumiendo, va de suyo pues que

la conducta de Binello no encuentra

adecuación en el concepto de tentativa

inidónea, porque “potencialmente” la misma

tenía o podía llegar a tener “aptitud

suficiente” para el propósito que se buscaba

con ella, siendo una de las máximas del

instituto consagrado en el art. 44 tercer

párrafo del código de fondo bajo el título

de delito imposible, que como el mismo


nombre lo indica no exista en el proceder

del autor oportunidad alguna de alcanzar la

meta perseguida, ya que de darse en la

realidad esta perspectiva –por mayor o menor

que sea- ya no podrá hablarse de tentativa

inidónea, toda vez que lo que define a la

misma es “la imposibilidad” (que desaparece

mientras un hecho sea posible de

realización) y no “la improbabilidad”.-

Aclarada entonces la cuestión,

en punto a la no aplicación de las reglas de

la tentativa (bajo cualquiera de sus formas)

al comportamiento asumido por los imputados

Sergio Binello y Guillermo Bártoli,

corresponde determinar si la acción penal en

la presente causa y a sus respectos se

encuentra extinguida por prescripción,

tomando como punto de partida para decidir

ello, la calificación legal escogida por la

Fiscalía al momento de pedir pena en ocasión

de la discusión final.-

Este planteo, me retrotrae a la

solución que adoptara ya frente a un pedido

similar de prescripción formulado


oportunamente por el Dr. Caride (ver

resolución a tenor del art. 338 del C.P.P.,

de fecha 9 de diciembre de 2009).-

En tal ocasión, y haciendo una

suerte de retrospectiva, sostuve como juez

del primer voto que el art. 59 del C.P.

prescribe en su inciso 3º que la acción

penal se extinguirá por su prescripción, en

tanto que a su vez, el art. 62 del mismo

texto legal establece que dicha acción se

prescribirá después de transcurrido el

máximo de duración de la pena señalada para

el delito, si se tratare de hechos

reprimidos con reclusión o prisión, no

pudiendo, en ningún caso, el término de la

prescripción exceder de doce años ni bajar

de dos.-

También dije que en función de

esto último, el pedido de la defensa no

podía tener acogida favorable, por cuanto

teniendo en cuenta la normativa aplicable, y

la fecha de posible comisión del injusto

aquí ventilado -27 de octubre de 2002-,

surgía de una sencilla lectura de las


presentes actuaciones que desde entonces y

hasta el día 16 de febrero de 2004 (ver

requisitoria de elevación de causa a juicio

de fs. 4240/4354), y aún desde allí hasta el

día 10 de noviembre de 2008 (ver citación a

juicio de fs. 5964), no había transcurrido

el tiempo máximo de duración de la pena

prevista en abstracto -como corresponde

entenderse en planteos como el que nos

ocupa- para la figura penal en trato.-

Expliqué en la oportunidad

además –y lo reedito aquí habida cuenta que

la situación fáctica no ha cambiado- que a

los fines de resolver una pretensión como la

que se provee, la reciente reforma

legislativa en materia de prescripción, que

modificó el art. 67 del C.P. (ley 25.990,

publicada en el Boletín Oficial el 11/01/05)

resulta la ley penal más benigna (art. 2 del

C.P.), aclarando que la benignidad debe ser

interpretada ampliamente, es decir que debe

ser aplicada aquella ley que, al tiempo de

juzgamiento, sea más favorable en sus

efectos para el justiciable.-


Asimismo, sostuve que mediante

la comparación "en bloque", resulta claro

que el texto del modificado art. 67 del

C.P., que establecía que la prescripción se

interrumpía por la comisión de otro delito o

por la secuela de juicio y dejaba en manos

del juzgador la tarea de señalar aquellos

actos que poseían tal virtualidad es más

gravosa que la nueva redacción, que limita

los actos interruptivos y los describe

taxativamente, enunciando entre ellos, en su

inciso "c", "el requerimiento acusatorio de

apertura o elevación a juicio", y en el "d",

"el auto de citación a juicio o acto

procesal equivalente".-

Ello lo aseguré, y lo reafirmo

aquí, toda vez que con anterioridad a la

última reforma legislativa, más allá de toda

la discusión doctrinaria y jurisprudencial

que ha girado en torno al alcance de dicho

concepto, correspondía otorgarle la calidad

de secuelas de juicio a todos los actos

persecutorios y provenientes de los órganos

que tienen a su cargo la impulsión,


regulación y resolución de la acción penal,

es decir, a los que poseen entidad

persecutoria, como ser, por ejemplo, la

declaración a tenor del art. 308 del C.P.P.,

la requisitoria de elevación de causa a

juicio, el auto de citación a juicio, las

sucesivas designaciones de audiencia a tenor

de lo normado por el art. 338 del C.P.P., y

el auto de fijación de audiencia de debate,

entre otros, todos ellos, al menos a mi

juicio, y dada la forma en que estaba

redactada la norma, con una manifiesta e

innegable aptitud interruptiva de la

prescripción de la acción penal.-

Este y no otro era además el

criterio que la propia Corte Suprema de

Justicia de la Provincia de Buenos Aires

tenía al respecto, al referirse a qué actos

podían considerarse interruptivos del plazo

extintivo de la acción penal, definiendo a

los mismos "...como aquéllos que impulsan

real y eficazmente el proceso por parte de

los órganos que tienen facultad de hacerlo,

es decir, los que mantienen en movimiento la


acción penal..." (ver S.C.J.B.A. P. 77412 S

30-4-2003 carátula: I., J.M. s/ Lesiones

Culposas).-

Consecuentemente con este

criterio se ha pronunciado también, a modo

de ejemplo, la Cámara Nacional de Casación

Penal, al señalar que "...son actos

interruptivos de la acción penal vinculados

al concepto de secuela de juicio aquellos

con actitud persecutoria, que mantienen la

vigencia del reclamo formulado por quienes

la impulsan y estimulan al órgano

jurisdiccional en ejercicio de la pretensión

punitiva..." (Causa 13238 GENTILE, Mariela,

Sala I, del 15-12-1997 y Causa LASARTE,

Ubaldo, Sala II, del 15-5-2000, J.A. 2002,

III, síntesis), así como que "...poseen

manifiesta e innegable aptitud interruptiva

de la prescripción de la acción penal

respecto del imputado los siguientes

actos... el requerimiento de elevación a

juicio; el decreto de elevación a juicio; el

decreto de citación a juicio; y el

ofrecimiento de prueba formulado por el


fiscal..." y "...la convocatoria a la

audiencia de debate y las reiteraciones de

tal citación ante la imposibilidad de

realizar el juicio en la fecha inicialmente

designada, tienen capacidad interruptiva del

curso de la prescripción de la acción penal,

como secuela de juicio..." (Sala III, 14-6-

2000, LUDUEÑA, Carlos M., J.A. 2002, III,

síntesis y Sala I, 27-6-2000, ARCOS

VALCARCEL, Sebastián, J.A. 2002, III,

síntesis).-

En consecuencia, y por los

motivos expuestos, no puedo más que rechazar

la pretensión formulada por la Defensa

Particular de los imputados Sergio Binello y

Guillermo Bártoli, por los motivos expuestos

en los considerandos y por ser ella mi libre


y sincera convicción, VOTO POR LA NEGATIVA.

Arts. 168 y 171 de la Constitución de la

Pcia. de Buenos Aires, 59 inc. 3º, 62 y 277

del C.P., y 210 y concs. del C.P.P.-

A la segunda de las cuestiones

previas a decidir, la Dra. María Elena


Márquez, dijo:

Adhiero al voto del Dr.

Ortolani, por los mismos motivos y

fundamentos y por ser ella mi libre y


sincera convicción. ASI LO VOTO. Arts. 168 y

171 de la Constitución de la Pcia. de Buenos

Aires, 59 inc. 3º, 62 y 277 del C.P., y 210

y concs. del C.P.P.-

A la segunda de las cuestiones

previas a decidir, el Dr. Ariel Introzzi

Truglia, dijo:

Adhiero al voto del Dr.

Ortolani, por los mismos motivos y

fundamentos y por ser ella mi libre y


sincera convicción. ASI LO VOTO. Arts. 168 y

171 de la Constitución de la Pcia. de Buenos

Aires, 59 inc. 3º, 62 y 277 del C.P., y 210

y concs. del C.P.P.-

Cuestiones conforme previsiones

del art. 371 del C.P.P.:

I).-A la primera de las


cuestiones a decidir, el Dr. Alberto

Ortolani, dijo:

A la hora de abordar del mejor

modo posible la tarea de reconstruir el

momento histórico que significó la muerte de

María Marta García Belsunce, para poder a

partir de allí desmenuzar la conducta de

cada uno de los imputados en relación a la

misma y determinar si existió por parte de

estos la comisión de delito alguno, adelanto

desde temprano que para un mejor orden

narrativo, he de abordar el análisis de la

cuestión tomando en consideración "el

momento" en que cada uno de ellos hizo su

aparición en escena (dejando de lado, claro

está, al primero en hacerlo, Carlos Alberto

Carrascosa, hoy ajeno a este pronunciamiento

jurisdiccional pero responsabilizado en

principio y por sentencia no firme del

homicidio del que resultara víctima su

esposa, María Marta García Belsunce)

abordando de manera conjunta (aunque

secuencial) todos los hechos materia de

imputación, ello en aras de una visión


global que exceda las parcialidades de cada

injusto en su individualidad, en el

entendimiento de hallarse los mismos íntima

y directamente relacionados entre sí, lo que

permite que la prueba de la existencia de

uno pueda erigirse a su vez en elementos que

influyan en la convicción sobre la

objetividad probatoria de los otros.-

Hecha esta aclaración previa y

adentrándome ya al análisis de fondo,

comienzo a desandar este camino destacando

que ninguna duda ha quedado en punto a la

existencia de un delito (precedente)

especialmente grave como lo es el homicidio

de una persona.-

Copiosa prueba permite aseverar

con el grado de certeza apodíctica que la

temática exige, que la infortunada víctima

encontró el irremediable final de su

existencia en la localidad y Partido de

Pilar -más precisamente en su domicilio,

ubicado en el interior del Country Carmel,

sito en la calle Monseñor D'andrea s/nº de

dicho medio-, una plomiza tarde de un 27 de


octubre de 2002, entre las 18:20 y las 19:00

horas, a causa de un paro cardíaco

respiratorio traumático como consecuencia de

lesiones de arma de fuego en cráneo.-

Basta para ello con detenernos

tan solo por unos breves instantes en la


autopsia médico legal de fs. 212/223,

realizada cuarenta y seis días después del

fallecimiento de María Marta García

Belsunce, la cual concurre a confirmar el

extremo en trato.-

Invito a una lectura del mentado

informe, incluidas las fotografías –y

también su filmación- que dan cuenta del

feroz ataque que sufriera la víctima.-

En efecto, de la operación en

cuestión se desprende que los galenos

observaron –y así lo consignaron- en el

marco de la diligencia y como datos

relevantes, la existencia en la zona de la

cabeza de María Marta, sobre la piel, de

seis lesiones contusoperforantes en la

región fronto-esfeno-parieto-temporal

izquierda, de bordes regulares y levemente


invertidos; de las cuales cuatro de ellas

estaban agrupadas en la región preauricular;

otra lesión contusoperforante por detrás de

las anteriores y por encima del lóbulo de la

oreja y la última por encima de la anterior

y cerca de la bóveda craneana, encontrándose

las lesiones descriptas acompañadas de una

equimosis del pabellón auricular izquierdo.

De otra parte, y al realizarse el examen

interno, pudo constatarse sobre la caja

craneana y en coincidencia con las cuatro

lesiones antes mencionadas -en la región

preauricular- la existencia por debajo de

las mismas de una fractura con hundimiento

de cráneo de forma ovoidea, en la

convergencia de los huesos frontal,

parietal, temporal y ala mayor del

esfenoides izquierdo de un diámetro de 65 x

30 mm.; por detrás y arriba de esta, sobre

el hueso parietal, otra fractura en

sacabocados de 25 x 15 mm.; como así

también, por encima de esta última y sobre

el periostio del parietal, una lesión

contusa de aproximadamente 5 x 5 mm.


Continuando con su labor, los expertos

actuantes, Dres. Héctor Horacio Moreira y

Carlos A. Flores, hicieron saber que con

posterioridad a esos hallazgos procedieron

a aserrar la calota, constatándose

licuefacción de la masa encefálica, la que

explorada que fuera determinó la existencia

en su interior de cinco proyectiles de

plomo. En punto a la "correlación" entre las

lesiones encontradas, tanto Flores como

Moreira coincidieron en señalar que las seis

lesiones de piel descriptas se corresponden

directamente y totalmente con las lesiones

encontradas sobre la calota craneana, y

todas ellas reconocen el mismo mecanismo de

producción, es decir, el de las originadas

por el pasaje de proyectiles de arma de

fuego, aclarándose que si bien la piel

carece de los signos clásicos del pasaje de

un proyectil, como lo es el halo de

contusión (el cual se halla desaparecido por

la acción de la putrefacción), tal

afirmación puede aseverarse no sólo por

haber encontrado en el cadáver cinco


proyectiles de plomo, sino porque pudo

constatarse macroscópicamente sobre los

huesos enviados a pericia la existencia de

fracturas a bisel interno con la presencia

del Signo de Benassi, signos éstos

patognomónicos de lesiones por proyectil de

arma de fuego. Finalmente, y en punto a la

existencia de una lesionología secundaria,

se hizo saber que el cuerpo sin vida de

María Marta presentaba además una equimosis

fronto-temporo-malar-izquierda, otra

equimosis frontoparietal derecha, dos

equimosis en el tercio medio de ambos

muslos, otra en el hueco poplíteo izquierdo

y otra en el tercio superior de la pierna

derecha, apuntándose a modo de conclusión y

en base a todo lo dicho que la muerte de la

nombrada “se produjo como consecuencia de un

paro cardiorrespiratorio traumático” a causa

de lesiones de arma de fuego en cráneo”.-

De igual modo, concurren a

completar el extremo en trato las

infografías de fs. 220/221, las pericias

histopatológica de fs. 856/860,


anatomopatológica de fs. 605/607 y

1008/1009, químicas de fs. 538 y siguientes,

1016/1017, 1886/1889, 2080/2113, y

2240/2241, y también balísticas de fs.

520/536 y 684/691, dando cuenta estas

últimas que los cinco proyectiles hallados

en el interior del cráneo de la víctima

habían sido disparados por el interior de

una misma arma de fuego que se correspondía

a su vez con un calibre 32 largo.-

De esta manera, no existen dudas

de que María Marta García Belsunce fue

brutalmente golpeada y asesinada. Las

pruebas en tal sentido son claras y

determinantes y nos conducen inequívocamente

a esa única conclusión y no a otra.-

Partiendo entonces del hecho

objetivo que significó la "muerte violenta"

de María Marta García Belsunce como un eje

orientador, cabe puntualizar ahora, tal como

lo adelantara párrafos atrás, las acciones

personales de cada uno de los actores -

imputados- en derredor de la misma.-

Considero apropiado destacar


aquí, con la finalidad de evitar futuras

confusiones, que no dejo de advertir que de

una lectura de las actas de debate, con las

respectivas constancias registradas a pedido

de las partes, las mismas pueden dar una

impresión errónea acerca de lo efectivamente

ocurrido en el transcurso del juicio.-

Esta es una situación que tiene

su explicación en cuanto es derecho de los

contendientes en el proceso solicitar que se

dejen asentadas aquellas manifestaciones de

los testigos vertidas en la oralidad que a

su criterio resultan útiles para sus

hipótesis de trabajo, y que por este mismo

motivo resultan claramente parciales toda

vez que evidentemente tienen su razón de ser

en el posibilitar el fundamento de sus

respectivas pretensiones.-

Justamente es a los jueces a

quienes nos corresponde ver más allá de esas

meras parcialidades para trascenderlas y

sumergirnos en una visión desprovista de

todo interés más que el de arribar a una

decisión justa a través de una mirada


neutral e integradora de todo lo acontecido

en el debate, que implique una valoración

armónica y coherente de cada una de las

pruebas en sí mismas y en su correlato con

el resto, de modo de llegar así a la íntima

convicción sobre los extremos en trato.-

En esta misma línea, no ha de

perderse de vista que el procedimiento

establecido en la Provincia de Buenos Aires

a partir de la reforma de la ley 11.922, es

el de la realización de un juicio oral y

público, en el que a partir de la inmediatez

no sólo con las partes, sino con los

testigos, se puede realizar un análisis

sistémico de sus manifestaciones, así como

apreciar el lenguaje corporal, actitudinal,

de gestos, etc., circunstancias que claro

está, resultan de imposible transmisión a

través de su mención parcial en el acta de

debate.-

Sí resultan elementos a tenerse

en cuenta, pero repito, en el análisis

integral que se realice de cada testigo,

debiendo prevalecer la versión oral brindada


en el debate, respecto de las cuales tanto

por secretaría como por parte de los

miembros del Tribunal se tomó debida nota y

que fueran confrontadas al momento de la

discusión secreta.-

Por lo cual, si bien las

constancias volcadas en el acta revelan una

porción de los dichos de un testigo, no

resultan ilustrativas de todo aquello que

aconteciera en el debate, y respecto de lo

cual los jueces somos imparciales

custodios.-

Efectuadas entonces estas breves

pero no menos necesarias aclaraciones, y

adentrándome al análisis de la cuestión que

concentra nuestra atención, surge así del

expediente, que al primero que podemos en el

tiempo ubicar en el domicilio de la víctima

es al imputado Guillermo Bártoli.-

Ha quedado acreditado también,

que a las 19:07 horas de ese día, Carlos

Carrascosa se comunicó telefónicamente con

OSDE Binario solicitando la inmediata

presencia de una ambulancia, y que cuando


ello sucedió, se encontraban en el lugar

Bártoli y una persona del sexo femenino, no

traída a este debate.-

Descarto de plano, en relación a

la identidad de la mujer que aparece (de

fondo) en la llamada de referencia, que se

trate de Beatriz Michelini.-

Ello lo sostengo en primer lugar

a partir de las propias manifestaciones de

la nombrada, quien tras reproducirse en la

audiencia de debate la grabación sonora que

se obtuviera de la conversación telefónica

mantenida entre Carlos Carrascosa y el

operador de OSDE, dijo puntualmente no ser

ella la persona en cuestión, aclarando en

tal sentido que “yo no tengo esa voz… además

no tuteo ni a mis padres… esa voz no es mía”

(sic), agregando que cuando ella ingresó a

la casa vio a María Marta tirada en el piso

y a Carrascosa acariciándole el pelo, y que

luego se recostó a su lado para tomarle el

pulso, momento en el cual ingresó Bártoli al

lugar, ayudando a la declarante con la

reanimación de María Marta. Por último,


indicó que tras la visita del médico y la

confirmación de que la nombrada estaba

muerta, le pidieron que subiera “a limpiar”

(sic), lo que así hizo, tirando finalmente

la basura a la calle.-

Si bien pareciera que la mención

efectuada por Michelini (en cuanto dijera

que cuando Bártoli arribó al lugar ella ya

se encontraba en el mismo) contradice en

alguna medida la afirmación de este

sentenciante en punto a considerar que ello

no fue así, lo cierto es que las distintas

constancias probatorias allegadas a este

proceso brindan apoyatura y concurren a

confirmar mi visión de lo sucedido.-

Para justificar lo que sostengo,

destaco en primer lugar la planilla de

control de personal y proveedores de fs.

21/27, incorporada al juicio conforme las

previsiones del art. 366 del Ceremonial, de

la cual surge que Beatriz Michelini arribó

el día del hecho -27 de octubre de 2002- al

Country "Carmel" a las 18:55 horas (ver foja

tres, renglón nueve).-


Dan cuenta también de la llegada

de Beatriz Michelini al lugar, los

fotogramas que dan vida al efecto nº 69 y

que se corresponden a su vez con las tomas

captadas por una de las cámaras de seguridad

existentes en el Carmel (puntualmente

aquélla que registra el ingreso al country),

desprendiéndose de la individualizada con el

nº 344 tif que la asistencia de la nombrada

al mismo el día 27 de octubre de 2002 tuvo

lugar a las 18:57:48, como así también que a

las 18:58:35 (347 tif) y a las 18:58:56 (349

tif), Michelini aún se encontraba demorada

en la puerta, la que finalmente traspasó

recién entre las 18:59:03 (351 tif) y las

18:59:25 horas (primera oportunidad en la

que la nombrada desaparece de imagen y se

observa al motociclista que se encontraba

detrás interactuando con el personal de

seguridad).-

Pero como se ha demostrado en

paralelo, ese no fue el horario en el que

Michelini emprendió su camino (tras pasar la

guardia) con destino al domicilio de la


familia Carrascosa, ya que antes de que ello

sucediera permaneció aguardando –a bordo de

su automóvil- en un lugar contiguo a la

misma por un tiempo de aproximadamente

veinte minutos.-

En esta orientación se inscriben

los testimonios prestados por Claudio

Marcelo Maciel, Eduardo Walter Vera, y Juan

Pablo Páez.-

El primero, refirió que para el

27 de octubre de 2002 trabajaba en una

cooperativa llamada Cazadores y que su

puesto era el de Jefe de Seguridad en el

Country Carmel de Pilar, aclarando que

habitualmente prestaba servicios durante el

día, no en un horario fijo, tomándose sólo

un franco semanal “pero no los domingos

porque era un día de mucha concurrencia”

(sic), y que en esa fecha cubrió un turno

que no era el suyo reemplazando “al que

trabajaba de noche, que bautizaba a su hijo

o a alguien de la familia” (sic), cumpliendo

en definitiva funciones “de 19:00 a 07:00 o

de 18:00 a 06:00 horas” (sic).-


Especificó también, que el

encargado de recibir a los visitantes ese

día “creo que era Páez” (sic), y que en el

puesto de entrada además de este último y

del declarante también se encontraba un

compañero de nombre Vera, que “estaba

esperando porque tenía que hacer un trámite”

(sic), mientras que después había un

seguridad más “en el otro portón, uno en la

zona del Golf, y uno en la puerta de la casa

de Pachelo” (sic).-

Volviendo sobre sus pasos,

mencionó que Páez era el encargado de tomar

el nombre de todo aquel que llegaba al

country y que el procedimiento habitual

consistía en que a cada uno de ellos se le

tomaban los datos y se consultaba por

teléfono al propietario al que iba a visitar

para que éste a su vez diera la orden de

ingreso, aclarando que “se intentaba dos o

tres veces, y si no nos podíamos comunicar,

se mandaba a un guardia al lugar para

verificar si había alguien o no” (sic),

recordando que en este caso en concreto, la


señora Michelini entró, y como “no nos

atendía nadie en la casa… la mandamos a un

costado, en la parte de atrás… -donde-

…había un descampado” (sic), a la espera de

la autorización del propietario.-

Asimismo, y preguntado que fuera

por el horario de ingreso de la Sra.

Michelini ese día, dijo no recordarlo,

aunque exhibida que le fuera la planilla de

fs. 20/27, en especial, la foja que rola a

fs. 23 y que da cuenta que el mismo habría

tenido lugar a las 18:55 horas (según

anotaciones que rezan: 18:55 horas.

Michelini; Carrascosa; visita; AXG-049), el

testigo manifestó reconocerla como aquélla a

la que hiciera referencia en su relato,

añadiendo que la misma, “creo que fue

escrita por Páez” (sic).-

De otra parte, y previo asegurar

que estaba en condiciones de afirmar cuánto

tiempo se hizo esperar a la señora Michelini

antes de permitir que se dirija al domicilio

de la familia Carrascosa, mencionó que desde

la guardia se realizaron llamados a dicho


lugar –“entre llamado y llamado, por lo

general, esperábamos un rato” (sic)- y que

como los mismos no fueron atendidos

personalmente se comunicó con el hombre que

estaba en ese momento custodiando en la

esquina del Sr. Pachelo, pidiéndole al mismo

que se acercara hasta la casa de Carrascosa,

siendo allí cuando “entremedio se mete

Ortiz, que estaba con el carrito y dice: acá

está entrando el Sr. Carrascosa” (sic),

consiguiendo la autorización.-

En este orden de ideas, y en

función de la comunicación que según

registro del VAIC (fs. 31 de la que carpeta

L1) surge efectuada a las 19:12 horas –y

otra a las 19:18- desde el Carmel hacia la

firma Emernort S.A., generada a su vez según

dichos del testigo a partir de un llamado

desde la casa de la familia Carrascosa hacia

la guardia pidiendo un médico, tras asegurar

el mismo que “ese llamado denotaba urgencia”

(sic), le fue leída al deponente en los

términos del art. 366 inc. 4º del C.P.P. su

declaración obrante a fs. 1753/1761,


puntualmente el tramo de la misma que reza:

“En ese llamado, me preguntan: ¿conoce algún

médico en el country?, Como yo no tenía ni

idea, el tiempo que tardé en pensar, mirando

vi dentro de la garita de la guardia la

publicidad de EMERNORT y le dije si quería

que llamara a la empresa de ambulancias a lo

que me contestó que sí. Preguntado si fue un

llamado de una persona histérica o

desesperada, responde: no, fue un llamado

calmo, no notaba preocupación. Por eso yo no

anoto ese llamado como novedad porque me

piden tantas ambulancias por cualquier

idiotez como por ejemplo que la doméstica se

cortó, etc. Fue un llamado habitual. Me

acuerdo que en ese llamado me dijo la

señora: porque mi hermana se cayó, se

golpeó. Estamos en lo de Carrascosa. Yo

cuelgo y llamo a Emernort en donde la

operadora de esa empresa me pregunta qué

había sucedido a lo que le respondo que una

persona se había caído y se había golpeado y

que no sabía más datos. La operadora de

Emernort como entendió que no era un tema


preocupante de salud, me levantó en peso”,

el testigo convalidó lo allí dicho al

manifestar “será así” (sic), aclarando luego

que si lo dijo, fue porque esa habrá sido su

sensación por entonces.-

Aprobando lo dicho por su

compañero, Eduardo Walter Vera comentó que

era encargado de servicio de seguridad en el

Carmel y que generalmente cumplía funciones

de día, de 07:00 a 19:00 horas, recordando

que el 27 de octubre de 2002 trabajó con

Páez “y no me acuerdo con quién más” (sic),

controlando el acceso de la gente al

country, especificando que habitualmente en

ese puesto (la entrada) eran tres los

vigiladores y que uno de ellos se encargaba

“de taquillar” (sic), esto es, de tomarle

los datos a quienes arribaban al predio y

volcarlos en una planilla.-

Dijo además, al ser preguntado

por ello, que conocía a la señora Michelini,

“la masajista” (sic), y que ese día la misma

se hizo presente en el barrio “antes de las

19:00 horas” (sic), siendo atendida -según


creía recordar- por Páez, agregando que con

motivo de su aparición llamaron a la casa de

la familia Carrascosa, “creo que lo intenté

yo…, varias veces, no recuerdo cuántas”

(sic), y que como no atendía nadie “se la

hizo esperar en un costadito, ingresando al

country” (sic).-

Mencionó también que

seguidamente se preguntó por radio qué

vigilador estaba cerca de la casa de la

familia Carrascosa para avisar que ya estaba

la masajista en el lugar, no pudiendo

puntualizar si el pedido lo hizo Maciel o

quién, pero sí que fue respondido por Ortiz,

el cual obtuvo finalmente por medio del

dueño de casa la autorización para que la

misma pasara, siendo que al ser preguntado

el testigo para que dijera cuánto tiempo

hasta que ello ocurriera transcurrió desde

el momento en que Michelini llegara al

barrio, el mismo respondió diciendo, “y…

estuvo un tiempo, entre quince o veinte

minutos” (sic), aclarando que “durante todo

ese tiempo –la nombrada- permaneció en un


costadito, detrás de la puertita” (sic), y

que incluso “estaba ahí” (sic) cuando en la

guardia recibieron un llamado en el que una

mujer, “era la señora Irene, se identificó

como tal, eso creo” (sic), pedía una

ambulancia aduciendo que “había tenido un

accidente la mujer de Carrascosa” (sic).-

Sobre este punto, muchos fueron

los esfuerzos desplegados por la defensa del

imputado Bártoli tendientes a lograr que el

testigo dudara de su propia afirmación,

logrando inclusive –preguntas y repreguntas

mediante- que el mismo llegara a hacerlo tan

solo por un momento, despejándose

definitivamente cualquier incierto posible

cuando tras dársele lectura en los términos

del art. 366 inc. 4º del Ceremonial de su

declaración de fs. 589/591, concretamente la


porción de la misma que reza: “recuerda que

cuando estaba atendiendo a la Sra. Hurtig,

vio que el rodado de la mujer se hallaba en

el interior del country frente a la guardia

y la mujer al volante, a la espera de la

autorización de ingreso”, Maciel ratificó lo


allí dicho asegurando que eso era cierto.-

También el vigilador Juan Pablo

Páez confirmó la versión de sus compañeros.-

En efecto, el mismo refirió que

para la fecha del hecho trabajaba en el

Country Carmel en el puesto de guardia, y

que como tal su función era la de cubrir la

entrada principal del predio donde se

producía el ingreso y egreso de personas,

tomando en concreto los datos de las mismas

que luego volcaba en la planilla que obra a

fs. 20 y siguientes de esta causa, y que tal

labor la desarrollaba a diario de 07:00 a

19:00 horas.-

Explicó además, que el 27 de

octubre de 2002 la masajista de María Marta

llegó al lugar a las 18:55 o 18:58 horas –en

la planilla en cuestión figura como horario

de ingreso el de las 18:55 horas-, en un

auto cuya marca no recuerda pero sí que era

de color rojo, y que a los fines de anunciar

tal circunstancia llamó “varias veces…

reiteradas veces” (sic) a la casa de esta

última no recibiendo respuesta alguna desde


la misma, motivo por el cual y mientras

enviaba a un vigilador a verificar

personalmente si había o no alguien en el

domicilio de la familia Carrascosa, hizo

pasar a la señora a un lugar que se

encuentra ubicado detrás de la guardia.-

Precisó también, que momentos

más tarde se comunicó con el muchacho de

seguridad que fuera comisionado a tal fin,

el cual le manifestó que estaba llamando a

la puerta y que tampoco nadie salía a

atenderlo, escuchando únicamente un timbre

de teléfono, siendo que cuando fue a decirle

a Michelini que no se encontraba nadie en la

casa y después de haber transcurrido un

tiempo de “cinco minutos” (sic) desde la

última comunicación que mantuviera con este

vigilador, recibió por parte del mismo un

llamado en el cual éste le transmitió que

justo en ese momento se acercaba al lugar el

señor Carrascosa, el cual finalmente dio la

autorización para que Michelini ingresara.-

Asimismo, y tras puntualizar –

preguntado que fuera por ello- que la


nombrada permaneció “aproximadamente veinte

minutos” (sic) aguardando detrás de la

guardia y otros cinco o seis minutos “desde

que se apersona en la guardia hasta que le

permitimos el ingreso” (sic) a este último

sector (y no al domicilio de María Marta),

agregó que “entre medio de ese tiempo”

recibió en la guardia un llamado en el que

se pedía una ambulancia, y que en lo

personal alcanzó a preguntar qué había

pasado, si era grave, no continuando la

conversación ya que en ese instante llegó

Vera al lugar pasándole el declarante el

teléfono, todo esto mientras Michelini

continuaba aguardando detrás de la guardia,

y que de lo sucedido con María Marta se fue

enterando por medio de la gente que iba

llegando, observando incluso el arribo de

una ambulancia, la cual fue acompañada hasta

el domicilio de Carrascosa por Maciel.-

He de detenerme aquí, tan sólo

para efectuar algunas breves

consideraciones, que se relacionan con la

crítica a la línea de tiempo indicada por la


Fiscalía efectuada por la Defensa del

imputado Guillermo Bártoli, señalando otra

que a su parecer es la que ha de tenerse por

probada en este juicio.-

El Dr. Blanco sustenta sus

afirmaciones en que la Fiscalía tomó como

referencia los horarios del margen inferior

izquierdo de los videos y los horarios del

VAIC; que si bien estos últimos resultan

indubitables, en coincidencia con los de la

planilla – si bien anotados por distintas

personas tomando como fuentes posibles o

bien los teléfonos Nextel o sus relojes

particulares-, existe una diferencia horaria

entre lo que ellos indican y lo que marca el

video de seguridad.-

Indicó el Letrado de referencia

que el horario “real” es al menos tres

minutos menos de los que marca el reloj del

video de seguridad. Para ello aportó varios

ejemplos tomando como referencia el ingreso

de vehículos y las llamadas telefónicas a

los domicilios donde se dirigían.-

En su discurso, el Dr. Blanco


al dar los distintos ejemplos concretos,

hizo uso repetidas veces de las palabras

“aparentemente” ´para luego finalizar “vamos

a concluir” que “seguramente”, no dejando de

sorprenderme que partiendo de premisas no

indubitables pueda adquirir certeza en su

afirmación (en relación a las filminas 9 y

10, 13 y 5).-

Y no es un dato menor que las

distintas imágenes del video, si bien

responden a una secuencia correlativa, no


son continuas.-

Puede advertirse cómo el sistema

empleado “seleccionaba” el control de las

imágenes de acuerdo no sólo al orden de

cámaras establecido sino también a los

movimientos que se detectaran, por lo que

podemos ver varias imágenes seguidas del

mismo árbol moviéndose por el viento.-

Las cámaras registraron sólo

parte del movimiento de ingreso y salida de

aquella noche, tanto de los vehículos como


de las personas.-

Lo que se ve grabado en el video


ocurrió, pero lo que no se ve pudo también

haber ocurrido, o dicho en otras palabras,

que no se vea en el video no significa que

no haya ocurrido, y es en este caso que

cobran relevancia las manifestaciones de los

testigos que contribuyen a esclarecer qué

pasó cuando la cámara no lo muestra.-

En cuanto al ingreso de Beatriz

Michelini, no se puso en duda en el debate

que llegó al lugar del hecho antes del

arribo de la primera ambulancia. Intenta la

defensa tener por acreditado que como se ve

a la ambulancia en el camino lateral de

ingreso –según su horario de menos tres

minutos a las 19:21:41 hs.-, y tras 10

segundos aproximadamente indica que observa

un reflejo en una pared que corresponde a la

luz de la ambulancia, a las 19;21:55 hs.-

Respecto al tiempo que tarda un

vehículo desde la calle lateral hasta el

ingreso, la defensa tomó el tiempo de 10

segundos, aunque dijo que en algunos casos

los vehículos demoraban 20 segundos, pero

por lo que se puede ver en secuencia similar


respecto de la presencia –clara en este

caso- de la segunda ambulancia, desde una

escena a otra han pasado más o menos cuatro

minutos. De los fotogramas de ingreso de

Beatriz Michelini surge que el tiempo en que

hizo tal recorrido excede el de 10 y 20

segundos, por lo que no puede tenerse como

parámetro válido de tiempo aquél estimado

por la defensa, pues vemos que el rango de

tiempo varía sustancialmente entre un

vehículo y otro.-

Sostener entonces, que ese

reflejo que dice la defensa ver en el video,

corresponde a la ambulancia, no sólo me

parece arriesgado, sino que deducir a partir

de allí, que inmediatamente ingresó al

country y que el vigilador Páez que se ve

en la imagen no lo anotó en la planilla

porque estaba ocupado, no resultan más que

especulaciones.-

Además, si como dijo el chofer

Beltrán, los hicieron pasar de inmediato,

acompañándolos hasta el domicilio, no se ve

en la imagen a ninguna persona a la espera,


por lo que, o bien lo hacían en el camino de

entrada del country, o bien los esperaban ya

en el interior del mismo, en el lugar donde

hicieron esperar a Michelini, y que no capta

la imagen.-

Por lo tanto, y más allá de

coincidir con que la ambulancia iba a

atender una emergencia, lo cierto es que

Gauvry Gordon nos dijo que la última novedad

que tenía era que la paciente había

recuperado el conocimiento –por eso su

sorpresa al encontrarse con una persona

muerta, cuando las últimas noticias daban

cuenta de un cierto mejoramiento en su

estado de salud-, y de acuerdo a las

manifestaciones de Irene Hurtig a la guardia

pidiendo una ambulancia y luego

reclamándola, no se transmitió a los

vigiladores como un pedido de urgencia o de

vida o muerte –recordemos que Páez dijo que

recibió el llamado y lo pasó a Vera, dijo

que era una caída, y Maciel que concretó el

llamado a Emernort dijo que la operadora “lo

levantó en peso” porque no era un tema de


salud preocupante.-

Sin embargo, según el defensor

todos salieron poco menos que “volando”

hacia la casa de Carlos Carrascosa. De esta

forma intenta acortar los tiempos de su

llegada exponiendo que lo hizo a las 19:25 y

no a las 19:30 horas tal como dijo la

Fiscalía.-

Su argumentación no se

corresponde con las variables establecidas,

que impiden sostener como absolutamente

indubitable el horario sostenido por la

defensa.-

Adviértase que también Biassi

dijo que lo detuvieron en el ingreso, si

bien en esa imagen del video no se ve a

ningún vigilador, y en la siguiente ya no

está más.-

También allí existió una

comunicación telefónica con la casa de

Carlos Carrascosa pidiendo la autorización

del ingreso –circunstancia que no aparece en

la pantalla-, por lo que bien pudieron

demorarlo antes o después de pasar por el


lugar que muestra la imagen.-

Se lo inscribió en la planilla,

pero no se ve a nadie realizando dicha

tarea. Esto al solo efecto de expresar que

más allá de la mecánica habitual que

tuvieran los vigiladores para manejarse en

los ingresos y egresos, parece que la misma

varía de acuerdo a las situaciones que se

debían resolver en el caso concreto, y que

actividades que sabemos efectivamente

tuvieron lugar, no se ven reflejadas en las

parciales representaciones de la realidad de

que da cuenta el video.-

Del mismo modo, aparece el

ingreso de un automóvil en planilla a las

19:30 horas, que no se visualiza en el video

de acuerdo al horario de menos tres minutos

más o menos sostenido por la defensa.-

Aun colocándonos en la hipótesis

defensista en cuanto a que Beatriz Michelini

no llegó a las 19:24 a la casa, Diego

Piazza no llegó 19:27 a la misma, y que

Ortiz escucha el llamado de las 18:59:22

horas, la Defensa omite decir que Páez dijo


que tras la conversación con Ortiz, “5

minutos” después recibió un llamado del

mismo diciéndole que “en ese momento” se

acercaba Carrascosa, pidiéndole la

autorización para el ingreso de Michelini.

Que tras ello se le permitió a Michelini que

entrara. Esta secuencia de aviso a Beatriz

Michelini tras el llamado del vigilador

posterior a la primera comunicación con

Ortiz, no se visualiza en pantalla.-

Pero en tren de las

interpretaciones alegadas por la defensa,

coincide con la secuencia que aparece en

horario de video 19:07:40 –de la defensa

19:04:40-, en la que se ve a un vigilador

mirando hacia el lugar donde Beatriz

Michelini estacionó su automóvil.-

Y si tardó según nos dijo la

defensa unos tres minutos, aunque este

Tribunal así como lo hizo el TOC nro. 6 y

quedó plasmado en el acta pertinente,

entiende que el tiempo real sería de

alrededor de cinco minutos, habrá de

descartarse que Beatriz Michelini haya


llegado en ese momento, porque Carlos

Carrascosa estaba hablando con OSDE y no

pudo haberla llamado desde la ventana para

que lo ayudara.-

No olvidemos que Vera y Páez

relataron que cuando Irene Hurtig hizo el

primer llamado pidiendo –no una ambulancia,

sino por un médico del country-, Beatriz

Michelini se hallaba aún a la espera de la

autorización de ingreso ¿por qué habrían de

mentir estos testigos?, ¿qué interés tienen

en perjudicar a la familia de la víctima y

beneficiar a la masajista? Fueron siempre

contestes en sus dichos y los sostuvieron

en la audiencia.-

Estos testigos narraron que en

la primera llamada que realizara Irene

Hurtig a la guardia les pidió por un médico

del country, y la sugerencia de Emernort

surgió casualmente, pero no les dijo de

dónde estaba llamando, y resulta lógico que

pedirle autorización para el ingreso a un

domicilio ajeno no parece adecuado.-

Dice la Defensa que Páez le dijo


a Ortiz que el llamado que escuchaba lo

estaba haciendo él. Páez dijo que Ortiz le

manifestó que llamaba a la puerta y nadie lo

atendía escuchando un timbre de teléfono,

pero nada dijo que ese llamado lo hiciera él

¿de dónde lo saca la Defensa?

La defensa atribuye el llamado

que escucha Ortiz al de las 18:59:22, pero

también hay otro llamado de OSDE a la casa

de Carlos Carrascosa de las 19:13:49 a las

19:15:11 horas, circunstancias en las que,

inmediatamente después y superpuesto en

algún segundo, realizan desde la guardia el

llamado a Emernort.-

En este orden de ideas, entonces

los tiempos transcurridos se ajustan a los

referidos por los distintos testigos que esa

fatídica tarde noche estuvieran en sus

puestos de trabajo controlando el ingreso y

egreso de los vehículos y personas.-

No puede dejar de mencionarse

que gran parte de la línea de tiempo y los

acontecimientos que refiere en su relato la

defensa, fueron argumentados en base a los


movimientos y desplazamientos de Bártoli e

Irene Hurtig.-

Respecto del primero, el valor

que le otorgo a sus dichos, ya fue

oportunamente objeto de tratamiento, y a

ellos me remito a fin de no fatigar al

lector.-

En relación a la segunda, como

también a la remisión y apoyatura de la

defensa en los dichos de Ortiz, he de decir

que ambos resultan directa y personalmente

interesados en la valoración y credibilidad

que pudieran tener sus manifestaciones en la

presente causa, más allá de los que pudiera

sumar Hurtig por la suerte procesal de su

esposo.-

Es cierto que no pudieron ser

escuchados testimonialmente, pero ello no

obedeció a ningún capricho o manipulación,

sino que por cuestiones estrictamente

procesales, de trámite de la causa y

recursos, a esta altura los últimos dos

nombrados se encuentran imputados –uno por

encubrimiento y la otra por homicidio- en un


desprendimiento de la causa original de la

que se derivara la presente.-

Se permitió la incorporación por

lectura de las testimoniales oportunamente

prestadas en esta causa –Irene Hurtig fs.

41/44 y Ortiz fs. 83/84, 115/116 y 667/668-

como de una presentación por derecho propio

de la primera.-

A esta altura, entiendo que a

las mismas no puede otorgárseles valor

probatorio en este juicio.-

En primer lugar, se trata de

testimonios de dos personas que se

encuentran inhabilitadas para comparecer a

declarar en este juicio.-

Es una verdad de perogrullo que

nadie puede ser imputado y testigo en la

misma causa.-

¿Qué valor puede atribuirse a la

declaración testimonial –con obligación de

decir verdad, o caso contrario ser

investigado o incluso condenado por falso

testimonio- de quienes a su vez se

encuentran sometidos a proceso, por


considerarlos autores de delitos vinculados

íntimamente a la presente causa, y cuyas

manifestaciones no les podrán ser

recriminadas con esos parámetros?

Justamente las declaraciones que

la defensa pretende se valoren, resultan ser

aquellas que por otros órganos del sistema

de justicia se cuestionaron como ciertas, al

punto de formar causa por separado a su

respecto, y en el carácter de imputados.-

En este contexto, valorar sus

dichos sin relevarlos del juramento de decir

verdad, sería violar sus garantías

constitucionales.-

De otro lado, tampoco puede

escuchárselos como imputados, toda vez que

no han sido pasivamente vinculados a este

juicio y escucharlos en tal carácter

implicaría sustraerlos de sus jueces

naturales.-

Por otra parte, la presentación

por derecho propio obrante a fs. 1121 y

siguientes (Irene Hurtig), no reúne ninguna

formalidad que permita analizar su contenido


en función de tratarse de algún tipo de

prueba.-

No es testimonial, no es prueba

de informes, no es una pericia, no es una

declaración a tenor del artículo 308 del

Ritual.-

No puedo dejar de mencionar que

el propio Dr. Novak dijo que es letrado

defensor de Irene Hurtig en la causa que

actualmente se le sigue relacionada con la

muerte de su media hermana, y que trabaja en

su estudio jurídico, prestando su

colaboración permanente en el desarrollo de

este juicio.-

Pueden ser quizás estos los

motivos por los que se introduzcan en los

alegatos cuestiones puntuales relacionadas

con los movimientos de la nombrada.-

No se trató durante el debate

cuáles fueron las actividades de Irene

Hurtig aquél día, salvo en lo que de manera

tangencial dijeran otros testigos, sin

embargo la defensa pretende tener por

ciertos dichos de la misma que en modo


alguno pueden valorarse en este juicio.-

También me pregunto: ¿la suerte

de Guillermo Bártoli respecto a su presencia

en el hecho de acomodar, cambiar, etc… a

María Marta depende de la hora en que

Beatriz Michelini ingresó al Carmel?

Quiere la defensa probar que

Beatriz Michelini miente, y que mienten los

vigiladores.-

Beatriz Michelini negó ser la

mujer que hablaba de fondo durante la

llamada a OSDE de las 19:07:.58 horas, y

también Guillermo Bártoli negó su presencia

en esos momentos.-

Más nótese aquí que no fue ésta

una negativa lisa y llana, sino que fue

condicionada, pues dijo –y así lo planteó su

defensa en los alegatos- “Guillermo Bártoli

jamás negó haber estado presente en la

conversación de OSDE … sino que si la voz

masculina de fondo es la suya, la voz

femenina era de Beatriz Michelini, eso no

implica negar la presencia…”. Queda claro

entonces que la primera hipótesis es la de


excluir la presencia de Bártoli, y si no,

ante la contundencia del resultado de la

pericia de voz, inculpar a Michelini y

eximir de responsabilidad a cualquier otra

mujer.-

La defensa de manera reiterativa

trató de mentirosa a Michelini e intentó

desacreditar sus afirmaciones, lo que

suscitó una incidencia con el Dr. Ribas.-

Pero deberá el Dr. Novak esperar

y resolver la situación procesal de Irene

Hurtig en la causa correspondiente, en la

cual seguramente instará la realización de

la pericia sobre la voz femenina, sobre cuya

falta se lamentara en este proceso.-

Pregunta la defensa donde estaba

Bártoli entre las 18.07 y 19.00 horas, pero

el primero de los hechos que en el tiempo se

le enrostran acontece con posterioridad, y

se acreditó que a las 19:07:58 horas cuando

se hizo el llamado a OSDE estaba en la casa

de su cuñada.-

No existen registros de los

llamados telefónicos internos de los


distintos propietarios, por lo que de tener

por cierto que en el domicilio de la familia

Bártoli se recibió un llamado telefónico

avisando de un accidente, éste debió haberse

realizado con la anticipación suficiente

como para permitir su arribo a la casa de

Carrascosa y realizar las acciones que se le

endilgan en ese momento.-

En cuanto a la circunstancia de

que Beatriz Michelini no viera a su ingreso

a Guillermo Bártoli ya ha sido oportunamente

respondido.-

En relación a las alegaciones de

que Michelini debió encontrarse con Bártoli

mientras éste realizaba el llamado a OSDE, o

con Irene Hurtig hablando por teléfono, lo

cierto es que se ha podido constatar en la

inspección ocular de la vivienda, y así lo

dijeron testigos e incluso imputados, que

había un teléfono en la antesala del

dormitorio, otro al lado del bar, y un

tercero en el escritorio en la planta baja,

por lo que ciertamente los mismos pudieron

realizarse desde cualquiera de ellos.-


Si tal como dijera la defensa de

Bártoli, como primera hipótesis la voz

masculina de fondo de las 19:07:58 hasta las

19:09:19 no le pertenece, más allá de

preguntarnos quién era ese hombre, parece

que si Bártoli llegó a lo de Carrascosa

después de ese llamado, respondiendo al

aviso que recibieran del accidente –no se

puede determinar a qué hora-, y tras él

llegara su mujer, de todo el derrotero que

nos dijera la defensa realizó está ultima

sólo se encuentran acreditados los llamados

registrados en el VAIC, y los anteriores

realizados a la guardia previos a las

19:12:13 y 19:18:46.-

El resto de actividades y

derroteros que se le atribuyen a Irene

Hurtig no han sido objeto de este debate.-

Menciono aquí, que ha sido

incorporada por su lectura el acta de

inspección ocular de fs. 5/vta., la cual da

cuenta que el día 30 de octubre del año

2002, siendo las 21:00 horas, el

Subcomisario Angel Reinaldo Becerra,


secundado en la oportunidad por los

Oficiales Diego Godoy y Cristian Javier

Magnoli, todos numerarios de la

Subdelegación Departamental de

Investigaciones de Pilar, en cumplimiento de

directivas impartidas por el Dr. Diego

Molina Pico, Titular de la Unidad Funcional

de Instrucción n° 2 de dicho medio,

tendientes a determinar los motivos del

fallecimiento de María Marta García Belsunce

de Carrascosa, se constituyeron en la finca

ubicada en el Country que gira bajo el

nombre "Carmel", sito en la calle Monseñor

D'andrea s/n° de la localidad de Pilar,

perteneciente a la familia Carrascosa.

Asimismo, y tras dejar

constancia que de la diligencia tomaron

parte también una comisión de la División

Policía Científica de San Isidro, integrada

por el Sargento Primero Héctor Sosa (Perito

en Rastros) y el Cabo Primero Gabriel

Carabajal (Perito Planimétrico), se hizo

saber que una vez en el lugar se entrevistó

a las personas que en ese momento se


encontraban en la finca, a saber; Carlos

Alberto Carrascosa, quien se identificara

como el esposo de quien en vida fuera María

Marta García Belsunce, Horacio Carlos García

Belsunce, hermano de María Marta, Guillermo

Bártoli, cuñado de la misma, y Beatriz

Michelini, quien refiriera ser la masajista

de la fallecida.

Continuando con el racconto de

lo sucedido, se consignó que una vez

ubicados en el interior de la vivienda, el

señor Carrascosa señaló a la comitiva

policial el lugar del hecho -indicando de

esta manera el sector del baño ubicado en la

primer planta- brindando a la par un relato

de cómo se sucedió el mismo, manifestando en

tal sentido que el día domingo 27 de octubre

pasado -año 2002-, siendo alrededor de las

18:45 horas y en circunstancias en que

regresaba a su domicilio procedente de una

casa vecina, advirtió que frente a su

domicilio se encontraba personal de

seguridad del Country a la espera de ser

atendido por alguien de la casa, ya que la


señora Michelini se encontraba en la guardia

de prevención aguardando la autorización

para ingresar al barrio, otorgando de

inmediato la misma.

De igual modo, les refirió que

tras acceder al interior de la propiedad, se

percató de que su esposa María Marta García

Belsunce se encontraba en la finca al notar

la presencia de distintos elementos y/u

objetos personales de ella en el lugar,

siendo que al ascender al primer nivel de la

casa, observó gran cantidad de vapor que

salía del baño allí ubicado, viendo tras

ingresar al mismo, a su esposa tirada dentro

de la bañera, totalmente inconsciente y con

el agua corriendo sin llegar a rebalsar el

contenedor, por lo cual atinó a sacarla

rápidamente de allí, solicitando ayuda a la

señora Michelini, quien ya se encontraba en

la finca.

Puntualizó también Carrascosa, y

ello quedó plasmado en el acta, que en ese

momento observó gran cantidad de sangre en

el sector de la bañera, como así también que


su esposa tenía un golpe en la región

frontal, y que después llegaron los médicos,

los cuales realizaron todos los ejercicios

de reanimación corroborando el deceso de su

señora esposa.

Finalmente, y luego de escuchar

al señor Carrascosa, los actuantes

culminaron su labor no sin antes mencionar

que la vivienda inspeccionada se encontraba

ubicada como ya se dijera dentro del

interior del Country Carmel, a la cual se

arriba luego de transitar por alrededor de

cinco minutos por las calles internas del

club, describiéndose la propiedad como una

casa desarrollada bajo la superficie de tres

mil metros cuadrados, de los cuales

doscientos cincuenta aproximadamente se

encuentran cubiertos en dos plantas,

encontrándose la baja conformada por un

living, un comedor, una pieza de servicio,

una cocina, un escritorio y un baño,

mientras que en la planta alta o primer

nivel se encontraba un baño, un dormitorio y

un estar, poseyendo la finca todos los


adelantos de la época.-

Como quedara expuesto, la

policía se hizo presente en el domicilio de

la familia Carrascosa tres días después del

hecho, y en la oportunidad, hallándose

presente el imputado Horacio García

Belsunce, el marido de María Marta volvió a

insistir frente a la autoridad con la

versión del "accidente doméstico" como causa

de la muerte de su mujer.-

De otra parte, y siempre en

directa estrechez con el acta de cita, no

puedo pasar por alto la circunstancia a

todas luces llamativa que deriva de la

presencia de la masajista Michelini durante

el procedimiento allí documentado.

En efecto, preguntado que fuera

el ex Comisario Degastaldi para que nos

dijera, de acuerdo a su experiencia de más

de treinta años como policía, si era

frecuente o normal que en una diligencia de

rastros esté gente del común, que no vive en

el lugar y que no se entiende quién la

convocó o para qué, el mismo respondió


diciendo “no es usual eso” (sic).-

Acoto que Michelini era tan solo

la masajista de María Marta, y que muerta la

misma, nada la relacionaba con su familia y

mucho menos con el lugar.-

Sin embargo, fue llamada para

que fuera al domicilio de Carrascosa, días

después del hecho y en horas de la tarde-

noche.-

Es por ello que estoy convencido

de que tal convocatoria, no obedeció más que

a un plan común de todos los involucrados en

contar con alguien “del afuera” que validara

su versión, y por otro lado, asegurarse de

tener control sobre lo que ésta pudiera

manifestarle a la policía.-

Y créanme que casi lo han

logrado, estando claro está, a la letra fría

del documento, por cuanto de un repaso del

acta surge que Carrascosa brindó ante la

autoridad policial un relato de cómo se

sucedieron los acontecimientos mencionando

en ellos precisamente a Michelini, quien a

simple vista y con su rúbrica al pie de la


misma, pareciera dar fe de lo manifestado

por aquél.-

Sin embargo, tal intento de “la

familia” no logró superar a mi modesto

entender dicho rango, toda vez que escuchado

que fuera en la audiencia de debate quien

fuera el Oficial a cargo de la confección

del documento, y me refiero con ello a

Magnoli, el mismo se encargó de aclarar que

en su condición de policía, prestando

servicios en la Sub DDI Pilar, tomó

conocimiento del hecho que nos ocupa a

partir de un oficio librado por el Titular

de la UFI nº 2 de ese medio en el que se les

pedía que se hicieran presentes en el

domicilio de la familia Carrascosa, junto a

los peritos, “para que levantaran rastros”

(sic), y que fue así como concurrieron al

lugar, tardando “aproximadamente cinco

minutos” (sic) desde la puerta del barrio –o

guardia- hasta la casa propiamente dicha,

encontrándose al llegar con “el esposo de la

víctima, Bártoli, el hermano García

Belsunce, y la masajista” (sic), recordando


que el primero fue quien les comentó lo que

había pasado, esto es, que su mujer se había

golpeado la cabeza con un tirante que estaba

sobre la ducha del baño, y luego con los

grifos del mismo, añadiendo que ella era

torpe para conducirse y que esto ya le había

pasado antes, no mencionándole en ningún

momento de la existencia de fractura de

cráneo y pérdida de masa encefálica.

De igual modo, apuntó el testigo

que esa mecánica del hecho Carrascosa no la

expuso en tono de afirmación, sino que hubo

algún tipo de duda en su relato, y que la

conversación tuvo lugar en el primer piso de

la vivienda, siendo que al ser preguntado

para que dijera si cuando Carrascosa le hizo

saber de ello se encontraba presente en el

lugar la Sra. Michelini, Magnoli dijo que

no, estando seguro de su respuesta toda vez

que cuando bajó luego de escuchar al marido

de la víctima se encontró con Michelini en

la planta baja, sentada en un sillón, no

corroborando en ningún momento con la misma

la versión que recibiera de Carrascosa.


Explicó asimismo, que esta diligencia tuvo

lugar el día 30 de octubre de 2002,

reconociendo su firma –y también su

contenido, que personalmente redactó- en el

acta de fs. 5/vta., enterándose de la

presencia en el lugar del Fiscal Molina Pico

y Degastaldi después de su actuación en la

causa, “por los medios” (sic), aclarando

finalmente que de acuerdo a la versión que

recibiera de Carrascosa, y a la posibilidad

de que los hechos se hubieran desencadenado

de esa manera, “para golpearse con ese

tirante –y recordemos que tras exhibírsele

las fotos de la casa, señaló las vigas que

están enmarcadas arriba de la bañera

(“alguno de esos era” -sic- dijo) la persona

tiene que estar… dentro de la bañera… o como

ingresando a la misma…” (sic), situación

ésta que en modo alguno se corresponde con

la circunstancia de que María Marta se

encontrara completamente vestida al momento

en que fuera hallada sin vida, siendo su

sensación -al conocerse públicamente el

resultado de la autopsia- y con la autoridad


que le dan sus dieciocho años de antigüedad

en la fuerza, de los cuales catorce o quince

están dedicados a “investigaciones”, que

Carrascosa simplemente les mintió cuando

tres días después del hecho ellos se

hicieron presentes en el Carmel y escucharon

de boca de éste lo que había ocurrido con su

mujer.-

De otra parte, sabido es que las

actas como las que nos ocupan reflejan la

constatación de distintas situaciones

acontecidas en un determinado momento y

lugar en la que intervienen diferentes

personas realizando pluralidad de acciones

que pueden o no estar relacionadas entre sí

por lo cual la ratificación que cada uno de

ellos hace de dicho instrumento público, lo

es en cuanto a la existencia de dicha acta,

validando su exclusiva participación y toda

aquella que presenciaran por sus sentidos,

pero ello no alcanza a toda otra actividad –

sin distinción- reflejada en el documento

que fuera llevada a cabo por algún otro de

los sujetos parte del procedimiento.


A modo de ejemplo, traigo a

consideración el acta de hallazgo del famoso

pituto dieron cuenta de la existencia de

diligencias que se realizaron a pedido del

Ministerio Público Fiscal y además cada uno

individualmente de aquellas que cumpliera y

observara.-

En definitiva, entiendo que ha

quedado demostrado que al momento en que

Michelini arribara al domicilio de la

familia Carrascosa durante la tarde del 27

de octubre de 2002, el imputado Bártoli ya

había estado en el lugar, y ello explica

justamente porqué el mismo no formuló al

momento en que aparentó tomar contacto con

la situación, ningún interrogante en punto a

la mecánica de su producción, sobre todo en

función de que la persona involucrada en el

mismo no era más que alguien de su propio

entorno familiar, y menos aún, manifestó

sorpresa ante el infausto cuadro que se le

presentaba ante sus ojos.-

Pero dado la diversidad de

acciones puestas en cabeza de Guillermo


Bártoli y sobre todo, su prolongación en el

tiempo, adelanto que no habré de ocuparme

ahora del mismo en este momento, sino que

habré de hacerlo más adelante, ocasión en la

que insistiré en el desarrollo de aspectos

respecto de los cuales he sentado aquí tan

sólo las bases de mi razonamiento (como ser

el de su presencia en el domicilio de María

Marta a las 19:07 horas).-

La tercera persona -descontando

a Carrascosa y a toda aquella no legitimada

pasivamente en relación al trámite de este

proceso- en llegar a la escena del crimen

fue el imputado Gauvry Gordon.-

Al respecto, rescato el informe

de fs. 16, incorporado al juicio por su

lectura, en el que el Jefe del Servicio de

Seguridad del Country Carmel, Claudio

Marcelo Maciel, puso en conocimiento del

Gerente del mismo, Sr. Julio Terán, que el

día 27 de octubre de 2002, siendo las 19:18

horas, recibió una comunicación telefónica

por parte de quien dijo ser la señora

Binello, preguntándole si conocía algún


médico en el club porque "su hermana" se

había golpeado la cabeza, a lo que le

respondió diciéndole que si quería podía

solicitar la presencia de una ambulancia de

la empresa Emernort, a lo que la misma

accedió, pidiéndole que la enviara a la casa

de Carrascosa.-

Surge también del mentado

informe, que a esa misma hora -19:18 horas-

Maciel llamó a la ambulancia arribando la

misma al barrio a las 19:28 horas -móvil n°

27 a cargo del Dr. Gauvry Gordon- siendo

ella acompañada a la brevedad a la Unidad

Funcional de Carrascosa.-

De igual modo, se hizo constar

que a las 19:43 horas llegó al lugar una

segunda ambulancia, a cargo del Dr. Santiago

Biassi, aduciendo el mismo haber sido

llamado de la U.F. Carrascosa, dejándola

pasar luego de verificar su veracidad,

acompañándosela también al domicilio en

cuestión.-

Por último, dio cuenta el

informe que a las 21:00 horas


aproximadamente, ambas ambulancias se

retiraron del lugar sin dar ningún tipo de

información sobre el hecho, saliendo en ese

mismo momento el Sr. Santiago Taylor

(ahijado de la señora María Marta Gómez de

Carrascosa) quien hizo el comentario de que

la señora había fallecido debido a que

cuando se estaba bañando en su bañera se

cayó y producto del golpe perdió el

conocimiento ahogándose.-

Lo expuesto encuentra

corroboración también, aunque de manera

parcial, en la planilla de control de

personal y proveedores de fs. 21/27, de la

cual se desprende que el único registro de

ingreso de un servicio médico con destino al

domicilio de la familia Carrascosa data de

las 19:45 horas (página tres, renglón

trece), completándose el extremo en trato

con la Historia Clínica Pre Hospitalaria de

la firma Emernort Nº 801521, de fs. 29/30;

el oficio de la firma Therapia S.A., de fs.

60/72, acompañando registro de todas las

llamadas recibidas el día 27 de octubre de


2002, e informando a la par que Therapia

cuenta con un móvil 27, pero que el que

asistió a la víctima en primer término no

pertenece a esa empresa sino a Paramedic,

así como que el chofer que acompañara en la

oportunidad al Dr. Biassi, resultó ser

Antonio Daniel Cachi, y por último el fax de

fs. 77/79, remitido por la firma Paramedic,

dando cuenta de la asistencia dada a la

víctima en fecha 27 de octubre de 2002,

informe éste que se complementa con la

grabación registrada por el sistema de la

misma en punto a la comunicación telefónica

mantenida ese día con el domicilio de la

paciente María Marta García Belsunce de

Carrascosa, la cual fuera remitida mediante

oficio de fs. 99.-

En resumen, fácil es de concluir

que dos fueron los móviles -ambulancias- que

acudieron al pedido de ayuda -en el sentido

de asistencia médica- que partió de

Carrascosa o su entorno directo (léase Irene

Hurtig), quedando claro que el primer

profesional en llegar al lugar fue el


imputado Gauvry Gordon, siguiéndolo, minutos

después, el Dr. Biassi.-

Gauvry Gordon prestó declaración

injurada a fs. 782/786 vta., y en la

oportunidad, manifestó que en ningún momento

pensó que la muerte de María Marta García

Belsunce podía deberse a "un homicidio",

sino que, y por el contrario, siempre estuvo

convencido de que "era un accidente". Dijo

también que cuando llegó al lugar,

"aproximadamente entre siete y veinte; siete

y treinta", antes de entrar fue informado de

que la víctima "había recuperado el

conocimiento", por lo que hizo maniobras de

resucitación cardiopulmonar (RCP) durante 20

o 25 minutos aproximadamente, utilizando

para ello "cuatro ampollas de adrenalina,

suministradas endovenosas, por medio de una

avocath 20G", puesta por él mismo "en el

codo del brazo izquierdo", habiéndosele

efectuado también "defibrilación", "tres o

cuatro shocks de 360 joules a modo de agotar

todo".-

En lo referente "al estado" en


el que encontrara a la víctima, precisó que

"tocó la cabeza" de la misma, "la palpó"

aunque "no completamente", llegando a ver

"el orificio" que presentaba, limpiando "muy

superficialmente" la zona afectada de la

paciente con una toalla, "la pasé por la

parte de la sien porque tenía sangre",

convenciéndose aún más de que todo había

sido un accidente cuando identificó "el

intercambiador de la ducha a la canilla", ya

que el mismo "coincidía con el diámetro

aproximado del orificio" que visualizara y

del que diera cuenta.-

Vio “superficialmente” el

orificio pero le bastó para encontrar

identidad con el intercambiador de la

ducha.-

En punto a la versión del

accidente como causa de la muerte, e

interrogado que fuera para que dijera si la

misma le había sido sugerida, comentada, o

bien dicha por alguien, o si, por el

contrario, surgió de su interior, explicó

que la persona que lo ayudó, aparentemente


la masajista, le dijo que el marido la había

encontrado dentro de la bañadera y que había

tenido un accidente en la misma,

comentándole inclusive que este último la

había sacado y que ella le había hecho

masajes cardíacos, saliéndole espuma por la

boca, interpretando el declarante que la

víctima "se había golpeado y se había

ahogado".-

De igual modo, refirió que

actuando "siempre" de "buena fe... tal vez

ciego" (afirmación cuyo significado me

intriga), es que pensando en el dolor de la

familia y que tal vez podía haber chicos en

la casa, hizo limpiar el baño, aclarando que

por entonces, se encontraba ya en el lugar

"el otro médico", el cual en ningún momento

se opuso a su pedido, llegando inclusive el

mismo a sugerirle "a la señora que limpiaba"

que se pusiera zapatillas, ya que según

recuerda, "estaba en sandalias o en

ojotas".-

Explicó también, que a esta

mujer le suministró los guantes, sin nunca


tratar de ocultar nada, no representándose

en ningún momento la posibilidad de que a la

víctima la hubieran podido matar de cinco

tiros.-

Justificando su particular

apreciación de la situación, agregó que no

observó "desordenes" que le llamaran la

atención en el lugar, y menos aún, "manchas

en las paredes o cosas dantescas como para

pensar en otro cuadro", distinto al que

diera la familia, el cual versaba como ya

dijera sobre "un accidente en la bañera",

señalando que solamente vio "sangre en la

bañadera, mezclada con agua, y entre el

bidet y el inodoro un charco de

aproximadamente cincuenta centímetros".-

Asimismo, aclaró que en punto a

las causas de la muerte, nunca ocultó que

había fractura de cráneo con pérdida de masa

encefálica, lo cual consta en su historia

clínica y en el informe que le entregó a la

firma Paramedic y ésta a su vez a OSDE.-

Continuando con su relato,

señaló que dos personas de la casa, a las


que describió como "del sexo masculino, una

de ellas era alta, la otra petisa, siendo

los dos gorditos", le preguntaron si podía

firmar el certificado de defunción, a lo que

les respondió que no ya que de ello

generalmente se encargaban las funerarias

pero que si igualmente querían comunicarse

con OSDE para obtener una confirmación en

tal sentido que lo hicieran, informándole

minutos más tarde uno de estos dos hombres

que ya había mantenido comunicación con la

prepaga y que ellos no tenían nada que ver,

pese a lo cual le aseguró que ya "había

conseguido que le hagan un certificado de

defunción".-

De otra parte, añadió que se fue

del lugar "entre 19:45 y 20:00 horas

creería", "convencido de eso", "que había

sido un accidente", lamentándose por la

muerte "tan tonta" de una persona

"aparentemente sana", poniendo punto final a

cualquier suspicacia que se pudiera generar

a partir de su intervención en el hecho, al

aclarar que "nunca me amenazaron", "nunca me


ofrecieron plata", "yo tengo que ser tonto

para ocultar algo así".-

Por último, y tras reconocer que

al momento del hecho contaba con una

antigüedad en "emergencias médicas" de "seis

años", preguntado que fuera para que dijera

si durante ese tiempo se encontró con

cuadros de gravedad como el de autos,

respondió que "con gente muerta sí", "pero

no de esta manera", al punto que "nunca tuve

que hacer una denuncia policial ni pedir

intervención por el tipo de muerte".-

Con el debate en marcha, volvió

a prestar declaración, siendo que en el

marco de la misma y a pedido precisamente de

su defensa, se reprodujo la conversación que

Gauvry Gordon mantuviera con su operador,

Nicolás Costa, la cual, por su simpleza y

contundencia a la vez, merece ser

transcripta en su totalidad para un

posterior y completo análisis.-

La misma, se inicia a partir del

llamado de este último al imputado,

diciéndole: "¿Hola, doctor Gauvry... ¿Estás


en el country? (sic), a lo que éste le

respondió: "Nico, tengo un óbito, quiero

saber, porque nosotros la encontramos muerta

y con un traumatismo de cráneo y fractura...

¿hacemos una constatación de óbito y vos das

aviso a OSDE y listo? (sic), contestándole

Costa a su vez, con un nuevo interrogante:

"Dale, ¿fue muerte dudosa la causa? (sic).-

Aquí me detengo.-

Ninguna hesitación cabe,

tomando, claro está, el descargo de Gauvry

Gordon, que la "sencilla" inquietud de su

operador no podía esperar más que otra

"simple" respuesta de su parte.-

Pero no fue así.-

En efecto, al interrogante de si

se estaba en presencia de una "muerte

dudosa", lejos de despejar cualquier

incierto posible, el imputado respondió

diciendo: "sí, es medio... o sea... no es

dudosa, pero..." (sic), obligando con ello a

que el operador insistiera con preguntarle

¿van a dar aviso a la policía?, ¿cómo lo van

a manejar? (sic), poniendo punto final el


imputado a la conversación al responderle,

"no, yo le hago constatación de óbito y

listo, a ver cómo lo maneja OSDE, a ver...

¿muerte dudosa?... aparentemente a nosotros

no nos parece, pero por una cuestión... a

ver qué pasa después, que lo manejen

ellos..." (sic).-

Merece destacarse, que

seguidamente y por no alcanzar a comprender

este diálogo con el operador Nicolás, sobre

todo, en función de las manifestaciones de

Gauvry Gordon en el sentido de estar

"completamente convencido" de que la muerte

de la paciente a la que había ido a asistir

no se trataba más que de "un accidente

doméstico", es que para aclarar la cuestión

de este administrador de justicia partió la

necesidad de reclamarle al imputado una

precisión en punto a qué entendía él -

remontándonos claro está al mes de octubre

de 2002- por "muerte dudosa", a lo que el

mismo abortó la ambigüedad conceptual del

término respondiendo sin duda alguna y como

si se tratase de una suerte de sinonimia


diciendo "un homicidio... en ese momento,

muerte dudosa es que la habían matado… yo

dudoso lo asociaba con un homicidio

directamente, pero directamente, pura y

exclusivamente... con un acto de violencia…”

(sic).-

Que fue así como frente a esta

respuesta y haciendo un juego de palabras,

reemplazando la frase "muerte dudosa" por la

palabra "homicidio" -ya que el propio

imputado las relacionó de tal modo que daba

la impresión de que para él representaran o

dieran a entender lo mismo- se le reprodujo

a Gauvry Gordon el tenor de la conversación

en trato, como si la misma hubiese ocurrido

de la siguiente manera, a saber; (pregunta):

"Dale, ¿fue homicidio la causa?";

(respuesta): "sí, es medio... o sea... no es

homicidio, pero...".-

Demás está decir que a partir de

allí, los intentos de justificación

imprecisos y confusos, fueron para Gauvry

Gordon una constante en lo que prosiguió de

su relato.-
Recapitulando, señalo que debe

darse real valor a esa primera respuesta de

Gauvry Gordon, fundamentalmente por la

inmediatez en la que se desarrolla frente a

la sorpresa que le produce la pregunta de

Nicolás y que lo obliga a pronunciarse -tal

vez, acto fallido de por medio- de manera

absolutamente espontánea y sin posibilidad

de recurrir a una suerte de estructuración

del discurso que le permitiera abordar el

tema de manera diferente.-

Gauvry Gordon dudó en un primer

momento cuando se le preguntó si se trataba

de una muerte dudosa, y esa vacilación, no

es en modo alguno armonizable con la

seguridad que dijo poseer en punto a un

"accidente doméstico" como fuente de la

muerte de María Marta García Belsunce.-

Pero tampoco lo es en relación a

lo que le manifestara a Manuel Nolting, toda

vez que este último refirió en la audiencia

de debate que tras cruzarse en el camino con

el imputado y presentarse como colega suyo

interiorizándose de la situación le preguntó


si con motivo del deceso de la paciente se

iba a dar intervención a la policía,

respondiéndole Gauvry Gordon con un

irresoluto “no sé, no sé” (sic).-

No puedo dejar de señalar que

deviene contrario a la más elemental lógica,

que el Dr. Gauvry Gordon pretenda menguar su

responsabilidad insistiendo una y otra vez

con su certidumbre de accidente doméstico,

si atendemos a que sin solución de

continuidad finalizando su labor en el mismo

escenario de los hechos es su propio

operador telefónico quien le instala sin

dudas con claridad y tono firme en sus

palabras (lo que puedo afirmar al escuchar

el diálogo grabado y la favorable impresión

de Nicolás Costa en el juicio) la necesidad

de dar inmediata intervención policial en

base al propio diagnóstico que le transmite

el acusado Gauvry Gordon (traumatismo de

cráneo con pérdida de masa encefálica).-

Fueron escuchados al respecto

también durante la audiencia de debate,

quienes de alguna manera, directa o


indirectamente, tuvieran que ver con ese

primer servicio de asistencia médica que

acudiera al llamado de Carlos Alberto

Carrascosa.-

Así fue que declararon Víctor

Eduardo Siwulec, el ya mencionado Nicolás

Alberto Costa, Alicia Cristina Rolero,

Guillermo Luis Piermattei, Daniel Atilio

Fittipaldi, Raúl Gustavo Zalazar, y Fernando

Daniel Barese.-

Siwulec, expuso que para el 27

de octubre de 2002 trabajaba como supervisor

de la firma “Paramedic”, siendo su tarea la

de supervisar a los operadores que tomaban

las visitas o urgencias médicas, recordando

en el caso concreto que María Marta García

Belsunce era socia de OSDE, prepaga ésta a

la cual ellos le prestaban servicio, siendo

por ello que en un primer momento la familia

se comunica con la obra social pidiendo una

ambulancia, y esta última a su vez con

Paramedic reclamando la asistencia para una

afiliada “por una pérdida de conciencia no

recuperada” (sic).-
Asimismo, mencionó que una

compañera suya, María José Trucchi, fue la

encargada de dar las llamadas instrucciones

de pre aviso, orientando a un familiar de la

paciente para determinar si se puede ayudar

a la misma hasta la llegada del móvil de

emergencia.

Especificó además, que si bien

no podía precisar a qué hora llegó el mismo

al lugar, sí recordaba haber hablado con el

médico que vio a la paciente, el Dr. Gauvry

Gordon, al cual le preguntó por el

diagnóstico para poder él informarle a su

vez a OSDE, hablándole el galeno de un

“traumatismo de cráneo con pérdida de masa

encefálica, con posterior óbito” (sic), y

que la muerte se había producido antes de

llegar la ambulancia al lugar.-

Seguidamente, y preguntado que

fuera el testigo para que dijera cómo lo

había notado a Gauvry Gordon en esa

conversación, Siwulec dijo “dubitativo”

(sic), apuntando que cuando él les pasó el

diagnóstico, el declarante, el despachador,


que en ese momento era Nicolás Costa, y los

otros receptores supusieron que era una

muerte dudosa, “entre nosotros por el

diagnóstico comentamos que nos parecía que

era una muerte dudosa” (sic), “nosotros

sospechábamos por el mecanismo” (sic),

siendo que al ser interrogado para que diera

razón de sus dichos, Siwulec respondió

diciendo que “hemos asistido a muchos

pacientes y por una caída de su propia

altura, puede darse una fractura como

consecuencia, pero no con pérdida de masa

encefálica” (sic), llegando a comentar

inclusive, que para que una persona sufra

una lesión de ese tipo, se tendría que haber

caído “de una bañera de diez metros” (sic).-

Finalmente, refirió que a la luz

de estos comentarios, le preguntaron al

médico si había necesidad de avisar a la

policía, “pero para el doctor no era

necesario” (sic), acotando al respecto que

sólo el galeno que se encuentra en el lugar

es el que puede dar autorización para la

intervención policial, “esto ocurrió siempre


así, en todos los servicios de emergencias

médicas” (sic).-

Igual impresión fue la que se

llevaron el resto de los testigos.-

Así, por ejemplo, Rolero señaló

que trabajaba en OSDE desde hacía cinco años

a la fecha, atendiendo el teléfono en

coordinación de urgencias, recordando que su

intervención en el caso que nos ocupa se

originó a partir de un código rojo que

atendió un compañero suyo, Fernando Barese,

quien inmediatamente llamó a Paramedic y

pasó los datos del incidente sin nombre ni

apellido, “porque no los habían dado”

(sic).-

Comentó asimismo, que ellos

pidieron a quien había llamado que hiciera

saber los síntomas de la paciente, siendo

informados que la misma “se había caído en

una bañera” (sic), comunicándose después con

el socio para comentarle lo que le habían

dicho en Paramedic.-

Continuando con su relato, narró

que momentos más tarde habló con esta última


firma, más precisamente con un operador de

nombre Víctor, recordando que cuando le

pasaron “el final” (sic) de la asistencia,

el mismo daba cuenta en un primer momento de

una muerte súbita, pero con posterioridad de

“una caída en una bañera con traumatismo de

cráneo con pérdida de masa encefálica”

(sic), pareciéndole “raro que una caída de

una persona de su propia altura pudiera

terminar así” (sic), aclarando a preguntas

de la Defensa del Dr. Gordon que “no es

función del operador de urgencias llamar a

la policía… no dependía de OSDE” (sic), así

como que “dar aviso a la policía o dar

intervención policial es responsabilidad del

médico que asiste a la paciente y de la

empresa que lo está enviando” (sic).-

Por su parte Piermattei, refirió

que trabajaba para OSDE con una antigüedad

de cuatro años a la fecha, como operador en

la recepción y el despacho de urgencias,

siendo la persona que en el caso concreto

recibió el llamado final del servicio que

concurrió al domicilio de la familia


Carrascosa, el cual diera cuenta del

diagnóstico de cierre y la hora, y en el que

se habló, según recuerda, de “óbito con

traumatismo y pérdida de masa encefálica, o

algo así” (sic), llamándole la atención “por

lo de la pérdida de masa encefálica” (sic),

ello en razón de que “no se da habitualmente

una emergencia donde se dé esto” (sic).-

A continuación, y reproducida

que fuera en el debate la escucha que

personalmente lo involucra y de la que surge

que luego de oír el cuadro de situación de

la paciente el declarante le pregunta a su

interlocutor, Víctor (Siwulec) de Paramedic,

“¿la cagaron a palos?” (sic), a lo que este

último le respondió diciendo “y mirá, no sé”

(sic), explicó que ello “fue una expresión

natural que hice y que surgió al escuchar el

relato del colega de la empresa” (sic),

aclarando en respuesta a una inquietud que

naciera del distinguido Dr. Becker, que

“nosotros no teníamos que llamar a la

policía, normalmente lo hace la persona que

llega al lugar y verifica lo que pasó, el


médico que maneja el caso, que va en la

ambulancia” (sic).-

A su turno Salazar, tras indicar

que desde el año 1998 trabajaba en OSDE

BINARIO en la mesa operativa de urgencias,

lugar donde se recibían llamados en los que

se pedían médicos o ambulancias, memoró que

con motivo del episodio que despierta

nuestro interés en su momento habló “con

alguien de la empresa Paramedic, de nombre

Víctor” (sic), preguntándole por “el cierre

de ese incidente” (sic), ello en función de

haber sido consultado previamente en razón

de ser el empleado de mayor antigüedad por

un compañero suyo “no sé si Guillermo

Piermattei o quien” (sic) en relación al

diagnóstico de la paciente a la que se había

ido a asistir y que daba cuenta de un

traumatismo de cráneo con pérdida de masa

encefálica, situación ésta que “no me

parecía usual” (sic), por lo que “llamé para

ver si era así” (sic).-

Detalló también que en la

oportunidad le preguntó a Víctor “si no era


una muerte dudosa y no había que dar aviso a

la policía” (sic), “porque, insisto, no era

usual” (sic), extremos éstos que se vieron

corroborados a partir de la escucha que se

reprodujera en la audiencia y que se

relaciona con la conversación telefónica

mantenida entre Salazar y Siwulec, de la

cual se desprende que el primero preguntó al

segundo “¿fue muerte dudosa esa, no?” (sic),

a lo que éste último respondió “y si” (sic),

aclarando en definitiva en relación a ello

que “insistí con lo de la policía porque

tenía la duda acerca de si era una muerte

dudosa y si ellos tenían que dar aviso a la

policía” (sic).-

Recordó incluso, que “luego le

comenté esto a la Dra. Marta Trimboli, que

en ese momento era la Jefa de Urgencias,

creo que el mismo día, pero no recuerdo que

me dijo” (sic).-

Finalmente, y sobre el angular

que en este momento concentra nuestra

atención, rescato el testimonio de Nicolás

Alberto Costa, quien mencionó que trabajaba


en Paramedic como “despachador” (sic), de

15:00 a 07:00 horas los días sábados y

domingos, asignando móviles para que

cubrieran las visitas, emergencias médicas y

traslados. Que en relación al hecho que

concentra nuestro interés, señaló que a él

le llegó la urgencia a través de la

pantalla, con código rojo, de riesgo de

vida, en el country Carmel, por lo que le

asignó al caso el móvil de Pilar que

operativamente estaba disponible y cuyos

tripulantes eran Beltrán y Gauvry Gordon,

enviándolo al lugar.-

Apuntó también, que más tarde

este último se comunicó con el declarante

para darle el arribo, y que después de ello,

nuevamente lo hizo, vía Nextel, pidiéndole

que lo llamara por teléfono para ampliar el

cuadro, comentándole allí “lo que había sido

un traumatismo de cráneo” (sic), añadiendo

en relación a ello que si bien su tarea era

logística en sí, como en ese momento estaba

estudiando medicina, “cursaba en segundo

año” (sic), cuando le llegó la información


de que era un óbito en el contexto de una

muerte traumática se le vino a la cabeza que

podía tratarse de una muerte dudosa, por lo

que le preguntó al Dr. Gordon si pedían la

presencia de personal policial, a lo que el

mismo le dijo que no.-

¿Cómo es posible, al menos en

rango de sospecha, que se estuviera ante la

posible presencia de una muerte dudosa para

los despachadores y los distintos

receptores, y no para el imputado Gauvry

Gordon?.-

La necesidad de encubrir un

crimen, cualquiera sea la razón que la

impulsara (y de allí la omisión de

denuncia), es la respuesta que se impone.-

Gauvry Gordon no pudo no haber

visto lo que ahora dice no vio.-

La fotografía nº 9 del Anexo nº

3 acollarado por cuerda a la presente es muy

ilustrativa al respecto. Se observan en la

misma, en el cráneo de la víctima, las seis

improntas producidas por los proyectiles de

arma de fuego. Cuatro de ellas muy cerca las


unas de las otras, y las dos restantes un

poco más separadas del resto, en extremos

opuestos.-

Lo llamativo es que Gauvry

Gordon reconoció haber detectado no una de

estas últimas, sino, por el contrario, una

de las ubicadas en el centro, puntualmente,

la primera de izquierda a derecha, por lo

que no se alcanza a comprender el porqué

sólo encontró una y no todas, o al menos

alguna más, máxime cuando de la imagen en

cuestión se advierte que los cuatro

orificios están concentrados en una zona

cuyo tamaño no es mayor, haciendo un juego

comparativo para una mejor comprensión de lo

que quiere graficarse con ello y siempre

tomando como referencia la placa en

cuestión, al de la propia oreja de la

víctima.-

Ello nos conduce a la conclusión

de que su versión de los hechos ciertamente

no es creíble.-

Más aún, si se la confronta con

lo manifestado por el testigo Santiago


Rodolfo Biassi, quien en su juramentada

prestada ante el Pleno del Tribunal y las

partes expresó que para el 27 de octubre de

2002 trabajaba como médico de UTIM en

Therapia, la que a su vez prestaba

servicios, entre otras, a la firma EMERNORT,

llevando una antigüedad -tomando como

referencia la fecha del hecho- en la empresa

de dos años, aunque veintiocho en el

ejercicio de la profesión.-

Especificó además, que en

relación a dicho episodio lo convocaron para

asistir a una paciente con “traumatismo en

miembro inferior” (sic), y que no obstante

haber correspondido en lo que hace al

servicio el código verde por tratarse de

“una demanda de baja complejidad” (sic),

como el mismo tiene un tiempo de demora en

la llegada del móvil a destino de dos horas,

el servicio salió bajo el código amarillo

“que es de urgencias” (sic), por una

cuestión “de convenio”(sic) que existía con

el barrio en el que se encontraba el

domicilio desde el cual se los había


convocado, y que implicaba acortar el tiempo

de arribo a “treinta minutos” (sic) como

tope máximo. Agregó asimismo que luego de

ello y junto al chofer de la ambulancia a

cuyo cargo se encontraba, de apellido Cachi,

partieron desde la base de la calle Tratado

de Pilar, cerca de la Panamericana,

arribando al country a las 19:20 horas –esto

último a partir de que ratificara sobre el

punto su juramentada de fs. 10/12, la que le

fuera leída en los términos del art. 366

inciso 4º del digesto de forma-, siendo

recibidos al llegar por “el señor de

vigilancia” (sic) quien les informó que se

encontraba ya otra ambulancia “atendiendo

ese domicilio” (sic), por lo que trató de

averiguar de qué móvil se trataba quedándose

con la duda ya que el guardia no le supo

informar ni tampoco figuraba el ingreso de

la misma en el registro.-

Contó también que “pasaron diez

o quince minutos” (sic) durante los cuales

fueron demorados en la entrada, y que recién

después de que dijera al empleado de


seguridad que lo iba a hacer responsable de

lo que pasara, como así también de que su

ambulancia contaba con equipo de oxígeno –

respecto de lo cual fue preguntado por el

mismo-, transcurridos “cuatro o cinco

minutos más” (sic) finalmente lograron

ingresar al country, llegando así

acompañados por un vehículo a un domicilio

que él no conocía y que pertenecía, según se

le informara, a la familia Carrascosa. Que

tras estacionar sobre la calle, y percatarse

de que efectivamente había otra ambulancia

parada en el lugar, descendieron de la suya

cargando primero el declarante el tubo de

oxígeno y tomando su maletín, pidiéndole a

su vez a Cachi que trajera los elementos de

RCP, encontrándose en el camino entre la

ambulancia y la vivienda propiamente dicha

con un señor vestido con campera –que según

creía, se trataba de Binello, “porque lo vi

en los medios” (sic)-, el cual le dijo “ya

está, está muerta y le están haciendo RCP”

(sic).-

Explicó asimismo, que tras


eludir a esta persona ingresó a la propiedad

subiendo por una escalera hasta el primer

piso de la misma, llegando a un ambiente que

“no estaba bien iluminado” (sic) y en el

cual notó la presencia de “otro equipo que

había ingresado antes y que se estaba

encargando de atender a la persona” (sic),

hallándose éste integrado “por el médico y

su asistente” (sic), junto a los cuales se

encontraba una mujer, muy bien vestida pero

que no formaba parte del mismo, preguntando

allí qué es lo que había pasado, siendo

entonces que el Dr. Gauvry Gordon se

presentó y le dijo: “llegaron tarde, ya no

hay nada más que hacer” (sic), hablándole de

que la víctima “había tenido una muerte

absurda, que se había matado en la bañera”

(sic).-

En punto a cómo observó al

cadáver, refirió el testigo que el mismo

estaba de cúbito dorsal, “que quiere decir

con la panza para arriba” (sic), afuera del

baño, mojado de la cintura para arriba y con

la cabeza hacia la izquierda, observando que


en el tórax tenía marcas de las que se

producen cuando se dan golpes de

electricidad, por el desfibrilador,

aclarando que no le creyó “en absoluto”

(sic) al Dr. Gordon en lo que le estaba

diciendo, ya que ello “no se ajustaba a

ningún criterio de razonabilidad, ni lógico

ni científico” (sic), por lo que tras

decirle al mismo “vamos a buscar las causas

de la muerte” (sic), se dirigió al baño para

ver las manivelas, encontrándose con una

bañera antigua, llena de agua tibia,

ensangrentada y con unos especies de

coágulos hemáticos, pudiendo ver “sangre en

el piso del baño, cerca del inodoro, y

también otras manchas más” (sic). Que fue

así como luego de ello, y en el

entendimiento de que el fallecimiento de

esta mujer no se había producido por haber

impactado con esas manivelas, de esa forma y

con ese mecanismo, su intención para con el

Dr. Gordon fue la de hacerle saber “que esto

no era algo tan sencillo y que debían haber

otras cosas que tenían que ser tenidas en


cuenta” (sic), “esto me parece que no es

así, le digo” (sic), comenzando allí –el

declarante- a revisar el cadáver notando la

existencia en el cráneo, más concretamente

en el lateral izquierdo, en la región

parietal, de “tres agujeros… y no encontré

más porque no revisé más” (sic), aclarando

en este sentido que las lesiones “eran

visibles… si uno las busca las encuentra”

(sic ), llegando inclusive en uno de ellos a

meter uno de sus dedos, “metí una falange…

eso le da a usted el tamaño del agujero que

tenía… la manivela tampoco tenía el tamaño

como para decir esto se va a clavar tantos

centímetros en la cabeza” (sic), y a

preguntarse “¿quién fue la bestia qué hizo

ésto? (sic). Que después de allí, continuó

explicando, “se empieza a alterar la escena”

(sic), dándole el Dr. Gordon indicaciones a

una señora que estaba ahí dentro para que

limpiara, “por la familia… pero la familia

ya había estado presente ahí en la

habitación” (sic), pudiendo ver que “la

señora baja y vuelve al ratito con lavandina


y todos los elementos de limpieza y empieza

a limpiar” (sic), siendo que cuando ello

ocurrió, el declarante hizo “un escándalo”

(sic) que motivó a que los señores

Carrascosa y Bártoli subieran al primer piso

para ver qué había pasado, manifestándole al

primero de ellos y en presencia del segundo,

“que la muerte había sido muy violenta, que

las cosas estaban muy mal y que debían

convocar al médico forense para resolver el

tema del certificado de defunción” (sic), a

lo que los mismos le respondieron diciéndole

que no se preocupara y que se quedara

tranquilo, “porque el preocupado era yo”

(sic), notando que en el ambiente “no había

una intención de resolver el problema de

otra forma” (sic), llamándole la atención de

que “a nadie se le caía una lágrima frente a

un cuerpo masacrado” (sic).-

Recordó también, que después de

que él dijera eso los familiares empezaron a

dialogar con el Dr. Gauvry Gordon, cerca

suyo, a dos metros pero “en voz baja” (sic)

de modo que no llegó a interpretar lo que


ellos decían, siendo que en lo personal “no

hubiese firmado una constatación de óbito”

(sic), y sí en cambio hacer lo que en

definitiva hizo, que es llenar un informe

para documentar la situación, reconociendo

como tal la historia clínica de fs. 30/30

bis, la cual recordó, fue confeccionada de

su puño y letra en el lugar de los hechos,

en un sillón que había en la habitación y

cuando se quedó como dijera, “un poco afuera

de las decisiones” (sic), hablando en dicho

informe de “traumatismo de cráneo con tres

heridas punzantes de dos centímetros de

diámetro en región temporal y parietal

izquierda, pérdida de masa encefálica”.

En la continuidad de su relato

aclaró que “en todo momento la decisión

final quedó en manos del móvil de Paramedic,

ya que ellos dijeron que se iban a hacer

cargo de la situación”, por lo que en algún

punto y momento se quedó tranquilo, ya que

pensó que el tema se iba a arreglar de

acuerdo a lo conversado, esto es, en el

sentido de que se iba a dar aviso a la


policía, no obstante lo cual al día

siguiente se presentó en la Central para

comentar la novedad de lo ocurrido,

manifestándole desde la misma que era mejor

esperar y dejar pendiente la situación,

siendo que a pesar de ello, entre el 10 y el

11 de noviembre, se presentó espontáneamente

a declarar ante la Fiscalía, expresando al

respecto, “nadie me llamó, yo ahí fui a

denunciar, yo me jugué la vida con esto, no

fui inmediatamente porque todo lleva su

tiempo” (sic).-

Han hablado y mucho las defensas

acerca de la credibilidad de este testigo,

cayendo en apreciaciones que en modo alguno

comparto.-

Por el contrario, no he

advertido a la luz de lo expuesto en el

juicio oral, con más la percepción que

brinda el contacto personal en la audiencia

de debate, que sus manifestaciones,

coherentes en su contenido, se hayan

inspirado más que en la búsqueda de la

verdad, con base en aquellas circunstancias


que le ha tocado en suerte vivir.-

Ha existido para mí claridad y

seguridad en las conclusiones del testigo,

sin alegaciones vagas o inconexas; sus

dichos aparecen verosímiles y en

coincidencia secuencial con otros

testimonios o elementos objetivos de la

causa, y a diferencia de lo expuesto por las

defensas, no veo que algunas de sus

expresiones relativas a sus sentimientos o a

las impresiones de lo ocurrido, puedan

interpretarse como algún interés particular

que exceda el lógico de manifestar lo

acontecido ante las autoridades, a fin de

colaborar con la justicia, por lo que en

definitiva, he de dar pleno crédito a su

versión oral por sobre cualquier otra.-

La Defensa del imputado Gordon

pretendió desacreditar a este testigo,

exponiendo que ésta era una persona

problemática en sus trabajos, pero ello no

fue una circunstancia probada en el debate,

sino simples afirmaciones sin sustento para

este juicio.-
No resulta ocioso señalar, que

por lo demás, el testimonio de Biassi se

halla acompañado, en lo sustancial, por el

que prestara en igual oportunidad su

compañero de trabajo, Antonio Daniel Cachi,

quien refirió que el día 27 de octubre de

2002 se encontraba trabajando como conductor

de una ambulancia de Emernort, cuya base

estaba en la entrada de Pilar y

Panamericana, y cuyo médico a cargo era el

Dr. Biassi, cuando les pasaron un servicio

desde la base de San Fernando en el country

Carmel, por una persona de sexo femenino con

traumatismos en miembros superiores o

inferiores. Que ya estaba anocheciendo

cuando llegaron al lugar, recordando que al

hacerlo, se les acercó personal de seguridad

del barrio preguntándoles a qué domicilio se

dirigían, siendo que al responderle, el

mismo les hizo saber que en el lugar se

encontraba ya una ambulancia, permitiéndoles

el ingreso después de preguntarles si tenían

oxígeno y ellos –el declarante y su

compañero- contestarle que sí, dado que era


una unidad de terapia intensiva móvil.-

Recordó también, que siguieron

al muchacho de seguridad y así llegaron al

domicilio, notando que tal como les habían

anticipado, ya estaba en el lugar una

ambulancia de la empresa Paramedic. Que el

primero en ingresar a la casa fue el Dr.

Biassi, el cual le pidió al declarante que

bajara rápido el tubo porque la paciente

estaba en paro, por lo que le pasó parte del

equipo a él y lo siguió, indicándoles por

dónde tenían que subir. Que lo primero que

observó luego de haber ingresado fue al

chofer de Paramedic sentado al lado del

botiquín y al médico de esta empresa al lado

de una persona del sexo femenino, que

levanta la mirada y les dice “hicimos lo

imposible” (sic), aclarando que esta señora

estaba ubicada boca arriba, medio cuerpo del

lado del baño y el otro de la habitación (de

la cintura para arriba), vestida con un

equipo de gimnasia, pero con su parte

superior levantada, lo que indicaba que le

habían hecho electro shock del costado


izquierdo, a la altura del torso de ella, y

que el chofer se hallaba a un metro y medio

o dos metros y medio de donde estaba el

médico, el Dr. Gordon, a la entrada de la

habitación.-

En lo relacionado con el estado

del lugar, refirió que a la altura del pie

derecho de la señora había un charco de

sangre, y que la bañera estaba llena de agua

y era de color roja.

Agregó que luego “apareció una

chica” (sic), “al ratito que habíamos

llegado” (sic), la cual se identificó como

“la masajista” (sic), pidiéndole el Dr.

Gordon a la misma si por favor podía limpiar

el lugar, para que los familiares no se

encontraran con semejante cuadro, y que

cuando ello sucedió, no sabe dónde estaba

Biassi, “no sé si estaba dentro del baño o

en la habitación” (sic), siendo que al ser

preguntado para que dijera si era normal

para un médico tomar una decisión o medida

relacionada si se quiere con lo doméstico,

el testigo respondió: “no, nunca se hace


eso” (sic).

Recordó también, que luego el

Dr. Gordon le solicitó a su chofer que le

pasara una toalla, y con ella le limpió la

cara a la víctima, y después un toallón para

que lo pusiera arriba de la cama, ya que su

idea era colocar allí a la paciente, sobre

la misma, a lo que el declarante, en su

condición de bombero, le dijo que no lo

hiciera, que mejor esperara a que llegara la

policía o el Fiscal, y que a la policía

había que llamarla, preguntándole el Dr.

Gordon, ¿te parece? (sic), siendo que tras

responderle el declarante que si, finalmente

“ahí quedó todo, por eso quedó la señora

tendida en el piso, yo no llamé a la

policía, estoy a cargo del médico que va

conmigo, si él no me dice nada yo no puedo

avanzar en el tema” (sic).-

Dijo además, que como veía algo

extraño en la cabeza de esta mujer le

preguntó al Dr. Gordon qué era eso,

manifestándole el mismo que se trataba de

masa encefálica. Que en ese momento el Dr.


Gordon “entra a revisar el cráneo y

encuentra orificios, creo que dijo tres

orificios” (sic), y “ahí el Dr. Biassi se

puso al lado del Dr. Gordon” (sic).-

Explicó asimismo, que después de

esto se puso a tomar datos de la paciente,

en la planilla, para lo cual alguien le

trajo “no sé” (sic) si el documento de ella,

preguntándole después al médico si podía

guardar los equipos, que finalmente no se

usaron, a lo que el mismo le dijo que si,

aclarando que mientras el declarante llevó

de regreso los instrumentos a la ambulancia,

“hice dos viajes” (sic), Biassi se quedó con

Gauvry Gordon en la habitación,

puntualizando que al irse del country,

primero lo hizo la ambulancia de Paramedic,

e inmediatamente detrás de la misma, la de

ellos. Finalmente, y en punto a la

“actuación” del Dr. Gauvry Gordon, dijo que

cuando el declarante llegó al lugar, “el

mismo ya lo había hecho todo” (sic), por lo

que lo que hizo o dejó de hacer el imputado,

no lo sabe, porque no estuvo.-


A este escenario debemos sumar

el testimonio de Diego Amadeo Piazza, quien

dijo que el día del hecho se encontraba en

su casa junto a su novia, Delfina Figueroa,

y que por la tarde concurrió al domicilio de

la familia Bártoli a ver un partido de

fútbol, hallándose entre los presentes,

además del dueño de casa, “Carrascosa, mi

novia, yo, y no sé si alguno de los hijos de

Bártoli” (sic), siendo que al ser

interrogado acerca de la presencia o no en

el lugar de Sergio Binello, Piazza refirió

no recordarlo, pero sí que la mujer del

mismo y María Marta García Belsunce “en un

momento llegaron, venían de jugar al tenis”

(sic).-

Continuando con su aporte,

explicó que una vez finalizado el encuentro

deportivo regresó a su domicilio “con

Bártoli, en auto” (sic), y que estando allí,

“después de un rato, entre cuarenta y cinco

minutos y una hora” (sic), fue a buscarlo en

un Peugeot bordó la señora Irene Bártoli,

pidiéndole que lo acompañara hasta el


domicilio de la familia Carrascosa toda vez

que María Marta -García Belsunce- había

sufrido un accidente en su casa, “creo que

me dijo que había tenido un golpe en la

cabeza” (sic). Expresó además, que de

inmediato y junto a Irene se trasladó hasta

dicho lugar, diciéndole a la misma que

siguiera de largo y que como en el barrio

había otro médico -el Dr. González

Zuelgaray- fuera a buscarlo, pensando que

podía ser de utilidad. Que fue así como el

declarante ingresó a la casa y subió al baño

ubicado en la planta alta de la vivienda,

lugar donde encontró a María Marta tirada en

el piso boca arriba y vestida con un jogging

“creo que gris” (sic) y una remera,

procediendo -en función de que por entonces

se encontraba estudiando medicina, cursando

el cuarto año de la carrera- a tomarle los

signos vitales primero y a realizarle -al no

sentirlos- tareas de reanimación después.-

Indicó también, que en ese

ámbito y por entonces se encontraban

presentes la masajista de la familia, a


quien vio intentar reanimar como lo hiciera

él a María Marta, y Carrascosa y Bártoli,

los que “estaban ahí mirando a ver que

podíamos hacer nosotros, no hablaban entre

ellos” (sic), sumándose a los mencionados,

momentos más tarde, unos médicos con los

cuales trabajó "a la par" (sic) hasta que

todos se dieron cuenta de que ya no había

nada por hacer, regresando el declarante a

su domicilio para contarle lo sucedido a su

madre, para después y en compañía de la

misma, apersonarse nuevamente en lo de la

familia Carrascosa.

A mayor abundamiento, expresó

que allí habló con los médicos y preguntó,

"sólo por curiosidad" (sic), qué era lo que

había ocurrido, contestándole uno de ellos,

"no recuerdo cual y cuando estaba sólo con

él" (sic), que la paciente "tenía tres

agujeros en la cabeza con fractura de cráneo

y pérdida de masa encefálica" (sic), por lo

que tras escuchar en el lugar la versión de

que esos orificios se los podía haber hecho

al caerse y golpearse con la grifería del


baño, ingresó al mismo observando que el

intercambiador de la ducha tenía una sola

punta, constatando por tanto que "era poco

probable" (sic) que golpeándose con dicho

objeto María Marta haya sufrido ese tipo de

lesión múltiple, "cuesta imaginárselo"

(sic), retirándose finalmente de allí "con

la sensación de que era raro lo que había

pasado y que alguien debía venir a

determinar si ella se podía haber hecho esa

lesión así" (sic).-

Por último, y leída que le fuera

en los términos del art. 366 inc. 4º del

Ceremonial, su declaración que rola a fs.

2167/2170, en particular, el segmento de la

misma que dice: “me acuerdo que cuando me

dijo el médico que había fractura de cráneo

con pérdida de masa encefálica, yo le dije

que ese era un golpe terrible y que tendría

que venir alguien para ver si ese golpe se

puede hacer cayéndose pegándose un resbalón,

pero no recuerdo que me dijeron", convalidó

lo allí apuntado al referir textualmente que

"si en aquel momento, mucho más fresco lo


declaré, lo debo haber dicho" (sic).-

Como se ve entonces, todos en la

periferia dudaron de las causales de la

muerte de María Marta García Belsunce, menos

su círculo íntimo, que se encargó de

instalar la idea del accidente doméstico

como mecanismo de producción de la misma.-

Nótese que muy claro fue en tal

sentido Daniel Fernando Beltrán -chofer de

la ambulancia de Paramedic cuyo profesional

médico a cargo no era otro más que el

imputado Gauvry Gordon-, quien en uno de los

pasajes de su declaración refirió que aún

estando ya en conocimiento -por haber sido

informados al respecto desde un primer

momento- de la versión que daba cuenta que

la paciente a la que habían ido a asistir se

había caído en el baño y golpeado la cabeza,

y sin que ellos -refiriéndose a los doctores

y a sus auxiliares- preguntaran nada, se

escuchaban "voces en la habitación que

constantemente nos decían eso" (sic), "lo de

la caída" (sic), todo ello mientras en la

urgencia le realizaban a la víctima tareas


de RCP.-

¿Qué necesidad había de insistir

tanto en poner en cabeza de quienes

acudieran en auxilio de María Marta la

versión del "accidente en la bañera" cuando

éstos ya habían sido anoticiados de ello

desde su arribo mismo a la casa y lejos de

reclamar mayores precisiones al respecto, su

única preocupación por entonces estaba

centrada en resucitar a la paciente?

¿Es que acaso querían

convencerlos de algo?

Todo nos indica que sí.-

En último lugar, y en lo que

hace a los testimonios conectados con la

diagnosis que el imputado Gauvry Gordon

informara respecto de María Marta García

Belsunce, me permito traer a consideración

lo dicho en la audiencia de debate por Jorge

Tomás González Zuelgaray, amigo personal de

los imputados Bártoli y Binello -y también

de Carrascosa- quien con la autoridad que le

dan sus 27 años -tomando como referencia el

mes de octubre de 2002- en el desempeño de


la profesión de médico, dijo, luego de haber

tomado conocimiento de la muerte -además de

su causa- de María Marta García Belsunce a

partir de un llamado que recibiera en su

domicilio por parte de Guillermo Bártoli,

que realmente le parecía "algo muy extraño"

(sic) que un accidente ocurrido en una

bañera en donde el protagonista cae desde su

propia altura pueda desencadenar en la

muerte de quien lo sufre, "es algo muy

infrecuente… es algo que me inquietó"

(sic).-

A esta altura, aparece entonces

el discurso del imputado Gauvry Gordon como

parcial, con omisiones evidentes de

circunstancias que percibió por sus propios

sentidos y que niega, o bien -y para el caso

de que no se comparta esta personal

apreciación- que le fueron comunicadas por

terceros, lo que también rechaza, todo ello

sin otros elementos que avalen sus

expresiones, en contraposición a los dichos

y afirmaciones de testigos que lo

desmienten, con el valor que a éstos les he


otorgado.-

De un repaso de sus expresiones,

no advierto que las mismas tengan entidad

suficiente para poder controvertir las

certeras, fundadas y especialmente

coincidentes indicaciones de los testigos

cuyas deposiciones fueran ya analizadas, lo

que me lleva a concluir que la versión del

imputado no deja de ser más que un claro e

infructuoso intento de mejorar su ya

comprometida situación procesal.-

Gauvry Gordon ha sostenido hasta

el agobio que Biassi en ningún momento

revisó el cadáver de María Marta.-

Pero si no lo hizo, ¿cómo pudo

informarle a Diego Piazza, estudiante de

medicina por entonces y amigo del imputado

Bártoli (al punto que ese día fue invitado

por éste a ver futbol en su casa) que María

Marta "tenía tres agujeros en la cabeza con

fractura de cráneo y pérdida de masa

encefálica"? (sic).-

Igual interrogante se impone en

relación a la posibilidad de Biassi de


consignar, sin haber explorado el cuerpo de

la occisa, las lesiones que describiera en

la historia clínica pre hospitalaria n°

801.521 remitida por Emernort S.A., y que,

incorporada que fuera al juicio por su

lectura y/o exhibición, rola agregada a fs.

30 de estas actuaciones.-

En efecto, de la misma surge que

tras haberse constituido el día 27 de

octubre de 2002 a las 19:41 horas en el

domicilio de María Marta y no obstante

encontrarse por ese entonces cubriendo la

emergencia otro personal médico –el móvil

nro. 27 de la firma “Paramedic”-, Biassi

revisó a la paciente detectando la

existencia de “tres heridas punzantes de dos

centímetros de diámetro en región temporal y

parietal izquierda y traumatismo de cráneo

con pérdida de masa encefálica”, retirándose

del lugar a las 20:30 horas.-

Intentar compatibilizar las

manifestaciones de Gauvry Gordon con los

datos objetivos que derivan del testimonio

de Piazza y la historia clínica


recientemente analizada, no deja de ser una

verdadera utopía.-

Y ello lo aseguro, por la

sencilla razón de que no existe manera de

que Biassi volcara en el informe de fs. 30,

hallazgos que terminan por corroborarse a

partir de la operación de autopsia sin

previamente haber tomado vista de la

humanidad de María Marta, y si así lo hizo –

el análisis conglobado de la prueba me

conduce y obliga a pensarlo de este modo-

quiere decir que Gauvry Gordon miente,

desnaturalizando en provecho propio –aunque

con derecho a hacerlo- la verdad real.-

Hay otra razón, no de poca

importancia, que revela el conocimiento de

Gauvry Gordon acerca de la existencia de un

delito previo que omitió denunciar, y es

aquella que tiene que ver con la

modificación de la escena del crimen.-

No puede desatenderse la

circunstancia de que fue el propio imputado

quien le solicitó a Beatriz Michelini que

limpiara la sangre que había en el baño


ubicado en el primer piso del domicilio en

el que cohabitaban la víctima y su marido.-

Así lo hizo saber el propio

Gauvry Gordon cuando aseguró que “en ese

momento dije, le sugerí a la Sra. Michelini,

la masajista, si podía retirar el tapón de

la pileta, porque era algo, que dije, van a

venir los familiares, van a ver esto, y

dije, pobre gente, ya el dolor sumado de la

muerte de un ser querido y ver eso, dije,

agregar más dolor, no… Se lo pedí a

Michelini, porque la habré tenido ahí o

porque la habré visto ahí…” (sic).-

La misma Michelini convalidó

tales expresiones al asegurar en su

declaración injurada de fs. 1085/1090 vta.,

que “en la habitación el médico que había

llegado primero le pide si podía quitar el

tapón de la bañera y limpiar para que la

familia no se impresionara” (sic),

pronunciándose de igual modo Walter Daniel

Fernando Beltrán (“en un momento Gordon le

dijo a la masajista que limpiara, después

que hicimos todo, por la impresión”) y


Antonio Daniel Cachi (“que luego apareció

una chica… la cual se identificó como la

masajista, pidiéndole el Dr. Gordon a la

misma si por favor podía limpiar el lugar

para que los familiares no se encontraran

con semejante cuadro”).-

Intentó Gauvry Gordon ensayar

una empeñosa defensa de la situación y así

fue que nos dijo que tal reclamo obedeció a

su intención de proteger la sensibilidad

familiar.-

No obstante ello, causa al menos

sorpresa esta revelación del imputado.-

En primer lugar, por cuanto

preguntado que fuera su compañero de trabajo

Beltrán para que dijera si "era usual tomar

alguna decisión relacionada con lo

doméstico", el mismo sin trepidar respondió

que no.-

Pero por sobre todo, teniendo en

cuenta que Gauvry Gordon también expresó a

lo largo de su exposición que desde que

llegó al lugar del hecho y mientras le

realizaba a la víctima maniobras de RCP fue


"permanente" (sic) en el lugar el paso de

distintas personas de la casa "que subían y

bajaban" (sic) desde la planta baja hasta el

primer piso y viceversa.-

También dio cuenta de este

peculiar cuadro el mismo Beltrán, en cuanto

asegurara al respecto que mientras ellos

ejecutaban su labor junto al cuerpo de la

víctima "era un alboroto de gente que subía

y bajaba" (sic).-

En base a lo expuesto, no

alcanzo a concebir el acicate de la empresa

asumida por Gauvry Gordon desde el momento

en que si lo que lo movilizó a tomar la

decisión de limpiar la sangre e inclusive

pretender "trasladar" el cuerpo de la

víctima desde el lugar donde se encontraba

hasta la cama matrimonial fue "evitar" que

la familia se "impresionara" con el

panorama, no se explica porqué no impidió

justamente con igual fin el libre acceso de

terceros al escenario mismo donde se

sucediera el episodio por el cual fuera

convocado.-
Asimismo, despierta cuanto menos

curiosidad el hecho de que finalmente, el

cuerpo de la víctima no fuera movido de

lugar, tal como lo asegurara el propio

Gauvry Gordon y también Beltrán, porque "el

chofer" de la otra ambulancia les aconsejó

que no lo hicieran, argumentando que era

"bombero" (sic) y que había visto casos

comparables siendo "mejor" (sic) dejarlo

allí (refiriéndose al cadáver) "por los

familiares" (sic).-

En el mismo orden de ideas,

cuesta figurarse lo manifestado por el

imputado en punto a que su preocupación

central por entonces fueron "los chicos"

(recuérdese que en concreto sobre el

particular dijo: "lo primero que pensé era

que capaz esta señora tenía nietos y dije,

la abuela, la desesperación, suben a abrazar

a la abuela o a la madre, y dije, es algo

que es impactante") cuando preguntado que

fuera por este sentenciante para que dijera

si en algún momento de su estadía en el

domicilio de la familia Carrascosa había


visto alguno, o si cuanto menos, sabía de la

existencia y/o presencia de menores en la

casa, no dudó en responder en forma

negativa.-

Ninguna mella hace a lo hasta

aquí esbozado las manifestaciones que

durante el juicio vertiera el Doctor Moreira

en defensa, en alguna medida, del imputado

Gauvry Gordon.-

Si bien el mismo relativizó la

responsabilidad criminal que le pudo haber

correspondido a este último (desde el punto

de vista del “conocimiento” del injusto) al

aseverar que “no debió equivocarse pero pudo

haberlo hecho de manera exponencial” (sic)

ya que “los médicos que no siguen esta

especialidad (legista) tienen una profunda

ignorancia en materia de lesiones” (sic) a

partir de que siempre acuden a la asistencia

de un paciente que está vivo y que por lo

tanto conocen la muerte pero no después de

ella, en contraste de lo que sucede con el

legista que “piensa primero buscando el

crimen y luego la muerte natural” (sic), lo


cierto es que también apuntó que “el dato de

hallazgo de masa encefálica era indicador de

un mecanismo distinto al específicamente

idóneo al que produce un traumatismo cuando

una persona cae desde su propia altura y

golpea contra ese grifo… no es normal ni

habitual” (sic), aclarando que en todo caso,

de pretender tomarse como válido –al menos

claro está, en un primer análisis de

situación- que el foco contusivo de las

lesiones haya sido el intercambiador de la

ducha o las canillas, para que un golpe con

cualquiera de estos elementos haya provocado

las heridas que presentara la víctima, la

única manera posible de ocasionarlas es

“tomando la cabeza de la persona y golpeando

la misma varias veces” (sic) contra el

grifo, o bien, concluir que “una fue con una

canilla y las otras con una achuela o

proyectiles de arma de fuego” (sic),

destacando que a su criterio, aún para el

supuesto de no encontrarse el médico

emergentólogo convencido de estar en

presencia de un delito (recuérdese que


textualmente nos dijo “quiero creer que fue

eso para no avanzar en una denuncia

policial”), el mismo “tenía claro que era

una muerte violenta” (sic) y que por lo

tanto ello “implicaba una duda” (sic), por

lo que frente a dicho cuadro de situación lo

que debió hacer fue “entregar el cuerpo a un

médico legista” (sic) ya que así se lo

imponía –como obligación- la ley del

ejercicio de la medicina, cometiendo al no

hacerlo “un error irreparable… una injuria”

(sic).-

Por lo demás, no dejo de hacer

notar que si bien Gauvry Gordon no era

médico legista, era médico al fin, y que

“Medicina Legal” no fue para él sino una

materia obligatoria en su carrera

universitaria, la que por lo tanto debió

necesariamente cursar como requisito para

graduarse.-

Por otra parte, más allá de lo

que dijera Moreira en cuanto a las

diferencias entre una especialidad y otra,

lo cierto es que es lógico suponer que


cualquier médico independientemente de su

formación, debe saber la incompatibilidad

existente, por ejemplo, entre una herida

realizada por un corte respecto de la

originada por una bala.-

Hay cuestiones básicas que hacen

que incluso el común de la gente sin otra

instrucción más que la experiencia que nos

da la vida, pueda distinguir entre un tipo

de lesión y otra, o cuanto menos

descartarla, mucho más, cuando como en el

caso concreto y tal como lo aseverara

Moreira, de lo que hablamos no es de una

herida sino de varias, algunas de las cuales

provocaron la fractura de una zona dura del

cráneo con pérdida de masa encefálica,

situación ésta que permite cuantificar la

magnitud del o los impactos, a lo que debe

agregarse, el derramamiento de sangre en

cantidad que continuó incluso mucho tiempo

después de fallecida la víctima, lo que hace

imaginar una herida especial que tiene que

llamar la atención de cualquier persona,

pero mucho más, la de una profesional de la


salud que debe actuar en función de una

lesión o del motivo por el que lo llamaron.-

No me pasa por alto que aún sin

haber visto el cuerpo, aquéllos no

profesionales en el arte de curar y cuya

relación y experiencia se remitía a lo

meramente administrativo, advirtieron cuanto

menos que era una situación especial que

merecía un trato diferencial respecto de los

habituales partes a los que estaban

acostumbrados.-

Tampoco es inoportuna la mención

de que el examen que hizo el testigo Moreira

en punto a la capacidad que pudiera tener un

médico emergentólogo de percatarse de la

existencia de los impactos de bala, lo

efectuó partiendo si se quiere de una

premisa falsa (o cuanto menos no probada

como verdadera) tal es la de la “mala

formación” de Gauvry Gordon.-

¿Sabemos cómo fue la misma?,

¿conoce Moreira el aprendizaje de “todos”

los médicos emergentólogos?, ¿conoce el

testigo cómo funciona la empresa Paramedic?,


¿sabe si en la misma capacitan a los

profesionales que trabajan en ellas?

Lo ignoramos.-

Repárese también, que Moreira

declaró desprovisto de datos objetivos y

conexos que indudablemente limitan los

alcances de sus consideraciones.-

Nadie le dijo al nombrado que el

imputado hizo saber a terceros (por ejemplo

a Cachi) de la existencia no de uno sino de

tres orificios en la zona del cráneo de la

víctima; tampoco, que le solicitó a una

persona presente en el lugar –la masajista

Michelini- que limpiara el ambiente donde

fuera encontrado el cadáver so pretexto de

que lo hacía por la familia, principalmente

“por los niños”, cuando la realidad indicaba

que por entonces no había visto ni había

sido anoticiado de la presencia de menores

en la casa; menos aún, que quiso “trasladar”

el cuerpo de María Marta desde el lugar

donde aquélla se encontraba hasta la cama,

desistiendo finalmente de hacerlo al

escuchar las palabras de un camillero que le


aconsejó mantenerlo donde estaba; nada se le

hizo saber a Moreira acerca de un diálogo

sostenido entre el imputado y los familiares

de la paciente a la que había ido a asistir

en un tono lo suficientemente bajo como para

que terceros ajenos al mismo no pudieran

alcanzar a comprender su tenor; tampoco, que

se comprometiera ante el segundo médico en

llegar al lugar en dar aviso de lo sucedido

a la autoridad policial, lo que faltando a

su palabra –y he aquí el motivo de su

imputación- no hiciera; o de haber sido

impuesto por éste último –para el caso de

que se pusiera en duda de que personalmente

se haya percatado de la posible comisión de

un delito- de que “esto no era algo tan

sencillo… que debían haber otras cosas que

tenían que ser tenidas en cuenta”, como así

también “que la muerte había sido muy

violenta, que las cosas estaban muy mal y

que debían convocar al médico forense para

resolver el tema del certificado de

defunción”, manifestación ésta última que

Biassi hiciera en presencia de Gauvry Gordon


y los señores Carrascosa y Bártoli, y que

precediera a la charla que éstos últimos

mantuvieran con el primero.-

Veamos, a modo de ejemplo, que

la única interpelación sobre este tema que

fuera de toda abstracción se le formuló a

Moreira, fue la de si para el supuesto de

que en el caso de haber observado Gauvry

Gordon tres orificios en el cráneo de la

víctima en lugar de uno, como lo afirmara el

testigo Cachi, ello igualmente podría haber

llevado al mismo a dudar a la hora de tomar

como posible o probable la teoría de la

caída en la bañera y posterior golpe de la

cabeza de la víctima con el intercambiador

de la ducha, el mismo respondió diciendo “no

parece coherente” (sic).-

Sumo a ello, dejando de lado ya

el testimonio de Moreira, que resulta

inaudito que Biassi le hablara de tres

orificios a Piazza (según lo afirmado por

este último) y que se lo haya ocultado a su

vez a Gauvry Gordon, ello, sin dejar de

lado, a riesgo de ser reiterativo, que el


propio Cachi dio cuenta de haber tomado

conocimiento de la existencia de tal

situación no por intermedio de Biassi sino

del propio Gordon. Se pretende pues hacernos

creer que todos obraron a espaldas del mismo

en una suerte de cadena de confabulaciones

tendiente a engañarlo o perjudicarlo, lo

cual, no deja de ser una reflexión que

francamente no guarda lógica ni sensatez

alguna.-

No olvido tampoco que Biassi era

también -al igual que Gauvry Gordon- médico

emergentólogo, y que él observó lo que ahora

el aquí imputado niega haber visto.-

A mayor abundamiento y para ir

cerrando este punto, traigo a consideración

el testimonio del Dr. Carlos Alejandro

Flores, profesional éste que junto a Moreira

participara de la diligencia de autopsia

realizada sobre el cuerpo sin vida de María

Marta García Belsunce, habiendo el nombrado

asegurado en el debate que las lesiones que

describiera en el protocolo eran

“objetivables macroscópicamente y
corroboradas microscópicamente… eran

observables a simple vista en el lugar del

hecho” (sic), siendo que al ser preguntado

para que dijera qué debería haber hecho un

médico asistencialista que hubiera visto los

restos mortales de la víctima en ese

momento, respondió diciendo que su

compromiso era “el de haber dado parte a la

policía” (sic) toda vez que cuando cualquier

profesional se encuentra con un cadáver

“tiene la obligación de certificar las

causas de la muerte… si ve sangre en un

muerto debe dar aviso a la policía. Uno al

tocarlo, en este caso, se tendría que haber

dado cuenta… de que había algo anormal, eso

es lo que se le enseña a todo estudiante de

medicina antes de salir de la facultad… dar

parte a la autoridad competente” (sic).-

Párrafo aparte merecen los

cuestionamientos efectuados por algunos de

los defensores –especialmente el Dr. Novak-

en punto a un corte de aproximadamente diez

minutos que interrumpiera la grabación

fílmica de la autopsia y que a criterio de


los mismos coincidiera con “el momento” más

trascendental de la diligencia, tal es el de

la apertura de la calota craneana y el

hallazgo en dicha zona de los proyectiles a

la postre incautados, argumentando, en pos

de fundamentar su agravio, que en dicha

secuencia temporal de imposible reproducción

posterior, los médicos habrían formulado a

viva voz expresiones dando cuenta de una

suerte de “posible compatibilidad” entre los

orificios ya mencionados y las canillas que

Moreira observara en el baño existente en el

domicilio de la víctima.-

¿En qué se basa la Defensa para

sostener tal posibilidad?

Ciertamente y porque no se nos

lo ha dicho, no lo sabemos.-

Este ejemplo muestra hasta qué

punto aquéllas cuestiones que se presentan

como simples realidades irrebatibles, son

puestas en duda bajo silogismos carentes de

sentido metódico, propios quizás de un

ejercicio excitado de la imaginación.-

Aun siendo el señalado (un corte


en la filmación) un dato cierto reconocido

incluso por quienes intervinieron en la

operación de autopsia, entiendo que

magnificarlo al punto de poner en crisis el

resultado final de la misma, no es más que

un infecundo intento encaminado a torcer el

rumbo de la historia.-

Existen muy buenas razones para

sostener que las presumidas

exteriorizaciones a las que hicieran

referencia los letrados particulares,

sencillamente no han existido en el mundo

real.-

Y ello lo digo, por cuanto el

único comentario -relacionado con el punto

que es de interés para la Defensa- que a

partir de la reproducción fílmica de la

autopsia alcanza a percibirse es en realidad

un comentario efectuando en soledad por el

Dr. Moreira, quien tras observar en un

primer momento los orificios (textualmente)

refirió: “las canillas y el intercambiador,

no dan las medidas” (sic).-

Esto quiere decir, que Moreira


descartó de inmediato –ya en aquél momento-

que las lesiones que observara pudieran

deberse a un choque o golpe contra tales

objetos.-

Nótese que estamos frente a una

primer frase: “las canillas y el

intercambiador” a la que velozmente y sin

solución de continuidad le sucede la

segunda: “no dan las medidas”, por lo que

pareciera ser ésta una expresión que no fue

hecha más que como una referencia a lo que

se decía hasta ese momento como mecanismo de

producción de la muerte que a una inferencia

propia del testigo a partir de la

visualización de los orificios.-

En otras palabras, Moreira y los

profesionales que actuaron junto a él

siguieron la hipótesis que ellos tenían en

un análisis lógico, completo y deductivo,

mencionando a título ilustrativo una

posibilidad –la que surgía del expediente-

que prontamente rechazaron continuando así

con su trabajo.-

Adviértase por otra parte, que


no han intervenido neófitos en la autopsia,

sino que, y por el contrario, fue realizada

por expertos con sobrada y conocida

capacidad intelectual y profesional.-

Siempre en esta misma dirección

-y sin perjuicio de aclarar que no es

requisito para su validez que las

diligencias de este tipo sean filmadas ya

que ninguna norma así lo impone- no se me

escapa que los defensores tuvieron la

posibilidad de indagar no a terceros sino a

los propios protagonistas acerca de

cualquier duda que pudiesen tener en

relación a ella, y en concreto, en relación

a esos intuidos diálogos que hicieran

públicos.-

Sin embargo, y conocedores

seguramente de las respuestas que habrían de

recibir como contrapartida, prefirieron

optar lógicamente por el silencio.-

Esta última discusión, sin ánimo

de agotar, me retrotrae a la declaración del

Dr. Moreira, quien en lo tocante al tema fue

muy puntual al referir que en lo personal


intervino en “cuatro o cinco autopsias por

semana durante diez años” (sic) -lo que

calculadora en mano, hace un total de 1920

de mínima y 2400 de máxima-, y que en

relación a ellas, “solo dos fueron filmadas,

ésta y otra más… la del caso Canillas”

(sic).-

Siempre en este mismo sentido,

avanzando tal vez sobre situaciones

personales y procesales que abordaré más

adelante pero entendiendo que es el momento

de hacerlo por cuanto de ello vengo

hablando, frente a lo argumentado por los

Sres. Defensores en cuanto a que mal podrían

sus asistidos haberse percatado de la

existencia de los impactos de bala en la

persona de María Marta cuando los

profesionales que vieran el cuerpo lo

hicieron recién después de producirse el

hallazgo de los proyectiles, debo responder

diciendo que, cuanto menos, los letrados

particulares analizan de manera equivocada

la prueba allegada a este juicio,

desconociendo manifestaciones en contrario


efectuadas por los testigos durante el

desarrollo del mismo.-

Basta como ejemplo de ello lo

dicho por la testigo María del Carmen

Almada, quien nos contó que en su condición

de médica y por encontrarse realizando para

el mes de octubre del año 2002 una pasantía

en la Morgue Judicial de Capital Federal,

participó como colaboradora del Dr. Vázquez

Fanego en la diligencia de autopsia

practicada sobre el cuerpo sin vida de María

Marta García Belsunce, recordando en tal

sentido que -adentrándose a la operación en

sí- el cadáver “estaba en estado de

putrefacción” (sic) aunque presentaba

traumatismos en miembros inferiores que no

eran producto de la misma, y que en la zona

del cráneo “se rescataron… proyectiles, no

recuerdo cuántos” (sic). Por último, y tras

reconocer la filmación de la autopsia que

le fuera exhibida como fiel reflejo de la

labor de la que tomara parte, destacó que el

Doctor Vázquez Fanego -quien estuvo entre 45

y 50 años en la Morgue Judicial e hizo “más


de treinta mil autopsias en su carrera,

siendo el segundo en el mundo” (sic)- antes

de la apertura de la calota y al observar

las lesiones que presentaba el cráneo de la

víctima, “al pasar dijo… estos son cuetazos”

(sic), manifestando en el epílogo de su

exposición que “me llamó la atención” (sic)

–lo de la grabación- porque “en la Morgue

Judicial no era frecuente encontrar a

alguien con una filmadora” (sic).-

Recuérdese también en esta misma

línea, que el propio Dr. Flores nos hizo

saber (ya lo he dicho y lo vuelvo a repetir

aquí) que las lesiones que describiera en el

protocolo “eran objetivables

macroscópicamente… eran observables a simple

vista en el lugar del hecho” (sic), y que

incluso el mismo Dr. Moreira dio a entender

durante su larga exposición en el debate,

que en realidad el hallazgo de los

proyectiles fue tan solo la confirmación de

su primaria apreciación de los hechos, en

punto a que teniendo ante su vista la

lesionología que presentaba la zona del


cráneo de la víctima, la misma se debía –en

cuanto a su mecanismo de producción- al

pasaje por el lugar de proyectiles de arma

de fuego, siendo precisamente esa temprana

observación y no otra la que diera lugar a

la ansiedad sobre la cual pusiera el acento

el Dr. Novak y que según nos dijera el

testigo gobernó sus decisiones y movimientos

en ese momento, ya que la lógica le indicaba

que en función de tales heridas en el

interior del cráneo debían hallarse los

proyectiles, lo que finalmente sucedió.-

Los médicos hallaron proyectiles

que resultaron disparados por la misma arma

de fuego que la del “pituto” que ya obraba

en poder de la instrucción.-

Poniendo fin al tratamiento de

la cuestión relacionada con el imputado

Gauvry Gordon, destaco que no modifica mi

parecer lo surgente de las declaraciones

testimoniales prestadas durante el juicio

por los peritos psicólogos y psiquiatras que

entrevistaran al imputado Gauvry Gordon.-

Veamos porqué lo digo.-


Eduardo Mauricio Espector

(testigo de la defensa de Gauvry Gordon),

Médico Psiquiatra, médico legista, premio

cátedra de medicina legal y de asociación de

psiquiatría forense, y titular de

psiquiatría forense de la Universidad

Maimónides, relató en el debate que llevó

adelante entrevistas con el examinado y su

correlación con el psicodiagnóstico que

también le fuera efectuado al acusado Gauvry

Gordon por parte de la psicóloga de parte.

Realizó el perito el informe de fs. 6052/9,

reconociendo su firma en el mismo.-

Continuó relatando el testigo

que en la evaluación surgió en primer lugar

que Gauvry Gordon no presentaba ningún

trastorno mental, que comprendió la

criminalidad de sus actos y dirigió sus

acciones; como así también que presentaba

rasgos de personalidad infantil, con

pasividad y dependencia derivados de lo que

fue su historia personal, concretamente que

fue un niño adoptado, entregado por su madre

biológica.-
Dijo que en su discurso no se

encontraron signos de fabulación ni

simulación, y que en tal sentido Gauvry

Gordon relató acongojadamente una serie de

situaciones por las que pasó y derivaron en

este proceso, que en ningún momento se le

pasó por la cabeza estar frente a un hecho

de índole criminal, que había un escenario

del crimen atípico, estaba en una ambulancia

y fue llamado por Paramedic diciéndole que

había una persona con pérdida de

conocimiento en el country, fue recibido por

la guardia, acompañándolo al sitio del

hecho, todo esto es lo que el imputado

relata al testigo; que nunca le impidieron

examinar a la víctima, que nadie le refirió

que había escuchado disparos, y que tampoco

nadie le impidió seguir con las maniobras de

resucitación.-

Nos contó además, que el doctor

Gauvry Gordon manifestó que vio personas

acongojadas, o sea él refirió un escenario

del crimen absolutamente atípico y no sintió

presión de ninguno de los presentes, y que


preocupado por la sangre existente en el

baño mandó a limpiar entre la bañera y el

inodoro donde había un charco de sangre, que

en su criterio se trataba de un accidente

doméstico, creyendo que la víctima se había

golpeado contra los grifos de la ducha.-

Preguntado puntualmente acerca

de en qué consisten aquellos rasgos

infantiles y dependientes que constatara en

la personalidad del examinado Gauvry Gordon,

respondió el dicente que son personalidades

a las que “les falta una horneada”, son

sumamente influenciables, necesitan la

aceptación de los demás, tienen conductas de

sacrificio con tal de ganar la estima de los

otros, si no ganan determinada estima

consideran que los van a abandonar y en él

precisamente eso fue lo que le pasó con su

madre biológica que inclusive “lo vendió” a

su madre de crianza, y que la búsqueda de

afecto los hace sacrificarse, son

hipersensibles a las críticas, a las

emociones, pueden entrar en dudas, si bien

no tienen cuadros confusionales de tipo


psiquiátrico. Todo esto más el stress de la

situación, como la innata a una situación de

emergencia médica, lo llevó a “comprar” la

versión que le brindaron los familiares, en

el lugar del hecho. Además, a todo esto se

sumaron los escasos o nulos conocimientos de

medicina legal, tratándose de un médico con

sólo siete años de graduado, y por preguntas

específicas que mi colega el Dr. Introzzi

Truglia en su oportunidad le formuló,

concluyó en que tampoco tuvo interés en

estudiar medicina legal ni después de este

hecho.

Cabe agregar, que el Doctor

Gauvry Gordon le relató al dicente que había

examinado el cuerpo y que había visto una

fractura con pérdida de masa encefálica.

Interrogado puntualmente,

manifestó el testigo, respecto a si el

examinado le había relatado el contenido de

las comunicaciones mantenidas con el

personal de su empresa de emergencias

médicas, que sólo le comenta Gauvry Gordon

de las comunicaciones mantenidas al


principio del evento, cuando le indican a

donde ir, pero no las comunicaciones

finales, sobre el cierre del hecho,

concluyendo el deponente manifestando que el

Dr. Gauvry Gordon relata su accionar de

manera autocrítica por no haberse dado

cuenta de la situación, y que recién se

enteró de lo acontecido al recibir una

cédula para declarar testimonialmente; pero,

aclaró expresamente el facultativo, todo

esto no invalida su comprensión de la

criminalidad del art. 34 del C.P. y que

coincidía con las conclusiones del informe

oficial.-

También a criterio del

deponente, al Dr. Gauvry Gordon pese a no

poseer conocimientos sólidos en medicina

legal, lo considera habilitado para la

emergentología, “pese a los déficits de las

empresas de ambulancias que toman médicos

sin formación” (sic).-

En punto al análisis de dicho

testimonio, en primer término, debe decirse

que es el propio perito psiquiatra (y


también médico legista) quien concluye sin

hesitación alguna en que el imputado Gauvry

Gordon no presenta ningún trastorno mental,

que comprende la criminalidad de sus actos y

dirige sus acciones.-

En cuanto a los rasgos de

personalidad del tipo infantil, con notas de

pasividad y dependencia, como consecuencia,

a criterio del examinador, de la historia

personal del entrevistado, liminarmente

podemos afirmar que, en el ámbito de la

realidad de las personas, ninguna

personalidad se presenta en estado “puro”,

quiero decir con ello, desprovista de

cualquier rasgo o característica.-

No otra cosa, al menos en mi

humilde criterio, es lo que cabe predicar,

en líneas generales, del común de las

personas.-

Téngase presente que el propio

facultativo, más allá de la existencia de

aquellos rasgos de personalidad en el

imputado, de todas maneras los relativiza ya

que a la vez nos dice que no se trata de


cuadros confusionales de tipo psiquiátrico.-

De otro lado, ¿Es ajustado a lo

ocurrido, en las circunstancias que nos

ocupan, calificar de “pasiva y dependiente”

la conducta del enjuiciado, Dr. Gauvry

Gordon?

No olvidemos que un Derecho

Penal de acto, como el que nos rige, con

fundamento en el art. 18 de la C.N., a

diferencia de uno del tipo de autor, no hace

pie en características o tipologías de

personalidad (tributarias de un positivismo

criminológico peligrosista) sino en juzgar

conductas o actos humanos, concretamente

desplegados por el agente.-

Y sobre el punto, adentrándonos

en los actos o conductas desplegados en

aquellas circunstancias por el médico Gauvry

Gordon, podemos afirmar que no actuó de

manera pasiva ni dependiente, muy por el

contrario, tomó un rol activo en aquel

cuadro de situación, impartiendo directivas

incluso acerca de limpiar la escena donde

había transcurrido el luctuoso suceso,


direccionando órdenes a otras personas que

allí se encontraban, tal el caso de la

masajista Michelini, a quien encomendó

limpiar el baño y no dejar rastros de

sangre.-

Gauvry Gordon eligió sus

acciones y decidió libremente. Escuchó

opiniones, consejos, y optó por actuar de la

manera en que lo hizo.-

Respecto de la alegada

deficitaria formación en Medicina Legal por

parte del acusado, más allá de que sobre el

punto sólo se tenga la palabra del propio

profesional, lo cierto es que es un dato de

la más estricta lógica que, la graduación en

la carrera de Medicina, por parte de Gauvry

Gordon, implica que ha superado al menos los

conocimientos mínimos e indispensables en

todas las materias de la currícula (entre

ellas Medicina Legal) que lo habilitan a

trabajar como médico.-

Recuérdese que fue el propio

psiquiatra de parte quien dijo que, en su

criterio, el Dr. Gauvry Gordon pese a no


poseer conocimientos sólidos en medicina

legal, lo considera habilitado para la

emergentología, no obstante a los déficits

señalados.-

No puedo dejar tampoco de

resaltar las palabras del psiquiatra de

parte en cuanto manifiesta que el examinado

si bien le había relatado el contenido de

las comunicaciones mantenidas con el

personal de su empresa de emergencias

médicas, se limitó a transmitirle sólo las

producidas al principio del evento, es decir

cuando recibe la indicación de dirigirse a

atender una emergencia al country, pero no

le relató al psiquiatra las comunicaciones

finales, es decir las que los operadores

telefónicos denominaran de “cierre del

evento”.-

Dicha omisión, no la puedo

interpretar meramente casual. Si traemos a

colación a nuestra memoria el contenido de

aquellas prístinas grabaciones de los

diálogos mantenidos entre el Dr. Gauvry

Gordon y sus operadores telefónicos de la


empresa de emergencias (refrendadas a la vez

por las testimoniales recabadas en el debate

por los mismos) advertimos que precisamente

estas últimas son las que comprometen

definitivamente su situación, ya que ponen

en palabras la imperiosa necesidad de

denunciar el hecho ante las autoridades con

fundamento en el propio diagnóstico volcado

por el Dr. Gauvry Gordon: traumatismo

craneal con pérdida de masa encefálica.-

Más tarde declaró Elena Beatriz

Paluva, Licenciada en Psicología y testigo

de la defensa de Gauvry Gordon, quien

realizó con el examinado (el imputado)

entrevistas pautadas con preguntas

semidirigidas y otras libres, efectuando un

psicodiagnóstico, empleando, entre otros,

los Tests de Rorschach y de Bender,

proyectivos y desiderativos y se colectaron

datos de toda su historia muy

significativos, a criterio de la

declarante.-

Observó su buen funcionamiento a

nivel paternal, que los vínculos familiares


están basados en el afecto, que se trató de

un hijo querido por sus padres adoptivos,

fue el hijo varón preferido de su padre

adoptivo ya que no tuvo hijos biológicos

varones, pudo lograr una buena

identificación con su padre no biológico,

cumplió el deseo de ser médico, se trata de

un profesional orgulloso de su carrera, su

función en la vida era satisfacer los deseos

de sus padres adoptivos por todo lo que le

brindaron, el cuñado era médico

emergentólogo y se identificó con él, su

madre hacía diferencias entre sus hijas

mujeres y él.

En cuanto a su familia de origen

fue reticente, producto de no haber hecho

tratamiento y no pudo resignificar esa

situación, pero luego se explayó y contó.

En la esfera laboral, contó en

las entrevistas el Dr. Gauvry Gordon que,

tras comenzar sus estudios de medicina,

quiso a la vez trabajar para no ser

“mantenido” por el padre, pero que éste le

insistió en que primero debía recibirse y


luego trabajar. Tiene tres hijos con su

primer pareja, de quien se encuentra

separado, a quienes ve todos los fines de

semana, cumpliendo adecuadamente con su

función paterna.-

Dijo la testigo que tras evaluar

cada técnica, concluyó en que el intertest

era coherente, se trataba la personalidad

del acusado de una del tipo neurótica, con

rasgos de infantilismo, algo de inhibición,

con conductas sobreadaptadas para cumplir

con las pautas de nuestra sociedad.-

Relató que el Dr. Gauvry Gordon

le dijo “esta causa me cambió la vida”,

había sinceridad en el relato, evalúo tanto

las proyecciones gráficas como lo verbal y

lo gestual. Lo afectó muchísimo. Se

desprende de su relato que es un hombre que

necesita la aceptación de los demás y que

puede él ponerse en un segundo lugar

privilegiando el lugar del otro. Entiende la

declarante que en este accionar, Gauvry

Gordon respetó la ética profesional pero que

no tomó la distancia que otro profesional de


la salud hubiera tomado.

En tales condiciones señaló la

Perito que emocionalmente estaba disociado

por el impacto del hecho, ya que pensaba que

encontraría a una persona accidentada pero

con vida y que fue la primera vez que debió

trabajar en un situación así. Dijo que se

impresionó porque era una mujer muy joven

que había perdido la vida. “Fue una

situación altamente estresante para Juan”

(sic). Considera que se disoció

emocionalmente pero no perdió el juicio de

la realidad porque obró según su saber y

entender y aplicó todos los mecanismos de

resucitación. Fue un imprevisto porque no se

esperaba esa situación, se sobre implicó en

la situación. El fue a un encuentro de un

cuerpo lastimado pero con vida. En ninguno

de los Tests advirtió la dicente pérdida del

juicio de realidad ni se observaron

desajustes en ninguno de ellos.-

Preguntada puntualmente,

respondió la Licenciada que los rasgos

infantiles no son invalidantes, que no se


detectaron rasgos ni de agresividad ni de

impulsividad en Gauvry Gordon, pero sí que

“actuó y pensó después”.

La impulsividad la define la

dicente como un actuar sin conciencia y nada

de esto se detectó en él. No se quedó de

brazos cruzados, actuó. En su relato había

coherencia, verosimilitud. El Dr. Gauvry

Gordon dijo que nunca se había encontrado

con un accidente así, y a continuación le

refirió que se trataba de una paciente

fallecida y que había sido baleada. Esto fue

lo que se desprendía de sus dichos, que

nunca había tenido en sus manos una persona

baleada.

A preguntas de la Fiscalía,

respondió que las entrevistas realizadas por

la dicente con el Dr. Gauvry Gordon, fueron

anteriores a las que se llevaron adelante en

el Cuerpo Médico, estimando que las efectuó

por diciembre de 2.008.

La deponente hizo notar que

“Juan” le contó que fue “vendido” por su

familia biológica, lo que debió dejar


huellas en su psiquismo y no es un dato

menor, a criterio de la Licenciada.

Señaló asimismo, que el

psiquiatra y el abogado de esto no sabían

nada, se sorprendieron cuando se los contó.

La metodología de trabajo

empleada por la declarante fue completamente

igual que la de la pericia oficial.

Advierte la testigo que las

psicólogas oficiales no leyeron su informe,

y desconoce si lo hicieron los psiquiatras

oficiales, agregando que el Dr. Espector si,

toda vez que el resultado del

psicodiagnóstico se lo suministró al mismo.-

En su entendimiento no hubo un

accionar impulsivo, en el perfil de su

personalidad (la del Dr. Gauvry Gordon) su

accionar profesional era responsable, no

detectó rasgos de inseguridad en el área

laboral, se trata de una personalidad

balanceada, no es que sea de una manera en

el ámbito profesional y de otra en el

familiar.

En el test llevado a cabo por


los peritos oficiales, fue observadora pero

también hizo preguntas, resaltando que se

trabajó de manera ordenada, colaborando

todos en un clima ameno. Por otra parte, el

informe arrojó los mismos datos que antes

había volcado la dicente en el propio.

A modo de observación, la

Licenciada señaló que en general todas las

vivencias de los sujetos quedan almacenadas

en la memoria según la intensidad del afecto

que se vivenció en ese momento, y

dependiendo del trabajo terapéutico va a

aflorar antes o después, ya sea en lo verbal

o en lo gráfico, pero siempre se proyecta lo

mismo, según el impacto.-

Observo sobre dicho testimonio,

que más allá de las características de

personalidad puestas de manifiesto

nuevamente respecto del Dr. Gauvry Gordon,

lo cierto es que nuevamente entiendo

corresponde relativizarlas, si atendemos a

que su presencia no le impidió al

enjuiciado, tal como emerge del propio

relato de la Licenciada Paluva, ser padre,


mantener buen vínculo con sus hijos pese a

la separación; antes estudiar medicina,

recibirse de médico y trabajar inclusive en

una especialidad de su preferencia, ya que

se desprende también la elección por la

emergentología por parte de Gauvry Gordon,

en la identificación que hizo en su juventud

con la persona de su cuñado, tal como

explicara la Licenciada.-

En definitiva, como dijo la

mencionada profesional, se trata de una

personalidad “balanceada”.-

Destaco también que la psicóloga

no detectó rasgos de inseguridad en el área

laboral, tras examinar al Dr. Gauvry Gordon,

con lo cual no puedo más que relativizar

aquello de “situación altamente estresante”

en la atención de la víctima María Marta

García Belsunce, si atendemos a que es

connatural a la actuación profesional del

mismo (médico emergentólogo), el ser

convocado precisamente frente a cuadros que

no admiten demora o retardo en su

intervención.-
Por lo menos, debe afirmarse que

no es precisamente un médico emergentólogo

un profesional ajeno, por definición, a la

ansiedad que estas situaciones aparejan.-

De otro lado, recuérdese que aun

de otorgar relevancia a que pudo “disociarse

emocionalmente” frente al cuadro que

discurría frente a sí, es la propia

Licenciada quien expresamente aclara que no

perdió el juicio de realidad porque obró

según su saber y entender y aplicó todos los

mecanismos de resucitación.

Y precisamente, si, tal como

pusiera de resalto la testigo, el Dr. Gauvry

Gordon “fue al encuentro de un cuerpo

lastimado pero con vida”, menos se explica

todavía que no hubiera formulado denuncia

alguna tras su intervención, congruente ello

con lo que a la vez le manifestaba su propio

operador telefónico al cierre del episodio

que convocara su intervención profesional.-

Engarzado con esto último, me

refiero a lo acaecido luego del “cierre” del

evento (empleando así las gráficas palabras


que el sistema de emergencias médicas en el

que se desempeñaba el Dr. Gauvry Gordon

utiliza para referenciar el epílogo de su

actuación en el suceso que nos ocupa),

volveré luego, ya que, al menos en mi

humilde criterio, constituye la directriz

para la correcta dilucidación de este

punto.-

A su turno, la Lic. Margarita

Olavarría, Perito Oficial y testigo de la

defensa de Gauvry Gordon, tras reconocer su

firma en el informe pericial psicológico de

fs. 6493/7, expuso en el debate que: “en la

primera entrevista hacemos anamnesis con el

examinado y luego le hacemos pruebas, Test

de Bender como prueba gráfica, Rorschach,

MPI y alguna otra técnica. Hacemos también

una lectura del expediente. El Dr. Gauvry

Gordon era una persona afable, conformista,

impulsivo en su conducta, hacía comentarios

que se anticipaban a las preguntas, con

buena predisposición para la evaluación”.-

La Licenciada precisó que:

“Gauvry empezó contando de su familia, de


sus orígenes en Misiones, de sus hermanos, y

casi al final de la entrevista comenta como

un dato no relevante que era adoptado y

luego en la segunda entrevista profundizó

eso, y la manera en que marcó su historia

personal. Habló de su relación de pareja,

sus hijos y su vida afectiva actual.

Constamos que algunas cuestiones de su

historia las tenía como negadas, como lo de

la adopción, es decir, que ciertas

cuestiones de su historia no las tenía muy

elaboradas y se reeditan en su vida actual,

interfieren en su situación de vida, por

ejemplo, él cuenta cuando fue adoptado que

su familia de origen era muy humilde y que

él pensaba que la adopción había sido por

una cuestión económica, y deja traslucir que

la adopción no había sido del todo legal,

negando que sus padres adoptivos hayan

tenido una conducta no apropiada”.

Adicionalmente la deponente

expresó que Gauvry era una persona que no

incorporaba “lo malo” en la situación,

habiéndolo hallado lúcido, con sus funciones


conservadas, así como su juicio y criterio

de realidad.

Destacó la distinguida

profesional que a nivel de afecto estaba

ansioso con indicadores de angustia, no

habiendo observado disfunciones orgánicas.

Agregó que la situación de angustia estaba

vinculada a su situación legal, que le

generó dificultades con su pareja que

culminaron en la ruptura del vínculo con su

mujer.-

Continuó relatando la Licenciada

Olavarría, que respecto de la evaluación

psicodiagnóstica, lo que más se destacó fue

su personalidad pasiva, dependiente, y

frente a los impulsos su rápida respuesta,

lo que denota que tiende a responder de

manera emocional, inmediata y pensando

después, o sea, no responde mediatizadamente

con el pensamiento, sino que se inhibe

neuróticamente, siendo más una respuesta

motriz que una respuesta pensada aquélla que

da.

La Perito Oficial insistió en


recalcar que el Dr. Gauvry Gordon es una

persona con características de impulsividad,

que tiende a actuar más que a pensar frente

a una situación de alto contenido afectivo,

como de hecho contó que hizo en este caso.

Respecto del suceso, el imputado le refirió

que llegó al lugar e hizo un montón de

cosas, agregando la Licenciada que ante

determinadas situaciones por sus

características subjetivas, el Dr. Gauvry se

sobre implica, por fuera de su rol

profesional.

Aclaró la Licenciada Olavarría

que los rasgos de personalidad pasivo

dependientes no tienen que ver con lo

expuesto precedentemente sino con una

personalidad de tipo histriónica,

susceptible de ser influenciable, que no

tiene que ver con que no actúe sino que

tiende a plegarse a lo que piensa un grupo

de gente, más que a lo que piensa él

individualmente.

En otras palabras la Perito

concluyó que Gauvry adoptaba en


determinadas situaciones las ideas de los

otros más que sostener sus propias ideas,

funcionando de ese modo dentro de un grupo

de personas con un rol más pasivo que de

liderazgo. Ejemplificó, que aún frente a un

colega, si hay otro grupo de pertenencia

social más alta, la tendencia del Dr. Gauvry

va a ser estar con éstos últimos.

A criterio de la dicente, el Dr.

Gauvry Gordon vivió un alto impacto

afectivo, que pudo inhibir su función

mediatizadora del pensamiento que pudo

llevarlo a actuar más que a pensar.

La deponente entendió que Gauvry

Gordon se sobre implicó, por ejemplo, al

pensar en los niños de la familia al ordenar

limpiar la sangre en la escena del crimen,

es decir, extremos que no hacen a su ámbito

profesional.-

Aclaró puntualmente la

Licenciada que, pasada la situación de alto

impacto emocional, el Dr. Gauvry Gordon

cuenta con la posibilidad de pensar que se

equivocó.
Explicó en este sentido, que se

trata de una inhibición neurótica, es decir

que no pierde la función de pensar, como si

fuera un psicótico. Adicionó a sus dichos,

que cuando se corre de la situación de alto

impacto “ya está” (sic), ya puede pensar

como cualquiera, es decir, es una inhibición

sólo de tipo neurótico, no constituyendo

incapacidad alguna.

No se trata, según la Licenciada

Olavarría de una obnubilación de la

conciencia como un estado confusional que es

un supuesto de incapacidad, o de histeria

grave.

Es de destacar que ante la

pregunta acerca de si una persona con el

juicio de realidad conservado, aún con esas

características de personalidad (neurótica

con rasgos histeriformes, influenciable),

una vez cesado el estímulo que le provoca el

alto impacto emocional, puede pensar y

reflexionar sin dificultad; respondió sin

hesitación alguna la Perito Oficial de

referencia, que sí, que sólo se inhibe


momentáneamente la función de pensar, pero

que no la pierde.-

Respecto de lo declarado por la

testigo, decía más arriba que, empleando las

gráficas palabras que el sistema de

emergencias médicas en el que se desempeñaba

el Dr. Gauvry Gordon utiliza para

referenciar el epílogo de su actuación en el

suceso que nos ocupa, volvería luego, en el

entendimiento de que dicho lapso constituye

la directriz para la correcta dilucidación

de este punto.-

Es que no debe perderse de vista

que la conducta que se le reprocha al Dr.

Gauvry Gordon es su acción posterior

precisamente al “cierre del evento”, me

refiero a una vez finalizada su labor en el

escenario de los hechos.-

No estamos ante un caso de mala

praxis médica. Muy por el contrario, el

objeto procesal en esta causa (claro está,

siempre vinculado al imputado Gauvry Gordon)

consiste en no haber denunciado una muerte

con características de violencia ya pasado


el impacto emocional –para el caso de haber

efectivamente ocurrido- que comprometiera su

actuación como médico emergentólogo, tras

las maniobras de resucitación cardiopulmonar

que, bueno es recordarlo, ya ab initio

fueron practicadas sobre un cuerpo que no

presentaba signos vitales.-

Bajo este prisma de análisis,

entiendo que lo trascendente es tener

presente lo dicho por la Licenciada

Olavarría, en cuanto a que cesado el

estímulo (“cerrado el episodio” en la

terminología del sistema de emergencias), y

aun dando por cierto el impacto emocional

sufrido como médico emergentólogo en los

momentos anteriores, puede el Dr. Gauvry

Gordon pensar y reflexionar sin dificultad;

no pierde su función de pensar, y, digo una

vez más, es en dicha oportunidad en que se

ubica temporalmente el segmento de su

conducta que aquí se le reprocha: no haber,

una vez finalizado el evento que convocara

su actuación emergentóloga, dado

intervención policial.-
Más aún, bien que se lo mire, es

el propio Dr. Gauvry Gordon quien incide

sobre la cadena causal que iba a desembocar

en una denuncia policial por la asistencia

de una muerte violenta, obturando dicho

anoticiamiento; y digo ello porque, como se

viera, tras darle el “cierre” al operador

Nicolás Costa, éste último, sin solución de

continuidad alguna, tras escuchar del propio

Gauvry Gordon el diagnóstico de traumatismo

craneoencefálico con pérdida de masa

encefálica, le hace saber al médico respecto

de la necesidad de dar intervención policial

(si se me permite, tras escuchar la

grabación correspondiente) como consecuencia

absolutamente connatural al propio

diagnóstico que el emergentólogo le estaba

comunicando.-

Pero, muy por el contrario,

expresamente extirpa dicha posibilidad el

Dr. Gauvry Gordon y así se lo hace saber a

Nicolás Costa.-

En prieta síntesis: el derrotero

emprendido por el servicio de emergentología


de Paramedic iba a culminar con la

intervención policial, así se lo había

anunciado Nicolás Costa al Dr. Gauvry

Gordon. Pero el acusado se monta sobre dicha

causalidad e incide negativamente en la

producción de aquel resultado, es decir, en

la formulación de la pertinente denuncia

policial tras asistir a una persona que

había encontrado ya sin vida y que

presentaba un traumatismo de cráneo con

pérdida de masa encefálica, que justamente

él mismo había constatado en la persona de

la occisa.-

Finalmente, y tras escuchar

brevemente a la testigo Florencia Grispun,

Licenciada en Psicología y quien junto con

la experta anterior participó en la

confección del citado informe, ratificando

en todo su contenido, declaró el perito

Enrique Luis De Rosa, Médico Psiquiatra de

la Asesoría Pericial y testigo de la defensa

de Gauvry Gordon, quien expuso en el debate

que entrevistó al Dr. Gauvry Gordon en la

sede de la Asesoría Pericial, también hizo


una lectura de la causa, y que esta fue su

metodología de trabajo. Agregó que se contó

con la presencia del perito de parte, y no

hubo estudios complementarios.

Expuso el Dr. De Rosa que el

discurso del Dr. Gauvry Gordon era

absolutamente coherente a la situación, es

decir, no se contradecía en sí mismo, siendo

sus dichos congruentes con el principio de

realidad, no advirtiendo ningún dato

delirante.

Luego de reconocer su firma al

pie del informe de fs. 6.081, y preguntado

acerca de los automatismos de los que habló

en el mismo, el Galeno respondió que no son

aquellos de naturaleza psicótica, sino

automatismos ligados a la impulsividad,

aclarando no se trata de una persona con

discapacidad cognitiva, sino de alguien

impulsivo, arrebatado, que no prefigura los

peligros futuros.

Continúo argumentando que la

sensación que tuvo tras evaluar al Dr.

Gauvry Gordon fue que hubo más acción de su


parte que empleo de la lógica deductiva.

A criterio del dicente, y así lo

expuso, el área de emergentología está

ligada a la medicina legal.-

Puntualizó ante nosotros el

perito que una vez que el médico sale de la

etapa asistencial pura, ingresa en otra área

que, sin importar la etiología, por tratarse

de una muerte violenta apareja un

procedimiento que debía realizarse.

A modo de observación, manifestó

que la capacidad intelectiva del Dr. Gauvry

Gordon no parecía debajo de la media,

surgiendo de su evaluación que estaba en

condiciones de desempeñarse como

emergentólogo, estando conservadas tanto su

capacidad cognitiva como intelectiva.-

Preguntado acerca de la

situación particular vivenciada por el Dr.

Gauvry Gordon en la presente causa en cuanto

a haber recibido una versión de lo ocurrido

de parte de los parientes de la víctima,

respondió el declarante que ello no difiere

de lo que de ordinario acaece, “es lo que le


pasa a todos los médicos” (sic), explicando

que los pacientes siempre tienen una versión

de los hechos, siendo la función del

profesional evaluar científicamente. Aclaró

que no se trata de hacer diagnósticos

certeros, pero si al menos corresponde a su

juicio, actuar científicamente, en

contraposición con lo efectuado por el Dr.

Gauvry Gordon que empleó un método

inductivo, basándose sólo en lo que se decía

en el momento, “un accidente doméstico” y no

efectuó un diagnóstico lógico deductivo, que

es el que siempre debe hacer el médico.

Aseveró el deponente que los

diagnósticos “apresurados” (sic) pueden

traer consecuencias negativas; inclusive,

ejemplificó que por el mero hecho de hallar

a una persona muerta, un médico debe

descartar sanitariamente cuestiones

infecciosas, previo a culminar su

intervención profesional.-

Acerca de la impulsividad a la

que se refirió en la actuación del Dr.

Gauvry Gordon, nos contó que esta no fue


patológica a un nivel que nublara la

capacidad de pensar en todo momento,

agregando que aún con desconocimiento

técnico y abrumado por la situación, existen

elementos para el médico que no puede pasar

por alto.

Continuó relatando el perito

que, “cree” que las empresas de ambulancia

dan el procedimiento a seguir ante una

muerte traumática o un foco infeccioso,

señalando en este sentido que el código

azul, les informa a los profesionales de las

ambulancias, acerca de la necesidad de

intervención policial.-

Relató también el declarante su

experiencia profesional, por fuera de su

actividad pericial, como médico naval de la

marina mercante, función a la que ingresó al

poco tiempo de graduarse de médico y que

frente a casos de personas fallecidas o

agonizantes había claramente un

procedimiento normado a seguir al respecto.

Indicó que ocurre lo mismo para

un médico que ingresa a una guardia, a quien


se lo instruye acerca de cuándo debe

notificar a la policía, tratándose de

cuestiones de la práctica diaria.-

Expuso asimismo que, en su labor

pericial con el Dr. Gauvry Gordon, obtuvo

información por otras vías (fuera de las

relatadas por el propio examinado) acerca de

la formación que Paramedic brinda a sus

emergentólogos, y que difería respecto a lo

que le había dicho el entrevistado,

queriendo significar con ello que

efectivamente la empresa les brindaba cierta

formación acerca de cómo proceder en casos

que ameritaban la intervención policial.

Es que, además, señaló el

declarante, toda la materia referida a la

responsabilidad médica tiene mucho más

desarrollo ahora que antes, por lo que es

esperable que haya sido así por parte de la

empresa.-

Por último, dijo el perito que

su conclusión en el informe fue que el

examinado conservaba su autonomía psíquica

tanto al momento del examen como al momento


del hecho, descartando un estado de

intoxicación por el contenido de su propio

relato, ya que no observó nada que lo aparte

de esta conclusión.-

Observo que lo expuesto en

relación a la Lic. Olavarría vale en

idénticos términos a lo emergente del

testimonio del perito Psiquiatra De Rosa: la

impulsividad a la que se refirió en la

actuación del Dr. Gauvry Gordon, no es en

modo alguno patológica a un nivel que nuble

su capacidad de pensar en todo momento, aún

con desconocimiento técnico y abrumado por

la situación, existen elementos para el

médico que no puede pasar por alto; más

cuando, como reiteradamente ya dijera, el

segmento reprochable en su accionar no se

superpone al de su labor asistencial sobre

el cuerpo de la occisa sino al segmento

posterior, cesada ya esa situación inicial.-

También el Dr. De Rosa aporta

luz sobre otra cuestión que fuera

reiteradamente invocada por la Defensa de

Gauvry Gordon, me refiero a la alegada


deficitaria información acerca de protocolos

a seguir por parte de Paramedic a sus

médicos emergentólogos.-

Pero lo cierto es que, más allá

de que la empresa hubiera brindado o no

aquellas instrucciones (pese a que, bueno es

recordarlo, constituyen deontología médica y

por ende materia de grado de formación

profesional del médico con título

habilitante y no simples protocolos de

actuación de empresas de ambulancias),

entiendo que el agravio cae en abstracto si

atendemos a que, al menos en el caso en

particular que nos ocupa, el propio operador

telefónico Nicolás Costa efectivamente

alertó al Dr. Gauvry Gordon acerca de la

necesidad de hacerlo, con lo cual es

bizantina la cuestión que reiteradamente

introdujera la defensa al respecto,

pretendiendo descargar la responsabilidad en

la empresa.-

Más no perdamos mayor tiempo en

discusiones baldías y continuemos el

tratamiento del angular bajo estudio,


retomando el análisis de las acciones

desplegadas por el imputado Guillermo

Bártoli.-

No debe perderse de vista, tal

como lo he anticipado al inicio de este

trabajo, que fue el mismo y no otro quien

junto a Carrascosa se encontrara en el lugar

desde al menos el momento en que este último

realizara la llamada a OSDE de las 19:07

horas del día 27 de octubre de 2002.-

Paso a explicar el porqué de tal

aserto.-

Acreditado como está en la causa

–por cuanto él mismo lo reconoció y

fácilmente se advierte de la grabación que a

su respecto se obtuviera- que Guillermo

Bártoli fue quien efectuó el llamado a OSDE

a las 19:22 horas del día 27 de octubre de

2002, reclamando por la ambulancia que

minutos antes –a las 19:07 horas- fuera

solicitada por Carlos Carrascosa,

corresponde que pongamos nombre propio a la

voz masculina que de fondo aparece en esta

última comunicación, aunque primera en el


tiempo.-

Fue incorporado por su lectura

el informe pericial nº 45918 (característica

acústica, análisis de voces).-

En el mismo, la labor de los

expertos se ciñó a determinar si existía o

no alguna correlación entre las voces que

surgían de la llamada telefónica realizada

desde el nº 02322-428060 al nº 4310-5050 a

las 19:07:58 horas del día 27/10/2002, con

aquéllas que salían a la luz en la

comunicación mantenida entre estos mismos

abonados a las 19:22:33 horas del día

27/10/2002, y el resultado del trabajo

realizado fue positivo.-

En efecto, se desprende del

mentado dictamen “Que luego del filtrado

efectuado respecto de la totalidad de los

sonidos de fondo con características de voz

humana que surgen de la llamada telefónica

nº 1 (realizada desde el abonado nº 02322-

428060 al nº 4310-5050 a las 19:07:58 horas

del día 27/10/2002), se pudo establecer que,

además de las dos voces principales que


mantienen esa conversación, se presentan

además, en el ambiente de la persona que

efectúa la llamada (emisor) dos voces

humanas con características sonoras

distintas, siendo evidente prueba de ello el

segmento sonoro que transcurre de 00:35,186

(MIN:SEG, mseg) a 00:38,204(MIN:SEG, mseg)

en cuya representación en el dominio de las

frecuencias –sonograma- puede advertirse la

presencia de tres timbres de voces distintas

(ver gráfico nº 40 a fs. 54),

correspondiendo cada uno de ellos a: 1) voz

masculina en primer plano (emisor); 2) voz

masculina en segundo plano; y 3) voz

femenina en segundo plano, estableciéndose

finalmente que, luego de evaluarse la

distribución de formantes que conforman el

timbre de voz masculina que realiza la

llamada telefónica nº 2 (realizada desde el

abonado nº 02322-428060 al nº 4310-5050 a

las 19:22:33 horas del día 27/10/2002), y

situadas en un mismo plano sonoro, la misma

mantiene semejanzas con la distribución de

formantes correspondientes a la voz


masculina en segundo plano que se encuentra

en el ambiente del emisor y que fuera

determinada fehacientemente en la llamada

telefónica nº 1.-

En conexión a dicho informe, se

le recibió en el debate declaración

testimonial a Hugo Marcelo Arancibia

Vázquez, quien refirió ser técnico en

computación cumpliendo funciones en

Gendarmería Nacional, más precisamente en la

División Policía Científica, siendo que al

serle exhibida la pericia nº 45918 y tras

confirmar su intervención en la misma al

asegurar que “esta es la pericia y este es

el CD que rubricamos” (sic), subrayó que

respecto al texto que aparece en los

gráficos del informe pericial, el rotulado

se hizo “manualmente” utilizando el sistema

Anagraf, que “es una herramienta que le

permite a la gente que trabaja con análisis

del habla poder interpretar visualmente lo

que uno está escuchando digamos, no es algo

automático” (sic), aclarando en punto a la

“confiabilidad” del sistema, que el mismo


“realmente es una herramienta enorme… para

este tipo de casos es perfecta” (sic). De

otra parte, y en punto a la posible

correspondencia entre la voz de la llamada 2

y la que está de fondo en la llamada 1, dijo

que si bien “acá no se afirma con certeza”

(sic) de que se trate de la misma persona,

por cuestiones de calidad y cantidad de

señal y porque “la voz no es como un ADN”

(sic), sí pudo determinarse que entre ambas

voces -luego de confrontarlas

secuencialmente- “había semejanzas a nivel

de distribución de frecuencias… hay

correspondencia” (sic), aclarando que esta

última –voz de fondo en llamada 1- “mantiene

una correspondencia de distribución de

formantes con los segmentos extraídos

correspondientes a la única voz masculina

que interviene en el llamado nº 2” (sic).

Asimismo, y preguntado que fuera el testigo

para que dijera si en caso de que no haberse

tratado de la misma voz, ello hubiera

surgido del trabajo, el mismo expresó

“claro, hubiera dado que no existe


correspondencia, capaz que si tomábamos por

dar un ejemplo la voz de OSDE, con la de la

segunda llamada del Sr. Bártoli, que está en

primer plano, tampoco iba a haber una

correspondencia, en este caso hubo

correspondencia” (sic), señalando finalmente

que del trabajo realizado tres fueron las

personas que participaron, entre ellas “el

perito de parte” (sic), el cual apuntó

Arancibia Vázquez, intervino en la

diligencia “como contralor de todo lo que se

hacía… a la par nuestra” (sic), y como tal,

“estuvo presente en todos los trabajos que

se hicieron… inclusive él leyó la pericia

entera… estuvo de acuerdo con todo el

trabajo” (sic).-

De similar tenor son las

manifestaciones de Jorge Gurlekián, quien

dijo ser investigador científico del CONICET

y la persona que a partir del año 1983

desarrolló el ANAGRAF, definiéndolo como un

sistema que si bien no es un traductor de

voz a texto permite obtener a través de un

profesional que lo interprete (personas con


entrenamiento en fonética acústica, con buen

oído musical) una fotografía de la voz.-

Ahondando en sus dichos, nos

contó que la voz puede sufrir modificaciones

por el paso del tiempo, y que siempre es más

sencillo determinar lo que se dice que quién

lo dice, aclarando que si bien el filtrado -

del que se diera cuenta en la experticia nº

45918- quita información acerca de la

identificación de la voz, aumenta a su vez

la perspectiva de poder determinar qué es lo

que la persona expresa.-

Asimismo y en punto a la

posibilidad de que un ruido aparezca en el

sistema como una frase, el testigo la

descartó manifestando que “lo que es ruido

es ruido, tienen dibujos diferentes, si se

trata de una vocal, veré el dibujo acústico

de la vocal, las vocales tienen rasgos

acústicos que las caracterizan”.-

Finalmente, y tras reconocer el

programa que desarrollara en los

espectogramas que le fueran exhibidos –fs.

99 y 100- defendió la posibilidad de


establecer parámetros de correspondencia de

voz al asegurar que la misma si bien no es

una huella digital, “tiene ciertos sellos

propios, como acentúa, ciertos modismos…

ciertos vicios de pronunciación” que

permiten “suponer… dar una probabilidad”.-

El convencimiento que poseo en

punto a que la segunda voz masculina que se

alcanza a percibir en la comunicación de las

19:07 horas resulta ser del imputado

Bártoli, se ve robustecido a su vez por la

entrevista periodística que el nombrado

diera a la prensa y que fuera publicada el

día domingo 29 de abril de 2007 (Año II, Nº

0174, Perfil.com, Edición Impresa), la cual

reza: “La grabación demuestra que estoy

tratando de reanimar a María Marta. ¿Cómo

puedo estar diciendo, Vamos María, si estoy

encubriendo un crimen?, dice Guillermo

Bártoli; el cuñado de Carlos Carrascosa,

quien anteayer se adelantó a los resultados

de la pericia que está realizando

Gendarmería Nacional sobre la grabación del

llamado del viudo a la empresa OSDE para


pedir una ambulancia. En un escrito que

presentó su abogado Alejandro Novak, ante el

Tribunal, luego de haber escuchado la cinta,

Bártoli reconoce que la voz masculina de

fondo es suya… No puedo hablar de horarios,

puedo hablar de hechos. Me sorprende cómo

algunos testigos dicen que la llamada fue a

las 19:07 horas, en ese momento yo no sabía

qué hora era, sí que estaban Carlos,

Michelini e Irene, sostiene Bártoli”.-

No creo que la Editorial

“Perfil” haya inventado –y publicado- un

diálogo que nunca existió, máxime teniendo

en cuenta el reconocimiento que la misma

tiene en el mercado (y entre sus pares) y

que la periodista firmante de la nota (a

quien tengo el agrado de haber tratado y por

tanto conozco de su profesionalidad) es una

comunicadora social de probada trayectoria

no sólo en ese medio gráfico sino también en

otros, incluso televisivos.-

Pero si no pertenece a Bártoli

la voz masculina que se oye de fondo en la

conversación telefónica que Carlos


Carrascosa mantuviera con OSDE a las 19:07

horas del día domingo 27 de octubre de 2002,

¿de quién es ella?

De nadie más que del mismo

Bártoli.-

Me pregunto: ¿qué otro hombre

con voz compatible a la del mismo Bártoli

pudo haber estado en esos primeros momentos

junto a Carlos Carrascosa?

No pretendo extenderme mucho más

sobre el tópico, por cuanto en este terreno

no hay lugar siquiera para la duda.-

Basta con remitirnos a las

declaraciones de Carlos Carrascosa (ver fs.

850/855 vta.) y del propio Guillermo Bártoli

(ver fs. 809/818 vta.), para concluir que

ningún tercero ajeno a los mismos se

encontraba presente en el lugar al momento

de la llamada.-

¿O acaso el ladrón desconocido

del que tanto hablaran las defensas junto a

una cómplice mujer manipularon el cuerpo de

María Marta sin ser vistos por Carlos

Carrascosa, quien a tan solo escasos metros


de los primeros pedía por teléfono un

servicio de emergencia para una persona que,

al decir de dicha voz masculina, ya estaba

muerta?

Por obvias razones he de

ahorrarme la respuesta.-

Probado quién lo dijo, veamos

ahora qué fue lo que se dijo.-

De la pericia cuyo contenido

vengo desgranando, surgen frases o palabras

tales como “¿no la ves?”; “¿alguien va

llama?”; “tenela”; “tocala”; “cerrá la

puer”; “si, está muer”; “dale”; “vamo” y

“llermo”.-

No yerra la Defensa al sostener

que el Ministerio Público Fiscal se ha

referido a dos frases de esa grabación,

“está muerta” y “cerrá la puerta”, cuando en

rigor de verdad “la pericia no dice eso, la

pericia dice: si esta muer… y cerrá la

puer…” (fs. 101 y 102 del informe).-

Negar esta realidad, sería una

ignorancia supina de este sentenciante.-

Pero consultado que sea el


Diccionario de la Real Academia Española,

uno advierte que, tomando como ejemplo la

frase “está muer”, no tiene ningún sentido

una oración que se integre con cualquiera de

las palabras que de acuerdo al mismo,

comienzan con dichas vocales y consonantes,

a saber: muera; muérdago; muerdisorbe;

muerdo; muárgano; muergo; muermo; muermoso y

muerte (Diccionario Real Academia Española,

Vigésima Primera Edición, Editorial Espasa,

Año 1992, págs. 1412/1413).-

Descartando entonces la palabra

“muerta” (o muerto) ¿qué otra podría

acoplarse a un diálogo mantenido en ese

momento?

Ninguna por cierto.-

Igual consideración merece ser

efectuada respecto de la locución “llermo”,

ya que dicha mención pone a mí entender

punto final a cualquier desacuerdo en lo que

hace a predicar que la voz masculina que se

escucha de fondo en la conversación de las

19:07 horas corresponde a Guillermo Bártoli

y a nadie más.-
En contraste con lo apreciado

por quien esto suscribe, consideró el Dr.

Novak en su alegato que la pericia que

distrae nuestra observación no revela

“absolutamente nada”, toda vez que lo único

que se tiene en cuanto a su contenido es “la

opinión de Arancibia Vázquez o en el mejor

de los casos, un único testigo porque

nosotros no lo podemos escuchar”, motivo por

el cual –agregó- “dejar librado el resultado

de una prueba que ha adquirido tanta

relevancia en este juicio al oído de una

sola persona, cualquiera sea… es por lo

menos peligroso, y esa subjetividad es la

que hay que evitar” (textual de acta de

debate).-

Me tomo el atrevimiento aquí de

corregir al distinguido defensor.-

En todo caso, no ha sido un oído

en soledad el que escuchara la conversación

en trato y diera fe acerca de lo que se

dijera en la misma, sino tres (no sólo el

propio Hugo Arancibia Vázquez -Primer

Alférez, IIN, División Fónica-, sino también


Luis César Uviedo -Segundo Comandante, Jefe

División Fónica- y Eduardo Antonio Piazza -

LE. 8308022, Perito de Parte por la Defensa

de Carlos Carrascosa-), cumpliéndose con

ello con las palabras de Gurlekián –testigo

que tantas veces fuera mencionado por la

Defensa- al asegurar que para que un trabajo

sea confiable en cuanto a sus resultados “lo

ideal es que intervengan al menos tres

personas” (sic), ya que “el número para mí

da la certeza de que hay acuerdo” (sic).-

Repasemos entonces qué fue lo

que hizo Bártoli a partir de las 19:07 horas

del día en que manos asesinas escribieran el

último capítulo en la vida de María Marta

García Belsunce.-

Desde ese mismo momento el

nombrado, en colaboración con Carlos

Carrascosa y otra persona más, se encargó de

instalar la versión del accidente doméstico,

e incluso, antes de ello, de reclamar como

quedara expuesto y en una suerte de puesta

en escena por un servicio de emergencia que

había solicitado para quien se sabía estaba


muerta.-

Dijo el testigo Antonio Daniel

Cachi, que concurrieron al Carmel ante el

aviso de una persona del sexo femenino con

traumatismos en miembros superiores o

inferiores, y Biassi habló de una paciente

con “traumatismo en miembro inferior”.-

Por su parte, Walter D. F.

Beltrán –chofer de la ambulancia de

Paramedic-, expresó que la emergencia del

código rojo en el Carmel, daba cuenta de una

paciente femenina con diagnóstico de

“pérdida de conciencia no recuperada”,

recibiendo posteriormente la noticia –de

acuerdo a lo que habían transmitido desde el

lugar del hecho- que la paciente había

logrado revertir el cuadro, circunstancia

que a todas luces no se correspondía con la

realidad toda vez que las heridas recibidas

en la cabeza de la víctima conforme el

lugar, secuencia y gravedad de las mismas,

tal lo dicho por los médicos, ocasionaron su

muerte de manera prácticamente inmediata,

sesgando cualquier posibilidad de que


hubiera recuperado la conciencia al momento

en que se diera dicha información.-

¿Por qué entonces la posterior

llamada de Bártoli reclamando por la

ambulancia y la conversación con González

Zuelgaray –conforme el VAIC, fs. 33 de la

carpeta L1 a las 19:34 horas- dando cuenta

del accidente y que estaban llevando a María

Marta al Hospital Austral?

O bien, ¿cómo cuadra esto último

con lo dicho por Eduardo Zancolli, en punto

a que tras comunicarse con la casa de Carlos

Carrascosa (según VAIC a las 19:16 horas) y

ser atendido por Irene Hurtig, ésta le dijo

que María Marta había tenido un accidente en

la bañera, hablando luego con Guillermo

Bártoli (en comunicación VAIC de las 19:28

horas, 120 segundos) ocasión en la que el

mismo lo puso en conocimiento de que su

cuñada había muerto?

Ello, más allá de haberle

manifestado en ese primer diálogo Irene

Hurtig a Zancolli que por aquél entonces -

19:16 horas- junto a María Marta “estaban


Carlos y Guillermo”. ¿Y Michelini?

Desde un primer momento ha

introducido Bártoli (ver injurada de fs.

809/818, incorporada al juicio por su

lectura) una coartada que lejos de encontrar

sustento en las constancias de la causa, se

ve desvirtuada por éstas.-

En la ocasión, invitado que

fuera por el Fiscal instructor a relatar los

hechos que ocurrieron el día 27 de octubre

de 2002, a partir del mediodía, Bártoli dijo

haber concurrido a almorzar a la casa de

Sergio y Bibiana Binello, habiéndolo hecho

también Carlos Carrascosa y su mujer, María

Marta, hallándose presente en el encuentro

además -que finalizara alrededor de las

15:30 horas- "alguno" de los hijos del

matrimonio anfitrión, sin recordar con

precisión de cuál de ellos se trataba.-

Pero esta primera aseveración

del imputado, se vio desmerecida por lo

atestiguado sobre el extremo por Teresa

Castagna y Arturo Benito Campos.-

La primera, quien trabajaba -y


actualmente aún lo hace- en la casa de los

Binello realizando tareas domésticas los

días lunes, miércoles y viernes, y en la

cocina los sábados y domingos, recordó que

el día 27 de octubre de 2002 concurrieron a

almorzar al domicilio de sus empleadores el

señor Carrascosa y su esposa, y que ella les

hizo la comida (milanesas), habiéndose

servido la misma "en un quincho que es

grande, como si fuese una casa más", luego

de lo cual, promediando las 15:30 o 15:45

horas, terminado el almuerzo, estos últimos

la saludaron, le agradecieron la comida y se

fueron.

Dijo también, que momentos más

tarde, a las 16:00 horas, su patrona le dijo

que se iban a encontrar con María Marta para

jugar al tenis, como lo hacían todos los

domingos, manifestándole "vamos a ver si nos

deja jugar el tiempo" (sic), y que luego de

cumplir con su labor diaria se retiró de su

lugar de trabajo a las 16:30 horas, siendo

que al ser preguntada para que dijera si

conocía al Sr. Guillermo Bártoli, y en su


caso, si había visto al mismo ese día, al

mediodía, en la casa del matrimonio Binello,

respondió afirmativamente la primera (sabía

quién era) y en forma negativa la siguiente

(no lo observó ese día en el lugar).-

El segundo, Arturo Benito

Campos, quien también laboraba para la

familia Binello como parquista, casero, y en

definitiva, como rueda de auxilio frente a

cualquier desarreglo que pudiera llegar a

presentarse, puntualizó que el día 27 de

octubre de 2002 cumplió funciones en el

quincho de sus jefes, toda vez que se había

roto "una bomba", manifestando que si bien

no recordaba a qué hora comenzó con la

reparación, recordó que la misma finalizó "a

las tres y media o cuatro menos cuarto de la

tarde".

Puntualizó además, que ese día

la familia Binello almorzó con Carrascosa y

su mujer, María Marta, siendo que al ser

preguntado por el señor Guillermo Bártoli, y

en concreto, si ese día al mediodía el

nombrado había estado allí, tras leérsele en


los términos del art. 366 inc. 4º del código

de rito su declaración de fs. 1334/1334 -

respecto de la cual reconoció previamente su

firma- se pronunció diciendo "yo no lo vi,

si estaba no lo vi, y si no estaba -lo cual

resultaría por demás lógico- tampoco"

(sic).-

Estos testimonios, prueban que

el imputado Bártoli no estuvo durante el

mediodía –y aún después del mismo- en el

domicilio del matrimonio Binello.-

Repárese en que dos fueron los

momentos en los cuales Castagna dijo haber

estado en el quincho de la familia. Primero,

cuando sirvió el almuerzo, y luego, una vez

finalizado el mismo, cuando María Marta y

Carlos Carrascosa le agradecieron la comida,

la saludaron y se fueron.

Dos fueron entonces las

oportunidades en las cuales la testigo pudo

–y no lo hizo- ver a Bártoli en el lugar.

Podrá discutirse -con cierta cordura- la

primera de ellas, bajo el argumento de que

el imputado arribó a la casa a la hora de lo


que él denominó como “la sobremesa” y no

antes, y que por tal razón la testigo no se

percató de la presencia durante las primeras

horas de la tarde de quien todavía no se

había hecho presente. Pero no puede de

ninguna manera cuestionarse la segunda, ya

que cuando María Marta y Carlos se

despidieron de Castagna, lo hicieron –al

decir de esta última en el debate- a las

15:30 o 15:45 horas, momento en el cual

Bártoli y según sus personales

manifestaciones (ver declaración de fs.

824/833 vta., incorporada al juicio por su

lectura) se encontraba allí, no obstante lo

cual la doméstica y cocinera de la familia

Binello, afirmó una y otra vez no haberlo

observado.-

Pero mayor fuerza posee todavía

-para el extremo que considero probado- el

testimonio del casero Campos, por cuanto el

día 27 de octubre de 2002 el mismo cumplió

sus tareas “en el quincho” de sus jefes, el

cual no es otro más que aquél en el cual ese

mediodía se sirvió el almuerzo, debiendo


recordarse que según lo mencionara el

testigo, su tarea esa tarde (reparación de

una bomba) terminó “a las tres y media o

cuatro menos cuarto de la tarde”, por lo que

de haber estado Bártoli a esa hora y en ese

lugar, no es posible que Campos no se haya

percatado de su presencia, máxime cuando por

su contextura física y con todo respeto lo

digo, el imputado no es de aquellos que

pasen desapercibidos en un lugar.-

Para desacreditar en algún punto

lo antes dicho, trajo la defensa como

testigos a la mujer del imputado Sergio

Binello, Viviana Decker, y al hijo de la

pareja de nombre Santiago.-

Con las limitaciones propias que

impone el artículo 234 del digesto de forma

para ambos, éste último expuso que el día en

que falleciera María Marta almorzó en el

quincho de su casa ubicada en el Country

Club Carmel junto a sus padres, su hermana,

su novia, y el matrimonio Carrascosa,

recordando que el encuentro comenzó

aproximadamente a las 14:00 horas y que


antes de levantarse de la mesa para ir a

estudiar llegó Guillermo Bártoli, aclarando

que el mismo lo hizo cuando “habíamos

terminado de almorzar… era habitual que

viniera” (sic), validando por último la

presencia del casero Arturo Campos en el

lugar al asegurar que el nombrado “ese

domingo 27 estuvo en casa, arreglando la

bomba del quincho” (sic).-

A su vez, Viviana Decker declaró

que el día 27 de octubre de 2002 almorzó en

el quincho de su casa junto a su marido,

María Marta y Carlos Carrascosa, sus dos

hijos, Santiago y Delfina, y la novia del

primero, recordando que luego de comer

milanesas que preparó la doméstica Teresa

Castagna, y mientras hacían la sobremesa y

tomaban café, llegó al lugar Guillermo

Bártoli, al cual y como no había almorzado

le sirvieron “milanesas, tarta y empanadas”

(sic), quedándose el mismo junto a Sergio

charlando acerca de “una pesca” que estaban

planificando, mientras que la declarante,

María Marta y Carlos Carrascosa hicieron lo


propio en relación a unas vacaciones

(futuras) juntos en el sur, recordando que

la reunión finalizó cuando este último y

Carlos decidieron ir a ver futbol,

llevándoselo a su marido, al tiempo que

María Marta la convenció a ella de ir a

jugar al tenis, lo que así hicieron esa

tarde.-

No deja de causarme asombro lo

divulgado por la testigo en el debate, ello

en función de que nada dijo en su

juramentada escrita de fs. 350 y siguientes

-traída al juicio en los términos del art.

366 inc. 4º del Ceremonial- respecto de la

presencia del imputado Bártoli en su

domicilio el 27 de octubre de 2002.-

Recuérdese que en aquélla

ocasión (18 de diciembre de 2002) Viviana

Decker manifestó que ese día “almorzó junto

a la Sra. García Belsunce, el marido de la

misma, Sr. Carrascosa, el esposo de la

declarante y sus tres hijos” (sic), hasta

que concluido el encuentro –en el que

hablaron de las vacaciones de verano- María


Marta se fue a cambiar a su casa,

encontrándose nuevamente con la declarante a

las 16:00 horas para jugar un partido de

tenis.-

Marcada que le fuera en el

debate la llamativa omisión (por qué no dijo

lo que ahora asegura ocurrió) la testigo

ensayó una vaga justificación subrayando

primero que no lo mencionó “porque no me

pareció importante”, para luego agregar –

pregunta de la Defensa mediante- que no lo

hizo porque quien le recibiera declaración

no la interrogó por el señor Bártoli (no

deja de sorprenderme que la testigo recuerde

lo que no le preguntó el Fiscal nueve años

atrás).-

Antes de continuar, señalo aquí

que a la hora de contraponer los dichos de

estos dos últimos testigos con los de

Castagna y Campos, y recordando previamente

que en el sistema de sana crítica racional

el juzgador posee amplia libertad para

otorgar mayor dimensión demostrativa a una

declaración por sobre otras, como así


también que los testimonios no se suman ni

se restan, sino se pesan, me inclino por

darles mayor valor probatorio a quienes

declararan desprovistos de cualquier interés

en la resolución final de la causa (Castagna

y Campos) por sobre aquellos (Decker y

Binello) que lo hicieran contaminados de esa

parcialidad propia que tienen quienes lo

hacen teniendo a su lado, sentado en el

banquillo de los acusados, a un familiar

directo cuya suerte depende, en alguna

medida, de lo que ellos digan o dejen de

decir en la oralidad del debate.-

Tenemos aquí a cuatro testigos,

dos de ellos vinculados a personas imputadas

en este juicio y a Carlos Carrascosa. Estos

testigos son los que justamente dicen que

estuvieron con Bártoli a partir de las

primeras horas de la tarde y que a partir de

allí el mismo permaneció junto a Carrascosa

y Binello en una versión que claramente los

beneficia.-

Los otros dos testigos son

ajenos a la familia, no tienen interés


personal, y en todo caso su vinculación

sería de tipo económica con la familia

Binello, que son quienes dicen que no lo

vieron a Bártoli y que siempre sostuvieron

la misma versión de manera cohesionada desde

un comienzo, a diferencia del testimonio de

Decker y Santiago Binello, quienes

demostraron imprecisiones al momento de

definir cuestiones que le fueran preguntadas

en juicio, y que incluso, en el caso de la

primera, “corrigió” su primigenio relato

incorporando a la reunión al imputado

Bártoli.-

¿Pero qué importancia tiene para

el desarrollo de este trabajo que Bártoli

haya dicho que estuvo en un determinado

lugar el día 27 de octubre de 2002 en horas

del mediodía o primeras de la tarde cuando

la realidad nos indica otra cosa?

Porque allí empiezan sus

mentiras, las que en adelante y tal como

iremos viendo, marcarán una tendencia y

serán una constante en su hoja de ruta.-

También ha quedado al desnudo el


engaño en el que incurriera Bártoli al

asegurar que finalizado el almuerzo en la

casa de Sergio y Bibiana Binello, a las

15:30 horas, se reunieron en su domicilio

junto a Carlos Carrascosa, Sergio Binello,

Diego Piazza y la novia de éste, a ver el

partido de River-Boca, ya que el declarante

tenía el codificado, llegando al lugar

minutos antes de que terminara el primer

tiempo María Marta -García Belsunce- y

Bibiana -Binello-, y que incluso permaneció

después del mismo observando el encuentro

entre Independiente y Rosario Central, hasta

el primer gol de los equipos mencionados.-

Y digo ello por cuanto los

testimonios de Alba Máxima Benítez y de

Gerardo Oberndorfer nos indican otra cosa.-

En efecto, la primera apuntó que

el día 27 de octubre de 2002, se encontraba

trabajando en el Club House del Carmel, del

cual tenía la concesión desde junio de ese

mismo año, y que por tal razón conocía al

matrimonio Carrascosa, ya que los mismos

“venían todos los fines de semana” (sic).


Mencionó además, que ese día,

después del partido River-Boca, “el señor

vino, se tomó un café y yo lo invité a tomar

un lemoncello” (sic).

Ahondando en sus dichos, y a

preguntas de las partes, especificó que

Carrascosa llegó al house “entre las seis y

las siete” (sic), permaneciendo en el lugar,

luego de dialogar con ella, por espacio de

entre 5 y 10 minutos, aclarando que por

entonces y además de ellos dos, solamente se

encontraba presente en el lugar el mozo del

restaurante, Gerardo Oberndorfer, y nadie

más. En torno a dicho encuentro, añadió que

“Carrascosa decía que había estado en el

house el sábado, y yo el domingo” (sic), y

que por tal motivo en el juicio anterior se

hizo un careo entre ambos, manteniéndose la

declarante en sus dichos tanto en aquella

oportunidad como en el presente, añadiendo

en defensa de lo por ella afirmado, que a la

fecha del hecho había un chiquito en su

restaurante que hacía el delibery, de nombre

Javier, que presenció ese momento, además


del mozo, que era fanático de boca y escuchó

el partido por radio, y que cuando vio a

Carrascosa, no sabía si cargarlo o no por el

resultado del partido.

Por último, y en punto a cómo

tomó conocimiento de la muerte de María

Marta García Belsunce, narró que esa noche

fue un cliente a cenar al house, el Dr.

Zancolli, el cual le comentó que la nombrada

había sufrido un accidente falleciendo a

consecuencia del mismo, concurriendo la

declarante al día siguiente a su velatorio,

observando a María Marta en la cama, sin

notar al respecto nada extraño que sea digno

de mencionar.-

Similar relato de los hechos

vivenciados produjo Gerardo Oberndorfer,

quien por su parte dijo que el día del hecho

se encontraba en el Club House del Carmel

donde trabajaba para la señora Alba Benítez

como mozo, recordando en concreto que fue un

día de lluvia en el que hubo muy poca gente

en todos los horarios, “algo al mediodía,

dos o tres mesitas que tuve, por la tarde,


en la hora de la merienda, el único que vino

fue Carrascosa, y a la hora de la cena un

solo cliente que fue Zancolli” (sic).

Remontándose al encuentro con el

señor Carrascosa, expresó que en ese momento

el declarante estaba escuchando el partido

de Boca-River, por una radio que estaba en

la cocina, viéndolo llegar una vez

finalizado el mismo, en los momentos

inmediatos, o bien cuando faltaba muy poco

para hacerlo, bajando de su camioneta y

dirigirse por un camino que hay desde la

playa de estacionamiento hasta el sector del

house, y que como estaba contento por el

resultado pensó en hacerle una chanza a

Carrascosa, ya que suponía que era de River,

pero como no tenía suficiente confianza

finalmente no se animó.

Retomando el hilo conductor de

su relato, indicó que lo recibió “en una

ante salita que hay entre sector comedor y

la barra” (sic), y que luego de saludarlo,

Carrascosa le pidió un café y un cigarrillo,

siendo que en el lugar “tomó un café, un


lemoncello, fumó el cigarrillo y se fue”

(sic), “habrá estado entre cinco y diez

minutos” (sic), recordándolo con precisión

ya que, según aseguró y tal como ya lo

adelantara, “después no vino más nadie en la

tarde” (sic), despejando el testigo

cualquier suspicacia posible al aclarar que

si bien Carrascosa negó siempre este

encuentro y que tal situación dio lugar a un

careo con el declarante, “yo me pronuncié

con la verdad, no tengo ni tuve nunca alguna

animosidad contra él” (sic).-

Va de suyo pues, que mal podría

Guillermo Bártoli haberse encontrado en su

domicilio junto a Carlos Carrascosa viendo

el partido de fútbol entre los equipos de

Independiente y Rosario Central (que al

decir del oficio de fs. 194/200 -remitido

por la Asociación de Futbol Argentino-

comenzó a las 18:15 horas del día 27 de

octubre de 2002), cuando tan sólo momentos

después de finalizado el juego que ese día

le precedía en el tiempo y que disputaran

las escuadras de Boca y River (según mismo


oficio, a las 18:07 horas) Carrascosa fue

visto en el Club House de Carmel por dos

personas que, valga la mención por cierto,

ningún interés tenían en perjudicarlo.-

Quiso la defensa, aunque sin

éxito a mi juicio, buscar alguna suerte de

desajuste entre los testimonios de

Oberndorfer y Benítez, haciendo hincapié en

que el primero refirió no recordar si la

última estaba o no presente al momento en

que Carrascosa se hiciera presente en el

house del Carmel, poniendo en consecuencia

en duda la real ocurrencia de este episodio.

Sin embargo, tal razonamiento pierde sentido

si tomamos en cuenta la totalidad de los

dichos del testigo, quien fue muy claro a la

hora de manifestar que no obstante lo

anteriormente apuntado, sí recordaba que el

27 de octubre de 2002 la Sra. Benítez

concurrió a trabajar al Carmel, y que en

general, “era frecuente” (sic) que la misma

estuviera siempre “a la tarde y a la noche”

(sic), aunque no por la mañana. Por lo

tanto, el hecho de que no recordara


puntualmente si Benítez estuvo presente en

el house el día del hecho por la tarde-,

deja abierta –y con real fundamento por

cierto- la posibilidad de que sí estuviera,

ya que mal que le pese a la defensa no la

saca de escena.-

Por lo demás, los dichos de

Zancolli refiriendo haber estado la noche

del fallecimiento en el Club House y

comentado a Alba Benítez de esa situación

corroboran por un lado la presencia de la

nombrada ese día en su negocio atendiendo al

público (que había sido puesto en duda por

la defensa) y alejan por otro la posibilidad

de que teniendo conocimiento de este suceso

haya podido la testigo equivocarse acerca de

la presencia de Carrascosa ese mismo día a

la tarde.-

Catalina Vargas, quien se

desempeñaba laboralmente en la casa de

Guillermo Bártoli, también desmintió al

imputado al asegurar que el día del hecho

promediando las 18:00 horas, se dirigió al

living de la casa -donde según dijera


Bártoli observó junto a Carrascosa el

partido de Independiente y Rosario Central-

"a levantar los pocillos" (sic) y "sacudir

los almohadones" (sic), no hallando por ese

entonces a ninguno de los presentes en el

lugar.-

Esta situación -ausencia de

Bártoli en su domicilio- no se ve

comprometida siquiera a partir de lo

asegurado por la testigo durante la

audiencia de juicio en punto a que en un

horario que no pudo determinar, pero

posterior a las 18:00 horas alguien llamó

por teléfono a la casa atendiendo el llamado

la señora Irene Hurtig a quien primero y a

los gritos escuchó pidiendo una ambulancia,

para después sentir que alguien de la casa

salía de la misma "disparando" (sic).-

Sin perjuicio de que despierta

mi atención el hecho de que la testigo

introdujera en esta última presentación una

circunstancia cuya ocurrencia recién

mencionara cinco años después del hecho ante

la UFI. nº 2 de Pilar, luego de haberla


ignorado en sus cuatro presentaciones

anteriores en este proceso (al decir del

propio Dr. Novak, tres declaraciones y un

careo) y que siempre es más sencillo olvidar

lo que en su momento se dijo que recordar

cinco años después (tomando en consideración

la rendida por ante el Dr. Gonzalo Aquino)

lo que en su oportunidad no se expresó,

habida cuenta que el sentido común, las

máximas de la experiencia y hasta el

conocimiento científico, nos indican que la

memoria se pierde con el transcurrir del

tiempo y no a la inversa, lo cierto es que

lo único que probarían los dichos de Vargas

(más allá de que no sabe quien llamó; a qué

hora fue la comunicación; quiénes salieron

"disparando"; y en definitiva, qué es lo que

se habló en la misma) es que la voz que

responde el llamado –vuelvo a decirlo, de

haber existido el mismo- es la de una mujer,

por lo que sea quien fuera la persona en

cuestión (para el supuesto de ponerse en

crisis la posibilidad de que se tratase de

Irene Hurtig, hoy ajena a este


pronunciamiento jurisdiccional), ciertamente

la misma no fue de Bártoli.-

De otra parte, si estamos a los

dichos de Vargas, surge que Irene Hurtig

después del llamado telefónico y de gritar

“traigan una ambulancia”, salió del cuarto

diciendo “murió mi hermana”. ¿Ya para ese

momento sabía que estaba muerta?

Causa sorpresa esta

manifestación sobre todo cuando con

posterioridad, en el primer llamado a

Zancolli mucho tiempo después, nada de eso

le dice.-

Igual sensación provoca lo

manifestado por el imputado Bártoli en su

presentación de fecha 19 de enero de 2003.

En esa declaración, explicó el mismo que

estaba presente cuando su mujer atendió un

llamado telefónico escuchándola decir “no,

me estás jodiendo” en forma exaltada, y a la

persona que hablaba con ella agregar “no,

boluda, es cierto”, cortando luego Irene la

comunicación manifestándole que María Marta

había tenido un accidente.


Simplemente marco que resulta

cuanto menos llamativo que Bártoli oyera

sólo parte del mensaje enviado por el

interlocutor de su mujer, pero no aquella

porción en la que le avisaba del accidente,

de lo cual se entera por la misma.-

También fue escuchado sobre el

punto el testigo Pedro Juan Castillo, quien

refirió que para el mes de octubre de 2002

trabajaba como masajista en el Country

Carmel, los fines de semana, brindando sus

servicios la mayoría de las veces en el

vestuario, y otras menos en los domicilios

particulares de quienes vivían en el barrio,

como el caso de Guillermo Bártoli, a quien

le daba masajes todos los domingos a las

19:30 horas.-

Yendo en concreto al 27 de

octubre, dijo que fue a la casa de esta

familia en el horario de las 19:15 o 19:20

horas, donde tras tocar el timbre fue

atendido por una doméstica que le comunicó

que sus jefes no estaban porque una pariente

había sufrido un accidente.-


Asimismo, reconoció que cuando

ingresaba al barrio era habitual que le

tomaran los datos y revisaran su auto,

(recuérdese que dijo: “ese día creo que

habrá sido así”), memorando que en dicha

ocasión llegó al lugar solo, “alrededor de

las dos y pico de la tarde” (sic) y que lo

hizo a bordo de un vehículo marca Duna

Weekend color verde oscuro, retirándose por

la noche en compañía de una persona que

trabajaba allí de nombre Alberto Mario

Romero.-

Tengo para mí que este testigo

ha mentido.-

Prueba de ello, es algo tan

sencillo como que su presunto ingreso al

Carmel el día en que María Marta fuera

asesinada no se encuentra apuntado en la

planilla de fs. 23 y siguientes.-

La ecuación es simple. Castillo

no fue ese día al Carmel, y por tanto, no

hay registro de una situación imaginaria.-

Quienes vivimos en Barrios

Cerrados, Clubes de Campo, Countrys o


Condominios, sabemos del celo profesional

que tienen los empleados de vigilancia que

cubren servicio en los mismos en lo tocante

a asentar en los libros correspondientes el

ingreso y egreso de personas ajenas a ellos,

e incluso, en muchos de los casos, la de los

propios residentes del lugar. Difícilmente

podamos encontrar omisiones en tal sentido,

y en su defecto, la falta de anotación de

alguien en particular tendrá siempre su

especial justificación (pero nunca ninguna)

como en el ejemplo del motociclista a quien

se observa accediendo al Carmel detrás de la

masajista Michelini (según CD, efecto nº 69,

imagen de las 18:59:25), quien al decir del

testigo Páez en el debate bien pudo tratarse

(y en el caso coincido con el nombrado ya

que las apariencias a simple vista así lo

indican) de un delibery que, por registrar

un ingreso anterior ese mismo día o bien,

por la sencilla razón de resultar

insignificante su estadía en el lugar en

función de su escasa duración (entrega de

pedido, cobro y retiro), hace que se


considere irrelevante –o menos importante-

su incursión y por ende su asiento. Pero lo

cierto es que no fue éste el caso de

Castillo.-

Pero para hacernos ver que el

testimonio de Castillo era creíble, hizo la

Defensa comparecer a declarar como testigo

en el debate a Alberto Romero, tan o más

mendaz que el primero.-

Paso a fundamentar mis dichos.-

Dijo Romero que el día en que

murió María Marta se encontraba trabajando

en Carmel, “cerca de las canchas de tenis,

en el sauna” (sic), dando turnos para el uso

de las mismas y controlando que todos

estuvieran al día con la cuota para poder

jugar en ellas, recordando que ese 27 de

octubre de 2002 María Marta jugó al tenis

junto a Viviana Binello, por la tarde, y que

después empezó a llover por lo que desde

entonces permaneció la mayor parte del

tiempo dentro del sauna junto a Pedro

Castillo, “el masajista”.

Indicó además, en relación a


este último, que sabía que todos los

domingos le hacía masajes al señor Bártoli y

que incluso tenía con el mismo un turno fijo

a las 19:30 horas, recordando que

efectivamente Pedro ese día “fue pero volvió

al segundo, me dijo que no había nadie en la

casa y que una señora que trabajaba ahí le

dijo que había habido un accidente” (sic).

Continuando con su relato precisó que luego

de ello y junto a Pedro se quedaron al borde

de la cancha de tenis “charlando” hasta que

se fueron juntos en “un Duna verde”

propiedad de Castillo a las 20:15 o 20:20 de

la noche, siendo que puntualmente y

preguntado que fuera para que diga a qué

hora llegó el masajista ese día al Carmel,

como así también -ya que estuvo según dijera

junto al mismo “un montón de tiempo, casi

toda la tarde”- a quiénes dio masajes, en

ambos casos respondió diciendo que no lo

recordaba. Por último, aseguró que del

fallecimiento de María Marta se enteró “a la

semana, me lo comentó un profesor de tenis

del barrio, de nombre Roberto” (sic), y que


precisamente por ello el domingo siguiente

al encontrarse con Castillo hablaron del

caso, “porque había un comentario general en

el country, de muchos socios, que iban a

jugar al tenis, se hablaba de un accidente

en la bañera” (sic), no obstante lo cual en

la oralidad del debate, dio marcha atrás en

sus afirmaciones cuando tras serle leída la

declaración de fs. 1553/1555 de la causa

principal, en especial el jirón de la misma

que reza: “Preguntado por si ante los hechos

narrados… cuando se iban preguntó en la

guardia…”, contestó que: “sí, sí, es verdad

eso” (sic).-

Pero hablé de falsedades en las

que incurriera el testigo Romero, y ellas no

se agotan con la referencia hecho en torno a

la presencia de Castillo en el Carmel el 27

de octubre de 2002, o en cómo es que se

enteró el nombrado de la muerte de la

infortunada víctima. Nada de eso, hay más y

sobra el tiempo para ponerlas al

descubierto.-

Precisó Romero en su juramentada


ante el Tribunal y las partes, que entre los

que estaban jugando ese día al tenis se

encontraba Diego Piazza y que el mismo llegó

“un poco más tarde que la Sra. María Marta”

(sic) a quien ubicó en el lugar –en lo que a

su arribo se refiere- “a las cuatro de la

tarde y no jugó mucho” (sic) agregando

incluso que ellos –refiriéndose a Diego

Piazza y compañía- “se quedaron jugando un

poco más de tiempo” (sic), siendo que al ser

preguntado por la Defensa para que dijera lo

que en realidad ya nos había dicho, esto es,

a cuál de los dos hermanos Piazza se estaba

refiriendo, confirmó lo que anticipara al

decirnos que: “yo al que vi jugar era el

muchacho éste que estaba estudiando

medicina” (sic).-

¿No era acaso que Diego Piazza a

la hora en la que Romero lo coloca en la

cancha de tenis se encontraba en el

domicilio de Guillermo Bártoli observando

junto al mismo y otras personas -Carlos

Carrascosa y Sergio Binello, entre otros- el

partido de fútbol entre los equipos de River


y Boca?

Esto nos lleva a afirmar que si

Piazza estuvo en la casa de Bártoli a la

hora de dicho encuentro deportivo -lo que

aclaro no pongo en crisis- nunca pudo estar

en simultáneo jugando al tenis como lo

asegura Alberto Mario Romero. Ergo, el

nombrado falta a la verdad.-

Sorprende también la forma en la

que Romero llega a vincularse a este

proceso, allá por el 19 de abril de abril de

2003 (oportunidad en la que declara por

primera vez) toda vez que según nos hizo

saber, ello sucedió por intermedio del

abogado de la familia, el Dr. Scelzi, quien

lo contactó a partir de una charla que el

declarante mantuviera por aquél entonces con

“el Sr. Pablo Bollo, que era de la Comisión

Directiva” acerca de lo ocurrido el día en

que falleciera María Marta, siendo a través

de este último y en especial, en función de

lo que le comentara al mismo en tal sentido,

que Scelzi lo llamó para que declarara en la

Fiscalía (llevándolo incluso en su auto


hasta la sede de la misma).

Lo sugestivo del asunto y que no

me deja de pasmar, es que dos personas

mantengan un diálogo en el mes de abril del

año 2003 respecto de un hecho histórico

ocurrido mucho tiempo antes, el 27 de

octubre de 2002, y que no los afectaba

directamente. Verdaderamente, no es

verosímil en lo más mínimo.-

Por lo demás, no dejo de

advertir que a poco que se le preguntara a

Romero sobre algunos otros datos referidos a

días anteriores o posteriores a dicho

suceso, la ambigüedad de sus respuestas o la

marcada pérdida de registro en sus recuerdos

fue una constante en el mismo, lo que nos

habla a las claras de que el nombrado ha

sabido memorizar y sostener hasta las

últimas consecuencias un argumento patrañero

en beneficio de los imputados.-

Finalmente depusieron los dos

hijos del matrimonio Guillermo Bártoli-Irene

Hurtig, a la fecha del hecho de 13 (Tomás) y

10 años (Francisco).-
Más allá de que se vieron

impedidos de declarar en contra de su

progenitor, lo cierto es que no puedo dejar

de tener en cuenta a fin de evaluar la

veracidad de sus dichos, que han depuesto

tras nueve años de ocurrido el suceso. En

ese lapso temporal, los testigos han

escuchado en el seno familiar la versión que

el imputado Bártoli aquí narrara. Esta

circunstancia, sumada a la corta edad que

tenían a la fecha del hecho, hace que no

pueda determinar certeramente cuanto de lo

que dijeron responde a sus verdaderos

recuerdos de lo ocurrido, y cuánto a

“recuerdos implantados” por haber sido

escuchados de sus mayores durante tanto

tiempo.-

Pero no acaban aquí mis reparos,

pues ciertamente llama mi atención que un

niño de diez años pueda describir –ajeno por

lo general a estas cuestiones, máxime cuando

estaba pendiente de un partido tan

importante para su equipo de fútbol- la

vestimenta con que su tía jugó ese día al


tenis, o las personas mayores que estaban en

el lugar y sus movimientos.-

Llamativamente, ninguno de estos

testigos mencionó, que pasadas las 19.00

horas, hiciera su aparición Pedro Castillo

en el domicilio familiar, a fin de hacerle

masajes a su padre, circunstancia ésta que

sí claramente podrían haber recordado si,

como nos dijera el masajista, se trataba de

una costumbre de la mayor parte de los

domingos a esa hora. Fue el propio Bártoli

quien manifestó al iniciar su declaración en

la audiencia que él mismo estaba “viciado”

de información.-

Siguiendo con mi itinerario

argumental, otro elemento de fuste que

contribuye al convencimiento de que Bártoli

ha encubierto el crimen de su cuñada, es la

circunstancia de que fuera el mismo quien en

persona impulsara la obtención de la partida

de defunción de María Marta García Belsunce

de Carrascosa que en copia luce agregada a

fs. 137, de la que se desprende que la

muerte de esta última -según certificado


médico suscripto por el Dr. Juan March- se

debió -como causa- a un paro

cardiorrespiratorio no traumático, teniendo

lugar ella -según reza el documento- el día

27 de octubre de 2002, en la Ciudad Autónoma

de Buenos Aires.-

Surge al respecto con meridiana

llaneza y por tanto no puede ser objeto de

cuestionamiento alguno, que tanto los

motivos del deceso como el sitio donde se

habría producido el mismo, no son aquéllos

que guardan correspondencia con la verdad

histórica.-

Evidentemente, Bártoli ha

faltado a ella, y las razones que lo

movilizaron a actuar del modo en que lo

hiciera, deben buscarse en la innegable

necesidad que tenía de obtener un medio -el

certificado- que le permitiera llevar

adelante los trámites de inhumación de quien

en vida fuera María Marta García Belsunce

sorteando con éxito la "autopsia judicial"

que se imponía en función de su conocimiento

de que el fallecimiento de María Marta no


había sido consecuencia de un accidente.-

Ninguna otra interpretación, al

menos desde la lógica racional, es posible.-

No sobra mencionar aquí, como

otros elementos de prueba conectados con lo

anteriormente mencionado, la fotocopia de

formulario de denuncia de fallecimiento de

fs. 307, emanado de Casa Sierra, como el

recibo de pago de servicio fúnebre a su

nombre de fs. 308; el recibo del 27/10/02

expedido por Casa Sierra -siempre a su

favor-, y la fotocopia de contratación de

servicio a nombre de Bártoli de fs. 309.-

Pero no debe perderse de vista,

por cuanto claramente se presenta como un

elemento dirimente a la hora de estudiar el

comportamiento del Bártoli y tener por

acreditado en el marco del mismo el dolo que

exige la figura por la cual reclama pena la

acusación, que Bártoli llega a "Casa Sierra"

luego de no haber tenido éxito las gestiones

que con igual propósito llevara adelante por

ante la funeraria "Ponce de León" de Pilar.-

En efecto, han sido incorporadas


por su lectura -art. 366 inc. 2º del C.P.P.-

las declaraciones testimoniales prestadas

por Jacinto Raúl Ponce de León a fs.

269/vta., y por Gilberto Martinelli a fs.

309/310 de estas actuaciones y a fs. 542/543

vta. de la causa nº 2060 de oportuno trámite

ante el Tribunal Oral en lo Criminal nº 2 de

la Capital Federal, seguida a March, Juan

Carlos y otros en orden del delito de

Falsedad Ideológica.-

El primero, dijo ser propietario

de la casa velatoria Ponce de León S.A.,

ubicada en Lorenzo López nº 553 de la

localidad y partido de Pilar, recordando que

el día del partido Boca-River se hallaba en

la casa de su yerno cuando recibió el

llamado por teléfono de un empleado suyo

diciéndole que en el local se encontraban

unas personas manifestado que aparentemente

una señora se había accidentado en el baño y

había fallecido por una fractura de cráneo,

siendo que al considerar que era una muerte

violenta por más de haberse desencadenado en

el marco de un accidente doméstico, se les


indicó que era necesaria la participación de

la policía, "yo le manifesté esto al

empleado para que se los diga" (sic). Dijo

también, que estas personas -"creo que eran

dos hombres"- (sic) llegaron al lugar con la

inquietud de que ellos -en relación a la

casa fúnebre- les consiguieran un

certificado de defunción "pero sin

intervención de la policía" (sic), a lo que

se les dijo que no se podía, ofreciendo

entonces esta gente una segunda posibilidad

que consistía en conseguir un médico de su

confianza. Que frente a ello se les hizo

saber que dicho profesional debía certificar

la firma en la seccional por no ser del

distrito, ello en razón de existir un

círculo médico en Luján donde se van

registrando los médicos que pueden actuar en

Pilar. Finalmente, agregó que dada esta

información los posibles clientes se

retiraron de allí, intrigándole al

declarante después el tema, es decir, en

cómo el mismo se había solucionado ya que

por lo general, su empresa es la que se


encarga de llevar a los muertos a San

Fernando cuando hay una autopsia, quedándole

la inquietud de ver quién había inscripto la

defunción, constatando pasados dos o tres

días del episodio que relatara que no se

había "levantado" (sic) la inscripción,

pensando allí "que habrían cambiado el lugar

del fallecimiento" (sic), lo que no se puede

hacer en razón de tratarse el acta de un

instrumento público.-

Por su parte Martinelli, en la

primera de las juramentadas citadas y en

consonancia con lo expresado por su

empleador Ponce de León, refirió trabajar

para éste en el local que el mismo posee

dedicado a los servicios fúnebres, memorando

que el día 27 de octubre de 2002, siendo las

23:30 horas y en circunstancias se hallaba

en la oficina de la empresa, ubicada en la

calle Lorenzo López nº 553 de la localidad

de Pilar, cumpliendo con su guardia

correspondiente, se hicieron presentes en el

lugar dos personas del sexo masculino,

describiendo al primero con una edad


comprendida entre los 45/50 años, obeso, de

baja estatura, cabello corto peinado hacia

atrás, cree castaño claro, de tez blanca, y

vestido con una camisa blanca y pantalón

oscuro, siendo que el otro era más alto,

delgado, de unos 50 años de edad, tez

blanca, cabello oscuro algo abultado, y

vestido con camisa y pantalón, expresándole

el primero de ellos que necesitaba un

servicio porque en el Country Carmel "una

señora se estaba bañando, se resbaló y se

golpeó la cabeza con la canilla, lo cual le

provocó la muerte" (sic). Que ante ello, el

declarante les refirió que si tenían el

certificado de defunción firmado no habría

problemas, "pero la persona más baja, a la

cual se la notaba apurada" (sic) le dijo que

"no tenía dicho certificado y que no quería

la intervención policial" (sic), sin dar

mayores explicaciones.

Asimismo refirió que luego este

mismo sujeto le mencionó que tenía un médico

amigo que le firmaría el, dejando constancia

que desde el teléfono de la empresa abonado


nº 02322-428621 se comunicó con el supuesto

amigo, ratificándole éste, siempre por

dichos de la persona de baja estatura, que

se lo firmaría. Por último y tras aclararles

el declarante a estos sujetos que "en esos

casos tenía que estar la intervención

policial, porque luego el médico tendría que

dirigirse a la comisaría de la zona para

certificar y registrar su firma" (sic), la

persona que siempre llevó la palabra le

respondió diciéndole "cuando tenga el

certificado, venimos" (sic), retirándose del

lugar para no regresar más.-

Pero como ya lo adelantara, no

ha sido ésta la única oportunidad en que

Martinelli prestara su versión de los hechos

ante la Justicia, ya que luego de hacerlo

ante el Fiscal de la causa, volvió a prestar

testimonio, esta vez, ante el Juez de

Instrucción, Dr. Julio Marcelo Lucini,

revalidando frente al mismo todas y cada una

de sus originarias manifestaciones,

agregando tan solo en esta última ocasión y

refutando el falaz argumento de Bártoli en


punto a los motivos por los cuales

abandonara la cochería “Ponce de León” sin

contratar el servicio fúnebre que, según

dijera, guiaba sus pasos -ausencia de

médico- que dicha empresa no contaba por

aquél entonces con un solo profesional de la

salud, sino que, y por el contrario, eran

“varios los médicos” (sic) con los cuales

trabajaba la empresa, al punto tal que

estima que de los servicios que vendía la

misma “el cincuenta por ciento también

provee la intervención de un médico para que

certifique la causa de la muerte” (sic),

siendo que al ser preguntado en concreto

para que dijera si las personas (Bártoli y

Taylor) que lo visitaran en su lugar de

trabajo –y que al decir del testigo “querían

todo rápido, que fuera todo rápido” (sic)-

le solicitaron en algún momento un médico

para firmar el certificado de defunción,

Martinelli contestó que “no, absolutamente,

ellos hablaron con un

médico, pero en ningún momento me pidieron a

mí un médico” (sic), recordando una vez más


que estos sujetos “lo primero que le

dijeron… era que no querían intervención

policial” (sic), y que ello despertó su

atención, “ya que cuando –el más gordito- le

dijo que esa mujer se había caído de la

bañadera, era evidente que tenían que darle

intervención a la policía, pues siempre que

pasa un accidente así hay que darle aviso a

la policía” (sic).-

En relación a dichos

testimonios, y dado el cuestionamiento que

en cuanto a su incorporación por lectura

efectuaran las defensas de los encausados

Guillermo Bártoli, Horacio García Belsunce,

y Sergio Bártoli, en la oralidad del debate

primero, y en oportunidad de desarrollar sus

alegatos después, menciono que ya tuve

oportunidad de expedirme al respecto al

intervenir en la causa nº 3150, víctima Bco.

Río –entre otras- en la que sostuve que en

casos como el que nos ocupa debe partirse de

la base de que el propio código procesal que

nos rige, contemplando la hipótesis de que

por algún motivo quede debidamente


acreditada la imposibilidad de la presencia

de un testigo en la audiencia de debate,

permite que sus dichos sean incorporados por

su lectura al juicio, formando de tal modo,

parte del bagaje probatorio válido del que

podrá hacer uso el Tribunal al momento de la

decisión, valorándolos, claro está, en forma

armoniosa con el resto de las pruebas

rendidas en el juicio oral, permitiéndonos

así en el caso obtener la certeza

requerida.-

Esta postura, guarda coherencia

con lo que sobre tal tópico emana de

calificada jurisprudencia que campea en la

materia, como la del TCPBA, quien señalara

que "...la ley de rito admite incorporar por

lectura las declaraciones de los testigos

inhabilitados o ausentes...” (Sala Ia.,

sent. Del 18/12/2001 en causa n° 1814,

“Gamarra Quintana”), agregándose, como

fundamento de la razonabilidad que asiste a

este dispositivo, “...que de legislarse de

otra forma, elementos fortuitos como la

muerte o la mudanza del domicilio bastarían,


en ausencia de la manifestación de

conformidad del inculpado, para esterilizar

la investigación y frustrar el juicio con

profundo daño social e institucional..."

(TCPBA, Sala Ia., causa nº 2315, "Sigara",

rta. 25/11/99).-

En el mismo sentido, resulta por

demás esclarecedor y determinante para mí el

criterio sentado sobre la cuestión por la

Sala III del Excmo. Tribunal de Casación

Penal de esta Pcia., en cuanto ha expresado

que "...puede afirmarse que si se han

cumplido durante la etapa preliminar con las

formalidades y las condiciones del artículo

366 inciso 3º del Código Procesal Penal, las

declaraciones imposibles luego de producir

durante el debate pueden válidamente

incorporarse; que en el acto de la

incorporación no puede ni debe valorarse al

decidir, el carácter dirimente de la prueba;

y que la sentencia que recoja esa prueba

resultará válida en cuanto a su aspecto -

incorporación por lectura- sin perjuicio de

la eficacia probatoria que los jueces


asignen a la prueba así introducida...", así

como que "...tanto el artículo 8 de la

convención -Convención Americana de Derechos

Humanos- como el artículo 14 del Pacto -

Pacto Internacional de Derechos Civiles y

Políticos- antes referidos no constituyen

derechos absolutos del imputado... Acorde a

este criterio, el artículo 366 inc. 3º del

Código Procesal no es sino un segmento de la

reglamentación constitucional del imputado

al interrogatorio del testigo... Cabe

agregar en sentido coincidente que la

restricción del art. 366 inc. 3º de la ley

procesal, se corresponde con el texto

constitucional, pues si bien así no lo

indica explícitamente el Pacto de Derechos

Civiles y Políticos, la antes citada

Convención Americana sobre Derechos Humanos,

aclara que el derecho del imputado al

interrogatorio del testigo debe ceñirse

"...a los testigos presentes en el

Tribunal...", esto es a aquellos que estén

en condiciones de ser escuchados, de modo

que no se restrinja el derecho a un proceso


justo y equitativo para el acusado y que la

igualdad de armas no se vea vulnerada. Todo

ello, además, guarda correlato con el

principio de verdad real o histórica cuya

afirmación impera en el proceso penal, a

contrario de la verdad formal que permiten

otros ordenamientos procesales... Como

conclusión de lo hasta aquí expuesto, la

incorporación por lectura al debate de las

declaraciones testimoniales prestadas

durante la instrucción por el testigo luego

fallecido, ausente del país, de paradero

desconocido o incapaz de declarar, es

perfectamente lícita para el tribunal, por

tratarse de una reglamentación razonable al

derecho constitucional al interrogatorio del

testigo, al margen de su carácter dirimente;

y sin perjuicio del valor convictivo que

pueda alcanzar la prueba así introducida al

debate..." (Trib. Cas. Penal B.A., Sala III,

22-10-02, Miño del Valle, Miguel Angel).-

Para completar el punto, me

permito traer a consideración un fallo de la

Cámara Nacional de Casación Penal, quien al


analizar un caso análogo al que nos ocupa –

en este caso resuelto frente a un planteo

efectuado en relación a una decisión

adoptada de conformidad al art. 391 del

Código Procesal Penal de la Nación,

equivalente al art. 366 del digesto que nos

rige en la provincia- y refiriéndose al

Pacto Internacional de Derechos Civiles y

Políticos, y al alcance de la garantía de la

Defensa en Juicio, sostuvo que “… si bien

dicha norma (adoptada por la Asamblea

General de las Naciones Unidas en resolución

2200 del 16/12/1966 determina –entre otras

cosas- que durante el proceso toda persona

acusada de un delito tendrá derecho, en

plena igualdad, … a interrogar o hacer

interrogar a los testigos de cargo…, lo

cierto es que el referido Pacto –al igual

que todos los otros tratados internaciones

que han sido incorporados al texto de la

Constitución Nacional por la reforma de

1994, en las condiciones de su vigencia-, …

tienen jerarquía constitucional… pero… no

derogan artículo alguno de la primera parte


de esta Constitución y deben entenderse

complementarios de los derechos y garantías

por ella reconocidos… Siendo ello así, el

derecho consagrado en el Pacto citado

“supra”… debe armonizarse con el conjunto

del ordenamiento jurídico de nuestro país y,

consiguientemente, recibir para su goce la

reglamentación que –como se verá-

exclusivamente puede establecer el Honorable

Congreso de la Nación, de modo que solo

podrá efectivizarse… conforme a las leyes

que reglamenten su ejercicio… siendo

justamente el artículo 391 del Código

Procesal Penal de la Nación el llamado a

considerar la hipótesis de excepción que se

verificó en el caso bajo estudio, el cual

reconoce (sin alterar) el invocado derecho

en análisis de interrogar a los testigos en

el debate, permitiendo la incorporación por

lectura de sus testimonios cuando se dan los

supuestos especiales previstos y exigidos

por la misma norma. Por ello, la excepción

consagrada en el comentado artículo 391 del

ritual no resulta arbitraria ni contraria a


un derecho consagrado constitucionalmente,

toda vez que el art. 14 de la Carta Magna,

en palabras de Joaquín V. González (“Manual

de la Constitución Argentina, Estrada,

Buenos Aires, 1983, pág. 110) ha investido

al Congreso Nacional… con la potestad de

dictar todas las restricciones que nacen de

la misma naturaleza de la sociedad, de los

principios eternos de justicia y de moral, y

del conjunto de medios y recursos ideados

por la Constitución para afianzar la

justicia… Y es precisamente en virtud de

tales principios de verdad, de moral y de

justicia que deben regir a toda sociedad

civilizada, que se justifica cabalmente la

existencia de la norma concebida por el

legislador en el artículo 391 referido; toda

vez que en las circunstancias establecidas

resulta irrazonable conceptualizar tan

imprudente estado de indefensión social y

consagrar así el consecuente grado de

impunidad frente al hecho fortuito del

fallecimiento de la víctima y la

desaparición del testigo de cargo. El


referido criterio que deriva de la ley y que

consecuentemente observamos, sin duda

alguna, ajusta lo mejor posible la

realización del derecho penal sobre la base

de criterios ciertos de razonabilidad y

justicia; y en definitiva nos permite

aventar todo interés que pudiera tener quien

hubiese delinquido en procurar la ausencia o

cualquier forma de desaparición física de

los testigos que le pudieran resultar

desfavorables y así obtener un

pronunciamiento absolutorio en el juicio…

Por lo reseñado precedentemente… el derecho

de interrogar a los testigos de cargo… no es

directamente operativo, sino que tiene

limitaciones objetivas impuestas por la ley

que regula el ejercicio de dicha facultad,

con miras a cumplir fines superiores de una

sociedad democrática como la nuestra, esto

es… afianzar la justicia, consolidar la paz

interior, proveer a la defensa común,

promover el bienestar general, y asegurar

los beneficios de la libertad…” (CNac. Cas.

Penal, Sala III, 26-11-99, Salazar, José


Daniel).-

Aclarado ello, y en estricta

relación con los aportes efectuados por

Ponce de León y Martinelli, agrego en punto

a la falta de profesionalidad con que

dijeran Bártoli y Taylor fueron tratados en

la cochería Ponce de León, las palabras en

contrario de la testigo Alvarez Costa –quien

para el año 2002 se desempeñaba como gerente

comercial de urgencias funerarias de Jardín

de Pilar S.A.- quien en la audiencia de

debate y tras manifestar que conocía a la

empresa Ponce de León, nos dijo que la misma

“es muy seria, no tiene sucursales y es muy

antigua en Pilar” (sic). Esta testigo vuelca

una opinión profesional calificada sobre la

trayectoria y servicios de dicha firma,

vertidas bajo juramento y sin interés

personal alguno.-

Coopera también con la

reconstrucción de los hechos y adquiere en

la especie relevancia probatoria el

testimonio prestado por Oscar Sierco.-

El mismo, se pronunció ante el


Pleno del Tribunal y las partes y nos contó

que para el 27 de octubre de 2002 trabajaba

en una empresa funeraria llamada “Casa

Sierra”, la cual estaba ubicada en la calle

Riobamba 124 de Capital Federal, siendo el

declarante el Gerente de la Sucursal, y como

tal, el encargado de tomar los servicios,

cobrarlos, y luego enviar la documentación

relacionada con ellos a la casa central, en

la Chacarita. Comentó asimismo, que junto a

él trabajaba su esposa, Yolanda Giménez, y

que el día domingo 27 de octubre de 2002 “se

aparecieron dos señores” (sic) a solicitar

un servicio fúnebre, toda vez que según le

refiriera uno de ellos, había fallecido su

cuñada en Pilar, y que necesitaban llevarla

a cremación o a una bóveda que tenían en la

Recoleta, manifestándole también quien

hablaba que eran clientes de la empresa y

amigos del Sr. Bernardo, el dueño de la

misma, situación ésta que según pudo

constatar después no era cierta, “no eran ni

clientes ni amigos del Sr. Bernardo, quien

en todo momento me manifestó que no los


conocía, que no eran de su amistad” (sic).

Recapitulando, señaló que

luego de escuchar a esta persona, le pidió

la documentación, recibiendo por parte de

esta el DNI, y allí empezaron a hacer todos

los papeles, aclarando que cuando les

preguntó de qué había fallecido la señora,

le dijeron “que había fallecido de un paro

cardíaco mientras se estaba duchando” (sic),

siendo que al ser interrogado para que

dijera si en algún momento le exhibieron

alguna constatación de óbito o certificado

de defunción, respondió que no, recordando

Sierco que incluso, en relación a ello, el

sujeto en cuestión le preguntó si la empresa

tenía médico, a lo que le contestó que sí,

que se trataba del Dr. Carlos March.

Mencionó también, que luego de completar

algunos papeles que debía llenar y de

hacerle firmar al cliente un formulario en

el cual éste solicitaba un médico para que

certificara la muerte de María Marta García

Belsunce, pasándole esta gente la dirección

de un familiar, en la calle Junín, se


dirigieron a la exposición de ataúdes, de

menor a mayor precio, comenzando por uno de

2100 pesos, hasta que luego de pasar por

otros de 2500 y de 2800 pesos, llegaron al

más caro, valuado en 3500 pesos, siendo allí

cuando estas personas le dijeron “volvamos

para atrás” (sic), comprando en definitiva

el más económico, por lo que tras decirles

el declarante que el mismo era muy básico,

ellos le respondieron que no importaba ya

que su idea “era la de cremarla en unos

días” (sic), siendo que luego y tras abonar

en definitiva el servicio de sepelio y otros

gastos, los clientes, a quienes identificó

como Bártoli y Taylor –aclarando que “yo la

mayoría de la conversación la mantuve con

Bártoli, Taylor agregó un bocadillo, pero

prácticamente no intervino” (sic)- se fueron

a la casa, “supongo a las once de la noche”

(sic).

Reveló asimismo, que más tarde

lo llamaron por teléfono para comunicarle

que a la fallecida la iban a velar en la

casa, en la cama, preguntándole si podían


levantar el cuerpo ya que el mismo aún

estaba en el piso, siendo que como se

trataba de una muerte natural les dijo que

no había inconveniente en que así lo

hicieran, manifestando al respecto que “si

yo hubiese sabido que se trataba de una

muerte violenta no hubiera dicho nada de

esto, tengo cuarenta años en cochería y

nunca me había pasado nada de esto” (sic).

Seguidamente, y tras reconocer

la documentación que da cuenta del pago del

servicio fúnebre, gastos del cementerio y

certificado de defunción –“esta letra es

mía, dijo” (sic)- refirió que ese mismo día

y luego de la comunicación a la que hiciera

referencia, enviaron una ambulancia al

domicilio de esta gente en Pilar ya que

habían quedado con la misma en hacerlo para

que los especialistas acomodaran el cuerpo,

o bien, para que lo retiraran, calculando

que la misma habrá llegado al lugar “a las

doce de la noche” (sic), aclarando que “los

ambulancieros (generalmente iban el señor Di

Feo y su señora) no llegaron a maquillar el


cuerpo, creo que no llegaron a entrar a la

casa” (sic), aclarando que en ningún momento

se acordó con la familia el arribo de un

médico a la casa, por lo que el mismo nunca

se hizo presente ni en ese lugar ni en otro,

siendo que tal es así que su ausencia no

generó ningún conflicto, “la familia tampoco

se preocupó, nadie me llamó reclamándome el

médico” (sic).

Por último, aseguró que una

señora que era promotora de los cementerios

privados y de Lázaro Costa, de nombre

Graciela Jáuregui, apenas se supo del

asesinato se acercó a la empresa

comentándoles que el Sr. Horacio García

Belsunce había querido contratar el servicio

de cremación en el cementerio Jardín de Paz,

pero que cuando le dijo que la persona había

fallecido en un accidente doméstico y como

ellos ya habían tenido un caso muy parecido

de una mujer que había sido asesinada, le

dijeron que no, siendo que al enterarse de

que en realidad la causa de la muerte de

esta persona no había sido sino un


homicidio, llamó al Sr. Guillermo Bártoli

preguntándole en qué lo había metido,

contestándole el mismo que “él ya había

puesto abogado y que yo hiciera lo mismo”

(sic), aclarando que si bien en lo personal

sentía “odio hacia esta gente” (sic),

considerándose “víctima de todo esto” (sic),

dejó en claro que lo único que perseguía era

justicia, y que en definitiva su sentimiento

no lo hacía de ningún modo faltar a la

verdad, “yo podré tener odio hacia esta

gente… yo quiero justicia… yo creo todavía

en la justicia… el odio que yo siento no me

hace faltar a la verdad” (sic).-

De esta manera, y cotejando las

declaraciones de Ponce de León y Martinelli

con la de Sierco, claramente se advierte “un

cambio en el discurso” por parte del

imputado Bártoli.-

En efecto, ante los primeros y a

la hora de dar a conocer las causas del

deceso de la persona respecto de la cual se

solicitaba el servicio les habló de “un

accidente”, no obstante lo cual y estando ya


en conocimiento de las obligaciones que una

muerte traumática imponía –intervención de

la policía- su pregón ante el segundo fue

otro, ya que ahora se trataba de una muerte

absolutamente natural, tal es, la producida

a causa de “un paro cardíaco” mientras la

víctima se duchaba.-

Palpablemente, Bártoli sabía la

suerte que habría de correr en caso de

reeditar ante Sierco la versión del

accidente doméstico, más en este caso, y a

fin de evitar una nueva frustración en su

agitada noche, tomó todas las precauciones

para que ello no sucediera. No sólo modificó

su relato, tal como ya quedara expuesto,

sino que se hizo presente en el lugar

indicado, esto es, uno en el cual no se le

harían mayores preguntas y se le vendería un

servicio de sepelio con certificado de

defunción incluido, sin necesidad de que el

médico de la funeraria constatara las reales

causas de la muerte.-

No sólo no presentó el

certificado de defunción que le haría “un


amigo”, sino que tampoco reclamó la

presencia del médico de la funeraria en el

country el Carmel, lo cual no se condice con

lo que manifestaran los imputados en el

sentido de que el compromiso asumido por la

empresa prestataria del servicio incluía la

visita del profesional en el lugar de los

hechos a fin de expedir el correspondiente

certificado de defunción.-

Si algo transmitió el imputado

Guillermo Bártoli durante la audiencia de

debate, fue que no se trata de una persona

apocada, falta de carácter o que se deje

manipular por otros. Sumado ello al trabajo

que desempeñaba a la fecha del hecho, con

una instrucción de nivel universitario –

cuarto año de la carrera de veterinaria,

conforme él mismo dijera a fs. 809 de la

causa- que no se corresponden con la actitud

sumisa y de “dejar hacer” que pretende hacer

creer asumió cuando contrató el servicio y

tramitó el certificado de defunción en Casa

Sierra.

Además, no estuvo solo en dicho


trance, lo acompañaba su amigo Miguel

Hamilton Taylor, quien justamente intervino

en la toma de decisiones –vcia. la elección

del cajón- y poco antes había pasado por una

circunstancia similar con la muerte de un

familiar.-

Los dichos de Sierco, tras

escuchar al resto de los testigos, me

aparecen sinceros, sin ocultamientos de

porciones del relato que pudieran de algún

modo resultar desfavorables en cuanto a su

imagen o personalidad.

No advierto tampoco de sus

dichos que las consecuencias que le

acarrearan los hechos lo coloquen en una

situación vengativa o que pretenda inculpar

injustamente al imputado Bártoli.-

No obstante lo expuesto, la

Defensa cuestionó el testimonio de Sierco

hablándonos de que el mismo “ha cambiado” su

declaración “en estos 8 o 9 años”, tomando

para fundamentar su personal postura y en

clara transgresión a lo normado por el art.

366 del digesto de forma -al cual debemos


ceñirnos- declaraciones testimoniales que

como bien lo apuntara la Dra. Syseskind al

hacer uso del derecho a réplica, no fueron

incorporadas al juicio por su lectura y por

tanto, están excluidas del bagaje probatorio

del que las partes pueden valerse para

fundamentar sus pretensiones.-

Sin ánimo de hacer docencia,

remarco que tuvo el estimado Dr. Novak la

posibilidad durante el juicio de traer en

función de la herramienta que lo habilitaba

a hacerlo (inciso 4º de la mentada

normativa) las porciones de aquellas piezas

juramentadas que a su entender resultaban

discordantes con los dichos de Sierco en el

debate, para -de acuerdo a la letra de la

ley- “verificar sus contradicciones,

incongruencias u omisiones”, más sin embargo

no lo hizo, en contraposición ello con las

veintitrés (23) constancias que -de lo que

declarara el testigo- pidiera se dejaran en

el acta (a la que sumo una más solicitada

por su codefensor el Dr. Murcho -ver testigo

nº 36, escuchado en la audiencia del día 16


de junio de 2011-).-

Y créanme que no ha sido un

desconocimiento de la normativa vigente la

que llevara a la asistencia técnica del

imputado Bártoli a no utilizar el mecanismo

del art. 366 inciso 4º del código de rito en

ocasión de la declaración del testigo Oscar

Sierco.-

Prueba de ello, es que dicha

facultad fue ejercida ampliamente por la

misma (la mayoría de las veces a través del

propio Dr. Novak) en oportunidad de -por

ejemplo- recibir testimonio a Catalina

Vargas (en relación a la declaración de fs.

7448/7449 de trámite ante la UFI a cargo del

por entonces Fiscal Dr. Aquino), a Pedro

Juan Castillo (fs. 1556/1557 vta.), a

Viviana Decker de Binello (fs. 352 vta.), a

Estela Alvarez Costa (fs. 541/vta. de la

causa nº 2060 del registro del Tribunal Oral

en lo Criminal nº 2 de la Capital Federal),

a Santiago Rodolfo Biassi –en este caso por

intermedio del codefensor Dr. Blanco- (fs.

10/12 y 369/371), a Marcos Pablo Carranza


Vélez –Dr. Blanco- (fs. 602/vta.), a Eduardo

Walter Vera (fs. 590/vta.), y a Angel

Domingo Casafús –pedido efectuado por el

codefensor Dr. Murcho- (fs. 207), entre

muchos otros.-

Me pregunto entonces, ¿si tantas

veces y con diferentes testigos echó mano la

defensa del imputado Bártoli a la

prerrogativa que introduce el art. 366

inciso 4º del rito, por qué no lo hizo en el

caso de Sierco, a quien consideró una suerte

de testigo “mutante” en sus afirmaciones?

No encuentro respuesta al

interrogante planteado.-

Otro de los argumentos

utilizados por la asistencia técnica del

imputado Bártoli para desacreditar el

testimonio de Sierco, fue la mención hecha

por éste en punto a que “una señora que era

promotora de los cementerios privados y de

Lázaro Costa, de nombre Graciela Jáuregui,

apenas se supo del asesinato se acercó a la

empresa comentándoles que el señor Horacio

García Belsunce había querido contratar el


servicio de cremación en el cementerio

Jardín de Paz, pero que cuando le dijo que

la persona había fallecido en un accidente

doméstico y como ellos ya habían tenido un

caso muy parecido de una mujer que había

sido asesinada, le dijeron que no”, la cual

y según entendiera el Dr. Novak, se vio

desvirtuada a partir de las declaraciones en

el juicio de las testigos Graciela Jauregui

y Estela Alvarez Costa.-

Así, la nominada en primer orden

manifestó que para el mes de octubre del año

2002 trabajaba en la firma Jardín del Pilar,

en el sector de ventas, ofreciendo parcelas

en distintos parques privados como ser

Jardín de Paz, Memorial, Campanario, Gloria

y otros más, siendo que al ser preguntada

para que dijera si conocía al señor Sierco

respondió que sí, sabiendo que el mismo se

desempeñaba laboralmente en Casa Sierra,

teniendo con éste una relación estrictamente

laboral.

Por último, e interrogada que

fuera para que dijera si a esa fecha


(octubre de 2002) resulta cierto que se haya

querido contratar un servicio en la empresa

donde ella trabajaba para la familia García

Belsunce, dijo que no, al tiempo que también

expresó, en punto a una posible cremación,

que ella no estaba en el área de

contrataciones de la empresa sino en el área

específica de parque, “a la venta de

parcelas, nada más” (sic) y que por tal

motivo no manejaba la información

relacionada con las cremaciones o los

servicios de sepelio de la compañía,

resultando que al ser consultada finalmente

para que indicara si la cochería Lázaro

Costa formaba parte de la empresa respondió

por la afirmativa.-

Por su lado, Estela Alvarez

Costa expresó que para el año 2002 se

desempeñaba laboralmente como gerente

comercial de urgencias funerarias de la

firma Jardín del Pilar S.A., empresa ésta

que a su vez aglutinaba a varias marcas,

entre ellas, Lázaro Costa y el cementerio

parque Jardín de Paz.


Refirió además, que a pedido de

un Juez de Capital Federal y para confirmar

si por aquél entonces hubo algún pedido de

servicio de cremación en relación a la

persona de María Marta García Belsunce hizo

dos averiguaciones, la primera dentro de la

Sucursal de Lázaro Costa de Avenida Santa

Fe, donde los empleados le dijeron “que no

había ningún llamado” en tal sentido “ni

tampoco en la agenda constaba nada”, y la

segunda en el “área de parques” donde había

un Call Center en el que se recibían los

pedidos, verificando que “tampoco… -en el

mismo- había ningún llamado… no encontré

nada al respecto, ni en el 0800 ni en los

puntos de atención al cliente”. De otra

parte, ahondando en sus dichos, nos contó

que para pedir la cremación de un cadáver el

procedimiento era llamando al 0800 urgencias

y que en tal sentido fue que se escucharon

los llamados de los días 27 y 28,

constatando que no había ningún llamado

perteneciente a familiares de María Marta

García Belsunce, no obstante lo cual y


preguntada que fuera -por este mismo

sentenciante- para que dijera si en caso de

que la persona que llama no da sus datos

personales y solo pide información para

cremación, eso igualmente queda registrado,

la testigo respondió que “no”, ya que en ese

supuesto solo “respondemos las inquietudes

del llamante y listo”, agregando –no

obstante aclarar que ella no cumplía tareas

en esa área- que “lo que se registra es

cuando se pide un servicio, si solo piden

información no se le requieren los datos al

llamante, es decir, yo lo que no encontré es

algún llamado que hiciera relación a

familiares o allegados de María Marta García

Belsunce, en concreto eso, nada más”.-

¿Qué prueban o dejan de probar

en definitiva los dichos de Jáuregui y

Alvarez Costa?

Absolutamente nada, toda vez que

el hecho de que no haya registro alguno de

un posible llamado de Horacio García

Belsunce solicitando informe acerca de una

cremación, no quiere decir que –tomando las


palabras de la testigo Alvarez Costa- el

mismo no haya existido.-

Por otra parte, de no haber

recibido Sierco ningún comentario al

respecto, ¿cómo pudo el mismo traer a la luz

y poner sobre la mesa el nombre de la firma

Alvarez Costa?

Repárese en que dentro del

amplio número de posibilidades, Sierco no

mencionó cualquier empresa. Nada de eso. Nos

habló solo de aquélla que al decir del

propio Bártoli (no solo en su declaración de

fs. 809/818, sino también en el debate) no

fue ni más ni menos que su primera opción a

la hora de contratar el servicio fúnebre

para su cuñada María Marta García Belsunce.-

¿Mucha casualidad, no?

Tengo para mí que el diálogo

entre Sierco y Jáuregui denunciado por el

primero evidentemente existió, aunque

desconozco los motivos que impulsaron a la

nombrada en último término a ignorarlo.-

Sigamos.-

Directamente engarzado con lo


vertido por el testigo Sierco se encuentra

el testimonio aportado por Roberto Daniel Di

Feo, quien trabajara para el nombrado y

refiriera que el día 27 de octubre de 2002

llegó al domicilio de la familia Carrascosa

“alrededor de las once de la noche” (sic), y

que una vez en el mismo fue recibido por el

señor Guillermo Bártoli, con quien se

dirigió al primer piso de la casa donde pudo

ver a dos o tres personas más, una de las

cuales era una mujer rubiecita, de baja

estatura, comunicándole el declarante a los

presentes que traía el servicio para montar

la capilla ardiente, a lo que le

respondieron haciéndole saber que no hacía

falta, ya que a la fallecida la iban a velar

en la cama, siendo que aunque “se veía muy

poco porque era muy tenue la luz que había”

(sic) alcanzó a observar “de lejos” (sic)

que efectivamente el cadáver se hallaba

“acostadito” (sic) sobre la misma, “tapado

medio cuerpo, vestida, peinada” (sic),

mencionando que por lo que pudo ver en ese

momento y también después –al día siguiente-


“el cuerpo estaba acondicionado… estaba muy

maquillada, muy arreglada, yo se lo puedo

asegurar porque es mi trabajo, estaba

arreglado por alguien con tanta o más

especialidad que yo” (sic), y que por ese

motivo esa noche no tuvo nada que hacer,

preguntando simplemente a los familiares

cómo pensaban hacer al día siguiente para

bajar el óbito, porque por la escalera y

teniendo en cuenta el tamaño del féretro iba

a ser bastante complicado lograrlo,

proponiendo el declarante intentar hacerlo

bajando solamente el cuerpo utilizando una

bolsa, a lo que le dijeron que no,

ofreciendo en cambio esta gente y como

alternativa intentarlo con el féretro

incluido por medio de una ventana tipo

alcoba, a lo que el declarante se negó.-

Indicó además, que finalmente se

llevó la capilla ardiente en la ambulancia

con la cual había llegado y en la que lo

aguardaba su esposa, Yolanda Cardozo, con

quien trabajaba, abandonando el lugar luego

de no más de quince minutos después de haber


llegado –aclarando que tardó más en que le

abrieran la puerta para ingresar al

domicilio que lo que estuvo dentro- con la

sensación de “la frialdad en el trato” (sic)

por parte de estas personas, y porque lo que

presenciara “no parecía un velatorio, no

había lágrimas, no había sentimientos, yo

sentí que tenía que terminar muy rápido mi

estadía en esa casa” (sic), llamándole a su

vez la atención que en la generalidad de los

casos siempre “primero va el médico antes

que yo para hacer el certificado de

defunción” (sic), pero ese día el mismo “no

estaba… me extrañó” (sic).-

Asimismo, comentó que al día

siguiente regresó al domicilio “creo que… a

las diez de la mañana” (sic), junto con el

soldador de apellido Michili, su pareja,

Yolanda, y el camillero Luis Lobei, quien

ingresó a la casa recién cuando el

declarante hizo todo el arreglo, recordando

que subió al primer piso donde encontró al

hermano de la fallecida, “el periodista”

(sic), llorando junto al cuerpo de su


hermana, a los dos hijos de él, y a Bártoli

en compañía de tres caballeros más, siendo

que cuando se disponía a mover el cuerpo en

presencia de este último se encontró con la

sorpresa de que al sacar la almohada la

misma “viene con un coágulo de sangre, una

mucosidad de sangre” (sic), por lo que con

asombró miró al camillero pidiéndole que por

favor le trajera guantes, manifestándole en

ese momento Bártoli “tratá de hacer el

trabajo rápido” (sic), respecto de lo cual,

y preguntado que fuera el testigo para que

dijera si era normal ese apuro, el mismo

respondió “Y, después de ver esa sangre en

la almohada, no” (sic) -situación ésta que

trae a mi memoria (por su semejanza literal)

el testimonio de Martinelli, cuando dijera

que esas dos personas (en alusión a Bártoli

y a Taylor) “querían todo rápido, que fuera

todo rápido” (sic).-

Agregó también (volviendo al

relato de Di Feo), que tras pedir que le

pasaran una sábana o toalla, ante la

negativa de Guillermo Bártoli de que Di Feo


fuera a buscar sus guantes de látex al

vehículo en el que se movilizaba para así

manipular el cadáver ensangrentando, se vio

obligado a pasar el cuerpo desde la cama al

féretro, notando que “la sangre le llegaba

hasta la cola… fue un derrame de sangre

grande porque le provocó un coágulo” (sic)

(circunstancia ésta que no puede dejar de

relacionarse con lo apuntado por quienes

estuvieron presentes en la operación de

autopsia en cuanto al hallazgo de una toalla

ensangrentada en el cajón).-

Merece destacarse lo dicho al

respecto por Di Feo en el debate cuando

conminado por Guillermo Bártoli a manipular

el cadáver con una toalla en vez de

colocarse los guantes, tras depositar el

cuerpo sin vida en el cajón recibe la orden

del antes nombrado de arrojar la toalla

ensangrentada dentro del mismo.-

Es palmaria la validación del

relato de Di Feo si atendemos al encuentro

de la toalla al desoldarse el ataúd con

motivo de la realización de la autopsia, que


gráficamente llevara al Dr. Moreira a

calificar el hallazgo de ritual inusual

funerario.-

Prosiguiendo con su relato,

memoró Di Feo que después llamó al soldador

para que lo cerrara, siendo que finalmente

lo bajó señalando que hacerlo “costó un

triunfo” (sic) porque se hizo a través de

“una escalera tipo en U, con techo no recto

sino en caída” (sic), agregando que de

hecho, si se lo revisa, se podría constatar

que el féretro “está rayado hasta las

manijas” (sic), finalizando su exposición no

sin antes decir que “tengo que hacerme

culpable de no haber parado el servicio en

ese momento y haberme retirado… El ambiente

no me gustó, callé y otorgué” (sic),

llegando incluso inmediatamente después de

finalizado su trabajo a hablar del tema con

Orlando César Caputto, Gerente de Casa

Sierra, advirtiéndole al mismo que este

servicio les iba “a traer problemas” (sic).-

Me detengo aquí tan solo para

reflexionar sobre dos cuestiones, primero,


la relacionada con la presencia o no del

imputado Bártoli durante el encajonamiento

de María Marta, y la segunda, no sólo sobre

lo que se dijo en punto al ambiente que

predominó en el velorio de María Marta, sino

fundamentalmente quién lo dijo.-

En punto a si Bártoli estuvo o

no al momento en que María Marta fue

trasladada desde la cama hasta el cajón,

entiendo que el propio imputado en su

injurada de fs. 809/818 vta., se encargó de

despejar cualquier incierto posible al

manifestar que si bien en un primer momento

y mientras ello ocurría se ausentó del lugar

“porque soy muy aprensivo a esas

circunstancias y ya no la quería ver a

María Marta así”, luego volvió “para apurar

un poco” (sic).-

Pero Bártoli, en su declaración

en el debate admitió en definitiva haber

estado en los momentos inmediatamente

anteriores y posteriores a la colocación del

cuerpo en el ataúd, segando puntualmente el

episodio que lo compromete.-


Ello valorado conjuntamente con

lo expuesto en su declaración incorporada

por su lectura, me motiva a no dudar de las

manifestaciones de Di Feo sobre el punto.-

Por otra parte entiendo que esta

circunstancia no se vio desvirtuada por el

aporte que otros testigos hicieran en tal

sentido, tal el caso de “Marielita”, quien

si bien aseguró haber visto a María Marta en

el féretro no pudo decirnos con precisión

qué personas se encontraban en la habitación

al momento en que se trasladó el cuerpo de

la cama al cajón, ni después, en

circunstancias en que se procedía a su

cierre, ya que según dijera, “bajé cuando lo

estaban cerrando” (sic).-

En punto a lo que se dijo

respecto del ambiente que predominó en el

velorio, advierto que esto fue expuesto por

una persona cuyo trabajo le imponía estar en

contacto permanente con situaciones como la

que nos ocupa, en las que los familiares del

fallecido expresan lo que sienten.

Nótese que aquí el testigo no


mostró su extrañeza sobre la forma de

manifestación de sentimientos –que

obviamente varían según cada persona y

pueden llevar desde el llanto, desmayos,

negación, depresión, exaltación, etc., hasta

un absoluto autodominio- sino que lo que

percibió fue la falta de sentimientos, y si

hay alguien que puede tener experiencia y

observación en trances como este, es el

testigo referido, ajeno a cualquier interés

más que en su momento realizar su trabajo y

coincidente además en estas apreciaciones

con testigos como Biassi, Casafús, Ofelia

Mabel Pozzi (alias Gladys Peró) y Susana

María Murray, entre otros.-

Retomando el hilo conductor de

mi voto, prosigo señalando que frente a

tamaña contundencia incriminatoria surgida

de las declaraciones de Ponce de León,

Martinelli y Sierco, se erige en soledad el

testimonio prestado por Miguel Hamilton

Taylor.-

El mismo, comenzó su aporte

mencionando que a María Marta y a Carlos


Carrascosa los conocía desde que el

declarante tenía 18 años de edad, uniéndolo

con los nombrados (teniendo en cuenta que el

testigo denunció haber nacido el 26 de

agosto de 1953) una relación -a la fecha del

hecho- de más de 30 años de amistad “muy

intensa” (sic).

Asimismo, nos contó que tomó

conocimiento de la muerte de la primera el

día 27 de octubre de 2002, a las 19:10 o

19:15 horas, cuando lo llamó su mujer Nora

Burgués de Taylor pidiéndole que fuera a lo

de Carrascosa toda vez que había habido un

accidente, por lo que de inmediato y junto a

su hijo Santiago se dirigió hasta allí,

encontrándose al llegar con gente en la

calle y también con una ambulancia,

recordando que cuando ingresó a la casa lo

hizo preguntando qué había pasado con Carlos

ya que nunca se imaginó que el problema

podía ser con María Marta, observando en ese

momento la presencia de una segunda

ambulancia y la de su amigo Sergio Binello,

quien le comentó que María Marta había


tenido un accidente y que creía que no había

nada por hacer.

Especificó también, que dentro

de la propiedad se encontraban por entonces

Viviana Binello, Irene Hurtig, Carlos

Carrascosa, Guillermo Bártoli “y no me

acuerdo quién más… aunque después empezó a

aparecer gente” (sic), recordando que lo que

se comentaba en ese momento es que todo

había sido un accidente, creyendo que Carlos

esbozó una teoría de cómo había sido el

mismo, pero no mucho más que eso.

Puntualizó además, que momentos

más tarde llegó su mujer a quien le comentó

lo sucedido, notando que en el lugar “había

mucho movimiento de la gente de la

ambulancia, que subía y que bajaba, hasta

que finalmente es como que se dieron por

vencidos de la situación” (sic), creyendo

que fue allí cuando le dieron el pésame a

Carlos, aclarando que en lo personal no

presenció ese momento y tan solo lo supone,

ya que si bien estaba en el living no se

acercó al grupo, “vi que hubo un encuentro


entre ellos pero no participé” (sic).

Mencionó asimismo, que cuando ya

estaba definida la situación llamó a su

padre que por entonces tenía 84 o 85 años

por Nextel, el cual también se hizo presente

en el lugar, recordando que luego de ello

Guillermo o Carlos le preguntaron si podía

acompañarlos a buscar un servicio de

sepelio, prestándose el declarante a ello,

yendo finalmente junto a Guillermo –quien

nada le dijo preguntado que fuera por ello

por la Dra. Syseskind, acerca de la

existencia de orificios en la cabeza de

María Marta y mucho menos de la pérdida de

masa encefálica- a la funeraria Ponce de

León, por sugerencia de su mujer, donde

tocaron timbre y una vez que los atendieron

le explicaron al empleado del lugar por qué

estaban allí, comentándole en tal sentido

que había muerto una persona en un accidente

en el Club Carmel y que necesitaban el

servicio de sepelio, enterándose allí que el

mismo tenía que venir acompañado por el

médico de la funeraria, siendo que este


muchacho, luego de escucharlos e irse para

adentro regresó a los minutos diciéndoles

que no les podía ofrecer el servicio

completo porque no tenía el médico de la

funeraria, motivo por el cual y sin que en

ningún momento los advirtieran acerca de que

debía darse intervención a la policía o a la

justicia, y menos aún, de requerírseles

certificado de defunción alguno, se fueron

para la Capital Federal, a la segunda

opción, a Casa Sierra en la calle Riobamba,

cerca de Congreso, donde llegaron y le

contaron al Sr. Sierco lo que estaban

necesitando, en concreto, que precisaban un

servicio para una persona “que había tenido

un accidente en el baño y que había

fallecido, sin dar detalles” (sic), siendo

que luego de ello Guillermo firmó unos

papeles y pagó con dos cheques. Que luego de

ello, Guillermo le pidió al declarante que

eligiera el féretro, inclinándose el testigo

por “uno nada pomposo, porque María Marta,

lejos de ser ostentosa, hubiera elegido el

mismo” (sic), para luego rectificarse y


aclarar que en realidad el elegido, era el

segundo más importante de los cuatro o cinco

que le exhibieron, “era uno importante”

(sic).

Aclaró además, que en ningún

momento se habló con el Sr. Sierco de la

posibilidad de cremación de María Marta, y

que de hecho ellos esperaban que fuera el

médico a la casa, “pagamos por eso, nos

vendieron el servicio, y adicionalmente a

eso nos mandaban al médico” (sic),

asegurando que incluso se le preguntó a

Sierco si se podía mover el cuerpo y el

mismo dijo que sí.-

Corresponde aquí que me detenga

por unos breves instantes a efectos de

analizar el valor probatorio que cabe

asignársele a la contribución de este último

testigo.-

En esta inteligencia, entiendo

que Taylor ha venido al juicio con un

discurso claramente funcional a la coartada

mantenida por Bártoli.

Ha intentado el mismo, a través


de sus dichos, sostener una versión que

claramente no es aquélla que introducen

quienes, a diferencia de Taylor, ningún

interés persiguen en la resolución de la

causa.-

¿Acaso qué necesidad tendría

Ponce de León en faltar a la verdad,

perjudicando en alguna medida al imputado

Bártoli?, ¿Y Martinelli?, ¿Y Sierco? Por lo

visto, las razones brillan por su ausencia.-

Sin embargo y a diferencia de

aquéllos, sí resulta sencillo advertir cuál

ha sido la motivación de Taylor en declarar

del modo en que lo hiciera.-

Anexo a lo expuesto, que no se

ha acreditado relación alguna entre ambas

casas mortuorias que permitiera siquiera

entrar a una hipotética confabulación entre

los responsables de las mismas para brindar

versiones opuestas a las del testigo en

cuestión.-

Dejando de lado la relación

personal que Taylor mantenía –y que aún

continúa- con los involucrados –en especial


con Carlos Carrascosa y Guillermo Bártoli- y

que a partir de ello se pensara que sus

dichos podrían estar orientados únicamente

en beneficiar a personas muy cercanas desde

lo afectivo a él, lo cierto es que al

pronunciarse de la forma en la que lo

hiciera, Taylor no hizo más que salvaguardar

su propia responsabilidad criminal en el

hecho.

Nótese que mal podría el

nombrado darnos una versión diferente a la

introducida por Bártoli, ya que de hacerlo y

admitir como cierta la que fuera denunciada

por Ponce de León, Martinelli y Sierco,

literalmente no estaría más que confesando

un delito cometido por él mismo, tal es el

de encubrimiento agravado.-

Por ello, y entendiendo que el

testigo ha faltado a la verdad y que además,

con independencia de lo dicho, existen

elementos que permiten razonadamente

concluir que el mismo ha participado también

de la comisión del delito de encubrimiento,

es que habré de ordenar en la parte


dispositiva de la presente la extracción de

testimonios de las piezas pertinentes y su

posterior remisión a la Mesa Gral. de

Fiscalía Departamental, a efectos se forme a

su respecto causa por separado.-

No está de más agregar, que si

todo hubiese ocurrido con la naturalidad

referenciada por Taylor, no se explican las

palabras del imputado Bártoli puestas en

boca del testigo Alberto Enrique White,

quien en su juramentada de fs. 346/348, a la

cual ya me refiriera, surge al decir de este

último que "Bártoli estaba preocupado porque

asumió que había actuado mal con el tema de

la cochería, porque él aparentemente llamó a

una cochería de Pilar, mejor dicho fueron

Michael Taylor y Bártoli a pedir que les

firmaran un certificado por muerte

accidental, a los que les dijeron que se

negaban a hacer el servicio" (sic), así como

que "Bártoli me dijo que si él tuviera que

volver a hacer las cosas no las haría así...

que sabía que estaba en un lío porque como

causa de la muerte el médico había


manifestado que había sido por un paro

cardiorrespiratorio no traumático" (sic).-

Volviendo sobre mis pasos, hago

pie en un detalle más a tener en cuenta.-

Como ha quedado comprobado, la

primera elección de Bártoli en punto a la

contratación del servicio fúnebre fue la

casa mortuoria “Ponce de León”, ubicada en

la calle Lorenzo López nº 553 de la

localidad y Partido de Pilar, siendo que al

no tener por parte de la misma respuesta

favorable a su pedido, su nuevo destino fue

Casa Sierra en Capital Federal.-

En este contexto, no debe

perderse de vista que despierta mi atención

la circunstancia de tamaño viaje cuando

existían otras cocherías en la zona.-

Sin ir más lejos, quienes

caminamos las calles de Pilar por ser

vecinos de la jurisdicción -como el imputado

Bártoli- sabemos de la existencia a modo de

ejemplo y entre otras, de la “Funeraria del

Pilar”, de Murziez S.R.L., sita en la calle

Pedro Lagrave nº 537 de dicho medio, y que


para el mes de octubre de 2002 funcionaba en

igual lugar bajo la razón social “La Palma”

de Hugo Casino, ello conforme certificación

actuarial acompañada por la Fiscalía en los

términos del art. 363 del digesto de forma.-

El dato no es menor si de

distancias hablamos, y digo ello, por cuanto

dos son las calles que separan Lorenzo López

de Pedro Lagrave (Irigoyen y Bolívar)

existiendo por tanto entre una cochería y la

otra un corto trecho.-

¿No sería tal vez que resultaba

inconveniente que dieran otra versión de la

muerte a quienes eran colegas y por cercanía

podían enterarse de las discrepancias en

cuanto a las causas del fallecimiento de una

vecina conocida públicamente?

Pero por lo visto, el viaje no

fue un obstáculo para Bártoli, ni aún,

frente a la realidad que implicaba que

mientras él estaba abocado a la obtención

del certificado de defunción, el cuerpo de

María Marta yacía desangrado en el piso de

su casa, y como nos dijo, esa era su mayor


preocupación.-

No ha sido un fallido de este

administrador de justicia la mención de cuál

era por entonces la finalidad que perseguía

Bártoli.-

Lo dicho vale, por cuanto en

efecto, el mismo no buscaba un servicio

fúnebre. María Marta iba a ser velada en su

dormitorio, en la cama, y por lo tanto, poco

importaban las cualidades y/o virtudes de la

cochería contratada.-

De no ser así, no se explica por

qué no concurrió a la Funeraria “La Palma”,

o bien, a cualquier otra de los alrededores,

y si se desplazó, por el contrario, hasta la

Capital Federal.-

Lo que perseguía Bártoli, no era

más que la obtención de un certificado de

defunción (sin que un forense tomara vista

del cuerpo) o si se me permite decirlo, “el

pasaporte” a la impunidad.-

Ello explica también el porqué

Carlos Carrascosa y Guillermo Bártoli

omitieron hacer realidad el deseo que María


Marta había hecho público (y del cual ambos

tenían cabal conocimiento a partir de lo que

surge respectivamente de sus declaraciones

de fs. 850/855 y 809/818) y que consistía en

donar sus órganos una vez fallecida, ello en

razón de que para cumplirse con el mismo no

habría manera de sortear la realización de

una autopsia –que desde un primer momento

quisieron evitar- que los hubiera puesto al

descubierto.-

En correlación con esto último,

viene a mi memoria que Susana María Murray

(Susan Murray) dijo que el día 29 de octubre

recibió un llamado de Inés Ongay a quien no

conocía, “muy enojada” porque la familia no

había donado los órganos de María Marta,

siendo ella donante.-

Por su lado, María Laura García

Belsunce expuso en igual sentido que su

hermana era donante de órganos,

circunstancia que ratifica los dichos de

Ongay en cuanto al conocimiento que había en

la familia de la voluntad de su amiga.-

Llama entonces la atención, por


ejemplo, que Hamilton Taylor y Bártoli

estuvieran tan interesados en elegir un

cajón de acuerdo a los supuestos deseos de

la fallecida, y que ignoraran tan

flagrantemente su clara voluntad de donar

órganos.-

Si bien no cumplió Bártoli con

los deseos de María Marta, sí lo hizo con

los de Carrascosa.-

Había que evitar que un médico

tomara vista del cuerpo de la víctima (se

logró) y en simultáneo obtener un

certificado de defunción (se consiguió).-

No hubo antes de su inhumación

autopsia de la víctima –recuérdese que la

misma se realizó recién cuarenta y seis días

después de la muerte- y las razones de ello

podemos encontrarlas en las palabras, entre

otras tantas, de la testigo Inés Ongay.-

En efecto, la misma relató que

se enteró de la muerte de María Marta esa

misma noche a través de una llamada de Elena

Caride “me dijo que se estaba bañando y que

se había pegado un golpe, que era un


accidente” (sic) pero que la dicente tuvo

dudas sobre que esto fuera así

relacionándolo con una conversación reciente

con María Marta en la que ella le contara

que su marido estaba cada vez más

“paranoico” (sic) y que además la llamaba

todo el tiempo.

Refirió asimismo, que le pidió a

Carrascosa que la esperara con el cajón

abierto ya que quería ver a su amiga, no

obstante lo cual a su arribo debió ir

directamente al cementerio –no se la esperó-

donde recordó que se hablaba de “mil formas”

sobre el mecanismo de su muerte.

De otra parte, nos habló de la

famosa conversación que mantuvo tras el

entierro con Pichi Taylor en su casa del

Carmel donde esta última le dijo a la

deponente que no creía en la versión del

accidente, y que “hicimos lo que el gordo

(Carrascosa) quería, que no le hicieran

autopsia y que la enterraran en el último

horario” interrumpiéndose el diálogo ante el

ingreso de Elena y Canela, Michael Taylor y


Carlos Carrascosa.-

Al haber negado Nora Taylor

dicha interlocución -en contraposición a

Inés Ongay quien señalara que ese comentario

existió, “yo lo voy a sostener hasta el día

de mi muerte, hay cosas muy fuertes que no

se olvidan hasta el último día de la vida”-

el interrogante en ciernes es el siguiente:

¿A quién creerle?

Habiendo escuchado a ambas

testigos en la audiencia, no me caben dudas

de que quien dijera la verdad es Inés

Ongay.-

Dos son los motivos que me

llevan a esta conclusión.-

El primero: La impresión

personal que ambas dejaran en la audiencia

de debate tras escuchar sus testimonios.

Ongay, clara en sus conceptos, sostenidos

desde el comienzo de la investigación y en

actitud colaborativa, incluso manifestando

olvidos en ciertas porciones de su relato,

los cuales fueron reconstruidos por la

operatoria del art. 366 inciso 4º del


digesto de forma, ratificándolos.

Taylor en cambio, con un

discurso establecido negó las situaciones

que podían comprometer a su núcleo de

amigos.-

Puntualmente negó las

manifestaciones de Nolting y Carranza Vélez

en cuanto éstos dijeron que le había

impedido el ingreso al dormitorio al primero

de ellos, y también, la mencionada

conversación con Inés Ongay.-

Además, White en su declaración

incorporada por lectura obrante a fs.

346/348 refirió que “pasando al día

siguiente, recordó haberse encontrado con la

Sra. de Taylor, quien llorando le refirió

“no me cierra Tito, no me cierra” (sic), en

franca coincidencia con la postura que

dijera Ongay asumiera ante ella Pichi Taylor

respecto a la versión del accidente, en

momentos temporales cercanos uno del otro.-

¿Puede pensarse que tanto Ongay

como White –de los que ni siquiera puede

decirse que se conocieran- inventaran sus


respectivas conversaciones con Taylor,

refiriendo justamente lo mismo? ¿Y que

Nolting y Carranza Vélez la colocaran

asumiendo una actitud compatible con el

pedido del “Gordo” –que no le hicieran

autopsia, evitando que viera el cuerpo de

María Marta un médico con experiencia y

docente universitario que en la audiencia y

a otros testigos dijo, aún sin ver el

cadáver, que correspondía la intervención

policial?.-

Más aún, no encuentro motivos

que justifiquen que los distintos testigos

mintieran en sus respectivas declaraciones.

¿Por qué?, ¿para qué?.

En cambio, Nora Taylor transitó

en su declaración por respuestas vagas,

desaciertos y olvidos, negando aquellos

incidentes que claramente perjudicaban a sus

amistades.-

En esta línea asumida por la

testigo en su declaración, aparece también

la circunstancia de que la noche del 27 de

octubre, Juan Hurtig le transmitió sus dudas


diciéndole “a mí esto no me cierra”, que

cuando le sacó las zapatillas estaban

mojadas y María Marta tenía atrás una herida

grande.-

Pero hay más.-

Inés Ongay contó que en esa

conversación en casa de Taylor, ante su

pregunta de cómo habían hecho para evitar la

autopsia y el entierro al día siguiente,

Pichi le dijo –declaración de fs. 703/705 a

tenor del art. 366 inc. 4º del Rito- que

“como esto se podía abrir en un suicidio o

en un homicidio o más cosas … el gordo

Carrascosa nos había pedido que no se la

llevaran e hicieran autopsia, que como había

ido una ambulancia, y la policía, entonces

se arregló, pagamos para que se hiciera lo

que el gordo quería”.-

¿Cómo pudo saber Inés Ongay de

estas circunstancias en ese momento, a menos

que efectivamente Pichi Taylor se las

hubiera contado? Y justamente en su relato

se menciona un homicidio como causa de la

muerte y la frustrada presencia policial por


un pago, cuestiones que han sido objeto de

tratamiento en este pronunciamiento: no hay

dudas de la muerte homicida de María Marta y

que existió una conversación para “parar a

la policía” y que de ser necesario había que

“coimearla”.-

¿O la libre imaginación de Inés

Ongay le permitió asumir versiones de

terceros que mágicamente se vieron

concretadas en la realidad?

Por otra parte, si tengo para mí

que Inés Ongay ha sido veraz en su

declaración, porqué dudar cuando dijo en

relación a su preocupación sobre si María

Marta había sufrido, que Canela (Carmen

Hortensia Aberastain de Panelo) le contó que

ante esa misma pregunta Carlos Carrascosa le

había dicho “no tuvo tiempo de darse cuenta

de nada” (sic).-

¿Por qué la afirmación?, ¿estuvo

presente?

La respuesta a este interrogante

excede el ámbito de este trabajo.-

Hice mención recientemente a la


testigo Panelo y ocupándome nuevamente de la

misma, no puedo dejar de mencionar que no es

un dato menor -por cuanto también hace a la

credibilidad de la testigo Ongay- la

referencia hecha por “Canela” en punto a que

esta última le contara que Pichi Taylor le

hizo un comentario que le llamó muchísimo la

atención, pero que no recordaba de qué se

trataba.

La importancia de tales

manifestaciones, radica en que repasando la

declaración de Ongay, la única referencia a

alguna conversación relevante sobre la

muerte de María Marta es aquella en la que

tras el entierro en La Recoleta, fueron a la

casa de Pichi Taylor donde cuando Inés Ongay

le dice que no creía en la versión del

accidente, Pichi le dice “hicimos lo que el

gordo quería, que no le hicieran autopsia y

que la enterraran en el último horario”

(sic), interrumpiéndose ante la llegada de

Carrascosa.-

Finalmente, Elena Caride -

hermana de uno de los abogados defensores


del imputado Sergio Binello- refirió que

tras haber tomado conocimiento a través de

una amiga de la muerte de María Marta en un

accidente en la bañera se dirigió al Carmel

a donde arribó aproximadamente a la una de

la madrugada del lunes 28 de octubre,

comentándole un día más tarde Inés Ongay que

había algo “rarísimo” toda vez que Pichi

Taylor le había contado que Carlos le decía

que por favor no hagan la autopsia y que si

era necesario que pagaran por ello.-

Esta circunstancia de alguna

manera se corresponde con la participación

que Nolting le atribuyó a Nora Burgués de

Taylor cuando le impidió el acceso a la

planta alta, ¿o es que el médico hubiera

podido advertir en esos momentos alguna

circunstancia que reforzara su idea –

expuesta a Gauvry Gordon y a Diego Piazza-

de que había que dar parte a la policía de

lo ocurrido?

Al respecto, parece insólito que

Elena Caride e Inés Ongay, también amigas de

María Marta al igual que Pichi Taylor,


pretendieran colocar a esta última en esa

situación y endilgarle afirmaciones de ese

tenor, si en realidad no hubieran existido,

pues no hay motivo que permita explicar

inquina semejante.-

Creo que el interés de Caride y

Ongay fue simplemente el de indagar sobre

las verdaderas causas de la muerte de su

amiga, ya que según sus percepciones –y la

de muchos otros- resultaba dudosa la que les

habían dado.-

He hablado aquí de dudas. Dudas

que no sólo marcaron el curso de

razonamiento de “todos” los operadores

telefónicos relacionados con los servicios

de emergencias que concurrieran al Carmel la

noche del 27 de octubre de 2002 (ver sobre

el punto lo que ya manifestara al analizar

la conducta del imputado Gauvry Gordon) sino

también que estuvieron presentes en la

mayoría de aquellos que concurrieran al

velorio de María Marta –o cuanto menos

tomaron contacto con la situación- ese mismo

día o entrado el siguiente.-


¿De quiénes hablo?

Veamos.-

Enriqueta Vázquez Mansilla

refirió en la audiencia que tuvo dudas en

cuanto a que María Marta hubiese muerto tras

caerse en la bañadera y golpearse con las

canillas (versión que recibió en el lugar)

al punto que le miró las uñas “por si se

había defendido” (lo que claramente

presupone un ataque previo) y llamó a su

madre que era enfermera para preguntarle si

“se podía perder masa encefálica con una

canilla”, aclarando que no fue la única que

tuvo esa sensación de incertidumbre ya que

otras personas la experimentaron, señalando

entre ellas a Pichi Taylor, quien “en algún

momento de la noche comentó que había cosas

que no le cerraban” (sic), razón por la cual

a la semana o diez días le reclamó a Carlos

Carrascosa que le hiciera la autopsia.-

El testigo Ernesto Carlos

Otamendi fue otro de los que dudó de la

versión del accidente doméstico como causa

de la muerte de María Marta -de quien era


amigo desde que ella tenía 14 años de edad,

conociendo también a su marido, Carlos

Carrascosa, desde hacía 45 años- contándonos

que se enteró de lo ocurrido por intermedio

de Michael Taylor quien lo llamó diciéndole

que la misma había tenido un accidente, “que

se había golpeado la cabeza o algo así”

(sic), y que esto había ocurrido en el baño.

Declaró además, que luego de

ello y junto a su esposa, Graciela Maggio,

el Sr. Balbino Ongay y la mujer de éste,

viajaron al Carmel arribando al country

alrededor de las 22:00 horas, permaneciendo

en lo personal en la planta baja del

domicilio de Carlos y de María Marta -y sin

llegar a ver el cuerpo de esta última- hasta

pasadas un poco las tres de la mañana, en

compañía de Ongay, ya que su pareja lo hizo

antes.-

En punto a lo que observara y/o

escuchara en el velorio, indicó que en un

momento dado Ongay le hizo el comentario de

que habían encontrado “una especie de metal,

fierrito o cosita, cerca de donde estaba


María Marta” (sic), para luego aclarar,

leída que le fuera su testimonial escrita –

fs. 1107 y siguientes de la IPP nº 19279- en

los términos del art. 366 inc. 4º del

C.P.P., que lo que en realidad se había

hallado era “un casquillo” (sic), y que eso

se lo comentó a Ongay a su vez el señor

Constantino Hurtig, siendo que en relación a

ello y en su condición de “tirador”, el

declarante pensó de inmediato “en una

cápsula servida, llamándole la atención”

(recuérdese que al leérsele dicho párrafo,

en la oralidad propia del debate, el testigo

expresó: “si está escrito ahí yo habré

sacado esa conclusión, porque yo no falto a

la verdad” (sic), agregando por último que

tuvo dudas acerca de la versión del

accidente y que incluso se representó la

posibilidad de que pudiera tratarse de un

suicidio, “por lo de la pérdida de sangre en

la cabeza y que nadie quería decir nada

porque podía ser mal visto en la sociedad”,

despojándose más tarde de esa idea “porque

por el carácter que tenía María Marta no era


una persona para suicidarse” (sic).-

En mi sentir, este testigo se ha

esforzado y mucho para pretender minimizar

lo oportunamente declarado, al punto de

asegurar en un segmento de su relato y de lo

quedó constancia en acta, que el hallazgo de

ese elemento metálico, casquillo, o cápsula

servida, de ninguna manera influyó en su

pensamiento –que terminó descartando tiempo

después- de que María Marta podría haberse

suicidado.-

Cabe preguntarse entonces si en

la imaginación del testigo existe la

posibilidad de que María Marta haya

promovido su propia muerte (suicidio)

golpeándose ella misma intencionalmente

contra la grifería del baño de su casa.

A la luz del relato que

analizamos y más allá de toda falta de

lógica, desde la particular óptica del

testigo -puesta de manifiesto en el debate y

no antes- pareciera ser que sí, ya que de lo

contrario no se explica el sentido de su

razonamiento, todo ello claro está, más allá


de que a la vista de cualquier persona su

tardía interpretación no encuentre siquiera

una mínima correspondencia con la relación

“tirador-muerte-suicidio-casquillo” que

hiciera el propio testigo.

En otras palabras, intentar

compatibilizar la paráfrasis del testigo

sobre la base de los “elementos” por él

mismo aportados no deja de ser una tarea que

se enmarca dentro de lo que resulta ser una

verdadera utopía.-

Pero no caigamos en el

conformismo y busquemos las razones del

particular comportamiento del mismo porque

créanme, a mi entender existen. Veamos. Es

una realidad que Otamendi ha manifestado en

tiempos cercanos al hecho circunstancias que

han quedado plasmadas en la rigidez y

frialdad del papel, que no se pueden borrar,

y que sabe comprometen la situación de

persona o personas relacionadas con él a

través de un vínculo afectivo muy fuerte.

Ciertamente no podía Otamendi decir en el

juicio que no había dicho lo que está


volcado en su testimonial escrita, y

conocedor de ello y por la sencilla razón de

que allí se había pronunciado con la verdad,

es que terminó validando en el debate -por

medio de su ratificación- cada una de sus

manifestaciones traídas al mismo en los

términos del art. 366 inciso 4º del

Ceremonial.

A partir de ello, lo único que

le restaba por hacer sin correr el riesgo de

afrontar un posible pedido de procesamiento

por falso testimonio fue lo que finalmente y

aunque sin suerte hizo, esto es, relativizar

sus afirmaciones dándoles a las mismas más

de un sentido de interpretación.

Pero la verdad de lo sucedido,

nos señala que nadie puso en boca del

testigo términos como “cápsula servida”,

“casquillo” o “tirador”. Mucho menos el de

“suicidio”.

Lo hizo él mismo, y precisamente

son éstas circunstancias las que analizadas

en conjunto y a través de un proceso de

razonamiento deductivo, permiten predicar


que de todas las formas posibles de

producción de una muerte, Otamendi optó por

aquélla en la que el elemento que la pudiera

ocasionar no es otro más que un arma de

fuego, precisamente el que fuera utilizado

para poner fin a la vida de María Marta.

No nos habló el testigo de un

accidente, versión que originariamente

recibiera de terceros, sino en cambio de una

muerte auto provocada que luego descartó

pero no por la improbabilidad de ocurrencia

en cuanto a medios sino en función tan solo

“del carácter” de la víctima.-

Continuemos.-

Manuel Nolting también nos hizo

parte de sus desconfianzas, y fue así que

refirió que tomó conocimiento del hecho a

partir de un llamado telefónico que le

hiciera un vecino suyo, Marcos Carranza,

pidiéndole si lo podía acompañar a él y a su

mujer a lo de Carrascosa porque María Marta

había tenido un accidente y estaba muerta o

muriéndose, recordando que tras acceder al


mismo llegaron al lugar aproximadamente a

las 20:30 horas, encontrándose al bajar del

auto con Bártoli y Taylor quienes le

comunicaron lo que había sucedido,

refiriéndole el primero ya en ese momento

que María Marta había tenido un accidente en

el baño y se había muerto.-

Asimismo recordó que mientras

continuaba su trayecto a pie hacia la puerta

de la casa, a metros de la misma y cuando

estaba llegando observó salir de ella al

médico de la primera ambulancia el cual, y

tras presentarse el declarante como el

Doctor Nolting y preguntarle qué había

pasado, le dijo “tiene todo roto el temporal

con pérdida de masa encefálica” quedándose

luego de escucharlo “un poquito sorprendido

por el tamaño de la lesión” (sic) toda vez

que “para que haya fractura de cráneo es muy

difícil” (sic).-

En igual sentido, Jorge Tomás

González Zuelgaray, médico y amigo del

imputado Bártoli, reconoció que la versión

del accidente de María Marta en el baño era


“algo muy extraño” (sic), toda vez que

“alguien que cae de su propia altura… llegar

a la muerte es… muy infrecuente… es algo que

me inquietó” (sic).-

El mismo Diego Piazza, refirió

en el debate que al escuchar en el lugar la

posible mecánica de lo ocurrido ingresó al

baño y observó que el intercambiador de la

ducha tenía una sola punta y que por lo

tanto “era poco probable” (sic) que

golpeándose con dicho objeto María Marta

pudiera sufrir un tipo de lesión múltiple

como la que tenía (“cuesta imaginárselo”

dijo), retirándose finalmente del domicilio

que la misma compartía con Carlos Carrascosa

“con la sensación de que era raro lo que

había pasado” (sic).-

Marcos Pablo Carranza Velez, nos

contó que cuando llegaron al lugar junto a

su mujer y al Dr. Nolting, uno de los

médicos –que estaba ya fuera de la casa, en

el estacionamiento, presto a retirarse- al

ser preguntado por este último acerca de lo

ocurrido y contestarle el mismo que María


Marta tenía fractura de cráneo con pérdida

de masa encefálica”, se “sorprendió

muchísimo” (sic) en el sentido de que un

golpe con una canilla pueda desencadenar en

una fractura, “me pareció raro, y, me

imagino que a mi mujer y al Dr. Nolting

calculo que les habrá pasado lo mismo”

(sic).-

Roberto Daniel Di Feo (de quien

ya me he ocupado párrafos atrás), refirió

que cuando estaba trasladando el cuerpo de

María Marta desde la cama hasta el féretro,

se encontró con la sorpresa de que al sacar

la almohada la misma “viene con un coágulo

de sangre”, y que a la fallecida “la sangre

le llegaba hasta la cola… fue un derrame de

sangre grande porque le provocó un coágulo”

observación ésta que coincidiera con el

momento en el que el imputado Bártoli le

dijo: “tratá de hacer el trabajo rápido”

(sic), situación que “después de ver esa

sangre en la almohada” no le pareció normal,

al punto tal que cuanto terminó su labor en

la casa llegó a hablar con Orlando César


Caputo -Gerente de Casa Sierra- para

advertirle que ese servicio les iba “a traer

problemas” (sic).-

María Inés Bermúdez, compañera

de María Marta en Red Solidaria, nos habló

de las dudas que tuvo ni más ni menos que la

sobrina de Carlos Carrascosa, Roxana Ognio,

cuando tras serle leída su declaración

escrita de fs. 1123 y siguientes, en

concreto el párrafo que dice: “cuando salgo

de la Recoleta pasó delante mío la sobrina

de Carrascosa de nombre Roxana Ognio, quien

me dijo que se tendría que haber hecho la

autopsia”, terminó avalando en la oralidad

del debate lo allí dicho al manifestar que

“si, era así” (sic).-

Elena Caride, hermana como ya lo

consignara anteriormente de uno de los

abogados defensores del imputado Sergio

Binello y amiga de María Marta desde sus

épocas de estudiantes de la primaria en el

Colegio Jesús María, refirió que esta última

lejos de ser una persona torpe era sumamente

deportiva –recuérdese que textualmente nos


dijo que “jugaba al paddle con ella, la vi

jugar al tenis, era buenísima”- y que por

ello “desde el segundo día yo había pensado

que María Marta no había tenido un

accidente, que su muerte había sido

provocada por alguien externo a ella”

(sic).-

María José Díaz Herrera -amiga

de María Marta desde enero de 1991, ocasión

en la que compartieron una casa durante unas

vacaciones- recordó en el debate que un día

después del hecho mantuvo una conversación

con Diego Piazza en cuyo marco el mismo le

refirió que “María Marta tenía un golpe muy

fuerte en la cabeza y que él pensaba que

había que hacerle autopsia” (sic), siendo

que luego de serle leída –en los términos

del art. 366 inc. 4º del C.P.P.- su

declaración de fs. 410/vta. (o 410 bis), en

concreto el párrafo de la misma en el que

hiciera referencia precisamente a ese

encuentro con Piazza y en el que el nombrado

le habría dicho: “hay que hacer una

autopsia… que no le cerraba el cuadro, hay


fractura de cráneo, pérdida de masa

encefálica y una mancha de sangre coagulada

redonda, lejos de la bañadera”, avaló tales

expresiones en la oralidad del debate al

apuntar que “si lo dije en aquel momento es

así” (sic), memorando por último que en el

entierro empezó a escuchar un run-run como

que había estado un Fiscal en la casa de

María Marta y Carlos Carrascosa “y que a lo

mejor podría haber sido otra cosa” (sic).-

Mirta Molina, quien trabajaba

como doméstica en la casa de María Marta

desde hacía cuatro o cinco años antes de su

fallecimiento, dijo en relación a la muerte

de la nombrada que “ya a la semana pensaba

que era todo muy raro” (sic), y que incluso,

veinte días después o un mes habló con una

señora de Carmel, “creo que era María José

Díaz Herrera” (sic), la cual y al ver la

casa de María Marta abierta se acercó con su

auto preguntándole a la declarante cómo

estaba, respondiéndole la misma que bien

pero que “tenía mis dudas” (sic), “que raro

le dije… se va a bañar con zapatillas”


(sic).-

Juan Martín Romero Victorica,

tras referir que tomó conocimiento del hecho

al día siguiente de ocurrido el mismo “a eso

de las nueve de la mañana” (sic) cuando lo

llamó su amigo Horacio García Belsunce

comentándole “lo del accidente” (sic) dijo

que inmediatamente después de ello despertó

a su mujer y concurrió al velorio recordando

que al llegar al Carmel fue recibido

precisamente por Horacio, quien tras

saludarlo le dijo: “Juan, haceme un favor,

tenemos que hacer un aparte” (sic), por lo

que juntos se dirigieron al baño ya que era

el único lugar reservado para poder hablar y

una vez allí este último le refirió “mira,

acá hay cosas que no me cierran”, hablándole

en la ocasión de la fractura de cráneo y de

pérdida de masa encefálica.

Agregó también, que en ese

momento comenzaron las dudas del declarante,

ya que María Marta era una chica de 48 a 50

kilos, más bien delgada, pensando en su

interior “que no daba para fractura de


cráneo con pérdida de masa encefálica”

(sic), esto con el agregado de que habían

encontrado en el baño “una especie de

plomito que después llamaron un pituto”

(sic) y que también había sangre por todos

lados (“había abundante sangre me dijo”,

refiriéndose a Horacio).

En este orden de ideas

puntualizó que en ese momento y en lo

personal pensó en una bala, en una munición,

y que por ello le preguntó a Horacio qué

habían hecho con eso, a lo que el mismo le

contestó diciéndole “lo tiraron” (sic),

agregando que frente a su reclamo del porqué

de esa decisión Horacio le manifestó que no

tenía explicación y que estas sospechas

habían partido de John Hurtig, que fue el

primero en sospechar las razones del

accidente. Continuando con su exposición,

relató que por entonces ya se había carne en

él de que lo sucedido no era un accidente y

que por el contrario “era algo más”, por lo

que a partir de sus dudas comenzó a caminar

esa casa, a preguntar, a hablar con uno y


con otro, llegando al cuarto de María Marta,

en el primer piso, observando que la misma

estaba en la cama, con cara de paz y de

tranquilidad, y que como el ambiente estaba

repleto de gente, quiso entrar al baño pero

no pudo, permaneciendo un poquito atrás de

los pies de la cama para luego bajar y

continuar interrogando a la gente,

manteniendo una charla con John Hurtig, a

quien notó “muy nervioso” (sic) y “un poco

fastidiado conmigo” (sic) llegando el mismo

a decirle “¿sabes lo que vas a lograr con lo

que estás haciendo?” que venga la policía

acá y pruebe que vino un villero que le pegó

con un fierro la mató y se fue, y yo a mi

hermana no la recupero” (sic), a lo que el

declarante le replicó “yo al asesino de mi

hermano lo busco bajo tierra”.

Por otra parte, destacó que las

investigaciones “alimentaron mis sospechas”

(sic) y que su gestión creó “como una

especie de malestar en el ambiente” (sic) al

punto tal de que Horacio llegó a llamarlo

“bocón” (sic).
Durante el transcurso de su

relato, recordó también que habló con

Casafús, llamándole la atención que el mismo

cuando el declarante le preguntó cómo era

que no estaba la policía o por qué no había

intervenido la misma, este último lo

interrogó diciendo “¿usted sospecha de

alguien?”, a lo que el declarante le

respondió manifestando que él no sospechaba

de nadie, pero sí del hecho, y que había que

investigar, por lo que Casafús se

comprometió a enviar al lugar a Degastaldi,

con quien habló luego por teléfono

anoticiándolo de que el Fiscal en turno era

el Dr. Molina Pico, y que junto a este

último iban a estar “en una hora” (sic) en

el lugar.

Precisó también que luego de

ello le sugirió a Bártoli que fuera ganando

tiempo y buscara el certificado de defunción

porque seguro el Fiscal lo iba a pedir,

aclarando que el mismo se fue, tardó

bastante y volvió sin él, refiriéndole al

regresar que no lo había podido conseguir,


como así también que dos horas más tarde del

diálogo que mantuviera con Degastaldi, éste

y Molina Pico llegaron al Carmel, haciéndole

saber en ese momento a este último todo lo

que estaba ocurriendo, de sus dudas y de lo

que le había transmitido su amigo Horacio,

no obstante lo cual y por parte de la

familia, en una reunión que se llevó a cabo

en el lavadero, el Fiscal del distrito –con

Degastaldi presente- fue impuesto únicamente

de la versión del accidente”, agregando que

lo único que se debatió allí fue si se

autorizaba el entierro o si por el contrario

se suspendía… había en todo eso una gran

presión familiar” (sic), a excepción de una

persona que cuando el declarante esbozó su

idea de que se estaba frente a una situación

que no enmarcaba dentro de lo que podía ser

un accidente doméstico lo alentó en su

tarea, tratándose la misma de “una señora

que se llama Javiera, la mujer de John

Hurtig” (sic) quien en cuanta oportunidad

tuvo le decía “doctor, métale para adelante

que no se está equivocando” (sic).-


¿En qué no se estaba equivocando

Romero Victorica?

¿Qué era lo que se hallaba en

conocimiento de Javiera Márquez Rosas y que

por extensión debía saber su por entonces

esposo Juan Hurtig?

Como no podía ser de otra

manera, Márquez Rosas vino al debate y negó

haber mantenido esa conversación con el

testigo Romero Victorica.

No debemos olvidarnos -a la hora

de analizar este testimonio- que más allá de

encontrarse la primera separada de hecho del

imputado Juan Hurtig, sigue siendo

legalmente su mujer, y a la par, madre de

sus dos hijas mujeres que a la fecha tienen

13 y 10 años de edad, por lo que sus dichos,

en algún punto y a diferencia de los de

Romero Victorica, se ven condicionados por

esa relación.-

Sigamos.-

María Luisa Enriqueta Lanusse

(Marialita) pareja de Horacio García

Belsunce padre y por lo tanto madrastra de


María Marta, dijo que le pareció “un

disparate” cuando Inés Ongay, tres días

después del hecho la llamó desde Bariloche

para contarle que las Damas del Pilar le

habían manifestado (refiriéndose a María

Marta) que “a tu amiga la mataron… a tu

amiga la asesinaron”, no obstante lo cual,

Carmen A. de Panelo (Canela), refirió que en

una conversación que mantuviera con Lanusse,

ésta le refirió –articulado que fuera el

art. 366 inc. 4º del digesto de forma- que

“no le cerraban las cosas con el tema de la

muerte de María Marta… cuando había

arreglado a María Marta notó como un corte

muy grande detrás de la cabeza… en la nuca,

a ella le dio la sensación de que era un

golpe con algo punzante y no una lesión como

la que pueden producir las canillas y que no

se explicaba cómo un golpe podía hacer salir

tanta masa encefálica”, y que cuando llegó

Carlos Carrascosa cambiaron el tema y

hablaron “como de bueyes perdidos”.-

También la propia Canela tuvo

dudas en punto a las causas de la muerte de


María Marta, toda vez que más allá de

asegurar que sus interrogantes en tal

sentido surgieron recién cuando en una

conversación mantenida a solas en una cena

con Carlos Carrascosa, “al mes de la muerte

de María Marta” (sic), éste le dijo que “a

John no le habían cerrado las cosas, que le

parecía raro que hubiera sido un accidente,

que se lo había comentado a él y que…

querían iniciar una investigación… a John

nunca le cerró, me ha insistido mucho y

vamos a iniciar una investigación” (sic), al

serle leída –artículo 366 inciso 4º del

C.P.P. mediante- su declaración de fs.

700/702, en especial la porción de ella que

reza “…Que también me llamó la atención que

ninguna persona hubiera hecho ver o no

hubiera llamado la atención que habiendo

masa encefálica pudiera tratarse de un

accidente doméstico. Nadie, nadie se dio

cuenta, es muy llamativo…”, en la oralidad

del debate revalidó lo allí expuesto al

asegurar que: “sí, ratifico lo que dije”

(sic).-
Alberto “Tito” White, cuyo

testimonio obrante a fs. 346/348 fuera

incorporado por su lectura, dijo que no

concurrió al velorio de María Marta la noche

del 27 de octubre de 2002 "porque me di

cuenta que eso era un disparate, no había

gente pensando con cordura, por este

llamado, por olfato, yo me dije no me puedo

meter acá… yo sentí que las cosas se estaban

haciendo mal… yo hubiera procurado que

interviniera la policía… el forense… si

efectivamente fue un accidente que venga la

policía… se estaban sacando a la policía de

encima, no querían autopsia, no querían

nada" (sic).

Pasando al día siguiente,

recordó haberse encontrado con la Sra. de

Taylor, quien llorando le refirió "no me

cierra Tito, no me cierra" (sic), cruzándose

después con Sergio Binello, a quien le

comentó esta situación, siendo que su

impresión fue la de que el nombrado "no

quería hablar del tema, lisa y llanamente"

(sic), poniéndose feliz cuando todo se


descubrió, "por la autopsia", ya que en lo

personal "no me cerraba, por la pérdida de

masa encefálica, no se resbaló, ella estaba

vestida, yo estaba mal porque me daba

bronca, tenía una cuestión moral" (sic).-

Menciono por último el

testimonio de Alejandro Arauz Castex, quien

nos contó que se encontraba en Tomkinson y

Sucre comiendo en una estación de servicio

Sol cuando promediando las 20:30 o 21:00

horas recibió el llamado de una empleada

suya de nombre Esther manifestándole que

María Marta había muerto por un accidente,

por lo que tras comentarle la novedad a su

mujer y a sus hijos se dirigió junto a los

mismos al Hospital Austral de Pilar, por

instinto, ya que era casi el único lugar de

la comunidad de Carmel, y de allí, al

enterarse que María Marta no se encontraba

en el lugar, directamente a la casa de esta

última, donde habrán llegado, previo dejar a

sus hijos en el Club House, “tipo 22:15 ó

22:30 horas” (sic), apuntando que en el

velorio lo que se decía era que María Marta


había muerto en un accidente, y que al

respecto si bien no había duda se hablaba de

la sorpresa y la rareza del accidente, sobre

todo teniendo en cuenta que “era delgada,

deportista… y que un accidente en una

bañadera de una casa era atípico” (sic) y

que lo ocurrido fue algo que lo dejó

“consternado” (sic) ya que “la gente no se

anda resbalando en la bañera y muriendo, eso

era la rareza, no es que yo dudara” (sic).-

No olvido que en ocasión de la

declaración de este testigo se suscitó una

incidencia con la parte acusadora, toda vez

que el mencionado no daba responde concreto

a las preguntas que se le formularan.–

Dicha circunstancia ya había

sido advertida al deponente por la

presidencia, a pesar de lo cual siguió en su

postura, y negó estar divagando.-

Consultado el diccionario, surge

que divagar en una de sus acepciones

significa “separarse del asunto del que se

trata”, justamente aquella conducta que

reiteradamente asumiera el testigo en la


audiencia, al responder en función de

aquello que quería exponer más no de los

interrogantes que en concreto fueran puestos

a su consideración (Diccionario de la Lengua

Española, de la Real Academia Española –

vigésima primera edición-, Madrid, 1992,

tomo a/g, pág. 766), oponiéndose a la

segunda de sus definiciones, toda vez que

ella implica “hablar o escribir sin

concierto ni propósito fijo y determinado”,

y lo que quedó claro fue que este testigo

intentó por todos los medios direccionar su

declaración restando valor a sus

afirmaciones volcadas en la fiscalía, dando

explicaciones de las mismas para dar otra

interpretación a sus dichos, evitando dar

respuestas concretas o minimizando las que

pudieran comprometer a los imputados.-

Sin embargo, y a pesar de sus

reiterados intentos de enderezar y menguar

entidad a sus respuestas vertidas en el

instrucción, beneficiando a sus amistades,

ratificó sus dichos, siendo conocedor por su

profesión de abogado que negar aquellas


afirmaciones hubieran al menos, habilitado

un pedido de investigación de su accionar.–

Indico esta circunstancia,

porque resultó a todas luces evidente por la

tozudez del testigo y forma de conducirse en

el debate.

Pero de alguna manera esta forma

de manejarse pretendiendo que las respuestas

dadas se correspondieran a lo que los

testigos querían decir, y no a lo que la

fiscalía les preguntaba, se advirtió también

en otras declaraciones, todas ellas con

vínculos afectivos o familiares con los

imputados.

A modo de ejemplo cito a

Enriqueta María Luisa Lanusse, María Laura

García Belsunce, Javiera Marqués Rosas, y el

propio Otamendi -a quien ya le he dedicado

algunas líneas en este mismo sentido-, entre

otros.-

Ha quedado acreditado asimismo,

que ha tenido Bártoli participación activa

en lo que a la desaparición de rastros y

modificación de la escena del injusto se


refiere.-

Nótese que en relación a esto

último, en su injurada de fs. 809/818 –

ratificada luego en la oralidad del debate-

el imputado reconoció que “el primer médico”

(léase Gauvry Gordon) luego de transmitirle

que María Marta había muerto (algo que él ya

sabía) le dijo “lo que vamos a hacer es

limpiar el baño”, motivo por el cual Bártoli

bajó inmediatamente a la planta baja de la

casa y agarró “un trapo, uno de esos

lampazos, un balde y algo parecido”,

entregándole esos elementos al médico, al

camillero y a Beatriz Michelini.-

Abona además lo antes dicho, el

testimonio prestado por Ema Ramona Benítez,

quien dijo haber trabajado como mucama en la

casa de María Marta y Carlos Carrascosa,

desde 1996 o 1997 hasta el año 1999,

recordando que el día 28 de octubre de 2002

se hizo presente en el domicilio de los

nombrados acompañando a una amiga suya y

empleada de los mismos, Mirta Molina, a raíz

de haber recibido esta última un llamado


telefónico de la doméstica de los Bártoli,

llamada Bety, o de la Sra. de Piazza, dando

cuenta que María Marta se había caído en la

bañera y había fallecido. Que junto con

Mirta llegaron al Carmel aproximadamente a

las 07:00 horas, dirigiéndose primero a la

casa de Irene –Hurtig, esposa de Bártoli-,

donde preguntaron qué era lo que había

ocurrido, manifestándoles la misma que “fue

terrible lo que pasó” (sic). Que de allí y

junto a Bety y a Mirta fueron a lo de

Carrascosa, quien en ese momento estaba

durmiendo al lado del cuerpo de María Marta.

Que se acercó al cuerpo de la misma, por la

izquierda suya, es decir, por el lado de la

puerta del baño, observando que María Marta

estaba acostada, tapada con una sábana hasta

la altura del pecho, aclarando que ella la

notó “como fea” (sic), toda vez que aseguró

“tenía una camisa fea, grande, de las que

usaba el marido y ella les sacaba el cuello

y usaba para dormir” (sic).-

Explicó también, que María Marta

tenía en la frente un golpe, que se le


notaba a simple vista, “como un moretón,

bastante grande” (sic), llamándole la

atención la circunstancia de que “le salía

líquido del oído, sangre aguada” (sic),

destacando en cuanto a su estado general,

que a la fallecida “la habían peinado con el

pelo mojado y le había quedado como tirante,

hacia atrás” (sic), para luego agregar que

“ella no se peinaba así” (sic).

Continuando con su relato, nos

contó que ella estuvo “un ratito” (sic) en

la planta alta, luego de lo cual bajó

permaneciendo en la cocina junto a Mirta,

con quien más tarde comenzaron a levantar

ceniceros, tazas, y a calentar agua para la

gente que se iba a acercar a la casa. Que

fue así como buscó los termos, los llenó, y

como no había café, tampoco azúcar y menos

aún leche, “no había nada” (sic), le pidió

al encargado de la despensa si podía traer

esos elementos. Que después de “haber hecho

todo eso que dije en la cocina” (sic),

volvió a subir hasta el cuarto donde estaba

el cuerpo de María Marta, no presenciando el


momento en el que trasladaron el mismo desde

la cama al féretro, encontrándose sí con el

personal de la funeraria, “eran dos o tres”

(sic), no recordando si mientras ellos

realizaban su labor, había o no personas

presentes en el cuarto o bien en la

antesala.-

Memoró asimismo, que ese día se

quedó en el domicilio de la familia

Carrascosa “hasta la tarde, hasta muy tarde”

(sic), ya que al entierro no fue, optando

por ayudar a Mirta en la limpieza de la

casa, ya que después de la inhumación del

cuerpo de María Marta, el señor Carrascosa

regresaría a descansar.

Volviendo sobre sus pasos,

explicó que por entonces y en el domicilio

se encontraban ella, Mirta, y también

Fabricio, que es el jardinero de la casa,

haciéndose presente en un momento el casero

de Binello, de nombre Arturo. Que luego de

asegurar, como respuesta a una pregunta

formulada por este sentenciante, no haber

estado –antes de comenzar con la limpieza-


todo el tiempo junto con Mirta, y no poder

precisar si tal tarea le fue ordenada a su

amiga por alguna persona en particular, o

bien, fue una decisión propia, refirió que

al subir a la planta alta lo que observó fue

que en la cama donde se velara a María

Marta, la almohada estaba con sangre, y ésta

la traspasó llegando al colchón, “era sangre

líquida” (sic) –corroborando aún más la

certeza que me embarga en cuanto a la

veracidad de los dichos de Roberto Di Feo-,

por lo que luego de que sacaran toda la ropa

de cama, las pusieron en bolsas para

tirarlas, haciendo lo propio con un pantalón

del señor Carrascosa, toda vez que antes de

que ello ocurra, y cuando le comentaba a una

señora de nombre Canela que estaba en el

lugar, que se iba a quedar a limpiar, y

también que iba a tirar todo lo que tuviera

sangre, Bártoli se acercó y le dijo a la

declarante “si usted se va a quedar a

limpiar y a tirar las cosas, tire el

pantalón de Carlos que está en el cuarto de

vestir” (sic), siendo que al serle leída la


declaración de fs. 126, en los términos del

art. 366 inc. 4º del C.P.P., en concreto, la

porción de la misma que dice: “Que del

vestidor que se halla en donde termina la

escalera en la parte superior a la derecha

con puerta entelada, recuerda haber sacado

un pantalón de color celeste con rayas de

color blancas propiedad del Sr. Carlos, el

cual presentaba manchas de sangre en su

parte delantera”, la testigo refirió “ahora

recuerdo que era de esa característica”

(sic), “era como sangre aguada” (sic),

agregando que también encontró una camisa de

María Marta, manchada con sangre espesa,

como “coagulada” (sic), “en la parte de la

espalda, como que el pelo la manchó” (sic),

y que era blanca y más linda que la que

tenía puesta cuando la vio en la cama, y

como una bombacha de campo, color

marroncita, color té con leche, que era de

María Marta y que usaba habitualmente cuando

salía, cuando iba a los comedores o bien

para estar en el interior de su casa, no

recordando cómo estaba la misma, “eso lo


bajó Mirta” (sic), resultando que tras

dársele lectura en igual término de otro

segmento de su exposición escrita, aquélla

que reza: “a esta altura recuerda que en el

lavadero había una camisa de color celeste

también manchada con sangre perteneciente al

Sr. Carlos”, ratificó lo allí dicho,

aclarando que “la sangre estaba en la parte

de adelante, pero me pareció que ya estaba

lavada, se veía como una aureola” (sic).-

En lo tocante a la limpieza que

realizó en la planta alta de la casa, y en

especial, en relación a las manchas de

sangre que observó, explicó que sacó el

colchón por el balcón, y puso la sangre para

abajo, lavándolo con detergente y lavandina,

un cepillo, agua, y manguera. Que después lo

dejó afuera y comenzó a limpiar las otras

cosas, el cuarto, observando varias manchas

de sangre, a saber; una “cerca de la cama”

(sic), “de la cabecera de la cama para

abajo, del lado izquierdo, de la parte de la

puerta del baño” (sic); otra “en la pared,

de la cabecera de la cama hacia abajo unos


diez centímetros… que no se vio hasta que se

sacó el colchón” (sic); “en la alfombra, y

en la pared, saliendo del baño, más o menos

a un metro, otra mancha” (sic), una más “en

la puerta del baño, en la cara que mira el

dormitorio” (sic), donde se podía ver la

marca de “dos o tres dedos” (sic), “como

apoyados… en el marco de la puerta” (sic),

eran “dedos grandes” (sic), aclarando que

también vio manchas “en los azulejos del

baño” (sic), que estaban “salpicados de

sangre, pero era sangre aguada, no espesa, a

una altura media” (sic), y “en el escalón,

cuando tiré agua salió sangre detrás de los

sanitarios” (sic), “yo sentía el olor a

sangre, que era lo que quería quitar”

(sic).-

Finalmente, dijo que la bañera

estaba vacía, pero “como grasosa” (sic),

recordando que tenía “como un poquito de

agua con sangre, quedaba con muy poco resto

de agua, pero tenía como una aureola

alrededor, como con grasa, en el desagüe”

(sic), y que en la antesala pasó la


aspiradora, pareciéndole también que en el

sillón había “como una mancha de sangre”

(sic), en el respaldo o en el apoya brazo,

“era como algo que estuviese mojado y se

secó, que quedó como almidonado” (sic).-

Por su lectura fue incorporado

el testimonio de Beatriz Cardozo, quien a

fs. 1361/1362 dijera que trabajaba en la

casa de la familia Bártoli, como empleada

doméstica, y que se enteró de la muerte de

María Marta García Belsunce al día siguiente

de ocurrida, concurriendo al velorio de la

nombrada, llamándole la atención al verla

que la misma presentaba “un golpe… en su

frente del lado derecho, señalando que tenía

el pelo recogido con una colita a la altura

de la nuca” (sic), observando junto a Ema y

a Mirta Molina, y desde el cuarto, “que en

el baño había toallones tirados en el piso,

más de uno, aunque no puedo decir cuántos

exactamente, estaban cerquita del inodoro, y

se veía claramente que estaban manchados con

sangre” (sic).

Expresó además, que como la


declarante estaba shockeada, Mirta y Ema

entraron al baño y tomaron los toallones,

después los llevaron abajo y los metieron en

el lavarropas. Que como estaban muy

manchados con sangre los tuvieron que lavar

dos o tres veces y yo veía como salía el

agua con sangre.-

Otros que se pronunciaron sobre

el punto fueron Mirta Molina y Fabricio

Courreges.-

La primera (recuérdese: empleada

doméstica de María Marta), nos contó que

tomó conocimiento de la muerte de María

Marta por intermedio de la Sra. Carmen

Piazza, quien la llamó por teléfono a su

domicilio manifestándole que María Marta

“había fallecido… en un accidente, nada más”

(sic). Que luego de ello, agregó, se

comunicó con una amiga suya llamada Ema, y

junto a la misma fueron hasta el Carmel,

arribando al mismo antes de las siete de la

mañana del día lunes 28 de octubre de 2002,

siendo que como no sabían dónde velaban a

María Marta, primeramente se dirigieron a la


casa del Sr. Bártoli, donde se encontraron

con Bety, empleada de la familia, y también

con la señora Irene, quien les contó lo

sucedido, manifestándole que María Marta “se

fue a bañar, se resbaló y se golpeó la

cabeza” (sic), trasladándose finalmente

luego de estar allí unos minutos hasta la

casa de Carrascosa, donde se encontró con

Carlos, al que saludó y abrazó, acercándose

a María Marta, del lado baño, pudiendo ver

en la misma la presencia de “agüita sangre”

(sic) que le “corría… por la parte de la

oreja, atrás” (sic), mientras que el pelo lo

tenía “medio húmedo… bien arregladito”

(sic), recordando haber observado también

“como una manchita, un golpe, morado, en la

frente” de María Marta (sic).-

De igual modo, precisó que en un

momento bajó, fue a la cocina, y junto a Ema

comenzaron a preparar termos de té y café, y

los dejó allí por si alguien quisiese tomar

algo caliente, luego de lo cual regresó al

primer piso de la casa, estando presente

cuando llegaron los de la funeraria,


distinguiéndolos “porque los vi con el

cajón” (sic), más no así cuando los mismos

colocaron el cuerpo de su empleadora en el

féretro.-

Un punto que suscitó

controversias en su testimonio, fue aquél

que se relaciona con el diálogo que

mantuviera con el Sr. Bártoli en oportunidad

en que se estaban llevando el cadáver de

María Marta, ya que en el debate, la testigo

se limitó a decir que en ese momento, el

nombrado se le acercó preguntándole si

tenías las llaves de la casa, a lo que la

declarante le respondió que sí, como así

también que se quedara tranquilo, que ella

cerraba, quedándose con Ema.-

Sin embargo, leída que le fuera

su testimonial de fs. 121/123, en concreto,

la porción de la misma que reza: “Recuerda

que antes de retirarse la familia del lugar,

se le acerca Guillermo Bártoli, y le dice

que ventile toda la vivienda, y ordene, como

así también que limpie todo, después nos

vemos”, primero dijo que “no me pidió que


limpiara” (sic), luego que “si me pidió eso,

no me acuerdo” (sic), y finalmente, tras ser

interrogada para que dijera si en aquélla

oportunidad había mentido en la Fiscalía,

convalidar en suerte lo que se le leyera, al

responder la pregunta que se le hiciera

diciendo: “no, no mentí” (sic).-

Igualmente, y para sellar el

punto, a pedido de la Fiscalía le fue leída

a la testigo la constancia obrante a fs.

6895 del acta de debate glosada a la causa

del colega Tribunal en lo Criminal nº 6

Departamental, que reza: “Más adelante

ratifica que el Sr. Bártoli le dijo que

ventilara la casa, ordenara y limpiara”

(sic), la testigo manifestó, “Sí, algo así,

no me acuerdo exactamente las palabras, pero

sí, él se acercó y me dijo eso o yo lo

interpreté, te hacés cargo, limpiá, o yo fui

la que lo interpreté de esa manera” (sic).-

Despejado a mi juicio el punto -

ya que queda claro para mí que aunque ahora

pretenda relativizarlo en alguna medida,

efectivamente esa orden existió por parte de


Bártoli hacia la testigo, y prueba de ello

es que la misma así lo dijo, no sólo por

escrito en la primera oportunidad que tuvo

de declarar, sino también incluso tiempo más

tarde en la oralidad del debate celebrado

por ante la judicatura antes mencionada-, y

continuando con su relato, puntualizó que

con la Sra. Benítez (Ema) empezaron a

limpiar, y que mientras ella se quedó abajo,

su compañera subió al primer piso, subiendo

la declarante más tarde, quedándose a mirar

como limpiaba Ema, no pudiendo precisar si

en lo personal colaboró o no con la misma,

aunque sí que le alcanzó para su tarea

algunas cosas como “lavandina, CIF, un

trapo… eso llevé” (sic).-

En relación a cómo se encontraba

el lugar, indicó que vio sangre en el

colchón, en las almohadas y en el piso de la

alfombra, frente al baño, recordando que Ema

tiraba agua por debajo del pie del inodoro y

parecía como si la sangre se hallara

concentrada debajo de éste, puesto que

“costó limpiar el baño” (sic).-


Asimismo, explicó que “metimos

en una bolsa sábanas, toallas, que estaban

irrecuperables y estaban para tirar, era más

de una bolsa, una saqué yo, las sacamos para

que se la llevaran los basureros” (sic), no

obstante aclarar que “algunas cosas sí

lavamos, saqué la sangre que había en la

camisa, y también lavé sábanas, pero después

las tiramos, lavé una camisa y un pantalón,

la camisa era blanca… me parece que… tres

cuartos, una camisa de uso diario de ella –

María Marta-, …y el pantalón… -que- estaba

en el baño… era cremita… de los gauchos…

tipo bombacha… tenían sangre… la camisa… en

la parte del cuello para abajo… hasta media

espalda… daba la impresión como que bajara

de la cabeza hacia la cintura… y el pantalón

atrás, a la altura de la cintura… por eso

los lavé” (sic), precisando que “las

manchas… eran muchas… como salpicado o

corrido” (sic), habiéndole manifestado Ema

haber encontrado también la misma, un

pantalón de Carlos Carrascosa manchado con

sangre.-
De otra parte, y leída que le

fuera a la testigo, su declaración

testimonial de fs. 7108/7111, en concreto,

el jirón de la misma que dice: “Continuando

con el relato manifiesta que la ropa del Sr.

Carrascosa si bien estaba manchada con

sangre, aunque no tanto como la ropa de la

señora, y Ema me dijo, no laves eso, agarra

eso y tira todo, entonces esas prendas no

las lavamos, las tiramos, se trataba de un

pantalón color celeste a rayas blancas y

manchado en la parte del frente del mismo y

de una camisa color clara, cremita o blanca

que tenía sangre en forma como que había

tenido contacto con sangre”, preguntada que

fuera la testigo para que dijera, en la

oralidad del debate, si ello era así,

respondió por la afirmativa, leyéndose luego

el párrafo que reza “Preguntada por el

Particular Damnificado para que diga cómo

era la forma habitual de bañarse de la

señora María Marta, responde que siempre lo

hacía con la ducha, tomaba un baño rápido,

no más de diez minutos, nunca hacía baños de


inmersión, subía descalza porque dejaba las

zapatillas en la cocina para no ensuciar y

demoraba unos diez minutos en tomar un baño,

luego se ponía una bata y tomaba la ropa del

ropero y se vestía, la ropa sucia que se

sacaba, siempre la bajaba y la dejaba en el

lavadero”, manifestando aquí Molina que “sí,

es así como dije, pero es cuando ella iba a

jugar tenis o a andar en bicicleta… cuando

ella iba a jugar tenis, venía, se sacaba las

zapatillas antes de ingresar a la casa y las

llevaba y las dejaba en la cocina, de eso sí

me acuerdo, porque ella no quería ensuciar

nada” (sic) (adviértase que las canchas de

tenis del Carmel son de polvo de ladrillo).-

Por su lado, Courreges dijo que

era jardinero y piletero, y que como tal

desarrollaba su trabajo en el country

Carmel, “en la casa de Carrascosa… en lo de

los Bártoli… y en varias casas más” (sic),

enterándose de la muerte de María Marta por

medio de la doméstica de los Bártoli, de

nombre Bety, el día lunes, a media mañana,

encontrándose por entonces el declarante en


su casa, ya que como estaba feo el día no

había ido a trabajar, agregando, al ser

preguntado por ello, que lo que Bety le dijo

es que María Marta “había tenido un

accidente en la casa, que se había caído en

la bañera y que se había golpeado, desnucado

o algo así” (sic).-

Declaró que fue al velorio que

se hizo en la casa de Carrascosa, arribando

al lugar “antes del mediodía o cercano al

mediodía” (sic), y que tras saludar a Carlos

Carrascosa y a Irene Hurtig subió al primer

piso de la casa, “para ver a la señora”

(sic) que estaba siendo velada en la

habitación, en la cama, destacando que como

había mucha gente se acercó al cuerpo “hasta

donde pude” (sic), no alcanzando incluso a

precisar si llegó o no a ingresar al cuarto

propiamente dicho, manifestando al respecto

que “si no llegué al dormitorio llegué

cerquita… en el ante dormitorio estuve

seguro, en el dormitorio no lo recuerdo”

(sic).-

Luego de asegurar no haber


presenciado el momento en el que llegó la

gente de la cochería al lugar y puso el

cuerpo en el cajón, ya que por entonces el

declarante se encontraba en la planta baja

de la casa, indicó que cuando se fue el

cortejo y aunque nadie se lo pidió, se quedó

en el domicilio que compartían María Marta y

su marido junto a Mirta Molina, Bety, la

doméstica de los Bártoli, y Ema Benítez,

ayudando a entrar unas sillas y vasos ya que

había quedado bastante desorden, recordando

que momentos más tarde Ema lo llamó “para

correr un colchón arriba, para afuera, la

terraza” (sic), que la nombrada lavó toda

vez que estaba manchado con sangre, “era una

mancha notoria, en la cabecera… tenía el

tamaño de un plato chico, una cosa así, más

o menos de ese grandor” (sic), no resultando

la señalada la única mancha que observara en

el lugar, hablándonos de “otra mancha en la

alfombra, cerca del baño, más o menos igual

que la otra, antes de ingresar al baño”

(sic).-

Terminando su relato, nos contó


que luego de ello, Mirta, quien se hallaba

en el lavadero de la casa lo llamó y

abriendo el lavarropas le dijo “mira, lavé

todo eso porque estaba manchado con sangre,

era de la señora… la ropa estaba en el

lavarropas… la había lavado o la estaba

lavando” (sic), siendo que al serle leída su

declaración escrita de fs. 131 –en los

términos del art. 366 inciso 4º del código

de rito-, en concreto la porción de la misma

que reza: “Que las únicas prendas que vio

pertenecientes a la Sra. María Marta, se las

mostró la Sra. Mirta, la cual le manifestó

textualmente que se hallaban manchadas con

sangre y por ello las estaban lavando,

recordando que se trataba de una toalla y

cree que un pantalón o una camisa, pero sí

recuerda haber visto una toalla. Que en la

única oportunidad que ingresa al baño fue

cuando ingresó con el secador de pelo para

intentar secar la parte del colchón que

estaba mojada, cuando efectuaron la limpieza

de la mancha de sangre”, el testigo aclaró

primero que “yo no sequé -el colchón-, si


acompañé a Emma a buscar el secador… ella

entró delante mío” (sic), ratificando luego

el extracto que se le leyera en punto a las

prendas de vestir que allí describiera,

manifestando finalmente que si bien nadie le

comentó haber visto otras manchas de sangre

en el lugar, tampoco él hizo preguntas en

tal sentido.-

La aparición de un pantalón

cremita con sangre de María Marta, abre un

interrogante.-

¿Quién le cambió la ropa a la

víctima?

La camisa, sabemos que Marielita

y María Laura, ¿pero el pantalón?, ¿habrá

sido como lo sospechan las defensas, el

ladrón que entró a robar y huyó sin llevarse

nada?, ¿o alguien a quien le molestara la

labor social de la víctima?

De ser así, ¿por qué tomarse ese

trabajo?

¿Cuál fue el destino dado a la

remera deportiva que tenía María Marta y que

presentaba restos de sangre?, ¿es que acaso


no la encontró nadie?

Ninguna de las personas que

arribaron en los primeros momentos al

describir el cuadro de situación dijeron que

Carlos Carrascosa tenía su camisa y pantalón

manchados de sangre.-

En concreto, recuérdese que en

su declaración de fs. 809/818 vta.,

interrogado que fuera Guillermo Bártoli para

que dijera si al llegar a la casa de María

Marta la pareja de la misma “se encontraba

manchado de sangre o sus ropas manchadas”,

respondió diciendo: “yo no observé que

estuviera manchado con sangre, al menos

manchas que me llamaran la atención” (sic).-

De acuerdo a esta respuesta,

¿cómo es entonces que Guillermo Bártoli

sabía de la existencia de prendas de vestir

con manchas hemáticas que estaban no a la

vista de todos sino en un vestidor que tal

como se pudo ver en la inspección ocular que

realizáramos los jueces y las partes no

queda al paso sino perfectamente separado de

lo que es el dormitorio y el baño?


Obviamente el imputado llegó al

lugar del hecho antes que ningún otro lo

hiciera, encontrándose con una escena –

Carrascosa incluido- “muy distinta” a la que

nos refiriera haber visto.-

Concatenado con ello, agrego que

tanto Biassi como Antonio Daniel Cachi

refirieron en la audiencia que se reclamó la

ambulancia por un traumatismo en miembro

inferior, lesión efectivamente corroborada

por la operación de autopsia.-

¿Cómo conocía esta herida quién

pidió la ambulancia si según nos dijeron

jamás le sacaron los pantalones a María

Marta?

Recuérdese también, que el

forense Moreira al describirnos la

lesionología que presentaba el cadáver de la

víctima nos habló de lesiones en las piernas

que sangraron y que por tanto debieron haber

manchado el pantalón, lo que permite

concluir en eufonía con lo que vengo

diciendo, que si no fueron observadas en el

lugar fue por la sencilla razón de que María


Marta fue cambiada. No hay dudas de eso.-

Tampoco fue el ladrón ignoto del

que se hablara en el juicio quien impidió

que distintas personas se acercaran al

cuerpo de María Marta.-

Viene a mi memoria lo dicho por

Marcos Carranza Velez en cuanto afirmara que

la noche del 27 de octubre de 2002 fue con

su mujer y el Dr. Nolting a la casa de

Carlos Carrascosa y que al llegar al lugar

éste último les impidió –a él y a su pareja-

el acceso a la misma porque según dijo,

“estaban limpiando” (lo que demuestra que la

idea de Gauvry Gordon de ordenar la limpieza

no aparece como aislada sino cuanto menos

avalada o consentida por el marido de la

difunta), o lo manifestado por el propio

Nolting, quien asegurara que cuando iba a

subir a la planta alta para ver el cuerpo de

la víctima, Pichi Taylor le dijo “no, no”

(sic).-

¿O es que acaso Nolting hubiera

podido advertir en esos momentos alguna

circunstancia que se pretendía mantener en


el más arcano silencio?

También se pronunciaron de igual

forma Susana María Murray y Patricia Reyes,

en cuanto aseguraron que fueron al día

siguiente al domicilio de María Marta y no

antes porque a la primera le dijeron –Pichi

Taylor- que era mejor no hacerlo en ese

momento –la noche del 27 de octubre de 2002

cuando llamó a la casa a las 23:20 o 23:25

horas- ya que “esperaban al forense”.-

Finalmente, Enriqueta Vázquez

Mansilla refirió que no la dejaron subir a

ver a María Marta “hasta que llegara el

médico”, cuando en realidad el médico ya la

había visto y con posterioridad a los de las

ambulancias no la vio ningún otro

profesional del arte de curar porque a

Nolting no lo dejaron pasar –a pesar de los

guantes que dijo Gauvry Gordon le ofreció-;

ninguno de los amigos médicos de la familia

dijeron que la habían revisado; ni tampoco

llegó al lugar algún galeno que fuera

enviado por la funeraria, a pesar de lo

cual, una vez que todo estuvo “limpio” y


María Marta “arreglada” y trasladada a la

cama se permitió subir al dormitorio a las

personas que quisieran hacerlo. Parecería

entonces que no fue la llegada de ése medico

lo que impedía que pudieran ver a María

Marta.-

Pero no sólo lo llamativo (en

vista de lo ocurrido después) fue que

Bártoli no viera manchas de sangre en las

prendas que vestía Carrascosa, sino que

tampoco –y en ello hizo pie para no

acoplarse a las dudas que dijo le fueron

transmitidas por algunos familiares- observó

lesiones en la persona de María Marta,

refiriendo en tal sentido –conforme

declaración de fs. 809/818- que “…yo había

llegado a la casa, la había visto a María

Marta que no tenía sus ropas rasgadas,

golpes visibles, tenía la cara de paz y en

ningún momento hubo algo que me hiciera

pensar que eso no era un accidente…”.-

Una vez más Bártoli miente al

decir que no vio “golpes visibles” en la

persona de María Marta.


Las probanzas lo desacreditan y

no escasean.-

Conforme el protocolo de

autopsia del cual ya me ocupara, el cuerpo

de María Marta presentaba equimosis llamadas

secundarias -por no resultar aptas para

producir la muerte- y con características de

vitalidad, lo que nos indica que la misma

recibió estos golpes mientras aún estaba con


vida.-

Pero las lesiones que surgen de

la mentada operación (equimosis fronto-

temporo-malar-izquierda, otra equimosis

frontoparietal derecha, dos equimosis en el

tercio medio de ambos muslos, otra en el

hueco poplíteo izquierdo y otra en el tercio

superior de la pierna derecha) y que

llamativamente no fueron vistas por Bártoli,

sí fueron observadas por otras personas –y

fueron muchas por cierto- que nos hablaron

de una realidad diferente, tal el caso de

Horacio Zarracán, quien dijo que tras

arribar al Carmel alrededor de las 21 horas,

y una vez que María Marta fue colocada en la


cama, vio “en la zona de la cabeza un
golpecito” (sic).

Enriqueta Vázquez Mansilla

observó el cuerpo de su amiga a las 22.30 o

23.00 horas, en la cama, notando que la

misma tenía tres moretones, dos en la frente

y uno en el codo, además de “como un hilito


de sangre en la oreja” (sic).-

María Inés Bermúdez dijo que a

pesar de no acercarse más que al pie de la

cama, María Marta tenía el pelo “como lavado

y peinado” (sic) y a su criterio era posible

que estuviera maquillada, porque “no era el


color de piel” (sic) de su amiga, y tampoco

el color de un muerto “como maquillado”

(sic), pudiendo ver que la misma tenía “un

moretón en la frente… ambos brazos con

moretones” (sic).-

Elena Caride dijo que no notó

nada extraño, “salvo un moretón en la

frente que no era muy grande” (sic).-

María José Díaz Herrera, al día

siguiente del hecho, vio en María Marta


“lastimaduras que tenía en la frente, en el

brazo… tenía dos lastimaduras de un lado y

un chichón del otro… y en el brazo un

moretón arriba del codo”, en tanto el pelo

peinado hacia atrás estaba “como pegoteado…

detrás de la oreja izquierda” (sic).-

A Roberto Daniel Di Feo,

alrededor de las 23.00 horas, le hicieron

saber que no hacía falta montar la capilla

ardiente, que la iban a velar en la cama,

donde ya la habían acomodado, manifestando

el mismo que si bien la luz era tenue y se

veía poco, pudo advertir que el cuerpo

“estaba acondicionado”, notándola

“maquillada y arreglada”.

Al día siguiente, narró que al

trasladar el cuerpo de la cama al féretro,

al sacar la almohada, la misma “viene con un

coágulo de sangre”, diciéndole Bártoli que

hiciera su trabajo rápido. Que “la sangre le

llegaba hasta la cola… fue un derrame de

sangre grande porque la provocó un

coágulo”.-

Patricia Reyes, a pesar de no


acercarse demasiado al cuerpo, pudo

visualizar “una marca en su frente, en su

lado izquierdo, como una verdosa” (sic).-

Carmen Aberastain de Panelo dijo

que llegó al Carmel pasadas las 01.00 horas,

observando que la occisa tenía “como un

golpe en la frente” (sic).-

Roberto Antonio Effling dijo que

vio a María Marta en la cama, en la frente

tenía un moretón el pelo del lado izquierdo

“todo como sucio, como un engrudo,

desprolija, al revés de cómo lo tenía del

otro lado” (sic.), y tras operar el art. 366

4º del ceremonial, “pudo observar en el

umbral de la puerta del baño mancha de

sangre sobre la alfombra, y al acercarse

sobre la cabeza observó mancha de sangre y

sobre el pelo del mismo lado” (sic).-

Mirta Molina, nos contó que

cuando se acercó a la víctima que estaba

acostada en la cama, del lado del baño, vio

“agüita sangre” que le corría por la parte

de la oreja, atrás, y que el pelo lo tenía

“medio húmedo… bien arregladito” (sic),


recordando que María Marta tenía “como una

manchita, un golpe, morado, en la frente”

(sic).-

Ema Ramona Benítez dijo que

María Marta estaba acostada, tapada con una

sábana, notando a simple vista que la misma

tenía un golpe “como un moretón bastante

grande” (sic), y que “le salía líquido del

oído, sangre aguada” (sic). Contó además,

que la almohada de la cama en la que había

estado María Marta estaba con sangre

puntualizando los distintos lugares donde

había otras manchas de este tipo, dando

cuenta de la gran cantidad de sangre que

había perdido la víctima.-

Fabricio Courreges, jardinero y

piletero, del Carmel, indicó que se acercó

al cuerpo hasta donde pudo porque había

mucha gente, y luego corroboró los dichos de

Mirta Molina y Ema Benítez en cuanto a la

cantidad y lugares en que fuera hallada

sangre una vez que el cortejo partió hacia

La Recoleta.-

Susan Murray expuso que al día


siguiente a simple vista se veía que María

Marta tenía “moretones en el brazo derecho,

a la altura del codo, en esa altura, y otro

moretón chiquito cercano o sobre la ceja

izquierda” (sic), acotando que la misma

tenía un color que “no era común en las

personas fallecidas” (sic), pensando después

que podía tratarse de una base o un

maquillaje.-

María Luisa Enriqueta Lanusse,

dijo en la audiencia que cuando llegó vio a

María Marta tirada en el suelo, y que con la

ayuda de María Laura la desvistieron y

cambiaron, siendo que al serle leída en los

términos del art. 366 inc. 4º del CPP la

porción de su declaración prestada en la

instrucción, ratificó la visualización en la

persona de su hijastra de un pequeño

moretón, y que una vez colocada la misma en

el féretro, pudo ver que las toallitas que

tenía debajo de la cabeza tenían la misma

agüita color roja que ella había visto la

noche anterior.-

No puedo dejar de advertir cómo,


según quién fuera el testigo, ciertas

cuestiones puntuales se intentan minimizar a

favor de la versión del accidente sostenida

por los imputados.-

A modo de ejemplo, Ema Benítez,

empleada doméstica pudo claramente definir

que el líquido que salía del oído izquierdo

de la víctima era sangre aguada, pero María

Luisa Enriqueta Lanusse con mayores recursos

sociales, culturales y de lenguaje, dijo que

en las toallitas debajo de la cabeza de

María Marta vio “agüita color roja”.-

En este sentido, recuerdo las

manifestaciones del Dr. Héctor Horacio

Moreira, quien explicó que al abrir el

féretro se encontraron dentro del mismo con

una toalla totalmente ensangrentada

cubriendo el hemicraneo izquierdo que toma

toda la parte del temporal y parietal alto,

un pañuelo en el bolsillo y una muñequera

también manchadas con sangre.-

Nora Burgués de Taylor declaró

que cuando subió al dormitorio, no vio

sangre por ningún lado. Dijo que la remera


estaba mojada, “como rosa”, toda, de manera

uniforme, y que vio que María Marta tenía un

moretón y un raspón, contándole a su vez

Juan que su hermana “tenía atrás una herida

grande”.-

Otra amiga del Carmel, Leticia

Esther García, mencionó que subió a la

planta alta y vio a la víctima acostada en

la cama, notando “como un moretón en la

frente” (sic).-

María Laura García Belsunce en

una declaración errática de idas y vueltas

dijo que cuando llegó a la casa de su

hermana “no vio nada”, narrando una serie de

situaciones personales y vivencias de ese

momento, pero recordando que estaba vestida

con una remerita clarita y un pantalón

claro, que cuando le cambiaron la ropa, la

almohada estaba manchada con sangre por lo

que Marielita debió traer una toalla. Ante

respuestas reiteradas de no recordar, se

justificó diciendo “cuando me siento mal no

veo nada”, terminando por reconocer que “le

vi un moretón en la frente”, y luego, sin


certeza, que le pareció ver también un

moretón en el antebrazo.-

Viviana Decker de Binello, amiga

del country dijo recordar haber visto

solamente un moretón en la frente de María

Marta, y que estaba muy impactada, “hay

muchas cosas que tengo borradas” (sic),

utilizando dicha afirmación en justificación

de las constantes contradicciones en que

incurriera durante su declaración

contrapuestas en la operativa prevista por

el art. 366 inc. 4º del Ritual.-

Finalmente, Balbino Ongay, quien

en su juramentada escrita de fs. 696/697,

incorporada al juicio por su lectura,

aseguró que después de estar un buen rato en

la planta baja de la casa, saludando, le

informaron que ya se podía subir a verla –a

María Marta- lo que así hizo, observándola

en la cama –más sobre el lado del baño- y

llegando incluso a tomarle la mano, notando

en ese momento que la misma tenía como un

raspón en la frente del lado izquierdo.-

Análisis aparte merece lo


relacionado con la aparición del grupo

químico ciano en una de las muestras que

fueran obtenidas de la zona del cráneo de la

víctima.-

En efecto, del informe que fuera

incorporado por su lectura al juicio y que

obra a fs. 1886/1887 surge que tras tomar

los expertos actuantes de cada una de las

muestras de piel sendos trozos de las zonas

de desgarro sospechosas de disparo de arma

de fuego y luego de realizar sobre las

mismas un análisis mediante la metodología

Infrarrojo por Refrectancia Difusa (DRIFTS)

utilizando un Espectrómetro Bruker IF66 y

una Celda Espectra Tech, pudieron observar

en el espectro de la piel identificada bajo

la letra “D”, una banda en 2243 centímetros

a la menos uno característica, que puede ser

asignada al grupo ciano o nitrilo,

agregándose en función de ello, que en el

contexto de los estudios requeridos por el

Sr. Agente Fiscal respecto de la posible

existencia de pegamentos, y dado que la

muestra de piel identificada bajo la letra


“D” posee esta banda característica del

grupo anteriormente señalado, es que los

expertos estimaron, por tanto, que la banda

consignada podría provenir de una sustancia

que contenga ciano acrilato.-

Advierto aquí, que el informe

pericial cuyo resultado hoy se discute

poniéndolo en duda, fue realizado con la

participación de peritos de parte que

actuaron en representación del señor

Carrascosa –Dr. Miguel Angel Luis Castro,

Médico Especialista en Medicina Legal y

Comisario Retirado de la P.F.A., y Sr.

Edgardo Hugo Russo, Comisario Retirado de la

P.F.A.- quienes lejos de objetar las

conclusiones del mismo lo rubricaron al pie,

sin poner de manifiesto en aquél momento

algún tipo de cuestión que fuera en contra

de ellas.-

De hecho, lo único que se ha

regañado al respecto y no por parte del

especialista -Dr. Miguel Angel Luis Castro-,

sino por intermedio de un Comisario Retirado

de la Policía Federal –Hugo Russo- cuyos


antecedentes en la materia desconocemos,

guarda relación con la cadena de custodia de

las muestras, reparo sobre el cual volveré

más adelante en oportunidad de analizar los

dichos de quien la introdujera.-

Relacionado con el angular en

trato, fueron citados a declarar los

versados Luis A. Ferrari, César Nardo y Luis

Alberto Gambaro.-

Así, Ferrari nos contó que

realizó el “estudio de pegamento” sobre los

tacos de piel obtenidos del cráneo de la

víctima, primero con un sistema llamado ATR

y luego con otro que lo supera, denominado

“DRIFT”, utilizado por técnicos de la

Universidad Nacional de La Plata y que

consiste en analizar el material a través de

una luz infrarroja, habiendo hallado en una

de las muestras y en esta última oportunidad

-al cabo de un trabajo que “no fue sencillo”

(sic) y que necesito de instrumentos

especiales y de tiempo de estudio y

análisis- la presencia del grupo ciano, lo

cual, en el contexto analizado, le pareció


“altamente llamativo y compatible con el uso

de un pegamento… podría venir del

cianoacrilato” (sic), toda vez que en

concreto “el ciano aparecía en la zona de

los orificios, en realidad, en uno de ellos”

(sic), descartando en simultáneo que la

presencia de tal sustancia pudiera deberse a

la contaminación, “porque debería estar

presente de manera uniforme en toda la

superficie” (sic), lo que no ocurrió.

Finalmente, y tras aclarar que

las conclusiones a las que arribara “son

criterios de validación” (sic) y que por lo

tanto no puede hablarse de certeza sino de

verosimilitud, aseguró que “los peritos de

parte estuvieron de acuerdo, y de hecho la

firmaron” (sic), ello en relación a la

pericia de fs. 1885 y siguientes.-

Por su parte, César Nardo dijo

ser Técnico Químico de la SCJBA,

desempeñándose en el Laboratorio Químico

desde hace unos 20 años a la fecha, siendo

su Jefe el Dr. Ferrari, profesional éste con

el cual trabajara como “apoyo” (sic) en la


pericia a la cual el nombrado hiciera

referencia y que fuera llevada a cabo sobre

el material biológico obtenido en la

autopsia. En punto a la cadena de custodia

de las muestras, puntualizó Nardo que las

mismas “venían de Policía Científica…

fijadas en solución de formol, ya habían

sido procesadas por el Laboratorio de

Policía Científica” (sic), aclarando que

fueron “preservadas” (sic) por sugerencias

del Dr. en una caja fuerte hasta el momento

de trasladarlas a Gendarmería Nacional para

realizar las pericias, aclarando por último

–preguntado que fuera por ello- que las

muestras no experimentaron ningún tipo de

“sustitución, alteración en la cadena de

custodia o trato distinto”.-

Hago notar aquí antes de

continuar, que si la Defensa cuestionó la

cadena de custodia de las muestras ¿qué

mejor que este testigo para ser interrogado

en punto a ello?

No obstante, recuerdo que

finalizado el interrogatorio de Nardo por


parte de los acusadores públicos, el Dr.

Novak guardó silencio (situación que llama

la atención no sólo por lo antes dicho sino

puntualmente porque el testigo fue traído al

debate “por sus dudas” ya que la Dra.

Zyseskind había anticipado su voluntad de

desistirlo).

Incluso viene a mi memoria que

antes de autorizar el retiro de Nardo de la

Sala de Audiencias, se entabló una suerte de

diálogo entre la presidencia del Tribunal y

el asistente técnico del imputado Bártoli,

quien preguntado que fuera por la primera en

punto a si habría de formular preguntas al

testigo en función de las dudas que hiciera

públicas, el mismo textualmente respondió

“no las voy a evacuar con este testigo, sino

con un testigo mío”.-

Finalmente, Luis Alberto Gambaro

refirió que era Doctor en Ciencias Químicas

y Profesor de la Facultad y que la pericia

realizada en autos sobre los tacos de piel

obtenidos de la operación de autopsia se

realizó primero con un sistema llamado ATR,


que permite “un análisis más superficial de

la muestra” (sic), y después con el DRIFT, o

también denominada Técnica de Refractancia

Difusa, “que tiene más profundidad que el

ATR” (sic), habiendo tomado parte de la

diligencia además del declarante, los Dres.

Ferrari y Sampel, y un perito de parte,

aclarando que “ellos hicieron la parte

experimental y yo en el análisis de

resultado” (sic). Asimismo, recordó que “en

una de las muestras se encontró una banda

que coincide con un espectro del ciano”

(sic), siendo que al ser preguntado por este

sentenciante para que dijera a qué podía

deberse la presencia del ciano, el testigo

contestó “podía inferirse la presencia del

cianoacrilato, la pericia venía con esa

pregunta del Fiscal” (sic), no obstante lo

cual, aclaró que “no hay certeza” (sic) de

que ello efectivamente sea así.-

Los testigos citados por la

defensa del imputado Bártoli para

contrarrestar las afirmaciones de los

peritos oficiales fueron tres, Jorge Sambet,


Osvaldo Enrique Trocoli y Edgardo Hugo

Russo.-

El primero, manifestó en el

debate que la pericia de la que tomara parte

y que se realizara por medio de la técnica

DRIFT sobre una cantidad de tacos y muestras

tenía como objetivo la identificación o no

de alguna estructura que permitiera

identificar la presencia de un pegamento, y

que como resultado de la misma y “en una

sola de ellas” (sic) se detectó la aparición

del “grupo ciano” (sic). Asimismo, y tras

aclarar que si bien en el laboratorio y

junto al declarante “estuvieron dos peritos

de parte y el Dr. Ferrari” (sic), él en

persona manejó el equipo aunque en el

laboratorio, como así también que “la

interpretación de todo” (sic) fue realizada

también por él junto al Dr. Gambaro, aunque

“en el acta que hicimos estuvimos todos”

(sic), siendo que por último y al ser

preguntado para que dijera si lo hallado

podría haber sido otra cosa y no ciano

categóricamente respondió que no.-


A su turno Osvaldo Enrique

Tróccoli, de profesión “Químico Analítico” y

Perito de Parte de Carrascosa en su momento,

tras reconocer que no participó de la

pericia química realizada sobre las muestras

de piel para la determinación de la

presencia o no en las mismas de pegamento, y

que su actuación en la causa se limitó tan

sólo a analizar “los papeles, el informe, y

sobre el mismo me expedí” (sic), dijo que si

bien en uno de los tres espectros se

encontró una banda que se asocia al CIANO la

ausencia en el espectograma de una escala -o

curva vertical que mide las cantidades-

impide saber “si estoy trabajando sobre una

contaminación o una verdadera” (sic) toda

vez, que según destacó, el ciano puede estar

presente “en muchas sustancias, desde el

cianuro hasta los insecticidas de las

familias” (sic).-

El último en declarar sobre este

punto fue Edgardo Hugo Russo, quien sostuvo

en su momento cumplió funciones como

Comisario de la Policía Federal, para una


vez retirado, en el año 2003, fundar una

empresa -INCLAVE S.A.- de seguridad

electrónica y física, siendo contratado por

los García Belsunce, en concreto, el estudio

del Dr. Szelci, “para una parte de pericias,

varios tipos de pericias” (sic), recordando

que en tal sentido y en una oportunidad fue

con un perito de la empresa hasta la Ciudad

de La Plata, ya que se iban a hacer unas

pruebas “sobre tacos, que eran trozos de

piel… de la parte de la cabeza… de quien en

vida fuera María Marta García Belsunce”

(sic), siendo que en lo personal y con

autorización del Tribunal, “fui para ver la

legalidad del acto” (sic). Asimismo, refirió

que una vez en el lugar donde habría de

llevarse a cabo el acto, arribó una persona

con una caja de zapatos debajo del brazo

izquierdo, la cual abrió volcando sobre la

mesa trozos de diferentes formas que eran

los restos de piel de la persona que había

muerto y que se iban a peritar, al igual que

unos recipientes redondos, también con

trozos de piel y unas cajitas con trozos muy


chiquitos.

En el ocaso de su relato destacó

que aunque él no era perito, sacó varias

fotos con una máquina que portaba –reconoció

como tales las que obran a fs. 1999 a 2010-,

y que ello lo hizo “porque la cadena de

custodia estaba totalmente violada… la caja

no estaba lacrada, ni tampoco los frascos”

(sic).-

Esta situación –supuesta

violación a la cadena de custodia de las

muestras- entiendo se vio superada –y por

tanto la descarto- a partir del contenido

del acta de fs. 1885, traída en su parte

permitente –vía artículo 366 inc. 4º del

C.P.P.- -a instancias del Doctor Carlos A.

Novak- en ocasión del testimonio de Russo,

en concreto, la aclaración que a pedido de

este último hiciera el Doctor Luis Alberto

Ferrari en punto a que “…dichas muestras

fueron transportadas en sus envases

originales de apertura, que sí se

encontraban lacrados como consta en las

actas de las pericias correspondientes.


Asimismo, se deja constancia que dichas

muestras, una vez… peritadas en los

distintos actos en sede de Gendarmería

Nacional fueron inmediatamente transportadas

en esos mismos envases originales antes

mencionados hacia el Laboratorio de la

Asesoría Pericial de La Plata quedando allí

en custodia, y que son los mismos envases

originales en los que se encuentran las

muestras para la realización de la presente

pericia…”.-

Para zanjar la cuestión acerca

del empleo o no de un pegamento del tipo “La

Gotita”, utilizado como maniobra elusiva o

de distracción, para disimular la existencia

de los orificios de proyectil en el cráneo

de la víctima, entiendo como más conveniente

y ajustado al rigor científico partir de las

premisas que al efecto aportara a nuestro

conocimiento el Licenciado Luis Alberto

Ferrari.-

Recuérdese que el nombrado es

Licenciado en Química, también en Farmacia,

Doctor en Ciencias Exactas de la Universidad


de La Plata, consultor en Toxicología,

publicista con cincuenta publicaciones

internacionales en la materia, entre setenta

y ochenta trabajos como Profesor Titular de

Toxicología Forense, designado como experto

consultor en Narcóticos en Las Naciones

Unidas; que en el año 1978 ingresara en la

Suprema Corte de Justicia de esta Provincia,

desempeñando su labor como perito durante

treinta y dos años, hasta su jubilación como

Jefe del Laboratorio Químico Pericial de la

ciudad de La Plata.-

A preguntas de la Fiscalía,

acerca de cómo relacionó el hallazgo del

grupo ciano con los hechos de la causa,

respondió el experto que, en el contexto de

la causa, en su criterio, era altamente

llamativo el hallazgo del ciano, y

congruente con la existencia de un pegamento

como cianoacrilato, es decir, aquel conocido

en el mercado como “La Gotita”, o cualquier

otro pegamento de contacto; ello también con

fundamento en que la otro hipótesis que

avalaría su existencia sería la de una


contaminación, pero en ese caso debería

haber respondido como el estroncio, por

ejemplo, que se halló en toda la piel, en

cambio el ciano no estaba en toda la

superficie examinada en los losanges sino en

los orificios solamente, es decir, el ciano

aparecía puntualmente en uno de los

orificios y no en el resto de los losanges

de piel, circunstancia que descarta la

hipótesis de la contaminación.-

Hablaba de las premisas sentadas

por el experto en su declaración, y traigo

así a colación que el nombrado dijo

claramente en el debate que en materia

forense se habla de verosimilitud y no de

certeza, pues la ciencia forense es

extremadamente compleja y combina la

ciencia pura con la ciencia aplicada.-

Son estas palabras producto de

la prudencia, virtud propia de las personas

verdaderamente sabias.-

Sobre el punto, también nos dijo

el testigo que el ciano acrilato tiene una

característica química que impide que el


ciano se transforme en cianidrina por su

volumen, es un núcleo más estable y más

inmune a una transformación química, todo lo

que lo hacía concluir al experto en la

“verosimilitud” de su hallazgo, si bien no

de “certeza”, materializándose esa

“verosimilitud” en las propias palabras del

Lic. Ferrari cuando textualmente dijera: “Yo

no puedo decir que el acrilato no esté pero

tapado por la piel, pero yo tengo el ciano,

eso sí” (sic).-

Es decir: la hipótesis de

superposición de aquellos grupos,

estructuras o elementos químicos en las

mismas bandas observadas microscópicamente,

es, a criterio del experto, lo que impide la

detección del cianoacrilato, que, en su

criterio, sería “verosímil” su existencia,

debido a lo “altamente llamativo” del

hallazgo del grupo ciano en el “contexto de

la causa”, es decir, “congruente con la

existencia de un pegamento como el

cianoacrilato”.-

Sólo me resta agregar a lo ya


expuesto, y aquí concluyo el punto, que hizo

mención el Dr. Novak en su alegato a una

declaración testimonial prestada por el

Doctor Raffo en ocasión de celebrarse el

debate oral y público en la causa que se le

siguiera a Carlos Carrascosa, más lo cierto

es que no siendo lo dicho por el mismo en

otro proceso prueba apta para este juicio

habré de abstenerme de emitir cualquier

consideración al respecto (recuérdese sobre

el punto que el Dr. Raffo no fue citado por

la Defensa para declarar en el marco de esta

causa ni sus dichos acercados a la misma en

los términos del art. 366 del digesto de

forma).-

Consideración especial merecen

las distintas escuchas telefónicas de los

cassettes incorporados como prueba y que a

pedido de la defensa de Bártoli se

reprodujeron públicamente en el debate, las

cuales involucran no sólo al nombrado sino

también a otros imputados (por lo que

recomiendo al lector, en especial al resto

de los abogados, prestar especial atención


al punto habida cuenta que comenzaré aquí a

avanzar sobre cuestiones que tienen que ver

con las situaciones personales de Juan

Carlos Hurtig, Sergio Binello y Horacio

García Belsunce, más allá de profundizar

sobre las mismas en el momento oportuno).-

Como primer punto a tener en

cuenta, destaco que la primera de estas

llamadas es de fecha 12 de diciembre de

2002, cuando ya se habían tomado

declaraciones testimoniales a los

vigiladores, a Biassi, a familiares de la

víctima, y realizado también la operación de

autopsia, negándose a Carlos Carrascosa por

auto del Juez de Garantías -de esa misma

fecha-, el carácter de particular

damnificado, de conformidad a lo dictaminado

por el fiscal.-

Esta circunstancia permite

concluir entonces que a partir de esa fecha,

los hoy imputados conocían el rumbo que

seguía la investigación, esto es, su posible

actividad ilícita.-

Traigo esto a consideración


porque suscita mi atención que a fs. 54 y

siguientes de la carpeta de transcripciones

de escuchas telefónicas, Carpeta “A”,

Bártoli refiere que por distintas

conversaciones que allí cuenta, “me hace

creer que sigue con la firme sospecha de que

hay un entorno familiar o que es Carlos”,

tranquilizándolo Horacio en cuanto a que le

dijo a Becerra que “una cosa es que vos

creas en el encubrimiento de alguien y otra

cosa es que vos tengas pruebas coherentes y

concretas en la cual nos tapara la boca, y

si esto es una prueba, pero las tiene que

tener, una cosa es lo que crea y otra cosa

es las pruebas que tenga”.-

En esa conversación le dijo

Bártoli a Horacio García Belsunce “…ya hablé

con Carlos… repasé minuciosamente durante

varias veces toda la secuencia del día

domingo desde las doce y media del mediodía

que me encuentro con él almorzando en lo de

Binello hasta las siete de la tarde que lo

vuelvo a encontrar en la casa…” surge la

diferencia de lo que en la audiencia el


propio imputado Bártoli dijo al respecto.

También le manifestó a Horacio que en su

primera declaración testimonial “Yo en

realidad quise hablar lo menos posible

antes, ¿entendés?”, a lo que Horacio le

responde “está bien, está bien, está bien,

no, si era lo conversado, así que…”.

A fs. 61 y siguientes de la

misma carpeta, transcripción de conversación

del 20 de diciembre de 2002 entre Guillermo

Bártoli y Juan Hurtig, el día posterior al

hallazgo del “pituto”, hablando sobre

Horacio García Belsunce, sus intentos de

manipular a la prensa y los errores que

cometía, surge que a esa fecha Scelzi los

asesoraba legalmente. También dicen que

Molina Pico estaba diciendo “boludeces”, y

“ahora hasta que se avive que somos

mogólicos, que no somos asesinos, que somos

mogólicos, va a llevar un tiempo…”.-

En transcripción telefónica del

20/12/2002, se escucha un diálogo entre Juan

Hurtig y Bártoli, acordando el primero

reunirse el domingo en Colonia con su


cuñado, arribando en Buquebus y auto. A

partir del 21/12/2002 surge de la

transcripción de conversaciones del teléfono

02322-430652 pertenecientes al domicilio del

causante Bártoli, a nombre de Irene Hurtig,

que los mismos no se hallaban en el mismo –y

conforme desgrabación del 24/12/2002 de

Irene Hurtig, que ésta última le decía a su

interlocutora que su hijo quería o regresar

al country o irse de vacaciones a Punta del

este.-

De las mismas surge que una tal

Cony, quien se hallaba viviendo en el

domicilio de la familia Bártoli refirió a

una vecina “mi teléfono está recontra

pinchado” (cassette nº 14 del 23/12/2002,

fs. 42).-

A ese mismo teléfono el

26/12/2002 hay una llamada entrante de NN

Mirta quien le comenta a la empleada de

BARTOLI que ella en la fecha fue a declarar

y quería chusmearla, ya que cada vez que me

llama la policía yo le cuento a ellos, y le

quería contar que fui nuevamente y no pasó


nada, los periodistas estaban todos en la

Comisaría y están en mi casa, seguro que lo

van a pasar en canal 13, viste que están

investigando a las mucamas, le solicita que

desea plata, que no tiene dinero, que le

avise algo, te vuelvo a llamar”.

En llamada del mismo día, donde

“CLAUDIA: Dicen que saben todo, dicen que YA

ESTA, ACABO de escuchar que es una mina de

ahí, de CARMEL. CONY: no creo para mí no.

CLAUDIA: Che este teléfono está pinchado.

CONY: obvio, el mío, el de mis empleados, de

todos los celulares y todos los teléfonos de

los que viven en CARMEL, no te puede decir

quién es el asesino, risa de por medio, no

mentira… sé lo mismo que sabe todo el mundo,

por chusmeríos, por lo que corre acá que

puede ser cualquier disparate, cualquier

cosa” (ver cassette nº 18 de fecha

26/12/2002, fs. 45/46).

En una conversación posterior

entre Cony e Irene, en la que la primera le

dijo que Mirta había hablado con Noelia,

“que si hablaba con vos le diga que


necesitaba plata, que la llamaron a declarar

que está todo bien…”.

El llamado del 27/12/2002 entre

Cony y Mariana en el que reiteradamente

queda en evidencia que por teléfono no

quieren dar detalles sobre cuestiones

relacionadas con la muerte de María Marta

“CONY: bueno, pero por teléfono no que lo

voy a decir MARIANA: Bueno pero te quiero

decir al margen… yo lo que te digo es lo

siguiente he… “NO BODI… NO NAME… VERY

DANGER” (ver cassette nº 19 de fecha

27/12/2002, fs. 48, 49 y 50).-

Aparece entonces con meridiana

claridad que era “vox populi” y no se

ocultaba, que el teléfono de línea de la

familia Bártoli perteneciente al Carmel

estaba intervenido, porque Cony que estaba

viviendo transitoriamente en ese domicilio

lo comentó con Mariana, vecina del country y

su amiga Claudia que realizó la llamada

entrante advirtió esa misma circunstancia.

Ninguna de ellas manifestó

asombro, sorpresa o lo puso en duda, sino


que lo aceptaron como un hecho. Pero además,

Cony le dijo a su amiga que estaban

“pinchados” todos los teléfonos y celulares

de los que vivían en el Carmel; y en su

segunda conversación con Mariana, quedó en

evidencia la precaución con que manejaban

sus expresiones, cuidándose de no decir nada

por teléfono que pudiera ser revelador de

circunstancias en torno al óbito de María

Marta.-

Me pregunto, ¿esta circunstancia

no debían haberla advertido también Bártoli

y su familia, no se lo había hecho saber

Cony o alguno de los vecinos o amigos del

Carmel, o tampoco ellos se habían dado

cuenta?

De las conversaciones mantenidas

entre los imputados, sus familiares y amigos

íntimos –incluido Horacio García Belsunce,

de quien no puede decirse por lo que refirió

en la audiencia, que ignorara la posibilidad

cierta de una intervención telefónica, y su

abogado y amigo “Pepe” Scelzi-, ninguno se

imaginó, comentó ni evaluó la posibilidad de


que tuvieran sus teléfonos intervenidos,

cuando dijeron que sabían que el fiscal

pensaba que eran encubridores del hecho

ilícito.-

En este orden de ideas, me llama

la atención el tenor de las conversaciones

mantenidas que se escucharan en la última

jornada de audiencia de prueba, en las que

los interlocutores brindan largos,

detallados y reiterativos discursos acerca

de lo que ya dijeran en declaración en la

causa, pretendiendo justificar su inocencia,

dando la impresión del análisis total de los

diálogos, que no parecen dirigidos a su

interlocutor, sino que tienen el carácter de

“mensajes” destinados a un público más

amplio.-

Dejando de lado la participación

de Guillermo Bártoli (sin perjuicio de

señalar que sobre la misma volveré más

adelante al analizar cuestiones comunes a

todos los imputados), me detengo en el

estudio de los hechos que la Fiscalía

pusiera en cabeza de Horacio García


Belsunce.-

Ellos son dos.-

El primero, haber participado de

la reunión en la que se debatió la

naturaleza del elemento metálico hallado por

Juan Hurtig debajo del cuerpo de María Marta

y que finalmente –a sabiendas de que era una

bala y que con ello contribuían a ocultar el

crimen del que había sido víctima la

nombrada- fuera arrojado por este último al

inodoro del baño ubicado en el primer piso

del domicilio en el que la misma cohabitaba

junto a Carlos Carrascosa.-

EL segundo, el llamado que

Horacio García Belsunce le hiciera al

Comisario Mayor Angel Domingo Casafús

pidiéndole al mismo que “parara” a la

policía que estaba dirigiéndose al lugar.-

Ambos episodios históricos

forman parte de una realidad

incontrovertible, que fue incluso reconocida

por el propio imputado al prestar la

declaración que rola a fs. 827/836,

incorporada al juicio por su lectura.-


En lo tocante al previo de los

acontecimientos –hallazgo de plomo

deformado- habré de abordar la cuestión

tratando de manera conjunta las situaciones

de Horacio García Belsunce y Juan Carlos

Hurtig, mientras que en ocasión de avanzar

sobre la comunicación que el primero

mantuviera con Angel Domingo Casafús,

incluiré en el desarrollo del trabajo al

imputado Sergio Binello.-

Pero vayamos por partes.-

Ingresando al análisis de lo que

sucediera en derredor al encuentro –y

posterior descarte- en la escena del crimen

del primer proyectil que de acuerdo a la

secuencia de disparos de la que diera cuenta

Moreira partieran del arma matadora, nada

mejor que hacerlo trayendo a consideración

el descargo que al respecto efectuara el

propio Horacio García Belsunce (ver fojas

827/836) quien al ser preguntado por ello se

manifestó diciendo que “en un determinado

momento me llama John y me dice, Hora, vení

y me lleva al baño, en el baño, cuando llego


estaba Dino, el marido de mamá, Yayo mi

cuñado el marido de María Laura y John. Me

señalan una cosa en el suelo y me dice Hora,

mira, esto estaba debajo del cuerpo de María

Marta. Lo miro, no me dice absolutamente

nada. Agarro un pedazo de papel higiénico

(esto lo debo haber aprendido de las

películas) lo levanto, lo pongo más cerca

para verlo, no me decía nada, les digo,

miren yo no entiendo nada, ¿pero ustedes qué

me están queriendo decir? No, que se yo,

nada, entonces qué carajo estamos haciendo

acá, ¿ustedes lo que me están queriendo

decir es que esto puede ser una bala? Yo no

entiendo nada, pero para mí esto no tiene

nada que ver con nada. Cuando lo veo y miro

los pestiletes de las ventanas, me pareció

que era una cosa de esas por la forma de las

que tienen las trabas de las ventanas o lo

que más se asemejaba era a los pitutos,

soportes de los estantes de las bibliotecas.

¿A alguno le parece otra cosa? No, no, no,

llamémoslo a Carlos, la misma pregunta. Esto

dice John que estaba debajo de María Marta


cuando la levantaron con Dino, ¿a vos te

dice algo? El gordo dice no, no me dice nada

y agrega algo que para mí es terminante en

mi convicción que no era importante para

nada. La frase de Carlos es: Es posible que

sea una de las tantas cosas que usaron los

médicos en la resucitación, motivo por el

cual decidimos tirarlo por el wáter y me

fui” (sic).-

Me resulta sugestivo que, el

cuidado en el tratamiento y manipulación que

tuvo con el elemento que hallaron tirado

debajo del cuerpo de María Marta es el que

“películas mediante”, se sigue con aquellos

objetos relevantes para una investigación

con el fin de no borrar huellas o alterar

pruebas.-

Por su parte, Juan Carlos Hurtig

declaró primero a fs. 773/777 y sobre el

tópico que distrae nuestra atención sostuvo

que “…yendo al tema del ocultamiento del que

hablan, lo del pitutito, cuando yo la

levanto a María Marta, no había ninguna duda

que había sido un accidente porque además la


revisaron dos médicos y nadie dijo nada…

Cuando la levanto a María Marta, yo la

levanto de la cabeza… y mi viejo

(Constantino Hurtig) de los pies, en ningún

momento vi que nada se le cayera de la

cabeza, tenía una lastimadura con sangre y

pelo enmarañado, la levanté, la puse en la

cama, y en los brazos yo tenía sangre, me

ensucié… Ahí vuelvo al baño para lavarme,

cuando me lavo, al salir me encuentro con el

pitutito éste en el piso, justo debajo de

María Marta, no en la alfombra sino en el

piso del baño. Lo llamo al viejo, y le

pregunto si sabía qué era eso, el viejo me

dice que no tiene ni idea, le digo, llamalo

a Yayo, me dice no tengo la más puta idea,

pará llamémoslo a Horacio, cuando viene dice

esto es un pitutito de algo y empieza a ver

en los armarios y en el vanitori… No me

acuerdo quién, dice esperá que lo llamo a

Carlos, él lo mira y dice… puede ser… de los

paramédicos porque cuando estuvieron armaron

un despelote tremendo acá, paso siguiente,

decimos qué hacemos con esto, nada, tiralo,


tirémoslo… me deben haber dicho tiralo

porque no era nada… En ese momento nadie

pensó que podía llegar a ser una bala, nadie

llegó a la conclusión de que esto era una

bala y se tiró… yo no pensé que estaba

relacionada con la muerte de María Marta…”

(sic), no obstante lo cual y preguntado que

fuera luego para que explicara por qué si no

se representó tal posibilidad es que llamó a

su padre, a Horacio y a Carlos si solo era

un pituto, contestó: “…mejor dicho, yo

íntimamente pensé que podía llegar a tener

algo que ver con la muerte de María Marta,

pero no se los hice ver a los que fueron al

baño… fue una intuición mía, cuando nadie me

dijo che, esto es una bala, o un pedazo de

palo… yo íntimamente me dije si la revisaron

dos médicos y no encontraron nada qué

boludeces estás pensando… yo lo que pensé

íntimamente cuando llamo –es- que podía ser

algo de un ataque a María Marta pero cuando

vienen y me dicen pero puede ser un

pitutito, un coso, me quedé con esa versión…

en ningún momento nadie dudó y en ningún


momento se entró en discusión –de- si era

una bala, de pique los que entraban… no

ponían un halo de duda y cuando entró

Horacio y dijo que podía ser un pitutito de

un estante dijimos: ah, bueno, y cuando

entró Carlos y dijo que podía ser de los

paramédicos nos quedamos tranquilos…”,

reconociendo finalmente que quien arrojara

físicamente el plomo deformado en el inodoro

fue él en persona, y que se deshizo del

mismo en dicho lugar “porque era el único…

que yo vi para tirar algo en el baño”

(sic).-

Más tarde, con el debate en

marcha, Juan Hurtig volvió a prestar su

particular versión de los hechos,

expresándose en esta nueva oportunidad –

palabras más, palabras menos- de igual modo

a como lo hiciera primitivamente en su

declaración escrita.-

Pero pese a los esfuerzos

desplegados por el nombrado en el sentido de

sostener la versión de que en la tertulia de

la que tomara parte y que se celebrara en el


baño –puerta entreabierta mediante- ubicado

en el primer piso del domicilio de su

hermana, no se mencionó bajo ningún concepto

el término bala, las evidencias demuestran

que ha sucedido todo lo contrario.-

Adviértase que Horacio García

Belsunce dijo en relación a ello, que

incluso preguntó a quienes lo habían

convocado a la reunión (entre los que claro

está mencionó a su medio hermano Juan

Hurtig): ¿ustedes lo que me están queriendo

decir es que esto puede ser una bala?

Ello quiere decir, que para que

el imputado Horacio García Belsunce se haya

manifestado de esa manera tuvo que existir

en alguno de los congregados en el lugar la

mención como “disparador” -o sugerencia al

menos- de dicha posibilidad, caso contrario

no se explica el interrogante que el

nombrado les dirigiera a los mismos.-

También Horacio Zarracán (esposo

de María Laura García Belsunce y mencionado

por Horacio García Belsunce como Yayo en su

injurada) y Balbino Ongay contradijeron a


Juan Carlos Hurtig.-

En efecto, el primero de los

nombrados y tras relatar que en relación a

la muerte de su cuñada María Marta tomó

conocimiento de la misma a través de un

llamado telefónico que le hiciera a su casa

Irene Hurtig, el mismo día domingo 27 de

octubre de 2002 “entre siete y media y ocho”

(sic) comentándole en concreto que María

Marta había tenido un accidente en el baño

falleciendo a consecuencia del mismo, nos

contó que concurrió al Carmel arribando al

mismo aproximadamente a las 21:00 horas,

siendo que yendo en concreto a lo que es de

interés aquí, nos contó que estuvo un tiempo

arriba hasta que bajó, volviendo a subir “al

rato” (sic) cuando le pidieron que lo haga

“porque habían encontrado algo en el baño”

(sic) siendo que al hacerlo Carlos

Carrascosa, Juan Hurtig, Horacio García

Belsunce y el Dr. Constantino Hurtig le

preguntaron qué era algo metálico que en ese

momento le mostraron, por lo que tras

sentarse en el bidet y observarlo les dijo


que no tenía la menor idea, mencionándose

primero de que podría tratarse de un traba

estante, y también que “en un momento se

dijo que podía ser una bala” (sic) aclarando

que cuando le preguntaron por ese elemento

se lo mostraron “con un papel abajo y el

plomo montado sobre él” (sic), no recordando

que alguien se haya ido –preguntado en

concreto que fuera por la persona de John

Hurtig- mientras todo ello ocurría. Por otra

parte, y completando su relato, indicó que

en ese momento María Marta ya estaba en la

cama, notándole “en la zona derecha de la

cabeza… un golpecito” (sic), siendo que al

ser preguntado acerca del destino dado por

entonces a ese plomo, dijo no saberlo,

refriendo al respecto que “yo creería que lo

pusieron arriba de la mesa, del lavatorio”

(sic), no obstante lo cual y exhibido que le

fuera el plomo desnudo hallado en la cámara

séptica del domicilio de la familia

Carrascosa dijo que “eso no era lo que vi,

era más largo, con una puntita atrás, eso

tenía una continuación, y con puntas que


salían, a eso le falta otro pedazo… eso no

era, seguro” (sic).-

Esta última rigurosa negación

del testigo obliga a preguntarme lo

siguiente.-

¿Le fue exhibido a Zarracán el

plomo desnudo que Juan Hurtig hallara debajo

de los restos mortales de su hermana?, ¿o le

mostraron otro, lo suficientemente distinto

de aquél como para no permitirle la

posibilidad de relacionarlo con lo que

efectivamente era, con características

quizá, que pudieran hacerles suponer que se

trataba de una parte de un desfibrilador o

de un porta estante, asegurándose con ello

que una genuina duda de éste –frente a

cualquier contingencia futura- pudiera

sumarse a las impostadas y fingidas dudas de

aquellos?

Es muy probable por cierto.-

Nótese que Zarracán no fue el

único testigo que sembrara un manto de duda

en punto a lo dicho.-

Traigo a modo de ejemplo para


robustecer el asunto en trato, el testimonio

de María Luisa Enriqueta Lanusse, la cual

nos contó que tras mover el cuerpo de María

Marta, Juan le dijo “encontré esto… mirá,

¿qué será esto?”, preguntándole la dicente

posteriormente a Constantino Hurtig -quien

también estuvo en la reunión del baño y por

tanto debió escuchar lo mismo que Yayo

Zarracán-, el cual sugestivamente se refirió

únicamente a que podía ser un elemento para

sostener un estante introduciendo la

posibilidad de que fuera un desfibrilador -

¿quién mejor que un médico (como él) para

determinar si se correspondía con ese

elemento?-, pero ninguna certeza arrimó al

extremo, omitiendo toda referencia a que

pudiera tratarse de una bala. Por último y

exhibido que le fuera a la testigo el plomo

del que venimos hablando y preguntada que

fuera para que dijera si se trataba del

mismo que viera la noche del 27 de octubre

de 2002, dijo: “yo lo vi más claro, no

hubiera jurado que fuera tan gris” (sic).-

Por su parte, Balbino Ongay,


cuyo testimonio obrante a fs. 696/697 fuera

incorporado al juicio por su lectura –a raíz

de su fallecimiento- en los términos del

art. 366 del digesto de forma, dijo que tras

haberse enterado de la muerte de María Marta

García Belsunce por un llamado telefónico

que le hiciera un amigo suyo, Ernesto

Otamendi, el mismo día 27 de octubre de 2002

entre las 20:30 y 21:00 horas, informándole

que “María Marta había tenido un accidente y

que se había ahogado en la bañera” (sic),

concurrió al Carmel junto al nombrado, la

mujer del mismo de nombre Graciela Maggio, y

su esposa, Graciela Lucía Del Cioppo,

arribando al lugar promediando las 22:00

horas. Refirió también, que una vez allí se

encontró con mucha gente, como ser “todos

los del grupo de los lunes” (sic) –entre los

cuales mencionó a Roberto Tabbush, Mario

Carassale, Oscar Chiesa y Marcelo Ussey-

observando junto a los mismos a Carlos

Carrascosa. Asimismo, expresó que después de

estar con esta gente fue a saludar a Horacio

García Belsunce padre e hijo, a Marielita,


la esposa del primero, y también a María

Laura García Belsunce, la cual le dijo de ir

a ver el cuerpo de María Marta refiriéndole

que el mismo se hallaba todavía en el baño,

a lo que el declarante se negó “para no

impresionarme” (sic), hasta que después de

estar un buen rato en la planta baja de la

casa, saludando, le informaron que ya se

podía subir a verla –a María Marta- lo que

así hizo, observándola en la cama –más sobre

el lado del baño- y llegando incluso a

tomarle la mano, notando en ese momento que

la misma tenía como un raspón en la frente

del lado izquierdo. Por último, indicó que

al cabo de una hora (tiempo en el cual

estuvo junto al cuerpo) comenzó a dialogar

con Dino Hurtig, “en el baño de arriba”

(sic), preguntándole al mismo cómo había

sido la muerte de María Marta, a lo que éste

le respondió que la nombrada se había

golpeado y caído sobre la bañera,

ahogándose, comentándole enseguida que

habían encontrado una “esquirla” o una “cosa

rara” debajo del cuerpo de ella,


permaneciendo el declarante en el lugar

hasta las 04:00 horas aproximadamente,

momento en el cual se retiró junto con

Otamendi, creyendo que en el viaje de

regreso “algo” le hizo saber a este último

respecto a lo manifestado por Dino Hurtig en

punto al hallazgo de una “esquirla”, estando

sí seguro que al día siguiente o durante los

días posteriores, “no lo recuerdo

exactamente” (sic), le comentó “ese tema de

la esquirla” (sic) a su esposa y a la señora

de Otamendi.-

En el mismo orden, dijo Romero

Victorica que al contarle Horacio del

hallazgo de una especie de “plomito” (sic) y

que en el lugar había abundante sangre, “en

lo personal pensó en una bala”.-

A su vez, Ernesto Otamendi, tras

la operatoria del art. 366 inc. 4º del CPP –

fs. 1107 y siguientes de la IPP nro. 19.279-

dijo que Ongay le comentó en el velorio que

habían hallado “un casquillo”, “cerca de

donde estaba María Marta”, y pensó de

inmediato en una “cápsula servida”, por lo


que en cuenta de la pérdida de sangre en la

cabeza, tuvo dudas acerca de la versión del

accidente.-

Javiera Marqués Rosas, explicó

que la noche de la muerte de su cuñada, su

entonces esposo Juan Hurtig le preguntó si

sabía cómo era una bala, describiéndole lo

que a su criterio era una.

Se interrogó a la testigo si

tenía algún conocimiento especial sobre

armas y municiones que hubiera hecho que

recurriera a ella buscando una respuesta,

pero dijo que no, quedando a mi criterio

inexplicado entonces porqué dijo Marqués

Rosas logró tranquilizar a Juan, el cual

después le contó que había encontrado “algo”

que después tiró.-

Si Juan Hurtig relacionó el

elemento que encontró con una bala, ¿por qué

lo tiró?, ¿no es que acaso sus dudas en tal

sentido habían quedado en el pasado luego de

que su hermano Horacio y su cuñado Carlos

Carrascosa le transmitieran serenidad al

referirle que podía tratarse de un porta


estante uno, o de un accesorio utilizado por

los médicos el otro?

Si dicho hallazgo mereció un

“cónclave” en el baño, esto nos remite

cuanto menos a una valoración acerca de la

importancia que pudiera tener en el cuadro

de situación que se estaba viviendo. Si no

fuera así, parece absurdo que en la

situación del momento –traslado de María

Marta a la cama, su posterior cambio de

ropa, acondicionamiento del lugar, consuelo

de las personas mayores (en especial

progenitores de la víctima) y recepción de

quienes estaban llegando al domicilio

anoticiados de lo que había ocurrido- un

grupo de familiares de la víctima se

reunieran justamente en el lugar de

ocurrencia del hecho, a debatir sobre el

hallazgo de una pieza de metal (nada menos

que encontrada en aquellas circunstancias

debajo del cuerpo sin vida de María Marta,

tomándola con un trozo de papel y

manipulándola como de si de una prueba se

tratase), la cual fuera luego descartada por


el inodoro.-

Ha tratado la Defensa del

imputado Juan Hurtig, brillantemente

asistido técnicamente por el Doctor Riguera

(hay abogados que enaltecen el ejercicio de

la profesión y créanme que éste último es

uno de ellos) de sembrar un manto de duda en

punto a la posibilidad de que el momento en

el que se mencionara en la afamada reunión

el término bala, haya coincidido con el

preciso instante en el que el nombrado en

primer término se ausentara de la misma y

fuera en búsqueda de Carlos Carrascosa.-

Pero ello no ha sido así.-

Si bien Carlos Alberto

Carrascosa, en su injurada de fs. 850/855

vta., expresó que “Más tarde llegó John, ni

idea la hora, en un momento dado me busca, y

me dice, vení que quiero que veas una cosa,

subo, me hace entrar en el baño y me muestra

algo, un fierrito, y me dice ¿vos sabes qué

es esto? Yo realmente, no tenía la menor

idea y le dije mirá acá hubo tanto

despliegue de cosas por los médicos que debe


haber sido algo de eso, y no le di ni

importancia. Dijeron, qué hacemos lo tiramos

y lo tiraron” (sic), no es menos cierto que

de acuerdo a los dichos de Horacio García

Belsunce, la referencia a este elemento

aconteció en los primeros momentos en que

tuvo lugar la reunión del baño, corroborado

ésto por el propio Zarracán.-

Lo expuesto, me impide dar

acogida favorable a la hipótesis de la

defensa.-

Tengo para mí que ha resultado

el imputado Hurtig sumamente contradictorio

en sus expresiones.-

Una muestra más de ello –como si

las apuntadas fueran pocas- fue que Juan

Hurtig en su primigenia declaración prestada

en Fiscalía, dijo que no vio en el cuerpo de

su hermana rasguños, deformaciones en el

rostro u otra circunstancia que le hubiera

llamado la atención y que pudieran

justificar las “intuiciones” que mencionara,

pero en el debate dijo que a la mañana

siguiente tras presentarse en él la duda, le


preguntó a Guillermo Bártoli, en presencia

de Romero Victorica, si a su hermana no la

habían golpeado. No ha quedado claro en

función de qué es que realiza la pregunta,

qué circunstancia fue la lo llevó a

representarse esa posibilidad. ¿O fue

también una intuición? Tampoco nos dijo cuál

fue la respuesta de Bártoli. Sin embargo,

este último, en ocasión de deponer a tenor

del art. 308 el ritual, dos días después que

Juan, aclaró ese extremo, explicando que su

cuñado le contó que “había encontrado un

pedacito de metal, y que eso se podría haber

desprendido de algo con lo cual lo hubieran

golpeado” (sic), insistiendo el deponente en

que todo indicaba que se trataba de un

accidente.

No termino de entender las dudas

de Juan, ¿pensó que el metal hallado era

parte de un elemento con el que habían

golpeado a María Marta?, ¿un estante?, ¿un

desfibrilador?, ¿entonces qué sentido tenía

preguntarle a Javiera Marques Rosas si sabía

cómo era una bala?


En una suerte de enredos e

intentando desvincularse de lo que es objeto

de imputación (que tiró una de las balas que

partieran del arma criminal sabiendo que lo

era) no ha podido Juan Hurtig esclarecer

cuándo efectivamente nacieron sus dudas en

torno a la muerte de María Marta, ya que si

estamos a sus afirmaciones en el sentido de

que ello sucedió “recién” cuando notó que la

nombrada tenía sus zapatillas secas,

situación que –con razón por cierto- era

incompatible con “el resbalón” que decían

había sufrido la misma en el baño, no logro

armonizar esta idea con las razones que

diera el propio Hurtig a la hora de explicar

qué fue lo que lo llevó a preguntar una y

otra vez y a diferentes personas acerca de

la naturaleza del elemento metálico que

luego dio en llamarse “el pituto”, ya que al

respecto y en una palpable contradicción con

lo antes dicho precisó: “yo íntimamente

pensé que podía llegar a tener algo que ver

con la muerte de María Marta, pero no se los

hice ver a los que fueron al baño… fue una


intuición mía, cuando nadie me dijo che,

esto es una bala, o un pedazo de palo… yo

íntimamente me dije si la revisaron dos

médicos y no encontraron nada qué boludeces

estás pensando… yo lo que pensé íntimamente

cuando llamo –es- que podía ser algo de un

ataque a María Marta pero cuando vienen y me

dicen pero puede ser un pitutito, un coso,

me quedé con esa versión”.-

¿Entonces?

Pareciera ser, a la vista de los

acontecimientos, que dos fueron los momentos

en los que Hurtig se representó que la

muerte de su hermana podía no deberse a un

simple accidente doméstico. Uno, cuando

halló debajo de su cuerpo el plomo

deformado, y otro, cuando advirtió que las

zapatillas que María Marta tenía colocadas

al momento en que encontrara su irremediable

final estaban secas.-

Pero si sus dudas en punto a ese

primer momento se agotaron –como expusiera

el propio imputado- luego de escuchar a su

hermano Horacio y a Carlos Carrascosa, ¿por


qué volvieron después?, ya que al decir de

su por entonces esposa, entrada la madrugada

del día lunes 28 de octubre, el imputado se

mostraba intranquilo preguntando justamente

–a ella- cómo era una bala.-

Relacionar ese interrogante de

Juan Hurtig con el “tema de las zapatillas

puestas” como fuente de sus dilemas es una

auténtica quimera.-

Pero la discusión no se agota

aquí.-

Hago notar que la seguridad que

Horacio García Belsunce dijo poseer en punto

a la “insignificancia” del elemento metálico

hallado por Juan Hurtig debajo del cuerpo

sin vida de su hermana, y la calma que este

último dijo haber vivenciado luego de

escuchar las palabras del primero, chocan

abiertamente con las manifestaciones del

testigo Romero Victorica.-

En efecto, repasando el

testimonio del por entonces Fiscal ante los

Tribunales Nacionales de Casación, advierto

que el mismo refirió haber recibido un


llamado de su amigo Horacio García Belsunce

anoticiándolo que su hermana María Marta

había tenido un accidente. Que fue con su

mujer al velorio y en un aparte Horacio le

dijo “mirá, acá hay cosas que no me

cierran”, hablándole de la fractura de

cráneo y pérdida de masa encefálica, el

hallazgo de un “plomito” en el baño que

habían tirado, y que “había abundante

sangre”, como así también que Juan Hurtig

fue el primero en sospechar las razones del

accidente.-

Dijo este testigo también, que

ante sus indagaciones en el velorio -

advertidas por otros conforme lo dijeran en

el debate- Juan estaba “muy nervioso” y “un

poco fastidiado”, lo cual no deja de

sorprenderme, porque en todo caso, la

presencia de un Fiscal, aunque fuera de

manera no oficial, debió haberle traído algo

de sosiego a sus nervios, pues justamente

iba a encaminar sus dudas de un modo

concreto para despejarlas, máxime cuando se

trataba de un “amigo” de la familia y en


especial de su hermano Horacio.-

Pero aún más llama mi atención

la conversación que tuvo con el testigo,

cuando le preguntó si sabía en qué iba a

terminar su actividad, exponiendo –con

marcado prejuicio que roza lo inverosímil-

que únicamente iba a conseguir que al llegar

la policía “prueba que vino un villero que

le pegó con un fierro la mató y se fue, y yo

a mi hermana no la recupero”.-

No puedo dejar de notar que de

todas las hipótesis posibles que pudieren

dar respuestas a las dudas acerca del modo

de muerte de María Marta, esbozó la que en

definitiva y autopsia mediante se acreditó

(utilización de un arma de fuego).

Refirió el testigo que -

contrariamente a lo esperable en función de

lo que Juan Hurtig y Horacio García Belsunce

nos dijeran en torno a que tenían dudas

acerca del modo de producirse la muerte de

María Marta- su gestión creó malestar con

ambos, y que el último hasta lo llamó

“bocón”.-
Pregunto, ¿qué fue lo que dijo

de más Romero Victorica? ¿En qué se fue de

boca? ¿En acompañar la teoría de una causal

de muerte distinta a la del accidente

doméstico?, ¿en haberle sugerido a Guillermo

Bártoli que buscara el certificado de

defunción para entregárselo al fiscal?

Recordemos rápidamente que

también Romero Victorica corroboró a

Degastaldi en cuanto a que en la reunión

familiar nadie le dijo al Fiscal acerca de

las sospechas de la familia, la cual se

aferraba y transmitió únicamente la versión

del accidente. En este punto no puedo

entonces menos que preguntarme por qué

Horacio García Belsunce le dice que tiene

dudas.-

¿Y Juan Hurtig?

Hablaron de dudas que no

refrendaron ante Molina Pico. ¿Todos fueron

receptáculos de sus dudas para Juan Hurtig

menos el propio Fiscal instructor?

¿Precisamente ante Molina Pico calla?

Me pregunto porqué no las


expusieron ante la autoridad y, por lo que

se escuchó en la audiencia, parece que la

molesta intervención de Romero Victorica lo

convirtió en un “bocón”, por lo que no fue

al entierro, y no volvió a tener noticias de

Horacio hasta que recibió un llamado suyo en

el que apesadumbrado y como llorando, le

dijo: “Juan, teníamos razón en nuestras

dudas, a María Marta la mataron de cinco

tiros” (sic).-

Resumiendo, así planteado el

caso pareciera pues bien que a Juan Hurtig

lo tranquilizó y lo sacó de sus dudas –

aunque después (pero por otra razón)

volvieron- quien nunca dejó de tenerlas, ya

que al decir de Romero Victorica cuando

llegó a la casa de María Marta -el día

siguiente a la reunión del baño- Horacio –

García Belsunce- lo llamó a un aparte para

decirle que habían cosas que no le

cerraban.-

Insostenible por donde se lo

mire.-

En esta misma línea no puedo


dejar de soslayar que Horacio García

Belsunce nos dijo que dialogó muy poco con

Carlos Carrascosa; ni siquiera coincidía con

que María Marta era torpe; con Irene Hurtig

ni siquiera habló; con Guillermo Bártoli no

tiene recuerdo de haberlo hecho; es decir,

su información era escasa, siendo incluso

tal situación reconocida por el propio

imputado en el juicio cuando al ser

advertido de todas estas cuestiones por mi

colega en el ejercicio de la función, Dr.

Introzzi Truglia, dijo: “es todo tal cual

como lo dijo” (sic).-

Entonces: si esto fue así ¿qué

es lo que motivó a Horacio García Belsunce a

asumir con tanta certeza que el evento

luctuoso en realidad se trató en lo que a su

mecánica se refiere de un accidente,

concluyendo que era todo tan claro?

A este interrogante formulado al

imputado en el marco del debate mismo, éste

respondió diciendo que “si bien yo no tengo

porqué descreer de lo que me dice Carlos,

cuando a María Marta la ponen en la cama voy


al baño y ahí me hago la composición”

(sic).-

Conclusión: El imputado relata

todo como él se imagina, sin ningún

fundamento. Es decir, asume que todo es

inferencia sobre inferencia. Incluso frente

a las dudas de Juan y al hallazgo del

pituto.-

Pero lo que es más interesante

todavía, es el "destino" dado a ese

elemento.-

La versión que nos diera Hurtig

en cuanto a que su poder de elección se vio

limitado al único lugar donde podía hacerlo,

el inodoro, habida cuenta de la inexistencia

en el lugar de algún cesto de basura o

similar, se ve seriamente comprometida a

partir de lo manifestado en relación a ello

por la señora Beatriz Michelini, quien

dijera que cuando llegó al lugar se encontró

con el cuerpo de María Marta "en el piso",

"mitad en el baño y la otra mitad sobre la

alfombra del dormitorio", la que finalmente

-luego de que sucediera todo lo ya relatado


en lo que a su participación personal en el

hecho se refiere y sobre lo que no he de

volver a fin de evitar repeticiones

fatigosas en beneficio del lector- tiró en

un cesto de basura que se encontraba en el

baño, debajo de la mesa, con un broderie que

lo cubría. Explicó también,

que si bien en un momento bajó "el

baldecito" a la planta baja para deshacerse

como si se trataran de residuos tanto del

broderie que lo cubría como de "la

alfombrita", luego volvió al baño del primer

piso dejándolo nuevamente en su lugar.-

Intentó la Defensa del imputado

Hurtig a través de sucesivas e incisivas

preguntas, crear una suerte de duda en punto

a si el cesto de basura se encontraba "a la

vista" de todos, o si por el contrario podía

pasar desapercibido frente a los ojos de

cualquier persona que ocasionalmente pasara

por el lugar, encargándose Michelini de

despejar cualquier incertidumbre posible al

asegurar –ratificando lo que dijo sobre el

punto desde un comienzo mismo de la


investigación (ver fs. 1085/1090 vta.) que

el mismo "estaba a simple vista" (sic),

indicando inclusive en la imagen de fs. 5

vta. margen superior del legajo de

fotografías, el sitio donde el mismo se

encontraba (debajo de la mesada, en un lugar

al descubierto que se observa ubicado entre

medio del mobiliario del vanitori).-

A propósito, no está demás

destacar aquí en abono de lo afirmado por

Michelini sobre el punto, lo manifestado por

la testigo Lanusse, quien avalando la

circunstancia introducida por aquélla señaló

en el debate -quedando constancia de ello en

el acta- que “en el baño de María Marta

había un canastito chiquito, como para tirar

papelitos, era un cesto común para tirar

cosas como de maquillaje, como los hay en

todos los baños” (sic).-

La existencia de este cesto de

basura no es un dato menor en esta historia,

no obstante lo cual, y aún para el caso de

sostenerse su inexistencia, me resulta

cuanto menos llamativa la conducta de Juan


Hurtig que arrojara un elemento metálico por

el inodoro, cuando es por todos sabido que

ciertos elementos, ya sea de metal (clavos,

tuercas, etc.) o plásticos, pueden provocar

obstrucciones en las cañerías, máxime cuando

no se trataba de su propia casa.-

Otros de los que han declarado

en el juicio, a pedido de la Defensa del

imputado Hurtig, fueron Naldo Fabián Dasso,

Pablo Javier Bilbao y Javier Nilkinson.-

El primero, abogado y amigo de

Juan Hurtig dijo haber recibido un llamado

de Fernando Aragón cuando estaban realizando

una diligencia judicial en casa de Carlos

Carrascosa en la que participara Juan, y que

ante su pedido los aconsejó en cuanto a la

firma del acta formalizada al efecto.

Sin embargo, y a pesar de su

amistad y profesión, dijo que en el velorio

no vio ni habló con Juan, únicamente lo hizo

con Horacio quien no le dijo nada en

particular o relevante.-

Por su parte, sabemos por Pablo

Javier Bilbao que al día siguiente al


entierro –martes- Juan le pidió un turno

para que le colocara un diente, porque

partía de viaje el miércoles. Más allá de

resultar llamativo que dejara para último

momento la posibilidad de un arreglo dental

si con anterioridad conocía de su necesidad

de viajar, nos dijo el testigo que en dicha

oportunidad Juan le contó de la muerte de su

hermana por un “accidente” pero que a él “no

le cerraba”, manifestaciones que ratificó al

regreso del viaje.

Advierto que aparece como una

constante en Juan Hurtig estas expresiones

de dudas a distintas personas de su círculo

familiar y de relaciones, más o menos

cercanas, en contraposición a la actitud

asumida ante Romero Victorica –quien dijo

que se molestó con él ante su insistencia en

saber qué había pasado con María Marta, es

decir tratar de evacuar esas dudas que tanto

lo atormentaban-, y ante la autoridad

judicial y policial que concurrió al

velorio, a quienes identificó como tales.

Noto además que si bien


explicaba a todos los mencionados que tenía

dudas, éstas versaban en torno a que María

Marta tenía las zapatillas puestas, pero fue

selectivo en cuanto a quiénes les decía que

había hallado un “pituto” y que lo había

arrojado al inodoro, porque muchos de los

testigos nada dijeron que les hubieran

contado sobre el particular.-

En este orden de ideas, Javier

Nilkinson, relacionado laboralmente con Juan

Hurtig desde el año 1994, dijo que en el

velorio éste le comentó “estoy un poco

contrariado con esto… hay algunas cosas que

no me terminan de cerrar… dicen que

falleció… en un accidente en la ducha, pero

tenía las zapatillas puestas”, y que “era

como que había algo que no podía precisar

qué era pero que no le cerraba” (sic.) -

reitero aquí que tampoco le dijo a este

testigo de su hallazgo del “pituto”-, siendo

reiterativo en la expresión de sus dudas,

hasta que en un viaje a San Antonio de Areco

en el que estaban juntos, Juan recibió un

llamado telefónico transmitiéndole el


resultado de la autopsia.-

Contó que en dicha oportunidad

Juan, alterado, decía “cómo puede ser, como

puede ser, si yo la tenía en brazos, debe

ser un error” (sic), explicándole luego que

su hermana tenía cinco tiros en la cabeza y

que eso no podía ser porque la había tenido

en sus brazos.-

No entiendo esta sorpresa del

imputado Hurtig ante la noticia de que María

Marta no había fallecido por un accidente en

la ducha.-

¿No había sido el propio Juan

quien desde el primer momento había dudado

de su ocurrencia, y había intuido que “algo

no le cerraba”?

¿No había sido Juan Hurtig la

persona que había encontrado un “pituto”

debajo del cuerpo de María Marta y había

averiguado por la posibilidad de que fuera

una bala?

¿No había sido él mismo quien

evaluara ante Romero Victorica como

hipótesis de ocurrencia que su hermana había


sido víctima de una persona que ingresara la

casa y la sorprendiera, dándole muerte?

En estas circunstancias, ¿de qué

error hablaba Juan, si él era el que tenía

dudas, las cuales se vieron corroboradas

definitivamente con el resultado de la

autopsia?, ¿o debemos creer que a esa altura

de la investigación quería que se le hiciera

la autopsia a su hermana para comprobar que

estaba equivocado y la muerte de María Marta

verdaderamente había sido por un accidente

en el baño?

El testigo nos da la respuesta

cuando dijo que a partir de esa llamada las

dudas de Juan “se convirtieron en certeza”.-

No faltarán voces precipitadas

en alzarse contra este razonamiento,

aduciendo que mal podría considerarse a

Hurtig "un encubridor" del homicidio de su

hermana, cuando fue precisamente él quien

alertó a la investigación acerca de la

existencia de lo que podría tratarse de una

bala, llegando inclusive a colaborar

personalmente en su posterior búsqueda y


recupero.-

A ello, debo responder diciendo

que Juan Hurtig no dijo nada de sus dudas a

la autoridad policial en la primera

oportunidad que tuvo y recién habló del

pituto cuando la realización de la autopsia

era cuestión de tiempo, por lo que entiendo

que dicha conducta no tuvo otro norte más

que el de mejorar su más que comprometida

situación procesal.-

Ha quedado asimismo acreditado

que Carlos Carrascosa, Horacio García

Belsunce y su abogado Scelzi concurrieron a

la firma Cazadores solicitando entrevistarse

con los vigiladores que habían estado el día

del fallecimiento de María Marta García

Belsunce, y tras una consulta con el abogado

de la empresa (en virtud de que estos

empleados habían prestado declaración en la

Fiscalía –conforme testimonial de Maciel el

11 de noviembre de 2002-) se les recomendó

que no lo hicieran, lo que se comunicó

también a quienes pedían por esa reunión.-

Recordó el testigo Miguel Angel


Spiccia (quien trabajaba en la firma

Cazadores desempeñándose para el mes de

octubre del año 2002 como representante

legal de la misma) que estas personas además

preguntaron si los empleados de la empresa

utilizaban por esa época revólveres calibre

32 respondiéndoles negativamente.-

Surge entonces de un mero cotejo

de fechas que el pedido a la firma Cazadores

y la interrogación acerca de si los

vigiladores utilizaban armas calibre 32, fue

el sábado siguiente a la semana en que

prestaran declaración los empleados de la

firma Cazadores, pero antes de la operación

de autopsia –el 2 de diciembre de 2002-.

Ante ello se impone el

interrogante de porqué se interesaron por

conocer el calibre de las armas que usaban

los vigiladores.-

¿Acaso sospechaban que uno de

ellos había tenido algo que ver con la

muerte de María Marta, y que además la misma

se había producido por el uso de armas de

fuego?
Pero aún resulta más

significativo que preguntaran justamente por

el calibre 32, que resultara ser el del arma

utilizada para acabar con la vida de María

Marta. ¿O es que conocían cómo y con qué se

habían producido las heridas fatales a la

mencionada víctima?

No tengo dudas que la respuesta

afirmativa cae de maduro.-

Sólo me resta agregar en punto

al testimonio de Spiccia, que para

contrarrestar lo afirmado por el mismo la

Defensa trajo al debate como testigo al Dr.

José Scelzi, el cual negó que la reunión a

la que hiciera referencia el representante

legal de la firma Cazadores haya tenido

lugar con anterioridad a la operación de

autopsia.-

Advierto que conforme surge del

VAIC –fs. 51 de la carpeta L1-, el primer

contacto con Licinio Scelzi se realiza desde

el celular de Binello –Coppol SA-, la noche

del 27 a las 09:46:14 pm hs., y que conforme

surge de las declaraciones a tenor del art.


308 del ceremonial, de Juan Hurtig y de

Horacio García Belsunce incorporadas por

lectura al debate, concurrieron a dichos

actos con el mentado abogado como su

defensor técnico en esta causa.-

Ello más allá de la referencia

que hiciera el propio letrado en cuanto a su

intervención profesional y en colaboración

por la amistad que los une a los imputados

en la misma.-

Estas circunstancias me llevan a

considerar sus dichos como interesados y

parciales, pues el testigo se ha visto

limitado en sus respuestas por el secreto

profesional –del cual no recuerdo haber

escuchado que fuera relevado por ninguno de

sus antiguos asistidos-, lo que claramente

se entremezcla con aquellos otros datos de

la realidad que hubiera podido recoger desde

su carácter de amigo de familiares y

relaciones de María Marta.-

En el mismo sentido la

transcripción de conversaciones de la

carpeta “A” de escuchas telefónicas en las


que se pone de resalto el asesoramiento y

contacto referidos (vcia. fs. 14 y vta. del

13/12/02).-

Pasando a otro tema e ingresando

a analizar la segunda de las imputaciones

atribuidas a Horacio García Belsunce, y

también aquélla que le fuera endilgada a

Sergio Binello, parto de la base de que ha

quedado claro para mí que la noche del día

27 de octubre de 2002 hubo expresos pedidos

(García Belsunce) y directivas (Binello) de

los antes nombrados en miras a lograr evitar

el ingreso de personal policial al barrio.-

Divido el tema en dos puntos, ya

que uno deriva o depende -en lo que a su

efectiva ocurrencia se refiere y siguiendo

un orden secuencial lógico- necesariamente

del otro.-

Por ende, el primero ha de ser

el de la presencia –o no- de la policía en

el Carmel (o sus inmediaciones) toda vez que

de no haberse dado en la realidad esta

situación precedente ningún sentido tendría

un posterior llamado –o mejor dicho varios-


efectuados por distintas personas (Horacio

García Belsunce y Sergio Binello) a

diferentes interlocutores (Casafús y White

entre otros) tendientes a evitar el acceso

de la misma al lugar.-

Y para demostrar que ciertamente

la policía se dirigió (aunque no llegó a

ingresar por las razones que más adelante –

como segundo punto- expondré) con destino al

Country Carmel durante la noche del día 27

de octubre de 2002 horas después de que

María Marta fuera asesinada en su domicilio

ubicado en el interior del mismo, nada mejor

que comenzar por traer a consideración el

testimonio de Fernando Luis Domínguez.-

En efecto, el nombrado relató

que trabajaba en Cazadores como personal de

vigilancia y que como tal su jornada de

labor comenzaba a las siete de la tarde

terminando a las siete de la mañana del día

siguiente, custodiando en lo personal “la

parte de afuera del country –Carmel-, con la

patrulla” (sic), la cual estaba siempre

apostada “sobre la calle Petrel, que es una


calle paralela a Monseñor D’andrea” (sic) y

que se comunica con el Carmel a través de la

calle Colibrí, aclarando que esa consigna se

establecía allí “a partir de las siete y

media, luego de dejar a los vigiladores que

salían del turno de la mañana en la estación

de Villa Rosa” (sic), permaneciendo luego en

el mismo lugar hasta las 23:00 horas.-

Yendo en concreto a sus

vivencias del día 27 de octubre de 2002, nos

contó que cuando estaba llevando al turno

saliente, observó dos ambulancias que

ingresaban al country, y que estando ya de

regreso en su puesto, entre las 21:30 y las

22:30 horas aproximadamente –o bien,

alrededor de las 20:30/21:30 horas, según

declaración de fs. 661, que sobre el punto

ratificara- la presencia de una patrulla

identificable con las balizas encendidas

“que venía hacia mí” (sic), dando la vuelta

detrás suyo para volver y tomar el camino El

Colibrí con destino al Carmel –ya que no hay

otras edificaciones en el lugar terminando

esa calle en el Campus de una Universidad-,


motivo por el cual llamó a la guardia del

mismo para avisar que la policía iba para

allí, creyendo que “no era una patrulla de

la Comisaría de Pilar” (sic), sino de “una

Departamental distinta, San Martín o San

Isidro” (sic), recibiendo a los quince

minutos una comunicación desde Carmel

informándole que al lugar “no había ido

nadie” (sic).-

Finalmente, dijo que más tarde

esto mismo pudo habérselo comentado a un

compañero de trabajo de apellido Toledo,

“puede ser, típico comentario entre dos

guardias de la misma empresa” (sic), y que

lo que él observara podría haber sido

captado a su vez por las cámaras de

seguridad del country, mencionando dos,

“creo que eran la 10 y la 11” (sic).-

Asintiendo en lo cardinal las

manifestaciones de Domínguez, Horacio Fabián

Toledo nos contó que cumplía funciones en el

barrio cerrado “La Martinica” como

vigilador, de 7 de la tarde a 7 de la

mañana, y que por ello conocía el Country


Club Carmel, ya que el mismo estaba ubicado

frente al primero, conociendo por tal motivo

a Fernando Luis Domínguez “de vista… porque

el pasaba con una camioneta, cubría la parte

de afuera del Carmel, también era vigilador

como yo y trabajaba para la misma empresa…

Cazadores” (sic).-

Aseguró además, que el día 27 de

octubre de 2002, sin poder precisar la hora,

una ambulancia se presentó en la guardia de

La Martinica preguntando dónde quedaba el

Carmel, siendo que tras ser preguntado para

que dijera si observó la presencia de algún

móvil policial a esa fecha, en su horario de

trabajo, y responder que no, aclarando que

“no estaba permanentemente en la guardia,

hacía recorrida, no sabría decirle si

alguien la vio” (sic), le fue leída a pedido

de la Fiscalía y en los términos del art.

366 inc. 4º del Ceremonial su declaración de

fs. 655 y siguientes, ratificando –luego de

hacerlo claro está- el testigo en la

oralidad propia del debate el acápite de la

misma que dice: “Que con relación a la


aparición de un patrullero o móvil policial,

el dicente manifiesta que nunca un

patrullero se hizo presente en “La

Martinica” y por ende nunca llamaron al

“Carmel” para avisar que un patrullero iba

para ese lugar. Sí recuerda con relación a

esto último que otro vigilador de la misma

empresa de apellido Domínguez quien ese día

cubrió como patrullero (con un vehículo de

la empresa apostado en las afueras del

barrio), le comentó que el que avisó sobre

el patrullero fue él, aclarándole que en

momentos que se encontraba sobre la calle

Petrel, fue interceptado por un patrullero

de la policía los cuales le preguntaron

donde quedaba la entrada del Country Carmel,

para luego de indicarles por donde se tenían

que dirigir para llegar a dicho lugar, el

móvil se dirigió para allí. Que por ese

motivo fue que éste vigilador se comunicó

vía celular hacia la guardia del Carmel y le

dio aviso de que el patrullero se dirigía

para dicho lugar”.-

Pero Domínguez –y por extensión


Toledo- no han sido los únicos que se

refirieran al tema, ya que también dio

cuenta de la presencia policial en el lugar

el vigilador Páez.-

En efecto, éste último refirió

que por intermedio de las cámaras de video

observó que “una camioneta” (sic) de la

fuerza policial se acercó al barrio

deteniéndose “a doscientos o trescientos

metros” (sic) de su puerta, y que tal

situación la puso en conocimiento de Maciel,

por radio, acotando el declarante que este

móvil luego de permanecer “unos cinco o diez

minutos detenido… parado ahí” (sic), “pegó

la vuelta” (sic) y se fue de allí.-

Concatenado con ello, Maciel nos

contó que el día del hecho en horas de la

tarde-noche lo llamaron diciéndole que venía

un patrullero al Carmel, situación que a su

vez se la comentó al Presidente del Club,

Alberto E. White, quien al respecto dijo:

"que no pase… ¿alguien llamó? (sic), siendo

que luego de que desde le guardia le

respondieran que no, agregó "vamos para allá


que yo lo arreglo… los esperamos en la

puerta" (sic), aclarando el declarante que

finalmente y por causas que desconoce, "la

policía nunca apareció por el barrio"

(sic).-

Lo dicho por Maciel nos conduce

a su vez a White -cuyo testimonio obra a fs.

346/348 de estas actuaciones y fuera

incorporado al juicio por su lectura con

motivo de su fallecimiento y con apego en lo

normado por el art. 366 del ritual- quien

manifestara que el día del hecho a las "ocho

y pico" (sic) y en circunstancias en las que

regresaba de Pilar luego de haber concurrido

a una misa, se dirigió a la proveeduría del

country enterándose allí que María Marta

había tenido un accidente falleciendo a

consecuencia del mismo, siendo que en lo que

es de interés resaltar, explicó que en un

momento determinado le modularon de la

guardia informándole que habían llamado de

la policía para decir que venía un

patrullero al barrio, o bien que alguien de

la guardia había visto "por las cámaras… que


un patrullero quería entrar, que se mandaba”

(sic), situación ésta que intentó poner en

conocimiento de Carrascosa, llamándolo por

teléfono, siendo atendido finalmente por

Sergio Binello, a quien le comunicó la

novedad, recibiendo por parte de éste la

respuesta sobre la cual habré de detenerme

más adelante, habida cuenta de formar la

misma el núcleo de la acusación que pesa en

su contra.-

Cuestionó el Dr. Caride la

veracidad del testigo Páez, argumentando que

no resulta posible que la observación de la

que diera cuenta el nombrado no haya quedado

registrada en las grabaciones de las cámaras

de seguridad, sobre todo teniendo en cuenta

lo dicho por el testigo en punto a que “el

patrullero llegó, se detuvo y se volvió…

quedó cinco o seis minutos detenido y se

retiró” (sic).-

Ya me he ocupado en cierto punto

del tema al detenerme en el análisis de la

línea de tiempo que trazara el Dr. Blanco en

su alegato.-
No podemos basarnos en las

imágenes captadas por las cámaras de

seguridad para desacreditar a un testigo,

primordialmente, por las graves falencias

que presentan, no sólo de imagen sino

también de conjunción consecutiva de las

muestras.-

A modo de ejemplo, y tomando una

de las tantas muestras posibles, en el

horario de las 19:24 horas, hay cinco o seis

imágenes consecutivas captadas por la cámara

de seguridad direccionada hacia la calle

Petrel en las que no se visualiza

absolutamente nada, es decir, no hay

registros grabados de lo que se ve “en vivo”

a través del monitor, lo que permite

razonadamente pensar que lo que no se ve en

los mismos puede haber pasado y no estar

registrado.-

De hecho, nadie pone en duda la

llegada de las dos ambulancias al Carmel

aunque sólo se observe a través de las

imágenes el ingreso de una de ellas (a las

19:47:19 horas).-
No hay registro visual alguno en

relación a la primera de las ambulancias,

más allá de que su concurrencia al lugar –

siempre en función de las vistas de los

fotogramas- pueda presumirse a partir de las

imágenes en las que se observa la

aproximación “a lo lejos” de un vehículo de

gran porte (19:24:30 y 19:24:41 horas)

respecto del cual no sabemos siquiera a

ciencia cierta cuál fue en definitiva su

destino, ya que como quedara dicho, el

ingreso del vehículo de emergencia tripulado

por Gauvry Gordon y su chofer, no fue

asentado –para poder establecer allí y de

manera indubitable un juego de relaciones-

en la planilla de fs. 23 y siguientes.-

¿Por qué entonces voy a creer

que las ambulancias (las dos) estuvieron y

el patrullero no?

Por una sencilla razón.-

El análisis de la prueba debe

hacerse de manera ensamblada con el conjunto

probatorio, y ese elenco es precisamente el

que me permite alcanzar la certeza requerida


en punto a que efectivamente un patrullero

concurrió al lugar, y que el mismo fue visto

no sólo por Domínguez sino también por

Páez.-

Volviendo sobre mis pasos, y aun

tomando por cierto que la imagen captada a

las 19:24:41 horas registró en imagen el

ingreso de la ambulancia en la que viajaba

Gauvry Gordon, no deja de ser una realidad

que cada uno de los móviles de emergencia se

observan en los fotogramas “una única vez”,

“o a la sumo dos”, con lo cual si tenemos en

cuenta que algunos de ellos son totalmente

inteligibles y que a su vez, entre una

imagen y la que le sucede en el tiempo, hay

un “salto” de entre cuatro y seis segundos,

bien pudo el paso del patrullero no haber

quedado registrado por una cámara que, dicho

sea de paso –lo dijo Páez entre otros- capta

en imagen un radio, franja o trayecto de tan

solo cien metros.-

Omite sin embargo el distinguido

defensor mencionar una aclaración efectuada

por Páez, en el sentido de que más allá de


su deducción, lo cierto es que aseguró en el

debate que durante ese lapso de tiempo,

lejos de estar pendiente de lo que hacía o

dejaba de hacer el móvil policial, estuvo

dedicado a los quehaceres propios de su

actividad (es una realidad que el ingreso -y

egreso- de personas al Carmel no se

suspendió por el lastimero suceso que

involucrara a María Marta, pudiendo incluso

predicarse –a la luz de lo que me emerge de

la planilla de fs. 23 y siguientes- que por

el contrario y conocida su muerte por

allegados a la familia el mismo fue en

aumento) observándolo al mismo –si bien es

cierto en lo que “podría” decirse una misma

posición- tan sólo en dos oportunidades,

cuando “me avisan que está llegando un móvil

policial” y “lo veo”, y después –

transcurridos esos seis minutos, cuando “se

va”.-

Con ello quiero graficar que el

hecho (objetivo si se quiere) que deriva de

que Páez haya visto el móvil policial en dos

oportunidades, circulando hasta detenerse


primero, y nuevamente estático en la misma

posición seis minutos más tarde –tiempo

durante el cual como lo ya dijera continuó

realizando sus tareas sin prestar atención a

la cámara- no quiere decir que en ese

intervalo el vehículo no haya avanzado,

retrocedido, o en definitiva, qué fue lo que

por entonces el mismo hizo o dejó de hacer,

razón por lo que aventurarse a abrir un

juicio de valor sobre el tópico, no deja de

ser una inferencia por parte de quien

pretenda hacerlo (incluido el propio testigo

Páez).-

Una última consideración sobre

el punto, es la seguridad que tuvo el

testigo al manifestarse de la forma en la

que lo hiciera, al extremo de invitar a

estos jueces y a las partes a observar las

imágenes que fueran grabadas por las cámaras

de seguridad -recuérdese que textualmente

nos dijo “fíjense que debe estar” (sic)- lo

que lleva a cavilar que de no ser ciertas

sus palabras resultaría cuanto menos

temerario de su parte exponerse de esa


manera.-

¿Qué extraigo en definitiva de

una grabación como la que nos fuera

acercada, y su relación con la observación -

o no- en ella de un móvil policial?,

sencilla y vulgar respuesta a la vez: “si

está, está, pero si no está, no significa

que no haya estado”.-

Anticipo desde ya, dando

responde a lo manifestado sobre el angular

en trato por el Doctor Caride que no

debilita este curso de razonamiento lo

emergente de las declaraciones testimoniales

prestadas por los funcionarios policiales

Luis Antonio Lencinas, Sergio Claudio

Gallieza, Dante Alberto Romero, y Néstor

Fabián Brito.-

Paso a justificar mis dichos.-

Lencinas, quien para el mes de

octubre de 2002 se desempeñaba como chofer

en el Comando de Patrulla Pilar, preguntado

que fuera para que diga si conocía el

Country Club Carmel, respondió diciendo que

“nunca recorrí yo la zona de Pilar, yo


recorría Alberti, Del Viso y Villa Rosa”

(sic), no obstante lo cual y en una suerte

de contradicción con su afirmación primera,

recordó luego haber acudido por aquél

entonces “a una alarma en Panamericana, en

el puente siguiente al Champagnat, yendo

para el lado de Provincia, en un depósito”

(sic), sin poder precisar “a qué hora

ocurrió eso” (sic), aclarando finalmente que

el móvil que en lo personal tripulada no era

el único en cubrir el radio de la

jurisdicción, ya que para ello “habían como

quince patrulleros, todos del Comando” (sic)

además de los móviles de las Comisarías a

los que ellos les daban “apoyo”.-

A continuación de Lencinas

prestó declaración en el juicio Gallieza,

quien en su escueto aporte se limitó a decir

que en el Comando de Patrulla Pilar su

función era la de “disponible” (sic) y que

como tal “no estaba fijo en un lugar” (sic),

asegurando que no recorrió ese día la zona

de Carmel; que no se cruzó en ningún momento

y en su camino con una ambulancia; y que no


conocía a un médico llamado Santiago

Biassi.-

A su turno, Romero negó haber

tenido a la fecha del hecho y en su

condición de personal policial del Comando

de Pilar jurisdicción sobre la zona de

Carmel, ya que solo “recorría la zona de

Zelaya… en el límite con Escobar” (sic),

ignorando en simultáneo si otros compañeros

suyos acudieron a algún llamado cursado

desde ese country.-

Por último, Brito expuso que

para la fecha del hecho trabajaba en el

Comando de Patrulla de Pilar y que ese día

recorrió como lo hacía a diario la zona en

un móvil policial marca Chevrolet Monza

(viene aquí a mi memoria que los testigos

Domínguez y Páez nos hablaron de una

camioneta, no de un auto como el que dijera

tripulara el testigo) y que acudió sin poder

precisar la hora a un llamado en Petrel y

Colectora, “por un alarma en un galpón, algo

así” (sic), no recordando si en el camino se

cruzó o no con una ambulancia.-


El análisis que corresponde

hacer luego de haber escuchado las

testimoniales de los policías, es que si

ellos no fueron al Carmel, no quiere decir

que otros no hayan ido.

No olvidemos que Lencinas nos

refirió que el Comando de Pilar –fuerza a la

cual pertenecen los cuatro efectivos citados

por la Defensa- contaba por entonces con

quince móviles, y que todos ellos cubrían la

jurisdicción, contándonos además, que en

todo caso, la recorrida del Comando no

anulaba la que pudiesen realizar o llevar a

cabo los móviles propios de las comisarías

locales.

Todo eso, sin dejar de

desconocer que no es una irrealidad y por

tanto, no debe ser dejada de lado, la

circunstancia de que mal podría (penosamente

dado que estamos hablando de personas que

están al servicio de la ley) esperarse de

los testigos –para el supuesto de haber sido

ellos quienes acudieran al pedido de

intervención desde el Carmel (el cual aclaro


sin lugar a dudas existió) una respuesta

afirmativa al interrogante que se les

formulara –si el 27 de octubre de 2002

concurrieron al mismo frente a un pedido de

intervención- ya que en caso de así haberlo

hecho y frente al resultado conocido –

retirarse del lugar sin llegar a tomar

cartas en el asunto- no estarían más que

admitiendo su responsabilidad criminal en lo

que a la comisión de un delito de acción

pública se refiere.-

Como lo adelantara, y como

segundo punto a tratar, se nos presentan

“los llamados” que tanto Sergio Binello como

Horacio García Belsunce -ambos en

conocimiento ya de que la policía se dirigía

al lugar del hecho- hicieran con el único

propósito de evitar que la misma tomara

contacto con la situación en una clara

conducta encubridora del homicidio del que

resultara víctima María Marta.-

En lo que hace al primero de los

nombrados, es una realidad que en su

injurada de fs. 816/820 el mismo reconoció


el hecho objetivo que se le imputa,

manifestando en tal sentido que: “En ese

momento, serían aproximadamente las 21:00

horas, me pasa –su mujer- una comunicación

del presidente del Club, Alberto White, que

pide hablar conmigo, comunicación que

atiendo, y me informa que le habían avisado

de la guardia que habían llamado de la

policía y que un móvil o un patrullero se

dirigía hacia Carmel… me comenta que él se

iba a dirigir a la guardia… Le comento que

la casa era un pandemónium en ese momento,

ahí termina el diálogo y trato de ubicar a

un familiar de María Marta, si bien estaba

Carrascosa, estaba completamente shockeado y

bajo mi punto de vista, sin poder tomar

decisiones razonables. En el intermedio, y

dado que no entendía la presencia de un

móvil o un patrullero de la policía me

vuelvo a comunicar con Alberto White, lo

llamo yo y le pido por favor que haga lo

posible para que la policía no ingresara a

la casa, dado que la situación era realmente

caótica, corto, y en ese momento me


encuentro con Horacio hijo y le informo que

estaba viniendo la policía, la contestación

fue, de ese problema me encargó yo y realizó

un llamado, realmente muy quebrado, dolorido

y con llantos se comunica por teléfono y

pide por favor que su hermana había muerto

en un accidente y que por favor no fuese la

policía al club, ahí yo me retiro con mis

familiares y el Dr. González Zuelgaray… ante

un accidente yo estaba convencido que no

había que realizar ninguna denuncia

policial, después me desazné, porque soy

empresario agropecuario la realidad es que

asocié la presencia de la policía con lo que

estaba ocurriendo en la casa. No entendía

por qué venía un patrullero, mucho menos que

avisaran que iba a venir un patrullero, sigo

sin entender lo del patrullero, hoy aprendí

que si hay un accidente hay que hacer una

denuncia…”.-

Por su parte Alberto “Tito”

White, en su juramentada incorporada por

lectura –fs. 346/348- dijo que luego de

haber sido impuesto por Maciel de que un


móvil policial se dirigía hacia el Carmel,

se comunicó con el domicilio de Carlos

Carrascosa, atendiendo en un primer momento

el llamado Viviana Binello, para luego tomar

el mismo su marido Sergio, quien le dice:

"oíme, ¿quién llamó a la policía?" (sic),

respondiéndole el declarante que no sabía

quién lo había hecho pero que se imaginaba

que podrían haber sido los médicos,

replicándole Binello tal posibilidad al

asegurarle que "no, no pueden ser los

médicos" (sic), para después agregar "mira

Tito -apodo al que responde White- te pido

por favor que la policía no ingrese… si es

necesario coimeala" (sic), aclarando el

declarante que Sergio Binello era muy amigo

de la familia Carrascosa entendiendo que en

la ocasión el mismo "estaba haciendo de

interlocutor de ellos" (sic), sintiéndose

frente a dicho reclamo "mal, me pidió en

forma vehemente, yo lo sentí como una orden,

como apretado" (sic).-

Continuando con su relato

explicó que seguidamente se dirigió como


Presidente del Club a la Guardia a efectos

de hablar con la policía para decirles que

si tenían que intervenir lo hicieran con la

mayor prudencia posible, que era doloroso

para todos, aunque finalmente "nunca

llegaron" (sic), mencionando al respecto que

mientras se encontraba en la puerta del

country recibió un llamado de Sergio

Binello, en su celular, manifestándole el

mismo que la policía no iba a venir "porque

Horacito ya habló con Casafús" (sic), siendo

por entonces "las nueve y algo de la noche,

ocho y media" (sic).-

Asimismo, y tras referir que

luego de ello no concurrió a la casa de la

familia Carrascosa "porque me di cuenta que

eso era un disparate, no había gente

pensando con cordura, por este llamado, por

olfato, yo me dije no me puedo meter acá… yo

sentí que las cosas se estaban haciendo mal…

yo hubiera procurado que interviniera la

policía… el forense… si efectivamente fue un

accidente que venga la policía… se estaban

sacando a la policía de encima, no querían


autopsia, no querían nada" (sic), pasando al

día siguiente recordó haberse encontrado con

la Sra. de Taylor, quien llorando le refirió

"no me cierra Tito, no me cierra" (sic),

cruzándose después con Sergio Binello, a

quien le comentó esta situación siendo que

su impresión fue la de que éste "no quería

hablar del tema, lisa y llanamente" (sic).

Que después a ella -refiriéndose a María

Marta- la enterraron, poniéndose feliz

cuando todo se descubrió, "por la autopsia",

ya que en lo personal "no me cerraba, por la

pérdida de masa encefálica, no se resbaló,

ella estaba vestida, yo estaba mal porque me

daba bronca, tenía una cuestión moral"

(sic).-

Dijo además, retomando el hilo

conductor de su exposición, que otra cosa

que le llamó la atención es que "apareció"

Juan Romero Victorica, que "estaba medio

como que no le cerraba" (sic) y "trataba de

preguntar a algunas personas" (sic), siendo

que frente a ello, el cuñado de María Marta,

Bártoli, "estaba fastidiado" (sic) por la


actitud de Romero Victorica, diciendo "están

enquilombando todo y hay que mantenerlo en

reserva" (sic), manifestando que en lo

personal, después del entierro, habló con

Bártoli preguntándole si estaba más

tranquilo, a lo que el mismo le respondió

diciéndole "…Tito, quedate tranquilo esto

fue un accidente, yo le vi la cara de paz

porque le di respiración boca a boca y vi

que no había luchado…" (sic).-

¿Qué era lo que al decir de

Bártoli debía mantenerse en reserva?

El desarrollo de este trabajo

responde la pregunta.-

Continuando ya en la oralidad

propia del debate y corroborando los dichos

de White se pronunció Enriqueta Vázquez

Mansilla, esposa del nombrado y madre de un

hijo –el menor- cuyo padrino resulta ser

Carlos Carrascosa, quien sostuvo que el día

domingo 27 de octubre de 2011, el señor

Binello le pidió el teléfono para hablar con

su marido, “aparentemente era para que no

dejara entrar a la policía por sí iba para


el Carmel” (sic), recordando inclusive que

ella estuvo presente en el momento en el que

él –por Sergio Binello- dialogaba con su

pareja, “en la cocina” (sic), escuchándolo

en tal sentido textualmente decir “si viene

la policía parala, si tenés que coimearla

coimeala” (sic). Finalmente, dijo también

que al oírlo, y por entender que “la policía

tenía que venir” (sic), le preguntó –en tono

de reclamo- a Binello “¿pero cómo parar a la

policía Sergio?” (sic), respondiéndole el

mismo que lo hacía porque “esto ya es un

quilombo” (sic).-

Se enrola también en esta misma

línea, el testimonio de Patricia Reyes,

quien nos contó que el día 3 de diciembre de

2002, en horas de la noche, se encontraba en

una actividad de teatro en el colegio de su

hija cuando recibió un llamado de Susana

María Murray diciéndole que estaba junto a

Horacio García Belsunce y que el mismo le

había contado que a María Marta “la habían

matado de 6 balazos”, razón por la cual el

nombrado pedía encontrarse con ellas.-


Asimismo, dijo que en función de

lo narrado es que se reunió con el hermano

de María Marta y su amiga Murray en una

estación de servicio, oportunidad en la que

hablaron de distintos temas como la

operación de autopsia y otros más,

refiriéndoles Horacio en un momento dado que

esa noche –remontándose al 27 de octubre de

2002- “las decisiones las tomó por ahí

Binello…Binello lo llamó a White y le dijo,

que si había que pagar se pagara, pero la

policía se paraba…Yo lo llamé a Casafús”.

Todo ello se ve robustecido por

el testimonio de Alejandro Arauz Castex,

quien luego de manifestar que en lo personal

recién se enteró del homicidio el 3 de

diciembre de 2002, “por la autopsia que

hablaba de tiros en la cabeza” (sic), nos

contó que al día siguiente hubo una reunión

en la que Tito White, Presidente del Carmel,

pidió que estuviera presente la guardia, por

lo que a la misma concurrió “gente de

Cazadores” (sic), comentándole en esta

ocasión Tito White al declarante que el día


del hecho “había llamado a lo de Carrascosa,

que lo atiende Binello, Sergio, y que le

dijo que “parara a la policía, de cualquier

manera, si hace falta, coimeala” (sic),

siendo que luego de referir al respecto que

consideraba a White “incapaz de hacerlo”

(sic), finalmente ratificó su declaración

escrita –leída que le fuera a pedido de la

Fiscalía en los términos del art. 366 inciso

4º del Ceremonial- en la que dijera que

“Tito White explicó que había recibido un

llamado de Maciel que le informó que había

recibido un llamado de un móvil policial

preguntando la dirección del Carmel porque

se dirigían para allí, no se la hora. Tito

llamó a la casa de Carrascosa y dijo: che me

acaban de llamar diciéndome que viene la

policía, y su llamado fue atendido por

Sergio Binello, quien le dijo, Tito pará a

la policía, que no entre, si hace falta

coimeala. Los conceptos de Tito fueron, pará

a la policía, que no entre, y si hace falta

coimeala, ahí no dijo el motivo. White dijo

que fue a la guardia, o llamó a la guardia,


o ambas cosas, obviamente no pensaba

coimearla pero sí estaba dispuesto a tratar

de que no encontraran. Dijo White que era

consciente que como Presidente del Club, no

pensaba coimearla, pero sí estaba dispuesto

a pararlos. Dijo, a mí me ayudó el Espíritu

Santo porque en el camino, a través de un

llamado le dijeron, dejá, no hace falta, ya

Horacito habló con Casafús y la paró”,

manifestando al respecto que “sí, debo haber

dicho todo eso… White lo refirió delante de

mí… fue así” (sic).-

De axiomático valor resulta lo

actuado a fs. 60 de la carpeta “A” de

Escuchas Telefónicas (correspondiente a su

vez con el cassette nº 2 de las mismas), en

punto a la grabación obtenida respecto de

una conversación mantenida a través del

abonado telefónico nº 154485599 entre Sergio

Binello, Viviana Binello, y una persona de

nombre Pablo, el 18 de diciembre de 2002 (es

decir, 1 mes y 21 días después del homicidio

de María Marta), toda vez que de la misma

surge un expreso reconocimiento por parte


del primero en punto a haber sido la persona

que el día del hecho llamara al Sr. Alberto

White, Presidente del Club, reclamándole que

impidiera el ingreso de la policía al

lugar.-

Pero no nos conformemos con

menos y lejos de quedarnos a mitad de

camino, repasemos juntos la escucha, en

concreto su transcripción.-

Dice la misma: “Pablo: Hola;

Binello: Hola Pablo, ¿vos llamabas?; P: sí,

para que te paso a Vivi; B: sí; Viviana:

Hola; B: si gorda; V: escuchame una cosa,

desde anoche están los medios tanto

televisión, por los diarios y todo lo demás,

de que hubo…, que Tito White dijo que él

había recibido una llamada de un socio que

estaba en la casa, de un vecino, y que le

había dicho que coimee a la policía…; B: si,

si, ya se…; V: a la policía; B: si; V: ¿ese

sos vos?; B: si; V: …bueno asesorate un poco

con el abogado ¿no?; B: ya hablé; V: ¡ah¡,

Ok… de eso te van a preguntar gordo; B: si

seguro”.-
Agrego a lo dicho, que en lo que

hace a la identidad de los protagonistas, al

ser preguntada la testigo Viviana Binello -

previo reconocer ser ella la voz de sexo

femenino que se oye en la interlocución

transcripta y que fuera reproducida

sonoramente durante su transcurso- para que

dijera quién era la persona con la que

mantuviera el diálogo en cuestión, con total

seguridad respondió diciendo que se trataba

de su marido, el imputado Sergio Binello,

quedando de ello constancia en acta a pedido

de la Fiscalía.-

En efecto, Binello llamó al

Presidente del Carmel dando la expresa orden

de prohibir el ingreso de la policía al

predio, y ese reclamo, de por sí, estuvo

dirigido a encubrir el homicidio del que

había sido víctima María Marta García

Belsunce.-

Ninguna otra explicación –dado

el contexto general en el que se realizara-

es válida para sostener una motivación

diferente.-
Pero no nos detengamos y sin

mayor prisa avancemos.-

Sabemos a esta altura que la

policía concurrió al Carmel la trágica noche

del día 27 de octubre de 2002, y que White

recibió la orden de Binello para que

impidiera el ingreso de la misma al barrio,

como así también que estando con dicho fin

el primero en la puerta del mismo recibió un

nuevo llamado de Sergio Binello -en su

celular- manifestándole el mismo que la

policía no iba a venir "porque Horacito ya

habló con Casafús" (sic).-

He aquí donde aparece nuevamente

en escena Horacio García Belsunce.-

Este llamado –al que hiciera

referencia Binello en su última comunicación

con White- fue reconocido por el propio

imputado, quien en su declaración de fs.

827/836 –incorporada al juicio por su

lectura- dijo al respecto que “Cuando llego

a la cocina Sergio –Binello- me dice,

Horacio, está viniendo la policía, y mi

respuesta fue, deja yo me ocupo. Lo primero


que se me ocurrió fue llamar al Crio. Mayor

Angel Casafús… le cuento que mi hermana

había tenido un accidente, en la bañadera,

creo que le digo, y que me decían que estaba

viniendo la policía y si en función al dolor

que estábamos viviendo y a que esto había

sido un accidente de lo cual yo estaba

absolutamente convencido podía tener alguna

consideración, evitar que viviéramos un

trastorno más. La respuesta de Casafús fue

acompañarme en el dolor, como corresponde, y

decirme, Horacio, quédate tranquilo”.-

Durante el transcurso del

juicio, Horacio García Belsunce volvió a

prestar declaración, y tras ratificar en la

oralidad su declaración escrito, ahondó en

sus dichos, refiriendo que “…yo nunca le

pedí a Casafús que me sacara a la policía de

encima, ni cosas por el estilo, lo único que

hice con Casafús fue, en función de que me

había enterado que venía, si venía (la

policía), que tuvieran consideración en

función del dolor, de la angustia, del

estado en el que estaban mis padres, de lo


que hace la presencia policial frente a la

intimidad del dolor, a la intimidad de la

angustia, nunca tuve ningún otro objetivo

más que ese pedido de consideración, jamás

que la policía no viniera” (textual de acta

de debate).-

Sin embargo, sabemos que ello no

fue así, y quien lo desmiente, no es más ni

menos que el propio Binello, convertido en

la ocasión en una suerte de testigo

privilegiado de esa conversación, ya que

Horacio llamó y habló con Casafús delante de

él, pidiéndole, al decir de Binello, “que

por favor no fuese la policía al club”

(sic).-

Angel Domingo Antonio Casafús

declaró en el debate y refirió que como

Comisario Mayor para la fecha del hecho y

desde el mes de julio del año 2002 era

Titular de la Dirección de Delitos complejos

y Narcocriminalidad con sede en La Plata,

habiendo sido su anterior destino la DDI de

Mercedes, con asiento en General Rodríguez,

recordando que por entonces, la División que


presidía estaba a cargo, entre otros y

fundamentalmente, de los delitos de

secuestros extorsivos, a partir de los

cuales comenzó a tener una aparición muy

mediática, “porque debía comunicar los

esclarecimientos de los hechos de

secuestros” (sic).-

Que de la mano de ello fue que

se relacionó con mucha gente, en especial

que lo llamaban buscando información,

apareciendo un día y entre ellos Horacio

García Belsunce, a quien personalmente no

conocía, el cual lo llamó por teléfono a su

celular, comentándole que tenía un gravísimo

problema de inseguridad respecto de su hija,

por lo que le recomendó al mismo que hablara

del tema con Degastaldi, Jefe de la DDI de

San Isidro, o en su caso con el Comisario

Cánepa, no obstante lo cual esta persona

insistió en hablar con él del tema,

combinando finalmente un encuentro entre

ambos para el día domingo siguiente a las

09:00 horas en el Shopping Soleil de San

Isidro.-
Dijo también, que fue así como

llegado el día, se reunió con el nombrado

comentándole allí Horacio García Belsunce

que empezaba un programa de cable,

sintiéndose en ese momento el declarante

“engañado… forreado, yo vivía en Morón y

tuve más de una hora de viaje” (sic), por lo

que se levantó de la mesa dejándole a este

último el teléfono de la Dirección, al

tiempo que le manifestó que cualquier

información que necesitara la buscara allí,

siendo que desde ese instante mantuvo con

Horacio algunas conversaciones más en las

que el mismo le pedía información, o bien,

lo invitaba a comer –lo que ocurrió varias

veces- y hasta a participar de una reunión

en el Colegio de Abogados de San Isidro para

modificar el Código de Procedimiento, no

accediendo jamás a tales convites, dándole

la impresión al declarante por tales

conductas que Horacio García Belsunce

“quería tener una relación conmigo… quería

hacerse amigo mío y yo nunca le abrí la

puerta de mi amistad” (sic), no gustándole


la manera en que “irrespetuosamente y

malintencionadamente” (sic) intentó sacarle

una entrevista de cinco minutos.-

Explicó además, que el día 27 de

octubre de 2002, y mientras en lo personal

se encontraba abocado a la investigación por

el secuestro del padre de Pablo Echarri,

ocurrido días antes –el 22- alguien de su

entorno, sin recordar quien, a la noche le

informó que se había comunicado “por un

problema grave” (sic) el señor Horacio

García Belsunce, por lo que “tipo 22:00

horas” (sic) y por una cuestión “de respeto”

(sic) respondió ese llamado, “y entra en el

contestador, no me atiende” (sic).-

En este punto, le fue exhibida

al testigo la carpeta de listado de llamados

L1, donde a fs. 54 surgen dos comunicaciones

que el mismo reconoció haber recibido

“estando en La Plata, por Gonnet o City

Bell… son esos” (sic), al tiempo que tras

procederse de igual forma respecto de tres

llamados más, obrantes a fs. 59, segundo y

cuarto renglón los primeros, y a fs. 62 el


último, provenientes todos ellos de Horacio

García Belsunce, refirió “no los tenía en

mente” (sic), insistiendo en no haberse

comunicado ese día domingo con el imputado,

sino recién el día lunes por la mañana,

cuando temprano, Horacio lo llamó

comentándole en un estado de ánimo que

Casafús definió como “una actuación” (sic)

que “su hermanita” (sic) había fallecido en

un accidente casero, en concreto, que se

había caído en la bañera rompiéndose a

consecuencia de ello la cabeza, pidiéndole,

en ese mismo momento, que “por favor” (sic)

le sacara “a la policía de encima” (sic), a

lo que le respondió diciéndole “quédate

tranquilo, yo me voy a ocupar” (sic).-

Indicó asimismo, que teniendo en

cuenta con treinta años de policía que “una

muerte en una bañera es una muerte dudosa”

(sic), lo llamó a Degastaldi para

solicitarle que se ocupara del tema, y que

el hecho había ocurrido en el Carmel,

manifestándole el mismo que así lo iba a

hacer, resultando que ese mismo día lunes al


mediodía recibió un nuevo llamado de Horacio

García Belsunce, pasándole en esta nueva

ocasión con el Fiscal Romero Victorica,

quien textualmente le dijo “estoy en la casa

de Horacio García Belsunce, hay algo que no

me cierra, mande un forense” (sic),

poniéndole en conocimiento a este último de

que ya le había dado aviso a Degastaldi, y

que él como auxiliar de la Justicia iba a

hacer lo que debía hacer, aclarando al

respecto que “no se lo estaba diciendo a un

policía inexperto, sabía él perfectamente lo

que debía hacer… yo transmití la novedad a

una persona con la capacidad, experiencia y

demás requisitos necesarios” (sic).-

De igual modo, puntualizó que de

allí en más no volvió a hablar con Horacio

García Belsunce hasta el 10 o 12 de

diciembre, cuando el mismo llamó

preguntándole “¿te acordás lo de mi

hermanita?... ¿te acordás que te dije se

murió en la bañadera?... hoy me entero que

mi hermana tenía tres balazos en la cabeza…

yo metí la pata y le dije a Molina Pico que


te había llamado para que me sacaras a la

policía encima” (sic), siendo que tras tomar

ahí conciencia de lo ocurrido, y contestarle

a Horacio que él no había parado a la

policía ya que a su casa había ido a pedido

suyo Degastaldi, se sacó la camisa, entró

con el torso desnudo a su habitación, se

colocó un traje y se dirigió a la Fiscalía

de Pilar, donde pidió hablar con Molina Pico

contándole finalmente a éste todo lo que ya

relatara.-

Seguidamente, nos contó que en

ese encuentro, Molina Pico fue muy incisivo

en sus preguntas, sintiéndose el declarante

por ese entonces “que estaba metido en el

barro… por la explosión mediática” (sic),

pensando que a Romero Victorica le habrá

pasado lo mismo, “salvando las distancias,

tanto Romero Victorica como yo nos dimos

cuenta de que nos habían involucrado en

algo” (sic), recordando que cuando salió del

despacho de Molina Pico, se cruzó en su

camino con el Dr. Scelzi, un caballero, el

cual le dijo “Comisario Mayor, Horacio está


muy arrepentido, la familia está muy

arrepentida de haberlo involucrado” (sic),

contestándole al mismo “dígale a ese hijo de

mil putas que se vaya a la concha de su

madre” (sic).-

Ya en el epílogo de su

testimonio, relató que después de esto trató

de interiorizarse de lo que había pasado,

preguntándole a Degastaldi “¿che qué pasó

con ese tema?” (sic), comentándole el mismo

“que el cuerpo estaba en el piso o en la

cama y que un montón de chicos y de personas

se querían acercar, siempre había un

familiar encima que se tiraba a llorar, yo

lo interpreté como que Degastaldi me quiso

manifestar que era todo una puesta en

escena… Degastaldi es un brillante

investigador, un gran policía” (sic),

manifestando por último que en lo personal,

tras recibir el llamado de Horacio en el que

le pedía que parara a la policía, no hizo la

denuncia porque en ese momento “yo entendí

que obedecía al dolor familiar, no a otra

cosa… no era un hecho que yo investigara,


transmití lo que debí a Degastaldi y punto”

(sic), siendo que “ahora, con serenidad y

retirado” (sic), las cosas lo llevaron “a

otro pensamiento” (sic), estando convencido

de que “la sumatoria de indicios es muy

parecida a una actitud mafiosa de alguien

que pretende ocultar la verdad o la comisión

de un delito… creo que existe una sumatoria

de indicios para suponer una responsabilidad

importante en algunos integrantes de la

familia, porque uno puede sufrir el dolor de

un fallecimiento de un ser querido, y la

actitud de una persona normal es salir

corriendo, pedir ayuda, Horacio García

Belsunce es abogado, el papá fue magistrado,

y la actitud ante un hecho tan grave y

doloroso de su familia hubiera tenido una


actitud diferente” (sic).-

Véase que el discurso de

Casafús, es el mismo que reproduce Binello


en su declaración como imputado.-

El pedido fue concreto. Había


que parar a la policía y se paró.-
No desconozco que Casafús

traslada esa comunicación de la noche del 27

de octubre de 2002 al día siguiente, pero

resulta claro que el motivo por el que lo

hace no es porque verdaderamente haya

ocurrido así, sino por la sencilla razón de

que reconociendo que el llamado tuvo lugar

en el momento en que lo colocan

históricamente tanto Binello como Horacio

García Belsunce (hasta el mismo White lo

hace), se colocaría en una situación


comprometida a sus intereses personales.-

Adicionalmente, agrego que

también contribuyó a echar luz sobre el

asunto –en lo que al “pedido” de Horacio a

Casafús se refiere- la testigo Susana María

Murray, quien dijera que en aquella reunión

una vez conocido el resultado de la autopsia

a la que se refiriera Patricia Reyes,

delante suyo el hermano de María Marta

(Horacio) le dijo a esta última que cuando

le hicieron saber que la policía estaba

yendo al Carmel y que “había que pararla”,


entonces él agarró su teléfono, llamó a
Casafús y le pidió que así lo hiciera.-

No abrigo por todo lo dicho la

menor duda en punto a que Horacio García


Belsunce nos ha mentido.-

Como lo ha hecho también cuando

nos dijera en el juicio, al igual que todos

sus familiares y amigos, que la relación del

matrimonio García Belsunce-Carrascosa era


poco menos que idílica.-

Sin embargo, no pareciera ser

ésta la opinión de, por ejemplo, Susan

Murray, amiga de María Marta García

Belsunce, quien aportara detalles dignos de

ser tenidos en cuenta.-

En efecto, la misma nos habló de

tres momentos en los que tuvo contacto con

familiares de la víctima (Carrascosa y

Horacio García Belsunce) a instancias de los

mismos.-

Se pronunció así coincidiendo en

su narración con Patricia Reyes en cuanto a

un almuerzo que situó temporalmente como un


par de días antes de que se cumpliera el

primer mes de la muerte, al que las invitó

Carlos Carrascosa, como también la sensación

que tuvieron tras el mismo -calificándolo de

extraño y confuso- preguntándose para qué

las había convocado si de María Marta no

habían hablado, y por el contrario, el viudo

les contó de sus proyectos personales y de

las invitaciones que tenía para fin de año

con Binello y para ir a Punta del Este y

Turquía, rescatando la testigo como

llamativo (y vaya por cierto que lo es) el

hecho de que Carrascosa les preguntara

acerca de la existencia de unas cartas que

María Marta tenía escondidas y que se

referían a “cartas entre hermanos por

quilombos familiares” y cuando le

respondieron –ambas- que no sabían nada de

ellas, el nombrado dio por terminado el

almuerzo “porque tenía que ir a jugar al

bridge”.

Finalmente, explicó Murray que

su sensación fue que Carlos Carrascosa había

querido saber si María Marta les había


contado sobre problemas familiares y de sus

últimas vacaciones de esquí en familia con

los Bártoli y los Hurtig, refiriendo que “no

la había pasado bien” y que creía que no iba

a volver.-

Pero regresemos a las cartas.-

Estando a los dichos de Susan

Murray y Patricia Reyes, pareciera que

Carrascosa sabía de la existencia de misivas

en las que se hablaba de “peleas familiares

entre hermanos”, y de la posibilidad de que

a través de dichos escritos ello pudiera

hacerse público.-

Si se trataba de un matrimonio

que mantenía una relación armónica y de

confianza, perfecto y bien avenido, y María

Marta era una persona reservada en sus

cuestiones privadas, al tratarse la supuesta

discusión de un problema con sus hermanos,

parece lógico concluir que a quien debiera

confiarse era a su marido, el cual, si nos

atenemos al diálogo que mantuvo con las

testigos mencionadas, recurría a ellas para

tener información sobre lo ocurrido.-


¿O quería saber si María Marta

se había explayado sobre las dificultades de

una relación familiar dejando en evidencia

que la misma no era tan de ensueño como se

pretendía aparentar?

Es una posibilidad que me impide

tener por plenamente acreditada la total

avenencia a la que aluden los imputados

Bártoli, García Belsunce y Hurtig.-

Con la mirada puesta en Horacio

García Belsunce (ya que principalmente de él

venimos hablando en esta última parte del

trabajo), indicó Murray que en otra ocasión

que ubicó el día 2 de diciembre de 2002,

recibió un llamado del nombrado para

reunirse, contándole que María Marta tenía

cinco tiros, preguntándole si conocía de la

relación de su hermana con Carlos

Carrascosa, si ella (por su hermana) tenía

algún caso de trabajo complicado, o bien, si

algún hombre la estaba molestando.

Nos comentó también que en esa

reunión con Patricia Reyes, Horacio le dijo

que había hablado con Casafús para frenar la


policía, y le habló de la participación de

Binello, pero como a ella ya me he referido,

no habré de profundizar en la misma.

Y finalmente, de un último

encuentro donde, a pedido de Horacio, se

congregaron en el bar de la Fiscalía de

Pilar preguntándoles si conocían a Sergio

Binello.-

Vuelvo una vez más a las

palabras de Horacio García Belsunce, en

especial, a lo que para él era la vida en

pareja de Carlos y María Marta.-

Y lo hago para poner al desnudo

sus afirmaciones, porque estando a lo que le

dijera a Susan Murray, parecería que, o no

era tan así como lo asegura, o no conocía

verdaderamente cuál era esa relación. Prueba

de lo dicho, es que tuvo que preguntar

acerca de ella a una amiga de María Marta.-

Parece también difícil de

entender por qué Horacio García Belsunce

hace estas preguntas a amigas de su hermana

que no tenían –tal como dijeron- mayor

relación con Carlos Carrascosa, cuando pudo


haberlas realizado a su cuñado Bártoli y a

su hermana Irene, que vivían en el mismo

barrio y tenían relación diaria con ellos.

Además, tanto Murray como Reyes dijeron que

María Marta era una persona muy reservada

que prácticamente, y salvo excepciones, no

hablaba de su vida privada. ¿No sabían eso

su propio marido y hermano? ¿Pensaban acaso

que María Marta compartía ese tipo de

secretos –existencia de cartas con disputas

familiares, problemas maritales o alguna

relación oculta con Sergio Binello- con sus

compañeras de trabajo de Missing Children?

He de concluir que ambos –

Horacio y Carlos- hicieron las preguntas

equivocadas, porque lo que había contado

María Marta era que sus últimas vacaciones

familiares no habían sido lo armónicas que

las familias Hurtig y Bártoli dijeron.-

Esta testigo tuvo dudas acerca

de la muerte de María Marta, dijo que nadie

le había hablado de la posibilidad de que

alguien hubiera entrado a la casa a robar,

la sorprendió los distintos llamados de


Carlos Carrascosa y Horacio García Belsunce,

con quienes no tenía relación, los cuales

fueron contándole distintas circunstancias

interrogándola junto a su amiga Patricia

Reyes sobre el conocimiento que pudiera

tener sobre ciertos temas referidos a la

vida privada de María Marta.-

Pregunto, ¿no hubiera sido más

lógico hacer esas preguntas a Inés Ongay,

quien nos dijo que desde hacía años se

hablaba prácticamente a diario con María

Marta, a quien conocía desde la infancia, y

que era como una hermana para ella?

La respuesta es simple, no

podían recurrir a quien desde un comienzo

había cuestionado a la familia y amigos los

motivos de la muerte de María Marta, y

conocía parte de lo que se había hecho para

cumplir con la voluntad de Carlos

Carrascosa.-

Las tres reuniones a las que

concurrieron Murray y Reyes dan cuenta de

una sucesión de situaciones en las que

primero Carrascosa y luego Horacio García


Belsunce pretenden introducir distintos

interrogantes que en el contexto probatorio

aparecen como posibles alternativas a la

luego acreditada muerte violenta de María

Marta.-

Sugestivamente, la reunión con

Carrascosa es anterior a la autopsia, la

primera con Horacio el mismo día de la

misma, y la otra posterior, evidenciándose

como distintas posibilidades de desviar la

atención a posibles y plurales autores y/o

motivos de la muerte de María Marta.-

De estas posibilidades, hago

notar que al menos la primera “problemas

familiares entre hermanos”, de los cuales

existirían cartas, nada se dijo en el debate

ni se acercó esa hipótesis a la

investigación, algo similar en cuanto a la

posibilidad de que Sergio Binello tuviera

algo que ver con el óbito de María Marta.-

No me permito dejar de mencionar

que dijo Horacio que Carlos había quedado

fuera de sospecha, no porque no dudara de

él, o le resultara imposible que hubiera


sido el autor del homicidio, sino porque

ante la pregunta de Susan Murray de si

sospechaba del marido, dijo “No, el Gordo

zafó porque llegó después del guardia”.-

Me llama la atención que Horacio

le preguntara a Carmen Aberastain de Panelo

(Canela), la cual vivía desde hacía años en

el interior, en la localidad de Lobos, a

Susan Murray y a Patricia Reyes, ambas

relacionadas a María Marta a partir de

“Missing Children”, si conocían a Binello,

presentándolo como un potencial sospechoso

cuando ninguna de ellas pertenecía al

círculo de amistades del Carmel.-

Era evidente entonces que

Horacio García Belsunce no sabía de la

relación de íntima amistad que unía a su

hermana y marido con los Binello, que ambas

mujeres jugaban al tenis regularmente todos

los domingos, que almorzaban juntas las

familias todos los fines de semana en la

casa de los Binello, que programaban

veraneos juntos, etc.

Quienes hubieran podido evacuar


sus interrogantes al respecto, sin duda eran

sus familiares Carlos Carrascosa, Guillermo

Bártoli e Irene Hurtig, pero no se acreditó

en el juicio que Horacio los hubiera hecho

partícipes de sus dudas.-

Sostuvieron las Defensas, como

una de otras tantas hipótesis de trabajo que

esbozaron, la posibilidad de que la muerte

de María Marta haya sido consecuencia de un


intento de robo.-

Plenamente la descarto.-

Los propietarios relacionados

con la familia colorearon un cuadro donde la

inseguridad y la desolación eran una especie

de moneda corriente. Sin embargo tal

situación se ha visto desacreditada por la

mayoría de los testimonios rendidos en el


debate.-

Nada permite suponer que estamos

en presencia de un intento de robo. Tal

hipótesis, solo guarda refugio en la


imaginación de la propia defensa.-
La declaración, entre otros, de

Eduardo Juan Canedi, descarta la posible

participación de terceros ajenos al barrio


en el hecho que damnificara a María Marta.-

Se ha hablado –y no han ahorrado

energías en hacerlo- de Nicolás Pachelo. Sin

embargo, nada nos conduce –al menos


seriamente- al mismo.-

Por otra parte, no puede negarse

que el nombrado era el único propietario del

country sobre quien pesaba una suerte de

vigilancia personal (así lo dijeron no solo

el propio Canedi, sino también Ramón Alfredo


Acosta, Víctor Hugo Contreras y Claudio

Marcelo Maciel), y cuyos movimientos de

entrada y salida de su domicilio eran

inmediatamente comunicados a la
superioridad.-

No hace mella alguna a esta

interpretación de los hechos, los dichos de

los menores que vieran a la víctima momentos

antes de su muerte (Pedro Miguel Azpiroz de

Achával, Santiago Azoray y Marcos Cristiani)


los cuales notaran en paralelo la presencia

de Pachelo, por cuanto los mismos siquiera

nos pudieron decir si el nombrado siguió o

no el mismo camino que hiciera María Marta,

a quien si vieron doblar en la calle que en


definitiva la conducía a su casa.-

No sobra agregar, que si bien a

Pachelo se lo relacionó con la comisión de

hechos delictivos en el barrio, en ninguno

de ellos se nos habló de la utilización de

armas de fuego, sino que, y por el

contrario, fueron injustos menores cometidos

en ausencia de los propietarios de las


viviendas atacadas.-

Por lo demás, es una verdad

perogrullada que todas las conductas

encubridoras que se han considerado probadas

y en las cuales tuvieran participación los

miembros de la familia nunca pudieron estar

dirigidas a cobijar a un tercero

desconocido, por lo que claro está, el autor

del crimen de María Marta debe buscarse

precisamente en el círculo íntimo de la


misma pero ajeno a quienes hoy son objeto de

este pronunciamiento jurisdiccional, quienes

limitaron su accionar a ocultar el hecho

brindando protección a quien fuera su mano


ejecutora.-

En lo que respecta a las

muestras de ADN halladas en el domicilio de

María Marta, de las que tanto se ha hablado,

subrayo que sobre el punto fue citada a

declarar la Licenciada María Mercedes Lojo,

Jefa en su condición de Doctora en Ciencias

Bioquímicas del Servicio de ADN de la

Oficina Pericial de la Suprema Corte de

Justicia de la Provincia de Buenos Aires,

quien en lo que hace a su participación en

la presente causa explicó que lo que se les

pidió a ellos era que se siguiera un

protocolo estandarizado como es de costumbre

en estos casos, lo que implica la extracción

de ADN a partir del rastro y de allí la

obtención del perfil genético, aclarando que

una muestra antes de ser levantada podía

permanecer en un lugar por espacio de –


calculado en tiempo- “hasta ocho años”
(sic).-

De otra parte, y tras destacar

que “la prueba se contaminó a partir de unos

reactivos que trajeron quienes trabajaron

como peritos de parte de Carrascosa” (sic),

y que incluso, “hubo demoras en el trabajo”

(sic) provocadas por los mismos, al punto de

asegurar que “nos hicieron peritar rastros

inconducentes… a pedido del Dr. Scelzi”

(sic) terminó ratificando finalmente el

contenido de los dictámenes obrantes a fs.

6524/6526, 6527/6536, 6537/6543, 6544/6545 y


6556/6561.-

En tal inteligencia, sostener

que el autor del hecho es quien dejara la

muestra de sangre que no pertenece a ninguno

de los imputados, es sencillamente perder el

equilibrio que debe gobernar toda

interpretación que se hace de un hecho

objetivo de la realidad, ignorando

caprichosamente y por completo, sin


fundamento alguno, el testimonio de la
experta Lojo.-

Tres son primordialmente las


razones por las cuales sostengo lo dicho.-

La primera y tal vez la más

importante, porque las muestras –accidental

o intencionalmente- fueron “contaminadas” al

ser sometidas al contacto con reactivos

químicos aportados por los peritos de parte,

perdiendo a partir de allí su indubitable

valor intrínseco a la hora de la realización


de futuros y confiables cotejos.-

La segunda, porque dado el

tiempo de duración en que una muestra puede

permanecer en un lugar antes de ser

levantada, abre un abanico de posibilidades

infinito en cuanto al origen y/o pertenencia

de las mismas, lo que hace que su existencia

pueda deberse no necesariamente al hecho que

nos ocupa sino a cualquier otro pretérito

(no necesariamente ilícito) ocurrido en


igual escenario.-
Y la tercera, y no por ello de

menor peso, por cuanto como bien lo dijera

la Licenciada Lojo, las muestras fueron

tomadas “en el lugar del hecho” y no “en la

escena del crimen”, mención ésta que me

remite a fin de no incurrir en reincidencias

tediosas a la diferenciación que entre un

concepto y otro hiciera el Dr. Moreira en su


exposición durante el juicio.-

Una última consideración, común

a todos los acriminados, es aquélla que

tiene que ver con las casualidades y


causalidades.-

Por definición, echando mano del

Diccionario de la Lengua Española -Real

Academia Española vigésima primera edición-

“casualidad" (De casual), es la "combinación

de circunstancias que no se pueden prever ni

evitar” -pág. 437-, y “causalidad" (De

causal), significa "causa, origen,

principio", o bien, "ley en virtud de la


cual se producen efectos” -pág. 443-.-
No ha sido casualidad que Gauvry

Gordon dijera no haber visto en la víctima

las lesiones que doy por probado que

observó; tampoco que Hurtig en el marco de

una reunión convocada por el mismo y de la

que tomara parte Horacio García Belsunce

arrojara el plomo deformado hallado debajo

del cuerpo de su hermana fallecida, o que

Binello con su accionar tuviera como mira

que no llegara la policía al lugar, o que

Horacio García Belsunce llamara a Casafús

con igual intención, a lo que se suman las

distintas actividades desarrolladas por


Guillermo Bártoli.-

En este orden de ideas, surge

palmariamente que siendo esta una causa en

la que ciertamente existen, por parte de

todos los imputados, "intereses

compartidos", aquellas circunstancias

mencionadas párrafos atrás no se

corresponden con meras "casualidades", toda

vez que un estudio integrador de la prueba

consistente en realizar un doble trabajo

intelectual, esto es, por un lado valorar


cada uno de los elementos de prueba en sí

mismo, de manera independiente, y por el

otro y a la par, con una mirada o proceso

mental que permita determinar su

correspondencia o no con el resto de las

constancias causídicas, hacen que a partir

de aquellas circunstancias que de manera

individual podrían tener distintas

explicaciones, todas ellas aparentemente

válidas, se pueda arribar a la seguridad de


poder atribuirles un único sentido.-

Concluyo entonces en que todas

estas actividades no fueron casuales sino

causales, y tuvieron un único norte: el

ocultamiento de la muerte violenta de María


Marta García Belsunce.-

Han sostenido las laboriosas

defensas que ha existido por parte del

Fiscal de la causa, el Dr. Molina Pico, un

actuar “negligente” de su parte, y que a

partir de allí, todo lo que sobrevino

después no fue más que un intento del mismo


encaminado a salvaguardar su propia
responsabilidad profesional.-

No pretendo aquí asumir un rol


que no me corresponde.-

Ciertamente no es el objeto de

este trabajo –y por lo tanto lo excede-

analizar la buena o mala actuación del


Fiscal de la causa.-

No obstante ello considero

apropiado observar aquí que si bien es

cierto que la ausencia de una actividad

investigativa y persecutoria acorde con el

tenor del injusto cometido y

fundamentalmente contemporánea a su comisión

se trató de un obstáculo para su inmediato

esclarecimiento, y que seguramente otro

hubiese sido el impulso que pudiera haber

tomado la causa de haberse realizado allá

por los albores de la pesquisa un completo

estudio de campo que comprendiera no solo el

examen del escenario del crimen -y

adviértase que no hablo del lugar del hecho

en razón de las claras diferencias entre uno


y otro señaladas, a modo de ejemplo, por los

testigos Lojo y Moreira- sino también del

propio cuerpo de la víctima mediante la

realización de la correspondiente operación

de autopsia, también lo es que ello y en

gran medida encuentra su explicación

precisamente en las conductas encubridoras


de los aquí acriminados.-

No solo ocultaron la verdad,

sino que fueron más allá. Se encargaron con

tesón y constancia de enmascararla, creando

ante la vista de todos, incluso la del

propio Fiscal, una realidad paralela –y por

lo tanto virtual- en la que María Marta no


sería más que víctima de su propia torpeza.-

Habré de acotar también, y sin

que lo que vaya a decir tenga que ver con el

acierto o no del Dr. Molina Pico en su

trabajo, que pretender instalar la idea de

que todos los testigos que han declarado a

lo largo de estos años (ya sea por escrito o

en la oralidad de un debate) y comprometido

con sus aportes a quienes hoy se hallan


sentados en el banquillo de los acusados, lo

hicieran como si de títeres se trataran

alejándose de la verdad para responder a los

intereses de quien en su momento estuviera a

cargo de la dirección de la investigación,

se presenta ante mis ojos y no temo en


decirlo, como un atentado a la cordura.-

La Defensa de los imputados es

sencilla, y puede resumirse –en referencia a

los testigos de cargo- en dos palabras.


Todos mienten.-

Miente Teresa Castagna (o cuanto

menos parcializa la verdad) al manifestar

que no vio a Guillermo Bártoli el día 27 de

octubre de 2002 en la “sobremesa” de la

familia Binello, cuando aquél asegura haber


estado.-

Miente Arturo Benito Campos (o

de mínima sigue el mismo camino de Castagna)

cuando asegura no haber visto al imputado

Bártoli en iguales circunstancias de tiempo


y lugar.-
Miente Catalina Vargas, cuando

asegura que pocos minutos después de las

18:00 horas se hizo presente en el living de

la casa del matrimonio Bártoli con el objeto

de levantar los pocillos y sacudir los

almohadones, observando que por entonces ya

nadie se encontraba en el lugar

(desmintiendo al imputado Bártoli –y en su

momento a Carrascosa también- al afirmar el

mismo que permaneció en dicho escenario


hasta prácticamente las 19:00 horas).-

Miente Alba Máxima Benítez,

cuando dice que poco después de las 18:00

horas, Carlos Carrascosa se hizo presente en

el Club House de Carmel, sitio donde

permaneció por espacio de unos minutos

tomando un café primero y un lemoncello

después, cuando al decir de Bártoli en ese

momento el viudo de María Marta se

encontraba junto a él, en su casa, viendo el

partido de futbol entre los equipos de


Independiente y Rosario Central.-
Miente Gerardo Oberndorfer,

porque se pronunció de igual forma a como lo

hiciera Benítez, acompañándola en gran


medida en sus dichos.-

Miente Eduardo Walter Vera,

cuando dice que Beatriz Michelini permaneció

un tiempo de entre quince o veinte minutos

aguardando en un costado de la guardia hasta

que finalmente emprendió su camino hacia el

domicilio de Carrascosa, y que incluso

estaba en dicho descampado cuando la señora

Irene Hurtig llamó a la guardia preguntando


por un médico.-

Miente Diego Amadeo Piazza,

cuando refiere haberse enterado por

intermedio del médico Biassi de la

existencia de tres orificios en la zona del

cráneo de la víctima, cuando al decir del

imputado Gauvry Gordon, aquél jamás revisó


el cuerpo de María Marta.-

Miente Marcos Pablo Carranza

Velez, porque asegura que al llegar al

domicilio de Carlos Carrascosa éste le hizo


saber “que no podía entrar porque estaban

limpiando”, y luego vuelve a hacerlo cuando

afirma que Manuel Nolting tampoco pudo


entrar a la casa de María Marta.-

Miente Walter Daniel Fernando

Beltrán, toda vez que asegura que cuando

arribó al lugar del hecho junto al médico –y

hoy imputado- Juan Gauvry Gordon, mientras

asistían a la paciente quienes estaban

reunidos allí –entre los cuales mencionó “a

una persona similar a Bártoli, por los

medios”- les decían que la misma “se había

golpeado con la grifería de la ducha”, “que

se había golpeado la cabeza”, y que todo se

trataba de “un accidente”, lo cual no

condice con lo que asegurara Bártoli en

punto a que tomó conocimiento de la forma en

la que muriera María Marta por intermedio de

los médicos y no de Carlos Carrascosa, con


quien no habló del tema en ese momento.-

Miente Antonio Daniel Cachi,

cuando reconoce haber tomado conocimiento de

la existencia de tres orificios en la zona


del cráneo de María Marta por intermedio de

Gauvry Gordon, cuando a su vez éste asegura

haber detectado solo uno y que por ello, al

relacionarlo con el intercambiador de la


ducha, no dudó de la versión del accidente.-

Miente Santiago Rodolfo Biassi,

porque asegura haber visto en la víctima las

lesiones que describe en su historia clínica

pre hospitalaria y que a su vez comunicara a

Piazza, cuando en realidad, al decir de

Gauvry Gordon, nunca revisó el cuerpo, y lo

vuelve a hacer, cuando refiere haber

alertado a Gauvry Gordon de que había algo

que no se estaba haciendo bien y que debía


darse parte a la policía.-

Miente Gilberto Martinelli

cuando asegura que Bártoli llegó a la

funeraria Ponce de León pidiendo contratar

un servicio fúnebre “sin intervención

policial” y que al ser impuesto de la

necesidad de que ello era obligatorio por

estarse frente a una muerte traumática se

retiró del lugar diciendo que volvería luego


de que un médico amigo le firmara el

certificado de defunción, y que lo hace

(mentir) por haberle manifestado el imputado

que la cochería “de pueblo” donde trabajaba,

no era más “era una funeraria de cuarta”.

Ergo, mintió porque ese comentario le


provocó enojo.-

Miente el mismo Jacinto Raúl

Ponce de León, porque osa con su testimonio

validar en un todo el relato de su empleado


Martinelli.-

Miente Oscar Fernando Sierco, y

son tantas las mentiras en las que los

imputados dice haber incurrido el mismo, que

detenerme en su enumeración a esta altura

del trabajo es cuanto menos una pérdida de


tiempo.-

Miente Roberto Daniel Difeo,

cuando dice que en el momento del

encajonamiento Bártoli lo apuró en su tarea

exigiéndole que hiciera todo rápido, y que

así lo hizo –al decir del Dr. Novak- por la

sencilla razón de que su pupilo no reconoció


su trabajo con una merecida propina. La

cuestión me excede por lo que no voy a hacer


comentarios al respecto.-

Miente Horacio Zarracán, cuando

asegura que en la afamada reunión del baño

en la que se decidiera arrojar el sexto

proyectil por el inodoro se mencionó antes


de hacerlo el término bala.-

Miente Manuel Nolting, cuando

declara que quiso entrar a la casa de Carlos

Carrascosa para ver el cuerpo de María

Marta, pero que no lo pudo hacer porque se


lo impidieron.-

Miente Alberto “Tito” White,

cuando asegura que la noche del 27 de

octubre de 2002 el imputado Binello enterado

de que un patrullero se dirigía al Carmel lo

llamó y le dijo: “mirá Tito, te pido por

favor que la policía no ingrese… si es


necesario coimeala”.-

Miente Angel Domingo Antonio

Casafús, cuando dice que en la comunicación


telefónica que mantuviera con Horacio García

Belsunce –aunque aquí sí coincido en que

miente pero no por el tenor de la

conversación sino por el momento de su

ocurrencia- éste le pidió que “por favor” le

sacara “a la policía de encima”, y lo vuelve

a hacer cuando niega un posterior llamado de

Horacio solicitándole que enviara un forense

a la casa de su hermana para que revisara el


cuerpo de la misma.-

Miente Inés Ongay, cuando

asegura que en una conversación con Pichi

Taylor ésta le dijo que hablando con Carlos

Carrascosa el mismo le pidió que por favor

no se hiciera la autopsia y que si era


necesario se pagara por ello.-

Miente Juan Martín Romero

Victorica cuando refiere que Horacio García

Belsunce le hizo saber que tenía dudas

acerca de la muerte de María Marta cuando al

día siguiente al hecho se hizo presente en

el domicilio de la misma, y lo vuelve a

hacer, cuando asegura que la mujer del


imputado Juan Hurtig lo alentó en su tarea

de averiguar qué era lo que realmente le

había ocurrido a la infortunada víctima

diciéndole “métale para adelante doctor que


no se está equivocando”.-

Miente Susana María Murray,

cuando afirma que en una reunión que

mantuviera -una vez conocido el resultado de

la autopsia- con Horacio García Belsunce y

una amiga de nombre Patricia Reyes, delante

suyo el hermano de María Marta le dijo a

esta última que cuando le hicieron saber que

la policía estaba yendo al Carmel y que

“había que pararla”, entonces él agarró su

teléfono, llamó a Casafús y le pidió que así


lo hiciera.-

Miente Patricia Reyes, cuando

declara que en la reunión a la que hiciera

referencia Murray, Horacio García Belsunce

reconoció que Binello le dijo a White que si

era necesario pagar para que la policía no


ingresara al barrio, lo hiciera.-
Miente Juan Marcelo Páez cuando

asegura haber visto la noche del hecho por

una de las cámaras de seguridad que un móvil

policial se estaba dirigiendo hacia el


Carmel.-

Miente Mirta Molina cuando dice

que una vez finalizado el velorio de María

Marta, tras partir el cortejo hacia la

Recoleta, Guillermo Bártoli se le acercó

pidiéndole que ventilara la casa, ordenara y


limpiara.-

Miente Ema Ramona Benítez,

cuando asegura que Guillermo Bártoli le


pidió que tirara un pantalón del señor
Carrascosa manchado con sangre.-

Miente Miguel Angel Spiccia,

cuando afirma que antes de conocerse el

resultado de la autopsia, Horacio García

Belsunce, Carlos Carrascosa, y el abogado

Scelzi, se hicieron presentes en la firma

Cazadores preguntando si el personal de

seguridad de la misma utilizada como parte


de su armamento revólveres calibre 32
largo.-

Miente Hugo Marcelo Arancibia

Vázquez, cuando elabora junto a otras

personas la pericia de audio que compromete


a Guillermo Bártoli.-

Miente Balbino Ongay, cuando

asegura que durante el velorio de María

Marta, Constantino Hurtig le hizo el

comentario de que debajo del cuerpo de la


nombrada habían encontrado “una esquirla”.-

Miente Fernando Luis Domínguez,

cuando asegura haber visto la noche del 27

de octubre de 2002 un patrullero policial


dirigiéndose hacia el Carmel.-

Miente Beatriz Michelini, cuando

refiere haber llegado a la casa de María

Marta con posterioridad al llamado a OSDE de


las 19:07 horas.-

Miente el mismo imputado Binello

–desde la óptica de Horacio García Belsunce-

cuando asegura que en su presencia este


último llamó a Casafús y le pidió que parara
a la policía.-

Y finalmente también mienten los

vigiladores Maciel y Páez, cuando

acompañando a Vera declaran acerca del

tiempo en que Beatriz Michelini debió

aguardar a un costado de la guardia hasta

que se le permitiera el ingreso a la casa


del señor Carrascosa.-

Como vemos, la prueba es

abrumadora, y no hay motivo para descreer de


ella.-

Del discurrir de este

pronunciamiento ha surgido que los testigos

a los que me he referido llegaron a este

proceso en distintos momentos, que no todos

se conocían entre sí, que mantenían

distintos lazos de relación –amistad desde

la infancia, por vecindad, amistades

formadas a partir del trabajo solidario,

laborales, etc.-, de conocimiento personal

previo -ya fuera de la víctima, de los

imputados, del matrimonio García Belsunce-


Carrascosa-, o posterior a la muerte de
María Marta.-

Aún más, algunos de ellos vivían

o trabajaban en el country, otros eran

ajenos a él y dos residían en el interior


del país en distintas provincias.-

Estas circunstancias ciertamente

indican que se trata de un grupo

heterogéneo, surgiendo de sus respectivas

declaraciones que depusieron en su mayoría

sobre distintas situaciones que


vivenciaron.-

Me pregunto entonces si es

posible que en función de lo antes dicho

pueda especularse acerca de que todos ellos

pergeniaran una gran mentira común, que

calzara en cada uno de sus detalles de

manera certera y que permitiera torcer la

realidad de tal forma hasta llegar a la

recreación de una serie de hechos falsos


concatenados y relacionados entre sí.-
Peor aún, ¿podría pensarse que

los testigos, cada uno por su lado, faltaran

a la verdad, y que esas mentiras –sin seguir

un orden entre sí- de manera absolutamente

casual dieran como resultado la lógica

relación de hechos que se han tenido por


acreditados en este pronunciamiento?

En definitiva, ¿es posible que


todos mientan?

Viene a mi memoria la imagen de

aquél conductor distraído que toma una

arteria de contramano y su primera reacción

es creer que “todos” conducen en contra del

sentido vehicular, cuando en realidad quien

lo hace es él. No pueden todos mentir, ergo,


mienten los acusados.-

Esta causa ha llegado a juicio

con la mayoría de los responsables


legitimados pasivamente.-

Se ha debatido, se ha ofrecido

prueba, se les ha garantizado ampliamente el

derecho de defensa, y claramente, luego de


extensas y agotadoras jornadas de debate, se

ha podido establecer la responsabilidad

penal de todos aquellos que fueran acusados


en los hechos materia de juzgamiento.-

Sin ánimo de pecar de

reiterativo, ha quedado acreditado, con el

grado de certeza apodíctica que la cuestión

impone, que los imputados han mentido, que

se han eliminado pruebas, que se ocultó la

verdad cuando la policía y el Fiscal de la

causa llegaron al lugar del hecho, y que

incluso, en relación a la primera, se la

intentó detener –lográndose el cometido-

cuando acudía a tomar intervención. Todas

estas realidades, analizadas en su conjunto,


nos conducen a una única verdad.-

Aquí se ha encubierto un

homicidio, y créanme que para ello, no se ha


escatimado esfuerzo alguno.-

Epilogando la cuestión, se les

imputa a los acusados y así se ha acreditado


tras la celebración del debate que:
Guillermo Bártoli: haber

modificado la escena del crimen, el ocultar

y hacer desaparecer rastros de dicha escena,

gestionar un certificado de defunción falso,

sin intervención policial; ordenar a una

empleada doméstica, la Sra. Emma Benítez,

que se deshiciera de un pantalón de Carlos

Carrascosa con manchas de sangre, trasladar

el cuerpo de la Sra. María Marta de lugar;

cambiar las prendas que vestía la víctima y

dar una versión de la muerte que no se

correspondía con la real, cuyo conocimiento

de su naturaleza violenta, traumática y


homicida le constaba.

Juan Ramón Gauvry Gordon: haber

omitido radicar la denuncia correspondiente

por el homicidio del que había sido víctima

la Sra. María Marta García Belsunce, estando

en conocimiento de ello, en su calidad de

profesional médico en los términos del Art.

287 inc. 2º del C.P.P. obligado a hacerlo.


Horacio García Belsunce: 1)

haber obstruido la intervención policial

mediante una conversación mantenida con el


por entonces Comisario General de la

Provincia de Buenos Aires, Angel Casafús,

máxima autoridad Policial Provincial,

requiriéndole: "sacame a la policía de

encima". El fin de esta comunicación era

evitar la presencia policial y su ingreso a

la casa, y el consecuente descubrimiento de


la verdad. 2) Haber participado de la

reunión, en la que junto a Juan Hurtig y

otros, decidieron arrojar uno de los

proyectiles que partieran del arma homicida

al inodoro de la casa del matrimonio

Carrascosa-García Belsunce, haciendo

desaparecer así rastros o pruebas del


delito.

Sergio Rafael Binello: haber

impedido la intervención policial al

ordenarle al Sr. Alberto Enrique White, por

entonces, Presidente del Club Carmel, en una

conversación telefónica que: "no entre la


policía", y "si es necesario coimeala".

Juan Carlos Hurtig: haber

participado junto a Horacio García Belsunce


y otros de una reunión en la cual se acordó

hacer desaparecer rastros o pruebas del

delito, concretamente el nombrado arrojó uno

de los proyectiles que había sido disparado

contra la víctima al inodoro del baño de la

casa del matrimonio Carrascosa-García


Belsunce.

En definitiva, considero que

todos los elementos que he mencionado

durante el transcurrir de mi voto, valorados

en su conjunto como piezas de un todo según

las reglas de la lógica y la sana crítica,

señalan de manera coincidente la

intervención dolosa que le cupo a cada uno

de los procesados en los hechos traídos a

decisión, poseyendo los mismos valor

convictivo suficiente para conformar mi

libre y sincera convicción sobre el angular


en trato.-

ASI LO VOTO. Arts. 210, 367, 371


inc. 1ro., y 373 del C.P.P.-

A la primera de las cuestiones a


decidir, la Dra. María Elena Márquez, dijo:

Adhiero a quien lleva la voz

cantante en esta sentencia, por los mismos

motivos y fundamentos, y por ser ella mi


libre y sincera convicción. VOTO POR LA

AFIRMATIVA. Arts. 210, 367, 371 inc. 1º, y

373 del C.P.P.-

A la primera de las cuestiones a

decidir, el Dr. Ariel Introzzi Truglia,

dijo:

Adhiero al sufragio del Dr.

Ortolani, por compartirlo en un todo, según


mi libre y sincera convicción. VOTO POR LA

AFIRMATIVA. Arts. 210, 367, 371 inc. 1º, y

373 del C.P.P.-

II).-A la segunda de las

cuestiones de mención, el Dr. Alberto

Ortolani, dijo:

Visto la forma en que ha quedado

resuelta la cuestión precedente, y en virtud

de lo establecido por el art. 371 del Código

de forma, me abocaré al tratamiento de la


participación de los aquí encausados en los

hechos que quedaran definidos en la cuestión

precedente.-

No es este un tema que a mi

entender presente mayores dificultades, toda

vez que el tópico en trato se encuentra

ampliamente acreditado en el marco de los

elementos a los que ya me he referido "in

extenso" en oportunidad de dar tratamiento a

la cuestión precedente, en la que por la

índole de la cuestión me viera obligado a

abordarla trasponiendo en algún punto los

límites propios de la misma, avanzando sobre

la presente, por lo que a las

consideraciones de los mismos me remito.-

En tal orden de ideas, no me

cabe más que concluir en resumen que los

elementos demostrativos aludidos, y

analizada así la conducta de los encartados,

forman mi libre y sincera convicción

respecto a una conclusión afirmativa sobre

la participación de Juan Ramón Gauvry

Gordon, Sergio Rafael Binello, Juan Carlos

Hurtig, Horacio Carlos García Belsunce y


Guillermo Bártoli, en los hechos por los que

individualmente fueran intimados, solución a

la que arribo aplicando las reglas de la

lógica y de la sana crítica, no advirtiendo

circunstancias enervantes de su valor

demostrativo ni la manifestación de

afectación alguna a garantías

constitucionales en la obtención de los

elementos cargosos, siendo de aplicación lo

normado por los arts. 210, 371 inc. 2), 373


y ccdtes. del C.P.P., VOTO POR LA

AFIRMATIVA.-

A la segunda de las cuestiones

de mención, la Dra. María Elena Márquez,

manifestó:

Adhiero al voto del Dr.

Ortolani, por los mismos motivos y

fundamentos, por ser ésta mi libre y sincera

convicción. Arts. 210, 371 inc. 2, 373 y


ccdtes. del C.P.P., VOTO POR LA AFIRMATIVA.-

A la segunda de las cuestiones

de mención, el Dr. Ariel Introzzi Truglia,


manifestó:

Adhiero al voto del Dr.

Ortolani, por los mismos motivos y

fundamentos, por ser ésta mi libre y sincera

convicción. Arts. 210, 371 inc. 2, 373 y

ccdtes. del C.P.P., y cctes. del C.P.P.,


VOTO POR LA AFIRMATIVA.-

III) A la tercera de las

cuestiones de mención, el Dr. Alberto

Ortolani, dijo:

Tanto la Defensa del imputado

Sergio Binello, como la de Guillermo

Bártoli, plantearon en favor de los mismos

la eximente de responsabilidad establecida

en el art. 277 inciso 4º del Código Penal,

según ley 26087.-

Dicha norma, establece que

"Están exentos de responsabilidad criminal

los que hubieren obrado en favor del

cónyuge, de un pariente cuyo vínculo no

excediere del cuarto grado de consanguinidad

o segundo de afinidad o de un amigo íntimo o

persona a la que se debiese especial


gratitud".-

Ingresando al análisis de la

cuestión, debo destacar en primer lugar que

nada han dicho los Dres. Grondona y Novak en

cuanto a la "identidad" de la persona o

personas en cuyo favor -y para ello me

remito a la letra fría de la normativa

invocada- habrían obrado tanto Binello como

Bártoli.-

¿Debemos acaso suponerlo?

Ciertamente creo que no, máxime

cuando tampoco hicieron referencia alguna a

ello los posibles "beneficiarios" de la

eximente.-

Basta con remitirnos a las

declaraciones injuradas que prestaran tanto

uno como otro a lo largo de la instrucción –

y del debate también en el caso de Bártoli-

para darnos cuenta que los mismos en ningún

momento manifestaron tener conocimiento de

la existencia de delito alguno y menos aún,

por lógica inferencia, para el caso, saber

de la identidad de su autor.-

Quiero decir con ello que


ninguna apoyatura tiene esta pretensión de

la defensa técnica con lo manifestado por

los acusados, no hay congruencia al

respecto.-

Reiteradamente hemos escuchado

de los acriminados desconocer de la muerte

violenta de la víctima y con énfasis, para

el caso de que así hubiera sido, destacaron

la inocencia de Carlos Carrascosa.-

No se me escapa que este último

fue condenado por el Tribunal de Casación

Penal de esta Provincia como autor del

homicidio de María Marta García Belsunce,

¿pero ello sella "per se" la suerte de los

acriminados Binello y Bártoli?

¿Debe entenderse acaso que a

través de los pedidos que respondo, se está

reconociendo en la persona de Carrascosa la

autoría del "hecho precedente especialmente

grave" que condiciona la conducta de los

imputados?

Lo único cierto a esta altura es

la muerte violenta de María Marta García

Belsunce con una resolución a la fecha no


firme que sindica a Carrascosa como "uno de

los autores" del hecho que derivara en la

misma.-

Pretender que podamos a esta

altura conocer con certeza cuál habrá de ser

el pronunciamiento definitivo que recaerá

sobre la situación procesal de Carrascosa,

sería reclamar a los jueces que pudieran ver

lo que nos depara el mañana.-

En cuenta de las presentaciones

de excepción efectuadas, por los argumentos

expuestos y por ser ella mi libre y sincera


convicción, VOTO POR LA NEGATIVA. Arts. 168

y 171 de la Constitución de la Pcia. de

Buenos Aires, 210, 371 inc. 3º y ccdtes. del

C.P.P., y 2 y 277 inc. 4º -a contrario

sensu- del C.P.-

A la tercera de las cuestiones

de mención, la Dra. María Elena Márquez,

manifestó:

Adhiero al voto del Dr.

Ortolani, por los mismos motivos y

fundamentos, por ser ésta mi libre y sincera


convicción. Arts. 168 y 171 de la

Constitución de la Pcia. de Buenos Aires,

210, 371 inc. 3º y ccdtes. del C.P.P., y 2 y

277 inc. 4º -a contrario sensu- del C.P.,


ASI LO VOTO.-

A la tercera de las cuestiones

de mención, el Dr. Ariel Introzzi Truglia,

manifestó:

Adhiero al voto del Dr.

Ortolani, por los mismos motivos y

fundamentos, por ser ésta mi libre y sincera

convicción. Arts. 168 y 171 de la

Constitución de la Pcia. de Buenos Aires,

210, 371 inc. 3º y ccdtes. del C.P.P., y 2 y

277 inc. 4º -a contrario sensu- del C.P.,


ASI LO VOTO.-

IV).-A la cuarta de las

cuestiones de mención, el Dr. Alberto

Ortolani, dijo:

Que he de valorar como

circunstancia disminuente de la sanción a

imponer a los imputados, la falta de


antecedentes condenatorios común a todos

ellos, tal como se desprende de las

certificaciones obrantes a fs. 4086 y 4123

(Hurtig), 4088 y 4122 (García Belsunce),

4116 (Binello), 4120 (Bártoli) y 1096

(Gauvry Gordon).-

Asimismo y en relación a los

encausados Binello y Bártoli, he de ponderar

también el buen concepto que de ambos fuera

informado a fs. 4077 y 4078 respectivamente

(puntos 58 y 59 del proveído de prueba).-

Respecto de Juan Hurtig, en

cuanto a su condición de “excelente padre de

familia”, entendiendo que ello no supera el

rango de mera alegación -habida cuenta que

no se ha aportado en tal sentido prueba

alguna fuera de la palabra de su asistente

técnico- no habré de ponderarla como tal.-

Menos aún la invocada

colaboración con la justicia, desde que,

como ya se expusiera en ítems anteriores, la

misma obedeció a una finalidad de mejorar su

más que comprometida situación procesal,

cuando ya para esa época obraba el resultado


de la autopsia y había una alta probabilidad

de que el elemento arrojado se tratara como

de hecho lo fue, de uno de los plomos

disparados por el arma que diera muerte a

María Marta.-

En punto a los demás atenuantes

solicitados en favor del imputado Bártoli

(persona de familia y de trabajo, y sustento

de mujer e hijos), vale tanto lo ya referido

en primer término respecto de Juan Hurtig,

más allá de que sea valorado positivamente

el buen concepto como se dijera

precedentemente.-

Arts. 168 y 171 de la

Constitución de la Provincia de Buenos

Aires, 40 y 41 del C.P. y 105, 106, 210, 371


inc. 4), 373 y ccdtes. del C.P.P.- VOTO POR

LA AFIRMATIVA, por ser ésta mi sincera

convicción.-

A la cuarta de las cuestiones de

mención, la Dra. María Elena Márquez, dijo:

Adhiero al voto del Dr. Alberto

Ortolani, por los mismos motivos y


fundamentos, y por ser ésta mi libre y

sincera convicción.-

Siendo ella mi libre y sincera

convicción, y de aplicación lo normado por


los arts. 210 y 371 inc. 4º del C.P.P., ASI

LO VOTO.-

A la cuarta de las cuestiones de

mención, el Dr. Ariel Introzzi Truglia,

dijo:

Adhiero al voto del Dr. Alberto

Ortolani, por los mismos motivos y

fundamentos, y por ser ésta mi libre y

sincera convicción.-

Siendo ella mi libre y sincera

convicción, y de aplicación lo normado por


los arts. 210 y 371 inc. 4º del C.P.P., ASI

LO VOTO.-

V).-A la quinta de las

cuestiones de mención, el Dr. Alberto

Ortolani, dijo:

He de valorar aquí como pauta

aumentativa del castigo a imponer a los


acriminados, la pluralidad de autores que

facilitó la comisión del delito, ya que cada

una de las conductas desarrolladas por los

imputados, en una suerte de multiplicidad de

tareas, facilitó la concreción de las

otras.-

Coincido con la acusadora

pública, pues es cierto que cada uno de esos

comportamientos, independientes entre sí,

permitió a los coimputados actuar de manera

más segura –y evidentemente coordinada

conforme surgió de la audiencia de debate y

del informe del VAIC-, y todas ellas

encaminadas al mismo objetivo, esto es, que

no saliera a la luz el homicidio de María

Marta García Belsunce.-

También he de merituar en esta

misma línea de pensamiento, la relación

familiar que tenían Juan Hurtig, Horacio

García Belsunce y Guillermo Bártoli con la

víctima, lo que evidentemente suma un plus

negativo en su accionar al pretender ocultar

las circunstancias de su muerte.-

En cuanto a las organizaciones


no gubernamentales y de beneficencia que

contaban con la colaboración incansable de

la víctima (como es el caso de Missing

Children) a través de su accionar benéfico y

que no fue reemplazado por ninguno de sus

familiares, pese a haberse probado que

ofrecieron su colaboración pero no la han

cumplido, entiendo en este ítem, que la

Fiscalía valoró –y la acompaño en ello- las

características del desempeño público de la

persona cuyo crimen se encubrió, en tanto

que por lo que se escuchó en el debate,

María Marta García Belsunce dedicaba tiempo

y esfuerzo para colaborar en instituciones

de bien público, cuya desaparición provocó

un vacío, a decir de muchos, difícil de

llenar.-

Además, he de valorar aquí la

multiplicidad de acciones cometidas por

Horacio García Belsunce y Guillermo

Bártoli.-

Sobre el tópico, y en

consonancia con lo expuesto, me permito

traer a consideración la opinión del maestro


Creus, quien al referirse a la punición del

delito continuado en el derecho argentino,

con singular acierto señala que admitida la

institución en nuestra legislación, ante la

ausencia de una reglamentación específica

sobre su punibilidad, sólo se puede

sancionar el mismo como delito único, sin

perjuicio de tomar la repetición de las

acciones delictuosas como una pauta de

individualización de la pena conforme a la

disposición del art. 41 del C.P. (Creus,

Carlos. Sinopsis de Derecho Penal, Zeus

Editora Rosario, Año 1977. Pág. 153).-

Asimismo he de mensurar como

agravante la situación personal de los

autores, entendiendo como tales la educación

y situación profesional de cada uno de ellos

que los coloca en un nivel social que les

permite discernir, discriminar y valorar con

mayor claridad y mejores herramientas las

conductas que realizan y la antijuridicidad

del hecho, y determinarse de acuerdo a ese

conocimiento.-

De tal modo, Gauvry Gordon posee


educación universitaria (es médico).

Horacio García Belsunce es

abogado, periodista, con conocimiento y

seguimiento de casos policiales, con

amistades y relaciones vinculadas a la

esfera policial y del derecho.-

Juan Hurtig, trabajaba en una

“organización de seguros” desde 1994,

realizando viajes al exterior de

entrenamiento y actualización –vcia. a

España por una semana tras el fallecimiento

de su hermana-, que también nos remite a un

desempeño de cierto vuelo intelectual,

proveniente de una familia de buen nivel

cultural y social.-

Por su parte, Guillermo Bártoli

y Sergio Binello refirieron ser empresarios,

ambos con domicilio en el Country Carmel,

amigos que forman parte de un grupo social,

cultural y económico de cuyas

características –en su mayoría

profesionales- se dio cuenta en el

transcurso del debate. Ello a los fines de

determinar el entorno en el que se movían


ambos, y por ende el nivel de educación en

el que se hallaban insertos. En este

contexto, y tras escuchar a Guillermo

Bártoli en la audiencia, no me caben dudas

de que se trata de un hombre inteligente y

sagaz, acostumbrado a resolver situaciones

complejas, que manejó su discurso con sumo

cuidado, respondiendo de manera estratégica

a sus intereses. En modo alguno comparto las

expresiones vertidas por su defensa en

cuanto lo caracterizara en cierto modo de

una persona incapaz de enfrentar y resolver

satisfactoriamente cuestiones tales como la

de obtener un certificado de defunción.-

Por ello no puedo acompañar al

Dr. Novak en sus afirmaciones.-

No puede haber lugar para

suponer que el mismo estaba obnubilado por

la muerte de su cuñada y no sabía lo que

hacía, más allá de referir Bártoli que lo

único que quería era conseguir la

autorización para que se pudiera levantar a

María Marta del suelo, ya que de ser así

nada más sencillo que recurrir al fácil


expediente de llamar a la policía para que

se constituya en el lugar y atienda el

siniestro. Lejos de hacerlo, por todos los

medios que tuvo a su alcance lo quiso evitar

y fue manejando su discurso ante los

empleados de la funeraria, cambiándolo según

su conveniencia, y determinando la

inconveniencia de que Constantino Hurtig

firmara el certificado médico.-

Abandonando la enunciación de

las circunstancias reveladoras de un mayor

reproche, pero antes de ingresar a analizar

por qué no habré de hacer lugar a otras que

con igual fin fueran mencionadas por la

Fiscalía, entiendo prudente advertir aquí

sobre la existencia de una pautaa de

agravación que por no haber sido introducida

en ocasión de la discusión final me impiden

avanzar sobre la misma, no obstante lo cual

y para dejar sentada mi posición al

respecto, he simplemente de mencionarla, sin

que influya en mi ánimo a la hora de graduar

las penas a imponer.-

En este sentido, ¿qué situación


hubiese resultado digna de considerar aquí,

y en su caso, por qué no se tiene en cuenta

a la hora de cuantificar la magnitud del

injusto?

Me refiero a la gravedad del

delito encubierto.-

Se impone aclarar aquí, que

cuando el artículo 277 del código de fondo

agrava la figura básica del encubrimiento en

los casos en los que el hecho

precedentemente fuera de los denominados

especialmente graves, lo hace sin mayores

especificaciones, limitándose la norma a

establecer que como tales, deben entenderse

aquellos cuya pena mínima fuera superior a

los tres años de prisión.-

En el caso, para nuestro código

penal incurre en el mismo injusto (desde el

punto de vista del marco legal regulatorio)

quien encubre el robo (ejecutado por otro)

de una o más cabezas de ganado que se

encontraren en establecimiento rurales -y

que de acuerdo a los artículos 167 ter y 167

quáter del C.P. tiene una pena mínima de


cuatro años de reclusión o prisión- que

quienes actúan (como en el supuesto de

autos) favoreciendo a un tercero que ha

cometido ni más ni menos que un homicidio.-

Pero más allá del dato –objetivo

por cierto- apuntado, ¿ambos sujetos deben

ser merecedores de igual sanción penal?

A criterio de este administrador

de justicia no.-

Y créanme que con ello no se

estaría incurriendo en una suerte de doble

valoración, prohibida desde ya, toda vez que

la letra de la ley –en concreto, la del

artículo 277 del C.P.- es muy amplia al

respecto y permite hacer la disquisición que

formulo.-

¿Pero por qué no puede este

sentenciante, si está seguro de ello,

valorar tal circunstancia al momento de

graduar la pena?

Sencilla pregunta y más simple

su respuesta.-

Porque de hacerlo, no estaría

más que actuando en desmedro del derecho de


defensa en juicio de los imputados, respecto

del cual, los jueces debemos ser fieles

custodios.-

Un caso similar al presente, se

me planteó en la causa nº 3688/10 (1855),

caratulada “Saucedo Díaz, Cristian Román y

Figueroa Pereyra, Walter Felipe s/ robo

agravado por su comisión en lugar poblado y

en banda” y resuelta el día 28 de marzo de

2011, donde debí omitir considerar como

circunstancia agravante de la sanción a

imponer al acusado una sentencia

condenatoria –anterior y firme- que el mismo

registraba, toda vez que ante la falta de

impulso fiscal en tal sentido, consideré que

una decisión en contrario resultaría

violatoria de los principios de

imparcialidad y contradicción, recordando en

directa relación con lo dicho, que con

singular acierto ha expresado la

jurisprudencia que “la ponderación de un

factor de agravación no estimado por la

Fiscalía… debe excluirse del plexo

mensurado… ya que sin petición sobre el


punto, ni respuesta de la defensa, no hay

debate posible, toda vez que si la fiscalía

nada dice, y la defensa menos contesta

respecto de circunstancias que terminan

siendo definidas como de mayor peligrosidad,

dentro del sistema de los artículos 40 y 41

del Código Penal, aparece conmovido el

principio de imparcialidad del órgano y

surge un motivo de nulidad absoluto…” (voto

del Dr. Borinsky al que adhirieron los Dres.

Mahiques y Ursi, causa nº 3247, Sala III,

Registro de Presidencia nº 13725, “Roche

Velázquez, Julio César s/ recurso de

casación”, Registro nº 72/07).-

Aclarada mi posición en punto a

la agravante que no fue objeto de pedido por

parte de la Dra. Syseskind, habré de echar

anclas y detenerme en el análisis de las que

sí fueran solicitadas por la misma y que,

tal como lo adelantara párrafos atrás, no

habré de tener en cuenta.-

Doy razones.-

En relación a “la ausencia de

motivos para el acometimiento del injusto”,


advierto que no se pudo acreditar durante el

juicio cuáles fueron las razones personales

e íntimas que tuvo cada uno de los imputados

para ejecutar las conductas que se tuvieron

aquí por acreditadas. La especulación lógica

que pudiera hacerse sobre ellas –temor al

qué dirán, prestar ayuda a algún conocido,

vinculaciones económicas, discusiones

familiares-, no pasa de tal rango, por lo

que entiendo que esa justamente era la

circunstancia que debió acreditarse para

poder realizar su evaluación, siendo este

caso distinto de otros en los que la

ignorancia sobre el móvil (por ejemplo, en

un robo cometido al azar) puede erigirse con

cierta significación para poder predicar

acerca de una mayor gravedad del injusto.

Desconociendo la calidad de los impulsos que

llevaron a los acriminados a delinquir, me

veo impedido de valorar tal circunstancia

como agravante.-

Dijo también la Fiscalía que

Gauvry Gordon, Guillermo Bártoli, Juan

Hurtig, Horacio García Belsunce y Sergio


Binello, tuvieron la posibilidad de

reflexionar sobre lo que estaban haciendo,

es decir, que tras la realización de cada

una de las conductas propias, pudieron

asumir una actitud distinta, y no lo

hicieron. Así, Gauvry Gordon pudo aunque

tardíamente, realizar la correspondiente

denuncia, Juan Hurtig poner en conocimiento

de la autoridad el incidente del “pituto” al

Fiscal Molina Pico el día del entierro de su

hermana, y Guillermo Bártoli y Horacio

García Belsunce haber hecho lo propio en la

reunión de la cocina. Podría valorarse como

atenuante el arrepentimiento o el intento de

modificar el curso de sus comportamientos,

pero en modo alguno como agravante el hecho

reflexivo que cada uno de ellos realizara

sobre sus propias acciones, cuando el

resultado del mismo fue que continuaban en

su postura ilícita.-

Finalmente y acompañando en ello

al Dr. Blanco, no he de considerar como

agravante “la afectación al sistema de

justicia” tal como lo reclamara la acusación


pública, toda vez que precisamente dicha

consecuencia constituye la esencia misma del

injusto que se le reprocha no sólo a Bártoli

sino también al resto de los acriminados,

motivo por el cual no puede ser valorado

aquí como una circunstancia agravante de la

pena, recordando en tal sentido que como

bien lo señala el maestro Parma en su obra,

al ubicar nuestro legislador esta figura en

la zona de “Delitos contra la Administración

Pública”, se entiende que este ilícito trata

conductas que entorpecen la acción policial

y judicial destinada al esclarecimiento de

hechos delictivos o individualización de los

autores o partícipes (Parma, Carlos. Código

Penal Comentado. Tomo 3 -arts. 186 al 305-,

Editorial Mediterránea, Córdoba, Año 2005,

pág. 227).-

Por los motivos expuestos, y por


ser ella mi libre y sincera convicción, VOTO

POR LA AFIRMATIVA. Arts. 40 y 41 del C.P., y

210, 371 inc. 5º y ccdtes. del C.P.P.-

A la quinta de las cuestiones de


mención, la Dra. María Elena Márquez, dijo:

Adhiero al voto del Dr.

Ortolani, por los mismos motivos y

fundamentos, y por ser ella mi libre y

sincera convicción.-

Arts. 210 y 371 inc. 5º del


C.P.P., VOTO POR LA AFIRMATIVA.-

A la quinta de las cuestiones de

mención, el Dr. Ariel Introzzi Truglia,

dijo:

Adhiero al voto del Dr. Alberto

Ortolani, por los mismos motivos y

fundamentos.-

Siendo ella mi libre y sincera

convicción, y de aplicación lo normado por


los arts. 210 y 371 inc. 5º del C.P.P., VOTO

POR LA AFIRMATIVA.-

VEREDICTO:

En mérito al resultado que

arroja la votación, de las cuestiones

precedentemente planteadas y decididas, el


Tribunal se pronuncia por un VEREDICTO
ABSOLUTORIO para la procesada BEATRIZ

MICHELINI, cuyos datos filiatorios obran en

las presentes actuaciones, y en relación al

hecho por el cual fuera imputada, y por un


VEREDICTO CONDENATORIO para los acriminados

JUAN RAMON GAUVRY GORDON, SERGIO BINELLO,

JUAN CARLOS HURTIG, HORACIO GARCIA BELSUNCE,

Y GUILLERMO BARTOLI, todos ellos de las

demás circunstancias personales de

conocimiento en autos y respecto de los

hechos por los cuales individualmente fueran

acusados y que se describieran oportunamente

al momento de abordar la primera de las

cuestiones del presente veredicto.-

Notifíquese a las partes por

Secretaría de lo aquí concluido, firmando

los Sres. Jueces ante mí, que doy fe.-

Ante mí:

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